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Tema 5. La dominación europea del
mundo (1870-1914)
Desde el último tercio del siglo XIX, la Segunda Revolución Industrial contribuyó a
profundizar la transformación de la sociedad y la economía de las principales potencias
europeas. Aprovechando su superioridad económica, técnica y militar, Europa se lanzó
al dominio del resto del mundo.
Europa había llevado a cabo unas revoluciones políticas en nombre de la libertad, si
bien, fuera de sus fronteras impondrá su dominio a los pueblos colonizados. La carrera
colonial suscitó enfrentamientos, tensiones y rivalidades entre los países europeos que
convertirán este proceso en una de las causas del estallido de la Primera Guerra
Mundial. Otra consecuencia del Imperialismo será la contribución a la división del
mundo entre un grupo de países industrializados y una gran mayoría del planeta
dependiente de los anteriores.
1. LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
A partir de 1870, la revolución industrial va a entrar en una nueva fase. Se extenderá
geográficamente (por toda Europa, EE.UU. y Japón), aparecerán nuevas fuentes de
energía, las industrias ya mecanizadas se ampliarán y aparecerán otras nuevas. Este
periodo es conocido históricamente con el nombre de “gran capitalismo” o “segunda
revolución industrial”. A continuación trataremos sus características.
1.1 El crecimiento de la población y las migraciones
Se acelera la revolución demográfica en Europa debido al freno de las grandes
epidemias con avances en medicina y el mantenimiento de las altas tasas de natalidad.
En 1914, Europa contaba con 450 millones de habitantes, un 25% de la población del
planeta, y una densidad poblacional que doblaba a la asiática.
Este crecimiento demográfico no será paralelo al crecimiento económico y dará lugar a
un gran éxodo a Ultramar de los europeos: entre 1845 y 1939, cerca de 60 millones de
europeos emigraron especialmente a EE.UU., Brasil y Argentina, que estaban en una
fase de roturación de tierras y expansión de cultivos. Hasta finales de siglo predomina la
emigración británica, alemana e irlandesa, que fue relevada desde 1880 por la Europa
del Sur (Italia, sobre todo) y de los imperios del centro y este de Europa.
1.2. Nuevas fuentes de energía y sus aplicaciones
- La electricidad. Ya era conocida, pero ahora se trataba de producirla en cantidades
industriales, a bajo precio, y resolver el problema de su transporte. En 1873, Bergès
descubrió que podía obtenerse electricidad en centrales hidroeléctricas, a partir de la
fuerza del agua. Desprez, en 1881, resuelve el problema de su traslado ideando el
transporte de la corriente a alta tensión, posibilitada por la reciente invención del
transformador.
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El abanico de sus aplicaciones fue enorme: alumbrado (en 1878, Edison ultima su
lámpara de filamento o incandescente), sistemas de comunicaciones (telégrafo, teléfono
y radio) y de transporte (ferrocarril, tranvías eléctricos y el “metro”). Todas estas
aplicaciones hicieron de la electricidad un sector clave de la nueva industria y dieron
paso a la aparición de grandes empresas como Philips, Siemens o General Electric.
- El petróleo. A mediados del XIX el petróleo comenzó a utilizarse como fuente de
calor y de iluminación, pero adquirió importancia cuando empezó a utilizarse como
combustible en los medios de transporte. Ello fue posible tras los inventos del motor de
combustión interna, obra de Rudolf Diesel, y del motor de explosión, construido por los
alemanes Gottlieb Daimler y Karl Benz.
En cualquier caso, la utilización de la electricidad y del petróleo como fuerza motriz
siguió siendo modesta hasta 1895. Desde 1890 estaban ya a punto el motor de petróleo
y el motor eléctrico, pero el monopolio de la máquina de vapor seguía siendo total a
finales del siglo XIX: el carbón suministraba más del 90% de la energía producida y
consumida en Europa.
1.3. La expansión del transporte y del comercio
Hasta 1850 más de la mitad del tráfico de pasajeros y de mercancías se realizaba por
carretera. En la segunda mitad del XIX el ferrocarril se convirtió en un sector punta
que transformó profundamente los transportes y el comercio, potenció las industrias
metalúrgicas y mecánicas e incluso tuvo un importante papel político, pues facilitó la
expansión territorial de Estados Unidos hacia el oeste frente a los indios (el ferrocarril
transcontinental se concluyó en 1869), o del Imperio Rusa hacia el este (Transiberiano,
1902). De la misma forma facilitó la integración de los territorios alemanes e italianos
durante los procesos de unificación.
La aparición del automóvil, inventado en 1885 en Alemania con las aportaciones de
Daimler y Benz, dio una nueva vida a las carreteras en el siglo XX, e impulsó a las
nuevas industrias y a la utilización de las nuevas fuentes de energía; también supuso una
revolución en los transportes y en el comercio. En 1889 los hermanos Renault fundaron
su empresa en Francia y Peugeot vendió 29 coches en 1892. A comienzos del XX
Agnelli creaba en Turín la FIAT y, en Estados Unidos, Henry Ford fabricó su primer
vehículo a motor en 1896, creando en 1903 la Ford Motor Company, cuyo modelo Ford
T supondría una revolución en el sector: sencillo de conducir, barato y fácil de reparar,
popularizó el uso de este medio de transporte en dura competencia con la General
Motors.
Durante la primera década del siglo XX la aviación se hallaba en su fase experimental.
Los hermanos Wright diseñaron en 1903 un aparato que podía controlar el vuelo,
aunque tenía que ser impulsado para despegar. Hasta después de la Primera Guerra
Mundial no hay que considerarlo un medio de transporte importante.
En los transportes marítimos triunfó desde 1860 la navegación a vapor por su mayor
velocidad, tonelaje y seguridad. Le Frigorifique y Paraguay, barcos refrigeradores
franceses, por primera vez atravesaron el Atlántico en 1877 y llegaron a Francia con
alimentos y carnes procedentes de América.
