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1 Seminario de Escritura Autobiográfica Transcripción de la sesión del 30 de agosto de 2013 Expositora: Dra. Axel Hernández Díaz Tema: ¨Actos literarios ¨, de Elizabeth Bruss (Dra. Treviño): Yo creo que Axel no necesita presentación, ha sido maestra de muchos de ustedes. Tengo el orgullo de decir que fue mi alumna y que traté de jalarla a la literatura pero no se dejó, como muchas de sus compañeras de generación que se fueron a la lingüística y qué bueno. Te agradezco muchísimo. Axel es una brillante doctora en lingüística, me consta porque fui sinodal de la comisión dictaminadora y realmente fue actos de habla el tema con el que participó para obtener la plaza de tiempo completo. Adelante Axel. (Dra. Díaz): Gracias también agradezco a la doctora Treviño la invitación, no sé bien a bien todavía qué hago aquí pero espero que lo que yo trabajo contribuya un poco al trabajo que ustedes hacen, con el asunto de las biografías y de las autobiografías. Entonces lo que voy a hacer es trabajar con el texto que todos leímos. Voy a empezar por el final, por la conclusión que tiene la autora en la última hoja del texto, que dice, esto es una cita textual, dice: “[…]as elecciones que dan carácter y que proporcionan a cada autobiógrafo ‘cogido en el acto’, su propia y tenue personalidad son también universales.” Eso es, creo, además ella lo dice claramente, que es el objetivo del texto que está trabajando, plantear esta idea de que trabajamos con formas compartidas. Es decir, que son universales y que nos tocan a todos como usuarios de un código lingüístico. Voy a estar hablando de lingüística, evidentemente. Dice “las estructuras lingüísticas con las que cuenta el escritor para crear su biografía son las que comparte con su comunidad de habla”, y creo que ese es lo que justifica que un lingüista venga a hablar de estas cosa aquí con ustedes. Dice “suponemos la existencia de un mismo código compartido, incluidas en él una serie de estrategias discursivas y pragmáticas que el escritor debe manejar de manera consciente”, o bueno el escritor si es que estamos escribiendo, o el crítico si es que estamos analizando textos de este tipo, autobiográficos. Y la pertinencia entonces de la relación entre la

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Seminario de Escritura Autobiográfica

Transcripción de la sesión del 30 de agosto de 2013

Expositora: Dra. Axel Hernández Díaz

Tema: ¨Actos literarios ¨, de Elizabeth Bruss

(Dra. Treviño): Yo creo que Axel no necesita presentación, ha sido maestra de muchos de

ustedes. Tengo el orgullo de decir que fue mi alumna y que traté de jalarla a la literatura

pero no se dejó, como muchas de sus compañeras de generación que se fueron a la

lingüística y qué bueno. Te agradezco muchísimo. Axel es una brillante doctora en

lingüística, me consta porque fui sinodal de la comisión dictaminadora y realmente fue

actos de habla el tema con el que participó para obtener la plaza de tiempo completo.

Adelante Axel.

(Dra. Díaz): Gracias también agradezco a la doctora Treviño la invitación, no sé bien a bien

todavía qué hago aquí pero espero que lo que yo trabajo contribuya un poco al trabajo

que ustedes hacen, con el asunto de las biografías y de las autobiografías. Entonces lo que

voy a hacer es trabajar con el texto que todos leímos. Voy a empezar por el final, por la

conclusión que tiene la autora en la última hoja del texto, que dice, esto es una cita

textual, dice: “[…]as elecciones que dan carácter y que proporcionan a cada autobiógrafo

‘cogido en el acto’, su propia y tenue personalidad son también universales.” Eso es, creo,

además ella lo dice claramente, que es el objetivo del texto que está trabajando, plantear

esta idea de que trabajamos con formas compartidas. Es decir, que son universales y que

nos tocan a todos como usuarios de un código lingüístico. Voy a estar hablando de

lingüística, evidentemente. Dice “las estructuras lingüísticas con las que cuenta el escritor

para crear su biografía son las que comparte con su comunidad de habla”, y creo que ese

es lo que justifica que un lingüista venga a hablar de estas cosa aquí con ustedes. Dice

“suponemos la existencia de un mismo código compartido, incluidas en él una serie de

estrategias discursivas y pragmáticas que el escritor debe manejar de manera consciente”,

o bueno el escritor si es que estamos escribiendo, o el crítico si es que estamos analizando

textos de este tipo, autobiográficos. Y la pertinencia entonces de la relación entre la

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lingüística aquí y la literatura justo está en el eje pragmático, en esta parte donde

nosotros no nos podemos olvidar de que un mensaje o que los textos son mensajes, y que

entonces también tienen un ámbito pragmático que hay que tener en cuenta. Sobre eso

es sobre lo que voy a centrar la exposición del texto, en este ámbito de estrategias

discursivas y de estrategias pragmáticas. Por ello, por lo anterior, es importante distinguir

entre los aspectos formales, materiales –las propiedades inmanentes del texto, dice Bruss-

y las funciones asignadas a ese texto. Creo que lo que está distinguiendo no es otra cosa

de lo que se discute en lingüística con respecto a la forma y de la función de los textos. Es

importante resaltar el hecho aquí, que la forma y la función no son isomórficas. Tendemos

a pensar que hay siempre sólo un valor para una forma, como si la relación entre forma y

función fuera unívoca, fuera solamente una. Sin embargo, lo que plantea el texto de esta

mujer es que no, que en realidad hay, como ocurre en la lengua, más de una forma para

una función o de una función para una forma. Por lo que una misma estructura puede

tener –y de hecho tiene- varias funciones, y la mayoría de las funciones pueden ser

llevadas a cabo a través de más de una forma. Entonces la conclusión de esto, y que creo

que es toda la discusión, es que no existe una relación uno a uno entre una forma y un

significado, eso creo que es el meollo del asunto.

No obstante, a pesar de las diferencias formales, somos capaces de reconocer

ejemplos de un mismo estilo o trama y también podemos reconocer una misma función

genérica. O sea, dentro de toda la diversidad tiene que haber algo que sí nos dé indicios, o

que sí nos dé pie para pensar que hay géneros y que hay estilos, dentro de esta variedad,

dentro de esta isomorfía de la que ella habla. ¿Sigo? Si alguien quiere que me detenga en

algún punto o quiere discutir algo, lo podemos ir haciendo.

Desde luego, las funciones en el texto están inseparablemente combinadas y sólo

podemos separarlas siguiendo reglas implícitas, que nos dicen cómo mirarlo y qué

criterios aplicar al analizarlo. Eso también lo dice el texto, habla de estas reglas de análisis

que dice, bueno, no están en ningún lado, es nuestra tarea descubrirlas y aplicarlas para

poder analizar lo que estamos leyendo. Esto sin duda pasa exactamente igual en los actos

lingüísticos, cuando podemos afirmar que, en un mismo acto, se advierte la presencia de

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varias funciones detrás de las formas lingüísticas, que elegimos para comunicarnos, y sólo

al hacer un análisis cuidadoso podemos separar la forma de la función y entender cómo se

relacionan estos dos ámbitos de la lengua. Creo que pasa lo mismo aquí, que para

entender el estilo de la autobiografía o esta idea de la construcción de un género, hay que

pensar en la relación que se teje entre la forma y la función. Eso es un poco lo que está

diciendo y lo mismo pasa siempre que hablamos, siempre que participamos de un acto

lingüístico. Aquí hay varias cosas que preguntar. ¿Por qué los intentos para definir la

autobiografía, según criterios composicionales o estilísticos fallan, a pesar de que hay una

obvia relación entre estilo y género? Y entonces más o menos lo que ella misma responde

es porque la literatura, al igual que el “lenguaje corriente” –yo lo pongo entre comillas-

tiene su dimensión elocucionaria. El lenguaje corriente, en realidad a lo que se está

refiriendo ella es a la lengua como tal. Supongo que utiliza el adjetivo corriente para

distinguir el ámbito literario, pero no está hablando de otra cosa más que de la lengua sin

adjetivo, creo yo. Porque la literatura, al igual que la lengua, tiene una dimensión

elocucionaria y aquí viene toda la discusión sobre qué es esto, y es donde creo que entra

el asunto de los actos de habla, de esta teoría pragmática de la lengua. Está citado ahí

John Austin, es muy pequeña letra para la distancia que tenemos pero espero que puedan

leer. Si no, de todas formas yo lo voy a ir diciendo, lo voy a leer. “John Austin en 1962 hace

una teoría sobre los actos de habla en donde manifiesta que los enunciados sólo reflejan

hechos, algunas veces, pero que en otras tienen valores distintos en el ámbito pragmático,

pues el emisor manifiesta su postura frente a lo dicho y frente al emisor”. Es decir, si sólo

pensamos que hablar sólo implica referirnos a hechos en el mundo pues a lo mejor

limitaríamos mucho el ámbito de la lengua porque la lengua sirve para muchas más cosas

que para dar cuenta de lo evidente, o de la descripción, o de decir “la puerta está

cerrada”, cosas que no se pueden poner a discusión. Entonces él dice, bueno no, hay que

pensar que la lengua sirve para otras cosas y que en este caso se activan valores

pragmáticos de la lengua, y que el autor o el emisor -el hablante- manifiesta lo que piensa

frente a lo que dice y frente a la actitud que tiene con su interlocutor, frente a su

interlocutor. A esta propuesta de Austin siguieron muchas reflexiones de diversos autores

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respecto a los tipos de actos de habla, a cómo se formulan, a sus funciones en el discurso

y en las relaciones interpersonales. Es decir, como también hay que pensar, no sólo en el

emisor, sino en el receptor y en la comunidad de habla, para hablar de las funciones

discursivas de los actos. Una vez que la discusión se centró en las formas lingüísticas que

empleamos para llevar a cabo diversos actos, el tema fue también, por supuesto de

interés para la lingüística, y por supuesto puede serlo también para la literatura.

