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Universidad de la República Facultad de Psicología Salud Mental y Derechos Humanos: ha- cia nuevos dispositivos de inclusión sociolaboral (Presentación Proyecto Editorial Vilardevoz) TRABAJO FINAL DE GRADO Estudiante: Andrea Carolina Cabrera Cabrera C.I: 4.709.349-0 Tutora: Prof. Adj. Mag. Cecilia Baroni Montevideo, 30 de Octubre de 2018.

Salud Mental y Derechos Humanos: ha- cia nuevos

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Universidad de la República Facultad de Psicología

Salud Mental y Derechos Humanos: ha-cia nuevos dispositivos de inclusión

sociolaboral (Presentación Proyecto Editorial Vilardevoz)

TRABAJO FINAL DE GRADO

Estudiante:AndreaCarolinaCabreraCabrera

C.I:4.709.349-0

Tutora:Prof.Adj.Mag.CeciliaBaroni

Montevideo,30deOctubrede2018.

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Índice

* Resumen ………………………………………………………………………... 2

* Introducción ……………………………………………………………………. 3

* Salud Mental ……………………………………………………………………. 4

* Derechos Humanos ………………...…………………………………………. 6

* Salud Mental desde una perspectiva de derechos ………………………. 7

* Un breve relato sobre el Marco Jurídico nacional e internacional sobre

la Salud Mental …………………………………………………………………. 8

* De una Ley Estigmatizadora a una Ley Integral ………………………… 13

* Hacia la resocialización: nuevos dispositivos de intervención y

participación basados en un proceso de rehabilitación psicosocial… 17

* Proyecto de extensión universitaria "¿Y por qué no hacer nuestra

propia editorial?", Radio Vilardevoz ………………………………………. 21

* Reflexión Final………………………………………………………………… 30

* Bibliografía ……………………………………………………………………. 33

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Resumen

Este trabajo busca generar una mirada crítica, reflexiva sobre la salud mental en nuestro país, aportando la experiencia de lo que es generar un nuevo dispositivo de intervención que propicie la rehabilitación, la inclusión social, la participación y el em-poderamiento de las personas que en algún momento fueron olvidadas y excluidas por la sociedad, al ser consideradas como “peligrosas”, “enfermas”, “incapaces” e “inadap-tadas”. Es así como quedaron alienadas a instituciones psiquiátricas que funcionan como sistemas de control y disciplinamiento.

Sin olvidar que estamos en un momento de cambios en nuestro país en materia de salud mental, en dónde se ha debatido por una nueva ley “más justa, inclusiva y humanizadora” basada desde la perspectiva de los Derechos Humanos, es que me propongo en primera instancia indagar sobre las conceptualizaciones acerca de lo que entendemos por salud mental y derechos humanos, haciendo un breve recorrido por el marco jurídico nacional e internacional para entender cómo se llegó a las lógicas de encierro, aislamiento y de exclusión que aún hoy padecemos.

Es así que en el transcurso de nuestra práctica curricular por Radio Vilardevoz (un proyecto de comunicación participativa que está instaurado hace más de 21 años), es que surge la idea de crear un proyecto de extensión universitaria llamado “¿Y por qué no hacer nuestra propia editorial?”. Un proyecto propuesto por cuatro estudiantes de psicología (José Camejo, Pablo Parodi, Jorge Duarte y quien redacta este trabajo), por participantes del colectivo Vilardevoz, apoyado por coordinadores y referentes de la radio y especialmente dirigido, acompañado por la Prof. Adj. Mag. Psic. Cecilia Baroni.

Parte del objetivo de este trabajo es presentar, fundamentar y transmitir una nueva experiencia desde la realización de un proyecto estudiantil que posibilita la rehabilita-ción psicosocial y la resocialización , o mejor dicho, la habilitación de los llamados” lo-cos”, demostrando una vez más que es posible intervenir de forma autónoma e inde-pendiente dentro de la institución manicomial y así romper con viejos paradigmas para dar paso a la construcción de nuevas subjetividades, es decir, de nuevas formas de hacer, pensar y sentir sobre salud mental.

Palabras claves: Salud Mental - DDHH - Rehabilitación / Habilitación - Participación

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Introducción

Este trabajo está enfocado a considerar la Salud Mental como un Derecho Humano

fundamental. Desde un enfoque holístico e integrador, es posible tratar de entender que es imprescindible tener el derecho a un nivel de vida adecuado que nos asegure nuestra salud y bienestar. La salud mental en el mundo no está en un plano de igual-dad con respecto a la salud física, esto lo demuestra los pocos recursos que los paí-ses destinan a esta área, siendo este unos de los principales problemas que presenta.

La estigmatización constituye otro factor decisivo en la calidad de los cuidados y el acceso a los servicios que necesitan los individuos con determinadas afecciones, mar-cando de este modo una importante desigualdad social. Existen muchas formas de discriminación que dificultan la posibilidad de ejercer el derecho a una salud mental. Los estereotipos negativos y la estigmatización en distintos ámbitos como en la socie-dad, la familia, los centros educativos y laborales, impiden la interacción social y la creación de contextos que sean integradores y “saludables”.

Está muy presente la creencia generalizada de que las personas que padecen “dis-capacidades psicosociales” o “trastornos mentales” son incapaces de tomar decisio-nes, de opinar y de ser los propios protagonistas de su vida. Muchos de sus derechos quedan vulnerabilizados por lo que es necesario pensar y reflexionar sobre este tipo de problemáticas que muchas veces quedan en el plano de lo invisible sin nuevas ac-ciones e intervenciones que las cuestionen.

Convivimos con dualidades performativas establecidas y naturalizadas como “sa-lud-enfermedad”, “ aceptable e inaceptable”, “bueno y malo” , etc, que es necesario resignificar. Desde este punto, es importante pensar a qué nos referimos cuando ha-blamos de “enfermos”, “locos”, “trastornados”, “discapacitados” y desde dónde nos pa-ramos para hacerlo.

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Salud Mental

De acuerdo a la definición establecida por OMS (2013) el concepto “salud mental” refiere a las actividades que directa o indirectamente están relacionadas al llamado “bienestar”. Cuando se habla de “bienestar” no sólo se alude a un estado físico, sino también a un estado mental y social. En términos conocidos se puede hablar de bie-nestar bio-psico-social. Este concepto no sólo está relacionado a la ausencia de afec-ciones, enfermedades, trastornos o discapacidades sino también al individuo que es capaz de desarrollar y ser consciente de sus propias capacidades productivas tanto a nivel individual como colectivo; pudiendo sobrellevar la tensiones y los ritmos de vida.

De acuerdo a la OMS, es posible hablar de salud mental refiriéndonos a la preven-ción de enfermedades mentales, tratamientos y rehabilitación como parte de un com-ponente esencial e integral de la salud. La promoción, protección, prevención y el res-tablecimiento de la salud mental son unas de la principales preocupaciones en todo el mundo. La promoción en salud mental consiste en realizar acciones que aseguren en-tornos y condiciones de vida propicias para los individuos, permitiéndoles adoptar y mantener modos de vida considerados “saludables”. El respeto y la protección de los derechos civiles, políticos, económicos y culturales son fundamentales para la promo-ción de salud, los cuales a su vez brindan seguridad y libertad. Desde este punto, la OMS considera que el goce de lo que denomina como “buena salud mental” en cada individuo estará dada por múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos, mien-tras que una “mala salud mental” o su deterioro puede estar relacionada a ciertas va-riables como cambios sociales radicales, condiciones de trabajos estresantes, discri-minación de género, exclusión, violencia social, violaciones de los derechos humanos, a modo de nombrar solo algunos. También se puede tener presente que la existencia de ciertos factores específicos en cada persona pueden hacer que ésta sea más vul-nerable a ciertas afecciones mentales que otras.

La Salud Mental no sólo ha sido declarada como un derecho fundamental a toda persona, la cual podrá acceder a los servicios que se brindan para su mejor desarrollo, sino que se ha revalorizado al priorizarse el restablecimiento o rehabilitación de las personas en forma integral para que puedan incluirse a la vida activa de la sociedad.

Para Goyén (De León et al., 2013) los problemas de Salud Mental en una comuni-dad son el reflejo de la Salud Comunitaria que muchas veces no se tiene en cuenta a la hora de valorar la problemática social presente. De esta forma la autora sostiene que la salud mental es también responsabilidad de la comunidad. Si bien existe en muchos casos un gran deterioro de la dignidad humana en las personas que viven ciertas afecciones mentales; también existe una sociedad a la que ella considera como

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muy insensible y ajena a esta realidad. Por ese motivo, propone que es imprescindible construir nuevas políticas que sean fuertes en materia de Salud Mental para asegurar una mejor calidad de vida de las personas, responsabilizar las instituciones y la so-ciedad en general.

Tomando el punto de vista de De León et al. (2013) es posible decir que la salud mental es un campo complejo en permanente construcción, renovación o revaloriza-ción de sus políticas públicas, que requiere de una adecuada visibilidad de la integra-ción de posicionamientos ético-político-epistemológicos. Toma de Baremblitt (1998) el concepto de Salud Mental desde la noción de campo entendiendo por el mismo como:

“(…) un lugar de entrecruzamiento de múltiples determinaciones que configuran líneas de fuerza, materialidades diferentes y articuladas o mezcladas, o completamente inter-recurrentes entre sí. Siempre pensamos que existe una determinación sociopolítica, económica, ideológica, es decir, histórica en lo que llamamos campo de lo mental”.

