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Se reúnen todos los relatos de uno de los mayores narradores del … · 2019-08-30 · Se reúnen todos los relatos de uno de los mayores narradores del siglo XX. Estos cuentos exponen

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  • SereúnentodoslosrelatosdeunodelosmayoresnarradoresdelsigloXX.Estoscuentosexponenel impresionanteabanicodesucreatividadformalytécnica y revelan el fascinante progreso de su desarrollo artístico a la vezquenosrecuerdanqueestamosanteunverdaderomaestro.

    «Aunque es cierto que iluminan la evolución de su proceso creativo y quenosproporcionaninestimablesclavesacercadelostemasylosmétodosqueutilizaríamástarde,losrelatosdeVladimirNabokovconstituyensuobramásaccesible. Incluso aquellos que están íntimamente ligados a alguna de lasnovelas tienen entidad y consistencia propia. Ofrecen una gratificacióninmediataal lector independientementedequeéstesehayaaventuradoenlamáscomplejayprocelosaescrituranabokovianaoenlahistoriapersonaldelautor.»PorDmitriNabokov.

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  • VladimirNabokov

    CuentoscompletosePUBv1.0

    Chachín10.08.12

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  • Títulooriginal:TheStoriesofVladimirNabokovVladimirNabokov,1995.Traducción:MaríaLozano

    Editororiginal:Chachín(v1.0)ePubbasev2.0

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  • AVera

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  • Prólogo

    LosrelatosdeNabokovfueronapareciendoindividualmenteendistintasrevistasycoleccioneshastaque finalmente, envidadelautor, sepublicó laversión inglesadefinitivade losmismosencuatrovolúmenesqueagrupancincuentaydos relatos:Nabokov’sDozen(Trecerelatos),ARussianBeautyandOtherStories(Unabellezarusa),TyrantsDestroyedandOtherStoriesyDetailsofaSunsetandOtherStories.

    Nabokov habíamanifestado hacía tiempo la intención de publicar un volumenfinalperoestabaindecisosobrelaposibilidaddequeexistieransuficientesrelatosdela calidad requerida por él para integrarse en una nueva «docena» numérica onabokoviana.Suvida creativa erademasiado intensayplenay sevio truncada tanrepentinamentequeleimpidiórealizarlaselecciónfinal.Habíaesbozadounabrevelistadelosrelatosqueconsiderabadignosdeserpublicados,unalistaquedenominóel«fondodelbarril».Serefería,conello,segúnmeexplicó,noasucalidad,sinoalhecho de que, entre el material que pudo consultar en aquel momento, aquellosrelatoseranlosúnicosquemerecíanpublicarse.Sinembargo,despuésdeorganizarycomprobarnuestroarchivoporcompleto,VeraNabokovyyomismologramosreunirun total de trece relatos que, a nuestro modesto juicio, habrían merecido laaprobación de Nabokov frente a una eventual publicación. De ahí que la lista, el«fondodelbarril»,debaconsiderarseúnicamentecomounalistaparcialpreliminar:sólo incluye ocho de los trece relatos aquí recogidos por vez primera, y en ellaapareceasimismoElhechicero,quenose incluyeenestacolecciónperoquehabíasidopublicadaeningléscomonovelacorta(NuevaYork,Putnam,1986;NuevaYork,Vintage International, 1991).Tampoco los títulos provisionales se corresponden entodosloscasosconlostítulosqueaparecenenestelibro.

    De la lista que lleva por título «Relatos escritos en inglés», Nabokov omitió«Primer amor» (publicada originalmente en The New Yorker con el título de«Colette»),locualpudodeberseaunpurodescuidooquizáasutransformaciónenuno de los capítulos de Habla, memoria (originalmente titulado ConclusiveEvidence). Algunas notas e instrucciones —en ruso— en el extremo superiorizquierdodeldocumentosugierenqueesta listaera lacopiadefinitivaquepensabapasar amáquina y que incluso pensaba publicar, aunque no enTrecerelatos, puesestelibro(1958)esanterioralalista(quecontiene«LashermanasVane»,escritaen1959).

    Loscuatrovolúmenes«definitivos»mencionadosmásarribafueronpreparadosyorganizados por Nabokov tomando como base varios criterios —tema, época,ambiente,uniformidadyvariedad—.Parecejustoquecadaunodeellosconservesu

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  • carácter e identidad como parte de un volumen concreto en lo que se refiere a lafuturapublicacióndelosmismos.LostrecerelatospublicadosenFranciaeItalia,conlosrespectivostítulosdeLaVénitienneyLaveneziana,sehanganadoprobablementeel derecho a aparecer como volúmenes separados en la correspondiente versióninglesa. Estos trece relatos han tenido asimismo otros estrenos, tanto individualescomocolectivos,enotraspartesdeEuropaylas«docenas»previashanvistolaluzentodo el mundo, a veces formando constelaciones distintas como es el caso delrecientevolumenRusskayaDyuzbena(«Docenarusa»)enIsrael.Nomereferiréalopublicado en la Rusia posperestroika, porque hasta el momento y con honrosasexcepciones ha sido una historia de pirateo editorial de derechos de autor a granescala,aunquehayquedecirqueseapuntanyaenelhorizonteunaseriedemejoras.

    Lacoleccióncompletaqueahorapresentamos,aunqueno tratadeeclipsara lasanteriores,siguedeliberadamenteunordencronológico,olamáximaaproximaciónalmismo. Para ello, el orden seguido en colecciones anteriores ha tenido que seralteradoenocasiones,ylosrelatosqueaparecenrecogidosaquíporvezprimerahansido integrados en su lugar correspondiente. Nuestro criterio ha sido la fecha decomposicióndelosmismos.Cuandoéstanoestabadisponibleoeraconfusa,hemosapeladoalafechadepublicaciónoalaprimeramencióndelamisma.Oncedelostrecerelatosnuevosvieronenestacolecciónsuprimeratraducciónal inglés.Cincode ellos aúnnohabían sidopublicadoshasta la reciente apariciónde los«nuevos»treceenvariaslenguaseuropeas.Seencontraránmásdetallesbibliográficosjuntoconotrainformacióninteresantealfinaldellibro.

    Unaventajaevidentedelaordenaciónqueaquísehaseguidoesquenospermitetener una estimable visión general del desarrollo de Nabokov como escritor deficción.Tambiénesinteresantecomprobarquelosvectoresnosonsiemprelineales,yqueunrelatosorprendentementemadurosecueladerepenteentreunaseriederelatosmássencillosdejuventud.Aunqueesciertoqueiluminanlaevolucióndesuprocesocreativo y que nos proporcionan inestimables claves acerca de los temas y losmétodos que utilizaríamás tarde, los relatos de Vladimir Nabokov constituyen noobstante su obra más accesible. Incluso aquellos que están íntimamente ligados aalguna de las novelas, tienen entidad y consistencia propia. Y aunque admitendiversosnivelesde lectura,norequierendemasiadobagaje literarioprevio.Ofrecenuna gratificación inmediata al lector independientemente de que éste se hayaaventurado en lamás compleja y procelosa escritura nabokoviana o en la historiapersonaldelautor.

    La responsabilidad de la traducción al inglés de los trece «nuevos» relatos esestrictamentemía.La traducciónal inglésde lamayoríade los relatospreviamentepublicadosenrusofuefrutodeunacolaboraciónsinfisurasentrepadreehijo,enlaque el padre gozaba, como autor, de licencia para alterar sus propios textos en la

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  • traducciónenlaformaymaneraqueélconsideraraconveniente.Yesconcebiblequelohubierahechotambiénenlosrelatosqueaquítradujeporprimeravezalinglés.Niquedecirtieneque,comotraductorensolitario,laúnicalibertadquemehepermitidohasidolacorreccióndeunerrorocasionaloerratatipográfica,ylarectificacióndealgún error de bulto editorial; el más evidente ha sido la omisión de la última ymaravillosapáginade«Elayudantededirección»,entodaslasedicionesinglesasyamericanashechasapartirdelaprimeraenesalengua.Porcierto,enlacanciónqueserpenteaunpardevecesporelrelato,elDonCossackquearrojaasunoviaalVolganoesotroqueStenkaRazin.

    Hedeconfesarque,eneltranscursodelalargapreparacióndeestevolumen,mehebeneficiadodeloscomentariosyadvertenciasdeaguzadostraductoresyeditoresde colecciones similares en otras lenguas, así como de la visión escrupulosa dequieneshanpublicadooestánpublicandoalgunosdeestosrelatos,individualmente,en inglés.Pormás intensaypedanteque sea la revisión, siempre resulta inevitablealgún error o desliz imperceptible. No obstante, los futuros editores y traductoresdeberán tomar en cuenta que este volumen refleja la versiónmás ajustada—en lafechadesupublicación—delostextosingleses,especialmenteenloquerespectaalostrecerelatosreunidosaquíporvezprimeraapartirdelosoriginalesrusos(que,enocasiones,hanresultadomuydifícilesdedescifrar,condeslicesposiblesoprobablesdelamanodelautorodelcopistaquehanrequeridoavecesdedifícilesdecisiones,yque,enalgúnmomento,presentanmásdeunavariante).

    En honor a la justicia debo decir que tengo que agradecer aquí el envíoespontáneodelborradordedosrelatosporpartedeCharlesNicolyGeneBarabtarlo.Lesagradezcoaambossutrabajoqueaprecioenloquevale,yaqueenamboscasosno dejé de encontrar ciertas trouvailles. No obstante, y con el fin demantener unestilo homogéneo, he conservado, por regla general, mis propias expresionesinglesas. Debo agradecer a Brian Boyd, Dieter Zimmer y Michael Juliar suinfatigable trabajo de búsqueda bibliográfica. Y sobre todo agradezco a VeraNabokovsusabiduríainfinita,suexcelentejuicioylafuerzadevoluntadquelellevó,a pesar de sus problemas de vista y de la debilidad de susmanos, a pergeñar unatraducciónpreliminardevariospasajesde«Dioses»enlosúltimosdíasdesuvida.

    Necesitaríamuchomásespaciodelquebrindaunmeroprólogoparaesbozarlaslíneasmaestrasdelostemas,métodoseimágenesqueseentretejenydesarrollanenestos relatos, así como de los ecos de la juventud deNabokov enRusia, sus añosuniversitariosenInglaterra,superíododeexilioenAlemaniayFranciaylaAméricaque se entretenía en inventar, según decía él mismo, después de haber inventadoEuropa. Daré unos cuantos ejemplos escogidos al azar. «La Veneciana», con susorprendentegiro,constituyeunecooréplicadelapasióndeNabokovporlapintura(alaquepensabadedicarsecuandoeraniño)contraunfondodetenisquejugabay

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  • describía con un encanto especial. Las otras doce constituyen un abanico que vadesdelafábula(«Eldragón»)ylaintrigapolítica(«Sehablaruso»)hastaunasuertedeimpresionismopoéticodecortemuypersonal(«Sonidos»y«Dioses»).

    Ensusnotas(queseincluyenalfinaldeestelibro)Nabokovnosofreceunaseriede revelaciones sobre los relatospreviamente recogidosendistintosvolúmenes.Yosólo añadiré brevemente el fantástico tema del doble espacio-temporal (en «TerraIncógnita» y «La visita al museo») que prefigura el ambiente deAda o el ardor,PálidofuegoyhastaciertopuntoeldeCosastransparentesyLookattheHarlequins!(¡Mirad los arlequines!)LapredileccióndeNabokovpor lasmariposas esun temacentral de «Aureliana» y resplandece en otros relatos varios. Pero lo que es másextraño,lamúsica,alaquenuncaprofesóunamorespecial,figuraprominentementeensuescritura(«Sonidos»,«Bachmann»,«Música»,«Elayudantededirección»).

    Amímeresultaespecialmenteconmovedoraycercanalasublimaciónquellevaacaboen«Lance»(asímeloconfesómipadre)delasexperienciasdemispadresensus días de montañismo. Pero quizá el tema más profundo y más importante,constituyaonoelnudotemáticoprincipaloaparezcacomomotivosubalterno,seaeldesprecio absoluto de Nabokov por la crueldad—la crueldad de los humanos, lacrueldad del destino—, pero con ello entramos en un terreno donde existendemasiadosejemploscomoparaquepodamospermitirnosnisiquieranombrarlos.

    DMITRINABOKOVSanPetersburgo(Rusia)yMontreux(Suiza),juniode1995

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  • Elduendedelbosque[*]

    Yo trataba, pensativo, de encerrar entre mis trazos la silueta vacilante de lasombracirculardeltintero.Enuncuartolejanounrelojdiolahora,mientrasqueyo,soñadorcomosoy,meimaginéquealguienllamabaamipuerta,suavealprincipio,luegomásymásfuerte.Llamódocevecesysedetuvoexpectante.

    —Sí,aquíestoy,pase…Elpomodelapuertacrujiótímidamente,lallamadelavelayagastadaseladeó

    untanto,yélentróasaltosdesdeunrectángulodesombra,jorobado,gris,cubiertoconelpolendelaheladanocheestrellada.