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El transporte y el comercio internacionales crecieron enormemente gracias a la
construcción de los canales de Suez (1869) y de Panamá (1914), al reducir las
distancias y los precios de los portes. El canal de Suez consolidó el dominio británico de
los mares, pero la apertura del canal de Panamá, construido por EE.UU., y la
impresionante nueva flota mercante de Alemania, disputarán en vísperas de la Primera
Guerra Mundial el predominio de Londres. Hasta 1914 la libra esterlina siguió siendo
la moneda de pago internacional y en la Bolsa de Londres se efectuaban las
transacciones internacionales más importantes.
1.4. Los nuevos sectores industriales
La nueva metalurgia. Hasta ahora el acero se obtenía por pudelado y ello producía un
acero muy caro. El panorama va a cambiar al aparecer nuevos procedimientos de
obtención. Bessemer, en 1856, con su convertidor se incrementó la producción de
acero. El procedimiento presentaba, no obstante, un inconveniente: no permitía utilizar
un hierro con elementos fosforosos. En 1877-1878 Thomas construyó un convertidor
capaz de eliminar el fósforo. Otro método, el de los hermanos Martín y Friedrich
Siemens triunfó sobre los procedimientos anteriores. Estas invenciones permitieron una
reducción en el precio del acero (alrededor de un 50% entre 1850 y 1880) y, con ello,
una extensión de sus utilizaciones.
La industria química. Las investigaciones en este campo dieron lugar a nuevos
productos: abonos para la agricultura, colorantes artificiales muy demandados por la
industria textil, fabricación de explosivos (la nitroglicerina, por el italiano Sobrero, y la
dinamita, por Alfred Nobel) y productos farmacéuticos.
Otros inventos como el cinematógrafo (Lumière, 1895), el telégrafo (Hugues, 1896), el
teléfono (Graham Bell) y la radio (Marconi) mejoraron las comunicaciones y la vida de
las personas Finalmente, debe recordase la invención de las máquinas de coser y de
escribir, y de la bicicleta.
1.5. La concentración industrial y nuevas fórmulas de producción
La concentración industrial. Entre 1850 y 1900 el número de empresas se estabiliza o
tiende a disminuir, en cambio la producción creció. Hubo, en efecto, un proceso de
concentración industrial que se explica por dos razones. En primer lugar, por el mismo
progreso técnico, al elevar el costo de las máquinas utilizadas. En principio, sólo las
grandes empresas contaban con recursos para invertir en nuevas tecnologías, frente a las
dificultades en que se encontraban las empresas pequeñas. En segundo lugar, el
mecanismo por el que se busca la concentración es para conseguir un aumento de la
productividad del trabajo y la consiguiente disminución del coste medio de cada unidad
producida. Con ello se lograba conquistar nuevos mercados y competir más
favorablemente en ellos en una etapa en la que la expansión colonial estaba en boga.
Esa concentración podía hacerse de forma horizontal o bien vertical. En la primera se
fusionaban empresa con la misma actividad productiva (por ejemplo, el siderúrgico); en
la segunda se integraban empresas complementarias en el proceso de producción (por
ejemplo, carbón, mineral de hierro y siderurgia).
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Junto al modelo de concentración que acabamos de ver, hubo otra de tipo financiero,
como el trust y el cártel. En el primero, diversas empresas decidían agruparse para
tener una administración común; en el segundo, las empresas seguían siendo
independientes pero se ponían de acuerdo para fijar un precio de venta común.
Con todo, este proceso hacia la concentración no debe hacer olvidar que la empresa
pequeña, donde había unos cuantos obreros en torno al empresario, seguía siendo la más
numerosa a comienzos del siglo XX aunque su peso en la producción total había
disminuido.
Holding Sociedad financiera que posee o controla la mayoría de las acciones de un grupo empresarial.
Cartel Acuerdo entre varias empresas de un mismo sector para regular la producción, la comercialización y los precios, y así evitar la competencia.
Trust Grupo de empresas unidas bajo una dirección única que controla el mercado y los precios de un sector.
Nuevas fórmulas de producción. El ingeniero norteamericano F. Taylor había
desarrollado un método de trabajo que llamó “administración científica del trabajo”
(scientific managment), conocido como taylorismo. El objetivo era reducir los costes de
producción y aumentar los beneficios empresariales. Para ello, procuraba el aumento
continuo de la productividad mediante la eliminación de movimientos inútiles y a través
del control del tiempo necesario para realizar cada tarea.
Henry Ford fue pionero en la implantación de una nueva fórmula de producción
conocida como fordismo. En su gran fábrica puso en marcha la cadena de montaje para
hacer posible la fabricación masiva; además, elevó los salarios por encima de la media
del sector con el fin de que los trabajadores pudieran comprar los automóviles que ellos
mismos fabricaban y de este modo multiplicar las ventas de la compañía.
1.6. El avance de la industrialización
A mediados del siglo XIX, Gran Bretaña era la primera potencia industrial en Europa;
la segunda, con una potencia mucho menor, era Francia. A partir de 1860, la
producción industrial alemana superaba a la de Francia.
En 1890-1900, Alemania estaba a punto de alcanzar a la economía británica; a su vez,
la mayoría de los países europeos estaban ya industrializados (Austria-Hungría, Italia,
España) o bien daban comienzo a la industrialización, como era el caso de la Rusia
zarista.
Si del ámbito económico europeo nos trasladamos al mundial, entre 1850 y 1900 se
observa como Europa va perdiendo su superioridad mientras EE.UU. se ha convertido
en la primera potencia mundial. La economía europea, sin embargo, superaba a la de los
EE.UU. en la disposición de mercados internacionales, en el de los transportes
marítimos y en el del mercado de capitales (es decir, Europa, en concreto, Francia, Gran
Bretaña, Alemania y Bélgica, disfrutaban de los intereses de sus inversiones en el resto
del mundo). Sin embargo, la Primera Guerra Mundial pondrá a prueba este sistema
económico y obligará a introducir profundos cambios en la economía europea.
