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SIEMPRE ESTARÉ:
DUELO, DIBUJO Y RESILIENCIA
LAURA CRISTINA GINES MARTÍNEZ
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
ESPECIALIZACIÓN EN DESARROLLO HUMANO CON ÉNFASIS EN PROCESOS
AFECTIVOS Y CREATIVIDAD
BOGOTÁ D.C.
2018
2
SIEMPRE ESTARÉ:
DUELO, DIBUJO Y RESILIENCIA
LAURA CRISTINA GINES MARTÍNEZ
Trabajo de grado para optar al Título de Especialista en Desarrollo Humano con énfasis en
Procesos Afectivos y Creatividad
Asesora
MARIA ARACELLY QUIÑONES RODRÍGUEZ
Ph.D. Creatividad Aplicada
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
ESPECIALIZACIÓN EN DESARROLLO HUMANO CON ÉNFASIS EN PROCESOS
AFECTIVOS Y CREATIVIDAD
BOGOTÁ D.C.
2018
3
Nota de Aceptación
_________________________________
_________________________________
_________________________________
_________________________________
Jurado
_________________________________
Jurado
Bogotá D.C_________________________
4
La Universidad Distrital Francisco José de Caldas no se hará responsable de las ideas
expuestas por los graduandos.
Art. 117 del reglamento estudiantil
5
Dedicado a mi papá, mi mamá, Julián, Alejandra y Sergio.
Mi familia, a quienes llevo siempre en mi corazón.
6
Agradecimientos
A mi papá por el tiempo que nos acompañó y las alegrías que vivimos juntos.
A mi mamá y a mis hermanos por su amor, apoyo y comprensión.
A Tatiana por su valiosa amistad, sus consejos y aportes para este trabajo.
A Jorge por su cariño y su paciencia.
A mis compañeros y compañeras por compartir juntos el enriquecedor proceso que vivimos.
A mis profesores y profesoras por sus enseñanzas, por mostrarme este camino hacia el
desarrollo humano.
A la profesora Aracelly por su ayuda y orientación en este proyecto.
7
RESUMEN
El presente proyecto de creación tiene como propósito evidenciar el proceso creativo que
se ha realizado de manera autorreferencial, tomando como punto de partida el duelo. Primero se
expone la revisión conceptual de los elementos clave del proyecto creativo entre los que destacan
las nociones del duelo, la autopoiesis, el arte y la resiliencia como capacidad para soportar y
construir desde la adversidad. La conjugación de estos elementos ha permitido generar un
análisis reflexivo de las propias aptitudes, para, a través del proceso creativo del dibujo y la
introspección, resignificar la experiencia de la pérdida, permitiendo que por medio de la creación
de imágenes se promueva y se manifieste la capacidad resiliente que se ha desarrollado a lo largo
de la elaboración del duelo, lo que a su vez permite asumir la ausencia de un ser querido,
transformar las emociones de dolor, tristeza y angustia para finalmente reevaluar el sentido de la
propia vida.
8
ABSTRACT
The purpose of the present creation project is to show the creative process that has been
carried out in a self-referential way, taking duel as a starting point. First, the conceptual revision
of the key elements of the creative project is exposed, among which the notions of grief,
autopoiesis, art and resilience stand out as the capacity to support and build from adversity. The
combination of these elements has made it possible to generate a reflexive analysis of one's own
aptitudes to, through the creative process of drawing and introspection, resignify the experience
of loss, allowing through the creation of images to promote and manifest the Resilient capacity
that has developed throughout the development of grief, which in turn allows us to assume the
absence of a loved one, transform the emotions of pain, sadness and anguish to finally reevaluate
the meaning of one's life.
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RESÚMEN ANALÍTICO ESPECIALIZADO
TÍTULO: Siempre estaré: Duelo, dibujo y resiliencia
AUTOR (ES): Laura Cristina Gines Martínez
ASESOR/A: María Aracelly Quiñones Rodríguez
LUGAR: Bogotá, Colombia
FECHA: 20 de Octubre del 2018
ACCESO AL DOCUMENTO: Universidad Distrital Francisco José de Caldas
LÍNEA DE INVESTIGACIÓN: Desarrollo Humano
SUBLÍNEA DE INVESTIGACIÓN: Lenguaje como expresión afectiva y artística.
BIBLIOTECA DE POSTGRADOS: Especialización Desarrollo Humano Con Énfasis En
Procesos Afectivos Y Creatividad
MODALIDAD DE TRABAJO DE GRADO: Creación
PÁGINAS: 54 GRÁFICAS: 10
PALABRAS CLAVES: Duelo, Resiliencia, Dibujo, Desarrollo Humano, Resignificación, Arte
OBJETO: Elaborar una serie de dibujos como forma de expresión resiliente, con el fin de
promover la resignificación de experiencias relacionadas con el duelo y la pérdida.
JUSTIFICACIÓN: Las adversidades que los seres humanos afrontamos en nuestras vidas
pueden fortalecernos o debilitarnos y generar conflictos que nos dificulten nuestro diario vivir.
Esto depende de la manera en que se asuman los problemas que surjan, el significado que se les
dé y cómo se trabaja en la superación de los mismos. Cuando nos encontramos ante una
situación adversa es posible que no sepamos cómo reaccionar, pues este es un tema que no se
aborda con suficiente interés y pertinencia en muchos contextos. Se vuelve entonces necesario
buscar los caminos que lleven a trabajar esas adversidades, de tal forma que aprendamos de ellas,
que consigamos persistir para superarlas y que nos impulsen a lograr lo que nos proponemos.
Pensando en uno de esos posibles senderos que guíen el proceso de transformación luego de
vivir una experiencia dolorosa, en este proyecto se plantea el trabajo desde el arte y la creación,
10
que, gracias a sus características, contribuyen en el desarrollo de capacidades humanas. En el
caso de eventos adversos, el proceso creativo permite resignificar la experiencia, exteriorizar el
dolor y empezar a construir a partir de ello. El dibujo en este caso se comprenderá como una
expresión de la resiliencia, entendida esta última como la capacidad para sobreponerse y crecer
en la adversidad.
El dibujo como expresión resiliente abarcará dos sentidos; el primero, en tanto constituye
una forma de reconfiguración interna a partir de la pérdida de un ser querido, ya que, como
proceso de creación, requiere de la introspección, la rememoración, el análisis, la reflexión de lo
acontecido, su repercusión en la vida y los cambios que ha conllevado. En segundo término,
constituye una materialización del proceso en sí, un soporte físico que da cuenta de la
experiencia resiliente; es decir, por medio del dibujo se da una proyección externa de la reflexión
y transformación interna que se ha logrado. Esto posibilita transformar la vivencia del duelo en
un aprendizaje para la vida, contribuyendo esta acción al bienestar psicológico, mental y
emocional, lo que a su vez impactará otras áreas vitales como la profesional, intra e
interpersonal, física, espiritual, etc. Así, desde el proceso de la creación del dibujo como
expresión resiliente ante una necesidad de superación de la adversidad, se busca el desarrollo
humano integral del sujeto tanto a nivel individual como colectivo.
OBJETIVOS Y ALCANCES: Generar a través de la producción creativa una transformación
individual que impacte positivamente la subjetividad y el entorno social, afectivo, laboral y
familiar. Permitir a otras personas por medio de la propia experiencia valorar y resignificar
eventos difíciles con ayuda del dibujo u otros lenguajes expresivos, según la pertinencia y
sentido específicos, para poder orientar procesos similares en diversos tipos de población con el
fin de contribuir a su bienestar y el de su comunidad, de crear prácticas transformadoras del
dolor en aprendizajes y en impulsos para alcanzar objetivos que enriquezcan el ser.
MARCO CONCEPTUAL: El marco conceptual del proyecto de creación inicia abordando la
pérdida y el duelo con autores como Neimeyer y Morer Bamba et al., así como sus implicaciones
y las fases del mismo; luego, desde referentes tales como Cyrulnik, Vanistandael & Lecomte y
Quiñones se hace una revisión del concepto de resiliencia como capacidad humana, integrando
los factores y recursos que la promueven a lo largo de la vida. Brevemente se expone también el
concepto de autopoiesis propuesto por Maturana, el cual permite entender la importancia del
actuar desde sí mismo para la generación de transformaciones internas y externas. Después, con
planteamientos expuestos por Abad, Cerchiaro y Dalley, se realiza un abordaje sobre la
importancia del arte como elemento promotor del desarrollo humano, el cual nos permite a través
de la percepción y la creación, potenciar nuestras capacidades y habilidades desde el
pensamiento crítico, la expresión de ideas, emociones y realidades, las relaciones que
establecemos con los demás y la forma como nos percibimos a nosotros mismos.
11
DESCRIPCIÓN DEL PROCESO DE CREACIÓN:
1. Rememoración de la pérdida: Escritura de los eventos que rodearon la pérdida, las
emociones experimentadas y las reflexiones que esto suscita.
2. Elaboración de bocetos: Primeros dibujos que se crean a partir de los escritos, esbozos y
esquemas de los dibujos finales.
3. La catarsis o la elaboración de la serie de dibujos: Realización final de la serie compuesta
por 10 dibujos hechos con pastel seco, a través del cual, como proceso paralelo, se va dando la
resignificación de la experiencia de la pérdida, revalorando la presencia de mi padre en mi
existencia, reconciliándome con él y reevaluando el sentido de mi propia vida.
PRODUCTO FINAL:
Serie de 10 dibujos de autoría propia con dimensiones de 70 cm x 50 cm cada uno, elaborados en
pastel seco sobre cartulina de lino.
FUENTES:
Berger, J. (2011). Sobre el dibujo. Barcelona: Editorial Gustavo Gili S.L.
Cruz Gastelumendi, P. A. (2012). Tesis: El dibujo. Proceso creativo y resultado en la obra
artística contemporánea. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
Cyrulnik, B. (2005). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida.
Barcelona: Editorial Gedisa S.A.
Cyrulnik, B. (2007). La maravilla del dolor. El sentido de la resiliencia. Buenos Aires:
Ediciones Granica S.A.
Cyrulnik, B. (Enero de 2017). Resiliencia y Arte. Los relatos del trauma. Obtenido de Youtube
Canal Biblioteca Luis Ángel Arango: https://www.youtube.com/watch?v=6CC_g157QL0
Maturana Romesín , H. (1996). El sentido de lo humano. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones
S.A.
Morer Bamba, B., Alonso Gómez, R., & Oblanca Beltrán, M. (Diciembre de 2017). El duelo y la
pérdida en la familia. Revisión desde una perspectiva relacional. Redes(36), 11 - 24.
Neimeyer, R. A. (2007). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Barcelona:
Ediciones Paidós Ibérica S.A.
Quiñones Rodríguez, M. A. (2006). Tesis Doctoral: Creatividad y Resiliencia. Análisis de 13
casos colombianos. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.
Vanistendael, S., & Lecomte, J. (2002). La felicidad es posible. Despertar en niños maltratados
la confianza en sí mismos: Construir la resiliencia. Barcelona: Editorial Gedisa S.A.