Riso (2009) alude a la Salud Mental como el estado deseable de bienestar perso-nal y social bajo la consigna de la OMS de bienestar físico, social y mental. Sostiene que hablar de principios del bienestar es referirse a calidad de vida no sólo personal sino también social, comunitaria. La calidad de vida se define como la percepción del individuo sobre su posición en la vida dentro del contexto cultural y el sistema de valo-res en el que vive; y con respecto a sus metas y expectativas, normas y preocupacio-nes. Por lo tanto, el concepto de salud mental está relacionado al concepto salud inte-gral desde lo bio-psico-social. Es un concepto más amplio que el de enfermedad men-tal y a su vez un derecho humano en sí mismo.

También al igual que De León (2013) habla de salud mental como un construcción social, la misma está presente en las distintas prácticas sociales: el trabajo, la vida fa-miliar, la política, la justicia, el uso del tiempo libre, las formas de la sexualidad, etc.

De acuerdo al diccionario enciclopédico el campo se define como una extensión o un espacio real o imaginario en que cabe o por donde corre o se dilata alguna cosa. Riso (2009) toma de Bourdieu el concepto de salud mental como campo:

“(…) espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias”.

Para Bourdieu, la vida social se reproduce en campos que funcionan con indepen-dencia y que operan como un sistema estructurado de fuerzas objetivas. En ellos se rigen determinadas lógicas, reglas de juego que hacen posible distinguir un campo de otro, ejemplo, campo político, intelectual, económico, etc.

Entonces es posible pensar la salud mental como un campo en dónde se juegan sistemas de pensamiento, comprensión y reflexión sobre problemas relacionados a los

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procesos de salud y enfermedad, de atención y cuidados, necesidades psicosociales y recursos para satisfacerlas. Un campo en dónde se definen prácticas, modos de inter-venir sobre esos problemas y en el que se producen conocimientos sobre esas prácti-cas (Riso, 2009).

También cabe destacar la importancia que le asigna esta autora al trabajo interdis-ciplinario o intersectorial como una forma de construir un lazo social en donde se inter-cambian representaciones, se comparten ideas, conocimientos, saberes que aseguran la reciprocidad en las interacciones y que construyen acciones vinculadas a los pro-yectos de bienestar social de la población.

Derechos Humanos

La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue proclamada por la Asam-blea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 como un ideal común para todos los pueblos y naciones. Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción de nacionalidad, sexo, etnia, reli-gión, idioma o cualquier otra condición.

Sus principales características es ser universales e inalienables, interdependientes e indivisibles, iguales y no discriminatorios. Como derechos universales están a me-nudo contemplados en una ley y garantizados por ella, por medio de tratados, acuer-dos y principios generales del derecho internacional. El derecho internacional estable-ce las obligaciones que tienen que tomar los gobiernos ante determinadas situaciones o recomienda abstenerse a actuar de acuerdo a ciertas circunstancias, a fin de promo-ver y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos.

Los derechos humanos son inalienables porque no deben suprimirse, salvo en de-terminadas situaciones específicas.

Son interdependientes, indivisibles y están interrelacionados. Cada unos de ellos tiene valor por sí solo y el avance o la privación de uno afecta a los demás tanto sean civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, etc.

Son iguales y no discriminatorios, es decir, se prohíbe la discriminación sobre la base de una lista de categorías tales como sexo, raza, color, religión, etc. El principio de la no discriminación se complementa con el principio de igualdad mencionado en el artículo Nº1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

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“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

Los derechos humanos incluyen tanto derechos como obligaciones. Los Estados asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del derecho internacional, de respe-tar, proteger y realizar los derechos humanos. Deben abstenerse de interferir en el dis-frute de los derechos humanos, o de limitarlos teniendo la obligación de protegerlos e impidiendo los abusos contra individuos y grupos. También deben adoptar medidas positivas para facilitar el disfrute de los mismos.

Salud Mental desde una perspectiva de DDHH

Uruguay incorporó a su ordenamiento jurídico la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en la ley Nº 18.418 del 4/11/2008 que junto con la Convención Interamericana para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad aprobada por la Asamblea General de la OEA, constituyen dos pilares fundamentales en el abordaje general de la discapacidad desde una perspectiva de derechos.

Hablar de Salud Mental y de DDHH desde una perspectiva o conceptualización de discapacidad es algo que genera ruido. Esta es una cuestión clave para problematizar por qué la salud mental tiene que estar asociada o relacionada con lo que llamamos discapacidad, ¿qué significa en el plano de la salud mental ser un sujeto “capaz” e “ incapaz”?, ¿qué entendemos por sujeto capaz de ejercer sus derechos?.

En el marco jurídico se ha establecido la declaración de incapacidad civil y la cura-tela cuya definición es muy precisa. Se considera que cuando una persona tiene un diagnóstico de “trastorno mental” o “enfermedad psiquiátrica” que limita o excluye su poder de decidir, actuar o de ser responsable de sí misma, es necesario que un cura-dor lo represente.

De acuerdo a nuestra Ley 17.378 de nuestro Código Civil, son declarados incapa-ces “los dementes” aunque tengan intervalos lúcidos y los sordomudos que no puedan darse a entender por escrito, ni mediante lengua de señas. Su lógica se basa en la protección sobre posibles abusos que pueda padecer una persona “incapaz”, la cual presenta una vulnerabilidad psíquica y emocional a causa del “trastorno mental” por la cual fue diagnosticada .

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Los efectos jurídicos de esta declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación se basan en la posibilidad de ejercer y gozar de derechos. Ser suje-to de derecho implica ser titular de derechos, contraer obligaciones y deberes jurídi-cos. “Ser capaz” desde el punto de vista jurídico, social y cultural significa tener la “ca-pacidad” para ejercer y gozar de derechos, perdiéndolos cuando se es declarado “in-capaz”. Cuando esto sucede, si bien el sujeto es titular de derechos y tiene la capaci-dad de goce y de ejercicio, por disposición legal y resolución judicial pasan a estar en el manos de un curador o representante ante actos jurídicos y toma de decisiones (De León et al., 2013).

Por consiguiente, parecería que existe una cierta barrera o muro social que limita las igualdad de oportunidades y condiciones de las personas con capacidades y po-tencialidades diferentes, para ser encasilladas dentro del marco de lo que se llama discapacidad social.

Un breve relato sobre el Marco Jurídico nacional e internacional sobre la Salud Mental

Tomando la compilación de diversos autores en De León et al (2013) sobre el de-venir de la Salud Mental en nuestro país es posible hacer una breve recorrida sobre el marco jurídico nacional e internacional que se ha conformado a través de la ejecución de diversas leyes, decretos, resoluciones ministeriales, tratados y convenios a fin de lograr una mejor Salud Mental.

Plano Nacional.

En Uruguay a lo largo del tiempo se han establecido políticas de salud que han pa-sado por varios procesos de transformación, avances y retrocesos en lo que refiere a dispositivos de atención y rehabilitación. Ya desde el siglo XIX con la apertura del Hospital Vilardebó como primer nosocomio y luego a comienzos del siglo XX con la creación de las llamadas Colonia Etchepare y San Carlos Rossi, en nuestro país se estaba tratando de conceptualizar sobre las formas de tratamiento para abordar las llamadas “enfermedades mentales”. La Colonias estaba inspiradas en modelos de in-ternación europeos los cuales traían consigo avances significativos en tratamientos. El Hospital Vilardebó previamente a ser constituido como tal en el año 1880 funcionó como” Asilo de Dementes”. Su creación coincide con la fundación de la Facultad de

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Medicina momento en que queda instaurada la psiquiatría como disciplina y por lo tan-to, la medicalización de la sociedad (Barrán, 1995). Tanto el hospital como las colonias se constituyeron como centros de contención de las poblaciones más vulnerables. Previo a esto, las internaciones por padecimientos psíquicos se realizaban en el Hos-pital de Caridad, actual Maciel (1788). De esta forma los tratamiento de las llamadas enfermedades mentales han estado desde un principio centradas en las instituciones psiquiátricas en nuestro país como una respuesta por parte del Estado para lograr y asegurar el orden o la “tranquilidad social” como dice Barrán (1995).

Las crisis en nuestro país en los años siguientes determinaron el deterioro de los servicios públicos de salud mental por la falta de presupuestos y determinó el aumento de usuarios en situación de vulnerabilidad.

El modelo de atención en salud mental que rigió durante años en nuestro país fue la Ley Nº 9.581 llamada “Asistencia a Psicópatas” promulgada en el año 1936. Poste-rior a esto, en 1948 se crea el Patronato del Psicópata con la ley Nº 11.139 con la ex-cusa de procurar el reintegro del enfermo a la sociedad. Esta ley determinaba la crea-ción de talleres para capacitar y dar trabajo a los internos. Es así que surge el “Centro Nacional de Rehabilitación Psíquica” como dependencia del Patronato.

Cabe destacar que en los años 50 se dieron importantes cambios en la asistencia psiquiátrica con la entrada del tratamiento psicofarmacológico a Uruguay.

