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05 Especulaciones suburbanas riurb Rrevista iberoamericana de urbanismo NUEVAS CENTRALIDADES DEL OCIO Y EL CONSUMO Lorena Vecslir Peri DAS MARGENS PARA O CENTRO Luis Mendes LAS COMUNIDADES JARDÍN Jordi Franquesa Sánchez SUBURBIOS RESIDENCIALES. Ana Gómez Pintus MIRADAS INTENCIONADAS CAMPUS Y CIUDAD Estanislao Roca Blanch 2011 ] LOS TERRITORIOS PERIURBANOS DE CÓRDOBA Fernando Díaz Terreno EL DESARROLLO Y SU PLANIFICACIÓN Fernando Tauber Agustí Torres y Tòfol Arbona SERRA DE TRAMUNTANA

Revista Iberoamericana de Urbanismo 5

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Especulaciones suburbanas

riurbRrevista iberoamericana de urbanismo

NUEVAS CENTRALIDADES DEL OCIO Y EL CONSUMOLorena Vecslir Peri

DAS MARGENS PARA O CENTROLuis Mendes

LAS COMUNIDADES JARDÍNJordi Franquesa Sánchez

SUBURBIOS RESIDENCIALES.Ana Gómez Pintus

MIRADAS INTENCIONADAS

CAMPUS Y CIUDADEstanislao Roca Blanch

2011 ]

LOS TERRITORIOS PERIURBANOS DE CÓRDOBAFernando Díaz Terreno

EL DESARROLLO Y SU PLANIFICACIÓNFernando Tauber

Agustí Torres y Tòfol ArbonaSERRA DE TRAMUNTANA

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riURB Laprida 924 1º B 1187 Buenos Aires Teléfono: 0054 11 49613119 E-mail: [email protected] Autoría riURB no se responsabiliza de los contenidos de los textos firmados por sus autores. Apoyamos explícitamente la cultura del copyleft; los textos firmados por riURB y sus editores pueden ser reproducidos libremente, citando el origen. Dejamos en manos de cada autor la decisión última respecto a la cesión de sus derechos respectivos. Por las mismas razones permitimos que se nos hagan links, agradeciéndolo de antemano, en pro de la libre circulación de ideas Staff Editores: Román Caracciolo Vera Pablo Elinbaum Biel Horrach Estarellas Equipo editorial Mariana Debat Colaboradores habituales Luz Duque Maira Purman Gustavo Pires de Andrade Neto Colaboraciones Estamos abiertos a cualquier tipo de colaboración o sugerencia, reservándonos la decisión última sobre su inclusión en cualquiera de los diversos temas a tratar. Para recibir las indicaciones sobre las formalidades de presentación de los artículos, la dirección de envío o de consulta es [email protected] Todos los artículos de esta edición han sido revisados por un comité científico conformado por doctores e investigadores de diversas universidades ISSN: 2013-6242 Los contenidos de la revista iberoamericana de urbanismo riURB están bajo la licencia de Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License si no se indica lo contrario Para ver los atributos que significa esta licencia dirigirse a http://es.creativecommons.org/licencia/

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Frank Lloyd Wright, Broadacre City

Especulaciones suburbanas Desde finales del siglo pasado, el crecimiento desmedido de la ciudad es uno de los problemas que más preocupa a los urbanistas. Hoy, por el contrario, muchos están consternados por la incipiente disolución de la ciudad, expresada en términos de concentración y dispersión de lo urbano. Así, las dinámicas que conforman la periferia, se identifican según dos especulaciones teóricas. Ambas abordan la dicotomía de lo “urbano” y lo “sub-urbano”. Sin embargo, la primera especulación enfatiza la dimensión proyectual de la periferia –la perspectiva del orden físico. La segunda, enfatiza la dimensión social, como instrumento político. La primera especulación sobre la periferia se argumenta en la oportunidad para la experimentación proyectual. Como sugiere Solá Morales (1992), la periferia es un campo de libertad para hacer futuro desde el presente inmediato, más que por influencia del pasado, o la fuerza simbólica de los centros tradicionales. Hoy, la incapacidad para imaginar otros tejidos se evidencia en actitudes “recuperadoras” o “redentoras” de la periferia. Según Solá Morales, “actualmente no solemos leer más que repeticiones, por lo general ideológicas, del termino periferia aplicado como categoría sociológica, denunciatoria de carencias respecto al paradigma de la ciudad burguesa, sin gran esfuerzo teórico por captar aquello que tiene de específico y que, a priori, se rechaza”. La periferia a la que refiere el autor, el lugar de la mezcla de usos y edificios, resiste a entrar en el terreno figurativo de las formas urbanas. Se distingue por la ausencia de lugar en sentido clásico, y por la sensación de indiferencia en la posición de las cosas. La periferia es sugerente por todo aquello que aún no se ha hecho; por esta flexibilidad, es el lugar de la invención de formas urbanas. Sola Morales argumenta su proyecto de la periferia desde las relaciones espaciales, la retórica del fragmento, la “distancia vacía entre objetos”, o la “diferencia sin repetición”. No obstante, en el segunda especulación teórica sobre la periferia, la forma física no es independiente de la forma social. Sobre todo en Europa, algunas discusiones recientes abordan la conformación de nuevos tipos urbanos. El caso paradigmático es la “ciudad difusa” (Indovina, 1990), es decir, la difusión de los valores urbanos en el territorio. Al igual que el sprawl norteamericano, en general, el origen de la ciudad difusa se atribuye al auge del automóvil individual. No obstante, como sugiere Secchi (2007), previo al automóvil diferentes tensiones sociales llevaron a muchos grupos a preferir la vivienda individual frente a aquellas de las áreas urbanas densas. Así, Secchi explica cómo la dicotomía social entre “lo urbano” y “lo sub-urbano” se expresa en dos grandes tradiciones urbanísticas del siglo XX. Una tendencia de origen “moderno” en la que prima el concepto del estado de bienestar, lo público y lo colectivo. En oposición a una tendencia “anti-moderna”, donde lo individual es el principal valor en la conformación de una sociedad comunitaria. Para estos autores, la “ciudad difusa” supone la superación de la urbanidad tradicional. Mientras los valores de cohesión social desaparecen, lo que era visto como defecto se convierte en sustancia. Esta es una condición intelectual mal reconocida, pero también una política incipiente. La periferia –en forma de suburbio– expresa un argumento político en la medida que gana autonomía respecto a la ciudad consolidada. Ya no es más un parásito de “la ciudad” como señala Rykwert (2002). Es el lugar donde se construye la ciudad del futuro, las edge cities (Garreau, 1999), el sueño de F. L. Wright hecho realidad. No obstante, la periferia de los suburbios, la reproducción del lujo, coexiste con la periferia de la marginalidad. La autonomía de ciertos fragmentos pone en evidencia el aumento de la segregación y segmentación social, conformando la actual exópolis (Edward Soja, 2000). La periferia, su dimensión proyectual o política, según los dos enfoque mencionados, determinan el marco de esta quinta edición de riURB.

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En el primer artículo, Luis Mendes presenta una reflexión teórica sobre el proceso de gentrificación –la inmigración inducida “de la periferia al centro”. El autor, introduce y confronta las principales perspectivas del pensamiento geográfico posmoderno actual. Su recorrido teórico parte del germen del post-estructuralismo francés, hasta la nueva “escuela” de Los Ángeles, en la que convergen autores como Sorkin, Soja y Davis, entre otros. En el segundo artículo se aborda el tema de la segmentación social, según el estudio de los procesos de suburbanización en la región metropolitana de Buenos Aires. Ana Gómez Pintus explica la construcción del suburbio de clase media y alta, pero también cómo la difusión mediática de estos espacios adquiere relevancia cultural en el imaginario urbano. Como evidencia, evalúa el alcance –la repercusión– de la acción privada en la suburbanización del territorio. En la misma línea y contexto, Lorena Vesclir explica como la implantación de los nuevos centros comerciales se contrapone al planeamiento urbanístico ambiguo, induciendo la normativa a las demandas del mercado. No obstante, sugiere que determinadas formas y localizaciones, de los grandes centros de consumo, son una oportunidad para la transformación positiva de las nuevas centralidades metropolitanas. La potencialidad proyectual de la periferia es abordada, además, por otros dos autores. Jordi Franquesa, analiza la versatilidad proyectual de las “comunidades jardín” en Cataluña, especialmente las estrategias de articulación de los espacios libres, y sus elementos privados, como lección para las ciudades actuales. Por su parte, Fernando Díaz analiza las transformaciones, físicas y espaciales en Córdoba, en seis momentos de su historia, para criticar a los abordajes genéricos de intervención urbanística en la periferia. Díaz concluye que la dimensión histórica de la ciudad es lo que otorga inteligibilidad al presente, y sugiere posibles acciones de cara al futuro. Finalmente, la relevancia de las particularidades locales –en la periferia, la ciudad, y su territorio–, permite introducir el artículo de Fernando Tauber sobre la puesta en valor del desarrollo endógeno en el planeamiento. Su investigación presenta un panorama sobre el desarrollo urbano y regional en América Latina. Explica como, a partir de los setenta, la planificación estratégica dirigista amplía su carácter participativo, valorando la dimensión cultural y social. Por último, en la sección Miradas Intencionadas, iniciada en la edición anterior de RIUrb, presentamos un nuevo artículo enfocado desde la práctica urbanística. En esta ocasión, el arquitecto y urbanista barcelonés Estanislao Roca, reflexiona sobre los campus universitarios y su relación con la ciudad. Su enfoque aborda los tópicos e invariantes de los paradigmas europeos, según su localización urbana o periurbanas –propio de los modelos sajones. Además, esta reflexión se argumenta con la explicación de un caso reciente: el Plan urbanístico para el Campus Diagonal en Barcelona. La innovadora estrategia del plan –la integración de los grandes componentes urbanos con el tejido residencial–, constituye una aportación al elenco de modelos mencionados. Esta sección se complementa con un ensayo fotográfico de la Serra de Tramuntana por Agustí Torres, y comentado por Tòfol Arbona. PE riURB_editores

GARREAU, Joel (1992) Edge city: life on the new frontier. New York: Doubleday

INDOVINA, Francesco et al. (1990) La Città diffusa. Venezia: Istituto universitario di architettura di Venezia. Dipartimento di analisi economica e sociale del territorio

SECCHI, Bernardo (2007) PermaCity: On dispersion and densification. En: J. Rosemann (ed.) PermaCity. Barcelona: University of Delft

SOJA, Edward W. (2000) Postmetropolis : critical studies of cities and regions. Oxford: Blackwell

SOLÁ MORALES, Manuel (1992) La periferia como proyecto. Revista UR, nº 9, Barcelona

RYKWERT, Joseph (2000) The Seduction of place : the city in the twenty-first century. London: Weidenfeld & Nicolson

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DAS MARGENS PARA O CENTRO As geografias pós-modernas no estúdio da gentrificaçao Luís Mendes Instituto de Geografia e Ordenamento do Território da Universidade de Lisboa. Mail: [email protected]

Resumo O desenvolvimento deste breve artigo constrói-se num percurso de discussão e reflexão teóricas das questões gerais inerentes às recentes tendências pós-modernas da evolução do pensamento geográfico, e do seu reflexo na metodologia e conceptualização a que recorrem os principais académicos dos estudos urbanos para o estudo da gentrificação. Procurar-se-á, assim, interpretar este tema da geografia urbana equacionando-o sob o signo dos posicionamentos normativos gerais deste movimento explicativo da realidade sócio-espacial no âmbito da Epistemologia da Geografia e ainda da Filosofia da Ciência em geral. Palavras-chave: Gentrificação, pós-modernidade, geografia, estudos urbanos. Abstract The development of this article is based on the discussion and theoretical reflection about the general issues related to the recent post-modern trends regarding the evolution of geographical thought and of its repercussion on the methodology and conceptualisation in the study of gentrification. We intend to interpret this theme of urban geography within the framework of the general normative positions of this movement that explains the social and spatial reality in the scope of the Epistemology of Geography and the Philosophy of Science in general. Keywords: Gentrification, post-modernity, geography, urban studies. Resumen El contenido desarrollado en este breve artículo se construye a partir de la discusión y reflexión teóricas sobre cuestiones generales inherentes a las recientes tendencias posmodernas de evolución del pensamiento geográfico, así como su reflejo en la metodología y conceptualización manejadas por los principales académicos de los estudios urbanos sobre gentrificación. Se procurará, pues, interpretar este tema de la geografía urbana sopesándolo desde la perspectiva de los posicionamientos normativos generales de este movimiento explicativo de la realidad socioespacial en el ámbito de la Epistemología de la Geografía y también de la Filosofía de la Ciencia en general. Palabras clave: gentrificación, posmodernidad, geografía, estudios urbanos.

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1. INTRODUÇÃO

Ao longo do último quarto de século têm surgido reflexões pertinentes de que as cidades do mundo ocidental ingressaram numa nova Era da sua história. Essas ideias sugerem que, conquanto ainda sejam cidades produzidas por uma sociedade moderna, elas passaram por mudanças de tal alcance que não podem ser mais aceites pelas velhas designações, nem estudadas no contexto das teorias urbanas convencionais. Em resultado de todo um conjunto de transformações relacionadas com a reestruturação económica global e a compressão espacio-temporal propiciada pelas melhorias significativas nos transportes e pelas novas tecnologias da comunicação, as cidades de maior dimensão das sociedades capitalistas do mundo desenvolvido têm registado alterações profundas em vários domínios fundamentais da vida urbana: na base económica, na composição socio-cultural, na estrutura urbana, na política e gestão, entre outros. É já seguramente consensual para um número crescente de autores que se assiste, nas últimas décadas, à formação de um novo tipo de cidade que, por comodidade e na falta de melhor expressão, se designa de “pós-moderna”, “pós-industrial” ou “pós-fordista”. Porém, de facto, existem aspectos incontornáveis na dinâmica urbana relativamente aos quais se poderá dizer, de há umas décadas para o presente, que se está a experimentar um período de transição de paradigma, sendo embora muitas as cautelas teóricas que chamam a atenção para o facto da incidência de aspectos que se encontram em relação de descontinuidade com o passado, não significar forçosamente que entre as diferenças, não permaneçam vestígios familiares e sinais de continuidade com a Modernidade. Um tipo de resposta às diversas transformações que se têm vindo a processar ao nível da condição urbana consistiu na defesa do ponto de vista de que as mesmas representam variações de um tema contínuo, manifestações da crise recorrente da cidade moderna. As mudanças são frequentemente conceptualizadas apenas como sintomas passageiros no seio de uma modernidade urbana basicamente contínua e não como vestígios da emergência de uma forma de vida social urbana potencialmente nova. Mesmo assim, se é certo que a emergência da cidade pós-moderna do capitalismo tardio não anula, por substituição automática, a cidade moderna do capitalismo industrial, a verdade é que as manifestações da transição não deixam margem para grandes dúvidas no esboço de uma nova forma de organização do espaço urbano. A crescente fragmentação social urbana prova-o, em consequência das aceleradas mudanças a nível económico e tecnológico; das transformações associadas na experiência do espaço e do tempo; da transferência da produção para o consumo como fulcro da existência individual e social; da escala crescentemente global das formas de vida urbana económica e cultural; da complexificação da divisão social do espaço urbano (Dear, 2000; Dear e Flusty (2002). Neste contexto, o processo de gentrificação pode ser encarado como um dos processos espaciais mais visíveis desta ampla mutação socio-económica, como materialização no espaço urbano deste profundo processo de reestruturação que experimentam as sociedades ocidentais de capitalismo avançado, sob o signo de afirmação de uma condição pós-moderna. Numa última fase de estudo da gentrificação, a análise do fenómeno centrou-se nas teses da produção e do consumo, oferta e procura, respectivamente. As explicações tenderam a dicotomizar-se, procurando, cada uma delas, privilegiar a supremacia de uma esfera em relação à outra no estudo do processo. As primeiras teorias procuraram enfatizar a importância do capital e dos diversos agentes institucionais (Estado, Poder Local, Bancos e outras instituições financeiras) no processo de reestruturação do espaço urbano fazendo derivar o processo de gentrificação do movimento e circulação de capital nas áreas urbanas, procurando explicar este processo através da desvalorização que sofre o solo urbano, face ao rendimento que um novo investimento poderia ter. Por seu turno, as teorias que privilegiam o consumo, entendem a gentrificação como consequência directa das mudanças verificadas na estrutura demográfica e social da população e no estilo de vida de certos sectores da classe média, nos valores e padrões de consumo a ele associados. O desenvolvimento deste breve trabalho constrói-se, então, num percurso de discussão e reflexão teóricas das questões gerais inerentes às recentes tendências pós-modernas da evolução do pensamento geográfico, e do seu reflexo na metodologia e conceptualização a que recorrem os principais académicos dos estudos urbanos para o estudo da gentrificação. Tratando-se de um ensaio teórico e exploratório desta problemática, desprovido de fundamentação empírica directa, o texto segue uma metodologia hipotético-dedutiva, pelo que a sua construção parte de postulados ou conceitos já estabelecidos na literatura consultada, através de um trabalho lógico de relação de hipóteses, que configura, a nosso ver, uma possível perspectiva de interpretação do fenómeno em estudo. Procurar-se-á, assim, interpretar este tema da geografia urbana equacionando-o sob o signo dos posicionamentos normativos gerais deste movimento explicativo da realidade sócio-espacial no âmbito da Epistemologia da Geografia e ainda da Filosofia da Ciência em geral.

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2. DA CONDIÇÃO URBANA PÓS-MODERNA

O conceito de pós-modernidade tem sido invocado para descrever os desenvolvimentos ocorridos num certo número de áreas tais como a arquitectura, a arte, a literatura, o cinema, a música, a moda, as comunicações, as experiências do espaço e do tempo, os aspectos da identidade, assim como as respectivas reflexões sobre estas e outras questões mais vastas da vida social empreendidas no âmbito da filosofia, da política e da sociologia e, também, na geografia. É vasta a literatura científica que acumula contribuições válidas em considerar a questão da pós-modernidade uma problemática relevante no discurso social, económico, cultural político e epistemológico. A pós-modernidade não só como uma condição social, económica e política contemporânea, mas também, e sobretudo, como forma de reflexão e de resposta à acumulação de indícios sobre os limites e as limitações da modernidade. A pós-modernidade como condição indispensável de discussão das dúvidas, das incertezas e das ansiedades que parecem cada vez mais ser o corolário de uma modernidade inacabada. A obra lapidar de Boaventura de Sousa Santos (1989, 1994) demonstra que a ciência moderna se encontra mergulhada numa profunda crise e que experimentamos uma época de transição paradigmática entre o paradigma da modernidade e um novo paradigma, de cuja emergência se vão acumulando sinais evidentes, e a que, na falta de melhor designação, apelamos de pós-modernidade. Um dos primeiros pontos, senão o primeiro, que importa discutir a respeito da pós-modernidade é o de saber não só “o que significa”, mas também, e sobretudo, em caso de significar algo, “qual o sentido daquilo que significa” (o que se pressupõe ser diferente daquilo que é designado por outros conceitos e/ou paradigmas). O prefixo “pós-”, se é certo que pretende expressar, antes de mais, uma resposta à modernidade, quer como uma oposição/ruptura, quer como sua continuidade diferenciada, também remete, numa primeira abordagem, para um certo esgotamento das taxinomias. Assim sendo, importa investigar se se pode mesmo falar da pós-modernidade como um novo paradigma (ou não-paradigma) e, em caso afirmativo, em que consiste e como conceber os seus princípios teóricos. Não é esse o objectivo do presente trabalho. Não obstante as críticas aos excessos do discurso pós-moderno, o estudo do seu pensamento afigura-se indispensável, pois se ainda que o debate teórico que originou repercutiu um escasso eco na geografia enquanto ciência espacial, a verdade é que as suas perspectivas de compreender o mundo e a ciência modificaram as coordenadas de orientação da cultura ocidental. Interessa-nos, todavia, e acima de tudo, produzir uma breve reflexão em torno do enfoque incontestável de interesse com que a pós-modernidade tem vindo a presentear a política da diferença, das “margens”, do consumo cultural e dos novos estilos de vida urbanos que marcam a paisagem da cidade contemporânea, a identidade “descentrada” do gentrifier e uma produção do espaço urbano fragmentado. Nas últimas três décadas, o debate epistemológico e social sobre a condição pós-moderna interceptou com frequência o da cidadei. E existem análises da modernidade do espaço urbano e das suas consequências que sugerem que é agora necessário conceber e utilizar a noção de pós-modernidade para se conseguir compreender devidamente a condição urbana actual da gentrificação. Na verdade, a aplicação do adjectivo de “pós-moderno” sugere que o fenómeno urbano se acha hoje numa fase de transição, em que estão menos presentes as características e os princípios que se lhe atribuíam no “período moderno”, senão mesmo correspondendo à ideia geral de um esgotamento da experiência urbana que representou. Sugere-se, implicitamente, que os novos caracteres que se têm vindo a delinear ainda não configuram um modelo coerente ao ponto de garantir uma definição efectiva e uma aplicação completamente descomplexada do adjectivo “pós-moderno” à cidade e ao espaço urbano. De acordo com uma aproximação em termos de ciclos, podemos então pôr a hipótese de que entrámos num novo ciclo da vida da cidade, qualificado frequentemente de pós-fordista. Esta denominação é também um pouco ambígua, pois supõe a superação completa do fordismo e do paradigma do ciclo precedente, o que não é exactamente o caso. É, todavia, já seguramente consensual para um número crescente de autores que se assiste, nas últimas décadas, à formação de um novo tipo de cidade que, por comodidade e na reconhecida falta de melhor expressão, se designa de “pós-moderna”, “pós-industrial” ou “pós-fordista”. De um ponto de vista económico, o novo ciclo que se inicia é marcado pela globalização (internacionalização), pela procura de novos tipos de produtividade, de flexibilidade, de polivalência, de procura sistemática da velocidade, da experimentação de novos modos de organização económica, do desenvolvimento dos transportes e das telecomunicações. Em consequência disto, enquanto que a época fordista se mostrava dominada por uma tendência geral para a concentração das actividades produtivas em grandes pólos urbanos, o período mais recente assiste a uma presença simultânea de impulsos centrífugos e centrípetos. Os primeiros dizem respeito às actividades

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industriais e, sobretudo, às que produzem bens de largo consumo. Os impulsos centrípetos, em contrapartida, referem-se sobretudo às actividades terciárias mais qualificadas, da finança aos centros de consultadoria e de marketing, da pesquisa às actividades ligadas à cultura e à informação. Esta transição para o novo regime de acumulação flexível de capital, lê-se no território através do aumento da fragmentação urbana e de um mapeamento mais complexo das actividades e das funções urbanas. Nas teorias da condição urbana pós-moderna, a cidade é hoje apreendida como um “sistema complexo”, irredutível à separação em funções elementares e em zonas estanques. Ela deve ser concebida como uma realidade flexível que se pode adaptar e modificar ao longo do tempo, ao contrário da produção massificada dos grandes conjuntos habitacionais, ilustração dramática da rigidez do período moderno. O urbanismo deve ser “ágil” e realizar-se mais a partir de projectos urbanos estratégicos do que de planos directores. O planeamento urbano deve ser mais pragmático, participado e elástico, promovendo a miscigenação funcional e a polivalência. Todas estas características empurram a evolução da cidade para um espaço crescentemente policêntrico, constituído por diversos pólos de emprego, de comércio, de serviços e de lazer, paralelamente a uma desconcentração das actividades e à redução da proeminência do centro tradicional (Ascher, 1998). O princípio da incerteza revê-se na cidade pós-moderna, composta por movimentos simultâneos antagónicos de desconcentração e de recentralização, evidentes também na mobilidade residencial intra-metropolitana, com os processos de suburbanização e de gentrificação, respectivamente. A reestruturação da base económica está associada a uma progressiva desindustrialização dos espaços urbanos e ao incremento da presença de actividades terciárias, factores que influenciam decisivamente a estrutura funcional das cidades e que redefinem a sua funcionalidade interna, já que se acelera o processo de substituição dos espaços de produção pelos de serviços e de lazer. De facto, assiste-se a uma profunda transformação da funcionalidade da cidade moderna, a qual assentava na componente da produção. A transição da sociedade moderna para a sociedade pós-moderna é caracterizada, entre muitos outros aspectos, por importantes alterações nos domínios demográfico e socio-cultural – alterações na estrutura e composição da família (crescimento do número de isolados, aumento das uniões de facto e de casais sem filhos), crescente participação da mulher na esfera produtiva, acesso ao ensino, democratização da educação, entre outros. Todos estes factores vêm igualmente contribuir para a profunda alteração da estrutura social e dos padrões, condutas e estilos de vida a estas associados, nomeadamente, ao nível dos padrões de escolha, de (p)referência ao habitat (Ley et al., 1986). Como já foi referido anteriormente, o processo de gentrificação contextualiza-se no seio de uma ampla recomposição sócio-demográfica, traduzindo-se na constituição de uma suposta “nova classe média” que se diferencia da classe média tradicional (Ley, 1994, 1996; Butler, 1997). Os seus membros ocupam lugares em profissões tradicionais que tendem a crescer e em novas profissões ao nível de actividades ligadas ao que Bourdieu (1989) apelidou de “produção simbólica”. São os intermediários culturais, ligados às indústrias culturais, às artes, à publicidade, ao design, à moda, à cultura, imagem e marketing, arquitectura e decoração, entre outras. 3. DAS MARGENS PARA O CENTRO: RECENTRALIZAÇÃO E GENTRIFICAÇÃO A afirmação destas categorias sociais acompanha os sinais de reconfiguração da estrutura económica e social da cidade, na transição entre a modernidade e a pós-modernidade, desencadeada pelo processo de reestruturação económica, por meio do qual actividades e aspectos anteriormente periféricos, sofrem um movimento de (re)centralização – “das margens para o centro”, no entendimento de O’Connor e Wynne (1996) – passando a assumir uma maior centralidade nas preocupações do urbanismo. Segundo estes autores, esta recentralização é tripla. Primeiro, diz respeito a um processo de reestruturação económica, em que actividades anteriormente periféricas na cidade industrial “produtiva” ganha relevo social e espacial (cultura, consumo, imagem). Segundo, trata-se de um processo pelo qual grupos e actividades “marginais” se tornam centrais para a cidade, ao mesmo tempo que tornam a cidade central para si mesmos, mormente, nas práticas e nas representações. Terceiro, por fim, é o próprio processo de gentrificação, através do qual o movimento de fixação de determinados segmentos populacionais na cidade centro, resulta na revitalização de áreas marginalizadas e excluídas. A gentrificação assiste ao surgimento de um novo contexto de valorização da urbanidade segundo moldes e formas culturais (Davis, 1985) que consolidam uma cultura hedonista permissiva que acompanha a pós-modernidade e se reflecte no espaço da cidade através da emergência de novos produtos imobiliários que configuram os lugares urbanos sob o signo do imagético e do “valor-signo”, ou seja, do simbólico. O que efectivamente está em causa nas mudanças com diversos níveis de registo na paisagem urbana da cidade é o facto de se estar a configurar um deslocamento progressivo da leitura e ênfase imagética mais económica e funcional das metrópoles (baseadas até

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então no processo produtivo), para um centramento em torno de um registo mais estético, simbólico e cultural (baseadas actualmente no processo de consumo). Na realidade, a cidade sempre constituiu, em todas as fases da sua história, um fenómeno cultural e simbólico. Porém, a organização socio-economica contemporânea, e respectivas manifestações no comportamento dos indivíduos e dos grupos sociais, tem-se definido cada vez mais à luz do privilégio conferido ao consumo, de tal maneira que se pode mesmo falar em sociedade e cultura de consumo (Baudrillard, 1970; Featherstone, 1991). No caso dos estudos urbanos, estes conceitos têm sido aplicados à transição no sentido de uma condição pós-moderna em geral (Dear, 2000) e dizem respeito ao papel preponderante que o consumo detém no processo de identificação e mediação sociais e nos novos padrões de uso do tempo/espaço. Também na teoria social contemporânea tem sido dada proeminência ao consumo cultural e à cultura do consumo, associada aos argumentos expostos por Jameson (1991), no sentido das últimas transformações sociais causadas pelo consumismo terem resultado numa expansão maciça do campo cultural. A consolidação da cultura de consumo nas sociedades contemporâneas, com impactos visíveis na esfera da produção e na esfera da reprodução, tem levado muitos analistas urbanos a identificarem o processo de gentrificação com a emergência e constituição de uma suposta “nova classe média”, a qual procura tomar para si uma posição específica nas estruturas sociais, diferenciando-se das classes médias tradicionais através de práticas, consumos e valores (especialmente em relação ao habitat), que indiciam o surgimento de novos estilos de vida em contextos de urbanidade. São indivíduos cada vez mais receptivos e direccionados para o consumo que, pela influência dos especialistas e intermediários da produção simbólica, interiorizam cada vez mais o “consumo da cultura” (entendido como dimensão da “cultura de consumo”), com efeitos significativos nas suas estratégias de vida. A vida social urbana contemporânea afigura-se a estes indivíduos como um “trabalho de arte” ao nível do consumo de bens, do uso e apropriação do espaço urbano (público e privado) e das actividades de lazer. A este facto não é alheia uma certa “des-sacralização” da cultura que, diluindo-se, se torna omnipresente na vida quotidiana, estilizando-a, colocando ao dispor dos indivíduos um complexo diversificado de referências para a construção de estilos de vida que caracterizam os actuais contextos de urbanidade. Indissociável da cultura de consumo e da emergência e crescimento de actividades de produção simbólica encontra-se também a afirmação de uma tendência de estetização da vida social. Esta pode ser entendida em vários sentidos. Em primeiro lugar, o do “apagamento” ou transgressão dos limites entre a arte e a vida social. É a ideia de que tudo pode ser arte e de que a arte pode estar embutida em todo e qualquer objecto, manifestação, comportamento, incluindo na trivialidade da vida quotidiana. Em segundo lugar, a estetização da vida social pode ser entendida como o projecto de tornar a vida uma obra de arte – salientem-se as figuras do dandy, do flâneur, personificações do estilo de vida boémio e que privilegia as sensações e as experiências de vida na produção do entendimento da realidade social. Algo que está geralmente associado ao perfil social do gentrifier (Bowler e McBurney, 1991). São estes dois fenómenos descritos de forma sintética – cultura de consumo e estetização da vida social – que estão na base da afirmação de uma “nova classe média” na reconfiguração das cidades centrais e, por conseguinte, na valorização de novos produtos imobiliários que nestas se começa a encontrar. Para além dos intermediários culturais, aquele novo grupo social diz também respeito a profissões científicas e técnicas relacionadas com a educação, a formação profissional e o meio académico. 4. FRAGMENTAÇÃO DO ESPAÇO URBANO E DESCENTRAÇÃO DO GENTRIFIER A gentrificação é sempre, por definição, um processo de “filtragem social” da cidade. Vem despoletar um processo de recomposição social importante em bairros antigos das cidades, indiciando um processo que opera no mercado de habitação, de forma mais vincada e concreta nas habitações em estado de degradação dos bairros tradicionalmente populares. Correspondendo à recomposição (e substituição) social desses espaços e à sua transformação em bairros de classes média, média-alta, não se pode deixar de referir, por conhecimento deste processo de “substituição social”, o reforço da segregação socio-espacial na sua sequência, aprofundando a divisão social do espaço urbano. A verdade é que a apropriação pontual do espaço, característica da gentrificação, introduz mudanças na escala da segregação socio-residencial produzida. Esta far-se-á, doravante, e contrariamente ao que acontecia na cidade moderna, a uma escala micro de maior complexidade, baralhando o primórdio da divisão social da cidade em manchas homogéneas, inerente ao princípio de zonamento funcional associado à cidade industrial. Assim, quando se assiste à emergência de empreendimentos destinados à habitação de grupos de estatuto socio-económico mais elevado em bairros históricos de características essencialmente populares, verdadeiros enclaves de

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luxo no seio de áreas de residência de classes baixas, facilmente se conclui que a gentrificação é um exemplo de uma nova organização do espaço urbano, reforçando uma estrutura fragmentada, típica da cidade pós-moderna. As implantações dos projectos imobiliários dirigidos aos gentrifiers apresentam um carácter pontual, introduzindo uma diferença brusca em relação ao tecido social envolvente. Queremos, todavia, realçar que uma característica central das geografias pós-modernas da gentrificação é a fragmentação urbana, e que deriva da recentralização selectiva inerente ao processo. Essa fragmentação encontra-se presente quer na implantação pontual dos novos produtos imobiliários dirigidos aos potenciais gentrifiers, quer na apropriação socio-espacial descontínua que o gentrifier faz do bairro e da cidade, quer na natureza cada vez mais poliédrica e camaleónica da sua identidade, inerente à sua condição de indivíduo na cidade pós-moderna, como desenvolve Cachinho (2006) a propósito do consumidor. Por fragmentação do território deve entender-se «uma organização territorial marcada pela existência de enclaves territoriais distintos e sem continuidade com a estrutura socio-espacial que os cerca» (Barata Salgueiro, 1998: 225). A autora faz notar que o que define o enclave não é tanto a sua dimensão (que se podia pressupor reduzida), mas o tipo de relação (ou melhor a não-relação) com as áreas envolventes que lhe são contíguas em termos territoriais, porém, desprovidas de continuidade social e funcional. O processo de gentrificação que ocorre nas cidades centro de várias metrópoles do mundo de capitalismo avançado aparenta, assim, corroborar a tese, advogada por Teresa Barata Salgueiro nos seus estudos mais recentes (2001), da cidade pós-moderna, enquanto espaço fragmentado. A cidade compacta, de limites precisos, cujo centro evidencia uma relativa homogeneidade social, estilhaça-se num conjunto de fragmentos distintos onde os efeitos de coesão, de continuidade e de legibilidade urbanística, dão lugar a formações territoriais mais complexas, territorialmente descontínuas e sócio e espacialmente enclavadas (Graham e Marvin, 2001). As implantações dos projectos imobiliários dirigidos aos gentrifiers apresentam um carácter pontual, introduzindo uma diferença brusca em relação ao tecido social envolvente. A estrutura urbana que promovem caracteriza-se pela emergência de enclaves que são dissonantes no seio de um de tecido com uma certa homogeneidade socio-espacial. Digamos que existe contiguidade espacial, mas não continuidade social e funcional, pelo que predomina a dessolidarização do entorno próximo, pois os novos moradores e as actividades em que participam, produzem-se cada vez mais em redes de relações. Cada gentrifier constrói assim uma rede de ligações sociais transversal aos vários espaços de residência, pelo que os laços fortes de solidariedade e de amizade tendem a ultrapassar a geografia do bairro. Na cidade pós-industrial assiste-se a uma gradual perda de importância do factor “proximidade territorial” na estruturação das relações sociais. De facto, o “próximo” deixa de ser o “mesmo”. As relações sociais dos novos moradores estão cada vez menos focalizadas no espaço do bairro e nos vizinhos. Cada indivíduo pode combinar à sua maneira a relação de proximidade e a relação de distância, numa diversificação profusa de relações com os mais diversos círculos sociais (Remy, 2002; Navez-Bouchanine, 2002). Isto graças, entre outros factores, às melhorias nos transportes e comunicações, que reestruturam o padrão das acessibilidades individuais, libertando muitas localizações dos constrangimentos da proximidade (Barata Salgueiro, 1998; Poche, 1998). O problema da identidade moderna era o de como se construía uma identidade, mantendo-a sólida e estável. O problema da identidade pós-moderna é, em primeiro lugar, o de como evitar a fixação e manter as opções em aberto. No contexto da cidade pós-industrial, as diferentes apropriações do espaço derivam da agregação temporária e fluída, estabelecida entre as várias ligações sociais (Bauman, 2000) ou, dito de outro modo, decorrem da agregação das várias escolhas e vontades inter-individuais. As “velhas” identidades, que por tanto tempo estabilizaram o mundo social, estão em declínio. Novas identidades surgiram, entretanto, deixando o indivíduo moderno fragmentado, subscrevendo trajectórias múltiplas e fluentes. A “crise de identidade” faz parte de um processo amplo de mudanças que, segundo Stuart Hall (2005), está a deslocar as estruturas e os processos centrais das sociedades modernas e a abalar os quadros de referência que davam aos indivíduos uma ancoragem estável no mundo social. A apropriação do espaço particulariza-se em função das diferentes ramificações que estruturam a vivência quotidiana do indivíduo, doravante, cada vez mais fragmentada. Estes são os elementos centrais da celebração pós-moderna das dimensões fragmentadas e multidimensionais da experiência socio-espacial do gentrifier, indo de encontro à obra de Deleuze e Guattari, e também à de Lyotard, onde se sublinha o facto da experiência contemporânea ser uma de fragmentação, desordem e polivalência. Ora, estes atributos estendem-se da identidade social ao território urbano. As geografias pós-modernas da gentrificação atacam a ontologia unidimensional imposta pelo estruturalismo, nomeadamente o ímpeto de controlo e de certeza que tenta categorizar o sujeito gentrifier como unificado e o seu perfil como perfeitamente tipificado. Para Rose (1984), por exemplo, se é correcto traçar um esboço global quanto às pertenças dos protagonistas da gentrificação, importa referir algumas clivagens quanto às mesmas, devido a uma maior diversificação das práticas, valores e estilos de vida presentes. Importa considerar a possibilidade de existência de vários tipos de gentrifiers, de

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acordo com variáveis como: a fase do ciclo de vida que coincide com o momento de entrada no processo; a categoria socio-profissional; os rendimentos ou recursos económicos; e o standard da reabilitação efectuada na nova residência. A autora chama a atenção para o que designou de marginal gentrifier, franjas menos privilegiadas das novas classes médias e que apresentam uma significativa clivagem entre um capital escolar e cultural elevado e um baixo nível de capital económico. Exemplos frequentes são os dos jovens estudantes ou recém-licenciados na situação de sub-empregados ou empregados temporariamente em situação precária, mas que continuam a dar preferência às áreas centrais da cidade para fixar residência. Tudo isto entronca na necessidade de compreensão das micro-unidades sociais, espaço de grupos restritos e de dinâmica social complexa, nomeadamente no que toca à constatação de uma assinalável heterogeneidade de comportamentos espaciais, sociais e culturais, que não se coaduna com uma classificação de classes sociais de perfil bem definido, tal como preconizado pela teoria marxista. A multipertença simultânea de cada indivíduo a diversos grupos com diferentes referências, mutável, além do mais, em função dos ciclos de vida, confere uma componente camaleónica ao modo de vida urbano típico do gentrifier, donde advém uma aparência caótica e uma dificuldade acrescida de operacionalização de categorias metodológicas capazes de detectar as práticas (Beauregard, 1986). A tradicional e bem definida correspondência entre dado estatuto socio-económico e consumo e práticas sociais, com disposição territorial em mancha homogénea contínua (típica da cidade industrial moderna), desmembrou-se, na medida em que a maior parte dos estatutos culturais actuais se encontram localizados em redes difusas, cuja pertença deriva menos do local de residência, das relações familiares ou do meio socio-económico. Nos trabalhos de Deleuze e Guattari (1995, 2004) esta permeabilidade e contingência espaciais são expressas pela metáfora do rizoma, uma concepção pós-estruturalista de estrutura, em que as ligações são sempre (des)construídas a níveis diferentes e dentro de múltiplas ordens de escalas territoriais. É neste sentido que se afigura com bastante dificuldade construir um modelo genérico da apropriação social do espaço segundo a condição urbana pós-moderna, visto ser grande a heterogeneidade das formas de apropriação do espaço e do tempo em diferentes e justapostos contextos societários. O desenvolvimento da sociedade de consumo disponibiliza um tal número de alternativas identitárias, que torna impossível de deduzir ou relacionar determinado tipo de práticas culturais à espacialidade a que está implicitamente associado determinado estatuto socio-económico do gentrifier. Pode-se dizer, no seguimento da proposta de Teresa Barata Salgueiro (2001), que se tende para uma apropriação pontual do território urbano, em detrimento da tradicional apropriação extensiva e em mancha de uma determinada zona. O território continua a participar na identificação dos indivíduos, contudo a apropriação é agora mais selectiva e feita a um nível micro, quando interdependências funcionais ou de interesses se sobrepõem à solidariedade de vizinhança e às dependências de proximidade, na base das relações sociais. Assume relevância o aumento da diversidade social associada a novos padrões de consumo, à pluralidade de estilos de vida que produzem novas e diversificadas procuras culturais. A gentrificação assiste, enquanto fenómeno de reestruturação urbana, a um aprofundamento de especificidades e particularismos sociais, que se reflectem numa crescente diferenciação das práticas sociais e culturais. Estas, por sua vez, espelham-se em espacialidades em rede, formando um tecido social complexo e difícil de decifrar. 5. CONSIDERAÇÕES FINAIS O presente texto evidenciou como a temática da gentrificação nos estudos urbanos é paradigmática da forma como o debate epistemológico e social sobre a condição pós-moderna interceptou com frequência o da cidade. As consequências epistemológicas da adesão ao discurso da pós-modernidade, tanto para o urbanismo, como para os estudos urbanos em geral, levaram à aceitação do princípio da incerteza na produção social do espaço urbano. Antes de mais, como vimos, este princípio encontra-se totalmente absorvido naquilo que neste texto chamámos de geografias pós-modernas da gentrificação e dos seus efeitos na produção social do espaço urbano cada vez mais fragmentada. Primeiro, porque a consubstanciação da gentrificação em contexto de mobilidade residencial intra-metropolitana, em complemento com a suburbanização, produz movimentos simultâneos antagónicos de desconcentração e de recentralização evidentes. Segundo, pois a gentrificação consolida uma nova organização do espaço urbano, reforçando uma estrutura mais fragmentada do território, típica da cidade pós-moderna. As implantações dos projectos imobiliários dirigidos aos gentrifiers apresentam um carácter pontual, introduzindo uma diferença brusca em relação ao tecido social envolvente. Frisámos como a fragmentação urbana produzida pela localização de tipo “enclave” na textura sócio-espacial existente na cidade, deriva, essencialmente, da recentralização selectiva inerente ao processo de gentrificação. Terceiro, a fragmentação está também presente na apropriação sócio-espacial descontínua que o gentrifier faz do bairro e da cidade e na afirmação de uma natureza cada vez mais poliédrica e camaleónica da sua identidade. Em quarto e último lugar, a apropriação pontual e

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fragmentada do espaço, característica da gentrificação, introduz mudanças na escala da segregação socio-residencial produzida. Esta far-se-á, doravante, e contrariamente ao que acontecia na cidade moderna, a uma escala micro de maior complexidade, baralhando o primórdio da divisão social da cidade em manchas homogéneas, inerente ao princípio de zonamento funcional associado à cidade industrial. Do ponto de vista epistemológico, o discurso sobre o conhecimento da gentrificação na condição pós-moderna da cidade enquadra-se nesta ausência de narrativas fundadoras que, por sua vez, remetem a discussão interdisciplinar de diversos saberes para o acontecer na prática da sua própria construção, que é social, localizado espacialmente e contextualizado historicamente. A constatação da emergência de descontinuidades no pensar da racionalidade enquanto crise da sua própria legitimação, a diluição da Geografia em múltiplas e legítimas geografias quotidianas e pessoais marca a necessidade de apostar num conhecimento da gentrificação mais próximo dos actores sociais que a protagonizam. A crítica pós-moderna ao marxismo deixa as ciências socio-espaciais num impasse teórico que é ainda mais agravado pela “crise de paradigma”. É, por conseguinte, nesta ideia de desconstrução dos programas sintacticamente arrumados e hierarquizados dos “grandes códigos” totalizantes ou “grandes narrativas”, na terminologia de Lyotard (1989), que se constrói a filosofia da condição urbana pós-moderna. O processo de conhecimento, referem estes teóricos pós-modernos, já não se faz mais no âmbito de metanarrativas, de modo evolucionista e monocentrado, mas sim na diluição dos “grandes códigos” totalizantes em benefício da abertura à pluralidade de códigos e ao “acentrado”. Ao contrário da lógica da modernidade, baseada em códigos que Lyotard define como “grandes narrativas”, ideias ou valores globais que legitimam o poder e se destinam a toda a humanidade, tais como a ideia de progresso ou de emancipação progressiva do ser humano; a ciência tornou-se num sistema aberto, campo criador dos seus princípios, nunca generalistas, mas sempre locais, nunca definitivos, mas sempre provisórios. É a questão do “antimodelo” da “pragmática científica”, baseado na sistemática aberta e tendo como princípio a diferença e não o consenso ou a norma, opondo-se, portanto, a quaisquer códigos universalizantes. Em suma, a condição pós-moderna ao defender que a(s) verdade(s) apenas têm um carácter probabilístico, aproximativo e provisório, arrasta para a Geografia a noção da flexibilidade cultural com que o conhecimento deve ser interpretado. As ideias traçadas por este saber baseiam-se em posições culturais dinâmicas, flexíveis, não definitivas, em permanente estado de projecto e reconfiguração, não se excluindo a possibilidade de serem transitórias, de se configurarem como uma mera passagem para outras necessariamente diferentes e igualmente dignas de validade. Corrobora-se, assim, que todas as interpretações da gentrificação poderão ser válidas, não podendo afirmar-se que uma o é em total e absoluto, única e verdadeira. Essa é, afinal, a grande potencialidade epistemológica da pós-modernidade e a sua mais sedutora estratégia: extinguir a metanarrativa ao desconfiar da totalidade do modelo moderno e dos regimes singulares de verdade. É, simultaneamente, a sua maior fraqueza. Persiste a incapacidade da condição pós-moderna se afirmar enquanto bloco teórico coerente e único, o que nos leva a considerar que a teoria socio-espacial pós-moderna se caracteriza mais pelas modas e pela fragmentação do que pelo crescimento contínuo. Ainda assim, em nada esta conclusão parece contrariar o espírito pós-moderno, pois os movimentos críticos mais característicos têm sobretudo contestado “a grande teoria” ou as “grandes narrativas” modernas, afirmando o carácter necessariamente incompleto e fragmentado de todo o conhecimento, salientando a diversidade e a diferença de interpretações, por oposição a princípios universais e totalizadores. Não se estabeleceu, contudo, nenhum programa coerente e auto-sustentado de pesquisa, nem se conhece no âmbito dos estudos urbanos uma continuidade de trabalhos posteriores, embora tenham surgido contributos interessantes.

i Ver Dear (2000, 2001); Ellin (1996); Soja (2000, 2001); Harvey (1989); Watson e Gibson (1995); Benko e Strohmayer (1997); Cachinho (2006). BIBLIOGRAFIA ASCHER, F. Metapolis. Acerca do Futuro da Cidade. Celta Editora. Oeiras, 1998.

