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Psicología Social III / DINAMICA DE GRUPOS Plan Proyecto Grupal I. Datos de Identificación: a. Nombre del Proyecto: “Adolescentes con Propósito” b. Lugar de Ejecución: Asociación Scout de Honduras c. Población Beneficiada: Adolescentes (7º a 9º Ciclo) d. Fecha de Ejecución: Sábado 5 de Diciembre de 2015 e. Responsables del Proyecto: Litzzien Cabús, Olga Romero, Amanda Soriano II. Objetivo General del Proyecto Desarrollar temas de importancia en el desarrollo de la adolescencia de forma dinámica e interactiva. III. Cronograma de actividades: Actividad Tiempo (minutos ) Recursos Materiales Responsable 1 Oración 5 - Amanda Soriano 2 “Bingo de los Autógrafos” (Dinámica) 25 *Hojas de Bingo *Lápiz Litzzien Cabús 3 Relaciones Sociales y Familiares 20 - Olga Romero Litzzien Cabús 4 “El Ciego y el Lazarillo” (Dinámica) 15 *Objetos que sirvan de obstáculos *Venda para los ojos Amanda Soriano Olga Romero 5 Construyendo mi 20 - Amanda Soriano

Taller para adolescentes

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Taller psicológico para adolescentes.

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Psicología Social III / DINAMICA DE GRUPOS

Plan Proyecto Grupal

I. Datos de Identificación:

a. Nombre del Proyecto: “Adolescentes con Propósito”b. Lugar de Ejecución: Asociación Scout de Hondurasc. Población Beneficiada: Adolescentes (7º a 9º Ciclo)d. Fecha de Ejecución: Sábado 5 de Diciembre de 2015e. Responsables del Proyecto:

Litzzien Cabús, Olga Romero, Amanda Soriano

II. Objetivo General del ProyectoDesarrollar temas de importancia en el desarrollo de la adolescencia de forma dinámica e interactiva.

III. Cronograma de actividades:

ActividadTiempo

(minutos)Recursos Materiales Responsable

1 Oración 5 - Amanda Soriano

2“Bingo de los Autógrafos”

(Dinámica)25

*Hojas de Bingo*Lápiz

Litzzien Cabús

3Relaciones Sociales y

Familiares20 -

Olga Romero Litzzien Cabús

4“El Ciego y el Lazarillo”

(Dinámica)15

*Objetos que sirvan de obstáculos

*Venda para los ojos

Amanda SorianoOlga Romero

5Construyendo mi vida:

Metas a largo y corto plazo20 -

Amanda SorianoLitzzien Cabús

6“Encender las Velas”

(Dinámica)15

*Tres velas grandes*Tres velas pequeñas

*Fósforos

Litzzien CabúsAmanda Soriano

Olga Romero

7 “Telegrama” 5*Hoja de entrega

*LápizOlga Romero

8 Oración Final 5 - Litzzien Cabús

Dinámicas:

Dinámica #1

Tema: “Presentación / Rompe Hielo”

Objetivo: Facilitar los procesos para conocerse en el grupo.

Desarrollo:

1. El instructor discute brevemente los objetivos de la actividad, señalando que se espera que el ejercicio sea útil y divertido.

2. Luego distribuye una copia de la Hoja de Trabajo y un lápiz a cada participante y los instruye para que sigan las instrucciones ahí señaladas. Les dice que tienen tres minutos en los cuales deben elegir los diez autógrafos que quieran.

3. El instructor anuncia el principio de la búsqueda de los autógrafos, la cual durará veinte y cinco minutos.

4. Cuando casi todos los participantes han cumplido la tarea, el instructor les dice que el tiempo se acabó y termina la actividad. Cualquier participante que le falte un autógrafo puede pedirle ayuda a todo el grupo a encontrar a una persona que se lo dé.

Materiales:

Hoja de Autógrafos para cada participante.

Un lápiz para cada participante.

Dinámica #2

Tema: Relaciones Sociales

“El Ciego y El Lazarillo”

Objetivo: Percepción de nuestra realidad de manera diferente. Fomentar la confianza en los

participantes del grupo.

Desarrollo:

1. Todos los miembros del grupo formarán parejas y se diseminarán por un espacio bastante ancho. Dentro de ese espacio habrá diferentes obstáculos.

2. Dentro de cada pareja uno tomara el rol de ciego y el otro el de lazarillo. 3. El lazarillo se situará tras el ciego y poniendo su mano sobre el hombro de su

compañero ciego, para que éste lo pueda sentir, susurrará a su oído el camino que debe seguir o la manera de sortear los obstáculos.

4. Después de un rato se intercambiarán los roles. 5. Ambos dos dispondrán de la oportunidad de situarse en las diferentes posiciones

para poder experimentar las diferentes sensaciones.6. Al finalizar la dinámica compartir en grupo verbalmente las sensaciones vividas.

Materiales:

Obstáculos (sillas, mesas, zapatos, etc.)

Vendas para los ojos

Dinámica #3

Tema: Construyendo mi vida

“Encender las velas”

Objetivo: Demostrar al adolescente que muchos luchan por un objetivo en común pero

solo el que más persevera en esa meta, la alcanza.

Desarrollo:

1. Formación: dos equipos (o los que sean necesarios) con igual número de participantes.

2. Se trazan dos líneas en el suelo para cada equipo. 3. Detrás de ellas se sitúan los componentes del equipo en fila, y sobre la otra línea de

llegada, la vela y el fósforo. 4. A la señal de comenzar, el primer jugador de cada equipo va hasta la línea de

llegada, enciende la vela y la trae al segundo jugador. 5. Este la lleva de regreso, y la apaga al llegar a la línea. 6. En seguida vuelve corriendo y toca en la mano al tercer jugador al cuarto. Y así

continua.7. Conforme los jugadores vuelven de la línea de llegada, van tomando lugar detrás de

la fila. 8. Será vencedor el equipo cuyo primer jugador pise primero la línea de partida.9. Si, durante el recorrido con la vela encendida, se apaga esta, el jugador debe volver

a la línea y encenderla nuevamente.Materiales:

Velas y Fósforos

Dinámica #4

Tema: Dinámica de Evaluación

Objetivo: Evaluar el taller impartido

Desarrollo:

Se entrega a los participantes una hoja en la que se les pide que escriban tres cosas: lo que

más les gustó, lo que menos les gustó y qué cosas podrían mejorar. Todo con un máximo de

10 palabras en cada opción.

