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K K c c r r e e a a t t i i n n n n C C r r e e a a c c i i ó ó n n y y m m á á s s ____________________________________________________________________________ Año X, Vol. 2, N°16 | Cajamarca II semestre de 2015 Colaboraciones: [email protected] Director: Jack Farfán Cedrón

Revista Kcreatinn Nº 16

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Revista Kcreatinn Nº 16REVISTA KCREATINN Nº 16 - CONTENIDO-"Pegaso", "Deshabitados", por Fran ignacio Mendoza-"Conceptos ausentes", por Carlos Alberto Cerda-"Del otro lado de la neblina", "Y a los nueve meses", por Paul Mendoza Malaver-"El punto de quiebre", por Brian Lezama-"El jardín y la noche", por Erick Orel-"7 poemas de 'Las musas se han ido de copas'", "El equipaje del ángel" (selección), por Nilton Santiago-"Milagro", "Florecimiento", "El consuelo divino" (unas líneas), por Silvia Farfán Cedrón-"El ritmo de los designios" (Selección), "El primer beso, "Qué suave me decías 'amor' en aquel sueño", por Jack Farfán Cedrón-"A ritmo popular", por Omilcar Cruz Restrepo-"Línea de la muerte", por Alfredo Alcalde-"Verdades y mentiras de Vargas Llosa", por Daniel Mathews-"Notas a 'El primer asombro'", por Mateo Díaz-"3 poemas de 'El primer asombro'", por Denisse Vega Farfán-"'Construcción civil', de Willy Gomez Migliaro", por Pablo Landeo Muñoz-"'El espectador invisible' de Paul Guillén", por Miguel Ildefonso-"La dimensión Poética de Julio Garrido Malaver", por Doan Ortiz Zamora

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KK cc rr ee aa tt ii nn nn CCrreeaacciióónn yy mmááss

____________________________________________________________________________ Año X, Vol. 2, N°16 | Cajamarca II semestre de 2015

Colaboraciones: [email protected] Director: Jack Farfán Cedrón

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TTRRAASS LLOOSS TTÚÚNNEELLEESS OOCCEEÁÁNNIICCOOSS DDEE LLAA MMUUEERRTTEE OOVVÁÁRRIICCAA Jack Farfán Cedrón

Repetidos hasta la médula;

apoquinados por un aliento podrido que vaporiza los humores infectos de un mundo corrompido, que abulia esperanza; ¡ah, zorra que llega a acostarse con el horror que le endilga el vicio, la traición, el vapuleo! Polillas desmembradas, deshaciéndose a mansalva como aquel polvo estelar que en un abrir y cerrar de conciencias superlativas se destiñen en un cosmos poderoso, que nos da sombra, energía volátil; y que luego de un mal soplo nos desaparece, como sin un antes, sin una sola imagen que recordar, jamás de los jamases, hubiésemos existido; cual esa idea opaca que tenemos de aparecer, largas calaveras, en nuestro propio oficio deambulador del insomnio; como ese despótico desespero que crea los mejores cuadros, los mejores cuentos, instantáneas antipanorámicas reveladoras del estiércol pavoroso del mundo, esa gran hecatombe realista de verlo todo consumismo, regla de oro para mantenerse bien trajeado y perfumado en una agonía casi extinta como enmierdada, de la que estamos hechos; como si nada de aquello hubiese pasado, como si el horror, el vapuleo y la ignominia junto a la espeluznante barbarie de los medios ventana, una cultura pop hasta el hartazgo, nada nos manejara de los hilos transparentes; ¡nada; porque mierda eres y al polvo de mierda seca regresas! Cal para el mundo en cuya

desinfección se basa la cura, el reptar al precipicio; el salto a ciegas, el juego bestial de lo macabro con lo sublime durmiendo en la misma cabecera sus sueños revelados cabeza de hydra, cola de ventana prolongando hasta el mismo infinito sus rojos tules que el destiempo aminora en cuanto a velocidad que se devasta, que se traga las mismas líneas de la historia risible, sin la cual no existiéramos, de ser filósofos del mal sabor de boca, cada mañana, mientras el oleaje más perverso se lleva nuestras ilusiones, varadas en la arena, tiempo al tiempo deshecha; mientras un sincero escupitajo nos bendice a la hora y en la hora de la muerte por desgano. Porque en el creer de las ciegas orejas azules reside el acto, el abandono cruel de nuestra mejor estatua, prieta refulgiendo en el cosmorama universal de la injusticia, donde vivos y muertos por igual se dan un pez o una culebra para paliar el hambre de compañía que comporta estar vivo en una ciudad cuyas últimas espigas se han rociado con gasolina, para que un eterno baldío de inexplicaciones y hambre generalizado, hortelano, descontento, comemierda, Uno Solo, se quede solo con un rezo entre los dedos; para que tengamos la suerte de estallar, de esfumarnos con los muertos visitando al moribundo; le hacen encargos, le ceden su plato roto y vacío de grato y tardío compartimiento; cuenco en blanco, totalmente rancio de lamer y cáustico de compartir; tardío, reseco, ya empolvado; porque las manos bondadosas ya han pasado a mejor desquicio; porque, cancerberos de nuestras propias culpas, no medimos la solidez de una luz eterna y eterna, que en cualquier objeto paupérrimo la luz del sol por siempre hará brillar algo nuevo entre nosotros.

Caxamarca, 16 de enero de 2016, 4:18 p.m

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BBRRAACCEEAARR BBRRAACCEEAARR CCOONNTTRRAACCOORRRRIIEENNTTEE Jack Farfán Cedrón

A todos los escritores que no padecen

la enfermedad del cansancio; para aquellos que hacen de su voluntad el dínamo propulsor que en cada bocado sedimenta el pesimismo; para aquellos que lidian, fauces mediante, con la terquedad, con el empuje más brioso durante esos picos de cansancio, como ejercicio de costumbres, ya que los hombres somos seres de hábitos y jamás de desánimos, ninguna vez de pesadumbres. Estos seres insistentes, lejos de palidecer ante las caídas, ante los tropiezos, se dan llamas de poder candente entre la flama en lava ardiendo; posibilidades que el color de la palabra otorga a través de los palotes, cada noble resistencia en la página como blanco. Podrán empequeñecer el mundo con la megalómana idea de que el verbo, sólo el verbo, comporta, la imagen o la bomba metafísica de sus días, y de los ajenos, que finalmente conformarán el estruendo al unísono de un mar que es una gota en la palma creadora. Seres virtuosos que pueden destapar a puño cerrado, la montaña luminosa de dos vertientes ficticias: el sueño, la maravilla. El poema es para ellos una fuente de vida, los dones secretos que encumbran todos los posibles pensamientos, una forma de acechar al enemigo que se calla cuando pasa el hacedor de todos los días proscritos. Sacan a flote la nulidad para guarecerla tras un muro indiferente; arman de las frondas invisibles, humo tejido por la noble resiliencia que los engrandece, que los manda en el ruedo de planetas girantes como simetría de un rostro nacido del ojo milimétrico de un artista omnipresente. Se quejan cuando ya no existen, de tanto romper todos los records consigo mismos. Determinan el agobio, pues doman el cansancio cada vez que ya no sienten el

cuerpo. Y cuando ya no lo sienten, aperturan la entrada de los seres alados, viajan a la velocidad de la luz, llegando con los bríos del agua, discurren cuando la dejan, rompen la roca cuando más se lo impide el tic tac del tiempo que es el límite. Porque la rendición es palabra prohibida, porque el desánimo se ha caído de las letras, y la palabra dejadez trata de una impura maldición que niega tres veces la plegaria escribir en estos galeotes, que en el supuesto caso de encender las voluntades de una vela inextinguible, se dan empellones contra las paredes, hasta empezar otra vez, hasta la penúltima caída, pretexto para echarse a andar, aun muerto.

JJaacckk FFaarrffáánn CCeeddrróónn

Director RReevviissttaa KKccrreeaattiinnnn

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HHHIIISSSTTTOOORRRIIIAAASSS SSSIIINNN FFFIIINNN

---PPPrrrooosssaaa cccooonnnttteeemmmpppooorrrááánnneeeaaa---

PPEEGGAASSOO

Fran Ignacio Mendoza [España]

Sor Juana reza frente al crucifijo

central de su celda, descalza y de rodillas sobre las baldosas frías y húmedas de la abadía. Mira el crucifijo obnubilada. Faltan diez minutos para maitines y aprovecha para clamar perdón al cielo y al reino de las tinieblas – por si acaso- por su pecado.

Entra en el refectorio después de las plegarias matinales y decide ayunar. Sor Inocencia que la observa desde hace días, nota algo extraño en su comportamiento. Y ya a solas, se acerca: - ¿Por qué no come nada hermana?, ¿se encuentra indispuesta, enferma? - No querida Madre, no es nada, es solo que deseo limpiar mi organismo unos días. Una purga natural, solo tomaré agua y zumo de limón. Siempre he oído decir que las depuraciones son más aconsejables en verano, por el hecho de que se bebe más. - Bien- responde Sor Inocencia-, siempre que no te excedas, y si te notas debilitada lo cancelas, el ayuno es un acto purificador pero no debemos abusar. - Sí, Madre, no se alarme, soy consciente de mis fuerzas y mis limitaciones. Después de toda la jornada sin probar bocado, toma ya en su cuarto, un vaso de agua, y se tiende en el suelo sin desvestirse, mirando hacia ventana entreabierta por donde entra la luz de la luna. La misma que fue testigo de su error. La noche de San Lorenzo, que tomó vino- más de lo consentido- después de la cena y a escondidas en la bodega, cuando Sor Jacinta, la encargada de los fogones se retiraba a su aposento. Nota que le invade el prurito insano que le obliga a rascarse sin remedio. Se sube los faldones y se rasca hasta sangrar las ingles. Se limpia y refresca el pubis que decidió rasurarse hace una semana, después de ese momento desafortunado…

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Abandona el ayuno al quinto día, pero su cuerpo no se purifica y menos su mente; piensa en una solución aleatoria. Mientras todas están descansando a la hora de la siesta durante las horas de intenso calor, se encamina hacia la cuadra sin hacer ruido, echando los cerrojos con parsimonia. Entra y se acerca a Pegaso, -el caballo del páter que ellas cuidan en su ausencia- le vuelve a tocar suavemente, temblándole el corazón y las piernas por la abstinencia. Se sube sus ropas y vuelve a rozarse contra el animal, procurando que no se inquiete. Le acaricia y se frota contra él. En un instante el equino eyacula entre sus piernas y ella se tumba sobre la paja, retorciéndose en una extraña mezcla de placer, dolor y culpa. Pero el picor continúa… Al día siguiente, después de ser buscada toda la mañana, encuentran a Sor Juana ahorcada del palo mayor del establo a escasos palmos de Pegaso. Su pecado no ha sido expiado, ha quedado entre ella y su ecuestre amante.

DDEESSHHAABBIITTAADDOOSS

Fran Ignacio Mendoza [España]

Por fin, Julián y yo, creímos localizar la región, después de mucho tiempo invertido en consultar mapas e inquirir en libros de cartografía, inscripciones obtenidas de testamentos apócrifos, especular sobre varias conjeturas extraídas de precisas guías para senderistas, estudiar al detalle las referencias del lugar, sorteando localizaciones inexactas, acotaciones diversas que ensombrecían nuestro ánimo, símbolos factibles y a la vez opuestos, tras haber optado por atajos visibles que nos conducían a cruces que daban al mismo origen del trayecto y todos a la postre, falsos indicios. Realmente no tengo ni idea del tiempo transcurrido desde que nos perdimos, si efectivamente éramos conscientes del hecho, hasta iniciar esta errática búsqueda. Al divisar un desolado

paraje, empezamos a creer de forma fehaciente en la probabilidad de estar objetivamente extraviados.

Se nos presenta un resplandeciente páramo, desvalidos y muertos de sed y de hambre, buscamos una exigua sombra donde reponer fuerzas. Julián divisa algunas matas que nos indican que alguna corriente debe existir bajo el subsuelo. Hay que excavar la árida tierra y si hay suerte que mane algo de agua. Pero nos rendimos, la borrasca dificulta la labor y enturbia la visión.

Hay que reposar y si se puede, dormir algo. Nos aclimatamos pegando bien nuestros cuerpos al abrigo de un tronco pelado que sirve de escudo. Ha cesado el viento. Pero nos cubre un manto de rocío que agradecemos porque refresca nuestra piel y principalmente nuestros labios resecos.

Veo como entre sueños que estamos en medio de baldíos terrenos y lóbregos senderos que no conducen a término alguno y siguiéndonos, una manada de alimañas, que sin duda, esperan nuestro abatimiento.

Encuentro un anillo entre la arena, adormilado por la calidez de la temperatura. Repaso la sortija y la reconozco, es la que perdió Laura, una tarde entre juegos y forcejeos en la playa de Gando, frente al pabellón de oficiales, en Gran Canaria. Laura, hija del teniente Miguel Marcos y Desideria, ambos de Valencia de Alcántara y que por destino del militar, residen en la base aérea, menos los fines de semana que pasan en su piso de la ciudad. Otras parejas de oficiales viven allí todo el año y se tiran las tardes jugando al parchís y a las damas. Sin distinguir los lunes de los domingos. Suelen ser las esposas las más aficionadas, absortas en los tableros, mientras los capitanes, tenientes o alféreces, discuten sobre el golpe de estado, valoran la inminente evacuación de Malabo, comentan permisos denegados o se enzarzan a repasar maniobras castrenses.

Es festivo y estoy de permiso. Deambulo por el barrio de Santa Catalina de Las Palmas, esperando que se haga la hora, ya que he venido a comer a casa de la familia Marcos, invitado por Laura, después de mucho insistirme durante meses.

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La intención de Laura es dar un paseo por Las Canteras y declararme su amor, pero su timidez y mi desinterés acotan toda iniciativa. En la despedida, en la parada del autobús le doy un beso en los labios exento de pasión, pero sin querer demostrar lástima. Lo reconozco. Sus ojos brillan y se nublan de lágrimas, pero se gira y sale corriendo como una niña. En realidad lo es. Rompe a lloviznar.

Cientos de cartas me llueven de golpe, las que ella me escribió durante más de diez años, semanalmente, aunque no recibiera respuesta ni de la mitad.

Llovizna y subo a Escaleritas. Es un barrio más humilde, he venido para probar ‘ropa vieja’ a casa de Santi - un compañero de la misma dependencia- . Su hermano está vestido de gata, subiéndose con total soltura por paredes y techos, -¿cómo lo hace? - y Santi me responde como si fuera lo más natural: ¡Ay, godo, lleva ventosas en las manos y en las plantas de los pies!

Cat Woman, calcula un mal movimiento y cae al suelo… Oigo la sirena de una ambulancia, mientras se suceden prontas disculpas y salgo pitando.

Negro, fuera está todo negro, negro… Negro es el estandarte que ondea por

encima de unos muros gigantescos. Estoy ante unas murallas que se alzan ante mí y choco de bruces frente a una escalinata. Es la fortaleza de la Alcazaba de Batalyaws (1), el reino aftasí en su primera taifa, entre 1022 a 1045, bajo el mandato de Abdallah ibn Al-Afta, cuando su territorio llegaba hasta el Atlántico. Azorado, recorro callejuelas y plazas, rodeado de un enjambre de gente que grita en distintas jergas y regatean numerosos artículos: frutas y hortalizas, cabezas de carnero, baldes con tripas humeantes, telas y especias de múltiples procedencias, barreños con sangre, artesas con ojos de venado, odres de leche de cabra, tinas de hidromiel, talegas de cereales, una miscelánea de olores y cromatismos prodigiosos; de pronto, alguien me ofrece un libro a cambio de mi brújula, ni he podido responder al trueque y ha desaparecido entre el tumulto con mi preciado tesoro y yo, sin opción, con el libro.

En el lomo del volumen, leo el título, “Éxitus”, y lleva solo unas iniciales, F.I.M, no acierto a comprender nada porque la fecha de edición es de 2016. Reviso sus primeras páginas que aportan una nota bibliográfica extensa y detallada sobre el Libro de los Muertos y El peso del alma. Una hoguera me ciega la visión, y una sombra furtiva me sustrae el libro de las manos, sin poder ver su rastro siquiera…

Una dama desde una celosía me llama con siseos, me arrimo con cautela, y me señala con el dedo índice hacia un portal de la otra acera, mientras me susurra al oído:”Következő kijárat, menekülni, ne maradj itt…” (2) Niego con la cabeza que no entiendo su lengua. Pero ella sin concesión alguna, echa un telón velado que anula todo enfoque. De forma inesperada, cientos de abejas surgen de un postigo contiguo y me persiguen calle abajo, corro despavorido mientras un grupo de chavales se ríen de mí y me tiran piedras… Chinas, arena, arena entre mis dedos. Tierra seca.

Despabilo a Julián y le insto a que nos pongamos de nuevo en marcha. Agradezco al cielo que las bestias solo fueran alucinaciones mías en los preliminares de la pesadilla. Si es que ha sido un desvarío causado por la contrariedad y el ayuno. Cuando suponemos que hemos avanzado y trato de verificarlo con la brújula, resulta increíble,- además de tenerla consigo- pero apenas hemos hecho la tercera parte del recorrido que estimamos oportuno. ¿Días, semanas? No sé cuánto llevamos de viaje. Los pies han pasado las fases de ampollas a heridas sangrantes y de estas a costras que los rasguños de los matojos hacen proliferar nuevas vesículas… Atardece y tras un vericueto camino, nos topamos de golpe con una casa enmarañada por la maleza.

Nos acercamos y abrimos la puerta, que cede sola. Todo está aparentemente como antes ¿cómo antes de qué? -me pregunto- Entramos a la primera habitación, y la cama está cubierta por una mera colcha veraniega, fría y húmeda. Desplegamos las hojas del armario y allí está toda la ropa de nuestros padres. ¿Se han marchado, han

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muerto? Huele a humedad y hay mohos entre las baldosas. La presencia de los padres es casi evidente, palpable, como si estuvieran observando desde alguna sala a oscuras.

Por un momento, les llamamos a voces, repetimos las frases que nos devuelve un eco agudo; subimos al piso superior y recorremos las habitaciones, todas vacías e intactas, salvo un manto de polvo espeso y terroso, como de ventisca.

En el último cuarto nos topamos con una sorpresa extrema, la mitad de la sala está inundada por una cuarta de agua sucia que continúa cayendo por la ranura de las vigas, gota a gota. Pero la cama está limpia, debido al desnivel de la superficie todo el charco se concentra detrás de los pies del lecho, como si estuviera frente a un lago interior. Achicamos con baldes desde la orilla menos profunda, pero resulta inútil, vuelve a su nivel y de ahí no excede.

Se va la tarde y no hay electricidad. En un acto involuntario rebuscamos por los cajones de la cocina hasta encontrar algunas velas y al tantear sobre una repisa, un mechero, las encendemos y nos disponemos a cocinar algo en la chimenea, eso sí, leña hay de sobra y arroz, caducado pero sin bichos. Esto servirá para preparar algo que sea mínimamente comestible, aderezado con algunas hierbas del jardín.

Después de cenar y preguntarnos todo tipo de conjeturas al vernos así, en una casa abandonada, casi anegada y sin suministros. Julián sube para arreglarnos una cama, le acompaño para ayudarle y porque el relente aterrador te hace sentir más solo aún; es como si la niebla entrase por debajo de las puertas y por las ranuras de las ventanas. De hecho, nuestra piel está helada.

En la habitación que ha escogido,-de las que dan al ventanal exterior- hay un armario con un gran espejo a mano derecha. Hemos pasado casi a oscuras con una palmatoria en la mano cada uno y cargados con sábanas y mantas para vestir la cama.

Al finalizar y a punto de salir, observo que el reflejo de mi hermano en el espejo no es el suyo, me turbo y no sé qué decir, me acerco y le aviso: espera Julián… ¡Mira!

Me aproximo más al espejo y yo no soy yo, ni Julián es él. No lo distingo bien ni llego a discernir que es todo esto, si es un misterio o tan solo un fugaz aturdimiento.

Quedamos petrificados ante la imagen. Cuánto más nos miramos en el espejo, cientos de recuerdos intrusos nos acuden a la mente.

¿Quiénes somos?, ¿por qué no sabemos nada de lo que recordamos? Me asalta el sueño de anoche, ¿quién fue Laura?

En el piso de abajo, se escucha un portazo y el gozne de atrancar con cerrojo. Nos asomamos a la escalera y vemos que ha llegado una familia, un hombre de unos cuarenta años y una mujer muy bella, cogida de ambas manos por dos niñas de entre diez y doce años y un niño menor que se esconde detrás de ella, que entra taciturno y se le nota delicado. Su padre, saca de un bolsillo de su tabardo una cámara y dispara el instante enfocando la entrada del pequeño. Recuerdo ese encuadre, es una vieja fotografía de mi padre. ¿Entonces quiénes somos?, ¿no hemos nacido?, ¿estamos de retorno y si es así, de dónde, desde cuándo?