Mucho tiempo se abordaron estos actos de habla desde un punto de vista

filosófico: el lenguaje, la referencia, el sentido, todo esto que ustedes ya han oído en

Frege y en otros lingüistas filósofos del lenguaje. Digamos que nosotros nos vamos a

quedar solamente con el ámbito lingüístico porque es el que yo puedo abordar, y también

desde luego, el ámbito literario que es el que ustedes están trabajando.

La lengua y la literatura –voy a retomar esto que dice Bruss- tiene una dimensión

elocucionaria. Entonces me voy a ir al DRAE como suelo hacer para detenernos en qué

significa esto de la elocución. El DRAE dice, “manera de hablar para expresar los

conceptos” (que eso creo que no sirve mucho), pero creo que sirve más quizá “modo de

elegir y distribuir los pensamientos y las palabras en el discurso”. Sobre todo esto de

“modo de elegir los pensamientos y las palabras en el discurso”, que tiene que ver todo

con lo que ustedes están trabajando y que tiene que ver todo con el texto de Bruss

también.

(Dra. Treviño): Axel, una brevísima… tú me ofreciste que de este maravilloso cuadro nos

puedes dar una copia.

(Dra. Díaz): Sí, yo te dejo el archivo si quieres y luego si se los puedes distribuir para que

no estén muy ocupados, a lo mejor, en tomar todas las notas, después yo le doy a la

doctora una copia y ella se los hace llegar.

Bueno entonces esto “modo de elegir y distribuir los pensamientos y las palabras

en el discurso”. Del concepto elocución, elección de las palabras en el discurso, se

desprende también en el ámbito lingüístico pragmático lo que se llama “modalidad”, que

no tiene que ver con lo que nosotros entendemos, a veces, con “modo verbal” , ese es un

concepto que tenemos en el gramática que es el modo verbal. Ahí nos limitamos al asunto

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de indicativo, subjuntivo, optativo… todas las modalidades gramaticales. Sino que aquí de

lo que están hablando ellos, vista la modalidad desde un ámbito pragmático, es la

manifestación lingüística de la aptitud del hablante, en relación con el contenido de los

mensajes. O sea es mucho más amplio el concepto, no está limitado a una forma, así

como a una palabra que tenga la modalidad, sino al conjunto de voces que nosotros

elegimos para manifestar nuestra actitud frente a lo dicho. A veces puede ser un adverbio,

a veces puede ser un verbo, a veces puede ser una idea completa pero vean cómo la

modalidad está en el discurso, en el ámbito pragmático y no en una forma particular. La

modalidad expresa la idea de que las informaciones lingüísticas se interpretan en

múltiples casos como acciones verbales que se atribuyen al que las emite, y también como

expresiones de sus puntos de vista, o de sus reacciones afectivas hacia el mensaje. Vean

como ahí en la modalidad, si nosotros averiguamos o reflexionamos un poco sobre cuál es

la modalidad del discurso empleado por hablante, vamos a llegar a tratar de entender sus

puntos de vista y sus reacciones afectivas. Sobre todo esto es muy importante, la parte

afectiva que finalmente tiene que ser un punto relevante para el caso de las

autobiografías.

(Estudiante): ¿Y tal vez podríamos decir que es como el tono?

(Dra. Díaz): Sí, puede ser parte de este tono, tono es algo mucho más abstracto porque a

lo mejor no lo podríamos asignar, o sea ¿qué da el tono de un texto? Bueno, un conjunto

de elementos, pero sin duda la modalidad si nos ayudaría a construir el tono de un texto.

Es decir, cómo se pone el autor frente a lo que está diciendo, cómo ve lo que está

diciendo, o cuál es su sensibilidad o su reacción emotiva frente a lo que está...

Bueno, entonces en la teoría de Austin que está citada ahí, después tienen también

la bibliografía por si alguien quiere seguir trabajando con esto. Al efectuar un acto de

habla mediante una oración gramaticalmente correcta y con sentido, implica además un

compromiso con el entorno porque al hablar se realizan distintos tipos de actos. Esto es lo

que decíamos, además de que puedo referirme a algo que es evidente y que no vamos a

poner a discusión. Cuando hablamos podemos pedir información, ofrecerla, nos podemos

disculpar, expresar indiferencia, agrado o desagrado, hacer invitaciones, amenazar a

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alguien, rogar, pedir, ordenar, comprometernos, etcétera. Es decir, vean como está aquí…

justo esta es la pertinencia de vincular la teoría de Austin con lo que está diciendo Bruss.

Al final de cuentas regresamos a la idea, que yo puse al inicio, que en realidad es su

conclusión, que manejamos un lenguaje universal. Es decir, esto es compartido por todos.

Siempre que hablamos, y de hecho hacemos todo eso a final de cuentas, y las estrategias

que empleamos para hacer esto las compartimos con nuestra comunidad de habla porque

si no, no tendría éxito que yo diga algo y obtenga lo que quiero, por ejemplo. Si de hecho

tiene éxito, es porque hay una relación compartida (ella dice universal), yo no sé si

universal es un término todavía muy amplio para lo que ella está tratando de decir, pero si

entendemos esto de compartir nuestra comunidad de habla, con una idea comunitaria.

Porque a lo mejor lo cierto es que ya también si yo me voy a otra cultura, a lo mejor estas

estrategias no se comparten pero dentro de mi comunidad de habla sí se tienen que

compartir. Yo sé las estrategias para disculparme, para expresar indiferencia, para

expresar agrado, para ofender también. No está ahí ofender pero también podría estar

ofender.

Seguimos entonces, el acto de habla –siguiendo a Austin- consta de tres ámbitos o niveles

y esto es muy importante también para nuestra reflexión de hoy. De un acto locutivo, o

sea es el primer nivel el más básico que es el contenido de la proposición en sí. Él dice

proposición pero nosotros casi podríamos decir del enunciado, o de lo dicho, de un acto

locutivo, que es el contenido de la enunciación como tal. De un segundo nivel que él llama

ilocutivo, que es lo que está llamando Bruss elocución, al final de cuentas. De un acto en la

locución, que tiene que ver con la intención concreta del emisor en el acto de habla. O sea

es primero lo dicho, luego con qué intención lo digo y luego un tercer nivel que Austin

llama perlocutivo, un acto perlocutivo, que constituye el efecto buscado o no, que el

enunciado produce en el receptor en determinada circunstancias, aunque sólo sean los

estados mentales que ocasionan las palabras en nuestros interlocutores.

(Dra. Treviño): ¿No necesariamente, en ese acto perlocutivo que emite el locutor, está

explícita la intención, o sí está…? Está implícita más bien.

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(Dra.Díaz): Está implícita, exactamente, está implícita. Cuando yo digo, por ejemplo,

“¿quieres abrir la puerta?”, es una pregunta formalmente, o sea en el nivel locutivo es una

pregunta, pero yo no te estoy preguntando nada. En la intención, o sea en el nivel

ilocutivo, lo que quiero es que la abras, lo que quiero es darte una orden y eso está

implícito en el contexto, y en que yo sé que ustedes conocen las estrategias para lograrlo.

Es decir, que hablamos de esta intención universal o de esto que se comparte. Y luego el

tres está el efecto. Yo no solamente quiero decirte o pedirte que lo hagas, sino que yo

implícitamente sé que busco el efecto en ti, yo lo que busco es que tú te muevas y abras la

puerta, y ese es el nivel perlocutivo. El acto que produce, más bien el efecto que produce

el acto, que en algunos casos puede no ser una acción. Por eso decíamos pueden ser sólo

estados mentales que ocasionan; a lo mejor lo que quise era hacerte enojar.

(Dra. Treviño): O darte una orden muy… más que darte una orden porque ya está dada. El

efecto que causa es que me habló muy fuerte o me demandó esto con cierta autoridad.

No sé…

(Dra. Díaz): Podría ser… es que depende de la estrategia pero si yo elijo decirte “¿quieres

abrir la puerta?” en realidad ahí no hay un mandato tan fuerte, lo que hay es más bien

una manera cortés de pedir al otro para que de veras ella se pare gentilmente y lo haga.

Eso es el nivel de lo que yo pienso como efecto. Sería diferente si yo te dijera “oye abre la

puerta”, no ni siquiera el “oye”, “abre la puerta”, y entonces tú vas a decir bueno ésta con

qué, ni me conoce, ni sé quién… por qué me va a hablar así como me está hablando.

Entonces lo ahí lo que puedo buscar como efecto con esa estrategia, más bien lo que

puedo obtener como efecto en esa estrategia es justo lo contrario.

(Estudiante): Pero es difícil pensar en una oración que no tenga un acto perlocutivo. Todas

tienen.

(Dra. Díaz): Todas tienen.

(Estudiante): Si yo digo ahorita “el cielo es azul”, lo estoy usando para ejemplificar y

cualquier cosa que tú anuncies buscas que tengas un efecto en el receptor.

(Dra. Díaz): Exactamente. Esa sería la apuesta de incorporar a la lingüística este nivel

pragmático, que todo lo que decimos tiene un efecto. Aparentemente no lo tiene pero

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siempre lo tiene. Al final de cuentas es regresarnos a las funciones básicas de las lenguas,

y si pensamos que todo tiene un significado, o sea que todo tiene semanticidad, ese rasgo

de significar algo, pues sí. Siempre que nosotros proferimos algo lo que logramos, o lo que

pensamos, es en un efecto buscado en nuestro entorno.

(Dra. Treviño): ¿Podemos concluir que entonces que los actos de habla no son inocentes,

porque el lenguaje tampoco lo es?

(Dra. Díaz): Pues sí, porque no es que sea el lenguaje sino más bien nosotros, es decir que

los emisores nunca decimos nada de manera gratuita, meditada. Este asunto de lo que

está implícito siempre está en nuestra conciencia. Quizá algunas veces más, quizá algunas

veces menos. También por supuesto tiene que ver con el contexto discursivo en el que

estamos, pero si estamos pensando en la escritura por ejemplo, pues tendríamos que

pensar que sí, que evidentemente hay toda la premeditación de usar un adjetivo, o de

usar una oración que tenga una carga muy clara por parte del que escribe. Entonces sí, en

ese sentido no habría actos discursivos sin pre-comprensión, o sin premeditación, no sé.

