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REVISTA EUROPEA. NÚK. 243 20 DE OCTUBRE DE 1878. AÑO v. l\ HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN Y LA CIENCIA DE LA NATURALEZA. * (Conclusión.) VIII L A EDUCACIÓN I>F. LOS GIMNASIOS PRUSIANOS EN LUUI \ CON LOS PROGRESOS DE I.A AMERICANIZACIÓN. ¿Cómo se ha de sacar á la juventud de esta decadencia? La respuesta parece fácil y se lia dado muchas veces. Opongamos á eaa ciencia, que seca el ideal, que reehaza con menosprecio todo lo que no puede alumbrar con s,u fria luz, que despoja la historia de su sorprendente inte- rés y á la misma naturaleza de su atractivo velo, el paladin del humanismo. El humanismo ha sacado al género humano de los calabozos de la teología escolástica; que entre al presente en lid contra el nuevo enemigo de una cultura ar- mónica. Los diosas y los héroes de la antigüe- dad, rodeada? de un encanto infinito, los mitos y las historias de los pueblos del Mediterráneo, de donde procede todo lo que es bueno y bello, el aspecto de una civilización extraña á la cien- cia, es cierto poro en cuyo seno ha aspirado el hombre sinceramente al ideal más noble, he aqní lo que puede ejercer una influencia saluda- ble sobre los sentimientos de nuestra juventud y sostenerla en esa lucha contra la neo-barbarie que nos estrecha cada vez más con sus brazos de hierro. Es preciso que el helenismo mantenga al americanismo fuera de nuestras fronteras in - lelectuales. ¿Pero es posible tener á la juventud en con- tacto más íntimo y más continuo con la anti- güedad clásica de lo que se hace en el dia? ¿No se han tomado en nuestros antiguos y bien es- tablecidos gimnasios y con un esmerado cuida- do todas las disposiciones conducentes para * Véanse los númer >B 236, 238, 240,241 y 242, pi L nss 257, &21, 385, 417 y 458. TOMC 211 obtener este resultado] íQué otra nación puede vanagloriarse de dar una instrucción clásica tan profunda y tan erudita á una p.ttte tan consi- derable de su juventud, y hasta la de menos posibles? Otros pueblos cultos de Europa tieneu profesores de Universidad muy distinguidos; pero el maestro modesto, laborioso y frecuente- mente de instrucción profunda , es un tipo alemán de que debe estar orgullosa la nación. íJo sólo ocupamos el primer lugar respecto á la enseñanza clásica en kw gimnasios, sino que, según todas la ; ; apariencias, hemos llegado al límite posible. Pues si no tenemos otro recurso contra la decadencia del idealismo alemán, no podemos tener sino esperanzas muy cortas de detenor esta decadencia. Parecerá, sin duda, paradógico sostener que no puede alcanzarse el fin con dosis más fuen- tes de latín y griago, se alcanzará quizá con dósia monos fuertes. Y realmente, si nuestros gimnasios no quieren convertirse en auxiliares de la americanización, en vez de ser sus adver- sarios, yo creo que es urgente introducir ciertas reformas en su plan de estudios. La educación que recibo la juventud en h% gimnasios ejerce, lo mismo que el servicio mi- litar, .una influencia inmensa en la vida alema- na". El gimnasio ha llegado á hacer peaar sobro la familia un dominio verdaderamente despóti- co. Es un derecho y un deber de todo ciudadano ilustrado, si ha acudido él al gimnasio ó si envi a á él sus hijos, tomar interés en la organización de estos establecimientos. Y so hallará doble- mente autorizado para ello si, perteneciendo á las profesiones sabias, ha tenido ocasión de ea- tudiar I03 resultad.os de la educación que se dá en ellos. Este es el caso en que yo me encuen- tro. No sólo por mi carácter de profesor de Universidad estoy en íntimo contacto con los estudiantes de los primeros semestres, y frecuen- temente por mis lecciones públicas con los que. no se dedican á la medicina, sino que además hace un cuarto de siglo, como examinado para las pruebas médicas por el Estado y la Facultad he estado en el casó de apreciar más ó menos 31

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REVISTA EUROPEA.NÚK. 243 20 DE OCTUBRE DE 1878. AÑO v.

l\ HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓNY LA CIENCIA DE LA NATURALEZA. *

(Conclusión.)

VIII

L A EDUCACIÓN I>F. LOS GIMNASIOS PRUSIANOS EN LUUI \CON LOS PROGRESOS DE I.A AMERICANIZACIÓN.

¿Cómo se ha de sacar á la juventud de estadecadencia? La respuesta parece fácil y se liadado muchas veces. Opongamos á eaa ciencia,que seca el ideal, que reehaza con menospreciotodo lo que no puede alumbrar con s,u fria luz,que despoja la historia de su sorprendente inte-rés y á la misma naturaleza de su atractivo velo,el paladin del humanismo. El humanismo hasacado al género humano de los calabozos de lateología escolástica; que entre al presente enlid contra el nuevo enemigo de una cultura ar-mónica. Los diosas y los héroes de la antigüe-dad, rodeada? de un encanto infinito, los mitos ylas historias de los pueblos del Mediterráneo, dedonde procede todo lo que es bueno y bello,el aspecto de una civilización extraña á la cien-cia, es cierto poro en cuyo seno ha aspirado elhombre sinceramente al ideal más noble, heaqní lo que puede ejercer una influencia saluda-ble sobre los sentimientos de nuestra juventudy sostenerla en esa lucha contra la neo-barbarieque nos estrecha cada vez más con sus brazosde hierro. Es preciso que el helenismo mantengaal americanismo fuera de nuestras fronteras in -lelectuales.

¿Pero es posible tener á la juventud en con-tacto más íntimo y más continuo con la anti-güedad clásica de lo que se hace en el dia? ¿Nose han tomado en nuestros antiguos y bien es-tablecidos gimnasios y con un esmerado cuida-do todas las disposiciones conducentes para

* Véanse los númer >B 236, 238, 240,241 y 242, pi L

nss 257, &21, 385, 417 y 458.TOMC 211

obtener este resultado] íQué otra nación puedevanagloriarse de dar una instrucción clásica tanprofunda y tan erudita á una p.ttte tan consi-derable de su juventud, y hasta la de menosposibles? Otros pueblos cultos de Europa tieneuprofesores de Universidad muy distinguidos;pero el maestro modesto, laborioso y frecuente-mente de instrucción profunda , es un tipoalemán de que debe estar orgullosa la nación.íJo sólo ocupamos el primer lugar respecto ála enseñanza clásica en kw gimnasios, sino que,según todas la;; apariencias, hemos llegado allímite posible. Pues si no tenemos otro recursocontra la decadencia del idealismo alemán, nopodemos tener sino esperanzas muy cortas dedetenor esta decadencia.

Parecerá, sin duda, paradógico sostener queHÍ no puede alcanzarse el fin con dosis más fuen-tes de latín y griago, se alcanzará quizá condósia monos fuertes. Y realmente, si nuestrosgimnasios no quieren convertirse en auxiliaresde la americanización, en vez de ser sus adver-sarios, yo creo que es urgente introducir ciertasreformas en su plan de estudios.

La educación que recibo la juventud en h%gimnasios ejerce, lo mismo que el servicio mi-litar, .una influencia inmensa en la vida alema-na". El gimnasio ha llegado á hacer peaar sobrola familia un dominio verdaderamente despóti-co. Es un derecho y un deber de todo ciudadanoilustrado, si ha acudido él al gimnasio ó si envia

á él sus hijos, tomar interés en la organizaciónde estos establecimientos. Y so hallará doble-mente autorizado para ello si, perteneciendo álas profesiones sabias, ha tenido ocasión de ea-tudiar I03 resultad.os de la educación que se dáen ellos. Este es el caso en que yo me encuen-tro. No sólo por mi carácter de profesor deUniversidad estoy en íntimo contacto con losestudiantes de los primeros semestres, y frecuen-temente por mis lecciones públicas con los que.no se dedican á la medicina, sino que ademáshace un cuarto de siglo, como examinado paralas pruebas médicas por el Estado y la Facultadhe estado en el casó de apreciar más ó menos

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exactamente el saber y el grado de instrucciónde unos tres mil jóvenes que habían recibido elcertificado de madurez después de un intervalode dos ó cuatro años.

Tengo además otro motivo para expresar misideas respecto á la enseñanza de los gimnasios.En 1869 el ministerio invitó á los rectores yclaustros de las Universidades prusianas á pre-sentar informes sobre la cuestión de saber »si yhasta qué punto podiau admitirse á seguir loscursos de las facultades los discípulo? que salende los Bealschulen.u Yo era entonces rector de laUniversidad de Berlin, y como tal, tuve á micargo la redacción del informe que debia dar elclaustro. Me pronuncié contra la admisión delos alumnos que salen de los Realschnlen, no sólocomo intérprete de la opinión del claustro, sinocoa todo el calor de una convicción personal, yme esforcé en poner de relieve el valor de los es-tudios clásicos que nada puedo reemplazar. Porotra parte, hacia resaltar, conforme con la opi-nión del claustro, que al inclinarme al métodode estudios de los gimnasios en contra de losRealschnlen, no consideraba por eso como per-fecta la enseñanza de los gimnasios, y no duda-ba que no fuera susceptible, ó más bien, queno tuviese necesidad de mejorarse en muchospuntos.

Si tuviera hoy que redactar otro informe so-bre el mismo asunto y en el mismo sentido, mehabria de encontrar muy perplejo. Tengo lamisma convicción acerca de la superioridad delos estudios clásicos, y no es menor que enton-ces la repugnancia que tengo á poner á losalumnos de los Bealschulen, al mismo nivel queal de los gimnasios. Por el contrario, se ha for-tificado en mí la convicción de que la actual en-señanza de los gimnasios es una preparación in-suficiente para los estudios médicos, y desgra-ciadamente debo confesar que, en general, noalcanza al fin que se propone. Yo no conside-raré como legítima la exclusión de los alumnosprocedentes de ios Bealschulen, al monos en loque concierne á las facultades de medicina, sino se introducen ciertas reformas en el plan deestudios de los gimnasios.

Puesto que he sostenido en otro tiempo unatesis diferente en una situación que me poníaea evidencia, me considero hoy tanto más es-trechamente obligado á declarar públicamenteque ho cambiado de opinión y las causas de

esto cambio. En la discusión que ha de promo-verse con motivo de la ley de enseñanza que sodice va á ser presentada en breve al Parlamento,podrá recordarse la opinión que he citado másarriba, y no quisiera por mi parte se me hicieseaún responsable de ella. Escuso decir que notrato aquí la cuestión á fondo, en la parte quemis fuerzas permiten, y que me contento conindicar en qué sentido quisiera ver reformado olplan de estudios de los gimnasios.

Y desde luego, siento tener que dar á conoceraquí una impresión que va haciéndose en mícada vez más viva con el trascurso del tiempo;es la de que, en general, la instrucción clásica delos estudiantes de medicina deja mucho quedesear. Muchos de ello9 saben mal la gramáticalatina: su caudal en voces latinas y griegas esmuy corto, son incapaces de dar la etimología delos términos técnicos derivados del griego, tanfrecuentes en medicina, y eso pocos años des-pués de haber sufrido el examen de humanida-des; de donde resulta claramente que en el mo-mento del examen habían disimulado la insufi-ciencia de su instrucción con una especie de im-pulso rutinario. He tenido pocas ocasiones deapreciar hasta qué punto se' habían familiariza-do aquellos jóvenes con el mundo antiguo, conlas personas, las ideas y las formas, y hasta quépunto tenían el sentimiento de nuestra depen-dencia y de nuestra descendencia intelectualrespecto á los antiguos, sentimiento peculiar alhumanismo. Pero al ver su indiferencia respec-to á las ideas generales y al encadenamientohistórico de los hechos, me cuesta trabajo creerhayan bebido en las fuentes antiguas.

Viene á agregarse á esto otra cosa bien deplo-rable. La mayor parte de nuestros jóvenes ha-blan y escriben un alemán incorrecto y falto deelegancia. A consecuencia de la incertidumbrede nuestra ortografía, de nuestra lexicología, donuestra sintásis, la enseñanza do la lengua na-tiva es más difícil entre nosotros que en IOHpueblos cuya lengua está ya constituida. Pero,por lo general, los jóvenes ni siquiera sospechanque pueda darse importancia á la pureza de laelocución y de la pronunciación, á la elección

: de las voces, á la brevedad y á la claridad del¡ discurso. Es vergonzosa para un alemán esta

barbarie, cuando compara con el ardor con quese aplican Io3 franceses y los ingleses al estuli)de su lengua. Para ellos la violación de las re -

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glas gramaticales ea una especie de sacrilegio.Esta laguna en la educación de nuestra juven-tud está íntimamente unida á un defecto nacio-nal inveterado y es preciso que el gimnasio lecombata con óxito. Al lado de esta negligenciaen el estudio de la lengua materna se encuentraen la juventud de hoy un conocimiento admirablemente imperfecto de los clásicos alemanes.Hubo un tiempo en que nadie se atrevía á sa-car una cita de la primera parte del Fausto por-que se impugnaban aquellas citas. ¡.Llegarátiempo en que tampoco se hagan esas citas porel temor de que no sean comprendidas]

Naturalmente yo no he podido comprobar laciencia histórica de nuestros estudiantes de me-dicina. En cuanto á su instrucción matemáticareconozco que en esta materia pocos profesorespueden llegar á hacer progresar igualmente átodos sus discípulos. Hay cerebros muy bienorganizados para otras materias, para los cualesun tratado de matemáticas es un arca cerradacon siete llaves. Mis críticas se dirigen sólo alprograma matemático conservado por tradicióny por convención para la clase primera denuestro gimnasio. Este programa se halla inser-to en los siguientes términos en el plan de es-tudios semi-oficial.

"Geometría del espacio con la medida de lassuperficies y délos volúmenes. Problemas geo-métricos y estereométricos. Problemas álgebray especialmente sobre la aplicación del álgebraá la geometría. Ecuaciones indeterminadas,fracciones continuas, fórmula del binomio.»

Aun cuando con estas palabras; problemas deálgebra y especialmente del álgebra á la geome- jtría, puede entenderse la geometría analítica, seha excluido de la enseñanza de los gimnasios esarama de los matemáticos por una decisión mi-nisterial muy antigua, pero aun vigente, y elprograma matemático del Realschuh de primeraorden aventaja en este punto al del gimnasio.

Yo miro esto como una falta. El estudio delas matemáticas no ejerce en el espíritu unaacción completamente fortificante sino cuandose pasa do los elementos á la geometría analíti-ca. Ciertamente que la geometría elemental yel álgebra acostumbran ya á considerar las can-tidades abstractas y á no mirar como ciertosino los axiomas y lo que se ha demostradoanteriormente. Pero la representación de lasfunciones por curvas ó superficies abre un mun-

do nuevo de concepciones y enseña el uso deuno de los métodos más fecundos y quemas hanaumentado el poder del espíritu humano. Para,el que tiene alguna aptitud para el estudio delas matemáticas, la iniciación en este métodoes lo mismo que fue para la humanidad su in-vención por Viete y Descartes: es un rayo deluz que forma época en la vida. Este métodoüene sus raíces en las últimas profundidadesdelentendimiento humano, y por este conceptotiene mucha más importancia que los procedi-mientos analíticos más ingeniosos, aplicables áciertos casos particulares. La trigonometría queso enseña en los gimnasios, es verdaderamentegeometría analítica; pero, lo mismo que laestereométria y como lo indica el nombre de es-tas dos ciencias, tiene por objeto principal elmedir: el uso de ambas á dos so limita á ciertonúmo o de cuestiones. Porelcontrario, entre doacantidades cualesquiera, una de las cuales pue-de considerarse dependiente de otra, jamás exis-te una relación tan complicada que no pueda,representarse por una curva. Quetelet ha dadopruebas muy instructivas de ello, cuando ha,representado por medio de curvas, por ejemplo,la inclinación al crimen; el talento literario, etc.,como funciones de la edad del individuo. Estemodo de representar la dependencia recíprocadelas cosas, puede prestar importantes serviciostanto al administrador y al economista, como alfísico y al meteorologista.

En medicina es donde este método tiene espe-cial importancia. En Marzo de 1848 le empleóen"el prefacio de mis Investigaciones sobre la elec-tricidad animal, para demostrar cómo podíanaplicarse las matemáticas á la fisiología, aun enlos casos en que es demasiado grande la compli-cación de los fenómenos para que pueda llegar-se á pesar, á medir ó á contar el tiempo. Enton-ces tomé por primera vez un eje de abscisas enlos nervios, mientras que Ludwig hacia trazarpara el curso de la sangre las curvas que repre-sentan sus variaciones de presión, y Helmholtzhacia describir para músculo las curvas de auacontracciones. En el día, apenas hay partealguna en la fisiología y en la patología experi-mental, en la que, gracias especialmente á lostrabajos de Marey, no haya producido notab'esresultados la aplicación del método gráfico. Pe-ro como los estudiantes de medicina puedenhabor salido del gimnasio sin haber oido hab lir

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de un sistema de coordenadas, me reo obligadotodos los años al principiar las lecciones de fi-siología á explicar á mis alumno3 los principiosfundamentales do la geometría analítica.

Rosulta de los fundamentos de la decisión mi-nisterial citada más arriba, por la que fueroneliminadas las secciones cónicas do! plan de es-tudios de los gimnasios, quo el autor de aquelladecisión del alcance general de la ciencia queproscribía-, y que la consideraba demasiado di-fícil para la primer clase de los gimnasios: estoera un error. Hay talentos, por el contrario,que bien dotados y propios para la filosofía, ea-receii del género de aplicación necesario parallevar á buen término un cálculo trigonométricofastidioso, y que se encuentran más á sus an-chas en la geometría analítica. Si la geometríaanalítica, por medio de los cálculos diferencialé integral, abre el camino hacia el fin más ele-vado de las matemáticas, y, por consiguiente, ásus ramas más difíciles, es una razón más paraprincipiar su estudio desde los años del gimna-sio, Para no dejar sin respuesta una objeción quepudiera hacérseme, debo recordar que, gracias albrillo de la enseñanza matemática en nuestrasUniversidades, los maestros de matemáticasestán, casi sin excepción, preparados para laenseñanza de la geometría analítica, y acogeriancoa júbilo la autorización al efecto. Muchas delas autoridades más respetables en esta materiaconvienen en la opinión que acaba de manifes-tar. Por lo demás, ya se enseña la geometríaanalítica en cierto número de gimnasios de laAlemania del Sur.