Materiales:

Hoja de entrega y lápiz

Marco Teórico

Relaciones Sociales y Familiares

La Familia

La familia es una institución social y económica, compuesta por un grupo, primario de personas unidas por lasos de parentesco (Familia de procreación y familia origen) o de amistad, que cumplen funciones de reproducción generacional y de reproducción cotidiana de la capacidad de trabajo de los individuos y de la transmisión de valores, normas y creencias, con roles asignados a cada uno de sus miembros; la familia es un grupo con relaciones de dependencia personal y no contractual (afinidad, consanguinidad y amistad) que se articula como unidad a través de decisiones y acciones tendientes y satisfacer necesidades vitales: reproducción, consumo, gratificación, protección y afecto. La familia se desenvuelve dentro de un espacio social concreto, pero en muchos casos trasciende la vivienda como espacio físico y sigue interactuando para amenos satisfacer necesidades. (Wartemberg, 1983)La familia ha sido definida de múltiples maneras y desde distintas perspectivas, atendiendo a criterios de consanguinidad, relación legal, convivencia, lazos emocionales, entre otros, La gran variedad de tipos de familia que actualmente existen en la sociedad, dificultan la elección de una definición única y general, lo que sí es claro es que la familia se reconoce como el núcleo esencial de la sociedad. (Parra Bolivar, 2005)El reconocimiento de la familia desde el punto de vista de su origen ha sufrido transformaciones significativas, ya no se entiende tan solo como aquel grupo integrado por un hombre y una mujer, sino todo aquel que se forme por un grupo de personas que se encuentran vinculadas de alguna forma, ya sean estos vínculos por consanguinidad o filiales; sin embargo podría decirse que algunas formas que podrían ser alternativas de originar la familia, no han sido objeto aun de tratamiento legal o no suficiente. (Parra Bolivar, 2005).Manuel Barroso, Psicólogo venezolano, Autor de libros importantes sobre el tema de la familia, afirma: “La familia como sistema es un conjunto de personas organizado de diferente manera. Un organismo compuesto de varios miembros, todos importantes con sus necesidades, capacidades, contextos y objetivos propios, que se interactúan en una búsqueda permanente de integración y bienestar. Antes se hablaba de yo, de lo mío, de lo individual, del grupo, de lo colectivo, Hoy sentimos que lo más importante no son ni siquiera los elementos individuales, sino la interacción que existe entre ellos, el factor crítico que los une y les proporciona sentido de dirección. ” (Barroso, 1995)Los estudios históricos muestran que la estructura familiar ha sufrido pocos cambios a causa de la emigración de las ciudades y de la industrialización. El núcleo familiar era la unidad más común en la época preindustrial y aún sigue siendo la unidad básica de organización social en la mayor parte de las sociedades industrializadas modernas. Sin embargo la familia moderna ha variado con respecto a su forma más tradicional en cuanto a funciones, composición, ciclo de vida y rol de los padres. La composición familiar ha cambiado de forma drástica a partir de la industrialización de la sociedad.Algunos de estos cambios están relacionados con la modificación actual del rol de la mujer. En las sociedades la mujer ya puede ingresar (o reingresar después de haber tenido hijos) en el mercado laboral en cualquier etapa de la vida familiar, por lo que se enfrenta a unas

expectativas mayores de satisfacción laboral a través del matrimonio y de la familia. En los últimos tiempos se ha desarrollado un considerable aumento de la tasa de divorcios, que en parte se ha producido por las facilidades legales y la creciente incorporación de la mujer al trabajo.Durante el siglo XX ha disminuido en occidentes el número de familias numerosas. Este cambio está particularmente asociado a una mayor movilidad residencial y a una menor responsabilidad económica de los hijos para con los padres mayores al irse consolidando los subsidios de trabajo y otros beneficios por parte del estado que permiten mejorar el nivel de vida de los jubilados.Las familias sin hijos son cada vez más el resultado de una libre elección de los padres, elección más fácil gracias al control de natalidad (anticonceptivos). Durante muchos años, el número de parejas sin hijos se ha ido reduciendo de forma constante gracias a la gradual desaparición de enfermedades que, como las venéreas, causaban infertilidad. (Parra Bolivar, 2005)

Dificultades En Las Relaciones FamiliaresCuando los hijos llegan a la adolescencia los problemas familiares pueden centrarse en la diferenciación de roles y en asuntos relacionados con la separación. Para los padres puede ser difícil desligarse de los hijos y establecer un nuevo equilibrio en el sistema conyugal. Las dificultades en la relación padres-hijos, pueden ocurrir principalmente alrededor de tres áreas: la autoridad, la sexualidad y los valores. La interacción entre el adolescente y sus padres frecuentemente se caracteriza por una pobre comunicación y una expresión afectiva negativa, que resultan en un manejo inadecuado de los recursos para el control de la conducta. Frecuentemente, los padres reaccionan ante sus hijos de manera consistente con los estereotipos que los adolescentes esperan; éstos van de ver al joven como un victimario (poderoso, violento, rudo, sexualmente agresivo) o como una víctima (pasivo, impotente, desprotegido, indefenso, incapaz). Los padres más jóvenes (menores de 38 años) tienden a percibir al adolescente, especialmente si es el primogénito de manera más negativa que los padres de mayor edad. Además, los padres ansiosos tienden a exigir pautas más elevadas para sus hijos. Estos factores promueven las barreras de comunicación e invitan al adolescente a excluir al adulto de su mundo volviéndose silenciosos o refugiándose con sus amigos. (Lewis & Volkmar, 1996) Los padres con dificultades para disminuir gradualmente su “autoridad paternal” pueden contribuir a un problema de adaptación en el adolescente. Desgraciadamente muchos padres se muestran reticentes a dejar su rol protector y a permitir al adolescente adquirir autonomía por medio de la libertad y la responsabilidad, lo cual se convierte en un campo de conflicto, donde el adolescente se enfrenta de manera desorganizada y en muchas ocasiones autodestructiva a un autoritarismo sin concesiones. Como los padres evaden la confrontación directa, facilitan la expresión afectiva de rebeldía y desacuerdo en el adolescente por medio de conductas que “sí toleran”; por ejemplo, al adolescente que no puede salir con sus amigos a una fiesta, “se le tolera” que escuche la música a todo volumen o que rompa alguna cosa, en su cuarto, porque “así son ellos”. (Roberts & Walker, 1992) La pobre habilidad de los padres para manejar la crianza en esta etapa al parecer se relaciona con un ambiente adulto que se muestra indiferente o/y hostil a las necesidades del

adolescente. Dentro de esta atmósfera, los jóvenes muestran un mayor de- seo de escapar o agredir y un mayor rechazo a los valores de los padres, como el rendimiento escolar y un descuido de los atributos personales espera- dos para ellos. Lo anterior provoca un mayor enojo y hostilidad en los padres, que empeora aún más la situación. En contraste, los padres que manejan adecuadamente la relación se caracterizan por mantener una comunicación directa y honesta, el interés franco por ayudar a resolver problemas, y el deseo de mantener un contacto emocional cercano; los adolescentes en este medio familiar son respetados en espacio, tiempo y privacía y en los intereses que persiguen. (Montemayor, 1986)