12
Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 14
DE LA PÉRDIDA AL RENACIMIENTO ................................................................................... 17
UN COMPROMISO CON LA TRANSFORMACIÓN ............................................................... 26
EL ARTE COMO ESPEJO Y PROMOTOR ............................................................................... 29
PROCESO DE CREACIÓN ......................................................................................................... 36
FASES DEL PROCESO DE CREACIÓN ............................................................................... 37
1. Rememoración de la pérdida ...................................................................................... 37
2. Elaboración de bocetos ............................................................................................... 40
3. La catarsis o la elaboración de la serie de dibujos ...................................................... 44
3.1 Materialización de los dibujos ........................................................................................ 45
3.2 Resignificación ............................................................................................................... 50
PRODUCTO FINAL ................................................................................................................ 52
CONCLUSIONES ........................................................................................................................ 63
REFERENCIAS ............................................................................................................................ 66
13
Tabla de ilustraciones
1. Las manos ................................................................................................................................ 53
2. Partida ...................................................................................................................................... 54
3. ¡Silencio!................................................................................................................................... 55
4. El río Manacacias .................................................................................................................... 56
5. Melancolía ................................................................................................................................ 57
6. Desolación ................................................................................................................................ 58
7. Las cartas ................................................................................................................................. 59
8. Reconciliación .......................................................................................................................... 60
9. Jardín ....................................................................................................................................... 61
10. Papá ........................................................................................................................................ 62
14
SIEMPRE ESTARÉ:
DUELO, DIBUJO Y RESILIENCIA
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo de grado propuesto bajo la modalidad de creación, tiene por objeto
elaborar una serie de dibujos como forma de expresión resiliente, con el fin de promover la
resignificación de experiencias relacionadas con el duelo y la pérdida. Este proyecto que se
desarrolla dentro la Especialización en Desarrollo Humano con énfasis en procesos afectivos y
creatividad de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, se enmarca en la línea de
investigación Desarrollo Humano y a su vez en la sub-línea Lenguaje como expresión afectiva y
artística. Teniendo esto en cuenta, para efectos de este proyecto, el dibujo es asumido como un
lenguaje expresivo capaz de comunicar, por medio de imágenes, experiencias de la vida afectiva
de una persona o comunidad, para lo cual se vale de la creación simbólica mediada por la técnica
artística, los materiales y el proceso creativo.
Partiendo de este marco investigativo, el proyecto surge de la siguiente pregunta
problema: ¿Cómo promover la resignificación del duelo a través del dibujo como expresión
resiliente?
15
En este punto es importante resaltar la pertinencia del verbo promover que se está
utilizando. Según la Real Academia de la Lengua Española RAE, este verbo proveniente del latín
promoveré se refiere a mover, empujar hacia adelante, fomentar o favorecer el desarrollo de una
cosa, iniciándola o activándola si se encuentra paralizada o detenida provisionalmente.
Justamente es esto lo que se ha buscado generar por medio de este trabajo, por lo que es el verbo
que más se corresponde con el propósito aquí planteado. Luego de haber experimentado una
dolorosa pérdida, es necesario movilizar nuevamente la elaboración del duelo que en algún punto
quedó inconcluso, y cuyas heridas siguen abiertas; re-activarlo es preciso para obtener el
bienestar que se desea alcanzar y resignificar las emociones que perjudican el vivir cotidiano.
Es entonces donde aparece el dibujo, como forma de expresión gráfica, que por medio de
los trazos, las formas, las figuras, los colores, la composición, el uso del espacio y su dimensión;
permite al creador manifestar simbólicamente en una superficie sus emociones, sus
pensamientos, sus anhelos, sus temores, sus recuerdos, sus secretos; para así comprenderlos y
metamorfosearlos.
Para lograr que esto se exteriorice en el dibujo, en este caso trabajado como una
expresión resiliente, se requiere de un proceso introspectivo, un encuentro consigo mismo, con
las experiencias que suscitaron el duelo por la pérdida de un ser querido, aquellas que han
llevado a sentir las emociones vivenciadas en ese momento y los sucesos posteriores, con los
recuerdos que se han guardado consciente e inconscientemente, con las decisiones que se han
tomado y las que no.
Se trata de un trabajo autorreferencial que a través de la experiencia creadora busca re-
activar la elaboración del duelo, impulsar procesos de reflexión, resignificación y reconciliación,
16
que permitan asimilar e incorporar este acontecimiento a la vida de forma positiva y sanadora, lo
cual a su vez se traduce en un bienestar para la persona, es decir que contribuye a su desarrollo
humano de manera multidimensional tanto en lo emocional, físico, psicológico, profesional,
espiritual, en las relaciones familiares y sociales, en la capacidad estética y creativa, en el
autoconcepto, la autonomía, la reflexión crítica, el compromiso ético, el equilibrio y la armonía
existencial.
Para dar a conocer el proceso que se ha llevado a cabo para lograr este objetivo, se
iniciará con un apartado en donde se justifica el planteamiento del proyecto; luego se dará paso a
un abordaje teórico-conceptual que busca contextualizar conceptos importantes para entender los
aspectos más fundamentales del trabajo, entre los que se encuentran lo relacionado con el duelo,
la resiliencia, el arte y el dibujo dentro del marco a que atiende el posterior proceso de creación.
Este último se enfocará en describir cada una de las fases que se han llevado a cabo para la
realización de los dibujos y la revaloración de la experiencia, así como en resaltar la
transformación interna que esto ha conllevado.
En seguida se presentará el producto final en donde se encuentran los 10 dibujos
resultantes, organizados según el proceso de resignificación que se ha dado y acompañados de
apartes de un proceso de escritura previo que contextualizan cada imagen. Finalmente, se
encontrarán las conclusiones a que ha conducido el proyecto de creación junto con su proyección
y relación con el desarrollo humano.
17
DE LA PÉRDIDA AL RENACIMIENTO
‘‘Concede palabras a tu pena,
la pesadumbre que no habla ata al agotado corazón y le muerde hasta romperle.’’
William Shakespeare
Las pérdidas que vivimos en el transcurrir de nuestra existencia pueden marcar puntos de
quiebre o de cambio según las condiciones en que ocurran; éstas de cierta manera nos
empobrecen al perder algo pero a la vez nos enriquecen con sus enseñanzas y transformaciones.
Algunas de estas pérdidas pueden estar relacionadas con diferentes contextos, ideas, tiempos,
edades, objetos, lugares, personas, etc.; pero es el significado que les asignemos lo que
determinará su trascendencia y efecto en la vida.
La pérdida de tipo relacional que se ha trabajo por medio de este proyecto corresponde a
la repentina muerte de mi padre, acaecida hace tres años, momento a partir del cual he vivido una
serie de emociones y cambios en mi vida , los cuales me han alterado en diferentes ámbitos
personales y sociales. Esto me ha llevado a buscar, a través del arte y la resiliencia, un camino de
sentido, reconciliación y equilibrio con la muerte, con mi padre, con mi familia y conmigo
misma.
Cuando se sufre una pérdida tan importante y significativa como la de un progenitor, se
crea un caos en la forma en que se percibe el mundo y sobre todo, la vida. Caemos en cuenta de
lo vulnerables que somos y en esa realidad llamada muerte, que puede aparecer en cualquier
momento y bajo cualquier circunstancia.
No cabe duda que la más trastornadora de las pérdidas es la muerte. La muerte de un
allegado o ser querido es la mayor pérdida afectiva, considerándose la circunstancia vital
más estresante. Es una pérdida irreversible y nos confronta directamente con la
18
posibilidad de la propia muerte, se desvanece nuestra fantasía de inmortalidad. Cuando
sucede la muerte de un familiar o allegado se desencadena esa serie de reacciones
emocionales que denominamos duelo. (Morer Bamba, et al., 2017, p. 12)
A menudo oímos hablar de la muerte en las noticias, por amigos o personas cercanas,
pero no es hasta que nos arrebata lo que amamos que entendemos su esencia, su existencia y su
razón de ser. Es cuando nos toca de cerca que empezamos a verla y entenderla de otro modo, por
eso la relación que construyamos con el concepto ‘‘muerte’’ estará basada en diferentes aspectos
de nuestra personalidad, de nuestra cultura, de los factores que han configurado nuestro
pensamiento, de la forma y el grado en que llega a afectarnos.
Boris Cyrulnik (2005), destacado autor sobre el tema de la resiliencia, plantea que al
sufrir una pérdida cercana se reciben dos golpes, el primero el que se da en la vida real y provoca
la dolorosa herida de la carencia; y el segundo que impacta la representación de esa realidad,
dando paso a un profundo sufrimiento generado por la sensación de abandono y soledad. Según
el autor, recobrarse de estas heridas implica:
Para curar el primer golpe, es preciso que mi cuerpo y mi memoria consigan realizar un
lento trabajo de cicatrización. Y para atenuar el sufrimiento que produce el segundo
golpe, hay que cambiar la idea que uno se hace de lo que le ha ocurrido, es necesario que
logre reformar la representación de mi desgracia y su puesta en escena ante los ojos de los
demás. (…) A la cicatrización de la herida real se añadirá la metamorfosis de la
representación de la herida. (p. 20)
Esto último que involucra compartir con otras personas nuestra experiencia, requiere,
como lo refieren Vanistendael & Lecomte (2002), por un lado, la calidad y sinceridad de quien
escucha, lo cual es particularmente importante para la persona que sufre; y por otro lado, la
disposición del que confía su historia, ya que puede verse en medio de una situación
19
contradictoria en donde desea contar su drama, pero además otras turbaciones internas se lo
impiden, como la vergüenza, la timidez, el miedo, etc.
Al perder a alguien y ver minadas muchas creencias y suposiciones que tenemos sobre la
vida, pueden surgir actitudes de protesta, de acusaciones hacia otros implicados y autorreproches
debidos a la ansiedad y la confusión. Como parte del impacto de la ruptura afectiva, brotan
emociones como ‘‘el miedo a quedar abandonado, el anhelo por la figura perdida y la ira de no
poder encontrarla de nuevo’’ (Bowlby, 1986, p. 118). Entramos entonces en una fase de
reestructuración que dé orden y sentido a lo sucedido; pero este proceso psicológico y cognitivo
no es fácil de realizar y puede llegar a tomar tiempo, dependiendo de cada caso, pues necesita de
una modificación de nuestras representaciones internas que se da poco a poco. Esto quiere decir
que al verse alterada la historia personal se ‘‘requiere de una reconstrucción para volverle a dar
continuidad. Tiene implicaciones en el sentido de la vida y en la propia identidad, por lo que
requiere un proceso activo de toma de decisiones, tanto prácticas como existenciales’’ (Morer
Bamba, et al., 2017, p. 22).
A menudo, cuando se experimenta la pérdida, el hecho de ir asimilándola, atado a las
exigencias sociales que demandan de la persona un retorno a la normal ejecución de sus
funciones, la incomprensión, la falta de atención o la trivialización desde diferentes ámbitos
sociales, desconoce la perturbación anímica y provoca un conflicto interno en donde se debe
desplazar la atención del ser querido ausente hacia la continuidad del presente y de las personas
que permanecen (Neimeyer, 2007).
Sin embargo, otro elemento que suele aparecer en este punto es la culpa, común durante
pérdidas importantes, en donde nuestras acciones parecen insuficientes y el tener que dejar
20
finalmente partir a la persona crean sentimientos encontrados, muchas veces proyectados hacia
nosotros mismos u otros implicados. Así lo explican Morer Bamba, et al. (2017):
En los casos de muerte o pérdidas bruscas, la culpa suele ser mucho más intensa y
frecuente, y adquirir características confusionales y persecutorias. Está la culpa por los
sentimientos durante el duelo, por vivir la muerte con cierto alivio en casos de malas
relaciones, o de gran ambivalencia, la culpa por estar vivo. La culpa puede anunciar una
evolución patológica del duelo. (p. 14)
El duelo es vital para poder dar a la persona que se ha ido un lugar en nuestra psiquis, en
las relaciones familiares y sociales, para permitirnos a la vez volver a tomar las riendas de
nuestra vida pero integrando la pérdida en ella, para no quedaros sumidos en el dolor y la
tristeza, sino para impulsarnos a vivir plenamente, fortaleciendo algunas convicciones y
reconfigurando otras.
No obstante, como proceso, es necesario que el duelo pase por algunas fases, las cuales
pueden darse en diferentes formas e intensidades de acuerdo a las situaciones ligadas a él. A
continuación, Neimeyer (2007) presenta una propuesta genérica de las fases de la elaboración del
duelo que permite entender algunas de las tareas que el doliente debe realizar.
