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Temas de historia argentina y americana 19

Temas de historia argentina y americana Nº 19bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/temas... · 2012-05-11 · Universidad del Salvador). Dra. Noemí Girbal-Blacha

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Temasde historia argentina

y americana

19

Temasde historia argentina

y americana

19

Julio – Diciembre de 2011

Pontificia Universidad Católica Argentina Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación

INSTITUTO DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA

Ilustración de tapa: Emilio Biggeri, “Combate naval de Martín García” (12 de marzo 1814). Oleo sobre tela, Museo Naval de la Nación - Tigre, Provincia de Buenos Aires.

Corrección de textos: Ariel eiris

Traducción: Prof. MAríA sol rubio GArcíA

Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Historia Instituto de Historia Argentina y Americana

Alicia M. de Justo 1500Edificio San Alberto MagnoC 1107AFD Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina www.uca.edu.arE-mail: [email protected]

Temas de Historia Argentina y Americana se encuentra indizada en los catálogos LATINDEX y EBSCO.

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723 Impreso en la Argentina© 2012 UCAISSN 1666-8146

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Los autores de los artículos publicados en el presente número ceden sus derechos al editor, en forma no exclusiva, para que incorpore la versión digital de los mismos al Repositorio Institucional de la Universidad Católica Argentina como así también a otras bases de datos que considere de relevancia académica.

Sumario

investiGAciones

nAzAreno uriel brondo, La política en Buenos Aires y el liderazgode Simón Bolívar en tiempos de la construcción estatal sudamericana:La opción bolivariana en el conflicto por la soberanía en la Banda Oriental (1824-1828) ..................................................................................15

Adrián cAMMArotA, Consideraciones sobre la educación media humanística bajo el primer peronismo (1946-1955): Expansión de la matrícula secundaria, inversión estatal y orden educativo meritorio ........47

rosArio GüenAGA, La inmigración colonizadora en Santa Cruzentre fines del siglo XIX y principios del siglo XX ......................................95

AnA MAríA KePelusz - PoPPi, José Penna y Salvador Mazza en tiemposdel cólera. Salud, inmigración y legitimidad políticaen la Argentina de 1910 ............................................................................117

iGnAcio A. lóPez, Discurso y praxis contra el fraude: consideracionessobre la política reformista de Roberto M. Ortiz (1938-1940) .................157

Julio M. luqui – lAGleyze, Los oficiales del almirante Brown: Estudio sobre el origen y reclutamiento de la oficialidad naval de las Guerrasde la independencia y del Brasil 1810 -1830 ............................................185

PAolA silviA rAMundo, Aspectos simbólicos prehispánicos en la Quebrada de la Cueva: Una mirada arqueológica .....................................225

estudios y reseñAs biblioGráficAs

Un riguroso estudio sobre la Constituciónde Cádiz de 1812. (María Victoria Carsen) .................................................251

edberto oscAr Acevedo, Ilustración y liberalismo en Hispanoamérica, Buenos Aires (Ariel Alberto Eiris) ............................................................254

MArio cAlifAno; eduArdo crivelli y JuAn A. GonzAlo (eds.), Las Religiones de la Argentina Aborigen (Daniela Sanz) ........................256

GuillerMo lehMAnn, Aarón Castellanos: La Colonia Esperanza y el Ferrocarril del Rosario a Córdoba. (Milagros María Criquet) ................258

dieGo A. MAuro, De los templos a las calles: catolicismo, sociedad y política. Santa Fe, 1900 - 1937. (Bárbara Barbieri) .................................259

rAnAAn rein, ¿Judíos argentinos o argentinos judíos?. (María Fernanda de la Rosa) ...................................................................261

investiGAciones

La política en Buenos Aires y el liderazgo de Simón Bolívar en tiempos de la construcción estatal sudamericana: La opción bolivariana

en el conflicto por la soberanía enla Banda Oriental (1824-1828)

nAzAreno uriel brondo

USAL [email protected]

resuMen

El propósito del artículo es analizar el acercamiento diplomático de Buenos Aires con Simón Bolívar para sumar fuerzas en el conflicto con Brasil por la soberanía en la Banda Oriental. Intentaremos mostrar por qué intereses políticos Buenos Aires; fuera dominada por la facción “unitaria” o “federal”, y Bolívar; empeñado en liderar la organización nacional de Co-lombia, Perú y Bolivia, no formalizaron un acuerdo diplomático/militar en el contexto de la creación de los Estados de Bolivia y Uruguay durante el período de 1824-1828. Procuramos la inteligibilidad, interpretación y expli-cación de la cuestión mediante el análisis de fuentes de información históri-ca que reflejan la agenda pública de Buenos Aires, y las prioridades políticas de Bolívar en el espacio temporal que nos ocupa.

PAlAbrAs clAve

Diplomacia de Buenos Aires en Sudamérica - Fundación de Bolivia - Política de partidos en Buenos Aires - liderazgo de Bolívar en Sudamérica - Identidad “nacional” -“americanismo” - Guerra con Brasil.

AbstrAct

The purpose of this paper is to analyze the diplomatic approach of Bue-nos Aires towards Simon Bolivar to join forces in the conflict with Brazil

16 NAZARENO URIEL BRONDO

over the sovereignty in the Banda Oriental. It is intended to show the po-litical interests that moved Buenos Aires; whether under the domination of “unitary” or “federal” faction, and Bolivar; committed to play a leading role in the national organization of Colombia, Peru and Bolivia, not to settle down a diplomatic/military agreement in the context of the creation of Bo-livia and Uruguay States during the period of 1824-1828. Seeking intelligi-bility, interpretation and explanation of this matter through out the analysis of sources of historical information that reflect the public agenda of Buenos Aires, along with the political priorities of Bolivar in this particular period of time.

Key words

Diplomacy of Buenos Aires in South America - The Foundation of Bolivia - Parties politic in Buenos Aires and Bolivar’s leadership in South America - “National” identity - “Americanism” - War with Brazil.

introducción

Lo que nos proponemos analizar en el siguiente estudio es el espacio de poder que Buenos Aires le atribuyó a Simón Bolívar durante la disputa entre el Río de la Plata y Brasil por la definición de la soberanía en la Banda Oriental en los años 1824-1828. Es un artículo de historia política con acen-to en la diplomacia porteña circunscripta a la cuestión oriental en relación con el liderazgo de Bolívar en Sudamérica, en el contexto de la formación histórica de los Estados modernos en Iberoamérica.

En la historiografía argentina, Carlos Correa Luna fue pionero en estu-diar particularmente la diplomacia rioplatense hacia el Libertador. En 1924 y 1925 publicó una serie de artículos en el periódico porteño La Prensa, que más tarde fue difundido en forma de libro1. A pesar de usar documentación de archivo, es un trabajo sin hipótesis histórica pero con abundantes elogios para Alvear y Bolívar mostrados como modelos de “patriotismo americanis-ta” en contraposición a Bernardino Rivadavia y el “partido unitario” de Bue-

1 cArlos correA lunA, Alvear y la diplomacia de 1824-1825. En Inglaterra, Estados Unidos y Alto Perú, con Canning, Monroe, Quincy Adams, Bolívar y Sucre, Buenos Aires, M. Gleizer editor, 1926.

17LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

nos Aires. En las obras de historia argentina generales, la relación política entre Buenos Aires y Bolívar es un acápite de menor importancia en compa-ración con otros temas del mismo período, y más que analizada es relatada2.

Más cerca en el tiempo y aportando un análisis más amplio se encuentra el texto de Mariano Drago quien historia la vida política del Congreso de Panamá gestionado por Bolívar. Su conclusión al respecto es que la unión entre Buenos Aires y Bolívar estaba destinada al fracaso desde el despacho de la misión diplomática Alvear-Díaz Vélez de 1825 en el Alto Perú, porque para Perú y Colombia la guerra entre el Río de la Plata y Brasil era un hecho indiferente. La estrategia de las instrucciones de la embajada rioplatense era inadecuada porque proponían una alianza con Bolívar, al mismo tiempo que propiciaban sabotear la reunión del Congreso de Panamá3. Mientras que Drago atribuye la ausencia de un acuerdo con Bolívar a la impericia de la política exterior porteña y al desinterés de Perú y Colombia, Miguel Ángel Cárcano sostiene que Bolívar abandonó la idea original de involucrarse en la guerra por la Banda oriental cuando divisó que dicho programa hubiese puesto en riesgo su autoridad política4.

En el ensayo de Tulio Halperín Donghi sobre la imagen argentina de Bolívar y en la Historia de las Relaciones Exteriores de la República Ar-gentina dirigida por Andrés Cisneros y Carlos Escudé, las razones de las discrepancias están interpretadas en “clave ideológica”. Halperín opina que la conducta pública de Bolívar fue percibida por el grupo rivadaviano como un modelo de poder personalista y militar, antitético al liberal-constitucional que los unitarios intentaban implementar en 18265. En el trabajo de Cisneros y Escudé se concluye que las desavenencias irresueltas entre Buenos Aires y

2 Por ejemplo luis sAntiAGo sAnz, “La política internacional. Relaciones exteriores y cuestiones limítrofes (1810-1862)”, en: AcAdeMiA nAcionAl de lA historiA, Nueva Historia de la Nación Argentina, t. 5, 3ª parte, Buenos Aires, Planeta, 2000, pp. 184 y ss. huMberto A. MAndelli, “La política diplomática argentina en América”, en: ricArdo levene (Dir.), Historia de la Nación Argentina, t. 6, 2ª sección, Buenos Aires, El Ateneo, 1948, pp.419 y ss.

3 MAriAno J. drAGo, El Congreso de Panamá, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1970, p. 102.

4 MiGuel ánGel cárcAno, La política internacional en la historia argentina, t.2, Buenos Aires, Eudeba, 1973, p. 1149.

5 tulio hAlPerín donGhi, El Espejo de la historia argentina. Problemas argentinos y perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, pp. 113-114.

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Bolívar fueron consecuencia de un antiamericanismo, que en última instan-cia fue común a las dos partes6.

Nuestra propuesta es preguntarnos por qué y cómo se desarrollaron las negociaciones entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Bolívar di-rigiendo nuestro análisis desde los intereses específicos de los Estados en formación que representaban los interlocutores, para intentar la resolución de los interrogantes desde una perspectiva comparativa del contexto político del Río de la Plata y las repúblicas bolivarianas durante los años 1824-1828. Las fuentes de información documental analizadas e interpretadas compren-den instrucciones, informes y correspondencia diplomática. Esto es, textos oficiales que muestran los intereses estratégicos de las partes negociadoras. También usamos intercambio epistolar privado, especialmente de Bolívar, y las sesiones del Congreso constituyente de Buenos Aires, puesto que nos permiten una mejor comprensión de la percepción política que tuvieron los contemporáneos sobre el asunto tratado.

Intentaremos mostrar que entre las alternativas de negociación para re-cuperar la soberanía en la Banda oriental, Buenos Aires contempló la opción de convertir a Bolívar en un aliado diplomático del Río de la Plata en el año 1825. Las negociaciones no se habrían consumado en un acuerdo porque la disputa contra Brasil desató una serie de intereses encontrados que re-velarían la incomplementariedad política del Río de la Plata y el liderazgo de Bolívar. Paralelamente, la evolución política interna del Río de la Plata, Colombia, Perú y Bolivia, habría terminado de alejar a estos Estados de una posible asociación diplomática, condicionados fuertemente por el contexto político de los proyectos de fundación de naciones en Iberoamérica. El úni-co efecto concreto de las negociaciones habría sido el incremento del poder de Bolívar con la creación de la República boliviana y, secundariamente, la consumación de la intervención diplomática de Gran Bretaña en la resolu-ción del conflicto.

A los efectos de la lógica interna de la investigación dividimos el objeto de estudio en dos partes temporales. La primera contempla los años 1824 y 1825. En estos dos años el gobierno de Buenos Aires - ocupado por Juan Gregorio de Las Heras- y Bolívar, trataron en términos diplomáticos el inte-

6 Andrés cisneros y cArlos escudé (Dirs.), Historia general de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, t. 3, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998, p. 20.

19LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

rés del Río de la Plata para que el Libertador fuera parte en la lucha contra el Imperio de Brasil. Las negociaciones se produjeron en la coyuntura de la convocatoria bolivariana a las repúblicas iberoamericanas para que fun-daran un Congreso común en Panamá. Los enviados al Alto Perú para que negociaran con Bolívar fueron Carlos María de Alvear y José Miguel Díaz Vélez.

La segunda parte corresponde al período de 1826-1828, durante la pre-sidencia de Bernardino Rivadavia y la posterior gobernación de Dorrego en Buenos Aires. Estadio histórico de discordias civiles para el Río de la Plata y el sistema de repúblicas bolivarianas. En esta etapa, nos detendremos en la evolución política rioplatense y en la agenda política de Bolívar, contex-tualizadas en las últimas negociaciones diplomáticas que concluyeron con la fundación de la República Oriental del Uruguay.

Durante el tramo histórico que nos ocupa, la provincia de Buenos Aires, en calidad de Estado independiente o como sede de las autoridades nacio-nales transitorias7, fue la que condujo y financió las gestiones diplomáticas de las Provincias Unidas ante los Estados americanos y europeos8. El cua-dro internacional de la década de 1820 mostraba al Estado británico cons-truyendo su liderazgo en el eje del Atlántico y estrechando lazos políticos con Hispanoamérica a través del reconocimiento de las independencias. La contraprestación de los Estados reconocidos fue la firma de los convenios

7 Como ha develado José Carlos Chiaramonte, en esta etapa de la historia de las Provincias del Plata, los hábitos políticos de los Estados provinciales fueron autonómicos. Es decir, fueron comunidades políticas independientes de todo otro poder, con la facultad soberana de dictarse sus propias leyes. Toda vez que se diluyeron las autoridades nacionales, como sucedió en 1820 y en 1827, las provincias reasumieron su status de Estados soberanos e independientes. Conf. José cArlos chiArAMonte, “¿Provincias o Estados?: Los orígenes del federalismo rioplatense”, en: frAncois-XAvier GuerrA (Dir.), Revoluciones hispánicas: independencias americanas y liberalismo español, Madrid, Editorial Complutense, 1995, p. 179. Sobre la doctrina política legitimadora de la soberanía plena de las provincias y los proyectos de fundación de un único Estado que las comprendiera consúltese también José cArlos chiArAMonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Buenos Aires, Emecé Editores, 2007, especialmente 3ª parte, caps. II y III.

8 Para conocer en detalle las bases jurídicas y políticas, y el funcionamiento del manejo de las Relaciones Exteriores en el Río de la Plata durante la década de 1820 recomendamos el texto de víctor tAu AnzoáteGui, Formación del Estado Federal Argentino (1820-1852). La intervención del gobierno de Buenos Aires en los asuntos nacionales, Buenos Aires, Editorial Perrot, 1965, cap. I.

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de carácter civil y comercial que, ratificados entre 1825 y 1827, aseguraron a Gran Bretaña la explotación económica de la América antes española-portuguesa. En España, Fernando VII había retomado el poder en 1823 en virtud de la campaña militar francesa y el respaldo diplomático de la Santa Alianza fundada en Verona que alentaba la reconquista de América para el absolutismo.

Después de la batalla de Ayacucho – 8 de diciembre de 1824-, se abrió en Sudamérica un ciclo político más favorable para la construcción de un nuevo orden que reemplazara al colonial. En este trayecto fundacional se produjo el acercamiento entre Buenos Aires y Simón Bolívar, con Colombia y el Bajo y Alto Perú como espacios geográficos de su poder político. Para entonces, la agenda pública del Río de la Plata estaba signada por los deba-tes respecto a la distribución de poder entre Buenos Aires y las provincias interiores en la formación de un poder nacional, y la incipiente definición de los límites territoriales que adoptaría el nuevo Estado. En materia geopo-lítica los gobiernos platenses de la década de 1820, habían heredado las cuestiones irresueltas de la Banda Oriental y del Alto Perú en el proceso de desintegración territorial del Virreinato rioplatense iniciado por el Paraguay, provincia que sostuvo en el tiempo el carácter de Estado independiente des-de el proceso abierto con la Revolución.

buenos Aires y lA AlternAtivA de bolívAr coMo Actor internAcionAlen lA PolíticA rioPlAtense

La tradicional expansión portuguesa hacia el Río de la Plata se situó en la Banda Oriental en 1817 con la anuencia de un sector de la dirigen-cia porteña y los montevideanos9. La provincia oriental con el nombre de Cisplatina fue incorporada en 1821 al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves, y luego continuó perteneciendo al Brasil cuando declaró su inde-pendencia en 1822. La expedición anti-lusitana de los 33 Orientales de abril de 1825 con base operativa en Buenos Aires y comandada por Juan Lavalle-ja y Fructuoso Rivera, tuvo éxito en la campaña pero no así en las ciudades

9 Julio sánchez GóMez, “La independencia de la República Oriental del Uruguay: los realistas en la Banda Oriental”, en: ivAnA frAsquet (coord.), Bastillas, cetros y blasones. La independencia en Iberoamérica, Madrid, Fundación MAPFRE, 2006, p. 92.

21LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

de Montevideo y Colonia que continuaron bajo la administración imperial. El plan político de Los 33 era recuperar la soberanía plena en la provincia para que fuera reincorporada en la comunidad del Río de la Plata y tuviera en consecuencia representación en el Congreso constituyente que sesionaba en Buenos Aires desde 182410.

Los orientales triunfantes en la zona rural conformaron el gobierno pro-visional unionista, mientras seguían recibiendo auxilios oficiosos desde el litoral rioplatense. Sin embargo, el gobierno de Buenos Aires y los miem-bros del Congreso constituyente adoptaron ante los sucesos una postura cautelosa esperando circunstancias más favorables. Todavía no habían apro-bado oficialmente la lucha, porque sabían que el Emperador Pedro estaba dispuesto a defender la Cisplatina declarando la guerra11, y para entonces, una guerra internacional por la soberanía en la Banda Oriental interrumpiría con imprevisibles consecuencias internas, la evolución de la construcción institucional de carácter centralista que se estaba llevando adelante en el seno de la Asamblea constituyente porteña.

En esta instancia del problema oriental, el gobernador de Buenos Aires Juan Gregorio de Las Heras – encargado provisoriamente del Poder Ejecuti-vo Nacional en razón de la Ley Fundamental del 23 de enero de 1825-, y su Ministro de Relaciones Exteriores, Manuel José García, designaron a Carlos María de Alvear y José Miguel Díaz Vélez Ministros Plenipotenciarios ante Simón Bolívar en el Alto Perú, según las instrucciones con fecha de 10 de junio de 1825. Los propósitos fundamentales de la embajada eran negociar con Bolívar una alianza con las Provincias Unidas para recuperar la so-beranía en la Banda Oriental, y parlamentar para que el Alto Perú tuviera representación en el Congreso de Buenos Aires12. La decisión de despachar la embajada en ese momento fue animada por los informes del ministro ple-

10 Ibídem, p. 59.11 tulio hAlPerín donGhi, Argentina. De la revolución de independencia a la

confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, p. 222.12 Instrucciones del Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de las Provincias

del Río de la Plata para los Ministros Plenipotenciarios Carlos María de Alvear y José Miguel Díaz Vélez, Buenos Aires, 10 VI-1825, en: ernesto restelli (Comp.), La gestión diplomática del General de Alvear en el Alto Perú (misión Alvear-Díaz Vélez, 1825-1827), Buenos Aires, Documentos del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, 1927, pp. 8-9.

22 NAZARENO URIEL BRONDO

nipotenciario en Lima, Ignacio Álvarez Gómez. El ministro en Perú, había recomendado al gobierno de Las Heras ganarse la voluntad de Bolívar por-que era quien controlaba el poder de las repúblicas del norte sudamericano13.

En la visión primaria del gobierno de Buenos Aires la salida de las fuer-zas imperiales de la Banda Oriental debía obtenerse mediante un acuerdo de límites con el Imperio garantizado -de resultar conveniente- por Gran Bre-taña. Para alcanzar este estadio de negociación era necesaria la instrumenta-ción de una intimación conjunta de las repúblicas de Colombia, Perú, Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata14. Pero las noticias que llegaron a la capital porteña sobre la toma de las provincias de Chiquitos y Mojos pertenecientes al Alto Perú por parte de las fuerzas imperiales provocaron la reformulación de las instrucciones. Esta situación creaba un interés idéntico porque la expansión territorial lusitana afectaba también a una región con-trolada por Bolívar.

Las Heras y García instruyeron a los comisionados indicándoles que las nuevas circunstancias ameritaban tomar una decisión más firme por la opción de declararle la guerra al Emperador con el aval de un tratado mul-tilateral secreto. El nuevo ofrecimiento que se haría a Bolívar, sin descartar la intimación diplomática original, excluía de la alianza a Chile para con-centrar los esfuerzos en la organización, financiamiento y conducción de un ejército republicano formado por los Estados de Colombia, Perú y las Provincias del Río de la Plata. El plan militar era sumamente ambicioso porque contemplaba concluir la guerra en el mismo territorio del Brasil para debilitar las fuerzas militares del Emperador en la Banda Oriental, y en con-secuencia potenciar las posibilidades de éxito del ejército rioplatense en la provincia en disputa15.

Era claro que la viabilidad del pacto dependería de la identidad o com-plementariedad de intereses que existieran entre los interlocutores. El go-bierno de Buenos Aires sabía que una de las prioridades de Bolívar después de Ayacucho era la reunión del Congreso continental panameño. Por eso, Alvear debía informarse sobre los objetivos, medios y probabilidades reales

13 MiGuel ánGel cárcAno, op.cit., t.2, p. 1140.14 Instrucciones del Ministro, 10-VI-1825, op.cit., p.9.15 Nuevas instrucciones del Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata a

Alvear y Díaz Vélez, Buenos Aires, 26-VI-1825, Ibídem, p. 23.

23LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

de que este proyecto, promovido por el gobierno de Colombia desde el año 1822, se concretara16. En el intercambio epistolar entre García y los Minis-tros se revela el peso específico que tendría en las negociaciones el plan bo-livariano de fundar una confederación de naciones americanas. El gobierno de Buenos Aires desconfiaba sobre los propósitos de dicha convocatoria y al mismo tiempo lo usó como llave de negociación con Bolívar. La orden dada a los comisionados fue dilatar la cuestión en forma directamente proporcio-nal a la disposición que mostrara Bolívar en el conflicto con Brasil:

[…] sin rechazar la idea [del Congreso panamericano], manifestarán, si así lo juzgaren más propio, adherir a ella anunciando que lo consultan a su Gobierno y que esperan se allanen las dificultades, pudiendo hacer esto con mayor aseveración, si el Presidente del Perú [Bolívar] difiere el re-solverse sobre la cuestión de la Banda Oriental, hasta la reunión de dicho Congreso17.

De las palabras del ministro García se desprende que el gobierno de Las Heras preveía que Bolívar podía llegar a proponer que la resolución del problema de la soberanía en la Banda Oriental fuera materia de discusión y decisión del Congreso a reunirse en Panamá. Por un lado, la posible pro-mesa de enviar plenipotenciarios al Congreso panameño era para Buenos Aires un medio de presión para obtener la cooperación bolivariana. Por otro lado, la misión que llegaría en octubre representaba para Bolívar una buena oportunidad para reiterarles a las autoridades porteñas la necesidad de ins-titucionalizar una confederación de naciones americanas que instrumentara políticas comunes entre las nuevas repúblicas independientes. Aquí se en-cuentran los intereses en tensión condicionantes de mayor notoriedad que aparecerían en el progreso de las conferencias que mantendrían Alvear, Díaz Vélez y Bolívar, en octubre y diciembre de 1825.

El asunto de la soberanía en la región altoperuana no era un tema di-plomático menor. La base ofrecida de negociación con la Asamblea del Alto Perú para que enviaran diputados al Congreso porteño se sustentó en el prin-

16 Instrucciones del Ministro, 10-VI-1825, op.cit., p. 10.17 Instrucciones del Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de las Provincias

del Río de la Plata para los Ministros Plenipotenciarios García a Alvear y Díaz Vélez, Buenos Aires, 16-VI-1825, Ibídem, p. 18.

24 NAZARENO URIEL BRONDO

cipio de la autodeterminación. El gobierno de las Provincias Unidas no re-nunció explícitamente a la soberanía de las provincias altoperuanas porque la ley, dictada en mayo de 1825, las continuó considerando parte integrante del Estado rioplatense en virtud del principio de derecho público de uti pos-sidetis18. No obstante, la Asamblea y el Poder Ejecutivo vislumbraron la posibilidad de la separación porque depositaron en la voluntad política de la élite altoperuana la conveniencia de sumarse al proceso constituyente del Plata, o de negarse legítimamente a enviar la representación sugerida19. Con esta disposición de excepción, el gobierno de las Provincias Unidas sentó un precedente posiblemente no querido para que las antiguas provincias del virreinato eligieran autónomamente la organización política que quisieran. La razón política fue evitar un conflicto en el Alto Perú que Buenos Aires no estaba en condiciones de solucionar imponiendo su autoridad en la región20.

En las instrucciones llevadas por Alvear y Díaz Vélez estaban depo-sitados los intereses creados del gobierno rioplatense en su acercamiento a Bolívar. El lenguaje, las promesas y la instrumentación de un acuerdo con el Libertador podían alterarse en razón de la fluctuante coyuntura, pero el objetivo último parecía definirse en razón de dos alternativas: encontrar en Bolívar al agente internacional que pudiera arbitrar diplomáticamente, o bien interviniera con sus fuerzas militares, en favor de Buenos Aires contra la única monarquía vigente de Sudamérica. Con este encargo se encamina-ron los diplomáticos el 28 de junio de 1825 a encontrarse con un Bolívar po-líticamente fortalecido y con un plan propio para las repúblicas americanas.

18 isidoro ruiz Moreno, Historia de las relaciones exteriores argentinas (1810-1955), Buenos Aires, Editorial Perrot, 1961, p. 14.

19 Ley del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, 9-V-1825, arts. 3º y 4º, en: ernesto restelli, op.cit., p.2. La ley promulgada refrendó la orden que Las Heras le giró al gobernador de Salta, general Arenales, para que informara a Sucre que el gobierno de Buenos Aires había dado plena libertad a las provincias altoperuanas con el propósito de que definieran las cosas según sus intereses.

20 MiGuel ánGel cárcAno, op.cit., t.2, p. 1143.

25LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

lA PolíticA AMericAnA de bolívAr PreviA A lAs conferenciAs con los enviAdos rioPlAtenses

Inspirado posiblemente en el modelo del liderazgo militar y autoritario de Napoleón21, Bolívar inició en 1824 una decidida campaña de persuasión para reorganizar la geopolítica americana de posguerra mediante la funda-ción de una confederación de naciones. Este objetivo resultaba de vital im-portancia en la búsqueda de consagrar la legitimidad de la independencia de la región ante las cancillerías europeas, e integrar a la América antes espa-ñola en el circuito económico dominado por Gran Bretaña. La diplomacia, las epístolas, los discursos y escritos políticos, y la prensa, respaldadas por el éxito político-militar, fueron las herramientas dilectas usadas por el vene-zolano en la prosecución de la concurrencia de voluntades de los gobiernos americanos.

Un día antes de la batalla de Ayacucho y cuando todavía Buenos Aires no había despachado la embajada, Bolívar insistió desde Lima con su idea de convocar en el término de seis meses un Congreso continental en Pana-má. En nota de 7 de diciembre de 1824 invitó a los gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala para que enviaran plenipoten-ciarios que los representaran en la fundación y puesta en funcionamiento de un Congreso americano cuyo designio fuera construir “una autoridad sublime que dirija la política de nuestros gobiernos”22. Según el planteo bo-livariano, la agenda política de la liga americana debía girar en torno a un propósito sustancial de carácter diplomático: constituir un organismo con-federal que regulase y coordinara las relaciones interamericanas, y la de los Estados americanos con los europeos a través de un Congreso común y permanente23.

21tulio hAlPerín donGhi, Historia contemporánea de América Latina, Madrid, Alianza Editorial, 1969, p. 116.

22 En la misma nota Bolívar recordó que como presidente de Colombia había invitado formalmente en 1822 a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires para que se fundara una confederación “[…] que nos sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes […]”. Bolívar a los Gobiernos de de las Repúblicas de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala, Lima, 7-XII-1824, en: GrAcielA soriAno, Simón Bolívar: Escritos políticos, Madrid, Alianza Editorial, 1981, pp. 143-144.

23 John lynch, Simón Bolívar, trad. Alejandra Chaparro, Barcelona, Crítica, 2006, pp. 286-287.

26 NAZARENO URIEL BRONDO

La liga americana fortalecería el poder estatal en los niveles interno e internacional de los gobiernos de América. Para tal efecto, los pactan-tes consagrarían en la práctica los siguientes acuerdos: 1) compromiso de defenderse mutuamente en caso agresión extranjera; 2) establecimiento de instancias de mediación en caso de conflictos entre los Estados americanos; y 3) delegación en el Congreso del poder de intervención en casos de anar-quía interna. En el pensamiento de Bolívar, la asociación americanista era una herramienta de poder que proveería a los Estados recién independizados de un orden público estable, digno del reconocimiento internacional24.

La propagación de estas ideas revela que para Bolívar la viabilidad del orden posmonárquico sería posible, siempre y cuando los gobiernos independientes se asistieran multilateralmente en materia política y mili-tar ante hipotéticas fuerzas disgregadoras endógenas o exógenas25. En este programa, el Congreso panameño, con un ejército creado a los efectos, se reservaría la atribución de sofocar los levantamientos que alterasen el orden interior con el fin de crear y sostener autoridades públicas estables. El plan se completaba con el rol adjudicado a Gran Bretaña: asistir diplomática, financiera y económicamente a la independencia del Nuevo Mundo, puesto que el Estado anglosajón era la referencia de poder ineludible en un sistema internacional eurocéntrico, y una especie de espejo institucional en el cual reflejarse26.

En la búsqueda de consenso para cristalizar el Congreso, Bolívar ex-plotó retóricamente, según variaran las circunstancias y noticias con las que contara, la amenaza que la monárquica Santa Alianza y su potencial alia-do brasilero representaban para las repúblicas americanas. El temor a los contactos que pudieran tener las fuerzas del Emperador con los realistas, demandó a Bolívar la toma de una postura cautelosa en tiempos en que el Ejército Libertador se aprestaba, con Sucre a la cabeza, a conducir el estadio de posguerra altoperuano. En aquellas circunstancias, y conociendo además que el gobierno del Río de la Plata pretendía involucrarlo en el diferendo con Pedro, creía que lo más prudente era neutralizar cualquier conflicto con

24 Ibídem, p. 289.25 Bolívar a los Gobiernos de las Repúblicas de Colombia, México, Río de la Plata,

Chile y Guatemala, 7-XII-1824, en: GrAcielA soriAno, op.cit., p. 143.26 John lynch, op. cit., pp. 290-291.

27LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

el Emperador para evitar que se activaran los deseos absolutistas en Améri-ca27. Ante esta situación, en la que Brasil pudiera impactar negativamente en la evolución política de Sudamérica en acuerdo con las cancillerías europeas reaccionarias, Bolívar definió la estrategia a seguir en su relación con el Imperio: conservar una relación distante pero al mismo tiempo cordial, para salvar al Alto Perú de una intervención lusitana28.