Lo de premeditación está un poco fuerte como palabra pero sin que haya una intención.

Todo comunicativo implica una intención que no necesariamente coincide con su

contenido formal, pero que sí produce un efecto buscado en el receptor, en las

circunstancias dadas. Justo que las circunstancias hacen que nosotros optemos por una

estrategia o por otra. Eso va a cambiar dependiendo del contexto. Aquí el contexto sí

tiene que ser otra vez la autobiografía, en el ámbito de la narración del yo en primera

persona, todo esto que ustedes han visto aquí yo supongo.

De la interacción de estos tres ámbitos, esto es importante, la locución, la ilocución

y la perlocución, o si quieren decir la proposición, la intención y el efecto en el receptor, se

originan estos casos. No todas las preguntas tienen la intención de preguntar, poníamos el

ejemplo de “¿abres la puerta?”, si en la aduana alguien me dice “¿me enseña su

pasaporte?”, yo no asumo nunca que le puedo decir “no”. “¿Me enseña su pasaporte?” -

“no”, sería impensable ¿por qué? por que lo que sé es que no me están preguntando

nada, que no me están preguntando, que en realidad es equivalente a que me diga

“pasaporte”, y que yo sé que, si quiero pasar, no me puedo negar. Si quiero, si no pues sí

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me puedo negar y ya me correrán y me regresarán en el avión de vuelta a donde venía,

pero esta es un poco la idea. Que la preguntas no siempre tienen la intención de

preguntar. O como otro ejemplo, que no todos los imperativos expresan órdenes. Si yo

pago el boleto en el cine o en donde ustedes quieren, y alguien, el cajero o lo que sea me

dice “diviértanse” no me está dando una orden en realidad, ¿o si? O sea es un imperativo,

es un verbo en imperativo sin duda alguna pero no me está ordenando nada, ni yo como

interlocutor lo acepto o lo interpreto así. Lo que yo hago es una lectura pragmática de lo

que me está diciendo y lo veo, en todo caso, como una cortesía, casi. Vean que casi es

impensable pensar (bueno “impensable pensar”…), es impensable que nosotros

asociemos el imperativo con cortesía, y sin embargo ahí lo es. Podemos tener muchos

otros casos cuando nos dicen “siéntate”, “tómate un café”, cuando alguien llega a nuestra

casa “oye tómate un café” no es un imperativo. Lo que yo tengo que leer ahí es una

invitación. Vean como todo esto no hay necesariamente una coincidencia entre lo dicho,

la intención y el efecto que produce esto. Por aquí va un poco la discusión. La misma

interacción se da en el ámbito literario, que creo que es ahí la pertinencia. Por esta razón,

el estilo o la estructura de la autobiografía no pueden, por sí solos, explicar qué hay en el

centro de su valor genérico, que es un poco lo que dice Bruss, pues habrá que pensar en

los papeles jugados por el autor, por el lector, y los usos a los que el texto está siendo

sometido, o a lo mejor también para qué está destinado. Habría que hacer una lectura no

tan inocente, sino pragmática, de los textos para entender en qué se centra su valor

genérico. Creo que eso es muy importante en el texto que estamos analizando ¿en qué se

centra el valor genérico de la autobiografía? Todavía no lo voy a decir pero lo vamos

apuntando, por ahí va, no sé a lo mejor me equivoco. Habrá que considerar también que

para que un discurso se considere un género literario los papeles y propósitos que lo

componen deben ser relativamente estables e identificables dentro de la comunidad

lectora. A lo mejor aquí si ya nos podemos anticipar a lo que yo creo. O sea ella dice que el

valor genérico no está en una estructura, no está en el estilo, sino en el compromiso, en

este compromiso social –pacto- comunidad que hacemos, para que eso se lea como una

autobiografía. Si no, pues no lo sería, sería una narración en primera persona, como

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cuando uno se sienta a platicar con las abuelas y nos cuentan “cuando yo era niña..” Pero

todo se quedaría al nivel, quizá, anecdótico si no le damos el peso de comunidad

lingüística, o de comunidad lectora como que eso constituye un tipo particular de acto

comunicativo, en el que lo que importa es que yo estoy narrando hechos de mi propia

vida, que me ocurrieron. Más o menos. ¿Vamos bien?

“El marco de los actos comunicativos” –sigo- es preciso es recordar más que la

autobiografía es un hecho institucional (o sea esto que decíamos). Su existencia depende,

o al menos está condicionada, por el ámbito social pues es la sociedad la que le atribuye

las características. Pueden estar ahí pero si yo no las reconozco y las legitimo, no voy a ver

eso como un texto autobiográfico. Lo mismo ocurre con la lengua, con los actos de habla.

Para que cumplan con sus funciones locutiva, ilocutiva y perlocutiva es preciso que existan

roles sociales entre los hablantes y que unos y otros los reconozcan. Que alguien en algún

contexto determinado, me reconozca como una autoridad, por ejemplo. Si nadie me

reconoce como una autoridad, ¿qué efecto ilocutivo o perlocutivo podrán tener mis

actos? Ninguno. Di lo que quieras a mí me da igual lo que estás diciendo. Si se cumplen

estos niveles es porque entre nosotros nos reconocemos y nos asignamos roles y los roles

pueden cambiar, evidentemente no están dados de manera permanente. En un contexto

puedo ser una autoridad pero puedo no serlo en otra, y al revés. Siempre es importante,

sin embargo, que para que funcione el acto haya un reconocimiento de esta parte social

del lenguaje. Creo que ese es el vínculo entre el texto que estamos viendo y la lingüística,

que tanto en uno como en otro ámbito importa mucho que se cumplan las funciones,

pero que las funciones se cumplen justo por los roles que se establecen, y que son

implícitos. Nadie nos dice “ah, yo soy el que va a escribir la autobiografía y tú la tienes que

leer como autobiografía” pero que están implícitos ahí, cuando yo me acerco a un texto o

cuando yo me acerco con un hablante, lo que sea. Fuera de las convenciones sociales y

literarias, la autobiografía no tienen características y tampoco los actos de habla cumplen

ninguna función. O sea, sin esta idea de comunidad y de contexto compartido, no tienen

intención ni efecto pero sería un poco absurdo pensar en un acto así. Siempre pensamos

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en intención y en efecto porque siempre hay un contexto, y porque siempre hay

convenciones sociales y literarias de inicio.

(Dra. Treviño): No sé si aquí sea pertinente traer como ejemplo lo que ella dice respecto a

la elaboración de la biografía de Nabokov. Él intenta revertir todo lo que una convención

social y literaria ha estableció en torno y sin embargo…

(Dra. Díaz): No lo logra. Dice es como querer ir en contra de una naturaleza que además

no la estamos dando nosotros, sino que hay una legitimación colectiva de eso. Es es como

si un hablante solito y su alma se empeñara en que no se cumplieran estos pactos sociales

que tenemos al comunicarnos. Por más que yo quisiera extrañarme y hacerme a un lado

de todo eso, quizá no lo lograría porque me sigue enviando, de alguna manera tengo un

lugar como hablante dentro de esa comunidad lingüística y sólo que yo me entendiera

sólo conmigo misma, y justo por eso no lo logra Nabokov.

(Dra. Treviño): Otro caso muy interesante, no sé si alguno seguramente Roberto u

Horacio, el caso de Barthes cuando Barthes…

(Mtro. Roberto García Bonilla): Sí lo que está haciendo es literatura de la vida, está

ficcionalizando, buscando un estilo depurado para dar más bien su carácter, que su vida.

(Dra. Treviño): Exactamente. Sin embargo, en el momento en que está construyendo a

través de la ficción una imagen de cómo se forma como intelectual, está hablando de su

vida, de una parte de su vida, considero yo.

(Dra. Díaz): Ahí lo que se puede modificar en todo caso es el nivel ilocutivo y perlocutivo,

pero al final de cuentas va a tener un efecto y lo vamos a acabar reconociendo como una…

(Dra. Treviño): Y pongo un ejemplo. No sé si conozcan la edición, yo afortunadamente

tengo la edición francesa, lo primero que uno ve cuando abre el libro es a Barthes, de niño

en brazos de su madre ¿Cómo leo esa marca extra-textual en un texto que no pretende

ser autobiográfico? Las marcas también se leen. ¿No sé si te acuerdas?

(Mtro. García Bonilla): Sí, sí me acuerdo. Bueno también la edición española tiene la foto.

Ahí de lo que está, en mi opinión, mostrando, es que el vínculo central fue la madre, que

bueno además su muerte parece que es una muerte predestinada, él muere muy poco

después, bueno pasó un año, y él nunca se recuperó de la muerte de la madre.

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(Dra. Treviño): Y luego el diario que es un texto desgarrador, desde mi punto de vista, que

edita Siglo XXI gracias a una recuperación que hace Adolfo Castañon el Diario del duelo. El

efecto que tuvo, que tiene en él la muerte de la madre.

(Mtro. Roberto García Bonilla): Claro, es impresionante. Además la figura central de la

madre, él la ve como la figura redentora, de un padre que los abandonó, en fin, es como el

héroe de sí mismo y el héroe de su madre.

(Dra. Treviño): Sí, es muy interesante. Pero bueno ahí está esta como dualidad. No quiero

hacer una autobiografía dentro de las convenciones.

(Mtro. García Bonilla): Para centrarme un poco en lo que está exponiendo, tiene que ver

también con el manejo muy global que tenía Barthes –Barthes era lingüista- entonces él

quería dar muchas líneas de lectura, y es muy revelador. Nada más que creo que a él

siempre lo fascinaba, lo obsesionaba, que era el estilo. Cómo decirlo, porque a los

lingüistas o a los teóricos casi no les importa pero...

(Dra. Treviño): Axel contesta, contesta, ¡es una provocación!

(Dra. Díaz): No puedo contestar porque en cierto sentido estoy de acuerdo.

(Dra. Treviño): Pero ahí está una gran excepción, en efecto, va a ser un lingüista pero muy

preocupado por el estilo.