Las relaciones entre padres y adolescentesLas relaciones familiares durante la adolescencia se han convertido en uno de los tópicos que suscitan más interés entre investigadores y profesionales de la psicología, probablemente porque uno de los mitos asociados a la imagen negativa sobre esta etapa se refiere al deterioro del clima familiar a partir de la llegada de la pubertad. La concepción Storm and Stress, que presenta a los adolescentes como indisciplinados, conflictivos y enfrentados a los valores de los adultos, continúa teniendo vigencia en la actualidad entre la población general, como lo demuestran algunos trabajos centrados en el estudio de las ideas y estereotipos sobre la adolescencia. Los títulos de algunos de los libros que pretenden orientar a padres tampoco transmiten mucho optimismo: Manual para padres desesperados con hijos adolescentes o No mate a su hijo adolescente. Como han señalado algunos autores, esta visión negativa ha estado presente en el imaginario popular al menos a lo largo de los últimos dos siglos. No obstante, existen referencias anteriores indicando que los mayores siempre han considerado a este grupo de edad como rebelde e inmaduro, especialmente en periodos en los que no se precisaba su incorporación inmediata al mundo adulto. En la actualidad, la mayor presencia de los medios de comunicación contribuye al fortalecimiento de esta imagen dramática y a la estigmatización de la adolescencia mediante la difusión de noticias sensacionalistas sobre el consumo de drogas, la delincuencia juvenil o la violencia escolar. En relación con la conflictividad familiar, es necesario destacar que la mayor parte de los estudios realizados indican que aunque en la adolescencia temprana suelen aparecer algunas turbulencias en las relaciones entre padres e hijos, en la mayoría de familias estas relaciones siguen siendo afectuosas y estrechas. Sólo en un reducido porcentaje de casos, los conflictos alcanzarán una gran intensidad. Además, estos adolescentes más conflictivos suelen ser aquellos niños y niñas que atravesaron una niñez difícil, ya que sólo un 5% de las familias que disfrutan de un clima positivo durante la infancia van a experimentar problemas serios en la adolescencia. Aunque las concepciones psicoanalíticas apuntaban al importante papel del enfrentamiento con los padres para el proceso de individuación del adolescente, en la actualidad hay un cierto consenso en considerar que aunque el conflicto puede ser un camino para dicha individuación, no es el único posible.Pero si debemos rechazar una imagen excesivamente dramática de las relaciones entre padres y adolescentes, hay que reconocer que la familia es un sistema dinámico sometido a procesos de transformación, que en algunos momentos serán más acusados como consecuencia de los cambios que tienen lugar en algunos de sus componentes. Así, la interacción entre padres e hijos deberá acomodarse a las importantes transformaciones que experimentan los adolescentes, y pasará de la marcada jerarquización propia de la niñez a la mayor igualdad y equilibrio de poder que caracterizan las relaciones parentofiliales durante la adolescencia tardía y la adultez emergente. Como han señalado algunos autores que han

aplicado los principios de la Dinámica de Sistemas al análisis de los cambios en la familia, durante la infancia, las interacciones sostenidas entre padres e hijos alrededor de las tareas de socialización habrían servido para construir un estilo interactivo en cada díada (padre-hijo/a, madre-hijo/a). Pero, a partir de la pubertad, los cambios intrapersonales en padres e hijos van a representar una perturbación del sistema familiar, que se tornará más inestable y propiciará un aumento de la variedad de patrones de interacción diádicos posibles, de forma que las discusiones y enfrentamientos convivirán con momentos de armonía y expresión de afectos positivos. Así, incluso en las familias en las que las relaciones se caracterizaron por la comunicación, el apoyo y el afecto mutuo, comenzarán a aparecer situaciones de hostilidad o conflicto. Tras esos momentos de desequilibrio inicial el sistema se irá estabilizando progresivamente, dando lugar a un nuevo patrón relacional que gozará de cierta estabilidad, y que en gran parte estará condicionado por el clima existente antes del comienzo de las perturbaciones. De hecho, podemos afirmar que desde la infancia hasta el final de la adolescencia existe una considerable continuidad en las relaciones entre padres e hijos. Esta continuidad, o estabilidad relativa, se pone de manifiesto en los estudios longitudinales, que indican cómo, a pesar de los cambios en las puntuaciones medias de los sujetos en alguna variable, se mantiene su ranking o posición relativa respecto a los otros participantes en dicha variable: por ejemplo, un estudio longitudinal llevado a cabo por Parra y Oliva encontró que, aunque el control conductual ejercido por padres y madres disminuyó entre la adolescencia inicial y la tardía, la correlación entre el control medido en esos momentos distintos fue alta, indicando mucha estabilidad.Es decir, aquellos adolescentes que percibían más control al inicio de la adolescencia eran quienes continuaban sintiéndose más controlados al final.

Causas de la perturbación de las relaciones entre padres y adolescentesAunque es el patrón de interacciones el que se modifica durante la adolescencia, son los cambios en el adolescente y en sus padres los que provocan la transformación. En otro lugar hemos expuesto estos cambios con mayor detalle; no obstante, comentaremos los más significativos.En primer lugar habría que destacar los cambios hormonales propios de la pubertad, que suelen tener consecuencias sobre los estados emocionales del adolescente y repercuten de forma negativa en sus relaciones con quienes les rodean. Además, el aumento del deseo y de la actividad sexual que conllevan los cambios hormonales puede inclinar a los padres a mostrarse más restrictivos y controladores con respecto a las salidas y amistades del chico y, sobre todo, de la chica adolescente, en un momento en el que éstos buscan una mayor autonomía, con lo que los enfrentamientos serán más frecuentes. Igualmente, resulta obligado señalar los cambios que tienen lugar a nivel cognitivo como consecuencia del desarrollo del pensamiento operatorio formal, que llevará a chicos y chicas a mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares y a desafiar a la autoridad parental. Además, serán capaces de presentar argumentos más sólidos en sus discusiones, llevando en muchas ocasiones a que sus padres se irriten y pierdan el control. En cualquier caso, se producirá una clara desidealización de los padres, de forma que la imagen parental cercana a la perfección propia de la infancia será sustituida por otra mucho más realista.Finalmente, es importante destacar el aumento del tiempo que pasan con el grupo de iguales que va a permitir al adolescente una mayor experiencia en relaciones simétricas o igualitarias con toma de decisiones compartidas, y que le llevarán a desear un tipo de relación similar en su familia, lo que no siempre será aceptado de buen grado por unos

padres que se resisten a perder autoridad. Por otra parte, como acertadamente han señalado Collins y Laursen, en periodos de rápidos cambios evolutivos como la transición a la adolescencia, las expectativas de los padres con respecto al comportamiento de sus hijos son violadas con frecuencia, lo que causará conflictos y malestar emocional.Aunque las transformaciones más relevantes tienen lugar en el adolescente, sus padres también están sujetos a cambios, y la pubertad de los hijos suele coincidir con la etapa de los 40-45 años de los padres. Este periodo, denominado por algunos autores crisis de la mitad de la vida, ha sido considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos, lo que podría suponer una dificultad añadida a las relaciones entre padres e hijos durante la adolescencia. Por lo tanto, la llegada de la adolescencia es un momento del ciclo familiar en el que coinciden dos importantes transiciones evolutivas, una en el hijo y otra en sus padres, lo que forzosamente repercutirá en el clima familiar.

