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Saber escuchar: sobre la actitud y la capacidad DOSSIER 14 09 de mayo de 2018

Saber escuchar: sobre la actitud y la capacidad · estaré siendo hospitalario y, en lugar de escuchar a la persona que tengo enfrente, lo que haré será escucharme a mí mismo,

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Saber escuchar: sobre la actitud y la capacidad

DOSSIER 14

09 de mayo de 2018

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ÍNDICE

Utilidad del dossier

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1. Introducción

2. Saber escuchar: requisitos

2.1 Primer requisito: la humildad

2.2 Segundo requisito: la comprensión

2.3 Tercer requisito: dejar caer los prejuicios

2.4 Cuarto requisito: el silencio

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3. Retos para esta semana 12

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UTILIDAD DEL DOSSIER

Cada semana, recibirás un dossier que resume los contenidos impartidos en la sesión

para que puedas completar tus apuntes.

Además, de este modo, no hará falta que tomes apuntes si no lo deseas. Para algunas

personas tomar apuntes facilita aprender, para otras persones les dificulta seguir la clase.

Sabiendo que recibirás el resumen de la sesión, podrás decidir si tomas muchos o pocos

apuntes en clase: ¡siempre lo tendrás todo!

Sin embargo el dossier no sustituye la sesión, porque en la sesión hay cosas que se

cuentan y no pueden plasmarse por escrito. A veces lo que se dice es menos importante

que el lugar desde donde se dice y eso es difícil de captar por escrito. Recuerda que la

asistencia a la clase en directo o en diferido es el 80% del resultado del mismo.

También te invitamos a hacer preguntas sobre el tema tratado en la sesión usando el

espacio que hay para preguntas que encontrarás en la pestaña “Acceso Alumnado” de

www.universidaddevida.online.

Te rogamos que solamente hagas preguntas sobre el tema y no consultas privadas: no

es un consultorio personal y eso bloquearía tanto a Daniel como a Sergi. Las preguntas

contestadas se enviarán los lunes en un boletín de dudas donde aparecerán las

respuestas de forma anónima: así podrás preguntar libremente y, además, podrás

disfrutar de las respuestas que se den sobre el tema a otras compañeras o compañeros

del curso.

¡Ah! Una última cosa: no dudes en proponer temas para que sean abordados en el curso

si crees que hay un aspecto que te interesa o en el que quieres profundizar. ¿Te parece?

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1. INTRODUCCIÓN

La clase de esta semana se titula “Saber escuchar: sobre la actitud y la capacidad”. La

ubicamos dentro del bloque de la Mente.

La sesión de esta semana nos ayudará a reflexionar sobre lo que significa escuchar y,

quizás, nos permitirá dejar caer alguna idea equivocada sobre el tema, al divisar nuevas

posibilidades que antes no contemplábamos.

La primera pregunta que querría trasladaros, antes de empezar, es: ¿para qué sirve es-

cuchar? ¿por qué es interesante desarrollar esta capacidad?

Algunas respuestas que disteis en el chat, fueron:

- Para conocernos mejor

- Para oír informaciones que tienen relación con nosotros y podrían aportar-

nos cosas útiles

- Para enriquecernos

- Para desarrollar la empatía

- Porque las relaciones con los demás pueden mejorar si escuchamos atenta-

mente

- Mientras observo, la otra persona se siente escuchada

- Para sanar heridas

Para mí, hay una frase de Zenón de Citio que creo que resume muy bien la respuesta a

esta pregunta: “Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para oír más y hablar

menos”. Hay que reconocer que si el cuerpo fuera fiel a la realidad, la mayoría tendría-

mos 30 o 40 bocas y una sola oreja –y pequeñita-, pues hablamos mucho más de lo que

escuchamos.

