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, ANTIGONA; LAS VOCES QUE INCENDIAN EL DESIERTO PERLA DE LA ROSA

Rosa - Antigona Voces

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Cinco dramaturgos chihuahuenses, 2005, "Antigona: las voces que incendian el desierto, Perla de la Rosa

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ANTIGONA; LAS VOCES QUEINCENDIAN EL DESIERTO

PERLA DE LA ROSA

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PERSONAJES

Mujer 1IsabelElena

Agente de seguridadAntígona

Mujer 2IsmeneVíctorO'eón

HemonReporteraEurldice

La madre del asesinoEl asesino

Guardia de la MorgueMuchacha desconocida, muerta.

PrólogoUna avenida solitaria en la desértica Ciudad

Tebas. Media noche. Luces esp orádicas decoches. Sonidos de noche en la gran ciudad.

Una mujer aparece caminando, I/ena deangustia espera el camión en el que regresaráa su casa. Viene de trabajar en el segundo turnode la fábrica.

MUJER 1: Soy una mujer en esta ciudad, donde todo esde arena. Desde hace años enfrentamos la Gue­rra. Ser mujer aquí es estar en peligro. Por ellodecidimos construir refugios bajo la arena. Cu-

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brimos de arena. Amparamos bajo la arenapara continuar vivie ndo . Se trata deocultarnos, de desaparecer de la vis ta delenemigo. No todas han tomado la decisión,algunas piensan que están a salvo ... hacercomo que no pasa nada. .. o como Clara, searman de valor y salen a las fabricas . . . Alguientiene que trabajar.

Esc ena I.Una de tantas historias.

Una mujer se encuentra so la dentro de su casa,habla so la frente a su puerta.

ISABEL: Cuando llegamos a nuestra casa algo te llamóla atención

La mujer abre la puerta y sa le, inmediatamentereaparece, ahora viene su hermana con ella.Se encuentran agitadas. Han corrido desde unode los refugios hasta su casa , en medio de lanoche, para buscar agua y comida, tal vez algode ropa .Los personajes se encuentran ahora en elpuntode partida de la historia. Isabel reconstruye losacontecimientos de la última no ch e con su

hermana Elena .

E LENA (entrando): ¿Quién abrió nuestra puerta?

Las dos hermanas se quedan temerosas en el188

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quicio de la puerta

ISABEL: ¿Y esa bolsa?ELENA: ¡Comida!ISABEL: Ten cuidado.E LENA: ¿Quién estuvo aqui?ISABEL: Alguien que adivinó nuestra hambre.E LENA: ¡Fue nuestra hermana que ha regresado !

Elena saca la comida y se dispone a comer.

ISABEL (hablándole desde el presente-futuro, en el queElena ya no puede escucharla. como s i lehablara a unfantasm a): Nos abrazamos llenasde alegría . Hacía casi una semana que no tenía­mos notícias de Clara. La despedimos el martespor la mañana, y el domingo en la tarde nosdeci-dimo s a entrar en el refugio, pensandoque había desaparecido , que la hab íamosperdido, y que no se detendrían hasta venir pornosotras también. Pero Clara tenía muchasuerte y seguramente estuvo cumpliendo enel trabajo.

Se reincorpora al tiempo común de la recons­trucción de los hechos. Se ponen a come}:

ELENA: Sírvete más. Pobre Clara el trabajo en lafábrica es muy duro .

ISABEL: Lo más duro es tener que salir.Tal vez lo mejorsería quedamos definitivamente en el refu­gio .. .las tres. Podríamos trabajar como las

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otras y camb iar lo que hagamos por comidacon los acarreadores .

ELENA: ¿Dónde habrá estado todos estos días?ISABEL: ¿Dónde habría de ser? Trabajando.ELENA: No. Me refiero cuando ya no era hora de traba­

jar. Cuando tendría que haber estado aquí.ISABEL: Tal vez decidió entrar en algún refugio.ELENA: ¿Y ahora, en dónde estará? .. (Silencio. Se

escucha un alarido de terror: Si/encio.) Vamosa ver.

ISABEL: ¡Quédate sentada! Quien quiere ver, es visto(si/encio). No tratamos de ver lo que habí asucedido. Tampoco seguimos comiendo . Ensi len-cio, sin mi rarnos, nos dispusimos adormir. Al colgar mi ropa, Sentí que se meparalizaba el corazón, la bata del uniforme detrabajo de mi hermana clara estaba colgada conla demás ropa (a Elena) Clara no está en lafábrica.

ELENA: ¡Claro!, renunció y la liquidaron, por eso pudocomprar comida. Seguro ella también ya deci­dió quedarse en un refugio como nosotras. Otal vez es tiempo de regresar a nuestro pueblo(se escucha un segundo grito horrorizado)¿Quién grita ante nuestra puerta?

ISABEL: Alguien a quien están torturando.ELENA: Deberíamos ir a ver.ISABEL: ¡Quédate aquí! (pausa). Y no fuimos a ver que

había ocurrido. Pasamos la noche sin dormir.Esperando a Clara nos llegó el amanecer. . .(tareas de aseo, toma una cubeta y sale poragua. Abre la p uerta y entra aterrorizada)

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¡Elena, Elena, no salgas! Nuestra hermana está ahíafuera. ¡Ah como nos engañamos! ¡Está ahí,su cuerpo masacrado frente a nuestra puerta!

ELENA (sale. Grita espantada. Entra muy alterada):¡La mataron, la mataron! Fue ella quien gritópidiendo ayuda. Un cuchillo, dame un cuchillopara cortar la cuerda con que la ataron. Voy aliberarla, voy a traerla adentro para calentarla,para devolverle la vida.

ISABEL: Dame ese cuchillo. Tus esfuerzos serán vanos.Nuestra hermana no puede revivir. Si nos venjunto a ella, correremos la misma suerte.

ELENA: Déjame. Cuando la mataron no di un sólopaso.

Se escuchan unos golpes sobre la puerta, Isa­bel entreabre. una mano empuj a la p uerta yaparece un hombre extraño, amenazante.

HOMBRE: ¿Y ustedes quienes son? Esta mujer aparecióasesinada frente a su puerta. ¿La reconocen?...¿Q ué es de us tedes? La muy idi ot adesobedeció las reglas de seguridad. Mira quesali r sola a la calle, sin un hombre.

ISABEL: No. No la conocemos .HOMBRE: ¿Y ella? ¿Qué hace con ese cuchillo?

Elena sale corriendo, el hombre la persigue.Inmediatamente Isabel cierra la p uerta. Se haquedado paralizada. Igual que no brindó ayu­da al grito de la supuesta desconocida en lanoche, tampoco se atrevió a salir a ayudar a

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Elena. El pánico f ue toda su respuesta. Ahoratras la puerta y ji-ente al p úblico, concluye lareconstrucción de los hechos.

I SABEL: Miré a mi hermana Elena. ¿Para liberar a nues­tra hermana y devolverle la vida, iría a buscarla muerte? Clara tenía un solo deseo : vivir.

Escena 11.El regreso de Antígona

Antigona aparece cargando una maleta, es suregreso a Ciudad Tebas.

