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Relectura de Runasitnitnanta Yuyaychakusun desde el Collao boliviano Xavier Albó Este es un libro distinto. Ya no es para aprender quechua a partir de los principios de la lingüística aplicada, sino para aprender lingüística a partir del quechua. De ahí el subtítulo, aclarador: Manual de lingüística quechua para bilingües. Supone que los lectores ya saben quechua y, por tanto, se liberan de la necesidad de presentar progresivamente los diversos elementos de la lengua con una secuencia didáctica hasta poder utilizar los rudimentos de la lengua. El aspecto didáctico, que los autores demuestran manejar muy bien, se utiliza para introducir a estos lectores quechua hablantes en conceptos básicos de un enfoque lingüístico innovativo, inspirado sobre todo en Bernard Pottier y aplicado a la mejor comprensión de la lengua quechua. Está pensado sobre todo para el número creciente de docentes de y en quechua, a los que sin duda resultará útil y novedoso. Se parte de la conversación y la lengua oral, para de ahí pasar al texto y a la construcción semántica, tanto en términos del léxico como de los morfemas. No se entra ni en los "medios de expresión" (fonología, prosodia, escritura) ni en la construcción sintáctica. Es decir, se ha hecho un esfuerzo explícito por entrar directamente en la temática hasta ahora más descuidada de la lengua. Este enfoque ya es un avance que debe resaltarse. Por lo mismo, pienso que el libro será leído con más provecho por aquellos lectores que, además de saber quechua, tengan ya ciertos conocimientos elementales de los aspectos gramaticales aquí no cubiertos. Godenzzi, Juan Carlos y Janett Vengoa Zúñiga, 1994. Runasimimanta Yuyaychak.usun. Manual de lingüística quechua para bilingües. Cusco: Asociación Pukllasunchis y Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas. 2, diciembre 1995 421

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Relectura de Runasitnitnanta Yuyaychakusun

desde el Collao boliviano

Xavier Albó

Este es un libro distinto. Ya no es para aprender quechua a partir de los principios de la lingüística aplicada, sino para aprender lingüística a partir del quechua. De ahí el subtítulo, aclarador: Manual de lingüística quechua para bilingües. Supone que los lectores ya saben quechua y, por tanto, se liberan de la necesidad de presentar progresivamente los diversos elementos de la lengua con una secuencia didáctica hasta poder utilizar los rudimentos de la lengua. El aspecto didáctico, que los autores demuestran manejar muy bien, se utiliza para introducir a estos lectores quechua hablantes en conceptos básicos de un enfoque lingüístico innovativo, inspirado sobre todo en Bernard Pottier y aplicado a la mejor comprensión de la lengua quechua. Está pensado sobre todo para el número creciente de docentes de y en quechua, a los que sin duda resultará útil y novedoso.

Se parte de la conversación y la lengua oral, para de ahí pasar al texto y a la construcción semántica, tanto en términos del léxico como de los morfemas. No se entra ni en los "medios de expresión" (fonología, prosodia, escritura) ni en la construcción sintáctica. Es decir, se ha hecho un esfuerzo explícito por entrar directamente en la temática hasta ahora más descuidada de la lengua.

Este enfoque ya es un avance que debe resaltarse. Por lo mismo, pienso que el libro será leído con más provecho por aquellos lectores que, además de saber quechua, tengan ya ciertos conocimientos elementales de los aspectos gramaticales aquí no cubiertos.

Godenzzi, Juan Carlos y Janett Vengoa Zúñiga, 1994. Runasimimanta Yuyaychak.usun. Manual de lingüística quechua para bilingües. Cusco: Asociación Pukllasunchis y Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas.

Nº 2, diciembre 1995 421

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Artículos, Notas y Documentos----------------------

En su intento los autores buscan combinar calidad y sencillez y, en mi opinión, lo logran. El texto es claro y los ejemplos y ejercicios están al alcance de lectores sin muchos elementos previos en el tema. Pero, por lo mismo, ha de quedarse en un nivel aún intrcxluctorio, sin pcxler profundizar mucho ni llegar a cubrir de manera exhaustiva las diversas posibilidades existentes en cada categoría ni a las rica<; combinaciones entre categorías. Abren pistas y sugerencias hacia otras dimensiones para comprender el quechua, pero otros, o ellos mismos en nuevos aportes, tendrán que ir refinando y ensanchando cada pista.