En 1966 se da a conocer el crítico informe de Pierre Chanoit, consultor de la OMS quien ya en esa época denuncia las carencias del modelo de atención en salud mental y la necesidad de avanzar hacia un nuevo Modelo Asilar argumentando que “la gran mayoría de estos enfermos en esas circunstancias no se curan”. Así surge el Modelo de Atención a la Salud Mental o Plan de Salud Mental (1972) que rápidamente finaliza con la llegada de la dictadura cívico militar en nuestro país (1973-1985), congelando este período de transformación y cambios. Una vez que se retoma la democracia se establecen nuevas políticas públicas en salud mental desde la Concertación Nacional Programática y la Comisión Nacional de Salud Mental, y se construye el Programa Nacional de Salud Mental en 1986 con una fuerte renovación y cambio en la atención. En este momento se reconoce las fisuras organizativas, la centralización de los servi-cios inadecuada y la falta de cobertura, de recursos, entre otras cosas. Este nuevo plan de reforma (PNSM) se propuso reestructurar los servicios, fomentar la preven-ción, el cierre de los manicomios y una mayor integración del cuidado de la salud ba-sándose en una estrategia de Atención Primaria en Salud. Entre sus prioridades esta-ba la creación de Unidades de Salud Mental en los hospitales generales en todo el país para lograr la descentralización del servicio y la creación de centros o talleres de

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rehabilitación en dónde también fueron capacitadas las familias, demostrando el enfo-que comunitario al que apuntaba.

Este programa estableció avances importantes en los modelos de atención con la creación del Área en Salud Mental, la Residencia Médica Hospitalaria en Psiquiatría, la reestructuración de la Colonia Etchepare y el Hospital Vilardebó, el cierre del Hospi-tal Psiquiátrico Musto, y la creación de nuevos centros de rehabilitación (Centro Diurno del Hospital Vilardebó, el Centro Sayago, el Centro de Investigación en Psicoterapia y Rehabilitación Social). A pesar de esto, el plan nunca fue desarrollado en su totalidad por falta de recursos, escasa formación, falta de abordaje dirigidos a la rehabilitación y falta de apoyo económico y político.

Desde hace años se trata de romper con el modelo asilar a través de la propuesta de nuevos planes de atención en salud que sean necesarios y adecuados para toda la población, que propicien la integridad de asistencia y la educación de usuarios, familia-res y trabajadores de la salud. La idea de estos planes son internaciones breves o psicoterapias que permitan la rehabilitación psicosocial con un enfoque comunitario.

Recién a mediados de los 90 se cierra el famoso Hospital Psiquiátrico Musto, se crean algunos equipos multidisciplinarios comunitarios de salud mental y se intensifi-can los procesos de desinstitucionalización de personas con padecimientos psiquiátri-cos pero aún sin dispositivos de inclusión social y atención intermedia.

En 1995 se determina la “Declaración de Montevideo” en el Plenario Nacional de Integración, la cual sostiene que la atención de la enfermedad mental exige una rees-tructura con base en la asistencia familiar y comunitaria, reservando la internación para los casos estrictamente necesarios e implementando programas de rehabilitación accesible a todos.

La crisis del 2002 determinó la desafiliación y marginalización de personas con pa-decimientos psiquiátricos al igual que muchas carencia a nivel de prevención, promo-ción y atención en salud mental.

El 2005 se produjo otro cambio a nivel de las políticas públicas con la entrada del gobierno de izquierda. Se determinó la participación a través de la Comisión Asesora Técnica Permanente (C.A.T.P.) del Programa de Salud Mental para construir propues-tas participativas basadas en los DDHH .

Podemos considerar que en la última década la Salud mental tiene un mayor pro-tagonismo en la agenda pública a través de la instauración del Sistema Nacional Inte-grado de Salud (SNIS), Ley Nº 18.211 (5/12/2007). Por Decreto 465/08 (3/10/08) y De-creto 305/11 (23/8/11) se incorporan servicios en un amplio “Plan de Implementación de Prestaciones en Salud Mental en el Sistema Nacional Integrado de Salud”. Pone

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énfasis especial en la prevención, la rehabilitación y detección temprana de patolo-gías. Se trata de modificar y transformar el modelo de asilo, evitando la internación excesiva de personas y apostando también a una salud integrada.

En el 2010 se promulga la Ley de Protección Integral de Personas con Discapaci-dad (Nº18.651). La ley abarca a todas la personas que padezcan alguna alteración funcional física o mental, Intelectual y/o psíquica.

Por lo tanto, el nuevo SNIS surgen nuevas políticas públicas. Podemos definir las políticas públicas en salud mental como un marco jurídico, conceptual e ideológico que define las estrategias y la forma de dar atención a las llamadas enfermedades menta-les. Las políticas públicas son un conjunto de normas, códigos, leyes, que reglamen-tan el funcionamiento del sistema de salud. Son a su vez establecidas por una socie-dad, cultura y momento histórico determinado. El Ministerio de Salud Pública (MSP) es el órgano gubernamental rector y con mayor responsabilidad en la elaboración y ges-tión de las políticas sobre la concepción del hombre y de su salud. Asimismo es tam-bién prestador de salud, por medio de sus hospitales y sus dependencias de salud.

Plano Internacional.

En el año 1978 se realiza la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud de Alma Ata patrocinada por la URSS. En ella se definió la salud como “un esta-do completo de bienestar físico, mental y social, no solamente ausencia de afecciones o enfermedades. Se estableció la salud como un derecho fundamental y su logro como el más alto objetivo social para el cual deben colaborar otros sectores sociales y económicos además del de la salud. Señala como un hecho grave que el Estado no se haga cargo de la desigualdad en la salud de su población, sostiene que la misma tiene el derecho de participar en la planificación de su atención. Define la atención primaria de salud y remarca el cuidado de la misma como un factor de desarrollo (De León et al, 2013).

En 1990 se realiza la Declaración de Caracas en la Conferencia de Reestructura-ción Psiquiátrica como una forma de superar el modelo de atención psiquiátrica. En ella se demuestra que la atención psiquiátrica convencional no es compatible con una atención comunitaria, descentralizada, participativa, integral, continua y preventiva. Propone la Atención Primaria en Salud como estrategia para lograr los objetivos. Mar-ca la importancia de modelos alternativos centrados en la comunidad, criticando el pa-pel hegemónico y centralizador del Hospital Psiquiátrico.

La Conferencia Regional para la Reforma de los Servicios de Salud Mental (15 años después de Caracas) reiteró la validez de los principios y puso énfasis en la im-

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portancia de los tratamientos que combinen los abordajes psicofarmacológicos y psi-coterapéutico.

En 1991 las NN.UU establecen un principio sobre la protección de los Enfermos Mentales y el Mejoramiento de la Atención de la Salud Mental. En ellos se sostiene que todas las personas con enfermedad mental tienen derecho a la mejor atención, a contar con un defensor que velará por sus derechos para que no sean discriminados, priorizando el derecho a vivir, trabajar y ser atendidos en su comunidad. Estos princi-pios procuran evitar la administración injustificada de medicamentos y permiten que la información sobre la enfermedad sea confidencial, basándose en planes aceptados por los usuarios o sus representantes quienes deberán otorgar el “consentimiento in-formado”.

Desde 1995, se realiza el informe de la ONG “Mental Disability Rights Internacio-nal” (MDRI), donde un equipo de profesionales integrados por uruguayos y estadouni-denses recorren los principales centros de atención psiquiátrica. En el se reconoce el maltrato general a los internos, el uso casi exclusivo de psicofármacos y electros-hocks, la falta de personal especializado y de estrategias que aseguren una rehabilita-ción e inclusión posterior en la sociedad. El MDRI plantea al estado uruguayo una se-rie de recomendaciones para revertir la situación. Ante esto propone evitar la interna-ción de los pacientes que son llamados “sociales”, es decir, aquellas personas que son internadas sin necesariamente tener un diagnóstico que lo amerite (por ejemplo, en el caso de los indigentes). Recomienda un análisis exhaustivo de las posibilidades de cada persona de reintegrarse a la comunidad.

Se plantea la creación de una estrategia de atención basada en centros de salud comunitarios establecidos en los barrios. También se propone combatir la estigmatiza-ción pública y la anomia en las instituciones, fomentando programas de sensibilización social, así como espacios para tratar las preocupaciones relacionadas con la enferme-dad mental. La medicación debe ser rigurosamente suministrada, de forma de dismi-nuir sus daños colaterales. Se propone disminuir el uso de terapia electroconvulsiva, así como construir espacios de evaluación y tratamientos interdisciplinarios. Se pre-tende establecer un sistema para mejorar la calidad del servicio en todas sus áreas (gestión, recursos humanos, materiales, tratamientos, etc.) así como desarrollar cursos especializados en áreas y avances importantes en el tratamiento de las enfermedades mentales..

En el 2007 se marca en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en las NN.UU que incluye a los enfermos mentales. Aprobada por Uru-guay en el año 2008 (Ley Nº 18.418), se promueve la instalación de bienes y servicios que favorezcan la promoción de personas y la superación de su discapacidad. Reco-

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noce el derecho a fundar una familia y acceder a la educación inclusiva. Contiene normas específicas sobre su derecho a la rehabilitación, trabajo y protección social.

De una Ley Estigmatizadora a una Ley Integral.

Uruguay ha atravesado por un proceso de transformación en la generación y el de-bate de nuevas políticas y normativas para la renovación de la atención en salud men-tal y el respeto de los derechos humanos de las personas con distintas afecciones. Distintas organizaciones académicas, profesionales, estudiantiles, de usuarios, familia-res y de la sociedad civil han cumplido un papel clave en la derogación de una ley an-tigua que data del 4 de agosto de 1936 llamada Ley de Asistencia al Psicópata (Ley N° 9.581), la cual está basada en un modelo psiquiátrico segregativo que no contempla muchos aspectos relacionados a los derechos de cada persona, limitando sus liberta-des, su capacidad de decisión, y como dice su nombre, etiquetándolos como “psicópa-tas” o “antisociales”, término que propicia una vez más la exclusión. Hablar de afec-ciones psicológicas es también incluir otros factores que son determinantes como la pobreza, la falta de oportunidades, carencias económicas, educativas y violencias fa-miliares, institucionales y sociales (SERPAJ, 2017).

