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“¿Salvos de qué?” Escrito por Ronaldo Díaz Fernández, es un libro totalmente gratuito y

se prohíbe su comercialización. Las citas bíblicas, a no ser que se indique lo contrario,

son sacadas de la Nueva Versión Internacional (NVI). Las ideas, citas y obras utilizadas

aquí pertenecen a sus respectivos autores y aquí se replican con fines educativos y no

lucrativos.

Este capítulo no representa la versión final del libro, en la edición final se podrán

identificar cambios con respecto a esta versión.

“¿Salvos de qué?” Ronaldo Díaz Fernández.

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¿Salvos de qué?

ÍNDICE

Dedicatoria

Introducción

Salvos de otra historia

Salvos de etiquetar

Salvos de nuestro aire acondicionado

Salvos de un cuarto de libra(con queso)

El dios en quien no creo (por Juan Arias)

Salvos de dios.

¿Salvos de qué?

Agradecimientos

Más Libros

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DEDICATORIA A todos aquellos que han caminado en este mundo siendo vilipendiados en público y

expandiendo el Reino de Dios en lo privado.

A todos aquellos que han sido olvidados por la historia oficial y que solo han vivido al

margen de ésta.

A todos aquellos que han querido cambiar este mundo y han dado su vida por ello.

A todos aquellos hermanos y hermanas de los cuales ya no se habla.

Para ustedes mi respeto, cariño y admiración.

Y por supuesto, este libro.

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¿Salvos de qué?

INTRODUCCIÓN

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Intr

od

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5

He decidido escribir un libro. Solo me falta plantar un árbol y tener un hijo.

Creo que es bueno que sepas la intención que tuve para escribir algo así.

Me he topado con mucha gente que cumple a cabalidad con una vida “excelentemente”

cristiana: es puntual para sus reuniones dominicales, lee con frecuencia su Biblia, sabe

que palabras decir al momento de una oración y sabe cómo comportarse según el

contexto determinado, etc.

Pero esta gente lleva vidas miserables.

¿Se puede cumplir con todos los “ritos” y aun así perder el punto? Creo que sí.

Recuerdo cuando me senté a conversar con una persona que años atrás había tenido una

intensa “vida cristiana”, en un punto de la conversación me dijo: “Sabes, en comparación

a mi etapa anterior (de cumplir con ritos y hacer “cosas cristianas”) y ahora, no veo

mucha diferencia.”

Esa sola frase me pegó muy fuerte.

¿Por qué era mentira? No.

Sino porque me llevó a cuestionarme acerca de cuanta gente, gente que sinceramente

busca a Dios se puede encontrar en esta situación, donde llegas a tal punto que no eres

capaz de encontrar un antes y un después, donde finalmente siempre es lo mismo y la

única diferencia es que algún día te “irás al cielo”.

O como otra persona me dijo cuándo le comenté que estaba escribiendo este libro: “Es

como que esas personas viven para morir”.

Reconozco que no soy teólogo de profesión, pero si lo soy por vocación ¿qué va primero

y qué va después? Ese es otro asunto. Pero quiero que sepas que las cosas que comparto

aquí no son nuevas ni inventadas, he leído, estudiado, conversado y escuchado.

Una palabra que cruza todo este escrito es salvación

Somos salvos ¿cierto?

Pero, ¿de qué? ¿Para qué? ¿De Dios? ¿Para ir al cielo algún día? ¿Del pecado? ¿Para no

irnos al infierno?

¿Cuál es la diferencia entre ser salvo ahora y ser salvo al último minuto de tu vida?

Mediante este libro no pretendo que solamente conozcas los conceptos correctos y las

ideas más aceptadas. En este libro quiero que puedas comprender que la salvación es

mucho más que un destino final, es mucho más esperanzador que esperar a que algún día

alguien te pase una túnica y tú arpa.

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¿Salvos de qué?

Ahora bien una pregunta importante: ¿Qué es lo que creo?1

Creo que en un comienzo Dios creó los cielos y la tierra. Su creación no era perfecta, era

buena. En su tremendo Amor, Dios creó al ser humano para ser un agente activo en su

creación. Sin embargo, el hombre escogió otro camino, un camino distante al de su

Creador. A pesar de esto, Dios no deja a su creación y de manera inmediata da luces de

un plan de salvataje que va en camino.

Podemos ver este patrón de salvación, de redención y de restauración en todo el Antiguo

Testamento.