Mis reflexiones a partir de este texto quieren contribuir algo a profundizar este último punto, desde la perspectiva de las variantes bolivianas del mismo quechua y del aymara, esa lengua tan semejante dentro de su propia identidad (Cerrón 1994). Pero antes de entrar en el tema central, digamos algo sobre un punto previo: la normalización escrita utilizada.

La norma escrita

Es imposible hacer un tratado sobre una lengua sin escribirla de manera coherente. Por eso, aunque no sea su tema, los autores han tenido que tomar postura con relación a una lengua sobre cuya norma escrita quedan aún muchos cabos sin atar, a pesar ele! largo camino ya andando hacia el consenso. (pp. 17-19).

Naturalmente, como punto de partida, se utiliza el alfabeto ya más aceptado en textos oficiales tanto en Perú como en Bolivia (salvo para el uso de h, en Perú, y j, en Bolivia). Nos parece muy didáctica y delicada la forma en que justifican el uso de sólo tres fonemas vocálicos a, i, u, conociendo, como conocemos, los estériles y poco académicos cuestionamientos que, sobre este punto, se han hecho precisamente en el Cusco.

Las controversias más ele fondo podrán surgir más bien en las decisiones a ser tomadas con relación a la adopción de una determinada forma canónica para la lengua escrita, cuando son muchas las variantes dialectales en la lengua hablada. En este punto la norma aún no existe y cada autor tiende a utilizar las variantes más comunes en su propia región. Entonces su deliberación al escribir se reduce a sólo las variantes existentes en un mismo lugar. Por esta vía nos acercamos al ideal de una escritura fonémica -escribir como se habla- pero nos apartamos del otro ideal: una escritura única e interdialectal, que es uno de los graneles logros de las lenguas internacionales mcxlemas.

Godenzzi y Vengoa han elegido una escritura con la que "buscan dar un paso en el camino de la estandarización (normalización) de la escritura quechua", que supere la diver­sidad oral y de cada zona (p.17). No explicitan si su afán se reduce al ámbito cusqueño (del que sacan tcxlo su material) o si pretenden ir más allá, hacia una escritura en lo posible intcrdialectal. Al no matizar más, parecería que desearían acercarse algo (sólo algo) a esto último. En este sentido van mis comentarios.

Para normar la escritura quechua, se han adoptado criterios relativamente conserva­dores y de índole casi exclusivamente lingüística. Teniendo en cuenta la evolución histórica del quechua, se tiende a preferir "la forma más antigua ... porque ele ella se derivan las otras", siempre que siga siendo también de uso actual.

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Es un esfuerzo laudable, emprendido con un criterio razonable, pero queda por ver cuán lejos se podrá llegar al nivel interdialectal. Dudamos que lleguen a aceptarse todas las uniformizaciones. Por ejemplo, en Bolivia se dice sólo niy 'decir'. ¿Se aceptará ñiy, de uso común por ejemplo en el Ecuador, aunque haya una base histórica para ello? Los propios autores han mantenido las glotales p', t', ele. que, como sabemos, sólo están en los dialectos sureños por influencia aymara. ¿Lo aceptarán los ayacuchanos y los de más al norte? ¿Acep­Larían los cusqueños y bolivianos su supresión por mucho que sea una introducción tardía y sólo para el sur?

Debatible es cualquier decisión escrita con relación a los préstamos del castellano, para los que nuestros dos autores no se animan a dar una única solución. Han quechuizado inhiñiru (ingeniero), pero mantienen la d de duktur (doctor). En el tan castellanizado quechua de Cochabamba yo haría lo mismo y hasta quizás me lanzaría a las cinco vocales; pero en aymara, ya no. Si tuviera que dar una norma, tal vez me inclinaría por la flexibilidad, según el estilo y el nivel de penetr'dción de cada vocablo en la lengua. En castellano, por ejemplo, ya es­cribimos fútbol y Nueva York, pero mantenemos Washington y jeep. En un texto literario y lingüístico, más fácilmente se qucchuiz.ará todo (salvo para marcar lo "forastero"), pero en un libro técnico podría resultar contraproducente no mantener ciertos nombres tal como se escriben en los prospectos.