El contexto internacional durante el cual Bolívar difundió la reunión del Congreso panamericano – mientras las negociaciones y enfrentamien-tos entre las tropas de Sucre y Olañeta por la independencia del Alto Perú ingresaban en la última etapa- resultaba incierto a los ojos de los contempo-ráneos. Durante el decenio absolutista de 1823-1833, la monarquía española se debatió entre las internas de la Corte real, las revueltas liberales y los problemas financieros por causa de la pérdida de los ingresos aduaneros provenientes de América29. Hoy sabemos que este contexto debilitó notable-mente las posibilidades de que Fernando VII emprendiera con éxito la recu-peración del Nuevo Mundo por la fuerza militar30. Pero como señala Josep Fontana, los gobernantes españoles, aún después de la batalla de Ayacucho, no excluyeron de la agenda política una operación en América que volviera las cosas al estado previo a 1808. Los reaccionarios estaban convencidos por las noticias que llegaban a la Península, que la causa del Rey en América tenía todavía adeptos decididos a apoyarla en virtud del descontento social generado por los regímenes republicanos31.

La diplomacia británica conducida por George Canning era un atenuan-te en los temores –sinceros o no- que expresaba Bolívar. Durante los años 1824-1826 la estrategia del ministro inglés consistió en compensar la in-fluencia francesa en España, con la hegemonía mercantil en Iberoamérica32.

27 Bolívar a Tomás de Héres, Tinta, 29-VII-1825, en: dAniel florencio o’leAry, Memorias, t.30, Barcelona, Ministerio de la Defensa de Venezuela, 1981, p.104.

28 Bolívar a Sucre, Lima, 20-I-1825, Ibídem, p. 3429 JoseP fontAnA, De en medio del tiempo. La segunda restauración española, 1823-

1834, Barcelona, Crítica, 2006, pp.139 y 150.30 ánGel bAhAMonde y Jesús Antonio MArtínez, Historia de España: siglo

XIX, Madrid, Ediciones Cátedra, 1994, pp. 153 y ss. 31 JoseP fontAnA, op.cit., p. 250.32 williAM w. KAufMAnn, La política británica y la independencia de la América

Latina, 1804-1828, trad. Jerónimo Carrera, Caracas, Universidad Central de Venezuela,

28 NAZARENO URIEL BRONDO

Para ello articuló las relaciones diplomáticas con los gobiernos hispanoa-mericanos sobre la base del propósito de otorgarles reconocimiento a los Estados independientes, a cambio del trato de nación más favorecida en materia civil y comercial. La confianza política construida por Gran Bretaña mediante los tratados bilaterales fue fortalecida al mostrarse como el Estado europeo dispuesto a proteger militarmente a los gobiernos independientes en caso de concretarse el avance legitimista por el que se temía en Sudamé-rica33.

El peligro europeo, los reductos de poder relativo de los realistas ame-ricanos con hipotético apoyo estratégico en Brasil, y la consecuente asocia-ción del Congreso con una faceta estrictamente defensiva ante un problema militar común, protegería al Libertador de posibles críticas que definieran el programa panamericano de un mero instrumento de hegemonía política personal. Resulta difícil determinar si Bolívar creía en la certeza de una reconquista absolutista o era sólo una herramienta de disuasión discursiva para que las repúblicas americanas avivaran sus deseos de unirse al plan confederal. Pero su lectura sobre el problemático orden internacional tenía sustento, puesto que la independencia de las repúblicas americanas seguía siendo objeto de debate entre las posturas moderadas y reaccionarias de las cancillerías europeas, mientras que Fernando VII seguía considerando a es-tos territorios una parte más de su patrimonio34.

Lo cierto es que las bases del pacto americano promovidas por Bo-lívar fueron circuladas en tiempos en que su liderazgo político-militar se encontraba en una etapa de plenitud. La victoria del Ejército Libertador en Ayacucho conducido por su lugarteniente Sucre abrió un ciclo político más propicio para continuar con la tarea de construcción institucional. Duran-te el período de 1824-1826, el poder de Bolívar se recostó en un ejército vencedor y en subalternos como Santander, Páez, y Sucre. En los Estados

1963, p. 182.33 Pierre renouvin, Historia de las relaciones internacionales, el siglo XIX,

trad. Juan Fernández Buján e Isabel Gil de Ramales, 1ª reimp., t.2, Madrid, Aguilar, 1964, p. 74.

34 Para ampliar el cuadro de la evolución de las negociaciones entre los gobiernos europeos en relación a la América republicana antes española puede consultarse la tesis doctoral de ulriKe schMieder, Prusia y el Congreso de Verona. Estudio acerca de la política de la Santa Alianza en la cuestión española, Madrid, Ediciones del Orto, 1998.

29LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

modernos en formación colombiano (del que todavía era presidente legal), peruano (cuyo Congreso lo había nombrado dictador) y luego altoperuano, se acataban en mayor o menor grado los mandatos del Libertador en materia política, diplomática, social, educativa y económica.

el trAtAMiento del continentAlisMo bolivAriAno en el conGreso de buenos Aires. cóMo lleGó bolívAr A lAs conferenciAs en el Alto Perú

La llegada a Buenos Aires de la invitación del 7 de diciembre de 1824, acompañada de una nota del mismo tenor dirigida por Santander a Bolívar, impactaron en las instrucciones diplomáticas y potenciaron el debate parla-mentario. Las notas del presidente y vicepresidente colombianos hicieron su entrada en el Congreso constituyente de las Provincias Unidas en la sesión del 20 de agosto de 1825. La invitación bolivariana fue acompañada de una nota firmada por Las Heras y García, y la elevación de un proyecto de ley para que el Congreso determinara los criterios de negociación que usaría el Poder Ejecutivo Nacional en las conversaciones con los demás Estados de América en los asuntos de la organización y temario del Congreso ameri-cano.

La nota y proyecto oficiales leídos en la sesión, expresaron la tesitura del gobierno de Las Heras respecto al liderazgo americano de Bolívar en el contexto de la fundación de un poder nacional perdurable con gravitación porteña. El eje discursivo fue el de la soberanía. Como explica Marcela Ternavasio, en esta etapa constituyente los diputados rioplatenses todavía debatían si el sujeto depositario de la soberanía eran las provincias o la na-ción35. El problema político irresuelto de la determinación soberana era una cuestión dominante en la práctica y retórica políticas de la época. Por eso, el Poder Ejecutivo Nacional con sede en Buenos Aires consideraba que las bases de la negociación para que el Río de la Plata tuviera representación en aquél Congreso eran esencialmente dos: “Que ningún hombre puede ejercer, ni pretender por título alguno la facultad de conceder leyes a los pueblos […] Que ningún gobierno puede abrogarse la facultad de intervenir en el régimen interior de otro estado independiente”36.

35 MArcelA ternAvAsio, “Las reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General Constituyente (1820-1827)”, en: noeMí GoldMAn (Dir.), Nueva historia argentina, t.3, Buenos Aires, Sudamericana, 2005, p. 182.

36 Proyecto de Ley del Poder Ejecutivo Nacional, art. 2º, cláusulas 2ª y 3ª, sesión del

30 NAZARENO URIEL BRONDO

Esta advertencia muestra que desde el Poder Ejecutivo se temía por el tipo de atribuciones que tendría el Congreso panamericano, y el lugar polí-tico que ocuparía el mismo Libertador en caso de concretarse su puesta en funcionamiento. Por otra parte, Las Heras y García cuestionaron el poder de eficacia que pudiera tener la Asamblea continental en la conservación del orden interior y buenas relaciones entre los Estados de América, y des-confiaron en que fuera una herramienta apropiada en la conservación de la integridad territorial americana ante potenciales enemigos europeos. Pero el Gobernador y el Ministro sabían que manifestarse abiertamente contra la idea del Libertador sería una medida imprudente. Una oposición visible alteraría los vínculos con las repúblicas pronunciadas a favor del Congreso panameño y afectaría la evolución de la misión diplomática de Alvear y Díaz Vélez37.

Luego de reunida la Comisión encargada de estudiar el planteo del Po-der Ejecutivo se volvieron a discutir las condiciones de la invitación con la presencia de García en el Congreso. En la sesión del 6 de septiembre de 1825, el Ministro definió al Congreso panameño como un potencial conduc-to de la vocación hegemónica de Bolívar: la “autoridad sublime” propuesta significaba la fundación de un poder supranacional que comprometería la soberanía legislativa de los países americanos38. El camino político ade-cuado en la construcción de sociedades estables –agregó García- no era la unidad bolivariana, sino la instauración de “buenas instituciones” propias, independientemente de los poderes de una “autoridad extraña”39. Julián Se-gundo de Agüero, diputado de tendencias centralistas y sin profesar simpa-tías por Bolívar, refutó brevemente las palabras del Ministro. Mencionó en dicha oportunidad que la soberanía no corría peligro porque el Congreso de las Provincias Unidas se guardaba el derecho de revisar todo lo que se cele-brase en el Congreso de Panamá para ratificarlo o rechazarlo en consecuen-

Congreso Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, 20-VIII-1825, en: eMilio rAviGnAni, Asambleas Constituyentes Argentinas. Seguidas de los textos constitucionales, legislativos y pactos interprovinciales que organizaron políticamente la nación, t.2, Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1937, p. 117.

37 Nota del Poder Ejecutivo Nacional elevada en la sesión del 20-VIII-1825, Ibídem. 38 Sesión del Congreso General Constituyente, 6-IX-1825, Ibídem, p. 146.39 Ibídem, p. 150.

31LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

cia40. Los representantes no acusaron recibo de las advertencias de García, minimizaron sus juicios por exagerados, y terminaron facultando al Poder Ejecutivo Nacional para que designara los Ministros Plenipotenciarios que creyera conveniente al Congreso de Panamá41.

¿Por qué el Poder Ejecutivo anunció estos reparos tres meses después de despachada la misión al Alto Perú? No se debió a la presión británica, porque si bien es reconocida la anglofilia de García42, no es menos cierto que Gran Bretaña no se interpuso en la reunión del Congreso panameño43. Lo que la diplomacia británica pretendió desactivar fue la hipotética alianza militar entre el Río de la Plata y Bolívar. De aquí su interés en impedir una guerra que desestabilizaría la autoridad imperial y perjudicaría el comercio británico en la región44.

En ningún momento se debatió la posibilidad de dejar sin efecto la em-bajada de Alvear y Díaz Vélez. Lo que sugiere el discurso de García es la tensión política que despertaba el americanismo bolivariano en la etapa de formación del Estado rioplatense. Se infiere que un sector del partido go-bernante temía porque las negociaciones con Bolívar terminaran siendo una fuente de legitimidad de atribuciones supraestatales que pudieran afectar en el largo plazo temporal, el proceso de construcción de un centro de poder estable en las Provincias Unidas. García percibía que la guerra civil que pudiera gestarse por motivo del problemático proceso político del Río de la Plata, se convirtiera en un estado de cosas válido para la intervención de la “autoridad sublime” que Bolívar deseaba fundar en Panamá.

La discusión terminó con el acato del Ejecutivo Nacional a lo que había resuelto el Congreso y se informó en consecuencia a los Plenipotenciarios. Ahora, Alvear y Díaz Vélez estarían en condiciones de desatar el nudo de las hipotéticas discusiones cruzadas sobre el envío de ministros a Panamá. La ambigüedad del lenguaje que los diplomáticos debían usar según las ins-

40 Ibídem, p. 152. 41 Ibídem, p. 153.

42 tulio hAlPerín donGhi, Argentina…, op.cit., p. 213.43 tulio hAlPerín donGhi, Historia contemporánea…, op.cit., pp. 172-173.44 Parish a Canning, Buenos Aires, 20-VII-1825, en: c.K. webster (Comp.), Gran

Bretaña y la independencia de la América Latina, 1812-1830. Documentos escogidos del Foreign Office, t.1, Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Ltda., 1944, pp. 173 y ss.

32 NAZARENO URIEL BRONDO

trucciones originales fue sustituida por la promesa de aceptar la propuesta americanista45. En fin, el gobierno de las Provincias Unidas informaba al del Perú, la decisión de concurrir a la Asamblea convocada en el istmo de Panamá expresándole sus “deseos de estrechar con los Estados del Conti-nente Americano los vínculos de amistad que los ligan naturalmente, y de realizar una alianza sólida y duradera”46.

Mientras que en el Río de la Plata se ajustaba la estrategia a seguir en materia exterior con las repúblicas americanas, Bolívar definía y ejecutaba con autonomía los intereses creados en los Estados que controlaba. El desa-rrollo de la política porteña y el propósito de la embajada le eran conocidos por las epístolas que recibía del diputado por la provincia de Córdoba, Deán Gregorio Funes47. Pero no nos consta que Bolívar supiera por la misma fuen-te sobre los reparos que García había opuesto al Congreso continental. En estos años, Funes había sido una especie de agente y propagandista boliva-riano en la ciudad porteña, y desde fines de 1823 había sido el representante diplomático de Colombia en Buenos Aires por pedido de Bolívar48. Después de Ayacucho, el diputado cordobés había escrito elogiosos artículos sobre Bolívar en El Argos de Buenos Aires, favoreciendo la imagen política del venezolano entre los porteños49.

El 6 de agosto de 1825 la Asamblea Deliberativa de Chuquisaca con-vocada por Antonio José de Sucre el 9 de febrero del mismo año creó la República de Bolívar, que pronto modificó su denominación por el neo-

45 García a la Legación del Alto Perú, Buenos Aires, 10-IX-1825, en: ernesto restelli, op.cit., p. 68.

46 Nota del Gobierno Encargado del Poder Ejecutivo de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata al Consejo de Gobierno de la República de Perú, 9-IX-1825, Ibídem, pp. 68-69.

47 Por ejemplo: Funes a Bolívar, Buenos Aires, 26-VIII-1825, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit., t.11, p. 142.

48 Esta designación transitoria terminó formalmente en agosto de 1827, por el nombramiento de Funes para ocupar el deanato de la catedral de La Paz por una gestión de Antonio José de Sucre. MAriAno J. drAGo, op.cit., p. 155. La designación de Funes provocó la discusión respecto a la incompatibilidad de intereses que significaba que una persona fuera al mismo tiempo representante en el Congreso constituyente y ministro de una nación extranjera. Véase por ejemplo, el debate parlamentario de 7-VI-1825, en eMilio rAviGnAni, op.cit., t.2, pp. 7 y siguientes.

49 tulio hAlPerín donGhi, El espejo…, op.cit., pp. 115-116.

33LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

logismo Bolivia, y los diputados le encargaron al Libertador que redactara la constitución del Estado. Bolívar se enorgullecía y animaba por el papel fundacional que le cabía en la república que definió como una “pequeña ma-ravilla”, dados los buenos augurios políticos que le atribuía50. La creación de una nueva república sudamericana fue un éxito político de Bolívar porque confirmaba la debilidad de fuerzas del gobierno rioplatense en la región altoperuana y sumaba la lealtad de otro Estado a su plan panamericano51.

Antes de que se entrevistara con los comisionados rioplatenses, Bolí-var tenía definidos los lineamientos generales que orientarían su conducta diplomática en los negocios. Sabía que Alvear y Díaz Vélez se dirigían a él para ofrecerle una alianza en contra de Brasil. La propuesta le resultaba cara a la estabilidad de su liderazgo político. El Libertador creía necesario evaluar las cosas con suma cautela, y obrar en consecuencia según el parecer del gobierno británico, puesto que el problema de Buenos Aires podía enre-darlo con la Santa Alianza52.

Con este escenario llegaron Alvear y Díaz Vélez a la ciudad de Potosí el 7 de octubre de 1825. El interés vital que llevaron los platenses en sus poderes fue lograr la cooperación bolivariana en la recuperación de la Ban-da Oriental. En octubre de 1825, las prioridades políticas de Bolívar eran la consagración de la institucionalidad boliviana, el sostenimiento de cordiales relaciones con Brasil y Gran Bretaña, y la obtención de la concurrencia de voluntades para la instalación del Congreso panameño.

lAs neGociAciones. lA irrAcionAlidAd PolíticA de un Posible Acuerdo

Las conferencias privadas entre los agentes del Río de la Plata y Bolívar fueron cuatro. Las primeras tres fueron celebradas en la ciudad de Potosí los días 8, 9, y 27 de octubre de 1825. La última, se celebró en Chuquisaca el 6 de diciembre. En la primera entrevista Alvear planteó sin ambigüedades el propósito estratégico de su misión en correspondencia con las instrucciones oficiales: ligar por un tratado a las repúblicas de Perú y Colombia con la de las Provincias Unidas para que las fuerzas imperiales se retirasen de la

50 John lynch, op.cit. p. 270.51 Bolívar a Santander, Arequipa, 30-V-1825, en: MAriAno J. drAGo, op.cit., p. 89. 52 Bolívar a Héres, Puno, 6-VIII-1825, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit., t.30,

p.105.

34 NAZARENO URIEL BRONDO

Banda Oriental y para que Pedro cesara con sus pretensiones territoriales en Sudamérica. La articulación y dirección de la alianza fue ofrecida a Bolívar. El uso de la fuerza militar sería el recurso obligado en caso de que Pedro no se aviniera a negociar un tratado de límites definitivo con los Estados aliados53. Para lograr el objeto, Alvear le propuso a Bolívar un método de negociación concreto: enviar ante la Corte de Brasil una comisión diplomá-tica conjunta que reclamara por la ocupación de la Banda Oriental, Mojos y Chiquitos. En caso de que Pedro no retirase sus tropas de los territorios en cuestión, los aliados tendrían una causa bélica legítima en la defensa de la integridad territorial54.

La propuesta enunciada por Alvear no era ninguna novedad para Bolívar porque ya la conocía antes de conferenciar. El Libertador manifestó desde un comienzo el tema exterior que debía resolverse previamente a un hipoté-tico acuerdo con el Río de la Plata, y la contrapropuesta a la alianza ofrecida. En la versión de los comisionados rioplatenses, Bolívar se mostró preocupa-do por la disposición de la diplomacia británica en los asuntos con Brasil. El venezolano creía imprudente abrir las hostilidades con Brasil antes de que se supiera con certeza la tesitura del Foreign Office55. La firma de un tratado inmediato entre las partes – propuso Bolívar- debía ser reemplazado por la delegación del problema en los asuntos a tratarse en el Congreso pronto a reunirse en Panamá56.

En la primera conferencia, Alvear y Díaz Vélez escucharon la tesitura – poco alentadora en vistas de un acuerdo- que Bolívar sostendría hasta la finalización de las negociaciones y también se llevaron una promesa. Bo-lívar les dijo que convencería al gobierno de Bolivia para que concurriera en la guerra contra el Brasil con una legión de cinco mil hombres, a cambio de que el gobierno del Río de la Plata reconociera por un tratado al nuevo Estado sudamericano57. En el cuadro general de la conferencia, la última

53 Primera conferencia entre los Enviados Extraordinarios del Río de la Plata y el Presidente de la República de Colombia y Encargado del Mando Supremo de la del Perú, Potosí, 8-X-1825, en: ernesto restelli, op.cit., pp. 122-126.

54 Ibídem, p. 127. 55 Ibídem, pp. 126-127. 56 Ibídem, p. 125.57 Ibídem, p. 129.

35LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

propuesta de Bolívar resulta sorpresiva. Pero más que una alternativa cier-ta, la promesa del Libertador fue una manera inteligente de instalar en las negociaciones la cuestión de la legitimación definitiva del Estado boliviano por parte de Buenos Aires, después de haberle otorgado el derecho a la au-todeterminación en virtud de la ley del 9 de mayo de 1825. Bolívar pareció querer asegurarse que el gobierno del Río de la Plata no tuviera motivos para reclamar en un futuro la soberanía en el Alto Perú.

En carta a Santander, Bolívar hizo una evaluación sobre el escenario político que le planteaban las alternativas expuestas en las conferencias. En su visión de las cosas, Brasil continuaba siendo un poder agente de la Santa Alianza en Sudamérica. Esto era un motivo suficiente para que Pedro fuera un enemigo personal y de las repúblicas sudamericanas. En el contexto de desventaja militar, el Río de la Plata necesitaba imperativamente del apoyo material de la flota colombiana, según le habían expresado los comisiona-dos. Sin embargo, Bolívar volvió a mostrase renuente a sumar fuerzas pro-pias a las de Buenos Aires. Las dificultades que explicó a Santander fueron las mismas que habían informado Alvear y Díaz Vélez a su gobierno: las re-laciones cordiales que mantenían Londres y Río de Janeiro, y la falta de atri-buciones para decidir sobre un negocio de tanta trascendencia para América. Bolívar no quería comprometerse a nada antes de saber cómo reaccionaría el Foreign Office ante un conflicto con Brasil, y conocer la actitud oficial de los gobiernos de Perú y de Colombia58.

Las respuestas de García a los informes enviados por los embajadores rioplatenses fueron llamativamente escuetas. El gobierno de Las Heras se limitó a aprobar la conducta de los enviados a la espera de las novedades que nacieran del progreso de las conversaciones, para instruirlos en consecuen-cia59. Esta actitud pasiva era comprensible dado el nuevo escenario político de la Banda Oriental que modificó las prioridades del Ejecutivo Nacional y del Congreso de Buenos Aires. En el Congreso de la Florida, los orientales habían declarado, el 25 de agosto de 1825, la independencia del Rey de Por-tugal, del Emperador brasilero y todo otro poder, para luego sancionar en el

58 Bolívar a Santander, Potosí, 10-X-1825, en: dAniel florencio o’leAry, op. cit., t.30, pp. 138-139.

59 García a Alvear y Díaz Vélez, Buenos Aires, 19-XI-1825, en: ernesto restelli, op.cit., pp. 134-135 y 138.

36 NAZARENO URIEL BRONDO

mismo día la reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata60. El deseo oriental fue legitimado en Buenos Aires. El Congreso Constituyen-te declaró la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas por la ley de 25 de octubre de 1825. En razón de la misma, el gobierno de las Provincias Unidas se comprometió a defender la integridad territorial de la provincia recuperada. Los movimientos de tropas ya se habían ordenado, y se esperaba que Pedro declarase formalmente la guerra cuando le llegara la comunicación oficial de la ley.

La realidad imperante demandó toma de decisiones expeditivas. La mi-sión en el Alto Perú perdió fuerza en relación al proceso de nacionalización estatal que progresaba en el Congreso instalado en Buenos Aires, y la cer-canía de las batallas militares en la Banda Oriental. En las sesiones de fines de octubre, noviembre y diciembre de 1825; es decir, contemporáneamente a las conversaciones con Bolívar; los discursos de los diputados estuvieron dominados por los temas correspondientes al restablecimiento del crédito público, la organización del ejército y la marina, y la necesidad de pactar con las provincias interiores a los efectos de concurrir a la guerra con una autoridad pública nacional que fuera obedecida por todos. Nada se discutió sobre la misión Alvear-Díaz Vélez61.

En las vísperas de la elección de Bernardino Rivadavia como presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Poder Ejecutivo Nacional descartó la opción de coordinar fuerzas diplomáticas con Colombia y Perú, y la posibilidad de concurrir con plenipotenciarios al Congreso panameño. El último intento por evitar la guerra mediante la vía diplomática coinci-día con la política de paz de Gran Bretaña en la región. Según un informe de Woodbine Parish, cónsul inglés en Buenos Aires, García se dispuso a ofrecer a Pedro una indemnización en dinero como base preliminar de la restitución de la Banda Oriental a las Provincias Unidas62. En diciembre de 1825, García elevó una nota a los Plenipotenciarios – quienes respondieron el 18 de enero de 1826 - en la que les informó la tesitura definitoria de Bue-nos Aires respecto al asunto oriental. Las negociaciones con Bolívar habían perdido racionalidad política:

60 El texto de las dos declaraciones del Congreso de la Florida mencionado puede consultarse en Julio sánchez GóMez, op.cit., pp. 73-74.

61 Véase eMilio rAviGnAni, op.cit., t.2, pp. 173 y ss. 62 Parish a Canning, Buenos Aires, 18-XII-1825, en: c.K. webster, op.cit, t.1, p. 193.

37LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

[…] procedan a manifestar a S.E. [Bolívar] que hallándose ya reincorpo-rada a la República la Provincia Oriental […] el Gobierno ha tomado ya la actitud conveniente para defender dicha Provincia […] que él satisfará a lo que el honor nacional exige, y confía en que las demás Repúblicas aliadas se persuadirán de la comunidad de intereses que hay en esta causa. Más, que aunque está seguro de cuanto convendría presentarse unidas en tal ocasión, el Gobierno debe asegurar francamente, que no juzga del mis-mo modo que S.E., sobre la necesidad de formar un cuerpo federal de las naciones americanas63.

En las últimas dos conferencias – previas a la recepción de la comu-nicación citada- se acordaron los términos por los cuales Tarija sería rein-corporada a la provincia de Salta, y los derechos civiles y comerciales que reglarían las relaciones entre Bolivia y las Provincias Unidas hasta la firma de un tratado internacional definitivo. En cuanto a la guerra con Brasil no hubo avances de ningún tipo. Más aún, el único interés idéntico que podía acercar a las partes había desaparecido porque, como lo deseaba el poder británico64, el Emperador ya se había comprometido a devolver a Bolivia los departamentos de Mojos y Chiquitos. La conducta observada por Bolívar en estos tiempos fue legitimada en el orden internacional por Gran Bretaña. El ministro George Canning lo felicitó por la resolución diplomática con Pedro en el caso de los territorios altoperuanos, y la neutralidad que mantuvo -y todavía sostenía- en el asunto de la Banda Oriental65.

La partida de Bolívar hacia Lima, decidida a fines de diciembre de 1825, dio por terminado formalmente el despacho de Alvear y Díaz Vélez. El ge-neral Alvear se despidió de Sucre en audiencia celebrada en Chuquisaca el 1º de enero de 1826, para emprender su regreso a Buenos Aires. Díaz Vélez hizo lo propio en agosto del mismo año. Para entonces, La guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio de Brasil era una realidad consumada. Ante

63 García a Alvear y Díaz Vélez, Buenos Aires, 3-XII-1825, en: ernesto restelli, op.cit., p. 149.

64 Parish a Canning, Buenos Aires, 20-VII-1825, en: c.K. webster, op.cit, t.1, p. 173.65 Canning a Bolívar, Londres, 20-III-1826, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit.,

t.12, pp. 263-264.

38 NAZARENO URIEL BRONDO

la imposibilidad de la mediación o apoyo material de las repúblicas boliva-rianas, se fue consolidando el lugar que ocuparía la diplomacia británica en el desarrollo y finalización de la colisión sudamericana posindependiente.

lA iMAGen consPirAtivA del liderAzGo bolivAriAno en lA PolíticA de PArtidos en buenos Aires y lA consAGrAción de GrAn bretAñA coMo Actor internAcionAl deterMinAnte en lA GuerrA orientAl

Pedro declaró la guerra a las Provincias Unidas el 10 diciembre de 1825. El 1º de enero de 1826 hizo lo propio el Río de la Plata, y el 7 de febrero el Congreso proclamó a Rivadavia – por abrumadora mayoría - Presidente de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En su discurso de asunción, los diputados escucharon el programa de gobierno del presi-dente. Los propósitos de la gestión pública eran crear la Nación mediante el dictado de la constitución y legislar en pos de una estructura institucional nacional perdurable66. La guerra en la Banda Oriental fue adoptada como una herramienta política consustancial a la construcción de la Nación, y en un medio de articulación social en la búsqueda de consenso del programa presidencial. Según Rivadavia, la cohesión de las provincias - consagrada en la carta constitucional por dictarse - dependía necesariamente del triunfo sobre las fuerzas imperiales67.

La organización estatal moderna del Estado discutida en el Congreso se desarrolló paralelamente con el frente de la Banda Oriental y la lucha de fac-ciones políticas del Río de la Plata. En una Sala con mayoría de diputados centralistas que avalaban el proyecto presidencial68 se destacó la oposición del diputado federal Manuel Dorrego que a pesar de ser porteño representó a la provincia de Santiago del Estero. Dorrego había tratado con Bolívar y Sucre en el Alto Perú durante los mismos meses de la embajada Alvear-Díaz Vélez. De estas conversaciones habría nacido un plan que consistía en aunar las fuerzas de los federales del Interior con las de Sucre y Bolívar con el

66 Sesión del Congreso General Constituyente, 8-II-1826, en: eMilio rAviGnAni, op.cit., t.2, pp. 635-636.

67 Ibídem, p. 636.68 Aún cuando dentro del grupo rivadaviano existieron diferencias de criterios respecto

al rol de Buenos Aires en la fundación del Estado-nación. Véase José cArlos chiArAMonte, Ciudades…, op.cit., pp. 179-183.

39LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

objeto de tomar el control del Congreso de Buenos Aires, respaldar el envío de representantes al Congreso de Panamá y avanzar con firmeza en la gue-rra contra Brasil. El conductor de esta combinación sería el mismo Dorrego desde su bancada de diputado69.

El interés de Dorrego porque Bolívar asumiera un papel protagónico en la guerra por la Banda oriental puede comprobarse por los deseos que el líder federal expresó al Libertador en su correspondencia. Por ejemplo, un mes antes de asumir la banca de diputado le escribió:

[…] todos claman porque V.E. se ponga al frente de la guerra por medio de una alianza americana, o solo de las Repúblicas que tienen la dicha de ser presididas por V.E., con la República Argentina. Si, señor Exmo., esto pien-san todos, exceptuando el círculo pequeño ministerial, que llega al término de preferir comprar la libertad y la independencia de la Banda Oriental por algunos millones […]70.

Lo que resulta difícil de mostrar son las posibilidades concretas de que se instrumentara un complot de los federales rioplatense bajo la tutela de Bolívar o el auxilio de Sucre como una alternativa de poder real al centra-lismo rivadaviano. Aunque existieron conversaciones al respecto71, Bolivia atravesaba por sus propios conflictos políticos y económicos de posguerra72, y además Sucre no tomaría una decisión sin la conformidad de Bolívar. En el año 1826 y hasta su muerte acaecida en 1830, Bolívar no expresó ningún interés en sumarse a una causa conjunta con los federales del Río de la Plata, fuera en materia interna o en la guerra con Brasil. En una carta a Santander desde Perú, el Libertador manifestó lo siguiente:

También hay otros que quisieran que yo fuera Jefe absoluto del Sur, contan-do con que Chile y Buenos Aires van a necesitar de mi protección este año,

69 enrique PAvón PereyrA, Dorrego, Buenos Aires, Librería Editorial Palumbo, 1982, pp. 219 y 254.

70 Dorrego a Bolívar, Buenos Aires, 25-V-1826, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit., t.11, pp. 284-285.

71 Véase correspondencia de Funes a Bolívar, Buenos Aires, de II, IV, V y IX-1826 y de Funes a Sucre, Buenos Aires, de V-1826, Ibídem, pp. 167-175 y p. 208.

72 JorGe siles sAlinAs, La independencia de Bolivia, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992, pp. 358-360.

40 NAZARENO URIEL BRONDO

pues la guerra y la anarquía los están devorando. El Emperador y Chiloé acabarán con estos países. Por supuesto, yo rechazo este partido a todo trance, porque no entra en mis miras73.

En 1826, los intereses públicos de Bolívar se distanciaron terminan-temente de los asuntos del Río de la Plata. En parte, porque el sistema de repúblicas bolivarianas compuesto por la Gran Colombia, Perú, y Bolivia empezó a mostrar notables signos de agotamiento. Por otro lado, porque en este nuevo ciclo de su liderazgo político, Bolívar se ocupó especialmente en elaborar la constitución que le encargó el Congreso boliviano, y luego difundirla para que fuera adoptada también en Perú y Colombia. Según el Libertador, el contrato social por él inventado era la síntesis superadora de la dialéctica entre anarquía-tiranía y federalismo-unitarismo74. Bolívar fue atrapado por el optimismo constitucional. En sus cartas políticas del año 1826, propagó que la aprobación de la constitución boliviana en Colombia y Perú solucionaría los problemas internos más apremiantes de los países en cuestión, porque neutralizaría el caudillismo separatista para conservar la unidad de los Estados en torno a una autoridad presidencial vitalicia75.

