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La conocimos en medio de las ruinas de aquel caserío desierto, su figura delgada vestida de blanco apareció entre las columnas de humo surgidas de un costado de la Iglesia de El Mozote. Era Rufina Amaya, luego de haber escapado de la masacre buscaba los cuerpecitos de sus hijos asesinados por la barbarie. Sus ojos anegados de lagrimas, el hilo de su voz naufragaba en sollozos: “Del caserío no salió persona con vida. Ami me mataron mis cuatro niños y mi marido que se llamaba Domingo Claros, él era impedido de la vista, casi no veía, el niño se llamaba Cristino, las niñitas se llamaban Lolita, Lilian, y la niña de pecho que me mataron se llamaba Isabel, tenía ocho meses. Fue una ingratitud lo que hicieron con esta gente inocente” Al anochecer nos despedimos de Rufina y atravesamos el paisaje desierto, solo escombros, ni un murmullo humano, como si un terremoto o un huracán lo hubiese estremecido todo. Radio Venceremos inició un esfuerzo de información sobre una de las masacres de civiles más grandes en la historia de la América Latina. La administración Reagan, a través de sus más altos funcionarios impulsaron una campaña para negarlo, algunos comparecieron ante el Congreso estadounidense para alabar el respeto a los Derechos Humanos en El Salvador y expresar que no habían evidencias que indicaran que las fuerzas gubernamentales hubiesen masacrado sistemáticamente a los civiles de la zona. Frente a esta poderosa campaña del poder, se irguió una humilde campesina de Morazán, sin otro recurso que la fuerza de la palabra y su desición de contar la verdad. Viajó por varios países, dio conferencias de prensa y asistió ante diversas comisiones de Derechos Humanos. Y el mundo escuchó su voz. Su testimonio se vertió en libros y documentales producidos en múltiples idiomas. En su humilde vivienda de Ciudad Segundo Montes, en la posguerra trató de reconstruir su vida, junto a sus hijas Martha y Fidelia, y el resto de su diezmada familia. Y allí estuvo siempre dispuesta a todos, en un apostolado de la memoria. La última vez que vimos a Rufina fue en diciembre pasado, cuando compartimos micrófonos en el multitudinario acto de conmemoración del 25 aniversario de la masacre de El Mozote. Como lo repitió tantas veces, allí la escuchamos decir de nuevo: No tengo miedo, -y agregó- quizás el próximo diciembre, yo no esté aqui en ese aniversario, pero les pido a ustedes que han venido de todo el país, para que no abandonen la memoria de nuestros hijos, de todas las víctimas de El Mozote. Estas palabras se convierten hoy en el testamento que nos legó esta extraordinaria mujer: no dejar extinguir la llama de la memoria, no cesar de exigirle al Estado salvadoreño reparación y dignificación de las víctimas civiles. No descansar en la lucha por los Derechos Humanos en toda su extensión, que incluye la conquista de desarrollo con dignidad para las comunidades que sufrieron los embates de la guerra. Recién retornamos de Morazán, de la siembra dolorosa del cuerpo de Rufina Amaya en el monumento de El Mozote, regado por lagrimas y flores. Rufina, árbol de la memoria, poza transparente en el río del recuerdo, madre, hermana, amiga permanente de todos los que la seguiremos admirando por siempre. Carlos Henríquez Consalvi Museo de la Palabra y la Imagen Rufina, árbol de la memoria Morazán, enero 1982. foto Susan Meiselas / Magnum Photos Rufina Amaya en memoria La Prensa Gráfica Viernes 30 de marzo de 2007

Rufina Amaya en Memoria

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Rufina Amaya en Memoria

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Page 1: Rufina Amaya en Memoria

La conocimos en medio de las ruinas de aquel caserío desierto, su figuradelgada vestida de blanco apareció entre las columnas de humo surgidasde un costado de la Iglesia de El Mozote.