A NTÍGONA: Ah desolada ciudad, la de los gimientesvientos, la del sol despiadado, la de los ríossecos... la que perdió la voz. Cuántas desdichasson parte de tu herencia. Llora, llora sin finporque no hay justicia para tus muertos, nohay honras fún ebres que embalsame n sumemona.

Escena lII,La presentación de Creón. El decreto.

Entra O'eón, se inclina y besa el suelo.

C REÓN: És anos, hagan saber a todos que Dios haquerido que viva, para gobernar a esta ciudadhundida por sus errores. El odio que pretendióaniquilarme no me sojuzga, por el contrario,

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sucumbe ante mi entereza. Ciudadanos, hanquerido que mi mandato desaparezca y noscalumnian para llenamos de vergüenza.Se habla de muertes, cientos de muertes; decadáveres de inocentes mujeres, que yacen sinmás tumba que el desierto. ¡Mentira! ¿De quémuertes hablan?Ciudadanos esas voces oscuras pretenden de­rrumbar la gran ciudad que hemos construido.Pretenden sin éxito, frenar nuestro camino devictoria. Sin tener en cuenta el sudor de cadadía de batalla, para que siempre amanezca, ésta,la ciudad grande, erguida por un ejérci to dehombres que trabajan sin tregua.Por lo tanto no podemos tolerar que las lasti­meras voces de miserables mujeres sin patria,encuentren eco entre la gente bien intencionada.No podemos permitir que tras sus mezquinosintereses, nos conviertan en rehenes de la mentiray el chantaje. Desde la altísima responsabilidadque ust edes, ciudadanos , me confirieron alelegirm e su gobernante, Declaro, que no haymuertas. Que no existen cuerpos que identificar.y esto es muy claro. No existen. Y quiencontradiga mi dicho estará obligado a presentarlas evidencias. Se ha acusado, temerariamente,a nuestros mandos de seguridad, de encubri­miento y se han atrevido a seña larlos comoejecutores de graves delitos. Nada más irres­ponsable.Esas voces, ajenas, llenas de ingratitud hacianuestra ciudad, lo único que buscan es privamos

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del progreso y la fortuna. Las mujeres reporta­das co mo extrav iadas es tán vivas. Y sonbastante más vivas que nosotros. Esta tardetuvimos noticias de tres de las reportadas comodesaparecidas, se les ubicó en un balneario delmediterráneo.En esta ciudad nad ie debe llorar a esas muer­tas, que sólo son producto de la fantas ía demercenarias sin escrúpulo alguno.A esas muje­res les digo: No son de Tebas. Y si no son fielesa esta ciudad que generosa, las recibió comouna madre; deben marcharse.Desd e luego qu e han fallecido mujeres ,también cl aro es tá, han mu erto varonestebanos. Pero no más de lo que es natural encualquier otra ciudad como la nuestra. Por ello,y estarán de acuerdo conmigo, nob les amigos;en defensa del bienesta r y la soberanía deTebas, declaro enemigo de la ciudad a todoaquel que insista en dañar nuestra imagen,lesionando así nuestros legítimos intereses.Ins isto: Serán considerados enemigos de laciudad y recibirán, como enemigos, todo elpeso de la ley.

CONSEJERO: Señor, no es que le contradiga, pero meparece un poco radica l esta orden.

CRE6N: ¿Y qué otra cosa puedo hacer? Las condicio­nes en que se encuentran esos cuerpos, no per­miten identificarlos. ¿Para qué provocar máslágrimas?

CONSEJERO: En la ciudad cada vez son más las voces

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inconfonnes. Las mujeres todo lo que pidenes justicia. A mi me parece que algo tenemosque hacer algo, no sé, darles no sé, alguna...satisfacción...

CRE6N: ¡Justicia! [Bah! Estafadoras. Todos sabemoslo que quieren. Tendrán un poco de lo quenunca han tenido. As í veremos el precio de sudolor.

CONSEJERO: A ver, usted Víctor, invéntese algo, lo quesea (a los otros), ustedes pónganse creativos,para eso les pago , para que me den solucionesno problemas...

VíCTOR: Señor, y es que... Tebas se derrumba, en otrasciudades ya corre la noti cia de nuestrasituación, no deberíamos permitir que se hagatanto escándalo , toda es ta situación, porsupuesto que exagerada, lastima nuestro honory nos hunde en el desprestigio.

CONSEJERO: Ya, ya, Ví cto r, no me venga conobviedades, le repito, póngase creativo ¿sí?Usted cuídenos las espaldas y no nos dedolores de cabeza, sólo encárguese de que lasórdenes se cumplan.

Escena IV.Tomando posición. Los argumentos

de Antígona y los de Ismene

En el desierto varias personas realizan unrastreo, buscan cuerp os de víctimas. Antigonatambién se encuentra ahí. Ismene ha llegado abuscarla, la encu entra con aire delirante yaesgostada por el sufrimiento.

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ISMENE: ¿Estás enferma? Desde que llegaste noduermes, no comes ... No puedes seguir así.¡Esto es una locura!

ANTÍGONA: Locura es la que nos ha hundido en la des- 'gracia a ti ya mí, y a toda mujer sobre esta tie­rra. Locura la de quienes aun poseen el refugíodel sueño. Y ahora , ¿Qué nuevo mandato seordena sobre cada uno de los ciudadanos deeste páramo? ¿Qué nueva versión se ha espar­cido? ¿Qué nuevo culpable han encontrado?

ISMENE: Yo tampoco he dorm ido. Pero no creo quemi fatiga o mi búsqueda perpetua puedanregresar la rueda del destino, que inexorable­mente nos alcanza. En la vigilia a veces creoque mejor sería dejarla descansar en paz ymarchamos de aquí.

ANTÍGONA: Sí. Que nuestra hermana descanse en paz,pero que su memoria no nos permita vivir enpaz. Que el eco de su voz pueble nuestrossueños y que nuestros pasos no encuentrensitio de reposo , como su cuerpo extraviado noha encontrado el abr igo de la tierra. Que noacabe nuestra agonía, mientras el olvido y lainfamia sigan condenando nuestros corazones.

ISMENE: ¿Por qué sigues culpándote? ¿Por qué mecondenas? iEntiéndelo! Con sepu ltura o sinella , lo más seguro es que ya esté muerta. Ynosotras b ien har íam os en o lvi dar ysimplemente intentar vivir...Muchas veces hepensado que el ac to de morir es sólo uninstante, inevitable para cualquiera.

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ANTÍGONA: La diferencia claro está en la manera demonr.

ISMENE: Pero si enfrent áramos únicamente el hechode la muerte, los sufrimientos previos no nosatormen tarían tanto. Finalmente nosotrasseguimos aquí. iVivas !

ANTÍGONA: Yo no. Tú lo haz dicho, los sufrimientosprevios. ¿Y quién nos asegura que nuestrahermana no continúa sometida a la humillacióndel sufrimiento? ¿Podrías asegurar que lacrue ldad de su agon ía ha cesado? ¿Y si estanoche el horror de la propia muerte la estuvieraatormentando?

ISMENE: ¿Todavía crees que está viva?

Silencio.

