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LA PROMESA DEL REY BRUJO (lOS mERCENARIOS II) r.a salvatore

Salvatore R a - La Promesa Del Rey Brujo

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LA PROMESA DEL REY BRUJO

(lOS mERCENARIOS II)

r.a salvatore

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(tRADUCCIÓN NO OFICIAL: dARKMAIDEN AKA Leonor Ñañez)

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MATAR AL REY BRUJO

Cuando la sagrada espada de Gareth brilló en lo alto

Cuando la forma de Zhengyi fue destrozada

Una llama ennegrecida de detritus

Su forma corpórea una ruina

Cuando el clamor de la victoria bramó estruendosamente

Cuando los corazones se hincharon de esperanza

Regocijaos valientes hombres ante el golpe de Gareth

Los fragmentos de Zhengyi se esparcieron.

Pero no puedes matar aquello que no está vivo

No puedes golpear una idea

No puedes atacar a fuerza de brazo

La magia de la negra devoción.

Así pues la espada de Gareth sí deshizo

Lo físico, lo corpóreo destrozó.

El centro del Rey Brujo fue negado

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La esencia mágica esparcida

Entonces, niños agudicen sus oídos ante las palabras maternas

Caminen derecho hasta el Padre, sigan.

Ya que un fragmento de Zhengyi los vigila

En el vacío oscuro de los Páramos.

PRólOgo

El hombre menudo patinaba por el pasillo mágicamente engrasado inclinado hacia abajo, sus pies moviéndose en puntazos cortos para continuar escarbando hacia adelante y mantenerlo derecho- tarea nada fácil. Ribetes de humo se elevaban de su estropeada

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capa de viaje y una larga rasgadura mostraba el costado izquierdo de su pantalón, con reluciente sangre manando debajo.

Artemis Entreri se deslizó por el muro a mano derecha y rodó a lo largo de éste, sin frenarse para romper su vertiginoso salto, ya que al hacerlo le permitiría al lich verlo.

Y eso, sobre todo, era lo que el asesino no quería.

Terminó de rodar y plantó sus brazos firmemente contra el muro frente a él, luego se propulsó hacia abajo diagonalmente bajando el angosto pasillo. Escuchó el sonido de llamas rugir tras él, seguidas por la tensa risa de Jarlaxle, su compañero drow. Entreri reconoció que el confiado elfo oscuro estaba tratando de poner nervioso al perseguidor con esa risa estridente, pero incluso Entreri la escuchó como realmente era: un sonido discordante agitándose sobre un lecho de total desasosiego.

Pocas veces en los meses que habían estado juntos, Entreri había escuchado un indicio de preocupación por parte del calmado elfo oscuro, pero no se equivocaba en ello, y eso únicamente reforzaba sus propios temores reales.

Estaba ya muy lejos de la iluminación de la última antorcha puesta a lo largo del extenso corredor para ese entonces, pero un súbito destello violento detrás de él iluminó el camino, mostrándole que el pasillo terminaba abruptamente una docena de metros más allá y se curvaba bruscamente a la derecha. El asesino tomó en cuenta aquel curso perpendicular, su única oportunidad, ya que en ese resplandor, él vio claramente el final del juego de la asquerosa trampa del lich: un puñado de palos afilados sobresaliendo del muro.

Entreri golpeó el muro a mano derecha y nuevamente rodó. En una vuelta, envainó su conocida daga enjoyada, y en la siguiente se las arregló para deslizar su espada, la Garra de Charon, dentro de su funda en la cadera izquierda. Con sus manos libres, controló mejor su patinazo a lo largo del muro. El piso era más resbaladizo que un declive de hielo en una caverna sin viento del Gran Glaciar mismo, pero los muros eran llanos y sólidos como roca. Sus manos trabajaban duramente cada vez que se recobraba, y sus pies derrapaban y giraban en el lugar mientras tiraba atrás sus hombros para mantenerse erguido. Se aproximó a la marcada curva y a la abrupta y mortal parte final.

Gritó al tiempo que otra estruendosa explosión sacudió el pasillo detrás de él. El asesino se alejó con todas sus fuerzas mientras se acercaba a la curva, midiendo el tiempo perfectamente para el máximo efecto.

Volteándose, inclinó la parte superior de su cuerpo para reforzar el movimiento, tomando un atajo por el pasillo hacia el pasaje lateral. Tan pronto como sus pies se deslizaron por ese pasillo principal, tropezó ya que el engrasado mágico terminaba abruptamente. Tomó la curva y se impulsó nuevamente a ella, entrando duramente, con el rostro contra el muro. Miró hacia atrás solo una vez, y en la débil luz pudo ver las puntas afiladas de las fatales estacas. Comenzó a ojear alrededor, hacia atrás por donde había venido, pero casi gritó de la sorpresa al ver una forma agitándose pasando a su lado. Trató de sujetar a Jarlaxle, pero el drow lo eludió, y Entreri pensó que su compañero terminaría en la punta de una estaca.

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Pero Jarlaxle no golpeó las estacas. De algún modo, el drow se detuvo abruptamente, viró a la izquierda, y se estrelló fuertemente contra el muro en frente de Entreri. El asesino trató de alcanzarlo pero gritó y volvió a caer detrás de la curva al tiempo que un rayo azulado pasaba a su lado explotando en una lluvia de chispas ardientes mientras chocaba contra el muro del fondo, cortando varias de las estacas en el proceso.

Entreri oyó la carcajada del lich, una criatura esquelética y demacrada, cubierta parcialmente por una piel macilenta. Resistió la urgencia de alejarse a toda velocidad bajando por el corredor y en cambio gruñó en desafío.

“¡Sabía que terminaría asesinado!” le espetó a Jarlaxle.

Temblando de furia, Entreri saltó de vuelta al medio del resbaladizo pasillo principal.

“¡Vamos, entonces, peón de Zhengyi!” rugió el asesino.

El lich salió a la vista, con una andrajosa túnica flotando pr detrás, un rostro sin labios, de un marrón putrefacto y blanco esquelético, y una amplia mueca.

Entreri fue por su espada, pero cuando el lich se extendió con sus dedos huesudos, el asesino en cambio empujó su mano enguantada ante él. De nuevo, Entreri gritó- desafiante, negándose, de furia- mientras otro rayo estallaba.

Entreri sintió como un abrasador viento caliente. Sintió la quemadura y hormigueo de tremendas energías encresparse a su alrededor. Estaba de rodillas pero no lo sabía. Había sido arrojado contra el muro, justo debajo de las estacas, pero ni siquiera había registrado el firme asidero de la base de la pared del fondo contra sus pies. Él todavía se estaba arrojando hacia adelante con su guante encantado, su brazo temblando notablemente, chispas blancas y azules girando en el aire y despareciendo dentro del guante.

El asesinado no registró nada de esto, y sus dientes estaban tan fuertemente apretados que ni siquiera pudo proferir un grito más fuerte que un gruñido gutural. Puntos danzaban ante sus ojos, y olas de mareo lo asaltaban. Escuchó la vituperante carcajada del lich.

Instintivamente se propulsó contra la pared, defleccionando de vuelta hacia su izquierda y dentro del pasillo. Plantó un pie en la superficie desengrasada y saltó hacia arriba. Sacó su espada, todavía ciego, y se tambaleó por el costado del pasaje, luego se lanzó tan rápido como pudo, balanceando la Garra de Charon a diestro y siniestro y sin tener idea si estaba algo cerca del lich.

Lo estaba.

La oscura hoja bajó, chispas danzando a su alrededor, ya que el guante había atrapado la mayoría de la energía del rayo y la soltó de vuelta a través del metal de la espada de su compañero.

El lich, sorprendido por lo lejos y rápido que había llegado el adversario, alzó un brazo para bloquearlo, y la Garra de Charon la cercenó a la altura del codo. El golpe de Entreri

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habría destruido a la criatura entonces, excepto que el impacto con el arma le proveyó el conducto para soltar la energía del rayo

Nuevamente la explosión envió a Entreri resbalando de vuelta a la pared del fondo, siendo arrojado duramente.

El chillido del lich forzó al asesino a alzarse y despejar su embotamiento. Se dio vuelta, asentando la mano en el suelo hasta que una vez más agarró la empuñadura de la Garra de Charon. Alzó la mirada al pasillo justo a tiempo para ver al lich retirarse con la capa flameando.

“Jarlaxle?” preguntó el asesino , mirando de vuelta a su derecha, hacia donde había estado el drow presionado contra espada.

Confundido de ver tan solo la pared, Entreri miró en un rincón, esperando ver un bulto de drow calcinado. Pero no, Jarlaxle simplemente... no estaba.

Entreri miró fijamente la pared y avanzó lentamente hacia el pasillo opuesto. Fuera del sector engrasado, recobró su asidero y casi saltó de sus botas cuando vio dos ojos rojos mirarlo fijamente desde dentro de la piedra del pasillo de enfrente.

“Bien hecho,” dijo el drow, adelantándose para que el perfil de su rostro apareciera en la piedra.

Entreri permaneció allí impresionado. De alguna manera Jarlaxle se había fundido con la piedra, como si hubiera convertido a la pared en una gruesa pasta y se hubiera sumergido en ella,. En verdad, Entreri no sabía por qué estaba tan sorprendido- acaso su compañero había hecho alguna vez algo dentro del mundo de lo ordinario?

Un fuerte chasquido volvió su atención hacia el otro lado, por el hall. Lo supo inmediatamente por el picaporte de la puerta encima de la rampa, donde él y Jarlaxle había quedado de encontrarse, y habían sido perseguidos por el lich.

"Sácame de aquí," le dijo Jarlaxle, la voz del drow sonaba arenosa y burbujeante, como si estuviera hablando bajo piedras líquidas, lo cual , de hecho hacía. Empujó una mano afuera para alcanzar a Entreri. El estruendo creció a su alrededor. Entreri asomó la cabeza por el rincón. Algo malo se venía.

El asesino agarró la mano ofrecida por Jarlaxle y jaló fuerte pero se encontró con la sorpresa de que el drow también jalaba fuerte hacia su lado.

"No," dijo Jarlaxle.

Entreri miró el inclinado y curvado pasillo detrás y sus ojos se abrieron tanto que casi se le saltaron de la cabeza. El estruendo venía en la forma de una bola de acero que le llegaba a la cintura y bajaba rodando rápidamente hacia ellos.

Se detuvo y reflexionó sobre cómo podría esquivarla, cuando ante sus ojos, la bola duplicó su tamaño, casi llenando el corredor. Con un alarido, el asesino regresó al pasadizo lateral, tropezó y giró. Miró la forma retirada de Jarlaxle en la piedra una vez

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más, pero no tenía tiempo para detenerse y sopesar si su compañero podía escapar de la trampa. Entreri se volteó y gateó, finalmente poniendo los pies debajo suyo y corriendo por su vida. La explosión detrás de él, cuando la enorme bola de acero colisionó contra la pared del fondo hizo que trastabillara de nuevo, la sacudida lo puso de rodillas.

Echó una mirada atrás para ver que el impacto se había llevado la mayor parte del impulso de la bola pero no frenó su movimiento. Estaba viniendo nuevamente, lentamente, pero tomando impulso.

Entreri se arrastró sobre manos y rodillas, maldiciendo a Jarlaxle una vez más por haberlo traído a este lugar.

Se puso de pie y avanzó a brincos, poniendo distancia entre la bola y él. Eso no duraría, lo sabía, ya que la bola ganaba velocidad y el pasillo seguía y rodeaba la torre circular por un largo, largo trecho.

Corrió velozmente y buscó alguna salida. Empujó con los hombros varias puertas mientras pasaba pero no se sorprendió de descubrir que la trampa había sellado los portales. Buscó un lugar en donde el techo fuera más alto, a donde quizás pudiera trepar y dejar que la bola rodara debajo de él.

Pero no había nada.

Miró hacia atrás para ver si la bola se estrechaba contra una u otra pared, así él podría deslizarse hacia un costado,pero para su asombro, si no su sorpresa, la bola volvió a crecer, hasta que sus lados prácticamente raspaban las paredes.

Corrió.

Las sacudidas le hacían doler los dientes en la boca. Dentro de las piedras, cada repercusión al tiempo que la bola se estrellaba contra la pared hacia eco dentro del mismísimo ser de Jarlaxle. Lo sentía hasta los huesos.

Por un momento solo hubo oscuridad, luego la bola comenzó a retroceder, rodando a lo largo del pasillo adyacente.

Jarlaxle inspiró profundamente varias veces. Había sobrevivido a esa pero temía que iba a tener que procurarse otro compañero.

Comenzó a pujar para salir de la piedra de nuevo pero se detuvo cuando escuchó una familiar risa jadeante.

Retrocedió, sus ojos escudriñando a través de una fina capa de piedra, y el lich se paró delante de él. El drow no se atrevía a respirar o moverse. El lich no lo estaba mirando a

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él sino que miraba el corredor,riéndose a carcajadas victorioso. Para gran alivio de Jarlaxle,la poderosa criatura no muerta comenzó a alejarse, deslizándose como si estuviera flotando sobre el agua.

Jarlaxle se preguntaba si simplemente podría presionar hacia atrás fuera de la torre y luego sencillamente levitar hacia el suelo y salir del lugar. Aunque notó las obvias heridas del lich, infligidas por la revocación del rayo de Entreri y el pesado golpe de la Garra de Charon, y se le ocurrió otra posibilidad.

Había venido con la idea de un tesoro después de todo,y sería una lástima irse con las manos vacías.

Dejó que el lich se alejara doblando una esquina. Luego, el drow comenzó a empujar para salir fuera del muro.

“Tiene que ser una ilusión,” se dijo repetidamente a sí mismo Artemis Entreri. Las bolas de acero no crecían,después de todo, pero ¿cómo podía ser? Era tan real,en sonido,forma, y sensación . . . ¿Cómo podía una ilusión imitar tan perfectamente una cosa?

El truco para derrotar una ilusión era poner los propios pensamientos en contra de ella,Entreri lo sabía,negarla,con el corazón y el alma. Miró hacia atrás de nuevo y supo que esa no era una posibilidad. Trató de bloquear el creciente estruendo detrás de él. Agachó la cabeza y corrió a toda velocidad, forzándose a rememorar todos los detalles del pasillo ante él. No siguió intentando empujar las puertas con los hombros, ya que estaban cerradas para él y solo estaría perdiendo el tiempo en el inútil esfuerzo.

Tiró de la pequeña mochila en su espalda mientras corría. Extrajo una cuerda plateada y un arpeo y arrojó la bolsa al piso detrás de él, esperando contra toda esperanza que interrumpiera el creciente impulso de la bola de piedra.

No lo hizo. La bola la aplastó.

Entreri no permitió que sus pensamientos volvieran a la amenaza rodante,más bien, manipuló la cuerda frenéticamente, encontrando el largo, imaginándose el punto en el pasillo todavía a cierta distancia más adelante, calibrando el largo que necesitaba. El suelo se sacudió debajo de él. Pensaba que cada uno de sus pasos sería el último, con la esfera rodándole encima.

Jarlaxle le había dicho una vez que incluso una ilusión podía matar a un hombre si este creía en ella.

Y Entreri creía en ella.

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Sus instintos le decían que se tirara al suelo a un costado, con la esperanza de que hubiera suficiente espacio para él entre el fino rincón y los bordes redondeados de su perseguidora. Sin embargo,nunca encontró el valor para seguir esa idea, y rápidamente se la quitó de la mente,concentrándose en cambio en la mejor oportunidad que yacía ante él.

Entreri preparó la cuerda mientras se abalanzaba a toda carrera por su vida. Dio un salto en la siguiente curva,la bola justo detrás de él. Pasó de largo el muro que a su mano derecha llevaba a un enrejado que le llegaba a la cintura,dando al centro de una enorme torre,con el camino que continuaba en circulo a lo largo de su perímetro.

Afuera fue el arpeo,expertamente arrojado para engancharse alrededor de un gran candelabro que estaba colocado encima del cavernoso vestíbulo de la torre. Entreri siguió corriendo llanamente. No tenía opción, ya que detenerse significaba ser aplastado. La cuerda estaba firme en sus manos, y cuando se terminó de tensar dejó que la fuerza lo virara a la derecha. Lo elevó de un tirón sobre el enrejado mientras la rodante esfera de acero pasaba veloz por debajo, casi rozándole un hombro ligeramente mientras se balanceaba en el aire. Giró en pequeños círculos dentro de los círculos más grandes del impulso de la cuerda.

Se las apañó para observar el continuado descenso de la bola, golpeando los bordes, pero rápidamente fue distraído por un aún más ominoso chirrido desde arriba. Entreri se revolvió, sus manos para liberarse y soltar la cuerda. Comenzó su deslizamiento a toda velocidad, las manos bajando por la soga. Sintió un súbito tirón, y luego otro mientras el decorativo candelabro de cristal se soltaba del techo.

Luego estaba cayendo.

La puerta permaneció ligeramente entreabierta. Dada la artimaña que había dispuesto, no había razón alguna para que el “hospedero” creyera que alguno de los intrusos pudiera llegar hasta allí.

Aún así,el drow sacó una varita y utilizó un poco de su magia. La puerta y la jamba brillaron con una irrompible y sólida luz azul, revelando que no había trampas,mágicas o mecánicas.

Jarlaxle avanzó y la empujó cautelosamente.

El cuarto,el piso de la cima de la torre, estaba mayormente vacío. Las grises paredes de piedra no tenían adornos, siguiendo en un semi círculo detrás de una silla peculiarmente alta, de amplio respaldo y madera pulida. Ante ese asiento yacía un libro, abierto sobre un pedestal.

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No, no un pedestal, Jarlaxle se dio cuenta cuando se aproximó sigiloso. El libro estaba suspendido sobre un par de gruesos zarcillos que llegaban hasta el suelo del cuarto y penetraban la piedra.

El drow sonrió maliciosamente,sabiendo que había encontrado el corazón de la construcción,el arquitecto mágico de la torre misma.

Se movió alrededor del libro a cierta distancia, luego se le acercó al lado de la silla. Observó las escrituras desde lejos y reconoció unas cuantas runas mágicas allí. Un rápido recitado de un sencillo hechizo le permitió enfocar mejor las runas y con mayor claridad.

Se arrimó, atraído por el poder del tomo. Notó que había imágenes de runas en el aire por encima del libro, girando y sumergiéndose en las páginas debajo. Recorrió unas pocas líneas después se arriesgó a empezar por el principio.

“Un libro de creación,” masculló, reconociendo algunos de los primeros pasajes como frases comunes para tales duormers. Cerró el libro y trató de sacarlo de allí, pero no cedía. Por lo que volvió a leer, examinándolo más bien, buscando algún indicio, alguna pista sobre los secretos de la torre y su propietario no muerto.

“Mi nombre no encontrarás allí,” le llegó una voz chillona que parecía al borde de la agudeza, una voz sostenida tenuemente,como una nota alta,lista para estallar en un berrido tembloroso.

Jarlaxle se maldijo silenciosamente por dejarse atraer por el libro. Consideró al lich, quien permanecía en la puerta abierta.

“¿Tu nombre?” preguntó él, reprimiendo su genuino deseo de gritar de terror. “¿Por qué desearía yo saber tu nombre, Oh gran putrefacto?”

“La putrefacción implica muerte,” dijo el lich. “Nada podría estar más lejos de la verdad.”

Jarlaxle retrocedió lentamente detrás de la silla, queriendo poner la mayor distancia y la mayor cantidad de obstáculos entre esa horrible criatura y él como pudiera.

“Tu no eres Zhengyi,” remarcó el drow, “aunque el libro era de él.”

“Uno de los suyos, por supuesto.”

Jarlaxle se tocó la punta del sombrero.

“Piensas en Zhengyi como si fuera una criatura,” explicó el siempre sonriente lich a través de sus dientes sin labios, “ como una entidad peculiar. Ese es tu error.”

“No sé nada de Zhengyi.”

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“Eso es muy obvio, o ¡nunca habrías sido tan tonto como para venir aquí!” finalizó el lich con un súbito incremento en el volumen e intensidad, y apuntó con sus dedos huesudos.

Rayos verdosos de energía irrumpieron de sus dígitos,uno de cada uno, volando por el aire, ondulando y retorciéndose alrededor del libro,para que el pedestal de tentáculo, y la silla explotaran contra el drow.

Esa fue la intención, al menos, pero cada rayo mágico,mientras se aproximaba, se desviaba hacia un punto específico de la capa del drow, justo debajo de su garganta y hacia un costado, sobre el hueso de su cuello, en donde un gran broche abrochaba su capa. El broche absorbía los misiles, los diez,sin un sonido, sin un rastro.

″Muy buena jugada,″ lo felicitó el lich. ″¿A cuántos puedes contener?″

Mientras la criatura no muerta terminaba de hablar, le envió otra descarga.

Jarlaxle ya se estaba moviendo para entonces, alejándose con un giro de la silla, hacia atrás. Los misiles mágicos bulleron en su espalda como un montón de abejas,pero de nuevo, mientras se le acercaban, viraban y se abatían a su alrededor para ser tragados por el broche.

El drow acortó por un costado, y al tiempo que se volvía a medias hacia su enemigo, sacó su brazo febrilmente. Con cada retracción, su brazal mágico alimentaba su mano con otra daga,la cual enviaba prontamente girando a través del aire hacia el lich. Tan furioso fue su flujo que la cuarta daga estuvo en el aire antes de que la primera siquiera diera en el blanco.

O tratara de dar en blanco, ya que el lich no estaba desprotegido. Sus barreras protectoras detuvieron las dagas a pocos centímetros y las dejaron caer al suelo con un repiqueteo.

El lich se rió a carcajadas, y el drow lo envolvió en un globo de completa oscuridad.

Un rayo de energía verde estalló desde el globo y Jarlaxle se alegró de haberse movido velozmente. Observó al rayo socavar el muro de la torre, desintegrando la piedra mientras pasaba.

Entreri plegó sus pies estrechamente y los movió en ángulo a un costado para que cuando golpeara, se girara de soslayo. Entró su cabeza muy tiesamente y hundió los hombros, permitiéndose rodar una y otra vez, absorbiendo la energía de la caída de diez metros.

Siguió rodando, poniendo la mayor distancia posible entre él y el punto de impacto del candelabro, donde el vidrio y el cristal se hicieron añicos y volaron por todas partes.

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Cuando finalmente se colocó sobre sus pies,Entreri se tambaleó y dio un respingo. Un talón le daba fuertes dolores a lo largo de la pierna. Había evitado heridas graves pero no había escapado ileso.

Ni tampoco había realmente ″escapado,″ se dio cuenta un momento más tarde. Estaba en el vestíbulo de la torre, una habitación amplia y circular. A un costado, bien en lo alto, la bola de piedra continuaba su bamboleo atronador. Ante él, más allá del destrozado candelabro y justo pasando el fondo de aquellas escaleras perimetrales, yacía la puerta cerrada por la cual él y Jarlaxle habían entrado a la mágica construcción.

A un costado permanecía la enorme estatua de acero que el par había notado cuando apenas habían ingresado, una construcción que Jarlaxle prontamente había identificado como un golem.

Tenían que tener cuidado, le había dicho Jarlaxle a Entreri, de no activar ningún dispositivo que pudiera animar al peligroso centinela de acero.

Entreri descubrió ahora que aparentemente habían hecho justo eso.

El metal crujió y gimió al tiempo que el golem cobraba vida, fuegos rojos aparecieron en sus ojos huecos. Dio un enorme paso adelante, aplastando el cristal y aplanando el retorcido metal del candelabro caído. No llevaba armas, pero Entreri cayó en la cuenta de que no necesitaba ninguna, ya que era más del doble de su altura y varios kilos más su peso.

″¿Cómo puedo lastimar a eso?″ susurró el asesino y extrajo sus espadas.

El golem se acercó un paso más y exhaló una nube de gases venenosos.

Demasiado ágil como para ser atrapado en eso,Entreri giró a un lado. Vio un hueco en la pesada criatura y supo que podía alcanzarlo rápido y golpear duro.

Pero en cambio corrió,a toda velocidad hacia la puerta cerrada.

Las piernas de acero del golem se quejaron en protesta mientras se volvía para perseguirlo.

Entreri empujó la puerta con su hombro, aunque sabía que no la abriría. Aunque exageró el impacto,

y se movió como si estuviera furiosamente aterrorizado por atravesarla.

El golem se le arrimaba, concentrándose solamente en él. Esperó hasta el último segundo y se tiró a un costado del muro por la izquierda mientras el golem golpeaba fuerte contra la inquebrantable puerta. El centinela se volvió y lo persiguió,con los brazos extendidos en busca del asesino.

Entreri se mantuvo en sus trece- al menos por un tiempo- y lanzó una descarga de fintas y estocadas que mantuvieron al golem confundido y en el lugar justo ...

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... el tiempo suficiente.

El asesino se arrojó a su izquierda, hacia el centro de la habitación. La esfera de acero rodante bajó retumbando el último tramo de las escaleras y chocó con fuerza contra la espalda del inconsciente golem de acero, arrojando a la construcción hacia adelante y al suelo,luego rebotó sobre él, mellando y retorciendo el acero.

La bola continuó rodando por su camino, pero la mayor parte del impulso había sido descargado sobre la desafortunada construcción.

En medio de la habitación, Entreri observó al crispado golem. Trató de levantarse, pero sus piernas estaban inutilizadas y abolladas y no pudo hacer más que levantar su torso sobre un brazo.

Entreri comenzó a hacer sus armas a un lado pero se detuvo ante el sonido desde arriba. Miró hacia arriba para ver que muchas de las decoraciones del techo, estatuas de gárgolas, flexionaban sus alas.

Suspiró.

Su globo de oscuridad se desvaneció y Jarlaxle se encontró una vez más enfrentando a la horrible criatura no muerta. Miró al lich y luego al libro de nuevo y viceversa.

″Estuviste vivo hasta hace unas pocas semanas atrás,″ razonó el elfo oscuro.

″Aún estoy vivo.″

″Tu existencia puede estirar el significado de la palabra.″

″Pronto sabrás lo que significa y lo que no significa eso,″ prometió el lich y levantó sus huesudas manos para comenzar a realizar otro hechizo.

″¿Extrañas la sensación del viento sobre tu piel viva?″ le preguntó el drow, esforzándose por sonar verdaderamente curioso y no condescendiente.

″¿Extrañarás el tacto de una mujer o el aroma de las flores en primavera?″

El lich se detuvo.

″¿Vale la pena la no muerte?″siguió Jarlaxle. ″¿Y si es así, puedes enseñarme el camino?″

Pocas expresiones podía mostrar el mayormente huesudo rostro del lich, por supuesto, pero Jarlaxle reconocía la incredulidad cuando la veía. Mantuvo sus ojos clavados en los de la criatura pero torció sus pies despacio para poner en el camino de una carga sobre el libro.

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“Hablas de inconvenientes menores respecto al poder que he encontrado,” le rugió el lich.

Incluso mientras la criatura aullaba, el drow saltó hacia adelante, una daga apareció en una de sus manos. Dio vuelta una página a medias, se rió del lich, y la arrancó, confiado en que había encontrado el secreto.

Una nueva rasgadura apareció en la desgarrada capa del lich.

Los ojos de Jarlaxle se ensancharon y comenzó a trabajar furiosamente, arrancando página tras página, hundiendo su daga en la otra mitad del tomo.

El lich aulló y tembló. Caían partes de su túnica y aparecieron astillas en sus huesos. Pero no fue suficiente, se dio cuenta el drow, y supo de su error cuando las páginas arrancadas revelaron algo oculto dentro del libro: una diminuta gema violeta brillante con la forma de una calavera. Ese era el secreto, cayó en la cuenta, el lazo entre el lich y la torre. Esa calavera era la llave de toda la construcción, del sobrenatural remanente de Zhengyi, el Rey Brujo.

El drow quiso tomarla, pero su mano se ampolló y fue arrojada a un lado. El drow la apuñaló, pero la daga se astilló y salió volando.

El lich se le rió. “¡Somos uno! No puedes derrotar a la torre de Zhengyi ni al encargado que ha elegido.”

Jarlaxle se encogió de hombros y dijo, “Podrías tener razón.”

Luego dejó caer otro globo de oscuridad sobre el lich, quien nuevamente estaba conjurando. El drow deslizó un anillo que guardaba hechizos mientras se iba. Considerando lo sobrenatural que era su enemigo, pensó para sí mismo,¿frío o caliente? Y rápidamente eligió.

Eligió correctamente. El hechizo que soltó del anillo cubrió su cuerpo con un cálido escudo de llamas justo al tiempo que el lich hacia estallar un rocío cónico de frío mágico tan intenso que lo habría congelado a medio camino.

Jarlaxle se había ganado un momento, pero solo un momento, lo sabía, y ante las tres opciones que surgían ante él- rebatir con magia agresiva, abalanzarse y golpear físicamente, o huir- sólo una tenía sentido práctico.

Tiró de la enorme pluma de su sombrero y la dejó caer con una palabra directiva que llamó a un gigantesco pájaro sin alas, un ave de ocho patas con un grueso pescuezo y un mortal y poderoso pico ganchudo. Con un pensamiento, el drow envió a su diatryma a la batalla, y siguió su curso pero rompió completamente su velo mientras entraba en el globo de oscuridad.

Jarlaxle rezó para que se torciera en el ángulo correcto y rezó de nuevo para que el lich no hubiera cerrado la puerta. Respiró mucho mejor cuando salió de la oscuridad para encontrarse una vez más en el pasillo, corriendo libre.

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Y corriendo rápido.

Un líquido oleoso, la sangre de las gárgolas, corría por el canal a lo largo de la roja hoja del la Garra de Charon. Una criatura con una sola ala se tambaleaba en el piso, herida mortalmente pero negándose a detener su inútil vapuleo. Otra se sumergió en busca de la cabeza de Entreri mientras él saltaba por el piso. Se agachó bien bajo, luego más abajo, y después se arrojó hacia adelante rodando, rápidamente acercándose a otra de las criatura que se aposentaba sobre el suelo frente a él.

Se puso de pie velozmente, lanzándose espada adelante.

La mano de piedra de la gárgola barrió a lo largo, parando la arremetida, y Entreri bajó su hombro y lo empujó con fuerza. La poderosa criatura apenas se movió, y Entreri gruñó cuando sintió el embate del daño por la colisión él mismo.

La daga del asesino salió volando hacia las entrañas de la gárgola. Entreri gruñó y saltó hacia atrás, llevando su mano arriba mientras abría más profundamente el corte. Comenzó a golpear con la Garra de Charon de nuevo pero a último momento saltó a un costado.

Una gárgola que bajaba en picada pasó por su lado, estrellándose de cabeza contra su compañera herida. Entreri acuchilló a la criatura voladora desde atrás, recorriendo fuertemente la espalda de la gárgola con la Garra de Charon. La criatura chilló y su destripada compañera gruñó y se retiró tambaleante. Entreri no pudo perseguir a las enredadas criaturas, sin embargo, ya que otra gárgola se le vino encima velozmente, forzándolo a retroceder.

Rodó a un costado,yendo a parar justo bajo una mesa y se dio duro contra la base de una caja rectangular puesta contra el muro. Se puso de pie con la mesa encima de él, la levantó y l arrojó lejos.

La caja se abrió detrás suyo,

El asesino sacudió la cabeza y miró atrás para ver a una carnosa criatura humanoide espiándolo desde adentro de la caja. Era más grande que él, más alto de lo que podía ser cualquier hombre.

Supo que era otro golem, pero uno de carne suturada más que de acero esculpido.

La criatura avanzó y el asesino se alejó trastabillando, volteándose sólo lo justo para cortar con la Garra de Charon los antebrazos del golem. El golem salió en su persecución, y detrás de este, Entreri vio el fondo de la caja, el falso fondo, abrirse para revelar a un segundo golem de carne.

“Encantador,” dijo el asesino, agachándose de nueva para esquivar otra gárgola que bajaba en picada.

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Miró arriba y vio que se formaban más gárgolas, creciendo a lo largo del alto techo .La torre estaba cobrando vida y estaba incubando un ejército para defenderse.

Entreri corrió a toda velocidad a lo largo de vestíbulo pero se detuvo en seco al tiempo que vislumbró otra forma que venía hacia él. Reculó unos pasos y preparó su espada, luego reconoció a su oponente más nuevo.

Jarlaxle tocó la punta de su sombrero, pero sin detener su rápido descenso, y tocó el suelo delicadamente

Entreri giró y rastrilló nuevamente su espada sobre los brazos estirados del golem de carne que lo perseguía.

“Me alegro que por fin hayas podido llegar hasta aquí,” farfulló el asesino.

“Pero me temo que no vine solo,” le advirtió Jarlaxle, haciendo que sus palabras voltearan al asesino hacia él.

La mirada del elfo oscuro lo llevó a Entreri arriba, al alto balcón donde el lich corría hacia las descendentes escaleras.

El lich se detuvo en la cima de los escalones y empezó a menear sus huesudos dedos en el aire.

“Deten a la bestia!” gritó Entreri.

Lanzó una rutina más vigorosa contra el golem, tajeando con la Garra de Charon y usando su magia para traer una nube de cenizas negras. Con esa barrera óptica colgando en el aire, Entreri se apresuró a pasar al primer golem y acuchilló al segundo ferozmente.

“Debemos salir,” lo llamó Jarlaxle, mientras Entreri se agachaba para esquivar una gárgola que caía a pique.

“¡La puerta está cerrada!” le gritó Entreri.

“¡Ven y apresúrate!” replicó el elfo oscuro.

Entreri se dio vuelta mientras iba y vio una serie de rayos verdes salir de los dedos del lich, retorciéndose y arrojándose hacia abajo. Cinco golpearon a Jarlaxle- o lo habrían hecho excepto que fueron recogidos por la magia de su broche- mientras que los otros cinco surcaron el aire para darle certeramente a Entreri.

El asesino arrojó al aire la Garra de Charon en el aire y extendió su mano enguantada,absorbiendo los misiles unos tras otro. Atrapó el arma y miró atrás para ver que los delgados dedos de Jarlaxle los estaban llamando. Arriba, el lich bajaba a toda prisa las escaleras.

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Entreri se agazapó a último momento, apenas evadiendo un pesado golpetazo de uno de los golems que le hubiera podido arrancar la cabeza de los hombros. Gruñó y corrió hacia el drow, enfundando la espada mientras avanzaba.

Jarlaxle sonrió maliciosamente, tocó la punta de su sombrero, dobló las rodillas y brincó hacia arriba. Entreri también saltó, agarrándose del cinturón de Jarlaxle mientras la levitación del drow los elevaba rápidamente, arrastrando a Entreri.

Debajo, los golems se estiraron y balancearon sus brazos inútilmente en el aire vacío.

Desde el costado llegó el ataque de una gárgola, la criatura dando zarpazos con fuerza a las piernas de Entreri. El asesino hábilmente se replegó, justo por encima de las garras y le pateo duramente la cara a la gárgola.

Sin embargo le hizo poco daño, y la gárgola regresó velozmente y con fuerza- o empezó a hacerlo,pero luego se dirigió arriba batiendo las alas furiosamente mientras Entreri extendía su guantelete y le enviaba los misiles que el lich le había arrojado a él. Los dardos mágicos crepitaron contra la negra piel de la gárgola, haciendo que la criatura se sacudiera de un lado a otro. Sin embargo, se colocó detrás de la pareja suspendida y desde arriba llegaron los chillidos de más gárgola, ya crecidas y listas para lanzarse en picada desde las alturas.

Pero los compañeros ya habían alcanzado la balaustrada para ese entonces, y Jarlaxle se agarró de ella y se propulsó por encima, con Entreri rápidamente tras él.

“¡Retrocede de espaldas!” gritó el drow. “¡Hay una manera!”

Entreri lo miró fijamente por un momento, pero con las gárgolas viniéndoseles desde arriba y más allá de la balaustrada y el lich retrocediendo y corriendo de espaldas por las escaleras hacia ellos, la orden de Jarlaxle parecía bastante obvia.

Saltaron hacia atrás por el inclinado pasillo, con las gárgola pisándoles los talones, obligando a Entreri a detenerse prácticamente a cada paso para espantar a las criaturas.

“¡Rápido!” llamó Jarlaxle.

Entreri le lanzó una mirada al drow y vio que tenía una varita en la mano, y solo pudo imaginarse la catástrofe que pudiera estar contenida en ese delgado objeto. El asesino salió volando.

Jarlaxle apuntó la varita detrás de Entreri y pronunció las palabras desatadoras.

Apareció un muro de piedra en el pasillo, bloqueándolo de pared a pared hasta el techo. Detrás, escucharon el golpe seco cuando una gárgola colisionó contra éste y luego más ruidos de rasguños mientras las frustradas criaturas hundían sus garras en la inquebrantable roca.

“Sigue corriendo,” le dijo Jarlaxle a su compañero. “Los golems pueden demolerla con el tiempo, y no va a demorar al lich para nada.”

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“Que alegre,” dijo Entreri.

Lo adelantó en la carrera a Jarlaxle y no esperó a que el drow lo alcanzara. Aunque sí miró hacia atrás al tiempo que el muro de piedra desaparecía de vista al doblar por el pasillo, y vio que la advertencia de Jarlaxle era cierta ya que el lich apareció pasando a a través de la barrera de piedra.

La puerta de la habitación más alta de la torre estaba cerrada pero no asegurada y Entreri la empujó con el hombro. Se detuvo abruptamente, mirando fijamente al parcialmente destrozado libro y al brillo que emanaba desde su área central. Sintió un empujón en la espalda.

“¡Ve a él, rápido!” le pidió Jarlaxle.

Entreri corrió hacia el libro y lo rodeó al igual que al pedestal de tentáculos. Allí vio claramente la brillante calavera, pulsando con luz y poder.

Un temblor estruendoso se estrelló contra la puerta, la cual Jarlaxle había cerrado, y quedó abierta, con ribetes de humo elevándose desde un punto calcinado en el centro. Más allá de ésta y abajo por el pasillo venía el lich, deslizándose mágicamente, los ojos brillando, los dientes apretados en una eterna mueca no muerta.

“No hay escape,” llegaron las palabras de la criatura, llevadas por un aliento frío que barrió la habitación.

“Agarra la calavera,” le indicó Jarlaxle.

Entreri estiró su mano izquierda y sintió un súbito pinchazo doloroso.

“¡Con el guantelete!” le imploró Jarlaxle.

“¿Qué?”

“¡El guantelete!” gritó el drow, y se bamboleó y sacudió para adelante y atrás mientras una serie de misiles con un resplandor verde lo golpeaban. Su broche absorbió los primeros y luego brilló y despidió humo al tiempo que los misiles restantes lo hacían tambalear. Dos rápidos pasos sacaron al drow de la mira del lich, y Jarlaxle se tiró de cabeza y rodó a un costado de la habitación.

Eso dejó a Entreri mirando a través de la puerta abierta al lich, consciente de que se había convertido en el blanco principal de la horrible criatura.

Pero Entreri no se hizo un costado. Sabía que no tenía a donde correr y así desechó el pensamiento que tenía fuera del alcance. Mirando fijamente al enemigo que se aproximaba, con su rostro lleno de determinación sin el más mínimo asomo de temor, el asesino levantó su mano enguantada y la dejó caer sobre la resplandeciente calavera.

El lich se paralizó tan abrupta y completamente como si se hubiera dado contra una pared sólida. Entreri no lo vio, sin embargo porque en el momento en que su guante come-magia cayó sobre la palpitante calavera, rayos de poder formaron un arco hacia el

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asesino. Los músculos de su brazo derecho se anudaron y retorcieron. Sus dientes se apretaron fuertemente sobre la punta de su lengua, y comenzaron a mascar incontrolablemente, escupiendo sangre con cada apertura, su cuerpo se tensaba y sacudía con cada espasmo poderoso mientras rayos rojos y azules de energía crepitaban y echaban chispas a través del guantelete.

“¡Agárralo rápido!” le imploró Jarlaxle.

El drow rodó de vuelta ante la vista del lich, quien permanecía rasgando y clavándole las garras al aire. Parches de oscuridad parecían sujetar a la criatura no muerta y comerla, compactándolo, disminuyéndolo.

“¡No puedes vencer el poder de Zhengyi!” gruñó el lich, las palabras perplejas y desiguales.

La risa de Jarlaxle fue interrumpida de golpe mientras miraba de vuelta la forma sacudida y convulsionada de Entreri, quien se estremecía al borde del desastre, como si estuviera pronto a ser arrojado por la habitación y a través de los muros de la torre. Sus ojos se hincharon extrañamente, como si fueran a saltárseles de las cuencas. Aún escupía sangre de su boca y le goteaba de sus oídos también, sus brazos se retorcían, los hombros desencajados, los músculos tensándose tanto que parecían como si simplemente fueran a desgarrarse.

Los gruñidos se le escaparon de la boca del asesino. Hizo una mueca, tenso y luchó con todas sus fuerzas y todo su poder de voluntad. Entre la resonancia de sus gruñidos llegó la palabra “No,” repetida frecuentemente.

Era un desafío. Era un combate.

Entreri lo aceptó.

Resistió.

Afuera en el pasillo, el lich gimió y arañó el aire vacío, y con cada momento que pasaba, parecía disminuir un poquito más.

La torre comenzó a tambalearse. Aparecieron rajaduras en las paredes y los pisos.

Jarlaxle corrió hacia su compañero pero se cuidó de no tocarlo.

“Resiste,” le imploró el drow.

Entreri rugió de rabia y se sujetó más fuerte aún. El humo comenzó a levantarse del guantelete.

La torre se tambaleó una vez más. Un trozo enorme cayó de una de las paredes, y los rayos del sol se asomaron.

Afuera en el pasillo, el lich gritó.

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“Ah, sí amigo mío, resiste,” susurró Jarlaxle.

La calavera se salió del libro, y fue agarrada rápidamente por el ardiente guante. Entreri se las arregló para dar vuelta la mano y mirarla tan solo por un momento.

Luego la torre se desplomó bajo él.

Entreri sintió una mano en su hombro. Miró a un costado.

Jarlaxle sonreía y se tocaba la punta del sombrero.

LEGADO DE INTRIGA

Para cuando había dejado la derrumbada torre, Jarlaxle ya había asegurado la gema mágica en forma de calavera en un lugar indetectable: un bolsillo extra-dimensional en uno de los botones de su chaleco diseñado para protegerlo de emanaciones mágicas. Aun así, el drow no confiaba de que el objeto permanecería indetectable, ya que en verdad latía con energía arcana.

A pesar de ello, lo llevó consigo- ya que dejar su familiar chaleco habría levantado sospechas-cuando fue al palacio-torre de Ilnezhara apenas colapsó la construcción de Zhengyi.

Encontró a su patrona descansando en una de sus muchas cómodas sillas , con sus pies arriba de un banquillo y mostrando sus bien formadas piernas a través de un tajo alto

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en su vestido de seda blanco que hacía que el material flotara hasta el suelo como una fantasmal extensión de su cremosa piel blanca de mujer.

Ella movió su largo y grueso cabello rubio al tiempo que Jarlaxle hacía su entrada, para que así enmarcara su hermoso rostro. Se asentó cubriéndole uno de sus azules ojos, añadiéndole un toque de misterio a su aura.

Jarlaxle comprendió que todo era una artimaña, por supuesto, una ilusión de magnífica belleza. Ya que la verdadera forma de Ilnezhara estaba cubierta por escamas de color cobre y portaba grandes cuernos y una boca llena de varias hileras de colmillos cada uno tan largo como el brazo del drow. Aunque, ilusión o no, Jarlaxle ciertamente apreció la belleza que se reclinaba frente a él.

″Era una construcción de Zhengyi,″ declaró ,no preguntó el dragón convertido en mujer

″En verdad, eso parecía ser,″ respondió el drow, sacándose su sombrero de ala ancha para descubrir su calva cabeza mientras hacía una profunda reverencia.

″Lo era,″ declaró Ilnezhara con toda certeza. ″Hemos rastreado su creación mientras estabas lejos.″

″¿Lejos? Querrás decir dentro de la torre. Me fui debido a tu insistencia, recuérdalo por favor.″

″No era una acusación, y tampoco nos apresuramos a enviarte a ti y a tu amigo a investigar. Mi hermana encontró más información casi por accidente y bastante inesperadamente. Aún así, no sabemos como fue facilitada esta construcción, pero ahora lo sabemos, por supuesto, que en verdad fue facilitada, y sabemos por quién.″

″Fue un libro, un enorme y antiguo tomo,″ replicó Jarlaxle.

Ilnezhara se inclinó hacia adelante en su silla pero contuvo. No podía negar el brillo de interés en sus azules ojos, por lo que el drow dejó que el anzuelo colgara en el aire. Se mantuvo calmado e inmóvil, dejando que pasara el momento de silencio y forzando el interés de Ilnezhara.

″Muéstralo entonces.″

″No puedo,″ admitió él. ″La torre fue construida por la magia del libro y controlada por el poder de un lich. Para derrotar a éste último, Artemis y yo tuvimos que destruir al primero. No había otra manera.″

Ilnezhara hizo una mueca de dolor. ″Eso es desafortunado,″ dijo ella. ″Un libro redactado por Zhengyi sería de lo más interesante ... y beneficioso.″

″La torre tenía que ser destruida. No había otra manera.″

″Si hubieras matado al lich, el efecto habría sido el mismo. La torre habría muerto, si no caído,pero no se habrían levantado más defensas en tu contra. Quizás mi hermana y

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yo podríamos haberte dado la torre a ti y a Entreri como una expresión de nuestra gratitud.″

A pesar de la vacía promesa, había más que una pizca de frustración en la voz de la dragona, notó Jarlaxle.

″¿Una tarea fácil?″replicó , dejando que su voz derramara sarcasmo.

Ilnezhara carraspeó, y movió su mano descartando el comentario y dijo, ″Era un mago menor de Heliogabalus, un tonto llamado Herminicle Duperdas.¿Puede un hombre con semejante nombre asustar al gran Jarlaxle? Quizás mi hermana y yo te sobrestimamos a ti y a tu amigo.″

Jarlaxle hizo otra reverencia. ″Un mago menor en vida, tal vez, pero un lich es un lich después de todo.″

De nuevo, la dragona carraspeó y puso sus azules ojos en blanco. ″Era un mediocre usuario de magia cuanto más- muchos de sus compañeros estudiantes los consideraban un novato. Incluso en su estado no muerto no puede haber demostrado ser demasiado formidable para el gusto de ustedes dos.″

″La torre misma lo estaba ayudando a defenderse.″

″No los enviamos a ustedes dos a destruir el lugar, sino para explorarla y saquearla,″ le regañó Ilnezhara. ″Nosotras bien podríamos haberla destruido por nuestra cuenta.″

″Ruego que lo hagan, la próxima vez.″

La dragona entrecerró sus ojos, recordándole a Jarlaxle que sería más sabio tener más cuidado.

″Si no nos beneficiamos con tus servicios, Jarlaxle, entonces no te necesitamos,″ le advirtió Ilnezhara. ″¿En verdad es ese el curso que deseas?″

Una tercera reverencia tuvo lugar, ″No, milady. No, claro que no.″

″Herminicle encontró el libro y lo subestimó,″ explicó Ilnezhara, aparentando haber puesto a un lado el desacuerdo. ″Él lo leyó, como lo haría usualmente todo necio y curioso hechicero, y lo consumió, tomando su magia y fuerza vital como propia. El libro lo ató a la torre al igual que la torre se ató a él. Cuando destruiste los lazos- el libro- robaste la fuerza compartida de ambos,enviando a la torre y al lich a la ruina.″

″¿Qué otra cosa podríamos haber hecho?″

″Si hubieras matado al lich, quizás la torre se hubiera derrumbado,″ le llegó otra voz femenina, una un poco más profunda, menos femenina y menos melodiosa que la de Ilnezhara. Jarlaxle no estaba realmente sorprendido de ver a Tazmikella salir caminando de detrás de una cortina en el fondo del enorme y desordenado salón. Pero aunque no lo quisieras, habrías destruido la fuerza que inicialmente le había dado vida

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y material. En cualquier caso, el daño habría pasado, pero el libro habría permanecido.¿No te lo ha dicho ya Ilnezhara?″

″Por favor, aprende esta lección y recuérdala bien,″ le instruyó Ilnezhara, y molestamente añadió, ″para la próxima vez.″

″¿Próxima vez?″ Jarlaxle no tuvo que fingir interés.

″La aparición de este libro nos confirma lo que ya sospechábamos,″ explicó Tazmikella. ″En algún lugar en los yermos de Vaasa, ha sido descubierto un tesoro del Rey Brujo. Los artefactos de Zhengyi están apareciendo por toda la región.″

″Ha pasado antes después de los años de su caída,″ siguió Ilnezhara. ″Cada tanto, uno de los calabozos personales del Rey Brujo es encontrado, una de sus celdas es abierta, o una tribu de monstruos es derrotada, tan solo para que los victoriosos se encuentren en medio de las armas,varitas y otros artefactos de las bestias y de las cuales las estúpidas criaturas no tenían conocimiento.″

″Sospechábamos que una de las bibliotecas de Zhengyi, quizás su única biblioteca, haya sido saqueada recientemente,″ añadió Tazmikella. ″Un par de libros sobre el arte de la necromancia- tomos verdaderos y no los típicos desvaríos de hechiceros completamente necios y que se creen importantes- fueron comprados en los Bajos Halfling no hace un mes.″

″Por ustedes, presumo,″ dijo Jarlaxle.

″Por nuestros agentes, por supuesto,″ confirmó Ilnezhara. ″Agentes que han sido más beneficiosos que Entreri y Jarlaxle hasta el momento.″

Jarlaxle rió ante el desaire e hizo una reverencia una vez más. ″Hubiéramos sabido que la destrucción del lich habría preservado el libro, entonces habríamos peleado contra la bestia mucho más ferozmente, se los aseguro. Perdonen nuestra inexperiencia. No hemos estado por mucho tiempo en esta tierra y las historias sobre el Rey Brujo son nuevas para nosotros todavía.″

″Sospecho que la inexperiencia, es uno de los defectos de Jarlaxle,″ dijo Tazmikella, y su tono le reveló al drow las sospechas de ella de que quizás él les estaba ocultando algo de su reciente aventura en la torre.

″Pero no teman, soy un rápido estudioso,″ replicó. ″Y me temo que yo- nosotros- no podemos repetir nuestros errores con esta torre si apareciera otra.″ Sostuvo en alto un guantelete, negro con puntadas rojas, y lo dio vuelta para mostrar un agujero en la palma. ″El precio de un artefacto al derrotar la magia del libro.″

″¿El guantelete que acompañaba la magnífica espada de Entreri?″ preguntó Tazmikella.

″Ay, aunque la espada no lo intimida con o sin él. De hecho, desde su encuentro con la sombra, creo firmemente que la espada se ha encaprichado con él. Aun así, nuestra

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excursión ha probado ser bastante costosa, ya que el guantelete tenía muchas otras utilidades valiosas.″

″¿y qué quieres que hagamos al respecto?″ preguntó Ilnezhara.

″¿Recompensarlo?″ se atrevió a preguntar el drow. ″Estamos debilitados sin el guantelete,no lo duden. Nuestras defensas contra los usuarios de la magia han sido enormemente vaciadas. Ciertamente que no puede ser beneficioso dadas nuestros deberes para con ustedes.″

Las hermanas se miraron una a la otra e intercambiaron sonrisas de complicidad.

″Si este tomo ha salido a la superficie, podemos esperar otros artefactos Zhengyinianos,″dijo Tazmikella.

″Que el tomo haya llegado tan al sur nos indica que alguien en Vaasa ha descubierto un tesoro con los artefactos de Zhengyi.″ añadió Ilnezhara. ″A tales objetos poderosos no les gusta permanecer dormidos. Encuentran un camino para resurgir, una y otra vez, para la ruina del mundo.″

″Interesante...″ comenzó el drow, pero Tazmikella lo cortó en seco.

″Mucho más de lo que comprendes,″ insistió ella. ″Reúne a tu amigo, Jarlaxle, por que el camino los espera- uno que todos podemos encontrar bastante lucrativo.″

No era un pedido sino una orden, y ya que las hermanas era, después de todo, dragonas, no era una orden que el drow pretendiera ignorar.

Notó algo más en el timbre de voz de las hermanas, sin embargo, que lo intrigó al menos tanto como el remanente en forma de calavera de la construcción Zhengyiana. Estaban aparentando entusiasmo, como su una gran aventura y ganancia potencial los esperaran a todos ellos, pero detrás de eso, Jarlaxle claramente escuchaba algo más.

Las dos enormes dragonas estaban asustadas.

En las remotas y frías tierras del norte de Vaasa, una segunda calavera, brillaba hambrienta. Sentía la caída de su pequeña hermana en Damara profundamente, pero no con el pavor de alguien que ha perdido a un miembro de la familia.

No, los acontecimientos lejanos eran el simple orden de las cosas. La otra calavera, era menor y débil.

De lo que se había llegado a enterar la lejana remanente de la devoción del Rey Brujo sobre todo lo demás era de que los poderes podían despertarse- que los poderes se despertarían. Demasiado tiempo había pasado en la memoria de los necios humanos y de aquellos otros que habían derrotado a Zhengyi.

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Ya estaban dispuestos a importunar su sabiduría y fuerza contra los artefactos de un ser mucho más grandioso que ellos, un ser más allá de su entendimiento. Sus arrogancias los llevaba a creer que podían alcanzar ese poder.

No entendían que el poder del Rey Brujo había venido de adentro, no de fuera, y que sus remanentes, ″la esencia de la magia dispersada,″ ″las partes que fluyeron de Zhengyi,″ en las canciones de los tontos e ingenuos bardos, a través del acto de la creación, los abrumarían y tomarían de ellos incluso cuando ellos trataran de sacar provecho de los esparcimientos de Zhengyi.

Esa era la verdadera promesa del Rey Brujo, la que había enviado a las dragonas volando a su lado.

La diminuta calavera solo encontró alivio. El libro que la contenía fue encontrado, las mentes se preguntaban sobre ella, pero los recuerdos eran breves. La pieza de esencia esparcida conocería la creación, el poder, la vida en la muerte.

Algún necio mortal se encargaría de ello.

La dragona gruñó sin sonido.

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CAPÍTULO 1

LA COMPAÑÍA

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Parissus, la mujer Impilturiana hizo una mueca mientras el enano de barba roja le pasaba un vendaje ajustado alrededor de su antebrazo herido.

″Mas vale que estés aquí para decirme que has decidido entregar el resto de nuestro tesoro,″ le dijo al soldado sentado en frente al otro lado del pequeño cuarto en donde el clérigo había establecido su capilla. Su apariencia, con anchos hombros y cabello rubio muy corto y despeinado, le añadía amenaza a sus palabras, y cualquiera que hubiera visto alguna vez a Parissus blandir su ancha espada hubiera dicho que la sensación de amenaza estaba en lo cierto.

El hombre, apuesto de manera tosca, con grueso cabello negro y barba, y con una piel bronceada por estar muchas horas afuera al sol, parecía bastante divertido por todo.

″No te sonrías, Davis Eng,″ dijo la compañera de la mujer, una semi elfa, mucho más menuda que Parissus. Ella estrechó su mirada y luego abrió sus ojos ferozmente- y de hecho, aquellos ojos habían provocado miedo en muchos enemigos. Celestes, casi grises,los ojos de Calihye habían sido la última imagen que muchos oponentes habían visto.¡Aquellos ojos! Tan intensos que hacía que muchos ignoraran la ardiente cicatriz sobre la mejilla derecha de la mujer, donde el garfio de un pirata la había atrapado y casi desgarrado el rostro, dejándole una áspera línea desde su mejilla hasta el borde de sus finos labios y hacia la mitad de su mentón.

Sus ojos parecían aun más sorprendentes por el contraste entre ellos y su largo cabello negro, y sus rasgos angulosos élficos del rostro que, de no haber sido por la cicatriz no podrían haber sido considerados sino hermosos.

Davis Eng se rió por lo bajo. ″¿Qué piensas, Practus?″ le preguntó al clérigo enano. ″Esa pequeña herida de ella ¿parece lo suficientemente fea como para haber sido hecha por un gigante?″

″¡Es la oreja de un gigante!″ le gruñó Parissus.

″Pequeña para ser de un gigante,″ le replicó Davis Eng, y rebuscó entre la bolsita de su cinto y sacó la oreja arrancada,sosteniéndola en lo alto ante sus ojos.

″Pequeña para ser de un ogro, diría, pero podrías persuadirme con una moneda a cambio del tesoro de un ogro.″

″O podría sacártelo cortando tu pellejo,″ le dijo Calihye.

″Con tus uñas, espero,″ le respondió el soldado, y el enano se rió.

Parissus lo palmeó en la cabeza,lo que por supuesto hizo que se riera más fuerte todavía.

″Todas las semanas es el mismo juego,″remarcó Practus, y a pesar de lo desabrida Calihye no pudo evitar reír por lo bajo ante eso.

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Ya que de hecho, cada semana cuando llegaba el momento de repartir los botines, Davis Eng, ella y Parissus jugaban su pequeño juego, discutiendo sobre el número de orejas- de goblins, orcos, bugbears, hobgoblins, y gigantes- que la exitosa dupla había despachado a las Puertas de Vaasa.

″Solo un juego ya que esa está pensada para embolsar un poco las monedas de Ellery,″dijo Calihye.

″Comandante Ellery,″ corrigió Davis Eng, y su voz tomó un tono serio.

″Esa, o no sabe contar,″ dijo Parissus, mientras gruñía de nuevo cuando Practus tiró del vendaje en su lugar. ″O no sabe la diferencia entre un ogro y un gigante. Sí, eso debe ser,supongo, ya que no ha puesto un pie fuera de Damara en años.″

″Tuve mis peleas,″ arguyó el hombre.

″¿En la Guerra del Rey Brujo?″ le respondió abruptamente. ″Eras un niño.″

″Vaasa no está ni cerca de ser tan indómita como lo era después de la caída del Rey Brujo,″ dijo Davis Eng.

″Cuando primero me uní al Ejército de Bloodstone, monstruos de todo tipo merodeaban por estas colinas. Si al Rey Gareth le hubiera parecido apropiado pagar un botín en aquellos primeros meses, a su tesoro se le habrían acabado las monedas, no lo duden.″

″¿Mataste algún gigante?″ le preguntó Calihye, y el hombre la miró.

″¿Estás seguro que no eran ogros? O goblins, siquiera?″

Eso hizo reír nuevamente a Practus.

″Bah, ese siempre es el problema en medir las cosas,″ agregó Parissus. ″Eso es lo que están diciendo en la Taberna Cabeza de Hierro y en Botas Embarradas y en Espadas Sangrientas. ¡Pero él no tiene consistencia, por que si está midiendo ahora como lo hacía entonces, de seguro que constataría que le hemos dado la oreja de un titán!″

Pratcus resollaba y se sacudía de la risa,y Parissus terminó con un chillido cuando inadvertidamente él le retorció el vendaje.

Calihye también se estaba riendo, y después de un momento, incluso Davis Eng se les unió. Nunca había podido resistirse ante esas dos,cuando había sido y hecho.

″Diré que es un gigante, entonces,″ se rindió. ″Un bebé gigante.″

″Nunca vi nada referido a la edad en la tabla de botines,″ dijo Calihye mientras Davis Eng comenzaba a contar las monedas.

″Una matanza es una matanza,″ concordó Davis Eng.

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″Te has estado interesante de manera particular en nuestras ganancias estas últimas semanas,″ dijo Calihye. ″¿Hay alguna razón?″

Practus comenzó a reírse, contándole en secreto a la mujer. Parissus lo alejó con una mano y lo miró hoscamente. ″¿Qué sabes?″

Pratcus miró a Davis Eng, quien estaba riéndose igualmente y asintió.

″Vuestro amigo ha estado con Athrogate,″ explicó el sacerdote enano y miró a Calihye. ″Estará de regreso en unas semanas, y no le agradará que todo el tiempo que haya pasado fuera sea invertido en contar el botín ganado por Calihye.″

La mirada que entrecruzaron entre Parissus y Calihye fue más una de preocupación que de orgullo. ¿Era ese honor realmente deseado, considerando la disposición de Athrogate y sus conocidas conexiones con la Ciudadela de los Asesinos?

″Y tu , Parissus, te estás acercando rápidamente al enano,″ agregó Davis Eng.

Davis Eng le arrojó una pequeña bolsa de plata a Calihye y dijo, ″ Él estará fumando y carraspeando y corriendo furioso cuando regrese. Hará estúpidas rimas sobre ustedes dos. Luego, saldrá y masacrará a la mitad de los monstruos en Vaasa,solo para ponerlas a ustedes dos en su lugar. Probablemente contrate carretas para transportar las orejas de vuelta.″

Ninguna de las mujeres sonrió siquiera.

″Ah, pero estas dos pueden pasarle por encima a Athrogate,″ dijo Pratcus.

Davis Eng se rió y también lo hizo Calihye y un momento después Parissus.¿Podría alguien caminar sobre Athrogate?

″Él tiene un fuego interno que nunca he visto algo parecido antes,″ admitió Calihye. ″Y nunca corre tan rápido como cuando hay cientos de enemigos parados delante de su camino.″

″Pero nosotras estamos allí, justo a su lado, y pretendo pasarlo también,″ dijo Parissus, permitiéndose desplegar su orgullo.″¡Cuando nuestros compañeros cazadores vean el tablero afuera de la Cabeza de Hierro, van a verlos nombres de Parissus y Calihye escritos allí en la punta!″

“Calihye y Parissus,” corrigió la semi elfa.

Davis Eng y Pratcus estallaron en carcajadas.

″Solo por que estamos siendo generosos con esta última matanza,″ dijo Davis Eng.

″¡Era un gigante!″ dijeron ambas mujeres al unísono.

″Después de eso,″ replicó el soldado. ″Estaban muertas antes de llegar al muro, si el Comandante Ellery no se hubiera apresurado. Eso solo debería negarles el botín.″

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″¡Eso lo dices tu solo, chistoso pendenciero!″le rugió Calihye en desafío.

″Derrotamos a los goblins limpiamente. Tu mismo compañero quería un poco de pelea para sí mismo. A él es a quien Ellery necesitó salvar.″

″Comandante Ellery,″ llegó el aviso desde la puerta, y las cuatro cabezas se volvieron para ver a la importante mujer en persona, entrar al cuarto.

Pratcus trató de parecer sobrio y decoroso, pero las risitas se le seguían escapando de la boca mientras se esforzaba por ajustar el vendaje de Parissus.

″Comandante Ellery,″,dijo con deferencia Calihye, y le ofreció una ligera reverencia de disculpas. ″Un título bien ganado, aunque todos los títulos no me salen fácilmente de los labios. Ruego me disculpe, Comandante Ellery, Dama Azotadragones.″

“Dada la ocasión, tu indiscreción no preocupa,” dijo Ellery, tratando de no sonrojarse ante el halago de usar su apellido, Azotadragones, un apellido de gran renombre a lo largo de las Tierras de Bloodstone. Técnicamente,el apellido de Ellery era Peidopare, aunque Azotadragones enseguida precedió ese nombre, y el uso de la semi elfa del apellido más prominente de la familia era uno de los mayores cumplidos que se le podía hacer a Ellery.

Ella era alta y delgada, pero no había ninguna fragilidad en su contextura, ya que había visto muchas batallas y había blandido su pesada hacha desde la niñez. Sus ojos eran grandes y de un azul brillante, su piel bronceada, pero aún así delicada, y con muchas pecas alrededor de la nariz. No le hacían mella a su belleza, sino más bien la exaltaban, añadiéndole un toque infantil a un rostro lleno de intensidad y poder.

“Quería agregar esto al botín.” Sacó una pequeña bolsa del cinto y se lo arrojó a Calihye. “Una recompensa extra del Ejército de Bloodstone por vuestro heroico trabajo.”

“Estábamos discutiendo si Athrogate estaría satisfecho cuando regresara,” explicó Davis Eng, y eso añadió una sonrisa burlona al rostro de Ellery.

“Espero que no tome la degradación de rango como segundo puesto al igual que Mariabronne aceptó el ascenso de Athrogate.”

“Con todo respeto a Athrogate,” remarcó Parissus, “Mariabronne el Explorador posee más habilidades Vaasanas que nosotros tres juntos.”

“Un punto difícil de discutir, aunque el guardabosques no acepta ningún botín ni ovaciones públicas,” dijo Davis Eng, y por la forma en que habló fue evidente que estaba haciendo una distinción entre Mariabronne el Explorador, un nombre legendario en toda Damara, y las dos mujeres.

“Mariabronne obtuvo tanto su nombre como su reputación en los primeros años que siguieron a la muerte de Zhengyi,” añadió Ellery. “Una vez el Rey Gareth lo tuvo en cuenta y lo nombró caballero, no tenía sentido para Mariabronne que continuara

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compitiendo por los botines de Vaasa. Quizás nuestras dos amigas aquí, y Athrogate encuentren honores similares pronto.”

“¿Athrogate convertido en caballero por el Rey Gareth?” dijo Davis Eng, y Practus, se bamboleaba con esfuerzo tratando de contener su risa ante la absurda imagen que esas palabras conjuraban que casi se cae de cabeza.

“Bueno, tal vez no ése,” concedió Ellery, para sorpresa de todos.

Algo no se sentía bien, no olía bien.

Su rostro mostraba el trabajo duro, las batallas de más de veinte años. Aunque todavía era apuesto, con sus rizos castaños sueltos y su desaliñada barba. Sus brillantes ojos marrones brillaban con el realce de la juventud más apropiados para un hombre la mitad de su edad, y esa sonrisa burlona de él era tanto autoritaria como picaresca, una sonrisa que podía derretir a una mujer y una que el guerrero nómada había sabido utilizar bien.

Había ascendido a través de los rangos del Ejército de Bloodstone en aquellos años durante la guerra con el Rey Brujo, y había seguido más allá incluso de aquellas distinciones sobre su liberación del servicio oficial al Rey Gareth después de la caída de Zhengyi.

Era llamado Mariabronne el Explorador, un nombre que casi todo hombre,mujer y niño en Damara conocía bien, y uno que provocaba un golpe de miedo y odio en los monstruos de Vaasa. Ya que la finalización de su servicio en el Ejército de Bloodstone había sido solo el principio del servicio de Mariabronne al Rey Gareth y a la gente de los dos estados respectivamente conocidos como las Tierras de Bloodstone. Atravesando los estrechos norteños del Paso de Bloodstone, el cual conectaba Vaasa y Damara a través de las imponentes Montañas Galena,Mariabronne había servido como incansable guardaespaldas de los trabajadores que habían construido la enorme Puerta de Vaasa. Más que nadie, incluso más que los hombres y mujeres que rodeaban al Rey Gareth mismo, Mariabronne el Explorador había trabajado para domar la salvaje Vaasa.

El progreso fue lento, tan lento, y Mariabronne dudaba si vería Vaasa realmente civilizada en su vida. Pero terminar el viaje no era el objetivo. No podía resolver todos los problemas del mundo, pero podía ayudar a sus compañeros a recorrer el camino que eventualmente llevaría a ello.

Pero algo olía mal. Una sensación en el aire, un sexto sentido, le decía al guardabosques que grandes pruebas pronto podrían estar por delante.

Debía haber sido la llamada de Wingham, se dio cuenta, ya que ¿había el semi-orco alguna vez solicitado a alguien a su lado antes? Todo lo relacionado con Wingham- el Raro Wingham, era llamado, y orgullosamente se llamaba a sí mismo- levantaba sospechas, por supuesto, del tipo curioso sino del malicioso. Pero, ¿qué podía ser? Se preguntaba Mariabronne ¿Qué sensación traía el viento, oscureciendo el cielo de Vaasa? ¿Qué presagio de malévolo portento había notado él inconscientemente por el rabillo del ojo?

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“Te estás volviendo viejo y tímido,” se reprendió.

Mariabronne hablaba consigo mismo a menudo, ya que Mariabronne estaba solo con frecuencia. No quería ningún compañero para su cacería o para su vida, a menos que fuera un arreglo temporario, un cuerpo tibio y suave, en una cama tibia y suave. Sus responsabilidades estaban más allá de sus deseos personales. Sus visiones y aspiraciones estaba enraizadas en la esperanza de toda una nación, no en los antojos de un solo hombre.

El guardabosques suspiró y cubrió sus ojos contra el sol naciente mientras miraba al este a través del pantanoso llano Vaasa. El verano había llegado a los yermos, aunque la brisa todavía cargaba una pizca de frío. Muchos de los monstruos más brutos, los gigantes y los ogros, habían migrado al norte cazando los rebaños de alces, y sin los enemigos más formidables rondando por ahí, las razas humanoides más pequeñas-orcos y goblins mayormente- permanecían fuera de vista, en las profundidades de las cuevas o arriba entre las rocas.

Mientras consideraba eso, Mariabronne dejó que su mirada se demorara hacia la izquierda, hacia el sur , y hacia la vasta muralla de la fortaleza conocida como la Puerta Vaasana.

Su enorme rastrillo estaba levantado pero el guardabosques podía ver los puntos oscuros de los aventureros desplazándose para comenzar la cacería matutina. Ya había conversaciones sobre construir más torreones fortificados al norte de la gran puerta, debido a que el número de monstruos allí estaba declinando y los cazadores de recompensas no podía seguir asegurándose sus monedas de plata y oro.

Todo iba como lo había planeado y deseado el Rey Gareth. Vaasa sería domesticada, milla por milla, y las dos naciones se fundirían como una sola entidad de Bloodstone.

Pero algo lo tenía a Mariabronne al borde. Un sentimiento le advertía en el fondo de su mente, que la oscuridad no había sido erradicada completamente de las tierras salvajes de Vaasa.

“Todo el por la llamada de Wingham,” decidió, y regresó a la hondonada cubierta y comenzó a recoger sus armas.

La Comandante Ellery paseaba por la cima de la gran muralla que fue la puerta Vaasana un breve tiempo después. Conocía escasamente a las dos mujeres, Calihye y Parissus, quienes habías ascendido hasta el momento tan rápido en el ranking de los cazadores de botines, y a decir verdad, Ellery no sentía aprecio por la pequeña, Calihye. El carácter de la semi elfa era tan rugosa como anterior rostro bonito, Ellery lo sabía. Aun así, Calihye podía combatir con los mejores guerreros en la puerta y beber con ellos también, y Ellery tenía que admitir, para ella misma al menos, que sentía un poco de regocijo al ver a una mujer obtener el rango más alto en la cuenta de los botines.

Todos ellos se habían estado riendo de la reacción de Athrogate, pero Ellery entendía que no era una broma. Ella conocía bien al enano,aunque pocos entendían que los dos

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habían forjado un compañerismo de beneficio mutuo, y ella comprendía que el enano,lo que sea que pudiera indicar su continua risotada, no se tomaba a bien el ser sobrepasado.

Pero todos distinguían a Calihye, y pronto a Parissus, pensó la sobrina de Gareth Azotadragones. Sin importar como se sintiera ella al respecto- y en verdad, la grandota era un poco tosca para el gusto de Ellery, también- ella, Athrogate y cualquier otro en la Puerta Vaasana tenían que admitir sus proezas.

Calihye y Parissus eran buenas peleadoras y mejores cazadoras. Los ataques de los monstruos habían decaído abruptamente alrededor de la Puerta de Vaasa, pero esas dos siempre se las arreglaban para encontrar goblins u orcos para masacrar. Era raro el día en que Calihye y Parissus dejaban la fortificación para regresar sin una bolsa llena de orejas.

Y sí, le caía bien a Ellery que un par de mujeres, entre las pocas en la Puerta de Vaasa, hubieran logrado tanto. Ellery sabía bien por experiencia personal cuan difícil era para una mujer, incluso una enana, escalar posiciones en los rangos patriarcales de la clase guerrera, ya fuera informalmente como una cazadora de recompensas o formalmente en el Ejército de Bloodstone. Ella se había ganado el rango de Comandante con una pelea y una discusión de por vez. Había batallado por cada promoción y cada tarea difícil. Se había ganado su grandiosa hacha de la mano de un ogro que la blandía y se había ganado la pluma en su grandioso casco por medio de hazañas y sólo hazañas.

Pero siempre estaban esas voces, susurros al borde de su consciencia, gente insistiendo por lo bajo que la herencia de la mujer, vanagloriarse de ambos nombres el de Tranth y particularmente el de Azotadragones, servía como explicación de su ascenso.

Ellery se movió hacia el borde norte de la gran muralla, plantó sus manos sobre la barandilla de piedra y miró las yermas tierras de Vaasa. Sirvió bajo el mando de muchos hombres en el Ejército de Bloodstone que ni siquiera habían visto la mitad de las batallas que ella había iniciado y ganado. Sirvió bajo el mando de muchos hombres en el Ejército de Bloodstone que no sabían como liderar una patrulla, o establecer una vigilancia apropiada y hacer un perímetro alrededor de un acantonamiento nocturno. Sirvió bajo el mando de muchos hombres en el Ejército de Bloodstone cuyas tropas se quedaban sin suministros regularmente, todo por un mal planeamiento.

A pesar de ello, las voces dudosas todavía permanecían, susurrando en su cabeza y golpeando su corazón.

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CAPITULO 2

MIRANDO EN EL ESPEJO

“Eres un arma de desproporción,” susurró Artemis Entreri. Sentado al borde de la cama en el pequeño aposento, mirando fijamente a través del cuarto a su arma distintiva, la daga enjoyada. Colgaba en la pared a un centímetro del alto espejo, atascada rápidamente por un lanzamiento hecho de frustración apenas unos minutos antes.

Su empuñadura había dejado de oscilar,pero la forma en que la luz de la vela jugaba sobre el rojo granate cerca de la base del pomo la hacía parecer como si el arma aún se estuviera moviendo, o como si estuviera viva.

No te satisface herir, pensó Entreri, o ni siquiera matar.

No, eso no es suficiente.

La daga le había servido bien a Entreri por más de dos décadas. Se había hecho un nombre en las duras calles de Calimport, desgarrando y escarbando desde sus primeros días como un mero muchacho contra aparentemente insuperables obstáculos. Había estado rodeado por asesinos toda su vida y los había abatido en su propio juego. La daga enjoyada colgada en la pared había jugado una gran parte en ello. Entreri la podía usar para hacer más que herir o matar; podía usar sus propiedades vampíricas para robar la fuerza vital de una víctima.

Pero más allá de la mesura, pensó él. Tienes que tomar todo de tus víctimas- sus vidas, sus mismas almas. ¿Cómo será , ese vacío que traes? Entreri bufó suavemente y desvalidamente ante la última pregunta obvia. Se removió un poco en la cama , colocándose de manera tal que pudiera ver su reflejo en el alto y ornamentado espejo.

Cuando primero se había despertado, enarbolando la daga en su mano para dejarla volar, le había apuntado al espejo, pensando destrozar el vidrioso recordatorio. Sólo en el último segundo había cambiado la dirección de su objetivo, colocando la daga en la pared en cambio.

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Entreri odiaba el espejo. Era el premio de Jarlaxle, no el suyo. El drow se pasaba demasiado tiempo parado en frente del espejo, admirándose a sí mismo, acomodándose el sombrero para que l ancha ala del mismo quedara en el ángulo justo con sus cejas. Todo era una pose para ese, y nadie apreciaba la belleza de Jarlaxle más que Jarlaxle mismo. Tiraría la capa hacia atrás por encima del hombro y luego simplemente se voltearía, daría vuelta la capa y se pondría en una pose exactamente opuesta a la anterior. Igualmente movería el parche del ojo derecho al izquierdo, y luego al revés, coordinándolo con la capa. No se le escapaba el más mínimo detalle de su apariencia al astuto ojo de Jarlaxle.

Pero cuando Artemis Entreri miraba en el espejo, se encontraba enfrentado con una imagen que no le gustaba. No aparentaba ni de cerca sus más de cuatro décadas de vida. En forma y acicalado, con músculos finamente modelados y la agilidad enjuta de un hombre de la mitad de su edad, pocos que lo miraran a Entreri pensarían que pasaba los treinta.

Ante la insistencia de Jarlaxle y constante acoso, mantenía su negro cabello pulcramente recortado y partido de izquierda a derecha, y su rostro casi siempre estaba afeitado excepto por el pequeño bigote que había dejado crecer.

Usaba ropas de seda, finamente cortadas y ajustadas- Jarlaxle no permitiría otra cosa.

Sin embargo, había una sola cosa respecto de la apariencia de Entreri, que el meticulosos y quisquilloso drow no podía remediar, y mientras consideraba el tono de su piel, de una cualidad grisácea que lo hacía sentir como si estuviera siendo exhibido en un ataúd, la mirada de Entreri inevitablemente se deslizó de vuelta hacia esa daga enjoyada.

El arma le había hecho eso a él, había tomado la esencia de la vida de un humanoide extra-dimensional conocido como una sombra y la había atraído hacia la forma humana de Entreri.

“Nunca es suficiente para ti simplemente matar,no?” preguntó Entreri en voz alta, y su mirada alternó entre la sentencia de la daga a su imagen en el espejo y viceversa.

“Al contrario,” le llegó una suave y lírica voz del costado. “Me enorgullezco solo cuando es necesario, y usualmente encuentro eso más que suficiente para saciar cualquier sentimiento que me haya incitado al hecho en primer lugar.”

Entreri volteó su cabeza para ver entrar a Jarlaxle en el cuarto, con sus altas botas de cuero entrechocando ruidosamente contra el suelo de madera. Un momento antes, esas botas no susurraban sonido alguno, lo sabía Entreri, ya que Jarlaxle podía silenciarlas o amplificarlas con un simple pensamiento.

“luces desaliñado,” remarcó el drow. Se acercó al tocador de oscura madera y sacó una de las camisas blancas de Entreri, luego se la arrojó al asesino sentado.

“Me acabo de despertar.”

“Ah, la tigresa que te traje anoche te agotó hasta el cansancio.”

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“O me aburrió hasta que me dormí.”

“Me preocupas.”

Si supieras con cuanta frecuencia el pensamiento de matarte entró por mi mente, pensó Entreri, pero se detuvo al tiempo que una sonrisa burlona de conocimiento se ensanchaba en el rostro de Jarlaxle. Jarlaxle estaba adivinando sus pensamientos, lo sabía, si no leyéndolos en detalle con algún medio mágico.

“¿Dónde está la muchacha pelirroja?”

Entreri miró alrededor de la pequeña habitación y se encogió de hombros. “Sospecho que se fue.”

“Incluso con el sueño nublándote los ojos, sigues siendo el perceptivo.”

Entreri suspiró y miró de reojo su daga, y su reflejo, las dos imágenes juntas provocándole sentimientos similares. Metió su rostro entre las manos y se restregó sus legañosos ojos.

Levantó su cabeza al sonido de un traqueteo para observar a Jarlaxle usar el pomo de su daga para clavar un adorno en la jamba encima de la puerta.

“Un regalo de Ilnezhara,” explicó el drow, retrocediendo y poniendo sus manos a un lado para revelar el amuleto del tamaño de su palma: una estatuilla de un dragón plateado, encabritándose, con las alas y mandíbulas desplegadas.

Entreri no estaba sorprendido. Ilnezhara y su hermana Tazmikella se habían convertido en sus benefactoras, o sus empleadoras, o sus compañeras, o lo que fuera que Ilnezhara y Tazmikella querían, o eso parecía.

Las hermanas mantenían cada triunfo en la relación porque, después de todo, eran dragonas.

Siempre dragonas últimamente.

Entreri nunca había posado sus ojos sobre un dragón hasta que conoció a Jarlaxle. Desde ese tiempo, había visto demasiado a las bestias.

“Rayo del azul,” le susurró Jarlaxle a la estatuilla, y los ojos de la figura llamearon con una intensa, gélida luz azul por un momento y luego palideció.

“¿Qué acabas de hacer?”

Jarlaxle se volvió para mirar a Entreri, su sonrisa radiante. “Digamos que bastará con atravesar esa puerta son identificar primero el tipo de dragón.”

“¿Azul?”

“Por ahora”, lo molestó el drow.

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“¿Cómo sabes que no lo cambiaré cuando salgas?” preguntó Entreri determinado a darle vuelta a la tortilla al atrevido elfo oscuro.

Jarlaxle le dio unos golpecitos al parche del ojo. “Porque puedo ver a través de las puertas,” explicó. “Y los ojos siempre lo delataran.” Su sonrisa desapareció y miró alrededor por el cuarto una vez más. “¿Estás seguro de que la tigresa se ha ido?” preguntó.

“O se ha vuelto muy, muy pequeña.”

Jarlaxle lo miró a Entreri con una expresión agria. “¿Está bajo tu cama?”

“Tu eres el que usa el parche en el ojo. Tan solo mira a través de la cama.”

“ah, me lastimas otra vez,” dijo el drow. “Dime, amigo mío, si espiara tu pecho, ¿vería nada más que una cavidad en donde debiera estar tu corazón?”

Entreri se levantó y se puso la camisa. “Infórmame si ese es el caso,” dijo caminando hacia la pared para sacar su daga. “así podría arrancarle el corazón a Jarlaxle para que me sirviera de reemplazo.”

“Demasiado grande para el gusto de Entreri me temo.”

Entreri comenzó a responder pero se dio cuenta que no estaba de ánimo para ello.

″Hay una caravana que sale en dos días,″ le informó Jarlaxle.

″Puede que no solo encontremos pasajes al norte sino que además juntemos algún empleo remunerado en el proceso. Verás, están necesitando guardias.″

Entreri lo consideró a él cuidadosamente y curiosamente, no sabiendo exactamente que hacer con la súbita, continua promoción de viajar a las Puertas de Damara, las dos masivas murallas que bloqueaban cualquier entrada al Paso de Bloodstone a través de las Montañas Galena hacia las tierras salvajes de la vecina Vaasa. Esta campaña por una aventura norteña había comenzado enseguida después de que el dúo había sido casi asesinado en su última escapada, y esa batalla en la extraña torre todavía lo tenía conmocionado a Entreri.

″Nuestra bona, mi amigo,″ dijo el drow, y el rostro de Entreri se torció más aún por la curiosidad.

″Muchos héroes se están haciendo un nombre en Vaasa,″ le explicó Jarlaxle. ″Las oportunidades para la fortuna, la fama, y la reputación raramente son tan buenas.″

″Pensé que nuestro objetivo hacernos na reputación en las calles de Heliogabalus″ replicó Entreri,″entre potenciales empleadores.″

″Y actuales empleadores,″ concordó Jarlaxle. ″Y así lo haremos. Pero piensa en cuantos servicios y ganancias podríamos lograr con una reputación heroica. Nos elevaré de la sospecha, y quizás aislaré del castigo si nos atrapan en una acción indiscreta. Unos

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cuantos meses en las Puertas de Vaasa elevarán nuestra reputación más de lo que unos cuantos años harían en Heliogabalus.″

Los ojos de Entreri se entrecerraron. Tiene que haber algo más que esto, pensó.

Ellos habían estado en Damara por varios meses, y se habían enterado de las ″oportunidades″ para héroes en las tierras salvajes de Vaasa desde el comienzo- ¿cómo no haberlo sabido cuando en cada taberna y mitad de las esquinas de la ciudad de Heliogabalus estaban empapeladas con esos anuncios? Y a pesar de eso,sólo recientemente, solo después del casi desastre en la torre, Jarlaxle había tenido la idea de viajar al norte,algo que Entreri encontraba bastante poco peculiar. El trabajo en Vaasa era difícil, y los lujos inexistentes, y Entreri sabía demasiado bien que Jarlaxle apreciaba los lujos sobre todo lo demás.

″Entonces,?qué te ha dicho Ilnezhara sobre Vaasa que te ha intrigado tanto?″ preguntó Entreri.

La sonrisa de Jarlaxle vino en la forma de una sonrisa torcida, una que no negaba las sospechas de Entreri.

″¿Sabes de la guerra?″ preguntó el drow.

″Poco,″ admitió Entreri. ″He oído de la gloria del Rey Gareth Azotadragones. ¿Quién no, en la ciudad que le sirve de relicario para el hombre y sus compañeros héroes?″

″Ellos en verdad combatieron con Zhengyi, el Rey Brujo,″ explicó el drow, ″un lich de tremendo poder.″

″Y con andanadas de dragones,″ le cortó Entreri, sonando bastante aburrido. ″Sí, sí ya lo he escuchado todo.″

″Muchos de los tesoros de Zhengyi han sido descubiertos, solicitados y traídos a Damara,″dijo Jarlaxle. ″Pero lo que han encontrado es una pitanza. Zhengyi poseía artefactos,y una horda de tesoros suficientes como para que una andanada de dragones respondieran a su llamado. Y era un lich. Sabía el secreto.″

″¿Y tú mantienes tales aspiraciones?″ Entreri no ocultó el disgusto en su voz.

Jarlaxle se mofó de tal idea. ″Yo soy un drow. Viviré por muchos siglos más, aunque los siglos han nacido y muerto durante mi vida. En Menzoberranzan hay un lich de gran poder.″

″Lo sé, el Lichdrow Dyrr,″ le recordó Entreri.

″La criatura más vil en la ciudad, de lejos. Traté con él en una ocasión, lo suficiente para saber que prácticamente todos sus esfuerzos están dedicados a perpetuar su existencia. Ha comprado la eternidad para sí mismo así que tiene miedo de perderla. Es una existencia retorcida, tan fría como su piel, y un estado solitario de ser que sabe que no le gusta la compañía. ¿Cuántas barreras tiene que tejer para sentirse seguro,cuando

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ha llegado al punto donde puede llegar a perder demasiado como para comprenderlo? No, el ser un lich no es algo a lo que aspire, te lo aseguro.″

″Tampoco yo.″

″¿Pero te das cuenta del poder que obtendrías al poseer el conocimiento de Zhengyi?″ preguntó el drow. ″¿sabes cuán grande sería el precio que pagarían los envejecidos reyes, temiendo su inevitable muerte?″

Entreri simplemente miró fijamente al drow.