1. Reconocer la realidad de la pérdida, implica una serie de confrontaciones severas con
nuestras propias limitaciones ante las devastadoras emociones que nos inundan cuando
sufrimos la ausencia de un ser querido significativo debido al rol que desempeñaba y su
influencia en nuestra construcción identitaria. Aquí también es necesario compartir con
las personas que nos rodean como parte del sistema familiar que se ha visto afectado en
su conjunto
21
2. Abrirse al dolor, pues al evitar o mermar los sentimientos que nos embargan y que
parecen insoportables podemos retrasar o perpetuar el duelo. Para ello, identificar las
emociones y ponerlas en orden es clave en momentos de reflexión introspectiva, así como
en aquellas ocasiones en que conversamos y compartimos con otros. Asumir este tipo de
actitud, además de tomar consciencia de nuestras emociones y expresarlas, permite una
elaboración más efectiva del duelo, resolviendo de mejor manera las dificultades que se
avecinan, lo que asimismo alimenta nuestro desarrollo favoreciéndolo en madurez y
profundidad personal.
3. Revisar nuestro mundo de significados, ya que este puede verse seriamente afectado
por la pérdida. Aquellas creencias y presuposiciones que hemos moldeado y que
sustentan nuestra filosofía de vida pueden resquebrajarse y dejar sin sentido nuestra
existencia y razón de ser, debido al impacto de la muerte y los vacíos que nos deja. Se
requiere vincular la experiencia de la pérdida y los aprendizajes que nos aporta, lo cual se
convierte en una oportunidad para reevaluar nuestras prioridades, proyectos y el tiempo
que compartimos con los seres que amamos, pues este tipo de vivencias nos hacen ser
conscientes de que, como todo ser humano, tenemos un final. También es importante
abandonar ideas que tengamos sobre el poder de control sobre aspectos tan importantes
de la vida, ya que generan estados de imposibilidad y mayor aflicción cargada de culpa.
Igualmente conductas de ayuda y apoyo a los demás pueden contribuir a asumir un
carácter más positivo de la situación.
4. Reinventarnos a nosotros mismos, porque después de perder a un ser querido no
volveremos a ser los mismos de antes. Al morir alguien significativo muere al mismo
tiempo una parte de nosotros y se pierde una relación importante construida con
22
experiencias compartidas y recuerdos, que son lo que finalmente nos queda y forma parte
de nuestra subjetividad. Al carecer de esta presencia fundamental es necesario reconstruir
una identidad que se adapte a nuestro nuevo rol y al nuevo mundo en el que siempre
quedará el vacío dejado por quien ha partido. Esta reconstrucción nos da la posibilidad de
desarrollar habilidades e intereses que habían sido relegados y, además, establecer nuevas
relaciones antes inexploradas o cultivar otras que habían estado abandonadas.
Aun teniendo en cuenta estas fases, puede incluso tomar años este proceso y es posible
que en ocasiones reaparecezcan sentimientos de culpa, tristeza y malestar. Pero a medida que el
mismo se va desarrollando en nosotros, vamos comprendiendo las enseñanzas que es posible
rescatar de la pérdida, nos empezamos a desenvolver más fluidamente en ese nuevo mundo en
donde siempre faltará el ser amado, el cual no llega a ser reemplazado nunca, sino más bien, en
cambio y como compensación, se empiezan a fortalecer y ampliar muchas relaciones que nos
permiten adaptarnos con mayor facilidad a esa nueva vida.
Esto último se relaciona directamente con la resiliencia, concepto que desde su uso en las
ciencias sociales ha adquirido múltiples definiciones, pero que, en general, busca lo que aquí se
ha planteado, resistir la adversidad y construir a partir de ella, sobreponerse al dolor, a las
dificultades, a la incertidumbre, pero además hacer algo con eso que hemos vivido. No se trata
de soportar lo que nos pasa y luego olvidar, sino de servirse de esas circunstancias para crecer,
para aprender, para resurgir de ellas, para trasmutar nuestras vidas, ya que el hecho de darle
sentido a las dificultades por las que pasamos puede permitirnos reevaluar nuestras capacidades
y habilidades, así como aspectos a mejorar, y al hacerlo somos capaces de cambiar y de
transformar.
23
Para aclarar el concepto de la resiliencia como se entiende en este trabajo, a continuación
se presenta la definición propuesta por Quiñones (2011):
Resiliencia es la capacidad del sujeto, que a partir de situaciones adversas, construye o
reconstruye alternativas tanto del sí mismo como sujeto, como de los procesos
relacionales y de las condiciones de los entornos particulares de convivencia en que se
desenvuelve. Por la resiliencia, el sujeto es capaz de replantear nuevas miradas y
posibilidades a sus actuaciones en el mundo, elaboración que logra mediante una fluidez
de pensamientos, sentimientos y acciones de manera creativa. Es poder llegar a generar
otras maneras de percibir y actuar en el mundo que ha sido transformado o destruido por
los eventos traumáticos y/o adversos que afronta. (p. 51)
Pero la resiliencia no es una capacidad con la que se nace, sino que más bien se construye
a lo largo de la existencia y que puede darse en cualquier momento del ciclo vital en relación con
el ambiente afectivo y social en el que nos desarrollemos. Es decir que, ‘‘la resiliencia constituye
un proceso natural en el que lo que somos en un momento dado necesariamente debe entretejerse
con los medios ecológicos, afectivos y verbales’’ (Cyrulnik, 2007, pág. 15). La articulación dada
a través de estas interacciones es lo que finalmente crea las representaciones que tenemos sobre
nosotros mismos y lo que nos brinda los recursos internos que nos determinan.
Profundizando en lo anterior, según Edith Grotberg (como se citó en Maddaleno, 1996,
pág. 82), existen algunos factores que permiten el desarrollo de la resiliencia desde edad
temprana, los cuales involucran los diferentes medios en que se desarrolla el niño o niña, como
lo son la familia, la escuela y la comunidad. Estos son llamados factores protectores, pues su
finalidad es dar a las personas los recursos internos que les permitan soportar una adversidad y
superarla. Según la autora, los medios que permiten propiciarlos son los siguientes:
24
Ambiente facilitador: acceso a salud, educación, bienestar, apoyo emocional, reglas y
límites familiares, estabilidad escolar y del hogar, entre otros.
Fuerza intrapsíquica: la autonomía, el control de impulsos, el sentirse querido, la
empatía.
Habilidades interpersonales: el manejo de las situaciones, la solución de problemas, la
capacidad de planteamiento.
Estas disposiciones del sujeto que van adquiriéndose desde su nacimiento en sus
relaciones con el entorno inmediato, son las que permitirán constituir y fortalecer lo que aquí
referiré como cualidades del sujeto resiliente; las cuales le ofrecen posibilidades para
desenvolverse con flexibilidad en el mundo y particularmente al hallarse ante una situación
adversa o estresante. En seguida se presentan estas siete cualidades expuestas por Wolin y Wolin
(como se citó en Maddaleno, 1996):
Introspección, es la capacidad de examinarse internamente, la comprensión de uno
mismo y de los demás, plantearse preguntas difíciles y darse respuestas honestas.
Involucra conocer e indagar por lo que sucede alrededor para comprender las
situaciones y adaptarse a ellas.
Independencia, es la aptitud para establecer límites entre uno mismo y ambientes
adversos, para vivir en forma autónoma y de tomar decisiones por sí mismo.
Interacción, es la habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras
personas.
Iniciativa, que implica hacerse cargo de los problemas y ejercer control sobre ellos.
Moviliza sentimientos de autorrealización, capacidad de liderazgo y enfrentamiento de
desafíos.
25
Creatividad, es la capacidad de imponer orden en medio del caos y establecer
propósitos frente a las situaciones de dificultad. Incluye ser capaz de componer y
reconstruir a partir de la necesidad.
Ideología personal¸ comprende la conciencia moral, los valores propios y el
establecimiento de juicios de forma independiente. También abarca el sentido de la
compasión, juicio y lealtad, lo que se ve expresado en la capacidad de servicio y entrega
a los demás.
Sentido del humor, se trata de encontrar lo cómico en la propia tragedia, de ver su lado
positivo y compartirlo con los demás.
Dotado el sujeto resiliente de estas capacidades podrá de forma más efectiva asumir los
tropiezos que se le presenten y las calamidades que sobrevengan en cualquier momento de su
vida. Son recursos que potencian su resistencia emocional en este tipo de situaciones y que
también le permitirán llevar a cabo acciones que superen la adversidad y la resignifiquen, lo cual
puede tener un impacto no sólo en su individualidad sino incluso en sus redes afectivas y la
comunidad implicada.
Gracias a todos estos recursos nos será posible realizar una elaboración del duelo
consistente y que hará más llevadera la pérdida y el vacío que nos causa, sin que esto quiera
decir que en algún momento se borrará de nuestra mente, pues los recuerdos y la ausencia
estarán enlazados a nuestra existencia. En últimas, la resolución más adecuada del duelo se
puede resumir en una frase: ‘‘olvidar recordando”, ya que ‘‘de este modo el recuerdo pasa poco
a poco a ser más soportable, menos teñido de desesperanza y más teñido de pena y añoranza. Si
se recuerda con menos sufrimiento el pasado no es necesario evitar el recuerdo’’ (Morer Bamba,
et al., 2017, p. 14).
26
UN COMPROMISO CON LA TRANSFORMACIÓN
‘‘No es el pasado lo que forma nuestro presente,
sino el presente lo que da significado a nuestro pasado.’’
Alan Watts
Aunque este proceso no es nada fácil y requiere de la manifestación activa de estas
estrategias, de las cualidades resilientes, las aptitudes y del curso de las fases del duelo, hay un
elemento trascendental sin el que esto no sucederá. Debemos poner en acción estos elementos, lo
cual depende exclusivamente de nosotros mismos, es decir, que somos nosotros quienes
ponemos en marcha toda esta transformación por medio de nuestras acciones y decisiones; está
en la actitud que asumamos, del querer hacerlo, del compromiso fundamental de superarnos y de
crecer.
Para activar esta capacidad resiliente que se encuentra latente en todos nosotros se
relaciona en seguida el concepto de autopoiesis, formulado por Humberto Maturana (1996), el
cual se refiere al potencial que tenemos todos los seres vivos de hacernos a nosotros mismos, de
transformarnos desde nuestro mundo interno para así relacionarnos con el mundo externo y sus
eventualidades.
(…) todo lo que les pasa a los seres vivos tiene que ver con ellos y no con otra cosa. Son
sistemas autónomos, en los que su autonomía se da en su autorreferencia. Una de las
palabras que inventa Maturana para denominar esta teoría es la autopoiesis. Son dos
raíces griegas: autos, que quiere decir sí mismos, y poiein, que significa producir. "Los
seres vivos son sistemas cerrados en su dinámica de constitución como sistemas en
continua producción de sí mismos". (Maturana Romesín, 1996, p. 19)
Estableciendo el vínculo de la autopoiesis con la resiliencia, podemos entender que es
desde nuestro interior que podemos modificar lo que percibimos del mundo y de lo que nos
27
ocurre; se trata de tomar la responsabilidad sobre nosotros mismos y lo que hacemos, de asumir
que sólo nosotros podemos generar los cambios que buscamos y que al tener consciencia de ellos
seremos capaces de lograrlos. Según Maturana (1996), esa responsabilidad consiste en ser
conscientes de las consecuencias que tienen nuestras propias acciones directa o indirectamente
sobre otros seres, sean estos humanos o no, así como de darnos cuenta de si queremos o no
dichas consecuencias y de actuar conforme a ello, para lo cual es indispensable la reflexión y el
análisis.
La autopoiesis, como se ha indicado, se refiere literalmente a la producción de uno
mismo; como seres autónomos y libres, está en nuestras manos hallar lo que anhelamos,
construir la persona que queremos llegar a ser y, así mismo, disponer de los recursos para lidiar
las pérdidas y los cambios. En este sentido ‘‘el mundo en que vivimos es el mundo que nosotros
configuramos y no un mundo que encontramos. En otras palabras, como somos sistemas
cerrados y estamos determinados en nuestra estructura, lo externo solamente gatilla en nosotros
algo que está determinado en nosotros’’ (Maturana Romesín, 1996, p. 47).
