Suárez Navaz, L. (2006). "Migración y Ciudadanía: ¿un oximorón?" Revista de Migración, Puntos de Vista, 4(enero)

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Revision conceptual de las aparentes contradicciones entre el modelo de ciudadanía y la inclusión de derechos para los inmigrantes

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    CIUDADANA Y MIGRACIN: UN OXMORON?

    Liliana Surez NavazProfesora e investigadora del Departamento de Antropologa Social y Pensamiento

    Filosfico Espaol de la Universidad Autnoma de Madrid

    El arte de la retrica nos seduce con las posibilidades expresivas del lengua-je. Un oxmoron es aquella "figura retrica que consiste en la unin de dospalabras de significado opuesto; por ejemplo dulce derrota o soledadsonora" (Diccionario de Uso Moliner). Y nosotros en este artculo nos preguntamos:plantea la conjuncin de los conceptos ciudadana y migracin un oxmoron? Sepuede ser migrante1 y ciudadano?

    Aunque resulte provocador, este artculo pone en duda que esto sea posible hoypor hoy. Como norma, en gran parte de las sociedades democrticas ser ciudadanoimplica dejar de ser inmigrante. Y desde la perspectiva del origen del proyecto migra-torio, los que se fueron pocas veces cuentan como ciudadanos efectivos en su pas.

    De hecho muchos migrantes expresan con dolor la impresin de estar entre dosmundos, sin pertenecer por completo a ninguno de ellos. No es de extraar. El vncu-lo entre territorio y cultura sigue siendo la jaula de la pertenencia poltica en elmodelo moderno de ciudadana nacional. No obstante, y en parte como efecto de lasprcticas de los propios migrantes, se estn produciendo algunas transformaciones yexcepciones a esta regla que abren posibilidades de conjugar el acceso a los derechosciudadanos desde una lgica post-, trans-nacional, cosmopolita o global, por citaralgunas de las perspectivas planteadas.

    Pero para que ciudadana y migracin deje de ser un oxmoron no slo debe cam-biar el modelo que rige la soberana nacional y que restringe la incorporacin de losextranjeros como ciudadanos de pleno derecho en sociedades democrticas. Debemoscambiar ciertos presupuestos profundos que nos orientan en la direccin errnea.Algunos de ellos sern explorados aqu, otros meramente sugeridos, y otros probable-mente ignorados.

    No es esto algo deficiente. La incompletud e imperfeccin es algo inherente almodelo de ciudadana. No pensemos encontrar en los anlisis tericos respuestaspara los problemas, sino planteamientos de preguntas; algunas de ellas incmodas,otras inspiradoras.

    Para que podamos incorporar en nuestro acervo lingstico el oxmoron "ciudada-no migrante" tendramos que saber ms sobre las rmoras que ralentizan la navega-cin de un buque tan potente como la ciudadana. Con tal fin exploraremos algunos

    1 Mantendr el trmino migrante con la intencin de incluir con l la perspectiva del e-migrante (desde el pasde emisin) y del in-migrante (desde el receptor) y una visin transnacional de la experiencia migratoria (verBlash, et al. 1994, Guarnizo & Smith 1998, Vertovec 2001, entre otros). Por otra parte quiero recordar que tam-bin los hijos e incluso nietos de inmigrantes son denominados con el mismo trmino an sin serlo (SurezNavaz 2006). Finalmente me gustara precisar que esta categora es sociolgica, no jurdica, y por supuestoincluye los migrantes que no disponen de autorizacin para su residencia y/o trabajo en el pas de destino, losllamados "sin papeles". Como veremos, esta reflexin tambin intenta incorporar su experiencia.

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    de los presupuestos del legado terico-epistemolgico del modelo de ciudadana ori-ginal para despus pasar a las diversas propuestas planteadas desde la filosofa pol-tica. Las dos siguientes secciones entroncan directamente con la situacin de losmigrantes en nuestro entorno y revisan los retos que su presencia genera en el mode-lo de ciudadana. El anlisis sociolgico y antropolgico nos invita a abordar nuevasformas de mirar el proceso de construccin de la ciudadana para subrayar las opor-tunidades de crear nuevas formas de democracia inclusiva a partir de la considera-cin de nuevos espacios de tomas de decisiones en el contexto transnacional.

    De momento, por mucho que escudriemos el horizonte, no aparece el perfil deotro modelo poltico que site la equidad en el centro de su propuesta. El dficitdemocrtico que caracteriza la situacin de exclusin de millones de migrantes entodos los pases del mundo no obsta (o s?) para que podamos considerar an estemodelo con potencial para transformarse y embarcar a los que a veces slo son poli-zones o tripulacin mal pagada. Este ejercicio de reflexin tiene que ser abierto y cr-tico, abanderando una posicin que no extirpe la disidencia ni la discrepancia.Buscando planteamientos nuevos, por muy acrobticos que parezcan. El oxmonon noslo es posible. Es hermoso, como la figura retrica que lo inspira, pues en la conci-liacin de los opuestos radica el indicador mximo del equilibrio.

    El legadoEl modelo de ciudadana es producto de una transformacin histrica revolucio-

    naria. Tiene sus orgenes en la Europa del siglo XVII, y acompaa los profundos cam-bios econmicos, sociales, polticos, y culturales que alumbran el nacimiento de laera de la modernidad. Como hija de la modernidad, la ciudadana nace en un contex-to poltico y cultural particular. Su expansin internacional como modelo polticodominante en nuestros das no debe llevarnos a su sacralizacin. La ciudadana naciprecisamente para erradicar la tentacin de justificar los modelos polticos comoproducto de un plan divino.

    As pues, como producto humano, la ciudadana es heredera de un determinadocontexto histrico. Siguiendo las advertencias de los pensadores clsicos en cienciassociales, bueno es comenzar esta reflexin sobre la ciudadana enfatizando el carc-ter particular que marca su construccin, destacando algunos rasgos que, con el pasode los aos, han llegado a ser naturalizados.

    La burguesa europea luch por establecer un sistema poltico que no estuvierabasado en la herencia. Su inclusin como miembros polticos con poder de decisindependa de la erradicacin de los antiguos privilegios seoriales. La ciudadana fuela base legal necesaria para el afianzamiento del modelo capitalista industrial, quedesplaz finalmente al modelo feudal. As, frente a un sistema poltico basado enestamentos cerrados cuya pertenencia se transmita por la sangre de padres a hijos,el modelo moderno de organizacin poltica se basaba en individuos con derechosindependientes de cualquier sistema de estratificacin heredado.

    Todo individuo reconocido como ciudadano (originalmente, los varones propieta-rios) tena los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro. La igualdad presu-pone la existencia de sujetos jurdicos autnomos, independientes del orden social,dueos de s mismos. La filosofa liberal de Hobbes o Locke articula un pensamientopoltico en el cual estos individuos, armados con la razn, forman parte de un con-trato social voluntario en el cual ceden libertad individual a cambio de seguridad. En

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    otras palabras, consienten poner lmites a sus intereses individuales con tal de podervivir socialmente y garantizar el respeto de los derechos civiles (propiedad privada,libertad de creencias y de expresin, etc.), forja inaugural de los derechos ciudada-nos. Ciudadana y capitalismo constituyen as el cortejo central de la modernidad.

    Esta nueva nocin de individuo autnomo, libre, e igual a todos los dems pornaturaleza es radicalmente ajena a modelos polticos con una autoridad central,como ha demostrado la antropologa poltica. La estratificacin siempre ha caracte-rizado los sistemas estatales, en contraposicin a constelaciones de tribus o bandasen donde poda prevalecer la igualdad si bien, a decir de los pensadores modernos, acambio de modelos de organizacin muy rudimentarios. Ahora bien, la igualdadmoderna es diferente al igualitarismo premoderno, en el que la divisin del trabajoes mnima. La complejidad del capitalismo industrial gener, como Durkheim, Webero Marx sealaron en sus anlisis de esta transformacin histrica substancial, unmodelo basado en relaciones contractuales entre individuos construidos jurdicamen-te como autnomos e iguales entre s.