″¿Y quién puede decir que otras maravillas poseía Zhengyi?″ prosiguió Jarlaxle. ″¿Hay arcas llenas de poderosos amuletos mágicos o montículos de gemas del tamaño de un dragón? ¿tenía el Rey Brujo armas que empequeñecerían el poder de propia Garra de Charon?″

″¿No hay otro propósito en tu vida más allá del acto de adquirir?″

Eso puso pies en tierra a Jarlaxle- uno de las pocas veces que Entreri lo había visto temporalmente estremecido. Pero por supuesto, eso pasó rápidamente.

″Si lo es, entonces parece que es el propósito de mi vida y la tuya,″ le retrucó finalmente el drow. ″¿Acaso no cruzaste la faz de Faerun para cazar a Regis y el pendiente de rubí del Bajá Pook?″

″Era un trabajo″

″Uno que podrías haber rechazado.″

″Disfruté la aventura.″

″Entonces vayámonos,″ dijo el drow, moviendo su brazo de manera exagerada señalando la puerta. ″¡La aventura espera! Experiencias más allá de cualquier cosa que hayamos conocido. ¿Cómo puedes resistirte?″

″Vaasa es una tundra vacía y congelada durante la mayoría del año y un pozo fangoso el resto.″

″¿Y debajo de esa tundra?″ lo acosó el drow. ″Hay tesoros allá fuera más allá de nuestros sueños.″

″Y hay cientos de aventureros buscando esos tesoros.″

″Por supuesto,″ concedió el drow, ″pero ninguno de ellos sabe buscarlos como yo.″

″Podría tomar eso de dos formas.″

Jarlaxle puso una mano sobre su cadera, se volteó ligeramente e hizo una pose. ″Y estarías en lo cierto en ambos cálculos,″ le aseguró a su amigo. El drow buscó en la bolsa de su cinto y extrajo una tortita de pan de maíz artísticamente decorada con una

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cubierta dulce blanca y rosada. La sostuvo delante de sus ojos, una gran sonrisa maliciosa ensanchándose en su rostro. ″También se como encontrar, y retener tesoros,″ dijo, y le arrojó la confitura a Entreri con la explicación, ″Un presente de Piter.″

Entreri miró la torta, aunque no estaba de humor para confituras o ninguna comida.

″Piter,″ susurró.

Sabía que el hombre en sí era el tesoro al que Jarlaxle se estaba refiriendo y no la torta. Entreri y Jarlaxle habían liberado al gordo cocinero,Piter McRuggle, de una banda de ineptos forajidos, y Jarlaxle consecuentemente lo había establecido al hombre y su familia en un lindo negocio en Heliogabalus. El drow reconocía el talento cuando lo veía, y con Piter no había dudas. La panadería estaba haciendo maravillosos negocios, llenando los bolsillos de Jarlaxle con monedas extras y llenando sus apuntes con información.

Se le ocurrió a Artemis Entreri que él, también, podía caer en la categoría de Jarlaxle de tesoros encontrados y retenidos. Era bastante obvio cual de los dos llevaba el liderazgo y quien estaba siguiendo.

″Ahora, ¿he mencionado ya que hay una caravana que sale en dos días?″remarcó Jarlaxle con esa sonrisa irresistible de él. Entreri comenzó a responder pero las palabras murieron en su garganta.

¿Cuál era el propósito?

Dos días después, él y Jarlaxle cabalgaban sobre fornidos ponis, protegiendo el flanco izquierdo de una caravana de seis carretas que se abría camino fuera de la puerta norte de Heliogabalus.

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CAPITULO 3

VIDA EN FUGA

Entreri se arrastró fuera de la tienda, se puso de pie y se estiró lentamente hasta sus limites. Se retorció mientras se estiraba lo más alto hasta que una súbita punzada en la parte baja de la espalada le recordó su edad. El duro suelo no le servía mucho como cama.

Finalizó su desperezamiento restregándose los ojos y luego miró alrededor a la planicie llena de tiendas establecidas entre las monumentales murallas de montañas al este y oeste. Justo al norte del campamento de Entreri se vislumbraban las piedras grisáceas y el acero de las Puertas Vaasanas, la de más al norte de las dos grandes murallas de la fortaleza que sellaba el Valle de Bloodstone al norte y al sur. La Puerta Vaasana finalmente había sido terminada, si tal trabajo viviente podía ser considerado como terminado, con fortalezas en los extremos oriental y occidental de la estructura

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principal establecida en las laderas de las Montañas Galena, la puerta servía como última barrera entre Entreri y las salvajes tierras de Vaasa.

Él y Jarlaxle habían acompañado a la caravana a través de la más grande de las dos puertas, la Puerta de Damara, la cual estaba bajo construcción en el sur todavía. Habían conducido las carretas durante otro día, moviéndose hacia el noroeste bajo la sombra de la ladera de la montaña,hacia la Aldea de Bloodstone, hogar del Rey Gareth- aunque el monarca estaba bajo presión de mover su asentamiento de poder a la ciudad más grande del reino,Heliogabalus.

No queriendo permanecer en el más lícito de los lugares,el dúo rápidamente había partido , moviéndose nuevamente hacia el norte, una jornada de una docena de millas los había llevado a un área amplia, relativamente llana que reunía aventureros los cuales la habían bautizado como el Plano de la Fuga. Un título adecuado, pensó Entreri, ya que se rumoreaba que el nombre en sí del Plano de la Fuga era un estado extra dimensional del limbo para las almas que partían recientemente, la región en donde se congregaban lo muertos recientes antes de su viaje final al paraíso o al Tormento. El lugar entre los cielos y los infiernos.

La ciudad de campaña no era menos que una encrucijada, ya que al sur yacía Damara- en paz, unida y próspera bajo el liderazgo del Rey Paladín- mientras que al norte más allá de la muralla estaba la tierra de salvajes aventuras y batallas desesperadas.

Y por supuesto, él y Jarlaxle se estaban dirigiendo al norte.

Todo tipo de rufianes habitaban la ciudad de campaña, el tipo de gente que Entreri conocía bien desde sus días en las calles de Calimport. Aspirantes a héroes, todos los hombres y unas pocas mujeres que harían cualquier cosa para ganarse un nombre por ellos mismos. ¿Cuántas veces se había aventurado el joven Entreri con semejante gente? Y más a menudo que no, el viaje había terminado con un conflicto entre los miembros de la banda. Mientras consideraba eso, la mano de Entreri instintivamente iba hacia su daga enfundada en su cadera. Sabía bien que no debía confiar en la gente ambiciosa.

El aroma a carne cocinándose permeaba el aire matutino colmado de rocío. Marcas de fogatas para el desayuno se esparcían por el campo, y el siseo como de lagartijas de los cuchillos siendo afilados rompía el canto de las aves que merodeaban por allí.

Entreri divisó a Jarlaxle en una de las fogatas para el desayuno a una docena de metros en un costado. El drow permanecía en medio de varios personajes de aspecto rudo: un par de hombres que lucían

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como si pudieran ser hermanos- o padre e hijo posiblemente- ya que uno tenía el pelo más gris que negro- un enano con la barba partida al medio, y una mujer semi elfa que llevaba su dorado cabello trenzado en una cola en la espalda.

Entreri podía decir por la postura de ellos que los cuatro no estaban excesivamente confiados con la inesperada presencia de un elfo oscuro. La posición de sus brazos, sus hombros ligeramente torneados, mostraban de una que estaban preparados para una veloz reacción defensiva si el drow realizaba algún movimiento inesperado.

A pesar de eso, parecía como si el encantador Jarlaxle estuviera echando abajo esas defensas. Entreri observaba como el elfo oscuro realizaba una cortés reverencia, sacándose su enorme sombrero y barría el suelo con él. Cada uno de sus movimientos mostraba una postura inofensiva, manteniendo sus manos a la vista en todo momento.

Unos instantes después, Entreri solo podía reírse por lo bajo mientras aquellos que rodeaban a Jarlaxle comenzaban a reírse presumiblemente de un chiste que hubiera contado el drow. Entreri observaba, su expresión atrapada en algún lugar entre envidia y admiración, mientras la semi elfa comenzaba a inclinarse hacia Jarlaxle, su postura revelando claramente su creciente interés por él. Jarlaxle se acercó al enano y manipuló su mano para hacer parecer como si su mano justo hubiera sacado una moneda de la diminuta oreja del compañero. Eso trajo un momento de confusión en el que los cuatro espectadores instintivamente se llevaron una mano a sus respectivas bolsas en los cintos, pero fue rápidamente reemplazado por unas sonoras carcajadas, con el hombre más joven palmeando al enano en la nuca.

La alegría y la atención de Entreri fueron robadas cuando un estruendo de pezuñas volvió la atención de todos ellos al norte.

Un pequeño pero poderoso caballo negro cargaba entre las tiendas, con armaduras plateadas en sus flancos y el pecho. Su jinete estaba igualmente armado con brillantes láminas plateadas, decoradas con suaves grabados y delicados diseños.

El caballero llevaba un gran yelmo,con la punta chata y emplumado con un penacho rojo del lado izquierdo. Al tiempo que el caballo pasaba por la posición de Entreri, notó un hacha de guerra bien adornada a un costado de la gruesa y fornida silla de montar.

El caballo se deslizó hasta detenerse justo en frente de Jarlaxle y sus cuatro compañeros,y en el mismo fluido movimiento el jinete se desplazó hasta pararse cara a cara con el drow. Entreri se apresuró a acercarse, esperando problemas.

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Se preguntaba si el recién llegado, alto pero delgado, tendría algo de sangre élfica pero cuando se sacó el yelmo y un dejó al descubierto una larga y gruesa melena de un rojo furioso, cayendo por la espalda, Entreri se dio cuenta de la verdad de ello.

Retomó su paso apresurado y se acercó lo suficiente como para escuchar y a su vez para ver mejor su rostro, y lo que vio, ciertamente lo intrigó. Pecosa y con hoyuelos, el aspecto del caballero chocaba con su vestimenta, ya que no parecía el traje de un guerrero. Por la forma en que se paraba, y la forma en que había cabalgado y desmontado tan graciosamente a pesar de su pesada armadura, Entreri podía ver que ella estaba curtida y era resistente- cuando tenía que serlo, se dio cuenta.

Pero esas características también le dijeron que había otro lado de ella, uno al que le gustaría explorar. El asesino se detuvo de golpe y consideró sus propios pensamientos,sorprendido por su interés.

″Entonces los rumores son ciertos,″ dijo la mujer, y él estaba lo suficientemente cerca para escuchar. ″Un elfo drow.″

″Mi reputación me precede,″ dijo Jarlaxle. Una desarmadora sonrisa resplandeció en su rostro e hizo otra de sus reverencias patentadas. ″Jarlaxle, a vuestro servicio, milady.″

″¿Tu reputación?″ se mofó la mujer. ″No, elfo de piel oscura. Cientos de susurros hablan de ti, rumores de las miserables hazañas que podemos esperar de ti, ciertamente, pero nada de tu reputación.″

″Ya veo.¿Y así es que has venido a verificar esa reputación?″

″Para atestiguar de un elfo oscuro en nuestra medio,″ replicó la mujer. ″Nunca he visto una criatura semejante a ti.″

″¿Y cuento con tu aprobación?″

La mujer entrecerró los ojos y comenzó a caminar en círculos alrededor del drow.

″Tu raza evoca imágenes de ferocidad, y sin embargo pareces una cosa frágil. Me dicen que debería estar precavida- incluso aterrorizada- y en cambio me encuentro menos que impresionada por tu estatura y tu difícilmente imponente postura.″

″Ay, pero vigila sus manos,″ se entrometió el enano. ″Es uno de los hábiles, con esos sus finos dedos, no lo dudes.″

″¿Un arrebatador de bolsas?″ preguntó ella.

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″Señora, me insultas.″

″Pregunto sobre ti y espero una respuesta honesta,″ le rebatió, con un temblor de furia deslizándose en el fondo de su sólida pero melodiosa voz. ″Muchos en la Fuga son conocidos arrebatadores que han venido aquí por edictos de la corte, para trabajar en las salvajes tierras de Vaasa y redimirse de sus pecados de dedos ligeros.″

″Pero yo soy un drow,″ replicó Jarlaxle. ″¿Crees que haya suficientes monstruos en toda Vaasa como para que permitan redimir la reputación de mi herencia?″

″Nada me importa de tu herencia.″

″Entonces no soy más que una curiosidad. Ah, pero nuevamente me has herido.″

″Un sentimiento al que muy bien tendrías que acostumbrarte. Todavía no has respondido mi pregunta.″

Jarlaxle inclinó su cabeza y sonrió astutamente.

″¿Sabes quién soy?″ preguntó la mujer.

″Por la manera en que lo preguntas me hace creer que debería saberlo.″

La mujer pasó su mirada del drow a la mujer elfa.

″Comandante Ellery, del Ejército de Bloodstone, de la Puerta de Vaasa,″ recitó la elfa sin pausa.

″Mi nombre completo.″

La elfa tartamudeó y pareció perdida.

″Soy la Comandante Ellery Tranth Dopray Kierney Azotadragones Peidopare,″ dijo la mujer, con un tono incluso más arrogante que antes.

″Clasificar tus posesiones deber ser toda una tarea,″ dijo el drow secamente, pero la mujer lo ignoró.

″Proclamo al Barón Tranth como mi tío; la Dama Christine Azotadragones, Reina de Damara como mi prima; y el Rey Gareth Azotadragones mismo como primo segundo,una vez removido.″

″¿La Dama Christine y el Rey Gareth?″

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La mujer elevó los hombros y la mandíbula.

″Primos en direcciones opuestas , esperaría yo,″ dijo Jarlaxle.

Eso atrajo una mirada menos arrogante y más curiosa.

″Detestaría pensar que el futuro príncipe o princesa de Damara llevara en sus hombros una segunda cabeza o seis dedos en cada mano, después de todo,″ explicó el drow, y la mirada de curiosidad se tornó tenebrosa.″Ah, pero las vueltas de la realeza.″

″¿Te burlas del hombre que persiguió al Señor demonio Orcus a través de los planos de la existencia?″

″¿Burlarme de él?″ preguntó Jarlaxle, llevándose una mano al pecho y mirando como si hubiera sido abofeteado inesperadamente. ″Nada podría estar más lejos de la verdad, mi buena Comandante Ellery. Expreso alivio ya que mientras que afirmas relaciones de sangre con ambos, sus propios lazos no son tan cercanos. ¿Lo ves?″

Ella endureció su mirada. ″Averiguaré sobre vuestra reputación,″ le prometió.

″Desearás entonces incluir a D’aerthe en tu colección de nombres, te lo aseguro,″ replicó el drow.

″¿Jarlaxle D’aerthe?″

″A vuestro servicio,″ dijo él, haciendo una barrida nuevamente con su reverencia.

″Y serás vigilado de cerca, drow,″ prosiguió la Comandante Ellery. ″Si vuestros dedos se tornan demasiado astutos, o tus hábitos muy desorganizados, sabrás del peso de la justicia de Bloodstone.″

″Como desees,″ concedió Jarlaxle.

Al tiempo que Ellery daba media vuelta para marcharse, hizo otra reverencia más. Se las arregló para echarle una mirada e Entreri mientras lo hacía, ofreciéndole un rápido guiño y una fugaz sonrisa.

″Los dejo con su comida,″ le dijo Ellery a los otros cuatro, volviendo a montar su silla. ″Elijan sabiamente la compañía que mantienen cuando se aventuren en Vaasa. Ya demasiados yacen muertos en la yerma tundra, y demasiados yacen muertos porque no se rodearon de compañeros confiables.″

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″Haré buen caso de tus palabras,″ Jarlaxle fue ligero al contestar, aunque no habían sido dirigidas a él. ″Ya me estaba poniendo un poco receloso del pequeño,de todas formas.″

″¡Hey!″ dijo el enano, y Jarlaxle le ofreció una de sus desarmadoras sonrisas.

Entreri dejó de prestarle atención al grupo de los cinco para observar a la mujer alejarse cabalgando, notando más que nada todas las reacciones de respeto hacia ella mientras pasaba.

″Es formidable,″ dijo él cuando Jarlaxle apareció a su lado un momento después.

″Peligrosa y llena de fuego,″ concordó Jarlaxle.

″Quizás tenga que matarla.″

″Quizás tenga que llevarla a la cama.″

Entreri se volvió para considerar al drow. ¿Acaso algo lo desquiciaba alguna vez? ″Es parienta del Rey Gareth,″ le recordó Entreri.

Jarlaxle frotó su mentón con sus delgados dedos, sus ojos pegado en la lejana figura con una obvia intriga.

Simplemente pronunció una sola palabra en respuesta: ″Dote.″

"La Dama Ellery," dijo Athrogate, un enano de renombre en el submundo de Damara como un supremo asesino. Usaba su negra barba partida en el medio, con dos largas trenzas de pelo lacio que le llegaban a la mitad del pecho, cada una sujetada con unas bandas que tenía un trío de brillantes gemas azules. Sus cejas eran tan tupidas que prácticamente cubrían sus casi negros ojos, y sus orejas tan grandes que muchos especulaban que podría llegar a volar si tan solo él aprendiera a batirlas.

"Se han buscado una delicada compañía ya. Observen a ese, se los digo. Obsérvenlo o mátenlo, y que si no lo hacen, entonces él nos matará a nosotros, no lo duden."

"Es un giro interesante, si no es nada más que una mera coincidencia," admitió Canthan Dolittle, un tipo de apariencia estudiosa con ojos pequeños y brillantes y una larga nariz recta. Su cabello más gris que castaño,era fino,con una larga calva arriba en la cabeza que se había vuelto rojo brillante debido a una quemadura

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reciente. El tipo delgado y nervioso se frotaba los dedos mientras hablaba, mientras que al mismo tiempo se crispaba sutilmente.

"Asumir es invitar al desastre," aconsejó el tercero y más impresionante del grupo. Más impresionante para aquellos que sabía la verdad sobre él, eso era, por que el Archimago Knellict usaba ropa poco distinguible con sus más preciadas posesiones guardadas a salvo en la Ciudadela de los Asesinos.

Athrogate se lamía los labios nerviosamente mientras observaba al grandioso mago, segundo solo después de Timoshenko, el Abuelo de los Asesinos,en esa la más notoria de las cofradías de asesinos. Como un agente de Bolsaceñida, la cofradía líder de ladrones de Heliogabalus, Athrogate había sido asignado para cabalgar junto a Jarlaxle y Entreri a la Aldea de Bloodstone, e informarle a Canthan en la Fuga. Había estado bastante sorprendido de encontrar a Knellict en el campamento. Pocos nombres en todos los Reinos del norte inspiraban temor como el del Archimago de la Ciudadela de Asesinos.

"¿Has averiguado algo más del drow?" preguntó Canthan. "Sabemos de su comercio con el posadero Feepun y el asesinato de la sombra, Rorli."

"y el asesinato de Feepun," dijo Knellict.

"¿Tienes prueba de que fue a causa de estos dos?" preguntó un sorprendido Canthan.

"¿Tienes prueba de que no fue así?"

Canthan cedió no queriendo enfurecer al hombre más peligroso de las Tierras de Bloodstone.

"La información sobre sus paraderos desde el incidente con Rorli ha estado incompleta," admitió Knellict.

"Han estado tranquilos desde entonces por todo lo que estamos viendo," replicó Athrogate, su tono revelando que estaba ansioso por complacer. Aunque le estaba respondiendo a Canthan, sus ojos marrones seguían arrojándose sobre Knellict para considerar su reacción. Sin embargo,el archimago, callado y calmado, era simplemente imposible de leer. "Han estado haciendo tratos con un par de interesantes damas prestamistas, pero no los hemos vito comprando nada que valga nada. Puede que sea que tan buscando más los encanto de las dama que encanto mágicos, si me hago entender. Siendo conocidos por ser aficionados a las señoritas, siendo los dos, especialmente el oscuro.

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Canthan lo miró de vuelta a Knellict, quien dio el más leve de los asentimientos.

"Manténganse cerca y precavidos" le dijo Canthan a Athrogate. "Si nos necesitas coloca tu ropa lavada como arreglamos y te buscaremos."

"Y si ustedes mismo me tan necesitando?"

"Nosotros te encontraremos , no lo dudes," intervino Knellict.

El tono del archimago era demasiado parejo, demasiado controlado, y a pesar de querer mantener una fachada ruda, Athrogate se estremeció. Casi se cayó cuando tropezó al hacer una reverencia y luego se escurrió, agachándose de sombra en sombra.

"Presiento algo más sobre el humano," remarcó Knellict cuando él y Canthan estuvieron solos.

"Preveo que los dos son formidables."

"Merecen nuestro respeto, por supuesto," concordó Knellict. "Y requieren más ojos que los de ese imbécil de Athrogate."

"Ya estoy trabajando en ello," le aseguró Canthan a su superior.

Knellict hizo un pequeño asentimiento de cabeza pero siguió mirando a través de la ciudad de campaña a Jarlaxle y Entreri mientras caminaban de regreso al campamento. Bolsaceñida había estado preparado para seguir al dúo de regreso en Heliogabalus y lo habría hecho- más probablemente para resultar en desastre, pensaba Knellict- de no haber intervenido la Ciudadela de Asesinos.

Para estímulo de Knellict, Timoshenko había decidido prestarle atención al dúo, particularmente al elfo oscuro más inusual quien había aparecido tan súbitamente entre medio de ellos.

Los drows no eran una visión común en la superficie de Toril, y menos común en las Tierras de Bloodstone que en otras regiones. Menos común en Damara al menos, una tierra que se estaba moviendo rápidamente hacia la ley estable y el orden bajo el reinado de Gareth Azotadragones y su banda de poderosos héroes.

Zhengyi había sido echado, flotas de dragones destruidos, y la propia varita del señor demonio Orcus había sido enviada a la nada.

Gareth solo se estaba volviendo más fuerte, los tentáculos de sus organizaciones se estiraban más ominosamente en la consolidación de los varios señores feudales de Damara. No había hecho un secreto de sus deseos de traer a Vaasa bajo su control también, uniendo las dos tierras como un único reino de Bloodstone. Con ese fin, la red de

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exploradores del Rey Gareth,Canción Espía se estaba tornando más elaborada con cada día que pasaba.

Timoshenko y Knellict sospechaban que de hecho Vaasa pronto sería domesticada,y si eso sucedía, ¿quedaría algún lugar en toda la región para la Ciudadela de los Asesinos?Knellict hacía bien en ocultar su mala cara mientras consideraba una vez más las continuas tendencias en las Tierras de Bloodstone. Sus ojos relampaguearon brevemente mientras miraba al dúo, drow y humano, desaparecer en la tienda.

Había una sensación diferente en el aire en el momento en que Jarlaxle y Entreri salieron del lado Vaasano de la muralla de la fortaleza. El olor a humedad de la tundra y la podredumbre derritiéndose le llenaban las fosas nasales a los dos, llevada por una severa brisa que mordía fríamente, aunque el verano estaba aún a pleno.

″Está soplando fuerte desde el Gran Glaciar hoy,″ Entreri le había escuchado remarcar a uno de los guardias. Podía sentir el escalofrío hasta los huesos mientras el viento juntaba la humedad del hielo suavizado por el sol y lo levantaba a lo largo de las llanuras Vaasanas.

″Un lugar notable,″ apuntó Jarlaxle, escudriñando el mar de vacío marrón desde debajo del ala ancha de su estrambótico sombrero. ″Enviaría ejércitos aquí para batallar y reclamar este paraíso.″

El sarcasmo del drow no le sentaba bien a Entreri. No podía estar más de acuerdo con la deprimente evaluación.

″Entonces, ¿Por qué estamos aquí?″

″Ya te lo he explicado en detalle.″

″Te atienes a un extraño entendimiento del término, 'en detalle'.″

Jarlaxle no lo miró pero Entreri sintió un poco de satisfacción ante la sonrisa del drow.

″Con eso, presumo que quieres decir que lo has explicado tan bien como crees que yo necesito saberlo,″ prosiguió Entreri.

″A veces los jugos más exquisitos pueden ser encontrados enterrados entre las frutas más mundanas.″

Entreri miró de vuelta la muralla y dejó su mirada allí. Habían salido en un ″día de paseo″, como se conocían esas excursiones en la Puerta

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de Vaasa, una misión de exploración y golpe rápido. Todos los recién llegados a la Puerta de Vaasa les encomendaban esas tareas, permitiéndoles tantear la tundra. Cuando habían hecho la primera llamada para los aventureros, no había habido ofrecimientos de guía para sus excursiones en los remotos parajes. Muchos habían salido derecho hacia las profundidades de Vaasa desde la puerta, para no saberse nada más de ellos. Pero el Ejército de Bloodstone estaba ofreciendo más instrucción y control, y ofreciéndolo de manera más obligatoria que sugerente.

A Entreri no le agradaban esas reglas, pero tampoco sentía muchos deseos de alejarse demasiado de la puerta. No deseaba encontrar su final buscando el fondo de un pantano sin fondo. Jarlaxle dio vueltas en círculo lentamente, aparentemente husmeando el aire. Cuando completó el círculo, señalando nuevamente al noreste, la dirección general hacia el lejano Gran Glaciar, asintió e inclinó su sombrero.

″Por aquí, creo,″ dijo el drow. Jarlaxle avanzó y encogiéndose de hombros, no teniendo mejor opción, Entreri avanzó detrás de él.

Permanecieron al pie de las rocosas Montañas Galena, no queriendo probar el llano y pantanoso suelo. Por supuesto que eso los dejaba más vulnerables ante las emboscadas de los goblins, pero el dúo no tenía miedo en particular a plantarle batalla a semejantes criaturas.

″Pensé que había monstruos a montones para encontrar y vencer aquí,″ remarcó Entreri después de una hora andando con dificultad alrededor de rocas grises y a través de parcelas de agua estancada congelada.″Eso es lo que afirmaban los anuncios en Heliogabalus,no?″

″Veinte piezas de oro por día,″ añadió Jarlaxle. ″Y todo por el placer de matar diez goblins. Si, esa era la suma, y quizás la lucrativa recompensa terminó siendo bastante efectiva. ¿Podrá ser que todas las tierras cercanas a la puerta hayan sido despejadas?″

″Si tenemos que rastrear por kilómetros a través de estos parajes salvajes, entonces mi camino está de regreso al sur,″ dijo Entreri.

″Siempre el optimista.″

″Siempre el obvio.″

Jarlaxle se rió y se ajustó el enorme sombrero. ″No por muchos más kilómetros,″ dijo. ″¿Notaste la señal de despejado de adversarios?″

Entreri lo miró escéptico.

"Una huella al lado del último charco," explicó Jarlaxle

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"Eso podría tener días."

"A mi entender tales cosas no suelen durar mucho aquí en la superficie," replicó el drow. "En la Antípoda Oscura, la huella de una bota en suelo blando podría ser de hace un milenio,pero aquí arriba....."

Entreri se encogió de hombros.

"Pensé que eras famoso por tu habilidad para cazar enemigos."

"Eso se logra al conocer los métodos de la gente, no por las señales en el suelo. Yo encuentro a mis enemigos a través de la información que recaudo de aquellos que los han visto."

"Información recabada con la punta de tu daga, sin duda."

"Lo que funcione. Normalmente no busco en los parajes inhóspitos persiguiendo monstruos."

"Sin embargo, no eres ajeno a las señales de tales parajes inhóspitos," dijo el drow. "Reconoces una huella."

"Reconozco que algo dejó una impresión cerca del charco," clarificó Entreri. "Podría haber sido hoy, o podría haber sido hace varios días- en cualquier momento después de la lluvia. Y no sé lo que la hizo."

"Estamos en tierras de goblins," le interrumpió Jarlaxle. "Los avisos me lo indicaban así."

"Estamos en tierras llenas de gente persiguiendo goblins," le recordó Entreri.

"Siempre el obvio," dijo el drow.

Entreri lo miró de malos modos.

Caminaron por unas pocas horas, luego como nubes de tormenta se alzaban en el norte, regresaron a las Puertas de Vaasa. Lograron llegar enseguida después del atardecer,y después de discutir un poco con los nuevos centinelas, se las arreglaron para convencerlos de que ellos, incluyendo el elfo oscuro, había salido por esa misma puerta más temprano ese día y que debían ser readmitidos sin cuestionamientos tan extensos.

Moviéndose por los estrechos, y bien construidos corredores de ladrillos oscuros, y pasando ante los ojos de muchos guardias sospechosos, Entreri dobló por el salón principal que los llevaría de vuelta a la Fuga y a su tienda.

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"No todavía," le rogó Jarlaxle. "Se encuentran placeres a montones por aquí, así me han contado."

"Y goblins a montones para matar allá afuera, así te han contado."

"Veo que nunca acaba."

Entreri simplemente permaneció al final del corredor, el reflejo de las distantes fogatas del campamento brillando en los ojos de Jarlaxle mientras miraba más allá de su malhumorado amigo.

"¿No tienes sentido de la aventura?" le preguntó el drow.

"Ya hemos pasado por esto demasiadas veces."

"Y a pesar de todo sigues poniendo mala cara, y dudas y gruñes sobre ello."

"Nunca me ha gustado desperdiciar mis días caminando a través de pistas barrosas."

"Esas pistas nos llevarán a grandes cosas," dijo Jarlaxle. "Lo prometo."

"Quizás cuando me cuentes sobre ellas, mi humor mejore," replicó Entreri, y el elfo oscuro sonrió ampliamente.

"Estos corredores podrían llevarnos hacia grandes cosas también," contestó el drow."Y creo que no necesito contarte sobre ellas."

Entreri miró atrás por sobre su hombro hacia las fogatas del campamento a través de las lejanas puertas abiertas. Se rió por lo bajo al tiempo que se volvía hacia Jarlaxle ya que resistirse era inútil ante la interminable retahíla de persuasión de ese. Movió una mano , indicando que Jarlaxle debería guiar , y luego lo siguió por detrás.

Había muchos establecimientos-artesanos,proveedores, pero mayormente tabernas- en la Puerta de Vaasa. Mercaderes y emprendedores habían acudido rápidamente al llamado de Gareth Azotadragones, sabiendo que los vigorosos

aventureros que salían de la muralla a menudo serían bien recompensados a su regreso, dadas las considerables recompensas por las orejas de goblins,orcos, ogros y otros monstruos. También habían venido las damas de la noche, desplegando su mercancía en cada taberna, a menudo congregándose alrededor de los jugadores a quienes buscaban para sacarles las recientes ganancias a los tontos y orgullosos aventureros. Todas las tabernas eran parecidas, así que el dúo se dirigió a la primera de la fila. El cartel en la pared al lado de

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la puerta leía: "Botas Embarradas y Hojas Ensangrentadas," pero alguien había trazado una línea encima y garabateado: "Hojas Embarradas y Botas Ensangrentadas," debajo para demostrar la reciente frustración de ni siquiera encontrar monstruos que matar.

Jarlaxle y Entreri se movieron entre el atestado cuarto, el drow atrayendo más que unas pocas miradas incómodas al pasar. Escupieron al tiempo que ellos se acercaban a una mesa con cuatro sillas donde solamente se sentaban dos hombres, Jarlaxle aproximándose y Entreri esfumándose en la multitud.

"¿Puedo acompañarlos?" preguntó el drow.

Le devolvieron miradas horrorizadas y amenazantes. "Estamos esperando a dos más," contestó un hombre.

Jarlaxle retiró una silla. "Muy bien, entonces," dijo. "Un lugar para descansar mis fatigados pies tan solo por un momento, entonces. Cuando sus amigos lleguen me iré."

Los dos hombres se miraron el uno al otro.

"¡Vete ahora!" le gruñó uno, casi saltando de su silla, mostrando los dientes como si tuviera la intención de morder al elfo oscuro.

A su lado, puso una cara igualmente amenazadora, y cruzó sus largos brazos sobre su fuerte pecho, con los ojos entrecerrados. Aunque sus ojos se abrieron de golpe, y sus brazos se colocaron a ambos lados-lentamente, sin amenaza-cuando sintió la punta de una daga contra la parte baja de su espalda.

La ruda expresión del hombre que se había inclinado hacia Jarlaxle se derritió igualmente, y que por debajo de la mesa, el drow había lanzado una daga diminuta, y aunque no podía alcanzarlo con esa arma en particular, con no más que un pensamiento, le había urgido al puñal encantado que se elongara.

Así pues, mientras que Jarlaxle ni siquiera se había inclinado hacia adelante en su silla, y mientras que sus brazos no se habían movido en lo más mínimo, el amenazante rufián sentía la punta del filo bastante claramente, empujando contra su barriga.

"He cambiado de opinión," dijo Jarlaxle con voz fría. "Cuando tus amigos lleguen, tendrán que buscarse otro lugar para descansar."

"Tú maloliente..."

"Difícilmente."

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"...apestoso drow," siguió el hombre. "Sacar un arma aquí es un crimen contra el Rey Gareth."

"¿La pena vale lo mismo por destripar a un tonto?"

"Apestoso drow," repitió el hombre. Miró a su amigo y luego puso cara de intrigado.

"Uno a mi espalda," dijo el otro. "No estoy para ayudarte."

El primer pareció incluso más confundido, y Jarlaxle casi se largó a reír ante el espectáculo, ya que detrás del otro lado permanecía la multitud de gente que llenaba cada hueco de las Botas Embarradas y Hojas Ensangrentadas, pero ninguno parecía estar prestándole atención. Jarlaxle reconoció la capa gris del hombre más cercano y supo que era Entreri.

"¿Hemos terminado ya con esta tontería?" le preguntó Jarlaxle al primer hombre.

El hombre lo miró y comenzó a asentir luego barrió la mesa, alejando su silla.

"¡Un arma! Chilló, poniéndose de pie y señalando al drow. "¡Sacó un arma!"

Un tumulto empezó a rodear la mesa, los hombres giraban y se ponían en guardia, muchas manos iban a sus armas, y algunos, como Entreri, aprovechando el momento para mezclarse en la multitud. Sin embargo, como todas las tabernas en la Puerta de Vaasa, las Botas Embarradas y Hojas Ensangrentadas se anticipaba a tales problemas. En unos poco segundo-el tiempo que le llevó a Jarlaxle echar su silla atrás y poner las manos vacías en alto,ya que la espada se había encogido hasta desaparecer a su antojo- un grupo de soldados de Bloodstone se dirigió a restaurar el orden.

"¡Me hincó con una espada!" chilló el hombre, punzando su dedo en la dirección de Jarlaxle.

El drow puso cara de desconcertado y sostuvo sus manos vacías en alto. Luego se acomodó la capa para mostrar que no tenía espada alguna, ningún arma,enfundad en su cinto.

Aunque eso no hizo que el soldado más cercano dejara de mirarlo ceñudo. El hombre se agachó e hizo una búsqueda rápida bajo la mesa.

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"Muy astuto de parte de ustedes dos de usar mi herencia en mi contra," le dijo Jarlaxle al hombre que protestaba. "Lástima que no sabían que no llevaba ningún arma encima."

Todos los ojos se posaron sobre el acusador.

"Les digo que me hincó."

"¿Con?" replicó Jarlaxle, manteniendo sus brazos y capa abiertos. "Me das demasiado crédito,me temo, aunque espero que las damas te estén prestando atención cuidadosamente."

Unas risitas disimuladas vinieron de un costado y luego crecieron hasta convertirse en un acceso de aullidos de burla contra el balbuciente hombre. Y peor para él, ya que los guardias parecían más que divertidos.

"Sigue con lo tuyo," le dijo uno de los guardias, y la risa solo se incrementó.

"¡Y su amigo me puso una daga en la espalda!" gritó el hombre que lo acompañaba y seguía aún sentado, atrayendo todas las miradas sobre él. Se puso de pie y comenzó a dar vueltas.

"¿Quién lo hizo?" preguntó el soldado.

El hombre miró alrededor, aunque por supuesto que Entreri ya estaba al otro lado del salón.

"¡Él!" dijo de todas formas el hombre, señalando a un bribón cercano. "Tuvo que ser él."

Un soldado se arrimó inmediatamente para inspeccionar al acusado, y de hecho el hombre llevaba un largo y delgado puñal en el cinto.

"¿Qué tontería es esta?" protestó el acusado. "¿Le creerán a ese idiota balbuciente?"

"¡Mi palabra contra la tuya!" gritó el otro hombre, tornándose más seguro de que le había acertado.

"Contra las nuestras,querrás decir," dijo otro hombre.

Más de una docena, todos compañeros del recientemente acusado hombre, se adelantaron.

"Creo que deberías de tener más cuidado a quien le apuntas con esos dedos torcidos tuyos," dijo otro.

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El acusador estaba titubeando. Miró a su amigo quien parecía incluso más intranquilo y desvalido ante el súbito cambio de eventos.

"Y yo creo que ustedes deberían de estar yéndose," dijo el bribón acusado.

"Y rápido," añadió otro de los amigos de apariencia tosca.

"Señor?" le preguntó Jarlaxle al guardia. "Yo simplemente estaba tratando de descansar de mis viajes a Vaasa."

El soldado ojeó al drow suspicazmente por un largo, largo rato, después se dio media vuelta y se alejó. " Causan algún otro disturbio más y los encadenaré," le advirtió al hombre.

"Pero..." terminó con un suspiro la quejosa víctima mientras el soldado lo pateaba por detrás, haciendo surgir otro coro de risotadas de muchos de los espectadores.

"¡No nos tamos yendo!" decretó tozudamente el compañero del hombre.

"Probablemente deberías de pensarlo un poquito más," le advirtió uno de los amigos del hombre al que él había acusado, desbaratándole la bravata.

Todo se calmó rápidamente, y Jarlaxle tomó asiento en una de las mesas vacantes, haciéndole una señal a una moza para que le sirviera.

"Un vaso del vino más fino que tengan y una de l mejor cerveza." le dijo.

La mujer vaciló,sus oscuros ojos escudriñándolo.

"No, no me acusó falsamente," le confesó Jarlaxle con un guiño.

La mujer se ruborizó y casi tropezó cuando fue a buscar las bebidas.

"A esta altura alguna otra mesa se habría despejado para nosotros," dijo Entreri sentándose frente al drow, " sin tanto drama."

"Sin tanta diversión," le corrigió Jarlaxle.

"Los soldados nos están vigilando ahora."

"Precisamente ese es el punto," le explicó el drow. "Queremos que todos en la Puerta de Vaasa nos conozcan. La reputación es exactamente el punto.

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"La reputación ganada en la batalla con enemigos comunes, eso es lo que pensé."

"A su tiempo,mi amigo," dijo Jarlaxle. Su sonrisa brilló cuando regresó la joven mujer con las bebidas. "A tiempo," repitió y le dio a la mujer una pieza de platino- mucho más el precio del vino y la cerveza.

"Por las historias de aventuras y aquellas que nos quedan por vivir todavía," le dijo a ella ladinamente, y ella se sonrojó nuevamente, sus ojos oscuros destellantes mientras estimaba la moneda. Su sonrisa era tímida pero no difícil de ver al tiempo que corría a toda prisa. Jarlaxle se volvió y sostuvo su vaso en alto hacia Entreri y luego repitió su última frase como brindis.

Derrotado ya por el incansable optimismo del drow, Entreri dio un ligero golpecito a su vaso con el suyo y bebió un largo y bienvenido trago.

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CAPITULO 4

NO TANTO UNA ORCA

Arrayan Faylin se levantó de su cama de paja, arrastrando su única manta con ella y envolviéndose con la misma sus sorprendentemente delicados hombros. Esa delicadeza distintiva femenina era reflejo de las muchas sorpresas que se llevaba la gente cuando observaba a Arrayan y se enteraban de su herencia. Ella era semi orca,como la gran mayoría de los residentes de la fría ciudad barrida por el viento de Palishchuk,en el rincón noreste de Vaasa, un asentamiento con una clara vista al elevado río de hielo conocido como el Gran Glaciar.

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Arrayan tenía sangre humana también- y algo de élfica, así le había dicho su madre- y ciertamente sus facciones habían combinado las cualidades más atractivas de todos sus aspectos raciales. Su cabello castaño rojizo era largo y tan suave y flotante que a menudo parecía como si su rostro fuera enmarcado por un halo de un atenuado rojo. Era baja,como muchos orcos, pero quizás como resultado de su supuesta sangre élfica,no era para nada rechoncha. Mientras que su rostro era ancho,como la de un orco, sus otras facciones- grandes ojos verdes esmeralda, gruesos labios, finas y arqueadas cejas, y una nariz pequeña-eran facciones distintivamente no orcas, y esa curiosa mezcla, en el caso de Arrayan, había logrado acentuar los atributos positivos desde todos los puntos de vista.

Se desperezó y bostezó, tiró su cabello hacia atrás y se restregó los ojos. Mientras las telarañas mentales del sueño se esfumaban, la excitación de Arrayan comenzó a crecer. Se movió rápidamente por el cuarto, sus pies descalzos golpeando con el duro suelo de tierra.

Ansiosa, tomó su libro de hechizos de una repisa cercana,usó su otra mano para despejar el área central de su escritorio y luego se deslizó en su silla, introduciendo su dedo en la lengüeta correcta del organizado tomo y lo abrió en la sección titulada ″Magia de Adivinación.″

Al tiempo que consideraba la tarea por delante,sus dedos empezaron a temblar tanto que a duras penas pudo dar vuelta la página.

Arrayan se recostó contra la silla y se obligó a respirar larga y profundamente. Repaso las disciplinas mentales que había aprendido varios años antes en una torre de hechiceros en la lejana Damara. Si podía dominar el control cuando era adolescente, ciertamente a sus veinti tantos podía calmar su ansiedad.

Un instante más tarde, volvió a su libro. Con una mano firme,la hechicera examinó la lista de potenciales hechizos, distinguió aquellos que creía que le serían más útiles, incluyendo una pila de defensas mágicas y hechizos para desbaratar barreras ofensivas antes de que fueran activadas, y comenzó la ardua tarea de comprometerse a memorizarlos.

Un golpe en la puerta la interrumpió unos minutos después. La naturaleza gentil del golpe, pero con una firmeza por detrás que le demostraba que el golpecito era deliberado, le dijo quien podía ser. Corrió la silla mientras se abría la puerta, y una enorme y sonriente cara con colmillos se introducía.

Los grandes ojos del semi orco le indicaron a Arrayan del hecho de que había dejado que su manta se deslizara un poquito demasiado y ella rápidamente la sujetó con fuerza sobre sus hombros.

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″Olgerkhan, bienvenido,″ dijo ella.

No le sorprendía cuan alegre se ponía su voz cada vez que ese semi orco en particular aparecía.

Físicamente, los dos parecía polos opuestos, ya que las facciones de Olgerkhan mayormente favorecían su lado orco. Sus labios estaban perpetuamente torcidos debido a sus enormes y disparejos caninos, y su gruesa frente y peculiares cejas tupidas cubrían con una oscura sombra sus amarillentos ojos inyectados en sangre. Su nariz era chata y torcida, su rostro estaba marcado con pequeños e irregulares parches de pelo, y su frente se abultaba llegando a las cejas. No era demasiado alto,atrapado entre un metro y medio y poco más, pero parecía mucho más grande,ya que sus miembros eran gruesos y fuertes y su pecho podría haber cabido apropiadamente en un hombre treinta centímetros más alto que él.

El enorme semi orco se lamió los labios y empezó a mover la boca como si quisiera decir algo.

Arrayan se ajustó un poco más la manta alrededor de sus hombros. Realmente no estaba demasiado avergonzada; simplemente no pensaba mucho en esas cosas, aunque Olgerkhan obviamente sí.

″¿Están aquí?″ preguntó Arrayan.

Olgerkhan ojeó el cuarto, en apariencia desconcertado.

″Las carretas,″ aclaró Arrayan, y ese pensamiento trajo una sonrisa al rostro del corpulento semi orco.

″Wingham,″ dijo él. ″Afuera de la puerta sur. Veinte coloridas carretas.″

Arrayan le devolvió la sonrisa y asintió, pero la noticia le produjo un poco de turbación. Wingham era su tío, aunque ella realmente nunca lo había visto el tiempo suficiente como para considerarse cercana a él y a su banda de mercaderes viajantes. En Palishchuk, ellos simplemente eran conocidos como los ″Bribones de Wingham,″ pero en las regiones más amplias de las Tierras de Bloodstone, la banda era llamada los ″Extraños Esgrimistas de Espadas del Estrafalario Wingham.″ ( “Weird Wingham’s Wacky Weapon Wielders.”)

″El show lo es todo,″le había dicho una vez Wingham a Arrayan, explicándole el ridículo nombre. ″A todo el mundo le gusta el show.″

Arrayan sonreía incluso más ampliamente mientras consideraba su siguiente consejo ese día cuando no era más que una niña, incluso antes de que hubiera ido a Damara para entrenarse en la magia

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arcana. Wingham le había explicado que ese nombre, evidentemente estúpido, era una tarjeta de invitación a propósito, una forma de confirmar los prejuicios de los humanos, elfos, enanos y otras razas.

″Deja que piensen que somos estúpidos,″ le había dicho Wingham con un gran ademán, aunque Wingham siempre hablaba con un gran ademán. ″¡Luego deja que vengan y regateen con nosotros por nuestras mercancías!″

Arrayan se dio cuenta con un sobresalto de que se había quedado callada por un largo rato. Miró de vuelta a Olgerkhan, quien parecía no haberlo notado.

″¿Alguna palabra?″ preguntó ella, a duras penas haciendo la pregunta.

Olgerkhan sacudió su gruesa cabeza. ″Ellos cantan y bailan pero poco hasta ahora,″ le explicó. ″Aquellos que han ido a disfrutar del circo aún no han regresado.″

Arrayan asintió y saltó de su silla, moviéndose prestamente por el cuarto hacia su guardarropa. Casi no consideró la acción,ella dejó caer su manta-luego la agarró a último momento y miró de reojo a Olgerkhan tímidamente.

Él desvió sus ojos al piso y salió sigilosamente del cuarto,cerrando la puerta tras de sí.

Era uno bueno,se dio cuenta Arrayan, como siempre trataba de recordárselo a sí misma.

Se vistió velozmente, poniéndose unos pantalones de cuero y un chaleco, y un delgado cinto que llevaba varias bolsitas con componentes para hechizos,al igual que un conjunto de materiales para escribir. Se encaminó hacia la puerta pero se detuvo y sacó del guardarropa una bata azul de un material liviano, quitándose rápidamente el cinto y luego poniéndose la bata sobre sus prendas. Raramente usaba su bata de hechicera entre sus hermanos semi orcos, ya que ellos consideraban que a la prenda flotante con sus voluminosas mangas de poca utilidad, y la única moda que los hombres de Palishchuk parecían apreciar era cuando ella usaba menos ropa y no más.

La bata era para Wingham,se dijo Arrayan mientras se colocaba nuevamente el cinto y se apresuraba hacia la puerta.

Olgerkhan la estaba esperando pacientemente, y ella le ofreció su brazo y se apresuraron hacia la puerta del sur. Allí se había reunido una multitud,fluyendo de la ciudad de casi unos mil residentes.

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Filtrándose por el camino, empujando a Olgerkhan con ella, Arrayan finalmente se las arregló para echarle una mirada a la fuente de conmoción, y al igual que muchos otros de sus compañeros Palishchukianos,sonrió ampliamente ante la vista de los Extraños Esgrimistas de Espadas del Estrafalario Wingham. Su caravana de carretas habían sido puestas en círculo, los brillantes colores de sus pabellones y toldos relucían deslumbrantes en el resplandor del sol de fines de verano.

La música navegaba con la brisa, llevando la rústica voz de uno de los bardos de Wingham, cantando un cuento de las Montañas Galena y al igual que el resto eran arrastrados por el entusiasmo,Arrayan y Olgerkhan se encontraron caminando más apresuradamente y luego incluso trotando por el predio, sus pasos aboyados por el anhelo.

La compañía de Wingham venía a Palishchuk solo unas pocas veces cada año,a veces solo en una o dos ocasiones, y ellos siempre traían bienes exóticos trocados en tierras muy lejanas, y maravillosas historias de héroes distantes y poderosos villanos. Entretenían a niños y adultos por igual con canto y danza, y aunque eran conocidos a lo largo de las tierras como negociantes difíciles,cualquiera de las personas de Palishchuk que comprara un objeto del Estrafalario Wingham sabía que estaba obteniendo una buena ganga.

Por que Wingham nunca había olvidado sus raíces, nunca había rememorado nada más que con amor por la comunidad que había trabajado tan duramente para permitirle a él y a todos los otros semi orcos de su compañía quitarse de encima las restricciones de su herencia.

Un par de malabaristas bordeaban la principal entrada al círculo de las carretas, lanzando extraños cuchillos de tres hojas en una línea ininterrumpida ida y vuelta uno a otro, las armas girando sobre las cabezas de los nerviosos y deleitados Palishchukianos al tiempo que entraban o salían.

Justo dentro del círculo, un par de bardos actuaba, uno tocando un instrumento curvo parecido a una flauta mientras que el otro cantaba sobre las Galenas. Pequeños kioskos y estantes armas y ropas llenaban el lugar, y el aroma de una miríada de perfumes exóticos y velas perfumadas camuflaban apropiadamente el típico olor a podredumbre de la tundra a fines de verano, donde las plantas crecían velozmente y morían velozmente a lo largo del corto período cálido,y el apretón congelado sobre la capa superficial del suelo se rendía,soltando la fragancia de estaciones pasadas.

Por un momento, un aspecto diferente y extrañamente sentido por Arrayan se filtró, y ella tuvo que detener sus pasos para meterse en la visión de un gran baile en una ciudad lejana, llena de danzas, de hombres y mujeres ricamente vestidos. Aunque esa pequeña parte de

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su compuesto imaginario no duró cuando divisó a un semi orco, encorvando por la edad, calvo, rengo, pero con una chispa en sus brillantes ojos que no podía más que llamar la atención, sin importar cuan brevemente, de cualquier jovencita que cruzara su mirada con él.

″¡Señora Maggotsweeper!″ (Barredora de gusanos) gritó el viejo semi orco al verla.

Arrayan hizo una mueca ante el correcto recitado de su apellido, uno que había abandonado hacía mucho tiempo,prefiriendo su segundo nombre élfico, Faylin. Aunque eso no hizo que su rostro se agriara, ya que sabía que su Tío Wingham lo había gritado con profundo afecto.

Parecía volverse más alto y recto a medida que se acercaba a ella, y la envolvía en un fuerte y poderoso abrazo.

″¡Verdaderamente la más anticipada, agradable, amorosa,maravillosa, asombrosa y más bienvenida visión en todo Palishchuk!″ dijo Wingham usando la voz lírica de anunciante que había dominado tan bien por décadas con su compañía ambulante. Empujó a su sobrina tomando distancia. ″Cada vez que me aproximo a Palishchuk,temo llegar solo para descubrir que te has ido a Damara o a cualquier otro lado fuera de aquí.″

″Pero sabes que regresaría enseguida si supiera que estabas regresando al pueblo,″ le aseguró ella, y sus ojos centellearon y ensanchó su pícara sonrisa.

″He regresado al galope con hallazgos maravillosos nuevamente, como siempre,″ le prometió Wingham con un guiño exagerado.

″Como siempre,″ concordó bajando la voz.

″¿Jugando al coy?

Al lado de Arrayan, Olgerkhan gruñó desaprobadoramente, incluso amenazadoramente, puesto que ″coy″- koi en la lengua de los orcos- era el nombre de un juego muy lascivo.

Wingham entendió la indirecta en la sobreprotectora advertencia y retrocedió, oteando al bruto de Olgerkhan sin pestañear. Wingham no había sobrevivido por tantos años en las inclemencias de Vaasa estando ciego ante cada una de las posibles amenazas.

″No koi,″ le explicó rápidamente Arrayan a su encrespado compañero.″Él quiere decir, astuto, husmeador. Mi tío quiere dar a

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entender de que yo podría saber algo más de lo que le estoy diciendo.″

″Ah, el libro,″dijo Olgerkhan

Arrayan suspiró y Wingham se rió.

″Ah, me has descubierto,″ dijo Arrayan.

″Y yo que pensé que tu alegría se debía solamente por verme,″ replicó Wingham con fingida desilusión.

″¡Así es!″ le aseguró Arrayan.″O lo sería. Quiero decir... no es que..., Tío, ya sabes...″

Aunque obviamente estaba disfrutando del espectáculo de tartamudeos, Wingham, misericordiosamente levantó una mano para calmar a la mujer.

“Nunca sales a buscarme la mañana del primer día, querida sobrina. Sabes que estaré bastante ocupado saludando a la multitud. Pero no me sorprende verte aquí este día, tan temprano. El rumor me ha precedido respecto a los escritos de Zhengyi.”

“¿Lo es verdaderamente?” preguntó Arrayan a duras penas pronunciando las palabras. Prácticamente saltó hacia adelante mientras hablaba, sujetándolo a su tío por los hombros. Wingham miró de reojo nervioso a su alrededor.

“No aquí, muchacha. No ahora,” le advirtió serenamente. “Ven esta noche cuando el círculo de las carretas esté cerrado y hablaremos.”

“No puedo esperar a-” comenzó a decir Arrayan, pero Wingham le puso un dedo sobre sus labios para silenciarla.

“No aquí. No ahora.”

“Ahora, queridas damas y caballeros,” dijo Wingham con sus ademanes de presentador. “¡Examinen nuestros exóticos aromas, algunos creados tan lejos como en Calimshan, donde el viento mueve montañas de arenas tan gruesas que no podrían ver sus manos aunque la pusieran a un centímetro de sus caras!”

Otros varios semi orcos Palishchukianos pasaron mientras Wingham hablaba y ella entendió la distracción. Asintió a su tío, aunque realmente era reticente a marcharse, y se llevó con ella al confundido Olgerkhan.

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La pareja dio un vistazo al carnaval por otra hora o más y luego Arrayan se fue y regresó a su pequeña casa. Pasó toda la tarde paseándose y restregándose las manos. Wingham lo había confirmado:el libro en cuestión era de Zhengyi.

¡Las palabras mismas de Zhengyi!

Zhengyi, quien había dominado a dragones y había desplegado su oscuridad a lo largo de todas las Tierras de Bloodstone. Zhengyi, quien había dominado la magia y la muerte misma. Seres poderosos como el Rey Brujo no escribían tomos ociosamente o descuidadamente. Arrayan sabía que Wingham entendía estas cosas. El viejo examinador no era ajeno a los elementos de poderes mágicos. El hecho de que Wingham ni siquiera discutiera sobre el libro públicamente le decía mucho a Arrayan: él sabía que era un elemento especial. Ella tenía que esperar, y el atardecer no llegaba lo suficientemente rápido para ella. Cuando llegó, cuando finalmente las campanas comenzaron a señalar el final de la actividad del mercado, Arrayan tomó un chal y se apresuró hacia la puerta. No le sorprendió encontrar a Olgerkhan esperando por ella, y juntos se movieron aprisa por la ciudad, saliendo de la puerta del sur y de regreso al círculo de carretas de Wingham.

Los guardias estaban escoltando a los últimos compradores, pero saludaron a Arrayan con una inclinación de cabeza y le dejaron pasar al círculo. Encontró a Wingham sentado a la pequeña mesa en su carreta personal, y en ese momento parecía muy distinto del presentador de carnaval.

Sombrío y tranquilo, apenas levantó la mirada de la mesa para reconocer la llegada de su sobrina, y cuando ella lo rodeó y consideró lo que había en la mesa delante de él, Arrayan entendió porque.

Allí reposaba un enorme y antiguo tomo, su rica cubierta negra hecha de cuero pero de una clase más suave y gruesa de la que Arrayan jamás había visto. Invitaba a tocar sus bordes y ojear las páginas que protegía.

Arrayan no se atrevía, pero se inclinó un poco más cerca, advirtiendo los diversos diseños que sosegada y discretamente bordeaban el lomo y la cubierta del libro. Distinguió las formas de dragones, alguno enrollados durmiendo, algunos encabritados y otros en agraciado vuelo, y se le ocurrió a ella que la suave cubierta del libro podría ser del pellejo de un dragón.

Se lamió sus labios secos y cayó en la cuenta de que súbitamente estaba insegura de su accionar. Lenta y deliberadamente, la temblorosa mujer tomó asiento en la silla frente a su tío y le indicó a Olgerkhan que se quedara junto a la puerta.

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Pasó un buen rato y Wingham no daba señal de romper el silencio.

“¿El libro de Zhengyi?” Arrayan reunió el coraje para preguntar, y pensó que la pregunta era increíblemente absurda, dado el peso del tomo.

Finalmente, Wingham la miró e hizo un ligero asentimiento.

“¿Un libro de hechizos?”

“No.”

Arrayan esperó tan pacientemente como pudo a que su tío se explicara, pero nuevamente, él simplemente se quedó allí sentado. El desacostumbrado comportamiento del normalmente extrovertido semi orco la tenía al borde de la silla.

“¿Entonces qué--?” empezó a preguntar. Fue cortada en seco por un tajante, “No lo sé.”

Después de otra interminable pausa, Arrayan se animó a alcanzar el tomo. Wingham atrapó su mano y la sostuvo firmemente, justo a un centímetro de la negra cubierta.

“¿te has equipado con hechizos de adivinación hoy?” preguntó él.

“Por supuesto,” respondió ella.

“Entonces busca las propiedades mágicas del tomo antes de proceder.”

Arrayan se recostó contra la silla lo más lejos que pudo, oteando a su tío curiosamente. Nunca lo había visto así, y aunque la visión la entusiasmaba más aún sobre el potencial del tomo, era más que un poco perturbador.

“Y,” prosiguió Wingham, sujetándole rápidamente la mano, “ has preparado hechizos de protección mágica también?”

“¿Qué pasa tío?”

El viejo semi orco la miró severamente por largo rato, sus ojos grises relampagueando con intriga y miedo honesto.

Finalmente dijo, “Una invocación.”

Arrayan tuvo que recordarse conscientemente de respirar.

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“O un envío,” siguió Wingham. “Y ningún demonio está involucrado , ni ninguna otra criatura de otros planos por lo que puedo discernir.”

“¿Lo has estudiado detenidamente?”

“Tan detenidamente como me atreví a hacerlo. No estoy ni de cerca avezado en el Arte como para atreverme con un tomo semejante a este. Pero sé como reconocer el nombre de un demonio, o de un plano, y no hay nada así en este tomo.”

“¿Y un hechizo de adivinación te dijo todo eso?”

”Cientos de esos hechizos,” replicó Wingham. Se agachó y extrajo una delgada varita de metal de su cinto, sosteniéndola frente a él. La he vaciado -tres veces- y todavía mis pistas siguen siendo pocas. Estoy seguro de que Zhengyi utilizó su magia para ocultar algo... algo magnífico. Y también estoy seguro de que este tomo es la llave para destrabar ese elemento escondido, sea lo que fuere.”

Arrayan soltó su mano del apretón de él, se estiró para tomar el libro, pero luego cambió de opinión y cruzó ambas manos sobre su regazo. Se sentó mirando alternativamente el tomo y a su tío.

“Ciertamente que debe tener trampas,” dijo Wingham.”Aunque no he podido encontrar ninguna- ¡y no es por no intentarlo!”

“Me dijeron que solo lo habías encontrado recientemente,” dijo Arrayan.

“Hace meses,” replicó Wingham. “No hablé con nadie de esto hasta que hube agotado todos mis recursos personales en él. Además, no quería que el rumor se expandiera tan lejos. Sabes que muchos estarían interesados en semejante tomo, incluyendo a más de unos cuantos hechiceros poderosos de verdadera reputación.”

Arrayan se dio cuenta de todo en un momento, y empezó a sonreír.

Wingham había esperado a estar cerca de Palishchuk para empezar a esparcir el rumos del tomo de Zhengyi porque había planeado desde un principio dárselo a Arrayan, su sobrina usuaria de magia poderosa,. Su regalo para ella sería un tiempo en privado con el fascinante y valioso tomo.

“El Rey Gareth enviará investigadores,” le explicó Wingham, confirmando más aún las sospechas de Arrayan. “O un grupo, quizás, cuyo único propósito será confiscar el tomo y regresarlo a la Aldea de Bloodstone o Heliogabalus, donde hechiceros más poderosos empleen su magia. Pocos saben de su existencia-aquellos que han

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escuchado los susurros aquí en Palishchuk y Mariabronne el Guardabosques.”

Arrayan dio un respingo ante la mención de Mariabronne, un rastrero cuyo título estaba alcanzando un estatus legendario en las tierras salvajes. Mariabronne se había vuelto bastante rico con las recompensas de las orejas de los monstruos ofrecida en la Puerta de Vaasa,así se rumoreaba. Conocía a casi todos, y todos lo conocían a él. Amigable y de pocas palabras, astuto e inteligente, pero apaciguadoramente sencillo, el vigilante tenía su método para hacer que la gente- incluso aquellos que estaban bien al tanto de su reputación- en la posición de subestimarlo.

Arrayan lo había encontrado en solo dos ocasiones, ambas en Palishchuk, y se había encontrado riéndose de sus muchos cuentos, o abriendo los ojos bien grandes ante las narraciones de sus increíbles aventuras. Era un rastreador por comercio, un vigilante al servicio de los parajes inhóspitos, pero para la consideración de Arrayan, él estaba poseído por el carácter de los bardos. De seguro que había una picardía detrás de sus brillantes y curiosos ojos.

“Mariabronne le comentará a los comandantes de Gareth en la Puerta de Vaasa,” prosiguió Wingham, y el sonido de su voz sacó a Arrayan de sus contemplaciones. Su sonrisa mientras ella lo observaba le decía a la mujer que había traicionado bastantes de sus sentimientos con sus expresiones, y sintió que se acaloraban sus mejillas.

“¿Por qué se lo dijiste a alguien?” preguntó ella.

“Este es un tomo demasiado poderoso. Sus poderes van más allá de mi.”

“¿Y aún así dejaras que yo lo inspeccione?”

“Tus poderes con semejante magia sobrepasan los míos.”

Arrayan consideró la atemorizante tarea delante de ella a la luz del límite de tiempo que le había impuesto la revelación de Wingham sobre Mariabronne.

“No temas, querida sobrina, mis palabras hacia Mariabronne fueron apropiadamente crípticas- incluso más que los rumores que permití que surcaran el norte hacia Palishchuk, donde sabía que encontrarían tus oídos.

Probablemente él permanezca en la región y no cerca de la Puerta, y espero verlo de nuevo antes de que vaya con los comandantes de Gareth. Tendrás todo el tiempo que necesites con el tomo.”

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Le guiñó un ojo a Arrayan y luego hizo un ademán hacia el libro forrado de negro. La mujer lo miró fijamente pero no se movió para darle vuelta la tapa.

“No has preparado ninguna defensa mágica,” razonó Wingham después de un largo rato.

“No esperaba ... es demasiado...”

Wingham levantó una mano para detenerla. Luego se agachó detrás de su silla y sacó una bolsa de cuero, alcanzándosela a Arrayan.

“Protegida,” le aseguró mientras ella la tomaba. “Nadie observándote, incluso con un ojo mágico entenderá el poder del elemento contenido dentro de este saco protegido.”

Arrayan casi no podía creer el ofrecimiento. ¡Wingham pretendía permitirle llevarse el libro con ella! No pudo ocultar su sorpresa mientras seguía considerando a su tío, al tiempo que repasaba su larga e intermitente historia. Wingham no la conocía tan bien, ¿y a pesar de ello le entregaba voluntariosamente lo que podría llegar a ser el elemento más precioso que hubiera descubierto en su larga historia de artefactos sobrenaturales? ¿Cómo podría ella jamás demostrar ser merecedora de esa clase de confianza?

“Vamos, sobrina,” la animó Wingham. “No soy tan joven y estoy necesitado de una buena noche de descanso. Espero que mantendrás a tu siempre curioso tío informado de tu progreso?”

Casi sin pensar en el movimiento, Arrayan se levantó de la silla y saltó hacia adelante, envolviendo a Wingham con sus delgados brazos y plantándole un enorme beso en la mejilla.

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CAPITULO 5

NÚMERO DE VÍCTIMAS

Entreri bajó saltando la ladera de la montaña, brincando de piedra en piedra, nunca manteniendo derecho su camino. Casi no era consciente de sus movimientos, sin embargo cada paso era perfecto y completamente equilibrado, ya que el asesino había entrado en un estado de pura claridad combativa. Sus movimientos llegaban con fluidez, su cuerpo reaccionando justo por debajo de su nivel de consciencia perfectamente sincronizada con lo que instintivamente él determinaba que tenía que hacer. Entreri iba a la carrera tan fácilmente por el quebrado y anguloso camino bajando la pronunciada cuesta al norte de la falda de la montaña Galena, un lugar en donde inclusive los excursionistas más cuidadosos podían doblarse un tobillo o caer en una grieta, como si estuviera corriendo por un herboso prado.

Bajó saltando por un sendero embarrado mientras otra lanza le pasaba volando por sobre la cabeza. Rodeó una roca en su camino,pero rápidamente se subió a ella por el costado,luego saltó por la derecha de la roca hacia la cima de otra piedra más grande. Un veloz vistazo atrás le indicó que los goblins lo estaban cercando, moviéndose por un mejor terreno para aislarlo antes de que alcanzara el sendero principal.

Una delgada sonrisa apareció en el rostro de Entreri al tiempo que brincaba de esa segunda roca de vuelta al suelo, corriendo a toda prisa y siguiendo virando hacia el oeste, su izquierda.

El estallido de un rayo detrás por el otro lado lo sorprendió por un momento, hasta que se dio cuenta de que Jarlaxle se había encargado de los monstruos con una destacada descarga de magia. Entreri descartó el pensamiento. Jarlaxle estaba lejos de él, dejándolo solo con sus enemigos más inmediatos.

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Solo. Justamente como le gustaba a Artemis Entreri. Llegó a un sendero derecho bajando por el norte de la ladera y levantó velocidad a plena carrera, con los goblins viniendo del costado y pisándole los talones. Mientras se acercaba al final del sendero, giró y desenvainó su espada mágica en un arco detrás suyo, soltando un velo opaco de cenizas oscuras de su encantada espada rojo sangre. Mientras completaba el giro, Entreri se lanzó adelante en una salto mortal, luego dobló sus pies mientras rodaba, arrojando su ímpetu a un costado y haciendo un giro brusco detrás de una roca.

Se agarró con los dedos mientras pasaba de largo y se mantuvo, después se aplastó contra la piedra y mantuvo la respiración. Un leve jadeo le indicó al asesino la posición exacta de sus enemigos. Desenvainó su daga enjoyada, y mientras el primer goblin le pasaba a un costado como un rayo, él golpeó, rápido y duro, una punzada que puso a la viciosa hoja entre las costillas del monstruo.

El goblin ladró y se tambaleó, trastabillando y tropezando, y Entreri lo dejó ir sin pensarlo más. Rodeó la roca apresuradamente y se puso de rodillas justo delante de el remolino de cenizas.

Pasaron los jarretes de un goblin sobre su costado, y el monstruo salió rodando. Un tercero le siguió de cerca, enredándose con el anterior al tiempo que se estrellaban contra el suelo. Entreri se arrastró hacia adelante y rodó, poniéndose de pie de espalda a las cenizas que quedaban.

Sin siquiera mirar, dio vuelta la poderosa espada en su mano y apuntó con ella detrás de él, dándole justo en el pecho al cuarto goblin que seguía. El asesino se volteó y replegó su larga espada, batiéndola para separa una lanza propulsada por la pareja de goblins que quedaban y se habían recompuesto lo suficiente para un ataque coordinado.

“Getsun innk’s arr!” le instruyó un goblin a otro, lo que Entreri entendió como “¡Rodeálo por la izquierda!”

Entreri, con la daga en su mano derecha, y la espada en la izquierda, se puso de cuclillas con las armas extendidas para defenderse de ambos.

“Beenurk!” grito el goblin. “¡Ve más!”

El otro goblin hizo como se le ordenaba y Entreri comenzó a voltearse con él, tratando de parecer asustado. Quería que el goblin más grandote se concentrara en su expresión, y aparentemente así lo hizo, ya que Entreri furtivamente hizo girar la daga sobre su mano luego la levantó y arrojó. Aún estaba observando al goblin que lo rodeaba cuando arremetió contra el otro, pero sabía que había dado en el blanco cuando la siguiente orden del goblin más grandote llegó como poco más que un gorjeo lleno de sangre.

El asesino movió su espada alrededor creando otro campo de cenizas, luego retrocedió de un salto como si quisiera recobrar su daga. Se detuvo a medio paso, e invirtió su impulso para cargar contra el acosador goblin.

Rodó justo por encima de la pujante espada del goblin, saliendo por la derecha del humanoide, un salto mortal completo que hizo que Entreri aterrizara de nuevo firmemente de cuclillas. Mientras avanzaba, hizo girar a la Garra de Charon de su mano

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izquierda a la derecha. Puso la hoja perfectamente en ángulo para que cuando se detuviera, la hoja cayera justo bajo las costillas del goblin. Con el envión impulsándolo adelante, Entreri levantó al goblin del suelo con la punta de su fina espada, la criatura golpeando al tiempo que se deslizaba por el filo.

Entreri frenó una retracción, luego giró velozmente, trayendo la hoja al otro lado al nivel del hombro,y cuando se dio vuelta,la fina espada cruzó a través del silbante cuello del goblin tan limpiamente que su cabeza permaneció unida hasta que la criatura se cayó a un costado y golpeó el suelo con una sacudida.

El asesino saltó a un lado, sujetando el pomo de la daga que sobresalía de la garganta del goblin arrodillado y tembloroso. La retorció súbitamente y la giró mientras liberaba el arma, asegurándose de haberle sacado la garganta a la criatura completamente. Para ese entonces, los dos que había hecho tropezar ya estaban de pie y avanzaban-aunque tentativamente.

Entreri observó sus ojos y notó que miraban más a menudo hacia el costado más que a él. Querían correr, lo sabía, o esperaban refuerzos. Y la última no era una esperanza pasajera, ya que Entreri pudo escuchar goblins a lo largo de la ladera de la montaña.

La impetuosidad de Jarlaxle los había arrojado justo en medio de una tribu criaturas. Ellos sólo habían visto a tres en el campamento, rebuscando en una olla hirviendo con un maloliente estofado miserable.

Pero detrás del campamento estaba la entrada oculta a una cueva.

Jarlaxle no había escuchado la advertencia de Entreri, o no le había importado, y el súbito asalto de ellos dos había traído consigo una chorrera de monstruos aulladores.

Era sobrepasado dos a uno, pero Entreri tenía el terreno más elevado, y lo utilizó para facilitar un imprevisto y subyugante ataque. Avanzó apuñalando con su espada luego barriéndola hacia la izquierda y de vuelta a la derecha. Escuchó el timbre del metal sobre el metal mientras el goblin a su derecha frenaba el revés con su propia espada, pero eso difícilmente interrumpía el flujo de Entreri.

Dio un paso adelante, enviando la Garra de Charon en un movimiento descendente detrás de él, luego por sobre su hombro. Avanzó dando un fuerte golpe de largo alcance, uno diseñado para surcar a su enemigo si éste decidía saltar hacia atrás. Para su mérito,saltó hacia adelante de nuevo.

Pero eso era exactamente lo que había anticipado Entreri. La espada del goblin atacó hacia adelante- y una daga enjoyada fue contra el costado del arma y la volteó,alterando el ángulo justo lo suficiente para provocar un fallo. Su mano trabajando en un imprevisto trazo confuso, Entreri envió su daga arriba y sobre la hoja,luego abajo y alrededor, retorciéndola mientras lo hacía para voltear la espada un poco más. Machacó con la Garra de Charon al tiempo que la llevaba hacia su derecha, obligando al otro goblin a mantenerse atrás, y continuó su avance,haciendo rodar su daga otra vez, torciendo la espada incluso más lejos. Y una vez más,hizo rodar su espada, haciéndola caminar por encima de la espada del goblin. Finalmente,la destrabó con un ademán,

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empujando la daga más cerca,luego golpeando con ella tres veces en una rápida sucesión, soltando un gruñido con cada porrazo.

Con brillante sangre manando de las tres punzadas, el goblin se tambaleó. Seguro de que estaba vencido, Entreri ya le había dado la espalda para ese entonces, su espada trabajando furiosamente para defenderse del ataque inesperadamente feroz de los otros goblins. Frenó una arremetida baja,una segunda que apuntaba a su pecho, e interceptó una tercera que venía en el mismo ángulo.

El goblin gritó y presionó con una cuarta arremetida.

Entreri hizo volar su daga.

El goblin se quejó una sola vez y luego quedó en silencio. La punta de su espada se deslizaba al suelo mientras al mismo tiempo, su mirada bajaba para enfocarse en el pomo de la daga que sobresalía de su pecho. Miró de vuelta a Entreri. Su espada cayó al suelo.

″Supongo que duele,″ dijo el asesino.

El goblin cayó muerto.

Entreri pateó a la criatura muerta para ponerlo de espalda y luego liberó su daga. Miró arriba hacia la ladera de la montaña al continuo tumulto, aunque no vio enemigos allí. En lo bajo de la montaña, se dio cuenta de que el primer goblin que había pasado de largo junto a él, al que había apuñalado en un costado, se había ido.

Un destello de fuego en un costado le llamó la atención. Sólo podía imaginarse la carnicería que Jarlaxle debía estar llevando a cabo.

Jarlaxle corrió al centro de un claro, los goblins lo rodeaban, lanzas volando hacia él desde todas las direcciones.

Sus defensas mágicas manejaban los misiles con bastante agilidad, y estaba bastante seguro de que los rústicos monstruos no poseían suficiente magia de realce como para traspasar las barreras y en verdad golpearlo. Una docena de lanzas se le vinieron encima y fueron sencillamente desviadas a un lado, pero siguiéndolas de cerca,saliendo desde detrás de cada roca que rodeaba el claro,parecía que venía un goblin,arma en mano,chillando y a la carga. Aparentemente, la reputación de los elfos oscuros se había perdido en ese grupo en especial de salvajes.

Así como él había contado con las carencias mágicas para que sus lanzas le hicieran daño, igualmente Jarlaxle había contado con las limitaciones intelectuales de los goblins. Fluyeron como abejas para rodearlo, y con un encogimiento de hombros, Jarlaxle descubrió una varita, apuntó con ella sus propios pies y pronunció una orden.

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La bola de fuego resultante engulló al drow, los goblins y a todo el claro y las rocas que lo rodeaban. Gritos de terror acompañaron a las llamas naranjas.

Excepto que no eran llamas.

Ignorando completamente su propia ilusión, Jarlaxle observó poco más que divertido como los goblins trastabillaban y se arrojaban al suelo. Las criaturas azotaban y le daban manotazos a las llamas, y pronto sus gritos de terror se convirtieron en gemidos de agonía. El elfo oscuro notó que algunos de la docena de enemigos yacían muy quietos, y es que habían sido consumidos por la ilusión de la bola de fuego ya que la magia había creado en sus mentes los mismos resultados reales que habrían producido llamas verdaderas ante semejante explosión.

Jarlaxle había matado a casi la mitad de los goblins con un única y simple ilusión.

Bueno, meditó el drow, no una simple ilusión. Había pasado horas y horas, quemando su varita con cientos de recargas para perfeccionar el remolino de llamas.

No se felicitó dándose palmaditas en la espalda por demasiado tiempo, ya que tenía que lidiar con una media docena de criaturas todavía.

Todos estaban distraídos, sin embargo, y por ello el drow comenzó a bombear su brazo, llamando a la magia del brazalete que llevaba en su muñeca derecha para invocar las dagas perfectamente cargadas hacia su mano. Salieron en una seguidilla mortal mientras el drow se daba vuelta lentamente. Justo había completado la vuelta,poniéndole dagas a los seis goblins que arremetían- y a otros tres sólo para asegurarse- cuando escuchó el aullido de más criaturas aproximándose.

Jarlaxle no necesitaba elementos mágicos. Buscó dentro suyo, en la esencia de su herencia, e invocó un globo de oscuridad absoluta. Luego utilizó su agudizado oído para dirigirse fuera del claro a un costado, donde se alejó piedra a piedra del acercamiento goblin.

″¿Podrías dejar de correr?″ preguntó Entreri casi sin aliento mientras seguía tenaz persecución del último goblin herido.

La pista de sangre era suficientemente fácil de seguir y cada tanto divisaba a la criatura zigzagueando por el interrumpido sendero debajo de él. Creía que había apuñalado severamente a la criatura, pero el goblin no mostraba señales de detenerse. Entreri sabía que debía dejar que la criatura se desangrara, pero la frustración lo incitaba.

Llegó a una curva escarpada en el camino pero no dobló. Saltó sobre la cima del muro de piedra bordeando el sendero de la hondonada y corrió a toda velocidad sobre este, saltando a través de otra

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hendedura y bajando derecho por la ladera de la montaña. vio el serpenteante sendero, avistó rápidamente al goblin fugitivo y viró apropiadamente, sus piernas moviéndose por puro instinto para mantenerlo avanzando hacia adelante y en equilibrio sobre las piedras y por sobre los agujeros oscuros que amenazaban con tragarlo. Tropezó más de una vez, despellejándose una rodilla y torciéndose un tobillo, pero nunca fue una caída catastrófica.

Casi sin disminuir la marcha con cada ligero tropiezo, Entreri gruñía de dolor y se concentraba en su presa. Cruzó el serpenteante sendero y resistió al buen sentido de doblar y seguir su curso, de nuevo acortando camino por la descampada y rocosa ladera de la montaña.

Cruzó nuevamente el camino, y unos instantes después llegó a la cuarta curva. Confiado de que estaba por delante de su enemigo, se detuvo y recobró el aliento, se acomodó la ropa y se secó la sangre de su rótula.

El aterrorizado y herido goblin, dobló por la curva, poniéndose a la vista. Tan absorto estaba en el sendero detrás de él que el desgraciado jamás vio siquiera a Entreri mientras corría a la par.

″Lo habrías hecho mucho más fácil,″ dijo Entreri, sacando sus armas y acercándose tranquilamente. La voz del asesino golpeó la susceptibilidad del goblin tan sólidamente como si se hubiera estrellado contra un muro de piedras cuando corría.

La criatura chilló y se detuvo abruptamente con un derrape, y cayó de rodillas.

″Por favor, señor. Por favores,″ suplicó, utilizando la lengua común.

″Oh, cállate,″ replicó el matador.

″Seguramente no matarás a una criatura que suplica por su vida tan elocuentemente,″ llegó una tercera voz, una que sorprendió a Entreri pero solo momentáneamente- hasta que reconoció al portavoz.

No tenía idea de como Jarlaxle había llegado tan velozmente, pero ya no se sorprendía de nada de los que hiciera Jarlaxle. Entreri enfundó su espada y sujetó al goblin por un mechón de su áspero pelo, tirándole la cabeza hacia atrás violentamente. Dejó que su daga enjoyada se deslizara acosadoramente a lo largo de la garganta de la criatura, luego la movió hacia el costado de la cabeza del goblin.

″¿Le corto solo las orejas entonces?″ le preguntó a Jarlaxle, con un tono que demostraba que no tenía intenciones de hacer tal cosa ni de mostrar semejante misericordia.

″Siempre piensas en término de lo inmediato,″ replicó el drow, y se acercó al par. ″De acuerdo a esos términos, por cierto, deberíamos ser rápidos en nuestros asuntos ya que cientos de sus compañeros incluso ahora están bullendo por las laderas de la montaña.″

Entreri hizo un movimiento como si fuera a darle el golpe de gracia, pero Jarlaxle lo llamó y lo detuvo.

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″Miralo a largo plazo,″ le insistió el drow.

Entreri le arrojó una mirada cínica a Jarlaxle.

″Estamos compitiendo con cientos de rastreadores por cada oreja,″ explicó el drow. ″¿Cuánto más progresaríamos si nos hacemos con un explorador que nos guíe?″

″¿Un explorador?″Entreri miró abajo hacia el gimoteante y temblequeante goblin.

″Pues por supuesto,″ dijo Jarlaxle, y caminó hasta Entreri y tranquilamente alejó la daga de la cabeza del goblin. Luego tomó la otra mano de Entreri y lo apuró gentilmente para que soltara el pelo del goblin.

Empujó un paso atrás a Entreri y después se agachó a la altura de la criatura.

″¿Qué me dices de ello?″ preguntó él.

El despatarrado goblin se le quedó mirando.

″¿Cuál es tu nombre?″

″Gools.″

″¿Gools? Un buen nombre. ¿Qué dices Gools? ¿Te interesaría entrar en sociedad con mi amigo y yo?″

La expresión del goblin no cambió.

″Tu tarea será bastante simple, te lo aseguro,″ dijo el drow. ″Muéstranos el camino a los monstruos- ya sabes tus amigos y demás- y luego te quitas de en medio. Te buscaremos cada día-″ hizo una pausa y miró alrededor- ″allí mismo. Parece un buen lugar para nuestras discusiones.″

El goblin finalmente parecía entender. Jarlaxle le arrojó una brillante moneda de oro.

″Y muchas más para Gools de donde vino esa. ¿Interesado?″

el goblin miró fijamente la moneda con los ojos abiertos por un rato luego levantó la vista hacia Jarlaxle y lentamente asintió.

″Muy bien, entonces,″ dijo el drow.

Avanzó, rebuscando en la bolsa del cinto y alargó su mano, la cual estaba cubierta por una sutil substancia calcárea celeste. El elfo oscuro se estiró hacia la frente del goblin. Gools se echó para atrás ante eso,pero Jarlaxle expidió una severa amenaza, mostrando su espada en la otra mano y poniendo una expresión que prometía una muerte dolorosa.

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El drow buscó la frente del goblin nuevamente y comenzó a dibujar allí con la tiza, al tiempo que pronunciaba un encantamiento arcano- un balbuceo que cualquier estudiante de magia de tercer año habría reconocido como un disparate incoherente.

″Te he impuesto una maldición,″ le dijo. ″Si sabes algo de mi gente, los drows, entonces comprendes bien que esta maldición será de las más ruines. Es bastante sencillo, Gools. Si permaneces leal a mí, a nosotros, entonces no te sucederá nada. Pero si nos traicionas, sea por que huyas o nos conduzcas a una emboscada, la magia de la maldición cobrará efecto. Tu cerebro se transformará en agua y correrá por tus oídos, y sucederá lentamente,¡muy lentamente! Sentirás cada quemadura,cada aguijonazo, cada torcedura. Conocerás la agonía que ninguna espada podría suplantar jamás. Gemirás y llorarás y suplicarás piedad, pero nada te ayudará. E incluso en la muerte te atormentará esta maldición, ya que su magia enviará tu espíritu al altar de la Reina Araña Lolth, la Diosa Demonio del Caos. ¿Sabes de ella?″

Gools temblaba tanto que apenas podía sacudir la cabeza.

″¿Conoces las arañas?″ preguntó Jarlaxle y caminó sus dedos sobre la sudada mejilla del goblin.

″Arañas reptantes.″

Gools se estremeció.

″Ellas son los instrumentos de Lolth. Te devorarán por la eternidad. Te morderá″-pellizcó fuertemente al goblin-″un millón de veces. No habrá alivio para su ardiente veneno.″

Le echó una mirada a Entreri,luego miró al aterrorizado goblin a los ojos una vez más.

″¿Me comprendes Gools?″

El goblin asintió tan rápidamente que sus dientes castañeteaban con el movimiento.

″Trabaja con nosotros, y gana oro,″ dijo el drow, aún en la lengua gutural del salvaje goblin. Le arrojó otra moneda de oro a la criatura. Gools ni siquiera se movió para buscarla, aunque la moneda lo golpeó en el pecho y cayó en la suciedad.

″Traiciónanos y conocerás la tortura interminable.″

Jarlaxle retrocedió, y el goblin se agachó repentinamente. Gools se las arregló para retener parte de su buen sentido y alcanzó la segunda pieza de oro.

″Mañana,a esta hora,″ le instruyó Jarlaxle. Luego, en Común, comenzó, ″¿Piensas que--?″

Se detuvo y lanzó una mirada hacia atrás arriba de la ladera de la montaña ante el súbito sonido de batalla renovada.

Entreri y Gools también,levantaron la vista hacia la colina, sorprendidos.

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Comenzaron a sonar los cuernos, y los goblins chillaron y aullaron, y el sonido del metal contra metal hizo eco en el viento.

″Mañana″ le dijo Jarlaxle al goblin, empujándolo con un dedo.″Ahora vete, idiota.″

Gools se alejó tambaleando a cuatro patas, y finalmente se puso de pie y corrió a toda prisa.

″¿Realmente crees que lo veremos de nuevo?″ preguntó Entreri

″Poco me importa,″ dijo el drow.

″¿Orejas?″ le recordó Entreri.

″Puede que quieras ganarte tu reputación una oreja a la vez, mi amigo, pero yo nunca elijo hacer las

cosas de la manera difícil.″

Entreri comenzó a responder , pero Jarlaxle levantó una mano para silenciarlo. El drow se dirigió por la izquierda hacia la ladera de la montaña y empezó a ver de qué se trataba toda esa conmoción.

"Ahora sé que me he metido en un mal sueño," remarcó Entreri.

Él y Jarlaxle se aplastaron contra el muro de rocas, mirando desde lo alto un campo de piedras redondeadas. Allí abajo, los goblins corrían por todos lados, peleando en completo desorden debido a que halflings cargaban contra ellos- docenas de halfling cabalgando en cerdos con armaduras.

Los diminutos guerreros balanceaban mayales, soplaban cuernos y arrojaban dardos, virando sus monturas en lineas de zig zag que deben de haberles parecido perfectamente caóticas a los pobres y confundidos goblins.

Desde su ventajoso punto de vista desde arriba, sin embargo, Entreri y Jarlaxle podían ver la precisión de los movimientos de los halflings, una fluida seguidilla de destrucción que parecía como si los pequeños guerreros montados se hubieran fundido en una singular criatura con forma de serpiente.

"En Menzoberranzan, la Casa Baenre a veces hace desfilar a sus fuerzas por las calles para mostrar su disciplina y poder," remarcó Jarlaxle. "Estos pequeñitos no son menos precisos en sus movimientos."