Una de la principales críticas a la vieja ley es la argumentación de prácticas de cui-dados mediante el encierro y el aislamiento. Los establecimientos psiquiátricos son los denominados dispensarios, asilos, colonias, hogares de amparo, casas de salud, sa-natorios, hospitales que a su vez pueden ser laicos o religiosos. Las prácticas de en-cierro han sido pensadas en su momento como una manera de emplear “métodos de protección” ante la “peligrosidad” que implica “ la locura” en una sociedad.

El poder hegemónico de la medicina y de la psiquiatría está muy presente en dicha ley. Lo demuestra ciertos fragmentos, por ejemplo, al considerar que la “asistencia del psicópata” sólo deberá estar dirigida “únicamente” por el médico autorizado o por el médico psiquiatra, al igual que cada organización o establecimiento “deberá responder a los reglamentos de la ciencia psiquiátrica”.

La asistencia a los enfermos se efectúa por medio de dos servicios, al que llamaron servicio abierto y servicio cerrado. El servicio abierto implica la asistencia a enfermos neuróticos o psíquicos que ingresan, los cuales no deben presentar manifestaciones antisociales o signos de peligrosidad. El servicio cerrado determina la asistencia de los “enfermos” que son ingresados contra su voluntad, por indicación médica, o de orden policial, judicial y que presentan un grado de peligrosidad o características antisocia-

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les, que “comprometen el orden público, la seguridad, la propiedad pública y privada, incluso la del propio enfermo”. Los “enfermos mentales” considerados como indigentes son los que no tienen una protección familiar o son aquellos considerados “de poca fortuna” cuyo ingreso es inmediato al establecimiento.

Las condiciones de ingreso pueden ser por voluntad propia, por indicación médica ó por disposición judicial o policial. El ingreso voluntario está dado por la voluntad o el deseo de ingresar al establecimiento elegido, mientras que el ingreso involuntario está

determinado por“signos de pérdida de la libre determinación de su voluntad y de la

autocrítica de su estado morboso, o manifestaciones de auto o hetero peligrosidad”. Tanto el ingreso voluntario como involuntario exige sólo una constancia de admisión por parte del médico quién determinará los antecedentes, sintomatología y resultados del examen del enfermo, sin necesidad de establecer un diagnóstico clínico. Cabe destacar que toda persona mayor de edad, que sea allegada a la persona o no, podrá solicitar el ingreso forzoso de un “enfermo psíquico” a un establecimiento psiquiátrico con sólo una petición. Una vez emitida se da paso a la observación, un previo informe médico y el reclamo con urgencia ante la autoridad competente. En casos de notoria urgencia por inmediata peligrosidad, se podrá ordenar el ingreso por indicación policial sin informe.

En esta antigua ley se establece la creación de la Comisión Honoraria Asesora de la Asistencia de Psicópatas con sede en el MSP, integrada por el Inspector General de Psicópatas designado por la Sociedad de Psiquiatría, un Profesor de Medicina Legal de la Facultad de Derecho, un Profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina; el Abogado Asesor de Legislación Sanitaria del Ministerio de Salud Pública y el Fiscal de lo Civil que designará el Poder Ejecutivo. El objetivo de la misma es atender las omi-siones o las faltas señaladas por el Inspector General quien se dedica a la inspección y vigilancia de la asistencia oficial y particular, de la “higiene mental”, y establece un registro general de “los psicópatas” de todo el país y de los directores de cada esta-blecimientos. Su trabajo es comprobar la situación de los enfermos que se hallen en aislamiento privado, realizar advertencias y proponer sanciones contra los médicos o directores de establecimiento que incurriera la ley; informar sobre la apertura de nue-vos establecimientos, recibir y dar trámite a todas las denuncias sobre tratamientos. Deberá dar cuenta de las internaciones que son indebidas, de los reclamos de los re-presentantes legales, guardadores o parientes del enfermo, vigilar y reglamentar las organizaciones públicas o privadas de asistencia familiar y propiciar la organización de patronatos para la protección de las personas una vez que salgan de los estableci-mientos psiquiátricos.

Evidentemente en esta ley el tema de la peligrosidad es algo reiterativo que está presente en varios de sus artículos. En la misma no se determinan los períodos de in-

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ternación, no se contempla el abordaje interdisciplinario y tampoco se tiene presente el consentimiento o la necesidad de informar al usuario sobre tratamientos utilizados. Es-tos sólo algunos de los puntos a tener presente.

Luego de un intenso periodo de luchas, finalmente el 24/08/2017 se promulga una nueva Ley de Salud Mental basada en los derechos humanos. Una ley que también ha sido cuestionada en algunos puntos y reformulada en la marcha.

La nueva Ley de Salud Mental tiene por objeto garantizar el derecho a la protec-ción de la salud mental de los habitantes residentes en el país desde una perspectiva que incluye el respeto a los derechos humanos de todas las personas y particularmen-te de aquellas que son usuarias de los servicios de salud mental en el marco del Sis-tema Nacional Integrado de Salud. Sostiene el ejercicio del derecho como una forma de llevar una vida digna.

Se define y se establece lo que se entiende por salud mental como un estado de bienestar en el cual, la persona es consciente de sus propias capacidades pudiendo afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, capaz de contribuir con su comunidad.

La protección de la salud mental abarca acciones de promoción, prevención, trata-miento y rehabilitación en forma integral. Es decir, toma en cuenta los aspectos bioló-gicos, psicológicos, sociales y culturales como constituyentes y determinantes de de una persona. Para eso es necesario lograr la equidad, la continuidad y la oportunidad de acceder a las distintas prestaciones, como una forma de mejorar las condiciones de inserción social. La integridad también supone un proceso de asistencia interdisciplina-ria.

Otros de los puntos a tratar es el principio de no discriminación desde el cual no se podrá establecer ningún diagnóstico en base a solicitudes familiares, laborales, por estatus político, económico, social o por pertenecer a determinado grupo cultural, reli-gioso o racial; por falta de adaptación de la persona a los valores establecidos en la comunidad en donde vive, por tener una hospitalización previa o por su orientación sexual o de identidad de género.

Al reconocer a las personas usuarias de los servicios de salud mental ante todo como sujetos de derecho, se establecen varios puntos en donde prima el respeto y la dignidad por la persona, el respeto por su vida privada y por su capacidad de decisión, ante la diversidad de valores, orientación sexual, ideologías o religión. Resalta la posi-bilidad de recibir atención desde un enfoque integral, humanizado; la capacidad de decidir por sí o con la participación de familiares, allegados o representantes legales sobre su atención o tratamientos e informándose sobre los distintos procedimientos

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terapéuticos que reciba. Durante los mismos se podrá estar acompañado por la fami-

lia o por otros afectos.

Establece también la importancia de poder acceder a la historia clínica, de poder solicitar cambiar de profesionales o de equipo tratante; de no ser parte de investiga-ciones o experimentos sin consentimiento informado. Sostiene también el derecho a la comunicación, a participar de distintas actividades culturales recreativas así como el resguardo de su privacidad e intimidad. Contar con asistencia jurídica como una forma de protección de sus bienes es otro de los puntos claves.

Unos de los aspectos que considero interesante es el derecho a preservar la iden-tidad a no ser identificados por su diagnóstico previo o actual, así como la importancia de la capacitación e inserción laboral, al acceso a la vivienda, la inclusión educativa y

cultural.

En cuanto a la atención, la misma se realizará en el marco de un abordaje inter-

disciplinario e intersectorial y estará orientado a la promoción, reforzamiento y restitu-

ción de los lazos sociales.

Como mencioné previamente esta ley a sido objeto de varias críticas y reformula-ciones. En principio por denominar a los usuarios de los servicios de atención en salud mental como “trastornados mentales”, definiendo el trastorno mental como la existen-cia de un conjunto de síntomas y conductas clínicamente reconocibles que generan malestar e interferencia con el funcionamiento personal. De esta manera se genera estigmatización, se patológica el sufrimiento psíquico atentando contra la perspectiva de DDHH. Otras de las críticas fue sobre el abordaje interdisciplinario, que en un prin-cipio no incluía el abordaje psicosocial y comunitario en los dispositivos de atención y la falta de protección de garantías individuales en las internaciones involuntarias así como la falta de una fecha tope para el cierre de la instituciones asilares que en un momento se habló del 2020 para luego quedar pautada al 2025. También se sostenía la falta de un Organismo de Revisión y Supervisión independiente y autónomo que ga-rantizará la protección y el ejercicio de los DDHH, así como la no derogación de la Ley

N° 11.139 de Patronato del Psicópata de 1948, la cual respondía a un paradigma mé-dico-sindicalista. Tampoco no se establece ninguna consideración respecto al incapa-cidad civil y régimen de curatelas.

