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E ncuentros en noche la Andrés Salazar

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Encuentros en

nochela

AndrésSalazar

aysi alguna

vez...

lguna

vez

ysi...

ysi

algunavez...

y si alguna vez...

aylgu

ysysi

algunavez...

y si alguna vez...

aysi alguna

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lguna

vez

ysi...

ysi

algunavez...

y si alguna vez...

aylgu

ysysi

algunavez...

y si alguna vez...

Se hacía más fuerte en las noches, antes de que las pupilas entraran en trance. Su fuerza involuntaria gritaba con mucha más

elocuencia antes del amanecer, como si se tratase de un fenómeno noctambulo huyendo de la luz del sol.

Se hacía más fuerte en las noches, antes de que las pupilas entraran en trance. Su fuerza involuntaria gritaba con mucha más

elocuencia antes del amanecer, como si se tratase de un fenómeno noctambulo huyendo de la luz del sol.

Sabía que estaba ahí, en algún rincón esperando respuesta. Siempre se hacía presente de una manera fugaz, como provocando un éxtasis

repentino, mínimo, casual.

Sabía que estaba ahí, en algún rincón esperando respuesta. Siempre se hacía presente de una manera fugaz, como provocando un éxtasis

repentino, mínimo, casual.

Se hacía más fuerte en las noches, antes de que las pupilas entraran en trance. Su fuerza involuntaria gritaba con mucha más

elocuencia antes del amanecer, como si se tratase de un fenómeno noctambulo huyendo de la luz del sol.

Se hacía más fuerte en las noches, antes de que las pupilas entraran en trance. Su fuerza involuntaria gritaba con mucha más

elocuencia antes del amanecer, como si se tratase de un fenómeno noctambulo huyendo de la luz del sol.

Aquel hombre nunca quiso pretender ser más de lo que en esencia era, siempre sabía a dónde iría pero no cómo llegaría.

Un día decidió sentarse a pensar en esa fuerza entrañable,

en ese impulso insaciable. El horizonte le quedaba corto para reposar su mirada, esa mirada perdida que se traía algo entre manos. La ciudad lo incitaba a caminar, a pasear por entre la muchedumbre, los pitos, los gritos, la urbe con su peso neto le atraía.

En esa seducción caía a diario y pensaba en aquella

extraña sensación.

Aquel hombre nunca quiso pretender ser más de lo que en esencia era, siempre sabía a dónde iría pero no cómo llegaría.

Un día decidió sentarse a pensar en esa fuerza entrañable,

en ese impulso insaciable. El horizonte le quedaba corto para reposar su mirada, esa mirada perdida que se traía algo entre manos. La ciudad lo incitaba a caminar, a pasear por entre la muchedumbre, los pitos, los gritos, la urbe con su peso neto le atraía.

En esa seducción caía a diario y pensaba en aquella

extraña sensación.

De pocos amigos más bien, pero de incontables conocidos, él sabía que algo por dentro le estaba carcomiendo su ser, algo de lo que no tenía ni la más remota idea, pero que lo llenaba de regocijo y satisfacción. La música era algo así como su pasión, aunque no pudo ponerla en práctica, sí se daba gusto subiéndole el volumen al reproductor.

Tal vez allí hallaría la respuesta.

De pocos amigos más bien, pero de incontables conocidos, él sabía que algo por dentro le estaba carcomiendo su ser, algo de lo que no tenía ni la más remota idea, pero que lo llenaba de regocijo y satisfacción. La música era algo así como su pasión, aunque no pudo ponerla en práctica, sí se daba gusto subiéndole el volumen al reproductor.

Tal vez allí hallaría la respuesta.

Las personas le causaban curiosidad. Aprovechaba cada instante para analizar y descubrir a cada quien con solo un vistazo. Pensaba en cada mundo,

en cada universo que tenían todos a su alrededor. Un juego de miradas era su postre predilecto.

¿Existe algo mas delicioso que mirar a esa mujer que pasa todos los días detectando tu aroma,

tu pensamiento? No, pensaba, tal vez hacer el amor, pero ya perdería la magia de lo desconocido… como ese misterioso sentimiento del que era dueña su alma.

Las personas le causaban curiosidad. Aprovechaba cada instante para analizar y descubrir a cada quien con solo un vistazo. Pensaba en cada mundo,

en cada universo que tenían todos a su alrededor. Un juego de miradas era su postre predilecto.