No parece adaptarse al genio fonológico de la lengua quechua (al menos en sus formas bolivianas) el criterio utilizado en este libro, de introducir una semiconsonante en los diptongos castellanos -Paskuwal (Pascual), Siliya (Celia), etc. si implica traspaso del acento a la vocal débil. Al hablar castellano, los quechuas tienden más bien a reducir a diptongos los casos en que el castellano los destruye: caída es [kayda], escuela [iskuyla]; a veces simplemente se elimina la vocal débil, como para la vieja moneda real [ral]; e incluso se pueden eliminar sílabas creando nuevos diptongos en la sílaba acentuada: [uyha] es oveja y [awha] es aguja.

Tienen conciencia nuestros autores de que, en todos estos puntos, sus opciones "no son las definitivas" y de que éstas vendrán del "fortalecimiento y desarrollo de la misma lengua" (p. 19). Aunque discrepemos a veces en algunas de sus soluciones, estamos de acuerdo con su postura y nos alegramos de que el debate se mueva ya a estos niveles, una vez superado el del alfabeto.

Pero entremos en otros temas más centrales en el libro que nos ocupa.

Los actores de la conversación

Es muy oportuno empezar -como hace este libro- por los usos orales de la lengua, que son los más originarios y genuinos para, de ahí, pasar a todo lo demás. Dentro de ello, me ha interesado particularmente el tema de las personas. Se sigue el tratamiento tradicional de tres personas que, al pluralizarse, se desdoblan en cuatro por la posibilidad de incluir o no al interlocutor en la primera persona: ñoqa-nchis o ñoga-yku, respectivamente.

Parece lo correcto para el quechua. Pero no dejo de lanzar dos retos derivados del aymara, tal como ha sido analizado por Martha Hardman et. al. (1988).

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El primero es que en aymam jiwasa (o hiwasa) 'tú+yo' es otra persona incluso en singular, dado que se pluraliza como las otras tres con el sufijo plural -naka. No ocurre lo mismo en quechua, donde hay más bien dos plurdlizadores, -/ nj-chis, inclusivo de 2ª persona, y [-y/-ku, que la excluye, forma esta úlúma emparentada con el plural nominal -kuna1 . Por eso considero correcto el análisis de Godenzzi-Vengoa. Pero la estructum aymard puede tal vez contribuir a flexibilizar nuestros niveles de generalización en una teoría lingüística más general.

Personalmente me inclino incluso a pensar que, dentro de la lógica aymara, debería considerarse ajiwasa como la persona fundamental3 , por reflejar la plenitud del diálogo. Para invitar cortésmente al interlocutor a alguna acción, por ejemplo, no es raro apelar a esa forma personal: manq' asiñani 'comamos' (inclusivo, aunque sólo coma el invitado).

El segundo reto úene que ver con la propuesta de Hardman de que en realidad (en aymara, al menos) no hay tres ni cuatro personas sino tantas como combinaciones entre los tres posibles actores: [l ª-2ª], [l ª-3ª], [2ª-1 ª],etc.Su argumento surge de la necesidad de manejar no tres ni cuatro sino hasta nueve desinencias verbales para cubrir toda esta gama de relaciones (-sma, -itu, etc. etc.). En quechua ocurre algo semejante, aunque la estructura gramatical es mucho más transparente: en medio de otras formas más complejas, -wa- es siempre 'transición a lª persona' y -su-, ' transición a 2ª persona'.