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Hacia la resocialización: nuevos dispositivos de intervención y participación basados en un proceso de rehabilitación psicosocial

A lo largo de la historia, las sociedades han tendido a segregar lo diferente gene-rando el aislamiento de las personas con distintos padecimientos psicológicos u otras afecciones. Es así que se crean los asilos, los manicomios, casas de salud, hogares, como instituciones tendientes a la contención y segregación de lo que no se quiere ver, en el supuesto de que lo que no se ve, no existe (Del Castillo, 2011). Desde hace años en nuestro país se vienen formulando programas, planes, políticas públicas y so-ciales como el desarrollo del Plan Nacional de Salud Mental (1986), la humanización de los tratamientos, la descentralización de los servicios asistenciales, la creación y el desarrollo de una Red de Salud Mental y la mejora de los tratamientos psicofarmaco-lógicos con el fin de profundizar sobre los abordajes psicosociales.

Fortalecer el modelo de atención comunitaria en salud mental es superar el modelo asilar y asegurar la erradicación del sistema manicomial. Es decir, lograr la no institu-cionalización de las personas con padecimientos psicológicos trabajando en un mode-lo socio sanitario comunitario e integral que pueda adecuarse a las necesidades de cada una de ellas.

Tanto en el ámbito público como privado se discute y se piensa en distintos mode-los de “rehabilitación” para llegar a integrar a la persona que por distintas causas han quedado excluidas o des-sujetadas del sistema social-político-cultural al que pertene-ce.

Pero...¿qué entendemos por rehabilitación?. De acuerdo a la Comisión Intercentros de Rehabilitación Psicosocial del Uruguay (2005), define la “Rehabilitación” como un modelo terapéutico integral basado en el paradigma biopsicosocial que apunta a mejo-rar la calidad de vida del paciente, su familia y la comunidad. De esta manera, la reha-bilitación desde una perspectiva biopsicosocial integra lo cultural y lo ambiental, impli-cando el encuentro entre la persona, su familia, su entorno y el equipo referente. El campo de la rehabilitación psicosocial y apoyo comunitario también puede ser definido como un conjunto de intervenciones psicosociales comprometidas a mejorar la auto-nomía y el funcionamiento de la persona con su entorno; apoyar su integración, parti-cipación y reforzar su papel en el marco de un sistema de servicios comunitarios (Ro-dríguez, 1999). La recuperación es vista como la construcción de un proyecto de vida, definido por la propia persona y por ser consciente de su condición ciudadana.

Frente a estas definiciones, es posible pensar y cuestionar el término “rehabilita-ción” y comenzar a hablar de “habilitar”.

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Antes esto existen varios colectivos y agrupaciones que cumplen hoy un fuerte pa-pel en la erradicación de los manicomios o de cualquier sistema de encierro-control-disciplinamiento en nuestro país y que aportan una mirada diferente a la hora de ha-blar e intervenir en el campo de la Salud Mental, rompiendo con lógicas discursivas que contemplan relaciones saber-poder, y proponiendo nuevas estrategias para primar la integración desde un enfoque participativo e inclusivo. Estos colectivos o agrupacio-nes tienen como objetivo el logro de una mejor calidad de vida e inserción de la perso-na como miembro activo de la comunidad y como un sujeto portador de derechos.

Radio Vilardevoz es uno de esos colectivos que como proyecto de comunicación participativa a pesar de encontrarse en el centro de una institución manicomial, funcio-na de manera autónoma y es autogestionado por sus propios participantes, técnicos y estudiantes universitarios que a lo largo de estos 21 años han luchado por “darle voz a los sin voz”, buscando la desvunerabilización de las personas y el empoderamiento de la de las mismas como sujetos de derecho y miembro activo de una sociedad. La Ra-dio a llevado adelante una campaña denominada “Rompiendo Silencios” como una propuesta de Anteproyecto a una Ley de Salud Mental en la cual se define una forma de “ir haciendo” que implica a la vez conformar un dispositivo que sostenga el proceso (Baroni et at., 2014).

Desde su trabajo es posible pensar la rehabilitación quitando las letras “re” para hablar sólo de “habilitación” de aquellos que en algún momento fueron considerados “locos”, quedado en el plano de la invisibilidad y del olvido. “Habilitar” es poder enun-ciarse, construir con el otro nuevos saberes e interrogarse sobre cuestiones relaciona-das a la locura, la enfermedad y la salud mental. Implica construir y producir juntos nuevas subjetividades, es decir, nuevas formas de sentir, actuar, pensar y en definitiva determinar nuevas formas de “ser” y de “estar”.

Existen ciertas paradojas manicomiales, porque por un lado se demuestra un dis-curso o una propuesta hegemónica en torno a la “rehabilitación” (sobre todo el el sec-tor público) pero en realidad las propuestas que existen y que se realizan son desde el marco de los colectivos “con-movidos” y comprometidos con personas que padecen o padecieron el encierro y que sufrieron diversas prácticas terapéuticas frente a las cua-les pudieron salir como “sobrevivientes de la psiquiatría”. Hoy se hace más cosas para darle mayor visibilidad a esta problemática comenzado por escuchar lo que tienen para decir aquellos que vivieron o viven estas situaciones de encierros, de vulneración de sus derechos; para construir en este encuentro con el otro, lógicas y acuerdos que impliquen el quehacer juntos. (Baroni et al., 2014).

Vilardevoz ha sido un referente a la hora de extorsionar con la locura, en la crea-ción de espacios colectivos saludables capaces de contener afectivamente a sus inte-

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grantes y espacios de pensamiento, aprendizaje para la vida y para el sostén de pro-yectos personales. En este extensionar con la locura es posible cuestionarse sobre los mitos que existen en torno al “loco”, “la locura” y “la enfermedad”; problematizar sobre los imaginarios que sostienen los discursos, prácticas o micro-prácticas sistemáticas que son discriminatorias, cosificantes y que atentan contra los derechos humanos, es-tigmatizando y aislando a los “pacientes psiquiátricos” (Baroni et al., 2012).

Si nos referimos a Jiménez (2000), el autor plantea que “la locura” o la “enferme-dad mental” son productos de fenómenos culturales que crean ciertos dispositivos dis-cursivos, técnicos e institucionales, desde los cuales, la propia formación del técnico se ve impregnada al ubicar la enfermedad en el cuerpo del paciente psiquiátrico. Esto se debe a que el técnico es también un sujeto social que no se encuentra por fuera de estos dispositivos. Por eso, propone la deconstrucción y la construcción de una nueva identidad profesional, un nuevo “paradigma terapéutico” que tenga como rol protagóni-co a los pacientes psiquiátricos en el proceso de su recuperación y de re-reinserción social luego de haber sido marginados, excluidos o alienados en el lugar del enfermo mental. Plantea la importancia de que se produzca un movimiento, un cambio o un ajuste en roles entre aquel que tiene un rol activo-pensante, el que tiene un rol pasivo-alienado, el que ocupa un lugar definido por un rol de ejercicio de poder o por un rol dependiente-sumiso para lograr cambios en los vínculos. Las relaciones que se pro-ducen en torno al fenómeno de la locura y que crean el lugar del enfermo son relacio-nes analizables desde la perspectiva de las relaciones de poder.

Vilardevoz ha logrado la transición del concepto paciente, dejando ese lugar de pa-sividad para convertirse en un ”impaciente”(Baroni 1997-2012). Desde sus distintos dispositivos o espacios nos ha demostrado la importancia del “estar en situación”, de pensar al otro y a uno mismo, donde nada puede ser previsible, estipulado o estructu-rado porque todo el tiempo se está construyendo y deconstruyendo con el otro (Baroni et al, 2012).

Se pretende generar varios movimientos en torno a la problemática de la enferme-dad y de la salud mental porque se cree que las verdaderas transformaciones sociales no están dadas por leyes sino por cambios culturales, de conciencia y por nuevas for-mas de hacer política. Se trata de generar movimientos en torno al sujeto, a las fami-lias, a los referentes, a los cuidadores que muchas veces en la búsqueda de una “cura” producen y reproducen, lógicas, prácticas de la medicalización (como el “so-bremedicar”), que marca una relación asimétrica entre el funcionario-usuario o entre el técnico -paciente. Esta asimetría da cuenta de la falta de apoyo para poder enfrentar, entender y aceptar que la locura forma parte de las personas y que son formas de ser y estar en el mundo (Baroni et at., 2014).

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Otras de las cuestiones presentes en relación al “habilitar” que trae Jiménez (2000) es el respeto por las singularidades y la alteridad del otro como sujeto. Se trata de tra-bajar desde lo complejo, lo múltiple permitiendo la emergencia de lo diverso sin la im-posición de un saber sobre otro o sin la imposición de lo racional por sobre lo irracio-nal. Desde este punto no se trata de sobrevalorar un determinado saber, discurso o anular todo saber técnico y científico, sino por el contrario, se trata construir nuevos saberes juntos con quienes trabajamos. De esta manera es posible llevar adelante un proceso de cambio o de transformación que ya no considere la omnipotente de cura. Sostiene la “transversalidad” en los vínculos la cual facilitará la producción de saber y el intercambio de significados y significaciones. De esa manera es que se construye la demanda en base a los intereses que van surgiendo y al despliegue de las condicio-nes para crear micro espacios colectivos de desarrollo que respeten estas singularida-des o individualidades ya mencionadas. Se trata de deconstruir esta imagen asimétri-ca para avanzar y modificar discursivamente el propio proceso de sujeción-alienación del paciente psiquiátrico en relación al colectivo social del cual emerge y en relación al discurso científico que lo produce.

