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Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales ISSN: 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México Gutiérrez, Harim B. Diana Corzo González, La política exterior mexicana ante la nueva doctrina Monroe, 1904-1907, Instituto Mora, México, 2005 (Historia Internacional). Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 67, enero-abril, 2007, pp. 190-195 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127422008 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales · de la humanidad y el progreso. También ... La ocasión se presentó en 1898, cuando derrotó a España y le arrebató ... 1904el

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Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales

ISSN: 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María

Luis Mora

México

Gutiérrez, Harim B.

Diana Corzo González, La política exterior mexicana ante la nueva doctrina Monroe, 1904-1907,

Instituto Mora, México, 2005 (Historia Internacional).

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 67, enero-abril, 2007, pp. 190-195

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127422008

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Diana Corzo González, La política exteriormexicana ante la nueva doctrina Monro e,]904-7907, Instituto Mora, México, 2005(Historia Internacional).

En noviem bre de 1903 un movimie nt oseparatista proclamó la independencia dePanam á, hasta enton ces un a p rovinciade la república de Colombia. La admi nis­tración del presidente de Estados Unidos,Theodore Roosevelt , le dio de inmediatosu apoyo y reconocimiento al nuevo go­bierno y poco después firm ó con ellos untratado completamente favorable para losestadunidenses que les permitió construiren ese país un canal interoceánico. l.a in­tromisión de Roosevelt generó un enormeresentimiento en Colombia y un fund adotemor en muchos países latinoamericanosante la amenaza potencial que represen­taba W ashin gton para la integridad te­rritorial de sus vecinos.

El g obiern o de Roosevelt trató derevindicarse alegando que había actuadoen el nombre de los intereses superioresde la humanidad y el progreso. Tambiéninició una campaña entre los diplomáticoslatinoamericanos para tratar de revert ir eldeterioro de su imagen. En marzo de 1904Roosevelt se reunió con el em bajador deMéxico, Manuel Azpiroz y, amén de justi­ficar su papel en Panamá, le hizo una pro­puesta sorprendente. Elpresidente de Esta­dos Unidos aseguró que vería con simpatíaque México se anexara toda Centroamérica,desde Guatemala hasta Costa Rica, puescon eso cont ribuiría a elimi nar los conflic­tos crónicos que padecía la región.

En reuniones posteriores Roosevelt ledijo a Azp iroz que si las otras repúbli casamer icanas fueran como México,

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no habría ni qu e mencionar el nombre dela doctrina Monroe , ni que impedir el arribode floras europea~ a aguas de América, nique obligar a los morosos a que cumplieransus compromisos monetar ios, ni que inter­venir en la adminisrración de las aduanas,

y reiteró que México contaría con su sim­patía y apoyo para expandir sus fronterashasta Panamá. El sucesor de Azpiroz,Joa­quín D. Casasús, recibió incluso las pro­puestas de cederle a México la admi nistra­ción de Puerto Rico y Santo Domingo y deconvenir a Cuba en un estado mexicano;Roosevelt , además, le solicitó el apoyo yel consejo de México para convertir a ladoctrina Mon roe en una herramienta paraproteger a las naciones latinoamericanasde una agresión externa (pp. 53-55).

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¿Cuál era el motivo de estas propuestas?Esa es una de las interrogantes que res­ponde el más reciente libro de Diana Cor­zo González: La política exterior mexicanaante la nueva doctrina Monroe, ]904- ]9 07.Esta obra, originalmente la tesis de maes­tría de la autora, se ocupa del impacto quetuvo la doctrina Monroe en la política ex­terior del México porfiri ano y su relaciónbilateral con Estados Unidos durante elmandato de Roosevelt.

Corzo nos remonta primero al origende esa doctrina, enunciada el 2 de diciem­bre de 1823 por el presidente James Mon­roe, quien declaró que el sistema políticoimperante ent re las potencias europeas era"esencialme nte diferente respecto al deAmér ica", y que su país consideraría cual­quier intento de extenderlo en el hemisfe­rio occidental como peligroso para la pazy seguridad estadunidenses. Aclaró que

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su gobierno no interferiría con las coloniaso dependencias existentes de cualquier po­tencia europea en América, pero advirtióque cualquier intento europeo de oprimiro controlar a los países americanos que ha­bían declarado y sostenido su independen­cia con el reconocimiento de Washington,sería visto como la manifestación de unadisposición inamistosa contra EstadosUnidos.