¿Existe algo mas delicioso que mirar a esa mujer que pasa todos los días detectando tu aroma,

tu pensamiento? No, pensaba, tal vez hacer el amor, pero ya perdería la magia de lo desconocido… como ese misterioso sentimiento del que era dueña su alma.

Las personas le causaban curiosidad. Aprovechaba cada instante para analizar y descubrir a cada quien con solo un vistazo. Pensaba en cada mundo,

en cada universo que tenían todos a su alrededor. Un juego de miradas era su postre predilecto.

¿Existe algo mas delicioso que mirar a esa mujer que pasa todos los días detectando tu aroma,

tu pensamiento? No, pensaba, tal vez hacer el amor, pero ya perdería la magia de lo desconocido… como ese misterioso sentimiento del que era dueña su alma.

Las personas le causaban curiosidad. Aprovechaba cada instante para analizar y descubrir a cada quien con solo un vistazo. Pensaba en cada mundo,

en cada universo que tenían todos a su alrededor. Un juego de miradas era su postre predilecto.

¿Existe algo mas delicioso que mirar a esa mujer que pasa todos los días detectando tu aroma,

tu pensamiento? No, pensaba, tal vez hacer el amor, pero ya perdería la magia de lo desconocido… como ese misterioso sentimiento del que era dueña su alma.

El cielo era entonces inmenso, la guerra entre la lluvia y el sol parecía una batalla de dioses griegos donde se desconocía el vencedor. Sus pasos eran cortos, sin prisa, sin afán. Su mirada estaba limpia a la espera de alguna señal que diera fin al sacrilegio visceral. Pensaba en que algún día obtendría respuesta, algún día conocería el camino de la verdad,

verdad que parecía utópica.

El cielo era entonces inmenso, la guerra entre la lluvia y el sol parecía una batalla de dioses griegos donde se desconocía el vencedor. Sus pasos eran cortos, sin prisa, sin afán. Su mirada estaba limpia a la espera de alguna señal que diera fin al sacrilegio visceral. Pensaba en que algún día obtendría respuesta, algún día conocería el camino de la verdad,

verdad que parecía utópica.

El cielo era entonces inmenso, la guerra entre la lluvia y el sol parecía una batalla de dioses griegos donde se desconocía el vencedor. Sus pasos eran cortos, sin prisa, sin afán. Su mirada estaba limpia a la espera de alguna señal que diera fin al sacrilegio visceral. Pensaba en que algún día obtendría respuesta, algún día conocería el camino de la verdad,

verdad que parecía utópica.

El cielo era entonces inmenso, la guerra entre la lluvia y el sol parecía una batalla de dioses griegos donde se desconocía el vencedor. Sus pasos eran cortos, sin prisa, sin afán. Su mirada estaba limpia a la espera de alguna señal que diera fin al sacrilegio visceral. Pensaba en que algún día obtendría respuesta, algún día conocería el camino de la verdad,

verdad que parecía utópica.

Las mujeres parecían ser su debilidad, las miradas su

talón de Aquiles. En ellas buscaba algún tipo de refugio, un escape que contenía emoción y seducción, más que todo una satisfacción prisionera. Tal vez ya era costumbre, pero ese aire era su armadura predilecta.

coquetón

Las mujeres parecían ser su debilidad, las miradas su

talón de Aquiles. En ellas buscaba algún tipo de refugio, un escape que contenía emoción y seducción, más que todo una satisfacción prisionera. Tal vez ya era costumbre, pero ese aire era su armadura predilecta.

coquetón

Era una tarde fría. La ciudad se sumergía en su otro escenario, aquel que a él le gustaba. La pensadera vendría pronto, como ya era de rutina. Había decidido no ir a casa sino más bien caminar entre la crema y nata de la penumbra, una penumbra iluminada

por el caos y la diversidad cultural. Con unos grandes audífonos que partían su cabeza por la mitad, iba al son del ritmo de turno. Sabría que pronto lo visitaría la intriga, la fuerza extraña que desde hacíaunos meses había poseído su cuerpo y su mente. Sabía que tenía que estar tranquilo.

Era una tarde fría. La ciudad se sumergía en su otro escenario, aquel que a él le gustaba. La pensadera vendría pronto, como ya era de rutina. Había decidido no ir a casa sino más bien caminar entre la crema y nata de la penumbra, una penumbra iluminada

por el caos y la diversidad cultural. Con unos grandes audífonos que partían su cabeza por la mitad, iba al son del ritmo de turno. Sabría que pronto lo visitaría la intriga, la fuerza extraña que desde hacíaunos meses había poseído su cuerpo y su mente. Sabía que tenía que estar tranquilo.