ANTÍGONA : Necesito la certeza... alguna, incluso la desu cadáver. Y más aun necesito el rostro delculpable, las manos asesinas. La j usticia hahuido de aqu í y todos necesitamos la justicia.

ISMENE: Necesitamos la vida. Si Polinice está viva ,ella decid irá cuándo regresar. Después de todoell.a siempre hizo lo que quiso, y no sería lapnmera...

ANTÍGONA: ¿Qué quieres decir?ISMENE: Eso. Que para ustedes, para mi padre. Para

ti, siempre fue muy fácil marchars e. Al fin queIsmene se quedaría en Tebas, esperándolos.Cuidando a la pequeña Polinice, llevando lacasa y dándoles noticias de cómo iba todo . Y

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nada sucedía. En la dístancía sólo crecía tumito y la ausencia.

ANTiGONA: Tuve que marcharme, a costa de perderlotodo. No podía elegír ser otra que la que soy.

!SMENE: Nosotras nada sabiamos de ti y tú nada sabíasde nosotras. ¿Ahora, regresas a cues tionarme,a culparme de lo que sucedió?

ANTiGONA: Nadie te culpa...!SMENE: Sí lo haces. Tu mirada, tu obses ión, tu impa­

ciencia. ¿Por qué no podemos esperar a quese aclare todo . Esto es más grande qu enosotras, hay demasiada oscuridad. Pero tú teempecinas en encontrar verdades. Quién sabesi podamos resistir la verdad... Tenías queregresar a moverlo todo, a exhibir tu valor.

ANTiGONA: No fue precisamente el valor lo que mehizo huir de aquí.

ISMENE: Cómo detesto tu grandisima soberbia. El creerque puedes retar al destino , retamos a todos,ponemos a prueba... Antígona, la de la granclaridad, la del deber, la que sacrifica todo poruna verdad, la que puede desprenderse hastade lo que más ama .

ANT iG ONA : Hab las desde e l miedo . Te hanaterrorizado. Ahora sólo miras por ti ¿es asícomo piensas salvarte? Crees que enmude­ciendo no vendrán por ti. Nadie puede reclamarpara sí el sagrado nombre de la ley, mientrasel sagrado derecho a la vida no sea el dulcelazo que nos ate . Nadie se salva solo.

!SMENE: No estoy tan segura de que lo mejor sea actuar

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por nosotras mismas. Mira a otras familias,ante lo irremediable, bas tan te ayudan conobedecer. Creón ha ordenado que por el bíende la ciudad no se hable más de hom icidios.

ANTiGONA: ¿Y quién es Creón para decretar que mímuerta es menos muerta o menos ciudadana,que los muertos en paz de todos los días? ¿Yes nu estra po breza las que nos cast iga?Ciudadanas pobres y extranjeras. Desde niñascondenadas al exil io, a vagar guiando a Edipo,nuestro padre. Cargando su pobreza y susculpas. Y en tantos años atisbando loscaminos, una sabe cuál es su lugar, el de susmuertos. Y sin sepulcro para mi hermanaPolinice, ¿cuál será el mío? ¿Cuál el tuyo? ¿Oes que sólo yo soy su hermana? ¿No nacimoslas tres del mismo vientre?

!SMENE: ¿Y qué esperas que yo haga? ¿Cómo quieresque la encuentre? Estoy tan sola y tan ciegacomo tú. También yo la lloro.

ANTiGONA : ¿Sabes que otro dolor viene a abrumarnos?!SMENE: No.ANTíGONA: Ocultas lo que sabes, óye lo entonces de

mis labios. Yoveré si en la desgracia tu corazóndeja de latír, o sí palpíta con más fuerza.

!SMENE: ¿Ahora que pensamíentos te atormentan?ANTiGONA : Óyeme bien : nunca tend remos la certeza

de lo que sucedió con nuestra hermana. Si estámuerta , nunca encontraremos su cuerpo. Creónpersiste en negar los asesinatos. Sin embargohay noticias de que en la morgue exísten másde doscientos cadáveres no identificados.

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Creón está esperando la ocasión de arrojarlosal des ierto, para que desaparezcan como pastode las aves de rapiña.

Se habla de que ya logró incinerar la ropa y las eviden­cias de más de doscientas víctimas. El tiranoha ordenado que no se hable de l asunto. Nosacusa de hab er exagerado. Y negando estegenocid io , no s señala como en emigas deTebas. Insiste en que se trata de unas cuantasdesaparecidas, que bien se lo buscaron. ¿Ahoradime que piensas hacer tú?

ISMENE: ¿Qué pretendes de mí?ANTÍGONA: Que me ayudes.ISMENE: ¿Cómo?ANTÍGONA: Tenemos que buscar a Polinice en la mor­

gue. Tenemos que encontrarla. Y sí está muertadeberemos vivir su muerte. Honrar su me­mori a. Es de humanos brindarle las honrasfúne bres . Debemos ob ligar a Creón a qu ereconozca los crímenes. ¿No te das cuenta?Al negar su muert e también se niega su vida.

ISMENE: ¿Qué no has entendido las órdenes? ¡Déjalaen paz! Si ella está muerta de nada servirá quete arriesgues a correr la misma suerte. Es mejorolvidar, esto pasará . . .

ANTÍGONA: ¡Es mi hermana!jY también hermana tuya!ISMENE: Te prenderán y nada podrás alegar en tu

defensa.ANTÍGONA: ¿Te parece nada mi fide lidad mi amor, ,

mi dolor, esta desesperada bús que da de lajusticia?

ISMENE: No descansarás hasta provocar que estemostambién tendidas en la arena, a ver si entonces

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algu ien se atreve a darnos sepultura. Nopararás hasta que lo único que quede de noso­tras sea un zapato. Olvida todo, vámonos lejosde aquí, la vida siempre es más fuerte .. .

ANTÍGONA: Quieres que olvide lo pasado , Quieres huirde aquí, encontrar la paz en otra parte; pero estoscrímenes nos han marcado para siempre. Y nohabrá lugar para escapar de la sangre derramada.Muchas han muerto bajo la complicidad de!tirano, han aparecido destrozadas sin más tumbaque este desierto, consumidas por el sol incle­mente de esta ciudad de ojos muertos. Porqueel Dios de la justicia no a todo s favorece por

igual.ISMENE: Ten en cuenta que somos mujeres : no

podemos luchar contra los hombres. Nues trasdéb iles fuerzas nos obligan a obedecer, parano sufrir, sigo al que manda...

ANTÍGONA: No insistiré. Tú sigue al que manda y hazlo que ordena. Yo en cambio, te juro que ledaré el des canso de una se pu ltura a mihermana. ¿Qué me importa morir? Sosegadaestaré alIado de los que reposan en paz. Creóntiene el poder. Mil veces prefiero complacer alos que están abajo que a los de arriba. Pues esabajo donde moraré para siempre .

ISMENE: La sal de las lágrimas no es infinita. y tam­poco ellas surcarán eternamente las mejillas. Elfilo de! arma puede dar felicidad al que muere...

ANTiGONA: Quizá en el desierto o en la morgue aún yacecarne de tu carne, pero para ti, eso ya es e!pasado.

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lSMENE: Ahora, simplemente, no tengo el valor.ANTiGONA: Y el día que lo enc uentres, no habrán

brazos de hermana que te reciban. Esta luchano es tuya. Has dicho lo preciso (sale).