El pueblo cae en el cautiverio, Dios lo salva, le da una misión, el pueblo se desvía, Dios

actúa y los salva, etc. ¿Te has dado cuenta del patrón?

Por algún motivo se ha resaltado siempre la otra imagen de Dios en el Antiguo

Testamento, pero este hermoso patrón se repite una y otra vez.

Tengo la convicción que en Cristo encontramos la perfecta revelación de Dios y que los

apóstoles expandieron el mensaje de Jesús, no agregaron ni quitaron algo, solo lo

anunciaron.

En su mensaje y vida, Cristo nos enseñó al Padre y nos mostró lo que Dios espera de sus

seguidores, de quienes antes de todo han sido llamados y amados.

Alguien por ahí me preguntó sobre si el libro sería un texto académico, y mi respuesta es

un tremendo no. Entiéndeme, por mi carrera tengo que escribir muchos trabajos,

buscando autores, libros y citas. Aquí, por lo menos en esta edición, no he querido hacer

algo tedioso, solo quiero que lo disfrutemos y que sea fácil de digerir.

Advierto que este libro tal vez te será un poco chocante, te hará ver cosas que habías

pasado por alto y te advertirá de cosas que pensabas correctas. Te pido que recuerdes

que este es un libro que puede (y debe) ser discutido, analizado y conversado, aquí no

pretendo poner punto final a largas discusiones, no me interesa ser “la voz” autorizada

de algo, solo pretendo aportar un poco a un debate con siglos de antigüedad.

Con respecto a la forma en la cual está escrito, no te preocupes, disfrútalo y después lo

quemas.

Y por último…

Aquí no termina la conversación, aquí comienza.

Bienvenido2

1 Aquí puedes leer una nota con la historia que creo: http://cristianismocuantico.blogspot.com/2013/12/la-historia-que-creo.html 2 Una frase con la cual estoy totalmente de acuerdo: “Las obras no se acaban, se abandonan”

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SALVOS DE OTRA HISTORIA. CAPÍTULO 1

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¿Salvos de qué?

He conocido gente a la cual le gusta darse latigazos.

¿Son gente con algún placer extraño?

No

Son personas que aman sinceramente a Dios, pero que sienten y les han enseñado que la

única forma de alabar y celebrar lo que Dios está haciendo en el mundo es resaltando lo

malo y terrible que somos.

¿Nos equivocamos?

¿Pecamos?

¿Fallamos?

¿Muchas veces tenemos que pedir perdón?

Si, absolutamente.

¿Pero eso es todo?

¿Acaso Dios se hizo hombre para decirnos lo malo y terrible que somos?

¿Esa es la historia que Dios tiene que contar de nosotros?

Tengo la convicción que Dios está contando una historia mucho mejor.

Una historia más esperanzadora, la cual nos lleva hacia adelante y nos invita a no

quedarnos en el pasado, una historia llena de color y no en blanco y negro.

¿Será posible?

En una hermosa escena presentada en el evangelio de Lucas, específicamente en el

capítulo 15, Jesús estaba sentado con gente de mala reputación.

Lo más probable es que esta gente haya tenido esa etiqueta porque sus vidas no

cumplían con los parámetros morales de la época. Por lo tanto, podríamos decir que en

cierta manera la etiqueta que le habían colocado a este grupo de gente era “justificada”.

Jesús sabe que el estar compartiendo la mesa3 con estas personas provocaría toda clase

de reacciones por parte de la gente “buena”. Es entonces que cuenta tres parábolas, tres

historias para dar a entender una verdad más profunda.

Una historia sobre una oveja, una moneda y sobre un padre.

En esta oportunidad me quedaré con la historia del padre.

3 En los tiempos de Jesús, compartir la mesa era un gesto de aceptación.

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Aquí Jesús narra la historia de un padre que tenía dos hijos y el hijo menor pide al padre

la parte que le correspondía de la herencia. Lo cual para la época era una forma sutil de

desear la muerte al padre.

Yendo contra las costumbres, en la historia el padre accede y entrega parte de su

propiedad, la vende y el dinero pasa a manos del hijo que la solicitaba.

El hijo se va y el padre queda junto al hermano mayor.

La historia nos relata que el hijo menor gasta todo lo que tiene, a tal punto que incurre

en conductas sumamente indignas4. No solamente ha incurrido en una tremenda ofensa

hacia su familia, ha llegado al punto de caer en conductas impensadas para un hombre de

su época.

