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REYISTA EUROPEA. NÚM. 25 1 6 DE AGOSTO DE 4 8 7 4 . AÑO I. EL SOMBRERO DE TRES PICOS, HISTORIA VERDADERA DE UN S'JCEDIDO QUE ANDA Í S ROMANCES, ESCBITA AHORA TAL Y COMO PASÓ. (Continuación.) * XV. Despedida en prosa. Serian las nueve de aquella misma noche cuando el tío Lúeas y la seña Frasquito., terminadas todas las haciendas del molino y de la casa, comiéronse una fuente de en- salada de escarola, una libreja de carne gui- sada con tomates, y algunas uvas de las que quedaban en la consabida cesta., todo ello rociado con un poco de vino y con grandes risotadas á costa del corregidor; después de lo cual, miráronse afablemente los dos es- posos, como satisfechos de Dios y de sí mismos, y se dijeron, entre un par de bos- tezos que revelaban toda la paz v tranqui- IJ J J lidad de sus corazones: —Pues, señor, vamos á acostarnos, y mañana será otro dia. En aquel momento oyéronse dos fuertes golpes aplicados á la puerta grande del mo- lino. El marido y la mujer se miraron sobre- saltados. Era la primera vez que oian llamar á su puerta á semejante hora. —Voy á ver...—dijo la intrépida navar- ra, encaminándose hacia la plazoletilla. —¡Quita! ¡Eso me toca á mí!—exclamó el tio Lúeas con tal dignidad, que la seña Frasquita le cedió el paso.—¡Te he dicho que no salgas!—añadió luego con dureza, viendo que la molinera queria seguirlo. Esta obedeció, y se quedó dentro de la casa. —¿Quién es?—preguntó el tio Lúeas desde en medio de la plazoleta. —¡La justicia!—contestó una voz al otro lado del portón. * Véuise los números 23 y 24, piginai 129 y 161. —¿Qué justicia? —La del lugar.—¡Abra V. al señor al- calde! El tio Lúeas se habia asomado entre tanto por una mirilla muy disimulada que tenia el portón, y reconocido á la luz de la luna al rústico alguacil del lugar inmediato. —¡Dirás que le abra al borrachon del al- guacil!—repuso el molinero, retirando la tranca. —Es lo mismo—contestó el de afuera,— puesto que traigo una orden escrita de su merced...—Tenga V. muy buenas noches, tio Lúeas—agregó luego entrando, y con voz menos oficial. —Dios te guarde, Toñuelo—respondió el murciano.—Veamos qué orden es esa... ¡y bien podia el señor Juan López escoger otra hora más oportuna de dirigirse á los hom- bres de bien!—Por supuesto, que la culpa será tuya. ¡Como si lo viera, te has estado emborrachando en las huertas dei camino!— ¿Quieres un trago? —No, señor: no hay tiempo para nada. Tiene V> que seguirme inmediatamente. Lea V. la orden. —¿Cómo seguirte?—exclamó el tio Lú- eas, penetrando en el molino con el papel en la mano. ¡A ver, Frasquita! ¡alumbra! La seña Frasquita soltó una cosa que tenia en la mano, y descolgó el candil. El tio Lúeas miró rápidamente el objeto que habia soltado su mujer, y reconoció su bocacha, ó sea un enorme trabuco que calzaba balas de media libra. El molinero dirigió entonces á la navarra una mirada llena de gratitud y ternura, y le dijo, tomándole la cara: —¡Cuánto vales! La seña Frasquita, pálida y sepetia'epipo una estatua de mármol, levantó el 'báñáüjf cogido con dos dedos, sin j¿jue'-'"él más leve temblor agitase su pulso, y contesta seca- mente: —¡Vaya, lee! , V

REYISTA EUROPEA. · —Es lo mismo—contestó el de afuera, ... daba la mejor idea de su sinceridad.—Creo que se trata de averiguar algo de brujería, ... con más pelos y señales

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REYISTA EUROPEA.NÚM. 25 1 6 DE AGOSTO DE 4 8 7 4 . AÑO I .

EL SOMBRERO DE TRES PICOS,HISTORIA VERDADERA DE UN S'JCEDIDO QUE ANDA Í S ROMANCES,

ESCBITA AHORA TAL Y COMO PASÓ.

(Continuación.) *

XV.Despedida en prosa.

Serian las nueve de aquella misma nochecuando el tío Lúeas y la seña Frasquito.,terminadas todas las haciendas del molinoy de la casa, comiéronse una fuente de en-salada de escarola, una libreja de carne gui-sada con tomates, y algunas uvas de las quequedaban en la consabida cesta., todo ellorociado con un poco de vino y con grandesrisotadas á costa del corregidor; después delo cual, miráronse afablemente los dos e s -posos, como satisfechos de Dios y de símismos, y se dijeron, entre un par de bos-tezos que revelaban toda la paz v tranqui-IJ J J

lidad de sus corazones:—Pues, señor, vamos á acostarnos, y

mañana será otro dia.En aquel momento oyéronse dos fuertes

golpes aplicados á la puerta grande del mo-lino.

El marido y la mujer se miraron sobre-saltados.

Era la primera vez que oian llamar á supuerta á semejante hora.

—Voy á ver...—dijo la intrépida navar-ra, encaminándose hacia la plazoletilla.

—¡Quita! ¡Eso me toca á mí!—exclamóel tio Lúeas con tal dignidad, que la señaFrasquita le cedió el paso.—¡Te he dichoque no salgas!—añadió luego con dureza,viendo que la molinera queria seguirlo.

Esta obedeció, y se quedó dentro de lacasa.

—¿Quién es?—preguntó el tio Lúeasdesde en medio de la plazoleta.

—¡La justicia!—contestó una voz al otrolado del portón.

* Véuise los números 23 y 24, piginai 129 y 161.

—¿Qué justicia?—La del lugar.—¡Abra V. al señor a l -

calde!El tio Lúeas se habia asomado entre tanto

por una mirilla muy disimulada que teniael portón, y reconocido á la luz de la lunaal rústico alguacil del lugar inmediato.

—¡Dirás que le abra al borrachon del al-guacil!—repuso el molinero, retirando latranca.

—Es lo mismo—contestó el de afuera,—puesto que traigo una orden escrita de sumerced...—Tenga V. muy buenas noches,tio Lúeas—agregó luego entrando, y convoz menos oficial.

—Dios te guarde, Toñuelo—respondió elmurciano.—Veamos qué orden es esa... ¡ybien podia el señor Juan López escoger otrahora más oportuna de dirigirse á los hom-bres de bien!—Por supuesto, que la culpaserá tuya. ¡Como si lo viera, te has estadoemborrachando en las huertas dei camino!—¿Quieres un trago?

—No, señor: no hay tiempo para nada.Tiene V> que seguirme inmediatamente.Lea V. la orden.

—¿Cómo seguirte?—exclamó el tio Lú-eas, penetrando en el molino con el papelen la mano. ¡A ver, Frasquita! ¡alumbra!

La seña Frasquita soltó una cosa quetenia en la mano, y descolgó el candil.

El tio Lúeas miró rápidamente el objetoque habia soltado su mujer, y reconoció subocacha, ó sea un enorme trabuco quecalzaba balas de media libra.

El molinero dirigió entonces á la navarrauna mirada llena de gratitud y ternura, yle dijo, tomándole la cara:

—¡Cuánto vales!La seña Frasquita, pálida y sepetia'epipo

una estatua de mármol, levantó el 'báñáüjfcogido con dos dedos, sin j¿jue'-'"él más levetemblor agitase su pulso, y contesta seca-mente:

—¡Vaya, lee!

, V

202 REVISTA EUROPEA. 1 6 DE AGOSTO DE 4 8 7 4 . N.°25

La orden decia así:«Para el mejor servicio de S. M. el Rey

«Nuestro Señor (Q. D. G.), prevengo á Lu-scas Fernandez, molinero, de estos veci-»nos, que inmediatamente que reciba la«presente orden comparezca ante mi auto-r i d a d sin excusa ni pretexto alguno; ad-»virtiéndole que, por ser asunto reservado,»no lo pondrá en conocimiento de nadie,»todo ello bajo las penas correspondientes,»caso de desobediencia.—El alcalde:

JUAN LÓPEZ.»

Y habia una cruz en vez de firma.—Oye, tú. ¿Y qué es esto?—le preguntó

el tío Lúeas al alguacil.—¿A qué viene estaorden?

—No lo sé—contestó el rústico; hombrede unos treinta años, cuyo rostro esquinadoy avieso, rostro de ladrón y de asesino, nodaba la mejor idea de su sinceridad.—Creoque se trata de averiguar algo de brujería,ó de moneda falsa... Pero la cosa no va conusted... Lo llaman como testigo, ó como peri-to.. . En fin, yo no me he enterado bien...El señor Juan López se lo explicará á V.con más pelos y señales.

—¡Corriente!—exclamó el molinero.—Dile que iré mañana.

—¡Ca! no, señor... Tiene V. que venirseahora mismo, sin perder un minuto... Esla orden que me ha dado el señor alcalde,

Hubo un instante de silencio.Los ojos de la seña Frasquita echaban

llamas.El tio Lúeas no separaba ios suyos del

suelo, como si buscara alguna cosa.—Me concederás cuando menos—ex-

clamó al fin, levantando la cabeza,—eltiempo preciso para ir á la cuadra y apare-jar una burra.

—¡Qué burra ni que demontre!—replicóel alguacil.—¡Cualquiera se anda medialegua! La noche está muy hermosa, y haceluna...

—Ya he visto que ha salido... Pero yotengo los pies muy hinchados.

—Pues entonces no perdamos tiempo.Yo le ayudaré á V. á aparejar la bestia.

—¡Hola! ¡Hola! ¿Temes que me escape?—Yo no temo nada, tio Lúeas—respon-

dió Toñuelo con la frialdad de un desalma-do.—Yo soy la justicia..

Y hablando así, descansó armas, dejandover el retaco que llevaba debajo del capote.

—Pues mira, Toñuelo—dijo la moline-ra,—ya que vas á la cuadra... á ejercertu oficio, hazme el favor de aparejar tam-bién la otra burra.

—¿Para qué?—interrogó el molinero.—Para mí: yo voy con vosotros.—No puede ser, seña Frasquita—objetó

el alguacil.—Tengo orden de llevarme á sumarido de Y. nada más y de impedir que V.lo siga. En ello me va el destino y el pes-cuezo.—Así me lo advirtió el señor JuanLópez.—Conque... vamos, tio Lúeas.

Y se dirigió hacia la puerta.—¡Cosa más rara!—tartamudeó el mur-

ciano sin moverse.'—¡Muy rara!—contestó la seña Fras-

quita.—Esto es algo... que yo me sé...—con-

tinuó balbuceando el tío Lúeas, de modoque no podia ser oido por Toñuelo.

—¿Quieres que vaya yo á la ciudad—cu-chicheó la navarra,—y le dé aviso al cor-regidor de lo que nos sucede?...

—¡No!—respondió en ajta voz el tioLúeas.

—Pues ¿qué quieres que haga?—dijo lamolinera con gran ímpetu.

—Que me mires—respondió el antiguosoldado.

Los dos esposos se miraron en silencio, yquedaron tan satisfechos ambos de la tran-quilidad, la resolución y la energía que secomunicaron sus almas, que acabaron porencogerse de hombros y reirse... Despuésde lo cual el tio Lúeas encendió otro can-dil y se dirigió ala cuadra, diciéndole antesá Toñuelo con socarronería:

—¡Vaya, hombre! Ven y ayúdame, su-puesto que eres tan amable.

Toñuelo lo siguió, canturriando una coplaentre dientes.

Pocos minutos después, el tio Lúeas saliadel molino, caballero en una hermosa ju-menta y seguido del alguacil.

La despedida de los esposos habíase re-ducido á lo siguiente:

—Cierra bien—dijo el tio Lúeas.

P. A. DK ALAKCON.-—EL SOMBRERO DE TRES PICOS. 203

—Embózate, que hace fresco—dijo laseña Frasquita, cerrando con llave, trancay cerrojo.

Y no hubo más adiós, ni más beso, nimás abrazo, ni más mirada.

¿Para qué?

XVI.Un ave de mal agüero.

Sigamos por nuestra parte al tio Lúeas.Ya habían andado un cuarto de legua

sin hablar palabra, el molinero subido enla borrica y el alguacil arreándola con subastón de autoridad, cuando divisaron de-lante de sí, en lo alto de un repecho que

.hacia el camino, la sombra de un enormepajarraco que se dirigía hacia ellos.

Aquella sombra se destacó enérgicamentesobre el cielo, esclarecido por la luna, di-bujándose en él con tanta precisión, que elmolinero exclamó en el acto:

—Toñuelo, ¡aquel es Garduña, con susombrero de tres picos y sus patas dealambre!

Mas antes de que contestara el interpe-lado, la sombra, deseosa sin duda de eludiraquel encuentro, habia dejado el camino yechado á correr á campo travieso con lavelocidad de un ave nocturna.

—No veo á nadie—respondió entoncesToñuelo con la mayor naturalidad.

—Ni yo tampoco—replicó el tío Lúeas,comiéndose la partida.

Y la sospecha que ya se le ocurrió en elmolino principió á adquirir cuerpo y con-sistencia en el espíritu receloso del joro-bado.

—Este viaje mío—díjose interiormen-te,—es una estratagema amorosa del corre-gidor. La declaración que le oí esta tardedesde lo alto del emparrado me demuestraque el vejete madrileño no puede esperarmás. Indudablemente, esta noche va á vol-ver de visita al molino, y por eso ha prin-cipiado quitándome de en medio. Pero ¿quéimporta? Frasquita es Frasquita... y noabrirá la puerta aunque le peguen fuego ála casa... Digo más; aunque la abriese,aunque el corregidor lograse, por medio decualquier ardid, sorprender á mi navarra,el pobre hombre salaria con las manos en

la cabeza. ¡Frasquita es Frasquita!—Sin em-bargo—añadió al cabo de un momento,—¡bueno será volverme esta noche á casa lomás temprano que me sea posible!

Llegaron con esto al lugar el tío Lúeas yel alguacil, y dirigiéronse á casa del señoralcalde.

XVII.Un alcalde de monterilla.

El Sr. Juan López, que como particulary como alcalde era la tiranía, la ferocidady el orgullo personificados (cuando tratabacon los inferiores), dignábase, sin embargo,á aquellas horas, después de despachar losasuntos oficiales y los de su labranza, y depegarle á su mujer la cotidiana paliza, be-berse un cántaro de vino en compañía delsecretario y del sacristán, operación queiba más de mediada aquella noche cuandoel molinero compareció en su presencia.

—¡Hola, tio Lúeas!—le dijo, rascándosela cabeza para excitar en ella la vena de losembustes.—¿Cómo va de salud? ¡A ver,secretario, échele V. un vaso de vino al tioLúeas! ¿Y la seña Frasquita? ¿Se conservatan guapa? ¡Ya hace mucho tiempo que nola he visto! Pero, hombre... ¡Qué bien saleahora la molienda! ¡El pan de centeno pa-rece de trigo candeal!... Conque... vaya...Siéntese V. y descanse, que, gracias áDios, no tenemos prisa.

—¡Por mi parte, maldita aquella!—con-testó el tio Lúeas, que hasta entonces nohabía despegado los labios, pero cuyas sos-pechas eran cada vez mayores al ver elamistoso recibimiento que se le hacia des-pués de una orden tan terrible y apre-miante.

—Pues entonces, tio Lúeas—continuóel alcalde,—supuesto que no tiene V. granprisa, dormirá V. acá esta noche, y mañanatemprano despacharemos nuestro asuntillo...

—Me parece bien—respondió el tío Lú-eas con un disimulo que no tenia nada queenvidiar á la diplomacia del Sr. Juan Ló-pez.—Supuesto que la cosa no es urgente...me quedo.

—Ni urgente, ni de peligro para V.—añadió el alcalde, engañado por aquel áquien creia engañar.—Puede V. estar tra -

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quilo. Oye tú, Toñuelo... Alarga esa mediafanega para que se siente el tio Lúeas.

—Entonces.. . ¡venga otro trago!—ex-clamó el molinero, sentándose.

— ¡Venga de ahí!—repuso el alcalde,alargándole el vaso lleno.

—Está en buena mano. Médielo V.—¡Pues, por su salud!—dijo el señor

Juan López, bebiéndose la mitad del vino.—¡Por la de V., señor alcalde!—replicó

el tio Lúeas, apurando la otra mitad.—¡A ver, Manuela!—gritó entonces el

alcalde de monterilla.—Dileá tu ama que eltío Lúeas se queda á dormir aqui. Que leponga una cabecera en el granero.

— ¡Ca! no.. . ¡De ningún modo! Yoduermo en el pajar como un rey.

—Mire V. que tenemos cabeceras...—¡Ya lo creo! Pero ¿á qué quiere V.

incomodar á la familia? Yo traigo mi ca-pote...

—Pues señor, corno V. guste. ¡Manuela!dile á tu ama que no la ponga.

—Lo que sí va V. á permitirme,— con-tinuó el tio Lúeas, bostezando de un modoatroz,—es que me acueste en seguida.Anoche he tenido mucha molienda, y nohe pegado todavía los ojos...

—Concedido, —respondió majestuosa-mente el alcalde.—Se puede V. recogercuando quiera.

—Creo que también es hora de que nosrecojamos nosotros,—dijo el sacristán, aso-mándose al cántaro de vino para graduar loque quedaba.—Ya deben de ser las diez...ó poco menos.

—Las diez menos cuartillo,—notificó elsecretario, echando en los vasos el restodel vino correspondiente á aquella noche.

— ¡Pues á dormir, caballeros!—exclamóel anfitrión, apurando su parte.

— Hasta mañana, señores,— añadió elmolinero, bebiéndose la suya.

—Espere V. que le alumbren... ¡To-ñuelo! Lleva al tio Lúeas al pajar.

—¡Por aquí, tio Lúeas!...—dijo Toñue-lo, llevándose el cántaro por si le quedabanalgunas gotas.

— Hasta mañana, si Dios quiere, —agregó el sacristán, después de escurrir to-dos los vasos.

Y se marchó tambaleándose, y cantandoalegremente el De profundis.

—Pues señor,—díjole el alcalde al se-cretario cuando se quedaron solos.—El tíoLúeas no ha sospechado nada. Nos pode-mos acostar descansadamente, y ¡buena prole haga al corregidor!

XVIII.Donde se verá que el tio Lúeas tenia el sueño

muy ligero.

Cinco minutos después, un hombre sedescolgaba por la ventana del pajar del se-ñor alcalde; ventana que daba á un corra-Ion , y que no distaría cuatro varas delsuelo.

En el corralón había un cobertizo sobreuna gran pesebrera, á la cual estaban ata-das seis ú ocho caballerías de diferente al-curnia.

El hombre desató una borrica , que porcierto estaba aparejada, y se encaminó, lle-vándola del diestro, hacia la puerta del cor-ral ; retiró la tranca y desechó el cerrojoque la aseguraban; abrióla con mucho tien-to, y se encontró en medio del campo.

Una vez allí, montó en la borrica, me-tióle los talones, y salió como una flechacon dirección á la ciudad; mas no por elcarril ordinario, sino atravesando siembrasy cañadas...

Era el tio Lúeas, que se dirigia á sumolino.

XIX.Voces clamantes in deserto.

—¡Alcaldes á mí que soy de Archena!—iba diciéndose el murciano.—Mañana porla mañana pasaré á ver al señor obispo, co-mo medida preventiva, y le contaré todo loque me ha ocurrido esta noche. ¡Llamarmecon tanta prisa y con tanta reserva á lasnueve de la noche; decirme que vaya solo;hablarme del servicio del Rey, y de mo-neda falsa, y de brujas, y de duendes, paraecharme luego dos vasos de vino y man-darme á dormir!... ¡La cosa no puede sermás clara! Garduña trajo al lugar esas ins-trucciones de parte del corregidor, y estaes la hora en que el corregidor estará ya en

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campaña contra mi mujer... ¡Quién sabe sime lo encontraré llamando á la puerta delmolino! ¡Quién sabe si me lo encontraré yadentro!... ¡Quién sabe!... Pero ¿qué voy ádecir? ¡Dudar de mi navarra!... ¡Oh, estoes ofender á Dios! ¡Imposible que ella!...¡Imposible que mi Frasquita!... ¡Imposi-ble!... Pero ¿qué estoy diciendo? ¿Acasohay algo imposible en el mundo? ¿No secasó conmigo, siendo ella tan hermosa y yotan feo?

Y al hacer esta última reflexión, el pobrejorobado se echó á llorar...