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SUBURBIOS RESIDENCIALES. Modernización territorial, operaciones inmobiliarias e imágenes suburbanas, 1910-1940. Ana Gómez Pintus Instituto de Investigaciones en Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (HITEPAC). Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad Nacional de La Plata. CONICET Argentina. Director: Fernando Aliata Mail: [email protected] RESUMEN El propósito del trabajo es aportar nuevos elementos que contribuyan a comprender los procesos de suburbanización del área metropolitana de Buenos Aires, Argentina. En el contexto de un proceso modernizador amplio -que entre las décadas de 1910-1940 posibilitó una transformación territorial vinculada a la expansión del automóvil, las carreteras y la difusión de un ideal romántico originado en la naturaleza y asociado a las prácticas modernas relativas al turismo- analizaremos la formación de núcleos residenciales suburbanos destinados a los sectores medios y medios altos. Nos concentraremos en la articulación de dos procesos: por un lado, la construcción material de estos espacios, y por otra parte, un fenómeno de creciente difusión mediática que les proporcionó especial visibilidad. Presumiblemente, los suburbios residenciales de sectores medios y altos compusieron una pequeña porción dentro del panorama metropolitano, y sin embargo, adquirieron una relevancia cultural más amplia en cuanto construyeron un imaginario urbano de difusión entre otros sectores. Por último, este recorrido nos proporcionará también la posibilidad dimensionar, en líneas generales, el alcance de la acción privada y las intervenciones particulares en lo relativo a la conformación del territorio. Palabras clave: modernización territorial, suburbanización, habitar, imágenes suburbanas. ABSTRACT The purpose of this work is to contribute with new topics to the knowledge of the suburban sprawl that took place in Buenos Aires Metropolitan Area between 1910 and 1940. In the context of a broad process of modernization – including territorial transformation along with the expansion of the highway network and tourism-, we pretend to analyze the construction of residential suburban nuclei inhabited by middle and high income population. We will focus in the relation between two processes: on the one hand, the material development going on in these nuclei and on the other a growing interest showed by the media which contribute to the diffusion of this phenomenon. Apparently, high income suburbs only comprehended a small portion in the metropolitan scenario, in spite of what; they acquired a broader cultural relevance facilitating the erection of an urban imaginary among broader portions of society. Finally, this tour will provide us with the opportunity to set the dimension of private enterprise and individual development in the construction of the territory. Key Words: territorial modernization, urban sprawl, suburban representations.

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“(…) Como ocurre siempre en ésta época, la población piensa, ahora que arrecian los calores, en el aire puro de la campiña y sueña con pasar los asuetos y las vacaciones en la casa de week-end. Ese afán por llegar al despoblado y el deseo de vivir más en contacto con la naturaleza es una necesidad que se hace sentir cada día más al habitante de la ciudad. (...) pensar en la alegría que nos proporciona la vida en el refugio de fin de semana es fácil”1 1. INTRODUCCIÓN En el año 1900 la ciudad de Buenos Aires alcanzaba el millón de habitantes. De esta manera ingresaba al siglo XX como una de las ciudades más grandes del mundo y la más importante de Latinoamérica. Ciudades como México, Río de Janeiro y San Pablo alcanzaron el millón de habitantes sólo para 1930. La Habana, Lima, Santiago, Bogotá, Caracas y Montevideo llegaron a esa cifra después de 1950. Para esta fecha, Buenos Aires ya sumaba casi medio siglo de expansión sobre las áreas periféricas, en donde se distinguían zonas industriales rodeadas de núcleos urbanos obreros y zonas residenciales, mayoritariamente destinadas a los sectores medios, que habían surgido alrededor de antiguas estancias o pueblos coloniales. Para mediados de los años 1930, la ciudad y su área metropolitana ya llegaban a los 3.614.230 de habitantes.2 En principio, un mapa esquemático de la ciudad mostraría que la organización espacial se encuentra estrechamente relacionada a los sectores económicos. Hay dos sistemas espaciales sobrepuestos que producen sentido. El primero y más evidente son tres círculos concéntricos: la Capital, el primer cordón del Gran Buenos Aires (GBA) y el segundo cordón del conurbano, en donde los valores del suelo y la capacidad económica de los habitantes van disminuyendo desde la zona céntrica de la Capital hacia la periferia. El segundo sistema, se estructura de manera radial, disminuyendo la capacidad económica desde la zona norte hacia la zona sur; y a su vez, dentro de cada una de las zonas en tanto se alejan de las estaciones y de la línea del ferrocarril (FFCC).

a. Plano de Randle que muestra el crecimiento de las áreas urbanas en el GBA para 1910.

b. Plano de Randle que muestra el crecimiento de las áreas urbanas en el GBA para 1947.

Como parte de este escenario, entre las décadas de 1910 y 1940 se asistió al crecimiento de un tipo particular de suburbio habitado por sectores medios y medios altos que perseguían el sueño de una vida tranquila (el hombre en comunión con la naturaleza) al menos en las horas que el trabajo dejaba libre o durante el fin de semana.3 Surgidos de operaciones inmobiliarias que trataron de condensar la imagen del barrio jardín de matriz anglosajona, estas urbanizaciones seguían la pauta introducida en Argentina por los integrantes de la comunidad británica llegados al país entre mediados y fines del siglo XIX, y actualizada a comienzos del siglo XX a partir de la difusión de la ciudad jardín: baja densidad, lotes amplios, viviendas exentas con jardín a los lados y el carácter pintoresquista de su arquitectura.4

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La transformación de las áreas suburbanas a lo largo de este período es un síntoma de los procesos de modernización técnicos, culturales y sociales: ampliación de las redes ferroviarias y viales, la incorporación de pautas de sociabilidad vinculadas al sport y al uso del tiempo libre, la modernización de los modos de habitar y los procesos de ascenso económico, que se iniciaron en la Argentina con la democratización –en sentido amplio y no restringido a la vida política- de la década 1910; potenciados por los procesos de metropolización que sufrió la ciudad de Buenos Aires a comienzos de siglo y que llevaron a que algunos sectores sociales intentaran compensar las características de la vida urbana con el refugio en sitios aislados.5 En este marco, el análisis que presentamos se concentra en el estudio de la formación de los suburbios residenciales pintoresquistas. Con esta definición pretendemos designar a aquellos núcleos que nacieron originalmente aislados del centro urbano, relacionados a la expansión que posibilitaba el ferrocarril buscaron generar centros cualificados, caracterizados por un trazado urbano informal, con lotes amplios que garantizarían la construcción de viviendas aisladas, la baja densidad y el predominio de áreas verdes libres por sobre la superficie construida. De esta manera, se diferenciaban de los procesos de expansión de carácter espontáneo que por esos años comenzaban a materializarse a través de la extensión de la grilla urbana. En el mapa del Gran Buenos Aires, podemos comprobar que la incorporación de trazados informales, se reconocían como especie de hitos, dentro del panorama difuso de la expansión. A la manera de los rígidos patterns morfológicos que, describió Benedetto Gravagnuolo, se insertaban en la París medieval rompiendo su lógica abigarrada, en la escena local cualquier figura que rompiera la traza cuadricular con su correspondiente manzana compacta lograría consolidar cierto carácter distintivo, que muchos de estos emprendimientos mantienen hasta la actualidad.6 Sin perder de vista, entonces, el carácter singular de estos suburbios dentro de lo que fue la expansión. Pondremos la lupa en la imbricación de dos cuestiones: por un lado, el proceso de construcción material de estos espacios, en donde nos proponemos reconocer los diversos actores sociales y económicos intervinientes y por otra parte, un proceso de difusión mediática a través del cual se construyeron algunas de las imágenes y representaciones que permitieron que estos fragmentos de suburbio adquirieran una relevancia desde el punto de vista social y cultural que superó ampliamente la transformación que en términos materiales aportaron a la expansión.7 Desde esta perspectiva son fundamentales los aportes realizados dentro del área de los estudios culturales que analizaron la relación entre los imaginarios sociales que se produjeron alrededor de los suburbios de clases medias y altas (Ballent). Y otros que trabajaron la relación entre modernización territorial y turismo (Bruno). También se retomarán algunos trabajos previos que desde el área de la geografía urbana han abordado las grandes líneas de crecimiento del Gran Buenos Aires (Torres; Vapñarsky).8 Sintéticamente, el artículo presenta el análisis de tres casos representativos de una tradición singular dentro del crecimiento suburbano que nos permitirá matizar las hipótesis más generales sugeridas en éstos textos. 2. AUTOMOVIL, CARRETERAS Y TIEMPO LIBRE: CLAVES PARA LA MODERNIZACIÓN TERRITORIAL Si bien la idea de pasar una temporada por fuera de la ciudad no es exclusivamente moderna –recordemos la villa de descanso de Adriano en Tívoli, o las villas construidas por Palladio en la terra ferma- recién a partir del siglo XIX, e inicialmente en algunos países europeos y en los Estados Unidos, se verificaron ciertas transformaciones que posibilitaron la conformación de espacios suburbanos, de forma tal que podemos seguir su desarrollo hasta la actualidad. Robert Fishman reconoció que para que la residencia permanente pudiera establecerse en zonas periféricas alejadas de los centros urbanos tuvieron que darse primero ciertas condiciones: el surgimiento de un nuevo tipo de familia nuclear, la creciente segregación social, la caracterización de la ciudad como centro de la corrupción, la legitimación del campo como espacio apto para llevar una vida basada en los valores familiares y el fuerte impacto que tuvo el movimiento pintoresco en Inglaterra, que enfatizó las imágenes amables y naturales sobre las que se construirían los suburbios residenciales.9 En Argentina, desde fines del siglo XIX, una serie de cambios técnicos y culturales hicieron posible una transformación de la tradicional dicotomía ciudad-campo –que reconocía a la ciudad como asiento de la cultura y la civilización contra la idea de barbarie y atraso representada por el campo-10 a través de la modernización territorial y de la incorporación de espacios residenciales extra-urbanos.

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La modernización técnica del territorio –a partir de la temprana y vertiginosa incorporación del ferrocarril- también fue vehículo de modificaciones culturales. Desde mediados del siglo XIX algunas familias de la elite comenzaron a adoptar la costumbre de pasar las temporadas de verano en las casas de estancia. Y ya para fines del siglo, la extensión de la red ferroviaria permitió la expansión tentacular del Área Metropolitana en torno a los pueblos generados a partir de las estaciones y dio lugar a prácticas turísticas más extendidas y a la conformación de espacios extra-urbanos que privilegiaron las actividades recreativas. En dicho marco, se consideraban especialmente atractivas las áreas cercanas a la costa. Algunas poblaciones de origen colonial, ubicadas cerca de Buenos Aires sobre la costa del Río de La Plata, como San Isidro o Tigre (originalmente llamado Las Conchas) experimentaron un nuevo auge; en particular este último que incorporó a sus atractivos naturales una importante oferta deportiva, junto a la que proliferaron clubes que ofrecían una amplia agenda de actividades sociales, además del atractivo del casino. Un poco más lejos de la Capital, sobre la costa marítima, Mar del Plata se erigió como centro de veraneo de las elites ofreciendo una compleja vida social, además del tradicional disfrute de la costa. Otras poblaciones, como Quequén, Necochea y Ostende, también se desarrollaron en la costa bonaerense, aunque no con el mismo éxito. A partir de la primera década del siglo XX, y especialmente después de la incorporación del automóvil, desde algunos grupos civiles interesados en promover su uso, como fue el caso del Touring Club Argentino o el Automóvil Club Argentino, pero también desde el Estado, que en la década de 1930 emprendió un amplio plan de construcción de carreteras, se hizo explícito el fomento al turismo y a la movilidad como parte de una actitud modernizante.11

El territorio metropolitano que rodeaba la Capital tampoco estaba exento de las transformaciones que acompañaban la modernización. En cuanto a su desarrollo, observamos que se combinaron pautas de asentamiento diversificadas. En efecto, si consideramos el desarrollo histórico del Gran Buenos Aires, podemos encontrar procesos de suburbanización considerablemente variables en cuanto a los sectores que los protagonizaron y a su dimensión espacial y temporal. Los procesos de suburbanización más amplios se iniciaron a fines del siglo XIX, cuando algunos pueblos costeros de las barrancas del Norte de la ciudad de Buenos Aires acogían a las clases acomodadas porteñas, que construían allí sus quintas y residencias de verano, luego de que la epidemia de fiebre amarilla fortaleciera la costumbre de pasar las temporadas cálidas en sitios abiertos y elevados. En otros sectores de la expansión, las ligeras elevaciones conocidas como “lomas”, en conjunción con los trazados ferroviarios, dictaban la localización de los pueblos más “aireados” del Sur: Adrogué, Lomas, Temperley o Banfield, elegidos como destino residencial por gran parte de la comunidad británica.12 Simultáneamente, la suburbanización protagonizada por los sectores populares se acrecentaba, también en la zona Sur, donde se registraba un constante crecimiento de la demanda laboral en sectores predominantemente industriales como Avellaneda y Lanús. Allí el crecimiento tomó la matriz urbana más tradicional que repetía el modelo porteño típico, de alta densidad con viviendas entre medianeras y terreno al fondo. Desde la segunda década del siglo XX, el creciente fenómeno de suburbanización convertía a los pueblos de veraneo en sitios de residencia estable, favorecidos por la modernización. Especialmente la franja costera al Norte de la Capital, beneficiada por contar con la primera línea electrificada del ferrocarril y por el atractivo natural con que contaban sus tierras, se convirtió en la localización favorita de los sectores medios y altos que decidían residir fuera de la Capital. 13 Muchos de estos núcleos surgieron de negocios inmobiliarios generados en base al loteo de antiguas quintas o estancias que contaban con una añosa arboleda, y que, alguna vez consideradas alejadas de la principales vías de acceso, ya para la segunda década del siglo XX, se encontraban próximas al paso de una nueva carretera, o al completamiento de otros núcleos cercanos generando situaciones beneficiosas para los potenciales emprendedores. Se materializaron, como ya hemos visto, a través de modelos urbanos particulares que trataron de condensar las imágenes pintorescas asociadas a los procesos de suburbanización de matriz anglosajona,14 dando lugar a formas de habitar y a prácticas culturales consideradas modernas, relacionadas a la práctica deportiva, la naturaleza y el uso del tiempo libre. Dentro de este marco, se registraron operaciones diversas, que sin embargo respondieron a una matriz de crecimiento similar, que se evidenció a través de dos etapas. A diferencia de lo que se ha verificado en procesos de suburbanización similares producidos en otros países; donde la introducción de los emprendimientos de barrios jardín estaba en manos de promotores y compañías inmobiliarias que se encargaban de la totalidad del proceso de urbanización, desde el trazado urbano hasta la construcción de las primeras viviendas.15 En el caso argentino se marcan claramente dos momentos, el primero, de delimitación y generación del trazado del “pueblo” y el segundo, de materialización de las obras de arquitectura.16 Nos interesa aquí destacar, a través de la selección de algunos casos surgidos dentro de las propuestas urbanísticas impulsadas por el mercado inmobiliario, de qué manera y en

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relación a qué actividades operaban las acciones coordinadas por los empresarios y otros grupos inversores privados junto a la incorporación de acciones particulares y diversas en la conformación de este espacio.

En el centro de la imagen se reconoce el trazado del pueblo de Ranelagh, atravesando la composición se aprecian las vías del Ferrocarril y la Estación Ranelagh. Hacia los bordes de la fotografía se reconocen los quiebres entre las diferentes tramas urbanas. Procedencia: Google Earth 3. ORÍGENES DE LOS “PUEBLOS” SUBURBANOS De acuerdo a los dos momentos que reconocemos, la fundación, o el momento del trazado inicial de las operaciones residenciales suburbanas estuvo, en todos los casos, directamente relacionado a la acción de una compañía inmobiliaria o a un grupo inversor que mediante la contratación de técnicos y agrimensores realizó el trazado urbano incluyendo el delineado de las manzanas que iban a ser loteadas y las áreas públicas, calles y plazas, que difícilmente se materializaron en este primer momento. En la mayoría de los casos, aquí terminaba la acción de la empresa que dejaba a cargo de la municipalidad local la construcción de infraestructura y la instalación de servicios.

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Plano que muestra la expansión de Buenos Aires hacia el año 1915. Basado en el plano de Cesar Vapñarsky. Veamos brevemente cómo procedieron estas empresas en cada uno de los casos: El Barrio Parque Aguirre, formando parte de la suburbanización Norte de la Capital, surgió de la realización de un loteo cuando en 1913 los herederos de la familia decidieron emprender un negocio inmobiliario sobre las tierras de la antigua estancia familiar aprovechando su localización estratégica, cerca del núcleo original de San Isidro y a 20 km de la Capital. En lo formal, el pueblo se organizó sobre un trazado informal, con calles curvas que propiciaba la demarcación de manzanas irregulares, poco profundas y que delimitaban lotes amplios y proporcionados, favoreciendo la construcción de modelos exentos. A través de este planteo, se procuraba proponer un diseño alternativo al amanzanamiento urbano tradicional, de manzanas con lotes angostos y profundos que daban lugar a una edificación continua entre medianeras con espacios verdes escasos y relegados al corazón de la manzana. El rechazo al modelo cuadriculado tradicional fue reforzado, a su vez, por una serie de medidas dispuestas en la ordenanza municipal que acompañó la fundación que promovían la formación de jardines intermedios de manera tal de desmaterializar los límites y recrear un agrupamiento libre de casas en medio de un área verde continua.17

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Foto aérea del Barrio Parque Aguirre Década de 1930. Procedencia: Carpeta Barrio Parque Aguirre, Archivo y Museo Histórico de San Isidro.

Plano del trazado del Barrio Parque Aguirre. Compañía de Remates Bulrich & Cía, 1915. Procedencia: Carpeta Barrio Parque Aguirre, Archivo y Museo Histórico de San Isidro. Por otro lado, situada a 28 km al Sur de la Capital Federal, la población de Ranelagh tuvo su origen en la prolongación del ramal ferroviario Berazategui-Bosques en 1911, cuando la Compañía de Tierras de Sur, asociada a la Compañía de Ferrocarriles del Sur, decidió la fundación del pueblo sobre un área aproximada de 50 ha. que rodeaban la estación. El trazado reunió la tradición urbana ferroviaria, con la estación en el centro del plano y la línea férrea dividiendo el pueblo en dos partes iguales, con un trazado moderno de líneas pintorescas que generaron un diseño autocontenido, anulando todas las posibilidades de crecimiento por fuera de los límites demarcados y favoreciendo un loteo, igual que en el caso anterior, de terrenos más o menos amplios, pensados para la construcción de tipos exentos.18

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El edificio del Golf Club del Progreso y una de las primeras casas que se construyeron en Ranelagh, década de 1930. Procedencia: Guía Comercial Ferrocarril del Sur, 1937.

a. Plano de loteo de una manzana tipo en Ranelagh. Procedencia: Carpeta de Remates-Partido de Quilmes, Departamento de Investigación Histórica Cartográfica, Dirección de Geodesia, Ministerio de Obras Públicas, Provincia de Buenos Aires. b. Plano de loteo de una manzana tipo en City Bell. Procedencia: Archivo Personal Familia Buchelle c. Plano de loteo de una manzana tipo en Barrio Parque Aguirre. Procedencia: carpeta Barrio Parque Aguirre, Archivo y Museo Histórico San Isidro.

Nuestro último caso, el pueblo de City Bell, fue delineado en 1914 por la Sociedad Anónima City Bell, radicada en la Capital Federal. El trazado del pueblo se realizó sobre las tierras de una antigua estancia, en la línea del ferrocarril que unía la ciudad de La Plata con la Capital, siguiendo un plano bastante tradicional, con una trama de plazas y diagonales que se superponían a una cuadrícula subdividida siguiendo los modelos más utilizados en áreas urbanas, de lotes angostos y profundos.19 El hecho que diferenció a City Bell, y signó desde el inicio la lentitud de su crecimiento -además de la escasa inversión inicial por parte de sus promotores- fue su situación intermedia entre dos ciudades. La lejanía a la Capital (42 km) hacía difícil que funcionara como un suburbio de ésta en un momento en que la oferta de lotes suburbanos para fin de semana o casa de verano se localizaban a no más de 20 km de la ciudad principal, y en cambio, la cercanía a la ciudad de La Plata (10 km), resultaba inútil en las primeras décadas del siglo XX cuando la escala reducida de la ciudad hacia imposible pensar su expansión.

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Folleto de promoción del pueblo de City Bell, fines de la década de 1920. Procedencia: archivo personal de la familia Buchelle.

Trazado del pueblo de City Bell, fines de la década de 1920. Procedencia: archivo personal de la familia Buchelle. 4. LA DEFINICIÓN DE UNA IDENTIDAD: LA INSERCIÓN DE LA ARQUITECTURA EN LOS NÚCLEOS SUBURBANOS La segunda etapa de desarrollo tuvo comienzo luego de realizados los primeros loteos, con la incorporación de las primeras obras de arquitectura. En la mayoría de los casos, el crecimiento y la ocupación del conjunto respondía a un proceso espontáneo en el que predominaban las acciones de particulares. Sin embargo, cuando los resultados de los remates inmobiliarios no eran del todo satisfactorios, la construcción de viviendas fue una de las opciones implementadas por las compañías como forma de impulsar el crecimiento del lugar o porque ésta se incorporaba en un programa más amplio destinado a cubrir las necesidades de un grupo particular, por ejemplo los funcionarios del ferrocarril. Aquí cabe recordar que la acción más redituable relacionada a los negocios de especulación inmobiliaria se concentraba en la primera etapa, en las tareas de subdivisión de la tierra agrícola y su venta como lotes urbanos, y no en el proceso mucho más prolongado de su urbanización. A esta última etapa, correspondió siempre un proceso mucho más fragmentado que el registrado en el momento fundacional. En efecto, incluso en los casos en que las compañías inversoras intervinieron abiertamente, esos proyectos se superpusieron a un proceso de crecimiento espontáneo en el que participaban múltiples actores y a través del cual terminó de consolidarse el perfil residencial de las poblaciones, asociado a la práctica deportiva, al carácter pintoresco que adoptó su arquitectura y a formas de habitar más flexibles que las que se experimentaban en los centros urbanos.20 Si retomamos los tres casos que presentamos anteriormente, en el Barrio Parque Aguirre podemos ver que la inserción de la arquitectura fue independiente del emprendimiento que le dio origen. El carácter del sitio estuvo dado por una serie de pautas introducidas en la ordenanza fundacional que estimulaba la formación de tipos

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compactos en medio de un área verde y prohibía expresamente la utilización de materiales considerados precarios. Pero, más importante, fue la acción individual, especialmente del binomio que formaron arquitectos y comitentes, que introdujeron las imágenes y los tipos arquitectónicos que se consideraban más adecuados para la construcción de las residencias en un núcleo de fin de semana (motivos pintoresquistas ingleses y franceses, a comienzos de siglo, y rústicos: mediterráneos o californianos hacia la década de 1930) provenientes de los centros vacacionales europeos o de la misma Mar del Plata que ostentaba a principios del siglo XX muchos de los estilos y las prácticas culturales que se importaban del viejo continente.21 El Barrio Parque Aguirre se convirtió rápidamente en asiento de exclusivas familias de la elite porteña (el valor promedio de un lote variaba para el período 1925-35 entre $8.000 y $12.000; al menos un 50% por encima de los valores estimados para Ranelagh o City Bell) que aprovechaban la cercanía al río y la oferta social de los clubes y el hipódromo. En este contexto, se fue delineando como modelo de referencia para otros núcleos de la expansión suburbana que adoptaban características similares, jugando un papel dominante en la definición y difusión, tanto de la arquitectura como de las prácticas suburbanas que se asociaron a los suburbios residenciales pintoresquistas. En los años que siguieron al loteo inicial en Ranelagh, la Compañía de Tierras del Sur realizó las primeras intervenciones tendientes a impulsar su crecimiento. En 1913 se inició la primera de lo que serían tres intervenciones (1913, 1916, 1919) destinadas a la construcción de vivienda para personal técnico y jerárquico relacionado al Ferrocarril del Sur y para sectores medios en general. En total llegaron a construirse alrededor de cincuenta unidades residenciales de planta compacta: exentas o apareadas en grupos de dos. En cuanto a la imagen, estos proyectos incorporaron una variedad de recursos formales con referencias a la tradición británica o neocolonial que se utilizaron alternadamente con la intención de disimular visiones repetitivas usualmente asociadas a los programas de vivienda popular. De manera paralela a este proceso que describimos, se instalaron las primeras familias y se inició la construcción de las primeras obras de arquitectura particular dentro de los estilos suburbanos de moda -chalets anglo-normandos, suizos y vascos- junto a la construcción del Golf Club (1927) a cargo de reconocidos profesionales de la Capital, el arquitecto Carlos Dumas y su hermano, el ingeniero Alberto Dumas. Poco después, Ranelagh terminó de consolidar el retrato de un atractivo suburbio, cuando el campo de golf y su club house se convirtieron en las postales más distintivas de este “pueblo” en pleno desarrollo.

Plano municipal de la residencia Calafell que muestra el conjunto conformado por la residencia familiar (centro) y las dos unidades para alquiler (laterales) en Barrio Parque Aguirre. Procedencia: Dirección de Ordenamiento Urbano Municipalidad de San Isidro

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a. Ranelagh, década de 1930. Procedencia: Guía Comercial Ferrocarril del Sur, 1937. Por fuera de las áreas más tradicionalmente ligadas a la expansión, el carácter residencial de City Bell se fue consolidando más lentamente que en los otros casos que presentamos. A comienzos de los años 1920, la Sociedad Anónima City Bell introdujo el primer núcleo de residencias pintoresquistas simples: en su mayoría chalets neocoloniales que fueron habitados por técnicos y asesores vinculados a las compañías de capital norteamericano, Swift y Armour, instaladas cerca de la ciudad de La Plata. A este grupo de casas le siguió la construcción del Swift Golf Club, formando parte de una serie de iniciativas que, aunque inconexas, abonaron a la definición de la zona a la manera de los “pueblos” veraniegos más distinguidos, con clubes, zonas de recreo y prácticas deportivas al aire libre. Sin embargo, la lejanía a la Capital, la diferencia de escala y de inversiones realizadas en relación a los otros casos que analizamos redundó en la conformación de un núcleo caracterizado por la diversidad, en cuanto a la superposición de usos, de sectores sociales que lo habitaron y de imágenes arquitectónicas que se fueron introduciendo a lo largo de un período más prolongado. A su vez, la fuerte presencia vecinal y de instituciones locales abocadas a promover el desarrollo del lugar produjeron un núcleo definido por su espíritu comunitario antes que por las imágenes de exclusividad social que solían primar en otros de los casos que hemos analizado. En síntesis, todos los núcleos fueron pioneros en la incorporación de formas de habitar claramente modernas. En ello incidió la voluntad originaria de los empresarios –que buscaban mediante la incorporación de imágenes prestigiosas relacionadas a la modernización recuperar y aumentar sus inversiones- y tanto más la acción de los particulares -habitantes, constructores y profesionales vinculados a la formación de estos núcleos- que abrazaron ampliamente el proyecto de una transformación cultural y material amplia en relación al habitar. Sin embargo, sería erróneo sobredimensionar los alcances de esta transformación, olvidando que también aquí se combinaban, en algunos sitios de manera más marcada que en otros, formas de habitar claramente modernas, con usos productivos que se ubicaban en los terrenos más alejados.

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5. IMÁGENES DE LA MODERNIZACIÓN: LA CONSTRUCCIÓN SIMBÓLICA DEL HABITAR SUBURBANO Y SUS MODELOS DE REFERENCIA. Estos suburbios, junto al conjunto de prácticas culturales y arquitectónicas que los caracterizaron formaban parte de un proceso modernizador amplio, dentro del cual la expansión de los medios de prensa jugó un rol fundamental, difundiendo las imágenes y las prácticas culturales que los acompañaban. Desde fines del siglo XIX, se venía consolidando en Buenos Aires, como una práctica habitual, la aparición de secciones de “sociales” en la prensa que retrataban las fiestas, los eventos culturales y deportivos a los que asistían las familias más importantes de la sociedad porteña. Hacia comienzos del siglo XX y especialmente a mediados de la década de 1910, de la mano de los procesos de modernización que atravesó el país y del crecimiento de los centros urbanos, especialmente la Capital Federal, se multiplicó la tirada de los principales diarios nacionales –La Nación y La Prensa- y surgieron revistas y publicaciones especializadas en donde se retrataban las actividades de las familias porteñas más importantes. Hay que destacar, entonces, que a partir de este momento el número de lectores superó ampliamente a quienes aparecían como protagonistas de las fiestas, partidos de golf, o en las casas de fin de semana –nótese que las actividades se volcaban cada vez más a los sitios al aire libre- que ilustraban las páginas de las revistas, dando cuenta de la atracción que este grupo de imágenes comenzaba a generar entre sectores más vastos de la población. En efecto, los procesos de movilidad social iniciados en la Argentina contribuyeron a la formación de un grupo de lectores volcados hacia la prensa que comenzó a funcionar como una pieza clave en el proceso de democratización, en tanto permitió que las pautas de vida europeas y los códigos de sociabilidad más exclusivos comenzaran a circular entre sectores más amplios. La coincidencia de dos factores: la democratización de los medios de prensa y la creciente demanda de imágenes y modelos que ilustraran las transformaciones de la vida moderna -entendida como un “estilo de vida” que implicaba llevar una vida dinámica, volcada hacia el sport, el club y las actividades al aire libre- otorgó especial visibilidad a aquellos núcleos vacacionales, residenciales suburbanos y de fin de semana, pioneros en su incorporación. La concentración de grupos de elite, de obras de profesionales destacados, los campeonatos de golf y los eventos sociales que se desarrollaban convirtieron a algunos pueblos en protagonistas estelares de las secciones destinadas a retratar la vida moderna o las páginas de sociales en la revistas. De manera que se fue configurando un mecanismo de difusión fomentado por las publicidades y los medios gráficos que promovían los hábitos que asumieron algunos sectores. Además del lugar destacado que ocupaban en la prensa los temas relacionados al habitar, un síntoma claro que evidenció el rol protagónico de los suburbios residenciales pintoresquistas para construir las imágenes y los usos que se difundían entre sectores más amplios lo constituye la aparición de publicaciones que tomaban a la vida

a y b. Vivienda construida por la Sociedad Anónima City Bell, 1922. Procedencia: Registro de la propiedad, Municipalidad de La Plata.

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extra-urbana, al sport y al turismo (entendidos como parte de un mismo universo modernizador) como temas ejes de la publicación. Dentro de los ámbitos profesionales, los programas suburbanos se habían incorporado a fines del siglo XIX como encargos singulares, pero la expansión registrada en las primeras décadas del siglo XX, junto al auge del turismo, fueron modificando paulatinamente su condición de singularidad. Las revistas de circulación dentro de los ámbitos profesionales comenzaron a dedicar mayor espacio a los programas extraurbanos. En enero de 1929 la Revista de Arquitectura publicó un número extraordinario dedicado a las construcciones veraniegas. De manera semejante, la aparición en diciembre de 1930 de un número de Nuestra Arquitectura dedicado exclusivamente a la arquitectura suburbana es un interesante ejemplo que nos permite iluminar el posicionamiento que junto a su arquitectura tomaban algunos sectores del crecimiento como modelos relacionados a la incorporación de prácticas suburbanas. Allí, la selección de las obras respondía principalmente a programas residenciales construidos en San Isidro, Olivos, Tigre, el Country Club Tortugas y el barrio de Belgrano. Con una llegada mucho más amplia, en el año 1933, la editorial Contémpora comenzó a publicar una revista dedicada a los temas del hogar. Casas y Jardines se concentró particularmente en difundir imágenes y formas de habitar consideradas modernas entre un público no especializado. Como señaló Anahí Ballent en “Country life: los nuevos paraísos, su historia y sus profetas”, el ideal de vida pregonado tomaba como modelo los desarrollos suburbanos producidos en Norteamérica -motivos residenciales compactos con cierto carácter pintoresquista- ilustrados en la revista a través de realizaciones destinadas a los sectores medios y altos en el medio local. “los arquitectos Aslan y Ezcurra han diseñado una casa de arquitectura nórdica en el Barrio Parque Aguirre, los tejados a dos aguas, invariable característica de los países fríos donde las nevadas son frecuentes, tienen el atractivo de la tradición (...)”22 “Una casa de estilo californiano en San Isidro, se presenta admirablemente como ejemplo para las residencias particulares en nuestros pueblos suburbanos, y logran destacar acentuadamente la belleza de sus motivos arquitectónicos cuando se hallan encuadradas en un marco de vegetación abundante”23 La revista difundió un grupo diverso de imágenes locales: pintoresquistas, rústicas y en menor medida modernistas que presentaba bajo el mismo discurso modernizador en tanto favorecían una transformación del habitar que se verificaba en la compactación y diferenciación de locales y en la incorporación de elementos de confort. En contraposición a la variedad arquitectónica, al menos hasta mediados de los años 1930, la reiterada aparición de obras pertenecientes casi con exclusividad a viviendas individuales y a determinados sectores de la expansión servía para impulsar y consagrar el prestigio y trascendencia de ciertas poblaciones en relación a la expansión generalizada. En la mayor parte de los ejemplos que presentamos se hace presente una operatoria de posicionammiento simbólico –consciente o no- que da lugar a la configuración de modelos. Como anticipamos, al analizar los ejes principales del proceso de difusión reconocemos que éste se nutría en gran medida de las imágenes provenientes de los suburbios pintoresquistas de clase media y alta que buscaban reproducir en el medio local el escenario y los estilos de vida –aficiones, consumos y pasatiempos- considerados modernos, provenientes de los principales polos de difusión de la época (inicialmente Inglaterra y Francia y hacia la década de 1930, Estados Unidos). La primacía de las imágenes provenientes de determinados sectores de la expansión, no respondió sólo a cuestiones técnicas como la calidad de sus obras o la superioridad de los trazados allí incorporados. Aspectos económicos, culturales y construcciones simbólicas también gravitaron en la definición de los modelos referentes. 6. A MODO DE CONCLUSIÓN El escenario residencial suburbano y junto a él los modos de vida que lo acompañaron tomaron forma entre mediados de la década de 1910 y fines de los años 1930 como parte de un proceso de modernización más amplio que atravesó el país. A través de un período relativamente corto se introdujeron modificaciones en el uso del tiempo libre, los consumos y estilos de vida en relación a nuevas referencias culturales. Dentro de este contexto hemos propuesto reflexionar particularmente sobre dos temas relacionados, la construcción material y simbólica de los espacios destinados al habitar suburbano. En cuanto a nuestro primer tema de interés, podemos decir que más allá de la fase urbanística inicial, en la que se destacó la acción directa de promotores y especuladores, la capacidad y el interés demostrados por estas mismas empresas para guiar el desarrollo y el proceso de consolidación de más largo aliento se reconoce prácticamente nulo. Se verifica entonces, que la formación de los núcleos residenciales de carácter pintoresco se produjo como resultado de una superposición de operaciones colectivas, en la que habitantes, profesionales, y actores menores ligados al ámbito de la construcción determinaron las imágenes locales dentro del marco que establecían ciertos condicionantes; la circulación de modelos a través de revistas, tratados sobre construcción y un imaginario

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colectivo que en líneas generales albergaba con respecto a las construcciones suburbanas de los sectores medios altos, la imagen del chalet o la villa rústica en medio de un área ajardinada. Asimismo, hay que destacar que dentro de la constitución del tejido urbano los núcleos residenciales constituyeron episodios particulares dentro del universo de la expansión. Su incidencia en la escena material suburbana fue más significativa en los primeros años de la expansión, cuando la escala era todavía reducida, y se hizo más tenue hacia fines de los años 1930, como resultado del proceso de expansión masiva. Contrariamente, en el plano de las representaciones la influencia de éstos núcleos se hizo más notable con el correr de los años de la mano de la expansión de los medios de prensa -que reproducían la arquitectura o los eventos sociales y deportivos que allí se desarrollaban- y de la creciente expansión a la cual se asociaba un proceso de difusión de imágenes y modelos.24 A lo largo de las décadas de 1930 y 1940, estos fragmentos de suburbio residencial pintoresquista adquirieron un peso cultural innegable en cuanto construyeron un imaginario urbano que incidió no sólo en aquellos que formaron parte del fenómeno sino en sectores más amplios. Como demostramos a lo largo del artículo, la visibilidad que adquirieron este tipo de urbanizaciones, cuyas construcciones se mostraban en revistas de actualidad o dedicadas a la casa y al jardín, destinadas a un público no especializado, es un indicio indirecto pero ilustrativo de que los hábitos, modos de vida y arquitecturas que allí se desarrollaban se convertían en referencias significativas que condensaban las aspiraciones de sectores sociales algo más amplios. 1 “Nota editorial”, en Casas y Jardines, febrero, 1943. 2 Horacio Torres y Marta Schteingart, “Procesos sociales y estructuración metropolitana en América Latina”, en (comp.) Richard Morse, La investigación urbana latinoamericana: tendencias y planteos. Ediciones Siap, 1971. Datos demográficos del Censo de la Provincia de Buenos Aires de 1938. 3 En este punto es necesario proponer, al menos ampliamente, una definición para el concepto de sectores medios. En principio, este se define más fácilmente por aquellos grupos sociales a los que excluye -sectores trabajadores manuales, obreros, operarios y en el otro extremo los sectores ricos de la elite tradicional- antes que por los que incluye. Desde el punto de vista de las condiciones “objetivas” de vida, notamos grandes diferencias entre los sectores que hoy denominamos medios; tanto en lo que refiere a niveles de ingresos como al prestigio social del que gozan. En esta oportunidad, hemos optado por utilizar la fórmula sectores medios para los grupos profesionales, comerciantes, oficinistas o empleados públicos de ingresos medios; mientras que aplicaremos la fórmula sectores medios-altos, para aquellos grupos que, aunque provenientes en muchos casos de las mismas actividades señaladas para los sectores medios, perciben ingresos superiores. Comparables, en cuanto al capital económico que poseen, a muchas familias de elite, aunque no en los rasgos de distinción o el status social que detentan, estos sectores fueron denominados comúnmente nuevos ricos, advenedizos o parvenue.

Para un análisis clásico de la clase media en Argentina ver GERMANI, G. “La clase media en la ciudad de Buenos Aires: Estudio preliminar”, en Boletín del Instituto de Sociología, n°1, Facultad de Filosofía y Letras UNBA, 1942. versión on-line: http://www.jstor.org/stable/3466371. Una visión contrapuesta, sobre todo en cuanto al rol que jugaron las clases medias en el proceso de modernización en Argentina, fue recientemente expuesta en el trabajo de ADAMOVSKY, E. Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2009. ISBN: 978-950-49-2106-6 4 Las imágenes que la comunidad inglesa introdujo en Argentina eran principalmente las del suburbio inglés de mediados del siglo XIX; como los planes de John Nash para Park Village en Regent´s Park, o los suburbios de Manchester. El arquitecto inglés Medhurst Thomas, quien llegó a la Argentina en la década de 1890, escribió un libro Our home by the Silver River. A few notes and suggestions on domestic architecture in the River Plate (1898), donde procuraba educar a la comunidad, tanto bitánica como local sobre las ventajas de la baja densidad y la casa de habitación inglesa, resumida en la noción del home (en términos de John Ruskin).

De modo que inicialmente más que la idea de núcleos suburbanos independientes se introdujeron las imágenes que promovieron el gusto inglés por las residencias con jardín, y el amor por lo natural.

Posteriormente, al momento en que los suburbios empezaron a consolidarse, las imágenes asociadas a la casa inglesa inmersa en el verde comenzaron a fundirse con la difusión de la teoría howardiana de la Ciudad Jardín y su posterior transformación en el concepto de suburbio jardín, para ser utilizado finalmente por parte de inversores y agentes inmobiliarios como estrategia publicitaria. 5 Cuando hablamos de metrópolis, remitimos al concepto expuesto por Simmel, en donde se reconocen transformaciones cualitativas que se asocian a la ampliación de la urbe, entre ellas, un cambio en los hábitos y las actitudes de los urbanitas que comienzan a experimentar un creciente sentimiento de anomia y desarraigo generado por la intensificación de los estímulos actuantes sobre la “vida nerviosa” y el avance de los procesos de homogeneización social y cultural. SIMMEL, G. “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura, Península, Barcelona, 1986.