Sin embargo, en el Congreso de Buenos Aires Bolívar continuó siendo motivo de querellas discursivas. El diputado presidencialista José Valentín Gómez instaló la teoría del complot: la oposición de los federales al pro-ceso de fundación de un Estado centralista dirigido por Rivadavia estaba gestado por el plan hegemónico bolivariano en Sudamérica que avivaba la discordia en el Río de la Plata para tomar el control de la región a través de sus operadores políticos como antes lo había hecho en Bolivia76. Gómez advirtió al Congreso que Bolívar no era un “libertador”, sino un “conquis-tador” que amenazaba la “independencia nacional”; que la invitación para

73 Bolívar a Santander, Magdalena, 21-II-1826, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit., t.30, p. 167.

74 Véase el mensaje dirigido al Congreso Constituyente de Bolivia que Bolívar adjuntó con el proyecto constitucional, aprobado primero por Perú el 16 de agosto de 1826, y luego por Bolivia el 28 de octubre del mismo año. GrAcielA soriAno, op.cit., pp. 127 y ss.

75 Véase la correspondencia enviada por Bolívar a Santander, Páez, Bermúdez, La Fuente, Olmedo, Mosquera, Montilla, y Briceño, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit., t.30, pp. 166 y ss.

76 Sesión del Congreso General Constituyente, 20-XI-1826, en eMilio rAviGnAni, op.cit., t.3, pp. 1129-1131.

41LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

constituir el Congreso panamericano – ya disuelto- guardaba la segunda in-tención de intervenir en los asuntos estatales de América; y en fin, que Perú y Bolivia eran víctimas del ejército de ocupación colombiano allí dispuesto para conservar un poder despótico77. Dorrego rechazó estas acusaciones por entenderlas falsas razonando que el desacato de las provincias al gobierno central se debía a la impopularidad de la constitución centralista y elitista rivadaviana, y no a una presunta influencia de Bolívar en la política interna del Plata78.

Mientras sucedieron estos debates, Bolívar emprendió el viaje de Bo-gotá a Caracas. El propósito fue mediar entre partidos para resolver pacífi-camente un nuevo enfrentamiento de facciones en su “Patria”. Lejos de los problemas del cono sur, se dispuso a consagrarse “todo entero al bien de Venezuela”79. El Congreso panameño había sesionado ya – finalmente sin representación rioplatense- entre los meses de junio y julio de 1826. Las de-liberaciones de Panamá fueron seguidas por el Libertador desde Lima. Los resultados del panamericanismo emprendido con fuerza después de Ayacu-cho, no satisficieron las ambiciones originarias que lo animaron. Los pro-yectos sancionados sobre unión y confederación quedaron en declaraciones de deseos, porque no fueron ratificados por ninguno de los países represen-tados. Cerrado el Congreso del Istmo, Bolívar propuso sin éxito el último programa americanista: Colombia, Perú y Bolivia formarían una federación de Estados organizados bajo el modelo constitucional boliviano, y ocupando él mismo la presidencia80.

Importa mencionar estos hechos porque muestran que el arbitraje bo-livariano en la cuestión oriental, y las posibilidades de que Bolívar planea-ra seriamente ejercer una influencia política determinante en los conflictos internos del Río de la Plata, fueron desde principios de 1826 inverosímiles. La lectura de las epístolas de Bolívar durante los años 1826-1828, muestra que la fragilidad política de las repúblicas bajo su control y el ocaso de su liderazgo, son los factores retrospectivos que desautorizan aquellas posibi-

77 Sesión del Congreso General Constituyente, 21-XI-1826, Ibídem, pp. 1140-1141.78 Ibídem, pp. 1147-1149.79 Bolívar a Urdaneta, Bogotá, 15-XI-1826, en: dAniel florencio o’leAry, op.cit.,

t.30, p. 275.80 John lynch, op.cit. pp. 283 y 288.

42 NAZARENO URIEL BRONDO

lidades que los políticos rioplatenses le adjudicaron al Libertador, fuera por conveniencia, por admiración, o por repulsión a su poder.

La prolongación de la guerra en la Banda Oriental- simultánea a la gue-rra civil en el Plata- agotó las fuerzas políticas, financieras y morales de ambos contendientes. En el contexto de debilidad de las autoridades presi-dencial e imperial, y las intenciones separatistas de la élite montevideana, Gran Bretaña instrumentó su oportunista diplomacia para consumar la paz en el Río de la Plata a los efectos de recuperar y cuidar de sus intereses mer-cantiles perturbados por la guerra. Las bases preliminares de paz firmadas por García en mayo de 1827, que devolvían la Banda Oriental al Brasil, apresuraron la caída de Rivadavia y abrieron las puertas a las negociaciones de los agentes británicos Ponsonby y Gordon en Buenos Aires y Río de Ja-neiro, que convergieron en la creación de la República Oriental del Uruguay con la firma de la Convención Preliminar de Paz del 27 de agosto de 182881.

La fundación de un nuevo Estado nacional en Sudamérica - despren-dido de la antigua delimitación virreinal - intensificó la guerra civil entre unitarios y federales en el Río de la Plata. La caída del régimen presiden-cial, la restauración de las autonomías provinciales con la derogación de la constitución de 1826, y el fusilamiento de Dorrego ordenado por el general Juan Lavalle - soldado de línea en la guerra contra Brasil - fueron herencias directas de la paz. Como señala Halperín Donghi, Gran Bretaña intervino en la cuestión oriental para crear un Estado-tapón en el Río de la Plata, como nunca antes lo había hecho en las tensiones regionales desprendidas del pro-ceso revolucionario hispanoamericano82. La conducta del Foreign Office en la evolución del conflicto por la soberanía en la Banda Oriental, revela el destacado lugar estratégico que ocuparía el circuito fluvial del Plata en la consagración del imperialismo británico en Sudamérica durante los poste-riores decenios.

81 Para conocer los pormenores de las conversaciones, proyectos y contraproyectos, de la solución diplomática conducida por Gran Bretaña, véase MiGuel ánGel cárcAno, op.cit., t.2, caps. XV y XVI.

82 tulio hAlPerín donGhi, Historia contemporánea, op.cit., pp. 155-156.

43LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

conclusiones

En el conflicto por la soberanía en la Banda Oriental, el gobierno de Juan Gregorio de Las Heras contempló la opción de ofrecerle a Simón Bo-lívar un espacio de “poder diplomático” –pero no militar- en hipotéticas ne-gociaciones con Brasil en tiempos en que el Libertador se había apoderado de facto del área altoperuana después de la batalla de Ayacucho. El liderazgo político de Bolívar atravesaba en 1824 por una instancia de fortaleza nota-ble. Su presencia en Potosí, y el sistema de repúblicas que había construido con Colombia y Perú – a las que luego se sumó Bolivia-, como también la simpatía política que Gran Bretaña profesaba por Brasil, fueron las cau-sas que determinaron el acercamiento de Buenos Aires con Bolívar. La em-bajada rioplatense fue a negociar en condiciones políticas de inferioridad respecto a su interlocutor, puesto que el proceso de organización nacional conducido por Buenos Aires era cuestionado por las provincias interiores y algunos sectores políticos porteños.

Para el gobierno porteño, la conservación de la soberanía en las pro-vincias altoperuanas fue un objetivo relativamente menor en comparación con el frente de la Banda Oriental, y los esfuerzos en articular relaciones armoniosas con las élites de las regiones interiores de la futura Argentina. Por esta causa renunciaron a disputarle la soberanía en el Alto Perú y prefi-rieron facilitarle a Bolívar la creación de un nuevo Estado, creyendo quizás, que este gesto político abría mayores posibilidades de sumar al Libertador en la querella diplomática con el Brasil, bajo condiciones menos comprome-tedoras para la estabilidad de las autoridades porteñas. Las dificultades de Buenos Aires por conservar la delimitación heredada del Virreinato fueron aprovechadas por Bolívar quien pactó con Sucre y la élite local, la fundación del Estado boliviano.

La evaluación final sobre las conversaciones que cruzaron Carlos Ma-ría de Alvear y José Miguel Díaz Vélez con Bolívar y Sucre, muestra la ausencia de identidad de intereses en el caso de la confrontación con Brasil; y la falta de complementariedad de intereses políticos y económicos a largo plazo entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y las repúblicas bajo influencia del Libertador. De la comparación entre los objetivos estratégicos de las instrucciones con los resultados últimos de la misión, se desprende que el esfuerzo diplomático fue infructuoso para el Río de la Plata, y termi-nó consolidando la creación de un Estado en el Alto Perú en contraposición al declarado, pero impracticado, principio de uti possidetis.

44 NAZARENO URIEL BRONDO

Las causas de la fallada alianza diplomática no pueden atribuirse a una de las partes unilateralmente como sugiere la historiografía de enfoque “americanista”. El contexto y los propósitos políticos disímiles que atrave-saron y persiguieron durante esta etapa los poderes públicos que representa-ron las partes negociadoras, fueron elementos determinantes en el desenlace de la embajada. Bolívar llegó a las entrevistas del Alto Perú decidido a resol-ver favorablemente la independencia de Bolivia y no romper la cordialidad con el Imperio en acuerdo con los deseos británicos.

En palabras de George Canning, la monarquía brasilera era el para-digma de una autoridad estable americana posindependiente, y en conse-cuencia, un mercado estratégico viable en la construcción de la hegemonía comercial y financiera británica en Sudamérica. De esta realidad, Bolívar infirió que unirse en un plan desestabilizador de la autoridad imperial hubie-se significado desafiar el poder británico en la región sin vislumbrar benefi-cios futuros compensatorios. La decisión final de la evaluación pragmática de Bolívar respecto a la cuestión oriental, fue mantener una neutralidad benévola funcional al equilibrio de poderes sudamericano deseado por Gran Bretaña.

El Ejecutivo de Buenos Aires gestionaba la misión pero ponía repa-ros al Congreso panameño. Esta aparente contradicción de criterios no fue más que una consecuencia lógica del contexto político del Río de la Plata dominado por la búsqueda de organizar un Estado moderno cuya soberanía fuera indivisible. Por eso no aceptaron que el asunto se resolviera en una instancia de negociación supraestatal como había propuesto Bolívar a los embajadores.

Los avances de la campaña de los 33 orientales y la voluntad política de la Banda Oriental por reincorporarse a las Provincias Unidas desataron la guerra, y con ella, finalizaron las negociaciones. Esto indica que, como he-mos mencionado, Bolívar fue una de las opciones diplomáticas para disua-dir a Pedro en tiempos en que Las Heras y García conservaban la esperanza de resolver las cosas por la vía pacífica. Más allá de lo que expresaran las instrucciones, García nunca deseó la intervención del Ejército Libertador en la Banda Oriental puesto que su estrategia diplomática fue la de evitar la confrontación armada hasta donde se pudiera y mediante diferentes recursos políticos; como su intento de fines de 1825 de negociar pacíficamente la retirada brasilera con el pago de una indemnización a Pedro bajo la garantía

45LA POLíTICA EN BUENOS AIRES Y EL LIDERAZGO DE SIMóN BOLíVAR

británica, y las posteriores negociaciones que cristalizaron en las bases pre-liminares de paz de 182783.

Lo sucedido entre 1826 y 1828 fue un corolario de aquellos intereses en tensión. La prioridad pública de Bernardino Rivadavia fue consolidar el régimen interno y cerrar el frente oriental sin la hipotética intervención de Bolívar. Según la percepción del Presidente, la guerra externa era un motivo de unión entre las provincias que apresuraba favorablemente los tiempos del pacto nacional. El antibolivarismo de José Valentín Gómez se entiende en razón del plan presidencial. La guerra contra el Imperio y la teoría del supuesto complot de Bolívar y Sucre con los jefes federales del Interior y de Buenos Aires, fueron los temas funcionales a los argumentos disuasivos usados en esta instancia de los debates parlamentarios, para construir una identidad colectiva Argentina que ayudara a sustentar el poder nacional cen-tral y centralista en contraposición al otro84. En este contexto, el discurso del grupo rivadaviano articulado alrededor del concepto de soberanía, se dirigió a mostrar que tanto Bolívar como los brasileros eran una amenaza a los in-tereses del Estado moderno constitucional rioplatense, finalmente frustrado.

El llamado de auxilio de Dorrego a Bolívar era políticamente extem-poráneo. En la última etapa de su liderazgo inaugurado en 1826, Bolívar se dedicó, aunque con pocas expectativas y finalmente sin éxito, a tratar de arreglar los desequilibrios regionales del Estado creado en Cúcuta, aleján-dose definitivamente de los problemas externos e internos que aquejaban al Plata. Bolívar compartió con Dorrego el discurso americanista y republica-no, y la oposición a Rivadavia pero, razonablemente, los “principios ideo-lógicos” en común no fueron suficientes para privilegiar el asunto oriental y la lucha entre facciones en el Río de la Plata, sobre las disidencias políticas que afectaban a las repúblicas de su influencia.

El Libertador terminó por restarle importancia estratégica al Congreso

83 Para quines deseen conocer la carrera diplomática de García pueden consultar el trabajo de JuAn cArlos nicolAu, Manuel José García (1784-1848). Política y diplomacia en el Río de la Plata. El conflicto con el Imperio del Brasil, Buenos Aires, Librería-Editorial Histórica Emilio J. Perrot, 2008.

84 Usamos la expresión “identidad colectiva” porque refiere a la construcción de la Nación en términos políticos según la doctrina iusnaturalista propia de esta época, y no en términos culturales como indica el principio de nacionalidad utilizado en el Río de la Plata recién en la década de 1830. Véase José cArlos chiArAMonte, Ciudades…, op.cit., pp. 115-116.

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de Panamá para continuar su obra de reorganización política mediante la carta constitucional escrita por pedido del Congreso de Bolivia. En coin-cidencia con los centralistas del Río de la Plata, Bolívar pensaba que había llegado el tiempo constitucional. El propósito bolivariano era consagrar au-toridades nacionales unitarias en aquellas repúblicas cuya perdurabilidad era amenazada por los movimientos federales que cuestionaban el lugar de privilegio político, económico y financiero ocupado por las ciudades-capi-tales. La Gran Colombia fue uno de los escenarios testigos de esta realidad caracterizada por la resistencia de las ciudades periféricas a la vocación he-gemónica de ciudades como Bogotá.

En 1825, Bolívar fue para Buenos Aires una alternativa diplomática en la lucha por la soberanía en la Banda Oriental, a pesar de las reservas y desconfianzas que provocaron en Las Heras y García el poder militar y las intenciones políticas del Libertador. Para Bolívar, esta propuesta no fue un hecho indiferente. Por el contrario, siguió los sucesos con notable preocu-pación política, al menos hasta la asunción de Rivadavia, por el impacto público que pudiera tener en Sudamérica la aceptación de un acuerdo con el Río de la Plata. Los intereses vitales en juego, la desconfianza irresuelta entre las partes, los desórdenes interiores del Río de la Plata y Colombia, como el condicionamiento que representaba tanto para Buenos Aires como para Bolívar, el poder de Gran Bretaña en la toma de decisiones finales, impidieron la concreción de un acuerdo. El ciclo histórico de los planes de unidad americana del año 1825, fuera a través de un Congreso continental permanente según Bolívar, o por una alianza diplomática republicana contra la monarquía brasilera como propuso la embajada porteña, fue cerrado con la fundación de dos Estados nacionales emergentes de la geografía del anti-guo Virreinato del Río de la Plata: Bolivia y Uruguay.

Consideraciones sobre la educación media humanística bajo el primer peronismo (1946-1955): Expansión de la matrícula secundaria, inversión estatal y orden educativo meritorio1

Adrián cAMMArotA

UNGS – IDES – [email protected]

resuMen

El artículo analiza la expansión de la educación pública en el ciclo se-cundario bajo el primer peronismo, los intentos de centralización educativa y la fundación de los Colegios Nacionales a lo largo del territorio nacional junto con la estructuración de un sistema de enseñanza “meritorio”, basado en la obtención de “calificaciones suficientes” y cuyos merecedores esta-ban en condiciones de alcanzar los “más altos grados de instrucción”. Es-tos mecanismos habrían funcionado como una barrera de contención para evitar la afluencia masiva de miles de jóvenes que aspiraban continuar sus estudios secundarios y universitarios, pautando una suerte de contradicción con la “lógica de la justicia social”. Sin caer en la especificidad, se señala un estudio de caso – la fundación del Colegio Nacional Mixto de Morón en el año 1949- con el fin de visualizar los posibles mecanismos políticos que primaron entre las provincias y la repartición central a la hora de desviar los recursos necesarios para la radicación de instituciones educativas.

PAlAbrAs clAves

Centralización - Colegios nacionales - Estado - Peronismo

1 Este trabajo retoma una serie de aspectos de mi tesis de maestría dirigida por Carolina Biernat.

48 ADRIÁN CAMMAROTA

AbstrAct

This article examines the expansion of public education at the secon-dary level under the first Peronist, attempts to centralize education and the founding of the National Schools throughout the territory and by structuring an education system “merit” based in obtaining “sufficient qualifications and merit which were able to achieve the” highest levels of instruction. “These mechanisms would have worked as a containment barrier to prevent the influx of thousands of young people who aspired to continue their high school and college, locking a sort of contradiction with the “logic of social justice. Without falling into the specificity, and presents a case study - the foundation of the National Joint College of Moron in 1949 - in order to vi-sualize the possible policy mechanisms that prevailed among the provinces and the central distribution when diverting resources needed for the establis-hment of educational institutions.

Key words:

Centralization – Education – Peronismo - State

introducción

En el mensaje pronunciado el 2 de abril de 1951 con motivo del ini-cio del ciclo lectivo el presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, hizo referencia a la obra educativa desarrollada por su gobierno destacando el conjunto de escuelas construidas, especialmente aquellas levantadas en los territorios nacionales. Perón aludió a la “experiencia de su infancia” en la Patagonia argentina donde el número de escuelas era escaso: “De eso me acordé cuando planeamos las escuelas. Desde mi gobierno en adelante, nin-gún niño argentino, cualquiera sea el rincón de la Patria en que viva, tendrá necesidad de abandonar su casa para instruirse y educarse”2.

La presente investigación tiene como objetivo analizar la educación secundaria bajo el peronismo tomado como eje la expansión de la matrícula secundaria, la fundación de instituciones educativas por parte del gobierno central y el abordaje de un estudio de caso: la radicación de un Colegio

2 Boletín de Comunicaciones, Año III, 6 y 13 de abril de 1951, p. 351.

49CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Nacional Mixto fundado en el año 1949 en el distrito de Morón. Esta ins-titución se transformó, conforme transcurrían los años en una “alta casa de estudios”. Se ha dejado de lado la educación técnica puesto que la misma merecería un trabajo de mayor envergadura por la importancia que le otorgó el gobierno en el marco de sus planes de profundización del proceso de in-dustrialización por sustitución de importaciones (ISI) gestado en la década de 1930.

Las demandas que las instituciones de la sociedad política y de la socie-dad civil dirigieron al Estado en el período 1946-1955 estuvieron inscriptas en la lógica de la justicia social3 y en una coyuntura denominada “democra-tización del Bienestar”, esto es, la expansión del consumo, el empleo y el bienestar4. Si bien una gran cantidad de familias tuvieron los recursos ne-cesarios para enviar a sus hijos al nivel medio de enseñanza; ¿de qué forma incorporó el sistema a estos jóvenes? ¿Qué instrumentos utilizó la gestión estatal peronista para expandir el radio de alcance de la educación secunda-ria? ¿Incluyó a todos los adolescentes por igual? Puntualmente en nuestro estudio de caso: ¿de qué sector social provenían sus estudiantes? ¿Cuáles fueron los mecanismos que se activaron desde el distrito para la erradicación del Colegio Nacional Mixto?

En tren de encarar estos interrogantes subyacen dos ejes que estructuran el trabajo. Por un lado, una de las ideas es que el Estado se vio sobrepasado por las aspiraciones de los jóvenes que anhelaban seguir sus estudios secun-darios La inversión estatal en establecimientos educativos no alcanzó a sa-tisfacer las necesidades sociales de los aspirantes al ciclo medio de la educa-ción. Por otro lado, se proyectó la democratización de la escuela secundaria y del ciclo universitario sobre un carácter “meritorio” no “elitista”. El orden meritorio se basó en la obtención de calificaciones suficientes para sortear el examen de ingreso a las diferentes orientaciones – Normal, Bachiller, Co-

3 oMAr AchA, “Sociedad civil y sociedad política durante el primer peronismo”, en: Desarrollo Económico, vol. 44, julio-septiembre 2004, p. 206.

4 elisA PAstorizA y JuAn cArlos torre, “La democratización del bienestar”, en: JuAn cArlos torre (Dir.), Nueva Historia Argentina. Tomo 8: Los años peronistas (1943-1955), Sudamericana, 2002, pp. 257-313.

Con respecto al desarrollo de las demandas sociales ver dAniel lvovich y JuAn suriAno (Comp.), Las políticas sociales en perspectiva histórica. Argentina, 1870-1952, Buenos Aires, Prometeo, 2008.

50 ADRIÁN CAMMAROTA

mercial-, obtener becas por parte del Estado e ingresar a la Universidad. El orden “elitista-educativo”, que desde finales del siglo XIX hasta la década de 1930 rigió los postulados pedagógicos del sistema, basó sus preceptos en un conjunto de consideraciones que abarcó desde las tipologías biologicis-tas hasta un enciclopedismo pedagógico que apuntó a la formación de una elite dirigente- homogénea cultural y socialmente-supuestamente destinada a gobernar o a colonizar los puestos de la administración pública. Las ti-pologías biologicistas derivadas de la eugenesia- doctrina que apuntaba al mejoramiento de la raza – orientaron el perfil de maestros y profesores en la década de 1930; mientras que el enciclopedismo pedagógico estaba basado en la transmisión de puros conocimientos intelectuales, menos espirituales, considerando a la educación como un saber universal y copioso. En este contexto la educación cumpliría un rol fundamental inculcando valores mo-rales, cívicos e higiénicos. A pesar del carácter “meritorio” de la educación, el peronismo orientó a los jóvenes a seguir determinada carrera realizando una separación entre “estudios humanísticos” y “estudios técnicos”, según lo han planteado por los investigadores/as Juan Carlos Tedesco y Silvina Gvirtz5. Se priorizaron para los hijos de “clase media” los primeros y, para los hijos prevenientes de las familias obreras, el segundo nivel de instruc-ción.

Un segundo nivel de análisis da cuenta de la expansión de la matrícula secundaria. La misma dependió de los regionalismos provinciales, es decir, no fue un fenómeno homogéneo. Fue un proceso gradual que encuentra sus orígenes en la década de 1930. A la hora de invertir en establecimientos educativos se entrecruzaron lealtades políticas con la necesidad por parte del gobierno de centralizar el sistema de enseñanza. En este contexto, la educación secundaria se erigió como una demanda inmediata de las ascen-dentes clases medias urbanas.

El estudio de caso analizado se inscribe en este contexto: la articula-ción entre una demanda social por parte de la comunidad moronense que se hallaba en un proceso de modernización y diversificación social a fines

5 JuAn cArlos tedesco, Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945), Buenos Aires, Siglo XXI, 2009 y silviA Gvirtz, “La politización de los contenidos escolares y la respuesta de los docentes primarios en los primeros gobiernos de Perón- Argentina 1949-1955”, en: Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 10, Nº 1, enero-junio 1999.

51CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

de la década de 1940, y la lógica política de un gobierno que tenía en cuen-ta el potencial electoral que le redituaba el control de la enseñanza en las provincias. Diversas escuelas y colegios fueron levantados por el Estado, la mayoría en Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Es probable que esta situación no respondiera sólo a la concentración de población en esas regiones sino también a un entramado de relaciones políticas con go-bernadores e intendentes que permitía al Estado peronista avanzar sobre las autonomías provinciales.

A la hora de indagar desde una perspectiva histórica la estructuración del nivel medio de la educación argentina el investigador se encuentra con un relativo vacío historiográfico. Básicamente hasta las décadas de 1980-1990 eran exiguas las investigaciones sobre dicho nivel.

Cuatro tipos de abordajes, que se corresponden con cuatro momentos históricos, pueden visualizarse en este campo de investigación. El primero engloba un conjunto de estudios institucionales; de historia de las ideas pe-dagógicas y ediciones de manuales para la formación de los futuros maes-tros en la década de 19406. El segundo está representado por las investiga-ciones del cientista de la educación Juan Carlos Tedesco, durante la década de 1960, quien orientó el derrotero de la historiografía hacia innovadores rumbos. Sus investigaciones daban cuenta de nuevas problemáticas e in-dagaciones. Por un lado, demostró como el Estado oligárquico ejerció un control social sobre los diferentes sectores sociales y, por el otro, analizó la expansión de la matrícula en los diferentes niveles del sistema educativo7.

El tercer período de abordaje, que abarca las décadas de 1980-1990, da cuenta de la recepción de las políticas de adoctrinamiento en las escuelas primarias8. Diversos historiadores y en menor medida politólogos añadie-ron sus herramientas analíticas e incorporaron avances. El politólogo Carlos Escudé analizó los discursos de los funcionarios e intelectuales en la publi-cación oficial del Consejo Nacional de Educación, El Monitor de la Educa-ción Común y llegó a la conclusión de que el nacionalismo educacional fue irracional y que comenzó con los gobiernos oligárquicos y se politizó con

6 MAnuel solAri, Historia de la educación argentina, Buenos Aires, Paidós, 2000, (primera edición 1949).

7 JuAn cArlos tedesco, op.cit. 8 silviA Gvirtz, op. cit.

52 ADRIÁN CAMMAROTA

el peronismo9. El historiador Mariano Plotkin estudió los mecanismos des-tinados a la generación de consenso político y movilización creados por el Estado bajo el gobierno de Perón a través de la apropiación de los espacios simbólicos y la politización de la educación10.

La politización de los contendidos también fue motivo de estudio por parte de los historiadores Tulio Halperin Donghi11 y Susana Bianchi12, mien-tras que Luis Alberto Romero coordinó una investigación sobre la idea de Nación subyacente en los textos escolares del último medio siglo13. Otros trabajos que continúan con el análisis de los libros de textos primarios apun-tan a desentrañar el rol de la mujer en la familia, identificando rupturas o continuidades con las décadas anteriores al peronismo14.

La apertura hacia una historia de la educación con un carácter nacional, provincial y regional pertenece a la coordinación realizada por Adriana Pui-ggrós y Edgardo Ossanna y al trabajo de compilación de Adrián Ascolani en el cual la mayoría de los artículos tienen como objeto de investigación el nivel primario15. Recientemente se ha indagado sobre la forma en que la educación Argentina se pensó a si misma a través del análisis de un conjunto de revistas que salieron a la luz desde finales del siglo XIX hasta la actuali-dad, tanto para el nivel primario como para el secundario16. No obstante ello,

9 cArlos escudé, El fracaso del proyecto argentino, Buenos Aires, Norma, 1990. 10 MAriAno PlotKint, Mañana es San Perón: Propaganda, rituales políticos

y educación en el régimen peronista, Buenos Aires, Ariel, 199411 tulio hAlPerin donGhi, La democracia de masas, Buenos Aires, Paidós, 1972. 12 susAnA biAnchi, “Catolicismo y peronismo: la educación como campo de

conflicto”, en: Anuario del Instituto de Estudios Históricos-Sociales, Nº 11, 1996, pp.147-178.

13 Luis Alberto Romero, La Argentina en la Escuela. La Idea de la Nación en los textos escolares, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.

14 cAtAlinA wAinerMAn y MAriAnA herediA, ¿Mamá amasa la masa? Cien años en los libros de lectura de la escuela primaria, Buenos Aires, Editorial Belgrano, 1998.

15 AdriAnA PuiGGrós (Dir.) y edGArdo ossAnnA (coordinación del tomo VII), La educación en las provincias (1945-1985), Buenos Aires, Galerna, 1997 y Adrián AscolAni (Comp.), La educación en Argentina. Estudios de Historia, Rosario, Ediciones Del Arca, 1999.

16 silviA finocchio, La Escuela en la Historia Argentina, Buenos Aires, Edhasa, 2009.

53CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

las investigaciones realizadas sobre la historia de la educación secundaria en Argentina han sido nimias si se las compara con la producción que le han dedicado los investigadores al nivel primario.

En los últimos años se ha realizado una “revisión” del peronismo a la luz de una serie de investigaciones. Estas han alumbrado nuevos matices del fenómeno. Así las cosas, se ha puesto en tela de juicio las visiones tra-dicionales sobre el origen del frente popular como una etapa del desarrollo histórico marcada por el pasaje de una sociedad tradicional a una moderna, siguiendo la visión de Gino Germani17. Al menos eso se desprende del traba-jo de edición realizado por Darío Marcor y César Tcach. Los investigadores se preguntan cómo podemos comprender el éxito del peronismo en las pro-vincias donde la industrialización era casi nula. Según los trabajos recopila-dos, la alianza con entre las elites conservadoras y las elites peronistas fue fundamental para entender esa viabilidad18.

La historiografía local ha destacado que durante el primer y segundo mandato de Perón (1946-1955), se produjo una notable expansión de las políticas de salud, vivienda y educación19. Uno de los ejes articuladores de dicha política fue el Estado. Gracias a la centralización, la política social alcanzó los rincones más lejanos del territorio nacional y obtuvo resultados nunca avistados hasta entonces20. Sin embargo, una nueva línea de investi-gación está dando cuenta de la recepción de la política social en las provin-cias argentinas durante este período. La misma estima que se produjo una brecha entre los objetivos propuestos por el gobierno y su implementación

17 Gino GerMAni, Política y sociedad en una época de transición, Paidós, Buenos Aires, 1962.

18 dArío MAcor y césAr tcAch (Ed.) La invención del peronismo en el interior del país, Santa Fe, Universidad del Litoral, 2003.

19 AnAhí bAllnet, Las huellas de la política. Vivienda, ciudad., peronismo en Buenos Aires, 1943-1955, Buenos Aires, Universidad de Quilmes, 2006. Con respecto a la expansión de los servicios de salud ver KArinA rAMAcciotti, La política sanitaria del peronismo, Buenos Aires, Biblos, 2009. De la misma autora, “De chico el árbol se puede enderezar. La salud infantil durante el peronismo” en: lucíA lonetti y dAniel MiGuez, Las infancias en la historia Argentina (1890-1960).Intersección entre prácticas, discursos e instituciones, Rosario, Prohistoria, 2010.

20 MAriAno PlotKint, op.cit. rAAnAn rein, Peronismo, populismo y política. Argentina 1943-1955, Buenos Aires, Editorial Belgrano, 1998.

54 ADRIÁN CAMMAROTA

en términos reales21. Resta subrayar las producciones académicas que jalo-naron su atención en describir la conformación de una juventud peronista en los orígenes del movimiento22 y los intentos de politización de la comunidad estudiantil desde el asociacionismo político23. En esta dirección, el presente trabajo puede aportar a la historiografía sobre el peronismo desde un foco poco explorado. A su vez, su lectura puede abonar a una “historia social de la educación” y constituir un aporte sustantivo a las investigaciones sobre políticas estatales desde una perspectiva histórica.