En medio de su angustia, miseria y oscuridad se le ocurre una solución para arreglar todo

el asunto. ¿Te ha pasado que siempre intentas buscar una solución o excusa para

solucionar los temas?

“Nunca más lo haré…”

“Dios te prometo que dejaré de hacer esto…”

“Haré un ayuno en vista de lo malo que estoy haciendo…”

Somos expertos en buscar fórmulas para sentirnos satisfechos.

El joven piensa:

“¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de

hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra

ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros.”

Parece justo ¿no? Haces algo malo, te das cuenta de lo torpe que fuiste, buscas restituir tu

falta y sobrevives aunque sea viviendo con la realidad que perdiste tu status anterior.

Todos tenemos que vivir con nuestras consecuencias, parece que son nuestra “cadena

perpetua”.

Y aunque volvamos a nacer, aunque Dios nos acepte tenemos que seguir viviendo con eso

en nuestra vida.

Y casi como que esto se vuelve un trofeo para Dios.

Como supondríamos, el hijo vuelve a casa, su padre lo ve y lo espera con sus brazos

cruzados y golpeando el piso con su pie.

4 Nótese el detalle acerca de quién era la comida que deseaba comer y que decía la Ley Judía con respecto a esos animales.

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¿Salvos de qué?

Pero la historia no es así.

Pero sería justo que así fuera ¿verdad?

Bajo nuestros parámetros de Justicia sí. Porque finalmente la justicia es darle a cada uno

lo que se merece.5

¿Qué merecía el joven?

Vamos, seamos sinceros, pero conociendo la historia nos daremos cuenta que finalmente

no recibe eso que sería “tan lógico”.

El relato cuenta que el padre lo ve y corre, lo abraza y lo besa.

Recordemos que para esa época el que un hombre corriera era algo indigno, algo que

solo lo hacían las mujeres y los niños, pero un hombre adulto no. Para correr tenía que

levantarse su túnica y mostrar parte de sus piernas.

No le importa “el qué dirán”, no le interesa su gloria, no le importa el titular del

prestigioso periódico matutino que lo más probable es que pondrá su caso en primera

plana.

Su amor es más grande.

Su Amor es más grande.

Su Amor es más grande.

Detente.

¿Lo crees?

Otra vez: Su amor es más grande.

Es más grande que nuestra oscuridad, nuestras expectativas, nuestras equivocaciones y

que nuestro pasado.

Pero volvamos a la historia.

El hijo anonadado por el gesto del padre dice: “¡Papá, me he portado muy mal contra Dios

y contra ti! ¡Ya no merezco ser tu hijo!”

El gesto del padre estaba contando una historia muy distinta a la del hijo. Las acciones

hablaron más fuerte. Pero aun así, el hijo sigue prefiriendo la historia que él quiere creer

acerca de él mismo.

5 Vea la definición de justicia que usa Martin Lutero en su comentario de la Carta a los Romanos.

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Después de las palabras del hijo, el padre pudo haber dicho: “Si, está bien, te perdono y

volvamos partir.” Lo cual sería absolutamente válido, pero ni siquiera ocurre eso. El

padre no dice nada y tan solo actúa.

Jesús sigue su relato: “Pero antes de que el muchacho terminara de hablar, el padre llamó

a los sirvientes y les dijo: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa y vístanlo. Pónganle un anillo, y

también sandalias. ¡Porque mi hijo ha regresado! Es como si hubiera muerto, y ha vuelto

a vivir. Se había perdido y lo hemos encontrado.”

Ahora bien, imagina a los religiosos de la época escuchando esa historia.

Rechinando sus dientes.

Apretando sus puños.

¿Será posible que todo finalmente sea una Buena Noticia?

O ¿tiene que tener algo terrible, trágico y tormentoso entremedio?

Sigamos con la historia.

En la narración de Jesús, él cuenta que en consecuencia del retorno del hijo comenzó una

fiesta.6

Tomate unos segundos para imaginar la escena. 7

Comida.

Bebestibles.

Chocolates.

Ese plato favorito de aquel hijo derrochador.

Amigas.

Primos.

Tías.

Abuelas.

Velas.

Copas.

6 ¿Un Dios que hace fiestas? 7 si quieres la puedes imaginar en cámara lenta.

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¿Salvos de qué?