Jiménez (2000) propone generar micro-focos de “suspensión” y a su vez focos de “resistencia” porque por un lado las micro-lógicas del dispositivo no sólo funcionan desde el discurso de los cuerpos técnicos, sino también son re-producidas en el dis-curso de los propios pacientes, demostrando sus condiciones de sujeción, de aliena-ción que hacen a la dependencia y a la marginación. El papel de la resistencia implica desvelar o problematizar el discurso implícito llevándolo al plano de lo explícito. Desde este plano discursivo-reflexivo quedan en evidencia los efectos de las relaciones de poder que imperan en el campo de trabajo en salud mental. Considerar un foco de re-sistencia es crear nuevas estrategias que permitan analizar la implicación del técnico, la importancia del trabajo en equipo y la problematización del discurso grupal.

Como referente Vilardevoz nos ha guiado en nuestro proceso de formación como futuros psicólogos y nos ha permitido producir nuevos conocimientos en el campo de la salud mental. Hemos podido identificar, construir y poner en práctica en este “deve-nir de la locura”, nuestra propia “caja de herramientas” (tan nombrada en el transcurso de nuestra formación) y comprender de que es posible “estar interviniendo siempre al tiempo de no estar siempre interviniendo” (Baroni et al.,2012).

En el trabajo con colectivos es posible intervenir en forma individual o grupal. Los seguimientos y acompañamientos son fundamentales en los procesos que llevan ade-lante los participantes, aportándonos la experiencia de otras formas de intervención clínica que se caracteriza por ser móvil, fuera del consultorio. Contando con el apoyo y experiencia de todo el colectivo, construimos un proyecto de extensión universitaria que a continuación presentaré.

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Proyecto de extensión universitaria "¿Y por qué no hacer nuestra propia edito-rial?", Radio Vilardevoz

Desde el colectivo Radio Vilardevoz como proyecto de político-comunicacional par-ticipativo, se establecen líneas que contribuyen al proceso de transformación social, cultural, subjetivo y político (Baroni et al., 2014). Radio Vilardevoz a lo largo de su tra-yectoria ha desarrollado o ejecutado distintos dispositivos de trabajo con el objetivos de contribuir al proceso de habilitación de las personas con distintos padecimiento psíquicos, promoviendo estrategias de inclusión social desde una perspectiva comuni-taria.

En vinculación directa con la inclusión socio-laboral el colectivo al día de hoy cuen-ta con dos emprendimientos socioproductivos que son llevados a cabo por los partici-pantes del mismo. Uno de ellos es el Stand de la Radio que se encuentra en varios puntos de la ciudad (Facultad de Psicología, en Facultad de Ciencias Sociales y los fin de semana en la feria del Parque Rodó), en los cuales se pueden encontrar las pro-ducciones que los participantes realizan, así como productos que hacen a la visibiliza-ción y difusión del proyecto comunicacional. Otro de los emprendimientos es el club de socios a través del cual las personas pueden colaborar con la radio aportando una pe-queña cuota bimensual. Como otro de los antecedentes, ya en el año 2015 y 2016 se habían ejecutado dos proyectos de extensión “Extramuros” y “8 razones volando casa por casa” los cuales se basaban en el apoyo a actividades que se venían realizando por parte del colectivo en la que se buscaba el empoderamiento por parte de los parti-cipantes con la realización de talleres en el mes de octubre, mes de la Salud Mental. Por último, otro proyecto que Radio Vilardevoz acompaña en este viaje hacia la inclu-sión socio-laboral de personas con padecimientos psíquicos es Bibliobarrio, un colecti-vo que gestiona una biblioteca popular, un centro cultural y una editorial artesanal. En él se realiza también la edición y producción de libros y contenidos que son realizados por los participantes que forman parte de ambos colectivos.

Para el funcionamiento de dichos dispositivos no sólo fue imprescindible el apoyo de la Universidad de la República, sino también del desarrollo de nuevas formas de ser y estar con el otro en ese intercambio de habilidades y potencialidades en proce-sos creativos y vitales, teniendo como principal protagonistas a los participantes del colectivo. La mayoría de los participantes se encuentra en un contexto crítico de vulne-rabilidad, tanto económica, social, laboral, familiar como psicológica, en dónde muchas veces sus únicas redes sociales, de contención o espacios de referencia se constru-yen en torno a su participación en Radio Vilardevoz. Trabajamos con personas que

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sufren de exclusión social generada por la condición de “loco”, de “enfermo mental” y de “pobre”. Ser loco y pobre es sinónimo de abandono y olvido (Baroni et al. 2014).

La salud en Vilardevoz es pensada como un proceso colectivo determinado por las condiciones socio-históricas en las que vive los individuos. El hecho de que muchos de los participantes del colectivo se encuentren en situación de calle, o no tengan los recursos necesarios para desarrollar una vida digna, impacta directamente en las po-sibilidades de acceso a la salud. (Baroni et al, 2014).

Sus pocos ingresos corresponden a pensiones por incapacidad o en muchos casos ni siquiera logran percibirlas. De este modo, es importante que puedan generar otro tipo de ingresos que no estén meramente vinculados con un diagnóstico clínico sino que estén en función de sus potencialidades para producir y crear. Es así como se pensó en lograr que los participantes se empoderen de sus producciones que generan en cada encuentro y que puedan ubicarse desde el lugar de un sujeto activo, digno de derechos y ya no desde la pasividad. Ante los intereses y necesidades planteadas por el colectivo nos preguntamos “¿Y por qué no hacer nuestra propia editorial?”.

Creemos que dentro de la concepción extensionista de la Universidad de la Repú-blica podemos visibilizar las creaciones de un colectivo que hasta el momento ha en-contrado voz por intermedio de la Radio, pero que ahora pretende plasmarla en papel. Desde esta concepción se busca fortalecer y propiciar la autonomía, independencia y productividad de la persona, resaltando sus potencialidades y acompañándolos en el desarrollo de esta actividad que fomenta el hábito de trabajo, la participación colectiva y cooperativa de los participantes.

En primera instancia nos hemos planteados algunos objetivos generales que nos han llevado a determinar objetivos más específicos. Como objetivos generales este proyecto de editorial busca generar y fomentar un ámbito que sea propicio y digno para trabajar logrando la inclusión socio-laboral de las personas con distintos padeci-mientos psíquicos. Para eso creamos en primera instancia talleres de producciones personales y colectivas con los participantes desde los cuales se produce contenidos para la realización de libretas, cuadernos y marcadores. También fue imprescindible fortalecer los espacios colectivos de participación mediante la elección de los produc-tos para su edición y difusión. “Porque sin sujetos autónomos no hay una participa-ción integral” (Jiménez, 2000).

Empoderar a los participantes es una de las principales causas para consolidar un grupo de trabajo capaz de hacerse cargo de la edición, encuadernación y difusión de sus producciones. Para lograr esto, es necesario asistir y acompañar el sustento de las tareas propiciando el intercambio de saberes, de formas de pensar y de sentir de los que aún siguen siendo señalados como “locos” o “enfermos”, y así construir nue-

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vos sentidos, producciones que fomenten la capacidad de participación, de integra-ción, decisión, solidaridad y responsabilidad de los participantes del colectivo.

Por lo tanto, este proyecto está planteado desde una perspectiva de economía so-lidaria, donde el capital no es la prioridad sino un fin secundario. El foco está centrado en la autogestión de los participantes, permitiendo formas dignas y reales de inclusión.

Este proyecto plantea aprovechar los distintos espacios de producción que ya fun-cionan de manera regular en Radio Vilardevoz, para generar insumos para la produc-ción de materiales de la editorial. Aún así fue necesario llevar a cabo un proceso que consta de varias etapas: conformación de un grupo de trabajo, puesta en marcha y capacitación en encuadernación y edición, articulación con otros espacios de Vilarde-voz (arte, escritura, informática), creación y elaboración de un producto (libretas, cua-dernos, blocks, marcadores, etc.), difusión y venta. El propósito es realizar la totalidad del trabajo de manera autónoma y autogestionada.

Nos planteamos como metas sumar nuevos puntos de venta fijos, como ser en fo-tocopiadoras, papelerías, entre otros, incrementando y haciendo visible las produccio-nes que realiza el colectivo, además de aportar estabilidad a los puestos de venta, te-niendo en cuenta que los participantes son los actores principales de la producción y venta de los mismos.

Por último, es necesario destacar tres conceptos claves con los cuales hemos tra-bajado desde este proyecto de editorial. Los mismos son intervención, participación y dinámica grupal. Desde el lenguaje coloquial, el término intervención es asociado a la acción de entrometerse, y/o participar. También en el ámbito médico se habla de inter-vención como sinónimo de operación. Es posible encontrar su raíz etimológica en la conjunción del latín: “inter” y “venire”, que significan venir-entre o venir-dentro. “Inter” también usado como prefijo y como raíz significa dentro o interior , sería “venir dentro”. Venir significa moverse hacia el lugar donde está el habla. En este sentido, se trata de pensar este término que está ligado a la idea de participar, de tomar o formar parte, mediar, entrometerse y actuar con otros (Cristóforo, 2002).