Para el caso de Buenos Aires, el pasaje de la gran ciudad a la metrópolis fue señalado por Adrián Gorelik -en clave simmeliana- al reconocer procesos materiales, culturales y políticos que comenzaron a gestarse a partir de la expansión territorial de 1887 y que introdujeron, no sólo un cambio de escala, sino también la masividad de los nuevos sectores populares a la ciudad y a la ciudadanía. GORELIK, A. La grilla y el parque. Espacio público y cultura en Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1998. ISBN: 987-9173-27-9 6 GRAVAGNUOLO, B. Historia del Urbanismo en Europa. 1750-1960. Ediciones Akal, Madrid, 1998. ISBN:84-460-0627-8

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7 Es necesario reflexionar sobre las divergencias entre las transformaciones materiales que sufre un objeto, espacio o paisaje y las imágenes que sobre él se construyen. El abordaje de conceptos como representaciones o imaginarios nos remite a los aportes propuestos por el análisis cultural que han señalado el carácter cultural de los elementos materiales tal como se presentan en los discursos literarios y sociales. Raymomd Williams plantea que la percepción y valoración que tenemos de la ciudad desde las crónicas literarias, no sólo nos permite conocer el objeto estudiado, sino que también revela el punto de vista del observador que opera cargándolo de significados sociales y culturales de acuerdo al contexto vigente. WILLIAMS, R. El campo y la ciudad, Paidós, Buenos Aires, 2001. ISBN: 950-12-6516-1 Edición original: Williams, Raymond. The Country and the City 1973. Oxford University Press, New York. 8 BALLENT, A. “Country life: los nuevos paraísos, su historia y sus profetas”, en Block, n°2, pp. 88-101, 1998, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires; BRUNO, P. “Tradición y modernidad en la concepción del territorio turístico en el litoral bonaerense, Argentina 1920-1950”, en Revista Iberoamericana de Urbanismo. Turismo Litoral, nº 2, 2009. ISSN 2013-6442. versión on line: http://www.riurb.com/pg_numeros_anteriores_2009_02_00.html; TORRES, H. El mapa social de Buenos Aires, Serie Difusión n° 3, 1993. Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UBA; VAPÑARSKY, C. La aglomeración Gran Buenos Aires. Expansión espacial y crecimiento demográfico entre 1869 y 1991, 2000. Editorial Eudeba, Buenos Aires. ISBN: 950-23-1022-5 9 FISHMAN, R. Burgeois Utopias: the raise and fall of suburbia. Basic Books, 1987. ISBN: 0-465-00747-3 10 Puede decirse sintéticamente que la fuerte imagen de oposición ciudad-campo traduce en Argentina la supuesta contraposición entre una población urbana con fuertes raíces y vínculos con Europa contra el inmenso territorio pampeano al sur de Buenos Aires habitado, hasta lo que se conoció como la Campaña del desierto en 1880, por el indio y el gaucho. Por otra parte, basta citar el caso de la novela Facundo. Civilización y Barbarie en Las Pampas Argentinas, de D.F. Sarmiento (1845) para dar cuenta de que la literatura política de la época desarrolló un papel importante contribuyendo a instalar representaciones altamente contrapuestas y estereotipadas de estos dos ámbitos y que tendrían un fuerte impacto en la formación de su imaginario. 11 BALLENT, A. op.cit; BRUNO, P. op.cit. 12 Varios textos ponderan el rol que desde la segunda mitad del siglo XIX tuvo la comunidad británica en la introducción de la sensibilidad pintoresca y en los cambios en las formas de habitar urbana y rural. Ver SILVESTRI, G. “La vida en clave verde. Cambios en las formas de habitar urbana y rural a mediados del siglo XIX”, en Registros, n° 5, pp. 16-29, Abril, 2008. ISSN: 1668-1576 y BUJÁN, J. La colectividad británica en Quilmes, Buenos Aires, 2006, Tesis de Maestría, U.B.A. 13 Para mayor detalle sobre los procesos de suburbanización ver TORRES, H. op.cit; SARGENT, CH. The Spatial Evolution of Greater Buenos Aires, 1870-1930, 1974. Center for Latin American Studies, Arizona State University. ISBN: 0-87918-013-7; BOZZANO, H. “Buenos Aires desde sus orígenes. Transformaciones territoriales y mutaciones productivas”, en José Borello (Coord.), Aproximaciones al mundo productivo de la Región Metropolitana de Buenos Aires, 2007. Universidad Nacional de General Sarmiento, Los Polvorines. ISBN: 978-987-9300-99-2; VAPÑARSKY, C. op.cit. 14 El urbanismo de matriz pintoresquista es aquel que surge originariamente del diseño de parques y jardines. A fines del siglo XVIII los parques ingleses comenzaron a diseñarse a la manera de las pinturas de paisajes de Claude Lorrain (1600-1682), o posteriormente, J.M.W. Turner (1775-1851). A través de una estrategia compositiva absolutamente calculada se buscaba componer un espacio que mantuviera la frescura de la naturaleza sin domesticar, incluyendo pequeños edificios, y obras de arquitectura que parecieran emerger de entre los árboles y arbustos floridos, generando una imagen de sorpresa y variedad.

Este ideal de naturaleza virgen tuvo especial desarrollo en Inglaterra desde donde se difundió a otros países. En el diseño urbano, se tradujo en trazados de calles curvas, aplicados a pequeños conjuntos (barrios suburbanos o pequeñas áreas particulares dentro de la ciudad que buscaban, justamente, diferenciarse de la matriz urbana predominante), con fuerte presencia de áreas verdes y de jardines, de manera tal que la arquitectura pudiera quedar inmersa en medio de un aura romántica. 15 En la formación de los suburbios ingleses de principios del siglo XX, o dentro de Latinoamérica, en algunos casos que pueden considerarse pioneros en Brasil, los emprendedores o compañías inmobiliarias llevaban a cabo una acción compleja, en la que se incluía generalmente la contratación de reconocidos arquitectos que ayudaban a la formación de un espacio prestigioso.

Hacia 1900 los suburbios ingleses eran espacios exclusivos, habitados por sectores medios-altos y en los que trabajaban un grupo de arquitectos de elite.

Por su parte en Brasil, para la construcción del primer barrio jardín de elite, exclusivamente residencial- “Jardín América”-realizado en San Pablo en 1913, se contrató a los propios Barry Parker y Raymond Unwin, discípulos de Hebenezer Howard y realizadores de Letchworth Garden City.

Ver: Guido Zucconi, “De la fase heroica a la estandarización”, en CALABI, Donatella (comp.), Architettura Domestica in Gran Bretagna, 1982. Electa Editrice, Milan; y SANTOS WOLF, Silvia, Jardín América: el primer barrio jardín y su arquitectura, 2001. Editora da Universidade de Sao Paulo. 16 Aunque en la actualidad resulte inadecuada, utilizamos la palabra “pueblo” en este contexto porque es de esta forma como se conocía a muchos de los núcleos suburbanos en el momento de su delimitación, especialmente a aquellos que, como Ranelagh o City Bell, no se incorporaban a áreas prexistentes de la expansión. 17 Ordenanza Municipal aprobando la formación del Barrio-Parque Manuel A. Aguirre. San Isidro, 25 de enero de 1913. Carpeta Barrio Parque Aguirre, Archivo y Museo Histórico de San Isidro. 18 Planos y demás información sobre el loteo se pueden revisar en la Carpeta de Remates-Partido de Quilmes, Departamento de Investigación Histórica Cartográfica, Dirección de Geodesia, Ministerio de Obras Públicas, Provincia de Buenos Aires y en el Museo Histórico y Natural de Berazategui. 19 Datos obtenidos de la Carpeta de Remates - Partido de La Plata, en Departamento de Investigación Histórica Cartográfica, Dirección de Geodesia, MOP, Provincia de Buenos Aires y del libro de DE FRANCO, G. City Bell. Crónica de la tierra de uno, 2005. Edición del autor, La Plata.

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20 Entendemos como arquitectura pintoresca, aquella que plantea como tema central la relación arquitectura-naturaleza, esta última entendida en términos de paisaje. El escenario principal para este tipo de arquitectura son los espacios extraurbanos y los programas que se asocian a actividades recreativas o al aire libre: casas de campo, villas suburbanas, clubes, residencias de veraneo.

En cuanto a las características formales y compositivas, este tipo de arquitectura abandona la simetría clásica para proponer fuertes contrastes volumétricos, quiebres de cubiertas y materiales rústicos.

En Argentina son muchas las referencias estilísticas que pueden englobarse dentro de esta corriente. Predominaron entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, los estilos “severos” del norte de Europa, (el normando, el Tudor, la arquitectura rural inglesa o los manoirs flamencos) que paulatinamente fueron desplazados por otros más “ligeros” y flexibles, asociados al californiano y a diversas variantes mediterráneas (villas italianas, motivos españoles como el chalet vasco o la arquitectura andaluza). 21 Es sabido que durante el periodo de auge económico que vivió la Argentina entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, las familias de la elite acostumbraban a vacacionar en Biarritz o Trouville sur Mer. De manera tal que se puede decir que estaban al tanto de los estilos y las construcciones de los balnearios más exclusivos. Por otro lado, permanecen en la biblioteca de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires (órgano oficial que desde 1904 comenzó a nuclear a los profesionales de la disciplina) un grupo importante de tratados y manuales franceses, ingleses y españoles, que datan de este período, sobre arquitectura en sitios de veraneo, arquitectura campestre, villages y cottages, y que ponen de manifiesto la amplia difusión que estos estilos tenían entre los profesionales locales. Sobre las corrientes de la arquitectura pintoresquista en Mar del Plata, ver GÓMEZ CRESPO, R y COVA, R. Arquitectura Marplatense: el Pintoresquismo, 1982. Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, Resistencia. 22 “Casa de arquitectura Nórdica en el Barrio Parque Aguirre”, en Casas y jardines, noviembre, 1937.

23 “Un chalet californiano en San Isidro”, en Casas y jardines, marzo, 1939. pp. 107-109. 24 Es notable como a partir de los años 1940 puede encontrarse en las páginas de remates de los periódicos que un gran porcentaje de los loteos se promocionaban bajo las fórmulas “barrio parque”; “urbanización con trazado tipo week-end”; entendidas a partir de una definición laxa que principalmente implicaba la existencia de un trazado de lotes amplios en una zona alejada de la Capital.

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NUEVAS CENTRALIDADES DEL OCIO Y EL CONSUMO Ámbitos, modalidades e instrumentos de regulación de las grandes superficies comerciales en la Región Metropolitana de Buenos Aires Lorena Vecslir Peri CONICET - Instituto de Geografía, Universidad de Buenos Aires Doctora Arquitecta por la Universidad Politécnica de Catalunya Mail: [email protected] RESUMEN Dentro de los actuales procesos de reestructuración de la centralidad metropolitana, las grandes superficies del ocio y el consumo ejercen un rol protagónico, como nodos articuladores de regiones urbanas que tienden a una configuración y funcionamiento cada vez más reticular. En el caso de Buenos Aires, a semejanza de otras metrópolis latinoamericanas, la profusión de estas implantaciones y su importancia en el desarrollo del nuevo espacio urbano territorial se contrapone a un planeamiento urbanístico ambiguo, que ignora las lógicas supramunicipales de estos artefactos y que a escala local parece adaptar la normativa a las demandas propias del mercado. Frente a esta problemática, desde una mirada propositiva, el trabajo indaga entorno a las relaciones entre las nuevas formas de la centralidad y subcentralidad metropolitanas; la distribución territorial de los grandes centros de consumo; las principales modalidades morfotipológicas con que se presentan; y los parámetros de localización, regulación formal y funcional que derivan de los instrumentos vigentes. Palabras clave: nueva centralidad, grandes superficies comerciales, ordenamiento territorial, región metropolitana de Buenos Aires ABSTRACT Among the current process of metropolitan centrality restructuring, large-scale stores of leisure and consumption exert a starring role, as articulating nodes of urban regions which tend to an increasingly net-worked configuration and operation. In the Buenos Aires case, following the example of other Latin American metropolis, the proliferation of these establishments and its importance in the development of new territorial urban space, stands in neat opposition to an ambiguous urban planning, which ignores the supramunicipal logics of these artifacts and, at a local scale, seems to adapt urban regulations to specific market demands. In relation to this problem and from a “propositive” viewpoint, this work inquiries into the relationship between new ways of metropolitan centrality and subcentrality; territorial distribution of major centers of consumption; their main morphotypological modalities; and location, formal and functional regulation parameters which derive from existing instruments. Key words: new centrality, large retail establishments, territorial planning, metropolitan region of Buenos Aires

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Los cambios en las formas de producción, distribución y consumo, las nuevas pautas residenciales y entornos laborales, y el desarrollo de las infraestructuras de comunicación, han contribuido a generar importantes transformaciones territoriales durante las últimas tres décadas. Entre éstas, la configuración de “una nueva, más dispersa, articulada e inestable geografía de lugares centrales” (Secchi, 1998) que ilustra el salto de escala funcional de nuestras metrópolis y las tendencias actuales a un funcionamiento de los territorios de tipo reticular (Ascher, 1995; Veltz, 1996). Se trata del paso del aglomerado a la red, en el que “la centralidad significa pertenencia a alguna de las diferentes redes de flujos y relaciones de geometría variable” (Font, 1997). Complejas redes metropolitanas, articuladas espacialmente por nodos de muy diversa índole: emergencias puntuales, centros tradicionales, sub centralidades de segundo y tercer orden, concentraciones lineales, etc., definiendo tendencias hacia un nuevo uso extensivo del espacio metropolitano, y retroalimentando un proceso de descentralización ya no exclusivamente basado en la residencia, sino que incorpora progresivamente nuevos espacios de equipamiento, vinculados al comando empresarial, a los servicios a la producción y a las personas. Dentro de estos últimos, destaca la “polarización”1 de las actividades comerciales, redimensionadas en grandes superficies del ocio y el consumo, en relación a la red arterial de la infraestructura viaria. Algunas caracterizadas por su especialización funcional, otras por la sinergia con actividades compatibles que en la proximidad espacial obtienen ventajas en términos de atracción y racionalidad en el uso de servicios comunes (Vecslir, Font, 2009). La Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA)2 no resulta ajena a estas dinámicas metropolitanas globales, con tendencias tanto hacia la continuidad de las relaciones unidireccionales y jerarquización formal y funcional del centro tradicional de Buenos Aires, como al surgimiento de una red de nodos de localización del terciario, consolidada especialmente en el norte de la región, más compatible con las lógicas de fragmentación, concentración-dispersión y discontinuidad metropolitanas contemporáneas (Ciccolella, 2005; Ciccolella, Vecslir, 2010). Nodos muchas veces configurados a partir de la creciente implantación de actividades comerciales y del ocio, en forma de grandes superficies, en los municipios de la segunda y tercera corona de la región. Un fenómeno que se retroalimenta especialmente en los años ’90 cuando paralelamente a la renovación, expansión y mejora de la red de autopistas, se diversifican los procesos de suburbanización residencial (en forma de countries y barrios cerrados), se modifican las condiciones locacionales del sector de servicios (oficinas, sedes de empresa, bancos, hotelería) y equipamientos privados (educativos, sanitarios), y las industrias refuerzan tendencias ya existentes asociadas con las autopistas (Blanco, 1999). Sin embargo, pese a la importancia del fenómeno, el planeamiento urbanístico no ha sabido acompañar el desarrollo de las grandes superficies del ocio y el comercio. Más bien, la normativa se ha configurado a posteriori de la implantación, respondiendo a las demandas propias del mercado, o se ha adaptado de forma simplista a la regulación vigente para otros usos. La inexistencia de marcos vinculantes de planificación comercial en ámbitos superiores al municipal, a nivel del área metropolitana o urbana funcional, y la ambigüedad de las ordenanzas locales en relación a la implantación, configuración formal y usos propios de estos formatos, conducen de esta manera al planteo de un estudio específico de las grandes superficies desde el punto de vista urbanístico, orientado a la intervención. Frente a esta problemática, y considerando que de un análisis intencionado pueden derivarse argumentos de propuesta, el presente trabajo se propone estudiar la distribución territorial de las grandes superficies del ocio y el comercio en la RMBA; las principales modalidades morfotipológicas con que éstas se presentan; y los parámetros de localización y regulación formal y funcional que derivan de la normativa e instrumentos urbanísticos vigentes. El objetivo final es aportar nuevos argumentos y contribuir a la discusión en torno a las figuras y parámetros necesarios para la reorganización territorial del comercio y, en general, para la reestructuración de la centralidad metropolitana desde un planeamiento urbanístico renovado. 1. LA REESTRUCTURACIÓN DE LA CENTRALIDAD COMERCIAL

Tal como explica Álvaro Domingues, “el carácter especializado y calificado, la rareza o la naturaleza estratégica de las funciones ejercidas” convierten progresivamente a los nuevos artefactos metropolitanos (entre ellos, las grandes superficies del ocio y el consumo) en los espacios de “condición central”, propios y referenciales del territorio urbano contemporáneo.3

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En este sentido, el proceso de reestructuración metropolitana ha dado lugar en la RMBA a la convivencia de diferentes formas de centralidad comercial (Abba, 2005, Garay, 2007; Tella, 2005), con ámbitos de influencia yuxtapuestos y funciones urbanas que se complementan o compiten, así como a una resignificación de sus dimensiones, dinámicas, usos y usuarios (Vecslir, Ciccolella, 2009). Figura 1 En primer lugar, los centros tradicionales: microcentro “extendido”, macrocentro de la ciudad de Buenos Aires, y las cabeceras de los partidos bonaerenses de mayor dimensión, cuyo origen se relaciona con las estaciones ferroviarias y los trazados viarios radiales de la región (Avellaneda, Quilmes, Lomas de Zamora, Morón, San Martín, San Isidro, etc.), concentrando la actividad económica vinculada al comercio tradicional, la administración pública, los equipamientos comunitarios, sedes bancarias, despachos y estudios profesionales. En relación a las mismas, resulta de interés el proceso de reconversión que sufren actualmente algunas de sus áreas centrales, ya sea a través de operaciones urbanísticas (proyecto “área central de Morón”, proyecto remodelación del casco cívico de San Fernando) o vía mercado (Quilmes, San Isidro, Tigre). Por otro lado, la emergencia de nuevas subcentralidades, más o menos complejas, organizadas a partir de grandes centros comerciales, hipermercados, home centers y/o multicines, entre las que podemos distinguir tres situaciones diferenciadas: - aquellas situadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y la 1ª corona, en entornos urbanos

consolidados, y muchas veces en relación a corredores comerciales preexistentes (avenidas y carreteras de acceso);

- las localizadas en el resto de la región, en discontinuidad con el tejido urbano existente, e implantadas en relación al sistema metropolitano de carreteras, autopistas y autovías;

- la emergencia de polaridades nodales en la zona norte (Acceso Norte, entre Vicente López y San Isidro y ramal Escobar y Pilar) y de manera embrionaria en la zona oeste y sur de la región (Acceso Oeste, y autopista Buenos Aires-La Plata), que tienden a incluir algunas funciones direccionales complementarias: universidades y centros médicos privados, complejos de oficinas, hotelería internacional, etc.

De esta manera, las áreas de influencia de los centros y corredores comerciales tradicionales de la RMBA se yuxtaponen, complementan y/o compiten con la emergencia de nuevas subcentralidades metropolitanas que, si bien no resultan comparables en relación al simbolismo, apropiación pública del espacio, decantación histórica de las arquitecturas, y accesibilidad desde los medios masivos de transporte, han asumido progresivamente una complejidad funcional y un dinamismo inédito en la atracción y polarización de usos hasta ahora propios de la ciudad compacta.

Figura 1. Centralidades AMBA 2004. Fuente: Abba, A. y Laborda, M. CIHaM, FADU, UBA, 2005.

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2. LAS GRANDES SUPERFICIES DEL OCIO Y EL CONSUMO EN LA RMBA

Dentro del marco delineado, se ha profundizado en el estudio de las grandes superficies del ocio y el comercio en la RMBA, reconstruyendo su proceso de crecimiento, modernización tipológica y localización territorial, considerando que se trata del producto inmobiliario que, junto a otros sectores (emprendimientos residenciales de alto standing, parques de negocios o centros corporativos y grandes equipamientos privados), mejor expresa los cambios de patrones en la estructuración de la centralidad metropolitana. En términos metodológicos, se partió algunos trabajos previos (Ciccolella, 2000; Vecslir y Ciccolella 2009), completando y actualizando las bases de datos generadas a partir de diversas fuentes de información: páginas web de las firmas comerciales, reportes inmobiliarios, suplementos de periódicos especializados, y trabajos de campo. En relación a las tipologías relevadas, se acotó el estudio a los formatos comerciales mayores a los 2.500 m², tanto de la gran distribución alimentaria (hipermercados) como con otro tipo de oferta: centros comerciales (shopping centers), superficies especializadas (home centers), e instalaciones para el ocio (multicines). La importancia cuantitativa de este tipo de crecimientos se ve reflejada en las más de 170 aperturas relevadas entre 1982 y 2010. Paralelamente, como ya se ha mencionado, se produce un cambio en la lógica locacional, registrándose, en comparación con la década del ‘90, un mayor crecimiento de centros comerciales y de ocio en el Gran Buenos Aires (GBA) y el eje norte de la región que en la CABA (figuras 2 a 4). Desde la observación discriminada por tipología (figura 5), los hipermercados nos dibujan un mapa relativamente homogéneo, resultado de una evolución casi “democrática” en la distribución territorial de este formato. Mientras que en un inicio, en los años ’80, el patrón de implantación de las grandes cadenas internacionales (Carrefour, Jumbo) y nacionales (Norte, Coto y Tia SA) tiende a vincularse a los sectores con mayor nivel de ingresos (CABA y zona norte del conurbano bonaerense), a partir de mediados de los ’90 se produce una importante fase de expansión con la llegada de nuevos competidores extranjeros (cadena estadounidense Walmart), se genera una explosión de nuevas aperturas o “hipermercadización” (Ciccolella, 2000) y la expansión de las áreas de influencia hacia la zona oeste y sur de la RMBA (Gutman, 1997 y Ciccolella, 2000). Actualmente las cadenas que presentan este formato son Carrefour, Jumbo, Coto y Walmart.4 A semejanza de los hipermercados, los primeros shopping centers privilegian localizaciones en la ciudad central (Patio Bullrich, Alto Palermo, Galerías Pacífico, Shopping Spinetto) o asociadas a los sectores de mayores ingresos (Soleil Factory y Unicenter en San Isidro). En un segundo momento, surgen nuevos focos de localización en el conurbano, especialmente en torno al Camino de Cintura5, donde todavía existen densidades de población considerables, situados en emplazamientos casi equidistantes (Vecslir, Ciccolella, 2009). Entre las últimas inauguraciones (DOT Baires Shopping, Paseo Pilar, Maschwitz Mall, etc.) destaca la polarización de centros en relación al Acceso Norte en el cruce con la Av. General Paz, y en los ramales Escobar y Pilar. Respecto a la geografía locacional de los home centers (superficies especializadas en artículos para el hogar) destaca su tendencia a localizarse junto a otras grandes superficies de ocio y consumo, configurando “parques comerciales” integrados. Las principales cadenas, Easy (de capitales germano-chilenos perteneciente al Grupo Cencosud) y Sodimac (de capitales chilenos perteneciente al Grupo Falabella), se instalan en la región en los años 1993 y 2008 respectivamente y, a diferencia de los otros formatos, el mayor número de implantaciones no se sitúa en la CABA sino en la zona norte y oeste de la región. Finalmente, en relación a los multicines, existe un cambio a partir de la llegada a la RMBA, en 1997, de las cuatro cadenas de capital extranjero: Hoyts General Cinemas, Village Cinemas, Cinemark y Cines Showcase. Desde esa fecha hasta la actualidad dichas compañías han inaugurado 23 multicines (con un total de 228 salas) que, sumados a aquellos pertenecientes a los grupos nacionales (Atlas Cines, Cinema La Plata, Cinema Devoto), presentan un total de 33 complejos multipantalla. Estos se localizan dentro de los principales shoppings urbanos y suburbanos, en parques comerciales, o constituyendo en sí mismos “centros de ocio” (Showcase Norcenter, Showcase Haedo, Village Caballito, Village Pilar, Village Recoleta), donde a la exhibición de películas se agregan pistas de bowling, juegos infantiles, patio de comidas, y/o locales comerciales. El cambio en el patrón de implantación y, como veremos, el cambio de formatos o su evolución tipológica, no resulta, sin embargo, en una mayor integración con el entorno inmediato. A escala local, la facilidad de acceso peatonal o a través del transporte colectivo, el carácter público de la vialidad y del espacio libre, y las relaciones morfológicas con el tejido o paisaje del contexto, se alteran para dar prioridad a la movilidad particular, la propiedad, gestión, conservación y vigilancia privada del espacio, y la especialización/homogeneización de las nuevas fórmulas comerciales (López de Lucio, 2006), “(...) colaborando en la conformación de un nuevo tipo de

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suburbio, de unas formas de urbanización y suburbanización más dispersas, así como en la redefinición de factores de localización de otras actividades económicas y de la función residencial” (Vecslir, Ciccolella, 2009).

Figura 2: Evolución de los centros del ocio y el consumo en la RMBA. Fuente: Elaboración propia

Figura 3: Localización de los centros del ocio y el consumo en la RMBA. Fuente: Elaboración propia

Figura 4: Distribución territorial de los centros del ocio y el consumo en la RMBA 1990, 2000, 2010. Fuente: Elaboración en base a relevamientos propios. Cartografía digital: Marianela Figueroa

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Figura 5: Distribución territorial de los centros del ocio y el consumo en la RMBA. Fuente: Elaboración en base a relevamientos propios. Cartografía digital: Marianela Figueroa 3. LA COMPLEJIZACIÓN TIPOLÓGICA

En un trabajo anterior (Vecslir, Ciccolella, 2009) se propuso una tipificación de las grandes superficies del ocio y el comercio de la RMBA, centrada básicamente en sus modalidades de implantación y destino funcional. Retomando la idea de una complejización en la evolución tipológica de estos formatos y de sus sinergias con otros usos, se actualizan y completan aquellas categorías (figura 6), con la confianza que del entendimiento de estas u otras

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similares pueden derivarse pautas o normas más preocupadas por su configuración formal y funcional, que por los cambios de zonificación y aprovechamiento del suelo. 3.1. El gran contenedor especializado La primera categoría se refiere al objeto individual que se emplaza en cualquier tipo de tejido o espacio urbano, manteniendo siempre la alta accesibilidad desde el transporte individual. Se distinguen: - Hipermercados: Establecimientos en régimen de autoservicio con una oferta que incluye el sector cotidiano así

como otros complementarios (textil, bricolaje, electrodomésticos, etc.); y que pueden diferenciarse entre pequeños (entre 2.500 y 4.999 m²), medianos (entre 5.000 y 9.999 m²) y grandes (más de 10.000 m²).

- Home centers: Establecimientos con una oferta de productos especializados en la construcción, remodelación y equipamiento de la casa y el jardín, y una superficie de venta entre 3.500 m² y 13.000 m².

- Multicines: Complejos de salas pequeñas de proyección simultánea6, pertenecientes a cadenas nacionales e internacionales. El número de butacas varía entre 385 y 6.300 butacas, y su superficie entre 800 m² y 10.000 m² para aquellos implantados en shoppings, o mayor a 10.000 m² cuando se trata de parques comerciales o centros de ocio.

3.2. Del big box al complejo comercial y de ocio A partir de los ’90 surgen nuevas modalidades en las que la tradicional “caja de zapatos” (big box) da paso progresivamente a la generación de conjuntos edificados más complejos, destinados al ocio y el consumo y gestionados de manera unitaria. Modalidades que, con mayor o menor eufemismo terminológico (ej. uso del término parque), vienen a responder a la necesidad de llenar de contenido urbano la baja calidad arquitectónica y urbana de los modelos anteriores, suplementando sus funciones (incorporación del ocio), incrementando sus dimensiones y/o enriqueciendo su diseño. - Centro comercial o shopping center: Establecimientos minoristas integrados en un único edificio y gestionados

unitariamente, que normalmente se agrupan en torno a un hipermercado o tienda departamental, “locomotora” del conjunto.

- Centro comercial “de cercanía”: Formato de muy reciente difusión en la RMBA, de menor superficie que los anteriores, y que intenta cubrir las necesidades cotidianas de compra y servicios de las urbanizaciones privadas, incorporando además de locales comerciales, en las plantas altas: farmacia, banco, correo, oficinas y estudios profesionales, centro médico, etc.

- Parque comercial: Establecimientos minoristas en edificios independientes, que comparten un mismo emplazamiento, la imagen comercial, el estacionamiento y otros servicios. Normalmente el conjunto incluye un hipermercado, un home center y un centro de ocio.

- Shopping village: Locales comerciales organizados en hilera frente a una calle o paseo peatonal, imitando la configuración del eje comercial tradicional y, a veces, simulando el lenguaje o tipología arquitectónica de un “pueblito de compras”.

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Figura 6: Tipologías de los centros del ocio y el consumo en la RMBA. Fuente: Elaboración propia 3.3. Las sinergias emergentes Otra forma de agrupación consiste en la localización espontánea (en el sentido que no deriva de decisiones urbanísticas) de ciertas actividades que, gestionadas de manera independiente, conviven buscando sinergias en un mismo sector urbano. Preliminarmente se identifican dos formas de sinergias emergentes:

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Figura 7: Nodos de la nueva centralidad Fuente: Elaboración propia

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Corredor comercial y de servicios Se trata de una tipología relativamente tradicional que se encuentra en muchos accesos a ciudades o centros urbanos, concentrando cierto tipo de comercio especializado de proximidad (concesionarias automotrices, talleres mecánicos, repuestos de automóvil, materiales de construcción, bricolaje, maquinarias agrícolas, viveros, etc.) y actividades comerciales mayoristas o de pequeña industria (muebles, cerámica, etc.). Algunas actividades innovadoras (sedes bancarias, servicios logísticos, pequeños centros de negocios), incluyendo las formas comerciales anteriormente descriptas, suelen implantarse en estos corredores que presentan una clara configuración de tipo lineal, buscando la accesibilidad y el efecto “vitrina” de los mismos. Entre otros, la Av. Calchaquí en los municipios de Quilmes y Berazategui y Av. Presidente Arturo Illia en Malvinas Argentinas constituyen ejemplos de esta modalidad en la RMBA. Nodo comercial Otra variedad más “americanizada” de nuevas configuraciones y sinergias territoriales, son las centralidades comerciales de configuración nodal: Se distinguen de las anteriores por la disposición concentrada (en forma de nube) de las edificaciones e instalaciones en los puntos de máxima accesibilidad (enlaces viarios y/o accesos urbanos), por tratarse de aglomeraciones localizadas en áreas donde no existía mayormente la función comercial, y por la presencia de grandes superficies comerciales y de ocio (hipermercado, home center, multicines) que, a manera de un parque comercial extendido, actúan como “locomotoras" o atractores de la actividad empresarial (oficinas, edificios corporativos), de grandes equipamientos privados (universidad, clubes deportivos, centros de salud), e incluso del alojamiento temporal (hotel, suites). Sirven como ejemplo en el Corredor Norte, el enclave entorno al shopping Unicenter y Norcenter (ex Showcenter), y el llamado “km 50" en el ramal Pilar, a partir de los centros comerciales Torres del Sol, Las Palmas del Pilar y Village Pilar (figura 7). 4. LOS INSTRUMENTOS URBANISTICOS VIGENTES: PARÁMETROS DE LOCALIZACIÓN, REGULACIÓN FORMAL Y FUNCIONAL

En la actualidad, existen en la RMBA dos niveles de regulación que inciden de manera más o menos directa en el desarrollo de grandes superficies comerciales y de ocio7: - A nivel provincial, la Ley 12573 regula la instalación, ampliación, modificación y funcionamiento de las

grandes superficies. Paralelamente, la Ley 8912 de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo (sancionada en 1977 y actualmente en discusión) limita estos crecimientos, a semejanza de otros usos, desde la factibilidad de servicios, capacidad de dotación de equipamiento comunitario, e intensidad de ocupación.

- A nivel municipal, según el grado de desarrollo en materia de planeamiento, sirven como instrumentos complementarios de regulación: la delimitación preliminar de áreas, el Código Urbano, o el Plan de Ordenamiento Urbano; así como las ordenanzas sectoriales de regulación de la actividad comercial.

Sin embargo, son muy pocos los municipios que cuentan con códigos y planes urbanos actualizados que contemplen este tipo de implantaciones. Entre otras excepciones, los municipios de La Plata y Malvinas Argentinas han servido de referencia en la elaboración del listado de parámetros que se presenta a continuación. Frente a la falta de operatividad de los ámbitos de regulación existentes (administrativos en lugar de áreas funcionales), y a la escasez o parcialidad de la normativa vigente en el control de los aspectos formales o funcionales de las grandes superficies, se han estudiado además otros instrumentos representativos de regulación en Argentina como la Ley 12069 de la Prov. de Santa Fe, o la Ordenanza 9843 en la ciudad de Córdoba. 4.1. Parámetros derivados de localización Respecto a la localización de las grandes superficies comerciales, a partir de los instrumentos analizados se detectan los siguientes temas o problemas, objeto de regulación: Relación entre superficie de venta y población La Ley 12573 de la Prov. de Buenos Aires fija una relación entre la superficie de venta del emprendimiento y la población del municipio donde se asienta8, en base a la cual se define el concepto de gran superficie comercial. Los valores establecidos sirven a la vez como límite para su instalación en áreas urbanas y semiurbanas, o áreas complementarias y zonas de uso específico. Dentro de este marco, a nivel municipal, una Ordenanza del partido de La Plata, promulgada en febrero de 1998, es pionera en la restricción de las grandes superficies comerciales en áreas urbanas o sobre avenidas y rutas de acceso a la ciudad, lo cual ha resultado en la ausencia de shopping centers y la

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permanencia de los dos únicos grandes hipermercados (Walmart y Carrefour), anteriores a la ordenanza, localizados en predios colindantes. Superficie máxima cubierta y participación de mercado La Ley 12069 de la Prov. de Santa Fe suma a los anteriores parámetros, el concepto de “superficie máxima cubierta”, definida como aquella resultante del divisorio entre la cantidad total de habitantes y el coeficiente ocho (8). Así, ninguna firma comercial puede superar el 30 % de la totalidad de la superficie máxima cubierta en un mismo municipio, o controlar más del 30% del mercado en un sector o rubro determinado, buscando evitar el monopolio de las grandes cadenas. Área de influencia Aunque los estudios de mercado ya no midan las distancias en km sino en tiempo de comunicación según la infraestructura de relación entre la superficie comercial y sus potenciales consumidores, resulta de interés la consideración que hace la misma Ley del “área de influencia” de una unidad comercial, entendida como el ámbito comprendido por un radio de 25 km desde el punto donde esté establecida o pretenda establecerse. Límite de otra comuna La contigüidad urbana y la obsolescencia de los límites administrativos para ejercer nuevas formas de gobernanza metropolitana es un tema no ajeno a la regulación de las grandes superficies comerciales. El shopping Unicenter entre Vicente López y San Isidro, o el conjunto Cinemark-Carrefour-Sodimac entre Malvinas Argentinas y San Miguel, entre otros, evidencian los conflictos que generan las externalidades positivas y negativas en ambos municipios. Como antecedente a esta discusión encontramos la Ley 12.084 (enero de 1998, Prov. de Buenos Aires) la cual establecía que cuando la instalación de una grandes superficie comercial se pretendiese realizar a una distancia inferior a los 6 km del límite de otra comuna, el municipio en que se gestionase la radicación debería solicitar a aquella la pertinente autorización. 9 Regiones Comerciales En consonancia con lo anterior, resulta significativa la división territorial que realiza la mencionada Ley 12.069 de la Prov. de Santa Fe en catorce “regiones comerciales”, como ámbitos de actuación de los Consejos Asesores Regionales, con incidencia específica sobre el desarrollo de los respectivos Planes Territoriales. 4.2. Parámetros de regulación formal y funcional En comparación con la velocidad del crecimiento y complejidad tipológica con que se desarrolla el proceso de modernización comercial en la RMBA, el análisis de la normativa vigente devela muy pocos avances en el control formal y funcional de los nuevos artefactos del ocio y el comercio. Carácter colectivo y otras especificidades tipológicas Matizando los parámetros de tipo cuantitativo, la Ley 12069 (Prov. de Santa Fe) incorpora el concepto de “carácter colectivo” del establecimiento o centro de compras, dado por “un conjunto de puntos de venta instalados en un mismo predio, parque o edificación”, según el cual las modalidades de parque comercial, shopping center o shopping village se consideran grandes superficies independientemente de su tamaño. A escala municipal, la Ordenanza 9843 de la ciudad de Córdoba, nos ofrece asimismo una clasificación tipológica pormenorizada que resulta de interés de cara a una regulación más acorde a las características y necesidades específicas de cada formato. La normativa diferencia centros comerciales, centros de compras, hipermercados e hipercentros en base a: la presencia o no de un supermercado; la relación entre la superficie del mismo y la del resto de los locales comerciales; y la superficie total del predio o parcelas ocupadas. Índices de ocupación, retiros y restricciones de altura Como sucede en la mayoría de municipios, el Código Urbano de la ciudad de Buenos Aires no cuenta con una zonificación específica para las grandes superficies comerciales sino que “normativiza” de manera especial cada caso, adaptando los parámetros urbanísticos (factor de ocupación, retiros y restricciones de altura) a proyectos predeterminados. Así, encontramos zonas de “arquitectura especial” por su carácter histórico (Galerías Pacífico, Patio Bullrich), “equipamientos especiales” (ex Mercado del Abasto, Dot Baires), “normas especiales” (Easy Jumbo Palermo, Alto Palermo), o “urbanizaciones determinadas” (Paseo Alcorta). En el resto de la región, esta carencia se acentúa con la ambigüedad de la Ley 8912 y de los códigos y planes municipales vigentes, lo cual se traduce en la indiferencia locacional de los nuevos artefactos, enmarcados casi en cualquier tipo de zonificación: residencial, industrial, mixta, etc. Entre las pocas excepciones, el Código Urbano del municipio de Malvinas Argentinas (aprobado en el 2006), fija parámetros específicos de regulación, estableciendo la categoría de “centro nodal” que define como “el tejido cuyo

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sentido predominante es el de contenedor comercial, servicios gastronómicos, servicio de atención a la circulación vehicular, de esparcimiento social y cultural, en parcelas de grandes superficies”. Los indicadores urbanísticos incluidos en este instrumento son los de densidad máxima, y factor de ocupación de suelo y total (FOS, FOT), dependiendo del grado de servicio (conexión a la red de agua y desagüe cloacal) con que cuenta la parcela. Se establece asimismo superficie, ancho mínimo y coeficiente de absorción de la parcela; tipología de edificación, retiros perimetrales y altura máxima; y se fijan algunas condiciones de arbolado externo e interno. Usos predominantes, complementarios y requeridos De acuerdo con la zonificación adoptada, los códigos y planes urbanos municipales suelen diferenciar entre usos predominantes, complementarios y requeridos. En el caso de regulación específica (como el código mencionado del municipio de Malvinas Argentinas), los primeros incluyen el comercio y, en general, la recreación (entretenimientos, juegos infantiles, cines, etc.). Los usos complementarios contemplan los servicios, la posibilidad de incorporar oficinas y su compatibilidad con algunas tipologías residenciales y categorías productivas. Como usos requeridos encontramos el estacionamiento y los espacios de carga y descarga. Directrices particularizadas Cabe destacar que la búsqueda de criterios o parámetros de regulación por categoría o modalidad tipológica no impide fijar adicionalmente directrices particularizadas de relación de la edificación con su contexto de implantación. En este sentido, volviendo al ámbito de la CABA, nos interesa señalar las cesiones de terreno efectuadas por las empresas promotoras del Paseo Alcorta o del Alto Palermo Shopping, entre otros ejemplos, destinadas “permeabilizar” los proyectos con la apertura de algunas calles, cruces peatonales elevados, y servidumbres de paso. 5. REFLEXIONES FINALES

La emergencia de centros, polaridades o concentraciones ocio comerciales resulta sin duda un fenómeno de gran importancia en la configuración del espacio urbano territorial contemporáneo de la RMBA. El análisis de su relación con la normativa urbanística vigente evidencia la necesidad de un planeamiento renovado, orientado a la reorganización territorial del ocio y el comercio, tanto a nivel de región como a escala municipal, que permita localizar y cuantificar las reservas de suelo destinadas a estas actividades, así como establecer criterios generales para las implantaciones existentes y propuestas. Dentro de este marco, con el objetivo de contribuir al debate ya iniciado en nuestro medio sobre las posibles políticas o acciones hacia un planeamiento actualizado de los nuevos espacios del comercio y el ocio, se enuncian algunas consideraciones preliminares. 5.1. Sobre los instrumentos - La necesidad de un plan de escala territorial, acordado entre las administraciones municipales, para un

desarrollo coordinado de los futuros centros y subcentros de consumo con los servicios y las redes de infraestructura existentes y previstas.

- La competencia entre territorios municipales en la atracción de estos usos, y la posibilidad de generar mecanismos de colaboración intermunicipal, redistribuyendo y compensando las cargas y beneficios, a fin de racionalizar las nuevas implantaciones, reduciendo la fragmentación y el consumo de suelo.

- La pertinencia de establecer paralelamente, políticas de recuperación, mantenimiento y potenciación de los centros tradicionales y las áreas comerciales existentes, promoviendo una oferta “distintiva” de equipamientos, espacios públicos y servicios de calidad o de “diseño”.

- Las plusvalías generadas por el cambio de zonificación y/o aumento de los índices de aprovechamiento del suelo, las cuales sugieren el empleo de mecanismos de colaboración público-privada y la cesión de espacios libres y equipamientos comunitarios, así como la realización de la infraestructura y vialidad local, por parte de las empresas.

5.2. Sobre la localización - El impacto sobre las estructuras comerciales existentes y la necesidad de alcanzar un nivel de equipamiento

comercial equilibrado entre las diferentes formas de distribución, estableciendo complementariedades con los ejes y las zonas comerciales tradicionales de la ciudad compacta.

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- La falta de relación entre las grandes superficies comerciales y la red ferroviaria o recorridos de autobuses, y la importancia de preveer su accesibilidad mediante los medios de transporte público.

- La búsqueda de un planeamiento “propositivo” que potencie o promueva (mediante premios) determinadas localizaciones metropolitanas (centros o subcentros comerciales) a fin de corregir déficits de dotación comercial y evitar la movilidad de población y sobrecarga de las infraestructuras públicas.

5.3. Sobre la forma y la función - La ausencia de categorías (zonas) actualizadas del uso ocio-comercial en los códigos urbanos a partir de las

cuales regular las especificidades de cada formato. - La escasa atención al diseño del espacio público y espacio libre colectivo.

- La gran cantidad de espacio destinado al viario y a la dotación de plazas de estacionamiento, y el necesario

proyecto local de continuidad y diseño de calles.

- La posibilidad del trabajar con el volumen arquitectónico, su envolvente (transparencia de la fachada, sistemas constructivos), la relación con el tejido del entorno (alturas y alineaciones) y con los elementos paisajísticos o naturales existentes (arbolado, visuales, cursos de agua, topografía, etc.).

- El empleo cada vez más generalizado de criterios sustentables de diseño, teniendo en cuenta, entre otros factores, la orientación, materialidad, sistemas de energía renovable.

- Los rubros que componen la nueva implantación comercial y sus efectos de competencia o sinergias con el comercio existente.

- La importancia del mix funcional y de prever en el diseño la agregación de funciones complementarias a la comercial (equipamientos públicos, oficinas, servicios, alojamiento temporal, etc.).

En síntesis, la búsqueda de un nuevo escenario de organización de la actividad comercial y, más en general, de rearticulación de la relación entre nodos y “corredores”, existentes y en proyecto, dentro de un esquema territorial en red. En términos de E. Soja (2004), “repensar la nodalidad” desde la perspectiva de la transición post-metropolitana y las evoluciones geográficas del movimiento y la movilidad.