La propuesta se estructura en dos apartados. En el primero se destaca un somero análisis de la expansión de la matrícula secundaria, la ubicación geográfica de los establecimientos y la problemática edilicia para albergar a todos los estudiantes .Por su parte, el segundo apartado se centra en un estudio de caso: la creación del Colegio Nacional Mixto de Morón, la re-lación entre desarrollo urbano, diversificación social, demanda educativa y la llamada “cuestión política” que permitió satisfacer la demanda de la comunidad moronense.

1- lA centrAlizAción educAtivA, lA eXPAnsión de lA MAtrículA secundAriA y lA inversión estAtAl.

1.1 lA centrAlizAción del sisteMA educAtivo

Uno de los objetivos del gobierno peronista en materia de educación y en consonancia con los lineamientos del Primer Plan Quinquenal (1947-1952), fue la centralización del sistema de enseñanza. Hay que destacar que

21 Adrián cAMMArotA, “El cuidado de la salud de los escolares en la provincia de Buenos Aires durante el primer peronismo (1946-1955). Las libretas sanitarias, las fichas de salud, y las cédulas escolares” en: Propuesta Educativa, FLACSO, n°35, junio 2011. ivAnA hirscheGGer, “La enseñanza primaria en el marco del Estado de Bienestar: los planes de obras y la expansión de los servicios educativos en dos municipios de Mendoza, 1946-1955 en: Antítesis, vol. 3, n° 6, julio –diciembre de 2010.

22 oMAr AchA, Los muchachos peronistas. Orígenes olvidados de la juventud peronista (1945-1955), Buenos Aires, Planeta.

23 Adrián cAMMArotA, “Salud, deporte, nacionalismo y género en los espacios de socialización de niños y adolescentes (1930-1955). Las colonias de vacaciones, los Clubes Colegiales y la Unión de Estudiantes Secundarios (UES)” en: Kairos, año 15, n 28, noviembre de 2011.

55CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

dicho objetivo no constituía una novedad de la época. La ley de Educación Común (1875), el Congreso Pedagógico (1882), la ley 1420 (educación li-bre, gratuita y laica), junto con otras leyes liberales que tenían como fi-nalidad separar al Estado de la Iglesia y desmantelar la herencia colonial apuntaron también en esa dirección.

Para llevar a buen puerto la incorporación de los jóvenes al ciclo me-dio de enseñanza, el Estado se enfrentó a una problemática sustancial: la fragmentación del sistema educativo y las no tan numerosas instituciones educativas de carácter público que convivían con instituciones privadas24. Durante la etapa 1930-1945, el crecimiento de la enseñanza media, a dife-rencia del registrado en el nivel primario, contó con una fuerte participación privada. Sus esfuerzos estuvieron dirigidos a controlar las modalidades clá-sicas, especialmente el magisterio por el rol destacado que se le otorgaban a las maestras en su misión educadora25.

Con el advenimiento del peronismo el problema de la fragmentación educativa será revertido gracias a la puesta en marcha de una maquinaria burocrática-educativa cuyo modelo de organización coronó los diversos mi-nisterios. Se intentó “democratizar” el ciclo secundario y universitario que otrora eran reductos académicos monopolizados por una elite urbana. A su vez se impulsaron un conjunto de medidas para disminuir el analfabetismo en los sectores más postergados. Con el nacimiento del Ministerio de Edu-cación en 1949 culminó un proceso de centralización que había despuntado con resultados adversos a fines del siglo XIX cuya necesidad era “educar y nacionalizar” al inmigrante y formar ciudadanos adoctrinados en los valores cívicos, morales e higiénicos; tríada republicana que demandaba la cons-trucción o la invención de una Nación26. La escuela pública, especialmente el nivel secundario, inició un camino de crecimiento a fines de la década de

24 Desde el siglo XIX, la coexistencia de escuelas particulares o privadas condujo a la existencia de cuatro sistemas educativos paralelos: sistema público-provincial, público-privado; sistema nacional-provincial y nacional privado. En 1884 había 13 provincias y una jurisdicción nacional, 14 sistemas educativos públicos y hasta 14 subsistemas particulares o privados. Durante las tres décadas siguientes la situación no cambio sustancialmente de forma. rAúl GuevArA, Jurisdicción Transfederal. La leyenda de la ley 1420 y otros mitos porteños en educación, Buenos Aires, Universidad Nacional de Lomas de Zamora, 2006.

25 JuAn cArlos tedesco, op. cit., pp. 233-23526 liliA AnA bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la

nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001.

56 ADRIÁN CAMMAROTA

1940 que tendría su punto de inflexión en la década de 1960. El aumento de la demanda educativa marchaba en paralelo con la satisfacción de las demandas sociales y la intervención del Estado.

Durante las décadas de 1940 y 1950, el aumento de la población urbana y la expansión de los medios de comunicación favorecieron al proceso de homogenización cultural sustentado por la escuela pública. Por añadidura, la novedad del peronismo “consistió en que el Estado se ocupó de allanar-les el camino, removiendo obstáculos y ampliando los procesos que venían ocurriendo a escala nacional”27.

Como ha observado el historiador Daniel James, el peronismo imple-mentó una nueva intervención en materia social, política y laboral que fue tributaria de una “redefinición del concepto de ciudadanía”. La ciudadanía comenzó a ser definida en función de la esfera económica y social de la so-ciedad civil ampliando su esfera de influencia28. En este contexto la juventud tuvo posibilidades de crecimiento a futuro y nuevos espacios de socializa-ción como las plazas, los talleres, la expansión de las sociedades de fomento y las escuelas.

Ahora bien, la reforma de los planes de estudios, la centralización del sistema educativo y la inclusión de los jóvenes en la escuela secundaria; coincidía con un contexto de posguerra en el cual se había incrementado la permanencia de los jóvenes en las instituciones educativas. Se habían gene-ralizaron las teorías sobre la existencia de una “cultura juvenil”, autónoma e interclasista. La misma experiencia escolar contribuyó a la “invención de la juventud” enmarcada en una categoría social definida, gracias a la mora-toria que brindaban los estudios académicos que le otorgaban a los jóvenes la posibilidad de retrasar el mandato del matrimonio o el mercado laboral e interactuar entre pares29.

27 elisA PAstorizA y JuAn cArlos torre, “La democratización del bienestar”, op. cit., p. 278.

28 dAniel JAMes, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.

29 Ver: Omar AchA, “Los muchachos peronistas…” op. cit. vAleriA MAnzAno, “Cultura política y movimiento estudiantil secundario en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX” en: Propuesta Educativa, FLACSO, N° 35 junio de 2011, pp. 41-52. isAbellA cosse, Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010. Para auscultar los aspectos socio-culturales de la juventud en EEUU y en la Italia fascista ver: luisA PAsserini, “La juventud, metáfora del cambio social. Dos debates sobre los

57CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Como hemos señalado anteriormente, el primer paso para la centrali-zación educativa fue la creación del Ministerio de Educación de la Nación en 1949. El segundo, como veremos a continuación, fue la radicación de las entidades educativas para romper con las distancias y el aislamiento geo-gráfico30.

1.2 lA deMAndA educAtivA (1946-1955)

Una de las hipótesis de este trabajo es que el Estado se vio sobrepasado por las aspiraciones de los jóvenes que anhelaban seguir sus estudios se-cundarios. En el presente apartado veremos como el peronismo intentó res-ponder a esta demanda con graves dificultades relacionadas con la cuestión edilicia para incorporar a los “nuevos estudiantes”. Esta problemática se plasmó en otros ámbitos de la administración pública como, por ejemplo, en la Dirección de Maternidad e Infancia dependiente del Ministerio de Salud, afectada por la incapacidad material y la reducción del presupuesto a partir de 195031.

A juzgar por las fuentes, la creación de las escuelas y Colegios Nacio-nales no constituyó un derroche de retórica y propaganda estatal con aspira-ciones a largo plazo. Con motivo de la creación de un Colegio Nacional y un Liceo de Señoritas anexo en la zona oeste de la Capital Federal, el Boletín de Comunicaciones -fuente oficial del Ministerio- esbozaba su fundamenta-ción. Se aludía a la situación en que se encontraba el estudiantado de todo el país y, en especial el del interior, ante la imposibilidad de cursar sus estudios en los lugares de residencia. A continuación estimaba que:

Que la marcha efectiva y ascendente de todos los sectores de trabajo de la Nación hacen necesario e impostergable cimentar los anhelos de elevación

jóvenes en la Italia fascista y en los Estados Unidos durante los años cincuenta” en: GiovAnni levi y JeAn–clAude schMitt, Historia de los jóvenes. La Edad Contemporánea, Madrid, Santillana, 1996, pp. 383-445.

30 Ver Adrián cAMMArotA, “El Ministerio de Educación durante el peronismo: ideología, centralización, burocratización y racionalización administrativa (1949-1955) en: Revista Historia de la Educación Latinoamericana (RHELA), vol. 15, año 2010, pp. 63-92.

31 cArolinA biernAt y KArinA rAMAcciotti, “La tutela estatal de la madre y el niño en la Argentina: estructuras administrativas, legislación y cuadros técnicos (1936-1955)”, en: Història, Ciencias, Saúde-Manguinhos, Río de Janeiro, v. 15, abril-junio, 2008, p. 331-351.

58 ADRIÁN CAMMAROTA

cultural de la juventud de todo el territorio, facilitándole- sin retaceos- los medios para que puedan completar el ciclo educativo que lo capacite para la carrera universitaria o bien para afrontar con mayor preparación la vida de trabajo32.

Por otro lado, se aludía a una de las causas que tomamos en este trabajo para explicar la radicación zonal de los colegios: el crecimiento vegetativo de la población en determinados distritos y provincias de la Argentina.

La demanda por una educación más accesible al nivel medio del siste-ma no constituyó una programación dictada desde los resortes del poder. El decreto 10.409 del 26 de mayo de 1952 se erigió como una respuesta inme-diata a una demanda social:

Que numerosas presentaciones de instituciones gremiales, sociales y cul-turales, señalan necesidades de la población escolar, que por otra parte han sido consideradas favorablemente por los organismos técnicos del Minis-terio de Educación, pudiéndose sobre la base de esos antecedentes, crearse un número determinado de establecimientos de enseñanza en el presente año33.

¿Cuáles fueron las herramientas implementadas para potenciar el pro-ceso reseñado? Básicamente la fundación de nuevos establecimientos para evitar el aislamiento geográfico y albergar a los jóvenes que anhelaban se-guir sus estudios secundarios aunado a la acción distributiva del Estado que permitió a un conjunto crecientes de familias enviar a sus hijos a obtener una titulación académica. El otorgamiento de becas estudiantiles también se puede mencionar como uno de los pilares constitutivos del sistema. Hay que destacar que la oferta del Estado fue mucho más innovadora en cuanto al sistema de enseñanza técnica con una gran expansión e inversión de la misma y la creación de las escuelas-fábricas.

32 Boletín de Comunicaciones, Año IV, N ° 227, 27 de junio de 1952, p. 505 33 Ibídem, p. 506

59CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

1.3 cAntidAd de estAbleciMientos

Antes de continuar con nuestro análisis debemos señalar un problema conceptual y metodológico ¿cómo medimos la expansión de la matrícula secundaria? El problema no debe ser reducido a la cantidad de matrícula en un período dado ya que, como ha destacado el propio Tedesco, la medición precisa de éste fenómeno está limitada por la carencia de datos básicos a saber: origen social de los estudiantes secundarios e información acerca de la estructura de edades de la población adecuada a los períodos escolares para los años comprendidos entre los censos nacionales de 1914 y 196034. A pesar de este señalamiento, su trabajo se basa exclusivamente en la canti-dad de alumnos matriculados para medir el crecimiento del ciclo medio sin bosquejar los datos referidos a la cantidad de establecimientos educativos existentes desde la décadas anteriores a la etapa peronista y las institucio-nes educativas fundadas durante los años 1946-1955. Al respecto, debemos sugerir otro cuestionamiento entroncado con una visión estatal actual en materia educativa cuyo binomio inclusión-exclusión de los jóvenes al sis-tema educativo se resume en una retórica fraseología resumida en la tríada “inclusión, permanencia y término”. Al no poseer datos fidedignos sobre el grado de deserción en el nivel medio ¿podemos afirmar tajantemente que se produjo una gran expansión de la matrícula secundaria? ¿Podemos medir dicha expansión solo consignando la cantidad de alumnos/as matriculados? En este sentido, considero que una política educativa eficaz debe medirse por el grado de inclusión y término de los estudios. Algunos datos nos sugie-ren que se produjo un desfasaje entre el número de alumnos/as matriculados en primer año y los que llegaron a término sus estudios.

Si la demanda es anterior al advenimiento del peronismo tendremos que analizar un conjunto de datos que nos permitirán darnos una idea sobre el crecimiento de la educación media a nivel nacional. Tomamos tres niveles específicos: la Enseñanza Media Normal, Enseñanza Media Bachiller y la Enseñanza Media Comercial. Los datos contemplan el número de estableci-mientos, públicos y privados, provinciales y municipales y nacionales entre los años 1914 y 1955. Los resultados obtenidos son los siguientes:

34 JuAn cArlos tedesco, op.cit., p. 234.

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Gráfico 1

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomo 1, pp. 58-59.

Gráfico 2

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomo 2.

61CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Gráfico 3

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomo 1, pp. 282-283.

Como vemos en los gráficos no podemos afirmar que la expansión de la matrícula secundaria careció de homogeneidad ya que dependía de las distintas orientaciones. Comencemos con el nivel Bachiller. Desde el año 1914 hasta el año 1955 la tendencia se mantiene constante: aproximada-mente cada diez años la cantidad de establecimientos aumenta en 100, tanto estatales como privados, municipales y provinciales, llegando a un poco más de 500 para el año 1955. Las cifras difieren en la orientación Comercial y la enseñanza media Normal. Con respecto a la primera, hasta el año 1934 la cantidad de establecimientos ronda los 50 en todo el país, pasa a casi 150 en el año 1944 y a un poco más de 250 en el año 1955. El desarrollo de la enseñanza media Normal es cualitativamente más significativa a comienzos de siglo: más de cincuenta establecimientos, expandiéndose considerable-mente a fines de la década de 1930 y llegando a más de 300 para 1955. A pesar de que es superior su número a principios del siglo XX no llega a igualar al nivel Bachiller para el año 1955. Hay que recordar que hasta la década peronista, el nivel de instrucción obligatoria era el nivel primario. A fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la necesidad de

62 ADRIÁN CAMMAROTA

educar a la población demandaba una mayor cantidad de maestras normales. La década de 1930 contempló un despegue en cuanto a la expansión

de establecimientos educativos aunque su porcentaje fue más elevado en el nivel Bachiller y Normal y menos en el Comercial. ¿A qué se debe el au-mento de los establecimientos mencionados? ¿A la intervención del Estado en respuesta a la crisis mundial de 1929? Entonces podemos sugerir que se fortaleció la capacidad de esos sectores emergentes para enviar a sus hijos en búsqueda de una titulación académica. Resulta sugestivo que entre los años 1930-1955 el nivel que más se expandió fue el bachillerato, siendo éste el paso previo a la universidad.

La tendencia a una expansión continua de la educación formal se co-rresponde con el desarrollo de un perfil social urbano que no cambió sus-tancialmente entre los años 1945-1955. A mediados de 1950 el volumen de la clase media –cuyos hijos suponemos colmaban las divisiones de los cole-gios bachiller y comercial- fue mínimamente superior al de 1945 (pasó del 41 % al 43%) y algo inferior al de la clase obrera (50 % a 49 %). Con el de-sarrollo de una clase media urbana las expectativas de una educación formal estaban cifradas en el nivel secundario. Hasta 1945 los que habían obtenido la credencial educativa del nivel primario -necesarias para acceder a posi-ciones administrativas asalariadas- comenzaban a acceder al nivel medio.

1.4 ubicAción GeoGráficA de los estAbleciMientos: 1946-1955

¿Es consecuente el número de matrícula con el aumento de la pobla-ción? ¿Era homogéneo dicho proceso en todas las provincias o solo es un fenómeno que se centró en Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires?

Hay una relación subyacente entre el crecimiento poblacional y las di-ferencias regionales en cuanto al desarrollo y distribución del ingreso. La Capital Federal y la provincia de Buenos Aires registraron un crecimiento de población importante en relación con el resto de las regiones del país. El IV Censo relevado el 10 de mayo de 1947 registró 15. 893.827 de habitantes35.

35 El Primer Censo Nacional, relevado el 15 de septiembre de 1869, registró 1.830.214 habitantes. El Segundo Censo Nacional, relevado el 10 de mayo de 1895, registró 3.954.911 habitantes. El Tercer Censo Nacional, del 1° de junio de 1914, registró 7.885.237 habitantes. PresidenciA de lA nAción, Ministerio de Asuntos Técnicos, Anuario Estadístico de la República Argentina, Buenos Aires, tomo 1, Compendio, 1949-1955, p.43.

63CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Capital Federal y provincia de Buenos Aires son las regiones en las cuales se producen la mayor cantidad de nacimientos en el interregno 1949-195036. Y son estas mismas regiones las que contienen la mayor cantidad de alum-nos matriculados en el período 1949-1955 en las orientaciones señaladas. Sobre un total de 1.628.823.00 alumnos/as matriculados en todo el país -de primero a quinto año-, 874.229 asistieron a establecimientos radicados en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires en los años mencionados. De ellos, 674.518 estudiantes concurrieron al Bachillerato, 501.419 a estableci-mientos Normales y 452.886 al Comercial37.

Debemos tener en cuenta que el crecimiento de las escuelas secundarias es un fenómeno urbano y no rural. Por lo tanto, no resulta sorpresivo que en aquellas ciudades con una población asalariada importante en la cual la so-ciedad se halla en un proceso de movilidad social, el Estado decida gestionar un mayor control impulsando centros educativos en pos de captar un caudal importante de voluntades políticas y, a su vez, responder a las aspiraciones de ascenso social como producto de un proceso de “democratización del bienestar”. A diferencia de la Ley Láinez de 1905 que autorizaba al gobierno nacional a establecer escuelas en las provincias que lo solicitaran y de esa forma imponer la hegemonía ideológica de las voluntades porteñas; en la década de 1940 y 1950 las intenciones explícitas del gobierno nacional al crear un conjunto de instituciones educativas era justamente la unificación y centralización del sistema educativo, es decir, el control y homogenización ideológica de una de las herramientas de reproducción social: la educación.

Veamos ahora donde se concentran la mayor cantidad de establecimien-tos de enseñanza creados por el Estado hacia 1950. Nuevas Escuelas Na-cionales de Comercio, Secciones Comerciales y divisiones de primer año dependientes del Ministerio de Educación son creadas por decreto del Po-der Ejecutivo: 39 divisiones de primer año, 19 Colegios Nacionales (dos en Morón), 6 escuelas Nacionales de Comercio y 27 escuelas Nacionales de Comercio38. En su mayoría estos nuevos establecimientos y divisiones fueron creados en Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires según los

36 Ibídem, p. 44. 37 Elaboración propia en base a datos extraídos de Departamento de Estadística

Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Enseñanza Media, Años 1914-1963, Buenos Aires, tomo 1 y 2, pp. 78-79, 303-304 y 407-408.

38 Boletín de Comunicaciones, Año II, Nº 107, 17 de marzo de 1950, pp. 110-113.

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datos consignados por el Boletín de Comunicaciones. Las causas de esta evolución se corresponden con el aumento de la población en los lugares mencionados, una movilidad social ascendente y las lealtades políticas de los gobernadores e intendente adeptos al gobierno nacional.

En 1952 la nómina alcanzó a:

Colegios Nacionales y Liceos de Señoritas: Colegio Nacional de Arrefi-ces (Buenos Aires), Colegio Nacional de Coronel Dorrego (Buenos Aires), Colegio Nacional de Lanús (Buenos Aires), Colegio Nacional de Vicente López (Buenos Aires), Colegio Nacional de Huinca Renancó (Córdoba), Colegio Nacional Laboulaye (Córdoba), Colegio Nacional de Río Tercero ( Córdoba), Colegio Nacional de Casilda (Santa Fe), Colegio Nacional de Ceres (Santa Fe). Escuelas Nacionales de Comercio: Sección Comercial Anexa al Colegio Nacional de Coronel Dorrego (Buenos Aires), Sección Comercial Anexa al Colegio Nacional de Lanús (Buenos Aires), Escuela Nacional de Comercio de San Urbano (Santa Fe). Escuelas Industriales de la Nación: Escuela Industrial de la Nación n° 10- Ciclo Superior (Capi-tal Federal), Escuela Industrial de la Nación- Ciclo Básico- de Chacabuco (Buenos Aires), Escuela Industrial de la Nación- Ciclo Básico- de Barilo-che, Territorio Nacional de Río Negro. Escuelas Industriales Regionales Mixtas de la Nación: Escuela Industrial Regional Mixta de la Nación -Ci-clo Básico- de San José de la Esquina, (Santa Fe). Escuelas Profesionales de Mujeres: Escuela Nacional Profesional de Mujeres de Paraná (Entre Ríos), Escuela Nacional Profesional de Mujeres de San Juan, Escuela Na-cional Profesional de Mujeres de Santa Fe39.

Siguiendo lo expuesto por el Boletín de Comunicaciones, se distribuyó la suma de 5.508.200 m$m destinados a gastos varios: sueldos docentes, personal auxiliar, alquiler de edificios y gastos de instalación. Hay que des-tacar dos cuestiones: la primera es que no todos los establecimientos crea-dos poseían edificios propios. El Segundo Plan Quinquenal bregaba en uno de sus objetivos especiales referido a la “edificación educacional” que en el quinquenio 1953/57 “el Estado terminará y habilitará todos los edificios educacionales en construcción o construidos durante el primer Plan Quin-quenal y habilitará todos los locales escolares construidos por la Fundación

39 Boletín de Comunicaciones, Año IV, Nº 227, 27 de junio de 1952, p. 506.

65CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Eva Perón en su plan de 1000 escuelas”. Es decir que el Estado reconocía el alcance acotado de su inversión edilicia. Esta situación era subsanada por medio del alquiler de locales. Atendiendo a esta problemática en el año 1952 se creó una “Comisión Especial Permanente para Resolver Problemas de Capacidad Escolar” que tenía a su cargo estudiar los problemas relacio-nados a la ubicación de los establecimientos escolares y aconsejar sobre la cuestión40.

Si traemos como ejemplo nuestro estudio de caso diremos que el Co-legio comenzó sus actividades repartido en dos edificios cedidos por el go-bierno municipal y que antiguamente cumplían otras funciones. Como reco-nocía el Boletín de Comunicaciones para el año 1953 el Colegio Nacional de Morón y su Curso Comercial Anexo sufrían la insuficiencia de locales “a causa del incremento de la afluencia de alumnos en los últimos años, hasta tanto se construya el edificio incluido en el Plan de Obras del Segundo Plan Quinquenal”. La solución recayó sobre la provincia: el ministro de Edu-cación designó al rector del Colegio para que en nombre y representación del ministerio gestione directamente con las autoridades de la provincia de Buenos Aires la apertura de algunos de los edificios existentes en el distri-to41. Así las cosas, el Estado Nacional -con todos los recursos disponibles-trasladaba un problema de su incumbencia a un nivel local.

De todos modos, cabe aclarar que los datos cuantitativos editorializados en el Boletín como en otras fuentes de la época no deben ser tomados como absolutos, sobre todo si tenemos en cuenta las propuestas del Segundo Plan Quinquenal ya que el mismo no pudo llevarse a cabo en su totalidad. Tome-mos el caso de Salud Pública: en diversas ocasiones el gobierno magnifi-caba -propaganda mediante- sus logros en cuanto a construcción de nuevos centros de salud. Pero la realidad distaba de la oratoria estatal: algunos de ellos habían sido construidos antes de la llegada del peronismo al poder y otros eran presentados como “intenciones”, es decir, se construirían a corto plazo42. La promesa estatal bosquejada en el Boletín según la cual el gobier-no nacional se comprometía a levantar el edificio del Nacional de Morón

40 Boletín de Comunicaciones, Año IV, Nº 237, 5 de septiembre de 1952, pp. 833-834.41 Boletín de Comunicaciones, Año V, Nº 266, 27 de marzo de 1953, pp. 94-95. 42 Ver KArinA rAMMAcciotti, “Política social durante el primer peronismo:

proyecciones del Primer Congreso de Población de 1940”, Res Gesta, N° 43, 2005, pp. 177-200.

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nunca se puso en marcha. Recién en el año 1969, con un 70% de aportes por parte del gobierno nacional y un 30% por parte de la cooperadora del Cole-gio lo que implicó una fuerte movilización de la comunidad para recolectar fondos, se construyó un amplio y moderno edificio de tres pisos en la calle Casullo, con una cancha de fútbol adyacente. El terreno en esta oportunidad fue cedido por la municipalidad del distrito.

1.5 el áMbito Público y PrivAdo

Según Juan Carlos Tedesco, entre los años 1930-1945 el crecimiento de la enseñanza media contó con una fuerte participación privada y descendió posteriormente a lo lago de la década peronista43. Esta afirmación es rela-tivamente cierta. Durante la etapa peronista la inversión privada tuvo una injerencia importante. Si observamos los siguientes gráficos veremos que, en términos generales, la cantidad de establecimientos privados superaba a la inversión estatal El cálculo se realizó por medio de la sumatoria de los tres niveles –Normal, Bachiller y Comercial- y tomando como referencia los años 1949 y 1955.

Gráfico 4

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomos 1 y 2, p. 59, p. 283 y p.391.

43 JuAn cArlos tedesco, op. cit., p. 235.

67CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Gráfico 5

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomos 1 y 2, p. 59, p. 283 y p.391.

Una mayor inversión privada en establecimientos educativos sobre la estatal nos puede indicar cierta incapacidad del Estado por estructurar un sistema de enseñanza “democratizado” y de acceso inmediato a todos los estudiantes. Acorde a las resoluciones ministeriales y decretos del Poder Ejecutivo en relación al ámbito privado de la educación se puede visualizar una preocupación latente por parte del gobierno por controlar y hegemo-nizar ese sector. Con la ley 13.047 el gobierno normalizó la situación de los institutos privados dictando el “Estatuto para el Personal Docente de los Establecimientos de Enseñanza Privada” el 4 de octubre de 1947. Los establecimientos quedaban clasificados en adscriptos a la enseñanza oficial (recibían subsidios del Estado) o libres (no estaban completamente indepen-dientes de la enseñanza pública).

La otra explicación remite a la configuración histórica del sistema de enseñanza. A fines del siglo XIX y comienzos del XX la iniciativa privada a nivel de la escuela secundaria correspondió preferentemente a la Iglesia y en menor medida a las comunidades extranjeras. Como ha demostrado la historiadora Lilia Bertoni, la educación en manos de las comunidades extranjeras representó una preocupación acuciante para la construcción de la nacionalidad. Los inmigrantes eran educados en un conjunto de pautas

68 ADRIÁN CAMMAROTA

culturales ajenas al “ser nacional”44. Si bien el estatuto podía contemplarse como una invasión al ámbito privado, en la práctica se trataba de un subsidio encubierto a dichas escuelas45. ¿Normalizar el funcionamiento de los insti-tutos privados le era redituable al gobierno? Podríamos sugerir que en esta situación reinaba cierto pragmatismo: al peronismo que aspiraba a la cen-tralización del sistema de enseñanza le era más redituable en términos ideo-lógicos una educación pública pero, a su vez, por necesidad inmediata no estaba en condiciones de rechazar la capacidad edilicia del sector privado.

¿Educación privada en un gobierno popular? Para hacer justicia hay que destacar que si bien el número de edificios privados era de una respe-table cantidad, la matrícula secundaria se concentró en la escuela pública.

Gráfico 6

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomos 1 y 2.

La cantidad de divisiones en uno y otro sector también es dispar: en el año 1949, 3.801 divisiones correspondían a establecimientos oficiales, mientras que 2.226 a establecimientos privados. En 1955 el sector oficial aglutinó 6.062 divisiones y el privado 2749. Vemos aquí que el número de divisiones se elevó sustancialmente en el sector oficial.

44 liliA AnA bertoni, op. cit. Ver especialmente el capítulo sobre educación. 45 MAriAno PlotKin, op. cit., p. 157.

69CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

La otra cuestión que debemos plantear hace referencia a la magnitud de inversión por orientación y la preferencia del gobierno con respecto a esto último: mientras que la Enseñanza Secundaria, Normal, Especial y Su-perior (Colegios Comerciales, Bachilleres, Colegios Normales, etc) tenía destinada una cantidad de 144.240 m$m, la enseñanza técnica albergó un presupuesto asignado de 288.000 m$m para el año 1953. Ello nos indicaría la predisposición del gobierno hacia una “educación técnica” para satisfacer la necesidad de profundización del modelo industrial46.

La incentivación de los estudios técnicos irrumpió en la década de 1930 con la adopción de un modelo basado en el crecimiento industrial. Funda-mentalmente, el empleador de los egresados de las escuelas técnicas era el Estado. Como ha señalado Tedesco, el estímulo de los estudios técnicos no fue contradictorio con el tradicionalismo ideológico de los representantes del nacionalismo de derecha postulando una jerarquización entre el tipo de saber técnico y el humanístico. En el centro de este universo los estudios humanísticos quedaron reservados a una elite. La enseñanza práctica fue revalorizada bosquejando nuevas alternativas educativas con las escuelas de continuación: las técnicas de oficios, creadas para cubrir las demandas de los grandes centros industriales, cuyas especialidades se centraban en hierro, electricidad y carbón; y las escuelas de artes y oficios que brindaban cursos de cuatro año de duración orientadas hacia la mecánica, la herrería y la carpintería47.

En la etapa peronista solo restaba profundizar el proceso auspiciado por una coyuntura internacional favorable que permitió llevar los servicios de salud y educación a las periferias de las provincias con un sistema educativo estructurado con un aparato estatal centralizado, diseñado para operar en un sentido vertical, como en el resto del continente latinoamericano48.

2. el PArtido de Morón: ModernizAción y creciMiento urbAno. el coleGio nAcionAl MiXto.

46 Boletín de Comunicaciones, año V, nº 266,27 de marzo de 1953, pp. 94-95. 47 JuAn cArlos tedesco, op. cit., pp. 213-219.48 silvinA Gvirtz, silviA GrinberG y victoriA AbreGú, La educación ayer, hoy y

mañana. EL ABC de la pedagogía, Buenos Aires, Aique, p. 104.

70 ADRIÁN CAMMAROTA

2.1 urbAnizAción y ModernizAción

En el siguiente apartado se analizará un estudio de caso en el cual se imbricaron las relaciones políticas en un nivel local y provincial con el po-der nacional para la radicación de un colegio mixto secundario en una zona caracterizada por la diversificación social, el crecimiento urbano y la au-sencia de instituciones públicas educativas. Sugerimos que las respuestas a las demandas sociales por parte de la repartición central cobraron un mayor impulso en los crecientes centros urbanos en vías de modernización, como el caso del distrito reseñado.

El partido de Morón, ubicado en el oeste de la provincia de Buenos Ai-res, tenía en 1949 una superficie de 135 kilómetros cuadrados y se hallaba a solo 23 kilómetros de Capital Federal. Según el censo nacional de 1948, su población era de 170.000 habitantes.