No quiero insistir en que los discípulos domedicina, destinados por la naturaleza de susestudios, y más tarde por la práctica de su artea hacer gran uso de sus sentidos, traen las másde las veces, al llegar del gimnasio á la Univer-sidad, una instrucción casi nula bajo este as-pecto. Dejo á un lado esta particularidad, por-que he tomado al discípulo en medicina comotipo del estudiante en general en el momentoen que llega á la Universidad. Mi crítica acercade los resultados que dan los gimnasios no sedirigen &. éste alumno en particular; si hablo deél más especialmente, es por que ha sido el ob-jeto principal de mis observaciones. Surge alpresente una cuestión; ¡.cumple mejor el gimna-sio su misión relativamente á los estudiantes deotras facultades? Sí, hasta cierto punto. Las

tendencias intelectuales y el conjunto de estu-dios de humanidades hechos en el gimnasio,aprovecharán más á los que después han de de-dicarse á, las ciencias morales, que á aquello9 áquienes un realismo, comumnente hereditario,atrae hacia la medicina y las ciencias naturales.Los estudiantes de teología y de derecho se ha-llan en situación más favorable, para educarseon el sentido do las humanidades, que los demedicina, los cuales, desde el primer semestre,tienen por objeto estudios que no tienen rela-ción alguna sino por la terminología con los es-tudios clásicos. Por tanto, el grado medio áque han llegado en las humanidades los estu-diantes de medicina, es la medida especial parademostrar si el gimnasio se halla en estado deoponer un dique á las invasiones del realismo.

Pero aun cuando se considerase el conjuntode los jóvenes educados en los gimnasios, sintener en cuenta las diversas direcciones que si-guen después, no se hallaría en ellos un interéssuficientemente vivo para lo que os objeto delos estudios clásicos, y sin embargo, esto es loque 63 necesario para poder esperar una reacciónen el sentido idealista.

Abstracción hecha de los filólogos, y se com- -prende bien que aquí no rao refiero á ellos, esmuy corto el número de aquellos á quienes severá más adelante abrir alguna vez un escritorantiguo. Lejos de mostrar pasión por los clási-cos, la mayor parte los miran con indiferenciay algunos con aversión. Se acuerdan de elloscomo de la herramienta con cuyo auxilio leshan inculcado las reglas gramaticales; la ideaque conservan de la historia universal es la dealgunas fechas insignificantes, aprendidas dememoria. Y para alcanzar este resultado se hausentado esos jóvenes treinta horas por semanaen los bancos de la escuela hasta los diez y ochoó veinte años de su edad! i Y para esto estudianespecialmente el latin, el griego y la historia!i Y para esto hace el gimnasio sin piedad tansombría la vida del joven alemán!

En presencia de esta situación, se preguntauno si todo está bien dispuesto ó si es ocasión ymerece la pena de hacer una tentativa de re-forma. Aquí, como en todo, más fácil es señalarel mal que encontrar el remedio, y más aunpara el mero espectador. Aquí, como casi entodas partes, en las cuestiones complejas que serefieren á la administración y á la vida humana

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hay muchas causas en acción; pero nos fijamossolo en una y se desdeñan, sin tomarlas encuenta para nada otras diez que no son menosimportantes. A pesar de eso quiero exponermeal peligro y no retroceder ante la expresión demi pensamiento.

Sin querer atacar con demasiada acrimonia álos hombres distinguidos que contribuyeron ála organización de nuestros gimnasios ó quotrabajan aun en ella, no .puedo disimular miconvicción de que el espíritu del gimnasio nose ha modificado con bastante rapidez para se-guir el desarrollo del espíritu moderno. Como seha visto por lo que precede, no se me oculta elpeligro con que amenazan á nuestra cultura in-telectual los escesos del realismo. Pero no puedeprescindí rse de la nueva forma que ha dado laciencia al espíritu humano. Negar 1» inmensarevolución que hemos bosquejado más arriba,seria imitar a' avestruz que oculta la cabeza enla arena, ssria tan invitil como peligroso quererdetener la marcha de la historia natural. Perohasta ahora el gimnasio no se, ha .preocupado losuficiente de este desarrollo. A pesar de algunasconcesiones más aparentes que reales, es aun enel fondo lo que era en la época de la reforma,cuando aun no existia la ciencia de la naturale-za, es decir, una escuela erudita creada princi-palmente para preparar al estudio de las cien-cias morales.

El gimnasio ha quedado, por consiguiente, engran atraso para Ia3 exigencias de nuestro tiem-po, y esto es lo que constituye la fuerza delBealschulen. Mi objeto no puede ser, en modoalguno, el entrar aquí en la difícil cuestión delos privilegios respectivos á ambas categorías deestablecimientos. Por lo demá3, confieso queparticipo de la opinión de los que no quisieransino una sola clase de escuelas superiores, cuyosdiscípulos saliesen con aptitud para ingresar enla Universidad, en el ejército, en la Academiaindustrial ó en la Academia de arquitectara. Porsupuesto que estas escuelas habían de ser losgimnasios de humanidades, reformados de nnmodo racional. Independiente de todo régimenadministrativo, bastaría para que terminase larivalidad del Bealschulen que el ginnasio sacri-ficase á las exigencias del presente algunas desus pretensiones, muy respetables pero muy añe-ja?, y se conformase un poco más con las ten-denciasdel mundo moderno. Si el gimnasio qui-

siese de buena fe inspirarse en un espíritu nuevoy dar una educación apropiada á los que no sededican á las ciencias morales, cesaría por sísola esta rivalidad; desaparecería también fre-cuentemente agitada sobre ' la admisión en lasfacultades de los alumnos de los Bealschulen porrazón de que estas escuelas volverían á desem-pañar la misión que tuvieron originariamente,la de una escuela industrial muy útil en su es-fera .

jQué os lo que pido, pues, al gimnasio, paraconsiderarle en disposición de satisfacer las exi-gencias de nuestra época? En el fondo, muy po-ca cosa. En primer lugar, lo exijo más matemá-ticas. El programa matemático del gimnasiodebiera comprender la discusión de la ecuacióndo segundo grado y algunas otras curvas planas,y además dar alguna luz sobre el cálculo dife-reucial por medio de la teoría de las tangentes.Sin duda que seria preciso para conseguir este^objeto, emplear en las matemáticas seis ú ocholecciones por semana en lugar de cuatro que áellas so dedican en el día. Seria también preci-so que las matemáticas marchasen realmente ála par con las lenguas clásicas y la historia. Laigualdad de los maestros de matemáticas con losde las otras materias seria de este mo4o unaverdad.

Quizá espere alguno que exija el gimnasiomayor extensión en la enseñanza de las cienciasnaturales. Todo lo que yo deseo es que satisfagalas necesidades do los que deben ser médicos,ingenieros, oficiales, como á las de los que handevser jueces, predicadores ó profesores de len-guas muertas. Sólo quisiera que en las clases in-feriores se atendiese suficientemente á la histo-ria natural para despertar el sentido de la ob-servación y para dar ocasión de que se familiaricen los niños con el método de clasificaciónque tiene igualmente sus raíces en las profundi-dades del entendimiento, y cuyo poder en pro dela instrucción ha pintado Cuvier con tanta elo-cuencia.

El darvinismo de que soy partidario, debeestar lejos del gimnasio. Yo desearía para 'lasclases superiores, por razones que expuse en miinforme, no física y química con esperiencias,sino mecánica, los elementos de la astronomía,los de la geografía física y de la geografía ma-temática, á los cuales se podrí» dedicar sin in-conveniente una hora más que en el día.

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Pero, [dónde ha de buscarse el tiempo paraestas innovaciones? La supresión de la enseñan-za religiosa en la clase primera dura dos horas.Apenas se comprende qué puede ser esta enseñama en una clase cuyos alumnos protestantesestán ya todos confirmados. El plan de estudiossemi-oficial, que ya he tenido ocasión de citar,comagra á la parte religiosa media página, im-presa en caracteres muy menudos, al paso queel programa matemático está contenido en cin-co líneas. Cuando so lee la media página que heindicado, y la que correspondo ala clase segun-da superior, se cree tener á la vista el programade nn Seminario do teología. No sa concibecómo pueda formar parte de la instrucción ge-norrvl que debe dar el ginnasio á sus alumnos,la lectura de los padres de la Iglesia y el estudio<le sus sutilezas dogmáticas.

Probablemente mi segundo medio de encon-trar tiempo para las matemáticas y las cienciasnaturales, suscitará más objeciones que el pri-moro, ó al monos las producirá en un círculomás estenso. Quisiera, apenas me atrevo á con-fesarlo, que se dedicase menos tiempo al estu-dio do las formas griegas. Mi entusiasmo porlas bellezas de la liter atura griega, no cede ade ningún pedagogo alemán. Pero, ó yo me en-gaño mucho, ó bien el objeto del estudio delgriego es conocer la poesía, la historia y el artede los griegos, penetrar en sus concepciones yen su ideal, y puede alcanzarse este resultado sinentregarse al trabajo arduo, la mayor parte delas veces estéril, que es necesario para llegar áestropear un par de frases griegas. Cuando Goe-to compuso su Ifigenia, cuando Thorwaldsenmodeló su Triunfó de Alejandro, habrian sidoincapaces de escribir una improvisación griegaen la clase segunda inferior de uno de nuestrosgimnasios. Si hay un escritor griego á quientodos nuestros escolares leen con inteligencia yhasta con entusiasmo, y á quien muchos de en-tre ellos miran con predilección y saben de me-moria, es el padre Hornero. Y sin embargo, sudialecto difiere tanto de aquel en que se escri-ben las improvisaciones griegas de nuestras cla-ses, que aquel ejercicio no ayuda en nada paracomprenderle. Resulta de aquí que puede cual-quiera imponerse en una lengua muerta lo bas-tante para la lectura de los autores, sin tenerprecisión de hacer temas escritos. Pudieranleerse los escritores áticos tan bien como Ho-

rnero, aun cuando los ejercicios escritos se limi-tasen á la preparación y á la traducción. Ya«interiormente he expresado la herética opiniónde que se dedica demasiado tiempo á escribir engriego relativamente al que se dedica al ale-mán . El latin con su claridad trasparente, suexacta precisión y su seguridad de expresión,sería mucho más á propósito para ejercitar lainteligencia, para despertar y formar el senti-miento de las cualidades más necesarias al esti-lo, como son la exactitud, la precisión y la bre-vedad, que el griego con su multitud de formasy de partícula», y cuyo sentido debe más bienser adivinado por el sentido artístico que ana-lizado por la lógica. Desde la época en que harecibido su forma la actual enseñanza de losgimnasios, se ha estendido mucho nuestro cono-cimiento de la antigüedad: la seca filología hacedido su lugar á la ciencia viva de aquel mun-do que fue, y cada dia nuevas y felices escava-ciones enriquen nuestro tesoro con imágenes dela vida antigua. Parece á los profanos en peda-gogia que, en esto como en la enseñanza de lasciencias naturales, se harian prodigios hablandodirectamente á los ojos, y que los discípulos, alfijarse on ciertas figuras, adquirirían en pocashoras más puro helenismo que por medio delargas disertaciones sobre el aoristo, el subjun-tivo, el optativo y la partícula ít\

Quisiera también que para la enseñanza de lahistoria, en vez de ahogarse en detalles de lahistoria política—por ejemplo, en las luchas deIo9 partidos en Roma ó en las querellas de losPapas y los emperadores en la Edad Media—sediese más espacio á cuadros sobre el conjuntode la civilización, en los que hubiese cuidado dehacer destacar las figuras de los héroes de laciencia, de las letras y de las artes. La cantidadde fechas inútiles que se obliga á aprender dememoria á los jóvenes, impresiona tanto máspenosamente, cuanto que pueden desconocer im-punemente la existencia de las más importantesde la naturaleza. jLa fecha de una ley agraria óla del advenimiento de un emperador franco se-rán elementos más esenciales de una instruccióngeneral que el ca'or de combustión del carbonoó el equivalente mecánico del calor?

El tiempo no me permite abordar la cuestiónde la enseñanza de las lenguas vivas en los gim-nasios. Paréceme, por otra parte, más impor-tante examinar cómo podria llegarse á dar á co-

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nocer mejor á loa discípulos su lengua nativa. |He dicho ya que, en mi opinión, se trata aquíde combatir un defecto nacional, sobre el cualhe manifestado ya antes mi opinión. Seria de-masiado largo si emprendiese la discusión á fondo de este punto.

Hasta el presente he hablado sólo de mis de-seos; pero no estoy solo. Gran número de hom-bres eminentes en todos los ramos de la cienciaestán conformes conmigo. Estoy convencido deque podríamos reunir en favor do la reforma delos gimnasios un meeíing formidablo por el totalde las inteligencias que á él concurriesen, ins-cribiendo en nuestra bandera:

¡Lecciones cónicas! ¡No más temas griegos!Tengo una gran complacencia al ver que estoy

conforme con mi colega el profesor Adolfo Fick,de Wurtzbourg, que ha publicado recientemen-te las Consideraciones sobre la enseñanza de losgimnasios.

Seria temerario querer penetrar en el porvenir en una cuestión tan compleja. Pero vol-viendo, para terminar, á la idea general que meha traído á esta cuestión práctica y particular—paróceme que una reforma de los gimnasios talcom:) me he atrevido á indicarla, seria el mejordique que pudiera oponorae á la invasión denuestra civilización por el realismo. Rejuvene-cido el gimnasio, puesto de nuevo en armoníacon las exigencias del tiempo, seria la primeravez un verdadero adversario para el realismo.En vez de saturar á sus discípulos hasta hastiar-los de estudios clásicos, en vez de hacerlos in-sensibles al encanto del helenismo, en vez doinspirarles aversión hacia las humanidades, áfuerza do atormentarles pedantescamente conlas formas gramaticales, en vez, por último, deimprimirles á viva fuerza una dirección que lespone en contradicción con el mundo que Ie3 ro-dea, les asegurará una educación armónica que,á la par que repose sobre fundamentos históri-cos, admitirá, no obstante, en una prudente me-dida los elementos tomados á la civilización mo-derna. Concediendo ol gimnasio en su seno unpequeño espacio al realismo, se halla muchomejor armado para combatirle en sus escesoa.Sacrificando una parte de sí mismo, fortalece eltodo: quizá de este modo llegue á salvar, si aúnes tiempo de salvarle, el precioso bien que lecon fió la nación, el idealismo alemán.

M. DU BOIS IÍE1M0ND.

El, DERECHO Y U MORALIDAD.

Breve exposición crítica del concepto del de-recho en la historia de su filosofía. •

(Continuación). *

No es preciso recordar las vivas protestas queen distintas escuelas ha suscitado esta teoría dela soberanía nacional; como fundamento del de-recho es, sencillamente, absurda; ni una vezsola puede crear el derecho la voluntad; y eneste sentido todas las pretensiones de algunospartidos que se llaman liberales son injustas,insostenibles. Mas, por un lado, queda la sobe-ranía nacional como agente legítimo del dere-cho, y por otro la teoría de Rousseau como in-fluencia sana y de progreso en muchos respec-tos. Desde luego, el fundamento positivo que alderecho daba Spinoza desaparece aquí por com-pleto, nada hay realmente jurídico, todo lo dederecho se crea, y se crea por la voluntad arbi-traria, sin más ley que la de cantidad: en estapunto nada hay aquí que no sea retroceso, setrata de la libertad arbitraria, de su sobrestimacomo fondo del derecho, y éste sigue su suerte.Pero bajo otro punto de vista, la teoría delpacto es un adelanto, aun sobre lo dicho porSpinoza. La sociedad es algo más "que la sumade sus individuos, es un poder que crea derecho,por tanto inviolable, con vida propia, que tra«algt sustantivo á la realidad con su aparición:se distribuye justicia, conforme ala ley de ma-yoría, ya no cabe la conspiración de la astuciade que hablaba Maquiavelo; el interés particu-lar no podrá inventar, legítimamente, arguciaspara burlar la ley. Y si por esta parte la socie-dad gana porque ya no es la aglomeración pe-rentoria, creada por el miedo, sino la libre aso-ciación, por otro lado los individuos tampocoson considerados como materia bruta sobre lacual haga su oficio la cuchilla ciega del poder,toda vez que esa sociedad es obra de la volun-tad libre, es un contrato de los mismos indivi-duos que se someten, mediante su voluntad, &obedecer la voluntad general.

De la ley del derecho basada en la voluntad

(•) Véanse los números 236, 237, 238, 239 240, y2 « , y 242, pigiuaa 260, 292 326, 360, 399,437, y 467.

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general fácil os el paso, y está indicado, á laley universal, y ésta es la que proclama Kantcomo. fundamento del derecho: sabida es sumáxima jurídica: obra de manera que la ley desu conducta pueda ser tomada como ley uni-versal para la conducta de todos. La definiciónkantiana, según la que nel derecho es el con-junto do condiciones mediante las cuales la li-bertad exterior de cada uno puede subsistir conla libertad de todos bajo una ley universal delibertada ha sido tachada, con razón, de formaly por quedar en lo exterior sin penetrar en elfondo ótico del derecho. Pero hay algo que rec-tificar en esa censura generalizada: la libertadá quo se refiere Kant (y de éste algo dejamosdicho), no es la arbitraria, como el mismoAhreua supone al significarla con la palabraWilk'dr que es el libre albedrio, mientras Kantse referia á la libertad racional—Freiheit—quees jurídica para las relaciones exteriores de lavida y moral para las interiores. El defecto deKaat no está en que sea insuficiente la libertadque proclama, sino en que al dividirla bajo lainfluencia de la filosofía de entonces, de las di-visiones abstractas y mal determinadas de To-masio y de la escuela de Wolf (1), le quita á lalibertad jurídica su esencia, su realidad, y efec-tivamente la hace formal, aún con referirle á lalibertad racional y no á la arbitraria (2).

Fichte, en vez de correjir este error, acentúamás y más el formalismo, del mismo modo quellevó ol intelectualismo kantiano á sus últimasconsecuencias con la filosofía del yo absoluto co-mo única realidad, quedando este yo en puro sub-jetibismo.—La noción del deber que nace de laley moral, dice Fichte, es contraria ala nocióndel derecho; la ley moral impone categórica-mente deber: la ley jurídica permite solamente,pero no manda, que se ejercite el derecho. Asíla ley moral prohibe muchas veces el ejerciciode un derecho, que en la convicción general nodeja, sin embargo, de ser un derecho. En talescasos se dice atenía derecho pero no debía ser-

(1) Véase le dicho al principio del capitulo anterioren el bosquejo histórico que precede al estadio de lasrelaciones entre el derecho y la moralidad. Lo allí escrito nos dispensa de tratar coa mayor estension de lasteorías entonces expuestas.

(2) iletaphyssiche Aafaiisgrande der Richttmituns-<úa/l. (Principios met:ifUiooade la ciencia del derecho)1797.

virae de él.n Así, por ejemplo, hay quien tiene elderecho de exigirle una deuda á un hombre em-pobrecido, pero moralmente tiene la obligaciónde perdonársela ó de otorgarle un plazo para quela satisfaga. Y concluye Fichte: si se pusieracomo fundamento del derecho la ley moral, elprincipio estaria en contradieion consigo mis-mo, pues al mismo tiempo y en el mismo casoquitaría y daría un derecho.—No e» este lugarpara deshacer los errores contenidos en esta doc-trina, porque oportunamente hemos dicho lo ne-cesario en el capítulo anterior.

Fichte representa ya el primer paso de la de-cadencia en la teoría formalista del derecho enla separación abstracta del elemento moral ydel jurídico: en su doctrina no es posible en-contrar aquellos atisbos felices, si vale la frasevulgar, queen otros autores hemosnotado y quesirven para que les den desarrollo, claridad y fi-jeza los que luego meditan la misma materia.Fichte (1) por el contrario abre el camino á ladoctrina ya de todo en todo extremada de Sche-lling.