Era Rufina Amaya, luego de haber escapado de la masacre buscaba loscuerpecitos de sus hijos asesinados por la barbarie. Sus ojos anegados delagrimas, el hilo de su voz naufragaba en sollozos:

“Del caserío no salió persona con vida. Ami me mataron mis cuatroniños y mi marido que se llamaba Domingo Claros, él era impedidode la vista, casi no veía, el niño se llamaba Cristino, las niñitas sellamaban Lolita, Lilian, y la niña de pecho que me mataron sellamaba Isabel, tenía ocho meses. Fue una ingratitud lo que hicieroncon esta gente inocente”

Al anochecer nos despedimos de Rufina y atravesamos el paisaje desierto,solo escombros, ni un murmullo humano, como si un terremoto o unhuracán lo hubiese estremecido todo.

Radio Venceremos inició un esfuerzo de información sobre una de lasmasacres de civiles más grandes en la historia de la América Latina. Laadministración Reagan, a través de sus más altos funcionarios impulsaronuna campaña para negarlo, algunos comparecieron ante el Congresoestadounidense para alabar el respeto a los Derechos Humanos en ElSalvador y expresar que no habían evidencias que indicaran que las fuerzasgubernamentales hubiesen masacrado sistemáticamente a los civiles dela zona.

Frente a esta poderosa campaña del poder, se irguió una humilde campesinade Morazán, sin otro recurso que la fuerza de la palabra y su desición decontar la verdad. Viajó por varios países, dio conferencias de prensa y

asistió ante diversas comisiones de Derechos Humanos. Y el mundoescuchó su voz. Su testimonio se vertió en libros y documentales producidosen múltiples idiomas.

En su humilde vivienda de Ciudad Segundo Montes, en la posguerra tratóde reconstruir su vida, junto a sus hijas Martha y Fidelia, y el resto de sudiezmada familia. Y allí estuvo siempre dispuesta a todos, en un apostoladode la memoria.

La última vez que vimos a Rufina fue en diciembre pasado, cuandocompartimos micrófonos en el multitudinario acto de conmemoración del25 aniversario de la masacre de El Mozote. Como lo repitió tantas veces,allí la escuchamos decir de nuevo: No tengo miedo, -y agregó- quizás elpróximo diciembre, yo no esté aqui en ese aniversario, pero les pido austedes que han venido de todo el país, para que no abandonen la memoriade nuestros hijos, de todas las víctimas de El Mozote.

Estas palabras se convierten hoy en el testamento que nos legó estaextraordinaria mujer: no dejar extinguir la llama de la memoria, no cesarde exigirle al Estado salvadoreño reparación y dignificación de las víctimasciviles. No descansar en la lucha por los Derechos Humanos en toda suextensión, que incluye la conquista de desarrollo con dignidad para lascomunidades que sufrieron los embates de la guerra.

Recién retornamos de Morazán, de la siembra dolorosa del cuerpo deRufina Amaya en el monumento de El Mozote, regado por lagrimas yflores.

Rufina, árbol de la memoria, poza transparente en el río del recuerdo,madre, hermana, amiga permanente de todos los que la seguiremosadmirando por siempre.

Carlos Henríquez ConsalviMuseo de la Palabra y la Imagen

Rufina, árbol de la memoria

Morazán, enero 1982.foto Susan Meiselas / Magnum Photos

Rufina Amayaen memoria

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Me llamo Rufina Amaya, nací en el cantón La Guacamaya del caserío ElMozote. El once de diciembre del año 1981 llegó una gran cantidad desoldados del ejército. Entraron como a las seis de la tarde y nos encerraron.A otros los sacaron de las casas y los tendieron en las calles boca abajo,incluso a los niños, y les quitaron todo: los collares, el dinero. Alas sietede la noche nos volvieron a sacar y comenzaron a matar a algunas personas.A las cinco de la mañana pusieron en la plaza una fila de mujeres y otrade hombres, frente a la casa de Alfredo Márquez. Así nos tuvieron en lacalle hasta las siete. Los niños lloraban de hambre y de frío, porque noandábamos con qué cobijarnos.

