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CLAVES DE RAZÓN PRACTICA Dirección JAVIER PRADERA KKRNANDO SAVATF.K Edita i'KOMoroKA GI:M:KA[. IJH KKVISTAS. SA Director general Ai.rosvj KSTKVI-:/ Director adjunto JOSÉ MANL'KL SOHKINO Coordinación editorial M'KIA <:|.A\T:|< Diseño MAKICIH Itl'ITRACiO CÉSAR DELGADO (Madnd, 1961) En el catálogo de la muestra expuesta en la Galería Valle Quintana, Madrid, 1989, Francisco Calvo Serrato en el texto introductorio, Sillas y cuadros, escribe:". estos cuadros se asemejan a las impresiones resistradas por un aparato que se hubiera adentrado en un cosmos desconoci- do y nos proporcionara una imagen cuyas seña- les nos fueran indiscernibles, los fragmentos de un cielo del que no sabemos, ni podemos per- cibir, que sea un cielo De todas formas, ese caos visual contrastaría con la elaborada, preme- ditada, técnica dispuesta al efecto para captar eso que luego no sabemos qué es, porque rio sabemos cómo se puede mirar' Caricaturas LOREDANO Manuel Azaña Correo electrónico: da\^ progresa fs Internet: \v\\\s Correspondencia: PK< K rlíllvv FriíXCAKHAI.. íi. 2" I'I.AXTA. JS1IIM MADRID. TüLÚ-'ONU 1M^ .^ ()1 lli CAN 91^ 21 2J VI Publicidad: GDM GRAN VIA. V. "' >WJI5 MADRID Ti:U':i-c>\<) 91í .t, ^ un Impresión: v ÍA (iRÁCK.A ISSN: I l.li)-.-í(>HV Depósito Legal: M ]u IdJ iwn. l'nni petición tit- suscnpciont's y númcTDs alra.síidos tlirÍKÍrM- a: rrogrcMa. rnvnciirnil, 6; V pliinlu. ¿HOO-Í Madrid. Tcl. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91 S U M A R A ^) / NOVIEMBRE 2 o < Xí!> CENTRO UJ fi<Sáí CULTURAL £ %•» DE ESPAÑA J BUENOS AIRES 5 AECl ZYGMUNT BAUMAN 4 EXCLUSIÓN SOCIAL Y MULTICULTURALISMO ERNESTO GARZÓN VALDÉS 14 LO ÍNTIMO, LO PRIVADO Y LO PÚBLICO Q¿. GRUPOS DE INTERÉS, FAREED ZAKARIA ZU FACCIONES Y PARTIDOS POLÍTICOS ENRIQUE GIL CALVO 36 CAUDILLISMO PLEBISCITARIO Y TAIR PLAY' ANTONIO PÉREZ-RAMOS 44 Semblanza José María Ridao LAS VOCES DE PETERSBURGO EI pensamiento histórico de Manuel Azaña Ética ÜÁ Manuel Arranz JT ¿ Tienen los derechos humanos un fundamento moral? 58 Política Graciela Soriano JU Venezuela y Chávez Narrativa Pablo Fuentes ¿5 identidad homosexual en la literatura española (1874-1936) Ensayo "7A Justo Serna / \J La vida, modos de empleo Artes plásticas ~J Á Eric Storm / T La nacionalización de El Greco Casa de citas Pilar Pastor Alessandro Barí eco

SUMAR - RelacionesInternacionales · una investigación francesa demostró que, tras dos siglos de ... de los vecin-darios, sumada a la revolución ... través de una expan-sión

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CLAVESDE RAZÓN PRACTICA

DirecciónJAVIER PRADERAKKRNANDO SAVATF.K

Editai'KOMoroKA GI:M:KA[.IJH KKVISTAS. SA

Director generalAi.rosvj KSTKVI-:/

Director adjuntoJOSÉ MANL'KL SOHKINO

Coordinación editorialM'KIA <:|.A\T:|<

DiseñoMAKICIH Itl'ITRACiO

CÉSAR DELGADO (Madnd, 1961)

En el catálogo de la muestra expuesta en la

Galería Valle Quintana, Madrid, 1989, Francisco

Calvo Serrato en el texto introductorio, Sillas y

cuadros, escribe:". estos cuadros se asemejan

a las impresiones resistradas por un aparato que

se hubiera adentrado en un cosmos desconoci-

do y nos proporcionara una imagen cuyas seña-

les nos fueran indiscernibles, los fragmentos de

un cielo del que no sabemos, ni podemos per-

cibir, que sea un cielo De todas formas, ese

caos visual contrastaría con la elaborada, preme-

ditada, técnica dispuesta al efecto para captar

eso que luego no sabemos qué es, porque rio

sabemos cómo se puede mirar'

CaricaturasLOREDANO

Manuel Azaña

Correo electrónico: da\^ progresa fsInternet: \v\\\s

Correspondencia: PK< K rlíllvvFriíXCAKHAI.. íi. 2" I'I.AXTA. JS1IIM MADRID.TüLÚ-'ONU 1M^ .^ ()1 lli CAN 91^ 21 2J V I

Publicidad: GDM GRAN VIA. V. "'> W J I 5 M A D R I D Ti:U' : i -c>\<) 91í .t, ̂ un

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S U M A RA ^) / N O V I E M B R E 2

o< Xí!> CENTRO

UJ fi<Sáí CULTURAL£ %•» DE ESPAÑA

J BUENOS AIRES

5 AECl

ZYGMUNT BAUMAN 4 EXCLUSIÓN SOCIAL YMULTICULTURALISMO

ERNESTO GARZÓN VALDÉS 14 LO ÍNTIMO, LO PRIVADO Y LO PÚBLICO

Q¿. GRUPOS DE INTERÉS,FAREED ZAKARIA ZU FACCIONES Y PARTIDOS POLÍTICOS

ENRIQUE GIL CALVO 36 CAUDILLISMO PLEBISCITARIO Y TAIR PLAY'

ANTONIO PÉREZ-RAMOS 44

SemblanzaJosé María Ridao

LAS VOCES DE PETERSBURGO

EI pensamiento históricode Manuel Azaña

Ética ÜÁManuel Arranz JT

¿ Tienen los derechos humanosun fundamento moral?

58PolíticaGraciela Soriano JU Venezuela y Chávez

NarrativaPablo Fuentes

¿5 identidad homosexualen la literatura española (1874-1936)

Ensayo "7AJusto Serna / \J La vida, modos de empleo

Artes plásticas ~J ÁEric Storm / T La nacionalización de El Greco

Casa de citasPilar Pastor Alessandro Barí eco

EXCLUSIÓN SOCIALY MULTIGULTÜRALISMO

ZYGMUNT BAUMAN

J usto antes del estallido de la última gue-rra mundial se realizó un censo de po-blación en mi Polonia natal. En aquel

entonces, Polonia era una sociedad multiét- •nica. Algunas partes del país estaban habita-das por una curiosa mezcla de grupos étni-cos, confesiones religiosas, costumbres, len-guajes. Es posible que remodelar esta mezclamediante la conversión y asimilación forzo-sas en una nación uniforme o casi uniforme,de acuerdo ejemplo con el modelo francés,fuese una meta perseguida activamente poruna parte de la élite política polaca, pero enmodo alguno era un objetivo aceptado um-versalmente y buscado con firmeza, por nodecir un proyecto próximo a su consecu-ción. Sin embargo, como se esperaría de unEstado moderno, los encargados de hacer elcenso habían sido entrenados para pensarque cada ser humano debe pertenecer a unanación. Se les instruyó para recoger informa-ción referente a todos los aspectos de laautoasignación de los nativos del Estado po-laco (lo que hoy en día llamaríamos su"identidad nacional o étnica"). En aproxi-madamente un millón de casos fracasaron:las personas a las que preguntaban no erancapaces de entender qué era una "nación" yen qué consistía eso de "tener una nacionali-dad". A pesar de las presiones —amenazas demulta sumadas a esfuerzos verdaderamentehercúleos para explicar el significado de "na-cionalidad"- se aferraban obstinadamente alas únicas respuestas que para ellos teníansentido: "somos lugareños", "somos deaquí", "somos de la zona". Los administra-dores del censo debieron finalmente rendirsey añadir "lugareños" a la lista oficial de na-ciones...

Polonia no fue en modo alguno un casoexcepcional; tampoco el último caso de estetipo del que hay constancia. Años más tarde,una investigación francesa demostró que,tras dos siglos de arduo proceso de construc-ción de la nación, para mucha gente delcampo "le pays" tenía sólo veinte kilómetros

de diámetro, cinco más o cinco menos... IComo ha señalado recientemente Philippe IRoben1, "durante la mayor parte de la histo- 'ría de las sociedades humanas, las relacionessociales permanecieron firmemente confina-das al ámbito de lo próximo". Recordemosque, por ejemplo, el viaje de París a Marsellaen el siglo XVIII duraba tanto como en el Im-perio romano. Para la mayoría,-la "socie-dad", en el sentido de la más elevada "totali-dad" de cohabitación humana (si es que lle-gaban a pensar en estos términos), equivalíaal vecindario inmediato. Como sugiere Ro-bert, "se podía hablar de una sociedad en laque todos se conocían". En esta red de fami-liaridad desde la cuna hasta la tumba, el lu-gar de cada persona era tan evidente que noera necesario reflexionar sobre él, y no diga-mos ya negociarlo. Cualquier duda sobre es-ta cuestión (como en el caso de la relativa-mente escasa "gente sin dueño" que salía aunos caminos también sin dueño por no ha-ber encontrado medios de vida en sus comu-nidades natales) era un fenómeno marginaly una preocupación menor, que se enfrenta-ba y resolvía fácilmente mediante medidasad hoc como la maréchausée, la primera fuer-za policial de la historia de Occidente. Fuenecesaria la lenta desintegración y la reduc-ción de la capacidad de control de los vecin-darios, sumada a la revolución en los trans-portes, para que se abriera el espacio quepermitiese el nacimiento de la identidad: co-mo un problema y, ante todo, como una ta-rea. Los márgenes se ampliaron rápidamen-te, llegando a invadir el núcleo de la cohabi-tación humana. De repente era necesariopreguntar por la identidad, ya que no habíauna respuesta evidente.