Entreri no había sido testigo de semejantes desfiles en su corto tiempo en la ciudad de los elfos oscuros, pero viendo la movediza máquina masacradora de los jinetes halflings, fácilmente entendió a que se refería su compañero.

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Era fácil también para el dúo determinar la duración de la batalla unilateral, por lo que comenzaron a bajar por la cuesta, Jarlaxle guiando a Entreri hacia el campo rocoso mientras el último de los goblins era reducido.

"¡Quiebrarodillas!" gritaron los halfling al unísono, mientras alineaban a sus cerdos de guerra en perfectas filas. Unos pocos habían sido heridos, pero solo uno parecía seriamente herido, y los sacerdotes halflings ya estaban trabajando duro atendiéndolo.

El grito de auto felicitación de los halflings quedó cortado en seco, cuando varios de ellos notaron las dos figuras que se aproximaban, una un elfo oscuro.

Las armas se levantaron en un abrir y cerrar de ojos, y los gritos de advertencia le dijeron a los recién llegados que se mantuvieran en sus trece.

"Inurree waflonk," dijo Jarlaxle en un lenguaje que Entreri no entendió.

Sin embargo, mientras consideraba las curiosas expresiones de los halfling, y recordaba a su vieja amiga allá en Calimport, Dwahvel Tiggerwillies, y algunas de sus idiosincrasias lingüísticas, calculó que su amigo estaba hablando la lengua halfling-y aparentemente, bastante fluido. Entreri no estaba sorprendido

"Buena pelea," tradujo Jarlaxle, guiñándole un ojo a Entreri. "los observamos desde arriba y vimos que los desorganizados goblins no tenían oportunidad alguna."

"Te das cuenta de que eres un elfo oscuro, ¿correcto?" preguntó uno de los halflings, un tipo pequeño y fornido con un bigote marrón que se le curvaba en círculos sobre las mejillas.

Jarlaxle fingió cara de sorpresa mientras ponía una de sus manos delante de sus brillantes ojos.

"Pues, de hecho,¡ sí, es verdad!" exclamó él.

"Te das cuenta de que somos los Quiebrarodillas, ¿correcto?"

"Eso es lo que les escuché proclamar."

"Te das cuenta de que nosotros los Quiebrarodillas tenemos la reputación de matar sabandijas, ¿correcto?"

"Si no la tuvieran, y después de ser testigo de vuestra exhibición, yo mismo correría la voz, se los aseguro."

"Y te das cuentas de que los elfos oscuros entran en esa categoría, por supuesto."

"¿En serio? Pues yo había llegado a creer que las razas civilizadas, entre las que algunos dicen se incluye la halfling-aunque algunos insisten que los halflings solo pueden ser considerados civilizados cuando no hay comida alrededor- proclaman su superioridad por su predisposición a juzgar a los otros basándose en sus acciones y no en su herencia. ¿No es ese uno de los factores determinantes de la civilidad?"

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"Tiene razón en eso," farfulló otro halfling.

"Yo le daré una razón," dijo otro más, uno que sostenía una larga (relativamente hablando) lanza puntiaguda.

"Puede que además hayas notado que muchos de los goblins ya estaban muertos cuando ustedes entraron en escena," añadió Jarlaxle. "No fue una pelea interna lo que los aniquiló, se los aseguro."

"¿Ustedes dos estaban combatiendo a los diablillos?" preguntó el primero, aparentemente el líder.

"¿Combatiendo? Masacrando sería un mejor término. Lo que sí creo es que tu pequeño ejército aquí nos ha robado nuestra matanza."

Hizo un rápido escrutinio y apuntó con el dedo varias veces, como contando los muertos.

"Cuarenta o cincuenta piezas de oro, mínimo."

Los halflings comenzaron a murmurar entre ellos.

"Pero no es nada que mi amigo y yo no podamos perdonar u olvidar, ya que observando vuestra delicada fuerza en una maniobra tan brillante valió la pena como precio razonable de admisión," añadió Jarlaxle.

Barrió el suelo con una de sus características reverencias, sacándose el sombrero y cepillando las piedras con la enorme pluma de diatryma. Eso pareció tranquilizar un poco las filas de halflings.

"Tu amigo, no habla mucho, no?" preguntó el líder.

"Él provee las espadas," replicó Jarlaxle.

"Y tú las ideas,presumo."

"Yo, o el príncipe demonio que está parado detrás de ti."

El halfling se puso pálido y se volteó, junto con los otros, armas listas. Por supuesto que no había ninguno demonio a la vista, por lo que toda la tropa giró nuevamente ante un Jarlaxle muy divertido.

"Realmente tienen que superar sus miedos de mi herencia de piel oscura," les explicó Jarlaxle riéndose.¿Qué les parece si disfrutamos de una comida juntos?"

"¿Quieres que te alimentemos?"

"Mas bien al contrario," dijo el drow. Se sacó la mochila de viaje y extrajo una varita y un pellejo de vino. Buscó alrededor con la mirada, divisando unas pequeñas rocas

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caídas,incluyendo unas los suficientemente bajas como para que sirvieran de mesas. Indicándoles ese camino, les dijo, "¿Les parece?"

Los halflings lo miraron fijamente dudando y no se movieron. Con un gran suspiro, Jarlaxle rebuscó en su mochila de nuevo y sacó un mantel y lo extendió en el suelo frente a él, cuidando de encontrar un lugar que estuviera limpio y sin manchas de sangre goblin.

Dio un paso atrás, apuntó el mantel con la varita, y pronunció una palabra. Inmediatamente, el área del centro del mantel se hinchó desde el suelo. Jarlaxle se acercó al mantel, sujetó una punta y lo retiró, revelando auténtico festín de panes dulces, frutas, bayas, e incluso un cordero en espetón goteando jugo y todo.

La hilera de ojos de los halflings se abrieron tanto que parecía que fueran a saltárseles y rebotar todos juntos por el suelo.

"Siendo halfling, y unos civilizados, asumo que han traído una buena cantidad de utensilios para comer, platos y frascos para beber, ¿correcto?" dijo el drow, imitando eficazmente la manera de hablar del líder de los halflings.

Algunos de los halfling arrimaron sus cerdos adelante, pero el testarudo líder sostuvo su mano en alto y ojeó al drow sospechosamente.

"Oh, vamos," dijo Jarlaxle. "¿Podrías haber vislumbrado una mejor muestra de mi amistad?"

"¿Vinieron de la muralla?"

"De la Puerta de Vaasa, por supuesto," respondió Jarlaxle. "Enviado a explorar por la mismísima Comandante Ellery Tranth Dopray Kierney Azotadragones Peidopare ."

Entreri trató con todas sus fuerzas de no dar un respingo ante la mención del nombre de la mujer, ya que pensó que su amigo estaba jugando un juego peligroso.

"La conozco bien," dijo el líder halfling.

"¿En serio?" dijo el drow, y se iluminó de pronto como si todas las piezas hubieran encajado para él. "¿Puede que seas el renombrado Hobart Bracegirdle en persona?" jadeó.

El halflings se enderezó y golpeó el pecho con orgullo,toda la respuesta que necesitaban los compañeros.

"Entonces debes cenar con nosotros," dijo Jarlaxle. "¡Debes hacerlo! Yo..." hizo una pausa y le echó una severa mirada a Entreri. "Nosotros," se corrigió, "insistimos."

De nuevo la mirada severa, y por ese aguijoneo, se las arregló para atisbar un simple "Por supuesto" de parte del asesino.

Hobart miró alrededor a sus compañeros, muchos de los cuales salivaban abiertamente.

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″Nunca viene mal una buena comida después de la batalla,″ señaló él.

″O antes,″ dijo otro de la tropa.

″O durante,″ le llegó un comentario impasible a Jarlaxle desde el costado, y en el rostro del drow apareció una sonrisa mientras lo miraba a Entreri.

″El encanto es una habilidad que se aprende,″ le susurró Jarlaxle a través de la sonrisa.

″Al igual que el asesinato,″ le devolvió susurrando el humano.

Entreri no estaba exactamente cómodo sentado en un campamento con docenas de halflings borrachos. Aunque, no podía negar que la cerveza era buena, y pocas razas en todos los Reinos podían rehusarse a una mejor selección de sabrosas carnes que los halflings, a pesar de que la comida de sus mochilas difícilmente se podían comparar con el festín que Jarlaxle había conjurado mágicamente.

Entreri permaneció en silencio durante la comida,disfrutando de la delicada comida y el vino, y midiendo a sus invitados. Sin embargo, su compañero no era tan tranquilo,suplicándole a Hobart y los otros por cuentos de aventuras y batallas. Los halflings estaban más que dispuestos a complacerlo. Hablaron de su ascenso a la fama, cuando el Rey Gareth primero reclamó el trono y las Tierras de Bloodstone eran más salvajes incluso que en el momento presente.

″¿No es inusual que los miembros de vuestra raza prefieran el camino y la batalla a sus cómodos hogares?″ preguntó Jarlaxle.

″Esa es la reputación,″ admitió Hobart.

″Y todos estamos conociendo bien la reputación de los elfos oscuros,″ dijo otro de la tropa, y todos los diminutos guerreros se rieron, varios de ellos levantaron sus jarros en un brindis.

″Ay,″ dijo Hobart, ″y si hubieras creído en esa reputación, te habríamos matado en la cuesta, verdad?″

″Por los guerreros aventureros halflings,″ ofreció Jarlaxle levantando su jarro de pálida cerveza.

Hobart sonrió. ″Ah, y por todos aquellos que se elevan por encima de la limitaciones de sus ancestros.″

″¡Huzzah!″ vitorearon los otros halflings.

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Bebieron y brindaron un poco más, y otro poco más y justo cuando Entreri pensó que la comida había terminado,el chef principal, un tipo rechoncho llamado Rockney Hamsukker avisó que el cordero estaba listo.

Eso trajo más vítores y más brindis, y más, -mucha más-comida.

El sol se había ocultado hacía tiempo y ellos todavía comían, y Jarlaxle comenzó a pedirle de nuevo a Hobart que contara sus hazañas. Historia tras historia de goblins y orcos cayendo ante las acciones de los Quiebrarodillas, con Hobart incluso revelando las variaciones del ″enjambre″, la ″trama″ y el ″golpazo frontal″ como llamaban los Quiebrarodillas a las tácticas de batallas.

″Bah,″ se bufó Jarlaxle. ″¿Con los goblins y los orcos son necesarias las tácticas? Difícilmente son oponentes que valgan la pena.″

El campamento quedó en silencio y una expresión ceñuda se esparció por el rostro de Hobart. Detrás de él, otro Quiebrarodillas se levantó y balanceó su proyectil de arma, un par de bolas de acero atadas a un trozo de cuerda para que los extraños lo pudieran ver claramente.

Entreri dejó de comer y miró duramente a ese amenazante halfling, rápidamente vislumbrando la ruta óptima de ataque para infligir el mayor daño posible sobre el mayor número de enemigos.

″En números, por supuesto,″ aclaró Jarlaxle. ″para la mayoría de los grupos, el número de goblins podría ser un problema. Pero los he visto en batalla, se olvidan?″

Los ojos marrones de Hobart se estrecharon.

″Después de vuestro despliegue en el campo rocoso, buen sir Hobart, pasarías un mal momento tratando de convencerme de que sólo un gran número de goblins podrían llegar a ser un problema de peso para los Quiebrarodillas. ¿Acaso alguno de los últimos goblins se las arregló para golpear una sola vez a tus jinetes?″

″Tuvimos algunos heridos,″ le recordó Hobart.

″Más por casualidad que a propósito.″

″El terreno favoreció nuestras tácticas,″ explicó Hobart.

″Bastante cierto,″ concedió Jarlaxle. ″Pero debo de creer que una tropa tan precisa como la suya no podría fácilmente adaptarse a cualquier terreno?″

″Me esfuerzo mucho para recordarle a mis soldados que vivimos en el precipicio del desastre,″ declaró Hobart. ″Estamos a un error de la completa ruina.″

″El borde del guerrero,en efecto,″dijo el drow. ″No subestimo vuestras victorias, por supuesto, pero sé que hay más.″

Hobart enganchó sus pulgares a los lados de su brillante pechera.

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″Hemos recorrido un buen trecho,″ explicó. ″Ya que es nuestro objetivo el regresar a la Puerta de Vaasa para vaciar los cofres de la Comandante Ellery.″

″Bah, pero si tan solo estás buscando sacarle los calzones a Ellery!″dijo otro halfling, y muchos resoplaban divertidos. Hobart miró alrededor,sonriéndole a sus compañeros, quienes murmuraban y asentían. ″Y eso haremos- me refiero a los cofres.″

El líder halfling chasqueó sus regordetes dedos en el aire y un tipo nervioso, y flacucho a la derecha de Jarlaxle y Entreri se tambaleó por ahí, y finalmente trajo una enorme bolsa. Miró a Hobart, le devolvió la constante sonrisa del líder,y luego dio vuelta la bolsa, dejando caer cien orejas, las cuales había del tamaño de orejas humanas, varias que pertenecían a grandes criaturas como ogros y un par tan enormes que Jarlaxle las podría haber usado de sombrero.

Hobart se lanzó de nuevo a sus cuentos, contando de un enfrentamiento con un trío de ogros y otro par de ogros en compañía de algunos hobgoblins. Elevó su voz,casi como un bardo cantaría la historia,cuando llegó al clímax de los eventos, y los Quiebrarodillas a su alrededor comenzaron a vitorearlo enloquecidamente.

Un par de halflings se pararon y representaron la escena de la batalla, el falso gigante saltando sobre una roca para alzarse sobre sus enemigos.

Muy a su pesar, Artemis Entreri no pudo evitar reírse. Los movimientos de los halflings, la pasión, la comida, la bebida, todo eso, le recordaba tanto a algunos de sus más cercanos amigos en Calimport, a Dwahvel Tiggerwillies y el gordo Dondon.

El gigante moría en el cuento de Hobart-y el halfling gigante moría sobre la roca con un ademán dramático- y la tropa entera retomaba el cántico de , ″Quiebrarodillas!Quiebrarodillas!″

Bailaban, cantaban, vitoreaban, comían y bebían.

Y así siguieron, entrada la noche.

Artemis Entreri había perfeccionando el arte de dormir ligeramente muchos años antes. El hombre no podía ser atrapado por sorpresa, incluso cuando estaba aparentemente muy dormido. Así pues, las sacudidas de su compañero lo había mantenido bien despierto por momentos, aún antes del amanecer. Todos a su alrededor, los Quiebrarodillas roncaban y gruñían en sueños, y los pocos que habían sido apostados como centinelas no mostraban mayores signos de conciencia.

Jarlaxle miró a Entreri y le guiñó un ojo, y el asesino asintió curioso. Siguió al drow hasta el halfling dormido con la bolsa de orejas, la cual estaba dispuesta en medio de varias otras bolsas de igual o mayor tamaño al lado del halfling que había servido de burro de carga para los Quiebrarodillas.

Con un movimiento de sus largos y hábiles dedos,Jarlaxle desató la bolsa de orejas. La deslizó lentamente y después salió silenciosamente fuera del campamento, seguido de cerca por el igualmente silencioso Entreri.

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Pasaron al lado de los guardias sin ser notados no fue más difícil que pasar por una pila de piedras sin que se desparramaran.

El dúo llegó a un claro bajo la luz de luna menguante. Jarlaxle desabrochó un botón de su chaleco, sonriéndole a Entreri todo el momento. Lo agarró entre los dedos,luego sacudió su muñeca tres veces en rápida sucesión

Entreri difícilmente se sorprendió cuando el botón se estiró y amplió, y su base casi cayó hasta el suelo, así parecía como si Jarlaxle estuviera sosteniendo un sombrero de copa que hubiera cabido en un gigante de montaña.

Con un asentimiento de Jarlaxle, Entreri volcó la bolsa de orejas y comenzó a lanzarlas en la bolsa mágica del botón de Jarlaxle. El drow lo detuvo un par de veces, indicándole de que debería dejar unas cuantas, incluyendo las orejas del gigante.

Un chasquido de las muñecas de Jarlaxle y su bolsa mágico volvió a su inofensiva forma de botón, y se lo colocó en su chaleco en el lugar apropiado y lo palmeó fuerte, asegurándolo al material con su magia.

Le hizo un señal a Entreri para que se alejara con él y luego sacó, de la nada por supuesto, un escobillón. Barrió sus huellas.

Entreri se dispuso a regresar al campamento halfling, pero Jarlaxle lo sujetó del hombro para detenerlo. El drow le dio un guiño cómplice y extrajo una delgada varita desde uno de los bolsillos de su grandiosa capa de viaje. Apuntó con la varita la bolsa desechada y las pocas orejas y pronunció una orden.

Le siguió un sonido de estallido acompañado por una explosión de humo, y cuando se despejó, había un pequeño lobo parado en medio del humo.

“Disfruta de tu comida,” le instruyó Jarlaxle al canino, y se dio la vuelta encaminándose al campamento, con Entreri justo por detrás. El asesino echaba un ojeada atrás de vez en cuando para ver al lobo conjurado desgarrar las orejas, luego recoger la bolsa y sacudirla, rasgándola. Jarlaxle siguió andando, pero Entreri se detuvo un poco más. El lobo merodeó alrededor, pareciendo muy molesto de ser privado de más comida, razonó Entreri ya que comenzó a desintegrarse, expirando su magia temporal, reduciéndolo a una nube de humo. El asesino solo pudo observar maravillado.

Apenas habían vuelto a introducirse en sus mantas cuando los primeros rayos del amanecer se asomaron por el horizonte occidental. A pesar de ello, habían de pasar muchas horas antes de que los halfling realmente se removieran, y Entreri encontró un poco más de sueño necesario.

El imprevisto tumulto en el campamento lo despertó alrededor del mediodía. Se apoyó sobre los codos medio dormido, y miró alrededor asombrado el frenético ir y venir de los halflings. Levantaba piedras y pateaban los remanentes de la fogata de la noche anterior a un lado. Husmeaban debajo de las bota mangas de los camaradas, y a menudo eran pateados por esa tontería

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“Presumo que hay un problema,” le señaló Entreri a Jarlaxle, quien estaba sentado y se desperezaba.

“Realmente creo que nuestros amiguitos han perdido algo. Y con toda la desorganizada conmoción, sospecho que tardarán bastante en encontrarlo.

“Por que una bolsa de orejas los oiría acercarse,” dijo Entreri con la voz tan seca como siempre. Jarlaxle rió con ganas.

“Creo que estás comenzando a entender, mi amigo, este viaje que llamamos vida.”

“Eso es lo que más me asusta de todo.”

Los dos se quedaron en silencio y se dieron cuenta de que Hobart y un trío de tipos que lucían muy serios, los miraban severamente. En procesión, con los otros tres caminando respetuosamente dos pasos por detrás de comandante Quiebra rodillas, el grupo se acercó.

“La sospecha cae sobre nosotros,” subrayó Jarlaxle. “Ah,¡la intriga!”

“Una excelente y buena mañana tengan ustedes, maestro Jarlaxle y Entreri,” los saludó Hobart, y no había nada de jovial en su tono. “Asumo que durmieron bien.”

“Estarías sumiendo mucho entonces,” dijo Entreri.

“Mi amigo aquí, no disfruta mucho de las comodidades,” le explicó Jarlaxle. “No lo sabrías por su apariencia o su reputación , pero me temo que él es un poco petimetre.”

“Cada insulto debidamente anotado,” dijo Entreri por lo bajo. Jarlaxle le hizo un guiño.

“Una retorcida extra de la espada verás,” prometió Entreri.

“¿Estoy interrumpiendo algo?” preguntó Hobart.

“No estarías interrumpiendo nada en todo caso si no te dignas a hablarnos de una vez,” dijo Entreri.

El halfling asintió luego miró con curiosidad a Entreri, después de igual modo a Jarlaxle, y luego consideró a sus amigos. Los cuatro se encogieron de hombros al unísono.

“¿Durmieron toda la noche de corrido?” preguntó Hobart.

“Y la mayor parte de la mañana, al parecer,” respondió Jarlaxle

“Bah, si es temprano todavía.”

“Buen señor halfling, en verdad creo que el sol está en su cenit,” dijo el drow.

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“Como dije,” subrayó Hobart. “La caza de goblins se realiza mejor en el crepúsculo. Las cositas feas toman confianza cuando el sol languidece, claro está. No es que tenga motivo alguno para tomar confianza.”

No con vuestra gran habilidad contra ellos, de eso seguro.”

Hobart ojeó al drow con evidente sospecha.

“Nos falta algo,” explicó él. “Algo en lo que ustedes podrían estar interesados.”

Jarlaxle miró hacia Entreri, su expresión no tan inocente y sin abrir demasiado los ojos,pero más curiosa que otra cosa- la mirada exacta que uno esperaría de alguien intrigado pero completamente ignorante del robo.

Entreri tuvo que luchar para mantener su propia apariencia de desinteresado, ya que estaba bastante divertido de ver cuán perfectamente Jarlaxle podía jugar al juego del mentiroso.

“Nuestra bolsa de orejas,” dijo Hobart.

Jarlaxle dio un largo suspiro. “Eso es preocupante.”

“¿Y entenderán por qué tenemos que registrarlos?”

“Y nuestras mudas de ropas, por supuesto,” dijo el drow, y se hizo a un lado sosteniendo su capa abierta a cada lado.

“Veremos si la tuviste tú,” dijo Hobart, “a menos que haya sido guardada o camuflada mágicamente.

Le indicó a uno de los halfling detrás de él, un tipo de aspecto estudioso con ojos grandes, el cual pestañeaba continuamente, y tenía el delgado cabellos castaño partido al medio. Aparentando ser más un erudito que un guerrero, el pequeño sacó una larga varita azul.

“Asumo que para detectar magia,” remarcó Jarlaxle.

Hobart asintió. “Párense separados, por favor.”

Entreri miró a Jarlaxle y luego de vuelta al halfling. Con un encogimiento de hombros dio un amplio paso al costado. El halfling apuntó su varita, susurró un comando, y un resplandor engulló a Entreri por un momento y después desapareció. El halfling se quedó allí estudiando al asesino, y sus grandes ojos siguieron yendo hacia el cinto de Entreri, hacia la daga enjoyada en una cadera y luego hacia la espada, poderosamente encantada, en la otra. La cara del halfling se retorció y contorsionó, y tembló.

“No querrías que ninguna de esas espadas te atravesara, de seguro,” dijo Jarlaxle, entendiendo el silencioso intercambio en el que la varita le indicaba al pequeño mago lo verdaderamente potentes que eran las armas del humano.

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“¿Estás bien?” preguntó Hobart, y aunque el que sostenía la varita a penas podía respirar, asintió.

“Date vuelta, entonces,” le pidió a Entreri, y el asesino hizo como se le pedía, incluso levantando su capa así el pequeño erudito fisgón podía obtener una visión completa. Unos momentos más tarde, el portador de la varita miraba a Hobart y sacudía la cabeza. Hobart señaló con su mano a Jarlaxle, y el otro halfling levantó su varita. Pronunció el comando una vez más y el suave resplandor descendió sobre un sonriente Jarlaxle. El portador de la varita chilló y cayó de espaldas, cubriéndose los ojos.

“¿Qué?” preguntó Hobart.

El otro tartamudeó y balbuceó, sus labios moviéndose, y mantuvo su mano libre frente a él. Entreri se rió entre dientes.¡Solo podía imaginarse el cegador resplandor de magia que uno podía ver sobre la persona de Jarlaxle!

“Es que no... hay... quiero decir... nunca antes... no en el propio Rey Gareth...”

“¿Qué?”demandó Hobart.

El otro sacudió tan rápidamente su cabeza que casi se tumba al suelo.

“¡Concéntrate!” le ordenó el comandante Quiebrarodillas. “¡Ya sabes lo que estás buscando!”

“Pero...pero...pero” se las arregló para decir el halfling a través de sus balbucientes labios.

Jarlaxle levantó su capa y lentamente se dio vuelta, y el pobre halfling se cubrió más aun sus ojos.

“¡Sobre su cinto!” chilló el pequeño mientras caía al suelo con un jadeo.

Sus dos compañeros lo atraparon antes de que se cayera, y lo enderezaron, poniéndolo derecho y sacudiéndole el polvo. “Él tiene un elemento de almacenaje en el cinto,” le contó el halfling Hobart cuando finalmente recobró la compostura. “Y otro en su sombrero.”

Hobart volvió un ojo precavido hacia Jarlaxle.

El drow sonriendo con seguridad, se sacó el cinto-con una orden, no desabrochando una mundana hebilla- y desató la bolsita sosteniéndola frente a él.

“Este es el punto de referencia,si?” le preguntó al portador de la varita,quien asintió.

“Me han descubierto entonces,” dijo dramáticamente Jarlaxle,y luego suspiró.

Hobart frunció el ceño.

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“Una simple bolsa de almacenaje,” explicó el drow, y se la arrojó a Hobart. “Pero ten cuidado, ya que adentro contiene mi precioso brandy Cormyreano. Ya sé, ya sé, tendría que haberlo compartido con ustedes, pero es que son tantos, y yo temía sus potentes efectos en los más pequeños.”

Hobart sacó la botella de la bolsa y la sostuvo en alto para leer la etiqueta. Su expresión de gran aprobación, y la deslizó de vuelta a la bolsa. Luego revolvió en resto del contenedor mágico, casi a punto de enojarse.

“¿Compartimos el brandy, tu y yo, un ratito más tarde?” le propuso Jarlaxle cuando Hobart hubo terminado con la bolsa.

“O si ese sombrero tuyo contiene mis orejas, me lo quedo, bebo lo suficiente para apagar mi sed y uso el resto para encender tu pir funeraria.”

Jarlaxle rió fuerte. “¡Me encanta que hables directamente, buen señor Bracegirdle (ceñidor de cinturones)!” dijo. Hizo una reverencia y se sacó el sombrero, barriendo el suelo con él, luego se lo lanzó girando a Hobart.

El halfling empezó a manipularlo,pero Jarlaxle lo detuvo con una severa advertencia.

“Primero devuélveme la bolsa,” dijo él, y los cuatro halflings lo miraron con dureza. “No querrán estar jugueteando con dos elementos de naturaleza extra dimensional.”

“Grieta. Astral. Malo,” explicó Entreri.

Hobart lo miró fijamente y luego al divertido drow y le arrojó la bolsa de vuelta a Jarlaxle. El comandante Quiebrarodillas comenzó a inspeccionar el enorme sombrero de ala ancha, y después de un momento, descubrió que podía darle vuelta la parte interna de la punta del sombrero.

“¿Un falso compartimiento?” preguntó él.

“En cierto sentido,” admitió Jarlaxle, y la expresión de Hobart se tornó curiosa mientras la solapa de tela salía por completo en su mano,dejando el interior de la punta intacta, sin revelar ningún compartimiento. Luego el halfling sostuvo el pedazo de tela en alto, un pedazo de tejido circular de pocos centímetros de diámetro. Hobart lo miró, le dio la vuelta, se encogió de hombros desconcertado y sacudió la cabeza. Se arrojó la aparentemente benigna cosa por sobre su hombro.

“¡No!” gritó Jarlaxle, pero demasiado tarde, ya que el disco giratorio de tela se estiró en el aire y cayó a los pies de los tres compañeros de Hobart, ampliándose y abriéndose en un hoyo de tres metros. Los tres se tambalearon y cayeron dentro.

Jarlaxle se llevó las manos al rostro.

“¿Qué?” preguntó Hobart. “¿Por los seiscientos sesenta y seis niveles del Abismo que pasó?”

Jarlaxle se llevó las manos al rostro.

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"¿Qué?" preguntó Hobart. "¿Por los seiscientos sesenta y seis niveles del Abismo que pasó?"

Jarlaxle se sacó el cinto y le susurró a la punta del mismo, la cual se retorció y tomó la forma de un cabeza de serpiente. Todo el cinto comenzó a crecer y cobrar vida.

"¿Están bien?" le preguntó de paso el drow a Hobart, quien estaba asomado al borde del hoyo de rodillas, gritándole a sus compañeros. Otros Quiebrarodillas se habían acercado también, observando por el foso, o deambulando por ahí buscando sogas o una rama para usar como escalera. El cinto-serpiente de Jarlaxle serpenteó por sobre el borde. Hobart gritó y sacó el arma, una espada corta hermosamente diseñada con un perverso borde dentado

"¿Qué estás haciendo?" chilló y pareció que iba a cortar a la serpiente.

Jarlaxle puso una mano en alto rogando paciencia. Incluso ese pequeño retraso fue suficiente, ya que la rápida y creciente serpiente ya estaba por completo en el foso para entonces, excepto por la punta de su cola, la cual estaba asegurada y sujeta cerca de una raíz cercana.

"Una soga de escalamiento," explicó el drow. Hobart supervisó la escena.

"Que uno se sujete y la soga los ayudará salir del foso."

Llevó unos momentos más y otro uso de la varita para confirmar la afirmación, pero pronto los tres temblequeantes pero escasamente lastimados halflings estaban de regreso fuera del hoyo.

Jarlaxle caminó tranquilamente y levantó un extremo del bolsillo extra dimensional. Con un movimiento de su muñeca y la pronunciación de una orden, se revirtió a la forma de un disco de tela que entraría perfectamente en el enorme sombrero del drow.

Al mismo tiempo, la soga-serpiente trepó por la pierna de Jarlaxle hasta su cintura, obedientemente enrollándose dentro del ojal del cinto de sus finos pantalones. Cuando completó la vuelta, la "cabeza" se mordió la cola y comenzó a tragarla hasta que el cinto estuvo ajustado a la cintura del drow.

"Bueno..." empezó a decir el obviamente azorado Hobart, mirando fijamente al portador de la varita. "Tu piensas..." Hobart trató de seguir. "Quiero decir, hay...?"

"Debería haberte matado en Calimport," dijo Entreri a modo de respuesta. "Por el bien de mi cordura."

"Más cierto de lo que pudieras darte cuenta."

"¿A-algo más que tengas que buscar en ese?" finalmente se las arregló Hobart para decir.

El portador de la varita sacudió su cabeza tan enérgicamente que sus labios hicieron un ruido de estallidos y bofetadas.

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"Considera mis juguetes," le dijo Jarlaxle a Hobart. "¿Realmente crees que tus orejas valen tanto para mí como para arriesgarme a malquistar tan entretenidos e impresionantes nuevos amigos en adquirirlas?"

"Tiene razón en eso," dijo el halfling parado junto a Hobart.

"Todo lo mejor para ti y tu búsqueda, buen Señor Bracegirdle", dijo Jarlaxle, recuperando su sombrero y colocando de nuevo la tela mágica. "Mi ofrecimiento de brandy sigue en pie."

"Creo que un trago ahora mismo es propicio," subrayó Entreri."Aunque no tanto como para ese," añadió señalando al aterrorizado,pasmado y estupefacto portador de la varita.

"Con propósitos medicinales," agregó Jarlaxle, mirando al temblequeante pequeño halfling.

"Tiene suerte de que no lo hayas dejado ciego," añadió Entreri.

"No sería el primero."

"Despampanante."

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CAPITULO 6

EN AGUAS PROFUNDAS

Puntos negros giraban y danzaban antes sus ojos y un frío sudor bañaba su cuerpo, reluciendo, parecía, de cada poro. Arrayan trató de pararse derecha y afianzarse a su concentración, pero ¡esos puntos! Puso un pie delante del otro, apenas avanzando unos centímetros hacia la puerta atravesando la sala de estar de su diminuta casa.

Tres pasos me harán llegar, pensó, un patético intento de querer sacudirse de encima su estado de desorientación y vértigo y tan solo dar unos rápidos pasos.

El golpeteo continuó , incluso más intensamente. Arrayan sonrió a pesar de su estado. Por la frenética y rítmica urgencia de los golpecitos,sabía que era Olgerkhan. Siempre era Olgerkhan, preocupándose demasiado por ella. El reconocimiento de su querido viejo amigo envalentonó a Arrayan lo suficiente para que ella luchara contra el remolino de puntos negros de mareo tan solo por un momento y llegara a la puerta. La abrió, apoyándose en ella pero poniendo una expresión que intentaba fuertemente negar su fatiga.

″Bien venido,″ saludó ella al semi orco.

Un destellos de preocupación cruzó el rostro de Olgerkhan al tiempo que la examinaba, y le llevó un largo tiempo responderle, ″Y tú también.″

″ Es demasiado temprano para una visita,″ dijo Arrayan, tratando de cubrirse,aunque podía decir por la posición del sol,un punto brillante en el típicamente nublado cielo de Palishchuk, que era pasado el mediodía.

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″¿Temprano?″ Olgerkhan miró a su alrededor. ¿Iremos a lo de Wingham,si? ¿Como acordamos?″

Arrayan guardó silencio por un momento para reprimir una oleada de nausea y mareo que casi la derriba de la puerta.

″Sí, por supuesto,″ dijo ella, ″pero no ahora. Necesito dormir más. Es demasiado temprano.″

″Es más tarde de lo que acordamos.″

″No dormí bien anoche,″ dijo ella. El esfuerzo de simplemente permanecer parada allí estaba comenzando a fatigarla enormemente. Los dientes de Arrayan comenzaron a castañetear. ″Estoy segura de que comprendes.″

El enorme semi orco asintió, miró a su alrededor una vez más, y se alejó.

Arrayan movió la mano y su peso contra la puerta hizo que ésta se cerrara con fuerza. Se dio vuelta sabiendo que tenía que regresar a la cama, y dio un tembloroso paso y luego otro. El lento avance nola llevaría allí a tiempo, lo sabía, por lo que intentó una rápida carga a través del cuarto.

dio un paso más lejos antes de que el suelo pareciera alzarse y engullirla. Permaneció allí por un largo rato,tratando de recobrar su aliento, tratando con pura determinación de hacer que el cuarto dejara de girar. Tendría que arrastrarse, lo sabía, y se esforzó para ponerse sobre sus manos y rodillas y hacer tan solo eso.

″¡Arrayan!″ llegó un grito detrás de ella,y sonó como si estuviera a cientos de kilómetros de distancia.

″Oh,mi Arrayan,″ le dijo la voz a su oído un momento después, restallando con cada palabra. Arrayan difícilmente registró la voz y apenas sintió al poderoso Olgerkhan llevarla gentilmente en sus brazos hasta depositarla en la cama. Él siguió susurrándole mientras la cubría con una manta, pero ella ya estaba lejos, muy lejos.

″Knellict no estará satisfecho si fallamos en esta,″ le dijo Canthan Dolittle a Athrogate en cuanto el enano hubo regresado a su mesa en el pequeño rincón de las Botas Embarradas y Espadas Ensangrentadas.

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″¿Cuánta veces me querés decir eso, bruto?″ preguntó el enano de negra barba.

″Las veces que sea necesario para que verdaderamente los aprecies-″ Canthan se tragó el aliento y contuvo la lengua mientras Athrogate se levantaba por el borde de la mesa, plantando sus dos manos callosas firmemente sobre la pulida madera.

El enano seguía avanzando, inclinándose tanto por encima de la mesa hacia el erudito que las largas trenzas de la barba del enano y las gemas que las sujetaban casi se posan sobre el regazo de Canthan.

Canthan podía sentir el calor y oler el hedor del aliento del enano en su cara.

″ Knellict es--″comenzó Canthan de nuevo.

″Un tacaño hijo de puerca,″ terminó Athrogate por él.″Si, ya lo sé yo muy bien, esquelético tonto. Las veces que habré sentido el aguijón de sus retorcidos dedos,no lo dudes.″

″Entonces no debemos olvidarlo.″

″¿Olvidarlo?″ le rugió Athrogate en la cara.

Canthan palideció mientras toda conversación cesaba en las mesas alrededor. El enano también subió el volumen de su queja y echó una mirada por sobre el hombro para ver un grupo de ojos enfocándose sobre él.

″Bah, que tan mirando, a meno que sea su perdición?″ les ladró a los otros. Athrogate no guardaba pequeña reputación de ferocidad en la Puerta de Vaasa, habiendo dominado la caza de recompensas de orejas por tantos meses, y habiéndose involucrado en más de una docena de alborotos de taberna, en las cuales había dejado siempre a sus oponentes mucho más apaleados que él. El enano entrecerró sus ojos ,acentuando aún más sus tupidas cejas, y gradualmente se sentó de nuevo en su silla. Cuando los mirones finalmente enfocaron su atención a otra cosa, Athrogate se volvió nuevamente a su compañero. ″No estoy para olvidarme de nada,″le aseguró a Canthan.

″Disculpa mi petulancia,″ dijo Canthan. ″Pero, por favor,mi petiso y fornido amigo, nunca más olvides de vuelta que aquí tu eres como mi subordinado.″

El enano lo miró furioso.

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″Y yo soy el subalterno de Knellict,″ continuó Canthan,y esta mención del poderoso e impiadoso archimago realmente lo calmó en cierto modo a Athrogate.

Canthan en verdad era el hombre de Knellict, y si Athrogate avanzaba contra Canthan, se estaría enfrentando a un muy enojado y muy potente hechicero en poco tiempo. Knellict había dejado la Fuga y había vuelto a la Ciudadela de los Asesinos, pero Knellict podía moverse tan rápido como podía inesperadamente.

″No vamos a fallar en esta,″ gruñó el enano, volviendo al punto original. ″He estado observando a esos dos de cerca.″

″Salen a Vaasa casi todos los días. ¿Los sigues?″

El enano bufó y sacudió la cabeza. ″No estoy para seguir a ningún hediondo elfo oscuro ahí afuera en el yermo,″ explicó. ″Los he estado observando cuando regresan. Eso es suficiente.″

″¿Y si no regresan?″

″Entonces es por que tan muertos en una ciénaga y mejor para nosotros,″ replicó Athrogate.

″Se están haciendo menuda reputación en poco tiempo,″ dijo Canthan. ″Cada día llegan con orejas para la recompensa. Están sobrepasando a grupos mucho más grandes,de acuerdo a todos los informes, y de hecho que hace rato han sobrepasado la cantidad de monedas repartidas en la Puerta de Vaasa para las recompensas en tan poco tiempo- un desempeño que hasta muy recientemente fue alcanzado por ti mismo,creo.″

Athrogate refunfuñó por lo bajo.

″Muy bien entonces, aunque esperaba que los siguieras a lo largo de todas sus rutinas diarias,″ dijo Canthan.

″Pensá que tienen contactos en el yermo?″

″Queda como una posibilidad. Quizás los elfos oscuros han salido de su huecos en la Antípoda Oscura para encontrar un lugar en Vaasa- han sido conocidos por aprovechar oportunidades similares.″

″Bueno, si ese tipo Jarlaxle tiene amigos drows en Vaasa, entonces no toy pa irme allá.″

Reparó en la expresión de sorpresa de Canthan frunciendo el ceño.

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″Soy más rudo que cualquier elfo oscuro,″ gruñó ″¡pero no voy a pelear contra una bandada de malditos embusteros!″

″Por supuesto.″

Athrogate hizo una larga pausa, dejando que el ″por supuesto″ se hundiera, tratando de calibrar si había algún tipo de sarcasmo en esas palabras o si era una honesta aceptación y acuerdo.

″Además,″ dijo al rato,″ los muchachos de Hobart los han estado viendo seguido al igual que los otros. Los rumores dicen que Jarlaxle se procuró un explorador goblin que lo ta guiando a buenos lugares de caza.″

″Eso no le debe sentar nada bien a Hobart,″ razonó Canthan. ″Los Quiebrarodillas ven a los goblins como larvas para ser asesinadas y nada más.″

″Un montón de sus camaradas parecen no estar llevándose bien con Hobart,o eso escuché,″ concordó Athrogate.″Parece que algunos de los halflings están refunfuñando sobre las orejas que tan trayendo Entreri y Jarlaxle. Parece que los halflings perdieron una bolsa llena de orejas que habían ganado ellos.″

″¿Un par de ladrones? Interesante.″

″Estaría más interesante y más fácil de entender si tus amigos nos trajeran algún cuento sobre estos dos. Son un dúo poderoso- no puede ser que se aparezcan por acá para robar cosas nomas. Tiene que haber una pista.″

″ Knellict se está apresurando tras la pista de esa información,no lo dudes,″ dijo Canthan. ″Él está rebuscando en los planos mismos de la existencia en busca de las respuestas al dilema de Artemis Entreri y este misterioso drow,Jarlaxle. Obtendremos nuestras respuestas.″

″E bueno saber cuan desagradables haremos que sean sus muertes,″ gruñó el enano.

Canthan simplemente se rió por lo bajo. Claro que sospechaba que Knellict le enviaría un mensaje para hacer justamente eso y librarse del peligroso dúo.

Que así fuera.

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Olgerkhan gruñía y retenía el aliento mientras la pobre Arrayan trataba de tomar la sopa que él le había traído. Su mano temblaba tanto que ella derramaba la mayoría del humeante líquido de vuelta en el cuenco mucho antes de que la larga cuchara hubiera llegado a la altura de su boca. Una y otra vez lo intentó, pero para cuando la cuchara llegaba a su boca y ella sorbía, apenas podía mojarse los labios.

Finalmente, Olgerkhan se adelantó y tomó la temblorosa mano de Arrayan.

″Dejame ayudarte,″ le ofreció.

″No, no,″ dijo Arrayan. Trató de sacar su mano pero no tenía mucha fuerza para ello. Olgerkhan fácilmente se la sostuvo. ″Es bastante...″

″Soy tu amigo,″ le recordó el enorme semi orco.

Arrayan empezó a discutir, como la mujer orgullosa que siempre lo había hecho cuando alguien la irritaba, pero miró dentro de los ojos de Olgerkhan y sus palabras se perdieron en la garganta. Olgerkhan no era una criatura apuesta bajo ningún estándar. Favorecía su herencia de orco más que la humana, con una boca de la cual sobresalían dos retorcidos colmillos y el pelo le salpicaba todo el rostro y la cabeza. Se paraba encorvado, su hombro derecho más bajo que el izquierdo y mucho más para adelante. Mientras que sus miembros nudosos y musculosos exudaban fuerza, no había nada flexible o típicamente atractivo en ellos.

Pero sus ojos era un asunto diferente, al menos para Arrayan. Ella veía ternura en esos enormes ojos marrones, y un nivel de entendimiento más allá de la inteligencia más bien limitada de Olgerkhan. Quizás Olgerkhan no era capaz de descifrar runas místicas o resolver ecuaciones complejas, pero no era tonto, y nunca incompasivo.

Arrayan vio todo eso,mirando fijamente a su amigo- y verdaderamente él era el mejor amigo que jamás había conocido.

La enorme mano de Olgerkhan se deslizó por su antebrazo hasta su muñeca y mano, y ella le dejó asir la cuchara. Tanto para beneficio propio como para el de su amigo, Arrayan se tragó su orgullo y le permitió a Olgerkhan alimentarla. Se sintió mejor cuando al final él le acercó el cuenco a la boca dejándole beber lo que quedaba del contenido,pero todavía estaba muy débil y abrumada.

Intentó ponerse de pie y seguramente se habría caído de no ser por su amigo que la sostuvo y la aseguró. Luego la alzó en sus poderosos brazos y la llevó hasta la cama en donde la depositó gentilmente.

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Tan pronto como su cabeza se posó sobre la almohada, Arrayan sintió que su conciencia se deslizaba lejos. Notó un destello de alarma en el rostro de su amigo semi orco,y mientras la negrura se cernía sobre ella, sintió que él la sacudía gentil pero insistentemente, varias veces.

Un momento más tarde, escuchó un golpe, y en algún rincón dentro de ella entendió que debía ser la puerta cerrándose. Pero eso difícilmente le importaba a Arrayan al tiempo que la oscuridad la envolvía, llevándola lejos, muy lejos de la tierra del despertar.

Los brazos de Olgerkhan se balanceaban frenéticamente mientras caminaba por las caller de Palishchuk,dirigiéndose a una puerta, luego a otra, cambiando de dirección a cada paso. Palishchuk no era una comunidad de fuertes lazos ; cada uno se mantenía en lo suyo excepto en tiempos de celebración o de un peligro en común. Olgerkhan no tenía muchos amigos, y todos menos Arrayan, se dio cuenta,estaban cazando ese día de verano tardío. Deambuló, y gradualmente fue encaminándose al sur. Aporreó un par de puertas más pero ninguna respondió, y no fue hasta que estuvo en la mitad del pueblo que se dio cuenta de la razón. El sonido del carnaval llegó hasta sus oídos. Wingham había abierto su negocio.

Olgerkhan salió brincando hacia la puerta sur y al círculo de carretas. Escuchó a Wingham proclamando las variadas atracciones y siguió en esa dirección para encontrarlo. Empujó a través dela muchedumbre e inadvertidamente tropezó y casi se lleva por delante al pobre Wingham. Lo único que mantuvieron al anunciante de pie fueron las angustiadas manos de Olgerkhan. Unos enormes guardias se acercaron a la pareja, pero Wingham recobrando su sentido, los alejó con una señal.

″Dime,″ le imploró Olgerkhan.″Arrayan,″ gimió Olgerkhan.

Mientras se detenía para recobrar su aliento, el semi orco notó la aproximación de un humano- supo a primera vista que era un humano, no un semi orco que se parecía más a esa raza. El hombre parecía tener unos cuarenta años, de cabello castaño bastante largo que le cubría las orejas y cosquilleaba en su cuello. Era delgado pero musculoso y vestía un desgastado y sucio traje que mostraba que no era un extraño en los yermos de Vaasa. Sus brillantes ojos marrones, tan contrastantes con su aspecto rudo y su grueso cabello negro lo delataban. Aunque Olgerkhan no lo había visto en más de dos años, reconoció al humano.

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Se llamaba Mariabronne, un vigilante de gran reputación en las Tierras de Bloodstone. Además de su trabajo en la Puerta de Vaasa, Mariabronne había pasado sus años desde la asunción de Gareth y la caída de Zhengyi patrullando los páramos de Vaasa y sirviendo a Palishchuk como mensajero de las grandes puertas y como guía para las fuerzas cazadoras de la ciudad de los semi orcos.

″¿Arrayan?″ lo presionó Wingham. Sujetó el rostro de Olgerkhan y forzó al jadeante semi orco a que lo mirara de nuevo.

″Está en cama,″le explicó Olgerkhan.″Está enferma.″

″¿Enferma?″

″Débil....temblorosa,″ explicó el enorme semi orco.

″¿Enferma o exhausta?″ preguntó Wingham y comenzó a asentir.

Olgerkhan lo miró fijo sin saber que responder.

″Probó la magia,″ susurró Mariabronne al lado de Wingham.

″No está sin protecciones mágicas,″ dijo Wingham.

″Pero es la magia de Zhengyi de la que estamos hablando,″ dijo el vigilante, y Wingham le dio la razón asintiendo.

″Llévanos a ella, Olgerkhan,″ dijo Wingham. ″Hiciste bien en venir hasta nosotros.″

Le gritó unas órdenes a sus compañeros,diciéndoles que se encargaran del lugar del anunciante, y él, Mariabronne y Olgerkhan se apresuraron a salir del círculo de carretas de regreso a Palishchuk.

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CAPITULO 7

SOÑADORES

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Entreri levantó su silla en dos patas y se apoyó contra la pared. Sorbía su vino mientras observaba la interacción entre Jarlaxle y la Comandante Ellery. La mujer había buscado al drow específicamente, Entreri lo sabía por sus movimientos, aunque era obvio para él que ella estaba tratando de aparentar lo contrario. No vestía su armadura ni un uniforme del Ejército de Bloodstone, y parecía bastante una dama con su vestido rosa, sutilmente bordado con hebras plateadas que brillaban con cada paso. Un chaleco gris pálido completaba el atuendo, cortado y entallado para realzar sus encantos femeninos. No llevaba armas-abiertamente al menos- e incluso le había llevado unos minutos a Entreri reconocerla cuando la había divisado primero mezclada entre la multitud.

Incluso en el campo, cuando había llegado con una armadura completa,sucia por el polvo del camino Entreri la había considerado atractiva, pero ahora casi no podía quitarle los ojos de encima.

Cuando se dio cuenta de la verdad de sus sentimientos le molestó más que un poquito. ¿Cuándo había sido distraído alguna vez por semejantes sentimientos?

Estudiaba sus movimientos mientras hablaba con Jarlaxle, la forma en que se inclinaba hacia adelante, la manera en que sus ojos se abrían, brillando con interés. Una sonrisa, resignada e impotente, se expandió por el rostro del asesino y brevemente sostuvo su copa en alto en un brindis secreto por su compañero elfo oscuro.

″¿tan esta y la otra silla libre de traseros?″ preguntó una voz ronca, y Entreri miró a un costado para ver un par de sucios enanos mirándolo a él.

″¿Y bien?″ preguntó el otro, señalando una de las tres sillas vacías.

″Quédense con toda la mesa,″ les ofreció Entreri.

Terminó su bebida de un solo trago luego se levantó y se alejó por la pared del fondo. Hizo un rodeo en su camino para no interrumpir la conversación de Jarlaxle.

″Gusto en conocerla Comandan- Lady Ellery,″ dijo Jarlaxle, y entrechocó su copa de vino con la de ella.

″Y ahora afirmará que ni siquiera me reconoció, supongo.″

″Subestima el aspecto singular de sus ojos,buena dama,″ dijo el drow. ″En un abismo repleto de rostros , espero no perderme esa singular belleza.″

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Ellery comenzó a responderle pero se contuvo por un instante. Jarlaxle hizo bien en enmascarar su sonrisa pícara.

″Hay algunas preguntas que me gustaría hacerle,″ empezó Ellery, y su voz sonó urgente cuando el drow se dio vuelta. Aunque giró rápidamente de vuelta, sosteniendo una segunda copa que aparentemente había encontrado esperando en el bar. Se la ofreció a la mujer, y ella entrecerró los ojos y miró alrededor sospechosamente. ¿Cómo era que la segunda copa de vino había estado esperando allí?

Sí, sabía que vendrías a mí, revelaba claramente la sonrisa de Jarlaxle cuando Ellery aceptó la bebida.

″¿Preguntas?″ sugirió el drow a la obviamente anonadada mujer un momento más tarde.

Ellery trató de mostrarse calmada y sosegada,pero se las arregló para dejar caer unas gotitas de vino por la comisura de sus labios y se consideró una boba mientras se enjugaba.

″Nunca he conocido a un elfo oscuro antes, aunque he vi visto a un par desde lejos y he escuchado historias de una semi drow que se hizo fama en Damara.″

″Tenemos la costumbre de hacer eso, para bien o para mal.″

″Aunque he escuchado muchas historias,″ dijo abruptamente Ellery.

″Ah, y está intrigada por la reputación de mi raza oscura?″

Ella lo estudió cuidadosamente, sus ojos iban de su cabeza a los pies y de vuelta arriba.

No pareces tan formidable.″

″Quizás esa es la mayor de las ventajas.″

″¿Eres un guerrero o un hechicero?″

″Por supuesto,″ dijo el drow mientras tomaba otro trago.

El rostro de la mujer se arrugó por un breve instante. ″Dicen que los drows son maestros de las artes marciales,″dijo después de recuperarse.

″Dicen que solo más formidable de los guerreros elfos podrían batallar individualmente contra uno de los drows.″

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″Supongo que ningún elfo que buscara comprobar semejante teoría sigue vivo para confirmarla o negarla.″

La rápida sonrisa de respuesta de Ellery le indicó a Jarlaxle el hecho de que se estaba poniendo a la altura de su ingenio- unos modales que siempre eran un poco demasiado secos o implacables para la mayoría de los habitantes de la superficie.

″¿Es esa una confirmación o un alarde?″ preguntó ella.

″Justo eso.″

Una sonrisa endiablada creció en el rostro de la mujer. ″Entonces repito,no lucen tan formidables.″

″¿Es esa una acotación honesta o un desafío?″

″Justo eso.″

Jarlaxle levantó su copa y Ellery entrechocó la suya contra la de él.

″Algún día, quizás, te topes conmigo en Vaasa y obtengas tu respuesta,″ dijo Jarlaxle.″Mi amigo y yo hemos encontrado éxito en nuestras cacerías allá afuera.″

″Me he dado cuenta por vuestros trofeos,″ dijo ella y de nuevo sus ojos escudriñaron al drow de pies a cabeza.

Jarlaxle rió a carcajadas. Aunque,se acalló rápidamente bajo la intensidad de la mirada de Ellery, los brillantes ojos de ella taladrando los suyos.

″¿Preguntas?″ preguntó él.

″Muchas,″respondió ella,″ pero no aquí″ ¿Crees que se las arreglará bien tu amigo sin ti?″

Al preguntar, ambos ella y Jarlaxle volvieron sus miradas hacia la mesa del rincón, donde el drow había dejado a Entreri solo para encontrar que éste se había ido.

Cuando volvieron a mirarse el uno al otro, Jarlaxle se encogió de hombros y dijo, ″Respuestas.″

Dejaron el ruido de las Botas Embarradas y Espadas Ensangrentadas detrás, Jarlaxle siguiendo a la mujer mientras ella recorría fácilmente la miríada de corredores y pasillos del complejo de la muralla. Bajaron por pasaje lateral y cruzaron a través del cuarto en donde se intercambiaban las orejas de monstruos por la recompensa.

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Moviéndose hacia la puerta del final de la cámara,el drow se inclinó para ver detrás del escritorio, y divisó un pequeño cofre. Anotó mentalmente eso.

La puerta guió al dúo a otro pasillo. Una vuelta a la derecha en una intersección de cuatro caminos los llevó a otra puerta.

Ellery sacó casualmente una llave de su pequeño morral en el cinto, y Jarlaxle la observó curioso, sus sentidos ajustándose más precisamente a sus alrededores. ¿la mujer guerrera había planeado su encuentro desde el principio?

″Un largo camino a recorrer por las respuestas a unas pocas preguntas,″ subrayó él, pero Ellery simplemente le devolvió la mirada, sonriendo. Tomó una antorcha cercana y la llevó con ella a la siguiente cámara,moviéndose contra la pared para alumbrar otras más.

La sonrisa de Jarlaxle se agrandó al igual que su curiosidad mientras reconocía el propósito de la habitación.

Los muñecos permanecían silenciosamente alrededor del perímetro y los blancos de arquería se alineaban contra la pared del fondo. Había varios estantes aquí y allá, mostrando réplicas de armas de madera de varios tipos.

Ellery se arrimó a uno de tales estantes y extrajo una espada larga de madera. La estudió por un instante y luego se la arrojó a Jarlaxle, quien la atrapó con una mano y la balanceó fácilmente.

Ellery extrajo una segunda espada y levantó su escudo de madera.

″¿No hay un escudo similar para mi?″ preguntó el drow.

Con una risilla, Ellery le arrojó una segunda espada. ″He escuchado que los de tu raza prefieren un estilo de pelea de dos espadas.″

Jarlaxle atrapó la espada arrojada con el borde de la primera espada de madera, quebrando su caída, balanceándola, luego haciéndola girar controladamente.

″Algunos sí,″ replicó él. ″Algunos son bastante expertos con espadas largas de igual longitud.″

Con un movimiento de su muñeca envió la segunda espada girando hacia arriba, y el drow inmediatamente la descartó mirando a Ellery, colocando la punta de la espada que le quedaba contra el piso, encajando un pie detrás de su otro tobillo y asumiendo una pose casual sobre la espada apoyada en el suelo.

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″Yo mismo, prefiero la variedad,″ añadió con más que una pequeña sugerencia en su tono.

Mientras terminaba, atrapó la segunda espada que caía con su mano libre.

Ellery lo ojeó cautelosamente, luego desvió su mirada hacia el estante de armas. ″¿Hay alguna otra que preferirías?″

″¿Preferir? ¿Para qué?″

Los ojos de la mujer se entrecerraron. Se ajustó el escudo al brazo,luego se estiró y sacó un hacha de guerra de madera del estante.

″Mi querida dama Ellery,″ dijo Jarlaxle, ″¿me estás desafiando?″

″He escuchado tantas historias sobre las proezas de batalla de tu raza,″ replicó ella. ″Lo sabré.″

Jarlaxle se rió fuerte. ″Ah,si, respuestas.″

″Respuestas,″ repitió Ellery.

″Presumes mucho,″dijo el drow, y dio un paso atrás y levantó las dos espadas delante de él,probando su peso y su equilibrio. Las puso en movimiento en una rápida rutina, girando una espada sobre la otra, luego acometiendo velozmente con la segunda. Retrajo las espadas inmediatamente, llevándolas a descansar a su costado.

″¿Qué interés tendría yo en batallar contigo?″

Ellery’ dejó que el hacha se balanceara fácilmente al final de su brazo. ″¿No eres curioso?″ le preguntó.

″¿Sobre qué? Ya he visto demasiados guerreros humanos, hombres y mujeres.″ Envió una de las espadas de madera girando nuevamente, luego pausó y le ofreció una tímida mirada a Ellery. ″Y no estoy impresionado.″

″Quizás yo pueda hacerte cambiar de opinión.″

″Lo dudo.″

″¿Temes saber la verdad?″

″El temor no tiene nada que ver. Tu me trajiste aquí para satisfacer tu curiosidad no la mía. Me pides que te revele algo de mí ,por que

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quieres. Tu revelarás tus proezas de batalla a cambio de satisfacer tu curiosidad. Para mí, hay ...?″

Ellery se enderezó y lo miró agriamente.

″La oportunidad de ganar,″dijo ella un momento después.

″Ganar significa poco,″ dijo el drow. ″El orgullo es una debilidad, no lo sabes?″

″¿A Jarlaxle no le gusta ganar?″

″A Jarlaxle le gusta sobrevivir,″ replicó el drow sin vacilar.

″Esa no es una diferencia sutil.″

″¿Entonces qué?″ preguntó Ellery , la impaciencia permeaba su tono.

″¿Qué?″

″¿Cuál es tu precio?″ le demandó.

″¿Estás tan desesperada por saberlo?″

Ella lo miró duramente.

″Una dama con tus obvios encantos no debería hacer semejante pregunta,″ dijo el drow.

Ellery no retrocedió. ″Sólo si tu ganas.″

Jarlaxle ladeó su cabeza y sus ojos se pasearon por el cuerpo de la mujer. ″Cuando yo gane, me llevarás a tu alcoba?″

″No ganarás.″

″Pero y si lo hago?″

″Si ese es tu precio.″

Jarlaxle sofocó la risa, ″El orgullo es una debilidad, mi lady, pero la curiosidad...″

Ellery lo detuvo golpeando con fuerza su hacha contra el escudo.

″Hablas demasiado,″ dijo ella mientras daba un paso al frente.

Levantó su hacha por sobre su hombro, y cuando Jarlaxle se puso en una postura defensiva, ella cargó. Elevó su brazo como su fuera a

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golpear pero se adelantó con más ímpetu con el pie contrario y barrió con su escudo en cambio, aporreando las armas del drow a diestra y siniestra. Comenzó a avanzar con ese ímpetu, el movimiento usual, pero luego se dio la vuelta,girando hacia atrás y agachándose. Ella dejó que el brazo de su arma se extendiera,al nivel del hacha y abajo mientras volvía a su lugar de giro. Si él hubiera esperado el movimiento, Jarlaxle podría haberse adelantado fácilmente detrás del escudo y acuchillarla.

Pero no se lo había esperado, y sabía al tiempo que Ellery volvía a su lugar, forzándolo a brincar por encima del hacha, que la mujer había juzgado su postura perfectamente. Él la había subestimado y ella lo sabía.

Jarlaxle cayó de espaldas mientras Ellery rápidamente se le venía encima y presionaba con su ataque, cortando con su hacha de manera más directa. Él trató de contraatacar, arremetiendo con su espada derecha primero,luego la izquierda, pero la mujer fácilmente bloqueó la primera con su escudo y diestramente frenó la segunda con una barrida de su hacha.

Sin embargo, Jarlaxle chasqueó su mano derecha a través, abatiendo el costado de esa hacha con fuerza, luego rodó su mano izquierda adentro y por encima, golpeando nuevamente el mismo costado del hacha. Hizo un molinete sobre el arma, casi arrancándosela de la mano a Ellery y abatiéndola con cada golpe.

Pero Ellery reaccionó apropiadamente, rodando el hombro de su escudo hacia adentro y empujando hacia adelante con fuerza como para evitar que Jarlaxle la desarmara.

″Si gano, te tendré,″ dijo el drow.

Ellery gruñó y empujó fuertemente con su escudo, alejándolo.

″¿Y qué reclamará Ellery si ella gana?″ preguntó Jarlaxle.

Eso detuvo a la mujer incluso cuando empezaba a arremeter una vez más. Se paró sobre la punta de sus talones y espió al drow por sobre el borde de su escudo.

″Si yo gano,″ comenzó y se detuvo para causar efecto y luego añadió, ″Yo te tendré.″

La mandíbula de Jarlaxle bien podría haber pegado contra el piso, excepto que el escudo de Ellery seguramente la habría atrapado, ya que la mujer usó el momento de distracción para propulsar otra carga agresiva , barriéndolo, con el escudo empujando y cortando con el hacha.

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A Jarlaxle le llevó cada montón de agilidad y velocidad en él para mantener a un lado esa hacha, y solo de las arregló para rodar a un costado y dejar que Ellery se conectara con la precipitación de su escudo. El drow aprovechó ese impulso para alejarse, rodando hacia atrás sobre su espalda. Se puso ágilmente de pie y se hizo a un costado rápidamente mientras evitaba un corte salvaje de la mujer.

″Ah, ¡pero haces trampa!″ gritó él y continuó retrocediendo, poniendo considerable distancia entre los dos.

″Mi buena dama, robas todo mi incentivo. ¿No debería simplemente arrojar mis armas y rendirme?″

″Entonces si gano, ¡te lo niego!″ gritó ella y cargó contra él.

Jarlaxle se encogió de hombros y susurró, ″Entonces no ganarás.″

El drow esquivó a la izquierda, luego rápidamente de vuelta a la derecha mientras Ellery trataba de compensarlo, y aunque trató de mantener su iniciativa, se encontró súbitamente rodeaba de una mareante acometida de cortes ,avances, y puñaladas cortas y veloces. En un punto, Jarlaxle incluso de algún modo movió sus pies hacia adelante y la hizo caer al suelo, barriendo sus piernas. No se cayó directamente pero tropezó, retorciéndose y dándose vuelta.

Aunque fue inútil,porque cayó al piso. Su agilidad le sirvió bien entonces, ya que rodó a un costado y se apoyó sobre una rodilla a tiempo para interceptar el esperado contraataque del drow. Ella frenó y bloqueó la primera oleada de ataques, e incluso se las arregló para tratar de ponerse de pie nuevamente.

Jarlaxle presionó el ataque, sus espadas viniendo sobre ella desde un sinfín de ángulos distintos y mareantes. Trabajó con sus brazos furiosamente, colocando su escudo, volteando su hacha,al tiempo que esquivaba y retrocedía, retorciéndose para evitar esos astutos golpes que se las apañaban para deslizarse por sus defensas. En un par de ocasiones, la mujer vio una abertura y pudo haber dado vuelta la presión del ataque.

Pero no lo hizo.

Jugó a pura defensa y le mostró al drow una serie de aparentes aberturas, pero solo para cerrarlas rápidamente cuando Jarlaxle trataba de presionarla. En un punto, su defensa fue tan rápida que el drow perdió el equilibrio y su enorme sombrero se le deslizó por sobre los ojos. Aunque fue solo por un instante, ya que levantó una mano,se sacó el sombrero y lo arrojó a un lado. Gotas de transpiración marcaban su cabeza calva. Se rió y atacó con fuerza nuevamente, presionando el ataque hasta que la mantuvo alejada de él a Ellery.

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″Eres joven, pero peleas como un drow veterano,″ la felicitó Jarlaxle después de otra rutina de ataque poco exitosa.

″No soy tan joven.″

″No has visto ni treinta inviernos,″ protestó el drow.

La mueca que arrugó el amplio rostro de Ellery la hizo parecer incluso más joven todavía.

″Pasé mi infancia bajo la sombra del Rey Brujo,″ explicó ella. ″La Aldea de Bloodstone sabía de las continuas guerras de las hordas de Vaasa. Ningún niño allí era ajeno a las espadas.″

″Te enseñaron bien,″ dijo Jarlaxle. Se enderezó y levantó una de las espadas a modo de saludo.

Sin estar dispuesta a dejar pasar semejante abertura , Ellery saltó hacia adelante, con el hacha balanceándose salvajemente. A medio camino de ese balanceo, se dio cuenta de que había mordido el anzuelo, por lo que se rió impotentemente mientras veía como su objetivo giraba fácilmente a un costado. Su risa se convirtió en un gañido cuando con la parte chata de su espada de madera, Jarlaxle le golpeó duro contra su trasero. Empezó a darse vuelta para enfrentarlo, pero él fue demasiado rápido y la golpeó duramente de nuevo, y una tercera vez antes de que el drow finalmente se hiciera a un lado y brincara hacia atrás.

″Por todos los cálculos eso debería contar como una victoria,″arguyó Jarlaxle. ″Ya que si mis espadas hubieran sido reales podría haberte desjarretado tres veces.″

″Tus golpes fueron un poco altos para eso.″

″Solo porque no deseaba lastimar tus piernas,″ le respondió, y arqueó una ceja sugestivamente.

″¿Tienes planes para ellas?″

″Por supuesto.″

″Si estás tan ansioso entonces deberías dejarme ganar. Lo prometo, lo encontrarás más divertido.″

″Dijiste que me negarías.″

″He cambiado de opinión.″

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Jarlaxle se enderezó, dejó caer las espadas a un costado. La miró, sonrió, se encogió de hombros arrojó sus espadas. Ellery aulló y saltó hacia adelante. Pero el drow había planeado su desarme cuidadosamente y precisamente, dejando caer sus espadas desde lo bajo para así que cayeran perfectamente sobre sus pies. Con un pequeño movimiento de su pierna envió ambas espadas volando de vuelta a sus manos y aterrizó con un giro, espadas entrechocándose con fuerza para azotar duramente el hacha de Ellery. Jarlaxle rodó a la derecha detrás de los tambaleantes brazos de la mujer, y justo detrás de la tambaleante mujer , sujetándola por detrás y con un brazo rodeándola, su espada presionando contra su garganta.

″Prefiero guiar yo,″ le susurró en el oído.

El drow podía sentirla temblar bajo el calor de su aliento, y tenía una vista maravillosa de su pecho jadeando por el afán de la pelea.

Ellery bajó la guardia, dejando caer su hacha al suelo. Se desabrochó el escudo y lo arrojó a un costado.

Jarlaxle respiró hondo, absorbiendo su esencia.

Ella se dio vuelta y lo sujetó firmemente a él, presionando sus labios contra los de él. Ella le dejaría guiar hasta allí, al parecer.

Jarlaxle no iba a quejarse.

Entreri no sabía si se suponía que podía estar caminando tan libremente a través de los pasillos de la Puerta de Vaasa, pero no había guardias que le bloquearan el avance. No tenía destino fijo en mente; él simplemente necesitaba sacarse de encima su desasosiego caminando. Estaba cansado, pero no había cama que lo seduciera, ya que sabía que últimamente ninguna cama le ofrecía ningún descanso real.

Así que caminó y los minutos pasaron y pasaron. Cuando encontró una alcoba latera con una escalera alta dejó que su curiosidad lo guiara y subió por ella. Más corredores, habitaciones vacías y

escaleras lo saludaron arriba y continuó su vagabundeo a través de los oscuros pasillos de esta enorme fortaleza. Otra escalera lo llevó a un descansillo y una puerta, suelta que daba al este, con luz brillando por los costados. Curioso, Entreri la abrió.

Sintió el viento en su rostro mientras observaba los primeros rayos del amanecer, alcanzando la planicie de Vaasa y reptando por sobre

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los valles y picos de las Galenas, encendiendo brillantes reflejos sobre la nieve de la montaña.

El sol aguijoneó los cansados ojos de Entreri mientras salia afuera y caminaba por el parapeto de la Puerta de Vaasa. Se detuvo a menudo y observó y no le importó el paso del tiempo. La cima del muro era de más de cinco metros de ancho en sus puntos más angostos y crecía a más del doble de ese ancho en algunos puntos, y desde allí Entreri verdaderamente pudo apreciar la magnitud de la enorme construcción. Varias torres salpicaban el largo de la muralla estirándose ante el asesino hacia el este, y notó los ocasionales centinelas, apoyados o sentados. Aun sin indicación de si debía o no estar allí, salió del descansillo a lo largo de la cima de la gran muralla, unos veinte o treinta metros por encima del yermo extendiéndose hacia el norte. Sus ojos permanecieron en esa dirección principalmente, raramente echando una mirada hacia el sur al largo valle que corría entre las majestuosas Galenas. Podía ver las carpas de la Fuga, inclusa la suya propia, y se preguntaba si Jarlaxle había regresado allí pero pensó que más probablemente Ellery le había ofrecido un lugar más cómodo.

La curiosa pareja no permaneció en sus pensamientos más de lo que lo hizo la tierra del sur. El norte mantenía su atención y sus ojos, donde Vaasa se extendía ante él como un cadáver apabullado y descompuesto.

Viró por ese lado en su paseo, acercándose a la cintura de la muralla a lo largo del borde así podía ver mejor la vista de Vaasa despertando a la luz del amanecer.

Allí había una belleza, Entreri la vio, original y fría: piedras de bordes endurecidos, esqueletos de puntas filosas de árboles hace tiempo muertos, y las suaves y lechosas ciénagas. Barrenadas por la guerra, incendiada por la marcha de los ejércitos, escaldada por el fuego de los hechiceros y el aliento de los dragones,la tierra misma,el alma de Vaasa, había sobrevivido. Había soportado todos los golpes y choques y pisotones de las botas y había permanecido como lo había sido antes. Muchos de aquellos que habían vivido allí habían perecido, pero Vaasa había sobrevivido.

Entreri pasó a un centinela, sentado dormido a medias y con su espalda contra la muralla norte. El hombre lo miró con leve curiosidad y luego asintió con la cabeza mientras el asesino pasaba a su lado.

A cierta distancia, Entreri detuvo su caminata y se volvió completamente para supervisar el norte, descansando sus manos en el borde de la muralla que corría a lo largo de la puerta. Miró a Vaasa con una mezcla de afecto y auto aborrecimiento- como si estuviera mirando dentro de un espejo.

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″Te creen muerta ,″ susurró, ″por que no ven la vida que hormiguea bajo tus ciénagas y rocas, y en cada cueva, abertura, y tronco hueco. Creen que te conocen, pero no es así.″

″¿Hablando con la tierra?″ le llegó una voz familiar, y Entreri encontró robado su momento de contemplación por la aproximación de Jarlaxle.

″¿Piensas que te escucha?″

Entreri consideró a su amigo por un momento,el brinco en su andar, el poquito de humedad justo debajo del ala de su enorme sombrero, la mirada de calma serenidad detrás de su típicamente animada expresión.

Algo más estaba fuera de lugar, se dio cuenta Entreri, antes de que lo registrara completamente, y era que el parche del ojo de Jarlaxle había sido movido sobre el otro ojo como en la taberna.

Entreri pudo adivinar fácilmente la ruta que había llevado al menos a Jarlaxle a la cima de la muralla, y solo entonces el asesino apreció verdaderamente las varias horas que habían pasado desde que hubiera dejado a su amigo en las Botas Embarradas y Espadas Ensangrentadas.

″Creo que hay algunos a los que les vendría bien escucharme menos,″ le respondió y volvió sus ojos de nuevo a Vaasa.

Jarlaxle se rió y se colocó justo a su lado sobre la muralla, apoyándose contra la baranda con su espalda dando al norte.

″Por favor no dejes que mi llegada aquí perturbe tu conversación,″ dijo el drow.

Entreri no le respondió, ni siquiera lo miró.

″¿Avergonzado?″

Eso sí elicitó una mirada de despedida.

″No has dormido,″ remarcó Jarlaxle.

″Mi descanso no te incumbe.″

″¿Descanso?″ le llegó la sarcástica respuesta. ″¿Así le llamas a tus horas de desasosiego cada noche?″

″Mi descanso no te incumbe.″dijo de nuevo Entreri.

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″Tu falta de descanso si lo es,″ le corrigió el drow. ″Si los reflejos se tornan lentos....″

″¿Te gustaría una demostración?″

Jarlaxle bostezó, atrayendo otra mirada menos que amistosa. El drow le devolvió una sonrisa- una que se perdió con Entreri quien de nuevo miraba la fangosa superficie de Vaasa. Jarlaxle también se volteó e inclinó hacia el norte, apreciando la sobrenatural escena. La niebla de la mañana se retorcía en remolinos grises en algunos lugares, y se elevaba como un gigante despertándose en otros.

En verdad, Vaasa parecía un remanente de los tiempos de antes de las razas con entendimiento habitaran la tierra. Parecía un remanente de un tiempo, tal vez, antes de que cualquier criatura caminara por estas tierras siquiera,como si el resto del mundo hubiera seguido avanzando sin llevarse consigo a Vaasa.

″Una tierra olvidada,″ señaló Jarlaxle, mirando a Entreri.

El asesino regresó esa mirada, incluso asintió un poco, y el drow se sorprendió al darse cuenta de que Entreri había comprendido por completo su referencia.

¿Qué ves cuando miras allá afuera?″ preguntó Jarlaxle.″¿Potencial desperdiciado? ¿Esterilidad donde debería haber fertilidad? ¿Muerte donde debería haber vida?″

″Realidad,″respondió Artemis Entreri con fría determinación.

Se volvió y le ofreció una rígida mirada al drow y luego pasó a su lado alejándose.

Jarlaxle escuchó incertidumbre en la voz de Entreri, presintió que el hombre estaba desequilibrado. Y supo la fuente de ese desequilibrio, ya que él había jugado buena parte al asegurarse que la flauta de Idalia hubiera encontrado su camino hasta la mano de Artemis Entreri.

Permaneció en la baranda un rato, embebido en la escena frente a él, recordando la noche que había pasado y considerando a su siempre terco amigo. Sobre todo, el elfo oscuro se preguntaba que podría hacer para dominar la primera, recrear la segunda y alterar la tercera.

Siempre preguntándose, siempre pensando.

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CAPITULO 8

LA CABALGATA DE MARIABRONNE

Arrayan tuvo que detenerse y considerar la pregunta por un tiempo antes de responder. ¿Dónde había dejado el libro? La mujer se sintió una tonta, de seguro. ¿Cómo podría ella haber dejado algo tan poderoso fuera de su vista? ¿Cómo no podía siquiera recordar dónde lo había dejado? Su mente retrocedió hasta la noche anterior, cuando se había atrevido a comenzar a leer el tomo. Recordaba haber conjurado cada hechizo de defensa que conocía, creando intrincadas barreras y protecciones contra la potencialmente devastadora magia que Zhengyi había puesto sobre el libro.

Miró de vuelta la mesa en el centro de la habitación, y supo que había abierto el libro justo allí. Una sensación de vastedad inundó su memoria, un sentimiento de tamaño, de magia y un construcción físico también, demasiado grande como para ser contenido.

″Lo saqué,″ dijo ella volviéndose a Wingham y Mariabronne. ″″Fuera de aquí.″

″¿Lo dejaste en algún lugar fuera de tu control?″ la regañó Wingham, su voz incrédula. Se levantó de un salto de su silla, como si su cuerpo estuviera simplemente demasiado agitado como para ser contenido en una silla. ″¿un artefacto con ese poder?″

Mariabronne puso una mano encima del brazo de Wingham para intentar calmarlo.

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″El libro está fuera de la casa,″ le dijo a Arrayan. ″¿En algún lugar de Palishchuk?″

Arrayan consideró la pregunta, tratando desesperadamente de explorar sus recuerdos. Miró a Olgerkhan, necesitando su siempre pétreo soporte.

″No,″ respondió, pero era más una sensación que una certeza.

″Fuera de la ciudad. La ciudad era.... demasiado pequeña.″

Wingham se deslizó nuevamente en su asiento y por un momento pareció boquear en busca de aire. ″Demasiado pequeña? ¿Qué fue lo que creaste?″

Arrayan sólo podía mirarlo fijamente. Recordaba haber dejado la casa con el libro bajo su brazo, pero solo vagamente, como si estuviera caminando en un sueño. ¿Había sido un sueño?

″¿has dejado la casa desde tu regreso desde el viaje con el libro?″ le preguntó Mariabronne.

La mujer negó con la cabeza.

″¿Alguna idea de adonde fuiste?″ la presionó el vigilante. ″¿Norte? ¿al sur cerca de la caravana de Wingham?″

″No hacia el Tío Wingham,″ replicó sin pausa Arrayan.

Wingham y Mariabronne se miraron mutuamente.

″Palishchuk solo tiene dos puertas abiertas la mayor parte del tiempo,″ dijo Mariabronne. ″Norte y Sur.″

″Si no es al sur, entonces ... ″ dijo Wingham.

Mariabronne fue el primero en ponerse de pie, indicándoles al resto que lo siguieran. Olgerkhan fue inmediatamente al lado de Arrayan, ofreciéndole un chal para protegerla de helado viento en su debilitado estado.

″¿Cómo pude haber sido tan tonta?″ le susurró la mujer al enorme semi orco, pero Olgerkhan solo podía sonreirle, no teniendo respuestas prácticas.

″la magia del libro estaba más allá de tu control, quizás,″ le replicó Mariabronne. ″He oído de cosas semejantes antes. Incluso el gran Kane, con toda su disciplina y fuerza de voluntad, fue casi destruido por la Varita de Orcus.″

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″La varita era un artefacto de un dios,″ le recordó Arrayan.

″No subestimes el poder de Zhengyi,″ dijo Mariabronne

″No era un dios quizás, pero ciertamente tampoco era un mortal.″ Se detuvo y miró a los perturbados ojos de la mujer. ″No temas.″ le dijo. ″Encontraremos el libro y lo subsanaremos.″

La ciudad estaba tranquila esa tarde, con casi nadie rezagado todavía en el circo de Wingham. El cuarteto casi no vio a nadie mientras recorrían el camino hacia la puerta norte. Una vez allí, Mariabronne se agachó frente a Arrayan y le pidió que levantara un pie. Ël inspeccionó su bota,luego estudió la huella que ella acababa de hacer.

Le indicó al resto que esperaran y fue hasta la puerta y luego comenzó a hurgar alrededor, estudiando los rastros en el fangoso suelo.

″Fuiste y viniste por el mismo camino,″ le informó a Arrayan

El vigilante señaló al noreste, hacia las sombras más cercanas del Gran Glaciar, el río congelado que se alzaba ante ellos.

″Otros pocos han pasado por esta puerta en los últimos días. No debería ser difícil seguir tu rastro.″

En verdad no lo fue, ya que justo fuera del área de la puerta las huellas de Arrayan, ambos pares, sobresalían solas sobre la tundra ablandada por el verano. Aunque, lo que era sorprendente para Mariabronne y el resto de los otros era cuán lejos de la ciudad los había llevado el rastro de Arrayan.

El Gran Glaciar aparecía más y más grande ante ellos mientras caminaban trabajosamente hacia el noreste, y más directamente al norte.

La ciudad quedaba atrás y la noche descendía, trayendo con ella el mordisco frío del viento. El aire prometía que el verano, al igual que todos los veranos anteriores en el lejano norte, sería uno corto, pronto a terminar. Un cambio abrupto en el clima congelaría el suelo en cuestión de días. Después de eso, la tierra se mantendría sólida por las tres cuartas partes del año o más. No era desconocido que el deshielo de verano durara menos de un solo mes.

″No hay dudas de por qué estabas tan cansada,″ le dijo Wingham a Arrayan un tiempo después, con varios kilómetros a sus espaldas.

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La mujer solo pudo mirarlo,impotente. No tenía idea de cuán lejos de la ciudad había ido y sólo podía recordar a duras penas haber dejado su casa.

El cuarteto llegó a una cresta,que miraba hacia un amplio valle, con una mata de árboles en el fondo a pie de una colina ante ellos, y un grupo de varias rocas grandes hacia la derecha.

Arrayan jadeó, ″¡Allí!″

Señaló, indicando las rocas, el recuerdo del lugar la inundaba nuevamente.

Mariabronne, usando una antorcha así podía ver el rastro, estaba por señalarles la misma dirección.

″Nadie más ha salido,″ confirmó el vigilante. ″Vayamos y recojamos el libro así puedo llevarlo ante el Rey Gareth.″

Arrayan y Olgerkhan captaron el rápido destellos de conmoción en el rostro de Wingham ante esa proclamación, pero en su favor, el astuto comerciante no presionó el asunto justo en ese momento. Mariabronne, antorcha en mano, fue el primero en rodear el guijarro más cercano y grande. Los otros casi tropezaron con su espaldas cuando, al dar la vuelta también, se dieron cuenta de que el vigilante se había detenido. Mientras se arrastraban hacia su costado para poder ver lo mismo que él, rápidamente lo entendieron.

Ya que estaba el libro de Zhengyi suspendido en el aire a la altura de la cintura por un par de tentáculos de piedra grises que salían rodando desde los costado y hacia abajo al suelo. El libro estaba abierto con solo unas pocas páginas volteadas. Los cuatro miraban estupefactos como unas imágenes rojas de varias runas mágicas flotaban arriba de las páginas abiertas y se disipaban en el trémulo aire encima del libro.

″¿Qué has hecho?″ preguntó Wingham.

Mariabronne se aproximó cautelosamente.

″El libro se está leyendo a sí mismo,″ observó Olgerkhan, y mientras que la declaración sonaba ridícula al ser pronunciada, otra mirada al libro parecía confirmar la simple y llana observación que había hablado el semi orco.

″¿Qué es eso?″ preguntó Wingham mientras que la antorcha de Mariabronne se extendía por detrás del libro, revelando una hilera de piedras grises cuadradas que sobresalían en la tundra.

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″Piedras de cimientos,″ respondió Arrayan.

Los cuatro intercambiaron miradas nerviosas,luego dieron un salto al tiempo que una mano espectral aparecía en medio del aire encima del libro abierto y lentamente daba vuelta una hoja.

″El libro está ejecutando sus propios duormers,″ dijo Arrayan. ″Está efectuando la magia de Zhengyi establecida entre sus páginas.″

″No fuiste más que un catalizador,″ agregó Wingham, asintiendo con su cabeza mientras todo estaba comenzando a cobrar sentido para él.″Tomó un poco de tu fuerza vital y ahora la está utilizando para facilitar los planes de Zhengyi.″

″¿Qué planes?″ preguntó Olgerkhan.

″La magia estaba en la escuela de la creación,″ replicó Arrayan.

″Y está creando una estructura,″ dijo Mariabronne al tiempo que se movía a lo largo de los cimientos. ″Algo enorme y formidable.″

″Castillo Peligroso,″ farfulló Wingham, y los tres lo miraron con gran alarma, ya que ese era el nombre todavía no removido lo suficiente de la consciencia de la región como para que alguno lo escuchara cómodamente.

″Aun no sabemos nada sobre el asunto,″ le recordó Mariabronne. ″Sólo que el libro está creando una estructura. Tales artefactos no son desconocidos. ¿Por supuesto que han escuchado del trabajo de Doerm?″

Arrayan asintió. El legendario hechicero Doerm hacía mucho había perfeccionado un método de crear torres menores extra dimensionales que los aventureros podían conjurar para protegerlos de los peligros y crudezas del camino abierto.

″Es posible que Zhengyi creara este tomo, quizás con otros iguales, para que sus comandantes pudieran construir fortalezas defensivas sin la necesidad del músculo, herramientas, provisiones y tiempo,″ razonó Mariabronne acercándose cada vez más al borde del fascinante libro.

″Puede ser, Wingham, que tu sobrina Arrayan no haya hecho más que construirse un nuevo e impresionante hogar.″

Wingham también se aproximo al libro, y de cerca las elevadas y disipantes runas se veían más claramente. Letras individuales y reconocibles se tornaban visibles. Wingham comenzó a ondear su mano sobre el campo de poder encima del libro abierto.

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Por casi un pelo el viejo semi orco había permanecido al borde y dio un graznido cuando salió volando y cayó sobre el suelo. Los otros tres estuvieron allí en un instante, Arrayan ayudándolo a sentarse.

″Parece que el libro de Zhengyi se protege a sí mismo,″subrayó Mariabronne.

″¿Protegerse a si mismo mientras hace eso?″ preguntó Wingham,sus dientes castañeteando por la descarga.

Los cuatro intercambiaron miradas de preocupación.

″Creo que es tiempo de que cabalgue hasta la Puerta de Vaasa,″ dijo Mariabronne.

″Ya era hora,″ concordó Arrayan.

Mariabronne y Wingham dejaron a Arrayan y Olgerkhan en la casa de la mujer y luego fueron a la puerta del sur de Palishchuk y hacia las carretas de Wingham más allá.

″Mi caballo está en la caballeriza en la ciudad,″ protestó repetidamente Mariabronne, pero Wingham siguió alejando el pensamiento y las palabras.

″Tan solo sígueme,″ le instruyó. ″Para el beneficio de todos.″

Cuando llegaron a la carreta de Wingham, el viejo semi orco se apresuró adentro, regresando casi inmediatamente con una pequeña bolsita.

″Un caballo de obsidiana,″ le explicó buscando en la bolsa de cuero y sacando una pequeña estatuilla de obsidiana retratando un casi esquelético caballo con amplios y llameantes fosas nasales. ″Convoca a una pesadilla que correrá incansablemente- bueno, al menos hasta que se le acabe la magia, pero eso debería ser bien después de que la bestia te haya llevado hasta la Puerta de Vaasa.″

″¿Una pesadilla?″ llegó la precavida respuesta. ″¿Una criatura de los planos inferiores?″

″Sí,sí, por supuesto,pero una controlada por la magia de la piedra. Estarás lo suficientemente seguro, gran vigilante.″

Mariabronne tomó la piedra cuidadosamente y la meció en sus manos.

″Tan solo di 'Fuegonegro,'″ le dijo Wingham.