Risas.

Conversaciones de fondo.

Miradas.

Y una tremenda alegría.8

Todos celebrando.

¿Todos?

Porque esta historia es acerca de dos hermanos: “»Mientras tanto, el hijo mayor estaba

en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música del baile.”9

En medio de esto le informan que su hermano había vuelto. ¿Se alegró? ¿Emocionó?

No. De hecho se enojó.: “Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre

salió a suplicarle que lo hiciera.”

El hermano mayor no se quiso unir a la celebración y su padre –en otro gesto totalmente

contrario a las costumbres de la época- salió a rogarle. El hijo reacciona indignado:

“¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me

has dado para celebrar una fiesta con mis amigos!”

“Y ni un cabrito me has dado…”

Un cabrito tiene poca carne, según este hijo el padre es tacaño.

Según este relato el padre es alguien que daría lo justo.

Es alguien que si le piden un pan dará una piedra.10

Pero también el hijo tiene algo que decir con respecto a él mismo, y lo primero que

resalta son sus obras.

“Me he portado bien”, “He sido bueno”, “voy todos los domingos a la iglesia”, “leo todos

los días la Biblia”, “veo las cosas correctas en internet”, etc. ¡Y ni siquiera me das un

cabrito!

Y por si eso fuera poco, agrega: “¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu

fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”

“Ese hijo tuyo” ni siquiera “mi hermano”, que gastó todo con prostitutas ¿dice eso el

relato acerca de cuándo el hijo estaba apartado de su padre? No ¿por qué el hijo mayor

dirá eso? ¿Será el deseo que él tiene y que lo proyecta en su hermano? 8 Por supuesto no hay que olvidar el detalle del DJ 9 Algo así como el beat de la música 10 Lee Mateo 7:7-13

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¿Has visto cuando ciertos líderes religiosos son expertos en apuntar con el dedo ciertas

conductas, pero después con el tiempo se descubre que ellos mismos cayeron en las

mismas cosas que ellos condenaron?

Curioso.

Y frente a este amargo discurso su padre dice:

“Hijo mío… tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.”

No emite un: “hijo cállate”, “cómo se te ocurre sacar en cara tus obras”, “quién te crees tú

delante de mí”, “cómo intentas justificarte por tus obras” etc.

Nada de eso.

“Hijo mío… tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.”

Pero ¿quién es el hermano mayor?

Ya sabemos que el hermano menor es esta gente de mala reputación. Pero veamos el

cuadro completo, recordemos que existían otros individuos: la gente religiosa.

Tal vez gente como tú y como yo.

Y por medio del hermano mayor Jesús los introduce en la obra.

Tal vez has estado caminando por años, cumples con todos los ritos y sabes que es lo que

tienes que decir para que la gente diga: “Amén”. Sabes lo que es malo y lo que no se tiene

que hacer, das buenos consejos y la gente te dice que Dios te usa. Pero en el fondo, siendo

sincero, te sientes vacío, sientes que esa chispa ya no está.

Las Buenas Nuevas ya no parecen tan buenas, y menos nuevas.

Un sermón más el día domingo, donde en el fondo se tocó el mismo tema del domingo

anterior. Y miras a la gente que recién conoce estas buenas nuevas y te irritas porque

ellos están viviendo eso que tú perdiste.

Pero quiero que tengas esperanza.

Tu padre, más allá de que no te lleves bien con tus hermanos y que no te quieras hacer

parte de la fiesta, te dice:

“Hijo mío… tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.”

“Tú siempre estás conmigo”, más allá de tus obras y de lo bueno que puede ser o hacer.

“y todo lo que tengo es tuyo”, todo lo que es del Padre es tuyo.

Ahora es tuyo.

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¿Salvos de qué?

No mañana.

No según lo que haces.

Es tuyo.

Tuyo.

Pero veamos un detalle, la historia termina con un final abierto.

¿Por qué?

Jesús pudo haber terminado la historia diciendo algo como: “Y el hijo mayor entró

corriendo a la fiesta y abrazó a su hermano menor mientras todos alrededor aplaudían y

se maravillaban. Fin”, Pero no.

Un final abierto, pero no por eso sin una enseñanza o algo que rescatar.

El hermano menor en medio de su miseria decide volver a su padre y sabe lo que debía

decir. Pero a pesar que tal vez sus palabras eran correctas según las circunstancias, el

padre tiene otra cosa que decir, o que demostrar.