(Dra. Díaz): Sí, la parte estilística, formal…Bien, “Del acto al texto”, me centro en esta

parte que además creo que tiene un subtítulo en la lectura. Dice “que la autobiografía es

un acto más que una forma puede explicarse a partir de lo que dijimos antes. Se legitima

como acto en tanto que forma parte de un contexto en el que cumple una función”, y yo

pongo social –ahí entre paréntesis- pero creo que es eso. Una función y tiene que ser

social porque si estamos hablando de una comunidad de habla pues no nos queda más

que pensar en que cumple una función social. De igual manera los actos comunicativos

están moldeados por la situaciones pragmáticas, en ellos hay elementos que responden al

contexto en el que son utilizados. De hecho, dice, ciertas distinciones lingüísticas parecen

subsistir principalmente porque ayudan a definir y a comunicar la naturaleza de una

acción, porque señalan –por así decirlo- el marco y la intención pragmática de los actos.

Aquí podemos pensar en muchas distinciones lingüísticas que parece que no tienen razón

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de ser en un texto, pero que a lo mejor lo que hace es sólo definir y comunicar la

naturaleza de lo que estoy diciendo. Aquí vamos a ver justo toda esta dimensión

pragmática de las formas y las funciones de estas formas. Entre estas distinciones

lingüísticas están, por ejemplo -ella menciona algunas y yo creo que voy a añadir otras- la

cortesía verbal, entendida como un principio que controla la comunicación humana para

conseguir equilibrio y el mantenimiento de la conversación. Hay mucha bibliografía al

respecto de cortesía verbal, por si les interesa. Pero bueno, más allá de ser corteses es

este principio de comunicación que hace que nosotros podamos tener una relación de

comunicación equilibrada con nuestro interlocutor, y que nos hace por ejemplo, que nos

quedemos en una conversación o que nos vayamos de esa conversación. Es decir, todo lo

que hacemos está mediado también por este principio de cortesía verbal, porque

normalmente lo que uno quiere es que el otro se quede y no que nos cierre la puerta y

nos ignore y se vaya. En ese sentido estamos entendiendo cortesía verbal. También, dice,

la elección de formas gramaticales particulares, en las que la relación entre forma y

significado no es transparente, por lo que el receptor debe analizarlos desde el ámbito

discursivo en el que se usan, pues en que cada acto deberá tenerse en cuenta el principio

“x” cuenta como “y” en este contexto. No sé si eso queda claro. Es decir que si yo elijo

ciertas formas gramaticales particulares probablemente, de entrada, la relación entre

forma y significado no es transparente. Por ejemplo, otra vez regresando al caso de la

pregunta, si te digo “¿quieres abrir la puerta?”, a lo mejor ahí no es transparente la

proposición que ahí yo lo que estoy dando es una orden. Pero ¿qué lo hace transparente?

Pues el contexto. Es decir que “x”, o sea yo interlocutor, tenga un papel en el contexto en

el que estoy diciendo las cosas. Y entonces a lo mejor solamente lo que estoy haciendo es

encontrar una estrategia discursiva cortés en este contexto para darte una orden, o un

mandato atenuado, porque tampoco es una orden es un mandato atenuado. Eso cuenta o

eso se puede establecer entre hablante y oyente porque en este contexto, por ejemplo

“x”, la pregunta, cuenta como orden en este contexto. ¿Mas ó menos? A lo mejor ahí

queda un poquito más claro. Eso nunca es transparente, por eso es que siempre estamos

bordeando entre lo literal y lo no literal, y de hecho siempre estamos quizá más cerca de

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lo no literal. ¿Cuántas veces realmente hay correspondencia entre un acto y su forma? Yo

creo que sólo cuando decimos, como decía la compañera, “el cielo es azul”. En esas

ocasiones donde realmente queremos hacer enunciados que están al nivel descriptivo

pero todo lo demás, todo lo demás está mediado por la interpretación y por la elección de

formas en función de lo que se quiere conseguir con un discurso. Siempre estamos

interpretando todo eso en función de ¿con quién estoy?, ¿quién me lo está diciendo?,

¿por qué me lo está diciendo?, ¿en qué contexto me lo está diciendo? Es este nivel donde

la forma gramatical, por lo general, no es transparente con el significado de eso que estoy

diciendo. ¿Sí, más o menos?

(Dra. Treviño): ¿Aquí qué sentido tendría, denotativo y connotativo?

(Dra. Díaz): Sí pues por supuesto que todo. Ahora, es muy curioso porque lo denotativo y

lo connotativo siempre casi lo asociamos más hacia palabras, como que el límite son

formas específicas. O sea yo digo la palabra “piedra”, piedra tiene un valor denotativo

claro, que es mineral, no sé, podemos hacer toda la definición de piedra. Y luego tiene

otros significados connotativos cuando digo que alguien es una piedra, por ejemplo

cuando digo que “Ana es una piedra” porque así se esté muriendo de hambre, no es capaz

de cocinarse algo, o no entendió nada de lo que leyó. “Ana es una piedra, no entiende

nada, no entendió nada de lo que leyó”. Sin embargo ahí, las nociones denotativo y

connotativo y las asociamos mucho con formas lingüísticas determinadas, en un contexto

determinado. Esto sería lo mismo, pero a nivel discursivo, vean cómo una oración

completa puede no corresponder con su significado denotativo, sino que puede tener una

segunda lectura, que no se dice aquí como denotativo. Digamos a nivel de discurso, ya lo

de connotativo y denotativo nos queda un poco corto porque aquí más bien se habla de

este otro ámbito pragmático de la lengua. De cómo hay una mediación entre forma –lo

literal- y este ámbito donde hay que tener en cuenta el uso, la construcción social, el

contexto de los significados, de las estrategias. Porque al final de cuenta son estrategias

discursivas, ya no es una palabra o un adjetivo o algo aislado, sino es toda la estrategia, y

si ustedes están pensando en textos completos, pues la estrategia está desde la primera

hoja hasta que se acaba el texto. Es todo el ámbito que está tejiendo el autor encima o

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por encima de las palabras que tienen un valor denotativo, inmediato, simple si queremos

decirlo así.

(Estudiante): Y eso en la autobiografía creo que se ve mucho en la parte donde hay la

expresión de los motivos por los que hacen su autobiografía que no quieren parece

ególatras. Estoy pensando por ejemplo en Gandhi, que aparte es un ícono de la moralidad,

etcétera. Escribe su autobiografía y al inicio dice “bueno, esas son mis experiencias, las

comparto, a ver a quién le sirve, pero no es para que me sigan. Yo no soy un ejemplo, yo

soy súper modesto, yo nunca quiero que se me siga totalmente, ciegamente”, pero a la

vez empiezas a leer la autobiografía y aunque trate todo el tiempo de construir la idea de

la modestia, sí todo el tiempo se está –con las anécdotas que cuenta, etcétera- se está

construyendo como una idea de moralidad suprema casi, casi, que tienes que seguir. No

sé si más o menos sea eso mismo.

(Dra. Díaz): Sí, sí.

(Estudiante): O sea como que él dice una cosa “no, no, no, yo sí soy súper modesto, hay

como unas humildes cositas ¿no?” pero ya después…

(Dra. Díaz): Sí, igual regresándonos a este asunto de ser cortés verbalmente, o tratando

de, por lo menos, disimular o ser cortés en algún sentido. Es lo mismo cuando alguien te

dice “oye ¿te ayudo?” y uno le dice “no, no te molestes”, pues simplemente es una

estrategia pero en realidad pues sí quieres la ayuda, o sí la necesitas. Solamente estamos

haciendo ¿qué? cumpliendo con este ámbito de principio que controla la comunicación

para seguir el equilibrio de la conversación, pero en realidad no es así “no, no te

preocupes, no te molestes”. Son formas que se usamos pero en realidad sí queremos a

veces que se moleste y que me ayude, pero yo sé que es un principio para mantener el

equilibrio de la conversación. A lo mejor ahí Gandhi lo está viendo ahí como una estrategia

para mantener el hilo de la conversación y la figura que él está tratando de conservar o de

transmitir.

(Estudiante): Claro porque aparte, si él se plantea a sí mismo “yo soy un ejemplo”, rompe

con la figura de unidad que es parte de su doctrina, entonces ahí justamente la idea de

vida se contrapone con los motivos por los cuales escribió la autobiografía.

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(Dra. Díaz): Y no tendría sentido, choca.

(Estudiante): Bueno, ese caso es muy interesante porque, a mí lo que me parece más

importante de los actos de habla es resaltar que los discursos, como acciones, son hechos

de socialidad. Gandhi si está enfrentado dentro de su propia cultura y de su ámbito de

socialidad no está tan bien visto escribir una autobiografía. De hecho él sí empieza a

diciendo “a mí la gente me ha preguntado por qué narro en este género occidental mis

propias experiencias” y tiene que justificar esta parte en la que no se corresponde muy

bien con su socialidad que y con la idea que él está tratando de hacer, escribir una

autobiografía.

(Dra. Díaz): Y en ese sentido todas estas estrategias forman parte de lo que él tiene que

hacer para que esto sea aceptado como algo válido, como algo que no sea mal recibido, y

al final de cuentas esa parte de “no pero es que miren, que no sé qué y no sé cuanto”,

está siendo parte del discurso y de esta función ilocutiva y perlocutiva de la que hablamos,

de la intención que tiene y del efecto. Si no fuera necesario tanto preámbulo, si él no lo

sintiera necesario no lo haría, pero si lo hace es porque sabe que, en algún nivel, es decir

en el nivel ilocutivo –en el efecto, o en el perlocutivo -en lo que voy a provocar en el otro-

sí es importante hacerlo, es necesario casi, por eso está. Tampoco podemos pensar que

nada está de gratis ahí, un poco eso. Como nada está de gratis en la conversación, por lo

general, en el habla.

Bueno. “Las relaciones lingüísticas¨ dice “incluyen grados de poder, solidaridad,

compromiso, proximidad, novedad, certeza, etc. Una de las estrategias para evidenciar

estas relaciones es el uso de la persona gramatical (muy relevante para la autobiografía).