    Conocíasurostro.¡Loconocíadesdetantotiempoatrás!Su ojo derecho seguía en la sombra, pero el izquierdo me escrutaba

    temerosamente, alargado, verde humo. ¡La pupila brillaba como si estuvieraoxidada… aquelmechón gris demusgo de su sien, la ceja de pálida plata apenasvisible,lacómicaarrugajuntoasubocasinbigote—todoellointrigabaymolestabaunpuntoamimemoria!

    Melevanté.Éldiounpasoadelante.Suabriguitoraídoestabaabotonadoalrevés,comolosdelasmujeres.Enlamano

    llevaba una gorra, no, era un fardomal atado de color oscuro, y no había lamásmínimaseñaldeunagorra…

    Sí, claro que lo conocía, incluso le había tenido un cierto aprecio, perosencillamente no conseguía recordar dónde ni cuándo nos habíamos conocido. Ydebíamos habernos visto con frecuencia, de otra manera no tendría aquel firmerecuerdodesuslabiosdearándano,deaquellasorejaspuntiagudas,deaquellanueztandivertida…

    Conunmurmullodebienvenidaestrechésufríamano,tanligera,yluegolaposéeneldorsodeunsillónraído.Élseencaramócomouncuervoeneltocóndeunárbolyempezóahablarapresuradamente.

    —Dantantomiedolascalles.Poresovine.Vineavisitarte.¿Mereconoces?Enotrostiempostúyyosolíamosretozaryjugarjuntosdurantedíasenteros.Ennuestroviejopaís.¿Nomedirásquetehasolvidado?

    Su voz me cegó, literalmente. Me encontré turbado y aturdido: recordé lafelicidad,lafelicidadreverberante,interminable,irreemplazable…

    No,nopuedeser.Estoysolo…estansóloundelirioantojadizo.Ysinembargohabíaalguiensentadojuntoamí,unserdecarneyhuesototalmenteinverosímil,conbotines alemanes de largas vueltas, y su voz tintineaba, susurraba —dorada,voluptuosamenteverde, familiar—,mientrasque laspalabrasquepronunciabaeran

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  • tansencillas,tanhumanas…—Ya,ya teacuerdas.Sí, soyunduendedelbosque,ungnomotravieso.Yaquí

    estoy,mehanobligadoahuir,comoatodoslosdemás.Suspiró profundamente, y volvieron amimente visiones de agitados nimbos y

    tambiénfrondosassierpesdearrogantefollaje,yvivosdestellosdecortezadeabedulcomo salpicaduras de espuma marina, contra el fondo de un dulce zumbidoperpetuo… Se inclinó hasta mí y me miró con dulzura a los ojos. «¿Recuerdasnuestrobosque,losabetostannegros,losabedulestanblancos?Lohantaladoentero.El dolor fue insoportable, vi cómo caían crepitandomis queridos abedules ¿y quépodíahaceryo?Meempujaronalospantanos.Lloréyaullé,tronécomounavetoro,luegomefuicorriendoaunbosquedepinosvecino.

    »Y allí languidecía sin parar de sollozar. Apenas me había acostumbrado almismo cuando se acabaron los pinos, ya sólo quedaban cenizas azulencas.Me viobligadoamarchar.Meencontréunbosque,unbosquemaravilloso,espeso,oscuro,fresco. Pero de algunamanera no era lomismo. En los viejos tiempos jugueteabadesde el alba hasta que el sol se ponía, silbaba con furia, aplaudía sin cesar,aterrorizaba a los paseantes.Tú te acuerdas bien, en una ocasión te perdiste en unoscuroescondrijodemisbosques,túyunvestiditoblanco,yyomedivertíanudandolossenderos,dandovueltasalostroncosdelosárboles,haciendoguiñosenelfollaje.Me pasé toda la noche disponiendomis engaños. Pero todo lo que hacía era paradivertirme, era un puro juego, por más que me maldijerais. Pero ahora tuve quevolvermeserio,porqueminueva residencianoeraun lugardivertido.Nocheydíacrepitaban enmi entorno todo tipo de cosas extrañas.Al principio pensé que otroduendeseagazapabaporallí;lellamé,escuché.Algocrepitabajuntoamí,algohabíaqueretumbaba…Perono,noeranlosruidosquenosotroshacemos.Enunaocasión,a la caída de la tarde, salté hasta un claro del bosque ¿y qué vi allí?Gente por elsuelo,algunosdeespaldas,otroscaídosdebruces.Bueno,pensé,losdespertaré,¡voyaponerlosenmovimiento!Yempecéatrabajarbatiendolasramas,bombardeándolesconpiñas,ululando,susurrando…Trabajéasíduranteunahoraentera,sinconseguirnada.Luegomirédetenidamenteymequedéhorrorizado.Unhombreteníalacabezaseparadadelcuerpoysólolosuníaunfrágilhilocarmesí.Elotroteníaunacoloniadegusanos por estómago…No pude soportarlo. Di un aullido, salté por los aires, yempecéacorrer.

    »Durante mucho tiempo estuve vagando por diferentes bosques, pero noencontraba la paz. O bien era la inmovilidad completa, pura desolación, mortalaburrimiento,ounhorrortalqueesmejornipensarenello.Finalmentemedecidíatransformarme en un rústico, unmendigo con sumochila, yme fui para siempre.¡AdiósRusia!Yentoncesunespíritu amigo, elduendede las aguas,meayudó.Elpobre tipo también andaba huyendo.No salía de su asombro, no hacía sino decir:

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  • “¡Quétiemposnoshantocadovivir,quécalamidad!”.Porque,aunqueenlosviejossedivirtió tendiendo trampas a las gentes, seduciéndolas hasta sus profundidades deagua (¡y vaya que si era hospitalario!), cuando las tenía allí abajo las mimaba yconsentíaenel fondodoradodel río. ¡Quémaravillosascanciones lescantabaparaembrujarles! Ahora, dice, sólo llegan por el agua hombres muertos, flotando engrupos,muchos,yelaguadelríoescomolasangre,espesa,caliente,pegajosayyanopuederespirar…Poresomellevóconsigo.

    »Fue a llamar a la puerta de unmar lejano, yme asentó en una costa nubosa.“Vete,hermano,búscateunaespesuraamiga.”Peronoencontrénada,yacabéenestaespantosaciudaddepiedraextranjera.Yasífuequemeconvertíenhumano,conelatuendo completo, cuello duro y botines, e incluso he aprendido a hablar comovosotros…»

    Se quedó en silencio. Sus ojos relucían como hojas húmedas, tenía los brazoscruzados,yalaluzvacilantedelavelaqueseahogaba,lebrillabanunosmechonespálidospeinadosalaizquierda.

    «Séquetambiéntú languideces—suvozrielabadenuevo—,perotunostalgia,comparadaconlamía,tempestuosa,turbulenta,noessinolarespiraciónacompasadadequienduermetranquilo.Piensaeneso:noquedanadiedenuestratribuenRusia.Algunos de nosotros nos fuimos en remolinos como espirales de niebla, otros sedispersaron por el mundo. Nuestros ríos maternos están melancólicos, ya no haymanosretozonasquejueguenachapotearconlosrayosdeluna.Lascampánulasqueel azar ha querido conservar, las que han logrado escapar a la guadaña, estánsilenciosas,losgusliazulpálidoqueentiemposservíanamirival,elduendedeloscampos,para sus canciones, tambiénpermanecenen silencio.Elduendedelhogar,desaliñadoy cariñosoha abandonadocon lágrimas en losojos tu casahumilladayenvilecida y los bosquecillos se han marchitado, aquellas arboledas patéticamenteluminosas,mágicamentesombrías…

    »Rusia, nosotros éramosRusia, ¡tu inspiración, tu belleza insondable, tumagiasecular! Y nos hemos ido todos, desaparecidos, empujados al exilio por unagrimensorloco.

    »Amigomío,morirépronto,dimealgo,dimequemequieres,amí,unfantasmasinhogar,vensiéntateamilado,damelamano…».

    Lavelachisporroteóyseapagó.Unosdedosfríosmetocaronlamano.Oílaviejarisotadademelancolía,tanconocida,querepicóunavezantesdecallarse.

    Cuandodilaluznohabíanadieenelsillón…¡Nadie!…Noquedabanadaenelcuartosinounaromamaravillosamentesutildeabedul,dehúmedomusgo…

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  • Sehablaruso[*]

    ElestancodeMartinMartinichestásituadoenunedificioquehaceesquina.Esnatural que los estancos tengan predilección por las esquinas a juzgar por el deMartin, porque su negocio va viento en popa. El escaparate es de modestasproporciones, pero está bien dispuesto. Unos pequeños espejos dan vida a lamercancíaqueallíseexhibe.Enlazonamásbaja,enlosvallesqueseabrenentrelasmontañasdeterciopeloazul,seacomodaunavariedaddecajasdecigarrilloscuyosnombres vienen arropados por ese elegante dialecto internacional que también seutilizaparadarnombrea loshoteles;másarriba, lospurosenhilerasonríenensuscajaslivianas.

    En sus buenos tiempos,Martin era un rico terrateniente. En mis recuerdos deinfanciaaparecesiemprerodeadodelauraconqueconducíasuimpresionantetractor;porelcontrario,mimemoriamedicequesuhijoPetyayyo, lejosdesushazañas,sucumbíamossimultáneamenteaMeynRiedyalaescarlatina,porloquetrasquinceañosrepletosdetodotipodeacontecimientos,megustabapasarmeporelestancoenaquellaesquinallenadevidadondeMartinvendíasumercancía.

    Desde el año pasado, sin embargo, compartimos algo más que recuerdoscomunes.Martintieneunsecretoyamímehahechopartícipedesusecreto.

    —¿Todo va bien?—le pregunto en un susurro, y él, mirando por encima delhombro,mecontestaconelmismocuidado.

    —Sí,graciasaDios,todoestátranquilo.Setratadeunsecretobastanteexcepcional.RecuerdoquemeibaaParísyquela

    vísperamehabíaquedadoencasadeMartinhastatarde.Elalmadeunhombrepuedecompararseaunosgrandesalmacenesysusojosadosescaparatesgemelos.AjuzgarporlosojosdeMartin,estabandemodalostonospardos,cálidos.Ajuzgarporesosojos,lamercancíaqueguardabaensualmaeradeexcelentecalidad.Yquébarbatantupida,conaqueldestelloblancoquehablabadeRusiaenelgrisrobustodealgunacana.Ysushombros,suestatura,suporte…Entiempossolíandecirquepodíarajarunpañueloconsuespada—unadelashazañasdeRicardoCorazóndeLeón.Ahora,cualquieradelosquecomoélhabíanemigradodiríaconunpuntodeenvidia:«¡Ahítienesaunhombrequenohabajadolacabeza!».

    Suesposaeraunaamablemujeryaentradaenañosyuntantohinchada,conunlunar junto a su fosa nasal izquierda. De sus sufrimientos en los tiemposrevolucionarioshabíaconservadounticenelrostro:inopinadayfurtivamentealzabasusojosalcieloenunaráfagafugaz.Petyateníaelmismofísicoimponentequesupadre.Amímegustabasudulzurataciturna,asícomosuhumorrepentino.Teníaun

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  • rostrogrande,fláccido(delquesupadresolíadecir:«Vayajetalatuya,haríanfaltatres días al menos para circunnavegar su perímetro») y el pelo rojizo,permanentemente despeinado. Petya era propietario de un cine minúsculo, en unazonadelaciudadpocopoblada,queleproporcionabaunosmodestosingresos.Yconélseacababalafamilia.

    Yopaséaqueldía,vísperademiviaje,sentadojuntoalmostradorobservandoaMartinyasusclientes,primeroseinclinabaligeramente,apoyándoseendosdedos,sobreelmostrador,yluegoibahastalasestanteríasconungestoelegante,cogíaunade las cajas y mientras la abría con un chasquido del pulgar, preguntaba: «EinenRauchen?».Recuerdoaqueldíaporunarazónespecial:Petyallegóinopinadamente,desgreñadoy lívidode rabia.La sobrinadeMartinhabíadecididovolver aMoscúcon su madre y Petya venía de entrevistarse con los representantes diplomáticos.Mientras que un diplomático le estaba informando de los pormenores, otro, queevidentementecomulgabaconlapolíticadelgobierno,susurrabaenpalabrasapenasperceptibles:«Muchocuidado,estoestállenodeesaBasuradelEjércitoBlanco».

    —Mehubieragustadohacerpicadilloaaqueltipo—dijoPetya,haciendoademándedarunpuñetazo—pero,desgraciadamente,nopuedoolvidarmedemitíaqueestáenMoscú.