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2. LAS GRANDES POTENCIAS EN EUROPA, AMÉRICA Y ASIA
2.1. Francia: de Napoleón III a la III República
La revolución de 1848 acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans e implantó la
II República francesa. Luis Napoleón Bonaparte fue elegido presidente de la
República y su objetivo fue, como el de su tío Napoleón I, hacer compatible las ideas
más moderadas de la revolución con el triunfo del orden, transformando la República en
Imperio. En 1851 realizó un golpe de Estado con el apoyo de los sectores más
conservadores. En 1852 proclamó el II Imperio francés y se coronó emperador con el
amparo del ejército, la gran burguesía de los negocios y los campesinos, temerosos de
una revolución social. Su mandato se caracterizó por un poder personalista basado en el
orden, el crecimiento económico y la persecución de la oposición.
La buena coyuntura económica permitió una cierta paz social: se hicieron grandes
obras públicas (ferrocarril, canal de Suez, etc.), creció la industria, apoyada por la
banca, y se promulgaron leyes para proteger a los obreros (hospitales, pensiones, etc.).
Pero las diferencias sociales y la falta de libertades mantuvieron una fuerte oposición al
régimen del II Imperio. Luis Napoleón emprendió también una política exterior
intervencionista (expedición a México en apoyo de Maximiliano I, anexión de Saboya y
Niza) que culminó con la declaración de guerra a Prusia.
La derrota francesa en Sedán frente a Prusia (1870) provocó la caída de Napoleón III y
la proclamación de la III República. En marzo de 1871 una revuelta proletaria
estableció un gobierno revolucionario en la ciudad de París, la Comuna, hasta mayo de
1871, fecha en la que el presidente del gobierno francés, Adolphe Thiers, ordenó al
ejército entrar en la capital y terminar con los insurrectos: 20.000 personas fueron
ejecutadas en la Semaine sanglante (semana sangrienta).
Los inicios de la República fueron difíciles, costó consolidarla pues amplios sectores de
la sociedad francesa veían el republicanismo como un sistema radical, anticlerical y
partidario de la igualdad en cuanto al disfrute de la propiedad y de la riqueza privada.
Con todo, la República terminó contando con el apoyo de la mayoría del pueblo francés.
Se impulsó la democratización política: se restauraron las libertades públicas, se
instauró el sufragio universal, se legalizaron los sindicatos obreros. Se aprobaron
medidas sociales (jornada laboral para las mujeres y los niños, ley sobre accidentes
laborales…) y, en 1905, leyes laicas destinadas a reducir la influencia social de la
Iglesia, con la consiguiente separación de la Iglesia y el Estado. Con estas medidas se
ponía fin a la estrecha relación que el Concordato de Napoleón, un siglo antes, había
establecido entre la Iglesia y el Estado francés.
En el exterior, Francia extendió su influencia colonial en África y Asia; sin embargo,
seguía sin resolverse su contencioso con Alemania: la pérdida de Alsacia y Lorena que
Francia deseaba recuperar.
2.2. Gran Bretaña: la era victoriana
Gran Bretaña era una monarquía constitucional. Durante más de sesenta años la reina
Victoria I reinó (1837-1901) y dio su nombre a una época – la era victoriana—
caracterizada por el progreso económico y la estabilidad política, protagonizada por dos
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grandes partidos políticos, el conservador o tory, liderado por Benjamín Disraeli, y el
liberal o whig, dirigido por William E. Gladstone.
En Gran Bretaña el avance hacia una democracia fue más lento que en Francia. A través
de varias reformas electorales (1832, 1867 y 1884), las Reform Act, se fue ampliando
la cifra de electores, pero hay que esperar a 1918 para que se apruebe el sufragio
universal. Además, la Parliament Act de 1911 limitó los poderes de la Cámara de los
Lores (no elegida) y aumentó los de la Cámara de los Comunes (única elegida por
sufragio). A comienzos del siglo XX, los liberales, desde el gobierno, presionados por el
Partido Laborista, que acababa de constituirse, aprobó un programa de bienestar
social (seguros contra enfermedades, accidentes, vejez y desempleo).
La época victoriana fue un periodo de gran prosperidad, exagerado puritanismo y se
practicó una política exterior de “espléndido aislamiento” junto con una expansión
imperialista que culminaría con la proclamación de la reina Victoria como emperatriz de
la India en 1877.
El problema político más grave de Gran Bretaña seguía siendo Irlanda que deseaba a
toda costa separarse de Gran Bretaña. Al fin, en 1914, fue concedida la autonomía a
Irlanda, pero el Ulster, Irlanda del Norte, se apuso a ser incluida en una Irlanda
autónoma. Durante la Primera Guerra Mundial se suspendió la autonomía y tras una
fuerte violencia, la Irlanda católica (Eire) recibió el status de Dominio (1922),
convirtiéndose en el “Estado Libre de Irlanda”, con Parlamento propio y gobierno
independiente, pero los diputados debían jurar fidelidad a la Corona, juramento que
quedó suprimido en 1933.
2.3. El Imperio alemán
En 1870, una vez concluido el proceso de unificación política, Alemania inició la
construcción del nuevo Estado y se convirtió rápidamente en una gran potencia que
aspiraba a dirigir la política europea y a extender por el continente su poder e influencia.
La Alemania del II Reich se forjó bajo la impronta del canciller Bismarck y del káiser
Guillermo I (1871-1888). El régimen político asentado con la
Constitución de 1871 mostraba un fuerte componente autoritario.
Existía sufragio universal masculino pero solo para la elección de
la cámara baja (Reichstag). Tenía una estructura federal: 25
Estados que se administraban a sí mismos, excepto en cuestiones
referentes a política exterior, defensa, hacienda, comunicaciones,
prensa y asociaciones que quedaban bajo la competencia del
gobierno central en Berlín. Sin embargo, Prusia poseía más
diputados que los otros Estados en la cámara de los Estados
(Bundestag). Además, esta era elegida por sufragio censitario y
tenía la función de proponer las leyes. Asimismo, el káiser podía
nombrar a sus ministros con independencia del parlamento y ellos
no eran responsables ante la cámara sino ante el mismo emperador.
Las fuerzas políticas dominantes eran las conservadoras, representantes del viejo
espíritu de Prusia, aunque el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán se fue
imponiendo entre los trabajadores.