Nos quitamos instintivamente del balaústre de la escalera. Nos miramos perplejos. No da tiempo a pensar. Julián logra apostarse detrás de una cómoda y quedamos paralizados al reparar que me traspasan literalmente y que no descubren a Julián. No nos ven.

Nada. No somos nada. Abrimos la puerta principal y nos

enfilamos hacia el pórtico del jardín; al traspasar la cancela, amanece y seguimos entre dunas y estepas. Examino a mi hermano y es él y yo soy yo, según me confirma.

Todavía no sabemos si llevamos días, semanas, años, décadas, siglos, perdidos en una inhóspita realidad o en una ficción sin desvelar. O en el limbo. (1) Badajoz. (2) Salida próxima, sal, no te quedes aquí. (húngaro)

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Bío/biblio Poeta extremeño-mallorquín, nacido en Badajoz. Ha residido en Mallorca la mayor parte de su vida, a excepciones de temporadas en Londres, São Paulo, Madrid, Barcelona, Praga… y ahora, desde hace unos años, la vuelta intercalada a Extremadura. Fue Finalista del III Premio Ferré de Poesía de Madrid en 1980 con ‘Primeros poemas’. Es Técnico de enfermería y ejerce por temporadas en Hospitales de Mallorca, compaginando su labor sanitaria con la poética. Además de poesía, hace incursión en narrativa con algunos relatos y microrrelatos. Otra faceta artística que le identifica es su pasión por la pintura, así fue seleccionado por Fundación Barceló -Palma de Mallorca- en 1994 con la obra “Carne del amor”. Ha colaborado en eventos tipo ‘Spoken Word’, ‘Life on Mars’ entre 2011 y 2014, en Palma. ‘MartePoético’ y las tertulias del Ateneo de Badajoz en 2014-15. Y en Cáceres en ‘Los recitales de Los 7 Jardines’ 2014-15. Narración para cortos, en 2013: “Addareah de los siete cielos” de Juan Carlos Elvira y en exposiciones de pintura con Carlos Danús (www.carlosdanus.com): ‘Todo está en continuo movimiento, nada es como aparenta ser… Actualmente está fundando una asociación cultural y grupo poético, junto al poeta Pablo Malmierca que editará en breve su nuevo poemario. La presentación del grupo se hará pública este mes : Los poetas del desierto, en Los 7 Jardines de Cáceres. Ediciones: - Terminal Babilonia/ En aras de un susurro… (1999) - El trastero del corazón -libro de autor- (2003, 2010) - Opus XXI (2011) - Las palabras justas/ Pequeñas grandes máximas (2012) - Herramientas y otras luces distantes (2012) - La eternidad efímera (2013) - El exilio voluntario / Terminal Babilonia –Updated- (2013) - Los colores vividos (2014) - El lenguaje interior (Editorial Letras Cascabeleras, 2015) Colaboraciones: - Un mar de poemas solidarios. (Editorial Affers, 2012) Asociación Aspanión. - La bolsa de pipas, nºs: 85 y 86 (Editorial Sloper, 2012.) - Relatos Casa Eolo 2013, (Editorial Casa Eolo, 2013) - Poemas al director. Poemas Solidarios.} ‘La palabra justa’. 68 poetas seleccionados entre miles junto a nombres como Federico Mayor Zaragoza, Luis Eduardo Aute, Ángel Petisme, Inma Luna, Fernando Berlín, J.Carlos Mestre, etc. (SoyPoeta.com/Bubok, 2013)

CCOONNCCEEPPTTOOSS AAUUSSEENNTTEESS

Carlos Alberto Cerda (Nicaragua)

A los latinoamericanos que están en casa o son migrantes en habitaciones gélidas.

Relaciones humanas sin conceptos,

alguien que disminuye a su prójimo no puede ser libre. Resuena hoy la descripción de los originales habitantes de estas tierras salvajes: “aman a sus prójimos como a sí mismos y tienen su habla la más dulce del mundo, y mansa, y siempre con risa”. El Quijote a la inversa lo cambió todo, los besos envenenados destruyeron la inocente construcción milenaria. Los beligerantes fueron la minoría; los indiferentes, la muchedumbre, y, los traidores otros pocos. “Vencer o morir”: consigna legítima traicionada por los postreros. Yacen en lo secreto los incas, los aztecas y los mayas, en su versión globalizada, tejiendo silenciosamente lo milenario, alimentándose con la indiferencia de la modernidad y conversando en sus propios códigos. La pureza de la raza que pregonaba un palurdo germano, no es posible en América. En las venas de los americanos recorre sangre que fusiona los gritos del temor, los llantos de los afligidos, los gestos de los soberbios y el valor de los que eligieron construir lo propio. Sic transit gloria mundi, abrir y cerrar los ojos, o elegir descomponer el absurdo para que éste deje de funcionar entre las personas. Desde México hasta el Polo Sur, hay una raza propia, única que sufre de división. Y se divierten algunos que, en nombre de las ciencias, gritan a favor de la ingenua soberanía. Un gauchito, al precio de perder la vida, escribió “América Latina no se encuentra dividida porque es subdesarrollada sino que es subdesarrollada porque está dividida”. Entretanto, la tecnología cumple su misión principal: distraer y entretener a los que cuentan con

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las herramientas para reivindicar el destino perdido. Estas tierras son para los grandes espíritus, aquí los volcanes se comunican a besos con el sol, y las mujeres son las antorchas del ingenio que luchan contra el anonimato. Todavía, al otro lado del Atlántico, hay voces que, desde las tarimas que saben bien crear la opinión generalizada, discurren así: “¿En el ADN de los centroamericanos corre la corrupción?” ¡Signo de necedad, hija de la ignorancia! Así se construyen las relaciones humanas sin conceptos, a partir de los prejuicios que, bien tejidos, saben condenar el destino de los espíritus maravillosos. Hoy es, ¡callar o morir! Pero el beso reivindica la inocencia. Los bosques pueden ser quemados pero no perdidos. El humo de la destrucción evoca melancolía. Las escaleras al cielo existen, están diseñadas a costo de valor y voz. Afuera se escucha el grito de la multitud, entretanto, los utilitarios distraídos cuentan las monedas de oro y plata. Pero el grito pronto se convertirá en acción y desparecerá todo, así es el destino de las relaciones humanas sin conceptos. Hay que agenciarse el buen porvenir de América Latina, cuesta mucho, y el camino es tan incierto como desconocido, pero no hay peores enemigos que los de pluma, los pensadores y los hacedores deben sentarse a conversar para edificar la casa propia. Y a partir de ahí, hacer prevalecer los conceptos, así, ningún latinoamericano puede sentirse extranjero en su casa, y los que un día se fueron, puedan regresar a su propio Nuevo Mundo.

Guatemala, octubre de 2015

www.carloscerdaescritor.com

Twitter: @CarlosCivis

DDEELL OOTTRROO LLAADDOO DDEE LLAA NNEEBBLLIINNAA

Paul Mendoza Malaver

El amanecer salía de un silencio del cual el paisaje era su receptáculo de luz, sonidos y aromas para hundirse misteriosamente desde la orilla del camino hacia ambos contornos en las profundidades del bosque; su reflujo era intenso, pues lo que se adentraba como trino, unas veces, o como destello entre los ramajes volvía palpitante en una nostalgia, quizás como una voz de pronto oída por la necesidad de ir dejando la soledad en su reminiscencia; mas siempre era un eco ininteligible evocando recuerdos de la infancia, otras de la adolescencia, o de amigos que pretendía buscar en cuanto regresara de la excursión.

En fin, mientras me alejaba del pueblo, podía ver las tejas como perfectas uñas sobrepuestas unas encima de otras sobre los tejados a dos aguas desembocando en albañales para culminar en embudos, algunos llenos de hojas del verano que pronto serían seguramente desatoradas previendo la estación de las lluvias. Estos tejados campestres asombrados por eucaliptos o molles comparten la vida de las ramas. Quizás, inconscientemente, tan antigua costumbre es motivada por la función de las manos: abrigar, proteger, acoger. Entonces surge a la conciencia la unidad. La tierra, como nodriza, acogiendo semillas de un cosmos diverso, su historia y existencia, que mientras más antigua se rememora más sagrada. Humo de los fogones preparando los desayunos, gallinas sacudiendo sus alas al mismo tiempo que se oyen sus monótonos cacareos vespertinos y el olor rural rociado por la cascada de cantos precipitándose desde todos los árboles infundían en mi pecho el ansía de perderme, por decirlo de algún modo, en el sendero de mi viaje.

Así, pues, meditaba. Mis emociones desembotadas cobraban ánimo y una alegría

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nueva silbaba a los olores del campo. Cuando, en mi trayecto, encontraba pobladores los saludaba, y el “buenos días” era literalmente un presagio de mi destino, o así lo sentía. Al mediodía y tras horas de arduo ascenso, llegué a la “ciudadela”. Ante los restos de aquellas antiguas construcciones mi alma no pretendía especular, embargado por un misticismo, libre de las instituciones y las enfermedades, de los trámites y las pensiones, me senté y merendé a gusto. Complacido en mis ensueños, despreocupado, dormí a causa de la digestión, el cielo limpio respiraba un viento suave.

Una llama de lana nívea pastaba entre las ruinas; como la “ciudadela” se hallaba sobre una colina, que en dirección norte terminaba en un despeñadero, me levanté cautamente para no asustar al bello animal. La fui siguiendo hasta que llegó al filo del abismo, su largo cuello se retorció para mirarme antes de que saltara al vacío mutando en un cóndor. Retrocedí ante la visión, ahora me hallaba ante la boca de una cueva, un hombre estaba sentado de espaldas escribiendo algo en el muro, al tocarle el hombro se desplomó cual un bulto de ceniza sobre un agua que fluía desde dentro de la gruta. Algo se acercaba desde el interior; pasmado, vi el mismo animal que venía hacia mí, por el contorno del riachuelo. Al darme vuelta para correr, quedé aterrorizado. Ahora era yo el que se hallaba ante el precipicio; giré y la presencia otra vez había desaparecido. No encontraba forma de treparme por las paredes, y repechar era arriesgarme a morir en el intento. Una corriente de aire era indicio de que al otro lado posiblemente habría una salida; así que, sobrecogido y trémulo, me interné en la lóbrega oscuridad. A pesar de que descendía apoyándome en la pared siguiendo la orilla, el agua fluía ascendiendo. A contracorriente, confundido, ignoraba si iba en pos de la salida o me internaba más. Sumergido en la tupida oscuridad subterránea, como en un aljibe, sentí la presencia de alguien. Me di vuelta, y vi al otro extremo del riachuelo la “ciudadela”, estaba allá, abajo, era de noche y yo tenía que descender apurado para

reencontrarme con los míos. Sin embargo, cuanto más me aproximaba, el espacio se hacía cada vez más diminuto, hasta que, llegado un momento, desapareció ante mi vista. Desorientado y afligido, me recosté mirando el techo rocoso. Escuchaba voces, hablaban del extraviado. Quise levantarme, pero no pude moverme. La tierra había entrado por mis oídos y la sentía en mi garganta, al mismo tiempo en mi estómago un remolino de gusanos se revolvía en mis entrañas. Afuera lloraban y las lágrimas vertidas goteaban incesantes por las innumerables raíces, manteniéndome consciente de ir cayendo en una insondable sima y desperté.

Había atardecido; por el lado occidental, antecedida por una tenue garúa, se aproximaba la neblina; así que, absorto aún en la trama del sueño, apuré mi regreso, perseguido cada vez más de cerca por el derrame de ese hálito lechoso que encubría todo a su paso. Fue en vano; tras ir sobre mis pasos, lo que fue en un momento un paisaje de reposo y reflexión, se había tornado en un laberinto angustiante.

Divisé, en lontananza, en los últimos espacios limpios, una cometa bamboleándose como queriendo escapar de las garras de los árboles para dejarse llevar por la corriente de aire que ya había roto parte de su armazón; entonces, por instinto, fui en su dirección apremiado por la caída de la noche.

Callejones interminables de hierba resbaladiza, hostiles a mis pies inseguros. Los matorrales se prendían ensañándose con mis ropas, que desgarraban, hiriendo a turnos y con mayor encono, mi piel. Mientras me acercaba, la incertidumbre crecía con los parajes cada vez más desconocidos y agrestes. Era tarde para dudar y seguí mi intuición. La neblina me cubrió totalmente. Aterido, desesperado, me derrumbé inconsciente.

Antes, como un niño que busca el origen de un arcoíris, di con el hilo enredado en el monte. La cometa danzaba en el cielo, esforzándose por escapar de la trampa en la que yo había caído. La bruma me cegó por completo. Sostenía el cordón persuadiéndome, con la esperanza de hallar

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una salida, luego faltó la fuerza de su movimiento. Estaba perdido.

No sé cuánto tiempo he permanecido tumbado entre las ramas podridas, el musgo y las hojas húmedas. Una babosa, entre unos hongos negros y pestilentes, se arrastró hacia mí; la veía acercarse, sigilosa, ondulando su cuerpo pegajoso, al que sin embargo no se adhería ni la más mínima costra de hojarasca, luego, una humedad con su sombra tibia fue extendiendo su baba tornasolada por mi frente. Más tarde, una comezón en mi oreja me atormentaba. Descubrí que eran los diminutos vellos de una tarántula que se había cobijado debajo de mi oreja. El entorno enrarecido por una calma incierta, blanca, ingrávida, manifiesta de una ausencia sentida; el frío, el único instante de sorpresa recorriéndome, haciéndome trastabillar, agusanando lugares, carnes, tótems, cementerios, caminos bifurcándose en declives tan hondos como una noche de cuerpos volviendo a la tierra, rasguñando los troncos de los árboles, gritando para olvidar; y la duda, la duda de amar, de alguna vez haber poseído una consistencia en las entrañas y el palparse, tomando de las fosas un poco de agua y luego ¿qué? ¿para qué? si al dar vueltas y vueltas todo volvía al mismo centro de la aniquilación y la transparencia, al mismo lugar de la pena, a la región de la conmoción, a la duración de una única estación reproduciéndose en mil espejos en los que la luz incidía absorbiéndose cada vez más densa y umbra; la luz, en miles de millones de odios, de llenuras, insoportables a un vacío que buscaba, “un instante de cielo” profundo y claro donde reflejar; pero esta nada ondulaba en oscuras ondas de tiempo, y el reflejo como mi mente, antes colmada por recuerdos, se sumía, con mi voluntad, en la necesidad de vagabundear, pues ¿quién era yo? Una lluvia indiferente, una cueva, el hastío del no ser.

Caminé y caminé, atravesando soledades enmarañadas, locas muchedumbres vegetales y minerales desgarrando y amurallando el espacio. En el silencio torturante me entregué, tendido, esperando, cuando alguien se acercó como una arena de cosas, todas ellas como las

últimas imágenes que brotaban bajo las piedras, luego se hinchaban como rocas; despidiendo un adiós putrefacto, perdían su densidad como las briznas y resultaban innumerables especies endémicas que por ser indeseables se acomodaban, animadas de un esplendor insufrible y artos, los insectos monstruosos, su rencor sombrío, arrastraban ese último haz luminoso como a una piel gelatinosa a los abrigos de las sierpes, a las cuencas de mis ojos, para que luego, todos mis rostros se desenrollen y se levanten danzando, hipnotizados por su recuerdo, mostrando las muecas de su descomposición en lo que era ya sólo maleza, riéndose, acaso de mí, pero, ¿quién era el caído en un qué?, sino un observar, un ir, un ir. Más tarde, por última vez, sobrevino la oscuridad como un parpadeo. La voz, lejos, lejana, se sepultó entre los ruidos del bosque en los oídos de las siluetas que iban, del otro lado de la neblina, por la fila de los cerros.

YY AA LLOOSS NNUUEEVVEE MMEESSEESS……

La muchedumbre apretujada cerca de

la tribuna olía a su candidato. El primero hedía a cerveza, tenía una barriga prominente y les aguachinaba los rostros cuando bufaba ofreciéndoles la ciudadanía de primera clase, levantando los brazos, con firmeza, casi con ademán amenazante, decía entrever un fututo donde la pauperización de unos pocos justificaría el crecimiento de muchos; una de las pocas miradas incisivas trató de corroer el interior de la mano, mutilándola desde la muñeca hasta el metacarpo superior que se mantenía firme; pero el orador, distinguiéndola, se le fue acercando, desafiándola, hasta que la tuvo a su merced y reventó el ojo con patada tan fuerte que la energía del impulso lo hizo pifiar girando y resbalando hacia atrás mientras el globo ocular era aplastado como una uva, o un tomate, quedando en la cuenca sólo el charco de una masa sanguinolenta y

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negruzca. Todos celebraron el suceso, mientras el candidato era levantado en hombros, el otro sujeto se arrodillaba, presa del dolor, y casi estremeciéndose, dio un grito desgarrador “¡Elijan a ése!” Las risas tenían color amarillo y entre los dientes, restos de piel de cerdo eran esputados entre la espuma. “¡Ésta!”, dijo otro, perdido entre una multitud que viró su atención, como enajenada, hacia la mujer de ojos orientales cuyo progenitor permanecía en las tribunas enjaulado y maniatando con la férula de su lengua a una vedette. Yo les ofrezco perros para calmar su lujuria; y luego de colgarlos de los postes como signo de una revolución, saquearé el fisco y lo invertiré en droga y alcohol; además, para resolver el tema del “gordo”; el aludido trataba de anudar los cordones de un payaso que le iba castigando con un mazo; pero pareciéndole ésta una actitud contrita, hizo como si enterrara un cadáver asiendo el zapatazo por el empeine y el talón; la mujer continuó, les prometo esterilizar sus cerebros con las amigas de mi padre. La multitud volteó para asegurarse de la aprobación del sujeto, pero éste, entre las rejas, se había colgado del seno de la prostituta y exigía que le cambien el pañal, pues era inocente de hacer pipí en las esquinas. Un tercero, extraño al contrato, sintiéndose relegado, pareció dudar, brincó y moviendo la cola de su disfraz, embistió entre los candidatos y dijo ¡Yo soy! Y la masa, delirante y amorfa, como una piel de batracio, como un líquido secretado por sus glándulas mucosas, cuyas burbujas despedían miles de expresiones afectadas disolviéndose luego en carcajadas, empezó a desternillarse de risa, tanto fue así que a varios se les escapaban las dentaduras para caer al mismo tiempo que las botellas arrojadas al aire haciéndose pedazos entre viscosidades se escuchaba: yo les propongo ser justo, con los ojos inyectados, burlándose, decía, a cada uno de ustedes les daré su merecido; entonces cogió el cetro y aplastó la mollera de uno de sus oponentes que, acéfalo, empezó a girar tocándose la hendidura. La otra, llevada por su instinto, se rascó el pecho hasta deshacerse en un enjambre de avispas endiabladas atacando a sus parias que sólo

atinaron a huir. ¡Siendo elegido, por ignorancia y para escándalo de todos los electores, se le entrega las llaves de la ciudad al señor Momo!

Los barrios amanecieron terminando los preparativos para el gran espectáculo. Y aquí esta nuestro muchacho. Había pasado una noche expectante, dando vueltas en la cama, ansioso, tocándose el vello púbico, prisionero de emoción salió a la calle, parecía como si el mercado se hubiese derramado como la leche hervida, invadiendo no sólo con sus personajes sino con sus actividades e intereses. El desmadre inició a mediodía. De pronto, innumerables, miles de cabezas humanas se agitaban dentro de un hormiguero que estaba siendo destruido desde dentro por una gran convocatoria bajo el poder inescrutable de un ente desconocido, omnipotente, cuyo placer infundía más daño pues hostigaba sádicamente el orden conmoviéndolo hasta que todo el prurito de esas hormigas se concentraba en disfrutarlo. Pululaban, avanzando atropelladamente, sobándose en derredor de la cabezota del rey Momo. La fiesta se hallaba en su apogeo. La carne, entonces, el estruendo de la música y las avenidas mojadas por el derrame de la bebida mezclada a la hediondez de los orines era dejada como una consigna de su llegada.