Por la autopoiesis nos vemos movilizados a generar cambios que permitan el
afrontamiento de eventos adversos, y la forma que escojamos para ello dependerá de cada uno,
no hay fórmulas, pues cada ser tiene sus propios mecanismos, lo cual derivará de sus
experiencias, intereses y perspectivas. Cyrulnik (como se citó en Quiñones, 2011), vincula esta
actitud autopoiética con el proceso resiliente al indicar que ‘‘es, pues, un comportarse antes que
un comprender y asumir la herida, y un comportarse de tal índole que, antes que la herida, lo que
el sujeto resiliente asume es su propia existencia como suya, como valiosa y como su propia
responsabilidad” (p. 52).
28
Al entender esto, la persona, desde sus particularidades y capacidades, busca
posibilidades por su cuenta que le ayuden a seguir adelante, pues como dice el dicho, ‘‘nadie
hará lo que no hagas por ti mismo’’, nadie se responsabilizará de nuestros deberes, ni realizará
los proyectos que nos hayamos trazado, ni se encargará de cumplir la tarea de resignificar todo lo
que nos ocurre; por ello, es preciso que, de la mano de la capacidad autopoiética que tenemos y
los recursos afectivos y sociales que nos rodean, vayamos tejiendo el entramado de ideas,
emociones, habilidades, cualidades y actitudes que constituyen nuestra personalidad como
sujetos resilientes, para que las acciones que efectuemos sean dinámicas y transformadoras de las
realidades que se nos presentan; que los infortunios, dificultades, pérdidas o desgracias se
conviertan en un impulso de superación.
Sobre esto último Cyrulnik (2007), ha establecido una interesante relación entre la
adversidad y la superación que sigue a la misma, y que puede apreciarse directamente desde el
título de su libro ‘‘La maravilla del dolor’’. La comprensión de esta relación es posible aceptarla
al ver en retrospectiva, luego de un proceso de duelo apoyado en la resiliencia, pues aunque a
primera vista son conceptos muy contradictorios, ejemplifican todo el recorrido que se ha hecho,
para al final encontrar maravilla en el dolor, es decir, valorar y apreciar profundamente los
cambios y transformaciones que en nosotros han desencadenado el dolor y el sufrimiento, que la
adversidad fue el detonante para llegar a un nuevo estado que puede generarnos dichas,
autorrealización y felicidad.
29
EL ARTE COMO ESPEJO Y PROMOTOR
‘‘El arte es para consolar a aquellos que están rotos por la vida. ’’
Vincent Van Gogh
Ahora bien, como se ha expuesto en el anterior apartado, el proceso del duelo, para
alcanzar su propósito, requiere de la resignificación de la pérdida, lo cual es indispensable para
darle sentido dentro de nuestra vida, al igual que para alentar nuevas posibilidades que
contribuyan al desarrollo personal y a la revaloración emocional de la experiencia. De todas
formas este proceso no siempre se da de forma espontánea o natural, sino que exige un medio o
acción que lo permita. Es aquí en donde aparece como categoría fundamental del presente
proyecto, el arte; pues ha sido éste el medio escogido para trabajar y reconfigurar el duelo por la
pérdida. Era necesario, para generar una reorganización intrapersonal después del caos originado
por la muerte, decantar a través del arte todo aquello que sentía y que me paralizaba en muchos
ámbitos de mi cotidianidad, lo que principalmente se asociaba a emociones acalladas e inquietas
en el interior, emociones que podían llegar a ser destructivas en diferentes escenarios, y las
cuales era imperativo escuchar.
La emoción es el signo consciente de un rompimiento de hecho o inminente. La
discordancia es la ocasión que induce a la reflexión. EI deseo de restaurar la unión
convierte la mera emoción en interés hacia los objetos como condiciones de la realización
de la armonía. Con la realización, el material de la reflexión se incorpora a los objetos
como su significado. (Dewey, 2008, p. 16)
La elección hacia el arte se debe principalmente a experiencias e intereses personales,
específicamente vivencias con expresiones artísticas desde la infancia, algunas de ellas
relacionadas incluso con recuerdos de mi padre; pero sobre todo por lo que es capaz de potenciar
la creación artística como medio de expresión a nivel emocional, intelectual, intrapersonal,
30
interpersonal, en la toma de decisiones y en la acción de plasmar una imagen; pues, como lo
manifiesta Dalley (1987), ‘‘la actividad artística proporciona un medio concreto –no verbal- a
través del cual una persona puede lograr una expresión al mismo tiempo consciente e
inconsciente’’ (p. 15). Esto comprende la expresión de emociones y sentimientos confusos a fin
de otorgarles sentido, orden y claridad.
Después de tres años me di cuenta que aún quedaban heridas abiertas que necesitaba
sanar y que no era solo el tiempo el que se encargaría de eso, sino que yo, como ser autopoiético,
debía ponerme en la tarea de asumir lo que sentía y lo que eso me causaba, de sacar de mi
interior lo que me hacía daño para transformarlo en una experiencia de aprendizaje y de amor por
mí misma, por la memoria de mi padre y por mi familia. Mi inclinación por las expresiones
artísticas y el conocimiento sobre ellas me permitieron encontrar en el arte como tal, una manera
maravillosa para poder realizar esa trasmutación con un lenguaje conocido y catalizador con el
cual me sentía más libre y cómoda, a diferencia del lenguaje verbal. Esta experiencia me llevó a
entender que ‘‘sólo captamos la plena importancia de una obra de arte cuando reproducimos en
nuestros propios procesos vitales los procesos del artista al producir la obra’’ (Dewey, 2008, p.
367)
El arte como manifestación propia de la humanidad, le ha servido desde tiempos remotos
para expresar su visión y su interpretación del mundo y todo aquello que lo contiene, entre otras
cosas, sentimientos, emociones, conocimientos, experiencias, etc. Desde los dibujos en las
cuevas de Lascaux y Altamira hasta los grafitis callejeros, el ser humano ha creado múltiples
medios para materializar su mundo interno, su mundo intangible, sus deseos, sus miedos, sus
luchas y sus logros. La exteriorización de esto le ha permitido descubrir en las manifestaciones
31
artísticas un lenguaje, un medio para comunicar ideas y emociones que pueden ser, tanto
individuales como colectivas, en donde podemos encontrarnos, identificarnos.
Aquí entra en juego lo que Cyrulnik (2005) plantea como el recurso interno más preciado
de la resiliencia: la fantasía, ya que es gracias a ella que podemos romper barreras, sobrepasar el
tiempo y el espacio para alcanzar otras realidades en donde sea posible manifestar sentimientos y
secretos que no serían comunicados de otra forma, en donde los límites se desdibujan para
permitirnos viajar hacia el pasado a encontrar las historias que nos habitan y contarlas a otros de
forma simbólica; así fantasía y arte conforman una diada que abre caminos hacia el encuentro y
la comprensión.
En el próximo párrafo, Boris Cyrulnik (2007) formula cómo se relacionan resiliencia y
creación para movilizar las estrategias y recursos necesarios en la superación del duelo:
El acto de creación tapona la brecha, repara la contusión, y permite volver a ser sí mismo,
totalmente. Duelo y creatividad están ligados puesto que el que ha percibido algo se ve
obligado a representarse lo que ya no percibe. La creatividad no es una aptitud cerebral o
molecular, ya que está totalmente ligada a la historia de la vida del herido-creador que
debe, para preservarse, restaurar el objeto perdido, ‘‘reconciliarse con la muerte’’, decía
Freud. (p. 180)
Al momento de entrar en contacto con un determinado lenguaje expresivo, nos hallamos
ante la posibilidad de enunciar un sinfín de cosas, de diversas maneras; lo cual puede otorgar
cierto control sobre lo que se quiere decir y sobre cómo se quiere decir; cosa que no nos es
posible hacer en otros escenarios. También nos pone en contacto con nuestro cuerpo, nuestra
biografía y emplea la razón, ‘‘ya que cuando se dibuja, se pinta, se esculpe, se experimenta, se
selecciona, se decide, se descarta, se sintetiza, se imagina, es decir, no es un acto pasivo. El
32
creador o creadora toma decisiones, transforma ese mundo o realidad en lo creado’’ (Jiménez
Lama, 2015, p. 29).
Es aquí donde tiene especial interés el proceso creativo para llegar a ser una expresión
resiliente, en donde además, como lo explica Jiménez Lama (2015), este proceso ofrece la
posibilidad de exteriorizar de forma tangible lo íntimo, lo interno, lo oculto, lo consciente y lo
inconsciente, introducirse en el territorio de lo informe y ante todo puede dar vida a algo nuevo.
Además de posibilitar un espacio de libertad, donde poder experimentar, indagar y equivocarse.
A causa de esto es que en la obra se hallan conjugados imagen, sensación, emoción, memoria,
recuerdos, concepto y pensamiento.
Como expresión artística se plasma en imágenes acontecimientos y afectos, y como
expresión de la resiliencia, permite la introspección, el análisis, el uso de elementos internos, de
habilidades, destrezas e imaginación para transformar una adversidad en una experiencia de
aprendizaje, de autoconocimiento y evolución; porque logra metamorfosear el dolor en consuelo,
la tristeza en entusiasmo, el miedo en tranquilidad y la pena en bienestar.
Esta metamorfosis obtenida por medio del arte contribuye al desarrollo humano de la
persona, pues al alcanzar un equilibrio emocional esto repercutirá positivamente en las relaciones
sociales, familiares, en el ejercicio profesional, en las relaciones de pareja, el bienestar físico y
espiritual, la comunicación de ideas y emociones, la proyección y realización de nuevos
proyectos, la seguridad en sí mismo, la confianza, la mejora del autoconcepto y la capacidad de
ayudar a otros en situaciones similares. Entre otras cosas, Cerchiaro (2002) también rescata que:
(…) el arte juega un papel terapéutico en la medida en que los lenguajes artísticos
permiten crear metáforas, analogías y símbolos que hablan de los miedos, incertidumbres
y frustraciones que de otra manera sería imposible expresar para conocerlos y
33
compartirlos, convirtiéndose en medios para elaborar duelos y canalizar y transformar
expresivamente la agresividad connatural al ser humano. (p. 40)
Gracias a estas posibilidades que ofrece el arte en cualquiera de sus expresiones, debe
estar vinculado al desarrollo humano de todas las personas, no solo en el momento en que
atraviesen alguna dificultad, sino de forma integral a lo largo de la vida, impulsado desde las
instituciones educativas, de salud, las acciones comunitarias, las entidades culturales y desde
luego, los programas gubernamentales en todo el país, para que las personas a través del arte
puedan encontrar medios para canalizar sus emociones, sobre todo las de tipo destructivo (ira,
odio, venganza, dolor, rabia, tristeza, etc.), ya sea por actividades expresivas o apreciativas,
contrarias a la violencia que tanto daño y dolor han causado. Propiciar acciones constructoras
que transformen nuestra sociedad desde el interior de cada ciudadano, lo que a su vez se reflejará
en sus grupos familiares, escolares, laborales y comunitarios, pues como lo sostiene Abad
(2009):
En definitiva, promover la experiencia estética como función de las artes significa
propiciar el encuentro vital con los diferentes campos del saber y del acceso al
conocimiento, pero también es hallar disfrute en los pequeños acontecimientos
cotidianos, es sublimar las relaciones como manera de ser y estar en el mundo, desde una
estetización de las relaciones hasta la preocupación por la sostenibilidad del medio
ambiente, etc. (p. 23)
En este punto me permito hacer un paréntesis para aclarar a lo que nos referimos cuando
hablamos de desarrollo humano y por qué la resiliencia y las artes forman una parte importante
de él. En seguida se presenta una definición sobre lo que conlleva el desarrollo humano:
El concepto de desarrollo humano, elaborado y difundido principalmente por el PNUD,
supone que sólo puede hablarse de auténtico desarrollo cuando el entorno social permite
que los seres humanos hagan realidad sus potencialidades como personas. Esto implica,
34
por tanto, alcanzar una situación en la que las capacidades de las personas puedan
realizarse en la práctica porque cuentan con un entorno que lo posibilite y les proporcione
las oportunidades para ello. (M. Gómez y J. Sanahuaja como se citó en Quiñones
Rodríguez, 2006, p. 33)
Esto quiere decir que una persona, sea cual sea su condición, debe tener a su alcance un
entorno que le facilite y disponga todos los medios necesarios para que pueda desarrollarse
plenamente, esto es, en cuanto a la garantía de sus derechos fundamentales, civiles, sociales y
culturales; sin embargo este es un ideal que todavía no se ha alcanzado en todas las poblaciones
y que en el caso de lo artístico, como en otras áreas, es necesario promover y efectuar. Sobre lo
que pueden potenciar las artes como parte del desarrollo humano, dice Cerchiaro (2002):
(…) si pensamos en el desarrollo humano, la actividad artística se convierte en un medio
para establecer un diálogo enriquecedor con el entorno físico y social del individuo,
desarrollando en él capacidades creativas, a la vez que contribuye a desarrollar una
actitud estética hacia el medio. Todo esto porque, entre otras cosas, le ayuda a construir
su pensamiento, le proporciona un medio de expresión y le capacita para apreciar esta
forma de lenguaje con el cual puede re-crear su realidad, su mundo. (p. 37)
Al estar permeado por las costumbres y manifestarse en la cotidianidad de las personas, el
arte en ocasiones puede pasar inadvertido, lo que, según Arnheim (1986), le permite ser vigía
para que las formas, los objetos y los sucesos que se presenten, puedan evocar, por medio de su
naturaleza expresiva, las potencias más profundas y simples en las que el hombre se reconoce.
