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8/18/2019 Sobrevivir cantando. La experiencia de Fania Fénelon en Auschwit
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Sobrevivir cantando
La experiencia de Fania F é nelon en Auschwitz
Cuando pensamos en el Holocausto, en la locura que rein ó en los campos de
concentraci ón y exterminio nazi, dif ícilmente asociamos ese horror con la m úsica. Sin
embargo, é sta jug ó un papel fundamental no s ólo en lo que respecta a la
supervivencia f ísica y moral de los deportados sino tambi én en el organigrama interno
de los campos.
Gracias a algunos estudios historiogr á ficos que han analizado el rol de la m úsica en
la Shoa (como el de Shirli Gilbert) , y a la literatura testimonial conservada, sabemos,
por ejemplo, que muchos campos tuvieron sus propias bandas y “orquestas” de
prisioneros, que éstos gozaron de ciertos privilegios mientras los campos estuvieron
activos, y que, incluso, algunos de ellos lograron sobrevivir.
Al igual que en el Antiguo R é gimen, en el sistema concentracionario nazi los m úsicos
gozaron, gracias a su “utilidad”, de un estatus similar al de los artesanos, funcionarios
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y personal sanitario en general; sin olvidar que, en el horror infernal de los campos, su
labor contribuy ó en no pocas ocasiones a elevar el “prestigio” de los responsables de
su selecci ón, garantes caprichosos de su supervivencia.
Como recuerda Fania F énelon en su relato sobre su confinamiento en el campo demujeres de Auschwitz-Birkenau, pertenecer a alguna de las orquestas del complejo
(en realidad, ser ía m ás exacto definirlas como “ecl écticos ensembles instrumentales”)
significaba no ser incluida en ninguno de los kommandos de trabajo extenuante ni
padecer condiciones de vida tan extremas como las del resto de las deportadas. En
otras palabras, ser escogida como m úsica de orquesta supon ía burlar temporalmente
a la muerte.
Fania F énelon lleg ó a Birkenau la madrugada del 23 de enero de 1944. Su viaje desde
el campo de tr ánsito de Drancy hab ía durado casi cuatro d ías. Apresada nueve meses
antes por colaborar con la resistencia, su condici ón de medio-jud ía, que ella misma
hab ía revelado a la Gestapo, determin ó su deportaci ón inmediata. Cuando Fania lleg ó
a Birkenau ten ía s ólo 23 a ños, pero su juventud no le hab ía impedido trabajar durante
meses como cantante en un cabaret parisino frecuentado por alemanes y
colaboracionistas. Su fama como int é rprete fue precisamente lo que la sac ó del temido
barrac ón de la cuarentena. Una violinista francesa la hab ía reconocido y la directora
de la orquesta hab ía accedido a hacerle una prueba.
En Tregua para la orquesta , el relato testimonial que, con ayuda de Marcelle Routier,
Fénelon public ó en 1976, encontramos una descripci ón muy detallada de las estancias
que conformaron el barrac ón de la orquesta de mujeres de Auschwitz-Birkenau, entre
ellas la sorprendente “sala de m úsica” donde Fania hizo la prueba que cambi ó su
destino. Esta sala, mucho mejor acondicionada que los barracones de otros
prominentes, pose ía una estufa, sillas y atriles, una tarima para la directora, una mesa
para nueve copistas y un fabuloso piano Bechstein que ser ía “requisado” por el
comandante del campo pocos d ías despu és. Para facilitar la comprensi ón del lector
sobre la realidad cotidiana de las integrantes de la orquesta y sobre la organizaci ón de
la misma, Fania F é nelon incluye, en las p áginas previas a la versi ón ficcionalizada de
su experiencia, un meticuloso organigrama del ensemble as í como un listado detallado
con la nacionalidad y la “raza” (jud ía o aria) de sus 47 miembros.
En su relato testimonial, su deslumbramiento y alegr ía tras ser aceptada duran poco.