    El individuo nada tiene sin este maridaje con el estado. Es esta institucin la quelo alza al nivel abstracto de sujeto jurdico convirtindole en titular formal de dere-chos. Eso s, si el estado te ha de reconocer, tu titularidad de derechos depende de lapertenencia a la comunidad poltica que esta institucin representa (en el sentidopoltico del trmino representar). Por tanto, el ciudadano ser nacional o no ser. Yas el andamiaje jurdico que rige el modelo de la ciudadana se vincula con un con-cepto que ms tarde consideraremos: la nacin o el pueblo.

    Esta nocin de individuo a la que se supedita el modelo de ciudadana tiene otrosefectos relevantes para la consideracin de los migrantes y otros sujetos caracteriza-dos como "diferentes"2. Consiste en que los rasgos aplicables al ciudadano liberalfundacional (individuo abstrado de sus particularidades, racional, miembro de unacomunidad poltica slo por el valor instrumental de la misma), se convierten en lavara de medir a los "otros"-los que no pueden ser abstrados de sus particularidades,los que supuestamente estn dominados por pensamientos y emociones no raciona-les, los que anteponen la comunidad o la familia a los intereses individuales o el biencomn estatal.

    Una vez construidos los no-ciudadanos a partir de lo que carecen (propiedad,autonoma) o de lo que tienen en exceso (tradicin, emociones), se conjuran estascaractersticas como lo esencial de estos grupos _obreros, mujeres, o pueblos coloni-zados. Y esa idiosincrasia que supuestamente los define se ha usado histricamentepara justificar la existencia de desigualdades manifiestas que contradicen la igual-dad formal (Collier, Maurer y Surez Navaz 1995). As opera un mecanismo que nonos es desconocido: culpar a la "vctima" de su situacin. La causa de que mujeres,proletarios o los pueblos colonizados no tuvieran el status de ciudadanos era que nocompartan la identidad de los que lo eran. Eran definidos como premodernos, noracionales, dependientes, necesitados de instruccin y proteccin. Los proletarios, lamujeres, los sirvientes, los nios, los colonizados, todos ellos excluidos del derechode gobernarse a s mismos, reivindicaron y lograron gradualmente el reconocimiento

    2 Que la diferencia es un valor relacional es obvio. An as no es extrao verlo substantivizado como si respon-diera a un "algo" permanente que permite caracterizar una esencia humana concreta.

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    como ciudadanos. Frente a los sujetos autnomos y libres que fundan el modelo de ciudadana,

    todos estos grupos cargan un estigma, una particularidad como seres sexuados, seresmarcados por la estratificacin de clase o por la pertenencia a una cultura determi-nada. La ley se alza como correctora de la discriminacin sufrida por estos grupos,pero a la vez construye a estos grupos como portadores de una diferencia anterior ala ley misma, en alguna medida "natural", constitutiva de nuestra identidad ms pro-funda y autntica. De forma perversa, el reconocimiento de su "diferencia"3 se cons-tituye como base de su inclusin jurdica a la vez que como herramienta para la jus-tificacin de la desigualdad que encarnan en sus posiciones socioeconmicas.

    La esquizofrenia del modelo de ciudadana radica desde sus orgenes en la cons-truccin de la diferencia como perturbadora a la vez que inevitable (por ser natura-lizada como anterior al contrato social). Este legado es pertinaz, quizs porque se hamostrado como un remedio eficaz para justificar las diferencias socioeconmicas quecoexisten con la igualdad formal. Adems de cumplir esta funcin, encontramos quetodos aquellos sujetos "diferenciados" se ven ante el "dilema de la diferencia": cons-truido el mbito pblico como independiente de los condicionamientos de clase,sexo, gnero, y etnicidad o cultura, toda reivindicacin de derechos que atienda aestos condicionantes se percibe como propio de minoras, de grupos con necesidades"especficas". La reivindicacin de la inclusin y consideracin de las diferencias enel espacio pblico tiende pues a profundizar en la caracterizacin como "diferentes".En otras palabras, el propio modelo de ciudadana crea y mantiene la diferencia, puesse vertebra a travs de la antinomia "nosotros"/ "otros".

    Quizs el lector considera ahora que he olvidado el objetivo de este artculo, lareflexin sobre la adecuacin del modelo de ciudadana a las migraciones internacio-nales que marcan hoy la construccin de nuestras sociedades. Espero, no obstante,que esta deliberacin filosfica e histrica introductoria sirva para identificar ciertosmecanismos justificativos de la exclusin de los inmigrantes del tejido ciudadano ennuestro momento histrico. Pese al radical cambio de las condiciones socioeconmi-cas entre el momento actual y el que alumbra el modelo clsico de ciudadana, algu-nas continuidades siguen construyendo como perturbacin y alteracin bsica de lasreglas del juego lo que a mi modo de ver no es ms que la ltima (y no por eso lafinal) expansin de los lmites de la ciudadana y que exploraremos ms adelante.

    Propuestas y correcciones: la ciudadana desde otras perspectivasEn el curso de los aos este modelo inicial se ha ido transformando. La extensin

    de la ciudadana es producto de la accin humana, no de los cambios abstractos delas leyes. Han sido los movimientos sociales de los que reivindicaban el reconoci-miento como sujetos jurdicos en igualdad de condiciones los que empujaron estoslmites y abrieron nuevas puertas a la inclusin. Esta no ha resultado, no ha sido fcily est lejos de haber sido resuelta, dado que el modelo de igualdad formal sigue con-viviendo con una desigualdad entre colectivos e individuos ms que evidente. Marx

    3 En las mujeres la capacidad reproductiva, en los proletarios su dependencia salarial, en los colonizados sudependencia de las autoridades tradicionales. La naturalizacin de las diferencias como mecanismo de legiti-macin de la desigualdad ha sido ampliamente ilustrado a travs de los estudios histricos, sociolgicos y antro-polgicos. Valga citar aportaciones como Marshall, Landes, Paterman, Thomson, Fitzpatrick, Weber Brubaker,Turner, Pocock.

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    en su momento advirti que este modelo no era ms que una cortina de humo de losintereses y la estructura de poder "real" (i.e. socioeconmica) que rega la sociedad.La apariencia de igualdad era por tanto instrumentalizada a favor de la clase quetena el poder, creando una apariencia de igualdad de oportunidades que esconda enrealidad la estructura profundamente desigual del poder (Marx y Engels 1970).

    A pesar de que el anlisis de Marx sigue siendo en parte perturbadoramente visio-nario, pienso que es crucial entender que los grupos que reivindican igualdad de con-diciones, inclusin, o independencia lo hicieron apropindose de esta lgica univer-salista abstracta y aplicndola a sus condiciones particulares de exclusin. Con elreconocimiento de colectivos no incluidos y a travs de su participacin en el espa-cio pblico, el modelo incorpora otras demandas y nuevos conjuntos de derechos, lospolticos, los socioeconmicos, los culturales4. Hoy en da en nuestro entorno, pocaspersonas hablarn de igualdad sin tambin incluir cuestiones de equidad, aceptandoen general la necesidad de poner en marcha mecanismos que corrijan los disparejospuntos de partida de individuos e incluso colectivos aunque esto ltimo sigue sien-do mucho ms polmico. Con fin de sistematizar las propuestas que han contribuidoa complejizar el modelo clsico y enriquecerlo con demandas y dimensiones que ibanms all de las intenciones de los citoyens originales revisar brevemente alguna delas propuestas filosficas ms relevantes.

    En primer lugar tenemos la concepcin republicana que define al ciudadano comoaquel que participa activamente a travs del debate y de la toma de decisiones en losasuntos pblicos. Inspirado en el modelo ateniense, es miembro de la comunidadpoltica aquel que colabora en la elaboracin del consenso comn sin dejar que suspropios intereses dominen esta participacin ciudadana. El disfrute de los derechosde ciudadana son aqu la condicin de posibilidad y no la contrapartida de la mem-bresa en la comunidad poltica. El "patriotismo constitucional" de Habermas exigedar primaca a los valores comunes que hacen posible la participacin desde el plu-ralismo, relegar identidades comunitarias etnoculturales a un segundo plano5.