Ella se había levantado de entre las sombras y él, anónimo y con ardor enquistó el animal en una esquina del vientre. Allí despertó al día siguiente. En el ovario de una silueta un poco corroída y embrutecido por los ruidos que lo atraían con sus vibraciones cada vez más compulsivas se deslizaba por el cuello del útero hacia una excavación vertical y plana cuyas paredes arrugadas se iban abriendo como lenguas por donde vislumbró una región todavía en penumbra, nació mientras la combi arrancaba, se sentó aturdido por el olor a pescado, con la impresión de que los latidos del corazón de su madre y amante eran sólo un presagio. El vehículo se detenía, dejando pasar disfraces multicolores que insultando reventaban con furia globos en forma de testículos en el trasero de las mujeres, ni bien estas salían de las televisiones puestas estratégicamente por el municipio de la ciudad. Las puertas de las

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iglesias habían cerrado. Los testigos de los últimos días, despavoridos, pues se consideraban los únicos puros, habían huido dejando las casas al aire, el almuerzo servido, la ropa lavándose con lejía en los pulmones de la sirvienta, los muertos resucitando para vestirse solos, apurados también por conseguir un artificio y confundirse en la orgía. Los escogidos escapaban hacia las montañas cuando voltearon, envidiosos, a mirar la felicidad que deseaban. Se habían convertido en estatuas.

Ahora, las cecinas para el rey Momo estaban siendo conservadas en esos ojos de sal que espantaban a las moscas.

Nadie escapa al destino dentro del caos. Nuestro personaje, sofocado, pudo salir empujando los cuerpos amontonados desde dentro de la cápsula y fluir por las arterias sangrando por la herida, al otro lado de la máscara.

Vio cómo al rey Momo, tirado, ocioso, sobre los infelices borrachos, entre carcajadas, le iba saliendo una protuberancia verdosa, algo parecido a un brazo, por un costado de la lengua, y, sosteniendo su báculo, punzaba las nalgas de las mujeres y las blandas cabezas de los hombres, para luego de ensartarlos llevárselos a la boca donde los ensalivaba y engullía. Ya adentro, con las llaves de la ciudad en su poder, un minotauro acosaba a las almas de los infortunados que complaciéndose en su propio dolor, avanzaban, entre oprobios, quemándose en las ulceras hacia el caldero. Algunos prisioneros se adherían a los intestinos, y a pesar de su condición se relamían, envueltos en las heces. Poco a poco, habían adquirido la forma de tenías y resbalaban al caldo gástrico, donde se consumían.

Nuestro bastardo sintió horror ante la visión. Tembloroso, se fue arrastrando por las calles, asustado por los endemoniados escondidos en la maleza de las carotas y arlequines que lo encaraban con toda clase de muecas y gestos para hostigarlo con acusaciones descabelladas ante el juez cuya mirada le escrutaba, inquisidora, con deseo libidinoso, desorientándolo ante el jurado que lo sentenció a ser encarcelado en su

cuerpo. Nueve meses después, y tras vagar por sus riñones, hígado, páncreas halló cobijo en su cerebro. Despertó en un hospital, recostado en el ángulo de una habitación, transpirando un olor nauseabundo, acosado por el llanto de un recién nacido que sostenía entre sus brazos una mujer desconocida.

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EELL PPUUNNTTOO DDEE QQUUIIEEBBRREE……

Brian Lezama

El Punto de Quiebre, la combinación perfecta entre lo mágico y lo sustancial, la combinación entre la belleza y la verdad, dan vida al gran universo místico que se esconde detrás de la conciencia individual, aquel mundo en que la materia es refinada, las calles doradas y el cielo perfilado con inteligencia Divina y sobre lienzo Celestial, cuadro que sólo los ojos más puros pueden discernirlo; ése es el estado más elevado del ser humano, oír lo que jamás se oyó, ver lo que jamás se vio y entender lo que jamás se contempló. Ese espacio es una dimensión interior y sólo un espíritu en Libertad podrá despertar. Cuando todos duermen y la tierra está en descanso se proclama la noche perfecta para regresar al Espíritu y contemplar al Genio Interior.

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EELL JJAARRDDÍÍNN YY LLAA NNOOCCHHEE

Erick Orel

Fragmentos recogidos de un laberinto nocturno.

Campanas mártires suenan en mis oídos como alabando a dios sin ser merecido, y en las flores toda te he besado, esta noche, amor, moriremos juntos. Como cuando amábamos a distintos, todo el sabor a miel pudimos rechazar, y entre las sombras y entre nosotros mismos rodamos al suelo, picoteados por abejas. Aun así, el sol se ha acostumbrado, a morir cada noche, a caer infinitamente, para así volver cada día, una y otra vez nutrido por sus sueños. Nuestros cuerpos abrazados en frecuencia mutua, es la histeria agónica de un final.

Nuestras almas serán sembradas para ser uno sólo, fruto del amor. Entonces, cuando se extinga el día, o incluso, cuando las noches parezcan eternas, eternas por estar junto a ti, detenido el tiempo. Cuando se duerma la noche, o incluso, cuando el día quiera ser por siempre, no hay temor por partir. Porque mientras la noche ansiosa espera, yo aquí te espero.

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77 PPOOEEMMAASS DDEE ““LLAASS MMUUSSAASS SSEE HHAANN IIDDOO DDEE CCOOPPAASS”” ((22001155))

Nilton Santiago

La selección de poemas que siguen a continuación, forman parte del libro Las musas se han ido de copas, con el que Nilton Santiago obtuvo el XV Premio Casa de América de Poesía Americana 2015. El presente texto, son las palabras de la contraportada que Bruno Pólack escribió para el mismo.

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Por: Bruno Pólack Poemas: Nilton Santiago

Crédito de la foto: Izq. Ed. Visor Der. Facebook del autor

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Atención, aunque parezca, este no es un libro de poesía. Esta es una bitácora minuciosa, fidedigna y fantástica de la vida del poeta Nilton Santiago. De cómo los días pueden contener en cada segundo algo de mágico y de sorprendente. Porque en las páginas de este libro (galardonado con el XV Premio Casa de América de Poesía Americana) podemos observar cómo la vida posmoderna y el lenguaje son llevados hasta el límite de lo posible por el poeta, para demostrarnos, con una destreza fascinante en el uso del sentido del humor, de la ironía y de la “autocrítica” (estos tres elementos son importantes para entender su voz poética) cómo debemos (intentar al menos) sobrellevar el creciente descrédito de la realidad. Es este también, a su peculiar modo, un libro de protesta. De protesta contra la soledad, contra la política, contra el desarraigo y el desamor, contra las limitaciones del ser humano; pero sobre todo, contra la medianía y contra la falta de imaginación. Uno de los importantes aciertos del poeta peruano es demostrarnos que la clave no es llevar los hechos cotidianos hacia la poesía, sino que debemos llevar la poesía hacia los hechos cotidianos. Debemos llevar la poesía hasta

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sus últimas consecuencias, rebelarnos, tomar el timón del barco, aprovechar ahora, que las musas se han ido de copas.

77 ppooeemmaass ddee LLaass mmuussaass ssee hhaann iiddoo ddee ccooppaass ((22001155)),, ddee NNiillttoonn SSaannttiiaaggoo

LOS MILAGROS COMO CUARTO ESTADO DE LA MATERIA (POCO ANTES DEL AMANECER, CUANDO LOS GATOS DIRIGEN EL TRÁFICO) Son estas las ruinas y las lluvias del otoño, entrar en el metro atravesando la puerta de una iglesia llorar por la afonía de un grillo, caminar y volver a entrar a la iglesia pero esta vez a través de la lluvia, y entonces verte cruzar el paso de cebra mientras una pareja de gatos dirige el tráfico. He aquí el primer milagro: tú entrando en el cielo a través de tus lunares, no hay astrónomo ni fumeta que haya imaginado un cielo con tanto escote desde luego no sabes quién diablos era Baudelaire ni que a veces hay que llevar faldas más largas (y menos transparentes) bajo la lluvia pero da lo mismo, de quimera a quimera y de quimera a claridad y viceversa

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haces que el infinito se detenga de sopetón, que el Big Bang empiece a contraerse como un gran tomate en el microondas o que las chicas tatuadas en los brazos de los taxistas dejen de fumar y abandonen las labores del amor para entrar a hurtadillas en las parroquias. He aquí el segundo milagro: entrar en la estación y verte pelear con el torno para que te deje pasar entre tanta luz y viceversa no llevar un céntimo en el bolsillo y pedirte la tarjeta del metro, comerme con la miel de tu sonrisa los hoyuelos de tus mejillas, mirarnos sin ninguno de los típicos designios destinados a los fríos amores por correspondencia. Aquí el tercer milagro: hay dos asientos libres juntos, nos sentamos, sé que me juego un bofetón por mirarte así la entrepierna hablamos entonces para dejar de sonreír, hablamos del nuevo estado de la materia que acaban de descubrir en los ojos de pollo, hablamos sin darnos cuenta de que cada vez que sonríes salen cientos de mariposas entre tu escote y mi mirada. De repente, en un plis plas, llegamos a la última estación (donde aún es primavera y donde hay minotauros distrayéndose con aquellas muchachas traídas de Ho Chi Minh o de Creta) y, como quién no quiere la cosa, aprovecho para hacerte las típicas preguntas que te haría un elefante a punto de morir, mientras le doy tres vueltas a mi corazón alrededor de tu corazón que se esconde una y otra vez, como se esconde el sonido en el vientre de una campana. Nos acabamos de conocer pero ya nos damos cinco besos no haremos cosas políticamente incorrectas, eso seguro el amor ya me ha susurrado al oído que tampoco hoy es mi noche y bien lo sé: hoy soy yo esta ruina, esta lluvia de otoño, este pelmazo que no tiene nada que decirte. Es hora de que te vayas al bar donde has quedado con tu chico y que yo me marche a casa (paso de ir al picnic) ya sobran unos cuantos milagros esta noche y hay que saber retirarse a tiempo para lamerse las heridas. Y tranquilos amigos, dicen que las ratas pueden vivir más tiempo sin agua que los camellos.

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SOBRE EL FALSO ETIQUETADO DE MERLUZA PROCEDENTE DE ÁFRICA (QUE SE VENDE COMO EUROPEA O AMERICANA) Ahora lo sabes, también los peces tienen que pasar las fronteras, llorar todas sus afonías, pedirle impuestos a la luna llena que cada noche se disuelve en sus lágrimas cuando se ha roto “la cadena de frío” en sus maltrechos corazones marinos. Pero así es la soledad en el agua cuando se sabe de antemano que compartirás el envase (con otro solitario) en algún frigorífico, así son los falsos pasaportes para los que no saben llorar bajo el agua y terminan en los supermercados con la carne limpia y sin escamas, lista para meter al horno. AUTOBIOGRAFRÍA DEL AMANECER (NOS GUSTAMOS TANTO QUE NOS HACEMOS LA VIDA IMPOSIBLE ASÍ QUE HEMOS DADO POR TERMINADAS LAS FUNCIONES DEL OTOÑO) Dicen que el 15% de las mujeres norteamericanas se mandan flores a sí mismas en el día de los enamorados, así que no tiene nada de malo comprarte la autobiografía de un pavo real daltónico y dejártela tú mismo bajo la almohada el día que se te cae el primer diente de la melancolía. Dicen que este preciso momento está sucediendo en varias dimensiones distintas donde -por ejemplo, en la que me muero por tus huesos- soy un perro que olfatea las huellas de la lluvia que acaba de entrar en tu ducha. Puede también que en otra dimensión yo sea un armadillo con gafas que ha decidido fijar su residencia en un baobab que poco a poco -teóricamente en otra dimensión- se dirige al mar saltándose todas las luces rojas del amanecer. No sé qué de gracioso tiene que saques tu imagen del espejo del baño mientras me afeito y me digas “que te folle un pez” y luego la pongas en un sobre que probablemente enviarías a una casa de lágrimas donde un par de rabihorcados de la isla de Navidad me pedirán impuestos por pronunciar tu nombre. No tiene nada de gracioso, no, como no tiene nada de poético las cosas absurdas que escribo mientras le haces cosquillas al ángel de silicio que escondes en tu armario y que se parece mucho a Jasper Maskelyne, aquel ilusionista que los británicos contrataron durante la II Guerra Mundial para que hiciera que el puerto de Alejandría fuera invisible para la aviación alemana la noche del 22 de junio de 1941 y vaya si lo consiguió. Pienso en un té de besos, en un bocadillo de prosas surrealistas para –¿por qué no?- escribir como Dios manda un poema policial donde el único delito sea querer morderte los muslos a sangre fría. De nuevo vuelvo a tropezar contigo en este poema que lleva el corazón con 3 marcapasos y 1 bypass. Sé que no tiene nada de simpático que escriba sobre ti cuando me has mandado al otro lado de la luna por décima vez; quizás es mejor dedicarse a otra cosa, escribiendo poemas soy tan bueno como portándome bien cuando duermo contigo y me dices “esta noche no”, mientras únicamente vistes con la transparencia de la oscuridad. La poesía en este poema es un techo lleno de goteras y entonces se me ocurre que es mejor hablar de aquel invento revolucionario para el amor, registrado por David King Terence con la patente nº GB 2221607, que no es otra cosa que un par de guantes para parejas de enamorados que durante el invierno quieren ir de la mano y seguir sintiendo la piel del uno y del otro. Tonterías. Ya sé que lo sabes, nuestra relación de pacotilla tiene el mismo problema que tenían las primeras latas de conservas: que aún no se habían inventado los abrelatas y nos parecemos, ciertamente, a aquellos soldados de la Royal Navy que las abrían utilizando las

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bayonetas, disparando contra ellas o golpeándolas con piedras. En este mismo momento tenemos que dar por cancelado el estreno de este poema, sí, lo tenemos que concluir ahora mismo por falta de público porque tú, la única asistente, te acabas de largar llevándote tus 5 maletas de zapatos y tus 5 minutos de vozarrones y, vaya morro, pidiéndome que te devuelva la entrada a tu cama para el taxi (que pagué yo con las monedas de mi corazón). A propósito, –te pregunto segundos antes de escuchar un gran portazo- ¿sabías que algunos hombres son infieles para salvar sus matrimonios y que hay un hotel hecho de hielo en tu país al que han obligado a poner una alarma anti-incendios? KLARA, UNA AU PAIR DE KARLSTAD, ME HA PEDIDO QUE LE ESCRIBA UN POEMA PARA OLVIDARLA DE UNA VEZ POR TODAS Bruno me ha llamado para contarme que ha leído que algunas nutrias del Amazonas pueden cambiar el curso de los ríos con el poder de sus mentes, esto es más falso que un billete de 3 euros pero igualmente me recuerda que una hormiga puede sobrevivir hasta dos semanas bajo el agua, así que aún guardo algunas esperanzas para mí. Yo le cuento que aquí están a punto de llover ranas, no hay ciudad que aguante esta lluvia de los mil demonios, fijaos que se quejan hasta las ballenas varadas entre los árboles que se esconden en el supermercado de la esquina de casa. Nos acabamos de conocer, Klara, pero me dices que a los árboles no les importa la lluvia y que te deje dormir. De pronto se me viene a la cabeza que el animal más rápido en el acto sexual es el chimpancé (3 segundos), le sigue el ratón (5 segundos) y quizás tú, que apenas te has tomado una copa y ya te escuchaba roncar en mi cama. Hemos venido esta mañana a escribir el poema que me has pedido y es en este mismo momento cuando el mar desempaca tu sonrisa sobre el cielo después de que el reloj despertador te haya despertado por última vez para salir volando por la ventana (aunque ambos sabemos que un par de libélulas harán su mismo trabajo entre nuestras sábanas). Soy el final de tu caja de bombones, tus últimas bragas limpias o, lo que es lo mismo, la oscuridad de los peces cuando lloran y pasan una sed de caballos. Me dices que nunca has montado a un caballo pero que sabes que sus lágrimas son el principio de cualquier río que se precie en tu pueblo, Karlstad, donde los muñecos de nieve van de compras a diario para comprarse una nueva nariz de zanahoria y para aprovechar la calefacción de los supermercados. Pronto dejaré de ser uno que parece joven y sigo metiendo la pata hasta la rodilla

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aunque no nos engañemos: tu corazón, como el mío, está cerrado por obras y rueda como una moneda o un milagro que se le acaba de caer a un pobre mendigo que creo que soy yo. No está hecho el amor de las pelirrojas para nosotros, Bruno, los alejados de las manos del señor, como tampoco está hecho el amor para el amor: salven pues las estrellas mis torpezas para quitarte el sujetador, salven todo lo que queda de mi corazón entre tus manos de gata aunque ya de nada servirá… es para partirse de risa pero de tirios y troyanos hemos pasado a dirigir el tráfico de las estrellas entre tu mirada y la luz de la luna llena sobre tu espalda asalmonada, en un santiamén (mientras me preguntas si sabía que en Finlandia se prohibieron los comics del pato Donald porque no llevaba pantalones). Después de las risas no puedo dejar de pensar que allí, cerca de donde las lágrimas pierden su equipaje, donde las nubes limpian sus gafas porque la lluvia empaña su mirada, allí, donde todo termina, no hay árboles llorando de rodillas ante un pájaro en un supermercado no está Dios (ni nada que se le parezca) estamos nosotros dos, Klara o como te llames, jodidamente separados a pesar de compartir esta noche la misma cama. Y sí, vale querido amigo Bruno, una vez más tienes toda la razón: a) para un pingüino las aves no tienen talento para nadar y b) el amor es para nosotros lo que la aritmética para los filósofos: (o ¾ de lo mismo) tan solo un gran malentendido.

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El poeta Nilton Santiago

Crédito: Facebook del autor

ME HE PERDIDO EN BUDAPEST POR CUARTA VEZ Y UNA CHICA MUY MONA ME AYUDA A ENCONTRAR LA ESTACIÓN, AUNQUE TERMINO MULTADO Según el chalado del obispo Ussher, un día como hoy, el lunes 10 de noviembre, pero del año 4004 a. C., Adán y Eva habrían sido expulsados del Paraíso. Nada sé yo de paraísos y nada quiero saber pero sí sé que este hotel es un infierno como pocos. Me he levantado muy azul y congelado, las calles de Pest son tan líquidas como las nubes de Buda que parecen llorar todas las tristezas de los peces, recojo mi corazón de agua del pluviómetro de todas las equivocaciones y me marcho como si tuviese una cita con un pelotón de fusilamiento, ver a dos aves picozapato temblar de frío es la mejor limosna después de haber pasado la noche en aquella nevera disfrazada de habitación. Ni puñetera idea de dónde estoy, casi me han arrollado un perro lazarillo, dos ciclistas en minifalda y un tranvía lleno de cangrejos y de jirafas que sacaban el cuello por las ventanas para fumar, hasta que te veo y nos vemos y te veo de arriba abajo y me vuelves a ver viéndote de arriba abajo más perdido que una tortuga marina en un safari.

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8 días tardé en encontrarte y 8 minutos en perderte de nuevo, me habías llevado de la mano de la estación de Bajza utca a la estación de Deák Ferenc tér o viceversa, qué se yo de estos nombres rarísimos, tan raros como los cangrejos o las jirafas fumadoras de los tranvías, simplemente recuerdo que para limpiarte el maquillaje corrido por la lluvia te estampé un beso que no quisiste rechazar hasta que al salir de la estación me pidieron el ticket de metro, pero no, no lo llevaba conmigo, entonces te vi desaparecer entre la multitud de cangrejos y de jirafas mientras le daba todos mis Florines al controlador y trataba de recuperar mi corazón entre la salida del metro y las escaleras eléctricas e infinitas que se llevaron esos 8 minutos para siempre. Regreso a duras penas al hotel para empacar y ahora pienso que un viaje de mil millas comienza por “cagarse en todo” al hacer la maleta. DIARIO DEL GRANJERO VIETNAMITA QUE LLEVA SIN DORMIR DESDE 1973

Thai Ngoc es una libélula jubilada, como el amanecer. Thai Ngoc se despertó como cualquier día convencido de que era un hombre vietnamita que vive al pie de una montaña. Thai Ngoc sabe que ni los quebrantahuesos escogen la soledad ni las veinteañeras qué soñar por las noches así que, desde el año 1973, después de una intensa fiebre corporal, el señor Ngoc decidió dejar de dormir. Thai Ngoc empieza el día pidiéndole a los cipreses que le devuelvan las lágrimas de todos los médicos que se han roto el coco pensando en por qué demonios no puede dormir. Thai Ngoc luego se va a desayunar con las ranas un zumo de melón. Thai Ngoc sabe perfectamente que las mujeres son más complicadas que el álgebra para las rosas, así que cada día le regala un ramo de besos a su mujer. La mujer de Thai es una campesina jubilada que está convencida de que es una libélula. La mujer de Thai lava los platos sucios con los sueños de los peces. Thai Ngoc es como un héroe para los loros kakapos de la comunidad de Que Trung y su más grande sueño es tener sueño. Thai Ngoc a veces es contratado por un par de murciélagos para que les haga la cena, otras veces, sus vecinos le dan un par de monedas para tocar los tambores o los gongs en los funerales nocturnos de las tortugas.