Otra razón por la que creo que es interesante saber escuchar es porque nos aporta un

gran conocimiento. En el fondo, somos más ignorantes que sabios y, en este sentido, la

escucha nos da la oportunidad de ampliar nuestros horizontes. Como dijo Krishnamurti,

“solo deberíamos hablar cuando tuviéramos alguna cosa que decir útil, verdadera o

bella”, es decir, tendríamos que callar mucho más. A mí me gusta añadirle otra palabra

más: “útil, verdadera, bella o divertida”, ya que puestos a decir tonterías, al menos que

sean tonterías divertidas.

En la sesión de hoy, veremos que saber escuchar tiene algo de actitud, y mucho de ca-

pacidad. La actitud es fácilmente modificable, mientras que la capacidad es más bien el

fruto de un proceso interior.

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Antes de nada, estableceremos la diferencia conceptual entre oír y escuchar:

Oír proviene de la palabra latina «audire», que nos recuerda que por el simple hecho

de tener orejas ya tenemos la posibilidad de oír, de forma natural. Si no tenemos nin-

gún problema fisiológico, podemos oír sonidos perfectamente. Esta acción no depende

de nuestra actitud, ni de nuestra intencionalidad.

La palabra escuchar, en cambio, proviene del latín «auscultare», y etimológicamente,

significa ”oír con delicadeza y cuidado”. Creo que esta definición recoge a la perfección

lo que significa escuchar conscientemente. Desgraciadamente, en este mundo se oye

más que se escucha. Pero, como solo podemos responsabilizarnos de nuestro propio

jardín y no del bosque, vamos a ver qué requisitos son necesarios para que cada uno de

nosotros desarrolle la capacidad de la escucha consciente.

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2. SABER ESCUCHAR: requisitos

Vamos a ver 4 requisitos que son imprescindibles para poder afirmar que estamos escu-

chando de verdad:

2.1 Primer requisito: la humildad

El primero de ellos es la humildad. Escuchar requiere de mucha humildad, porque al

hacerlo uno se expone a descubrir que no se está en la verdad absoluta. Eso, para nues-

tro ego, es muy peligroso. ¿Por qué? Porque nuestro personaje necesita sentir que se

sostiene sobre algo sólido y estable, y cuando escuchamos puntos de vista distintos a

los propios, el ‘Yo’ se siente cuestionado y puede llegar a tambalearse la estructura psi-

cológica sobre la que se ha construido. Por eso, generalmente nos ponemos a la defen-

siva cuando nos llevan la contraria.

Un síntoma de madurez interior es la duda sobre el propio punto de vista. Como dijo

Aristóteles: “La duda es el principio de la sabiduría”. Cuando alguien se cree la ilusión

que ya lo sabe todo y que los demás no pueden enseñarle nada, el camino al aprendizaje

y, por lo tanto, a la evolución, está bloqueado. Dudar de nuestra forma de ver las cosas

nos permite considerar otras posibilidades que antes no contemplábamos y, en conse-

cuencia, ampliar nuestro horizonte psicológico.

La humildad es, a la vez, uno de los frutos del árbol del amor, que aparece cuando em-

pezamos a vivir desde el espacio interior. La sensación de ‘Yo’ se desplaza del personaje

a la esencia y empezamos a vivirnos más como océano que como gota separada del

resto de gotas. Cuando eso sucede, dejamos de dar más valor a nuestra propias ideas

que a las de los demás. En este sentido, escuchar es un acto de hospitalidad. Permito

que las palabras de los demás entren ‘limpias’ en mí y resuenen en mi interior. Si, cuando

escucho, estoy dando más valor a mis propias ideas o a mi modo de ver el mundo, no

estaré siendo hospitalario y, en lugar de escuchar a la persona que tengo enfrente, lo

que haré será escucharme a mí mismo, convenciéndome de lo acertado que es mi modo

de ver las cosas.

Que ahora la humildad brilla por su ausencia en la mayoría de diálogos entre las perso-

nas es una obviedad. Tan solo hace falta un ligero acto de auto-observación para cons-

tatarlo.