Morón tuvo dos fuentes de crecimiento importantes que ayudaron a constituir un nuevo perfil social: la llegada de ricas familias tras la epidemia amarilla de 1871 y las migraciones internas producidas dentro de nuestro país en la década de 1930. El “tiempo de las quintas” comenzó a declinar con la afirmación del proceso de industrialización en la década de 1930, la llegada de nuevos inmigrantes y el consecuente crecimiento demográfico. Las viejas quintas fueron fraccionadas y vendidas en lote junto con las áreas rurales para la construcción de viviendas. A partir de esta década prolife-raron edificios de gran trascendencia histórica para la comunidad como la municipalidad y las asociaciones italiana, española y francesa. También en-contramos numerosos edificios escolares, almacenes, bares y plazas. Estos serán los puntos claves en los cuales se desarrollará y organizará la vida so-cial, pero siempre teniendo como punto de referencia la Iglesia del distrito. En 1957, el Papa Pío XII elevó el templo a Iglesia Catedral con motivo de la fundación del Obispado.

El desarrollo de las industrias constituyó un punto importante para su expansión. Los factores que determinaron su crecimiento fueron la cercanía con la Capital Federal, los medios de transporte (ferrocarril), los desagües por el arroyo Morón y el desenvolvimiento de los poderes públicos49. Otro índice de su progreso no los brinda el desarrollo de la edificación. Las zonas

49 Morón crónica y guía de su progreso. Edilicio, Industrial, Comercial, Social, Cultural, Deportivo, Buenos Aires, Imprenta García, 1950, p. 63. S/a.

71CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

baldías se fueron transformando paulatinamente en “progresistas villas” con un total de 331.163,35 metros cuadrados de superficie edificada50.

En relación con el resto del país, la provincia de Buenos Aires concen-traba para el año 1948 la mayor cantidad de establecimientos educativos (primarios). Hacia 1949 -año de la creación del Colegio Nacional-, dicha zona se encarriló en un proceso de crecimiento en cuanto a infraestructura y urbanización. En rigor, de los 17 partidos que integran la provincia de Buenos Aires, el distrito de Morón se hallaba en el cuarto lugar en términos reales de inversiones en el conjunto de la provincia. Igual resultado obte-nemos si indagamos sobre la masa de inversión en la superficie cubierta por obras: sobre el total de distritos obtenemos los siguientes resultados en moneda nacional: Vicente López (651,1l millones de pesos), General San Martín (486,0 millones de pesos); 4 de Junio (406,7 millones de pesos), Morón (311,7 millones de pesos)51. Paulatinamente estas localidades se irán transformando en progresivos centros urbanos. En el año 1938, según cifras del Censo Provincial, Morón contaba con una población total de 65.750 mil habitantes pasando en 1947 a 110.344 habitantes y en 1960 la cifra se eleva a 355.597. La población total del distrito tiene un carácter predominante-mente urbano.

La acción cultural también es significativa y estimuló el intercambio social. La Municipalidad envió a recorrer a todas las zonas del partido un camión sonoro con equipo cinematográfico filmador y proyector brindando al vecindario películas culturales y educativas. De la mano de estas acciones culturales cristalizan las escuelas de Arte Nativo y de Orientación Profesio-nal. A su vez la biblioteca municipal Domingo Faustino Sarmiento fue rees-tructurada incorporándose 3000 nuevos volúmenes52. En 1951 el intendente César Albistur Villegas fundó el Museo Municipal Histórico y de Arte.

2.2 deMAndA educAtivA: el coleGio nAcionAl de Morón

El crecimiento urbano y la diversificación social por la cual estaba atravesando el distrito determinaron que las demandas se complejizaran.

50 Ibídem, p. 14.51 Ibídem, p. 176. 52 MuniciPAlidAd de Morón, Departamento Ejecutivo, Memoria Correspondiente al

Ejercicio 1949, p. 8.

72 ADRIÁN CAMMAROTA

Según los diversos testimonios recogidos, los jóvenes moronenses debían viajar hasta Capital Federal para cursar sus estudios secundarios, dónde, por razones de espacio, las vacantes eran limitadas53. La mayoría concu-rría al Colegio Nacional “Mariano Moreno, a la Escuela Normal “Mariano Acosta” o al Liceo Nacional de Señoritas Nº 2 ubicado entre las calles José María Moreno y Rivadavia. Los establecimientos secundarios estatales en el distrito brillaban por su ausencia. En Morón solamente se hallaba el Ins-tituto privado San José, fundado en 189254. En 1949 el distrito contaba con 28 escuelas primarias que disponían de una matrícula de 10. 341 alumnos, tres jardines de infantes y tres escuelas profesionales con 981 inscriptos55. Un dato que nos puede aportar determinada relevancia a la cuestión es el estado en el cual se encontraban las escuelas primarias- dependientes de la provincia- para el año 1947: el diario local Opinión, alertaba sobre la deca-dencia sanitaria de las escuelas del partido, mientras que en otra editorial remarcaba el “deplorable estado de de la Escuela Bernardino Rivadavia”56.

Al abrir sus puertas el Colegio Nacional de Morón todos aquellos alum-nos que viajaban a Capital Federal fueron notificados que, por disposición del Ministerio de Educación, pasaban a ser alumnos regulares del naciente establecimiento57.

Según reza la historiografía local, en 1949, en una quinta perteneciente a don Agenor Hipólito Lobos, su hijo, el profesor Horacio Lobos, su so-brino Carlos Ignacio Rivas -a la sazón, secretario privado del ministro de Educación, Oscar Ivanissevich- y el intendente municipal de Morón, Cesar Albistur Villegas, acuñaron la idea de gestionar ante el gobierno nacional la creación de un colegio secundario. Fue el propio Villegas el que se entrevis-tó con Ivanissevich para llevar a buen puerto la propuesta.

En la mañana del 4 de abril de 1949 se inauguró el Colegio Nacional de Morón creado por el decreto nº 9105 del 13 de abril del mismo año. El

53 Entrevistas realizadas por el autor a los profesores: Julia D’ María, Lidia Wouters y Pablo Terán.

54 “Breve Reseña histórica del Instituto San José”, en: Morón, Crónica y Guía de su Progreso, op.cit., pp. 34-36.

55 Ibídem., pp. 41-43.56Opinión, 30 de abril de 1947 y 28 de mayo de 1947.57 Entrevista a la profesora Julia D’ María y ex alumnos: Julio Crespo, Norberto

Boggiano, Norberto García, Franco Melazzini.

73CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

edificio, cedido por el municipio, antiguamente oficiaba como la sede de la Municipalidad. En un breve lapso el colegio creció exponencialmente. Ante el incremento de la matrícula, en 1952 se abre otra sede en la calle Uruguay -en una vieja casona-, mientras que hacia 1953 se crea la sección Comer-cial Anexa al Colegio Nacional Mixto. La apertura del establecimiento fue anunciada por uno de los diarios locales como “…una conquista más que sumará a las ya logradas en bien del progreso cultural de Morón”. Fueron invitados al acontecimiento el gobernador Domingo Mercante, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Héctor J. Cámpora y el ministro de Educación Oscar Ivanissevich58. Este último fue el que procedió a izar la bandera nacional en el establecimiento ante la presencia de las delegaciones escolares e integrantes de la comunidad.

El primer rector del establecimiento fue el profesor Aldo Alberto Mon-tesano, nombrado el 2 de junio de 1949 por decreto presidencial nº 12810 y con una asignación mensual de novecientos cincuenta pesos moneda na-cional59. Ocupó el cargo entre los años 1949 y 1952. Era profesor en Letras egresado en 1932 de la Escuela de Profesores Mariano Acosta. Ejerció la docencia en la Escuela Industrial de La Plata, en el Colegio Nacional de la misma ciudad y en la Escuela Naval Militar. Por su parte, el vicedirector el Doctor García Tuñon era médico cirujano. Se desempeño como docente en el Colegio Nacional de Chivilcoy en 1922 dictando la asignatura Ana-tomía, Fisiología, Higiene y Piscología. Fue profesor del curso Samaritano del Ateneo de la Juventud “.Juan Bautista Alberdi” de Chivilcoy, vicerrector en 1937, comisionado escolar de 1944 a 1946 hasta alcanzar la vicerrectoría del Colegio Nacional Mixto de Morón. La secretaría recayó en la maestra normal y profesora nacional de música Elsa Beatriz Calzada. Entre los años 1943 y 1944 fue alumna del compositor argentino Constantino Gaito. Por último, una figura clave en este estudio de caso es la del pro secretario y profesor de historia de la institución Juan Carlos Bagñat. Egresado de la Escuela Normal de Profesores “Mariano Acosta” en el año 1944, realizó una serie de trabajos históricos publicados en los diarios locales60. Bagñat milita-

58 El Imparcial, 30 de marzo de 1949. 59 Decreto presidencial, Archivo del ex Nacional de Morón, 1949. 60 El Mentor, año 1, N° 1, septiembre de 1950, p. 5. Legajo del profesor Aldo

Montesano. Archivo del ex Colegio Nacional de Morón.

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ba en el peronismo local y era una de las figuras más cercanas al intendente Albistur Villegas ya que estaba casado con una prima del él. El inspector de Enseñanza Secundaria, Normal, Especial y Superior, Ubaldo Ferrer organi-zó la institución hasta la designación del flamante rector.

El relato precedente sobre el nacimiento del Colegio Nacional y los actores sociales que gestionaron dicha demanda nos conduce a indagar so-bre los posibles mecanismos sobre los que se montó el Estado peronista para otorgar viabilidad a los reclamos mencionados. En el primer apartado visualizamos que la mayoría de los Colegios Nacionales fueron creados en la Provincia de Buenos Aires. En la lógica discursiva de la “justicia social”, todos los jóvenes eran merecedores de cursar sus estudios secundarios. Pero en el fomento de las instituciones educativas el Estado no solo respondía a este parámetro. El proyecto educativo del peronismo, basado a grandes rasgos en la unificación del sistema de enseñanza, no se hallaba exento de favoritismos locales a la hora de desviar recursos para incrementar el núme-ro de instituciones educativas.

Imagen 1

Antiguo edificio donde comenzó a funcionar el Colegio Nacional Mix-to de Morón (otrora edificio de la Municipalidad), frente a la Plaza “General Don José de San Martín

75CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

2.3 lA cuestión PolíticA

Para analizar esta cuestión, debemos internarnos en las relaciones po-líticas que intervinieron entre el nivel local (provincial) y el nivel nacional. Las relaciones entre el gobierno central y las provincias atravesaron a par-tir del año 1946 diversos avatares producto de los conflictos provinciales61. Estos conflictos se entronaron en diversas luchas parcelarias por el poder político y la heterogeneidad ideológica de los dirigentes provinciales. Hacia 1949 Perón logró apaciguar las rencillas provinciales con la vigencia de las nuevas Constituciones locales, la intervención federal y los gobernadores adictos a los designios del gobierno que asumieron en 195262.

La centralización política del territorio nacional marchaba en forma pa-ralela a la centralización del sistema educativo. Acorde a este espíritu po-demos mencionar la provincialización de los territorios nacionales. Si bien dichos territorios rompieron con el molde de marginalidad política gracias a la ampliación de la ciudadanía por parte del peronismo, la provincialización se les fue otorgando a medida que La Pampa, Chaco, Misiones, Neuquén, Río Negro, Formosa, Chubut y Santa Cruz se fueron “peronizando”63.

La única excepción a este ajetreo político fue la provincia de Buenos Aires gobernada por el coronel peronista Domingo Mercante quien logró representar de manera fidedigna los designios del líder justicialista. En esta plataforma política también cobra relevancia la figura del intendente de Mo-rón, César Albistur Villegas. Nacido en 1910 en el seno de una familia liga-da desde temprano a la política (su tatarabuelo, Benito Villegas, había sido alcalde de la Santa Hermandad en Morón en 1806) siendo joven abandonó

61 En Mendoza los laboristas aceptaron como gobernador a un militar designado por Perón en el año 1946; la provincia de Corrientes fue intervenida en 1947; Córdoba y la Rioja sufrieron la intervención del poder central el año siguiente y Santa Fe corrió la misma suerte en 1949. Ver FÉLIX LUNA, Perón y su tiempo. La Argentina era una fiesta, 1946-1949, Buenos Aires, Sudamericana, tomo 1, pp.84-87.

62 Como ha destacado en un análisis pormenorizado Félix Luna, podemos destacar tres generaciones de gobernadores: los que llegaron al ejecutivo provincial con el triunfo de 1946 quienes resultaron ser los más inestables por sus orígenes heterogéneos; aquellos que ejercían el cargo antes de 1946 y los que triunfaron en las elecciones de 1951 y asumieron el poder en sus provincia en junio de 1952. Ibídem, t.2, p. 307.

63 MArtA rufino, “Peronismo, Territorios Nacionales y Ciudadanía Política. Algunas Reflexiones en torno a la Provincializacion”, Revista Avances el Cesor, Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades y Arte, Año V, nº 5, 2005, pp. 132-148.

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sus estudios de abogacía para dedicarse al periodismo. Fundó y dirigió la revista Selecta y más tarde el Boletín del Comité Universitario Radical en el cual colaboraba con Ricardo Rojas. A los 18 años se convirtió en el Secre-tario General del Comité de la Juventud de la Unión Cívica Radical. En su faz estudiantil se destacó como dirigente: fue presidente durante tres años del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y Secretario del Comité Universitario Radical. Acompañó al Presidente del Comité de la UCR local, el ingeniero Ernesto Boatti, en la Secretaría del organismo64.

En el ámbito municipal las relaciones entre la legislatura y el poder ejecutivo, tanto provincial como nacional, fueron mucho más estrechas de lo que retrospectivamente recordaba un ex funcionario de la Municipalidad que trabajó con Villegas y ex profesor del Colegio65:

Villegas era radical y después se hizo peronista. Era radical cuando era joven. Pero cuando Perón llegó al poder, tuvo contactos con él (…) Pero siempre conservó su recuerdo radical. Eso te lo digo porque lo decía cons-tantemente. En su despacho tenía un pequeño retrato de Yrigoyen. Una vez vino Mercante miraba de reojo el retrato. Y no dijo nada.Bueno, se hizo peronista y habló con Ivanissevich que en ese momento era ministro de Educación – un hombre muy culto-… Recuerdo una mañana en la ventana de la secretaría privada del Colegio- en la vieja Municipalidad de Morón donde comenzó a funcionar la escuela- y yo veía el despliegue de autos y autoridades del Ministerio de Educación para la inauguración del Colegio que se hizo esa mañana66.

Los lazos entre Villegas y el peronismo cumplimentaron una trama más profunda signada por una convencida lealtad política. Perón representaba para el futuro intendente el comienzo de una nueva era política en la cual se desmantelaría el poder de los conservadores quienes habían administrado la

64 edGArdo coriA, Compilación Histórica de Morón, 1583-1950, Buenos Aires, s/e, 1980, pp. 231-234.

65 A juzgar por los diarios locales, antes del arribo de Villegas al ejecutivo, las relaciones entre el gobernador peronista Mercante y el municipio fueron estrechas. Por citar un ejemplo, en 1947 tres millones de pesos fueron asignados por el gobernador al municipio cuyo objetivo era el entubamiento del arroyo Morón. Opinión, 30 de enero de 1947.

66 Entrevista al profesor Pablo Terán.

77CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

provincia de Buenos Aires durante un período prolongado. La instrumenta-ción de un discurso social basado en una nueva matriz redistributiva a favor de los intereses de los trabajadores, era otra de las virtudes en la oratoria del coronel Perón quien se desempeñaba como secretario de Trabajo y Previ-sión Social hacia el año 1944.

Según refiere Villegas en sus memorias, su primer contacto con Perón se produjo en dicha secretaría. Villegas le había enviado una carta laudatoria en la cual le manifestaba su adhesión a las políticas sociales. El capitán de navío Alicio Ongara, militar allegado al coronel, fue el nexo entre el mili-tante radical y el futuro presidente justicialista. Subrepticiamente, el coronel Perón, por medio del Dr. Erasmo Carreño -asesor del gobierno y delegado de. Juan Atilio Bramuglia - buscaba atraer a los radicales hacia su causa. A principios de 1945 Carreño le ofreció a Villegas la Comisiatura Municipal de Morón.

Hacia 1945 se produjo una división dentro del radicalismo moronense entre dos facciones: la de Boatti y la de Albistur Villegas. En esta última surgió la UCR Junta Renovadora que adhería a la política que Perón estaba llevando adelante desde la Secretaria del Trabajo y Previsión. La Unión Cí-vica Radical Junta Renovadora abrió un comité sobre la calle Buen Viaje en Morón junto al edificio de la Sociedad Italiana. Allí se trabajó para conducir a Perón a la presidencia.

Cuando Perón es detenido en la isla Martín García, la facción de Albis-tur Villegas comenzó a gestionar el apoyo de la comunidad local para mar-char hacia Plaza de Mayo para presionar al gobierno de Farrel. Según refiere en sus memorias, los jóvenes radicales y los gremios locales se reunieron en el local de la calle Buen Viaje para dar vía libre al asunto. Desde allí se dirigieron a Plaza de Mayo en camiones, autos y micros.

En la lista a diputados nacionales figuraba en octavo lugar represen-tando al recién creado Partido Laborista. Declinando de tal ofrecimiento, alegando que en la lista se le daba a los laboristas una “preeminencia que no correspondía”, Villegas finalizó en franco conflicto con el líder sindical Cipriano Reyes en una tertulia realizada en el domicilio de Perón situado en la calle Posadas. Reyes –quien encabezaba la lista- se proyectaba como un obstáculo próximo al liderazgo de Perón, según la postura retrospectiva de Villegas. Pero su malestar pronunciado era que los laboristas se atribuían la pertenencia a Perón. En esa reunión, Perón intercedió para que Villegas acompañara a Hortensio Quijano por la U.C.R Junta Renovadora Nacional

78 ADRIÁN CAMMAROTA

en representación de la provincia de Buenos Aires. Otro punto de conflicto con los laboristas se inscribió en la presentación de candidaturas para ocu-par el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires. Los laboristas bregaban por imponer al coronel Domingo Mercante, mientras que la Junta Renovadora propiciaba a la gobernación al doctor Salvador Cetrá. Las dife-rencias entre estas dos fuerzas políticas impidieron la conformación de lis-tas unificadas para cargos legislativos. Tras una larga disputa, los laboristas consiguieron el apoyo de los renovadores imponiendo su candidato al Poder Ejecutivo Provincial67.

En síntesis: la centralización del Estado Nacional marchaba en parale-lo con la centralización del sistema educativo. Podríamos sugerir que con-forme transcurría este proceso, los recursos destinados al desarrollo de las instituciones educativas se vieron condicionados por el grado de autonomía local de los gobernadores e intendentes de las provincias, por un lado, y por una suma de lealtades jerárquicas por el otro. La figura política del coronel peronista Mercante y la intendencia de Villegas en la provincia de Buenos Aires se inscriben en la segunda opción. Constituye un caso paradigmático para comprender el nexo que subyació entre una representación política de una demanda social entroncada con los condicionamientos y aspiraciones del Estado Nacional. Estos condicionamientos no fueron sólo en el orden político. Dentro del mismo circuito educativo se produjo una tensión latente entre el discurso democrático y popular que le otorgó el gobierno a la edu-cación y una práctica selectiva y meritoria del estudiantado. En este caso se pautó una continuidad con la década anterior, en la cual las tipologías biologicistas perfilaron el ideal del maestro y del alumnado en consonancia con el clima social-darwinista que imperó en la formación académica de determinados intelectuales, políticos e instituciones.

67 oscAr h. Aelo, “El Gobierno de Mercante. Estado y Partido en la Provincia de Buenos Aires, 1946-1951”, en: Entrepasados, Año XVI, Nº 32, 2007, pp.123-142. En el caso de Morón, las relaciones en el seno del peronismo moronense distaban mucho de ser idílicas. Las peleas por el poder municipal y los cargos para diputados provinciales fue una constante que tiño el clima preelectoral a la comisiatura de Morón hacia el año 1948.

79CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Imagen 2

El gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires, Domingo Mercante junto a César Albistur Villegas (centro) en la inauguración de la Plaza General Don José de San Martín, 1950 (Plaza central de Morón).

2.4 PersPectivAs de lA enseñAnzA MediA A PrinciPios del siGlo XX

Cierto carácter meritorio no elitista impregnó el discurso y la raciona-lidad pedagógica del período peronista advirtiendo que esta práctica contra-decía, en parte, los postulados de la “justicia social”. Una de las hipótesis que se asignó para explicar el carácter selectivo de la educación secundaria es que a la Universidad debían llegar los mejores estudiantes del país. De esta forma, el Estado asumió la responsabilidad en la formación de los in-telectuales y profesionales altamente capacitados para dirigir el progreso de la Nación68.

Es dable focalizar la cuestión desde otro ángulo interpretativo ya men-cionado: el Estado se vio sobrepasado por la afluencia de una gran cantidad

68 JorGe luis bernetti y AdriAnA PuiGGrós, “Las reformas del sistema educativo”, Jorge Luis Bernetti y Adriana Puiggrós (Dir.) Peronismo: Cultura política y educación (1945-1955), Buenos Aires, Galerna, 2006. p. 242.

80 ADRIÁN CAMMAROTA

de jóvenes al nivel secundario Ante este panorama ¿interpeló el Estado a los jóvenes para seguir determinada orientación en el nivel secundario con el fin de redistribuir la matrícula equitativamente en las distintas orientaciones apuntando, sobre todo, a una “educación técnica”?

El Segundo Plan Quinquenal aspiraba con respecto a la enseñanza me-dia del bachillerato, magisterio y comercial a la racional distribución del alumnado secundario en orden a la necesidad de una mayor formación de técnicos, exigiendo reducir la proporción de egresados en las carreras huma-nísticas en un 20% con respecto a las especialidades técnico-profesionales y orientación profesional.

A fines del siglo XIX la perspectiva de la clase media estuvo princi-palmente focalizada en el acceso a los puestos políticos para los cuales era indispensable la preparación en el Colegio Nacional. El enciclopedismo pe-dagógico sirvió como contenido de la enseñanza que apuntaba al ingreso a la Universidad o a la formación de saberes para la administración pública. El modelo paradigmático de esa época estuvo atravesado por una enseñanza primaria universal, mientras que la escuela media y superior quedó reserva-do a los sectores privilegiados.

2.5 lA cAlificAción sociAl: el eXAMen de inGreso

La existencia de un “examen de selección” implicaba poner en juego las capacidades y habilidades de los aspirantes que pretendían matricularse en los colegios, escuelas y liceos.

Se ha enfatizado que la selección que operaba en el ciclo medio con-sistía en distinguir a los “más capacitados” de los “incapaces”. Para la pe-dagoga Adriana Puiggrós al ciclo universitario debían llegar “los mejores”, alumnos que el día de mañana se convertirían en técnicos y funcionarios de la burocracia estatal. Si a esto le añadimos que más de la mitad de los establecimientos de enseñanza eran privados, deberíamos plantearnos que la “democratización educativa” albergaba determinados matices. Entonces convendría preguntarnos: ¿convivió una educación popular que afirmaba, a su vez, un carácter “meritorio” en determinados niveles del sistema? Esta selección estaba entroncada con la obtención de “calificaciones suficientes”. En este sentido, la clasificación era sinónimo de selección, transformándose en una “calificación social”, una “calificación que tiende a transformar las

81CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

diferencias de clase en diferencias de “inteligencia”69. Toda la ingeniería en el sistema escolar apuntaba a medir, predecir y corregir el conocimiento y la conducta del adolescente desde temprana edad. Así lo atestiguaban las cédulas escolares, los certificados de buena conducta, los roles genéricos sustentados por la escuela primaria y secundaria y la aplicación de normas y exámenes70.

El examen de ingreso podía frustrar las aspiraciones de un joven que elegía determinada orientación en el nivel secundario. En el curso de Ba-chiller constaba de una prueba de Matemáticas y otra de Castellano. Los exámenes se instituyeron por decreto del 11 de enero de 1933 para el ingreso a primer año de Colegios Nacionales, Liceos de Señoritas, Escuelas de Co-mercio y Escuelas Industriales. El decreto de diciembre de 1948 establece el mismo requisito para el ciclo de Magisterio en las Escuelas Normales.

En una de las tantas notas elevadas por los padres y madres de los alum-nos que concurrían al Nacional de Morón, la madre del adolescente Roberto Luis C., de 14 años de edad, realiza una petición desconsolada al director General de Enseñanza Secundaria, el 28 de enero de 1955. Ante la imposi-bilidad de conseguir matrícula para su hijo en el primer año del secundario la madre arguye:

(…) me vi obligada, haciendo grandes sacrificios, a ponerle un maestro particular que lo prepara para rendir como Libre el primer año de estudios. Que no obstante ello, y debido a la deficiente enseñanza o preparación que se le proporcionó, en los exámenes rendidos los días 13 y 14 de diciembre

69 Pierre bourdieu, “El racismo de la inteligencia”, Sociedad y Cultura, Grijalbo, 1984, pp. 279-280.

70 Para una análisis de la salud escolar y la implementación de la libreta sanitaria ver Adrián cAMMArotA, “El cuidado de la salud escolar…”, op. cit. Con respecto los mandatos de géneros naturalizados por las instituciones educativas ver PAblo schArAGrodsKy, Tras las huellas de la Educación Física Escolar Argentina. Cuerpo, género y pedagogía 1880-1950, Buenos Aires, Prometeo, 2006. Por su parte, el uso de la vestimenta escolar que sustentaba lo “naturalmente femenino” fue motivo de abordaje por parte de Inés Dussel y la historiadora Adriana Valobra, entre otros/as. inés dussel “Cuando las apariencias no engañan: una historia comparada de los uniformes escolares en Argentina y Estados Unidos (siglo XIX-XX) en: Pro-Posicoes, v. 16, Nº 1 ( 46)-jan/abril, 2005. AdriAnA vAlobrA, “Violencias silentes” en Tornquist, Carmen S. y otras, Leituras de Resistência. Corpo, violência e poder, vol. II, Editora Mulheres, Ilha de Santa Catarina, 2000.

82 ADRIÁN CAMMAROTA

en curso, en el Colegio Nacional de San Martín, fue aplazado.Que paralelamente a ello y en el deseo de hacerle continuar normalmente sus estudios, solicité la inscripción en el primer año del Colegio Nacional de Morón, donde se me manifestó que la misma se había cerrado el día 5 del actual, fecha en la que yo no podía presentar la documentación necesa-ria por encontrase en el Colegio Nacional de San Martín a efectos de rendir el examen libre.Que el día 16 de enero próximo comienza a dictarse en el Colegio Nacional de Morón el curso preparatorio de ingreso al primer año y desearía, con el cariño propio de toda madre, que mi hijo al igual que otros niños pueda reci-bir la enseñanza necesaria para ser útil a si mismo y a la sociedad. (Subrayado del autor)

El pedido fue resuelto favorablemente para su hijo. El reclamo nos otor-ga la posibilidad de entender con mayor precisión la importancia que le otor-gaba la familia a la formación de sus hijos. Son deseos de una sociedad que visualiza a través de la educación la posibilidad de una movilidad social as-cendente, aunque el Estado “obstaculice” esa posibilidad con los exámenes de ingreso o con la falta de instituciones educativas en el distrito. También generaba gastos extras para una familia que preparaba a su hijo/ja con una maestra particular. Como recordaba una profesora del Colegio Nacional “in-gresaban a la escuela los más preparados”. Los “mejores” debían continuar su derrotero hasta el nivel universitario y, si era necesario, recibir la ayuda material del Estado. En términos legales esta situación estaba acreditada por la reforma constitucional del año 1949.

Los alumnos capaces y meritorios tienen el derecho de alcanzar los más altos grados de instrucción. El Estado asegura el ejercicio de este derecho mediante becas, asignaciones a las familias y otras providencias, que se conferirán por concurso entre los alumnos de todas las escuelas71.

De todos modos, las becas se distribuían entre aquellos alumnos que ya se encontraban dentro del sistema y entre los que merecían la estimación material del Estado. Desde otro ángulo interpretativo, podemos interpretar que el examen meritorio para ingresar a los Colegios y Liceos, la solvencia

71 Constitución de la Nación Argentina (1949), p. 32.

83CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

económica de las familias, la lejanía de los establecimientos educativos y la falta de asientos en los mismos estructuraron un sistema “restringido”. Los alumnos/as “excedentes”, es decir los que no lograban sortear estos obstáculos, no quedaban tajantemente excluidos: una variedad de oficios ligados al proyecto industrial del peronismo o la educación técnica compo-nían su horizonte de posibilidades. Entre estas opciones se encontraban las Escuelas Fábricas, de Aprendizaje, de Medio Turno, de Capacitación Obre-ra, de Aprendizaje Profesional para Mujeres y de Capacitación Profesional. Estos establecimientos dependían del Ministerio de Trabajo y Previsión o del Ministerio de Transporte, como las Escuelas del Ferrocarril Nacional Bartolomé Mitre, del Ferrocarril Nacional General San Martín, del Ferro-carril General Roca, del ramal General Belgrano y del ramal Sarmiento. Las propuestas de capacitación laboral dentro del subsistema de enseñanza técnica estuvieron vinculadas con el imperativo de industrialización cuyos destinatarios terminaron siendo los sectores populares, si bien existieron Escuelas-Fábricas de carácter privado

En definitiva, la movilidad social ascendente por medio de los estudios secundarios quedaba restringida a un sistema de orden meritorio. Esta situa-ción era consecuente con el Primer Plan Quinquenal que orientaba hacia la profesionalización y adquisición de conocimientos en el sentido práctico y con la Constitución reformada del año 1949 la cual no menciona la capa-citación para el trabajo en el nivel medio del sistema ni ofrece la apertura irrestricta del nivel72.

El mismo Plan Quinquenal atenuaba las aspiraciones universitarias del conjunto de la población. A pesar de que la Universidad no poseía un sis-tema de enseñanza arancelado, el aspirante debía poseer calificaciones su-ficientes en el nivel secundario para ingresar a ella. A partir del año 1950, el Consejo Nacional Universitario estableció un conjunto de condiciones de admisibilidad que eximía de “toda prueba de capacitación o suficiencia para el ingreso” a aquellos alumnos egresados del Colegio Militar, Escuela Naval y Escuela Aeronáutica y los egresados de los Liceos Militares. De los Colegios Nacionales y Liceos que merecieron este privilegio se encon-traban aquellos establecimientos de orden tradicional: el Colegio Nacional de Buenos Aires, del Colegio Nacional y Liceos de Señoritas de La Plata, el

72JorGe luis bernetti y AdriAnA PuiGGrós, op.cit., p. 249.

84 ADRIÁN CAMMAROTA

Colegio Nacional de Montserrat de Córdoba y el Colegio Nacional “José de San Martín” de Cuyo. Otra de las condiciones – tributaria probablemente de los postulados eugenésicos- era que el aspirante debía “justificar condicio-nes de moral y salud”73.

En estas instituciones “clásicas”, la tradición escolar era un bien cultu-ral que se transmitía entre las familias y que tendía a mantener el status quo de los “elegidos”. Como ha señalado el ex alumno del Colegio Nacional Mixto de Morón, Norberto Boggiano (promoción 1950), haciendo referen-cia al Nacional de Buenos Aires o al Colegio Carlos Pellegrini; “…vos no tenían conocimiento de esas escuelas [exigentes] donde hacías un año más e ingresabas directamente a la Universidad”. Sostiene que la información sobre las entidades educativas y las carreras circulaban entre conocidos y parientes”74. En este sentido, mientras en esas instituciones se reforzaba el capital cultural que los adolescentes acarreaban desde el seno del hogar, en las flamantes entidades creadas a fines de la década de 1940, esa tradición estaba en un proceso de construcción. Sería consumada dentro de la lógica del sistema en los años posteriores. En perspectiva, el Colegio Nacional Mixto de Morón se transformaría en una “alta casa de estudios” en poco años, cuyo nivel era comparado con el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde las clases medias y clases altas eran las destinatarias concretas de esas propuestas educativas específicas.

