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Julio 2012 INTELECTUALES HÚNGAROS FRENTE AL SISTEMA SOCIALISTA (1948-1989) MSc. Katia Cruz Cuevas [email protected] Universidad de las Ciencias Informáticas Resumen El presente trabajo aborda sintéticamente los rasgos fundamentales del comportamiento de la intelectualidad húngara frente al sistema socialista desde su instauración hasta 1980, profundizando en dos acontecimientos fundamentales: 1956 y 1968, como momentos importantes del quehacer de este grupo social. Abarca también un análisis de la década de los ochenta hasta la caída del sistema socialista en 1989. En este se explica cómo las transformaciones acaecidas en este período incidieron en la manera de pensar de los intelectuales, lo cual conllevó al recrudecimiento de la crítica al sistema y al auge de las fuerzas de la oposición. Se abordará además las diferentes posiciones asumidas por la intelectualidad ante el proceso de derrumbe del Socialismo húngaro. Palabras claves: Intelectualidad, Oposición, Democracia, Partido político.

SOCIALISTA (1948-1989) - eumed.net · Hungría fue el primer país del bloque socialista en iniciar la reforma de su sistema político y económico. ... fueron los principales promotores

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Julio 2012

INTELECTUALES HÚNGAROS FRENTE AL SISTEMA

SOCIALISTA (1948-1989)

MSc. Katia Cruz Cuevas

[email protected]

Universidad de las Ciencias Informáticas

Resumen

El presente trabajo aborda sintéticamente los rasgos fundamentales del

comportamiento de la intelectualidad húngara frente al sistema socialista desde su

instauración hasta 1980, profundizando en dos acontecimientos fundamentales:

1956 y 1968, como momentos importantes del quehacer de este grupo social.

Abarca también un análisis de la década de los ochenta hasta la caída del

sistema socialista en 1989. En este se explica cómo las transformaciones

acaecidas en este período incidieron en la manera de pensar de los intelectuales,

lo cual conllevó al recrudecimiento de la crítica al sistema y al auge de las fuerzas

de la oposición. Se abordará además las diferentes posiciones asumidas por la

intelectualidad ante el proceso de derrumbe del Socialismo húngaro.

Palabras claves: Intelectualidad, Oposición, Democracia, Partido político.

2

Introducción

La caída del Sistema Socialista Europeo marcó, según algunos historiadores, el fin de un

siglo histórico que comenzó en 19141. Éste estuvo caracterizado por la existencia de un

régimen social que propugnaba la igualdad entre todos los individuos y la satisfacción de

sus necesidades espirituales y materiales. Conocido como Socialismo, se instauró en

una parte considerable del mundo, principalmente en Asia y Europa del Este. El

Socialismo parecía estar llamado a superar al capitalismo, no solo desde el punto de

vista económico, sino también por considerársele un sistema más justo; sin embargo,

para finales de la década de los ochenta se produjo su derrumbe en Europa del Este con

el apoyo de amplios sectores de la sociedad.

Este suceso tuvo gran repercusión a nivel internacional determinando un nuevo orden

mundial sustentado en el predominio del capitalismo y contribuyendo al auge de las

ideas más reaccionarias que intentaban demostrar la inconsistencia del Socialismo.

Además, determinó la entrada a un período de la historia donde fueron rechazados por

la mayoría los valores y paradigmas hasta entonces establecidos.

Hungría fue el primer país del bloque socialista en iniciar la reforma de su sistema

político y económico. A partir de 1989 comenzaron las negociaciones tripartitas en Mesa

Redonda con la oposición, las organizaciones de masas y los dirigentes del Estado y del

Partido. Como resultado se introdujeron enmiendas a la Constitución vigente para

eliminar todo su contenido socialista. Se proclamó la República de Hungría, la cual

representaba la esencia del cambio, declarando la sustitución de la gestión económica

centralmente planificada por la economía de mercado, la propiedad privada y la

democracia multipartidista. De este modo se ponía fin al sistema socialista.

Esto fue posible, entre otros factores, gracias a la acción de un sector fundamental de la

sociedad: los intelectuales. Desde la Revolución de 1956 quedó demostrado que la

mayor parte de este grupo social estaba interesado en reformar el modelo de socialismo

existente, pero vieron frustradas sus aspiraciones al imponerse, con el apoyo de la

URSS, el gobierno de János Kádar. Para la década de los ochenta existía una

conciencia generalizada de que el Socialismo debía ser reformado y los intelectuales

fueron los principales promotores del cambio, aunque no se mostraron como una fuerza

1 Eric Hobsbawn en su libro Historia del siglo XX lo define como un siglo histórico que se extiende desde el estallido de la Primera Guerra Mundial hasta la desaparición del Campo Socialista, constituyendo un período coherente que se designa como siglo corto.

3

con intereses homogéneos. En ellos predominaron divergencias según sus

concepciones y métodos, por tanto, no asumieron las mismas posiciones.

Vale destacar que existen muy pocos trabajos que analicen la participación de este

grupo social en los diferentes procesos; aun cuando a través de la historia se ha

demostrado su capacidad para dirigir los procesos políticos y sociales. En el caso de

Hungría se presenta como un tema de importancia medular, pues según las encuestas

el noventa por ciento de la población no participó en el proceso. Por tanto, fue la

intelectualidad, la que asumió el papel de vanguardia durante el cambio político en

Hungría.

Partiendo de esta problemática el presente trabajo se propone como objeto de

investigación: la actuación de los intelectuales húngaros frente al sistema socialista.

Para lograrlo se proponen los siguientes objetivos:

• Caracterizar la posición asumida por los intelectuales frente al Socialismo desde su

instauración como sistema en Hungría hasta 1980.

• Explicar cómo las condiciones existentes en la década de los ochenta influyeron

en el modo de actuación de los intelectuales.

• Determinar las posiciones asumidas por la intelectualidad húngara durante el

derrumbe del Socialismo.

El presente trabajo está estructurado de la siguiente manera una primera parte que

aborda sintéticamente los rasgos fundamentales del comportamiento de la

intelectualidad húngara frente al sistema socialista desde su instauración hasta 1980,

profundizando en dos acontecimientos fundamentales: 1956 y 1968, como momentos

importantes del quehacer de este grupo social; mientras que una segunda parte

abarcará la década de los ochenta hasta la caída del sistema socialista en 1989.

4

Desarrollo

La posición de los intelectuales húngaros ante el sistema socialista (1948-1980)

Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, Europa del Este quedó en una

situación desoladora. La mayoría de estos países fueron de un modo u otro víctimas del

fascismo, entre ellos Hungría, que a pesar de haber sido aliada, sufrió tanto o más sus

nefastas consecuencias. Ante esta situación se presentó para los húngaros un dilema:

¿se retomaría la posición de antes de la guerra o se implantaría un gobierno de corte

progresista bajo la tutela de la Unión Soviética? La Conferencia de Yalta fue la solución.

Los soviéticos se reservaban como esfera de influencia toda la región y se crearon las

condiciones para la instauración de un gobierno democrático popular que transitaría

inevitablemente hacia el Socialismo.

Los húngaros se caracterizaban por un fuerte sentimiento de rechazo hacia los rusos, un

conflicto que se remonta desde la época de los zares. Sin embargo, el hecho de haber

sido liberados por el Ejército Rojo, constituyó un elemento significativo para que

prevaleciera el agradecimiento. El Socialismo se presentó como la solución idónea a la

situación existente. Sus principios se adecuaban a las necesidades de los nuevos

tiempos, donde se pedían a gritos garantías de seguridad y protección social. Prometía

eliminar la opresión y la desigualdad nacional frente a la injusticia, los prejuicios raciales

y la intolerancia de los gobiernos que lo antecedieron. Además, la propuesta económica

que ofrecían los soviéticos -planificación estatal centralizada, encaminada a la

construcción ultrarrápida de las industrias básicas y las infraestructuras esenciales de la

sociedad industrial- parecía la solución a la crisis de la posguerra; sobre todo en una

época en que los países capitalistas vivían la era de las catástrofes y buscaban una

manera de recuperar el desarrollo económico2.

El sistema soviético ofrecía una alternativa viable al tremendo retraso de la región, y esto

atrajo a una parte considerable de la población. La idea de construir un nuevo mundo

sobre las ruinas totales del viejo, inspiraba a muchos jóvenes e intelectuales, aún

cuando el partido comunista, hubiese llegado al poder gracias al apoyo del gobierno

soviético y en detrimento de otras fuerzas políticas tradicionales que fueron

desplazadas. La mayoría de estos partidos carecieron de justificación moral para hacer

2 Ver Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 376.

5

frente u oponerse a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pues unos

habían sido cómplices de Alemania, mientras que otros mostraron incapacidad para

hacerle resistencia. Se creaba así un vacío de poder que permitió el ascenso del partido

comunista, aún cuando no contaba con la mayoría electoral. La URSS forzó la unión del

partido comunista con los socialistas y con la izquierda del partido campesino; dando

paso a la creación del Partido de los Trabajadores Húngaros (PTH)3 que proclamó el

régimen socialista con Mátyás Rákosi al frente del gobierno.

Unido a esto se manifestó cierto malestar por la dureza del trato que la URSS le dio a

Hungría en su condición de aliada de Alemania. Se vieron obligados a pagar al gobierno

soviético cuantiosas reparaciones; aún así, por impopulares que fueran el partido y el

gobierno, la propia energía y determinación que éstos aportaban a la idea de

reconstrucción de la posguerra tuvo una amplia aunque reticente aprobación por parte

de los intelectuales4.

El nuevo régimen disfrutó de una legitimidad temporal y durante cierto tiempo de un

genuino apoyo popular. Con la nueva estrategia económica, el país avanzó

significativamente, superando incluso, los resultados de los países capitalistas. No

obstante, se les impuso una copia exacta del modelo soviético, basado en el desarrollo

extensivo de la economía que priorizaba la industria pesada. Muchos de los planes

quinquenales que se formularon no lograron verdadero éxito. La industria básica quedó

relegada a un segundo lugar y se produjo una explosión de la demanda de productos de

primera necesidad.

En el plano político, se estableció el monopartidismo, donde el partido comunista obtuvo

la función rectora de la sociedad. El nuevo gobierno se convirtió en un poder arbitrario

que dictaba leyes que venían desde arriba y que difícilmente podían ser cuestionadas.

Esto contribuyó al arraigo en el partido de fenómenos como el burocratismo y el

formalismo. Se produjo una falta de democracia y la verticalización excesiva de las

3 Partido político de ideología comunista, cuyos representantes gobernaron el país entre 1948 a 1956. Su líder hasta 1956 fue Mátyás Rákosi, sucedido durante dos meses por Erno Gero y por János Kádár hasta la disolución del partido. Se convirtió en el partido que ostentó el monopolio del poder político en la República Popular de Hungría.Durante la Revolución de Hungría de 1956, el partido fue reorganizado con el nombre de Partido Obrero Socialista Húngaro (POSH) por un círculo de comunistas alrededor de Imre Nagy. Sin embargo, después del 4 de noviembre de 1956, fue controlado por János Kádár y apoyó completamente a la Unión Soviética.

4 Ibídem . pp. 395.

6

decisiones políticas, donde debía prevalecer el centralismo democrático5, que se

sustentaba en la participación organizada de todos los individuos de la sociedad. El

predominio de la dirección casi unipersonal, sustentada en el culto a la personalidad,

unido a los juicios preconcebidos donde se condenaban a miles de personas que

manifestaran descontento hacia el sistema constituyeron elementos característicos de la

realidad húngara; lo cual generó una atmósfera de miedo. Toda manifestación de

oposición a la política del gobierno fue reprimida, lo cual se extendió al partido y al

Estado, así como a las organizaciones sociales. Muchos dirigentes entre ellos János

Kádar, fueron encarcelados, incluso otros fueron ejecutados o acusados de revisionistas

o titoistas6.

En el ámbito cultural, Hungría al igual que la mayoría de los países de Europa del Este,

tuvo que imitar a la URSS hasta en cuestiones mínimas como la estructura de la

Academia de Ciencias y la Asociación de Escritores, así como también introducir el

idioma ruso como segunda lengua obligada en las escuelas7.

Frente a este escenario, el partido fue perdiendo la base social con la cual había

contado desde principios de la instauración de este sistema. Evidentemente esa

situación estaba muy lejos de cumplir con las expectativas de los húngaros,

principalmente los intelectuales, que aunque no manifestaran abiertamente su

inconformidad, contribuyeron a crear un estado de opinión a favor de la corrección de los

lineamientos políticos del partido.

Sin embargo, la respuesta de la dirección del partido fue omisa, justificando los

problemas como causas de la acción de los enemigos políticos, la existencia de una

conciencia atrasada de las masas, la falta de la vigilancia revolucionaria y el mal trabajo

de los dirigentes estatales, entre otras. No fue hasta la década de los cincuenta cuando

se presentó la posibilidad de reformar las condiciones políticas y económicas del país.

5 Es un sistema político propugnado por Lenin que se basaba en la absoluta preeminencia de un centro de poder democrático, el cual trata de combinar la disciplina y la unidad de acción con prácticas democráticas. 6 Ver Evelio Díaz Lezcano. Historia Contemporánea. Editorial Félix Varela, La Habana, 2008. pp. 15. 7 Ver Agnes Heller y Feller Ferenc. De Yalta a la Glasnost. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1992. pp. 276.

7

1.2. Primeras manifestaciones de los intelectuales húngaros contra el sistema.

Antecedentes de las fuerzas de la oposición al Soci alismo.

Tras la muerte de Stalin en 1953 y posteriormente, la celebración del XX Congreso del

PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en 1956, se abrió un proceso de

cuestionamiento total de era estalinista. Salieron a la luz todos los crímenes cometidos

por un personaje sacro que representó durante mucho tiempo al régimen cuando aún no

existía una elevación considerable del nivel de vida de la población. Constituyó una dura

crítica a un sistema que todavía no se había afianzado no solo como estructura política y

social, tampoco en la conciencia de todos los individuos. El resultado fue descubrir

verdades a unas masas que no estaban preparadas para recibirlas, sobre todo, porque

estaban orientadas a desacreditar todo el período anterior, lo que incluía la historia y por

tanto la legitimidad del sistema.