    —Ya tienes algún que otro pecado en tu conciencia —dijo Martin con vozcavernosanoexentadebuenhumor.Aludíaaun incidentede lomásdivertido.Nohace mucho tiempo, en el día de su santo, Petya fue a la librería soviética, cuyapresenciamancillaunadelascallesmásencantadorasdeBerlín.Eneselugarnosólovenden libros sino tambiéndistintasbaratijasycuriosidadesmanuales.Petyaeligióunmartilloadornadoconamapolasyconelblasóndelosmartillosbolcheviques.Elempleadolepreguntósiqueríaalgomás.Petyadijo:«Sí,yalocreo»,indicandoconelgestounpequeñobustodeescayoladelSeñorUlyanov.Pagóquincemarcosporelbustoyelmartillo,paradespuéssinmediarpalabra,allímismojuntoalmostrador,hacer añicos el busto con elmartillo, con una fuerza tal que el SeñorUlyanov sedesintegró.

    Amíme gustaba aquella historia, comome gustaban, por ejemplo, los dichosqueridos, estúpidos e inolvidables de la infancia que calientan las entretelas delcorazón.LaspalabrasdeMartinmellevaronamiraraPetyamientrasdejabaescaparunacarcajada.PeroPetyaseencogiódehombrostaciturnoyfruncióelceño.Martinrevolvióenelcajónyleofrecióelcigarrillomáscarodelatienda.PeronisiquieraesodisipólatristezadePetya.

    VolvíaBerlínseismesesmástarde.UndomingoporlamañanasentílanecesidaddeveraMartin.Entresemanasepodíaentrarasucasaatravésdelatienda,yaquesu piso —tres habitaciones y una cocina— estaba justamente detrás. Pero,evidentemente,undomingopor lamañana, la tiendaestabacerrada,yelescaparate

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  • tenía echada la reja protectora.Contemplé fugazmente a través de la reja las cajasrojasydoradas,lospurosmorenos,lahumildeinscripciónqueseleíaenunrincón,«Aquí se habla ruso», observé que el escaparate presentaba, de alguna forma, unaspectomásalegre,ycrucéatravésdelpatiohastalacasadeMartin.Cosaextraña,elpropioMartinme pareciómás alegre,más desenvuelto,más radiante que antes.YPetya estaba totalmente irreconocible: sus rizos grasientos y desgreñados estabanpeinadoshaciaatrás,yunaampliasonrisa,unpuntotímida,sedemorabainsistenteensus labios;manteníaunaespeciedesilenciosatisfechoyunciertoairededivertidapreocupación, como si llevara consigo una carga preciosa, dulcificaba todos susmovimientos. Sólo la madre seguía tan pálida como siempre, y el mismo tic, tanconmovedor,encendíasurostrocomoundébilrelámpagodeverano.Nossentamosenelsalóndondetodoestabarecogidoyyo,alpensarenlasotrasdoshabitaciones,ladePetyayladesuspadres,igualmentelimpiasyacogedoras,tuveunasensacióndelomásreconfortante.Toméuntéconlimón,atendíalamelifluaconversacióndeMartin sin lograr evitar la impresión de que algo nuevo había hecho irrupción enaquella casa, algún pálpito misterioso y alegre, como ocurre, por ejemplo, en unhogardondehayunajovenapuntodesermadre.EnunpardeocasionesMartinlelanzó una mirada preocupada a su hijo y éste reaccionó levantándose al punto yabandonandolahabitación;alvolver,lehacíaunaseñadiscretaasupadre,comosiquisieradecirquetodoibaalasmilmaravillas.

    También había algo nuevo, y a mi juicio, enigmático, en la conversación delviejo.HablábamosdeParísydelosfrancesesy,derepente,preguntó:«Dime,amigo,¿cuál es la cárcelmás grande de París?». Le contesté que no lo sabía y empecé ahablarledeunarevistafrancesaquesacabamujerespintadasdeazul.

    —¡Y eso te asombra!—me interrumpióMartin—.Dicen, por ejemplo, que lasmujeresrascanlapinturadelasparedesdelacárcelylautilizanparaempolvarselacara,elcuellooloquesea—yparaconfirmarsuspalabras,trajodesudormitorioungruesovolumenescritoporuncriminalistaalemánylocalizóuncapítuloacercadelarutinadelavidaenlacárcel.Tratédecambiardetema,pero,fueraeltemaquefuese,Martinloreconducíamedianteextrañosrodeosyartificialescircunloquios,deformatalque,sindarnoscuenta,nosveíamosdiscutiendodenuevolosméritosdelaprisiónperpetua frente a la pena capital, o los ingeniososmétodos que los criminales haninventadoparalograrescaparsealmundolibre.

    Yoestabadesconcertado.Petya,aquienlegustabanlosartilugiosmecánicos,seentreteníamanipulandoconuncortaplumaslosmuellesdesurelojsinparardereírseentredientes.Sumadrecosíaydecuandoencuandomeacercabauna tostadao lamermelada para que comiera. Martin, con los cinco dedos de la mano en sudesaliñada barba, seme había quedadomirando pensativo y de repente cambió deexpresióncomosisehubieraliberadodeunacarga.Diounapalmadaenlamesayse

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  • volvióa suhijo.«Yanoaguantomás,Petya, le tengoquecontar todoo reviento.»Petyaasintióensilencio.LamujerdeMartinselevantóparairalacocina.«Eresunchisgarabís, todo locuentas»,dijomoviendo lacabeza indulgentemente.Martinmepusolamanoenelhombro,ymediotalsacudidaque,siyohubierasidounmanzanoen un jardín, lasmanzanas habrían empezado a caer literalmente pormi cuerpo, yluegosemequedómirandofijoalosojos.«Teloadvierto—dijo—.Tevoyacontarunsecretotanincreíble,tansecreto…quenoséquéhacer.Paraqueloentiendas,¡niunapalabraanadie!¿Comprendes?».

    E, inclinándose hasta casi tocarme, bañándome en el aroma de tabaco y en supropio olor acre de viejo, Martin me contó una historia verdaderamenteextraordinaria.

    —Sucedió—empezóMartin—poco tiempodespuésdeque te fueras.Entróuncliente.Obviamente,nosehabíapercatadodelcarteldelescaparate,porquesedirigióamí en alemán. Y permíteme que subraye esto: si hubiera observado el cartel nohabríaentradoenlamodestatiendadeunemigrante.Inmediatamentemedicuentadeque era ruso por su pronunciación. La cara, además, era la de un ruso. Como esnatural me lancé a hablar en ruso, le pregunté qué tipo de tabaco quería, de quéprecio.Me respondióconunamiradade sorpresamolesta:«¿Qué le llevaapensarque soy ruso?». Le di una contestación amabilísima, según recuerdo, yme puse acontarsuscigarrillos.EnesemomentoentróPetya.Cuandovioamiclientedijoconla más absoluta calma: «Qué encuentro más agradable». Y entonces mi Petya seacercóhastaélylediounpuñetazoenlacara.Elotrosequedóhelado.ComomuybienmeexplicóPetyamás tarde, loqueocurriónofueúnicamenteunpuñetazodeesosenquelavíctimasederrumbaenelsuelo,sinoungolpemuyespecial:pareceque Petya le había propinado un golpe de efecto retardado, y el hombre perdió elconocimientosinllegaracaerse.Yparecíaquesehubieraquedadodormidodepie.Yentonces,muydespacioempezóatambalearseyacaersedespacio,deespaldas,comosifueraunatorre.YPetyasepusoentoncesdetrásylorecogióporlasaxilasensucaída. Todo fue bastante inesperado. Petya dijo: «Échame unamano, papá».Yo lepregunté si sabía loqueestabahaciendo.Petya se limitabaa repetir:«Échameunamano».ConozcomuybienamiPetya.Conélnosirvenlosrodeosytambiénséquetienelospiesenelsuelo,quemeditasusactos,yquenodejainconscientealagenteporunanimiedad.ArrastramosalinconscientefueradelatiendayatravésdelpasillohastaelcuartodePetya.Yjustoalllegarallí,oíuntimbre.Alguienacababadeentraren la tienda. Tuvimos suerte, desde luego, de que no hubiera ocurrido un minutoantes.Volvíalatienda,despachélaventa,yacontinuación,afortunadamente,llegómimujercon lacomprae inmediatamente ladejéenelmostradoralcuidadode latienda, mientras que yo, sin mediar palabra, fui a todo gas hasta la habitación dePetya.Aquelhombreestabatendidoenelsueloconlosojoscerrados,mientrasque

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  • Petya,sentadoasumesa,examinabapensativamentealgunosobjetos,comounagranpureradepiel,mediadocenadepostalesobscenas,unbilletero,unpasaporte,yunrevólver viejo pero aparentemente en buen uso. Yme lo explicó todo al instante:comotehabrásimaginado,esosobjetosprocedíandelosbolsillosdeaquelhombre,yel hombre no era otro sino el diplomático—recordarás la historia de Petya—quehizoaquelcomentarioacercadelaBasuraBlanca,¡sí,sí,elmismo!Y,ajuzgarporalgunodelosdocumentosquellevaba,eradelapolicíapolítica,sinomeequivoco.«Bienhecho—ledijeaPetya—,lehaspartidolacaraauntipo.Noentroenquelomereciese o no, pero, por favor, explícame qué es lo que piensas hacer ahora.Evidentemente,nohaspensadoparanadaentutíadeMoscú».«Síquelohehecho—dijoPetya—.Tenemosquepensaralgo».

    Ylohicimos.Primeroleatamosconunagruesacuerdaylemetimosunatoallaenla boca. Mientras estábamos ocupados con él, volvió en sí y abrió un ojo. Alexaminarlo de cerca, déjame decirte, aquel tipo resultó ser no sólo estúpido sinotambiénrepulsivo,conunaespeciedesarnaenlafrenteyenelbigote,yunanarizbulbosa. Lo dejamos tumbado en el suelo y Petya y yo nos instalamos a su ladocómodamenteycomenzamosnuestrapropiaencuestajudicial.Discutimosduranteunbuen rato.Nospreocupabano tantoel insultoen sí—noeramásqueunanadería,desde luego—, sino su profesión, por llamarlo de alguna manera, y todas lasactividadesquehabía llevadoacaboenRusia.Alacusadose leconcedió laúltimapalabra.Cuandoliberamossubocaquitándole la toalla,diounaespeciedegemido,tuvo unas náuseas, pero no dijo nada salvo: «Ya veréis, esperad y veréis…».Volvimos a liarle la toalla, y la sesión continuó. Al principio los votos estabandivididos. Petya pedía la pena demuerte.Yopensaba quemerecía lamuerte, peropropuseconmutarlapenaporladeprisiónperpetua.Petyalomeditóyaccedió.Yoañadí que, aunque ciertamente había cometido una serie de crímenes, no teníamosmediodeprobarlos;quesuprofesiónensímismaconstituíauncrimen;quenuestrodeberselimitabaaasegurarquedeahoraenadelantefuerainofensivo,nadamás.Yahoraescuchaelresto.

    Tenemosunbañoalfinaldelpasillo.Uncuartopequeñoyoscuro,muyoscuro,conunabañeradehierroesmaltado.Elaguaseponeenhuelgaconciertafrecuencia.Devezencuandoapareceunacucaracha.Elcuartoestanoscuroporquelaventanaes muy estrecha y está colocada justo debajo del techo, y además, precisamenteenfrentedelaventana,aunostrespiesmásomenos,hayunsólidomurodeladrillo.Yfueprecisamenteenaquelagujerodondedecidimosmeteralprisionero.FueideadePetya,sí,sí,dePetya,hayquedaralCésarloqueesdelCésar.Enprimerlugar,comoesnatural, habíaquepreparar la celda.Empezamos arrastrando al prisionerohastaelpasilloparatenerlovigiladomientrastrabajábamos.Y,enesemomento,mimujer,queacababadecerrarlatiendaporqueyaeradenocheysedirigíaalacocina,

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  • nos vio. Se quedó estupefacta, indignada incluso, pero luego entendió nuestrasrazones. Buena chica. Petya empezó por desmembrar una mesa muy sólida queteníamosenlacocina,lerompiólaspatasylatablaresultantelaclavóenlaventanadel baño, tapando el vano por completo. Luego desatornilló los grifos, quitó elcalentadorcilíndricodeagua,ycolocóuncolchónenelsuelodelbaño.Niquedecirtienequealdíasiguienteañadimostodasuertedemejoras:cambiamoslacerradura,instalamos un cerrojo de seguridad, reforzamos la tabla de lamadera conmetal, ytodoello,desdeluego,sinhacerdemasiadoruido.Comosabes,notenemosvecinos,pero, con todo, era menester actuar con prudencia. El resultado fue una auténticaceldadecárcel,yallímetimosaltipodelapolicíapolítica.Desatamoslacuerda,lequitamoslatoalla,leadvertimosdequesiempezabaagritar,volveríamosaatarleyaamordazarle,ypormuchotiempo;yentonces,satisfechosdequehubieraentendidoparaquiéneraelcolchónqueestabacolocadoen labañera,cerramos lapuertaconllave,y,porturnos,hicimosguardiatodalanoche.