2.6 el Perfil sociAl del AluMnAdo

¿De qué sector social eran los alumnos/as que concurrieron en el pe-ríodo señalado a las aulas del Nacional? Para ingresar a la institución los padres de los alumnos debían completar una solicitud de ingreso, la cual nos brinda una serie de datos para reconstruir la extracción social del alumnado. A primera vista se destaca un dato insoslayable: el número de alumnos/as procedentes de la denominada “clase obrera” es exiguo. Este dato abonaría la hipótesis sugerida por diversos investigadores -entre ellos Tedesco- quie-nes sostuvieron una división entre los “estudios humanísticos” y “estudios técnicos” reservando para cada sector social una orientación específica. Por

73 Boletín de Comunicaciones, Año I, Nº 100, 20 de enero de 1950, pp. 2934-2935. 74 Entrevista al ex alumno Norberto Boggiano, promoción 1950.

85CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

el contrario, aparecen profesiones como ingeniero, docentes, empleados, contador, comerciante, abogado, contratista, bancario, martillero público, entre otras actividades ligadas a la clase media. Sin embargo, hay que seña-lar que en diversas ocasiones eran las madres las que llenaban la solicitud agregando al ítem “profesión” la denominación “quehaceres domésticos” o “ama de casa”.

En definitiva, de acuerdo a la información obtenida en el archivo, sobre una muestra aleatoria tomada de 609 legajos de alumnos/as que concurrieron al Colegio entre los años 1949-1963, los resultados fueron los siguientes:

Gráfico 7

fuente: Elaboración propia en base a los datos extraídos del Departa-mento de Estadística Educativa, Ministerio de Educación y Justicia, Ense-ñanza Media, 1914-1963, tomos 1 y 2.

Teniendo en cuenta estos datos visualizamos que la mayoría de los es-tudiantes provenían de la llamada “clase media”. Lo que nos conduce a otra cuestión: ¿qué características tenía la clase media en la década de 1940? La socióloga Susana Torrado divide a la clase media urbana de aquella época en dos sectores: la clase media autónoma (industriales, comerciantes) y la clase media asalariada (profesionales, técnicos, empleados administrativos y vendedores de comercio). El crecimiento de esta clase fue consecuencia del incremento de la población urbana gracias a la expansión del empleo

86 ADRIÁN CAMMAROTA

asalariado autónomo75. El rubro “amas de casa” nos puede indicar dos cues-tiones relacionadas con los altos niveles de empleo y con una determinada configuración social familiar configurada en los años precedentes a la lle-gada del peronismo al poder. Desde principios de siglo, la mujer tenía asig-nado un rol fundamental dentro del hogar como reproductora de los valores éticos-morales del niño. El desarrollo de una política a favor del aumento de la población -planteada en su momento por el Congreso de Población en 1940- merecía la interpelación del Estado con respecto a las familias. Den-tro del caudal de relaciones, el papel de la mujer también acaparó fuertes miradas de atención por parte de las instituciones sanitarias. La familia era representada como la célula básica de la sociedad, un espacio privilegiado que aseguraba la integración social. La otra cuestión es más simple de ana-lizar: el incremento de los salarios, reseñados por Torrado, y la expansión del bienestar social permitía a una familia satisfacer sus necesidades básicas solo con el salario aportado por el varón. La imagen del varón proveedor teñía el imaginario de la sociedad, legitimado por los discursos institucio-nales, médicos y políticos de principios del siglo XX que le asignaban a la mujer la buena administración del hogar y su rol de madre76.

Ahora bien, las condiciones subjetivas que llevaron a la construcción de la identidad de clase media sería un elemento tardío. Según el historiador Exequiel Adamosky, el surgimiento de ese sector social, es decir, aquellos actores sociales que se piensan como tal, es una construcción que puede rastrearse empíricamente entre las décadas de entre las décadas de 1930 y 1940. La clase media se habría visto fortalecida como una reacción al pero-nismo. Pretendía restablecer las jerarquías sociales alteradas, por medio de las cuales “el plebeyo”, “el cabecita negra”, “el obrero” y “el descamisado” pasaron a ser considerados como los verdaderos pilares de la Nación. En suma, la politización de las diferencias sociales fue vital en la creación de esa identidad77.

75susAnA torrAdo, “Estrategias de desarrollo, estructura social y movilidad”, en: susAnA torrAdo (Comp.), Población y Bienestar en la Argentina del primero al segundo Centenario. Una historia social del siglo XX, Buenos Aires, Edhasa tomo 1, 2007, pp. 41-42.

76 Ver MArcelA nAri, Políticas de maternidad y maternalismo político, Buenos Aires, (1890-1940), Buenos Aires, Biblos, 2005.

77 ezequiel AdAMovsKy, Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003”, Buenos Aires, Planeta, 2009.

87CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

En sintonía con este análisis se destaca un dato interesante asociado a las subjetividades de los ex alumnos/as del Colegio Nacional Mixto de Morón. En las entrevistas, estos se definen socialmente, no por oposición al peronismo, como señala Adamovsky, sino por el lugar que ocupaban sus pa-dres en el mundo laboral. Uno de ellos, cuyo padre era contador, enfatizaba que pertenecía a una clase media, por ende, “era implícito que yo tenía que seguir estudiando...[ en el ciclo secundario y la Universidad]”78.

A través de los datos empíricos recogidos podemos señalar que los jó-venes que ingresaban a la institución eran primera generación de escolares que rompieron con un marco de estratificación social; diferenciándose de sus padres quienes carecían de una titulación académica. El caso de la ex alumna Cira Forti es elocuente al respecto. Fue una de las primeras adoles-centes de su barrio (Haedo) que ingresó a un colegio secundario por incen-tivo de su propio padre que era ferroviario79.

En resumen, los jóvenes que ingresaban al Nacional de Morón, consti-tuían los “nuevos estudiantes” cuyas oportunidades de crecimiento personal se vieron coronadas gracias a un contexto de diversificación social, expan-sión del empleo e intervencionismo estatal a fines de la década de 1940. Este contexto les permitió matricularse en la periferia de un sistema escolar que se estaba expandiendo a los lugares más alejados de la provincia de Buenos Aires.

2.7 los líMites del sisteMA educAtivo A trAvés de sus ProtAGonistAs

Los entrevistados destacaron que se sintieron “privilegiados” por egre-sar de un Colegio Nacional, por la “calidad de la enseñanza” y las posi-bilidades de movilidad social que obtuvieron gracias él. Pero estas visio-nes retrospectivas pueden ser entrecruzadas con las notas elevadas por los alumnos/as, padres y madres al Ministerio de Educación de la Nación y a la rectoría del colegio. Esta documentación nos brinda una imagen cincelada por los límites que revestían al sistema escolar a la hora de incorporar a la juventud estudiantil.

La falta de asientos en las escuelas y colegios es una temática que se

78 Entrevista al ex alumno Franco Melazzini, promoción 1955. 79 Entrevista a la ex alumna Cira Forti, promoción 1957.

88 ADRIÁN CAMMAROTA

repite constantemente en las notas elevadas por los padres tanto a la rectoría como al Ministerio de Educación. Por reglamento, una división debía alber-gar hasta cuarenta alumnos. Los alumnos que no lograban conseguir una vacante o sortear satisfactoriamente el examen de ingreso se hallaban ex-puestos a seguir dos caminos: concurrir a un Colegio alejado de su domicilio o satisfacer sus necesidades intelectuales en una escuela particular. Ambas opciones implicaban un conjunto de gastos que, a juzgar por las fuentes, las familias no estaban en condiciones de afrontar. A renglón seguido citaremos uno de los tantos casos. La nota está dirigida al director de Enseñanza Se-cundaria y fechada el 1° de abril de 1955.

Tengo el agrado de dirigirme al señor Director a los efectos de poner en co-nocimiento, que durante tres años solicité mi incorporación a las escuelas oficiales no habiendo tenido en ninguna oportunidad vacante, motivo por el cual tuve que recurrir a colegios particulares, hecho que resulta gravo-so al presupuesto de mi padre, por lo tanto molesto su atención para que contemple la posibilidad de que se me inscriba en el Colegio Nacional de Morón como alumno regular de 4º año, por ser este el colegio más cercano a mi domicilio. Eduardo José B80.

La nota fue emitida en el último año del gobierno peronista. Y a juzgar por diversas notas halladas en el archivo con el mismo calibre, el problema de los “asientos” continuaba siendo una de las temáticas más urgentes. Vea-mos un caso ilustrativo en el cual el tutor apela a las “virtudes intelectuales” de su hija para convencer al ministro de Educación, Méndez de San Martín, sobre el asunto reseñado. Tras la infructuosa búsqueda de un “asiento” en los establecimientos oficiales, su hija fue inscripta en el Instituto Incorpora-do Excelsior en la calle Rivadavia al 6012 en Capital Federal. El padre -do-miciliado con su familia en Ciudadela-, contemplaba con temor el recorrido habitual que su hija debía realizar semanalmente para llegar a horario. Se remite a los antecedentes de su hija para que se la favorezca con una vacante en el Colegio Nacional de Morón o en la Escuela Normal de San Martín: “Que mi hija fue la mejor alumna del 6º de la Escuela Nº 5 de Ciudadela, como acredito con el certificado que se le expidió…” y elegida por sus com-pañeras como mejor alumna81.

80 Legajo del alumno EduardoB. Archivo del ex Colegio Nacional de Morón. 81 Carta elevada por el padre de la alumna al Ministro de Educación el 15 de mayo de

89CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

Si bien las estadísticas que nos ilustra el gráfico sobre la extracción social del alumnado apuntan a familias de “clase media” cuyos hijos de-dicaban su tiempo libre al deporte o a las lecciones de piano; distinta es la situación del alumno que acompañaba sus estudios con el quehacer laboral. Aunque no podemos establecer cuántos de los alumnos que concurrían al Nacional trabajaban para ayudar en la economía doméstica, podemos infe-rir, por un conjunto de notas halladas en el archivo, las consecuencias in-mediatas. Este desempeño dual (trabajo-estudio) se tornaba para los jóvenes en una desventaja en relación a aquellos compañeros que sólo dedicaban su tiempo al desempeño escolar. La situación la describe un alumno en una de las notas elevadas al rectorado el 13 de julio de 1953 en la cual se disculpa ante el rector del Colegio por haber abandonado sus estudios por recomen-dación médica, debido a que el trabajo nocturno en una fábrica no le per-mitía descansar lo suficiente para asistir como alumno regular a las clases82. En este caso, el fracaso escolar se vio coronado por la ruptura de la morato-ria que obtenían los jóvenes al matricularse en una institución secundaria. Siguiendo esa racionalidad, los adolescentes de clase media cuyos padres podían costear su formación académica, tenían mayores posibilidades de continuar su derrotero hasta la universidad. Como ha destacado Tenti Fan-fani, existió por aquella época un margen escaso de posibilidades para los sectores de las clases populares, definidos como los “pobres meritorios” o “becarios”, es decir, aquellos estudiantes que lograban obtener la ayuda ma-terial del Estado83. Recordemos que las becas otorgadas eran para “los más meritorios”. A juzgar por el Boletín de Comunicaciones, el Poder Ejecutivo Nacional era consciente de esta situación. El decreto Nº 13.617 de 1950 concedía franquicias horarias a los estudiantes que desempañaban cargos en la administración pública; beneficios que debían llegar “… principalmente a aquellos estudiantes que, carentes de recursos, deben dedicar gran parte de su esfuerzo y de su tiempo al desempeño de un trabajo cuya remuneración

1951. Legajo de la alumna Eva Salzman. Archivo del ex Colegio Nacional de Morón. 82 Legajo del alumno José María Ferreira. Archivo del ex Colegio Nacional de Morón.83 eMilio tenti fAnfAni, “Culturas juveniles y cultura escolar”, Documento presentado

en el seminario escolar “Escola joven: un novo olhar sobre o ensino médio” organizado por el Ministerio da Educacao, Brasilia, junio 7-9 de 2000, p. 3.

Disponible en http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/40-41_04ens.pdf

90 ADRIÁN CAMMAROTA

sea necesaria para solventar sus necesidades personales o de familia, y muy principalmente la de sus estudios…”84.

Existían razones que generaban gastos extras e incomodidades para lle-var a buen puerto los estudios secundarios. Domiciliado en la localidad de Marcos Paz, el alumno de segundo año Juan Antonio Diana dirige su pedido al rector del Colegio Aldo Montesano rogándole que lo exima de las clases de educación física ya que los trenes tardaban en llegar a Morón85.

Algunas de las demandas “por cuestiones económicas” se hallan acom-pañadas por las características alabanzas al gobierno justicialista. Aunque no podemos medir el grado de sinceridad de los peticionantes, ello no inva-lida la eficiencia del mecanismo de reclamo en el cual la petición se articula con el discurso estatal como fuente legitimadora de la demanda. La nota se halla dirigida al Director General de Enseñanza el 24 de marzo de 1955. El padre solicita la inscripción fuera de término de su hija para el segundo año. La familia se había mudado a principios de año a la localidad de Merlo:

(…) por razones pecuniarias dado que mi bajo sueldo no me permitía afron-tar los alquileres de la capital y considerando que mis limitados recursos harían imposible los gastos de traslado que demandaría el concurrir a clase en la Capital, interrumpiendo así los estudios, es que elevo mi petición a la seguridad de hallar en usted, un exponente de la Nueva Argentina, que comprende que la limitación de recursos no debe ser impedimento sino un acicate para las ansias de progreso que debemos tener todos los argentinos en la Era Justicialista. Es así que al dirigirme a Ud., invocando la señera y noble figura de quien fuera protectora de la niñez, Nuestra Jefa Espiritual Doña Eva Perón, le ruego que haciendo un esfuerzo y contemplando la situación de una niña Argentina, con deseos de estudios, logre para ella ubicación en el Colegio de Morón, en la seguridad de que al hacerlo contri-buirá a fortalecer los vínculos que unen a Autoridades y Pueblo86.

Estos pedidos denotan un conjunto de aspiraciones, carencias y repre-sentaciones simbólicas que legitimaron a su vez el accionar estatal. Son

84 Boletín de Comunicaciones, año II, Nº 127, 28 de julio de 1950, p. 809.85 Pedido del alumno elevado al rectorado el 31 de marzo de 1951. Archivo del ex

Colegio Nacional de Morón.86 Legajo de la alumna María Josefina A.. Archivo del ex Colegio Nacional de Morón.

91CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

indicios recurrentes de un estudio de caso que nos permiten visualizar no justamente una imagen ideal o una “cultura peronista” capaz de desempeñar un papel dirigente sobre un amplio margen de la sociedad. Y eso es funda-mental a la hora de abordar en la actualidad un estudio social sobre el pero-nismo: comprender que el mismo tendió a influir de manera heterogénea y con diferentes dinámicas el universo mental de los individuos.

conclusiones

Con el advenimiento del peronismo en 1946 se produjo, gracias a la in-tervención estatal, una “democratización” del nivel medio de la educación. Una clase media urbana bregó por el ingreso de sus hijos a un sistema que constituía un paso previo al ciclo universitario. Así las cosas, la misión del Estado fue “remover los obstáculos” para que miles de jóvenes lograsen ob-tener sus credenciales educativas. La “democratización del bienestar” otor-gó a las familias de clase media la posibilidad de que sus hijos obtuvieran el “capital cultural” necesario para ascender socialmente.

Movilizar y poner en funcionamiento todos los recursos de la Nación en un proyecto de alcance nacional respondió a un compromiso bifaz: por un lado, satisfacer una demanda social y, por el otro, colmar las expectati-vas de ese mismo Estado que necesitó proveerse de una mano de obra sana, disciplinada y educada para profundizar el modelo de sustitución de impor-taciones y ocupar los cargos de la burocracia estatal.

El resultado de la incorporación de miles de jóvenes al circuito educa-tivo generó una saturación del sistema sobrepasando las posibilidades de la inversión estatal. En consecuencia, la repartición central se halló ante las puertas de un dilema: ¿cómo incorporar a todos los estudiantes cuando el margen de inversión estatal no llegaba a satisfacer las necesidades del con-junto? El número de instituciones privadas eran elocuentes: a pesar de que el peronismo intentó hegemonizar ese espacio, no estuvo en condiciones de desechar su capacidad edilicia.

A su vez, la democratización del nivel secundario chocó con la necesi-dad de delimitar su ingreso a parte del universo estudiantil. Esto se debió a la falta de establecimientos educativos y a una cuestión de orden ideológico y redistributiva. A la universidad debían llegar los mejores alumnos mien-tras que, el excedente de estudiantes que quedaba por fuera de los márgenes de las carreras humanísticas, suponemos que, como ha sugerido Juan Carlos Tedesco, engrosaban las aulas de las carreras técnicas.

92 ADRIÁN CAMMAROTA

Al analizar el estudio de caso -a creación del Colegio Nacional de Mo-rón- no se pretendió erguirlo como un caso representativo de la “política educativa del peronismo” en todos los aspectos reseñados en la investiga-ción. Se buscó partir de lo “particular” a lo “general” tomando como motivo de análisis un conjunto de indicios que reflejaban algunos aspectos de dicha política. El primero de ellos se encuadra dentro del binomio oferta-deman-da. El crecimiento urbano, la expansión cultural y la diversificación social en Morón entre los años 1930-1950 alimentaron la necesidad de romper con cierta inercia referida a las aspiraciones sociales de los jóvenes moro-nenses. Según los testimonios recogidos, la misma comunidad demandó la creación de un colegio secundario. El segundo punto, entroncado con el an-terior, podemos definirlo como “cuestión política”. Un conjunto de lealtades y adscripciones a la ideología oficial es probable que hayan determinado la obtención de recursos por parte de las provincias para garantizar en lo inme-diato las respuestas adecuadas a las demandas sociales. En este entramado de relaciones, la figura del intendente César Albistur Villegas fue funda-mental a la hora de gestionar la radicación del Colegio Nacional, sin olvidar que la provincia de Buenos Aires se hallaba gestionada por uno de los más leales militares-gobernadores del peronismo: el coronel Domingo Mercante. Renglón aparte merece la figura de Villegas sugerido como un caso en el cual las posiciones partidarias e ideológicas terminaron por ser derribadas gracias a la política de bienestar que digitó el Estado. Siendo de tradición radical, Villegas se transformó en un ferviente seguidor del peronismo hasta su caída en 1955.

La tercera cuestión se plantea en forma de interrogante: ¿Qué nos puede aportar el perfil del alumnado que concurría al Colegio Nacional? Esencial-mente un mapeo del carácter selectivo de la institución. El examen de admi-sión se instituyó en la década de 1930 pero el peronismo se montó sobre este mecanismo de restricción asegurando en su ejercicio un grado de maniobra que le permitió evitar la afluencia masiva de miles de jóvenes que acudieron a colmar las aulas de los establecimientos.

El acceso al capital escolar fue fundamental a la hora de configurar el perfil del alumnado de los Colegios Nacionales. La diversificación social, la expansión cultural y el crecimiento urbano en el caso del distrito de Morón proyectaron la expansión del consumo y determinadas prácticas de clase afianzando el “habitus” de cada una de ellas gracias al incremento de los niveles de vida.

93CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACIóN MEDIA HUMANíSTICA BAJO EL PRIMER PERONISMO

La cuestión ideológica fue menos excluyente pero no desdeñable: mientras que en la etapa conservadora las tipologías biologicistas señalaron el perfil del estudiante que aspiraba a ejercer la docencia como maestro/a, en la década de 1940 la distinción se realizó en base al promedio obtenido. En consecuencia, la movilización social por medio de los estudios secundarios quedó restringida a un sistema de orden meritorio. El nivel universitario en cierto modo también auspició un conjunto de condiciones de admisibilidad, como poseer “calificaciones suficientes” en el nivel medio o justificar “con-diciones de moral y salud”. Al menos en este aspecto, la impronta selectiva puso en tela de juicio la noción de “democracia escolar”; proceso que en la década de 1950 marchó en paralelo con la centralización e intentos de verti-calizacion del sistema educativo.

La inmigración colonizadora en Santa Cruz entre fines del siglo XIX y principios del

siglo XX

rosArio GüenAGA

[email protected]

resuMen

La inmigración colonizadora que recibió el entonces Territorio Nacio-nal de Santa Cruz configuró sus características principales. Este fenómeno se originó a partir del ingreso de un número importante de individuos de diferentes nacionalidades que buscaban insertarse en un mundo diferente y en un nuevo mercado laboral. Esto afectó a la estructura social, económica, cultural y aun política de ese momento. Dentro de este proceso que afectó a todo el territorio nacional, uno de los casos más singulares es el desarrollo poblacional de los colonos de Santa Cruz a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La misma presente particularidades que merecen un análisis particular y detallado.

PAlAbrAs clAves

Colonización – Inmigración – Santa Cruz – Patagonia

AbstrAct

The colonizing immigration that received the National Territory of San-ta Cruz configures It’s main characteristics. This phenomenon originated from the receipt of a significant number of people from different nationali-ties seeking insertion into a different world and a new labor market. This affected the social, economic, cultural and even political at that time. Within this process, which affected the entire country, one of the most unique is the development settler population of Santa Cruz in the late nineteenth and early twentieth century. The same characteristics that deserve this particular and detailed analysis.

96 ROSARIO GüENAGA

Key words

Colonization – Immigration – Santa Cruz – Patagonia

Cuando se estudia el proceso inmigratorio en una determinada región se pueden utilizar diversas vías de abordaje en el tratamiento del problema, desde un análisis general hasta el estudio particular de los grupos o indivi-duos. Las investigaciones sobre el proceso inmigratorio ofrecen en la actua-lidad una riquísima variedad de enfoques. Pero, en general, el historiador se encuentra ante un fenómeno que, en mayor o en menor medida, afecta a la estructura social, económica, cultural y aun política de ese momento. Se trata en todos los casos del ingreso de un número importante de individuos de diferentes nacionalidades que buscan insertarse en un mundo diferente y en un nuevo mercado laboral.

El análisis de estos grupos plantea al investigador nuevos problemas, pues además se deberá tener en cuenta qué proporción de extranjeros hay en una sociedad, y también cómo se concreta su incorporación. De allí que se vea el proceso inmigratorio desde distintos ángulos. No sólo la cantidad resulta importante sino también su forma de vida, su concentración o dis-persión, su repercusión en el marco económico, su arraigo o desarraigo, su tendencia endogámica o exogámica, el surgimiento de áreas urbanas de inmigrantes por nacionalidad y su influencia sobre las estructuras existentes en el nuevo país.

Se trabaja tanto con la macro inmigración como con grupos específi-cos, pero, en general, el estudioso de la migración moderna encuentra que el nuevo aporte humano se realiza sobre una estructura ya constituida, con población nativa que impone sus reglas en todos los campos y que es no-toriamente superior a la masa de los recién llegados. Así, el objetivo de su atención se dirige a analizar el proceso inmigratorio, la trascendencia del mismo, los cambios que produce y su conducta.

La gran traslación humana en el cono sur americano origina un pro-ceso de transformación que afecta a los diferentes niveles de la sociedad y a las estructuras existentes. En el caso argentino resulta indudable que la mayor concentración de inmigrantes se ubica en el litoral, en las principales zonas de nuevas producciones, en Buenos Aires y en la pampa húmeda. Sin embargo hay otras regiones que también reciben el aporte extranjero, conformando la primera sociedad foránea en territorios hasta esos momen-tos, pertenecientes al indio. Evidentemente la situación es diferente cuando

97LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

el aporte extranjero ocurre sobre una región prácticamente deshabitada por hombres blancos, sin estructuras económicas ni sociales previas.

Cuando el inmigrante es el primer colonizador, no tiene que competir económicamente con sectores más antiguos, ya que no encuentra una cul-tura dominante establecida anteriormente. Sólo tiene que respetar las leyes y las pautas impuestas por el gobierno del nuevo país. El resto es espacio abierto para que él desarrolle su propia conducta, sin que ella contradiga las reglas políticas, sociales y culturales básicas de la nación receptora, y construya el primer andamiaje económico y social en la región que empieza a ocupar. En este caso, el inmigrante no es un elemento “agregado” a una sociedad preexistente, sino que es “protagonista” del nacimiento de un nue-vo grupo poblador.

La región patagónica puede ser ejemplo de esta situación diferente de las zonas previamente desarrolladas. Pero como aun dentro de ella existen variantes y particularidades que son propias de cada territorio nacional, no corresponde hacer generalizaciones dogmáticas, sino estudiar cada uno en sí mismo, para luego establecer las características comunes a la conducta histórica del poblamiento de la patagonia.

Uno de los casos más singulares es el nacimiento poblacional con co-lonos blancos en Santa Cruz. Este territorio recibe la presencia española en época de la conquista, pero allí España no tiene una política poblacional semejante a la del norte y a la del litoral del Río de La Plata. Las insta-laciones hispanas fracasan en los débiles proyectos colonizadores que se organizan para la zona sur. Desde esa época, salvo algunas expediciones de reconocimiento, las tierras de Santa Cruz no reciben al hombre blanco como poblador más o menos permanente.

Recién en 1878, cuando el resto del país vive una etapa totalmente dife-rente caracterizada por el progreso, la organización nacional y por el inicio del proceso inmigratorio, se crea la Gobernación de la Patagonia, que se extiende desde el río Negro hasta el extremo sur, sin divisiones internas. En 1884 finalmente, se establecen los Territorios Nacionales, desapareciendo la anterior gobernación. Entre los territorios que nacen está Santa Cruz.

Anteriormente a esto ya hay en la región algunos pobladores blancos que organizan una sociedad de cazadores y comerciantes que no muestran las características clásicas del colono. El ejemplo más claro de este ciclo es Luis Piedra Buena y su factoría en isla Pavón. Posteriormente llegan otros pioneros a los que podemos encuadrar dentro de una todavía deficiente po-

98 ROSARIO GüENAGA

lítica colonizadora del gobierno. Estos mayoritariamente fracasaron en sus proyectos. En ambos casos pertenecen a lo que podemos llamar la “etapa le-gendaria”, los grupos humanos existentes están compuestos por individuos de diversas nacionalidades, con lo cual tenemos que, ya desde los primeros momentos, el extranjero constituyó un elemento medular del cuerpo social de Santa Cruz. Diversas razones, como las enormes distancias, las duras características del clima y del suelo, los conflictos con Chile y la inadecuada política argentina, retrasan la colonización territorial.

Recién a partir de 1884 se inicia la etapa poblacional definitiva de la región. Resulta significativo que en los documentos de esta época, al hablar de la necesidad de fomentar la política colonizadora en el lugar, se considere que, siendo necesario que la región sea poblada y habiendo comprobado ya que el arribo de nativos o extranjeros desde el norte del territorio no daba los resultados esperados, se debía invitar a magallánicos y malvinenses. En principio porque no hay tantos entusiastas en el país para trasladarse al sur, en segundo lugar porque las posibilidades productivas de la región, funda-mentalmente la cría del ovino, y el rigor de la naturaleza patagónica austral, hacen que se precise de un colono especial, acostumbrado al clima y con experiencia en ese tipo de explotación ganadera.

Las instrucciones dadas a Carlos María Moyano –primer gobernador de Santa Cruz- por el Ministro del Interior Bernardo de Irigoyen, señalan:

Se faculta al gobernador para preparar y convenir arrendamientos del suelo con los habitantes de las islas Malvinas y los de la costa septentrional del estrecho de Magallanes que los han solicitado, o cualquiera otro1.

El mismo Moyano, sobre quien recae la responsabilidad de iniciar el poblamiento definitivo del territorio expresa:

Al tomar posesión del puesto con que me había honrado comprendí que, tratándose de un territorio completamente desierto y desconocido, mi prin-cipal objetivo debía ser el de proponer a la superioridad los medios de es-tudiarlo y de poblarlo, venciendo las dificultades con que había que luchar para conseguirlo, tratándose de una comarca juzgada tan desfavorablemen-te como ésta.

1 hilArión lenzi, Carlos María Moyano, explorador y gobernante, Buenos Aires, Departamento de Estudios Históricos Navales, 1962, pp. 224-225.

99LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

La circunstancia de que el territorio de Santa Cruz, en casi toda su exten-sión, sólo se prestaba para la ganadería, hacía muy difícil su colonización con inmigrantes llevados de Buenos Aires a los cuales habría habido que dotar con una cantidad de ganado, cuyo costo de transporte cuadriplicaba y aun quintuplicaba su precio [...] Se hicieron, sin embargo varias tentativas para llevar inmigrantes desde aquí [Buenos Aires], pero resultaron infruc-tuosas porque estos hombres no titubeaban en rechazar cualquier propuesta que se les hacía de ir al Sud, puesto que en regiones centrales de la repú-blica se les brindaba con tierras fértiles un buen clima y fáciles vías de co-municación. Era necesario, pues, arbitrar otros medios y estos únicamente podían conseguirse en las Malvinas y en la región vecina de las costas del estrecho de Magallanes, poblados desde hace muchos años2.

De tal forma se inicia el poblamiento de Santa Cruz, poniendo un inte-rés especial en los extranjeros arribados directamente al territorio. Esto no significa que no haya participación de argentinos, pero el número de inmi-grantes es tan superior que todavía en 1947, el censo marca una mayoría de foráneos sobre los nacidos en el país.

Se tiene que tener en cuenta que cuando arriban los primeros colonos, incentivados por una generosa política de distribución de la tierra y con el proyecto de desarrollar la industria ovina en Santa Cruz, salvo algunos pequeños grupos de pobladores que se mantienen de los períodos anterio-res, no hay concentración urbana, ni hay ninguna conducta económica me-dianamente desarrollada. Los que recién llegan deben crear las estructuras socioeconómicas más elementales. Son colonizadores en el sentido más completo de la palabra. Esto ocurre mientras que en otras partes del país la generación del `80 pone en marcha su proyecto de modernización, y el lla-mado “aluvión inmigratorio” comienza a cambiar la fisonomía tradicional del litoral y a incidir sobre otras provincias del interior.

En Santa Cruz la ocupación del espacio se da a través de tres corrientes: la proveniente del norte del territorio, la de Magallanes y la de Malvinas. Estas dos últimas con una avanzada economía ovina ofreciendo capitales extranjeros de origen ganadero y una especial mano de obra conocedora de sus tareas. Las dos primeras están compuestas por hombres de varias nacio-nalidades y la última es exclusivamente británica.

La estrecha relación que se establece desde el inicio entre el extremo

2 Conf. AGN, Territorios Nacionales, Exp. 1500-9-1887.

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sur de Chile y el de Argentina hace que muchos de los procedentes de Ma-gallanes fueran considerados primeros pobladores, tanto en esa región como en Santa Cruz. Esta doble situación surge también porque en varios casos tienen propiedades en Chile y luego adquieren otras en Argentina, apare-ciendo como pioneros en ambas partes, tanto porque alternan su residencia o porque se inician en Magallanes y posteriormente se trasladan a territorio argentino.

En síntesis, si hacemos un análisis descriptivo elemental de los prime-ros colonos podemos encontrar: 1) que el extranjero constituye un elemento importante y un activo protagonista de la sociedad que comienza a crearse; 2) que, en general, sobre todo en el grupo dirigente, predomina el traslado familiar y de grupos ligados por amistad, origen o vínculos económicos an-teriores; 3) que los provenientes de Magallanes y Malvinas tienen, en su ma-yoría, experiencia previa en la economía ganadera; 4) que se establece cierta “solidaridad” en el grupo, a través de la ayuda personal o el apoyo económi-co que creará, a partir de las vicisitudes de los primeros tiempos, un fuerte espíritu de cuerpo, afianzado por matrimonios y asociaciones económicas. Esto último se presentará en la clase propietaria y en el sector trabajador a través de las Federaciones Obreras.