Aunque en un primer momento el gobierno húngaro no tomó en consideración los

cambios, posteriormente fueron persuadidos por Moscú para realizar transformaciones

políticas. Se determinó, entre otras medidas, que era necesario rejuvenecer el aparato

del partido y del Estado con nuevos cuadros, fundamentalmente con intelectuales

jóvenes. Una nueva generación de reformadores emprendió las transformaciones de la

sociedad húngara. Éstos se plantearon la necesidad de modificar la estructura

deformada de la economía y eliminar la dirección unipersonal, o al menos, limitar los

poderes de la dirección suprema del país.

Con la asesoría del gobierno soviético se designó para la dirección del partido a Imre

Nagy, entre otros jóvenes representantes de la intelectualidad. Esto permitió en parte,

que se reconocieran públicamente los errores cometidos por la dirección del partido,

tanto en su actividad práctica como en su estrategia para hacer avanzar el país. Sobre

todo se criticó fuertemente los juicios preconcebidos y la condena de miles de

comunistas en los años precedentes.

Se consideró que la estrategia económica aplicada había forzado el desarrollo de la

industria pesada sin tomar en cuenta las condiciones concretas del país, relegando la

agricultura y los bienes de consumo de la población. Además, estas decisiones

erróneas habían contribuido al no crecimiento del nivel de vida de la población,

empeorando las condiciones económicas de todos los sectores de la población, tanto de

la clase obrera como de los intelectuales.

8

A pesar de las críticas se designó como secretario general a Mátyás Rákosi y como

presidente de los Consejos de Ministros a Imre Nagy.

En el plano económico plantearon el ritmo acelerado de la construcción del socialismo y

la implementación del modelo económico de autoabastecimiento, así como también

aumentar el monto de las inversiones asignadas a la rama agrícola y elevar el nivel de

vida de la población8.

Los intelectuales dieron todo su apoyo a este gobierno reformador; y crearon, junto a los

obreros y los campesinos, los llamados “consejos”: órganos de poder que tenían como

función controlar a las diversas instituciones del gobierno. No obstante, este nuevo

gobierno se convirtió en una especie de fantasma, cuyas funciones consistían en cumplir

con lo que disponía con anterioridad el partido. Se crearon fuertes divisiones en la

dirigencia y una falta de apoyo creciente de los sectores intelectuales9.

Al ser destituido Imre Nagy, las reformas fueron paralizadas y un gran número de

escritores, periodistas, incluidos profesores universitarios y algunos funcionarios, se

proclamaron en contra de esta decisión y exigieron la continuación del proceso

reformador. Para ello realizaron sesiones de debate en diversas instituciones culturales,

sobre todo en las universidades, donde criticaron agudamente el sistema.

Desde finales de 1955 por iniciativa del Comité Provincial de la Juventud Trabajadora en

Budapest se fue creando un foro de discusión de estudiantes universitarios y jóvenes

intelectuales, principalmente de las ciencias sociales. Éstos se aglutinaron alrededor de

Imre Nagy y conformaron una especie de grupo de oposición que tuvo como nombre

Círculo Petőfi, en recordación del poeta húngaro Sándor Petőfi10.

En los meses de septiembre y principios de octubre se creó un Foro de Estudiantes de

Budapest que exigía la ejecución de cambios profundos en la dirección del partido y el

gobierno, aún cuando Rákosi había sido destituido en el mes de julio y accedieron al

Buró político y al Comité Central figuras como János Kádar. El foro estaba integrado por

nuevas organizaciones de estudiantes de Derecho, Economía, el llamado grupo 15 de

marzo de los estudiantes de Humanidades y el grupo Vasvari, los cuales participaron en

8 Ver Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. PP. 36 9 Ibídem. pp. 36 10 A este poeta húngaro se le considera un símbolo de la defensa de los sentimientos nacionalistas. Se le reconoce además como el precursor de una tradición intelectual de guardianes de la cultura nacional y la conciencia de la nación.

9

la rehabilitación de László Rajk,11 llevada a cabo el 6 de octubre 1956. Para ello

realizaron una representación simbólica de su funeral. Todas estas acciones formaron

parte de lo que constituyó una manifestación general, que devino en una sublevación

contra el modelo de socialismo que se había impuesto en Hungría.

La sublevación de 1956, comenzó precisamente con una manifestación estudiantil

pacífica que fue convocada por los estudiantes de la Universidad de Budapest, quienes

desde el 16 de octubre realizaron una Asamblea General, donde aprobaron la formación

de una organización estudiantil independiente de la Federación Juvenil Democrática y

formularon fuertes críticas a la dirección partidista. Posteriormente el 23 de octubre

llevaron a cabo una manifestación general en la que participaron aproximadamente 20

mil manifestantes que se reunieron en torno a la estatua de Bem, donde Péter Veres,

presidente del sindicato de escritores, leyó un manifiesto a la multitud.

El principal objetivo de estas manifestaciones era perfeccionar el sistema socialista, pero

no su disolución. El descontento que predominaba en la población urbana, dígase los

estudiantes, intelectuales y una parte de los obreros, se manifestó en aspiración por la

renovación del sistema; aunque en estas se infiltraron grupos extremistas que utilizaron

las circunstancias para revertir la manifestación pacífica en lucha armada.

Además, la variedad de los participantes condujo al desarrollo de una sublevación

bastante compleja donde los estudiantes, obreros, adolescentes, intelectuales, las

personas ofendidas, los que cumplieron condenas injustamente, excomunistas y

familiares, las miles de personas deportadas, religiosos, o sea, todos aquellos que se

sintieron afectados por el régimen, se aglutinaron formando una compleja

heterogeneidad social con intereses y objetivos diferentes.

Aun cuando el gobierno de Imre Nagy intentó llevar a cabo varias reformas políticas

como declarar la neutralidad política, el pluripartidismo y pidió la ayuda de la

Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que reconociera el nuevo status, no

se lograron resultados positivos. De hecho, con la aprobación del multipartidismo

aparecieron partidos de marcado carácter burgués que cobraban auge frente al Partido

Comunista.

Por ello el 3 de noviembre de 1956 se crea el gobierno de János Kádár, el cual

inmediatamente pidió la intervención soviética alegando que el anterior gobierno había

11 A este líder del partido comunista se le acusó de ser agente de la GESTAPO durante los llamados juicios conceptuales realizados en Hungría después de la instauración del sistema socialista en 1949. Posteriormente fue fusilado.

10

perdido el control del país. Petición que se consumó el 4 de noviembre en un ataque

masivo contra Budapest.

La resistencia organizada finalizó el 10 de noviembre, la revuelta fue aplastada y

comenzaron los arrestos en masa, lo que provocó que unos 20 mil húngaros huyeran en

calidad de refugiados. Para enero de 1957, el nuevo gobierno instalado por los

soviéticos y liderado por János Kádár había suprimido toda oposición pública. Con ello

comenzó un período de represión y persecución, pues desde mediados de noviembre se

detuvieron a 6 380 personas de las cuales 860 fueron deportadas a la URSS. En total se

estima que hubo 20 mil encarcelados, 380 condenados a muerte, 229 ejecutados, más

de 10 mil deportados a campos de trabajo forzado y otros 100 mil expulsados de sus

centros de trabajo, de la universidad e institutos superiores12. Estos resultados marcaron

profundamente a la sociedad húngara, incentivando mucho más el rechazo hacia la

URSS y sobre todo, constituyó un elemento fundamental para demostrar la ilegitimidad

del gobierno de Kádár durante la década de los 80.

Aún así, se pude afirmar que los dirigentes impuestos después de la derrota de 1956

emprendieron un reformismo más auténtico y eficaz que en el resto de los países de

Europa del Este. Bajo la dirección de János Kádar se llevó a cabo la liberación

sistemática del régimen, la reconciliación con las fuerzas opositoras y, en la práctica, la

consecución de los objetivos de la revolución dentro de los límites que la URSS

consideraba aceptables13.

Se realizó el perfeccionamiento del sistema de planificación y se recurrió a la elevación

del estímulo material como medio para legitimar el sistema. Para ello el gobierno

comenzó la aplicación de una línea política que le permitiera dar soluciones concretas a

las cuestiones económicas y culturales que influían en la vida cotidiana de las masas

trabajadoras, para evitar que se interesaran por la política o que llegara a formarse una

opinión acerca del sistema. En otras palabras, si la dirección del partido era capaz de

garantizar un crecimiento del nivel de vida aceptable, entonces el pueblo no se dedicaría

a la política. Se intentó realizar una despolitización deliberada de la vida diaria. Por eso

su política estuvo encaminada en función de dos objetivos fundamentales: la elevación

del nivel de vida, de manera directa con el aumento de los salarios reales y el

reconocimiento de la necesidad de ciertos bienes de consumo “de moda” como por

12 Izsák Jajos. Rendszerváltástol rendszerváltásig (Del cambio de sistema al cambio de sistema). Editorial Kiadó, Budapest, 1998. (Material en idioma húngaro). pp. 150-155. 13 Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 397.

11

ejemplo el automóvil. El principio fundamental de su gobierno era: las estrategias

económicas no deben obstaculizar la pacificación política, sino que las políticas

económicas deben garantizar el buen funcionamiento del sistema político sin

disfunciones ni interrupciones espectaculares14.

También se evidenciaron otros cambios que, aunque “cosméticos”, aliviaron a la

población como por ejemplo: el toque de queda desapareció; se pudo hablar libremente,

aunque no escribir, además, se pudo disponer de productos cada vez más abundantes.

Bajo estos preceptos comenzó la aplicación de una política conocida como “dictadura

blanda15”.

Aunque las medidas tomadas contribuyeron al mejoramiento de las condiciones de vida

de la población y al aumento de la eficiencia y la productividad, no constituyeron una

solución a los graves problemas que existían en la sociedad húngara. Sin embargo, la

mayoría de los intelectuales, aún cuando conservaron su recelo, a veces incluso su odio

hacia el régimen de Kádar y exhibieron grados variables de escepticismo, admitieron la

posibilidad de colaborar con las aspiraciones reformistas de este gobierno; mientras que

un grupo más reducido de los que conformaban la intelligentsia se desprendió de las

estructuras oficiales de poder para crear su propio espacio social y cultural, creando de

este modo lo que constituyó el germen de la oposición intelectual.

Posteriormente, cuando se produjeron los sucesos de 1968 en Checoslovaquia, los

dirigentes kadaristas acariciaron la idea de una reforma económica, incluso tenían

planes para aplicarla, y contaron con todo el apoyo de los intelectuales. Muestra de ello

es que entre enero y junio de 1968 los principales funcionarios húngaros y al menos la

mitad de los intelectuales de la oposición –que continuaban bajo sospecha, y en algunos

casos, bajo vigilancia policial– se interesaron en emprender nuevamente la reforma del

modelo de socialismo existente16. Por razones distintas, la intelligentsia y los

tecnócratas, también compartieron ese optimismo de los kadaristas en las primeras

semanas de las reformas en Checoslovaquia. La mayoría de ellos se proclamaron a

favor de las transformaciones que se estaban desarrollando en el país vecino e hicieron

14 Agnes Heller y Feller Ferenc. De Yalta a la Glasnost. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1992. pp. 49. 15 Término que designaba al gobierno de János Kádar que enarbolaba un Socialismo con rostro humano, es decir, una flexibilización con respecto al modelo soviético, pero sin romper con los preceptos fundamentales de este sistema. Se le identificaba también como dictadura humanista. 16 Ibídem. pp. 69

12

intentos de extender las reformas a Hungría. Defendían la idea de “democratización

socialista” y “renovación del marxismo”, pero tenían objetivos y expectativas disímiles en

relación con el curso de los acontecimientos.

Los dirigentes kadaristas deseaban la simple duplicación de su propia política; el

“retorno a las normas leninistas de legalidad”, es decir, una rehabilitación de las víctimas

comunistas, y quizás de otras ideologías de izquierda, de los juicios de los años

anteriores. Con ello reducirían las tensiones existentes y mejoraría su capacidad de

gobernabilidad.

Un segundo grupo, identificados como ideólogos del sistema, querían una “democracia

socialista” con fundamentos teóricos, aunque se encontraban en un estado de confusión

general. Entre sus peticiones figuraban la participación de los ciudadanos y un cambio

político considerable.

Por último encontramos un tercer grupo que estaba conformado por la tecnocracia no

ideológica, es decir, por intelectuales y directivos tecnócratas, interesados

principalmente en una racionalización económica y para quienes los aparato del partido

y los ideólogos románticos, era aliados dudosos y poco fiables. No obstante, se

adhirieron a la alianza pro-dubcekista. Puesto que carecían de poder político autónomo y

sólido podían expresar sus aspiraciones por boca de los ideólogos, a quienes por demás

miraban con recelo. Por otra parte, y puesto que el propio programa de Dubcek incluía

la racionalización económica, su única opción era negociar con la burocracia. Además,

los tecnócratas por su parte nunca habían visto con excesivo entusiasmo la participación

popular en asuntos que, en su opinión, debían dejarse a los expertos, llevaron a cabo la

alianza natural y espontánea con los kadaristas, a quienes veían como un estorbo. Ellos

consideraban que los expertos checoslovacos, podían ser sus aliados fiables para la

modernización de la economía húngara.

Sofocada la sublevación en Checoslovaquia, quedaron selladas todas las esperanzas de

reformar el sistema. Los dirigentes habían capitulado aun antes de las órdenes de los

soviéticos. Sólo algunos de los intelectuales de la oposición, entre ellos varios filósofos,

rechazaron la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia mediante declaraciones

públicas de condena. La derrota de este proceso acabó con las ilusiones de reformas

políticas y económicas, pero también, había quedado claro para la intelectualidad la

negativa a cualquier regeneración en el ámbito cultural.

Entre 1956 y 1968 se hizo patente el sentir de la intelectualidad. Su intención no había

sido condenar el Socialismo, y mucho menos derrocarlo. Su objetivo consistía más bien

13

en pensar qué era lo que se había hecho tan mal y proponer una alternativa dentro de

los términos del propio sistema. Para muchos de estos intelectuales marxistas el

estalinismo constituía una trágica parodia de esta doctrina y la URSS, un desafío

permanente a la credibilidad del proyecto de transformación socialista. Aún así, estos

revisionistas, continuaron colaborando con el Partido, a menudo desde dentro de él. Eso

obedecía en parte a la necesidad, pero en parte también a una convicción sincera de su

“misión de reformar el socialismo”.