El naciente Estado moderno, que se en-frentaba a la necesidad de crear un orden I

que ya no era reproducido automáticamentepor las firmes y estrechamente tejidas "socie-

. dades de familiaridad mutua", recogía estapregunta y la desarrollaba en su tarea de es-tablecer los cimientos de su nueva y desco-nocida reivindicación de legitimidad. Parecíanatural suponer que, en vista de su rápidaexpansión, el "problema de la identidad" se-ría mejor enfrentado a través de una expan-sión paralela de las labores de mantenimien-to del orden, como las ejercidas y puestas aprueba por la maréchaussée. El Estado-na-ción, como ha observado Giogio Agamben,fue un Estado que hizo de la "natividad o elnacimiento" el "fundamento de su sobera-nía". "La ficción implícita en ello", señala ,Agamben, "es que el nacimiento [nascita] seconvierte inmediatamente en nación, de for-ma que pueda no haber ninguna diferenciaentre ambos momentos"2. Los desventura-dos seres objetivo del censo de Polonia nofueron capaces de asimilar esa ficción comoalgo que "caía por su propio peso". Se que-daban sorprendidos al oír que uno deberíatener una "identidad nacional" y que a unose !e podía preguntar por ella.

No es que fuese una gente particular-mente espesa y carente de imaginación; al 'fin y al cabo, la pregunta de "quién eres" só-lo se entiende cuando crees que puedesser alguien diferente de quien eres: única-mente si puedes elegir y si depende de ti loque elijas, es decir, sólo si tienes que haceralgo para que esta elección se convierta enalgo "real" y permanezca así. Pero eso es pre-cisamente lo que no se les ocurría a los habi-tantes de las aldeas remotas y de los caseríosen medio de los bosques, que nunca habíantenido la oportunidad de vivir en otro sitio,por no hablar de buscar, descubrir o inven-tar algo tan nebuloso (de hecho, tan impen-

1 'Une génc'alogie de l'insccuritc contcmporainc',entrevista con l'hilippe Roben, págs. 35-58. Esprlt, di-ciembre de 2002.

- (¡iorgio Agamben, Meam without End, trad. porV¡ceny.o Binclti y Cesare Casarino, pág. 21, Univcrsity ofMinnessota Press, 2000.

CI.AVKS Di: UA/ON I'HACTICA • V 117

sable) como "otra identidad". Su manera deestar en el mundo vaciaba la cuestión de la"identidad" de ese significado que hacíanevidente otras formas de vida -formas quenuestros hábitos lingüísticos nos llevan a lla-mar "modernas".

Jorge Luis Borges describiría la difícil si-tuación de los importunados "lugareños" co-mo la de gentes a quienes se les presenta unatarea "que no es que le esté prohibida a otroshombres, sino que le está prohibida" a ellos-como le pasó a Averroes cuando pugnabapor traducir a Aristóteles al árabe. "Inmersoen el círculo del Islam" y por tanto "inten-tando imaginar una obra teatral sin ni si-quiera sospechar que es un teatro", Averroes"nunca supo el significado de tragedia y co-media"1.

s~ El concepto de "identidad", y en parti-cular de "identidad nacional", no se gestó eincubó en la experiencia humana "de mane-ra natural", no surgió de esa experiencia co-

(,.,_,_ mo una "verdad" palmaria. Esa idea fue me-tida a la fuerza en el Lebensivelt de los hom-bres y mujeres modernos; y llegó como unaficción. Se petrificó como un "hecho", un

^ Jorge Luis Borges, 'La busca de Averroes', en ElAleph, pág. 106, Biblioteca Borges, Alianza Editorial,Madrid, 2002.

"dato", precisamente porque había sido unaficción y debido a la dolorosa distancia entrelo que la idea implicaba, insinuaba o sugeríay el ¡tatú quo ante (el estado de cosas anteriory ajeno a la intervención humana). La idea \ "identidad" surgió de la crisis de pertenencia I

y del esfuerzo provocado por ésta para ven- Icer la distancia entre lo que "debería ser" y lo~^que "es" y para elevar la realidad a los nivelesque había: para rehacer la realidad a seme-janza de la idea.

La identidad sólo podía entrar en el Le-bcmwelt como una tarea, como una tareaaún no realizada, no terminada, como un to-que de clarines, un deber y una llamada a laacción; y el naciente Estado moderno hizolo necesario para que este deber fuese obliga-torio para todas las personas dentro del terri-torio de su soberanía. La identidad nacidacomo una ficción necesitó de mucha coer-ción y persuasión para solidificar y conden-sarse en una realidad (mejor dicho, en laúnica realidad imaginable); y el relato delnacimiento y la maduración del Estado mo-derno rebosaba de ambas.

Si hace cien años o más el "problema dela identidad" fue modelado por el principiode cuita regio, eius natío, los actuales "proble-mas de identidad" provienen, por el contra-rio, del abandono de dicho principio o de lafalta de interés en su aplicación y de la inefi-

cacia de su promoción en el caso de que seintente. Dado que la identidad pierde losvínculos sociales que la hacían parecer "natu-ral", predeterminada e innegociable, la"identificación" se vuelve cada vez más im-portante para los individuos que buscan de-sesperadamente un "nosotros" al que inten-tar acceder. Como expresó Lars Dencik, res-pecto a la experiencia escandinava.

La afiliación social -más o menos heredada- quetradicionalmente se adscribe a los individuos para defi-

nir la identidad: raza, genero, país o lugar de naci-mie to, familia y clase social, está perdiendo impor-

i en la actualidad, diluida y modificada en los pa-ccnoló¡>ica y económicamente más avanzados. AlID tiempo, hay una nostalgia de —e ¡lítenlos de

itrar o establecer- nuevos grupos a los que unosienta pertenecer y que puedan facilitar la construc-ción de una identidad. h\a de ello es un

creciente sentimiento de inseguridad... .

Identidades virtualesPermítaseme señalar ahora (a la espera deuna oportunidad posterior para debatir lacuestión con mayor detalle, como merece)que en la actualidad esos "grupos" que los

4 Lars Dencik, Transformation of Identities in Ra-pidly Changing Societies', en: The Transformation ofMo-dernity: Aspeas ofPast, Present and Future ofan Era, pág.194, ed. por Mikael Carleheden y Michael Hviid Jacob-sen, Ashgate, 2001.

N» 137 • CLAVES DF. RAZÓN PRACTICA

E X C L U S I Ó N SOCIAL Y MULTICULTURALISMO

individuos huérfanos de los marcos de refe-rencia ortodoxos "intentan encontrar o es-tablecer" tienden a ser mediados electróni-camente, frágiles, "totalidades virtuales", defácil acceso y fáciles de abandonar. Difícil-mente pueden ser un sustituto válido de esesólido -que parecía serlo aún más— espíritude grupo y que gracias a su genuina o puta-tiva solidez prometía un reconfortante(aunque fuese engañoso o fraudulento) "sen-timiento de "nosotros", que "navegar por laRed" no nos puede ofrecer. Por citar a Clif-ford Stoll, confeso adicto a Internet, aunqueya curado y recuperado5: en nuestra preocu-pación por cazar esas ofertas del tipo "¡únetea nosotros!" que parpadean en las pantallasde ordenador, estamos perdiendo la capaci-dad de entablar una interacción espontáneacon personas de verdad. Charles Handy, unteórico de la gestión empresarial se muestrade acuerdo : "Estas comunidades virtualespueden ser muy divertidas pero sólo creanun espejismo de intimidad y una aparienciade comunidad". No son sustitutos válidosdel "sentarse ante una mesa, ver la cara de lagente y mantener una conversación real".Estas "comunidades virtuales" tampoco pue-den dar sustancia a la identidad personal,que es la razón fundamental para buscarlas;en todo caso, hacen que aceptarse a unomismo resulte más difícil de lo que hubiesesido de otro modo.

En palabras de Andy Hargreaves, cate-~\o de educación y un ana l i s t a de

la escena cultural contemporánea de extraor-dinaria capacidad de observación7.

En los aeropuertos y otros espacios públicos, las

personas con teléfonos móviles con accesorio "manos

libres" deambulan, hablando en voz alta y solos, como

esquizofrénicos paranoicos, sin conciencia de su entor-

no inmediato. La introspección es un acto en vías de

desaparición. Cada vez son más las personas que, al

encontrarse frente a momentos de soledad en sus co-

ches, en la calle o en las colas de los supermercados, no

se dedican a ordenar sus pensamientos, sino que repa-

san sus mensajes en el teléfono móvil en busca de mi-

gajas de evidencia de que en algún lugar hay alguien

que les necesita o quiere algo de ellos.

Los paseantes urbanos de Georg Simmelse hicieron famosos por su actitud de hastío.Y, sin embargo, no llevaban un móvil conmanos libres. Al igual que nosotros ahora,aunque fuesen ávidos espectadores de las tra-gedias de las calles, visitaban ese teatro sin

5 Clifford Stoll, Silicua SaakeoH pág. 58, Double-day, 1995.

tl Charles Handy, The EU'pbtDii iind MÍ- Flfti,p. 204, Hutchinson.