Era una tarde fría. La ciudad se sumergía en su otro escenario, aquel que a él le gustaba. La pensadera vendría pronto, como ya era de rutina. Había decidido no ir a casa sino más bien caminar entre la crema y nata de la penumbra, una penumbra iluminada

por el caos y la diversidad cultural. Con unos grandes audífonos que partían su cabeza por la mitad, iba al son del ritmo de turno. Sabría que pronto lo visitaría la intriga, la fuerza extraña que desde hacíaunos meses había poseído su cuerpo y su mente. Sabía que tenía que estar tranquilo.

Era una tarde fría. La ciudad se sumergía en su otro escenario, aquel que a él le gustaba. La pensadera vendría pronto, como ya era de rutina. Había decidido no ir a casa sino más bien caminar entre la crema y nata de la penumbra, una penumbra iluminada

por el caos y la diversidad cultural. Con unos grandes audífonos que partían su cabeza por la mitad, iba al son del ritmo de turno. Sabría que pronto lo visitaría la intriga, la fuerza extraña que desde hacíaunos meses había poseído su cuerpo y su mente. Sabía que tenía que estar tranquilo.

Repentinamente las estrellas comenzaron su descenso, sus neuronas entraron

en descontrol y la fuerza misteriosa había hecho su entrada triunfal, desgarrándole placenteramente todas sus emociones. Las cadencias sonoras se hacían aún más misteriosas, con un aire de suspenso más signi�cante. Una mujer de ojos insuperables era lo único que podía divisar. Empezó a caer. Su cenit ya no era el cielo sino los muros que había alrededor, la calle estaba íngrima. La mujer de

Repentinamente las estrellas comenzaron su descenso, sus neuronas entraron

en descontrol y la fuerza misteriosa había hecho su entrada triunfal, desgarrándole placenteramente todas sus emociones. Las cadencias sonoras se hacían aún más misteriosas, con un aire de suspenso más signi�cante. Una mujer de ojos insuperables era lo único que podía divisar. Empezó a caer. Su cenit ya no era el cielo sino los muros que había alrededor, la calle estaba íngrima. La mujer de

Repentinamente las estrellas comenzaron su descenso, sus neuronas entraron

en descontrol y la fuerza misteriosa había hecho su entrada triunfal, desgarrándole placenteramente todas sus emociones. Las cadencias sonoras se hacían aún más misteriosas, con un aire de suspenso más signi�cante. Una mujer de ojos insuperables era lo único que podía divisar. Empezó a caer. Su cenit ya no era el cielo sino los muros que había alrededor, la calle estaba íngrima. La mujer de

Repentinamente las estrellas comenzaron su descenso, sus neuronas entraron

en descontrol y la fuerza misteriosa había hecho su entrada triunfal, desgarrándole placenteramente todas sus emociones. Las cadencias sonoras se hacían aún más misteriosas, con un aire de suspenso más signi�cante. Una mujer de ojos insuperables era lo único que podía divisar. Empezó a caer. Su cenit ya no era el cielo sino los muros que había alrededor, la calle estaba íngrima. La mujer de

paso lento le transmitía seguridad y paz, pero a la vez incertidumbre. Sus miradas entonces se cruzaron y el juego ardiente del placer hizo su éxodo en el entorno. “Si me he de morir, no dejes de enterrarme con el iris de tus ojos, y asegúrate de guardar en tu recuerdo el momento extasiado de este encuentro”…Fueron las palabras que pronunció al perder la razón.

El caos se hizo sumiso y la noche se desvaneció en sí misma, en un limbo sin retorno.

paso lento le transmitía seguridad y paz, pero a la vez incertidumbre. Sus miradas entonces se cruzaron y el juego ardiente del placer hizo su éxodo en el entorno. “Si me he de morir, no dejes de enterrarme con el iris de tus ojos, y asegúrate de guardar en tu recuerdo el momento extasiado de este encuentro”…Fueron las palabras que pronunció al perder la razón.

El caos se hizo sumiso y la noche se desvaneció en sí misma, en un limbo sin retorno.

AlgoCambiará

algocambiará

Algo

Algobiará

AlgoCambiar

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Algo

Algobiará

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Noche oscuridad

caminos mujer ojos fuerza

misterio escritura

universo lluvia musica calle

hombremujer

respuesta

sol

horizonte satisfacción

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