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Thai Ngoc dice que se siente “como si fuera una planta sin agua”. Thai Ngoc también dice que los perros no tienen religión pero sueñan, así que es lo mismo. Thai Ngoc cree, no obstante, que el mejor amigo del hombre es la lluvia. Thai Ngoc es una libélula jubilada que no sabe quién es Thai Ngoc cuando llueve. Thai Ngoc seguirá despierto aun cuando este poema haga que Ud. se muera de sueño. TAMBIÉN LA POESÍA ES UN MISTERIO ESTROPEADO Acabas de llegar a casa con la mirada perdida, todos sabemos que has pasado la noche aspirando el cielo y liando a los controladores aéreos con esa forma de pasarte al otro lado de las nubes al desmaquillarte, y yo aquí esperándote para nada como un pobre embarcadero que espera las lágrimas de las merluzas al amanecer. Siempre has sabido que tener un perro llamado Rimbaud puede que vaya en contra de la moral de las universitarias, pero aun así te empecinas en llamar a las cosas como las cosas no quieren ser llamadas (como “amor” a los “restos del amor”) especialmente ahora, que Rimbaud debe dormir como una libélula que acaba de presenciar la muerte de su corazón, pero como dices, “a nadie le importa la poesía”, pero yo te respondo (como quien no quiere la cosa) y te digo que para los Celtas el cielo se halla en la copa de los árboles y tú hoy has llegado desde el más alto de los cipreses, así que al menos la poesía ha servido para sacarte esa sonrisa que te acabas de limpiar con una servilleta, aunque quizás sea mejor enterarte de que el mar ha decidido jubilarse y mudarse a tu pintalabios para estar más cerca del amanecer. Siempre los mismos temas en poesía, siempre tu mirada ahuyentando a la luna o convirtiéndola en esa bola de papel de aluminio en la que acabas de calentar mi corazón, para nada. Aún no ha terminado de amanecer y el diario entre tus bragas -por el suelo- nos susurra que el Tío Sam no puede quitarse de encima a los islamistas después de haberles financiado hasta el corte de barba, también leemos que Lukanikos, el perro protestante griego, ha muerto porque las estrellas se han puesto en huelga y necesitan que alguien le ladre al jefe, es decir, al pastor barbudo, y que el Gobierno de Caracas dice que su expresidente llora desde lo alto de un árbol reencarnado en un pájaro. Simplemente el mundo -como tu corazón- es un misterio estropeado. A nadie le importa que una nueva ecologista haya sido asesinada en el Amazonas,

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a nadie le importa el por qué Tiririca, un payaso brasileño, ha salido reelegido diputado con 1 millón de votos, y nadie sabe que por ti me convertiría en liberal y te leería a Adam Smith al oído cada noche (y a toda la Escuela de Chicago si hace falta) pero ya lo intuyes, sí supongo que ya lo sabes, soy como aquellas gallinas que tienen las llaves de su propia jaula y salgo a cacarear cuando los granjeros y las estrellas duermen, aunque, claro, me dirás que ya te lo han dicho hasta el cansancio: para una gallina, el ser o no ser depende de cacarear bien y yo, para qué engañarte, lo hago fatal. Para mí, que soy tan torpe como un camello ligando con una osa polar en un iglú, el ser o no ser depende de que me mires, de ver tu mirada metiendo en embrollos a un amanecer infinito. No creo que no te des cuenta de que me tienes muy pillado, pero ah poesía, amor cruel, ya sabemos que eres tan tonta que hasta tus peores torpezas te salen bien. Y sí, es cierto, si el mundo es un pañuelo, nosotros somos (definitivamente) los mocos. • Artículo del 18 de diciembre de 2015, gentilmente cedido por la Revista Vallejo & Co. Para Kcreatinn, con el permiso del poeta, Nilton Santiago.

Fuente: http://www.vallejoandcompany.com/7-poemas-de-las-musas-se-han-ido-de-copas-2015-de-nilton-santiago/

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Sabemos que los ángeles no existen después de hablar con ellos

(selección) Nilton Santiago, esta vez nos concede su gentil permiso para publicar una breve selección de sus poemas; a su ver, “muchos de ellos, objeto de la casualidad y de la magia”; “así que hay que atribuirlos más al instante y a las ganas de estar en la vida con una gran sonrisa, con admiración para esos hechos que la velocidad de la vida y las rutinas impiden que veamos con claridad”. Este opúsculo lírico obedece al azar (el más exacto entre todo el infinito), un azar atribuido a El equipaje del ángel. Por último, Nilton Santiago nos manda un fuerte abrazo; así que disfrutemos de estas casualidades vertiginosas que el azar de la melancolía ha acrisolado en poesía, la buena y vital poesía de este autor peruano radicado en España.

Nilton Santiago (Perú) LA PARTÍCULA DE DIOS Un físico, que no estaba nada loco, ha dicho que si no fuera por un tal campo de Higgs todos seríamos livianos como el pensamiento de los ángeles y, ciertamente, nos moveríamos como se mueve la luz cuando amanece yo, que no tengo ni idea, pienso que si no fuera por el Big Bang Shelley no hubiera escrito nunca el Adonaïs en la primavera boreal de 1821, o no hubiésemos visto jamás los tibios muslos de Marilyn Monroe bajo ese vestido blanco en Lexington Avenue. Nada de esto tiene que ver con la poesía, vale, pero tampoco nada tiene que ver la mano izquierda de Dios con las iglesias “El Vaticano retiene en Roma a un arzobispo africano conocido por sus poderes como curandero” leo en la prensa y me parto de risa, tampoco esto guarda relación con que Hannah Clark, una niña británica de 12 años, haya vuelto a usar su corazón después de 10 años, milagros de la ciencia y del Big Bang en los astilleros de Orión donde los santos son como pinturas rupestres en el techo de las catedrales, milagros que no son milagros verdades que son medias verdades, como que en el arca de Noé no había pavos reales, puercoespines ni banqueros. Vaya, Dios cree que existe y el capitalismo ha fracasado. LA HERMENÉUTICA DEL CARACOL Me juego una semilla de girasol a que nadie sabía que las ovejas no beben agua en movimiento o que, de promedio, una persona tiene más de 1460 sueños al año eso sí, sabemos que algunos búhos seducen a los árboles para llevarse de paseo la sonrisa de los suicidas o, simplemente, para beber las lágrimas que Baruch Spinoza abandonó

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cuando se enteró de que sus filosofadas sobre la “sustancia divina infinita” (que para él era la realidad o Dios) eran un cuento chino. Es cierto, la vida se parece demasiado a un montaje de Brecht y muchas veces la soledad nos pilla los dedos aunque vayamos de monjes zen o de fumadores de albahaca dímelo tú, que pasas frio en mi corazón y te niegas a salir de casa sin un extintor para besos de alto voltaje. (Un extintor puede que sea tan inocente como un cuchillo de madera que regresa al bosque para atentar contra los aserraderos). Siguiendo esta misma lógica, ahora pienso que el océano que tienes bajo tu cama tiene los modales de un gato, es decir, cuando le da la gana escupe botellas con mensajes de amor como si fueran una bola de pelo. Sería un crimen decir que para algunos filósofos presocráticos las veinteañeras están llenas de buenas intenciones o que las mariposas filosóficas son la solución para olvidar a Wagner, es verdad, como ellos, también hay astrónomos que no saben llevar una bicicleta y confunden fácilmente estar enamorados con tener ganas de comerse uno de los hoyuelos de tus mejillas pero qué demonios, a todos nuestra primera novia nos dejó el corazón hecho añicos y todos en mi país creímos que la lucha armada no se nos iría de las manos. Bien sabes que no hace falta secuestrar la conciencia de un oficinista para darte cuenta de que a este mundo le falta un tornillo: es sociológicamente admisible saquear un banco o engañar a un querubín con comida para aves a cambio de entrar al cielo, pero si denuncias a un político que ha ganado la lotería 20 veces en un año probablemente tendrás que empacar tus lágrimas y tirarlas por el retrete no obstante no os hagáis los despistados, escribid con una pluma de vuestra espalda, salid a la calle sin abrir las alas y veréis que tampoco vosotros sois los que creías. LA CENIZAS DE ULISES Ahora lo sabemos, tu país era la sonrisa de Ulises, la frontera más allá de la frontera, donde las vacas y los cangrejos escapan de algún Chagall y donde los autobuses, como hospicios para dramaturgos, son misteriosos escarabajos atrapados en las autovías. Sí, nuestro país es una nena de veintipocos que aún piensa que los chicos creen en el matrimonio, en esa luz que se parece demasiado al sexo de los ángeles. Deberíamos dejar de hablar de nosotros, del New York Times envolviendo los anónimos recuerdos de los campos de guerra, como si fuesen pescado fresco, allí donde los cascos azules caen como moscas (total, por la cuenta que les trae a los banqueros y a los gorriones) Por esos lares, los honorarios de las estrellas son los mismos que el de los pájaros que brotaban de tu sonrisa cuando éramos pequeños y los árboles recogían los frutos graves de la noche,

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la frágil materia de las aves migratorias (que también era la nuestra y la de las enfermeras de guerra) Hoy he vuelto a casa, a la frontera más allá de la frontera y tengo que decirte que los árboles son apenas un puñado de otoño brotando de las chimeneas de los autobuses (los árboles, que para nosotros eran mucho más que los sindicalistas de los bosques) que Chagall está en paro, que las columnas de rebeldes han firmado una tregua con los murciélagos de traje y corbata y que ya nadie me conoce, a pesar de que he preguntado por ti. Déjame contarte que la clase media ha sido embotellada y arrojada por el retrete, que nuestro amigo, el pescador, el que hablaba el dialecto de las estrellas de mar, ha dejado de beber, de colocarse y de hacer chistes sobre los conservadores, y ahora lo ves deambular repitiendo una y otra vez aquellas palabras de Céline: “El amor es el infinito puesto al alcance de los caniches” y lo entiendo, me pongo la chaqueta y, qué demonios, voy por cigarrillos y una botella de ginebra. Le hago otro flaco favor a mi soledad. OTRO ARREGLO DE CUENTAS CON LOS PÁJAROS Por qué diablos tuvimos que ver tantas iglesias y tantos gatos, como geranios, y tantos sindicalistas en el fondo de los taxis y tantas iglesias (como si fuesen la calderilla que Dios arroja en la barra de un bar). No habíamos facturado por mi culpa y las maletas de mano pesaban tanto como el corazón de una ballena varada en una lágrima y llovía. Pero era nuestra agonía la que en realidad nos costaba llevar (y no la lluvia en el fondo del taxi) y la que nos emparentaba con los perros abandonados en la sonrisa de las enfermeras. Al final llegamos a casa -porque todo llega- deseándonos como deben desearse los personajes literarios fuera de los libros pero, claro, tú –la bipolar- al final ni puto caso. De pronto empezó a llover, era la segunda vez que llovía en el día y parecía que desempacábamos las olas del mar. Entonces, “para romper el hielo”, decidí ir a buscar el periódico y unos chocolates, -qué gran cobarde, qué gran malhechor- haciéndome paso entre una manada de antílopes que habías traído como souvenirs, preciosos baobabs de varios metros de altura. El barrio era el mismo, la tienda del paquistaní era la misma nevera en medio de la calle, y las mismas líneas de cebra cruzaban la avenida

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(quizás alguien se había esnifado alguna línea, pero todo seguía igual) Hasta vi al hombre oscuro que arrastraba su carrito de la compra con estrellas y otras chatarras, husmeando en la basura como un gran sabueso. (A propósito, el hombre oscuro no conoce el pan porque él es el pan, nadie sabe que guarda una estrella perdida en otra estrella -como una pata de conejo- pero no le importa, como no le importa a la lluvia volver a la mano de Urano, una y otra vez) Vuelvo a casa sin nada. Me he dejado la cartera y sí, sigues cabreada y dices cosas como “siempre igual” o “lo tuyo no tiene arreglo” mientras me preparas unos huevos fritos. Hoy los telediarios han anunciado otro desahucio de un poema de su abecedario de agua, y han hecho un largo reportaje de un matrimonio de nutrias caídas en desgracia por morder la costilla de Eva, sí otra “cortina de humo”. Busquemos entonces la manera de cambiar este rollo de la melancolía por más melancolía, de buscar las armas de la limpieza en el mensaje de las aves que “han pasado” de las migraciones de invierno y olvidemos esto de la crisis, de saqueos de bancos, de estafas a jubilados y de haber visto tantas iglesias, como si fuesen las cicatrices de Urano. Vaya vaya, me dices, mientras me paso la saliva, ¿sabías que los indios de la Guayana preparan un licor con las cenizas de los muertos? Sí, se te ha pasado ya el cabreo y a mí las ganas de comerme los huevos fritos. CINCO GRAMOS Y MEDIO DE MILAGROS Una a una, una fila de milagros hacen cola para entrar en la fábrica de pájaros que escondes bajo tu lengua y no es ninguna broma. Fíjate, no hay aritmética posible que explique por qué los crisantemos escarban la tierra para buscar las urnas donde los perros esconcen sus lágrimas, pero tú siempre tienes la respuesta correcta para todas mis metidas de pata: un portazo detrás de tus labios. Es cierto, se me lengua la traba cuando quiero escribir poemas contra la manipulación transgénica de la conciencia de las rosas o, simplemente, una carta de amor para una pelirroja de calendario, pero qué se va a hacer, ya sabes que soy tan tonto que antes de decirte lo siento (otra vez) me tengo que leer una treintena de manuales de cómo psicoanalizar a un guacamayo. Hace un par de minutos que acaba de pasar un milagro en el lomo de un caracol: no es que yo sepa reconocerlos pero cuando se sale con nenas como tú se es capaz de diferenciar, al menos, 132 tipos de sonrisas entre mis labios y tus pecas. No obstante, pasan las horas dentro de los pétalos de la lluvia y tú sigues en tus trece, los pobres seres del aire poco pueden hacer para vendar nuestras heridas, sobre todo si aún quedan estrellas por forjar entre tus cejas; aunque sé desde hace mucho que está prohibido ser pobre y tratar de besar tus labios a 100 kilómetros por hora. Detrás de esa puerta está mi corazón o llámalo como quieras, su historia es tan absurda como la de un taxidermista de sueños; en cualquier caso, tienes razón, te he tejido más de un problema, pequeña astronauta, te he mordisqueado el lóbulo de la oreja cientos de veces a media noche para sacar a pasear a tu

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sonrisa por mi corazón y créeme que no lo siento, ya sabes que el amanecer es el panadero que nos envía la noche para hornear mis besos sobre tus labios y por eso prefiero desayunar directamente de tu boca. La soledad es un activo financiero en toda regla y también el origen de todo este embrollo de no quererte más lejos que al otro lado de mi almohada. Vale, no hace falta más que llorar para darse cuenta que también los cangrejos usan despertadores para abrazar el mar, pero para nosotros no son más que animalillos que nos cortan el rollo cuando el alba empieza a colarse por tu sonrisa. Piedra, papel y tijera son lo mismo ya que todo lo solucionas con un susurro en mis oídos para echarme de tu lado de la luna y dejarme con las ganas de morderte las estrellas. Otra noche más tendré que hacer cola para entrar en tu fábrica de pájaros, lo sé, también soy yo una de tus equivocaciones terrenales y sí, es cierto, los poetas deberían pagar impuestos por su uso excesivo de las estrellas, bla, bla, bla, ni el sonido de las lágrimas al romperse ni el “cuac” de los patos hacen eco, bla, bla, bla. Ciertamente, algún día se venderá poesía “al peso” y algunos peces pasan sed. PARA HACER LLORAR A LOS PECES Dylan Thomas decía que la obligación de un ángel es ser bien recibido en un depósito de cadáveres arrodillarse toda la noche ante un árbol desahuciado ponerse las botas / romperse un diente / hacer una huelga de hambre en la imaginación de una libélula. Esto pensaba Dylan cuando se ganaba la vida como reportero y no tenía pasta ni para los espaguetis. Hay quien dice que ellos viven como pueden, sobornando a editores y columnistas, robándole el queroseno a las estrellas que aún se están forjando a martillazos. No es que ahora las libélulas puedan compararse con el ruido de tu corazón al despertarse, no es que ahora el capitalismo se haya convertido en un equilibrista cruzando los edificios de Manhattan vestido como una hermanita de la caridad caramba, ya se me vuelve a ir la pinza en este abecedario de agua y ahora pienso en que a la “izquierda” le cuesta mantener el rumbo o en la correspondencia que Galileo mantuvo con Kepler también pienso en Yeats, aquel muchacho de la camisa arrugada que sustrajo la transparencia de la mirada de los pájaros. Ya que estamos, tampoco Caitlin, la mujer de Dylan, tenía ni puta idea de cómo planchar sus camisas o que sus días de borrachín en el Mermaid Hotel serían su pan de cada día, pero así es el amor, una lágrima a la que se le ven las costuras. Unos ojos de hierro y forjados los míos, dice Westphalen, esto y no otra cosa hace falta para llorar bajo el agua, esto y no otra cosa… (ya se sabe que es imposible llorar bajo el mar y que una persona parpadea aproximadamente 25 mil veces por semana) Dicen que antes de aprender a llorar, Dylan ya sabía que su patria sería una copita de whisky, un sorbo del anochecer anterior al nacimiento del mundo, un platito de berberechos que lo alimentaba cuando sacaba a pasear a su soledad. En eso creo yo y no en los días que le quedan a las estrellas en las cunetas

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también las luciérnagas tienen los días contados, como los poetas reporteros, y los sueños de los taxistas que esperan a los pájaros en los aeropuertos, después de las migraciones de invierno, es una lástima, Dylan, que también la soledad sea un abrazo sobre las vías de un tren, inocente, como un teléfono descolgado, abandonado a su suerte como un perro después de la temporada de caza, pero es que no nacen los aviones para transportar a los pájaros, queridos amigos taxistas -diría Dylan- ni las estatuas para llorar los poemas de Keats, replicaría el chico judío que cambió su nombre por el de Bob Dylan. Es cierto, también las estatuas de Roma tienen anginas y lloran desmesuradas lágrimas cuando ven caer el párpado de Dios y entonces los pájaros y los aviones adelgazan hasta ser septiembre hasta soñar como centauros en las guarderías. Que nadie se lo tome a mal, pero ningún perro engorda lamiendo y no, no creo que este poema sea bien recibido en ese depósito de cadáveres que a veces son los libros, pero esto ya lo sabíamos porque también a Dylan, como a este poema de falso amor, se le iba la pinza. LA SOLEDAD NUNCA NOS DEJA A SOLAS En poesía 1 + 1 es “0”, es decir, una rosa enferma, solía decir Lawrence Ferlinghetti ese animal paradójico que recogía toda la luz de la luna por las noches para luego venderla en las gasolineras, en cualquier caso, también el pintalabios de Gisele Bündchen no es lo que parece, es decir, todas las primaveras que ha padecido el mundo encerradas en un espejo que ha olvidado su oficio, es decir, fabricar estrellas de mar y venderlas como se vende el agua embotellada los días que llueven erizos. La mañana del 24 de marzo de 1919 encalló, cerca de Yonkers, New York, el arca de los dones, en la vida “real” esto no sería más que otro suceso naufragando en la portada de los telediarios pero en poesía, significó la llegada al mundo de Lawrence, buen amigo de Allen y de los dos “Jack” (Kerouac & Prévert) a los 14 años ya rasguñaba las estrellas con su maquinilla de afeitar y a los 30 ya había hecho un doctorado en la Sorbonne sobre la influencia del chamanismo en Wall Street, aunque él lo hubiese querido hacer sobre los desayunos de Ezra Pound o sobre los ronquidos de Gregory Corso. Otra mañana, esta vez en Río Grande do Sul, llegó a la tierra el origen del mundo, es decir, Gisele, la descubrieron cuando tenía 13 años regando, con la mirada, las estrellas de su jardín esto pasó en la vida real pero en poesía queda mejor decir que la vieron

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devorando una hamburguesa mientras discutía con el sastre de la imaginación de Ronald McDonald. Ahora, a los 30, Gisele ya no deja en bragas a la estatua de la libertad ni paraliza la respiración de Dios cuando éste espía el mundo a través de sus ojos pero sigue alborotando el gallinero, es decir, la gota de rocío que es el mundo entre sus manos limpias de enfermera de guerra. En poesía, “0” + “0” es el origen del universo y también de la mirada de Cesare Pavese esto no lo escribí yo a los 13 años porque nunca tuve 13 años, sino 365 días llenos de pompas de jabón, esto se diría así en la vida real pero en poesía, 365 pompas de jabón es lo mismo que decir 15 atentados con “coche bomba”. En ese entonces, mi soledad huía de los toques de queda y de los controles militares y se quedaba quieta, bajo la sábana, luchando contra los molinillos de viento que eran las sombras de las velas en los candelabros, esas que solíamos tener en casa por la falta de luz eléctrica. Ahora se me “está pasando el arroz” (pensar en hijos me da sarpullido) y no tengo en el banco ni 30 estrellas vegetales de Tartaria no tengo ningún doctorado y tengo miedo hasta de la guardia urbana, es cierto, ya no existe Sendero Luminoso ni el ejército revolucionario para la liberación de las flores, pero mi soledad aún sigue allí, despierta bajo las sábanas de tu nombre bien repartida entre 365 días llenos de pompas de jabón. Por cierto, dicen que nuestro corazón late más de 100.000 veces al día y que la luna, ese vertedero de lágrimas, pesa 81 billones de toneladas no obstante, en materia poética, esto es, en la vida real, la luna tiene el peso exacto del corazón de Giselle es decir, el de 100.000 pompas de jabón, esto me lo contó una vez Lawrence, buen amigo de los chatarreros del paraíso que algunos han visto en su corazón. FILOSOFÍA PARA GATOS Heráclito, el oscuro de Éfeso, decía que lo difícil no es salir a la calle, sino levantarse de la cama y ser el mismo que desembarcó del sueño anterior estaba como una cabra, según se ve y estoy casi seguro que le costaba más pensar en la compra de la semana o en llevar su traje a la tintorería que hacer un aforismo sobre lo que costaría el oráculo de Delfos en Christie's o sobre la doctrina cosmológica del eterno retorno en el corazón de los músicos ambulantes o de los maquinistas de los trenes -ya se sabe que para él era cosa de niños esto de la filosofía- precisamente por eso decía que no se puede entrar dos veces al mismo río o enamorarse de la misma nena dos veces en la misma noche. Varios siglos después, aún sigue siendo difícil prepararse el café tostar el pan que aún aúlla en los hornos de la noche y pensar que nunca la misma tostadora tuesta el pan de la misma manera.