Por eso se plantea que a partir de los sucesos de Praga se marcó el punto de inflexión

en la historia del Comunismo, en mayor medida que los acontecimientos de 1956 en

Hungría. La ilusión de que este sistema era reformable, de que el estalinismo había

constituido una desviación equivocada, un error que todavía podía corregirse, de que los

ideales esenciales del pluralismo democrático podían de alguna forma todavía ser

compatibles con las estructuras del colectivismo marxista, quedó aplastada bajo los

tanques el 21 de agosto de 1968 y jamás volvió a recuperarse17.

1.3. Respuesta de la intelectualidad a la política cultural del gobierno kadarista.

Cuando la situación se normalizó, el gobierno de J. Kádar emprendió las

transformaciones del Nuevo Mecanismo Económico, lo cual contribuyó

significativamente al aumento del nivel de vida de sus pobladores. Estas reformas

económicas impulsaron el desarrollo del país que hasta principios de los setenta alcanzó

una tasa de un 7% de crecimiento. Se puso énfasis en la autonomía de las empresas y

se autorizó la existencia de un sector privado en diversas actividades y se estimuló la

agricultura. Hungría se convirtió en el primer país socialista en producción por habitante

y en un exportador de alimentos18.

Los sucesos de 56 habían evidenciado el resurgimiento de fuerzas cuya base no era la

defensa del socialismo, sino más bien la restauración de la burguesía. Por ello el

gobierno optó por dar participación en la gestión de los asuntos públicos a estos

elementos no socialistas. Llevó a cabo una política de conciliación con todas las fuerzas

políticas sosteniendo como consigna: El que no está contra nosotros abiertamente, está

con nosotros19. Era una revolución permanente subyacente que cedía un determinado

17 Tony Judt. Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Editorial Taurus, Madrid, 2010. pp. 650. 18 Evelio Díaz Lezcano. Historia Contemporánea. Editorial Félix Varela, La Habana, 2008. pp. 16 19 Citado por Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 72

14

margen de acción al desarrollo del “hombre socialista” sin recurrir al terror, la coacción y

las purgas. De hecho, se reconoció tácitamente los grupos de presión, aunque no de

forma legítima.

Entre esos grupos encontramos la intelligentsia ideológica– principal socio negociador

de los dirigentes kadaristas- que se le consideraba de antaño semillero de rebelión. Este

grupo lo conformaban los dirigentes archiconservadores de las iglesias, dispuestos a

convertirse en defensores de las decisiones y los intereses políticos del régimen en sus

sermones y cartas pastorales, así como en los consejos confidenciales y desde una

posición de autoridad que impartían a sus feligreses. También destacados tecnócratas,

que con independencia de su afiliación partidaria, poseían intereses materiales e

intelectuales claramente distintos al grupo anterior20.

Desde el punto de vista interno la censura fue más flexible, se redujo el círculo de los

bienes intelectuales prohibidos y la política aplicada hacia los profesionales fue mucho

más tolerante. El esfuerzo del nuevo equipo consistía en establecer un equilibrio de

fuerzas sociales, pero con la posibilidad de incorporar al menos una parte de los no

marxistas al proceso de construcción del Socialismo.

La realidad evidenció que la mayoría de los intelectuales apoyaron al gobierno de János

Kádar, pues de una forma u otra, colaboraron con el sistema entre los años sesenta y

setenta. Ello se debió gracias a la labor realizada por Aczél Gyorgyr21, el cual aplicó una

política conciliatoria en la esfera de la cultura durante un cuarto de siglo.

Esta figura política no contaba con la aprobación de Moscú, pero tenía excelentes

relaciones con Kádar. Por sus orígenes, ambos poseían varios puntos en común, por

ejemplo, los dos fueron encarcelados durante la época de Rákosi. En 1954 como parte

de la amnistía otorgada por el gobierno fue puesto en libertad, aunque al principio no

quiso, luego accedió a cooperar con el gobierno de Kádar. Su labor administrativa se

centró en crear una nueva política cultural que se diferenciara totalmente de la aplicada

por József Révai durante el gobierno de Rákosi.

Su principal objetivo era integrar al mayor número posible de los intelectuales al sistema

y si esto no era posible, al menos, establecer una coexistencia pacífica. Por encima de

todo intentaba calmar los ánimos de aquellos intelectuales que habían desempeñado un

20 Ver Agnes Heller y Feller Ferenc. De Yalta a la Glasnost. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1992. pp. 56. 21 Éste fue miembro del Comité Central desde el comienzo de la era de Kádar hasta 1989, miembro del Buró Político entre 1970-1988, Ministro de Cultura entre 1957-1967 y el secretario cultural del Comité Central entre 1967-1974 y 1981-1985.

15

papel importante en los sucesos del 56, y para eso necesitaba crear en ellos un

compromiso con el sistema, sin tener que silenciarlos ni recurrir al terror. Por eso

consideraba necesario aplicar una política cultural efectiva que le permitiera ganar el

apoyo de la mayor parte de la intelectualidad, teniendo en cuenta la función clave de

este grupo social en la formación de la opinión pública. Trató de poner al servicio del

sistema a intelectuales de fama internacional, pues consideraba que si lograba su

apoyo, éstos podrían influir en el resto de la intelectualidad y con ese objetivo les

entregaba grandes privilegios.

Su política cultural respondía al interés del gobierno de buscar la conciliación entre

distintas fuerzas. Sobre la base de este objetivo Aczél trazó como línea directriz apoyar

la heterogeneidad de la vida cultural, pero estableció los límites implantando una

especie de sistema de censura conocido como "sistema de las tres T" (támogatás,

tures, tiltás), o sea, apoyo, tolerancia y prohibición.

Este sistema se convirtió en la práctica en la política cultural del gobierno. Con él se

categorizaba cuidadosamente lo que era permitido decir y lo que no, aunque esas

categorías quedaban sujetas a la situación política que imperara en el momento. De ahí

que en ocasiones fuera más flexible y en otras más restrictiva. Al crear este tipo de

clasificaciones Aczél pudo establecer una definición más específica de lo que se

consideraba literatura “no hostil” y “claramente hostil”. Entre las condiciones que

estipulaban era que si los escritores se comprometían a no meterse en política y

observaban los límites políticos aceptables, en ese caso el estado, desechando la

imposición de los límites estilísticos, les publicaría y les mantendría generosamente, casi

lujosamente. Los límites nunca se definieron claramente, pero la suerte de cualquier

libro, ensayo o película fronteriza dependía de este jefe supremo22.

Desde finales de los años 50 en adelante se redactó el reglamento de este sistema de

censura23. Su primer comentario oficial al respecto fue el informe titulado: “Sobre el

estado de nuestra literatura” (Az helyzetéről irodalmunk), cuya fecha de publicación fue

el 6 de agosto de 1957. Este hecho se identifica como el nacimiento del sistema de las

tres T. En este informe se exponían las definiciones generales de su política, y se

exhortaba a que los escritores manifestaran su compromiso político a través de sus

22 Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los

países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 164. 23 En Hungría realmente no hubo una censura oficial que determinara de manera legal que era lo que estaba permitido publicar. Esos límites nunca quedaron bien establecidos, mas bien existía una autocensura.

16

obras literarias. La sección más importante del informe, sin embargo, fue la formulación

de los principios de las tres T.

En primer lugar se planteó que el Partido y el gobierno promovían la adhesión a la

doctrina del realismo socialista, pero admitían otras tendencias, siempre que fuesen

compatibles con los principios oficiales, o sea, siempre y cuando no entraran en

contradicción con la Democracia Popular e intentaran socavar el orden social existente.

Aunque se plantea que éstas últimas serían controladas debidamente por la “censura”.

En septiembre de ese mismo año fue publicada la estrategia del Comité Central del

POSH donde se exponía que la vida literaria en Hungría había estado prácticamente

estancada hasta ese momento y que no existía aún una estrategia adecuada para

canalizar la literatura política.

Otra señal temprana del nuevo enfoque de la política cultural fueron los “Lineamientos

de la política cultural” (Művelődéspolitikai irányelvei), que se publicó en agosto de 1958.

En este se deja claro el abandono de la vieja retórica y la necesidad de la unidad de los

socialistas y del Partido para la construcción de la vida cultural socialista. Se expone que

el partido no solo permitiría, sino que promovería activamente la diversidad cultural.

Además, se señaló la tolerancia de obras que no fueran realistas, pero que al menos

fueran de corte humanista y que no amenazaran el orden social. De acuerdo con esta

decisión se les dio la oportunidad a muchos escritores de publicar sus obras; sin

embargo, otros libros fueron considerados perjudiciales y por tanto, prohibidos.

Aunque los principios del sistema de las tres T se perfilaban desde años antes no fueron

perfeccionados hasta 1959. Su anuncio oficial constituía un paso trascendental hacia la

consolidación de la vida literaria y cultural. Esta consolidación significaba esencialmente

su despolitización. El gobierno quiso resaltar que había aprendido de los errores de la

anterior política cultural (dirigida por Révai) y que no estaba a favor de ningún grupo en

particular, sino que el principal fundamento de su política sería la diversidad cultural del

modo más amplio posible.

Para muchos críticos de la época, esta nueva política era desde el punto de vista

ideológico más colorida y políticamente más libre. Además, la producción artística fue de

mejor calidad que en la época de Rákosi.

Esta nueva visión sobre la literatura y la vida cultural de modo general obtuvo mayor

validez después de la celebración del 9º Congreso. Como resultado de este

acontecimiento y después de amplios debates sobre filosofía, literatura, historia, religión,

etc, se decidió que se les daría apoyo a todos los socialistas y otros humanistas

17

creativos cuyas obras hablaran de las grandes masas, que facilitaran los esfuerzos de la

política, aunque fueran ideológicamente contrarios, pero iban a excluir de la vida cultural

todas las manifestaciones que fueran políticamente hostiles, antihumanista o que

ofendieran la moral pública24.

Esta fue la formulación oficial de las tres T y, era al mismo tiempo, la culminación de la

neutralización política y consolidación de la intelectualidad. Se establecieron fronteras

permanentes y normativas con respecto a lo que sería tolerado o prohibido, pero no era

posible saber de antemano cuando alguna obra parecería bien a los ojos de los líderes o

aparecería como un error en la política editorial.

Tanto los escritores como los funcionarios intentaron poner a prueba los límites, pero el

único que realmente sabía lo que sería permitido en un momento determinado era Aczél.

En la práctica, a menudo él decidía personalmente qué obras literarias se harían

públicas o no. En otros casos las obras se distribuían sólo en determinados círculos de

intelectuales, siendo de este modo publicaciones semi-oficiales, sin que llegara a ser

algo habitual.

El sistema de las tres T fue evolucionando de manera continua y con los años la línea

entre las dos primeras T (apoyo y tolerancia) se hizo cada vez más confusa, incluso la

tercera categoría (prohibición) disminuyó gradualmente en importancia. Lo que sí se

mantuvo inmutable como una especie de pacto entre los escritores y el gobierno fue el

no cuestionar la base ideológica del régimen, es decir, el sistema de partido único y las

relaciones de Hungría con la Unión Soviética, y en compensación, podían expresar

libremente su descontento o sus opiniones personales.

Con el fin de proceder a la clasificación “segunda T” (tolerado), los libros tenían que

cumplir con determinados requisitos. En primer lugar, no podía contener ni siquiera de

manera implícita ninguna crítica política del régimen. En segundo lugar, no podía

incentivar a sentimientos que pudieran crear una “atmósfera negativa” dentro de la

sociedad; y de este modo se contribuía a la política de neutralidad. Se buscaba que

incluso, aquella parte de la sociedad que no apoyaba al régimen lograra sentirse

cómoda en estas circunstancias. El objetivo era que la sensación de confort redundara

en una sensación de bienestar general.

24 Raija Oikari. Discursive Use of Power in Hungarian Cultural Policy during the Kádár Era. Hungarologische

Beiträge Nº 14. (Material en idioma inglés). Disponible en: http://epa.oszk.hu/01300/01368/00001/pdf/08oikari.pdf .

Consultado 15 de septiembre 2010. pp.11.

18

En cuanto a los trabajos que eran prohibidos, éstos se determinaban sobre la base de

dos elementos: si se consideraba “alienado” y si “su actitud hacia la vida no era positiva”;

pero también en este caso las reglas podían variar.

En el caso de las publicaciones sistemáticas tampoco se estableció por escrito

prohibiciones abiertas, sin embargo, en la práctica la dirección de la prensa se regía por

principios generales y determinados procedimientos que permitían decidir lo que sería

publicado o no. Todas las noticias y las informaciones debían ser filtradas, y éstas a su

vez respondían a las orientaciones ad hoc (de acuerdo con el momento); además, la

publicación de las noticias era una responsabilidad individual de los redactores

principales. Se establecieron temas tabú que estaban claramente estipulados: la crítica a

la URSS y el campo socialista, del CAME y el Pacto de Varsovia, la presencia de las

tropas soviéticas y por último, la cuestión del 56. Para ello el POSH estableció una

serie de principios con respecto a la prensa. Primero se planteó que debía ser partidista

y defender en todo momento la dirección política del país. Debía ofrecer también una

visión clasista donde prevaleciera el papel rector del Partido, porque sólo así se podría

mostrar la posición partidista de este medio de comunicación y evitar que prevalecieran

otros puntos de vista contrarios al marxismo- leninismo. Además, cualquier crítica que se

hiciera al sistema debía tener un carácter constructivo.

Era prohibido publicar los secretos estatales, las noticias que lastimaran los intereses de

la nación, lo cual no estaba definido exactamente. También se reconocía que la prensa

tenía como tarea fundamental la lucha contra las ideologías pequeño-burguesas, las

concepciones anti-científicas y contra toda idea que pudiera influir en la conciencia de

las masas.

La “censura” fue una parte esencial de la política editorial, aunque no había ninguna

oficina que tuviera esta función, pero los principios rectores eran comúnmente conocidos

y los editores debían cumplir con la promesa de una especie de autocensura. En

cambio, el gobierno húngaro ofrecía seguridad financiera a estos “trabajadores

culturales”. Este sistema de prestaciones apoyado por el Estado y controlado por

organizaciones como la Unión de escritores y el Fondo de Literatura, ofrecía seguridad a

los escritores que seguían la política del Partido. A aquellos que sobrepasaran los

límites, se les imponían medidas punitivas como la pérdida temporal de beneficios.