En este punto, es más bien el texto de Godenzzi-Vengoa el que representa un reto cuestionador para la generalización demasiado rápida de Hardman. El tratamiento de los primeros sobre los módulos actanciales (p. 130-134; ver infra) ayuda a entender mejor el mundo de relaciones tanto en quechua como en aymara, mucho más allá de la simple dicotomía entre acciones transitivas, intransitivas o impersonales. En aquellos verbos con sólo uno o ningún actante ¿qué sentido tiene hablar de interacción entre personas?

Podríamos complementar el tema con otro, que los autores llaman deixis social (p. 44-47) y que roza ya otros temas sociolingüísúcos como las formas y apelativos de trato (tú, Ud. Sr. don ... en castellano), que en quechua pasan por términos como los allí discutidos más otros como tata, mama, tiyu [tío: cualquier comunario de otra generación superior para el que no valgan términos más cercanos como 'padrino'], etc. y -mucho más refinado- por el manejo adecuado de determinados tonos prosódicos, sufijos y formas gramaúcales, por ejemplo al pedir, implorar, ordenar, etc4 •

Nos alegmmos de que el tema se halle insinuado en varias partes del texto y ahora sólo esperamos que llegue a sistemaúzarse en toda su amplitud.

2 Nótese, con todo, que esta última forma aparece también con la 2• persona plural, qam-kuna y que el plural inclusivo-chis aparece también con algunos radicales nominales no necesariamente inclusivos, como en hatuchis 'grandes'.

3 Incluso más que el 'tú', a la que Hardman llega a llamar 1' persona, por ser la que más se marca. Pero no quiero entrar en clasificaciones ordinales.

4 Cuando yo estaba aprendiendo quechua, hace más de treinta años, la gente a veces se reía de mí porque "hablaba como niño" o "como patrón", por mi uso deficiente de todos estos códigos de etiqueta lingüística

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Los participantes en la acción

Los llamados módulos actanciales (p. 130-140) se tratan en el contexto de los lexemas y sus propiedades semánticas (capítulo 6). El texto subraya que en una acción verbal caben hasta cuatro participantes (actantes): el sujeto, el objeto, el destinatario y el cuarto que puede ser lugar de partida, instrumento, etc. Corresponden de alguna manera a los clásicos sujeto y complementos directo, indirecto y circunstancial. Los verbos intransitivos sólo aceptan el primer actante y otros verbos, dos, tres o cuatro. En quechua los verbos modificadores con -chi-, por ejemplo, introducen un tercer actante instrumental con -wan-. Algunos verbos (que antes llamábamos 'impersonales') carecerían incluso de actantes: parachkan 'llueve'.

En este punto, me parece que la discusión se enriquecería con el tratamiento conjunto del rol que en quechua juegan los diversos sufijos que relacionan estos diversos actantes, a los que se hace referencia en otras partes del texto. No sólo me refiero a la relación entre la persona sujeto y objeto (wa-, su-, yki, etc.) sino también con otras como el beneficiario (-ku-, si es la misma que el sujeto, -pu-, si es otra) o el lugar terminal de la acción -mu-, cada una de ellas con una amplia gama de matices.

Veamos, por ejemplo, las siguientes expresiones muy comunes en el quechua cochabambino:

(1) lmaynalla ka-ri-pu-wa-[chka]-nki? '¿Cómo estás? (lit.: ¿cómo me lo estás para mí?).

(2) Ñuqa-pa chaqra-y ka-pu-wa-n = tiya-pu-wa-n 'yo tengo una parcela' (lit.: de mí mi parcela me la hay para mí).

(3) Ranti-ri-m[u]-pu-wa-y 'vete a comprármelo' (te acercas al lugar donde me lo comprarás algo para mí; cf. p. 58, ejemplo 26).

(4) Para-mu-chka-n 'está lloviendo' (acá, no en un lugar remoto).

(5) Qhun qhun ni-mu-chka-n 'está tronando' (lit. nos está diciendo, hacia nosotros, qhun qhun).

(6) Wañu-pu-n, wañu-ka-pu-n [= *-ku-pu-n] 'se ha muerto' (del todo).

(7) Tuku-ka-pu-n [= *-ku-pu-n] ' se acabó, fin, ya no hay más'.