En Vilardevoz, visualizamos cómo la participación en sí misma implica un acto en doble sentido: por un lado, implica hacer partícipe al sujeto de sus proyecto (individual, grupal, colectivo) y, por otro lado, incluye la propia iniciativa del individuo con respecto a determinadas problemáticas. La participación fue fundamental para la creación del proyecto de editorial. Es también una noción clave en el ejercicio de la práctica en Psicología Social Comunitaria, a través de la cual es posible analizar los distintos pro-cesos que surgen en el colectivo. La participación es también un proceso complejo, que implica juegos de poderes, tensiones y conflictos. Está sin dudas relacionada al compromiso, al fortalecimiento del grupo. En el colectivo es considerada como un de-

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recho fundamental, parte primordial del desarrollo individual y social del sujeto. Como derecho supone la condición para lograr la libertad y la capacidad de tomar e incidir en las decisiones colectivas. Supone un desarrollo individual, una forma de hacer cultura, transformando las formas de convivencia, las relaciones sociales y propiciando la for-mación de nuevos vínculos.

Toda participación se da en un marco dinámico, donde se persiguen ciertos objeti-vos definidos, y a su vez es atravesada por los procesos históricos, sociales y políticos del momento. Por otro lado, implica un proceso para la inclusión social y para la subje-tivación de los individuos, es decir, no solo aporta a la construcción de la subjetividad individual sino también colectiva. Es entendida como una manera de afectar y dejarse afectar.

Por su parte Rodríguez (2006) nos plantea enmarcar la participación de estas po-blaciones bajo una perspectiva de derechos; dicha participación debe ser entendida en términos de distribución de poder, esto significa crear las condiciones necesarias para que las personas puedan incidir efectivamente en las cuestiones que los involucran. Entiende a la participación como un proceso en el cual se involucran diferentes aspec-tos (información, conocimiento, motivación, sentido de pertenencia, etc.), establecien-do que una participación comunitaria que no adopte el carácter de participación ciuda-dana corre el riesgo de profundizar los procesos de fragmentación social.

En este sentido, Vilardevoz como proyecto comunicacional y participativo, bus-ca frenar los procesos de marginalización, estigmatización y exclusión social. Para di-cho objetivo, es necesario generar procesos en los cuales se vislumbren redes socia-les de contención para alcanzar procesos de autonomía, construcción de ciudadanía y acceso a la cultura como maneras de empoderarse de una participación activa en to-dos los ámbitos de nuestra sociedad.

Denotamos en el proyecto participativo la búsqueda en el sentir de los partici-pantes como miembros y creadores de cada proyecto. Todos los aspectos tienen que ser discutidos y aceptados por el colectivo en general, los tiempos y eventualmente los logros se irán adaptando a los recursos con los que cuenta cada participante y que se van adquiriendo de manera conjunta. Nada es impuesto por otro, se pretende empo-derar a los sujetos en la toma de decisiones, siempre buscando la manera de estable-cer un modelo democrático.

Para Jiménez (2000) es fundamental lograr una participación fundada en el propio deseo de los participantes y no regidas por normas disciplinares porque consi-dera que el principal objetivo es la circulación de la palabra a través de la cual circula-

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rá el saber, y con este el poder. También destaca la constancia en el tiempo como un factor decisivo en la “participación” y en la inclusión en la tarea.

Para participar es necesario poder con-moverse, comprometerse con otros que tengan inquietudes similares intentando cambiar algo en conjunto. Participar en el campo de la salud mental es generar un movimiento que requiere de acentuar postu-ras éticas y políticas sobre concepciones de sujeto, sobre terapéuticas, sobre sus de-rechos. Es generar espacios de encuentro, de bienvenida, donde el otro antes que nada se sienta sujeto y no objeto de disciplinas (Baroni et al, 2014).

Otra de las dimensiones más importantes de la participación para Jiménez (2000) es la construcción de la propia imagen de grupo, sus problemáticas y las alternativas de acción, el soporte de los procesos singulares y la emergencia de la creatividad.

Por consiguiente, desde lo grupal es posible visualizar e interpretar la dinámica

o los procesos por los cuales han transitado los participantes en la creación de un nuevo proyecto que aporta a la resocialización y a la inclusión socio-laboral.

Vilardevoz es un espacio de referencia sobre todo a nivel subjetivo, en donde surgen y se comparten experiencias, conocimientos, aprendizajes y efectos, a partir de los cuales el individuo hace y piensa (Pichon Riviere, 1982). Problematizando con el autor, podríamos entender a este espacio reflejado en el concepto de ECRO (esque-ma conceptual referencial operativo) ,como un espacio que establece un marco con-ceptual que propicia el pensamiento y el aprendizaje; el espacio puede considerarse además como un esquema establecido, un lugar donde se realizan producciones, ideas que abarcan grandes esferas de la sociedad, de la realidad vivida. Se trabajan con conceptos relacionados a la cotidianidad, al contexto, así como también aquellos aspectos inherentes a la interioridad de la persona; las relaciones con los demás miembros de grupo y con las instituciones que se atraviesan. Conceptos que interiori-za al sujeto en sus prácticas cotidianas como salud/enfermedad, encierro/libertad, polí-ticas sociales, etc.

Desde el punto de vista referencial, a su vez, se trabajan con distintas realida-des, buscando comprenderlas y construyendo un nuevo sentido. Se considera impor-tante tener en cuenta el contexto del cual proceden los participantes ya que es am-pliamente diverso. En el colectivo se entremezclan dichas realidades constantemente, vemos participantes internados, otros que fueron hospitalizados en algún momento, algunos que viven con sus familias, otros en refugios y otros que se encuentran en si-tuación de calle.

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Es importante recordar que la población con la que se trabaja en Vilardevoz es es-

tigmatizada y categorizada como los “locos improductivos para la sociedad”. Basándo-nos en las concepciones de Rebellato (2000) podemos mencionar que esta fragmen-tación social es producto del sistema neoliberal de la globalización. Este sistema tiene como contrapartida la conformación de nuevas subjetividades, que consecuentemente forjan la aparición de nuevas patologías que logran aislar a los sujetos de los sistemas sociales. Frente a estos aconteceres, el dispositivo editorial también intenta potenciar a los individuos para que generen estrategias que les permitan apropiarse de sus sa-beres, con sus propias herramientas y desde su propia funcionalidad.

Entendemos al grupo como un espacio de producción de subjetividad, de for-mas de pensar, sentir y actuar. En el grupo de participantes se da una suerte de fuer-zas que buscan permanecer en equilibrio, no intentando formar una unidad totalizado-ra, estructurada, cerrada, sino conteniendo la multiplicidad, la complejidad, el caos, el flujo. Al respecto, Fernández (1989) entiende al grupo como un todo, más que la suma de sus partes, donde coexisten ciertos roles definidos, un cierto liderazgo, comunica-ción, cohesión, etc. La autora señala además "la necesidad de pensar lo grupal como un campo de problemáticas atravesado por múltiples inscripciones: deseantes, históri-cas, institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un doble movimiento teó-rico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las múltiples inscripcio-nes que lo atraviesan.

Desde la concepción de aprendizaje y de dinámica grupal de Pichón Riviere (1981) en Vilardevoz se establecen ciertos aprendizajes frutos de un proceso de apro-piación instrumental de la realidad, en el cual las conductas del sujeto se modifican a partir de sus propias experiencias. Es posible pensar el aprendizaje como un proceso o situación de intercambio tanto individual como colectivo. Los distintos espacios de Vilardevoz, como la editorial propician no sólo el aprendizaje individual sino también el colectivo, porque son espacios que abren paso al debate, la crítica, la reflexión.

Jiménez (2000) habla de la dinámica vincular “intra grupo” en dónde circulan afectos, emociones, roles. Implica la inclusión de señalamientos y devoluciones que propicien la actitud reflexiva del grupo en cuanto a cómo se está desplegando y cómo tiende a funcionar

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Aspectos específicos del Proyecto.

La frecuencia del proyecto es quincenal, los días sábados en el espacio del patio en donde se establecen distintos dispositivos de trabajo, dibujo, pintura, etc.

La planificación del proyecto está pensada en varias etapas. En una primera ins-tancia se llevó a cabo la presentación a los participantes de los objetivos o fundamen-tos del proyecto para dar paso a la construcción de un espacio de discusión abierto y dinámico entre los distintos talleres de Radio Vilardevoz, a modo de generar un grupo estable de producción literaria, creativa y de confección de material propicio a ser edi-tado, impreso y distribuido.

La siguiente etapa es la puesta en marcha del espacio de producción de la Editorial Vilardevoz estableciéndose talleres de creación y producción de libretas, cuadernos y marcadores.

El principal objetivo era llegar por medio de estas etapas a la producción autónoma de libretas en base a los talleres propuestos previamente. Creemos importante lograr a futuro la Interconexión e intercambio con otros espacios comunitarios similares para compartir experiencias y herramientas adquiridas hasta el momento.

Cuando hablamos de llevar adelante este proyecto de editorial como un medio de inclusión socio-laboral estamos considerando el derecho al trabajo como una actividad productiva que no necesariamente tiene un único fin que es el de obtener dinero por ello. El derecho al trabajo es fundamental en la vida del individuo como ser social.

Ante esto es posible preguntarse ¿qué significa crear nuevos dispositivos de inclu-sión sociolaboral y que entendemos por los mismos?. Para responder esta pregunta es posible tomar las ideas de Foucault sintetizadas por García (2011). Este autor toma la descripción de Foucault acerca de los tres niveles de problematización que pode-mos encontrar a la hora de definir qué es un dispositivo. Ante esto, puntualiza en tres aspectos: el dispositivo como una red, la naturaleza de esa red y la relación que exis-te entre dispositivo y acontecimiento. Un dispositivo es considerado como una red que se establece entre elementos heterogéneos que pueden ser dichos o no y que involu-cran discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, leyes, decisiones, enun-ciados filosóficos, científicos, morales, etc. El vínculo existente entre los elementos determina la naturaleza de la red. Foucault entiende por dispositivo una formación que se establece en un momento histórico dado y que responde a una emergencia.