Tal vez eres esa persona que sabe que está extraviada, tal vez te has dado cuenta que

tener una pareja más no es la solución, que gastar más y más no es la respuesta y que un

lujo o placer más no hará una diferencia en tu vida.

El Padre te espera y cuando te encuentres con él, correrá hacia ti y te besará. Tal vez no

oirás su voz, tal vez no habrá rayos y relámpagos, pero sé que sentirás su abrazo y sus

besos.

Me ha tocado hablar con varias personas que han sentido el abrazo y los besos del Padre,

y reconocen que ahora en su vida existe ese “no sé qué”.

Lo siento, me encantaría dar una respuesta más comprensible, sistemática y clara. Pero

el que lo ha vivido sabe lo que es.

El tema es que tenemos que aceptar que el Padre nos ama y no está enojado con

nosotros.

No está enojado.

Dios no está enojado.

Cree al Amor del Padre y tal vez, más que buscar, buscar y buscar, déjate encontrar. Deja

las excusas y vamos a una celebración.

Tal vez la historia que cuentas acerca de ti mismo es real, fresca y hasta casi tiene aroma,

pero tengo la convicción que la historia que el Padre está contando acerca de ti es mucho

mejor que tú oscura narración.

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Tal vez llegaste a tal punto que pudiste haber estado prácticamente muerto.

Pero el Padre dice que has vuelto a la Vida.

¿Estará Dios exagerando?

Por otra parte, si eres como el hijo mayor y has trabajado sin cesar durante años para

esperar que el Padre te dé por lo menos un cabrito, te tengo una noticia.

Todo lo del Padre es tuyo.

Ya no tienes que andar compitiendo y viviendo para cumplir.

Tú siempre has estado con el Padre.

Él te ama.

Te puedes desgarrar las manos, cansar tus piernas, doler tu espalda, ser puntual para la

reunión del domingo, etc. Para seguir ganando su Amor.

Y sin embargo, el Padre una y otra vez te sigue diciendo

“Siempre has estado conmigo y todo lo que tengo es tuyo”

Pero en medio de nuestro afán, en medio de nuestro desgaste, en medio de la creación

de nuestra propia historia no podemos escuchar su voz, su suave voz que nos repite el

mismo mensaje.

Porque al final no era solo un hijo el que estaba perdido.

Eran dos.

Pero uno decidió creer la historia del Padre.

Puedes seguir diciendo cuan malo eres, cuan impuro eres y cuanto te falta para llegar a

ser lo suficientemente bueno para seguir reconociendo de manera más detallada lo malo

que eres.

Pero eso no es salvación.

Salvación es creer una historia mucho mejor.

Salvación es vivir con la convicción de que el Padre te ama más allá de las cosas buenas,

malas o más o menos que hagas.

Salvación es saber que nada te puede separar de su Amor.

Salvación es saber que nada te podrá apartar de su mano.

Salvación es decidir hacerse parte de una fiesta.

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¿Salvos de qué?

Salvación es decir “si” a una mejor noticia y “no” a todo lo que tenga una apariencia a

bondad, pero que en el fondo son más cadenas que libertad.

Salvación es poder caminar con tus errores creyendo que nuestra oscuridad no tendrá la

última palabra.

Salvación es saber que puedes bailar mientras todo el mundo te está mirando.

Salvación es poder hablar a otros de manera sincera y abierta de algo que en verdad y

honestamente ha cambiado tu vida.

Salvación es saber y tener la convicción de que el universo conspira a nuestro favor11.

Salvación es caminar con una sonrisa y alegrarse por las cosas simples, y tal vez, un poco

torpe de nuestro día a día.

Salvación es poder terminar el capítulo de un libro con la libertad de leer el siguiente

cuando tú quieras.

Salvación es dejar de creer una historia oscura, mal oliente y sucia.

Salvación es tener la capacidad de contar una historia de Amor en medio de tanta

desesperanza.

Salvación es aceptar los brazos del Padre.

Salvación es creer que todo se dirige hacia un destino mejor.

Y bueno…

¿Será esto una Buena Noticia?

11 La frase original de Paulo Cohelo decía: “El Universo siempre conspira a favor de los soñadores.” Pero igual se le debe el crédito.

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“El retorno del hijo pródigo”

1662

Rembrandt Harmenszoon van Rijn

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¿Salvos de qué?