(8) Yarqha-wa-n 'tengo hambre' (lit. me da hambre).

En las frases (1) y (2) se han usado verbos que a primera vista sólo aceptan un actante sujeto (ver p. 130), como kay y tiyay 'ser, estar, haber'; y en la (4), entra un verbo impersonal que parecería no aceptar ninguno (ver p. 134). Pero, en nuestros ejemplos, el uso de sufijos sugiere relaciones más complejas.

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El sufijo -mu-, que relaciona los espacios de la acción, adopta sentidos direccionales distintos según se afiada a un verbo que ya indique movimiento, que no lo indique, o que se refiera a un fenómeno natural. En el primer caso, acerca al espacio del hablante: apa-mu­y ' lleva acá= trae' (ver p. 39). En el segundo, lo aparta, como en nuestra frase (3) o en el ejemplo (33) de la p. 41: wisch' u-mu-y 'anda a botarlas' y otros. En el tercero, con cualquier verbo que indique un fenómeno de la naturaleza, acerca y afecta de una manera casi cósmica (frases 4 y 5). Los ejemplos cusqueños del libro, afíaden aún otra si tuación distinta, no es­cuchada en quechua boliviano, en que el polifacético -mu- acerca a un segundo actante. Así, la frase ñañachanta ñaqcha-mu-chka-n, que los autores traducen 'está peinando a su hermanita' (p. 153), en Bolivia se interpretaría 'está yendo a peinar a su hermanita'.

Finalmente, nuestras frases (6) y (7) nos muestrdll otro uso combinado de -ku-pu-, que afíade un carácter terminal a la acción: y la frase (8) ilustra otra situación en que, sin actante sujeto, hay actante objeto, como ocurría ya en (4) y (5). Pero, en este último ejemplo, in­troducir -mu- sería tan extrafío como introducir -wa- o -su- en las frases (4) y (5).

En su ya lejana tesis, Garland Bilis (1969) sugería otra interesante relación de paren­tesco entre -mu- y el caso nominal ilativo -man y entre -pu- y el marcador del caso nominal benefactivo -paq. Con ejemplos como el (2), arriba mencionado, tal vez entraría también en consideración el genitivo -pa.

Estos juegos y transformaciones a la vez sintácticas y semánticas pueden ayudarnos a percibir toda la trama de ese tejido -texto, en su sentido literal- que es el lenguaje y penetrar aún más hacia las raíces profundas y estructurales de la lengua quechua.

La semántica léxica

El capítulo 5, dedicado a este tema nos ha parecido la parte más débil del libro que comentamos. Las agrupaciones de vocablos por 'dominios de experiencia' son por una parte demasiado obvias y, por otra, tal vez demasiado arbitrarias desde el punto de vista de la lengua misma.

Más útil e iluminador sería, en nuestra opinión, trazar agrupaciones a través del juego de sentidos, connotaciones, metáforas y asociaciones subyacentes en cada término, de una manera semejante a lo que hizo Golte (1974) a propósito de la terminología laboral en los diccionarios coloniales del quechua o Platt (1988), a propósito de la terminología política en el diccionario aymara colonial de Bertonio.

Por ejemplo, el que unquq warmi 'mujer encinta' esté en el conjunto "ciclo vital" (p. 113) no tiene nada de especial, como tampoco el que la palabra unquq 'enfermo' esté en el ciclo "medicina" (p. 120). Pero lo que sí resulta iluminador es que en ambos casos se haya usado la misma palabra unquq: en la estructura semántica del quechua, el embarazo es visto como la "enfermedad" por antonomasia de la mujer. Después resulta que la partera es mama (p. 113), término que de suyo significa 'madre' (p. 116) y 'señora' (p. 117). Más adelante, en el dominio religioso (p. 119), encontramos a la Pacha Mama, que es a la vez tierra, señora, madre, tiempo y espacio y que allí se asocia a todo un mundo de seres vivos y cósmicos: los cerros son padres (awki, del aymarn) o jefes (apu) y, de alguna manera, forman pareja con la Madre Tierra; ésta es la protectora y generndora, a su vez, de todo el espacio y quehacer

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agrícola, en el que descubrimos también que un alimento fundamental, las papas, pueden ser runa 'personas', imilla 'muchachas', etc. y que, como tales son objeto de determinados ritos y festejos durante la siembra. Y así sucesivamente ...