Yo estaba en la fila con mis cuatro hijos. El niño más grande tenía nueveaños, la Lolita tenía cinco, la otra tres y la pequeña tan sólo ocho meses.Nosotros llorábamos junto a ellos. Alas siete de la mañana aterrizó unhelicóptero frente a la casa de Alfredo Márquez. Del helicóptero se apearonun montón de soldados y entraron donde estábamos nosotros. Traían unoscuchillos de dos filos, y nos señalaban con los fusiles. Entonces encerraronen la ermita a los hombres. Nosotros decíamos que tal vez no nos ibana matar. Como la ermita estaba enfrente, a través de la ventana veíamoslo que estaban haciendo con los hombres. Ya eran las diez de la mañana.Los tenían maniatados y vendados y se paraban sobre ellos; a algunos yalos habían matado. Aesos los descabezaban y los tiraban al convento. Alas doce del mediodía, terminaron de matar a todos los hombres y fuerona sacar a las muchachas para llevárselas a los cerros. Las madres llorabany gritaban que no les quitaran a sus hijas, pero las botaban a culatazos.A los niños que lloraban más duro y que hacían más bulla eran los queprimero sacaban y ya no regresaban.

A las cinco de la tarde me sacaron a mí junto a un grupo de 22 mujeres.Yo me quedé la última de la fila. Aún le daba el pecho a mi niña. Me laquitaron de los brazos. Cuando llegamos a la casa de Israel Márquez,pude ver la montaña de muertos que estaban ametrallando. Las demásmujeres se agarraban unas a otras para gritar y llorar. Yo me arrodilléacordándome de mis cuatro niños. En ese momento di media vuelta, metiré y me metí detrás de un palito de manzana. Con el dedo agachaba larama para que no se me miraran los pies.

Los soldados terminaron de matar a ese grupo de mujeres sin darse cuentade que yo me había escondido y se fueron a traer otro grupo. Hacia lassiete de la noche acabaron de matar a las mujeres. Dijeron "ya terminamos"y se sentaron en la calle casi a mis pies. "Ya terminamos con los viejosy las viejas, ahora sólo hay esa gran cantidad de niños que han quedadoencerrados. Allí hay niños bien bonitos, no sabemos qué vamos a hacer".Otro soldado respondió: "La orden que traemos es que de esta gente novamos a dejar a nadie porque son colaboradores de la guerrilla, pero yono quisiera matar niños".

"Si ya terminaron de matar a la gente vieja, vayan a ponerles fuego".Pasaron los soldados ya con el matate de tusa de maíz y una candelaprendida, y le pusieron fuego a las casas donde estaban los muertos. Lasllamas se acercaban al arbolito donde yo estaba, y me asustaban las bolasde fuego. Tenía que salir. Se oía el llanto de un niño dentro de la fogata,porque a esa hora ya habían comenzado a matar a los niños.

Escuché que los soldados comentaban que eran del batallón Atlacatl. Eraun poco difícil salir. Estuve como una hora pensando para dónde me podía

¿Por qué voy a sentir miedode decir la verdad?

Morazán, 1982.foto Museo de la Palabra

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escapar. Me amarré el vestido, que era medio blanco, y fui gateando pormedio de las patas de los animales hasta el otro lado de la calle, que eraun manzanal. Me tiré a rastras bajo el alambrado, así como un chucho,y quedé sentada del otro lado a ver si oía disparos, pero no se escucharon.Sólo se oía gritar a los niños que estaban matando. Los niños decían:"¡Mama nos están matando, mama nos están ahorcando, mama nos estánmetiendo el cuchillo!" Yo tenía ganas de tirarme de vuelta a la calle, deregreso por mis hijos, porque conocía los gritos de mis niños. Despuésreflexionaba, pensaba que me iban a matar a mí también.

"Dios mío, me he librado de aquí y si me tiro a morir no habrá quiéncuente esta historia. No queda nadie más que yo", me dije. Hice unesfuerzo por salir de ahí; me corrí más abajo por la orilla del manzanal,me arrastré, bajé del alambrado y me tiré a la calle. Ya no llevaba vestido,pues todo lo había roto, y me chorreaba la sangre. Bajé a un lomito pelado;entonces quizás vieron el bulto que se blanqueaba. Me hicieron una grandisparazón, y corrí a meterme en un hoyito. Allí me quedé hasta el siguientedía, porque eran ya las cuatro de la mañana. A las siete todavía seescuchaban los gritos de las muchachas en los cerros, pidiendo que nolas mataran. A las ocho de la mañana vi marchar soldados del lado deOjos de María, La Joya y Cerro Pando. Iban en grandes grupos.