Personalmente, las conversaciones en grupo me recuerdan los duelos de las películas

del Far West. Por un lado está la persona que está hablando –metafóricamente sería el

que tiene la pistola en la mano, el poseedor del turno de palabra. Y luego están los otros

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componentes de la conversación. Estos, en lugar de escucharle, suelen estar más pen-

dientes de poder aportar su discurso tan pronto como les sea posible –metafórica-

mente, están esperando poder sacar ellos la pistola. No están escuchando lo que dice la

otra persona, sino que están pensando qué discurso e hilo argumental emplearán

cuando les toque el turno. Simplemente, quieren aportar su versión sin tener en cuenta

las palabras de los demás. Están esperando a desenfundar como en los duelos de Billy

el Niño..

Si cuando hablamos con alguien detectamos que estamos más pendientes de pronun-

ciar nuestro discurso que de escucharle, es evidente que realmente damos mucho más

valor a nuestro punto de vista que a las palabras de los demás, y que nos falta humildad.

Llegados a este punto, cabe preguntarse: “¿Cómo puedo desarrollar la humildad?”

La humildad, igual que el amor auténtico, no tiene nada que ver con una decisión. Que

yo quiera ser humilde tan solo demuestra que, por ahora, no lo soy. Si lo fuera, no ten-

dría ninguna necesidad de ‘querer serlo’ porque ya lo sería, y simplemente la humildad

se manifestaría de modo natural. Por lo tanto, no hay que desear ser humilde sino es-

forzarme en reconectar con mi esencia a través del trabajo interior para que la humildad

se pueda manifestar de un modo natural a través mío.

2.2 Segundo requisito: la comprensión

Escuchar es una auto-invitación a comprender a la persona que está hablando. Escuchar

no significa compartir o rechazar las razones del otro, sino procurar captar por qué la

otra persona utiliza esos argumentos y no otros. En otras palabras: entender qué es

exactamente lo que dice, y por qué lo dice. Nadie nos pide que nos posicionemos a favor

o en contra. Obviamente, tendremos nuestra opinión al respecto, pero eso a la hora de

escuchar no es lo más importante. Lo importante es entender por qué esa persona está

diciendo lo qué dice. Punto. Entender su punto de vista más allá de si comparto o no su

mirada. Y esto sí es cuestión de actitud, y no tanto de capacidad. Lo importante es dónde

pongo el foco de atención: si en rebatir o aceptar los argumentos del discurso o en mirar

de entender sus razones.

Cuando en una conversación intentamos comprender por qué la otra persona nos dice

lo que nos dice, en lugar de intentar rebatir su punto de vista, estamos escuchando. Y

eso depende totalmente de nuestra actitud.

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En cambio, cuando no existe esta actitud, todo es automático en nosotros. Si aquello

que nos dicen no coincide con lo que pensamos, seguramente intentaremos convencer

a la otra persona de que nuestra visión es la correcta. Y entonces entraremos en una

batalla dialectal poco consciente y nada útil. Conflicto asegurado.

Fijaros, sino, en la siguiente imagen. Las dos personas

tienen razón. Para uno está claro que enfrente hay un ‘6’

y para el otro es evidente que hay un ‘9’. De este modo,

pueden pasarse horas discutiendo e intentando defen-

der su propio punto de vista y atacar al otro. Pero si al-

guno de los dos hiciera, desde la actitud, un acto de in-

tentar entender cuál es la perspectiva de su interlocutor,

se abriría un espacio de diálogo y aparecería la oportu-

nidad del aprendizaje. Si uno ve el 50% de la cuestión y

el otro ve el 50% restante, quizás entre los dos, si realizan el acto de intentar entender

al otro, verán el 100% de la cuestión.

Ahora bien, por mucho que uno se esfuerce y tenga la actitud de comprender al otro,

si no se posee suficiente sabiduría, ningún tipo de comprensión será posible. La actitud

me lleva hasta cierto punto. Pero, a partir de ahí, depende de mí grado de comprensión.