Escena V.Euridice en defen sa pública de Creón

Hem án y Euridice, su madre y esposa de Creon,han acudido al campo algodonero a hablar conalgunas de las familias afectadas, que se hanreunido en el lugar donde hace una semanaaparecieron ocho cuerpos irreconocibles. Setrata de un acto religioso en memoria de lasvíctimas. Son rechazados por una de las madres.La prensa está presente y los intercepta.

MUJER 2: ¿Cómo se atreven a venir? No queremosnada de ustedes...Lo único que yo necesito esa mí hij a, devuélvanmela... alguien que escu­che mis súplicas ... si no pueden devolvérmelaviva no hay consuelo qu e puedan darme.

EURÍDICE: Señora, no podemos ase gurar que una delas muj eres sea su hija, yo le pido que no sufraen vano. Has ta el momento no se ha identifi­cado a ninguna. Mire, yo le prometo, que miesposo no descansará hasta encontrarla. Estoysegura que se encuentra viva, al igual que mu­chas de las muc hachas que ya se ha logradolocalizar.

MUJER 2: ¡Mentira! Ustedes nos engañan. Ustedes la202

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tienen... Por favor devuélvanmela. Asesinos ,son unos asesinos.

EURiDICE (A cámara, siempre sostenida por Hemón) :Lo siento. Yo también soy madre. Toda mujeren este momento se duele de estos terriblessucesos... Lo ún ico que pretendo, es ayudar aaliv iar un poco tanto sufrimiento... Es com­prensible que en estas circunstancias se bus­quen culpables... A mí me parece que debemosrodear a estas fami lias de comprensión...

REPORTERA : ¿Son comprensivos los motivos deldecreto que dictó su esposo?

EURiDlCE (Desconcertada): ¿Qué decreto? .. Yo heplaticado con mi esposo de estos acontecimien­tos y puedo asegurarles, que para él es motivode gran preocup ación... Esto le ha qu itado elsueño... No olviden que él mismo ha sido vic­tima de esta vio lencia...

REpORTERA : Entonces ¿Por qué se niega la existenciade los cuerpos que han enco ntrado? Se hablade más de doscientos cadáveres que se encuen­tran en la margue, ¿por qué no se castiga a los

culpables?EURiDlCE: La margue está vacía, pero no quiero caer

en provocaciones... Sí ustedes fueran testigoscomo yo de los enormes esfuerzos que él haemprendido para darle seguridad a esta ciudad...Esas mujeres, las pocas que efec tivamente sehan encontrado, vivían en el riesgo... llevabanuna vida oculta... habrían muerto en esta ciudado en cualquier otra... Pero no se pone en juicio

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Aparece un hombre de espaldas al público, seencuentra empapado de sangre, una mujer; sumadre le lava el cuerp o mientras canta unacanción de cuna.

Escena VI.El encubrimiento del asesino

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MUJER: Todo está bien. ¿Verdad que todo está bien?(silencio)...Claro que todo está bien (ayuda al

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Dejemos que las auto ridades hagan su trabajo.Consciente de la situac ión de estas familias ,mi esposo ordenó que se cubrieran los gastosde funeral de estas ocho víctimas, que sontodas las que se han encontrado.

HEMÓN: Por favor discúlpenos, sólo quisimos brindar­les nues tras condolencias, pero debemos serrespetuosos de su voluntad (inicia la retirada).

EURÍDICE: Creón es un hombre bueno , honesto.Durante largos años , lo he visto trabajar demanera incansable por esta ciudad a la quetanto ama . He escuchado su angustia por eldestino de todos nosotros. He sido confidentede sus grandes sueños, para darles un destinode gloria y riqueza. Estoy orgullosa de él. Comociudadana gus tosa daria mi sangre, paraenfrentar a todo el que osara dañar su vida o suhonra . Confio plenamente en sus decisiones ysé que sólo busca lo mejor para todos ustedes,que confiando en él, lo eligieron gobernante deTebas.

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su vida, se les ha brindado la justicia. Los cri- •minales han sido detenidos. La mayoria de loscasos están resueltos.

PERJODISTA: Señora, a lo largo de diez años tamb iénhan aparecido ases inadas varias niñas, sin quehasta el momento se haya hecho justicia...

EURÍDICE: Lo que tambi én hay que reconocer es quenosotras las muj eres hemos falla do ... (Laperiodista quiere hablar). Discúlpeme seño­rita , pero esas niñas vivian en el descuido...es evidente qu e no tenían un a madreresponsable.

PERIODISTA: Entonces , ¿us ted considera que lasmadres son culpables de esta situación?

EURiDICE: No. Quiero decir... sólo quiero pedirles quecolaboremos todos. Esto es, cuidamos respon­sablemente. Cuidemos a nuestros hijos. Cuidé­monos a nosotras mismas. No salgamos solasa la calle...

PERIODISTA: Señora vive usted en una ciudad llena demujeres solas, ¿les está usted pidiendo que nosalgan a trabajar? ¿De qué van a vivir? Sonmujeres pobres...

EURiDICE: Precisamente, porque hay muchas familiasafectadas y me refiero a todos los que han per­dido su empleo. Debemos ser responsables enel manejo de estos asuntos, no debemosolvidar que los ojos del mundo estánpendientes de lo que sucede en Tebas .Tampoco hay que olvidar que enfrentamos unacompetencia desleal con otras ciudades queestán magnificando esta situación.

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hombre aponerse una camisa), perdónam e porser tan necia... ¿Todo está bien verdad? (Él noresponde, sale).

MUJER: Dios te salve María, llena eres de grac ia, elseñor es contigo . Bendita eres entre todas lasmujeres... Santa madre de Dios, protégelo. Túqu e co mo madre sabes de estos dolores...(Solloza). Perdónalas señor.Tú sabes que él sóloobedece, que ejecuta tu voluntad. Señor, tú losabes ¿verdad?

Escena VII.Reencuentro de A ntígona con Hemón

Antigona se encuentra en el paraje desérticodonde siempre busca a su herman a. Hemónllega. Largo silencio, se miran.

HEM6N: Lo siento (pausa) . No supe donde encontrar-te . No volví a saber de ti hasta... hoy.

ANTiGONA : ¿Para que me buscas?HEM6N: No lo sé. Supongo que para... ayudarte.ANTiGONA: ¡Ah!

HEM6N: ¿Qué quieres que te diga? Nunca tengo larespuesta acertada .

ANTiGONA: Las últimas palabras quedaron dichas hacemucho tiempo.

HEM6N: ¿Estás segura?

Silencio

ANTiGONA: Ya entiendo, te sientes apenado como206 '

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siempre, por las acc iones de tu padre .Ahórrateexplicaciones, nada puede justi fic ar a unhombre que no sólo nos da la espalda, sinoque en med io de la tragedia nos humilla.

HEM6N: No se trata de mi padre. Se trata de noso trosdos.

ANTiGONA: ¿De nosotros dos? Nosotros es una palabraque reservo para los de mi sangre. Nosotrossomos mi hermana Polinice y yo. Nosotrossomos los muertos en vida a los que tu padrese niega a escuchar. No te equivoques una vezmás. Existe un ustedes. Tú que eres de tu padrey yo que soy de mi hermana.