También Hafelin (como se citó en Morales Domínguez, 2013) resalta los siguientes beneficios
del arte a un nivel general:
Conectar la experiencia subjetiva con la realidad externa.
Promover orden, armonía, ritmo y proporción.
35
Producir catarsis y favorecer la clarificación emocional, permitiendo dar forma e
integrando sentimientos contradictorios.
Orientar y dar sentido a la realidad personal y al mundo mediante la utilización de
símbolos y metáforas.
Estimular la imaginería y el potencial creativo.
Si comparamos estos beneficios del arte con las fases del duelo y los recursos resilientes, es
posible encontrar varias congruencias entre ellas, porque el proceso resiliente posibilita una
manifestación de formas creativas que ayudan en la reconstrucción de una nueva realidad ligada
al uso de imágenes, sentimientos, acciones y contextos, que permiten imaginar y crear otras
alternativas para vivir resignificando el dolor y el sufrimiento (Quiñones Rodríguez, 2006, pág.
64)
Abordar entonces el duelo basado en el enfoque de la resiliencia de la mano de la experiencia
creadora, nos ofrece la posibilidad de actuar partiendo de lo que tenemos y no desde lo que nos
hace falta, ya que tejemos este proceso con nuestras fortalezas, recursos, potencialidades,
habilidades y los aspectos positivos de los grupos sociales a los que pertenecemos (Jiménez
Lama, 2015). Otro aspecto destacable, es que no nos victimiza ni se centra en las carencias y en
la vulnerabilidad, sino que por el contrario activa actitudes autopoiéticas que nos encaminan
hacia nuestro bienestar, a mejorar la calidad de vida y promover el resurgimiento a una nueva
existencia gracias a la metamorfosis que hemos atravesado.
36
PROCESO DE CREACIÓN
‘‘El dibujo no es la forma, aunque sí la manera de ver la forma. ’’
Edgar Degas
A partir de este punto, luego de haber analizado los conceptos que sustentan la
elaboración de este proyecto de grado, me centraré en describir el proceso de creación que tuvo
lugar, el cual ha tenido como fin elaborar una expresión resiliente que permita resignificar la
experiencia del duelo debido a la pérdida de mi padre.
Para empezar este apartado quiero referirme al proceso creativo concibiéndolo como una
construcción que va más allá del soporte tangible, que implica toda una serie de exigencias y
condiciones para su realización, tanto en el plano material como en el mental, porque la creación
final, el producto, no solo implica lo que vemos o percibimos al finalizar su elaboración, sino
también, y en mayor medida, el trabajo psíquico, intelectual, cognitivo, emocional, anímico y
expresivo que está detrás del mismo. Como lo expresa Cruz Gastelumendi (2012):
El proceso creativo artístico si bien lleva a la realización de obras, es sobre todo un
método disciplinado de creación y en cuyo transcurso se van ejercitando nuestras
capacidades tanto creativas, expresivas y de análisis, este proceso no representa de por sí
un resultado, sí más bien, una parte importante en lograrlo. (p. 90)
Cabe aclarar que es justamente esto lo primordial en este proyecto, el proceso creativo,
más que su resultado final, es todo aquello que se entrelaza para llegar a él. Es a lo largo del
proceso que se crea la resignificación de la experiencia del duelo, poniendo en juego todos los
elementos que forman parte del mismo para, finalmente, decantar todo ello en la obra, lo que
aquí se ha obtenido en los dibujos, que no son más sino la representación del esfuerzo interno
para transformar lo vivido.
37
FASES DEL PROCESO DE CREACIÓN
En las páginas que siguen me permito describir cada una de las fases que se llevaron a
cabo para este proyecto de creación.
1. Rememoración de la pérdida
El punto de partida para pro-mover la elaboración del duelo y re-activarlo después de un
tiempo de estancamiento, fue la escritura. Este recurso narrativo ha sido valioso, ya que por
medio del recuento de la experiencia surgieron las imágenes finales del proyecto; gracias a su
potencialidad para despertar y revivir los recuerdos anclados en el subconsciente, especialmente
sus huellas emocionales y sus repercusiones. Estos relatos, al expresar como se ha vivido la
pérdida, también permitieron dar forma y orden a lo sucedido desde una perspectiva diferente a
la que se tuvo en el momento del evento. Reflexionar el pasado desde el presente, confrontar y
reconstruir los hechos para darles un nuevo sentido.
Al escribir volvemos a vivir la calamidad porque se revive la emoción, pero esta vez es
diferente, ya que al evocarla la vamos modificando. Esto también involucra una modificación
dentro de nosotros, pues al re-estructurar el evento cambia la percepción que tenemos sobre
nosotros en relación a ello, eso implica que el ‘‘decir nuestra propia historia nos crea un
sentimiento de nosotros mismos coherente. Es una reconciliación entre las dos partes del yo
dividido. El yo socialmente aceptado tolera al fin el yo secreto no relatable. El sujeto habla al fin
de sí y se expresa en su totalidad’’ (Cyrulnik, 2007, p. 125).
Debido a que desde mi infancia se me ha dificultado exponerme ante un público o un
escucha por razones de inseguridad, siempre me ha costado mucho esfuerzo contarle a alguien lo
que siento o lo que pienso, incluso cuando viví la muerte de mi padre también me fue difícil
38
hacerlo; por esta razón me di a la tarea de buscar otro medio de enunciación que me permitiera
relatar mi historia. Es aquí donde aparece la escritura, en donde, igualmente a través del uso de
las palabras, es posible contar vivencias. Pero el escribir solo por tener que hacerlo no lograba
suscitar mayor recuerdo. Necesitaba escribir, pero con otro propósito más allá de la elaboración
de este trabajo; necesitaba contarle a alguien, pero de forma escrita, todo lo que había vivido, sin
recibir consejos, opiniones o ‘‘palabras consoladoras’’.
Particularmente, el medio que se me dio de forma más natural, espontánea y cómoda para
escribir y contar cómo he vivido esta pérdida se dio a través de una serie de escritos de carácter
epistolar dirigidos a mi padre. Fue escribiéndole cartas a quien había sido una persona tan
afectuosa y cercana conmigo que logré manifestar de manera escrita lo que hubiera querido
decirle sobre lo que me ha causado su partida. El efecto más profundo que tuvo el hecho de
escribirle, fue, que de una manera desbordante, empecé a sentir de nuevo todo lo que había
experimentado hace tres años, como si su muerte hubiese ocurrido en el instante mismo en el que
escribía.
Esta capacidad evocadora de la escritura llegó a remover muchas emociones estancadas
que había decidido ignorar y sepultar en mi inconsciente, pero que aún permanecían allí, lo que
me hizo entender con aún mayor convicción la necesidad de sacar el dolor y el sufrimiento con el
que todavía cargaba en mi interior y que en su momento manejé de otra forma. Este desborde
emocional fue sin duda fundamental para el proceso creativo, pues fue lo que lo movilizó con
más fuerza, interés e incluso necesidad. Por medio de la escritura comencé a recorrer un camino
que ya no tenía regreso y en el cual debía seguir avanzando hasta su culminación. Igualmente
pude empezar a comprender la importancia de exteriorizar los conflictos que nos invaden, de tal
forma que al hacerlo, entendamos los hechos, y las emociones que sentimos no se tornen en
39
emociones perjudiciales para nosotros y nuestro entorno. En el siguiente enunciado Cyrulnik
(2007) lo expresa claramente:
El lápiz y la pluma nos defienden mucho mejor que el activismo, la venganza, el
aislamiento o la regresión. La escritura reúne en una sola actividad el máximo número de
mecanismos de defensa: la intelectualización, el ensueño, la racionalización y la
sublimación. Permite al mismo tiempo afirmarse, identificarse, inscribirse en un linaje
glorioso, y sobre todo hacerse aceptar tal como uno es, con su herida, ya que todo escritor
se dirige a un lector ideal. (p. 183)
Asimismo, las cartas escritas fueron un puente de comunicación importante en la
elaboración del duelo, ya que daban la posibilidad de decir lo no dicho, de encontrar esos ejes
que habían dificultado mi vivencia del duelo y entender qué debía hacer para seguir adelante sin
que su partida afecte negativamente mi vida y mi desarrollo como persona, sino que por el
contrario lo impulse.
Estos ejes encontrados que complicaron la elaboración del duelo por la muerte de mi
padre fueron:
La relación marcadamente distante que manteníamos, pues incluso pasábamos años sin
encontrarnos.
La separación de mis padres durante mi primera infancia, lo que limitó en gran medida
el tiempo y los momentos que compartí con mi padre.
El rol de responsabilidad y fortaleza que asumí, pues como hermana mayor sentí la
obligación moral de ser un soporte y un apoyo emocional muy importante para mis
hermanos menores.
40
Debido a lo anterior, la decisión de acallar lo que sentía y reprimir tempranamente mis
emociones y mis reacciones.
El hecho de no poder despedirme o de intercambiar unas últimas palabras con él, ya
que la muerte de mi padre ocurrió en otro lugar del país.
No tener la posibilidad de darle un tiempo oportuno al duelo, pues su partida se dio a
comienzos de año y las clases en la universidad estaban por comenzar, a lo cual se
sumaba la presión que tuve de parte de mis profesores y compañeros por la
presentación de mi tesis del pregrado en esos días.
La falta de claridad sobre los hechos que rodearon la muerte, el no tener la certeza de
cómo sucedió
Identificar estos factores, que antes había dejado de lado, me permitió reflexionar sobre
ellos para reevaluarlos y así poder darles un término dentro de mi ser, es decir, entenderlos
dentro del contexto en que sucedieron y comprendiendo en mayor medida a las personas
involucradas. De cierta forma, la distancia dada por el tiempo en que sucedieron y el ahora,
permite analizar con mayor tranquilidad y objetividad lo sucedido, algo que en el momento del
evento se veía nublado por las primeras percepciones y las fuertes emociones que dejan a un lado
ese sentido de racionalidad y empatía por los otros y las situaciones paralelas que se dan.