    Esemomentomarcóelprincipiodeunanuevavidaparanosotros.Yoyanoerasimplemente Martin Martinich, sino Martin Martinich, director de prisiones. Alprincipio, el preso estaba tan extrañado de lo que había ocurrido que sucomportamiento era sumiso. Pronto, sin embargo, volvió a su estado normal, ycuando le llevábamos lacomida, seentregabaaunhuracándepalabrassoeces.Nopuedo repetir las obscenidades de ese hombre;me limitaré a decir que puso amipobredifuntamadreen lasmás increíbles situaciones.Yoestabadecididoadejarlebienclaralanaturalezadesuestatuslegal.Leexpliquéquepermaneceríaenprisiónhastaelfinaldesusdías;quesiyomoríaprimero,lodejaríaenherenciaaPetya;yque,asuvez,mihijo,lotransmitiría,comopartedesupatrimonio,amifuturonietoy así en adelante, convirtiéndolo enuna especie de tradición familiar.Una joyadefamilia.Mencionédepasadaque,en la improbableeventualidaddeque tuviéramosque mudarnos a otro piso distinto en Berlín, él sería atado, colocado en un baúlespecial, y transportado con nosotros y nuestra mudanza con toda naturalidad. Yseguíexplicándolequesóloconseguiríalaamnistíasisedabaunaúnicacondición.Asaber,quesería liberadoeldíaqueexplotara laburbujabolchevique.Finalmente leprometíquelealimentaríamosbien,muchomejorquecuando,enmistiempos,meviencerrado por la Cheka, y que, como privilegio especial, recibiría libros. Y, enverdad, que éste es el día en que todavía estamos esperando que se queje de lacomida.Esverdadque,alprincipio,Petyasugirióquelediéramoscucarachassecas,pero, por mucho que buscamos, ese pez soviético era inexistente en Berlín. Nosvimosobligadosaservirlecomidaburguesa.AlasochoenpuntodelamañanaPetyayyoentramosydejamosjuntoasubañeraunplatodesopacalienteconcarneyunahogaza de pan gris. Al mismo tiempo retiramos el orinal, un aparato de lo másinteligentequeadquirimossóloparaél.Alastresrecibeunatazadeté,alassietemás

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  • sopa. El sistema alimenticio está copiado del que utilizan en las mejores cárceleseuropeas.

    Los libros constituyeron más problema. Tuvimos conciliábulo familiar y paraempezarseleccionamostrestítulos,PrinceSerebryanïy, lasFábulasdeKrilovyLavuelta al mundo en ochenta días. Nos anunció que no estaba dispuesto a leersemejantes panfletos del «EjércitoBlanco», pero le dejamos los libros, y todo noshacepensarqueloshaleídoconplacer.

    Tenía un humor cambiante. Los primeros días estuvo bastante tranquilo. Eraevidente que estaba preparando algo. Quizá pensó que la policía iba a empezar abuscarle. Comprobamos los periódicos, pero no decían ni una sola palabra deldesaparecido agente de la Cheka. Con toda probabilidad, los otros diplomáticoshabían decidido que el hombre había desertado, sencillamente, y habían preferidoenterrar el asunto. A este período de contemplación corresponde un intento deescapada o, al menos, de comunicarse con el mundo exterior. Se esforzaba porcaminar en la celda, probablemente se encaramó a la ventana tratando de abrir laslajas de madera, asimismo probó a hacerse oír con todo tipo de golpes, pero leamenazamosylosgolpescesaron.Yenunaocasión,enquePetyaestabasoloconél,leatacó.Petyaloagarróconundulceabrazodeosoylovolvióasentarenlabañera.Despuésdeestesucesopasóporotrafase,sevolviómuydócil,inclusollegóacontaralgún chiste alguna vez, y finalmente, intentó comprarnos. Cuando vio que estotampocofuncionaba,empezóaquejarse,y luegovolviódenuevoadespotricarcontodotipodejuramentospeoresquelosanteriores.Enestosmomentosatraviesaunafasedesumisióntaciturna,que,metemo,nopresagianadabueno.

    Lo sacamos a pasear por el pasillo todos los días, y dos veces por semana ledejamostomarelairejuntoaunaventanaabierta;comoesnatural,tomamostodaslasprecauciones necesarias para impedir que se ponga a gritar. Los sábados toma unbaño. Nosotros nos tenemos que lavar en la cocina. Los domingos le doy unaspequeñas charlasy ledejo fumar tres cigarrillos, enmipresencia, desde luego. ¿Ysobrequéversanestascharlas?Haydetodo.SobrePushkin,porejemplo,osobrelaantiguaGrecia.Sóloestáprohibidountema:lapolítica.Estáprivadodetodoaquelloquesueneapolítica.Comosilapolíticanoexistierasobrelafazdelatierra.¿Ysabesunacosa?Desdequetengoenprisiónaunagentesoviético,desdequehehechounacto de servicio a laMadre Patria, soy, sencillamente, un hombre diferente. Libre,desenvueltoyfeliz.Ylosnegocioshanmejorado,asíquetampocotengodemasiadosproblemasparamantenerlo.Mecuestaveintemarcosalmes,contandolafacturadelaelectricidad:eseagujeroestácompletamenteaoscuras,asíquedesdelasochodelamañanaalasochodelatardetieneunabombilladepocosvatiosencendida.

    Ymepreguntarás, ¿dedónde saleun individuoasí, cuál es suentorno?Bueno,cómo te diría yo… Tiene veinte años, es un campesino, con toda probabilidad ni

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  • siquieraacabósusañosdeescuela,esloquesedenominaun«comunistahonesto»,sólohaestudiado,porasídecir,elcatecismopolítico,esequeconviertealostarugosenalcornoques,comodecimostúyyo,esoestodoloquesé.Siquieresteloenseño,peroacuérdate,¡niunapalabra!

    Martinsalióalpasillo.Petyayyoleseguimos.Elviejoensuchaquetacómodadeestarporcasaparecíaunfuncionariodeprisionesdeverdad.Sacólasllavesyhabíaun cierto aire profesional en su modo de insertarlas en la cerradura. La cerraduracrujiódosveces,yMartinabriólapuertadeungolpe.Lejosdeserunagujerooscuroymaliluminado,eraunbañoespacioso,espléndido,deltipoqueseencuentraenlascómodaspensionesalemanas.Laluzeléctrica,brillantepero,sinembargo,agradable,lucíatrasunapantallaalegreyllenadeadornos.Unespejobrillabaalaizquierda.Enlamesillajuntoalabañerahabíaunoscuantoslibros,unanaranjapeladaenunplatolustroso, y una botella de cerveza sin abrir. En la bañera blanca, en un colchóncubierto con una sábana limpia, con una gran almohada detrás de la cabeza, setumbabauntipobienalimentado,conlosojosbienvivos,unabarbabastantelarga,conunabata(unregalodelamo)yenzapatillascómodasysuaves.

    —Bueno,¿quémedicesahora?—mepreguntóMartin.Laescenamepareciócómicaynosupequécontestar.—Ahíesdondesolíaestarlaventana—meindicóMartinconeldedo.Efectivamente, la ventana estaba condenada y perfectamente tapiada con

    maderas.El prisionero bostezó y se volvió hacia la pared. Nosotros salimos. Martin

    acariciólacerraduraconunasonrisa.—Pocas probabilidades tiene de escaparse —dijo, y añadió a continuación—:

    Tengo curiosidad por saber, sin embargo, cuántos años va a tener que pasar ahíencerrado…

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  • Sonidos[*]

    Fuenecesariocerrarlaventana:lalluviagolpeteabacontraelalféizarysalpicabaelparquetylossillones.Conunsonidoescurridizoyfresco,unosenormesespectrosde plata corrían veloces por el jardín, a través del follaje y a lo largo de la arenaanaranjada.Losdesagüeschasqueabanmetálicosyseatascaban.TútocabasaBach.Habíanlevantadolacolalaqueadadelpianoybajoelaladescansabaunalirayunospequeñosmartillosdesgranabanunchapoteodeoleajesobrelascuerdas.Eltapizdebrocado,arrugadoentoscospliegues,sehabíadeslizadoenpartedelacoladelpiano,dejando caer una partitura abierta sobre el suelo. De tanto en tanto, a través delfrenesí de la fuga, tu anillo tintineaba contra las teclas, mientras, incesante,magnífica, la lluvia de junio insistía en salpicar los paños de la ventana.Y tú, sindejarde tocary ladeando ligeramente lacabeza,exclamabasal ritmode tusdedos:«Estalluvia,estalluvia…voyaanegarlalluviahastanegarla».

    Peronopudiste.Abandoné losálbumesquedescansabansobre lamesa,ataúdesde terciopelo,y

    mepuseaobservarteyaescucharlafuga,lalluvia.Unsentimientodefrescurafluyóen mí, como aroma de claveles húmedos que gotearan de todas partes, de lasestanterías,delacoladelpiano,delosdiamantesrectangularesdelaarañadecristal.

    Tuve una aguda sensación de equilibrio embelesado al percibir la relaciónmusicalexistenteentrelosespectrosdeplatadelalluviaytuespaldainclinada,quese estremecía cuando apretabas losdedos contra el oleajebrillantede las teclas.Ycuando luegome encerré enmímismo, el mundo todo parecía así—homogéneo,congruente,limitadoporlasleyesdelaarmonía.Yomismo,tú, losclaveles,enesemomento todo ello se convirtió en unas cuerdas verticales sobre un pentagramamusical.Medicuentadequetodoenelmundoeraunjuegorecíprocodepartículasidénticasquealbergabandiferentes tiposde consonancia: los árboles, el agua, tú…Todoestabaunificado, todoera equivalente,divino.Te levantaste.La lluvia seguíasegandolaluzdelsol.Loscharcosparecíanagujerosenlaarenaoscura,rendijasquenosintrodujeranenotroscielosqueresplandecíanensucaminosubterráneo.Enunbanco, brillante como porcelana danesa, estaba tu raqueta olvidada; las cuerdas sehabíanvueltopardascon la lluviaysumoldurasehabíacombadohastaadoptar laformadelnúmeroocho.

    Cuandoarribamosalcamino,mesentíalgomareadoconelabigarramientodelassombrasyelaromadeloshongosqueempezabanapudrirse.

    Te recuerdodentrodeun fortuito retazode sol.Tenías la espaldaerguiday tusojos pálidos miraban cenicientos. Cuando hablabas, cortabas el aire con el filo

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  • aceradodetumanomenudayconeldestellodelapulseraqueanudabatumuñeca.Tupelosedesvanecíaalenredarseenlosrayosdesolquetemblabanenelaireyentu entorno. Fumabas mucho y con nervios. Echabas el humo por la nariz y tedesprendías de la ceniza con un golpecillo desdeñoso. Tu casa de campo gris depalomaestabaacincoverstasde lanuestra.Suinteriorerafrío,suntuoso,unapurareverberación.Habíaaparecidofotografiadaenunaeleganterevistadelaciudad.Casitodas las mañanas me encaramaba al cuero del sillín de mi bicicleta y tomaba elcamino que crujía ami paso y atravesaba el bosque y luego tomaba la carretera yatravesabaelpuebloyvolvíaatomarotrocaminoquellevabahastati.Túcontabasconquetumaridonoibaavenirenseptiembre.Ynotemíamosnada,túyyo,nilasmurmuracionesdetuscriados,nilassospechasdemifamilia.Cadaunodenosotros,asumaneraydeformadiversa,confiabaeneldestino.

    Tuamoreraunpuntosordo,comoloeratuvoz.Casisepodríadecirqueamabasdesoslayo,ynuncahablabasdeamor.Erasunadeesasmujereshabitualmentepocohabladoras, a cuyo silencio uno se acostumbra inmediatamente. Pero, de vez encuando,algoentiexplotaba.YentoncestuBechsteingiganteatronabaelespacio,osino,mirandoalinfinitovagamente,mecontabashilarantesanécdotasquelehabíasoído a tu marido o a sus compañeros de regimiento. Recuerdo tus manos, manospálidas,alargadasysusvenillasazules.

    Enaqueldíafeliz,cuandolalluviaazotabaytútocabastaninesperadamentebien,se resolvió aquel algo nebuloso que se había alzado imperceptiblemente entrenosotrostrasnuestrasprimerassemanasdeamor.Medicuentadequenoteníaspoderalgunosobremí,quenoerasmiúnicaamante,sinoquetodalatierraloera.Eracomosimialmahubieradesplegadoinfinitasantenassensiblesyyovivieracomodentrodetodas lascosas,percibiendosimultáneamente lascataratasdelNiágaraatronandoalotro lado del océano y también y a la vez el goteo dorado y monótono quetamborileabamecánicamenteenelcamino.Mequedémirando lacortezarelucientede un abedul y de repente sentí que, en lugar de brazos, poseía ramas inclinadascubiertasconhojasmenudasymojadasy,enlugardepiernas,milesdefinasraíces,trenzadasenlatierra,empapándosedeella.Queríatransfundirmeasíenlanaturalezatoda,experimentarelserdeunviejoboletus,consuesponjaamarillaenelenvés,ounalibélula,oinclusolaesferasolar.Mesentíatanfelizquedeprontorompíareíryte besé en el hombro y en la nuca. Te hubiera incluso recitado un poema, perodetestabaslapoesía.