Los conflictosHan recibido mucha atención por parte de los investigadores, probablemente porque el aumento de la conflictividad familiar es uno de los rasgos más característicos de la representación social existente sobre la adolescencia (Casco y Oliva, 2005). Muchos estudios analizan los cambios que se producen en los conflictos entre padres e hijos a lo largo de la adolescencia, y podemos decir que los datos al respecto son concluyentes. Así, el meta-análisis realizado sobre 53 investigaciones por Laursen, Coy y Collins encontró una disminución lineal en la frecuencia de conflictos desde el inicio hasta el final de la adolescencia en chicos y chicas. En cambio, la intensidad emocional con la que eran vividos aumentaba entre la adolescencia inicial y la media, para disminuir ligeramente a partir de ese momento. A pesar de que existen muchas razones que justifican un aumento de la conflictividad con la llegada de la adolescencia, la evidencia empírica sobre este incremento es escasa, ya que apenas si existen estudios sobre esta transición, y lo mismo podría decirse con respecto al paso de la adolescencia a la adultez emergente. En relación con los cambios evolutivos en los asuntos que suelen generar más discusiones, algunos estudios indican que la hora de vuelta a casa se convierte a lo largo de la adolescencia en uno de los aspectos más problemáticos, especialmente para las chicas. Otros tópicos alrededor de los que suelen girar las desavenencias son asuntos cotidianos como la forma de vestir o el tiempo dedicado a los estudios, mientras que temas como la sexualidad, la política o las drogas no suelen aparecer con frecuencia en las discusiones, aunque cuando aparecen generan conflictos muy intensos. Como ha señalado Smetana, las discrepancias más habituales suelen referirse a asuntos personales que el adolescente intenta situar en el ámbito de su propia jurisdicción, mientras que son menos frecuentes las disputas sobre asuntos morales o convencionales, que chicos y chicas siguen considerando sujetos a la autoridad parental. El sexo del adolescente no parece establecer diferencias importantes ni en los niveles globales de conflictividad ni en su evolución, aunque sí el de los padres, ya que son más frecuentes los altercados con las madres.La estrategia seguida para la resolución del conflicto también experimentará cambios durante la adolescencia. En la adolescencia temprana es poco probable que las discusiones se resuelvan mediante el compromiso y la negociación, y es muy frecuente que el joven abandone la discusión y se retire a su cuarto, o que el padre imponga su punto de vista obligando al adolescente a asumirlo. En la medida en que vayan pasando los años la sumisión irá disminuyendo mientras que aumentarán la retirada y la negociación.Si damos por hecho que las disputas entre padres y adolescentes de escasa o moderada

intensidad y centradas en asuntos cotidianos van a formar parte de la vida familiar, es importante preguntarnos por la repercusión que pueden tener sobre las relaciones parento-filiales y sobre el desarrollo y ajuste del adolescente. Una de las primeras consecuencias será el aumento de malestar emocional y estrés experimentado, que suele ser mayor en los progenitores, especialmente en las madres. Los investigadores hemos prestado más atención a las consecuencias que esta conflictividad tiene para el ajuste adolescente que a sus efectos sobre la salud mental de los padres, que puede verse afectada negativamente cuando las desavenencias son recurrentes, pues los padres suelen describir esta etapa como la más difícil en el ejercicio de su rol parental. No obstante, los conflictos de intensidad moderada no suelen mermar en exceso la calidad del clima familiar. Más bien parece que este tipo de discusiones sobre asuntos cotidianos, a pesar del malestar inmediato que crean, tienen un efecto positivo a medio plazo sobre las relaciones y sobre el propio adolescente, ya que favorecerán una reestructuración del sistema familiar y una renegociación de roles y expectativas. De esta manera se alcanzará un nuevo equilibrio que tendrá en cuenta las nuevas necesidades del adolescente, y que facilitará su individuación y la construcción de su identidad personal. Además, las situaciones conflictivas pueden ser un contexto muy adecuado para el aprendizaje de estrategias de negociación y resolución de problemas, y para el desarrollo de la habilidad de adopción de perspectivas. No es extraño que algunos estudios longitudinales encuentren que los adolescentes que sostuvieron discusiones moderadas con sus padres muestren un mejor ajuste años después que quienes no discutieron. Aunque tampoco faltan los estudios que encuentran una relación positiva entre las disputas frecuentes y de elevada intensidad y los problemas psicosociales del adolescente. Probablemente, las discrepancias entre estudios sean debidas a su carácter transversal o longitudinal, y al papel moderador que juegan tanto la intensidad emocional de los conflictos como la calidad de las relaciones entre padres e hijos, que suelen inclinar la balanza en un sentido u otro. Como apuntan Allen y Land, las díadas padre/madre–adolescente que muestran un apego seguro tratan de resolver sus conflictos de forma directa y negociada, mientras que cuando se trata de díadas inseguras, la carga emocional que acompaña la discusión es mucho mayor, lo que frecuentemente lleva a la huida o retirada del adolescente, dejando el conflicto sin resolver.Relaciones Sociales en el AdolescenteA diferencia de la infancia donde la familia constituía el grupo más importante y casi único de referencia, en la adolescencia se van a ampliar sus referentes a las relaciones que mantiene con sus compañeros y la influencia de los medios de comunicación (series de televisión, películas, ídolos sociales, etc.) van a adquirir una mayor relevancia.

Los amigos en la adolescenciaEn la adolescencia, los amigos se eligen no solo por la cercanía y por el disfrute de actividades comunes, como en la infancia, sino que empiezan a elegirse en mayor medida por similitud en los valores, las actitudes y los intereses; además, se toman gran relevancia valores como la intimidad, la lealtad y la sinceridad.El tiempo los adolescentes pasan con sus amigos aumenta progresivamente durante esta etapa, así como la necesidad de pertenecer a un grupo u otro. En el grupo, se ve fuertemente influenciado por las normas que el propio grupo establece, así como por las actitudes y conductas que son “bien vistas”. Esta influencia por el grupo es normal y se explica por la necesidad de desarrollar la identidad propia, sin embargo, puede llegar a ser peligrosa cuando nuestros hijos no son capaces de tomar decisiones propias y valorar sus propias

opiniones e ideas. Por ello es crítico en esta etapa favorecer el desarrollo de la asertividad -la capacidad de decir no y defender los propios derechos-.El amor en la adolescenciaUn suceso determinante en la adolescencia es el primer enamoramiento y el descubrimiento del amor por un compañero o compañera. Este suceso es uno de los más importantes de la vida del adolescente y será recordado a lo largo de su vida adulta por la intensidad y la novedad de los sentimientos que experimenta.Estas relaciones pueden estar cargadas de idealismo y elevadas expectativas, muchas veces animadas por los medios de comunicación, que pueden llevar al adolescente a vivir verdaderos dramas sentimentales. Desde el mundo adulto es importante concederle la importancia que merece, sin tratar de ridiculizar los sentimientos del adolescente.La influencia de la familiaAunque la influencia de los amigos aumenta en la adolescencia, esto no quiere decir que la familia ya no influya en el desarrollo de los hijos. La manera en que los padres afronten, entiendan y sepan potenciar el desarrollo del hijo en la adolescencia, será crucial en el paso a la vida adulta.El primer grupo al que se pertenece es la familia. Luego, llega el colegio, donde los niños conocen a nuevos compañeros y adultos. Ya en la adolescencia, la referencia de la familia se debilita, al mismo tiempo que los jóvenes intercambian experiencias e interaccionan socialmente en multitud de espacios. A continuación detallamos cómo se desarrolla este cambio.La emancipación respecto a la familia es lo más característico de la nueva situación social que vive una persona en su etapa adolescente. Sin embargo, esto no quiere decir que durante esa época los padres dejen de influir en él o ella ni que la autoridad de sus iguales sea más fuerte que la de los progenitores. Se trata de un proceso de adquisición de autonomía personal, que debe abordarse desde tres ángulos distintos:

El adolescente desarrolla una nueva comprensión de sí mismo.Adopta una nueva perspectiva de su persona, además de cambiar su relación con los demás. Esto incide en los siguientes aspectos:Independencia: Tiene que ver con la toma de decisiones personales y la capacidad de actuar con pensamiento y criterio propios. En el proceso, aprenderá a resolver sus problemas sin intervención externa. Aumentan sus capacidades cognitivas e intuitivas y empieza a enfrentarse a nuevas responsabilidades y a disfrutar la independencia de pensamiento y acción.Identidad: Es la percepción que tiene de sí mismo. Durante la adolescencia, debe lograr un sentido de identidad y solidez personal. Cuando aparecen dificultades para definir sus conflictos acerca de su personalidad, independencia o sexualidad, el adolescente ve frustrado el desarrollo de su identidad o del concepto de sí mismo.Autoestima: Son los sentimientos que una persona tiene hacia sí misma. Es frecuente que los adolescentes vean mermada su autoestima al mismo tiempo que tienen lugar los cambios físicos y que surgen pensamientos y reflexiones sobre cuestiones que les empiezan a preocupar.Comportamiento: Los adolescentes pueden pasar por etapas de incomodidad por su apariencia. También experimentan dificultades en lo referente a la movilidad y a la coordinación física a causa de los cambios físicos que experimenta el cuerpo.Seguridad: La fuerza y la agilidad se desarrollan en los adolescentes antes de que adquieran

las destrezas para tomar decisiones acertadas. Esto les puede empujar a intentar actos que implican riesgo: conducción, ciertos deportes, consumo de sustancias adictivas, etc.

El adolescente cambia su manera de relacionarse con la familia.A medida que el adolescente se convierte en un adulto joven e independiente, se irá emancipando de su familia. Los padres no deben preocuparse si los jóvenes demuestran necesidad de separarse y establecer su propia identidad. En concreto, la relación con la madre tiende a cambiar más que la que mantienen con el padre. A pesar de esto, con el paso del tiempo, los adolescentes buscan el consejo de la figura adulta de su mismo sexo. Cuando consigan la emancipación psíquica, pueden sentir nostalgia de la protección de sus padres.

El adolescente desarrolla nuevas relaciones con el grupo de iguales.En la infancia, la amistad se basaba en las actividades comunes. En la adolescencia, esto se amplía y también se incluyen las actitudes, los valores, la lealtad y la intimidad en el sustento de la amistad, además de un mismo nivel de compromiso en relación a los intereses académicos y educativos. Sin embargo, las amistades de los chicos adolescentes no suelen ser tan íntimas como las de las chicas, ya que desarrollan la intimidad interpersonal más despacio y más tarde. Además, hay que tener en cuenta que en la adolescencia tienen lugar los primeros enamoramientos, que tanto ellos como ellas suelen magnificar debido a que no tienen pasado afectivo y no pueden relativizar sus propias vivencias.

Construyendo Mi Vida (Metas en la adolescencia)Oportunamente, todos experimentamos dificultades para empezar a transitar el camino hacia el éxito. Cada uno de nosotros posee un conjunto único de fortalezas que nos ayudan, así como dificultades que nos entorpecen el camino. Establecer metas nos ayuda a separar nuestras fortalezas y debilidades, y a diseñar planes para mejorar nuestras vidas.Para lograr el éxito en la vida a través del liderazgo personal es fundamental tener en la mira unas metas que lograr, nazcan de mí o me vengan dadas por otros como objetivos a lograr.Una persona que no tenga claras en la vida ciertos objetivos o metas, nunca llegará a tomarlas con pasión y, por tanto, a convencer a otros de ellas. Los grandes líderes son aquellos que han sabido captar alguna meta, basarla en sólidos valores personales o sociales, y lanzarse a realizarlas, incluso sacrificando otros valores de la vida. Naturalmente hay metas que comprometen toda la vida y hay metas que se van fijando para lograr ciertos objetivos.No debe confundirse la fijación de metas con los sueños, con el dejarse llevar por la fantasía. Las metas son el preludio de la acción, un camino a recorrer. Son un ejercicio del deseo de liderazgo personal. Para fijar, pues, las metas hay que seguir unas pautas y seguir unas reglas:

Metas Personales Y Concretas: a la hora de establecer unos objetivos, se ha de procurar forjarse para su acción unas metas en las que realmente se crea y que al mismo tiempo sean concretísimas. A menos que sus metas estén basadas en sus propios valores internos, ni siquiera podrá visualizarlas correctamente. Las metas deben ser aquellas realidades en las que uno cree. Pero, al mismo tiempo, han de ser muy concretas. Cuanto más concretas las metas, más fácil de analizar, conseguir y obtener.

Metas Positivas: una meta, expresada negativamente, quita a un liderazgo una cierta eficacia. Una responsable de equipo, ante un problema de puntualidad, hallará más respuesta en dicho equipo, si sabe formular positivamente una meta que acabe con la impuntualidad que si simplemente dice: "no hay que ser impuntuales". Emocional y mentalmente ayuda más una idea positiva, aunque exija esfuerzo y lucha, que una idea negativa. A una persona que hace dieta le ayudará más imaginarse a sí misma esbelta, flaca y sana, que pensar en los 20 kilos que ha de bajar de peso.

Metas Realistas: no se habla de metas pobres o mediocres. Realistas significa que debe tratarse de objetivos que una persona es capaz gustosamente de trabajar. Hay en la vida metas muy altas, pero al mismo tiempo son realistas. De hecho, además, una meta alta es más fácil de alcanzar que una pobre. Mientras más pobres es la meta, menor será su valor motivaciones. Las metas pobres acarrean desgana. El realismo implica también el saber esperar para lograr un objetivo con un grupo humano. Tal vez hoy no es posible lograr lo que puedo lograr mañana y pasado mañana sería ya tarde. Ahora bien, también el realismo tiene mucho que, ver con lo que un líder espera de aquellos a los que lidera.

Metas Profundas: se puede perder el tiempo en la vida en la lucha por metas cuyo significado es intrascendente. Una vez logradas, uno se da cuenta de que no ha logrado nada, Es, por ello, importante que el líder busque objetivos en profundidad, que, una vez conseguidos, solucionen definitivamente los problemas que trae entre manos. Los grandes líderes siempre han dejado una huella significativa en el mundo, los líderes de pacotilla han levantado mucho humo, pero el humo se ha disipado enseguida. Así por ejemplo, las metas dirigidas al "ser" (en cualquiera de sus dimensiones), gozan de mayor valor que las dirigidas al "tener".

Clases De Metas:No todas las metas son iguales. No todas tienen iguales poderes de automotivación. Algunas están a mano, y otras quedan lejos. Unas metas versan sobre cosas, otras sobre el cambio de la persona. Algunas son claras y nítidas, y otras son difíciles de conceptualizar. Por todo ello es necesario darles un orden adecuado que ayude a su consecución.

Metas A Corto Plazo: ayudan mucho a adquirir confianza en sí mismo. Mientras a más corto plazo sean, más motivación se suele tener. Y, si se alcanza una meta importante, el entusiasma aumentará. También ayudan a subir un escalón y a .tener una visión más amplia de lo que se quiere. sin embargo, no hay que confundir nunca estas metas con metas pobres. No hay meta sin reto, Son a corto plazo en el sentido del tiempo requerido, pero no en cuanto al esfuerzo. A pesar de todo, es importante no habituarse a trabajar sólo con metas a corto plazo.