Pronto comprueba, por ella misma o gracias a la informaci ón proporcionada por
algunas de sus compa ñeras, que en el paradis íaco barrac ón de la orquesta no hay
armon ía. Entre las j óvenes instrumentistas, muchas de ellas simples adolescentes,hay ri ñas permanentes. Seg ún Eva, una de las cantantes francesas de la orquesta
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cuya opini ón recoge F énelon, “no reina una armon í a perfecta porque la educaci ó n y la
instrucci ó n que han recibido son muy diferentes” y porque “proceden de pa í ses que, a
menudo, por antagonismos profundos, ciegos, las enfrentan entre s í at á vica y
religiosamente” . En el cap ítulo “Alma, la jefa”, la talentosa sobrina de Gustav Mahler
que dirigi ó la orquesta durante casi un a ño, le habla a Fania sobre la animosidad que
existe en el barrac ón. “En cuanto vuelvo la espalda o cierro la puerta de la habitaci ó n,
discuten, chillan, roban, lloran, r í en, se pelean… Viven como verdaderas locas” .
Parad ó jicamente los comentarios racistas y las descalificaciones por falta de talento o
de t é cnica que Fania vivi ó y que tanto critica en algunas de sus compa ñeras y en la
propia Alma Ros é , impregnan por completo un recuerdo que parece no poder
sustraerse de ese clima de eterna crispaci ón.
Con la llegada de Fania a la orquesta se produjeron, en su opinió
n, importantescambios en la agrupaci ón. Por una parte, su modo de cantar Madama
Butterfly contribuy ó a aumentar el “blindaje” del conjunto al convertirla en la kleine
S ä ngerin de la Lagerf ü hrerin Maria Mandel, gran admiradora de Alma Ros é y
“protectora” de la orquesta. Tambi én fueron determinantes, para el futuro inmediato de
las habitantes del barrac ón, los arreglos instrumentales que realiz ó, no sin esfuerzo,
para el heterog é neo ensemble : “dispongo de diez violines, una flauta, tres flautines,
dos acordeones, tres guitarras y cinco mandolinas, una bater í a y los platillos. ¡Ning ú n
compositor se ha enfrentado con semejante conjunto!”
Bajo la exigente batuta de Alma Ros é y apoy ándose en los nuevos arreglos
instrumentales de Fania, la orquesta comenz ó a ofrecer un repertorio ecl é ctico basado
en el gusto personal de los responsables del campo y en su adecuaci ón al
funcionamiento del mismo. Para acompa ñar la salida y el regreso al lager de
los kommandos, por ejemplo, la orquesta deb ía tocar marchas y canciones que
“animaran” a las prisioneras. En Si esto es un hombre, Primo Levi destaca el placer
que experimentaban los nazis ante esas “coreograf í as matinales y vespertinas de la
desdicha” donde la m úsica serv ía no para aligerar el dolor sino para aumentar laobediencia y unir a los prisioneros en esa “funci ó n impersonal, no privada, que
engendra la m ú sica” . Para recibir a personalidades y complacer en privado a los
mandos superiores del campo, la orquesta deb ía interpretar preferentemente obras de
compositores “alemanes” como Beethoven, Schumann o Mozart. No as í en los
conciertos dominicales destinados a distraer a las SS y a los prominentes del campo
donde se impon ían los popurr ís de éxitos cinematogr á ficos o de m úsica eslava, y un
amplio repertorio de canciones populares, arias de ópera y fragmentos de opereta.
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Seg ún cuenta F énelon, el ritmo de trabajo de la orquesta era extenuante, con jornadas
de trabajo interminables. Alma Ros é fue una de las responsables de ese ritmo
desenfrenado. Como directora intent ó elevar el rendimiento de su orquesta
someti é ndola a largas sesiones de trabajo de 7 u 8 horas diarias. Su af án
perfeccionista es recordado de manera desigual por sus antiguas “pupilas”. Mientras la
violoncelista Anita Lasker-Wallfisch, la violinista Violette Jacquet-Silberstein o la
flautista Sylvia Wagenberg afirman en sus escritos que Alma Ros é intentaba mejorar el
nivel interpretativo de la orquesta para asegurar as í su supervivencia; Fania F énelon
mantiene que se deb ía a su deseo de agradar a los jerarcas del campo con los que
compart ía no pocas ideas respecto a la disciplina: “Fuera de s í , duda de nuestra salud
mental, nos acusa de carecer de sentido del honor […] Alma reniega: Bl ö de Gans!