El grado de comprensión aumenta en la medida que subo por la línea Vertical, que re-

presenta los distintos grados de conciencia. ¿Cómo se sube por esta línea? Introdu-

ciendo el trabajo interior en la vida cotidiana: un poco de auto-observación, un poco de

presencia, un poco de meditación, etc.

A continuación, veamos un ejemplo de las consecuencias del aumento del grado de

comprensión en uno mismo y como eso influye positivamente a la hora de escuchar:

En la medida en que una persona empieza a hacer un trabajo interior se va dando cuenta

de muchas cosas que tienen relación consigo mismo/a. Una de las cosas que uno ve es

la propia mecanicidad y falta de libertad. Personalmente utilizo una metáfora: digo que

uno se da cuenta que es una máquina de dar coca-colas.

¿Y qué es lo único que puede dar esta máquina? Coca-colas. Nada más.

Cuando yo me doy cuenta de que soy una máquina, que simplemente reacciono auto-

máticamente a todo lo que va sucediendo ante mí, entiendo que no puedo elegir dar

otra cosa que aquello que ya estoy dando en ese momento. Estamos tan programados

que solo podemos actuar mecánicamente, del modo en qué lo hacemos. Eso, poco a

poco se va comprendiendo en profundidad y aceptando. Cuando lo hago, aprendo a

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tratarme con humildad, amor y suavidad, al comprender que a una máquina de dar coca-

colas no se le puede exigir que de cervezas o fantas.

Un ligero proceso de auto-observación nos permitirá darnos cuenta que no escogemos

nuestras acciones, sino que somos muy automáticos y reactivos. Por consiguiente, no

tenemos tanta libertad como podríamos suponer.

Y cuando nos damos cuenta de ser máquinas, entendemos que los demás también lo

son. Eso nos permite comprender mucho mejor el por qué hacen lo que hacen o dicen

lo que dicen.

Cuando me comprendo, a mí, comprendo a los demás. Por eso, la comprensión de las

demás personas es el fruto de un proceso previo de autoconocimiento y comprensión

de mí mismo.

Como dijo una persona en el chat “darnos cuenta que somos máquinas nos permite no

juzgarnos tan severamente cuando la respuesta no es la que queríamos dar”. Exacta-

mente, esto también nos permite ser más tolerantes hacia nosotros/as mismos/as y, por

extensión, con los demás.

2.3 Tercer requisito: vaciarse de prejuicios

Un prejuicio es una idea fruto de mi opinión, no de la experiencia directa. Tener opinio-

nes no es ningún inconveniente, lo es el creer que mi opinión es la única verdadera.

En una conversación, hay dos tipos de prejuicios:

- En relación a la persona que me habla: si considero a mi interlocutor como

un genio, todo lo que me diga me parecerá adecuado y genial, sea lo que sea.

Si, en cambio, pienso que la persona que me habla es estúpida, creeré que

todo lo que me dice son tonterías (aunque me esté diciendo lo mismo que la

persona anterior). El efecto a la hora de recibir el mensaje, en cambio, será

completamente distinto.

- En relación a lo que se habla, al tema: las ideas preconcebidas que tenga

sobre el tema, no permitirán que las palabras de los demás me lleguen lim-

pias y, sencillamente, resuenen en mi interior, puesto que ya creeré conocer

todo acerca de lo que se está hablando y todo lo que se diga lo pasaré por un

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filtro personal que clasificará automáticamente las palabras de los demás en

‘correctas/acertadas’ e ‘incorrectas/inadecuadas’.

Los prejuicios no dejan que las palabras de los demás entren limpias en nuestro interior.

Como dijimos en una sesión anterior, al identificarme con las ideas preconcebidas que

habitan en la mente, mi bol (capacidad de recibir conscientemente las impresiones de

la vida) estará cerrado. Estaré tan identificado con mis pensamientos y mis emociones,

que lo que estoy escuchando no me aportará nada.