Entonces paró la burra para serenarse;se enjugó las lágrimas; suspiró hondamente;sacó los avíos de fumar; picó y lió un c i -garro de tabaco negro; empuñó luego pe -dernal, yesca y eslabón, y al cabo de algu-nos golpes, consiguió encender candela.

En aquel mismo momento sintió rumorde pasos hacia el camino (que distaría deallí unas trescientas varas).

—¡Qué imprudente soy!—dijo.—¡Si meandarán ya buscando y yo me habré ven-dido al echar estas yescas!

Escondió, pues, la lumbre, y se apeó,ocultándose detrás de la borrica.

Pero la borrica entendió las cosas de di-ferente modo, y lanzó un rebuzno de satis-facción .

—¡Maldita seas!—exclamó el tio Lúeas,tratando de cerrarle la boca con las manos.

Al propio tiempo resonó otro rebuzno enel camino, por via de galante respuesta.

— ¡Estamos aviados!—prosiguió pen-sando el molinero.—¡Bien dice el refrán:el mayor mal de los males es tratar con ani-males!

Y así diciendo, volvió á montar, arreó labestia y salió disparado en dirección con-traria al sitio en que habia sonado el segundorebuzno.

Y lo más particular fue que la personaque iba en el jumento interlocutor debió deasustarse tanto del tio Lúeas, como el tioLúeas se habia asustado de ella, pues apar-tóse también del camino y salió á escapepor los sembrados de la otra banda.

Notólo el murciano, y tranquilo ya poraquella parte, continuó discurriendo de estemodo;

—¡Qué noche! ¡Qué mundo! ¡Qué vidala mia desde hace una hora! ¡Alguacilesmetidos á alcahuetes; alcaldes que conspi-ran contra mi honra; burros que rebuznancuando no es menester, y aquí, en mi pe -cho, un miserable corazón que se ha atre-vido á dudar de la mujer más noble queDios ha criado! ¡Oh! ¡Dios mió, Dios mío!¡Haz que llegue pronto á mi casa y que en-cuentre allí á mi Frasquita!

Siguió caminando el tío Lúeas, atrave-sando siembras y matorrales, hasta que alfin, á eso de las once de la noche, llegó sinnovedad á la puerta grande del molino.

¡Condenación! ¡La puerta del molino es -taba abierta!

XX.La duda y la realidad.

¡Estaba abierta... y él, al marcharse,había oído á su mujer cerrarla con llave,tranca y cerrojo!

Por consiguiente , su mujer la habiaabierto sin duda alguna.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿De resultasde un engaño? ¿A consecuencia de unaorden? ¿O bien deliberada y voluntariamen-te, en virtud de previo acuerdo con elcorregidor.

¿Qué iba á ver? ¿Qué iba á saber? ¿Quéle aguardaba dentro de su casa? ¿Se habríafugado lacena Frasquita? ¿Se la habrían ro-bado? ¿Estaría muerta, ó estaría en brazosde su rival?

—El corregidor contaba con que yo nopodría venir en toda la noche,—se dijo lú-gubremente.—El alcalde del lugar tendriaorden hasta de encadenarme si yo me hu-biese empeñado en volver... ¿Sabia todoesto Frasquita? ¿Estaba en el complot? ¿Oha sido victima de un engaño, de una vio-lencia, de una infamia?

No empleó más tiempo el sin ventura enhacer todas estas crueles reflexiones que elque tardó en atravesar la plazoletilla del em-parrado.

También estaba abierta la puerta de lacasa', cuyo primer aposento, como en todaslas viviendas rústicas, era la cocina.

Dentro de la cocina no habia nadie.Sin embargo, una enorme fogata ardia en

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la chimenea... ¡chimenea que él dejó apa-gada, y que no se encendía nunca hasta elmes de Diciembre!

Por último, de uno de los ganchos de laespetera pendía un candil encendido...

¿Qué significaba todo aquello? ¿Y cómo secompadecía semejante aparato de vigilia yde sociedad con el silencio de muerte quereinaba en la casa?

¿Qué había sido de su mujer?Entonces, y sólo entonces, reparó el tío

Lúeas en unas ropas que había colgadas enlos espaldares de dos ó tres sillas puestasalrededor déla chimenea...

Fijó la vista en aquellas ropas, y lanzó unrugido tan intenso, que se le quedó atreve-sado en la garganta, convertido en un sollo-zo mudo y sofocante.

Creyó el infortunado que se ahogaba, yse llevó las manos al cuello; mientras que,lívido, convulso, con los ojos desencajados,contemplaba aquella vestimenta, poseído detanto horror como el reo en capilla á quienle presentan la hopa.

Porque lo que allí veía era la capa degrana, el sombrero de tres picos, la casacay la chupa de color de tórtola, el calzón deseda negra, las medias blancas, los zapatoscon hebilla, y hasta el bastón, el espadín ylos guantes del execrable corregidor!... Loque allí veía era la hopa de su ignominia,la mortaja de su honra, el sudario de su ven-tura.

El terrible trabuco seguia en el rincónen que dos horas antes lo dejóla navarra...

El tío Lúeas dio un salto de tigre y seapoderó de él. Sondeó el cañón con la ba-queta, y vió que estaba cargado. Miró lapiedra, y halló que estaba en su lugar.

Volvióse entonces hacia la escalera queconducía á la cámara en que habia dormidotantos años con la seña Frasquita, y mur-muró sordamente:

—¡Allí están!Avanzó, pues, un paso en aquella direc-

ción; pero en seguida se detuvo para miraren torno de sí y ver si alguien lo estaba ob-servando...

—¡Nadie! — dijo mentalmente. — ¡SóloDios!... y ese... ha querido esto!

Confirmada así la sentencia, fue á dar otro

paso, cuando su errante mirada distinguióun pliego que había sobre la mesa...

Verlo, y haber caido sobre él, y tenerloentre sus garras, fue todo cosa de un se-gundo. ¡

Aquel papel era el nombramiento del so-brino de la seña Frasquita, firmado por donEugenio de Zúñiga y Ponce de León.

—¡Este ha sido el precio de la venta!—pensó el tío Lúeas, metiéndose el papel enla boca para sofocar sus gritos y dar ali-mento á su rabia.—¡Siempre recelé quequisiera á su familia más que á mí!.. . ¡Ah!¡No hemos tenido hijos!... ¡He aquí la causade todo!

Y el infortunado estuvo á punto de vol-ver á llorar.

Pero luego se enfureció nuevamente, ydijo con un ademan terrible, ya que no conla voz:

—¡Arriba! ¡Arriba!Y empezó á subir la escalera andando á

gatas con una mano, llevando el trabuco enla otra, y con el papel infame entre losdientes.

En corroboración de sus naturales sospe-chas, al llegar á la puerta del dormitorio(que estaba cerrada),vió que salían algunosrayos de luz por las junturas de las tablas ypor el ojo de la llave.

—¡Aquí están! volvió á decir.Y se paró un instante, como para pasar

aquel nuevo trago de amargura.Luego continuó subiendo... hasta llegar

á la misma puerta del dormitorio.Dentro de él no se oia el más leve ruido.—¡Si no hubiera nadie!—le dijo tímida-

mente la esperanza.Pero en aquel mismo instante el infeliz

oyó toser dentro del cuarto.Era la tos medio asmática del corregidor.¡No habia duda posible! ¡No habia tabla

de salvación en aquel naufragio!El molinero sonrió en las tinieblas de un

modo horroroso.—¿Cómo no brillan en'iaoscuridad semejantes relámpagos? ¿Qué estodo el fuego de las tormentas, comparadocon el que arde á veces en el corazón delhombre?

Sin embargo, el tio Lúeas (tal era sualma, según dijimos ya en otro lugar) prin-

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cipió á tranquilizarse i no bien oyó la tos desu enemigo...

La realidad le hacia menos daño que laduda.

Según le anunció él mismo aquella tardeá la seña Frasquita, desdé el punto y horaen que perdía la única fe que era vida de sualma, empezaba á convertirse en otro hom-bre nuevo.

Semejante al moro de Venecia (con quienya lo comparamos al describir su carácter),el desengaño mataba en él de un solo polpetodo el amor, trasfigurando de paso la natu-raleza de su espíritu y haciéndole ver elmundo como una región extraña á que aca-bara de llegar. La única diferencia consis-tia.en que el tio Lúeas era por idiosincrasiamenos trágico, menos austero y más egoístaque el insensato sacrificador de Desdémona.

¡Cosa rara; pero propia de semejantes si-tuaciones! La duda, ó sea la esperanza (quepara el caso es lo mismo), volvió todavía ámortificarlo un momento...

—¿Si me hubiera equivocado?—pensó.—¡Sila tos hubiese sido de Frasquita!...

En la tribulación de su infortunio olvidá-basele ya al cuitado que había visto las ro-pas del corregidor cerca de la chimenea; quetiabia encontrado abierta la puerta del mo-lino; que habia leido la credencial de su in-famia ...

Agachóse, pues, y miró por el ojo de lallave, temblando de incertidumbre y de zo-zobra.

El rayo visual no alcanzaba á descubrirmás que un pequeño triángulo de cama, porla parte del cabecero... ¡pero precisamen-te en aquel pequeño triángulo se veía elextremo de; las almohadas, y sobre las al-mohadas la cabeza del corregidor!

Otra risa diabólica contrajo el rostro delmolinero.

Dijérase que volvía á ser feliz.—¡Soy dueño de la verdad!—murmuró,

irguiéndose tranquilamente.Y volvió á bajar la escalera con el mismo

tiento que empleó para subirla...-^-El asunto es delicado... Necesito re-

flexionar. Tengo tiempo para todo...—ibapensando mientras bajaba.

Llegado que hubo á la cocina, sentóse en

medio de ella, y ocultó la frente entre lasmanos.

Así permaneció mucho tiempo, hasta quelo despertó de su cavilación un leve golpeque sintió en un pié...

Era el trabuco, que se habia deslizado desus rodillas, y que le hacia aquella especiede seña...

—¡Nof- ¡Te digo que no!—murmuró eltio Lúeas, encarándose con el arma.—Nome convienes. Todo el mundo tendría lásti-ma de ellos... y á mí me ahorcarían! ¡Setrata de un corregidor... y matar á un cor-regidor es todavía en España cosa indiscul-pable! ¡Dirían que lo maté por infundadoscelos, y que luego lo desnudé y lo metí enmi cama!... Dirian, además, quémate á mimujer por simples sospechas... ¡Y me ahor-carían! Además, yo habría dado muestras detener muy poca alma, muy poco talento, sial remate de mi vida fuera digno de compa-sión! ¡Todos se reirian de mí! ¡Dirían quemi desventura era muy natural, siendo yojorobado y Frasquita tan hermosa! ¡Nada!¡no! Lo que yo necesito es vengarme; y des-pués de vengarme, triunfar, despreciar,reír, reírme mucho, reírme de todos... evi-tando por tal medio que nadie pueda reírsenunca de esta jiba que yo he llegado áhacer hasta envidiable, y que tan grotescasena en una horca!

Así discurrió el tío Lúeas, tal vez sindarse cuenta de ello puntualmente, y, envirtud de semejante discurso, colocó el armaen su sitio, y principió á pasearse con losbrazos atrás y la cabeza baja, como bus-cando su venganza en el suelo, en la tierra,en las ruindades de la vida, en alguna es-tratagema vulgar y bufona que dejase encompleto ridículo á su mujer y al corregi-dor, en vez de buscar aquella misma ven-ganza en la muerte, en la justicia, en el ho-nor, en el cadalso, en el cielo... como hu-biera hecho en su lugar cualquier otro hom-bre de condición menos rebelde que la suyaá toda imposición de la naturaleza, de la so-ciedad ó de sus propios sentimientos.

En tal estado, paráronse sus ojos en lavestimenta del corregidor...

Luego se paró él mismo...Después fue iluminándose poco á poco su

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semblante de una alegría, de un gozo, deun triunfo indefinibles... hasta que por ú l -timo se echó á reir de una manera formi-dable... esto es, á grandes carcajadas, perosin hacer ningún ruido (á fin de que no looyesen desde arriba), metiéndose los puñospor los ijares para no reventar, estreme-ciéndose todo como un epiléptico, y tenien-do que concluir por dejarse caer en una si-lla hasta que le pasó aquella convulsión desarcástico regocijo.—Era la propia risa deMephistópheles.

No bien se sosegó, principió á desnudarsecon una celeridad febril: colocó toda su ropaen las mismas sillas que ocupaban la del cor-regidor: púsose cuantas prendas pertenecianá éste, desde los zapatos de hebilla hasta elsombrero de tres picos; ciñóse el espadin,embozóse en la capa de grana; cogió el bas-tón y los guantes, y salió del molino y seencaminó á la ciudad, balanceándose de lapropia manera -que solia el corregidor, ydiciéndose de vez en cuando esta frase, quecompendiaba todo su pensamiento:

—¡También la corregidora es guapa!!

P . A . DE ALARCON.

(La continuación en el próximo número.)

LA NAVEGACIÓN AÉREA.

I. Escollos y precipicios del camino aéreo. Los vientos y las nubes.Porvenir de la navegación aérea. Casos en que será ventajosa.

II. Principio de Arquimedes. Su aplicación á los gases. Los hermanosMontgolfier. Empleo de gases ligeros. Cálculo de un globo. Im-posibilidad de los viajes largos.

III. Dificultades déla dirección de los globos. Motor y tela. Globo Gi-

ffard: su ensayo feliz.

IV. Globo Dupuy de Lome: sus buenas condiciones: su marcha: expe-rimentos. Globo Bosque. Globo Wyse para atravesar el Atlán-tico. Los novelistas y los inventores.

V. Aparatos más pesados que el aire. La aviación. Ave artificial deKauffmann. El volador Groof, Escritos de Morenes y Heriz.Cuestión del motor ligero. Porvenir.

VI. Clasificación de los aparatos más pesados que el aire. Planos incli-nados. Hélices. Alas artificiales. Ala-remo.

Vil. Seres voladores: relacian de la superficie al peso, Teoría de Petti-grew. Los globos en la guerra. Alturas alcanzadas en las ascen-siones.

i.

La cuestión de la navegación aérea es una delas que más han preocupado en el siglo actual álos hombres científicos, al mismo tiempo que álas personas indoctas. Poder caminar en linearecta por el seno de la atmósfera, sin tener que

plegarse, como lo hacen nuestras vias de comu-nicación, á las exigencias del terreno y sin sufrirel oleaje de los mares; marchar por un medio quecarece de escollos y precipicios, diáfano, unifor-me, parece ser la aspiración más legítima de lalocomoción.

Pero sin entrar en las diñcultades del vehículo,y, atendiendo sólo al medio ambiente, notamosque esa atmósfera, de ordinario tranquila y sere-na, guarda en su seno escollos sin cuento y preci-picios innumerables. Las tempestades que agitany alborotan los mares causan en la atmósferamayores perturbaciones. Un viento que en la su-perficie terrestre nos parece fresco, es frecuente-mente muy rápido á cierta altura, y capaz de ar-rastrar con furia cualquier objeto que encuentre.

Otro enemigo más terrible que los vientos en-contrará el aereonauta, las nubes. Preñadas casisiempre de electricidad, y librándose en su senoterribles batallas, aniquilarían los vehículos conque tropezaran y causarian la muerte de sus via-jeros. Las trombas, los ciclones, la lluvia, el gra-nizo, el intenso frió de las alturas serian otrostantos enemigos contra quienes habria que lucharen estas peregrinaciones. Y por otra parte, dea-graciado del aparato que se descompusiera y no _pudiera vencer la acción de la gravedad; caeríacomo una piedra sin esperanza de salvación.

Hé aquí, pues, cómo la navegación aérea tieneen su contra el elemento mismo en que ha de ve-rificarse. Imposible seria realizar con ella viajesregulares y periódicos. Seria preciso atenerse alestado de la atmósfera y surcarla tan sólo en losdias de bonanza.

Además, sea cualquiera el sistema que se adop-te, ya entre los conocidos, ya en los por venir, noes probable que se lleguen á elevar grandes car-gas y á trasportarlas fácilmente en la direcciónapetecida. El destino de la navegación aérea noparece ser el trasporte de mercancías, sino el depersonas, y mejor el de objetos de poco peso q uesea preciso llevar con rapidez; por ejemplo, lacorrespondencia. Aun para éstos subsistirá el in-conveniente de la irregularidad, subsanado conla ventaja de la economía de tiempo.

En cambio habrá casos especiales en que la na-vegación aérea sea ventajosa á todo otro medio delocomoción. Uno de ellos es e) de una plaza sitia-da que desea comunicarse con el exterior, ó lanecesidad de llevar un parte por encima de unpaís ocupado por el enemigo. Entonces será unexcelente medio la navegación aérea, realizándosecon este, como con todos los inventos, la superio-ridad en ciertos casos, sobre los medios restantesde locomoción; la desventaja en todos los demás.

Esto y la brillantez y novedad del asunto man-

N,° 25 G. VICUÑA. LA NAVEGACIÓN AÉREA. 209

tienen vivo el interés que ha despertado estacuestión. Navegar por los aires, ¡qué cosa tan ma-ravillosa! dicen unos, ¡qué problema tan impor-tante! exclaman los más avisados.

De aquí que hayan puesto mano en este asuntolos primeros sabios de Europa, los industriales demayor ingenio, y al propio tiempo los charlata-nes más atrevidos, los ignorantes más desocu-pados.

Veamos, pues, cuáles son las dificultades inhe-rentes á la cuestión en sí misma, cómo se ha tra-tado de vencerlas y cuál es actualmente el estadode este importantísimo problema.

Hay que tener en cuenta, por último, las malascondiciones de la parte alta de la atmósfera parala vida humana. No es sólo la rarefacción delaire que dificulta la respiración, sino también elexcesivo frió que allí reina y la grandísima seque-dad, que daña los tejidos y molesta en extremo.¡Cuan engañador es el ambiente azul que parecefascinarnos y atraernos!

II.

Hace más de dos mil años que el gran matemá-tico Arquímedes descubrió el principio que llevasu nombre: todo cuerpo sumergido en un líquidopierde de su peso lo que pesa %n volumen, de líquidoigml al desalojado, esto es, igual al suyo. Un trozode hierro cuyo volumen es de un decímetro cúbi-co, por ejemplo, pesa dentro del agua menos delo que pesaba fuera, y la diferencia es precisa-mente el peso de un decímetro cúbico de agua, ósea un kilogramo. De aquí que si en vez de serhierro, que es más denso, esto es, más pesado queel agua, fuera un cuerpo como el corcho menosdenso que aquella, éste perdería de su peso unacantidad mayor que su peso mismo, y por consi-guiente, lejos de pesar, ó sea de caer hacia latierra, subirá: en términos corrientes, flotará.

Bodea á nuestro planeta una capa formada poruna mezcla de gases, ó sea el aire, constituyendola atmósfera. Así como sobre el fondo de un es-tanque pesa el líquido de este, así sobre todo elhaz de la tierra pesa la atmósfera. Ahora bien: uncuerpo sumergido en ésta se halla exactamenteen las mismas condiciones que el hierro ó el cor-cho dentro del agua: si es menos denso que elaire, caerá; si más ligero, subirá. Pero como ladensidad de esta atmósfera no es uniforme, sinoque va decreciendo á medida que nos elevamos,sucederá que el cuerpo ascendente llegará á unacapa cuya densidad sea igual á la suya, y enton-ces ni tenderá á subir ni á bajar: quedará flotan-te y equiponderante.

Esto, que es tan fácil de comprender, y que cons-tituye toda la teoría de los globos, no ha sido

aprendido por la humanidad hasta fines del pasa-do siglo. Conocíase el principio de Arquímedespara los líquidos; sabíase desde mediados delsiglo XVII lo que era la atmósfera, que hasta en-tonces era incomprensible para las gentes, y sinembargo se tardó siglo y medio en aplicar el prin-cipio de Arquímedes á los gases. ¡Cuan cierto esque la humanidad adquiere lenta y trabajosa-mente lo que constituye el tesoro de sus conoci-mientos!

Dos modestos fabricantes franceses de papel,aunque versados en las ciencias, los hermanosMontgolfier, construyeron en 1783 el primer globoque se ha elevado en los aires. Un profesor in-glés , Black, habia anunciado en 1767 que unavejiga llena de hidrógeno—gas que pesa unas ca-torce veces menos que el aire—se elevaría en laatmósfera.

Desde el experimento de los Montgolfier, quecausó la admiración de Europa, se despertó talcuriosidad por el invento que todo el mundoquiso ver cómo se elevaban los globos. Quizás noha habido en las ciencias y en la industria nin-guna cuestión que haya excitado tanto interésgeneral como la de los globos. No tardaron enatreverse algunos á subir en ellos; varios perecie-ron víctimas de su arrojo, y se hicieron ascensio-nes, ya por recreo, ya por especulación, ya paraaplicaciones de la guerra, ya con el fin de exami-nar las condiciones físicas de la atmósfera en lascapas á que se podia alcanzar.