Sin embargo, en ese momento, lospos­miados de Monroe no tenían muchas posi­bilidades de trascender el plano retórico.El poderío militar y económico de EstadosUnidos no tenía la envergadura suficientepara transformar al continente americanoen una fortaleza republicana inexpugnablepara las monarquías europeas.

Durante casi todo el resto del siglo XIX

potencias como Gran Bretaña, España,Francia, los Países Bajos, Suecia y Dina­marca conservaron colonias y protectora­dos en suelo latinoamericano y -Ias tresprimeras, sobre rodo-, no cejaron en susafanes de aumentar la extensión de sus do­minios continentales y de violentar la so­beranía de las nuevas naciones indepen­dientes. Estados Unidos, por lo general,hizo poco para impedir esas acciones, apesar de las diversas solicitudes de ayudaque le hicieron varias repúblicas agredidas.Además, dentro de Estados Unidos, ladoctrina Monroe estaba lejos de gozar deun reconocimiento general y todavía a me­diados del siglo XIX no era consideradacomo un principio internacional, sino másbien como una bandera reivindicada porlos partidarios de una política exterior másactiva. Más allá de sus efectos prácticos,la importancia de la doctrina durante esasdécadas residió en haber establecido elprecedente de ligar la seguridad hemisfé­rica con la seguridad de Estados Unidos.

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De ninguna manera fue olvidada, sino quesiguió siendo invocada y desarrollada pordiversos gobiernos.

Entre tanto, nuestro vecino del norteno escatimaba esfuerzos para expandir suterritorio, incrementar su población, in­dustria, tecnología y poderío bélico, demanera que para las postrimerías del sigloXIX se había convertido en una poderosanación que se aprestaba para reclamar unlugar en el concierto de las potencias mun­diales. La ocasión se presentó en 1898,cuando derrotó a España y le arrebatóCuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Enlos años siguientes, convertido en una re­pública imperial que reclamó el continen­te americano como su zona hegemónicaexclusiva, pronto echó de menos una teo­ría que le permitiera justificar esos afanes.y entonces, luego de una larga espera de80 años , surgió la oportunidad para el re­surgimiento de la doctrina Monroe comoel eje efectivo de la política hemisféricaesradunidense. Sin embargo, el pronuncia­miento del estadista virginiano sería trans­formado de tal modo por el gobierno deRoosevelr que llegaría a ser algo muy di­ferente de lo que su autor pensó, al gradode que Corzo ha preferido denominarlacomo "la nueva doctrina Monroe" ,

¿Cómo ocurrió eso? El 20 de mayo de1904 el secretario de Estado de Roosevelt,Elihu Root, declaró que Estados Unidosdeseaba ver a todos sus vecinos "estables,ordenados y prósperos", y que los pueblosque cumpliesen con dichos requisitos,aunados al cumplimiento de sus compro­misos internacionales, contarían con laamistad cordial del tío Sam;pero, advirtió,

el comportamiento brutal, o la imporenciaque resulta en una pérdida de los lazos deuna sociedad civilizada , pueden finalmente

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requerir la intervención de alguna nacióncivilizada, yen el hemisferio occidental Es­tados Unidos no ignora ese deber.

El 6 de diciembre siguiente Rooseveltdeclaró, en su mensaje anual al Congreso,que su país ya no tenía hambre de tierrasy que sólo deseaba ver a sus vecinos esta­bles; sin embargo, "los comportamientosincorrectos crónicos" podrían requerir laintervención de "alguna nación civilizada";en el ámbito del continente americano, elapego de Estados Unidos a la doctrinaMonroe lo forzaría a "ejercer un poder in­ternacional policiaco". En otras palabras,la Casa Blanca argumentaba la existenciade un derecho estadunidense para interve­nir en caso de que algún país americanoincumpliera con sus compromisos finan­cieros ante una nación europea, con el finde evitar que el país acreedor lo hiciera yse violasen así los principios de Monroe .