Para el autor del Idealismo trascendental, elderecho es de tal manera exterior, que en nadadebe depender del azar, según sus palabras. Fi-jándose en el Estado, como la institución delderecho, no reconoce posibilidad de darle ga-rantías en una Constitución que no esté basadaen la necesidad; dando un valor sumo al juegode los poderes, reconoce que en ia actualidad noes posible evitar el desequilibrio, y llega hastaidear un estado universal en que hubiera ga-rantía absoluta para el cumplimiento de la ley;y esta garantía ¿cómo no es posible? Copiamospalabras del mismo Schelling. "¿Cómo unaConstitución de derecho general-, que rigiera to-dos los Estados particulares, y por medio de lacual estos salieran del estado de naturaleza enque habían vivido hasta entonces en sus rela-ciones recíprocas, puede ser realizada por la li^bertad, que en las relaciones recíprocas de loaEstados, representa hoy un poder temerario y sinfreno? Es imposible comprenderlo, si en este jue-go de la libertad, cuyo desarrolla forma toda lahistoria, no domina una necesidad ciega que aña-

(1) Fichte, Orundlage des NaturrecM» caeh Prin~cipen der WUsenschaftílehre (Fundamentos del derechonatural según los principios de la Doctrina de la ciencia. 4

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<la objetivamente á la libertad lo que por ellasola, siempre hubiera sido imposible.n (1)

Tal es la .situación de la teoría formal, y casipodría decirse mecánica, del derecho en Sche-lling, situación que otros autores todavía ex-tremaron, como ya hemos dicho en otra parte.

Otra consecuencia del formalismo de Kantfuó la doctrina de Schopenhauer, según la cualla injusticia es lado positivo del derecho y ellado original. La noción de injusticia, dice elcélebre pesimista, denota la naturaleza de laacción de ira individuo, el cual extiende tan le-jos la afirmación de au personalidad, 'que estaafirmación se hace negación de la personalidadajena. La infracción de I03 límites de la voluntad de otro es en la propia voluntad la injusti-cia, y la pura negación de la injusticia es el de-recho, al cual se atribuye toda acción que nosea negación de la ajena voluntad para mayora (limación de la propia, n (2)

Martmann confunde la justicia y la moralidad y sigue un criterio semejante al de su pre-decssor Schopenhauer. Examinando lo que élllama el primer estado de la ilusión, ó sea la feli-cidad en la tierra, dice en el capítulo que titulainmoralidad: "La acción inmoral, ó la injusti-cia viene, do la individuación y de su consecuen-cia inevitable, el egoísmo. Consisto, primerodo todo, en que para asegurarme una satisfac-ción y evitar un dolor, de otro modo, para,cumplir mi voluntad individual, causo unapena; mayor que el placer que de ella me re-sulta, á uno ó varios individuos. Todas las for-mas de la injusticia se derivan de esta formaprimera; la injusticia consiste en la relación deeste placer y esta pena: efectivamente, el sufri-miento del que padece con la injusticia ee ma-yor que el placer del que la comete; de dondeso sigue que, cuanto más aumenta la inmorali-dad, más aumenta el dolor en el mundo. Pero,si la injusticia aumenta el dolor, la justicia nolo disminuye, no hace más que conservar elstatu gw.ii (3).

Como se ve, el formalismo de] derecho—aunen Hartmann que lo confunde con la morali-

(1) Suhelling.—Escrito* filosóficos. Trad. Bcrnad,1847.

(2) Schopenhauer.—El mundo como voluntad y re-pretertaein. 15 62 p. 400.

(3) Filosofía de lo inconsciente: t. 2.", pág. 414.Trad. Nolen. 1877.

dad—llega hasta considerarlo como nn elemen-to negativo, y en esto el autor que acabamos dacitar no difiero de su maestro. Adornas, el dere-cho y la moral misma son para el filósofo do loInconsciente puramente relativos y de creaciónhumana, ti puesto que en la naturaleza ni bienni mal existen, y es una convención de la con-ciencia el considerar los actos., buenos ó mu-los..' (1)

No seguiremos hasta mas allá la historia delconcepto del derecho en esta decadencia del for-malismo , aunque otros autores han sostenidoideas todavía más lejanas de la verdadera natu-raleza del derecho. Sólo volveremos á tocar estateoría del formalismo jurídico al examinar bru-vemente el concepto del derecho profesado poralgunos autores de los llamados vulgarmentepositivistas. Ahora atenderemos á otros pensa-dores que, á nuestro juicio, siguieron trabajandoen el progreso del concepto de que se trata, sinacertar en todo, pero aportando muy buenasluces y un sentido fecundo en resultados reale3,el sentido ó fondo ético, según le llaman Treu-delenburg y Ahreus, dos de los filósofos á quíe -nes más debe la materia que estudiamos.

Aunque hemos limitado este rápido bosquejoá la época moderna en que el derecho se deter-*mina científicamente, mediante las distincionesque hemos visto, conviene recordar que en Pla-tón y en Aristóteles se encuentran gérmenespara el desenvolvimiento del concepto ético delderecho.—En el todo ético de las virtudes, diceAn*reua (2), concibe Platón la justicia comoaquella que debe poner á todas las restantes enla adecuada relación de unas para con otras, en-lajando en armonía todos los elementos y fuer-zas del alma, señalando y asegurando á cadaparte su propia esfera de acción (3), dando á losuperior predominio sobre lo inferior, y á loabienes capitales prelaciou sobre loa subordina-dos: de suerte, que todo en el alma recibe loque le corresponde fóomít.

Es, según Platón, en rigor, la justicia, la rir-tud de la armonía que, bajo su aspecto estético,inspiró en nuestra época á Herbart la idea de

(1) Hartman. Obra oitada. t. 1.' pig. 287 y si-guientes .

(2) Enciclopedia, jurídica, trad. «apañóla, 1.1, p. 90.(3) Véase lo que dis'unoa en el cap. Jl sobra el de'

recho inmanente •

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que toda moralidad se revela en la belleza ar-mónica (1).

Aristóteles, que también admite la necesidadde esta armonía, funda su principio ético en lafelicidad humana, la cual consiste en el cuín-miento de la actividad propia del hombre comohombre (2).

Véase en esta teoría un elemento ya objetivoy propio del derecho, el cumplimiento, la reali-zación de los fines naturales. Dice Aristóteles enel pasaje citado : "corno el ojo, la mano, el pié,y todos y cada uno de los miembros tienen unafunción propia, así el hombre tiene una funciónque consiste, siendo universal, en la actividady relaciones de la razón.M

De toda la antigüedad estos son los elementosútiles para el sentido ético del derecho, tal vezañadiendo algo de los principios estoicos esco-gidos en parte por loa jurisconsultos romanos.Durante toda la Edad Media predominó el con-cepto relativo del derecho que le hacia produc-to de la caida, y aunque no podia la influenciacristiana apartarle del elemento moral, quitán-dole propia vida y sustantividad, le perjudicabano menos que el formalismo que antes hemosexaminado. Esta concepción de relatividad enel derecho, no sólo existe en la escuela teológi-ca, protestante y católica, sino que llega hastaal mismo Ahreus, quien, sin atribuir á una caidahistórica la depravación y corrupción del hom-bre, afirma que el derecho nace en virtud de ladeficiencia inherente á la limitación humana.Además, como el mismo Áhreus observa, laidea de considerar la coacción como esencial alderecho, también se apoya en la necesidad decorregir la depravación y corrupción del hom-bre.

Hugo Grocio es considerado, con justicia,come el fundador de la filosofía del derecho, ápesar de que, como hemos visto, tuvo muchosprecursores. Pero él fue quien arrancó de la tu-tela, ó mejor, de la absorción de la Teologíadogmática, la ciencia jurídica en su filosofía.Empezó por reconocer la importancia de la leyreligiosa natural, distinguiéndola de la revela-da, y relacionó el derecho natural solo con laprimera. El derecho tienen su origen en la na-

(1) J . i1. Herbart. * Filosofía práctica general.—1808.

(2) Aristóteles.—Ftica'á NieomaCo. I. 6. II. 5.

turaleza humana, según Grocio, y habria dere-cho, aun en la hipótesis de que no hubiera Dioa(edi daremus, quod sine summo scelere dari nequit,non esse Deum, aut non curari ab eo negolia hu-mana.) Para Grocio no es ya el derecho quodnatura omnia animalia docuü, sino que está fun-dado en cualidades humanas, en el principio deasociación: no es Dios quien funda el derecho,sino los hombres, y fundan el Estado como "lacomunidad para el derecho y los bienes fcivitasesl catas perfe ;ius liberorum hominum, jurisfruen-di et communis utüilatis causa sQciatus.J

Ya hemos visto cómo siguió Hobbes, en quésentido, el principio de la asociación; sentidoque tuvo una fuerte oposición en Ricardo Gum-berland. Este autor, con un elevado criterio, fun-da la idea do lo justo en el estudio cuidadosoque hacemos del bion general para cumplirlo,pues nuestra felicidad consiste en la felicidadgeneral, como parte que somos de un mismotodo (1).

Puffendorf ya representa la vuelta al principioteológico con su teoría de la autoridad divina yhumana, como fundamento de toda ley moral yjurídica.—"Es necesario reconocer, dice, que,en el fondo, no hay movimiento ni acto en elhombre, que, haciendo abstracción do toda loydivina nosoa del todo indiferente.» (2) En otrolugar añado Puffendorf: n Matar á un hombre esun crimen, con relación á un ladrón, pero eslícito para el verdugo ó para un soldado; es,pues, neceiario reconocer que el acto en sí, sinrelación á la ley, es indiferente, n (3)

Tomasio, de quien ya hemos dicho lo que másnos interesa en su teoría cuando tratábamos dela separación que se estableció entre moral yderecho, es máa notable, según Ahreus, que porotra cosa por haber sido metódico y por habertratado de una manera conforme al espíritu ale-mán la ciencia jurídica. Ya hemos dicho que nosolo separó el derecho de la religión, sino de lamoralidad, dando á los deberes jurídicos el dic-tado de perfectos y á los morales el de imperfec-tos . Esta división que no determinó bien To-masio, vimos qué carácter tomó en la filosofía

(1) De legibus natura.— Prolegómenos §IX.(2) Puffendorf.—Derecho natural y de gentea.

Trad. B&rbegrao (1732) tomo 1.° p. 27.(3) Diseit. aqad. p. 733.

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de Kant, y cómo filó á parar la abstracción enel más extremado formalismo. (1)

Con Leibnitz adelanta mucho el concepto delderecho, tanto por que le reconoce la cualidadde ser eterno también, como porque le concibedentro del bien, como cumplimiento de un fin.

Refiero á Dio» el concepto de lo justo, perono en términos que Dios pueda cambiar laesenci? de la justicia; ésta es revelada por larazón, y es tanto del hombre como de Dios, yes interna como externa. El derecho es moralfpntentia moralisj y el deber (obligalioj una ne-cesidad moral. La justicia proviene del amor,pero es la virtud que lo secunda; es amor y sa-biduría, y, como el amor, quiore la felicidaddel objeto amado, el bien como dicha—das Wólil—no el bien en sí mismo—das Gut.—El derechono se limita á la sociedad humana, también sorefiere á Dios; sin embargo, puede entendersepor derecho lo que perfecciona la sociedad delos seres racionales fted iamen putern, juslutnesse, (piod societatem raüonem utentiutn perjicil.—In consortio auxilium ad hominem feHcitalem).—•También hay, según Leibnitz, derecho sin coac-ción; por ejemplo, un hombre que devuelve áotro una cosa que éste le habia entregado, perode cuya entrega se habia olvidado luego porcompleto, obra con arreglo á la justicia, y sinembargo no puede aplicársele coacción algu-na (2).

La doctrina de Loibnitz, acertada en todospuntos, fue extendida y metodizada por la es-cuela de Wolf, que dio como característica delderecho el bien, como f licidad, idea en que,como advierte el mismo Ahreus, se inspiraronluego los modernos Códigos de Prusia, Franciay Austria.

Pero la felicidad, como principio del derecho,era todavía deficiente y vinieron en pos las cor-ruptelas. Hubo quien dijo: la felicidad es elplacer y renació el edonismo, y aunque con su-

(1) Combatimos el concepto formalista del dereoho,pero es en el sentido de doreoho paramente exterior,de reí iciou de sel á ser sin coutauido en sí; por lo de-mis, tamüien nosotros hemos reconocido el deraoko,como la moralidad, coa el csraater de relación formal,paro coinprendieudo tjda la vida y siendo para la vida.

(2) Aurelia. Eioíol. jur. extracto do las obras deLaionitz, eipojiaVus'itj <lt> 3U npínoulo: D? notionibusjuris el histitiae.

perior sentido, con el mismo error apareció laescuela utilitaria.

Ln, teoría del edonismo de la antigua escuelade Aristippo y Epicuro, fuó sostenida por El-vezio (1), Federico de Prusia (2) y con superiorsentido, en cuanto el placer no es el individual,sino el general, el bienestar universal, porFedor (3) y por Schloaser (4).

Más noble que la del edonismo es la doctrin ade la simpatía (que más tarde llamó Comte elaltruismo) Adam Sinith es el que sostiene estateoría; su máxima moral es: obra de maneraque los demás puedan simpatizar contigo, supo-niendo una ley universal de unión de los seros;límite en que cada cual halla el bien, ol bien detodos (5).

Como se vé, á todas estas teorías les faltafundamento, pues nada puede buscarse quehaya de servir de principio, en los sentimientosvariables y siempre personales, que podrán des-pertar la justicia, servir de prueba, pero no debase y criterio.

El utilitarismo está principalmente represen-tado porBontham (1747-1832) (6), en favor decuyas obras, muy notables, sin duda, se notahoy cierta reacción, relativa en unos j en otrosincondicional, como en Stuart Mili, que poco hávivia y en otros autores quo hoy sostienen igualtendencia.

Jeremías Bentham no sentó un principionuevo, pues el utilitarismo desde la antigüedadexistia, y ya en la legislación romana aparece"reconocido como legítima aspiración del dere-cho. El mérito de Bentham consiste en el tra-bajo detenido y profundo que aplicó á la de-terminación utilitaria del contenido del dere-cho; trabajo que aun hoy puede servir muchoy que, en genoral, ayuda á destruir en el pensa-miento y en el ánimo la preocupación tan esten-dida de un derecho abstracto, de una Themismitológica, en cuyo culto idolátrico debemossacrificar todas nuestras conveniencias. A estesentido abstracto muchos le llaman espiritual ysublime, cuando es una aberración que paode

(1) Sisteme de la Nature.(2) Ensayo sobre el amor propio.(3) Filosofíipráctica.(4) XJber Skafkerburg von <ler Ttigend (-sobre el ra V

vil de la virtud.) *(5) Adam Smit. The th'.ory of moral »entim*nts.(6) Trat. de U/jUl. cioil. Proco lim.jit 1. «(.:,

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traer, y de hecho trae, á la vida real del derechograndes perjuicios.

Bentham comienza atacando el ascetismocomo inútil, irracional y pernicioso; lo es, enefecto, considerado como ideal de la vida, y poresta parte el correctivo que Bentham lo pone esoportuno. El derecho es utilidad, como hemosvisto, no se da para el cumplimiento de una leyimpuesta por un soñado legislador, sino para elbien de la vida, para el bien de todos, en lo queBoatham se extravía, mejor dicho, lo que lefalta hacer es ahondar más en el concepto delderecho, y ver que no todo lo que se dice deéste se dice de la utilidad, pues la utilidad abar-ca más esferas. Por otra parte, la utilidad á queBentham se refiere no es la genérica la de todomedio adecuado á fin legítimo racional, sino lautilidad subjetivamente ideada por el individuopara la satisfacción do lo que él entiende que essu bien propio. (1)

Las derivaciones de la doctrina de Benthamvienen á confundirse en los autores positivistascon las derivaciones del concepto del derecho deKant, de que luego diremos algo, al examinarlas últimas afirmaciones del positivismo relati-vas á la justicia y sus instituciones.

Dejando por ahora esa corriente del utilita-'rismo vamos á mencionar otras escuelas quefiguraron y figuran en este juego de hipótesis yreacciones contra las hipótesis: del exceso defilosofía abstracta se originó la reacción de laescuela histórica, aunque poco científica, degran utilidad en los estudios jurídicos; de la se-paración del derecho de la moral y de la religiónsurgió la reacción de la escuela teológica—ca-tólica y protestante—(títhal y Baader, Tapare-lli, Prisco, etc.) y otras tendencias que con másindependencia pusieron sus esfuerzos en dar baseética al derecho (así, por ejemplo, Rosmini,Trendelenburg); y por otra parte, el hegelionismo se presentó como solución de todas las anti-monias, como filosófico, histórico, religioso, mo-ral, todo junto y de una manera superior y sin-tética.—No es posible que ahora nos paremos áestudiar detenidamente todas estas escuelas, ysólo cabo que brevemente indiquemos cuáles sonpara nosotros sus aciertos y en qué está BU de-ficiencia.

(1) En el mismo error ¡acurre la llamada Eicitel»«soaomista.

La escuela histórica, cuyo fundador es paraAhreus (1) el inglés Burke, aunque tenga porprecursor áMontesquien y al jurisconsulto enjas,no es, en nuestro sentir, propiamente cientí-fica. El principio que se quiere sentar es de todopunto irreflexivo, contradictorio. Vuelve laescuela histórica, cuyo credo formuló Savignycontra Thibaut, aunque se adelantó Hugo á élen la doctrina, vuelve á considerar el derechocomo puramente relativo, naciendo y desarro-llándose con las instituciones, adaptándose á lascostumbres y debiendo al procoso _) á la deter-minación legal su vida y forma. Todo derechonace de la costumbre, de las creencias naciona-les, de la jurisprudencia, pero siempre originán-dose en una fuente oculta, de que propiamenteno se tiene conciencia, á pasar de ser, segúnSavigny, la conciencia del pueblo. Por lo cual elderecho debe estudiarse en la historia, en lasinstituciones de los pueblos. Sthal defiende áSavigny (2) de la acusación que se le habia he-cho de favorecer las tendencias democráticasdiciendo: que el principio interno de la escue-la histórica no es quo el derecho reciba su efi-cacia de la voluntad nacional, sino que el conte-nido del derecho procede de la. concienóia na-cional. Ahreus (3) hace notar, con razón, quoes insuficiente la defensa de Sthal; de todasmaneras, tenemos que la escuela histórica fundael derecho en un poder psicológico subjetivo.—No cabe duda, para nosotros, que la escuela his-tórica trae un gran elemento de verdad en suconcepción y os ol valor absoluto del derechohistórico, positivo, que no es por necesidadimperfecto, sino que puede y debe, y aun másbien necesita, para ser tal derecho, ser perfoctoy en aquel punto inmejorable. (4)

Pero no ora en este sentido en el que la es-cuela histórica sostenia el valor del derecho po-sitivo, sino más bien cayendo en un empirismomaterial, por el que se acerca á la escuela uti-

(1) Coura dedroitnaturel.(2) Filosofía det derecho, p. 240.(3) Enoicl. jur. p. 107.(4) Esta materia de la snstantividad del derecko

positivo natural y la preocupación contraria de suponerque el derecho positivo se opone al natura!, eran objetode mu; luminosas explicaciones ea 1 a cátedra del señorGiner délos Ríos, y de ellas tomamos, en general, nues-tra argumentación ea «ate punto.

