Revista Heraldos del Evangelio 131 201406

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Revista Heraldos del Evangelio

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  • Salvadme Reina

    Nmero 131 Junio 2014

    Si me correspondiesen...

  • Coleccin

    La coleccin Lo indito sobre los Evangelios es una publicacin de la Librera Editrice Vaticana

    Reservas y pedidos en el telfono 902 19 90 44 o por email en [email protected]

    Encuadernacin en rstica (157 x 230 mm) con ilustraciones a todo color

    Lo indito sobre los Evangelios

    E sta original obra de monseor Joo Scognamiglio Cl Dias, EP, compuesta por siete volmenes, tiene el mrito de poner la teologa al alcance de todos, mediante comentarios a los Evangelios de los domingos y solemnidades del ao.Publicada en cuatro idiomas espaol, ingls, italiano y portugus con un total de 200.000 ejemplares vendidos, la coleccin ha encontrado una calurosa acogida por su notable utilidad exegtica y pastoral.

    Ciclo AVol. I: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (464 pginas)Vol. II: Domingos del Tiempo Ordinario (495 pginas Prximo lanzamiento. Reserve ya su ejemplar)

    Ciclo BVol. III: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (Lanzamiento previsto para junio de 2014)Vol. IV: Domingos del Tiempo Ordinario (Lanzamiento previsto para agosto de 2014)

    Ciclo CVol. V: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (446 pginas)Vol. VI: Domingos del Tiempo Ordinario (495 pginas)

    Vol. VII: Solemnidades Fiestas que pueden tener lugar en domingo Mircoles de Ceniza Triduo Pascual Otras Fiestas y Memorias (431 pginas)

  • Cmo ser el culto eucarstico del siglo XXI?

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32

    La palabra de los Pastores El legado del padre Anchieta

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

    Sucedi en la Iglesia y en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

    Historia para nios... Sorpresa tras la celebracin de Corpus Christi...

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

    Los santos de cada da

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

    Como busca la cierva corrientes de agua...

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

    San Jos Cafasso Un ejemplo para los que deben ser ejemplo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34

    Heraldos en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

    San Jos de Anchieta El Canario de Combra

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21

    La Trinidad en los Evangelios

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16

    Comentario al Evangelio La Santsima Trinidad nos llama a participar de su vida

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8

    La voz del Papa Lzaro, sal afuera

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

    Misericordia infinita (Editorial) . . . . . . . . . . 5

    Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

    Ao XII, nmero 131, Junio 2014

    Peridico de la Asociacin Cultural Salvadme Reina de Ftima

    SumariO

    Salvadme Reina

    Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

    Consejo de Redaccin: Guy de Ridder, Juliane Campos, EP,

    Luis Alberto Blanco, Hna. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio

    de Oliveira

    Administracin:C/ Cinca, 17

    28002 Madrid R.N.A., N 164.671

    Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

    Fax: 902 199 046

    www.salvadmereina.org [email protected]

    Con la Colaboracin de la Asociacin Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

    Heraldos del evangelio

    www.heraldos.org

    Montaje: Equipo de artes grficas

    de los Heraldos del Evangelio

    Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

    Los artculos de esta revista podrn ser reproducidos, indicando su fuente y

    enviando una copia a la redaccin. El contenido de los artculos es responsabilidad

    de los respectivos autores.

  • 4HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    EscribEn los lEctorEs

    Lo indito sobre Los evangeLios

    Ha sido un placer conocerlo y le quedo agradecido por su generosi-dad al ofrecerme el libro de Mons. Scognamiglio, Lo indito sobre los Evangelios Vol. V, as como la be-llamente ilustrada revista Heraldos del Evangelio.

    Qu movimiento extraordinario es este de los Heraldos! He pasado la tarde de hoy, en el aeropuerto y durante el vuelo de regreso a Pitts-burg, leyendo Lo indito, con gran provecho y emocin. Estoy muy im-presionado con las profundas re-flexiones de Mons. Scognamiglio so-bre las Escrituras y con la sabidura espiritual que comunica con tanta claridad.

    En cuanto llegu a casa, esa no-che, intent localizar dnde poda encargar los otros volmenes de la coleccin, pero no lo logr. Le pe-dira que me informase cmo pue-do conseguirlos. Le rogara que me ayudase usted en esto, incluso por-que me suelen preguntar sacerdo-tes y diconos, as como profesores de Sagrada Escritura y Homiltica, qu les recomendara para la medi-tacin espiritual y la preparacin de homilas, y no siempre s qu acon-sejarles.

    Le agradezco de antemano la ayuda que pueda ofrecerme y aguar-do con inters un nuevo contacto para conocer ms sobre los Heral-dos del Evangelio.

    Dr. Scott Hahn Ctedra del P. Scanlan de Teologa

    Bblica y Nueva Evangelizacin Universidad Franciscana de

    Steubenville - Estados Unidos

    Me ha ayudado a conocer La espirituaLidad de Los papasRecibo la revista Heraldos del

    Evangelio en mi casa todos los me-ses y estoy encantada con sus boni-tos y vivos colores, as como sus te-mas instructivos y edificantes. Todo en ella me atrae. Y he aprovecha-do mucho la seccin La voz del Pa-pa, porque me ha ayudado a cono-cer mejor la espiritualidad de nues-tro Cristo en la tierra. Como ya re-cibo la revista desde hace algunos aos, he ido conociendo al ahora San Juan Pablo II, a Benedicto XVI y a nuestro actual Papa Francisco.

    La revista de febrero pasado, por ejemplo, traa fragmentos de la Au-diencia General, del 11/12/2013, en la que el Papa muestra cmo Jesu-cristo es misericordioso, quiz pre-parndonos para la fiesta de la Divi-na Misericordia que fue el 2 domin-go de Pascua. En sus palabras, el Pa-pa ensea que misericordia significa tambin arrepentirse, invitndonos a abrirnos primero, siendo jueces de nosotros mismos. Lindsimo.

    Gracias, Heraldos. Si no fuese por ustedes no tendra la oportuni-dad de or al mismo Papa en el sa-ln de mi casa, instruyndome tan cariosamente.

    Miriam Rodrigues Atibaia Brasil

    ayuda a coMprender Mejor eL evangeLio

    Deseo seguir recibiendo la revista Heraldos del Evangelio, una publica-cin muy especial, que nos ayuda a comprender mejor el Evangelio, de forma sencilla y amena, como muy pocas revistas lo hacen. El Seor os siga iluminando en el desarrollo de esta magnfica tarea!

    Jos Emilio Mart Barrios Las Palmas de Gran Canaria Espaa

    Mi priMera Lectura aL recibir La revista

    Me dirijo a la direccin de la revis-ta Heraldos del Evangelio. Hace mu-cho que deseaba enviarles unas l-neas de agradecimiento y entusias-mada admiracin, porque esta publi-cacin es una coleccin de contenido didctico de formacin catequtica y doctrinaria de nuestra santa religin catlica. Hojendola uno siente el deseo de degustar y saciar el hambre en la lectura de cada pgina de este precioso manjar, que es un tesoro de conocimiento y de belleza.

    Mis agradecimientos especiales a Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP, por las pginas del Comentario al Evangelio, que es mi primera lectu-ra al recibir la revista. Siento, al igual que los discpulos de Emas, el fer-vor que arrebata el corazn al leer su explicacin sobre el Evangelio.

    Gracias a todos los de la revis-ta de los Heraldos por existir y por marcar la diferencia. Los admiro por eso.

    Luiz Carlos de Souza Campos dos Goytacazes Brasil

    Mensaje de fundaMentaL iMportancia para nuestro sigLo

    He solicitado el libro Mi Inma-culado Corazn triunfar, de Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, porque deseo profundizar en todo lo que se refiere a las apariciones de Ftima, a la luz del Magisterio de la Iglesia. Y como tiene fama por su fidelidad a la Iglesia y tiene como pilares de su espiritualidad a la Eucarista, a la Virgen y al Santo Padre, estoy se-guro de que este libro me ayudar a aumentar mi devocin al mensaje de Mara, de fundamental importancia para nuestro siglo.

    Alessio Acciaio Gubbio Italia

  • Salvadme Reina

    Nmero 131

    Junio 2014

    Si me

    correspondiesen...

    R

    Junio 2014 HeraldosdelEvangelio5

    Editorial

    Sagrado Corazn de Jess Casa Monte Carmelo, Caieiras (Brasil)

    Foto: Timothy Ring

    Misericordia infinitaealmente, no hay solucin. Todos los recursos han sido probados, y el resultado contina siendo un desastre, desanimando a los que todava mantenan restos de esperanza.

    Pero de quin hablamos? Cul es la situacin? La respuesta es sencilla: se trata de la humanidad.

    Analizando la Historia con objetividad, la vemos como una larga serie de des-atinos y fracasos, a la manera de una carretera en mal estado, cuajada de obst-culos y catstrofes, cada una ms terrible y asustadora que la anterior. Desolados, comprobamos que la culpa de tales desgracias recae sobre los propios pasajeros, porque fueron acumulando a lo largo del recorrido los destrozos de su impericia, descuido o maldad, para que sirvan de tropiezo a los prximos infelices que, a su vez, sobrepasan a los antecesores en este campeonato de horror.

    En cambio, qu inmensa profusin de cario! Con solicitud incansable el Creador ha ido acompaando al gnero humano en todas las pocas y, sobre to-do, alcanzada la plenitud de los tiempos (Ga 4, 4), le ofreci los mritos incal-culables de la Redencin obrada por el Hijo de Dios. Pero el desdn, la ingrati-tud y la rebelin parece que son las nicas respuestas a esa abundancia ilimitada, a ese derroche ininterrumpido de amor.

    Llegamos as al siglo XXI tan joven y ya tan desvariado, nacido en el mis-mo abismo donde el siglo XX dio su ltimo suspiro. La tierra no es ms que una guarida de fieras, una selva de odios y un mercado de locuras.

    Viendo esas cosas, pensamos: de hecho esto no tiene arreglo. Sin embargo, el que pensara as cometera una grave omisin.

    En efecto, si razonamos con criterios exclusivamente humanos concluiremos que la situacin es irremediable y el desastre definitivo. No obstante, nos faltarn datos de valor primordial, cuya amplitud nicamente la fe logra desvelar.

    Recordemos que la bondad de Dios, atributo del cual no se puede separar nun-ca, no es slo inconmensurable, sino infinita. Ahora bien, en la manifestacin de tal misericordia, la segunda Persona de la Santsima Trinidad actu como alguien que, deseando rebasarse a s mismo, sale del mbito de su familia donde goza de las excelencias de una convivencia toda ella de refinada distincin e inefable dulzura y se lanza a la bsqueda de los infelices y abandonados, para ser uno con ellos y de ese modo elevarlos a la sublimidad de su noble linaje. Siendo de condicin divina decidi hacerse semejante a los hombres (cf. Flp 2, 6-7) e hi-zo que stos fueran semejantes a Dios (cf. 1 Jn 3, 2). Entonces Dios mir hacia la humanidad y encontr rasgos de su misma familia.

    As pues, ser l quien ponga lmites a esa misericordia demasiadamente grande? No! Aunque el mundo cayese en el abismo ms terrible de los que hasta ahora han sobrevenido, todo tendr solucin. Y, en la ufana de verdaderos fami-liares del Verbo Encarnado, ante l hacemos nuestra proclamacin de confianza:

    Oh Sagrado Corazn de Jess, lleno de amor y bondad! Si el mundo actual se halla sumergido en tales profundidades, qu sorpresa nos prepara tu clemencia? Apresuraos en intervenir, Seor! Y, por medio de tu Madre Santsima, haz de es-te extremo de miseria un mero pretexto para la manifestacin de nuevas maravi-llas, en las infinitas alturas de tu misericordia.