Guillermo I, Káiser alemán entre 1871 y 1888
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Sin embargo, para evitar un estallido revolucionario, Bismarck adoptó una serie de
reformas sociales que favorecían a las clases populares: leyes de seguro de
enfermedad, de accidentes de trabajo, de pensiones, etc. El caso de Alemania fue
paradigmático de un modelo de cambio entre el autoritarismo y las reformas
democráticas.
En 1888 fallece el emperador Guillermo I y tras el corto reinado del emperador Federico
III, enfermo de cáncer que moriría meses después, le sucede Guillermo II, hijo del
anterior, en el mismo año, 1888. Dos años después destituía al canciller Bismarck por
sus diferencias con él en cuanto al diseño de la política internacional de Alemania,
ahora a favor de un replanteamiento del reparto colonial.
Ahora bien, desde entonces, la weltpolitik o “política mundial” de Guillermo II, más
ambiciosa y agresiva, supondrá la liquidación del sistema bismarckiano de alianzas y el
comienzo de la política de bloques de Estados que llevarán a la Primera Guerra
Mundial.
2.4. El Imperio austro-húngaro
El Imperio austríaco era un Estado multinacional bajo la corona de los Habsburgo.
Dentro del Imperio vivían pueblos muy diferentes entre sí que constituían verdaderas
nacionalidades. Había alemanes, húngaros, rumanos, italianos y eslavos (del norte:
checos, polacos y eslovacos; y del sur: eslovenos, croatas y serbios). Esta
heterogeneidad de pueblos restaba solidez al Estado imperial cuya política era
centralista y unificadora.
Desde 1848 hasta su muerte en 1916 este Imperio estuvo bajo la dirección del
emperador Francisco José I. Inicialmente, desde 1848, se siguió una política
centralista, sin atender las peticiones de autogobierno, siendo la de los magiares
(húngaros) la más demandada. Más adelante, tras la derrota frente a Prusia (1866),
enfrentamiento que decidía la unificación de Alemania, el Imperio austríaco por el
Compromiso de 1867 se convertía en una doble monarquía o monarquía dual: del
Imperio de Austria al
Imperio de Austria-
Hungría, formado por dos
grandes Estados donde
Francisco José I era
emperador en Austria y rey
en Hungría. Cada uno de
los dos contaba con una
administración y un
Parlamento propio. El
Compromiso era bueno
para los alemanes (de
Austria) y magiares (de
Hungría), pero des-
ventajoso para los eslavos
y Serbia, con la ayuda de Imperio Austro-húngaro tras el Compromiso de 1867
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Rusia, sabrá sacarle partido a esta situación desarrollando un nacionalismo entre los
eslavos del sur, que pondrá en peligro la estabilidad del Imperio de Austria-Hungría.
Al final el Imperio declarará la guerra a Serbia pero ello desencadenará la Primera
Guerra Mundial, que supondrá la liquidación del Imperio austro-húngaro en 1918.
2.5. El Imperio ruso
El Imperio ruso constituía un Estado pluriterritorial (desde Europa central, y Asia
septentrional hasta el Pacífico, y desde el océano Glacial Ártico hasta el Cáucaso y Asia
central) y multinacional, habitado por diferentes pueblos que formaban distintas
nacionalidades.
En el plano político, el Estado ruso era un imperio autocrático donde el zar gobernaba
bajo un absolutismo de origen divino; su autoridad autocrática se expresaba por
decretos que eran aplicados por una administración todopoderosa tanto civil (el
gobierno y el funcionariado) como militar.
Sobre la oposición –liberales, demócratas, populistas, anarquistas, marxistas—se
actuaba con firmeza obligando a sus líderes a abandonar el país, o bien a pasar una
temporada en lugares bajo vigilancia en Siberia.
A Nicolás I (1825-1855), que se opuso a las reformas de tipo liberal, le sucedió su hijo
Alejandro II (1855-1881), que sí aplicó una política reformista con objeto de moderar
el absolutismo imperial. Entre las medidas destacan la liberación de los siervos
(campesinos dependientes de sus amos), en 1861, la reforma judicial y la de la
enseñanza.
En 1881, el zar Alejandro II murió por un atentado terrorista sucediéndole su hijo
Alejandro III, que reinó hasta 1894. El nuevo zar decidió frenar el proceso de
reformas. En cambio, el país empezaba a conocer un proceso de industrialización y con
él comenzaba a formarse un proletariado industrial, que más adelante, los marxistas, con
Lenin a la cabeza, sabrán movilizar para alcanzar el poder.
Sucedió a Alejandro III su hijo Nicolás II (1894-1917) dispuesto, como el anterior, a
mantener los principios de la autocracia. Así, mientras el país cambiaba socialmente
(desaparecen los siervos y aparece el proletariado industrial) y económicamente (avance
industrial, desarrollo de los transportes, formación de un mercado nacional…) no lo
hacía políticamente. El zarismo seguía autocrático. Los problemas terminaron
sobrepasándole y llevaron al desencadenamiento del proceso revolucionario que,
iniciado en 1905, desemboca en la caída de la monarquía y el final del Imperio en 1917.
2.6. La “cuestión de Oriente” y el Imperio turco
La “cuestión de Oriente” es como se denomina al más complicado problema de política
internacional hasta 1914, problema surgido de la descomposición del Imperio turco y la
pugna por dominar los territorios que, desde los siglos XV y XVI, ocupaban en la zona
de los Balcanes. La que en otro tiempo fue una gran potencia, ahora, en el siglo XIX, el
Imperio turco constituía un Estado débil: “el hombre enfermo de Europa”, en expresión
de Nicolás I. Sobre sus territorios balcánicos se van a proyectar los objetivos
expansionistas de dos potencias: Austria-Hungría y Rusia.
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Ahora bien, frente a estas apetencias estaban los diversos pueblos europeos
dependientes del Imperio turco, que aspiraban también a crear su propio Estado
independiente: griegos, serbios, búlgaros y rumanos. El resultado venía siendo la
pérdida de territorios del Imperio turco en
Europa: Grecia (en 1830), Serbia (en
1830, confirmada en 1878), Rumanía (en
1856), Montenegro y Bulgaria (en
1878).