En un dispositivo como red existen relaciones de saber/poder que surgen de un contexto y a un momento histórico determinado. Su emergencia siempre responde a un acontecimiento que es el que lo hace aparecer, de modo que para hacer inteligible

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un dispositivo resulta necesario establecer sus condiciones de aparición en tanto co-nocimiento que modifica un campo previo de relaciones de poder (García, 2011).

Los dispositivo de inclusión laboral presentan una fuerte estructura de inclusión social de las personas; como es el caso del proyecto editorial como dispositivo. Es po-sible dar cuenta en el varias líneas: la construcción de un espacio saludable, la aten-ción integral de la salud, el trabajo, la producción y comercialización. Como dispositivo de inclusión socio-laboral considera al trabajo como un medio para llegar a la autono-mía, para el desarrollo de las habilidades, potencialidades y como un medio para construir una fuerte red social sin perder de vista las necesidades de cada persona.

El desempeño de una actividad laboral tiene varios aspectos positivos que se aso-cian con la posibilidad de incrementar los intercambios sociales, con la potenciación de redes sociales y con la mejora de las oportunidades para la socialización. En este sentido es que la editorial busca ampliar la red social de sus participantes, dando lugar a la creación de soportes emocionales, mejorando la autoestima y reforzando los vínculos. El mantenimiento de la autoestima es importante para la motivación y para modificar hábitos y estilos de vida.

La realización de una tarea laboral regular ayuda a la estructuración del tiempo so-bre todo en este tipo de instituciones de encierro donde el tiempo parece eterno, dón-de resulta difícil determinar los días. El esfuerzo físico y mental que exige la concerta-ción, la coordinación de las tareas, facilita el reencuentro con el cuerpo, la confronta-ción con sus límites, posibilidades; generando las secuencias de cansancio y descan-so.

Mediante estas experiencias se ejerce un efecto positivo sobre la fragmentación y la discordancia entre sentimientos y pensamientos que sufren las personas con pade-cimientos psicológicos. El proceso de incorporación al empleo (o en este caso al pro-yecto y a las tareas asignadas) exige un plan personalizado que comporta hacer una preparación adecuada y disponer de soportes y acompañamientos para hacer esa transición (García, J., Peñuelas, E. & otros, 2000)

Cabe destacar que generalmente las personas que padecen ciertas afecciones psicológicas no suelen poseer experiencia laboral o se ha interrumpido hace tiempo, y por ello no tienen conocimiento de los hábitos ni de las habilidades sociales adecua-das que exige el desempeño regular de una tarea. Si ha habido una experiencia labo-ral, es frecuente que por su afección y sus complicaciones, haya habido fracasos. Esto conduce muchas veces a recuerdos de frustraciones que distorsionan la percepción de sus propias capacidades. En ambos casos se genera miedo y ansiedad respecto al trabajo (García, J., Peñuelas, E. & otros, 2000).

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Por lo tanto, el trabajo tiene varias funciones positivas sobre la identidad y el bie-nestar de la persona porque proporciona una estructura que facilita la creación y man-tenimiento de la red social a través de la interacción que genera el mismo, fomenta la autonomía, proporciona una estructura para la utilización del tiempo y espacio. La dis-ponibilidad de trabajo y la obtención de beneficios son dos de los factores que se co-rrelacionan con los niveles de satisfacción de las personas y además, contribuyen a mejorar áreas que muchas veces son problemáticas como la interacción, el sentimien-to de utilidad social, la autoestima y la identidad, cuyas deficiencias son fuentes de su-frimiento importantes. Desempeñar un trabajo forma parte de las conductas que la so-ciedad reconoce como propias y fomenta hábitos y roles que facilitan la integración.

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Reflexión Final

Nuestro país ha atravesado en este último tiempo por un periodo de transforma-ción y cambios a nivel de Salud Mental. Se ha apostado a la creación de nuevas polí-ticas públicas y sociales, planes, programas para lograr una salud mental integral, co-munitaria y descentralizada, que permita el accesos a los diversos niveles de atención, objetivando la promoción, prevención y la rehabilitación tanto en sector público como privado. Estos cambios sobre todo a nivel público, se deben en su mayoría a la lucha constante y perseverante por parte de diversos colectivos y agrupaciones que como Vilardevoz, que se han movilizado para incidir en este nuevo proyecto de ley y así po-der denunciar, derogar una ley antigua que data de 1936, en la cual no se contempla los derechos humanos, las libertades, ejecutando incluso prácticas psiquiátricas inva-sivas de tortura y castigo como las medidas de contención, los famosos electroshock y la sobremedicación constante. El trabajo de estos colectivo ha sido una lucha o un movimiento contra la deshumanización en salud mental, hacia la emancipación y el empoderamiento de los individuos como usuarios de los servicios. A pesar de esto, la aprobación de la nueva Ley en Salud Mental no contempló todas las reivindicaciones sino algunas de ellas. Pero aún así, considero que en parte marcará un antes y un después.

La salud mental es un un campo complejo donde coexisten muchas problemáticas como la falta de recursos (consecuencia de que existe más prioridad por la salud física que por la salud mental) , el entrecruzamiento con la pobreza, la sobrepoblación en los lugares de encierro (personas que están internadas por varios años o incluso toda la vida), la falta de medios adecuados para llevar a cabo la rehabilitación, o mejor dicho la “habilitación”, y la resocialización, entre otros. Como campo de intervención es fun-damental lograr el trabajo interdisciplinario e intersectorial que hacen a la integridad.

Hablar de salud mental no solo es hacer referencia a la salud individual sino tam-bién colectiva. Se trata en parte, de trabajar para romper con el imaginario social que asocia a la salud mental con la enfermedad, lo patológico y el encierro, no contem-plándola como un estado de bienestar y de calidad de vida. El camino para lograrlo es empoderandonos de diferentes actividades y propuestas para construir nuevas subje-tividades, en las cuales no tenga lugar el estigma, ni la marginalización o la exclusión.

Desde esta perspectiva y desde nuestra implicación como estudiantes de psicolo-gía y como futuros psicólogos es que nace esta propuesta de proyecto de extensión universitaria de Editorial avalado por Radio Vilardevoz, como una forma de intervenir en el campo, construir junto con el otro la demanda y aportando a la construcción,

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transformación de la salud mental proponiendo y produciendo nuevas forma de hacer terapéutica.

Antes esto nos hemos encontrado que intervenir en manicomios con proyectos que promueven la autonomía, la autogestión, el respeto por los derechos y la dignidad de las personas, que propicia la inclusión y el empoderamiento, trae muchas tensiones o confrontaciones con la institución.

Los dispositivos de encierro como es el hospital Vilardebó (representación gráfica del famoso panóptico que hablaba Foucault) son estructuras de saber-poder, que ejer-cen un control y un disciplinamiento constante sobre los cuerpos reclusos de los lla-mados “pacientes”. Ese saber-poder se encuentra personificado en la figura del médi-co psiquiatra como un saber totalizador hegemónico.

Las situaciones de disciplinamiento son constantes en este tipo de instituciones; si no se adecua la persona a las normas imperantes sufren castigos; “si no tomas las medicación, no podes salir al patio”, “si seguís jodiendo y te ato”. Pero el disciplina-miento no solo se da sobre aquellos internados sino también sobre el personal quien debe adecuarse y hacer cumplir las reglas. En este sentido vemos lo instituido (las re-glas, las normas, etc), que se imponen y lo instituyente como ese poder que ejerce la institución.

Los manicomios son de alguna manera el lugar donde se deposita o se desecha a todo aquel que no sigue, que no puede cumplir las normas o el mandato social, el “debe ser” que se le exige. Entonces ante eso se lo excluye, se lo encierra y se olvida. Esto demuestra la gran invisibilidad, insensibilidad y deshumanización que existe por parte de la sociedad.

Crear un proyecto de editorial junto a Vilardevoz, es más que hacer libretas, cua-dernos y marcadores. Implica una nueva forma de intervenir en esta “locura manico-mial”, encontrándonos con ese otro y reconociéndolo como sujeto digno de derechos entre los cuales está el derecho a expresarse, a participar de actividades recreativas, al trabajo, etc.

Se trata de crear espacios de referencias para sostener y acompañar al otro, per-mitirle la construcción de sus propias herramientas potenciando su capacidad de desarrollo y creatividad.

Implica denunciar y reivindicar los derechos, desvulnerabilizar a las personas, romper con los estigmas, des-alienar y des-etiquetar, contribuir en ese habilitar, acompañar al otro en ese proceso de empoderamiento. Es encontrarse con un otro, que ya no no padece sino que participa, que se involucra, que se desarrolla a sí mismo, que produ-ce, que tiene voz, capacidad de decisión y nombre propio. Implica poder intercambiar

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roles, establecer nuevos vínculos, construir y deconstruir, pensar y pensarse juntos. En definitiva es entender que existen muchas “formas de ser y de estar en el mundo” como nos ha trasmitido Vilardevoz.

Por último, es en estas propuestas de extensión universitaria que ha cobrado senti-do hablar salud mental como un campo de problemática, en permanente construcción, porque desde nuestra implicación es posible reflexionar sobre el mismo, elaborar es-trategias, herramientas, intervenir, participar, habilitar, construir y deconstruir, aportan-do mejorar la Salud Mental en nuestro país.

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