    En la visin clsica de ciudadana social que Marshall sita en el centro del deba-te, la ciudadana se vera como un correctivo a las desigualdades sociales generadaspor el capitalismo (ver nota 4). Partimos pues de las desigualdades para generarmecanismos que hagan posible la existencia de ciudadanos: se trata de la redistribu-cin del beneficio producido por el conjunto de la sociedad para equilibrar las situa-ciones de desventaja y evitar la marginacin o exclusin social. Por ser miembros dela sociedad, los ciudadanos tienen derechos sociales, son sujetos de polticas socia-les destinadas a mantener la cohesin socioeconmica. Las crticas a ciertos efectosperversos de este modelo de redistribucin son tambin pertinentes, pues sin duda elnfasis en la recepcin de "ayudas" ha resultado ser tambin un muy eficaz mecanis-mo tanto para la desmovilizacin como para la estigmatizacin de poblaciones mar-ginalizadas (Fraser, 1989).

    4 sta es la visin instaurada por Marshall en 1950 con tanto xito que, pese a las crticas posteriores a suirredento optimismo sobre la extensin en cantidad y calidad de los derechos de los ciudadanos, consiguiimponer una perspectiva histrica y dinmica en el estudio de la ciudadana como modelo poltico (1950,ver la interesante crtica terica de Sommers 1993 y la lectura de Bottomore cuarenta aos despus, 1992).5 Habermas ha ido corrigiendo su visin liberal en el curso de los aos. Es interesante ver cmo ha intentadofinalmente incorporar a los "otros" que inicialmente relegaba como irrelevantes en su particularidad (1999, parauna crtica de su perspectiva ver Frazer 1991).

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    La ciudadana multicultural abarca a un conjunto muy complejo y diverso inter-namente de propuestas que sin embargo coinciden en cuestionar el maridaje de laciudadana con el concepto de nacin y la ideologa nacionalista. Ciudadana nadatiene que ver con cultura, vendran a decir desde esta perspectiva: la pertenencia ala comunidad poltica es independiente de la religin, etnicidad, lengua, etc6. Ahorabien, esto es as de una manera muy diferente a la planteada por el modelo republi-cano. La ciudadana multicultural reconoce la diversidad como parte de su propiaidentidad. La comunidad poltica es multicultural, y de hecho lo ha sido siempre, pesea los esfuerzos de homogeneizacin realizados por los aparatos del estado7. Hay queentender que este modelo no altera el vnculo entre nacionalidad, como status jur-dico, y ciudadana. La nacionalidad no desaparece como requisito bsico de perte-nencia, sino que est definida por el pluralismo cultural. Es perfectamente compati-ble, pues, una visin multicultural y xenfoba.

    Un tema importante es la relacin que mantenga el estado con las diversas comu-nidades, colectivos, naciones o nacionalidades (segn se las denomine8). Una primeraposicin mantiene que el estado debe inhibirse y someterse el principio de blindness todifference. Pero incluso Kymlicka, principal terico del multiculturalismo liberal, ha veni-do a cuestionar la posibilidad de neutralidad del estado en relacin a las diferenciasculturales, denominndolo el principio de "omisin bienintencionada" (1996: 160). Lacuestin no es que la neutralidad no sea deseable, sino que de hecho la diferencia esproducto del modelo de ciudadana, como hemos demostrado en la seccin anterior;no se puede obviar lo que se ha criado.

    Como producto del modelo poltico, la diferencia se gest como un rasgo naturaly anterior a la ley que ciertos colectivos (y no otros) aportaban en su convivencia ciu-dadana. En contextos de desigualdad, la cultura dominante se construye como "nor-mal" e incluso se invisibiliza como tal cultura, mientras que las culturas perifricas osubalternas son percibidas como "diferentes", ms visibles en fin, incluso verdaderosmarcadores de estigmas. En este sentido slo un esfuerzo sistemtico puede evitarque por neutral se entienda que la cultura la tiene el otro y yo la tolero, (o respeto,o anhelo, da igual). Igualmente, siempre es difcil desembarazarse del entramadoevolucionista y colonialista sobre el que descansan las construcciones identitariasmodernas (para un ejemplo de cmo funcionan estos mecanismos en Espaa verSurez Navaz 2004).

    No hay que olvidar que la ciudadana ha sido un mecanismo de exclusin; lo esan. As pues creemos que la ceguera no es un buen camino. Ms bien hay que cam-biar las gafas que nos permiten ver la realidad. Al predicar la identidad de los gruposcomo fuera de la esfera pblica corremos pues el riesgo de ignorar lo que en s mismoes uno de los ms importantes aspectos de la ciudadana y uno de los retos ms dif-

    6 Hay dos grandes tipos de comunidades culturales reconocidas, aquellas que se vinculan a un territorio, cual esel caso de nuestras Comunidades Autnomas con o sin lengua propia, y las minoras dispersas en un territorionacional, como las minoras religiosas (judos, musulmanes, etc.), raciales ( en caso de los pases anglosajoneses predominante esta categorizacin racial), o tnicas (judos, indgenas, etc.)7 El concepto analtico de "nacin" y "estado-nacin" es considerado en ciencias sociales una construccin his-trica y poltica de enorme importancia, pero sin base ontolgica real (consultar la literatura clsica al respec-to, Anderson, Hobsbawmm, etc.).8 Por supuesto una u otra denominacin no es inocente y generan (o no) un tipo de derechos y/o trans-ferencias de competencias desde la administracin central.

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    ciles que se plantea: el saber si es capaz de generar en el pueblo un sentimiento depertenencia.

    Veamos antes, no obstante, el modelo de la ciudadana diferenciada, propuestaelaborada inicialmente por la filsofa Young, pero tambin trabajada por tericoscomo Kymlicka. Frente al modelo multicultural tiene de bueno que va ms all de lacultura cuando considera lo que es "diferente". Y frente a la ciudadana social plan-teada inicialmente por Marshall, no presupone una comunidad nacional homogneacomo requisito de la capacidad cohesionadora del modelo. El primer aspecto est msclaramente definido en Young, que define como "diferentes" a esos grupos que noacaban de encajar en el parmetro de la ciudadana universal por las particularida-des de las que no pueden desembarazarse sin perderse a s mismos. Son colectivoscon una historia larga de marginacin y exclusin del sistema, sean las mujeres, lospobres, o los miembros de colectivos cultural o racialmente discriminados. Ms querequerir neutralidad, exige al estado estructuras participativas reales "en las que lagente real, con sus diferencias geogrficas, tnicas, de gnero y ocupacionales, afir-men sus perspectivas respecto de las cuestiones sociales dentro del marco de insti-tuciones que favorezcan la representacin de sus distintas voces" (2000:197).

    Lo que se busca aqu es disolver esa dicotoma original que dibuja lo pblico comoel mbito de la ciudadana y la actividad cvica, como separado de lo privado, espa-cio en donde quedan recluidas las identidades, las emociones, las creencias. En otraspalabras, la bsqueda de intereses comunitarios y colectivos tiene que tener lugar (enel sentido ms estricto de la palabra) en el andamiaje de la sociedad civil, en el espa-cio pblico. Es desde esta concepcin dinmica de las diferencias desde donde estemodelo se plantea el reconocimiento de necesidades e intereses especficos que pue-den tenerse en cuenta en el diseo de las polticas pblicas9. El "dilema de la dife-rencia" sobre el que he advertido en la anterior seccin tambin planea aqu, con elpeligro de que se esencialicen esas diferencias en el curso de la reivindicacin de sureconocimiento. La nica vacuna para esto son estructuras de participacin suficien-temente dinmicas y heterogneas para que desde dentro del mismo colectivo surjanvoces disonantes con la representacin ortodoxa de la "diferencia".

    La valla sagrada de la ciudadana Volvamos ahora a nuestro entorno y objetivo inmediato. Espaa se ha convertido

    en un pas de inmigracin sin que esta realidad sea aceptada como consecuencia denuestras propias prcticas. Ante la inmigracin y lo que con ella sucede la reaccinms comn es la sorpresa. Desde hace ya 15 aos es la sorpresa. La primera regula-rizacin exitosa fue realizada en 1991 y algunos de los discursos asociados a esteproceso subrayaban su carcter extraordinario y su intencin de normalizar la situa-cin "de una vez por todas". En 1994 se publica el primer Plan de Integracin Socialde los Inmigrantes (PISI), donde se pretenda abordar las lneas bsicas de actuacinen el terreno de la integracin de los inmigrantes. Si hace diez aos mi trabajo deobservacin participante en el sur de Espaa reflejaba una puesta en marcha de pol-

    9 No entro aqu en la discusin sobre cules sean los criterios mnimos para que un colectivo sea acep-tado como minora cultural, pero para ser sujeto beneficiario de las polticas de la ciudadana diferen-ciada, por ejemplo polticas de discriminacin positiva, tienen que estar en situacin de desventaja jur-dica, institucional, econmica o social.