A partir de la década de 1880 Turquía ha
desaparecido prácticamente de los
Balcanes; su territorio constituye una
franja meridional entre el Adriático y el
Egeo, pero los nuevos países (Serbia,
Bulgaria, Grecia y Montenegro) también
se van a interesar por extenderse por ese
espacio, rivalizando entre ellos. A todo
esto, el Imperio austro-húngaro y el
Imperio ruso siguen manteniendo una
política destinada a acrecentar su
influencia en la zona de los Balcanes. Las
diferencias terminarán creando un clima
de hostilidad que va a llevar al estallido
de la Primera Guerra Mundial.
2.7. Desarrollo y consolidación de Estados Unidos
A lo largo del siglo XIX, la expansión de territorial de los EE.UU., desde las trece
colonias hasta el Pacífico, fue posible gracias a la llegada de inmigrantes europeos. Ello
explica su espectacular crecimiento demográfico al pasar de unos 5 millones de
habitantes en 1800 a 75 en 1900.
El crecimiento de la población impulsó la expansión territorial y la marcha hacia el
Oeste. Por compra EE.UU. adquirió la Luisiana a Francia (1803), la Florida a España
(1819) y Alaska a Rusia (1867). La frontera sur quedó fijada tras la guerra contra
México (1846-1848), en la que EE.UU. recibió de México los territorios de Texas,
Nuevo México y California.
La marcha hacia el Oeste se vio fomentada por el descubrimiento de minas de oro (en
California), por la existencia de grandes praderas en las que los emigrantes podían
dedicarse a la agricultura y a la ganadería. El ferrocarril también favoreció esta
colonización del Oeste con la construcción de líneas transcontinentales que atravesaban
los EE.UU. entre el Este y el Oeste. Los indios se opusieron a esta política de
colonización, pero la actuación del ejército fue contundente para terminar siendo
concentrada la población india en las reservas.
Paralelamente, el problema de la esclavitud venía complicando las relaciones entre los
estados del norte (antiesclavistas, con fuerte desarrollo de la industrialización) y los del
sur (con una economía agraria basada en grandes plantaciones con mano de obra
Situación de los Balcanes en 1878 tras el tratado de Berlín
10
esclava). Para el sur la mano de obra negra resultaba imprescindible para el trabajo en
las plantaciones de algodón. La Constitución de 1787 establecía que cada estado
decidiría las cuestiones relativas a la esclavitud. Con la expansión hacia el Oeste las
tensiones entre los estados de uno u otro signo se agudizaron al crearse nuevos estados
que debían definirse como esclavistas o antiesclavistas.
En las elecciones para Presidente de los EE.UU. de 1860 triunfa el abolicionista
Abraham Lincoln y ello desencadenó la crisis. Siete estados del sur decidieron formar
la Confederación de Estados de América y separarse de la Unión (EE.UU.) con lo
que estalló la guerra de secesión (1861-1865) que terminó con la victoria de los
nordistas y la abolición de la esclavitud (1865). También volvían los estados sudistas a
la Unión de tal modo que la guerra contribuyó a consolidar a EE.UU. como nación.
Ahora bien, terminada la guerra todavía se mantuvieron medidas de segregación o
discriminación racial. Al tiempo, aparecieron sociedades secretas, como el Ku-Klux-
Klan (1866), extremadamente racistas, dedicadas a aterrar a los negros con sus
actuaciones violentas.
La guerra de Secesión provocó una recesión económica en los años sesenta, pero a
continuación volvió el crecimiento económico. EE.UU. alcanzaba, así, a Gran Bretaña a
finales del siglo XIX y, en 1914, se había convertido en la primera potencia industrial
del mundo.
2.8. El Japón Meiji
Antes de 1868, Japón seguía viviendo bajo una etapa feudal donde el poder recaía en los
señores feudales mientras el emperador, considerado como un dios, vivía relegado en su
palacio. El país se mantenía cerrado a toda influencia occidental. Hacia 1850 esta
situación comienza a alterarse. En 1853 el comodoro norteamericano Perry obliga a los
japoneses a abrir puertos al comercio occidental. En 1858 Japón ha de firmar tratados
comerciales, muy desfavorables para el país, con EE.UU., Holanda, Rusia, Inglaterra y
Francia.
Esta situación, tan desigual y humillante, dio lugar a la revolución Meiji (1868) que
daba fin al poder de los señores feudales y se decidía restaurar el poder de los
emperadores en la figura del emperador Mutsuhito que, en 1867, con 14 años, había
sucedido a su padre.
El reinado de Mutsuhito (1867-1912) va a suponer el restablecimiento de la autoridad
de los emperadores y la apertura y modernización del país de acuerdo con los esquemas
occidentales. Se reformó la legislación introduciendo la igualdad de los ciudadanos ante
la ley. La Constitución de 1889 reconocía derechos, pero el emperador conservaba todos
los poderes, el sufragio para elegir a la Cámara de Diputados era muy restringido y el
gobierno era responsable ante él, pero no ante el Parlamento.
Japón organizó un nuevo ejército y logró desarrollar la industrialización. En pocos años
Japón se convirtió en un imperio moderno, capaz de derrotar a China y a Rusia, y de
seguir los esquemas de la civilización europea de los siglos XIX y XX.
Con todo, a pesar de lo que supuso la revolución Meiji, Japón se mantuvo como un
régimen oligárquico, donde varias grandes familias controlaban el poder político y el
poder económico.
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3. EL IMPERIALISMO Y LA EXPANSIÓN COLONIAL
En el último cuarto del siglo XIX se inició un proceso de dominio político, militar y
económico de grandes territorios de Asia y África por parte de países industrializados
de Europa, EE.UU. y Japón. Este fenómeno se conoce como imperialismo, frente al
denominado colonialismo, desarrollado en los siglos anteriores, en el que, con la
excepción del Imperio español de América, predominaba el intercambio de mercancías
sin que se mostraran ambiciones territoriales.
Durante sesenta años, a partir de 1815, no hubo importantes rivalidades coloniales, en
cambio, desde 1880, las cuestiones coloniales se situaron de nuevo en primer plano y
las potencias industriales emprendieron una carrera de ocupaciones territoriales. Este
proceso culminó, a inicios del siglo XX, con la colonización del continente africano y
de una parte del asiático. A lo largo de ese proceso hubo momentos de fuerte tensión
entre las potencias colonialistas, constituyendo una de las causas del estallido de la
Primera Guerra Mundial.