Mediante el uso de las personas gramaticales o de otras estrategias vinculadas con el

rasgo personalidad o impersonalidad, el emisor evidencia su relación con las

circunstancias descritas”. Entonces es muy diferente decir yo que nosotros, es decir desde

narrar desde una primera singular o desde una primera plural. Cuando quiero que el lector

se sienta incluido en esto que estoy diciendo, que no es sólo mi autobiografía sino que a lo

mejor estoy narrando hechos de una comunidad a la que pertenezco, y que por eso son

relevantes para esa comunidad. Ahí pongo algunos ejemplos. Pongo “pensarán que –en el

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caso, por ejemplo, que citaban de Gandhi- si me dirijo al interlocutor pero incluyéndolo,

como sé que eres parte de esto al final de cuentas, logro un efecto diferente que si no los

incluyo. Es algo que sabemos de siempre y que nos dicen en nuestras propias redacciones,

si tengo que redactar en primera persona, o en el ámbito de la impersonalidad de “se

piensa”, “se dice”, ahí está la idea del uno, ese pronombre indefinido. “Uno no sabe

cuando hace estas cosas qué efecto vayan a tener”. Ese “uno” es un yo pero no es un yo,

es como un yo que puedo ser yo pero también puedes ser tú. Entonces cuando te digo

“uno nunca sabe”, es que en realidad me estoy acogiendo a una forma gramatical que me

da un cierto grado de impersonalización de lo dicho, y eso también tiene un efecto. Y lo

mismo cuando usamos este tú. “Tú no te imaginas esas cosas”. No sé, “cuando sales de tu

país tú no te imaginas esas cosas”, no es tú, evidentemente, sino es otra vez este ámbito

de la no persona o de la impersonalidad donde cabemos todos, o en donde cabe

cualquiera que esté en “x” o “y” situación. Eso también se convierte en una intención que

puede provocar poder, solidaridad, compromiso, proximidad, novedad, certeza… depende

de cómo lo estoy usando.

Lo mismo se advierte en los pronombres y los verbos empleados en el relato. Las

relaciones entre emisor y receptor son distintas y se usa la segunda persona del plural. Es

lo que decíamos, a lo mejor si digo “ustedes” o “nosotros”, eso puede cambiar la relación

entre lo que quiero lograr, entre el efecto que logro. Piensen en los presidentes, los

discurso políticos que siempre están muy conscientes de todo esto “hasta ahora hemos

logrado que México bla, bla, bla”, y esta idea de “hemos” de entrada se siente

comprometido con lo que está diciendo el discurso, se siente próximo, “ahora sí, vamos

por todo, México puede…” todo esto que está ahí. Bueno sí, claro, también uno puede

acabar haciendo caricaturas de esto. Evidentemente cuando se exagera o se va más allá

de lo que debería de ser, pues se vuelve una caricatura también. Pero en principio, si no

fuera esa la situación de caricatura, pues sí el efecto es lograr una solidaridad y un

compromiso y una proximidad. Ahora, nosotros podemos pensar bueno en nosotros no

tiene ese efecto, pero nosotros somos una élite al final de cuenta, nos guste o no,

universitarios, críticos. Pero la gente… los obreros, las amas de casa, las abuelas, no sé

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pueden de veras decir sí, ahora sí va en serio lo del compromiso y lo de la solidaridad. Es

muy relativo porque, otra vez, quién cuenta como qué en este discurso, y cómo yo estoy

legitimando a la autoridad frente a lo que me está diciendo, etc..

Voy a poner más ejemplos de las relaciones lingüísticas. Otro indicio de las

relaciones es el uso de títulos (eso lo pone la autora también). “Señor, profesor, doctor,

don”, todo esto también nos habla de la proximidad, de la lejanía, del compromiso que

asumimos con el otro frente a lo que estamos diciendo. Este tipo de marcas también nos

pueden ayudar a ver cómo está ese entramado o este ámbito pragmático del que

hablamos. Por supuesto, como es bien sabido, el empleo de los diminutivos también es

otra estrategia, tan productivos y polisémicos en el ámbito pragmático. Bueno, digo yo,

particularmente en el español mexicano porque no es un secreto que los diminutivos

tienen un efecto que nunca es denotativo. No es simplemente lo que estoy diciendo, sino

que cuando yo digo…

(Dra. Treviño): Si digo “el cieguito” hay un poco de piedad…

(Dra. Díaz): Exacto. Nunca es un ciego pequeño, nunca me refiero al ciego pequeño,

siempre es el “cieguito”, pero eso tiene detrás una intención ¿ven?, un nivel ilocutivo. Más

allá de que sea un diminutivo, hay un nivel ilocutivo y un nivel perlocutivo porque quiero

que el otro, a lo mejor, piense que soy piadoso, o que soy buena persona al decirle a

alguien “el cieguito” y no “el ciego”. “La virgencita”… bueno pongo algunos ejemplos,

seguro ustedes pensarán en otros; “una señorita”, que puede tener a los cinco hijos atrás

de ella pero va a ser “la señorita” si le quiero vender algo. En algún contexto discursivo

puede ser una estrategia. “El muertito”, lo mismo. Cuando es “el muertito” nunca es que

se haya disminuido en el tamaño o que pese meno que cuando estaba vivo, sin embargo

siempre usamos estas estrategias para establece compromiso con el otro.

(Mtro. García Bonilla): Pero muchas veces tienen efectos contrarios, dobles a la vez. Por

ejemplo si se dice “el negrito” o “el chaparrito”, hay un sentido incluso de discriminación

pero al mismo tiempo un paternalismo bastante dominante, de control.

(Dra. Díaz): Sí, las estrategias pueden ser muchas pero al final de cuentas siempre están

compartidas. Si es piedad o si es discriminación, o si es a lo mejor incluso una cuestión

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eufemística, pero se comparte. Al final de cuentas es que yo sé cómo voy a interpretar

eso. Sé de entrada el riesgo que implica decir “negrito” o decir “chaparrito”, o lo que sea.

Ya yo sé hasta donde puedo usar estas formas para asumir un compromiso para lograr la

empatía del otro o lo contrario. A lo mejor el rechazo incluso, todo esto. Lo único que

estamos pensando es como marcas en el texto que nos ayudan a lograr efectos

pragmáticos.

(Estudiante): Me gusta el ejemplo de decir “negrito” para expresar la relación con otro a

partir de un diminutivo porque que es a partir dentro del texto que está la sensación, de

que no solamente es importante el emisor en tanto que está enunciando a sí mismo desde

el yo, como el otro porque aunque puedes incluir la recepción que tenga tu texto, o la

intencionalidad con la que creas algo, la presencia del otro frente a ti reflejado en ese

texto está condicionada por todas estas convenciones del texto pragmático, o sea de la

relevancia de la relación. Pero también está atravesado por el hecho de que las palabras

son muchísimo menos inofensivas de lo que creemos, sobre todo con esa intencionalidad

marcada. Puede salir que le digas al otro “mi pequeño cieguito” y tu lo leas como muy

misericordioso con respecto a ti mismo, pero puede ser que en un contexto determinado

puede ser de lo más violento y que eso se escape a ti mismo por el matiz pragmático que

tenga, es lo mismo en el nivel de construcción del texto. Puedes estar creando la

autobiografía –pensando en un ejemplo como lo de Gandhi- de toda maneras está la

parte mágica, que es una forma metafórica de decir que la recepción es tan amplia, que

de todas formas no alcanza la totalidad de la reacción. Es el mecanismo literario en

general, puedes crear algo como literatura infantil y a lo mejor no funciona. Me gusta

como estás manejando el hecho de que no es inofensivo, de que la palabra tiene mucho

más peso redondo del que parece.

(Dra. Díaz): Sí porque al final de cuentas no está dicho en la nada, sino que está inserta en

una comunidad lingüística. Otra cosa que es importante de lo que estás diciendo es que

las comunidades son cambiantes también. Uno parte del hecho de que esto es así y de

que en principio se va leer de esta manera pero luego resulta que no es así. A lo mejor ya

hay una distancia, también contextual, entre el emisor y el receptor, cómo leemos un

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texto del XIX, eso también puede tener cambios que a lo mejor ya no estamos midiendo

desde el ámbito de la comunicación, va más allá. Claro, cuando nosotros pensamos en

actos lingüísticos damos por hecho que el otro está ahí para decirnos o para

interpretarnos, pero cuando estamos hablando de textos estas dimensiones van

cambiando y lo que puede no haber sido ofensivo en un contexto, puede volverse en otro

y viceversa. A lo mejor ahorita ya nadie va a usar “viejito” sino “adulto mayor”, “la tercera

edad”…Toda esta reconstrucción del ámbito pragmático también porque ya no tiene un

efecto utilizar una palabra en este contexto.

Dice “incluso los títulos de los apartados –esto lo dice Bruss también- de un texto

reflejan la situación enunciada, su propósito y también a quién están dirigidos o para qué

publico se ha escrito”. Ella pone un ejemplo que ya no retomé pero que, incluso desde

esa parte donde yo enuncio lo que voy a presentar en un apartado de un texto, ya está

condicionando el público al que está dirigido y también el propósito que quiero que tenga

esto. Si digo “De cómo sobreviví al peligro más insólito en la vida”, algo así, ya desde ahí

estoy enunciando que va a ser un acto glorioso, que yo soy el héroe de la historia. Esta

parte que decías, que aunque Gandhi no quiera, se le va a salir porque incluso desde la

elección de los títulos ya estamos diciendo cómo hay que leer esto que estoy planteando.

“Las relaciones lingüísticas” –y seguimos- “además existen otras categorías

gramaticales que sirven particularmente para evidenciar las funciones discursivas. Sin

duda –bueno ella se centra en esto y estoy de acuerdo- los adverbios y los verbos, ambos

con naturaleza deíctica, reflejan en el ámbito pragmático o discursivo de los textos”.