A los escritores y los investigadores les preocupaba la “censura”, pero sobre todo el

principal problema era la autocensura. Con el fin de conseguir llegar al público los

intelectuales, los artistas, etc, siempre estaban tentados a adaptar su obra, podar o

19

acotar un argumento anticipándose a las posibles objeciones oficiales. En esta sociedad

donde la cultura y las artes se tomaban muy en serio, los beneficios profesionales y

materiales de esos ajustes no eran nada desdeñables, pero el respeto por uno mismo

podía obligar a pagar un considerable precio moral. Por eso la mayoría optaba por

contar con los beneficios, cometiendo con frecuencia un infanticidio: matar a su propio

hijo intelectual por el insensato terror a la mente del censor25. De esta manera

adoptaban una posición de complicidad parcial o apoyo al sistema a cambio de las

ventajas que se le ofrecían.

De manera general tanto para los escritores como para el resto de los intelectuales la

relación con el régimen prácticamente dependía de las relaciones personales que

tuvieran con Aczél. Aún así los funcionarios del partido consideraban que esta era una

política bastante peligrosa, pues tenían miedo de que las relaciones subjetivas pudiesen

interferir a la hora de juzgar según la estética y los problemas ideológicos.

Algunas celebridades, independientes del sistema político tuvieron cierto acercamiento,

tal fue el caso de Gyorgy Lukács y Zoltán Kodály26. También cooperaron los

intelectuales que tenían puestos de dirección en universidades, teatros y otras

instituciones culturales. Muchos de ellos tenían una posición importante gracias a Áczel.

Algunos, incluso llegaron a establecer una estrecha relación con él. Con ellos hablaba

abiertamente de política y eran considerados sus amigos íntimos; mientras que otros

grupos de intelectuales hacían todo lo posible por llegar al círculo de Áczel, pero éste no

los consideraba merecedores de ser parte de los grupos anteriores. A este grupo

heterogéneo, los utilizaba para determinados objetivos, y a cambio de su colaboración

los premiaba con cambios de apartamentos, compra de carros u obtención de visas y

pasaportes.

Pero no todos mostraron la misma actitud de colaboración. Evidencia de ello fueron

algunos profesionales de las Ciencias Sociales que llevaron a cabo la publicación de una

revista llamada Valóság (Realidad) que criticaba los males del sistema en la llamada

“semidisidencia”, incluso llegaron a divulgar obras de científicos occidentales. Entre ellos

se encontraban escritores, historiadores y sociólogos de renombre. Aún así, se permitió

la publicación de esta revista.

25 Tony Judt. Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Editorial Taurus, Madrid, 2010. pp. 824. 26 Músico y compositor húngaro. Uno de los más destacados músicos húngaros de todos los tiempos. Su estilo musical tiene como característica fundamental la mezcla de folclore y armonías complejas del siglo XX.

20

Los que no se insertaron al sistema, nunca llegaron al diálogo con Aczél, ni siquiera

entablaron conversaciones, ni relaciones con los que estaban fuera, es decir, con

aquellos que constituían la semilla de la oposición. Éstos que alzaban la voz difundiendo

sus obras en copias ilícitas impresas a ciclostil27, se enfrentaban a la sombría

perspectiva de ser prácticamente invisibles, de ver cómo sus ideas y su arte quedaban

relegados a una audiencia minúscula y cerrada, publicando para los mismos 2 mil

intelectuales de siempre.

Vale destacar que esos intelectuales decidieron renunciar a la oportunidad de emigrar o

exiliarse porque consideraban que era mejor ser perseguido e importante que libre, pero

irrelevante, entre ellos encontramos a Agnes Heller entre otros filósofos y expertos que

por su labor intelectual opuesta al sistema fueron limitados y silenciados por el gobierno.

Desde los sucesos del 56 muchos escritores recurrieron a la opción del silencio como

una vía de resistencia. Muchos eran encarcelados o acallados por otros medios. Entre

ellos se encontraban Tibor Déry y otros como László Németh, Péter Veres, István

Örkény, Zelk Zoltán. Solo a algunos se les reconocía como escritores completamente

apolíticos como Sándor Weöres, Ottilik Géza, János Pilinszky o Miklós Szentkuthy, éstos

ni siguiera se sumaron a la protesta llevada a cabo por la Unión de Escritores realizada

el 3 de diciembre de 1957, donde se planteó que: “los escritores húngaros en todas las

circunstancias serviremos al pueblo húngaro, y no permitiremos que nuestras obras

sean objeto de abuso por ningún gobierno o partido. ”28 Trataron de boicotear la nueva

política cultural del gobierno y optaron por no publicar. Estos silenciosos escritores no

aceptaron ni siguiera la publicación de poesía neutral. Todos ellos eligieron como

estrategia la política del silencio; aunque vale destacar que un gran número de

intelectuales fueron disuadidos por Aczél. Éste tenía la capacidad de entender el

lenguaje de los intelectuales y eso contribuyó en gran medida a lograr el apoyo de éstos.

Como resultado de su política pudo integrar a los escritores rebeldes en la literatura

oficial del régimen al darles un trato más flexible, aún cuando por el gobierno los

consideraba poco fiables. Logró que estos escritores dejaran de asumir esta posición y

con ello, contribuir de manera implícita a la legitimidad del régimen.

27 Aparato que servía para copiar muchas veces un escrito o dibujo por medio de una tinta especial sobre una plancha gelatinosa. 28 Citado por Raija Oikari. Discursive Use of Power in Hungarian Cultural Policy during the Kádár Era. Hungarologische Beiträge Nº 14. (Material en idioma inglés). Disponible en: http://epa.oszk.hu/01300/01368/00001/pdf/08oikari.pdf . Consultado 15 de septiembre 2010. pp. 145.

21

Para ganarlos no utilizó la coacción, de hecho, la mayoría de los intelectuales fueron

seducidos a través de las relaciones personales. Aczél utilizó una serie de trucos y

dispositivos de manipulación para llevarlos a acercarse al régimen. Su método se puede

resumir en dos términos: la política de favores y de la informalización, éste último

reflejado en contactos personales.

De cualquier modo el resultado de su política fue la reanimación de la literatura, prueba

de ello es que entre 1960 y 1985, el volumen de libros impresos y los títulos de los

folletos se duplicó alcanzando un total de 10.000, mientras que el volumen total aumentó

de 53 libros por cada mil ciudadanos, tanto en 1955 y en 1960, a 98 libros por cada mil

ciudadanos en el año 1984. Para 1970 Hungría estaba al mismo nivel que Francia,

Bélgica y Bulgaria. Diez años más tarde fue el único país socialista en alcanzar un nivel

superior de edición de libros, junto con la República Federal de Alemania, Finlandia y los

Países Bajos. Incluso más importante que las medidas cuantitativas fue la posibilidad de

leer a escritores extranjeros desconocidos y prohibidos, cuyos libros para esa época

estaban más disponibles a precios razonables.

No obstante, desde los sucesos de Checoslovaquia la política cultural de Aczél, había

comenzado a mostrar los síntomas de su fracaso. Una nueva generación de escritores

comenzó a emerger, en los cuales, la aplicación de sus métodos no tuvo éxito. Éstos

querían que su relación con el régimen no dependiera de las relaciones personales que

tuvieran con Aczél, sino más bien que ésta se estableciera de manera institucional. Por

tanto, deseaban que su rango como artistas estuviera basado puramente en sus méritos

artísticos. Tampoco querían el reconocimiento oficial a cambio de servir a los propósitos

del régimen. De hecho, no tenían la intención de legitimar el poder ni su consolidación.

El Estado en su afán de atraer a la intelectualidad había permitido su inserción en las

estructuras del poder para que pusieran sus conocimientos en función de la legitimación

del sistema. Durante este período el partido trató de atraer conscientemente a las

personas mejor preparadas para colocar a profesionales jóvenes en puestos de la

nomenclatura, en particular, en el aparato del partido. De esta manera muchos

intelectuales jóvenes accedieron al gobierno. A medida que estos jóvenes comunistas

sustituyeron a los burócratas de la vieja guardia, cambió la idiosincrasia de dicho

aparato. Estos grupos de jóvenes, a diferencia de aquellos reclutados de la clase obrera

22

y campesina, no dependían exclusivamente de sus jefes políticos29. Para Sean Hanley,

este aumento de las capas de tecnócratas y administrativos partidarios de la reforma del

sistema, frente a la concepción marxista clásica de la generación anterior, generó el

conflicto Rojos vs Expertos, que caracterizó todo el período hasta mediados de los

ochenta cuando se llevó a cabo la renovación del aparato estatal30.

Estos cambios que se produjeron en las relaciones de poder trajeron como resultado

que Aczél ya no fuera considerado como un estabilizador de éxito a finales de los 1970.

A medida que fue avanzando esta década los intelectuales fueron en un número

creciente dando la espalda al relativo compromiso que habían manifestado los años

anteriores. Los escritores querían tratar los temas y puntos de vista que habían sido

prohibidos. Esto condujo a una nueva era que dio comienzo en los años ochenta donde

los funcionarios del gobierno se vieron obligados a adoptar medidas contra los que

sobrepasaban los límites establecidos, aún cuando, se flexibilizaron gradualmente los

temas que se consideraban tabú.

Para finales de la década del setenta se hicieron más evidentes los síntomas de crisis.

Las reformas del Nuevo Mecanismo Económico se estancaron y como consecuencia de

la crisis petrolífera, Hungría sucumbió a la deuda externa para mantener un nivel de vida

aceptable en la población. Además, se produjo el derrumbamiento definitivo de la

ideología oficial y el sistema fue perdiendo la legitimidad que había tenido en las

décadas anteriores. Todas estas transformaciones incidieron significativamente en la

intelectualidad: en aquellos que constituían puntales del sistema- dígase dirigentes,

ideólogos o los que de un modo u otro justificaban su existencia- pero también, en

aquellos que manifestaban oposición al mismo. A medida que la crisis se agudizaba, la

intelectualidad comprendió que el sistema era irreformable y por tanto, se hacía

necesario un cambio radical.

29 Ver Ivan Szélenyi. Los intelectuales en el poder. En: Después de la caída. El fracaso del comunismo y el futuro del socialismo. Editorial Crítica, Barcelona, 1993. pp. 253. 30 Sean Hanley. Intellectuals and Politics in Centarl Europe. Central Europe Review, vol 1, Nº 25, 13/12/1999. Disponible en: http://www.ce-review.org/authorarchives/hanley_archive/hanley_main.html . Consultado 4 de marzo 2010. pp. 5

23

2. Los intelectuales húngaros durante la década de los ochenta: aumento de la

crítica al sistema socialista.

La década de los ochenta fue la heredera de graves problemas económicos, políticos y

sociales. A partir de 1973, se redujeron las tasas de crecimiento, aumentó la deuda

externa y la economía se hizo más vulnerable. La crisis energética había provocado

escasez de comida y productos manufacturados, y los préstamos adquiridos por el

Estado para paliar la crisis provocaron el aumento de la inflación. El sistema se mostró

altamente ineficiente, pues no solo era incapaz de producir los bienes necesarios, ni

siguiera daba libertad de acción para encontrar el proveedor más barato ni controlar la

respuesta del consumidor ya que ambos venían dados por un plan. Tampoco se podían

hacer estimaciones de la elasticidad de la demanda producida por el mercado. Los

precios de los productos permanecían inertes, sin alterarse por mucho o poco que se

produjera determinada mercancía y sin tener una clara relación con la productividad ni

con los precios de otras mercancías31. El sistema de precios fijos imposibilitaba el

cálculo de los costes reales destinado a responder a las necesidades o a adaptarse a la

reducción de los recursos. Todo esto incidió negativamente pues provocaba mayor

escasez de artículos necesarios impidiendo satisfacer las exigencias materiales de todos

los individuos en su condición de consumidores.

Aunque se hicieron intentos para solucionar la crisis con una segunda oleada de

reformas, no se obtuvieron resultados satisfactorios. El 17 de abril de 1984 en su sesión

plenaria, el Comité Central determinó como objetivos fundamentales de las nuevas

reformas, eliminar la normativa económica existente, la cual ejercía un efecto limitado

en el aumento de los rendimientos. Se pretendía aumentar la competencia en el marco

del mercado regulado y modificar el sistema de precios y salarios; además de crear un

régimen de incentivos y fomentar la iniciativa individual y privada. Proponía también

perfeccionar las formas de dirección empresarial, creando dos nuevos tipos de

dirección32.

Esta segunda oleada de reformas económicas se llevó a cabo en condiciones no muy

favorables para su éxito. Los recursos disponibles no eran suficientes en un momento en

que el valor de las exportaciones suponía el 50% de la renta nacional y seguía creciendo

31 Robin Blackburn. Después de la caída. El fracaso del comunismo y el futuro del socialismo. Editorial Crítica, Barcelona, 1993. pp. 211. 32 Ver Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 98

24

el monto de la deuda externa. Por ello en el XIII Congreso del POSH realizado en 1985

se señaló que para desarrollar la economía era necesario perfeccionar la economía

interna reduciendo los costos, aprovechando mejor las reservas, renovar gradualmente

las bases técnico materiales de la economía nacional y elevar el bienestar del pueblo33.

Aún así, estas ideas no fructificaron y se evidenció la necesidad de hacer reajustes

mucho más profundos que permitieran un cambio en la estructura productiva, y para ello,

se hacía necesaria la modernización de la mayoría de las ramas de la economía.

Esto trajo como consecuencias que la población tuviera que asumir la mayor parte de las

cargas originadas por dicha transformación, pues apenas se pudo asegurar las

condiciones elementales, lo cual se evidenciaba en los bajos índices de consumo. Aún

cuando el Partido seguía planteando como objetivo elevar el bienestar del pueblo, el

nuevo programa del gobierno, planteaba la reducción en un 6% de la renta nacional

dedicada al consumo y aumentar entre el 14 y el 15% los precios en 1988. Sin embargo,

los salarios en 1987 fueron congelados, aunque se preveía un aumento del 3% en las

ramas más importantes y rentables de la economía.