1 “A manera de imán, carreteras y autopistas juegan el rol de atractores de ciertas piezas urbanas que, aunque con características específicas según el contexto territorial de implantación, encuentran en las mismas nuevas ventajas posicionales, diferentes y alternativas a las de la ciudad compacta” (Vecslir Peri, 2007). 2 Se entiende por RMBA las siguientes jurisdicciones: a) Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), con un área de 200 km² y una población actual de alrededor de 3.100.000 habitantes; b) Gran Buenos Aires (GBA), conformada por 24 partidos (o municipios) que forman la 1° y 2° corona de la aglomeración, con un área de 3.680 km2 y una población actual aproximada de 9,9 millones de habitantes; y c) el resto de la RMBA o 3ª corona, integrada por 16 partidos, con un área aproximada de 15.800 km² y una población actual de 1.600.000 habitantes. En conjunto, la RMBA comprende un área de 19.680 km² y una población actual aproximada de 13.700.000 habitantes. La expresión AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires), se utilizará para denominar al conjunto CABA+GBA, y la expresión RMBA (Región Metropolitana de Buenos Aires), para el conjunto total de la aglomeración. 3 En este sentido, el autor utiliza “condición central” como un concepto que permite evaluar los centros por sus funciones más que por sus formas, evitando así su asociación directa con las morfologías y referencias simbólicas de los centros tradicionales o históricos (Domingues, 2002). 4 Respecto a las últimas fusiones, cabe destacar la compra de Norte por el grupo Carrefour en el año 2000, la de Disco-Vea en el 2004 por Jumbo, y finalmente la de Auchan por Walmart en el año 2007. 5 La red arterial viaria metropolitana configura un sistema radial entre el conurbano y el área central, estructurado por el Acceso Norte, el Acceso Oeste, la autopista Ricchieri (y su prolongación Ezeiza-Cañuelas), y la autopista Buenos Aires-La Plata. Más allá de la avenida General Paz, primera circunvalación; el Camino del Buen Ayre, entre los Accesos Norte y Oeste, y el Camino de Cintura, discontinuo, con semáforos y cruces a nivel, actúan como segunda vía de circunvalación. Por último, la Ruta 6 (ejecutada entre Zarate y el Acceso Oeste), constituirá el anillo viario exterior de la aglomeración, uniendo una serie de ciudades situadas a una distancia de entre 60 y 70 kilómetros de la ciudad central.

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6 De acuerdo con G. Tella (2005), la cantidad de salas de cada emprendimiento se relaciona con el tipo de centralidad. Los complejos de hasta 4 salas corresponden a antiguos cines refuncionalizados, localizados predominantemente en la Ciudad de Buenos Aires, en áreas centrales de escala barrial; mientras que los de mayor número de salas (hasta 16) han sido construidos expresamente y su emplazamiento resulta en general de carácter periférico o intersticial. Sobre este tema ver también ABBA, A. “La geografía del cine porteño. Cambios en la centralidad cultural de Buenos Aires”. Revista Summa+ nº62, 2003. 7 Cabe aclarar que a nivel nacional, cuarenta entidades del comercio presentaron en julio de este año, en la sede de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), un anteproyecto de ley que tiene como objetivo establecer límites a la instalación de hipermercados y grandes superficies comerciales en todo el territorio nacional. 8 La ley considera grandes superficies comerciales aquellas que realicen venta minoristas y que tengan: más de 500 m² de superficie en municipios de hasta 50.000 habitantes; una superficie superior a los 900 m² en municipios entre 50.000 y 300.000 habitantes; y superficies de más de 1.800 m² en municipios de más de 300.000 habitantes. 9 De hecho, la Ley 8912 de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo contempla la posibilidad de elaborar planes interjurisdiccionales entre municipios vecinos (artículo 81), sirviendo de marco para futuras normativas, políticas y/o intervenciones que aborden problemáticas urbanas de carácter supramunicipal.

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LAS COMUNIDADES JARDÍN Antiguas intuiciones para nuestras nuevas ciudades Jordi Franquesa Sánchez Doctor arquitecto. Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio Profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona Universitat Politècnica de Catalunya Mail: [email protected] RESUMEN Las comunidades jardín son intervenciones urbanas que, a partir de la disposición de tipologías edificatorias basadas en el jardín privado y con una utilización estratégica de los espacios libres y equipamientos, buscan la idea de comunidad en el seno de la operación. El contenido de este artículo deriva de un extenso estudio que se emplaza en el territorio catalán y abarca desde finales del siglo XIX hasta 1960, momento en que el acceso al vehículo privado por parte de la sociedad implica un cambio sustancial hacia esta idea de comunidad y, por tanto, de este modelo proyectual. En este estudio se demuestra que las comunidades jardín tienen una gran versatilidad para adaptarse a distintos contextos socioculturales, sin perder sus rasgos identificativos principales, un hecho que se traduce en un amplio abanico de resultados proyectuales, cuya importancia reside en el hecho de ser significativos precedentes para afrontar el crecimiento de nuestras ciudades actuales. Palabras clave: ciudad jardín, comunidades, unidad residencial, residencia unifamiliar. ABSTRACT Garden communities are urban interventions which, from the provision of building types based in the private garden and a strategic use of open spaces and facilities, seek the sense of community within the operation. The content of this article derives from an extensive survey that is located in the Catalan region, ranging from the late nineteenth century until 1960, when the private vehicle access by the society implies a substantial shift towards the idea of community and therefore, this model of design. This study shows that community gardens have the versatility to adapt to different cultural contexts, without losing its main identifying features, a fact which results in a wide range of projectual results, whose importance lies in the fact that it is a substantial precedent to support the growth of our actual cities. Key words: garden city, communities, residential unit, single-family house.

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1. HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA COMUNIDAD JARDÍN El término "ciudad jardín" es en la actualidad bastante ambiguo, a menudo utilizado para calificar realidades físicas muy diferentes, a veces incluso opuestas, y que pueden provocar fácilmente interpretaciones erróneas. El significado de "ciudad jardín" ya fue descrito con todo detalle por Howard, y reflejado en un escrito de Cebrià de Montoliu, uno de los principales portavoces de esta idea en el territorio catalán:

Ciudades-Jardines.- Entiéndese por Ciudad-Jardín una colonización interior basada en la descentralización de la industria y su traslación al campo a fin de hacer más sana y más barata la vida urbana, beneficiando a la agricultura con las ventajas sociales de la ciudad y las mayores facilidades para la venta de sus productos. La Ciudad-Jardín debe ser un centro urbano, establecido según un plan metódico, formando un conjunto orgánico, completo y autónomo, o independiente como tal de otros centros existentes, y distinguiéndose de las ciudades comunes en una menor densidad de población, con el aumento correspondiente de espacios destinados a la vegetación y al cultivo. Obtenidas las precedentes ventajas por la colonización de nueva planta en tierra agrícola barata, la Ciudad-Jardín debe asegurar su permanencia, sometiendo su desarrollo a un plan económico y administrativo que impida la especulación privada de terrenos y a la larga redundar en beneficio exclusivo de la comunidad, ya sea conservando ésta el dominio general del suelo, ya por cualquier otro medio que le garantice el control indispensable del comercio privado, a los antedichos efectos.i

Por lo tanto, se está poniendo el énfasis en que la ciudad jardín implica un nuevo asentamiento desligado de la ciudad preexistente —se está hablando de "traslación al campo"— con un importante vínculo con el entorno inmediato, especialmente con respecto al desarrollo económico del nuevo proyecto, autónomo e independiente, con menores densidades edificatorias como alternativa a la ciudad congestionada. Es relevante, al mismo tiempo, que se enfatiza la cuestión del beneficio y la propiedad comunitarios como contrapartida a la especulación privada, mecanismo clave en las ideas de Howard. Por su parte, la Garden Cities and Town Planning Association define de una manera menos academicista la ciudad jardín como una "ciudad concebida para la vida saludable y la industria; sus dimensiones son las adecuadas para permitir la vida social llena. Está rodeada por permanentes áreas de cultivo de propiedad pública gestionadas por la comunidad". Es importante resaltar que en ninguna de estas dos definiciones se hace referencia explícitaa un modelo tipológico específico, centrando el discurso en el concepto, más que en el proyecto. Sin embargo, es evidente que la forma física resultante se convierte en una cuestión inseparable de la idea de la ciudad jardín que nos ocupa, especialmente desde el momento en que Raymond Unwin concretará al principio de siglo los parámetros proyectuales que se tiende a asociar a la teoría de Howard. Pero la identificación de la tipología de la vivienda unifamiliar aislada como modelo tipológico básico de la ciudad jardín, no parece justificada, y el hecho de reconocer otras tipologías edificatorias, como las viviendas bifamiliares, las viviendas en hilera o incluso la incorporación de los bloques plurifamiliares en las ordenaciones, representa una cuestión primordial para entender las reinterpretaciones y modificaciones de la idea básica de la ciudad jardín. En cualquier caso conviene señalar la evidencia de que la ciudad jardín no es una propuesta tan sólo proyectual. El concepto de ciudad jardín implica además una nueva manera de vivir en el sentido más amplio, primero con respecto a la calidad de vida desde el punto de vista físico o material, y segundo con respecto a los hábitos sociales. La ciudad jardín, por lo tanto, trata efectivamente de un proyecto urbano, pero también y sobre todo de un proyecto social, y en un contexto histórico preciso. La condición de autosuficiencia que lleva implícita la idea de ciudad jardín de Howard es una de las razones por las que, tal como sucede en la mayoría de los países europeos, no cristalice en Cataluña, que es el territorio objeto de este artículo, de manera que no podemos reconocer ninguna intervención que cumpla con todos los requisitos de aquella definición. Sí encontramos, en cambio, algunas operaciones que responden de una manera más fiel al concepto de suburbio jardín definido en el mismo texto de Cebrià de Montoliu:

Suburbios-Jardines.- Entiéndase por Suburbio-Jardín una colonia desarrollada en las cercanías de una ciudad ya existente, no como organismo cívicamente independiente, sino unida con la metrópoli, de la cual forma propiamente un barrio de habitación, si bien desarrollado, en lo que a su objeto responda, bajo los mismos principios antedichos, que aseguren a sus moradores todas aquellas ventajas estéticas, higiénicas y económicas que sean compatibles con la vida urbana ordinario.ii

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Hay que destacar sin embargo las limitaciones que el término suburbio jardín implica, tanto por el hecho de dejar de lado algunas intervenciones importantes que no se pueden calificar como suburbio por su estrecha vinculación con la ciudad, como por el hecho de que esta palabra incluye también intervenciones en las que esta dependencia respecto de la ciudad, y que implica la idea de suburbio, deriva en muchos casos en la pérdida de atributos fundamentales de la teoría de la ciudad jardín, entre los que hay que destacar la idea de comunidad. En efecto, la realidad hará que, más pronto que tarde, los aspectos más innovadores de la teoría de la ciudad jardín, reflejados también en los primeros suburbios jardín, acaben pasando a un segundo plano, reduciendo sustancialmente el mensaje más abstracto por el más material, y traduciendo así su contribución a simples manchas residenciales de viviendas unifamiliares aisladas o pequeñas operaciones sin ningún contenido teórico ni ninguna calidad urbana. Ello derivará en la deformación y la perversión de la idea de ciudad jardín para justificar y reinterpretar nuevos tejidos y nuevos objetivos. Llegados a este punto, hay que poder identificar sin margen de error aquellas operaciones que, si bien utilizan las tipologías edificatorias antes mencionadas —intervenciones donde predominan las viviendas unifamiliares con jardín privado, ya sean viviendas aisladas, bifamiliares o en hilera—, en muchos casos no responden a los orígenes teóricos que haga reconocerlas como deudores de la ciudad jardín. Éste es un punto clave, y se entiende fundamental definir los requisitos mínimos que tiene que reunir una intervención con el fin de considerarla como deudora de la idea de ciudad jardín. Las últimas intervenciones que se estudian en este trabajo son de la década de los años 60, periodo en que el significativo aumento del número de vehículos privados estaba en el trasfondo de una importante huella en el territorio con la aparición de incontables promociones de casas unifamiliares aisladas, y que ya no responden a los parámetros antes definidos. Este "elemento de acotación", como ya se ha insinuado más arriba, no es otro que el concepto de comunidad. Las intervenciones de las que hablamos son siempre ordenaciones urbanas singulares en el entorno donde se insertan, y ya sea por sus dimensiones, por el tratamiento del espacio abierto, por la homogeneidad de las edificaciones o por las características de la ordenación, generan lo que podemos llamar una "sensación de comunidad". Este hecho diferencial favorece que sus residentes puedan compartir la sensación de pertenecer a una comunidad residencial y social específica. Con el objetivo de evitar el término "ciudad jardín" al no presentarse ningún caso en nuestro ámbito de estudio, y de evitar así mismo el de "suburbio jardín" por las razones mencionadas más arriba, y siendo consecuentes con este fundamental elemento de acotación, definimos estas operaciones como comunidades jardín. Distinguiremos pues entre la idea de la ciudad jardín, entendida como un concepto de origen anglosajón y de contenido más teórico, respecto sus implicaciones prácticas, que se traducen en unas intervenciones que llamamos comunidades jardín. Así pues, las comunidades jardín presentan los siguientes atributos conceptuales: - Responden a un motivo teórico que define el objetivo de la intervención al mismo tiempo que la justifica, ya sea de tipo productivo, social o de ocio, y que se traduce necesariamente en determinados aspectos de la propuesta proyectual. - Las operaciones presentan implícita la idea de comunidad. Eso supone entender la operación como un sector fundamentalmente residencial con una identidad propia, tanto desde el punto de vista funcional como también social y físico, con una clara voluntad de que la operación signifique uno hecho diferencial respecto del entorno donde se inserta, y donde se reconoce la importancia de las relaciones sociales entre sus residentes. Por su parte, y con respecto a la materialización física de las intervenciones, presentan los siguientes atributos proyectuales: - Estas operaciones responden a un proyecto que articula la idea general de propuesta. - Las comunidades jardín se caracterizan por la utilización de tipologías edificatorias de viviendas unifamiliares aisladas, bifamiliares y en hilera mayormente, con espacios abiertos privados. - La cuestión de la dimensión de estas intervenciones supone una consecuencia de la búsqueda de un asentamiento que responda a una idea clara de comunidad y, por lo tanto, implica una atención al papel de los espacios abiertos y de los equipamientos. Establecida esta definición, podemos concluir que el calificativo de "tejido de ciudad jardín" no es adecuado para identificar determinados crecimientos que se basan en la tipología de la vivienda unifamiliar aislada —es más

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adecuado hablar de "tejidos de viviendas unifamiliares aisladas". Al mismo tiempo, conviene diferenciar este tipo de tejido respecto las comunidades jardín, entendidas como un modelo pertinente y vigente para construir ciudad. En cualquier caso, nos interesa acentuar el hecho de que la incidencia del fenómeno de la ciudad jardín en Cataluña radica en su diversidad de manifestaciones, bajo condicionantes y contextos muy diversos. Eso nos lleva a buscar una clasificación en un cuadro taxonómico que se muestra más adelante. Si bien es evidente que no podemos hablar de una traducción directa del modelo anglosajón de la idea de ciudad jardín, está precisamente en esta variedad donde se puede mostrar la importancia y repercusión de la reinterpretación del modelo en un ámbito sociocultural muy diferente. Aunque el resultado es bastante diverso y heterogéneo, podemos encontrar sin embargo un denominador común: la comunidad jardín. 2. EL CUADRO TAXONÓMICO

Las comunidades jardín se manifiestan con una amplia diversidad de soluciones, que responden a diferentes contextos sociales y de entorno. Con el propósito de poder entender mejor la aportación de las comunidades jardín como proyecto urbano y su aportación en el crecimiento de la ciudad, es importante realizar una clasificación de las diferentes intervenciones en función del contexto social y del modelo teórico sobre el que se sustentan. En el proceso de clasificación, tal como ya hemos apuntado, se aprecia una coincidencia entre la valoración del motivo teórico que justifica la intervención y el momento cronológico en que se desarrolla, de manera que ha sido posible establecer cuatro fases o etapas principales en la cristalización de las comunidades jardín, cada una de las cuales responde a una motivación teórica específica. Sin embargo, en la elaboración del cuadro taxonómico, hemos dejado de lado las fases cronológicas con el fin de centrarnos más en los rasgos identificativos de cada modelo y ordenar las comunidades jardín en función de sus aspectos más proyectuales y urbanísticos. El cuadro se organiza a partir de los cuatro modelos principales, dentro de los que reconocemos en algunos casos distintas categorías y donde adjuntamos los criterios de localización de cada familia. Este cuadro no pretende ser exhaustivo ni pretende mostrar todas y cada una de las comunidades jardín existentes en el territorio catalán, pero sí pretende establecer un escenario que permita clasificar cualquier intervención dentro de su contexto correspondiente. A continuación resumimos la clasificación taxonómica:

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I. LA COMUNIDAD JARDÍN Y LA PRODUCCIÓN. Se trata de las primeras comunidades jardín, y que están ligadas en el sector productivo. Vinculadas al medio En estas intervenciones las condiciones del entorno natural son clave y vinculan la propuesta. C1 - Colonias Textiles Hay que interpretarlas como los precedentes de las comunidades jardín, dado que a pesar de reunir los requisitos de la definición al preámbulo, la idea de jardín privado no estaba entonces todavía desarrollada (figs. 1, 2 y 3). C2 - Colonias Vinícolas, Mineras y Energéticas Se trata de proyectos vinculados con actividades productivas no textiles de principios de siglo (figs. 4, 5 y 6). PC - Poblados de Colonización Son intervenciones de posguerra vinculadas a la producción agraria (figs. 7, 8 y 9). No vinculadas al medio El aspecto productivo no está vinculado con el medio en que se implementa. Co – Cooperativas Significan las primeras operaciones en el entorno a las ciudades vinculadas con determinados ámbitos productivos derivados de éstas (figs. 10, 11 y 12).

II. LA COMUNIDAD JARDÍN Y LA VIVIENDA BURGUESA Se trata de iniciativas privadas del entorno burgués de principios de siglo y anteriores a la guerra civil. BE - Vivienda burguesa en ensanche Estas operaciones plantean crecimientos homogéneos de la ciudad de carácter elitista (figs. 13, 14 y 15). BP - Vivienda burgués en la periferia de la ciudad Son comunidades jardín burguesas situadas en los límites de la ciudad (figs. 16, 17 y 18). BS - Vivienda burguesa satélite Se trata de intervenciones estacionales desvinculadas del continuo urbano de la gran ciudad y que buscan entornos naturales determinados (figs. 19, 20 y 21). BD - Vivienda burguesa dotacional Son operaciones residenciales vinculadas a la actividad termal (figs. 22, 23 y 24).

III. LA COMUNIDAD JARDÍN Y LA VIVIENDA SOCIAL Estas comunidades jardín abordan el problema de la vivienda en las ciudades. Vivienda obrera de Preguerra Se trata de las primeras operaciones de vivienda social que se acogían a la Ley de Casas Baratas. CB - casas Baratas Son intervenciones y ensayos sobre ordenaciones residenciales de vivienda obrera que buscan mejorar las condiciones de salubridad residenciales de este sector de la población (figs. 25, 26 y 27). Vivienda obrera de Posguerra Las iniciativas del Estado en el periodo de posguerra en favor de la vivienda social generaron un elevado número de intervenciones. d - Regiones Devastadas Se trata de intervenciones que pretenden la reconstrucción de núcleos urbanos castigados por la guerra (figs. 28, 29 y 30). H - Vivienda obrera de la Obra Sindical del Hogar Son comunidades jardín planteadas en los límites urbanos, la mayoría en capitales de comarca (figs. 31, 32 y 33). HF - Vivienda obrero de la Obra Sindical del Hogar – fragmentos Similares a la familia anterior, pero de pequeña medida que complementan tejidos urbanos preexistentes (fig. 34). HI - Vivienda obrera de posguerra en manzana Son intervenciones que forman islas sobre ensanchas prediseñados (figs. 35, 36 y 37). IV. LA COMUNIDAD JARDÍN Y EL TURISMO Son operaciones de núcleos urbanos de ocio posteriores a los años 50'. TS - Turismo satélite Estas operaciones plantean nuevos asentamientos dependientes de la ciudad en cuanto a los servicios (figs. 38 y 39). TA - turismo autónomo Se trata de nuevos núcleos urbanos autosuficientes pero estacionales (figs. 40, 41 y 42).

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I. LA COMUNIDAD JARDÍN Y LA PRODUCCIÓN. Vinculadas al medio

No vinculadas al medio

10. Sant Joan les Fonts 12. Grupo Patronato(Santa Cristina d’Aro) 11. La Salut (Barcelona)

1. Agafallops (Ripoll) 2. Colònia Vidal (Puig-reig)

3. L’Ametlla de Merola

4. Sant Corneli (Cercs)

6. Hifrensa (L’Hospitalet del Infant) 5. Sant Isidre (Artesa de Lleida)

7. Gimenells 8. Poble Nou del Delta 9. Sucs

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II. LA COMUNIDAD JARDÍN Y LA VIVIENDA BURGUESA

13. Ensanche Malagrida (Olot) 14. La Riba (Castellterçol)

18. Avenida del Tibidabo (Barcelona) 19. Paseo Maristany (Camprodon) 20. S’Agaró (Sant Pol de Mar)

15. Ensanche de La Garriga 16. Ciudadela de Roses 17. Park Güell (Barcelona)

21. Cantonigrós 22. Caldes d’Estrac

23. Villa Engracia 24. Vallfogona

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III. LA COMUNIDAD JARDÍN Y LA VIVIENDA SOCIAL Vivienda obrera de Preguerra

Vivienda obrera de Posguerra

26. Can Peguera 25. Baró del Viver 27. Ricard Giralt Casadesús

31. Sant Narcís 32. Nostra Sra de la Mercè

34. Dolors 33. Sant Daniel

28. Poble Nou de Llers 29. Gràcia de Manlleu 30. Vilanova de la Barca

36. Comtes d’Urgell 37. Mataró 35. Jeroni Martorell

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IV. LA COMUNIDAD JARDÍN Y EL TURISMO

3. VALORACIÓN CRONOLÓGICA El estudio de las comunidades jardín merece una reflexión a partir de la cronología de las familias con el fin de poder encajar adecuadamente las operaciones dentro de su contexto histórico, analizar los vínculos entre ellas y poder hacer una valoración de las implicaciones recíprocas de las intervenciones en su globalidad. El encaje de las diferentes operaciones de comunidades jardín en un cuadro cronológico permite vislumbrar un cierto autismo de cada uno de los modelos de intervención respecto del resto, y muestra claramente cómo las comunidades jardín no presentan una evolución cronológica lineal, entendida esta evolución como un proceso de maduración donde cada una de las fases depende en cierta medida de la anterior. Más bien al contrario, encontramos diferentes manifestaciones proyectuales de la idea en función de los contextos en los cuales se aplica. En conjunto, y de una manera genérica, podemos vincular cada uno de los cuatro modelos identificados, el de Producción, el de la Vivienda Burguesa, el de la Vivienda Social, y el del Turismo, con una fase cronológica concreta. Este encaje es bastante significativo, en tanto que se puede reconocer cómo las comunidades jardín muestran una patente capacidad de adaptación al contexto cultural en que se desarrollan, y que se traduce en una formalización proyectual diferente y con una serie de atributos singulares y de interés para cada familia y modelo. Es pues destacable ver cómo los requisitos apuntados al principio del escrito para considerar una intervención como comunidad jardín son efectivamente presentes en estas intervenciones, y en cambio el resultado de la operación, tanto desde el punto de vista proyectual como conceptual, demuestra la desconexión entre los diferentes modelos.

38. El Pinar 39. Torre Valentina 40. Ciutat de Vacances

41. Pueblo de Veraneo

42. Club Mediterranée

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El cuadro muestra el periodo en que cada modelo y familia se desarrolla. Se grafían en rectángulos continuos aquellas familias o grupos de familias que son más relevantes y que son los que de hecho definen cada una de las fases que distinguimos. Las que se grafían a puntos no inciden significativamente, especialmente por el escaso número de intervenciones respecto del resto. A partir de este cuadro cronológico podemos observar por lo tanto cuatro fases principales. La primera, que abarca hasta el principio del siglo XX, contempla las intervenciones vinculadas con la producción industrial, y que representan el precedente de las comunidades jardín, en tanto que la idea de ciudad jardín de principios de siglo no estaba todavía arraigada en el contexto catalán. Hace falta sin embargo tener también en cuenta los Poblados de Colonización, que si bien pertenecen también al modelo de la producción, no significan un precedente, y conviene incluirlas en este caso dentro del escenario de la vivienda social, ya que el contexto sociocultural en el momento de su implementación es muy próximo a este modelo —aunque en el capítulo sobre la taxonomía se incluya dentro del otro modelo. La segunda fase, que abarca desde principios de siglo pasado y hasta el comienzo de la Guerra Civil española, corresponde a lo que hemos nombrado la Vivienda Burguesa, donde el resultado de la intervención implica proyectos con parcelas generosas y grandes viviendas, a menudo de interés arquitectónico, donde en pocos casos se controla la composición urbana resultante, ya que a menudo el proyecto define una parcelación que se irá edificando a medida que los propietarios vayan adquiriendo las fincas. En esta fase se clasifican las familias en función de su localización respecto la ciudad preexistente, y distinguimos la vivienda burguesa en ensanche, en la periferia de la ciudad, la vivienda burguesa satélite y la dotacional. La tercera fase, que se inicia al final de la Guerra Civil y se extiende hasta 1955, corresponde a aquellas comunidades jardín que abordan el problema de la vivienda y denominamos de Vivienda Social. Es sin duda la fase más productiva y también la más sugerente desde el punto de vista proyectual, especialmente respecto a la composición urbana y la estructura urbana. El gran grueso de las intervenciones corresponde a la iniciativa estatal de la Obra Sindical del Hogar, que interviene principalmente sobre las capitales de comarca para solucionar la falta de vivienda para la clase obrera. Se trata de operaciones que responden a un patrón preciso y a un significativo

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esfuerzo proyectual. La familia vinculada al Poblados de Colonización, como ya hemos comentado, responde a una iniciativa similar, también estatal, con el propósito de generar un nuevo núcleo urbano para el trabajador del campo, en la comarca de Lérida y de Tarragona. Así mismo, la familia correspondiente a la iniciativa de las Regiones Devastadas, también de iniciativa franquista, pretendía reconstruir algunos de los núcleos urbanos que habían sufrido los estragos de la Guerra Civil. Si bien estas familias se pueden encajar de manera precisa en este marco cronológico, las Casas Baratas se inician antes de 1939. Se trata de pocas intervenciones en comparación con las anteriores familias, y se generaron a partir de la Ley de Casas Baratas de 1911 y sus siguientes modificaciones, y que pretendían generar vivienda para la creciente inmigración fruto de la industrialización de la ciudad de Barcelona. Es también en este contexto en que se encaja el proyecto sobre la trama Cerdà de Jeroni Martorell (fig. 35). La última fase comprende el periodo entre 1955 y 1965, y corresponde al modelo del Turismo, donde aparecen una serie de propuestas vinculadas al emergente turismo de costa y finaliza en el momento en que la fuerte demanda desvirtúa el modelo y hace desaparecer los atributos propios de las comunidades jardín en favor de la movilidad rodada y la privacidad parcelaria y en detrimento de los espacios abiertos, los equipamientos y la idea de comunidad. 4. LA SIGNIFICACIÓN CUANTITATIVA I LA DISTRIBUCIÓN Se hace imprescindible conocer el impacto cuantitativo que se deriva de la idea de ciudad jardín en nuestro ámbito de estudio para poder tener una idea de su alcance. El número de comunidades jardín proyectadas y ejecutadas no es en absoluto irrelevante, y una mapificación en el territorio catalán de estas intervenciones nos podrá dar pistas sobre su relevancia cuantitativa, pero más especialmente sobre la distribución de cada modelo y de cada familia. Ya hemos comentado que el inventario de los diferentes ejemplos que se presenta en este documento no pretende ser exhaustivo, sino explícito en la medida en que permita entender la importancia cuantitativa de las comunidades jardín y permita al mismo tiempo establecer un cuadro taxonómico que pueda garantizar que cualquier comunidad jardín existente a Cataluña pueda emplazarse en una de las familias identificadas. En el trabajo se han tenido en cuenta un total de 132 intervenciones. Si observamos el plano de distribución de las comunidades jardín, podemos ver que las que corresponden al modelo de la producción se localizan sobre los ejes del Ter y del Llobregat, en el caso de las colonias industriales de acuerdo con sus necesidades hidráulicas, mientras que los poblados de colonización se agrupan en el llano de Lérida (fig. 43), a excepción del Pueblo Nuevo del Delta.

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Las comunidades jardín del modelobien próximas al Pirineo, de acuerintervención de S'Agaró como ecorresponden a la vivienda burguesparte, las operaciones vinculadas al Las operaciones del modelo de la vya que la mayoría de ellas significancarácter también homogéneo. Sin eel resto. En conjunto, podemos vercuadrante nordeste de Cataluña, sintodo en términos económicos y socmuy especialmente a las diversas co 5. DE LA LOCALITZACIÓN En este apartado valoraremos cómoa partir de su localización y vínculo 5.1 El significado de la localizaciLa posición relativa de las comunidsu trascendencia y papel en la confparte de una realidad más amplia y c La localización de las comunidades la formación de la ciudad y la conalgunos episodios de crecimiento dobjetivos de la propuesta y ciertos lecturas de la ciudad y de la comuni

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o burgués se distribuyen mayoritariamente o bien en la perrdo con sus expectativas. Al margen de esta tendencia hmplazamiento singular dentro de este modelo, así com

sa dotacional, situadas en emplazamientos próximos a las aturismo se localizan todas sobre la costa.

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ondiciones geográficas del paisaje y su mejor accesibilidad.

o distintas familias de comunidad jardín inciden en la confighacia el núcleo urbano preexistente.

ión dades jardín con respecto a los núcleos urbanos nos permitefiguración global de la ciudad, ya que se trata de entidadescompleja.

jardín es relevante por dos razones: nos habla por una partnstrucción del territorio, y consecuentemente nos ofrece e la ciudad. Pero también nos permite entender con más facriterios de cada intervención. Es decir, el estudio de la lodad jardín al mismo tiempo.

riferia de Barcelona o ay que contemplar la mo también las que aguas termales. Por su

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Es evidente sin embargo que la localización de las comunidades jardín no es nunca independiente del relieve, del ámbito de la propiedad, de la accesibilidad del emplazamiento, del factor de oportunidad, del valor del suelo, de los recursos económicos de la intervención, de los contextos socioculturales o, en términos más generales, de los aspectos coyunturales del lugar y del momento histórico, pero estudiaremos ahora las comunidades jardín desde una perspectiva más objetiva atendiendo a su relación hacia la ciudad construida, para poder extraer consideraciones de orden general, y sólo incidiremos en estas cuestiones ocasionalmente. La teoría de la ciudad jardín pretendía establecer un equilibrio entre la ciudad construida y el entorno natural. Como es conocido, se trataba de incorporar en un mismo proyecto las ventajas de la ciudad y los del campo. Habrá que ver pues hasta qué punto las diferentes comunidades jardín centran sus expectativas al abordar una cuestión urbana, o bien pretenden vincularse a un determinado entorno natural, con el fin de entender su lógica según su localización respecto de los núcleos urbanos. En este sentido existen comunidades jardín que no se pueden comprender al margen del entorno natural en el que están contextualizadas, así como también hay comunidades jardín claramente urbanas que no se pueden comprender al margen de la lógica de la ciudad. Sin embargo, otras comunidades jardín muestran una clara orientación hacia ambas tendencias. Bajo este criterio, las operaciones se pueden clasificar según tres grandes grupos: - Comunidades jardín de entorno natural vinculante.iii - Comunidades jardín de entorno urbano vinculante. - Comunidades jardín mixtas.iv En el caso de las comunidades jardín de entorno natural vinculante, el conjunto de las especiales características y valores propios del lugar será la excusa que justificará la intervención, y el proyecto de la comunidad jardín irá orientado a potenciar estos valores cuidando su diseño. Existe por lo tanto, en estos casos, un estrecho vínculo entre el lugar y la intervención. Hay que distinguir en este grupo sin embargo aquellas intervenciones donde los valores naturales del lugar que justifican la intervención tienen que ver exclusivamente con su capacidad energética —ya sea hidráulica, minera o agrícola—, de aquellas otras en que la propuesta viene justificada sólo por sus valores paisajísticos. En el caso de las comunidades jardín de entorno urbano vinculante, en cambio, estas intervenciones abordan claramente la cuestión urbana, en la medida en que plantean un nuevo tejido urbano contiguo a la ciudad, a menudo completando tramas viarias y, como diríamos en términos menos ortodoxos, "haciendo ciudad". El nexo de unión entre el lugar físico y la operación es, en este caso y a diferencia del anterior, mucho más débil, en la medida en que los atributos del lugar no catalizan la operación. En el primer caso, el lugar es fundamental; en el segundo, es una consecuencia. Las comunidades jardín mixtas presentan al mismo tiempo cierta relación hacia el contexto natural y el urbano, pero de una manera menos acusada. El interés hacia el entorno natural hay que entenderlo de una manera abstracta o conceptual, sin que los atributos específicos del lugar sean realmente relevantes. Al mismo tiempo, su origen hace falta buscarlo como alternativa a la ciudad congestionada, con la que mantiene simultáneamente un estrecho vínculo de dependencia. Podemos por lo tanto establecer una relación directa entre el tipo de vínculo de la comunidad jardín y su localización. Las de entorno natural vinculante se localizan desvinculadas físicamente de la ciudad, las de entorno urbano vinculante se encuentran en la ciudad, y las mixtas se localizan en su periferia. En conjunto, y a partir de los tipos reconocidos, podemos elaborar el siguiente cuadro:

Comunidades jardín

de entorno natural vinculante Comunidades jardín

de entorno urbano vinculante Comunidades jardín

mixtas

Colonias (C) Poblados de Colonización (Pc) Vivienda burguesa satélite (Bs)

Vivienda burguesa dotacional (BD) Turismo (T)

Cooperativas (Co) Vivienda social (H)

Vivienda burguesa en ensanche (BE) Vivienda burguesa en periferia (BP)

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La mayoría de las comunidades jardín son de entorno urbano vinculante, dado que el modelo de vivienda social (H), el más importante en número de intervenciones, pertenece a este grupo. Las operaciones de entorno natural vinculante las siguen en número, ya que incorporan la mayoría de las comunidades jardín de producción (P) y todas las del turismo (T), mientras que las mixtas son las menos numerosas, pertenecientes generalmente al modelo de la vivienda burguesa (B). Esta observación nos lleva a confirmar que, en términos generales, las comunidades jardín establecen un fuerte vínculo con el entorno natural o bien con la ciudad consolidada. Esta clasificación de las comunidades jardín, de carácter conceptual en función de su vínculo natural o urbano, nos da pie para evaluar cuál es la relación entre estos asentamientos y la ciudad, desde el punto de vista de su posición relativa, con el fin de poder entrever cuál ha sido el papel de las comunidades jardín en la construcción de la ciudad. Por lo tanto, desde esta perspectiva, podemos considerar los siguientes supuestos:

EN EL TERRITORIO Una nueva ciudad y un nuevo lugar Se trata de aquellos nuevos asentamientos que funcionan de una manera totalmente autónoma y desatada respecto de otros núcleos urbanos.

EN LA PERIFERIA Las operaciones satélite y la vinculación urbana Son comunidades jardín desligadas físicamente del continuo urbano, pero dependientes de la ciudad en cuanto a los servicios y el trabajo.

EN LA CIUDAD El diseño de un nuevo trozo de ciudad Estas operaciones forman un continuo urbano con el tejido preexistente, pero mantienen una clara delimitación de su ámbito de intervención, formando paquetes con una identidad propia con servicios y equipamientos propios.

EN EL TEJIDO La extensión de la ciudad mediante nuevas unidades de agregación: la vivienda y la manzana como célula de repetición. Son intervenciones sin un ámbito preestablecido, formando un nuevo tejido de crecimiento de la ciudad y absolutamente dependientes de ésta en cuanto a los servicios y equipamientos.

Las intervenciones que consideramos en el territorio son autosuficientes. Consisten en asentamientos urbanos provistos de equipamientos y servicios, sin necesidad de depender de otros núcleos. Las comunidades jardín más destacables de este grupo son los poblados de colonización, nuevos núcleos urbanos destinados a apoyar la producción agraria de un determinado ámbito territorial. La localización de estas piezas urbanas depende de la capacidad productiva del ámbito y puede implicar la implementación de más de un núcleo con el fin de abarcar un ámbito productivo más amplio (fig. 43). Éste es el caso de los poblados del llano de Lérida, situados de manera equidistante con el fin de abrazar la zona productiva de una manera efectiva. Las aportaciones de los poblados de colonización en la construcción de la ciudad tienen mucho que ver con un equilibrio territorial entre la ciudad y los núcleos periféricos. Bajo esta perspectiva hay que reconocer su valor como pieza urbana que puede estructurar el territorio inmediato de las ciudades, como a elemento autosuficiente y como nuevo enclave urbano complementario o independiente de la ciudad. En cualquier caso, se entiende imprescindible considerar el papel de estos asentamientos en tanto que plantean una alternativa de equilibrio territorial con los núcleos urbanos existentes a través de la creación de nuevos polos funcionales y, por lo tanto, puede significar un

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mecanismo perfectamente válido hoy día para el estudio y la discusión del escenario urbano metropolitano de nuestras ciudades. Las colonias industriales también significan intervenciones autónomas sobre el territorio, a pesar de que son de menor escala, con equipamientos y dotaciones mucho más simples. Estas propuestas buscan también unas determinadas condiciones naturales que las condiciona a la hora de escoger la zona de implantación. Su concreta localización y la definición de sus límites físicos vendrá a menudo acondicionada por el salto de agua y las condiciones geográficas del entorno. Hay que mencionar también en este grupo las operaciones que plantean la regeneración de un núcleo urbano de por sí ya autosuficiente, como es el caso de los núcleos que pertenecen a las Regiones Devastadas, así como también los que corresponden al turismo autónomo (TA), que plantean nuevos enclaves urbanos autosuficientes, aunque estacionales. Las comunidades jardín situadas en la periferia de la ciudad plantean discontinuidad urbana con ésta, y consisten en nuevos conjuntos residenciales con límites muy definidos. Conviene incidir sin embargo en que, contrariamente a lo que cabría esperar, las intervenciones de este grupo son de hecho mucho más dependientes de ésta que las que se sitúan contiguas a su mancha urbana (las que llamamosen la ciudad). La explicación de esta aparente paradoja es que la mayoría de estas operaciones pertenecen al modelo de las viviendas burguesas y, por lo tanto, responden a residencias de temporada, de manera que no disponen de equipamientos y dotaciones significativas. De las intervenciones burguesas situadas en la periferia hay que destacar la singularidad de la avenida Tibidabopor su compromiso respecto de la ciudad. Este proyecto es el único donde el sector de los equipamientos es tan importante como la propia comunidad jardín, ya sea por las dimensiones y alcance de algunos de ellos, como también por el acusado carácter acomodado y elitista que a través de los hoteles y restaurantes se quería conseguir. Se trata, por lo tanto, de un proyecto singular en cuanto al contenido y alcance respecto de la ciudad. La determinación de la ubicación de este proyecto, así como también en el caso del Park Güell (fig.17), es en gran parte fruto de factores ligados a las características del lugar: posición en la vertiente de la montaña con importantes vistas sobre la ciudad. Pero también hay que tener en cuenta otros factores, como los valores sociales y culturales que rodeaban a la burguesía catalana, así como también las posibilidades de rentabilidad de la intervención. Algunas de estas comunidades jardín burguesas muestran una aparente ambigüedad: los casos del Estany de Puigcerdà (fig. 44), de la avenida Maristany de Camprodón (fig. 19) o los Chalets Suizos de Cantonigrós(fig. 21) son operaciones que plantean una cierta continuidad con el tejido urbano de las poblaciones que las acoge, pero hay que tener en cuenta que se trata de asentamientos que se justifican desde las necesidades de la gran ciudad —la de Vic en el caso de Cantonigrós y la de Barcelona en las otras dos— y, por lo tanto, las interpretamos como piezas urbanas de la periferia.v Las intervenciones en la ciudad forman un continuo con el tejido preexistente, manteniendo una clara delimitación de su ámbito de intervención, formando paquetes residenciales con una identidad singular. En este grupo pertenecen la mayoría de las propuestas del modelo de la vivienda social, planteando como ya hemos comentado una menor dependencia hacia la ciudad que el caso anterior. Estas intervenciones significan una de las aportaciones más importantes de las comunidades jardín en la construcción de la ciudad visto el elevado número de propuestas, el interés proyectual que suscitan y la heterogeneidad de soluciones que plantean al continuo urbano. Las comunidades jardín en el tejido implican la extensión de la ciudad mediante nuevas unidades de agregación, en la que la vivienda unifamiliar aislada y la manzana urbana se utilizan como células repetibles. Se trata de intervenciones que formalizan el crecimiento de la ciudad mediante la idea de ensanche y del crecimiento continuo sin que se establezcan unos límites urbanos precisos. Es necesario sin embargo distinguir entre las intervenciones que basan la repetición en la manzana de las que lo hacen a partir de la parcela. La contribución que éstas últimas significan en la construcción de la ciudad se debe valorar teniendo en cuenta su indefinición en cuanto a los límites, su cuestionable efectividad en solucionar la transición entre el núcleo urbano consolidado y el entorno natural, su dificultad para resolver espacios abiertos de calidad y, por lo tanto, de poder generar lo que entendemos por sensación de comunidad. En estos casos, la dependencia respecto de la ciudad es mucho acusada. Se trata, en definitiva, de un nuevo tejido diferenciado físicamente, pero no funcionalmente. Estas consideraciones son aplicables a las intervenciones que abordan el crecimiento urbano desde la repetición sistemática de la parcela basada en la tipología residencial de la vivienda unifamiliar aislada. En cambio, aquellos

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proyectos que abordan el crecimiento urbano desde la manzana, como por ejemplo el proyecto de Jeroni Martorell para una manzana del ensanche Cerdà (fig. 35), la manzana Meridiana de Barcelona, el proyecto de La Salle de Tarragona (fig. 45) o la propuesta Egara de Tarrasa, significan importantes aportaciones a la construcción de la ciudad, en tanto que son capaces de generar un tejido urbano que permite la configuración de espacios abiertos de calidad e incorporar en ocasiones equipamientos y dotaciones que contribuyen a formalizar piezas urbanas significadas. En estos ejemplos podemos interpretar que la simbiosis entre la idea del ensanche y la comunidad jardín plantea un resultado feliz y relevante.