Podemos dividir los globos en dos grupos: unosen que la fuerza ascensional se debe á calen-tar, ó sea enrarecer, y por tanto hacer menosdenso el ai?e; otros en que se introduce un gasligero. A los primeros se les suele llamar hoymongolfieras en honor de sus inventores; á los se-gundos simplemente globos, ó globosde gas. Paraelevar aquellos basta formar humo con paja hu-medecida, por la rarefacción que se produce, yporque el vapor de agua es más ligero que el aire.El gas que suele emplearse en éstos es el delalumbrado, por su economía y abundancia, ó elhidrógeno, que es el más ligero de todos los quese conocen.

Un metro cúbico de aire pesa unos 1.300 gra-mos; uno de hidrógeno 89, luego la diferenciaque es 1.211 gramos es la fuerza ascensional. Elcálculo no suele hacerse así, porque no se llenapor completo de gas el globo; si así se hiciera,se correría gran riesgo de que éste se rompieraal elevarse, puesto que al disminuir la presiónexterior, conforme va subiendo el globo, se dila-taría el gas interior y podría hacerle estallar. Poresto no suele llenarse sino su mitad ó sus trescuartas partes. Calculando sobre estas diremos

210 REVISTA EUROPEA. 1 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 . N.°25

para un globo de 800 metros cúbioos: el peso desu hidrógeno es el de 600 metros, ó sea 600 ve-ces 89 gramos, esto es, 53 kilogramos: el peso delaire desalojado es 800 veces 1.300 gramos, estoes, 1.040 kilogramos: luego la fuerza ascensionales 987 kilogramos.

Deduciendo de aquí el peso del globo, barqui-lla, red, etc., que viene á ser para el globo ci-tado cosa de 250 kilogramos, queda reducido elpeso útil á 787, y descontando unos 10 que debenquedar para que tienda á subir, es 727 la cargaen viajeros y lastre; podrá por tanto llevar nuevepersonas de á 75 kilogramos, y un lastre de 52.

Esto es al nivel del mar y en los dias frios deinvierno: en Madrid, por ejemplo, que está bas-tante alto, puede elevar menos carga, y ésta dis-minuye también cuanto más calor hace en elmomento de la ascensión. Si se trata de gas delalumbrado la fuerza de elevación es mucho me-nor, por ser este gas más pesado que el hidró-geno, aunque menos que el aire.

A medida que el globo se eleva se va dilatandoel gas interior, y si alcanza grande altura ó hacemucho calor, es preciso abrir la válvula superiorcon una cuerda que va desde la barquilla, á finde que salga y no amenace estallar. Si despuésde esto sobreviene frió, por ser de noche, el globotiende á bajar, y es preciso á veces lanzar partedel lastre para volver á elevarse. Otro tanto ocur-re por efecto de las pérdidas continuas de gas átravés de las paredes. De todo ello resulta, que alcabo de pocos dias el globo desciende irremisi-blemente.

En cuanto á los mongolfleras su vitalidad esmucho más corta. Ascienden con el aire ó humocalientes; y para que éste no se enfrie rápidamen-te, ni se salga, suelen llevar una esponja hume-decida en alcohol, la cual va ardiendo próxima ála boca inferir del globo. A pesar de esto, es cues-tión de muy pocas horas el descenso obligado deesta clase de globos.

El aereonauta que va en un globo de gas ob-serva, por medio del barómetro, la altura á que seencuentra: si llega á una capa en que se hallaequiponderante y quiere sin embargo subir, arro-ja lastre; si desea bajar, abre la válvula de salida.Para descender deja caer una anclita, la cual seagarra á un árbol ú otro obstáculo del terreno, ytirando de la cuerda llega á tocar el suelo; si rei-na viento fuerte, el descenso es peligroso. Comoprecaución se lleva siempre un paracaidas, que esuna especie de paraguas sin palo, con el cual sedeja caer el aereonauta en caso de rotura delglobo,

III.

Estos globos se hallan completamente á mer-ced del viento reinante. Lo más que puede conse-guirse con ellos es subir ó bajar en el seno délaatmósfera hasta hallar una corriente que empujeen la dirección apetecida. Ahora bien: se sospe-cha que en algunas regiones de la atmósfera hayvientos fijos en ciertas estaciones ú horas del dia,y de aqui el pretender alcanzarlas para llegar áun punto dado. La existencia no bien compro-bada de estos vientos, ha hecho proyectar el pasodel Atlántico.

Algunos han pensado en dirigir los globos;esto es, en hacer que no caminen á la orden delos vientos, sino que sigan su derrotero. Opónen-se á ello inconvenientes gravísimos, de los queson primordiales los dos siguientes: Un globoocupa siempre un gran volumen, relativamente ála carga que puede levantar, y por consiguientepresenta mucha superficie á la acción del viento.De aquí que es necesaria una fuerza considerablepara vencer esta acción; pero como para encon-trarla hay que redoblar la carga con el peso delmotor, ó lo que es lo mismo, aumentar el globo,ó sea su superficie, se tropieza siempre con estadificultad.

En segundo lugar, el punto de apoyo del motorha de ser el aire mismo, y dada la poca densidady cohesión de éste, es preciso disponer de apara-tos grandes, ó sea pesados, para conseguir el ob-jeto deseado. Esto sin contar la pérdida de gas,por no haber un tela completamente impermea-ble, según antes dijimos.

En prueba de lo anterior y de que la cuestiónde resistencia con el aire es lo q ue ha hecho pen-sar en sustituir los globos por otros aparatos, ci-taremos algunos datos de la fuerza del viento.Cuando éste es suave anda cosa de 2 metros enuna hora, y ejerce sobre cada metro cuadrado desuperficie fija un esfuerzo de 0,54 kilogramos; sies brisa anda 6 metros y ejerce 5 kilogramos;si fresco, 9 y 11; si fuerte, 12 y 19,50; impetiM-so, 20 y 54; huracanado, 36 y 177.

Concretémonos al fresco y supongamos que lasuperficie de un globo como el antes citado de 800metros cúbicos, es cosa de 110 metros cuadrados,mejor dicho, la proyección de la total sobre unplano meridiano del globo: la resistencia será de110 X 11, ó sea 1.210 kilogramos. Para que esteglobo esté quieto sufriendo el embate del vientose necesita un trabajo de 145 caballos de vapor,suministrados por una máquina motriz que seriamuy pesada. Cada hombre no puede dar, movien-do una cigüeña, y descansando de cuando encuando, más allá de j parte de caballo de vapor;

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de suerte que, como seria necesario llevar do-ble número de hombres que los meramente pre-cisos para que se sustituyeran, resultan paraeste caso necesarios nada menos que 2.030 hom-bres para vencer el empuje del viento en el globo,cuando éste no puede ascender más que nueve.

La principal atención de los aficionados á estascuestiones ha versado por lo tanto sobre la clasedel motor y de la tela. Se ha querido hallar unoque con poco peso produjera gran trabajo; pordesgracia, no se ha encontrado. Las aves sonbajo este punto de vista los motores más ligerospara la fuerza que producen. A. principios de 1869se realizó en Londres una exposición de la Socie-dad aereonáutica inglesa; en ella se presentaronmodelos de motores hechos con piezas de alumi-nio, calderas especiales, y empleando como com-bustible, ya el petróleo, ya el algodón-pólvora;los habia de vapor y de aire.

En cuanto á las telas, se ha llegado á hacerlasbastante buenas, superponiendo las de seda concapas de caoutchoue; no resultan pesadas y sonpoco permeables. Las redes se hacen también deseda para que pesen poco , siendo resistentes.Una de éstas cubre todo el globo, y de ella cuelgala barquilla, que también suele ser ligerísima.

Prescindiendo de los charlatanes ó ilusos, quesin conocer los principios físicos se han ocupadode este asunto, indicaremos los progresos reali-zados en estos últimos años. Giffard, eminenteingeniero francés, autor de un aparato para ali-mentar las calderas de vapor, que ha hecho sureputación y su fortuna, es uno de los más cons-tantes adalides de la dirección de los globos. En1862 se elevó en Paris con uno, cuyo motor erauna maquinita de vapor que se aplicaba á hacergirar rápidamente una gran hélice, análoga á lade los buques, hecha con lona y tablas. Para evi-tar que una chispa ó un pedacito de carbón enignición viniera contra el globo y lo quemara,haciendo arder el gas interior, en cuyo caso la ex-plosión seria segura, hizo que el humo de la cal-dera saliera hacia abajo por un tubo, obligándoleáello un tiro especial producido por el vapor so-brante. Ejecutó, pues, lo mismo que en nuestraslocomotoras, en las que el vapor, después de ha-

I bér obrado en los cilindros, pasa á la chimenea;|: pero cuidó de invertir ésta.\ Esta ascensión llamó extraordinariamente laf atención pública; 2.500 metros cúbicos ocupaba: el globo; éste era algo alargado en sentido de la

marcha; la hélice tenia 34 decímetros de diáme-tro, y daba unas 110 vueltas por minuto; la fuer-za déla máquina tres caballos. El agua y carbónque se iban consumiendo ahorraban lastre, puestas pérdidas de gas se compensaban con esta dis-

minución de carga. El ruido producido en las al-turas al soltar el vapor era espantoso y aterrador,por el profundo silencio que en ellas reina de or-dinario.

Giffard consiguió caminar á razón de poco másde dos metros por segundo, en la dirección quese proponía, cuando el aire estaba en calma; siera un viento suave, podia con dificultad ven-cerle; para el fresco esto era imposible. Dijimos,en efecto, que la velocidad de un viento suave escosa de dos metros y la del fresco llega á nueve;por consiguiente, mal podrá luchar contra estosun aparato cuya velocidad propia no llega á tres.

Durante el sitio de Paris se despertó con ma-yor interés la cuestión de' los globos; se lanzaronvarios con viajeros y correspondencia, entre ellosel que sacó á Gambetta; tenían casi todos unos2.000 metros cúbicos , eran de percalina y se lle-naban con gas del alumbrado; su peso subia áunos 500 kilogramos, y el útil á 980. Prestarongrandes servicios á la causa francesa, á pesar deno tener aparato alguno para ser dirigidos; unofue arrastrado hasta Suecia por un viento impe-tuoso.

IV.

Por entonces se hallaba en la capital el emi-nente ingeniero naval M. Dupuy de Lome, que hasido uno de los transformadores de la portentosamarina militar moderna. Estudió la cuestión, yproyectó un globo, que no pudo ensayarse hastadespués de concluida la guerra. Es, sin duda al-guna, el más racional de cuantos se han cons-truido.

La parte más notable del globo Dupuy es ha-ber introducido en su interior otro lleno de aire.Consta, pues, de un globo ovalado, en cuyo inte-rior va otro esférico mucho más pequeño; aquellleno de hidrógeno ó gas del alumbrado; éste deaire, pues comunica por un tubo con la barquilla.¿Qué se consigue con esto? Una grandísima ven-taja, cual es poder llenar todo el globo con gas,impedir que se deforme y evitar el tener que abrirla válvula y dar salida al gas.

En efecto, lleno el globo exterior de gas, suce-derá que al elevarse se dilata y va comprimiendoal interior, el cual comienza á encogerse, dejandosalir su aire por el tubo inferior; si no hubieraéste, el gas al dilatarse abultaría el vientre delglobo ovalado, á no ser que se le pusiera una arma-dura especial. Está calculado el interior de suerteque se arruga por completo al llegar á cierta al-tura máxima, de la que no se piensa pasar; nohabrá, pues, que dejar escapar nunca el gas. Sientonces baja, se contrae éste y entra el aire en elinterior.

212 REVISTA EUROPEA.—16 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 . N.° 25Es, en una palabra, éste globito adicional aná-

logo á la vejiga natatoria de los peces, por cuyascontracciones ó dilataciones pueden descender ósubir éstos en el seno de las aguas.

De la red cuelga una verga recta de madera,que lleva en su parte posterior un gran timón detela y en el centro la barquilla; sobre ésta va unagran hélice, que puede moverse por una máquinaó á brazo. En los experimentos verificados sólo seha seguido este último procedimiento. La formaovalada del globo y prolongada de todo el aparatopermite á éste surcar los aires en la dirección de-seada. Las dimensiones del globo son: largo 40metros; diámetro 14; volumen del globo exterior3.860 metros cúbicos; idem del interior 386; fuer-za ascensional con gas del alumbrado 2.553 kilo-gramos.

Las condiciones de estabilidad de este globoson buenas. No basta en un aparato que haya desurcar los mares ó los aires el que tenga buenaforma para trasladarse; es preciso que la posicióndel centro de gravedad del cuerpo y del volumendesalojado ocupen posiciones relativas tales quelo hagan estable, esto es, que no vuelque ni osciledemasiado con los choques ó corrientes laterales.Muchos de los inventores de aparatos de navega-ción desconocen la Mecánica é incurren en graví-simos defectos de estabilidad. No así en el apa-rato de 11. Dupuy.

Los experimentos realizados en 1872 con esteglobo permitieron elevarse en él 15 personas; ochode éstas movian la hélice. La tela del globo, for-mada por dos de seda, entre las que hay siete ca-pasde caoutchouc, pesaba 180 gramos por metrocuadrado. La velocidad alcanzada con aire encalma fue de 28 decímetros por segundo, ó seaunos 10 kilómetros por hora. La forma del globopermitió ir sesgando la dirección de los vientosalgo frescos, ó sea marchar de bolina, según dicenlos marinos. El ángulo que forma la marcha conla dirección del viento es tanto mayor cuantomás fuerte es éste. De aquí no se ha pasado.

Después 3e haberse dado á conocer el globo Du-puy, publicó el Sr. Bosque un artículo presen-tando un globo de su invención, que tiene la for-ma del que acabamos de describir, pero no su in-terior, y para que subsista sin deformarse, esperael inventor español que se descubra un metalcuyas láminas sean bastante resistentes para nodeformarse, y no pesen más de 600 gramos pormetro cuadrado. Ya puede esperar nuestro com-patriota.

Recordarán quizás nuestros lectores que á finesde 1873 se habló mucho de un globo que iba á serlanzado en los Estados-Unidos y venir á Europapor encima del Atlántico. Su volumen de unos

15.000 metros cúbicos; esférico, de algodón , un-tado al exterior con aceite de linaza, cera y ben-cina. Tiene algunos detalles especiales, pero pocoimportantes; trató también de combinar variosglobos unidos.

Su director, Mr. "Wyse, pensaba aprovechar lascomentes favorables, ascendiendo ó bajando enla atmósfera, para realizar su viaje. Este se quedóen proyecto. Un viento fuerte estropeó el globoen sus ensayos , y la cosa quedó abandonada,viéndose al paso su mala construcción. Despuésde haber comunicado oficialmente el Gobiernonorte-americano á las potencias de Europa elviaje citado para que prestaran su ayuda alaereonauta, éste no se atrevió á realizar su pro-pósito.

Nos parece que debió haber comenzado por lan-zar globos de ensayo á diversas alturas , para versi alguno llegaba á Europa, y después de estaspruebas, pacientemente repetidas durante mu-chos meses, podria haber intentado su viaje. Haresultado, en una palabra, con este asunto lo quecon tantas cosas de los Estados-Unidos; aquel es,el país de la gran actividad individual y de lasfarsas más retumbantes.

Prescindiendo del famoso globo titulado el Gi-gante, cuyo viaje á través de Europa en alas deun fuerte viento llamó la atención hace pocosaños, y de los cautivos que se veian en algunasexposiciones internacionales, esto es lo más no-table que sobre el asunto se ha realizado. En es-tos últimos meses se han verificado ascensionesnotables para estudiar las condiciones físicas dela atmósfera, pero no se ha adelantado en punto anavegación por medio de los globos más allá delo que han hecho Giffard y Dupuy.

La cuestión capital es hallar un motor de pe-queño peso y que consuma poco alimento, seaéste agua y carbón, ó aire y carbón, ó aire y otrofoco de energía. Los progresos que en este puntose hacen de dia en dia permiten entrever algunaesperanza de solución satisfactoria. Es precisotambién hacer aún más impermeables las telas.En cuanto á los depósitos de aire comprimido 6bombas para condensar el enrarecido de las capassuperiores, hay el grave inconveniente de aumen-tar peso para obtener un resultado que sólo es in-dispensable en la navegación á grandes alturas,que no es la solución práctica.

La imaginación ha ido en este punto bastantemás lejos que la realidad, y ha superado en nove-las ó escritos fantásticos estos inconvenientes,dando pábulo'á muchas inexactitudes é ilusiones.Edgardo Poe en su Viaje á la Luna, Julio Verneen sus" Cinco semanas en globo, y otros escritores,han alucinado á muchas gentes, no faltando en

N.° 25 G. VICUÑA.—LA NAVEGACIÓN AÉREA. 213

todos los países ilusos ó especuladores, comonuestro célebre Montemayor, que hayan llamadola atención pública algo más que los modestosy pacientes investigadores científicos.

v .Las dificultades de la navegación aérea por me-

dio de globos, hizo pensar hace algunos años enaparatos pesados, en aves ó insectos artificiales,formándose en Paris una sociedad aereonáuticacuyo lema es plus lourd que l'air.

Una ave es bajo el punto de vista mecánico unaexcelente máquina. Su densidad es mayor que ladel aire, pero es variable por las ramificaciones in-teriores que aquel puede tener y por el mayor vo-lumen que desaloja al abrir las alas. De aquí queel ave se deje caer á veces como una piedra y sesostenga en otras con facilidad. Pero, además deesto, las plumas forman verdaderas válvulas quepermiten paso franco al aire de arriba hacia abajo,pero que le impiden en la dirección contraria. Albajar, por lo tanto, las alas, el ave empuja al aireapoyándose en él y asciende: al elevarlas deja pa-sar el fluido casi sin resistencia, esto es, sin con-sumo de fuerza viva para poderlas bajar otra vezy hallarse en el mismo caso.

Por otra parte, la fuerza motriz de las aves esmuy considerable con respecto á su peso, y suforma es asimismo muy apropiada para hendir losaires, presentando poca resistencia por frota-miento. Casi otro tanto puede decirse de los in-sectos, aunque en estos la rapidez del sacudi-miento de las alas y su menor densidad les per-miten realizar sus movimientos.

La naturaleza, sabia maestra en este como enotros puntos, indica al hombre cuál debe ser elprocedimiento para navegar por los aires imitan-do á las aves ó á los insectos. De aquí los traba-jos modernos sobre aviación, cuestión que habiaocurrido á muchos aun antes de descubrirse losglobos, aunque sin pasar de un ensayo de la ima-ginación. Nuestro famoso Goya tiene entre suscaprichos varios dibujos de hombres que con te-las y tablitas forman sus alas y cola, con cuyoselementos los representa hendiendo los aires comoinmensos y fantásticos murciélagos.

Hace pocos años construyó Kauffmann una aveartificial, cuyas alas batían dos veces en cada se-gundo, presentando una superficie en estas de 41metros cuadrados; el peso del aparato era 3.170kilogramos; en el lugar homólogo á la tripa ibauna máquina de vapor con su caldera. Los ensa-yos que se hicieron salieron todos mal: el aparatose elevaba con dificultad y tenia poca estabi-lidad.

No hace muchos meses que fracasó una de las

tentativas hechas por un belga, M. de Grroof, paraelevarse con un aparato especial movido por elinventor, ó mejor dicho, para dejarse caer desdecierta altura, pues, más que otra cosa, es un pa-racaidas. Consta de un suelo de tabla, cuadradoy pequeño, en cuyos cuatro ángulos hay cuatrolistones verticales; el hombre-volador, como asíse titulaba este inventor, va en pié en dichosuelo. A sus brazos y piernas se atan unos cor-deles que pueden mover unas grandes alas y cola,hechas con seda, ballenas y resortes de acero; susuperficie es de 16 metros cuadrados.

Parece que alguna prueba le salió bien; pero alquerer imitar á ícaro, no ha muchos meses, segúnantes decíamos, en Bruselas, no se fundieron susalas, pero tampoco le sirvieron, y cayó desde unostres metros de altura, causando la risa de losnumerosos concurrentes; éstos se entretuvieronen romper el aparato.

A fines del mes último de Junio repitió Groofla prueba en Inglaterra con su aparato, y elevadoen un globo por Mr. Simmpns, se dejó caer desdecierta altura y llegó al suelo con toda felicidad.Pero, al querer hacer otro nuevo experimento pú-blico, el hombre-volador, en 9 de Julio, se dejócaer en las cercanías de Londres desde el mismoglobo á unos 80 pies de altura, con tan mala suer-te, que no pudieron funcionar sus alas y se es-trelló contra la tumba de un campo santo, pere-ciendo víctima de su temeraria imprudencia.