Por lo tanto, estos primeros pobladores, a quienes se les otorga el suelo en el que desarrollan su capital, tanto argentinos como extranjeros de varia-do origen, constituyen la primera sociedad de Santa Cruz. Ellos adquirirán o poseerán las mejores tierras en condiciones favorables, debido al interés del gobierno en fomentar los nuevos territorios, levantarán una estructura gana-dera latifundista, y tendrán, en poco tiempo, un consistente poder económi-co, social y aún político en la región, lo que los convertirá, ya a principios del siglo XX en la èlite santacruceña.

Para ser estrictos, como hemos señalado, el “extranjero” aparece ya en la época de Luis Piedra Buena en isla Pavón. Pero es a partir de 1884 cuan-do su peso social empieza a adquirir real significación. La llegada de los inmigrantes malvinenses y magallánicos comienza inmediatamente después de la creación del territorio. Muchos de ellos deben ser considerados por su tipo de vida y condiciones económicas elementos típicamente inmigrantes, otros son fuertes capitalistas e inversionistas que pueden o no radicarse en el territorio, pero que de igual manera provocan el obligado traslado de mano de obra desde Magallanes hacia Argentina.

Con respecto a los propietarios podemos decir que, como consecuencia

101LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

del viaje de Moyano a Magallanes y Malvinas, se produce el arribo de un importante grupo de familias u hombres solos que serán los primeros posee-dores blancos de las tierras santacruceñas.

Los primeros colonizadores propiamente dichos, o sea los que poblaron con ganado el territorio [...] y se establecieron en los alrededores de Río Gallegos entre los años 1885 a 1887 [...] fueron Halliday, Scott y Rudd de nacionalidad inglesa; Eberhardt –alemán- y Clark -norteamericano- [...] Posteriormente fueron los señores Montes y Rivera de nacionalidad española. Iniciada la ocu-pación fueron llegando poco a poco otros pobladores3.

Sin duda lo anteriormente señalado -que corresponde a una parte de los terratenientes que arriban a Santa Cruz- se refiere casi exclusivamente al sector latifundista. El resto estuvo constituido por trabajadores dependien-tes o independientes. La heterogeneidad de origen también se mantiene en este sector. Desde el punto de vista demográfico, a fines del siglo XIX se produce un cierto equilibrio entre argentinos y extranjeros, pero a partir de 1912 la mayoría foránea comienza a superar notoriamente a los pobladores nacidos en el país. Todavía en 1895 los argentinos aventajan a los no argen-tinos, pero en cantidad tan pequeña que podemos hablar casi de paridad. La relación argentinos-extranjeros se mantiene en equilibrio, superando los primeros a los segundos en los porcentajes totales.

Según el censo de 1895 hay en esa fecha en Santa Cruz 556 argentinos (52,55%) y 502 extranjeros (47,44%), invirtiéndose la situación si tomamos la población mayor de 14 años (44,44% argentinos y 55,55% extranjeros)4. Se debe tener en cuenta que los datos de la población mayor de 14 años son muy importantes desde el punto de vista socioeconómico, pues nos brindan un panorama más exacto del sector laboral y movilizador del capital. Pero aun así no hay un interés masivo de inmigrantes limítrofes debido a la pre-cariedad del nuevo territorio austral. Sin embargo ya hay índices de que en el nuevo territorio la inmigración es el factor protagonista del poblamiento.

Es este primer grupo el que organiza la sociedad ganadera, y los núcleos

3 JorGe Morrison, La ganadería en la región de la meseta austral del Territorio de Santa Cruz, Buenos Aires, s/e, 1917, p.49.

4 rePúblicA ArGentinA, Segundo Censo General de la República Argentina, 10 de mayo de 1895.

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sociales que comienzan a surgir tendrán en todos los casos la presencia de los elementos foráneos. Tanto en los grupos de poder económico o sectorial como en el de propietarios y comerciantes altos y medios o en el de mano de obra, aparecen los extranjeros arribados a fines del siglo XIX y principios del XX. Pero cabría tener presente qué rol cumplen los no argentinos y si se integran con los sectores nativos o conforman ellos mismos la sociedad local.

En principio hay que establecer si existía una sociedad blanca anterior a la llegada de los foráneos. En el caso santacruceño los inicios del pobla-miento manifiestan una actitud similar, tanto por parte de los argentinos como de los extranjeros, de rechazo al indio con su cultura dentro de su esquema económico y social, y los intereses generales son compartidos en-tre argentinos y extranjeros. Hay comunidad de objetivos por clase en los distintos sectores y no por nacionalidad.

Distribuidas las tierras patagónicas y organizada la conducta económi-ca, aparecen, al poco tiempo, las instituciones que agrupan a los sectores y fortalecen sus intereses comunes. En principio, si observamos la composi-ción de las unidades productivas, notamos que en gran parte las principales están en manos no argentinas. Debemos hacer una diferencia entre capitales extranjeros que adquieren bienes de producción y extranjeros que arriban al país y aquí conforman su patrimonio.

La presencia de españoles como José Nogueira, José Menéndez, Rodol-fo Suárez e Ibón Noya, de ingleses como Jorge y Herbert Felton, William Halliday, William Mac Call y Juan Rudd, o alemanes como Augusto Kark, Bernardo Osembrug, Elías Braun y su familia, Herman Heberhadt y muchos más, nos permite indicar la importancia de los extranjeros en la constitución económica y social del extremo sur argentino.

Estos y otros nuevos pobladores más adquieren un poder capitalista tan considerable que los lleva a dirigir verdaderos emporios económicos que se traducen en actividades ganaderas, comerciales, industriales, navieras y financieras.

Podemos decir que la constitución de esos fuertes capitales por parte de los extranjeros difícilmente entra en conflicto permanente con los intereses de los nativos del país, ya fuesen funcionarios o propietarios. En primer lugar, porque los habitantes foráneos también son considerados primeros colonos atraídos por el gobierno con el objetivo de provocar el poblamiento de espacios considerados vacíos, pese a estar habitados por los primitivos

103LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

pobladores indígenas, e improductivos, o sea que no desplazan o se enfren-tan a ningún sector tradicional, a excepción del indio, sino que ocupan el lu-gar que no pueden llenar los propios del país en la forma adecuada. En 1895 los ingleses encabezan el porcentaje de los pobladores extranjeros, mientras que en las fechas siguientes son superados por españoles y chilenos en ese orden. Al respecto señala el ingeniero Carlos Siewert:

Se oyen casi exclusivamente voces inglesas. Se cree uno llegado a ‘Old England’ o por lo menos Las Malvinas con excepción de los empleados de la Capitanía, todo es inglés: dinero, ovejas, idiomas, bebidas, ladies and gent-leman5.

Dentro de esta situación conviene tener en cuenta que el poblamiento extranjero en Santa Cruz presenta tres modalidades. Una de ellas es el colo-no típicamente inmigrante, o sea aquel que con escaso capital desarrolla una determinada actividad y que en caso de ser ésta independiente, acrecienta habitualmente su patrimonio, lo reinvierte en la misma fuente de producción y está asentado familiarmente en el lugar.

La segunda es la que corresponde al inmigrante que no alcanza a domi-nar la conducción del sistema productivo y entra en él como mano de obra asalariada. Este grupo comenzará a crecer a medida que se desarrollen las ciudades y las estancias.

En tercer lugar aparece el poblador dueño o representante de capitales extranjeros, sean limítrofes o no, que inicia un proceso de inversión en Santa Cruz –sobre todo en tierras-, se asocia a otros intereses locales o foráneos, hace crecer sus unidades productivas, genera un movimiento de desarrollo económico y de captación de mano de obra especializada de origen nacional o extranjero. Este poblador no es necesariamente colono estable y su es-tructura productiva está inserta dentro de un sistema macroeconómico que sobrepasa los límites del país.

En 1890 el gobernador Ramón Lista informaba al Ministerio del Inte-rior:

Muchos estancieros de las islas Malvinas y del Estrecho de Magallanes se han dirigido a la gobernación de mi cargo, solicitando un arriendo de tierras

5 Antonio álvArez, Los pueblos santacruceños hasta 1900, Buenos Aires, s/e, 1970, p.79.

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fiscales, para dedicarse a la crianza de ovejas [...] Todos o la mayor parte de los peticionantes son personas que disponen de capitales considerables y que están dispuestos a establecerse inmediatamente en el territorio6.

Si nos atenemos al protagonismo de los distintos pobladores dentro de esta sociedad compuesta principalmente por extranjeros, obtendremos un espectro socioeconómico interesante. Al respecto Lafuente dice lo siguiente:

La incorporación de colonos realizada por Moyano comienza a tener principio de realización en el año 1885 cuando [...] se trasladan de Malvinas para poblar los campos de Río Gallegos. (…) En la misma época se produce el ingreso de la corriente colonizadora del estrecho (…). La corriente colonizadora de las Malvinas está compuesta por súbditos ingleses o malvinenses, mientras que la procedente de Punta Arenas se integra fundamentalmente con inmigrantes españoles. El capitán Eberhardt iniciará el ingreso de colonos alemanes7.

Aparecen distintas compañías interesadas en adquirir tierras en San-ta Cruz, en las cuales se nota una fuerte tendencia a la especulación y al latifundio. Algunas son inglesas y otras magallánicas. Con respecto a las primeras, Migues dice lo siguiente:

[...] la expansión en Patagonia de pobladores y capitales británicos continuó desarrollándose a ritmo aun más rápido. Gran parte de esta actividad, como ocurriera en otras regiones argentinas en las que había existido colonización británica, fue llevada a cabo por individuos que adquirirán tierras en forma particular [...] Hubo además un importante número de pobladores nuevos que [...] invirtieron pequeñas sumas de capital y mucho trabajo en la formación de importantes establecimientos laneros en los territorios del Sur. Por otro lado, como ocurriera en los campos del norte, muchas de estas estancias fueron eventualmente transferidas a propietarios en el Reino Unido. Es así como se crean en Londres empresas privadas, tales como la Cullen Station Ltd. [...], la Heil Heaton Livestock Society [...], la Lai Aike Sheep Company [...] la Monte Dinero Sheep y muchas otras8.

6 Conf. AGN, Territorios Nacionales, Exp. 2885-13-1890.7 horAcio lAfuente, La región de los Césares, Buenos Aires, Ed. Belgrano, 1981,

p.65.8 eduArdo José MíGuez, Las tierras de los ingleses en la Argentina, 1870-1914,

Buenos Aires, Ed. Belgrano, 1985, p. 251.

105LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

En cuanto a las empresas magallánicas mantienen dobles intereses eco-nómicos, tanto en Chile como en Argentina y sin ser estrictamente colo-nizadoras la vivencia del medio patagónico las diferencia en parte de las compañías inglesas. Tal es el caso de las inversiones de las familias Braun y Menéndez, vinculadas familiar y económicamente. Y así hay otras que mantienen capitales en las dos partes.

Con respecto a este tema, el historiador chileno Martinic Beros señala:

En tanto los empresarios magallánicos continuaban gestionando y adquirien-do terrenos en arrendamiento, tanto directamente, siempre que ello era posi-ble, cuanto por intermedio de ‘palos blancos’ o bien por transferencia directa de terceros titulares de concesiones. Así por ejemplo, Mauricio Braun [...] había adquirido en 1897 de Luis Link, Sam Seright y un tal Pearson diversas fracciones de campo, como también de su antiguo asociado Guillaume los derechos que éste poseía en la explotación común de Coy Aike, en tanto que por su intermediario John Cameron, de Kurt Leupold, de Sam Seright y de su propio gestor Schelky había adquirido 50.000 nuevas hectáreas, lo que le llevó a Braun a ser poseedor personal de 127.500 hectáreas en Santa Cruz a comienzos de 1898. Entre otros adquirentes se contaron también a los empre-sarios Sara Braun, Walter Curtze, José Menéndez, Eugenio Bois de Chesne, Gabriel y Amado Ladouch [...]9.

En esta organización que aun diez años después del otorgamiento de las primeras tierras conserva rasgos rústicos y simples, conviene analizar cómo se distribuyen sus componentes de acuerdo a su origen y a su ubicación dentro de las distintas actividades. Tomaremos los dos elementos activos del esqueleto económico del territorio: el sector propietario y el asalariado. En primer lugar, veamos en el grupo de propietarios y usufructuarios de bienes raíces cómo se ordenan las nacionalidades.

Si iniciamos el estudio por el censo de 1895 nos encontramos con serias deficiencias que restringen el valor de las consideraciones. Observamos que se indican 118 propietarios de bienes raíces en general, sin especificar

9 MAteo MArtinic beros, “La expansión económica de Punta Arenas sobre los territorios argentinos de la Patagonia y Tierra del Fuego, 1885-1995”, en: Anales del Instituto de la Patagonia, Vol. 7, Punta Arenas, Instituto de la Patagonia, 1976, p.18.

106 ROSARIO GüENAGA

qué tipo de propiedad. De ellos, 78 son extranjeros, siendo la mayoría in-gleses con la cantidad de 33; en segundo lugar figuran los españoles con 15; en el tercero los alemanes con 8, y en cuarto los franceses con 7. Como vemos, surgen algunas diferencias con respecto a los datos generales de la población extranjera. Por ejemplo los ingleses que son la mayoría entre los no argentinos, también lo son como propietarios de bienes raíces, pero los chilenos que ocupan el segundo lugar entre los foráneos no figuran como propietarios, y los españoles pasan al segundo lugar como extranjeros due-ños de bienes raíces.

Cuadro 11895-Propietarios

fuente: República Argentina, Segundo censo general de la República Argentina, 10 de mayo de 1895.

Por lo tanto, a fines del siglo XIX, por el proceso de inmigración mal-vinense, tenemos un grupo de propietarios británicos predominantes sobre otros sectores extranjeros y un número significativo de españoles, también propietarios algunos de ellos, procedentes de Punta Arenas. De allí que el perfil que nos brinda Santa Cruz en 1895 en cuanto al sector propietario sea marcadamente extranjero y procedente de Malvinas y Magallanes.

A fines de siglo XIX, de los 1.058 habitantes que tiene Santa Cruz, 443 son clasificados como urbanos y 615 como rurales. Desde luego, en 1895 se

107LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

desarrollan en el territorio otras actividades aparte de las ganaderas pero el escaso peso de una considerable población urbana determina la existencia de una sociedad rural. En este último grupo, sólo una parte ocupa la tierra en calidad de directores de la explotación, el resto de la población realiza otras tareas o simplemente es asalariada dentro del sistema económico rural.

El censo nos brinda datos que no son demasiado específicos, pero nos permite ver que de todas las profesiones, la vinculada a la producción de materia prima ocupa un importante número de personas (132) en el si-guiente orden: primero los denominados hacendados (64), segundo los es-tancieros (46), tercero los mayordomos (11), cuarto los agricultores (10), y quinto sólo uno como pastero. Cabe aclarar que el censo no distingue si eran propietarios, arrendatarios, ocupantes o administradores.

Las otras actividades ocupan al resto de la población. La industria: 10, el comercio: 32, el transporte: 36, personal de servicio: 76, militares –uno de los más numerosos-: 101, administración pública: 79. Otros son tan escasos que no llegan a dos dígitos. Sobresalen los llamados “sin profesión” que llegan a 186 pero sus ocupaciones pueden ser de tal variedad que es difícil ubicarlos en forma segura, aunque es muy posible que sean mano de obra rural desocupada -especialmente de la esquila- que se quedó en Santa Cruz en búsqueda de otras labores10.

Aun el territorio tiene un escaso desarrollo urbano y la industria se re-duce casi exclusivamente a talleres domésticos. El ambiente es predomi-nantemente rural. Hay un rubro, el de los “jornaleros” que tiene un número interesante: 171 y si establecemos vínculos entre éstos con los llamados “sin profesión”, podemos conjeturar que en estos dos grupos encontraríamos a los trabajadores temporarios de las estancias.

Si seguimos analizando el desarrollo de la conformación socioeconó-mica de la mano de obra vinculada con la ganadería, encontramos datos más específicos en 1908. De acuerdo al Censo Agropecuario Nacional de ese año, el personal ocupado en las labores rurales es el siguiente:

10 Ibídem, p. 19.

108 ROSARIO GüENAGA

Cuadro 2Personal

fuente: Republica Argentina, Censo Agropecuario Nacional, 1908.

De la lectura del censo se desprende que la ganadería ocupa una im-portante cantidad de trabajadores, pero sólo una parte de ellos actúa como personal estable, siendo el resto temporario.

A partir de 1912 la situación varía. Ya desde ese año los extranjeros comienzan a superar a los pobladores argentinos, manteniendo su pico más alto entre ese año y 1914. De esta forma se afianza una sociedad mayorita-riamente inmigrante.

Cuadro 3Población en Santa Cruz

fuente: Realizado según datos ofrecidos por el Segundo y Tercer Cen-so Nacional de la República Argentina y el Censo de Población de los Terri-torios Nacionales de 1912.

109LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

Cuadro 4Porcentaje sobre el total de la población

fuente: Realizado según datos ofrecidos por el Segundo y Tercer Cen-so Nacional de la República Argentina y el Censo de Población de los Terri-torios Nacionales de 1912.

Para el estudio de la población que tiene relevancia y protagonismo económico, es importante tener en cuenta el grupo que supera los 14 años. Si hacemos un análisis de este grupo desde 1895, observamos que la pre-sencia extranjera es aun más importante a partir de esa edad. Al aplicar el mismo criterio en los distintos censos, vemos que el peso económico de los extranjeros, dentro de la población económicamente activa, fue siempre sostenido y predominante. Esto debe ser atendido, pues es en los primeros años de esta centuria cuando se definen las estructuras políticas, sociales y sindicales del territorio.

Cuadro 5Argentinos y Extranjeros mayores de 14 años

110 ROSARIO GüENAGA

fuente: Realizado según datos ofrecidos por el Segundo y Tercer Cen-so Nacional de la República Argentina y el Censo de Población de los Terri-torios Nacionales de 1912.

Cuadro 6Porcentaje de argentinos y extranjeros mayores de 14 años

fuente: Realizado según datos ofrecidos por el Segundo y Tercer Cen-so Nacional de la República Argentina y el Censo de Población de los Terri-torios Nacionales de 1912.

Los datos a partir de 1912 comienzan a ser más específicos, y ya pode-mos hablar de propietarios y ocupantes de tierras en forma más detallada. En la fecha mencionada, de 420 propietarios, arrendatarios y ocupantes de tierras en distintas formas, 113 son argentinos y 307 son extranjeros, sobre una población total de 8.192 habitantes11. Si los resumimos en porcentajes del total de los mencionados, el 27% son argentinos y el 73% son extranje-ros. Si bien no tenemos datos completos y precisos sobre las propiedades y el valor de las mismas, nos permitimos arriesgar el concepto de que no sólo la mayor parte de las tierras están dirigidas por extranjeros, sino también que son las mejores, simplemente recordando que las tierras de la costa y las cer-canas a la cordillera fueron ocupadas por los primeros grupos inmigratorios procedentes de Malvinas y Magallanes en gran parte.

Debe considerarse cuáles son las nacionalidades extranjeras predomi-nantes en términos totales. Recordemos que en 1895 los británicos ocupan el primer lugar dentro de los foráneos, mientras que chilenos y españoles ocupan el segundo y el tercero respectivamente. A partir de 1912 los espa-

11 Conf. rePúblicA ArGentinA, Censo de Población de los Territorios Nacionales de 1912.

111LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

ñoles están en el primer puesto, seguidos por los chilenos y los británicos, éstos últimos a una gran distancia de los segundos, lo que nos habla del detenimiento de la inmigración de este origen.

Si hacemos una comparación de los porcentajes de argentinos y de los tres grupos de extranjeros más importantes, vemos claramente la ubicación de cada uno de ellos en el esquema demográfico. Tenemos que tener en cuenta que a las tres nacionalidades extranjeras debemos agregar los habi-tantes de otros orígenes, los que sumados reducen aun más el peso numérico de los nacidos en el país.

Cuadro 7Nacionalidades años: 1895 - 1912 – 1914

fuente: Confeccionado de acuerdo a los datos ofrecidos por el Segundo y Tercer Censo Nacional y el Censo de Territorios Nacionales de 1912 de la República Argentina.

En 1914 el territorio contaba con 571 directores de explotaciones gana-deras, de los cuales 158 eran argentinos y 413 extranjeros. Sigue el predo-minio de este último sector, pero con una variante. Ya no ocupan el primer lugar los británicos (93), sino los españoles (126), seguidos por los chilenos (60)12.

Cuadro 8Porcentaje de directores de empresas extranjeras en 1914 dentro

del total de la población

12 Conf. rePúblicA ArGentinA, Tercer Censo Nacional, año 1914.

112 ROSARIO GüENAGA

fuente: Elaboración personal basado en los datos del Tercer Censo Na-cional de la República Argentina en 1914.

Como vemos, el número de productores ganaderos extranjeros aumen-ta en porcentaje con respecto a 1895, disminuyendo proporcionalmente el número de argentinos dentro de la misma actividad. Esto resulta más sig-nificativo para comprender la sociedad que se está formando si tenemos en cuenta que el número de tierras entregadas para la producción ha aumentado considerablemente. Para tener una idea de esta situación aclaremos que en 1905 el porcentaje de tierras entregadas en venta o comprometidas para la venta en pueblos y colonias, y dadas en arrendamiento es de 18,06%, mien-tras que en 1914 es de 62,66%.

Por otro lado, se mantiene todavía el predominio de la población rural sobre la urbana, notándose el sostenido aumento poblacional en ambos sec-tores. En 1914 el salto demográfico es importante; se cuentan 4.815 pobla-dores urbanos y 5.133 rural. De ésta última cantidad, 4.210 personas viven en los establecimientos ganaderos, 1.558 vinculados a la familia del director y 2.652 como empleados y peones. Estas dos cifras incluyen a hombres, mujeres y niños13.

La unidad familiar residente en la estancia se presenta más firme en el grupo de los usufructuarios de la misma, pues encontramos 645 hombres, 361 mujeres y 552 niños, mientras que en el grupo formado por empleados y peones hay 2.303 hombres y sólo 169 mujeres y 180 niños14.

Como evidentemente no conocemos los nexos entre ambos sexos, no podemos señalar qué cantidad de lo personas forman familias y cuáles son sólo residentes o empleados sin vínculos entre sí. Pero tomando en cuenta el número de mujeres y niños en ambos grupos, podemos suponer que en el sector de los patrones y administradores predomina la organización familiar.

El censo de 1914 también nos indica el considerable número de extran-jeros solteros (3.561) y el menor número de casados (2.330) predominando en ambos casos en forma muy notoria los extranjeros sobre los argentinos, con un alto número de hombres sobre las mujeres, lo que dificulta el desa-rrollo de una sociedad familiar.

13 Ibídem14 Ibídem

113LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

El número de hombres nos habla de una fuerte inmigración masculina que se ubica como trabajadora dependiente y que mantiene, en gran parte, la relación familiar fuera del territorio. Este aspecto puede mostrarnos la si-guiente cuestión: que la fluctuación inmigratoria en virtud de la oferta local, puede producir dificultades para establecer raigambre. Es así como vemos un considerable porcentaje de población económicamente dependiente que se ocupa de las labores rurales. En este último grupo hay que tener en cuenta que la cantidad variaba constantemente, pues a los que figuran como asen-tados en las unidades productivas hay que agregar los que periódicamente aumentan ese número como trabajadores temporarios, particularmente en la época de la esquila. Al respecto señala Correa Falcón:

En una estancia de relativa importancia el personal que existe es el siguien-te: capataz, contador, capataz de ovejeros, ovejeros, campañistas, carrete-ros [...] no son peones estables. Los que con carácter permanente prestan servicios en las estancias son por lo común muy pocos. Durante el invierno apenas hay trabajo y cuando llega la primavera, se toma personal extraor-dinario que permanece en los establecimientos hasta la terminación de las faenas. En su mayoría los peones que hay en el sur son chilenos y españoles [...]15.

A la región arriban hombres de distintas nacionalidades, tanto desde Chile, de donde vienen con contratos para trabajos específicos o en forma espontánea, como desde otros países, sobre todo de España. A estos últi-mos se los denomina “comparsas”, a los que se les paga el pasaje de ida y vuelta. Esta mano de obra, generalmente no censada, debe ser incorporada a la descripción de la sociedad de Santa Cruz, pues aunque no los podemos cuantificar, existen y en gran número.

Ellos, a su vez, son un elemento económico, social y aun ideológico, pues sirven de vehículo de información y también de formación para la po-blación establecida, recibiendo ésta la influencia de los sucesos menores o mayores que ocurren tanto en Chile como en Europa.

El aumento demográfico y el mantenimiento de la corriente inmigra-

15 edelMiro correA fAlcón, La Patagonia argentina, estudio gráfico y documental del Territorio Nacional de Santa Cruz, Buenos Aires, Talleres Gráficos Guillermo Kraft, 1924, pp. 105-106.

114 ROSARIO GüENAGA

toria introducen algunos cambios sin que se modifiquen las estructuras vi-gentes. En principio, las nuevas oleadas de extranjeros no encuentran igual situación que los que llegaron a fines del siglo XIX. Si bien la región austral sigue ofreciendo oportunidades de crecimiento por ser nueva y con una so-ciedad joven, la política de entrega de tierras, sobre todo a partir de 1920, ya no tiene la amplitud generosa de los primeros momentos, especialmente porque la mayor parte de los espacios están ocupados de distintas formas y las relaciones económicas se encuentran en marcha y dominadas por el primer grupo.

Aunque hay algún sector que pasa a ser propietario latifundista, lo hace en similares condiciones de mercado que las que rigen en otras partes del país. Las leyes de oferta y demanda alcanzan con mayor fuerza a los nuevos interesados extranjeros que a los primeros. Estos últimos se vieron favo-recidos por la falta de competencia y la existencia de campos que a los gobiernos les interesaba entregar para hacerlos producir. Aunque el Estado puede seguir entregando tierras con fines colonizadores, el colono que vie-ne a principios del siglo XX se encuentra con que las mejores tierras están ocupadas y el nuevo colono se acomoda a las reglas de relación económica que fija el grupo de los primeros latifundistas desde el control de las estruc-turas que ejercen. Como éstos no admiten ser desplazados ni disminuir sus ventajas, los segundos se tienen que incorporar a la sociedad ya organizada.

Las posibilidades de desarrollo económico y de obtención de grandes extensiones de tierras en condiciones generosas en estos años, como lo fue a fines del siglo XIX, son escasas. Por lo tanto nos encontramos aun ante una sociedad eminentemente rural que muy rápidamente limita su ciclo de fácil acceso al bien rural, con un pequeño grupo de directores de empresas ganaderas y un número considerable de trabajadores –la mayoría de ellos extranjeros- que quedan reducidos a su lugar de asalariados, tanto sean per-manentes como temporarios. Esto ocurre en una sociedad joven y casi sin concluir su etapa de formación, o sea apenas treinta años después de haber-se constituido en Territorio Nacional y empezado a distribuirse la tierra en manos privadas.

La otra parte de los nuevos inmigrantes dirige sus esfuerzos a otras actividades. Pequeños y medianos comerciantes, de los cuales algunos al-canzan con el tiempo niveles económicos y sociales más altos, empleados de mediana categoría, obreros o trabajadores rurales. Su llegada coincide con la aparición y desarrollo de nuevas posturas ideológicas que, arrastradas

115LA INMIGRACIóN COLONIZADORA EN SANTA CRUZ

desde Europa, se incorporan al proceso político de los países americanos, particularmente a la naciente organización gremial. Además, el costo de vida en el territorio es muy alto y las condiciones económicas del trabajador hacen muy difícil la subsistencia. Un informe de 1911 nos indica ciertos datos sobre sueldos y costos de los alimentos esenciales:

Un obrero [...] por modesto e inferior que sea su trabajo gana como mínimo cuatro pesos diarios [...] si se tiene en cuenta la carestía de la vida. Dato a este respecto, el litro de leche cuesta cincuenta centavos y el kilo de carne también cincuenta centavos16.

Estas condiciones nos permiten presentar como hipótesis que en la región de Santa Cruz se estructura demasiado rápidamente una sociedad segmentada y casi cerrada que inhibe las posibilidades de crecimiento de los nuevos grupos, la igualdad de oportunidades y la libertad de desarro-llo. Según en qué momento se planteen estas circunstancias puede originar conflictos, especialmente si agregamos contenido ideológico a la acción de las instituciones, situación que se produce a partir de 1913 cuando se crea la Federación Obrera de Río Gallegos. La existencia de una sociedad tan polarizada será motivo de las sangrientas huelgas de 1921 y 1922.

16 Carta del Jefe de Policía al Gobernador del Territorio del 30 de marzo de 1911, Archivo Histórico de Santa Cruz, Río Gallegos, Leg.101.

José Penna y Salvador Mazza en tiempos del cólera. Salud, inmigración y legitimidad política

en la Argentina de 1910

AnA MAríA KePelusz - PoPPi

Universidad de [email protected]

resuMen

Este artículo estudia las teorías sobre el origen, contagio y control del cólera en el siglo XIX, los intentos de las autoridades de la Argentina por contrarrestar estas epidemias y por último, la campaña anticolérica de 1910. Hasta ese momento, las medidas preventivas habían priorizado la vigilancia, desinfección y aislamiento de viviendas, objetos y personas infectadas. Pero el reciente descubrimiento de la transmisión el cólera por individuos asin-tomáticos hizo que en 1910 el Departamento Nacional de Higiene (DNH) impusiese un sistema de análisis bacteriológico obligatorio. En particular, el artículo examina las ideas y actividades de José Penna, quien en 1910 se desempeñaba como director del DGN y de Salvador Mazza. Un médico recién recibido, este último estuvo a cargo del laboratorio bacteriológico del lazareto de Martín García donde se sometía a estudio a todos los pasa-jeros de tercera clase provenientes de zonas infectadas de cólera. El DNH presentó la campaña anticolérica de 1910 como resultado de la experiencia acumulada durante el siglo XIX, del progreso científico y administrativo de la Argentina y de los esfuerzos de las autoridades por proteger a la nación. En un momento en que la elite argentina luchaba para mantener su dominio, tanto reprimiendo como buscando co-optar a la oposición, las cuestiones de salud pública constituyeron un elemento importante de la retórica política.

PAlAbrAs clAves

Cólera morbus en Argentina - Departamento Nacional de Higiene - Epidemia de cólera a bordo del Araguaya - José Penna - Lazareto de Angra

118 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

dos Reis - Lazareto de Martín García - Lazaretos en Argentina - Luis Agote - Portadores asintomáticos de cólera - Salvador Mazza.

AbstrAct

This article examines the theories about the origin, contagion, and pre-vention of cholera in the nineteenth century; the policies instituted by Ar-gentinean authorities and medical doctors to dominate these epidemics; and the anti-cholera campaign of 1910. Until then, prevention of cholera relied on the surveillance, disinfection, and isolation of infected homes, objects, and people. But 1910, however, the discovery of the transmission of cholera by healthy carriers led the Departamento Nacional de Higiene (DNH) to im-pose a new system of mandatory bacteriological analysis. The article looks in particular at the ideas and activities of José Penna, the head of the DNH and of Salvador Mazza, a recently graduated physician who was in charge of the bacteriological laboratory at the lazaretto of Martín García. All third-class passengers arriving from infected ports were subjected to bacteriolo-gical analysis at this station. The DNH presented the anti-cholera campaign of 1910 as the result of the experience gathered during the nineteenth cen-tury, Argentina’s scientific and administrative progress, and the authorities’ commitment to protect the nation. At a time when the Argentinean elite was struggling to retain its dominion by repressing and co-opting the opposition, public health issues became a key part of their political rhetoric.