2. Elaboración de bocetos
Se podría pensar que con lo sucedido al escribir las experiencias relacionadas con el
duelo sería suficiente para realizar la resignificación que se buscaba, pero no fue así, pues en vez
de sanar el dolor y la tristeza estas se avivaron aún más, y aunque sí fue muy necesario e
importante para el proceso, no era, en mi caso, un recurso capaz de cumplir con el propósito
planteado, pues aún faltaba liberar el potencial visual y emocional de las imágenes que surgían
41
en mi mente, plasmar en alguna superficie el mundo simbólico que ahora estaba trastornado y
que en ocasiones incluso me perturbaba el sueño y algunas ocupaciones. Fue así que me dirigí
hacia el dibujo, entendiendo que como medio figurativo, al distanciarse de las palabras, posee
ciertos beneficios, los cuales Naumberg (como se citó en Dalley, 1987) explica a continuación:
La pictorización objetivada actúa entonces como comunicación simbólica inmediata, que
con frecuencia soslaya las dificultades del habla. Otra ventaja inherente a la realización
de proyecciones pictóricas inconscientes es que dichas imágenes simbólicas se evaden
con más facilidad de la represión por parte del que Freud calificaba de ‘‘censor’’ de la
mente, en comparación con las expresiones verbales con las que el paciente se halla
familiarizado. (p. 20-21)
Respecto a la referencia de Freud sobre el ‘‘censor’’, aunque de modo consciente creara
ilustraciones, es cierto que al mismo tiempo, de manera inconsciente, en este proceso iban
saliendo elementos antes reprimidos, pero que con ayuda de las imágenes brotaban sin prejuicios
que de otra forma sí tendrían, entonces las imágenes al contener elementos conscientes e
inconscientes liberan la carga emocional represada en el interior.
Pero esta elección obedece también a un interés personal en el dibujo como medio
plástico y mi relación cercana con éste durante varios momentos de mi vida, en la infancia desde
luego, pero también en mi adolescencia donde adquirí mayores conocimientos técnicos gracias a
mis maestros del colegio y a la práctica empírica; pero he llegado a la conclusión, luego de este
proceso, de que es algo que debo sobre todo a mis padres quienes siempre me mantuvieron en
contacto constante con el arte como parte de la cultura que ellos deseaban que conociera, pero
más poderosamente, como parte de sus propias aficiones, habilidades y ocupaciones. Fueron
ellos mismos quienes me condujeron hacia el amor por estos lenguajes simbólicos a los que
ahora recurro para evocarlos. A través del dibujo aprendí a descubrir muchas cosas de mi entorno
42
en la niñez, y ahora en mi edad adulta las re-descubro y me descubro a mí misma con este medio
expresivo.
Dibujar es reflexionar mientras dejamos una huella de nuestros pensamientos en el papel,
es pensar y actuar al mismo tiempo, manifestando nuestros deseos. Sobre esto Abad Molina
(2005), plantea que ‘‘los dibujos son como mapas personales, radiografías de nuestra conciencia,
establecen un diálogo interior, recuperan fragmentos de conversaciones, recuerdos, sensaciones,
etc. ’’ (p. 151). Estos elementos que van configurando la obra, al pasar por medio de quien
dibuja, se alteran mostrándonos una nueva realidad, en donde se conjugan las experiencias del
creador y el proceso que le ha dado forma.
En relación a este proyecto, el dibujo, por sus cualidades expresivas, permitió exteriorizar
esas emociones y visiones, y fue al momento de dibujarlas en un papel que se liberaban y
hablaban por sí solas. El sólo hecho de pasarlas a un soporte externo aliviaba el cúmulo de
sensaciones originadas en la escritura y posteriormente brindaba la posibilidad de observarlas y
encontrar en ellas lo que llevaba escondido y que me generaba malestar conmigo misma y con el
mundo que me rodea. Sentía un efecto tranquilizador que me permitía descansar y valorar el
esfuerzo por lo que estaba haciendo.
Otra cualidad encontrada en el dibujo, que fue relevante para el proceso, fue la
inmediatez que me ofrecía, pues podía dibujar una imagen, cualquiera que fuese, en el instante
mismo en que surgía, sin tener que preparar con antelación determinados materiales o esperar a
estar en un determinado lugar, situación que puede ocurrir con otros tipos de artes plásticas. La
importancia de poder realizar rápidamente estos dibujos radica, por un lado, en la posibilidad de
exteriorizar con facilidad la imagen, ya que en ocasiones creaban sensaciones incómodas de
43
angustia y ansiedad, pero que al bocetarlas desaparecían; y por el otro, por la inminencia de
olvidar lo que imaginaba y que éstas se perdieran en mi mente, ya que es una circunstancia que
me ha ocurrido con anterioridad.
Cuando se inicia la fase de bocetación es cuando se va visualizando y dando orden y
estructura al dibujo, para luego pasar a la composición y soporte definitivos. Aquí aparecen
también las formas que representan nuestras ideas; figuras y matices que contienen nuestro
mundo interno para expresarlo (Kandinsky, 1989, p. 29). Pero adicional a esto, nos damos cuenta
de que estos bocetos no se limitan solo a ello, sino que además, éstas representaciones figurativas
no se encuentran aisladas, es más, establecen conexiones entre sí para otorgar equilibrio y
sentido a la imagen completa (Dewey, 2008, p. 113), lo cual va a tener el mismo efecto en
nuestro mundo intrasubjetivo.
Añadido a esto, no hay que dejar de lado que el proceso de creación implica también un
proceso cognitivo y de autoconocimiento, explicitado a continuación por Jiménez Lama (2015):
En el acto de decidir la organización de una composición, la elección de un color, una
textura o la forma de expresar un sentimiento o idea, se posibilita poder conocerse y
poder transformarse a sí mismo en ese hacer, pues el proceso que se lleva a cabo en
soporte, en la búsqueda, en la resolución de problemas y nuevas soluciones (junto con el
aprendizaje, que se genera a través del enfrentamiento, manejo y resolución de las
posibles dificultades que surgen ante la hoja en blanco), también tiene su efecto en el
propio creador. (p. 34)
En el transcurso de la elaboración, es importante resaltar que se da un desarrollo dialógico
entre el acto de dibujar y el proceso creativo, quienes se van nutriendo entre sí gracias al carácter
analítico sobre la realidad externa que se va dando y las respuestas que emergen a medida que las
imágenes adquirieren poco a poco un sentido más claro.
44
3. La catarsis o la elaboración de la serie de dibujos
Al entrar en este sendero facilitado por los primeros trazos, se perfila con mayor claridad
la elaboración de la obra; otorgándole un sentido a cada imagen a través de la composición que
se va condensando en la imagen final. En este punto es donde me sumerjo de lleno en la creación
de las imágenes, y ellas por sí mismas me van arrastrando hasta su culminación.
En mi experiencia creadora para transformar mi duelo, por medio del dibujo podía
expresar con imágenes lo que no podía con las palabras, el hecho de visualizar las figuras,
crearlas y organizarlas en una composición gráfica, y el acto de darles vida con mis manos, me
permitió alcanzar un estado de catarsis en donde, al verter toda mi energía y emocionalidad en la
obra de forma incrementada, lograba un nivel de comprensión y alivio. Esto me permitía
entenderme a través del dibujo, entender la situación que había atravesado, a quienes estaban
conmigo, entender a mi padre, reconciliar esos eventos y mis pensamientos hasta llegar a un
estado de aceptación, discernimiento y sosiego.
Ese efecto que puede llegar a producir una expresión artística, como lo manifiesta Cruz
Gastelumendi (2012) ‘‘no es un acto meramente mecánico sino que cumple una función de
catarsis al plasmar en la obra aquello que conmueve o atribula’’ (p. 91). Esta catarsis, al liberar
potentes emociones, les otorga un carácter dramático y profundo. Cuando se realiza un dibujo
apelando a la evocación, como apunta Berger (2011), se hace con el fin de ‘‘exorcizar’’ ese
recuerdo que se vuelve en ocasiones obsesivo o dañino, se dibuja para sacar la insoportable
imagen de la mente y llevarla a un papel expresándola de la forma más potente posible, lo que
genera un alivio en su creador y vuelve menos amenazante la imagen de la experiencia.
Dibujar un hecho, una experiencia, es hacer aparecer desde nuestro cuerpo, desde una
experiencia que se ha hecho memoria emocional, los rasgos que la conforman. Dibujar es
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dar forma a un hecho que se ha tornado experiencia en nosotros. Dibujar una experiencia
pasada, anclada en nuestra memoria, es un acto de evocación y reencarnación, y, a la vez,
de exteriorización y bienestar al saberlo ante nuestra mirada, al poderlo, de alguna
manera, observar de nuevo. Observar el resultado de nuestra memoria, de nuestra
percepción pasada, de nuestras emociones, es, de algún modo, comprender la experiencia,
comprendernos, comprendernos en ella. Supone una cierta humilde capacidad de síntesis
y de perdón, de reconciliación con nosotros y nuestras vidas’’. (López Fernández – Cao
como se citó en Jiménez Lama, 2015, p. 399)
Gracias a los bocetos elaborados en la fase anterior, pude entregarme de lleno al dibujo de
las imágenes que había exteriorizado, desarrollar esa catarsis de la que hablan estos autores,
llevar al máximo mis emociones para, con ellas, crear algo nuevo. Descargar toda esa energía en
un acto creativo me liberó de muchos pensamientos que tenía reprimidos, desahogué mis
emociones destructivas y las torné en acciones constructivas que fueron transformando mi visión
del mundo y de mí misma, para pasar a una actitud positiva y optimista ante la vida, impulsada,
irónicamente, por la misma muerte y su inminencia.
3.1 Materialización de los dibujos
En seguida paso a describir cómo se desarrolló esta última parte del proceso, pero antes
para ello debo aclarar que el dibujo, como toda forma de expresión, tiene sus propias formas y
técnicas de concreción; así como existe el dibujo a lápiz sobre papel, el cual aquí fue utilizado
para los bocetos únicamente, también hay otras formas en que se puede materializar una imagen
dibujada. Existen por ejemplo elementos como el carboncillo, la sanguina, las cretas, la tinta, los
lápices de color, papeles de diversos tamaños, colores y texturas, entre muchos otros elementos.
Para la elaboración de los dibujos proyectados en este trabajo he elegido especialmente la
técnica del pastel seco. El pastel es un material que contiene pigmento puro condensado con un
poco de aglutinante, lo que permite que el color pueda usarse directamente sobre el papel, sin
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agua, trementina u otros diluyentes, además no requiere del uso de pinceles o brochas ya que se
aplica con las manos y los dedos. Estas características fueron importantes al escoger la técnica,
ya que, como preferencia, disfruto del contacto directo con el material, de la experiencia sensible
que me da el pastel al utilizarlo y de las posibilidades para fundirlo, difuminarlo, mezclarlo o
esparcirlo. También me permite trabajar con mayor facilidad y rapidez en superficies amplias,
que es donde me siento más cómoda para dibujar y creo que logro mejores resultados.
Durante el proceso, encontré además una relación directa en mi historia de vida y los
pasteles o tizas, mismo material que mi padre utilizaba para su oficio, pues con sus tizas creaba
los moldes de las chaquetas que fabricaba. También fue él quien me enseño esa técnica usando
pigmentos para pintar con dedos grandes superficies. Además, durante mis estudios de
bachillerato era un material que escogía habitualmente para mis proyectos de la clase de arte,
pero solo hasta ahora vuelvo a encontrarme con él después de casi diez años.
3.1.1 Materiales:
Una vez explicada la técnica trabajada y las razones de su elección, a continuación, presento
el listado de los materiales utilizados.