    Sonreísteunasonrisaleveydijiste:—¡Québien seestádespuésde la lluvia!—y luego tequedastepensativaunos

    momentosyañadiste—:Sabes,acabodeacordarme.Mehaninvitadohoyatomarelté…cómosellama…PalPalych.Esmuyaburrido.Perotengoqueir.

    PalPalycheraunantiguoconocidomío.Solíamosirapescar juntosyenplena

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  • pesca,derepente,seponíaacantarconsudébilvozdetenorCampanadasnocturnas.Yo lo apreciaba mucho. Una gota ardiente se desprendió de una hoja y me cayódirectamenteenloslabios.Meofrecíaacompañarte.

    Teestremecistecomoenunescalofrío.—Nosaburriremosmortalmenteallí.Eshorrible—mirasteelrelojysuspiraste—.

    Horadeirse.Metengoquecambiardezapatos.En tu dormitorio embrumado, la luz del sol, que se filtraba por las persianas

    venecianas,formabadosescalerasdoradasenelsuelo.Dijistealgocontuvozsorda.Al otro lado de la ventana, los árboles respiraban y goteaban en un crujido decontento.Yyo,sonriendoconelcrujirdelalluvia,teabracé,levementeysinavidez.

    Ocurrióasí.Aunaorilladelríoestabatuparque,ytambiéntusprados,yalotro,elpueblo.Lacarreterateníabachesprofundosenalgunostramos.Elbarroeradeuncolorvioletaexuberante,ylasrodadassellenabandeunaguacolorcaféconlecheyse cubrían de espuma. Las sombras oblicuas de las isbas de madera negra seextendíanconinusitadaclaridad.

    Caminamosenlasombraporunsenderomuytrilladoydejamosatrásunatiendadeultramarinos,una tabernaconsucartelesmeralda,unospatios llenosdesolqueemanabanaromasdeestiércolydehenofresco.

    La escuela era nueva, de piedra, rodeada de arces. En el umbral relucían laspantorrillasblancasdeunacampesinaqueseinclinabaaescurriruntrapoenuncubo.

    Túpreguntaste:«¿EstáPalPalych?».Lamujer, toda trenzasypecas,entrecerrólosojosparaprotegersedelsol.«Sí,síqueestá.»Elcubotintineóconelpuntapiéquelediolaviejaparamoverlo.«Entre,señora.Estaráeneltaller.»

    Nuestras pisadas crujieron al atravesar un vestíbulo oscuro y luego una claseespaciosa.

    Miré al pasar unmapa azul y pensé: así es todaRusia—luz de sol y un granvacío…Enunrincónbrillabauntrozodetizatriturada.

    Másallá, enelpequeño taller,habíaunagradableoloracoladecarpinteroyaserríndepino.Sinchaqueta,sudorosoyjadeante,conlapiernaizquierdaextendida,PalPalychsedivertíahaciendounaseriedeplanosensutablerodedibujodequejosamaderablanca.Sucoronilla,calvaysudorosa,oscilabadentrodeunrayodesol.Enel suelo, bajo el banco del carpintero, se enroscaban unas virutas como frágilesmechonesdecabello.

    Yodijeavozengrito:—¡PalPalych,tienesinvitados!Eldiounrespingo,seazoró,tomóeducadamentelamanoquetúleofrecistecon

    ungestotanconocido,tanindiferente,yluegotomómimanoensushúmedosdedosy la estrechó un segundo. Parecía que tuviera el rostro moldeado en arcilla, conbigotefláccidoeinesperadossurcos.

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  • —Losiento,estoysinvestir,yaloveis—dijoconunasonrisaculpable.Agarróunpardepuñosdecamisa,queaguardabantiesoscomocilindrosenelalféizardelaventana,yselospusoapresuradamente.

    —¿Enquéestás trabajando?—lepreguntasteconundestellode tupulsera.PalPalychseesforzabaenembutirselachaquetaconmovimientosviolentos.

    —Nada,estoyenredandounpoco—escupiócomoatragantándosealhablar—.Esunaespeciedeestanteríasinimportancia.Nolaheacabadotodavía.Aúntengoquelijarla y darle el barniz. Pero mirad esto, lo llamo La Mosca… —y con unmovimientovibratoriodesusmanosunidas,lanzóalaireunaespeciedehelicópterodemaderaenminiatura,queseelevóalasalturasconunzumbido,dioungolpesecoeneltechoycayóalsuelo.

    Lasombradeunasonrisapasócortésporturostro.—¡Peroqué tonto soy!—PalPalychcomenzódenuevo—.Osesperabaarriba,

    amigos…Estapuertarechina.Losiento.Permitidmequevayadelante.Metemoquelacasaestádesordenada.

    —Creo que se había olvidado de que me había invitado —dijiste en inglésmientrassubíamoslasescalerasquecrujíanacadapeldaño.

    Yocontemplabatuespalda,loscuadrosdesedadetublusa.Desdealgúnlugarenelpisodeabajo,probablementeelpatio,nosllególapoderosavozdelacampesina,«¡Gerosim! ¡Gerosim!». Y de repente seme hizo prístinamente claro que, durantesiglos, elmundo no había dejado de florecer, de dar vueltas, de cambiar sólo paraque, ahora, en este preciso instante, pudieran combinarse y fundirse en un acordeverticalaquellavozcuya resonancianos llegabadesdeabajo,elmovimientode tushombrosdeseda,yelaromadelastablasdepino.

    LahabitacióndePalPalycherasoleadayalgoabigarrada.Unaesterarojaconunleónbordadoenelcentroestabaclavadaenlaparedencimadelacama.EnotraparedcolgabauncapítulodeAnnaKarenina, enmarcado y dispuesto de tal formaque eljuego de claroscuro de los tipos y la inteligente disposición de las líneas lograbanconformarelrostrodeTolstoi.

    Nuestro anfitrión, frotándose las manos, te ofreció un asiento. Al hacerlo, unmovimientodelasgaterasdesuchaquetaderribóunálbumdelamesa.Lorecogió.Trajeronté,yoguryunasinsípidasgalletas.PalPalychsacódeunaparadorunalatadefloresconcaramelosdurosdeLandrin.Alagacharse,sucamisadejabavertodounpañodepielllenodegranos.Unabejorroamarillomuertohabíaquedadoapresadoenlapelusadeunaarañaposadaenelalféizardelaventana.«¿DóndeestáSarajevo?»,preguntastederepente,haciendocrujirunapáginaqueconindiferenciahabíascogidodelsuelo.PalPalych,ocupadoenservirelté,contestó:«EnSerbia».

    Y,conmanotemblorosa,teofrecióconsumocuidadoelhumeantevasodecristalensusoportedeplata.

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  • —Aquí tienes. ¿Puedo ofrecerte unas galletas?… ¿Y por qué están tirandobombas?—sedirigióamíconunbruscomovimientodehombros.

    Yo examinaba, por centésima vez, un enorme pisapapeles de cristal. El cristalencerraba en su interior un azul rosado y la Catedral de San Isaac salpicada dedoradosgranosdearena.Tú te reíasy leíasenvozalta:«Ayer,uncomerciantedelSegundoGremiollamadoYeroshinfuearrestadoenelrestauranteQuisisana.Resultóque el tal Yeroshin, con el pretexto de…». Y te volviste a reír. «No, el resto esindecente.»

    PalPalychsepusonervioso,seruborizóconunlevetonopardorojizoydejócaersucuchara.Lashojasdearcebrillaronconinmediatezjuntoalasventanas.Uncarrotraqueteó por delante. Desde algún lugar nos llegaba un grito tierno y lastimero:«¡Helados!».

    Empezóahablardelcolegio,delasborracheras,ytambiéndelatruchaquehabíaaparecidoenelrío.Yomedispuseaexaminarleafondo,ytuvelasensacióndequerealmenteloestabaviendoporprimeravez,aunquefuéramosviejosconocidos.Unaimagensuyadenuestroprimerencuentrodebíadehabérsemequedadoimpresaenelcerebro,comounafotofijainasequiblealcambio,unhechoyadefinitivo,cerradoyaceptado como cualquier costumbre.Cuando por alguna razónme había venido alrecuerdolaimagendePalPalych,surostronosóloteníaunbigoterubiopálido,sinotambiénunapequeñabarbaquehacíajuegoconaquél.Unabarbaimaginariaesunacaracterísticademuchosrostrosrusos.Peroahora,despuésdehaberleconcedidounaspecto concreto, por así decir, conmimirada interna, vi que en realidad tenía labarbilla redonda, lampiña e indecisa, ligeramente partida. Tenía también una narizcarnosa,ymedicuentadeque,ensupárpadoizquierdo,teníaunlunarquelehubieraarrancado con muchísimo gusto, pero cortarlo hubiera significado matarlo. Aquelpequeñobultolecontenía, totalyexclusivamente.Cuandomehubedadocuentadetodo esto, y una vez que lo hube examinado en profundidad, hice el másimperceptible de los movimientos, como si quisiera empujar a mi alma a que sedeslizarapendienteabajo,ymedeslicédentrodePalPalych,mepusecómodoensuinterior,ydesdeeselugar,sentí,porasídecir,aquellunardesupárpadoarrugado,ytambiénlasalasalmidonadasdesucuello,ylamoscaquesearrastrabaporsucalva.Leexaminéconojoslímpidosymóviles.Elleónamarillodeencimadelacamameparecía ahora un viejo amigo, como si llevara allí encima de la cama desde miinfancia.Lapostadecolores, encerradaen sucristal convexo, se convirtió enalgoextraordinario,llenodegracia,alegre.Ynoerastúlaqueestabassentadafrenteamí,en una silla baja de mimbre a la que mi espalda se había acostumbrado, sino labenefactoradelaescuela,unadamataciturnaalaqueapenasconocía.Ysinsoluciónde continuidad, con la misma ligereza de movimientos, me deslicé dentro de ti,percibílacintadetuligaencimadelarodilla,yunpocomásarriba,elcosquilleode

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  • la batista, y pensé, poniéndome en tu lugar, que era todomuy aburrido, que hacíacalor,quequeríasfumar.Eneseprecisomomentosacastedelbolsounapitilleradeoroeinsertasteuncigarrilloentuboquilla.Yyoestabadentrodetodoydetodaslascosas—deti,delcigarrillo,delaboquilla,dePalPalychenredándosetorpeconsuscerillas,delpisapapelesdecristal,delabejorromuertoenelalféizardelaventana.

    Hanpasadomuchosaños,ynosédóndeestaráahora,eltímidoyabotargadoPalPalych.Aveces,sinembargo,cuandomispensamientosvuelanporterritoriosqueleson ajenos, lo veo como en un sueño, transportado al escenario de mi existenciaordinaria.Entraenunahabitaciónconsuportesonrienteyremilgado,consupanamáviejoenlamano;inclinalacabezaalandar,selimpialacalvayelrubicundocuellocon un enorme pañuelo. Y cuando sueño con él, tú apareces invariablementeatravesandomisueño,conaspectoperezosoyconunablusadesedaescotada.

    *

    Aquel maravilloso y feliz día yo no estaba especialmente locuaz. Engullí losresbaladizostrozosderequesónymeesforcéporpercibirhastaelmásmínimoruido.CuandoPalPalych se callaba,yooía cómomurmuraba suestómago—unchirridodelicado,seguidodeunmínimoborboteo.Despuésdelocualselimpiabalagargantasinningúnruboryempezabaahablardecualquiercosaa todaprisa.Balbuceando,sinlograrencontrarlapalabrajusta,fruncíaelceñoyempezabaatamborilearconlosdedos en la mesa. Tú estabas reclinada en el sofá bajo, impasible y en silencio.Girando la cabeza a un lado y alzando tu anguloso hombro,me lanzabasmiradasdesdeel fondode tuspupilasmientras te ajustabas lashorquillasdelpelo anudadodetrásdetucabeza.TúcreíasqueyomesentíamolestodelantedePalPalychporquehabíamosllegadojuntosyélhubierapodidoimaginarsenuestrarelación.Yamímedivertíaquetúpensaraseso,ymedivertíalaformamelancólicaysordaenlaquePalPalychseruborizócuandodeliberadamentetúmencionasteatumaridoysutrabajo.

    Delante de la escuela, el ocre caliente del sol chapoteaba detrás de los arces.Desdeelumbral,PalPalychnossaludóynosdiolasgraciasporacercarnos,yluegovolvió a saludardesde el pasillo, yun termómetrobrillaba,blancocristalino, en elmuroexterior.