Esa reformulación fue conocida comoel corolario Roosevelt,y su puesta en prác­tica obligó al gobierno mexicano a definiruna política exterior al respecto y a fijaruna posición ame la Casa Blanca y el restode las naciones latinoamericanas. La he­chura de esa nueva política exterior y suejecuciónes el tema principal de la obra deCorzo; esta se propone responder a variascuestiones fundamentales: ¿cómo se pre­sentó la nueva doctrina Monroe en la rela­ción diplomática entre México y EstadosUnidos?, ¿qué conducra y qué recursosdiplomáticos empleó el gobierno de Por­firio Díaz una vez presentada la nuevadoctrinar, ¿con base en qué principios elrégimen porfirista definió una políticaexterior con respecto a la nueva doctrina?,¿qué resultó de la interacción entre la nue­va doctrina Monroe, las propuestas estadu­nidenses y el entorno latinoamericano?

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Como vimos al principio, Corzo noscuenta que Root y Roosevelt presentaronpersonalmente la nueva doctrina Monroea la embajada de México en Washington.Elogiaron los logros económicos y políti­cos del régimen de Díaz y pusieron a estecomo un ejemplo para las demás repú­blicas de América Latina. A continuaciónsolicitaron la colaboración de Méxicocomo una suerte de gendarme regional dela nueva doctrina Monroe para Centro­américa y el Caribe. Cabe señalar que laCasa Blanca hizo propuestas similares aBrasil y Chile para que desempeñaran elmismo papel en Sudamérica.

Los embajadores Azpiroz y Casasús,adoptando un papel pasivo, se limitaron aacusar recibo y responder que solicitaríaninstrucciones. El gobierno de Díaz, unavez informado de lo anterior, adoptó unatáctica dilatoria y se abstuvo por un tiem­po de enviar a la embajada instruccionesoficiales sobre el particular. Ese retrasoobedeció también a la necesidad de tiem­po para conciliar las diversas posturas quela oferta de Washington generó dentrodel gabinete mexicano y definir unarespuesta.

El gobierno mexicano decidió basarseen los principios enunciados por el presi­dente Díaz en su mensaje a la nación del1 de abril de 1896 -conocido tambiéncomo la doctrina Díaz-; don Porfirio sos­tuvo en esa ocasión que México era parti­dario de la doctrina Monroe, entendién­dola como condenatoria de cualquieratentado de las monarquías europeascontra las repúblicas americanas. Peroafirmó también que a Estados Unidos, noobstante lo inmenso de sus recursos, nole incumbía la obligación exclusivade au­xiliar a las demás repúblicas del hemis­ferio contra los ataques de Europa, sino

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que cada una de ellas, por medio de unadeclaración semejante a la Monroe, deberíaproclamar que todo ataque de cualquierapotencia extraña, dirigido a menoscabarel territorio o la independencia, o a cam­biar las instituciones de una de las repú­blicas americanas, sería considerado porla nación declarante como ofensa propia,siempre y cuando la que sufriese el ataqueo amenaza reclamara el auxilio oportuna­mente. Esa regla convertiría a la doctrinaMonroe, en opinión de Díaz, en "una doc­trina americana en el sentido másamplio",perteneciente al derecho internacionalamericano.'

la respuesta definitiva de México a losofrecimientos de Washington fue que en­tendería la doctrina Monroe en los térmi­nos de la doctrina Díaz, y que pondríacomo requisito fundamental para interve­nir en los asuntos internos de otra naciónamericana el que esta diera su consenti­miento.

Esa posición cautelosa de la adminis­tración porfirista se definió en las leccioneshistóricas de la relación de México con suvecino del norte, específicamente las de­rivadas de los conflictos originados por laposesión de una frontera común con unpaís cada vez más poderoso. También pe­saron en la determinación del gobierno

. mexicano sus profundos resquemores anteel peso cada vez mayor de Estados Unidosen las Antillas y Centroamérica, regionesque consideraba muy importantes para la

1 Porfirio Díaz, "El genera! ..., el 1 de abril de1896, a! abrir elI7° Congresode la Unión, el segundoperiodo del segundo año de sus sesiones"en LoJpresi­denle.J de México ante la nación, 1821-1984, romo Il,

InjorTfle.J y respnestas desde el 1 deabril de 1876 basta el4 denoviembre de 1911, México, Uf Legislatura de laCámara de Diputados, 1985, pp. 437-448.