5.2 El papel de la comunidad jardín en la construcción de la ciudad Como hemos visto, los modelos de comunidad jardín permiten construir fragmentos de ciudad acabados —en la mayoría de los casos no autosuficientes— que siguen una jerarquía y una lógica propias. En conjunto, las comunidades jardín suponen sugerentes aportaciones urbanas de un alcance muy significativo, y responden a cuatro escalas fundamentales en la significación de las ciudades: la escala territorial, que vincula el núcleo urbano con el entorno no construido; la escala de ciudad y su periferia; la escala del complejo residencial que forma parte de la ciudad como nueva pieza urbana; y la escala de la unidad vecinal y mínima de agregación. En la atención a cada una de estas escalas podemos valorar las aportaciones de las comunidades jardín en la construcción de la ciudad y reconocer respectivamente el ejemplo y mecanismo de los poblados de colonización como piezas urbanas que permiten ordenar el territorio; las intervenciones de la vivienda burguesa en la definición de bolsas residenciales periféricas y alternativas en la ciudad consolidada; las operaciones de la vivienda social como nuevos paquetes residenciales que forman parte del continuo urbano de la ciudad; y la reinterpretación de la célula vecinal repetitiva del ensanche con el lenguaje tipológico de la vivienda unifamiliar aislada y en hilera dentro del tejido urbano consolidado. En términos generales, las aportaciones de estos asentamientos dentro de la escala de la ciudad, ya sea entendida la operación como unidad mínima o como unidad máxima de agregación, suponen importantes ejercicios desde el punto de vista de la composición urbana, de la diversidad tipológica de las viviendas, del uso del suelo, de la compatibilidad y complementariedad con la ciudad existente, de la introducción estratégica de nuevos equipamientos, de la incorporación de nuevas infraestructuras y, en definitiva, de la creación de un nuevo paquete urbano que hace ciudad a distintas escalas. Con respecto a la más amplia de las escalas, las implicaciones territoriales de los poblados de colonización, entendidos como nuevos núcleos urbanos, son sin duda una cuestión que hace falta debatir y profundizar, en tanto que es una importante herramienta para la configuración de los vínculos territoriales de las ciudades y de su vertebración, planteando importantes y sugerentes alternativas que no tienen que vincularse exclusivamente al sector productivo. Hace falta comprender sus posibilidades desde el momento en que pueden funcionar como asentamientos interdependientes entre sí —a pesar de que autónomos— para responder a la complejidad territorial. Estas premisas territoriales derivadas de las manchas urbanas y de las características morfológicas del mismo territorio condicionan su tamaño, su vocación y sus expectativas como catalizadores de desarrollos futuros, de ordenación o de regeneración de determinadas áreas —basándose necesariamente en las mejoras infraestructurales y en la creciente movilidad del transporte público y privado. Por su parte, en la lectura a escala de ciudad y en la valoración de las intervenciones de periferia, podemos concluir que si bien las comunidades jardín que plantean paquetes urbanos estacionales resuelven la necesidad de una alternativa residencial a las dinámicas de la gran ciudad, es fundamental reconocer que estas bolsas tienen que establecer al mismo tiempo un vínculo urbano eficiente con las poblaciones que las acogen y, por lo tanto, deben

43. Poblados de Colonizaciónen el llano de Lérida

45. La Salle (Tarragona) 44. L’Estany (Puigcerdà)

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contribuir necesariamente a su configuración urbana y a la aportación racional de dotaciones y servicios. Dentro de este escenario, podríamos decir que este modelo urbano puede contribuir a la construcción de ciudades de menor extensión. Una de las aportaciones sin embargo más significativas de las comunidades jardín en la construcción de la ciudad pertenece en la escala de la unidad vecinal, como tejido urbano residencial diferenciado de la ciudad, pero contiguo a su mancha urbana. El conjunto de intervenciones que abordan esta cuestión es amplio y diverso, y su análisis nos ha permitido verificar su idoneidad para configurar piezas urbanas significativas dentro del complejo mosaico urbano de las grandes ciudades y las de tamaño medio. Por último, las comunidades jardín que inciden sobre tejidos urbanos consolidados, especialmente en tramas urbanas regulares, y que plantean manzanas residenciales coherentes con espacios comunitarios significativos y límites urbanos precisos, nos muestran una distinta manera de hacer ciudad, con operaciones de pequeña escala, pero efectivas en cuanto a la creación de paquetes residenciales con una relevante y sugerente sensación de comunidad. Por lo tanto, y como corolario, podemos concluir que las comunidades jardín constituyen un modelo urbano actual, vigente y efectivo en la construcción de nuestras ciudades, y permiten abordar distintas casuísticas en función de su localización, en especial (1) en la configuración de nuevos núcleos urbanos en la ordenación del territorio, (2) en la creación de nuevos paquetes residenciales alternativos en la ciudad consolidada, pero continuos en las ciudades menores, (3) en la formación de nuevas comunidades vecinales integradas en el tejido urbano de las ciudades —ya sea para la formación de nuevos crecimientos urbanos, para la completación de vacíos urbanos o para la sustitución de áreas urbanas obsoletas—, y (4) en la singularización y recuperación de los tejidos urbanos en malla basados en la vivienda unifamiliar. 6. A MODO DE CONCLUSIÓN Diversidad, adaptabilidad y vigencia: éstas son las características más relevantes de las comunidades jardín en el territorio catalán. Su estudio nos demuestra que se trata de un tipo de intervención con un resultado muy rico y heterogéneo desde el punto de vista proyectual, y con una gran versatilidad para responder a cada contexto sociocultural en que se desarrolla y de acuerdo con cada idea que la justifica. Al mismo tiempo, se trata de operaciones con un contingente de recursos compositivos y de valores teóricos implícitos que garantizan su vigencia en el urbanismo actual. Las primeras ideas anglosajonas sobre el concepto de "ciudad jardín" han tenido efectivamente una innegable influencia en nuestro ámbito de estudio, cristalizando mediante las diferentes comunidades jardín. En este proceso este fenómeno se traduce en una primera etapa en su reclamo teórico por parte de Cebrià de Montoliu, un esfuerzo de divulgación que se produce de manera paralela a la aparición de las primeras intervenciones de carácter burgués. En una segunda etapa, que empieza después de la guerra civil, se desarrollan los numerosos proyectos vinculados en la vivienda social fruto de la intervención estatal franquista, y que se alargará hasta la década de los 50', en la que aparecen las primeras propuestas de carácter lúdico desarrolladas en la costa. El conjunto de intervenciones que se recogen demuestra por lo tanto que la repercusión de la idea de la ciudad jardín ha estado en nuestro territorio muy rica y relevante, y que además se ha efectuado dentro de diversos contextos socioculturales, distintos entornos urbanos y con finalidades teóricas también diferentes. Sin embargo, y aunque la versatilidad a que hacíamos referencia se traduce en una gran adaptabilidad a las condiciones físicas del lugar y a los valores culturales del momento, podemos también apreciar a una acusada diversidad entre cada uno de los modelos. Reconocemos soluciones urbanas bastante distintas en algunos casos, aunque las condiciones socioculturales sean a menudo similares. Esta constatación, a partir de una lectura de conjunto de las intervenciones, nos lleva a reconocer que las comunidades jardín no muestran un proceso formativo a lo largo del tiempo, ni tan sólo dentro de cada uno de los modelos y, por lo tanto, su expresión urbana es sólo asociable al contexto del momento en el que se desarrolla y no al resultado de un proceso de maduración específico. En este sentido, podemos asegurar que las nuevas operaciones urbanas no se fundamentan habitualmente en las experiencias anteriores, sino que plantean distintas soluciones en frente del contexto teórico y urbano en qué se encuentran en cada caso.

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En este escenario podemos también confirmar que estos proyectos forman parte de un circuito histórico cerrado, de un periodo que empieza y acaba mientras se mantiene un determinado contexto sociocultural del que son deudores, de manera que las intervenciones son sólo justificables desde la coyuntura específica del momento. Así, las propuestas burguesas o las correspondientes a la vivienda social ofrecen paisajes urbanos concretos que no tienen continuidad al margen de la etapa histórica en que toman forma, significando así un valioso e importante testimonio de una época determinada. Es precisamente por este motivo que es necesario enfatizar la necesidad de implementar estrategias de intervención que busquen la mejor manera de conservar y recuperar estos proyectos, vistos también los atributos proyectuales que muchas de estas ordenaciones presentan. En este ejercicio conviene prestar atención al proceso formativo de cada proyecto, y reconocer si ha llegado a su consolidación, ha sido modificado o bien la intervención es inacabada, así como también habrá que valorar especialmente los límites y los vínculos entre la intervención y el contexto urbano del entorno. Aunque estas intervenciones son como hemos comentado deudoras del contexto sociocultural del momento, hay que tener muy presente las repercusiones que significan desde una perspectiva urbanística. Si bien son operaciones irrepetibles, hemos podido ver que presentan también aspectos claramente extrapolables, especialmente en la escala de ciudad y también en la escala del proyecto urbano. Efectivamente, ofrecen una interesante discusión sobre el crecimiento de nuestras ciudades actuales, y podemos reconocer la vigencia y pertinencia de las comunidades jardín en la creación de nuevos núcleos residenciales, en las reflexiones sobre los crecimientos periféricos de las ciudades y la definición de sus límites —continuos o discontinuos—, en la creación de nuevos fragmentos integrados en los tejidos urbanos actuales —ya sea por motivos de regeneración urbana, de sustitución urbana, de completación de tramas inacabadas o de reconsideración de los vacíos urbanos preexistentes—, y en la recuperación de tejidos de viviendas unifamiliares aisladas diseminados por el territorio que requieren una intervención que permita su densificación y creación de un nuevo centro urbano que abrace la sensación de comunidad. Al mismo tiempo, las comunidades jardín también aportan sugerentes soluciones urbanas a la escala del proyecto urbano. La configuración de la estructura urbana, la manera cómo se trabaja la composición edificatoria, la definición y resolución de los espacios libres, los mecanismos de agregación, el trabajo sobre el paisaje urbano o las cuestiones vinculadas con la segregación viaria y la sección de las calles, son aspectos proyectuales utilizados por las comunidades jardín donde se reconocen interesantes esfuerzos en su implementación. En este sentido, podemos ver cómo las intervenciones correspondientes al modelo de vivienda social son las que pueden aportar más reflexiones en el urbanismo contemporáneo, dado que utilizan a una acusada diversidad tipológica, plantean densidades medias de 35 viviendas por hectárea en ámbitos de 5 hectáreas de superficie media, y muestran un abanico de recursos compositivos amplio y sugerente. En este contexto, entendemos que pueden contribuir de una manera eficiente a una discusión actual respecto del crecimiento de nuestras ciudades y su vinculación con el entorno natural. A partir de las consideraciones apuntadas podemos decir por lo tanto que la vigencia de las comunidades jardín se justifica a partir de tres argumentos: - Desde la atención que se reclama por su valor urbano. - Desde el análisis de sus atributos donde se demuestra que son contribuciones significativas al urbanismo. - Desde su estudio en que se demuestra que son pertinentes hoy en día como modelos de baja densidad. Así pues, las comunidades jardín significan un importante patrimonio urbanístico en nuestro territorio, bastante desconocido y poco atendido hasta ahora, especialmente desde una perspectiva de conjunto. Se estima pues fundamental tomar conciencia de este amplio abanico de intervenciones y reconocer su valor, prestando especial atención a su vigencia y capacidad de respuesta hacia las dinámicas urbanas actuales, ya que pueden asumir un importante papel en la construcción y definición de nuestras ciudades.  

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1 CEBRIÀ DE MONTOLIU:Las modernas ciudades y sus problemas. A la luz de la Exposición de construcción cívica de Berlín,

Barcelona, Publicaciones de la Societat Cívica la Ciutat Jardí, 1913, pp. 98-99.

2 Op. cit.

3 Se incluye semánticamente la palabra "vinculante" para enfatizar el carácter de dependencia que las comunidades jardín muestran respecto del contexto natural o urbano en el que se insertan.

4 Es importante anticipar que de esta clasificación, y como veremos más adelante, no se tiene que sacar la conclusión de que las intervenciones de entorno natural están necesariamente más alejadas físicamente respecto del núcleo urbano que las de entorno urbano.

5 El ejemplo de S'Agaró (fig. 20) es en este sentido muy representativo, ya que significó la creación de la primera empresa de autobuses de línea que vinculaba la ciudad con la propuesta, los autobuses Pullman, de 1929.

BIBLIOGRAFÍA FRAGUELL, R. M.: La ciutat jardí i l’Obra Sindical del Hogar a l’època franquista. El Grup de Sant Narcís de Girona, Quaderns del Cercle, 4, Cercle d’estudis històrics i socials, Girona, 1988.

FRAGUELL, R. M.: “La política urbanística de l’Obra Sindical del Hogar a les comarques gironines” en L’època franquista. Estudis sobre les comarques gironines, Quaderns del Cercle, Cercle d’estudis històrics i socials, Girona, 1989.

MONCLÚS, F. J. Y OYÓN, J.L.: Colonización agraria en España, 1855-1973. Políticas y técnicas en la ordenación del espacio rural, Ministerio de Agricultura-M.A.P.-M.O.P.U., Madrid, 1988.

MONTOLIU, C.: Las modernas ciudades y sus problemas, a la luz de la exposición de construcción cívica de Berlín (1910), Barcelona, 1913.

ROCA, F. et al., Cebrià de Montoliu (1873-1923), Ayuntamiento de Barcelona, 1993.

SERRA, R.: Colònies tèxtils de Catalunya, Colección Patrimoni Artístic de la Catalunya Central, Angle Editorial, 2000.

SOLÀ MORALES, I.: Els balnearis de Cataluña com a patrimoni arquitectònic.

TORRES CAPELL, M.: La formació de l’urbanística metropolitana a Barcelona. L’urbanisme de la diversitat. Barcelona: Mancomunidad de Municipios, D.L. 1999.

VALL CASAS, P.: El sistema de colònies tèxtils del Baix Berguedà. Gènesi i revalorització, Tesis Doctoral, Barcelona, 1997.

VVAA.:Atles de Girona.

Nota bibliografía: La documentación escrita que existe en la actualidad respecto al tema de estudio y su ámbito es extremadamente escasa y dispersa. Algunos textos abordan la repercusión de la idea de ciudad jardín en el contexto catalán, pero atendiendo sólo a la actividad de Cebrià de Montoliu y la Sociedad Cívica La Ciudad Jardín, y en ningún caso se atiende a las intervenciones burguesas ni a las correspondientes a la vivienda social de posguerra. Si bien algunos libros tratan puntualmente algunos de los modelos taxonómicos que se presentan en el artículo, en la mayoría de los casos disponemos exclusivamente de la información que nos aportan los documentos originales de los proyectos y de algún escrito de la época, como ha sido el caso del Archivo del despacho de Ramon Bosch, de donde provienen la mayoría de los planos de la Obra Sindical del Hogar. Por tanto, la bibliografía que sigue hace referencia a temas genéricos en su mayor parte, y sólo se muestran aquellos libros o artículos más relevantes, dado que la mayoría del material empleado en la elaboración de este artículo ha sido fundamentado en el trabajo de campo.

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LOS TERRITORIOS PERIURBANOS DE CÓRDOBA

Entre lo genérico y lo específico Fernando Díaz Terreno. Docente-Investigador de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (FAUD), Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Doctorando en Urbanismo, Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio (DUOT) de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC) Director: Joaquín Sabaté Codirectora: María Elena Foglia Mail: [email protected] RESUMEN La conformación actual de la periferia de Córdoba es la consecuencia de múltiples lógicas de actuación sobre los territorios de borde urbano a lo largo de la historia de la ciudad, cuya comprensión exige el conocimiento de las teorías, voluntades y los procesos específicos involucrados, considerando el riesgo que conllevan los abordajes genéricos y las interpretaciones escasamente ancladas en la realidad espacial local. El artículo, entonces, desarrolla el proceso de construcción de aquellos territorios periurbanos de Córdoba, visto tanto desde los planes urbanos como las prácticas concretas sobre el espacio. Palabras clave: ciudad, periferia urbana, procesos de desarrollo ABSTRACT The current shape on the outskirts of Cordoba is the result of multiple logics of action on the urban edge, over the history of the city. Their understanding requires knowledge of theories, social demands, and the specific processes involved, considering the risk associated with generic approaches, and interpretations scarcely rooted in local spatial reality. Therefore, the article examines the process of building in the suburban areas of Córdoba, considering both urban planning and the concrete practices on the space. Key words: city, urban edge, development process

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1. LOS TERRITORIOS PERIURBANOS: LO GENÉRICO Y LO ESPECÍFICO Las transformaciones macroeconómicas y sus consecuencias productivas, técnicas y culturales, impactan de manera decisiva en la organización del territorio y en las lógicas sobre las cuales aquella se sustenta. Estos fenómenos son disparadores de una serie de temas recurrentes a la hora de analizar las problemáticas de la ciudad actual y los nuevos paisajes en surgimiento, entre ellos, las periferias urbanas que han pasado a ser relevantes en la reflexión urbanística como territorios en transformación y, en donde se supone, se concentran actualmente buena parte de la vitalidad de las ciudades. Si bien en nuestro medio la reconfiguración de los bordes urbanos no forma parte de procesos inéditos, ha sido escasa la reflexión particular sobre los aquellos desde la planificación urbana. Hoy, como contrapartida a lo genérico de esa visión, se opone una sobreoferta discursiva sobre el tema en la cual, sin embargo, persiste la ausencia de especificidades. Pareciera entonces, que la periferia “es”, y no requiere indagación alguna. En sus análisis suelen aplicarse, sin mediaciones, conceptos y procesos ligados a otras realidades. No se trata de negar, de manera voluntarista, los impactos que sufre nuestro territorio en consonancia con transformaciones que se dan casi en simultáneo en el mundo. Pero tampoco, dar por sentado que lo que es indicativo de ciertos fenómenos en otras latitudes, es necesariamente válido en nuestro contexto. Términos como archipiélago urbano, ciudad difusa, metápolis o hiperciudad, comunes en la bibliografía sobre ciudades latinas europeas, configuran un abanico conceptual al cual recurrimos a veces de manera indiscriminada, dando por hecho que son altamente explicativos de los fenómenos territoriales a la vista. Y no se trata de que no lo sean, al menos como referencias, sino que no necesariamente contienen la carga explicativa que sí evidencian para el contexto en que fueron acuñados. En ese sentido, pareciera existir una especie de discurso único instalado que migra de manera acrítica de un contexto a otro. Cabe preguntarse si en nuestro medio la dificultad histórica de concretar lo que se ha pensado y el contraste entre una planificación urbana de medio siglo y el desarrollo, sin embargo, aleatorio de nuestras ciudades, han sido responsables de un estado del tema dominado por la renuncia a reflexionar acerca de lo específico y la distancia entre los planteos académicos y la ciudad real. En las últimas dos décadas se percibe una devaluación de la tradición en planificación urbana que soslaya la experiencia adquirida a lo largo de medio siglo, pero también, una desvalorización de la dimensión espacial de los fenómenos territoriales. Quizá, parte de las consecuencias de aquello venga incidiendo en la dificultad de operar sobre la ciudad y de abordar la complejidad de dichos fenómenos, así como, en la pérdida de la capacidad de lectura integral de lo que está sucediendo en nuestras ciudades. La escala del territorio, el origen de los fenómenos urbanos, la relación entre ciudad y medio, la naturaleza de las expansiones y la suburbanización, la intensidades de ocupación del suelo y densidades de infraestructura, entre otros, son algunos de los aspectos en donde es posible encontrar importantes diferencias entre los procesos de desarrollo de la ciudad latinoamericana y argentina, y los de la ciudad anglosajona y mediterránea, que hace superficial establecer paralelismos automáticos, que sin embargo, se reiteran en nuestros ámbitos de trabajo.1 Si los centros urbanos de una y otra latitud no han seguido un mismo derrotero, tampoco sus procesos de suburbanización debieran ser necesariamente iguales en características e intensidades. No obstante, la permanente reflexión urbanística europea sobre los procesos en danza y el futuro que éstos deparan para las ciudades, es avasallante en comparación con las dificultades de leer e interpretar los procesos locales que nos afectan. De hecho, aquí pareciera que los estudios urbanos de base hubieran desaparecido del requerimiento de comprensión de la ciudad actual, incluso en los ámbitos técnicos donde eran tarea habitual.2 El riesgo es, en síntesis, interpretar los fenómenos sobre la base de miradas carentes de ajustes propios y adoptar, en cambio, aquellas fórmulas provenientes de realidades distintas e, incluso, antagónicas. Adquiere relevancia entonces, la necesidad de establecer diferencias entre los aspectos estructurales de un proceso y los rasgos espaciales que aquel configura, para lo cual es necesario ahondar en las particularidades que están en la base de dichos procesos. En tal sentido, amerita plantearse una serie de interrogantes iniciales, como una primera ejercitación para pensar la ciudad. Y es una invitación a hacerlo desde los fundamentos materiales de la misma, rastreables en perspectiva histórica, en sus diferentes fases de conformación. La periferia como postal invertida de la ciudad Se puede pensar que en el término periferia reside cierta concepción genérica que dificultad dar una única definición, por lo que también habilita a diversas interpretaciones. Desde la teoría urbana son numerosas las denominaciones que recibe: periferia, franja o ámbito periurbano, rururbano, interface ciudad-campo, ecotono urbano-rural, área de reserva, zona difusa. El criterio localizacional es la constante que establece parámetros de definición: por ejemplo, periferia es el suelo urbano que bordea la ciudad; también es el espacio de transición entre la ciudad y el campo; o el territorio

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residual que recepta aquello que la ciudad expulsa y que, según la distancia que asume respecto de la centralidad, es de mayor o menor cualidad urbana. Así, lo periférico aparece despojado de atributos propios y encerrado en una comprensión dicotómica que, al considerarla lo opuesto de, no permite dar cuenta de su especificidad. La conceptualización de la periferia por lo general se formula por oposición al centro. Para Dematteis (1996) la concepción de los territorios de borde reproduce la estructura jerárquica y clasista de las relaciones sociales, típica de la fase fordista del desarrollo. En este modelo, lo social y lo geográfico establecen relaciones asimétricas tanto en sus características funcionales y espaciales como en la construcción de significados. Y es que toda ciudad también se construye desde imaginarios, a su vez elaborados por complejas operaciones ideológicas y, en esa línea, “no hay ciudad sin representación de ella, y las representaciones no sólo decodifican el texto urbano en conocimiento social, sino que inciden en el propio sentido de la transformación material de la ciudad” (Gorelik, 2004:13). Por otra parte, las acepciones de periferia se encuentran teñidas de atributos negativos. La escasa cualidad formal, la anomia, la dificultad de conformar lugares y la supuesta carencia de identidad urbana, suelen caracterizar estas áreas cuya expansión -reciente en comparación con la larga duración de su ciclo de vida- complotan con la posibilidad de un procesamiento más complejo desde los imaginarios. Lo cultural, lo social y lo estético le juegan en contra respecto de la centralidad, en la medida en que ésta es vista como el espacio que reúne atributos tanto de tradición como de modernidad, de mixtura y singularidad, de producción, a la vez, escenario de los hechos urbanos: es decir, la postal que sintetiza la imagen de la ciudad, confeccionada sobre la base de lo visible. Decanta, entonces, el fuerte arraigo de ciertos imaginarios que no han variado sustancialmente pese a que la naturaleza de la ciudad se ve inmersa en profundas transformaciones. Persiste el deseo de armonía, ya provenga de cánones clásicos o pintorescos, basado en la cohesión arquitectónica de un centro con consistencia histórica y edilicia (Corboz, 1994). En estos términos, la periferia es la constatación de la ruptura de aquel ideario: la pérdida de unidad de la ciudad tradicional manifestada en sus suburbios. Pero los escenarios cambian y con ellos, a menor ritmo, los imaginarios. Un ejemplo de ello representan los fenómenos de metropolización que reconvierten en positivo lo periurbano como contenedores de nuevas formas de relaciones sociales y productivas que escapan al esquema centro-periferia. Podríamos denominar este fenómeno como la revancha del suburbio que, como señala Sassen (1994), viene registrando diversas transformaciones que desdibujan la clásica relación entre territorio y usos del suelo, a partir de formas socioespaciales inéditas, en las cuales la periferia pasa a ser captadora de servicios, espacio comercial y recreativo, así como, de nuevas modalidades habitacionales. Su contracara es la profundización de la pobreza y de la decadencia física, espacialmente concentrados en las periferias, realidades que reconfiguran los bordes urbanos tomando distancia del paisaje producido por la clásica suburbanización.3 Respeto del espacio residencial en las periferias, los barrios cerrados y las urbanizaciones tipo country configuran el nuevo hábitat de los sectores medios y altos, generando una forma de suburbanización, al estilo norteamericano, que difiere de los patrones urbanos de crecimiento e integración espacial hasta no hace mucho tiempo evidentes en los contextos urbanos locales. Más alarmante es el incremento de la polarización social, la exclusión y su consecuente fragmentación socioterritorial, en donde barrios enteros de nuestras ciudades no han obtenido casi beneficios de estos procesos globales.4 Ahora bien, estos fenómenos asumen formas diversas según el nivel de participación de la ciudad en el contexto económico mayor, la forma que adquieren los diversos actores intervinientes tanto públicos como privados y los marcos regulatorios y de concertación. La ciudad de Córdoba no está exenta de algunas de las transformaciones mencionadas y a su vez, pareciera distante de otras. Sí se evidencia un cambio en las lógicas de conformación de las periferias, así como en la renovación de las áreas centrales, que va demostrando un principio de ciudad policentral -a mi criterio, muy embrionaria, aún- con algunos puntos de periferia moderna e indicios de centralidad degradada. Algo de esto destaca Carrión, acerca de la diferenciación entre centro y periferia, cuando afirma que lo nuevo, moderno y heterogéneo es ya atributo de los territorios de borde, y lo antiguo y homogéneo lo es de los espacios de la centralidad tradicional (1999:7). Sin embargo, conviene aclarar que estos procesos, frecuentes e intensos desde hace décadas en muchas ciudades latinoamericanas, son aun relativos en Córdoba y otras ciudades de su escala en el contexto argentino. En ese sentido gran parte de la periferia cordobesa actual, producida en los 50 y 60, no ha dejado de ser anodina y monofuncional, dominando aquella configuración suburbana de continuidad barrial, bastante dependiente de las funciones centrales. Asimismo, el área central se ha renovado a ritmo acelerado e incorporado nuevas infraestructuras al compás de la modernización general de la ciudad, ciertamente, en un proceso paralelo a la destrucción de buena parte de su tejido histórico. Pero el rediseño del paisaje periurbano a partir de los nuevos programas es parcial, concentrado en ciertas áreas y corredores, y el papel cumplido por los nodos de actividades

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surgidos de las políticas de descentralización municipal ha sido limitado. Sí es notorio el impacto de las infraestructuras viales que vienen transformando el mapa de la conectividad en el conjunto de la ciudad. 2. SEIS MOMENTOS DE LA PERIFERIA EN CÓRDOBA El interés por lo específico se constituye en una hipótesis. Indagar acerca de la periferia de Córdoba es introducirse en las fases anteriores de su ciclo vital que pueden resultar esclarecedoras de aquellos procesos que, vistos como nuevos, ya daban indicios de existencia en el pasado; de igual manera, sobre antiguos tópicos que renuevan su vigencia para formar parte de nuestras actuales preocupaciones. La recurrencia de temas es notable en los estudios urbanos sobre Córdoba, lo cual lleva implícito dos clases de sospechas: una, puesta sobre la carencia de miradas renovadas acerca de la ciudad, lo que lleva a reincidir en enfoques pasados; otra, que recae en la conclusión de que algunos de los problemas vistos como urgentes de abordar en décadas pasadas, persisten en su máxima vitalidad, en un medio donde lo urgente siempre forma parte de un horizonte lejano. Quizás sea una combinación de ambas. Centrados en los territorios periféricos de la ciudad Córdoba se pretende dar cuenta de su configuración, observados en diferentes cortes temporales representativos de un proceso de larga duración. Definidos a partir de períodos clave y de los planes urbanos como instancias prescriptivas, pero también de los planos, como fuentes elocuentes de un momento cristalizado de la ciudad, dichos cortes equivalen a las siguientes instancias: la ciudad colonial, las expansiones de finales del siglo XIX, el Plan Regulador y de Extensión de 1927, el Plan Regulador de 1954, el Diagnóstico Tentativo y Alternativas de Desarrollo Físico de 1973, y las dos últimas décadas del siglo XX. La periferia de Córdoba como hoy es, es ya reconocible a inicios de los años 80. Si bien en las últimas tres décadas ha sido objeto de nuevas regulaciones e intervenciones importantes, estas medidas y acciones no ha alterado sustancialmente su estructura ni han esbozado un enfoque comprehensivo de su particularidad. Tal vez los planteos de los años 70, materializados en los ’80, hayan sido la última instancia en que, desde la planificación, se visualiza la cuestión periférica; no obstante a la complejidad se ha respondido con miradas genéricas. En definitiva, este trabajo persigue la idea de reconstruir de manera sintética un proceso sin caer en una biografía de la periferia; por el contrario, centrado en su dimensión física, intenta conformar imágenes sintéticas pero explicativas de los rasgos que definen estos territorios. 2.1. El claustro entre barrancas En la ocupación del espacio americano la ciudad constituye un recorte singular en la vastedad de un territorio a dominar. El despliegue del mecanismo urbanizador se desarrolla co0n la idea de una ciudad-territorio que, a la manera de unidad de repetición, estructurará los procesos de urbanización en sucesivas avanzadas. Dicho binomio traduce una relación de dominio y sujeción que se verifica en las distintas escalas de actuación: en el territorio, la ciudad y el campo; en el hecho urbano, el centro y las áreas de borde. El propio damero instituye el principio rector que, de un orden jerárquico geométrico a un orden social jerárquico, se asegura un régimen de transmisiones de lo alto a lo bajo, de la metrópoli a la colonia, del poder a la conformación física de la ciudad, para que la distribución del espacio urbano garantice y conserve la forma social (Rama, 1985).5 El modelo de ciudad indiana plantea, entonces, un ejercicio de dominio real y simbólico que, desde su centro hacia las afueras, establece una gradación de espacios de borde: un nodo central que concentra las principales instituciones en torno al vacío de la plaza mayor, un anillo predominantemente residencial, una línea defensiva, el ejido de reserva, la dehesa para el pastoreo de ganados y los propios para la explotación agrícola. Es decir, una composición anular que materializa las transiciones entre las dos representaciones extremas de una misma concepción: ciudad y territorio, de manera que las nociones de “centralidad o actividades centrales y periferia residencial y periferia adaptada a usos particulares” están presentes desde el origen mismo de la ciudad (Foglia, 1998:19). Más allá del modelo teórico, la centralidad como componente persistente en la estructura urbana de Córdoba se alimenta del carácter mediterráneo de su localización geográfica y el rol de ciudad nexo entre regiones distantes. Las vías de comunicación desde direcciones múltiples, fueron definiendo un esquema radiocéntrico donde los bordes urbanos configuran sucesivos anillos con definición física precisa y roles asignados: tierras para reserva, defensa y producción, indispensables en un nuevo sistema urbano puesto a funcionar. Es el orden de la teoría que compensa la débil presencia física de la ciudad en la vastedad del territorio, a decir de Canal Feijóo, “esa inmensa realidad centrífuga y dispersiva que la niega”.6

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Pero en la práctica cierto desorden evidencia las dificultades que subyacen en el proceso de apropiación del espacio natural. Córdoba se inscribe en un valle, junto a un río y un arroyo, y su planta fundacional prescinde de estos rasgos fisiogeográficos que operan como barreras u obstáculos naturales, condicionando las situaciones de borde urbano. A lo largo de tres siglos, dichas barreras contienen el avance de la ciudad cuyo desarrollo se limita a la retícula original. Así, naturaleza y optimismo fundacional -manifestado en un amplio damero- están en el origen del claustro cordobés. A la planta de setenta manzanas se le anexaron tierras productivas del oeste inmediato que constituyeron la primera expansión, a finales del siglo XVIII. Esto se verifica en el plano de 1799, del ingeniero militar Manuel López, donde los accidenten naturales adquieren relevancia gráfica y definen el adentro y el afuera de la ciudad. Al sur y al norte se encuentran las barrancas que enmarcan el valle -que se desarrolla de este a oeste- y, en su cota inferior, surca el río Suquía. En un sentido transversal al dicho cauce, corre el arroyo de La Cañada que establece claramente dos áreas: por un lado, la ciudad cuya ocupación real aún no cubre la planta de 1577 y, por otro, la primera expansión urbana, sobre los ejidos del oeste, en el sentido del valle. Se trata de un área de quintas para el abastecimiento de los habitantes (denominada “Las Quintas”, actual barrio Alberdi) para cuyo desarrollo se construyen los primeros puentes sobre el arroyo. Ambas situaciones se materializan sobre la cuadrícula hispana, se desarrollan en superficies equivalentes y cumplen funciones opuestas pero complementarias y dependientes entre sí, como si una fuera el negativo de la otra. Plano de la ciudad de Córdoba, de Manuel López, 1799. (Archivo General de la Nación) Los bordes urbanos se someten, así, a lo arbitrario de lo natural que deja un margen estrecho para el despliegue de la actividad humana: escasos puentes sobre el río y precarios cruces sobre el arroyo; acequias que alimentan a la mitad rural de territorio ocupado y al estanque que provee de agua a la ciudad; trazas de caminos, puestos rurales y viviendas dispersas, el cementerio y el caserío aborigen de La Toma. Es decir, la realidad del modelo teórico manifestada en una marcada diferenciación funcional y social entre ciudad y espacios “extramuros” -que alojan aquello que la ciudad expulsa- y en la dispersión, la irregularidad de los caminos y el desdibujamiento de los límites físicos. Los contados registros gráficos de la primera mitad del siglo XIX certifican que la ciudad no altera sustancialmente sus bordes, pero sí consolida la ocupación de la planta original. Sin embargo, se sabe de expansiones espontáneas: en dirección oeste, a Las Quintas ya mencionadas, se le suma El Abrojal, sobre una accidentada topografía (hoy barrio Observatorio); en dirección sur, Pueblo Nuevo (hoy Güemes); y en dirección norte, entre la ciudad y el cauce del Suquía, el Bajo del Río, sobre tierras anegadizas. Estas nuevas expansiones mantuvieron sus rasgos marginales por la ausencia de una urbanización regular, obra pública y legislación, pero después de 1870 se integran

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paulatinamente a través de intervenciones del Estado y de promotores privados, aunque por mucho tiempo persiste en ellas ese carácter de borde. Ranchos, conventillos y casas de tolerancia, junto a plazas de carretas, puntos de carga y descarga y mercado, configuran el límite urbano, donde se concentra lo marginal, lo irregular y lo socialmente censurado. A ello se agrega la precariedad de estas áreas, vulnerables a inundaciones y desmoronamientos de barrancas. 2.2. El desborde modernizador El proceso de estructuración del Estado nacional permite, en especial a partir de 1880, una mayor adecuación del país a los mecanismos de la economía agroexportadora que requería de infraestructuras portuarias y ferroviarias y un sistema financiero y bancario ajustado a tales fines. Una combinación de políticas estatales liberales orientadas a facilitar los negocios en tierras y en construcción y la consecuente transformación de la renta urbana en una forma provechosa de acumulación de capital, da lugar a acelerados cambios en la ciudad que, en las últimas décadas del siglo XIX, produce una notable expansión de la urbanización acompañada de importantes obras en equipamiento e infraestructura. Un cuarto de siglo antes, en 1857, se crea la Municipalidad de Córdoba y, en 1873, se define un ejido que dibuja un cuadrado de 12 kilómetros de lado. Ya en 1870 había llegado el ferrocarril a Córdoba conectando la ciudad mediterránea con el litoral marítimo y, en 1871, se había inaugurado la Exposición Industrial que mostró a sus visitantes los productos de la región. La población de la ciudad aumenta aunque a ritmo desparejo y, prácticamente, se cuadriplica en el siguiente medio siglo.7 Las nuevas técnicas disponibles para la nivelación y el terraplenamiento de las barrancas, la construcción de puentes y la presencia del ferrocarril son incentivos para el crecimiento de la ciudad -en combinación con las facilidades financieras brindadas por el Estado- a la par de las ideas urbanas circulantes en la época, en cuanto a belleza y extensión y su relación con la demanda de infraestructura moderna, en un contexto de permanente transformación. En paralelo a la subdivisión de parcelas y la densificación de la ocupación del suelo en el casco tradicional, la ciudad se expande en diversas modalidades de urbanización, a través de una veintena de loteos emprendidos por una elite social y política (Boixadós, 2000).8 En 1870 aparecen en simultáneo tres nuevos loteos generados por urbanizadores privados: hacia el este, Pueblo San Vicente, en los Bajos de Ariza, y Pueblo General Paz, que constituyen las primeras urbanizaciones que sortean el cauce del río; hacia el sur, algo alejado de la ciudad, Villa Sarmiento (hoy, barrios Ejercito Argentino, Ciudadela y San Daniel). A partir de 1880 el Estado provincial interviene en forma directa: Villa La Toma ó El Pueblito, al oeste alrededor del cementerio, que surge a partir de 1885 por la decisión de expropiar y lotear en una voluntad de “sanear tierras públicas”, ocupadas por descendientes de aborígenes y mestizos; y Nueva Córdoba, en el mismo año, como una expansión haussmanniana sobre los Altos del Sud, configurando “el nuevo espacio de la clase alta cordobesa”. El contexto favorable para este tipo de negocios, impulsa la adquisición, el fraccionamiento y la venta de tierra que genera numerosas urbanizaciones. El río había dejado de ser una barrera infranqueable: en 1883 se inicia el loteo de Alta Córdoba, sobre los Altos del Norte y sobre la ribera opuesta del Suquía, y luego Villa Rodríguez del Busto, en la misma dirección. En 1887, se inicia Pueblo San Martín, hacia el noroeste y un año después, Cabaña Rodríguez del Busto ó también llamada Las Rosas, hacia el este, sobre la ribera norte, como sector de veraneo para las clases altas. Entre ésta y Pueblo San Martín se lotea Villa Cabrera, en 1889, sobre la ribera norte; a la misma altura sobre la ribera sur, Villa Páez. Y entre esta última y La Toma, un pequeño loteo denominado Marechal. La furia urbanizadora asumía distancias mayores del casco tradicional. En dirección norte, sobre el borde del ejido se inicia Les Boulevards de la Alta Córdoba (hoy Los Bulevares). Sobre el paraje conocido como El Pucará se lotea en 1889 Pueblo La Unión; para la misma época se inician, en el sureste, Villa Revol (hoy Villa Revol, Santa Catalina, Crisol y Maipú) y sobre el límite sur del ejido municipal, San Carlos (hoy parte de Barrio Jardín). Asimismo, Pueblo Ferreyra, a 11 kilómetros de la ciudad, emplazado en el cruce de vías de los ferrocarriles Central Argentino y el de Malagueño. Finalmente, en dirección noroeste, destinados a actividades veraniegas y quintas de riego, se promocionan los loteos Pueblo Rivera Indarte, en 1889, y Granjas de Argüello, en 1894 (Boixadós, 2000). Entre los loteos de 1870 y los surgidos a finales de 1880 hay importantes diferencias de concepción: mientras los primeros se originan como unidades independientes, con organización interna, plaza y núcleo propio de equipamientos, los segundos, fueron simples derivaciones de la ciudad. Es la cuadrícula hispana el instrumento físico de base para la expansión, aunque con variaciones dimensionales y orientaciones definidas por las preexistencias que actúan como condicionantes externas a la lógica geométrica: los accidentes naturales, las vías del ferrocarril, las trazas de caminos y acequias o el sentido en la implantación de un puente. Sin embargo, por la envergadura del fenómeno y el uso de la tierra en la acumulación del capital, el papel de la cuadrícula se asemeja al

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de los procesos expansivos de la ciudad norteamericana, donde la grilla devora territorio sin solución de continuidad. De las 70 manzanas fundacionales se pasa a 225 antes de 1870, año en que la cifra arriba a 585. Dicho número se triplica para 1889, alcanzando un total de 1.800 manzanas. La ciudad crece de manera inusitada, se incorpora una importante cantidad de tierras al mercado inmobiliario y comienza a perfilarse una extensión hacia el noroeste, como lo refleja el número de loteos en aquella dirección, registrados en la época (Boixadós, 2000). Ahora bien, aquello no se traduce en una ocupación a corto plazo; por el contrario, cierto optimismo guía estas operaciones, algunas de las cuales constituyen un fracaso económico y poblacional. El requerimiento de prestar servicios básicos, sumado a dicho optimismo expansivo, lleva a redefinir en 1893 el ejido municipal: un cuadrado de 24 kilómetros de lado incrementa el área urbana a 576 kilómetros cuadrados (57.600 hectáreas) donde, al momento, lo urbanizado representa menos del 4 por ciento de dicha superficie. El Plano catastral de la ciudad de Córdoba y de las villas que la rodean, de 1890 da cuenta de una nueva ciudad, compuesta de la suma de anexiones con un desarrollo predominante en el sentido del valle, aunque con expansiones que sortean los altos del norte y el sur.9 Lo natural pierde fuerza para ceder paso a las urbanizaciones y destaca el carácter fragmentado de los que hasta hace pocos años se presentaba como unitario. Los bordes, a su vez, evidencian lo aleatorio de las expansiones, a veces contenidas por un accidente natural, otras por los límites precisos de trazas y dominios catastrales. Es como si la ciudad hubiera estallado en múltiples partes, distintas entre sí y formalmente autónomas y, en algunos casos, discontinuas del trazado original dejando intersticios sin resolver ligados, en general, al resto de resistencia que aún opone el medio natural. Incluso, algunas urbanizaciones más alejadas se ven francamente aisladas de la ciudad, débilmente unidas a ésta por la traza de caminos.

“Plano catastral de la ciudad de Córdoba y de las villas que la rodean, 1890”. (Dirección General de Catastro) En dicho plano, los territorios periurbanos se presentan diversos y mutantes, denotando una ciudad en transformación donde los bordes están en constante cambio y son, a su vez, el resultado de la mayor o menor improvisación en la modalidad de crecimiento. Persisten rasgos generales: lo irregular y azaroso, en una ausencia de idea de borde, y lo productivo en colonias agrícolas, áreas de riego y campos cultivados. Pero se incorporan otros nuevos componentes como el ferrocarril, la industria, ésta localizada en los bordes, próxima al río y al tendido ferroviario.10 También, las infraestructuras recreativas como hipódromos y el Parque como un hecho singular, en el extremo sur de la ciudad. Pero sobre todo destaca el carácter efímero de los bordes, siempre factibles de ser absorbidos por la anexión de un nuevo loteo. En general, la infraestructura y la obra pública son de envergadura para la escala de la ciudad, y acompañan -y a veces direccionan- las expansiones. Nuevos puentes, aperturas de calles y arreglos de tramos en bajadas, facilitan el acceso al área central desde los barrios, además de contribuir a sortear los principales escollos naturales a la expansión. Plazas, mercados y paseos, así como, iglesias y escuelas, aparecen como los elementos en torno a los cuales se construye el espacio público de la ciudad y de sus barrios, siguiendo un ideal integrador. Así, a la

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fragmentación física de numerosos trazados se le opone la búsqueda de una homogeneidad social. En este sentido, la cuadrícula adquiere un rol unificador, articulando el área central con los suburbios, regularizándolos e incorporándolos a la ciudad. Asimismo, una identidad urbana que más allá del crecimiento y de los nuevos núcleos barriales, conserva la centralidad tradicional como el área urbana de referencia, tanto por la complejidad de actividades que alberga como por el reconocimiento que la sociedad hace de ella. Sin embargo, detrás de los anhelos de homogeneidad se abre una realidad diversa y contrastante: la de los territorios periurbanos, imposibles de reunir en una única imagen, cuyos rasgos específicos residen en la variedad de funciones de los nuevos loteos y de la población que los ocupa. San Vicente, por ejemplo, en cuyo origen muestra un carácter semirural, con población criolla de escasos recursos, que formaban parte del mercado laboral de la ciudad. Si bien adquiere un aire urbano, predomina el paisaje de colonia agrícola e industrias conformado por quintas de riego, tambo y criadero de cerdos, así como, curtiembres, matadero, fábricas de jabón, velas, alimentos y carros, entre otros. También es el caso de otras urbanizaciones como Villa Rodríguez del Busto, Les Boulevards y Granjas de Argüello, con amplios loteos y sistema de acequias para riego, destinados a cultivos y quintas. Por otro lado, San Carlos, cuenta con un centro agrícola e industrial para la explotación rural y la fabricación de ladrillos. Con un carácter más diverso, en Alta Córdoba se levantan tanto plantaciones y potreros como molinos y talleres industriales vinculados al ferrocarril; o Pueblo San Martín, ligado desde su origen a la actividad molinera, incorpora los talleres municipales y una fábrica de fósforos, además de la construcción de la penitenciaría que irá teñir de un sesgo particular a una porción importante del sector. Asimismo, hubo loteos con fines más específicos: Pueblo Ferreyra nace como el centro industrial calero de la familia que le da el nombre; Villa La Unión se destina a trabajadores del matadero y del ferrocarril Central Argentino; o Cabaña Rodríguez del Busto, Pueblo Rivera Indarte y Villa Allende, río arriba, como las áreas de recreo y veraneo de la clase alta cordobesa (Boixadós, 2000). Particular fue el caso de La Toma, cuya población mestiza se opone a su regularización. Se trata de un amplio sector con tierras de bajo valor comparativo, cuya porción más urbana rodea el cementerio. En el extremo opuesto, se encuentra Pueblo General Paz, de carácter más “europeo”, con paseos urbanos, bulevar y plaza, atractivo para la población extranjera; y Nueva Córdoba, exclusiva de la aristocracia local, que se erige como el símbolo de la modernización bajo cánones parisinos, que vence las barrancas para dejar atrás la antigua ciudad. Es interesante analizar cómo las expansiones y la nueva ciudad perfeccionan la clásica diferenciación entre el centro y periferia. En ese sentido, las normativas llevan implícita la intervención de los poderes públicos para crear una ciudad moderna regida por preceptos de higiene, salubridad, orden social y estético, definiendo con precisión las áreas urbanas centrales de las suburbanas, a través de la segregación de actividades, la calidad y alcance de los servicios, equipamiento, mobiliario y ornato urbano. Pero también, establecen las formas en que debe vivirse el espacio público, relativizando en la práctica el ideal integrador. El criterio de visibilidad prima una vez más en esta preocupación por extender el poder del Estado a los suburbios, y la contradicción se hace evidente: las periferias deben absorber lo que ciudad no quiere ver, al tiempo de acatar las regulaciones que protege a su población de las “malas costumbres”, las pestes y ausencia de una educación formal.11 Con relación a ello, cabe destacar la hipótesis de Boixadós que sostiene que los años de mayor crecimiento demográfico y de expansión económica no estuvieron acompañados por un mejoramiento de las condiciones de vida. En ese sentido, la política de obras públicas, los servicios y las intervenciones privadas fueron definiendo el carácter de cada sector de la ciudad, a partir de agudizar sus diferencias sus diferencias. Ilustrativo para el tema es la pintura de Honorio Mossi, Córdoba en el año 1895 donde el artista construye una panorámica de la ciudad, tomada desde la barranca norte, que la retrata en su proceso de modernización.