Es que el hombre con sus propias fuerzas nopuede sostenerse sin un apoyo que equilibre par-te de su peso: el aire puede serlo, pero tiene ma-las condiciones. En cuanto á ascender en él poreste medrí> lo creemos dificilísimo: el eminentefísico alemán Helmholtz así lo asevera tambiénen una Memoria matemática sobre este asuntoque ha presentado hace pocos meses á la Aca-demia de Ciencias de Berlín.

El ingeniero español Sr. Morenea publicó en1866 una Memoria sobre la aviación, en la queataca la idea del trabajo mecánico de elevarse su-cesivamente por sacudimientos que suele apli-carse á las aves. Dice que éstas caminan por pla-nos inclinados muy suaves, de suerte que lafuerza viva adquirida en un descenso parcial lautilizan en el ascenso inmediato. Propone el em-.pleo de alas formadas por chapas delgadísimasde acero, que permitan conseguir la propiedad deverdaderas válvulas, que anteriormente hemosdicho poseen las plumas. El trabajo del Sr. Mo-renes no pasa de ser un estudio teórico, concien-zudo, aunque algo atrevido, que no ha trascendi-do á la práctica.

Al paso haremos notar también, como trabajoespañol, un folleto publicado en 1872 por el señor

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Heriz sobre la navegación aérea, y otro posterior,en los cuales se trata la cuestión bajo el punto devista de la estabilidad, con fórmulas y algorit-mos matemáticos. No citamos ahora los numero-sos que sobre esta cuestión se han publicado enel extranjero. Los Sres. Villar, Santigosa y otroshan tratado también de este asunto.

El inconveniente principal de las aves ó insec-tos artificiales es uno de lus que indicamos en losglobos, aunque actualmente tiene mayor impor-tancia: nos referimos á la falta de un motor enér-gico al par que ligero. Cuando éste se realice,cuando al propio tiempo puedan construirse lasdemás piezas con sustancias resistentes y pocopesadas, podrá el hombre robar á las aves y á losinsectos el privilegio que hoy tienen de surcar losaires.

Las máquinas de aire caliente, si bien poseenla ventaja de no necesitar carga de agua, com-paradas con las de vapor, presentan hoy el incon-veniente de consumir bastante combustible y serde pesada construcción. Los motores eléctricos nohan pasado todavía á la categoría de máquinasgrandes, y tienen el inconveniente de exigir pilasy sus ingredientes, que embarazan bastante. Pa-rece que el porvenir está reservado á alguna sus-tancia que acumule mucha energía y tenga pocopeso; llevando ésta luego en el globo ó en elaparato más pesado que el aire, se aprovecha di-cha energía concentrada. El ácido carbónico lí-quido que produce luego el gas á enorme presión,parece ser una de ellas, pero exige una capaci-dad de paredes sumamente resistentes, esto es,pesadas, si no se quiere correr riesgos inminen-tes de*explosión. La nitroglicerina ú otra sustan-cia explosible podrá también aprovecharse comofuerza motriz.

En el estado actual de la industria no hay mo-tor alguno tan económico como el de vapor, puesaprovecha directamente la energía del carbón na-tural. Pero la cuestión actual no es esta, y nadaimportaría el gasto con tal de obtener una má-quina motri;; ligerísima y eficaz, fuera cualquierael agente de que nos sirviéramos.

Parece de todos modos, que si bien para ascen-der en la atmósfera, ó atraversala en los dias decalma, es hoy ventajoso el globo al ave artificial,será preferible ésta en lo futuro para realizar elverdadero problema de la navegación aérea, cuales ir desde un punto á otro, sea cualquiera elviento reinante. La menor superficie exterior y lamayor solidez de los aparatos de aviación abonanesta opinión.

En resolución, hay dificultades serias que seoponen á que la navegación aérea sea un hecho,pero éstas van disminuyendo, aunque lentamente.

El problema es difícil, más no imposible, sobretodo el dia en que se disponga de un motor lige-ro. Hoy está relativamente más adelantado el usode los globos: el porvenir es, sin duda alguna, delos aparatos más pesados que el aire: indiquemossu historia y clasificación.

VI.

Puede aceptarse la clasificación siguiente de losaparatos más pesados que el aire, dividiéndolosen tres grupos: 1.° los que emplean planos incli-nados rígidos empujados hacia delante en línearecta; 2 ° los que tienen hélices; 3.° los que po-seen alas artificiales que baten verticalmente: elgrupo segundo pudiera, en rigor matemático, de-rivarse del primero.

El plano inclinado rígido del primer grupo esni más ni menos que una cometa: al empujarésta con un cordel, el plano inclinado que formael papel asciende por la resistencia contra el aire.Si, pues, en vez de ser una cuerda quien sumi-nistra la fuerza de empuje es un motor que vayaunido al plano inclinado, éste ascenderá por sísolo. El inglés Henson imaginó en 1843 un apa-rato fundado en este principio.

Un carro con la máquina motriz y viajeros lle-va dos grandes alas laterales de tela inmóviles yuna gran cola; detrás de aquellas hay dos ruedasverticales que obran como abanicos y son las queempujan el aparato. Esto no ha pasado nunca deun proyecto.

Más vasto es el de Wenham, quien propusohace pocos años el empleo de planos superpues-tos, cuya idea fue desarrollada por Stringfellow,quien construyó un aparato con una máquina devapor de un tercio de caballo, y cuyo peso total,sumado con el del aparato, no pasaba de doce li-bras. Llevaba tres planos superpuestos ó inmóvi-les, cola y dos hélices motrices. Se le ensayó en lacitada exposición especial de 1868, pero movién-dose con un anillo dentro de un alambre. El re-sultado fue poco satisfactorio, y á pesar del pe-queño peso total no pudo funcionar sin el apoyodel alambre.

En 1796 propuso el inglés Cay ley aplicar parasubir en el aire un juego de plumas que formanuna verdadera hélice; se construían juguetes enque haciendo girar por medio de un resorte elárbol vertical, en el cual iban fijas á ángulo rectolas plumas, se elevaba el aparatito. Esto se fueperfeccionando, y en 1842 hizo Philipps un mo-delo con paletas giratorias; contra éstas chocabael vapor producido dentro del tubo central y lashacia girar. Este modelo se elevó á bastante al-tura: el "combustible era una mezcla de carbón,nitro y yeso, cuyos gases se mezelaban con el

¡Ufe.

G. VICUÑA. LA NAVEGACIÓN AÉREA. 215

vapor producido y le comunicaban una impulsiónbastante considerable.

Hacia 1863 se dieron á conocer los proyectosfranceses, fundados en el empleo de hélices quehacían mover ejes verticales, para equilibrar laacción de la gravedad. Entre ellos merecen citar-se los Dombres de los investigadores Nadar,D'Anmécourt y Landelle, quienes llegaron á cons-truir modelos que se elevaron en los aires. El apa-rato del último francés citado consta de dos ár-boles verticales, cada uno de los cuales lleva cua-tro hélices formadas cada una de varias piezas:tiene además otra de eje horizontal para comuni-car el movimiento de avance. El español Sr. Ve-lasco publicó en 1872 un mecanismo que constade dos hélices, destinada una á vencer la acción dela gravedad, y otra á ángulo recto para comuni-car el empuje horizontal.

La superior, ó sea la de eje vertical, debe tener16 metros de diámetro y 6 la segunda. El tododescansa en una armazón metálica, cuyas condi-ciones de estabilidad no da á conooer. Ingenioso enalgunos detalles, es, sin embargo, su proyecto,que no ha pasado de la categoría de tal, muypoco original.

Ni los planos inclinados, ni las hélices elevato-rias han pasado todavía del terreno de los ensa-yos y modelos; no es lo mismo obrar con éstosque con aparatos grandes dotados de carga. Esque, como nota el profesor inglés Pettigrew en unexcelente libro sobre la locomoción de los anima-les, de quien tomamos estos datos, es preciso sa-cudir el aire bajo ángulo desigual, según las con-diciones de la marcha, como lo hacen las aves, nobajo el mismo siempre, como lo efectúan todoslos aparatos citados.

El tercer grupo decimos que era el de los arte-factos, que batian el aire verticalmente; esto es,los que imitan á las aves en ciertos movimien-tos, si bien éstas no siempre proceden así, y ade-más Tañan constantemente los ángulos y formasdélas alas. Ya en 1680 indicaba el célebre fisió-logo y matemático italiano Borelli el empleo deayeg artificiales, cuyas alas sacudían vertical-mente el aire. Los aparatos construidos desdeentonces fundados en este sistema, han tenidopoca aceptación.

Entre ellos entra el deKauffmann, ya citado.Como variante indicaremos el proyecto del fran-cés Blanc, titulado ala-remo, en el cual quiereasimilarse la marcha del artefacto á la de un pezen la natación.

Dos globos elípticos y un timón llenos de hi-drógeno mantienen el aparato casi en equilibrio,y para vencer la pequeña acción que aún pre-senta la grave dad, así como para comunicar la

impulsión, hay en el centro, y entre los dos glo-bos elípticos, dos paletas laterales que afectan laforma de conchas de doble fondo, para imitar lasaletas de los peces: en dicho fondo hay hidró-geno. Estas aletas tienen un movimiento circularalternativo: al subir tropiezan en el aire con laparte convexa, y al bajar con la cóncava, lo quehace encontrar mayor resistencia en la bajada, ypor tanto tendencia á elevar el aparato, así comoá empujarlo. La máquina motriz y los viajerosvan entre los globos y las dos aletas. Esto noha pasado del papel.

VIL

La construcción de estas aves artificiales vaunida al del estudio del movimiento de las na-turales, sobre lo cual se ha disertado muchísimo.En primer lugar hay que hacer notar que, entrelos seres vivos que cruzan los aires, varían mu-cho los medios de locomoción. Es muy distintoel vuelo de un insecto al de un murciélago, y elde ambos, del de las aves. En éstas cambiatambién mucho su locomoción. Unas parece queno mueven siquiera las alas y caminan por pla-nos inclinados; otras, por el contrario, las agitancon rapidez; su dirección, la posición del cuerpo,la forma de la cola, son elementos asimismo bas-tante diferentes.

La relación de la extensión de la superficietotal de un ser volador á su peso varia en granmanera. Así, suponiendo que cada uno de éstospesara uniformemente un kilogramo, la super-ficie seria para algunos insectos hasta de casi12 varas cuadradas inglesas; en la libélula demás de 7;'en la mosca de más de 1, y en el es-carabajo apenas pasa de 6 pulgadas cuadradas.Esto en los insectos; en cuanto á las aves, lagolondrina tiene para dicho peso hipotético másde 2 varas cuadradas; el gorrión no llega á 6pulgadas cuadradas; la paloma cosa de 2; elbuitre poco más de 1, y la grulla no llega si-quiera á la unidad de pulgada.

Las formas de las alas varían bastante. Todoesto explica las diversas teorías del vuelo da-das por Marey, Viven, Chabrier, Durckhein yalgunos otros que ya hemos citado. El que pa-rece haber profundizado más la cuestión es unode estos últimos, á saber: Pettigrew, quien pro-pone, en vista, de sus observaciones sobre losseres naturales, construir alas artificiales quedeben satisfacer á las condiciones siguientes: ta-ñer forma triangular, adelgazarse desde la baseá la extremidad y desde la margen anterior á laposterior, ser convexas por arriba, cóncavas pordebajo y ligeramente torcidas, ser flexibles, elás-ticas y no rígidas.

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Además propone el citado autor que su unióná la máquina no se haga sólo por un extremo,sino también por puntos próximos á éste. Estoes muy racional é imita á las alas naturales,pero aún no ha pasado de ensayos, si bien éstosson satisfactorios.

Esto no quiere decir que el aparato definitivohabrá de tener la forma de una ave; basta que lotenga las alas, quedando en pié la cuestión delmotor para variar la disposición del conjunto.Al hacer la locomotora no hemos copiado lite-ralmente al caballo; al construir la máquina quecruce los aires, no hemos de imitar servilmenteal ave. La naturaleza es sabia maestra, y sus re-cursos se modifican con arreglo á las condicionespropias de cada caso: otro tanto debemos haceral imitarla.

Ya hemos dicho anteriormente, que si bien lanavegación aérea con aparatos más pesados queel aire parece ser la solución racional futura, estámás adelantado hoy el empleo de los globos enlas aplicaciones. Así, en la guerra se aplicó por elejército francés al final del siglo pasado, usandoglobos cautivos, en los que subían los oficiales deEstado Mayor para observar las posiciones delenemigo.

Cayeron luego en desuso, y parece que el ac-tual, ejército prusiano ensaya dos de sus compa-ñías de ingenieros en este ejercicio, para utilizar-lo en lo sucesivo. Tropiezan hoy con el incon-veniente del gran alcance de nuestras armas defuego. Una lucha entre dos observatorios de estegénero seria terrible. Para librarse de los proyec-tiles seria preciso ascender á grandes alturas, locual es muy molesto.

A propósito de este asunto, bueno es hacer cons-tar que la montaña más alta de la tierra es laEverest del Himalaya, con 8.840 metros sobre elnivel del mar. Pues bien, entre las ascensionesmás notables, todas con el objeto científico de es-tudiar las condiciones atmosféricas, podremos ci-tar la de Gay-Lussac en 1804, que subió á másde 7.000 metros; la de Barral en 1850, que alcan-zó casi igual altura, notando una temperaturade 39° bajo cero, y la de Grlaisher en 1862, quellegó hasta 11.000 metros, y puso en inminenteriesgo la vida de este físico.

La última ascensión notable es la verificada el22 de Marzo último por los franceses Crocé y Si-vel, que si bien no han subido tanto como el físicoinglés, han hecho observaciones de mayor valía.Llegaron á 7.400 metros, y pudieron consagrarseá aquellas, gracias á que respiraban oxígeno quellevaban en una capacidad especial. El análisisespectral debe á estos observadores algunos da-tos importantes reunidos durante su ascensión.

En éstas se nota iuteuso frió; sequedad extremaque molesta la piel; precipitación en las pulsacio-nes; dolores en las sienes; abatimiento en todo elorganismo. Las nubes quedan muy debajo, puesrara vez pasan de 4.000 metros de altura, y á ve-ces se ve formar las tempestades á los pies delobservador. Las aves caen como piedras. Un coloroscuro sustituye al hermoso azul del cielo ennuestros climas. El silencio más absoluto reinaen estos ámbitos; un ruido que en la superficieterrestre seria insignifica?ite, es allí aterrador.Todo, en suma, pone miedo en el alma mejortemplada, y hace comprender que allí, como enel seno del planeta, es algo el hombre, no porsus fuerzas físicas, sino por el soplo divino quelleva en su alma.

G. VICUÑA.

CARTAS MUSICALES.

PRIMERA.

SOBRE LA MÚSICA DE WAGNER,

Sr. D. José Piqué y Cervero.Muy señor mió y estimado amigo: Por casuali-

dad ha llegado á mis manos una hoja suelta, su-plemento al Correo de Teatros, la cual contiene unremitido de V. contra el Sr. Sehcenbrunn. En ellahe leido con gran satisfacción la calurosa defensaque hace V. de la música y los músicos españo-les en general, y en particular de mí; y aunqueno me considero acreedor á los elogios que V. tangenerosamente me prodiga, éstos me han sidotanto más gratos, cuanto que ya hace años queusted y yo no nos escribimos, si bien esto esculpa de nuestros quehaceres, y no de nuestrabuena amistad. Hoy, sin embargo, la memoriaque V. hace de mi en su impreso no puede menosde obligarme á tomar la pluma para dar á V. lasmás expresivas gracias , y no sólo por tal memo-ria, sino porque por lo mismo que V. no ha queri-do enviarme ejemplar del dicho impreso, yo debopagar este rasgo de la exquisita delicadeza de V.,dicióndole espontáneamente que lo he leido consumo gusto, y que estaré eternamente agradecidoá tanto favor.

Ya que tengo la pluma en la mano, me dispen-sará V. que le signifique cuánto siento ver á V.engolfado en una polémica estéril para el arte, alpar que puede ser fecunda en disgustos para V.Y digo estéril para el arte, porque á todo aquelque, ó por entusiasmo, ó por afán de singulari-zarse, ó por especulación, ó por otra causa cual-quiera, se hace apóstol de una idea ó partidario

fe-

F. A. BARB1ERI. LA MÚSICA DE WAGNER. 217

ardiente de una nueva escuela, no hay que irlecon reflexiones, porque á todas contestará siem-pre con aquellos versos de Bretón de los Herreros:

«Aunque el mismo arzobispo de SigüenzaCon todo su cabildo diocesanoQuisiera convencerme, fuera en vano;Yo no quiero que nadie me convenza.»Con esta clase de gentes no hay discusión posi-

ble, porque todo lo llevan abarrisco, y al fin no sesaca sino lo que el negro del sermón. Pero medirá V. tal vez que cuando uno tiene el convenci-miento profundo de que trata de entronizarse unabsurdo, debe combatirlo con todas sus fuerzas.Ciertamente, parece que así se debe obrar ; perola historia nos dice la esterilidad de tales esfuer-zos en muchas materias, y más particularmenteen las que se refieren al arte de la música, arteque, más que otro alguno, atañe al sentimiento,y que, por consecuencia, es del dominio comúnde las almas sensibles. Podemos, pues, los que loprofesamos tirarnos los bonetes sobre si debenemplearse tales ó cuales medios para hacer unaobra musical perfecta; podemos dejar discutidosy asentados todos los principios sobre que elladeberá fundarse, y sin embargo, el público des-pués vendrá á darnos la razón con sus aplausos,ó á quitárnosla con sus silbidos; y sólo subsistiráaquella obra artística que á mayor número deoyentes no profesores del arte haya logrado tocaral corazón.

Hay que considerar también que el arte de lamúsica es por necesidad revolucionario ; porque,naciendo de los arranques del sentimiento huma-no, y siendo el hombre naturalmente inclinado álas novedades y al progreso, no puede el arte de-jar de acompañar siempre al hombre, hasta ensus aberraciones y extravagancias, y más par-ticularmente en tiempos como los actuales, enque la humanidad atraviesa un período de ansie-dad y de furor revolucionario en sus ideas reli-giosas, políticas, sociales, artísticas y científicas,amenazando destruir por completo cuanto existede los pasados tiempos.

• Antes de ahora la música seguía una marchamás tranquila en su progreso, así como la huma-nidad progresaba realmente, pero con menos

; ruido; y sin embargo, ¡á cuántas y cuan acalora-das polémicas dio lugar la más pequeña modift-

¡ cacion artística! Sin remontarnos más allá de los| tiempos del renacimiento, nos encontramos conf las ardientes discusiones que promovió la obra dei nuestro español Ramos de Pareja con su nueva'• teoría sobre el temperamento y sobre otros ramos: del arte. Grandes maestros italianos se le opusie-

ron, recurriendo hasta al insulto para combatirsus nuevas ideas.

TOMO II.

Para los más célebres compositores antiguosun mí contra fa era el mayor de los delitos: losacordes de sétima les erizaban los cabellos, y con-sideraban poco menos que como un pecado mor-tal el hecho de incurrir en lo que llamaban Día-bolus in música.

De los tiempos modernos bastará recordar lasrudas batallas que riñeron gluckistas y piccinnis-tas, haciendo gemir las prensas de continuo consus acaloradas diatrivas.

Los didácticos del contrapunto todavía truenancontra lo que llaman cuartas, quintas ú octavasmal dadas; y tomos enteros de polémica se hanescrito y escriben en pro y en contra de algunosdetalles atrevidos de las obras de Beethoven.

Rossini, Meyerbeer y otros grandes genios denuestros dias han dado, con sus obras, pábulo álas más acaloradas discusiones.

En España misma, nuestro género de la zar-zuela ha tenido ardientes adversarios y generososdefensores, como V., amigo Piqué.

¿Y qué ha resultado de todo cuanto acabo derecordar?

Que el arte desechó algunas de las ideas deRamos de Pareja, pero adoptó la principal deltemperamento, sobre la cual se ha fundado el artemoderno.

Que el Diabolns in música se ha convertido enÁngelus, y hoy los acordes llamados disonantesson el más bello adorno de las obras musicales.

Que las óperas de Gluck sirvieron de tipo aldrama musical moderno, dándole un nuevo giro,y que aun hoy se aplaude el Orfeo.

Que los contrapuntistas didácticos tascan elfreno, oy$»do aplaudir generalmente el coro in-terno del acto segundo del Guillermo Tell, la bar-carola del acto tercero de / Puritani, el andantede la sinfonía en do menor de Beethoven, y otrasmuchas obras célebres en las cuales se atropellanalgunos de los preceptos escolásticos.