3.1. Las causas del imperialismo
Son muchas las causas que influyen en el surgimiento de este fenómeno de expansión
territorial, citaremos las más importantes:
a) Causas económicas.
El desarrollo de la industria europea y su necesidad de hallar nuevos mercados y
materias primas. En efecto, el desarrollo de la segunda revolución industrial impulsó a
los países más industrializados a buscar nuevos mercados donde situar los excedentes
de su producción y, también, lugares donde obtener materias primas (algodón,
caucho…) al mejor precio posible. A su vez, las colonias eran un lugar donde se podían
invertir los capitales excedentes de la producción industrial.
Lenin, en su obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo” (1916), popularizó
la teoría según la cual la acumulación de capital en una minoría de países y la
consiguiente lucha por el dominio del mundo eran características naturales del
capitalismo. En 1914, el mundo está repartido y las únicas posibilidades de
redistribución que se pueden producir son mediante la guerra. En el caso inglés, la
mayoría de sus inversiones se dedicaron a su imperio colonial. Los opuestos a las tesis
de Lenin argumentaron que en otros países industriales, como Francia, la mayoría de
sus inversiones fueron a otros países europeos menos industrializados o a EE.UU. No
ven una conexión inseparable entre capitalismo, imperialismo y guerra.
b) Causas políticas y militares.
La superioridad militar de los europeos les facilitó una rápida ocupación territorial. La
exaltación del nacionalismo, el “orgullo nacional”, obligaba a contar con colonias,
donde los militares hacían méritos y conseguían ascensos y medallas. El imperialismo,
por tanto, se veía como un signo de prestigio y poder de los Estados.
Por otra parte, existían motivos estratégicos que hacían que una potencia se apoderase
de un territorio clave para el control de las rutas comerciales o para impedir el acceso a
una zona por parte de otro Estado.
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c) Causas demográficas.
El vertiginoso crecimiento de la población europea (aumenta en unos 150 millones de
personas entre 1870 y 1914) animó a la búsqueda de mejores posibilidades de vida en
las colonias, o bien, hacia otros países, como ocurrió con la enorme emigración europea
hacia EE.UU. o la de españoles, italianos y portugueses hacia Argentina y Brasil. Por
tanto, el poblar nuevos territorios se convirtió también en una válvula de escape para
aliviar la superpoblación del viejo continente.
d) Causas ideológicas.
La creencia en la superioridad de la raza blanca (darwinismo social) hizo que se
considerara un “deber” transmitir los avances de la civilización y la cultura europeas
(educación, sanidad, mejora de la vida) a los pueblos colonizados (“La carga del
hombre blanco”, según Rudyard Kipling). Por otro lado, las iglesias cristianas (la
católica y la protestante) se encontraron ante una nueva fase para extender su confesión
religiosa por el mundo.
Tampoco hay que olvidar el interés científico, es decir, el deseo de conocer y
cartografiar otros lugares todavía desconocidos. Muchos europeos se sentían atraídos
por esos territorios y se lanzaban a la exploración de ríos y montes desconocidos; las
manchas blancas en los mapas iban borrándose poco a poco. En este punto hemos de
hablar del papel de las Sociedades geográficas que se constituyen en muchos países
europeos con la misión de estudiar África y financiar exploraciones al interior del
continente que, posteriormente, favorecerán la posterior ocupación.
3.2. Las formas de dominación
La expansión colonial europea presentó distintas formas de dominación. Podemos
distinguir, en líneas generales, tres clases de colonias.
Colonias de explotación o colonias propiamente dichas. En ellas la metrópoli lleva a
cabo la administración a través de sus funcionarios, bajo las órdenes de un Gobernador.
Esta fórmula fue aplicada por todas las potencias coloniales.
Colonias de poblamiento. Se dieron en algunas colonias inglesas con fuerte presencia
de población blanca. En ellas se establecía un régimen de autogobierno y se permitía
organizar un Parlamento (elegido en la colonia). Estos territorios en el Imperio británico
recibieron el nombre de dominios: Canadá alcanzó ese rango en 1867 y más tarde lo
lograron Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica.
Protectorados: Eran territorios en los que se mantenía el gobierno indígena, en los
aspectos internos, bajo la supervisión de la potencia ocupante y sometido a ella. La
política exterior y el ejército eran controlados por la metrópoli
Ejemplo de protectorados fueron Marruecos, reino repartido entre Francia y España,
Túnez, perteneciente a Francia, y Egipto, protectorado británico, territorio con gran
valor estratégico desde la apertura del canal de Suez (1869), que permitía enlazar el mar
Mediterráneo, a través del mar Rojo, con el océano Índico.
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3.3. Los imperios coloniales
a) El reparto de África.
Hacia 1880 el interior de África era prácticamente desconocido para los europeos, que
sólo habían establecido enclaves portuarios a lo largo de la costa. En 1914 todo el
territorio africano se hallaba repartido entre las diversas naciones europeas, salvo dos
países: Liberia, creado por iniciativa de EE.UU., y Abisinia (actual Etiopía).
Las ocupaciones y actividades europeas más importantes ya se habían realizado con
anterioridad a la conferencia de Berlín de 1884-1885, donde las potencias europeas
llegaron a unos acuerdos para repartirse el control del continente africano. Francia y
Gran Bretaña ya se habían instalado en los territorios dependientes del Imperio turco en
el norte de África: Argelia (1830) y el protectorado de Túnez (1881) para Francia,
mientras los británicos establecían un protectorado sobre Egipto (1882).
En el África occidental atlántica venían actuando Francia (en Senegal y Gabón=Congo
Francés); Inglaterra (Sierra Leona, Nigeria y Costa de Oro=Ghana); Portugal en Guinea
y España en Río de Oro (Sáhara Español) y en el golfo de Guinea (Río Muni o Guinea
Española). En el África oriental, Inglaterra se hizo presente en la zona penetrando
desde Egipto en dirección sur hacia Sudán, mientras franceses e italianos se
establecieron en las costas del mar Rojo (Somalia y Eritrea). En el África austral
Portugal poseía desde siglos anteriores las fachadas marítimas de las colonias de Angola
y Mozambique. En la colonia de África del Sur la situación se complicó con la
presencia de dos poblaciones europeas, holandeses (los boers o afrikaners) e ingleses.