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litaría y á la positivista. El Sr. G-iner (1) obser-va con gran profundidad que la escuela deHugo, Savigny y Summer Maine cayó en elmismo defecto de la escuela de Rousseau, quepretendía combatir, no supo apartar el con-cepto del derecho de la arbitrariedad; y haconotar el ilustre profesor que coincide su ense-ñanza con la del moderno evolucionismo y po-sitivismo (Spencer, Kirchmann, Bagehot, Hell-wald, etc., etc.,) y del mismo Hegel; en efecto,éste afirma que todo lo real es racional, y reco-noce al derecho vivido el carácter de esencial,pero sea como sea (tal vez sin ser en realidad nisiquiera derecho).

Aparte estas semejanzas con escuelas distin-tas, la historia tiene hoy sus representantes enautores ilustres, tales como Mommsen y Blun-tilich, por más que este ilustre profesor de Hei-delberb en su Teoría general del Estado, seconsidere separado igualmente de la escuelahistórica que de la filosófica;porque bien se nota,por sus elogios de Burke y del derecho romano,como por su doctrina del Estado nacional, quesu verdadero puesto está entre los autores de latendencia histórica.

La escuela llamada teológica nos ocuparábreve tiempo; cualesquiera que sean los méritosparticulares de algunos de sus representantes,méritos grandes, sin duda, el fundarse todoa es-tos autores en datos de una dogmática determi-nada hace que no podamos considerarles comoinvestigadores libremente reflexivos de la con-ciencia del derecho. No obstante, es indudableque la escuela teológica, así en el reconocimien-to del derecho divino como en el fundamentoético que da á la ciencia jurídica, se acerca mu-cho á lo que tenemos por verdadera doctrina.Pero desde Sthal (2) protestante, el más pro-fundo y sabio de estos autores, hasta Do Mais-tre y Bonald, los más exagerados de la escuelacatólica, todos atribuyen el orden del derechoy del Estado á la caída al pecado original. DeMaistro (3) es su primer representante en el catolicismo y le siguen Bonald, Haller, Muller,Baader, y confalguna nueva influencia Tapare-lli, Prisco, etc. ote. En España tieno esta es-

(1) Enciol. jurii. de Ahreus, p. 108 y 109, n. fc(2) Philosophiedes Rechts nach gesehkhtlieher An-

sic'U. (Filoiofía del Derecho bajo su a3peato histórico).(3) Da Pape. Soirées, eto etc.

cuela un ilustre representante, el Sr. Ortí Lara;y también el obispo de Córdoba, el distingui-do P. Ceferino González ha consagrado en sutomo tercero do la Filosofía de Santo Tomásluminosos comentarios á la parte jurídica de laSumma. No hablamos de Valdegamas y delinmortal Balmes, cuyo genio poderoso no pudoimprimir su originalidad en estas materias.

El neo-escolasticismo tiene gran importan-cia, sin duda; fundado en el tomismo, acaso malinterpretado antes de ahora, y aun ahora nocomprendido por todos, es, como obra de res-tauración interesante; pero tratándose de unrápido bosquejo de las más capitales corrientesfilosóficas acerca del concepto del derecho, nopodemos detenerno más para tratar con la ex-tensión que merecen las doctrinas de la es-cuela.

Las mismas pretensiones de la escuela histó-rica de corregir las abstracciones filosóficas, semuestran en Hegel, de cuyo principal mérito•n la obra del derecho y su filosofía, ya hemoshecho mención en el capítulo tercero. Hegel,lógico ante todo, dentro de su sistema trae tam-bién al derecho de la ley del icerden, áelfieri,del llegar á ser, y colocando al frente de su Filosofía del dereclw aquellas palabras: "todo loreal ea racional, n se dispone á combatir cual-quiera creación subjetiva en que se quiera de-terminar la naturaleza del derecho como hechode conciencia. Estas determinaciones del suge-to, dice, hacen que se tenga por ciencia del de-reoíso lo que es arbitrario, desautorizado, sub-jetivo.

El sistema del derecho, añade Hogel, es la es-fera de la libertad realizada, la vida del espírituproducida por el mÍ3mo como una segunda na-turaleza . La persona del derecho es el sugetoque llega á reconocer en sí lo infinito abstractoabsolutamente, independiente como tal, sóloidéntico consigo mismo. En la personalidad sefunda el derecho abstracto que no atiende alcontenido, que sólo mira á la absoluta posibili-dad del derecho en la persona, y no á las uni-versales relaciones que pueden concurrir: esuna posibilidad que lleva en sí misma el signifi-cado de no ser. Pero este es el derecho abstracto;el derecho real, el que se desarrolla en la vid»es interior con la moral en la moralidad. EJ de-ber y el derecho coinciden en la identidad de lavoluntad universal y de la particular; el hona-

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bre, en cuanto ser moral, tiene derechos comodeberes, y deberes en cuanto tiene derechos. Enel derecho abstracto nosotros tenemos derechosy otros tienen deberes respecto de este derechonuestro; en la moralidad el derecho, por propioconocimiento y voluntad, debe ser conjunto conel deber (1).

Hegel dio base filosófica al sano principio dola escuela histórica, según el cual, el derechopositivo tiene un valor absoluto. Hegel viene ádecir lo mismo, pues, sobre asegurar que todolo real es racional, que el derecho vivido es ellegítimo en cada caso, afirma, según lo visto,que el derecho como ideal abstracto para elsujeto jamás es. Efectivamente es una abstrac-ción el derecho ideal como á distinción del real,del vivido, como un derecho incomunicable,inasequible, hacia el cual se camina sin que ja-más pueda lograrse, debiendo contentarse elmísero mortal con una mezcla de justicia y deinjusticia debiendo poner todo su empeño enque para tal compuesto* vaya siendo cada vezmenor la injusticia y mayor la justicia. Lo cier-to es que, contra esta preocupación tan exten-dida, la justicia no admite esas mezclas, y encada caso lo justo, como lo sea, lo es en absolu-to; y allí donde no se pueda hablar de justiciaabsoluta, sino de mezclas, no de justicia purasino adulterada con elementos injustos, no haypara qué mentar el derecho, porque el derechono es eso, ni nada tiene que ver con ello. Elderecho positivo y el derecho natural no se di-ferencian, según quiere la abstracción vulgai,como siendo el primero menos puro pero másreal y el derecho natural un ideal, ó bien pasado(escuela teológica) ó venidero (utopistas) ó pues-to en la eternidad como modelo para que seimite, pero imposible á los mortales. El derechonatural os todo el derecho, y. no hay derechopositivo si además no es el derecho naturalpropio de aquel momento y caso. El derechopositivo es el desenvolvimiento histórico delderecho en sí, el natural, y este derecho es elmismo siempae, tan justo en cada instante comoen la eternidad y cuando no, ni siquiera se tratade derecho ni de cosa que absolutamente se leparezca. Con tales advertencias puede hallarseun profundo sentido en la teoría hegeliana de

(1) Hegel—•Filosofia del derecho, trad. italiana deTurokiarulu. (1848.)

que todo lo real es racional en el derecho, y deque este no depende de convenciones humanas,sino que es el desarrollo do la vida espiritual,desarrollo impuesto por su naturaleza. No hacefalta, ni esta es ocasión de deslindar en la doc-trina de Hegel todo lo erróneo de todo lo verda-dero; solo diremos que la legitimidad que dá elfilósofo del idealismo absoluto á todo lo his¡ó-rico no puede admitirse, sino separando en cadahecho los elementos de justicia que encierra(si existe por parte de determinado ser libroalgo puesto con justa intención en el hechocomplejo) pues no es justo por haber sido real,sino que siendo real tiene que ser absolutamentejusto lo que sea de derecho, sin que quepangrados, ni nada mejor en aquel caso.

Entre los autores que han trabajado fuera delas escuelas citadas, por el fondo ético del dere-cho merecen especial mención Rosmini, Tren-delenburg, y como representante de la filosofíaarmónica Ahreus; por más que este ilustre filó-sofo no haya profundizado el concepto del dere-cho hasta el punto que, dentro de la mismatendencia filosófica, supieron hacerlo Eóder enAlemania y en España el Sr. Giner de los Iiioa.La doctrina de estos dos últimos no la expon-dremos aquí, por ser especialmente la del profo-sor español la que nos ha guiado principalmeu-te. (1)

(1) El Sr. Giner délos Kios ha publicado acerca dolas materias que aquí tratamos, unos prolegómenos doderecho natural, cun colaboración del Sr. Calderón;una entrega que contiene varios puntos de la ii-troduo-cion á la filosofía del derecho. Otra entrega, traducciónde la obra de Rdóer, y recientemente el primer torno dola Enciclopedia jurídica de Ahrevts con muchas y muylaminosas notas.—Las notas de la parte histórica su»del Sr. Azcárate.—En cuanto á Kóder, tan conocido cu-tre nosotros p- r &us trabajos de derecho penal, tiene co-mo obra capital sus Fundamentos de la filosofía del derecho. Hé aquí el sumario de su análisis de la "Percepcion del concepto del derecho, n I, Efectoa del lenguaj uusual acerca de la naturaleza del derecho. 11, Result-idos de la conciencia de la naturaleza del derecho. A) Elderecho como una ley de vida. B) El derecho conio in»ley déla voluntad ó de la libertad. C) El derecho comouna ley del universo. D) Fundamentos para la deter-minación del concepto del derecho. 1) La esencia delhombre. 2) La determinación humauíi. 3) División es^nci.il de la determinación humana, 4) El bien en su re-lación por la voluntad. La Ética. E) Concepto del dercoho en sí. 1) Condiciones naturales-necesarias y librm(Je razón ó de derecho) del cumplimiento d>j nuestrodestino. 2) Relación de las condiciones n i tur ales y juii

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Rosmini está muy lejos, por cierto, de haberencontrado el concepto real del derecho, perosus esfuerzos por colocarlo cerca de la moral sondignos do consideración. Según, este filósofo elderecho, como actividad, supone fuerza, pero esafuerza puede ser potencial (el derecho primitivo)ó actual (el derecho secundario): (1) "todo os in-herente, dice, al derecho, aquella fuerza coactivaque se encuentra de hecho en el sujeto del de-recho, pero no otra alguna, n Entrando en laanálisis del concepto del derecho, Rosmini lodefine en esta forma: "derecho ei una facultadmoral ó autoridad de obrar, ó sea: el derecho esla potestad de hacer lo que ss quiere, protegidapor la ley moral, cuyo respeto esta ley impone álos demás H El defecto capital de esta definiciónestá en que 93 mira rl derecho solo de parte d'*lser de los fines, desde ua término; y no en vistade los finas racionales, directamente indicados,puesto que la facultad es de hacer lo que sequiere (ció che piacej. Verdad es que se pone porlímite la moralidad, pero como ea límite negati-vo, sin eficacia de acción, se supone una arbitra-riedad vaga, una indiferencia de actos todos lí-citos, dentro de un círculo determinado, que noestán conformes con el verdadero y positivo con-cepto del derecho. Rosmini coloca el derechoentre la Eudemonología y la Ética; son sus pa-labras; «quien tiene más derecho no os más mo-ral, es más afortunado; el derecho tiene por ob-jeto biene3 endemonológicos respetados por lamoral. »

Vemos en estas ideas de Rosmini, como ele-mento ú*il para el verdadero concepto del dere-cho, el considerarlo como un bien y necesaria-mente condicionado por la moralidad; por esosu teoría está libre de la abstracción formalistapor un lado y de la separación, también abs-tracta del mundo moral; piro peca Rosmini porindeterminación en la cualidad del bien á querefiere el derecho, dejando como al asar y á lafortuna el origen del derecho en vez de ligarlo

dicas de nuesbro destino. 3) PHncipil dirección del de-recho hacia un con licional hacer y dejar h*vcer (ó cuín"plir) el bien de la vida. 4) Confirmación exterior dolconcepto bailado. 5) El concept) del derecho comoprincipio del derecho. 6) Iodicacionei acerca <ls la ri-zón fundamental del derecho (sintética) en la esenciade Dios,

(i) Filosofía, del dirUto. t. 1. p. 86.

á la finalidad racional de cada sor en el organis-mo armónico de todos los seres.

LEOPOLDO ALAS,(Concluirá )

LEÓN XIII Y IA ITALIA. *v

Pero si, en nombre de la soberbia ciencia, selanza del mundo la intervención divina, ennombre de la Libertad, de la razón, y de la in-dependencia natural, se intenta cuidadosamentealejarla del hombre, el cual queda de esta suerteentregado en manos de un maestro tan falazcomo es la débil inteligencia, y do un consejerotan imprevisor como ese corazón dominado porlas pasiones.

Los que levantaron la enseña del naturalismose encontraron con dificultades para engañarlos ánimos, destruyendo la fe en la revelacióncristiana, Y á decir verdad, el cristianismo cir-A

cunda este hecho de tanta luz, que desespera áquien intenta negarlo.

No; aceptar la divina revelación no es lijere-za de mente enferma, que va detrás do masó me-nos doctasfábulas;sino razonabilísima devoción,fundada en motivos qrte dan á las verdades reveladas base firme de creencia.

Ninguno ha propuesto más breve ni más efi-caces argumentos que persuadan á la inteli- -gencig, menos clara, que el doctor Angélico (1)contra los enemigos de la fe. Hé aquí, escribe,que aparece en Palestina un Hombre, que*eanuncia como Hijo do Dios, y dice enseñaraquellas verdades aprendidas en el seno del Pa-dre que lo engendró: hó aquí que sus discípulosproclaman altamente, que la doctrina por ellospredicada no es humanamente aprendida, sinovenida del Cielo: y éstos son seguidos por doquiera do maravillosas, obras para conseguir lascuales, en vano ae empleavian todas las fuerzasnaturales, ya que al simple sonido de sus voces,al simple contacto de sus manos, desaparecenlas más temibles enfermedades, resucitan loamuertos, huyen loa demonios más obstinado».

(•) Véanse los mí moros 233, 234, 235. 236, 238 y 259,pág. 161,205, 228, 271, 330 y 357-

(1) Sant" Tomi3, 1 contra gent. o. b .

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Ahora bien, si estas son obras que pueden salirde Ja diestra del Omnipotente, el cual, así comono puede incurrir en error, tampoco puede en-gañar á nadie, fuerza es que se reconozca comodivina la doctrina confirmada tan visiblementepor el Cielo.

¿Qué podrá oponerse jamás á argumentos taninvencibles? {Se negarán acaso los milagros?Entonces preciso será rehusar toda fe á lasmás verídicas historias, á los más auténticostestimonios; cuando, si hay hechos indudables,por irrecusables pruebas, son los milagros deJesucristoiy délos Apóstoles en confirmación dela verdad.

Pero concédase por un instante á los incré-dulos que ninguno de los prodigios narradoshaya sucedido; el angélico doctor nos obligapor otro camino á aceptarla divina revelación.

Es un hecho, dice, aceptado aun por las his-torias de autores profanos, que el mundo, desdeel primer siglo de la era cristiana, se convirtióen gran parte al cristianismo, siendo general-mente cristiano el mundo desde aquel entonces.Kste hecho, si sucedió sin milagros, apareee ensi mismo como un milagro, y el más extraordina-rio en favor de la revelación. Y ciertamente quequienes promueven la conquista dol mundo sonunos pocos hombres escogidos entre los de condi-cionmás humilde, sin el apoyo de la ciencia hu-mana, ni del poder terreno; hombres viles y des-preciables, según el mundo, contra los cuales seconjura la astucia del siglo. Proponen elloscreer en altísimos misterio», incomprensiblespara la razón humana, predican sin ambagesuna moral que, en vez de favorecer las pasiones,las combate directamente, poniendo como fun-damento de la vida cristiana abnegación de símismos para llevar diariamente la cruz; nadaprometen de cuanto suele envidiar el hombre,riquezas, honores,comodidades; antea por el con-írario,rllaman bienaventurados á Io9 pobres, álos quelloran y á los perseguidos por la justicia.Y si hacen esperar un premio altísimo á sussecuaces, no es en la vida presente, sino en laque vendrá después de la partida de estatierra.

Si á la simple voz de semejantes hombres,se someten no unos pocos ignorantes ó ilusos,sino muchasymuy distinguidas peisonas, por sunobleza, poder é instrucción; si además el uni-

verso entero se'inclina á creer en misterios tar

altos, y á obrar en cosas tan difíciles, y á espo-rar bienes tan arduos, {quién no verá en ello elmilagro más sorprendente] Hé aquí que ladoctrina de Cristo, bajo cualquier aspecto quese mire, lleva consigo el sello milagroso, quedemuestra su origen divino.

{Cómo escapar, por consiguiente, del círculode hierro de estos argumentos, sin incurrir rmla contradicción?

No pudiendo negar los hechos, los enemigosde la revelación, se volvieron al terreno del ra-ciocinio, y vencidos por la historia, apelaron ála filosofía. La razón, dijeron, es la luz queguia & los mortales en su viaje; si ésta, dudandode sí misma, pudo confiarse á la autoridad, unavez adquirida la conciencia de su valer, deboconducirse por propio esfuerzo, so pena de caerde su grandeza y de que venga á menos su dig-nidad.

Hace diez y ocho siglos,—escribia uno de losmás ilustres representantes de esta desventura-da escuela (1),—que el mundo segobierna por larevelación, la cual impone soluciones á los másarduos problemas: en el dia de hoy, seria impo-sible continuar por el mismo camino, necesitán-dose el auxilio de la ciencia para encontrar unaexplicación rigurosa de aquellos, que pueda sub-sistir ante la severa mirada de la razón, á cuyasmanos hizo pasar la civilización el cetro de laautoridad.

Aun abandonando el campo histórico, no en-cuentran los adversarios del orden sobrenaturaly revelado manera ni forma alguna con quejustificar sus conatos.

¿Qué cosa es, en efecto, esta razón, que se pre-tende asentar en eL^rono, proclamándola arbi-tra y reina del universo? Notadlo bien, ¡oh ca-rísimos! la regla suprema y primera norma, encualquier orden, conviene que sea ciertísima óinfalible: porque, de otra suerte, nada cierto nideterminado podría existir en todo cuanto doella depende. Ahora, si toda inteligencia creadaes, por su necesaria condición, limitada é im-perfecta, mucho' más defectuosa y falible debei=er la inteligencia humana: ya que, entre loaseres inteligentes, el alma humana ocupa el úl-timo lugar y se une á la materia. La humanarazón no es otra cosa que una facultad de cono-

(!) Teod- Jouffroy, Mélanges.