Que los nombres de Rossini y de Meyerbeerviven y vivirán siempre incólumes por El Barberode Sevilla y el Guillermo Tell, por Roberto el diabloy Los Hugonotes.

Y finalmente, que nuestro género de la zar-zuela tiene hoy en España escaso número de de-tractores; que se hizo lugar hace ya tiempo hastaen el extranjero, y que hoy mismo se preparantraducciones para los teatros de Alemania y deItalia, de aquellas obras de nuestro repertorio quemerecen ser conocidas y consideradas, aunque nosea más que porque constituyen un género áémúsica nacional española.

De modo que lo que la historia nos enseña esque siempre hubo unos espíritus exageradamétfteinnovadores, y otros absolutamente contrarios S

218 REVISTA EUROPEA. 1 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 . N,°28

toda innovación; pero, no obstante, el arte músicoha seguido la corriente natural de los adelantosde cada época, y lo bueno, antiguo ó moderno,subsiste ó ilumina al arte, al paso que lo malo, seacualquiera la época ó persona á que pertenezca,yace en las sombras del olvido. Y entiéndase queal decir bueno y malo quiero significar únicamentela música que llega ó no llega á conmover la ma-yoría de las almas sensibles y de las personas debuen gusto, ajenas por completo á toda pasiónpersonal ó de escuela ó de nacionalidad; porquesiendo la música un arte cosmopolita por excelen-cia, necesitan sus obras, para ser consideradascomo buenas en absoluto, adquirir la sanción degentes nacida? bajo la influencia de diferentesclimas.

He aquí la razón por la cual considero los can-tos populares de todas las naciones civilizadascomo la expresión más bella del arte natural (di-gámosle así). El canto popular es, sin disputa, elmás espontáneo y puro lenguaje del sentimientorepresentado,por la rtielodía, que es el ajina, el sitiequa non del arte de la música; y este lenguajetiene el privilegio de ser el único verdaderamenteuniversal, como puede probarse con facilidad, sinmás que recordar el hecho notorio de que lascanciones populares más características de cadanación, son igualmente aplaudidas en toda Euro-pa, ya, sean cantadas en su primitiva sencillez, óya con los adornos de una armonización más ómenos complicada.

Con las ideas que acabo de exponer, no extra-ñará V., querido amigo, que sienta mucho verá V. enredado en una polémica, de la que no po-drá sacar, en conclusión, sino los disgustos con-siguientes á haberla seguido, y éstos tanto ma-yores, cuanto que veo que van "V"v*. perdiendo lacalma y entrando en el terreno vedado de la per-sonalidad: y todo ¿por qué?... ¡Porque ciertosprofesores y críticos de Barcelona gustan de lamúsica de Ricardo Wagner, y V. y otros noj...Precisa es confesar que este no es motivo sufi-ciente paFa romper lanzas; porque si la músicade Wagner es absolutamente buena, ella se abri-rá camino, á pesar de la oposición que la haganlos críticos más autorizados; y si es mala, aunquetodos los críticos del mundo se empeñen en po-nerla en los cuernos de la luna, el público impar-cial la pondrá á los pies de los caballos. Pero po-dria suceder también que en la tal mú sica hubierauna parte buena y otra mala. En tal caso sucede-ría con Wagner lo que con todos los autoresconocidos, cuyas obras se encarga el público, deacribar, conservando lo bueno y despreciando lomalo: si aquello es más abundante que esto, enr.tónces el autor gana un puesto entre los

guidoa, y si es al contrario, queda reducido áocupar en la historia del arte un lugar de escasaimportancia entre la multitud de autores adoce-nados.

Al llegar aquí, comprendo que V. me pregun-tará cuál es mi opinión sobre el particular, y voyá satisfacerle; pero antes debo hacer una obser-vación que me importa dejar bien consignada.

El distinguido crítico y mi querido amigo donAntonio Peña y G-oñi, interpretando algunas apre-ciaciones mias expresadas privadamente, me hahecho, en algunos de sus excelentes y humorísti-cos artículos de periódico, sentar plaza de anti-magnerista contra mi voluntad y contra mi propiahistoria; porque es bien sabido que la primeraobra de Wagner que se oyó públicamente en Es-paña, yo fui quien la trajo de Alemania, quientradujo al castellano la letra de sus coros, quienensayó éstos y la orquesta, y quien, finalmente,la dirigió ante el público en los conciertos delConservatorio de Madrid. Esta obra fue la marchadel Tannhauser que V. cita en su remitido.

Reclamo, pues, para mí toda la gloria ó el vi-tuperio que merezca por haber introducido ennuestra patria esta música, que hoy es causa detan acaloradas discusiones: y con estas premisasvoy ahora á decir á V. mi humilde opinión sobreWagner y sus obras, y sobre los panegiristas ylos detractores de él y ellas.

Ricardo Wagner es literato y compositor; lite-rato, no sólo para escribir los libretos de ausóperas, sino para hacerse la crítica de ellas entales términos qjie viene á decir sustancialmen-te: «Todo el que no me aplauda ni me siga, es unbruto, porque yo soy el verdadero Mesías deldrama lírico; y todas las óperas que se han es-crito hasta el dia, no son más que música debaile.»

Confesemos que quien esto dice no da muestrasde tener mucho talento, ni menos de ser muymodesto. Jesucristo predicaba con la palabra yel ejemplo la doctrina de la rendencion humana(que es más que la redención de la ópera), y sinembargo, daba al César lo del César, y procurabaganarse prosélitos con su modestia y mansedum-bre: pero Wagner, á lo que parece, tiene monosde la humildad del Salvador que del orgullo deSatanás; y aunque es cierto que todos los gran-des genios de la humanidad han tenido el con-vencimiento del valor de sus obras, no es menoscierto que la modestia ha sido y es siempre com-pañera inseparable del verdadero talento.

Otro de los distintivos del verdadero talento esla perfecta armonía en las ideas y la, unidad cons-tante y lógica en la manera; de desarrollarlas'; peroWagner se contradice á cada momento en aus.

.° 25 F. A. BARBIER1. LA MÚSICA DE WAGNER.

obras literaria», poniendo éstas en contradiccióntambién con su músiea dramática. Se proclamainnovador; dice que su música es del porvenir, yai propio tiempo se enfurece porque no le aplau-den los contemporáneos tanto como él se figuraque merece. Nos habla de su melodía infinita, yluego, en la mayoría de sus obras, la melodía estwnflnita y de periodos y frases de tan limitaday pequeña medida, que pueden cortarse por dondese quiera, sin afectar grandemente á la totalidadde una pieza. Se burla del ritmo y dice que lasóperas de Rossini y de Meyerbeer son música debaile, y por su parte, cuando toma un ritmocualquiera, insiste en él hasta la saciedad, crean-do una: música martillada, como por ejemplo, la dela obertura de su Tannhauser.

Todas estas y muchas más contradicciones quepodría poner de manifiesto, vienen á probar quela teoría y la práctica no marchan acordes en esteautor, y por consecuencia que Wagner, cegadotal vez por un orgullo desmedido, no debe tenerperfecta conciencia de lo que hace, 6 quizás tienedentro de sí tres espíritus diferentes é inarmóni-cos, un© para la poesía, otro para la crítica y otropara la música.

Examinando sus obras literarias, encuentro enettas rasgos inequívocos de imaginación y de ta-lento, pero al propio tiempo un cierto desarreglonsoido tal vez del afán de singularizarse á todacosta y de buscar la originalidad.

Ea su» obras críticas hallo el mismo, ó mayordesarreglo de ideas: los principios estéticos enque se funda no los veo claros, ni bien definidos;de modo que unas veces me parece que se inclinaá las teorías de lo» filósofos alemanes modernos,y otras maldice de ellos, haciendo un baturriLlofilosófico que no hay quien lo entienda: lo que sí,vea (y eonmigoitodo el mundo) en estas obras deWagner, es un yo-satánico-qwe asoma constante-mente la cabeza por encima de todo cuanto es-cribe.

Como compositor de músiea pertenece á la es-cuela dw Sahuman»; lo cual equivale á. decir queWagner sigue las huellas ée< otro, y que, por con-

: siguiente; no debe ser considerado en absolutoi como1 innovador. En sus obras musicales hallo laf misma fiilta» de unidad que en las literarias, yf un» vacilación constante en las ideas, sin llegar á' fopfliar un sistema de composición bien definido*,

Bi un estilo propio individual. Oyendo las obrasde Wagner recuerda uno involuntariamente lasde SehAMa¡ann, Liszt y Spohr, y aun en ciertos ca-aos tes de líendelssohn, Weber y Meyerbeer. Enaquellos'momentos en que Wagner se deja arras-t«p inTttluntariamente por la corriente del siglo,produce trozos de música que podría) firmar cual-

quiera de los grandes compositores más justa-mente aplaudidos; pero en seguida parece quele acomete el demonio de su soñada novedad, yse complace en dar tortura al mejor período mu-sical, disfrazándolo violentamente y de un modoextravagante, á fin de que aparente una novedadque en el fondo no tiene.

Si de estas generalidades paso á examinar al-gún detalle importante, encuentro en las óperasde Wagner un defecto de la mayor consideraciónen el uso malísimo que hace de la voz humana,que es el primero y principal elemento de tododrama lírico: y aquí se ve, no sólo una falta im-perdonable, sino una de las contradicciones ma-yores en que incurre Wagner. Trata de romperpor completo con las tradiciones y la prácticadel drama lírico; declara que en éste la accióndebe seguir en todos sus detalles una marcha nointerrumpida por ningún género de convención;se decide, en fin, por un realismo exagerado, yal propio tiempo hace cantar á sus personajes deun modo contrario á las leyes de la naturaleza ydel arte. No ha habido, ni hay en el mundoquien espontáneamente hable ó cante de la ma-nera tan desentonada que cantan los personajesde las ópera*de Wagner, saltando de un registroá otro de la voz, y usando frecuentemente de lospuntos extremos, da los intervalos disonantes yde modulaciones violentas. Así ha sucedido queen algunos teatros de Alemania misma no hanpodido ser ejecutada» ciertas óperas de Wagner,porque los cantores declararon que les era impo-sible cantar con afinación y aprender de memoriatan revesadas melodías, las cuales, en muchoscasos,. has%i para los instrumentos de orquestasuelen ser de una grandísima dificultad.

Sin embargo de todo lo expresado, es muycierto que en las obras de este autor hay trozosque admiran, y aun algunos que conmuevenhastía á la» personas más predispuestas en con-tra de él; y desde luego puedo asegurar que Wag-ner no es un compositor vulgar, porque si care-ciera de mérito, no hubiera hecho tantos prosé-litos, ni habría suscitado tan ardientes polémicasen toda Europa. A pesar de todo, yo no- me atre-vería hoy á determinar el puesto que le corres-ponde; dentro del arte, porque cuanto veo en susobras de contradictorio y de extravagante, hacenacer en mí una® dudas que sólo podrán disiparel tiempo y la constante y desapasionada experriencia.

De lo que no me cabe duda es de que tan fuerade razón están los wivgneristas exagerados comosus intransigentes contrarios: los primeros, por-que debían considerar que no ea fácil, ni tal vezposible, aniquilan las obras de los glandes genios

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de la música dramática, tan umversalmenteaplaudidos, como Mozart, Rossini, Weber, Me-yerbeer y otros; los segundos, porque debian re-cordar las trasformaciones que, desde Cimarosahasta el dia, ha ido experimentando la músicadramática, y que tal vez no hemos llegado ni lle-garemos nunca á pronunciar la última palabraen la materia, porque el arte de la composiciónmusical, más que otro alguno, sigue siempre lacorriente progresiva y caprichosa de las socieda-des humanas, y sólo subsiste incólume el princi-pio generador del arte, es decir, la melodía popu-lar, siempre bella y siempre joven , nacida de lomás íntimo y puro de las almas sensibles.

Oréame V., amigo Piqué, y créanme los wagne-ristas furibundos; la pasión desenfrenada quitael conocimiento, y por esta razón lo que convienees tratar el asunto con la mayor calma , sin de-jarse llevar de un espirita exageradamente con-servador, que tienda á paralizar el racional pro-greso del arte, ni, por el contrario, de un desme-surado afán reformista que lo desnaturalice , ha-ciéndolo tal vez caer en el ridículo.

Discútase en buen hora; analícense los mediosde que se valió el artista para producir su obra;pero, al propio tiempo, téngase bien presente queel talento no basta á dar celebridad legítima ysólida á un compositor de música, si no va acom-pañado de esa inspiración divina que llamamosgenio, y que ni es ni puede ser discutible, porquelas obras del genio al fin se imponen por su pro-pia virtud y están por encima de toda discusión.

Ahora bien: ¿está patente el genio en las obrasde Wagner? ¿Sucederá al fla con ellas lo que conLas soledades de D. Luis de Góngora?... Allá loveremos.

FRANCISCO ASEKJO BARBIERI.

LA VERDADERA RESPIRACIÓN DE LOS VEGETALES.

EXPERIMENTOS DE M. CORENWINDER.

I.

La oposición funcional de los dos reinos orgánicos,el reino animal y el reino vegetal en la organizacióngeneral del mundo era, hasta hace pocos años, labase de todas las especulaciones cientificas. Los tra-bajos de los sabios más ilustres habian confirmadoesta teoría que parecía completamente de acuerdocon todos los hechos conocidos.

Los vegetales crecían para proporcionar alimento álos animales, y hacer á estos posible la vida. Lasfunciones de la vida vegetal creaban los principiosinmediatos; las de la vida animal los destruía; lasexcreciones diversas de la vida animal eran el fer-

mento natural de la vida vegetal, y ésta purificabael aire que las emanaciones animales habian alterado:en fin, la función más continua del organismo, larespiración, consistía en los animales en una absor-ción de oxígeno, seguida de una exhalación de ácidocarbónico, y en los vegetales se convertía en una ab-sorción de ácido carbónico seguida de una exhalaciónde oxígeno; de modo que la respiración de las plan-tas descomponía el ácido carbónico producido por larespiración de los animales, manteniendo así la cons-tancia de la composición de la atmósfera. En todo seadvertía esta oposición armónica de los dos reinosque se completaban mutuamente, para constituir elgran orden de la naturaleza.

Los célebres experimentos de M. Claudio Bernardsobre la glícogenia hepática, sorprendiendo en el hí-gado de los animales la formación de uno de los prin-cipios inmediatos más importantes, el azúcar, dieroná esta teoría, en apariencia tan filosófica y tan sólida,un golpe decisivo, al que no ha podido sobreponerse.Llegóse pronto á una teoría distinta, no menos filo-sófica en su forma general, y demasiado relacionadacon todas las tendencias de la ciencia y de la filosofíamodernas para que no le esté asegurado el porvenir.A la idea de la oposición armónica de los dos rei-nos sucede hoy la unidad funcional de la natura-leza viva. En las lecciones que desde hace muchosaños dedica M. Claudio Bernard, en el Museo dehistoria natural de París, al desarrollo de estagrande concepción, en vez de comparar los animalesy los vegetales como se hace ordinariamente, expo-niendo sus diferencias, enumera las semejanzas, dandoeste simple cambio de punto de vista al conjunto delos hechos distinta significación.

Parecía, sin embargo, que existían aún diferenciasfundamentales, especialmente bajo el punto de vistade la respiración.

Desde los primeros trabajos que han reducido larespiración de las plantas á una exhalación del oxíge-no procedente de la descomposición del ácido carbó-nico de la atmósfera, experiencias ya antiguas re-dujeron á cierto límite las consecuencias de las afir-maciones originales. Se ha probado daspues queesta forma de respiración está subordinada á la ac-ción de la luz solar y funciona sólo en las hojas olaspartes verdes, que deben esta coloración á la presen-cia de un principio particular llamado clorofila: estoha conducido á considerar la clorofila como el órga-no, el agente esencial de la respiración vegetal. Des-pués se ha descubierto que las flores de otro colorque el verde, y aun las partes verdes, cuando están co-locadas en la oscuridad, no se limitan á absorber elácido carbónico de la atmósfera para exhalar en se-guida el oxígeno de este ácido, sino que hacen lo con-trario; absorben el oxígeno y devuelven el ácido car-,bonico, como los animales.

N.° 25 CORENWINDER. LA RESPIRACIÓN DE LOS VEGETALES. 221

De aquí el atribuir á las plantas una segunda formade respiración llamada respiración nocturna, poroposición á la primera forma que recibe el nombre derespiración diurna. Pero, á pesar del descubrimientode cierto número de hechos que han venido á exten-

. der el círeulo de la respiración llamada nocturna, es-taba lejos de igualar en importancia á la respiración

-diurna, considerada por todos los botánicos como laverdadera respiración vegetal, y que, comparándola ála otra, merecía evidentemente este honor, por el nú-mero, la duración y la extensión de los fenómenosque representaba.

Podia causar admiración esta singular dualidad derespiraciones en el mismo ser, respiraciones opuestasuna á otra en su esencia misma; podia, sobre todo,preguntarse cómo los vegetales estaban privados lamitad de su vida de la función fisiológica, cuya conti-nuidad parece más necesaria, la función respiratoria,puesto que la respiración diurna estaba obligada árepresentarla sola; se podia hasta notar que ciertasplantas, criadas en la oscuridad, no gozan de ella ja-más. Pero hechas estas reservas, era preciso rendirseá la fuerza y á la generalidad de los hechos.

Estas consideraciones preliminares harán compren-der toda la importancia de los trabajos que, M. Co-renwinder acaba do exponer ante la Sociedad deCiencias de Lila, y que vamos á reasumir.

M. Corenwinder, que prosigue hace veinte añosen la misma dirección sus investigaciones de fisio-logía vegetal, ha llegado á demostrar que la preten-dida respiración nocturna excepcional de los vege-tales es perfectamente continua, y que forma su únicay verdadera respiración. Lo que se ha llamado hastaahora respiración diurna, es decir, la absorción deácido carbónico por medio de la clorofila, lejos de serel verdadero fenómeno respiratorio, es un fenóme-no de asimilación, de digestión, como lo indicaba

f M. Claudio Bernard. Los vegetales y los animales\ respiran de igual modo. Este es el gran hecho que

M. Corenwinder acaba de probar.

II.

Los botones ó yemas, los jóvenes retoños, las ho-jas nacientes ejercen una función que hasta ahorano se ha tenido bastante en cuenta, cuya naturalezasirve para dilucidar las leyes más importantes de lafisiología vegeta!.

Fácil es hacer constar por medio de experienciassencillísimas que en este primer períoJo, y durantecitrtq tiempo, las plantas absorben gas oxígeno deana manera ostensible y sin interrupción, exhalandosi mismo tiempo ácido carbónico.

Esta función no se manifiesta sólo en la oscuridad;al contrario, es poco aparente durante la noche,cuando hace frió, lo cual sucede con frecuencia en laprimavera; durante el día y á plena luz es más ca-

racterística, sobre todo cuando la temperatura seeleva.

Se pueden poner fácilmente en evidencia estos he-chos, exponiendo plantas tiernas, cogidas en la pri-mera edad, bajo una campana tubulada y cerrada,puesta en comunicación con un recipiente que con-tenga el agua de barita concentrada, seguido de unaspirador que haga correr lentamente, al través deesta disolución, el aire que ha estado en contacto conlas plantas. Hágase, por ejemplo, el experimento conun botón de castaño recientemente abierto (1) ó ins-tantáneamente, ó al menos después de corto tiempo,se ve producir en el recipiente á la luz del dia un de-pósito de carbonato de barita que aumenta con rapi-dez. Es preciso, por supuesto, cuidar de despojar elaire de su ácido carbónico antes de dejarle entrar enla campana.

Fácil es probar por una experiencia muy sencillaque, en el curso de este primer período, las hojas na-cientes absorben ostensiblemente el oxígeno del airede dia y de noche. Basta para ello colocarlas en unacampana estrecha que tenga aire ordinario, cerrandola abertura de ésta por medio de una disolución depotasa cáustica, vertida en cantidad suficiente en unplatillo. Pronto se ve la disolución subir en la cam-pana y detenerse á determinada altura, de la cual nopasa (2). Si se examina entonces el fluido elástico queno es absorbido, se ve que en él sólo queda ázoe.

En esta operación, el oxígeno ha sido inspirado porlas hojas, las que trasforman este gas en ácido car-bónico que espiran en parte, variable según su edad,y éste ácido es absorbido por la disolución de la po-tasa cáustica.

Pero esta facultad de absorber el oxígeno y de es-pirar el ácido carbónico durante el dia, muy aparenteen el momento de la apertura de los botones, dismi-nuye sensiblemente de carácter á medida que las ho-jas crecen, y generalmente este fenómeno deja deser ostensible cuando los referidos órganos llegan ásu desarrollo normal.