Metas A Largo Plazo: un líder es una persona que sabe mirar hacia el futuro. el futuro, no sólo para contemplarlo, sino para afrontar con una serie de objetivos a lograr. Es signo de gran madurez en el liderazgo saber plan futuro. En la visión de un líder las metas a largo plazo constituyen una necesidad. Hay realidades que sólo se pueden conseguir a largo plazo. Las metas a largo plazo exigen un trabajo detallado, previsor, paciente a corto plazo, que cristaliza a largo plazo en metas grandes, eficaces y atractivas. Quien no sabe esperar, dejará que se pierdan grandes bienes.

Metas Tangibles e Intangibles. Metas tangibles: Hay en la vida metas fácilmente visualizables, que nacen de

necesidades inmediatas o urgentes. Nada le cuesta al que tiene hambre, formular la meta de conseguir comida. En estas metas tangibles se proyectan en el campo del liderazgo aquellos objetivos más claros y necesarios que tiene un líder, sea a corto o largo plazo. Es algo que se toca y que, por tanto, se siente con urgencia. Es importante saber catalogarlos y dedicar a ellos la energía necesaria para salir adelante en el liderazgo.

Metas intangibles: Se trata de metas más profundas, no siempre visualizables, pero demasiado importantes para lograr un objetivo. Para un presidente municipal es más fácil visualizar la necesidad de pavimentar una calle con baches, que pensar en un programa de elevación de las costumbres morales de la población. Pero ciertamente, el líder que no es capaz de ahondar en profundidad en la orientación de su liderazgo puede terminar por ser un líder mediocre. Hay que conocer demasiado bien lo que se busca, para poder fijar metas también adecuadas.

El Adolescente ante su FuturoLa definición que figura en el diccionario de futuro se refiere a “lo que ocurrirá”, “lo que aún no ha llegado”, es decir, al porvenir. La idea de futuro encierra, por tanto, lo desconocido. Sólo hay una cosa cierta que sucederá, la muerte. Nosotros vamos a intentar hacerlo desde la psicología dinámica, partiendo de unos conceptos básicos.Cuando las ansiedades frente al futuro se incrementan por alteraciones individuales o del entorno, se movilizan todo tipo de defensas: de carácter regresivo que conducen a cuadros claustrofóbicos; defensas omnipotentes con predominio narcisista; mecanismos depresivos o maníacos; hasta la idealización de la única realidad que se conoce, la muerte, con la reencarnación, el cielo, la hibernación, etc.Si conjugamos pasado, presente y futuro, solamente aquellas personas que logren una madurez como expresión de salud mental (individuación, con la correspondiente elaboración de pérdidas; identidad, a través de introyecciones y empatía; y relaciones con los otros con resultados creativos), pueden considerar su pasado, tienen una información constante de su presente y una capacidad de sentir esperanza y tolerar temores ante el futuro.La adolescencia es un periodo de tránsito entre una infancia que termina y una adultez que comienza, por lo tanto, la atención del individuo es natural que esté dirigida a los cambios, pérdidas y novedades. No me voy a detener en describir este momento del desarrollo, pero sí a destacar que el adolescente tiene que desprenderse de relaciones de verdadera dependencia de su etapa infantil para adquirir el concepto de ayuda, al tiempo que surgen –con todo el significado que tiene este verbo cambios corporales, psicológicos, intelectuales y relacionales, a los que tiene que atender de una manera inmediata. Es una verdadera avalancha de demandas internas y externas, de las que en su mayoría carece de información y, por supuesto, de experiencia.Esta situación le presiona a ordenar una serie de vivencias más o menos asentadas en su infancia, con elementos desconocidos que de forma urgente tiene que incorporar: sexualidad, morfología corporal, pensamiento abstracto, amistad, amor, ideas, opiniones, etc. Es una verdadera crisis de identidad y por tanto un periodo de provisionalidad: está separándose del pasado y atendiendo el presente con desconocimiento.

En este momento evolutivo destacaría el predominio de dos tendencias. Una regresiva que tiende a instalarse en el pasado, y que moviliza ansiedades de estancamiento (perder el tren) y de dependencia, cuya mayor defensa proyectiva conduciría a la claustrofobia (me agobian, me rayan). Otra de carácter progresivo, con ansiedades de incapacidad y vacío cuyas defensas conformarían rasgos agorafóbicos o, por el contrario, pasos al acto.Se está viviendo intensamente el día a día. Sus expectativas no alcanzan más allá de conseguir logros inmediatos, de incorporarse a grupos de pares donde establecer vínculos afectivos y comparativos. Está sumergido en una atmósfera de incertidumbre que envuelve un cuerpo que ignora las formas que adquirirá, unos deseos afectivos y sexuales de los que carece de experiencia, y unos conocimientos y pensamientos que comienza a contrastar.A través de logros, frustraciones, y primeras experiencias de sus capacidades y de su autonomía, va adquiriendo intimidad, compartiendo con los iguales sus avances y temores, e iniciando actividades y decisiones elegidas por él.¿Todo esto presupone futuro? Si acaso un futuro a corto plazo. Yo diría que se trata de consolidar una nueva identidad, y, por tanto, lo que está en primer plano es la observación constante del aquí y el ahora, que podemos llamar presente.El papel que juega el entorno en esta etapa del desarrollo es primordial. Muchos autores lo asemejan a la importancia que tiene la atención y la contención en la primera infancia.Se entiende que las ansiedades antes descritas, motivadas por las nuevas propuestas progresivas, busquen respuestas adecuadas del exterior, donde poder adquirir las primeras experiencias de todo aquello que se estrena: el cuerpo, los conocimientos y las relaciones.La repuesta del entorno, compuesto por el grupo familiar o tutelar, escuela y la sociedad más próxima, tiene una doble función fundamental: contener las ansiedades expresadas muchas veces en forma de proyecciones, y proponer actividades que el adolescente pueda acoger, junto con otros mecanismos, a través de la identificación introyectiva.Las proyecciones e introyecciones se entiende que sean defensas que estén en primer plano en un momento de pulsiones y necesidades. De la dialéctica de estos mecanismos con el mundo circundante se consolida la empatía (amistad, solidaridad), el afecto (amor, respeto) y el aprendizaje (autoridad, creatividad), lo cual va conformando la nueva identidad. Esta identidad el adolescente la siente en el mundo relacional, incorporándose a un grupo, comprobando sus conocimientos o compartiendo una ideología, y en la vivencia individual, a través de la intimidad, la autoestima y la curiosidad.Las ansiedades que este proceso despierta en el entorno, movilizan recursos encaminados a contener estas alternancias regresivas-progresivas que el adolescente transmite. Hablamos de límites, normas y leyes. Cuando las ansiedades se desbordan, bien por su intensidad, bien por la fragilidad o carencia de este entorno, los recursos pierden flexibilidad o son inadecuadamente concebidos y aplicados. El conflicto se expresará de distintas formas; la más frecuente es la escalada entre la trasgresión de las medidas de contención, por sentirlas limitadoras, y la respuesta que endurece dichas medidas, tomando forma de control o expulsión. La pregunta que la sociedad hace indirectamente al adolescente a través de programas de estudio o de ofertas de cualquier aprendizaje, casi siempre incluye un pensamiento de futuro. Va más allá del presente y propone una elección implícita o explícita: ciencias o letras, trabajo o estudio, técnica o plásticas. Esto se amplía también al deporte, a las aficiones y hasta al tiempo libre.Todo tiene que servir para el día de mañana: los amigos, los conocimientos, la salud. Son constantes las frases “un día no estaremos”, “hay que ganarse la vida”, “el día de mañana te arrepentirás”…, que nos llegan a la consulta como expresión de incomprensión: “me