Yo pensaba en mi hoyito que me podían descubrir, porque estaba cerquitade la calle. Como cosa de las tres de la tarde, ellos subieron de regreso.Ya en La Joya y Cerro Pando se miraba una gran humazón. Todo humonegro. Yo estaba en medio y pedía a Dios que me diera valor para estarallí. Y así escapé, cruzando las quebradas en lo oscuro y rompiendo elmonte con la cabeza. Atravesé por casas en las que sólo había muertos.Llegué cerca del río como a las diez de la noche. Allí me quedé en unacasita de zacate. Lloraba largamente por los cuatro hijos que había dejado.

Estuve ocho días en ese monte. Sólo bajaba a tomar un trago de agua ala orilla del río y me volvía a esconder. Después de que me tomaron unaentrevista fuimos a El Mozote para ver si yo veía a mis hijos. Vimos lascabezas y los cadáveres quemados. No se reconocían. El convento estaballeno de muertos. Quería hallar a mis niños y sólo encontré las camisastodas quemadas.

Después de seis meses fui recuperando mi vida. Encontré a la otra hijaque tenía, que ya era casada y vivía en otro lugar. Si hubiera vividoconmigo también hubiera sido masacrada. Siquiera uno de mis hijos habíaquedado. Empecé a comer, mi hija lloraba junto a mí para que comieray tuviera ganas de vivir. Después estuve en Colomoncagua por siete añosy me volví para acá. Allí estuve mejor. Una no deja de sentir el dolor porsus hijos, pero ya dentro de una comunidad se siente un poco más tranquila.Más tarde tuve a la otra niñita, Martha, que es la que me consuela ahora.Comencé a tener amistades y a tener fortaleza. Al ver la injusticia quehabían hecho con mis hijos, yo tenía que hacer algo. La que me daba mássentir era la niña de ocho meses que andaba de pecho. Me sentía lospechos llenos de leche, y lloraba amargamente. Empecé a recuperar mivida, me integré a trabajar con la comunidad y estuve seis años allá. Mesentía más fuerte porque compartía mis sentimientos con otras personas.

Siento un poco de temor al hablar de todo esto, pero al mismo tiemporeflexiono que mis hijos murieron inocentemente. ¿Porqué voy a sentir miedo de decir la verdad? Ha sido una realidad lo quehan hecho y tenemos que ser fuertes para decirlo. Hoy cuento la historia,pero en ese momento no era capaz; se me hacía un nudo y un dolor enel corazón que ni hablar podía. Lo único que hacía era embrocarme allorar.

Luciérnagas en El Mozote.1996. Ediciones Museo de la Palabra.

Morazán, noviembre 2004. Rufina junto a su hija Martha, su hermana Fidelia y una nieta.foto Pedro Linger Gasiglia

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En el año de 1990, luego de la repoblación de los refugiados deColomoncagua, la sobreviviente Rufina Amaya se presentó a la oficinade Tutela Legal del Arzobispado y pidió la investigación del crimenmasivo.

Además de impulsar investigaciones independientes, Tutela Legal delArzobispado promovió una demanda penal contra losresponsables del crimen, la cual fue presentada en octubre de 1990 anteel Juez Segundo de Primera Instancia de San Francisco Gotera, quien eratitular de la jurisdicción territorial respectiva.

La lucha por el establecimiento de la verdadTutela Legal del Arzobispado emprendió numerosas acciones, entre ellas,exigió el nombramiento de los integrantes del Equipo Argentino deAntropología Forense (EAAF) como colaboradores técnicos del tribunal.

La denuncia sobre los obstáculos interpuestos ante la justicia también fueimportante. En noviembre de 1991, Tutela Legal del Arzobispado presentópúblicamente los resultados de sus investigaciones y desmintió falsosrumores sobre la presencia de áreas minadas en los caseríos de la masacre(los cuales habían sido difundidos para evitar las inspecciones). Además,exigió no pocas veces –y en ocasiones directamente acompañada de losExcelentísimos Monseñor Arturo Rivera Damas y Monseñor GregorioRosa Chávez– el fin de las dilaciones en la investigación, el inicio de lasexhumaciones e inspecciones de la ley, así como el nombramiento deespecialistas en antropología forense como auxiliares del tribunal.