Entonces aquí a lo mejor se mete con un concepto quizá no muy conocido para nosotros

que es la deixis. ¿Qué son la deixis y los elementos deícticos? Y pues otra vez el DRAE,

“son señalamientos en el texto mediante ciertos elementos lingüísticos, que muestran –

como éste, ése, aquél, (por eso se llaman demostrativos)- que indican una persona como

yo, vosotros etc., o un lugar, o un tiempo.” Sobre todo son formas que señalan en el

discurso. Pueden referirse a otros elementos del discurso o a cosas que solamente estén

presentes en nuestra memoria, que no estén en el contexto como tal. Otra forma de

definirlos, porque a lo mejor el DRAE no nos ayuda mucho, es diciendo “que no tienen un

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significado semántico por sí mimos, sino que lo adquieren en el discurso, puesto que su

valor y su sentido está en el uso que hacemos de ellos.” En ese sentido, todos lo

adverbios y todos los verbos tienen un valor pragmático deíctico muy claro. Qué es antes,

qué es ahora, qué es ayer, qué es mañana, depende de dónde estoy parado y donde estoy

enunciando eso. Y lo mismo los verbos; a los verbos, curiosamente, no les asignamos

tanta naturaleza deíctica de manera muy intuitiva, pero tienen mucho de deixis, sobre

todo los tiempos verbales. ¿Cómo están construidos, qué valore es? No sé, lo tengo que

glosar y llamar de alguna manera: presente de subjuntivo o lo que sea pero eso no dice

nada de su valor ilocutivo. El valor ilocutivo es que, en el momento en que yo lo uso, se

activa el significado deíctico de ese tiempo verbal y me remite a un ayer, antes de ahora.

Como al momento de la enunciación es el eje para que yo me pueda desplazar, en

términos, digamos, conceptuales (porque ya no temporales, pero conceptuales), y que yo

ubique el pasado antes de este momento o el futuro, o lo que sea. Entonces los verbos

también tienen una parte deíctica amplia que no, a lo mejor no hemos sido muy

conscientes hasta ahora.

(Dra. Treviño): ¿ Y aquí qué importancia tendrían, ahora sí, los modos?

(Dra. Díaz): También mucha porque decíamos que la modalidad no hay que confundirla

con los modos pero los modos también tienen que ver con el ámbito pragmático.

Nosotros, por lo general, siempre pensamos en indicativo y en subjuntivo porque el

imperativo nos cuesta trabajo verlo como un modo. Hay discusiones si eso es un modo o

no es un modo. Pero quedémonos con indicativo y subjuntivo. Desde siempre

aprendamos que el indicativo es para hablar de lo que realmente ocurre y que el

subjuntivo es el ámbito de lo posible, de lo hipotético, de lo subjetivo. Y claro, si yo como

autor quiero darle ese matiz a mi texto, esa modalidad pragmática de algo que no ha

pasado, pues probablemente me pueda apoyar en esas formas, o las voy a explotar para

hablar de esto. “Hubiera pensado que…”, lo hacemos todo el tiempo. Creo que si ustedes

están analizando o pensando en escribir’ … es que no sé bien qué hacen acá, porque lo

que hacen es analizar las autobiografías.

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(Dra. Treviño): Ahorita estamos en el terreno de la teoría, viendo desde distintas

disciplinas cómo se ha abordado la autobiografía y la escritura autobiográfica.

(Dra. Díaz): Entonces tendríamos que ver que ésa podría ser otra estrategia para ver cómo

se ha abordado la escritura de las autobiografías. De pensar bueno a ver qué tiempos

verbales… porque eso también me puede dar una idea, y qué modo verbal. Porque es

diferente plantear algo como que ya ocurrió, o como que yo hubiera pensado o como que

sólo lo pongo como una suposición, o como una hipótesis. Todo eso por supuesto que

construye la modalidad también.

(Dra. Treviño): También parto de que alguna forma todos los que están, de alguna

manera, en algún momento, por las relaciones que uno tiene con una querencia de un

autor, una obra, te vas a la biografía, a un diario, a un epistolario. Yo creo que todos los

que estamos aquí hemos leído por lo menos una de las formas de la escritura

autobiográfica. Cuando alguien te apasiona…voy a conocer su vida, o su relación epistolar,

sus diarios, para apropiarte, de alguna manera, como decía Bioy –lo dice de una manera

muy hermosa- bueno, ya me acordaré…uno se vuelve… No sé si tú recuerdas ese texto de

Bioy, donde habla precisamente de las formas subsidiarias de la literatura. Es un texto

precioso, brevísimo, ya se los diré porque ahorita no.

(Dra. Díaz): ¿Si? ¿vamos bien? Bueno un poco ¿por qué los adverbios? Por que el tiempo y

la locación se conciben, o se ubican metafóricamente, en función del contexto. ¿Por qué

digo metafóricamente? Pues porque no es una ubicación real. Cuando decimos “ayer” es

una ubicación metafórica porque no hay un plano de la realidad donde yo me puedo

situar en “ayer”. Sólo está aquí adentro, en mi cabeza, porque tengo memoria y recuerdo

lo que pasó ayer, pero es totalmente abstracto el asunto. Así los adverbios temporales

significan diferentes cosas según el lugar y el momento que se usen. Piensen en aquí,

antes, lejos… “Aquí todos piensan que como país estamos mal”, cuando digo “aquí todos

piensan que como país estamos mal” evidentemente no está dicho que estoy pensando

en México, pero sí está dicho que estoy pensando en México, porque hay un aquí desde

donde se dice lo que se dice, y porque además digo “estamos mal”. “ Aquí todos piensan

que como país estamos…” pues nos incluyo. Sé, de entrada, que en el contexto

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compartimos el mismo país y eso ya no les da la posibilidad a ustedes de que piensen en

Marruecos, Holanda o qué se yo.

“Antes no se usaban computadoras más que en las fábricas”, pues igual ese “antes” me

está remitiendo no a ayer, ni al año pasado, sino me está remitiendo a veinte años o diez

o no sé cuántos, no más. Igual si yo digo “el centro está muy lejos más vale no irnos

caminando”, igual “el centro” y “lejos”, estoy partiendo del espacio estoy pensando en un

centro que sería el de la ciudad de México. Tampoco pensaríamos en otro centro ¿o si?

(Dra. Treviño): O el contexto, si estás en otra ciudad y medio que la conoce.

(Dra. Díaz): Sí claro, el centro está muy lejos pero justo depende de dónde estoy. O sea,

otra vez lo contextual y lo deíctico. Claro, si estoy en Toluca nadie va a pensar en el Zócalo.

“El centro está muy lejos más vale no irnos caminando”, está hablando de Toluca, del

centro de Toluca.

(Dra. Treviño): Ya me acordé. Se llama Parafernalia y Bioy dice que cuando uno se acerca

a este tipo de textos, “quiere conseguir vicariamente la amistad de un escritor”, es

hermosísimo, o sea ya no lo conocí en persona pero me vinculo, creo una amistad a través

de leer su autobiografía, su epistolario, etcétera.

(Dra. Díaz): Y uno siente que lo logra además.

(Dra. Treviño): Sí, evidentemente, te metes en su intimidad y sientes que sostuviste una

conversación aunque sea más allá de la muerte.

(Dra. Díaz): Sí porque además ese efecto se logra también, creo, por el uso de la primera

persona, porque hay una idea muy clara de que es como si me estuviera hablando a mí.

Sólo usamos la primera persona cuando sabemos que tenemos un interlocutor en frente si

no, no, no tiene sentido. Quizá es esa parte del éxito de la estrategia discursiva de la

primera persona, porque hay un grado de cercanía.

(Mtro. García Bonilla): Curiosamente la academia se ha preocupado por desterrar este

vínculo con lo biográfico para explicar las obras. Ese es un punto muy importante, que yo

creo que se llevó al extremo. Tanto así que, cualquier texto que aluda a la biografía,

parece sospechoso, superficial, banal. Yo creo que también depende de toda la influencia

del estructuralismo. Pensar en esos textos clásicos, La muerte del autor, un poco está

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hablando precisamente un autor es imagen. Aunque paradójicamente, él mismo fue

creando su propio mito, y hay que verlo en un texto como Fragmentos de un discurso

amoroso. Ese texto es una belleza y está hablando a todos pero está empezando por sí

mismo, las palabras claves.

(Dra. Díaz): Seguimos con los verbos. ¿Por qué los verbos? Por que ocurre lo mismo que

con los tiempos verbales, como les decía, su valor semántico está dado a partir de otra

referencia, que bien puede ser el presente, o sea el momento de la enunciación, el pasado

o el futuro. Lo importante es que el punto de referencia siempre es el emisor. Algunos

ejemplos son que si yo digo “el tren salió puntualmente” o “el tren saldrá puntualmente”,

no informa del momento preciso de la salida pero sí que es anterior o posterior al

momento en que se emite el enunciado. Vean cómo la temporalidad, o sea entender el

tiempo verbal está en japonés a veces, pero tiene que ver con esto porque es muy difícil

tener en cuenta que siempre estamos pensando en un momento de la enunciación, y que

todo el entramado se teje alrededor de eso. Además, tenemos tiempos donde no me sitúo

necesariamente en el presente de la enunciación, sino que hay pasados del pasado,

futuros del pasado, entonces eso ya se complica al grado tal que tenemos un paradigma

amplísimo en español.

Las intenciones y las relaciones interpersonales entre emisor y receptor son el

entramado de lo que se llama modalidad discursiva o enunciativa (lo que decíamos). Las

capacidades, intenciones y obligaciones del emisor, y de los receptores, pueden ser

distintas en cada contexto, y es el autor el que las define con las formas lingüísticas que

elige. Basta pensar en los usos modales de verbos como poder o deber. Si yo digo “puedes

o debes” ya estoy dando ahí una capacidad, una intención y una obligación en el otro, el

ámbito subjetivo, irreal o potencial del subjuntivo (de lo que hablábamos), o el empleo de

distintos tiempos verbales bajo criterios pragmáticos. A lo mejor parecen ejemplos

trillados pero es así siempre: quería por quiero, pensaba por pienso, quedaría por quedó.