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″Fuegone-″ comenzó a replicar Mariabronne, pero Wingham lo cortó en seco colocándole un dedo sobre sus labios.

″No lo pronuncies mientras sostienes la piedra, a menos que quieras que te cabalgue a ti,″ dijo el semi orco con una risilla. ″Y por favor, no convoques a la montura infernal aquí en mi campo. Detesto cuando espanta a los compradores.″

″Y se come a más de unos cuantos, estoy seguro.″

″Es una bestia temperamental,″ le confirmó Wingham.

Mariabronne se tocó la frente a modo de saludo y comenzó a alejarse pero Wingham lo sujetó por el brazo. ″Discreción, te lo ruego.″ le rogó el viejo semi orco.

Mariabronne lo miró fijamente por un largo rato.″¿Para disminuir el enredo de Arrayan?″

″Ella lo empezó,″ dijo Wingham y echó una mirada hacia atrás hacia la ciudad como si Arrayan todavía estuviera a la vista.

″Quizás ella lo está alimentando con su propia fuerza vital. Las buenas intenciones de todos puede pesarle amargamente a la pobre chica, y ella no tiene la culpa en esto.″

De nuevo Mariabronne se detuvo un momento para estudiar a su amigo. ″¿Ganar fácilmente, al precio de su vida?″ le preguntó y antes de que Wingham pudiera responder, añadió, ″Los juicios de Zhengyi han probado ser a menudo un dilema moral para todos nosotros. Tal vez podríamos derrotar este construcción, y fácilmente, pero a costa de una inocente.″

″Y a costa de nuestras almas por hacer ese sacrificio,″ dijo Wingham.

Mariabronne le ofreció una sonrisa comfortable y asintió en consentimiento. ″Regresaré rápidamente,″ le prometió.

Wingham echó una mirada de vuelta hacia el norte, como si esperara ver un castillo gigante proyectándose sobre la muralla norte de la ciudad.

″Eso sería sabio,″ suspiró.

Justo al sur del círculo de carretas de Wingham, Mariabronne levantó el corcel de obsidiana con ambas manos. ″Fuegonegro,″ susurró mientras colocaba la estatuilla sobre el suelo,y casi gritó cuando la piedra comenzó a danzar con llamas negras y púrpuras. Aunque antes de que pudiera reaccionar lo suficiente como para

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alejarse de las llamas, se dio cuenta de que no estaban quemándole la carne.

El fuego llameaba más alto. Mariabronne observó, hipnotizado.

Saltaban a proporciones más grandes, azotadas por la briza de la tardecita, y tomaban gradualmente la forma de un caballo, una réplica tamaño real de la estatuilla. Luego los fuegos se extinguieron , levantando en el aire una enorme bola que se deshizo,dejado detrás lo que parecía ser un caballo de humo.

Los bordes indistintos de jirones de humo se disiparon y una criatura más sólida apareció frente al vigilante, sus ojos rojos mirándolo con odio, bocanadas de humo acre arrojándose de sus llameantes fosas nasales, y gotas de fuego negro explotaban de sus pezuñas mientras piafaba contra el suelo.

″Fuegonegro,″ dijo con una profunda exhalación Mariabronne, y se esforzó mucho para calmarse. Se recordó a si mismo la urgencia de la misión, y se movió lentamente y deliberadamente, en guardia y con su mano en el pomo de Bayurel, su renombrada espada bastarda, una sólida y gruesa hoja encantada con un odio especial hacia la piel de gigante.

Mariabronne tragó con fuerza cuando caminó hacia la pesadilla.

Cautelosamente se alargó para tocar la melena de la criatura, la cual parecía nada menos que fuego negro viviente. Lo sujetó con fuerza cuando sintió su solidez, y con un movimiento fluido, se lanzó encima del lomo de la pesadilla. Fuegonegro no tardó mucho en encabritarse y escupir fuego, pero Mariabronne no era un jinete novato y se mantuvo firme en su montura.

Pronto estaba galopando el fiero corcel hacia el sur, las sombras de las Galenas lo bordeaban por la izquierda, la ciudad de Palishchuk y el Gran Glaciar retrocedían velozmente tras él. Normalmente era un viaje de cinco días, pero la pesadilla no necesitaba descansar, no remitía al galope para nada.

Los kilómetros se acumulaban detrás del vigilante. No le prestó atención a las amenazas del costado del camino- un campamento goblin o el rugido de un yeti de la tundra- sino que agachó la cabeza y dejó que la pesadilla pasara a toda velocidad.

Después de varias horas, los brazos y piernas de Mariabronne dolías por el esfuerzo, pero todo lo que tenía que hacer era conjurar una imagen del libro mágico y la estructura que estaba haciendo crecer, todo lo que tenía que hacer era imaginar el peligro que podía acarrear la creación del Rey Brujo , para hacer pasar el dolor y sujetarse fuerte a su montura.

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Encontró que la estimación de Wingham era un poco optimista, sin embargo, ya que sentía el debilitamiento de la magia de su montura al tiempo que el cielo del este empezaba a brillar con el amanecer. No siendo ningún extraño a las tierras yermas, Mariabronne detuvo su cabalgata y escudriñó el área a su alrededor,rápidamente discerniendo un lugar prometedor para poder acampar. Casi tan pronto como desmontó, la pesadilla se convirtió en una llama negra ondulante y luego desapareció completamente.

Mariabronne tomó la figura de obsidiana del suelo y sintió su peso en su mano. Le parecía más liviana a él, carente de sustancia, pero incluso mientras permanecía allí sopesándola, sintió un pequeño cambio como si el peso se incrementara y su magia comenzara a juntarse nuevamente. De esa manera la estatuilla le diría a él cuando podía recurrir a sus poderes otra vez. El vigilante reconoció el área, disfruto una comida de pan seco y carne salada, luego se acomodó para un muy necesitado descanso.

Se despertó apenas pasado el medio día e inmediatamente fue hasta la figura. Aún no estaba completamente recuperada, lo reconoció, pero entendió implícitamente que podía conjurar la pesadilla si así lo deseaba. Dio un paso atrás y supervisó el área cuidadosamente bajo la plena luz del día. Miró hacia el norte y el sur, midiendo su progreso. Había cubierto casi la mitad del camino a la puerta de Vaasa en la cabalgata de una noche-tres veces la distancia que podría haber esperado hacer con un caballo viviente sobre el difícil terreno, incluso si hubiera estado cabalgando durante las horas del día.

Mariabronne asintió , miró a la estatuilla y la reacomodó en su bolsa. Se resistió a la testadurez de empezar a incursionar hacia la Puerta de Vaasa y en su lugar se forzó a descansar un poco más, para tomar una segunda comida, y para pasar por un régimen de estiramiento suave y preparar sus músculos para otra larga cabalgata nocturna. Antes de que los últimos rayos del día desaparecieran detrás de la llanura Vaasana en el oeste, el vigilante estaba de vuelta montado sobre su infernal corcel, cargando duro hacia el sur.

Llegó hasta la gran fortaleza de nuevo sin incidentes, justo antes del siguiente amanecer.

Reconocido y siempre aplaudido por los guardias del Ejército de Bloodstone,Mariabronne se encontró compartiendo el desayuno con el Honorable General Dannaway Bridgestone Tranth, hermano del gran Barón Tranth quien había estado junto a Gareth en la guerra contra el Rey Brujo. Elevándose más por la reputación de su familia que por cualquier hazaña, Dannaway servía como ambos comandante militar y alcalde de la ecléctica comunidad de la Puerta de Vaasa y la Fuga.

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Normalmente orgulloso y con aires de superioridad, Dannaway no mostraba semejantes pretensiones en sus conversaciones con Mariabronne el Errante . La fama del vigilante lo había hecho más que merecedor de comer el desayuno con el Honorable General, así lo creía Dannaway, y ese era un lugar de honor que Dannaway reservaba para pocas personas.

Por su parte, y a pesar de que nunca entendió la necesidad de usar más de un utensilio para comer, Mariabronne sabía como jugar el juego de la realeza. El renombrado guerrero, a menudo llamado el Domador de Vaasa, había cenado frecuentemente con el Rey Gareth y la Dama Christine en su gran Corte en la Aldea de Bloodstone y en el segundo palacio en Heliogabalus. Nunca había sido afecto a la pretensión y su elevación de clase social, pero entendía su practicidad, incluso la necesidad, de tal estratificación en una región abatida tanto tiempo por los conflictos. También entendía que sus hazañas lo habían puesto en una posición de continuar mejorando la región, como en ese mismo instante, mientras le relataba los acontecimientos en Palishchuk al regordete y envejecido Honorable General. Tan pronto como comenzó a ofrecer detalles, Dannaway llamó a su sobrina, la Comandante Ellery para que se les uniera. Dannaway dio un gran y resignado suspiro, un además dramático, mientras Mariabronne terminaba su relato.

″La maldición de Zhengyi persistirá a través de toda mi vida y de la de mis hijos, y los hijos de éstos, es lo que me temo,″ dijo él.

″·Al parecer, estas molestias no son poco comunes.″

″Recemos para que no sea más que una molestia,″ dijo Mariabronne.

″Hemos transitado por este camino muchas veces antes,″ le recordó Dannaway, y si el general estaba en algo preocupado, no lo demostró.

″Necesito acaso recordarte de la enorme estatua de Dragón que creció hasta gigantescas proporciones en la ciénaga del norte de Darmshall, y ...¿Qué? Se hundió en la ciénaga, eso creo.

Y no nos olvidemos del cinto abotonado con una gema descubierta por ese pobre jovencito en las laderas norteñas de las Galenas,″ prosiguió Dannaway. ″Sí,¿cómo iba a saber él que la piedra gris junto a la cual encontró ajustado el cinto y descuidadamente hizo a un lado apenas hubo desatado el cinto, era en realidad el disparador mágico de las veinticinco bolas de fuego de rubíes encantadas dispuestas en el cinto? Si no fuera por los testigos-los amigos aventureros que lo observaban desde una cresta cercana. Quizás nunca hubiéramos sabido la verdad sobre esa reliquia de Zhengyi. Realmente no quedó mucho del pobre tipo para identificar.″

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″Realmente no quedó nada en absoluto del hombre,″ añadió Ellery.

Una mezcla de emociones envolvió a Mariabronne mientras escuchaba el recuento de Dannaway. No quería minimizar el potencial creciente peligro justo al norte de Palishchuk,pero por el otro lado se sentía de algún modo aliviado al recordar todos estos incidentes de los despojos de Zhengyi, aunque varios de ellos habían sido trágicos. Ya que ninguno de los muchos incidentes habían predicho la condenación a gran escala, un regreso de Zhengyi o de la oscuridad que había cubierto las Tierras de Bloodstone tan solo once años atrás.

″Este no es un encantamiento menos, ni tampoco es algo que permanecerá desapercibido,me temo. El Rey Gareth debe reaccionar, y rápidamente,″ dijo el vigilante.

Dannaway dio otro suspiro sobradamente dramático, posó una dolorida mirada sobre Ellery y dijo,″Congrega una compañía para que cabalgue con Mariabronne de regreso a Palishchuk.″

″¿Solamente soldados?″ replicó la mujer, sin un rastro de miedo o duda en su fuerte y firme voz.

″Como desees,″ le dijo el general.

Ellery asintió y miró hacia el vigilante con curiosidad no disimulada. ″Quizás te acompañe personalmente,″ le dijo atrayendo una mirada de sorpresa de su tío. ″Ha pasado demasiado tiempo desde que he visto Palishchuk, en cualquier caso, y que he visitado la compañía teatral de Wingham en más de un año.″

″Tu compañía será bienvenida,Comandante,″ replicó Mariabronne, ″pero pediría un poco más de apoyo.″

Dannaway se entrometió, ″ ¿No creerás que permitiré que la Comandante de la Milicia de la Puerta de Vaasa viaje hacia las sombras del Gran Glaciar sola, verdad?

Mariabronne retrocedió como si estuviera herido, aunque claro que todo era un juego.

″El Errante,″ dijo furtivamente Dannaway. ″No es un título fácil de ganarse y tu te lo has ganado diez veces de todas maneras.″

″Honorable General,la reputación de Mariabronne....″ empezó a intervenir Ellery, aparentemente sin captar el chiste.

Dannaway la detuvo alzando una mano. ″El Errante,″ dijo de nuevo. ″Es el título de un libertino, aunque de uno honorable. Pero eso no es

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de mi incumbencia, mi querida Ellery. No temo por ti en la cama de Mariabronne,ni en la cama de cualquier otro hombre. Eres un paladín de Bloodstone, después de todo.

″No,el Errante es también una observación sobre la naturaleza de este aventurero,″ prosiguió Dannaway, obviamente perdiéndose la expresión agria de Ellery.

″Mariabronne es el explorador que camina hasta la guarida del dragón para satisfacer su curiosidad. El Rey Gareth habría usado al joven Mariabronne para buscar a Zhengyi, sin duda excepto que el tonto habría camino justo hasta Zhengyi para preguntarle el nombre a modo de confirmación. ¿Temerario hasta el punto de la tontería, Mariabronne?

″La falta de confianza no es una característica que favorezca.″

Dannaway se rió estridentemente y luego se volvió a Ellery.

″Lleva a un pequeño pero poderoso contingente contigo, te lo ruego. Se rumorea que hay muchas guaridas de dragones en la región de Palishchuk.″

Ellery lo miró duramente por un largo tiempo, como si tratara de verle el sentido a todo eso.

″Tengo a varios en mente,soldados y otros por el estilo,″ dijo ella y Mariabronne asintió satisfecho.

Con otra sonrisa y reverencia a Dannaway, se marchó para así poder descansar para su cabalgata de regreso al norte. Se estableció en el cuarto complementario que siempre lo esperaba en el pasillo que albergaba a los comandantes de la guarnición. Se durmió esperando que la actitud casual de Dannaway hacia la construcción estuviera bien garantizada. Aunque durmió con dificultad, ya que en su corazón, Mariabronne sospechaba que esta vez los restos de Zhengyi podían ser algo más.

Eres un paladín de Bloodstone después de todo.

Ellery no pudo evitar torcer el gesto ante esta observación, por que todavía no era del todo cierta- y podía no serlo nunca, lo sabía,aunque muchos otros como Dannaway, aparentemente no lo veían así. Muchos en su familia y entre los nobles esperaban el día en que ella demostrara su primer milagro, imponiendo las manos para curar a los heridos tal vez. Ninguno de ellos dudaba de que

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ocurriría pronto, ya que la mujer mantenía una genuina reputación y era descendiente de una larga línea de guerreros santos.

Los otros amigos de Ellery lo sabían mejor, por supuesto.

Bien lejos del general, se movía paso a paso traicionando su nerviosismo.

″Puedo derrotarlo en caso de necesidad,″ le dijo al delgado hombre parado en la sombra de la mella del muro angular.

″He medido la magnitud de su habilidad y es tan formidable como temías.″

″¿Aun así crees que puedes matarlo?

″¿No me has entrenado exactamente en ese arte?″ replicó la mujer. ″Un solo golpe,fatal? ¿Un movimiento imposible de detener?″

″Él es superior,″ le llegó la delgada voz del delgado hombre, un sonido de arañazos y resuellos, pero extrañamente sólido en su seguro y mortalmente parejo tono.

Ellery asintió y admitió, ″Pocos podrían mantenerse en pie por mucho tiempo, es verdad.″

″Pero, ¿se cuenta Ellery entre esos pocos?″

″No hago esa afirmación,″ replicó ella tratando con esfuerzo de no sonar agitada. Luego agregó el recordatorio más para ella misma que para el delgado hombre, ″Mi hacha me ha servido bien, le ha servido bien al Rey Gareth, y te ha servido bien a ti.″

Eso provocó una risa, de nuevo de resuellos y delgada, pero de nuevo llena de confianza- confianza bien ganada, Ellery lo sabía.

″Una improbable continuación de servicio,″observó él.

Ella podía ver la sonrisa afectada del hombre, estirándose hasta la mitad de las sombras. ″¿No estás de acuerdo?″preguntó el delgado hombre, y Ellery también sonrió afectadamente y encontró humor en esa ironía.

Pocos le encontrarían la lógica a su última afirmación, se dio cuenta ella, porque pocos entenderían el matiz de la política y la practicidad en Damara y Vaasa.

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″Dilo abiertamente,″ le rogó el delgado hombre. ″Si surge la necesidad, ¿estás segura de que puedes derrotar al elfo drow, Jarlaxle?″

La mujer se tensó ante el tono recriminador. No siguió mirando a su alrededor nerviosa, pero miró con dureza a su contraparte.

″Tiene una debilidad,″ dijo ella. ″La he visto. Puedo explotarla. Sí. No podrá derrotar aquello en lo que me has entrenado para ejecutar.″

El delgado hombre replicó, ″Siempre fuiste una buena alumna.″

Envalentonada, Ellery le hizo una reverencia ante el cumplido.

″Esperemos que no llegue a eso,″ prosiguió el delgado hombre. ″Pero son un par difícil de leer, este drow y su compañero humano.″

″Viajan juntos y combaten lado a lado, aunque el humano parece considerar al de piel oscura con desdén,″concordó Ellery. ″Pero no veo allí debilidad alguna que yo pueda aprovechar,″ añadió rápidamente, al tiempo que el semblante de su contraparte parecía iluminarse con la posibilidad.

″Un golpe contra uno es un golpe contra ambos.″

El delgado hombre hizo una pausa y absorbió el razonamiento por un tiempo, y ella estaba muy segura de que él estaría de acuerdo.

″El vigilante es uno alborotadizo,″ dijo él,cambiando de tema.

″Incluso después de veinte años cazando en los yermos de Vaasa, Mariabronne es fácilmente alterado.″

″Ésta es una reliquia de Zhengyi la que él ha descubierto. Muchos considerarían esa una razón para alterarse.″

″¿Lo crees?″

″Wingham lo cree, así dice Mariabronne, y con el propósito de hacer un trato,obviamente, de lo contrario el oportunista semi orco habría vendido el artefacto bajo cuerda.″

Eso hizo que el delgado hombre se reclinara aun más profundamente en las sombras, la oscuridad tragando casi toda su frágil forma. Juntó sus manos delante de él, golpeteando sus finos dedos juntos.

″Wingham no es tonto,″ advirtió la sombría figura.

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″Sabe de magia, y poco más,″ replicó Ellery. ″Confiaría en su juicio en esto.″

″Entonces Zhengyi dejó un libro, ″ murmuró el delgado hombre, ″un libro de poder.″

″Un libro de creación, según dice Mariabronne.″

″¿Irás a Palishchuk?″

″Iré.″

″¿Con una escolta de tu elección?″

″Por supuesto. Mariabronne conducirá un pequeño grupo en la mañana.″

″¿sabes a quién elegir?″

Ellery ni siquiera intentó esconder su sorpresa cuando ella dijo,″ ¿Deseas un lugar en la caravana?″

El delgado hombre golpeteó sus dedos unos instantes más, y en las sombras, Ellery pudo verlo asentir.

″Tus hazañas no han pasado desapercibidas,″ le dijo Ellery a Jarlaxle esa noche, de vuelta en las Botas Embarradas y Espadas Ensangrentadas.

″Si lo hubieran pasado estaría profundamente herido,″ replicó el drow, golpeando su vaso y ofreciéndole un lascivo guiño.

Ellery se sonrojó a pesar de si misma, y Jarlaxle pensó que su cabello rojizo no hacía más que acentuar el súbito color de sus mejillas.

″Viajo a Palishchuk mañana,″ dijo ella, componiéndose.

″He escuchado de este lugar, Palishchuk- semi orcos, correcto?″

″Ciertamente, pero bastante civilizados.″

″Deberíamos celebrar tu partida.″

″Nuestra partida.″

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Eso tomó al drow con la guardia baja, pero por supuesto que no lo demostró.

″Estoy reuniendo una tropa para hacer el viaje,″ explicó ella.

″Tus hazañas no han pasado desapercibidas.″

″Ni tampoco han sido logradas solas.″

″Tu amigo también está invitado.″

Mientras ella hablaba de Entreri, el par se dio vuelta para considerar al hombre que permanecía junto al bar, con una jarra de cerveza calentándose sobre la barra frente a él, y su típica expresión de burla y desprecio oculta justo detrás de esa expresión de distanciamiento. Llevaba su capa gris echada por sobre un hombro, mostrando la fina camisa blanca que Ilnezhara le había dado en el viaje a la Puerta de Vaasa y revelando además el pomo enjoyado de su fabulosa daga, enfundada en su cadera.

No se le escapaba a la atención de Jarlaxle y Ellery aquellos alrededor de Entreri se mantenían a una respetuosa distancia, y le otorgaban un espacio personal más que a cualquier otro en el bar.

″Él tiene esa cualidad,″ musitó en voz alta Jarlaxle.

Continuó admirando a Entreri incluso mientras Ellery lo miraba a él buscando una explicación. Pero el drow no se molestó en explicar su observación. Entreri estaba lejos de ser el hombre más corpulento en la taberna y no había hecho movimientos agresivos hacia nadie, sin embargo era obvio que aquellos alrededor de él podían presentir su fuerza, su competencia.

Tenía que ser sus ojos, presumió Jarlaxle, ya que su mirada hablaba de la suprema concentración- quizás el mejor atributo de un verdadero guerrero.

″¿Irá?″ escuchó el drow que preguntaba Ellery, y por su tono, le era patente que no era la primera vez que ella había formulado la pregunta.

″Él es mi amigo,″ replicó Jarlaxle, como si esa descripción aclarara todo. ″No me dejaría encaminarme al peligro solo.″

″Entonces ¿estás de acuerdo?″

Jarlaxle se volvió a ella y le sonrió pícaramente. ″Sólo si me prometes que no pasaré frío con el viento nocturno.″

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Ellery le devolvió la sonrisa y luego puso su bebida sobre la mesa al lado de ellos.

″Al amanecer,″ le instruyó y comenzó a alejarse.

Jarlaxle la sujetó del brazo y dijo, ″Pero tengo frío.″

″Todavía no estamos en camino,″ dijo ella.

Ellery se liberó de su agarre y cruzó el lugar y salió de la taberna.

Jarlaxle siguió sonriendo mientras consideraba sus curvas desde el ángulo más ventajoso. Al momento en que ella estuvo fuera de vista, volvió su mirada de vuelta a Entreri y suspiró, sabiendo que el hombre se resistiría a su persuasión, como siempre. Iba a ser una larga noche.

Luciendo espléndida en su brillante armadura, con el escudo sujeto a su espalda, y el hacha colocada a su lado, Ellery se sentó sobre un caballo ruano a la cabeza de las dos caravanas de carretas. Mariabronne cabalgaba a su lado sobre un caballo bayo. Un par de soldados montados los complementaban al final de la formación , dos enormes hombres de apariencia de enojados. Uno de ellos era el oficinista de las recompensad, Davis Eng, el otro un hombre mayor de pelo gris.

Las dos mujeres que manejaban la primera carreta no eran del Ejército de Bloodstone, sino mercenarias de las tabernas locales. Jarlaxle conocía a una como Parissus de Impiltur, de huesos grandes, cara redonda y con el pelo rubio muy corto. A menudo él y Entreri habían escuchado a las mujeres alardear de sus hazañas, y parecían estar muy a gusto con ellas mismas.

Jarlaxle no podía evitar conocer a la otra, ya que su nombre figuraba en la cima de la lista de pagos de recompensas. Se llamaba Calihye y era una semi elfa con largo cabello negro y un hermoso rostro anguloso- excepto por la cicatriz que le daba esa expresión de enojo y que corría desde una mejilla a través del borde de sus finos labios y hasta la mitad de su mentón. Cuando le informó a la Comandante Ellery de que estaba lista para partir, Jarlaxle y su compañero humano- sorprendidos de encontrarse asignados a dirigir la segunda carreta- escucharon un distintivo ceceo causado por la cicatriz sobre sus labios.

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″¡Bah!″ le llegó un gruñido desde el costado. ″Sujeten sus caballos, sus bestias se vayan cojeando. ¡ Mi sangre está a punto de hervir y estoy bufando y resoplando !″

Todos observaban como un enano se paseaba por el corto extensión desde la puerta, sus musculosos brazos desnudos y ladeándose en cadencia con sus pasos determinados, su negra barba recogida en dos largas trenzas. Tenía un par de estrellas matutinas de extraña apariencia, sujetas en forma de X a su espalda, con las manijas sobresaliendo por encima de la espalda de su tupida cabeza. Cada una terminaba en una bola con puntas de metal, el par rebotaba y se balanceaba en las extremidades de sus respectivas cadenas en igual cadencia que sus movimientos bamboleantes.

Mientras que eso era bastante normal, el material de las armas brillaba con un anodino y casi traslúcido gris. Eran de glassteel (acero de vidrio) una fabricación mágica rara y de poderosas propiedades.

″Me pidieron que fuera, y estoy yendo, pero no me están esperando, así que ¿quién los entiende? ¡Bah!″

″Vuestro perdón, buen Athrogate,″ dijo la Comandante Ellery. ″Pensé que quizás habías cambiado de opinión.″

″¡Bah!″ resopló de nuevo Athrogate.

Caminó hacia la parte trasera de la carreta abierta, sacó una bolsa de su cinto y la arrojó dentro- lo que hizo que un segundo enano ya dentro de la carreta se hiciera a un lado- luego se sujetó con ambas manos y se tiró adentro, sobre el asiento al lado de un delgado hombre, de apariencia frágil.

Jarlaxle notó eso con un poco de curiosidad, pensando que un enano normalmente habría elegido el asiento al lado de otro enano, el cual estaba libre. Sólo había tres al final de la carreta, la cual podría haber albergado a seis fácilmente.

″Se conocen,″ le remarcó el drow a Entreri, señalando al enano y al hombre.

″¿Encuentras eso interesante?″ le llegó el comentario sarcástico.

Jarlaxle simplemente dijo un ″Hmm,″ y volvió su atención de vuelta a las riendas y los caballos.

Entreri lo miró con curiosidad, luego consideró al odioso enano y al hombre de apariencia frágil de nuevo. Anteriormente, Jarlaxle había razonado que el hombre debía ser un sabio, un erudito traído para

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ayudar a descifrar el misterio de lo que fuera a lo que estaban yendo a ver a esta norteña ciudad de Palishchuk. Pero el enano no era del tipo erudito, ni siquiera parecía muy curioso sobre los asuntos cerebrales. Si él y el hombre se conocían, como había razonado Jarlaxle, entonces ¿había algo más en el hombre de lo que ellos habían presumido?

″Él es un mago,″ dijo Entreri por lo bajo.

Jarlaxle miró al asesino quien parecía estar inconsciente del movimiento mientras cerraba y abría su mano derecha, sobre la cual hacía no mucho tiempo había usado el guantelete mágico que acompañaba su espada.

El guantelete que derrotaba la magia estaba perdido para él e igualmente le debía ocurrir a Entreri, al considerar al hechicero, y debía estar deseando usarlo antes de que el viaje terminara. Aunque el hombre no había hecho nada que indicara alguna amenaza hacia Entreri, el asesino nunca había estado y nunca lo estaría, cómodo alrededor de los hechiceros.

No los entendía.

No quería entenderlos.

Usualmente quería matarlos.

Ellery les dio la señal y ella y Mariabronne comenzaron a conducir sus caballos hacia el norte,las carretas rodando justo detrás,los otros dos soldados acomodándose a los costados de la carreta de provisiones de Entreri y Jarlaxle.

Jarlaxle empezó a hablar,pos supuesto, notando el paisaje y contando cuentos sobre lugares similares que había visitado de vez en cuando. Y Entreri lo ignoró, por supuesto, prefiriendo mantener su atención sobre los otros viajeros al lado de él y el drow.

La mayoría de su vida, Artemis Entreri había sido un aventurero solitario, un asesino a sueldo quien confiaba solamente en sí mismo y en sus instintos. Él sentía una incomodidad peculiar con la compañía, y ciertamente se preguntaba como lo había convencido el drow para que se les uniera.

Tal vez se preguntaba por qué Jarlaxle había querido ir en primer lugar.

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EL CAMINO DE JARLAXLE

Jarlaxle dejó a Ilnezhara y Tazmikella discutiendo entusiasmadas las posibilidades de la biblioteca de Zhengyi poco después de que cayera la torre del lich. Tan pronto como salió de la guarida del dragón, el drow se desvió del camino principal que llevaba de regreso a Heliogabalus justamente. Deambuló lejos en los yermos, hacia una arboleda de oscuros robles, e hizo un rápido escudriñó del área para asegurarse de que no había nadie alrededor. Se apoyó contra un árbol y cerró los ojos, y reprodujo en sus pensamientos la conversación, viendo de nuevo las expresiones de las hermanas mientras divagaban sobre Zhengyi.

Estaban entusiasmadas, claro, y ¿quién podía culparlas? Pero había algo más en la mirada de Ilnezhara cuando le había hablado de la torre derrumbada. Un poco de miedo, pensó nuevamente.

Jarlaxle sonrió. Las hermanas sabían más sobre el potencial de los tesoros de Zhengyi de lo que demostraban, y temían a los artefactos que resurgían.

¿Por qué temería algo un dragón?

La mueca en el rostro de Ilnezhara cuando él le dijo que el libro había sido destruido centelleó en sus pensamientos, y se dio cuenta de que hacía bien al mantener oculto su tesoro- la pequeña gema en forma de calavera-escondida a salvo por un largo, largo tiempo.

Ilnezhara no le había creído completamente, sospechaba él, y eso nunca era algo bueno cuando se trataba con un dragón. Sabía sin dudas de que las hermanas dragonas tratarían de confirmar si él estaba diciendo la verdad. Por supuesto, como era su naturaleza de acaparamiento,las dragonas desearían semejante tomo como el que había construido la torre, pero esa expresión en el rostro de Ilnezhara hablaba sobre algo más allá de un simple y obvio deseo.

A pesar de sus mejores instintos el drow sacó la diminuta calavera brillante,sólo por un momento. La apretó fuerte en su mano y dejó que sus pensamientos fluyeran hacia la magia, aceptando cual fuera la ruta impuesta delante de él. Kimmuriel, el elfo oscuro psionista que Jarlaxle había dejado al mando de su banda mercenaria, Bregan D'aerthe, hacía tiempo le había enseñado una manera de obtener algo del sentido de propósito de un objeto mágico. Claro que Jarlaxle ya sabía una parte de las propiedades de la calavera, ya que sin duda

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había sido una gran parte de la creación de la torre. Entendía lógicamente que la calavera había sido el conducto entre la fuerza vital del tonto de Herminicle y el poder de creación del tomo mismo.

Todas las tonalidades de colores se desvanecieron de la visión de Jarlaxle. Incluso en la oscuridad de la noche él reconocía que se estaba moviendo en una especie de reino visual alternativo. Al principio retrocedió, temiendo que la calavera estuviera tomando su fuerza vital, que le estuviera succionando la energía vital y lo estuviera acercando a la muerte.

Rápidamente se dio cuenta de que ese no era el caso sin embargo. Mas bien,el poder de la calavera le estaba permitiendo a sus sentidos entrar en el reino inferior.

Sintió los huesos de una ardilla muerta justo bajo sus pies, y aquellos de muchas otras criaturas que habían muerto en ese lugar. Aunque no sintió ninguna atracción hacia ellos, tan solo un reconocimiento, un entendimiento de que estaban allí.

Pero sí sintió un tironeo, muy claramente, y se dio vuelta y salió de la arboleda, dejando que la calavera lo guiara.

Pronto estuvo parado sobre los restos de un antiguo y olvidado cementerio. Un par de piedras podrían haber sido indicadores, o quizás no, pero Jarlaxle supo con certeza de que era un cementerio, donde cualquier otro merodeador que se topara con el lugar no lo habría adivinado.

Jarlaxle sintió los cuerpos largo tiempo enterrados, yaciendo en prolijas hileras. Lo estaban llamando, pensó ...

No,se dio cuenta y abrió los ojos de par en par y miró hacia la calavera. No lo estaban llamando a él, estaban esperando que él los llamara.

El drow respiró profundamente para calmarse. Notó los restos de un enano y un halfling, pero cuando se concentró en ellos, comprendió que no estaban conectado de ninguna manera sino por el suelo en el cual reposaban y no estaban conectados de forma alguna con el elfo oscuro.

Esta calavera estaba concentrada en su poder. Poseía fuerza sobre los humanos- vivos y muertos, así parecía.

″Interesante,″ le susurró Jarlaxle al helado aire de la noche, y subconscientemente miró hacia la dirección de la torre de Ilnezhara.

Jarlaxle sostuvo el artefacto brillante ante sus destellantes ojos.

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″Si inicialmente hubiera encontrado el tomo y hubiera efectuado el poder de creación con mi fuerza vita, ¿la calavera que creció entre las páginas habría sido la de un drow?″ preguntó.

″¿Puede un dragón hacer una calavera que encontrara su conexión con los dragones hace tiempo muertos?″

Sacudió la cabeza mientras decía las palabras en voz alta, por que no sonaban correctas para él. La disposición de la calavera predispuso la construcción de la torre y había sido embebida dentro del libro antes de que el tonto humano Herminicle la hubiera encontrado. El libro estaba predeterminado a ese resultado final, creía él.

Si, le eso sonaba mejor al anciano y mágicamente instruido elfo oscuro. Zhengyi ejercía gran poder sobre los humanos y también había dirigido un ejército de muertos, así decían las historias.

Seguramente, la calavera era uno de sus artefactos para efectuar ese fin. Jarlaxle miró hacia atrás de vuelta en la dirección de la distante torre.

No era un secreto que Zhengyi también había dirigido una flota de dragones- de tipos dispares que de algún modo habían sido reunidos bajo un propósito único y bajo su control.

La sonrisa del drow se ensanchó y cayó en la cuenta de que un viaje a Vaasa estaba de hecho en su futuro.

Felizmente.

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CAPITULO 9

EL VIENTO EN EL CAMINO

″Nos mantendremos cerca del pie de la colina,″ le dijo Ellery a Jarlaxle acercando su caballo a la traqueteante carreta. ″Han habido muchos informes de monstruos en la región y Mariabronne ha confirmado que están en los alrededores. Estaremos en las sombras alejados de la planicie descubierta.″

″¿No podrían estar esperándonos escondidos esos monstruos en dichas sombras?″ preguntó Jarlaxle.

″Mariabronne está con nosotros,″ remarcó Ellery. ″No seremos tomados por sorpresa.″ Ella sonrió con confianza y se hizo a un lado con el caballo.

Jarlaxle posó su expresión dubitativa sobre Entreri.

″Sí,″ le aseguró el asesino a él, ″Casi a todos a los que he matado pronunciaron últimas palabras similares a esas.″

″Entonces me alegro una vez más de que estés de mi lado.″

″También dijeron eso a menudo.″

Jarlaxle se rió a carcajadas.

Entreri no.

El avance era más lento sobre el terreno irregular bajo la sombra de las Galenas, pero Ellery insistió , y ella estaba, después de todo, al

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mando. Mientras el sol comenzada su perezoso desliz bajo el cielo oriental, la comandante dispuso a las carretas en un prado cubierto entre un montículo de piedras y delegó las variadas tareas de levantar el campamento las defensas. Predeciblemente, Mariabronne salió a explorar y los dos soldados establecieron puntos de vigilancia- aunque curiosamente, pensó Entreri, bajo la vigilancia del enano con las estrellas matutinas gemelas. Mucho más curioso incluso, el delgado sabio se sentó en contemplación al costado del campamento principal, con las piernas cruzadas y las manos descansando sobre sus rodillas. Era más que simple meditación, Entreri lo sabía. El hombre estaba preparando hechizos que podrían necesitar durante la defensa nocturna.

Igualmente, el otro enano, quien se había presentado como Practus Bristlebeard (Barba de seda) construyó un pequeño altar a Moradin y comenzó a llamar el nombre de su dios para las bendiciones. Ellery había cubierto ambos lo arcano y lo divino.

Y probablemente un poco de ambos con Jarlaxle, pensó Entreri con una sonrisa irónica.

El asesino salió pronto del campamento principal, trepando más alto al pie de la montaña y finalmente se estableció sobre un ancho guijarro que le permitía supervisar la suprema vista de las hondonadas de Vaasa extendiéndose hacia el oeste.

Se sentó en silencio y miró la puesta del sol, largos rayos inclinándose a través de las enormes ciénagas barrosas, nítidas líneas de humedad brillantes luminosas. Deslumbrantes distorsiones tornaban la luz en trémulas charcas de esplendor, demandando su atención y atrayéndolo a un estado más profundo de contemplación. A duras penas consciente del movimiento, Entreri alargó su mano hasta el cinto y sacó una pequeña flauta , más bien de apariencia común, un regalo de las hermanas dragonas Ilnezhara y Tazmikella.

Echó una rápida mirada alrededor, asegurándose de que estaba solo, luego llevó la flauta a sus labios y sopló una simple nota. Dejó que ese silbido se prolongara en el aire y luego sopló de nuevo, sosteniéndola un poquito más. Sus delicados pero fuertes dedo trabajaron sobre los agujeros del instrumento y tocó una simple canción,una que había aprendido solo o una que le había enseñado la flauta; no podía estar seguro de como había sido. Continuó por un tiempo más, dejando que el sonido se amontonara en el aire a su alrededor, urgiéndole a que se llevara sus pensamientos lejos, muy lejos.

La flauta le había hecho eso antes. Quizás su magia o quizás tan solo el simple placer de su timbre perfecto, pero bajo el hechizo de su música, Artemis Entreri varias veces se las había arreglado para esclarecer sus pensamientos a partir de una confusión normal.

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Un tiempo después, el sol mucho más bajo en el cielo, el asesino bajó la flauta y la miró fijamente.

De algún modo, el instrumento no sonaba tan delicado como en aquellas otras ocasiones en que lo había probado, ni tampoco él se sentía atraído hacia la flauta como lo había sentido antes.

″Quizás el viento está contrarrestando la bocanada de tu fétido aliento,″ dijo Jarlaxle desde detrás de él.

El drow no podía ver el ceño fruncido que cruzaba el rostro de Entreri- ¿Alguna vez iba a tener un momento lejos de ese molesto elfo oscuro?

Entreri apoyó la flauta sobre su regazo y miró perdidamente hacia el oeste , y al menguante sol, el borde de abajo justo tocando el lejano horizonte y estableciendo una línea de fuego a lo largo de los dientes de las lejanas colinas. Encima del sol, una fila de nubes se tornaban de un tono anaranjado fuego.

″Promete ser un hermoso atardecer,″ remarcó Jarlaxle, fácilmente escalando el guijarro y tomando asiento cerca del asesino.

Entreri lo lo miró como si apenas le importara.

″Quizás es por mi antecedente,″ continuó el drow.″ He pasado por siglos mi amigo, sin presenciar los ciclos del sol. Quizás la ausencia del este evento diario solo aumenta mi apreciación por ello ahora.″

Entreri aún no mostraba signos de ninguna respuesta.

″Tal vez después de unas cuantas décadas en la superficie me volveré tan aburrido como pareces estarlo tú.″

″¿Acaso dije eso?″

″¿Alguna vez dices algo?″ le replicó Jarlaxle. ″¿O te divierte dejar que todos los que te rodean simplemente adivinen tus palabras a partir de tus continuas miradas ceñudas y tus muecas?″

Entreri resopló divertido y volvió a mirar al oeste. El sol estaba más bajo aún, casi la mitad desaparecido. Por encima del semi circulo de fuego que quedaba, las nubes brillaban más ardientemente , como una línea de fuego agitándose en el profundo azul del cielo.

″¿Alguna vez sueñas, mi amigo?″ preguntó Jarlaxle.

″Todos sueñan,″ respondió Entreri. ″O así me han dicho. Creo que lo hago, aunque raramente me preocupa acordarme de ellos.″

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″No sueños nocturnos,″ explicó el drow. ″Todos sueñas, por cierto, de noche. Incluso los elfos encontramos en nuestra Ensoñación estados de sueño y visiones. Pero hay dos clases de soñadores,aquellos que sueñan de noche y aquellos que sueñan de día.″

Él tenía la atención de Entreri.

″Esos soñadores nocturnos,″ prosiguió Jarlaxle, ″no me preocupan. Los sueños de noche son para descargarse, dicen algunos, una purga de preocupaciones o vuelos fantasiosos sin fin. Aquellos que sueñan de noche solamente están condenados a la mundanidad, no lo ves?″

″¿Mundanidad?″

″A lo ordinario. La mediocridad. Los soñadores nocturnos no me preocupan sobremanera porque no pueden elevarse a ningún lado. Pero aquellos que sueñan de día... esos mi amigo, son los problemáticos.″

″¿No se consideraría Jarlaxle en ese montón?″

″¿Tendría algo de credibilidad si no admitiera que soy de naturaleza problemática?″

″No conmigo.″

″Ahí lo tienes, entonces,″ dijo el drow.

Hizo una pausa y miró hacia el oeste, y Entreri hizo lo mismo, observando al sol deslizarse más abajo.

″Sé otro secreto sobre los soñadores diurnos,″dijo Jarlaxle al tiempo.

″Por favor, dilo,″ vino la menos que entusiasta respuesta del asesino.

″Los soñadores diurnos están verdaderamente vivos,″ explicó Jarlaxle. Miró de vuelta a Entreri, quien correspondió su mirada. ″Ya que los soñadores diurnos encuentran perspectiva en la existencia y buscan maneras de subir por encima del curso de la simple supervivencia.″

Entreri no pestañeó.

″Si sueñas despierto,″ decidió Jarlaxle.″Pero sólo en esas raras ocasiones en que tu dedicación a ... a qué? Me pregunto con frecuencia, te permite salirte de tu perfecta disciplina.″

″Quizás esa dedicación a la disciplina perfecta es mi sueño.″

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″No,″respondió el drow sin dudarlo. ″No. El control no es la facilitación de la fantasía,mi amigo, es el miedo a la fantasía.″

″¿Consideras soñar y fantasear como lo mismo entonces?″

″¡Por supuesto! Los sueños están hechos en el corazón y son filtrados por la mente racional. Sin el corazón...″

″¿Control?″

″Y solo eso. Una lástima, digo yo.″

″Yo no pido tu lástima, Jarlaxle.″

″Los soñadores diurnos aspiran a dominar todo lo que reconocen, por supuesto.″

″Como lo hago yo.″

″No. Tú te dominas a ti mismo y nada más, porque no te atreves a soñar. No te atreves a permitirle a tu corazón a elevar una voz en el proceso de vivir.″

La mirada de Entreri se convirtió en un mal gesto.

″Es una observación, no una crítica,″ dijo Jarlaxle. Se levantó y se sacudió los pantalones. ″Y quizás es una sugerencia. Tu, que has logrado la disciplina, podrías encontrar grandeza más allá de tu temida reputación.″

″Presumes que quiero más.″

″Sé que necesitas más, como cualquier hombre necesita más,″ dijo el drow. Se volvió y miró el borde del guijarro. ″Para vivir y no meramente sobrevivir- ese secreto está en tu corazón, Artemis Entreri, solo si eres lo suficientemente sabio como para buscar.″

Hizo una pausa y miró nuevamente a Entreri, quien estaba sentado mirándolo duramente y le arrojó una flauta al asesino, aparentemente una réplica exacta de la que tenía Entreri en el regazo.

″Usa la verdadera,″ le urgió Jarlaxle. ″La que Ilnezhara te dio. Esa que fabricó Idalia hace siglos atrás.″

Idalia puso una llave dentro de esta flauta para abrir cualquier corazón, pensó Jarlaxle pero no lo dijo, y se dio vuelta y comenzó a alejarse.

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Entreri miró la flauta en sus manos y la que tenía en el cinto.

En realidad no le sorprendía de que Jarlaxle hubiera robado el valioso artefacto y y aparentemente había creado una copia exacta- no,no exacta, comprendió Entreri mientras consideraba la vacuidad de las notas que había tocado ese día. Físicamente, las dos flautas parecían iguales, y se maravilló del trabajo del drow mientras las comparaba una al lado de la otra.

Pero había más en la verdadera creación de Idalia.¿Un pedazo del corazón del artesano?

Entreri hizo rodar la flauta en sus manos, sus dedos deslizándose a lo largo de la suave madera, sintiendo la fuerza dentro de la aparente delicadeza. Levantó la copia en una mano, y la original en la otra, y cerró los ojos. No podía saber la diferencia. Sólo cuando sopló la flauta pudo saberlo,en la forma en que la música de la verdadera creación lo bañaba y lo atravesaba, llevándolo con ella a lo que parecía ser una realidad alternativa.

″Sabio consejo,″saludó a Jarlaxle una voz al costado del sendero al tiempo que él se alejaba de su amigo.

Sin ser tomado por sorpresa, Jarlaxle saludó a Mariabronne tocándose la punta de su enorme sombrero y dijo, ″¿Escuchaste nuestra conversación privada?″

Mariabronne se encogió de hombros. ″Me declaro culpable,me temo. Estaba caminando por el sendero cuando escuché tu voz. Quise seguir de largo pero tus palabras me atraparon. He escuchado esas palabras antes, sabes, cuando era joven y estaba aprendiendo los distintos caminos de un mundo más ancho.″

″¿Tu consejero también te explicó sobre los peligros de escuchar indiscretamente?″

Mariabronne se rió- o empezó a hacerlo pero luego se aclaró la garganta en su lugar. ″Te encuentro una curiosidad, elfo oscuro. Ciertamente eres diferente de todos los que he conocido, en apariencia al menos. Sabría si esa es la profundidad de la variación, o si eres verdaderamente un ser único.″

″Único entre las razas menores, tales como los humanos, querrás decir.″

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Esta vez, Mariabronne se permitió reír.

″Sé del incidente con los Quiebrarodillas,″ dijo él.

″Estoy seguro de que no sé de lo que dices.″

″Estoy seguro de que sí lo sabes,″ insistió el vigilante. ″Conjurar el lobo fue un astuto truco de magia, al igual que regresar las orejas suficientes a Hobart como para congraciarte mientras que conservabas las suficientes como para fabricarte una leyenda fue un astuto truco de diplomacia.″

″Presumes demasiado.″

″Las señales fueron muy fáciles de leer, Jarlaxle. Eso no es presunción sino deducción.″

″Estás seguro de estudiar cada uno de mis movimientos,claro está.″

Mariabronne hizo una reverencia. ″Yo y otros.″

El drow hizo bien en ocultar el destello de alarma de sus delicadas facciones.

″Sabemos lo que hiciste, pero tranquilo, ya que no juzgamos esa acción en particular. Tienes mucho que vencer respecto a la reputación de tu herencia, y tu pequeño truco sirvió bien para elevar tu reputación de respetabilidad. No puedo negarle a ningún hombre, o drow semejante escalada.″

″¿Es el fin de esa escalada lo que temes?″ Jarlaxle sonrió ampliamente, con una sonrisa que cubría todos los espectros desde siniestro a desarmadora, una expresión perfectamente ilegible. ″

″¿Con qué fin?″ el vigilante se encogió de hombros como si realmente no importara- no en ese entonces al menos. ″Yo juzgo a una persona por sus acciones solamente. He conocido halflings que le cortarían la garganta a un niño humano inocente y semi orcos que darían sus vidas en defensa de lo mismo. Tus travesuras con los Quiebrarodillas no desataron ninguna alarma, ya que los Quiebrarodillas son un grupo gracioso cuya reputación está bien solidificada, y viven por la aventura y no por la reputación en cualquier caso. Hobart ciertamente te ha perdonado. Incluso levantó su jarra para brindar por tu inteligencia cuando todo le fue revelado.″

Los ojos del drow llamearon solo por un momento- un lapso de control. Jarlaxle no estaba acostumbrado a tales ruedas giratorias fuera de su control y no le gustaba la sensación. Por un momento,casi se sintió como si estuviera tratando con la Matrona

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Baenre, la más tortuosa de los elfos oscuros, quien siempre parecía estar unos pasos por delante de él o a su altura incluso. Rápidamente repasó en su mente todos los eventos de sus encuentros con los Quiebrarodillas, recordando la postura y actitud de Hobart para ver si podía descubrir el momento en que el halfling había descubierto la artimaña.

Levantó una mano para frotarse la barbilla,mirando fijamente a Mariabronne todo el tiempo y mentalmente anotando que no haría mal en no subestimar al hombre de nuevo. Era difícil para un elfo oscuro tomar a los humanos y a otras razas de la superficie seriamente. Durante toda su vida a Jarlaxle le habían contado de la inferioridad de ellos,después de todo.

Pero sabía más que eso. Él había sobrevivido- y prosperado- elevándose por encima de las limitaciones de sus propios prejuicios. Reafirmó eso nuevamente,pasando el recuerdo como un trago amargo.

″¿Es segura el área?″ le preguntó al vigilante.

″Estamos bastante seguros.″

El drow asintió y comenzó a regresar al campamento.

″Fueron bien dichas tus palabras a Artemis Entreri,″ dijo Mariabronne detrás de él, deteniendo sus pasos. ″El hombre se mueve con la gracia de un verdadero guerrero y con la seguridad de un emperador. Pero solo en un sentido marcial. Está completamente solo en cualquier otro sentido. Una lástima, creo yo.″

″No estoy seguro de que Artemis Entreri apreciara tu lástima.″

″No es por él por lo que lo digo sino por los que están a su alrededor.″

Jarlaxle consideró la sutil diferencia sólo por un momento y luego sonrió y tocó la punta de su sombrero.

Sí, pensó, Entreri tomaría eso como un gran cumplido.

Mayor es la lástima.

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El terreno era irregular, a veces blando, a veces duro,y lleno de piedras y barro, raíces secas y hondos charcos. Los conductores del lento viaje,las cabezas colgando mientras dejaban que las sacudidas pasaran. Debido al continuo traqueteo, le llevó unos instantes a Entreri detectar la súbita vibración debajo de su carro, temblores imprevistos tomando impulso bajo las ruedas en movimiento. Miró a Jarlaxle, quien parecía igualmente darse cuenta del abrupto cambio.

Al lado de la carreta, el caballo de Ellery pisoteó el suelo. Hacia el frente, el caballo de uno de los guardias se encabritó y bufó, con las pezuñas surcando el aire.

Mariabronne controló firmemente a su caballo y espoleó a la criatura hacia adelante, pasando a Ellery y la carreta de Entreri y luego pasando la carreta delantera.

″Cabalguen a través de ellos y cabalguen duro!″gritó el vigilante.″¡Adelante,digo!¡A toda velocidad!″

Chasqueó su rienda sobre un costado del cuello del caballo y luego sobre el otro, espoleando al animal.

Entreri buscó el látigo al igual que la mujer que manejaba la carreta de enfrente. Jarlaxle se aseguró y se puso de pie, mirando alrededor, mientras que Ellery recobraba el control de su corcel y salía a toda carrera tras Mariabronne.

″¿Qué pasa?″ le urgió Entreri a su compañero.

″Siento un bamboleo y una sacudida,″ gritó Athrogate desde el fondo de la carreta de enfrente. ″¡Estoy pensando en darle a un monstruo una paliza!″

Entreri observó al enano extraer sus estrellas matutinas con un veloz y fluido movimiento, las bolas girando inmediatamente delante de él.

Sin embargo, Athrogate perdió toda su concentración y ritmo en un segundo, al tiempo que el suelo entre las carretas explotó y varias criaturas parecidas a serpientes saltaron en el aire. Desplegaron pequeñas alas mientras se elevaban, sobrevolando el lugar, pequeñas bocas con colmillos sonriendo

en hambrienta anticipación.

Los caballos se encabritaron otra vez y el pobre jinete apenas pudo aguantar.

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Se encaramó una criatura serpiente, justo frente a sus aterrorizados ojos. Instintivamente llevó sus manos frente a su rostro mientras la serpiente escupía un chorro de ácido en sus ojos.

Cayó al suelo, su arma aún enfundada a un costado de su encabritado caballo, y todo a su alrededor brincaban serpientes aladas desde los agujeros hacia el aire.

Chorros de saliva sobresaltaron al hombre, haciendo que su capa ardiera con un docena de volutas de humo gris. Gritó y rodó mientras más y más ácido lo golpeaba, quemando su piel.

Su caballo se encabritó y pateó y salió al trote, un grupo de serpientes volando de cerca en una hambrienta persecución. Al lado del hombre de pelo gris, Davis Eng mantuvo a su caballo bajo control y se arrimó para tratar de proteger al caído camarada, pero más y más serpientes aladas se abalanzaron desde el suelo, elevándose para interceptarlo.

Davis Eng desenfundó la espada, y una veloz cuchillada enroscó a una de las revoloteantes serpientes alrededor de la hoja y la envió volando lejos mientras acababa con su grandioso balanceo.

Pero había otra serpiente justo allí, escupiéndole al rostro al soldado, cegándolo con su ácido. Llevó hacia atrás su espada furiosamente, revoleándola en un inútil esfuerzo por mantener a las desagradables criaturas a raya.

Más veneno golpeó al hombre y su montura. Otro par de serpientes se emergieron desde atrás y mordieron duramente al caballo, provocando que se alzara y bramara de dolor. El soldado resistió pero perdió toda idea de ayudar a su postrado compañero. Ese hombre postrado siguió retorciéndose bajo una barrera de chorros de ácido. Gateó en el suelo, tratando de proporcionarse algo de impulso para poder salir de allí. Pero una serpiente se le abalanzó al cuello, envolviendo su cuerpo y dirigiendo sus colmillos goteantes de ácido hacia su garganta. La sujetó frenéticamente con ambas manos, pero las otras serpientes arremetieron rápidamente y con fuerza, escupiendo y mordiendo.

Entreri gritó, y los caballos pifiaron y patearon en terror y torcieron hacia la derecha, avanzando por la irregular y elevada falda de la montaña

″¡Contenlos!″ chilló Jarlaxle, sujetando sus riendas.

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La carreta se tambaleó fuertemente, sus ruedas traseras repicaron sobre una piedras y se zambulleron en una rodada. El grupo de caballos se liberó, empujando los arneses del marco y llevando a ambos Jarlaxle y Entreri con ellos- por el momento al menos. Ambos mantuvieron el suficiente sentido como para soltarlos al tiempo que caían hacia adelante por el salto y el tirón, y ninguno fue lo suficientemente tonto como para resistir el súbito impulso. Cayeron al suelo uno al lado del otro , Entreri rodando y el drow aterrizando suavemente sobre sus pies y corriendo para absorber el choque.

Entreri se puso de pie enseguida, con la espada y la daga en mano y trabajando. Dispuso opacos velos de cenizas en el aire a su alrededor, protegiéndose visualmente del creciente acoplamiento de serpientes aladas.

Chorros de escupitajos ácidos surgieron a través de las láminas de negra ceniza, pero el asesino no fue tomado por sorpresa. Ya volteándose y desplazándose para esquivar la acometida, arremetió con fuerza tomando a las serpientes por sorpresa mientras éstas intentaban atraparlo.

Un corte de la Garra de Charon derribó a un par, y una cuchillada de su daga enjoyada se incrustó arduamente en el torso de una tercera. Esa serpiente ladeó su cabeza para morder la muñeca del asesino, pero Entreri anticipó el movimiento, torciendo su mano hacia abajo y golpeando con la espada para enviar volando lejos a la criatura.

Antes de que la espada se hubiera desembarazado de la criatura, el asesino estaba en posición defensiva nuevamente, cortando con su espada para apartar a un trío de culebras y para desviar tres retahílas de ácido.

Llegaron más del otro lado, y él sabía que no podría derrotarlas a todas. Cedió terreno, saltando de regreso a la falda de la montaña hacia los dos enanos y el hombre delgado, quienes habían formado un postura triangular defensiva al fondo de la carreta rodante.

Las estrellas matutinas de Athrogate se movían borrosamente, con las bolas con puntas metálicas girando velozmente al extremo de sus respectivas cadenas. Las desenrollaba y enrollaba con tremenda precisión, nunca interrumpiendo el flujo, sino alterando astutamente sus ángulos para golpear y mandar volando cualquier serpiente que se aventuraba demasiado cerca.

Athrogate dejó escapar una serie de maldiciones que rimaban mientras luchaba, ya que las retahílas

de ácido le salpicaban, levantando volutas de humo de su barba y túnica.

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Practus permanecía a su lado, concentrado en la oración, y cada tanto llamaba a Moradin y suavemente tocaba a su salvaje guardaespaldas, usando la magia curativa para ayudarle a curar sus muchas heridas.

Al costado del clérigo, el delgado hombre meneaba sus dedos, enviando rayos de energía que empujaba a las criaturas más cercanas.

Entreri sabía que tenía que tomar esa carreta.

″¡A un lado!″ gritó, tomando un atajo por un lado, y saliendo hacia el fondo de la carreta al tiempo que saltaba desde una roca.

Athrogate se dio vuelta rápido, asegurándole el pasaje al lecho.

Antes de que el enano pudiera gritar , ″¡Cuidado al costado!″ Entreri lo pasó, entre el otro enano y el delgado hombre. Hizo un esfuerzo por subir al asiento del transporte y sentarse entre los dos conductores, los cuales estaban agachados y gritando de dolor. Entreri se echó la capucha de su capa sobre la cabeza y tomó las riendas de Calihye. La mujer semi elfa estaba obviamente cegada y casi inconsciente.

″¡Manténganlas alejadas de mí!″ le gritó al trío detrás.

Se agachó en el asiento, urgiendo a los caballos a ir más rápido. Parissus, sentada a la derecha de Entreri musitó algo y chocó con rudeza contra él, haciendo que se torciera e inadvertidamente tironeara las rindas y retardara al grupo de caballos. Con un gruñido, Entreri la empujó de vuelta a su lugar, sin darse cuenta de que la mujer había perdido la consciencia. Ella se tambaleó hacia el otro lado y siguió de largo, cayendo por el costado. Entreri la sujetó pero no podía sostenerla a ella y al grupo de caballos en la corrida.

Eligió la carreta.

La mujer rodó por el borde, cayendo bajo la rueda delantera con un gemido, luego llegó un segundo gemido al tiempo que la segunda rueda tropezaba con ella. Calihye gritó y sujetó el brazo de Entreri, gritándole de que detuviera la carreta.

Se volvió para mirarla fijamente, para dejarle saber en obvios términos que si no lo soltaba inmediatamente él la arrojaría por el otro costado.

Ella retrocedió con temor y dolor y luego gritó de nuevo mientras otro chorro de veneno ácido la golpeaba en el rostro, quemándole una mejilla.

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¡Resistan!¡Resistan!

Eso fue todo lo que el pobre, confundido Davis Eng pudo pensar mientras continuaba el ataque. Se habían ido sus esperanzas de ayudar a su caído amigo, ya que cabalgaba al borde mismo de la perdición, desorientado, perdido en un mar de serpientes revoloteantes, mordedoras y escupidoras.

Hileras de sangre corrían por sus brazos y a lo largo de los flancos de su caballo, y furiosas ampollas cubrían su rostro.

″¡Abominaciones de Zhengyi!″ escuchó que gritaba su amada comandante desde algún sitio lejano, muy lejano- demasiado distante como para que lo ayudara, lo sabía.

Tenía que encontrar una dirección y alejar a su caballo, pero ¿qué podía empezar a hacer si solo podía aferrarse a su vida?

Su caballo se encabritó, clamó y giró sobre sus patas traseras. Luego algo lo golpeó fuerte a un costado, deteniendo el giro, y el soldado se tambaleó y no pudo mantenerse.

Pero una mano lo sujetó fuertemente y lo tiró hacia arriba, luego lo deslizó detrás de él y tomó sus riendas, enderezándolo a él y a su caballo y guiándolos.

Tan grandioso era el control de Mariabronne sobre su montura que el caballo aceptó las picaduras de las abominaciones,aceptó la colisión con el caballo de Davis Eng, y prosiguió exactamente como se lo demandaba el vigilante,buscando un lugar por donde salir de allí al galope.

Sobre el suelo detrás de Mariabronne, el soldado caído seguía retorciéndose y rodando, pero obviamente estaba más allá de toda ayuda. Le dolía enormemente a Mariabronne abandonarlo, pero claramente no había elección, ya que docenas de serpientes se deslizaban a su alrededor, mordiéndolo repetidamente, llenando sus venas con veneno. Los caballos podían correr más rápido que las criaturas, Mariabronne lo sabía, y esta era la única esperanza para este soldado y para él mismo.

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La guerrera gritó, agachándose y blandiendo su hacha en el aire mientras su caballo avanzaba al galope al drow pronto-a-estar-sobrepasado. Él movía frenéticamente los brazos- y magníficamente, tenía que admitir Ellery-enviando una corriente de dagas giratorias contras las serpientes cercanas. Él giraba continuamente también, su capa volaba ampliamente y ofrecía más de una protección nominal contra la barrera de veneno ácido que se dirigía hacia él.

A pesar de eso, lo golpearon más de una vez e hizo una mueca de dolor, y Ellery estaba segura de que no podría posiblemente mantener lo que parecía un interminable suministro de misiles. Se agachó más todavía, se estremeció y casi cayó de la silla al tiempo que una retahíla de fluido cáustico golpeaba un costado de su mandíbula, justo bajo la parte inferior de su gran casco. Se mantuvo en sus trece lo suficiente como para enviar balanceando su hacha hacia adelante para desgarrar el ala de otra de las serpientes, pero una segunda se agazapó sobre la hoja y se zambulló con saña sobre su muñeca y mano. Sacó unos colmillos encorvados y mordió fuerte a través del guantelete de Ellery.

La espadachina aulló y dejó caer su hacha, luego sacudió furiosamente su mano enviando a ambos la serpiente y el guantelete dando tumbos. Le gritó al drow y condujo a su corcel hacia él, alargando su mano para tomar la suya.

Jarlaxle atrapó su agarradera, su segunda mano bajando velozmente para arrojar una daga, y la sorpresa de Ellery fue absoluta cuando se encontró deslizándose para abajo de su asiento en lugar de

remolcar al drow.

Algún tipo de magia se había apoderado del elfo oscuro, se dio cuenta, ya que su fuerza estaba aumentada muchas veces más, y no había cedido un paso mientras su caballo seguía galopando.

Ella estuvo en el suelo en un instante, asombrada y rebotando, pero Jarlaxle la mantuvo de pie.

″¿Qué...?″ comenzó ella a preguntar.

El drow la empujó hasta ponerla frente a él, y Ellery notó unas débiles chispas en el aire alrededor de ellos, un globo de algún tipo.

″¡No te alejes!″ le advirtió él.

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Levantó su otra mano para mostrarle una varita negra de tipo rubí en sus delicados dedos.

Los ojos de la mujer se abrieron de par en par de miedo y miró por sobre el hombro de Jarlaxle para ver un enjambre de serpiente que volaban hacia ellos.

Jarlaxle no demostró el más mínimo temor. Tan solo apuntó con su varita al suelo y pronunció unas órdenes que hicieron caer una diminuta bola de fuego desde el extremo de la varita.

Instintivamente, Ellery retrocedió pero el drow la sostuvo rápidamente en su agarradera de acero aumentada mágicamente.

Ella retrocedió incluso más cuando la bola de fuego estalló a su alrededor, furiosas llamas abrasando el aire. Ella sintió que le extraían el aliento de los pulmones, sintió una súbita presión de resplandeciente calor y todo alrededor de ella y del drow, el globo chisporroteó y brilló en furiosa respuesta.

Pero resistió. Las llamas asesinas no pudieron pasar. Fuera de ese espacio, sin embargo, todo a la redonda, fue comido por las hambrientas llamas. Las serpientes cayeron encendidas al suelo, chamuscadas y convertidas en cenizas antes de aterrizar.

A un costado, en la carreta que habían abandonado sin ceremonia como un rayo Entreri y Jarlaxle, el maíz en las bolsas de suministros estallaba atrapadas por las enormes llamas. Del lado opuesto, el cuerpo del soldado caído crepitaba y ardía, al igual que una docena de serpientes que se retorcían encima.

Una bocanada de humo negro ondeó en el aire por encima de la guerrera y el drow. La carreta siguió quemándose, enviando un un hilillo de humo también, su vigas crepitando en protesta. Pero más que eso, el aire alrededor de ellos se calmó, sobrenaturalmente sereno, como si la bola de fuego de Jarlaxle hubiera depurado el aire mismo.

Una ola de calor pasó volando al lado de Entreri- los vientos cálidos de la bola de Jarlaxle. Escuchó al delgado hombre en la carreta detrás de él gritar de la sorpresa, seguido por el apreciativo de Athrogate, ″¡Muy bueno el estallido para limpiarlo todo de un soplido!″

Sin embargo, si el asesino tenía alguna intención de demorarse y mirar atrás, fue rápidamente descartado por el plop del escupitajo de

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ácido en la capucha de su capa y el batir de las alas de la serpiente junto a su oído.

Incluso antes de que pudiera moverse para encargarse de la situación, escuchó un sonido de chasquido seguido por un fuerte whack y la visión de la maldita serpiente saliendo en espiral a un lado. El chasquido continuó y Entreri lo reconoció como las estrellas matutinas de Athrogate, el enano estaba trabajando con una precisión mortal.

″¡Le doy al torso, y le doy a la cabeza,″ le llegó el chillido del enano, ″si las serpientes te atacan, terminarán muertas!″

″Sólo cállate y mátalas,″ musitó por lo bajo Entreri- o eso es lo que pensó. Un rugido de risa vino desde Athrogate y eso le dio la pauta de que lo había dicho un poco demasiado fuerte.

Otra serpiente saló volando, pasando justo por encima de su cabeza, y Entreri escuchó una rápida serie de impactos, cada uno acompañado por un rugido del enano.

Entreri se las arregló para echar una mirada a un costado para ver la mujer que quedaba, rápidamente deslizándose de la consciencia, comenzando a rodar por encima del borde de la carreta.

Con una sonrisa poco divertida, Entreri la sujetó y la puso de vuelta en su lugar al lado de él.

Luego Entreri echó una mirada hacia atrás y vio que Athrogate corría furioso. Sus estrellas matutinas zumbaban y volaban, aplastando serpientes y arrojándolas lejos, enviándolas al aire o dejándolas caer para golpearlas con fuerza en el suelo.

Detrás de los dos enanos el hombre delgado se mantenía al fondo de la carreta, de cara al lugar por el que habían venido y meneaba sus dedos. Una nube de niebla verde se desprendió de sus manos, siguiendo el camino de la veloz carreta.

Las serpientes que la perseguían más de cerca se detuvieron y comenzaron a retorcerse en espasmos cuando entraban en contacto con la niebla. Un momento más tarde, caían muertas al suelo.

″¡Sí!″ gritó el otro enano.

″¿Astuto hechicero, el aire envenena?″ dijo Athrogate. ″Asfixiando a las hediondas, salivantes culeb--″

″¡No lo digas!″ le gritó Entreri.

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″¿Qué cosa?″ replicó el enano.

″Solo cállate,″ dijo el asesino.

Athrogate se encogió de hombros, sus estrellas matutinas perdiendo impulso finalmente y cayendo hacia abajo en los extremos de sus respectivas cadenas.

″No queda nada que golpear.″ remarcó él.

Entreri lo miró fijamente como desafiándolo a que encontrara una frase que rimara.

″Relaja al grupo de caballos,″ dijo el hombre delgado. ″Ha cesado la persecución.″

Entreri soltó un poco las riendas y urgió a los caballos a que aminoraran la marcha. Tiró de la carreta a un costado y notó la aproximación de Mariabronne y el soldado herido, el vigilante todavía manejaba las dos monturas.

Entreri fue hacia terreno más llano, pudiendo ver así la ruta de escape. La nube verde de niebla asesina del hechicero comenzaba a disiparse, y la lejana carreta en llamas apareció más claramente ante su vista, una columna de humo negro elevándose en el aire.

A su lado, Calihye tosía y se quejaba.

Mariabronne encomendó al cuidado de Athrogate el caballo del soldado y luego le hizo dar la vuelta a su propio caballo y galopó de regreso hasta donde estaba el cuerpo de la mujer caída. Más allá de él, Entreri se dio cuenta de que el otro soldado estaba muerto, ya que el cuerpo chamuscado del hombre estaba a la vista.

Por el aspecto de la mujer caída, toda torcida,ensangrentada e inmóvil, el asesino supuso que habían perdido a dos en el encuentro.

Al menos dos, cayó en la cuenta, y para su propia sorpresa una escalofrío de alarma lo recorrió y miró alrededor, calmándose casi inmediatamente cuando vio a Jarlaxle del otro lado, arriba en la falda de la colina, caminando tranquilamente hacia ellos. Vio a Ellery también, detrás del drow, siguiendo a su asusta montura sin jinete.

La mujer herida en el suelo gruñó y Entreri se volvió para ver a Mariabronne tomando la cabeza de ella en sus manos. El vigilante levantó gentilmente su abatida figura del barro y la sentó sobre su montura, después lentamente guió al caballo de regreso a la carreta.

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″¿Parissus?″ preguntó Calihye. Se sentó en el suelo, abrió los ojos de par en par y llamó de nuevo a su amiga, más alto. ″¡Parissus!″

La expresión del rostro de Mariabronne no era prometedora. Ni tampoco lo eran los movimientos desmayados de Parissus, balanceándose flojamente.

″¿Parissus?″ gritó nuevamente la mujer al lado de Entreri, de forma más urgente a medida que regresaban sus sentidos. Empezó a caminar pasándolo al asesino pero se detuvo en seco. ″¡Tú le hiciste esto a ella!″ gritó poniendo su torcido rostro justo frente al de Entreri.

O intentó hacerlo, ya que cuando la palabra final se le escapo de los labios, salió con un gorjeo. La fuerte mano de Entreri se aferraba a su garganta, los dedos perfectamente colocados para destrozarle la tráquea.

Ella sujetó el asidero con ambas manos y luego bajó una-para sacar un arma, Entreri lo sabía. No estaba muy preocupado por ello, sin embargo, porque ella se frenó en seco cunado la punta de la daga enjoyada del asesino la pinchó con fuerza bajo el mentón.

″¿Querrías pronunciar otra acusación?″ le preguntó Entreri.

″Tranquilizate,muchacho,″ le dijo Athrogate.

A su lado, el otro enano comenzó un cántico despacio.

″Si ese es un hechizo destinado a mi, entonces serías más sabio si lo reconsideraras,″ dijo Entreri.

El clérigo enano se detuvo- pero sólo cuando una mano drow lo sujetó por el hombro.

″No hay necesidad de animosidad,″ les dijo Jarlaxle a todos ellos. ″Un enemigo difícil pero uno que se ha desvanecido.″

″Porque tú decidiste quemarlas, y tu compañero,″ acusó la temblorosa y conmocionada guerrera semi elfa.

″Tu amiga ya estaba muerta antes de que iniciara la bola de fuego,″ dijo el drow. ″Y si no lo hubiera hecho entonces yo y la Comandante Ellery hubiéramos sufrido un final similar.″

″¡No sabes eso!″

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Jarlaxle se encogió de hombros como si no importara. ″Me salvé a mi y a la Comandante Ellery. No podría haber salvado a tu amiga o a ti en cualquier caso.″

″Abominaciones de Zhengyi,″ dijo Mariabronne, acercándose a los otros. ″Pueden haber más en los alrededores. No tenemos tiempo para estas tonterías.

Entreri miró al vigilante,y luego a Jarlaxle, quien asintió para que él soltara a la semi elfa. Él hizo justamente eso, dándole a ella una última mirada de advertencia. Calihye tuvo un poco de arcadas y luego se alejó de él, pero se recuperó rápidamente. Saltó del asiento de conductor de la carreta y fue hacia su compañera caída. Mariabronne la dejó pasar, pero miró a los otros y sacudió la cabeza.

″Yo tengo algunos hechizos,″ dijo el enano clérigo.

Mariabronne se alejó del caballo dejando a la mujer con su amiga caída. ″Entonces úsalos,″ le dijo al enano. ″Pero dudo de que sean de ayuda. Está llena de veneno y la caída le rompió la columna.″

El enano asintió vehementemente y marchó hacia ella. Abrazó a la pequeña Calihye quien lloraba descontroladamente, y parecía que fuera a derretirse en el suelo junto al caballo.

″Parissus...″ susurraba una y otra vez.

″Una ronda de bebidas en su honor,″ musitó Athrogate.

″Como mínimo,″ dijo Jarlaxle.

El sonido de un caballo aproximándose hizo que todos se volvieran para considerar a Ellery.

″Mariabronne, conmigo,″ le ordenó la comandante. ″Volveremos y veremos que podemos rescatar. Necesito recuperar mi hacha y tenemos otro caballo corriendo libremente. No lo dejaré atrás.″

Le dio una ojeada a la mujer caída, mientras Practus y Calihye la bajaban del caballo. ″¿Qué hay de ella?″

″No,″ dijo Mariabronne, su voz tranquila y respetuosa.

″Pónganla en la carreta entonces, y pónganla en marcha,″ le instruyó Ellery.

Su tono endurecido hizo que Entreri sonriera. Podía adivinar que ella estaba nerviosa bajo esa fachada de calma.

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″Soy Canthan,″ escuchó que le decía el hombre delgado a Jarlaxle. ″Presencié tu explosión. Muy impresionante. No me di cuenta de que eras aficionado al Arte.″

″Soy un drow de muchos talentos.″

Canthan hizo una reverencia y parecía impresionado.

″Y muchos artefactos,″tuvo que añadir Entreri.

Jarlaxle tocó la punta de su gran sombrero y sonrió.

Aunque Entreri no le devolvió la sonrisa, ya que había captado la mirada de Calihye. Vio una clara amenaza en sus ojos azul grises. Sí, ella lo culpaba por la caída de su amiga.

″¡Vengan aquí, bobos, y la carreta carguen!″ rugió Athrogate mientras Mariabronne y Ellery comenzaban a alejarse. ″Sean rápidos antes que Zhengyi con un dragón nos ataque!¡ Buajaja!″

″Será un viaje interesante,″ le dijo Jarlaxle a Entreri mientras subía al asiento del conductor al lado del asesino.

″ 'Interesante' es una buena palabra,″ contestó Entreri

CAPITULO 10

CON EL CORAZÓN ABIERTO

″Tranquilo, mi enorme amigo,″ dijo Wingham, dijo palmeando las manos en el aire para calmar al semi-orco.

Pero Olgerkhan no se calmaría. ″¡Se está muriendo! Traté de ayudarla pero no puedo.″

″No sabemos si se está muriendo.″

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″está enferma de nuevo, y está peor que antes,″ prosiguió Olgerkhan. ″El castillo crece y su sombra enferma a Arrayan.″

Wingham empezó a responder de nuevo pero se detuvo y consideró lo que Olgerkhan le había dicho. No cabía duda de que el confundido guerrero estaba haciendo solo una conexión de pasada, usando al castillo para ilustrar su temor por Arrayan, pero en esa simple declaración Wingham escuchó una pista de la verdad. Arrayan había abierto el libro, después de todo.¿Era posible que al hacerlo, ella hubiera creado un lazo mágico entre ella y el tomo? Wingham había sospechado que ella había servido de catalizador, pero ¿podía ser algo más que eso?

″¿El Viejo Nyungy está todavía en el pueblo?″ preguntó el comerciante.

″¿Nyungy?″ repitió Olgerkhan. ″¿el hilador de cuentos?″

″Sí, el mismo.″

Olgerkhan se encogió de hombros y dijo, ″No lo he visto desde hace un tiempo, pero conozco su casa.″

″Llevame hacia allí, de una vez.″

″Pero Arrayan...″

″Para ayudar a Arrayan,″ le explicó Wingham.

Al instante en que las palabras salieron de su boca, Olgerkhan lo tomó de la mano y lo sacó de la carreta., llevándolo al norte y a la ciudad. Se movían a toda velocidad, lo que significaba que el pobre comerciante iba medio corriendo medio volando detrás del guerrero empellante.

En poco tiempo, estaban frente a la dilapidada puerta de una vieja casa de tres pisos, su exterior en un terrible estado de decadencia, enredaderas muertas trepando a mitad de la estructura con nuevos brotes por encima y con las raíces agrietando los cimientos.

Sin la más mínima pausa, Olgerkhan aporreó con fuerza la puerta, la cual se sacudió y tembló como su los pesados golpes fueran a dislocarla de las precarias percas.

″Tranquilo, amigo,″ dijo Wingham. ″Nyungy es muy viejo. Dale tiempo para responder.″

″¡Nyungy!″ gritó Olgerkhan.

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Golpeó con fuerza la casa al lado de la puerta que casi todo el edificio tembló. Después llevó hacia atrás su puño en alineación con la puerta y ladeó el brazo. Se detuvo cuando la puerta se abrió y reveló a un viejo hombre arrugado y calvo, más humano que orco en apariencia, excepto por los dientes demasiado largos para que cupieran en su boca. Manchas marrones le cubrían la pelada, y un penacho de pelo gris le sobresalía de un enorme lunar al lado de su gruesa nariz. Temblequeaba al estar parado allí, como si estuviera a punto de caerse, pero ambos, Olgerkhan y Wingham vieron una claridad en sus ojos azules que desafiaban su edad.

″Oh, por favor ,no me pegues, enorme e impetuoso muchacho,″ dijo él en un resoplido, una voz silbante. ″Dudo que encuentres mucho desafío en tirarme al suelo. ¡Espera unos pocos instante sy ahórrate el trabajo, ya que mis piernas no me sostendrán por mucho tiempo!″ Terminó con una risa que rápidamente se transformó en una tos.

Olgerkhan bajó su brazo y se encogió de hombros, bastante avergonzado. Wingham le puso una mano en el hombro a Olgerkhan y gentilmente lo hizo a un lado para luego adelantarse y encarar al viejo Nyungy.

″¿Wingham?″ preguntó el hombre. ″¿Wingham, estás de regreso?″

″Cada año, viejo amigo,″ le respondió el comerciante, ″pero no te he visto en una década o más. Te solían gustar tanto los condimentos de mi carnaval...″

″Y todavía me gustarían, joven tonto,″ replicó Nyungy, ″ pero es una caminata demasiado larga para mí.″

Wingham hizo una reverencia,″Entonces disculpame por no haberte buscado estos últimos años.″

″Pero ahora estás aquí. Pasa. Pasa. Trae a tu enorme amigo, pero por favor, no dejes que siga aporreando mis paredes.″

Wingham se rió y le echó una mirada al mortificado Olgerkhan.

Nyungy comenzó a perderse entre las sombras de la casa, pero Wingham le rogó que se detuviera.

″En otro momento, ciertamente,″ le explicó el comerciante. ″Pero no hemos venido para una charla amena. Hay algo que está pasando cerca de Palishchuk que necesita de tu conocimiento y sabiduría.″

″Hace mucho ya que he abandonado el camino, la canción y la espada.″

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″No es demasiado lejos para viajar,″ presionó Wingham, ″y te aseguro que no te molestaría si hubiera otra posibilidad. Pero hay una gran construcción en marcha- una reliquia de Zhengyi, sospecho.″

″¡No pronuncies ese nombre nefasto!″

″De acuerdo,″ dijo Wingham con otra reverencia. ″Y no lo haría, si hubiera otro modo de ponerte en acción.″

Nyungy se tiró un poco para atrás y consideró las palabras. ″¿Una construcción dices?″

″Estoy seguro de que si subieras a tu habitación más alta y miraras por la ventana hacia el norte, podrías verlo desde aquí.″

Nyungy miró atrás en el cuarto detrás de él, y la desvencijada escalera que ascendía por la pared de la mano derecha.

″No dejo mucho el piso de abajo. Dudo que pudiera subir por las escaleras.″ Estaba sonriendo cuando se dio vuelta hacia Wingham, y luego miró a Olgerkhan. ″Peor quizás tu enorme amigo aquí pueda ayudarme- o a ambos, si tus piernas son tan viejas como las mías.″

Wingham no necesitó la ayuda de Olgerkhan para subir las escaleras, aunque la baranda de madera era frágil y tambaleante, con muchas balaustradas faltantes o que sobresalían sueltas de la baranda.

El viejo comerciante encabezó el camino, con Olgerkhan cargando con Nyungy de cerca por detrás y ocasionalmente alargando una mano para sostener a Wingham. La escalera subía uno diez metros, desembocando a un balcón que ventilaba el gran salón. A lo largo del camino, una tercera escalera subía hasta el tercer piso. Esa parecía más solida, con las balaustradas en su lugar, pero no había sido usada en años, obviamente, y Wingham tuvo que apartar telas de araña para continuar.

Mientras las escaleras se desparramaban hacia el lado sur de la casa, Wingham tuvo que rodear el balcón por el otro lado hacia la puerta del lado norte. Echó una mirada atrás cuando llegó allí, ya que Nyungy estaba caminando de nuevo y había perdido el equilibrio con su pierna coja. Nyungy le indicó con un además de que siguiera adelante, y así traspasó la puerta, cruzando hacia la lejana ventana en donde descorrió la cortina.

Mirando hacia el norte, Wingham casi se cayó de espaldas, por que aunque había esperado ver el creciente castillo, no esperaba cuan dominante sería la estructura desde tan lejos. Sólo habían pasado unos días desde que Wingham se había aventurado hacia el libro mágico y la estructura que crecía por detrás, y el castillo era mucho más grande de lo que había sido. Wingham no podía ver el libro desde tanta distancia obviamente pero la piedra circular que crecía detrás era claramente visible, levantándose en alto sobre la llanura de Vaasa.

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Mucho más sorprendente era el hecho de que la torre estaba al fondo de la estructura, centrando un muro al fondo arqueado por dos pequeñas torres redondas en las esquinas. Desde estas, las paredes iban hacia el sur, hacia Palishchuk, y Wingham podía ver las señales de una garita central en lo que sabía que sería la pared del frente de la muralla superior. Otras varias estructuras estaban creciendo ante la garita también, una muralla exterior y una pared más baja ya se elevaban desde el suelo.

″Por lo dioses, ¿qué hizo?″ preguntó el viejo Nyungy, poniéndose al lado de Wingham.

″Parece que nos dejó unos regalos,″ respondió Wingham.

″Casi parece una réplica del Castillo Peligroso, maldito el nombre,″ subrayó Nyungy.

Wingham ojeó al viejo bardo, sabiendo bien que Nyungy era uno de los pocos que quedaban vivos que había visto ese terrible lugar durante la cúspide del poder de Zhengyi.

″Un hechicero hizo esto,″ dijo Nyungy.

″Zhengyi, como lo expliqué.″

″No, mi viejo amigo, me refiero a ahora. Un hechicero hizo esto. Un hechicero que sirvió como catalizador para traer a la vida la vieja torre de poder del Rey Brujo. Ahora.″

″Algunas maldiciones no tienen fin,″ replicó Wingham, pero se guardó el resto de sus pensamientos respecto a Arrayan y su propia tontería al haberle dado el libro. Había creído que era un manual de instrucciones para la necromancia o la creación de un golem o una historia quizás. Nunca podría haber imaginado la verdad de ello.

″Por favor, ven conmigo, Nyungy,″ le rogó Wingham.

″¿Hacia allá?″ dijo el viejo hombre con una mirada horrorizada. ″Mis días de aventuras han quedado muy atrás, me temo. No tengo fuerza para batallar contra--″

″No hacia allá,″ le explicó Wingham. ″A la casa de una amiga: mi sobrina, quien necesita de tu sabiduría en esta hora oscura.″

Nyungy miró a Wingham con obvia curiosidad y preguntó, ″¿La hechicera?″

La mueca en la expresión de Wingham era toda la respuesta que necesitaba el semi orco mayor.

Wingham pronto descubrió que Olgerkhan no había estado exagerando en su insistencia de que el viejo comerciante fuer rápidamente hasta Arrayan. La mujer parece estar mucho peor que

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antes. Su piel estaba pálida y parecía carecer de fluidos, como un papel gris y seco. Trató de levantarse de la cama, en donde Olgerkhan la había apoyado con las almohadas casi en una posición de sentada, pero Wingham pudo ver que el esfuerzo era demasiado grande y él rápidamente la colocó de vuelta en su más cómodo reposo.

Arrayan miró más allá de Wingham y Olgerkhan al encorvado y anciano semi orco. Su expresión pasó prestamente de atrayente a sospechosa.

″¿Conoces a mi amigo Nyungy?″ le preguntó Wingham.

Arrayan prosiguió con el escrutinio cuidadoso del semi orco, una chispa de lejano reconocimiento brilló en sus cansados ojos.

″Nyungy está bien versado en las propiedades de la magia,″ explicó Wingham. ″Nos ayudará a ayudarte.″

″¿Magia?″ preguntó Arrayan con voz débil.

Nyungy se le acercó y se inclinó encima de ella. ″¿La pequeña Arrayan Maggotsweeper?″ le dijo.

La mujer hizo una mueca ante el sonido de su nombre. ″Siempre fuiste de una clase curiosa, cuando eras joven. No me sorprende enterarme de que eres una hechicera- y una poderosa, si es que ese castillo sirve de referencia.″

Arrayan absorbió el cumplido durante el tiempo suficiente como para reconocer la implicancia detrás y luego su rostro se torció de horror.

″Yo no creé el castillo,″ dijo ella.

Nyungy comenzó a responder , pero se detuvo en seco, como si se hubiera dado cuenta de su afirmación.

″Perdona mi equivocación,″ dijo él al fin.

El viejo semi orco se inclinó más para mirar en sus ojos. Le rogó a Olgerkhan que fuera a buscarle un poco de agua o una sopa, pasó unos momentos más escudriñándola, y luego retrocedió cuando el enorme semi orco regresó. Con un asentimiento dirigido a Wingham para que lo escoltara de vuelta al cuarto del frente de la casa.

″No está enferma,″ le explicó el viejo bardo cuando hubieron salido de la recámara de Arrayan.

″¿Te refieres a que no está descompuesta?″

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Nyungy asintió. ″Lo supe antes de llegar, pero al mirarla, estoy seguro más allá de cualquier duda. Eso no es una enfermedad o veneno. Ella era saludable hasta hace unos pocos días, correcto?″

″Bailando y saltando cuando llegó al principio para saludarme apenas llegué.″

″Es la magia,″ razonó Nyungy. ″Zhengyi ha hecho esto antes.″

″¿Cómo?″

″El libro es una trampa. No es un tomo de creación, sino uno de autocreación. Una vez que un poder mágico adecuado comienza a leerlo, atrapa la esencia vital de esa persona. A medida que el castillo crece, lo hace a costa de la fuerza vital de Arrayan, de su intelecto y destreza mágica. Ella está creando un castillo inconscientemente."