Pero todas estas asociaciones se nos han escapado al ir quedando desparramadas por otras clasificaciones preconcebidas, pensadas más desde nosotros que desde la lengua misma. Nuevamente hay aquí un cabo de hilo que, al seguirlo, nos va conduciendo por todo el tejido de la lengua y, en este caso, de toda una cosmovisión quechua. Pero para ello hay que dejarse conducir por la lengua misma, más que por nuestros propios campos semánticos.

Es este un campo resbaladizo y muy expuesto a la subjetividad de cada analista. Concedido. Pero más arbitrario puede resultar, limitamos a ir llenando de vocablos aquellos dominios temáticos que nosotros hayamos podido seleccionar de antemano.

La categoría no-marcada

Este tema, que es fundamental para otros lingüistas, desde la célebre escuela de Praga hasta los diseñadores de lenguajes artificiales en la ciencia informática, sólo es tocado muy de pasada en este libro.

Una categoría no marcada -o "default"- es la que se da por supuesta, si no se explicita lo contrnrio con alguna nueva marca, y nos ayuda, por tanto, a comprender el genio semántico implícito en la gramática de cada lengua Valdría, por tanto, la pena insistir más en este punto, en un texto como el presente que tanto enfatiza la semántica gramatical.

Por ejemplo, resulta sugerente que el quechua (y el aymara), a diferencia de tantas otras lenguas, no consideren lo masculino como no-marcado (ver pág. 126-128). Ello tiene su correlato en una estructurn simbólica que tiende a considerarlo todo por parejas, con un elemento masculino y otro femenino, para que no sean ch' ulla, carentes de algo que les complementa.

Una de las pocas referencias explícitas del texto a esta temática es a propósito del "presente" del verbo, del que se dice que "es el tiempo no marcado y que, en determinadas circunstancias puede referirse tanto al pretérito, al presente progresivo, como al futuro" (p. 42). Pero se podría haber hilado más delgado. En quechua (y aymara) la categoría no marcada cubre en realidad presente y pasado, es decir, lo que de alguna manera ya es real. Rini, por ejemplo, es 'voy' o 'he ido', pero difícilmente es 'iré', en contraste con el voy castellano que más fácilmente indica también una acción aún no realizada Lo mismo ocurre con el subordinador (adjetivador) verbal -sqa, en contraste con -na (ver p. 184)5 •

Volviendo al tema de las personas, nos intriga aquí indagar por qué la categoría no­marcada, dentro del sistema de personas, corresponde cabalmente a la 3! persona. En efecto, dicha persona o no tiene marca o ésta consiste sólo en -n, el sonido ambiental o de relleno eufónico en quechua6 • El quechua se desmarca aquí del aymara y se parece más al castellano que al inglés.

5 Queda, claro está, el misterio de la segunda persona ri-nki, que es común a este presente no-marcado ('vas, has ido') y al futuro ('irás'), utilizable también como una fonna alternativa de imperativo enérgico (como en los 10 Mandamientos y en muchas nonnas legales).

6 Como en el morfema vacío -ni- tras consonante (ver pág. 34) o en el radical vacío -na (indirectamente usado en el ejemplo 29 ima-na ... , de la pág. 59).

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Hacia una lingüística quechua

En una parte de su texto (p. 137), los autores introducen la distinción de Pottier entre casos "conceptuales" y "lingüísticos", que mutatis mutandis parece retomar de alguna manera la vieja distinción de Pike entre lo "ético" y lo "émico".

Pensamos que en otras varias partes del libro se habrían podido introducir distinciones comparables y no siempre nos ha quedado claro cuándo un determinado tema era tratado a partir de categorías "conceptuales" o "éticas", propias de la aguda capacidad de disección por parte del lingüista, y cuándo estábamos frente a categorías "lingüísticas" propias del quechua o "émicas" en la estructura particular de esta lengua.