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    ticas titubeantes y poco sistemticas, (Surez Navaz 1999c), desde aquellos aos pri-meros de recepcin de inmigrantes mucho debiera haber cambiado. En muchas oca-siones, sin embargo, no parece que esto es as. Desde aquel primer Plan deIntegracin han pasado 10 aos que Javier de Lucas define as:

    "son bsicamente 10 aos de intentos poco eficaces de establecer un sistema deregulacin de los flujos migratorios en funcin de las supuestas necesidades del mer-cado de trabajo, el dogma en la poltica oficial de inmigracin del que nace el recursoa los contingentes como solucin por antonomasia. Una obsesin a medias entre laperspectiva unilateral del beneficio de nuestro mercado y la perspectivasecuritaria/policial (control de frontera y orden pblico), reforzada tras los atentadosterroristas de 2001 y 2004 que contaminan a la inmigracin. Diez aos de inestabili-dad: desde el 2000 se han sucedido 4 leyes (3 reformas de la primera ley, la L.O.4/2000), dos reglamentos, cinco procesos de regularizacin y una batalla sin tregua enlos tribunales, que, pese a su intensidad (que incluyen anulaciones parciales porinconstitucionalidad de la primera ley, la L.O.7/1985 y la anulacin parcial por elTribunal Supremo del reglamento elaborado por el PP para la L.O.8/2000), es un plidoreflejo de la pugna por el reconocimiento que han vivido centenares de miles de inmi-grantes.

    Un decenio de una poltica que ha consistido sobre todo en polica de fronteras,lucha contra la inmigracin ilegal y las mafias e iniciativas relacionadas con el reclu-tamiento de los "inmigrantes necesarios y convenientes", lo que exiga el rechazo o ladevolucin (expulsin, repatriacin, devolucin, expulsin) de aquellos que no entranen la categora de lo que Antonio Izquierdo ha denominado los "inmigrantes desea-dos". Diez aos de tratar intilmente de equilibrar las dos tablas de una estadstica -porque eso es lo que parece esta poltica, estadstica-, la de quienes ingresan en nues-tro pas y la de la oferta de plazas de trabajo que no tienen cobertura por parte demano de obra nacional. Diez aos de construccin jurdica de una nocin de inmigran-te como trabajador extranjero sometido a una condicin de inestabilidad y vulnerabi-lidad." (De Lucas 2005: 1)

    La cita resume de forma concluyente el nfasis realizado por las autoridades dedistinto signo poltico en el control de las fronteras, el manejo de la migracin comoparte del nfimo margen de intervencin estatal en el mercado de trabajo, y el frus-trante envite contra uno de los rasgos que han caracterizado la inmigracin enEspaa, la irregularidad.

    Es el equvoco de la frontera como lugar ltimo y primero del reconocimiento ala soberana nacional. La frontera parece no ser capaz de detener a inmigrantessupuestamente no deseados (ver Cornelius 1993 para estudio comparado). Ellospasan y se asientan en el territorio nacional sin permiso, sin papeles. Se acogen asagrado, como los perseguidos en la era medieval. Imposible y no deseable la expul-sin masiva. Una y otra vez se ponen en marcha procesos "extraordinarios" de regu-larizacin que no consiguen resolver la irregularidad. El territorio nacional se con-vierte en territorio fronterizo: la frontera no siempre sabe marcar el territorio de laexclusin.

    Cul es el reto que plantean los inmigrantes a la ciudadana, al modelo de ciu-dadana?, Cmo se adapta la ciudadana a esta nueva realidad?, Cmo se gestionala inclusin y la exclusin en este nuevo contexto? Y finalmente, podemos hablar deun modelo de ciudadana postnacional?

    La necesaria brevedad me obligar a evitar citas profusas sobre lo que viene sien-

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    do uno de los debates ms apasionados y frtiles en las ciencias sociales. Se trata enfin de desmontar algunas de las premisas esenciales de nuestra concepcin poltica,y esto no es fcil. Contino pues no sin recordar de nuevo que esta incursin deberealizarse sin minusvalorar la tradicin normativa en la que se basa el modelo de ciu-dadana. Para evitarlo, comenzar por ello.

    Ya mostr cmo la ciudadana ms que un estatus jurdico estable funcionabacomo horizonte de exclusin a la vez que de incorporacin. El carcter universalistade su retrica permiti a distintos grupos excluidos sentar las bases de sus reivindi-caciones y legitimar el derecho a la pertenencia. Pero en este camino haba una fron-tera que no haba sido transgredida y que preservaba la unicidad de la ciudadana conel estado nacin.

    La comunidad poltica representaba los intereses de un pueblo definido por unacultura. La pertenencia en esta comunidad implicaba la titularidad de los derechos yviceversa. Se supona una nica pertenencia y un nico status asociado a la misma,nacionalidad y ciudadana eran la carta de naturaleza del individuo. La nacionalidado se tena o se adquira10, pero era requisito para el acceso a los derechos de ciuda-dana.

    Un aspecto decisivo de la ciudadana nacional como modelo de pertenencia erasu carcter sagrado. Ser miembro de la nacin exiga hacer sacrificios, participaren los rituales de pertenencia, y valorar en s misma la comunidad poltica, msall de los intereses personales y los clculos de beneficios asociados al estatus deciudadana11. Otro de los elementos que define la nacin y marca sus lmites geo-grficos es el territorio. El territorio de la nacin, tambin sagrado en el imaginarionacional, marca la frontera de la ciudadana en el modelo del estado nacin. El mbi-to territorial adquiere una dimensin simblica esencial en la construccin identita-ria asociada con la nacin. Ambos aspectos, comunidad cultural y territorio nacional,se funden en una simbiosis difcil de separar.

    Retomemos pues la primera de nuestras preguntas ahora que contamos con laspremisas de nuestra tradicin normativa recientes en nuestra retina. El reto funda-mental que plantean los inmigrantes es evidenciar la artificiosidad de esa simbiosispoderosa en la que se bas el modelo poltico dominante del estado-nacin. La lle-gada de inmigrantes y su incorporacin constante en la ciudadana espaola, su

    10 Se suelen sealar dos tipos ideales de nacin (en el sentido weberiano de tipo ideal; los modelosreales en general toman rasgos de uno u otro, no habiendo hoy en da ningn pas que mantengatodas las caractersticas de estos dos modelos): la basada en la herencia de padres a hijos (se esmiembro si eres hijo/a de los miembros, sociedades regidas por el ius sanguini), y la basada en elnacimiento (se es miembro en tanto en cuanto se ha nacido en territorio nacional, sociedades regi-das por el ius soli). En ambas hay procedimientos de admisin ms o menos rigurosos y largos quepermiten la nacionalizacin de extranjeros.11 Pongo por ejemplo un chascarrillo de la cultura popular sobre nuestros famosos: uno no se con-vierte en andorrano porque all tenga que pagar menos impuestos. Tal conducta es criticada comocensurable y quien as acta es indigno del privilegio de la nacionalidad, representada como la natu-raleza ltima del ciudadano. Este vnculo afectivo se manifiesta en la reservas y resistencias queencontramos entre los migrantes para renunciar a la nacionalidad de origen. Para muestra un botnfamiliar: "morir gallego aunque no pueda vivir nunca ms en Espaa".

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    acceso a una serie de derechos bsicos asociados con su residencia sanidad, educa-cin, etc, ponen en entredicho las bases culturales y territoriales de la soberana moderna.