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Es cierto, este poema no es más que filosofía barata alta bisutería hecha de palabras e intersticios, no obstante, no os habéis preguntado ¿por qué demonios siempre se caen las tostadas por el lado de la mantequilla? o ¿por qué nieva cuando un ángel se suicida? Hoy, desde este lado del corazón, -frío, como la purísima sangre de una estrella que se desvía de su curso- te confieso que ya paso de dejarle monedas a las estrellas de tu mirada de adjetivar la lágrima que nos hace llorar como peces (de insistir en que la soledad es aproximarse a la vida o más bien su limosna) y de leerte el testamento lunar de un chalado, como Heráclito, y otras tonterías de las buenas que nos hacen acercarnos como dos solitarias aves que acaban de perder el autobús, porque tienen miedo a volar. Ahora, desde este lado de la luna llena o de tu cama (que son el mismo lado de la sonrisa de Dios) tengo que confesarte que mi corazón no sabe que existo. y tú tampoco, y ahora es cuando tienen sentido todas las condenaciones eternas del amor, incluida la soledad itinerante de los gorriones que se escapan cuando abres un libro de Paul Auster para leerme la suerte. Con la tontería, va a ser cierto que “a perro flaco todo son pulgas” o eso de que los habitantes de Yoro, en Honduras, dicen que cada año les llueven peces del cielo. TODOS DESCENDEMOS DE LA MIRADA DE UN GORILA “Envían a rehabilitación a un mono alcohólico en Rusia” (Fuente: Reuters)

Como Cioran, no somos más que un puñado de intersticios, oh gorila mío, dos soledades metódicas, como dos colillas en un cenicero. Es cierto, compartimos la melancolía de los pájaros congelados la rara costumbre de amar sobre los árboles, de llorar y defecar leyendo a Mallarmé o de salir con dos copas de más de cada incendio interior. También jugamos cada día con la pureza de ser impuros, con la estrella que navega en nuestra sangre, desviada de su curso, cansada de balbucear luz sobre la sonrisa de los jubilados y de las putas, esos bellos mamíferos exiliados. Ya lo sabes, buscamos el mismo empleo y lloramos al mismo animal desde el que cada día nos despertamos. Oh, gorila mío, también tu mirada es la ventana por donde Dios espía al mundo ese otro mamífero fúnebre que nada sabe de nosotros.

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EL EQUIPAJE DEL ÁNGEL Hay algo de estrellas isotónicas en el corazón de las amas de casa. Hay algo de Tim Burton en la mirada de los perros lazarillos y hay algo de tu corazón en las gasolineras de mi corazón, creo que esa es la ecuación perfecta del amor salvavidas para entrar en el mar y salir por debajo de tu cama. Incineradas las palabras, incinerado el contenido de las palabras mejor dicho, vuelven los significados a tener sentido entre tus labios, vuelve la partitura del silencio al pico del ave de la melancolía y finalmente vuelve el ave de la melancolía al viejo bestiario de los animales solubles. Nos gustamos tanto que nos hacemos la vida imposible. Sacamos a pasear a la correa y dejamos al perro en casa, nos limpiamos la soledad con un pañuelo desechable y compramos billetes para el atardecer que cada día se proyecta desde la comisura de tu boca. Debería ser ilegal que tus minifaldas saquen a pasear a tus piernas cuando aún no nos hemos recuperado de ver cómo te tomas el café mientras te fumas la soledad del mundo. No hay analogía posible entre una ballena en una pecera y mi corazón en una lágrima de manatí pero no está el agua para peces llorones ni mucho menos yo para creer que esta es la última vez que te veo invitarle copas a otro. Así que anda con cuidado, que mi buen humor es sólo edulcorante. Una vez, en Madrid, nos bebimos hasta el agua del florero con el hijo del panadero y una docena de sonrisas se llovieron sobre el compromiso civil de los pájaros con los ornitólogos, otra vez, en Lima, vi caer la nieve del telar del sastre de los meteoritos sobre los párpados de una sueca con la que pase la noche vendiendo miel a las abejas y ayer una declarada comunista (Sophia “la Lechuza”) me tendió una trampa: me dijo que cerrara los ojos y vería llover detrás de sus ojos y de pronto me vi cara a cara con el ángel fumador tocando, con su violín de terciopelo, el himno del sindicato para la liberación de las rosas ¿que por qué te cuento todo esto? Yo lo que me pregunto es por qué dosificas tu buen humor y descongelas tus palabras en el microondas cada vez que llueven ranas en la localidad húngara de Ràkòczifalva. Ya sé que me lo has dicho, nuestro amor es un malentendido y quieres que te firme los papeles para dejar de enrollarnos. Aquí los tienes: este poema va en el equipaje del ángel que te susurrará al oído que no le doy permiso a tu corazón para olvidarme. Bío/biblio Nilton Santiago nació en la ciudad de Lima, donde se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. Poco después de la publicación de su primer poemario, El libro de los espejos, segundo Premio de Poesía Premio Copé 2003 (Ediciones Copé, Lima, 2005) se marchó a vivir a Mallorca, España. También es autor de La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad (Premio Internacional de Poesía Joven Fundación Centro de Poesía José Hierro), de El equipaje del ángel (XXVII Premio Tiflos de Poesía, Visor Libros 2014) y del eBook Para retrasar los relojes de arena (Vallejo & Co., 2015). Merecedor del accésit del Premio ADONÁIS de Poesía 2014, acaba de obtener el XV Premio Casa de América de Poesía Americana 2015 por Las musas se han ido de copas, (Visor Libros, Madrid 2015). Más sobre el autor en:

https://niltonsantiago.wordpress.com/ https://www.instagram.com/niltonsantiago/

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MMIILLAAGGRROO

Silvia Farfán Cedrón

Si has regresado del sueño eterno con tu corazón acelerado, aturdido y asustado... Si has visto a tu alma flotando sobre tu cuerpo tendido... Si has abierto los ojos luego de muchos días creyendo que tan sólo ha pasado uno... Si has retornado a tu propia historia luego de haber sufrido eternidades en tus historias inventadas. Si has llorado tanto abrazando nuevamente a tu hijo... Si has dado un paso al más allá y has rogado desesperado por retroceder... Si has visto en un rosario, el rostro de Dios en cada cuenta. Si has visto partir para siempre a muchas velas apagadas en una noche triste de hospital... Si has llegado en el minuto nueve, teniendo sólo diez... Si has sentido las manos de Dios sobre tu pecho inerte, reviviendo tu corazón cansado... Si has visto a través de una ventana al ave de la esperanza... Si tus ojos han llorado tanto, junto a tu alma asustada... Si has visto a Jesús de pie, a los pies de tu cama; iluminando tu mirada... Si una ráfaga divina te ha sanado. Si de rodillas tus dolores se han ausentado para siempre... Si tu mente ha rescatado a tu cuerpo. Si tus brazos abrazan con el alma. Y si en tu mirar se irradia la resurrección... ¡ES QUE TÚ ERES UN MILAGRO QUE CAMINA CON DORADOS PASOS! ¡UN MILAGRO QUE DESPIERTA NUEVAMENTE! ¡UN MILAGRO QUE NACE TRANSPARENTE COMO EL MÁGICO ROCÍO!

Cajamarca, 15-1-2016; 11:48 p.m.

FFLLOORREECCIIMMIIEENNTTOO Vomitar, la intoxicación de la venas… Intoxicación con las palabras no dichas. Vomitar el remolino creciente que taladra en cada hueso. Vomitar el dolor de la impotencia por la destrucción. Por la autodestrucción. La voluntad, que no es voluntad, desespera hasta el punto de tener una bola en el estómago, que amarga y que sólo al vomitarla desaparecerá. Vomitar lágrimas por los ojos. Lágrimas que curan el taladro de los huesos. Lágrimas que curan el dolor que inmoviliza a los músculos. Lágrimas que escriben el trayecto soñado de lo simple que parce tan complejo. De lo complejo que es simple para mí. Soy ahora como un río, que rebasa mis emociones y las vomita, hasta limpiarse eternamente. Soy como un remolino que limpia mis entrañas, con agua cristalina y bendita. Y alcanzo en mis sueños a los demás, que estiran sus brazos y aceptan su delito. Vomitar de lejos todo lo que me carcome, vomitar en tu rostro cetrino, sin comprender cuán débil puede ser el hombre… Y la Estrella de Belén, me permite chispear mis ojos con lágrimas saladas, heladas, cansadas… Y la estrella de Belén me recuerda que aún sueño despierta. Y la estrella de Belén me recuerda que confíe, que es la única que permite caminar. Incluso a los desahuciados.

Cajamarca, 9-1-16; 11; 21 p.m.

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EELL RRIITTMMOO DDEE LLOOSS DDEESSIIGGNNIIOOSS

Jack Farfán Cedrón

Foto: © Eduardo Farfán

AGALIARETH La heredad Letal De ver todo Como lo hacen ver los pensamientos Es todo cuanto ve el reflejo de lo que posas Una a una Ramillas de romero O de espanto sobre el surtidor de ese país conmocionado de las lágrimas El destello del ojo cerrado por el manto negro A la hora en que todo Hasta el desliz Se hace innecesario Tomarás en la siniestra unas cuantas estrellas Y en la diestra el poder de pensar lo que vuelve Y se revierte Según tus predilecciones suicidas Que alistan guerras o sanaciones Con la sobria intrepidez de un opúsculo roto Habitando el corsario intrépido que por arma tomas Hasta preceder lo que ocurre Ahora que la impronta de los padecimientos termina Y los ciegos baluartes del mal se ensombrecen en su puño cerrado

Ahora que Salmos de auscultación ennoblecen lo recorrido La suerte volátil encandila estas praderas en que todo es lo que pienso DIOS Habiendo superado el temor a los difuntos, a los vivos y malvados, a los que acechan con la risa ansiosa de la viuda negra tendiendo su redada que chamuscará en el fuego eterno de la envidia; heme aquí, libre de todo mal y todo maligno deseo. Lo que digan de mí, como Wayne Dyer dijo, no es asunto mío; sino más bien mi tesoro de logros, por esa suerte de fijación de los contrarios y las fuerzas del mal y del bien compenetrándose para favorecerse en lo más detestado en sus esencias superadas por un gozoso acercamiento pueril, o el resuello de un cachorro en la cara del fiel compañero. Dios que a lo largo del camino, como en los confines del charco aleja los destinos de los que más se acercan un instante; donde los otros temían separarse por no ser la exacta coincidencia tanto esperada, pero los que por un solo instante se vieron con la mirada frente a sí negando la aparición de cualquier sagrado movimiento, fueron los iluminados ese vasto instante que existe al más fulgido movimiento. Cual ser dos veces el mismo amador, cual ascender la duplicada ensoñación de los espejos que se saben hacia el flujo del muro confluidas para ya no más regresar la mueca amoldada de los otros soñados,

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que silentes se advierten y se ofician báculos en nombre de una fiera desconocida para ellos arada sobre un mar que ilusamente se distiende cerca, donde flotan las esporas de la fructificación y la multiplicación de los verbos estelares avanzando a un sordo estallido entre los flujos que lo sagrado en llamas relumbra; mientras nacemos bajo el agua nítida el vuelo, rozando el milagro que nos donas, Dios, cada chispa voluntariosa aflorándonos, velas de una oscuridad elegida mora el Magnificat orado a imagen y semejanza de lo que jamás flota en nosotros; porque seguro, inerme, bucea, como una culpa perdiéndose al sosegado hundimiento de los flancos en las aguas flotados, bajo corrientes extenuantes, que hallan el dominio divino hacia la sombra o haz crepuscular de los designios recibidos desde el gran milagro de los hombres que trotando muy temprano amanecen al vuelo levitado de los seres de luz, de semilla; ellos, como ellos o átomos, apuran el elixir milagroso de una dicha irrenunciable apagando todo lo que roza su flujo inamovible entre las frondas librado, vago destello cuyo insigne movimiento se toca. LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS Todo está bien, un indicador de que la bomba de tiempo transcurre a una precisión ensordecedora. Tanta calma no podría hacernos pensar sino en el ático sosegado que predice el estallido, la voladura en pedazos del cuerpo calcinante.

Aquellos suicidas que anuncian su caída con la pinta de duelo en las ojeras no lo volverán a hacer. Una vívida ocasión descorre el teatrín. El resto compone escena, parafernalia, solemne de negro levita. Atar a una duda corroyendo el vicio, la broma pesada que despide una nota deslizada por el retrovisor de la puerta en su vano interfecto impenetrable, al vaivén segundero comprende la estampida final, acaso la burla repetida frente a la palma reflejada: el angustioso espejo desde el lago turbio torcido, desde el mismo centro de flejes arrancados elevando la maquinaria de bofe, carne y mente volátil, un bocado caníbal que aguarda por ti morderse, excretarse, palanca adentro donde las cloacas de la ciudad angustiosa expelen hedor a mortandad, vela en popa de soluciones trasnochadas, pegadas en el libro en blanco sobre la mesita de polvo para noctambular la lámpara que mira la luz al opúsculo maldita del impacto fatal extintamente maculado; luz que, hierática, en torno al sepulcro que embebe un índice, un arco podrido elevando los colores a extraños firmamentos, expira. O, el poco tino para contar con un puchero abjurado a la dicha que compone la insensata sinfonía de los sordos, que aun calmados miran un punto oscurecer, de frente, donde cabe el más liviano de los recuerdos que en nosotros se queda, oscilando unos viejos zapatos llenando el aire de gotas, simiente apocalíptica de los ahorcados

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que al polvo rociado oran sus preguntas, el foco de acabar con su astado ventrílocuo que ya no eructará más sentencias. Raya el oro bendito del sol Enjuga su gran ojo incandescente Las cenizas de un porvenir que no se hunde Ni moja todas las lágrimas necesarias Qué imagen ocupa tus nobles pensamientos, claro mundo reinante donde el ser empequeñece más sus ruinas. Diré que el simple aullido, el llanto sangrientamente corre dentro. Diré que mientras bailo, Tus párpados calarán la ruina del sueño entre mis hombros a ti asidos.

De: El ritmo de los designios (inédito) En: http://sol-negro.blogspot.pe/2015/12/el-ritmo-

de-los-designios-de-jack.html

Bío/biblio Jack Farfán Cedrón [Perú, 1973] Entre otros volúmenes líricos ha publicado Pasajero irreal (2005), Gravitación del amor (2010), El Cristo enamorado (2011) y Las consecuencias del infierno (2013). Modera los blogs ‘El Águila de Zaratustra’ & ‘Exquioc’, además de editar la revista digital Kcreatinn. En 2012 dio a conocer un volumen de reseñas literarias alrededor de célebres novelas: El fragor de las quimeras, bajo la producción de Kcreatinn Organización, de la cual forma parte. Algunas de las revistas virtuales en las que han aparecido textos suyos: Periódico de poesía (UNAM, México), Destiempos, Síncope (México); Letralia (Venezuela); Revista de Letras; La comuna de los desheredados (España); El Hablador, Sol negro (Perú); Los poetas del 5 (Chile) y Letras hispanas (E.E.U.U.). En 2016 participará en el III Festival Internacional de Poesía de Lima.

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EL PRIMER BESO

Recuerdo la luz de tus ojos

Y yo cerrándolos

Como si te recostaras en mi aliento

En mi hombro derritiéndote hasta que

Te alojaras cansada

Ambos pares de lágrimas arrojaron su

sombra

En el recinto

Y yo

Bien lo recuerdo

Lloré mientras te veía alejarte

Esa fue la primera vez que besé a una

mujer

Con la honda tristeza que arruina al

amor

O lo eterniza

Jack Farfán Cedrón

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QUÉ SUAVE ME DECÍAS “AMOR” EN AQUEL SUEÑO para m Qué suave me decías “amor” en aquel sueño. En la oscura soledad de mi cuarto tanteo mi viejo cuaderno universitario para, a tientas, sellar el beso amado en estas líneas, amor suave, amor mío. Sentada en tu trono, reina, me mirabas con una ternura que hacía temblar mis bríos. El alcohol reptaba y nuestros ojos seguían creciendo su filiación con las extremidades atrayendo su calor entre sí, desde lejos. Recia guerrera de ojos rasgados, blanca, turgente, con dos alas de cuervo a cada costado de la línea media que separaba los dos hemisferios de tus ojos vivaces y mudos, pendiendo, aretes cósmicos, del manto oscuro de tu pelo, bajo el que duermen los hombres, rendidos bajo su noche, las dos alas de cuervo de tu pelo. Cómo, despacio, me arrastras y me hablas confundida, diciéndome un retazo de tu vida en lo alto de una colina con un lago que irradia luz a nuestros rostros amados. Estoy cerca tuyo, llovido recuerdo. Te respiro muy cerca, confundiendo mis dulces palabras con tu pequeña sonrisa. Cerca tus labios, cerca la respiración contenida de tu boca, el rojo estribor dentro del pecho ardiendo, ardiendo. Me despiertas un hambre incestuoso, Diosa del bosque, a un toque de tu aliento llego al milagro de tu corazón de fiesta. Sucedida una tarde en que repentinamente un ala negra de tu pelo cubrió mi enjambre enamorado, y fría, salvajemente una esquina nos separó del bosque encantado del amor, cuando tú decías que hay personas que muy tarde aperciben ser queridas. A otro sol con esas declaraciones tardías, a otro sol, amor, —me decías, y me dejaste en esa banca de traquita, contigo aquí, amor mío, contigo y con la incestuosa impresión de tus labios turgiendo su última palabra, cerca de los míos.

Jack Farfán Cedrón

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AA RRIITTMMOO PPOOPPUULLAARR Omilcar Cruz Restrepo (Armenia)

Esa chica andaba sola la seguí nos acercamos y ella enmendando el paso—¿usted también anda solo? Fue a principios del verano Íbamos mano con mano y ella enmendando el paso—¡umm no existe la soledad! ¡Umm no existe la soledad!

Del Libro: Trocitos de ella en mí Armenia, Quindio, enero de 2016

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LLÍÍNNEEAA DDEE LLAA MMUUEERRTTEE AAllffrreeddoo AAllccaallddee ((PPeerrúú)) a s e i a b n r r u n c í v a r e r e t esta l e p l i e u o a u e q d o q r a q o l u e p e s u b l i c s poesía… a e

incluso esto. Bío/biblio Alfredo Alcalde (Cajamarca, 1982). Abogado, profesor de Derecho Constitucional. Es coautor de Sin paracaídas x 3 (2015, edic. de los autores), plaquette de poesía. Cálido hueso, su poemario inédito, ha sido publicado parcialmente en medios virtuales (como la edición LVII de la Revista Voces de España o en B/POLAR), diarios locales y blogs.