    Cuandodejamosatráselpueblo,cruzamoselpuenteynosdisponíamosyaasubirporelsenderoqueconduceatucasa,yoteabracéytúmelanzastedestellosdeesamiradaespecialydetravéstanespecialytuyaquemedijoqueerasfeliz.Derepentetuve el deseo de contarte las pequeñas arrugas de Pal Palych y el San Isaac conlentejuelas, pero, tan pronto como empecé a hacerlo, tuve la sensación de quemeveníana laboca laspalabrasequivocadas,palabrasextravagantes,ycuando túcontoda ternura dijiste «decadente», yo cambié de tema. Sabía lo que necesitabas:sentimientos sencillos, palabras sencillas. Tu silencio era un silencio fácil y sin

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  • viento, como el silencio de las nubes o de las plantas. Todo silencio es elreconocimientodeunmisterio.Muchascosasentiparecíanmisteriosas.

    Untrabajadorconunablusahinchadaporelvientoafilabaconfuerzayconruidosu guadaña. Unas mariposas flotaban por encima de las flores escabiosas que nohabían caído con la siega. Por el camino venía hacia nosotros una joven con unapañoletaverdeclaroensushombrosymargaritasenelpelo.Yoyalahabíavistounasdos o tres veces, y su cuello esbelto y moreno se me había quedado fijado en lamemoria.Alpasar,susojosunpuntoachinadostetocaronatentos.Yluego,saltandoconcuidadolazanja,desapareciódetrásdelosalisos.Untemblordeplataatravesólamarañadematorrales.Túdijiste:«Apuestoaqueseestabadandounbuenpaseoenmiparque.Cómodetestoaestosveraneantes…».Unfox-terrier,unaperrayavieja,trotaba por el camino junto a su amo. Tú adorabas los perros. El animalillo trepóhasta nosotros, apoyándose en la tripa y con las orejas enhiestas. Se llegó hasta tumano extendida, y empezó a dar vueltasmostrándonos sus partes, queparecíanunmapademanchas.«Cariño»,ledijisteconesavoztuyatanespecial,cariñosaymedioenfadadaauntiempo.

    Elfox-terrier,despuésderevolcarseunascuantasveces,diounexquisitochillidoysefuetrotando,ydeunsaltoatravesólazanja.

    Cuandoyanosacercábamosalaverjadelparque,túdecidistequequeríasfumar,pero, después de revolver en tu bolso, cloqueaste dulcemente: «Qué tonta soy.Medejélaboquillaensucasa».Merozastelaespalda.«Querido,correyveteabuscarla.Sino,nopuedofumar.»Mereímientrasbesabatuspárpadospalpitantesytuestrechasonrisa.

    Megritabasmientrascorría:«¡Dateprisa!».Mepuseacorrer,noporquetuvieraunagranprisa,sinoporquetodoenmientornocorríaalunísono—lairidiscenciadelosmatorrales,lassombrasdelasnubessobrelahierbahúmeda,lasfloresmoradasapresurándoseaencerrarsusvidasenhondonadasybarrancosantesdequellegaraelrelámpagodelsegador.

    Diez minutos más tarde, jadeando y acalorado, me encontré subiendo lasescalerasdelaescuela.Golpeéconelpuñolapuertaparda.Elmuelledeuncolchóngimióenelinterior.Girélamanivela,perolapuertaestabacerradaconllave.

    —¿Quiénandaahí?—preguntólavozsofocadadePalPalych.Yogrité:—¡Vamos ya! ¡Déjame entrar!—el colchón chirrió de nuevo y se oyeron las

    pisadas de unos pies descalzos—. ¿Quieres decirme para qué te encierras, PalPalych?—medicuentaalmomentodequeteníalosojosrojos.

    —Entra,entra…Mealegrodeverte.Yaves,estabadormido.Entra.—Nosolvidamosunaboquillaaquí—dije,tratandodenomirarle.Porfinencontramoslaboquilladeesmalteverdebajoelsillón.Melametíenel

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  • bolsillo.PalPalychsesonabaestruendosamenteconunpañuelo.—Esunapersonamaravillosa—dijoinoportuno,dejándosecaerpesadamenteen

    lacama.Suspiróymiródesoslayo—.Hayalgoenlasmujeresrusas,uncierto…—selevantótodoarrugadoysepasólamanoporlafrente—.Uncierto…—emitióungruñidosuave—,espíritudesacrificio.Nohaynadamássublimeenestemundo.Eseespíritudesacrificioextraordinariamentesutil,extraordinariamentesublime—juntólas manos detrás de la cabeza y mudó su rostro en una sonrisa lírica—.Extraordinario…—sequedócallado,yluegopreguntó,yaconuntonodiferente,unoque utilizaba a menudo cuando quería hacerme reír—. ¿Y qué más tienes quedecirme,amigomío?—sentíganasdedarleunabrazo,dedecirlealgocariñoso,algoquelealiviaraensunecesidad.

    —Deberíasiradarunpaseo,PalPalych.¿Porquéencerrartealanguidecerenuncuartocerrado?

    Hizounademáncomoparadespacharaquelasunto.—Ya he visto todo lo que hay que ver. Ahí afuera todo lo que uno hace es

    sofocarse… —con un movimiento descendente de la mano se frotó sus ojosabotargadosytambiénelbigote—.Quizáestanochevayaapescarunrato—ellunarqueseincrustabaensupárpadoarrugadosemovió.

    Teníaquehaberlepreguntado:«QueridoPalPalych,¿quéhacíashaceunminutotumbado en la cama y con el rostro escondido en la almohada? ¿Es que tienes lafiebredelheno,oalgunapenaprofunda?¿Hasamadoaunamujeralgunavez?¿Yporquéllorarenundíacomoéste,conestesolradianteyloscharcosahíafuera?».

    —Bueno,PalPalych,tengoqueirmecorriendo—dijeechandounamiradaalasgafasabandonadas,alTolstoirecreadotipográficamenteyalasbotasconsuslazadascomoorejasdebajodelamesa.

    Dosmoscasseposaronenelsuelorojo.Unasesubióencimadelaotra.Dieronunzumbidoysesepararonvolando.

    —No te lo tomo en cuenta—dijoPal Palych respirando suavemente.Ladeó lacabeza—.Sonreiréylosoportaré,vete,noteentretengasconmigo.

    Ydenuevomeencontrécorriendoporelcamino,juntoalosalisos.Sentíquemehabíabañadoenlapenadeotro,queestabaradianteconsuslágrimas.Misentimientoera de felicidad, una felicidad que desde entonces sólo he experimentado en rarasocasiones: al ver un árbol que se inclina, un guante agujereado, la mirada de uncaballo.Eraunsentimientofelizporquefluíaarmoniosamente.Eralafelicidaddeunmovimientoodeunfulgorfeliz.Enunaocasiónmedesgarréenunmillóndeastillasdeseresydeobjetos.Hoysoyuno;mañanavolveréadesgarrarmeenmilastillas.Yasítodoenestemundosedecantaysemodula.Aqueldíayoestabaenlacrestadeunaola.Sabíaque todoamialrededorerannotasprocedentesdeunasolaarmoníasiempre la misma, conocía, secretamente, su fuente y la inevitable resolución de

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  • aquellossonidosquesehabíanreunidoporuninstante,yconocíatambiénelnuevoacordequeengendraríacadaunade lasnotasaldispersarse.Eloídomusicaldemialmalosabíayloabarcabatodo.

    Te encontré en la sección pavimentada de tu jardín, junto a los escalones quellevana la terrazay tusprimeraspalabras fueron:«Mimaridoha llamadodesde laciudadmientras yo estaba fuera.Viene en el trende las diez.Debehaber ocurridoalgo.Quizálohayantrasladado».

    Unaguzanievescomounvientoazulgrispasóligeroporlaarena.Unapausa,dosotresescaleras,otrapausa,másescaleras.Elaguzanieves,laboquillaqueyoteníaenmismanos, tus palabras, lasmanchas de sol en tu vestido…No podía ser de otramanera.

    —Sé lo que estás pensando—dijiste, frunciendo el ceño—. Piensas que habráalguienqueselodigaytodoeso.Peronoimporta…Sabesloqueyo…

    Temirédefrentealacara.Mirécontodamialma,directamente.Choquécontigo.Tenías los ojos límpidos, como si una película de papel de seda acabara dedesprenderse de los mismos —esa que protege las ilustraciones de los librospreciosos.Y,porvezprimera,tuvozeratambiénlímpida.

    —¿Sabesloquehedecidido?Escucha.Nopuedovivirsinti.Esoesloquelevoya decir exactamente.Me concederá el divorcio inmediatamente. Y luego, hacia elotoño,podríamos…

    Teinterrumpíconmisilencio.Unamanchadesolsedeslizódesdetufaldahastalaarenaalmoverteligeramente.

    ¿Qué podía decirte? ¿Podía invocar la libertad, el cautiverio, decir que no teamabalosuficiente?No,todoesoeramentira.

    Transcurrióuninstante.Eneseinstante,muchascosasocurrieronenelmundo:enalgún lugarunvaporgigantesehundióenel fondodelmar,sedeclaróunaguerra,nacióungenio.Elinstantepasó.

    —Aquítienestuboquilla—dije—.Estabadebajodelsillón.Sabes,cuandoentré,PalPalychparecíacomosihubieraestado…

    Túdijiste:—Estábien.Puedesirte—tedistelavueltaycorristeescalerasarriba.Agarraste

    elpomode cristal de lapuerta, yno conseguiste abrirla.Debióde serpura torturaparati.

    Mequedédepieeneljardínduranteunratoentrelahumedaddulce.Luego,conlasmanosmetidasenlosbolsillos,caminéporlaarenamoteadaentornoalacasa.Enelporchedeentradaencontrémibicicleta.Apoyándomeenelmanillar,medeslicéporelcaminodelparque.Habíasaposaquíyallá.Sindarmecuentapaséporencimade uno de ellos. Al final del camino había un banco.Apoyé la bicicleta contra eltroncodeunárbolycedía la tentacióndesentarmeen lamaderablanca.Penséen

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  • que dentro de dos días tendría una carta tuya y en cómo me llamarías y yo novolvería.Tucasasedeslizabaenunamelancólicadistanciaconsupianodecola,losvolúmenespolvorientosdeLaRevistadeArte, lassiluetasensusmarcosredondos.Eradeliciosoperderte.Desapareciste, sacudiendoangularmente lapuertadecristal.Perootratúsemarchódemaneradistinta,abriendotusojospálidosbajomisbesosdealegría.

    Mequedé así sentadohasta que llegó la noche.Había unos enanos, que, comomovidosporhilosinvisibles,nodejabandecaminarportodoslados.Derepente,enalgúnlugarcercano,percibíunbrilloabigarrado—eratuvestido,ytúestabas…

    ¿Nohabíanmuertoyalasúltimasvibraciones?Poreso,mesentíincómodoanteelhechodeque túestuvierasallí,enalgúnpuntoami lado, fuerademicampodevisión, ante el hechodeque estuvieras caminando, deque te estuvieras acercando.Con esfuerzo, volví el rostro. No eras tú sino aquella muchacha con la bufandaverdosa, ¿te acuerdas, aquella con la que nos tropezamos? ¿Y su foxterrier conaquellapanzatancómica?…

    Ella pasó de largo, se perdió entre los huecos del follaje y luego cruzó elpuentecilloquellevabaaunquioscopequeñoconventanasdecristalemplomado.Lachicaestáaburrida,estácaminandoportuparque;probablementelaconoceréalgúndía.

    Me levanté despacio, despacio salí en bicicleta del parque inmóvil hasta lacarretera principal, derecho hacía una enormepuesta de sol, y, al otro lado de unacurva, adelanté a un carruaje. Era tu cochero, Semyon, que se dirigía a paso lentohacia la estación. Cuando me vio, se quitó lentamente la gorra, se alisó los rizosbrillantesdesunuca,yselavolvióaponer.Unamantadecuadrosestabadobladaenelasiento.Unreflejomisteriosobrillóenlamiradadeljamelgonegro.Ycuando,conmispedalesinmóviles,volécolinaabajohaciaelrío,videsdeelpuenteelpanamáylaespaldadobladadePalPalych,sentadodebajo,enunpostejuntoallugarreservadoalbaño,conunacañadepescarenelpuño.

    Frenéymedetuveconlamanoenlabarandilla.—¡Pal,Palych!¿Pican?—levantó losojos,ymesaludóconungestoamabley

    tierno.Unmurciélagose lanzóvolandoporencimade lasuperficiedelespejorosa.El

    reflejodelashojasparecíaencajenegro.PalPalych,desdelejos,gritabaalgo,ymellamaba con lamano.OtroPalPalychparpadeaba entre las olas negras.Riéndomeconfuerzameseparédelabarandilla.

    Pasépordelantedelasisbasenunúnicoimpulsosilenciosoyseguíporlatierrafirmedelcamino.Unosmugidosflotaronenelairesinbrillo;unasalondrasvolarondegolpeyconestrépito.Yluego,unpocomáslejos,enlainmensidaddelapuestadesol,entreloscamposvagamentevaporosos,nohabíaotrohabitantequeelsilencio.