Por otra parte, el gobierno planteaba la necesidad de mantener la política del pleno

empleo, pero al mismo tiempo se reconocía como un punto medular la poca efectividad

de dichos empleos y de la remuneración material, según la capacidad y el aporte de

cada individuo a la sociedad. Se generalizó en la sociedad un chiste que ilustra muy bien

este fenómeno: “tú haces como que trabajas y nosotros hacemos como que te

pagamos”.

Como parte del perfeccionamiento de las reformas económicas también se le dio un

impulso considerable a las iniciativas privadas, que a partir de 1985 se hicieron más

extensivas, sobre todo en la esfera de los servicios, alcanzando el 33% del Producto

Interno Bruto (PIB). Aumentó el número de arrendamientos de las propiedades estatales

no rentables como cafeterías, restaurantes, bodegas, carnicerías, así como también, se

elevó el número de los negocios por cuenta propia, creándose de esta manera una

segunda economía. A determinados obreros se les entregaban instalaciones de sus

empresas, con el fin de realizar producciones cuya ganancia les pertenecía. De esta

forma los trabajadores obtenían ingresos mayores o adicionales que les permitía afrontar

el alza de los precios, mientras otros vieron descender progresivamente sus niveles de

vida. Los salarios obtenidos en la segunda economía deterioraban el rendimiento en la

33 Citado por Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 98.

25

primera, lo cual minimizaba el efecto estimulante de los salarios oficiales e indujeron a

los participantes a ahorrar esfuerzos en el trabajo normal34. La aceleración del

enriquecimiento de los beneficiados irritaba a amplios grupos sociales, en primer lugar, a

aquellos que no tenían la posibilidad de obtener los ingresos adicionales, entre ellos los

intelectuales que vieron descender su nivel de vida, produciéndose la inversión de la

pirámide social. Esto provocó una agudización de la crisis, pues los intelectuales

comenzaron a manifestar su inconformidad, pero esta vez de una manera mucho más

abierta, optando por estrategias económicas y políticas opuestas a las desarrolladas por

el Partido Comunista.

Se une a ello otro fenómeno vinculado con la proliferación de los delitos de índole

económica que atentaban contra la propiedad social. Con el fin de garantizar el

cumplimiento de los objetivos fijados desde arriba, los directivos de las fábricas hacían

todo lo posible por ocultar a las autoridades las reservas de material y mano de obra. Así

el despilfarro y la escasez se reforzaban. Éste sistema no solo fomentaba el

estancamiento y la ineficacia, sino un ciclo permanente de corrupción. Aquellos que

tenían acceso a los bienes comunes se adueñaban indebidamente de ellos lo que trajo

consigo una mayor diferenciación dentro de la sociedad.

De manera general la economía húngara, lejos de mejorar, entró en un período de crisis

total. Ejemplo de ello son las palabras recogidas en el nuevo programa gubernamental

aprobado por el parlamento húngaro en octubre de 1987 donde se expone: “El desarrollo

de la economía nacional- junto a los resultados dignos de atención también a escala

internacional- se ve acompañado por tensiones y contradicciones que han ido

aumentando con el tiempo. Los resultados de los últimos años –a pesar del

perfeccionamiento- muestran que los objetivos económicos no se cumplieron, las

deudas en divisas convertibles se incrementaron notablemente, no existe armonía entre

el rendimiento y los ingresos empresariales, el consumo de la sociedad supera la

producción y se produjo un incremento del desequilibrio financiero interior. Este proceso

se debe a factores tanto internos como externos. El desarrollo del mecanismo

económico y del sistema de gestión se llevó a cabo de manera ambigua y titubeante” 35

La anterior cita testifica la situación económica imperante en Hungría para finales de la

década de los ochenta. Para esta fecha la economía húngara ya agonizaba por la

creciente deuda externa de 18 000 millones de dólares. El nivel de vida descendió

34 Ibídem pp. 100. 35 Citado por Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 101.

26

considerablemente y la inflación creció entre un 18-20%. La estructura productiva

envejeció al tiempo en que la capacidad competitiva en el mercado exterior también

decreció.

Se produjo además la violación del tabú existente sobre el pleno empleo, pues muchas

fábricas deficitarias se vieron obligadas a cerrar. Para 1988 existía ya en Hungría

alrededor de un 2% de desempleo de la población activa, es decir, unas 100 mil

personas; incluso para aquellos que estaban trabajando existía la frustración de un

trabajo sin sentido y la sensación de padecer una auténtica explotación. No solo decayó

el avance social, sino que además, disminuyó considerablemente la esperanza de vida.

Este último indicador social descendió de 67 años a 63 en solo ocho años.

Las tensiones que se produjeron por el descenso del nivel de vida generaron un

descontento general, y esto se hizo más evidente en la medida que finalizaban los años

80. En la mayoría de la población predominaba la resignación y no el realismo. La doble

moral se presentó como otro fenómeno del período. Frente al público mantenían una

actitud de apoyo total al sistema, cumplían con todas las decisiones del partido para no

tener discrepancias con el gobierno; sin embargo, otra posición bien distinta se

manifestaba en privado, en el círculo íntimo de parientes y amigos, engendrándose así

un medio moral contaminado.

Para 1988 el descontento era más perceptible por la caída del nivel de vida y la pérdida

de la capacidad adquisitiva de la sociedad. En los últimos meses de ese mismo año la

prensa se hizo eco de ello. Esto favoreció a ciertos círculos de intelectuales y a las

fuerzas de oposición que ya comenzaban a fortalecerse.

Prevalecía la idea de que la calidad de vida se había hundido más a causa de la

polución, la falta de inversiones básicas palpable en alojamientos, hospitales y las

escuelas, aún cuando el Estado apoyaba la educación con grandes recursos

económicos y contribuía a la edición de libros, al desarrollo del deporte, el teatro y el

cine. La población no sufría de paro ni inseguridad, pero sí existía una carencia

importante de viviendas y de otras necesidades básicas. Los miembros de las nuevas

generaciones comparaban su situación, no con la del pasado de su país, sino con la

situación de sus contemporáneos de Europa Occidental.

Paralelamente a la crisis económica y social se manifestó un alto desarrollo cultural en la

población, que incrementó la capacidad de reflexionar y de ver el mundo desde otras

perspectivas; pero esta evolución del pensamiento de los ciudadanos no se convirtió en

un proceso de legitimación, sino de ruptura y de desprecio por los valores básicos con

27

los cuales en algún momento se sintieron identificados. Esto fue posible, en parte, por la

influencia cada vez mayor del capitalismo occidental sobre la sociedad húngara. En un

mundo donde el desarrollo tecnológico alcanza grandes proporciones, los medios de

comunicación abarcan la esfera global y predomina la economía trasnacional, se hizo

imposible aislar a la población de la información sobre el mundo capitalista. En los años

setenta y ochenta se ensancharon los vínculos con los países occidentales y Hungría

comenzó a integrarse a la economía mundial. Además, a partir de la mitad de la década

del ochenta, ya era legal pagar televisión por cable y en otros casos, entraban cintas

piratas, creándose en la población la avidez por las películas norteamericanas y la

música pop, sobre todo en jóvenes con altos niveles de educación y con oportunidades

cada vez mayores de viajar. Estas nuevas posibilidades que se les otorgaban a los

individuos, les permitió comprender cómo era la vida en los países capitalistas y cuán

por debajo estaban en términos materiales y en libertad de elección.

La legitimación del sistema se basaba, fundamentalmente, en los resultados del

desarrollo económico y esto en los años 80 no se pudo mantener. Al no corresponderse

las expectativas con la realidad, se abonó el terreno para que fructificaran las ideas más

reaccionarias al Socialismo. Entre las capas de la población más jóvenes e instruidas

(estudiantes y trabajadores especializados) ya se ponía en entredicho no solo el sistema

de tipo soviético, sino también algunos de los valores considerados esenciales del

Socialismo.

La generación que se abrió paso en los años 80 tenía como característica principal ser

una generación sin perspectiva. Su niñez transcurrió en la etapa del “socialismo de

bienestar” que tenía como características: el crecimiento económico, cierta distensión en

la política y un nivel de vida cada vez más alto; pero todas estas transformaciones dieron

un vuelco en la manera cómo percibían su realidad. Tanto para los intelectuales de

mayor edad, como para los que constituían parte de esa nueva generación, se hacía

necesario una transformación del sistema, incluso los estratos ilustrados y técnicamente

competentes, que eran los que mantenían la economía en funcionamiento, eran

conscientes de que sin cambios drásticos el sistema se hundiría más tarde o más

temprano.

Durante este período también se evidenciaron cambios en la composición de los

órganos políticos. Frente a la necesidad de reemplazar a la mayoría de los dirigentes por

razones de edad avanzada, un grupo significativo de dirigentes jóvenes accedieron al

28

poder. Éstos no habían compartido la experiencia que había unido al comunismo y el

patriotismo en ese país. Para ellos el principio legitimador del sistema era poco más que

retórica oficial o anécdotas de ancianos. Posiblemente los más jóvenes ni siguiera eran

comunistas al viejo estilo, sino hombres y mujeres que habían hecho carrera en países

que estaban bajo el dominio comunista36. Un grupo numeroso de integrantes de las

capas medias cultas y capacitadas técnicamente, profesores universitarios y la

intelligetsia técnica alcanzaron puestos de dirección del país.

Así se fue creando una elite dentro del Partido extraordinariamente aburguesada que no

tenía una lealtad exclusiva con el comunismo. Fueron éstos los que frente a la crisis,

intentaron cambiar el sistema emprendiendo transformaciones económicas y políticas.

Todos ellos retomaron las reformas lanzadas por el gobierno de Mijail Gorbachov: la

perestroika37 y la glasnost38. Se pretendía eliminar la política centralizada dando mayor

libertad de gestión a las empresas en el sentido de reanimar la economía, poner en

marcha elecciones más o menos libres y dar cierto grado de reconocimiento a la

oposición; lo cual bajo las banderas del pluralismo político aceleró el surgimiento de

múltiples organizaciones políticas orientadas contra el Socialismo. Además, con la

incorporación de estos grupos reformistas se fortaleció la ideología socialdemócrata en

la dirección del partido.

En 1988 se celebró la Conferencia Nacional del POSH, que planteó el cambio radical de

los cuadros en la dirección del partido. Así figuras reformistas como Rezso Nyers, Imre

Pózsgay y Miklós Nemeth obtuvieron la dirección del Buró Político. En esta ocasión se

produjo la remoción de la Secretaría General de Kádar y su sustitución por Károly Grósz,

representante del grupo reformista.

Para esta fecha en sectores determinados de la dirección y en la intelectualidad

vinculada a ésta, se afianzó la idea de que el modelo de socialismo implantado se había

agotado y que se hacía necesario sustituirlo por otro, sobre la base de una economía de

mercado socialista que permitiera la incorporación total del país a la economía mundial.

Muchos de esos sectores reformistas estaban vinculados a las estructuras

36 Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 27. 37 Es el concepto central de las concepciones para la transformación de la sociedad soviética a partir de XXVI Congreso Comunista del PCUS en marzo de 1986. Suponía una revisión y transformación radicales del sistema de dirección de la economía para la búsqueda de una eficiencia económica mejor, lo que debería ir acompañado por una transformación también radical de todo el sistema político y social. 38 Política que complementaba el proceso de perestroika. Traducida como transparencia informativa, instaba a los medios masivos de información al análisis profundo de los acontecimientos y se les brindó libertad para proponer soluciones a los problemas de la sociedad. Se inició una ofensiva general para no dejar zonas cerradas a la crítica.

29

empresariales y de mercado del país, por eso se empeñaron en intensificar los cambios

y desmontar ese sistema económico.

La mayoría de estos reformados reformistas como los llamaría Eric Hosbawn procedían

en buena medida de los universitarios, que habían sido los más beneficiados con la

Glasnost y que se vieron empujados hacia un extremismo apocalíptico: no se podía

hacer nada hasta que el viejo sistema y todo cuanto se relacionaba con él fuera

totalmente destruido.39

Se reflejó un cambio en la ideología oficial, sobre todo porque estos nuevos dirigentes,

según plantean algunos especialistas, no estaban verdaderamente comprometidos con

el sistema. Manifestaban en privado su no creencia en la doctrina oficial, pero les era

imposible abandonarla públicamente dado que era la única legitimidad fundamental para

mantener el continuado monopolio del poder. De hecho el nuevo líder Károly Grósz

expresó que Hungría había terminado teniendo un sistema monopartidista sólo por “mala

suerte”40

De manera general se inició una era de cuestionamiento total, reflejo de la apertura a la

libertad de prensa y de expresión. Se creyó necesaria la revalorización de los sucesos

de 1956 por parte de prestigiosos historiadores como Ivan Berend, el entonces

presidente de la Academia de Ciencias, que llegaron al acuerdo de calificar lo sucedido

en 1956 como Revolución Correctiva. Este tópico había sido un tema fundamental de

debate desde principios de esta década dentro de la intelectualidad. Para los dirigentes

del partido, Hungría había llegado hasta ese punto a pesar de la revolución, mientras

que los intelectuales de la oposición que ya comenzaban a cobrar auge, consideraban

que los gobernantes húngaros ejercían su autoridad de un modo relativamente

controlado, cauto y tolerante gracias a la revolución.

Ya para finales de los ochenta se asumía una posición generalizada de apoyo a esos

sucesos. Esto reflejaba el predominio de las ideas reformistas; ya no se le consideraba

un proceso contrarrevolucionario, sino un proceso correctivo frente a los errores

cometidos por el gobierno comunista. Planteaban que el sistema socialista debía ser

reformado cada cierto tiempo para ir limando sus asperezas.

Este fue el final de la legitimación del sistema socialista en Hungría pues, a partir de ese

momento un gran número de los jóvenes e intelectuales comenzaron a crear sus propios

39 Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 488. 40 Ver Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 286.

30

foros y alianzas, cuya composición era extremadamente heterogénea y muchos se

manifestaron abiertamente antisocialistas.

2.2. Comportamientos críticos de la intelectualidad durante la década de los

ochenta.

Si la intelectualidad de la década de los sesenta y parte de los setenta se había

caracterizado por su misión de mejorar y perfeccionar el socialismo, la generación de

intelectuales que se abrió paso en la década de los ochenta rompe con ese compromiso.