Cierto es, pues, que los vegetales en su primeraedad respiran como los animales, absorbiendo oxi-

[\) He aquí un ejemplo. El 5 de Abril de 1863 M. Corenwindercolocó un bolón de castaño en un globo con tres aberturas, y puso éstasen comunicación con los aparatos descritos anteriormente. Este botónestaba aún cerrado y en la extremidad de una rama que permaneció fijaal árbol.

El primer dia, en una temperatura elevada para la estación (20 á 35grados), el botón produjo una exhalación abundante de ácido carbónico,especialmente cuando el sol daba en el globo. (Cuidábase de atenuar laacción de sus rayos rodeando el globo con una muselina blanca.)

El desprendimiento del ácido carbónico í'uó disminuyendo en seguidahasta el dia en que las hojas estaban completamente desarrolladas (9 deAbril); entonces era poco sensible, sobre todo en tiempo sereno. M. Oo-renwinder está seguro ile que es preciso atribuir una parte del ácido car-bónico producido durante la elevación de la temperatura á la combustiónde las materias resinosas contenidas en las escamas del botón.

(2) Es preciso cuidar que los peciolos de las hojas no lleguen al li-quido alcalino.

222 REVISTA EUROPEA.—16 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 .

geno y exhalando ácido carbónico. M. Corenwinderha confirmado esto3 hechos fisiológicos en una Me-moria que apareció en 1866 en las publicaciones dela Sociedad de Ciencias de Lila.

III.

Pero no son sólo las plantas jóvenes que nacen delas semillas ó de los botones en la primavera las quepresentan los enunciados caracteres. Todos los órga-nos foliáceos jóvenes, tiernos, inyectados de materiasazoadas que empiezan solamente á nutrirse del car-bono de la atmósfera, exhalan sensiblemente ácidocarbónico durante el dia.

Obsérvense las ramas jóvenes que se desarrollandurante el verano en un árbol de hojas persistentes,como el Laurocerasus, por ejemplo, y se verá que, enestos tallos nacientes, predomina el fenómeno de larespiración, y que exhalan sensiblemente el ácido car-bónico á la luz del dia.

Pero si se coloca debajo de una campana una ramaentera llena de hojas jóvenes del año y al mismotiempo de las del año precedente, y se recoge el aireque ha estado en contacto con ellas en un recipienteque contenga agua de barita seguido de un aspirador,se ve que los resultados varían, siguiendo las cantida-des relativas de hojns nuevas y de hojas antiguas. Siestas últimas están en mayor número, absorben elácido carbónico espirado por las primeras, y el aguade barita permanece clara. Esta se enturbia en elcaso contrario, es decir, si el número y la acción delas hojas nuevas son predominantes.

Cuando la observación se hace en época en quetodas las hojas del año han llegado á su estado adulto,la rama entera del laurel no da ácido carbónico du-rante su exposición á la luz, á menos que ésta no seencuentre muy debilitada.

Los límites en que las plantas cesan de esparcirostensiblemente ácido carbónico durante el dia, sonmuy variables, según las especies. M. Corenwinder haencontrado que unas manifiestan esta propiedad largotiempo y otras la pierden rápidamente. Se puedeclasificar en la primera categoría una planta vivaz,común en nuestros jardines en la primavera, el Dicli-tra spectabilis, y en la segunda las hojas jóvenes dela remolacha.

Actualmente se puede d?r razón de esta particula-ridad. Cierto es, sin embargo, que depende mucho decircunstancias exteriores, del calor, por ejemplo, queexalta todas las acciones químicas del oxígeno, de laintensidad de la luz que favorece el acto de la asimi-lación del carbono, como de la misma naturaleza delos vegetales. Por ello no conviene apresurarse á sen-tar principios cuando se hace alguna de estas expe-riencias, si no se quiere uno exponer á crear leyesfacticias, llenas de excepciones.

Difícil era darse cuenta á priori del motivo por elcual esta propiedad manifiesta de las plantas nacien-tes de exhalar de continuo ácido carbónico disminuyeen intensidad á medida que crecen y cesa por fin depresentarse.

Experiencias de otra naturaleza, de que M. Co-renwinder ha dado también cuenta hace ocho años,le pusieron en el camino de este fenómeno, pudiendoexplicarlo de un modo plausible.

Operando por los mismos procedimientos que hanpermitido á Bonnet, Ingenhousz y Sennebier fijar losfundamentos de la fisiología de las plantas, introdujobotones y tallos provistos de hojas recientes en campa-nas llenas de agua de fuente, conteniendo bicarbonatocalizo, ó en agua cargada de ácido carbónico y los ex-puso al sol. Como podía esperarse, las hojas se cubrie-ron de burbujas al poco tiempo y desprendieron oxíge-no. Este fenómeno se verifica aun cuando se exami-nen hojas cuya evolución no es completa. Cierto e3 quedesde los primeros momentos de su vida las plantasdescomponen el ácido carbónico de la atmósfera, asi-milándose al carbono.

Las experiencias precedentes demuestran tambiéndos hechos que parecen contradictorios, y que, sinembargo, son simultáneos. Primero, la inspiración deloxígeno acompañada de un desprendimiento de ácidocarbónico. Segundo, la absorción del ácido carbónico,dando lugar á un desprendimiento de oxígeno. Estaes la concordancia absoluta, en los vegetales todavíajóvenes, de los dos modos de respiración atribuidos álos vegetales adultos, pero que se presentan en condi-ciones ó en órganos distintos para unos y otros.

Este punto de partida era importantísimo ponerloen claro para hacer investigaciones exactas.

IV.

Sabemos ya que la planta empieza en los primerosperíodos de su vida á respirar como el animal, ab-sorbiendo oxígeno y exhalando ácido carbónico. Perofalta saber por qué la exhalación de ácido carbónicodisminuye gradualmente, á medida que las hojas cre-cen. Este es el punto decisivo. Aumentando en vitali-dad y en dimensión el órgano respiratorio, parece quela respiración debe también ser más activa, y por con-secuencia acrecer la exhalación de ácido carbónico,si consiste en ello.

Para resolver este problema, M. Corenwinder hacreído que debía seguir rigurosamente las variacionesde la composición química de las hojas durante suvegetación. Ha hecho con este objeto numerosas in-vestigaciones, entre las cuales escogeremos dos expe-riencias metódicamente seguidas durante todo el ve-rano de 1873, la una en una lila de flores blancas yla otra en un arce de hojas perfectamente verdes.Ambos árboles ocupan en el jardín del autor, situado

25 COHÉNWINDER.— LA RESPIRACIÓN DE LOS VEGETALES.

á una de las extremidades de la ciudad de Lila,ana situación muy aérea.

M. Corenwinder ha cogido hojas de estos árbolesen épocas convenientemente espaciadas, desde el Ibde Abril hasta el 31 de Octubre, y en seguida las hasometido al análisis, determinando cada vez el agua,las sustancias azoadas; las cenizas y los compuestosternarios por diferencia: en muchos casos, en lasépocas más características, la proporción del ácidofosfórico contenido en las cenizas ha sido exacta-mente apreciada.

Sabido es que el agua forma una parte importantede la constitución de las hojas, representando hastalas cuatro quintas partes. Esta proporción disminuyede un modo general á medida que la estación avanzay que las hojas envejecen; pero el decrecimiento noes regular. Bastan, como hace constar M. Corenwin-der, lluvias un poco persistentes para que suba de unmodo muy sensible la proporción de agua contenidaeñ las hojas. Estas variaciones del agua de vegetaciónde las hojas hacen difícil la comparación de otroselementos que contienen y disimulan el crecimiento ódecrecimiento relativo de cada uno de estos elemen-tos. De Ssussure evita este inconveniente reduciendolas hojas por el cálculo al estado seco, y determinandoentonces cuáles sean las proporciones relativas porciento de los diversos elementos en cada hoja, si lahoja estuviera realmente despojada de toda su agua.M. Corenwinder sigue este ejemplo. Después de ha-J)er dado los resultados brutos de sus dos series deexperiencias, los condensa en los siguientes cua-dros (1) que permiten seguir cómodamente la evolu-ción de cada uno de los grupos de elementos de lahoja.

HOJAS DE LILA COMÚN.

FECHAS.

1873.

1» Abril...

18 Id

SI Id

12 Mayo .,6 Junio...I Julio. . .i Agosto.3 Soliera..1 Octubre

SI Id

INFORMES Y OBSERVACIOHES.

H

Id

Id

IdIdIdIdIdIdId

)jas pequeñas (separadas las

más grandes, botones de flo

más grandes, botones de flo-

. normales, flores abiertas...

Materias

azoadas.

27.87

23.36

18 0017.8614.7512 6210.8110.3111 198.87

Materiascarbo-

nadas .

67

71

77

71

15

0477.6878 3f>71«08180

0*7977(51

83.13

Ceni-

zas.

4.42

5.19

4 9fi4.466.903 348.408 528 208.00

(1) Las sustancias azoadas han sido determinadas por la dosis de

ieoe de las hojas secas á 100 grados, y la cifra bailada ha sido multipli-

cada por 6,25. Esta operación aritmélici no da con certeza la proporción

absoluta de dichas sustancias; pero como el factores invariable, resulta

necesariamente que los productos de la multiplicación están en las mis-

mas relaciones, y, por tanto, son comparables.

ÁCIDO FOSFÓRICO DE LAS CEÑIDAS.

FECHAS.

15 de Abril

1 i de Octubre

! 31 Id

EN 100 í>.

HOJAS SECAS.

1.400

0.770

0.460

0.256

EN 100 P.

CENIZAS.

31.67

n.ie8.61

3.2Í

HOJAS DÉ AftCE.

FECHAS.

1 Mayo.. .

7 íd20 Id13 Junio. . .12 J u l i o . . .

3 Seliem.

14 Id

IMFOaiWES Y 0BSBRVA610NES.

Hojas pequeña

Id. desplegadasId. más grandeId normales...Id. id

, (separadas

s

Id. idId. id

Id. caídas del Irbol

Materias

azoadas.

40.9438.5626.2522.8720.1919.5920.6420.0014.S0

Materiascarbo-

Oldll .

53 0654.5465.8667.7368 1768 1365 8s65 2569.00

Ceni-

zas.

6 006.907.899.40

11 6412 2813 5014 7516.20

ACIDO FOSFÓRICO DE LAS CENIZAS.

FECHAS.

1 de Mayo

3 de Octubre

EN 100 P.

HOJAS SECAS.

2 7970.9570.119

EN 100 P.

CENIZAS.

49.6210.180.73

Notaráse primeramente que las cantidades absolutasde las sustancias azoadas son muy distintas en lashojns de los dos árboles. Lo son mucho más al princi-pio en las (le arce que en las de las lilas, y esta supe-rioridad se sostiene durante todo el curso de la vege-tación.

Es probable que. si se examinaran bajo este puntode vista gran número de plantas, se encontrarían cons-tantemente estas distancias tan pronunciadas. Ade-mas, se advierten también en árboles de la mismaespecie, según la edad y el vigor del que se somete alexperimento, y sobre todo en razón del medio en quevive. Asi, pues, el 12 de Julio de 1873 M. Co-renwinder cogia las hojas de lila ordinarias en un jar-din siluado en pleno campo, en las inmediaciones deSan Quintín, y encontraba en ollas:

Materias azoadas 18,86Materias carbonadas 72,90Cenizas 8,84

100,00

224 REVISTA EUROPEA. 1 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 . N.°25

Si se compara esto análisis con el de las hojasde lila sujetas á las experiencias principales, cogi-das en la misma época, pero en un jardín de laciudad, se ve que las que han gozado del aire libre enun campo apartado de toda aglomeración de habitan-tes son más ricas que las otras en materias azoadas.Además eran más gruesas y más grandes. La activi-dad de la respiración habia desarrollado su vitalidady favorecido el crecimiento dd los órganos que ejer-cen esta función. Esto prueba que para los vegetales,lo mismo que para los animales, una abundante ab-sorción de aire puro, rico en exígeno, es la condiciónesencial de una organización potents y vigorosa.

Pero estas diferencias individuales ó específicas notienen importancia bajo el punto de vista del proble-ma que nos ocupa. La única cosa que debe conside-rarse no es la proporción absoluta de tal elemento,sino las modificaciones relativas que la proporcióninicial experimenta durante la vida de la hoja. Vea-mos, pues, lo que nos indican los cuadros sobre estepunto.

I.» Durante el crecimiento de las hojas de losárboles, la proporción relativa de las materias azoadasdismuye rápidamente en su tejido. Está en su máxi-mum en el momento en que estos órganos salen delbotón. Se desvia enseguida rápidamente hasta prin-cipios de Julio, época en las lilas en que los frutosestán formados. Posteriormente la cantidad de mate-rias azoadas es poco variable. Parece experimentaralgún aumento, sin embargo, en las hojas que seaproximan á la madurez, y llega á su mínimum cuandola vegetación está completamente desarrollada.

En el momento de su caida no se encuentra en lashojas de las lilas más que una tercera parte do la can-tidad do ázoe que contenia en su origen. En las delarce habia relativamente un poco más, pero la dife-rencia no es muy importante.

•¿.° Si se examinan ahora estos análisis bajo elpunto de vista de las materias carbonadas, se ve queéstas aumentan rápidamente desde el momento quelas hojas salen de sus escamas hasta el dia en quellegan á su tamaño natural, es decir, cuando han lle-gado á su edad adulta. En las lilas, esta época escuando las flores van á abrirse. Las materias carbona-das experimentan en seguida un acrecentamientomenos pronunciado hasta el mes de Setiembre. En-tonces se nota, al contrario, una depresión sensible,sobre todo en las del arce, y, en fin, llegan á sumáximum en el momento de la caida, á consecuenciade la desaparición de una parte notable do las sustan-cias azoadas.

3." Las cenizas aumentan también con rapidezhasta el mes de Junio. Su acrecentamiento desde en-tonces es menos pronunciado. Hay relativamente másmaterias minerales en las hojas marchitas del arce queen las de la lila. Estas últimas experimentan al térmi-

no de su existencia una ligera disminución, acaso acci-dental, en sales minerales. Estas hojas, más tiernasque las del arce, pierden probablemente algo de lassales solubles por la acción de las lluvias.

Basta, por lo demás, comparar las hojas maduras delarce con la de las lilas para presentir que las primerasdeben contener más sales fijas que las segundas. Estánatravesadas por fibras más gruesas, más rígidas y másnumerosas que las de las lilas, y por tanto son másricas en sílice y en sales de cal (1).

La composición de la ceniza de las hojas de estosdos árboles es muy diferente. Verdad es que se modi-fica dentro de la misma especie, como la de las mate-rias azoadas, según el medio en que ésta vegeta, suedad, la humedad del suelo, el calor que exalta latraspirecion cuya actividad depende sobre todo de cir-cunstancias exteriores.

4.° De Saussure ha probado hace ya largo tiempoque hay en las cenizas de los botones y de las hojasnacientes más ácido fosfórico que en ninguna épocaposterior de la vegetación. Este hecho ha sido con-firmado después por M. Garreau (de Lila) y M. Coren-winder. Las experiencias actuales dan una nueva de-mostración de este importante fenómeno natural.

Nótase en los pequeños cuadros precedentes, quela proporción del ácido fosfórico, considerable enun principio, especialmente en las hojas de arce, dis-minuye rápidamente en seguida, y que sólo quedacorta cantidad cuando la vegetación ha llegado á sutérmino. Así, pues, estas mismas hojas, saliendo desu botón y suponiéndolas secas, contienen unos 28por 1000 de ácido fosfórico, y al final sólo se en-cuentra aproximadamente 1 por 1000 (2).

M. Corenwinder ha demostrado hace ya largotiempo que el fósforo en las plantas es un elementoesencialmente móvil. Desaparece casi completamentedel tejido de los vegetales anuales, al final de su exis-tencia, para condensarse en las semillas y contribuirulteriormente á la perpetuidad de la especie. En lasplantas vivaces el fósforo no está sólo en las semi-llas, sino que se esparce también por el tronco y porlas ramas, y va á invernar en los botones que engen-

{I) He aqui, para darse cuenta de esta diferencia, dos análisis com-parativos completos de las hojas de lila y de arce, cogidas en el mismomes de Julio.

Sulfato de potasa ,

Cloruro de potasio

Carbonato de potasaCarbonato de cal, fosfato de cal y de magnesia,

sílice, etc

100,180 99,820

(2) Este ácido se encuentra entonces en cantidad tan débil, que no

se puede apreciar sino c©n ayuda de un reactivo muy sensible para IOÍ

fosfatos, el nitro-raolibdato de amoniaco.

DE LILA.

6,1577,040

45,185

41,798

DB ARCK.

12,718

10,683

4,296

72,186

N,° 25 CORENWINDER.—>LA RESPIRACIÓN DE LOS VEGETALES. 225

dran los elementos constitutivos de ia semilla, yejerce las mismas funciones cuando se verifica laevolución de las hojas primordiales.

V.

Después de haber hecho hablar, por decirlo así, álas experiencias y descrito la evolución relativa delos diversos elementos de las hojas durante su vidaanual, veamos si estas variaciones de constituciónquímica no pueden relacionarse por medio de unateoría quo explique las modificaciones de las exhala-ciones gaseosas de las plantas, durante las diversasfases de su existencia.

Examinando atentamente las cifras encontradasrespecto al arce, por ejemplo, se ve que, en el pri-mer período, las materias azoadas son muy abundan-tes. Organizadas probablemente y doladas de unaexistencia independiente de las células vegetales,ejercen sin duda funciones que se pueden llamaranimales; ellas respiran, y en este momento el actode la respiración es preponderante. El ácido carbó-nico que resulta de esta operación no es retenido alpronto, sino en parte, por la acción reductora de laclorofila. Por ello la planta joven, expuesta á la luz ycolocada en el aire atmosférico, exhala un exceso deácido carbónico.

En el segundo período la proporción relativa delas materias azoadas disminuye, y por el contrarioaumentan las materias carbonadas. La planta no exhalamás que una débil cantidad de ácido carbónico. Estese encuentra retenido casi en su totalidad por la clo-rofila, que le descompone, fijando en ella el carbono.

Posteriormente cesa de aparecer el desprendi-miento del ácido carbónico. Este gas es absorbidoinstantáneamente por la clorofila á medida que lo en-gendra la respiración. La planta ha entrado en elperíodo adulto é inspira abundantemente el ácidocarbónico del aire bajo la influencia de los rayos so-lares y espira el oxigeno. En esta época el fenómenodéla respiración está completamente disimulado, yno se puede poner en evidencia sino por procedimien-tos indirectos, como se verá después.

Prosiguiendo el examen de las cifras inscritas en la" columna de las materias carbonadas, se nota que en

el mes de Setiembre éstas disminuyen sensiblemen-te. Ha demostrado M. Corenwinder, quo, hacia prin-cipios de Octubre, las hojas exhalan durante el dia unadébil cantidad de ácido carbónico. Aquí el fanómenono es de la misma naturaleza que al principio de lavegetación; las hojas amarillentas perecen perdiendocarbono, como todas las materias alteradas ó muer-tas que están expuestas al airo. Además, este hechoes general; las hojas caidas de los árboles experimen-tan una combustión lenta, que se manifiesta por undesprendimiento de ácido carbónico.

Al fin de la vegetación la proporción de materias

carbonadas parece aumentar, y se ve que esto de-pende de que en dicha época hay una desapariciónbrusca de materias azoadas.

Los hechos comprobados en las experiencias fisio-lógicas y químicas que acabamos de describir, per-miten dar una explicación muy plausible de dos fe-nómenos cuya simultaneidad no parecía posible áprimera vista, una exhalación de oxígeno y una exha-lación de ácido carbónico. El segundo reside en lasmaterias azoadas y constituye la respiración de lasplantas, conocida ya por ser de la misma naturalezaque la de los animales. El asiento del primero es laclorofila, considerado equivocadamente como actorespiratorio, y en realidad constituye una verdaderadigestión del carbono.

Esta teoría había sido presentida ya por De Saus-sure. Hace treinta años que M. Garreau, de la Socie-dad de Ciencias de Lila, la apoyó con descubrimien-tos muy ingeniosos. M. Corenwinder la funda de-finitivamente en consideraciones demostrativas quevienen á confirmar nuevas razones experimentales.

VI.

De lo que precede debe deducirse sin titubear, quelas hojas en su primera juventud ejercen simultánea-mente dos funciones fisiológicas: 1.° respiran por suspartes azoadas: 2." asimilan carbono con ayuda delas materias carbonadas que se organizan en sus te-jidos, es decir, por el intermediario de la clorofila.¿Es preciso admitir, sin embargo, que este acto dela respiración, que disminuye en apariencia, á pro-porción que la planta asimila carbono, pero que enrealidad sólo está disimulado cada vez má3 por elacrecentamiento de esta función; es preciso admitir,repito, qu^desaparece por completo cuando cesa demanifestarse, es decir, en la época en que las hojashan llegado á su desarrollo normal?