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cer, una potencia que, en sua principios y sin superfección actual, no puedo llegar á algunosnobilísimos acto», si no se lo dá la mano; un górmen, que no se desenvuelve con toda la energíade que es capaz, si no siente el calor de una pa-labra amiga, que la vaya educando.—Y paraque todavía se os manifieste mejor el valor dela razón humana, conviene distinguir ¡oh carí-simos! dos órdenes de verdades; algunas son tannobles y sublimes, que toda inteligencia creadaprocuraría en vano elevarse á tanta alteza. Yestas se refieren al sor primero ó infinito de Dios,muchas verdades del cual, como superiores queson por infinito extremo á cualquiera inteligencia creada, es preciso que permanezcan inacce-siblos á la mente humana. Otras, hay, luego'tales, quo la inteligencia del hombre, por la na-tural virtud de que fue dotado, puedo llegar áellas y descubrirlas, no solamente cuando se re-fieren á las cosas sensibles que nos rodean, sinotambién aún cuando versen acerca de las sus-tancias inmateriales y de Dios mismo. De lasprimeras, es evidente que la razón humana nadapuede conocer por sí propia, más tan sólo pormanifestación divina. Encuanto á las otras, porrápidos y sublimes que se quieran fingir los des-arrollos de la razón al aprender las más fácilesy menos lejanas de los sentidos, todavía es ciertoque, sea por condición natural de las cosas, seapor el funesto influjo de la primera caida, hallamuchas y muy graves dificultades para procurar-so el conocimiento de las más altas y divinas.

Apoyado en semejante fundamento, el Ángelde la Escuela, demuestra hasta la evidencia queha sido altamente conveniente que, aún esasverdades de orden natural fuesen propuestas alhombre por revelación difina, toda vez que(dice) sin ella, dichas verdades nobilísimas y dosuprema importancia para el hombre serian co-nocidas por pocos, después do largo tiempo, ymezcladas con muchos errores. Por pocos, puesque muchos están apartados do tan graves es-tudios, ya por natural ineptitud para aprender,ya por negligencia voluntaria, ya por la necesi-dad de atender alas cosas domésticas. Tras lar-go tiempo, á causa, así de la profundidad de ta-les doctrinas, como de los otros muchos conoci-mientos que suponen y por ser la edad ma-dura la única idónea para estudios severo».Mezcladas con muchos errores, pues, ora laignorancia, ora la malicia, no permiten sacar

T O M O X I I

con recto procedimiento las conclusiones de loaprincipios, de lo cual da irrefragable testimonioel hecho de que ninguna escuela de sabios ja-más estuvo completamente acorde acerca deesas verdades.—¿Cómo, por consiguiente, la ra-zón humana podria ser la norma suprema de loverdadero?

Ni es menos falso quo esta, por sujetarse á ladivina revelación, deba caer de su grandezanativa. Pues si, en la condición en que hemosvisto se halla la razón en punto á la verdad,Dios mismo toma el piadoso oficio de Maestro,indicando los próximos conceptos del fin últi-mo, de los medios y de las relaciones que enla-zan al hombre con su Hacedor; si le descubreotras verdades más excelsas ó incomprensibles;si constituye de ellas copiosísimo depósito, co-mo guía indefectible para todas las generacionesy para todos los siglos; si imprime en el santoCódigo el sello de su infabiüdad, participándolaademás al Intérprete por Él destinado; si concur-re á ello con uua gracia que todo lo avalora yfecunda, ¿dónde está la repugnancia, ó cuál es elpeligro que córrela dignidad déla razón huma-na] Antes esa dignidad se hace mayor, cuantomás alto ó inmune de sospecha está el maestroy cuánto son más sublimes las verdades que en suescuela se aprenden. Y hé aquí cómo el dis-curso se eleva al gradp de demostración rigoro-sa.—Y valga la verdad de que la suma perfec-ción de todo ser destinado aun fin, está precisa-mente en alcanzar este fin y poseerlo estable-mente . Ahora, el fin de la inteligencia es laverdld, á la cual por natural inclinación es lle-vada, y en la que, no bien la alcanza, se apacigua. Por dondo cualquiera que descubre á lainteligencia la verdad y se la certifica, lejos deenvilecerlo, lo perfecciona, tanto más, cuántomás nobles son las verdades descubiertas y másfirmo ó infalible el motivo con que mueve suasentimiento. Ahora bien, lo quo se posee porfe divina no es sino verdad purísima, ya queninguna otra cosa que esta puede derivarse dela verdad primera, que es Dios.—¿Como pues,la fé no debería ennoblecer la razón]

Añadid, carísimo a, que una necesidad ineluc-table condona á miseria y ruina todo aquelloque protende someterse á leyes, y procedimien-tos que repugnan á su naturaleza. Si pues larevelación viniese á oprimir á la razón, y la fequo ella impone se declarase, no hermana suya,

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sino su enemiga, seria de esperar que bajo suimperio la nobilísima facultad cayese én mor-tal desfallecimiento y quedase sin vuelo, sinrelámpagos que despsrtasen la admiración.

Precisamente acontece lo opuesto. Tended lavista sobre una carta donde esté diseñado núes -tro planeta, distinguid con un signo los lugaresdonde se levanta la Cruz, donde se predica elEvangelio y la moral de Jesucristo, Hijo deDios, y aquellos otros donde los hombres se ri-gen por las normas de la razón, ó para hablarmás propiamente, por revelaciones que estimanvenidas del cielo, cuando, por el contrario, sur-gieron do la tierra; y después, decid valerosa-mente: allí están la cultura, los hermosos pro-gresos, todo lo que se comprende con el nombrede verdadera civilización; aquí, por el contra-rio, la superstición, la inmovilidad, el envileci-miento, la barbarie. Luego no existe esa repugnancia, en nombre de la cual debería larazón combatir la fe en Dios que so revela pormodo sobrenatural, pues que se vé cómo la feeleva la razón y la corona de gloria.

Y si queréis dejar siempre, carísimos, sinreapuesta á los enemigos de Dios, no oa pesedeteneros más reposadamente en esta prueba,que es decisiva, y buscad cuáles fueron los siglos que arrojaron luz más límpida y viva enlas ciencias, en las letras, en las artes; ha-llareis constantemente que los siglos más en-cariñados con la fe y más dóciles á la autoridadde la Iglesia, se elevaron sobre aquellos otrosque, ó apostataron de ella, ó iaconservaron, perolánguida y sin que echase hondas raices.

Es costumbre calumniar á lostiempos medios,precisamente porque, habida cuenta, como esjusto, de los defectos y las culpas, fueron siglosde fe profundamente sentida; pero, ¿cuál de losmás cercanos á nosotros, y si se quiere, de losdos últimos, que vencieron en incredulidad áI09 demás, podrian sostener el parangón conellos] San Anselmo, Santo Tomás, San Buena-ventura, Dante Alighieri, Rogelio Bacon, jnofueron pensadores que dejaron anchurosísimahuella en la palestra filosófica y que todavíaaguardan quien pueda compararse con ellos1? Labelleza da las letras jamás apareció tan púdica,tan divina como en nuestros escritores de aque-lla época: el arte, crecido bajo las alas de lareligión, elevó nuestra inteligencia de la tierraal cielo con las basílicas de Arnolfo y Bruñe-

lleschi, las pinturas de Angélico, de Bartoloméde la Porta, de Sanzio; la religión aconsejó lasempresas magnánimas, condujo nuestras flotasy los guerreros á Oriente, y libró á la Europacivilizada de las incursiones bárbaras: la reli-gión, en una palabra, amontonó tesoros de sa-biduría y de valor que, digámoslo para nuestravergüenza, nosotros no sabemos ni aumentar,ni conservar, por culpa de habernos dejado en-gañar por las sofisterías de hombres venidospara desatar el venturosísimo nudo que enlaza-ba á la fe y la razón. Pasad en revista á los filó-sofos, los literatos, loa artistas, inficionados delveneno de la impiedad moderna; y veréis que,ó carecen de méritos, ó los pocos que tienen vanmezclados con grandes defectos: son rios defango, decia José de Maistre (1), de Voltaire yRousseau, que trasportan algunas piedras pre-ciosas, las cuales, como demostraba con hechosel autor del Genio del Cridianismo (2), no lashallaron en el fondo de la incredulidad, sinoque las conservaron como reliquias salvadas dela ruina dé la fe.

Que si los enemigos de ésta nos pusiesen antelos ojos las conquistas hechas sobre la materiay los maravillosos descubrimientos que estamosmuy distantes de desconocer ni despreciar, po -demos responderles fácilmente que no se revelapor ello la grandeza real de la razón; que es untriste signo de decadencia darlo todo al estudiode la materia y á la investigación de las leyesque gobiernan el mundo físico; que, finalmente,nada hay que impida el que procedan de acuerdoy en buena amistad las doctrinas reveladas y losprogresos de la ciencia. Creyentes'eranelCusano,Copérnico, Galileo, Nfwton, Volta, Keplero, ycreyentes son y católicos muchísimos cultivado-res de diversas ciencias que llenan el mundocon sus nombras. Lejos, pues, de desechar el donmás precioso de Dios, la fé, se deberia saliralegres á su encuentro y acogerla come maestraque prepara á sus discípulos para, sublimes a l -turas. ¡,Qué provecho se lograría jamás si, rene-gando el magisterio del Hijo de Dios, estuviése-mos obligados á seguir á maestros falsos é impo-tentes, que no se entienden entre sí y propagan

(1) De Maistre, Examen de la Vil. de Bacon, tomolí, o.3.

(2) F. R. de Chateaubriand, Genio M OrinliaaUmo.—Poética del Cristianismo, pars. 2, 1, 2.

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R. BONGHI.—LBON XHÍ Y LA ITALIA.

las cosaa más vanas é increíbles del mundo?Pronto se dice que la filosofía, abandonada á laslucos naturales, debe resolver los arduos proble-mas del origen y fin del hombre y do na. misiónen esta tierra, con rigurosas demostraciones:pero, si se nos apura, ¿dónde están esas demos-traciones rigurosas? ¿Dónde, la mifiion de todoslos maestros, conspirando hacia el centro co-mún, que es la A erdad conocida con certidumbre y comunicada con lealtad] Un procónsulromano, Lucio G-elio, so arrogó un dia la partede mediador y conciliador entre los filósofos doAtenas, para ^conducirlos á convenir sobre cier-tos puntoa de doctrina común; pero salió conlas manos en la cabeza; ni en verdad correríahoy diversa suerte quien pretendióse realizar lamisma empresa con los varios secuaces de lamoderna impiedad, maravillosamente divididosentre sí. Pero el mundo, entre tanto, seguiríasu curso y las generaciones que una á otra sesuceden, empujadas por el tiempo, jdc dóndosacarían la luz; que declarase su pasado y res-pondiese al deseo, á la necesidad imperiosa deconocer lo que se refiere á sus destinos en eltiempo y, los más formidables aún, en la eter-nidad? Los mismos jefes de estas cohortes quesuben á dar á Dios asalto, para desterrarlo deltemplo de nuestro espíritu, que ss ha consagra-do, tienen que confesar la ineficacia de susobras. Y ea que no basta negarlo todo, paradestruirlo todo. El espíritu humano no vive dela nada y para la nada: conviene, pues, sustituiral edificio revelado, que anhelan socavar, otro,racional, puramente Para este fin, es indispen-sable aquella unidad de pensamiento y acción,aquella fuerza irresistible de autoridad y des.mcion que hace eficacísimo el Código de la Fé:Al contrario, [no estuvo siempre discorde elpensamiento de los mentidos filósofos? ¿No soofendieron siempre unos á otros con violenta ri-validad, sin que se halle un solo punto, aun elmás elemental, de doctrina p sitiva sobre elcual so concierten? Y esta disensión, jno esquizá desmedidamente más áspera y escandalosa«hora, cuando n>ásávidos se muestran de la uni-dad y fautores de la nacionalidad? "N"o$tra suf-fodiunt,» escribía Tertuliano, y en esto todosestán de acuerdo "«£ sua acdificent;n pero suconstrucción, por ser más titánica, es más con-fusa y menos sólida que la torre de Babel.

Y sin embargo, uno de ellos (1) afirma queloa preceptos de la filosofía no pueden bastar alconsuelo ni á la satisfacción del común d<& loshombres, mas sólo á un corto número de per-sonas escogidas: es decir, á los que buseaa con-suelo y satisfacción en el orgullo, en la fama, enlos placeres. Y otro, no menos célebre que elprimero, añade (2) que, sin religión, la filosofía,limitada á lo que con dificultad puede sacar dela razón natural perfeccionada, se dirige á tanescaso número de personas, que corre riesgo dequedar privada de eficacia sobre la vida y lascostumbres—lo que equivale á decir que de nadaservirá. ¡Áh! harto más sabio y honrado conse-jero que todos estos era el santo obispo de Hip-pona (3), cuando decia: Es necesario que nosabracemos á la Fe, antes que se terminen lascuestiones: do otro modo se corre el riesgo deacabar sin Fé la vida: Fides amplecknda edpriusquam finianhirquaesHones nefiniaíurvil asinsFide. Y no sólo sin Fó, sino en la desolación ul-trajante de un penoso escepticismo, que en vanose invoca para aquietar los remordimientos yjustificarla impiedad y la incredulidad. Es, enefecto, una mala costumbre poner, como á lapar, de un lado, la verdad con todo el arsenal desus invencibles razones, y de otro, los errores,con todo el cúmulo indigesto de los sofismas. Yporque estos veinen siempre reproducidos hastala saciedad (sino alia nauseaj, si bien mil vece»triturados, se va diciendo que toda cuestióndebe quedar sin solución, ó resolverse como me--jor pj^zca, y poderse elegir entre ambo» camposaquel que más agrade: ya que la perpetua luchajamás tuvo ni tendrá definitivo resultado.— ¡Lo-curas más miserables! ¡ Expediente el más abyectoafrenta, la más execrable á la Providencia deDios! ¡Como si Él, que nos ama infinitamente, ynos ha hecho para sí, quisiera abandonarnos alerror invencible sobre lo que comprende todo elser nuestro en el tiempo y en la eternidad!; Como si pudiera aprobar ó sufrir indiferentela ofensa y el quebrantamiento de todo su códi-go, abriendo el cielo á sus enemigos, para queallá arriba se confunda con el regocijo de lo»hosanna, el estrépito horrendo de los condena-dos! Por último, como si la apología del dogma

(1) Jules Simón.(3) ViotolConshi.(3) Saa Agustín, BpUl. V&eonWa paganos.

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católico no fuese perfecta; ni Dios, que hablóarmonizando la razón y la Fe, no hubiese sabi-do ni querido custodiar sus oráculos de maneraque el hombre vea con clara luz qué es á loque debe atender sin temor de errar! jPor qué,pues, ¡oh carísimos! aguardar el éxito de in-vestigaciones mil veces emprendidas y mil ve-ces frustradas, cuando tenéis á la mano esta Fé,que no sólo fue el patrimonio de nuestros pa-dres, sino la inspiradora de cuantas obras dieronconsuelo y decoro á la humanidad? Cumplirnuestro mortal viaje, sin saber con certezaquién nos ha puesto aquí, para qué fin estamos,á dóndo nos encaminamos, ¿no sería ya esta solala mayor de las desdichas? Aventurarnos,segúnla expresión de San Agustin, á acabar la vida•«ti Fó, y presentarnos al tribunal de Dios comoculpables de haber cerrado los oidos -á su voz ydespreciado sus preceptos, acogidos por millo-nps de hombres, y entre ellos por cuantos fue-ron insignes por saber y santidad, exponiéndo-nos así á los justos y terribles castigos de sujusticia, ¡,no sería esto el colmo de la impruden-cia y la locura?—¡ Ah, cariamos! dejad que estosorgullosos que, aprendiendo siempre, nuncallegan á la conciencia de la verdad (1), consu-man sus fuerzas en la loca guerra que movieroncontra Dios; vosotros, responded ásus insensa-tos esfuerzos, manteniéndonos más ardiente yestrechamente unidos á la Fó católica, defended-la celosos, y siguiendo el ejemplo de vuestrospadres, haced que resplandezca en la vida san-tamente cristiana y refleje sus rayos en las be-llas obras de la mente y de la mano.

VI

Un último lugar hay, donde Dios busca asilo, ydel cual la impiedad moderna intenta expulsar-lo: la conciencia. La antigua sabiduría estimó conunánime consentimiento que no cabia estable-cer derecha regla para las acciones humanas, nidarles vigoroso impulso, fuera de la presenciado la divinidad; y así promulgó las legislacionescomo oráculos venidos del cielo, y anheló porgrabar en los juicios, los tratado», las empresas,el sello de la Religión. Pero ahora se ha muda-do de gustos; se huye de encontrar á Dios, seestimula á alejarse del santuario de la concien-

(1) 2.a Timoth. o. 3, v. 7.

cía y dejarla so'a, sin otro testimonio que ellamisma, sin otro juez que una autoridad imper-sonal abstracta, que so llama el Deber.— Es elmás funesto de los errores, que jamás salió delinfierno, error, del cual si bien es facilísimo dos-cubrir el absurdo, es sumamente arduo arrancarde su posesión á su secuaces, puesto que res-ponde y solicita á dos pasiones: el orgullo, querechaza todo vínculo de dependencia, y la pa-sión, que odia instintivamente cuanto la contieneola corrige.—Por lo demás, para decir las blas-femias que hoy gozan de favor valía más decirque no hay moral en el mundo á que sea mo-nester conformarse, ni freno que ligue entra síá los hombres; en vez do dejarles un simulacrode moral que sirvióse de juguete y de apoyo átodos los instintos porversos.

Hablar de virtud, de relaciones ordenadas,de deber, cuando se quitan los cimientos á esteedificio, es unir al sacrilegio la hipocresía. Larazón intrínseca del orden no es un conjunto doteorías abstractas, ni una letra muerta, aban-donada á la tiranía del capricho humano. Es unprincipio real y viviente, y aun el fundamento ycausa de toda realidad y toda vida, en cuyaprovidencia omnipotente descansa la suerte fu-tura de todos los individuos y de todos los pue-blos, y de cuyo juicio inevitable no podrá sus-traerse delito alguno, hasta de pensamiento.Este principio es Dios, fuente de toda autoridady soberanía en la sociedad religiosa y en la ci-vil, como expresó el doctor de las Gentes: Om-nis potestas a Deo est.—Quitad, en efecto, áDios, que, sentado en su trono en la conciencia,afirma la regla de las costumbres, la hace esta-ble como Él, respetada con la sanción de lospremios eternos y de los eternos castigos; y ve-réis que el anhelo del hombre libre y mal in-clinado, será, no el de sujetarse y sujetar sus actosá la norma de la moral, sino el de formarse unamoral á su imagen y semejanza, ó para decir lascosas como son, á semejanza ó imagen de laspasiones que mejor le tiranizan.