Andy Hargreaves, Teaching in íhe Knowledge So-cii'ly: Efiíicuíion in the Age of Insecurity, pág. 25, OpenUniversiry Press, 2003.

unirse a su compañía. Tomaban distanciafrente a lo que veían y observaban. Aunquepara ellos guardar la distancia con el escena-rio en que se desarrollaba el drama no erauna cuestión tan simple: la proximidad físi-ca podía ser fácilmente confundida con suequivalente espiritual. Erving Goffman in-tentó componer un inventario de estrata-gemas de "desatención civil": esa multitudde gestos y movimientos corporales impal-pables, nimios pero complejos a los quetodos recurrimos de manera natural siem-pre que nos encontramos entre extraños yque muestran nuestra intención de perma-necer aislados, de no implicarnos y de nonecesitar compañía ni que nos den conse-jos. Los paseantes urbanos de Simmel, pos-teriormente los flaneun de Baudelaire /Foucault o los practicantes del arte de la de-satención civil de Gofíman no recorrían lascalles en busca de una comunidad con laque identificarse. Pero la encarnación co-munal de la identidad, ese "alguien" que les"necesita y quiere algo de ellos" y a quienesellos necesitan y de quienes quieren algo acambio, les espera, sedentaria y en una for-ma más o menos lista-para-ser-usada, insta-lada de una manera cómoda y segura enhogares o lugares de trabajo.

En esto nosotros, los habitantes delmundo moderno-líquido, diferimos. Busca-mos, y construimos y mantenemos unidasreferencias comunales de nuestras identida-des mientras nos movemos, pugnando pordar alcance a unos grupos, también en rápi-do movimiento, que buscamos, construimose intentamos mantener vivos aunque sea porun instante más. Para ello no necesitamos es-tudiar y dominar el código de Goffman.Bastan los teléfonos móviles. Podemos com-prarlos con todas las funciones necesarias pa-ra nuestro fin en cualquier tienda. Al insta-larle un dispositivo de manos libres, mostra-mos lo ajenos que somos a la calle por la quecaminamos, sin necesitar ya ninguna elabo-rada etiqueta. Al encender el móvil, apaga-mos la calle. La proximidad física ya no cho-ca con la lejanía espiritual.

En un mundo que va a gran velocidad ysigue acelerando, no se puede afirmar quetales marcos de referencia sean algo útil ba-sándonos en su supuesta durabilidad (;y nodigamos ya atemporalidad!). Ni confiamosen ellos ni de hecho los necesitamos. Esosmarcos difícilmente admiten nuevos conte-nidos. Pronto demostrarán ser demasiado li-mitados y pesados para acomodar todas esasidentidades nuevas, inexploradas y que nohan sido puestas a prueba, tentadoramente anuestro alcance; todas ellas ofrecen benefi-cios que resultan emocionantes por lo nove-dosos y prometedores, pues hasta el momen-

to no han sido desacreditados. Cuando a es-tos marcos de referencia, rígidos y pegajosos,les llega su "fecha de caducidad", es difícillimpiarlos de los viejos contenidos y quitár-noslos de encima. En este mundo feliz deoportunidades efímeras y seguridades frági-les, las identidades del viejo estilo rígido y nonegociable simplemente no sirven.

La sabiduría popular ha percibido rápi-damente ese cambio de requisitos y se haburlado del conocimiento recibido, escanda-losamente inadecuado para cumplirlos. En1994, un cartel pegado en las calles de Ber-lín ridiculizaba la fidelidad a unos referentesque ya no eran capaces de abarcar las realida-des del mundo:

"Tu Cristo es judío. Tu coche es japonés. Tu piz-

za es italiana. Tu democracia, griega. Tu café, brasile-

ño. Tus vacaciones, turcas. Tus números, árabes. Tu

alfabeto, latino. Sólo tu vecino es extranjero"8.

En la época de la construcción nacionalen Polonia, a los niños se les instruía paraque diesen las siguientes respuestas a las pre-guntas sobre la identidad: "¿Quién eres? Unpolaco. ¿Cuál es tu enseña? El águila blanca".Las respuestas actuales, como señala MonikaKostera9, eminente socióloga de la culturacontemporánea, serían bastante diferentes:"¿Quién eres? Un atractivo hombre en lacuarentena, con sentido del humor. ¿Cuál estu signo? Géminis"10.

El cartel de Berlín denota la globaliza-ción, mientras que el cambio en la respuestaa la pregunta "¿Quién eres?" señala el colap-so de la jerarquía de identidades (genuina opostulada). Ambos fenómenos están estre-chamente relacionados.

El Estado y la nación camino del divorcioLa globalización supone que el Estado ya notiene el poder o el deseo de salvaguardar sumatrimonio firme e inexpugnable con la na-ción. Los coqueteos extramatrimoniales e in-cluso los adulterios son tan inevitables comopermisibles, y con frecuencia buscados detodo corazón e intensamente (los gobiernosde los países de Europa Central y Oriental,siguiendo las condiciones preliminares quese les han impuesto para ser admitidos en el"mundo libre" -primero en la OCDE, des-pués en la Unión Europea-, han abierto losactivos nacionales al capital global y han des-mantelado todas las barreras al libre flujo delas finanzas globales). Al haber cedido la ma-

\

s Citado por Hanna Mamzer, Tozsamosc w poclrózy,pág. 13, l'oznan, 2002.

^ Monika Kostera, l'ostmodernizm w zarzadzaniu,pág. 204, Warszawa, 1996.

I'.n ingles sigrí significa indis t in tamente ambascosas (N. de la T.).

Cl.AVF.S Di: KA/ON I'HACTICA • N" 1.17

ZYGMUNT BAUMAN

yor parte de sus cometidos que demandabanmucha mano de obra y capital a los merca-dos globales, los Estados tienen una necesi-dad mucho menor de suministros de fervorpatriótico. Incluso los sentimientos patrió-ticos, el bien más preciado de los Estados-nación modernos, han sido cedidos a lasfuerzas del mercado y reajustados por éstaspara aumentar los beneficios de los promo-tores del deporte; del mundo del espectá-culo o de la industria de los aniversarios,festejos o grandes acontecimientos. En elextremo opuesto, quienes buscan identida-des pueden esperar pocas promesas tran-quilizadoras, y no digamos ya garan-tías atoda prueba, por parte de unos poderes es-tatales que apenas conservan exiguos restosde lo que en un tiempo fue su inflexible cindivisible soberanía territorial. Recuperan-do la famosa tríada de derechos de ThomasMarshall; los derechos económicos están yafuera de las manos del Estado, los derechospolíticos que los Estados pueden ofrecer es-tán rigurosamente limitados y confinados alo que Pierre Bourdieu bautizó como pensa-miento único, propio de un mercado libreprofundamente desregulado según el mode-lo neoliberal; mientras que los derechos so-ciales están siendo sustituidos uno tras otropor la tarea individual de cuidarse a sí mis-mo y de abrirse camino a codazos.

Y así a los dos miembros del matrimo-nio Estado-nación les importa cada vez me-nos su matrimonio y se deslizan, lenta aun-que inexorablemente, hacia el patrón tan deactualidad en la vida y la política de las SDC("semi-detached couples" o parejas semisepa-radas). Al no ser ya objeto de seguimiento yprotección, no estar galvanizadas y fortaleci-das por unas instituciones con tendencia almonopolio; al estar, por el contrario, expues-tas a la libre actuación de las fuerais compe-titivas, todas las jerarquías de identidades, yen concreto las sólidas y duraderas, han deja-do de ser buscadas o fáciles de interpretar.Las principales razones por las cuales lasidentidades debían ser nítidamente definidasy carecer de ambigüedad (tan nítidamentedefinidas y carentes de ambigüedad como lasoberanía territorial del Estado) y conservarun mismo perfil, reconocible a lo largo deltiempo, se han desvanecido o han perdidogran parte de su antiguo poder de atracción.Las identidades han sido liberadas y sonahora los hombres y las mujeres individualeslos que deben atraparlas al vuelo usando suspropias destrezas y herramientas.

La identidad, deseada y temidaLa nostalgia de una identidad proviene deldeseo de seguridad, que es en sí un senti-miento ambiguo. Por muy estimulante que

pueda ser a corto plazo, por muy lleno depromesas de una experiencia inédita, el flo-tar libremente en un espacio mal definido,en una ubicación que es, tozuda y engorro-samente, "ni una cosa ni la otra", se con-vierte a largo plazo en una condición des-concertante y que provoca ansiedad. Porotro lado, una posición fija en medio deuna infinidad de posibilidades tampoco esuna perspectiva atractiva. En nuestro tiem-po moderno-líquido en el que el individuoque flota libremente y sin trabas es el héroepopular, estar "arraigado" -ser "identifica-do" de manera inexorable y sin posibilidadde dar marcha atrás- otorga una reputacióncada vez peor.

En uno de los más prestigiosos periódi-cos británicos se podían leer hace unos me-ses las palabras de un consejero "experto enrelaciones personales" que decía que "cuan-do te comprometas, por poco que sea, re-cuerda que es probable que estés cerrandolas puertas a otras posibilidades románticasque pueden ser más satisfactorias y plenas".Otro experto sonaba aún más contundente:"Las promesas de un compromiso no tie-nen sentido a largo plazo... al igual queotras inversiones, sufren altibajos". Y por lotanto, si quieres "relacionarte", "pertene-cer", para tu seguridad, manten las distan-cias; si esperas y deseas que tu unión te sa-tisfaga, no pidas compromisos. Manten laspuertas siempre abiertas.