HEM6N: Por favor no te pongas así. No encuentro laspalabras precisas para dec irte que estoy aquíúnicamente por tí. Que te he esperado duranteaños. Que nunca entendí por qué te fuiste. Creoque tengo derecho a saberlo.

ANTiGONA: Cierto, todos tenemos derecho a un peque­ño trozo de verdad. Pero no te diré sólo losmoti vos de mi partida, sino también los de miregreso . Cuando me fui, lo hice porque com­prendí que estaba a pun to de perderme a mimisma, para acabar en el inventario de bienesde Creón. Y ahora la vida me ob liga a volver,para que Creón , tu padre, me devuelva lo quees mío. ¿Lo ent iendes?Todo lo que me mueve, lo que me hace respirar,es este dolor que no cesa . La primera idea enmi cabeza al despertar y la última antes de caeren el abismo de mis sueños. Día tras día. Es

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una sola. Quiero a mí hermana. Quiero volvera ver su rostro, a escuchar su voz ... Y tambiénaparecen, al mismo tiempo las ideas malvadasde que ya no existe, de que la he perdido irreme­diablemente. ¿Entiendes? ¿Puedes entender estedolor?

HEM6N(la abraza, ella rompe desconsolada): Te amo.ANTÍGONA: Te a. . .

Se escucha un chirriar de llantas, Hemón sedis trae.

HEM6N: ¿Qué decías?ANTÍGONA (le acaricia el rostro): El mal sucede, por­

que los buenos no hacen nada.HEM6N: Pídeme lo que sea.ANTÍGONA: Quiero entrar a la margue.

Escena VIII.El enga ño y el renco r

MUJER 2: Generosamente pagan los gastos del funeraly aún así exhiben su mezquindad. En realidadlo que hace Creón es deshacerse de los cuerpos ,que ya no puede negar. Los saca de la ciudad,les otorga un espacio entre los muerto s de po­breza. Hasta al infierno mismo nos persiguenpara dejar claro que no somos iguales. En estamaldita ciudad de las siete puertas, hay muertosde primera y de quinta clase. Confinan anuestras hijas al olvido. Mi hija quedó sepultada

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tan lejos de Tebas, que nun ca podré visitar su tumba.

Escena IX.Primera entrada a la morgue. Las evidencias.

Antígona y Hemon entran clandestinamente ala Ma rgue, en la puerta del depósito de cadá­veres, Hem án detiene a Antigona.

HEM6N: El capitán arriesga su vida. Dispones de cincominutos, pero serán suficientes, dos segundosbastarán, para que lo veas vacío .Tal vez necesi­tes algunos segundos más para creerle a mipadre.

Abre la puerta. Allí se encuentran varias mesascon bolsas negras. Antigona va descubriendouno a uno los bultos y lo único que encuentrason despojos donde to da humanidad haquedado irreconocible. Hemon turbado ante laevidencia, suelta un sollozo y se queda inmóvil.

ANTfGONA: Tengo que encontrarte, qui siera detenermi corazón para no enfrentar este momento,pero necesito saber de ti. Viva o muerta. Esin soportable pensar qu e te encuentresatrapada dentro de estos muros y bajo lami rada oscura de qu ienes no quisieronprotegerte. Y es insopor table pensar queagazapado entre esos ojos ab errantes , seencuentre el qu e te dio la mue rte . Debo

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Autigona; las voces que incendian el desierto

encontrarte... Dios. Dios. Que no la encuentreaquí.

Finalmente descubre el cuerpo de la victimamás reciente. Es una joven de bello rostro, tansólo parece que duerme. La toma entre susbrazos .

ANTiGONA: ¿Duennes? Dulce desconocida. No eresPolinice y no sé por qué mi corazón hasta haceunos mom entos atormentado, siente un brevealivio. Será que me someto a la incoherenciade buscar lo que no quiero encontrar... No esverdad. Sé perfectamente lo que busco ytambién desde hace tiempo sé lo que había deencontrar. Sólo tenía la pequeñísima esperanzade encontrarte así , ta n du lce y bell a ; tanhumana, a pesar de encontrarte así, queridaPol inice, así como esta tierna desconoci da.

Se escuchan pasos, Antlgona se sobresalta seretira dispuesta a huir pero decide regresar porel cuerpo al que carga penosamente .

HEM6N(que permanecía consternado):Tenemos quesalir de aquí.

ANTÍGONA: Se acabó. Ni un minuto más , no la dejaréaquí...

Los pasos y voces de un guardia se escuchan

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I•

Perla de la Rosa

tan cerca, que no tienen más remedio que ocul­tarse. Entra el guardia, está nervioso, tienefrio.Descubre el cuerpo de la ni ña y se acerca a ellacon precaución .

GUARDIA: ¿Otra vez vagando? no escapes del refugio dela muerte .

La levanta y al sentir su cuerpo, la estrecha alsuyo, luego inicia una breve danza jiín ebre, unsolo compás, lento, íntimo... la coloca en laplancha. Antigona y Hemón son testigos.

GUARDIA: Aquí frente a mí, una más, niña de piesdescalzos, tan fríos, como la culpa.

Suavemente le besa los pies. Oscuro.

Escena X.La anécdota

La mujer uno ahora deshace el vendaje de susdedos, como se deshace día a día la vida.

MUJER 1: En esta ciudad es difícil saberse vivo. Una tar­de, después del trabajo, mientras esperaba elcamión, me sobrecogió el ruido de un chirriar dellantas, Luego escuché una descarga de más detreinta tiros. Yamataron a uno, pensé. Luego vinoun segundo rafagazo que ya sentí sobre mi cabe­za. Mi cuerpo reaccionó antes de que me enterara,

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Antigona; las voces que incendian el desierto

me protegí bajo la banca de la parada del camión. Micorazón se desbordaba, todo el pulso de la vidapendíade unhilo,despuésuna terceradescarga...Porúltimoel silencio... Porciertoaúnestoy viva.

Escena XI.Segunda entrada de antígona a la morgue.

La captura.

Antígona entrasola a la margue, elguardiaesperaoculto en lapenumbra. Lasorprende mientrasellaes tá in corporada sobre el cadáve r de lamuchacha.

ANTÍGONA: He vuelto, no perturbaré tu sueño, sólo tellevaré al lecho cálido de la tierra.

GUARDIA:¿Quéhacesaquí? Estasno sonhorasde oficina¿Sabes lo que te estás buscando?

ANTÍGONA: Por favor, deje que me la lleve.GUARDIA: ¿Llevártela, estás loca? ¿No conoces el

decreto?AN1ÍGONA: Usted también tiene familia, no permitiría

que les sucediera esto.GUARDIA:Los que vivimosde noche no tenemosfamilia.

Es mejorentretenerseen algocuando no sepuededormir.

ANTÍGONA: Sé lo que le han ordenado, pero no me irédeaquí sola.

GUARDIA: ¡Ay las mujeres! ¡Siempre tan llenas dehistorias! (Se abalanza sobre ella, la somete).