"¿Por cuánto tiempo?" preguntó Wingham, y dio un paso adelante y miró con preocupación hacia el dormitorio.

"Hasta que ella muera, supongo," dijo Nyungy. "Consumida por la creación, no creo que el despiadado Zhengyi se detenga ante tal eventualidad por compasión hacia su involuntaria víctima."

"¿Cómo podemos detener esto?" preguntó Wingham.

Nyungy miró más allá de él con preocupación y luego una expresión de sombrío temor se dibujó en su rostro cuando se encontró nuevamente con la mirada de Wingham.

"No, no puedes," dijo Wingham con un súbito entendimiento.

"Ese castillo es una amenaza- haciéndose más y más fuerte," razonó Nyungy. "Tu sobrina está perdida, me temo. No hay nada que pueda hacer, ciertamente ni nadie más en Palishchuk, para detener el avance que seguramente la matará."

"Tenemos curadores."

"Quienes serán impotentes, cuanto más," respondió el semi orco más viejo.

"O, si no lo son, le ofrecerán algún alivio a Arrayan, y luego quizás solo contribuyan a la energía que está siendo canalizada para el crecimiento de la monstruosidad de Zhengyi. Entiendo tu vacilación aquí, mi amigo. Ella es tu amada sobrina, puedo verlo cuando miro en tus ojos. ¿Pero no recuerdas la miseria de Zhengyi? ¿Ayudarías, en tu falsa compasión a que eso regresara?"

Wingham echó una rápida mirada hacia el dormitorio una vez más y dijo, " No puedes saber todo esto con seguridad. Hay mucha presunción aquí."

"Lo sé, Wingham. Esta no es una mera coincidencia. Y tu lo sabes también."

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Mientras terminaba,Nyungy fue hacia el mostrador y encontró un largo cuchillo de cocina. "Seré rápido con esto. No verá venir el golpe. Roguemos que no sea demasiado tarde para salvar su alma y aplacar el daño que involuntariamente nos ha traído."

Wingham apenas podía respirar, apenas podía mantenerse en pie. Trató de digerir las palabras de Nyungy, buscando algún defecto, una pizca de esperanza. Instintivamente alargó una mano para bloquearlo al viejo semi orco, pero Nyungy se movía con un decisión que no había conocido en muchos, muchos años.

Esquivó a Wingham y fue hacia el dormitorio y le rogó a Olgerkhan que se mantuviera a un lado.

El enorme semi orco hizo justamente eso, dejándole el camino despejado hacia Arrayan, quien estaba descansando con los ojos cerrados y su respiración superficial.

Nyungy sabía mucho del mundo que rodeaba Palishchuk. Había pasado sus décadas aventurándose, recorriendo las campiñas como un trovador vagabundo, un recolector de información y canciones por igual. Él había viajado extensivamente con Wingham por muchos años también, estudiando magia y artefactos mágicos. Había servido en el ejército de Zhengyi en los primeros días de ascenso del Rey Brujo, antes de que se descubriera la verdad sobre la horrible criatura.

Nyungy no dudaba de su deducción del insidioso lazo que había sido creado entre el libro y el lector, ni tampoco cuestionaba su necesidad de llevar a cabo este desagradable acto antes de la terminación del castillo. Su mente todavía estaba lúcida; sabía mucho.

Lo que no comprendía era el profundo lazo entre Arrayan y Olgerkhan. No pensó en ocultar su intención mientras blandía ese enorme cuchillo y se acercaba hacia la indefensa mujer.

Algo en sus ojos lo delató ante Olgerkhan. Algo en su arremetedora y ansiosa postura le dijo al joven guerrero semi orco que el viejo semi orco no estaba por realizar un ejercicio de curación- al menos, no de la manera en que la sensatez de Olgerkhan lo permitiría.

Nyungy se inclinó en busca de la garganta de Arrayan y fue detenido en seco por una poderosa mano helada que se cerró sobre su antebrazo. Luchó por alejarla,pero muy bien podría haber estado intentando detener a un caballo en carrera.

"¡Suéltame, idiota!"le reprendió y Arrayan abrió los ojos para verlos a ambos parados frente a ella.

Olgerkhan dobló su muñeca, forzando fácilmente a que Nyungy soltara el cuchillo de la mano, y el viejo semi orco hizo una mueca de dolor.

"¡Debo hacerlo... no lo entiendes!" arguyó Nyungy.

Olgerkhan miró de Nyungy a Wingham, quien permanecía en la puerta.

"Es por su propio bien," protestó Nyungy. "Como el sangrado para el veneno, lo ves?"

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Olgerkhan siguió mirando a Wingham en busca de respuestas.

Nyungy siguió forcejeando y después se congeló en el lugar cuando escuchó a Wingham decir, "Intenta matarla, Olgerkhan."

Los ojos de Nyungy se abrieron de par en par y más aun cuando el puño del joven y fuerte semi orco vino a estamparse contra su rostro lanzándolo hacia atrás sobre el piso, en donde no supo nada más.

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CAPITULO 11

LA SOMBRA DE PALISHCHUK

“¡Apresúrate!” le gritó Calihye a Entreri. “¡Condúcelos más fuerte!”

Entreri gruñó en respuesta pero no utilizó el látigo con el grupo de caballo. Entendía su desesperación, pero difícilmente era su problema. A lo ancho, una amplia extensión de suelo rocoso con parches de lodo, más adelante, se asomaba la baja línea del horizonte de Palishchuk. Aun estaban a cierta distancia de la ciudad, Entreri lo sabía, y si forzaba más al grupo de caballos estos posiblemente colapsarían antes de que llegaran a las puertas.

Jarlaxle se sentaba al lado de él en el banquillo de conductor, con Athrogate junto a él, lejos a la izquierda de Entreri. Pratcus se sentaba atrás, junto con Calihye y los dos heridos, el soldado Davis Eng y la quebrada compañera de Calihye, Parissus.

“¡Más fuerte, te digo, por tu vida!” chilló desde atrás Calihye.

Entreri resistió la urgencia de detener al grupo de caballos. Jarlaxle le puso una mano sobre su antebrazo y cuando él miró al drow, Jarlaxle le hizo un gesto para que no le respondiera.

En verdad, Entreri no estaba pensando en gritarle una respuesta a la desesperada mujer, aunque el pensamiento de sacar su daga, saltar hacia atrás y cortarle la inquieta lengua se le había ocurrido más de una vez.

Una segunda mano se posó en el hombro del asesino, y volvió rápidamente su fría y amenazadora mirada para observar del otro lado, cara a cara a Pratcus.

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“Es seguro que la dama Parissus muera pronto,” explicó el enano.”Le quedan instantes y nada más.”

“No puedo conducirlos más rápido que --” comenzó a responder Entreri, pero el enano le cortó enseguida levantando una mano y con una mirada que demostraba que no eran necesarias las explicaciones.

“Tan solo te lo estoy contando para que no te vuelvas y hagas callar a la pobre chica,” le explicó Pratcus. “Los semi elfos son proclives al lamento, si me entiendes.”

“¿No hay nada que puedas hacer por la mujer?” preguntó Jarlaxle.

“He hecho todo lo posible por mantener a Davis Eng con vida,” explicó Pratcus. “Y él no estaba tan malherido en comparación, excepto por las quemaduras del ácido. Ella recibió las malditas mordidas. Tantas de ellas. Envenenadas estaban y una desagradable mordida le dieron. Y Parissus, moriría aun sin el veneno, aunque estoy seguro que en sus venas hay suficiente como para matarnos a todos nosotros.”

“Entonces has que Athrogate le aplaste el cráneo.” dijo Entreri. “Acaben con ello, acaben con su dolor.”

“Ella está más allá de cualquier dolor, creo.”

“Mayor es la lástima,” dijo Entreri.

“Se pone así cuando está frustrado,” dijo sarcásticamente Jarlaxle.

Recibió una mira perfectamente cruenta de Entreri y por supuesto, el drow respondió con una de sus desarmadoras sonrisas.

“Entonces va a vivir ese soldado?” preguntó Athrogate pero Pratcus pudo solo encogerse de hombros.

Detrás de todos ellos, Calihye gritó fuerte.

“Me salvó del golpe,” subrayó Athrogate, entendiendo, al igual que todos a partir del vació e impotente timbre del alarido que la muerte había venido al fin por Parissus.

Calihye continuó sollozando incluso después de que Pratcus se unió a ella para tratar de consolarla.

“Puede que todavía necesite un golpe de todas formas,” musitó Athrogate unos minutos después del canto fúnebre.

Ellery detuvo su caballo junto a la carreta rodante, preguntándole al clérigo por Parissus y su soldado.

“Una fea mordedura de veneno,” escucharon Entreri y Jarlaxle que remarcaba el enano.

“No estamos siquiera cerca de la ciudad y ya han caído dos,” le dijo Entreri al drow.

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“Dos menos para repartir el tesoro que sin duda nos esperar al final del camino.”

Entreri no se molestó en contestar.

Un rato más tarde, la línea del horizonte de Palishchuk aparecía más claramente ante ellos, la cuadrilla notó el círculo de carretas coloridas colocadas frente a la muralla sur de la ciudad. En ese punto, Mariabronne galopó pasando junto a la carreta y adelantándose.

″Wingham el comerciante y su tropa,″ explicó Ellery, colocándose al lado de Entreri.

″No lo conozco,″ le dijo Jarlaxle.

″Wingham,″ respondió furtivamente Athrogate, y todos los ojos fueron hacia él para ver que estaba sosteniendo una de sus estrellas matutinas de glassteel frente a él, dejando que la cabeza con puntas se balanceara al extremo de la cadena con el ritmo de la carreta rodante.

″Wingham es conocido por comerciar con artefactos extraños, particularmente armas,″ explicó Ellery. ″Tendrá más que un interés pasajero en tu espada,″ añadió dirigiéndose a Entreri.

Entreri sonrió a pesar de si mismo. Podía imaginarse dándole el arma a un curioso ″Wingham,″ quienquiera o lo que fuera que fuese un ″Wingham″. Sin el guantelete protector, un débil o desprevenido individuo tratando de sujetar la Garra de Charion se vería sobrepasado y devorado por el poderoso y sensitivo artefacto.

″Un buen par de estrellas matutinas,″ felicitó Jarlaxle al enano.

″Mejor de lo que al ver alcanzas,″ respondió Athrogate con un grotesco guiño. ″Enviando a los enemigos volando más lejos de lo que los lanzas!″

Entreri resopló divertido.

″Buenas armas,″ acordó Jarlaxle.

″Encantadas poderosamente,″ dijo Ellery.

Jarlaxle llevó su mirada de las tambaleantes estrellas matutinas de vuelta a la comandante y dijo,″Ya veo que tendré que ir a visitar a este Wingham″

″¡Lleva una bolsa de oro!″ dijo a gritos el enano. ″¡Y una buena idea para llevártela!″

″Wingham es conocido por ser un comerciante feroz,″ explicó Ellery.

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″Entonces realmente tendré que ir a visitarlo,″ dijo el drow.

Practus regresó contoneándose para colocarse entre Entreri y el drow.

″Se ha ido,″ confirmó. ″mejor para ella que se fue rápido, pienso, ya que no podría haber usado sus piernas o sus brazos nunca más.″

Eso hizo que Entreri se estremeciera un poco, al recordar los tumbos que había dado la carreta al pasarle por encima a la pobre Parissus.

″¿Qué hay de Davis Eng?″ preguntó Ellery.

″Está enfermo pero creo que podrá ponerse en pie nuevamente. Unas cuantas semanas en cama harán que se recupere.″

″¿Un mes?″ replicó Ellery. No parecía a gusto con esa información.

″Tres menos,″ le farfulló Entreri al drow, a quien no parecía importarle realmente.

Sin embargo, a Ellery sí que le importaba. ″Mantenlo vivo, a toda costa,″ le instruyó ella y luego dio la vuelta con su caballo y apretó su talones contra los flancos del animal para apurarlo.

Acompañado por los continuos lloriqueos de Calihye, Entreri condujo la carreta el resto del camino a Palishchuk. Por órdenes de Ellery, llevó el carro más allá del circo de Wingham hacia la puerta sur de la ciudad, en donde se les permitió el paso sin interferencias- sin duda arreglado por Mariabronne, quien había entrado en lado ciudad hacia rato.

Levantaron una garita, justo dentro de la puerta sur, y las manos de los mozos de las caballerizas y asistentes vinieron a saludarlos.

″Prometo que no olvidaré lo que hiciste,″ le susurró Calihye a Entreri al tiempo que pasaba a su lado para bajarse de la carreta. Jarlaxle nuevamente puso una mano sobre el antebrazo del asesino, pero Entreri no iba a responder esa amenaza abierta- con palabras al menos.

Entreri raramente si es que lo había hecho alguna vez, respondía con palabras. En sus pensamientos, comprendió que Calihye pronto se reuniría con Parissus.

Un trío de guardias se apresuró a recoger a Davis Eng, rogándole a Practus que fuera con ellos. Otro par vino para llevarse el cuerpo de Parissus.

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″Tenemos cuartos asegurados adentro, aunque no estaremos por mucho tiempo,″ le explicó Ellery a los otros. ″Pónganse cómodos, descansen lo más que puedan.″

″¿Nos dejas?″ preguntó el drow.

″ Mariabronne ha dejado dicho que he de encontrarme con él en el circo de Wingham.″ explicó ella. ″Regresaré pronto con noticias de nuestro curso a seguir.″

″Tu curso,″ corrigió Calihye, atrayendo todas las miradas sobre ella.″Yo he terminado contigo.″

″Sabías de los peligros cuando te uniste a la búsqueda,″ le reprendió Ellery, pero no demasiado enojada, ″al igual que Parissus.

″Yo no voy a ser parte de un grupo con ese,″ replicó Calihye señalando con su mentón en dirección a Entreri. ″Arrojaría a cualquiera de nosotros a nuestra perdición para salvarse a sí mismo. Es increíble que ningún otro sobrevivió al camino más que él y ese drow.″

Ellery miró al asesino quien apenas se encogió de hombros.

″¡Bah! Pero tu amiga cayó y al infierno marchó,″ interrumpió Athrogate. ″No importa lo que hagamos, todos algún día vamos a morir, así que deja de gemir! ¡Buajaja!″

Calihye lo miró hoscamente, lo cual hizo que él se riera más todavía. Se alejó contoneándose hacia la garita, en apariencia totalmente despreocupado.

″Con él es con quien hay que estar precavido,″ le susurró Jarlaxle a Entreri y el asesino estuvo de acuerdo.

″Acordaste entrar en esto,″ le dijo Ellery a Calihye. Ella se le acercó mientras hablaba, y forzó a la mujer a que la mirara cara a cara. ″Parissus se ha ido y no hay nada que yo, o tu podamos hacer al respecto. Tenemos una misión que cumplir aquí.″

″Tu propia misión, ya no más la mía.″

Ellery le dio una dura mirada a ella.

″¿Me encontraré entonces como una forajida en las tierras del rey Gareth, porque me niego a viajar con una tropa de poco confiables?″

La mirada de Ellery se suavizó. ″No, por supuesto que no. No solo te pediría que te quedaras y cuidaras de Davis Eng. Parece que él no

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viajará más con nosotros tampoco. Cuando terminemos en Palishchuk, te regresaremos a la Puerta de Vaasa-con el cuerpo de Parissus, si esa es tu elección.″

″¿y mi partición está aun asegurada?″ se atrevió a preguntar la mujer. ″¿Y la de Parissus, la cual me dejó ante tus propios ojos?″

Para la sorpresa de ambos Entreri y Jarlaxle, Ellery no vaciló en estar de acuerdo.

″Una pequeña criatura enojada,″ le susurró Jarlaxle a su amigo.

″¿Una fuente de problema?″ musitó Entreri.

″Mariabronne ha regresado,″ le informó Wingham a Olgerkhan cuando encontró al enorme semi orco de regreso de la casa de Nyungy. ″Ha traído a una comandante de la Puerta de Vaasa, junto con otros varios mercenarios para inspeccionar el castillo. Encontrarán una solución, Olgerkhan. Arrayan será salvada.″

El guerrero lo miró con un escepticismo poco disimulado.

″Te les unirás en el viaje,″ prosiguió Wingham, ″para ayudarles a encontrar una forma de derrotar la maldición de Zhengyi.″

″¿Y tu cuidarás de Arrayan?″ le preguntó Olgerkhan con la misma duda evidente. Echó una mirada al costado de un ancho salón de entrada, a una puerta que llevaba a un pequeño armario. ″¿La protegerás de él?″

Wingham también miró para el mismo lado. ″¿Pusiste al gran Nyungy en una armario?″

Olgerkhan se encogió de hombros y Wingham empezó a ir hacia allí.

″¡Dejalo ahí!″ le ordenó Olgerkhan.

Wingham giró sobre si mismo, asombrado de que el normalmente dócil- o al menos controlable- guerrero le hubiera dado una orden.

″Déjalo allí,″ reiteró Olgerkhan. ″Te lo ruego. Puede respirar. No está atado de manera peligrosa.″

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Los dos se miraron mutuamente por un largo rato, y a Olgerkhan le pareció como si Wingham estuviera sosteniendo una batalla interna sobre alguna decisión a tomar. El viejo comerciante comenzó a hablar una cuantas veces pero se detuvo en seco y finalmente asumió una pose pensativa.

″No cuidaré de Arrayan,″ decidió al fin Wingham.

″Entonces no la dejaré sola.″

Wingham dio un paso hacia Olgerkhan, buscando en su bolsillo mientras lo hacía. Olgerkhan retrocedió en una postura defensiva, pero se calmó al darse cuenta de los objetos que había sacado Wingham: un par de anillos, unos cintillos dorados con una brillante gema incrustada en cada uno.

“¿dónde está ella?” preguntó Wingham. “¿De regreso en su casa?”

Olgerkhan lo miró fijamente por un tiempo más,luego sacudió la cabeza. Miró hacia arriba de las escaleras y luego lo guió hasta el primer balcón. En una pequeña habitación, llegaron hasta Arrayan, quien yacía muy quieta pero aún respirando con un ritmo suave.

“Se sintió mejor, un poquito,” explicó Olgerkhan.

“¿Sabe lo de Nyungy?”

“Le dije que estaba contigo, buscando algunas respuestas.”

Wingham asintió,luego se aproximó a su sobrina. Se sentó en la cama a su lado, bloqueando mayormente la vista de Olgerkhan. Se agachó por un momento y después se corrió a un lado.

La mirada de Olgerkhan fue hacia la mujer y al anillo que Wingham había colocado en su dedo. La brillante gema resplandeció por un breve instante y luego se tornó gris, como si el humo se hubiera infiltrado de algún modo dentro de la gema. Continuó oscureciéndose al tiempo que Olgerkhan y para cuando levantó gentilmente la mano de Arrayan para una inspección de cerca, la gema era tan negra como el ónice.

El guerrero miró a Wingham, quien mantenía su mano extendida hacia Olgerkhan, sosteniendo el anillo. “¿Eres lo suficientemente fuerte como para compartir su carga?” preguntó Wingham.

Olgerkhan lo miró sin entender bien. Wingham sostuvo el otro anillo.

“Estos son Anillos de Mediación,” explicó el viejo comerciante.

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“Ambos una bendición y una maldición, creados hace mucho tiempo por magia perdida para este mundo. Solo existen unos pocos pares, objetos creados artesanalmente por amantes que estaban unidos en cuerpo y alma.”

“Arrayan y yo no somos--”

“Lo sé, pero no importa. Lo que importa es lo que hay en tu corazón. ¿Eres lo suficientemente fuerte para compartir su carga,y estás dispuesto a morir por ella o a su lado, si se llegara a eso?”

“Lo estoy. Por supuesto,” respondió Olgerkhan sin la menor vacilación.

Alargó su mano hacia Wingham y tomó el anillo que le ofrecía. Con una rápida mirada a Arrayan se deslizó el anillo en el dedo. Incluso antes de que lo tuviera en el dedo, un profundo abatimiento cayó sobre él. Su visión se nubló y su cabeza le palpitaba con un dolor penetrante. Su estómago se revolvió por oleadas de mareos y sus piernas se bambolearon como si simplemente fueran a doblarse bajo su peso. Sintió como si una garra se hubiera materializado y hubiera comenzado a jalar su misma fuerza vital, haciendo vibrar esa delgada línea de energía tan abruptamente e insistentemente que Olgerkhan temió que fuera a romperse, a explotar en una diseminación de energía.

Sintió la mano de Wingham sobre él, enderezándolo, y utilizó el apretón tangible como una guía para regresar al mundo exterior. A través de su visión borrosa divisó a Arrayan, yaciendo quieta pero con sus ojos abiertos. Levantó uno de sus brazos para echar atrás su grueso cabello, e incluso a través de la bruma,le era aparente a Olgerkhan que el color había regresado al rostro de ella.

Lo entendió todo entonces, muy claramente. Wingham le había pedido que “compartiera su carga.” Con ese pensamiento en mente, el semi orco gruñó y se esforzó para hacer a un lado su mareo, e intencionalmente la alejó. Miró al viejo comerciante y asintió. Bajó su mirada hacia el anillo y vio como una neblina rojo sangre flotaba dentro y remolineaba en las caras de la piedra preciosa. La neblina se tornó gris, pero un gris claro, no en la oscuridad que había visto sobre el dedo de la pobre Arrayan. Miró nuevamente a la mujer, a su anillo y también vio que ya no era de un color negro ónice.

“La carga es compartida a través del poder de los anillos,” le susurró Wingham a él. “Solo puedo esperar no haberle dado una mayor fuente de poder a la creciente construcción.”

“No fallaré en esto,” le aseguró Olgerkhan, aunque ninguno de los dos realmente sabía lo que “esto” podía significar en verdad.

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Wingham estudió a Arrayan quien estaba descansando más cómodamente, obviamente, aunque había cerrado sus ojos nuevamente.

“Es un alivio temporal,” dijo el comerciante. “La torre seguirá succionándola, y mientras ella se debilite, también lo harás tu. Esta es nuestra última oportunidad- nuestra única oportunidad- de salvarla. Ustedes dos irán con Mariabronne y los emisarios de Gareth. Derrota el poder que ha oscurecido nuestra tierra, pero si no puedes, Olgerkhan hay algo más que debes hacer por mí.”

El enorme semi orco se mantuvo atento, observando con dureza al viejo Wingham.

“No debes dejar que el castillo de apodere de ella,” le explicó Wingham.

“¿Se apodere de ella?”

“Que la consuma,” le llegó la respuesta. “No puedo comprender realmente lo que eso significa siquiera, pero Nyungy, quien es más sabio que yo, insistió sobre este punto. El castillo crece debido a la fuerza vital de Arrayan, y el castillo ha obtenido grandes logros porque nosotros no supimos con lo que nos enfrentamos. Incluso ahora, no podemos saber como derrotarlo, pero debes derrotarlo, y pronto. ¡Y si no puedes, Olgerkhan, tendré tu palabra de que no dejarás que el castillo consuma a mi querida Arrayan!

La mirada de Olgerkhan fue de nuevo hacia Arrayan mientras intentaba dilucidar las palabra y cuando finalmente comenzó a darse cuenta del sentido de Wingham, su suave apariencia se volvió mucho más áspera.

“¿Me pides que la mate?”

“Te pido compasión y te exijo fortaleza.”

Olgerkhan pareció como si fuera a pasarle por encima y arrancarle la cabeza a Wingham de los hombros.

“Si no puedes hacer esto por mí, entonces...” comenzó Wingham, y levantó el

brazo flojo de Arrayan e intentó tomar el anillo.

“¡No lo hagas!”

“entonces me darás tu palabra,” dijo el comerciante. “Olgerkhan, no hay otra elección frente a nosotros. Ve y da pelea, si se presenta una

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batalla: Mariabronne es sabio en los caminos del mundo, y él ha traído una tropa interesante consigo, incluyendo a un elfo oscuro y un arrugado sabio de Damara. Pero si la batalla no puede ser ganada, o ganada a tiempo, entonces no debes permitir que el castillo tome a Arrayan. Tienes que encontrar la fuerza para ser compasivo.”

Olgerkhan estaba respirando con bocanadas entrecortadas para ese entonces, y sintió que su corazón de desgarraba mientras miraba a su querida Arrayan recostada sobre la cama.

“Baja su mano,” dijo Olgerkhan al fin. “Comprendo y no fallaré en esto. El castillo no tendrá a Arrayan, pero si ella muere por mi mano, espero sepas que yo la seguiré enseguida al otro mundo.”

Wingham asintió lentamente.

“Es mejor esto que entrar en el castillo al lado de ese enano camorrero,” dijo Davis Eng, su voz debilitada por el veneno.

Los herbalistas habían ido a verlo, y Pratcus había realizados más hechizos sobre él. Sobreviviría, todos estaban de acuerdo en ello, pero pasaría un tiempo antes de que siquiera recuperara la fuerza para regresar a la Puerta de Vaasa, y era probable que pasaran unas cuantas semanas antes de que pudiera sostener su espada de nuevo.

“¿Athrogate?” preguntó Calihye.

“Un sucio pequeño cretino.”

“Si te escuchara decir eso, te aplastaría el cráneo,” replicó la mujer. “El mejor luchador de la muralla, o así dicen, y hay algo más que un poquito de magia en esas estrellas matutinas que balancea tan astutamente.”

“Fuerza de brazo es una cosa. Fuerza de corazón es otra. ¿Acaso un guerrero tan hábil no a pensado alguna vez enlistarse en el Ejército de Bloodstone?”

“Al servir en la muralla, él está sirviendo los designios del Rey Gareth,” le recordó Calihye.

Recostado sobre su espalda, Davis Eng levantó una mano temblorosa y la movió como descartando la idea.

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Calihye insistió. “¿Cuántas orejas de monstruos le ha entregado a tu Comandante Ellery, entonces? Y esas de gigantes también. No muchos pueden afirmar haber derrotado a un gigante combatiendo solo, pero Athrogate se vanagloría en ello fácilmente.”

“¿Y cómo sabes que estaba solo? Él tiene a ese esquelético amigo suyo- ¡más problemático que el enano!

“Y más peligroso,” dijo Calihye.

“No hables mal de Canthan en mi presencia.” Davis Eng levantó lo suficiente su cabeza para mirarla furioso.

“y tú sé especialmente sabio como para hacer lo que te diga mientras yaces aquí impotente,” añadió la mujer y eso hizo que bajara de nuevo su cabeza.

“No sabía que eran amigo,” se burló la mujer. “Mientras más terreno hay entre nosotros, más calmo late mi corazón. Pero al igual que tu enano, a ese lo prefiero de mi lado antes que del lado de mi enemigo.” Ella hizo una pausa y cruzó la pequeña habitación hacia el fogón en donde una olla de guiso hervía.

“¿Quieres más?”

El hombre movió la mano y sacudió la cabeza. Ya parecía como si estuviera cayendo lejos, lejos del mundo consciente.

“Mejor es salir de aquí, en verdad,” se dijo Calihye a sí misma, ya que Davis Eng había caído en la inconsciencia. “Están por ir a ese castillo, o eso es lo que escuché, y ese no es un lugar en el que quiera estar, con Athrogate y Canthan a mi lado o no.”

“¿Pero no dijiste acaso que el enano es un buen guerrero?” le llegó una voz diferente detrás de ella, y la mujer se congeló en el lugar. “¿Y el delgaducho más peligroso aún?”

Calihye no se atrevía a darse vuelta; sabía por la proximidad de la voz que el recién llegado podía tomarla fácilmente si ella lo amenazaba. ¿Cómo se había acercado tanto? ¿Cómo había logrado siquiera entrar en la habitación?

“¿Al menos podría saber quién se está dirigiendo a mí?” se atrevió a preguntar.

Una mano la sujetó del hombro y la dio vuelta para que mirara en los oscuros ojos de Artemis Entreri. La furia llameó en los ojos de Calihye, y ella tuvo que luchar contra la urgencia de saltar sobre el

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hombre que había permitido que su amiga cayera bajo las ruedas de la carreta.

Aunque,la prudencia superó la tentación, y que al mirar al hombre parada tan a sus anchas, sus manos relajadas y listas para desenfundar una de sus adornadas armas en un abrir y cerrar de ojos, ella supo que no tenía ninguna posibilidad.

No ahora. No con sus propias armas del otro lado cerca de la cama de Davis Eng.

Entreri le sonrió, y ella supo que la mirada de ella hacia el soldado dormido la había traicionado.

“¿Qué quieres?” le preguntó.

“Quería que siguieras hablando, así podía escuchar lo que necesitaba escuchar y seguir mi camino.” replicó Entreri. “Ya que esa no es una opción, aparentemente, decidí rogarte que continúes.”

“¿Que continúe qué?”

“Tu apreciación de Athrogate y Canthan,para empezar,” dijo el asesino. “Y cualquier información que puedas ofrecer sobre los otros.”

“¿Por qué habría de ofrecer cualq--”

Ella se mordió las últimas palabras y casi la punta de su lengua cuando más rápido de lo que podía seguir el ojo, el asesino tenía su daga enjoyada en la mano y apuntaba con ella la parte de abajo de su mentón.

“Por que no me gustas,” le explicó Entreri. “Y a menos que hagas que me gustes en los próximos pocos minutos, haré que tu muerte sea insoportable.”

Él presionó un poco más fuerte, forzando a Calihye a que se pusiera en punta de pie.

“Puedo ofrecerte oro,” dijo ella a través de sus dientes apretados.

“Tomaré todo el oro que quiera de ti,” le aseguró él.

“Por favor,” le suplicó ella. “Con qué derecho--”

“No me amenazaste en el camino?” dijo él. “Yo no dejo pasar esas charlatanería. Yo no dejo a mis enemigos vivos en mi velatorio.”

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“No soy tu enemiga,” carraspeó ella. “Por favor, si me dejas demostrártelo.”

Ella levantó una mano como si fuera a acariciarlo suavemente, pero él solo sonrió y presionó la horrible daga más fuertemente, rompiendo un poco la piel.

“No te encuentro encantadora,” dijo Entreri. “No te encuentro atractiva. Me molesta que todavía estés viva. Te queda muy poco tiempo.”

Dejó que la daga absorbiera un poco de la fuerza vital de la semi elfa en su vampírico abrazo. Los ojos de Calihye se abrieron en una expresión de completo horror por lo que el asesino supo que tenía la total atención de ella.

Levantó la otra mano y la puso sobre el pecho de ella, retiró la daga y empujó con poca ceremonia la empujó enviándola a ella al lado de fogón de la cocina.

“¿Qué quieres preguntarme?” boqueó Calihye, con una mano sujetándose el mentón, como si creyera que tenía que contener la esencia de su vida así.

“¿Qué más hay que saber sobre Athrogate y Canthan?”

La mujer levantó las manos como si no entendiera.

“Tu combates monstruos para vivir, y a pesar de ello le temes a Canthan,” dijo Entreri. “¿Por qué?”

“Tiene amigos peligrosos.”

“¿Qué amigos?”

La mujer tragó con fuerza.

“Dos latidos de tu acelerado corazón,” dijo Entreri.

“Dicen que está asociado con la ciudadela.”

“¿Qué ciudadela? Y por favor entiende que me canso de tener que sacarte cada palabra de tu boca una por vez.”

“la Ciudadela de los Asesinos.”

Entreri asintió dando a conocer su entendimiento , como si en verdad hubiera escuchado los rumores de la tenebrosa banda, sobreviviendo la caída de Zhengyi, desenterrando su reino de las sombras creadas

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por el resplandor de la brillante luz del Rey Gareth. No eran muy diferentes de los bajás a los que Entreri había servido por tanto tiempo en las calles de Calimport.

“¿Y el enano?”

“No lo sé,” dijo Calihye. “Es peligroso, por supuesto, y grandioso en batalla. El hecho de que hable con Canthan me asusta. Eso es todo.”

“¿Y los otros?”

De nuevo la mujer levantó sus manos como si no entendiera.

“¿El otro enano?”

“No sé nada de él.”

“¿Ellery?” preguntó, pero sacudió su cabeza al tiempo que el nombre salía de sus labios, dudando de si la semi elfa pudiera decirle algo sobre la comandante pelirroja. “¿Mariabronne?”

“¿No has oído hablar de Mariabronne el Errante?”

Una mirada de Entreri le recordó que no le correspondía a ella en realidad hacer las preguntas.

“Él es el viajero más renombrado en Vaasa, un hombre de leyenda,” explicó Calihye. “Se dice que podría rastrear el veloz vuelo de un pájaro sobre las montañas sin rocas. Es hábil con la espada y más aun con su ingenio, y siempre aparece en medio de los momentos cruciales. Todos los niños de Damara podrían contarte historias de Mariabronne el Errante.”

“Maravilloso,” musitó por lo bajo el asesino. Cruzó la habitación hasta el cinturón de la espada de Calihye, lo enganchó con el pie y se la arrojó a la mano de ella que esperaba agarrarlo.

“Muy bien,” le dijo a ella. “¿Hay algo más que desees añadir?”

Ella miró la espada y luego al asesino y dijo, “No puedo viajar contigo- estoy a cargo de la vigilancia de Davis Eng.”

“¿Viajar? Milady, tú no dejarás esta habitación. Pero tus palabras me satisfacen. Te creo. Y te aseguro que eso no es poca cosa.”

“¿Entonces qué?”

“Te has ganado el derecho a defenderte.”

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“¿Contra ti?”

“Bueno, no sospecho que prefieras pelear contra él,” echó una rápida mirada al inconsciente Davis Eng- “No creo que esté a la altura de la circunstancia.”

“¿Y si me niego?”

“Haré que sea más doloroso.”

La mirada de Calihye pasó de la incertidumbre a esa expresión primitiva y determinada que Entreri había visto tantas veces antes, la mirada que da un peleador cuando sabe que no hay escapatoria de la pelea que tiene por delante. Sin pestañear, sin quitarle la vista de encima ni por un segundo, Calihye desenvainó su espada y la colocó defensivamente ante ella.

“No hay necesidad de esto,” subrayó ella. “Pero si debes morir ahora,entonces que así sea.”

“No dejo enemigos para mi velatorio,” dijo nuevamente Entreri, y sacó a la Garra de Charion.

Sintió un pequeño tirón en su conciencia del arma sensitiva pero desechó la intrusión con un pensamiento. Luego avanzó, un súbito y borroso movimiento que envió a su daga por delante y su espada en una barrida por lo bajo.

Calihye movió rápidamente su espada para bloquearlo, pero Entreri cambió el ángulo a último momento, haciendo que la espada pasara sin ser tocada-hasta que invirtió el flujo y golpeó con fuerza contra la parte inferior de la espada de ella, extrayéndole un aullido de sorpresa para acompañar el silbante sonido del metal.

Entreri aporreó la espada su espada mientras ella trataba de aguantarlo, luego retrocedió un paso. La mujer se se refugió detrás del fogón y espió a Entreri por encima del resplandor. Su mirada bajó hasta la olla, sólo fugazmente.

Suficiente para Entreri.

La Garra de Charon cruzó verticalmente mientras Calihye saltó hacia el pote, enviándolo con el trípode incluido hacia él, y desparramando el guiso caliente. Ella prosiguió con un aullido, uno que se tornó en sorpresa cuando vio el muro de oscura ceniza que había creado la espada de Entreri. A pesar de ello, no pudo frenar su impulso al tiempo que saltaba por encima del pequeño fogón, y envió la olla a través del muro de cenizas, explotando con una cortajeada salvaje de su espada para sin dudas hacer retroceder al intruso un poco más.

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Excepto que él no estaba allí.

"¿Cómo?" se las arregló para decir Calihye incluso cuando sintió la explosión de dolor en su riñón.

El fuego ardió a través de ella y antes de que pudiera recuperar su sentido estaba de rodillas. Trató de voltear sus hombros y enviar la espada volando hacia atrás, pero una bota detuvo en seco su codo, extendiendo dolorosamente su brazo, y la espada salió disparada de su mano. Sintió la pesada hoja apoyarse en su clavícula, su malvado filo contra el costado de su cuello.

Entreri sabía que tendría que acabar con ella ahí mismo y en ese momento. El odio de ella en el camino había sonado como una clara advertencia para él de que ella podría un día hacerle pagar por el daño recibido. Pero algo le pasó por encima en ese momento, fuerte e insistente. vio a Calihye bajo una luz distinta, más suave y vulnerable, una que lo hizo reconsiderar sus anteriores palabra hacia ella- casi.

Miró más allá de la cicatriz de su rostro y vio la belleza que residía detrás. ¿Qué había llevado a semejante mujer a un camino tan duro?, se preguntó.

Retrajo la espada, pero en lugar de empujarla para llevarse la cabeza de su enemiga, pero en su lugar se inclinó muy cerca de ella, con su aliento cálido en su oído.

Perturbado por sus emociones, Entreri toscamente los hizo a un lado.

″Recuerda cuán fácilmente fuiste abatida,″ susurró él. ″Recuerda que no te maté ni tampoco maté a tu amiga. Su muerte fue un desafortunado accidente, y lo evitaría si pudiera retroceder hasta ese momento de frenesí y sujetarla antes de que se cayera, pero no puedo. Si no puedes aceptar esa verdad entonces, recuerda esta.″

El asesino empujó su espantosa daga contra la mejilla de ella, y la mujer se estremeció de repulsión.

″Será doloroso,Calihye. Haré que me ruegues que acabe con ello, pero...″

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Le llevó unos cuantos minutos a Calihye darse cuenta de que el frío metal de la demoníaca hoja ya no estaba contra su piel. Lentamente se atrevió a abrir los ojos y luego más lentamente incluso se atrevió a darse la vuelta.

La habitación estaba vacía excepto por Davis Eng, quien yacía con los ojos abiertos llenos de terror, obviamente habiendo presenciado los último momentos de la batalla de un solo lado.

CAPITULO 12

LA MIRADA EN SU OJO

Para cuando Entreri llegó junto a Jarlaxle y los otros, ellos habían acampado sobre un montículo más allá de la muralla norte de Palishchuk. Desde ese punto ventajoso, el creciente castillo negro era muy fácil de ver.

″La última vez que me fui de aquí no era más que unas cuantas piedras de cimientos y aparentemente para una estructura mucho más pequeña que esta,″ les informó Mariabronne en tono silencioso. ″Wingham lo mencionó como una réplica del Castillo Peligroso, y me temo ahora de que estaba en lo cierto.″

″Y tu una vez le echaste una mirada a ese espantoso lugar.″ dijo Ellery.

″Bueno, si no hay nadie allí, lo tomaremos como hogar!″ rugió Athrogate. ″Me conseguiré unos amigos para esos muros vigilar!″

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″Conseguirás la costumbre de acarrearte tu propia caída,″ musitó Jarlaxle por lo bajo, pero lo suficientemente fuerte como para que Athrogate lo escuchara, lo cual por supuesto solo causó una explosión de carcajadas del enano de ojos salvajes.

″Buen pesar,″ dijo el drow.

″¡Es del único tipo que me gusta!″ dijo Athrogate sin perderse ninguna parte.

″Dudo de que esté deshabitado, es decir, que permanezca así por mucho,″ añadió Practus. ″Puedo sentir la maldad que emana de esa cosa- una llamada que guía, creo, a todos los monstruos de los rincones de Vaasa.″

Entreri miró hacia Jarlaxle y el dúo intercambió miradas de conocimiento. El extraño castillo, al igual que la torre en la que habían estado previamente, no necesitaba una guarnición desde fuera. Esa torre casi los había matado a ambos, había destruido quizás sus mejores artefactos en la batalla. Entreri se preguntaba cuanto más formidable sería el castillo, ya que era muchas veces más grande que aquella única torre.

″Lo que sea que estés sintiendo, buen enano, y cualesquiera sean nuestros temores, por supuesto que nos incumbe investigarlo más de cerca,″ agregó Canthan. ″Éste es nuestro curso a seguir, verdad Comandante Ellery?″

Entreri captó algo en los subtonos de las palabras de Canthan. ¿Una familiaridad?″

″En verdad, nuestra tarea parece tomar claramente ese camino,″ replicó Ellery.

″A Entreri le pareció que ella estaba siento un poco demasiado formal con el delgado hechicero, un poco demasiado fría.

″Por la mañana entonces,″ dijo Mariabronne. ″Wingham dijo que nos encontraría aquí esta noche y no es de los que faltan a su palabra.″

″Y no lo ha hecho,″ llegó una vos abajo de la colina, y el grupo de dio vuelta para observar al viejo semi orco subiendo con esfuerzo el costado del montículo, del brazo de una mujer cuyo otro brazo estaba enganchado con otro semi orco, un espécimen alto y corpulento.

Normalmente Entreri se habría concentrado en el más grande del grupo, ya que se manejaba como un guerrero y era lo suficientemente alto como para sugerir que podía representar una

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potencial amenaza. Pero el asesino no lo estaba mirando a ese, sus ojos se volvieron hacia la mujer del medio. Ella parecía ser absorbida por la luz del campamento como si fuera la aparición de un sueño. Aunque la llevaban de ambos brazos con los dos hombres flanqueándola, parecía separada de ellos, casi etérea.

Había algo familiar en su ancho y liso rostro, algo en el brillo de sus ojos y en la comisura de sus labios mientras sonreía algo nerviosa. Había algo cálido en ella, Entreri lo presentía en algún lugar en el fondo, como si la mera presencia de ella hubiera sacado en él recuerdos largamente olvidados y aún no comprendidos del todo sobre tiempos y lugares mejores.

Ella miró para su lado y quedó atrapada por su mirada. Por un largo tiempo, pareció que un aura tangible crecía en el aire entre ellos.

″Como lo prometí, Mariabronne, traje a mi sobrina Arrayan Faylin y a su escolta Olgerkhan,″ dijo Wingham rompiendo el momentáneo encantamiento.

Arrayan pestañeó, se aclaró la garganta y desvió su mirada.

″El libro estuvo perdido por un tiempo para nosotros,″ explicó Mariabronne a los demás. ″Fue Arrayan quien lo descubrió y al crecimiento de éste en el norte de la ciudad. Fue ella quien primero lo reconoció este oscuro poder y alertó al resto de nosotros.

Entreri miró a la mujer y después a Jarlaxle, tratando esforzadamente de mantener el pánico fuera de su expresión. Los recuerdos de la torre en las afuera de Heliogabalus enterraron aquellos de una lejana e inalcanzable calidez, y el hecho de que esta mujer estuviera de alguna manera conectada a la maldita construcción del Rey Brujo hería la sensibilidad de Entreri.

Se detuvo y consideró esa sensación.

¿Por qué debería importarle?

La mirada que le dio Entreri a Arrayan cuando Wingham la presentó no le pasó desapercibida a Jarlaxle. Ni tampoco al enorme escolta del otro lado de Arrayan, notó el drow.

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También Jarlaxle había sido tomado desprevenido cuando miró por primera vez a la sobrina de Wingham, ya que la atractiva mujer era difícilmente lo que habría esperado de una semi orco. Claramente era favorecida por su herencia humana mucho más que su padres, o abuelos orcos o más que eso, Jarlaxle vio una similitud en Arrayan con otra mujer que había conocido- no humana, sino halfling.

Si Dwahvel Tiggerwillies hubiera tenido una prima humana, hubiera lucido mucho como Arrayan Faylin. Quizás eso había hecho saltar el obvio interés de Entreri.

Jarlaxle pensó que la vuelta del asunto era perfectamente divertida. Un poco peligrosa tal vez, dado el tamaño de la escolta de Arrayan, pero de nuevo, Artemis Entreri podía cuidar de sí mismo.

El drow se movió para unirse a su compañero mientras los otros se acomodaban cerca del borde norte del montículo. Entreri estaba del lado más alejado, vigilando los extremos del sur, la corta expansión de terreno entre el campamento y el muro de la ciudad.

″Un castillo,″ le musitó Entreri al tiempo que Jarlaxle se movía para agazaparse a su lado. ″Un maldito castillo. Ilnezhara te contó sobre esto.″

″Por supuesto que no,″ replicó el drow.

Entreri volteó su cabeza y lo miró fijamente. ″¿Vinimos hacia el norte a Vaasa y justo resulta que nos topamos con algo similar a lo que dejamos atrás en Damara? Una coincidencia asombrosa, no estás de acuerdo?″

″Te dije que nuestras benefactoras creían que podía haber tesoros para encontrar,″ respondió inocentemente el drow. Se acercó más y bajó la voz mientras agregaba, ″La apariencia de la torre en el sur indica que otros tesoros pueden ser desenterrados pronto, si, pero yo te dije sobre esto.″

″¿Tesoros?″ le llegó el eco escéptico. ″¿Así es como llamas a este castillo?″

″Potencialmente...″

″¿Ya te has olvidado con lo que nos enfrentamos en la torre?″

″Ganamos.″

″A duras penas escapamos con vida,″ arguyó Entreri. Siguió la mirada de preocupación de Jarlaxle de vuelta al norte y se dio cuenta de que debía mantener su voz baja. ″¿Y qué ganamos?″

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″La calavera.″

″¿Por mi guantelete? Difícilmente un trueque justo. ¿Y cómo te propones batallar contra esta construcción ahora que no está más el guantelete? ¿Te ha dado Ilnezhara algún artefacto sobre el que no tengo conocimiento, o alguna pista?″

Jarlaxle luchó por mantener su expresión en blanco. Lo último que quería hacer en ese momento, dada la naturaleza de la mirada de Entreri a Arrayan, era explicarle la conexión entre Herminicle el hechicero, Herminicle el lich y la torre misma.

″El sentido de aventura, mi amigo,″ fue todo lo que Jarlaxle dijo. ″Un gran artefacto Zhengyiniano, un tomo, quizás, o alguna otra pista, nos espera dentro. ¿Cómo podemos no explorar esa posibilidad?″

″La cueva de un dragón a menudo contiene grandes tesoros, artefactos incluso, y a todas luces semejante cacería constituiría la mayor de las aventuras,″ contradijo Entreri con un disimulado sarcasmo. ″Tal vez, cuando terminemos aquí, nuestras 'benefactoras' nos den los mapas para llegar a sus distantes parientes. Un camino de aventura tras otro.″

″Es un pensamiento.″

Entreri tan solo sacudió su cabeza lentamente y volvió su mirada de vuelta hacia la tierra del sur y al distante muro de Palishchuk.

Jarlaxle se rió y lo palmeó en el hombro cuando se levantó y comenzó a alejarse.

″Hay conexiones entre nuestros compañeros que no entendemos del todo,″ dijo Entreri haciendo que el elfo oscuro de detuviera por un momento.

Jarlaxle estaba contento de que su compañero se mantuviera tan astuto y alerta como siempre.

″¿Qué es lo que te pasa decrépito patán?″ rugió Athrogate mientras se aproximaba a Canthan en la lejana ladera occidental del montículo, en donde el hechicero había establecido su tienda- una tienda común en forma de V invertida apropiada para uno, quizás dos, si era tan delgado como el hechicero.

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″Mantente callado, tonto,″ le susurró Canthan desde dentro de la tienda.

″Ven aquí.″

Athrogate echó una mirada alrededor. Los otros parecían perfectamente contentos y ocupados en sus propios asuntos. Practus y Ellery trabajaban en el fuego, cocinando algo que olía bien, pero en verdad, no había comida que no oliera bien para Athrogate. En el extremo norte de la plana superficie de la colina, Arrayan y Olgerkhan se sentaban mirando la oscuridad, mientras al frente, hacia el sur, el maldito elfo oscuro había ido a reunirse con su moreno amigo.

Athrogate sabía que Mariabronne estaba por allí en la noche, junto con el extraño semi orco, Wingham. Con un encogimiento de hombros, el enano de barba negra se puso de rodillas y se arrastró hasta la tienda de Canthan. No había luz allí más que el resplandor de la fogata, pero Athrogate no necesitaba más para darse cuenta de que estaba solo en la tienda. Pero ¿ de dónde había venido la voz de Canthan?

″¿En qué andas?″ preguntó Athrogate.

″Quedate callado tonto, y sube aquí.″

″¿Sube?″ Mientras se movía hacia la voz, el rostro de Athrogate rozó contra una cuerda que colgaba desde el vértice de la tienda. ″¿Sube?″

″Trepa por la soga,″ le llegó un áspero susurro desde arriba.

Le parecía tonto al enano, ya que si se tenía que poner de pie, su cabeza levantaría la tienda desde el suelo. Había estado junto a Canthan el tiempo suficiente como para entender las extrañas maneras del hechicero, sin embargo, con otro encogimiento de hombros, tomó la soga y comenzó a trepar. Tan pronto como sus dobladas piernas se despegaron del suelo, Athrogate sintió como si hubiera dejado los confines de la tienda. Sonriendo maliciosamente, el enano movió sus poderosos brazos con más urgencia, subiendo la soga con sus manos. En lugar de haberse topado con la sólida barrera del techo de la tienda, se encontró en cambio con una extraña área neblinosa, una hendidura mágica entre las dimensiones. Se precipitó por ella y se le acabó la soga- ¡simplemente se terminaba en medio del aire!

Athrogate se arrojó hacia adelante dando una voltereta, aterrizando sobre una suave alfombra. Se tambaleó hasta quedarse sentado y se encontró en una habitación bastante grande, quizás de unos seis

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metros cuadrados, y bien amoblada con varias alfombra de felpa, una par de sillas de madera dura, y un pequeño pedestal encima sobre la cual descansaba una bola de cristal. Canthan escudriñó dentro del orbe.

″Bueno,″ dijo Athrogate, ″Si ibas a traer tales comodidades como estas sillas, entonces porqué estableces una tienda para que un enano entre de rodillas?″

Canthan le hizo una demás de impaciencia, y el enano suspiró ante el rechazo de su esforzada astucia. La hizo a un lado, se paró y caminó por la suave alfombra para sentarse frente al esquelético hechicero.

″¿Halflings desnudas?″ le preguntó con un guiño lascivo.

″Nuestras respuestas, de Knellict, ni más ni menos,″ dijo Canthan invocando una vez más el nombre del imponente hechicero para robarle la sonrisa de la expresión de presumido de Athrogate.

El enano arrimó su rostro hacia la bola de cristal, mirando dentro. Su rostro salvajemente distorsionado llenó el globo y eso provocó un chillido de Canthan,quien cayó de espaldas y lo miró furioso.

″No he visto ni trucha,″ dijo Athrogate. ″¡Excepto tu cara delgaducha!″

″Sólo un hechicero puede mirar en la bola. Un enano solo puede mirar a través de ella.″

″¿Entonces para qué me has pedido que suba?″ preguntó Athrogate, recostándose en la silla. Echó una mirada alrededor de la habitación, y notó una llameante chimenea justo en frente con una olla sobre el fuego. ″¿Tienes algo bueno para comer?″

″Los espías de la ciudadela han buscado a lo largo y ancho por respuestas,″ explicó Canthan. ″Todo el camino hasta Calimport.″

″Nunca oí sobre eso. ¿Es un lugar?″

″Sobre las lejanas costas del suroeste de Faerun,″ dijo Canthan, aunque Athrogate no estaba para nada impresionado.

″ Allí es de donde nuestros amigos- y ni siquiera se han cambiado los nombres- son originarios. Bueno, el drow vino de Menzoberranzan.″

″Nunca oí sobre eso tampoco.″

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″No importa,″ replicó el hechicero. ″Los dos estuvieron en Calimport no hace mucho tiempo, acompañados por muchos otros elfos oscuros de la Antípoda Oscura.″

″Sí he escuchado sobre eso, y sip, de ahí es de donde vienen los elfos oscuros.″

″Cállate.″

El enano suspiró y se encogió de hombros.

″Trataron de conquistar las callejuelas de la ciudad,″ dijo Canthan.

″Y las calles no se rendían, verdad?″

Una vez más el hechicero entrecerró los ojos y miró furioso al enano.

″Fueron en contra de las cofradías de ladrones, las cuales son muy parecidas a las de nuestra propia ciudadela. Este tal Jarlaxle buscó controlar los rateros y asesinos de Calimport.″

Athrogate consideró eso por unos momentos,y luego puso una expresión más seria. ″¿Piensas que viene aquí queriendo hacer lo mismo?″

″No hay indicativo de que hayan traído aliados con ellos, por todo lo que he visto,″ explicó el hechicero. ″Quizás ellos han apocado y han entendido su lugar entre nosotros. Quizás no, y si no es así...″

″Sip, ya sé,los mataremos hasta que mueran en batalla,″ dijo el enano aparentemente aburrido.

″Ellery está preparada para encargarse del drow.″

″Bah, yo puedo aporrearlos a los dos y terminar de una vez.″

Canthan se adelantó velozmente, sus ojos abiertos, con una expresión salvaje. ″¡Los sobrestimas!″

le advirtió. ″Este no es un dúo común. Han viajado a lo largo de Toril, ya para que un drow haga tal cosa, no es asunto menor.″

″Si, si , si,″ concordó Athrogate, palmeando el aire con su torcida mano para calmar al volátil hechicero. ″Cuidate y presta atención y todo eso. Sobretodo eso.″

″Al contrario que tus típicos métodos.″

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″Unos que me han llevado a donde estoy.″ Hizo una pausa y se levantó de un salto, se inspeccionó rápidamente, e incluso pareció que contaba sus dedos. ″Con todas mis partes intactas, y ¿qué sabes de eso?″

″Cállate.″

″Sigue diciéndolo.″

″¿Te olvidas de porqué vinimos aquí? Knellict nos envió con un propósito.″

″Si, si, si.″

″Estate preparado,″ dijo Canthan. ″Si las cosas se ponen feas, entonces podemos esperar que Ellery termine con el drow. El otro es tarea tuya.″

Athrogate chasqueó los dedos en el aire.

Incluso con Athrogate aún sentado allí, Canthan prosiguió trabajando en un segundo plan, por si acaso. Pero se detuvo en seco, dándose cuenta por la presuntuosa expresión del enano de que el poderoso Athrogate realmente no consideraba que era necesario. En verdad, y considerando los muchos enemigos que había visto a Athrogate despachar fácilmente, tampoco lo hacía Canthan.

La Comandante Ellery corrió hacia el lado oriental del montículo. Hacia su izquierda aparecía la creciente réplica del Castillo Peligroso, Palishchuk a su derecha parecía empequeñecer por la mera grandiosidad de la nueva construcción. Frente a ella se levantaban los picos del noreste de las Galenas, expandiéndose hacia el norte para chocar contra los gigantes témpanos del Gran Glaciar.

Ellery entrecerró los ojos y se agachó, tratando de alterar el ángulo del negro horizonte, ya que captó un movimiento allí abajo cerca de la negra oscuridad.

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″¿Qué fue eso,entonces?″ preguntó Practus el enano, apresurándose a su lado.

Ellery sacudió la cabeza y lentamente sacó su hacha del arnés en su espalda.

Frente al camino, Entreri y Jarlaxle lo notaron también, al igual que Olgerkhan y Arrayan.

Una forma más negra que las sombras se cernió por encima de la comandante, pasando volando con alas de murciélago. Ellery cayó de espalda con un chillido, al igual que Practus, pero entonces,actuando por puro instinto, la mujer llevó atrás el brazo con su hacha, sujetó el mango con ambas manos, y envió volando el extremo de su arma hacia el agresor que se aproximaba. El hacha golpeó con un ruido sordo y crujido, y la criatura alada se tambaleó más alto en el cielo. Ellery se agachó mientras éste se precipitaba sobre ella.

″¡Demonios!″ aulló Pratcus cuando vio a la bestia al resplandor de la fogata,la luz hacía relucir sus manos y pies en forma de garras, y sus odiosa cabeza con cuernos. Era un humanoide con amplias alas. Más alto que Pratcus,pero más bajo que Ellery, la criatura era ambas cosas,sólida y nervuda.

″Gárgolas,″ corrigió Jarlaxle desde un costado.

La obsidiana criatura arañaba el hacha de Ellery que ella había incrustado profundamente en su pecho, una oscura sangre fluía a ambos lados del filoso corte. Permaneció extendido horizontalmente por un tiempo más,pero luego se fue de cabeza y se estrelló y rodó por la ladera del montículo.

Ellery fue tras ella en un segundo.

″¡Viene más!″ gritó ella.

Cayó de rodillas junto a la gárgolas caída, tomó su hacha con ambas manos y la liberó. Detrás de ella, Pratcus ya estaba realizando hechizos,llamando la magia de Dumathoin, el dios enano, el Guardián de Secretos bajo la montaña. Terminó con un gran ademán, levantando sus brazos abiertos en alto, y mientras pronunciaba la última sílaba del hechizo, una explosión de brillante luz llenó el aire alrededor de ellos, como si el mismo sol se hubiera levantado.

Y en esa luz, el enano y los otros vieron que las palabras de Ellery habían dado en el blanco, ya que oscuras figuras revoloteaban hacia ellos al borde de la resplandeciente magia.

″Comienza la diversión,″ le dijo Entreri a Jarlaxle.

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Desenfundó su espada y su daga y cargó hacia adelante al combate, virando en el camino, aunque casi no estaba consciente de eso, para acercarse a la mujer Arrayan.

″¡Formen defensas!″ gritó Ellery. Una llamada de Mariabronne desde algún lugar abajo de la colina hizo que ella y los otros se dieran vuelta. ″Formaciones cerradas!″ chilló mientras brincaba por el borde de la elevación y desaparecía en la noche.

Entreri se lanzó adelante en una voltereta al tiempo que una gárgola se precipitaba sobre él, las garras traseras de la criatura rasguñaban el aire encima del asesino. Se enderezó acuchillando y cercenó la pata de la gárgola antes de que pudiera ponérsele fuera de alcance. Entreri no pudo seguirla ya que una segunda estaba sobre él, con los brazos batiéndose furiosamente. La criatura trató de acercarse para morderlo o cornearlo, pero la espada de Entreri llegó desde arriba rodeándola, forzándola a retroceder y llevando ambos brazos sobre la izquierda del asesino. Entreri dio un paso adelante y a la derecha, haciendo fintas con su daga mientras avanzaba. La gárgola se volteó y rodó detrás de él, pero el asesino intercambió armas, la espada en la izquierda y la daga en la derecha y asiéndolas al revés. Avanzó con su pie izquierdo, pero lo enterró en el suelo y se paró en seco, invirtiendo su impulso, contramarchando hacia la gárgola que se acercaba. Una garra rastrilló su hombro, pero no era una herida seria. El asesino gustosamente devolvió el golpe con uno propio, enterrando su daga profundamente con un poderoso revés en el pecho de la gárgola.

Como una buena medida, Entreri extrajo algo de la fuerza vital de la gárgola a través de su hoja vampírica, y sintió la dulce tibieza cuando su herida sanó rápidamente.

Mientras se retiraba y se daba vuelta, Entreri lanzó un revés con su espada también, doblando la cara de la criatura y enviándola al suelo dando tumbos. Completó el giro, juntando las manos, y cuando se enderezó, tenía sus armas de nuevo en una posición más cómoda, la Garra de Charon a su derecha, y la daga enjoyada a la izquierda.

Entreri echó una rápida mirada a su derecha para ver a Arrayan, Olgerkhan y al enano Pratcus formados en un sólido triángulo defensivo, y luego a la izquierda donde Jarlaxle contraía y estiraba sus brazos enviando una retahíla de dagas a las gárgola que pasaban volando.

La criatura se alzó con las alas desplegadas para atrapar el aire. Planeó por un segundo, aceptando otro golpe punzante, luego maniobró en medio del aire y se precipitó con fuerza sobre el drow.

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Jarlaxle se encontró con la mirada de Entreri sólo por un segundo, le ofreció un guiño exagerado, y luego creó n globo de oscuridad, oscureciendo completamente su forma y el área a su alrededor.

Entreri no pudo evitar fruncir el gesto mientras la gárgola se zambullía a toda velocidad. Cualquier pensamiento que hubiera tenido de ir hacia su amigo duró poco, e instintivamente se dejó caer y rodó cortajeando con su espada para defenderse de otra de las encornadas criaturas. Otra más estaba en el suelo y cargaba contra él, y su cojera le indicó que era la misma que había acuchillado anteriormente.

Entreri dobló sus rodillas y levantó sus caderas del suelo, arqueando su espalda. Con un chasquido de sus músculos finamente tonificados, se puso de pie y recibió la embestida con un fuerte golpe lateral que forzó a la gárgola a detenerse en seco.

La segunda cayó detrás de él, pero el asesino no fue tomado por sorpresa. Se dio vuelta al tiempo que la criatura aterrizaba, arremetiendo con la daga- sin ninguna oportunidad de dar en el blanco pero simplemente para mantener a raya a la gárgola.

Arriba y en círculos iba su espada,de derecha a izquierda , luego de izquierda a derecha, y en esa segunda ronda, ya tenía los ojos y brazos de la gárgola siguiendo la hoja de la espada. La espada siguió de la otra manera de nuevo, y la gárgola tuvo que retorcerse perdiendo el equilibrio. Entreri dejó que la hoja fuera todo el camino hasta que la punta estuvo

Entreri dejó que la espada siguiera camino hasta que la punta estuvo derecha hacia abajo. Se dio vuelta con ella y bajo ella, levantándola al igual que los brazos de la gárgola. De nuevo la criatura trató de esquivarlo, pero el movimiento de Entreri lo había puesto encima de la criatura. Se dejó caer sobre la gárgola, hundiendo la daga en el costado de la criatura mientras caía.

El asesino recuperó su equilibrio fácilmente, usando el peso de la gárgola para amortiguar su caída. Liberó su daga mientras giraba para enfrentarse a la segunda, acosadora gárgola. Cruzó la espada y arriba fue la gárgola saltando alto tratando de esquivarla, batiendo las alas. Entreri dejó que las opacas cenizas negras de la espada fluyeran y avanzó hacia la gárgola que pasaba por encima de él. Se agachó bajo el muro de ceniza y balanceó su espada hacia atrás para crear un segundo muro de cenizas.

Aun cuando las gárgolas revoloteaban para analizar el enigma, Entreri apareció de improviso a través del velo, acuchillando con la espada y cortajeando con la daga por la izquierda. Hizo un corte rápido por la derecha, en donde ya había acertado antes, y se adelantó hundiendo la daga en el centro de las entrañas de la

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criatura, seguido por una media vuelta que le permitió asestarle un golpe a la gárgola en medio de la cara con el pomo de la Garra de Charon. Asió la daga del revés mientras la liberaba y luego apuñaló una, dos y tres veces la herida de la criatura.

Brincó hacia adelante como si fuese a enfrentar a la segunda gárgola, su artimaña obligó a la criatura a frenar su impulso , pero Entreri se paró en seco y giró, su espada cruzándose a la altura del hombro para tomar la cabeza de la bestia herida. Entreri se rodó hacia atrás, coordinándolo perfectamente la renovada aproximación de la segunda, la cual saltaba por encima de él mientras cargaba nuevamente. Lanzó una puñalada arriba, cortajeando la gárgola cerca de la rodilla, y rodó otra vez hacia atrás, poniéndose de pie detrás de la criatura mientras ésta luchaba por darse la vuelta.

Demasiado lento.

Entreri le dio en el riñón con su daga, y la gárgola aulló y se alejó de un salto, girando en el camino. Pero el asesino estaba justo ahí con la Garra de Charon, moviéndola de abajo a arriba. La gárgola trató de bloquear el golpe y perdió un brazo por el esfuerzo. Difícilmente se dio cuenta ya que el asesino presionó hasta que la daga tocó el fondo de la cadera de la bestia.

Entreri retorció y tiró con fuerza mientras se retiraba rápidamente, extendiendo su pie izquierdo bien atrás y empujando la gárgola hacia adelante un poquito. Lo suficientemente cerca para la Garra de Charon.

Con la mano derecha, el asesino le asestó un tremendo corte con la poderosa espada desde la cara hasta la cadera herida. La criatura se estremeció, un sonido sobrenatural de hecho, y se tambaleó un paso atrás, luego otro. Trató de batir sus alas para elevarse,pero ya era demasiado tarde para eso, y con una mirada de confusión al asesino, cayó muerta.

Unos rayos de una luminiscencia verde salieron de los dedos de Arrayan, quemando una gárgola que los atacaba. Uno tras otro, sus misiles mágicamente creados alcanzaban y achicharraban a la criatura, y con cada uno de los misiles, sus pasos hacia ella se volvían cada vez más inseguros.

A pesar de ello, aún vigilando a la mujer, Pratcus temía que la gárgola fuera a abalanzarse sobre ella. Hizo a un lado la vista- ¡ella tendría que resistir!- y prosiguió con su encantamiento, brincando hacia Olgerkhan quien combatía contra dos de las criaturas, con su

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pesado garrote aplastando las garras que llegaban hasta él. Una magia azulada fluyó desde Pratcus hacia el enorme semi orco. Una energía curativa taponó la sangre que fluía de una de las heridas que había sufrido el semi orco en el primer intercambio.

Un grito desde el costado hizo que el enano girara en redondo, justo a tiempo para ver a la gárgola chocar contra Arrayan, ambos cayendo en revoltijo. El enano salió corriendo hacia ella y aporreó la parte trasera de la cabeza cornuda de la gárgola con sus puños de acero. Supo mientras hacía las conexiones que los misiles de Arrayan ya habían cumplido con la tarea. Sujetó a la cosa muerta por los hombros y lo tiró a un lado para liberar a la mujer, luego tomó la mano de Arrayan y la puso de pie.

La sangre corría libremente por la nariz rota de Arrayan,pero el enano no tenía tiempo para ese en ese momento. Dio media vuelta y comenzó a realizar un hechizo, al igual que Arrayan, aunque el canto arcano de ella sonaba nasal por la sangre en su boca. Los misiles de ella salieron disparados primero, alcanzando ambos costados de Olgerkhan para golpear a las criaturas con las que estaba luchando frenéticamente.

″¡Cierra los ojos!″ le gritó Pratcus un segundo antes de que se disparara su encantamiento.

Una explosión de luz brillante llenó el área alrededor de la batalla, y tanto Olgerkhan como las dos gárgola retrocedieron horrorizados por la sorpresa. Sin embargo,antes de que el enorme semi orco o Arrayan pudieran cuestionar la táctica del enano, el propósito se tornó obvio ya que la gárgola a la izquierda de Olgerkhan comenzó a revolotear desesperadamente en el aire, aparentemente cegada. Olgerkhan fue hacia la de la derecha. Balanceó su pesada cachiporra frente a él. Mientras la llevaba hacia la izquierda, la soltó de su mano. Hizo rodar el garrote bajo su brazo izquierda al tiempo que proseguía balanceándolo, llevándolo por detrás de su espalda, en donde lo atrapó de nuevo con su mano derecha. Hizo rodar el arma de modo que la parte trasera resaltaba delante de él, y la atrapó con su mano izquierda por la punta, arrojándola con fuerza hacia el pecho de la tambaleante gárgola mientras él también daba un paso adelante.

El impacto devastador hizo que la gárgola se doblara en dos, y Olgerkhan dio un paso al costado rápidamente y deslizó su garrote de vuelta para que así tener sus dos manos asiendo el mango nuevamente. Con un rugido, el rudo semi orco descargó su garrote con un grandioso balanceo sobre la parte de atrás de la cabeza de la gárgola y aplastó su cara contra el suelo. Olgerkhan fue en busca de la segunda gárgola y Pratcus ya estaba realizando otro hechizo de curación para el guerrero cuando Arrayan dio un grito y voló hacia

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adelante golpeada fuertemente por la punta de la cola de otra criatura que iba en picada hacia ellos.

Pratcus volvió su atención a la gárgola que estaba a su lado, por supuesto, pero no antes sin notar que Olgerkhan también, arqueaba su espalda ante un súbito dolor aunque nada lo había golpeado allí. Sin tiempo para poder resolver el enigma, el enano se lanzó a un costado arrojando su pequeño mazo. La gárgola la atrapó por el mango, justo bajo la punta con picas, pero eso era exactamente lo que había esperado el enano. Las piernas musculosas de Pratcus lo impulsaron lanzándolo hacia la criatura, y le arrojó un gancho que dio de lleno en pleno rostro de la gárgola. Eso, y no la maza, era lo que Pratcus prefería como método de ataque, ya que usaba pesados guanteletes de acero, encantados mágicamente para la batalla.

El enano siguió taladrando, presionando su rostro contra el pecho de la gárgola. Soltó su maza y comenzó a aporrear el pecho de la gárgola con sus puños, cada uno de sus golpes extrayendo un aullido y levantando a la gárgola del suelo.

Junto a él, Arrayan se reorientaba en la batalla.

Un pesado ruido sordo llamó la atención de ella hacia Olgerkhan, su garrote enviaba rodando a la gárgola enceguecida, tan brutal era el golpe.

Arrayan captó un movimiento por el rabilo del ojo y tomó su bolsito en donde guardaba los ingredientes para los hechizos. Hizo un gesto con su mano y reunió su magia, y el aire encima y al costado de Olgerkhan se llenó con unas hebras finas y pegajosas. Arrayan no tenía nada sobre lo cual aposentar su red, así que no detuvo el descenso de la gárgola, pero para cuando la criatura tocó el suelo entre ella y Olgerkhan, estaba toda enredada y luchaba furiosamente para liberarse de los pegajosos filamentos.

Sus esfuerzo solo empeoraron su situación cuando una segunda gárgola pasó volando por encima de Arrayan, tropezando con los pies de la que estaba enredada en la red y llevándosela por delante. Justo detrás de la figura abatida llegó Pratcus, aullando su grito de batalla. Y Olgerkhan estaba allí también, moliendo a palos los huesos de la gárgola con su pesado garrote. Esos golpes pronto disminuyeron, y Pratcus se volvió para preguntarle al enorme semi orco. Esas palabras sin embargo quedaron atrapadas en la boca del enano, cuando se dio cuenta de que Olgerkhan estaba boqueando, exhausto y forcejeando. El enano lo observó con curiosidad sin entender. El guerrero no había sufrido golpes serios,y la pelea recién había comenzado.

Sacudiendo la cabeza, Practus solo pudo darse la vuelta y buscar algo más que golpear.

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Entreri se preguntaba porque se molestaba siquiera en pararse de nuevo después de dar otra voltereta bajo las cercanas garras de una gárgola que se abalanzaba sobre él. También de preguntaba por qué en los Nueve Infiernos el enano guerrero y el delgado hechicero no se habían sumado todavía a la refriega. Descubrió que eso sería prontamente remediado en cualquier caso, cuando una gárgola derrumbó la pequeña tienda del hechicero, desgarrando la tela de la misma.

Pero los dos no estaban allí.

Los ojos de Entreri se entrecerraron mientras la tienda rodaba a un costado, dejando a la gárgola confundida ante la cuerda que colgaba en medio del aire. La gárgola tironeó primero dela cuerda y luego escaló por ella. Su cabeza y hombros desaparecieron en un agujero extra dimensional. Hubo una resplandeciente llamarada y el cuerpo decapitado de la gárgola se tambaleó al suelo.

De la nada, saltó Athrogate, con una de sus estrellas matutinas echando humo.

″¡Déjenme a los muchachos y ustedes peleen con las chicas,″ rugió. ″Ya que todos saben que soy bueno en las riñas!¡Buajaja!”

Entreri rogaba que una docena de gárgolas estrangulara a la pequeña bestia.

Parecía que un par estuviera por hacer exactamente eso, bajando en picada a toda velocidad pero las giratorias estrellas matutinas del enano las mantuvieron a raya, y unos abrasadores rayos salieron desde el agujero extra dimensional. Al otro lado del camino, Entreri quedó claramente impresionado por ese estallido ya que fue tan intenso su poder que las gárgolas quedaron incineradas y fueron arrojadas al suelo. Vio la cara de Canthan que se asomaba por encima de la soga, y supo que el hechicero de apariencia frágil no era uno al que se debía tomar a la ligera.

Una tercera gárgola, en el suelo, cargó contra el enano, quien aullaba y arremetía a su vez. La criatura se abalanzó y agachó su cabeza para ensartarlo con su cuerno,pero Athrogate brincó y en una posición similar, forzando un impacto con la frente de la criatura antes de que pudiera poner en línea el cuerno. La gárgola y el enano rebotaron hacia atrás, ambos mirándose mutuamente, y aparentemente con las piernas flojas.

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Athrogate chilló, “¡Buajaja!” de nuevo y lanzó un escupitajo a la cara de la gárgola.

″¡Te marco con un escupitajo así sé donde darte el porrazo!″ gritó.

El enano dio un giro inesperado, arremetiendo con una de las estrellas matutinas que se estrelló contra la aturdida cara de la gárgola. La cabeza de la criatura se torció hacia atrás con los brazos abiertos,la gárgola arqueó la espalda y quedó mirando el oscuro cielo. Athrogate torció su espada al tiempo que seguía girando para que sus brazos quedaran en diagonal, y la segunda punta con picas de la estrella matutina le dio de lleno a la gárgola.

La criatura cayó al suelo y pareció rebotar, y pareció como si fuera a desarmarse.

El enano no se arriesgó sin embargo, o lo estaba disfrutando demasiado. Ajustó más sus armas y alternó sus giros por encima de su cabeza, aporreando a la gárgola varias veces, arrojándola hacia atrás y más atrás hasta que por fin dejó a la cosa muerta en el suelo.

“'¡Buajaja!” chilló el enano ,mientras cargaba en dirección a Pratcus y los dos semi orcos.

Aunque se detuvo en seco, sus pesadas botas se hundieron en el suelo.

Entreri sacudió la cabeza y comenzó a dirigirse al mismo lugar, pero luego se detuvo cuando el enano se plantó y dio media vuelta. Supo lo que había llamado la atención de Athrogate, y se le hizo un nudo a la garganta mientras observaba un cuarteto de gárgolas que se abalanzaban sobre el globo de oscuridad del drow.

“Jarlaxle!” gritó él.

El asesino hizo una mueca al tiempo que las gárgola desaparecían dentro de la sombra impenetrable .Aullido y gritos, chillidos de dolor y de sed de sangre surgieron desde adentro.

Entreri casi no podía respirar.

″Entra allí, enano,″ se oyó susurrar.

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EL CAMINO DE JARLAXLE

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Jarlaxle dejó a Ilnezhara y Tazmikella discutiendo entusiasmadas las posibilidades de la biblioteca de Zhengyi poco después de que cayera la torre del lich. Tan pronto como salió de la guarida del dragón, el drow se desvió del camino principal que llevaba de regreso a Heliogabalus justamente. Deambuló lejos en los yermos, hacia una arboleda de oscuros robles, e hizo un rápido escrutinio del área para asegurarse de que no había nadie alrededor. Se apoyó contra un árbol y cerró los ojos, y reprodujo en sus pensamientos la conversación, viendo de nuevo las expresiones de las hermanas mientras divagaban sobre Zhengyi.

Estaban entusiasmadas, claro, y ¿quién podía culparlas? Pero había algo más en la mirada de Ilnezhara cuando le había hablado de la torre derrumbada. Un poco de miedo, pensó nuevamente.

Jarlaxle sonrió. Las hermanas sabían más sobre el potencial de los tesoros de Zhengyi de lo que demostraban, y temían a los artefactos que resurgían.

¿Por qué temería algo un dragón?

La mueca en el rostro de Ilnezhara cuando él le dijo que el libro había sido destruido centelleó en sus pensamientos, y se dio cuenta de que hacía bien al mantener oculto su tesoro- la pequeña gema en forma de calavera-escondida a salvo por un largo, largo tiempo.

Ilnezhara no le había creído completamente, sospechaba él, y eso nunca era algo bueno cuando se trataba con un dragón. Sabía sin dudas de que las hermanas dragonas tratarían de confirmar si él estaba diciendo la verdad. Por supuesto, como era su naturaleza de acaparamiento,las dragonas desearían semejante tomo como el que había construido la torre, pero esa expresión en el rostro de Ilnezhara hablaba sobre algo más allá de un simple y obvio deseo.

A pesar de sus mejores instintos el drow sacó la diminuta calavera brillante,sólo por un momento. La apretó fuerte en su mano y dejó que sus pensamientos fluyeran hacia la magia, aceptando cualfuera la ruta impuesta delante de él. Kimmuriel, el elfo oscuro psionista que Jarlaxle había dejado al mando de su banda mercenaria, Bregan D'aerthe, hacía tiempo le había enseñado una manera de obtener algo del sentido de propósito de un objeto mágico. Claro que Jarlaxle ya sabía una parte de las propiedades de la calavera, ya que sin duda había sido una gran parte de la creación de la torre. Entendía lógicamente que la calavera había sido el conducto entre la fuerza vital del tonto de Herminicle y el poder de creación del tomo mismo.

Todas las tonalidades de colores se desvanecieron de la visión de Jarlaxle. Incluso en la oscuridad de la noche él reconocía que se estaba moviendo en una especie de reino visual alternativo. Al

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principio retrocedió, temiendo que la calavera estuviera tomando su fuerza vital, que le estuviera succionando la energía vital y lo estuviera acercando a la muerte.

Rápidamente se dio cuenta de que ese no era el caso sin embargo. Mas bien,el poder de la calavera le estaba permitiendo a sus sentidos entrar en el reino inferior.

Sintió los huesos de una ardilla muerta justo bajo sus pies, y aquellos de muchas otras criaturas que habían muerto en ese lugar. Aunque no sintió ninguna atracción hacia ellos, tan solo un reconocimiento, un entendimiento de que estaban allí.

Pero sí sintió un tironeo, muy claramente, y se dio vuelta y salió de la arboleda, dejando que la calavera lo guiara.

Pronto estuvo parado sobre los restos de un antiguo y olvidado cementerio. Un par de piedras podrían haber sido indicadores, o quizás no, pero Jarlaxle supo con certeza de que era un cementerio, donde cualquier otro merodeador que se topara con el lugar no lo habría adivinado.

Jarlaxle sintió los cuerpos largo tiempo enterrados, yaciendo en prolijas hileras. Lo estaban llamando, pensó ...

No,se dio cuenta y abrió los ojos de par en par y miró hacia la calavera. No lo estaban llamando a él, estaban esperando que él los llamara.

El drow respiró profundamente para calmarse. Notó los restos de un enano y un halfling, pero cuando se concentró en ellos, comprendió que no estaban conectado de ninguna manera sino por el suelo en el cual reposaban y no estaban conectados de forma alguna con el elfo oscuro.

Esta calavera estaba concentrada en su poder. Poseía fuerza sobre los humanos- vivos y muertos, así parecía.

″Interesante,″ le susurró Jarlaxle al helado aire de la noche, y subconscientemente miró hacia la dirección de la torre de Ilnezhara.

Jarlaxle sostuvo el artefacto brillante ante sus destellantes ojos.

″Si inicialmente hubiera encontrado el tomo y hubiera efectuado el poder de creación con mi fuerza vita, ¿la calavera que creció entre las páginas habría sido la de un drow?″ preguntó.

″¿Puede un dragón hacer una calavera que encontrara su conexión con los dragones hace tiempo muertos?″

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Sacudió la cabeza mientras decía las palabras en voz alta, por que no sonaban correctas para él. La disposición de la calavera predispuso la construcción de la torre y había sido embebida dentro del libro antes de que el tonto humano Herminicle la hubiera encontrado. El libro estaba predeterminado a ese resultado final, creía él.

Si, le eso sonaba mejor al anciano y mágicamente instruido elfo oscuro. Zhengyi ejercía gran poder sobre los humanos y también había dirigido un ejército de muertos, así decían las historias.

Seguramente, la calavera era uno de sus artefactos para efectuar ese fin. Jarlaxle miró hacia atrás de vuelta en la dirección de la distante torre.

No era un secreto que Zhengyi también había dirigido una flota de dragones- de tipos dispares que de algún modo habían sido reunidos bajo un propósito único y bajo su control.

La sonrisa del drow se ensanchó y cayó en la cuenta de que un viaje a Vaasa estaba de hecho en su futuro.

Felizmente.

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CAPITULO 13

EL CASTILLO VIVIENTE

Pratcus podía decir que los semi orcos a su lado estaban desfalleciendo, y él los animaba frenéticamente con palabras y oraciones. Llamó a su dios para que bendijera a sus aliados y les envió olas de curación mágica, sellando sus heridas. A pesar de ello, todavía se desvanecían. Arrayan arrojó explosiones de energía mágica destructiva, pero su repertorio disminuía rápidamente, y muchos de sus ataques mágicos no eran más que hechizos menores que molestaban más que dañaban verdaderamente al enemigo.

Nadie podía cuestionar la determinación y bravura de Olgerkhan, manteniéndose fuerte como una roca contra la corriente de gárgolas- al menos al principio. Eventualmente,el enorme semi orco parecía más un molde de sal, quebrándose y debilitándose, como si su misma solidez estuviera decayendo.

Algo estaba mal, Pratcus lo sabía. O el dúo no era tan formidable como aparentaban en un principio o sus fuerzas ser le escapaban demasiado rápido. Las gárgolas parecían presentirlo también. Cayeron sobre ellos más furiosamente y directamente, y Pratcus cayó de espaldas mientras una cruzaba por encima de Olgerkhan, cuyo balanceo flojo de la espada no fue lo suficiente cerca como para interceptarla, y se abalanzó sobre el clérigo.

Pratcus arrojó sus manos arriba en defensa, esperando ser sobrepasado, pero notó que la gárgola se movía extrañamente, y otra vez. Al tiempo que el enano rodaba a un costado, la criatura no reaccionó sino que mantuvo su curso, estrellándose de frente contra el suelo. Los ojos de Pratcus se abrieron de par en par cuando descubrió dos flechas con plumas sobresaliendo del costado de la cabeza de la gárgola. El enano luchó por alcanzar el borde norte del montículo y vio a sus dos compañeros perdidos batallando furiosamente. Ellery resguardaba el flanco de Mariabronne, su grandiosa espada hacia grandes cortes a través del aire, cortando los miembros de cualquier gárgola que se aventurara demasiado cerca. Con la guerrera protegiéndolo, Mariabronne, el legendario Vigilante de Vaasa, ponía su enorme arco a trabajar mortíferamente, enviando

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hileras de flechas surcando el oscuro cielo, casi cada una encontrando su blanco en el pellejo de las gárgolas que planeaban.

″¡Los necesito!″ gritó Pratcus, y los dos héroes atendieron al llamado e inmediatamente marcharon hacia donde estaba el enano. Incluso ese momento estuvo perfectamente coordinado, con Ellery rodeando a Mariabronne, protegiendo su retaguardia y ambos costados, mientras que el arco del vigilante vibraba en una rápida sucesión de flechas, despejando el camino delante de ellos de cualquier enemigo.

Se reunieron con Pratcus casi en el momento justo, ya que Olgerkhan estaba a punto de colapsar. El semi orco, de rodillas, a penas se las arreglaba para defenderse contra una gárgola que pronto lo habría matado de no ser porque la flecha que arrojó Mariabronne le dio a la cosa en la garganta. Junto al enorme semi orco, Arrayan, sus hechizos agotados, se mantenía con una daga en la mano. Daba puntazos salvajemente, con movimientos desequilibrados y exagerados, con cada corte dejando huecos en su defensa que cualquier guerrero novato hubiera aprovechado fácilmente.

Ellery saltó hacia el costado de Arrayan al tiempo que una gárgola acorralaba a la mujer semi orca, con sus brazos abiertos plenamente para envolverla en una abrazo fatal. Ese impulso fue detenido cuando con un brusco tajo la guerrera enterró su hacha en el pecho de la gárgola.

Arrayan cayó de espaldas con un chillido, tropezando al suelo. Ellery notó una segunda criatura que se aproximaba y trató desesperadamente de liberar su hacha, pero estaba enganchada en una de las costillas de la criatura. Ellery se adelantó con su escudo para resguardarse pero sabía que era vulnerable. El aullido de la la gárgola sin embargo no se debía a su anhelo de victoria sino que era de dolor y sorpresa, debido a que un par de flechas se clavaban en su pecho. Ellery se las arregló para echar una mirada atrás y ofrecerle una asentimiento apreciativo a Mariabronne. El vigilante no se dio cuenta porque ya estaba divisando a su próximo blanco, con el arco abaja y las flechas listas para volar. A su lado, Pratcus respiró con alivio.

Athrogate no pudo llegar al globo a tiempo y Entreri miró impotentemente como las cuatro gárgolas desaparecían en la oscuridad. Aullidos y chillidos surgieron inmediatamente, una

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confusión de garras desgarrando carne y una cacofonía de berridos, fundiéndose y entremezclándose en una macabra canción de muerte.

″Jarlaxle″ susurró Entreri, y de nuevo supo que estaba solo.

″Realmente están haciendo un lío allí,″ señaló una voz familiar, y Entreri casi saltó de sus botas cuando se dio cuenta de que el elfo oscuro estaba parado a su lado.

Jarlaxle sostenía una delgada varita metálica con un rubí en la punta. La alargó y pronunció una orden, y un diminuto chorro de fuego salió en forma de arco hacia el globo de oscuridad. Notando el ángulo del diminuto rayo de fuego y la aproximación de Athrogate, casi le pareció a Entreri como si el drow se la estuviera arrojando al enano. Entreri pensó gritarle una advertencia a Athrogate pero luego supo que su llamado no podía hacer nada para detener al comprometido guerrero. El diminuto rayo desapareció dentro de la oscuridad.

Al igual que el enano.

Una explosión de llamas iluminó la noche, surgiendo desde el globo, y cuando acabó, la oscuridad se disipó y seis gárgolas yacían ardiendo sobre el suelo.

Athrogate corría hacia el otro lado, dejando un rastro de humo y una retahíla de coloridas maldiciones.

″Un tipito rudo,″ señaló Jarlaxle.

″Peor todavía,″ dijo Jarlaxle.