Otra vez lo que estoy poniendo a discusión es esta idea de que incluso aquello que parece

tan claro, tan unívoco, tan que no puede tener otra lectura, resulta que yo puedo hacer un

tratado de modos discursivos o valores discursivos de los tiempos verbales. Moreno de

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Alba tiene un libro –ya no sé si se llama así- pero se llama como “valores de los tiempos

verbales en el español”. Uno diría cómo, ¿por qué hacemos un libro de eso, si no el valor

es el del tiempo ya? Y uno diría pues no porque a ese valor se superponen otra vez

criterios pragmáticos, que yo tejo en el momento en que uso tiempo. Aquí tengo algunos

ejemplos de esto. “Puedes venir cuando quieras” versus “debes venir ese día”. Poder venir

y deber venir tienen implicaciones distintas. “No creí que viniera Juan a la fiesta de

anoche”, fíjense, uso un “viniera” o sea un subjuntivo, que lo que hace es una situación

irreal o supuesta en el pasado. En este caso es eso, es una suposición que yo hice en el

pasado. Eso ocurrió pero ocurrió en mi cabeza, pero no tiene una realidad pragmática

como tal. O este ejemplo, ¿es el mismo tiempo “haya estado” y “haya terminado”? Que

es qué, a ver, ¿alguien se acuerda? ¿qué tiempo? Antepretérito de subjuntivo o ¿qué

ustedes habían dicho?

(Dra. Treviño): Pero no antepretérito es “hubiera/hubiese”?

(Dra. Díaz): Sí, sí es cierto. Lo que sí identificamos es que es un subjuntivo. ¿Y qué es un

subjuntivo? Yo utilizo más el pretérito de subjuntivo y ya está, la otra clasificación es la de

Bello, la que estabas dando. “No creo que haya estado bien lo que hizo” versus “espero

que no se haya terminado todavía la comida”. Vean cómo el mismo tiempo tiene un valor

retrospectivo en un caso, y prospectivo en otro. ¿Si entendemos lo de retrospectivo y

prospectivo? Con respecto al momento de la enunciación yo lo ubico en un pasado o en

futuro. Lo importante o lo que me da aquí el valor es que yo tengo, además, un adverbio:

“todavía”. “No creo que haya estado bien lo que hizo”, el “hizo” me hace que yo

condicione el “haya estado” a un valor retrospectivo. Y que en el segundo ejemplo, el

hecho de que yo diga “espero” en presente, y que use el adverbio “todavía” es que me da

el valor prospectivo de la oración. Pero vean como eso no está en la forma verbal misma,

sino en el empleo y el contexto que enmarca esa forma. Y lo mismo un cuarto. “Quería

saber si puedes acompañarme mañana”, ese “quería” realmente es una forma también,

otra vez… ¿es un “quería o es un “quiero”? Es un “quiero” más bien. Este es uso otra vez

del copretérito o del pretérito imperfecto, para usarlo cortésmente. “Pensaba que es

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buena idea”… ¿si está bien eso? Ahora me suena raro… “Pensaba que es buena idea ir al

festival juntos el sábado”. Sí, sí decimos eso…es que ahora me sonó raro el ejemplo.

(Dra. Treviño): “…que sería buena idea..”

(Dra. Díaz): Sí también “sería”. Pero nunca es un pretérito real, es que lo pienso ahora y lo

quiero ahora. Y otra vez: eso me lo da el valor de “mañana” o del “sábado”.

(Estudiante): También es una cortesía, porque si usas “pienso” como que ya te estoy

obligando a.

(Dra. Díaz): Exactamente. Cuando usamos eso le doy al otro la posibilidad al otro la

posibilidad de que me diga “no”. De hecho por eso usamos esa estrategia, porque si le

digo “quiero” ya me veo comprometido. O así, “pienso que es buena idea…”, no le voy a

poder decir que no. En cambio si uso esto, como que está más abierta la posibilidad de

que él participe en el acto comunicativo y diga “pues no, es que no me va a dar tiempo” o

lo que sea. Es este valor cortés de estos tiempos.

Bueno, el último. Es muy curioso, es muy común utilizarlo y es muy ambiguo también. “Ya

terminamos el proyecto. Sólo quedaría pendiente corroborar unos datos bibliográficos”.

(Dra. Treviño): Creo que eso lo podemos asumir como una especie de ¿cómo se llama?, no

de epígrafe, para nuestro proyecto, cuando se ponen los letreros en las tumbas… epitafio.

Nuestro epitafio para el proyecto. “Ya terminamos el proyecto pero todavía nos falta

corroborar…”

(Dra. Díaz): Ajá…y fíjense como ese “sólo quedaría pendiente” ¿por qué usamos otra vez

“quedaría”, o sea otra vez un copretérito o un pretérito imperfecto? ¿por qué, cuál será

ahí el efecto pragmático? Pues que en realidad es una forma de atenuar que no hemos

terminado. Que en realidad digo “ya terminamos el proyecto, sólo ‘quedó’ pendiente

corroborar unos datos”, ahí es lo que estoy diciendo.

(Mtro. García Bonilla): O ¿“sólo queda”?

(Dra. Díaz): O “sólo queda”, “sólo queda pendiente”, pero entonces ese “queda

pendiente” se contradice con “terminar”, entonces no terminaron. Pero si yo le digo

“quedaría”, atenúo…

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(Estudiante): (inaudible) estaría funcionando como… porque no necesariamente lo usas,

puede decir “no terminamos el proyecto, queda pendiente”, o “no lo hemos terminado”,

pero ahí es como “sólo queda pendiente…”.

(Dra. Díaz): Exacto, atenúa un poco, con un adverbio modal, es poquitito lo que nos falta,

y además “quedaría, pero ya lo vamos hacer”. Está abierta.

(Dra. Treviño): Ya saben, esta oración, epígrafe y epitafio.

(Dra. Díaz): Por supuesto que esto nos lleva a que ustedes puedan trabajar, justo, con el

análisis de todas estas marcas en el texto, supongo que va un poco por ahí la reflexión.

Otros ejemplos de los niveles locutivo, ilocutivo y perlocutivo están, pues como ya dijimos,

en la expresión de mandatos. Cosas como “¿terminas el trabajo y me envías el reporte?”

Si eso me lo dice mi jefe no le puedo decir “ay no, ya estoy muy cansada; ya estoy harta de

ese reporte”, en realidad sé que con esa pregunta me está diciendo “hazlo” y que yo

reconozco otra vez –legitimo su autoridad- como mi jefe y no es una pregunta lo que me

está haciendo. Yo lo sé porque sé porque sé cuáles son las relaciones interpersonales que

se establecen o que existen, entre mi jefe y yo y digo “sí, aunque no duerma tres días o lo

que sea”. Además, me dice “me lo envías ahorita, ya”. Uno no lo interpreta como una

pregunta. Igual si una madre le dice a su hijo “¿me puedes ayudar?”, no sabemos la

respuesta del otro.

(Dra. Treviño): No más bien ya se volvió que no es pregunta, los hijos nos mandan a volar.

(Dra. Díaz): O los hijos hacen las preguntas también. Si eso no se cumple, es porque ahí lo

que está fallando no es la estrategia discursiva. Eso a lo mejor lo deberían de considerar

los psicólogos, no es una estrategia discursiva la que falla, es otra cosa. La estrategia

tendía que funcionar.

(Estudiante): El otro día estaba platicando con mi tía que es súper ama de cas y hace esta

reflexión y no tiene ni idea. Me dijo es que es como cuando tu tío me pregunta si hay cinta

de aislar, en vez de que vaya a buscar a la caja de herramientas y saque la cinta de aislar,

me lo pregunta y si no le hago caso y me paro y voy por la cinta de aislar, él va y tira todo y

entonces mejor yo ya me paro automáticamente. Pero la pregunta ni siquiera es “¿me

podrías pasar?”

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(Dra. Díaz): No, ya no es ni eso, es “ahí” y yo ya sé que el compromiso asumido es que

vayas y me la traigas.

(Dra. Treviño): Eso es típico de los maridos.

(Dra. Díaz): Sí de los maridos o de los padres también. Mi papá siempre dice “necesitas

ayudarme”. Cuando está haciendo algo y quiere ayuda dice “necesitas ayudarme.

Entonces uno dice “¿yo necesito ayudarte a ti?” Pero claro, detrás de ese “necesitas

ayudarme” hay otra estrategia discursiva que yo tengo que analizar. Ni siquiera es

“necesito que me ayudes”, sino que es “necesitas tú ayudarme a mí”.

(Mtro. García Bonilla): Para el psicoanálisis esa frase es totalmente (ininteligible).

(Dra. Díaz): Totalmente. Les digo que aquí no hay de otra. Los actos son así y luego ya

podemos hacer toda la interpretación, en otros niveles que queramos.

Los imperativos igual. A lo mejor, en un nivel que no fuera pragmático, pensaríamos que

siempre son órdenes. Pero cuando alguien me dice “oye, ten confianza, todo va a salir

bien”, en realidad lo que me está diciendo no es una orden. Para empezar porque tener

confianza no es un acto voluntario, no es así como de yo quiero tener y la tengo. Más bien

uno está en una situación y ya, pero uno no es agente de tener confianza nunca. Pero el

hecho de que alguien me diga “ten confianza” o “ten paciencia” es en realidad una cosa

de cortesía, de animarme, de solidarizarse conmigo. De entrada yo no puedo pensar que

eso es un mandato porque tener confianza o tener fe no es algo que yo controle, así de

manera de voluntaria, “ay, sí, ya voy a confiar”. Son cosas que más bien nos pasan a

nosotros, como que las experimentamos pero no son parte de una naturaleza volitiva del

acto. Lo mismo cuando alguien nos dice “pásate” o “pásale” –muy mexicano ese “le”- no

nos están dando una orden, por supuesto que no. Es una cortesía y es un uso del

imperativo que no hay que leer como una orden.