RESEÑAS

seguridad de la frontera sur mexicana ydonde la diplomacia porfiriana se habíaafanado por varios años para construir unaesfera de influencia propia y conseguir elrenacimiento de nuestro país como unapotencia media. A fin de cuentas, el régi­men de Díaz no quiso sacrificar su pro­yecto de mantener una política exteriorautónoma en aras de colaborar como gen­darme regional de Washington.

Eso no fue todo. la política ora pasiva,ora cautelosa de México frente a la nuevadoctrina Monroe, no sólo tuvo influenciaen la relación bilateral. En foros inter­nacionales como la Conferencia Paname­ricana de Río de Janeiro de 1906 y laConferencia de Paz de la Haya al año si­guiente, los delegados mexicanos sostu­vieron principios como el respeto a la so­beranía de cada pueblo, el rechazo a laintervención unilateral, el recurso del ar­bitraje para solucionar conflictos de índoleeconómica y el exhorto a los países paracumplir con sus compromisos financierosy cuidar su crédito exterior.

Escribe Corzo que fue:

a partir de criterios históricos, de una visiónde los intereses mexicanos, de la influen­cia de México en la comunidad latinoame­ricana, así como el diferenre ánimo con quetanto esta como el propio Senado de EstadosUnidos recibieron a la doctrina Monroe, queel gobierno porfirista pudo sostener una po­sición autónoma basada en la vigencia de ladoctrina Díaz y el respeto a los recursos le­

gales que cada país ofrecía para resolver susproblemas internacionales (p . 107).

Finalmente, uno de los resultados de lainteracción entre la nueva doctrina Mon­roe, las propuestas esradunidenses y el en­torno latinoamericano, fue que esta, tal

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como la entendió Roosevelr, desaparecióde los foros internacionales. La interven­ción como un recurso para obligar a unpaís a saldar deudas pendientes se justificósólo en casosextremos, aquellos en que elpaís deudor se negara a satisfacer, a travésde sus recursos legales o de los internacio­nales como el arbitraje, sus compromisoseconómicos. No menos notable fue e! he­cho de que México, al negarse a actuarcomo uno de los gendarmes neornonroís­ras, cont ribuyó significativamente a ero­sionar la legitimidad internacional de lainiciativa de Roosevelt y Roor; eso, auna­do al rechazo de esta ult ima por otros paí­ses celososde su soberanía como Argenti­na y Colombia, demostró que la actuaciónconjunra de las potencias medianas en unconrexto internacional determinado puedefrenar los proyecros de un país hegemó­nico. Por lo anterior, concluye Corzo, Es­tados Unidos tuvo que abandonar su ideainicial de obtener e! respaldo y la aplica­ción de su nueva doctrina Monroe por par­te de las naciones de Larinoamérica, lo­grándose, en cambio, que se consideraranlas propuestas de las potencias medias deesa región.

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El texto de Corzo, con e! valor agregadode ser conciso y no excederse en su exten­sión, constituye un útil resumen de! desa­rrollo histórico de la doct rina Monroe,desde su formulación original hasta el mo­mento en que Estados Unidos pretendiópor primera vez darle una plena vigenciay hacerla aceptable como un principio re­conocido de! derecho internacional.

También es importante por e! énfasisque pone en un problema recurrente dela política exterior mex icana durante el

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sig lo XX: cómo mantener una relac iónbuena -o por lo menos estable y sin dema­siados tropiezos- con Estados Unidos sincomprometer al mismo tiempo la auro­nomía de la política exterior y la capacidadde operación de la diplomacia mexicana.

Al encarar el desafío de resistir los in­tentos del tío Sam por imponer la acepta­ción legal de sus afanes pol iciacos en elhem isferio occidental, el régimen porfi ­risca sentó precedentes que fueron útilespara los gobiernos mexicanos que lo suce­dieron . Simplemente la administraci ónencabezada por D íaz -héroe de la luchacontra una invasión exrran jera- no pod íaaceptar una doctrina que legalizara la in­tervención unilateral de una gran potenciaen los asuntos intern os de un país latin o­americano; se ten ía el temor de que eseprecedente pud iera ser usado en cont ra deMéxico. Pero al mismo tiempo el gobier­no mexicano no podía darse e! lu jo de unaconfrontación abierta con su poderoso ve­cino, que lo superaba ampl iamente en po­blación, riqueza y recursos militares; conel que compartía - y compartimos-- 3 000kilómetros de frontera y del que depend íauna gran parte de la inversión extranjeraen nuestro país.