La moral, hecha independiente de Dios y dosu santa ley, será para el hombre de instintosviolentos y súbitos arrebatos, la fuerza qneobliga á toda cosa á prosternarse ante él; par.tel hombre de destempladas concupiscencias,el arte de hacerse rico á toda costa; para el la-;civo, será el placer, para el aficionadoálosgocei,lo útil. ¡Ay de mí! ¡Buenos frutos podrán ma

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durar de semejante moral! De esta, moral sal-drán hombres políticos, que inmolan tranquila-mente al Dios-Estado grandes hecatombes desus hermanos, que meditan ambiciosas guerras,las arreglan con procedimientos astutos, pro-vocando al vecino y obligando al mundo á pa-vorosas tempestades de armas y de ejércitos, quedestrozan el derecho. De esta moral, saldránlas inmundas arpías que arrebatan la comidaal pobre, dilapidan el patrimonio público, con-sumiendo con las usuras y las ilícitas gananciasá los particulares. De esta moral, saldrán loshombres corrompidos, que no tienen delante delos ojos otro paraíso que el de la carne, que es-criben las doctrinas de la libre espansion y loscasamientos temporales; que arrojan de la tier-ra la santa imagen del pudor, disuelven los vín-culos de la familia y convierten las costumbresen bestial salvajismo. Los hijos legítimos de estamoral serán aquellos hombres que, creciendocada día en medio de nosotros, amenazan coninmolar algunos millones de personas honradasá las empresas que ansian; que meditan los ineendios, los estupros, las rapiñas, como instru-mentos para regenerar al mundo y rehacerlo denuevo. Ved, oh carísimo», en qué ha venido áparar esta moral, que se pasa sin Dios y sin suReligión. Era reina, reconocida por tal, y secambia en esclava; era maestra y se hace me-retriz, que se acomoda á los caprichos del Se-ñor; era una fuente de vida y se muda en tósigo,que lleva la destrucción á la sociedad y á la fa-milia. Se aterra el pensamiento, deteniéndoseun poco todavía sobre las más inmediatas con-secuencias de este fatal sistema, si sistema pue-de llamarse, y no una loca negación. Suprimidoel fundamento sobre que venian á colocarse to-dos los hombres, no puede ya existir entre ellosninguna relación estable y segura; ni fe que noconmueva la amarga sospecha, j,Quién puedesalir garante de que lo que es justo y obligatoriopara uno lo sea igualmente para el otro! Si,como decia uno de loa más imprudentes escri-tores de esa escuela nefanda (1), hubo una moralpara cada siglo, para Cada raza, para cada cielo,¿por qué no podria haber una para cada hombre,para cada contingencia, para cada interés, paracada dia? Pero, entonces, la mano del amigo

(1) Edm. Taite, Remieact, 1862.'

de» <)f«x Mondes, 15

que hoy estrecháis afectuosa, podrá amenazarosmañana armada del puñal fratricida; la fideli-dad que se juran los esposos podrá desmentirseá la primera tentación, y faltarse á la promesa;cuando traiga cuenta no cumplirla. No máa es-tabilidad en los conciertos entre pueblos ypueblos, los cuales se verán forzados á estar alacecho, aun entre las fiestas de las alianzas ylas alegrías de los regios festines. Y, acaso,los hechos de cada dia ¿no vienen á dar la razoEá este estado de inquieta sospecha, que se im-pone por fuorza á todas las relaciones y turbalos goces más queridos y más inocentes de 1»vida!

¿Hay ya un vínculo privado ó público que serespete, ó un derecho que cualquier malvado nocree lícito hollar? ¡Ah! Cuan oscuras y lastimo-sas son las estadísticas, que nos advierten conel lenguaje de los números cómo crecen los de-litos que hacen casi avergonzarse de ser hombre!Sé que el delito sobre esta tierra tuvo siempreuna funesta vitalidad; pero, ahora, de esta vita-lidad hay exuberancia: porque se ha roto tod*clase de freno; ahora hay la impudencia delmal, porque falta la regla inmutable á que antesse miraba para estimar su deformidad. Y de taltenor, carísimos, já dónde caminamos? Haciaun estado salvaje y una espantosa tiranía. Si,1.lasociedad no se halla destinada á perecer por suaexcosos, será necesario algún dia que á los hom-bres libres del temor de Dios, desligados do lasumisión á sus mandamientos, se les pongaquiapí les gobierne según sus méritos y enrazón de su decadencia moral. Y la historia,maestra de la vida, nos enseña que ¿los pueblospervertidos y sin moral, les estuvo siempre re-servado el castigo de un señor áspero y sin cor»zon. Aquellos que no quisieron la libre, ingenuay razonable sumisión á Dios, sabiduría infinita éinfinita justicia, tuvieron que sujetarse á la ar-bitrariedad, á los caprichos de hombres, queparecian no tener de humano máa que la exte-rior apariencia. Y estos invitan á los otros, ennombre de la independencia y de la libertad!¡Impíos y crueles! Ah, carísimos, no os dejéisganar, con inmenso daño vuestro y de todos, poresas perniciosas y absurdas extravagancias; noalejéis de la conciencia vuestro Dios y su santaley! De la moral revelada por Jesu-Cristo, en-señada por la Iglesia católica, nació la civiliza-ción verdadera; por ella fue respetado el dere-

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cho de gentes y el privado; por ella se educaronaquellas almas puras, santas, llenas de afecto,de lealtad, de actividad benéfica, que son justoorgullo de nuestra naturaleza; sin ella, no haymás que el desorden que vemos y los tétricospresntimientos de un porvenir, todavía más si-niestro y pavoroso.

VII

Mas, {cómo lograr este supremo fin de conser-var aquella fó, que con tantos artificios se in-tenta extirpar de vuestro seno?—Poned atencióná la conducta que guardan losenom'goa de Diosy de la religión; y ellos, ciertamente ain querer-lo, os enseñarán el medio más expedito y á lamano para huir de sus perfidias. —-Hay, carísi-mos, una Institución en la tierra, que llevade duración XIX siglo9: la Santa Iglesia Católi-ca . Si bien existen á su lado sociedades religio-sas cismáticas y protestantes, que se jactan decustodiar también el orden sobrenatural, toda-vía la incredulidad moderna parece que, por res-petoáellas, ha hecho suyas las palabras del poe-ta sagrado:

Non ragioniam di lor, maguarda epassa.El honor de las contradicciones, de las perse-

cuciones, está reservado á la Iglesia CatólicaApostólica Romana; el infierno y cuantos á suservicio se encuentran, saben desde antiguo laconducta que ella sigue; y aunque no sea paraellos un camino triunfal, no cesan, sin embargo,de oponérsele, dejando á un lado todo otropensamiento, para renovar con artificios y nue-vos ardides su constante guerra. Ahora bien,¿por qué esta diferencia en la manera de juzgarálas sociedades religiosas que llevan escrito en suestandarte »Fó y Revelación, n palabras acerbas,odiosas para quien tiene un único anhelo, abatirla Cruz; un solo designio, sembrar en medio delmundo el olvido hacia-Dios?—Ah! carísimos,la impiedad,—dice un ilustre filósofo moder-no (1)—tiene un tacto, un instinto infalible,para conocer cuál es el punto de donde parte elpeligro y contra el cual, es preciso redoblar losesfueríos. Si no hubiese otros enemigos más queel protestantismo y el cisma, tendrían en lamano la victoria: tan débil es el contrario;perose sabe á ciencia cierta cuan fatal es Roma, y

(1) Da Matare, de V EgHse Qallicane.

por esto la Iglesia Romana viene á ser únicoobjeto de todos sus furores y blanco de sus dar-dos envenenados.—Y la impiedad razona conacierto en este punto.

La Iglesia Romana, que posee la integridadde la doctrina revelada, la conservó siempreinalterable: es el manantial de donde fluye lavida y donde van á recobrarla los que la hanperdido. ¡ Cosa admirable! Con una existenciaque ninguna institución jamás tuvo; sometidaá toda clase de guerras, desde la sangrienta per-secución, hasta el sarcasmo y la burla, salióilesa de esas varias pruebas, sin que sacase subandera un solo- girón, ni del depósito que se leconfiara perdiese lo más^mínimo. A las prepotencías cesárea y vulgar, respondió, pagando con lasangre y la libertad de sus sacerdotes y sus hi-jos el derecho de mantener su fé; á las heregíasvencidas y siempre renacientes, opuso la pala-bra de Dios, el consejo de los Obispos, la evi-dencia de la razón: á la ciencia, orgullosa consus descubrimientos, probó que todo paso dadohacia adelante en los variados caminos de la in-vestigación, nos aproxima á Ella, y que segúnel famoso dicho de Bacon, quien tiene solamenteuna tintura de ciencia, trata á menudo de hos-tilizar á la religión, siendo arrastrado con faci-lidad al ateismo; mientras que quien en lasciencias profundiza, acaba por reconocer la rec-titud de las doctrinas reveladas y la solidez delas enseñanzas cristianas. Si á las armas, ex-traordinariamente formidables, del ridículo, nopudo oponer más que la paciencia, el tiempo lehizo la justicia que el mundo le habia negado,aturdido por los chistes de los bufones. Los es-carnios y las sátiras pasaron con sus autores; peroquedó el veneno propinado, produciendo mortí-feros frutos; y así vemos, al terminar el pasadosiglo, á los pueblos desilusionados olvidar á loscharlatanes, volviendo á los pies de la Iglesiacatólica, á tomar el antídoto para ayudarles ásalvar su vida, amortiguada por insensatas ne-gaciones. El antiguo uso de esta buena Madre,es dar á mamar en sus pechos la leche animado-ra, hasta á aquello'; hijos rebeldes y parricidasque pusieron á sus dias asechanzas. Cuando todose ha perdido por su culpa, les va al encuen-tro, ofreciéndoles de su custodiado tesoro (1)cuanto necesitan: entra en las escuelas, para ar-

(1) Matth., cap. 13, v. 52.

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rojar de ellas á los corruptores de la juventudé iniciar á ésta en la ciencia restauradora delCatecismo cristiano; sube á las cátedras, parailuminar á I09 pueblos y de nuevo conducirlosal culto activo de Ia3 virtudes olvidadas; tomala pluma y escribe aquellas admirables apolo-gías, que casi nos consuelan de los errores: ¡tangrande es la luz que difunden en torno de lasverdades de la Fé!

Esto hace la Iglesia, carísimos, y por esto espor lo que las naciones pueden salvarse, tenien-do ese divino faro ante los ojos, hacia el cualenderezan la proa cuando la tormenta amenazasumergirlas. ¡Ah! esta Iglesia, quolos insensa-tos desconocen, es el germen bendito que nosdejó Dios, á fin de que sobre la raza prevarica-dora jamás venga el desastre que consumió álas ciudades infames. ¿Qué maravilla, por tanto,que en nuestros días, mientras se niega el ordensobrenatural y se pretende concluir con Dios,con su divino Hijo Jesucristo, con su Evange-lio, por medio de razonamientos sofísticos, sogolpee furiosamente al mismo tiempo sobre lapiedra angular donde se levanta el majestuosoedificio de la Iglesia? La maravilla, y grandísi-ma, sería que sucediese lo contrario; y que enaquella, en que se procura extinguir la vida cris-tiana, no se tomasen el trabajo de cortar la venadonde fluye perennemente para los hombresesa misma vida. Y esta lógica inexorable esla que suscita la guerra que se mueve a la Igle-sia, no podemos menos de decirlo, en casi todaslas partes del mundo: guerra atroz, en la cualse emplean todas las arma» ya de antiguo expe-rimentadas contra Ella: las multas, los destier-ros, las prisiones, las calumnias aplicadas á su-blevar los pueblos contra aquella que es suamorosa Madre; la arrogancia del poder laico,que pretende llevar la precedencia en el santua-rio y tender una mano audaz sobre aquellascosas que son de pertenencia de la Iglesia, so-ciedad perfecta independiente y que el Hijo deDios, hecho hombre, confió á su Vicario y á losPastores que el Espíritu Santo puso para gober-narla. Guerra que estremece, carísimos, qrfecrece más y más cada dia, como las olas delmar en la borrasca; pero que debe contristar-nos, no desanimarnos y aterrarnos. Cuando laIglesia Católica no tuviese en su;favor las divi-nas promesas contra las puertas infernales;cuando no se quisiese tener cuenta de un pasa-

do tan largo, tan probado y glorioso como elsuyo, los hechos que acaecen á nuestros ojosbastarían para hacernos palpar, como con lamano, que en ella hay una fuerza divina; que enla navecilla misteriosa alienta un soplo celeste,el "cual la conducirá sin remisión al puerto deltriunfo. A los golpes de la tiranía, el organismode este cuerpo admirable, cuya cabeza, es Cristopareció crecer en consistencia y entereza: losObispos, esparcidos por el ancho mundo, seunieron más íntimamente que nunca al ladodel inmortal Pontífice Pió IX, y la augustapersona del Padre de todos los fieles jamás apa-reció tan veneranda, ni tan sabia é inspirada supalabra, como después que se dejó ver per-seguido por el mundo, y llevando en la frente,amorosamente majestuosa, el surco de desven-turas grandes y generosamente toleradas. Huboprofetas de escándalos, á decir verdad; pero esosprofetas nos relataron mentiras y vanidades.

La definición del Concilio Vaticano afirmaba"una doctrina, que fue siempre patrimonio de losSantos Padres y de las Escuelas más insignes. Lainfalibilidad, queremos decir, del Romano Pon-tífice en cuanto al dogma y á lamoralno suscitóformidables falanges; unos cuantos desventura-dos, en cuyos pechos el orgullo habia maduradomuy de atrás los gérmenes de la apostasía, con-tristaron al mundo con ridículo cisma y ob-tuvieron la compasión que se debe á quien sedeja caer; pero no hirieron á la Iglesia ni lapusieron en peligro alguno. Débiles en númerodesdedí nacimiento, sus turbas van aclarándosecada dia más; y ni las protecciones interesadasde los poderosos, ni el oro, ni los pactos fructí-feros que hicieron con todas las concupiscen-cias, con todas las pasiones, sirvieron para gal-vanizar ese cuerpo muerto, quo se llamó el viejocatolicismo. La Iglesia, por el .contrario, purifit-cada de los que estaban en ella, pero que no par-ticipaban de su espíritu, atiende con juvenil vi-gor á combatir, á mantener fielmente su depósi-to; esperando el tiempo, apresurado por los er-rores de sus enemigos, en el cual, estos, impo -tentes para sostener una sociedad que se derrum-ba poí todas partes, se verán obligados á reunirseá ella, para adquirir la palabra, que, pronuncia-da sobre el,caos, produzca el orden y la armonía.Así, la Providencia, sin gran provecho nues-tro, no permite esta furia de loa enemigos contrala esposa de Jesu-Cristo: porque ese mismo fu-

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50* REVISTA EüftOPEA.—20 DE OCTUBRE DE 1878. 2*3

ror de los adversarios sirve para advertirnos ha-cia qué punto se hayan do dirigir los ímpetus ylas fuerzas do nuestro afecto filial. i

TIII , ¡

Yaquíyoh carísimos, cuántas co3as tendríamosque decir, si ya no nos hubiésemos extendidodemasiado, acerca de nuestras relaciones con laIglesia de Dios! Mas si no se puede decir todo,no sabriamo3 perdonarnos, empero, si arreba-tados por la belleza, la importancia del asunto,dejásemos de suministrar alguna advertenciasaludable. —Ante todo, quisiéramosen vosotros,carísimos, aquel valor cristiano, aquella santaaltivez, queconduceála abicrtaynobleconfesiónde la fé católica. Causa pena ver que, mien-tras nuestros enemigos no se avergüenzan dedar públicamente su nombre á sectas reprobadasy se acomodan á seguir sus preceptos no justi-ficados ni justificables, los hijos de la Iglesia seretraen por su parte de alistarse abiertamente ensus filas y militar bajo sus banderas. Católicospusilánimes lamentan quizá en secreto las per-secuciones, los progresos de la incredulidad;mas, en público, son tímidos amigos de la ver-dad, y aun se esfuerzan por aparecer conniven-tes, no negando tal vez una sonrisa á vulgareschistes, poniendo buena cara á gacetas corrup-toras y ocultando buenos propósitos insensatos.—Ni tampoco faltan, entre vosotros, oh carísimos,diarios llenos de espíritu anti-religioso, en loscuales á menudo se combate directamente ál a Igle-sia católica en sus dogmas, en su moral, en sudivina institución y constitución, en sus Sacra-mentos, en su sacerdocio y en sus rif.os; la im-piedad se esparce en ellos tanto y con tan re-pugnantes modos, que el ánimo de quien no ha-ya perdido la fó se contrista y horroriza alta-mente. Y, sin embargo, esas publicaciones pe-riódicas andan en manos de todos y no quieraDios que aun muchísimos de aquellos que son yquieren seguir siendo católicos y ejercitan to-davía las prácticas religiosas, no los lean hoy ylea den libre acceso en sus casas, donde los inex-pertos jóvenes y las jóvenes inocentes, hallan pre-parado con tanta abundancia el veneno más mor-tífero, que con poco trabajo debe Corromperleslamentey pervertir sus corazones. ¿Qué habrédedecir, carísimos1? No sonesk» los defensoresquenuestro tiempo necesita. Una bondad negativa,flaca, doméstica, amante fuera, de conciliacio-

nes imposibles, no es ya propia de nuestrosdias: cuando loa adversarios atacan la plaza,para arrebatarnos todoy, si se sienten reforzadoscon nuestra debilidad, están dispuestos á piso-tear, no sólo nuestros derechos de católicos,sinoaun los principios de independ:ncia y libertad,por ellos con tanto estrépito profesados.

Ni se trata por esto de jactancias ni de pro-vocaciones, como comprendéis bien vosotrosmismos, carísimos; mas de aquella tranquilay culta manifestación del sentimiento cristiano,que es un derecho sagrado enfrente de los de-más y un deber frente á Jesucristo, el cual con-fesará delante de su Padre celestial á quienprimero lo haya confesado á El ante los hom-bres.—Y á esta confesión es menester queacompañéis la práctica observancia de los pre-ceptos de Dios y de la Iglesia.—Hay un grannúmero de hombres que, temiendo la befa delos malvados, se mantienen alejados de los Sa-cramentos; entran raras veces en el templo, ycomo á escondidas, manifiestan creer que lapredicación de la palabra de Dios no respondeya á los adelantos de la civilización, ni á las ne-cesidades de los hombres modernos; hacen es-carnio de los ayunos y abstinencias, que tantosirven para humillar el sentido, para ponernosen la mano el freno que lo corrige y para guar-dar aquel espíritu de abnegación, que es comola médula y la sustanci a de nuestra santa reli-gión. Y los que claudican por ambos lados, sies que no están ya caidos, ¿serán aquellos conlos cuales se honre la Iglesia y de los quienpueda auxiliarse en sus luchas? Arbolea es-tériles de buenas obras, tienen, por ol contra-rio, que temer—¡lo que Dios no permita—versearrancados de un suelo, del cual no supieron sa-car el jugo para dar buenos y sabrosos frutos.—Además de la profesión de la fe y de las obrassantas que la expresan, todavía deben prestarotros actos los católicos en los combates actua-les.—El clero, carísimos, jamás faltó á su de-ber, ni faltará en lo porvenir; de su boca saldrála sana doctrina, y sus obras, con ayuda deDios, difundirán siempre el buen olor de Cristo;pero, ni con mucho, el clero no lo puede todo,ni todo cuanto quisiera. A los católicosseglares,salidos de su escuela, toca venir en su ayuda ytrabajar, inspirado por el, para la mayor gloriade Dios y en |la nobilísima defensa do laIglesia,

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N.8 243 R. BONGHI.—LEOS Xlll Y hk ITA.UA.. 503

¡Cuántas enseñanzas que, por lastimosas preo-cupaciones, so hacen sospechosas en sus labios,hacen, por el contrario, profunda impresiónnacidas en kw del seglar! ¡Cuántas puortas, quepermanecen cerradas ante el ministro de Dios,se abren de par en par, al contrario, ante elhombre de mundo, que podría, si quisiese, llevarconsigo el tesoro inestimable de la fó! ¡Cuántosmodos de acercarse á sus hermanos, de desenga-ñarlos, de hablarles dignamente de Jesucristoy de- su Iglesia tenéis vosotros, por relacionescuotidianas indispensables, que al sacerdote, óno se ofrecen, ó se ofrecen raras veces! ¡Quéapostolado, carísimos, podría ser el nuestro enmedio del mundo y cuan fecundo! ¿Y acaso notenemos algún derecho para pediros esta eficazcooperación? ¿Gozamos nosotros sólo de los bie-nes espirituales, de que es depositaría la Iglesia,y vosotros no, tanto como nosotros1* Y- si laIglesia, junto con la fé revelada, conserva losprincipios sobre que descansan los Estados, lafamilia, la propiedad, ¿no es justo que, a9Í comoparticipáis vosotros del fruto de su magisterio,os dispongáis valerosamente á defenderla de losgolpes, á justificarla de laa calumnias, aunquesupongamos que deba esto proporcionaros algúndaño ó costaros algún sacrificio? Si Dios pro-metió á su Iglesia la victoria final, no os pro-metió á vosotros, ni a vuestra familia, ni á lapatria, conservaros á toda costa la fé y los sin-gulares boneficios que de ella provienen: esteserá quizá el premio de vuestros esfuerzos y estárecompensa de los sacrificios que concurran alala santísima empresa.