  • Lzaro, sal afuera

    E

    6HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    La voz deL PaPa

    El gesto de Jess que resucita a Lzaro muestra hasta dnde puede llegar la fuerza de la gracia de Dios, y, por lo tanto, hasta dnde puede llegar nuestra conversin, nuestro cambio.

    l Evangelio de este quin-to domingo de Cuaresma nos narra la resurreccin de Lzaro. Es la cumbre

    de los signos prodigiosos realiza-dos por Jess: es un gesto demasiado grande, demasiado claramente divino para ser tolerado por los sumos sacer-dotes, quienes, al conocer el hecho, tomaron la decisin de matar a Jess (cf. Jn 11, 53).

    Dios quiere que tengamos vida en abundancia

    Lzaro estaba muerto desde ha-ca cuatro das, cuando lleg Jess; y a las hermanas Marta y Mara les dijo palabras que se grabaron para siem-pre en la memoria de la comunidad cristiana. Dice as Jess: Yo soy la resurreccin y la vida: el que cree en m, aunque haya muerto, vivir; y el que est vivo y cree en m, no morir para siempre (Jn 11, 25-26).

    Basados en esta Palabra del Se-or creemos que la vida de quien cree en Jess y sigue sus manda-mientos, despus de la muerte se-r transformada en una vida nueva,

    plena e inmortal. Como Jess que resucit con el propio cuerpo, pero no volvi a una vida terrena, as no-sotros resucitaremos con nuestros cuerpos que sern transfigurados en cuerpos gloriosos. l nos espera junto al Padre, y la fuerza del Esp-ritu Santo, que lo resucit, resucita-r tambin a quien est unido a l.

    Ante la tumba sellada del amigo Lzaro, Jess grit con voz potente: Lzaro, sal afuera. El muerto sali, los pies y las manos atados con ven-das, y la cara envuelta en un sudario (vv. 43-44). Este grito perentorio se di-rige a cada hombre, porque todos es-tamos marcados por la muerte, todos nosotros; es la voz de Aquel que es el dueo de la vida y quiere que todos la tengan en abundancia (Jn 10, 10).

    No existe lmite para la misericordia divina

    Cristo no se resigna a los sepul-cros que nos hemos construido con nuestras opciones de mal y de muer-te, con nuestros errores, con nues-tros pecados. l no se resigna a esto. l nos invita, casi nos ordena salir

    de la tumba en la que nuestros peca-dos nos han sepultado. Nos llama in-sistentemente a salir de la oscuridad de la prisin en la que estamos en-cerrados, contentndonos con una vida falsa, egosta, mediocre. Sal afuera, nos dice, Sal afuera.

    Es una hermosa invitacin a la li-bertad autntica, a dejarnos aferrar por estas palabras de Jess que hoy repite a cada uno de nosotros. Una invitacin a dejarnos liberar de las vendas, de las vendas del orgullo. Porque el orgullo nos hace esclavos, esclavos de nosotros mismos, escla-vos de tantos dolos, de tantas cosas. Nuestra resurreccin comienza des-de aqu: cuando decidimos obede-cer a este mandamiento de Jess sa-liendo a la luz, a la vida; cuando caen de nuestro rostro las mscaras mu-chas veces estamos enmascarados por el pecado, las mscaras tienen que caer y volvemos a encontrar el valor de nuestro rostro original, crea-do a imagen y semejanza de Dios.

    El gesto de Jess que resucita a Lzaro muestra hasta dnde puede llegar la fuerza de la gracia de Dios,

    Francisco, durante el ngelus del 6/4/2014

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  • IEl don de la Sabidura

    Junio 2014 HeraldosdelEvangelio7

    Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librera Editrice Vaticana. La versin ntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

    Si escuchamos al Espritu Santo, l nos ensea esta senda de la sabidura, nos regala la sabidura que consiste en ver con los ojos de Dios, escuchar con los

    odos de Dios, amar con el corazn de Dios, juzgar las cosas con el juicio de Dios.

    niciamos hoy un ciclo de catequesis sobre los do-nes del Espritu Santo. Vo-sotros sabis que el Espri-

    tu Santo constituye el alma, la savia vital de la Iglesia y de cada cristia-no: es el Amor de Dios que hace de nuestro corazn su morada y entra en comunin con nosotros. El Es-pritu Santo est siempre con noso-tros, siempre est en nosotros, en nuestro corazn.

    El Espritu mismo es el don de Dios por excelencia

    El Espritu mismo es el don de Dios por excelencia (cf. Jn 4, 10), es un regalo de Dios, y, a su vez, co-munica diversos dones espirituales a quien lo acoge. La Iglesia enumera siete, nmero que simblicamente significa plenitud, totalidad; son los que se aprenden cuando uno se pre-para al sacramento de la Confirma-cin y que invocamos en la antigua oracin llamada Secuencia del Es-pritu Santo. Los dones del Espri-tu Santo son: sabidura, inteligencia,

    y, por lo tanto, hasta dnde puede lle-gar nuestra conversin, nuestro cam-bio. Pero escuchad bien: no existe lmite alguno para la misericordia di-vina ofrecida a todos. No existe lmi-te alguno para la misericordia divina

    ofrecida a todos, recordad bien esta frase. Y podemos decirla todos jun-tos: No existe lmite alguno para la misericordia divina ofrecida a todos. Digmoslo juntos: No existe lmi-te alguno para la misericordia divina

    ofrecida a todos. El Seor est siem-pre dispuesto a quitar la piedra de la tumba de nuestros pecados, que nos separa de l, la luz de los vivientes.

    ngelus, 6/4/2014

    consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

    El primer don del Espritu San-to, segn esta lista, es, por lo tan-to, la sabidura. Pero no se trata sencillamente de la sabidura hu-mana, que es fruto del conocimien-to y de la experiencia. En la Biblia se cuenta que Salomn, en el mo-mento de su coronacin como rey de Israel, haba pedido el don de la sabidura (cf. 1 R 3, 9). Y la sabidu-ra es precisamente esto: es la gra-cia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios. Es sencillamente esto: es ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, con los ojos de Dios. Esta es la sa-bidura.

    Algunas veces vemos las cosas se-gn nuestro gusto o segn la situa-cin de nuestro corazn, con amor o con odio, con envidia... No, esto no es el ojo de Dios. La sabidura es lo que obra el Espritu Santo en no-sotros a fin de que veamos todas las cosas con los ojos de Dios. Este es el don de la sabidura.

    El corazn del hombre sabio tiene el sabor de Dios

    Y obviamente esto deriva de la intimidad con Dios, de la relacin ntima que nosotros tenemos con Dios, de la relacin de hijos con el Padre. Y el Espritu Santo, cuando tenemos esta relacin, nos da el don de la sabidura. Cuando estamos en comunin con el Seor, el Espritu Santo es como si transfigurara nues-tro corazn y le hiciera percibir todo su calor y su predileccin.

    El Espritu Santo, entonces, ha-ce sabio al cristiano. Esto, sin em-bargo, no en el sentido de que tiene una respuesta para cada cosa, que lo sabe todo, sino en el sentido de que sabe de Dios, sabe cmo acta Dios, conoce cundo una cosa es de Dios y cundo no es de Dios; tiene esta sabidura que Dios da a nuestro corazn. El corazn del hombre sa-bio en este sentido tiene el gusto y el sabor de Dios.

    Fragmento de la Audiencia General, 9/4/2014

  • 8HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    La Santsima Trinidad, detalle de la iglesia Greco-Catlica de Ropki Museo de Arquitectura Rural, Sanok (Polonia)

    16 Porque tanto am Dios al mun-do, que entreg a su Unignito, para que todo el que cree en l no perezca, sino que tenga vida eter-na. 17 Porque Dios no envi a su Hijo al mundo para juzgar al mun-

    do, sino para que el mundo se sal-ve por l.18 El que cree en l no ser juzgado; el que no cree ya est juzgado, por-que no ha credo en el nombre del Unignito de Dios (Jn 3, 16-18).

    a EvangElio AP

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  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio9

    La Santsima Trinidad nos llama a

    participar de su vida

    Al comenzar una oracin solemos decir: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo

    Comentario al evangelio - Solemnidad de la SantSima trinidad

    Dios manifiesta su inagotable amor por los hombres al abrirles las puertas de la convivencia trinitaria por medio de la obra redentora de su Hijo.

    I MIsterIo revelado por el HoMbre dIos

    Al comenzar piadosamente cualquier acto de la vida cotidiana o una oracin, solemos decir: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espri-tu Santo. Con la misma invocacin comienza la Santa Misa, que contina con el saludo del sacer-dote: La gracia de nuestro Seor Jesucristo, el amor del Padre y la comunin del Espritu Santo estn con todos vosotros.1 El misterio de la San-tsima Trinidad est presente en nuestro da a da, en todo momento. Sabemos, por la doctrina de la Iglesia, que hay tres Personas divinas, pero un so-lo Dios. No obstante, la inteligencia humana no es capaz de abarcar esta realidad sobrenatural, entre otras razones porque estamos habituados a tratar con otros hombres, meras criaturas de nuestra misma naturaleza racional, en la que el ser y la persona se confunden en una sola unidad.

    Conocer a la Trinidad slo es posible por la Revelacin

    La fe es la que nos permite aceptar esa verdad, hasta tal punto que si el Hijo de Dios no la hubie-

    se revelado, sera imposible deducirla por sim-ple raciocinio.2 El Antiguo Testamento no ofrece elementos para discernir con precisin la existen-cia de la Trinidad, tan slo algunos vestigios e in-sinuaciones muy tenues que nos hacen, en cier-ta forma, presentirla. Por ejemplo, al narrar la creacin en el sexto da el autor sagrado utiliza el verbo en plural, como si la determinacin hu-biese sido tomada por varias personas: Haga-mos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gn 1, 26). ste y otros textos bblicos anlogos (cf. Gn 3, 22; Gn 11, 7) pueden considerarse sig-nos de la Trinidad, aunque no sean explcitos y categricos. Tambin en la historia de Abrahn hay un hecho significativo: los tres ngeles que lo visitan para anunciarle el nacimiento de Isaac su-gieren algo de ese misterio (cf. Gn 18, 1-2). Los libros sapienciales contienen alusiones a la gesta-cin eterna del Verbo por el Padre, cuando la Sa-bidura habla de s misma: El Seor me cre al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiqusimas. En un tiempo remoto fui formada, antes de que la tierra existiera. Antes de los abis-mos fui engendrada, antes de los manantiales de

    Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP

  • 10HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    El Antiguo Testamento no ofrece elementos para discernir con precisin la existencia de la Trinidad, tan slo algunos vestigios e insinuaciones muy tenues

    las aguas (Pr 8, 22-24). Y, en la visin de Isaas, los serafines proclaman Santo, santo, santo es el Seor del universo! (Is 6, 3), repitiendo el t-tulo para honrar a las tres Personas. Sin embar-go, la razn humana nunca tendra la capacidad suficiente para llegar a tal conclusin y deducir semejantes aplicaciones, pues el sentido de las Escrituras slo apareci claramente despus de la Encarnacin, como figura en la Oracin colec-ta: Dios, Padre, todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espritu de la santificacin para revelar a los hombres tu ad-mirable misterio, concdenos profesar la fe ver-dadera, conocer la gloria de la Trinidad y adorar la Unidad todopoderosa.3