Bueno, todo supongo –espero- que les pueda servir para sus análisis. Ya vamos

terminando. “El compromiso con lo dicho”, y esta es la cita de Miller que hace Bruss, otra

vez regresándonos un poquito al texto (para que digan que sí hablo del texto), dice: “Todo

el mundo piensa que tiene que saber lo que hago, cómo es mi vida o proyectos futuros. En

cierto modo, estoy completamente disgustado, refundiendo todos los datos sobre mi

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propia vida o proyectos futuros. De cierta forma, a veces me siento víctima de mi propia

creación”. Esa es una cita que tiene el texto y entonces ahí dice “a diferencia de otros –

dice Bruss- Miller no se siente glorificado sino víctima de la fama”. Eso se nota a partir de

las formas que usa en su discurso. Desde el principio yo empiezo “como todo el mundo

piensa”, ya ahí estoy rompiendo, de entrada, con lo que qué me va a decir. Suena más a

reclamo ¿si o no? que a invitación a que “miren, léanme, esto está bonito, esta ‘padre’”.

Sino que “todo el mundo piensa” de veras se aleja del otro de inmediato de a ver qué me

va decir, ahí viene un reclamo. “Todo el mundo piensa entonces yo aquí tengo que hacer

las cosas”, ya sé por dónde va el asunto. Si yo veo que la biografía empieza así,

evidentemente que estoy ante un discurso que hay que leer de cierta forma. A lo mejor

también es un engaño, como decíamos hace rato. A lo mejor es la estrategia para que “no

vayan a pensar que yo de veras quería escribir esto y que todo el mundo me recordara…”

A lo mejor sí es eso pero como también me estoy haciendo una figura, tengo que ser

congruente con esa figura, que puede ser también por acá. “Tiene que saber”, uso un

“tiene que”, un verbo de obligación o una perífrasis de obligación. “Estoy completamente

disgustado”, ahí más claro que el agua no puede ser. Eso también puede ser.

La voz activa y la voz pasiva lo mismo. Sabemos que es una estrategia para centrar la

atención en la responsabilidad individual de los actos, la voz activa, y la voz pasiva para

centrar la atención en el proceso del acto en sí mismo. Es una manera también de

alejarme o de comprometerme con lo dicho.

Lo mismo con el uso del “se”, que además seguro en sus de clases de gramática ya están

hartos de, puede enfatizar su papel experimentante y su poca o nula participación en la

actividad que es descrita. Lo que decimos, cosas como “se me perdió”, “se me cayó”, “se

dice que”, “se ha dicho que”, “se piensa que”, “se maneja que”, es diferente el

compromiso.

Y el discurso directo e indirecto, que también lo menciona el artículo, que permite igual

mantener un discurso original sin interferencias, el discurso directo, y un discurso

indirecto que permite, o que de alguna manera supone, la distorsión del material de lo

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que se está contando. Cuando el autor puede meter su punto de vista frente a lo narrado

o cuando no puede hacerlo en el discurso directo.

Todas estas estrategias nos pueden dar cuenta de las intenciones. A manera de

conclusión lo que creo es que el análisis de la forma es importante, pero siempre en

relación con el nivel pragmático y discursivo de los textos porque este ámbito envuelve a

la comunicación, incluidos los actos literarios. Eso es con lo que me quedo del artículo, y

también que es sumamente importante, no perder de vista que los actos tienen un nivel

locutivo, ilocutivo y perlocutivo, incluso los que ocurren desde la literatura. Porque de

pronto pensemos que eso sólo está en el lenguaje corriente, como dice Bruss, no eso

también tiene que estar en la literatura. Desde luego, esto también se aplica a la literatura

que es el punto que ustedes trabajan. Bueno eso es todo lo que tengo que decir.

(Dra. Treviño): No sé si quieran preguntar antes de darle un súper aplauso a Axel. Quedan

siete minutos, si alguien quiere hacer una pregunta.

(Dra. Díaz): Ahí tienen la bibliografía por si alguien quiere trabajar más cosas, pero de

todas formas –insisto- le paso a Blanca la presentación por si alguien quiere tenerla.

(Estudiante): Yo creo que lo interesante del artículo es ese planteamiento de que, siempre

que se habla de autobiografía, el elemento de introspección, interior, de que es una

cuestión mía. En ese sentido Bruss dice “no, momento, este es un acto social, si alguien va

hablar de su vida es que la va a compartir con los demás”, yo creo que en ese sentido

funciona muy bien la palabra de “acto” . Es una cuestión social con convenciones en una

comunidad, toda esta parte más pública. Quería compartir un título de una autora inglesa

que se llama Jean Rhys, ella puso en su título de autobiografía, “Por favor, sonríe”. Cuando

lo lees se da uno cuenta que es un episodio en el que un fotógrafo le está diciendo a ella

“por favor, sonríe”, ese título juega muy bien con esta cuestión de lo autobiográfico hacia

los demás. Porque entonces el propio autor, cuando escribe, es una forma de pose que

está tomando hacia los demás. Qué tanto es introspectivo, qué tanto es esa cuestión

interna y qué tanto es esta cuestión más bien pública y que se proyecta a los demás. Creo

que es lo que Bruss está enfatizando.

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(Dra. Treviño): Muy útil, es otra dimensión, en que la dimensión pragmática de la lengua

generalmente la asociamos con la comunicación oral, cuando también el que yo empiece

una autobiografía diciendo “nací aquí” o “soy judía”.

(Mtro. García Bonilla): Respecto de eso me gustaría hacerte una pregunta, al principio te

referiste, cuando hablabas de las formas genéricas y el lenguaje. Yo pensaría, tomando en

cuenta lo que acabas de decir, precisamente, es que hay que distinguir y también ver el

cruce que hay entre habla y lenguaje. Precisamente la autobiografía hace un cruce muy

fuerte entre la lengua y la adaptación, la adopción de una tradición frente al habla. Todas

las formas, a las que te referiste hace un momento, de comunicación, digamos cotidiana o

diríamos también, coloquial. Mi pregunta es ¿es válido decir, cuando estás hablando de lo

elocutivo, a decir del habla mucho más que el lenguaje?

(Dra. Díaz): Sí porque ahí lo que estás haciendo justo es una distinción entre los actos

comunicativos, que estarían en el nivel del habla, y luego cómo esos actos pueden crear

un lenguaje que eso ya sería otra dimensión. Sí, claro, es siempre interesante la relación, y

se pueden manejar como un discurso que se construye a partir del habla y que puede

llegar a convertirse en un lenguaje, para –otra vez- lograr un efecto determinado en un

contexto determinado y en un género determinado.

(Dra. Treviño): No sé si alguien más quiere decir algo.

(Estudiante): Hay una parte que comenta la misma Bruss en el sentido de la definición

preceptiva y la definición ingenua. ¿Tú crees que realmente ella resuelve ya al final del

artículo esta problemática, de no quedarse en la cuestión ingenua de definir las

características de la autobiografía?

(Dra. Díaz): No sé si la resuelve, yo creo que la puntualiza por lo menos. A lo mejor

podríamos decir en alguna medida que la resuelve, puesto que dice hay que atender esto,

hay que atender esto y sólo en el sentido en que lo hagamos, probablemente estaremos

llegando a entender el género, o a ver cómo se construye, o a ver de qué depende que

diga yo que esto es una autobiografía o no es una autobiografía. Creo que nos deja más la

tarea a nosotros, creo que es un poco así. Más bien como apuntando cosas como “habría

que hacer esto y habría que hacer esto” porque de hecho ella no entra, como tal, a un

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análisis exhaustivo. Lo que hace es poner ejemplos y “miren aquí Miller ,y miren aquí

Nabokov la otra cosa, y aquí tal…”

(Dra. Treviño): Tal vez esto se pueda ver en la parte que ella dice “me voy a ocupar de

tales autores y de tales textos”, que es lo que comentaba yo que hace Pozuelo Yvancos, la

primera parte de su libro es todo un planteamiento teórico a partir de muchas lecturas

que él tiene, y luego se va a cuatro modalidades de autobiografías, que de verdad lo que

Bruss dice y lo que ya vimos en Olney, hay tantas maneras de hacer autobiografías como

autores que la quieran hacer existen. O sea no es un formulario o una receta “si yo hago

esto, es tal”, no. Sí hay ciertas, no reglas, principios diría yo (a lo mejor estoy siendo muy

tajante), pero definitivamente cada quien construye una autobiografía a partir de su

propia selección y elección.

(Mtro. García Bonilla): ¿Podrías repetir el nombre del texto de Bioy Casares?

(Dra. Treviño): Parafernalia se llama. Está en dos textos. Hay una edición de estos libros

maravillosos que hacía Victoria Ocampo ¿cómo se llama la revista, “Sur”? Una edición de

“Sur” pero luego ese mismo texto aparece en una compilación que hizo el Fondo de

textos, tanto de ficción, como de reflexión. Creo que se llama “ficciones y reflexiones, es

antología del Fondo que no sé si todavía esté por ahí. Ahora que ayer fue la barata del

Fondo no sé si alguno de ustedes fue. Qué maravilla.

Bueno Axel pues mil gracias, muy, muy… de verdad, mis respetos eres una gran profesora.

Clarísimo, esclarecedor y creo que este texto nos va a llevar a mirar los textos

autobiográficos desde otra perspectiva. Muchísimas gracias y te damos un fuerte aplauso.

(Dra. Díaz): Gracias, gracias por la invitación y por estas sesiones que intentan acercar dos

ámbitos que yo no sé por qué insistimos en separar siempre. Tendríamos que tener cursos

en donde viéramos la implicación pragmática desde la lingüística y desde la literatura. Eso

es algo que yo quiero continuar.

(Dra. Treviño): Oye Axel y por qué no les propones una optativa.

(Dra. Díaz): Sí de hecho hemos estado platicando de eso con Israel y con Mónica Quijano.

Algo que habría que hacer.

(Dra. Treviño): Sí, a lo mejor breves lecturas. No se trata de leer una novela.

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(Dra. Díaz): No sé, tendría que ser un experimento también. Pero sí. Esperemos que sí

porque creo que es muy útil para ambas…

(Dra. Treviño): En el caso, por ejemplo, de la poesía yo pienso que a veces uno no le entra

porque tiene todo un desconocimiento de la lingüística.

(Dra. Díaz): En eso andaremos pronto. Muchas gracias.

(Fin de la sesión).