rayan”, “me echan”, “no se enteran de nada”, “paso de todos”…En nuestra sociedad actual las relaciones entorno-adolescencia, siempre contempladas en el aquí y el ahora, pasan por un momento especialmente delicado motivado por una crisis socioeconómica de una gravedad profunda e inesperada, con repercusiones sobre todo en el campo laboral y relacional.La inquietud y el desasosiego en que vive una gran parte de la sociedad conducen, desde el punto de vista psicosocial que es el que nos ocupa, a un clima depresivo en el presente, a un pesimismo sobre el futuro y, más profundamente, a una cierta culpabilidad que emana del pasado. Este clima, en núcleos próximos (familia, centros, escuela, etc.) disminuye su capacidad de tolerancia a la frustración y ensombrece las expectativas de futuro.La irrupción de la pubertad con componentes infantiles aún por resolver, no permite al adolescente entender la situación por la que atraviesan sus mayores. No se puede poner en su lugar–empatía porque carece de experiencia para realizar este difícil proceso. Es capaz, de una manera global, de entender la injusticia y solidarizarse con los débiles, pero sus necesidades, temores y dudas, siguen demandando ayuda y comprensión de una forma casi urgente. Se da la paradoja de que con sus capacidades más adultas, puede comprender el sufrimiento de seres más lejanos, y comportarse exigente con los próximos, de los que todavía necesita atención y dedicación para sus aspectos más inmaduros. Si el ambiente es poco receptivo o intolerante con estos aspectos infantiles, puede adquirir expresiones expulsivas, la mayoría de las veces racionalizadas con argumentos que hacen mención al futuro: “El día de mañana”, “hay que ganarse la vida”, “qué harás cuando estés solo”…En la asistencia psiquiátrica y psicológica vemos cada vez con más frecuencia, cuadros que obedecen a este conflicto adolescente-entorno, en el que estamos inmersos desde hace ya demasiado tiempo.No se trata de la conocida problemática generacional, descrita desde los griegos hasta nuestros días con idénticas palabras, sino de un verdadero problema psicopatológico actual, donde predomina el fracaso de la contención, con las consecuentes actuaciones provocadoras que en algunos casos alcanzan la violencia, y la falta de respeto mutuo en el sentido más profundo del término. El adolescente pierde los límites de la relación, carece de posibilidades de conservar buenas identificaciones del pasado y busca desesperadamente objetos que contengan sus necesidades infantiles todavía presentes. Ante respuestas que le remiten al futuro, nos encontramos con cuadros regresivos en torno a la depresión, repliegues narcisistas con intolerancia a la necesidad, o conductas delictivas y violentas encaminadas a adquirir una identidad por la vía rápida (grupos racistas, bandas, etc.).En el ámbito escolar igualmente encontramos conflictos que desbordan los recursos educativo-pedagógicos y que pueden movilizar mecanismos expulsivos, a veces racionalizados como programas de futuro. Ante la carencia de la figura contenedora de autoridad, el adolescente responde con conductas de desafío o absentistas, con un marcado componente regresivo, pero con una manifestación en la conducta de carácter desafiante. Es un absentismo que rebasa la fobia o la postura negativista para adquirir lo que en otro momento hemos señalado como insumisión escolar. La escuela ha dejado de interesarle para su presente y sólo le “raya y le agobia” con el futuro, percibiendo su asistencia a ésta como un sometimiento. Pienso que se ha hecho poca pedagogía sobre la “O” de obligatoriedad de la ESO, recayendo sobre el adolescente como una imposición y no explicando también la Obligación que la sociedad tiene de proporcionar una Educación Secundaria a toda la población, siguiendo el principio de igualdad de oportunidades.

El desbordamiento de las normas y límites crea un círculo vicioso. Cuando éstos tienden a ser más rígidos, el adolescente más los desafía, con la esperanza de que contengan su violencia. En este proceso, si los recursos de autoridad, pedagógicos, sociales y sanitarios fracasan, se recurre a la justicia. El conflicto se judicaliza.Las denuncias al adolescente por parte de la familia, la escuela y los centros han aumentado de una forma alarmante, según las últimas estadísticas. Esta decisión ensombrece el presente del adolescente, que la mayoría de las veces vive la denuncia como injusta. Para el entorno más próximo es un recurso vivido como irreversible, porque las fantasías de expulsión han dejado de argumentarse en el futuro, para convertirse en una renuncia a la educación como función familiar, pedagógica y social, delegándola en la Justicia. Aparecen reproches y acusaciones cruzadas entre estos estamentos asistenciales de forma larvada, y al final se racionaliza la denuncia como un acto beneficioso para el menor.La Justicia de Menores trata de atender este incremento de denuncias que la mayoría de las veces provienen del conflicto en que está sumergida toda la sociedad con medidas que van desde la mediación, con posibilidades de alcanzar una reparación del daño a la víctima reconociendo la culpa, y evitar así el proceso judicial, hasta tratamientos psicológico con los que, a pesar de ser indicados por el juez y en ciertos casos con un carácter de obligatoriedad, se están obteniendo buenos resultados: desculpabilizan a la familia y vuelven a poner al adolescente en su presente.Las normas, prohibiciones y leyes que tratan de regular esta etapa del desarrollo se condensan en apenas cuatro o seis años de la vida del individuo. Todo está pensado para acompañar, ayudar y proteger este periodo. Se trata de organizar todas las áreas: educativa, sanitaria, tutelar y legislativa. Es decir, todo lo que es bueno o perjudicial para esta edad, que comprende desde los 12 años de la ESO hasta los 18 años en el que ya se le considera adulto.En este espacio de tiempo la sociedad despliega una serie de medidas, no siempre coordinadas entre sí en intencionalidad, cuando no contradictorias. Por poner un ejemplo: existe un verdadero bombardeo de una parte de ésta que invita al consumo y a la imagen (discotecas, bebidas, moda, etc.) como expresión de identidad, y unas normas prohibitivas, a veces ridículas, de otra parte de la sociedad como en el caso de las discotecas, centradas en edades, permisos, dinero, etc.Existe un verdadero doble mensaje: estímulo-prohibición, logro-dificultad, éxito-fracaso, que desordena o es discordante con las fantasías de regreso-progreso que en el presente vive el adolescente.La verificación en la acción o la intimidad, como señalábamos antes, son actitudes y tendencias propias de esta etapa, que obedecen al desafío de ponerse a prueba o de demostrar la liberación a la dependencia de los mayores. Si los límites, absolutamente necesarios, se aplican de manera inadecuada, pueden convertir estas necesidades en verdaderas conductas violentas o clandestinas: drogas, hurtos, mentiras, etc. Por ejemplo, manifestaciones que apuntan un componente creativo como los graffiti, el rap, o de habilidad corporal como el skate o el hip hop, pueden acabar a causa de una mala comprensión o regulación, en expresiones agresivas o provocadoras.Cuanto más deprimida, insegura o regresiva está la sociedad, más intolerante se vuelve con las demandas urgentes del adolescente y más le remite a aspectos preventivos y reflexiones de futuro, por el temor a la incapacidad de facilitárselo. La respuesta del menor ante este tipo de propuesta es fácil de observar: todo lo que implique preservar, prevenir, preocuparse o preparar, es decir, todo aquello que le proponga ocuparse de su futuro, le supone un