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UUUNNN CCCLLLAAARRROOO EEENNN EEELLL PPPEEENNNSSSAAAMMMIIIEEENNNTTTOOO

EEEnnnsssaaayyyooosss yyy AAArrrtttííícccuuulllooosss

VVEERRDDAADDEESS YY MMEENNTTIIRRAASS DDEE VVAARRGGAASS LLLLOOSSAA

Daniel Mathews

En el libro que reúne los prólogos a las

novelas que seleccionó para ser publicadas por la Biblioteca de Plata —una colección de narrativa contemporánea que dirigió para Círculo de Lectores, el club de libros español—, Mario Vargas Llosa escribió, a modo de presentación, un ensayo que resume sus ideas sobre la novela, la ficción e incluso la política: “La verdad de las mentiras”. Definitivamente se trata de un texto importante que incluso da título al volumen en conjunto. Su tesis central es la que queda dicha en el siguiente párrafo:

En efecto, las novelas mienten —no pueden hacer otra cosa— pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse disimulada y encubierta, disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías. Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos —ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros— quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar —tramposamente— ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un

deseo1.

I. Ficción y mentira

1 Mario Vargas Llosa. La verdad de las mentiras Madrid:

Alfaguara, 2002, segunda edición ampliada, p. 5. En

adelante los números de página van entre paréntesis.

En el presente ensayo quiero cuestionar la propuesta desde la teoría y la historia de la literatura. Y pienso comenzar cuestionando el propio título del ensayo: “La verdad de las mentiras”. Es una paradoja que le gusta mucho a Vargas Llosa y sobre la que vuelve una y otra vez. No es la primera vez que se propone que la literatura es una mentira. Pero la mentira ha cambiado de signo, mientras para el novelista la mentira es positiva y liberadora, para el filósofo es un estorbo en la búsqueda de la verdad. Por eso Platón propone botar a los poetas de la República:

¿Y qué decir de la mentira expresada en palabras? ¿Cuándo y para quién puede ser útil y no digna de ser odiada? ¿No resultará beneficiosa, como el remedio con que se contiene un mal, contra los enemigos y cuando alguno de los que llamamos amigos intenta hacer algo malo, bien sea por efecto de un ataque de locura o de otra perturbación cualquiera? ¿Y no la hacemos útil también con respecto a las leyendas mitológicas de que antes hablábamos, cuando, no sabiendo la verdad de los hechos antiguos, asimilamos todo lo que podemos la mentira a la verdad?

Sin embargo parece que no todos

estamos de acuerdo en que la literatura es una mentira. André Malraux, por ejemplo, nos dice que “El mundo novelesco no considera su ficción ni falsa ni verdadera; ésta pertenece a otro ámbito, a lo imaginario, formado por el nexo muy vulnerable de varios elementos posibles”2.

La objeción es pertinente porque lo que distingue el binomio verdad/mentira es su capacidad de ser verificado. Preguntas del tipo ¿Existe el barrio de Huanupata en Abancay? ¿Era el barrio de las chicheras

2 André Malraux, prólogo a El demonio del absoluto,

Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores,

2008, p. 37

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cuando Ernesto estaba internado en un colegio religioso? ¿Se rebelaron entonces? no las haría ningún lector de Los ríos profundos. Sería más ridículo aún que un lector de La metamorfosis pregunte por la posibilidad de que alguien se convierta en un enorme insecto.

Lo que ocurre, sin embargo, es que tanto Huanupata, como Ernesto, como el enorme insecto sólo tienen existencia dentro de sus respectivas novelas. El barrio de Huanupata o el río Pachachaca de Los ríos profundos no es el realmente existente en Abancay, así como el Vallejo del verso “Cesar Vallejo ha muerto/ le pegaban duro con un palo” no es el escritor verdadero, que necesitaba estar vivo para crear ese verso. El mundo de la novela, o del poema, no es el factico. No puede ser verdad o mentira con respecto a lo factico.

Cuando entramos al mundo de la literatura establecemos una especie de “pacto” entre lector y autor al que la teoría literaria ha llamado “verosimilitud” y que es descrito por el propio Vargas Llosa: “cuando abrimos un libro de ficción, acomodamos nuestro ánimo para asistir a una representación en la que sabemos muy bien que nuestras lágrimas o nuestros bostezos dependerán exclusivamente de la buena o mala brujería del narrador” (8).

Este pacto de verosimilitud ha ido cambiando con el tiempo. Si bien es cierto que llega a su máxima realización en la novela moderna, ya era parte del pensamiento griego. Aristóteles define, lo que todavía no se conocía como literatura, como “el arte que imita sólo con el lenguaje”. Es una definición que ha sido cuestionada. Susana Reisz de Rivarola nos dice:

Otro supuesto falso por su pretensión generalizadora consiste en asumir la propuesta aristotélica y aplicarla a sistemas literarios distintos a aquel en que surgió. Hacer de la ficcionalidad un rasgo distintivo de la literatura implica, en efecto, excluir arbitrariamente de ella buena parte de la poesía contemporánea (tanto la que es directo enunciado del poeta como la incatalogable por su hermetismo), al igual que todas las formas de narrativa testimonial (diario, autobiografía, memorias, etc.). Por otro lado, también

implica desconocer que existen ciertos tipos de textos producidos y recepcionados como ficcionales que, a pesar de ello, nunca han sido considerados literarios. Tal es el caso de una historia clínica con los datos cambiados para que no se identifique al paciente o el de cualquier chiste en que aparezcan personajes que eventualmente pueden dialogar entre sí3.

Un par de observaciones adicionales al

texto de Reisz. Se considera literatura no sólo los textos poéticos y narrativos como se ve en la cita. También el ensayo. Los estudios de literatura peruana incluyen a Mariátegui y a González Prada. Por otro lado esa advertencia contra la aplicación del modelo aristotélico “a sistemas literarios distintos a aquel en que surgió” la lleva a Reisz a la literatura contemporánea. Pero podemos pensar también en el pasado. La distinción entre lo “histórico” y lo “artístico” no es aplicable a los autores de la Biblia por ejemplo. Entre nosotros las crónicas coloniales.

II. Ficción y literatura

Pero esta objeción teórica puede no

afectar la postura Vargas Llosa. Hay que tener en cuenta que mientras Susana Reisz se refiere a toda la literatura, desde poemas herméticos hasta autobiografías, nuestro Nobel sólo habla de la novela. Para Vargas Llosa lo ficcional es exclusivo de la novela. Es más, unos párrafos adelante nos dice que hay una distinción entre novela por un lado y la poesía o el teatro por el otro. La primera es muestra de que hay algún descontento: “Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida” (5). Cuando esto no existe no puede haber novela. En lo que él llama “sociedades religiosas” (volveremos sobre esto más adelante) existe teatro o poesía pero no novela porque está reprimido el descontento. “Las culturas religiosas producen poesía, teatro, rara vez grandes novelas” (7).

A esto habría que hacerle un par de objeciones por lo menos. La primera se

3 Susana Reisz de Rivarola, Teoría literaria. Una

propuesta, PUCP, Lima, 1989, p. 21

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refiere a la ficcionalidad en el teatro y la poesía. Hasta donde es válida esa diferencia que Vargas Llosa establece. La segunda se refiere a la propia novela. La ficcionalidad de la novela ha variado con el tiempo. Al punto que podemos establecer rupturas importantes. Para poner un solo ejemplo pensemos en El Quijote. Cuando se queman los libros de la biblioteca de Alonso Quijano el cura envía a la hoguera todas las novelas de caballería. Según él son “en el estilo duros; en las c; en los amores, lascivos; en las cortesías, mal mirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana, como a gente inútil”. Curioso que en una novela como la que estamos comentando se critique a otras por increíbles. El pacto de verosimilitud se había roto y era necesario restablecerlo.

La ficcionalidad es anterior a la novela. Si le creemos a Aristóteles, es anterior al propio nombre de la literatura. Y las referencias del pensador griego no están dirigidas a la novela, que en ese entonces no existía, sino a la poesía:

De lo dicho resulta evidente que la tarea propia del poeta no es referir lo realmente acaecido sino que calidad de cosas podrían acaecer, esto es, las cosas posibles según lo verosímil o lo necesario. En efecto, el historiador y el poeta no se diferencian por el hecho de que el uno se expresa en verso y el otro no (ya que se podría poner en verso la obra de Herodoto y no sería menos historia con versos que sin ellos); se diferencian, más bien, en que el uno refiere lo realmente acaecido y el otro que calidad de cosas podrían acaecer. Por eso la poesía es más filosófica y más profunda que la historia, ya que la poesía habla más de lo general, la historia de lo particular. Lo general es qué calidad de cosas le corresponde decir o hacer a qué calidad de individuo según lo verosímil o lo necesario. A esto apunta fundamentalmente la poesía por más que ponga nombres propios a los personajes. Lo particular es qué hizo o qué le pasó a Alcibiades.

Es cierto que no toda la poesía puede

ser encuadrada en la mimesis de las acciones. Aristóteles tiene como paradigma la poesía

trágica, no lo que hoy llamaríamos lírica. Es verdad también que hoy hay otros poemas (los herméticos) que escapan a la tesis aristotélica. Pero queda claro que durante mucho tiempo el campo de acción de la ficción fue la poesía, el verso.

Hecha esta aclaración, revisemos ahora la propuesta del griego. En primer lugar queda claro que es bastante lejana del “los poetas mienten” de Platón. Los poetas no mienten porque su terreno no es el de lo factico: “resulta evidente que la tarea propia del poeta no es referir lo realmente acaecido” nos dice. Pero va más allá. La poesía supone una verdad. Es “más filosófica y más profunda que la historia”, porque puede proponer problemas humanos de validez universal a través de personajes y acciones que llevan el sello de lo individual, de lo cotidiano.

Podemos afirmar entonces que mientras Vargas Llosa es platónico, Arguedas es aristotélico. Quizá uno de los debates más interesantes en el Primer Encuentro de Narradores Peruanos que se realizó en Arequipa el año 1965 fue el que se produjo entre Sebastián Salazar Bondy, que definía la novela y el arte en general como “una gran mentira, es la más maravillosa de las mentiras” y Arguedas que proponía exactamente lo contrario “la literatura es una gran verdad”:

“Si pasamos una revista muy ligera de las

novelas maestras escritas a través de toda la historia de la literatura, nos encontramos que quienes han creado estas obras inmortales son los que más profundamente han conocido la realidad humana y de la naturaleza”4.

No se crea con esto que Arguedas

proponía una narrativa realista. En la página siguiente cita un comentario de Westphalen contra Sánchez. El entonces rector de San Marcos había dicho que la poesía de Eguren no tenía nada que hacer con la vida. A lo que el poeta surrealista respondió: “no sé lo que el señor Sánchez entenderá por vida, porque de ella brota todo tipo de creación artística”5.

4 Varios autores, Primer Encuentro de Narradores

Peruanos, Latinoamericana editores, Lima, 1986, p. 106 5 Loc. cit. p. 107.

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La elección de los personajes no es casual. A un lado poetas (no narradores) nada referenciales, al otro el crítico más autorizado del momento, rector de la Decana de América. Arguedas toma partido por los primeros.

III. Novela y ficción.

El “pacto” entre autor y lector cambia según los tiempos. Hay cosas que son verosímiles en determinado momento de la literatura y que un tiempo después resultan hasta molestas. Yo veo algunas películas antiguas y me sorprendo de la ingenuidad con la que me divertía hace medio siglo. Hemos visto que Cervantes rechaza las novelas anteriores entre otras cosas por sus “hazañas increíbles”. El Quijote es, en buena medida, una réplica de estas hazañas, un intento de ser caballero, pero desde la vida cotidiana. Sus palacios son posadas, su dama una mujer sencilla. Esa perspectiva había comenzado realmente con El lazarillo de Tormes. Se pasa de la tragedia a la comedia, de la ficción a la realidad.

Nuevos pactos pueden darle un peso distinto a distintos componentes del hecho literario. La ficcionalidad, por ejemplo, que fuera importante en Tolstoi, Melville, Stendhal, Flaubert, por citar autores del gusto de Vargas Llosa, deja de serlo en Proust o Joyce.

Según Roman Jakobson, la literatura se distingue por ser un texto en el que “se violenta organizadamente el lenguaje ordinario”. Todos los días usamos el lenguaje para comprar el pan o preguntar la hora. Es un lenguaje utilitario, sirve para algo. Es también un lenguaje directo, su significado está fijado de antemano. En la literatura nos encontramos con textos que no buscan utilidad práctica inmediata. “La poesía es inútil y por eso es necesaria” decía Gerardo Diego. Pero además le da nuevos sentidos a las palabras. Los textos literarios tienen estructuras y recursos que estudiar que escapan de lejos a la relación directa significante/significado. Estas estructuras y recursos parecen ocupar hoy el centro del quehacer literario, tanto en la teoría que

comienza con los formalistas rusos como en la escritura. Pero dejemos que sea el propio Vargas Llosa el que nos dé cuenta del fenómeno. Lo hace en el prólogo a Al este del Edén, de John Steinbeck:

A partir de autores como Joseph Conrad y, sobre todo, Henry James y Proust, una sutil escisión comienza a darse en el arte narrativo. El genio literario, consciente de que la novela es forma —palabra y orden— antes que anécdota, se va progresivamente concentrando en aquélla en desmedro de ésta, hasta llegarse al extraordinario extremo de autores en los que el cómo contar ha vuelto poco menos que superfluo y casi abolido el qué contar. Finnegans Wake es, claro está, el monarca de esa rancia estirpe. Así, por ejemplo, leer al italiano Gadda, al alemán Broch, al austríaco Musil y al cubano Lezama Lima —para citar sólo cuatro ejemplos de excelentes escritores escogidos con toda malevolencia por estar en el límite mismo entre lo legible y lo ilegible— es una fascinante operación intelectual, pero de naturaleza cualitativamente distinta a la de los lectores tradicionales —o, si se prefiere, convencionales— de obras de ficción. Éstos leían para desaparecer en lo leído, para perder su conciencia individual y adquirir la de los héroes cuyas fechorías, peligros y pasiones compartían desde adentro gracias a la diestra manipulación de sus sentimientos y su inteligencia por parte del narrador. El lector de La muerte de Virgilio, El zafarrancho aquel de Via Merulana, El hombre sin atributos y Paradiso jamás se disuelve en el mundo imaginario de estas novelas, como le sucede al que lee Los miserables o La Regenta. Por el contrario, su conciencia debe mantenerse alerta, aguzada en extremo, y toda su inteligencia y cultura deben comparecer en la lectura para llegar a apreciar debidamente la refinada y compleja construcción que tiene delante, las sutiles y múltiples reverberaciones literarias, filosóficas, lingüísticas e históricas que ella suscita y para no extraviarse en las laberínticas trayectorias de la narración. Si arriba al fin, no hay duda: ha aprendido algo, enriquecido su intelecto, educado su sensibilidad literaria. Pero difícilmente se puede decir que se haya divertido como se divierte el simple mortal que ensarta adversarios con d’Artagnan, hace el amor y la guerra con Julián Sorel o bebe el arsénico con los labios trémulos de Emma Bovary. En la esquizofrenia novelística de nuestro tiempo, se diría que los novelistas se han repartido el trabajo: a los mejores les toca la tarea de crear, renovar, explorar y, a

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menudo, aburrir; y a los otros —los peores— mantener vivo el viejo designio del género: hechizar, encantar, entretener. Se cuentan con los dedos de una mano los novelistas de nuestro tiempo que han sido capaces, como Faulkner o García Márquez, de reconstituir la unidad de la ficción en obras que sean a la vez grandes creaciones estilísticas y mundos hirvientes de vida y aventura, de pensamiento y de pasión (59).

Es justo reconocer que cada cual se

divierte a su manera. El jugador de ajedrez busca apreciar “la compleja estructura que tiene adelante” mientras que el de Monopolio se interioriza en la ficción de comprar y vender propiedades. De modo tal que no podemos estar del todo de acuerdo con Vargas Llosa en la apreciación de que los autores de estas novelas “difícilmente se puede decir que se haya divertido”. Lo que si queda claro es que el pacto entre el autor y el escritor ha cambiado y en él la ficcionalidad ha perdido peso. Seguir dándole vueltas al tema es una “utopía arcaica”.

Sobre todo si esta idea arcaica de la novela se quiere imponer a la fuerza. Mientras que en el prólogo a Steinbeck reconoce que ya no se producen “mundos hirvientes de vida y aventura, de pensamiento y de pasión” en el ensayo que estamos criticando da una definición tan categórica como arcaica de la novela: “La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui generis, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos. Arte «enajenante», es de constitución anti-brechtiana: sin «ilusión» no hay novela” (7).

IV. Brecht y la verdad

Me parece interesante esta alusión a Brecht. Por dos motivos: el primero es que Vargas Llosa había circunscrito la ficción a la novela. Pero si el teatro épico brechtiano trata de mostrar la hilacha, hacer ostensible que se trata de una construcción, es porque hay otro en que lo ficcional se preserva; en el que, para conservar la figura de Vargas Llosa el espectador “ensarta adversarios con d’Artagnan, hace el amor y la guerra con

Julián Sorel o bebe el arsénico con los labios trémulos de Emma Bovary”. El segundo es que Brecht, al igual que Aristóteles o Arguedas es un preocupado por decir la verdad.

Comencemos por esto último. Brecht tiene un artículo que desde el título muestra esta preocupación. Decir la verdad, para él, es un arma contra el fascismo. Se titula “Las 5 dificultades para decir la verdad”: “El que quiera luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tendrá que vencer por lo menos cinco dificultades. Tendrá que tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte de hacerla manejable como un arma; el discernimiento indispensable para difundirla”.

Escribir la verdad, para Brecht, es hablar de las cosas “pequeñas y vulgares”, las cosas “prácticas, reales, tangibles”. Es a través de las generalidades que se puede filtrar la mentira. No referirnos a la “libertad” o a la “justicia” sino a la “alimentación y vivienda de los trabajadores”. “Cuando se habla de razas perfectas y razas imperfectas, el valor está en decir: ¿es que el hambre, la ignorancia y la guerra no crean taras?”. Pero quedarnos en estas pequeñas cosas no nos ayuda a “descubrir la verdad”. Es necesario tener una mirada del mundo que supone conocer “el materialismo dialéctico, la economía y la historia”. Así se sabrá que el fascismo es una consecuencia del capitalismo y que no puede combatirse al uno sin combatir al otro.

Pero no basta con denunciar el capitalismo y el fascismo. Las verdades que enunciamos deben “pensando en sus consecuencias sobre la conducta de los que la reciben”. Se adelanta así a la teoría de la recepción. Para él la literatura es algo que hacen juntos el autor y el lector. “Un hábito secular, propio del comercio de la cosa escrita, hace que el escritor no se ocupe de la difusión de sus obras. Se figura que su editor, u otro intermediario, las distribuye a todo el mundo, y se dice: yo hablo y los que quieren entenderme me entienden. En la realidad, el

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escritor habla y los que pueden pagar le entienden”.

Por último, una referencia a las palabras y a la forma de hacerlas llegar. “Cuando reina la opresión, no hablemos de “disciplina”, sino de “sumisión”, pues la disciplina excluye la existencia de una clase dominante. Del mismo modo, el vocablo “dignidad” vale más que la palabra “honor”, pues tiene más en cuenta al hombre” Pero algo tan importante como las palabras que se usan es como se lo hace. No se trata de entregar pensamientos ya hechos al pueblo. “Militar a favor del pensamiento, sea cual fuere la forma que éste adopte, sirve la causa de los oprimidos. En efecto, los gobernantes al servicio de los explotadores consideran el pensamiento como algo despreciable”. Con esto se separa radicalmente del “realismo socialista” y todo “arte de propaganda”.

No lo hace explícito en este ensayo, pero la técnica del distanciamiento está íntimamente con esta militancia a favor del pensamiento. Se trata de recordarle al espectador que está ante una ficción y que es él quien tiene que sacar las conclusiones, el autor muestra una ficción para que el lector/espectador construya una verdad. De esta manera, el yo que recibe la obra se convierte en parte activa de la misma, pues es él quien elige cómo estructurar la trama en base a su sentido crítico Pone el ejemplo de un panfleto de Swift:

Jonathan Swift propuso en un panfleto que los niños de los pobres fueran puestos a la venta en las carnicerías para que reinara la abundancia en el país. Después de efectuar cálculos minuciosos, el célebre escritor probó que podrían realizarse economías importantes llevando la lógica hasta el fin. Swift jugaba al monstruo. Defendía con pasión absolutista algo que odiaba. Era una manera de denunciar la ignominia. Cualquiera podía encontrar una solución más sensata que la suya o, al menos, más humana, sobre todo, aquellos que no habían comprendido a dónde conducía este tipo de razonamiento.