Los holandeses, a mediados del siglo XVII, se habían establecido en la colonia de El
Cabo y, tras las guerras napoleónicas, la colonia pasó a los ingleses, obligando a los
boers a desplazarse hacia el norte (Orange y Transvaal), que fueron finalmente
sometidos por Cecil Rhodes (gobernador de Sudáfrica) tras el descubrimiento de minas
de oro.
La ocupación de los territorios centroafricanos creó tensiones entre los estados y ello
llevó, por iniciativa de Bismarck, a reunir en 1884-1885 la conferencia de Berlín,
donde las potencias europeas llegaron a unos acuerdos para repartirse el continente
africano. Se decidió la libre navegación por los ríos Congo y Níger y la libertad de
comercio en África central entre el Atlántico y el Índico. También se acordó que sólo la
ocupación efectiva, y no el descubrimiento previo, daba derecho a considerar un
territorio como colonia propia, lo que dio lugar a una auténtica carrera colonial para
conquistar África. Por último, para evitar tensiones entre las potencias europeas por el
control del África central, se decidió crear el llamado “Estado Libre del Congo” como
propiedad de Leopoldo II de Bélgica (1865-1909), que a su muerte legó a Bélgica.
Alemania pudo ocupar Tanganica, Camerún y África del Suroeste. En el siglo XX, el
káiser Guillermo II consideró este lote insuficiente, pero sus planes para acrecentarlo
sólo tuvieron como resultado aumentar la tensión precursora de la Primera Guerra
Mundial. Italia obtuvo Somalia y Libia; aspiraba a Túnez pero Francia se le adelantó.
También, su intento de conquistar Abisinia terminó en un gran fracaso: la derrota de
Adua (1896).
En la conferencia de Berlín ya se planteó el problema de los “imperios coloniales
continuos”, con la formación de ejes coloniales en sentido horizontal (dirección Oeste-
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Este) o vertical (dirección Norte-Sur). Francia aspiraba a crear un eje O-E desde
Senegal y Gabón por el Sáhara y Sudán hasta Somalia. Portugal deseaba igualmente
conseguir su eje O-E entre Angola y Mozambique. Ambos ejes horizontales chocaban
con el pretendido por Gran Bretaña en sentido N-S, entre El Cairo y El Cabo.
La primera rivalidad colonial se produjo entre Inglaterra y Portugal en el África
austral al querer Portugal unir Angola con Mozambique incorporándose el territorio
entre ambas y que desembocó en la crisis del ultimátum o del “mapa rosa” (1890), por
la que Portugal, una vez recibido el ultimátum británico, decidió desistir de su proyecto.
La segunda rivalidad tuvo lugar entre Francia y Gran Bretaña en 1898 al chocar ambos
imperialismos en Sudán (en Fashoda, a orillas del río Nilo) y que puso a ambas
potencias al borde de la guerra. Francia terminó cediendo a las presiones inglesas
renunciando a su imperio colonial en sentido Oeste-Este.
Cuando parecía que se
habían resuelto las tensiones
coloniales, otra vez volvía la
rivalidad, ahora entre
Francia y Alemania, como
consecuencia del intento de
Francia de establecer un
protectorado en Marruecos,
en el que participaría España
asignándosele la parte norte
de Marruecos (el Rif).
Alemania se opuso, ahora
pretendía una mayor
presencia colonial en África.
Consiguió que estallaran dos
crisis por Marruecos con la
consiguiente tensión,
contribuyendo a caldear el
ambiente que desembocó en
el estallido de la Primera
Guerra Mundial.
Los imperios coloniales europeos en África en 1914
15
b) La colonización de Asia Oriental, Meridional y del Sureste.
La expansión europea en Asia se desarrolló paralelamente al reparto de África.
India y sureste de Asia
Francia actuó con éxito en Indochina. En 1858-1860, durante el Imperio de Napoleón
III, ocupó la Cochinchina (región meridional de Vietnam=delta del Mekong con su
capital Saigón). Tras enfrentarse a China (1884-1885) y salir ésta derrotada ello le
permitió ampliar su presencia creando la Unión Indochina (1887), formada por
Cochinchina y los territorios de Annam, Tonkin, Camboya y, más adelante, Laos.
En la India la presencia británica era una realidad desde finales del siglo XVIII. En el
siglo XIX la administración inglesa se acentúa, sobre todo tras la revuelta de los
cipayos (indios que formaban parte del ejército británico) en 1857-1859.
Los ingleses practicaron una política de aislamiento de la India frente a otros
imperialismos. Así, para contrarrestar la hegemonía francesa en el sudeste de Asia,
Inglaterra procedió a la anexión de Birmania y de la extremidad sur de la península de
Malaca, convirtiendo a Singapur en uno de los puertos más importantes del Extremo
Oriente.
En otra dirección, frente al Imperio ruso, que estaba extendiéndose por tierras del Asia
Central, ocupando todo el Turquestán, Gran Bretaña consideró que sus intereses en
Persia y la India podían verse afectados; al final, los dos Imperios (ruso y británico)
permitieron que Afganistán cumpliera el papel de Estado-tapón, independiente, para
separar a ambos Imperios.
Por último, los holandeses que, a principios del siglo XIX, ocupaban poco más que la
isla de Java, afirmaron su administración sobre las Indias Orientales Holandesas (Java,
Sumatra, Borneo y parte de las islas Célebes) totalmente ocupadas en 1882.
El Imperio ruso en Asia
El Imperio ruso ya había ocupado el Asia septentrional -Siberia- desde el siglo XVII. Al
tratarse de un imperio continental, rodeado de hielo, su política expansiva consistía en
avanzar hacia el sur, empujar por tierra contra el Imperio turco, contra Persia, contra la
India y contra China. Ya hemos visto su presencia en Asia Central. Ahora corresponde
tratar sobre su empuje sobre la China septentrional y en la costa del Pacífico buscando
una salida en aguas más cálidas. Así, en 1858, se hizo ceder por China la provincia de
Amur y, en 1860, obtuvo la región costera entre la desembocadura del río Amur y
Corea. Allí se fundó el puerto de Vladivostok, presionando todavía más sobre China
para que le cediera la Manchuria (China septentrional) para establecer el ferrocarril en
esta región; además, el gobierno chino terminó entregándole también Port Arthur.