ANTiGONA: ¡No me toques!GUARDIA: ¿No eres la que da calor? Que manos tan212

,

Perla de la Rosa

SUCIas .

ANTÍGONA: Asi están, cansadas de arañar la tierra.GUARDIA: ¿No te da asco tocar cadáveres? ¿Qué tienes

ahí? (mete la mano bajo su fa lda, la abraza ybaila con ella al igual que lo hiciera con lamuchacha muerta). Estas tan tibia. Pero soy unprofesional y debo entregarte.

Escena XII .La decisión de entrar al refugio. La peste

La mujer 1 contin úa su relato, abs orta enrehacer el vendaje de sus dedos

MUJER 1: Al llegar a mi casa, prendí la radio, así supeque se trató de un tiroteo entre dos bandas detraficantes. Que balas perdidas acabaron con lapobre vida de un hombre pobre, como yo... Unolor insoportable me asfixiaba... Una mujerquedo tendida frente a los ojos de su pequeña decuatro años... Mi hija tiene la misma edad. Measfixiaba... quise huir de la ciudad, marcharme,pero ¿A dónde? Esa noche decidí entrar alrefugio....Algunos dicen que se exagera.Yosólosé que soy una mujer sola, todo lo que tengo esmi hija... si me la quitan, me quitan el mundo...Hayunolor insoportable, alláarriba, en laciudad¿Será la peste?

Escena XIII .El enfrentamiento de Antigona y Creón . Los

argumentos.213

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Anttgona; las voces que incendian el desierto

Palacio de Creon. Entra el guardia jalando aAntigona, la trae esposada.

CREÓN (la reconoce): ¿Por qué traes a ésta? ¿Dóndela has apresado?

GUARDIA: Se llama Antígona.CREÓN: Ya lo sé.GUARDIA: Intentó sacar uno de los cadáveres de la

morgue. Dice que es su hermana... Yo la atrapé,aunque la noche de ayer ya había entrado. Hoycumpliendo con sus órdenes, no me despeguéun segundo de mí puesto, sabía que tenía queregresar. El ladrón siempre regresa.

CREÓN: ¿Admites que lo hiciste?ANTÍGONA: Só lo entré por lo que es mío.CREÓN: ¿Sabías lo que se orde nó respecto a esas

muertas?ANTÍGONA: ¿Cómo ignorarlo? Siempre eres eficaz para

dar a conocer tu voluntad . Tus órdenes se pu­blicaron en toda la ciudad. Fueron claras y pre­cisas.

CREÓN: Tal vez creíste que ser la hija del orgullosoEdipo, era suficiente para estar por encima dela ley.

ANTÍGONA: No. No pensé en eso.CREÓN: La ley fue hecha antes que nada para ti Ant í­

gana, ¡la ley fue hecha antes que nada, paralas hijas de los reyes! ¡Y aún asi decidiste bur­lar la ley!

ANTÍGONA: Porque era tu ley.CREÓN: Es la ley para esta ciudad.ANTÍGONA: La ley de un mortal puede ser ignorada por214

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Perla de la Rosa

otra mortal. Sé que ordena rás mi ejecución.Lo que en mi estado de atroz sufrimiento, seríauna ventaja. Entré para rescatar el cuerpo dela hija de mi madre, para darl e la sepultura yel descanso que tú ni nadie, le pueden negar.

CREÓN: Violas la ley, rompes el orden y encima temuestras satisfecha. Pretendes mostrar el delitocomo algo admirable.

ANTÍGONA: Cuando el tirano rompe las leyes lo haceen nombre del orden. Y a la disidencia delciudadano le llama delito . Rebeldía. Peligro.

¿Hablas de ley? Tú, que rompes las leyes divinas, lasnaturales : ¿tú que has asesinado a la justicia?

CREÓN: Tienes suerte . No me explico como he toleradocada una de tus palabras, no hay en ti muestrade arrepentimiento. No puedo castigarte comose amerita, porque exh ibes a tu favor una sober­bia demencial.

ANTÍGONA: Para ti no ha bastado que quien no le dio lavida, a mi hermana, le diera la muerte . Ya lequitaron la vida. Ahora tú pretendes ignorarla,borrarla, quitarle su nombre y su historia. Pre­tendes no dejar huell a de es ta infam iaprolongada y repetida a lo largo de diez años. Ami hermana y a todos los muertos de esta guerrasostenida por ti, les niegas la identidad. Creesasí que garantizas el olvido, para tus actos yomisiones. Piensas que así mantendrás el controly la maldita impunidad con que abatiste todanoción de justicia en esta tierra .

CREÓN: Estás en mis manos.215

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Antigona; las 1-'oces que incendian el desierto

ANTÍGONA: ¿Piensas que tu ley nos detendrá? ¿Qué alamenazamos acallarás nuestras voces, nuestroslamentos?

CREÓN: ¿Crees que hay otros que ven las cosas comot ' ?u.

ANTÍGONA: También otros tienen ojos y están atónitos.CREÓN: A nadie que estime su propia vida le aconsejo

que haga suyas tus palabras. Según tú, otrasmiradas me acusan . No dicen eso las voces queme han elegido goberna nte de Ciudad Tebas .¿Sabes por qué? Porque disfrutan de la bonanzaque les proveo. Por que ésta , la ciudad grande,es muc ho más que sus problemas, porqueaprendimos a domar e l desi erto , porqueorgullosos , lo s tebanos enfrentamos lacalumnia, porque ningún escándalo de los quehan armado nos ha vulnerado. Porque la balaque cruzó mi cabeza, no decapitó al Estado .A tu rebeldía opongo la fuerza y la riqueza quele s do y. Mientras tu insensata voz sól ocalamidades nos atrae . Si pudieras entender, teexp licaría, que no es fáci l conducir este barco.Créeme, las mieles del poder se desvanecen deinmediato. No tengo oídos pa ra esc uchar atodos, no tengo respuestas a todos los reclamos,aún Dios es selectivo. Sólo puedo ocuparmede los asuntos de la mayoría. Dicto medidasque garanticen la sobrevivencia de Tebas . Poreso mi vara es la ley. Rige para todos. Y nopermitir é tu desacato.

ANTÍGONA: Tú argumento es tu ley. Una ley prost ituida,

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Perla de la Rosa

bajo la que se ampara el que pueda pagarla. No es leyla que es de un solo hombre. Yo te exijo lajusticia.

CREÓN: Ya ti, esta ciudad te ex ige silencio. Tebas yano te reconoce, ya no te llama su hija. Te arroj ade su seno como a la peste, que contaminatodo, que todo lo envilece.

ANTÍGONA: ¿Quién es el que me arroja? Desde que túgobiernas, el número de mujeres que habita laciudad ha disminuido y seguirá disminuyendo.

CREÓN: ¿De qué me acusas?ANTÍGONA: De desprec io, de indiferencia, de compli­

cidad. No importa si no son tus manos las querodean el cue llo . Es tu vo luntad la que viertela sangre de las mujeres , para las que desdeluego no gobiernas.

CREÓN: ¿Qué ins inúas?ANTÍGONA: No insinúo. Escucha bien lo que te digo.

Tú eres el responsable de la impunidad, bajola que se comete este genocidio.