Las transformaciones que se produjeron durante estos años influyeron significativamente

en el comportamiento de la sociedad de manera general, pero especialmente en los

intelectuales. De cierta manera se sintieron afectados por esos cambios, pero en ellos

también incidieron otros acontecimientos que se produjeron a nivel internacional. La

crisis económica, la guerra de Afganistán y el auge de los movimientos por la paz, que

se sucedían a nivel global y que daban un matiz diferente a su concepción del

Socialismo, unido a los graves problemas internos, crearon las condiciones para que la

intelectualidad asumiera posiciones cada vez más críticas al sistema.

Este cambio de posiciones respecto al Socialismo se produjo de manera paulatina en la

medida en que empeoraban las condiciones del país. Aunque desde los años 1980-1981

comenzó a generarse cierta inconformidad en el país, no fue hasta finales de los años

ochenta que se pudo hablar en Hungría de un descontento general frente al sistema.

Según Victoria Semsey entre junio de 1987 y 1988, en los periódicos aún no se

encontraban indicios de descontento general. Los diarios, practicando la tradición de los

años cuarenta, escribían casi lo mismo, pero si se leía entre líneas, se descubría

reflexiones sobre anomalías sociales y económicas. Entre los líderes del partido

comunista y una capa altamente calificada profesionalmente aparece esa nueva ola

reformista. Se trataba de un descontento de algunas capas sociales o más bien de una

parte de éstas como los intelectuales y la juventud41.

Sin embargo, ese descontento presente en los intelectuales no se pudo minimizar con la

política de neutralización aplicada por el gobierno en los años anteriores. La

41 Ver Viktoria Semsey. Transición política en Hungría (1989-1990). Disponible en:

http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/3/REPNE_078_237.pdf23. Consultado 24 mayo 2009. pp. 244.

31

neutralización política ya no era suficiente, ni tampoco los métodos de Aczél para calmar

a la intelectualidad rebelde. Su política perdió significado y función, lo cual tuvo como

consecuencia que fuera sustituido a mediados de la década de 1980 por Imre Pozsgay.

A diferencia de Aczél que se propuso integrar a los intelectuales al sistema y elaborar

una concepción orientadora, Pozsgay permitió que se crearan puntos de vistas

diferentes e independientes de la línea orientada. De hecho, se le relaciona como el

hombre del cambio por haber propiciado las Mesas Redondas con la oposición. Éste no

exhortaba al patriotismo como su antecesor, sino al nacionalismo. A pesar de que

pertenecía a la nomenclatura, no era partidario de la dictadura humanista, concepto que

había sido enarbolado durante el gobierno de Kádar, sino más bien deseaba la reforma

el sistema. Con su política contribuyó a la creación de una sociedad más plural y más

difícil de controlar.

En la medida en que fue avanzando la década de los ochenta los intelectuales

asumieron posiciones cada vez más críticas al Socialismo y a la política aplicada por el

partido. Adoptaron diferentes comportamientos, sin llegar a ser un pluralismo político

abierto, que se evidenció después en la década de los noventa, pero que tuvo sus

gérmenes aquí.

Las críticas comenzaron de una manera no tan frontal, de hecho, el intelectual Timothy

Garton plantea que en los primeros años de esta década la sociedad húngara se

encontraba en una especie de laberinto, donde no se sabía a ciencia cierta el camino

correcto y predominaba una completa inseguridad. Esta misma situación se extendía al

ámbito cultural donde la mayoría de los escritores, estudiosos e intelectuales de manera

general, asumían una posición ambigua frente a los graves problemas existentes. Sus

críticas a las autoridades eran oblicuas, implícitas, eclípticas y metafóricas. Era la

versión intelectual de una actitud que prevalecía en la sociedad en general: el evitar el

sistema en lugar de enfrentarse con él, la de encontrar escapatorias y huecos en lugar

de plantear exigencias al Estado; la premisa de esta actitud era una vez más la

permanencia y inmutabilidad esencial del sistema42.

No obstante, desde esta época se dan atisbos de inconformidad con la política aplicada

por el gobierno. Ejemplo de ello fue la intervención de uno de los escritores más

respetados de Hungría, István Eorsi, en el Congreso de la Asociación de Escritores

42 Ver Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 163.

32

realizado en 1981, donde hizo un llamamiento a la censura. Planteó que los intelectuales

reclamaban un departamento cuya denominación, clara y oficial, fuera la de la censura,

que especificara sus poderes y proporcionara las definiciones legales de sus límites,

pero que también se crearan tribunales que procesaran a aquellos ciudadanos que

infringieran los parámetros establecidos. Expuso también que en el régimen kadarista

las reglas de censura no eran claras, lo que conducía a arbitrarias críticas editoriales o a

otras variantes como la autocensura. Por ello consideraba necesario el establecimiento

de parámetros que estableciera las reglas del juego. En este sentido los intelectuales

se encontraban en una encrucijada, pues en la mayoría de los casos no sabían a

ciencia cierta que sería aceptado o no, pues esa decisión quedaba en manos que

cualquier miembro del Comité Central o del ministerio de cultura, los cuales eran

responsables políticos junto a los editores de periódicos, los correctores editoriales, los

productores televisivos y de manera general, todos los escritores. No existía una sola

censura, sino muchas: colectiva e individual, política y social, antes y después de la

publicación; antes, después y durante el acto de escribir. Lo único que quedaba claro era

la imposibilidad de criticar o cuestionar la presencia soviética en Europa del Este, la

política exterior soviética y los estados socialistas vecinos dado que seguían los

preceptos soviéticos.

Aún así, algunos escritores tuvieron la osadía violar estos preceptos. Tal es el caso del

autor de un informe publicado que analizaba cómo el partido comunista amañó las

elecciones de 1947 que legitimaron formalmente su poder, e incluso, abordó el impacto

psicológico de los acontecimientos de 1956 en obras de ficción y de teatro.

Durante estos años también se permitió la publicación de un nuevo libro de texto sobre

lengua y literatura húngara, que incluía un capítulo de la Biblia, y que se aprobó

oficialmente para las escuelas, pero luego fue ferozmente atacado en la prensa oficial.

Este tipo de situaciones eran muy frecuentes en este período, en algunos casos, libros

que habían pasado todos los meandros de la precensura podían ser retirados del

mercado de pronto después de haber estado a la venta bastantes días. Esto ocurrió

precisamente con un libro sobre la biografía de Bela Kun escrita por un profesor del

Instituto de la Historia del Partido a raíz de una queja de la embajada soviética.

Lo cierto es que los censores no disponían de objetivos para decidir los límites, sólo

tomaban como patrón el eslogan: aceptar las realidades. Esto se traducía en intuir lo que

sería aceptable para sus superiores. Los escritores húngaros se convirtieron en expertos

33

en adivinar lo que los editores tolerarían, también los líderes políticos se hacían expertos

en adivinar cuánto el gobierno soviético aceptaría. Por eso los intelectuales exigían una

declaración oficial de censura que estableciera los límites permitidos.

No obstante, hubo otras manifestaciones de inconformidad con el régimen mucho más

evidentes como fue el intento de creación de una red organizada secretamente en el

camping de Monor. Los participantes fueron cuidadosamente escogidos para

representar las diferentes tradiciones y grupos de la oposición intelectual. Su principal

objetivo era crear un frente popular y debatir sobre las causas que generaban la

pobreza, el alcoholismo, el retiro de las subvenciones de paro, entre otros males. Sin

embargo, lo que emergió de allí no fue un frente popular, ni tampoco crearon un

programa para la transformación del país. El encuentro no sobrepasó los límites de la

crítica.

Los ejemplos anteriores ejemplifican cómo la intelectualidad se fue manifestando contra

las deficiencias del sistema. Sin embargo, al determinar su comportamiento durante este

período se distinguen dos grandes grupos de oposición intelectual: la cultural y la

política 43. En el primer caso se manifestó a través de una subcultura, específicamente

en la música a través de géneros como el rock, el punk y la música alternativa, que se

utilizaron como vías para manifestar su inconformidad. Sus canciones no eran

aceptadas por la cultura oficial, por tanto, no eran permitidas en la radio y sus conciertos

eran controlados por la policía. La influencia de estos grupos se fue extendiendo a través

de redes personales en las universidades, que se evidenció en el abandono de las

organizaciones oficiales por parte de los jóvenes de la capital.

En el ámbito de la literatura y el teatro, también se reflejó la crítica a través de la

aparición de una Revista titulada Mozgó Világ ( Mundo en Movimiento) y la creación de

una especie de agrupación llamada El círculo que agrupaba a los escritores jóvenes.

Se creó también un grupo vanguardista integrado por el Club de jóvenes artistas que

realizaban una fuerte crítica al sistema a través de los documentales de los nuevos

realizadores. Estos creadores del arte cinematográfico consideraban que con la puesta

en escena de estos documentales se podría demostrar las contradicciones existentes

entre los principios y la realidad, y a través de ello hacer patente la necesidad de

reformar el sistema.

43 Ver Anexos (Tabla 2. Modelos de comportamiento crítico en los años 80)

34

Esta forma de crítica, aunque no directa, permitía la ampliación de los espacios y las

ramas de la comunicación social, en contraste con los canales más cerrados que ofrecía

la política. Los discursos culturales tenían la posibilidad de llegar a miles de jóvenes, y

así este patrón cultural se convirtió en una forma de oposición.

Se suman a este proceso otros grupos como los clubes de psicoanálisis, las sectas

orientales que comenzaron a aparecer durante este período, el movimiento yoga y

grupos de diferentes religiones. El rasgo común de todos ellos era el rechazo a la

ideología, la valoración de la individualidad, el idealismo; aún cuando Kádar había

contribuido de cierta manera a la privatización de la vida de familiar. Se manifestaba un

rechazo al principio social de elevación de lo colectivo frente a la individualidad que se

propugnaba en el Socialismo. Contra las relaciones unilaterales de colectividad, el

espíritu de ayuda mutua, de responsabilidad colectiva que sustentaban el

reconocimiento de una gran patria socialista; se priorizaban los intereses individuales.

En cuanto a la oposición política esta se caracterizó por ser portadora de principios

que diferían de la ideología oficial. Para expresar sus opiniones utilizaron los espacios

que les ofrecía la cultura, la literatura y la filosofía; por eso, en ocasiones, se podía

confundir con los grupos anteriores, sin embargo éstos tenían objetivos claramente

definidos. Con su labor intelectual contribuían al fortalecimiento del miedo y la

incertidumbre por el futuro en el resto de la sociedad, lo cual tuvo como impacto

inmediato la creación nuevos movimientos políticos.

Para la década de los ochenta era necesario crear un nuevo compromiso social, pero no

existía para ello las condiciones políticas como se ha explicado con anterioridad. Estos

grupos recién creados se aglutinaron para conformar la llamada oposición política e

intentaron alcanzar derechos democráticos. Esto les fue posible gracias a las libertades

políticas ofrecidas por el gobierno reformista que fue cediendo espacio a estas fuerzas

de la oposición hasta lograr institucionalizarse, y a partir de aquí participar en el proceso

de derrumbe del socialismo. Desde finales de 1988 se permitió la formación de grupos

de oposición y la organización de manifestaciones abiertas.

Para extender sus ideas crearon movimientos, círculos y clubes de discusión entre los

estudiantes universitarios, a partir de los cuales se fue extendiendo la ideología

reformista. De este modo fueron creando espacios de discusión sobre los problemas

fundamentales del país. El centro de discusión era la crisis de identidad de la joven

35

intelectualidad. Consideraban que era necesario crear un socialismo democrático,

recobrar los valores nacionales y negar el modelo importado por la URSS.

La primera manifestación de estos comportamientos críticos fueron los grupos pacifistas

y ecológicos identificados como single issue, que concentraban sus demandas en la paz,

pero al desaparecer tal demanda, dejaban de existir como organización. Éstos se

crearon paralelamente a los movimientos pacifistas, gays, feministas y ecologistas que

cobraban auge en occidente durante este período. En el caso de Hungría se crearon en

estos años movimientos de preservación de las tradiciones, de corte naturalista, pero no

gays ni feministas.

Estos grupos estaban integrados fundamentalmente por jóvenes preocupados por la

cuestión de la paz y la ecología. Su fortalecimiento estuvo dado porque tenían como

objetivo central la lucha por problemas y cuestiones generales que interesaban a toda la

sociedad, aunque trataron de no parecer movimientos políticos. No obstante, se culpaba

al Estado por ser el principal responsable de la contaminación y que la sociedad entera

se afectaba con ello; por tanto, todos debían estar interesados en esta problemática. Era

un asunto implícitamente político: la razón por la que resultaba tan difícil proteger el

medio ambiente era porque nadie tenía interés en tomar las medidas preventivas.

Concluían que el sistema económico socialista era intrínsecamente perjudicial para el

medio ambiente. Ejemplo de ello eran los grupos defensores del cuidado del Medio

Ambiente y la Paz, los cuales se consideraban apolíticos. Dentro de ellos se

encontraban dos grupos importantes: Diálogo (82-83) y posteriormente el Círculo del

Danubio (85-86). Ambos eran movimientos abiertos, muy flexibles que asumían una

posición antiideológica. Estos movimientos ecológicos fueron los más duraderos y es

interesante resaltar que utilizaban para sus actividades métodos tradicionales del

movimiento obrero, tales como demostraciones abiertas en las calles.

Junto a estas ideas se fueron fortaleciendo también los movimientos de defensa de la

vida, del pasado nacional y las tradiciones del liberalismo. Estas organizaciones

también fueron ganando espacio frente al debilitamiento de la influencia de algunos

ideólogos marxistas como: Gyorgy Lukács o la escuela de Francfort (escuela que se

proponía renovar el marxismo). Privilegiaban la defensa de la tradición húngara y las

ideas neoliberales.

Aunque todos estos movimientos constituían de una forma u otras manifestaciones de

oposición, aún no se proclamaban movimientos antisistémicos y antisocialistas. Sin

36

embargo, otros grupos fueron ocupando posiciones mucho más reaccionarias al

constituirse desde mediados de los ochenta en una oposición política más consolidada.