La mayoría de los temas se trdtan efectivamente desde la estructura de la lengua. Por ejemplo, el sistema de personas, de casos, la jerarquización gramatical más los instrumentos utilizados para ella, la importancia conectora del verbo ñiy en las narraciones y otros muchos ejemplos.

Pero en algunos casos nos ha parecido que los autores no se dejaban empujar tanto por la lógica de la lengua sino por sus categorías lingüísticas previas. Lo hemos comentado a propósito de los dominios semánticos y, en alguna manera, al comentar el tratamiento -por lo demás, muy sugerente- de los módulos actanciales.

Pero la mencionada impresión nos ha quedado en otros varios detalles. He aquí algunos otros ejemplos:

Al combinar el capítulo 3, sobre los conectores lógicos, y el 10, sobre la coordinación­subordinación, uno queda con la impresión de que el primero ha sido más llevado por la lógica "conceptual''? que por la "lingüística quechua". Para esta última, no parecen tan "émicos" los conectores de orden mencionados en el texto. En cambio, pasa a primer plano la importancia conectora de chay (y en menor grndo, otros pronombres) sea cual fuere el contexto semántico.

Al tratar de los "actos de habla" (capítulo 2), el texto se limita a distinguir entre asertivos, directivos y expresivos, con sus subdivisiones internas, y a explicar cómo se explicita cada categoría en quechua. Correcto. Pero, al analizar ese cómo, quedan preguntas al aire, para comprender la estructura interna del quechua, a partir de se­mejanzas y asociaciones aún no aclaradas. Por ejemplo, ¿No valdrá la pena profundizar más en la semántica gramatical del -chu, -chus (e incluso del -chu[ s? ]-sina desconocido en Bolivia, p. 167-168) como contrapuestos al "atestiguador" -mi.? Al quechua boli­viano (que casi ha perdido este último sufijo oracional) le sorprende, por ejemplo, el uso de -mi con palabras interrogativas (p. 54-55, 59-60, etc.), que en nuestro medio sólo aceptarían -tcu¡ (o su semejante -sa, en aymara que sí mantiene el atestiguador -wa). Este uso, totalmente gramatical en el Cusco, ¿traerá algún mensaje adicional

7 Pese a haberse prescindido de otros conectores claves en el lenguaje informático: disyuntivo (o ... o), condicional (si ... , entonces).

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sobre el contenido semántico de -mi? Habrá que ver el común denominador semántico en todos los usos (como interrogativo, negativo, dubitativo y hasta disyuntivo8

) de los primeros y en los de los segundos (como atestiguador pero también en este tipo de preguntas).

En la conjunción verbal (p. 192) la incorporación del tiempo "presente progresivo", con chka-, nos deja insatisfechos (al igual que las viejas gramáticas que sentían la necesidad de incluir todos los modos, tiempos y voces del latín). La razón es que, al nivel táctico, este sufijo ya no se comporta como los demás de la conjugación. Por ejemplo, a diferencia de todos los demás marcadores de tiempo verbal, puede aparecer en las fonnas nominales y adverbiales del verbo (mikhu-chka-spa warmi puri-chka-q-ta rikuni 'mientras yo estaba comiendo he visto a la mujer que estaba llegando').

Ejemplos como los señalados nos conducen al principal punto crítico de este texto. Si bien es muy pedagógico para introducir categorías lingüísticas útiles y hasta ahora des­cuidadas, no llega a ser tan refinado para ver estas categorías dentro del genio mismo de la lengua quechua. El subtítulo más exacto sería, tal vez, "manual de lingüística para bilingües quechuas", pues se queda algo corto en lo de "lingüística quechua". Lo primero lo hace ya muy útil. Véanse las carencias en lo segundo como un estímulo para lanzarse a nuevos trabajos en esta nueva línea

Xavier Albó CIPCA

Casilla 283 La Paz, Bolivia

8 La combinación -chu -chu, en preguntas y -chus -chus, en respuestas, no exige en el quechua boliviano enlaces como icha (p. 181).

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