CREÓN: Eres imp lacable para acusar. ¿No tie nesmiedo?

ANTÍGONA: ¿Y tú?

Silencio

CREÓN: Sí fuera yo un tirano común, hace rato te hu­biera arrancado la lengua, desgarrado lo smiembros o arrojado a un pozo. Pero tú ves enmis ojos algo que vacila, por eso te burlas, atacasmientras puedes. ¿Hasta dónde quieres llegar?

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Perla de la Rosa

Cre án toma una urna y saca cenizas.

CREÓN: Pues ahí la tienes , ésta o cua lquiera, no tengomanera de saberlo. No importa. Polvo somos yal polvo volveremos. Cuando ni tú ni yo estemosaquí, se segu irá hablando de la grandeza deTebas.

ANTIGONA: Se hablará de la sangre. Y de lo abominablede tus actos y de los actos que permitiste . Lahistoria te llamará traidor de tu pueblo y tendrásla puerta del fondo por la que se marchan lostiranos.

CREÓN: ¿Qué sabes de política? Eres mujer y en ellote amparas para detener mi furia . Si no fuerapor que mi mano no puede descargar un golpecontra el corazón de mi hijo Hemón. Con turidícula retórica de hermana dolida, has logra­do que por ahora te permita salir de aquí porpie propio y que olvide las ofensas proferidas.El odio no ha nacido en mí, pero ten cuidado,una oportunidad así, sólo la otorgo un día ...

ANTiGONA : Eres necio Creón, toda humanidad seperdió en tu corazón. No entendiste nunca quecondenas a muerte a los que ya están muertos.¿Por qué había de temer a tu cas tigo? Entérate .Desde el día que mataron a mi hermana: ¡estoymuerta! (Sale).

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Escena XVI.Las dis yuntivas de Creonte

O'eón se desplom a,

..

ANTíGONA: ¡Suéltame!CREÓN: No. Yo soy el más fuerte.ANTiGONA: ¿De verdad? ¿Sabes lo que descubro en tu

mirada? Miedo ... un gran miedo. Por eso no mematas de inmediato.Tal vez es más cómodo con­servar a una Antígona viva, pero callada.

CREÓN: ¡Cállate!

ANTiGONA: Quíeres callarme, pero estás aquí bebiendomis palabras, porque sabes que tengo razón,¿crees que na leo en tus ojos que lo sabes? ¡Sabesque tengo razón! Pero no lo confesarás nuncaporque estás defendiendo tu poder como unafiera.

CREÓN: Por últíma vez, ¡cállate! ¡Te lo ordeno!ANTiGONA: .¡Pobre Creón! Con las uñas rotas y llenas

de tI~n:a, con los moretones que tus guardiasme hicieron, con mi pobreza... yo soy reina.

Silencio .

CREÓN: Entonces ten lástim a de mí. No me obliguesa matarte.

ANTiGONA: N.o hay mayor forta leza que la dignidad.T~n ~Iedad de esta ciudad y de ti mismo, puesaun tú no podrás escapar a la catástrofe. Sabesque mientes cuando prometes un destino defortuna. Basta mirar el cielo para entender queel caos nos rodea No sostengas tu poder acos ta de la sangre te lo suplico devuélveme. 'a mi hermana.

Desesperado, le tuerce la mu ñeca,

Autigona; las Jloces que incendian el desierto

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Anttgona; las voces que incendian el desierto

Sigilosamente entra Victot: Lleva un vaso deagua. Creón lo bebe. Víctor inicia el retiro ensilencio.

CRE6N: Espere.VíCTOR: Su esposa llamó muy alterada, dice que no

sabe que decirle a la prensa.CRE6N(descargando toda lafu ria acumulada): ¡QUE

SE CALLE!

Silencio. Víctor lo observa.

CRE6N: ¿Qué piensa Víctor?V íCTOR : Pues ...que nos estamos arriesgando

demasiado.CRE6N: Continúe.VíCTOR: A mí me preocupa, que todo este escándalo,

haya rebasado las fronteras de Ciudad Tebas .La prensa intern acional está inconten ible.Nues-tros aliados en Argos me llamaron estamañana muy inqui etos por lo qu e estáo~urri endo. Seguramente nuestras negocia­crones se verán afectadas ...

CRE6N: ¿Qué sugiere?VíCTOR: Lo urgente es romper el silencio . Debemos

publicar comunicados que desmientan lasversiones que corren sobre nuestra situación.S~bre todo hay que mostramos seguros y opti­mistas frente a nuestros aliados . Si me lo per­mite haré que se publiquen artículos a nuestrofavor en los diarios más importantes de La

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1.,

.,rI

Perla de la Rosa

Beocia.CRE6N: Hágalo.VíCTOR: Lo siguiente será remover algunas cabezas

del ejército.CRE6N: ¡Imposible en estos tiempos de guerra!ViCTOR: Al menos las más aborrecidas por los tebanos.CRE6N: Si lo hago se rompen las alianzas y perdemos

el cont rol. Todo se desbordará.VíCTOR: No será así, si pactamos con los generales

únicamente moverlos de la línea de fuego. Talvez hasta se sientan más tranquilos en otropuesto. Ya hay demasiados cuestionamientossobre ellos.

CRE6N: Déjeme pensarlo.VíCTOR: Y respecto a esa mujer y las otras... Yo veo

dos caminos.CRE6N: ¿Cuáles?VíCTOR: Provocar un acercamiento. Podríamos crear

un tribunal especial para que se encargue deeste asunto y que ya no tengamos que cargarcon esto de manera directa. Incluso entre las[ncnnformes hay quienes lo están pidiendo,podríamos darles ese gusto (Pausa en la queCreon medita la solución). Por lo menosganaremos tiempo.

CRE6N: ¿Y qué hago con Antígona?

Víctor calla.

VíCTOR: La ley es la ley. Me parece que está ustedcediendo demasiado. En la presente situación,quien no está con nosotros está contra nosotros.

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Aútigona; las voces que incendian el desierto

Esa mujer es tá empeña da en ex hibir lasevidencias que nos pierden. Queriéndolo o noda argumentos a nuestros enemigos. Quién as;procede, sólo puede llamarse traidor y mereceque caiga sobre ella todo el peso de la ley. Y síno se aplica la ley, a l menos deberíamosgarantizar que su audacia criminal quede ensecreto.

CREÓN: Por lo pronto encárguese del guardia y de loscomunicados. Lo demás déjeme pensarlo.

ViCTOR: Con su permisoCREÓN: Gracias Víctor.

Sale Victot: Creante queda sólo, cavilando.

Escena XV.Hemón se enfrenta a su pad re.Se decide a favor de Antígona

Entra Hemón. Silencio

CREÓN: No me mires asiHEMÓN: ¿Cómo?CREÓN: ¿Buscas al padre? ¿Vienes en tu papel de

enamorado, para abogar por los asuntos perso­nales de ésa, que entre toda la ciudad se atrevióa desafi arm e?

HEMÓN: Ése es el asunto que me trae. Y espero comohijo no disgustarte cuando como gobernantete informe de los rumores que circulan.