Se trataba de un grupo de intelectuales que se definían como oposición democrática, la

cual se circunscribía fundamentalmente a Budapest. Su consigna era: "Saber, atreverse

y hacer".

Desde la década del setenta había estado creciendo esta oposición intelectual alrededor

de las publicaciones Samizdat, pero ya para 1985 lanzaron al mercado unos veinte libros

y las revistas alcanzaban unos diez mil lectores. Sus principales temas de debate eran

los problemas sociales y políticos dentro de Hungría: la pobreza, la desigualdad, el

alcoholismo y los acontecimientos de los otros países del bloque soviético. Los que

publicaban en estas revistas no podían hacerlo de manera oficial y eran apartados de

sus empleos. Incluso en las condiciones de Hungría, con una economía sumergida de

manera considerable, se les hacía muy difícil sobrevivir. Éstos consideraban que el

principal papel de la oposición debía ser dar forma a la opinión pública y ejercer presión

a través de ella. Ello explica el tratamiento que se les daba por parte de las autoridades,

y que en ocasiones, tuvieran dificultades para seguir en sus apartamentos propiedad del

Estado y en la educación de sus hijos44. En algunos casos los editores de los periódicos

oficiales presionaban a la censura para que publicara artículos de la oposición, utilizando

como argumento que el autor de igual manera lo publicaría en Samizdat. Éstos

realizaban severas críticas al régimen y generalmente eran publicadas de manera

extraoficial. Su propuestas tuvieron tal impacto que incluso la intelectualidad oficial

asumió el debate de problemáticas sociales que la oposición había develado.

Según Agnes Heller esos perseverantes editores de los escritos clandestinos (samizdat)

que se difundieron en la sombra, pero ampliamente, ejercieron una influencia

considerable en el pensamiento contemporáneo. Muchos miembros del Partido, y

especialmente los intelectuales dentro de él, fueron significativamente influidos por los

samizdats, y de alguna manera esto debe haber funcionado como una preparación

mental y psicológica para aceptar la derrota del propio movimiento. Cuando llegó el

momento de la verdad, antes y después del Congreso del Partido en 1989, los

44 Ver Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 167

37

reformistas tenían la referencia de estos escritos, y llevándolo del pensamiento a la

práctica, se destituyeron a sí mismos45.

Estos intelectuales incentivaron la formación de movimientos de corte nacionalistas, lo

que se convirtió posteriormente en una oposición política general, cuyos objetivos eran

mejorar los derechos civiles, crear una política basada en una economía de mercado y el

pluralismo político. La intelectualidad se convirtió en la vanguardia del movimiento

alternativo, y finalmente, se fueron conformando los emergentes partidos políticos.

2.3. Posiciones asumidas por los intelectuales dura nte el colapso del Socialismo.

Aspiraciones e intereses de los diferentes grupos de la intelectualidad.

Para finales de los ochenta ya estaban creadas las condiciones para el cambio político y

económico. Entre estos grupos de intelectuales que constituían la oposición predominó

como una característica esencial un profundo interés en eliminar el sistema socialista. La

mayoría de la población húngara mantuvo una actitud pasiva frente al proceso de

derrumbe del Socialismo. Por eso se plantea que en este proceso no se activaron las

amplias capas de la sociedad, y no fueron éstas, quienes produjeron a sus líderes y

formaron los partidos, como pasó en otros países del Este de Europa, sino que fueron

los diferentes grupos intelectuales quienes se activaron y organizaron desde arriba hacia

abajo el proceso político con el objetivo de poner fin al Socialismo.

Estos grupos de intelectualidades se fueron aglutinando en diferentes organizaciones

políticas que se formaron en la semilegalidad. Existía entre ellos una total

heterogeneidad en cuanto a sus propuestas. Para todos ellos el Socialismo debía ser

sustituido, sin embargo, no todos asumieron las mismas posiciones, y por tanto, sus

alternativas al sistema variaban en dependencia de sus intereses.

Uno de estos grupos eran los pragmáticos , en el medio de los cuales se proyectaban

diversidad de tendencias. Éstos se caracterizaron por tratar de estar al mismo tiempo

dentro y fuera del sistema. De esta forma mantenían la distancia del estado-partido, así

como de la oposición democrática. Esperaban por su comportamiento constructivo al

sistema, una autonomía. En los años anteriores el gobierno no los aceptaba, pero ante 45 Agnes Heller. El fondo del abismo al desnudo. Nueva Sociedad, Nº 108, Julio- Agosto de 1990. Disponible en: http://www.nuso.org/upload/articulos/1898_1.pdf. Consultado 12 de abril 2009. pp. 5.

38

la crisis existente, se vio obligado a su reconocimiento. Su programa era moderado,

querían reformas, pero con respecto al modelo de la reproducción, querían mantener su

estructura básica. Subrayaban la necesidad del diálogo, la tolerancia y fomentar una

conciencia cívica, manteniendo una relación de socio con el poder. Se concentraron

fundamentalmente en la crítica al sistema burocrático. Deseaban crear una sociedad

civil apolítica y más que nada, fortalecer la clase media.

Otro grupo lo constituían los que defendían la alternativa “tercera vía”, que se dividían

en: populistas y socialistas liberales . Estos últimos trataban de unir los valores de

libertad e igualdad, democracia política y los valores básicos del socialismo. Para ellos

la esencia del sistema socialista no era la socialización sino la cooperación.

Consideraban que se debía llevar a cabo la socialización de los valores y las

propiedades, pero no la estatización y la redistribución sobre la base de una economía

planificada. Éstos asumieron una posición menos radical, pues consideraban que el

Socialismo era reformable, aunque se necesitaba para ello reformas profundas. Los

populistas por su parte se destacaban por su defensa de las virtudes populares de la

vida del campesino húngaro. Los escritores populistas habían sido favorecidos por la

oficialidad, conformando posteriormente un partido intelectual. Su gran tema político era

el futuro de las minorías húngaras en Yugoslavia, Eslovenia y en la Transilvania rumana.

Un último grupo lo constituían los demócratas liberales , los cuales eran partidarios de

la economía de mercado. Sus propuestas iban encaminadas a romper todos los

principios fundamentales en los que se sustentaba el sistema socialista. Eran defensores

del neoliberalismo y de la economía de mercado. Aceptaban las ideas de la Perestroika

y la Glasnost, al mismo tiempo que tomaban como referencia los ejemplos de Chile y

Corea del Sur (países que alcanzaron un gran desarrollo mediante la política neoliberal).

Entre ellos había divergencias en cuanto al modo en que se debían realizar los cambios.

Unos consideraban que primero se debía hacer una gran reforma económica, mientras

que otros razonaban que se debían crear con anterioridad las condiciones para la

libertad política y tomar como modelo la democracia liberal al estilo occidental. Su

interés principal estuvo orientado hacia la creación de una economía mixta que se

sustentara no sólo, en la economía de mercado, sino que diera total prioridad a la

propiedad privada.

Todos ellos pedían cambios en el sistema a partir de sus intereses y expectativas, pero

no fue hasta finales de los años ochenta, con la apertura política, que estos grupos se

fueron aglutinando en diferentes partidos legalmente inscritos. Entre estas

39

organizaciones se encontraban el Foro Democrático Húngaro (FDH), cuyo programa

constituía una crítica abierta al régimen comunista, la Alianza de Demócratas Libres

(ALD), la Alianza de los Jóvenes Demócratas (AJD), así como el Partido Socialista

Húngaro (PSH), surgido en 1989 como resultado de la escisión del Partido Obrero

Socialista Húngaro y con una ideológica socialdemócrata.

La primera de estas agrupaciones políticas surgió en la semilegalidad en septiembre de

1987 y se convirtió en una “organización paraguas” que integraba a las corrientes

intelectuales reformistas del partido único y a elementos críticos de origen rural,

nacionalista y populista. Contenía tres tendencias: la democristiana, la nacional populista

y la liberal-nacional. Pretendían formar en Hungría una sociedad civil, establecer el

pluralismo político y la división clásica del poder en legislativo, ejecutivo y judicial. La

esencia de su propuesta era: no debe existir un monopolio del poder sin control. En la

esfera económica, eran partidarios de la economía mixta y la propiedad privada. Su

principal líder era József Antall, defensor de la economía de mercado social, un término

acuñado por el alemán Ludwing Erhard, quien postulaba que la economía de mercado

sólo podía ser exitosa si se mantenía en equilibrio con la esfera social. En este sentido,

planteaban en su programa económico la introducción “paulatina y responsable” de la

economía de mercado, que incluía una lenta y limitada privatización de las fuerzas

productivas y que redujera, en período de 5 años, el área de propiedad estatal de un

90% como estaba en ese momento a un 30%. En el área de la propiedad privada

abogaba por el desarrollo de las empresas medianas y pequeñas, así como fomentar el

capital nacional. En política exterior favorecía la retirada gradual de la Organización del

Tratado de Varsovia y del CAME, el ingreso en la Comunidad Económica Europea

(CEE) y la firme protección de las minorías húngaras en los países limítrofes.

En el caso de la Alianza de Demócratas Libres se le consideraba la expresión

organizada de la llamada disidencia en el interior del régimen, aglutinaba la oposición

budapestina. Se constituyó en noviembre de 1988 en la ilegalidad a partir del grupo de

intelectuales que desde mediados de los años 70 exigía cambios radicales en Hungría y

hacía fuertes críticas al sistema a través de las publicaciones clandestinas como

Samizdat. En su seno se encontraban figuras importantes de las Ciencias Sociales, la

Economía y la Filosofía húngaras, que daban al partido una imagen intelectual muy

superior a la del resto de las agrupaciones. A diferencia del Foro Democrático Húngaro,

propugnaba un acelerado desmontaje del sistema y una rápida adhesión a la CEE,

combinada con una inmediata retirada de la Organización del Tratado de Varsovia. Era

40

una organización de oposición radical que tenía como objetivo extirpar todo vestigio del

sistema. Proponía la instauración del sistema político multipartidista y el modelo de

economía de mercado. No era una organización homogénea, pues en su interior

actuaban, al menos, cinco tendencias diferentes, formando un amplio espectro que iba

desde posiciones neoliberales radicales hasta posiciones supuestamente neomarxistas

influenciadas por las ideas del filósofo Gyorgy Lukács. Entre sus principales líderes se

destacan el filósofo János Kis, de 46 años de edad y el historiador Ivan Petoe, de 44

años, ambos de una larga trayectoria disidente y editores de publicaciones clandestinas.

Se identificaban con los partidos liberales eurooccidentales, tales como el Partido Liberal

de la RFA, además de estar vinculada a la Internacional Liberal.

La Alianza de Jóvenes Demócratas46 agrupaba a los jóvenes liberales, estudiantes

universitarios y nuevos profesionales. Tenía como límite de edad treinta y cinco años y

actuaba a menudo conjuntamente con la ADL, pero era una organización independiente

de ésta. Aglutinaba en su seno varias tendencias: liberales, socialdemócratas, radicales

y democristianos, entre otros. Plantean también la implantación del multipartidismo, la

economía de mercado, pero con un fuerte sistema de protección social.

Para los intelectuales que conformaban estas agrupaciones políticas la aspiración

máxima debía ser una economía de mercado que les ofreciera libertad de elección.

Muchos consideraban que debían seguir el modelo sueco de desarrollo, con mayores

posibilidades económicas, pero también con políticas sociales efectivas.

Querían obtener un Estado democrático que les permitiera ver alternando en el poder a

varios partidos, donde existiese completa libertad para ejercer la crítica al partido que

estuviese en el poder. Así se establecía un mayor control sobre las elites dirigentes. Esto

era posible solo si existía el pluralismo político, completamente opuesto al

monopartidismo que ofrecía el Socialismo. Sus aspiraciones constituían una verdadera

ironía, pues pretendían invertir el programa marxista y tratar de sustituir el Estado

Socialista por una sociedad burguesa, pero la primacía de lo burgués se antojaba

absolutamente preferible a la “insoportable experiencia histórica -que había tenido el

país- de tiranía sobre el ciudadano”. El Socialismo en su criterio negaba todos los

principios y derechos individuales de la democracia. El espacio que les ofrecía era

demasiado pequeño para el pluralismo y la actividad autónoma. Aspiraban al

46 A partir de las elecciones de 1994 modificó su oferta política hacia la derecha, cambiando su nombre por Partido Cívico Húngaro. Esta transformación lo llevó a constituirse como la principal fuerza opositora de centro y de derecha moderada.

41

reconocimiento de todas las libertades básicas que brinda la democracia liberal: libertad

individual, libertad de prensa, opinión y reunión.

El concepto de Sociedad civil era interpretado como la primavera de las sociedades que

aspiraban a ser civiles, donde debían existir formas de asociación nacional, auténticas y

democráticas, y por encima de todo, que no fueran manipuladas por el partido o Estado-

Partido. Aunque no quedaba muy clara la definición de sociedad civil, poco a poco se

fue profundizando en este concepto. No obstante, prevalecía el criterio de designar

como Sociedad civil dos cosas diferentes: todo el abanico de agrupaciones, actividades

y vínculos sociales independientes del Estado, como por ejemplo Samizdat; y otra forma

más generalizada y politizada, que la identifica con los productos de la estrategia de

autoorganización social, generalmente adoptada por las oposiciones democráticas. Para

ellos la reconstrucción de la sociedad civil era al mismo tiempo un fin en sí misma y el

medio para el cambio incluido, en algunos casos, un cambio en la naturaleza del estado.

Se consideraba que la sociedad civil había quedado destruida totalmente por el

estalinismo y por el gobierno de János Kádar47, pero que había sido reconstruida lenta y

discretamente. Por ello se planteaba que en estos últimos años se produjo una

combustión más o menos espontánea de los clubes de debates, las asociaciones y los

lobbys de diferentes grupos sociales e intelectuales, cuya mayoría de miembros

discutían, en tanto ciudadanos preocupados, no sólo sus intereses o los de sus grupos,

sino por el estado de la nación. Ejemplo de eso fue la convocatoria para la manifestación

de la Plaza de los Héroes que fue firmada por doce de esos grupos, y dos de ellos que

conformaban alianzas: el Foro Democrático Húngaro para los populistas y nacionalistas

y la Red de Iniciativas Libres para el resto.