Así, la propuesta brechtiana que Vargas

Llosa rechaza es la de des-ocultar las verdaderas estructuras de la realidad social a partir de una nueva mirada artística. Para esto usa, además del distanciamiento, otros

elementos vanguardistas ―como la fragmentación, la interrupción, la narratividad escénica de la escenografía―. Tenemos que recurrir ahora a otro texto de Brecht para llegar entender su propuesta: “El arte debe producir la cosa en sí, la inconcebible. Pero el arte no ha de presentar las cosas ni como evidentes (hallando aprobación sentimental) ni como incomprensibles, sino como comprensibles, pero todavía no comprendidas”6

V. Verdades y mentiras políticas

Hemos llegado, casi naturalmente, a la principal diferencia entre Vargas Llosa y Aristóteles-Arguedas-Brecht. En realidad no estábamos hablando de literatura sino de política. O, para ser más precisos, la literatura es un acto político.

Vargas Llosa es un hombre de la palabra. Él sabe que la palabra “capitalismo” resulta antipática. Entonces utiliza otra clasificación de las sociedades: “abiertas” y “cerradas”. No define ninguna de las dos. Al hablar de las sociedades “abiertas” deja de llamar “mentira” a la novela para llamarla “verdad”:

Estas fronteras bien delimitadas entre literatura e historia —entre verdades literarias y verdades históricas— son una prerrogativa de las sociedades abiertas. En ellas, ambos quehaceres coexisten, independientes y soberanos, aunque complementándose en el designio utópico de abarcar toda la vida (9).

Por último, como resulta difícil

defender el capitalismo se dedica a atacar las sociedades “cerradas”. Y elige dos: el Imperio de los Incas y la Unión Soviética. Y, en efecto, no creo que nadie en su sano juicio pueda justificar el estalinismo. Fue un régimen de opresión. Pero de ahí no se puede sacar la conclusión de que el capitalismo sea. Y no sólo por razones políticas o económicas. Incluso por razones literarias. La utopía de Rodari de socializar el uso de la palabra sólo podrá ser posible cuando socialicemos la

6 Bertolt Brecht. El compromiso en literatura y arte.

DIETERICH, G. (tr., selec. y prólogo). Península,

Barcelona, 1973; p. 26

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posibilidad de editar y distribuir libros y revistas; cuando todos tengamos suficiente tiempo libre como para producir cultura; cuando lo económico no prime en las relaciones interhumanas. Eso –coincido con Vargas Llosa- no fue el ideal estalinista. Pero tampoco lo es en las sociedades que él llama “abiertas”.

Para Vargas Llosa la novela no es, como si0 el teatro para Brecht, un llamado a la acción. El descontento del hombre es natural y no se va a poder cambiar. Lo que se puede hacer es distraerlo. La novela lo que debe lograr es “hechizar” al lector, palabra que repite continuamente, y procurarle un tipo de vivencias que se apartan radicalmente de las comunes, razón por la que se ofrecen como evasión y refugio de lo cotidiano. Superar, por la vía de la mentira literaria lo que Freud llama “principio de realidad”, opuesto siempre al “principio de placer”.

Si ese es el proyecto literario y político de Vargas Llosa, hay que reconocer que lo logra. En ese sentido es un buen escritor. Aunque, evidentemente, no estemos de acuerdo.

Bío/biblio Nacido en 1953, he sido editor de la revista

Peregrín. Soy decimista, doctor en literatura latinoamericana por la Universidad de Concepción (Chile). Mis escritos pueden encontrarse en:

https://mesaleespuma.lamula.pe/

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TTTRRREEESSS CCCUUUAAARRRTTTIIILLLLLLAAASSS ---RRReeevvviiieeewwwsss---

NNoottaass aa ““EEll pprriimmeerr aassoommbbrroo””,, ppoorr MMaatteeoo DDííaazz

2277 nnoovviieemmbbrree,, 22001144

CCAAJJÓÓNN DDEE SSAASSTTRREE,, NNoovveeddaaddeess,, PPOOEESSÍÍAA

___________________________________________________________________________________________________________

Reproducimos el texto que leyó el poeta Mateo Díaz Choza en la presentación del último poemario de Denisse Vega Farfán, El primer asombro (2014), publicado este año en edición conjunta por las editoriales Paracaídas Editores y Animal de Invierno. Con este poemario se abre una nueva serie de ambas editoriales, la que han denominado “Serie &Insular de Poesía”.

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NNOOTTAASS AA EEll pprriimmeerr aassoommbbrroo

Mateo Díaz Choza

Una vez llegados a la madurez, algunos autores —Kavafis, Juarroz, Belli, Watanabe— encuentran un estilo que les es propio e inconfundible. En adelante, no harán sino desarrollarlo y explorar las posibilidades de un territorio ya descubierto y conquistado. En cambio, otros —Pessoa, Vallejo, Adán, Eielson— parecen evidenciar una innata necesidad de renovación y es su obra una sucesión de constantes hallazgos y maduraciones. Para quienes hemos leído los dos notables libros de Denisse Vega Farfán, la publicación de El primer asombro nos indica con claridad que su autora pertenece a la segunda estirpe de escritores. Luego de haber demostrado su capacidad para desarrollar un lenguaje propio firmemente sustentado en nuestra tradición poética, inaugurado en Una morada tras los reinos y posteriormente retomado en la plaquette Hippocampus, Denisse se reinventa y nos asombra: el verso plástico y surrealizante de sus primeros libros se serena y se contiene, guardando, no obstante, la delicadeza de un lirismo que parece ser su sello indeleble.

A lo largo de la casi treintena de poemas que lo componen, El primer asombro nos propone una constante meditación en torno a la escritura, fenómeno que aborda desde sus más diversos niveles. Por un lado, indaga, particularmente en la primera sección del libro, sobre la labor del

poeta en tanto techné, el conjunto de destrezas requeridas para fraguar un verso. Estas son tangibles y reales como las de una costurera o un carpintero, con quienes se compara. En el último caso, en «Manos» —tan reminiscente al poema «Digging» de Seamus Heaney—, la autora parece presentar su propia arte poética: ella lucha con las palabras para encontrar el poema, perfora en lo secreto, pero debe saber cuándo detenerse. El ebanista aparenta ser el paradigma; de lo que se trata no es de crear la madera, sino de darle forma y acabado. Incluso, en «Justificación del poema», cual agnóstico que habla sobre Dios, Denisse confiesa jamás haber visto la inspiración, pues afirma que esta tiene el rostro —sigue la misma metáfora— sin biselar. Por ello, el poeta, ese escultor de palabras, es tan distinto de su obra como el carpintero de la mesa que construye. Tal conciencia de la creación queda enunciada, con claridad y contundencia, en «Enclave», cuando dice «El

poema está listo. Yo estoy en otra parte».

En los textos de la segunda sección del libro, la escritura es desplazada por el tema del escritor. Antes que un diálogo, la voz poética se convierte en observadora y testigo de las vidas y huellas de poetas y artistas

admirados. De ese modo, la autora se apropia de tradiciones de las que se siente parte: el intimismo lírico (Keats, Trakl, Van Gogh, Chet Baker) y contemplativo (Li Po, a quien dedica un poema de la primera parte). Esta última vertiente es puesta en práctica en la tercera parte del volumen, Paisajes, donde la naturaleza primitiva ocupa el centro de la representación poética. Sin embargo, lo más resaltante de los «poemas sobre poetas» de Denisse es el acercamiento fraternal, tierno y, casi por momentos, compasivo con el que se dirige a ellos. Así, en «Historia de un sonido», abandona la distante tercera persona y

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adopta la segunda, para guiar y acompañar a un Chet Baker, adicto y suicida, por las calles de Amsterdam. Ahora bien, es probablemente en «Lectura del agua», dedicado a John Keats, cuando la intensidad llega a su punto más alto. Pese a la sobriedad del lenguaje, las metáforas son precisas y bellas: el sol se ha vuelto enfermedad y la caja del pecho es «una cuerda cada vez más aguda». En oposición a ello, existe también un enfoque diferente, el de «A quién te has confiado pequeño Trakl…», poema fundamental de la cuarta sección. Aquí, la ternura y la apelación al poeta admirado esconden una reflexión más profunda sobre la naturaleza de la escritura. «A quién te has confiado pequeño Trakl / a la palabra que nunca escucha y cree hacernos escuchar? / a quién nos hemos confiado?» La tragedia del maestro es también la de todos y el fracaso del lenguaje es el vínculo que nos une.

Por último, cabe resaltar que El primer asombro aborda otra arista del proceso artístico: la creación. Los poemas de la cuarta sección reinventan situaciones ficticias de personajes literarios —Gregorio Samsa, Lidia, la amada de Li Po— o artísticos —la mujer desnuda de «Almuerzo sobre la hierba» de Édouard Manet. La trama que los une es la eternidad; una vez vertidos en la tela, el lienzo o la palabra, los personajes dejan de ser los modelos que los inspiraron y se inmortalizan en las obras que los cobijan. Ello parecen reflejar los versos finales del poema de Lidia: «Así sin nada que guardar para la fría memoria / no envejezco / un altar sumergido es mi rostro / un río que murmura: / “lo que no transcurre no tiene tiempo / ánima de bronce es siempre en las orillas”». Dichos poemas, y particularmente «Almuerzo sobre la hierba», complementan la figura del artista, pues, si bien este requiere de una

técnica determinada, su labor es también poiesis, creación. La aparición de Victorine sobre el cuadro y su desnudez, al final del poema mencionado, la asemejan a una Eva moderna, mientras que el pintor, que la hace aparecer «de la nada», es, como diría Huidobro, un pequeño dios.

Frente a textos que denotan tal madurez y capacidad metaliteraria, es más bien refrescante toparse con los poemas finales. Unos versos del «Poema de la luna» son especialmente cautivantes: cuando el yo poético se compara a un torpe animal perdido en la estepa, alejado de la manada. Después de tantas palabras, la poeta está hablando de sí misma. Ahora, esbozaré tan sólo una interpretación. La confusión del animal es conocida por la autora; para escribir El primer asombro, Denisse también ha tenido que sortear una encrucijada: un conflicto de estilo. Se ha reinventado, ha preferido una dicción justa y precisa, ha decidido tomar las riendas; no obstante, en ciertos poemas brota un torrente de imágenes, un aliento más apremiante, un verso menos ceñido. Frente a la belleza de la realidad, la celebración de lo imaginado, ya presente en sus libros anteriores. Sin embargo, incluso en los poemas más libres como «A quién te has confiado pequeño Trakl», la reflexión de la escritura sigue presente. El verso que dedica al poeta austriaco también podría, entonces, dirigirse a su propia poesía: «contraria al origen tu palabra viaja».

Denisse Vega Farfán. Crédito de la foto: http://www.rpp.com.pe/2013-10-24-algunas-de-las-nuevas-voces-de-la-literatura-peruana-en-el-siglo-xxi-foto_642268_8.html

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33 PPOOEEMMAASS DDEE ““EEll pprriimmeerr aassoommbbrroo””

Denisse Vega Farfán (Perú)

Una visita alejandrina (Kavafis) II Vine con mis antiguos aparejos a visitarte a tu casa en Alejandría. Un museo en Sharm-el-Sheikh. Diez libras egipcias. Pocos griegos hay ahora, y los jóvenes de grandes ojos de topacio como te gustaban confundían tu nombre. Un retrato en saco y corbata te ocultaba bien de los ojos del almuédano. De Ammonis y de Endimión nadie sabía nada. No estaba la moldura de sus cuerpos en tu cama de latón y la mesa, donde los inmortalizaste en un libamen impoluto rugía contenida en la luz oscura. Compré una pipa para mi amigo peruano… Para Renato Compré una pipa para mi amigo peruano en el Mercado de la Seda. «Es de cuerno de yak», me dijo la dependiente. Tiene un lomo suavísimo, discreto, y un revestimiento de cobre en la boca del hornillo. Ya temprano había visto su carne delicadamente sazonada en el bufet satisfaciendo sobresaltados comensales ―poetas trashumantes buscando el elixir de su infatigable demonio―. Teníamos que haberlo visto a 6000 metros de altura, con la joroba dispuesta, peinando los desiertos del Tíbet.

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Detenidos en su ojo, complacido y triste, adivinamos la vida. Mi amigo colecciona pipas de todos sus viajes, como si no quisiera abandonar la humareda interior de cada comarca extraña. Ya en casa, enciende una al azar en la demandante hora del poema, y se pone a laborar, sin angustia, en sus apariciones reptantes. Quiero creer que, en la espiral de humo, volverá el yak, paciente como en las estepas más frías, para guiarlo mientras escribe, entre salvajes amenazas, decapitadores vientos, que tan bien reconoce. Beijing, 2013 Aus blauem Spiegel trat die schmale Gestalt der Schwester un der stürzte wie tot ins Dunkel. Trakl A QUIÉN TE HAS CONFIADO pequeño Trakl? a la palabra que nunca escucha y cree hacernos escuchar? a quién nos hemos confiado? te levantas del sueño con sienes heladas palpas el juicio de la niebla que nos confunde con los que no somos cada día eres menos el hombre que asoma al espejo nunca fuiste hombre lo sabe la acacia que tiene tu mismo peso el último animal que bala en la noche y conoce de la primera línea caliza entre las grisuras que dan camino a la aurora no te asustas en no serlo y sonríes nerviosamente acariciando tu limado cuerno de antílope que embiste inútilmente el horror de la falsa morada buscas tu nombre pero no sabes que está en la primera virtud que abandonó nuestra especie atraviesas los campos cubiertos de granizo en holgados trajes de hechicero eres el monje en el que los mirlos aguardan la hora del descanto para escuchar la melodía primera te dejas herir los pies con la madura avellana a dónde vas pequeño Georg? tus manos saben del rayo entre graznidos no es suficiente tus manos trabajan nudos de aire lenguajes que tenemos pronunciar a dónde vas con ese amarillo tallo en la cabeza con todas esas ramas y frutos a punto de caer que ya de pronto se le agolpan?

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y tu apenas sosteniendo la agujereada aunque nimbada canastilla del pequeño Georg a dónde vas? a lo lejos una niña juega a solas moviendo sus labios mudamente lleva en los ojos el carrillón que sostiene el precipicio tú intentas hablarle contraria al origen tu palabra viaja ella cree entender y eres una llaga de olivo en su vientre estás ahí para desollárselo hasta que su muerte sea una lila con la que puedas al fin impasiblemente conversar

Artículo del 27 de noviembre de 2014, gentilmente cedido por la Revista Vallejo & Co. Para Kcreatinn, con el permiso de la poeta Denisse Vega Farfán.

Fuente: http://www.vallejoandcompany.com/notas-a-el-primer-asombro-por-mateo-diaz/

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CCoonnssttrruucccciióónn cciivviill,, ddee WWiillllyy GGoommeezz MMiigglliiaarroo PPaabblloo LLaannddeeoo MMuuññoozz ((PPeerrúú))

POETA WILLY GOMEZ OBTUVO EL PREMIO FESTIVAL DE LA

LIRA

El «V Certamen de Poesía Hispanoamericana», Cuenca Ecuador 2015, ya tiene un ganador: El libro de poemas Construcción Civil (2013), de Willy Gómez Migliaro. El resultado es significativo y demuestra que un maestro peruano (Willy es docente de Lengua y Literatura y consultor en educación) no sólo está comprometido con la educación y los cambios sociales que acontecen en nuestro país, que además de ser una de las víctimas de la crisis económica –como los cientos de miles de maestros peruanos–, su compromiso también está con el arte, con la poesía y el futuro del Perú. Su poesía se inspira en el devenir cotidiano de nuestro país, en la crisis política y social que experimentamos los peruanos y no teme expresar, desde su poética, su rechazo abierto y contundente contra los años de violencia senderista que nos tocó vivir. La voz

del poeta Willy Gómez, no transige con la injusticia, busca la paz, cree y apuesta por un Perú de todas las sangres, aspiración suprema de otro gran maestro, José María Arguedas.

Salud poeta. (Pablo Landeo)

Gómez Migliaro, Willy

Construcción civil. Lima, Paracaídas editores, 2013.

Construcción civil significa el retorno de Willy Gómez Migliaro hacia la forma más intensa de hacer poesía, por consiguiente –desde mi lectura particular–, hacia Nada como los campos[1] (libro donde el autor, desde la impronta de los años violentos que nos correspondió vivir, emprende la angustiosa búsqueda de referentes de territorio y peruanidad en íconos como Atahualpa, Túpac Amaru, Arguedas, Tello y Javier Pulgar Vidal o espacios como Uchuraqay –esa cordillera que siempre estará en nuestros huesos–, y Barrios Altos, donde la violencia llegó a manifestarse en su forma más cruenta y luego en el Jr. Tarata). Construcción civil es también el retorno hacia Nada como los campos porque en ambos libros hombre y territorio constituyen una unidad congénita, como antes lo eran los runakuna y la Pachamama; el ayllu, la memoria y la palabra. Ambigüedad, polisemia, textos anti–argumentativos o ausencia de situaciones narrativas, turbulencia, amor y caos; en ambos libros, una forma distinta de viajar por el Perú y sus hombres.

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Pero vayamos por partes, ¿qué tan difícil puede resultar la lectura de un libro de poemas con situaciones narrativas nulas o casi nulas? Precisemos que la mayoría de los lectores buscamos en los libros la experiencia del placer estético; otros, los menos, además de la experiencia anterior –si es que aún son capaces de llegar hacia la belleza– buscan una explicación del texto, la diégesis que lo alienta, la teoría y la razón poética. En tal sentido, aproximarnos a la poesía de Willy Gómez podría resultar frustrante o gratificante porque Construcción civil es un libro que, como La tierra baldía, difícilmente otorga concesiones al lector.

Desde otra perspectiva, el libro que reseñamos, es también la construcción o reconstrucción de la civis, después de los años de barbarie que nos tocó protagonizar. Reconfiguración mítica y visibilización de los Quispe, los Chuquisuta y los Huillca (:11), aunque en Occidente se anuncie el triunfo de la ciencia y la decadencia de los meta-rrelatos, de los héroes y las utopías. Por momentos, se podría pensar que uno está frente a Nada como los campos (los vínculos son intensos) pero Construcción civil es más urbano; en este, es la poética de la urbe la que emerge con fuerza para hablar de la naturaleza humana y metaforiza la migración de los andinos: “ciego cantaba oro bruñido / en su carretilla azul cuando Martínez era un huamani [o Huamaní]” (:53); “…para nosotros Huillca [Pedro] / toda una cicatrización de seguir aprendiendo el Perú ahora” (:71); “hazme saber al cerrar que esto no es sino una construcción civil [alusión a los trabajadores de este sector, básicamente migrantes de provincias o descendientes de ellos]” (:75).

Construcción civil revela asimismo una estética cultista, académica, por ello configura (además del mismo Arguedas y Tello, presentes desde Nada como los campos) una iconografía de héroes culturales como Eguren, [Marco] Martos y Jorge Eduardo [Eielson]de Habitación en Roma, Amat [Carlos Oquendo de] (poesía); Herskovitz y [Gerardo] Chávez (fotografía y

artes plásticas) o [Augusto Salazar] Bondy (artes escénicas); es decir, nos hallamos ante un libro que, desde la palabra, pretende la integración de las artes. Sin embargo, la poética de Willy Gómez no se detiene en la unidad de las artes, busca un tiempo único, el actual, y lo asocia a la tradición poética de Occidente. Como en el caso de los peruanos, las alusiones directas o indirectas a personajes reales (La voz a ti debida –Pedro Salinas–, Elena Rubenstein y los artículos de la estética femenina, Shakespeare, JFK, Sor Juana Inés, y las urbes europeas primordiales) y mitológicos (Sísifo, Sibila de Cummas, también la de Arguedas, Helena, Minerva, Narciso, el bíblico David, Horacio, entre otros), establecen un discurso único y trascendental.

Entiendo que la poesía de Willy Gómez, también autor de otro libro de reciente publicación[2], debe ser leída y disfrutada verso a verso porque resulta difícil hallar un poema cuya comprensión sea total; si un núcleo (no estrofa) de 4 o 5 versos asume el desarrollo de una idea única o sugiere alguna escena, ya resulta extraño, como en el siguiente caso que, al parecer, sugiere una naturaleza muerta:

CONMUEVEN LAS IMÁGENES de barro

huacos con un lenguaje que se extiende en una consecución

de símbolos

conmueve el panorama de fondas adentro con chivo destripado

carne con retrospectiva con moscas & claveles después

del entendimiento del instante de imágenes de cama

casi volteada

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ruedas y procesiones

……………………………………………………. (:29).

Desde la norma, la escritura de Willy Gómez tampoco es sencilla. Apreciamos la ausencia de signos de puntuación, alteraciones o distorsiones sintácticas, omisión de conectores o verbos en la estructura de algunos versos, particularmente en los que fungen de título, que además parecen remitirnos a Trilce de Vallejo, como en: “OBJETOS ALZAN TEMPESTAD frente al progreso”(:36), “CRIOLLA EL CUERPO con ojos de hormiga” (:47), “DEBERÍA POLÍTICA EL PERÚ en tu cuerpo desnudante” (:54), “BOTONES NO DEJAN al cuerpo solo luz adentro” (:75), “CONTIENE CAMPO y divisiones de trilce con forma / con golpe y comunión sin Lázaro” (:89).