    De hecho, es el Hijo de Dios quien anuncia la existencia de las otras Personas, y l mismo de-clara: el Parclito, el Espritu Santo, que enviar el Padre en mi nombre, ser quien os lo ensee todo y os vaya recordando todo lo que os he di-cho (Jn 14, 26); Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podis cargar con ellas por aho-ra; cuando venga l, el Espritu de la verdad, os guiar hasta la verdad plena. Pues no hablar por cuenta propia, sino que hablar de lo que oye y os comunicar lo que est por venir (Jn 16, 12-13). Por lo tanto, a partir de Pentecosts es cuan-do los Apstoles son ilustrados por el Espritu Santo. Es l quien nos hace comprender la ver-dad, aunque de un modo un tanto oscuro, a tien-tas, como cuando entramos en un cuarto sin luz e, imposibilitados de ver con nitidez, nos move-mos con cuidado tanteando las paredes y los ob-jetos, hasta adquirir una vaga idea del lugar. As, tambin la fe un don de Dios por el cual reconocemos las verda-des sobrenaturales que nos son propuestas4 nos con-fiere cierta nocin difusa a respecto de las tres perso-nas de la Santsima Trini-dad, Padre, Hijo y Espri-tu Santo. Quiso Dios que conocisemos algo de es-te misterio ya en la tierra, a fin de prepararnos para la eternidad, como afirma San Agustn: Para poder contemplar inefablemente lo inefable es menester pu-rificar nuestra mente. No

    dotados an con la visin [beatfica] somos nu-tridos por la fe y conducidos a travs de caminos practicables, a fin de hacernos aptos e idneos de su posesin.5 En efecto, estamos en este mundo de paso y nos dirigimos hacia la convivencia pe-renne con la Trinidad en el Cielo, donde veremos la verdad sin trabajo y gozaremos de su claridad y certeza. No ser menester el raciocinio del al-ma, pues veremos intuitivamente []. Al esplen-dor de aquella luz no habr cuestin.6

    En el Evangelio que contempla la litur-gia, Jess, el Hijo de Dios encarnado, nos en-sea que estamos aqu de paso con las miras puestas en la convivencia eterna con la San-tsima Trinidad. Analicemos, pues, este pasa-je teniendo presente este altsimo misterio de nuestra fe.

    II el aMor de la santsIMa trInIdad a su obra

    Son de enorme riqueza los tres versculos ex-trados de la narracin de San Juan acerca de la famosa conversacin nocturna de Jess con Nicodemo. Encierran verdades extraordina-rias que, si ahora pertenecen al dominio co-mn de los catlicos, en aquel momento signifi-caron una prodigiosa apertura de horizontes en el campo sobrenatural. Ese coloquio una de las partes ms sustanciosas de las Escrituras, adems de ser de gran belleza, tambin consti-tuye un autntico tratado de teologa a respec-to de la obra redentora de Cristo, del Reino de Dios y de otros aspectos de la Revelacin.

    Abrahn recibe la visita de tres ngeles - Baslica de San Vital, Ravena (Italia)

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  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio11

    El discpu-lo amado escribi el contenido de ese dilogo a partir de lo que oy, quiz de Jess, de su Madre Santsima o del mismo Nicodemo

    El discpulo amado escribi el contenido de ese dilogo a partir de lo que oy, quiz de Jess, de su Madre Santsima a quien el Se-or se lo habra contado o del mismo Ni-codemo. Este fariseo tena muy buena forma-cin religiosa y, segn todo indica, un corazn recto, por lo que el divino Maestro intenta-ba abrirle la inteligencia. Infelizmente hu-bo cierta resistencia por su parte, pues le cos-taba asumir doctrinas tan diferentes de las que ya haba asimilado en la religin hebrai-ca, conforme le haban sido transmitidas por sus maestros. El hecho de ir en busca del Sal-vador durante la noche es evocador, como lo destaca un abad medieval: Se dice muy opor-tunamente que vino de noche, porque oscure-cido en las tinieblas de la ignorancia, an no haba llegado a alcanzar la luz necesaria pa-ra creer perfectamente que Jess era Dios. La palabra noche, en la Sagrada Escritura, se pone muchas veces en lugar de ignorancia.7

    He aqu el riesgo que corre quien po-see mucho conocimiento: su dificultad para creer puede ser mayor. El dilogo de Jess con la samaritana, mujer llena de fe y de entusiasmo (cf. Jn 4, 7-26), confirma dicha realidad: se con-vierte ms rpidamente que Nicodemo. Sin em-bargo, ste sera ms tarde discpulo del Seor y se encontrara entre los que prepararon su sagra-do cuerpo para darle sepultura despus de la cru-cifixin (cf. Jn 19, 38-42). Sigui a Jess y se san-tific porque la gracia acab abriendo su corazn a las valiosas enseanzas recibidas esa noche.

    La caridad divina es eminentemente difusiva16a Tanto am Dios al mundo...

    Dios, siendo todopoderoso, tiene la capacidad de no hacer el mal nunca.8 Todo cuanto crea es bueno y, por consiguiente, ama a sus obras. Al-gunas cosas que vio en s mismo desde toda la eternidad, las am de forma especial y les dio la existencia,9 sacndolas de la nada para que par-ticipasen de su felicidad. Un ejemplo nos ayuda-r a entender mejor esa manera de actuar: si al-guien posee notables dotes culinarias es normal que, cuando elabora con placer platos deliciosos, desee invitar a otros para que los aprecien. Exis-te en la propia naturaleza humana, perfecciona-da por la virtud, una tendencia por favorecer a sus semejantes y hacerlos partcipes de su propia fe-licidad, porque el bien es eminentemente difusi-vo.10 Ahora bien, si eso pasa con nuestra naturale-

    La visita de Nicodemo a Jess, por John La Farge Smithsonian American Art Museum, Washington (EE. UU.)

    za, que se inclina hacia el egosmo, cmo ser en Dios? En l el amor es infinito Dios es amor (1 Jn 4, 8) y tiende a propagarse, pues l quie-re comunicar su bondad. No sin razn cre el uni-verso, que es una emanacin de esa caridad, se-gn comenta Santo Toms: Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas.11

    Viendo todo cuanto haba hecho, el Altsimo constat que el conjunto, as como cada parte de la Creacin, no slo era bueno, sino muy bueno (cf. Gn 1, 31). Sin embargo, una parte de los n-geles y de los hombres no se mostraron agradeci-dos por los beneficios recibidos, no supieron res-tituir a Dios lo que le perteneca, ni corresponder a su amor. Los ngeles malos pecaron y, despus de ellos, Adn y Eva tambin; la maldicin se in-trodujo en el orden del universo y las puertas del Cielo se cerraron para la humanidad.

    Una conversacin en la eternidad...16b ...que entreg a su Unignito, para que todo el que cree en l no perezca,...

    Dios es radical, ms exactamente, es la Radi-calidad, y por eso ama por entero, hasta las l-timas consecuencias. Pues bien, quiso salvar a su obra! Con la intencin de esbozar una pli-da idea de lo que pudo ocurrir entre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo al determinar la Re-

  • 12HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Con la intencin de esbozar una idea de lo ocurrido entre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo al determinar la Redencin, imaginemos un coloquio en el seno de la Trinidad

    Vitral de la escena de la crucifixin - Iglesia de San Martn, Bassenheim (Alemania)

    GFr

    eiha

    lterdencin, imaginemos, de acuerdo a los patrones

    humanos, un coloquio en el seno de la Trinidad, aunque en el plano divino sea todo muy diferen-te. En esa hipottica conversacin, una de las tres Personas, le dice a las otras:

    Nuestros designios con relacin a la huma-nidad se ven frustrados. Qu vamos a hacer?

    El Hijo, que es la Sabidura, se dirige al Padre: Yo asumo la deuda! Me encarnar y, en

    mi naturaleza humana, en cuanto segunda Per-sona de la Trinidad, un simple gesto mo podr reparar la ofensa que nos hicieron, abrir de nue-vo las puertas del Cielo y derramar sobre los hombres un caudal de gracias an ms abun-dante que si Adn no hubiese pecado.

    Entonces, el Padre aade: Hijo mo, anhelo ms. Aunque slo bastase

    un mero acto de tu parte para reparar el pecado cometido, te voy a exigir que aceptes el tormen-to de la crucifixin y del abandono, pues te deseo toda la gloria posible y la mxima exaltacin, in-cluso, de la humanidad que vas a asumir.

    Y el Hijo consiente, sin vacilacin: Padre mo, he aqu que vengo para hacer

    tu voluntad (Hb 10, 9).Por fin, el Espritu Santo completa: Siempre he deseado dar ms al Padre y al

    Hijo y retribuirles a ambos el hecho de proce-der de su mutuo amor. Ahora, con esa entrega del Hijo, eso ser posible, pues me tocar la mi-sin de revelarlo a los hombres, santificndolos y disponiendo sus corazones para acogerlo.

    Vemos, por lo tanto, cmo Dios am al mun-do con radicalidad y sin lmites, al punto de con-descender en dar a su Unignito, engendrado antes de todos los siglos, para salvar a la huma-nidad que haba entrado por el camino del pe-cado y servirle de modelo. Ensea Santo To-ms de Aquino: El amor se muestra mediante el don []. Dios nos dio el mximo don, por-que dio a su Hijo unignito. Por eso dice: para dar a su Hijo unignito; no escatim a su pro-pio Hijo, sino que lo entreg por todos noso-tros (Rm 8, 32).12

    La convivencia de la Trinidad est abierta a los hombres16c ...sino que tenga vida eterna. 17 Por-que Dios no envi a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por l.

    El Hijo de Dios no vino para vigilarnos ni para recriminarnos, sino para traernos la vida eterna. El ofrecimiento de una gota de su san-gre tendra mrito infinito y sera suficiente pa-ra reparar los crmenes de toda la humanidad, desde Adn hasta el ltimo hombre de la His-

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio13

    Qu debemos entender por vida eterna? En una palabra, la vida del propio Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo

    toria. l, no obstante, lo entreg todo, incluso su propia carne, tan slo no le rompieron sus huesos, para que se cumpliesen las Escrituras (cf. Ex 12, 46). Desfigurado no pareca hom-bre, ni tena aspecto humano (Is 52, 14), sien-do comparado a un gusano (cf. Sal 21, 7). Esto nos da una idea de la magnitud de ese deseo por conseguirnos la vida eterna: El Hijo, a quien el Padre no perdona, es entregado, pero no contra su voluntad, pues de l est escrito: me am y se entreg a s mismo por m .13

    Qu debemos entender por vida eterna? En una palabra, la vida del propio Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo, o sea, el conocimiento infini-to del Padre a respecto de s, por el cual engen-dra al Hijo, y el amor entre ambos, tan profi-cuo, hace que de ste proceda el Espritu Santo, cerrando el proceso trinitario. Dios, no obstan-te, quiso abrir a los ngeles y a los hombres las puertas de esta convivencia, de la vida ntima de la sacrosanta Trinidad en las inefables comu-nicaciones de las tres Personas. Pues todas tres, y cada una a su modo, contribuyen a la obra de nuestra deificacin. [...] El Padre es quien nos adopta, el Hijo quien nos hace sus hermanos y coherederos, el Espritu Santo quien nos consa-gra y nos hace templos vivos de Dios; y as viene a morar en nosotros en unin con el Padre y el Hijo,14 como bien explica el padre Arintero. En una sola frase resume estas verdades el Doctor Anglico, con total sencillez: La vida eterna no es otra cosa que disfrutar de Dios.15

    Ahora bien, el acceso a ese disfrute nos lo flanquea el sacramento del Bautismo, institui-do por Jesucristo, cuyo ri-to es sencillo y de tal mane-ra asequible que a falta de un ministro ordenado y en ca-so de necesidad puede ad-ministrarlo cualquier perso-na, siempre que se cia a la forma dispuesta por la Igle-sia. En el momento en que el agua es derramada sobre el nefito y se pronuncia la fr-mula N., yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hi-jo y del Espritu Santo, se obra un impresionante mila-gro, de los mayores que hay en la tierra: de mera criatura, la persona es elevada a parti-

    cipar de la vida de Dios. Adems, le son infun-didas las virtudes teologales fe, esperanza, ca-ridad y las cardinales prudencia, justicia, fortaleza, templanza, a las cuales se aade el enorme cortejo de las dems virtudes, y todos los dones del Parclito. Pero, sobre todo, el al-ma se convierte en un templo vivo donde habi-tan el Padre, el Hijo y el Espritu Santo.