CREÓN: Retírate de aquí inso lente. Sólo falta que222

Perla de la Rosa

levantes tu voz para placer de mi enemigo.HEMÓN: Padre, tienes que esc ucharme, como tu hijo

es mi deber informarte. En la ciudad reina unprofundo malestar. Ante tu solo nombre el pue­blo tiembla. No te engañes, tus consejeros nadate dirán. Afuera hay una tormenta y ellos teinforman que se trata de una leve brisa.

CREÓN: ¿Qué gobernante no tiene detractores? Misenemigos están desunidos hasta en el descon­tento. Unos se quejan de los impuestos, otrosde la violencia, y los más de desempleo. Dia adía escucho sus quejas. Gracias a mi auto ridady mi poder los mantengo unidos y al mismotiempo separados . Pero si me mostrara vaci lan­te o indecíso, entonces cualqu iera estaria listopara asaltar el mando.

Silencio.

HEMÓN: Aquella gran fuerza y aquel coraje, aquel Diosgigante que me levantaba en sus brazos y mesalvaba de los monstruos y las sombras ¿erastú?

CREÓN: Si Hemón.HEMÓN: Todos aquellos cuidados , todo aquel orgullo,

todo aquel amor ¿Eran para llegar a esto?CREÓN: Si.HEMÓN: No es cierto. Padre, no eres tú. No es hoy. No

estamosjuntos al pie de esta frontera del miedo.Todavía eres poderoso como cuando yo era pe­queño. Estoy demasiado solo y el mundo quedademasiado desnudo si no puedo admirarte más.

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Autigona; las voces que incendian el desierto

CREÓN: No me juzgues Hemón. No me juzgues tútambién. Estamos solos Hemón. El mundo estádesnudo. Y me ha s admirado demasiadotiempo. Sin embargo considerando el amor quecomo padre te tengo , en esta ocasión consentíen perdonarla. Si no fuera por ti, jamás habríafallado al cumpl imiento de la ley que yo mismoestablecí. Pero no habrá una segunda vez.

HEMÓN: Entonces castiga a los culpables de estas muer­tes y entrega los cuerpos a sus deudo s. Porquees seguro que Antígona insistirá en su empeño.

CREÓN: Ya no pensaré como tu padre, y tendrá elcastigo prometido.

HEMÓN: Padre, no es sólo ella. La ciudad entera clamapor la justicia, pero por temor enmudecen. Noesperes que vengan ante ti buscando tu ira.Pero considera que cuando se atrevan, novendrán a buscar tus razones , sino tu cabeza.

CREÓN: Pues mi mano se mostrará implacable.HEMÓN: Padre te has perdido, no continúes de espaldas

a tu pueblo.CREÓN: ¿Acaso te has creído todo eso? ¿Qué es el

pueblo? ¿Para quién se gobierna? ¿C onquiénes se gobierna? Pobre de ti hijo mío, taningenuo. Este homb re que aqui ves , un díadespertó siendo rey de Tebas yeso signi ficatodo. No vaya preguntarle al pueb lo cómo segobierna. Yo doy las órdenes a mi modo. Deotra manera sería dej ar que los caballos guíenlos carros y arrastren al cochero.

HEMÓN: Cuando sientan el hedor de muerte que

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Perla de la Rosa

impregna es ta ciudad, podrían encabritarse yespantados caer en el barranco con carro ycochero.

CREÓN: ¿Me amenazas?HEMÓN: No. Sólo temo por ti.CREÓN: Temes que tu lecho quede vacío .HEMÓN: Eso es lo que yo llamaría una estupidez, si

no provini era de mi padre.CREÓN: Y yo diría que lo que dices es una insolencia,

si no proviniera del esclavo de una mujer.HEMÓN: Prefiero ser esclavo de una mujer, que esclavo

tuyo.CREÓN: Por fin lo has confesado y ya no puedes

retractarte .HEMÓN: No pienso hacerlo.CREÓN: ¡Vete! Y no vuelvas a ponerte ante mi vista.HEMÓN: No tiembles. Ya no verás a nadie erguirse

frente a ti. Por cierto. En la margue encontrémás de doscientos cadáveres de mujeres ¿Se­guirás negándolos?

Sale Hemón. Creonte se derrumba.

Escena XVI .La sentencia

CREÓN: ¡Víctor!VíCTOR: ¿En qué puedo servirlo?CREÓN: ¡Que se cumpla la ley!ViCTOR: ¿Está seguro señor? Vi salir a su hijo muy

alte rado , tal vez sea prude nte esperar.

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Antigona; las voces que incendian el desierto

CRE6N: No hay más remedio. A mi hijo después se lepasará. De los ma les el menor. Encárguese detodo .

Víctor asiente y sale.

Escena XVII.La ejecución

Antígona se encuentra en el paraje desértico enel que siempre busca a su hermana. Hemón llegaa su lado. Ella intenta marcharse, él la detiene.Ella intenta decirle algo, él suavemente le cubrela boca.

HEM6N: No me rechaces . Estoy aqui y soy absoluta­mente tuyo. No tienes opción, porque ya no tedejaré. Acéptame, como a tu sombra.

AmÍGONA: ¿Qué dices?HEMÓN: Aquí están mis brazos, para que descanses tu

pena. Aquí está mi corazón tan limpio como almomento de nacer. Aqui te entrego mis venaspor las que ya no corre ningún pasado. Vengo anacer para ti y seguir la verdad de tu voz a dondequieras tAntigona lo mira largamente). Ahora,no dudes tú. Nos queda tan poco tiempo.

ANTÍGONA: Te amo.

Hemon se distrae al escuchar un chirriar dellantas que apaga la voz de Antigona

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HEM6N: ¿Qué diji ste?ANTÍGONA: Que te am o

Se escucha una descarga de disparos, Hemoncae muerto protegiendo a Antigona con su cuer­po . Nunca escuchó las palabras de la mujer queamó.

ANTÍGONA: Te amo, te amo... siempre.

Escena XVIII.La desesperanza y la pregunta

Antígona camina en el desierto. Se detiene. Sequita los zapatos. Reinicia su erra nte caminar:

ANTÍGONA: Estás de luto ciudad mía. Debes estar deluto. Han asesinado toda es pe ranza. Te haabandonado la ley. La única ley que es hermanade la vida y el amor con que se tejen los lazosque nos unen. Tus traido res gobernantes te hanentregado a la ignominia, enriquecen de tusmiserias. Y no satisfechos de tus lamentos y tuslágrimas, quieren la sangre de tus hijo s y tushijas. Quieren con horrores doblegarte, quierensubyugarte con espantos, hasta que no quedede ti rincón del alma que no tiemble, hasta queno enmudezcan tus voces de protesta. Hasta queseas esclava por voluntad propia. Llora por tuspecados y los pecados de quienes te gobiernan,pe rmitiendo que la arena beb a de tu propi asangre . Te abandonó la justicia

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Antigona; las voces que incendia;' el desierto

¿Te das cuenta? No hay justicia . Y no la habrá hastaque todos tus ciudadanos, todos , ¿lo oyes ?Laven las culpas de estos crímenes. Hasta que

- --- todos tus hijos lloren las amargas lágrimas delas muertas del desierto.

Oscuro filial

3 de agosto de 2004, Molino de SanCayetano, Casa del Teatro.

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