Con posterioridad, los integrantes del EAAF fueron nombrados yjuramentados como peritos de la causa. De este modo se allanó el caminopara las inspecciones, las cuales tuvieron lugar durante los meses de mayoa agosto de 1992 y también para las exhumaciones en “el convento” deEl Mozote, realizadas entre octubre y diciembre de ese mismo año.

Exhumaciones de 1992Las exhumaciones de 1992 estuvieron dirigidas por el EAAF y las etapasde estudio en laboratorio contaron con la importante presencia de forensesestadounidenses, entre quienes se encontraban los reconocidos especialistasClyde C. Snow y Robert Kirshner.

Los antropólogos forenses establecieron que en “el convento” se recuperaronlos esqueletos de 143 personas: 7 adultos y 136 niños. Entre los adultosse encontraba el esqueleto de un hombre adulto mayor y el de una mujerque transitaba el tercer trimestre de embarazo. El promedio de edad delos 136 niños era de 6 años. Los especialistas comprobaron científicamenteque las muertes de estas personas fueron producto de ejecucionesextrajudiciales masivas.

Pero las investigaciones se detuvieron posteriormente, por decisión delJuez Federico Portillo, quien las suspendió de facto en febrero de 1993y luego aplicó la Ley de amnistía en 1994.

Nuevas exhumacionesPese a la aplicación de la amnistía, Tutela Legal del Arzobispado promoviónuevas exhumaciones de víctimas de la masacre entre los años 2000 y2004, las cuales fueron autorizadas por nuevos jueces que presidieron elmismo tribunal.

Las exhumaciones fueron nuevamente dirigidas por el EAAF y contaroncon la participación del Dr. Clyde Snow en las etapas de estudio enlaboratorio. Las exhumaciones permitieron la recuperación de esqueletosy restos óseos de las víctimas de El Mozote, La Joya, Ranchería, LosToriles, Jocote Amarillo y Cerro Pando.

Como resultado de estas nuevas exhumaciones, se recuperaron los restosde al menos 138 víctimas. Sumados a las víctimas de “el convento” deEl Mozote (recuperadas en 1992), la cifra asciende a un total de 281víctimas, cuyos restos óseos constituyen la prueba material del crimenmasivo.

El 74% de estas víctimas eran niños y niñas, un hallazgo que deja en clarouno de los objetivos prioritarios del exterminio.

DURANTE MUCHOS AÑOS, las autoridades delsistema de justicia salvadoreño se negaron a realizarinvestigaciones sobre la Masacre de El Mozote y sitiosaledaños. La mayoría de los sobrevivientes, luego delhorror vivido, abandonaron la zona y vivieron comorefugiados en el campamento de Colomoncagua, en unárea fronteriza con la República de Honduras, porvarios años.

La lucha por la verdad y contra laimpunidad continúa

Concluidos los procesos de exhumación de las víctimas en los sitios quepudieron identificarse, se ha abierto de nuevo el reto de exigir a lasautoridades de la justicia salvadoreña la persecución penal de losresponsables de la Masacre de El Mozote y los sitios aledaños.

Jurisprudencia constitucional interna y, sobre todo, jurisprudencia ydoctrina emanada de los sistemas internacionales de protección de losderechos humanos, dejan en claro que la amnistía, decretada por el Estadosalvadoreño en 1993, no es absoluta y no debería aplicarse a casos comola Masacre de El Mozote.

En marzo de 2006, la Comisión Interamericana de Derechos Humanosadmitió formalmente el caso sobre la Masacre de ElMozote, por lo tanto, el Estado de El Salvador ha quedado sometido a lasinvestigaciones de esa alta instancia interamericana, tanto por suresponsabilidad en los crímenes perpetrados como por la impunidad quedesplegó con posterioridad a la masacre.

La verdad acerca de los atroces hechos ocurridos en El Mozote y otrossitios aledaños, consumados en diciembre de 1981 por tropas de la FuerzaArmada de El Salvador, ha sido suficientemente establecida y constituyeactualmente el punto de partida de nuevas luchas.