    De hecho, las tres Personas ya estaban en ella, porque Dios se encuentra real e ntima-mente en todas partes y en cada criatura, de tres maneras: por esencia, sustentndola en el ser, de modo que no regrese a la nada; por presen-cia, una vez que todo pasa ante sus ojos; por po-tencia, pues todo est sujeto a su divino poder. Sin embargo, despus del Bautismo, estar tam-bin presente como Padre y Amigo.

    La vida divina recibida en el Bautismo de-be ser cultivada hasta desarrollarse plenamente cuando crucemos el umbral de la muerte y en-tremos en la vida eterna, prometida por Jesu-cristo. sta consiste en contemplar a Dios16 al cual es (cf. 1 Jn 3, 2), lo que sera imposible si la naturaleza humana no recibiese la luz de la glo-ria, es decir, la propia luz de Dios. Con razn di-cen las Escrituras: in lumine tuo videbimus lu-men tu luz nos hace ver la luz (Sal 35, 10).

    La condenacin consecuencia de la falta de fe18 El que cree en l no ser juzgado; el que no cree ya est juzgado, porque no ha credo en el nombre del Unignito de Dios.

    Bautismo de San Ignacio - Santuario de Loyola, Azpeitia (Espaa)

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  • 14HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Los judos no tenan la misma certeza respecto al juicio particular, y por eso el Seor quiso contar la parbola del hombre rico y del pobre Lzaro

    En este versculo Jess muestra cmo nos salvamos o nos condenamos, y aclara un aspec-to de la teologa que no era de pleno conoci-miento de los judos. stos crean en el Juicio Final, pero no tenan la misma certeza respec-to al juicio particular, y por eso el Seor quiso contar la parbola del hombre rico y del pobre Lzaro (cf. Lc 16, 19-31). La Iglesia Catlica ensea que cada hombre, despus de morir, recibe en su alma inmortal su retribucin eter-na en un juicio particular.17 No obstante, el di-vino Maestro declara aqu algo que transcien-de esa verdad: el juicio tiene lugar en el mismo instante en que los actos se practican. stos determinan la salvacin o la condenacin de cada uno, como afirma San Agustn, explican-do este pasaje del Evangelio: El juicio an no se ha publicado, pero ya est hecho. Sabe el

    Seor quienes son los suyos; sabe quines que-darn para la corona, quines para las llamas; conoce en su era cul es el trigo y cul la pa-ja, como cul es la mies y cul es la cizaa.18 Siendo as, quien comete un pecado mortal s-lo se salva del juicio de Dios y de una condena-cin ipso facto porque l suspende el castigo. Lo normal sera que cuando un ser inteligen-te y libre, como el hombre, cayese en falta gra-ve, el orden del universo vulnerado se vengase, y Satans lo agarrase y se lo llevase al infierno. Esto slo no ocurre porque Dios lo impide; lo hace con el fin de darle otras oportunidades al pecador que, en realidad, ya est juzgado para que se corrija.

    Esta doctrina ha de ser clara para que no se cree una concepcin ilusoria de la vida, pensan-do que es posible llevar una existencia de cadas frecuentes, seguidas de confesiones sin autnti-ca contricin ni propsito de enmienda y, en la hora de la muerte, recibir los sacramentos e ir al Cielo. Esta equivocacin es tan antigua que ya San Juan Crisstomo, en el siglo IV, al comen-tar el mismo versculo, adverta a sus contempo-rneos sobre los riesgos de creer que el infier-no no existe, no hay castigos, Dios nos perdona todos los pecados.19 Ahora bien, es muy posi-ble que en el fuego eterno se encuentren las al-mas de muchos que juzgaban que podan oscilar entre el pecado y el estado de gracia, pero que de repente fueron sorprendidas por una muer-te imprevista y en ellas se cumpli la palabra de Jesucristo: ya est juzgado. Se trata de una mera coincidencia? No! Sera un milagro de la misericordia divina que esto no sucediese, por-que, como hemos visto, del pecado debera re-sultar la muerte inmediata. El Seor dice que est juzgado el que no cree en el nombre del Unignito de Dios. O sea, quiso beneficiarnos, ofrecindose por nosotros, pero a los que lo re-chazan no se les permitir gozar del premio de la vida eterna.

    1 ORDINARIO DE LA MISA. Ri-tos iniciales, A. In: MISAL RO-MANO. Texto unificado en len-gua espaola. Edicin tpi-ca aprobada por la Conferencia Episcopal Espaola y confirma-da por la Congregacin para el Culto Divino. 17. ed. San Adrin del Bess (Barcelona): Coedito-res Litrgicos, 2001, p. 409.

    2 Cf. SANTO TOMS DE AQUI-NO. Suma Teolgica. I, q. 32, a. 1.

    3 SOLEMNIDAD DE LA SANT-SIMA TRINIDAD. Oracin co-lecta. In: MISAL ROMANO, op. cit., p. 398.

    4 Cf. SANTO TOMS DE AQUINO, op. cit., II-II, q. 6, a. 1.

    5 SAN AGUSTN. De Trinitate. L. I, c. 1, n. 3. In: Obras. 2. ed. Ma-drid: BAC, 1956, v. V, p. 131.

    6 dem, L. XV, c. 25, n. 45, p. 927.7 HAYMO DE AUXERRE, apud

    SANTO TOMS DE AQUINO. Catena Aurea. In Ioannem, c. III, vv. 1-3.

    8 Cf. SANTO TOMS DE AQUINO. Suma Teolgica. I, q. 25, a. 3, ad 2.

    Parbola del rico y del pobre Lzaro, iluminacin del Codex Aureus de Echternach - Museo Nacional

    Germnico, Nuremberg (Alemania)

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio15

    Debemos asemejarnos al divino Maestro, a fin de participar, ya en esta vida, de la inefable convivencia con las tres Personas divinas

    III no basta la fe, es necesarIo dar testIMonIo

    Creer significa traducir a la propia vi-da aquello en lo que se crey. Por consi-guiente, es indispensable que de nues-tra parte exista esa creencia en Jesucristo, no de manera etrea, sino de acuerdo con el momento histrico actual. Y como a lo largo de los siglos el mal se presenta bajo nuevos aspectos, tenemos la obligacin de manifestar la fe en Cristo de modo con-veniente a la situacin en que vivimos. En los primeros tiempos del cristianismo los fieles se sentan conducidos por el soplo del Espritu Santo, hasta tal punto que es-taban dispuestos a entregar todo cuanto posean, como se narra en los Hechos de los Apstoles (cf. Hch 2, 44-46). Distinta fue la poca de las persecuciones, en que los cristianos, embriagados por la idea de la Muerte y Resurreccin de Jesucristo y abrasados de amor por l, enfrentaban la muerte y dominaban los instintos de so-ciabilidad y de conservacin, ambos muy arraigados en el alma. En la Edad Media, otro modo de adhesin llev al hombre a transformar la vida social en una mani-festacin de la fe catlica. En cada eta-pa de la Historia, por tanto, la fe produ-ce nuevos y variados frutos de santidad, puesto que si no hay obras, est muerta (cf. St 2, 17).

    Tambin necesitamos dar testimonio de esa virtud, adecuando a Jesucristo nuestras actitu-des, mentalidad, inteligencia, voluntad, sensi-bilidad, en fin, todo lo que somos y queremos ser. Al presenciar en el mundo de hoy el aban-dono de la fe y la casi completa desaparicin del fermento evanglico en las relaciones hu-manas, nos corresponde alimentar una vigo-rosa piedad eucarstica y mariana, junto con la fidelidad a la Ctedra de Pedro, y buscar la

    sacralidad en todos los aspectos de la existen-cia. En resumen, debemos asemejarnos al divi-no Maestro, a fin de participar, ya en esta vida, de la inefable convivencia con las tres Perso-nas divinas. ste es el objetivo de la liturgia de hoy: estimularnos a crecer en la devocin a la Santsima Trinidad y a corresponder a su su-blime amor, realizando la voluntad del Padre, caminando sobre las huellas del Hijo y aten-diendo con docilidad las mociones del Espri-tu Santo.

    9 Cf. dem, q. 20, a. 2, ad 2.10 Cf. SANTO TOMS DE AQUI-

    NO. Suma contra los gentiles. L. III, c. 24, n. 6.

    11 SANTO TOMS DE AQUINO. Super Sent. L. II, prom.

    12 SANTO TOMS DE AQUINO. Super Ioannem. C. III, lect. 3.

    13 SAN AGUSTN, op. cit., L. XIII, c. 11, n. 15, p. 733.

    14 GONZLEZ ARINTERO, OP, Juan. Evolucin mstica. Salaman-ca: San Esteban, 1988, p. 209.

    15 SANTO TOMS DE AQUINO, Super Ioannem, op. cit.

    16 Cf. SANTO TOMS DE AQUI-NO. Suma Teolgica. I, q. 12, a. 6.

    17 CCE 1022.18 SAN AGUSTN. In Ioannis Evan-

    gelium. Tractatus XII, n. 12. In: Obras. Madrid: BAC, 1955, v. XIII, p. 353.

    19 SAN JUAN CRISSTOMO. Homila XXVIII, n. 1. In: Homilas sobre el Evangelio de San Juan (1-29). 2. ed. Madrid: Ciudad Nueva, 2001, p. 325.

    La Santsima Trinidad con los ngeles y santos, por Jean Fouquet - Libro de las Horas de tienne Chevalier,

    Museo Cond, Chantilly (Francia)

  • La Trinidad en los Evangelios

    A

    16HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    De este modo se realizaba el misericordioso designio del To-dopoderoso: el Hijo de Dios, hecho partcipe de nuestra mor-tal flaqueza, nos hizo particione-ros de su divinidad.1 Y los hom-bres, a los cuales el pecado les haba cerrado las puertas del Pa-raso terrenal, tenan ante ellos las puertas del Paraso celestial.

    Este relato evanglico contie-ne la revelacin de los dos mis-terios ms grandes de la fe. Uno de ellos, la Encarnacin del Ver-bo, tena lugar en ese instante; el otro, la existencia de la Santsi-ma Trinidad, no tiene principio. ste fue el primer regalo con-cedido al gnero humano por el

    Hijo del Altsimo. Por intercesin del celestial mensajero, lo confi a la Virgen elegida desde toda la eter-nidad para ser su Madre. En ese epi-sodio San Gabriel le manifiesta que todo lo que seguir estar marcado por la Santsima Trinidad.2

    Probablemente, la narracin b-blica registra slo el resumen de un largo dilogo entre Mara y el ngel. Sin embargo, en l el Espritu San-to hizo constar la primera alusin al misterio trinitario. De hecho, en las palabras del arcngel se ve una clara referencia a cada una de las Perso-

    En numerosos pasajes de los Evangelios, Cristo nos revel el misterio de la Santsima Trinidad, inaccesible a la mente humana, e incluso a la anglica.

    dn nunca poda ha-ber imaginado que el Mesas anunciado para reparar su peca-

    do sera el mismo Hijo del Altsi-mo. Sin embargo, as fue: cuan-do lleg la plenitud del tiempo, envi Dios a su Hijo, nacido de mujer (Ga 4, 4).