La lógica indica que este acto debe persistir mien-tras dure la vida de las p'.antaa. Pero como, en lasciencias positivas, la inducción sólo tiene un valor se-cundario, es preciso buscar en la experiencia los ele-mentos de la solución de este importante problema.

Sabemos ya que los vegetales no pueden vivir enun elemento privado de oxígeno, y que necesitan elaire lo mismo que los animales. Cuando se les en-cierra en frascos cerrados conteniendo hidrógeno óázoe, sostienen su existencia durante cierto tiempocon ayuda de la pequeña cantidad de aire contenidaen sus células; pero, aunque la apariencia exteriorno anuncie en ellos ninguna alteración profunda, seadvierte, al sacarlos del frasco, que están privadosde vida.

El desarrollo de los botones ó yemas se detienecompletamente en un elemento que no contiene oxí-geno.

El 29 de Marzo de 1872 M. Corenwinder puso un

EUltOPEA.-'^i 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 . N.°25

botón de castaño, todavía cerrado, en una probeta ócampanita llena de aire, y la colocó sobre una diso-lución de potasa cáustica.

El bolón formó rápidamente ácido carbónico, aspi-rando el oxígeno del aire contenido en la campana.Absorbido este ácido por la disolución alcalina á me-dida que se iba formando, la disolución fue subiendoen la campana hasta el momento de no quedaren ella

"taás que ázoe.M. Corenwinder mantuvo el botón en este último

gas hasta el 2 de Mayo. Entonces empezaba á alte-rarse.

Durante dicho intervalo, este apéndice no experi-mentó el menor crecimiento, consarvando la formaque tenia desde un principio. Debe, pues, deducirseque el desarrollo de un botón no puede verificarseeti nñ elemento privado de oxigeno.

Se sabe, después de las experiencias hechas porDe Sailssilre, que la germinación es imposible tam-bién cuando el embrión en vias de crecimiento noencuentra en 61 medio en quo nace la dosis de oxí-geno que le es necesaria para respirar. La experien-cia de M. Corenwinder presenta, pues, un nuevoejemplo de la semejanza de la germinación y de laevolución de los ejes foliados.

Pe SausSure há examinado también gran númerode plantas colocadas en gas ázoe. Según su modo devivir én esta situación, las ha dividido en dos cate-gorías; una comprende las que sólo vegetan pocosdias, otra las que viven y hasta prosperan durantecierto tiempo. Estas son principalmejita los vegetalesde los pantanos, tales como el Lythrum salicaria, elEpilobiutn hirsutum, el Polygonnm ámphibium, etc.,que se encuentran en este caso. En virtud de ello haomitido la opinión dé que las plantas que gozan deesta última propiedad consumen menos oxígeno, ve-getando en el aire atmosférico y en la oscuridad.

Conviene notar qué, si en las experiencias deM. Corenwinder, las plantas se mustian rápidamente,es porque les quita por la mañana el ácido carbó-nico formado duratitela noche, con ayuda del oxígenocontenido en las células. Si no se hace esta sustrac-ción, las hojas pueden descomponer dicho ácido du-rante el dia, expirar el oxígeno y prolongar así su vidamayor tiempo, con ayuda de este último gas, que ex-perimenta inspiraciones y expiraciones sucesivas.

Finalmente, si las hojas se mantienen en una oscu-ridad completa, el acto reductor es nulo, y entoncesel de la respiración, que necesariamente nunca se in-terrumpe por completo, se manifiesta sólo, y la plantaúnicamente desprende ácido carbónico. En este aeíoinfluye singularmente la temperatura hasta el puntode que, hacia el cero del termómetro, las hojas exha-lan ordinariamente poco ácido carbónico.

Estas primeras observaciones bastarían para haceraceptar la existencia en los vegetales de todas edades

do un acto respiratorio semejante al de los animales,es decir, consistente en una absorción de oxigeno.

Lo que se llama en los tratados clásicos la respira-ción diurna de las plantas, es la asimilación del car-'bono, es decir, el acto por el cual los órganos foliá-ceos descomponen el ácido carbónico del aire y es-piran el oxígeno. Este acto depende esencialmente dela influencia de la luz. Se ejerce con un máximum deintensidad cuando la planta está sometida á la accióndirecta de los rayos solares, y disminuye gradual-mente en importancia á medida que la luz se debilita,como por ejemplo, cuando el cielo está velado por nu-bes y el tiempo es sombrío y lluvioso. M. Corenwin-der lia probado este hecho en una Memoria publicadaen 18SS (Aúnales de physique et de chimie.)

Es raro, sin embargo, cuando las hojas adultasestán colocadas en pleno aire y rodeadas de luz, Verlasexhalar una proporción aun sumamente mínima deácido carbónico; pero según lo ha demostrado M. Co-renwinder hace ya diez años, si se las trasporta á urtahabitación iluminada sólo por las ventanas laterales, yen la cual los rayo3 del sol no penetran, se adviertegeneralmente que, en estas condiciones, espiran du-rante el dia ácido carbónico en proporciones variablessegún su naturaleza, la debilidad de la luz difusa y laacción de la temperatura. De todas las plantas con lasque M. Corenwinder ha hecho este experimento, laortiga común es la que ha parecido dar más ácidocarbónico cuando se la tiene en una habitación.

M. Corenwinder habia anunciado ya estos hechoshace diez años, pero no se atrevía entonces á inter-pretarlos como lo hace hoy. Una experiencia ingeniosade M. Boussingault le ha puesto en el verdadero éa-mino, disipando sus vacilaciones.

M. Boussingault ha demostrado que, cuando lashojas colocadas en una campana conteniendo hidróge-no puro mezclado con un poco de ácido carbónico, semantienen en una habitación poco iluminada, espar-cen, sin embargo, rastros de oxígeno en la campana,lo que demuestra que, aun en estas condiciones ex-tremas, el acto de asimilación del carbono no cesacompletamente de producirse. Sólo en la oscuridadtotal es cuando se suspende por completo este acto.

Ahora bien: siendo cierto también que, en talescondiciones de luz, las hojas tenidas dentro de unacampana llena de aire esparcen ácido carbónico, aspi-rando oxígeno, resulta necesariamente, de estas dosclases de observaciones, que las funciones inherentesá la planta, la de la respiración y la de la asimilacióndel carbono, son simultáneas, pero que la últimaestá atenuada hasta el punto que no disimulacompletamente el efecto de la primera, es decir, quela clorofila no puede absorber todo el ácido carbónicoemanado de la respiración.

Se realiza, pues, aquí un hecho análogo al que seproduce en el primer tiempo de la vegetación, «ólo

2 5 EL COMETA «COGGIA. 227

que, en esta época, la acción reductora es insuficientepor la inferioridad relativa de las materias carbona-das, mientras que, en el caso actual, la insuficienciaresulta de la atenuación de su potencia virtual.

Estos hechos son, incontestablemente, muy favora-bles á la teoría de las dos funciones simultáneas delas hojas. M. Corenwinder apoya ésta en otras nume-rosas observaciones fáciles de repetir.

Pónganse hojas adultas de maiz, perfectamente ver-des, bajo la campana del aparato antes descrito, y secomprobará que, durante el dia y en pleno aire, noexpiran la menor cantidad de ácido carbónico.

¿Si se pudiera quitar á estas hojas la materia verde,que ejerce esencialmente la función asimiladora, seevidenciaría acaso la otra función disimulada, la res-piración?

La misma naturaleza se encarga de facilitarnos estaoperación. Todo el mundo sabe que existe una varie-dad de maiz de hojas empenachadas, que tiene confrecuencia hojas blancas, desprovistas de todo rastrode sustancias verdes.

Examinando con atención las hojas empenachadas,se advierte que sus partes blancas están completa-mente desprovistas de clorofila en su interior. Nosuoede lo mismo con las hojas coloreadas en púrpuraó en negro. Estas, además de la materia coloranteque las caracteriza, contienen siempre, en mayor ómenor cantidad, la materia verde disimulada. Por ellogozan de la propiedad, que no tienen las hojas blancas,de absorber el ácido carbónico y de exhalar sensible-mente el oxígeno cuando se le expone al sol. Convie-ne insistir en estos fenómenos, pues, por no haberlosobservado con detenimiento, autores modernos pre-sentan en sus obras las hojas coloreadas en generalcomo privadas de la función de asimilación.

Haciendo el precedente experimento con hojasblancas, se comprueba que expiran durante el diacantidades sensibles de ácido carbónico.

Senebier habia observado que los penachos amari-llos y rojos del amaranto tricolor no dan oxigenodurante su exposición al sol; pero que las hojas delamaranto rojo tienen al contrario esta propiedad. Deigual modo las hojas naturalmente verdes, que cam-bian de color al fin de su vida, como las de la viñadel Canadá, por ejemplo, cesan completamente deabsorber el ácido carbónico y de exhalar el oxígeno.M. Corenwinder ha demostrado precedentementeque las hojas mustias, que están á punto de caer, es-parcen constantemente ácido carbónico. El hechoparece general, pero entonces no es un fenómeno devitalidad lo que se manifiesta, sino un acto de decre-pitud que persevera y aumenta después de la caidade las hojas.

Los mismos fenómenos se observan respecto áotras plantas, en las cuales ciertas hojas no contienencompletamente la materia verde, especialmente las

del arce empenachado, que, decora tan agradablementenuestros jardines en el verano.

En Agosto de 1868 M. Gorenwinder cogió de unmismo arce, hojas blancas y otras completamenteverdes, que analizó bajo el punto de vista del ázoe, yencontró los resultados siguientes:

HOJAS BLANCAS.

Materias azoadas en 100 gramos secados á 100°...17 gramos 06;

HOJAS VERDES.

Materias azoadas en 100 gramos secados á 100o...13,78.

Resulta, pues, que se encuentran muchos más ele-mentos azoados en las hojas blancas que en las quecontiene la clorofila. Recíprocamente los últimosson más ricos en sustancias carbonadas. Estas dosobservaciones confirman de un modo evidente lateoría de M. Corenwinder.

En resumen, se puede deducir de todos los análi-sis y de las experiencias que acabamos de analizar,que existen en los vegetales, en todas las edades desu vida, dos funciones distintas que tienen dos centrosde acción diferentes; una es la respiración que de-pende de los cuerpos organizados azoados, y otra esla asimilación del carbono que tiene su asiento enorganismos especiales formados principal, sino ex-clusivamente, de elementos ternarios.

Esta teoría da una explicación natural de todas lasobservaciones hechas sobre la fisiología de las hojas.M. Corenwinder espera aplicarla pronto y mostrarsu fuerza, explicando con ella el origen del carbono enlos vegetales.

COMETA COGOIA.Ya no vivimos en tiempos en que la aparición de un

cometa anuncie la caida de los imperios ó la venidade peste ó de otras plagas. Tampoco tememos ya quetropiecen con la tierra; pero si la vista de éstos astroserrantes no despiertan ningún sentimiento de terror,fáltanos mucho para conocer de un modo preciso suorigen y su constitución física.

En su conjunto, la materia de un cometa obedece álas leyes déla atracción universal. Newton lo demos-tró respecto al gran cometa de 1680; poro una fuerzade esta especie no da cuenta, sino con gran dificultad,de la formación de la cabellera en el momento en queel astro se aproxima al sol, y de las singulares tras-formaciones que á vece3 exporimenta el núcleo en elintervalo de algunas horas. ¿Cuál es la naturalezafísica de un cometa? Tal es la pregunta que se hacenlos astrónomos y á la que procuran responder por to-dos los medios posibles.

Se sabe hace muchos años que la luz de los co-metas es, en parte, tomada al sol. Si se examinan, en

228 REVISTA EUROPEA. 1 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 4 . N.° 25

electo, con prismas birefrigentes los rayos que nosllegan de uno de estos astros, se ve que dichos rayosson polarizados en el plano que contiene el sol, el co-meta y el ojo del observador; tienen, pues, las propie-dades de rayos luminosos, reflejados por la materia delcometa. Por otra parte, se puede calcular con bastanteaproximación los resplandores sucesivos de un come-ta, comparándolo á un cuerpo no luminoso iluminadopor el sol, y cuyas distancias con respecto al sol y á latierra cambien sin cesar.

La materia de los cometas no forma un conjuntosólido ó líquido; es un gas ó una sustancia análoga,porque, al través de ella, pueden verse estrellas máspequeñas, y este gas es muy poco denso, porque ja-más se ha podido comprobar que produzca una des-viación apreciable en los rayos de luz que lo atravie-san. Estos gases no están, al parecer, enérgicamenteretenidos alrededor del núcleo, porque, desde que in-tervienen fuerzas extrañas, se prolongan en inmensacabellera y pueden llegar hasta á separarse de lamasa del cometa, para permanecer diseminados enel espacio. Con frecuencia se ha advertido que loscometas periódicos, los que en épocas próximas vuel-ven á la vecindad de la tierra, disminuyen progresi-vamente de brillo, pareciendo cada vez más pequeños,como si abandonasen una porción de su materia á lolargo de su órbita.

Tales han sido nuestros conocimientos sobre loscometas hasta la época en que el espectróscopo, liegando á ser instrumento astronómico, ha aumentadocon un nuevo orden de hechos los anteriormentereunidos.

El análisis espectral astronómico no asciende másallá de 1860, y desde entonces un sólo bello cometa,visible á"simple vista y dotado de gran brillantez, elde 1861, apareció en nuestro horizonte. Aún en estaépoca los astrónomos tenían malos instrumentos, yno se obtuvieron de la observación espectral resulta-dos muy importantes.

Desde 1861 á 1873 ningún cometa brillante atra-vesó el cielo, y los esfuerzos de los físicos y de losespectrocopistas se concentraron en astros que apenaseran visibles por medio de las má3 poderosas ecua-toriales. A pef.ar de estas malas condiciones, misterHuggins, el padre Secchi, M. Vogel, los señoresWolf y Rayet, y otros, han podido comprobar que laluz de los cometas, en parte polarizada, procedía dedos distintas fuentes.

El espectro de un cometa cualquiera se compone,desde que es visible, de tres fajas brillantes (una enel amarillo verdoso, otra inmediata á las líneas ¡3 y latercera en el violeta), á las cuales se sobrepone un es-pectro continuo, ó que parece serlo, del rojo al vio-leta. Las tres fajas brillantes están producidas porla luz propia del cometa ó indican la existencia de ungas incandescente. El espectro continuo tiene por

origen la luz reflejada del sol, ó la producida por al-gunos cuerpos sólidos ó líquidos embebidos en lamasa del cometa. En cada uno de los astros que seestudian, predomina uno de estos espectros, y estarelación de intensidad forma para cada cual de ellosuna sefial distinta.

El espectróscopo ha hecho incuestionable el dobleorigen de la luz de los cometas; pero este instru-mento no ha podido todavía dar á conocer la natura-leza del gas del cometa. Conviene saber que un espec-tro de cometa brillante, para los astrónomos, por su-puesto, no es visible sino cuando la luz del cometa hasido concentrada en la abertura del espectróscopopor una lente de 30 centímetros, y que, aun enton-ces, es preciso que el observador se coloque en laoscuridad completa. Con un espectro tan pálidose comprende bien lo difíciles que son las medidas derefrangibilidad y la incertidumbre que debe habersiempre en una determinación de este género.

Las fajas brillantes del espectro de los cometaspresentan, además, una apariencia que dificulta la me-dida de la anchura de la onda. Estas fajas se deter-minan con claridad del lado del rojo, pero su intensi-dad decrece lentamente y de un modo continuo haciael violeta; de modo que, por esta parte, no son deter-minadas, y las señales se hacen forzosamente en laparte menos refrangible. Por todas estas razones losastrónomos no se han puesto de acuerdo sobre la na-turaleza de los gases de los cometas.

En 1866, Huggins deducía que, como las nebulosas,los cometas están en su mayor parte formados deázoe, En 1868, y á consecuencia de observacionesmás completas, la idea de la existencia del ázoe fueabandonada, y este astrónomo suponía que la porcióngaseosa de los cometas estaba compuesta de carbono,mantenido en estado de vapor por una temperaturaextraordinariamente elevada.

El doctor Vogel, del observatorio de Botkamps, nocree en la asimilación de las fajas brillantes del es-pectro de los cometas con las fajas de un compuestodel carbono, y, manteniéndose en los límites de loshechos bien comprobados, deduce de sus investigacio-nes de 1864 á 1871 que una parte de la luz de los co-metas es debida á un gas incandescente.

Véanse, pues, las cuestiones que los astrónomostienen que resolver antes de formular una teoría, porpoco completa que sea, sobre la constitución física delos cometas. La llegada del cometa Coggia, que desdelos primeros dias se sabia iba á estar muy brillante,ha sido saludada con entusiasmo, pero, á pesar de losesfuerzos de gran número de espectrocopistas, las ob-servaciones no han producido todos los resultados quese esperaban.

El cometa Coggia ha sido descubierto, según sesabe, en el observatorio de Marsella en la noche del 17al 18 de Abril. Su apariencia no so diferenciaba mu-

N.°25 BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

cho de la de los cometas telescópicos ordinarios: unamasa circular de unos 4' de diámetro con una con-densación en el centro. Los que están familiarizadoscon la fisonomía de estos pequeños astros, advertíanel gran brillo y la grande y singular nitidez del núcleocomparable á una estrella.

La forma del cometa no cambió hasta los primerosdías de Junio, pero, á partir de este momento, lamasa gaseosa se descentraliza con relación al puntobrillante, alargándose del lado opuesto al sol, y eldia 7 el cometa tenia una cola de unos 8' de longitudaparente.

Siendo ya más brillante, el astro se prestaba alexamen espectroscópico, y se reconocía que el núcleodaba un espectro continuo, y la nebulosidad circun-dante, el espectro de las tres fajas clásicas. El nú-cleo era, pues, un cuerpo sólido ó líquido, y la cabe-llera una materia gaseosa.

Hasta el 22 de Junio próximamente no hubo máscambios en el cometa que el aumento de brillo produ-cido por su movimiento rápido hacia el sol y la tierra,y el aumento constante de la longitud de la cola; perodesde esta fecha cambia la forma del núcleo. La ma-teria del cometa parece comprendida entre dos super-ficies parabólicas, de las que una, la interior, tendríapor altura el punto brillante. La cola presentaba, enefecto, un contorno exterior parabólico, y era másbrillante en las orillas que en el centro, como si estu-viera hueca.

El t.° de Julio, la proporción que existia entre lasporciones derecha é izquierda de la cabellera, desapa-reció; la parte izquierda era mucho más luminosa, yel núcleo brillante parecía un poco difuso.

El b de Julio tenia distinta apariencia. La falta desimetría de la cola era indudable. La mayor parte desu materia parecía inclinarse á la izquierda. Cerca delnúcleo y hacia la cabeza habia como un abanicó deluz, y este abanico parecía inclinarse ala izquierda.

El 13 de Julio el abanico luminoso se inclinó porcompleto á la izquierda, y la falta de simetría pudoverse hasta con los anteojos más pequeños. La colaera magnífica.

EH4 de Julio presenciamos el último cambio enel aspecto del núcleo. El abanico do luz que divergíahacia la izquierda á partir del núcleo, en vez de ter-minar por un arco de círculo, acababa con dos peque-ños penachos encorvados á derecha y á izquierda. Elde la izquierda continuaba siendo más intenso que elde la derecha.

A partir del 15 el cometa no ha podido ser observadoen Francia, desapareciendo para nosotros en el mo-mento en que empezaba la formación en el núcleo deplumeritos, zonas luminosas y penachos... tan biendescritos por Bond, por el padre Secchi y por Donati,respecto al cometa de 1888. Los astrónomos delNorte de Europa y los del hemisferio austral, á quienes

desde hacia tiempo se les habia anunciado la llegadadel cometa, podrán sin duda continuar los estudioscomenzados en Europa y escribir el segundo capi-tulo de la historia dol cometa.

Al mismo tiempo que el núcleo figuraba los cam-bios de forma que hemos intentado describir, el es-pectro experimentaba algunas modificaciones corre-lativas. En su origen el espectro continuo del núcleoera extraordinariamente estrecho y visible sólo parauna posición determinada de la abertura; la porciónsólida ó líquida del cometa era, pues, muy limitada.Con el tiempo esta limitación se hizo menor. El es-pectro continuo parecía más ancho y observable enuna zona más extensa del astro. En los últimos dias,finalmente, el espectro del núcleo se convirtió en di-fuso, y su brillo hacia desaparecer las tres fajas lu-minosas. Este acrecentamiento de la importancia delespectro continuo, coincidiendo con la difusión pro-gresiva del núcleo y la formación del abanico de luzde que hemos hablado, parecía probar que la materiasólida ó líquida del núcleo se habia esparcido poco ápoco en toda la cabeza del cometa.