La abundancia de compromisos queofrecen, y aún más la evidente fragilidad detodos ellos, no ayuda a confiar en las inver-siones a largo plazo en el ámbito de las rela-ciones personales, íntimas. Tampoco inspiraconfianza en el lugar de trabajo, donde solíadefinirse el estatus social y donde se sigueganando la vida y se siguen ganando o per-diendo el derecho a la dignidad personal y alrespeto social. En un artículo reciente" Ri-chard Sennett señala que "un lugar de traba-jo flexible no parece ser el lugar en que unodesearía construir su nido". Por otro lado,puesto que la duración media de un contra-to de trabajo ("proyecto") en equipos tanavanzados y de alta tecnología como los delmuy admirado Silicon Valley es de unosocho meses, una solidaridad grupal como laque acostumbraba a ofrecer un terreno fértilpara la democracia no tiene tiempo de arrai-gar y madurar. Hay pocos motivos para es-perar que la lealtad de uno hacia un grupo uorganización sea recíproca. No es sensato (es"irracional") profesar semejante lealtad a

11 Richard Sennett, 'Flexibiüté sur la ville', pág.59-62, en Maniere de voir 66, noviembre-diciembre de2002.

crédito, con escasas posibilidades de que seadevuelto.

En resumen: "identificarse con" signifi-ca ser rehén de un destino desconocido en elque uno no puede influir, y no digamos yacontrolar. ¿Tal vez sea más sensato, por lotanto, usar las identidades como RichardBaxter, el predicador puritano citado porMax Weber, que proponía a los ricos quese vistieran: como una capa ligera que unose puede quitar en cualquier momento?Los lugares en los que tradicionalmente sesituaba el sentimiento de pertenencia (traba-jo, familia, vecindario) o no están disponi-bles o, si lo están, no se puede confiar enellos y por lo tanto no es probable que cal-men la sed de espíritu de grupo o aplaquenel miedo a la soledad y al abandono.

Por lo tanto, hay una creciente demandade lo que podría denominarse "comunidadesde guardarropa", evocadas, aunque sólo seafantasmagóricamente, al colgar, como hacenquienes van al teatro con sus abrigos y ano-raks, los problemas personales en un mismocuarto. Cualquier acontecimiento conve-nientemente publicitado o chocante puedeofrecer una ocasión para ello: un nuevo ene-migo público promovido a la primera posi-ción del ranking, una apasionante competi-ción futbolística, un crimen particularmente"fotogénico", inteligente o cruel, el estrenode una película muy publicitada o el matri-monio, el divorcio u otra desgracia de algúnfamoso en el candelera. Las comunidades deguardarropa están ensambladas precaria-mente mientras dura el espectáculo y se des-moronan bruscamente en cuanto los espec-tadores recogen sus abrigos del guardarropa.Su ventaja sobre "lo genuino" es precisamen-te su corto lapso de vida y la nimiedad delcompromiso que se requiere para unirse aellas y disfrutar (por muy brevemente quesea). Pero difieren de la soñada comunidadcálida y solidaria como las copias masivasque se venden en unos grandes almacenesdifieren de los originales de alta costura.

Cuando la calidad defrauda o no está Asu alcance, uno tiende a buscar la redenciónen la cantidad. Si los compromisos, y porende los compromisos con alguna identidad,"no tienen sentido" (como proclamaba conautoridad el experto antes citado), uno sesiente inclinado a cambiar una identidad ele-gida de por vida por una "red de relaciones".Pero una vez que se ha hecho esto, asumirun compromiso y que sea estable parece aúnmás difícil (y por lo tanto más desalentador,o incluso terrorífico) que antes, pues se care-ce de las habilidades que harían, o al menosserían susceptibles de hacer, que saliese bien.Estar en movimiento, algo que era un privi-legio y una conquista, ya no es una opción:

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I ÍXC1.US1ON SOCIAL Y M U l . T l O J l . T U K A U S M O

se vuelve "obligatorio". Mantener la veloci-dad, algo que era una aventura vivificante, seconvierte en una rutina agotadora. Y, lo quees aún más importante, esa desagradable in-certidumbre y esa engorrosa confusión queuno esperaba esquivar gracias a la velocidad,se niegan a desaparecer. La facilidad pararomper los compromisos y acabar a peticiónpropia no reducen los riesgos; sólo los distri-buyen de otra manera, junto con las ansieda-des que de ellos emanan.

En este mundo de desenfrenada "indi-vidualización", las identidades tienen suspros y sus contras. Oscilan entre un sueño yuna pesadilla, y es imposible saber cuandoel uno se convertirá en la otra. La mayoríade las veces ambas modalidades modernas-líquidas de identidad cohabitan, inclusocuando radican en distintos niveles de con-ciencia. En un escenario vital moderno-lí-quido, las identidades son posiblemente lasmanifestaciones más comunes, más agudas,

par projets, en la que las perspectivas de em-pleo se limitan a un único proyecto, en cur-so en ese momento. Y entre las personas quevan de un proyecto a otro, las personas cu-yos procesos vitales están fragmentados enuna sucesión de proyectos de corta dura-ción, no hay tiempo para que los desconten-tos difusos se condensen en una apuesta porun mundo mejor. Estas personas desearíanun presente diferente para cada uno de ellosmás que plantearse en serio la posibilidad deun futuro mejor para todos. Sumidos en el es-fuerzo diario para permanecer a flote no hayespacio ni tiempo para la visión de una"buena sociedad".

Las entradas y los patios de las fábricasya no parecen valores lo bastante seguroscomo para invertir en ellos la esperanza deun cambio social radical. Las estructurasde las empresas capitalistas y las costum-bres de los asalariados, cada vez más dis-gregables y volátiles, ya no parecen ofrecer

más profundamente sentidas y. fastidiosasde la ambivalencia. Me atrevo a decir queéste es el motivo de que estén tan firme-mente asentadas en el núcleo de la atenciónde los individuos modernos-líquidos y si-tuadas en primer lugar en sus agendas vita-les.

Sueños y pesadillas de pertenenciaFierre Bourdieu y Richard Sennett explica-ban por qué el desmoronamiento de escena-rios y costumbres antes estables y la reciente-mente revelada fragilidad de las empresas, in-cluso de las grandes y aparentemente sólidas,no favorece la unión y la solidaridad y evitaque los problemas y preocupaciones indivi-duales se condensen en un conflicto de cla-ses. Como plantean Boltanski y Chiapello,los trabajadores se encuentran en una cité

un marco común en cuyo interior las di-versas carencias e injusticias sociales podrí-an (y no digamos ya, deberían) mezclarse,cuajar y solidificarse en un programa decambio; tampoco sirven como campos deentrenamiento en los que formar escuadro-nes y entrenarlos para batallas inminentes.Los descontentos sociales no comparten yaningún ambiente claro. Cuando el espectrode una revolución encabezada por el prole-tariado retrocede y se disipa, los agravios so-ciales se hallan huérfanos. Han perdido elsustrato común en el que se podían nego-ciar objetivos y elaborar estrategias comu-nes. Cada una de las categorías en condicio-nes de inferioridad está ahora sola, abando-nada a sus propios recursos y su propiainventiva.

Muchas de esas categorías han respon-

dido al desafío. La de los ochenta fue la dé-cada de la confección frenética; se cosierony bordaron nuevas banderas, se compusie-ron manifiestos, se diseñaron e imprimie-ron pancartas. Puesto que la clase ya noofrecía un eje seguro para unas reivindica-ciones dispares y difusas, el descontentosocial se disolvió en un número indefinidode agravios, de grupo o de categoría, enpos de su anclaje social. El género, la razay un pasado colonial común parecieron serlos más efectivos y prometedores de éstos.Cada uno de ellos, no obstante, pugnó poremular esa capacidad integradora de la cla-se, de la que en un tiempo se pensó que te-nía un estatus de "meta-identidad" equiva-lente al reivindicado por la nacionalidad enel periodo de construcción de la nación: elestatus de supraidentidad, la más general, lamás voluminosa y omnívora de las identi-dades, una identidad que daría significado atodas las demás identidades y las reduciríaal estatus secundario, dependiente, de "ca-sos particulares" o "ejemplos". Cada una deellas actuaba como si estuviese sola en el te-rreno de juego y trataba a los restantes com-petidores como falsos pretendientes. Cadauna de ellas ignoraba, cuando no se mostra-ba recelosa o abiertamente hostil, a cual-quier reivindicación de exclusividad similarexpresada u oída por otras identidades.

Su "efecto imprevisto" fue una frag-mentación acelerada de la disidencia so-cial, una progresiva desintegración delconflicto social en una multitud de enfren-tamientos entre grupos y la proliferaciónde los campos de batalla. Una víctima co-lateral de las nuevas guerras de reconoci-miento fue la idea de la "buena sociedad":una idea que sólo pudo surgir y ocupar unlugar en la imaginación porque le añadiócredibilidad la presencia de un supuestomensajero, al que se consideraba lo bastan-te poderoso y firme en sus conviccionescomo para lograr que el verbo se hicieracarne; pero en aquel entonces ese mensaje-ro no aparecía por ningún lado. La idea deun "mundo mejor", si llegaba a surgir, sereducía a la reivindicación de los asociadosal grupo o categoría en cuestión. Era indi-ferente a las demás carencias y desventajas,distaba mucho de llegar a ofrecer una solu-ción universal que abarcase a todos losproblemas humanos.