    En una minscula casa de Na-zaret, una joven humilde y pura medita sobre la antigua prome-sa del Creador, de enviar al Me-sas para rescatar al pueblo de sus pecados e instaurar un nuevo orden de cosas. Podemos imagi-narla leyendo algn pasaje de las Escrituras, por ejemplo, ste: la virgen est encinta... (Is 7, 14).

    Mientras teje en su mente ele-vadas conjeturas sobre cmo sera la persona del Mesas, una suave luz ilumina su habitacin y un n-gel, transido de admiracin, le diri-ge esta salutacin: Algrate, llena de gracia (Lc 1, 28). Y a continua-cin le hace el ms inesperado de los anuncios: ella ser la Madre del Mesas, al que tanto desea conocer: El Espritu Santo vendr sobre ti, y la fuerza del Altsimo te cubrir con su sombra; por eso el Santo que va a nacer ser llamado Hijo de Dios (Lc 1, 35).

    Con la Encarnacin los hombres, a los cuales el pecado les haba cerrado las puertas del Paraso terrenal, tenan ante ellos las puertas del Paraso celestial

    Adn y Eva siendo expulsados del Paraso Iglesia de San Rafael, Heredia (Costa Rica)

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    Dic. Lucas Alves Gramiscelli, EP

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio17

    nas divinas. Empieza mencio-nando a la tercera Persona: El Espritu Santo vendr so-bre ti. Seguidamente afir-ma: la fuerza del Altsimo te cubrir con su sombra, una referencia ms discreta a la Persona del Padre, la cual se har evidente en la continua-cin de la promesa: el Santo que va a nacer ser llamado Hijo de Dios. Si hay un Hijo, tiene que existir tambin un Padre, la conclusin es lgica.

    Tenemos, pues, en este pa-saje de las Escrituras, la pri-mera revelacin del miste-rio de la vida ntima de Dios. Es altamente simblico el he-cho de que fuera hecha a Aquella en la cual el Verbo se encarnara para obrar la Redencin.

    El Bautismo de Jess: primera manifestacin pblica del misterio trinitario

    Pero quin en Israel, o incluso en la pequea Nazaret, tena conoci-miento de esa realidad sublime a no ser la Virgen Mara y San Jos? Fue necesaria una manifestacin pbli-ca de Cristo. sta nos vino a travs de Juan el Bautista, quien brill a los ojos de Israel como una antorcha en las tinieblas de la noche: en me-dio de vosotros hay uno que no co-nocis, el que viene detrs de m, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. [...] ste es el Cordero de Dios, que quita el peca-do del mundo (Jn 1, 26-29), le di-jo a los sacerdotes y levitas enviados desde Jerusaln para interrogarlo.

    Y cuando el Maestro se presen-t en el Jordn para ser bautizado por l, exclam el Bautista al verlo: Soy yo el que necesito que t me bautices, y t acudes a m? Jess le contest: Djalo ahora. Convie-ne que as cumplamos toda justicia (Mt 3, 14-15). Una escena incom-prensible para el que desconoca

    que se trataba del Mesas. Sin em-bargo, la explicacin no se hizo es-perar: cuando Jess sala del agua, Juan vio rasgarse los cielos y al Es-pritu que bajaba hacia l como una paloma. Se oy una voz desde los cielos: T eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1, 10-11). Por eso, no dud en proclamar: yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios (Jn 1, 34).

    El Evangelio nos muestra aqu a Dios Padre que manifiesta a Jess a los hombres como su Hijo predi-lecto y el Mesas de Israel, y cernin-dose sobre l, el Espritu Santo, el cual es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y tam-bin de la misma naturaleza.3

    En la Transfiguracin apareci toda la Trinidad

    En el relato evanglico de la Transfiguracin podemos observar igualmente las ca-ractersticas de gloria y be-lleza de la Santsima Trini-dad. Hecho que ocurri en un monte alto (Mt 17, 1), que segn una tradicin del siglo IV era el monte Tabor. Jess se llev a Pedro, a San-tiago y a Juan, a quienes ma-nifest la claridad de su al-ma y de su cuerpo,4 con un objetivo claro e inmediato: Era fundamental que hu-biera algunos testigos de la gloria de Jess para susten-

    tar, en la prueba de la Pasin, a los Apstoles en sus tentaciones.5

    Como narra San Mateo, su ros-tro resplandeca como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz (Mt 17, 2). Les revel enton-ces algo que se encontraba ms all de la figura visible de su cuerpo pa-deciente. Aunque no hubieran parti-cipado para nada en la visin beat-fica, inaccesible a los ojos humanos, los tres apstoles pudieron, por as decirlo, contemplar un destello de la gloria y de la divinidad de Jess tras-luciendo en su humanidad.

    Ms adelante, en la descripcin del evangelista, una nube lumino-sa los cubri (Mt 17, 5). Como sa-bemos, ciertos fenmenos natura-les significaban para los israelitas la presencia misma de Dios, el cual se manifestaba por medio de smbolos como el fuego, el viento y la nube. As, a Moiss se le acerc en una nube densa (Ex 19, 9). Un hecho ms significativo sucedi en la dedi-cacin del templo de Salomn: la nube haba llenado el templo del Se-or, [y los sacerdotes] no pudie-ron permanecer ante la nube para completar el servicio, ya que la glo-ria del Seor llenaba el templo del Seor (1 R 8, 10-11).

    En el dilogo entre Mara y el ngel, el Espritu Santo hizo constar la primera alusin al misterio trinitario

    La Anunciacin - Monasterio de Nuestra Seora del Monte Carmelo y San Jos, Nueva York (EE. UU.)

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  • 18HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Por consiguiente, sin duda, la nube luminosa del Tabor eviden-ci a los tres apstoles la presencia divina entre ellos. El Doctor Ang-lico nos lo seala como una figura de la tercera Persona de la Santsi-ma Trinidad. En la transfiguracin, [...] apareci toda la Trinidad: el Pa-dre en la voz, el Hijo en su humani-dad, y el Espritu Santo en la nube resplandeciente.6 Enseanza que recoge el Catecismo de la Iglesia Ca-tlica (n. 555).

    Finalmente, desde el interior de esa nube se oye una voz. Este es mi Hijo, el amado, en quien me com-plazco. Escuchadlo (Mt 17, 5). Je-ss es, pues, el Hijo unignito, el Mesas prometido, consustancial al Padre y participante de su Ser y de sus obras. Con esta declaracin del Padre, el es-plendor divino del Hijo y la manifestacin del Esp-ritu Santo en una nube, la Santsima Trinidad se re-vela de modo claro.

    Qu es lo que habrn entendido de esa manifes-tacin los tres apstoles? Le habrn hecho pregun-tas al Maestro? Cules ha-brn sido las respuestas? Infe-lizmente, la sinttica narracin bblica no registra nada sobre tales detalles. Pero contiene lo suficiente para no dejar du-das al respecto de un punto: a los catlicos de todos los tiem-pos, la escena de la Transfiguracin presenta a Jess como Hijo nico de Dios a quien todos deben escuchar.

    Con ocasin del Bautismo en el Jordn, la voz del Padre se dirige a Jess, para instituirlo en su misin redentora: T eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1, 11). En el monte Tabor, se dirige a los aps-toles, dndoles la categrica orden de que presten atencin a la palabra de Cristo: Escuchadlo.

    ces esta decisin extrema: Voy a enviar a mi hijo querido. Quiz a es-te lo respetarn (v. 13). Y lo ma-taron! El tema de esa parbola ser-va al divino Maestro para conducir a sus oyentes a comprender el mal comportamiento de los israelitas en relacin con los mensajeros envia-dos por Dios, los profetas. Actitud llevada al ltimo extremo por los su-mos sacerdotes con el deicidio.

    Tambin cuando expulsa del tem-plo a los mercaderes, Jess habla como Hijo del Seor del templo: Quitad esto de aqu: no convirtis en un mercado la casa de mi Padre (Jn 2, 16). Y con un ltigo trenzado con sus propias manos pone en fuga

    a la multitud de comerciantes.Pero ese Jess que castigaba

    con tanta energa, saba com-padecerse de los que sufren.

    Habiendo subido a Jeru-saln con motivo de una fiesta judaica, pas cerca de la piscina de Betesda, en cuyos prticos se en-contraban muchos enfer-mos a la espera de la lle-

    gada de un ngel del Seor que de tiempo en tiempo

    bajaba y mova el agua. An-siosa expectativa, porque el primero que tocara el agua en movimiento quedaba ensegui-da curado de su enfermedad. Jess vio tumbado all a un hombre que estaba paraltico desde haca treinta y ocho aos

    y, en un gesto de cario y compa-sin, le dijo: Levntate, toma tu ca-milla y echa a andar (Jn 5, 8). Nada pequea fue la alegra de todos los que asistieron a la escena y compro-baron la alegra del beneficiado por tal milagro.

    No obstante, los fariseos acusa-ron al Maestro de estar violando la ley, por haber curado en sbado. De este modo, le dieron una excelente oportunidad para manifestar su fi-liacin divina. Para refutar la argu-

    El Evangelio nos muestra aqu a Dios Padre que mani-fiesta a Jess a los hombres como su Hijo predilecto y el Mesas de Israel

    El Bautismo de Jess - Iglesia de Saint-Aignan, Chartres (Francia)

    Reinh

    ardha

    uke

    Jess, Hijo de Dios

    En diversas oportunidades Je-ss llama a Dios de Padre. En la pa-rbola de los agricultores asesinos (cf. Lc 20, 9-19), manifiesta con cla-ridad cmo tena nocin de su filia-cin divina. En efecto, el propie-tario de la via, smbolo de Dios mismo, envi uno tras otro a sus criados los profetas con la in-cumbencia de recibir la parte de la cosecha debida al arrendador. Los agricultores despreciaron, golpea-ron y maltrataron a todos los envia-dos. El seor de la via tom enton-

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio19

    mentacin farisaica, les res-pondi: las obras que el Padre me ha concedido lle-var a cabo, esas obras que hago dan testimonio de m: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envi, l mismo ha dado testimonio de m (Jn 5, 36-37). Una vez ms, Jess se revela a to-dos como Hijo de Dios.

    En esta relacin de Dios Padre con el Hijo, San Juan lo descata con la denominacin de Hijo unignito (monogen, Jn 1, 14.18; 3, 16.18; 1 Jn 4, 9), lo que indica, al menos, tres cosas: que es engendrado por el Padre, que es hijo nico y que es igual al Padre, pues, por medio de Je-ss, Dios se revel como Padre.7

    Quien me ha visto a m ha visto al Padre

    Con todo, ante los Apstoles, esa revelacin descubre un aspecto nuevo. Cuando Felipe le pide a Je-ss: Seor, mustranos al Padre (Jn 14, 8), l le reprende suavemen-te: Hace tanto que estoy con vo-sotros, y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a m ha visto al Padre. Cmo dices t: Mustranos al Padre? No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en m? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en m, l mismo hace las obras. Creed-me: yo estoy en el Padre y el Padre en m (Jn 14, 9-11). Es decir, l y el Padre tienen la misma naturaleza divina y son inseparables.

    No puede ser olvidado el mo-do, empapado de ternura y confian-za, con que Jess trata a Dios Pa-dre, dndole el apelativo familiar de Abba (pap, en arameo), en el desgarrador episodio del Getsema-n, marco inicial de su Pasin: Y, adelantndose un poco, cay en tie-rra y rogaba que, si era posible, se

    alejase de l aquella hora; y deca: Abba!, Padre: t lo puedes todo, aparta de m este cliz. Pero no sea como yo quiero, sino como t quie-res (Mc 14, 35-36).