Los porfiristas hallaron una buena sali­da para ese problema , echando mano delos recursos que se pueden emplear anteun adversario más fuerte, como la caute la,la moderación, la no combatividad e in­cluso la pasividad y la tardanza deliberadaTambién, en conjunción con otras repúbli­cas hermanas de Latinoamérica, dem os­traron la efectividad que pueden tener losprincipios de respeto a la soberanía de cadapaís y de solución pacífica para las contro­versias entre naciones, cuando son respal­dados por varias partes en los foros inter­nacionales.

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Quiero decir, por último, que otra cua­lidad de la obra de Corzo es que nos dalugar a reflexionar sobre el hecho de queMéxico, a principios del siglo xx, fuerareconocido dentro y fuera de la regióncomo una de las principales voces deAmérica Latina, y ejerciera efectivamenteun liderazgo que contribuyó a parar elproyecto neomonroísta de la temible man­cuerna formada por Roosevelt y Root, ca­bezas de una de las administraciones esta­dunidenses más intervencionistas de lahistoria. El gobierno de Díaz se había ga­nado el respeto de la comunidad interna­cional y es por eso que pudo obtener éxitosde este género en la política exterior. Mepregunto si hoy, un siglo después, podría­mos decir algo similar sobre nuestro paísy nuestro gobierno.

Harim B. GutiérrezEL COLEGIO DE MÉXICO

Christopher R. Boyer, Baoming Campesinos.Politics, Identity, and Agrarian Struggle inPostrevolucionary Michoacán, 1920-1935,Stanford University Press, Stanford, 2003,320 pp.

El presente libro se inscribe en el marco dela "nueva historia cultural" que ha emergi­do en la década de 1990, especialmente endepartamentos de estudios latinoamerica­nos de las universidades de Estados Unidos.Esta corriente historiográfica busca, entreotras cosas, superar el aparente agotamien­to metodológico de la literatura revisio­nista que ha imperado en el medio acadé­mico desde fines de los años sesenta.' En

1 Para un balance de las corrientes historiográ­ficasde la revolución mexicana, que incluye lasaporías

RESEÑAS

ese sentido, la mayor parte de las investi­gaciones inspiradas en la nueva historiacultural o posrevisionisra pretenden de­mosrrar que la construcción del Estadopos revolucionario, la consolidación de suhegemonía y, en general, la cultura surgi­da de la revolución fueron procesos sujetosa incesantes procesos de conflicto y nego­ciación entre los grupos subalternos y laselites políticas. Así, no es casual que lostemas favoritos de esta corriente historio­gráfica sean las dimensiones simbólicasdel poder (por ejemplo, las ceremoniaspúblicas), el papel de los intermediariosculturales en la invención de la idea denación (la "comunidad imaginada"), losprocesos de cristalización de la cultura re­volucionaria en la escuela, así como la or­ganización y resistencia de los grupossubalternos a los proyectos de las elitespolíricas dorninanres.?

Inspirado en las tesis del posrevisionis­mo y sin perder la "sensibilidad etnográ­fica y el rigor teórico", Boyer se proponecomo tema central explicar el proceso deformación de la identidad campesina enMichoacán entre 1920 y 1935. Su princi­pal argumento es que durante este periodouna gran masa de pueblerinos michoaca­nos llegaron a observarse a sí mismoscomo una colectividad con intereses com­partidos. Se imaginaron pertenecientes auna categoría social que nunca había exis­tido en México antes: un grupo revolucio­nario con conciencia de clase conocida

del revisionism o , véase Enrique Guerra Manzo, "Pen­sar la revolución mexicana: tres horizontes de inter­pretación", Secuencia, núm. 64, enero-abril de 2006 ,pp. 51-78.

Z Un sugerente análisis de la nueva historia cul­rural aparece en Luis Barrón, Historias dela revoluciónmexicana, FCE, México, 2004 .

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