    Este fenmeno ha sucedido a pesar de la reticencia de los estados receptores y engeneral de la ciudadana. La llegada de inmigrantes es bienvenida en tanto en cuan-to sean mano de obra temporal y prescindible en caso de crisis. Es su inclusin comociudadanos lo que genera una resistencia muy extendida, vinculada en mi opinin auna visin de los derechos de ciudadana como un privilegio de los nacionales. Ennuestro entorno parece evidente que los migrantes no son considerados ciudadanos;ni siquiera ciudadanos de segunda, dada la exclusin jurdica sobre la que se ha sos-tenido su incorporacin social y laboral. Su llegada es consecuencia (no deseada) dela plena incorporacin del pas a las exigencias del capitalismo postfordista y la com-petitividad econmica que ste genera.

    Sin embargo, cientos de miles de inmigrantes han ido adquiriendo (a duras penas)sus "papeles", reagrupando sus familias, e iniciando procesos de asentamiento decomunidades a travs de redes migratorias que parecen cada vez ms capaces deconvertirse en estrategias de resistencia al rechazo fronterizo y las dificultades den-tro del territorio de destino. El estado, tambin a duras penas, ha ido reconociendono slo derechos civiles y socioeconmicos a los extranjeros legales (aunque notodos), sino tambin derechos fundamentales para los inmigrantes irregulares, comoel acceso a la salud y la educacin, entre otros. A decir de autores como Soysal(1994), la explicacin radica en que se est produciendo una transformacin delmodelo de la ciudadana en la era de los derechos humanos: la inclusin de hecho delos inmigrantes y/o personas de origen extranjero en las instituciones generadas porla ciudadana social se basa en una lgica postnacional.

    La ciudadana postnacional plantea que la globalizacin no slo afecta al flujo(de mercancas, capital, personas) sino a los modelos que aparentemente se presen-tan como continuidad del pasado. Es el caso de la ciudadana nacional como carta denaturaleza de los individuos. Hoy en da la multiplicidad de estatus es un hecho jur-dico que se une al acceso real de los extranjeros a todos los derechos de ciudadanacon excepcin del voto (algo que tambin est cambiando de forma acelerada con elvoto de extranjeros en municipios en algunos pases europeos). No se trata slo de laextensin de la ciudadana, sino de forma ms importante, de la existencia de unabase tica y moral sobre la cual pueden realizarse nuevas y ms radicales reivindica-ciones, como es la expresada en la lucha de los sin papeles (Surez Navaz et al.2006b).

    Esta propuesta no ignora la importancia del estado ni su insistencia en la nece-sidad de control de las fronteras, aunque en ocasiones la literatura producida bajoesta perspectiva parece ignorar el modo en que se redefine el aspecto sagrado de laciudadana en la era postnacional. Si la nacin no es ya la base exclusiva del reco-nocimiento de los derechos, y en efecto, cada vez ms extranjeros acceden enmuchos pases del mundo a derechos antes privativos de los nacionales, cmo seadapta el modelo de la ciudadana a esta nueva realidad? Cmo se gestiona la inclu-sin y la exclusin en este nuevo contexto?

    En mi anlisis del proceso de regularizacin de 1991 - y del efecto de este pro-ceso en la sociedad civil espaola que por primera vez participa en este tipo de pro-puestas administrativas-, destaqu el valor simblico de la propuesta de legalizacinde los inmigrantes irregulares. Ms all de la evidencia de que existan inmigrantes"ilegales" porque la ley conjuraba su existencia, el xito del proceso radic en la

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    apropiacin simblica del equvoco de la frontera, creando una imagen de ciudada-na inclusiva. El objetivo de dar papeles, reconocer la presencia e involucracin (labo-ral, social, personal y cultural) de la mayora de inmigrantes, era loable a los ojos dela sociedad civil, hasta entonces crtica de la restrictiva posicin del gobierno. Es biencierto que, aparentemente en base a la lgica postnacional a la que nos hemos refe-rido, desde entonces se han regularizado cientos de miles de inmigrantes.

    En mi opinin es evidente que la frontera ltima no puede ser la geogrfica, _aun-que es notable el esfuerzo policial e iconogrfico para dar protagonismo a las fron-teras, y ms recientemente las vallas que desde frica protegen nuestro territorio.Desde mi anlisis antropolgico de los procesos jurdicos desde los que se construyeuna determinada visin de la inmigracin me parece evidente que, como anunciFoucault en su da, "en la modernidad, las fronteras definitivas de lo sagrado no seexpresan ya en trminos de hereja, sino en trminos de ilegalidady otras anorma-lidades creadas por la ley" (1977:89). La figura del sin papeles es pues la mayor tras-gresin; sus reivindicaciones son acogidas con recelos por la sociedad civil, como sedemostr en su da en Espaa y sucede tambin en otros pases europeos. A pesar dela importantsima herencia del universalismo cristiano, que nos hace a todos hijos deDios, no en pocas ocasiones el entorno semntico de los discursos dominantes seabandona a la tentacin de la criminalizacin de este nuevo sujeto social.

    La "ilegalidad" igual que la "diferencia" se construyen como perturbaciones exter-nas y anteriores a la propia ciudadana. Lo sagrado aqu se preserva a travs desacramentos civiles, ritos de paso tras los cuales presuntamentelos inmigrantessern aceptados como miembros de esta sociedad. Un bloque de ritos de paso lo hedescrito bajo el fenmeno del "fetichismo de los papeles", mecanismos de someti-miento al estado burocrtico que se manifiesta en colas, exigencias documentalesimposibles y en ocasiones surrealistas, decisiones discrecionales de la administracinsobre derechos fundamentales, criterios de renovacin restrictivos que conducen a lairregularidad sobrevenida, etc. Lo que entonces denomin en su momento "creacinde apariencia de legalidad" parece reproducirse hoy aunque de forma mucho mscompleja.

    Aunque sera necesario realizar un estudio en profundidad que contrastara lasconclusiones de nuestro estudio con los colectivos africanos (senegaleses y marro-ques), mis posteriores investigaciones de campo entre colectivos americanos (ecua-torianos) y europeos (rumanos) parecen confirmar mi hiptesis de que el fetichismode los papeles genera, ms que confianza y respeto por el estado de derecho y su legi-timidad, un heterogneo desapego que degenera a veces en actitudes instrumentalesy picarescas, otras en autntico resentimiento y bsqueda de alternativas ms con-fiables. Si bien es cierto que en cierta medida este diagnstico es enteramente apli-cable a los ciudadanos espaoles (en su manifiesta diversidad cultural), creo que noes comparable la situacin, por varias razones. No obstante, y a pesar de la inciden-cia especfica de la experiencia negativa del fetichismo de los papeles en el caso delos extranjeros no comunitarios, bien es verdad que seran ms que necesarios pro-gramas de formacin y educacin en los valores ciudadanos para todos los residen-tes en el territorio, sea cual fuere su estatus jurdico.

    En vez de stos, encontramos un segundo bloque de ritos de paso que surgen alre-dedor de unos ambiguamente definidos "programa de integracin". Aunque es de jus-ticia reconocer que la proliferacin y descentralizacin de los mismos me impidetener un claro diagnstico del efecto de los mismos, parece evidente que, indepen-

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    dientemente de los logros alcanzados, meritorios y sin duda merecedores de nuestroapoyo, el alcance real de los planes de integracin es limitado, tanto en relacin a sucapacidad de crear espacios de participacin real de los inmigrantes como en lo quepodemos denominar transformacin de las condiciones de desigualdad y el paisajesegmentado de partida.

    Tambin en este bloque ritual encontramos que la carencia de participacin y lalimitacin de estas polticas pblicas es ms profunda en el caso de los migrantes,pero tambin es una caracterstica de su alcance en relacin a la poblacin nacional.La integracin es un proceso bidireccional que requiere un trabajo a medio y largoplazo en mbitos de inters intertnico, como la escuela. Este es un claro ejemplo enel que el trabajo realizado no est siendo capaz de evitar la estigmatizacin absurdade los nios de origen extranjero, ni vencer las dinmicas de segmentacin y/o rece-lo entre padres y madres de origen nacional o extranjero.