Pasteles secos de 36 colores diferentes
10 medios pliegos de cartulina de lino belga blanco (70 cm x 50 cm)
Difuminos, algodón y goma limpiatipos.
Fijador
Sujetadores
Pinturas acrílicas de diferentes colores diluidas en agua
Lápices de colores para algunos detalles
Caballete, bata, toallas, trapos y agua
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3.1.2 Paso a paso de la elaboración de los dibujos
En este apartado me ocuparé de detallar como se realizó la serie final de los dibujos
resultantes de este proyecto. Cada uno de estos pasos se efectuó de igual forma en cada una de
las imágenes finales.
1. Para empezar el trabajo fue indispensable generar un ambiente que lo facilitara. Para ello
dispuse de una habitación exclusiva para este propósito y distribuí los materiales a mi
alcance. Ubiqué el caballete de tal forma que la luz natural del sol, o a veces la de una luz
artificial, iluminara adecuadamente el soporte sobre el que trabajaría. Como parte de la
ambientación, para mí era vital disponer de música mientras trabajaba, así que ubiqué un
equipo, y en éste, a lo largo de todo el proceso, colocaba los CD’s de música que
pertenecieron a mi padre; música que además escucho desde que nací, con la cual tengo
una gran afinidad, pero, sobre todo, porque me lo recuerda a él, quien igualmente para
trabajar en algo siempre estaba acompañado de su música. En general esta selección
musical estaba compuesta de géneros como el Rock n’ Roll y baladas americanas; de
hecho, las primeras palabras que dan título a este proyecto hacen referencia a títulos y
letras de canciones de Bon Jovi, el cantante favorito de mi padre.
2. Antes de empezar a dibujar decidí que era necesario dar color de fondo al papel blanco
que había elegido, entonces, tomé un poco de pintura acrílica y la diluí en agua; luego la
apliqué sobre la cartulina de lino con un trozo de algodón. Buscaba que el fondo fuera
parte del dibujo, que lo complementara, así que a cada uno de los 10 soportes le aplique
un color diferente. Mientras lo hacía pensaba en la imagen que plasmaría allí, y con la
sensación que ese dibujo me despertaba esparcía los colores, lo cual hizo que cada fondo
fuera diferente, no solo en el color sino también en el trazo resultante.
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3. Una vez seca la superficie, lo que tomaba unos 20 minutos, coloqué el papel en un
soporte de madera anclado al caballete, el cual tenía exactamente la misma medida del
papel. Para asegurarlo, en cada esquina lo fijé con ayuda de unos sujetadores o ganchos.
Después, con ayuda de un pastel seco de color gris, dibujaba los contornos de las figuras
y las distribuía a lo largo del papel para conseguir la composición deseada. En el caso de
los retratos, me ayudaba de algunas fotografías para definir las características fisonómicas
y gestuales que necesitaba para el dibujo.
4. Con los espacios delimitados y las imágenes esbozadas, procedí a aplicar los colores con
los pasteles sobre los dibujos. En ocasiones el color puro era suficiente, en otros, debía
combinarlo con otro para lograr el efecto que quería o para dar luces y sombras a la
imagen. En este caso difuminé los colores con mis dedos, que a mi modo de ver eran más
eficientes que los difuminos y el algodón, pues con éstos últimos perdía gran cantidad de
pigmento, y en cambio con los dedos, gracias a la pequeña cantidad de grasa que
producen, el polvo de los pasteles se adhería mucho mejor al papel. Sin embargo, debía
tener cuidado de que los dedos manchados no tocaran otras partes del dibujo, por lo que
debía limpiarlos con agua y una toalla de vez en cuando. Para corregir algunos errores, a
veces lo podía hacer directamente con el mismo color del pastel y otras se requería del
uso de la goma limpiatipos que funciona de modo similar a un borrador recogiendo los
granos de pigmento a corregir.
Esta parte del proceso fue sin duda la más larga y desgastante de todas, pues un solo
dibujo podía tomarme entre 4 o 5 horas continuas para estar terminado. Requería además
de la resistencia física de las manos para llevar a cabo la ardua tarea, mucha
concentración y una gran cantidad de energía, así como del esfuerzo mental para lograr el
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resultado esperado; resolviendo imprevistos y ajustes, al mismo tiempo que reflexionaba
sobre todas las cosas inmersas en el dibujo. Cuando empezaba a dibujar me sumergía de
lleno y no podía pensar en ninguna otra cosa. Pensaba, no sólo en el acto de dibujar y su
técnica, sino en cómo se había formado la imagen en mi mente, que la había
desencadenado y con qué se relacionaba, lo cual remitía a otros recuerdos, y éstos a otros,
y así sucesivamente. Mientras pienso en estas cosas voy reflexionando y todo ello va
quedando registrado intrínsecamente en cada trazo. Aunque al ver estos dibujos se vean
solo formas y colores, también están constituidos de todos estos pensamientos que les
dieron armonía y sentido.
Por ejemplo, al dibujar a mi padre realizando su oficio recordaba todos los momentos en
que lo acompañamos y le ayudamos a hacerlo, lo recordaba cantando al mismo tiempo
sus canciones, sin perder la concentración en lo que hacía. Recordaba su risa, sus chistes
y ocurrencias; y así pasaba con cada dibujo. En otros predominaba el dolor de saberlo
muerto, la imagen de mi sufrimiento o lo que percibía de los demás.
5. Al finalizar cada dibujo realizado al pastel, retocaba algunos detalles de reducida
dimensión con lápices de colores y en último lugar aplicaba una capa de fijador en
aerosol, lo cual permite que los pigmentos no se disipen, pues a diferencia de otros
materiales, el pastel no puede quedar completamente adherido al papel. Luego lo dejaba
secar por algunas horas y aplicaba una segunda capa. Después de esto, para mí, el dibujo
quedaba concluido y no realizaba ningún otro tipo de intervención en él, pues ya había
descargado todo lo que necesitaba; y aunque sí viera con posterioridad algunos errores o
detalles por arreglar sentía que lo que debía plasmar ya estaba allí, que la tarea con esa
imagen había finalizado.
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3.2 Resignificación
La resignificación de la muerte de mi padre no es algo que se haya dado una vez
terminado el proceso, sino que se realizó durante el mismo, desde el primer momento en la
escritura hasta que daba el último toque a los dibujos al pastel. Fue un proceso complejo que
removió muchas cosas en mí aunadas a la pérdida, en donde en cada paso que daba iba
encontrando nuevos elementos y reflexiones que me permitían ir sanando mi herida, y a su vez
otras relacionadas. Así, al dibujar recordaba y me hacía más consciente de todo lo sucedido,
podía entender y comprender muchas cosas que en su momento se me dificultó. Al dibujarme a
mí incluso me re-conocía, me obligaba a percibir cada forma y contorno de mi rostro, igualmente
cuando lo dibujaba a él.
En este instante comprendo que no solo estaba plasmando unas figuras, sino que estaba
reorganizando mi mundo interno, no exclusivamente desde la muerte de mi padre, sino que se
veían otras experiencias inmersas, al igual que otras personas. Dibujando pude dar un nuevo
lugar a la presencia de mi padre dentro de mi vida, en donde ya no se advertían la culpa y el
sentimiento de abandono, sino que lograba comprender lo que esa pérdida había significado en
mi mundo emocional, que ahora pasaba de un estado trastornado a uno de entendimiento, donde
todo va ocupando un lugar en la reestructuración de mi ser; donde el darle un sentido a la muerte
de mi padre me ha permitido darle un sentido a mi propia vida.
El proceso de duelo y resignificación en sí puede verse plasmado en los dibujos,
concebidos desde el comienzo como una expresión resiliente, por eso, aunque el proceso más
fuerte haya sido interno, puede también verse materializado. Esta sucesión de imágenes cuentan
ese recorrido que he hecho desde mi mundo emocional trastocado por la pérdida, iniciando con
las imágenes evocadoras y luego las más representativas de mi dolor, angustia y sufrimiento, al
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verme de cierta forma abandonada y confundida por lo repentino de su muerte; luego se revela lo
que llevaba escondido, esas imágenes perturbadoras que me lastimaban y que muestran lo que
dificultó el duelo, eso que no me era permitido expresar, las dudas y las preguntas.
Después se empieza a transitar ese sendero de reconciliación y de perdón con él, con los
demás y conmigo misma, se encuentran respuestas y se llega a un entendimiento y asimilación
de lo sucedido. Le permito entonces descansar, dar un sentido a su muerte, comprendiendo lo
que es ella, que es inevitable y que todos estamos destinados a su encuentro; pero sobre todo, que
mientras ese momento llega lo que hago estando viva es lo más importante, si mis acciones y mis
decisiones están o han estado de acuerdo a mi anhelo de llevar una vida que me enorgullezca y
me brinde felicidades y aprendizajes, si las relaciones que mantengo son sanas o no, si mis
vínculos familiares están lo suficientemente fortalecidos y cercanos como me lo he propuesto.
Finalmente resignifico a mi padre, lo que él ha definido en mi vida, le agradezco por lo
que me ha dado y los momentos que compartimos juntos. Entiendo que su tiempo con nosotros
terminó, pero que su esencia sigue habitándonos a todos. Comprendo y respeto sus decisiones y
la existencia que tuvo, las huellas que dejó y que marcó en mí y mis hermanos; pues algo
importante que me ha permitido este proceso que, aunque ha estado centrado en mí, es también
poder entender el dolor de los demás, comprender que ellos también han perdido algo muy
valioso al igual que yo, y que deberán encontrar su camino para empezar a cicatrizar esa herida.
Si bien la ausencia siempre es dolorosa, su recuerdo y su partida no me lastiman ni me
afectan como antes. Ahora puedo ‘‘olvidar recordando’’, dejo atrás la perturbación, pero me
quedo con todas las cosas construidas y la transformación que este camino ha generado en mí,
ahora puedo contar esta historia sin atribularme o cohibirme, lo cual anteriormente creía
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impensable. Esto también me ha llevado a replantearme mi propia existencia, valorar mis
habilidades y capacidades, lo cual es mi primer paso para tomar las decisiones que debo tomar
para acercarme cada vez más hacia lo que quiero ser y hacer. Encuentro más puntos de equilibrio
y me percato de que esta metamorfosis también se extiende a todos los ámbitos de mi vida,
permitiéndome reevaluar el sitio en el que me encuentro, las personas que me rodean y las
actitudes que tomo todos los días. Soy más consciente de que desde mi interior produzco
oportunidades y encuentro respuestas que antes solo buscaba desde afuera, que con mis acciones
puedo crear o destruir; o destruir para crear, cambiar y mejorar mis condiciones y la de los demás
seres queridos que hacen parte de mi vida.
PRODUCTO FINAL
‘‘En medio del odio descubrí en mí, un amor invencible. En medio de lágrimas, descubrí en mí,
una sonrisa invencible. En medio del caos, descubrí en mí, una calma invencible. Me di cuenta a
pesar de todo, que en medio del invierno, descubrí en mí, un verano invencible. Y eso me hace
feliz. Porque significa que aunque el mundo me golpee duramente; en mi interior hay algo más
fuerte, algo mejor, empujando de vuelta. ’’
Albert Camus
A continuación, concluyo el presente escrito dando paso a la muestra del producto final
que se obtuvo de este proceso de creación, en donde se encuentran los 10 dibujos de mi autoría,
elaborados al pastel seco, cada uno con su correspondiente título y acompañado de un aparte de
los escritos realizados en la primera fase del proyecto, los cuales sirvieron de inspiración a la
misma imagen.
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Las manos del padre.