Los portadores de las nuevas visiones,sin embargo, parecían reaccionar exagerada-mente ante el descrédito de la preocupaciónpor las injusticias de origen económico pro-pia de las visiones de clase. La mayoría delas nuevas visiones mantuvieron un silenciomalhumorado ante los aspectos y orígeneseconómicos del sufrimiento humano; ante

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las escandalosas y crecientes diferencias delas condiciones, oportunidades y expectati-vas humanas; ante el aumento de la pobre-za, el debilitamiento de la protección de lasubsistencia de las personas, de las desi-gualdades en la distribución de la riqueza ylos ingresos. Las críticas de Richard Rorty alos militantes de las nuevas "causas socia-les" es tan mordaz como certera12: prefie-ren, dice Rorty tajante, "no hablar de dine-ro". Su (presunto) "enemigo principal sonactitudes más que unas circunstancias eco-nómicas". El resultado es que la "izquierdacultural" a la que todos ellos pertenecen "esincapaz de participar en la política nacio-nal". Para recuperar la arena política, debería"hablar más de dinero, aún al precio de ha-blar menos de estigmas".

Guerras por el reconocimiento

Sospecho que tras la curiosa ceguera antelo económico subyace esa tendencia descri-ta por Roben Reich como "la secesión delos que triunfan": la renuncia a la tarea quelos críticos sociales intelectuales creyeronen un tiempo deberle al resto de sus con-temporáneos, en especial a aquellos queeran menos privilegiados y estaban menossatisfechos que ellos. Ahora, al dejar de re-conocer esta tarea, sus descendientes pue-den concentrarse en sus propias llagas tier-nas, sensibles y doloridas, pugnando porelevar el respeto y la adulación que disfru-tan a la altura ya alcanzada por su econo-mía. Sólo se interesan por sí mismos y suúnica referencia es ellos mismos. La guerrapor la justicia social ha sido por lo tantosustituida por una plétora de batallas por elreconocimiento. Esto puede ser algo queuno u otro sector de los triunfadores echeespecialmente de menos, pues parece haberdesaparecido del inventario hecho a todaprisa de las cosas que dan la felicidad. Peropara una gran parte, y cada vez mayor, dela humanidad, el "reconocimiento" es unaidea nebulosa y lo seguirá siendo mientrasse rehuya hablar de dinero. Al ponderar lasprofecías que han fracasado en el pasado ylas gloriosas, aunque mal orientadas, espe-ranzas del presente, Rorty hace un llama-miento a serenarse y a abrirse a las causasprofundas del sufrimiento humano. Debe-ríamos asegurarnos, escribe, de que a nues-tros hijos

"les preocupe el hecho de que los países que seindustrializaron en primer lugar tengan cien veces lariqueza de aquellos que aún no se han industrializa-do. Nuestros hijos deben aprender, desde pequeños,

a ver las desigualdades entre su fortuna y la de otrosniños no como ¡a voluntad de Dios ni como el pre-cio necesario de la eficacia económica, sino comouna tragedia evitable .

Permítanme señalar que la identifica- ición también es un poderoso factor de es- Itratificación; una de sus dimensiones que imás dividen y diferencian. En un extremo Ide la emergente jerarquía global están!aquellos que pueden componer y descom-¡poner sus identidades más o menos a vo- Sluntad, escogiendo de entre un conjunto 1de ofertas insólitamente amplio, planetario. !En el otro extremo, se agolpan aquellos a \s se les ha impedido el acceso a la

identidad, personas a las que no se les per-mite decidir lo que prefieren y que final-mente soportan la carga de unas identida-des impuestas por otros; identidades que aellos les ofenden pero de las que no se les Ipermite librarse y no logran despojarse: Iidentidades estereotipadoras, humillantes, jdeshumanizadoras, estigmatizadoras. /

La mayoría de nosotros flotamos incó-modamente entre estos dos extremos, sinestar nunca seguros de cuánto tiempo du-rará nuestra libertad para elegir lo que que-remos y renunciar a lo que nos ofende o desi seremos capaces de conservar la posiciónde la que ahora disfrutamos mientras éstanos siga resultando cómoda y lo deseemos.La mayoría de las veces el placer de elegiruna identidad emocionante está adulteradopor el miedo. Sabemos que si nuestros es-fuerzos fracasan por escasez de recursos ofalta de voluntad, otra identidad no llama-da ni deseada puede cubrir a la que había-mos elegido y nos habíamos montado.Max Frisch, quien escribía desde Suiza, unpaís en el que las elecciones individuales(flexibles) son consideradas (y tratadas co-mo) nulas a menos que reciban la aproba-ción popular (inflexible), definió la identi-dad como el rechazo a lo que los demásquieren que sea.

Las guerras por el reconocimiento, yase libren individual o colectivamente, soncombatidas en general en dos frentes, aun-que las tropas y las armas se intercambianentre ambos frentes según la posición quese gane o se reciba en la jerarquía de poder.En un frente, la identidad elegida y preferí-da se arroja contra la mayoría de los restosobstinados de las identidades viejas, aban-donadas y ultrajantes, elegidas o impuestasen el pasado. En el otro frente, se contra-ataca y -si se gana la batalla- son repelidaslas presiones ejercidas por otras identida-

12 Richard Rorty, Achieving Our Coitnnj, págs. 79,91, Harvard UP, 1998.

13 Richard Rorty, Philosophypág. 203, Penguin Books, 1999.

ando Social Hope,

des, artificiales e impuestas (estereotipos,estigmas, etiquetas) promovidas por las"fuerzas enemigas".

Pero ni siquiera aquellas personas a lasque se les ha negado el derecho a asumir laidentidad que desean (una situación difícilumversalmente ofensiva y temida) han caí-do todavía hasta las más bajas regiones de lajerarquía de poder; hay un espacio más bajoque abajo, un espacio debajo del fondo unespacio al que caen (o, mejor dicho, sonempujadas) las personas a quienes se niegael derecho de reivindicar una identidad di-ferente de la clasificación que les ha sidoasignada e impuesta; unas personas cuyapetición no será admitida y cuyas protestasno serán oídas aunque pidan la casación ola anulación del veredicto.

Son las personas recientemente deno-minadas "infraclase": exiliadas a la regióninferior fuera de los límites de la sociedad,fuera de ese conjunto en cuyo seno las iden-tidades (y por lo tanto el derecho a un lugarlegítimo en la totalidad) pueden ser reivin-dicadas y, cuando lo han sido, deben ser to-madas en cuenta. Si has sido asignado a lainfraclase (porque eres un fracasado escolaro una madre soltera que vive a cargo de laasistencia social, o eres o has sido drogadic-to, o sin techo, o mendigo o miembro deotra de las categorías que no están en la listade categorías adecuadas, admisibles, sancio-nadas como correctas) cualquier otra identi-dad que puedas codiciar y luchar por alcan-zar, te es negada a frión. El significado de la"identidad de la infraclase" es una amenciade identidad, la supresión o la negación dela individualidad, del "rostro" -ese objetode deber ético y atención moral-. Eres ex-pulsado fuera del espacio social en el que sebuscan, eligen, construyen, evalúan, confir- |man o refutan las identidades.

La "infraclase" es una abigarrada colec-ción de personas a quienes -como diríaGiorgio Agamben- su "bios" (es decir, la vi-da de un sujeto reconocido socialmente) seles ha reducido a "zoo" (vida puramenteanimal, con todas las ramas que se recono-cen como humanas, podadas o anuladas).Otra categoría que está alcanzando el mis-mo destino es la de los refugiados (los queno tienen Estado, los sin papeles), los no te-rritoriales en un mundo de soberanías basa-das en la territorialidad. A la vez que com-parten la difícil situación de la infraclase,por encima de todo han visto denegado suderecho a la presencia física en un territoriobajo un gobierno soberano excepto enaquellos "no-lugares" especialmente señala-dos, etiquetados como campamentos de re-fugiados o de peticionarios de asilo para di-ferenciarlos del espacio en el que los demás,

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los "normales", las personas "completas" vi-ven y se desplazan.

Humanos supernumerariosLo que importaba al imperialismo en la eramoderna-sólida era la conquista del territo-rio para aumentar el volumen de mano deobra sometido a la explotación capitalista.Las tierras conquistadas eran puestas bajo laadministración de los conquistadores, deforma que los nativos pudiesen ser reproce-sados como mano de obra susceptible de servendida. Se trataba de (parafraseando el fa-moso adagio de Clausewitz) una continua-ción, una nueva puesta en escena en el teatroglobal, de los procesos practicados interna-mente por todos los países capitalistas deOccidente; y esto corroboraba y reafirmabaclamorosamente la elección de Marx de laclase como principal factor determinante dela identidad social. A largo plazo, sin em-bargo, se ha hecho evidente que una di-mensión más espectacular, y tal vez inclusola de consecuencias más importantes, de laexpansión a escala planetaria de Occidenteha sido la lenta, aunque incesante, globali-•/.ación de la producción de desperdicios hu-manos, o más exactamente, de "humanosdesperdiciados", humanos que han dejadode ser necesarios para completar el cicloeconómico y a los que por lo tanto es impo-sible acomodar dentro del marco social acor-de con la economía capitalista.