    Quizs resulte en exceso duras estas palabras y muchos me tacharn de pesimis-ta y agorera. An as, quiero recordar que no hace mucho en nuestro pas vecino loshijos de los inmigrantes, llamados extranjeros a pesar de su nacionalidad y socializa-cin francesa, se manifestaron con una rotundidad y una violencia que slo logrcontener una ley colonial de estado de excepcin. Entonces todos los expertos y lostertulianos fueron rpidos en sealar la marginacin y la pobreza, el rechazo racista,y la segmentacin residencial entre guettos de descendientes de inmigrantes y fran-ceses como las causas del levantamiento. Yo llevo ms de 15 aos prestando aten-cin al desarrollo del fenmeno de la migracin en Espaa y, aunque veo un enormedinamismo que ha cambiado radicalmente la demografa social de nuestros barrios ynuestras escuelas, no veo fortaleza en los cauces de participacin e inclusin disea-dos desde el estado o la sociedad civil. De nuevo, preguntamos: es que ciudadana einmigracin representan un oxmoron?

    Redefiniendo el territorio de pertenencia: lo pblico en la era transnacionalHasta muy recientemente, la ciudadana en su proyecto universalista pretendi

    ser la nica consorte en ambos mbitos: haba un sistema normativo nico, y tam-bin una nica cultura. Hoy en da la ciudadana se cultiva en un terreno que estsembrado con el reconocimiento tanto del pluralismo legal como del cultural.

    Pero en el contexto de globalizacin que caracteriza nuestro momento histricono basta con aceptar la diferencia y el pluralismo. Se est produciendo un reajustedel modelo de ciudadana que refleja y potencia, tanto en el eje de los derechos comoen el de la pertenencia, transformaciones generadas por la globalizacin. Aqu noslimitamos a considerar las que se suscitan a partir de la incorporacin de millones deinmigrantes en los pases de destino, donde se convierten en residentes permanentesy acceden a gran parte de los derechos de ciudadana, reteniendo su nacionalidad deorigen, contacto con sus paisanos (en origen como en destino), y cierta identidaddiferenciada de los ciudadanos nacionales.

    La distorsin que plantean cientos de miles de residentes legales sin derecho alvoto al modelo democrtico no admite dudas. Segmentos muy amplios de la clasemenos privilegiada no puede votar y por tanto sus intereses colectivos no son repre-sentados en el sistema democrtico (Hammar 1990). Para que el sistema siga rigin-dose por el ideario democrtico es preciso incorporar a esta poblacin tambin en elmbito poltico. Actualmente, la adquisicin de derechos polticos en el caso de los

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    extranjeros no comunitarios est condicionada a la adquisicin de la nacionalidad yesta "nacionalizacin" implica en algunos casos la prdida de la nacionalidad de ori-gen. Aunque no hay datos concluyentes al respecto, no podemos asumir que de formamayoritaria esta poblacin desee sacrificar la ciudadana de origen a cambio de la dedestino, por mucho que sta ltima sea mucho ms generosa en los beneficios socia-les y ms democrtica en los cauces de participacin. El aspecto simblico de lanacin y la ciudadana juegan un importante rol en este fenmeno.

    Pero por otra parte, es innegable que la inestabilidad legal y otros factores pre-sentes en los procesos migratorios actuales (dificultad para la reagrupacin familiar,planteamientos de retorno temporal, etc.) llevan a algunos inmigrantes a optar porla "nacionalizacin". Ante la evidencia de este proceso, los pases emisores ha inten-tado retener los vnculos de pertenencia de las comunidades de expatriados, cuyaimportancia econmica y sociopoltica es cada vez ms reconocida y potenciada. Loque Glick Schiller el at denominaron "nacionalismo desterritorializado" se traduce enla presencia de agentes representantes de los estados de origen en los lugares deasentamiento de las colonias de sus ciudadanos expatriados (1994). Este fenmenode desplazamiento de la "construccin de la nacin" no slo se manifiesta en prc-ticas econmicas transnacionales potenciadas por los incentivos para la inversin yel turismo. De manera fundamental, la creciente importancia de las comunidadesasentadas fuera del pas ha producido adems cambios normativos en el derecho denacionalidad que estn normalizando cada vez ms el mantenimiento de una dobleciudadana (Guarnizo 1998, Baubock 2004, Bloemraad 2004).

    Aunque los datos publicados al respecto no son concluyentes, es patente unatransformacin en el modo en que tanto las administraciones pblicas, como lasociedad civil, como los propios migrantes gestionan el vnculo de los residentes yciudadanos con la comunidad poltica. Como Habermas sugiere: "aunque an nosquede tiempo antes de alcanzarlo, la condicin cosmopolita ha dejado de ser simple-mente un milagro. La ciudadana estatal y la ciudadana mundial forman un conti-nuo cuyos contornos, al menos, estn comenzando a ser visibles" (1996: 515, mi tra-duccin). El cambio en las grandes normativas de ciudadana y nacionalidad son unsntoma decisivo e incontrovertible de la transformacin del modelo de ciudadananacional.

    No obstante, podramos preguntarnos si estos cambios legislativos que abren elcamino a la doble pertenencia y la doble titularidad de derechos es indicativo de unasprcticas de ciudadana que transciendan y/o transformen el modelo nacional quehemos descrito. Los fenmenos sociopolticos a los que nos estamos refiriendorequieren una perspectiva terica que vaya ms all de la visin normativa de la ciu-dadana como status (que tienes o no), porque como antes ha sucedido en la histo-ria, se construye tambin ciudadana desde la exclusin.

    Pongamos un ejemplo que nos debera resultar cercano y espero sea ilustrativo delo que aqu pretendemos argumentar. Los espaoles que residieron en los paseseuropeos del norte desde finales de los aos cincuenta aprendieron, desde la exclu-sin, qu significaba ser ciudadano. Los emigrantes, exiliados, y a travs de ellos, losdisidentes ms o menos militantes que residan en la Espaa dictatorial de aqulentonces, aprendieron mucho de lo que consista un Estado de Derecho desde la ima-ginacin de qu deba representar ser reconocido como ciudadano en una tal socie-dad democrtica. A partir de ste imaginario se construyeron prcticas e ideales quesoslayaban la triste realidad de la cultura poltica instalada entre los espaoles

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    (Surez Navaz 2004). No es casual, sin embargo, que el efecto positivo de este apren-dizaje de la ciudadana desde la exclusin no haya sido reconocido ni visibilizado enla historiografa espaola. Obedece, sin duda, al nacionalismo metodolgico que seha venido imponiendo sistemticamente en las ciencias sociales y las humanidades,y que demasiado a menudo simplemente ignora el protagonismo del desplazamientoo la humillacin como revulsivo de la imaginacin poltica (ver Gilroy 2004 para elcaso de Sudfrica).

    Nuestra concepcin de ciudadana es dinmica, resultado y causa de mltiples ypolismicas prcticas sociopolticas que engarzan y articulan los valores universalis-tas con las redes locales mediadas culturalmente e histricamente de forma particu-lar. En este sentido es importante evitar el "predominio de lo poltico" de la moder-nidad, como lo ha denominado Bobbio, que ha impuesto una nocin de ciudadanavinculada al estado, una separacin instrumental entre leyes y moral, y un espacio yactores especficos de lo poltico. Desde esta perspectiva, que nos acerca a lo localen su atravesamiento por los valores universales de la ciudadana, podemos generarmecanismos de reconocimiento del "otro" como sujetos con reivindicaciones que muyprobablemente sean diferentes a las de los grupos ya establecidos. Renato Rosaldoha denominado "ciudadana cultural"12 a ese modelo gestado y gestionado a partir dela escucha y la incorporacin de la perspectiva de las minoras, de los extranjeros, delos irregulares. Aquellas prcticas que, como lo expresa Beck, se llevan a cabo "en lamedia luz de la legalidad desleal e ilegtimaporque rompen con el orden del Estadonacional" (2004: 143). Veamos pues algunas de las premisas desde las que la ciuda-dana se debiera gestar.

    El modelo de ciudadana que responda a desafos como el que plantean losmigrantes debe adoptar una visin que vaya ms all del territorio, porque las prc-ticas que los migrantes desarrollan no se adecuan a la cartografa que conocemos. Setrata de vnculos entre pueblos, comarcas, y regiones establecidas por las redessociales transnacionales de los migrantes entre origen y destino que construyen pai-sajes discontinuos geogrficamente, heterogneos, y con mltiples pero diversos (i.e.no predecibles) mbitos de desarrollo.