Cuidan, protegen, dan seguridad, firmeza. También curan, alivian, reconfortan, consienten,
acarician. Las del mío, además creaban. Me educaban, me corregían, me alzaban, me enseñaron
a bailar sobre sus pies, me enseñaron a montar bicicleta, a patinar, me levantaban cuando me
caía, me sanaban. Me llamaban, me daban obsequios, me arrullaron, me tomaban fotografías, me
llevaron a caballo, me consolaron, secaron mis lágrimas, ponían música, películas, cosían,
trabajaban, cocinaban, saludaban, se despedían, hasta me peinaban. Esas mismas manos, que ese
último día 31 de Diciembre de 2014; último día del año pero también el último día que lo vería,
aquellas manos me abrazaron con fuerza y se despidieron por última vez.
1. Las manos
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Mi papá muerto; eso no podía ser, eso no me podía estar pasando a mí.
Cómo pudiste irte así sin decir nada, sin despedirte, sin un abrazo, sin un beso; nada. Cómo
pudiste dejarme así.
¿Por qué, por qué así, por qué ahora? ¿Acaso no sabías el amor que te tenía, lo sola que me sentí,
el vacío que me dejaste?
Fue una sensación indescriptible, todo desapareció de repente y solo deseaba desaparecer. A
partir de ahí todo se tornó confuso. Sólo podía llorar, las lágrimas brotaban como fuentes de mis
ojos, recorrían mis mejillas como lluvia sin cesar, tan verdaderas y abundantes como mi dolor.
Cada gota un momento no vivido, ni antes, ni ahora, ni después.
2. Partida
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Me sentí impotente, inútil, no podía hacer nada. Los demás querían verme fuerte, que me
controlara. Debía contener a mis hermanos quienes también sufrían. Era la mayor, así que decidí
reprimir la expresión de mis sentimientos para apoyarlos.
3. ¡Silencio!
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Te veo atado por las corrientes del río, luchando por tratar de salir, de respirar, de volver a vivir
para estar con nosotros. Me imagino una difícil batalla contra la fuerza del agua que te arrastraba,
los movimientos desesperados de tus brazos, tus piernas, tu cuerpo; la sensación de verte
vencido, de recordar nuestros rostros antes de irte, despidiéndote, pidiendo perdón por todo, por
irte así, sin despedirte. Pienso que lo que sucedió en unos cuantos segundos o minutos, para ti fue
eterno. Y al final rindiéndote ante un poder mayor al tuyo. Cierras los ojos y dejas inundar tu
cuerpo con el agua, agua que para muchos es sinónimo de vida, es sagrada, pero que para ti fue
la muerte, que para mí causó la muerte de mi ser amado.
4. El río Manacacias
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Ese último día juntos, fue algo extraño para mí. Aún tengo muy viva la imagen tuya frente a la
máquina, a veces parecía que al mirar algo veías hacia la nada. Por primera vez me percaté de tu
cansancio, tu voz ahora era más queda, tu sonrisa no duraba. Mirabas hacia abajo frecuentemente
y en tus ojos veía mucho dolor, una tristeza demasiado grande que te estaba consumiendo. Tu
siempre aparentaste ser más jóven, pero ahora veía surgir las primeras canas en tus sienes y eso
realmente me impactó mucho.
5. Melancolía
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La soledad absoluta. Aunque estaba acompañada me sentía desolada; era como un fuego sin aire,
una ola sin agua, una tierra sin vida.
6. Desolación
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Mientras organizábamos y sacábamos muchas cosas, Juli y yo encontramos lo que yo llamaría
una revelación. Hallamos las cartas que mi abuelo te enviaba desde Ecuador cuando eras muy
joven. (…), ellas nos revelaron tu relación con él, y así, entendí porque vivías en medio del dolor
y la soledad.
7. Las cartas
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Dentro de mí sentía un fuerte impulso para ser más cariñosa y afectuosa contigo, pero no logré
manifestarlo, es algo que me cuesta mucho poder expresar y hoy lamento no haberte dicho
cuánto te adoraba, la falta que hacías en mi vida, que quería verte mejor y que te ayudaría a
lograrlo, que no me volvería a alejar nunca más de ti; luego darte el abrazo más fuerte y un
cálido beso en tus mejillas, acariciar tu cabello y volverte a abrazar, irnos con una sonrisa,
sabiendo que el nuevo año que iniciaba esa noche, sería mucho mejor que los anteriores.
8. Reconciliación
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Ahora, para visitarte, vamos al cementerio; a veces acompañados, a veces solos, a veces juntos.
El ir a verte a este lugar ayuda mucho a asimilar tu pérdida, pero también me permite tener una
relación más cercana y de confianza contigo. Al principio lloraba mucho, y estar frente a tu
tumba me generaba un gran malestar; pero ahora, el escribirte y dibujarte me ha sanado un poco
más, me permite sentirte cerca, aunque no lo estés, comprender mejor y agradecerte por ser quien
soy.
9. Jardín
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Gracias a ti veo la vida con otros ojos, con más responsabilidad y con más amor. He empezado a
entender lo importante que es el tiempo, o más bien, lo que hacemos con él. Valoro y cuido
mucho más a las personas valiosas a mi alrededor y, aunque no tengo claro lo que sucederá con
mi vida futura, trato de disfrutar mi presente en esos pequeños placeres que me dan felicidad y
que tú me enseñaste; en la música, el cine y el arte, en mis estudios y los bellos momentos que
comparto con mis seres queridos. Sé, que aunque te marchaste, estaremos juntos por los lazos
que nos unen, por las experiencias, el amor y los recuerdos que construimos.
10. Papá
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CONCLUSIONES
‘‘Una de las cosas que tiene el arte es que es la única actividad humana que permite descubrir
mediterráneos, el Mediterráneo está ahí pero no lo habíamos visto. ’’
José F. Montesinos
Luego de haber pasado por una experiencia de pérdida, es inevitable ver trastornado el
mundo en que nos encontramos, pues no solo se trata de la ausencia de la persona que se ha
marchado, sino también lo que representaba para nosotros y todo el mundo de significados que
estaba relacionado con ella, lo que se ve gravemente afectado. Al sentir el dolor y la tristeza que
nos embargan nos vemos sumidos en un entorno confuso y también vulnerable, por lo que es
normal dentro del proceso del duelo que se den momentos de angustia y aislamiento, en donde
experimentemos la culpa, según sean las condiciones en que se haya dado la calamidad; pero
también es posible que esas emociones se queden dentro de nosotros al no encontrar la forma de
manifestarlas a los demás y nos perturben. Es importante que también los otros sepan y
entiendan lo que sentimos sobre esto, lo que nos embarga, los pensamientos que se nos cruzan y
aquellas imágenes que nos atormentan.
De no poder expresar este torbellino de emociones podemos vernos afectados por más
tiempo y de una forma más dolorosa aunque reprimida en diferentes ámbitos de la vida, lo que
especialmente repercute en el aspecto intrapersonal, en cómo nos vemos a nosotros mismos, el
sentido que damos a nuestra existencia y en las relaciones que establecemos. Ya que el duelo es
una experiencia personal, la cual se trabaja partiendo de la propia identidad, cada persona puede
encontrar sus propias formas para llevarlo a cabo. Sin embargo, si a este le damos el enfoque de
la resiliencia será posible, no solo soportar el dolor y superarlo, sino también reconstruirnos a
partir de esa experiencia.
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En la resiliencia, como capacidad humana, la cual se desarrolla a lo largo de la vida y que
se ve impulsada en momentos de adversidad, podemos encontrar los recursos internos que nos
fortalecen, que nos permiten crear soluciones o caminos para transformar la pérdida en
oportunidad, o más bien para transformarnos a nosotros mismos, metamorfosearnos, sacando el
mayor aprendizaje y poniéndolo en práctica en nuestra cotidianidad. Estos conocimientos que se
van construyendo gracias a las reflexiones y análisis que forman parte del proceso nos ayudarán
a cambiar nuestra visión sobre lo que hemos vivido otorgándole un sentido renovado acorde con
la trasmutación que vamos realizando, lo que se ve reflejado en esas áreas antes afectadas por la
tragedia, como por ejemplo en la confianza, el autoconcepto, el sentido de proyección de nuestra
vida y la relación simbólica con el evento, la persona ausente y las que se encuentran a nuestro
alrededor.
En este proyecto se ha pretendido mostrar lo que una situación de duelo puede
desencadenar y cómo pueden dirigirse esas energías hacia una actividad creadora con el
potencial para transformarnos desde adentro, y al terminar, materializarlo hacia el exterior. Se ha
tomado como medio el arte, y en particular el dibujo, como una expresión resiliente para
promover, impulsar e ilustrar la transformación que ha tenido lugar, en donde para lograrlo, ha
sido esencial transitar primero por un momento de rememoración de la pérdida, el cual fue
posible gracias al uso de la escritura como medio evocador. Junto a esto iban surgiendo las
primeras imágenes que al pasar por el estudio, la exploración, la elaboración y la simbolización,
permitieron atravesar un proceso mental, en donde se iban hilando reflexiones en torno a la
experiencia, a los recuerdos, a las personas, al pasado y al presente, a los objetos significativos, a
las emociones, a las actitudes, a las acciones, las capacidades, habilidades, destrezas y mi
relación con todo ello.
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Partiendo de lo anterior, el resultado del proceso creativo ha desembocado en una serie de
dibujos en donde se ha priorizado el desarrollo de este proceso sobre su producto final, pues fue
en ese transcurso donde se elaboró la resignificación de la pérdida, en donde se han puesto en
juego los elementos involucrados para, a través del dibujo, generar una catarsis que permitiera, al
mismo tiempo, exteriorizar las emociones contenidas y reprimidas y reevaluar la experiencia del
duelo como un camino enriquecedor que trasciende más allá de lo perdido, que le otorga un
nuevo lugar en la existencia sin olvidarlo, permitiéndole estar con nosotros sin causarnos daño,
sino por el contrario, impulsándonos hacia nuestros sueños.
Después de este difícil sendero recorrido, en donde han surgido momentos de luz y
sombra, gracias al poder expresivo que me ha facilitado el arte para manifestar lo que
experimenté, encuentro en mi interior un mayor equilibrio y armonía respecto a mi entorno, a
mis relaciones familiares, y sobre todo a mi relación conmigo misma, en donde he podido
entender muchas de las situaciones que hoy forman parte de mí, lo que, al conocerme más
profundamente, me lleva a transformar lo que sea preciso, afirmar lo que me fortalece y alejar lo
que me lástima o me detiene.
He conseguido poner en práctica, a través de mi capacidad resiliente, los recursos
internos que de forma positiva me han permitido soportar, y sobre todo, llegar a la comprensión
sobre la muerte de mi padre para recuperarme por medio de un lenguaje expresivo relevante en
mi historia de vida, como lo es el dibujo. Gracias a este invaluable proceso que he podido
construir contando mi vivencia y visibilizándola, se ha dado un importante impacto sobre mi
bienestar, en la forma en que yo misma me concibo y valoro mis capacidades, en mi salud y mi
entorno, en mi percepción del mundo del cual hago parte, es decir, en mi desarrollo humano, el
cual se ha visto potencializado y nutrido por la transformación gestada.
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Aunque la intención es desde un inicio muy personal, es inevitable que al producir un
cambio individual esto afecte el entorno social, que las relaciones afectivas más cercanas
mejoren, lo que se refiere al ámbito familiar en especial, igualmente las relaciones con los
amigos y amigas, compañeros, pareja, etc. Al valorar y evidenciar lo trascendental en que se ha
convertido este trabajo para mi vida, una importante proyección del mismo está en la difusión del
arte como factor resiliente; que así como aquí se ha trabajado un duelo mediado por el dibujo,
otras personas puedan reelaborar y resignificar experiencias difíciles por medio de éste u otros
lenguajes expresivos (música, escritura, danza, pintura, teatro, escultura, fotografía, etc.) según la
pertinencia y sentido para cada quien; para poder orientar procesos de esta índole en diversos
tipos de población, con el fin de contribuir a su bienestar y el de su comunidad, de crear prácticas
transformadoras del dolor en aprendizajes y en impulsos para alcanzar objetivos que enriquezcan
el ser.
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