“Córdoba en el año 1895”, Honorio Mossi (óleo sobre tela). (Colección del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, Córdoba)

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Aunque dirige su mirada sobre el casco central, sus bordes asoman por los costados y sobre el fondo. La ciudad -con bastante de aldea- se muestra compacta, y es en sus extremos donde da lugar a los nuevos elementos de su vida urbana: establecimientos fabriles, el puente de hierro ferroviario, el tranvía a caballos, el Boulevard de Circunvalación como costanera, el puente (hoy Centenario), el reciente Parque Elisa (hoy Las Heras) y, a su lado, la acequia de Tillard y varios postes del tendido eléctrico. Al fondo, la incipiente colonización de la barranca sur con la Nueva Córdoba, el Gran Parque (hoy Sarmiento) y el Chalet Crisol. En conjunto, una composición aparentemente armónica donde, sin embargo, la pugna entre las torres de las iglesias y las chimeneas de las industrias ponen en relieve la presencia de conflictos. Entre ellos, el que se evidencia en el primer plano: el parque y el rancho, dos realidades contrastantes de una misma ciudad, situadas en sus bordes, sobre la margen izquierda del río, junto a la barranca aún indómita. El parque, como instrumento civilizador, el rancho, como la persistencia de lo marginal y semirural. Es decir, las dos caras del proyecto modernizador.12 En palabras de Gorelik, “como ocurre con todas las formas míticas de la ciudad: un anhelo cuya realización sólo parece llevar a la frustración y el desencanto” (2004:94). Es, entonces, en los territorios periurbanos donde se evidencian estas contradicciones que, como postales inalterables, resisten a los ideales de la ciudad moderna. 2.3. La continuidad de los parques Hubo que esperar bastante para que Córdoba ingresara en la etapa de su planificación integral. Por varias décadas no se observan nuevas transformaciones estructurales ni en la extensión ni en la densificación de la ciudad. Las expansiones de fines del siglo XIX son de tal magnitud que absorben con facilidad el aumento poblacional producido hasta 1914. Sin embargo, una década más tarde se verifica un aumento de casi el 50 por ciento de habitantes; en ese sentido, aquellas expansiones no pensadas en términos integrales, comienzan a evidenciar los aspectos negativos de un desarrollo no planificado.

Plano de la ciudad de Córdoba. 1924. Archivo histórico de la ciudad. Se recurre, entonces, a especialistas de Buenos Aires y el resultado es el Plan Regulador y de Extensión proyectado por Benito J. Carrasco presentado en 1927, durante la intendencia de Emilio F. Olmos.13 Se trata de una propuesta que evidencia diversas influencias: la ciudad-jardín inglesa, el Park Movement norteamericano, en combinación con los centros cívicos del movimiento City Beautiful y la admiración por las soluciones habitacionales de la Viena Roja. Asimismo, subyacen fuertes preocupaciones tanto sociales, respecto de la función de los espacios deportivos y el problema de la vivienda, como científicas, en cuanto a la adopción de principios higienistas y el entendimiento de la ciudad como un “cuerpo viviente” y del urbanismo como una “ciencia positiva”. Carrasco arriba a un diagnóstico

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crítico de Córdoba, ciudad que “carece de un plan orgánico que oriente y clasifique sus actitudes edilicias”. En esa línea, señala la ausencia de orden, incompatibilidad de actividades, falta de verde y espacios recreativos y, sostiene que su trazado prescinde de las “bellezas naturales”. Pese a ello, rescata el río, “factor decorativo de la ciudad”, y la barranca, “elemento de belleza nada despreciable” (Carrasco, 1927). El plan asume a la ciudad de manera integral y, a sus partes, como componentes de un engranaje mayor. Todo fluye en un sistema de parques y plazas–monumentos que actúan como rótulas entre los fragmentos de las nuevas y viejas ampliaciones, enlazadas por anchas y arboladas avenidas, rectilíneas o anulares, que a su vez conectan con el centro tradicional. Se trata de un plan orgánico que refleja la intención de devolver una armonía que se supone perdida o nunca alcanzada. La ciudad vieja se diluye en la nueva, cuyo trazado radial y pintoresquista se combina con el rectangular, intentando adecuarse a las curvas de nivel; los nuevos barrios se emplazan sobre las barrancas y en los intersticios de las anteriores expansiones, quedando en el centro de la composición, el casco histórico. Las proyecciones a cincuenta años dan una idea del alcance de la propuesta, estimándose una población de 630.000 habitantes para 1976, ha distribuirse en 6.250 hectáreas. Dicho de otra manera, triplica la superficie de la mancha urbana existente al momento del plan.

Plano Regulador y de Extensión de la ciudad de Córdoba, Ing. Benito J. Carrasco, 1927. (Gráficos de “circuitos”, Memoria y expediente urbano, Carrasco, 1927) En la propuesta la periferia ocupa un lugar relevante.14 Es el ámbito donde el plan se expresa en su mayor magnitud y las ideas se muestran completas, sin preexistencias que condicionen. Hace suyas las ventajas comparativas de lo natural, la calidad del aire y la luz, la presencia del verde, en sintonía con una valoración del accidente natural: son las barrancas los lugares predilectos de intervención y la peculiaridad que la ciudad debe aprovechar. En esta comparación con la ciudad vieja, la periferia obtiene beneficios. Bajo el principio de especialización de áreas, en sintonía con el urbanismo protomoderno, se localizan en ella los nuevos barrios: el industrial, el universitario y el de los nosocomios. También, los barrios comerciales, obreros y residencias suburbanas, que constituyen centros de atracción, dotados de equipamientos colectivos y atravesados por parkways que los conectan rápidamente con cualquier punto de la ciudad. Respecto de esto, Carrasco propone “descentralizar el movimiento” como una

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manera de mejorar la circulación general, enlazando el conjunto urbano con una gran avenida de cintura que define con precisión los bordes, el interior y el exterior de la ciudad.15 Además, plantea parques periféricos: La Tablada, más allá de Las Rosas, sobre el borde externo de la ciudad; los campos de deportes en San Vicente, sobre el borde opuesto; el Parque del Observatorio y otro de gran dimensión, al norte de Alta Córdoba, junto al nuevo emplazamiento de la estación de ferrocarril.16 En ese sentido se invierte la tradicional concepción de periferia para conferirle atributos positivos. Se equilibran las áreas urbanas bajo un planteo pintoresquista que, por un instante, logra homogeneizar la ciudad y unificar las imágenes. Si bien no fue llevado a la práctica, el plan introdujo una serie de propuestas que se retomarían sucesivamente. 2.4. La ciudad precintada La crisis del ‘30 promueve el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones que se venía desarrollando de manera incipiente desde la Primera Guerra Mundial. A finales de los ‘40, se inicia la sustitución de productos dinámicos que va a requerir la incorporación de alta tecnología y un mayor desenvolvimiento industrial conjunto entre filiales de empresas transnacionales y empresas de capital argentino. Malatesta (1997) afirma que en Córdoba, el desarrollo de empresas de gestión estatal se inicia en 1952 con la transformación de la Fábrica Militar de Aviones en Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), pionera de la industria pesada en el país.17 Un año más tarde se instala la filial de FIAT, que en 1954 adquiere a IAME y se transforma en FIAT Concord Argentina. Asimismo, el sector privado instala en 1955, la primera y más grande industria en el país de fabricación de automotores en serie: Industrias Káiser Argentina -IKA- de capital estadounidense. La ciudad de Córdoba comienza a evidenciar una notable concentración sectorial y espacial de industrias metalmecánicas y otras subsidiarias, que termina de conferirle un sesgo como polo industrial del interior del país.18 Estas transformaciones son acompañadas por una modernización social que se manifiesta en un acelerado desarrollo poblacional y urbano que, entre otros subprocesos, impacta de manera decisiva en la estructura física de la ciudad.19 En el Censo de 1947, Córdoba registra 369.886 habitantes, casi el triple de lo consignado en 1914; y en 1960 se arriba a 586.015 habitantes, es decir, un 60 por ciento más, en un período intercensal de trece años.20 La ciudad se extiende en forma de mancha de aceite en todas las direcciones sobrepasando, en el noroeste, los límites administrativos. Si en 1940 la urbanización superaba las 4.000 hectáreas, dos décadas más tarde se aproximaría a las 10.000. La elocuencia de estas cifras evidencia la necesidad de una modernización de la ciudad, por un lado, en términos de instrumentos normativos que reconduzcan el futuro crecimiento y, por otro, de importantes infraestructuras a la altura de las transformaciones que se vienen registrando. En ese sentido se está frente a la oportunidad de institucionalizar las prácticas de planificación urbana, cuyo derrotero se inicia en 1954 con la Ordenanza Nº 4307, que oficializa el acuerdo entre el Ministerio de Obras Públicas de la Provincia y la Municipalidad para formular un plan para la ciudad. Se trata del Plan Regulador dirigido por el arquitecto Ernesto La Padula,21 que se plantea con carácter piloto y con la “suficiente elasticidad” para adecuarse a los diversos requerimientos urbanos, en un horizonte temporal que alcanza al año 2000, para el cual se estima una población de 2 millones de habitantes.

Plan Regulador de Córdoba, 1954. (Bases para una historia urbana de Córdoba, Foglia, 1998)

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Las principales preocupaciones se centran en la expansión espontánea que encarece el sistema de transporte y el tendido de la infraestructura, la mixturación de usos incompatibles, la falta de espacios y la conectividad con el territorio de inserción. En otros términos, se trata de enfrentar el impacto de dos décadas de industrialización sobre la ciudad, a través del plan de la urbanística moderna, como instrumento idóneo para “dirigir y disciplinar” esos conflictos (La Padula, 1957). En sus lineamientos, el plan define a la ciudad en tres grandes áreas: central, semiperiférica y periférica, y la estructura a partir de las principales rutas de acceso y comunicaciones transversales, a fin de desviar el tránsito y descongestionar el Área Central. Para ello, en un claro parentesco con la propuestas de Abercrombie, en el County of London Plan de 1943, La Padula propone dos vías anulares, una interior, rodeando el área central, y otra exterior, de circunvalación, que junto a su “cintura de verde”, contribuirán a poner freno al crecimiento de la urbanización (Bustamante, 1989). Un sistema de áreas verdes acompaña el esquema vial en su preocupación por dotar de espacio verde público a la ciudad. En ese sentido propone, por un lado, incorporar al uso público los parques de grandes instituciones -a la manera londinense- y, por otro, las “fajas o macizos forestales” que se ubicarían bordeando la avenida de circunvalación y en los extremos del río y de la Cañada, en los actuales emplazamientos de los parques San Martín, Este y de la Vida. Por otra parte, La Padula en una clara oposición a la ciudad compacta, propaga la idea de una periferia extendida con gran superficie de verde.22 Así, plantea una descentralización funcional de la ciudad y una reconcentración en barrios, una idea emparentada con los centros de atracción de Benito Carrasco, del plan de 1927. Salvo el Área Central, la ciudad conformaría una “constelación de barrios”, cada uno definido por avenidas de borde, radiales y transversales, desde donde se ingresaría al “corazón” barrial que reúne los equipamientos comunitarios. Asimismo, cada barrio estaría subdividido en “unidades vecinales”, especies de neighborhoods units de Clarence Perry, dimensionadas para una intensa vida social. Finalmente, las áreas industriales comienzan a tener presencia en la zonificación de la ciudad: a las plantas fabriles existentes al suroeste, le incorpora nuevas áreas a tal fin, sobre el sur y sureste, junto a los accesos viales y el tendido del ferrocarril. El plan, entonces, retoma antiguos temas revisitados en nueva clave: zoning, vialidad anular, sistema de parques, autonomía barrial, sistematización del río, entre otros. Además, introduce otras problemáticas que son propias de ciudades afectadas por un desarrollo fordista de la economía: conectividad regional, infraestructura, transporte público, población marginal -“las barriadas de tugurios”-, instalando la necesidad de una regulación normativa acorde a dicha complejidad y de un abordaje técnico de los conflictos urbanos. En este sentido, inicia una serie de estudios específicos viales, hídricos, económicos, de transporte, e indica la continuidad de otros, como por ejemplo, los estudios sobre el ordenamiento y valoración del Área Central. También, asume la estructura radiocéntrica de la ciudad que exige estrechas relaciones territoriales y estimula expansiones sobre los ejes viales, en diversas direcciones, afectando los territorios de borde. La periferia es vista como un área diferenciada conceptualmente del área central y semiperiférica y, en el complejo urbano que se aborda, constituye el ámbito donde se dirimen los principales conflictos de la ciudad: expansión, flujos viales, espacios verdes, infraestructuras molestas y el nuevo componente industrial. Como territorio de intercambio de flujos, absorbe los impactos del incremento de la movilidad, distribuye las conexiones y descongestiona la presión sobre las restantes áreas; asimismo, es atravesada por ensanches que penetran en la ciudad, sin afectar a las unidades barriales protegidas por filtros de espacios verdes y la introversión del planteo. En sus diferentes porciones se localizan mercados, zonas deportivas, cementerios y el aeropuerto, incluso, infraestructuras ferroviarias erradicadas de sus emplazamientos históricos. En un momento donde aún no preocupa la expansión urbana en sí, sino su naturaleza espontánea. De hecho estimula el carácter expansivo, con bordes con tejidos abiertos y permeables, estipulando una densidad límite de 85 habitantes por hectárea, diminuyendo a 60, 50 y 10 habitantes por hectárea, en las extensiones suburbanas, los barrios obreros del sur y en las áreas rurales y semirurales, respectivamente. Los lineamientos del plan son aprobados por ley en 1962, se definen nuevos estudios técnicos y se inician obras de envergadura. Sin embargo, fue superado por la dinámica de urbanización sin que se encontrase los mecanismos adecuados para evitar el crecimiento de la ciudad fuera de los límites de su circunvalación (Foglia, 1990). 2.5. La periferia urgente Los años posteriores corresponden al abordaje técnico de una ciudad con sus conflictos en estado de avance. En 1970 la población alcanza los 801.771 habitantes, la tasa media anual de crecimiento poblacional en el período 1960-1970 es del 31 por ciento, cifra importante aún más comparada con el 16,1 por ciento de la provincia y el 15,4 por ciento del país. En 1970, la superficie urbanizada asciende a 14.133 hectáreas, tres veces más que en 1940, con una ocupación del 30 por ciento del área definida por el ejido. La expansión se dispara y, además de la extensión

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noroeste, se evidencia una marcada tendencia hacia el norte, oeste y sureste y se detectan nuevas zonas industriales, algunas de carácter no planificado. La cuadrícula se multiplica con “rasgos repetitivos en el tejido, derivados de su aceptación masiva y, en muchos casos, de la acción del Estado en materia normativa y de planes de viviendas” (Foglia, 1990:44). También, la iniciativa privada que en sus urbanizaciones mostrará los mecanismos de especulación inmobiliaria a gran escala. Al final de los años 60 se decide encarar una serie de estudios técnicos que desembocarán en el Diagnóstico Tentativo y Alternativas de Desarrollo Físico para la ciudad de Córdoba, concluido en 1973.23 Este estudio parte de un análisis que asume la ciudad como polo regional, visualizándola en el contexto de su área metropolitana. Considera que el mayor problema no es el crecimiento demográfico, sino la distribución espacial de la población en forma expansiva con el consiguiente costo de infraestructura y transporte. El tránsito se instala como el otro gran tema, vinculado a la atracción dominante que ejerce el “casco céntrico, único polo multifuncional de servicios a escala urbana”. Por otra parte, define dos grandes responsabilidades en la construcción de la ciudad: la del poder público y la de los urbanizadores. El primero debe garantizar los equipamientos estructurantes -vías rápidas, transporte, infraestructura, espacios verdes, hospitales, universidades, etc.-, y los segundos, los equipamientos acompañantes -aquellos vinculados al asentamiento residencial-. A diferencia del Plan Regulador de 1954, que entendía a la ciudad como la suma de tres grandes áreas, el Diagnóstico Tentativo, complejiza las variables de análisis y define una decena de zonas homogéneas, en las cuales la periferia responde a los siguientes patrones de asentamiento: densidad menor a 60 habitantes por hectárea, predominio residencial con alta subutilización de suelo urbano y tejido de escasa calidad y muchas veces precario. Asimismo, una convivencia con asentamientos irregulares, vivienda de plan, industrias pequeñas, comercio de abastecimiento diario y espacios verdes escasos y no planificados. A partir de lo mencionado, se formulan dos alternativas de desarrollo físico para la ciudad: a) un crecimiento monocéntrico concentrado; y b) un crecimiento por ejes preferenciales de desarrollo residencial e industrial. Ambos casos se centran sobre el manejo del desarrollo de los territorios periurbanos. La primera alternativa acepta la estructura radiocéntrica mononodal, congela la posibilidad de expansión y define a la Avenida de Circunvalación como el límite de la ciudad, para lo cual propone la ocupación de bolsones vacíos y la densificación por normativa. La segunda alternativa establece un crecimiento lineal y la densificación de redes troncales de infraestructura, transporte y equipamientos, definiendo al eje noroeste-sureste como el más óptimo a ese respecto. Esta última es vista como viable y será definida en el Esquema Director de Ordenamiento Urbano (EDOU), instrumento normativo que se aprobará en 1978.24

Plano de ejes preferenciales de desarrollo. (Diagnóstico tentativo y alternativas de desarrollo físico para la ciudad de Córdoba, APU, Municipalidad de Córdoba, 1973)

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En el marco de los estudios antes señalados la periferia es la manifestación del desarrollo espontáneo, abandonada al libre albedrío de las fuerzas económicas y sociales y a una intervención espasmódica del Estado que se limita a regular y a cubrir déficits. El Diagnóstico Tentativo aspira a un redireccionamiento del mecanismo, apostando a una deliberada acción estatal que inducirá el crecimiento y ordenará el desarrollo de las funciones urbanas: se está frente a una periferia desbordada sobre la cual se experimentan ideas, todas coincidentes en un fuerte control centralizado. Por otra parte, otro enfoque subyace en este planteo: la emergencia de los territorios de borde, incorporados como áreas de acción prioritarias y, por tanto, objetivo de intervención inmediata por parte del Estado municipal. La periferia, así, se transformaría en una gran trama de infraestructuras sociales, con centros de asistencia infantil, de abastecimiento diario y plazas. Se pone particular énfasis en las villas de emergencia y en los barrios precarios, donde se calcula viven el 2,1 por ciento y el 13 por ciento de la población, respectivamente. También, a escala del conjunto de la ciudad, se retoma el planteo de grandes superficies verdes en los bordes urbanos, ya esbozado en el Plan Regulador de 1954: el Parque del Oeste (hoy, San Martín), Parque del Sur (hoy de la Vida) y Parque del Este. 2.6. Las dos últimas décadas del siglo XX En la década del 80, al inicio del período democrático, se implementa parte de lo planteado en los años 70, particularmente en el Esquema de Ordenamiento Urbano (EDOU), ya mencionado. En 1985 y 1986 se aprueban las normativas que regulan el uso, ocupación y fraccionamiento del suelo, además de una regulación particular para el Área Central que, con modificatorias, aún se encuentran vigentes.25 Gran parte de este cuerpo normativo aspira a compactar y consolidar el área urbanizada, restringiendo el crecimiento desordenado “para lograr una racionalización y paulatino mejoramiento en la eficiencia de los servicios urbanos (…), en la provisión de equipamientos periféricos básicos (pa5ra salud y educación) (…), integración de sectores inconexos y revalorización ambiental, paisajística y patrimonial” (Irós, 1991: 61). Se define un modelo físico que establece tres áreas urbanas, un poco a la manera del Plan del ’54: Área Central, que incluye el casco histórico; el área intermedia, que se corresponde con los barrios tradicionales y la planta urbana hasta 1927; y el área periférica. Esta clasificación tiene por objetivo implementar estrategias particulares de intervención. Asimismo, a partir de establecer “áreas urbanizables”, se pretende poner límite a la generación de nuevo suelo urbano y, en consecuencia al consumo de suelo rural, con el objetivo -reiterado desde los años 70- de aprovechar la infraestructura existente y no incentivar el crecimiento suburbano en áreas de borde sin la debida provisión de servicios. Otras medidas se adoptan tendientes a la cumplimentación de la anterior, como es estimular la urbanización en el entorno a áreas con cierto nivel de consolidación, y exigir al loteador la provisión de espacios verdes y la totalidad de la infraestructura. Áreas urbanas definidas en la normativa de los años 80. Plano general de la Ordenanza 8256/86 con diferentes patrones de ocupación (Irós, 1991) del suelo. (Irós, 1991)

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Por primera vez la periferia cuenta con normativas específicas que incidirán en su conformación futura, su crecimiento y su calidad en términos de estándares de urbanización. Sin embargo, la realidad vino a demostrar lo contrario. En los territorios de borde, a través de acciones diversas y fragmentadas, se termina alentando la baja densidad, en oposición a lo que se establece para el entorno del Área Central. Esto colisiona con los objetivos de racionalización del crecimiento, además de estimular en lugar de combatir los mecanismos económicos de la producción de suelo urbano. A un cuarto de siglo de la vigencia de aquellas regulaciones se puede corroborar el desmedido avance de la urbanización por sobre el suelo rural, la localización de planes masivos de vivienda y de asentamientos countries y barrios cerrados, que en conjunto han consolidado la dispersión de la mancha urbana. Y lo paradójico es que se trata de procesos estimulados por el Estado, en franca contradicción con los objetivos de la norma.26 Paralelamente, la periferia pasa a ser objeto de intervención. Bajo el slogan “de la periferia al centro”, el estado municipal insufla a estos espacios de numerosos proyectos y programas públicos orientados a revertir la escasez de equipamiento social y servicios, en el marco de un plan de obra pública casi sin precedentes. Sin embargo, se trata de un reforzamiento de las infraestructuras barriales de carácter más bien puntual. La heterogeneidad de los territorios de borde se ve a así fortalecida en su sentido negativo: con el tiempo se multiplican sus déficits y se agudiza su segmentación, poniendo de manifiesto la dificultad de arribar a un modelo de conformación de las periferias, que consolide su estructura física y social, mejore sus estándares de urbanización y contribuya a un mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes. En los años 90 la crisis de la planificación tradicional se funda en la evidencia de su ineficacia y esquematismo, en su inclinación a reproducir los mecanismos de generación de suelo urbano, en la tendencia homogenizadora distante de las particularidades urbanas y en su excesiva inclinación a las cuestiones normativas (Reese, Catenazzi, 1998). La planificación estratégica, entonces, se erige como el paradigma planificador que intenta integrar los diferentes actores que producen la ciudad, bajo una concepción flexible en cuanto a articular la diversidad de formas de gestión del desarrollo e integrar los distintos actores que operan en la ciudad, así como, la consideración de los constantes cambios de escenarios a los cuales el territorio debe responder. En este contexto, la periferia parece adquirir un renovado protagonismo, en particular, a partir del estímulo que el Plan Estratégico para la ciudad de Córdoba (PEC, 1993-1999 y su continuación con el PECba, 2003-2006) le imprime a las ideas descentralizadoras, tendientes a generar un desarrollo policéntrico. La descentralización administrativa del estado municipal en Centros de Participación Comunitaria (CPC), actuaría como el escalón inicial de dicho proceso, que mayormente afectaría las periferias. Esto plantea una oportunidad de recomponer la mirada sobre los espacios periurbanos sobre la base de sus particularidades, a partir de la generación de nuevas centralidades y la cada vez más creciente demanda de articular la periferia con el espacio metropolitano Publicaciones de los planes estratégicos de la ciudad de Córdoba. (PEC, 1991-1999 y PECba, 2003, 2006)

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Los Centros de Participación Comunal referenciados en sus correspondientes sectores urbanos. (PECba, 2005) Sin embargo, en nuestro contexto, la planificación estratégica no ha revertido la tendencia fragmentaria de las actuaciones urbanas, ni la polarización del espacio de la ciudad en consonancia con el crecimiento de la desigualdad social. Asimismo, se ha mostrado poco eficaz en redireccionar la inversión privada en beneficio de lo público. Su mayor cualidad, además de resituar ciertas problemáticas urbanas y abrir la discusión a una amplia diversidad de actores, sea tal vez la de jerarquizar los temas urbanos en la agenda política, aunque sin superar el estadio de las buenas intenciones. Más aún, la planificación estratégica no logra consolidar una idea de nueva estructura urbana ni desarrolla los instrumentos a los fines de reorientar las tendencias que ya se venían desarrollando. Tampoco construye un enfoque que supla las falencias de la planificación tradicional: persiste en lo genérico y en la indefinición a la hora de leer e interpretar los fenómenos urbanos y su traducción espacial. Ello se debe, en parte, a que soslaya la dimensión física del territorio, por lo tanto, también de sus particularidades. 3. A MODO DE CIERRE Decíamos al principio, que quizás los estudios del ´70 y sus secuelas en los ‘80 hayan sido la última instancia de abordaje de la periferia en su complejidad. El aceleramiento del crecimiento urbano y la expansión hacia todas las direcciones complicó la situación de los territorios de borde y elevó a grados exponenciales los conflictos de la ciudad. Primero, La Padula denuncia la necesidad de regular las expansiones; dos décadas más tarde, se intenta redirigir ese proceso restringiendo el crecimiento a ejes de desarrollo y, finalmente, se descarta el modelo histórico radiocéntrico y se decreta otro, de carácter policéntrico. No es objeto de este trabajo analizar la imposibilidad del manejo de estos fenómenos, pero sí indagar cómo han ido reconfigurando los bordes urbanos desde sus primeras manifestaciones, además de evidenciar la recurrencia del tema que sigue integrando la agenda urbana de la ciudad. Hasta bastante avanzado el siglo XX, Córdoba encuentra formas de abordar sus territorios periurbanos, desde concepciones modélicas más o menos precisas, hasta enfoques menos sistematizados. Sin embargo, en la práctica las periferias siempre configuraron ámbitos de conflictos. Los modelos, cuando existieron, dieron un orden teórico y una lógica de conjunto; las prácticas casi siempre estuvieron divorciadas de aquellos planteos. Así lo indica la cartografía colonial que representa con claridad un tipo de territorio periurbano determinado por el medio natural: la afirmación se acata pero no se cumple evidencia aquí, más que un acto de resistencia, la imposibilidad en nuestros contextos de llevar a la realidad el modelo indiano. Las expansiones del siglo XIX, las primeras más estructuradas respecto de una unidad organizativa y, las subsiguientes, que desvirtúan los modelos originarios, representan el primer capítulo de configuración espacial especulativa, en este caso, sobre la base del negocio de la tierra. Si el

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accidente natural fue condición del borde urbano, una vez sorteado, el artificio expansivo no fue capaz de redefinirlo. Pero el siglo XX instala la necesidad de planificar y, aquello visto como signo de progreso, comienza a erigirse en una preocupación que continua hasta nuestros días: el crecimiento irracional de la manchan urbana y los enormes desequilibrios sociales y espaciales entre las periferias y las áreas de centralidad, además de un universo de temas asociados. Sobre esto, los planes urbanos han normado y construido formas de observar la ciudad y, en ella, los territorios de borde. Carrasco (1927) los concibe como especie de ámbitos de oportunidad, capaces del albergar atributos positivos (rasgo de gran actualidad, bajo un contexto diferente). La Padula (1954), advierte los peligros del crecimiento espontáneo y arroja la primera mirada técnica sobre el tema. Aunque moderno, su plan no puede encontrar los mecanismos adecuados para hacer de las periferias esos espacios abiertos de bucólica conformación. Pero, entre sus méritos, se encuentra la distinción, si bien genérica, de la periferia como área y el intento de encuadrarla en ciertos patrones de asentamiento. La temática recobra interés en el Diagnóstico Tentativo cuando la expansión acelerada ya había configurado territorios difíciles de ordenar. Pese a ello, se presupone que una planificación centralizada, la fuerte dotación de equipamientos y el abordaje del problema habitacional le daría contención a aquello que se iba desdibujando inexorablemente. Asimismo, la identificación de patrones específicos y la consideración de prioridad expresan, en este estudio del ’73, la urgencia de adoptar medidas a ese respecto. Pero parte de esos planteos caen en desgracia, sobre todo, aquellos vinculados al rol del Estado, de neto corte social y de redistribución de los beneficios urbanos; otros, persistieron hasta mediados de los años 80 cuando sucesivas ordenanzas, la mayoría vigente, dieron forma a los planteos de la década anterior. Los intentos de dar especificidad a la periferia se diluyeron con bastante rapidez. La ansiedad por encontrar un modelo actual y la dificultad de lecturas más ajustadas de los fenómenos locales, explica en buena parte cierto reduccionismo en la comprensión de la ciudad. En los años 80 se dota a los barrios periurbanos de equipamiento social, aunque no se contribuye a una definición estructural de dichas áreas. En los años 90, el grueso de las intervenciones apunta, por un lado, a mejorar la accesibilidad y conectividad urbana, por otro, a la descentralización de la estructura. La primera busca intensificar las relaciones regionales en respuesta a los requerimientos de la creciente metropolización; la segunda, promueve la desconcentración administrativa a partir de la construcción de Centros de Participación Comunal, lo que implica un positivo avance sobre las áreas de borde, aunque muy alejado de sus objetivos de transformación estructural y de la posibilidad de una definición de políticas específicas destinadas a la periferia.27 En su crítica a la planificación tradicional y en un contexto de crisis del paradigma normativo, la planificación estratégica no logra suplantar una visión genérica de la ciudad y de sus territorios de borde. Por el contrario se produce un desdibujamiento de lo físico en la concepción de ciudad, es decir, una “desvalorización de la dimensión espacial de los fenómenos urbanos” (Martínez de San Vicente, 2004:115). Y un ejemplo de ello es la persistencia en lo ’90 de la definición de áreas urbanas del Plan Regulador de 1954, revisitada en los ‘80 -central, intermedia y periférica-; en ese sentido, lo que en el pasado fue innovador, en la actualidad constituye una peligrosa simplificación de una realidad cada vez más compleja. Por otra parte, el estímulo de la conformación de nodos de funciones centrales periféricos asume la tendencia a una ciudad con diversas centralidades, pero genera dudas respecto a una concepción de periferia librada a la proliferación de enclaves que prescinden de su entorno socioespacial y no contribuyen a cualificar entornos ni consolidar una estructura física. Este racconto pone de manifiesto una serie de inquietudes. Por un lado, la dificultad de pasar al plano de la concreción el cúmulo de proyectos y acciones planificadas, lo que redunda en la notable recurrencia de aquellos a lo largo del tiempo. Las preocupaciones reaparecen con diversos formatos y modalidades discursivas, adquieren mayor o menor peso específico según el contexto, pero renuevan permanentemente su actualidad. Por otro lado, el interrogante acerca de la capacidad de la planificación urbana para incidir en la realidad física de la ciudad y viabilizar las transformaciones para un ajuste a nuevas demandas de equilibrio urbano y calidad de vida. En los territorios periurbanos, mientras tanto, la anexión fragmentada de nuevas urbanizaciones, sean en la modalidad country o plan habitacional, la dificultad para configurar ámbitos funcional y socialmente integrados, la proliferación de villas de emergencia, la localización de grandes equipamientos tras la lógica única de una conectividad eficiente, el avance irracional sobre el suelo rural y la deficiencia en transporte público e infraestructura, son aspectos que, entre otros, sintetizan una imagen de la periferia actual. Esta realidad manifiesta más continuidades que rupturas históricas, donde lo genérico sigue constituyendo la mecánica de abordaje que dificulta su comprensión. Así, definir la periferia por oposición o por sus rasgos negativos, es renunciar a una mirada particular. Y esto tal vez evidencie otras renuncias de mayor magnitud: la de pensar la ciudad a la cual se aspira.

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1 Ver Dematteis, quien desarrolla un trabajo muy ilustrativo en el cual compara la suburbanización anglosajona con la latina (Dematteis, 1996)

2 Isabel Martínez de San Vicente (2004:113) advierte sobre la carencia de los estudios “clasicos” sobre proceso de urbanización y sus impactos en el territorio. En Córdoba, por ejemplo, es difícil encontrar estudios de planeamiento regional -comunes hasta hace un cuarto de siglo-. También acerca del área metropolitana, cuya presencia en toda agenda local de discusión urbana se contrapone con la ausencia de estudios a ese respecto: el Plan de Desarrollo Metropolitano (PLANDEMET, 1978) y el Esquema de Ordenamiento Metropolitano (EDOM, 1981) fueron trabajos inaugurales sobre el Área Metropolitana de Córdoba, retomados por el recientemente creado Instituto de Planeamiento Metropolitano (IPLAM) abocado al momento a la organización de los usos del suelo y vialidad.

3 En ese sentido, sobre la base de paradigmas como el consumo, las comunicaciones y lo ambiental, surgen nuevos programas como centro de espectáculos y entretenimientos, hotelería internacional, hipermercados y centros de compras; complejos universitarios, de oficinas y edificios inteligentes, barrios privados de viviendas aisladas o de torres residenciales; parques temáticos, recreativos, productivos o industriales, además de las redes de autopistas que garantizan la conectividad. Asimismo, paralelo a estos procesos, se observa la aparición de otras periferias, esta vez en las mismas áreas centrales, especies de inner city, típicas de las ciudades norteamericana en los ‘60, y de las europeas a partir de la segunda mitad de los ‘70, en muchos casos, revertido a partir de acciones de reurbanización más recientes.

4 Esta dualización acelerada evidencia la inexistencia de un contrapeso a partir de políticas públicas efectivas en materia social y habitacional, que lleva a interrogarse acerca del rol del Estado como garante de aquéllas y, más aún, acerca de quién hace la ciudad y quién diseña el nuevo entramado del espacio público y el espacio privado.

5 A decir de Rama, el plano mismo de la ciudad es más que un instrumento disciplinador, es reinvención de una realidad otra: “ha sido siempre el mejor ejemplo de modelo cultural operativo. Tras su aparencial registro de lo real, inserta el marco ideológico que valora y ordena esa realidad”. (Rama, 1985:14).

6 Canal Feijóo, Bernardo (1951) Teoría de la ciudad argentina, citado por Adrián Gorelik (2004:62).

7 El Censo del año 1869 indica que en la ciudad habitan 34.458 habitantes. La crisis de 1890 produjo una caída en el nivel de crecimiento: el Censo de 1895 registra 54.763 habitantes, es decir, un incremento del 58% en un período intercensal de 36 años. En el lapso de las dos décadas siguientes, Córdoba alcanza los 134.935 habitantes, según el Censo de 1914, es decir un incremento del 146%, respecto del censo anterior.

8 Boixadós distingue entre urbanizadores del 70 y loteadores del 80. La diferencia reside en el aprovechamiento de los mecanismos provistos por el Estado liberal y en la aceptación o no de su intervención. En el caso de los urbanizadores del 70, se trata de la primera elite urbanizadora, ligada a la iglesia católica, cuyos integrantes actuaron en forma individual, en sociedad o desde la función pública para promover la acción planificada. Respecto a los loteadores del 80, se está frente a dos modalidades: por un lado, la urbanización por intervención directa del Estado provincial como parte de la política de saneamiento y ordenación de la tierra pública; por otro, la actividad urbanizadora privada que aprovechó la euforia de la coyuntura, adquiriendo grandes porciones de tierra, luego fraccionadas en lotes.

9 Dicho plano de 1890 es confeccionado por la Oficina Técnica dirigida por Ángel Machado. El plano fue dibujado por Jorge Weiler y se conoce como “Catastro Machado”.

10 El Censo Municipal de 1906 registra 579 establecimiento industriales en la ciudad de Córdoba, una cifra en principio, exuberante. Si bien en evidente el proceso de industrialización sufrido en las últimas décadas, Ansaldi, sostiene que las fábricas no son más de 130, número al que arriba a través de un ajuste cualitativo de aquellas estadísticas, descartando los establecimientos de productos artesanales (Ansaldi, 2000).

11 Se plante, por ejemplo, alejar el desorden y la suciedad provenientes de los establecimientos industriales y del abastecimiento de productos, determinando radios liberados y desplazando lo incompatible a los bordes de la ciudad. Barracas de cuero, curtiembres y lavaderos de lana, deben estar a más de 25 cuadras de la Plaza Principal; las lecherías deben situarse al norte y los establecimientos de elaboración de aceites de animal, se prohíben en un radio de una legua. Las paradas de carretas y la carga y descarga de productos son trasladados a los barrios de borde, así como los mercados que, como espacios construidos, también hacen su aparición en las afueras del casco chico. De la misma manera, ciertos oficios como lavandería y prostitución, son prohibidos en el centro. Respecto del paisaje urbano se tiende a la uniformidad por sectores, estratificando la ciudad a través de medidas como la obligatoriedad de cercos, el tipo de fachadas, de aceras, etc. Se incentiva la erradicación de ranchos, conventillos y casas de inquilinato, pero sólo en el casco chico, estableciendo un radio libre de ellos. Por otra parte, servicios urbanos como el agua corriente, alumbrado y el sistema tranviario también producen espacios diferenciados por la presencia o ausencia y calidad de los mismos (Boixadós, 2000).

12 Honorio Mossi es una artista plástico italiano (Cambiano, 1861 - Tucumán, 1943). Arriba a la Argentina en 1889. Córdoba en el año 1895 es un óleo sobre tela de 0.50 x 1.95; integra la colección del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, de la ciudad de Córdoba.

13 Benito Javier Carrasco es ingeniero agrónomo de Buenos Aires (1877 - 1958). Fue una de las principales figuras en los años de desarrollo de la urbanística en la Argentina. El plan para Córdoba, realizado por su Oficina Técnica, fue encomendado por Ordenanza N° 2859 de 1926 y aprobado por Decreto Municipal, el 26 de diciembre de 1927.

14 Cabe mencionar que en la Memoria y expediente urbano del Plan, Carrasco usa reiteradamente el término “periferia”, ausente en general de los textos sobre ciudad, al menos hasta el inicio del siglo XX.

15 El plan presenta una planilla de estadísticas de rodados donde muestra el aumento y la disminución de vehículos en el próximo medio siglo. Mientras disminuyen los carros y las jardineras, crecen los camiones y el automóvil, estimando un auto por cada 31 habitantes para 1976.

16 Según el Plan, en 1926 Córdoba cuenta con un 4,85 por ciento de espacios libres respecto de su área urbanizada, calculada en 2.000 hectáreas (incluye el zoológico y los parques existentes). En la misma época, esa proporción es del 6 por ciento en Buenos Aires, 12 por ciento en París, 20 por ciento en Londres y 25 por ciento en Viena. Carrasco propone un fuerte incremento en la superficie de espacios libres equivalente al 14,20 por ciento del área urbanizada, es decir, 890 hectáreas de las 6.250 que abarcaría la nueva ciudad.

17 La Fábrica Militar de Aviones fue creada en 1927, según lo establecido en la Ley N° 11.226 de 1923, que autoriza a invertir fondos en el fomento de la industria metalúrgica y aeronáutica. Fue el primer gran complejo industrial instalado en Córdoba, que promueve la

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actividad fabril local -en particular, lo metalmecánico-, así como, la investigación y propagación de avanzados métodos de procesamiento y conocimientos tecnológicos. A partir de su transformación en IAME, diversifica su producción y se aboca a la fabricación de motores, automóviles, motocicletas, lanchas y veleros, paracaídas, maquinarias y herramientas diversas (Malatesta, 1997).

18 La Córdoba industrial, reúne importantes capitales y genera miles de puestos de trabajo asumiendo un rol hegemónico en la región: según el Censo Industrial de 1954, la ciudad concentra casi el 25 % de las industrias y el 42% del personal ocupado, respecto de los totales provinciales.

19 Para Germani, la modernización social es una categoría que se manifiesta a través de una enumeración de subprocesos complejos, entre los cuales destacan: movilización social, y su manifestación más típica, la urbanización; transiciones demográficas como disminución de las tasas de mortalidad y natalidad; cambios en la estructura familiar; en el sistema de estratificación, por ejemplo, la expansión de los estratos medios; alcances y formas de participación a partir de la extensión de los derechos civiles y sociales de los estratos bajos; la extensión de las formas modernas de consumo a estos mismo grupos, de la educación, etc.; reducción de la diferencias demográficas, económicas y socioculturales entre estratos y grupos sociales rural-urbanos y regiones, entre muchos otros (Germani, 1971).

20 Es notable el crecimiento poblacional de la ciudad de Córdoba, respecto del conjunto del país. Su tasa de crecimiento en el periodo 1914-1947 es 29,3 % frente al 20,4 % para el total del país. Se incrementa aún más la diferencia en los registros del período intercensal 1947-1960, donde la tasa local asciende al 30,6 % mientras que en el total nacional decrece al 17,2 % (Foglia, 1998).

21 Ernesto La Padula nace en Pisticci, Matera, Italia, en 1902 y fallece en Roma, en 1968. En 1949 se establece en la ciudad de Córdoba donde se desempeña como funcionario del Ministerio de Obras Públicas y asesor de la Municipalidad, entre 1949 y 1964. También es docente de la Escuela de Arquitectura, luego Facultad de Arquitectura y Urbanismo, donde introduce la disciplina urbanística y los principios de la arquitectura moderna.