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  • Batirdealas[*]

    1.

    Cuandolapuntacurvadeunesquísecruzaconlaotra,unocaehaciadelante.Lanieveselemeteporlasmangas,leescaldalapielynoresultafácilvolveraponerseen pie. Kern, que hacía mucho tiempo que no esquiaba, empezó a sudar con elesfuerzo.Unpocomareado,sequitódeuntirónelgorrodelanaquelehacíasentirun picor en las orejas y se limpió con él la nieve húmeda que le había quedadoprendidaenlaspestañas.

    Todoeraalegríayazuldelantedelhotelde seispisos.Losárboles seelevabanincorpóreos en el resplandor del ambiente. Las huellas de innumerables esquíscubrían como unamelena de cabellos oscuros el dorso de las colinas nevadas. Y,envolviéndolotodo,unagigantescablancuraseprecipitabahaciaelcieloybrillaba,libre,enelfirmamento.

    LosesquísdeKerncrujíanmientrastratabaderemontarlapendiente.Alobservarlafortalezadesushombros,superfilaquilino,yelbrillorobustodesuspómulos,lajoveninglesaquehabíaconocidoeldíaanterior,altercerdíadesullegada,lehabíatomadoporuncompatriota.Isabel,IsabellaVoladora,comolahabíanbautizadounapandilladejóvenesmorenosydelgados,detipoargentinoquecorríanatodaspartesdetrásdeella:alsalóndebailedelhotel,porlasescaleras,porlasnevadaspendientesenunballetdepolvobrillante.Suaspectoeraimpetuosoydeportista,teníaunabocatanrojaqueparecíaqueelCreadorhubieraextraídodelatierraunpuñadodetórridocarmínyselohubierapasadoporlaparteinferiordelrostro.Ensusojoschispeanteshabía un apunte de risa. En su pelo negro y brillante como el satén se erguía unapeinetaespañola,tiesacomounaolaehincadaenunaondaprofundadesupelo.Asíera comoKern la había visto ayer, a la puerta de su habitación, la treinta y cinco,cuandoeltimbreligeramentesordodelgonglaconvocóacenar.Yelhechodequefueranvecinos,yqueelnúmerodelahabitacióndelajovencoincidieraexactamenteconeldelosañosqueélteníaenesemomento,asícomolacircunstanciadequeellaestuvierasentadafrenteaélenlagrantabled'hôte, tanalta,vivaracha,conuntrajenegroescotado,yunaestoladesedanegraensucuellodesnudo,todoestoleparecióa Kern tan significativo que le abrió una fisura en la aburrida melancolía que lellevabasofocandodurantelosúltimosseismeses.

    Fue Isabel quien le abordó, pero él no semostró sorprendido.En este inmensohotel que resplandecía, aislado, en una grieta entre lasmontañas, la vida palpitaba

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  • ligerayunpocoachispadadespuésdelosañosmuertosdelaguerra.Además,aella,aIsabel,nadaleestabaprohibido,nielseductorjuegodepestañas,nilamelodíaderisaensuvoz,cuandodecía,alcanzándoleelceniceroaKern:«Creoqueustedyyosomos los únicos ingleses aquí», para luego acercársele hasta casi tocarle con suhombro translúcido tansólosujetoporunacintanegra,yañadir:«Sincontar,claroestá, a unamedia docena de ancianas y a aquel personaje sentadomás allá con elcuellovueltodelrevés».

    Kern contestó: «Está equivocada.Yono tengopatria.EsverdadquehepasadounaseriedeañosenLondres.Además…».

    A la mañana siguiente, tras seis meses de apatía completa, sintió de nuevoinesperadamenteelplacerdeentrarenelconoensordecedordeunaduchafríacomoel hielo. A las nueve, después de un desayuno copioso y prudente, salió haciendocrujirconsusesquíslaarenarojizaquehabíanesparcidosobreelresplandordesnudodel camino delante de la terraza del hotel. Cuando hubo subido por la pendientenevada,haciendoespiga,comohacen losbuenosesquiadores,allí,entrepantalonesdecuadrosyrostrosrubicundos,estabaIsabel.

    Ella le saludó a la inglesa—se limitó a concederle un asomo de sonrisa. Losesquís de Isabel irradiaban un dorado color oliva. La nieve se agarraba a lasintrincadas fijaciones que le sujetaban los pies. Había una cierta energía pocofemeninaensuspiesyensuspiernas,bienproporcionadasapesardelasrudasbotasylaspolainasquelasenvolvíanyapretaban.Unasombrapúrpurasedeslizótrasellapor la superficie crujiente, cuandocon lasmanosdesenfadadamente enfundadas enlosbolsillosdesuchaquetadecuero,conelesquíizquierdoligeramenteavanzado,selanzó ladera abajo, cadavezmás rápido, con labufanda al viento entre chorrosdenieve en polvo. De pronto, a toda velocidad, hizo un giro con una rodilla muyflexionada,sevolvióaestirar,yselanzópendienteabajo,dejandoatráslosabetosyla pista de patinaje turquesa. Un par de jóvenes abrigados con jerseys de vivoscolores y un famoso deportista sueco con cara de terracota y cabello incoloro,peinadohaciaatrás,fuerontrasellaatodavelocidad.

    Unpocomástarde,Kernselavolvióaencontrar,cercadeunapistaazuladaporlaquesedeslizaba lagenteconundébilchasquido,bocabajoensus trineoschatoscomosifueranranasvelludas.Conundestellodesusesquís,Isabeldesapareciótrasunmontículodenieve,y cuandoKern, avergonzadode sus torpesmovimientos, laalcanzóenunavaguadaentreheladasramasdeplata,ellalesaludóconungestodelosdedos,sedioimpulsoconsusesquísydesapareciódenuevo.Kernsedetuvounmomentoentrelassombrasvioletas,yderepentesintióunabocanadadeaquelmiedoalsilencioquetanbienconocía.Elencajedelasramasenelaireesmaltadoteníalafrialdad de un cuento de terror. Los árboles, las intrincadas sombras, sus propiosesquís,todoparecíaparticiparextrañamentedeunacalidadcomodejuguete.Sedio

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  • cuentadequeestabacansado,dequeteníaunaampollaeneltalóny,trasagarrarseaunas ramas para ayudarse a dar la vuelta, inició el retorno. Los patinadores sedeslizabanmecánicamenteporelsuaveturquesadelapista.Enlaladeranevada,elSuecodeterracotaayudabaalevantarseauntipolarguirucho,todocubiertodenieve,con gafas de montura de concha, que estaba caído entre el polvo resplandecientecomosifuerauntorpepájaro.Comounalaquesehubieradesprendido,unesquíqueselehabíasoltadodelpiesedeslizabacolinaabajo.

    En su habitación, Kern se cambió y al oír el hueco sonido del gong, llamó altimbreypidiórosbiffrío,unasuvasyunabotelladeChianti.

    Teníaundolorpersistenteenlaespaldayenlosmuslos.Quiénlemandabaaélperseguirla,pensó.Unhombreseponeunpardetablasen

    lospiesyprocedeasaborearlaleydelagravedad.Ridículo.Hacialascuatrobajóalampliosalóndelectura,dondelachimeneaexhalabaun

    calornaranjayuna seriedegente invisible reposaba,oculta tras susperiódicos, enunosinmensossillonesdepiel,conlaspiernasextendidasquesurgíandebajodeunlugar de nadie hecho de letra impresa. Sobre una larga mesa de roble había unmontón de revistas desordenadas, llenas de anuncios de perfumería, de chicas decabaret y de chisteras parlamentarias. Kern cogió un ejemplar algo estropeado delTatlerdejunioanteriorydurantelargoratoestuvoexaminandolasonrisadelamujerquedurantesieteañoshabíasidosuesposa.Recordósurostromuerto,convertidoenalgotanfríoytanduro,yalgunascartasquehabíaencontradoenunapequeñacaja.

    Dejóaunladolarevista,ylauñachirriócontraelbrillodelapágina.Luego,echóaandarconesfuerzo,dandobocanadasa supipa,hasta llegara la

    enormeterrazacubierta,dondetocabaunaorquestaheladaylagentebebíauntémuyfuerte,arropadaconbufandasdevivoscolores,dispuestaasalirdenuevocorriendoal frío, a las pistas quebrillaban con insistente luz trémula a travésde losgrandesventanales. Con ojos escrutadores, recorrió la terraza con la mirada. La miradacuriosadealguienletraspasócomocuandounaagujaalcanzaelnerviodeunamuela.Abandonóellugardeinmediato.

    Entróenlasaladebillar,empujandoconelhombrolapuertaderoblequecedióasu paso y se encontró a Monfiori, un tipo bajo, pálido y de pelo rojo que sólorespetabalaBibliaylascarambolasdebillar,queseinclinabasobreeltapeteverde,moviendosutaco,apuntandoaunabola.Kernloacababadeconoceryelhombreleabrumó con citas de las Sagradas Escrituras. Dijo que estaba escribiendo un libroimportante en el que demostraba que, si analizamos el Libro de Job de una ciertamanera, entonces… Pero Kern dejó de escucharle, porque su atención quedórepentinamenteprendidaenlasorejasdesuinterlocutor,puntiagudas,llenasdepolvodecolorcanario,conunapelusillarojizaenlaspuntas.

    Las bolas chocaron y se dispersaron. Enarcando las cejas,Monfiori le invitó a

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  • jugar.Teníaunosojosmelancólicos,ligeramentebulbosos,cabrunos…Kernyahabíaaceptado,einclusohabíafrotadounpocodetizaenlapuntadesu

    taco,perode repentesintióunaoladehastío tremendoque leprovocóun inmensodolordeestómagoyunestrépitoensusoídos,yentoncesdijoqueledolíaelcodo,luegocontemplóalpasarporunaventanaelbrilloazucaradodelosmontes,yvolvióalasaladelectura.

    Allí, con las piernas cruzadas y aguantándose el daño que le hacía uno de suszapatosdecharol,volvióaexaminarlafotografíagrisperla,losojosinfantilesylossombreados labios de la belleza londinense que había sido su mujer. La primeranochedespuésdesusuicidio,siguióaunamujerquelesonrióenunaesquinaenlanochedenieblaysevengódeDios,delamor,ydeldestino.

    YahoraveníaIsabelconaquellaheridarojadesuboca.Siunopudiera…Apretólosdientesylosmúsculosdesupoderosamandíbulasetensaron.Todasu

    vidaanteriorparecíaunainestablehileradebiombosdecolorestraslosquesehabíaescudado para protegerse de las corrientes cósmicas. Isabel no era sino el últimopanel, el más brillante, de su biombo. ¡Cuántos jirones de seda como éste habíatenido y cuántos había tratado de colgar contra el agujero negro y voraz! Viajes,librosencuadernadosconexquisitezysieteañosdeunéxtasisdeamor.Estosjironessemecíanalcompásdelvientodefuera,serasgaban,secaíanunoauno.Elvacíonosepuedeocultar,elabismorespiraylosuccionatodo.Estolocomprendiócuandoeldetectiveconsusguantesdecabritilla…

    Kernsintiócomounasacudidayleparecióqueunapálidajovendecejasrosasleestuvieramirandoescondidatrasunarevista.CogióunTimesdelamesayabriósusgigantescas páginas. El papel se interponía como una sábana contra el abismo. Lagente se inventa crímenes, museos, juegos, sólo para escapar del desconocido yvertiginosofirmamento.Yahora,estaIsabel…

    Dejóaunladoelperiódico,sellevóalafrentesupuñoenormeydenuevosintiólamirada de alguien fija en su persona. Entonces salió despacio de la habitación,esquivando laspiernas lectoras,pordelantede lamandíbulaabiertaynaranjade lachimenea.Seperdióporlospasillosruidosos,yseencontróinesperadamenteenunsalóndondelaspatasblancasycurvasdelasbutacassereflejabanenelparquetdelsuelo, y donde colgaba un gran cuadro de Guillermo Tell haciendo blanco en lamanzanaquesuhijososteníaenlacabeza;acontinuaciónexaminócondetenimientola tristezade su rostro recién afeitado, lasvenillas rojasde susojos, supajaritadecuadros, en un cuarto de baño resplandeciente donde el agua borboteabamusicalmente y una colilla dorada abandonada por alguien flotaba en el fondo deporcelana.

    Alotroladodelosventanales,lasnievescomenzabanaempañarseyavolverseazules. El cielo se iluminaba con delicadas tonalidades. Los batientes de la puerta

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  • giratoria que conducía al estruendoso vestíbulo centelleaban lentos a medida quedabanentradaalasnubesdevaporqueacompañabanalosesquiadores,quellegabansinresuelloyconrostrosarrebolados,fatigadosdesusjuegosnevados.Lasescalerasrespiraban con cada pisada, con cada grito y con cada risotada. Luego, el hotel sequedóensilencio:todoelmundosevestíaparalacena.