Construcción civil, significa la consolidación de una voz poética que respira sus rebeldías y su generosidad; una voz que no transige en la búsqueda de una sociedad más humana y plural, que apuesta por el Perú de Javier Pulgar Vidal, de Arguedas y Pedro Huillca; asimismo, constituye el diálogo con otras culturas próximas a la nuestra o distantes, en apariencia, porque en las sociedades globalizadas, las distancias han sido superadas, aunque no los tiempos; por consiguiente, es necesario reconocer el esfuerzo de Willy Gómez por propugnar la construcción de una poética peruana en tiempos de globalización y libre comercio, donde todo parece conducirnos a la nada.

____________________________________________________ [1]Williy Gómez Migliaro.2003. Nada como los campos. Lima, Hipocampo editores. [2]Willy Gómez Migliaro. 2013. Nuevas Batallas. Lima, Grupo editorial Arteidea.

Bío/biblio

Willy Gómez Migliaro (Lima-Perú, 1968). Ha dirigido las revistas de poesía POLVO ENAMORADO (1990-1992) y TOCAPUS (1993-1996). Así mismo ha publicado los libros de poesía ETÉREA, NADA COMO LOS CAMPOS y LA BREVE

ETERNIDAD DE RAYMUNDO NÓVAK, todos bajo el sello Hipocampo Editores. Sus poemas han aparecido en diferentes antologías como LA LETRA EN QUE NACIÓ LA PENA, muestra de poesía peruana 1970 – 2004, cuya selección estuvo a cargo de Maurizio Medo y Raúl Zurita (Santo Oficio editores 2004), POESÍA VIVA DEL PERÚ, Selección de Dante Medina, Edic. Universidad de Guadalajara, 2004. CAUDAL DE PIEDRA, veinte poetas peruanos, elaborada por Julio Trujillo (Fondo Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2005). Fuente: http://hawansuyo.com/2015/11/30/construccion-civil-de-willy-gomez-migliaro-pablo-landeo-munoz/ (Con el permiso del poeta Willy Gómez Migliaro, comunicación vía Facebook, 14/01/2016, 7:57 p.m.)

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DDeell lliibbrroo ddee EEll ccoonnssuueelloo ddiivviinnoo,, ddeell MMaaeessttrroo EEcckkhhaarrtt…… AAllgguunnaass llíínneeaass SSiillvviiaa FFaarrffáánn CCeeddrróónn

El dolor puede ser utilizado como una

oportunidad o herramienta para obtener ese codiciado oro que es la “virtud espiritual” y que permite: el recuerdo, la contemplación (el acto interior) y, finalmente la unión con Dios.

Existen tres clases de aflicciones que

alcanzan al hombre, según el maestro ECKHART:

• Una provine del daño causado a los bienes exteriores, o privación de ellos.

• Otra del daño sufrido por sus familiares y amigos.

• Y la tercera, por daños que sufre uno mismo: el menosprecio, las tribulaciones, los dolores físicos y los pesares del corazón.

La paz, nace de la unión con Dios, y esta unión es posible con bondad…

La bondad, se engendra a sí misma, es conocimiento, amor y acción.

El hombre y la bondad son una sola cosa. “El Padre que mora y habita en mí, hace los actos”.

Lo mismo que para la bondad, se aplica para la verdad, la justicia, la sabiduría.

Estas potencias sólo se desprenden del alma y son creadas únicamente de Dios.

El hombre debe dedicarse desprenderse de sí mismo, como de todas las cosas materiales, prestadas.

Cuando al hombre bueno, le ocurre una contrariedad exterior, él permanece impasible sin dejar que se altere su ánimo ecuánime y la paz de su corazón.

Dios es la fuente única y manantial de bien, todo lo bueno, viene de Dios, es una verdad universal.

Todo sufrimiento viene del amor, pues

Dios, nos ha privado del perjuicio. No hay ningún infortunio ni daño, que

no traiga consigo fortuna. Miremos lo que nos queda, no lo que

perdimos. Si quieres consuelo, olvídate de los

que están mejor que tú y piensa en los que están peor.

Todo lo que viene directamente de

Dios es un consuelo para el hombre bueno. Todas las cosas tienen inclinación y amor por lo que es semejante a ellas.

“Toda pena del hombre reside en su boca”.

No puede ser bueno el hombre que no quiere lo que Dios quiere.

Un hombre bueno confía en Dios, si Dios quiere sufrimiento para nosotros, es por algo y para algo especial que él tiene pensado para nosotros. Quizás quiere evitarnos un sufrimiento mayor.

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“Más vale entrar en la vida eterna con un solo ojo; que perderte, teniendo los dos”.

Hay privaciones que te permitirán

poseer bienaventuranzas. Confiando en la palabra de Dios,

nuestro sufrimiento se transformará en gozo. Ningún envase puede contener dos

bebidas diferentes, solo una. Dice San Agustín: “Vacía para ser

llenado, aprende a no amar para así aprender a amar, aparta la mirada, para poder dirigirla”.

Cuando recibimos un daño es mejor,

pensar que quizás pudo ser peor, eso nos consolará.

Pensar en que Dios nos ha prestado todo lo dado y bueno que tenemos, ayuda a consolarnos, cuando lo perdemos.

El cómo estamos por dentro es mucho

más valioso del cómo los demás pueden vernos.

El acto interior es mucho más valioso que el acto exterior.

Y si Dios está dentro de nosotros, ¿cómo podríamos nosotros en realidad sufrir?

Si cada vez que nos sucede algo que nos trae sufrimiento, es en verdad porque Dios, desea algo mucho más valioso y bueno para nosotros, pero sin embargo; necesita preparos, mediante el sufrimiento, para poder recibir lo maravilloso que nos tiene preparado.

El sufrimiento en realidad, no es sufrimiento, en realidad es algo que nos acerca a Dios, puesto que nos enseña a entender que todo lo que tenemos en este mundo es prestado por Dios, y si lo sé, entonces por qué tendríamos que sufrir, si simplemente ahora yo no tenemos.

Cuando nos apegamos a nuestro día a día, a nuestros logros diarios, entonces el sufrimiento no es bien enfrentado, pues, esos sufrimientos, serían ficticios.

La aceptación de lo que nos sucede, nos permite estar en paz. Aceptación con

confianza en los designios de Dios, y los designios de Dios, siempre son buenos y no conformistas, ni débiles, son fuertes y rectos. Confianza en que del Amor de Dios, se emanan todos los amores y del amor, se emana la voluntad y de la voluntad, la generosidad. Un círculo que nos lleva siempre a la unión con Dios, en el cielo, la unión en la tierra y sobre todo la unión en nuestro espíritu.

Cajamarca 25 de enero de 2016

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EEll eessppeeccttaaddoorr iinnvviissiibbllee ddee PPaauull GGuuiilllléénn…… MMiigguueell IIllddeeffoonnssoo

“Hablemos del Perú y su tristeza antes

que de su belleza”, dice el primer texto (LES AVEUGLES DE SOPHIE CALLE SEGUIDO DE UNA GLOSA SOBRE PORTRAIT OF A BLIND POET DE JUAN OJEDA) de El espectador invisible (Perro de Ambiente Editor, 2014), poesía en prosa del poeta peruano Paul Guillén (Ica, 1976). Crítico literario y director del blog Sol Negro, Paul ha publicado la plaqueta La muerte del hombre amarillo en 2004; luego el libro de poesía La transformación de los metales (2005), del cual

Miguel Ángel Malpartida dijo: “La vida es un fracaso desde que se inicia, y en este primer y maduro libro de Paul Guillén se canta bellamente a este fracaso, que es la muerte.”

En 2008 publica Historia secreta, en donde hay una transformación de los referentes temáticos vistos antes en su poesía; digamos que hubo una amplificación y, a la vez, una radicalización, que ha ido evolucionando cada vez más, de sus exploraciones formales. De este libro Luis Fernando Chueca decía: “Lo que hay en esta

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Historia secreta (…) es herida. Pero se trata de una herida o heridas supurantes cuya materia infecciosa es su potencia: frente a la amenaza de muerte (del lenguaje, del sentido), brota como resistencia una energía turbadora que permite persistir en la búsqueda agónica de lo blanco sobre lo blanco.” Ciertamente, aparece aquí lo metalingüístico y metapoético que trabajará hasta este nuevo poemario.

Su penúltima entrega fue Ese algo que nos es esquivo siempre (2012), del cual Camilo Fernández escribió: “Es un breve pero intenso poemario. Se sitúa en el ámbito de las búsquedas formales de los poetas jóvenes, quienes están interesados en ampliar el concepto de poesía superando los marcos tradicionales para incluir el poema en prosa y algunos epígrafes que remiten al ensayo como género discursivo.” El reconocido crítico dijo también algo muy importante de la poética de este libro: “El poeta puede nutrirse del aporte de la cultura andina (el pensar mítico, verbigracia); pero, a la vez, asimilar creativamente la rica tradición poética europea.” Y esto es lo que se ha desarrollado también más intensamente en este presente libro, en donde vuelve aparecer el poeta chimbotano (con quien dialoga sobre la belleza, la muerte, el lenguaje, y sobre el país, la Modernidad y la decadencia moral de la humanidad). En una entrevista Paul Guillén decía: “Toda mi vida universitaria, académica, el poeta que me guió como un Virgilio, fue Juan Ojeda. Él tiene en su libro “Arte de Navegar”; un poema llamado, “Elogio de la infancia”, dedicado a Julio Nelson, quien era el más joven del grupo de Ojeda.”

Nos hallábamos entonces en el primer texto de El espectador invisible, en donde caminar por las calles del Perú era preguntarse qué significaba la belleza, o dónde estaba la justicia; y por lo que el poeta, frágilmente, se preguntaba además: “Para qué escribir, si no encuentras belleza ni realidad.” Aquí el poeta cuestiona tanto la realidad de las calles limeñas (y/o peruanas)

como a la idealización de los grandes discursos nacionales. Pero luego de esos cuestionamientos hay una afirmación: “Eso es la belleza: retornar al fluido de las palabras. Un retorno al origen, donde caminabas de la mano de tu abuela.” Digamos, por tanto, que la memoria nos permite el amparo, ese elogio de la infancia, para poder seguir y proseguir caminado en esta urbe decadente y dictatorial. O en versos de Martín Adán: “sabiduría no es estar/ Sin noción de nada, sino proseguir o seguir/ A pie hacia el ya.”

En otros textos continúan los diálogos

en torno a la belleza y la crueldad; por ejemplo con el poeta chileno Rodrigo Lira, o con el cineasta soviético Serguéi M. Eisenstein, o con el fotógrafo estadounidense Joel-Peter Witkin. A modo de testimonio lírico, de relato fragmentario, de narrativa discontinua, la voz poética engarza múltiples referentes culturales, tanto para cuestionar al mundo por donde transita el alucinado sujeto poético, como también para inmolar la conciencia; o sea, autocuestionarse para desmontar los cánones de lo bello y noble. De ahí que se apela, con el fin de acceder a otro estado o conciencia (“me lanzo contra el viento como un ave de presa a conquistar lo que nunca he podido tocar”), a dejarse seducir por lo grotesco y abisal, y, por otra parte, al desafío que implica, por ejemplo, el uso de las drogas con el fin de alcanzar la felicidad (“el viejo poeta nos dijo: «¿Qué es lo

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que buscan?». Y nosotros le respondimos: «Buscamos la felicidad»).

El espectador invisible continúa con el proyecto de Paul Guillén de fundar un nuevo discurso poético, proyecto que se realiza en conjunto con muchos poetas aparecidos en las últimas décadas (por no alejarnos tanto y citar a Gamaliel Churata o César Vallejo) Labor que implica desmontar los viejos proyectos estéticos, culturales y políticos; y lanzar una nueva mirada crítica a este mundo posmoderno que vivimos hace unos años, con todas las contradicciones que puedan existir, sobre todo en países como el Perú, en el que conviven, con violencia, muchas eras y naciones. Aquí dos poemas de esta entrega. LLANTO DE LAGARTOS

Para Jorge Pimentel

El poeta se sumergió en el mar de chorrillos un 18 de junio a las 6 de la mañana, no tenía nada encima salvo sus sentimientos que le pesaban como dos hipopótamos blancos y jóvenes. Al día siguiente, las sombras que dejó en la orilla y el viento provocaron la salida del mar. Un diario local dio así la noticia: «De un momento a otro, las aguas del mar se enfurecieron de tal forma que generaron olas de hasta 5 metros de alto». Sentados en un bar leías mis poemas junto al ruido de los taladros y los chicles de las prostitutas. En esa misma mesa habías vomitado toda tu vida cuando aún eras joven. Yo te miraba para hacerte la misma pregunta de la juventud. Y tú solo respondías algo que ya sabía y no me atrevía a gritar: «Me estoy muriendo cuando no le soy imprescindible a nadie a nada» y este saber me tiene partido. La espuma de la cerveza llena nuestros ojos —por este poema lo he dado todo— y nadamos entre las cervezas que se suceden como una marea de rojos ámbares azules verdes topacios turmalinas rubíes diamantes zafiros. No sé adónde voy, no sé qué hago aquí. No quiero despertar golpeado y vejado,

atravesado con colores muertos. Creo que lo que quieren los militares es que uno se muera. Pero uno no se muere. Creo que lo que quieren los militares es robarnos. Pero uno no tiene nada que le roben. Creo que lo que quieren los militares es que uno se vuelva a morir. Pero uno vive como puede. Abedules sin hígado, abedules sin córneas, abedules sin manos, sin cuerpos, sin estrellas, sin apios, sin coles, sin mierda, porque si no lo escribo, me muero. Me estoy muriendo como esta mañana temblorosa cuando a nadie ni a nada le importa. Y tiemblo y tiemblo infinitamente de frío y alcohol. Y tu voz ya no se repetirá jamás. Cansado de esperar una señal hago el último gesto que me dejará ciego. Y me lanzo contra el viento como un ave de presa a conquistar lo que nunca he podido tocar. Sangre en el aire: el rastro de lo maravilloso. EN ESA CALLE NO HAY LOBOS Al costado de la negra pared del sueño que separa mi mundo del mar corren las prostitutas y los fumones. Y al frente otra pared (más negra que el rocío) que separa a los huérfanos de sus violadores. Nunca encajé en ningún mundo, pero al despertar tirado en esa avenida pienso en la fragilidad de mi cuerpo. Mi padre murió, no lo conocí y solo tengo recuerdos de estallidos de bombas e insultos. No conocí su mundo, no sé si pueda describirlo. La extraña estructura del arma, cuando se rastrilla en la noche, después de ingerir una botella de whisky en un bar policial, las escenas del crimen, el sonido de la máquina de escribir redactando atestados, más insultos, la cercanía de la primera bala en el cráneo materno. Solo hay un niño que escucha todo ese ruido, y se levanta en la madrugada, trata de hacer un ruido mayor, nadie lo escucha, toma valor, pero no puede defender a su madre. Estoy viendo cómo el mar revienta contra mi cuerpo y cómo mi corazón quiere escapar y arrojarse en un clavado desde el despeñadero. Detrás de una columna veo a un niño. No se anima a acercarse, solo juega con el gatillo y mira el mar mientras aún tiene vida.

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Reseña del poeta Miguel Ildefonso, extraída de la página Agenda Cix, Arte y Cultura, gentilmente cedida por el equipo editorial de la misma, además de contar con el permiso del poeta Paul Guillén, aquí tratado.

Fuente:

http://agendacix.org/el-espectador-invisible-de-paul-guillen.html

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Doan Ortiz Zamora “Monologo en la piedra, y digo, y digo Lo mismo que mi voz cuando hablo para el viento Y me horada una duda en lo más hondo Lo mismo que una pena Y me sorprende la idea más antigua sobre el hombre Como un golpe de gracia Que se quiebra, quebrándome, en dos partes: El origen y el fin, esto es, la nada”.

Con estos versos de naturaleza apocalíptica, Julio Garrido Malaver iniciaría el

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más célebre de sus poemarios La dimensión de la piedra, publicado en 1955, cuyo prólogo fue escrito por el ilustre pensador cajamarquino Antenor Orrego.

Garrido Malaver nació en la provincia de Celendín, el 2 de julio de 1909, fue periodista, político, narrador y poeta. Tuvo un fecundo trabajo literario, dando origen a obras como: Vida de un pueblo (1940), Palabras de tierra (1944), La tierra de los niños (1946), El nuevo canto del hombre (1958), Una mañana con Dios, entre otras. Es considerado, junto a César Vallejo, como los dos grandes poetas que surgieron en el Perú. Al concluir sus estudios secundarios se traslada a la ciudad de Lima, para ingresar a la Facultad de Letras de la prestigiosa Universidad Mayor de San Marcos. Es desterrado a Chile, debido a su militancia aprista; es allí donde continúa sus estudios. Luego regresaría al Perú para ser laureado en los juegos Florales Universitarios.

En la obra de Garrido Malaver, podemos encontrar elementos dinámicos que surgen de preguntas existencialistas, emanando rastros de contemplación y debate según el tema que elabora. Generando una inagotable relación filosófica entre el hombre y la naturaleza, demostrando que es un autor de conceptos muy elaborados sobre el comportamiento de sus personajes, en los distintos escenarios y tramas, originando una mezcla de infinidad en las letras. Garrido Malaver, influenciado por los temas sociales y políticos, trata de plasmar una especie de puente entre la poesía y la vida cotidiana, obteniendo una secuencia de sentencias, que con gran virtud y despliegue de ritmo poético, condensa una nueva etapa en la poesía peruana. Asumiendo que en las décadas del 40, 50 y 60, el Perú cimienta en su poesía, una serie de escritores de prolífica obra y exquisita técnica, como es el caso de Eielson, Bendezú, Wetsphalen, Varela, Juan Gonzalo Rose, Calvo, entre otros; queda claro que Garrido Malaver forma parte como crítico, en el sentido de no dramatizar su esencia social, sino comprometiéndose a ser un baluarte del verso sólido y desencadenado.

En La dimensión de la piedra, Julio Garrido encuentra la madurez estética y plena abstracción de versos de alto calibre, catalogando a este poemario como uno de los más importantes, o el más importante del poeta, y uno de los libros de poesía de estricta religiosidad que cada estudiante debe haber leído. Al igual que Vallejo, ondea ángulos de percepción absoluta, a través de una grandiosa sinfonía causada por diferentes matices utilizados para expresar emociones que sólo el poeta logra extraer del inconsciente (valiente labor de enraizadas cumbres). El ocaso forma parte de la trascendencia que el poeta observa sobre los diálogos de hombre–piedra, o de piedra–hombre; fundamentado que los dos elementos son convertidos en seres de eterna afinidad, como también puede considerarse a ser una especie de enemigos, de inagotables rutinas y creencias. La dimensión de la piedra desprende una tendencia de oscilaciones estéticas nuevas, sometidas a un embelesado público atento a las intuiciones primigenias que expresan el esplendor de este libro. La magnitud que ostenta Garrido Malaver en esta obra, provoca llevar a nuestro pensamiento a los más alejados paisajes donde el enigma de la piedra, es un impulso natural de ritos profanos, haciendo llegar a la imaginación a desconocidos lugares de textura geológica, condimentado de versos metafísicos. El autor confiesa la más solemne y recóndita soledad, que a comparación de la realidad, no es más que un componente hereditario de rasgos ilimitados. En este complejo poemario podemos encontrar el conocimiento de Garrido Malaver sobre los mitos occidentales y la trascendencia de estos en el pensamiento y credo humano. Se aprecia una contundente fuerza que emerge de la retórica, conspirando a prevalecer en el tiempo, no como una obra de frágiles conceptos o de cultura ligera, sino como una fuente de candentes símbolos de intuición, ocasionando una naturaleza eterna. Garrido Malaver después de haber escrito esta obra, forma parte del olimpo de los poetas consagrados, por su íntegro trabajo en esbozar y pulir el verso, hasta haberlo convertido en alguna esfinge imaginaria de

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características líticas. “La piedra es una espera de Dios”, reza algún verso de este mítico poeta que encarna una ligazón infinita entre la piedra y el aborigen sentido de la dimensión.

Bío/biblio Doan Ortiz Zamora (Cajamarca, 1988). Poeta peruano. Estudió Ingeniería de Sistemas en la Universidad Nacional de Cajamarca. Ha publicado Gotas de fuego (2007). Da a conocer artículos diversos en revistas nacionales. Actualmente Estudia Comunicación en la Universidad Privada del Norte. Mantiene inéditos varios libros de prosa y verso.

Imagen de la carátula: “Polilla disecada” © Jack Farfán Cedrón, 2015

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