    No deja de ser curioso, ade-ms, que cuando le reza a Dios, Je-ss nunca lo llama Dios, sino Padre. Usa el trmino Dios cuando habla de l ante los dems, pero no en su oracin personal. Slo lo hace en la cruz: Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado? (Mc 15, 34). Pero aqu, como sabemos, est re-zando el salmo 22 (v. 2).

    Al declararse Hijo, Jesucristo se identifica plenamente con la divi-nidad. No se trata de una filiacin simblica o adoptiva, como la de

    los otros hombres justificados por l. De tal manera es-

    t convencido de su divini-dad que llega a condicio-nar la salvacin a la fe en su Persona: El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no ver la vida, si-no que la ira de Dios pe-

    sa sobre l (Jn 3, 36). De esta forma, Jess va reve-

    lando su relacin filial con Dios Padre. Muestra su dig-

    nidad de Hijo unignito, co-mo l mismo lo declara en la conversacin nocturna con Ni-codemo: Porque tanto am Dios al mundo, que entreg a su Unignito (Jn 3, 16).

    El Espritu Santo, el Consolador

    Son numerosas en el Antiguo Testamento las referencias al esp-ritu de Dios y al espritu del Se-or. Por ejemplo, en el primer da de la Creacin, el espritu de Dios se cerna sobre la faz de las aguas (Gn 1, 2). En la cima del monte Fa-gor, el espritu de Dios baj sobre Balan e hizo que bendijera a Is-rael (cf. Nm 24, 2). En sus ltimas palabras dice el rey David: El es-pritu del Seor ha hablado por m, su palabra ha llenado mi lengua (2 S 23, 2). Y el Libro de la Sabidu-ra canta: el espritu del Seor lle-na la tierra (Sb 1, 7). Sin embargo estas dos expresiones no significan, en la Antigua Alianza, una Perso-na distinta en el seno de la divini-dad. Jesucristo es quien nos revelar la personalidad divina del Parclito, cuya manifestacin pblica se har patente con mayor esplendor en la venida sobre Mara Santsima y los Apstoles, en Pentecosts.

    En la ltima Cena, poco antes de dirigirse al Huerto de los Olivos para iniciar su Pasin, Jess les dio una garanta: el Parclito, el Espri-tu Santo, que enviar el Padre en mi

    En la transfigura-cin, apareci toda la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espritu Santo en la nube resplandeciente

    La Transfiguracin - Catedral de Saint-Julien, Le Mans (Francia)

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  • 20HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Todas las afirma-ciones del divino Maestro antes de su Pasin no fue-ron suficientes para iluminar la mente de los Apstoles

    Pentecosts - Baslica de Paray-le-Monial (Francia)

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    Hollm

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    nombre, ser quien os lo en-see todo y os vaya recor-dando todo lo que os he dicho (Jn 14, 26).

    Al ver cmo la tristeza llenaba el corazn de los Apstoles ante la perspectiva de los inminentes acon-tecimientos anun-ciados por l, el Maestro les expli-c: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendr a vosotros el Parclito. En cambio, si me voy, os lo en-viar (Jn 16, 7). Y un poco ms adelante aadi: cuando venga l, el Espritu de la ver-dad, os guiar hasta la verdad plena (Jn 16, 13).

    El da de su Ascensin a los Cie-los, Cristo promete comunicar a los Apstoles un espritu de fortaleza: Yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistis de la fuerza que viene de lo alto (Lc 24, 49). Pro-clama, pues, la estrecha participa-cin del Espritu Santo en su misin redentora, confiriendo, por un movi-miento interior y vivificador en las al-mas, los medios sobrenaturales nece-sarios para que los hombres alcancen los gloriosos fines de la Redencin.

    Pentecosts, luz sobre el misterio trinitario

    No obstante, todas las afirmacio-nes del divino Maestro antes de su

    Pasin no fueron suficientes para iluminar la mente de los Apstoles. Arraigados en las tradiciones de sus antepasados, se les haca difcil ad-mitir la existencia de tres Personas en un Dios nico.

    En su aparicin a los on-ce Apstoles en la mon-

    taa de Galilea, cierto tiempo despus de la

    Resurreccin, el di-vino Maestro se re-firi de modo cla-ro e inequvoco a la Trinidad: Id, pues, y haced dis-cpulos a todos los pueblos, bautizn-

    dolos en el nombre del Padre y del Hijo

    y del Espritu Santo (Mt 28, 19). Aunque

    slo con la venida del Parclito, en Pentecosts,

    se volvieron claras para ellos esas palabras del Salvador. stas contienen la ms expl-cita formulacin del misterio de la Trinidad, porque el mis-

    mo Jess, cuando manda bautizar en el nombre del Padre y del Hi-jo y del Espritu Santo, afirma la existencia de un Dios en tres Per-sonas: distintas entre s, pero cons-tituyendo una sola unidad sustan-cial.

    Ante este bello y misterioso pa-norama revelado por Jess, nos to-ca aspirar a la convivencia eterna con la Trinidad en el Cielo, cantan-do su gloria, como San Agustn en su oracin: Cuando arribemos a tu presencia, cesarn estas muchas co-sas que ahora hablamos sin enten-derlas, y t permanecers todo en todos (cf. 1 Co 15, 28), y entonces modularemos un cntico eterno, londote a un tiempo unidos todos en ti.8

    1 SAN AGUSTN. De Trinitate, l. 4, c. 2: ML 42, 889.

    2 Cf. LOBO MNDEZ, Gon-zalo. Deus uno e Trino. Lis-boa: Diel, 2006, p. 124.

    3 CCE 245.

    4 CL DIAS, EP, Joo Scogna-miglio. Cmo ser la feli-cidad eterna? In: Heraldos del Evangelio. Madrid. Ao VI. N. 55 (Febrero, 2008); p. 13.

    5 dem, p. 14.6 SANTO TOMS DE AQUI-

    NO. Suma Teolgica. III, q. 45, a. 4, ad 2.

    7 FERNNDEZ, Aurelio. Teo-loga Dogmtica. Madrid: BAC, 2009, p. 254.

    8 SAN AGUSTN, op. cit., l. 15, c. 28: ML 42, 1698.

  • CEl Canario de Combra

    Junio 2014 HeraldosdelEvangelio21

    San JoS de anChieta

    anonizado el pasado 3 de abril, San Jos de Anchie-ta rene en su personali-dad numerosas cualida-

    des propias de la gran misin a la que estaba destinado. Combin grandes virtudes con relevantes talentos natu-rales como maestro, gramtico y ar-tista. Ense a los indios los oficios de albail, carpintero y herrero, ade-ms de auxiliarlos como enfermero. Su ardor apostlico le vali el elogio de celoso salvador de las almas,1 que le hizo el Beato Ignacio de Aze-vedo, contemporneo suyo. Sin em-bargo, su ttulo ms famoso es el de Apstol de Brasil, dado por el ad-ministrador apostlico Bartolomeu Simes Pereira, prelado de Ro de Janeiro, en su homila durante las ce-remonias fnebres del santo.

    Uno de los milagros ms conocidos

    Los relatos de su vida son ricos en milagros, algunos de ellos muy cono-cidos, como el de la resurreccin del

    indio Diogo. Este nativo muri en la villa de Santos, en la casa del noble Domingo Das, y todos lo tenan por catlico. En su velatorio pas algo in-creble: el cuerpo de Diogo se mo-va..., causando enorme asombro en-tre los presentes. Entonces, la seora de la casa, Gracia Rodrigues uno de los testigos que prest juramento sobre la veracidad de este hecho, se acerca al difunto y ste le pide que llame al P. Anchieta para que lo bau-tizara. Deca el difunto que el santo haba ido a su encuentro y le orden que regresara a la vida.

    Al or esto, todos afirmaban que eso era imposible, pues el sacerdote se hallaba en San Vicente. Y Diogo les replic diciendo que el santo es-taba slo a dos leguas de distancia, cerca de un riachuelo. A pesar de lo perplejos que estaban, algunos fue-ron rpidamente al sitio indicado y lo encontraron ya de camino. Al lle-gar, le rog al indio que dijera p-blicamente el motivo de su resurrec-cin.

    Entonces cont que los portugue-ses le haban instruido en la fe cris-tiana, sin haberlo bautizado, y pensa-ba que no era necesario el Bautismo, que bastaba con llevar una vida co-rrecta. En medio de las lgrimas de los presentes, el santo lo bautiza y les dice que tena por bien empleado to-do el esfuerzo de su vida nicamente por salvar a esa alma.

    Un ttulo singular recibido en Combra

    Adems de hechos extraordina-rios como se, hay aspectos menos conocidos de esa gran personalidad, como el de ser un hbil poeta, cuyas obras, hechas en las circunstancias ms difciles, manifiestan el innega-ble talento de esa alma cndida. Por cierto, una cualidad favorecida por la formacin recibida en su juventud.

    Nacido el 19 de marzo de 1534, en San Cristbal de La Laguna, en Te-nerife, una de las principales islas del conocido archipilago de las Cana-rias, Jos de Anchieta haba recibi-

    Thiago de Oliveira Geraldo

    En la proficua vida del Apstol de Brasil, hay aspectos poco conocidos, como el hecho de haber sido un inspirado poeta y dramaturgo.

    San Jos de Anchieta Colegio San Luis, So Paulo (Brasil)

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  • 22HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    do en su primera infancia la forma-cin de los padres dominicos. A los 14 aos embarc hacia Portugal e in-gres en el prestigioso y recin cons-tituido Real Colegio de las Artes, en Combra, orgullo del rey Juan III, que no escatim medios financieros para dotarlo de los mejores profeso-res de Europa.

    El joven Anchieta se distingui por su habilidad en la lengua latina y la facilidad en componer versos. Du-rante esos aos de estudio fue apo-dado por amigos y profesores como el Canario de Combra,2 en alu-sin al melodioso canto de ese p-jaro y al archipilago de su proce-dencia. No se imaginaba cmo aquel don le sera un til instrumento de evangelizacin en el lejano Brasil...

    Haba consagrado su virginidad a la Santsima Virgen, en la cate-dral de Combra, antes incluso de hacerse religioso. Posteriormente, en 1551, entrara en la Compaa de Jess, que haba recibido la aproba-cin pontifica en 1540.

    Debido a problemas de salud y a su ardiente deseo apostlico, los mdicos consideraron que el cli-ma brasileo le sera propicio. As, con tan slo 19 aos, lleg al Nuevo Continente, al que dedicara los 44 aos restantes de su vida.

    Todos acudan a la catequesis

    Al enfrentarse a la realidad de Brasil, Anchieta supo hacerse peque-o con los pequeos, para hacerlos grandes en el orden espiritual. El Ca-nario de Combra, adems de com-poner los poemas latinos en estilo clsico, ahora se esforzaba en apren-der la lengua nativa, lo que consigui en pocos meses. Escribir una gra-mtica tup, facilitndoles el trabajo a los dems misioneros.

    En diversas ocasiones el santo re-fiere en sus cartas el candor de los indios y el modo admirativo con que oan sus predicaciones. Anchieta ha-ba conquistado el corazn de ese pueblo con una catequesis sencilla y directa.

    El santo se empe en escribir versos, que enseguida se transforma-ron en cantos populares en boca de los indios, transmitiendo las verdades de la fe de forma inocente. Todava ms bonitos eran los versos declama-dos en las piezas teatrales. Anchie-ta no slo escriba los textos sino que montaba el escenario y ensayaba con los actores, sin descuidar los ms m-nimos detalles, para que todos asis-tiesen a la catequesis con agrado. En las representaciones teatrales todos acudan a la iglesia, dejando las al-deas vacas. De esta manera, el san-

    to haca que los espritus de aquellos nuevos catlicos se elevasen contem-plando las maravillas de la fe.