La recuperación de la memoria histórica del pueblo salvadoreño, así comola exigencia de justicia y reparación en favor de los cientos de familiasagraviadas por este crimen masivo, cobra cada vez mayor vigor.

Dra. María Julia HernándezDirectora de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador

El Mozote, diciembre 2001. Familiares de las víctimas durante la ceremonia de re-entierro.foto Pedro Linger Gasiglia

Para más información visite:

TUTELALEGAL.ORGEAAF.ORGCEJIL.ORG

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Page 5: Rufina Amaya en Memoria

La masacre de El Mozote es significativa en muchos sentidos: porel gran número de víctimas que se cobró (más elevado que el de cualquierotro episodio de las guerras centroamericanas de los años ochenta); porel hecho de que fue perpetrado por una fuerza militar entrenada en losEstados Unidos, lo que contradecía la afirmación de que ese entrenamientofomentaba el respeto por los derechos humanos; por la presteza con laque periodistas intrépidos arriesgaron sus vidas parar contar la historia;y por la contribución que un método de investigación relativamente nuevo,la antropología forense, hizo para establecer la verdad sobre lo que ocurrió.Así y todo, querría concentrarme en otro aspecto por el cual El Mozotees importante: su lugar central en la historia de la lucha por los derechoshumanos.

Ronald Reagan asumió la presidencia de los Estados Unidos pocomenos de un año antes de El Mozote. En los primeros tiempos, suadministración se encargó de repudiar la política del antecesor en el cargo,Jimmy Carter, quien había sostenido que la defensa de los derechoshumanos debía ser un objetivo de la política exterior estadounidense. Sinembargo, ni bien se topó con la resistencia del Congreso, la administraciónReagan cambió de curso y declaró que se comprometía a promover losderechos humanos en el ámbito internacional. A pesar de ello, entró almismo tiempo en conflicto con grupos que denunciaban abusos a losderechos humanos, pues alegaba que los mayores atropellos eranperpetrados por sus opositores (como, por ejemplo, el régimen sandinistaen Nicaragua). Por otra parte, intentó encubrir las prácticas de gobiernos

alineados con los Estados Unidos, como los de El Salvador y Guatemala,y negó que hubieran tenido lugar las masacres a gran escala que se leatribuían a las fuerzas armadas de esos países.

El 2 de febrero de 1982, mientras esperaba para testificar en unasesión del Congreso en Washington, D.C., vi cómo Tom Enders,Subsecretario de Estado de Relaciones Interamericanas, y Elliott Abrams,Subsecretario de Estado de Derechos Humanos, subían al estrado justoantes que yo y negaban que la masacre de El Mozote hubiera tenido lugar.Dos semanas antes, en el mismo día, Alma Guillermoprieto y Ray Bonnerhabían informado sobre la masacre en las primeras planas del WashingtonPost y el New York Times respectivamente. Durante muchos años a partirde entonces, Enders, Abrams y varios de sus colegas de la administraciónReagan negaron repetidamente los informes que publicaban periodistasy grupos de derechos humanos sobre los groseros abusos cometidos porregímenes a los que Estados Unidos apoyaba. Estas disputas sobre loshechos llamaron aún más la atención sobre la causa de los derechoshumanos y, con el tiempo, arrojaron un resultado exactamente opuestoal que la administración Reagan procuraba obtener. La negación de losabusos cobró relevancia política, y la credibilidad del gobierno en tornoa tales discusiones cayó aún más bajo. El Mozote se convirtió en símboloy epítome de estas evoluciones. Con el tiempo, y en consecuencia, crecióel compromiso público en favor de la causa de los derechos humanos.

Aryeh Neier

ex-Director Ejecutivo Human Rights Watch (HRW)Presidente Open Society Institute (OSI)

En los años noventa, la protección internacional de los derechoshumanos empezó a cambiar y a ofrecer perspectivas de éxito máspromisorias, a partir del involucramiento de organizacionesintergubernamentales, especialmente de las Naciones Unidas, mediantetareas de investigación, protección y promoción de los derechos humanosen el terreno mismo de los hechos. Aquí también El Mozote adquiererelevancia, pues a raíz de los acuerdos de paz, la misión de las NacionesUnidas ingresa en El Salvador. Por otra parte, los acuerdos crearon unaComisión de la Verdad que, si bien copiaba experiencias anteriores deotros países de América, se convertiría en la primera en funcionar conapoyo internacional y bajo jurisdicción de las Naciones Unidas.