En cada territorio en que se practicabaesta economía se produjeron desde el primermomento desperdicios humanos. Peromientras esos territorios estuvieron confina-dos a un sector del planeta, una "industria ,de la recogida de desperdicios" de una efica-cia global, bajo forma del imperialismo polí-tico y militar, podía neutralizar el potencialmás incendiario de esos desperdicios huma-nos que se acumulaban. Unos problemasproducidos localmente buscaban y hallabanuna solución global. Sin embargo, este tipode soluciones ya no son posibles, dado quela expansión de la economía capitalista ha al-canzado finalmente la extensión global de ladominación política y militar de Occidentey la producción de "humanos desperdicia-dos" se ha convertido en un fenómeno pla-netario. "El problema del capitalismo", lamás flagrante y potencialmente explosivadisfunción de la economía capitalista, se hatrasladado de la explotación a la exclusión enla actual etapa planetaria. Es la exclusión,más que la explotación como hace un siglo ymedio sugería Marx, lo que subyace hoy enlos casos más claros de polarización social, dedesigualdad cada vez más profunda y de cre-ciente abundancia de la pobreza, sufrimientoy humillación humanos.

Ante las primeras señales del inminentedesmoronamiento del Estado yugoslavo, loseslovenos, prácticos y pudientes, se pregun-taron por qué iban sus riquezas a seguir sien-do desviadas a las partes menos afortunadasde la alianza eslava, yendo a parar en primerlugar a las manos de los burócratas de Bel-grado. Recordemos también que fue el can-ciller alemán Helmut Kohl el primero en ex-poner la opinión de que Eslovenia deberíatener un Estado independiente porque era ét-nicamente homogénea; fue su chispa la queconvirtió el crisol de etnias, lenguas, religio-nes y alfabetos de los Balcanes en un polvo-rín listo para explotar en un delirio de lim-piezas étnicas.

La tragedia subsiguiente es bien conoci-da. Pero los supuestos "impulsos atávicos"no brotaron de las oscuras profundidades delinconsciente, donde hipotéticamente esta-ban hibernando desde tiempos inmemoria-les esperando que llegase el momento dedespertar. Tuvieron que ser construidas labo-riosamente, enfrentando con astucia a unosvecinos con otros, a un familiar .con otro, ytransformando a todos los que estaban desti-nados a pertenecer a una de las comunidadesproyectadas en cómplices activos o encubri-dores del crimen. Matar a los vecinos de allado, violar, la brutalidad, el asesinato de losindefensos (quebrantar uno tras otro los mássagrados tabúes y hacerlo a la vista de todo elmundo, a plena luz del día), fue en realidadun acto de creación de una comunidad: la in-vocación de una comunidad unida por lamemoria del crimen original; una comuni-dad que podía tener una certeza razonablede su supervivencia gracias a haberse conver-tido en el único escudo que evitaba que susperpetradores fueran declarados criminalesen lugar de héroes, fueran llevados a juicio ycastigados. Pero, ante todo, ¿por qué la genteobedeció a ese llamamiento a las armas? ¿Porqué se volvieron unos vecinos contra otros?

El rápido y espectacular colapso de unEstado que ofrecía un marco en el que podíahaber un trato vecinal cotidiano fue sin lu-gar a dudas una experiencia traumática, unmotivo de peso para temer por la propia se-guridad. Entre las ruinas de ese marco quehabía sido controlado por el Estado brota-ron y florecieron las malezas de la preocupa-ción. A continuación tuvo lugar una verda-dera "crisis social" y, como explica Rene Gi-rard, en un estado de crisis social "la genteinevitablemente echa la culpa, bien a la so-ciedad en su conjunto, lo que no cuesta na-da, bien a aquellas personas que por motivosfácilmente identificablcs consideren comoespecialmente dañinas". En un estado de cri-sis social, los individuos asustados se apiñany se convierten en una muchedumbre; y la

"muchedumbre por definición busca acción,pero no puede influir en las causas naturales[de la crisis -ZB]: busca por lo tanto unacausa accesible que apacigüe su hambre deviolencia". El resto es bastante confuso, aun-que fácil de realizar y de entender: "Para cul-par a las víctimas de su pérdida de prerroga-tivas como resultado de la crisis, se les acusade delitos que eliminan las prerrogativas. Pe-ro en realidad son identificadas como vícti-mas susceptibles de ser perseguidas porquellevan los signos de las víctimas"'4.

Cuando el mundo que nos es familiar sedesmorona, uno de los efectos más desalen-tadores e inquietantes es el montón de es-combros que oculta sus límites y los trastos yla chatarra que rompen las señales de tráfico.A los aspirantes a víctima no se les teme yodia por ser diferentes, sino por no ser lo bas-tante diferentes, por confundirse con excesivafacilidad entre la muchedumbre. La violen-cia es necesaria para hacerles espectacular, in-confundible y flagrantemente diferentes. Aldestruirles uno espera poder eliminar elagente contaminante que había difuminadolas diferencias y recrear así un mundo orde-nado en el que cada uno sepa quién es y enel que las identidades dejen de ser frágiles,inciertas y precarias, l'iel, por lo tanto, al pa-trón moderno, toda destrucción es en estecaso una destrucción creativa: una guerrasanta del orden contra el caos, una acción >con una finalidad, una labor de construc- •'ción del orden.

No nos equivoquemos: la crisis socialprovocada por las formas convencionales deprotección colectiva eficaz no es una especia-lidad de los Balcanes. En distintos grados decondensación y con una intensidad variable,se experimenta a todo lo largo de nuestro rá-pidamente globalizado planeta. Es posibleque en los Balcanes sus consecuencias hayansido inusualmente extremas; sin embargo,en el resto del mundo operan mecanismossimilares aunque en otros casos las cosas novayan tan lejos como en los Balcanes y eldrama ocurra en sordina, en ocasiones inclu-so inaudiblemente. Pero deseos e impulsoscompulsivos muy similares incitan a la gentea la acción en cuanto los perturbadores efec-tos de la crisis social se hacen sentir.

La meta más intensa y ampliamente co-diciada es la excavación de trincheras pro-fundas, a ser posible infranqueables, entre el"interior" de una localidad, ya sea territorialo de categoría, y su "exterior". En el exterior:tempestades, huracanes, ventiscas, embosca-

^ Rene Girard, Le bouc émissaire (1992), citadoaquí en la traducción de Yvonne Freccero, The Scapegoat,págs. 14, 16, 21, John Hopkins UI>, 1986.

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das y peligros por doquier. En el interior: co-modidad, calidez, chez soi, seguridad. Dadoque carecemos (o al menos creemos carecer)de las herramientas y materias primas nece-sarias para hacer todo el planeta seguro (deforma que ya no sea necesario aislarnos delinhóspito "exterior"), limpiemos, amuralle-mos y fortifiquemos un terreno claramentenuestro y de nadie más, un terreno dentrodel cual nos podamos sentir los dueños úni-cos e incontestados. El Estado ya no puedeafirmar que tenga suficiente poder paraproteger su territorio y a sus residentes, demodo que esta labor, abandonada por el Es-tado, yace en el suelo a la espera de que al-guien la recoja. Lo que le sigue no es, comodice la opinión ampliamente extendida, unrenacimiento o siquiera una venganza pos-tuma del nacionalismo, sino una búsquedadesesperada aunque vana de soluciones localesalternativas a los problemas generados global-mente en una situación en la que ya no sepuede contar para ello con los organismosconvencionales del Estado.

República y comunidadLa diferencia entre el artificio republicanodel consenso de la ciudadanía y la inserción /pertenencia "natural" se remonta a la querelledel siglo XVIII y principios del XIX entre losfilósofos franceses de la Ilustración y los ro-mánticos alemanes (Hcrder, Fichte), teóricosdel Volk y el Volkeist que precedieran y anu-laran cualquier identidad y distinción artifi-cial susceptible de ser legislada sobre el senti-miento de unión humana. Esos dos concep-tos de nación recibieron forma canónica enla oposición de Friedrich Meinecke entreStaatnation y Kulturnation (1907). Genevié-ve Zubrzycki" ha resumido su análisis de lasdefiniciones vigentes en la política contem-poránea y en los debates en las ciencias so-ciales a través de la oposición de losmodelos / interpretaciones "cívicos" y "étni-cos" del fenómeno de la nación. Según elmodelo cívico de nación, la identidad nacio-nal es puramente política; no es otra cosaque la opción individual de pertenecer a unacomunidad basada en la asociación de indi-viduos de igual parecer. La versión étnica,por el contrario, afirma que la identidad na-cional es puramente cultural. La identidad serecibe al nacer; se impone al individuo.

La oposición se da, en última instancia,entre la pertenencia debida a una asignaciónprimordial o a una elección. En términos

'^ Geneviéve Zubrzycki, 'The Classical Oppositionberween Civic and Ethnic Models fo Nationhood: Ideo-logy, Empirical Reality and Social Scicntific Analysis',págs. 275-295, en: l'olish Sociologii-al Kevicw 3 / 2002.

prácticos, entre un hecho bruto que precedeal pensamiento y a las elecciones de los indi-viduos (y una vez que un patrón de rasgosdel cuerpo humano heredados genéticamen-te y predeterminados puedan ser desmenti-dos, disimulados o al menos ocultados, aun-que no sea realista desear que desaparezcan oque sean "anulados"), y una colectividad a laque uno se puede unir o puede dejar a vo-luntad, del mismo modo que lo hace a unclub o a una asociación y cuya forma, carác-ter y modo de actuación están siempre abier-tos a la deliberación y renegociación de susmiembros. Pero permítaseme señalar que esadenominación de "cultural" con la que habi-tualmente nos referimos hoy al primero deestos dos modelos es errónea y está dictadapor lo que se considera "políticamente co-rrecto". Al fin y al cabo, la "cultura" entróhace dos siglos en nuestro vocabulario con elsignificado exactamente opuesto: el de antó-nimo de "naturaleza", señalando aquellosrasgos humanos que, en nítido contraste conlos pertinaces hechos naturales, son produc-tos, sedimentos o efectos colaterales de laselecciones humanas. Hechos por el hombre,pueden en principio ser deshechos por él.