esfuerzo que trata de evitar. Esto se puede observar desde los detalles más cotidianos hasta las funciones de mayor trascendencia. Inmerso en esta sociedad a la que actualmente se denomina de riesgo continuación de la malograda sociedad del bienestar, sus necesidades de acercarse a lo desconocido le llevan a arriesgarse en exceso en deportes, cuidados del cuerpo o consumismo, a veces con trágicas consecuencias debido a la precaria valoración de la realidad por inexperiencia, o a la falta de autocontrol (accidentes, adicciones, embarazos, delincuencia grave).Las capacidades de rectificar del menor, y las ofertas por parte de la sociedad para realizarlas, deberían siempre acompañar a las medidas puramente preventivas y punitivas, necesarias, pero muchas veces insuficientes. Mi experiencia de venir colaborando durante años con los profesionales de mediación y reparación de Justicia de Menores y con el equipo de psiquiatras y terapeutas de atención al menor de Sant Pere ClaverFundació Sanitària (Barcelona), me permiten confirmar los buenos resultados que se obtienen con estas intervenciones asistenciales, reflexivas y contenedoras.En el momento que escribo estas reflexiones, octubre de 2010, leo en la prensa que ha disminuido de una manera notoria el número de abortos en la población adolescente. Aunque no lo pueden asegurar, suponen que obedece a la posibilidad de adquirir en las farmacias la píldora del “día después” sin necesidad de receta médica. Me atrevería a pensar si la dificultad del uso del preservativo (a pesar de todas las campañas publicitarias, información y facilidad de adquisición) no radica precisamente en el “pre”, mientras que la píldora es un recurso que aún está incluido en el presente. La promoción del uso del preservativo me parece totalmente imprescindible, pero quizá podría señalarse su eficacia como el método más seguro en la actualidad, sobre todo como preventivo de transmisión de enfermedades sexuales. Debería hacerse más hincapié en la comprensión de las molestias que incluyen su uso y no banalizar las tensiones emocionales que en estas edades supone el acto sexual. La iniciación en la sexualidad es un acto que en todas las civilizaciones y a lo largo de toda la historia ha ido acompañado de rituales de iniciación.Contiene tal contenido de expectativas de verificación, cambios y logros en el presente, que la posibilidad de que se tenga en cuenta el futuro (embarazo, enfermedades) esta negada o al menos desplazada a los demás: “a mí esto nome pasa”.También en estos días los pediatras y endocrinólogos advierten que en nuestra población la pubertad está apareciendo alrededor de 2 años antes, es decir, entre los 9 y los 11. Otra noticia reciente informa que el 50% de los jóvenes entre los 18 y los 30 años siguen en el hogar de los padres, por falta de trabajo o de vivienda; lo cual conlleva una dificultad de experimentar la responsabilidad en muchos aspectos de la vida y la autonomía. De manera que desde los 9 a los 30 años existe una parte importante de población que inicia precozmente o prolonga fatalmente los límites de lo que hasta ahora considerábamos adolescencia. Estos cambios estructurales y ambientales nos obligan a los profesionales que atendemos esta población, a revisar constantemente nuestros conceptos teóricos y nuestras intervenciones, para no quedarnos peligrosamente obsoletos.Una de las mayores resistencias que ofrecen los adolescentes al tratamiento psicoterápico se debe a la asimetría adulto-niño, sintiendo al terapeuta como un representante de su entorno y cómplice de llevarle a enfrentar el futuro.Cuando logras entender el conflicto centrado en las ansiedades de quedarse atrás al no poder llevar el ritmo de los iguales, localizas dónde está depositada esta vivencia (partes del cuerpo, limitaciones intelectuales o relacionales, etc.) y exploras las defensas con las que trata de evitar sentir estos temores, se hace posible focalizar el problema en el presente. Si

después le comunicas tu impresión diagnóstica y le explicas cómo podrías ayudarle a enfrentar esos temores, buscando dentro de él otras posibilidades menos limitadoras, el paciente suele interesarse por tu ofrecimiento de ayuda.Además de las dificultades de ser enfrentado con el futuro, existe la necesidad de huir de todo aquello que le recuerde dependencia, pues aún quedan en sus aspectos infantiles necesidades de estas características. Todo tratamiento, no solo psicológico sino también farmacológico, puede ser sentido como un peligro de enganche (comida de coco, toda la vida tomando pastillas…). A veces es conveniente explicar de un modo pedagógico la diferencia entre dependencia y ayuda, pues, paradójicamente, temen depender de ti o de la pastilla y no de las necesidades del porro o de los padres que ellos creen controlar. En la terapia de estos pacientes encontramos temores de dependencia (regresivos) y de llevarles al futuro (expulsivos), que nos advierten de unas actuaciones en el encuadre, por ejemplo, en forma de silencios, retrasos o de ausencias a la sesión, ante las cuales debemos estar atentos y manejar con flexibilidad. Igualmente la terminación del tratamiento vendrá indicada por el logro de poder permitirle vivir con sus recursos la adquisición de su nueva identidad, es decir, poder enfrentarse sin una ayuda directa a la elaboración de la crisis por la que toda persona tiene que pasar. Esta terminación, a veces, es incomprendida por un entorno que espera que el terapeuta solucione una conflictividad que es propia de esta etapa, sin aceptar que es necesario que el individuo la enfrente y experimente sus capacidades para resolverla.Sin pretender adentrarme en los significados psicopatológicos que encierran las ideas de suicidio, que actualmente ocupan un lugar preocupante en la patología de la adolescencia, quisiera señalar que el relato que hace un adulto en la consulta después de un intento de quitarse la vida, casi siempre contiene una referencia al futuro: autorreproches, estorbo para los demás el día de mañana, fracaso y culpabilización persecutoria de sus proyectos más vitales. Por el contrario, el adolescente que intenta o tiene ideas de suicidio, las refiere a la incapacidad de poder mantenerse en el presente: pérdidas de amigos o pareja, fracaso de conservar un vínculo que le informaba de su identidad actual, causar desilusión o decepcionar a alguien que confiaba en él (familiar, amigo, profesor), y en quien había depositado su autoestima.Volviendo al principio y para terminar estas reflexiones, pienso que si en la infancia se está consolidando lo que después formará parte del pasado y en la vejez, como decía un amigo de avanzada edad, “por fin estás en el futuro”, en la adolescencia se realiza el presente, elaborando mentalmente los cambios psicobiológicos y en dialéctica constante con el entorno, proceso que le lleva a adquirir su nueva identidad. Y sólo desde esta construcción del presente, el individuo podrá contemplar e iniciar su futuro.