    Entre las piezas ms famosas se encuentra la de San Lorenzo, proba-blemente representada en Niteroi, el 10 de agosto de 1583, en donde figuraban ngeles, demonios, em-peradores romanos, San Lorenzo, San Sebastin patrn de Ro de Janeiro, y personajes como el Te-mor de Dios y el Amor de Dios. Los asistentes se quedaban de puntillas de entusiasmo, y todo era interpre-tado por los mismos nativos.

    Podemos imaginarnos la reaccin del auditorio al or en lengua tup estas palabras pronunciadas por el ngel de la guarda despus de apre-sar a los demonios:

    Alegraos, / hijos mos, por m. / Heme aqu para protegeros. / He ve-nido del Cielo / para estar con vo-sotros / y ayudaros siempre. / Ilumi-nando esta aldea / junto a vosotros estoy. / No me apartar de aqu. / Custodiar la aldea / es un encargo del Seor.3

    El enorme esfuerzo para la rea-lizacin de obras de ese porte, con los escasos recursos disponibles, era recompensado por los frutos espi-rituales recogidos en esas almas se-dientas de Dios.

    Durante su pero-do de formacin en Combra, el joven Anchieta se distin-gui por su habilidad en la lengua latina y la facilidad en componer versos

    Vista actual de la Universidad de Combra (Portugal)

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  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio23

    Versos que se volvan el encanto de los indios

    Los cantos con rimas improvisa-das eran muy del agrado de los in-dgenas. An hoy, en el inmenso Brasil, se observa la herencia de esa costumbre en algunas canciones po-pulares de diversas regiones.

    Esta forma de cntico requie-re destreza de pensamiento, la cual nunca le falt al Canario de Com-bra. Escriba de acuerdo a los gustos de aquellas almas y los versos se vol-van el encanto de los indios.

    Un buen ejemplo de este tipo de literatura lo encontramos en la poe-sa compuesta en honor a Santa Ins, en sencillos cuartetos, que muestran la candidez de alma de ese santo:

    Corderita linda, / cmo se ale-gra el pueblo, / porque tu venida / le da nuevo fuego. / Corderita santa, / de Iesu querida / tu santa venida / al diablo espanta. / Por eso te canta, / con placer, el pueblo, / porque tu ve-nida / le da nuevo fuego.4

    Las escenificaciones teatrales, los poemas, las cantigas, todo tena co-mo objetivo la gloria de Dios y el bien de las almas. San Jos de Anchie-ta elevaba a los indios de su vida ba-nal a los grandiosos horizontes de la

    fe. En sus cartas, declara ms de una vez que esas pobres almas a menudo se adelantaban a sus colonizadores en la prctica de la fe catlica. sas eran las gracias que la Divina Providencia dispensaba a esa nacin nacida bajo el signo de la cruz de Cristo estampa-da en las naves de Cabral.

    Este eficaz apostolado realizado por Anchieta flua de su santidad. Precisamente su vida intachable y la sabidura de sus palabras eran lo que mova a los indios a la conver-sin, como lo atestigua este bonito hecho narrado por Pero Rodrigues, contemporneo del santo: Oyn-dolo un da predicar, una mujer sen-cilla, con mucha devocin, us este smil: el Espritu Santo pone en la boca del padre lo que tiene que de-cir, as como la paloma en la boca de su cra lo que tiene que comer .5

    Cautivo en una cueva de leones

    Podramos pensar que San Jos de Anchieta escribi su poema ms bello en un momento de reflexin y de calma. Pero no fue as.

    Los calvinistas de origen francs es-tablecidos en Ro de Janeiro, en 1555, haban hecho un acuerdo con los fe-roces tamoios contra los portugueses

    afincados al sur. Y para evitar ataques que podan causar enormes estragos tanto entre los portugueses como en-tre los indios catlicos, se trat de lle-gar a un armisticio con los tamoios. Para garantizar las negociaciones de paz, se ofrecieron como rehenes el pa-dre Manuel de Nbrega acompaado por Jos de Anchieta, que en esa po-ca todava no era sacerdote, aunque ya se haba vuelto un modelo de virtud que inspiraba respeto y admiracin in-cluso en los enemigos.

    Para ello, el 7 de mayo de 1563, los dos religiosos desembarcaron en Iperoig, actual Ubatuba. Entre las amenazas que sufrieron, se cuenta una que ocurri el 9 de junio, en ese ao la vspera de la fiesta de Corpus Christi. Mientras paseaban por la pla-ya, el P. Nbrega y Anchieta avistaron en el horizonte una pequea embar-cacin sospechosa y corrieron a avisar al cacique Pindobuu, que era su pro-tector, pero no lo encontraron.

    Cuando los malhechores, lidera-dos por el indio Paranapuu, desem-barcaron con la intencin de matar a los religiosos, se toparon con ellos rezando de rodillas ante una imagen de la Virgen y desistieron de su in-tento. Paranapuu confesara ms

    Precisamente su vida intachable y la sabidura de sus palabras era lo que mova a los indios a la conversin

    Estcio de S desembarca en San Vicente, por Benedito Calixto Palacio de San Joaqun, Ro de Janeiro (Brasil)Jos de Anchieta, de rodillas, recibe la bendicin del P. Nbrega

  • De Beata Virgine Dei Matre Maria

    24HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Fragmento de la poeSa mS hermoSa de San JoS de anChieta

    Antes de lanzar con su palabra los mundos en el espacio, antes de extender la inmensa tierra, ya Dios te haba concebido en su mente eterna y concebido como su Madre en la gloria de la virginidad.

    Dnde estaras entonces a los ojos del divino Padre, cuando surgi en el universo el torbellino de los mundos?

    Aunque las olas del mar sin lmites no se arrastrasen por las playas ni se deslizara el ro en curvas caprichosas; aunque del fecundo tremedal las fuentes no brotaran, ni se asentaran sobre las moles gigantescas los picos acantilados: ya te haba concebido en su mente el Padre supremo, que tu habas de concebir en tu seno, como a un hijo, para purificar el mundo entero de las hediondas manchas y ser eficaz medicina a mis llagas.

    Quin puede decir tu hermosura, tu encanto,

    si te idolatr el artfice divino? Futura salvacin, prometida al primer padre, t le habas de restituir la vida en el casto fruto de tus entraas. Como el letal veneno Eva nos haba de corromper: concebida sin mancha, nos presentaras t el antdoto.

    Estremeci, al nombre de la segunda mujer, la astuta serpiente, que endereza en sus lazos a la primera.

    Concebida en seno materno como todos nosotros, slo t, oh Virgen, fuiste libre de deshonra que mancha a los dems, y aplastas con el calcaar la cabeza del enroscado dragn, reteniendo bajo las plantas su frente humillada.

    Toda bella de albura y luz no hubo sombra en ti, dulce novia de Dios. Jams se estamp en tu pecho la mancha del crimen; mcula alguna, por mnima que fuese, empap jams tu belleza. Oh hermosura sin par...

    tarde que su corazn se transform al ver a los misioneros y perdi com-pletamente la fuerza ante ellos.

    Poco despus, el 21 de junio, el P. Nbrega tuvo que regresar a San Vicente, a fin de adelantar las negociaciones de paz, y Anchieta se qued sin compaa durante tres meses en cautiverio como un Daniel en la cueva de los leones, amansn-doles los corazones.

    Puro de cuerpo y libre en el espritu

    Nos equivocaramos si creyra-mos que el cautiverio de San Jos de Anchieta y la perspectiva de una muerte violenta en cualquier mo-mento haban sido para l causa de temor y angustia. Al contrario, esta-ba siempre dispuesto a entregar de buen grado su vida y regar las tie-rras brasileas con su sangre si el sa-crificio valiera para conseguir almas cristianas que sirviesen a Jesucristo.

    El mismo P. Nbrega se lamenta-ba de haber dejado solo a Anchieta, sabiendo que cualquier desentendi-do entre las partes del armisticio se-ra suficiente para que el santo per-diera la vida. En una de las cartas que el P. Nbrega le dirigi al santo, as se expresaba: Hermano, si an ests vivo....6 Y lo estaba! Vivo pa-ra Dios, porque cada da venca una nueva batalla ms terrible.

    Anchieta haba consagrado, co-mo hemos dicho, su pureza a la San-tsima Virgen y quera preservarla in-tacta a toda costa. Consideremos, no obstante, la situacin en que se en-contraba durante el cautiverio y las provocaciones a las que se expona a cada instante. Una vez, estaba rezan-do ante un crucifijo por la noche. En-tonces se le acerc una india con no muy buenas intenciones y encontr a Anchieta de rodillas, inmvil. Le lla-m por su nombre, pero l no res-pondi. Despus de insistir bastan-te, le dijo: Ests vivo o muerto. Y el santo le respondi con voz firme:

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio25

    Estoy muerto.... De hecho, esta-ba muerto para el pecado y vivo para Dios. La respuesta fue pronunciada con tanta seriedad que la india huy gritando por la aldea: El Dios de es-te abar [hechicero en tup] me persi-gue y me quiere matar.7

    El ms hermoso de los poemas del santo

    Pero el factor decisivo para mante-ner su integridad se halla en la devo-cin a Mara. Durante ese cautiverio, corriendo riesgos fsicos y espiritua-les, fue precisamente cuando el Cana-rio de Combra escribi su ms her-moso canto: El Poema a la Virgen.

    San Jos de Anchieta le prometi a la Madre de Dios que compondra un poema en su honor si su alma sala inclume de todos los peligros mora-les. Y mientras su cuerpo permane-ca cautivo de los tamoios, su alma

    volaba libre en la contemplacin de la Reina del Cielo. En palabras del Prof. Plinio Corra de Oliveira, su-po encontrar acentos propios para alabar a la ms alta de las criaturas, Aquella que, cantada por los profe-tas ya antes de su nacimiento, se vio llamada bienaventurada por todas las generaciones que le sucedieron.8

    Sobre la arena hmeda de la pla-ya, trazaba cuidadosamente los ver-sos de su poema en lengua latina. Cuentan los indios que, mientras es-criba, una graciosa ave se le haba posado en un hombro como inspi-rndole la composicin. Tuvo que memorizar los casi 5.800 versos, compuestos a lo largo de cuatro me-ses, porque donde estaba no haba tinta ni papel. Slo despus de libe-rado, Anchieta pudo escribirlos.

    El eplogo de ese poema es lind-simo y muestra al alma del santo ya

    victoriosa: He aqu los versos que antao, oh Madre Santsima, / te pro-met en voto, / vindome cercado de fieros enemigos, / pobre rehn, trata-ba las suspiradas paces, / tu gracia me acogi / en tu maternal manto / y tu velo me vel intactos cuerpo y alma. / La inspiracin del cielo, / muchas ve-ces dese penar / y cruelmente expi-rar en duros hierros. / Pero sufrieron merecido rechazo mis deseos: / slo a hroes / compite tanta gloria.9

    La devocin de San Jos de An-chieta a la Virgen, reflejada tan fi-lialmente en aquellos versos escritos en la playa, ms que en las arenas, qued grabada en el corazn de Brasil y de los hijos que se volvieron profundamente marianos. Sin duda, el canto ms hermoso del Canario de Combra fue haber enseado al pueblo brasileo la devocin a Ma-ra Santsima.

    Mientras su cuerpo era cautivo de los tamoios, su alma volaba libre en la contemplacin de la Reina del Cielo

    San Jos de Anchieta escribe el poema a la Virgen en la playa de Iperoig, por Benedito Calixto Museo Anchieta, So Paulo (Brasil)

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    1 AZEVEDO, SJ, Incio de, apud VICEPOSTULA-CIN DEL V. P. ANCHIE-TA. Vida Ilustrada do V. P. Jos de Anchieta, da Com-panhia de Jesus. Apstolo do Brasil. 3. ed. Ro de Janei-ro: Aparecida, 1939, p. 112.