    En sus prcticas de ciudadana, les vemos reconocer la pertenencia a comunida-des polticas que se superponen: local, regional, nacional, internacional e incluso vir-tual. Sus intereses como ciudadanos se vinculan con otras personas y colectivos nonecesariamente por su pertenencia a un grupo nacional, sino por su pertenencia a ungrupo religioso, a un grupo tnico, a un grupo de inters econmico, o a un grupovecinal. Todos ellos son compatibles y en la mayor parte de las ocasiones coexisten,con un sistema de identidades mltiples que se solapan y a menudo se contradicen.Beck ha intentado hacerlo accesible y claro con su ejemplo sobre las lgicas de laidentidad, que contrapone la tradicional, basada en una dinmica excluyente ("soyesto, luego no soy lo otro") a la cosmopolita que se construye sobre una lgica inclu-yente ("soy no slo esto, sino esto otro tambin").

    Otra de las premisas profundas en el modelo de ciudadana tradicional ha sido elsedentarismo como fuente de desarrollo, armona, y objetivo ltimo de cualquier per-

    12 En esta propuesta es importante no entender cultural como expresin o reconocimiento de las peculiaridadeslingsticas, religiosas o tnicas de cada grupo particular en un contexto multicultural sino que debe entendersecultural "como la mediatizacin de toda conducta humana, el significado situado desde el punto de vista delactor social" (Rosaldo 2000: 42).

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    sona y/o colectivo. En la sociedad actual, por otra parte, lo mvil no slo afecta a loscuerpos que transitan este espacio entre origen y destino. Informacin, mercancas,ideologas fluyen en la red y generan un movimiento permanente de actualizacin ycontraste que nada tiene que envidiar a los medios de comunicacin estndar.

    Presuponer que el sedentarismo es la nica o la mejor forma de integrarse es unapremisa nociva que incide de forma especial en la falta de consideracin de laspoblaciones mviles como miembros permanentes de mbitos de accin ciudadana.Sorenssen et al. han analizado desde esta perspectiva el potencial de estas poblacio-nes como agentes de desarrollo, realizando una labor de asesora para contrarrestaruna visin que de forma sistemtica ignoraban los recursos de una poblacin noarraigada definitivamente o incluso mvil (Sorenssen 2000). En Espaa apenascomienzan a realizarse esfuerzos en los programas de codesarrollo para incorporar deforma activa las redes y estrategias generadas por los migrantes, sus familias, y suentorno en origen y destino, un proceso difcil en el que no obstante estamos volca-dos desde hace aos en el equipo de la Universidad Autnoma de Madrid13.

    Toda nuestra atencin debe de estar volcada pues en las prcticas de ciudadanaque se generan en estos nuevos espacios discontinuos (pero reales en su base fsicacomo en su representacin simblica y/o virtual), atravesadas en su centro mismo porsentimientos de pertenencia mltiples y no exclusivamente culturales, y caracteriza-dos por su alta movilidad y dispersin. Ahora bien, diramos que este tipo de prcti-cas sociales y transformaciones normativas no eliminan la importancia del Estadocomo el lugar en donde hoy por hoy se concretan los objetivos polticos. La redefini-cin del territorio de la ciudadana no quiere decir que sus prcticas sociales que nose arraigan socioespacialmente, sino que generan paisajes cohesionados a travs delos vnculos y no a pesar de los mismos.

    Mientras que perspectivas como la de Beck parece sugerir que las nuevas prcti-cas e identidades cosmopolitas transcienden el estado-nacin, como si ste fuera unimpedimento para la realizacin de valores universales. Desde nuestro punto de vistaes ms cauto retener el estado-nacin en tanto en cuanto no hay otra institucinpoltica que tenga una base soberana y est legitimada para sancionar el acceso a losderechos. Esto no implica que no incorporemos los cambios, ajustes y desafos a losque nos hemos referido, sino que deben coexistir con los ms clsicos procesos dereconocimiento poltico. El espacio pblico transnacional ni es homlogo ni es anti-nmico al espacio pblico nacional. La ciudadana transnacional o cosmopolita estan por construirse a nivel normativo, pero existen y crecern las prcticas de carc-ter poltico en un mbito pblico transnacional. Ya hemos adelantado algunos de losfactores que evidencian esta distincin, como la redefinicin del territorio, de laidentidad, de la soberana (y los vnculos entre los tres).

    Cuando se dice que las prcticas de ciudadana de los migrantes transnacionales,o bien la ciudadana transnacional practicada por los migrantes representa una

    13 Pionera es, en ste mbito, la labor del Programa Migracin y Multiculturalidad dirigido por Carlos Gimnez. Comodirectores de la Accin Formativa de Postgrado hemos ofrecido, adems del master, otras titulaciones universitarias quehan incluido el codesarrollo como uno de sus ejes estratgicos. Desde aqu hemos potenciado adems la realizacin detrabajos de investigacin y proyectos de intervencin que inventen nuevas estrategias de cooperacin al desarrollo bidi-reccional y equitativas. Justo es reconocer que las dinmicas de las instituciones y sectores de la sociedad civil dedica-dos respectivamente a, por una parte, la ayuda al desarrollo, y por otra, las migraciones, no se han manifestado comofcilmente compatibles. No obstante estamos convencidos que es uno de los caminos ms fructferos que pueden esta-blecerse para generar espacios transnacionales de ciudadana como los que aqu propongo.

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    "legalidad desleal e ilegtima", nos referimos a la desconfianza que genera en la ciu-dadana nacional esta doble pertenencia. El recelo por aquellos que an residiendoen el territorio nacional mantienen lazos con otra comunidad poltica externa es muycomn. En nuestra propia historia la sospecha sobre la lealtad poltica de gruposcomo los moriscos lleg incluso a la expulsin masiva de los mismos. Hoy en da, sibien esto resultara imposible, parece evidente que no es algo que todava est com-pletamente resuelto. Y no slo porque apenas es inicial el cambio normativo quesiente las bases de una doble ciudadana y de formas de pertenencia mltiples quesean efectivas y beneficiosas para todas las partes.

    La cuestin central en la ciudadana transnacional como modelo de soberanapoltica est, a mi parecer, en su capacidad de generar en los ciudadanos y residen-tes permanentes una corresponsabilidad moral y poltica que generen vnculos socia-les fuertes y multidimensionales (es decir, no basados en la diferencia cultural comocriterio primordial aunque si esencial del tipo de pertenencia). Y en este aspectoparece que el mbito local de la ciudadana es ms dinmico a la hora de incorporarprcticas transnacionales de sus propios ciudadanos, a travs de proyectos de coope-racin y desarrollo, iniciativas de hermandad con los lugares de origen, y sobre todo,capacidad para incidir en el fortalecimiento de la participacin intertnica en mbi-tos de inters primordial, que aunque parece que van ms all de la poltica, en rea-lidad son la argamasa fundamental sobre la cual se construye convivencia.

    La capacidad simblica de generar pertenencia y abrir cauces para la imaginaciny la resistencia (individual y colectiva) que ha tenido el modelo de ciudadana hastahace un par de dcadas slo puede reinventarse a partir del reconocimiento de lasprcticas cotidianas de los migrantes que hoy por hoy la desafan. Sera errneo, loest siendo, construir una ciudadana que es capaz de reconocer derechos pero nopersonas y colectivos. "