Dicho de otra forma, cuando me aferro a mis prejuicios, mi herramienta de comprensión

(las emociones conscientes) está bloqueada. Por lo tanto, dejar caer los prejuicios es

imprescindible para aprender a escuchar.

Y, ¿cómo nos vaciamos de estos prejuicios o de ideas preconcebidas?

Para mí hay una parte de actitud y otra de capacidad.

Como algunas personas del chat expresaron, algunas opciones serían: escuchar desde

el amor; con flexibilidad mental; con la auto-observación; cuestionando las creencias,

poniéndolas en duda…

Una respuesta mucho más sencilla es la siguiente: dándonos cuenta que es una idea

preconcebida. Cuando nos damos cuenta de que, lo que creemos, es un posiciona-

miento que no bebe de la experiencia directa, eso me da amplitud. La identificación con

la idea cae por su propio peso, pues me doy cuenta que representa tan solo un ángulo

de la cuestión. Entonces deja de sostenerse en mi mente y de condicionarme.

2.4 Cuarto requisito: el silencio

Sin silencio no hay escucha. Aquí hay una parte que tiene que ver con la actitud. Tal

como nos decían en Primaria, para que el mensaje llegue del emisor al receptor de forma

nítida, no pueden existir interferencias en el canal.

Si me están hablando y hay mucho ruido, difícilmente podré escuchar con claridad. Por

ello, cuando estamos escuchando, deberíamos ceder espacio al otro para que se exprese

y darle tiempo para que se explique. Debemos evitar las interrupciones, tanto con la

palabra, como con los gestos.

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Pero hay otro tipo de silencio más sutil: el silencio interior. Este silencio implica evitar

identificarnos con el pensamiento que puede surgir, en mitad de una conversación, y no

dejarnos llevar por él.

Escuchar es olvidarnos del diálogo interior con uno/a mismo/a, mientras el otro está

hablando.

Por lo tanto, para saber escuchar, uno/a debe aprender a hacer silencio interior. La clave

no es dejar de pensar, pues es algo casi imposible. Lo importante es situarse detrás del

pensamiento y vivirse como esencia/presencia/observación. Simplemente, ver el pen-

samiento, ¡pero no seguirlo! Sino seguir enfocado en la persona que nos habla, vivir

desde la presencia ese momento (desarrollaremos más este tema en sesiones posterio-

res).

Si consiguiéramos cumplir con estos cuatro requisitos, un diálogo sería un intercambio

de palabras y silencios. Entonces, saldríamos de nuestro mundo privado y de nuestros

monólogos (con gente delante), para vivir en un mundo común repleto de nuevas posi-

bilidades y aprendizajes.

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3. RETOS PARA ESTA SEMANA

Os recomiendo una serie de tareas optativas para esta semana, referentes a la actitud a

la hora de escuchar.

❖ Para empezar, una reflexión: ¿creéis que si aprendiésemos a escucharnos de ver-

dad, los unos a los otros, se sostendría algún conflicto? No contestéis enseguida,

reflexionadlo durante unos minutos.

❖ En los próximos días, observaros a vosotros/as mismos/as en vuestras conversa-

ciones cotidianas. Intentad enfocar vuestra atención en vosotros/as y compro-

bad si, a medida que la otra persona está hablando, estáis elaborando vuestra

propia respuesta, esperando vuestro turno para hablar sin escuchar lo que está

diciendo…. Pero, sobre todo, ¡no os machaquéis! Recordad que somos máquinas

de coca-colas…. ¡Y a mucha honra!

❖ Intentad introducir en la conversación la parte de actitud: cuando alguien hable,

proponeos darle espacio y no cortarle; y, por otro, lo más importante: intentad

entender por qué dice lo que dice, más que esforzaros en rebatir o validar sus

palabras.