El imperialismo en China.
Los historiadores chinos denominan a la época en que se desarrollaban los distintos
imperialismos como “época de los tratados desiguales”. China venía mostrando un
carácter cerrado y autosuficiente. Los europeos la habían visitado desde la Edad Media,
Los distintos conflictos entre las potencias coloniales
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pero los chinos se resistían a relacionarse con los “barbaros” del Oeste y del Sur. Sin
embargo, a mediados del siglo XIX, el aislamiento chino estaba llegando a su fin. La
dinastía Manchú, reinante desde el siglo XVII, era incapaz de controlar el país. Los
occidentales se aprovecharon de la debilidad de los emperadores chinos y les forzaron a
hacer concesiones comerciales y territoriales.
Como el gobierno chino se oponía a abrir su territorio al comercio extranjero, los
comerciantes ingleses recurrieron entonces al contrabando, vendían opio indio a
cambio de plata y té chinos. La confiscación del opio en Cantón por las autoridades
chinas fue el pretexto que esgrimió Inglaterra para atacar a China, dando lugar a la
“primera guerra del opio” (1840-1842), que obligó a China a ceder Hong Kong a los
ingleses y abrir varios puertos del sureste a las mercancías inglesas.
Nuevos tratados firmados por China, durante la segunda mitad del siglo XIX, le
obligaron a seguir abriendo su mercado y aceptar el establecimiento en sus ciudades de
colonias propias, ajenas a toda ley china, por parte de Gran Bretaña, Francia, Alemania,
Rusia, Japón y EE.UU. Ante tales abusos, se comprende que se desarrollaran
levantamientos populares contra los extranjeros. En 1900 tuvo lugar la revuelta de los
boxers (boxeadores), ultranacionalistas chinos, que llegaron a dar muerte a unos 300
extranjeros. Las potencias europeas, junto con Japón y EE.UU., respondieron con el
envío de una fuerza internacional que acabó con la revuelta.
El imperialismo japonés y de EE.UU.
El crecimiento económico y la modernización social convirtieron a Japón en una
potencia imperialista, dispuesta a competir con las potencias europeas por el dominio de
Asia. Su interés, inicialmente, se centró en China y en las posesiones rusas en el norte
de China.
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En 1894-1895 estalla la guerra contra China, donde es derrotada China viéndose
obligada a ceder Formosa al Japón y a reconocer a Corea como Estado independiente.
El conflicto contra Rusia se veía venir al rivalizar ambas potencias por el mismo espacio
(Corea y Manchuria). En 1904-1905 estallaba la guerra ruso-japonesa. La derrota rusa
provocó un fuerte impacto en todo el mundo. Japón lograba la parte sur de la isla
Sajalin, Port Arthur y el protectorado sobre Corea y Manchuria meridional. Una nueva
potencia imperialista había aprendido de Europa lo suficiente como para igualarse a las
potencias occidentales en la zona asiática del Pacífico.
Por último, en cuanto a EE.UU., su actuación colonial se realizó en dos direcciones:
hacia el Pacífico y hacia el Caribe. En 1898 el conflicto entre Cuba y España,
transformado en guerra entre España y EE.UU., terminó con la rápida derrota española.
Como resultado, Cuba obtuvo la independencia y Puerto Rico, Filipinas y la isla de
Guam (en el archipiélago de las Marianas) fueron cedidas a EE.UU.
En Panamá, EE.UU. se había propuesto construir un canal que comunicase los dos
océanos. Ante la oposición de Colombia a hacer las concesiones necesarias, los
norteamericanos impulsaron la independencia de Panamá (1903), que dio toda clase de
facilidades a EE.UU. para construir el canal (abierto en 1914). EE.UU. estaba
empezando a mostrar su poderío económico, su injerencia en los asuntos internos de los
países americanos y a penetrar en el área del Pacífico, situando en sus islas bases
navales (Hawai se ocupa en 1898) destinadas a proteger sus intereses en Asia.
3.4. Consecuencias del imperialismo colonial
La expansión europea contribuyó a la europeización del mundo. Las consecuencias de
la ocupación de estos territorios son positivas o negativas según quién cuente la historia,
si son los pueblos europeos o si son los pueblos sometidos.
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a) Consecuencias positivas para los pueblos colonizados.
* Entre estas habría que citar el incremento de la población en los países ocupados
debido a la erradicación de epidemias y la consiguiente reducción de la mortandad a
causa de las medicinas llevadas por los europeos.
* Otra sería el aumento de los cultivos y la introducción de otros lo que hizo que
aumentara la producción agrícola, aunque fuera para abastecer al país colonizador.
* El descenso del analfabetismo y la expansión de la cultura occidental, esto produjo la
desaparición de la estructura tribal de esas sociedades e incluso en algunos casos la
pérdida de su identidad cultural; como vemos una consecuencia positiva suele conllevar
una negativa.
b) Consecuencias negativas para los pueblos colonizados.
* La explotación exhaustiva de las colonias mediante la confiscación de sus tierras, que
pasan a manos de grandes compañías, adueñándose de sus recursos naturales
* El abuso de la mano de obra gratuita o a muy bajo precio de los colonizados.
* El desarrollo de una actividad económica en beneficio de la metrópoli.
* Los colonizadores provocaron, en muchos casos, la destrucción de la lengua y la
cultura de los colonizados y de su sociedad tradicional.
* Las fronteras que establecieron los europeos serían totalmente arbitrarias, sin tener
en cuenta a los pueblos indígenas. Así, se impuso la convivencia forzada entre grupos
étnicos tradicionalmente enfrentados, mientras otros pueblos se vieron de repente
divididos.
* En muchos casos habrá una fuerte segregación racial y falta de respeto por las
realidades autóctonas.