Por el camino, Canthan asomó la cabeza por el agujero extra dimensional y miraba lo que pasaba con gran diversión. vio a Ellery y Mariabronne cargan para ayudar al enano clérigo y a los dos semi orcos y se distrajo con el rugido de Athrogate-¡ese siempre estaba rugiendo!- mientras el enano arremetía contra el globo de oscuridad.

Era un globo de drow,Canthan lo sabía y si el elfo oscuro estaba adentro, el hechicero solo podía esperar que las gárgolas se encargaran pronto de él.

Una visión familiar, usualmente la de dejar de mirarse las propias manos, se cruzó por su campo visual, de derecha a izquierda, y la siguió rápidamente para terminar viendo al elfo oscuro parado al lado de Entreri, varita en mano. Una mirada atrás hizo que Canthan pusiera mala cara por su malhumorado aliado, pero era por puro

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instinto y reacción, ciertamente no por que le tuviera simpatía al enano.

Athrogate salió por entre la bola de fuego, por supuesto, echando humo y maldiciendo. Canthan a duras penas pudo prestarle atención , ya que su mirada había vuelto hacia donde estaba Jarlaxle. ¿Quién era este elfo drow? ¿y quién era ese mortífero compinche, que permanecía en medio de una ineludible pila de carroña de gárgolas muertas? El hechicero no se mentía a si mismo y se decía que no estaba impresionado. Canthan había servido a Knellict por muchos años, y en la jerarquía de la Ciudadela de los Asesinos, la supervivencia significaba nunca subestimar fuera a tus amigos o enemigos.

″¿Por qué estas aquí drow?″ le murmuró a la noche Canthan.

En ese instante sucedió que Jarlaxle justo se volvió hacia su lado y obviamente lo divisó, ya que el drow lo saludó tocándose la punta de su enorme sombrero emplumado. Canthan se mordió el labio y se maldijo en silencio por su error. Debería haber lanzado un hechizo de invisibilidad antes de asomar la cabeza.

Pero sospechaba que el drow lo habría visto de todas formas.

Dio un suspiro de impotencia, y sujetó la soga, deslizándose por ella hasta aterrizar sobre sus pies. Una rápida miraba a su alrededor le indicó que la pelea había terminado, las gárgolas habían sido destruidas y así con un chasquido de sus dedos, descartó el agujero extra dimensional.

“El castillo está vivo,” dijo Olgerkhan.

Estaba doblado por la mitad, resoplando y boqueando, y a los demás le parecía que era todo cuanto podía hacer para mantenerse en pie y no dejarse caer de rodillas. A su lado, Arrayan le puso una mano en el hombro, aunque ella parecía estar igualmente agotada.

“Y ya están creciendo más ...gárgolas,” dijo el viejo Wingham, subiendo por la ladera norte de la colina. “Sobre ls almenas, quiero decir. Inclusive a pesar de que esa fuerza sobrevoló en la noche, más comenzaron a tomar forma en los lugares desocupados.

“Bueno, he ahí un encantador giro,” señaló Canthan.

“Debemos derribar el castillo,” declaró Pratcus. “¡Por la voluntad de Moradin, ninguna abominación como esa deberá permanecer en pie!

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Aunque supongo que Dumathoin querría averiguar como es que la magia de ese lugar puede hacer tal cosa.”

“Una pared alta de hierro y piedra,” dijo Mariabronne. “¿Derrumbarlo? ¿Tiene Palishchuk la capacidad de comenzar una empresa como esta?” Por su tono, estaba claro que la pregunta del guardabosques era una retórica.

“Somos afortunados de que este grupo volara en nuestro camino,” dijo Wingham.”¿Qué estragos podrían ellos haber causado sobre la confiada gente de Palishchuk?”

“ya no más confiados,entonces,” concordó el vigilante. “Estableceremos las defensas.”

“O prepararemos la huida,” agregó un Athrogate que reía disimuladamente por lo bajo.

“El rey Gareth enviará un ejército si es necesario,” dijo Ellery. “Pratcus está en lo cierto. Esta abominación no permanecerá en pie.”

“Ah, ¿pero no seríamos todos unos tontos si atacáramos una tortuga armada a través de su caparazón?” dijo Jarlaxle, atrayendo todas las miradas,particularmente la de Entreri.

“¿Tienes una mejor idea?” preguntó Athrogate.

“Tengo algo de experiencia con estas construcciones Zhengyianas,” admitió el drow.

“Mi amigo y yo derrotamos una torre no muy distinta a esta,aunque mucho más pequeña por supuesto, allá en los alrededores de Heliogabalus″

Athrogate levantó una de sus cejas ante eso. “Ustedes formaron parte de eso? ¿Unos días antes que ustedes- nosotros partiéramos con la caravana hacia el Paso de Bloodstone? ¿ese gran estruendo en el este?”

“Así es, buen enano,” replicó Jarlaxle. “Fuimos el bueno de Entreri y yo mismo quienes tiramos abajo la torre y a sus malvados servidores.”

“¡Buajaja!”

Entreri tan solo sacudió la cabeza mientras Jarlaxle hacía una reverencia.

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“La forma de ganar,” dijo el drow al tiempo que se enderezaba,”es desde adentro. Arrastrarse por debajo del duro caparazón hacia la suave barriga.”

“¿Suave? Esa sí que es una palabra,” señaló un obviamente inquieto y sospechoso Entreri, y cuando Jarlaxle dirigió su mirada hacia él, vio que su amigo tampoco estaba demasiado feliz. Ni tampoco muy confiado, sus oscuros ojos le lanzaban dardos al drow.

“Te escuchamos, buen drow,” le instó Mariabronne

“El castillo tiene un rey- una fuerza vital que lo mantiene junto,” explicó Jarlaxle, aunque claro está que no tenía idea si estaba en lo cierto o no.

Ciertamente la torre en Heliogabalus había colapsado cuando hubieron quitado la gema del libro,y las hermanas le habían dicho que matando al lich hubiera sucedido lo mismo, pero en verdad, no tenía más que una conjetura sobre la estructura mucho mayor- y si la estructura era mucho mayor, entonces, ¿qué pasaba con su “rey”?

“Si destruimos esta fuerza vital, la torre- el castillo- se desbaratará” prosiguió el drow. “Todo lo que quedará de ello será una pila de piedra y metal para que los herreros y canteros revuelvan.”

notó que mientras terminaba de hablar, ambos Arrayan y Olgerkhan se movían inquietos. Eso le reveló un montón.

“Quizás sería mejor que alertáramos al Rey Gareth,” replicó un dubitativo Mariabronne.

“El Maese Wingham puede enviar corredores desde Palishchuk con ese fin,” declaró la Comandante Ellery. “Por ahora, nuestro camino está despejado- hacia el caparazón entonces,y hacia el suave interior.”

“Eso lo dices por ti misma,” bravuconeó Athrogate.

“Así es, buen enano,” dijo Ellery. “Entraré en el castillo al amanecer.” Hizo una pausa y los miró a cada uno por vez. “Los traje hasta aquí en caso de una eventualidad como esta. Ahora el enemigo está claramente frente a nosotros. Palishchuk no puede esperar a que el mensaje llegue a la Aldea de Bloodstone y que se reúna un ejército. Por eso es que voy a entrar. No le ordenaré a ninguno de ustedes que me siga,pero—”

“Por supuesto que no tendrás que hacerlo,” la interrumpió Jarlaxle, y cuando todas las miradas se volvieron hacia él de nuevo, hizo otra

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reverencia. “Nos aventuraremos por una eventualidad como esta, y así a tu lado, permaneceremos.”

A su lado, Jarlaxle podía sentir la mirada fija de Entreri que lo penetraba.

“¡Buajaja!” bramó de nuevo Athrogate.

“Si, claro que debemos investigar esto más a fondo,” dijo Canthan.

“¡Por Dumathoin!” dijo Pratcus.

“Todos ustedes, entonces,” señaló Wingham, “junto con Arrayan y Olgerkhan,derrotarán esta amenaza. De eso estoy seguro.”

“¿Esos dos?” preguntó Athrogate con un gran “Harrumph.”

“Representan lo mejor de Palishchuk,” replicó Wingham.

“¡Entonces mejor que pongas a todo el maldito pueblo a correr ahora y te ahorres la molestia!”

“Tranquilo, buen enano,” dijo Canthan.

“Pasaremos más tiempo acarreando a estos dos que cazando al enemigo,” gruñó Athrogate. “Yo no estoy para--”

“Suficiente, buen enano,” dijo Canthan.

Arrayan salió del costado de Olgerkhan para enfrentar al furioso enano.

“No fallaremos en esta,” dijo ella.

“Bah!” se mofó Athrogate, y dio media vuelta.

“Dos reemplazantes para nosotros dos,” le susurró Entreri a Jarlaxle mientra se encaminaban hacia sus respectivas bolsas de dormir.

“No desearás perderte esta gran aventura, claro está.”

“Lo supiste todo el tiempo,” le acusó el asesino. “Las hermanas nos enviaron hasta aquí precisamente para esto.”

“Ya hemos pasado por esto,” le respondió el drow. “Se ha abierto una biblioteca y la aventura recien comienza.”

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“La torre que derrotamos no le serviría ni de garita a esta estructura,” le advirtió Entreri. “Y ese lich estaba más allá de nosotros.”

“El lich fue destruido.”

“Al igual que mi guante.”

Jarlaxle dejó de caminar y miró fijamente a su amigo por unos instantes.

“Un buen punto,” le concedió finalmente,” pero no te preocupes, ya que encontraremos la manera.”

“¿Es esa la mejor respuesta que puedes encontrar?”

“Siempre encontramos una manera.”

“¿Y supongo que siempre lo haremos?

“Por supuesto.”

“Hasta la última vez. Habrá una única última vez.”

Jarlaxle lo consideró por unos momentos.

Luego se encogió de hombros.

“La primera vez que se caigan esos dos solo me darán un lugar más blando en donde posar mis botas,” farfulló Athrogate, sentado sobre la desgarrada tela que había sido la tienda de Canthan. Siguió gruñendo sus interminables quejas, pero el hechicero no lo estaba escuchando. Los ojos de Canthan estaban centrados al otro lado del camino, en donde Wingham se sentaba con Arrayan y Olgerkhan.

Algo no estaba bien en esos dos.

“¿Qué? ¿qué?” le preguntó el enano, aparentemente prestando atención al hecho de que no lo estaba escuchando y no lo disfrutaba mucho tampoco. Canthan comenzó a realizar un hechizo rápido, y una forma traslúcida, casi con forma de oreja, apareció flotando en medio del aire frente a él. Sopló sobre ella y se deslizó, planeando hacia la conversación del lado oriental del campamento. La mujer,Arrayan, se alejó dejando a Wingham solo con el bruto

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Olgerkhan. Y con Canthan, aunque por supuesto que Wingham no lo sabía.

“Ya sabes nuestro trato,” dijo el viejo semi orco, su tono grave.

“Lo sé.”

“No debe llegar demasiado lejos,” dijo Wingham. “No puede haber demora, ni dudas en tu mano si el golpe fatal es necesario.”

“¡Lo sé!” gruñó el semi orco más corpulento.

“Olgerkhan, yo estoy tan herido por esta posibilidad como tu.”dijo Wingham. “Esto no es ni mi elección ni mi deseo. Solo seguimos el único camino posible, sino todo estará ya perdido.”

Su voz se calmó y Olgerkhan contuvo su respuesta cuando Arrayan se acercó nuevamente a ellos.

“Interesante,” musitó Canthan.

“¿Qué? ¿qué?” lo apuró Athrogate.

“Nada, tal vez,” dijo el hechicero, volviendo su rostro a su amigo. Volvió su mirada hacia el otro lado del camino mientras añadía, “O tal vez todo.”

Boca abajo, con los brazos atados a la espalda, su cabeza encapuchada, Nyungy había perdido de todo menos las esperanzas. Resignado a su destino, ya ni siquiera gritaba.

Pero de pronto una mano tomó su capucha y la retiró gentilmente, y el viejo sabio se encontró mirando la cara de su amigo.

“¿Cuántos días?” dijo ahogadamente a través de sus labios secos y resquebrajados.

“Sólo dos,” replicó Wingham. “Traté de venir antes, pero Olgerkhan...” Terminó con un suspiro y sostuvo en alto sus muñecas, con restos de cuerdas cortadas todavía colgando de ellas.

“¡Tu amigo se ha vuelto loco!”

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“Protege a la muchacha.”

“Tu sobrina.” No había forma de esquivar la acusación en ese tono.

Wingham miró con dureza a Nyungy, pero solo por un instantes,luego se corrió y comenzó a desatarlo. “Simplemente asesinar--”

“No es asesinar, sino que ella misma se lo buscó.”

“Inconscientemente.”

“Irrelevante. ¿Dejarías que la ciudad corriera peligro sólo por una muchacha?” le preguntó el sabio. Otra vez Wingham levantó sus muñecas,pero Nyungy era demasiado astuto como para caer en esa trampa.

“¿Juegas un juego peligroso aquí, Wingham.”

Wingham dio un suspiro y dijo, “El juego había comenzado antes de que yo supiera siquiera los peligros, y una vez puesto en marcha, no hubo otro curso delante nuestro.”

“Podrías haber matado a la muchacha y acabar con ello.”

Wingham se detuvo por un momento. “Vamos,” le rogó a su viejo amigo. “Debemos preparar a la ciudad.”

“¿Dónde está la muchacha?”

“Han llegado héroes de la Puerta de Vaasa.”

“¿Dónde está la muchacha?”

“Fue al castillo.”

Los ojos de Nyungy se abrieron tanto que parecían que iban a salirse de sus cuencas.

“Con la Comandante Ellery,sobrina de Gareth Azotadragones,” explicó Wingham, “y con Mariabronne el vigilante.”

Nyungy se le quedó mirando, luego asintió y preguntó, “¿Está Olgerkhan con ella?”

“Con órdenes de no permitir que la estructura se la lleve. A cualquier precio.”

El viejo sabio consideró todo esto por un momento.

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“Demasiado peligroso,” decidió con una sacudida de cabeza, y pasó caminando al lado de Wingham.

“¿A dónde vas?”

“¿Acaso no dijiste que teníamos que ir y preparar la ciudad? Pero ¿prepararla para qué? ¿Para la defensa o para la huida?”

“Para un poco de ambas, me temo,” concedió Wingham.

SECRETOS POR DENTRO

SECRETOS POR FUERA

Muchas veces a lo largo de su viaje de regreso al aposento que compartía con Entreri, Jarlaxle sacaba la brillante gema violeta de su bolsillo. Muchas veces la sostenía ante sus ojos, sopesando las posibilidades escondidas dentro de sus facetas con forma de calavera mientras recordaba vívidamente las sensaciones en el cementerio. Era un poder, necromancia, de la que Jarlaxle sabía poco, y una que

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había enganchado su curiosidad. ¿Qué ganancias podía obtener de esa gema púrpura?

El libro que la había ocultado había sido destruido. Al igual que la torre que había creado alimentándose de la fuerza vital de Heminicle. Todo lo que quedaba eran escombros y fragmentos. Pero la gema sobrevivió , y titilaba con poder. Era el verdadero premio. El libro había sido el glaseado, tan dulce como todo lo que espolvoreaba Piter sobre sus creaciones, pero la gema, la calavera violeta, era la torta en sí. Si sus poderes podían ser guarnecidos y utilizados...

¿Para construir otra torre quizás?

¿Para encontrar una mejor conexión con los muertos? ¿Para información?

¿Para encontrar aliados entre los muertos?

El elfo oscuro a duras penas podía contener su sonrisa. Adoraba tanto examinar los nuevos juguetes mágicos, y su casi desastrosa sociedad con el infame artefacto Crenshinibon, La Piedra de Cristal, había hecho poco para desalentar su insaciable curiosidad. Deseaba que Kimmuriel estuviera disponible para él, ya que el drow sionista podía desentrañar los más profundos misterios mágicos con facilidad. Si tan solo Jarlaxle hubiera encontrado la gema calavera antes de su último encuentro con su lugarteniente.

Pero tendría que esperar semanas para su próxima cita pactada.

″¿Qué puedes hacer por mi?″ le susurró a la gema y tal vez fuera su imaginación,pero el artefacto pareció llamear con más ímpetu.

Y ese artefacto Zhengyiano era de poca relevancia, hablando comparativamente, si el miedo en los ojos de Ilnezhara servía de indicio. ¿Qué otros tesoros yacía por allí esperando por él y Entreri? ¿Qué otros juguetes había dejado esparcidos por ahí Zhengyi para acarrearle el mal a sus vencedores?

¿Poder para derrocar a un rey quizás?

¿O poder para crear un rey?

Ese último pensamiento quedó colgando en el aire, esperando a que el drow lo tomara para examinarlo.

Consideró la ruta que él y Entreri habían recorrido para llegar a Heliogabalus en las quietas e indomables Tierras Bloodstone. Eran aventureros errantes, usureros vestidos de héroes. Viviendo libres y corriendo libres, sus espaldas al viento, fuera por cualquier camino que el viento soplara.

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No los guiaba ningún propósito, excepto el deseo del drow por una nueva experiencia, alguna emoción diferente de las que lo habían rodeado por tantos siglos.¿Lo mismo para Entreri?

No, pensó Jarlaxle. No era la atracción por nuevas experiencia solo que conducía a Entreri, sino otra necesidad que el asesino probablemente no comprendía ni él mismo. Entreri no sabía por qué se quedaba junto a Jarlaxle en su serpenteante camino. Pero Jarlaxle lo sabía, y él también lo sabía, de que Entreri se quedaría con él mientras que esa ruta los llevara más lejos hacia el norte y hacia las tierras salvajes de Vaasa y la promesa de un tesoro más grandioso incluso que la gema calavera.

¿Cómo reaccionaría Entreri si Jarlaxle decidiera que deberían quedarse por un tiempo- por siempre, tal vez, como en las medidas de la vida humana? Si los artefactos Zhengyianos caían en sus manos, con el poder de derribar o erigir un reino, ¿Entreri participaría gustosamente?

″Un viaje a la vez,″ decidió Jarlaxle, mientras subía por las escaleras de madera que llevaban al balcón del segundo piso del aposento.

El sol ya estaba arriba para entonces, ardiendo a través de la gruesa niebla del cielo oriental. Jarlaxle se detuvo allí para considerar las palabras de despedida de las dos hermanas dragonas:

″Los secretos de Zhengyi eran mayores que Zhengyi. La gente de Damara, el Rey Gareth más que nadie, rogaban de que esos secretos murieran con el Rey Brujo,″ había dicho con seguridad Ilnezhara.

″Pero ahora sabemos que no fue así,″ había agregado Tazmikella.

″Algunos de ellos al menos, han sobrevivido.″

Jarlaxle recordó las palabras y revivió aun más vívidamente el timbre con el que habían hablado, la reverencia e incluso el temor. Recordó la mirada en sus respectivos ojos,centelleando con avidez, intriga y terror.

″Con todo respeto, Rey Gareth,″ le dijo Jarlaxle al neblinoso aire matutino, ″esperemos que poco haya sido destruido.″

Miró abajo hacia la calle al pequeño negocio que le había establecido a Piter el panadero. Las puertas no estaban abiertas todavía, pero Jarlaxle sabía que su corpulento amigo no le negaría la entrada.

Un instante después, Jarlaxle subía las escaleras, sabiendo que la primera batalla en su nueva ruta, la de convencer al agrio y aun hiriente Entreri yacía detrás de su puerta con múltiples cerraduras.

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CAPITULO 14

EL MUNDO ALTERNATIVO DE Z H E N G Y I

Tan completo estaba la construcción del castillo para cuando los nueve compañeros se aproximaron a las puertas del frente a la mañana siguiente, que encontraron un camino de losa fantástico y bien diseñado que llegaba hasta ellos. Sobre los muros a cada lado del rastrillo cerrado,gárgolas a medio formar les echaban una mirada de reojo a la tropa

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que se aproximaba, y en los pocos minutos que les llevó llegar hasta el rastrillo, esas estatuas tomaron una forma más definida.

″Estarán listas para lanzarse al cielo de nuevo esta noche,″percibió Mariabronne. ″Wingham haría bien en forzar a Palishchuk a que tomen una fuerte postura defensiva.″

″Como si fuera a servirle de mucho,″ gruñó Athrogate.

″Entonces apresurémonos en nuestra tarea,″ replicó Ellery.

″Nosotros héroes,″ musitó Entreri por lo bajo, para que solo Jarlaxle , quien permanecía justo a su lado al último de la fila, pudiera escucharlo.

El drow estaba a punto de responderle, pero sintió un súbito tirón en su sensibilidad. Siniestra seguro de lo que eso podría significar, Jarlaxle puso una mano sobre su botón mágico del chaleco, en donde tenía guardada la gema en forma de calavera. Una mirada de preocupación centelleó sobre su rostro anguloso. ¿Sería posible que las gemas mágicas pudieran llamarse la una a la otra? ¿le había errado al traer su gema calavera tan cerca de la nueva construcción?

Mariabronne fue el primero en llegar al rastrillo, sus picas de acero eran tan gruesas como sus brazos. Espió a través de los barrotes hacia el vallado inferior del castillo.

″Parece vacío,″ informó mientras los otros se le acercaban.

″Puedo conseguir un arpeo sobre el muro, quizás, y localizar el elevador.″

″No hay necesidad,″ dijo Canthan, y el delgado hechicero asintió a Athrogate.

″¡Bah!″ se mofó el enano y comenzó a moverse haciendo a un lado con amabilidad a Mariabronne. ″Me voy a sacar las entrañas, maldito mago.″

″Todos tenemos nuestras utilidades,″ le replicó Canthan a él. ″Sin embargo, algunos de nosotros las usamos sin tanta charlatanería.″

″Algunos de ustedes se sientan y menean los dedos mientras algunos de nosotros detenemos garrotes con la cara.″

″Menos mal que no hay demasiada belleza que robar entonces.″

″¡Bah!″

Los otros siete escuchaban divertidos, pero la chanza fue considerara más astutamente por Entreri y Jarlaxle.

″Esos dos suenan un poco familiar,″ se lamentó Entreri.

″Aunque no gracioso y allí es donde yace el truco,″ dijo el drow.

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Athrogate escupió en sus manos y se sujetó al rastrillo, con las rodillas inclinadas. gruñó y trató de enderezarse, sin resultado, por lo que dio otro rugido, escupió en sus manos de nuevo, y reacomodó su agarre.

″Una ayudita, si no les importa,″ dijo.

Mariabronne sujetó el rastrillo de un costado del enano, mientras que ambos Pratcus y Olgerkhan se colocaban del otro lado.

″Ustedes no, pedazos de imbéciles,″ refunfuñó el enano.

Detrás de ellos, Canthan completó las palabras de un hechizo y una ola de energía rodó de las manos del hechicero para extenderse sobre el enano. Los músculos se abultaron y los huesos crujieron al tiempo que crecía, y Athrogate se dilató hasta el tamaño de un hombre alto, y siguió creciendo.

″¡Y otra vez!″ exigió el enano, con su voz más resonante aún.

Canthan pronunció un segundo encantamiento, y pronto Athrogate era del tamaño de un ogro, con sus ya musculosos brazos tan gruesos como viejos árboles.

″¡Bah!″ gruñó con su estentórea voz grave, y con un rugido de desafío, comenzó a enderezar sus piernas.

El rastrillo gimió en protesta, pero el enano siguió presionando , levantándola del suelo.

″Avancen!″ aulló, pero incluso cuando lo decía, incluso cuando Entreri y Ellery se sumergían debajo, Athrogate gruñó y comenzó a doblarse, y los otros tres no pudieron empezar a detener el descenso de la enorme barrera.

Entreri, con mucho el más veloz al llegar al suelo, fue también el más rápido para detener su movimiento y darse vuelta, se las arregló para sujetar a la lanzada Ellery mientras la desviaba lo suficiente como para que no quedara ensartada bajo las pesadas picas del portón al tiempo que éste se estrellaba contra el suelo nuevamente.

La comandante gritó, al igual que Arrayan y Pratcus, pero Canthan meramente se rió por lo bajo y Jarlaxle atrapado por la curiosa sensación de la gema calavera, no había siquiera escuchado la llamada o notado el levantamiento del rastrillo, ni mucho menos la cercana pérdida de uno de sus compañeros. Cuando miró a Athrogate, de pronto mucho más enorme que antes, sus ojos se abrieron de par en par y retrocedió varios pasos.

″Oh, tú hijo de mala barrera puta !″ maldijo Athrogate, y no se le escapó que Entreri le echó una rápida mirada al enano que hubiera agriado la leche. ¿Por el raudo descenso del portón, se preguntaba el drow? ¿O eran esas pocas palabras? Raramente Jarlaxle miraba dentro de las profundidades de ese enigma que era Artemis Entreri, ya que el disciplinado asesino raramente demostraba sus emociones en su expresión.

Aunque cada tanto....

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Athrogate cargó nuevamente, frotándose sus callosas manos y ajustándose el cinto repetidamente, una enorme y decorada faja con una hebilla de plata en la que se cruzaban dos rayos.

″Por los dioses, enano,″ le dijo Mariabronne a Athrogate. ″Realmente creo que estuviste levantando eso prácticamente tu solo, y que nuestras manos fueron de poca ayuda o no sirvieron de nada. Cuando te inclinaste sentí como si una montaña estuviera cayendo sobre mí.″

″Hechizos de mago″, refunfuñó Athrogate, aunque casi no sonaba convincente.

″Entonces te ruego que uses el conjuro con el resto de nosotros,″le rogó Mariabronne a Canthan. ″Este portón sería elevado fácilmente en ese caso.″

″Mis hechizos están agotados,″ dijo el hechicero, tan poco convincente como el enano.

Jarlaxle siguió su mirada de Canthan a Athrogate, midiéndolos. Sin duda el hechizo de agrandamiento había cumplido una función, pero esa no era la fuente de increíble fuerza del enano. Una vez más el enano fue hasta su cinto, ajustándolo con otra muesca y el drow sonrió.

Había fajas que imbuían a los que las llevaban con la fuerza de un gigante, de las cuales las mejores eran las de los gigantes de tormentas que arrojaban rayos a través de los picos de las montañas. Jarlaxle se concentró en la hebilla del cinto de Athrogate y en los rayos que tenía.

Athrogate retrocedió para pararse frente al rastrillo, con las manos en la cadera y mirándola fijamente como si fuera una esposa traicionera. Una o dos veces se alargó para tocar los gruesos barrotes, pero siempre retraía sus manos y farfullaba.

″No puedo levantarlas,″ admitió finalmente.

El enano gruñó nuevamente y asintió mientras que el primero de los encantamiento de Canthan desaparecían, reduciéndolo al tamaño de un hombre alto. Para cuando Athrogate suspiró y se dio vuelta, era un enano otra vez. Intimidante de seguro, pero aun un enano.

″Sobre el muro, entonces,″ dijo Mariabronne.

″Nah,″ le corrigió el enano.

Sacó sus estrellas matutinas gemelas de su espalda y las puso a girar, con el glassteel brillando tenuemente en la suave luz matinal. Llevó el mango de la que estaba en su mano izquierda frente a su rostro y susurró algo. Un líquido gris rojizo comenzó a exudar de las pequeñas protuberancias de las impactantes bolas, empapando todo el extremo del arma. Luego levantó la de la mano derecha y susurró algo similar, y el líquido exudó de esa también, solo que la cosa pegajosa era de un color gris azulado en lugar de rojo.

″Retrocedan, tontos,″ dijo cuando Ellery se adelantó para investigar.

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″No querrás que te caiga algo de esto sobre tu espléndida armadura de plata.¡JAJA!″

Su risa se convirtió e n un rugido y elevó las estrellas matutinas con giros rechinantes por sobre su cabeza. Luego giró por completo, juntando impulso, y lanzó la punta del arma cubierta de rojo en un balanceo poderoso contra una de los barrotes verticales del rastrillo. Le siguió un choque de la otra arma, una que creó una explosión que sacudió el suelo bajo los pies de todos los estupefactos espectadores. Otro giro se convirtió en una réplica estruendosa,el enano golpeaba- uno, dos y siempre con la estrella matutina primero- un barrote perpendicular.

Otro golpe le dio a ese entrecruce, el barrote horizontal de nuevo. Para asombro de todos menos Canthan, la gruesa cruz del barrote se quebró por la mitad, a medias entre las dos picas verticales. Athrogate volvió a cargar sobre su blanco inicial, una de esas picas.

La cabeza coloreada de rojo del arma cargó contra esta, a la altura de los ojos del furioso enano que bailaba salvajemente, seguido por un golpe de la azulada un poco más abajo.

La pica se dobló hacia afuera. Athrogate la golpeó de nuevo en el mismo lugar, una, dos veces y la pica se cayó, dejando suficiente espacio para que los compañeros pudieran apretujarse para pasar a la muralla del castillo.

Athrogate se detuvo de golpe, los extremos de sus estrellas matutinas rebotando a su alrededor. Plantó sus manos en la cadera e inspeccionó su obra y luego asintió con un movimiento de cabeza.

″Para un poco de emoción me contrataron.¿Para qué quieren hacer las cosas explotar si yo las puedo derribar?″

Siete expresiones sorprendidas y una mirada aburrida del mago se volvieron hacia él, haciendo que soltara un rugido, ″¡Buajaja!″

″Pudiera ser que le resbalaran de ambas manos y se golpear repetidamente en la cara,″ le musitó Entreri a Jarlaxle.

″Entonces así cuando ya no esté mi amigo Entreri pueda ocupar su lugar?″ respondió sarcásticamente el drow.

″Cállate.″

″Es un aliado poderoso.″

″Y un formidable enemigo.″

″Vigílalo de cerca, entonces.″

″Desde atrás,″ concordó Entreri.

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Entreri hizo justamente eso, observando duramente al enano, quien permanecía con las manos en la cadera, mirando fijamente el hueco que había provocado en el rastrillo. El poder de ese balanceo, magia y músculo, eran notables, lo sabía el asesino, al igual que la soltura con la que Athrogate manejaba sus armas. A Entreri no le gustaba el enano particularmente y quería estrangularlo con cada estúpida rima, pero el asesino respetaba las proezas marciales del enano. Sospechaba que pronto llegaría a los puños con Athrogate, y no esperaba con ansias el encuentro.

Ante el grupo, más allá del pasillo recortado entre las dos pequeñas garitas, la muralla inferior del castillo se abría a lo ancho. A cada lado del pasillo de las garitas podían ver aberturas: escaleras que llevaban a la cima del muro, con túneles internos quizás que serpenteaban a través de las anchas paredes.

″¿Izquierda, derecha, o al centro?″ preguntó Athrogate. ″Mejor que rápido empecemos.″

″Podrías terminar con eso?″ le exigió Entreri, y obtuvo un típico ″¡Buajajaja!″ como respuesta.

″El libro está derecho al fondo, si?″ le preguntó Mariabronne a Arrayan quien estaba parada a su lado.

La mujer se detuvo por un momento y trató de recuperar la compostura. Su mirada fija en la torre central, la estructura más grande del castillo, la cual se proyectaba más allá del muro interior del castillo.

″Si,″ dijo ella, ″derecho al fondo. Creo.″

″Haz algo mejor que eso,″ le rogó Canthan pero Arrayan solo tenía una débil expresión de disculpa por respuesta.

Entreri notó que Jarlaxle se movió como para decir algo a modo de protesta. Sin embargo,el drow se quedó en silencio, y percibió como lo mirada que le ofreció el asesino.

″Prepárate,″ le advirtió silenciosamente Jarlaxle.

″¿Qué es lo que sabes?″

Jarlaxle solamente se encogió de hombros, pero Entreri había estado cerca del drow lo suficiente como para saber que no habría dicho nada sino estuviera seguro de que se avecinaban problemas. Mirando al castillo, a las oscuras piedras y el duro acero, Entreri tenía el mismo sentimiento.

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Atravesaron el portón y se detuvieron en el enlodado patio, Athrogate a la cabeza, Pratcus y Ellery cerrando la fila. Jarlaxle hizo una pausa tan pronto como se deslizó a través del rastrillo, y se bamboleó con una súbita debilidad. Una sobrecogedora sensación de poder pareció concentrar su sensible atención sobre él. Miró a Arrayan e inmediatamente supo que no era ella. El castillo había progresado fuera de ella. Los ojos del drow fueron hacia el terreno de más adelante, y en su mente miró hacia abajo, muy abajo, pasando los esqueletos enterrados en el viejo cementerio, ya que eso era lo que el lugar había sido una vez. Visualizó túneles y una gran cámara. Supo que algo allí abajo lo estaba esperando.

Los otros no notaron la demora de Jarlaxle, por que estaban más preocupados por lo que yacía delante. Unas pocas piedras del edifico aparecían esparcidas por la muralla: un establo sobre el muro del lado izquierdo inmediatamente adentro, el trabajo de un herrero situado en el mismo lugar a la derecha, y un par de largas barricadas de techo bajo que se extendían a lo largo de la base de ambos muros de una muralla más lata que bloqueaba el murallón interno. La única estructura que permanecía independiente era una torre redonda agazapada de dos pisos dispuesta a dos tercios del camino frente al patio delante de las puertas del murallón interno.

Mariabronne se acercó a Ellery y le señaló la torre.

La comandante asintió y le indicó con un gesto a Athrogate que guiara el camino.

″Yo no ...″ comenzó a decir Jarlaxle, pero sus palabras quedaron tapadas por el improvisto grito de Athrogate. Todas las miradas se dirigieron al enano al tiempo que éste saltaba hacia atrás – o trataba de hacerlo, ya que un esqueleto había surgido de entre la blanda tundra de verano y lo sujetaba por le tobillo. Athrogate se retorció, chilló y cayó rodando por el suelo. Se puso de nuevo en pie casi tan pronto como hubo caído, aunque, brincando y gritando nuevamente, esta vez de rabia y no de sorpresa.

La mano esquelética arañó más alto en el aire, un brazo huesudo surgiendo hasta el codo. La estrella matutina de Athrogate la aplastó convirtiéndola en polvo. Pero la otra mano del esqueleto emergió a través del lodo al otro lado, y mientras el enano se apresuraba a aplastarla gritó, ″¡Hunnerds!″

Quizás era una exageración nacida de la conmoción , o quizás era una afirmación certera, dado que a lo largo de toda la tierra blanda del murallón externo, las esqueléticas manos de humanoides hacia tiempo muertos arañaron el aire a través del endurecido barro.

Athrogate acabó con la segunda mano del esqueleto y cargó hacia adelante, rugiendo, ″¿Huesos esqueléticos para convertir en polvo!″

Y Pratcus se puso a su lado de un salto. Presentando un símbolo en forma de yunque, el sacerdote juró, ″¡Por la sabiduría de Moradin, la gracia de Dumathoin y la fuerza de Clangeddin, condeno a las demoníacas bestias al polvo!

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Un esqueleto, casi la mitad fuera de su agujero, vibró bajo las olas de la energía invisible, su estructura huesuda traqueteando notablemente. Pero los otros, a lo largo de todo el camino, siguieron liberándose de la turba con las garras.

Manchas negras danzaban frente a los ojos de Jarlaxle, y su cabeza tamborileaba con un cántico rítmico, un canto de sonido maligno y arcano, llamando a los esqueletos. La gema con forma de calavera en su botón parecía cobrar peso y sustancia, y la sintió vibrar en su pecho.

A través de su poder el drow sentía agudamente el despertar de su alrededor, y entendió la profundidad del desfile de los no muertos. Por la mera fuerza del llamado, preveía que el lugar había servido de cementerio para los semi orcos y sus ancestros orcos de Palishchuk, por siglos.

Cientos de dientes esqueléticos castañeteaban en los pensamientos del drow. Cientos de voces largamente muertas se despertaban una vez más para cantar la canción comunitaria. Y allí residía una profunda y enorme fuerza, sobrecogedora por su fuerza. Sintió una constricción en sus bíceps y gritó, después giró y utilizó su magia de su brazal para colocar una daga en su mano. Comenzó a golpear pero sintió que le sujetaban la muñeca de pronto, brutalmente, Jarlaxle abrió sus ojos como si despertara de un mal sueño, y allí permanecía parado un confundido y no muy feliz Artemis Entreri, sujetándole el brazo y la muñeca, y mirándolo atónito.

″No,estoy bien,″ le aseguró el elfo oscuro al tiempo que sacudía la cabeza y se alejaba.

″¿Qué estas viendo?″ le preguntó Entreri. ″¿Qué sabes?″

″Que estamos en problemas,″ le respondió el drow, y junto, el par se dio vuelta para enfrentar la creciente embestida.

″Resquebraja con tu espada, no apuñales,″ le informó el drow a Entreri.

″Es bueno que me estés cuidando,″ respondió sarcásticamente Entreri antes de que saltara hacia adelante y cortajeara a un esqueleto que se aproximaba.

La Garra de Charon cortó a través de las costillas del monstruo y se estrelló con fuerza contra su columna vertebral. Entreri esperaba que el golpe partiera a la esquelética monstruosidad en dos, pero el esqueleto se tambaleó un par de pasos a un costado y se levantó otra vez.

Y de nuevo Entreri lo golpeó con más fuerza. Y luego otra vez mientras la obstinada criatura se acercaba implacablemente. El asesino retrocedió un paso, luego se sumergió de costado al tiempo que un brillante rayo de luz centelleaba frente a él, haciendo estallar al esqueleto. El huesudo monstruo se tambaleó unos pasos con ese golpe, y un par de costillas se le cayeron, junto con un brazo. Pero aun así cargó de nuevo hacia el incrédulo Jarlaxle y la delgada varita que sostenía el drow.

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Entreri lo esquivó y reventó la calavera del esqueleto con un corte hacia abajo con las dos manos. Finalmente, la criatura no muerta cayó al suelo, con su armazón huesuda en una pila.

″No son animaciones ordinarias,″ remarcó Jarlaxle.

″Estamos en problemas,″ coincidió Entreri.

Pratcus miró fijamente el símbolo sagrado en forma de yunque de plata como si lo hubiera engañado. Los labios del enano temblaban y susurraban el nombre de sus dioses, uno detrás del otro, con el resquebrajamiento de su voz suplicándoles una explicación.

″¡ Armas contundentes!″ escuchó que gritaba Mariabronne. ″¡Destrocen sus huesos!″

Pero el sacerdote enano permanecía allí sacudiendo su cabeza incrédulamente.

Una mano huesuda surgió del suelo y lo tomó del tobillo, pero Pratcus, aun musitando, se las arregló con facilidad para liberar su pie. Una segunda mano salió del suelo y entre la resquebraja turba entre ellos apareció una calavera. Pratcus aulló, y mantuvo una nota chillona, saltando en el aire y dejando caer, con sus nudillos de metal, un demoledor puñetazo sobre la calavera. Sintió que el hueso se fracturaba debajo, pero el furioso enano, lejos de estar satisfecho, se puso de nuevo en pie. Brincó y le asestó otro golpe al cráneo, aplastando su mano contra este. Los dedos alargados de la mano esquelética temblaron y se doblaron hasta que quedaron muy quietas.

″Bien para ti, malditos demonios,″ subrayó un confundido y enojado enano y luego le pegó otro porrazo a la calavera.

Mariabronne no desenvainó la larga espada sino que en cambió extrajo una pequeña maza. Confiando más en la velocidad y habilidad que en la fuerza bruta, el vigilante giró, aporreando repetidamente a un par de esqueletos que se le echaban encima. Ninguno de los golpes era pesado por naturaleza, pero pedazo a pedazo caían al tiempo que Mariabronne pareciendo casi el tamborilero del rey, matraqueaba docenas de golpes. A su lado, Ellery no se molestó en cambiar de armas, ya que su pesada hacha de doble hoja devastaba igualmente carne y hueso. Se esparcían fragmentos de costillas o

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piernas bajo los cortes devastadores. Pero a pesar de ello los esqueleto seguían avanzando, expeditos y sin miedo, y por cada uno que Ellery o Mariabronne destrozaban, dos más tomaban su lugar.

Detrás de ellos Olgerkhan se afanaba con su garrote frenéticamente y Arrayan disparaba una serie de hechizos mágicos menores, misiles brillantes de pura energía, en su mayoría. Pero ninguno era demasiado efectivo, y ambos semi orcos obviamente se estaban cansando rápidamente.

Olgerkhan escudó a Arrayan con su considerable corpachón y gruñó más de dolor que de furia de batalla cuando dedos huesudos rastrillaban su carne. Luego aulló de terror cuando uno de los esqueletos pasó por encima de él. Tenía el camino libre hacia Arrayan.

El enorme semi orco intentó darse vuelta y alcanzarlo pero se sorprendió al ver que no hacía falta ya que el animado monstruo no muerto no se acercó a la mujer. Olgerkhan creía saber porqué. De todas formas se acercó al esqueleto y lo pulverizó con su fuerza, no queriendo que los demás se dieran cuenta de la aversión de la cosa hacia Arrayan.

De todos los compañeros, ninguno estaba mejor equipado para lidiar con semejantes criaturas que Athrogate. A pesar de que no había arrojado ninguno de los encantamientos sobre ellas, las estrellas matutinas giratorias, devastaban las filas de esqueletos, cada golpe reduciendo los huesos a polvo o lanzando las calaveras de sus percas a una pila de columnas vertebrales.

El enano verdaderamente parecía disfrutarlo mientras se lanzaba adelantando a los otros en medio del enjambre de esqueletos. Sus armas trabajaban en un borrón devastador, y un polvo blanco llenaba el aire a su alrededor, cada golpe explosivo iba acompañado de una atronadora carcajada.

Canthan se mantuvo cerca de su diminuto compañero todo el tiempo. El mago activó solamente un hechizo más, llamando a una enorme, desmembrada mano traslúcida que flotaba en medio del aire frente a él.

Un esqueleto saltó hacia él y el guardián de cinco dedos lo sujetó, apretujando fuertemente sus dedos alrededor de la huesuda estructura. Con una sonrisa y un pensamiento, Canthan le ordenó a la mano que estrujara, y el esqueleto se hizo añicos bajo el poder de su apretón. La mano se cerró en un puño, y salió volando al tiempo que otro esqueleto se aproximaba al hechicero. El efecto del encantamiento golpeó fuertemente a la criatura y la envió volando lejos.

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″Presionen″ ordenó Mariabronne . ″¡La torre es nuestro objetivo —nuestro único objetivo!”

Pero las palabras del vigilante se perdieron en el viento un instante después, cuando Olgerkhan flaqueó y gritó. Mariabronne se volteó para ver como el enorme semi orco caía sobre una rodilla, sus balanceos con la espada desganados a penas manteniendo a raya a los esqueletos.

″¡Enanos, a él!″ gritó el vigilante.

Pratcus tomó la delantera, lanzándose sobre los esqueletos que apabullaban a Olgerkhan, pero Athrogate estaba demasiada lejos y apasionadamente involucrado como para comenzar a dispersarse.

Igualmente,Jarlaxle había quedado arrinconado contra el muro. El drow no mostraba ningún entusiasmo por hacerse camino esquivando la creciente muchedumbre de no muertos, a pesar de que su compañero, aún con las armas inapropiadas para combatir esqueletos,se había movido hacia los semi orcos antes incluso de que el vigilante hubiera gritado.

Canthan, tampoco fue hacia Olgerkhan y Arrayan, sino que se hizo a un lado mientras el vigilante y Ellery se daban la vuelta y se dirigían hacia los semi orcos. Canthan retrocedió hasta la posición que Jarlaxle mantenía despejada. Con un pensamiento, el hechicero envió su mano encantada retrocediendo justo hasta detrás del drow, con sus dedos gigantes volteando esqueletos. Llegó hasta Athrogate, quien la miró con un poco de curiosidad. Luego sujetó al enano y lo levantó de los pies. La mano salió en rápida persecución de su maestro hechicero.

Mariabronne, Ellery, y Pratcus formaron un triángulo defensivo alrededor de Olgerkhan, repeliendo el asalto de los esqueletos. Entreri, mientras tanto, sujetó a Arrayan por el brazo y comenzó a tirar de ella, cortando cualquier interferencia de los no muertos con sus tajos.

″Vayámonos,″ le ordenó a la mujer, pero sintió que se rezagaba, y cuando la miró entendió por qué.

Arrayan cayó al suelo desmayada. Entreri enfundó sus armas, deslizó su brazo alrededor de los hombros de ella, luego deslizó su otro brazo bajo sus rodillas y la levantó.

Entrando y saliendo de la inconsciencia, Arrayan todavía se las arregló para poner sus brazos alrededor del cuello de Entreri y asegurar su sostén.

El asesino escapó, zigzagueando entre los esqueletos.

Detrás de Entreri, cuando finalmente se presentó una brecha, Mariabronne sujetó a Olgerkhan y lo puso de pies. Aun así, cuando el vigilante lo soltó, el semi orco casi cayó de nuevo.

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″No disfruto hacer de niñera,″ musitó Canthan mientras Entreri llevaba a una Arrayan casi inconsciente por completo a su lado.

Entreri frunció el ceño, y por un momento ambos Jarlaxle y Canthan pensaron que iba a cortajear al insultante hechicero.

″¿Está herida?″ preguntó el drow.

Entreri se encogió de hombros al tiempo que consideraba a la temblorosa mujer, ya que no veía ninguna señal de daño.

″Si, te ruego nos digas porqué nuestra amiga Arrayan necesita que la carguen por ahí cuando no hay ni una gota de su sangre derramada sobre el campo,″ añadió Canthan.

Nuevamente Entreri le puso mala cara. ″Cuida a tu amigo, hechicero,″ le dijo, una clara advertencia, al tiempo que una desmembrada mano flotaba y depositaba a un muy enojado Athrogate sobre el suelo frente a ellos.

″¡Reúnanse y pelean hasta llegar a la torre!″ llamó Mariabronne al grupo.

″Demasiado,″ le contestó gritando Jarlaxle. ″No podemos pelear contra ellos en campo abierto. Nuestra única esperanza está entre los muros de los túneles.″

Mariabronne no respondió inmediatamente,pero una mirada a campo traviesa le mostraron a él y los otros tres que la observación del drow era acertada. Ya que docenas de esqueletos se les echaban encima y más manos huesudas se abrían camino a través de prácticamente cada centímetro de turba a lo largo del murallón externo.

″Despeja un camino para ellos,″ le ordenó Canthan a Athrogate.

El enano resopló y puso sus estrellas matutinas a girar otra vez. La enorme mano mágica de Canthan trabajó a su lado, y pronto el dúo había despejado un sendero para Mariabronne y los otros tres para que se reunieran en el muro.

Jarlaxle desapareció en la garita sobre la mano izquierda, luego resurgió unos segundos más tarde y les indicó que lo siguieran.

Escudados por la mano mágica de Canthan, conteniendo la horda de no muertos, los nueve se deslizaron por la garita hacia los túneles de más allá. Había una pesada puerta al final de ese túnel, la cual Mariabronne cerró y aseguró justo a tiempo, ya que ni bien el vigilante se hubo dado la vuelta para estimar a los otros ocho que las garras de los esqueletos sonaban contra el portal.

″Diría que es un comienzo auspicioso,″ dijo Canthan.

″El castillo se protege a sí mismo,″ concordó Jarlaxle.

″Protege muchas cosas,o así parece,″ replicó Canthan, y se las apañó para echar una artera mirada en dirección a Arrayan.

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″No podemos seguir así,″ les recriminó Mariabronne. ″Estamos luchando en puñados, protegiendo a nuestros compañeros inmediatos y no como un grupo en su conjunto.″

″Podría ser porque no pensamos que algunos necesitarían tanta maldita protección,″ farfulló Athrogate, su mirada de acero fija en los dos semi orcos.

″Es lo que es, buen enano,″ dijo el vigilante. ″Este grupo ha de encontrar la armonía y la unidad si hemos de alcanzar la torre y encontrar nuestras respuestas. Estamos aquí juntos, los nueve como uno solo.″

″¡Bah!″

″Allí es donde reside nuestra única esperanza,″ dijo Mariabronne.

Para la aparente sorpresa de Athrogate, Canthan estuvo de acuerdo. ″Bien cierto,″ dijo el hechicero, cortando en seco el siguiente gruñido del enano. ″Los nueve como uno solo y trabajando paar un solo propósito.″

El timbre de su voz era menos que convincente, y no le pasó desapercibido ni a Jarlaxle ni a Entreri.

CAPITULO 15

ESCUPIENDO MONSTRUOS

El túnel a través del muro era angosto y bajo, forzando todo el resto que no fuera Athrogate y Pratcus a agacharse. El pobre Olgerkhan tenía que doblarse casi por la mitad para recorrer el pasillo, y muchos lugares eran tan angostos que el semi orco de hombros anchos tenía que pasar de costado.

Llegaron a un área más amplia, una cámara circular con un pasillo que seguía ante ellos por el otro lado.

″Cautela,″ susurró Jarlaxle. ″No queremos meternos en una pelea en estos cuarteles.″

″¡Bah!″ se mofó Athrogate, bastante fuerte.

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″Gracias por ofrecerte a tomar la delantera,″ dijo Entreri, pero no se suponía que fuera ningún tipo de comentario negativo para el bullicioso e intrépido enano, pero obviamente no lo interpretó así.

″Oh, allí vamos entonces!″ rugió Athrogate y salió marchando fuera de la habitación y hacia el pasillo, con sus estrellas matutinas en las manos y balanceándose. Las armas a menudo repicaban contra los muros de piedra y cada vez que una de ellas lo hacía el resto contenía la respiración.

Por supuesto que Athrogate solo aullaba de risa.

″Si lo matamos correctamente podría bloquear el pasillo lo suficiente como para que escapáramos,″ dijo Entreri, quien estaba tercero en la fila, justo detrás de los enanos y delante de Jarlaxle.

″No nos espera nada por detrás,″ le recordó Pratcus.

″Irnos sin ese podría llegar a ser una victoria,″ dijo Entreri y Athrogate se rió más fuerte todavía.

″¡Allí vamos entonces!″ rugió de nuevo. ″Vigorosos enanos y débiles hombres. ¡Ahora es el momento de ser hermanos y agradar, ya que juntos vamos a ganar!¡buajaja!”

″Suficiente,″ gruñó Entreri, y justo en ese momento llegaron a un lugar más amplio y alto en el irregular pasillo, y el asesino salió del camino. Una zancada, un salto y una arremetida lo envió volando por sobre la cabeza de Pratcus y Athrogate dejó escapar un chillido y giró como si esperara que Entreri se le abalanzara con sus armas.

Sin embargo, cuando Athrogate se daba vuelta, Entreri pasó de largo, y para cuando los confundidos enanos de detuvieron tropezando y se concentraron una vez más, el asesino había desaparecido.

″¿Qué fue todo eso?″ le preguntó Athrogate a Jarlaxle.

″o está ami cuidado, buen enano.″

″Está corriendo adelante, pero para qué?″ le exigió saber el enano.″¿Para decirle a nuestros enemigos que estamos aquí?″

″¿Creo que tu ya has hecho un buen trabajo al respecto sin la ayuda de Artemis Entreri,buen enano,″ le respondió el drow.

″Basta de esto,″ dijo Mariabronne desde detrás de Ellery, quien estaba justo atrás del drow. ″No tenemos el tiempo para darnos el

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lujo de pelear entre nosotros. El castillo está repleto de enemigos ya.″

″Bien, ¿a dónde se fue entonces?″ preguntó el enano. ″¿Está explorando o matando? ¿O un poco de ambos?″

″Probablemente más que eso,″ replicó Jarlaxle. ″Continúa, te lo ruego, y con toda la velocidad y con toda la precaución que debas reunir. Encontraremos contratiempos en cada rincón- ruego que no traigas más de la que ya tendremos con tu .... entusiasmo.″

″¡Bah!″ se mofó Athrogate.

Giró y dio fuertes pisadas- o comenzó a hacerlo, ya que apenas había dado dos pasos doblando velozmente una curva cerrada en el pasillo,cuando una forma surgió para bloquearle el paso.

Era humanoide y carnoso, tan alto como un hombre, fornido como un enano, con musculosos brazos carnosos y retorcidos, gruesos dedos. Tenía una cabeza cuadrada y gruesa sobre un cuello corto, con una calva completamente pelada, y ni un ápice de vida brillaba en sus ojos. Fue derecho hacia Athrogate sin vacilar, era lo único que hacía pensar que la criatura no estaba muerta del todo.

″¿Y tú de qué te las traes?″ empezó a preguntarle el enano, mostrando así que él, a diferencia de Pratcus y Jarlaxle detrás de él, no comprendía del todo la naturaleza de la barrera animada. ″¿Qué?″ le preguntó otra vez a la criatura que se aproximaba rápidamente.

″¡Golem!″ gritó Jarlaxle.

Eso rompió cualquier vacilación en Athrogate y aulló y saltó hacia adelante, ansioso de arremeter contra la criatura. Un rápido lanzamiento de las estrellas matutinas por encima del hombro, una después de la otra, dio de lleno en las defensas de la criatura de movimientos lentos. Ambos golpearon duramente la gruesa y desnuda carne, y ambos sacudieron al golem.

Pero ninguno de los golpes pareció dañar o detener a la criatura más que momentáneamente.

Pratcus retrocedió por miedo a que su cabeza quedara aplastada por un balanceo hacia atrás cuando Athrogate se lanzaba en una furiosa serie de puñetazos, y ataques. Sus estrellas matutinas zumbaban y daban en el blanco, una y otra vez.

Y a pesar de todo el golem seguía avanzando, tratando de sujetarlo.

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El enano arrojó una trompada cruzada, pero el movimiento lo acercó demasiado hacia el muro del lado izquierdo, y la cabeza de la bola de su arma raspó contra la piedra, deteniendo su giro rítmico. De inmediato, el golem sujetó la cadena de la estrella matutina. El otro brazo de Athrogate se movió rápidamente y golpeó con rudeza con su segunda arma la mejilla y mandíbula del golem. Fracturó el hueso y desgarró la carne, y cuando la bola rebotó lejos, dejó la cara del golem extrañamente distorsionada, con la mandíbula colgando abierta y desencajada.

Aunque el golem parecía no sentir dolor ni querer cambiar de opinión. Jaló hacia atrás, y el terco Athrogate se negó a soltar su arma y fue levantado del suelo y arrojado. Una flecha de una pequeña ballesta pasó a su lado mientras volaba por el aire, acertando en el ojo del golem. Eso provocó un quejido,y un charco de moco saltó de la órbita reventada, pero el golem no aflojó, tirando con fuerza al enano contra su pecho y envolviéndolo con sus poderosos brazos. El enano dejó escapar un chillido de dolor, no por la aplastante fuerza, sino porque sintió una punta clavarse en su armadura, como si el golem estuviera usando un escudo con clavos en el pecho.

Luego el punzante dolor desapareció y el golem comenzó a estrujarlo. A pesar de toda su fuerza, Athrogate pensó por un instante que seguramente moriría aplastado. Luego fue apuñalado de nuevo y gritó de dolor.

Pratcus fue rápidamente hacia él, invocando a Moradin y arrojando ondas de energía mágica curativa hacia el rudo guerrero. Detrás del clérigo, Jarlaxle recargó y dejó volar otro dardo, dando en el blanco justo en el centro del otro ojo del golem y dejando ciego por completo a la criatura.

El drow se aplastó contra la pared del pasillo mientras disparaba, permitiéndole a Mariabronne un ángulo para que pudiera disparar con su gran arco. Una flecha más mortífera y pesada se clavó en el hombro del golem. Athrogate aulló una y otra vez. No entendía; ¿qué arma estaba empleando esta extraña criatura? ¿Y por qué de pronto el golem lo había soltado?

Cayó al suelo y rebotó hacia atrás, llevándose por delante a Pratcus en el camino.

Luego el enano comprendió, cuando la hoja lacerante surgió de entre el pecho del golem una vez más. Athrogate reconoció esa punta de espada de acero roja. El enano soltó una carcajada y empezó a cargar contra el golem pero se detuvo abruptamente y puso sus manos en la cintura, observando muy divertido como la espada se hundía una vez más. Luego se retractó y el golem cayó.

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Artemis Entreri bajó de un salto y limpió su espada sobre la carne de la criatura.

″Podrías habernos advertido,″ dijo Athrogate.

″Grité pero hablabas muy fuerte como para escuchar,″ respondió el asesino.″El camino está despejado hacia la torre por la esquina del muro,″ explicó Entreri. ″Pero una vez que pasemos esa puerta hacia el edificio de dos pisos, estaremos presionados nuevamente.″

″¿Por?″ preguntó Mariabronne.

″Gárgolas. Un par de ellas.″ Pateó al golem destruido y añadió,"Más si hay alguna esperando detrás de la puerta de la torre norte y eso nos llevará hacia el muro occidental del castillo."

"Deberíamos avanzar con magia y flechas" señaló Mariabronne, y miró alternativamente a Canthan y Jarlaxle.

"Entonces sigamos adelante," dijo el delgado hechicero. "Mientras más nos demoremos, creo que más peleas encontraremos. El castillo está crea no defensas mientras nosotros nos quedamos aquí a charlar- está escupiendo monstruos."

"Y regenerándolos, si es que las gárgolas sirven como algún indicativo," dijo Mariabronne.

"Entonces se parece a un lugar para entrenar jóvenes guerreros enanos," se entrometió Athrogate. "Vierte un poco de líquido destripador por sus gargantas y envíalos a pelear, pelear y pelear. Es algo para decir ya que nunca se nos acaban las caras de monstruos para aplastar."

"Cuando terminemos aquí, puedes quedártelo entonces," le aseguró Jarlaxle al bruto pequeño guerrero. "Para tus niños."

"¡Jaja! ¡Treinta de ellos ya están por ahí peleando, no lo dudes!"

"Visión de la que un día tendré que ser testigo, estoy seguro."

"¡Jaja!"

"¿Podemos continuar y terminar con esto?" preguntó Canthan y señaló a Entreri."Guíanos hasta el cuarto y despeja la puerta por mí."

Entreri le echó una última mirada al molesto enano y luego partió por el pasillo.

Se ensanchaba un poco, y se elevaba ligeramente, terminando en una puerta pesada de madera bloqueada con un hierro. Entreri miró al grupo, asintió para confirmar que era el cuarto correcto y luego se dio vuelta para empujar la puerta.

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Inmediatamente siguiéndolo, casi pasando a toda velocidad por su espalda apareció una bola de fuego. Se arqueó por el cuarto de la torre, sobre el balcón. Justo cuando desaparecía de vista debajo de la balaustrada, explotó, llenando completamente el área de la torre con una gran llamarada.

Llegaron aullidos desde dentro y afuera. Athrogate refregó sus botas sobre la piedra para ganar impulso y atravesó la puerta con las estrellas matutinas girando.

Se encontró con una gárgola, con las alas en llamas, virutas de humo elevándose de la punta de su cabeza. La criatura alargaba sus garras hacia él, pero medio desganada, ya que todavía estaba mareada por la bola de fuego.

Athrogate esquivó fácilmente las garras, giró y golpeó a la gárgola en el pecho

con su estrella matutina. Cayó por el borde de la balaustrada y rápidamente una segunda gárgola fue tras el merodeador Athrogate.

Entraron en la habitación Pratcus, Jarlaxle- con una expresión de preocupación- de cerca, con Ellery y Mariabronne pisándole los talones.

Les siguió Canthan, riéndose entre dientes y mirando de un lado a otro. Mientras cruzaba el umbral una mano salió disparada desde un costado, sujetándolo rudamente por el cuello.

Allí estaba Artemis Entreri, de algún modo escondido completamente fuera de vista hasta este improvisto movimiento.

"Pensaste que había entrado en la habitación," dijo él.

Canthan lo ojeó, su expresión yendo de sorpresa a una pizca de miedo y a una cara ceñuda. "Retira tu mano."

"¿O tu garganta?" contrarrestó Entreri. "Pensaste que había entrado en la habitación, y aún así arrojaste la bola de fuego sin advertencia alguna."

"Esperaba que fueras lo suficientemente listo como para no ponerte en medio de un mago de guerra," le contestó Canthan, con un timbre de voz ambiguo que combinaba con sus palabras de doble filo.

El creciente sonido de la batalla rodó hasta donde estaba el dúo, junto con la insistencia de Olgerkhan de que salieran del medio. Ninguno de los dos ni Entreri ni Canthan se molestaron en mirar hacia donde estaba el semi orco.

Mantuvieron la pose, mirándose duramente uno al otro por unos instantes. ″Lo sé, ″ bromeó Canthan. ″La próxima vez no esperaras a preguntar.″

Obviamente, Entreri le robó la sonrisa y la comodidad cuando replicó, ″No habrá una próxima vez.″

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Soltó al mago, dándole un rudo empujón mientras lo hacía. Con un sólo movimiento sacó ambas su daga y su espada. Su primer pensamiento cuando llegó hasta sus compañeros de batalla fue salir de la línea de fuego de Canthan.

Saltó por encima de la balaustrada, aterrizando ágilmente sobre sobre el borde del balcón de más allá. Sobre un pie, apuntó con el dedo del otro pie y lo deslizó en la brecha entre el fondo de la balaustrada y el suelo. Rodó hacia adelante por la cornisa. Mientras caía balanceándose hacia el punto más bajo, tensó su pierna para en cierto modo detener el impulso, luego liberó su pie enganchado y lo plegó mientras giraba sobre si mismo, dejándose caer los últimos seis metros hasta el suelo de la torre. Inmediatamente un trío de gárgolas y un golem de carne descendieron sobre él, pero estaban seriamente dañados por la bola de fuego. Ninguna de las gárgolas tenía alas que les funcionaran, y una no podía levantar su ampollado brazo para golpear. Esa encabezaba la marcha hacia Entreri, agachando la cabeza y cargando con sorprendente ferocidad.

La Garra de Charon detuvo esa carga, abollando el cráneo de la criatura y enviándola dando tumbos hasta dejarla sentada en el piso. Se las arregló para echar una última mirada llena de odio a Entreri antes de que cayera muerta.

La mirada solo hizo que el asesino sonriera, pero no pudo, no podía dejarse estar. Dio un furioso salto giratorio,apuñalando con la daga y cortando con la espada. Las criaturas estaban renqueantes lentas, y Entreri estaba justo por delante de ellas, lanzándose velozmente de izquierda a derecha, dándose vuelta continuamente haciendo que se enredaran y tropezaran entre ellas. Y en todo momento su daga las atacó, al igual que su espada las aguijoneaba. El balcón de abajo estuvo rápidamente asegurado, con Athrogate y sus poderosos porrazos lanzando otra gárgola más al aire.

Esa casi golpeó a Entreri mientras se estrellaba, pero se las arregló para ponerse detrás de la caída criatura. Cayó al piso justo delante de él, y el golem de carne, acercándose tropezó con ella. La Garra de Charon partió la cabeza del golem por la mitad. Entreri se lanzó a la derecha, quedándose bajo el balcón. vio a Ellery y Mariabronne sobre la escalera de piedra que llevaba al lado este de la torre, al muro externo, conduciendo a una moribunda y abatida gárgola ante ellos.

Las gárgolas también los vieron y se apresuraron hacia ellos.

Entreri despachó rápidamente a la otra, sacándole el único brazo que le funcionaba con una brutal parada de su espada, luego se le acercó velozmente y clavó profundamente la daga en el pecho de la criatura. Retorció y revolvió la hoja mientras la deslizaba a un costado, y después cortó la garganta de la gárgola con la Garra de

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Charon como precaución. La criatura salió volando derramando sangre y contoneando y convulcionándose. Aunque sus ataques no tenían dirección, y Entreri simplemente se hizo a un lado cuando la criatura cayó al suelo hiriéndose más y en donde continuaron sus espasmos de muerte.

Entreri apareció detrás de la segunda gárgola, la cual ya estaba empeñada con el vigilante, y le clavó la espada en la columna.

″Buena pelea,″ dijo Mariabronne.

″De todos,″ añadió prestamente Ellery y Entreri tuvo la impresión de que la mujer no apreciaba que el vigilante los estuviera destacando a él por encima de ella. No le pareció tan hermosa a Entreri en ese momento, y no solo porque hubiera recibido un llamativo golpe en un hombro, con la sangre fluyendo libremente por su brazo.

Pratcus se apresuró a su lado, musitando a cada paso mientras se acercaba a la mujer herida. ″Seguramente mis dioses se deben estar cansando de escuchar mis llamadas,″ se quejó. ″¿por cuánto tiempo podremos seguir así?″

″¡Bah!″ respondió Athrogate. ″¡Por los siglos de los siglos!″

Para acentuar su opinión, el salvaje enano saltó encima de una gárgola quebrada, la desgraciada criatura arrastrándose por el suelo, con las alas y el torso arrasadas debido a las llamas de la bola de fuego de Canthan. La gárgola percibió su aproximación con ojos llenos de odio y se levantó sobre sus codos, elevando la cabeza para poder escupirle a Athrogate.

El enano aulló más fuerte y alegremente, y dejó caer su estrella matutina rápidamente sobre la cabeza de la gárgola aplastándola contra el suelo.

″¡Por los siglos de los siglos!″ repitió Athrogate.

Entreri dio una amarga mirada en dirección a Jarlaxle como diciendo, ″Va a hacer que nos maten a todos.″

El drow simplemente se encogió de hombros y parecía más divertido que preocupado por el enano, y eso afligía mucho más a Entreri.

Y lo frustraba. Por alguna razón el asesino se sentía vulnerable, como si pudiera ser herido o matado. Mientras se daba cuenta de la verdad de sus emociones, entendió también que nunca antes había albergado semejantes sentimientos. En todas las batallas y mortíferas peleas de las últimas tres décadas de su vida, Artemis Entreri nunca había sentido como si su próxima pelea fuera a ser la última.

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O al menos nunca le había importado.

Pero de pronto sí le importaba, y no podía negarlo. Miró a Jarlaxle de nuevo,preguntándose si el drow había encontrado un nuevo encantamiento que arrojarle para desestabilizarlo. Luego miró más allá de Jarlaxle hacia los dos semi orcos de Palishchuk. Permanecían contra la pared externa del sur, obviamente tratando de quedarse pequeños y fuera del camino. Entreri concentró su mirada en Arrayan, y tuvo que resistir la urgencia de ir hacia ella y asegurarle de que superarían todo esto.

Se sobresaltó cuando el sentimiento pasó, y dejó caer su mano hasta la Garra de Charon y levantó la hojas unos centímetros de su vaina. Envió sus pensamiento a la espada, exigiéndole su lealtad, y predeciblemente respondió atacándolo con una pila de maldiciones y ordenes propias, diciéndole que él era inferior, asegurándole que un día se distraería y la espada lo dominaría por completo y derretiría la carne de sus huesos al tiempo que consumiría su alma.

Entreri sonrió y deslizó la espada nuevamente, su momento de empatia y temor compartido arrojados a un lado.

″Si los recursos del castillo son ilimitados, las nuestras no lo son,″ estaba diciendo Canthan cuando Entreri volvió a prestarle atención a la conversación. Por la forma en que el mago musitaba las palabras y miraba a Athrogate, Entreri supo que el enano estaba proclamando que podían pelear hasta el fin de los tiempos.

″Pero no podemos ni esperar ni recuperarnos,″ dijo Ellery. ″Las defensas del castillo simplemente continuarán regenerándose y volviendo contra nosotros.″

″¿Tienes un mejor plan verdad?″ preguntó Pratcus. No me quedan muchos hechizos más que pronunciar. Traje un par de pergaminos, pero son poderes curativos menores, y tengo una poción para que la sangre fluya de golpe pero solo una. Usé más magia en la huida de la carreta de las serpientes voladoras y más magia en la pelea del montículo delo que me queda en el corazón y las entrañas. Necesitaré descanso y oraciones para obtener algo más.″

″¿Por cuánto tiempo?″ preguntó Ellery.

″El sueño de una media noche.″

Ellery, Mariabronne, y Canthan estaban sacudiendo sus cabezas.

″No tenemos ese tiempo,″ replicó la comandante.

″Seguimos entonces,″ declaró Athrogate.

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″Suenas como si supieras nuestro rumbo,″ dijo Ellery.

Athrogate señaló con su mano a Arrayan. ″Ella dijo que encontró el libro por aquí, en donde ahora está la torre principal,″ razonó él. ″Íbamos a por eso, si mal no recuerdo.″

″En verdad que sí,″ dijo Mariabronne. ″Pero ese es solo un lugar para empezar. Realmente no sabemos qué es el libro, ni tampoco sabemos si aun sigue allí.″

″¡Bah!″ bufó Athrogate.

″Aún está allí,″ replicó una suave voz desde el costado, y todo el grupo se volvió al unísono para observar a Arrayan quien parecía, muy , muy pequeña en ese momento.

″¿Qué es lo que sabes?″ le ladró Athrogate.

″El libro aun está allí,″ dijo Arrayan. Se enderezó un poco y miró a Olgerkhan buscando apoyo. ″Tío Wingham no te dijo todo.″

″Entonces tal vez tú deberías,″ replicó Canthan.

″La torre..... todo esto, fue creado por el libro,″ explicó Arrayan.

″Esa fue nuestra suposición,″ interrumpió Mariabronne, en un intento por aliviarla, pero ella lo hizo a un lado, levantando la mano para acallar al vigilante.

″El libro es parte del castillo, enraizado en él a través de lazos mágicos,2 siguió Arrayan. ″Yace abierto.″ Ella sostuvo sus palmas hacia arriba, como si estuviera sosteniendo el gran tomo. ″Las páginas se dan vuelta solas, como si hubiera un lector encima de ellas, invocando una brisa mágica para volar la siguiente hoja.″

Como Canthan sospechosamente le preguntó a Arrayan como podía saber todo esto, Entreri y Jarlaxle se miraron uno al otro, ninguno sorprendido por supuesto.

Entreri tragó con fuerza, pero eso no alivió el nudo de su garganta. Se volvió hacia Arrayan y trató de pensar en algo para decir e interrumpir la conversación, ya que sabía lo que iba a venir y sabía que ella no debería admitir que...

″Fui yo quien abrió primero el libro de Zhengyi,″ dijo ella, y Entreri contuvo la respiración. ″Tío Wingham me rogó que lo inspeccionara mientras Mariabronne cabalgaba hacia la Puerta de Vaasa. Esperábamos poder darte un informe más completo cuando llegaras a Palishchuk.″

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Olgerkhan se movía nervioso al costado de ella, un movimiento que no pasó desapercibido por el resto.

″¿Y?″ presionó Canthan cuando Arrayan no continuó.

Arrayan tartamudeó un par de veces cuando replicó, ″No lo sé.″

″¿Qué no sabes?″ le preguntó repentinamente a ella, y avanzó un paso hacia ella, pareciendo mucho más imponente y poderoso de lo que su delgada estructura le permitía.

″Abriste el libro y comenzaste a leer. ¿qué ocurrió después?″

″Yo....″ la voz de Arrayan se perdió.

″No tenemos tiempo para tus juegos crípticos, niña tonta,″ la regañó Canthan.

Entreri cayó en la cuenta de que sus manos estaban sobre sus armas y también se dio cuenta de que verdaderamente quería saltar sobre Canthan y cortarle la garganta en ese mismo momento

O apresurarse a apoyar a Arrayan.

″Comencé a leerlo,″ admitió Arrayan. ″No recuerdo nada de lo que decía – no creo que dijera nada- tan solo sílabas, guturales y que rimaban.″

″¡Bien!″ interrumpió Athrogate, pero nadie le prestó atención.

″No recuerdo ninguna... solo que las palabras, si es que eran palabras, fluían por mi garganta y yo no deseaba detenerlas.″

″El libro te utilizó como un instrumento,″ razonó Mariabronne.

″No lo sé,″ dijo nuevamente Arrayan. ″Me desperté de regreso en mi casa en Palishchuk.″

″Y estaba enferma,″ intervino Olgerkhan, parándose delante de la mujer como si desafiara a alguien a que hiciera alguna acusación contra ella. ″El libro la maldijo y la pone enferma.″

″¿Y así es que Palishchuk nos maldice haciendo que te llevemos con nosotros?″ dijo Canthan, y su voz no revelaba si estaba hablando con sarcasmo o razonando lógicamente.

″Todos pueden huir de esto, pero ella no puede,″ terminó Olgerkhan.

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″¿Estás segura de que esa es la torre principal?″ preguntó Mariabronne, y a pesar de que estaba tratando de ser comprensivo y gentil, no pasaba desapercibido el filo de su voz.

″¿Y porqué no lo dijiste antes?″ le exigió Canthan.″¿Nos habrías hecho pelear contra gárgolas y enemigos por siempre? ¿con qué fin?″

″¡No!″ rogó Arrayan. ″No sabía que- ″

″Para alguien que practica las artes mágicas, pareces saber muy poco,″ le regañó el viejo hechicero. ″Una de las combinaciones más peligrosas y temerarias.″

″¡Suficiente!″ dijo Mariabronne. ″No iremos a ninguna parte constructiva con estos dimes y diretes. Lo que pasó, pasó. Ahora tenemos nueva información y nuevas esperanzas. Nuestro enemigo está identificado más allá de estas animaciones que usa como escudo. Encontremos un camino hasta la torre y el libro, ya que allí encontraremos nuestras respuestas, de eso estoy seguro.″

″Hurra por tu optimismo, vigilante,″ le escupió Canthan. ″¿Ondearás el estandarte del Rey Gareth frente a nosotros y contratarás trompetistas para que anuncien nuestra travesía?″

Ese súbito arranque de ira y sarcasmo, mencionando al amado rey ni más ni menos, puso a todos de cabeza. Mariabronne frunció el ceño y miró fijamente al mago, pero lo que terminó siendo más apremiante para Jarlaxle y Entreri fue la reacción de Ellery.

Lejos de ser la noble y heroica comandante, parecía pequeña y asustada, como si estuviera atrapada entre dos fuerzas más allá de ella.

Emparentada con los Azotadragones,″ le susurró Jarlaxle a su compañero, una advertencia más de que algo no era lo que aparentaba ser.

″La torre probará ser un recorrido largo y difícil,″ intervino Pratcus. ″Tendremos que hacer acopio de fuerza e inteligencia, y ajustarnos los cinturones. Sabemos a donde estamos yendo así que vayamos a donde estamos yendo.″

″Bien dicho!″ lo felicitó Athrogate.

″Un largo recorrido y el único,″ concordó Mariabronne. ″Allí encontraremos nuestras respuestas. Ruego que asegures la puerta de arriba, buen Athrogate. Yo recorreré el pasillo del norte. Recuperen el aliento y el corazón. Tomen algo de comida y bebida si así lo necesitan, y sí ajústense los cinturones.″

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″Realmente creo que vuestro tristemente poético amigo acaba de decirnos que nos tomemos un descanso,″ le dijo Jarlaxle a Entreri,pero el asesino no lo estaba siquiera escuchando.

Estaba pensando en Herminicle y la torre en las afueras de Heliogabalus. Estaba mirando a Arrayan.

Jarlaxle miraba en esa dirección también, y observó a Entreri hasta que captó la atención del asesino. Se encogió de hombros impotentemente y miró de vuelta a la mujer.

″Ni siquiera lo pienses,″ le advirtió Entreri sin ambigüedad en su voz. Se alejó de Jarlaxle y caminó hacia la mujer y su brutal guardaespaldas.

Un atónito Jarlaxle observó cada paso con el que él se alejaba.

″Creaste una flauta fina, Idalia el monje,″ susurró por lo bajo.

Se preguntaba si Entreri estaría de acuerdo con esa afirmación o si el asesino lo mataría durante el sueño por jugar un papel en la gran manipulación.

″Me gustaría tener un momento contigo,″ le dijo Entreri a Arrayan al tiempo que se le acercaba.

Olgerkhan lo ojeó con sospecha y dio un paso más cerca de la mujer.

″Ve y habla con la Comandante Ellery o uno de lo enanos,″ le dijo Entreri, pero eso solo provocó que el brutal semi orco expandiera su postura y cruzara los brazos sobre el pecho, frunciéndole el ceño a Entreri con sus pronunciadas cejas.

″Olgerkhan es mi amigo,″ dijo Arrayan. ″Lo que tengas que decirme puedes decírselo a él también.″

″Quizás yo prefiera más escuchar que hablar,″ dijo Entreri. ″Y preferiría que fuéramos solos los dos. Vete,″ le dijo a Olgerkhan.″Si quisiera lastimar a Arrayan, ella ya estaría muerta.″

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Olgerkhan se erizó, sus ojos centelleando de rabia.

″Al igual que tu,″ prosiguió Entreri, sin piedad. ″Los he visto en la batalla- a los dos- y sé que vuestro repertorio mágica está más que exhausto, Lady Arrayan. Perdoname por decir esto, pero no estoy impresionado.″

Olgerkhan se puso tenso y pareció como su fuera a saltarle encima a Entreri.

″El libro te está agotando, robando la vida,″ dijo el asesino, después de echar una rápida mirada alrededor para asegurarse de que los otros no estuvieran cerca para oírlo. ″Empezaste un proceso del cual no puedes escapar fácilmente.″

Ambos semi orcos quedaron desestabilizados por las palabras, confirmando la suposición de Entreri. ″Ahora hablarás conmigo a solas, o no ?″

Arrayan lo miró lastimeramente, luego se volvió hacia Olgerkhan y le rogó que se fuera por unos pocos minutos. El enorme semi orco miró con rabia a Entreri por un instante, pero no pudo resistir los ruegos de Arrayan. Vigilando al asesino con cada paso, se alejó.

″Abriste el libro y comenzaste a leer, y luego descubriste que no podías detenerte,″ le dijo Entreri a Arrayan. ″¿Correcto?″

″Yo... creo que sí, pero todo está muy borroso para mi,″ le respondió. ″Como un sueño. Pensé que había establecido las barreras suficientes como para defenderme de las maldiciones residuales de Zhengyi, pero me equivoqué. Todo lo que sé es que estaba enferma tan pronto como regresé a mi casa. Olgerkhan trajo a Wingham y Mariabronne, y a otro, a Nyungy, un viejo bardo.″

″Wingham insistió en que vinieras con nosotros al castillo.″

″No había otra opción.″

″Para destruir el libro antes de que te consuma,″ razonó Entreri, y Arrayan no discutió ese punto.

″Estabas enferma, eso dijiste.″

″No podía salir de la cama, ni podía comer.″

″Pero ahora no estas tan enferma, y tu amigo...″ Miró a Olgerkhan. ″No puede resistir una sola pelea, y cada golpe de su garrote es menos poderoso y preciso.″

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Arrayan se encogió de hombros y sacudió su cabeza levantando las manos.

Entreri advirtió su anillo, una réplica del que llevaba Olgerkhan, y además notó que la única gema puesta en el cintillo era de una tonalidad diferente, más oscura de lo que había sido antes. Desde el costado, Olgerkhan vio el movimiento de la mujer y empezó a caminar de regreso atravesando el cuarto.

″Ten cuidado con cuanto le admites a nuestros compañeros,″ le advirtió Entreri antes de que el enorme semi orco llegara. ″Si el libro está consumiendo tu vida, entonces se está alimentando y volviendo más fuerte gracias a ti. Encontraremos- tenemos que- la forma de derrotar esa magia de la que se alimenta, pero una de las formas parece obvia, y no es una que espere que tu o tu enorme amigo disfrutarían.″

″¿Es esa una amenaza?″ le preguntó Arrayan, y Olgerkhan pareció escucharla, ya que apresuró el resto del camino a su lado.

″Es un consejo gratuito,″ respondió Entreri. ″Por tu propio bien, buena dama, cuida tus palabras.″

Le dio solo una apresurada mirada al imponente Olgerkhan mientras se daba la vuelta y se alejaba. Dada su experiencia con el lich Herminicle en la torre de las afueras de Heliogabalus, y las palabras de las hermanas dragonas,la respuesta a todo esto parecía ser bastante obvia para Artemis Entreri. Matar a Arrayan y derrotar la construcción de Zhengyi en su corazón. Suspiró mientras se daba cuenta de que no hacía mucho tiempo atrás esa idea no le hubiera parecido tan repulsiva y no hubiera vacilado en lo más mínimo.

El hombre que él había sido habría dejado a Arrayan muerta en un charco con su propia sangre. Pero ahora veía el desafío de manera diferente y su tarea parecía infinitamente más complicada.

″Ella leyó el libro,″ le informó a Jarlaxle. ″Ella es el Herminicle de este castillo. Matarla sería la forma más fácil de acabar con esto.″

Jarlaxle sacudió su cabeza con cada palabra. ″No esta vez.″

″Dijiste que destruyendo al lich hubiéramos derrotado la torre.″

″Así me lo dijeron Ilnezhara y Tazmikella con seguridad.″

″Arrayan es la lich de este edificio- o pronto lo será,″ replicó Entreri y aunque estaba discutiendo este punto, no tenía intención , de probarse lo contrario, de seguir el curso que en ese momento estaba defendiendo.

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Pero aun así Jarlaxle seguía sacudiendo la cabeza. ″En parte quizás.″

″Ella leyó el libro.″

″Entonces déjalo así.″

″Liberó su magia.″

″Se dice desató,″ le corrigió Jarlaxle y Entreri lo miró con curiosidad.

″¿Qué es lo que sabes?″ le preguntó el asesino.

″Poco, tan poco como tu,me temo,″ admitió el drow. ″Pero este...″

Miró hacia arriba y movió sus brazos para indicar la vastedad del castillo, ″¿Realmente crees que una maga novata, esa joven mujer, podría ser la fuerza vital creadora de todo esto?″

″¿El libro de Zhengyi?″

Pero Jarlaxle siguió sacudiendo la cabeza, aparentemente convencido de que había algo más detrás de eso. El drow siguió determinado, por el bien de la bolsa de monedas y el poder solamente, a averiguar qué era.

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CAPITULO 16

IMPROVISANDO

Entreri se adelantó, y el grupo pasó velozmente por la torre de la esquina y a lo largo de los pasillos del muro occidental interno. No encontraron ningunas criaturas guardianas esperándolos, aunque se toparon con un par de gárgolas muertas y un golem de carne decapitado, todos ellos con profundas puñaladas en la espalda.

″Él es eficiente,″ señaló Jarlaxle más de una vez sobre su ausente amigo.

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Llegaron hasta una escalera ascendente, que terminaba en una puerta que permanecía ligeramente entreabierta para permitir entrar los rayos de sol detrás de ella. Cuando comenzaron a caminar, la puerta se abrió y Artemis Entreri apareció por ella.

″Estamos en el punto en que se juntan el muro externo con el muro interno que separa el murallón del castillo,″ explicó.

″Permanezcan junto al muro externo de atrás y la curva los llevará a la torre principal,″ replicó Mariabronne, pero Entreri sacudió su cabeza con cada palabra.

″Cuando las gárgolas cayeron sobre nosotros anoche, no eran el contingente completo del castillo,″ explicó el asesino. ″Desde este punto final, el muro externo se alinea con las mugrosas criaturas y cruzar cerca de ellas probablemente las despierte y nos mantendrán peleando a cada paso del camino.″

″Por el muro interno y hasta el centro entonces?″ preguntó Ellery. ″¿Dónde desembarcaremos y saltaremos hacia el patio hasta la puerta del frente de la torre?″

″Una puerta probablemente cerrada,″ razonó Mariabronne.

″Y cerrada frente a un patio cementerio que se nos presentará con cientos de no muertos para pelear,″ les aseguró Jarlaxle en un tono de voz que nadie cuestionó.

″De cualquier modo vamos a pelear,″ se unió a la conversación Athrogate.″¡Elijan a los huesudos de menos talante!″ rió tontamente y luego prosiguió, ″ Sigan adelante y apresúrense ya que esto suena emocionante.″ El enano rió a carcajadas, pero estaba solo en su regocijo.

″¿Cuán lejos?″ preguntó Mariabronne.

Entreri se encogió de hombros y dijo, ″Varios metros de terreno desde la garita interna hasta la puerta de la torre.″

″Y probablemente una puerta cerrada que nos mantendrá afuera,″ añadió Ellery. ″Seremos hacinados por los no muertos.″ Ella miró a Pratcus.

″Me hice de poderes contra esas cosas huesudas,″ dijo él, aunque parecía poco convencido. ″Pero la primera vez descubrí que no obedecían mucho mis órdenes.″

″Posiblemente porque están siendo controlados por un poder más grandioso,″ dijo Jarlaxle y todos los ojos se posaron sobre él. Se

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encogió de hombros, mostrándoles que solo era una conjetura. Luego se enderezó rápidamente, sus rojos ojos centelleando y miró a Entreri. ″¿Cuán lejos estamos ahora de esa torre?″

Entreri pareció perplejo por un momento y después dijo, ″¿Unos cien metros?″

″¿Y cuánto más alta está la cima por arriba de la cumbre del muro aquí?″

Entreri miró hacia atrás, fuera de la puerta abierta. Luego se inclinó hacia atrás y miró al noroeste en dirección a la torre circular.

″No es muy alta,″ dijo el asesino. ″Tal vez quince metros por encima nuestro en su punto más alto.″

″Guíanos hacia la cima del muro,″ le instruyo Jarlaxle.

″¿Qué es lo que sabes?″ preguntó Athrogate.

″Sé que ya me he hartado de pelear.″

″¡Bah!″ se mofó el enano. ″Escuché que ustedes los elfos drows estaban todos a favor de la batalla.″

″Cuando debemos estarlo.″

″¡Bah!″

Jarlaxle le ofreció una sonrisa al enano mientras se escurría de su lado, subiendo las escaleras para seguir a Entreri hacia descansillo de afuera. Para cuando los otros lo alcanzaron, él estaba asintiendo e insistiendo. ″Funcionará.″

″Te ruego compartas tu plan,″ le pidió Mariabronne.

″Este siempre le está rogando a los tipos,″ le dijo mofándose Athrogate a Pratcus. ″¡Deberías hacer que se una a tu iglesia!″

″Nosotros los drows somos poseedores de ciertos ...trucos,″ replicó Jarlaxle.

″Puede levitar,″ dijo Entreri.

″Levitar no es volar,″ dijo Canthan.

″Pero si puedo acercarme lo suficientemente alto, puedo colocar un arpeo sobre la cima de esa torre,″ explicó Jarlaxle.