Cuando imprudentes amigos aconsejaban alfortísimo Judas Macabeo á huir de la lucha,respondía él palabras que deberian estar escul-pidas en la mente de todos los fieles: No; nosotros no causaremos d nuestra gloria tan vitupera-ble atentado. No; no consistirá en nosotros que eldon inestimable de la fé haya de abandonarnos,ni perder siquiera de su antiguo brillo (1). Santaspalabras, que deberian salir de vuestros labios,y ,1o que es más, verse confirmadas espléndida-mente en los hechos.

Pero cuando hablamos de trabajo, de celo, noentendemos ya que debáis poner toda vuestraconfianza en vuestras fuerzas naturales.—¡Ahilanaturaleza, no precedida, no sostenida por la gra-

(1) I, Macch j o. 9, v. 10,

cia, seria absolutamente inferior ala ardua tarea !V >sotros debéis imitar á nuestros Padres, quoeu los momsiitos angustiosos de la Iglesia, aoentregaban á la oración ardiente y perseveran-te. ¡La oración] ¡Quócomuelo en las angustias'y qué prenda, juntamente, de feliz éxito en lasempresas difíciles! La oración penetra en loaielos, llega hasta el trono de Dios, toca su co-»

razón, le hace dulce violencia para que se rindaá nuestros gemidos y dé satisfacción á nuestrossantos deseos. Por la oración, conservarjis ínte-gro el depósito déla fé; en la oración, hallareisfuerza para resistir á las seducciones, dis-creción para huir las asechanzas; por la oración,aprenderéis cómo se ordenan conjuntos en bellaarmonía el celo por la santa causa de Dios y lacaridad con los que yerran; y aún atraeréis áéstos que yerran y los conduciréis al pié de losaltares, como trofeos de nobles y pacíficas con-quistas.

No olvidéis que allá arriba, en el cielo, tene-mos una Madre amorosa y potentísima junto altrono del Altísimo, la VIRGEN INMACULADA.—Antigua es vuestra piedad por ella; pero, en losdias que corren, es necesario que reviva más fér-vida que nunca, á fin de que su intercesión consu divino Hijo sea pronta y más eficaz. Invo-cadla, carísimos, á fin de que corra en auxiliode la Iglesia perseguida; suplicadle que alivielos males y consuele con merecidas alegrías lasvenerandas canas del augusto Pontífice Pió IX,que le puso en la cabeza la más espléndida coroña; rogadle también por Nos, á fin de que ñosayilde á llevar dignamente el peso del Ministe -rio Pastoral, para gloria de Dios y salvaciónvuestra, amadísimos hijos, que sois nuestra co-rona, nuestro júbilo y á los cuales otorgamoscon toda la expansión del alma la Pastoral Ben-dición .

Roma, fuera de la Porta Plaminia, 12 Febre>ro de 1876.—G., Cardenal-OUspo.

fGontiivttará.J

(Dellibro de R. BongM, Léon{XllJy la Ttalia, trad. por H. Gtner).

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50G REVISTA EÜROPBA.^-20 DE OCTUBRE DE 1878. N.° 243

N OTAS DE V I A J E .

LA ISLA DE CAPRI.(Üinchtsion.)

Pasadas las isietas, que forman un grupo de ro-cas salientes, llegamos á la celebérrima Gruta azul,norte de los viajeros que recorren las comarcas na-politanas, ensalzada sobre toda ponderación porartistas y poetas. Está formada por una gran ca-yerna circular, cuya boca es tan estrecha que esnecesario que la mar esté en completa calma paraque el oleaje no impida con sus embates lá entra-da da la barquilla. Cuantos van en ésta deben ten-derse para no sobresalir de las bordas. Al penetraren ella recordó* las impresiones recibidas en labola de San Pedro. Me figuraba yo, siempre quela abordaba, un número inmenso de viajeros des-parramados por el mundo, que poco á poco se vanjuntando en menor espacio, como es el suelo de lanación italiana; luego en otro mucho menor, comoes el de la ciudad de Koma, hasta que pasan porlas relativas estrecheces de la esealera de la Cúpu-la, y uno por uno tienen que entrar en la aberturade la, bola, ocupando el mismo espacio, y rozandosus espaldas con el mismo muro. Emperadores,reyes, magnates, opulentos señores, ilustres per-sonajes, todos tienen que sufrir en aquel sitio laley del embudo, después de haber vagado á susanchas por la terrestre superficie; á semejanza delas bolas de un inmenso bombo que salen porigual agujero; como las innumerables gotas deliquido contenidas en colosal bota que fluyenpor una sola canilla; igual que los carneros de Pa-uurgo, que pasaban bajo el mismo compás.

Es inefable, dentro ya dé la gruta, el efecto dela azulada y clara luz crepusoular, que traspasalas aguas, trasparentándolas y nacarándolas cuan-do se remueven. El cuerpo humano que en ellasse sumerje parece plateado, haciendo saltar alzambullirse una radiosa cascada de gotas diaman-tinas. Cada movimiento de la barca, cada golpede remo, cada maniobra de nadador ó evoluciónde cualquier objeto, es causa de varios cambian-tes que en la extraña concavidad embelesan lavista.

La fantasía combina en el arsenal de lo mara-villoso cuantos elementos necesita para llenarcon una acción extra-natural y plácida aquellaescena abandonada de los seres fantásticos quehuyeron al acercarse los mortales.

La memoria evoca pléyades de nereidas con queel idealismo pagano personificó la hermosura de

los mares encantados, como si la gruta fuera elámbito en que las ninfas desataban la encendidapedrería que rutilaba en sus abundantes ca-bellos.

Se oye en aquel paraje el eco armonioso de loscantos de las sirenas, apagados por el himno fér-vido de los mártires y el sombrío lamento de losascetas.

Naturaleza levanta el pudibundo velo que en-cubre sus gracias, recreando los ojos de los predi-lectos.

Se fueron los dioses; pero aun quedan loa sitiosque la riente Musa da la antigüedad se imagina-ba como testigos de voluptuosas dichas gozadaspor amantes inmortales.

Más allá de la gruta azul, doblando la punta delaAneara, seguirnos costeando sin incidanta algu-no, yo divagando eon la mente, el pintor llenandosu álbum de apuntes, y los pobres remeros entrega-dos con ardor á su penoso trabajo. Así pasamosla punta de Camerelle, y doblamos igualmente lade la Carena, llamada por los indígenas de laLinterna, á causa del faro que se alza en sucumbre.

En la parte occidental nada noa distrajo denuestras prolongadas meditaciones y trabajos,hechos al calor de un sol espléndido, si no es lavisita á Ia9 grutas encarnada y verde, ya bienentrada la tarde, las cuales son de monos impor-tancia que la azul.

Aunque no era la hora más á propósito para ob-servar el fenómeno de la coloración, debo decir queen ambas grutas se tiñe la bóveda con el color desu nombre, á causa del reflejo que las aguas hacende la luz solar sobre el fino musgo que tapiza lasrocas.

La gruta verde os de poco fondo, y tanto se tras-parentan sus aguas, que se ven las algas del sueloy á los peces nadar: la entrada es tan ancha queforma un golfo pequeño.

Después de dejar atrás la punta de Mulo, llega-mos á la Marina pequeña, cuya playa es en extre -mo accidentada. El paisaje que la rodea es agresteen exceso; al extremo Oeste se ven dos grandes pe-ñascos, llamados los Faraglioni, de caprichosa

i forma y muy pintorescos.Mi compañero, decidido á trasladar allienzo,

apenas brillara la luz del nuevo dia, algunas delas bellezas naturales que abundan en aquel sitio,efecto de las combinaciones que el terreno, la ve-getación, la playa, el mar y las rocas ofrecen, de-terminó pasar la noche en la Marina pequeña,acompañado de un remero que cuidara de la barca,mientras que yo me fui tierra adentro con el otro,atravesando fatigosamente enrevesados caminoshasta llegar á Capri, desde donde descendí al hotelque ocupábamos en la Marina grande. •

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N.° 243 V. MOJA Y BOLÍVAR.—NOrAS DE VIAJE. 597

Sentado por la noehe á bien provista mesa, enque sobraban los calamares y langostas que encantidad pasean los cipriotas en sus dominios,compadecí la sobriedad artística de mi eompabrio-ta, obligado, por amor á la pintura, A compartircon el marinero los relieves de la merienda quehabíamos despachado junaos á la entrada délagruta verde. Sic itur ad mira.

A. la mañana siguiente, el remero me vino ábuscar para deshacer el camino hecho la víspera,lo cual verificamos resignados, ya que no alegres.

El artista se estaba luciendo, teminando unaimpresión de los Faraglioni, eompussta de trozode costa y seceiou de mar.

Saltamos á la barca, después de recogidos lostrebejos pictóricos, previa una modesta refacciónque verificamos con las vituallas aportadas pornosotros.

A fuerza de remo llegamos pronto á los renom-brados peñascos que surgen derechos, sufriendoel incesante sacudimiento délas olas que se amon-tonan espumantes sobre ellos cuando reina vientofuerte.

La Tragara servia de puerto en tiempo de Ti-berio á la flobilla que esperaba sus órdenes enaquellas aguas. Pasada esta punta, se vé la rocadal Monacone, en la que hay una galería subter-ránea á cuyo ex tremo, según el decir de las gen-tes, se da en ancha cámara adornada con un anti-guo sepulcro romano que la sirve de centro. Comopara llegar hasta él se necesita un sistema de lo-comoción igual alque Nabucodonosor empleaba ensus malos tiempos, renunciamos unánimes á sa-tisfacer nuestra curiosidad.

Pasados la punta de Marzullo, la isleta á ellacercana, y el Inoro grande, en cuya cima está eltelégrafo semafórico, saltamos á tierra para visi-tar las ruinas de un templo romano consagrado áMithras, existente en una caverna. Volvimosdespués á la barca, que caminó veloz, dejandoatrás el Tuoro pequeño y el salto y cabo de Tibe •rio, digno de especial mención, al que dimosVuelta apresurando el fin de la excursión costera,un tanto prolongada.

Cerca de la Gran Marina hay otra gruta, cuyavista se dejó para otro día, semejante á una deco-ración teatral que representa cavernas infernales,siniestramente iluminadas por el azufre. Para vereste espectáculo hay que escojer la hora de lasdiez de la mañana, en que la luz del sol penetraoblicuamente por la angosta boca de la cueva.

lñ de Julio.—Las principales alturas de la islason el Monte Tiberio al Sudeste, y 'el Monte So-laro al Oeste, háeia la parte de las grutas encar-nada y verde. Mide el último 618.metros de ele-vación sobre el nivel del mar, llegándose á lacúspide después de una larga caminata en burra,

eseepto en las ocasiones en que hay que echar piéá tierra. Desde aquella se goza de una hermosavista comprensiva del Vesubio y da los golfos deÑapóles y Salerno.

Llégase al Monte Tibario, pasando al pié del doSau Miguel, que no tiene nada de particular. Enaquél llaman justamente la atención del viajerolas colosales y extensas ruinas de la Vitla Gtovt,construida con escesiva magnificencia. En ella secelebraron las delirantes orgías que indignaban áSuetonio.

El salto es un precipicio de rosas escarpadas,que cuenta 1.335 pies de elevación. Desde él eranarrojados al mar los miserables que el tirano con -denaba á tan horrible fin, después de bárbaros tor-mentos. Lugar tan horrendo es esplotado porcierta familia pobre que habita una casita cuyapuerta trasera da al pretil del precipicio. Despuésde brindar al viajero con bollos y licores, no siu ha-berle presentado antes el álbum de costumbre, sele ofrecen piedras de algunas libras de peso paraque las arroje al abismo. Tardan esta3 sobre unosveinte segundos en llegar al agua, rebotando enlas rocas, al final de su descenso, antes de sumer^girse. Parece que rasgan un aire densísimo, ó queson de materia ligera, según la aparente lentitudcon que bajan. No hay cabeza que no flaquee, ninervios que no se estremezcan ante el inmensocorte á pico de la altísima roca.

El álbum está lleno de dibujos en que se caricn-turizan las probables escenas que aquel sitio mal-dito presenciara. Tiberio en persona, arrojando &sus víctimas, es el asunto principal de las bromas.

En lo sumo del monte, coronando las grandesmasas de ruinas de la villa, se eleva modesta er-mita en cuyo tejado se bambolea una cruz de ma-dera,, azotada por los vientos. El ermitaño recibelas limosnas que las buenas almas depositan sobrela bandeja colocada en pobre mesa de pino. Desdeaquel punto vimos próximo y limpiamente elcabo de Massa,.espaciándose atónita nuestra mi-rada por los mares, en razón de ser las escarpadu-ras tan perpendiculares que parecia faltarnos latierra bajo los pies.

Inmediata ala Villa está la torre del Faro,reedificada después de la muerte de Tiberio, se-gún testimonio del historiador Tácito, por haber-la destruido un terremoto.

Después de verlo todo, tornamos á la fondacomo salimos de ella, montados en sendas borricasguiadas por huraños jóvenes.

17 de Julio.—No hay en la guijarreña playa dela Marina Grande sitio cómodo para tomar losbaños.

Los naturales del país no han pausado Sn ex-plotar el pudor de los*extranjeros, constrnyenidouna mala caseta de baños para el que quiera Usar-

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508 REVISTA KÜROPEA.—20 DE OCTUBRE DE 1878.

la. Digo mal, habia una media caseta, compuestade teeho y suelo, sin tableros- laterales. En ella sedesnudaba de buena fé, antas de entrar en el baño,una señora alemana, bastante guapa; y digo debueua<,fé, porque coinola caseta no tenia costados, loshombres veíamos á la dama: como el techo estabaresquebrajado, la veian los ángeles; y como lastablas del suelo no juntaban, era objeto de lasmiradas de los peces.

Por venir como pedrada en ojo de boticario, nocreo inoportuno apuntar aquí algunos datos sobrela manera de tomar los baños de mar en ciertospuntos de Italia.

El Lido de Venecia es un encanto.La casa de baños, edificada en extensa ala, tie-

ne un pabellón, central que separa las señoras delos caballeros.

La playa es de arena clara, abundante en suel-tas plantas marinas que se enredan al cuerpo.

En el muelle principal de Ñapóles, como enSanta Lucía, hay gran número de establecimien-tos balnearios, exuberantes de colorines, contiguos:i la, playa de finísima arena oscura.

La concurrencia á estos lugares es grande. Laexpedición suele hacerse en tram-vias que partendel centro de la ciudad.

De Eoma á Palo hay, además de los trenes ordi-narios que van á Civitta-Vecchia, un tren extra-ordinario llamado il treno dei bagni, según prego-nan los mozos de la estación á cada medio minuto'Se parte á las ocho y media de la mañana, em-pleando más de una hora en llegar. En Roma dannon el billete de ida y vuelta el número del cama-rin que ha de ocuparse.

Nada más hermoso, tranquilo y suave que aque-lla playa. Todo lo que el pueblo tiene de triste,árido y desabrido, lo tiene el mar de riente yplacentero.

Las personas acomodadas que necesitan bañarse,y por precisión han de residir en Roma durante lafuerza del calor, van á Palo; así es que al segundoó tercer viaje se conocen ya todos los bañistas.Después del remojo se almuerza en la fonda delestablecimiento, situado en un ancho corredorabierto al mar, entre las dos filas de camarines queforman la casa. A las doce y media ae vuelve áEoma, gozando las delicias del calor nattiral ensemejante hora.

Los bañoa de Liorna son desagradables por unlado y agradables por otro. La orilla está llena deyerbajos, pero las vistas recrean.

En Genova, sea porque Eolo acostumbra á des-atar la mayor parte de los dias un pellejo de vien-to sobre el golfo, sea porque las olas no quierenmorir en la orilla sin estrépito, sin lucha, sin ra-bia, lo cierto es que el baño suele estar un pocofuerte. El cuerpo se ve zarandeado por los encuen

tros del reflujo, cubriéndose de espuma unas vecesde arena otras.

En Capri se toman los baños como Dios le da áentender á cada individuo. Se desciende por incó-modos senderos á la Marina, y allí se nada sobroruinas cubiertas de negra vegetación. Los guijarrospunzan los pies. Los peces, algunos de ellos creci-ditos, se convierten, como el perro, en amigos delhombre; amigos que á veces muerden á los racio-nales.

Tampoco creo inoportuno terminar esta ligerareseña sin notar una particularidad digna de serpublicada: la délas relaciones de sexo á sexo den-tro del agua.

En el Lido, como hombres y mujeres están se-parados por la plataforma de la casa central, sólopueden comunicarse con el pensamiento y versecon los ojos del alma.

En Ñapóles, un guardia urbano, colocado en elpunto de convergencia de las aguas contrarias, vi-gila en los establecimientos al sexo fuerte paraque no invada el terreno del débil. Sin embargo,á muchos caballeros descamisados, so pretexto deser maridos por lo religieso ó por lo civil (que allíno se muestran documentos), se les tolera acercarseá señoras de poca ropa.

En Palo, el administrador de los baños hace laafunciones del guardia urbano, sin que ocurra nin-gún desmán.

Eu Liorna, los tenderetes para bañarse son co-mo recintos aboardillados, forrados de lona, cuyassalidas al agua dan á un espacio común á muchos;algo como un patio marítimo, de modo que sue-len encontrarse juntos Adán y Eva, con la mayorinocencia, por ser antes del pecado.

En Genova... Da Genova nada puedo decir,porque allí me he bañado solo; pero de Capri diréque nos lanzábamos al agua como una docena de per-souas regulares, entre señoras y caballeros; procurando aquellas hacerlo á distinta hora de la nues-tra para evitar el ser vistas, escepto la inocentealemana que se creia al abrigo de todo ojo indiscreto.