22 Sin duda, aunque no explicitadas por él, la ascendencia disciplinar de La Padula es diversa. Se puede suponer que la influencia anglosajona, más allá de la aceptación generalizada en la época, le viene directamente por sus maestros de la Facultad de Arquitectura de Roma: Gustavo Giovannoni y Marcelo Piacentini. Ambos, fuertes críticos del racionalismo, participaron de los radicales debates de las primeras décadas del siglo XX, que se produjeron en el ámbito romano, entre ciudad compacta y ciudad-jardín. Dos conocidos barrios jardín atestiguan la posición por ambos adoptada: Aniene, en Monte Sacro, Roma, diseñado por Giovannoni en 1920; y Garbatella, unidad autónoma diseñada en 1939, junto a Piacentini. Cabe aclarar, que las posturas antirracionalistas de este último se diluyeron con su repentina adhesión a la modernidad, en ocasión del primer proyecto para la Expo ‘42 de Roma (EUR), concretada bajo el auspicio de Mussolini (Ordeig Corsini, 2004).

23 Por Ordenanza N° 5465 del año 1968, se crea la Asesoría de Planificación Urbana (APU), responsable de desarrollar el Diagnóstico Tentativo. Entre 1968 y 1973, encara numerosos estudios de base que fueron configurando un soporte técnico valioso en su momento y necesario para la fundamentación de las propuestas en cierne. Dichos estudios abordan temáticas viales, de tránsito, reestructuración ferrourbanística, definición metropolitana, villas de emergencia, distribución del comercio, espacios verdes, zonificación industrial, asentamiento general de la población, Centro Histórico. Más adelante se suman otros estudios de los cuales destacan, el de transporte masivo y el de costos de extensión de infraestructura.

24 Entre otras razones la alternativa a) es descartada porque ignora las relaciones metropolitanas, además de la rigidez del planteo y la dificultad de garantizar el límite máximo cuya flexibilización se plantearía tarde o temprano. La alternativa b), en cambio, es vista como superadora ya que no sólo aborda el problema del desarrollo espontáneo, sino que da solución a otras temáticas preocupantes: orienta el uso del suelo, favorece las relaciones funcionales, racionaliza la extensión de infraestructura, equilibra el espacio urbanizado con el de uso rural y recreativo, entre otros.

25 Se trata de las ordenanzas 8060/85 (fraccionamiento del suelo), 8133/85 (localización de actividades económicas y suelo industrial o asimilable), 8256/86 (ocupación del suelo), 8057/85 (ocupación del suelo y preservación de ámbitos históricos del Área Central), 8248/85 (preservación del patrimonio cultural y arquitectónico-urbanístico).

26 El papel del Estado en la construcción de una periferia dispersa se analiza en la investigación “La producción del espacio residencial en la periferia urbana de Córdoba: oportunidades y debilidades para una ciudad sustentable” (Subsidio SECyT, UNC, 2003), realizada por el equipo de investigadores de la FAUD, dirigidos por C. Marengo e integrado por C. Caporossi, F. Díaz Terreno, M. Liborio, M. Martínez, C. Peralta, C. Romo y V. Monayar. 27 Una excepción destacable fue el Programa para el desarrollo integral del Área Ferreyra (PRODIAF), sobre la base de las problemáticas específica de un sector de la periferia sureste, en el marco del Plan Estratégico de Córdoba (PEC), 1997-1998.

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EL DESARROLLO Y SU PLANIFICACIÓN Evolución del concepto y su influencia en procesos urbanos endógenos, sustentables y participativos Dr. Arq. Fernando Tauber Tesis Doctoral Comunicación en la Planificación y Gestión para el Desarrollo de las Universidades Públicas Argentinas. Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina Director: Dr. Martín Becerra Mail: [email protected] RESUMEN El objetivo general de esta investigación panorámica es analizar las particularidades en la evolución del concepto de la planificación del desarrollo de ciudades y regiones, y los objetivos particulares son reconocer el origen, las etapas y dimensiones en evolución del concepto de desarrollo así como de su planificación, y los alcances territoriales de su difusión contemporánea, con una mirada particular en América Latina. El método de trabajo se basó en una búsqueda documental, a partir de una revisión bibliográfica y de páginas web que permite formular un diagnóstico general para destacar el proceso evolutivo de la concepción del desarrollo como un proceso sistémico, sinérgico, endógeno, inclusivo y sustentable; de transformación de las ciudades, de sus comunidades y de sus instituciones. Derivado de este progreso, las comunidades involucradas en la búsqueda de respuestas adecuadas a los procesos de desarrollo urbano, condicionan la evolución de su planificación, desde una concepción normativa a una estratégica primero situacional y finalmente participativa. Palabras clave: desarrollo endógeno sustentable, planificación estratégica, participación ABSTRACT: The general objective of this panoramic investigation is to analyze the distinctive features and the evolution of the concept of cities and regions planning development. The particular objectives are to identify the origin, stages and dimensions of such concept evolution, considering both planning and development, while assessing the territorial extent of its present-day diffusion, with particular focus on Latin America. The work methodology was based on document investigation, founded on bibliographical research and web exploration, allowing the formulation of a general diagnosis to the evolution of the development process. The latter was proved to be a systemic, synergic, endogenous, inclusive and sustainable process of transformation of cities, their communities and their institutions. Derived from this progress, communities searching for an adequate urban development process, condition the evolution of their planning, from a normative conception to a strategic one, firstly, situational and, finally, participative. Key words: endogenous sustainable development, strategic planning, participation

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1. EVOLUCIÓN CONTEMPORÁNEA DEL CONCEPTO DE DESARROLLO SUSTENTABLE Antes de la Segunda Guerra Mundial, la noción de ‘desarrollo’ era muy cercana a la de ‘civilización’ y se entendía más vinculada al grado cultural y social que alcanzaba un país dado, que a la economía. Sin embargo el concepto cambia en la segunda posguerra y tiene su ejemplo institucional más claro en las Naciones Unidas, que en su Carta fundacional, firmada en la Conferencia de San Francisco de 1945, se compromete “a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todas los pueblos” (UN, 1945, Preámbulo) y mantiene esa línea en sus Comisiones Regionales, muy en particular a través de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL-. A partir de ese momento y durante más de dos décadas, el concepto de desarrollo fue fundamentalmente económico, fundamentado sobre el trípode abundancia de recursos naturales -y energéticos-, aumento de la productividad del trabajo y presencia del Estado de Bienestar -o del Estado desarrollista-; asociado al crecimiento y medido fundamentalmente por la evolución del PBI o del PBI per cápita. El sociólogo español José Medina Echeverría, desde su exilio en Latinoamérica, sostenía que “El desarrollo económico es un proceso continuado cuyo mecanismo esencial consiste en la aplicación reiterada del excedente en nuevas inversiones, y que tiene, como resultado la expansión asimismo incesante de la unidad productiva de que se trate. Esta unidad puede ser, desde luego, una sociedad entera....” (Solari, Franco y Jutkowitz, 1976: 91). Esta concepción economicista del desarrollo, apuntada a la cosificación del concepto, por sobre la multiplicación de capacidades sociales para integrarse al mundo sin perder identidad, colonizó incluso el discurso latinoamericano del momento. “En agosto de 1961, un programa de gran envergadura proporcionó un marco de acción para un ambicioso proyecto de modernización, civil en este caso: la Alianza para el Progreso, programa de ayuda al despegue de las economías latinoamericanas. Sus efectos concretos se hicieron sentir en tres áreas de aplicación: la planificación familiar, la innovación en el campo y las nuevas tecnologías educativas” (Mattelart, 1996: 226). La noción economicista de desarrollo entró en conflicto a partir de la crisis del petróleo -lo que indicaba el comienzo del agotamiento de una de las principales fuentes energéticas del planeta-; una fase de estancamiento del ritmo de crecimiento de la productividad del trabajo -en gran parte como consecuencia de la rigidez de los sistemas de regulación- y el deterioro financiero del Estado de Bienestar Social. Los determinismos de la tecnología y de la modernización, que en las décadas de los años cincuenta y sesenta, “habían negado a los países del tercer mundo1 1 el estatuto de actor de pleno derecho en los esquemas teóricos sobre el desarrollo y el crecimiento” (Mattelart, 1996: 246), comienzan a tambalear en la misma década del sesenta, cuando el economista inglés Dudley Seers, fuertemente inspirado en el pensamiento de Gandhi, incorpora a la pobreza, el desempleo y la desigualdad como los temas a mejorar o superar en un proceso de desarrollo y los considera incluso prioritarios al crecimiento de la renta pér-cápita. Everett Rogers, de la Universidad de Stanford, también reflexionaba en 1962 que: “El desarrollo es un tipo de cambio social por el que se introducen nuevas ideas en un sistema social, con vistas a producir un aumento de la renta per cápita y del nivel de vida, mediante métodos de producción más modernos y una organización social perfeccionada”. Sin embargo, quince años después, afirmaba que: “El desarrollo es un amplio proceso de participación en el cambio social de toda una sociedad, que intenta hacer progresar social y materialmente a la mayoría del pueblo, haciéndole alcanzar un mayor control sobre su entorno, y todo ello dentro de una mayor igualdad, una mayor libertad y otro valor cualitativo” (Rogers: 1978). Es en la década del ochenta, cuando el concepto entendido como integral se profundiza y se consideran autodependientes los modos de relacionamiento de los modelos de desarrollo propios, adoptando la forma de ‘desarrollo a escala humana’, impulsando a través del protagonismo real de las personas en los distintos espacios y ámbitos, aquellos procesos con efectos sinérgicos en la satisfacción de sus necesidades. El desarrollo a escala humana se observa como un proceso capaz de fomentar la participación en las decisiones, la creatividad social, la autonomía política, la distribución justa de la riqueza y la tolerancia frente a la diversidad de identidades. “La autodependencia constituye un elemento decisivo en la articulación de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de lo personal con lo social, de lo micro con lo macro, de la autonomía con la planificación y de la Sociedad Civil con el Estado” (Max-Neef, Elizalde, Hoppenhayn, Herrera, Zemelman, Jatobá y Weinstein, 1986: 57). Se instala la noción de sustentabilidad, que introduce un concepto que califica en forma determinante a la noción de desarrollo y que lo justifica y fortalece en tanto su evolución no destruya el medio en el que se lo promueve; consolidando una idea de desarrollo “que satisface las necesidades del presente, sin menoscabar las capacidades de

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las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades” (Brundtland2, 1987). Es así que la sustentabilidad, adquiere una condición de par y al igual que el desarrollo, es social, cultural, política, económica y medioambiental. A comienzos de la década del noventa, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUD-, difunde un Índice que mide y clasifica cada país a partir de variables diferentes a las usadas tradicionalmente en economía -PIB, balanza comercial, consumo energético, etc.-, lo denomina Índice de Desarrollo Humano y lo basa en calidad de vida, longevidad y nivel de conocimiento, incluyendo un conjunto cuidadosamente seleccionado de variables que implican estos tres factores. El entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Gali, publica en 1995 el informe titulado ‘An Agenda for Development’. En él, define cinco dimensiones claramente ‘intangibles’ del desarrollo: 1º La paz, base fundamental del desarrollo, 2º la economía, entendiendo el crecimiento como el motor principal del progreso y el bienestar, 3º el medio ambiente, fundamento de la sustentabilidad, 4º la justicia, pilar de la vida social y 5º la participación en democracia, como requisitos y bases del buen gobierno. Se consolida una corriente de pensamiento que reconoce el valor del sujeto social en el proceso de desarrollo humano y que afirma que un desarrollo que no promueve y fortalece confianzas, reconocimientos y sentidos colectivos, carece en el corto plazo de una sociedad que lo sustente. Esta corriente intenta superar los enfoques reduccionistas y sectorialistas y promueve una visión integral del desarrollo definida por un enfoque sistémico y selectivo, que articula de manera organizada y dinámica las diferentes variables intervinientes. Boisier plantea en esa misma década que el desarrollo pasa a entenderse entonces, como un proceso de cambio para lograr el ‘progreso’ colectivo a partir de un proyecto socialmente concertado -que no es otra cosa que un verdadero proyecto político generador de movilización social- y el ‘progreso’ pasa a entenderse como el proceso de fortalecimiento de la sociedad civil y la remoción de las barreras que impiden a un individuo en su comunidad, alcanzar su plena realización como persona. Interpreta que el proceso de cambio de paradigma que acabamos de describir, en cuanto a la definición, interpretación y rol del desarrollo, en la medida en que se reconoce como un concepto complejo, profundamente axiológico, multidimensional, constructivista, cualitativo en su esencia e intangible por consecuencia. Reflexiona que “el paradigma científico que ha dominado el desarrollo científico de la modernidad, el paradigma asociado a Isaac Newton y a las leyes de la mecánica celeste, a Francis Bacon y al método experimental como único fundamento del conocimiento científico y a René Descartes y al razonamiento analítico, deja de ser útil para entender al desarrollo por su carácter de un paradigma reduccionista, mecanicista y lineal. Entender el desarrollo requiere de enfoques holísticos, sistémicos y recursivos. Morin, Prigogyne, Capra, Drucker, Fukuyama, Habermas, Maturana y otros, son algunos de los nombres que comienzan a estar detrás de un nuevo paradigma” (Boisier, 1999: 4). La década del noventa genera, entre tantas adjetivaciones del desarrollo, el reconocimiento de su valor endógeno, debido a su estrecha asociación con la cultura local y sus valores. No reniega de su base material, pero potencia su naturaleza intangible y una necesidad sinérgica para alcanzarla, en la que la dimensión cultural de los contactos cara a cara, de las costumbres y de las tradiciones son muy importantes. El proceso evolutivo de la concepción del desarrollo descripto en este apartado, culmina sintetizándolo como un proceso sistémico, sinérgico, endógeno, inclusivo y sustentable; de transformación de las comunidades, orientado a superar sus dificultades y a aprovechar potencialidades, que busca mejorar las condiciones de vida de un grupo social mediante una actuación decidida y concertada entre los diferentes actores de esas comunidades u organizaciones, para el aprovechamiento sustentable de los recursos propios. Estas propuestas contemporáneas de desarrollo, con la aceleración en la producción y aplicación de nuevas tecnologías que permiten una significativa economía del uso de energía y de recursos naturales, que al mismo tiempo, elevan el peso relativo de la tecnología, de las informaciones y del conocimiento y la importancia de la calidad de los recursos humanos y de la educación en en el proceso mismo de desarrollo, tienden a aumentar la importancia y necesidad del planeamiento, en particular el planeamiento participativo, como instrumento fundamental para orientar el futuro. El planeamiento participativo y el Estado –como agente regulador– ganan relevancia, asumen nuevos papeles y se tornan en una necesidad vital, en la medida en que la sociedad se va orientando hacia un nuevo estilo de desarrollo que busca que la conservación ambiental y la biodiversidad, el crecimiento económico y la equidad social, ya no

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sean categorías autónomas, como si cada una de ellas estuviera desligada o pudiera analizarse al margen del problema central y en donde el progreso duradero dependa del respeto de los derechos humanos y de la participación efectiva de los ciudadanos en los asuntos públicos. La evolución del enfoque del desarrollo induce indefectiblemente a analizar la evolución del enfoque de su planificación. Esta dio pasos trascendentes en su concepción y evolución, acompañando tamaña transformación en buena parte del planeta y registrando ciertas particularidades en América Latina. 2. EVOLUCIÓN CONTEMPORÁNEA DEL CONCEPTO DE PLANIFICACIÓN DEL DESARROLLO Y SUS AVANCES EN AMÉRICA LATINA 2.1. La Planificación Tradicional La planificación del desarrollo urbano en el siglo XX se encuentra asociada a las escuelas de planificación del desarrollo social. La velocidad en la evolución del proceso tecnológico, demográfico y urbano en el período fue de tal significación para la humanidad, que comprometió, en la búsqueda de respuestas, tanto a las comunidades y a sus territorios como a sus organizaciones públicas y privadas, en tanto organizaciones sociales. En el período histórico de la Segunda Revolución Industrial (1880-1913), al igual que en los albores de la Primera Revolución (segunda mitad del siglo XVII a principios del siglo XIX) -con el paso de la producción artesanal a la producción serial mecánica y la propulsión a vapor de los sistemas de producción y transporte-, también se creyó que se estaba entrando en una etapa completamente nueva en la historia de la humanidad señalada por las constantes innovaciones en los sistemas tecnológicos en general y de comunicación y transporte en particular, acompañados por un conjunto de transformaciones sociales, académicas y culturales, como el impacto del psicoanálisis y las tendencias modernistas en el arte. A finales del siglo XIX, el geógrafo anarquista ruso Piotr Kropotkin (1842-1921) y el sociólogo escocés Patrick Geddes (1854-1932), preocupados por las consecuencias de la primera revolución industrial en la sociedad y en las ciudades y transformados en fuertes críticos de los efectos destructivos de la industrialización, proclaman que la electricidad representa el punto de partida de la era ‘neotécnica’. El arquitecto urbanista norteamericano Lewis Mumford (1895-1990) y sus predecesores Geddes y Kropotkin, revolucionaron las teorías sobre la relación entre el campo y la ciudad y habilitaron otra forma de concebir la planificación urbana, basados en la certeza de que el cambio tecnológico está en el centro de la historia de la civilización. Mumford, toma prestada de Geddes la denominación y la distinción que éste hace entre la ‘era paleotécnica’, caracterizada por la mecánica, el vapor, y grandes imperios económicos como el británico, en la que encuadra la Primera Revolución Industrial, y la ‘era neotécnica’, a la que caracteriza por la electricidad, la desconcentración y la descentralización (Mumford, 1934). Mumford recuperará la utopía planteada por Kropotkin y anunciará a la electricidad como un camino para salir de la época maquinista industrial y recuperar la calidad de vida de las comunidades generando una fuerte influencia en las utopías del urbanismo moderno. No obstante, la noción de desarrollo en los términos en los que la acabamos de definir, aunque no fue contemplada por la planificación, hasta muy avanzado el siglo XX, fue considerada por el ingeniero urbanista Ildefonso Cerdá (1816-1876) en España, hacia 1860 y Patrick Geddes, en Inglaterra, a principios del siglo XX, que fueron los emergentes más nítidos del proceso fundacional de teorización y práctica de la planificación en el campo de la problemática urbana y regional. Una de las primeras definiciones que encontramos es la de I. Cerdá a mediados del siglo XIX y que está estrechamente vinculada al ordenamiento de la producción material del espacio y a las ideas positivistas que introducían a la ciencia como fundamento de toda acción. Considera Cerdá que la planificación urbana es un conjunto de conocimientos, de principios inmutables, y de reglas fijas que permitirían organizar científicamente las construcciones de los hombres, sintetizando con esta definición las ideas que imperaban en ese momento histórico. A fines del siglo XIX, P. Geddes avanza en la elaboración de nociones acerca de lo que todavía era urbanismo y planificación urbana diferenciándolo de las acciones espontáneas de los hombres y avanzando en relación a Cerdá en la incorporación de la dimensión histórica y social. Considera a la arquitectura y al planeamiento urbano como la expresión cabal de la historia local y de los cambios del modo de vida e Incorpora la necesidad de la medición precisa de los fenómenos sociales entendiendo a la planificación no como una técnica de parcelación del espacio, sino como el crecimiento continuo, físico y social de un conjunto humano. El pensamiento de Geddes se asienta,

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sin embargo, en rígidas normas propuestas por el movimiento moderno, relacionadas con la zonificación de las actividades en la ciudad y con la morfología edilicia. El movimiento moderno da lugar a la planificación normativa tradicional y en el caso del urbanismo, sintetiza la vertiente que integraba la utopía social con el proyecto urbano a partir de producir ‘modelos’ que imaginaban el futuro. Ese pensamiento moderno surge en el siglo XIX como contraste al denominado pensamiento premoderno del siglo XVIII, preocupado por buscar la seguridad en las relaciones humanas a las que denominaban familia, amistad, barrio, diversas corporaciones y comunidad. Bauman aclara que la seguridad basada en la ‘sociabilidad densa’ no podía transplantarse a un marco social expandido o fluido, dado que la aptitud esencial utilizada en su producción era la capacidad de hacer del ‘otro’ alguien familiar, transformarlo en una persona plenamente definida con una posición fija dentro del mundo conocido. El pensamiento moderno, por el contrario, visualizó al mundo como una totalidad esencialmente ordenada y a los procesos de desarrollo desde una visión de ‘certidumbre’ en el futuro como resultado de una suma de tendencias y decisiones. “El control (‘dominio sobre la naturaleza’, ‘planificación’ o ‘diseño’ de la sociedad) es poco menos que asociado como sinónimo con la acción ordenadora, entendida como la manipulación de las probabilidades (que hace que algunos sucesos sean más probables y otros menos)” (Bauman, 1995: 12). En el marco del pensamiento moderno, la planificación del desarrollo, comienza a delinearse en Europa en la primera mitad del siglo XX desde una perspectiva netamente económica, con prescindencia del sistema ideológico que la utiliza, en la que la tarea de planificar está reservada con exclusividad a profesionales que relevan ‘objetivamente’ y analizan ‘científicamente’ la situación y las posibilidades de mejorarla y disponen medidas de acción. Reconoce como formas de planificación, la imperativa y la indicativa. La planificación imperativa es centralizada, en el marco de un Estado dirigista y sin medios de producción privados. Se basa en la definición de programas y metas y en la fijación de responsabilidades de cumplimiento mediante un acto de autoridad del poder político y su principal referencia es la ahora inexistente URSS, cuyo primer plan quinquenal data de 1928. La planificación indicativa, concertada entre el Estado y los medios de producción privados, enmarcados en un criterio social, consiste en “un estudio del comportamiento posible de los mercados y en la definición y selección de políticas y líneas de acción obligatorias para el Estado y orientadas y sugeridas para el sector privado.” (Ossorio, 2002: 28) Este modelo de base keynesiana encuentra su principal referencia aplicada en Francia y Holanda y en menor medida España en la segunda posguerra. En ese contexto, la planificación del desarrollo en América reconoce, en la tercera década del siglo XX, uno de sus antecedentes fundamentales, a partir de la experiencia ocurrida en la cuenca del río Tennessee en los Estados Unidos. La Tennessee Valley Authority fue creada por el presidente Roosvelt en 1933 para reestructurar la economía del Sudeste de Estados Unidos, en el marco de un conjunto de medidas económicas denominadas New Deal -Nuevo Contrato o Acuerdo-, impulsadas para paliar los graves problemas ocasionados por la gran crisis y depresión económica de 1929. El espíritu del emprendimiento reflejaba las ideas más radicales de la Regional Planning Association of America –RPAA3-, creada en 1923 e integrada, entre otros, por Lewis Mumford. A mediados del siglo XX, el enfoque de la planificación del desarrollo, denominada ‘tradicional’ o ‘normativa’, nutrido por estos antecedentes, registra un origen generalizable en América Latina, cuando plantea la necesidad de programar el desarrollo de los países. Organismos de las Naciones Unidas, como la Comisión Económica Para América Latina –CEPAL- y su Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social –ILPLES- impulsan un proceso que en las décadas siguientes entra en crisis entre otras razones por la inviabilidad política de los planes maestros, los cuales contenían objetivos irrealizables al apuntar exclusivamente al deber ser. Como registra Forero, la anterior razón da muestra de la irreconciliable separación de los encargados de formular o concebir el plan (administradores públicos) con los actores que debían implementar las políticas dispuestas. Efectivamente, la planificación tradicional o normativa se basó en un conjunto de premisas y supuestos positivistas que la volvieron insostenible ante la complejización creciente de los procesos de desarrollo territorial, comunitario e institucional. Entre los más destacados podemos citar:

- Percibe la realidad como homogénea, estática y objetiva, con una única posibilidad de visión que puede y debe ser

analizada por sectores: sector económico, sector social, subsector educación, etc. - Supone predictibilidad de condiciones de contorno: continuidad y/o estabilidad de actores, estructuras y

procesos sociales en curso. Se basa en la certeza y se olvida de la incertidumbre sobre los posibles comportamientos y acontecimientos que escapan al poder del planificador y por ello trabaja con planes sin variantes.

- No considera la coyuntura en el plan. - Es administrativa pues su objetivo es mejorar la eficacia y la eficiencia, minimizando los recursos y priorizando

productos y no considera las transformaciones sociales. - Es instrumental y normativa y se concreta en un plan-libro que refleja lo que ‘debe ser’. - Es técnica pues la metodología es única, aplicable a cualquier espacio, institución o nivel de acción y se basa en

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cuatro etapas: diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación.- Centraliza el control vertical del plan en el sector público y supone: homogeneidad sectorial/jurisdiccional;

condiciones óptimas de desempeño institucional y sobrevalora la capacidad de optimización de los decisores políticos.

- La evaluación es generalmente externa y se concentra en el cumplimiento de los objetivos sin considerar su relevancia o pertinencia. La viabilidad se fundamenta en la factibilidad económico-financiera.

- Existe una clara separación entre la concepción y la acción y no existe retroalimentación. - “El sujeto planificador es distinto y está fuera del objeto planificado” (Ossorio, 2002: 36). - Los roles y los procedimientos están claramente diferenciados y su articulación es nula: unos deciden, otros

ejecutan. Cada actor tiene una función específica que cumplir y la idea integral del proyecto sólo importa a quienes se encargan de la formulación, que a su vez no participan de la ejecución. No admite conflictos de objetivos o medios entre actores.

- La información no es democrática: Cada actor tiene acceso sólo a la información que lo involucra. - Los procesos de comunicación son jerárquicos, propios de una estructura vertical. Existe un emisor y un

receptor, con escasa o nula retroalimentación.

2.2. La Planificación Estratégica Situacional La planificación territorial tradicional o normativa sufre fuertes críticas conceptuales y metodológicas y a partir de éstas, investigadores en planificación como los economistas Carlos Matus (1931-1998), Jorge Giordani y Lourdes Yero y el médico Mario Testa, en el transcurso de la década del setenta, haciendo base en el Centro de Estudios del Desarrollo –CENDES- de la Universidad Central de Venezuela, desarrollan una posición alternativa, apuntada y utilizada fundamentalmente en la gestión pública, que se identificó como ‘planificación estratégica situacional’: Testa plantea en la década del 90 que la planificación normativa es un procedimiento con tendencia a fijar normas de contenido racional y consistentes entre sí que se refieren a un momento futuro, que las metas cuantificadas y ubicadas temporal y espacialmente no son confrontadas con ninguna opinión (de peso) en su contra, que el plan en su conjunto no tiene oponentes y que el planificador es un técnico al servicio del político, que trabaja en una oficina de planificación que forma parte del gobierno, para la cual el objeto de la planificación es el sistema económico social. Para Testa, el procedimiento estratégico difiere considerablemente del anterior en todos los aspectos mencionados: no intenta establecer normas sino desencadenar un proceso permanente de discusión y análisis de los problemas sociales que lleva a proponer metas necesariamente conflictivas, puesto que se refieren a intereses de grupos en pugna, cada uno con planes propios, de modo que el planificador es parte de alguna fuerza social, para la cual el objetivo de la planificación se inscribe en el marco de la lucha por el poder. Carlos Matus que a partir de la planificación estratégica situacional desarrolla el Método Altadir de Planificación Popular –MAPP-, sintetiza este proceso cuando analiza el concepto de plan desde una nueva perspectiva en la que la planificación no es un mero cálculo, sino el cálculo que precede y preside la acción y en consecuencia, cálculo y acción son inseparables y recurrentes. En esa línea afirma que el plan se refiere a un proceso por el cual un actor selecciona una cadena de acciones para alcanzar ciertos objetivos, aunque siempre exista el ‘peligro’ de confundir este proceso con un cálculo determinado por leyes científicas precisas apoyadas en un diagnóstico objetivo de la realidad. Para Matus, el plan en la vida real está cercado de incertezas, imprecisiones, sorpresas, rechazos y apoyos de otros actores, por consiguiente su cálculo es nebuloso y se sustenta en una comprensión de la situación, es decir, de la realidad analizada desde una perspectiva particular de quién planifica. Este plan conduce eventualmente a la acción, de manera que, repitiendo la frase de John Friedman, el plan es una mediación entre el conocimiento y la acción, pero ella no es una relación simple entre ésta y las ciencias. El conocimiento de la realidad sobrepasa el ámbito tradicional de las ciencias. Ya el plan no es el resultado de la capacidad para manipular variables, sino la capacidad para acumular y direccionar fuerzas para el cumplimiento de los objetivos propuestos, superando el plan de los demás contendientes. El planeamiento estratégico pasa a ser “un proceso continuo de adaptación de la aplicación de la energía social a los cambios situacionales, esforzándose por sostener la direccionalidad en la borrosidad de las circunstancias que se presentan en la trayectoria trazada hacia los objetivos propuestos” (Ossorio, 2002: 40). La planificación estratégica situacional, en contraste con la planificación tradicional o normativa, construye otras premisas:

- Busca una síntesis dialéctica entre planificación, gestión y política. - Los actores sociales tienen distintos grados de poder e identifican los temas y problemas desde su posicionamiento

y por lo tanto planifican desde su perspectiva y para construir su propia ‘situación objetivo’. - “El sujeto planificador está dentro del objeto planificado, se confunde con el objeto planificado. El sujeto no es

uno sino múltiple y se expresa en diferentes actores sociales que planifican de acuerdo con sus perspectivas, intereses, ideas y valores” (Ossorio, 2002: 36).

- La realidad social no es homogénea ni sectorizable sino que es heterogénea y se presenta por problemas sociales que expresan la posición de los actores, permitiendo una visión integral.

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- La esencia de la planificación estratégica situacional “está en identificar las diferencias de los actores presentes en la realidad social, evidenciar los distintos proyectos que tiene cada actor y diseñar e implementar estrategias que permitan el logro de ‘mi’ proyecto, lo que implica el ‘no logro’ del proyecto del otro” (Chaves Zaldumbide, 1996: 59).

- Introduce en su teoría la consideración de los ‘otros’, en un juego de conflicto y cooperación. Los otros -oponentes, aliados o competidores- tienen sus propias apreciaciones de la realidad y actúan y planifican en función de sus intereses y perspectivas particulares.

- Se realiza en el terreno de la incertidumbre, donde la eficacia política de la acción no depende solo de la intención y el esfuerzo propio, sino de la capacidad para superar la oposición y resistencia de los otros actores sociales.

- Es un plan modular y flexible, sin etapas sino con ‘momentos’ que le permiten adecuarse a las situaciones y que se identifican como de explicación situacional, normativo, estratégico y táctico – operacional.

- La evaluación retroalimenta el cálculo y la acción a partir de indicadores cuantitativos y cualitativos.

El planeamiento estratégico situacional, a partir de la década del ochenta, convive con un conjunto de diferentes miradas, todas críticas del planeamiento tradicional, convergentes en ciertos aspectos pero con sus particularidades. A pesar de no haberse generalizado en experiencias concretas en el campo del sector público, tienen una fuerte influencia en el campo empresarial y su aporte teórico – conceptual es relevante ya que junto a la planificación estratégica situacional, fueron construyendo importantes aspectos de la base epistemológica que da lugar a la planificación estratégica participativa. Entre los ejemplos más importantes podemos citar la reflexión prospectiva de Ozbekhan, el planeamiento interactivo de Ackoff, el pensamiento estratégico de Ohmae y el planeamiento estratégico de Levy. La reflexión prospectiva de Ozbekhan propone un planeamiento que idealiza el futuro sin restricciones salvo la factibilidad tecnológica. Su estructura tiene tres niveles: 1) la planeación normativa o lo que ‘debe ser hecho’, 2) la planificación estratégica o lo que ‘puede ser hecho’ y 3) la planificación operativa o lo que ‘será hecho’. El planeamiento interactivo de Ackoff considera al proceso de realización como el producto más importante, determina similitudes con situaciones anteriores y singularidades del caso y afirma que el futuro puede ser influido por la acción de los diferentes actores. Se basa en tres principios, 1) el principio participativo como medio de aprendizaje que constituye una finalidad en si misma para el desarrollo, 2) el principio de la continuidad, que permite el monitoreo constante de los cambios y 3) el principio holístico, conformado por la coordinación – interdependencia y la integración – interacción para promover la planificación simultanea de los componentes del sistema. El pensamiento estratégico de Ohmae o pensamiento no lineal o no gradual, se diferencia del pensamiento lineal de los sistemas mecánicos y del pensamiento intuitivo, al que no le reconoce sustento en sus conclusiones; a partir de descomponer los problemas en sus partes básicas, identificar sus temas críticos –las ‘claves’- a partir de la técnica de ‘tormenta de ideas’ y encuestas y volver a ensamblar los componentes de acuerdo al modelo deseado, de manera que facilite el descubrimiento de la solución. Finalmente, el planeamiento estratégico de Levy o ‘conducta’ estratégica, se basa en la interacción de la organización con el entorno y la adaptación permanente de su configuración para la resolución de problemas, en función de los cambios inmediatos y mediatos de ese contexto a partir de la asignación de recursos tales como energía, materia, información y tiempo. El modelo se define por su capacidad de proponer, interpretar y reaccionar para evolucionar. Lo cierto es que, en los inicios del siglo XXI –y al igual que cuando analizamos la evolución en el concepto de desarrollo, avanzando paulatinamente desde la década del setenta- la planificación se perfila como una práctica político técnica al servicio de la innovación y la reinvención del territorio y de sus instituciones; que se renueva en su disciplina y teoría; se actualiza en sus métodos y técnicas del análisis; se reenfoca como acción comunicativa y se sistematiza diferente en sus prácticas y en la creación de redes sociales y territoriales. 2.3. La Planificación Estratégica Participativa La planificación estratégica participativa (también denominada comunicativa) para el desarrollo de las comunidades y de sus organizaciones /instituciones; se basa fundamentalmente en los enfoques conceptuales de la planificación estratégica situacional y toma aportes de la planificación estratégica empresarial en sus diversas versiones, pero incorpora la participación de los diversos actores sociales en la búsqueda de desarrollo, a partir de la concertación y el consenso. Surge como un procedimiento joven en la microhistoria cuyo inicio podríamos situar en un período de transición, durante la segunda mitad del siglo XX, entre el fin del modernismo y el inicio del posmodernismo en Estados Unidos y Europa.

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Para comprender su origen y rápida instalación en los procesos de desarrollo de numerosas comunidades e instituciones públicas, es necesario reconocer que a diferencia del pensamiento moderno, el pensamiento posmoderno visualiza al mundo ya no como una totalidad, sino como un número ilimitado de modelos de orden, cada uno de los cuales es generado por un conjunto relativamente autónomo de prácticas. Bauman plantea en la década del 90 a los procesos de desarrollo desde una visión de ‘incertidumbre’, en la que se consolida la pluralización de los discursos contextualizados por la comunidad y la tradición, que postula el carácter local de la verdad, el juicio y el gusto, algo que la modernidad negó y se propuso superar en la práctica y en el que los procesos o fenómenos imprevistos se incorporan como una variable fundamental en la construcción prospectiva de escenarios para el desarrollo de las comunidades y sus instituciones públicas. En la misma línea afirma que las prácticas locales, al igual que los sistemas de conocimiento, pasan a evaluarse desde las tradiciones propias y las ‘localidades’, y todas las verdades, incluida la de uno mismo, parecen estar atadas al tiempo y al lugar y parecen tener sentido únicamente dentro de los límites de un país, el dominio de un reino o la tradición de una nación. La noción de comunidad, a la que hoy entendemos como el colectivo de representantes de los diversos sectores y actores socio-económicos que la integran, incluido el Estado, adquiere un significado central para el período; ya no con el sentido premoderno de búsqueda de certezas y seguridad en las relaciones humanas, sino a partir de identificarla como el concepto central de la filosofía y de las ciencias sociales autoconcientemente posmodernas en las que abundan los llamamientos a un vocabulario compartido, a un mundo común y a una comunidad de significados (tradiciones, formas de vida). A partir de esta nueva visión, existe en la actualidad una fuerte revalidación de las relaciones Sociedad – Cultura – Economía – Territorio, que fueron descuidadas por la ortodoxia de la planificación. La planificación, entonces, comienza a definirse como un proceso de reflexión-acción de un grupo social que pretende desarrollar y alcanzar sus valores por medio de la interpretación de los fenómenos del contexto donde se insertan y por medio de la investigación de posibles caminos para lograr su cumplimiento (Forero, 1999). El pensamiento estratégico comunitario, se convierte en un instrumento básico para jugar un papel positivo para el desarrollo social y de cooperación entre las comunidades e instituciones que comparten la meta de conseguir una calidad de vida mejor, imposible sin equilibrio y equidad. Se vuelve indispensable para canalizar la vitalidad participativa de vecinos e instituciones y poder articularla con los roles y responsabilidades del Estado en un proyecto común, que refleje las inquietudes de todos, reconociendo esa diversidad, a partir de propuestas sensatas y arraigadas en aspiraciones colectivas, pero también en posibilidades reales de alcanzarlas. La planificación estratégica participativa aparece en la agenda de las comunidades y sus instituciones públicas, como consecuencia de: - La asunción de nuevas responsabilidades y funciones de las organizaciones públicas, en particular las comunitarias, producto de los procesos de descentralización en curso en algunos casos y de la creciente y permanente multiplicación de las variables a considerar, producto de un entorno complejo y cambiante. - La visualización de que los escenarios de desarrollo que se modificaron profundamente en los últimos años y la presunción de que se modificarán mucho más y por lo tanto, es necesario aceptar nuevas pautas de gestión para direccionar el desarrollo, imposibles de asumir sin consensuarlas con el conjunto social. - La percepción generalizada de que los métodos tradicionales de planificación y gestión tienen una fuerte crítica por su ineficiencia e ineficacia y por no adaptarse a las nuevas circunstancias, básicamente porque no incluyen a la comunidad involucrada. La noción de planificación se resignifica como holística y sistémica en términos de contexto, a partir de volverlo parte del objeto de estudio; y de relaciones, a partir de comprender las partes desde la organización permanente del conjunto como una red de interrelaciones, donde los procedimientos se revisan a partir de un aprendizaje social basado en la experiencia -referida al pasado- pero también en la intuición –referida al futuro- y donde ese grupo social se reconoce en su propia cultura, es decir con una forma particular de entender y accionar en su propia realidad. La planificación, entendida como proceso sistémico, pasa a formar un par simbiótico y flexible con la gestión, y un plan estratégico participativo que involucre a la comunidad en su conjunto, pasa a significar además, el fortalecimiento de sus instituciones, porque es a partir de éstas que la comunidad puede identificar los catalizadores del crecimiento y generar el ambiente necesario para el progreso colectivo y sustentable. A diferencia de la planificación tradicional o normativa, pero en varios aspectos, también de la planificación estratégica situacional, la planificación estratégica participativa parte de las siguientes premisas básicas:

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- 1º) La idea de integridad, que se distingue de la planificación estratégica situacional, que identifica problemas y causalidades; porque capta la realidad reconociéndola como compleja, la que puede o no ser problemática, en un proceso de planificación y gestión, que partiendo de las condiciones de esa realidad, apunta a incidir sobre su evolución, pudiendo definir a través de un procedimiento racional, objetivos y cursos de acción posibles. - 2º) La idea de diversidad, que se distingue de la planificación estratégica situacional que propone la idea de heterogeneidad, en la que se identifican las diferencias entre los actores y sus relaciones, porque considera que los actores tienen diferencias pero también puntos en común que hacen posible una construcción colectiva. - 3º) La idea de construcción colectiva, que se distingue de la planificación estratégica situacional que considera estrategias de oposición o conflicto, porque prioriza estrategias de cooperación o concertación que permiten compartir un proyecto de transformación de la realidad por parte de un grupo social, donde el proceso es más importante que sus productos. - 4º) La idea de integración temporal que al igual que la planificación estratégica situacional, reconoce que los procesos de planificación estratégica de mediano plazo se dan en el mismo marco y en el mismo escenario en el que transcurre lo cotidiano y lo urgente; situación que necesariamente se incorpora. Lo estratégico/ estructural y lo urgente/ coyuntural son contemplados en el desarrollo del mismo proceso, considerando que la definición de las acciones operativas que se toman ‘día a día’, integran la definición de una dirección global a la que se ajustan dichas acciones. Entre sus otras características podemos destacar: - Busca una síntesis dialéctica entre planificación, gestión, política y comunicación porque reconoce que no hay desarrollo posible sin comunicación democrática. - Interpreta el futuro, pero no extrapola el presente porque asume que habrá sorpresas y cambios en las tendencias y deberá buscar salidas, acuerdos y alternativas para adecuarse a los cambios. Es un procedimiento para formular ordenadamente aquellas decisiones que involucran los objetivos generales de la comunidad y que afectan significativamente su futuro pero no es un conjunto de decisiones de lo que hay que hacer en el futuro, sino de decisiones actuales que pretenden alcanzar objetivos que tendrán repercusiones futuras. - Significa la adaptación de los recursos y habilidades de una comunidad u organización al entorno cambiante, aprovechando sus oportunidades y evaluando los riesgos en función de objetivos y metas. El pensamiento estratégico indica que frente a las variables que no podemos manejar solo podemos posicionarnos, de modo que su probable evolución nos encuentre en una posición relativa favorable. Y frente a las variables sobre las que podamos incidir apliquemos los instrumentos más adecuados para poder manejarlas. - Reconoce la incertidumbre y si bien no la reduce, ayuda a organizarla. - Los métodos de evaluación son flexibles, reconocen la singularidad y lo imprevisto y alimentan la acción aprendiendo de lo actuado. Es el resultado lo que valida el procedimiento. - Los datos están contextualizados y es fundamental su interpretación.

3. SINOPSIS El concepto tradicional de desarrollo en el siglo XX fue fundamentalmente económico y surge en la segunda posguerra fundamentado sobre el trípode abundancia de recursos naturales -en particular energéticos-, aumento de la productividad del trabajo y presencia del Estado de Bienestar. Es en la década del setenta cuando, acompañando los inicios de la globalización y sus consecuencias, incorpora entre sus objetivos el combate a la pobreza, el desempleo y la desigualdad. Esta corriente se profundiza en la década del ochenta con la promoción del desarrollo autodependiente ‘a escala humana’ y la noción de “desarrollo sustentable” que expresa un compromiso entre posiciones políticas y estrategias tecnológicas y económicas difíciles de conciliar. Y es en la década del noventa, ya con el vértigo producido por la velocidad de los cambios mundiales, pero también con la consolidación de los procesos de resignificación cultural y empoderamiento social, cuando se incorporan variables intangibles al concepto de desarrollo, como la paz, la economía, el medio ambiente, la justicia y la democracia; que reconocen el valor de la subjetividad colectiva en el proceso y su estrecha asociación con la cultura local y sus valores. Finalmente, la sociedad contemporánea se orienta hacia un estilo de desarrollo endógeno, sistémico, sinérgico, inclusivo y sustentable para la transformación de las comunidades y sus instituciones; que busca la conservación ambiental, el crecimiento económico, la identidad cultural, la transparencia política y la equidad social, mediante una actuación decidida y concertada entre los diferentes actores de las comunidades y sus organizaciones, en donde el progreso duradero depende de la tolerancia y el respeto de los derechos humanos y de la participación efectiva de los ciudadanos en los asuntos públicos. Estas propuestas contemporáneas de desarrollo, tienden a aumentar la importancia y necesidad del planeamiento, en particular el planeamiento participativo, como instrumento fundamental para orientar el futuro y la evolución del enfoque del desarrollo induce indefectiblemente a analizar la evolución del enfoque de su planificación. Esta dio pasos trascendentes en su concepción y evolución, acompañando tamaña transformación en buena parte del planeta y registrando ciertas particularidades en América Latina. Efectivamente desde los inicios del siglo XX hasta ya instalada la Guerra Fría, el pensamiento moderno, visualizó al mundo como una totalidad esencialmente ordenada y a los procesos de desarrollo desde una visión de

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‘certidumbre’ en el futuro, como resultado de una suma de tendencias y decisiones. La planificación del desarrollo adopta en el período, perfiles indicativos, dirigistas o intervencionistas del Estado, pero siempre desde una visión instrumental, normativa, ‘ordenadora’ y en Occidente, promotora. En los sesenta se asume oficialmente la planificación del desarrollo en América Latina, aún normativa y positivista, y es en la década del setenta, cuando se genera una posición alternativa, que se identificó como planificación estratégica situacional, apuntada y utilizada fundamentalmente en la gestión pública para encontrar una síntesis dialéctica entre planificación, gestión y política. En la década del ochenta, cuando se afianza el pensamiento posmoderno que comienza a visualizar al mundo ya no como una totalidad, sino como un número ilimitado de modelos de orden, cada uno de los cuales es generado por un conjunto relativamente autónomo de prácticas; y a los procesos de desarrollo desde una visión de ‘incertidumbre’; la planificación estratégica situacional evoluciona hacia la planificación estratégica participativa, que acompaña el curso de las dimensiones culturales y sociales en las cuestiones del desarrollo endógeno y sustentable. La planificación estratégica participativa va delineándose como un proceso de reflexión y acción de los grupos sociales que mediante el desarrollo de sus capacidades estratégicas en la búsqueda de una síntesis dialéctica ahora entre planificación, gestión, política y comunicación, se proponen el progreso colectivo por medio de la interpretación del contexto donde se insertan y de los escenarios que pueden constituir su evolución, y por medio de la investigación y la construcción de posibles caminos –concertados entre los diversos actores y grupos sociales que conviven en una comunidad- para lograr su cumplimiento.