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″Esa es una larga escalada, particularmente en una inclinación,″ señaló el vigilante, su cabeza moviéndose de atrás para adelante considerando la anchura entre los dos puntos para cualquier soga.

″Mejor que pelear todo el camino,″ dijo Jarlaxle.

Mientras hablaba, se sacó el sombrero y buscó debajo de su banda de seda, sacando un fino cordón. Lo extrajo, y pareció seguir y seguir eternamente. El drow tiró la otra punta sobre el piso a sus pies mientras lo jalaba del sombrero y para cuando hubo terminado, tenía un considerable rollo casi hasta la altura de sus rodillas.

″Ciento veinte metros,″ le explicó a Entreri quien no parecía sorprendido por la aparición del cordón mágico. Después Jarlaxle se sacó un aro enjoyado, se lo acercó a la boca y susurró en él. Creció al tiempo que él se alejaba, y para cuando lo tenía cerca del extremo del cordón, era del tamaño de un pequeño gancho para asidero. Jarlaxle lo ató y comenzó a arrollar el cordón flojamente en una mano, mientras Entreri tomaba el otro extremo y lo sujetaba a una de las ventanillas para disparos a lo largo del muro de la torre.

″El mayor peligro es que nuestros movimientos atraerán a las gárgolas,″ le dijo Jarlaxle a los otros. ″No sería prudente enzarzarnos en una batalla mientras estamos avanzando por una cuerda.″

″¡Bah!″ llegó la predecible burla de Athrogate.

″Barajen un orden para cruzar,″ le rogó Jarlaxle al vigilante. ″Mi amigo, por supuesto, irá primero una vez que yo haya colocado la cuerda, pero deberíamos tener otro guerrero sobre la cima de esa torre lo más rápido posible. Y ella necesitará ayuda,″ añadió asintiendo hacia Arrayan. ″Puedo hacer eso con mi levitación, y mi amigo podría tener algo de ayuda...?″

Miró a Entreri, quien frunció el ceño, pero éste empezó a revolver en su enorme bolsita. Extrajo un armatoste de ganchos y correas, la cual parecía algo como una brida para un caballo enorme, y se la arrojó casualmente al drow.

Jarlaxle la desenredó rápidamente y la sostuvo frente a él, mostrándoles al resto que era un tipo de arnés, conocido como un ″atracador de casas″ para cualquiera que estuviera familiarizado con las costumbres de los ladrones de la cuidad.

″Suficiente chanza,″ le apuró Ellery, y señaló con la cabeza hacia el norte a la línea de gárgolas que colgaban del muro externo.

″Un fuerte empellón, buen enano,″ le dijo Jarlaxle a Athrogate, quien se apresuró a su lado con los brazos extendidos.

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″Cuando te lo diga,″ le explicó prestamente Jarlaxle, antes de que el enano lo pudiera arrojar del muro- y probablemente en la dirección equivocada también! Colocó a Athrogate en el reborde interno de la cima de la torre, luego se alejó hacia el ángulo directo de la lejana torre.

″Sé rápido,″ le rogó a Entreri.

″Asegúrala bien,″ replicó el asesino.

Jarlaxle asintió y salió a toda carrera. Saltó e invocó el poder de su emblema encantado, una insignia que se parecía a la de la Casa Baenre, para activar la levitación mágica, elevándolo del suelo. Athrogate lo agarró del cinturón y lo arrojó hacia la torre, y con la misteriosa fuerza de propulsión del enano, Jarlaxle se encontró remontando vuelo lejos de los otros

Jarlaxle continuó elevándose mientras se alejaba del muro. A mitad de camino a la torre, estaba por encima del punto más alto. Todavía se estaba aproximando, pero en gran medida muy lentamente. El poder de levitación podía hacerlo ir solamente de forma vertical, por lo que el impulso del empellón de Athrogate se acabó y aun le quedaban unos veinte metros o más para llegar al muro de la torre. Pero estaba por encima de ella, por lo que comenzó a revolear el arpeo al extremo de un brazo.

″Gárgolas cerca de la cima,″ le gritó a Entreri , quien estaba listo para enrollarse el otro extremo de la cuerda. ″No reaccionarán ante mi presencia, ni lo harán ante la tuya probablemente, hasta que pises la piedra.″

″Maravilloso,″ musitó por lo bajo Entreri.

Mantuvo su faz determinada y estoica, y su respiración tranquila, pero lo asaltaron imágenes de gárgolas caminando por encima y arrojando el arpeo, y después simplemente dejándolo caer en medio del patio. O quizás se apiñarían a su alrededor mientras colgaba indefenso de la cuerda.

″Entra el remanente rápidamente,″ le dijo Entreri a Athrogate mientras Jarlaxle dejaba volar el arpeo.

Incluso cuando golpeaba detrás de la pared con ventanillas similares para tiros, el enano comenzó a jalar con fuerza el remanente, tensando el cordón, el cual se estiraba y caía por el muro de piedra.

Marchó Entreri, saltado del muro al cordón. Enganchó sus tobillos mientras lo atrapaba, sus brazos moviendo se de arriba a abajo con

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movimientos fluidos y furiosos. Recorrió la cuerda con las manos, retorciendo su cuerpo, luego desenrollándose en perfecta sincronía, y se estaba moviendo tan velozmente que a los otros le pareció como si él se estuviera deslizando en vez de trepando hacia arriba.

Al poco rato, se acercó al techo de la torre. Mientras lo hacía, soltó sus pies y giró al tiempo que balanceaba sus piernas hacia abajo, juntando impulso. Encorvó su columna para juntar impulso cuando se soltó en una trayectoria y un ángulo perfectos.

Haciendo una voltereta mientras volaba, desenvainando sus armas al mismo tiempo, aterrizó perfectamente sobre sus pies en la cima del muro, justo cuando una gárgolas se apresuraba a su encuentro. La criatura recibió un corte de espada a lo largo del rostro, seguido por una veloz daga que se incrustaba en su garganta, y Entreri siguió abajo a la criatura que caía, saltando del muro al techo a tiempo para recibir la arremetida de una segunda gárgola.

″Vamos, semi feo,″ le dijo Athrogate a Olgerkhan, quien ya estaba sujeto al arnés atraca casas.

Antes de que el guerrero semi orco pudiera responderle, el enano saltó sobre la cima del muro, lo sujetó por detrás del cinturón, y lo arrojó, enganchando el arnés al cordón al mismo tiempo. Con extraordinaria fuerza, Athrogate sujetó fácilmente a Olgerkhan con un brazo mientras con el otro agarraba y jalaba, agarraba y jalaba, propulsándose a lo largo de la brecha.

Olgerkhan protestaba y se contoneaba, intentando sujetarse al brazo del enano para apoyarse.

″Quédate quieto y ahorra tus fuerzas, tonto,″ le regañó Athrogate.″¡Te dejo acá y más vale que te prepares para mantener una pelea hasta que regrese!″

Y con eso, Olgerkhan se calmó, y la cuerda dio unos brincos. El semi orco se las arregló para echar una mirada atrás, la igual que Athrogate,para ver a Mariabronne subirse al cordón. El vigilante se movía casi tan fluidamente como Entreri lo había hecho, y se acercó prudentemente al enano mientras se arrimaban a los crecientes sonidos de batalla.

Arriba por encima de ellos, Jarlaxle se elevó un poco más, obteniendo un mejor ángulo desde donde poder arrojar sus proyectiles, los mágicos desde una varita y los envenenados desde su pequeña ballesta.

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″Ve tú,″ le rogó la Comandante Ellery a Pratcus. ″Necesitarán tu magia.″

Se asomó por el muro, estirándose para ver la batalla en el camino. Cada tanto se elevaba una gárgola desde el techo de la torre, sus enormes alas de cuero batiéndose, y Ellery sólo podía rogar de que la criatura no notara la cuerda y los hombres indefensos que cruzaban por ella.

Pratcus vaciló y Ellery le dio una aguda mirada. El enano sujetó la cuerda y sacudió la cabeza. ″No soportará a otro,″ le explicó.

Ellery asentó su mano sobre la pared y se volvió hacia Canthan, ¿No tienes nada con lo que ayudar?″

El mago negó con la cabeza. Luego se dispuso tan imprevistamente a conjurar un hechizo que Ellery retrocedió un paso y soltó un chillido. Se dio vuelta al tiempo que Canthan lanzaba un rayo que acabó atrapando a una gárgola que se abalanzaba sobre Athrogate y Olgerkhan.

″Nada con lo que ayudar a la escalada, si a eso te refieres,″ le aclaró el hechicero.

″Lo que sea que puedas hacer,″ le respondió Ellery, su tono igualmente seco.

Entreri supo de la peor manera que su posición encima del techo de la torre lo había puesto en estrecha proximidad con muchas de las gárgolas. Había abatido a tres de ellas,pero mientras cuatro bestias más saltaban y revoloteaban a su alrededor, el asesino comenzó a moverse más defensivamente que tratando de asestar golpes mortales.

Desde arriba, Jarlaxle derribó una, enviando un globo de una sustancia viscosa verde desde su varita. Le dio a una gárgola en las alas y la envió abajo, en donde se quedó pegada, perdidamente adherida a una piedra.

Una segunda gárgola se separó bruscamente de Entreri y voló hacia el drow levitando, pero antes de que el asesino pudiera comenzar a recuperar terreno y seguir atacando a las dos que quedaban, otro par se le acercó desde le muro encima de él.

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Musitando por lo bajo, el asesino siguió su danza salvaje, usando la Garra de Charon para establecer muros de cenizas opacas para ayudarlo en su constante retroceso. Echó una rápida ojeada a la línea de la cuerda para notar el progreso de Athrogate y tuvo que admitir que estaba contento de ver que el enano se aproximaba rápidamente- una admisión que pensó que nunca le haría justamente a ese.

Entreri se esforzó deliberadamente entonces, tratando no solo de mantenerse alejado de las garras y cuernos del cuarteto de revoloteadoras gárgolas sino de distraerlas apropiadamente para que sus refuerzos pudieran obtener un presta ventaja.

Saltó a la izquierda, luego cortó por la derecha, hacia el centro del techo. Cayó veloz sobre una rodilla y arrojó su espada hacia arriba, cortajeando a una gárgola que se le arrojaba encima, la cual batió sus alas enseguida para elevarse fuera de alcance.

Entreri empezó a ponerse de pie, pero una garra lo azotó justo por encima de su cabeza, por lo que en cambio se lanzó rodando hacia adelante. Se levantó enseguida, girando al mismo tiempo, el brazo de la espada extendido, para frenar los furiosos ataques. Con sus habilidades para volar y saltar por encima de él, las bestias tendrían que haberlo tenido- habrían tenido a cualquier guerrero humano típico- pero Artemis Entreri era demasiado rápido para ellos y se las arregló para ladear el ángulo de su lacerante espada para defenderse de los ataques de arriba también.

Colgando del arnés bajo la cuerda, Athrogate llegó al muro de piedra de la torre.

″¡Sube hasta allá y ponte a pelear!″ le rugió a Olgerkhan.

Aun con un solo brazo, el enano jaló al enorme semi orco por encima del borde del muro de piedra. Olgerkhan enganchó su pie mientras pasaba por encima, y eso lo envió rodando de cabeza por el techo.

El enano rió a carcajadas.

″¡Ve, buen enano!″ lo llamó desde la derecha por detrás en la soga Mariabronne.

″Regreso por la muchacha,″ explicó Athrogate. ″¡Pasa por encima mío, trepador de árboles y métete en la pelea!″

Sin necesidad de que se lo pidieran dos veces, Mariabronne se arrastró por encima de Athrogate. El vigilante parecía tratar de ser gentil, o al menos de no darle un pisotón en la cara al enano. Pero el

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enano, con sus dos manos libres nuevamente, sujetó al vigilante por los tobillos y lo empujó hacia arriba y lo envió dando tumbos al lado de Entreri y Olgerkhan.

Athrogate no pudo ver nada de eso, ya que estaba colgando por debajo de la cuerda,pero escuchó la conmoción lo suficiente como para soltar otra carcajada.

Tan pronto como la cuerda dejó de bambolearse, el enano soltó un segundo gancho en el arnés y unos pocos movimientos de sus brazos poderosos hicieron que bajara zumbando la declinación hasta los otros. Aunque se aseguró a al cuerda, deteniéndose de golpe cuando vio a Pratcus trepando hacia él. A diferencia de Entreri y Mariabronne, el enano había enganchado sus talones sobre la cuerda pero simplemente colgaba de sus manos. Se soltaba con la mano que se aferraba a la cuerda y rotaba las caderas de manera que cuando sujetaba la cuerda de nuevo, esa mano estaba adelante. Y así avanzó, meciéndose rápidamente y caminando por la soga.

Athrogate asintió y sonrió al ver el avance del sacerdote. Pratcus usaba un chaleco son mangas de cuero, y los músculos de sus brazos se abultaban con el esfuerzo- y con algo más, Athrogate lo sabía.

″Te pusiste un encantamiento propio, eh?″ le dijo Athrogate a Pratcus cuando se le acercó. Athrogate se giró de forma que su cabeza estaba hacia abajo en dirección al otro enano, y se estiró para tomar la mano de Pratcus.

″La fuerza de un toro,″ le confirmó Pratcus, y sujetó con fuerza la mano ofrecida de Athrogate.

Un giro y un balanceo puso a Pratcus por encima del colgado enano, en donde atrapó fácilmente la cuerda otra vez y continuó su camino. Athrogate aulló de la risa y prosiguió su descenso hasta el muro de la torre.

″¿Quién sigue?″ le preguntó al trío que quedaba.

Ellery miró a Canthan. ″Lleva a Arrayan,″ decidió ella, ″luego Canthan y yo iremos al último.″

″No tenemos tiempo para eso, me temo,″ le llegó una voz desde arriba, y todos se dieron vuelta para observar a Jarlaxle. El drow le arrojó un segundo cordón a Athrogate, y el enano lo acercó.

″El castillo está despertando con nuestra presencia,″ explicó Jarlaxle mientras descendía. Hizo una seña indicando el suelo, unos veinte metros abajo. Athrogate empezó a protestar pero perdió la voz cuando siguió la mirada de Jarlaxle hacia abajo. Allí estaba la horda

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de no muertos otra vez, escarbando a a través de la tierra y moviéndose bajo la larga cuerda.

″Oh, encantador,″ dijo Canthan.

″Están viniendo por los túneles de la muralla también,″ le informó Jarlaxle.

″Piensas que son lo suficientemente listos como para cortar la cuerda detrás nuestro?″rugió Athrogate.

″Oh, encantador,″ dijo Canthan.

Jarlaxle cabeceó hacia Ellery. ″Ve,″ le rogó. ″De prisa.″

Ellery amarró su hacha y escudo a la espalda y trepó por la cuerda sobre el colgante Athrogate.

″Apresúrate o vas a tener mi peluda cabeza en tu trasero,″ le ladró Athrogate.

Ella no miró atrás y siguió adelante lo más rápido que pudo.

Toma a la muchacha semi orco y dejala caer sobre la horda, sonó una voz en la cabeza de Athrogate.

El enano puso cara de no entender por un momento, y luego echó una mirada hacia el lado de Canthan. Nuestra victoria será casi completa cuando ella esté muerta, le explicó el hechicero.

″Vamos, muchacha,″ le dijo el obediente Athrogate a Arrayan.

Jarlaxle se apeó sobre la cima del muro al lado de la mujer y la sujetó por el brazo al tiempo que ella avanzaba hacia el enano. ″Yo la llevaré,″ le dijo al enano, y le añadió a Canthan, ″Tu ve con él.″

Canthan trató de no demostrar su sorpresa y enojo- y sospechas, ya que ¿había de algún modo el drow interceptado su mensaje mágico al enano? ¿O el que Athrogate mirara en su dirección de algún modo le había indicado al perceptivo Jarlaxle sus designios para con Arrayan?

Canthan utilizó su acostumbrado sarcasmo para ocultar sus verdaderas emociones.

″¿Puedes volar ahora?″ le dijo el mago.

″Levitar,″ le corrigió Jarlaxle.

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″Hacia arriba y abajo.″

″Con poco peso,″ explicó el drow, y tomó el extremo de su segundo cordón de Athrogate y lo enrolló alrededor del plomo del arnés atraca casas. ″No seremos un obstáculo para ti en absoluto, buen enano.″

Athrogate lo entendió todo de golpe y aulló más fuerte todavía. Canthan se estaba arrimando tentativamente al borde hacia él , cuando el enano se estiró y lo sujetó por el cinturón, empujándolo rudamente.

″¡Me conseguí un elfo drow barrilete!″ declaró Athrogate con una vigorosa carcajada.

″Engancha tus brazo por el arnés y aguanta,″ le rogó Jarlaxle al hechicero. ″Suelta los brazos del enano, te lo ruego, de lo contrario le castillo nos atrapará antes de que alcancemos el otro lado.″

Canthan siguió mirando fijamente al sorprendente drow, y vio claramente en la mirada devuelta de Jarlaxle que las instrucciones del elfo oscuro habían emanado de una más que prudencia. Se estaba dibujando una línea entre ellos. Canthan lo sabía.

Pero el momento de cruzar esa línea y aventurarse a que Jarlaxle lo desafiara no había llegado todavía. Había guardado varios hechizos a mano y estaba lejos de que se le agotaran, pero crear problemas justo en ese momento podía costarle caro con las hordas del castillo, cualquiera que fuera el resultado de su disputa personal con el drow.

Aun mirando fijamente a Jarlaxle, el mago se movió hacia el borde del muro y se inclinó tentativamente para encontrar un asidero en el arnés de Athrogate. Soltó un grito de sorpresa cuando el enano lo sujetó de nuevo y lo arrojó por encima, manteniéndolo en su lugar hasta que pudo enroscar sus delgados brazos a través de algunas correas. Luego gritó otra vez cuando Athrogate plantó sus pesadas botas contra la piedra del muro, se propulsó y comenzó a avanzar con las manos la soga.

Jarlaxle tomó el remanente de soga y se acercó al borde con Arrayan.

″Sujétate,″ le rogó el elfo oscuro, y ante su obvia conmoción, dio un paso al vacío.

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Tal vez para calmar los aferrados nervios de la mujer, el drow usó su poder de levitación para elevarse un poco más alto, poniendo más distancia entre ellos y los monstruos no muertos. Canthan había escuchado que todos los drows eran poseedores de la habilidad de levitar pero sospechaba que Jarlaxle de hecho estaba utilizando algún artefacto encantado- quizás un anillo u otra joya. Estaba muy al tanto de que el misterioso drow tenía más que unos cuantos artefactos mágicos en su poder, y no sabiendo precisamente de que estaban hechos el hechicero era reticente a dejar que las cosas entre ellos fueran más lejos.

″¡Nos estamos acercando de prisa, Ellery!″ le gritó Athrogate a la mujer más adelante. ″Vas a tener una cabeza de enano cerca!″ ¡buajaja!″

Ellery que no era ninguna tonta, pareció ganar un poco de velocidad ante esa afirmación.

El techo estaba despejado, pero la pelea todavía seguía en la torre, ya que los no muertos habían comenzado a escalar la torre- o tratar de hacerlo al menos- y más gárgolas se estaban despertando ante la intrusión y volaban hacia la estructura central.

Mariabronne trabajaba con su arco furiosamente, corriendo de un muro al otro, disparándole a las gárgolas de arriba y a los esqueletos que merodeaban abajo. Olgerkhan también, se movía por el techo, aunque torpemente. Tenía demasiadas heridas de la pelea inicial después de que Athrogate lo hubiera arrojado con pocos miramientos hacia el muro, y la mayoría de ellas las había recibido porque el enorme guerrero, exhausto hasta los huesos para ese entonces, había sido simplemente demasiado lento para reaccionar. A pesar de todo, trataba de ayudar, utilizando los cuerpos de las gárgolas como bombas que le llovían a los no muertos que trepaban.

Artemis Entreri trató de bloquearlos. Se había bajado ocho metros por la pequeña escalera a lo largo del muro del fondo hasta un descansillo con una pesada puerta de acero. Pronto descubrió que la puerta estaba cerrada, y de manera astuta. Una rápida inspección también le había mostrado que más de una trampa había sido dispuesta alrededor del portal, otro claro recordatorio de que las construcciones de Zhengyi sabían como protegerse. De todas formas, no estaba apurado- no tenía intención de abrir la puerta hasta que los otros llegaran- por lo que cuidadosa y deliberadamente analizó los detalles de la jamba, el candado, los potenciales láminas de presión dispuestas en el suelo...

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″¡Tenemos que entras enseguida!″ le gritó Mariabronne, y el vigilante acentuó su advertencia con el zumbido de su arco largo.

″Mantén las bestias lejos de mí,″ contrarrestó Entreri.

Como si hubiera sido un indicio, Olgerkhan gritó de dolor.

″¡Haz una brecha!″ clamó Mariabronne

Maldiciendo por lo bajo, Entreri se dio la vuelta y se apresuró por las escaleras para ver como Mariabronne batallaba ferozmente contra un par de gárgolas sobre su derecha, cerca de donde la cuerda había sido colocada. Una tercera criatura se aproximaba velozmente. Detrás del vigilante, Olgerkhan caía bruscamente sobre las piedras a la altura de la cintura del muro.

″¡Ayudame a subir!″ llamó el enano sacerdote desde más allá del muro.

Olgerkhan luchó por ponerse de pie, pero se las arregló para pasar su mano por encima. Entreri golpeó la espalda de una de las gárgolas justo cuando Pratcus pisaba el techo. El enano fue hasta Olgerkhan primero, pero puso cara de disgusto y miró más allá de él cuando comenzó a realizar un hechizo de curación, apuntándole no al mayormente herido semi orco, sino a Mariabronne,quien estaba comenzado a mostrar signos de cansancio en la batalla, al tiempo que las garras traspasaban sus defensas y lo desgarraban.

″Lo tenemos,″ le gritó el vigilante a Entreri, y mientras la curación del enano lo bañaba, Mariabronne se mantuvo más derecho y peleó con renovada energía.″¡La puerta! ¡Haz una brecha!″

Entreri se detuvo lo suficiente para echarle un vistazo al trío y ver el dolorosamente lento avance de Ellery sobre la cuerda y a los otros cuatro esforzándose por llegar hasta él en una extraña formación, con Jarlaxle y Arrayan flotando detrás de Athrogate y el colgado mago.

Sacudió la cabeza y corrió de vuelta a la puerta más alta de la torre. Consideró el tiempo que el quedaba antes de que llegara el resto y volvió a revisar si había más trampas. Como siempre, el cronometraje del asesino fue casi perfecto, y abrió justo la puerta cuando los otros se amontonaron detrás de él en las escaleras. Entreri abrió la puerta de un empujón y dio un paso atrás, y Athrogate pasó de largo. Entreri lo sujetó del hombro, deteniéndolo.

″Eh?″ preguntó el enano,y pretendía discutir más pero Entreri ya había colocado un dedo sobre sus labios fruncidos.

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El asesino pasó por al lado de Athrogate y se agachó. Después de una inspección apresurada de las piedras más allá del umbral, Entreri buscó en su bolsa y extrajo un poco de polvo de tiza. Lo arrojó encima de ciertos sectores de la piedras

″Láminas de presión,″ le explicó, dando un paso atrás e indicándole a Athrogate que continuara.

″Tiene sus usos,″ farfulló el enano.

Entreri esperó a Jarlaxle, quien venía a la retaguardia de la fila. El drow lo miró y le sonrió adrede, después se posó a propósito sobre la tiza del asesino.

″Hazles creer que eres más útil de lo que eres,″ le felicitó Jarlaxle, y Entreri simplemente se encogió de hombros.

″Realmente creo que estás comenzando a entenderlo todo,″ añadió Jarlaxle. ″¿Debería estar preocupado?″

″Sí.″

La simplicidad de esa respuesta trajo otra sonrisa al rostro negro como el carbón de Jarlaxle.

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CAPITULO 17

LA CONFIRMACION DE CANTHAN

La puerta se abrió a una habitación circular que abarcaba todo un piso de la torre. Un altar de basalto sobresalía del borde norte de la habitación directamente en frente de ellos. Vetas rojas se disparaban a través de las piedras, acentuando las decoradas imágenes de bajo relieve de dragones Detrás del altar, entre un par de ardientes braseros, se asentaba un enorme huevo, lo suficientemente enorme como para que un hombre del tamaño de Entreri pudiera enroscarse dentro.

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″Este parece un lugar para pelear,″ musitó Athrogate, y no parecía desanimado en lo más mínimo ante esa probabilidad. Dada la escena afuera con lo no muertos, las palabras del enano sonaban ciertas, ya que todo alrededor de la habitación, dispuestas de manera equidistantes, había colocados sarcófagos de piedra pulida y decorados con oro. El frente de los ataúdes ornamentados mostraban una criatura humanoide de pie con los brazos apretados a los costados, con largos pies y un hocico largo canino.

″¿Gnolls?″ preguntó Jarlaxle. Detrás de él, Entreri aseguró la puerta,colocando el cerrojo expertamente.

″No nos demoremos en averiguarlo,″ dijo Mariabronne, señalando la otra salida de la habitación: otra escalera descendente sobre el lado derecho. Estaba bordeada por una baranda a la altura de la cintura, que entraba hasta el otro lado de la habitación. El vigilante, sus ojos puestos en el sarcófago más cercano, una mano lista sobre su espada envainada, dio un paso adelante hacia el centro de la habitación. Sintió un rugido, como si fuera un movimiento procedente del sarcófago más cercano, y le advirtió al resto a gritos.

Pero los otros no necesitaron la advertencia, ya que también lo sintieron , y Entreri entró en acción, pasando como un rayo al lado de los otros hacia la baranda. Se sujetó a ella y rodó por encima, dejándose caer con destreza sobre las escaleras de abajo. Casi sin detenerse, estuvo ante la segunda puerta en un instante, trabajando con sus dedos, alrededor de los bordes, sus ojos lanzando rápidas miradas a un lado y a otro. Respiró hondo. Aunque no vio trampas, el asesino sabía que debería inspeccionar la puerta con mayor detalle, pero simplemente no tenía tiempo. Detrás de él, escuchó a sus amigos gatear por las escaleras, seguido por el crujiente sonido de los monstruos no muertos dentro de los sarcófagos que empujaban para abrir los ataúdes,

Fue por la cerradura. Pero antes de que pudiera comenzar, la puerta se abrió. Entreri retrocedió, desenvainando sus armas.

Sin embargo, nada salió, y el asesino se calmó cuando notó la cara presumida de Canthan detrás de él en las escaleras.

″¿Un hechizo mágico para abrirla?″ le preguntó Entreri.

″No teníamos tiempo para tu inspección.″ le respondió el mago. ″Lo pensé prudente.″

Claro que lo pensaste, mientras yo estuviera lo suficientemente cerca como para pudiera hacerle frente a cualquier trampa o monstruo que estuviera a la espera, Entreri pensó pero no dijo nada-

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aunque su expresión les dio una pista a los otros de lo que pasaba por su mente.

″Están saliendo,″ les advirtió la Comandante Ellery desde arriba en la habitación.

″Gnolls momificados,″ dijo Jarlaxle. ″Interesante.″

Entreri no estaba tan interesado y no sentí deseos de ver criaturas tan extrañas. Giró alejándose de Canthan, desenvainando sus espadas al mismo tiempo y cargó atravesando la puerta. Se sorprendió, al igual que todos los otros cuando la atravesaron, de ver que no estaba en el nivel más bajo de la torre. Desde afuera, la estructura no parecía ser lo suficientemente alto como para albergar tres pisos, pero lo que era seguro es que Entreri se encontró en el balcón que rodeaba la circunferencia de la torre, abriéndose ante una escalera de piedra sobre el muro más al norte.

Moviéndose hacia la baranda de acero, sus balaustres con formas que asemejaban a dragones retorcidos con alas desplegadas, Entreri resolvió el acertijo. Ya que el nivel del suelo debajo de él estaba parcialmente bajo tierra- la sección circular de ésta al menos.

Sobre el lado más al sur de ese suelo de abajo, un pequeño juego de escaleras subía hasta un alcoba rectangular que sostenía las puertas principales del la torre, de modo tal que el perfil de ese nivel más bajo le recordaba al asesino al hueco de una cerradura.

Y allí, justo en la cima de esas escaleras, dispuesto en un alcoba rectangular frente a las puertas, descansaba el libro de Zhengyi, el tomo de creación suspendido sobre tentáculos que le parecían demasiado familiares a Artemis Entreri. El asesino eventualmente desvió sus ojos de seductor objetivo y completó su escrutinio del piso de abajo.

Oyó que la puerta detrás de él se cerraba, seguido inmediatamente de un pesado martilleo y Jarlaxle diciendo con su típica tendencia al eufemismo, ″Deberíamos movernos rápidamente.″

Pero Entreri no tenía ningún apuro para bajar las escaleras o bajar por la baranda. Notó un par de estatuas de acero dispuestas al este y oeste en el cuarto de al lado, y recordó vívidamente su encuentro en la torre de Herminicle. Aún peor que la posibilidad de un par de golems de acero, el cuarto de abajo no estaba cerrado, ya que cada pocos metros alrededor del perímetro había una abertura a un túnel trabajado con piedras acomodadas, de manera que llevaban hacia el subsuelo. ¿podrían estar aproximándose en ese momento las hordas de no muertos por ese rutas?

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Un agudo campanilleo detrás hizo que Entreri se diera vuelta. Athrogate permanecía cerca de la puerta cerrada de acero, las barras bloqueadoras y los cerrojos desgarrados por los fuertes porrazo de los gnolls momificados. El enano se puso a trabajar metódicamente, dejando caer su mochila al suelo y sacando una clavija tras otra. Las colocó estratégicamente alrededor de la puerta y las introdujo bien hondo en la piedra con un solo golpe de las estrellas matutinas- con la que estaba encantada con un aceite para impactos.

Un momento más tarde, dio un salto atrás y puso las manos en la cadera, supervisando su trabajo. ″Si, los retendrá por un rato.″

″Ellos son la menor de nuestras preocupaciones,″ dijo Entreri.

Para entonces, varios de los otros estaban en la barandilla mirando desde arriba el cuarto y bajando con el mismo comentario sombrío que había hecho Entreri. No así, Arrayan y Olgerkhan. La mujer se desplomó contra la pared del fondo, como si el mero hecho de estar allí, tan cerca del libro mágico, la estuviera dejando impotente. Su compañero más grandote no parecía mucho mejor.

″Allí están nuestras respuestas,″ dijo Canthan señalando el libro. ″Llévenme hasta él.″

″Probablemente esas estatuas se animarán,″ dijo Jarlaxle. ″Los golems de acero no son enemigos fáciles.″

Athrogate rugió de risa al tiempo que caminaba hasta ponerse al lado del drow.

″¿No has visto nada todavía de Vapuleadora y Fracturadora?″ y mientras mencionaba a las armas, las presentó delante del elfo.

″¿Vapuleadora y Fracturadora?″ respondió el drow.

Athrogate se reía a carcajadas mientras miraba por sobre la baranda, mirando directamente hacia abajo en la encima superior de una de las estatuas de acero. ″¡Nos vemos abajo!″ le gritó y con eso le susurró a cada una de las armas, urgiéndolas a que vertieran sus fluidos mágicos. Con otra carcajada salvaje, saltó por la baranda y se dejó caer..

″¿Vapuleadora y Fracturadora?″ preguntó de nuevo Jarlaxle.

″Solía llamarlas Putrefactora y Masacradora,″ le respondió Ellery, y Entreri notó que por primera vez desde que hubiera conocido a Jarlaxle, el drow parecía no tener respuesta.

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Pero así como nadie negaba la inanidad de Athrogate, tampoco había forma de negar su efectividad.

Aterrizó sentado sobre los hombros de la estatua de acero, sus piernas enroscadas alrededor de la cabeza. El golem comenzó a cobrar vida, como habían predicho, pero antes de que pudiera siquiera alcanzar al enano, Fracturadora lo aporreó en la parte superior de la cabeza. El negro acero del cráneo de la estructura se tornó de un marrón rojizo , su integridad robada por las secreciones de un monstruo oxidado. Cuando Vapuleadora, brillante con el aceite de impacto, golpeó el mismo lugar, volaron esquirlas de acero de la cima y la cabeza del golem se hundió.

A pesar de ello, la criatura desgranaba, pero Athrogate tenía una gran ventaja, batiendo sus armas con precisión, derrotando la integridad de la armadura natural de su oponente con una estrella matutina, y después haciendo estallar la otra.

Un miembro de acero salió volando, y a pesar de que la otra mano se las arregló para agarrar al enano y arrojarlo al suelo, el fuerte y rudo Athrogate se puso de pie con un salto y golpeó al golem con una combinación de uno-dos, uno-dos que le hizo volar una pierna. Y luego le hundió el costado del pecho como medida de precaución.

Pero el otro golem se lanzó a la carga y otros ruidos hicieron eco desde los túneles.

Mariabronne y Ellery, con Pratcus llevado a rastras, se lanzaron hacia la escalera mientras Entreri, se deslizaba por encima de la baranda y se dejaba caer unos diez metros hasta el suelo, absorbiendo su aterrizaje rodando de costado.

Canthan también, pasó por sobre la baranda, largando el extremo de una soja mientras que su otro extremo estaba anclado en medio del aire. Se deslizó hacia abajo a un costado de la refriega sin intenciones de unirse a ella. Para el mago, el objetivo estaba a la vista, yaciendo allí para que él lo tomara.

No le gustó cuando Jarlaxle descendió flotando a su lado y marchó con él hasta la alcoba del frente.

″Mantenlos lejos de mí,″ le ordenó Canthan al drow.

″¿Mantenlos?″ preguntó Jarlaxle.

Canthan no lo estaba escuchando. Se detenía a cada paso y comenzó a realizar una serie de hechizos, tejiendo barreras protectoras a su alrededor para alejar la magia defensiva que sin duda protegía el tomo.

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″¡Jarlaxle!″ llamó a gritos Ellery. ″¡A mí!″

El drow se dio vuelta y miró a la mujer. La situación en el cuarto estaba bajo control por el momento, podía ver qu een mayor parte era gracias a las habilidades de Athrogate y su efectividad contra los golems de acero.

Uno estaba caído, arrastrándose sin remedio, y el segundo ya se estaba levantando y vacilaba mientras un estallido tras otro lo destruían, con el enano corriendo a su alrededor y ya golpeando con desgano.

″¡Jarlaxle!″ gritó nuevamente Ellery.

El drow la observó y se encogió de hombros.

″¡A mí!″ insistió ella.

Jarlaxle miró hacia atrás a Canthan, quien permanecía frente al libro, luego se volvió y le echó una mirada a Ellery. Ella pretendía mantenerlo alejado y no era por ningún otro motivo más que permitirle a Canthan examinar el libro primero.

Ellery lo miró fijamente, mostrando en su mirada sin duda alguna de que si él la desobedecía, la pelea comenzaría entonces.

Miró una vez más a Canthan y volvió a confiar en que todavía tenía tiempo de hacer su jugada, ya que el hechicero se estaba moviendo con mucha precaución y parecía profundamente perplejo.

Jarlaxle empezó a cruzar el cuarto hacia Ellery. Se detuvo y señaló las escalera,en donde Olgerkhan y Arrayan estaban abriéndose camino para bajar, el enorme semi orco , prácticamente la llevaba en brazos a la exhausta mujer.

″Aseguren el perímetro,″ les ordenó Ellery a todos, y les hizo una seña a los semi orcos para que regresaran al balcón. ″Debemos darle tiempo a Canthan para que desentrañe el misterio de este lugar. ″ Les agregó a Mariabronne y Entreri, ″Exploren los túneles hasta la primera puerta o treinta metros.″

Entreri solo la estaba escuchando de refilón, porque ya estaba escudriñando los túneles. Todos ellos parecían tomar el mismo rumbo: bajando en picada, de cuatro metros de ancho que doblaban a la izquierda después de unos doce metros. Había antorchas dispuestas en las paredes, a derecha e izquierda pero no estaban encendidas. Aunque, incluso en la oscuridad, el habilidoso Entreri entendía que los pisos no eran tan sólidos como aparentaban.

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″Todavía no,″ dijo el asesino al tiempo que Mariabronne comenzaba a bajar por un túnel.

El vigilante se detuvo y esperó mientras Entreri retrocedía por la entrada del túnel y sacaba la cabeza destruida de un golem de acero. Fue hasta el frente de uno de los túneles y le pidió al resto que retrocedieran.

Dejó caer la cabeza y saltó a un lado como si esperara una explosión, y tal como sospechaba, el objeto rebotó a lo largo de una plancha de presión dispuesta en el suelo. Brotaron llamas, pero no las llamas de una trampa de fuego. Mas bien, las antorchas se encendieron, y mientras la cabeza rodaba hacia el recodo, golpeó una segunda plancha de presión, encendiendo las antorchas de enfrente también.

″Qué conveniente,″ señaló Ellery.

″¿Son todos así?″ preguntó Mariabronne.

″Hay planchas de presión en todos,″ respondió Entreri. ″Qué hacen, no sabría decirlo.″

″Acabas de mostrárnoslo, tonto,″ dijo Athrogate.

Entreri no contestó, má que con una abyecta mueca. La primera regla para crear trampas efectivas era presentar una situación que hiciera sentir a los intrusos a gusto. Inspeccionó a Athrogate y decidió que no necesitaba contarle al enano ese pensamiento sobre sentido común.

Extraño era que ella eligiera ese momento para creerse una líder, musitó el mago cuando escuchó a Ellery ladrar órdenes a la distancia. Después de todo, para Canthan, Ellery nunca sería más que un peón. Aunque, no podía negar su eficiencia en su presente papel. Los otros no se atrevían a contrariarla, especialmente con el tonto de Mariabronne asintiendo y moviendo los labios ante cada una de las palabras de ella.

Una ojeada superficial le dijo a Canthan que Ellery estaba desarrollando sus responsabilidades bien. Los tenía a todos ocupados, recorriendo los diferentes túneles, con Olgerkhan y Arrayan custodiando la puerta arriba en las escaleras. Pratcus se aferraba a las armas de Ellery mientras esta iba en misión exploradora, el enano permanecía en el cuarto circular y saltaba de un lado al otro vigilando cada oscura abertura al tiempo que Ellery, Entreri, Jarlaxle, Mariabronne y Athrogate exploraban los pasillos.

Canthan vislumbró a Ellery mientras ella salía de un túnel y doblaba por otro con el escudo en un brazo y el hacha lista en el otro.

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″Te he enseñado bien,″ susurró por lo bajo. Se volvió a concentrar mientras terminaba y se regañó a sí mismo por permitirse semejante distracción- cualquier distracción- en el momento más importante. Respiró hondo y volvió al libro. Su confianza creció mientras seguía leyendo, ya que sintió las intrusiones empáticas del tomo viviente y llegó a creer que sus barreras defensivas serían suficientes para mantenerlas a raya. Rápidamente el versado mago comenzó a descifrar los caminos del libro. Las runas aparecían en el aire por encima y caían dentro como si fueran traducciones de energía vital, atraídas por una fuente exterior. Esa energía le había dado alas a la construcción, servido como una fuente viva de poder animando a los no muertos, provocado que las gárgolas se regeneraran en sus propias percas, y traído a la vida a los golems.

Canthan a duras penas podía respirar. El mero poder de la traducción lo sobrecogía. Por casi dos décadas, los hechiceros de las Tierras de Bloodstone consideraban el hecho de que Zhengyi fuera un lich, que hubiera engañado a la muerte misma, era uno de sus mayores logros, pero el libro...

El libro rivalizaba incluso con eso. El hechicero devoró otra página y ansiosamente dio vuelta la siguiente. Enseguida había llegado al punto en que la inscripción terminaba y miró con asombro como las runas aparecían en el aire y oscilaban sobre las páginas, escribiendo al mismo tiempo. El proceso había sido vampírico al principio, reconoció Canthan, con el tomo tomando lo que necesitaba de la fuerza vital, pero se había vuelto más simbiótico, una conjunción de voluntad y propósito.

¿La fuente de energía? Musitó Canthan. Consideró a Arrayan, su debilidad y la de su compañero. Ella había encontrado al libro perdido,le habían dicho Mariabronne y Wingham.

No, decidió el mago. Ese no era todo el asunto. Arrayan estaba mucho más entrelazada en todo ello aparte de haber estado siendo drenada de su energía vital. Canthan sonrió cunado finalmente comprendió el poder del tomo y supo como derrotarlo. Y no solo derrotarlo, esperaba, sino también como poseerlo. Desvió su mirada de la página y miró arriba hacia las escaleras para ver a Arrayan apoyándose sobre la pared, mirando a Olgerkhan. Lo miraba desesperadamente,lastimeramente. Demasiado, Canthan lo sabia. Había más en juego para la joven mujer que si encontraban o no la salida del castillo. Para ella, era mucho más personal que la seguridad de Palishchuk.

Entreri les había mostrado como probar cada plancha de presión de forma segura, pero Mariabronne no necesitaba tales instrucciones. El vigilante había jugado en escenarios similares muchas veces- y sabía como y tenía el equipo necesario para abrirse camino bajo el túnel que había elegido.

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Había seguido curvándose hacia la izquierda por varios metros, con planchas de presión dispuestas entre cada conjunto de antorchas cada una docena de metros más o menos. Mariabronne encendió la primera golpeando ligeramente la plancha con un largo palo plegable, pero no accionó la siguiente , o la siguiente después de esa, prefiriendo caminar casi en la oscuridad. Luego, convencido de que todo estaba despejado, el vigilando se apresuró hacia el segundo conjunto de antorchas y activó la plancha. Repitió el proceso, siempre encendiendo las antorchas dos conjuntos por detrás. Después de cerca de cincuenta metros, el túnel se convertía en una escalera, yendo hacia abajo por muchos, muchos escalones. Mariabronne echó una miraba atrás por el camino por el que había venido.

Ellery les había dicho que exploraran los túneles solo por treinta metros más o menos. Aunque el vigilante siempre había sido un explorador muy avanzado e independiente y confiaba en sus instintos. Siguió hacia abajo, probando los escalones y las paredes. Lenta y prudentemente, puso una distancia de tres docenas de escalones antes de que se tornara simplemente demasiado oscuro para que continuara. No queriendo marcar su posición claramente encendiendo una vela o antorcha propia, Mariabronne suspiró y se dio la vuelta.

Pero justo entonces una luz apareció por debajo de él, detrás de una puerta entreabierta de una recámara al final de las escaleras. Mariabronne la ojeó por un largo rato, el pelo de su nuca hormigueando y parados en punta. Vivía para tales momentos, al precipicio del desastre, burlando lo desconocido. Sonriendo a su pesar, Mariabronne bajó silenciosamente hacia la puerta.

Escuchó por un corto instante y se atrevió a espiar. Todo castillo debe tener su cuarto del tesoro, fue su primer pensamiento, e imaginó que estaba mirando una de las antecámaras de justamente esos cuartos. Dos sarcófagos decorados estaban dispuestos en paredes opuestas, enmarcando una puerta cerrada de acero. Ante ellos, en el centro del cuarto, ardía débilmente un bracero, una delgada línea de humo negro se alzaba hasta el techo. En el centro de ese techo había una depresión circular con un tipo de bajo relieve que Mariabronne no pudo descifrar- aunque le semejaban huevos de piedra encajados allí.

Mesas de piedra decorados con candelabros plateados y baratijas variadas se alineaban en las paredes, y el vigilante distinguió algunas campanillas de plata, un cetro cubierto de joyas y un incensario de oro. Artefactos religiosos en su mayoría, o eso le parecían a él. Un solo mantel colgaba de una mesa, bordado con una escena de gnolls danzando alrededor de una dragón alzado.

″Encantadora combinación,″ susurró.

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Mariabronne miró atrás hacia el pasillo ascendente detrás de él. Tal vez no debería presionar su suerte. Podía adivinar fácilmente lo que contenían esos sarcófagos. El vigilante sonrió. Esa había sido la historia de su vida; siempre empujando mucho más adelante de lo que debería. Recordó el regaño que el Rey Gareth le había dado en su primera expedición de exploración oficial en Vaasa oriental. Gareth le había urgido a que hiciera un mapa de la región a lo largo de las Galenas por cinco millas. Mariabronne había ido hasta Palishchuk. Así es como era y como jugaba: siempre al límite y lo suficientemente habilidoso o lo suficientemente afortunado como para salir airoso de cualquier problema con el que se hubiera topado su personalidad aventurera.

Y así era todavía y no podía resistirlo. El Honorable General Dannaway de la Puerta de Vaasa había sido lo suficientemente sabio como para no confiarle el cuidado de Ellery solo a Mariabronne. El vigilando abrió del todo la puerta y se introdujo en la habitación. Oro y plata se reflejaron en sus ojos marrones, brillando a la luz del bracero. Sin embargo Mariabronne trató fuertemente de no distraerse y se colocó en línea con los ataúdes. Tal como había esperado, las tapas decoradas con cara de perros se abrieron de par en par.

Mientras una momia gnoll salía caminando de su ataúd, Mariabronne estaba allí,con una sonrisa en su rostro, su espada hábilmente cortando y apuñalando. Golpeó a la criatura varias veces antes de que ésta hubiera salido del todo de su ataúd, y cuando alargó un brazo hacia él, moviéndose pesadamente, Mariabronne gustosamente le arrancó el brazo a la altura del codo.

El segundo ya estaba sobre él para entonces y el vigilando saltó hacia atrás. Dio un giro rápido sobre sí mismo, con la hoja nivelada, y la espada encantada cortó el área abdominal del gnoll, desgarrando los sucios vendajes y abriendo un tajo a lo largo de la panza disecada de la criatura no muerta. La momia gnoll gruñó y frenó su persecución. Mariabronne sonrió más ampliamente aún, sabiendo que su arma realmente podía herir a esa cosa. Y las dos criaturas no muertas simplemente no eran lo suficientemente rápidos como para representar una seria amenaza al diestro guerrero.

La hoja de Mariabronne trabajó brillantemente y con la velocidad de la luz y perfecta precisión, encontrando cada abertura en las defensas de las momias, tomando lo que le ofrecían y nunca pidiendo más. Peleó sin urgencia, como era su característica y estaba arraigado en la confianza de que fuese lo que fuese lo que siguiera, tendría la capacidad de derrotarlo.

Un traqueteo desde arriba puso a prueba esa confianza. Ambas momias eran cosas desgarradas para ese entonces, mucho más de lo que lo habían estado al principio cuando emergieron de sus ataúdes,

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con las vendas deshilachadas colgando sueltas y profundos cortes de los cuales exudaban olores putrefactos y el ocasional goteo de secreciones alrededor de ambas criaturas. Una solo tenía la mitad del brazo, una estribación oscura grisácea sobresaliendo del muñón. El otro a duras penas se movía , con las tripas afuera, y sus piernas dobladas.

El vigilante lo llevó hasta el costado más cercano de la habitación, de regreso a la puerta por la que él había entrado, luego se desembarazó de ellos y encontró el tiempo para echar una mirada arriba hacia el traqueteo. Notó que uno de las formas de huevo se mecía atrás y adelante encima del bracero. Se soltó del techo y cayó sobre el recipiente llameante. Mariabronne miró con los ojos bien abiertos de curiosidad como caía. Se dio cuenta de que no era una roca con forma de huevo sino un huevo real de alguna clase.

Cayó sobre los carbones ardientes y se abrió en dos, y una línea de humo más negro se apresuró a salir de éste, ensanchándose mientras se elevaba. Esperaba que no fuera venenoso, Mariabronne retrocedió hasta donde estaban las momias pensando en abrirse camino entre ellas con la espada y prepararse para un escape rápido. Golpeó a la más cercana en las entrañas otra vez, extendiendo la ya profunda herida tan a fondo que la criatura se dobló por la mitad y cayó de cabeza. El otro le tiró un gancho a Mariabronne pero el vigilante fue demasiado veloz. Se agachó esquivando el golpe y fue derecho hacia la puerta.

″¡No correrás!″ le llegó una retumbante voz a sus oídos, y el vigilante sintió un escalofrío por su espina dorsal. Acompañando la voz, llegó un súbito vendaval que tiró la capa del vigilante hacia su espalda.

Aunque lo peor para Mariabronne fue que el viendo cerró de golpe la puerta. Rodó y se dio vuelta al levantarse, de modo que le dio la espalda a la puerta y quedó enfrentando la habitación. Su mandíbula cayó al piso cuando siguió con la vista la ondulante columna de humos negro que subía y subía hasta formar el torso y una cabeza cornuda de una gigante criatura demoníaca que irradiaba un aura de pura maldad. Su cabeza y rasgos faciales se asemejaban al del arrugado hocico de un bulldog, con enormes caninos y un par de cuernos encorvados hacia adentro a los costados de su cabeza. Sus brazos y manos parecía formados de humo, grandes manos negras como garras con dedos que terminaban en afiladas puntas.

″Bienvenido, humano,″ le saludó la criatura demonio. ″Viniste aquí buscando aventura y a probar tus habilidades,sin duda. ¿Te irías ahora que finalmente la has encontrado?

″¡Te enviaré de regreso al Abismo, demonio!″ prometió Mariabronne.

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Se adelantó pero se dio cuenta de su error inmediatamente, ya que en su fascinación con la formidable bestia, había perdido de vista a la momia. Se le tiró encima con un torpe gancho . El vigilante se desvió y esquivó el golpe. Pero el segundo, con el brazo arrancado y apuñalado, el despojado, cortó el cuello de Mariabronne con el hueso. Nuevamente la velocidad de Mariabronne lo rescató antes de que la momia pudiera continuar, pero sintió la tibieza de su propia sangre goteando por el cuello. Antes de que siquiera pudiera considerar eso, estaba saltando a un costado una vez más.

La humeante criatura sopló un cono de ardiente aliento.

“Daemon,” corrigió la bestia. ″Y mi hogar está en el plano de Gehenna, a donde regresaré gustosamente. Pero no hasta que me haya saciado con tus huesos.″

Las llamas danzaron desde la capa de Mariabronne y se giró, sacándosela mientras se volteaba. Se dio cuenta entonces que la momia que lo perseguía no había sido muy afortunada, habiendo captado toda la fuerza del fuego del demonio. Se revolcaba, las llamas danzándole encima, un brazo moviéndose frenéticamente, inútilmente. Mariabronne tiró su capa al suelo como medida de precaución. Luego saltó adelante y el demonio avanzó , el humo formando unas poderosas piernas mientras salía del bracero. Barrió el aire con sus sombrías manos e inclinó su cabeza rápidamente para morder a Mariabronne, pero de nuevo el vigilante se dio cuanta enseguida que él era el luchador superior y que su espada podía infligirle verdadero daño a la abominable criatura.

″Gehenna, entonces,″ gritó él. ″¡Pero irás allí hambriento!″

″Tonto, ¡siempre estoy hambriento!″

Su última palabra sonó más como una gárgara, cuando la fina espada del vigilante golpeó su rostro. En su aullido de triunfo, Mariabronne no escuchó caer al segundo huevo.

Ni al tercero.

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CAPITULO 18

EL VIAJE DEL VIGILANTE

El sonido de la batalla recorrió el pasillo hasta la habitación principal de la torre. Canthan gruñó ante el sonido pero se negó a alejarse del tomo. Estaba seguro de que había más secretos enterrados dentro de ese libro. La energía le hacía hormiguear la piel y zumbaba en el aire a su alrededor. El libro era mágico, las

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runas eran mágicas, y él tenía un mejor entendimiento de como había surgido el castillo, sobre la fuente de energía que había facilitado la construcción,pero había más. Algo permanecía escondido justo debajo de la superficie. Incluso las runas mágicas que iban apareciendo sobre las páginas podían llegar ha ser un clave.

El ruido del acero lo distrajo. Se dio vuelta para ver a un muy agitado Pratcus saltando de un pie a otro en medio del cuarto. Ellery salió del túnel y tomó un atajo por el costado por donde emanaba el sonido. Miró a Pratcus al tiempo que Athrogate emergía del túnel de enfrente. Arriba en el balcón, Olgerkhan y Arrayan se inclinaban por la barandilla, mirando hacia abajo con preocupación.

″¿Quién?″ preguntó Ellery.

″Tiene que ser el vigilante.″ respondió Pratcus.

Ellery corrió hacia el sonido. ″¿Qué túnel?″ preguntó ella, ya que todas las antorchas se habían apagado de nuevo, y el eco de los sonidos la confundían.

Todos los ojos se posaron sobre el enano y Pratcus simplemente se encogió de hombros.

Luego desde arriba, Olgerkhan gritó, ″¡Brecha!″

La pelea había llegado.

″Tan sólo manténganlos lejos de mí!″ gruñó Canthan y se esforzó por concentrarse de nuevo sobre el libro abierto.

Otro huevo cayó y se rompió, y con ese eran cinco. Mariabronne terminó con el primero con un corte a dos manos a la cabeza, pero estaba demasiado ocupado alejándose del ardiente aliento de los demonios como para detenerse y aplaudir la matanza. Se puso de cabeza en unos tumbos y giros frenéticos, cortando, tajeando y golpeando una y otra vez y llegó a darse cuenta de que las criaturas solo podían escupirle su aliento de fuego a cierta distancia. Por lo que corrió, acercándose alternativamente. Recibía algunos golpes y daba otros más, y su confianza solo se incrementó cuando, al escuchar más traqueteos desde arriba, saltó a un lado y volteó con el hombro el bracero al piso.

El traqueteo se detuvo.

No habría otros más que esos cuatro parados frente a él. Todo lo que tenía que hacer era aguantar hasta que llegaran sus compañeros.

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Brincó hacia adelante y cargó pero se detuvo de golpe y viró a un costado. Usó el sarcófago como escudo y mantuvo las garras y humeantes manos a raya. Su sonrisa apareció una vez más, esa confianza que recordaba al joven Mariabronne quien se había ganado por derecho el sobrenombre de ″El Explorador″ y que también se había ganado una vivaz reputación con las damas a lo largo de toda Damara. Su sentido de la aventura lo abrumaba. Nunca se sintió más vivo, que al borde del desastre, de la libertad y el destino en los momentos de mayor peligro.

″¿Son todos los de Gehenna tan lentos?″ trató de decir para vituperar a los demonios, pero en la mitad de la oración tosió sangre.

El vigilante se congeló. Se llevó su mano libre al cuello y sintió que la sangre todavía manaba. Una oleada de mareo casi lo voltea al piso. Tuvo que agacharse cuando dos de los demonios le arrojaron conos de fuego y él se sintió tan débil que a penas pudo volver a ponerse de pie- y cuando lo hizo, perdió el equilibrio y casi cae de cabeza contra una tercera de las bestias.

″¡Sacerdote, te necesito!″ gritó Mariabronne el explorador a través de la sangre y de golpe no se sintió tan confiado y exuberante. ″¡Sacerdote! Enano, te necesito!″

Entreri y Jarlaxle se apresuraron hacia la habitación para reunirse con los otros. Sonidos de batalla los asaltaron desde arriba, y ambos Entreri y Athrogate fueron hacia allí.

Y luego les llegó el desesperado llamado de Mariabronne, ″¡Sacerdote, te necesito!″

″¡Athrogate, contén el balcón!″ le ordenó Ellery. ″¡El resto conmigo!″

Entreri oyó el grito de Arrayan e ignoró la orden de la comandante. En sus pensamientos se imaginó el destino de Dwahvel, su querida amiga halfling, y tan sobrecogedora fue la sensación que nunca se detuvo lo suficiente para considerarla. Pasó de un salto al enano y llegó a las escaleras corriendo, subiéndola de a tres escalones. Dobló a la derecha, aunque la puerta y sus compañeros estaban en el balcón de la izquierda.

Luego tomó un tajo por la izquierda y brincó hacia la inclinada barandilla de la escalera en una carrera mortal. Apoyó su pie delantero pero comenzó a deslizarse, pero el asesino estampó su pie derecho sobre la barandilla y saltó, girando en el camino de modo que cuando se elevó hasta estar cerca del suelo del balcón, le daba la

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espalda a la barandilla. Arrojó sus manos hacia arriba y se sujetó de los balaustres y con el resto en el suelo mirándolo con las bocas abiertas, los fibrosos músculos de Entreri se flexionaron y estiraron. Se enroscó mientras se levantaba, arrojando sus pies por encima de su cabeza. No solo que su giro mortal hacia atrás por sobre la barandilla fue ejecutado con perfección, y no solo aterrizó suavemente y en perfecto equilibrio, sino que en el camino logró desenvainar su daga y su espada.

Dio un giro y se lanzó directamente sobre la momia gnoll más cercana, sus cuchillas trabajando como un remolino de guadañas. Vendajes grises explotaban en el aire, volando a su alrededor.

Abajo, Jarlaxle miró a Ellery y le dijo, ″Considera a la habitación asegurada.″

Ellery se las arregló para echar una mirada en dirección al drow mientras saltaba hacia la entrada de uno de los túneles.

″¿Por cuál?″ preguntó de nuevo a Pratcus, quien corría a su lado.

″¡Tu a la derecha, yo a la izquierda!″ respondió el enano, y se separaron en las dos posibles aberturas.

Jarlaxle los siguió por detrás, pero se detuvo allí. Athrogate bajaba a trompicones por la escalera tratando de alcanzarlos. Las antorchas cobraron vida cuando Ellery corrió por allí. Un segundo más tarde, los pesados pasos de Pratcus encendían igualmente el primer par en su descendente pasillo.

″¿Por cuál entonces?″ le preguntó Athrogate a Jarlaxle.

″¡Aquí!″ gritó Ellery antes de que el drow pudiera responder, y ambos Jarlaxle y Athrogate siguieron tras los pasos de la guerrera.

En el otro túnel, Pratcus también escuchó el llamado, justo cuando pasaba por el segundo conjunto de antorchas, las cuales se encendieron. El enano instintivamente disminuyó la marcha pero sacudió la cabeza. Quizás su túnel interceptaría con el otro y no tendría que perder todo el tiempo retrocediendo, pensó, y decidió encender otro grupo más de antorchas. Golpeó la siguiente plancha de presión, poniéndose de costado para así poder darse la vuelta rápidamente por si la luz no revelaba una intersección.

Pero las antorchas no se encendieron. En cambio surgió un súbito sonido como de campana y resultó que Pratcus miró en la dirección correcta para ver como salía una estaca de la pared. Pensó en arrojarse a un costado pero solo se las arregló para gritar. La estaca se movió demasiado rápido. Le dio en el vientre y lo empujó con violencia bien lejos contra la pared del fondo del pasillo. Siguió

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avanzando clavándose justo a través del enano y chocando con fuerza contra la piedra detrás de él. Con temblorosas manos, Pratcus asió la estaca. Trató de recobrar el sentido, de invocar a sus dioses para alguna cura mágica. Pero el enano sabía que necesitaría más que eso.

Las llamas lamieron a Mariabronne desde cada ángulo. Condujo su espada a través de la cabeza de un demonio, la liberó y decapitó otro mientras la balanceaba salvajemente. Sin embargo toda la habitación estaba girando y él estaba tambaleándose más que cargando cuando fue contra el último par de demonios.

Su consciencia se escapaba rápidamente; sentía el rasgado de las garras. Levantó un brazo para defenderse y una boca monstruosa se le vino encima. Puntos negros se convirtieron en una oscuridad general. Sintió frío....mucho frío. Mariabronne el Explorador invocó todo su fuerza y se advocó a una enloquecida y violenta serie de patadas, cortes y puñetazos. Después, el viaje del vigilante estuvo justo frente a él, el único camino que siempre había esperado certeramente cuando seguía a su espíritu aventurero.

Estaba en paz.

La negrura engulló a Arrayan mientras los fuertes brazos de la momia se cerraban sobre su garganta. No pude empezar a concentrarse lo suficiente como para arrojar uno de los pocos hechizos que le quedaban, y sabía que su magia no tenía la fuerza suficiente como para derrotar o siquiera demorar a los monstruos en cualquier caso. Ni tampoco tenía la fuerza física como para presentarle batalla. Sujetó las muñecas de la momia con sus manos, pero podría muy bien haber intentado arrancar un viejo tronco de roble del suelo también. Se las arregló para echarle una mirada a Olgerkhan, quien estaba batiéndose a golpes con otro par de repulsivas criaturas, y esa mirada le dijo a la mujer que su amigo probablemente se uniría a ella en el otro mundo.

La momia presionó con más fuerza, empujando su cabeza hacia atrás, y en algún lugar muy en el fondo dentro ella deseó que su cuello se rompiera antes de que se le acabara el aire y sucumbiera. Luego retrocedió tambaleante, y los brazos de la momia disminuyeron su presión. Confundida, Arrayan abrió los ojos luego se

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echó para atrás del terror cuando se dio cuenta de que estaba sosteniendo dos miembros cercenados.

Los arrojó al suelo,tomó una profunda bocana de fresco y bienvenido aire y miró atrás a la criatura sólo para ver al remolino que era Artemis Entreri destrozándola.

Otra momia sujetó a Arrayan por el costado, y ella gritó.

Y Entreri estaba allí, haciendo rodar su extraordinaria espada de derecha a izquierda y de revés de manera que forzó los brazos de la momia a un costado. El asesino giró mientras avanzaba, arrojó su daga al aire y la atrapó de revés, luego la dirigió derecho al rostro de la momia cuando se daba vuelta. <un polvo gris explotó a causa del impacto.

Entreri liberó la daga, dio una vuelta de manera que estaba enfrentando a la criatura, y disparó, propulsándola por encima de la barandilla. Arrayan sollozó de horror y debilidad, y el asesino la tomó del brazo y la guió hacia las escaleras. ″¡Baja!″ le ordenó.

Arrayan, demasiado abatida y conmocionada, demasiado débil y asustada, vaciló.

″¡Ve!″ gritó Entreri.

Saltó hacia ella haciendo que gritara otra vez, y luego fue hacia la derecha, abalanzándose con furioso abandono contra otra de las empeñadas momias gnoll.

″¡Ahora, mujer!″ le gritó mientras sus armas comenzaban su danza mortal una vez más.

Arrayan no se movió.

Entreri gruñó de frustración. Ya iba a ser bastante duro mantenerse él mismo con vida allí arriba mientras más criaturas caían, como para encima tener que proteger a Arrayan. Una mirada hacia la puerta lo inspiró.

″Arrayan,″ gritó, ″Debo llegar hasta Olgerkhan. Te lo ruego, por las escaleras contigo.″

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Quizás fue la mención de su amigo semi orco, o quizás fue el calmante cambio de tono en su voz, pero Entreri se alegró de verdad al ver que la mujer bajaba de golpe por las escaleras.

La momia frente a él se desmoronó y él saltó hacia adelante.

Olgerkhan estaba perdiendo terriblemente. Moretones y cortes lo cubrían en ese momento, y se tambaleaba con cada movimiento de su pesado garrote de guerra. Entreri lo empujó con fuerza por atrás, enviándolo más allá de las momias combatientes, y el asesino siguió empujando, arrojando a Olgerkhan con fuerza contra la parte trasera de la puerta abierta. La puerta se cerró de un golpe , o al menos quiso hacerlo,pero una gárgola hacia cuña entre la jamba y la puerta.

Pero Entreri siguió moviéndose, derecho hacia la criatura entrante. Ignoró las momias que sabía se le estaban acercando y concentró toda su furia en cambio sobre la gárgola atrapada. Cortó y acuchilló y la hizo retroceder.

El peso de Olgerkhan finalmente cerró la puerta.

″¡Tan solo mantenla cerrada!″ le gritó Entreri a él. ″Por lo que más quieras.″

El asesino cargó contra las otras dos momias que quedaban.

Ellery supo instintivamente de que ella estaba en grave peligro. Quizás había sido el tono de súplica de ayuda de Mariabronne o incluso el hecho de que el legendario Explorador hubiera llamado por ayuda. Quizás era la puerta cerrada al final de las escaleras frente a ella, o tal vez era el sonido. Ya que además de sus pisadas y las del dúo que estaban detrás de ella, todo estaba silencioso. Bajó su hombro y volteó la puerta, entrando a trompicones en la habitación, con el escudo y la espada listos. Luego se congeló, después cayó al suelo con horror y desesperación, sus temores confirmados. Ya que allí yacía Mariabronne, de espaldas, inmóvil y con su cuello y pecho cubiertos con su propia sangre. La sangre seguía fluyendo desde la herida en su cuello, pero no salía a borbotones como antes, debido a que el corazón del vigilante ya no latía.

″Demasiados,″ dijo Athrogate, entrando tras ella.

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″Guardianes demonios,″ señaló Jarlaxle, notando las cabezas demoníacas, todo lo que quedaban de las criaturas, desparramadas por la habitación. ″Una valiente batalla.″

Ellery continuó simplemente parada allí, mirando fijamente a Mariabronne, observando el cuerpo sin vida del héroe de Damara. Desde los primeros días, Ellery había oído historias de ese gran hombre, de su trabajo con su tío, el rey y su particular relación con la línea de Tranth, los Barones de Bloodstone y los miembros inmediatos de la familia de Ellery. Como tantos otros guerreros de su generación, Ellery había considerado la leyenda de Mariabronne como el epitome de un héroe, el ídolo y el cometido. Al igual que Gareth Azotadragones y sus amigos habían inspirado a los jóvenes guerreros de la generación de Mariabronne, también él le había pasado esa inspiración a ella.

Y él yacía muerto a los pies de Ellery. Muerto en una misión que ella estaba conduciendo. Muerto a causa de su decisión de separarse para explorar los túneles.

Casi sin darse cuenta de lo que la rodeaba, Ellery fue sacudida de su torbellino por el grito de Athrogate. ″¡Ese es el sacerdote!″ gritó el enano, y salió a toda prisa de la habitación.

Jarlaxle se acercó a Ellery y puso una reconfortante mano sobre su hombro.

″Te necesitan en otro lado,″ le rogó el elfo oscuro. ″No hay nada más que puedas hacer aquí.″

Ella le ofreció al drow una mirada vacía.

″Ve con Athrogate,″ dijo Jarlaxle. ″Hay trabajo que hacer y rápido.″

Casi sin pensarlo, Ellery salió trastabillando de la habitación. ″Me encargaré de Mariabronne,″ le aseguró Jarlaxle mientras ella salía tambaleante hacia el pasillo.

Fiel a su palabra, el drow estuvo con el vigilante tan pronto como Ellery estuvo fuera de vista. Extrajo una varita y realizó un hechizo de adivinación. Se sorprendió y desilusionó al ver cuan poca magia registraba un hombre con la reputación de Mariabronne. La espada del hombre, Bayurel, estaba encantada por supuesto, al igual que su armadura,pero ninguno en demasía. Llevaba un solo anillo mágico,

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pero una mirada superficial le dijo a Jarabe que él poseía al menos una docena de anillos con mayores encantamientos- por lo que sacudió la cabeza y decidió que hurtar el obvio anillo no valí ala pena.

Una cosa sí le llamó la atención sin embargo, y tan pronto como abrió la pequeña bolsa del cinturón de Mariabronne, la sonrisa de Jarlaxle de ensanchó en su rostro.

″Un corcel de obsidiana,″ señaló, extrayendo la pequeña figura negra de un caballo. Una rápida inspección le reveló las palabras para dirigirlo.

Jarlaxle cruzó los brazos del vigilante sobre su pecho y colocó a Bayurel en la posición apropiada encima de él. Sintió un momento de arrepentimiento. Había oído tanto de Mariabronne el Explorador durante su corta estadía en las Tierras de Bloodstone, y supo que él se había convertido en parte de un evento trascendental. La conmoción de la muerte del hombre resonaría en toda Vaasa y Damara por mucho tiempo y se le ocurrió a Jarlaxle que en verdad era una pérdida importante. Le hizo un rápido saludo al héroe muerto y reconoció la tristeza de su deceso.

Claro que el arrepentimiento no fue suficiente como para que devolviera el corcel de obsidiana.

″Aw, ¿qué te han hecho?″ le preguntó Athrogate a Pratcus tan pronto como llegó hasta el moribundo sacerdote.

Apuntalado contra la pared del pasillo, su pecho desgarrado y aplastado, Pratcus solo podía mirar ateridamente a su compañero. Athrogate sujetó la lanza y trató de sacarla , pero no pudo asirla. No habría importado de todas formas, ambos lo sabían, al igual que Ellery cuando se colocó detrás del enano de barba negra.

″Bah, te vas a La Morada de Moradin, entonces,″ dijo Athrogate. Extrajo un pellejo colgado a su cuello y lo sostuvo ante el sacerdote. ″Un poco del quema entrañas,″ le explicó, refiriéndose a ése, el líquido más potente de los licores enanos. ″Te ayudará a llegar allí de buen humor para hablar con el jefe.″

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″Duele,″ boqueó Pratcus. Tomó un sorbo del pellejo, e incluso se las arregló para darle un asentimiento en agradecimiento mientras el potente líquido le quemaba la garganta.

Después estaba muerto.

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CAPITULO 19

DESPEJANDO EL CAMINO

Inclinados uno sobre el otro buscando un anhelado apoyo, Arrayan y Olgerkhan bajaron despacio las escaleras. Entreri subió y pasó por entre medio de ellos, empujando a Olgerkhan un poco más contra la barandilla y forzando al semi orco a sujetarse con ambas manos.

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Entreri se volvió hacia Arrayan, quien se sujetaba a él y se bamboleaba inestable. Cambió deposición para poner su hombro detrás de ella,luego con un solo movimiento la tomó entre sus brazos. Con una rápida mirada hacia Olgerkhan para asegurarse de que el bufón no vendría a trompicones detrás de él, el asesino siguió su camino.

Arrayan levantó una mano contra su cara y él la miró a los ojos.″Me salvaste,″ dijo ella, con una voz apenas audible. ″A todos nosotros.″

Entreri sintió un arrebato de cálida sangre en su rostro. Tan solo por un breve instante, vio la imagen del rostro de Dwahvel superpuesta sobre los rasgos similares de Arrayan. Se sintió cálido en verdad, y se le ocurrió que debería seguir caminando, lejos del grupo, llevando a Arrayan lejos de todo. Su susceptibilidad, tan atrincherada y pragmática después de haber pasado casi toda su vida en un desesperado intento por sobrevivir, trataba de cuestionar, trataba de ilustrar lo ilógico de esto. Pero por primera vez en tres décadas, esas susceptibilidades prácticas no tuvieron voz en los pensamientos de Artemis Entreri.

″Gracias,″ le susurró Arrayan, y su mano recorrió el perfil de sus mejillas y labios.

El nudo en su garganta era demasiado grande como para permitirle responder a Entreri, más allá de un rápido asentimiento de cabeza.

″Eso aguantará, pero no por mucho tiempo,″ anunció Athrogate, asomándose por la barandilla del balcón y mirando por encima del piso principal de la torre. Desde abajo, los seis compañeros del enano que quedaban miraron hacia arriba viéndolo a él y al continuo aporreo y rasgado de la puerta detrás de él.

″Más gárgolas que momias,″ explicó Athrogate. ″Las gárgolas no pegan tan fuerte.″

″La habitación está lejos de ser segura,″ le interrumpió Canthan, quien estaba al lado del libro abierto. ″Encontrarán la manera de entrar. Sigamos nuestro camino.″

″¿Destruimos el libro?″ preguntó Olgerkhan.

″Si pudiera lo haría.″

″¿Lo llevamos con nosotros entonces?″ preguntó Arrayan, y el horror en su voz reveló demasiado.

Canthan se le rió disimuladamente.

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″¿Entonces qué?″ comentó Ellery, las primeras palabras que había pronunciado en un tiempo, y con una voz temblorosa. ″Vinimos aquí con un propósito, y eso parece claro frente a nosotros. ¿Acaso vamos a huir sin haber completado--?

″No dije nada de huir, mi querida Comandante Ellery,″ la interrumpió Canthan. ″Pero deberíamos irnos de esta habitación en particular.″

″Con el libro,″ razonó Ellery.

″No es posible,″ le informó Canthan.

″¡Bah, lo arrancaremos del suelo!″ dijo Athrogate, y bajó deslizándose por la barandilla y brincó por las escaleras.

″El libro está protegido,″ dijo Canthan. ″No es sino un conducto en todo caso. No lo destruiremos o reclamaremos hasta que la fuente de su poder ya no exista.″

″¿Y esa fuente es...?″ preguntó Olgerkhan y ni Canthan ni Jarlaxle pasaron por alto la forma en que el semi orco se tensaba con la pregunta.

″Eso es lo que tenemos que deducir,″ le respondió el hechicero. Jarlaxle no estaba convencido ya que la mirada de Canthan pasó hacia Arrayan cuando habló. El drow sabía que el mago había ″deducido″ hacia mucho la fuente, al igual que lo habían hecho Jarlaxle y Entreri. Una ojeada a su amigo asesino, el rostro del hombre rígido y frío mirando con dureza a Canthan le indicó a Jarlaxle que Entreri también lo sospechaba y que no estaba muy feliz acerca de las conclusiones a las que obviamente había llegado Canthan.

″¿Entonces por dónde empezamos?″ preguntó Ellery.

″Sospecho que por abajo,″ dijo Canthan.

Jarlaxle reconoció que el hombre estaba disimulando, en parte al menos, aunque el drow no estaba muy seguro de porqué. En verdad, Jarlaxle no estaba del todo seguro de que la conjetura de Canthan fuera desatinada. Ciertamente parte de la fuente de la construcción estaba justo frente a él en la forma de una mujer semi orca. Pero esa era una pequeña parte, Jarlaxle lo sabía, como si Arrayan hubiera sido una chispa inicial para enviar una llamarada hacia el cielo antes de que la gran explosión llenara el cielo con sus ascuas ardiendo.

″El castillo debe tener un rey,″ señaló el drow, y lo creyó , aunque Canthan presentía que era una reina en realidad- y una que no

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estaba muy lejos. Jarlaxle se dio cuenta de que no era el momento ni el lugar para enfrentarse al hechicero abiertamente.

El golpeteo contra la puerta continuaba desde arriba, y el volumen de los arañazos en las puertas principales de la torre, justo detrás de Canthan y el libro, llevaron a creer a Jarlaxle que cientos de las monstruosidades no muertas se habían levantado contra ellos.

La habitación no era ningún santuario y pronto se convertiría en una cripta.

Jarlaxle examinará a fondo el libro y tú lo escoltarás, resonó el envío mágico de Canthan en la cabeza de Ellery. Cuando nos hayamos ido, harás aquello por lo que se te entrenó que hicieras. Como prometiste que lo harías.

Los ojos de Ellery se abrieron pero ella hizo bien en esconder su sorpresa. Otro mensaje mágico le llegó a ella: Nuestra victoria será lograda fácilmente, y sé como hacerlo. Pero Jarlaxle se interpondrá en mi curso. Ve una ganancia personal aquí, sin importar el costo para Damara. Por nuestro bien y el de nuestra tierra, el drow debe morir.

Ellery asimiló las continuas palabras sin sorpresa. No entendía del todo de lo que estaba hablando Canthan, por supuesto. ¿lograda fácilmente? ¿Por qué Jarlaxle no estaría de acuerdo con algo así? O tenía sentido, pero Ellery no podía hacer a un lado la fuente de la información y sus órdenes. Canthan la había encontrado muchos años atrás, y a través de su trabajo, ella había logrado un alto rango y reputación. Su habilidad como guerrera había sido afilada a lo largo de muchos años de entrenamiento, pero ese filo añadido, el borde que le permitía ganar cuando los demás no podían, solo había sido posible por el trabajo de Canthan y sus asociados.

Aunque ellos eran los enemigos del trono y sus propios parientes, Ellery sabía que la relación entre la corona de Damara y la Ciudadela de los Asesinos era complicada y no tan abiertamente hostil y adversaria como muchos espectadores creían. Ciertamente Ellery había sacado partido de su relación con Canthan- y el hechicero nunca le había pedido que hiciera algo que fuera en contra de la corona.

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Sin embargo, en sus entrañas, ella sabía que pasaba algo más que el hechicero no le estaba contando.¿Estaba Canthan buscando un beneficio personal? ¿Estaba usando a Ellery para arreglar una inquina personal entre él y el elfo oscuro?

¡Ahora!

Ellery dio un respingo ante la brutal intrusión, su mirada yendo hacia Canthan. Él permanecía resuelto, con los ojos entrecerrados y los labios finos. Cientos de preguntas surgieron en la cabeza de Ellery, cientos de reclamos que quería hacerle al hechicero. ¿Cómo podía seguir semejante orden contra alguien que no se había extralimitado durante toda la expedición, alguien a quien ella había reclutado y quien hasta el momento se había comportado tan admirablemente? ¿Cómo podía hacerle esto a alguien a quien ella había conocido como amante, aunque eso poco significaba para ella?

Observando a Canthan, Ellery se dio cuenta de cómo podría hacerlo y por qué debería.

El hechicero la aterrorizaba, al igual que la banda de degolladores que representaba.

Se le hizo muy claro a la Comandante Ellery en ese momento, al tiempo que admitía para sus adentros, por primera vez, la verdad de su implicancia con la Ciudadela de los Asesinos y su representativo hechicero. Había pasado años justificando su secreta relación con Canthan, diciéndose a si misma que sus ganancias personales y la forma en que podía utilizarlas beneficiarían al reino. Ella, familiar de Tranth y de ambos el Rey Gareth y la Dama Christine, siempre harían lo que fuera mejor por Damara y la grandiosa Bloodstone.

¿?Qué importaba si los oscuros tentáculos de sus elecciones la demoraban de su ″momento de milagro″ que todos sus parientes esperaban envidiosamente que ella soltara el poder sagrado que le demostraría al mundo que ella iba más allá de ser una guerrera ordinaria, que ella era un paladín en la línea de Gareth Azotadragones?

Aunque en ese momento, la desnudez de su falsa ilusión y justificación la golpeó duro. Quizás Canthan le estaba impartiendo pensamientos fidedignos para justificar el asesinato del drow. Quizás ella intentaba decirse a si misma que el elfo oscuro era verdaderamente un impedimento para la necesaria victoria de ellos.

Si,eso era, se dijo la mujer. Todos ellos querían ganar, todos querían sobrevivir. La muerte de Mariabronne tenía que significar algo. El castillo de Zhengyi debía ser derrotado. Canthan sabía eso, y aparentemente también sabía algo sobre Jarlaxle que Ellery no. A pesar de sus últimos razonamientos, en el fondo de su corazón Ellery

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sospechaba algo más. En el fondo de su corazón, Ellery comprendía la verdad de su relación con Canthan y la Ciudadela de los Asesinos.

Pero algunas cosas es mejor dejarlas enterradas en el fondo.

Tenía que confiar en él, no por su bien sino el de ella misma.

El parche de su ojo le cosquilleaba. Nada específico vino a él, pero Jarlaxle comprendió que una intrusión mágica- un envió o un escrutinio, algún tipo de onda de energía mágica- le había rozado. Al principio el drow temió que el rey del castillo a quien él se había referido los estuviera observando, pero luego, cuando Ellery le preguntó, ″¿Crees que puedes dilucidar algo más profundo en el tomo mágico? ¿Algo que Canthan haya pasado por alto?″

Jarlaxle terminó de entender que la fuente de la magia no había sido otra más que la de su compañero hechicero. El drow trató de no dejar que su reacción ante tal asunto lo atrapara con la guardia baja cuando mintió, ″Estoy seguro de que el buen conocimiento de Canthan del Arte es mayor que el mío.″

Los ojos de Ellery se agrandaron y sus fosas nasales echaron humo, y el drow supo que la había sorprendido y preocupado con su tentativo rechazo. Decidió no desilusionarla.

″Pero soy un drow y he pasado siglos en la Antípoda Oscura, en donde la magia es un poco diferente. Quizás haya algo que pueda reconocer que Canthan no haya podido.″

Miró al mago mientras hablaba, y Canthan hizo una reverencia agraciada, se hizo a un lado y e invitó con un movimiento del brazo a que Jarlaxle se acercara al libro.

Allí estaba, tan claro como el agua.

″No tenemos tiempo para eso,″ gruñó Athrogate, y el pensamiento ″a escena″ le llegó al drow.

″Muy cierto,″ siguió actuando Ellery. ″Lleva a los otros afuera, Athrogate,″ le ordenó. ″Yo permaneceré aquí para custodiar a Jarlaxle tanto como la situación nos lo permita.″

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Ellery señaló el libro, pero Jarlaxle le indicó que pasara ella primero. Él pasó al lado de un Entreri de expresión confundida mientras la seguía. ″Problema,″ se las arregló para susurrar despacio.

Entreri no hizo movimiento alguno que indicar que hubiera escuchado nada, y salió con Canthan, Athrogate y los dos semi orcos, bajando por el túnel que había seguido Mariabronne en su viaje final.

Jarlaxle se paró delante del libro abierto pero no empezó a ojearlo. Mas bien, observó a los otros desaparecer por el túnel y se quedó mirando la oscura salida por algún tiempo. Sintió y escuchó a Ellery ponerse inquieta, moviéndose nerviosamente cambiando el peso de un pie al otro. Él era su objetivo, entendió; difícilmente lo estaba ″custodiando″. Vigilando era lo más acertado.

″Tu amigo Canthan cree que ha desentrañado el acertijo del castillo,″ dijo el drow. Se dio vuelta para contemplar a la mujer, notando especialmente como sus nudillos se habían puesto blancos sobre el mango de su hacha.

″Pero está equivocado.″

El rostro de Ellery se frunció por la confusión. ″¿Qué te ha dicho?″ ¿Cómo lo sabes?″

″Porque sé lo que ha discernido de este libro, ya que he visto un tomo similar a este.″

Ellery lo miró con fiereza, su mano retorciéndose sobre el mango, y se mordisqueaba los labios, claramente intranquila con todo eso.

″Te dijo que me mantuvieras aquí y me mataras, no porque teme que llegue a ser un impedimento para nuestro escape o victoria, sino porque Canthan teme que yo compita con él por el libro y los secretos que contiene. No es más que un oportunista.″

Ellery se echó para atrás y pareció como si fuera a caer al piso ante las acertadas observaciones de Jarlaxle. Sin embargo,Jarlaxle no era tan tonto como para pensar que podía disuadir a la mujer de su planeado curso de acción, por lo que no lo tomó con la guardia baja cuando, justo al haber terminado de hablar, Ellery rugió y se le abalanzó.

Apareció una daga en la mano del drow, y con un rápido movimiento de su muñeca, se convirtió en una espada. La arrojó al aire hacia su izquierda a tiempo para detener el barrido del hacha de Ellery y retrocedió lo suficientemente rápido para esquivar el golpe del escudo de ella. Una segunda daga se deslizó de su muñequera, y se la arrojó, demorando su avance lo necesario para extraer una tercera de su muñequera encantada y chasquear su muñeca de nuevo.

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Cuando el asalto inicial terminó, y los dos quedaron enfrentados a igual distancia, el drow sostenía un par de delgadas espadas largas.

Ellery lanzó un corte de revés y presionó hacia adelante mientras Jarlaxle rodaba a un costado y cortaba y tajeaba con su espada. Su escudo hizo a un lado una de las espadas y un revés astuto de su hacha desvió la dirección de la segunda hojas del drow, viniendo de abajo y apuntando a la rodilla delantera de la mujer.

Ellery tiró hacia abajo su escudo, giró apenas detrás de éste, y se estiró al tiempo que terminaba de darse vuelta, Jarlaxle tiró hacia atrás sus caderas y comenzó otra vez detrás de la veloz hacha. Se detuvo y voló a un costado mientras Ellery detenía en seco su aventón y se abalanzaba en una corrida, su poderosa hacha lista. Ella se mantuvo a su altura, paso por paso. Una espada inclinada hizo a un lado su poderoso tajo. El escudo de ella chocó contra una espada, conduciéndola hacia abajo, lo llevó arriba para atajar la segunda, luego abajo otra vez , luego.....

Jarlaxle fue demasiado rápido con su segunda hoja, haciendo una finta en lo alto una vez más pero arrojándola abajo esta vez. Pero Ellery era veloz también, y su escudo la atajó apropiadamente. La mujer se levantó con un rugido, y Jarlaxle tuvo que dar un paso atrás prestamente y girar hacia un costado. Llevó ambas espadas en una parada desesperada y aceptó la embestida del escudo contra su brazo, contento de que el impulso le hubiese permitido poner cierta distancia entre él y la sorprendentemente habilidosa mujer.

″¿Si gano encontraré tu cama?″ la molestó. Ellery ni siquiera esbozó una sonrisa.

″Esos días ya son del pasado.″

″No tienen por qué serlo.″

La respuesta de Ellery le llegó en la forma de otra súbita carga y un aventón de golpes que Jarlaxle tuvo que atajar y desviar, paso tras paso.

Entreri pasó velozmente al lado de Athrogate. ″Ya sé cual es el punto,″ explicó.″Proceder con cuidado , pero con rapidez.″

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Bajó corriendo por el pasillo, empujando la puerta y entrando al cuarto en donde yacía inmóvil Mariabronne, la espada sujeta por ambas manos sobre su pecho, la hoja llegando hasta debajo de su cintura. Entreri sacudió la cabeza y rechazó la trágica visión. Cruzó la habitación hasta la otra puerta, la examinaba rápidamente en busca de trampas cuando vio que no había sido abierta recientemente y la atravesó para encontrarse con otro túnel que se curvaba y descendía.

Salió a la carrera y encendió cuidadosamente las primeras antorchas pisando las planchas de presión. Después se dio la vuelta y se apresuró a regresar a la puerta, poniéndose al lado de ella en la punta de la jamba. Usando ese diminuto espacio y el techo encima de él, el asesino se apretujó en el lugar. Unos momentos más tarde, Athrogate pasaba debajo de él, seguido de cerca por Olgerkhan y Arrayan, con Canthan al último. Pasaron sin notar al asesino, y antes de que siquiera hubieran desaparecido por la curva del túnel Entreri enganchó los dedos en el borde de la jamba de la puerta y se dejó caer arrojándose y aterrizando suavemente de vuelta en la habitación con Mariabronne. Tocó el suelo y salió corriendo de regreso por el pasillo.