Bl ö de Kuh! Scheiss Kopf! Su repertorio de injurias desfila alegremente sin perder el
ritmo” , y al castigo corporal “Con la batuta golpea los dedos culpables y Jenny recibe el bofet ó n que, desde hace un rato, Alma ans í a dar” .
Otro de los aspectos perturbadores del relato de F énelon en su descripci ón del
car á cter de Alma Ros é es su manera de anteponer la m úsica a las necesidades de las
personas que la rodeaban. En su recuerdo, la directora de la única orquesta femenina
que existi ó en los campos es esencialmente ego ísta y vive obsesionada con recuperar
su vida anterior como violinista afamada. Por eso prefiere proteger su anhelo
alej ándolo de los trenes de deportados que llegan sin cesar o de las necesidades
inmediatas de sus subordinadas. En la versi ón cinematogr á fica ( Playing for Time ,
1980) del libro de F é nelon, realizada por Daniel Mann a partir de un gui ón de Arthur
Miller, Alma se empe ña en justificar una y otra vez su indiferencia ante el dolor ajeno
como un modo de preservar la pureza interior necesaria para hacer m úsica. En su fr ía
argumentaci ón sobre la realidad, el personaje presentado por F é nelon y recreado por
Miller aparece íntimamente conectado, como si fuera el eslab ón final de una larga
cadena, con el hundimiento moral de la m úsica alemana detectado por Walter
Benjamin diez a ños antes en Bayreuth. “Cuando el arte ocupa una posici ó n central en
la existencia, hasta el punto de convertir al hombre en manifestaci ó n suya en vez de reconocerle como fundamento ya no queda lugar para la reflexi ó n” .
La excepcionalidad acompa ñó a Ros é incluso despu és de su muerte, acaecida el 4 de
abril de 1944. Un misterioso mal, que F énelon atribuye a un envenenamiento, acab ó
con su vida en pocos d ías. Su “funeral”, organizado por las autoridades del campo,
hizo honor a su estatus único en su sencilla pero impactante puesta en escena. Su
condici ón de jud ía no impidi ó que los altos mandos de las SS lamentaran su p é rdida e
incluso la lloraran. Tras su muerte, su lucha tit ánica por la excelencia se esfum ó tan
rá pidamente como los millones de cuerpos convertidos en humo en Birkenau pero,
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sorprendentemente, su orquesta logr ó sobrevivir a pesar del deterioro art ístico. Ni
Josef Kramer, ni Maria Mandel ni Josef Mengele castigaron ni penalizaron la falta de
calidad del ensemble , que volvi ó a ser un conjunto ca ótico y rid ículo en su
desarticulaci ón.
A finales de 1944, el avance de los aliados por el oeste y del ej é rcito rojo por el este
comenz ó a frenar el af án exterminador de los alemanes que, ansiosos por borrar sus
huellas, se apresuraron a desmantelar los campos. Fania y las dem á s integrantes
jud ías de la orquesta fueron trasladadas en noviembre al campo de Bergen-Belsen
donde consiguieron sobrevivir hasta la llegada de los aliados en abril de 1945. El d ía
de su liberaci ón, Fania, a ún enferma de tifus y pesando s ólo 28 kilos, cant ó para la
BBC apoyada en un soldado brit á nico. “La Marsellesa”, “God Save the King” y “La
Internacional” fueron las melodías escogidas. La kleine S
ä ngerin de Maria Mandel
pod ía ya olvidarse de Madama Butterfly .
Alejandra Spagnuolo
Bibliograf í a
FÉNELON, Fania. Tregua para la orquesta . Barcelona, Noguer, 1976.
GILBERT, Shirli. La m ú sica en el Holocausto .Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2005.
GINER, Bruno. Survivre et mourir en musique dans les camps nazis .Paris, Berg
International Éditeurs, 2011.
LASKER-WALLFISCH, Anita. Inherit the Truth 1939-1945 . London, Giles de la Mare,
1996.
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