Permítaseme también señalar que elconcepto romántico se originó en la "naciónsin Estado" que era la Europa central germa-nófona dividida en incontables y en su ma-yoría diminutas unidades políticas, mientrasque la noción ilustrada y republicana fueconcebida en un "Estado sin nación", un te-rritorio bajo una administración dinásticacada vez más centralizada que pugnaba porintroducir cierta coherencia en un conglo-merado de etnicidades, dialectos y "culturaslocales" (costumbres, creencias, hábitos, mi-tologías, calendarios). Los dos conceptos norepresentan dos tipos alternativos de naciónsino dos interpretaciones sucesivas de la na-turaleza del sentimiento de unión humanaen diversas etapas de cohabitación, compro-miso, matrimonio y divorcio entre la nacióny el Estado. Cada una de las interpretacioneses acorde con una tarea y unas prácticas polí-ticas en cierta medida diferentes. Una res-ponde mejor a las necesidades de la luchapor un Estado, mientras que la otra sirve alos esfuerzos de "construcción de la nación"del Estado político.

No es extraño que en vista de la actualseparación e inminente divorcio entre el Es-tado y la nación, del abandono por el Estadopolítico de sus ambiciones asimiladoras, sudeclaración de neutralidad respecto a las op-ciones culturales y su lavarse las manos anteel carácter crecientemente "multicultural" dela sociedad que administra, las visiones de laidentidad llamadas "culturales" estén vol-viendo a ponerse de moda entre los grupos

que buscan puertos estables y seguros rodea-dos por las corrientes de un cambio incierto.Para las personas inseguras, desconcertadas,confusas y aterradas por la inestabilidad y lacontingencia del mundo que habitan, la "co-munidad" parece ser una alternativa tenta-dora. Es un sueño agradable, una visión delcielo: de tranquilidad, seguridad física y pazespiritual. Para las personas que se baten enla tupida red de limitaciones, preceptos yprohibiciones, las otras personas que pugnanpor su libertad de elección y de autoafirma-ción, esa misma comunidad que exige unalealtad inquebrantable y que vigila celosa-mente sus entradas y sus salidas es, por elcontrario, una pesadilla: una visión del in-fierno o de la cárcel. Pero lo importante esque todos nosotros nos sentimos, intermi-tente o simultáneamente, abrumados por un"exceso de responsabilidad" y deseosos deuna "mayor libertad" que no puede sino in-crementar nuestras responsabilidades. Para lamayoría de nosotros, por lo tanto, la "comu-nidad" es un fenómeno con rostro de Jano,completamente ambiguo, amado u odiado,amado y odiado, atractivo o repulsivo, atrac-tivo y repulsivo. Una de las más obsesionan-tes, pasmosas y crispantes de las muchaselecciones ambivalentes a que nosotros, ha-bitantes del mundo moderno-líquido, nosenfrentamos a diario.

El doble filo de la identidad ~"jLa "identidad" es una idea absolutamente |ambigua y una espada de doble filo. Puede iser el grito de guerra de los individuos o las _jcomunidades que éstos desean imaginar. Enunas ocasiones, el filo de la identidad sevuelve contra las "presiones colectivas" esgri-midas por aquellos individuos a los queofende la conformidad y están apegados asus propias creencias (que "el grupo" censu-raría por considerarlas prejuicios) y a sus

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EXCLUSIÓN SOCIAL Y M U L T 1 C U L T U R A I . I S M O

propias formas de vida (que "el grupo" con-denaría como casos de "desviación" o "estu-pidez" y en todo caso como una anormali-dad que necesita ser curada o castigada). Enotras, el grupo vuelve el filo contra un grupomayor al que acusa de desear devorarlo odestruirlo, de la intención perversa y vil deahogar la diferencia del grupo menor, de for-zarlo o seducirlo para que entregue su "sercolectivo", se desprestigie, se disuelva. Enambos casos, no obstante, la "identidad" esun grito de guerra que se usa en una guerradefensiva: un individuo frente al ataque deun grupo, un grupo más pequeño y débil (ypor este motivo amenazado) frente a una to-talidad mayor y con más recursos (y por esarazón amenazadora).

Sin embargo, resulta que la espada de laidentidad también la empuña el otro bando,mayor y más fuerte; un bando que desea quela presencia de diferencias sea aceptada co-mo algo inevitable y duradero, mientras in-siste en que éstas no son lo bastante impor-tantes como para impedir la fidelidad a unatotalidad mayor que abarcaría y alojaría ensu seno todas estas diferencias y a sus porta-dores. En los tiempos de la "construcción dela nación", era posible ver la espada de laidentidad esgrimida por ambos bandos ycortando en los dos sentidos: blandida endefensa de los lenguajes, recuerdos, costum-bres y hábitos locales, pequeños, frente a "losde la capital" que promovían la homogenei-dad y exigían la uniformidad; así como en la"cruzada cultural" entablada por los partida-rios de la unidad nacional que buscaban ex-tirpar el "provincianismo", el parroquianis-mo, el espíritu de campanario de las comuni-dades o etnias locales. El propio patriotismonacional desplegó sus tropas en dos frentes:ante el "particularismo local", en nombre deun destino y unos intereses nacionales com-partidos; y ante el "cosmopolitismo desarrai-gado", que veía y trataba a los nacionalistasexactamente igual que el nacionalismo veía ytrataba a los "provincianos paletos y estre-chos de miras" por su lealtad a las idiosincra-sias étnicas, lingüísticas o religiosas.

La identidad, dejémoslo claro, es un"concepto intensamente controvertido".Siempre que se escucha esta palabra pode-mos estar seguros que se está librando unabatalla. El campo de batalla es el ambientenatural de la identidad. La identidad sólotoma vida en el tumulto de la batalla, que-dando dormida y silenciosa en el momentoen que se apaga el fragor. Por lo tanto nopuede evitar tener un doble filo. Tal vezpuede (y así suele suceder, en filósofos enpos de la elegancia lógica) desearse que desa-parezca, pero no puede pensarse que desapa-rece, y aún menos hacerla desaparecer en la

práctica humana. La "identidad" es al mis-mo tiempo una lucha contra la disolución ycontra la fragmentación; es la intención dedevorar y simultáneamente un tenaz rechazoa ser devorado.

Al menos en su esencia pura y explícita-mente admitida el liberalismo y el comuni-tarismo son dos intentos opuestos de volvera forjar la espada de la identidad como unsable de un solo filo. Marcan los extremosimaginarios de un continuum a lo largo delcual se traban todas las batallas reales por laidentidad y se urden todas las prácticasidentitarias. Ambos explotan sólo uno deesos dos valores igualmente estimados y si-milarmente indispensables para llevar unaexistencia humana razonablemente buena yplena: la libertad de elección y la seguridadque ofrece la pertenencia. Y ambos lo ha-cen, de manera explícita o implícita, me-"diante la elevación de uno de los valores y ladegradación del otro. No obstante, las "ba-tallas identitarias realmente trabadas" y las"prácticas identitarias realmente ejercidas"no se acercan lo más mínimo a la pureza delas teorías y de las plataformas políticas de-claradas. Son, y no pueden evitar ser, mez-clas de las demandas "liberales" de libertadpara autodefinirse y autoafirmarse, por unlado, y los llamamientos "comunitarios" auna "totalidad mayor que la suma de suspartes", así como a su prioridad sobre losimpulsos disruptivos de cada una de laspartes sobre la otra.

Ambos postulados forman una extrañapareja. Su compañía parece "tener sentido"cuando se plantea en términos concretos deconflictos (verdaderos o putativos) concretos("debes dejar de lado tus intereses personalesen nombre de la solidaridad que tu gruponecesita para resistir a un grupo aún mayorque pretende arrebatarnos todo lo que te esmás querido y violar tus intereses: unidos re-sistiremos, separados caeremos"); pero nocuando se expresa en términos de principiosuniversales, que son y seguirán siendo in-compatibles. En la práctica de las guerrasidentitarias, los principios comunitarios y losliberales son enumerados y desplegados en elcampo de batalla muy cerca unos de otros.Extraídos de la ardorosa confusión del cam-po de batalla y sometidos al juicio de la fríarazón, reafirman inmediatamente su oposi-ción. La vida es más rica y menos eleganteque los principios que pretenden guiarla.

Esto no significa, no obstante, que losfilósofos vayan en algún momento a dejar deintentar enderezar lo torcido y reconciliar loincompatible. Un ejemplo reciente es el in-tento de Will Kymlicka de persuadirnos, le-jos de la confusión propia del campo de ba-talla, de la tesis no de un armisticio temporal

sino de una afinidad fundamental y unaalianza permanente entre los benignos dog-mas liberales y las duras demandas comuni-tarias. Resulta tentador reducir el argumentode Kymlicka ad absurdum y sugerir que loque en última instancia propone es que eldeber de aceptar las presiones del grupo yceder a sus demandas es parte indispensablede la declaración liberal de "derechos indivi-duales". Por muy ingeniosos y elegantes quesean, los esfuerzos filosóficos para disuadirde la genuina contradicción de la existenciadifícilmente tendrán un gran impacto en lasactuales guerras identitarias (excepto paraabsolver y bendecir). Sin embargo, podríanejercer una influencia bastante nefasta ennuestra claridad de visión y comprensión delo que vemos. Se mueven peligrosamentecerca de la "neolengua" de George Orwell.