    Kern,quesehabíaquedadovagamenteadormecidoenelsillóndesuhabitaciónalaluzdelcrepúsculo,sedespertóconlasvibracionesdelgong.Felizconsurenovadaenergía, encendió las luces, se puso los gemelos en una camisa limpia y reciénalmidonadasacóunpardepantalonesnegrosdelropero.Cincominutosmástarde,yamuchomás ligero y seguro de símismo al comprobar su atuendo, el pelo firme ypeinado en su cabeza, elmásmínimo detalle de su ropa perfectamente planchada,bajóalcomedor.

    Isabelnoestabaallí.Sirvieronlasopa,acontinuaciónelpescado,peroellaseguíasinaparecer.

    Kern examinaba con repugnancia a aquellos jóvenes bronceados y mates, elrostroaladrilladodeunamujermayorquesehabíapintadounapecaparadisimularungrano,aunhombreconojosdecabra,ydejóquesumiradamelancólicaseposaraenunapequeñapirámideespiraldejacintosquesurgíadeunamacetaverde.

    Ella no se dignó aparecer hasta que, en el salón que presidía Guillermo Tell,comenzaronaaullaryaretumbarlosinstrumentosdeunabandadenegros.

    Olíaalfríodelaireyaperfume.Supeloparecíamojado.Habíaalgoensurostroqueledejópasmado.

    Lededicóunagransonrisaysearreglólacintanegraquecruzabasushombrostransparentes.

    —Acabo de llegar. Apenas he tenido tiempo de cambiarme y tomarme unsandwichatodaprisa.

    Kernlepreguntó:—¿No me dirá que ha estado esquiando todo este tiempo? Pero si está

    completamenteoscuroallífuera.Ella le dedicó una intensamirada, yKern se dio cuenta entonces de lo que le

    había chocadoenella: susojos, quebrillabancentelleantes como si los cubriera elpolvodelhielo.

    Isabelcomenzóaresbalarplaneandocomounapalomaporlasvocalesdelinglés:—Desde luego. Ha sido extraordinario. Me he lanzado como un rayo por las

    pendientesenlaoscuridad,hevoladoporencimadelosbadenes.Hellegadohastalasestrellas.

    —Podíahabersematado—dijoKern.Yella,entrecerrandolasuavidaddesusojos,repitió:—Hasta las estrellas—y añadió, con un destello en el hombro—, pero ahora

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  • quierobailar.La banda de músicos negros gritaba y aullaba en el vestíbulo. Unas linternas

    japonesasflotabanllenasdecolor.Depuntillas,alternandolospasoscortosconotroslargos y detenidos, sus manos juntas, Kern avanzaba de la mano de Isabel, suscuerposjuntos.Unpasomás,ylamaravillosapiernadeaquellamujersepegaríaasucuerpo, otromás, y ella se le entregaría sin resistencia. La frescura fragante de supelo le hacía cosquillas en la sien, y sentía, bajo la hoja de su mano, las curvassinuosasyflexiblesdesuespaldadesnuda.Ensilencio,entrabaenlosquiebrosdelamúsica, para a continuación deslizarse de compás en compás… En su entornoflotaban los rostros intensos de parejas de rasgos angulosos con miradasperversamenteausentes.Yelpatróndeunritmoprimitivopuntuabasobreelsonidoopacodelascuerdas.

    Lamúsicaseaceleró,crecióenvolumenyseinterrumpióconestrépito.Todosedetuvo.Yentoncesestallóelaplauso,pidiendomásde lomismo.Pero losmúsicoshabíandecididotomarseundescanso.

    Kernsacóunpañuelodelamangayselimpióelsudor,antesdeseguiraIsabel,quien, con un leve golpe de su abanico negro, se dirigía ya hacia la puerta. Sesentaronunojuntoaotroenunasgrandesescaleras.

    Sinmirarle,ellaledijo:—Lo siento… tenía la sensación de que todavía estaba entre la nieve y las

    estrellas.Nisiquieramedicuentadesibailababien.Kernlamirócomosinolaoyera,comosideverdadellaestuvierainmersaensus

    brillantespensamientos,pensamientosdesconocidosparaél.Unos escalones más abajo, un joven vestido con una chaqueta muy estrecha

    descansabaacompañadodeunajovenmuydelgadaconunamarcadenacimientoenlaespalda.Cuandolamúsicavolvióasonardenuevo,eljoveninvitóaIsabelabailarun Boston. Kern tuvo que bailar con la joven flaca. Olía a lavanda ligeramenteamarga.Enelsalóndebailelosremolinosdeserpentinasdecoloresseenredabanentorno a losbailarines.Unode losmúsicos llevabaunbigoteblanco, postizoy, poralgunarazón,Kernsintióvergüenzaajena.Cuandoacabóaquellapieza,abandonóasuparejaysefuecorriendoenbuscadeIsabel.Noestabaporningunaparte…nienelbufé,nienlaescalera.

    Claro,yaerahoradeirseadormir,pensóKernconciso.Denuevoensuhabitaciónretirólacubiertadelacamaantesdeacostarsey,sin

    pensar,sepusoacontemplarlanoche.Lasventanassereflejabanenlaoscuridaddela nieve delante del hotel. En la distancia, las cumbres metálicas flotaban en unresplandorfúnebre.

    Tuvolasensacióndequehabíaestadocontemplandolamuerte.Cerrólascortinasdetalmodoquenopudieraentrarnielmásmínimorayodelanocheenlahabitación.

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  • Pero cuando apagó la luz y se tumbó, notó un destello en el filo de un estante decristal. Se levantó y se entretuvo arreglando las cortinas junto a la ventana,maldiciendo las salpicaduras de la luz de la luna. El suelo estaba frío como elmármol.

    CuandoporfinKernsesoltóelcordóndelpijamaycerrólosojos,lasladerasypendientesempezaronadesfilarvertiginosasbajosuspies.Ensucorazóncomenzóungolpeteointenso,comosialolargodeldíasehubieraesforzadoensilenciarloyahoraquisieraaprovecharsedelsilencioreinante.Empezóaasustarseamedidaqueescuchabaestegolpeteo.Seacordódecómo,hacemuchotiempo,enundíademuchoviento, al pasar con su mujer por delante de una carnicería, una res muerta sebalanceóensuganchogolpeandoenlaparedconunruidosordo.Esamismaeralasensación que ahora se había aposentado en su corazón. Sumujer,mientras tanto,habíaentrecerradolosojoscontraelvientoysesujetabaelsombrero,mientrasdecíaque el viento y el mar la estaban volviendo loca, que tenían que irse, tenían queirse…

    Kernsediolavuelta,concuidado,paraquenoleexplotaraelpechoconaquellosgolpesinternos.

    —Nopuedoseguirasí—murmuróalaalmohada,doblandolaspiernasdesolado.Sequedóquieto,tumbadodeespaldasymirandoaltecho,alospálidosdestellosquehabíanpenetradoenlahabitación,tancortantescomosuscostillas.

    Cuandocerrólosojosdenuevo,unaschispassilenciosascomenzaronadeslizarsedelantedeél,yluegodieronpasoaespiralestransparentesqueseibandesenrollandosin cesar. Los ojos de nieve de Isabel y también su ardiente boca destellaron a supaso, y luego, de nuevo volvieron las chispas y las espirales. Por unmomento sucorazónsecontrajoenunnudolacerante.Luego,serelajóydiounfuertelatido.

    Nopuedo seguir así,mevoy a volver loco.Sin futuro, nadamásqueunmuronegro.Noquedanada.

    Tenía la impresión de que las serpentinas de colores se iban deslizando por surostro, crujiendo y rasgándose en jirones estrechos.De que las linternas japonesascirculaban en ondas de colores por el parquet. Y él mismo estaba bailando,avanzandounpocomás.

    Sitansólopudieraaflojarla,abrirla…Luego…Y la muerte le pareció un sueño que planeaba, una caída complaciente. Sin

    pensamientos,sinpalpitaciones,sindolor.Los rayos de luna que formaban vigas en el techo se habían desplazado

    imperceptiblemente. Unos pasos cruzaron silenciosos el pasillo, en algún lugarchirrióunacerradura,seoyóundébilzumbido;ydenuevo,pasos,elmurmulloyelsusurrodelospasos.

    Eso quiere decir que el baile ha terminado, pensóKern. Le dio la vuelta a su

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  • almohadaparaventilarla.Ahora, todo era un inmenso silencio que gradualmente iba adquiriendo tonos

    gélidos.Sólosemovíasucorazón,tensoypesado.Kerntanteólamesilla,localizólajarradeagua,ybebióuntragodirectamentedelpicodelajarra.Unchorroheladoleescaldóelcuelloylaclavícula.

    Empezóapensarenmétodosparaconciliarelsueño.Seimaginóunasolasquesemontaban rítmicamente hacia la orilla de la costa. Y luego unas ovejas grises ygordas quemuy despacio iban saltando y cayendo por una cerca. Una oveja, dos,tres…

    Isabelestádurmiendoenlapuertadeallado,pensóKern.Isabelestádespierta,yllevaprobablementeunpijamaamarillo.Elamarillolesientabien.Uncolorespañol.Sirascaraconlasuñaslaparedmeoiría.Malditaspalpitaciones…

    Sequedódormidojustoenelmomentoenquehabíaempezadoadecidirsivalíaono lapenaencender la luzyponersea leerun rato.Tengounanovela francesaahíencimadelsillón.Elcuchillodemarfilsedeslizacortandolaspáginas.Una,dos…

    Se despertó en mitad de la habitación; le despertó una sensación de terrorinsoportable.Elterrorlehabíahechosaltardelacama.Habíaestadosoñandoquelaparedcontralaqueseapoyabasucamaempezabaaderrumbarsedespaciosobresucuerpo,yhabíasaltadocomounaexhalaciónparalibrarsedeldesplome.

    Kernencontróelcabeceroaltactoyhabríavueltoalacamainmediatamentedenohabersidoporelruidoqueoyóatravésdelapared.Demomentonosabíamuybiendedóndeprocedíaelruido,ylamismaaccióndeescucharconatenciónhizoquesu conciencia, presta a deslizarse por las pendientes del sueño, recobraraabruptamente la lucidez.El ruido seprodujodenuevo:un tañidovibrante, seguidoporlaricasonoridaddelascuerdasdeunaguitarra.

    Kern recordó que era Isabel la que ocupaba la habitación vecina.Y de pronto,comosirespondieraasuspensamientos,llegóhastaélunacarcajadadesurisa.Dosveces,tres,laguitarrasonó,vibrante;luegocalló.Acontinuaciónseoyóunextrañoladrido,intermitente.Luego,cesó.

    Sentado en su cama, Kern escuchaba maravillado. Se imaginó una escenapintoresca: Isabel con una guitarra y un inmenso gran danés mirándola con ojosbeatíficos.Apoyóeloídocontralaparedhelada.Denuevoelladrido,laguitarraquesonaba como si le hubieran propinado un capirotazo y luego empezó a oírse unsusurroondulantecomosiungranvientosearremolinaraallímismo,enelcuartodeallado.Elsusurrosefueconvirtiendoenunsilbidoydenuevolanochesellenódesilencio.Finalmenteseoyóungolpede laventanacontraelmarco: Isabel lahabíacerrado.

    Unachicaincansable,pensó—elperro,laguitarra,lascorrientesheladas.Ahoratodoestabaensilencio.Probablemente,Isabel,trashaberexpulsadotodos

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  • aquellosruidosdesucuarto,sehabíaidoalacamayahorayadormía.—¡Malditasea!Noentiendonada.Notengonilamásmínimapista.¡Malditasea!

    ¡Maldita!—se lamentabaKern, enterrándose en la almohada.Unapesada fatiga leatenazabalassienes.Ledolíanlaspiernasysentíaunpicorinsoportable.Gimióenlaoscuridad durante largo rato, sin parar de dar vueltas. Los rayos del techo hacíatiempoquehabíandesaparecido.

    2.

    AldíasiguienteIsabelnoaparecióhastalahoradelalmuerzo.Desdeporlamañanaelcielohabíaestadodeslumbrantementeblancoyelsolse

    habíamostradocon laformayclaridadde la luna.Luegolanievecomenzóacaer,despacio y verticalmente. Los densos copos, como topos que decoraran un veloblanco, enmarcaban en su caída la vista de las montañas, los abetos cargados denieve,elapagadoturquesadelapistadepatinaje.Lassuavesysordaspartículasdenievecrujíanensusurrocontraloscristalesdelaventana,mientrascaíanycaíanynodejabandecaer.Siunoselasquedabamirandoduranteunrato,teníalaimpresióndequetodoelhotelhabíaempezadounalentaascensiónhacialasalturas.

    —Estaba tan cansada ayer—le decía Isabel a su vecino demesa, un joven deampliafrentecolorolivayojospenetrantes—,tancansadaquedecidíquedarmehastamuytardeenlacama.

    —Hoy estás guapísima —dijo cansinamente el joven, con una cortesía queresultabaexótica.

    Ellahizoungestodedespr