18 de Julio.—CAPRI.—Desde la fonda en queestamos se emplea un cuarto de hora largo en lle-gar allá. El núcleo del caserío está situado en loalto del anfiteatro de plantíos encajado entre dospeñones, que se vé desde el mar. Se llega á laPlaza, donde está la iglesia principal, con lo me-jor del pueblo, subiendo por callejones estrechosque separan los huertos. Sobresalen de las cercasy vallados frondosos árboles con flores y frutosque bordan el camino, recreando con su fraganciaal caminante. Al subir por aquellas cuestas, sin •tiendo á vece# el frote irrespetuoso de las ramas,aspirando sus emanaciones que incitan á amar lavida, se echa de menos la amorosa compañera que

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N.° 213 F. MOJA. Y BOLÍVAR.—NOTAS DE VIATK. 509

lo poético del lugar reclama para el viajero soli-tario.

Capri está compuesto de ealle3 muy estrechas,varias de ellas oscuras; otras con puentes que unendoa casas fronteras. Los edificios son pobres, lomismo los habitados por el vecindario, como losalquilados para fondas y viviendas de ricos ex-tranjeros. Alguna que otra quinta campea en susarrabales, y más de veinte estudios de pintorescontribuyen al buen aspecto, animación y prove-cho del país.

ANÍLCAPRI. Está situado en lo alto de la isla,cerca de la punta del Nordeste. Desde la plaza de(Japri comienza la ascensión, en carruaje ó en mon-tura, andándose el hermoso camino nuevo, cons-truido sobre las rocas. Un muro de poca alturasepara hacia la parte exterior el camino del abis-mo. El viandante pedestre no tanto; pero el ca-balgador se figura á cada momento que va á serlanzado al espacio, á pesar de lo anchuroso de lavía. A cada recodo corresponde nueva zozobra enel ánimo del extranjero, porque los naturales, chi-cos y grandes, no sólo no se consideran más seguroa en la carretera, sino que saltan como cabraspor los pretiles, corriendo por sus bordes y bus-cando los peligros del camino viejo, compuesto ensu mayor parte de carcomidos escalones. Arrancanestos de lo alto de la villa Cuele, alternando susseries con secciones de piso llano, según lo re-quiere la estructura del peñón. Hay una serie de533 escalones, y un punto en el samino viejo enque el abismo, siempre patente, es de 800 pies.Al final de aquél se ven las quinas del castillo lla-mado de Barbaroja, sobre una altura á la izquier-da. Tanto en uno como en otro camino, lo acci-dentado de las rocas proporciona al viajero laocasión de verse suspendido en el espacio, ó dever suspendidas sobre su cabeza gigantescas ma-sas.

Anacapri es un pueblo hermoso, compuesto dealegres alquerías, quintas magníficamente situa-das, y calles estrechas formadas por blanquísimascasas. Es superior á Capri, contando entre lasventajas la posesión de una catedral, y el despachodel legítimo Capri bianco, que los fabricantes deÑapóles falsifican, precioso licor del que no se véuna gota en la parte baja de la isla.

Un par de horas dedicamos á recorrer el pueblotornando después á montar sobre los pacientescuadrúpedos que en la plaza nos esperaban, cus-todiados por sus bonitas conductoras.

A la inversa de la subida, contemplamos du-rante largo rato, primero el golfo de galerno éislas de las Sirenas, después la punta de Massa yel golfo de Ñapóles, hasta llegar á la plaza deCapri, donde nos apsa mos.

Hasta pus de «¡es.—Por no hacer larga la enu -moracion de excursiones, así como por no dar exrácter de importancia á ciertos detallos de la vidadel touriste, que en absoluto carecen de ella parael público, omito las actas profanas de esto9 dias,trascurridos entre los ejercicios á que comunmen-te nos dedicamos aquí y la observación de tipos ycostumbres. Siendo éstas originales, y aquellosdignos de salir á luz, es preferible distraer laatención del benévolo lector con su pintura, que,si no es exacta, tampoco tiene resabios de exageración ni pretensiones de extravagancia.

En dos grandes grupos pueden dividirse loshabituales moradores de la isla: en extranjeros(foreslieri) é indígenas. Los extranjeros se subdi-viden, á su vez, en permanentes y transeúntes;llamándose permanentes los que fincan en el país,generalmente pintores que adquieren una posesiónpara construir en ellas un estudio. El trato conlas gentes ó las formas acabadas de alguna mode-lo, con dificultad llamada al buen camino (que entodo lo tocante á esta materia son las capriotaaselváticamente intransigentes) llegan á ganarselas voluntades de dichos artistas, los cuales hu-millan la cerviz ante el santo yugo matrimonial,trasformándose, por tal solemnidad, en vecino*de Capri, con ufana satisfacción de sus nuevosconciudadanos.

Cuando una muchacha isleña logra casarse pordelante de una iglesia positiva, ó conforme al ritoabreviado de cualquiera de las innumerables reli-giones individuales, pues de todo hay en el rocecon los picaros extranjeros, se dice en el país queápressoun signore, ó como si dijéramos, que hahecho una boda loca. Hacer una boda loca es viviren adelante con un hombre cuyo idioma no seen^nde, gozar de las comodidades de un hogarmenos pobre que el paterno, y gastar zapatos,cuyo uso, para aquellas buenas gentes, es casi in-necesario.

Los extranjeros transeúntes, como el nombrelo indica, son aquellos que después de más corta ómás larga permanencia en los hoteles de Capri óde Anacapri, abandonan la isla, conservando ósacudiendo el polvo del calzado, según y conformeles haya ido.

Los indígenas casi todos hacen la misma vida,que es servir al extranjero. Bxeeptúanse de estaley los marinos que de Mayo á Octubre permane-cen en las costas de África y Cárdena, dedicadosá la penosa posea del coral. Durante su ausencia,trabajan las esposas, para conllevar la soledadmatrimonial, entregándose á la ocupación propiaallí de las mujeres pobres, cual es la de servir deguías, llevando del ramal borricas montadas porlos forasteros, esos seres superiores á quienes no

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510 REVISTA EUROPEA.—50 DE OCTUBRE DE 1878. N.° 243

llegan á amar, pero que rodean de cuidados, satis-faciendo sus caprichos.

El forastero es un ente ideal. Casarse con él esrealizar el más imaginario de los sueños. Se leexplota sin avaricia, considerándole como dispen-sador de gracias. Se le sirve por hábito, por ley,íatftl del Destino, que hace caer sobre'la isla tales«eríores, originarios de no se sabe dónde, cuyoyugo ea suave, cuya carga es ligera. Se le recuerdasiempre, aunque no vuelva á aparecen tjbor aque-llos lugares, y si aparece se le llama por su nom-bre, traducido al caprese. Sele recuerdan sus actos,se le repite lo que acostumbraba á pagar por uncorte de pelo, por una caminata asnal, por unahora de paseo en barca, por hacer que le llevasenlas cartas al correo.

F. MOJA Y BOLÍVAR.

LOS TRES- PRIMEROS AfOS DEL I I .

Los niños en el dia no son relegados al olvidon i por los filósofos ni por nadie.

Pensar en ellos ea pensar en el pasado y en elporvenir.

Por esta razón preocupan todos los ánimos y seatraen todas las miradas.

Pero por costumbre se suele considerar al niñoya mayor, al que habla y empieza á leer, al que haentrado ya en la sociedad humana.

En un estudio de psicología experimental pu-blicado en París por Bernardo Pérez, con el títuloque sirve de epígrafe á estas líneas, se toman lasoosas desde más atrás.

Al principio de la obra parece querer el autorremontarse á los tiempos prehistóricos, puesto quepregunta cuáles han sido las sensaciones del niñoantea de nacer. Después se convierte en historia-dor de su lactancia? abre un diario de sus gritos,de sus gestos, de los menores movimientos de susojos; registra co:i cuidado las fechas de los acontecimientos dignos de consideración, el dia en que elniño se rió por primera vez, y el no menos memo-rable en que por vez primera sollozó. Luego nospone al corriente de sus juegos, nos introducehasta en sus sueñoi, y nos refiere con comentariosla gloriosa serie de su.3 invenciones y descubri-raientoa. Este relato familiar ea más interesanteque la historia de muchos conquistadores.

Se puede decir del niño lo que Platón decia delpoeta: es cosa alada y sutil,—difícil, por lo tanto,de comprender y fijar. Es necesario coger al vuelo

sensaciones fugitivas; perseguir en ojos asombra-dos, sobre una boca muda todavía,, las huellas ñsesas sensaciones que al momento se borran; desen-volver una idea que se desvanece en vagos indi-cios, y comprender un lenguaje interior que noestá al alcance de ninguna palabra.

Las observaciones del Sr. Pérez ofrecen, desdeluego, el mérito y el encanto de la variedad; noshacen ver y reúnen ante nuestros ojos á muchosniños de todas condiciones, de todos los tempera-mentos, de todos los caracteres; porque cada unotiene su manera de cambiar. Esta diversidad, quaes un atractivo, es también un obstáculo: jeómosometerla á leyes generales?

El Sr. Pérez no pretende haberlo abrazado todo;se ha limitado á abrazar todo lo posible, cuidando,sobre todo, de reunir los primeros elementos deun estudio que le ha parecido completamente nuevo, y que, en efecto, lo es. Se ha mostrado atentoy paciente como un naturalista, y sus descripcio-nes son de una claridad y de una precisión verda-deramente científicas. Pero se refieren á cosas lieñas de gracia y de frescura, á las que analizan sinquitar novedad, de suerte que despiertaná la vezlas más elevadas ideas y loa sentimientos más de-licados.

El nacimiento es una panosa prueba. La atmós-fera más templada es fria; la tela más suave esruda para el recien nacido; las más tiernas cari-cias le hacen daño; la primera ráfaga de airo libreque penetra en sus pulmones la ahoga. Sufre alvenir al mundo y comienza por gritar. Sus pupi-las no están acostumbradas á la luz, y nada vó,por el pronto, de cuanto le rodea; una sola necesidad le absorbe por completo, le estrecha contrael seno de su nodriza, del que no se desprendosino para dormir. Durante mucho tiempo, sumanera favorita de hacer conocimiento con loaobjetos es llevándoselos á la boca. Poco á poco susojos aprenden á ver, siguen la llama de una bujín, se fijan en una ventana, son atraidos porcualquier claridad; para ellos el mundo es lo quebrilla. Los ruidos fuertes le excitan, y prestaatención de buen grado á los sonidos melodioso».Sus manecitas torpes se ejercitan también, mc-vióudose sin cesar y queriendo cojerlo todo. jQuóserá cuando empiece á andar? Su horizonte esbien estrecho, ¡pero qué lleno está! ¡Cuánto tra-bajo antes de conocer siquiera lo que hay en ln,habitación! La casualidad le guía, no procede conmétodo, deja y vuelve á tomar mil veces el mismoestudio; su atención es como sus penas, como susplaceres, viva, pero pasajera.

No conservamos ningún recuerdo de nuestrosdos primeros nños de titubeos: y las ideas que te-nemos de las cosas inda familiares procaden, sin

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N. 243 MISCELÁNEA.

embargo, de ese período. Así lo hace notar, conjusticia, elSr. Pérez. Los niños pequeños retienensus impresiones del dia ó de la víspera; las imá-genes se estrechan en su cerebro, se reúnen en unorden nuevo, algunas veces en un orden espanto-so. Da aquí esos gritos, esos llantos, esos movi-mientos de terror que agitan su sueño, y ese horrorá la soledad; teman á los monstruos que ellos hancreado. Pero que se presenta á su vista un rostroamado, que oigan una voz conocida, y todos losfantasmas se desvanecen, volviendo á entrar susj >venes espíritus, un momento extraviados, en elsolio de la realidad, que es su salvaguardia.

El Sr. Pérez establece un paralelo entre los ni-íio.3 de corta edad y I03 perros y gatos de pocotiempo, en el que no siempre sacan ventaja losprimeros. Explica la simpatía tan marcada quehay entre unos y otros, por una profunda comuni-dad de naturaleza, en lo cual halla el trasformis-mo un punto de apoyo: el hombre, que sale delniño, puede muy bien descender de un animal.El Sr. Pérez va un poco ligero. El perro que jue-ga con un niño se muestra con frecuencia másprudente, más ingeniosoy de más inteligencia quesu compañero de la especie humana; razona, sien-te de la misma manera: un dia llegará, sin embarga, en quesea aventajado. Esperad algunos años;el perro no seguirá al niño al colegio. Desde estomomento, hay en el niño una facultad superiorque no dejará de reve'arse, que se revela en snsprimeras palabras.

Según ciertos filósofos, las ideas generales nacenal mismo tiempo que las palabras, y á ellas vansiempre unidas. El Sr. Pérez, por el contrario,sostiene que se forman lentamente en el espírituy llegan poco á poco á ese grado de parf eccion enqua pueden ser expresadas por un signo inmuta-ble. En esto somos de su misma opinión. Peroqué, ¿no es nada la facultad de expresar una ideapor un signo? No la encontraremos en el animalEs indicio de la reflexión. Cuaado se declara, esque el niño comienza á tomar posesión de sí mis-mo; entonces mira lo que pasa en él y domina lacorriente de su vida íntima. Tiene conciencia desu valor, de sus esfuerzos, de sus adelantos. ElSr. Pérez nos cita lindos ejemplos de su ingenuoorgullo. Indudablemente, el temor á las voces desu padre, y el incentivo de las caricias de su ma-dre, entran por mucho en su obediencia; y él to-davía no sabe lo que es el bien ó el mal en sí. Yano obedece, sia embargo, como un animal. Al decir: "No quiero ser malo, que mamá Horaria," dáen esta sencilla frase una encantadora prueba deafecto, un testimonio de confianza. El niño creeen las lágrimas de su madre, ve en ellas un infali-ble aviso. Su sentido moral, melio despierto,

busca un auxilio; su alma débil y tierna se vuel -ve hacia una razón más firme, de la que obtendrála serenidad y la fuerza.

Dejando á un lado las teorías del autor, porqueno tienen ciertamenta por bases principales loshechos que expone, y no es del caso antear á juz-garlas, debemos confosar que el libro publicadopor el Sr. Pérez es una obra bastante apreciable,en la que cualquier lector puode hallar con abun-dancia gratos motivos de meditación.

Luis FOCHIEB.

MISCELÁNEA-

TEATROS.

En la presentí semana se han realizado algunassolemnidades teatrales: la inauguración déla tem-porada en el elagante coliseo de Apolo, un estrenode obra en el mismo teatro, y otro én cada uno delos do la calle del Príncipe.

El primero de estos cuatro acontecimientos tu-vo la importancia que era de esperar de la obracon que daba principio á sus tareas la compañíadramática dirigida por los Sres. Morales y Vico,que fuá la del inmortal Calderón de la Barca Elmédico de su honra, refundida por el Sr. Har-zenbusch.

El estreno ofrecido por la empresa de dichoteatro, á los pocos dias, también revistió ciertaimportancia, por la diversidad de juicios que seforjaban de la obra La opinión pública, antes deque la opinión pública pudiera juzgarla. El éxitode la primera representación confirmó la creenciade los que esperaban que el Sr. Cano no defrau-dase en esta obra las esperanzas que habia hechoconcebir en Los laureles de un poeta.

El estreno verificado en el teatro Español, noha sido de tan ruidoso éxito como el de anterioresproducciones de D. José Echegaray, que, aunquege ha hecho aplaudir en Correr en pos de un idealno debe haber quedado muy satisfecho de-la realidad do su ensayo on el género cómico.

La obra Contra, viento y marea, qUe ha sido laestrenada en el teatro de la Comedia, también haproporcionado aplausos á su autor, D.jjSíiguelEohegaray, aunque, «orno la de su señor hermano,

Page 32: REVISTA EUROPEA. · las profesiones sabias, ha tenido ocasión de ea-tudiar I03 resultad.os de la educación que se dá en ellos. Este es el caso en que yo me encuen-tro. No sólo

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no pasa dé ser un juguete bastante ligero, que enpoco aumentará su buena reputación literaria.

Para complacer á las muchas personas que nopueden concurrir á las funciones de la noche, laempresa del teatro de la Comedia, ha dispuestoque mañana domingo, alas cuatro y media de latarde, se pongan en escena las obras de los señores-Echegaray y Blasco, Contra viento y marea y Po-bre porfiado,

En el favorecido teatro Eslava se ha representa-do últimamente una pieza nueva, titulada La Vendelta, cuya galana versificación, y los chistes enque abunda, valieron muchos aplausos á D. JoséEatremera, por quien está arreglada del francés.

Anoche tuvo lugar el estreno de la comedia enun acto La conquista de un papá, original donuestro compañero en la prensa D. Javier de Bur-gos. El autor fue llamado al final do la pieza.

En la ejecución se distinguió la primera actrizdoña Trinidad Vedia, que caracterizó perfecta-mente cuatro difíciles tipos.

La empresa dispone, para muy en breve, otrasnuevas producciones, entre ellas Una victima ino-cente.

Se cree además que cuenta con un drama en dosactos del Sr. Zapata, titulado La Virgen delOlivar.

Han dado principio en el teatro del PríncipeAlfonso los ensayos de verso y música por la com-pañia que empezará á funcionar desde primerosde Noviembre próximo, y el 21 del corriente co-menzarán los del cuerpo coreográfico. Para la pri-mera función prepara la empresa el baile de es-pectáculo Brahma, el sainete de D. Ramón de laOruz El casado por fuerza y la pieza en un actoA venturas de un cesante.

Cuando terminen en el teatro de la Comedialas representaciones de la obra de D. MiguelEchegaray, Contra viento y marea, se pondrá enescena una comedia en tres actos, de D. EusebioBlasco, titulada El bastón y el sombrero.

Se ha presentado á la empresa del íeatro Espa-ñol, en el que hace pocos dias'fué leída, una obranueva original de D. Mariano Catalina.

La primera representación de La Favorita, ce-lebrada este año en el teatro Keal, obtuvo un éxito más completo aún, si cabe, que en el año anterior, por el esmero con que ha sido cantada por laSra. Sanz y el Sr. Gayarre, mereciendo ambosjustísimos aplausos en todas sus piezas y repeti-das llamadas al palco escénico.

El barítono Sr. Verger hizo de su parte una mi-niatura de bel canto, que el público supo apreciar,aplaudiéndole con tanto entusiasmo como á suscompañeros.

Hoy, para debut de las primas donnas señorasDurand y Adini, se pone en escena Los Hugonotes,en cuya ópera tomarán parte además los señoreaGayarre, Verger, Pandolfini y Nanetti.

BIBLIOGRAFÍA.

Compendio elemental y razonado de Gramáticageneral latina, por D. Ei cardo Hacías Pica vea,catedrático en el Instituto de Valladolid. Un vo-lumen en 4 ° francés, de 160 páginas. Vallado -lid, 1878. Imp. de Gaviria y Zapatero.

Se vende al precio de 5 pesetas en Valladolid.librería de los editores.

Memoria leida por D. Francisco López Gómez,en la Junta pública celebrada el.dia 13 del cor-riente en la Real Academia provincial de BellasArtes de la Purísima Concepción.

Un cuaderno en folio, de más de 60 páginas.Valladolid, 1878. Imp. de Hijos de Rodríguez.

Las tres palmatorias, juguete cómico en un ac-to y en prosa, arreglado á la escena española porD. José de Fuentes y estrenado con gran éxito enel teatro' de Variedades de Madrid: Un elegantetomito en 8.°, prolongado, de 4S págs., edición delujo.—Madrid 187á.—Casa editorial de Medina. —Precio una peseta.