En casi todas estas organizaciones predominaba la idea de que no existía la democracia

socialista, sino sólo democracia sobre la base del multipartidismo o el parlamentarismo;

y que la legalidad era sólo garantizada por el Estado del Derecho, o sea, la

independencia constitucional afianzada del poder judicial.

El año 1989 fue el más intenso desde el punto de vista de los partidos, su choque más

fuerte con el sistema legal y la formación oficial del multipartidismo. El antiguo POSH no

sólo tuvo que hacer frente a la fuerte oposición, sino que además desde su propio seno

47 Vale destacar que durante el gobierno de János Kádar se creó el Frente Patriótico Nacional como una organización independiente del Estado y el Partido en un intento por restablecer la sociedad civil, aunque en la práctica no cumplía con tales requisitos. Su principal líder fue Imre Poszgay. Ello explica que esta figura tuviera fuertes vínculos con la oposición que para la década de los 80 se fue aglutinando alrededor de dicha organización.

42

se fue fortaleciendo un ala reformadora que se aglutinó en el recién creado PSH. Estos

sectores reformistas y socialdemócratas del antiguo POSH, la mayoría incorporados

durante la década del ochenta, no mantuvieron el menor compromiso con el sistema,

incluso varios de sus miembros fueron los que dirigieron el proceso de transición. De

igual manera planteaban que el sistema, en términos económicos, debía ser

completamente pulverizado mediante la privatización total y la introducción de un

mercado libre al ciento por ciento. Proponían planes radicales para llevar a cabo estos

cambios en cuestión de semanas o meses. No tenían conocimiento sobre el libre

mercado o de economías capitalistas, por eso tuvieron que recurrir a las sugerencias de

economistas y expertos financieros estadounidenses o británicos. Todos coincidieron en

el planteamiento de que la economía basada en la planificación era inferior a las que se

basaban en la propiedad privada, y que el viejo sistema, incluso en su variante

modificada debía desaparecer48.

Esa nueva generación de dirigentes no intentó frenar el proceso, sino más bien, lo

aceleró retrasando cambios necesarios o aplicando métodos desacertados que

permitieron un avance más rápido del colapso. En la mayoría de los casos mantuvieron

una posición de inactividad. Ya no creían en el sistema, aunque eran los que

gobernaban y decían profesar la ideología marxista- leninista. En ningún lugar, tampoco

en Hungría, hubo grupo alguno de comunistas radicales que se preparase para morir en

el búnker por su fe, ni siquiera por el historial nada desdeñable de cuarenta años de

gobierno comunista49.

El POSH debido a sus reiteradas crisis de gestión económica y la falta de renovación en

su ideario perdió los créditos en el nuevo escenario político y en esta situación emergió

la oposición, que sin contar con programas políticos concretos de renovación

económica, arremetieron contra el sistema con un discurso anticomunista y nacionalista.

Sus programas se caracterizaron por ser imprecisos, pues se preocuparon más por

crearse una imagen con la utilización excesiva de atributos nacionales y un discurso

anticomunista, que en las propuestas concretas.

Entre los meses de marzo y junio de 1989 se produjo la organización del proceso de la

Mesa Redonda opositora, y a partir de este momento comienza el debilitamiento del

Partido-Estado, unido también al fortalecimiento de las ideas reformadoras, cuyos

48 Ver Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 488. 49 Ibídem. pp. 482.

43

portadores estaban dispuestos a negociar con la oposición. El 22 de marzo de 1989

quedó constituida la Mesa Redonda donde sus miembros tomaron como ejemplo el

modelo polaco, quienes desde febrero ya celebraban negociaciones con el Partido

Comunista.

Las negociaciones de Mesa Redonda comenzaron el 13 de junio y se extendieron hasta

el 18 de septiembre de 1989. En la primera reunión se conformaron 66 comisiones de

expertos que llegaron a acuerdos políticos y económicos, aunque dieron primacía a los

primeros. En estas comisiones se redactó la nueva Constitución y los derechos del

presidente de la República; además, se creó el tribunal Supremo Constitucional y se

redactaron las leyes para el funcionamiento el multipartidismo, incluyendo también, las

que crearían las condiciones para las elecciones. Se suma a ello la modificación del

código penal y las leyes que estipulaban la libertad de expresión y creación de garantías

para una transición pacífica. Una de las más importantes fue la declaración de la

República de Hungría, según la cual la nación iba a tener un sistema político de

República parlamentaria.

En las comisiones económicas se propuso la democracia y el autogobierno en los

centros de producción. Esta comisión prácticamente no logró ningún resultado porque la

oposición al conocer la situación real del país no quiso asumir responsabilidades para

quedar exenta de culpa para el futuro. El hecho de que la oposición se negara a tratar en

Mesa Redonda los problemas sociales y económicos, limitándose al proceso de

transición política, contribuyó aún más a hacer verosímil esta imagen del proceso como

el de un grupo de letrados budapestinos repartiéndose ”el pastel del Estado’’.

Historiadores, economistas, periodistas, abogados, literatos, sociólogos, politólogos y

artistas constituían el grueso de los miembros de la Mesa Redonda. Si a ello añadimos

el total desconocimiento entre la población húngara de esas personas y los partidos que

representaban, así como la nula participación popular en el proceso no es de extrañar

que las negociaciones para la transición fueran percibidas generalmente como poco más

que un asunto de intelectuales50.

La mayoría de los participantes pertenecían a la clase media de profesionales e

intelectuales de Budapest, situados casi todos en posiciones cercanas a las

universidades y los institutos de investigación. Esto fue aprovechado por los grupos

50 Carmen Gonzaléz Enríquez. Crisis y cambio en Europa del este. La transición de Hungría a la democracia. Colección Monografías, Nº 133: CIS, 1993. pp. 83.

44

antirreformistas para presentar las conversaciones, y por extensión, el proceso de

cambio, como un capricho de un grupo de intelectuales, sin ninguna relación con los

problemas reales del país, acusación que caló profundamente en la conciencia popular,

deslegitimando así los inicios del proceso entre algunas capas sociales. De ahí que la

clase obrera y la movilización popular han sido las ausencias más llamativas en este

proceso, ni siguiera el ejército ni las iglesias influyeron en el proceso51.

Sólo los intelectuales constituían una fuerza moral contra el sistema. La gente quería ser

dirigido por los nuevos líderes de “confianza” que hubieran estado fuera de las

estructuras del poder oficial. Esto les dio una oportunidad histórica a algunos filósofos,

abogados, historiadores, escritores y sociólogos de hablar en nombre de la gente y ser

portavoces de la democracia. Tan pronto como la posibilidad de elecciones libres se

materializó, la oposición democrática salió de su papel de críticos de los regímenes y

pasó a formar parte del nuevo régimen democrático.

El proceso de transición fue pactado entre las elites reformistas del anterior partido y los

dirigentes de los nuevos grupos políticos, todos ellos pertenecientes a la clase media

profesional y técnica. Algunos historiadores consideran que este elemento otorgó

estabilidad al proceso, pues la transición se produjo de manera pacífica y rápida.

Conclusiones

Desde la instauración del Socialismo en Hungría, la intelectualidad se caracterizó por su

apoyo al sistema contribuyendo al sostén ideológico del mismo. Desde la década del

cincuenta se fue creando una nueva intelectualidad técnica y cultural que mostró total

lealtad al régimen. Sin embargo, en la medida en que se fueron evidenciando las

debilidades del sistema, éstos fueron asumiendo posiciones cada vez más reformistas y

se interesaron en modificar el modelo económico, político y social que les había sido

impuesto por la URSS.

Con ese objetivo aprovecharon los marcos de liberalidad ofrecidos por el gobierno

soviético y promovieron procesos reformadores como los de 1956 y posteriormente en

1968, que culminaron con la total frustración de sus intereses. Sobre todo el 51 Ver Páez Rodríguez, Adianez. La oposición en la etapa socialista de Hungría. Evolución de los partidos políticos (1990-2002). La Habana, Tesis de Maestría.

45

aplastamiento de la Primavera de Praga de Checoslovaquia destruyó las esperanzas de

reforma política, económica y de regeneración cultural dentro del sistema. En ambos

casos quedó demostrado que no estaban interesados en eliminar el Socialismo, sino

más bien en reformarlo, pero se les negó esa posibilidad. Desde ese momento se creó

una diferenciación más marcada entre los intelectuales que apoyaban el régimen y los

que mostraban indiferencia, creándose así los gérmenes de la oposición.

A partir de estos acontecimientos una gran parte de la intelectualidad se separó de las

estructuras políticas oficiales, tratando de crear su propio espacio social e intelectual.

Asumieron como mecanismo de protesta el silencio, una actitud pasiva que fue utilizada

por un número significativo de escritores húngaros.

Esta posición fue abandonada después de 1957 –esencialmente- por la seductora

política cultural aplicada por Aczél, el cual logró de insertar a la mayor parte de la

intelectualidad, utilizando entre otros medios, el ofrecimiento de privilegios individuales y

cierta liberación de la vida cultural. Con ello logró no solo integrar a este grupo social,

sino también mantener un relativo compromiso con el sistema durante el gobierno de

Kádar. Durante la década de los setenta se produjo la inserción de la intelectualidad en

el Partido y la burocracia estatal, que saliéndose de sus caminos tradicionales y de

manera consciente, trató de atraer a las personas mejor preparadas para colocar a

profesionales jóvenes en puestos de la nomenclatura, en particular en el aparato del

Estado. Se produjo de esta manera una intelectualización de la burocracia con su

consiguiente impacto devastador sobre el orden burocrático, formándose de este modo

una nueva elite emergente que se reclutó entre los intelectuales.

No obstante, la intelectualidad más radical que emergió desde la década del 70 de la

fusión de las generaciones de la revolución de 1956 y de la reforma económica 1968

comenzó la crítica a los males del sistema, utilizando espacios informales e ilegales.

Estos grupos de intelectuales existían como redes sueltas de amigos en la capital hasta

convertirse posteriormente en la oposición oficial.

En la década de los ochenta, cuando la crisis estructural del sistema se hizo evidente, la

intelectualidad comprendió que había llegado el momento para un cambio radical en

todas las esferas de la sociedad húngara. Se vieron afectados por las transformaciones

económicas y sociales que tuvieron lugar durante estos años, viendo descender

progresivamente su nivel de vida. Esto trajo como consecuencia el aumento de la crítica

al sistema a partir de comportamientos diferentes que se manifestaron tanto desde el

ámbito cultural a través de la música, los documentales, obras literarias, etc; pero

46

también mediante posiciones políticas abiertamente opuestas al Socialismo. Todo esto

se produjo al mismo tiempo que comenzaban a prevalecer las ideas de una minoría

ilustrada del Partido Comunista interesada en el cambio, lo cual contribuyó a crear las

condiciones para el desmontaje del sistema socialista.

Sin embargo, no fue hasta 1988 que pudieron conformar los diferentes partidos legales

como resultado de las reformas políticas llevadas a cabo por la dirección reformista. Los

intelectuales se convirtieron en los nuevos políticos y los que no asumieron esta función,

jugaron un papel importante en la prensa política y en las esferas sociales, pero todos

ellos se mostraron interesados en el cambio de sistema. Las posiciones asumidas

dependían del vínculo que tuvieran con el poder, la ideología y los intereses que

defendieran, resaltando como principales objetivos la eliminación del sistema socialista

para implantar una economía de mercado y establecer una "verdadera democracia". No

buscaron alternativas originales, sino que retomaron las sugerencias de intelectuales

occidentales basadas en el modelo capitalista neoliberal predominante en Europa

durante este período.

Fueron ellos los que se activaron y organizaron el proceso conciliatorio, orientado de

arriba hacia abajo, con el objetivo de detener la influencia de otros sectores de la

sociedad. Bill Lomax interpreta esta actitud como una muestra de elitismo y de miedo no

disimulado al posible alcance de las masas52.

Se convirtieron para el resto de la sociedad en la única fuerza política capaz de

emprender el tránsito hacia el capitalismo, lo cual posibilitó que un gran número de

intelectuales accedieran al poder en 1990. Por eso algunos autores califican este

proceso como una revolución de los intelectuales porque fueron ellos los diseñadores

de la política de desmontaje del sistema socialista y la promulgación de las nuevas leyes

que llevaron a una agudización extensiva de la crisis.

52 Ver Sean Hanley. Intellectuals and Politics in Centarl Europe. Central Europe review, vol 1, Nº 25, 13/12/1999. Disponible en: http://www.ce-review.org/authorarchives/hanley_archive/hanley_main.html . Consultado 4 de marzo 2010. pp. 3.

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Anexos

Tabla 1. Cambios en la elite política (1965-1989) Contexto internacional

Política interna

Fórmula política

Modo de cambio de elite

Composición de la nueva elite

1965-1972 Guerra Fría Competencia y Coexistencia pacífica

Reformas económicas para la neutralización política

Modernización de la economía Aplicación del plan de Jruchov para alcanzar los países capitalistas

Utilización de los expertos en la toma de decisiones

Nomenclatura y tecnócratas

1973-1979 Guerra fría Proceso de distención

Ola de contrarreforma

Justicia social e igualdad

Ataque a la nomenclatura

Elite mezclada ( se mantiene la nomenclatura y los tecnócratas)

1980-1989 Guerra fría Crisis del bloque comunista

Intentos de reformas económicas para solucionar la crisis

Relativa funcionalidad

Mayor inclusión de los expertos e intelectuales

Primacía de la tecnocracia y derrota del sistema burocrático

1989 Colapso del socialismo en Europa del Este

Negociaciones en Mesas Redondas Revoluciones pacíficas y construcción del Estado de Derecho

Democracia y Sociedad civil

Acuerdo de la elite política con apoyo de masas urbanas

Elite anterior en contra del sistema Influencia importante de los intelectuales

Tomado de Politikai Pluralizmus Magyarországon (1987-2002). pp. 76.

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Tabla 2. Modelos de comportamiento crítico en los a ños 80

Cultural Político

Grupos de escritores y artistas.

Movimientos alternativos de modo de vida.

No poseen una ideología.

Tiene ideología.

Movimientos pacifistas y ecologistas.

Tercera Vía Occidentalistas

Populistas y socialistas liberales

Liberales y Economía de Mercado.

Tomado de Politikai Pluralizmus Magyarországon (1987-2002). pp. 74

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