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    SOMMERS, M.R. (1993) "Citizenship and the place of Public Sphere: Law, Community,and Political Culture in the Transition to Democracy" American Sociological Review 58(October). SOUSA SANTOS, BOAVENTURA DE (1998) La globalizacin del derecho. Los nuevoscaminos de la regulacin y la emancipacin. Universidad Nacional de Colombia-ILSA,Bogot. SOYSAL, Y. (1994). Limits of Citizenship. Migrants and Postnational Membership inEurope. Chicago: The University of Chicago. SUREZ NAVAZ, L. MORENO, A. Y MACI, R. (2006b) La lucha de los sin papeles: unaextensin de la ciudadana? (en preparacin, para 2006) SUREZ NAVAZ, L. (2006a) "Un nuevo actor migratorio: jvenes, rutas y ritos trans-nacionales", En F. Checa et al. Migracin, Menores y Juventud, Nuevos Retos, Icaria,2006. SUREZ NAVAZ, L. (2004) The Rebordering of the Mediterranean. Boundaries andCitizenship in Southern Europe, Oxford: Berghahn Books. SUREZ NAVAZ, L. (1999a). Hacia una ciudadana postnacional? Fronteras interio-res, Integracin y Normalizacin, Actas del VIII Congreso de Antropologa Espaola,Santiago de Compostela. Simposium sobre "Globalizacin y Fronteras". 1999. SUREZ NAVAZ, L. (1999b). Construccin Social del 'Fetichismo de los Papeles': Ley eIdentidad en la Frontera del Sur de Europa , Actas del VIII Congreso de AntropologaEspaola, Santiago de Compostela. Simposium sobre "Antropologa Jurdica". 1999. SUREZ NAVAZ, L. (1999c). Fronteras y Ciudadana: Nuevos desafos de un viejomodelo desde una perspectiva antropolgica en Emma Daz (coord.) Repensando laCiudadana Sevilla 1999. TAYLOR, C. (1994). The Politics of Recognition. In A. Gutmann (Ed.), Multiculturalism.Exploring the Politics of Recognition (pp. 25-73). Princeton: Princeton University Press.Turner, B. S. (Ed.). (1993b). Citizenship and Social Theory. London: Sage. VERTOVEC, S. (2001) Transnational Social Formations: Towards conceptual cross-fer-tilization. Working Papers, Transnational Communities Program, ESRC WALZER, MICHEL (1998) "The Civil Society Argument", in Shafir, Gershon (Ed.) TheCitizenship Debate, Minneapolis: University of Minnesota Press. YOUNG, I. M. (1990). Justice and the Politics of Difference. Princeton, N.J.: PrincetonUniversity Press. (traduccin en Ctedra, 2000) YOUNG, I. M. (1995). Polity and Group Difference: A Critique of the Ideal of UniversalCitizenship. In R. Beiner (Ed.), Theorizing Citizenship . New York: State University ofNew York Press (SUNY).

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    Cuadernos del Observatorio de las Migraciones y de la Convivencia Intercultural de la Ciudad de Madrid

    Resumen:El artculo de Liliana Surez aborda una cuestin ineludible como es el acceso a laciudadana por parte de la poblacin inmigrante. Para ello traza cul ha sido la evo-lucin de la ciudadana desde sus orgenes en el siglo XVII hasta la actualidad, a tra-vs de los distintos modelos que se han ido construyendo y debatiendo: ciudadanarepublicana, ciudadana social, ciudadana multicultural, ciudadana diferenciada,ciudadana postnacional, ciudadana cultural. Finaliza con una profunda reflexinsobre el reajuste que la globalizacin y el fenmeno migratorio est produciendo enel modelo de ciudadana.

    Abstract:Liliana Surez paper approaches an unavoidable question which is the access to citi-zenship to immigrants in the European Union. Making an accurate review of theconcept of citizenship and its historical evolution since the XVII century to nowa-days, Surez explains the several models that has been constructed and discussed:republican citizenship, social citizenship, multicultural citizenship, differentiate citi-zenship, post national citizenship and cultural citizenship. The paper finishes with arigorous reflection upon the readjustment that globalization and migration pheno-mena is causing to present citizenship model.

    Palabras clave:Ciudadana, ciudadanos, derechos, migrantes, transnacionalidad, participacin.

    Ideas principales: La presencia de personas inmigrantes en sociedades como la espaola, con la nece-sidad de su acceso a derechos bsicos como la sanidad o la educacin, cuestiona laasociacin entre ciudadana y nacionalidad. Los planes de integracin tienen una capacidad limitada de crear espacios de par-ticipacin real de los inmigrantes y de transformar el contexto de desigualdad al queestos se incorporan. La inmigracin est dando lugar a un reajuste del modelo de ciudadana para poderdar respuesta al hecho de que millones de personas inmigrantes se convierten enresidentes permanentes y acceden a derechos de ciudadana, aunque conserven sunacionalidad de origen, mantengan contacto con sus connacionales y una identidaddiferenciada. Las personas inmigrantes extranjeras se encuentran con la limitacin de no poderejercer el derecho al voto por lo que no estn representadas en el sistema democr-tico. El mbito local posee una relevancia clave en la ciudadana por su mayor dinamis-mo a la hora de incorporar prcticas transnacionales de sus ciudadanos. La presen-cia de personas inmigrantes en sociedades como la espaola, con la necesidad de suacceso a derechos bsicos como la sanidad o la educacin, cuestiona la asociacinentre ciudadana y nacionalidad. Los planes de integracin tienen una capacidad limitada de crear espacios de par

    G U A D E L E C T U R A

    Ciudadana y migracin: un oxmoron?". Liliana Surez Navaz.

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    Puntos de Vista: N 4 / Ciudadana

    ticipacin real de los inmigrantes y de transformar el contexto de desigualdad al queestos se incorporan. La inmigracin est dando lugar a un reajuste del modelo de ciudadana para poderdar respuesta al hecho de que millones de personas inmigrantes se convierten enresidentes permanentes y acceden a derechos de ciudadana, aunque conserven sunacionalidad de origen, mantengan contacto con sus connacionales y una identidaddiferenciada. Las personas inmigrantes extranjeras se encuentran con la limitacin de no poderejercer el derecho al voto por lo que no estn representadas en el sistema democr-tico. El mbito local posee una relevancia clave en la ciudadana por su mayor dinamis-mo a la hora de incorporar prcticas transnacionales de sus ciudadanos.

    Glosario de Conceptos: Sociedad civil: Se refiere a las relaciones sociales que se establecen entre los ciu-dadanos y al mbito privado frente al mbito pblico.Estado-nacin: Organizacin poltica caracterizada por la centralizacin del poderque se apoya en un aparato administrativo fuerte y ligada a un territorio vincula-do a un sentimiento nacional que le da legitimidad.Fordismo y postfordismo: Formas de organizacin del trabajo, la primera basada enuna divisin y racionalizacin mximas del trabajo, promovida por Henry Ford, queentra en crisis y da lugar a la segunda, caracterizada por la desregulacin y flexi-bilizacin del mercado de trabajo.(Glosario elaborado a partir de S. Giner, E. Lamo de Espinosa y C. Torres (eds.)Diccionario de Sociologa. Alianza. 1998. Madrid).

    Algunas preguntas para la reflexin: Qu papel puede desempear el mbito local en la construccin de un nuevomodelo de ciudadana que incorpore a las personas inmigrantes como ciudadanosque participan como corresponsables en la construccin continua de la sociedad?

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    de la Ciudad de Madrid

    Ciud

    adan

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    "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos" (art. 1 de la Declaracin Universal de Derechos Humanos).

    N 4- AO I - DICIEMBRE 2005

    Foto: Carmen Leiva Cullar

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    Direccin: Carlos Gimnez Romero. Programa Migracin y Multiculturalidad / Universidad Autnoma de Madrid

    Consejo de Redaccin: Nuria Lores Snchez, Paloma Gmez Crespo, Jess Migalln Sanz(Comit de Coordinacin del Observatorio).

    rea de Administracin: Susana Emper Fernndez, Noem Sastre de Diego.

    Puntos de Vista es elaborado por: rea de Investigacin (Fernando Barbosa Rodrigues, Begoa Batres Campo,Carmen Chincoa Gallardo, M Dolores Lpez-Caniego Lapea, Adoracin Martnez Aranda, Alberto Riesco Sanz).

    Edita: Observatorio de las Migraciones y de la Convivencia Intercultural de la Ciudad de Madrid. Direccin General de Inmigracin, Cooperacin al Desarrollo y Voluntariado. rea deGobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid Diseo y Maquetacin: Donaire y De La Plaza Comunicacin, S.L.

    ISSN: 1699-6119

    Deposito Legal: M-21375-2005

    NOTA:Las opiniones expresadas en los artculos son de la responsabilidad exclusiva de los autores.Los autores de los artculos publicados mantienen la propiedad intelectual sobre los mismos.Frase lema: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos" (art. 1 de la DeclaracinUniversal de Derechos Humanos).