    2 VICEPOSTULACIN DEL V. P. ANCHIETA, op. cit., p. 13.

    3 SAN JOS DE ANCHIETA. So Loureno. In: THO-MAZ, Joaquim. Anchieta. Ro de Janeiro: Biblioteca do Exrcito, 1981, pp. 122-123.

    4 SAN JOS DE ANCHIETA. A Santa Ins. In: MAIA, SJ, Pedro Amrico. Jos de Anchieta o Apstolo do Bra-sil. So Paulo: FTD, 1997, p. 45.

    5 RODRIGUES, Pero. Vida do Padre Jos de Anchieta. L. 1, c. 5.

    6 NBREGA, SJ, Manuel da. Carta, apud VIOTTI, SJ, Hlio Abranches. Anchieta, o Apstolo do Brasil. 2. ed. So Paulo: Loyola, 1980, p. 101.

    7 ASV. Cong. Rit. Anchie-ta, n.os 306, 296-297, apud VIOTTI, op. cit., p. 100.

    8 CORRA DE OLIVEIRA, Plinio. Discurso na Assem-bleia Nacional Constituinte sobre o Pe. Anchieta, seo de 17 de maro de 1934. In: Opera Omnia. Reedio de escritos, pronunciamentos e obras. So Paulo: Retorna-rei, 2009, p. 62.

    9 SAN JOS DE ANCHIETA. De Beata Virgine Dei Matre Maria, vv. 5777-5786, apud VIOTTI, op. cit., p. 102.

  • LXI Encuentro Nacional en Ftima

    26HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    os Heraldos del Evangelio realizaron en Ftima, el 29 de marzo, el XI Encuentro Nacional de miem-

    bros del Apostolado del Oratorio y cooperadores.Reuniendo cerca de 11.000 participantes, el evento co-

    menz en la baslica de la Santsima Trinidad con la Ado-racin Eucarstica, durante la cual se rezaron los misterios gozosos, intercalados con meditaciones. Tras el rosario, el Santsimo Sacramento fue llevado en procesin en medio de los miles de fieles congregados all.

    Minutos despus empez la Santa Misa, presidida por Mons. Manuel da Silva Rodrigues Linda, obispo de las Fuerzas Armadas de Portugal, y concelebrada por sacer-dotes provenientes de diferentes puntos del pas.

    En su homila, el prelado dirigi a los presentes unas palabras de entusiasmo: Con la imagen de la Madre del Hijo de Dios y Madre de la Iglesia llevad pues a to-dos la luz de Cristo, luz que la casi totalidad ya ha re-cibido en el Bautismo, pero que muchos dejaron men-guar. No os olvidis que slo podris encender la luz de la fe de tantos conciudadanos vuestros si la llama de vuestro Bautismo es muy viva y muy intensa. Os confo a la Virgen Santsima cuya devocin promovis con tan-ta generosidad.

    El encuentro concluy con la procesin desde la Cruz Alta hasta la Capilla de las Apariciones, donde Mons. da Silva dio la bendicin final a la multitud.

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio27

    Algunos momentos del encuentro: Heraldos de la rama femenina portan la imagen del Inmaculado Corazn de Mara (foto 1); procesin de entrada para el rezo del Rosario (foto 2); Monseor da Silva llevando al Santsimo Sacramento y presidiendo la Eucarista (fotos 3 y 4); procesin por la explanada del santuario (foto 5) y despedida en la Capilla de las Apariciones (foto 6).

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  • Escenas del Domingo de Ramos y del Triduo Pascual

    28HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Jueves y Viernes Santo Los Heraldos de Medelln, Colombia, participaron en la ceremonia del Triduo Pascual presidida en la catedral por el arzobispo, Mons. Ricardo Tobn Restrepo. En Santiago de Chile fue promovida una adoracin a la Santa Cruz, muy concurrida, en la baslica de Nuestra Seora de la Merced. Y en Montevideo, los Heraldos organizaron un Va Crucis en las parroquias de Nuestra Seora de Lourdes y de Mara Auxiliadora.

    Domingo de Ramos El Domingo de Ramos fue celebrado por los Heraldos de Bogot en la iglesia de Nuestra Seora de Ftima, en Tocancip, todava en fase de construccin, lo que no impidi la participacin de casi 3.000 personas en la ceremonia. En Curitiba, Brasil, la Misa y procesin de Ramos coincidieron con el trmino de un retiro espiritual para cooperadores. En Lima, el Nuncio Apostlico, Mons. James Patrick Green, presidi la ceremonia en la iglesia de Nuestra Seora de la Encarnacin. Y en Repblica Dominicana, sacerdotes heraldos acompaaron las procesiones en sus respectivas parroquias.

    Montevideo

    Lima

    Curitiba

    SantiagoMedelln

    Repblica Dominicana

    Bogot

  • Escenas del Domingo de Ramos y del Triduo Pascual

    Junio 2014 HeraldosdelEvangelio29

    Vigilia Pascual En Recife, Brasil, la ceremonia estuvo marcada por la presencia de jvenes aspirantes, tres de los cuales fueron bautizados durante la Misa. En la baslica de Nuestra Seora del Rosario, en Caieiras, Brasil, la Vigilia Pascual fue presidida por Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP. Y en Guatemala, cooperadores y simpatizantes de los Heraldos se prepararon para conmemorar la Resurreccin del Seor con un da de retiro espiritual.

    Mozambique Siempre en comunin con la iglesia local, los Heraldos del Evangelio de Maputo participaron en la Misa y en la procesin del Domingo de Ramos presididas por el arzobispo, Mons. Francisco Chimoio (fotos 1 y 2), as como en las realizadas en las comunidades de San Pedro y San Pablo, y de San Jos, que pertenecen a la parroquia de la Sagrada Familia de Machava. En estas comunidades los Heraldos organizaron tambin la adoracin de la Santa Cruz (foto 3) y la Vigilia Pascual, presididas por un sacerdote heraldo mozambiqueo, D. Aro Otlio Gabriel Mazive, EP. Treinta catecmenos fueron bautizados durante la ceremonia (foto 4).

    1

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    2

    GuatemalaSo PauloRecife

  • 30HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    Costa Rica El da 3 de abril los Heraldos del Evangelio visitaron la Escuela Repblica de Colombia, en Alajuela. Tras una breve explicacin sobre la devocin a la Virgen, los jvenes se acercaron a venerar a la imagen. El acto concluy con las palabras del director, que anim a los estudiantes a ser buenos cristianos y devotos de Mara.

    Repblica Dominicana Con gran fervor la poblacin de Constanza recibi la visita de la imagen peregrina los das 29 y 30 de marzo. En este pueblo tpicamente agrcola, los fieles pidieron a la Madrecita que lloviese en

    las plantaciones y antes de que la procesin acabase empezaron a caer las primeras gotas de lluvia, que fueron aclamadas como agua bendita de la Virgencita.

    El Salvador El da 16 de marzo comenz una Misin Mariana en la parroquia Santos Nios Inocentes, en Antiguo Cuscatln. Despus de dos semanas visitando escuelas, instituciones y residencias, la misin fue clausurada con

    una solemne Misa presidida por el Nuncio Apostlico Mons. Leon Kalenga (foto del centro).

  • Junio 2014 HeraldosdelEvangelio31

    LMisin Mariana en Arroyomolinos

    a parroquia de la Asuncin, del municipio ma-drileo de Arroyomolinos, reciba del 16 al 23

    de febrero a la imagen peregrina de la Virgen, que visit numerosas familias e instituciones. Hubo gran afluencia de pblico en todos los actos celebrados: la

    Adoracin, el acto penitencial, la imposicin del Es-capulario, la procesin de antorchas, entre otros. En la Misa de despedida el prroco, D. Fernando Galle-go, consagr toda la feligresa al Inmaculado Cora-zn de Mara.

    Encuentro en Navacerrada En el corazn de la Sierra de Guadarrama, Madrid, los Heraldos del Evangelio promovieron un encuentro de jvenes, del 11 al 16 de abril. Ms de 30 participantes se reunieron con el objetivo de profundizar sobre la necesidad de la oracin, logrando buenos propsitos por parte de todos. El ambiente de

    alegria y piedad fue especialmente notado por las familias que visitaron a los jvenes esos das.

  • Un ejemplo para los que deben ser ejemplo

    D

    32HeraldosdelEvangelio Junio 2014

    San JoS CaFaSSo

    No fue prroco, sino formador de prrocos. No fund institutos religiosos, porque su fundacin fue la escuela de vida y de santidad sacerdotal, ilustrada con su ejemplo y su enseanza.

    on Bosco intentaba describirles a los nios del Oratorio uno de sus sueos, en el que apa-

    reca Santo Domingo Savio1 ensen-dole el Paraso:

    Qu hermoso estaba! Pare-ca un ngel!

    El santo fundador le haba pre-guntado a su discpulo, ya en la glo-ria, acerca de su obra.

    En cuanto al pasado le res-pondi, la Congregacin ha he-cho mucho bien. Ve aquel inmenso grupo de jvenes?

    S, lo veo. Qu felicidad se refleja en sus rostros! coment don Bosco.

    Todos esos jvenes fueron sa-lesianos, por tanto, educados en su obra o salvados por sus religiosos o por personas encaminadas desde aqu hacia la vocacin.

    Qu gloria ms grande haber con-tribuido en la salvacin de tantas al-mas! Pero tambin podra estar con-templando con gozo a la legin de los bienaventurados de la familia sa-lesiana un hombre de quien San Juan Bosco haba afirmado: si he hecho

    algn bien, a este digno eclesistico se lo debo, en cuyas manos puse todas mis aspiraciones, todos los estudios, todas las acciones de mi vida.2

    De quin habla? Dejemos que el mismo don Bosco nos lo presente.

    Una amistad que se estrechara a lo largo de los aos

    Agitado como un hormiguero se encontraba el pueblecito de Mu-rialdo, perteneciente a Castelnuo-vo, en el Piamonte: era la fiesta de la Maternidad de Mara, en el ao de 1827. Mientras unos terminaban de poner en orden la iglesia y los pre-parativos para la Santa Misa, otros participaban, en la plaza, en los en-tretenidos e inocentes juegos con-memorativos.

    Un joven de 16 aos, no obstante, permaneca alejado de todo ese mo-vimiento y llam la atencin de un nio del pueblo, de tan slo 12 aos. Por la sotana se perciba que era un seminarista, pequeo de estatura, de ojos brillantes, aire afable y ros-tro angelical.3 Lleno de vivacidad y fascinado por tal figura, el mucha-cho decidi acercarse para invitarlo:

    Seor cura, desea ver algn es-pectculo de nuestra fiesta? Le acom-paar con gusto adonde quiera.

    Lleno de bondad, el joven se in-teres por los estudios y por la ca-tequesis de su pequeo interlocutor. Y como ste le repiti la invitacin, le respondi:

    Querido amigo, para los sacer-dotes los nicos espectculos son las funciones de la iglesia, cuanto ms devotas ms agradables resultan; por eso hay que frecuentarlas con asiduidad. Slo estoy esperando que abran la iglesia para poder entrar.

    Es verdad replic el chico, impresionado, pero hay tiempo para todo: para ir a la iglesia y pa-ra divertirse.

    Riendo por tan aguda contesta-cin, el joven seminarista arguy con palabras propias a consolidar en aquella alma infantil la admiracin inicial:

    Quien abraza el estado ecle-sistico se entrega al Seor, y na-da debe preocuparle de cuanto tuvo en el mundo sino aquello que pue-de servir para mayor gloria de Dios y provecho de las almas.

    Hna. Mara Teresa Ribeiro Matos, EP

  • Ju