Sus movimientos estaban mucho más a la altura del estilo de pelea y el nivel de habilidad que le había mostrado a él en su duelo de espadas en aquellos días frente a la Puerta de Vaasa. Ellery no era novata en la batalla y había practicado extensamente en técnicas de combate individual. Sus esfuerzos ponían a prueba a Jarlaxle en cada vuelta. Sin embargo,la había derrotado en ese entonces, y sabía que podía derrotarla de nuevo. Ella tenía que saberlo también, al igual que Canthan quien la había enviado, tenía que entenderlo.

A menos que....

Ellos eran la ″Ciudadela de los Asesinos,″ después de todo.

Ellery continuó el curso de la pelea, forzando su hacha con cortes y tajos rápidos, generalmente dirigiéndose más y más a la derecha de Jarlaxle. Siguió casi cada uno de sus embates con un súbito envión de su brazo con el escudo, sin dejar ninguna abertura para las espadas del drow y además se equilibraba en los giros para mantener sus pies alineados apropiadamente y propulsarse de un lado a otro o adelante y atrás como lo requería. Era bueno, pero no lo suficiente, y ambos lo sabían. Casi se le pasó por alto al observador drow que Ellery había cruzado los pies, tan suave fue la transición. A pesar de notarlo,Jarlaxle se vio sorprendido al ver la manera eficiente y veloz con la que la mujer ejecutaba un improvisto

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giro, de modo que al darse vuelta, su hacha cortó con fuerza, dirigiéndose de nuevo a la izquierda del drow.

Y él no pudo detenerlo.

Los ojos de Jarlaxle se ensancharon e incluso sonrió ante el ″embate asesino″- ese único movimiento que los asesinos usaban a menudo, ese nivel extra de pelea más allá de cualquier cosa que el oponente pudiera esperar ver razonablemente. Jarlaxle había anticipado algo de esa naturaleza, por supuesto,pero aun así, mientras lo veía venir frente a él, temió, supo que no podía detenerlo.

Ellery rugió y golpeó con fuerza al hombro del drow. Jarlaxle hizo una mueca y cruzó sus espadas en un esfuerzo de al menos detener el golpe y tirarse a un costado en un intento desesperado por salirse de en medio.

Pero el rugido de Ellery se convirtió en un grito, y en medio del embate su hacha se tambaleó, desviando su ángulo, su brazo cayendo inmóvil, al tiempo que la Garra de Charon se estrellaba con fuerza en su hombro. Su pechera de fina plata se estremeció y aflojó cuando la cuerda de su hombro se desgarró bajo la fuerza del golpe de Entreri.

Ella se tambaleó y se dio la vuelta, tratando de dar un rodeo y poner su escudo arriba para rechazar al asesino. Sin embargo, la otra mano de Entreri estaba debajo de su escudo, y su daga encontró fácilmente la costura en su pechera y se deslizó entre las costillas de la mujer hacia el lado izquierdo de su pecho.

Ellery se heló, impotente y sobre el borde del desastre. Entreri no terminó el movimiento sino que lo mantuvo allí, con la daga en posición. Ellery lo miró fijamente y él convocó los poderes absorbentes de vida de su arma solo por un instante, dejándole saber el destino final que le esperaba.

Ella no persistió. Estaba derrotada y lo demostró. El brazo que sostenía su arma colgaba inmóvil y no trató de evitar que el hecha cayera al suelo mientras se deslizaba de su mano.

″Una interesante vuelta de eventos,″ señaló Jarlaxle, ″ el que Canthan se hubiera movido en nuestra contra tan rápido.″

″Y que una parienta del Rey de Damara fuera un instrumento para la cofradía de un asesino,″ añadió Entreri.

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″No sabes nada,″ le gruñó Ellery, o comenzó a hacerlo, ya que él apenas torció su daga y puso a la mujer en puntas de pie. La comandante se tragó la respiración ante la oleada de dolor.

″Cuando te pida que respondas, tu respondes,″ le ordenó Entreri.

″Te dije que Canthan estaba engañado,″ le dijo Jarlaxle a ella. ″Él cree que matando a Arrayan derrotará a la torre.″ Se volvió hacia Entreri. ″Él cree que ella es la Herminicle de este castillo,pero yo no estoy de acuerdo.″

Los ojos de Entreri se ensancharon.

″Esto está más allá de Arrayan,″ explicó Jarlaxle. ″Quizás ella comenzó el proceso,pero algo más grande que ella ha intervenido.″

″No sabes nada,″ dijo entre dientes Ellery.

″Sé que tu,la legítima representante del Rey Gareth en esta travesía, estabas a punto de matarme, a pesar de que no he hecho nada en contra de la corona y he arriesgado todo por el bien del reino,″ le señaló Jarlaxle.

″Tu lo dices.″

″Y así niegas, sin pruebas, porque Canthan se desharía de Jarlaxle, se desharía de todos nosotros,″ añadió el drow, ″ que él podría reclamar cualquiera de los secretos y poderes que quedan de Zhengyi en este lugar y en ese libro. Eres un peón, y uno más bien estúpido, Lady Ellery. Me desilusionas.″

″Entonces acaba conmigo,″ le dijo ella.

Jarlaxle miró a Entreri y vio que su amigo apenas estaba prestando atención. Liberó el cuchillo y salió como una flechas hacia la salida del túnel y hacia los cuatro que tontamente se dio cuenta había dejado solos.

Su escudo mágico absorbió la mayoría del golpe ,pero aun así el rayo que le lanzó Canthan envió a Arrayan volando contra la pared.

″Dolerá menos si bajas tus barreras y aceptas lo inevitable,″ le señaló el hechicero.

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A un costado, Olgerkhan intentó de nuevo llegar hasta Canthan y de nuevo Athrogate estaba allí para bloquearle el camino.

″Ella es la base de este castillo,″ le dijo Canthan al enorme y furioso semi orco. ″¡Cuando ella caiga, caerá también esta bestia Zhengyiana!

Olgerkhan gruñó y cargó- o trató al menos, pero Athrogate le pateó los tobillos desde abajo y lo envió de cara al suelo.

″Dejalo ser,″ le advirtió el enano. ″No hay opciones aquí.″

Olgerkhan se puso de pie de un salto y balanceó su garrote salvajemente hacia el enano.

″Muy bien entonces,″ dijo el enano, fácilmente esquivando el torpe golpe. ″Estas tomando las decisiones que no deberías tomar.″

″Termina con el tonto testarudo,″ le ordenó Canthan, y calmadamente lanzó una serie de filosos misiles brillantes en dirección a Arrayan.

Nuevamente, la hechicera semi orco había conjurado suficientes barreras como para derrotar la mayoría de los ataques, pero la continuo bombardeo de Canthan la había acorralado, impotente para contraatacar.

Para Olgerkhan el desastre sería más rápido en llegar. El semi orco era un delicado y logrado guerrero para los estándares de Palishchuk, pero contra Athrogate, no era más que un novato, y en su estado debilitado, ni siquiera uno prometedor. Balanceó su garrote otra vez y fue bloqueado, luego intentó un barrido extraño hacia un lado. Athrogate pasó por debajo del garrote en movimiento, ambas estrellas matutinas girando. Las armas del enano le dieron duro, casi simultáneamente, contra el exterior de las rodillas de Olgerkhan. Antes de que las piernas del semi orco pudiera temblequear, Athrogate saltó hacia adelante y estrelló su cabeza contra la ingle del semi orco.

Mientras Olgerkhan se doblaba por la mitad, Athrogate levantó una de las estrellas matutinas para que la cadena se enrollara en el cuello del semi orco, y la pesada bola le golpeara en el rostro. Con un retorcijón y una brutal sacudida, una que rompía huesos, Athrogate lanzó a Olgerkhan en un salto mortal que lo dejó gimiendo e impotente sobre el suelo.

″¡Olgerkhan!″ gritó Arrayan, y ella también se tambaleó y cayó de rodillas.

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Canthan lo observaba todo muy entretenido. ″De algún modo está ligados,″ musitó en voz alta.″Físicamente. Quizás el castillo tiene un rey al igual que una reina.″

″El humano está llegando,″ le avisó Athrogate, mirando más allá de Canthan hacia el pasillo.

Suficiente meditación, se dio cuenta el hechicero y aprovechó el momento de debilidad de Arrayan para disparar otro hechizo,un dardo mágicamente lleno de ácido. Punzó su esfera defensiva y se estrelló contra su estómago, enviándola sentada contra la pared. Gritó de dolor y trató de asir el diminuto proyectil con sus temblorosas manos.

″Mátalo cuando entre,″ le ordenó Canthan al enano.

El hechicero salió corriendo de la habitación por uno de los pasillos del costado justo cuando Entreri se precipitó dentro. Entreri miró a Athrogate, a Olgerkhan y a Arrayan, luego de vuelta al enano, quien se aproximaba firmemente, con las estrellas matutinas balanceándose fácilmente. Athrogate le ofreció un encogimiento de hombros.

″Supongo que esta es la forma en la que tiene que ser,″ dijo el enano, casi disculpándose.

Ellery mantuvo sus manos a los costados, sin saber que se suponía que hiciera.

″Bueno, recoge tus armas y partamos,″ le dijo Jarlaxle a ella.

Ella lo miró fijo por unos momentos y luego se inclinó para recuperar su hacha, ojeando a Jarlaxle todo el tiempo como si esperara a que la atacara.

″Oh, levántala,″ dijo el drow.

Aun así Ellery se detuvo.

″No tenemos tiempo para esto,″ dijo Jarlaxle. ″Llamaré a nuestra pequeña batalla aquí un malentendido, ya que estoy seguro de que vemos las cosas de la misma manera ahora. Además, ya conozco tu truco ahora- y es un delicado movimiento!- y te mataré si te enfrentas conmigo otra vez.″ Hizo una pausa y le dio una mirada lasciva. ″Tal vez te saque una pequeña paga después , pero por ahora, terminemos con este castillo y el infernal Zhengyi.″

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Ellery recogió su hacha. Jarlaxle se dio la vuelta y avanzó detrás de Entreri. La mujer no tenía idea de que hacer o creer. Sus emociones revoloteaban al igual que sus pensamientos, y se sentía muy extraña. Dio un paso hacia Jarlaxle, tan solo queriendo terminar con esto y regresar a Damara.

El suelo se abrió y la tragó.

Jarlaxle se dio vuelta enseguida, con las espadas listas cuando escuchó el ruido detrás de él. Se do cuenta enseguida de que esas armas no serían necesarias. Fue rápidamente hasta Ellery y trató de sacudirla. Puso su rostro cerca de su boca para intentar detectar su respiración, e inspeccionó la pequeña herida que le había infligido Entreri.

″Al final la daga sí llego a tu corazón después de todo,″ dijo Jarlaxle con un gran suspiro.

Entreri no estaba seguro si Athrogate era increíblemente bueno o era simplemente que el estilo poco ortodoxo del enano y sus armamento- nunca había siquiera sabido de nadie que revoleara dos estrellas matutinas simultáneamente- pero lo tenía moviéndose de forma incómoda y extraña. Cualquiera fuera la razón, Entreri entendió que estaba en problemas. Mirando de reojo a Arrayan, se dio cuenta de que la situación de ella era aun más desesperante. De algún modo, eso lo molestaba igualmente, sino más.

Gruñó e hizo a un lado el perturbador pensamiento y creó una serie de muros de cenizas para tratar de detener al testarudo y feroz enano. Claro que Athrogate simplemente penetró a través de cada uno de los muros de cenizas sucesivamente, rugiendo y balanceando las estrellas tan rudamente que Entreri no se atrevió a acercarse demasiado. Trató de medir al enano. Trató de encontrar un hueco en las defensas de la pequeña bestia. Pero Athrogate era demasiado compacto, los movimientos de sus armas demasiado coordinadas. Dada la fuerza del enano y los extraños encantamientos de sus

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estrellas matutinas, Entreri simplemente no podía arriesgarse a devolver golpe por golpe, incluso con sus propias magníficas armas. Ni tampoco las podía bloquear, ya que acertadamente temía que Athrogate pudiera enredar una de sus armas en la cadena de su estrella matutina y arrancársela de su mano. O incluso peor, ¿podía ser que ese herrumbrado fango que cubría el arma de la mano izquierda del enano arruinara la fina hoja de la Garra de Charion?

Entreri utilizó su velocidad, brincando de un lado al otro, haciendo una finta y retrocediendo casi inmediatamente. No estaba tratando de asestar un golpe en ese punto, aunque podría haberlo apuñalado si se presentaba un abertura. En cambio, Entreri se movió para poner al enano en un ritmo diferente. Mantuvo los pies de Athrogate moviéndose de costado o lo hizo darse la vuelta rápidamente- ambos movimientos que el luchador directo encontraba más típicos.

Pero eso llevaría un largo, largo rato,Entreri lo sabía, y con otro mirada de reojo a Arrayan, entendió que era justamente tiempo lo que a ella no le quedaba. Con ese incómoda pensamiento en mente, arremetió de repente, revirtiendo su ímpetu para esquivar en un intento de lograr una matanza rápida.

Pero una de las giratorias estrellas matutinas puso a un lado la Garra de Charon , y la segunda envió a Entreri de cabeza rodando. Athrogate lo persiguió, con las armas girando,y Entreri apenas escapó y evitó un encuentro que le aplastaría el cráneo.

″Paciencia... paciencia,″ lo acosó el enano.

Entreri se dio cuenta de que Athrogate conocía exactamente su estrategia, que probablemente había visto la misma técnica utilizada en cada oponente diestro con el que se había enfrentado. El asesino tenía que repensarlo. Necesitaba algo de espacio y tiempo. Avanzó en una súbita explosión de nuevo, pero a pesar de que Athrogate aullaba de la excitación, Entreri se había ido, saliendo a brincos de la habitación.

Athrogate se detuvo y lo miró con obvia curiosidad. ″¿Estás huyendo o pensando en golpearme desde lejos? Preguntó. ″Si estás huyendo, tonto, entonces salta como los conejos. Pero ten en cuenta que no estaré muy lejos!Buajaja!″

″A pesar de que encuentro tu fealdad repelente, enano, no pienses ni por un momento de que huyo de los que son como tú.″

Athrogate aulló de la risa de nuevo, y cargó- o empezó a hacerlo, ya que cuando comenzó a acortar terreno entre él y Entreri, un disco elongado flotó desde el costado, estirándose y ensanchándose, y posándose sobre el suelo entre ellos. Athrogate, sin poder detener su impulso, cayó cuan largo era dentro del hueco extra dimensional.

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Aulló. Maldijo. Aterrizó con fuerza, quince metros abajo. Después maldijo un poco más, y con rimas.

Entreri miró hacia la entrada del túnel, en donde permanecía Jarlaxle, inclinado. El drow se encogió de hombros y señaló, ″¿Una trampa para osos?″

Entreri no respondió. Fue corriendo hacia Arrayan y quebró rápidamente el dardo mágico de su estómago. Miró fijo el malicioso misil, observando con creciente rabia como la punta seguía vertiendo ácido. Una mirada a Arrayan le dijo que él había llegado a tiempo, que la herida no era mortal,pero no podía negar la verdad de ello cuando miró el pálido rostro de Arrayan. Ella estaba muriendo, literalmente con un pie en el infra reino.

La desesperación remolcó a Entreri. No veía a Arrayan sino a Dwahvel yaciendo frente a él. Sacudió a la mujer y le gritó que volviera. Casi sin pensar en el momento, se encontró abrazándola, y después tomando distancia de ella y llamándola una y otra vez.

Yaciendo en el suelo a un costado, el moribundo Olgerkhan vio la huidiza salud de Arrayan y comprendió claramente que mucha de la pena de su querida compañera estaba siendo causada por su ligadura mágica a él. Como el anillo había forzado a Olgerkhan a compartir la carga de Arrayan, habían revertido el efecto. Olgerkhan sabía que sus heridas eran mortales, sabía que estaba al borde mismo de la muerte. Y estaba llevándose a Arrayan con él.

Con toda la fuerza que pudo reunir, el semi orco se sacó el anillo de su dedo y lo arrojó lejos a un lado.

Su mundo se tornó negro al mismo tiempo que Arrayan abría los ojos.

Entreri se alejó de ella por la sorpresa. Todavía lucía terrible, más débil que cualquiera que hubiera vsito jamás- él solo podía describirla como delgada y vaciada de su energía vital- más frágil de lo que cualquier otro ser humano podía serlo, mucho más de lo que lo había estado antes de la pelea.

Pero aún le quedaba vida, y consciencia, y como aprendió el asesino, rabia también.

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″¡No!″ gritó la mujer. ″Olgerkhan, no!″

El tono de su voz demostraba que estaba regañando al semi orco, no negando sus heridas. Eso combinado con el imprevisto regreso de la tumba de ella, hizo que el asesino se rascara la cabeza confundido. Entreri miró de nuevo a Jarlaxle, quien estudió al dúo intensamente pero al parecer con igual curiosidad.

Arrayan tan débil y consumida y seriamente herida, se arrastró pasando por el lado de Entreri hacia su compañero semi orco. ″Te sacaste el anillo,″ dijo ella, sosteniendo su rostro en sus manos. ″¡Póntelo de vuelta!¡Olgerkhan, póntelo de vuelta!″

″Crees que me salvas,″ lloriqueó Arrayan, ″¿pero no lo sabes? No puedo ser salvada de verte morir. Olgerkhan, regresa a mi. ¡Debes hacerlo! Eres todo lo que amo, todo lo que siempre he amado. Eres tú, Olgerkhan. Siempre has sido tu. Por favor, ¡regresa a mi!″

Su voz se volvió más débil, sus hombros temblaban con los sollozos, y sostuvo cariñosamente a su amigo.

″¿el anillo?2 preguntó Jarlaxle.

Arrayan no respondió, pero el drow se lo imaginó de todas formas. Pensó en todo el tiempo en que los dos habían parecido compartir su dolor y cansancio.

″Entonces el castillo sí tenía un rey,″ le señaló Jarlaxle a Entreri, pero el asesino apenas escuchaba.

Se quedó mirando a la pareja, riéndose entre dientes de sí mismo y todas sus fantasías sobre un futuro al lado de Arrayan.

Sin una palabra de explicación, Artemis Entreri salió corriendo de la habitación.

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CAPITULO 20

PORQUE SI

Aunque tenía confianza en que su trabajo con lo que respectaba a Arrayan y Olgerkhan estaba hecho y que Athrogate se desharía del asesino, Canthan miró hacia atrás varias veces mientras corría por el pasillo descendente. A pesar de que sus ojeadas se volvían a lo que yacía detrás de él, sus pensamientos estaban en el futuro, ya que sabía que habían un grandioso premio a ser encontrado en las páginas del libro del Rey Brujo. Su lectura cuidadosa del tomo le había mostrado posibilidades más allá de su imaginación. De algún modo dentro de ese libro se vislumbraba el secreto que le concedería la posesión del castillo, sin arrebatarle su fuerza vital como lo había hecho con Arrayan. Estaba seguro de eso. Zhengyi lo había diseñado así. El libro atraparía a los desprevenidos y usaría esa alma para construir el castillo.

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Pero eso era solo la mitad del encantamiento. Una vez construido, la fortaleza estaba allí para tomar- para alguien que fuera lo suficientemente astuto y fuerte que lo acaparara.

Canthan podía hacer eso, y ciertamente Knellict, entre los más grandiosos de los hechiceros de las Tierras de Bloodstone, podía hacerlo también. ¿ Habría encontrado la Ciudadela de los Asesinos un nuevo hogar, uno desde el cual podrían desafiar abiertamente al Rey Gareth reclamando su dominio?

″Ah, las posibilidades,″ musitó Canthan mientras se aproximaba a la siguiente puerta.

El castillo estaba o dormido o pronto a estarlo, creía él, o al menos no estaba disponible para su regeneración debido a la caída de sus fuentes de vida. Aun así el hechicero permaneció alerta.

Lanzó un hechizo de apertura que abrió la puerta antes de que él entrara físicamente a la habitación. En la gran cámara de más allá, vio un movimiento, y ni siquiera esperó a discernir el tipo de criatura frente a él cuando comenzó su conjuro. Una momia gnoll apareció en el umbral. Sirvió como el primer blanco, como el punto de partida.

Un descarga de rayos se curvó hacia su cabeza y luego se disparó al siguiente blanco, y así siguió. Disminuyó con cada golpe sucesivo pero saltó varias veces. Aquella primera momia echó humo y se deshizo en una pila de trapos requemados, y Canthan actuó con rapidez, con el siguiente hechizo listo. Una rápida inspección al enorme cuarto le indicó el curso de su primer golpe, la cadena había rebotado contra los cinco objetivos, todas las momias. La criatura saludable que quedaba había sido la última en ser golpeada, por lo que Canthan revirtió su línea e hizo a esa la primera.

En el tiempo que le llevó a la segunda cadena de rayos saltar a través de las restantes momias, las cuatro habían caído reducidas a cáscaras humeantes. Canthan se apresuró a entrar y los braceros llamearon con vida. El hechicero levantó la vista al techo diez metros arriba y vio las formas de huevos de los guardianes demonios anidados por encima de cada uno de los cuatro braceros en el cuarto.

Sonriendo, Canthan llenó los dos metros superiores de la habitación, de pared a pared, con hebras de una pegajosa telaraña. Era solo una precaución, creyó él, ya que el castillo debía de estar muerto.

Los monstruos que ya estaban animados, como las momias, podían permanecer, así lo pensaba, pero con Arrayan muerta, ningún otro debería animarse.

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El hechicero se detuvo para recobrar el aliento y considerar la situación. Esperaba que Ellery hubiera acabado con el problemático drow y Athrogate con el igualmente problemático asesino.

La muerte de Mariabronne había sido una suerte para la Ciudadela. El problemático pero leal vigilante habría seguramente dirigido Damara.

Aunque Canthan sabia que todavía tenía que acercarse a las cosas con sumo cuidado. Esperaba que su conjetura respecto a las cualidades del castillo fueran correctas, ya que la tarea de realmente descifrar los secretos del libro serían mucho más difíciles si tuviera que pasarse la mitad del tiempo destruyendo monstruos.

El hechicero tenía que reunir pronto a Athrogate y Ellery a su lado y descansar. Había casi agotado sus hechizos mágicos por el día, y aunque creía que la batalla estaba ganada, a Canthan no le gustaba sentirse vulnerable.

Su hechicería era su armadura y su espada. Sin sus hechizos, no era más que un hombre astuto pero debilucho. No le gustó lo que vio, cuando un hombre solitario entró con gran determinación a la cámara.

Lejos de estar muerto como había presumido Canthan, las paredes externas de la gran estructura bullían de vida. Gárgolas regeneradas de su anterior noche de batalla sobre la lomada, volaron con la puesta del sol, a toda velocidad a los largo de los pocos kilómetros hasta los muros de Palishchuk. Allí, las defensas habían sido dispuestas, y allí comenzó la desesperada batalla. Pero las murallas probaron ser poco impedimento para las criaturas aladas, y bulleron sobre la ciudad en busca de objetivos fáciles.

En su habitación, Calihye oyó la conmoción comenzando en las calles, los gritos de alarma y los sonidos de la batalla que se le unían. Miró a Davis Eng, sus ojos bien abiertos, su respiración pesada por la anticipación y el miedo. Una punzada de simpatía la recorrió, ya que solo podía imaginar el terror de él al estar completamente desvalido.

″¿Qué pasa?″ logró susurrar.

Calihye no tenía respuesta. Fue hasta una de las ventanas del cuarto y corrió la cortina. Afuera en las calles debajo, vio la pelea, en donde un trío de guardias semi orcos tajeaban y acuchillaban salvajemente tras los cortos saltos y vuelos de una única gárgola. Calihye observó por un rato, hipnotizada por una extraña secuencia y danza. Después soltó un grito y cayó de espaldas mientras una gárgola se estrellaba

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contra la ventana, esparciendo fragmentos de vidrio, sus garras estirándose hacia su garganta.

La mujer se dejó caer y rodó hacia atrás, y se puso de pie ágilmente, revirtiendo su impulso y saltando hacia adelante al tiempo que la tonta gárgola cargaba hacia ella, empalándose en su espada.

Pero había otra en la ventana, lista para ocupar su lugar.

″Ayúdame,″ gritó Davis Eng.

Calihye lo ignoró, excepto para pensar que si la situación se tornaba demasiado desesperada quizás podría usar al hombre como carnada para las bestias mientras ella escapaba por la puerta. Sin embargo,estaba muy lejos de esa desagradable posibilidad, y se adelantó para enfrentar a la nueva invasora, trabajando con su espada con la habilidad de una sazonada veterana.

″Sé razonable, mi amigo,″ le dijo Canthan mientras retrocedía.

Artemis Entreri,su rostro perfectamente inexpresivo, caminó hacia él.

″¿La chica está muerta?″

Ninguna respuesta.

″Sé razonable, hombre,″ reiteró Canthan. ″Ella era la fuente de poder de este lugar- su fuerza vital lo estaba alimentando.″

Ninguna respuesta. Pronto Canthan tenía la pared a su espalda, y Entreri seguía avanzando, con la espada y la daga en mano.

″Ah, pero fantaseabas con ella, no?″ le preguntó Canthan. Se rió- un sonido que tenía que admitir no tenía otro motivo más que cubrir su sincera desazón. Debido que a Canthan nole quedaban muchos hechizos que conjurar y si Entreri había descubierto la forma de derrotar a Athrogate, era un enemigo formidable de seguro.

Aún sin respuestas, y Canthan conjuró un hechizo rápido que lo envió en un ″pestañeo ″ extra dimensional al otro extremo del cuarto.

Entreri no hizo nada más que proseguir con su determinado avance.

″Por lo dioses no me digas que mataste a Athrogate?″ le dijo Canthan. ″Porque le era de bastante valor a la Ciudadela- un favor

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que te hago ahora es matarte. Sin embargo, podríamos hablar, no puedo perdonar eso, me temo, ¡ni tampoco lo hará Knellict!″. Terminó con un además de sus brazos, y lanzó una descarga de rayos en dirección a Entreri.

Pero no fue tan fácil. Entreri se movió antes de que la descarga surgiera, una improvista y eficiente zambullida que terminó en un rol hacia el costado. Canthan ya estaba conjurando por segunda vez, enviando una serie de proyectiles mágicos que ningún hombre, ni siquiera Artemis Entreri, podría esquivar.

Pero el asesino gruñó a través de sus hirientes mordidas y avanzó. Riendo, Canthan preparó otra descarga de rayos, pero una daga centelleó en el aire, golpeándolo en el pecho e interrumpiendo su conjuro. Por supuesto que el hechicero estaba bien protegido de tales ataques mundanos, e incluso la enjoyada daga rebotó.

Rápidamente se concentró de nuevo y dejó salir una descarga hacia el hombre- o a lo que pensó era el hombre se dio cuenta más tarde, ya que no era más que un muro de cenizas.

Volviéndose más temeroso, Canthan giró alrededor para inspeccionar la habitación.

Ningún Entreri.

Giró de nuevo, luego se detuvo y musitó, ″Oh, astuto.

Ni siquiera tuvo que mirar para comprender la artimaña y el movimiento del asesino. Ya que en ese instante de distracción de la daga, en ese pestañeo reflexivo del ojo del hechicero, Entreri no solo había balanceado su espada y dispuesto un muro de cenizas,peor había saltado hacia arriba, sujetándose sobre las telarañas de Canthan. El mago levantó la vista hacia él. El asesino estaba encorvado,las piernas encogidas sobre su pecho, sus manos hundidas en la red segura. Se desenrolló y columpió hacia atrás y después hacia Canthan. Al tiempo que avanzaba, chasqueó algo que sostenía en una mano- un simple artilugio de piedra y acero. La chispa resultante incendió la red y quemó por completo ese sector en un instante, justo cuando Entreri estaba en la cima de su balanceo.

Voló hacia adelante, cayendo en un salto mortal hacia atrás, estirando su piernas y brazos para controlar la caída.

Aterrizó suavemente y en perfecto equilibrio justo frente al hechicero,y sacó la espada. El diestro hechicero atacó primero, una descarga de atronadores rayos que crepitaron por todo el cuerpo de Entreri, chispas volando de su espada. Su mandíbula castañeteaba incontrolablemente, sus músculos tensándose y agarrotándose, los

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dedos de una mano cerrándose en una bola apretada, los nudillos de la otra blanqueándose sobre el pomo de la Garra de Charon.

Pero Entreri no se echó atrás ni se cayó de espaldas. Gruñó y se mantuvo firme. Soportó el golpe y con increíble determinación y simple tenacidad, luchó contra éste.

Cuando el rayo terminó. Entreri salió de éste con un súbito giro, la Garra de Charon volando a lo ancho. Dada el consumado poder de esa hoja, más allá de cualquiera de las barreras y defensas, Entreri pudo haber matado fácilmente al horrorizado hechicero, podría haber cortado la cabeza del hombre de sus hombros.

Pero la Garra de Charon se paró en seco en un corte diagonal, cortando al hechicero desde el hombro hasta la cadera opuesta. Atónito y cayendo de espaldas, Canthan no pudo alejarse lo suficiente cuando Entreri, su rostro aún frío y sin expresión ante el cual Canthan se preguntó brevemente si no era más que un cadáver animado, brincó alto en un giro y se dio la vuelta con una patada lateral que envió la cabeza de Canthan hacia atrás virulentamente.

Entreri recuperó su apreciada daga y limpió la sangre de su nariz y boca mientras marchaba hacia el

postrado Canthan. Boca abajo, el hombre se retorcía y después testarudamente se levantó apoyándose sobre sus codos. Entreri le pateó la cabeza y lo pateó otra vez antes de que Canthan se quedara tirado sobre el suelo.

El asesino hizo a un lado su espada pero sostuvo la daga mientras agarraba al hechicero semiconsciente por la nuca y lo arrastraba de vuelta al pasillo.

″Seguramente serás razonable en este asunto,″ le dijo Jarlaxle quien estaba sobre su manos y rodillas en el suelo asomado al borde del agujero a Athrogate.″No puedes salir sin mi ayuda,″

Athrogate con las manos en la cintura, simplemente lo miraba fijo. ″Tenía que hacer algo,″ dijo Jarlaxle. ″¿Acaso iba a permitirte que mataras a mi amigo?″

″Bah! Bien, no habría peleado contra él si él no hubiera peleado contra mí.″

″Bastante cierto, pero considera a Olgerkhan.

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″Lo hice y lo maté.″

″A veces esos actos molestan a la gente.″

″No debería haberse entrometido con mi amigo.″

″¿Para que tu amigo pudiera matar a la chica?″

Athrogate se encogió de hombros como si no le importara. ″Tenía su razón.″

″Una razón errónea.″

″Lo hecho, hecho está. ¿Quieres una disculpa?″

″No sé si quiera algo,″ replicó Jarlaxle. ″Tu pareces ser el que está necesitado, no yo.″

″¡Bah!″

″No puedes salir. Morir de hambre es una forma vil de morir para un guerrero.″

Athrogate simplemente se encogió de hombros y se movió hacia un costado del agujero, estudió el sólido muro por un momento, y se sentó. Jarlaxle suspiró y se dio la vuelta para enfocarse en Arrayan. Ella todavía acunaba la cabeza de Olgerkhan, susurrándole.

″No te atrevas a dejarme,″ le rogaba.

″Y ahora te das cuenta de que lo amas?″ le preguntó Jarlaxle. Arrayan le arrojó una mirada de odio que le dijo que su conjetura era acertada.

Ruidos desde el pasillo hicieron que Jarlaxle volviera su cabeza pero no la de la mujer. Entreri entró, musitando en voz baja y arrastrando a Canthan por el extremo del brazo. Rodeó el agujero y se dirigió hacia Arrayan y Olgerkhan. La mujer lo miró con una mezcla de sorpresa, curiosidad y horror. Entreri no tenía tiempo para esto. La sujetó del hombro y la hizo a un lado, luego arrojó a Canthan frente a Olgerkhan.

Arrayan regresó a él, pero la detuvo con la mirada más fría y temible que una mujer haya visto jamás. Con ella fuera del camino, Entreri volvió su atención a Olgerkhan. Sujetó la mano del enorme semi orco yse la extendió al quejoso Canthan. Puso su daga en la palma de Olgerkhan y forzó los dedos del semi orco para que se cerraran sobre ella. Miró a Arrayan y después a Jarlaxle, y hundió la daga en la espalda de Canthan. Liberó su pulgar, y lo colocó sobre la base del

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pomo de la enjoyada daga, y la instó a que se alimentara. El arma vampírica se avocó a su tarea con apetito, robando el alma misma de Canthan y dándosela a su esgrimidor.

El pecho de Olgerkhan se elevó y sus ojos se abrieron mientras tosía su primer aliento en muchos segundos. Continuó boqueando por un momento. Sus ojos se abrieron de par en par del terror cuando llegó a comprender la fuente de su curación. Trató de sacar la mano. Pero Entreri la mantuvo firme en su lugar, forzándolo a alimentarse hasta que se agotara la fuerza vital de Canthan.

″¿Qué hiciste?″ gritó Arrayan, su voz atrapada entre el horror y la alegría. Ella se adelantó y Entreri no intentó detenerla.

Extrajo la daga del asidero de Olgerkhan y se hizo a un lado. Arrayan cayó sobre su amigo semi orco, sollozando de alegría y diciendo,″ Siempre fuiste tú,″ una y otra vez.

Olgerkhan simplemente sacudió su cabeza, mirando inexpresivamente a Entreri por un momento. Se sentó, su fuerza y salud renovadas. Luego se concentró en Arrayan, en sus palabras y enterró su rostro en el cabello de ella.

″Ah, la bondad de tu corazón,″ le comentó Jarlaxle al asesino.″Cuan altruista de tu parte,siendo que el contrincante por tu premio estaba a punto de dejar de existir.″

″Tal vez solo quería a Canthan muerto.″

″Entonces quizás deberías haberlo matado en la otra habitación.″

″Cállate.″

Jarlaxle se rió y suspiró al mismo tiempo.

″¿Dónde está Ellery?″ preguntó Entreri.

″Creo que le rompiste el corazón.″

Entreri sacudió la cabeza ante lo descabellado de la idea.

″No era de confiar, en cualquier caso,″ dijo Jarlaxle. ″Obviamente que no. Realmente me ofende cuando una mujer con la que me he acostado se vuelve contra mí con semejante furia.″

″Si sucede con tanta frecuencia, entonces quizás deberías trabajar en tu técnica.″

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Eso hizo que Jarlaxle se riera pero solo por un momento. ″Entonces, somos cinco,″ dijo él. ″O quizás cuatro,″ agregó echando una mirada al agujero.

″¿Un enano cabezota?″ preguntó el asesino.

″¿Los hay de otro tipo?″

Entreri se acercó al borde del agujero. ″Oye feo,″ le llamó. ″Tu amigo hechicero está muerto.″

″¡Bah!″ se mofó Athrogate.

Entreri miró de vuelta a Jarlaxle y se corrió, agarró el cuerpo de Canthan y lo arrojó por el borde del agujero, dejándolo caer con un chapoteo al lado del sorprendido enano.

″Tu amigo está muerto,″ dijo de nuevo Entreri, y el enano no se molestó en discutir el asunto. ″Por lo que ahora tienes una opción.″

″¿Comérmelo o morirme de hambre?″ preguntó Athrogate.

″Comértelo y eventualmente morirte de hambre,″ corrigió Jarlaxle, poniéndose al lado de Entreri para espiar al enano. ″O podrías salir del agujero y ayudarnos.″

″¿Ayudarlos a qué?″

″Ganar,″ dijo el drow.

″¿Acaso no terminaron con esa posibilidad cuando la lanzó?″

″No,″ dijo Jarlaxle con seguridad. ″Canthan estaba equivocado. Creía que Arrayan era la continua fuente de poder del castillo, pero no es así. Ella fue el comienzo del encantamiento, es cierto, pero este lugar va más allá de ella.″

El drow tenía a todos los otros escuchándolo para ese entonces, con Olgerkhan, de vuelta con color en su rostro, parado sólidamente una vez más.

″Si creyera lo contrario, entonces abría matado a Arrayan yo mismo,″ prosiguió Jarlaxle. ″Pero no. Este castillo tiene un rey, uno poderoso y grandioso.″

″¿Cómo sabes todo esto?″ preguntó Entreri, y parecía dudoso y confundido como los otros, inclusive Athrogate.

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″Vi lo suficiente del libro como para reconocer que tiene un diseño diferente al que Herminicle usó en las afueras de Heliogabalus,″ explicó el drow. ″Y hay algo más.″

Puso una mano sobre el botón del bolsillo extra dimensional que usaba, en donde mantenía la gema en forma de calavera que había tomado del libro de Herminicle.

″Siento una fuerza aquí, un poder abrumador. Está claro para mí, dado todo lo que conozco de Zhengyi y todo lo que me han contado las hermanas dragonas, con sus palabras y con el miedo que era tan evidente en sus ojos, no es tan difícil ver la lógica en todo esto.″

″¿De qué estás hablando?″ preguntó Entreri.

″¿Hermanas dragonas?″ añadió Athrogate,pero nadie le prestó atención.

″El rey,″ dijo Jarlaxle. ″Sé que existe y sé donde está.″

″¿Y sabes como matarlo?″ preguntó Entreri. Era una pregunta esperanzadora, pero ésa no fue contestada con una respuesta esperanzadora.

El asesino lo dejó pasar, seguramente dándose cuenta de que nunca conseguiría una respuesta directa de Jarlaxle. Miró abajo de nuevo a Athrogate, quien estaba parado mirando arriba a propósito.

″¿Estás con nosotros? ¿O deberíamos dejarte para que te comas a tu amigo y te mueras de hambre?″ preguntó Entreri.

Athrogate miró a Canthan y luego a Entreri. ″No parece que supiera sabroso y algo que me gusta es tener comida a mi antojo″ Pronunció ″sabroso″ y ″antojo″ un poco separadas,para que parecieran rimar y eso hizo que Entreri frunciera el ceño.

″Si empieza de nuevo con eso se queda en el agujero,″ le señaló a Jarlaxle, y el drow, quien ya estaba sacándose el cinto para poder dirigirlo y sacar al enano, se rió de nuevo.

″Tendremos tu palabra de que no harás nada en contra de ninguno de nosotros,″ dijo Entreri.

″¿Vas a aceptar mi palabra?″

″No, pero así podré matarte con la consciencia limpia.″

″Buajajaja!″

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″Realmente lo odio tanto,″ le musitó Entreri a Jarlaxle, y se alejó. Jarlaxle consideró eso con una sonrisa irónica, pensando que tal vez ésta era otra razón para dejar salir a Athrogate y que se quedara al lado de ellos. La falta de preocupación del enano por Canthan era genuina, lo sabía Jarlaxle, y Athrogate no iría contra ellos a menos que lo considerara como un gran beneficio. Lo cual, por supuesto era la forma de proceder de todos los amigos de Jarlaxle.

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CAPITULO 22

A LOS VICTORIOSOS. . .

Olgerkhan gruñó y se quejó y contuvo su aliento mientras Athrogate le ajustaba un cinto de cuero alrededor de su pierna quebrada. El enano hizo un bucle con el cinto y sostuvo uno de los extremos cerca del rostro del semi orco.

″Mejor que muerdas fuerte,″ le dijo.

Olgerkhan lo miró por un momento, luego tomó el extremo de la correa en su boca y se afianzó a ella. Athrogate asintió y le dio un buen tirón a la correa, ajustándola y enderezando la pierna del semi orco. La correa amortiguó de alguna manera el grito de Olgerkhan, pero aun así rebotó por la cámara. Las manos del semi orco se cerraron y aporreó el suelo de piedra.

″Sip, apuesto a que eso dolió,″ le comentó Athrogate.

El semi orco se apoyó de espaldas, cerca del colapso. Salió y cayó en la inconsciencia por unos pocos momentos, puntos negros danzando frente a sus ojos, pero luego a través del mareo y el dolor, vio algo que le exigió atención.

Arrayan apareció en la cornisa. Ella permanecía derecha, por primera vez en mucho tiempo, sin apoyarse en nada. Olgerkhan se apoyó en sus codos mientras ella se encontraba con su mirada.

″y así termina,″ señaló Jarlaxle, él y Entreri acercándose a el enano y el semi orco. ″Ayúdalo a levantarse, entonces. Los llevaré levitando uno a la vez hasta la cornisa para unirnos a Arrayan.″

Athrogate se movió para ayudar a pararse a Olgerkhan, pero Entreri se alejó hasta el muro en donde rápidamente escogió una ruta y comenzó a escalar. Para cuando Jarlaxle hizo su primer viaje hasta arriba, depositando a Olgerkhan al lado de Arrayan, Entreri ya casi estaba allí, moviéndose firmemente. Cuando finalmente asomó su cabeza por encima de la cornisa, encontró que Arrayan había caído sobre Olgerkhan, abrazándolo fuertemente y prodigándole todo su amor. Entreri dio un salto al lado de ellos, les ofreció una débil sonrisa que ninguno de ellos registró y siguió de largo para inspeccionar el pasillo ascendente.

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Corrió a toda velocidad una distancia pero no encontró enemigos ni escuchó sonido alguno. Cuando regresó, encontró a los otros cuatros esperándolo, Olgerkhan apoyándose sobre el enano con Arrayan sujetándole del otro brazo.

″El corredor está despejado,″ les informó.

″El castillo está muerto,″ replicó Arrayan, y su voz sonó mucho más fuertemente de lo que Entreri la había escuchado previamente.

″No puedes estar segura,″ respondió Athrogate.

Pero Arrayan asintió, su confianza trabajando contra las dudas de los otros. ″No sé como pero lo sé.″ explicó. ″Simplemente lo sé. El castillo está muerto. Ni momias ni gárgolas se levantarán en nuestra contra, ni daemonios ni otros monstruos. Incluso las trampas, creo que están inertes.″

″Me aseguraré de eso a cada paso, le aseguró Entreri.

″Bah, no puedes estar segura,″ le reiteró Athrogate.

″Yo creo que sí lo está,″ dijo Jarlaxle. ″Segura y en lo correcto. El dracolich era la fuente de vida continua del castillo, le estaba dando poder al libro, y el libro le daba poder a las gárgolas y otros monstruos. Sin el dragón, está convertidos en piedra y cuerpos vacíos, nada más.″

″Y el dragón le estaba dando poder al libro para robarme la vida,″ añadió Arrayan. ″En el momento en que cayó, mi carga fue alivianada. No lo entiendo del todo, buen enano, pero estoy segura de que estoy en lo cierto.″

″Bah, y yo justo estaba empezando a divertirme.″

Eso trajo risas, incluso de Olgerkhan, aunque hacia muecas por el esfuerzo. Jarlaxle se adelantó al trío para unirse a Entreri.

″Iremos a arriba y nos aseguraremos de que el camino esté despejado,″ dijo el elfo oscuro, y él y Entreri se alejaron.

Trotaron ligeramente, poniendo un montón de distancia entre ellos y los otros.

″¿Está el castillo verdaderamente muerto?″ preguntó Entreri cuando estuvieron solos.

″Arrayan es perceptiva, y siendo que ella estaba inextrincablemente atada al castillo, confiaría en su juicio en esto.″

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″Tu pareces saber más que ella.″

Jarlaxle se encogió de hombros.

″Sin gárgolas y sin momias,″ prosiguió Entreri. ″Su fuente de poder se ha ido. ¿Pero qué pasa con los no muertos? ¿Encontraremos esqueletos esperándonos cuando regresemos a la torre?″

″¿Qué quieres decir?″

″Parecería que su maestro camina a mi lado.″ Jarlaxle soltó una pequeña risa.

″¿Cuándo te convertiste en un nigromante?″ preguntó Entreri. Jarlaxle sacó la calavera gema.

″Tu estuviste detrás de todo eso, por supuesto,″ dijo el asesino. ″En todo.″

″No del todo cierto,″ replicó Jarlaxle. ″Traje de vuelta a tres de los compañeros perdidos, cierto. En verdad los escuchaste seguirnos hasta abajo.″

″¿Y dejaste al cuarto colgando de la punta?″

Otra risa. ″Él es un enano- la gema no me otorga poder sobre los enanos muertos, sólo sobre humanos. Por lo que si tú caes en batalla...″

A Entreri no le divertía. ″¿Tienes el poder de erigir un ejército de esqueletos?″ preguntó.

″No lo hice,″ explicó el drow. ″No a todos ellos. El dracolich los animaba, o el castillo lo hacía. Pero los escuché, a cada uno, y ellos me escucharon, y atendieron mis órdenes. Quizás guardaban viejos agravios contra el dragón que los había masacrado tanto tiempo atrás.″

Cruzaron por la habitación en la que Entreri había peleado con Canthan y siguieron aprisa. Ningún huevo se cayó de los bajo relieves del techo, soltando guardias daemonios para aterrorizarlo, y ningún sarcófago se abrió. Cuando por fin alcanzaron la sala principal de la torre, se encontraron con que los monstruos habían irrumpido por las puertas.

Pero no quedaba ninguno en pie para enfrentarlos. Huesos esparcidos sobre el suelo, un par de momias gnoll yacía inmóviles sobre las escaleras, pero no había ninguna gárgola a la vista. Afuera estaba oscuro, ya que era bien entrada la noche para entonces.

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Jarlaxle le prestó poca atención. Su premio estaba a la vista, y fue rápido hacia el libro, el cual permanecía en su plataforma de pámpanos. Ninguna runa mística giraba encima en el aire, y el drow no sintió el cosquilleo de poder mágico mientras se acercaba para pararse frente al éste.

Miró a Entreri y después dio vuelta una página. Se detuvo y miró alrededor, como si escuchara esperando que una pared se derrumbara.

″¿Qué?″ preguntó Entreri.

″El castillo no se va a derrumbar como lo hizo con la torre de Herminicle″

″¿Por qué?″

″Porque a diferencia de esa estructura, ésta está completa,″ explicó Jarlaxle. ″Y porque la fuerza vital que completó este castillo aún sigue viva.″

″¿Arrayan? Pero dijiste que ...″

Jarlaxle sacudió la cabeza. ″Ella no fue más que la que inició el proceso, y el castillo la succionó por conveniencia, no por supervivencia. Su muerte no habría significado nada para la integridad de la estructura, más allá quizás de frenar el crecimiento de las gárgolas o de alguna otra cosa menor.″

″Pues sino Arrayan, entonces quién?″ preguntó Entreri. ″¿El dracolich?″

Jarlaxle dio vuelta otra página, después otra más. ″Los dracoliches son eso. Sus espíritus corren y se esconden aguardando otro cuerpo idóneo para animar y habitar.″

Los ojos de Entreri se agrandaron y sin querer echaron una mirada alrededor como si esperara que la bestia cayera sobre él. Comenzó a preguntarle a Jarlaxle que quería decir con eso pero se detuvo cuando escuchó a los otros entrar en la cámara detrás de él.

″Bien venidos,″ les dijo Jarlaxle. ″Y justo a tiempo para presenciar el fin de la amenaza.″

Dio un paso atrás del libro mientras terminaba de hablar y se tocó la punta de sus pulgares juntos. Los dedos se extendieron ante él, e invocó el poder de uno de sus anillos mágicos. Las llamas surgieron de sus manos extendidas, bañando el libro mágico e incendiándolo.

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Riendo, Jarlaxle puso una daga en sus manos y comenzó a desgarrar el tomo, enviando volando pergaminos quemados y ennegrecidos.

En ese show, el drow encontró su tesoro, y se lo deslizó por la manga bajo la cubierta de sus diestros movimientos. No se sorprendió por la vista del premio; una gema de brillo púrpura con forma de calavera. Pero no una calavera humana esta vez, como la que Jarlaxle ya poseía , sino la calavera de un dragón.

Inmediatamente después de cerras sus dedos sobre la gema, el drow sintió la fuerza vital del inmenso dragón negro contenida dentro.

Sintió el odio, la violencia.

Pero sobre todo, sintió el miedo del dragón.

Disfrutó eso.

Los cinco miembros restantes del grupo no tuvieron que ir muy lejos para encontrar más aliados. Con la derrota del dragón, la derrota del artefacto de Zhengyi, había llegado la derrota de las gárgolas. Adivinando que algo positivo e importante debía haber sucedido allá afuera, Wingham rápidamente había conducido un contingente de soldados semi orcos fuera de la puerta norte de Palishchuk.

Cuán contentos estuvieron de ver a los cinco salir por el hueco del rastrillo que Athrogate había hecho anteriormente. Contentos y preocupados al mismo tiempo, ya que cuatro no estaban, incluyendo un hombre que había sido amigo de Palishchuk por décadas.

Arrayan corrió hacia Wingham y lo envolvió en un gran abrazo. Surgieron vítores alrededor de la pareja- por Olgerkhan y por Arrayan, con el recuerdo ocasional impartido para saludar a los otros tres.

Sin embargo, esos vítores fueron prestamente mitigados cuando Olgerkhan confirmó las muertes de Canthan y Ellery, el bueno de Pratcus y de Mariabronne el Errante. Por lo que fue una celebración silenciosa, pero una celebración de todas formas. Después de poco tiempo de vítores y muchas oraciones ofrecidas por los muertos, Wingham demandó un recuento completo.

″Habrá tiempo para eso cuando regresemos a Palishchuk,″ respondió Jarlaxle, y los otros, incluso el siempre curioso Wingham,

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rápidamente estuvo de acuerdo. El castillo debía de estar muerto pero ellos todavía estaban en las salvajes tierras de Vaasa, después de todo.

″Casi la perdimos,″ le dijo más tarde Jarlaxle a Wingham, ya que se había asegurado de caminar al lado del anciano semi orco en su viaje de regreso.

″Olgerkhan arrojó a un lado su anillo, y la súbita conmoción de haber soportado toda la carga casi abruma a la pobre muchacha.″

Wingham le lanzó una mirada curiosa y casi dijo abruptamente, ″¿Cómo sabes eso?″

Jarlaxle lo dedujo ya que leyó claramente el rostro del viejo traficante de armas.

″Cuando no pudimos encontrar el anillo de Olgerkhan, supimos que teníamos que movernos con mayor rapidez. Afortunadamente, para ese entonces, ya estábamos listos para presentar batalla contra el verdadero rey del castillo, un dracolich negro de enorme tamaño y poder.″

Eso hizo que Wingham abriera grandes los ojos. ″Tienes unas cuantas historias que contar,″ le dijo.

″Ha sido un largo día,″ replicó Jarlaxle.

Toda la ciudad salió afuera esa noche, los ancianos , los muy jóvenes, y todos entremedio, para escuchar la historia de la caída del dracolich. Jarlaxle sirvió de narrador por los cinco, por supuesto, ya que pocos en todo el mundo podía tramar una historia mejor que el antiguo y extraño elfo oscuro. Athrogate acotó unas cuantas rimas y apreció deleitarse particularmente con los quejidos de los espectadores. A pesar de todo, Entreri se movió a un rincón alejado de la sala común, tratando de llamar poco la atención. Realmente no quería hablar con nadie, no quería ninguna palmeada en la espalda y sentía pocos deseos de contestar preguntas sobre las muertes de Ellery y Canthan particularmente.

Pero sí vio un rostro entre la multitud, al fondo y sobre la puerta, que no pudo ignorar.

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″¿Davis Eng?″ preguntó cuando llegó al lado de Calihye.

″Descansando bien,″ replicó ella bruscamente. ″casi murió cuando las gárgolas atacaron el pueblo, pero yo estaba allí.″

″Siempre el héroe.″

Calihye lo miró de soslayo. ″Ese sería tu título, no ?″

″Te pedimos que vinieras con nosotros.″

″Para yacer muerta al lado de Ellery, sin duda.″

Entreri simplemente sonrió, hizo una reverencia y se alejó.

El alboroto se desvanecía detrás de él a medida que caminaba hacia la noche de Palishchuk. Estaba solo con sus sentimientos, incluyendo aquellos que no había sabido que poseía. Se imaginó el rostro de Arrayan luego pensó en Dwahvel Tiggerwillies. Consideró su rabia, su dolor, cuando Arrayan le había profesado su amor a Olgerkhan.

¿Porqué se había sentido así? ¿Por qué tan agudamente?

Admitió para sí mismo que en verdad se sentía atraído hacia Arrayan, pero también lo había estado hacia Ellery y Calihye, en ese nivel. Él no amaba a la semi orca- ¿cómo podría si ni siquiera la conocía en realidad?

Todo hacía que sacudiera su cabeza, y mientras lo consideraba, con tiempo para pensar y reflexionar, sin peligros presionando y sin distracciones, encontró su respuesta.

Extrajo la flauta de Idalia y la miró fijamente, luego soltó una carcajada de impotencia.

Así pues, las hermanas dragonas- y su amigo drow, sin duda- habían conspirado para manipularlo.

Extrañamente, en ese momento de reflexión, Artemis Entreri no estaba enojado con ellos.

Una carreta partió de Palishchuk tres días más tarde, llevando a Entreri y Jarlaxle. Calihye, Athrogate, y Davis Eng. Un puñado de soldados de Palishchuk habían acordado servir como guardias y

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conductores. Detrás de esta venía una segunda carreta, conteniendo los cuerpos de Pratcus y la Comandante Ellery. De Mariabronne no habían encontrado lo suficiente para enterrar, y la parte inferior del torso de Canthan, aunque había sido recuperado por los guardias de Palishchuk que habían regresado al castillo, no había sido dispuesto en el carro.

Rumores susurrados decían que había sido reclamado y removido en silencio el día anterior, pero incluso los siempre desconfiados Jarlaxle y Entreri le habían dado poco crédito a esos confusos informes.

″Serías prudente en mantener a todos los buscadores curiosos fuera del castillo,″ le dijo Jarlaxle a Wingham, quien permanecía al lado de Arrayan y Olgerkhan y un semi orco mucho más anciano,quien había sido presentado como un antiguo y renombrado bardo. ″El libro está destruido, por lo que el lugar debería estar muerto,con toda razón. Pero era un artefacto de Zhengyi, después de todo, y no sabemos que otras sorpresas dejó el Rey Brujo en el lugar.″

″Los soldados que fueron le han contado a todos el destino de Pratcus,″ replicó Wingham, ″Y que aparentemente allí no había ningún tesoro que buscar. El castillo permanecerá como está hasta que el rey Gareth pueda enviar una fuerza apropiada para investigar.″

″Adiós entonces,″ dijo el drow con una profunda reverencia y barrida de su enorme sombrero. ″Esperen mi retorno aquí en Palishchuk, en un tiempo cuando quizás pueda explorar y disfrutar más completamente el pueblo.″

″Y serás bienvenido, Jarlaxle,″ añadió Arrayan. ″Aunque probablemente no te veremos hasta el deshielo de la primavera.″

Jarlaxle sonrió y sostuvo en alto el anillo mágico que ella le había dado, con su solicitud de que podría estudiarlo en mayor profundidad y quizás reemplazar a su compañero perdido. Arrayan no tuvo problema en entregárselo después de que Wingham hubiera estado de acuerdo, puesto que ninguno de los dos sabía que Jarlaxle ya tenía el anillo hermano en su posesión. Tan pronto como los otros hanían dejado ese cuarto de batalla, un rápido hechizo le había mostrado a Jarlaxle su ubicación, y el drow no era de los que dejaban que semejantes objetos fueran desperdiciados.

″El invierno se aproxima con velocidad,″ dijo Wingham. ″Pero en realidad, aquí arriba, el invierno siempre se aproxima con rapidez, ¡si no es que ya está aquí!″

″Y tu también serás bienvenido Artemis Entreri,″ agregó Olgerkhan.

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Entreri trabó miradas con el semi orco y después volvió su mirada a Arrayan. La sonrisa de ella era cálida y amigable, y llena de agradecimiento.

Entreri buscó dentro de su capa y sacó la flauta de Idalia, luego miró nuevamente a la pareja. Sintiendo la mirada curiosa de Jarlaxle sobre él, se volvió hacia el drow.

Hubo aprensión allí, y Entreri tuvo el presentimiento de que su amigo iba a estar bastante decepcionado. Sostuvo en alto la flauta pero no se la arrojó a Olgerkhan, como había su intención.

″Quizás aprenda a tocarla lo suficientemente bien para entretenerlos cuando regrese,″ dijo y vio que la sonrisa de Jarlaxle se ensanchaba en su rostro oscuro.

Entreri no estaba seguro de como sentía al respecto.

″Eso me gustaría,″ dijo Arrayan.

Las carretas marcharon. Artemis Entreri pasó un largo rato mirando atrás a los semi orcos, y un largo tiempo dejando que sus manos sintieran la artesanía del trabajo de Idalia.

El resto del día probó ser tranquilo. Incluso Jarlaxle estaba callado y dejó a Entreri mucho solo. Establecieron su campamento para la noche, y Entreri eligió uno de los banquillos de la carreta como su cama, mayormente porque así nadie elegiría dormir demasiado cerca de suyo. Quería mucho estar solo de nuevo y sólo deseaba haber estado más alejado de los otros para así poder tomar la flauta y tratar de aprender más sobre su magia.

Se encontró deseando poder estará más lejos incluso , cuando un rato después en el silencio de la noche, Calihye trepó para ponerse a su lado.

Al principio temió que ella pudiera hacer un movimiento contra él. Su daga en mano, supo que podría derrotarla y matarla fácilmente, pero no deseaba hacer eso.

″La ruta no estará despejada mañana,″ le dijo la semi elfa.

Entreri puso cara de confundido y se giró para quedar sentado.

″Antes del mediodía, quizás antes, encontraremos caza, una banda de jinetes viniendo con preguntas y acusaciones,″ explicó ella.

″¿Qué sabes?″

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″La Ciudadela de Asesinos desea saber sobre Canthan,″ explicó Calihye. ″No era un jugador menor en esa oscura asociación, y ahora está muerto. Los rumores dicen que por tu mano.″

″Los rumores dicen muchas cosas.″

″Olgerkhan contó su experiencia cercana a la muerte en el castillo. Contó sobre una daga y la caída de Canthan. Muchos oídos detrás del pequeño grupo de amigos sentados al lado del semi orco oyeron esa historia.″

Entreri la miró con dureza.

″El Archimago Knellict no es Canthan,″ siguió Calihye. ″Cualquier éxito que hayas conseguido contra ese infeliz no será fácilmente repetido con un Knellict preocupado. Ni tampoco vendrá solo, y los hombres que lo acompañen no serán novatos en el arte de matar.″

″¿Por qué me estás diciendo esto?″

La mujer lo observó por un largo rato. ″No viviré en deuda con Artemis Entreri,″ dijo y se dio la vuelta.

No por primera vez, Entreri se alegró de no haberla matado.

El amanecer aún estaba lejos cuando Entreri y Jarlaxle salieron de las carretas.

″La palabra es 'Fuegonegro',″ le explicó Jarlaxle mientras le pasaba la estatuilla de obsidiana a su compañero.

″Fuego--″ comenzó a preguntar Entreri, pero el drow lo interrumpió con una mano levantada y unas palabras de advertencia.

″No pronuncies la invocación hasta que estés listo para cabalgar,″ explicó Jarlaxle. ″Y coloca la estatuilla sobre el suelo antes de hacerlo, ya que invocará una bestia equina de los planos inferiores para servirte. Lo encontré en el cuerpo de Mariabronne- un objeto curioso de llevar para un vigilante bonachón del Ejército de Bloodstone.″

Entreri lo miró fijo y después a la estatuilla.

″Así que si estás listo, deberíamos partir,″ dijo Jarlaxle.

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″¿Cabalgarás detrás de mí?″

″A tu lado,″ dijo el drow, y desde otra de sus muchas bolsitas, extrajo un objeto idéntico.

Entreri no sintió la fuerza siquiera para empezar a sacudir la cabeza.

Los bufidos de las pesadillas hendieron la noche, despertando a los otros en las carretas, y recordándole a aquellos que se suponía estaban vigilando la compañía que justamente se suponía que tenían que estar vigilando a la compañía. Para cuando cualquiera de ellos llegara a lado sur del campamento, Entreri y Jarlaxle hacía tiempo que ya no estaban.

El viento azotaba el cabello de Entreri y aleteaba su capa mientras la pesadilla marchaba adelante, las fieras pezuñas destrozando la suave tundra. Cuando amaneció, los compañeros aun seguían corriendo, sus corceles no mostraban ningún signo de cansancio, aunque ya habían puesto muchos, muchos kilómetros entre ellos y las carretas. Sin embargo, a pesar de eso, descubrieron que no estaban solos.

″La mujer habló verazmente,″ comentó Jarlaxle cuando una hilera de jinetes aparecieron detrás de ellos a un costado, cabalgando duro y con determinación. ″¡Esperemos que las Tierras de Bloodstone estén repletas con lugares para esconderse!″

Los caballos no los alcanzarían, sin importar cuan arduamente los manejaran sus jinetes. Los corceles infernales eran demasiado poderosos y no se cansaban.

Pronto el par estaba corriendo libremente de nuevo, y supieron que estaban mucho más cerca de las Puerta de Vaasa.

″Podríamos buscar la protección del Rey Gareth,″ señaló Jarlaxle.

″Hasta que se entere que matamos a su sobrina.″

″¿Matamos?″

Entreri volteó su cabeza, y si Jarlaxle no hubiera estado sonriendo en ese momento, Entreri le habría saltado encima y estrangulado.

″Si la Ciudadela de los Asesinos nos persigue, entonces el Rey Gareth nos acogería más incluso,″ dijo el drow. ″No soy adepto a confiar en tales cosas, pero hasta que podamos encasillar el potencial de nuestro nuevo poder, tendrá que funcionar. Bien, eso y las hermanas dragonas, quienes estoy seguro nos mirarán con renovado respeto.″

″¿Respeto u odio?″

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″No son tan diferentes como pareces creer.″

Entreri quiso responder pero antes de que pudiera dejar salir una palabra, el aire alrededor de la pareja de jinetes brilló con luz trémula, como una ola de suave paño azul.

Sus caballos conjurados desaparecieron de abajo de ellos. Entreri cayó al suelo con dureza, rebotando y rodando, cortándose el rostro y casi dislocándose la mandíbula. Cuando finalmente aterrizó en el suelo, finalmente controlando los tumbos, vio a Jarlaxle flotar al lado, aun derecho y levitando con el impulso de la caída. ″

″Eso no fue un accidente, ni tampoco la magia de las monturas mágica se acabó simultáneamente,″ le llamó el drow desde muy adelante.

Entreri miró alrededor, sus manos yendo hacia sus armas.

″Al pie de la colina, y rápido,″ insistió Jarlaxle. ″La Ciudadela no debe atraparnos en el descampado.″

Regresaron corriendo para recuperar sus monturas, simples estatuillas de obsidiana una vez más. Luego se escabulleron hacia el oeste, en donde el suelo comenzaba a ir cuesta arriba, y enormes guijarros despeñados de las Galenas les ofrecieron algo de refugio. Todavía estaban trepando cuando lejos en la distancia al norte, divisaron el inconfundible polvo y movimiento de muchos caballos galopando.

″¿Cómo hicieron eso?″ preguntó Entreri cuando se detuvieron con sus espaldas pegadas contra una inmensa roca para un muy necesitado descanso. ″¿Fue una emboscada? ¿Hay un hechicero cerca?″

″¿Fueron ellos siquiera?″ preguntó Jarlaxle.

″Si no , esta compañía debería pasar de largo,″ razonó Entreri.

Ambos él y Jarlaxle se atuvieron a esa pista y escudriñaron los alrededores del guijarro y abajo las llana planicie, en donde la verdad de todo se hizo evidente. Ya que los perseguidores habían disminuido la marcha, con algunos girando ya hacia el oeste y filtrándose al pie de la colina hacia el norte en la actual posición de ellos.

″Deberíamos encontrar un lugar defendible,″ sugirió Jarlaxle. Entreri no pestañeó. ″Cuando ellos se nos acerquen. Tu simplemente te volverán una cosa de sombras y te fundirás en una grieta de roca, sin duda,″ le dijo.

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Jarlaxle meditó las palabras por un momento, pero dado el incidente en la cueva del dracolich, no estaba en ninguna posición que prometiera ser diferente.

″Vamos,″ le ofreció el drow. ″No toda esperanza está perdida. Hay cuevas tal vez.″

″Ninguna que sea de vuestra conveniencia,″ llegó una voz, y los dos voltearon sus cabezas muy lentamente para ver a un hombre anciano, bien peinado y vestido con una bata espléndida de color púrpura y roja,y sin una mancha de barro en él.

La manera en que se erguía, la inclinación de su cabeza, y la obvia reverencia que le tenían aquellos varios guardias a su alrededor, incluyendo un enano que ambos conocían muy bien, les dijeron quien era él antes incluso de que se presentara como el Archimago Knellict.

″No sé si me referiría a Canthan como un amigo,″ dijo Knellict. ″Era uno molesto, quien parecía buscarse compañeros aun más molestos todavía.″

″Ése sería yo,″ anunció orgullosamente Athrogate, y a nadie le divirtió.

″Pero era ventajoso para mi organización,″ continuó Knellict.″Uno de valor, y uno perdido para mí.

″Si lo hubiera sabido, habría dejado que me matara,″ comentó irónicamente Entreri.

″¡buajaja!″

″Cállate, enano,″ dijo Knellict y cuando Athrogate cerró la boca inmediatamente, comenzó a moverse inquieto y puso su mirada en el suelo, se le ocurrió a Entreri y Jarlaxle que ese archimago era todo lo que su reputación proclamaba y más.

″La Comandante Ellery no era un recurso menor tampoco,″ dijo Knellict.″Un lazo con los acontecimientos de la corona- mayormente un recurso inadvertido y estúpido, pero un recurso al fin y al cabo.″

″Ah, y ahora buscar reclamar aquello que has perdido,″ replicó Jarlaxle.

″¿En serio? Knellict empezó a caminar alrededor hacia un costado, estudiando a ambos mientras tanto. ″Ustedes fueron más fuerte que Canthan, obviamente ya que lo aniquilaron,″ dijo. ″Y sin duda el Rey

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Gareth les daría la bienvenida en su corte, ya que han salvado Palishchuk y vencido la magia de Zhengyi.″

″Creo que simplemente nos ofrecimos voluntarios,″ señaló Entreri.

″¿Prefieres la alternativa?″ le contestó rápidamente Jarlaxle.

″No necesito explicarles los detalles, claro,″ dijo Knellict.

″Ambos están al tanto de las reglas. ¿Nos entendemos entonces?″

″He creado tales organizaciones,″ le aseguró Jarlaxle.

Knellict realizó un movimiento brusco. Entreri buscó sus armas, pero Jarlaxle, reconociendo el gesto, sujetó el brazo de su amigo. Se levantó un fuerte viento y el polvo se arremolinó a su alrededor, cegándolos momentáneamente. Y cuando se fue, ellos dos permanecían solos.

″Nunca estuvieron aquí en realidad,″ dijo Jarlaxle. ″Knellict proyectó la imagen y los sonidos de todo el grupo hacia nosotros. Es uno poderoso.″

″¿Pero realmente tuvimos esa conversación?″

″Nosotros los escuchamos y ellos nos escucharon,″ le aseguró Jarlaxle. El drow realizó unos pequeños hechizos y palmeó el parche del ojo más de una vez.

″¿Y ahora trabajamos para la Ciudadela de los Asesinos?″ preguntó Entreri.

″Y las hermanas dragonas. No sería prudente olvidarnos de ese par.″

″Pareces conforme con todo.″

″El camino más fácil para ganar control es el transitado al lado de aquellos que lo gobiernan actualmente.″

″Pensé que era Jarlaxle quien lo tenía siempre en control,2 señaló Entreri, y su voz se tornó filosa de pronto.

El drow lo miró curiosamente, captando el tono cortante.

″Incluso cuando no deberíamos estar en control,″ prosiguió el asesino.″Incluso en esas circunstancias en donde él no debería asumir el control de algo que no le incumbe.″

″¿Cuándo comenzaste a hablar con acertijos?″

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″¿Cuándo asumiste a manipularme?″

″¿Manipularte?″ Jarlaxle soltó una risilla. ″¿Por qué mi amigo, no esa la naturaleza de nuestra relación? ¿Una manipulación mutua para beneficio propio?″

″¿Lo es?″

″¿Vamos a pasarnos toda la conversación haciéndonos preguntas sin respuestas?″

En respuesta, Entreri extrajo la flauta de Idalia y la arrojó a los pies de Jarlaxle.

″Yo no te dí eso,″ afirmó el drow.

″¿En serio?″ preguntó Entreri. ″¿No era un regalo de las hermanas, con el consentimiento y entendimiento de Jarlaxle?″

″Es un instrumento precioso, un regalo que muchos apreciarían.″

″Es una manipulación del corazón , y lo sabías.″

El drow puso una expresión de inocencia pero no pudo mantenerla y se rió en cambio.

″¿Escuchaste algo como que yo no iba a ir al castillo a menos que sintiera algo por Arrayan?″

″No tenía idea de que había una Arrayan,″ señaló Jarlaxle.

″Pero disfrutaste la manipulación.″

″Amigo mío...″ empezó Jarlaxle, pero Entreri lo cortó en seco.

″No me llames así.″

De nuevo el tono de voz de Entreri tomó al drow por sorpresa, como si ese filo en su voz se hubiera vuelto una hoja endiablada y aserrada.

″Veo que aún no puedes admitir lo obvio,″ dijo Jarlaxle. Dio un paso atrás, casi esperando que Entreri desenfundara su espada contra él.

Ella asesino miró a su alrededor.

″Knellict y sus secuaces hace tiempo que se fueron,″ le aseguró Jarlaxle, y palmeó su parche encantado para acentuar su seguridad.

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″Jarlaxle sabe,″ comentó Entreri. ″Jarlaxle lo sabe todo.″

″Eso nos mantiene vivos.″

″Y de nuevo, eso es por la elección de Jarlaxle.″

″Me estás empezando a aburrir.″

Entreri se le abalanzó y lo tomó del cuello. Jarlaxle dejó caer un cuchillo de su brazalete mágico hacia su mano, listo para buscarle un hogar. Pero Entreri no estaba presionando la situación, más que gritarle en la cara. ″¿Eres mi padre acaso?″

″Difícilmente lo sea.″

″¿Entonces qué?″ preguntó Entreri, y lo soltó, enviando a Jarlaxle trastabillando unos pasos atrás. ″Tu me manipulas y empujas adelante, y ¿para qué? ¿Por gloria? Para darle credibilidad a un elfo oscuro entre los humanos? ¿Para los tesoros que no puedes acarrear solo?″

″Esos tesoros no existen,″le llegó la seca respuesta.

″¿Entonces para qué?″ le gritó Entreri.

″Para que,″ repitió Jarlaxle con otra de sus risitas y sacudió su cabeza. ″Porque ,para todo y para nada.″

Entreri lo miró con intriga.

″No tienes propósito ni rumbo,″ le explicó Jarlaxle. ″Deambulas musitando para ti mismo. No transitas ningún camino,porque no ves ningún camino frente a ti. Te estaría haciendo un favor si te matara.″

Eso trajo una mirada mostrando una aceptación completa, incluso un anhelo, por el desafío.

″¿No es acaso la verdad?″ preguntó Jarlaxle. ″¿Cuál es el punto de tu vida, Artemis Entreri? ¿No es acaso tu propia vacuidad la que te guió todos esos años desear una batalla con Drizzt Do'Urden?″

″Cada vez que mencionas ese nombre, me recuerda lo mucho que te odio.″

″¿Por darte lo que deseabas? ¿Por facilitarte la pelea contra el drow renegado? Ah, ¿pero acaso te robé lo único en tu vida que te daba sentido, al darte eso que decías que deseabas? Es un lastimero estado del corazón, no estás de acuerdo?″

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″¿Qué quieres que diga? Sólo conozco aquello que siento.″

″Y te sientes que querrías matarme.″

″Más de lo que podrás entender.″

″Porque te forcé a mirar dentro tuyo y no te gustó lo que viste. ¿es esa una razón para matarme, porque te estoy ofreciendo una oportunidad de ordenar tus propias emociones? Sospecho que esa es toda la magia que te hizo la flauta. Te ofreció la oportunidad de miras más allá de tus barreras emocionales.″

″¿Pedí yo ayuda?″

″Los amigos ayudan cuando no se les pide que lo hagan.″

Entreri suspiró y sacudió la cabeza, pero no pudo negar nada de lo que el drow había dicho. Sus hombros se hundieron un poco y Jarlaxle dejó caer su daga al suelo detrás suyo, seguro de que no necesitaría ningún arma.

Unos momentos pasaron entre ellos hasta que finalmente Entreri levantó la vista, su rostro calmo, y preguntó. ″¿Quién eres tu?″

Jarlaxle rió otra vez y era una expresión sincera de alegría, ya que era allí a donde había esperado que todo fuera.

″¿Cómo, Artemis Entreri, todavía no lo sabes? ¿No has llegado a entender nada de esto?″

″Cada día entiendo menos.″

″Soy tu musa,″ anunció Jarlaxle.

″¿Qué?″

″Yo soy aquél que le dará significado a tu vida, Artemis, amigo mío. No comienzas siquiera a comprender el hálito de tus poderes. Conoces muy bien como puedes acechar a través de las sombras, conoces demasiado bien tus proezas con la espada,pero nunca has llegado a entender lo que esos bien merecidos y ganados poderes pueden brindarte.″

″Presumes que quiero algo.″

″Oh, si lo quieres. Si tan solo te atrevieras a desearlo.″

“¿Qué? La Ciudadela de los Asesinos de Athrogate? ¿Nos lanzamos a dominarles?″

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″Por supuesto, para comenzar.″

″¿Para comenzar?″

″Piensa en grande, mi amigo. Expande tu objetivo. Athrogate nos dará el tino y los beneficios que necesitamos para encontrar un lugar fuerte dentro de la organización de la Ciudadela- aprenderemos rápidamente si vale la pena nuestro tiempo dominar por completo el lugar o meramente ejercer control encubiertamente para desarmarlos y que se rindan a nosotros.″

″¿No podríamos en cambio matar al molesto enano?″

Jarlaxle se rió. ″Ha habido un vacío de poder aquí arriba por muchos años.″

″Desde la caída de Zhengyi.″

″Vaasa es nuestra para que la tomemos.″

″¿Vaasa?″ Entreri apenas podía repetir la palabra, y por una de las pocas veces en su vida, efectivamente tartamudeó. ″T- tú irías en contra del Rey Gareth?″

Jarlaxle se encogió de hombros. ″Tal vez. Pero hay otras maneras.″ Terminó por sostener en alto la gema con forma de calavera de dragón. ″Las hermanas sabrás de un nuevo equilibrio de poder entre nosotros, para comenzar. Y dentro de ésta piedra yace el control del castillo y un nuevo aliado.″

″Un aliado que nos partirá a la mitad de un mordisco.″

Jarlaxle sacudió la cabeza. ″No mientras yo esté en posesión de su filacteria. Él y yo ya estamos en comunicación, te lo aseguro. Si elijo dejarlo salir de nuevo, solamente lo hará confiando mucho en mí, ya que si destruyo la filacteria, destruyo el espíritu del dracolich. Del todo.″

″Gareth enviará soldados al castillo.″

″Y yo dejaré que se queden por un tiempo.″

″¿Vaasa?″

″Al menos.″

″Irás contra un legendario rey paladín?″

″Vamos, ¿no puedes admitir que podría ser divertido?″

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Entreri empezó a hablar varias veces, pero nada descifrable salió de su boca. Finalmente, él simplemente sacudió la cabeza, suspiró y se dio la vuelta, bajando hacia el suelo llano.

″Confía en mí,″ dijo Jarlaxle.

″¿Mi musa?″

″Tu amigo.″

EPÍLOGO

Pasó el necio humano tu tonta pruebita?″ le preguntó Jarlaxle a Kimmuriel Oblodra unos días más tarde, afuera en las sombras debajo de la Puerta de Vaasa.

″No subestimes a Artemis Entreri,″ replicó Jarlaxle, ″O su valor para conmigo - nosotros.″

″Y tú no deberías sobrestimar el poder de la gema calavera que has encontrado,″ le advirtió Kimmuriel, ya que había acabado de inspeccionar el par a pedido de Jarlaxle. Él había hablado con el dracolich, de nombre Urshula, y había confirmado las sospechas de Jarlaxle de que la bestia no se atrevería a ir contra el poseedor de la filacteria.

″No son más que el comienzo,″ dijo Jarlaxle con una sonrisa. ″Artemis Entreri y yo tenemos una audiencia con el rey paladín en dos días, justo al sur de aquí en la Aldea de Bloodstone. Seremos recibidos como héroes por nuestros esfuerzos en Vaasa y como solemnes testigos del heroico final de la única sobrina de Gareth.″

No pudo evitar reírse tontamente ante la ironía de su último comentario. ¡Si tan solo el Rey Gareth supiera!

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Kimmuriel miró a Jarlaxle, cautelosamente, reconociendo la mirada de seguridad y esquemas de grandiosidad en sus ojos, puesto que había visto ya esa mirada en sus anteriores maestros docenas de veces a lo largo de los siglos. Pero no estaban en la Antípoda Oscura, en Menzoberranzan donde

Bregan D’aerthe y Jarlaxle habían logrado muchos triunfos secretos.

″Has encontrado otra Crenshinibon?″ le preguntó el psionista con obvio disgusto y preocupación.

″He encontrado oportunidad,″ le corrigió Jarlaxle.

″Bregan D’aerthe no pondrá sus fuerzas al servicio de semejantes como el Rey Gareth Azotadragones.″

Jarlaxle lo miró fijamente con agradecimiento y dijo, ″Me alegra haber tenido la prudencia para poner a Kimmuriel en control de mi banda,″ dijo él. ″Claro que estás en lo correcto al resistir esta intrépida movida. Eres un buen líder, e insisto en que prosigas con precaución, pero también con una mente abierta. Hay muchos eventos todavía por jugar aquí arriba en esta tierra indomable y yo estoy en control de la mayoría de ellos.″ Alargó la estatuilla de dragón. ″Mi relación con un par de dragonas vivientes justamente cambió de manera que ellas no pueden entender.″

″¿Más aliados para tu batalla?″

″¿Aliados? Ya veremos.″

A pesar de si mismo, Kimmuriel no pudo evitar ofrecer una mueca pervertida.

″Encontrarás el modo de encajar en esto a medida que lo eventos se desarrollen,″ le dijo Jarlaxle. ″Ruego que Kimmuriel permanezca como un líder oportunista. El objetivo de Bregan D’aerthe es más que la supervivencia, no? Es crecer en poder.″

″Casi nos destruyes en Calimport.″

″Nop,″ le corrigió Jarlaxle. ″Era un inconveniente para ustedes. Es a mí a quien casi destruí.″

″¿Tu y Entreri derrocarán a un rey paladín?

″Si llegamos a eso.″

Kimmuriel no respondió sino que hizo una respetuosa reverencia.

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Las Botas Embarradas y Espadas Ensangrentadas hacía tiempo que se había vaciado esa noche, pero Entreri le había arrojado suficiente oro al tabernero como para quedarse con la llave de la puerta. Se sentaba solo con sus pensamientos y una cerveza, considerando las emociones que lo habían acompañado a lo largo de todo el camino y Entreri aun no estaba seguro de si odiaba el objeto o lo apreciaba.

Todo era tan nuevo para él.

Iba a partir por la mañana con Jarlaxle a un encuentro con el rey, en donde recibirían una encomienda y una oferta para unirse al Ejército de Bloodstone, así les había informado el Honorable General Dannaway. Tan intrigante como lo era todo, sin embargo, los pensamientos de Entreri eran más pequeños en escala. Pensaba en las mujeres que lo habían acompañado al norte, de cómo esa flauta de apariencia inocente le había dado a él una forma diferente de verlas. Ese nuevo punto de vista no lo había detenido de matar a Ellery, al menos, y eso le daba un poco de consuelo.

Una suave pisada detrás suyo le dijo que no estaba solo, y por el sonido de ésta, el asesino entendió mucho. Ella lo había estado observando desde el frente del cuarto la mayor parte de la noche, después de todo.

″No maté a tu amiga,″ dijo él, sin darse vuelta. ″No a propósito al menos.″

Los pasos se interrumpieron, aún a unos doce pasos detrás suyo.

Finalmente se dio la vuelta para ver si su razonamiento era correcto. Calihye permanecía allí, con el rostro muy tenso. Entreri se sentía aliviado de ver que ella no tenía ningún arma en la mano.

″Acéptalo como la verdad o no, ″ le dijo a ella, y se volvió a su cerveza. ″Poco me importa.″

Comenzó a llevársela a sus labios, pero Calihye se aproximó con rapidez. La mano de ella sujetó su muñeca, haciendo que se detuviera y que la mirara al rostro.

″¿Si no te importa que te crea o no, entonces porque me dijiste eso otra vez?″ le preguntó ella.

Fue el turno de Entreri de mirar fijamente a la semi elfa.

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″¿O simplemente es que tienes miedo de que sí te importe, Artemis Entreri?″ le acosó Calihye, y lo soltó y se alejó unos pasos.

Entreri se levantó, volcó la silla detrás de él, y dijo, ″Te adulas sola.″

″Aún estoy viva, no?″ razonó Calihye. ″Podrías haberme matada allá en Palishchuk, pero no lo hiciste.″

″No valías la molestia,″ dijo Entreri. ″Un soldado de la corona estaba bajo tu cuidado.″

″Podrías haberme matada en cualquier momento, a pesar de eso aun sigo viva, quizás aun como una amenaza para ti.″

″Si que te adulas sola.″

Pero Calihye ni siquiera lo estaba escuchando, se dio cuenta cuando ella se le puso justo al frente, sus brillantes ojos mirando fijamente en los suyos.

″Te aseguro, Artemis Entreri, que siempre valgo la pena la molestia,″ le dijo, su voz tornándose ronca, su aliento cálido sobre el rostro de él, sus labios prácticamente rozando los suyos mientras ella hablaba.

″No maté a tu amiga,″ reiteró Entreri, pero su voz no era tan fuerte ni tan segura en ese momento. Calihye levantó gentilmente su mano, rozando el pecho de él y aposentándose en el cuello de su camisa, de donde lo sujetó fuerte.

″Acepto eso,″ dijo ella, y lo atrajo más cerca, atrayéndolo hacia ella.

Ella lo besó rudamente y mordió su labio. Sus brazos lo rodearon y lo atrajeron más cerca incluso, y Entreri no se resistió. Sus propios brazos rodearon a la semi elfa, estrechándola contra él. Levantó una mano para sujetar su grueso y sedoso cabello negro.

Calihye lo arrastró con ella mientras caía sobre una mesa- o trató de hacerlo, ya que la pareja estaba demasiado lejos del borde y la endeble mesa se dio vuelta, haciéndolos caer contra un par de sillas las cuales rebotaron lejos, y ellos cayeron al suelo.

Ninguno de los dos lo notó ni le importó. Se quitaron la ropa de cada uno torpemente, sin que su labios se separan jamás. Artemis Entreri, sobreviviendo en las salvajes calles de Calimport desde sus días de niñez, había conocido muchas mujeres en su vida, pero nunca antes le había hecho el amor a una mujer. Nunca antes el acto había significado para él más que una descarga física.

Pero no era así esta vez.

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Cuando hubieron terminado, Entreri se levantó encima de Calihye y la observó a la suave luz de la chimenea de la taberna. Levantó su mano para acariciar la línea de su cicatriz facial, e incluso eso no le parecía feo en ese momento.

Pero fue solo un momento, puesto que el ruido afuera en el corredor le recordó a la pareja donde estaban y les dijo que la noche casi había terminado. Se pusieron de pie de un salto y se vistieron rápidamente, sin decirse una palabra hasta que estuvieron cara a cara, con Calihye abotonándose los últimos botones de su camisa.

″¿Estás mirando mi rostro y arrepintiéndote de tu elección?″ le preguntó.

Entreri puso una expresión de incredulidad. ″¿Te piensas fea?″

″¿Lo piensas tu?″

Entreri rió. ″Eres una combinación de talento y belleza,″ dijo. ″Pero si tu vanidad te exige forzar tales cumplidos, entonces por qué no buscar un hechicero o un sacerdote para repararla...″ Se detuvo en seco, viendo el ceño de la mujer.

Y Entreri lo comprendió. Sin la cicatriz, Calihye habría calificado entre las mujeres más hermosas que jamás hubiera visto. Era atlética y hábil, delgada pero no débil. Sus ojos brillaban, al igual que su cabello, y sus facciones tenían las características suficientes de elfo para hacerla parecer exótica de acuerdo a estándares humanos.

Aun así ella conservaba la cicatriz y la había llevado por años, aunque ciertamente ella poseía los medios financieros, con las recompensas solamente, de librarse de ella. Pensó de nuevo cuando hicieron el amor, en el frenético comienzo, en la mitad muy tentadora , y finalmente el punto en donde ellos dos simplemente se dejaron llevar y se permitieron ahondar en el placer de cada uno. Ese no había sido un momento de ruptura fácil para Entreri, y se dio cuenta que tampoco para Calihye.

Así que ella podía desenfundar su espada y luchar contra un gigante sin temor, pero ese encuentro más íntimo la había aterrado. La cicatriz era su defensa.

″Eres hermosa, con o sin la cicatriz,″ le dijo a ella.″Cuánto desearías que no fuera verdad.″

Calihye se quedó sorprendida, pero como siempre, no estaba por mucho sin una respuesta,

″No soy la única que se esconde tras una cicatriz.″

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Entreri dio un respingo. ″He matado gente por hacer tales presunciones sobre mí.″

Calihye se le rió y se acercó. ″Entonces dejame hacer otra, Artemis Entreri,″ dijo ella, y puso las manos sobre su hombro, luego las deslizó hasta mecer su rostro mientras se acercaba más a él.

″Nunca me matarás,″ le dijo suavemente.

Por una de las pocas veces en su vida, Artemis Entreri no tuvo respuesta.