1 Tercer Mundo: denominación acuñada en 1952 por el demógrafo Alfred Sauvy y el antropólogo George Balandier para designar a los países que no pertenecían a ninguno de los dos bloques mundiales –capitalista y comunista- que estaban enfrentados en la Guerra Fría (1945-1991). 2 En el Informe Brundtland se utilizó por primera vez el término ‘desarrollo sostenible’. Es un informe socio-económico sobre una gran cantidad de Naciones, elaborado en 1987 para la ONU por una comisión encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland. Originalmente, se llamó Nuestro Futuro Común (Our Common Future). 3 La RPAA representa la institución que protagoniza la transición entre la primera guerra y el New Deal y entre sus principales objetivos busca la realización de planes globales para desarrollar la región.

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CAMPUS Y CIUDAD La experiencia del Barcelona Knowledge Campus

Estanislao Roca Blanch Doctor en Urbanismo por el Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio Director de Sección del DUOT. Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Universitat Politècnica de Catalunya Mail: [email protected] RESUMEN El presente artículo presenta una reflexión sobre los campus y su relación con la ciudad, a través de tópicos e invariantes de modelos de asentamiento y casos paradigmáticos. En estos campus se establecen distintas situaciones y maneras de relación urbana, desde los modelos europeos iniciales, de localización más nítidamente urbana, a modelos anglosajones con localizaciones periurbanas. El artículo continúa con un resumen de la experiencia profesional y académica en el Campus de la Diagonal de Barcelona, donde el autor redactó un plan urbanístico. El objetivo de este plan es: revitalizar el campus, y unirlo a la ciudad, a través de estrategias de integracion con el tejido circundante, incorporando usos complementarios a los universitarios. Este campus está formado por la Universidad de Barcelona y la Universidad Politécnica de Cataluña, que se presentaron conjuntamente bajo la identificación de “Barcelona Knowledge Campus. BKC”. Fue presentado en la convocatoria de Campus de Excelencia Internacional, abierta por los Ministerios de Educación y Ciencia e Innovación de España, obteniendo la prestigiosa distinción en noviembre de 2009. Se exponen los aspectos más relevantes de las propuestas urbanísticas y arquitectónicas del BKC, que constituye un ¨cluster” de formación de primer orden y referencia. Además, cuenta con la mayor concentración de conocimiento del sur de Europa y con novedosos proyectos docentes y de innovación. Palabras clave: planificación urbana, campus universitario, ABSTRACT This article presents a reflection on university campus and its relationship with the city, through topics and invariants of settlement patterns and paradigmatic cases. Campus set different situations and ways of urban relationship, from urban location of early european models, to suburban locationsof anglo-saxon models. The article continues with a summary of professional and academic experience of Campus Diagonal in Barcelona, where the author drafted a development plan. The objective of this plan is: to revitalize the campus and to link the city through integration strategies with the surrounding tissue, incorporating complementary uses to the students. This campus belongs to the University of Barcelona (UB) and the Polytechnic University of Catalonia (UPC), which were presented together under the identification of "Knowledge Campus Barcelona. BKC". It was also presented at the Campus of Excellence, opened by the Ministries of Education and Science and Innovation in Spain, earning a prestigious distinction in November 2009. The article presents the most relevant aspects of urban and architectural proposals of BKC, which is a ¨ cluster” of first-class training and reference. It also has the highest concentration of knowledge in southern Europe, and novel and innovative teaching projects. Key words: urban planning, university campus

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Apenas hace un año que finalicé junto a Andrés Lezcano y Ricard Fayos la redacción del libro “Campus de la diagonal “ un projecte urbà “1 publicado por la Universidad de Barcelona y le pasamos los textos al profesor y amigo Carlos Martí Arís para recabar su opinión. Tras mostrar su interés, le pedimos un prólogo que generosamente me remitió con el título “El Campus como principio urbano”. En él nos desvela desde la etimología que la evidente raíz de “campus” no es otra que el vocablo latín que alude al campo como término opuesto al de ciudad y aduce que la noción moderna de “campus” reclamaría como objetivos principales el retorno de la presencia activa de la naturaleza dentro del tejido urbano y el reencuentro de un nuevo equilibrio entre ambos factores vistos como ingredientes básicos del espacio habitable. Esta reflexión nos sirve sin duda para apuntalar un posible discurso entre campus y ciudad, en el que encontraríamos diversas y dispares posturas. Jaime Lerner2 en la publicación “Acupuntura urbana”, editada por IAAC 2005 en Barcelona, incorpora el siguiente texto:

“Hacer que un estudiante salga a la calle también es fundamental. En muchos lugares, los estudiantes son expulsados de la ciudad y metidos dentro de unas estructuras que convencionalmente se llaman campus universitarios. A veces el espacio está tan vacío que es un verdadero desertus universitario. Los estudiantes necesitan convivir más con la ciudad para tener una visión más generosa de la sociedad. Si no, recibirán sólo unas gotas de información sobre una sociedad con la que apenas conviven. ¿Se imaginan una Sorbonne fuera de París, o una Columbia fuera de New York, o una Berkeley separada de la ciudad? ¿O la Universidad de Heidelberg, la Facultat de Derecho de Sao Paulo, lejos del núcleo urbano?. Incluso con las estructuras centralizadas de algunos campus, es posible llevar sectores al centro de la ciudad, principalmente los relacionados con los seminarios, las actividades culturales, etc. O, si no, llevar la ciudad a los campus”.

Y con estas palabras se posiciona en el debate sobre si la universidad se ha de definir en un recinto alejado de la ciudad o si se ha de integrar formando parte de ella, como en los más antiguos establecimientos del saber o como propuso Thomas Jefferson en Charlottesville para la Universidad de Virginia, arquetipo del espacio universitario moderno, con su propio campus y espacios de relación universitaria en una posición relativamente próxima al centro. Según Carlos Carreras, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, desde el punto de vista de la localización de las universidades en relación al espacio urbano, se puede hablar de dos modelos claramente contrapuestos. Uno –el primero históricamente- es el modelo europeo de la localización nítidamente urbana; el otro es el modelo anglosajón de la localización periurbana o casi rural. La universidad medieval estaba relacionada con la Iglesia y los primeros centros de enseñanza superior aparecieron vinculados a conventos, monasterios, iglesias y catedrales. Siendo estas instituciones mayoritariamente urbanas, lógicamente, también lo fueron las universidades. La sede central de la Universidad de Barcelona (UB) varia con el tiempo su localización: en la Rambla de los Estudios primero (coincidiendo con el tramo septentrional de la cosmopolita Rambla de Barcelona), en el Ensanche después3 (siguiendo el proyecto del arquitecto Elias Rogent frente a la actual plaza de la Universidad) y expandiéndose posteriormente por diferentes ámbitos de la ciudad en la medida de su crecimiento. Y en estas posiciones más urbanas encontraríamos innumerables casos. La misma Universidad de Columbia en New York ocupa manzanas enteras o parte de ellas y se funde en el tejido urbano de Manhattan como pasa con la Universidad de Liverpool y en tantas otras comunidades del saber. Sede central de la Universidad de Barcelona proyectada por Elias Rogent.

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En Barcelona, la Universidad Pompeu Fabra, inicialmente, también se inserta en el tejido de la ciudad compacta pretendiendo que su campus sea la propia ciudad. Algo parecido pasa en la antigua Universidad de Lovaina, donde las facultades se mezclan en la trama urbana sin formar grandes conjuntos docentes específicos. En Madrid, en cambio, sólo un 4,5% de las universidades están plenamente integradas al centro de la ciudad4, mientras que la mayoría ocupan la periferia urbana del sistema metropolitano. Por otra parte, la capacidad de acoger a la sociedad del conocimiento a que está predispuesta una ciudad es a priori inconmensurablemente obvia, siempre que no haya fuertes obstáculos que lo impidan. En el caso de la Universidad de Bolonia, la más antigua de Europa, la aceptación fue tal que para acoger al alud del estudiantado proveniente de todas partes, y a falta de residencias, se llegó a conceder el derecho de voladizo sobre el espacio público a las edificaciones de aquellas familias que acogían a un estudiante en su casa. Un interesante campo de investigación podría versar en definir los factores que han condicionado la localización de los campos universitarios. Encontraríamos un amplio conjunto de tipologías y de relaciones distintas entre la universidad y la ciudad desde las más solipsistas a las más integradas al tejido urbano. Sin duda, factores como la oportunidad de la disposición de suelo a menudo han condicionado una localización fuera de la ciudad, y han aparecido campus lejos de la masa crítica urbana, muchos sin un sistema de transporte público eficaz. Esta disfunción, a menudo, ha derivado en un fracaso, obligando muchas veces y con posterioridad a la Administración pública a realizar importantes esfuerzos financieros para corregir decisiones proyectuales mal tomadas precipitadamente. Pero también se han construido universidades lejos de la ciudad por conveniencia política, con la finalidad de tener a los estudiantes alejados y así evitar conflictos y altercados dentro de la misma. Este es el caso del Instituto Superior Politécnico de la Habana, proyectado por el régimen de Fulgencio Batista, antes de la Revolución. Situado a unos veinte kilómetros del centro de la ciudad, ocupa una antigua plantación de caña de azúcar simulando que el objetivo principal de esta localización era aproximar la universidad a la industria del campo. La Universidad Autónoma de Barcelona, nacida de los conflictos universitarios en pleno régimen franquista, se emplazó al norte de las montañas de Collserola en un campus suburbano y suficientemente separado de la ciudad compacta. En este caso se tuvo que dotar de un enlace ferroviario eficaz prolongando la línea de los Ferrocarriles Catalanes para conectar la universidad con el centro de la ciudad de Barcelona. El propio Campus de la Diagonal que presentaré con más atención en este mismo artículo, al principio y también en pleno régimen del General Franco, fue ubicado lejos de la ciudad -dividido por la gran avenida Diagonal que era ideal para el acceso de la policía a un campus inicialmente “mal” planificado-. Actualmente este campus ya se encuentra en continuidad con el tejido urbano consolidado de Barcelona con excelentes comunicaciones de transporte público y con un proyecto que pretende reforzar, aún más, su integración con la ciudad. Otro motivo de reflexión es verificar hasta que punto una universidad urbana se integra a la dinámica de su ciudad. Un buen ejemplo es la paradigmática relación entre universidad y ciudad que imprimió Josep Lluís Sert en su intervención urbanística de Harvard en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Sert propuso un plan integral para un campus que se iba mezclando sin control y a gran velocidad con el tejido urbano de Cambridge. De hecho, su intervención fue estratégica con pequeñas actuaciones, pero vitales para garantizar la continuidad de los itinerarios de peatones, organizando la ordenación de los nuevos edificios, a veces con el recorrido peatonal -creador de ciudad- por el interior de la misma edificación como pasa en el Holyoke Center que Sert proyectó y fue clave para la articulación del campus y la ciudad. También sugirió el paso inferior por la Cambridge Avenue con el objetivo de unir el recorrido peatonal y sin coches entre el antiguo Yard y el Campus Norte. Con su intervención, Sert consiguió completar el programa universitario con un juego de Campus de Harvard.

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compensaciones, transiciones y acentos entre los edificios nuevos y los que conservaba, integrando la universidad a la ciudad con gran habilidad. Lejos del modelo establecido en muchas universidades privadas norteamericanas convertidas en recintos que son fronteras en la ciudad, verdaderos guetos o microciudades con docencia y residencia, con todos y cada uno de los usos posibles y necesarios para fomentar una compleja organización financiera. Ahora bien, nos queda un importante campo de exploración relacionado con la idea del campus que va más allá de su propia definición y que en su concepción más moderna ya comporta implícitamente una idea de ciudad. El campus como estructura “pavillonaire” que hace interpretar el papel protagonista a los edificios, tensando el espacio público como pasa, aunque con otro programa, en la mágica Piazza o Campo dei Miracoli, situada en el corazón de la ciudad de Pisa, donde el espacio no se presenta como un plano horizontal libre en si mismo –la mitad pavimentado y la otra mitad cubierto de verde-, sino que el interés radica en la forma y en la posición estratégica de las cuatro grandes edificaciones: el Duomo, la torre inclinada, el Baptisterio y el Campo Santo Monumentale, con una carga añadida de simbolismo. Allí el espacio está definido como un elemento, se predispone y se establece como proyecto de ciudad. Pero el poder que potencialmente tiene la arquitectura moderna de generar un lugar urbano no lo tienen tan claro Collin Rowe y Fred Koetter5 que nos dan a entender como se diferencian los proyectos del centro de Saint Dié o la Unité d’Habitation de Marsella de Le Corbusier del fragmento de una ciudad de la Toscana, y manifiestan su preferencia por esta última (cargada de complejidad, identidad e historia), poniendo en crisis la ciudad moderna y aduciendo que la ciudad tradicional se niega a ser establecida y que no hay referencias ni históricas ni ideales. No estoy tan seguro de ello. Cada vez estoy más convencido de la carga de fuerza y sentido de hacer ciudad que puede imprimir la arquitectura moderna cuando en si misma existe el compromiso de proyecto urbano como pasa en el Holyoke Center de Sert. Me inclino a vindicar estas formas de relacionarse que en el mundo contemporáneo pueden adquirir los edificios como protagonistas y definidores del espacio urbano, y que donde radica la arquitectura de la ciudad es en la buena relación arquitectónica entre sus espacios y edificios, sin la cual ningún objeto solo no puede pretender hacer ciudad. En un escenario distinto, Carlos Raúl Villanueva diseñó la ciudad Universitaria de Caracas, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO el año 2000. Villanueva tuvo muy en cuenta la escala humana y concibió el campus como una ciudad jardín con un importante componente verde, creando recorridos o sutiles movimientos peatonales que establecen una sugestiva fruición producida por la arquitectura de los edificios que dialogan entre sí y con el paisaje urbano del campus. También cabe constatar que independientemente del régimen de propiedad, a fin de vitalizar un campus que se encuentra alejado del centro o del tejido compacto de una ciudad una buena opción proyectual puede ser la implantación de usos complementarios a los universitarios6. Este criterio se incorporó en Barcelona tanto en el Campus Norte de la Diagonal como en el Plan de Mejora Urbana del Campus Sur, planteándolo como recurso urbano, más allá de su función docente e incorporando un componente social y ciudadano, con el objetivo de ayudar a cohesionar las partes, asegurar la continuidad de la vida urbana más allá del tiempo de docencia y, a la postre, evitar la desertización urbana. Una corrección similar y a pequeña escala la propició Rem Koolhaas en el Illinois Institute of Technology (IIT Campus) proyectado el año 1939 por Mies van der Rohe, con la incursión de un “campus center”, un edificio de servicios con

Ciudad Universitaria de Caracas. Carlos Raul Villanueva.

Illinois Institute of Technology (IIT)

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sala de conferencias, comercios, cafetería, supermercado y otros usos complementarios al lado de la estación de transporte ligero que conecta con el centro de la ciudad de Chicago y su red general de transporte público. En cualquier caso, según Jeff Lackney, conviene fomentar el compromiso de diseñar recintos universitarios que principalmente tomen en consideración la calidad de vida y la experiencia social de los alumnos que habitan en estas instituciones de enseñanza superior, y el urbanismo y la arquitectura constituyen elementos fundamentales en el esfuerzo de crear las comunidades de aprendizaje más vibrantes. A propósito del Barcelona Knowledge Campus BKC En 2009 los Ministerios de Educación y Ciencia e Innovación en España abrieron la convocatoria de Campus de Excelencia Internacional. Tras una primera selección de 18 finalistas entre más de un centenar de universidades que formularon su propuesta, obtuvieron la prestigiosa distinción once candidaturas, entre ellas la del Barcelona Knowledge Campus (BKC). Una Comisión Internacional de expertos integrada por el arquitecto Dominique Perrault, el científico Ignacio Cirac, el exrector de la Universidad de Viena y dirigente de la asociación de universidades europeas Georg Winckler, distinguió tres grupos entre las once candidaturas en función del potencial y la proyección internacional de las propuestas. La bipolaridad Madrid-Barcelona es llamada a impulsar la modernización del sistema universitario español, y con esta hipótesis la Comisión Internacional premió los proyectos de Madrid – Universidad Complutense y Politécnica de Madrid, Universidad Autónoma (UAM) y la Universidad Carlos III – así como los proyectos de la Universidad de Barcelona y la Universidad Politécnica de Cataluña que se presentaban conjuntamente bajo el nombre de “Barcelona Knowledge Campus” y de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), por su potencial de competencia internacional. Un par de años antes, previa a su presentación, en la que contribuí con la elaboración del contenido territorial, urbanístico y ordenación de las edificaciones, había redactado junto con el profesor de Proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Luís Alegre, el Plan de Mejora Urbana del Campus Sur de la Diagonal a partir de un convenio del Ayuntamiento de Barcelona, la Universidad Politécnica de Cataluña y la Universidad de Barcelona. Además, durante un año (dos semestres) en la asignatura Urbanística VI, la cual coordino como profesor responsable y que coincide con la última de la enseñanza troncal de urbanismo en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, realizamos los ejercicios de taller en el ámbito de este campus. Trabajar en un espacio tan cercano a las aulas, donde además se realizaba una reflexión urbanística y proyectual a nivel profesional, fue muy satisfactorio y se tradujo en una gran implicación de los alumnos y en un cualitativo nivel de sus ejercicios. La presentación de la candidatura del Barcelona Knowledge Campus fue una experiencia muy interesante ya que se producía tras una experiencia previa y un trabajo de investigación que desde hacía años compartía con mis

La ciudad de Barcelona y el BKC

Imagen aérea del estado actual del BKC.

Imagen aérea de la propuesta.

Planta general de ordenación del BKC.

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compañeros7. También sirvió en gran medida el documento de reflexión sobre los criterios de urbanización del Campus Sur que habíamos elaborado recientemente, los cuales apostaban por la pacificación del tráfico como ya se había producido en el modelo establecido en el Campus Norte de la UPC. Fue clave la aportación de los arquitectos coordinadores de las dos universidades implicadas. A saber, Andrés Lezcano, Director del Plan Plurianual de la Universidad de Barcelona y Josep Benedito por parte de la Universidad Politécnica de Cataluña. Este último y el arquitecto Lluís Cantallops habían sido los artífices de la ordenación del Campus Norte. Además, tanto Andrés Lezcano como Josep Benedito habían elaborado los programas funcionales de las facultades de ambas universidades que se incorporaron a la documentación del plan urbanístico del Campus Sur que proponía un nuevo modelo urbanístico e incrementaba su edificabilidad atendiendo a una importante demanda docente. El plan apostaba por la extensión a otra escala de la malla regular de la ordenación de las calles del Campus. Creíamos conveniente transportarla a la composición de los edificios y a su ordenación dentro de las parcelas como ya se había realizado anteriormente en otras actuaciones, entre ellas la de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona. También, y una vez conocidos los programas funcionales, decidimos concentrar los aularios de las nuevas facultades en unos volúmenes-zócalo de planta baja y una o dos plantas piso como máximo, por razones de albergar la masa crítica del alumnado lo más cercana posible de la cota de planta baja y, en todo caso, destinar unos volúmenes emergentes a despachos, seminarios, investigación y a dependencias departamentales. Gran parte de la cubierta de los volúmenes zócalo podría ser vegetal y convertirse en un espacio colectivo de las mismas facultades. El plan también regulaba la disposición de los edificios emergentes de los volúmenes-zócalo mediante un mecanismo reglado para asegurar el asoleamiento del conjunto y asegurar un criterio de unitariedad proyectual. Implícitamente se trabajaba a doble escala, la humana o del peatón establecida por los volúmenes-zócalo y la de la ciudad en la que los edificios emergentes tomaban su protagonismo, erigiéndose como verdaderos iconos urbanos. Todo ello permitió establecer un nuevo modelo de Campus sostenible, funcionalmente integrado y ambientalmente eficiente, el Barcelona Knowledge Campus BKC, un Campus de Excelencia Internacional... El Barcelona Knowledge Campus, compuesto por la Universidad de Barcelona (UB) y la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), constituye un “cluster” de formación de primer orden y referencia en el sur de Europa y basa su estrategia en el liderazgo de un cambio de modelo económico de su entorno. Es un campus integrado en el continuo del tejido de la ciudad de Barcelona y cuenta con planes y proyectos encaminados a fortalecer esta condición urbana. La innovación de sus propuestas y programas resulta adecuada en el sistema universitario español en la medida que cuenta con diversidad tecnológica, propuestas académicas novedosas y el reconocimiento como Campus de Excelencia Internacional potenciará al alza sus activos de atracción en la sociedad del saber. Por otra parte, la alta concentración de conocimiento de este campus urbano –más de 50.000 alumnos repartidos en 16 centros docentes y 90 departamentos– es un activo relevante y positivo de una gran capital como es Barcelona, que cuenta con una extensa área metropolitana y un eficaz sistema de comunicaciones y transporte público. Uno de los factores clave Barcelona Knowledge Campus radica en su posición al pie de la avenida Diagonal8, que pasa de ser una vía de NO integración de la “Zona Universitaria” (denominación inicial) al elemento de cohesión principal. La avenida Diagonal, en su tramo poniente, flanquea de forma continua el Campus en unos dos kilómetros de longitud, condición que hace que los edificios y espacios universitarios confrontantes a esta vía caractericen una secuencia de gran significación urbana, coincidiendo con la puerta de la ciudad consolidada desde poniente. La imagen de la ciudad desde este episodio urbano es quizás la más relevante de Barcelona, con una perspectiva amplia hacia ella con el mar al fondo y desde la que se visualizan los principales hitos urbanos que emergen del paradigmático Ensanche Cerdà que este año cumple su ciento cincuenta aniversario, abrigado a poniente por Montjuïc, su montaña más urbana. Esta imagen cobra significación en el detalle por la presencia de edificios del propio Campus, algunos de ellos con importantes premios de Arquitectura como es el caso de la Facultad de Derecho proyectada por los arquitectos Xavier Subias Fages, Pedro López Iñigo y Guillermo Giráldez Dávila y la ampliación de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, obra de José Antonio Coderch de Setmenat, premios FAD de 1958 y 1985, sin olvidar la Escuela de Estudios Mercantiles proyectada por Javier Carvajal el 1965 y la

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mencionada Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Robert Terradas, entre los más antiguos y las más recientes obras de los arquitectos Juan Pascual, Pere Joan Ravellat o Victor Rahola junto a los proyectos de las nuevas facultades. Los jardines diseñados por Nicolau Mª Rubió y Tudurí para el Palacio Real que acoge, desde hace poco, la sede de la capitalidad del Mediterráneo y el recientemente premiado parque de Cervantes, este último connectado con el gran parque de la sierra de Collserola, son grandes pulmones que se encuentran en continuidad e integrados en el mismo ámbito estructural del Campus. Además, con la propuesta de aumentar el ancho del espacio de estancia y paseo del lado norte de la Diagonal se favorecerá la relación entre las facultades y la unión entre los citados parques, constituyendo con el resto de espacios libres existentes y los que se propone obtener con la transformación de la sección viaria, un singular sistema de espacios libres dentro de la ciudad. El Campus Norte –así conocido por estar situado al norte de la avenida Diagonal– con el tejido universitario de nueva generación de la UPC prácticamente acabado, del que destacan los edificios de los arquitectos Llinás, Cantallops, Nadal, Rius, Bofill, entre otros y la sede del rectorado en la Torre Girona con sus espléndidos jardines, junto con las facultades de Economía y Empresa y de Derecho de la UB con sus ampliaciones previstas situadas frente a la Diagonal, se integran a la perfección al sistema de espacios libres propuesto. El Campus Sur, por su parte, con más antigüedad, se encuentra en constante renovación, y sigue un modelo establecido en planes aprobados y proyectos9 que lo sitúan en el primer orden urbano y del ámbito universitario. El Recinte d’Esports, por otra, situado en el extremo más a poniente de la avenida Diagonal, frente al parque de Cervantes, también ha sido motivo de reflexión y recomposición a partir del proyecto de la nueva residencia de estudiantes que será su icono, ocupando una posición emblemática y tensando su relación hacia el Campus Sur. Desde el punto de vista de la movilidad podemos asegurar que está garantizado un óptimo funcionamiento del Campus y de las ampliaciones programadas. Las líneas de metro L3, L5 y L6 con las prolongaciones proyectadas que pronto serán complementadas por la línea L 9 en construcción cuyo recorrido será el más largo de Europa, con tres paradas en el Campus de la Diagonal, le otorgan una gran accesibilidad, sinónimo actual de centralidad. Además, la presencia del Tranvía que se inserta en el mismo Campus con cuatro paradas y una amplia red de líneas de autobuses urbanos e interurbanos con paradas en el ámbito propio del Campus fortalecen aún más el modelo de movilidad sostenible que se propone. Todo ello ha motivado un cambio en la vialidad para el Campus Sur propuesto en el Plan de Mejora Urbana aprobado y en los criterios de urbanización que apuestan por aumentar el arbolado y dar prioridad a los peatones y a las bicicletas. Se pacifica todo el recinto universitario transformando la sección viaria de las calles, dejando solamente una plataforma central de unos 6 m para los peatones, bicicletas y vehículos de servicio y el resto de la vía con un tapiz verde. La única inserción del tráfico rodado se establece a una velocidad máxima de 30 Km/hora en dos vías - bulevar (calles Martí Franquès y Menéndez Pelayo) dispuestas en forma de cruz, como si de un Cardo maximus y Decumanus maximus del siglo XXI se tratara, y con ellas se construye un claro esquema estructural del Campus10. Estas vías establecen la conexión con el tejido viario circundante para asegurar la presencia de la ciudad dentro del Campus. En las plantas bajas de los nuevos edificios se impone normativamente un importante porcentaje de usos complementarios para la comunidad universitaria que a la vez son atractivos para el ciudadano en general y ayudan a favorecer la integración a la ciudad. Además, la presencia ciudadana se verá reforzada con la localización de un

Líneas de metro y tranvía

El sistema de espacios libres

El sistema de espacios libres

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equipamiento para el barrio de les Corts frente a una gran Ágora, situada en el epicentro del Campus Sur donde se cruzan las dos vías principales referenciadas. Los usos colectivos que se establecen en el entorno del Ágora universitaria y frente a los bulevares mencionados serán grandes activos que ayudaran a vitalizar este campus-ciudad. Además, el Ágora central o plaza cívica será el verdadero corazón del Campus Sur de la Diagonal siguiendo el modelo de interactividad de las otras plazas del Campus Norte. Aquí se apuesta por la presencia de edificios de servicios y viviendas dotacionales para estudiantes y profesores. De esta forma se fomentará la interrelación disciplinar y social del estudiantado de las distintas facultades y se saldará el tributo de autismo característico de muchos edificios de campus universitarios. La mezcla de usos permitirá evitar la desertización urbana propia de un campus de uso exclusivamente docente cuando acabe su actividad y así garantizar la continuidad de la vida urbana. Otros aspectos positivos son el cambio de perfil del profesorado con cada vez más dedicación a la investigación, el nuevo perfil de los investigadores y la actividad económica y empresarial que genera la transferencia de conocimiento con horarios que alargan la actividad en el Campus. El ciudadano a parte de poder visitar el Campus tanto los días laborables como los festivos, podrá contar con la visita a la futura Sala de Exposiciones de la Facultad de Bellas Artes, al Museo de la nueva Facultad de Farmacia, al Patrimonio Gaudí y al Jardín Geológico proyectado frente a la Facultad de Geología entre muchos otros atractivos que innegablemente aseguraran la presencia humana en este Campus, situado en continuidad del recinto del Camp Nou del Fútbol Club Barcelona que cuenta con la futura ampliación del estadio proyectada por el arquitecto Norman Foster. Además cabe entender que tanto los institutos de investigación como el Barcelona Centre Supercomputació creado en 2005 -que cuenta con uno de los supercomputadores más potentes de Europa- y el Parc Científic de Barcelona, promovido por la Universidad de Barcelona, que es una infraestructura de primera magnitud al servicio de la investigación, la innovación y la transferencia de conocimiento, albergando institutos y grupos de investigación públicos y privados, spin-offs, empresas de base tecnológica, una bioincubadora…, amén de importantes servicios científico-técnicos y del nuevo Centro de Convenciones, serán el gran portal de relación entre la universidad y el mundo empresarial. También cabe poner de relieve que para asegurar la permeabilidad de las plantas bajas en sentido norte sur, el planeamiento aprobado en el Campus Sur establece normativamente unos pasos peatonales en planta baja en los nuevos edificios docentes. El paso a través de las facultades de Física y Química de la Universidad de Barcelona con su Atrio Solar es un buen precedente de esta condición general. En definitiva, la porosidad, tanto interna de los edificios como la del mismo Campus, favorece la integración del Campus con la ciudad, la sociedad civil y la del conocimiento, y de las facultades con su campus, entendida también a distintas escalas, la humana, la de la ciudad y la del conocimiento. Otros factores importantes a destacar son las medidas técnicas y ambientales previstas en el planeamiento y en los criterios de diseño de los espacios públicos y edificios del Campus que apuestan por la eficiencia energética y la sostenibilidad pasando a un modelo de urbanismo sostenible versus el urbanismo más convencional. El Parc UPC, centro de alta actividad de creación de entidades de investigación y de servicios de valoración de la tecnología, los edificios NEXUS ocupados por empresas de nueva creación vinculadas a la universidad, el futuro edificio de

Esquema conceptual del Campus Sur

Los espacio de relación

Imagen del Ágora Central

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doctorado destinado a actividades de postgrado en el ámbito de las tecnologías, el CICRIT (“Centre d’Infraestructures Científiques per a la Recerca i la Innovació Tecnològica” de la Universidad de Barcelona), nuevo edificio modular que concentrará gran parte de las infraestructuras científicas de investigación, la oficina de acogida internacional, la escuela de postgrado y doctorado internacional y la unidad coordinadora del BKC, la residencia universitaria que albergará estudiantes, profesores e investigadores, entre otros proyectos, formarán parte de este ritmo de renovación continuada que a todos los niveles llevan a cabo ambas universidades que podrá verse culminado por el plan de reconversión 2015. Esta transformación orientada especialmente a conseguir un nivel óptimo de talento no sólo es posible por la suma de capacidades de la UB y la UPC, sino también por la agregación a este proyecto de otras capacidades ligadas a estas universidades desde distintos ámbitos entre ellos el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Catalunya, la Cámara de Comercio de Barcelona y el Centro Superior de Investigaciones Científicas y, sobre todo, a partir del reconocimiento de Campus de Excelencia Internacional, el propio Ministerio de Educación. Por otra parte, podemos hablar de un núcleo del Barcelona Kowledge Campus, entendido por la asociación de los campus Norte y Sur de la Diagonal y el Recinte d’Esports y que engloba otros recintos como la Maternidad y el Hospital Sant Joan de Deu. Pero además cabe decir que existe una primera corona urbana o área de influencia más inmediata en la que encontramos muchos espacios complementarios del propio Campus o de relación directa con el mundo empresarial. El Centro financiero y de negocios de la Diagonal, los hospitales, el Colegio Mayor Sant Jordi de la Universidad de Barcelona, las escuelas superiores de Arquitectura y de Administración de Empresas (ESADE) de la Universidad Ramon Llull, la Facultad de Biblioteconomía y Documentación de la UB situada en el barrio de Sants, constituyen activos de relación de esta primera corona urbana del Barcelona Knowledge Campus... En fin, cabe considerar al BKC como un proyecto de unión de esfuerzos para la potenciación de la sociedad del conocimiento y la integración en el seno de su ciudad, Barcelona, tras un proceso de continua renovación y mejora urbana.

Atrio de la facultad de Farmacia

Los nuevos proyectos

Los edificios del BKC

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1 Este libro presenta una reflexión académica y profesional en el Campus de la Diagonal con un amplio conjunto de ideas urbanísticas

que permiten establecer un nuevo escenario universitario y mejorar la relación con la ciudad.

Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado se realizaron diversos proyectos de edificios y recintos universitarios de gran interés (de Carlo, Candilis, Sert). También se publicaron notables estudios sobre la relación entre la ciudad y la universidad.

Sobre la base de una reconsideración de la relación histórica entre la ciudad, la universidad y el espacio público, y en particular de la evolución de las universidades y los campus en Barcelona, este libro pretende recuperar el rico diálogo entre espacios de formación y la ciudad. Y lo hace con tres entradas distintas y complementarias. La reflexión sobre la responsabilidad que tiene la universidad de contribuir a construir ciudad, la que aportan los proyectos que tendrán que hacerlo posible en el denominado Campus de la Diagonal, y el ensayo, tanto más interesante cuanto menos contenido, de los alumnos de un último curso de Urbanismo sobre la extensión de este campus hasta el final de la avenida Diagonal.

2 Jaime Lerner, arquitecto y urbanista, ha sido alcalde de Curitiba durante tres mandatos y Gobernador del Estado de Paraná durante dos periodos de gestión. Además, ha sido presidente de la Unión Internacional de Arquitectos y actualmente desarrolla proyectos estratégicos en distintas ciudades, después de una experiencia ejemplar en Curitiba. 3 De hecho entre el emplazamiento de la Rambla y el edificio de Elias Rogent suceden muchas cosas. En 1717, el rey Felipe V suprimió oficialmente la enseñanza superior en Barcelona, Girona y Lleida como uno de los actos de represión contra Cataluña después de la Guerra de Sucesión y los emplazó en la ciudad de Cervera que había sido fiel a su régimen. Esta situación duró hasta el Trienio Liberal surgido de las Cortes de Cádiz reutilizándose el antiguo convento del Carme. El mismo Elias Rogent había diseñado el 1860 una nueva sede universitaria en los mismos terrenos del antiguo convento hasta que redactó el proyecto del edificio erigido en la Gran Via una vez aprobado el Plan de Ensanche Cerdà ocupando un lugar estratégico de transición entre el núcleo antiguo y el nuevo ensanche.

4 P.Campos Calvo-Sotelo. Campus - Madrid. Urbanismo y Arquitectura en les Unidades de la Comunidad de Madrid. Dirección General de Urbanismo y Planificación Regional de la Comunidad de Madrid, 2007. 5 Ciudad Collage. Ed. Gustavo Gili, Barcelona 1989.

6 La concepción de los campus como ámbitos territoriales de uso exhaustivo docente cobra importancia a partir del planeamiento urbanístico derivado de los postulados de la Carta de Atenas y la potenciación del zoning. La universidad de Río de Janeiro proyectada por Le Corbusier, seria un ejemplo de campus de esta generación. Pero incluso después del congreso de Dubrovnik de 1956 en el que el TEAM X cuestiona parte de los postulados del Congreso del CIAM de 1933, entre ellos el del zoning, los campus universitarios se resisten a ser proyectados de forma fragmentada. Los paradigmáticos ejemplos de S. Woods en Berlín y V. Gregotti en Cosenza y Firenze formarían parte de este otro escenario.

7 A parte de Luís Alegre i de los arquitectos Lluis Lloveras, Antoni Barceló, Barbara Balanzó y Jaume Sanmartí, agradezco la colaboración de los profesores del Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio, Ricard Fayos, Dani Mòdol y Daniel Navas junto al doctorando Roman Caracciolo, a Gemma Serra y a los arquitectos conferenciantes externos Andrés Lezcano de la Universidad de Barcelona y Carlos Ferrater, autor del Palacio de Congresos de Cataluña y del Hotel Juan Carlos I, situados entre el Campus Sur y el Recinte d’Esports de la UB.

8 La avenida Diagonal junto con la Gran Vía de las Cortes Catalanas y el Paseo de Gracia és una de las arterias más emblemáticas de la ciudad.

9 A partir del Plan de Mejora Urbana redactado por los arquitectos Estanislao Roca y Luís Alegre, en el Campus Sur, la Universidad de Barcelona entre 2007 y 2008 convocó los concursos de selección de proyectos de los edificios correspondientes a la nueva Facultad de Farmacia, la ampliación de Bellas Artes y un edificio del Centro de Infraestructuras Científicas para la Investigación y la Innovación Tecnológica (CICRIT).

Fruto de estos concursos se ha encargado a los equipos ganadores los correspondientes proyectos de edificación, a saber, el proyecto de la nueva Facultad de Farmacia de unos 45.000 m2 de techo sobre rasante a los arquitectos Luís Alegre, Estanislao Roca, Lluis Lloveras, Antoni Barceló, Bárbara Balanzó y Jaume Sanmartí, la ampliació de la Facultad de Bellas Artes de unos 12.500 m2 de techo sobre rasante a Forgas Arquitectes S.L. y el proyecto del CICRIT de 15.000 m2 de techo sobre rasante a Espinet-Ubach, Arquitectes i Associats S.L.

10 Una de estas dos vias principales se plantea como plataforma única con una sección transversal en forma de V y se recoge el agua de lluvia en el centro que junto con la del resto de calles y espacios libres del Campus está previsto pasar por unos filtros para separar metales e hidrocarburos y reutilizar esta agua para el riego del arbolado y superficies verdes del Campus. Cabe decir que los técnicos de Bagursa dirigidos por la arquitecta Mª Dolors Febles estudiaron previamente la urbanización formulando propuestas similares.

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SERRA DE TRAMUNTANA Cultura, paisaje y naturaleza mediterráneos

Agustí Torres BA (Hons) Photographic Studies, University of Derby, Reino Unido. MFA Photography, Rhode Island School of Design, Estados Unidos. Independent Studio Program, Whitney Museum of American Art, Nueva York, Estados Unidos. Mail: [email protected] Tòfol Arbona Licenciado en veterinaria Master en análisis y diseño del paisaje. Universitat de les Illes Balears Posgrado en el European Postgraduate Masters in Urbanism. Universitat Politècnica de Catalunya Mail: [email protected] Paisaje reivindicado por viajeros e intelectuales durante más de dos siglos y apreciado por los numerosos visitantes que año tras año visitan sus pueblos, la Serra de Tramuntana continúa siendo hoy en día testimonio de la herencia cultural, arquitectónica y tecnológica de ambas orillas del Mediterráneo. La implantación desde hace más de un milenio de sistemas de aprovechamiento del agua junto a la ingente obra de construcción de bancales y estructuras, utilizando como único material la piedra en seco, ha ido transformando el territorio a lo largo de los siglos hasta constituir un ejemplo representativo de la adaptación del hombre al entorno. Diferentes tipos de cultivos marcan el paso de las estaciones. En invierno amplias zonas del Raiguer se tiñen del blanco rosado de la flor del almendro mientras que la primavera invade el Valle de Sóller del intenso perfume del azahar. En verano el verde de los viñedos de la malvasía o el moteado rojo de las tomateras cubre de frescura los bancales de Banyalbufar. Pero es en otoño cuando la Serra ofrece su producto más preciado. De los extensos olivares, de árboles centenarios, se extrae la aceituna que es prensada en las tafones (almazaras) para producir su valorado aceite. Las possessions (predios), unidad territorial característica de la isla, organizan y vertebran el territorio. Las cases depossessió, los pueblos y llogarets (aldeas) constituyen bellos ejemplos de adaptación a las fuertes pendientes y a los escasos recursos disponibles. El resultado son bellos parajes perfectamente adaptados y mimetizados al entorno natural. Oficios relacionados con la construcción, utilizando la técnica de la piedra en seco, comunidades de regantes, representativas de antiguas organizaciones sociales, o agricultores que siguen trabajando la tierra, conservan y perpetúan las técnicas y costumbres que mantienen vivo el territorio. Los pueblos de la Serra siguen celebrando numerosas fiestas y tradiciones que evidencian el arraigo de una cultura heredada del pasado y son testimonio del lugar que ocupa la isla de Mallorca como puente cultural en el Mediterráneo. La sensibilidad hacia el entorno de la Serra de Tramuntana viene demostrada por los numerosos artistas y literatos que han loado y reivindicado su paisaje en multitud de obras, por la comunidad científica que ha investigado y corroborado sus valores naturales en numerosos trabajos y por todas las personas que de forma individual han luchado por su conservación hasta la actualidad, manteniéndola a salvo de los peligros del desarrollo mal interpretado. Es por ello que se ha solicitado el reconocimiento por parte de la UNESCO de incluir la Serra de Tramuntana de Mallorca en la lista dePaisajes Culturales Patrimonio de la Humanidad atendiendo al valor excepcional que representa tanto desde el punto de vista estético, etnológico y cultural, como físico, biológico y científico que hacen de este emblemático lugar un espacio único. Mallorca es una de las cunas del turismo ilustrado y, a su vez, de la moderna industria turística. Hoy constituye además uno de los principales destinos turísticos del mundo. Su sociedad y su gobierno no tan solo han conseguido preservar la Serra de Tramuntana de la presión de tantos visitantes sino que trabajan en un plan territorial para modular adecuadamente el tránsito y las actividades en la misma. Lo plantean con el objetivo de poner en valor un paisaje vivo y en transformación, en consonancia con su identidad, con el respeto a los valores que lo han hecho singular y apreciado por propios y ajenos durante siglos. Mallorca es asimismo pionera en un notable esfuerzo por rehacer sus estructuras turísticas y está embarcada en un importante empeño por recuperar algunos de sus espacios más emblemáticos como la Playa de Palma o el Puerto de Sòller. El reconocimiento a tantos esfuerzos mediante la inclusión en la lista supondría un espaldarazo a estas políticas respetuosas con la identidad del territorio. Tòfol Arbona

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Valle de Albarca, en el municipio de Escorca. Fuente: © Agustí Torres

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Bancales de olivos de la Serra de TramuntanaFuente: © Agustí Torres

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Binibassí entre naranjos y olivos, Valle de Sóller. Fuente: © Agustí Torres

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Lavaderos de Biniaraix, Valle de Sóller. Fuente: © Agustí Torres

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Aldea de pescadores de S’Estaca, Valldemossa. Fuente: © Agustí Torres

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Torre de Albercutx en la península de Formentor, Pollença. Fuente: © Agustí Torres

Torre de Ses Ànimes, Banyalbufar Fuente: © Agustí Torres

Faro del Cabo de Formentor, Pollença Fuente: © Agustí Torres

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Península de Formentor, Pollença Fuente: © Agustí Torres

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Kilómetros de construcciones de piedra en seco caracterizan el paisaje de la Serra de Tramuntana Fuente: © Agustí Torres

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riUrb nº5 Especulaciones Suburbanas editado en Barcelona, Buenos Aires y Palma de Mallorca

en mayo de 2011 por riUrb_editores

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2011 ]

05Especulaciones suburbanas

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