El informe de la Comisión de la Verdad, titulado “De la locura ala esperanza”, incluyó un detallado apéndice con los resultados de unainvestigación sobre el caso de El Mozote, que fuera reconstruido no sólocon el aporte de una testigo (no escuchada anteriormente), sino tambiénmediante estudios detallados de la escena del crimen. El anexo dedicadoa El Mozote fue tan contundente que contribuyó de una manera decisivaa la credibilidad del informe de la Comisión de la Verdad. Luego, lainvestigación en terreno se confió al Equipo Argentino de AntropologíaForense, cuyos miembros más tarde harían exhumaciones y estudios defosas clandestinas en Bosnia, Rwanda, Sudán, Guatemala, Colombia,Perú y muchos otros lugares. Este trabajo pionero ha gestado la creaciónde grupos similares de activistas de derechos humanos que actualmenteaportan un trabajo científico –y por lo tanto irrefutable– a la investigaciónde crímenes de esta magnitud cometidos contra los derechos humanos.

Pero el Mozote lamentablemente es emblemático en un sentidobastante menos positivo: pues a pesar de que los hechos se han probadode manera categórica, y de que bajo cualquier análisis constituyen lo queel derecho internacional denomina “crímenes de guerra” o “crímenes delesa humanidad”, hasta el presente no hay un solo responsable de lamasacre que haya sido investigado, ni procesado ni sancionado de maneraalguna.

Días después de la publicación del informe de la Comisión de laVerdad, el gobierno de El Salvador dictó una amnistía tan completa queha impedido a los tribunales conocer esta como tantas otras tragedias. Laimpunidad reina en El Salvador a pesar de los esfuerzos de lasorganizaciones de la sociedad civil, especialmente de la Oficina de TutelaLegal del Arzobispado y del Instituto de Derechos Humanos de laUniversidad Centroamericana (fundado por aquellos jesuitas asesinadosen 1989).

La impunidad que reina en El Salvador ha servido para montar unprograma de acción en todo el continente, que ya ha obtenido importantesvictorias en favor de la verdad y la justicia en otros países hermanos. Sinembargo, en El Salvador, continua existiendo una deuda pendiente conlas víctimas de El Mozote; hombres, mujeres y niños de origen campesinocuyas injustas muerte el poder no considera que merezcan investigaciónni castigo.

Juan E. Méndez

Presidente del Centro Internacional por la Justicia de Transición,Asesor especial del Secretario General de ONU para la Prevención del Genocidio

El Mozote, diciembre 2002. Jovenes observan fotografías de la ceremonia de entierro en el monumento a las víctimas.foto Pedro Linger Gasiglia

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Por todo El Salvador decenas de comunidades trabajan activamente en recuperar y compartir sus memorias y convertirlasen publicaciones, conmemoraciones, museos de sitios o monumentos a las víctimas civiles como en el Parque Cuscatlán.

Los de abajo emergen de las sombras abriendo las compuertas de la memoria, reforzando sus identidades,reafirmando su voluntad de seguir imaginando y construyendo el país posible.

Junto a las comunidades, el legado de Rufina Amaya nos indica con certeza que de la Memoria nace la Esperanza.

De la memoria nace la esperanza

Morazán, 2001, 2004.fotos Pedro Linger Gasiglia

El Salvador, marzo 2007.

Monumento a la Memoria y la Verdad, parque Cuscatlán.foto Pedro Linger Gasiglia

Para más información visite: TutelaLegal.org museo.com.sv uca.edu.sv/publica/idhuca/ PedroLingerGasiglia.com/mozote/

La Prensa Gráfica Viernes 30 de marzo de 2007

Esta homenaje a Rufina Amaya ha sido posible gracias a los esfuerzos del Museo de la Palabra y la Imagen,Tutela Legal del Arzobispado, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).

Los textos y fotos son un extracto del libro “El Mozote, 25 años después”fotos y edición de Pedro Linger Gasiglia y Susan Meiselas que próximamente será publicado.