(Reme ScientiAque.)

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Academia de Ciencias de París.3 AGOSTO.

M. Daubrée presenta muestras de un meteoritoque cayó el 20 de Mayo último en un pueblo deTurquía. Su peso no es más que de tres kilo-gramos; en la masa terrosa, compuesta de diver-sos silicatos que forman la mayor parte, se en-cuentra un gran número de nodulos de hierronickelado y de hierro sulfurado, y una multitudde pequeños granos negros de hierro cromado.

—M. Faye presenta una serie de dibujos desti-nados á hacer más comprensible su teoría de lasmanchas solares, las cuales no son, según él,más que movimientos en torbellino de la atmós-fera del sol. Al enseñar estos dibujos, que repre-sentan una gradación de los torbellinos, desdelos más sencillos que se producen en los riosrápidos, como el Rbin, y las diferentes corrien-tes especiales de las trombas, tornados y ciclo-nes, hasta las manchas solares, constituidas portorbellinos cuya dirección es con frecuencia muycomplicada; M. Faye expone de nuevo su teoríacon una abundancia de expresiones pintorescasy una esfervescencia de imaginación capaces deseducir á los poetas de ambos mundos.

—M. Faye presenta en seguida un trabajo deM. Greetz, que, según dice, ha intentado unaverdadera renovación de la dinámica. Desde quelos fenómenos cuyo estudio constituye la diná-mica, no son considerados como hechos físicos or-dinarios, sino, más bien, como modos del movi-miento del éter, vibraciones de un fluido par-ticular que pueden comunicarse á los átomos dela materia, desde que los progresos de la cien-cia tienden á una majestuosa síntesis englobandoel universo, la necesidad de la armonización dq

280 REVISTA EUROPEA.— \ 6> DE A6OST0 BE 4 8 7 4 . N.° 25las doctrinas de la mecánica se impone á todoslos espíritus. Este es el objeto del trabajo deque M. Faye indica á grandes rasgos el espírituy el método. ¿Qué se necesita, según el autor dela Memoria, para operar esta especie de conci-liación? Basta eoncebir el éter, cuyo movimientopuede explicar todos los fenómenos, como unmedio isótropa, es decir, presentando la mismaconstitución en todas sus partes, ofreciendo tam-bién en todos lados la misma elasticidad, y do-tado de una propiedad especial, modificación par-ticular de la inercia.

Sociedad médica de Wilna (Rusia).REMEP1O CONTRA I A HIDROFOBIA.

M. J. Jitzki refiere que ha tenido ocasión dever un perro pequeño que frecuentemente ataca-ba y destruía a las serpientes que se encuentranen los alrededores de la ciudad, y especialmenteal coluber berus y á la víbora, berus, y por conse-cuencia de esto tenia varias heridas en el cuello,causadas por las mordeduras de los expresadosreptiles venenosos. El mismo perro se puso undia á pelear con otro rabioso, que había comuni-cado el veneno rábico al ganado y á una perra pe-queña, y por consecuencia de esta lucha sufrióalgunas mordeduras de bastante consideración,por cuyo motivo- se le encerró cuidadosamentecon objeto de matarlo apenas presentara los pri-meros síntomas de la hidrofobia; pero pasó eltiempo- y el perro no tuvo¡ novedad. Esta últimacircunstancia llamó la atención del orador, que sededicó á recoger informes y noticias acerca de uncaso tan curioso, encontrando la confirmación delo que expone. En sus averiguaciones encontróuna mujer que habia sido mordida por una ser-piente primero y por un perro rabioso después, ysu salud no se alteró en lo más mínimo.

¿Habrá antagonismo entre el veneno de la ser-piente y el veneno de un perro rabioso, como lohay entre el veneno varioloso y la vacuna? sepreguntó M. Jitzki, y desde entonces recomiendaá los médicos y veterinarios de las poblacionesrurales que hagan observaciones sobre este punto,pues si se llegase á demostrar con nuevos hechosque el veneno de la serpiente preserva de la ra-bia, seria posible curar la hidrofobia por mediode la inoculación del veneno de la serpiente. Lafiebre aguda que ocasiona este último quizá ani-quila por completo la acción del veneno rábico.De esta manera, y por medio de una especie devacunación en los perros pequeños, se les quitaríala posibilidad de rabiar y se evitarían por lotanto muchas desgracias.

Al concluir su discurso M. Jitzki dice que harecogido y tiene en recipientes bien cerrados va-rios reptiles venenosos, dispuestos para morder álos animales que sean atacados por perros rabio-sos, á fin de hacer nuevos experimentos.

(Diario ruso, de Odessa.)

Sociedad de ingenieros civiles de París,Los yacimientos y la explotación de la hulla en España,

¡cialmente en Asturias.M. Gtand presenta una Memoria, de la cual re-

sulta en primer lugar, que el terreno hullero enEspaña ocupa una superficie de 150.000 hec-

táreas. Sin embargo, la producción anual BOpasa de 500 á 600.000 toneladas, mientras queBélgica, en una superficie igual, produce anual-mente más de dos millones de toneladas de hulla.Los ferro-carriles en construcción, que unirán lascuencas más importantes con los centros de con-sumo, no tardarán en desarrollar esta explota-ción en España.

Los terrenos primitivos ó de transición, for-man una ancha faja que se extiende al Oeste dela península ibérica, cubriendo casi la mitad. Losterrenos carboníferos, últimas hiladas de esosterrenos de transición, aparecen, sobre todo en elNorte, donde ocupan próximamente 135 kilóme-tros de longitud. Pero el terreno hullero sólo semanifiesta, con sus caracteres distintos, en gran-des trozos aislados, que pueden reducirse á tresgrupos principales.

1." Al Este, el de Castilla, situado en la pro-vincia de Palencia, y al cual pertenecen las mi-nas de Barruelo, que alimentan actualmente alferro-carril del Norte de España y á la compañíadel gas de Madrid.

2." Al Sudoeste, el de Sabero, en la partemeridional de la cadena cantábrica, en la pro-vincia de León.

3.° Al Norte de este último y en la parte sep-tentrional de la misma cadena, la cuenca de As-turias, que comprende otras dos cuencas secun-darias, la de Quirós y la de Sama y Mieres; estaúltima es la más extendida de- las dos j la queha estudiado especialmente M. Grand.

La región explotable está situada en la parteseptentrional de la cadena cantábrica, y su su-perficie es de 16 leguas cuadradas próximamente.Comprende los distritos de Riosa, Mieres;, Lan-greo, Siero, Nava, Bimenes, San Martin deL ReyAurelio, y una parte de los de Laviana, Aller,Lena y Quirós.

De la vertiente meridional descienden variosvalles profundos, de los cuales los principalesson los de Lena y Candal, que se dirigen casidesde la Pola de Lena á Mieres, y vuelven alOeste hasta salir de la cuenca; y los valles delNalon y de Aller, perpendiculares1 á los prece-dentes.

El terreno hullero de Asturias se compone decuatro especies de rocas distintas: 1.° e\ gres (1)hullero; '¿." los esquistos, más abundantes en laparte septentrional de la cuenca; 3." el calizocarbonífero; 4." las pudingas (almendrillas) ó con-glomerados silíceos y calizos. Estas pudingasestán formadas de cuarzito rodados.

En toda la parte oriental de la provincia enque domina el calizo carbonífero, son muy esca-sas las capas de hulla. A medida que aparecela hulla en mayor abundancia,, se ven desarro-llarse igualmente las capas areniscas y esquisto-sas; pero, del mismo modo que se encuentran ca-pas de hulla en medio del carbonífero, éste apa-rece también hasta en las partes más rica» de lacuenca. Es, pues, probable que no haya lugar áseparar estos depósitos hulleros del piso deL ca-lizo carbonífero, y deba considerárselos como an-teriores geológicamente á los del Norte y del cen-tro de Francia, Bélgica é Inglaterra. El examende los, fósües marino» que: s& pueden recoger enlos greá y esquistos q>ue acompañan ciertas ca-

(i) Asperón, piedt» areniscí.

.0 25 BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES. 231

paa «Je hulla, confirma esta hipótesis. Kstos fó-siles,, francamente carboníferos, no dejan dudaalguna sobre el carácter contemporáneo de losdiversos depósitos que constituyen el terreno delcentro de Asturias.

La dirección de las capas y. su inclinación, va-rian frecuentemente. No hay datos suficientespara determinar el espesor de la formación hu-llera y el número* exacto de las capas de hullaque puede haber, porque se ignora si los masi-zos de capas paralelas, observados en diferentespuntos de la cuenca, deben ser considerados comoindependientes, ó si sólo son prolongaciones unosde otros.

La explotación de la hulla ha tomado su prin-cipal desarrollo en los valles del Candin y delNalon, por consecuencia de la construcción de lalínea férrea de Sama á Gijon. Pero las explota-ciones reunidas de Sama, Mieres, Olloniego, etc.,no producen más de 350.000 toneladas anuales.

Los procedimientos de explotación son de unagran sencillez, favorecidos naturalmente por lascondiciones especiales en que se encuentran lascapas de hulla de Asturias. La elevación de losmasizos en los valles permite explotar háeia ar-riba, sin necesidad de recurrir á pozos de extrac-ción; de aquí la supresión completa del empleode máquinas, así para el arranque como para laextracción. La ausencia de grisú, especie de gashidrógeno carbonado muy inflamable, permite eluso de lámparas ordinarias para el alumbrado in-terior, y pone á los mineros al abrigo de los pe-ligros á que se encuentran expuestos en la ma-yor parte de todas las explotaciones hulleras.

En casabio hay que observar la rareza de lamano de. obra,, que es uno de los principales obs-táculos al desarrollo de la explotación.

Otro inconveniente, que tiene su influencia enlas condiciones económicas de la explotación,es la frecuencia de los crains, ó fisuras que in-terrumpen momentáneamente las capas de hullaexplotadas.

Respecto á las vías de comunicación, que tantaimportancia tienen en el precio de la hulla, lacuenca de Asturias se divide en dos regiones dis-

i tintas. La del Noroeste, que comprende los valles,del Candin y del Nalon hasta las cercanías deSama, está servida por el ferro-carril de Gijon áLangreo, y, por lo mismo, ha llegado á ser el cen-tro de las explotaciones más importantes de todala cuenca. La otra región, atravesada poi*el ca-mino de León á Oviedo que sigue el valle de Lenay del Candal, no tiene otra salida que para elconsumo de las fábricas de Mieres y algunas in-dustrias déla ciudad de Oviedo. La extensión delcamino y las dificultades que ofrece, hacen eltrasporte muy costoso para que las hullas deAsturias puedan, utilizando esta, via, extenderseeael interior de España. Esta situación cambiarácuando, la línea férrea del Noroeste, que debe unirteo» á Oviedo y Gijon, esté completamente aca-bada.

El ferro-carril de Gijon á Langreo fue construidoen 1854 para unir el puerto de Gijon á las minasdel valle de Candin, que pertenecían á la reinaCristina. Su longitud es de 39 kilómetros y medio.La particularidad más notable que presenta es unplano inclinado que lo divide en dos seccionescasi iguales. Este plano inclinado, adoptado paraevitar UR largo. circuito de 8 á. a telémetros, tiene

una extensión de 754 metros; su pendiente es de125 milímetros; tiene doble via, y se hace en élel servicio por dos máquinas de 75 caballos, co-locadas en el nivel superior.

Respecto á yacimientos metalíferos, M. Granddice que so» poco abundantes en el interior dela cuenca hullera de Asturias. Se encuentran al-gunas capas de hierro carbonatado, pero sin im-portancia para la explotación.

En el terreno devoniano es donde se encuentranyacimientos más importantes de minerales dehierro, formando capas de estratificaciones de talíndole, que constituyen el verdadero gres ferrv,-

lín toda.la cuenca de Asturias no se cuentanmás que dos establecimientos metalúrgicos : losaltos hornos de la Felguera á la entrada del va-lle de Candin, y los de Mieres en el valle delCandal.

Entre las industrias diversas que, sin pertene-cer directamente á la cuenca hullera del centrode Asturias, se encuentran sin embargo en suscercanías, debemos citar la fundición de cañonesde Trubia, los altos hornos de Quirós, construi-dos sobre una cuenca hullera especial, y próxi-mos á una, potente capa mineral de hierro.

La fábrica de cristal de Gijon produce anual-mente de 2.000 á 2.500 toneladas de cristal, yconsume de 1.000 á 8.000 toneladas de carbón.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

En Rusia se están preparando varias expedi-ciones geográficas. La primera se dirigirá al Ama-Darja, bajo la dirección del gran Duque Nicolásy de su adjunto el coronel Stolotow, componién-dose de veintiséis personas, repartidas en las sec-ciones de geodesia, topografía, meteorología,etnogra^t, estadística é historia natural. Lasegunda expedición, subvencionada en 10.000rublos por el gobierno da Czar, lleva el encargode medir y estudiar geodésicamente las regionessituadas entre el Mar Caspio y el lago Aral. Latercera expedición saldrá al mando de M. Mid-dendorf para explorar el Ustjurt, el Amor y laantigua corriente del Oxus. El general Glochous-ski ha contribuido á este objeto con la cantidadde 3.000 rublos.

M. Georges Robinson, de Nueva-York, ha in-ventado un nuevo sistema de aserrar mad3ra,procedimiento completamente nuevo, que con-siste en sustituir á la sierra un hilo de platinocalentado al rojo blanco por el paso de una cor-riente eléctrica. El hilo, al que se le imprime unmovimiento de va y viene, penetra al través de.las maderas más duras con increíble facilidad.Por este procedimiento se puede perfectamenteponer un árbol en planchas y dar á la madera lasformas más caprichosas.porque el hilo, no tenien-do anchura, puede describir toda clase de líneasmucho mejor que las sierras circulares y de cin-tas que se emplean hoy. El hilo de platino semantiene al rojo blanco por la corriente eléctrica,y avanza ea la madera carbonizando las superfl-

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cies que toca; pero esta carbonización es muy su-perficial y no produce ningún mal efecto.

La industria está dando hoy innumerables apli-caciones á !a cerda vegetal que se fabrica en Arge-lia con las hojas de las palmeras enanas, en árabeduoms, que crecen en abundancia en Tell, y par-ticularmente en las provincias de Argel y Oran.En el año último se han exportado de Argeliamás de nueve millones de kilogramos de cerda ve-getal, que se emplea en muchos muebles parasustituir económicamente á la cerda de caballo.

La nueva materia textil se emplea también,cumo el esparto, en confeccionar cuerdas, cestas,maletas y otros objetos, y además en la fabrica-ción de papel de imprimir.

La asociación francesa para el progreso de lasciencias celebrará su tercer congreso en el pre-sente mes. Esta vez se reunirá en Lila, y la pri-mera sesión se verificará el 20. Asistirán sabiosde todas las naciones europeas y aun de América.España estará representada, segnn el programapublicado en Francia, por los señores Rubio, Iba-ñez, Tubino y Muñoz Luna. Entre los innumera-bles asuntos científicos que han de tratarse, yaen las discusiones, ya en las Memorias anuncia-das, figuran temas tan importantes como los si-guientes: Beclard: La construcción muscular.—Belirne: Los movimientos de la atmósfera.—Bergeron: Perro-carril submarino entre Francia éInglaterra.—Charcot: Estudio sobre las enferme-dades del sistema nervioso.—Gourdon: Nuevosprocedimientos de grabados en relieve.—Kuhl-mann: El alumbrado de gas bajo el punto devista de la higiene.—Marey: Del mejor medio deutilizar la fuerza del hombre y de los animales enla tracción de los fardos.—Menier: El desarrollode la riqueza por la ciencia.—Papillaud: La cura-ción de la tisis.—Tissandier: La meteorología delos aereostáticos, y otros muchos.

Los periódicos de los Estados-Unidos dicenque decrece la inmigración en la gran república,porque en los tres primeros meses de 1874 no hanllegado á aquel país más que 11.813 emigrantes;7.905 hombres y 3.908 mujeres.

Se ha fundado en París una sociedad para lapublicacior. de documentos relativos á la historiay á la geografía del Oriente latino, y especial-mente los que se refieran á las peregrinaciones áTierra Santa.

En Suecia se publican actualmente 256 perió-dicos. Los más importantes aparecen natural-mente en Stockolmo, en cuya capital se publi-can 78, y de ellos 5 diarios. Las revistas son 15quincenales y 24 mensuales.

El Journal of Applied Scienze publica una Me-moria acerca de la extracción del oro en Victoria.Los obreros empleados son 50.595, repartidos33.822 en las minas de aluvión y 16.773 en las

de cuarzo. Además se usan 362 máquinas de va-por que representan una fuerza motriz de 9 579caballos. El valor aproximado del terreno minerode 'a. colonia se calcula en 53.280.000 francos. Laproducción del oro en los tres últimos meses(le 1873 ha sido 297.576 onzas.

Bibliografía científica.

Lecciones sobre los métodos generales de síntesis enquímica orgánica, por Berthelot, traducidas porel doctor Martin de Argenta. Un tomo en 4.*Madrid, 1874.

Derrotero del estrecho de Magallanes y de los cana-les que conducen al golfo de las Peñas, por donF. Chacón y Pery, teniente de navio. Un tomoen 4." Madrid, 1874.

Memoria sobre la máquina aérea y la termodiná-mica de los gases, por D. Enrique Heriz. Un to-mo en 4.° Barcelona, 1874.

Curso elemental de medicina legal, por el doctorD. Ignacio Valentí. Un tomo en 4.° Barcelona,1874.

Una cuestión de mecánica, por D. Martin Villar.Un folleto de 52 páginas. Madrid, 1874.

Traite des paratonnerres; leur utilité; leur theorie;lew construction, por A. Oolland. París , 1874.

Propiedad literaria.Relación de las obras presentadas en el Ministerio

de Fomento en el mes de Julio de 1874.Leiva.—Los comuneros de Córdoba, 1 t. H.°

— Institución de expósitos de Fuente-Ovejuna, 1 t. 8.°Gómez Salazar.—Gramática de la lengua castellana, i t. 4.*Verdejo.—Repertorio de geografía, 1 t. 8.°Espronceda.—Poesías , 1 t. 8."Artero.—Novena de San Rafael, 1 t. 8.°Barrantes.—Narraciones extremeñas, 2 t. 8.°

— La instrucción primaria en Filipinas, 1 t. 8.°Aragií.^Tralado de árboles frutales, 1 t. 4.°Sánchez Vidal.—Lecciones de álgebra , t. 1.° en 4.°Sappey.—Tratado de anatomía descripliva, t. 1.° en 4.®Quatrefajes.—Historia natural del hombre, cuad. 1."Freixa.—Guia de consumos, 1 t. 4.°Ramírez.—Guia del viajero en el Escorial, 1 t. 8."Font.—Colección de máximas morales, 1 t. 8.°Fernandez.—El libro del jurado, 1 t. 8.°Flamntarion.— Historia del cielo, 1 t. 4.°Gómez Pamo.—Manual de análisis química, 1 t. 4.°Joulin.—Tratado del arte de los partos, t. 3.° en 4.°Cometerán —Autores sagrados y profanos latinos, 1 t. 8.*Campuzano.—Ramillete de glorias nacionales, 1 t . 4.°Enciclopedia infantil, I t. 8.°Follín.—Tratado elemental de patología, t . 1.° en 4.°Gintrac.—Tratado elemental de patología interna , t. 7.° en 4.#

Rocafull.—Manual del impuesto de traslaciones, 1 t . 4.°Catecismo de Ripalda por El mrgisterio español, 1 t. 32.°Casan.—Curso elemental de historia universal, 1 t. 8.°El mundo cómico; Diccionario de Escriche; La isla misteriosa,entregas.Obras dramatices.— Delgado : Los misterios del Rastro, i a —Marti-

nez: Quien bien ama, 1 a.—Rodríguez: Un negocio, 1 a.— Collanles:Liquidación conyugar ía .—Egui laz : La vaquera de la "Finojosa, 3actos.—Rodríguez: Amor de novela, i a. —Cortés: El maestro de cató,1 a.—Líern : Él demonio de los bufos, 1 a.

Saint-Georges.—Le Florentin, ópera cómica, I t. 8.°Fleuriol.—Congé-iilustré, 1 t. 12.°Magasin d'education ; Le tour du Monde; Journal de la Jeuneuase; en'

tregas.Chislauzoni.—Salvator Rosa, drama lírico, 1 1 . 8.°

— Caucóla, ópera ¡n 3a t t i , 11 . 8.°

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio, 25 .