Supongo que todas estas consideracio-nes confirman las sospechas de que "los di-ferentes significados vinculados al término'identidad' socavan las bases del pensamien-to universalista". Las batallas identitarias nopueden llevar a cabo su labor de identifica-ción sin dividir tanto, o más, de lo queunen. Sus intenciones inclusivas se entre-mezclan con (o más bien son complemen-^radas por) las intenciones de segregar, exi-mir y excluir.

Humanidad, comunidad,comunidad humanaSólo hay una excepción a esa regla -el allge-meine Verc'migung der Menschheitáe Kant, laidentidad genuina, que incluye a toda la razahumana— que era lo que, en su opinión, ha-bía pretendido la Naturaleza al ponernos enun planeta esférico: que nuestro futuro fueracomún. En nuestra práctica actual, sin em-bargo, la "humanidad" es apenas una de lasinnumerables identidades que libran ahorala guerra de desgaste mutuo. Sin considerarlo que pueda haber de cierto o de falso enla suposición de Kant de que la unidad dela humanidad ha sido predesignada comoel resultado de esa guerra, la "humanidad"no parece disfrutar de ningún privilegioevidente en términos armamentísticos o es-tratégicos frente a combatientes de menortamaño pero aparentemente más versátiles ycon más recursos. Al igual que otras identi-dades postuladas, el ideal de la "humani-dad", en tanto que identidad que abarca atodas las demás identidades únicamente,puede basarse en última instancia en la dedi-cación de sus supuestos partidarios.

En compañía de sus competidores me-nos inclusivos, la "humanidad" parece porahora en desventaja y más débil, más queprivilegiada y más fuerte. A diferencia demuchas otras identidades con las que compi-

12 CLAVES DI- KA7.ÓN PRACTICA . Xa 13"

ZYGMUNT BAUMAN

te, carece de brazos coercitivos -institucionespolíticas, códigos legales, tribunales, policía-susceptibles de dar valor a los sumisos, deci-sión a los dubitativos y solidez a los logros delas misiones proselitistas. Como ya hemosvisto, el "espacio de flujos" planetario es una"zona libre de política y de ética". Cualquieranclaje disponible para la política, la ley o losprincipios éticos está por el momento bajo laadministración de las identidades parciales,divisivas y menos inclusivas.

Por mucho esfuerzo de imaginación quehagamos, la lucha de la humanidad por suautoafirmación no parece fácil; y no diga-mos ya con un resultado previsible. Su tareano es únicamente repetir una hazaña logradaya muchas veces durante la larga historia dela humanidad: susti tuir una identidad máslimitada por otra más inclusiva y hacer retro-ceder la frontera de la exclusión. El tipo dedesafío que el ideal de "humanidad" tieneante sí no ha existido hasta ahora, ya queuna "comunidad que incluya a todo el mun-do" no había estado nunca en el orden deldía. Este desafío debe ser enfrentado ahorapor una humanidad fragmentada y profun-damente dividida, con las únicas armas delentusiasmo y la dedicación de sus militantes.

El multiculturalismocomo ideología de la élite global

ÍLa proclamación de la "era multicultural" re-fleja la experiencia vital de la nueva élite glo-bal que siempre que viaja (y lo hace con mu-cha frecuencia, por avión o en Internet) en-cuentra a otros miembros de la misma éliteglobal que hablan el mismo idioma y a losque les preocupan las mismas cosas. Cuandoimparto conferencias por toda Europa y fue-ra de ésta, me sorprende que las preguntasque me hacen los oyentes sean las mismas entodas partes.

La proclamación de la era mult icul turales sin embargo al mismo tiempo una decla-ración de intenciones: del rechazo a emitirun juicio y a pronunciarse; una declaraciónde indiferencia, de que nos lavamos las ma-nos ante las n imias disputas sobre cuálesson los modos de vida o los valores que pre-ferimos. Del nuevo "omnivorismo cultural"de la élite global: consideremos el mundocomo unos inmensos grandes almacenescon sus estantes repletos de las ofertas másvariadas, y sintámonos libres para deambu-lar por todas las plantas, probando todo loque se nos ofrece, seleccionando objetos anuestro antojo.

Es una actitud de la gente al viajar; alviajar incluso quedándose quietos, en sus ca-sas o sus oficinas. Pero no es una actitud fá-cilmente adoptable por la mayoría de los ha-bitantes del planeta, que permanecen en sus

I

lugares de nacimiento y que si deseasen bus-car una vida mejor o simplemente otra vidaen un lugar diferente se verían detenidos enla primera frontera, confinados en campa-mentos para "inmigrantes ilegales" o "depor-tados a sus países". Esa mayoría está excluidadel festín planetario. Para ellos no hay nin-gún "bazar multicultural". Con frecuencia seencuentran, como dijo María Markus'6, enun estado de "existencia en suspensión", afe-rrándose a la imagen de un pasado ya perdi-do pero que sueñan poder recuperar y en unpresente que es una aberración y obra de lasfuerzas del mal. "Apagan" la abrumadora ca-cofonía de los mensajes culturales.

Nunca, en los dos últimos siglos, loslenguajes hablados respectivamente por laélite pudiente y educada y por el resto de "lagente" habían sido tan diferentes y las expe-riencias de las que se habla en esos lenguajestan disímiles. Desde la llegada del Estadomoderno, la élite educada se había conside-rado (con razón o sin ella, para bien o paramal) la vanguardia, la avanzadilla de la na-ción: estamos aquí para conducir al resto dela gente a donde nosotros ya hemos llegado:otros nos seguirán y nuestra tarea es hacerque avancen rápido. Este sentido de misióncolectiva ha sido casi totalmente abandona-do en la actualidad. El "multiculturaiismo"es el disfraz de esta retirada (o una excusapara ello). Como si quienes alaban y aplau-den las divisiones multiculturales quisierandecir: somos libres de convertirnos en lo quedeseemos, pero "la gente" debería limitarse aser lo que ha nacido y prepararse para per-manecer así. .Y dejémosles: es su problema,no el nuestro. „

El efecto de "extraterritorialidad vir- 1tual" se consigue al sincronizar los desplaza- \s de la atención y de los objetos de

ésta en la amplia extensión del mundo. Mi-llones y cientos de millones de personas ob-servan y admiran a las mismas estrellas decine o celebridades del pop, pasan simultá-neamente del heavy metal' al rap, de lospantalones de campana a las deportivas de /último grito, se enfurecen contra el mismoenemigo público (global) y temen al mismomalo (global) o aplauden al mismo salvador(global). Por un instante, eso les eleva espiri-tualmente por encima del suelo del que nose pueden despegar físicamente. La sincroni-zación de los focos de atención y de los te-mas de conversación no es, naturalmente,

equivalente a una identidad común, pero losfocos de atención y temas cambian tan rápi-damente que apenas queda tiempo paracomprender esa verdad. Tienden a desapare-cer de la vista y a ser olvidados antes de quesu engaño tenga tiempo de ser proclamado.Pero antes de desaparecer consiguen aliviarel dolor provocado por la exclusión. Creanuna ilusión de libertad de elección similar ala forma en que Peer Gynt distraía y hacíadisfrutar, aunque mantenerse fiel a esa ilu-sión sea una labor intimidante y una penosalucha que siembra numerosas frustraciones ydeja pocos beneficios. Los momentos de feli-cidad están intercalados con largos periodosde preocupaciones y tristeza.

Para atar los numerosos cabos que he in-tentado entrelazar, aunque en la mayoría delos casos haya dejado sueltos, diré que la am-bivalencia que la mayoría experimentamos lamayor parte del tiempo al intentar respon-der A la cuestión de nuestra identidad es au-téntica. La confusión que provoca en nues-tras mentes también lo es. No existe una fór-mula infalible para resolver los problemas aque conduce toda esta confusión y no hayformas rápidas y seguras o libres de riesgosde afrontarlo. Diría también que a pesar detodo tendremos que enfrentarnos, una y otravez, a la tarea de la "autoidentificación" yque esta labor tiene pocas posibilidades deser completada de forma exitosa y perma-nentemente satisfactoria. Es probable quenos veamos divididos entre el deseo de unaidentidad de nuestro gusto y elección y elmiedo de que una vez que la hayamos ad-quirido descubramos, como hizo Peer Gynt,que no "hay puente, por si debes batirte enretirada". Tengamos cuidado a la hora deafrontar este desafío. Recordemos las pala-bras deStuart Hall17:

Puesto que la diversidad cultural es, cada vezmás, oí destino del mundo moderno y el absolutis-mo étnico una característica regresiva de la moder-

nidad reciente, el mayor peligro actual lo plantean

y viejas- que intando versionesnidad y iicgándt

sos problemas ctema convivir co

ul tura l -entan asegurar su identidad adop-

erradas de la cultura o de la conuí-se a comprometerse con lo.s diver-

ilturales que surgen cuando se m-la diferencia.

Intentemos, en la medida en que nossea posible, evitar ese peligro. •

16 Maria R. Markus, "Cultural Pluralism and theSubversión of the 'Taken for Granted' World", pág. 401,en: Race Crítical Theories, ed. por Philomena Essed y Da-vid Thea Goldberg, Blackwell, 2002.

'' Stuart Hall, 'Culture, Community, Nation' ,págs. 349-63, en: Cultural Studia ^> I 1993.

Traducción de Sara Barceló.

[Texto de la conferencia pronunciada en el curso de

verano de la Universidad Complutense, "Los desafíos

de la política del futuro", 14-18 de julio].

Zygmunt Baumsn es profesor emérito en las uni-

versidades de Leeds v de Varsovia.

V 137-CLAVES IJ1-: KA/ON P K A C I ' K . A