Key words

Cholera epidemic on the Araguaya - Cólera morbus in rgentina - De-partamento Nacional de Higiene - Healthy carriers of cholera - José Penna - Lazaretto of Angra dos Reis - Lazaretto of Martín García - Lazarettos in Argentina - Luis Agote - Salvador Mazza.

introducción

El 12 de octubre de 1910 Manuel Quintana transmitía la presidencia de la República Argentina a Roque Sáenz Peña. Dos años más tarde el Con-greso Nacional aprobaba la ley del sufragio universal masculino y secreto, buscando así poner fin al fraude electoral y al clientelismo político. A través de esta reforma, una parte de la elite procuraba legitimizar su hegemonía

119JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

política y afianzar el modelo económico dominante. El proyecto reformista, sin embargo, no se basaba únicamente en la extensión de los derechos ciu-dadanos a grupos hasta entonces excluidos del sistema político, o carentes de representatividad genuina. En efecto, no se buscó la completa demo-cratización del juego político ni tampoco se evitó recurrir a la exclusión y la represión de grupos e individuos percibidos como una amenaza para la seguridad y el bienestar general.

El crecimiento económico del país estaba basado, fundamentalmente, en la exportación de productos agrícola-ganaderos. Vinculado a la construc-ción de ferrocarriles, al fomento de la inmigración y a la educación pública, el desarrollo agro-exportador promovió también la diversificación de las actividades productivas y de la estructura social. Estos cambios, sin em-bargo, no se desarrollaron sin dificultades. Los traumas generados por la modernización se concentraron frecuentemente en las áreas urbanas donde los grupos dirigentes no lograban ganar la adhesión de las clases medias y de los trabajadores, que crecían en número y visibilidad. Rebeliones armadas, demostraciones, huelgas y atentados eran parte de los dolores asociados a un crecimiento cuyos frutos no alcanzaban a todas las regiones o habitantes de la Argentina por igual. La ausencia de acuerdo y cohesión se manifestaba también a través de la oposición de los anarquistas, los programas para el cambio social propulsado por los socialistas y la abstención electoral de los radicales1.

1 PAulA Alonso, “La Unión Cívica Radical: fundación, oposición y triunfo (1890-1916)” en: MirtA z. lobAto (Dir.) El progreso, Buenos Aires, Sudamericana, 2010, pp. 209-259. MiGuel ánGel cárcAno, “Ensayo histórico sobre la presidencia de Roque Sáenz Peña” en: ricArdo levene, Historia Argentina Contemporánea (1862-1930), vol. 1, 2ª parte, Buenos Aires, El Ateneo, 1964, pp. 135-165. roberto cortes conde, “Auge de la economía exportadora y vicisitudes del régimen conservador (1890-1916)”, en: e. GAllo y R. cortes conde, La república conservadora, Buenos Aires, Paidós, 1972, pp. 224-226. MirtA z. lobAto, “Estado, gobierno y política en el régimen conservador” en: MirtA z. lobAto (Dir.), El progreso, la modernización y sus límites, Buenos Aires, Sudamericana, 2010, pp. 183-204. cArlos Melo, “Presidencia de José Figueroa Alcorta. (Marzo 12 de 1906 – octubre 12 de 1910)” en: ricArdo levene, Historia Argentina Contemporánea (1862-1930), vol. 1, 2ª parte, Buenos Aires, El Ateneo, 1964, pp. 128-130. Andrés reGAlsKy y elenA sAlerno, “En los comienzos de la empresa pública argentina: la Administración de los Ferrocarriles del Estado y las Obras Sanitarias de la Nación antes de 1930”, en: universidAd nAcionAl de tres de febrero (Argentina), Investigaciones de Historia Económica, Nº 11, 2008, pp. 109-111. JuAn suriAno, “El anarquismo”, en: MirtA z. lobAto (Dir.), El progreso, op.cit, pp. 291-325.

120 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

En muchas ocasiones los problemas fueron percibidos como provenien-tes del exterior. La inmigración había sido promovida desde el último tercio del siglo XIX con la esperanza de fomentar un crecimiento demográfico robustecedor. Pero para comienzos del siglo XX se reconocía que el proceso creaba nuevos desafíos. Por una parte se veía a las masas de recién llega-dos como fuente de nuevos peligros. Entre ellos se contaban la diversidad étnica y religiosa así como ideologías políticas que desafiaban al orden tra-dicional2. También surgieron serios problemas de vivienda y salud pública. Observadores y políticos eran conscientes de que el vigor y velocidad del crecimiento urbano eran en gran medida, la causa de estas deficiencias. Pero esto no impidió que estos problemas fuesen atribuidos también a los hábitos de vida de los extranjeros, en especial de los provenientes de regiones del sur y este de Europa3.

La reforma electoral promovida por Roque Sáenz Peña y sus partidarios buscaba la armonía social y el ordenamiento político. Es cierto que la trans-parencia electoral no se impuso efectivamente y la marginalización social no desapareció. No obstante, la ley de 1912 contribuyó a la transformación de las formas de participación política, la percepción de los derechos ciuda-danos y de los deberes del estado. La búsqueda de la legitimidad política, por otra parte, no descansaba únicamente en esfuerzos de cooptación o en el uso de la violencia. Cuestiones referidas al conocimiento y específicamente a la salud pública fueron, asimismo, parte del proceso de consolidación nacional4.

Fiel a las ideas del positivismo finisecular, el pequeño grupo de gober-

2 MAríA s. di lisciA, “Desde fuera y desde dentro. Enfermedades, etnias y nación (Argentina, 1880-1940)” en: International Congress Latin American Studies Association, 2009. MirtA z. lobAto, “El orden conservador” en: MirtA z. lobAto (Dir.), El progreso, la modernización y sus límites, t. V, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, pp. 179-208. Kristin ruGGiero, Modernity in the Flesh. Medicine, Law and Society in turn-of-the century Argentina, Stanford University Press, 2004, pp. 34-35. JuAn suriAno, “La oposición anarquista a la intervención estatal en las relaciones laborales” en: JuAn suriAno, (Comp.) La cuestión social en la Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000, pp. 89-110.

3 dieGo ArMus, La ciudad impura, Buenos Aires, Edhasa, 2007. Ver especialmente el capítulo I, “Tuberculosis y regeneración: ciudades imaginadas, verde urbano y vivienda higiénica”. roberto cortes conde, “Auge de la economía exportadora”, op.cit, pp. 99-116, y133-136. di lisciA, op. cit. MirtA z. lobAto, “Estado, gobierno y política”, op.cit, pp. 183-204. cArlos Melo, op.cit, pp. 121-130. Kristin ruGGiero, op.cit, pp. 97-99.

4 MiGuel ánGel cárcAno, op.cit, p. 165. MirtA z. lobAto, “Estado, gobierno y política”, op.cit, p. 204.

121JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

nantes y pensadores en el poder creía que las complejidades de la sociedad contemporánea debían encararse mediante el análisis lógico y el estudio de la evidencia empírica5. En 1910 uno de los miembros del consejo directi-vo del Departamento Nacional de Higiene (DNH), el químico Pedro Arata subrayaba la importancia de la ciencia para el desarrollo de la nación y de sus ciudadanos.

Los descubrimientos científicos han desencadenado hoy la pasión por la investigación que sustenta y afecta en sentido favorable los intereses mate-riales… En agricultura, comercio, industria, dará la ciencia las armas para vencer en la lucha por la existencia (…) sosteniendo las fuerzas del hom-bre, conservándolas y acrecentándolas por medios antes ni soñados6.

La fe en la ciencia y la tecnología también justificaba la importancia que los expertos fueron ganando en el manejo de la cosa pública. Desde las últimas décadas del siglo XIX la necesidad de la intervención de los profe-sionales en el desarrollo de las políticas de estado había sido sostenida con especial firmeza por los higienistas. Las disrupciones generadas por la urba-nización, la inmigración y la incipiente industrialización, habían contribuido al crecimiento de influencia y prestigio del que disfrutaban estos médicos, muchos de los cuales eran también importantes pensadores y hombres de estado. Simultáneamente, epidemias de naturaleza e intensidad desconoci-das hasta entonces, dieron nueva importancia a los temas relacionados con la salud colectiva. Se trataba de un proceso cultural que tuvo importantes connotaciones políticas7.

5 JonAthAn d. AblArd, Madness in Buenos Aires, Ohio University Press and University of Calgary Press, 2008, pp. 27-34. AdriAnA álvArez, “De la higiene pública a la higiene social en Buenos Aires”, en: Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina, Nº 10, año 2007, p. 8. JuliA rodriGuez, Civilizing Argentina. Science, Medicine and the Modern State. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2006, pp. 11-28. Kristin ruGGiero, op.cit, pp. 10-12. oscAr terán, “El pensamiento finisecular” en: MirtA z. lobAto (Dir.) op.cit, pp. 327-363.

6 Homenaje al Doctor Arata ”Revista del ‘Círculo Médico Argentino’ y ‘Centro Estudiantes de Medicina”, Buenos Aires, Año XII, Nº 120, mayo de 1912, p. 424. Sobre Pedro Arata, ver norMA i. sánchez, La higiene y los higienistas, Buenos Aires, Sociedad Científica Argentina, 2007, p. 478.

7 dieGo ArMus, “El descubrimiento de la enfermedad como problema social” en: MirtA z. lobAto (Dir.), El progreso, op.cit, pp. 509-550. MAríA s. di lisciA, “Marcados en la piel: vacunación y viruela en Argentina (1870-1910)” en: Ciencia e Saude Coletiva, Nº 16

122 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

El pánico generalizado que el cólera, la fiebre amarilla y la peste bubó-nica despertaban y el acuerdo sobre la eficacia de la ciencia moderna –espe-cialmente de la bacteriología- otorgaron creciente relevancia a las agencias y a los funcionarios encargados de diseñar e implementar las medidas sanita-rias, afianzando al mismo tiempo la necesidad de la intervención estatal. Así la salud pública se convirtió en “un derecho de los pueblos y un deber y una responsabilidad del Estado”8. En tanto cumplían con su deber, las autorida-des reivindicaban la habilidad de aplicar las medidas anti-epidémicas con todo el rigor que las circunstancias requiriesen. El cuidado de la salubridad, que llevó a la imposición de medidas coercitivas, también comenzó a ser planteado como parte de las garantías que el Estado ofrecía a la población. Se trataba de un “proyecto sanitario autoritario”, pero al describirlo en tér-minos de los atributos propios de la ciudadanía, los higienistas hicieron de la salud un espacio de consenso político e ideológico9.

Las epidemias de cólera sufridas por la Argentina desde mediados del siglo XIX contribuyeron a la legitimización de la intervención sanitaria es-tatal. Junto con la fiebre amarilla y la peste, las invasiones de este mal despertaron la necesidad del auxilio de médicos y farmacéuticos así como de nuevas especialidades, en particular la epidemiología y más tarde, la bac-teriología. Asimismo, la urgencia por coordinar el accionar de las autorida-des y los profesionales promovió el desarrollo de nuevas agencias estata-les como el Departamento Nacional de Higiene, la Dirección General de la Asistencia Pública de la Ciudad de Buenos Aires y los Consejos de Higiene en las ciudades provinciales. Finalmente, las luchas anti-epidémicas ofre-cieron un nuevo campo para la investigación y experimentación médicas, promoviendo no sólo al avance científico del país, sino también el prestigio de sus académicos.

(2011), pp. 259-265. dieGo GAleAno, “Mens Sana in Corpore Sano: José Ramos Mejía y la medicalización de la sociedad argentina, en: Salud Colectiva, vol. 3, Nº. 2, mayo-agosto, pp. 134-144. ricArdo González leAndri, “El Consejo Nacional de Higiene y la consolidación de una elite profesional al servicio del Estado. Argentina, 1880-1900”, Madrid, Anuario de Estudios Americanos: tomo LXI, 2, 2004, pp. 571-592. ricArdo González leAndri, Curar, persuadir y gobernar. Madrid: CSIC, 1999, pp. 65-69.

8 MArcos cueto, El valor de la salud. Historia de la Organización Panamericana de la Salud, Washington D.C., Organización Panamericana de la Salud, 2004, p. 3.

9 dieGo ArMus, op.cit, pp. 541-547.

123JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

El mismo día en que Roque Sáenz Peña asumía el poder presidencial, los argentinos se enteraban que el cólera amenazaba al Brasil. El peligro epidémico había llegado al país vecino a bordo del Araguaya, un vapor pro-veniente de Inglaterra y Francia y en el que viajaban numerosos inmigrantes con destino a Buenos Aires. La noticia de que por los menos cuatro pasajeros habían muerto víctimas de este mal durante el trayecto transatlántico des-pertó gran ansiedad10. Sin embargo, los funcionarios sanitarios argentinos estaban preparados para esta eventualidad y lograron evitar la dispersión de la enfermedad. Al presentar el éxito como resultado del progreso del país el DNH –la agencia a cargo del control de la salud pública- servía al proyecto de búsqueda de legitimidad y solidez política de los reformistas de 1910.

Presidido por José Penna (1855-1919) el DNH, presentó la campaña anticolérica como un esfuerzo por el bien común. Y si bien recurrió a las me-didas sanitarias de control, desinfección y aislamiento habituales, también introdujo nuevas estrategias preventivas. Para 1910 se sabía que individuos sanos podían transmitir el cólera y en consecuencia, se procuró detener el mal mediante el análisis bacteriológico de todos los viajeros considerados peligrosos.

En Buenos Aires, algunos políticos y profesionales criticaron estas me-didas como violaciones a los derechos de las personas sanas, interpelando incluso al Ministro del Interior –Indalecio Gómez - sobre el tema. Un año más tarde estas técnicas fueron discutidas enérgicamente por la XII Con-ferencia Sanitaria Internacional, que se reunió en Paris entre noviembre de 1911 y enero de 1912. Mientras algunos participantes consideraron a los resultados de este tipo de análisis irrelevantes, otros se opusieron a la pro-longada detención de los navíos y sus pasajeros. Pero en Argentina, y en la seguridad de que gozaba del apoyo de gran parte de los políticos y del público, el DNH continuó utilizando el sistema hasta 1912. Los temores que las masas de inmigrantes generaban hizo que el estudio bacteriológico se impusiese a los viajeros de la tercera clase de los barcos. Pero José Penna iba más allá al subrayar la necesidad de contrarrestar los egoístas intereses comerciales de las compañías navieras internacionales. En este sentido, el director del DNH presentó a la campaña anticolérica no sólo como un es-

10 Correio da Manha, Río de Janeiro, 12 de octubre de 1910.

124 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

fuerzo de protección sanitaria sino también de amplia defensa nacional11.Los directivos del DNH eran hombres con larga experiencia en acti-

vidades anti-epidémicas. Pero el organismo también estaba integrado por profesionales jóvenes que, tal como Salvador Mazza (1886-1946), habían estudiado los recientes hallazgos científicos europeos y estaban ansiosos por aplicarlos en la vida real. Como símbolo y vehículo del proyecto de los reformistas políticos de 1910, el DNH desplegaba con orgullo los avances científicos y administrativos del país y prometía distribuirlos de modo de garantizar el bien común. Es cierto que Penna reconocía las múltiples y severas carencias sanitarias del país. No obstante, también es cierto que el DNH contaba con los recursos materiales y burocráticos necesarios y un músculo político relativamente fuerte12. En síntesis, el DNH utilizó los bie-nes materiales, políticos y culturales de que disponía de manera ecuánime y racional; su objetivo era prevenir la epidemia y fortalecer el consenso en torno al discurso sanitarista.

el oriGen, contAGio y control del cólerA en el siGlo XiX

El cólera morbus apareció en Europa por primera vez en 1817 cuando, procedente de la India, se extendió hacia el Oeste, llegando doce años más tarde al sur de Rusia y luego a Europa Occidental, Norteamérica y México. Poco después aparecía en las Antillas y el Brasil13. Asociado con los cam-

11 GerMán Anschütz, “Lucha contra las enfermedades infecto-contagiosas”, Buenos Aires, Anales del DNH, Vol. XIX, Nº 1, enero-febrero 1912, pp. 5-19. Antonio bArbieri, “Propósitos”, en: Anales del DNH, Vol. XVIII, Nº 1, enero-febrero 1911, p. 6. norMAn howArd-Jones, The Scientific Background of the International Sanitary Conferences (1851-1938) Geneva, World Health Organization, 1975, pp. 91-92. Sobre José Penna ver JuAn cArlos veronelly y MAGAlí veronelli correch, Los orígenes institucionales de la salud pública en la Argentina, t. 2, Buenos Aires, Organización Panamericana de la Salud, 2004, pp. 361-370

12 norMAn howArd-Jones, op.cit, p. 9. s.J. wAtts, “From Rapid Change to Stasis: Official Responses to Cholera in British-Ruled India and Egypt: 1860 to c. 1921” en: Journal of World History, Vol. 12, Nº 2, 2001, pp. 345-346.

13 Abel AGüero, “Prólogo” en: norMA i. sánchez, op.cit, p. 22. chArles rosenberG, The Cholera Years. The United States in 1832, 1849 and 1866. The University of Chicago Press, 1962, p. 1-4. n. J. hAy, Burdens of Disease, Epidemics and Human Response in Western History (Revised Edition) Rutgers University Press, 2009, pp. 135-137. b. cveJetAnovic, “Cholera as an International Problem”, en: world heAlth orGAnizAtion, Principles and

125JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

bios introducidos por la Revolución Industrial, su expansión fue facilitada por los ferrocarriles y los buques de vapor. Las principales epidemias se produjeron en 1848-49, 1853-54, a mediados de los sesenta y durante los primeros años de los setenta. Hubo otras explosiones en los ochenta, los noventa y en la primer década del siglo XX. Aunque mucho más acotada geográficamente la de 1911, produjo innumerables muertes en Nápoles14.

Lo súbito del ataque colérico, la agresividad de síntomas que deshi-drataban y consumían al individuo en unas pocas horas y la rapidez y fre-cuencia con que se producía la muerte (que podía alcanzar hasta al 50 por ciento de los afectados) hicieron que legos y expertos lo percibiesen como uno de los peores flagelos sufridos por la humanidad. La ignorancia que rodeaba a su origen y naturaleza aumentaba la sensación de impotencia y el caos que estos brotes producían. No había fórmulas certeras para detener sus efectos y los mecanismos para aliviarlos eran imprecisos, ineficientes y despertaban poca confianza15. Los médicos, por su parte, también parecen haber mostrado poco interés en auxiliar a las víctimas. En la Argentina, por ejemplo, en 1867, el Consejo de Higiene aconsejaba persistir en el uso de los medicamentos recomendados por los médicos al tiempo que establecía una multa elevada para aquellos profesionales que se negasen a atender ade-cuadamente a la población. Estas medidas, explicaba Penna, no eran sufi-cientes y aún años más tarde, en 1886, la rapidez y número de las muertes hacían que el terror cundiese “si era posible, con más rapidez que la causa que lo infundía” 16.

Dos teorías opuestas trataban de explicar la génesis y transmisión del cólera: la contagionista y la anti-contagionistas. Ninguno de estos sistemas interpretativos era completamente coherente pero en general, la primera sostenía que personas u objetos contaminados podían comunicar el mal; la segunda, por el contrario, afirmaba que los síntomas eran producto de des-

Practice of Cholera Control, Geneva: World Health Organization, 1970, p. 9.14 n. J. hAy, op.cit, pp. 136-137.15 El Consejo de Higiene Pública al Sr. Presidente de la Municipalidad de Buenos

Aires, 12 de abril de1867, en: Revista Médico Quirúrgica, Año 4, Nº 2, p. 18. José PennA, El cólera en la República Argentina, Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1897, p. 288.

16 richArd evAns, Death in Hamburg, Society and Politics in the Cholera Years 1830-1910. Oxford: Clarendon Press, 1987, pp. 267-268. GeorGe rosen, A History of Public Health, Baltimore and London, The John Hopkins University Press, 1993, pp. 263-266.

126 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

equilibrios en los humores individuales. Muchos explicaban estos desequi-librios como de origen espontáneo mientras que otros insistían en que se debían a la influencia de los miasmas, emanaciones de la tierra favorecidas por fenómenos climáticos. Las discrepancias no se limitaban al origen de la enfermedad sino que alcanzaban también a las medidas que debían adop-tarse para contrarrestar su ataque. De hecho, si las teorías eran ambiguas, las diferencias eran muy claras a la hora de discutir las medidas de control. Para los contagionistas, las cuarentenas constituían el principal medio para contrarrestar las epidemias pero sus oponentes consideraban que ellas no eran sólo inútiles sino un derroche de recursos y una muestra de despotismo. Según los anti-contagionistas las epidemias sólo podían ser contrarrestadas mediante la higiene y la purificación del medio ambiente17. De hecho, estos esfuerzos no fueron vamos ya que contribuyeron al desarrollo del higienis-mo al insistir en la implementación de las medidas tradicionales de policía urbana a las que ahora se agregó un nuevo interés en obras de ingeniería sanitaria. Como lo explica George Rosen: “Frecuentemente, los desarrollos históricos no son enteramente blancos o negros e ideas equivocadas pueden ser utilizadas creativamente”18.

En la década de los cuarenta y comienzos de la del cincuenta el médico inglés John Snow demostró que el agua contaminada con deposiciones hu-manas transmitía la enfermedad. Hacia la misma época, en 1854, un médico de la Universidad de Florencia, Filippo Pacini, identificó al vibrión colérico. Sin embargo, los debates académicos sobre el cólera continuaron durante otros cuarenta años. Finalmente, en 1883 el hallazgo del “Kommabacillen” o vibrión colérico por Roberto Koch mostró la importancia de este microor-ganismo en la transmisión del mal.

Hacia mediados del siglo XIX también existía evidencia de que el cóle-ra acompañaba a las grandes multitudes y por ello diplomáticos y expertos procuraron establecer acuerdos internacionales que, mediante cuarentenas y cordones sanitarios, detuviesen no sólo al cólera, a la peste y a la fiebre ama-rilla. En 1865 y ante la expansión de un nuevo brote de cólera desde Oriente, una conferencia sanitaria internacional reunida en Constantinopla reconoció

17 dieGo ArMus, op.cit, pp. 513-514 y pp. 520-523. richArd evAns, op.cit, pp. 267-268. dieGo GAleAno, op.cit, p. 137. n. J. hAy, op.cit, p. 144. GeorGe rosen, op.cit, p. 81. (Traducción de la autora) s.J. wAtts, op.cit, pp. 326 y 345-346.

18 MArcos cueto, op.cit, p. 7.

127JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

que esta enfermedad era producida por un principio venenoso transportado, tal como lo había sostenido Snow, por los seres humanos. También se acep-tó que bastaba una sola persona infectada para desatar un brote generalizado y que por lo tanto, el aislacionismo era la única estrategia defensiva efecti-va19. Penna resumía así la importancia que tenían las medidas de aislamiento sanitario internacional:

En las regiones donde las medidas prescriptas se han cumplió el cólera no ha penetrado. Pero [en] Egipto [sin protección] el cólera apareció en Damieta el 24 de junio de 1883 produciendo en dos meses más de 25.000 víctimas; de allí se extendió a Mansourah, Ghiseh, Boulack, etc., luego al Cairo, Alejandría y el Egipto entero (…)20.

La evidencia empírica no fue suficiente para que los controles sanita-rios internacionales fuesen aceptados o implementados sin resistencia. Para los políticos y pensadores liberales las cuarentenas y cordones sanitarios representaban un avasallamiento de los derechos individuales. Para muchos, además, la inspección, detención y fumigación de la gente y mercadería a bordo de barcos presuntamente infectados obstaculizaba el libre comercio y por tanto, también el progreso material. Pero quizás el argumento más fuerte provino de la defensa del comercio internacional. Los británicos tra-taron darle a este tipo de razonamiento un giro científico pero no lograron, no obstante, convencer a la mayoría de los observadores. Penna resumía una opinión extendida entre los defensores de las medidas sanitarias estrictas21.

Los ingleses, establecidos en la India han imaginado, como dice el [re-presentante francés Dr. Proust] una doctrina cómoda para evitar para los navíos que parten de ese país –donde el cólera es endémico-, los inconve-nientes de una cuarentena en Suez. Esta consiste en considerar peligrosos los focos endémicos sólo cuando se vuelven epidémicos, razón por la cual sus procedencias siempre vienen con patente limpia… pero también con una epidemia perfectamente desarrollada… Esta falta, sólo explicable por

19 s.J. wAtts, op.cit, p.346.20 José PennA, op.cit, p. 19821 Abel AGüero, op.cit, p. 22. s.J. wAtts, op.cit, pp. 327-350. z. i. loufti , La

Politique Sanitaire Internationale Paris: Libraire Nouvelle de Droit et de Jurisprudence, 1906, pp. 65-69.

128 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

el interés comercial que tan poderoso influjo tiene en el pueblo inglés, ha sido la causa por qué el cólera, franqueando la barrera del Canal de Suez, estallara en Egipto (…)22.

La teoría bacteriológica ganó predominio sólo después de que el go-bierno alemán encomendase a Koch el estudio de la epidemia de cólera de 1892. Al comparar el desarrollo de esta enfermedad en Hamburgo con el de la vecina ciudad de Altona, Koch y su equipo demostraron que la gran cantidad de muertes sufrida por la primera se debía al consumo de agua infectada. Estas conclusiones debilitaron de manera definitiva a la teoría de los miasmas incrementando de manera definitiva la influencia de la teoría contagionista y de los estudios bacteriológicos23.

José PennA y el cólerA en lA ArGentinA

En su libro “El cólera en la República Argentina”, José Penna analizó los nueve brotes coléricos sufridos por el país, la identificación de la enfer-medad, sus causas y la defensa contra su expansión. En consecuencia esta obra, publicada en 1898 no era sólo una revisión histórica de las epidemias pasadas sino que ofrecía un plan para el desarrollo y aplicación de políticas de reconocimiento y control epidémico.

En la Argentina, al igual que en el resto del mundo, el peligro de las enfermedades infectocontagiosas surgió con el incremento de los contactos internacionales y de las actividades comerciales. Los políticos, científicos y observadores decimonónicos que celebraban entusiastamente el avance material del país no negaban que éste encerrase nuevos peligros. Esta era también la conclusión de Penna.

En la marcha triunfal en que el país se halla encaminado, se han incorpora-do a la morbilidad ordinaria nuevas enfermedades ligadas, precisamente, a estas fases avanzadas de la sociabilidad, lo que no podía ser de otro modo, toda vez que es el hombre quien eslabona el encadenamiento sucesivo del progreso de los pueblos24.

22 José PennA, op.cit, pp. 198-199.23 richArd evAns, op.cit, pp. 267-268, 29224 José PennA y horAcio MAdero, La administración Sanitaria y Asistencia Pública

de la ciudad de Buenos Aires, t. I, Buenos Aires, Kraft, 1910, p. 54.

129JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

Según estos pensadores, sin embargo, el progreso también permitiría vencer a las nuevas amenazas. Por ello, y a pesar del enorme costo en vidas humanas y bienes materiales, Penna sostenía que la enfermedad había sido en última instancia, beneficiosa. En efecto, ‘’la demostración de la naturale-za parasitaria de las enfermedades infectocontagiosas por el inmortal Koch” no sólo había abierto la posibilidad de “fundar las medidas de profilaxis so-bre bases ciertas”, sino que había hecho que estos padecimientos perdiesen su letalidad y “caminasen a su extinción”25.

Para Penna el legado positivo de las epidemias incluía los progresos en el diagnóstico del mal, la creación de establecimientos de aislamiento y la producción de las drogas necesarias tanto para la desinfección preventiva como para el alivio de sus víctimas. Los brotes coléricos también habían contribuido a la modernización de la enseñanza universitaria y al fortaleci-miento de la ciencia nacional. La organización de las agencias a cargo de los cuidados sanitarios había sido azarosa, con marchas y contramarchas y esta-ba muy lejos de estar completa. Pero de todos modos, para Penna, mostraba la modernización de la nación.

Durante el período colonial el cuidado higiénico de las ciudades había sido parte importante de las políticas de la corona española y estos esfuerzos fueron heredados por las autoridades que asumieron el poder tras la Revolu-ción de Mayo. Sin embargo, la guerra de independencia y los conflictos in-ternos que le siguieron, habían obstaculizado la implementación sistemática de este tipo de medidas. La idea de expandir y profundizar las atribuciones de las instituciones encargadas de la salud pública cobró nuevo auge recién en el último tercio del siglo XIX26.

La epidemia de cólera de 1867 y la de fiebre amarilla de 1871 tuvie-ron un papel fundamental en el resurgimiento de las preocupaciones por el cuidado sanitario. A estas dos tragedias, sostenía Penna, se unieron los ocho brotes coléricos que se desarrollaron durante los años siguientes. En realidad, las epidemias no eran nuevas. Peste bubónica, escarlatina, difteria, tifus habían azotado el país desde largos años atrás. Pero hacia fines del siglo XIX la intensificación de estos males, el surgimiento de nuevas enfer-medades y los cambios sociales y culturales asociados a la modernización

25 José PennA, op.cit, p. 200.26 dieGo ArMus, op.cit, p. 512.

130 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

dieron nueva relevancia a las políticas de salud pública. Paralelamente, el avance de la bacteriología pareció hacer posible la erradicación efectiva de las epidemias27.

Aun cuando la falta de datos hacía un conteo final muy difícil, Penna estimaba que, a lo largo del siglo XIX, el cólera había cobrado un total de 60.000 víctimas28. A este enorme número de muertes había que agregar el hecho de que la enfermedad no sólo afectase a las ciudades sino también a la campaña. Como sus contemporáneos, Penna atribuía el particular en-sañamiento de cólera en las áreas rurales al desaseo e indisciplina de sus habitantes. Pero Penna también insistía en que la falta de atención médica contribuía significativamente a la alta mortalidad que la enfermedad produ-cía en el campo29.

El desconocimiento del cólera en la Argentina, sostenía Penna, era tan absoluto que, su primera irrupción había pasado desapercibida. Por ello, si bien se aceptaba que el país había sufrido ocho epidemias, Penna agregaba a este total la que se habría desencadenado en 1856 en Fuerte Argentino (hoy Bahía Blanca). La epidemia había sido llevada allí por un regimiento de granaderos trasladado desde Buenos Aires en un buque recién arribado de la India y sus efectos fueron tan dramáticos que obligó a la creación de un cementerio adicional30.

Las condiciones higiénicas de los centros de gran hacinamiento, como cuarteles, cárceles y manicomios favorecían el desarrollo del cólera. Pero la falta de conocimiento y previsión sanitaria habían favorecido las dramáticas consecuencias en Fuerte Argentino. Los médicos en particular, se habían ne-gado a auxiliar los pacientes necesitados. Cuando enfermaron los primeros soldados en el trayecto de Buenos Aires a Bahía Blanca, los dos profesiona-

27 AdriAnA álvArez, “De la higiene pública a la higiene social en Buenos Aires”, en: Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina, Nº 10 (2007), p. 10. AdriAnA álvArez, “El rol de los lazaretos en el control del cólera y la fiebre amarilla. Buenos Aires, 1870-1915” en: Historia Revista, Nº 9 jul-dic 2004, pp. 287-317. dieGo ArMus, op.cit, p. 515. dieGo GAleAno, “Médicos y policías durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871),” en: Salud colectiva, v. 5, Nº 1, ene/abr. 200, s/n páginas. ricArdo González leAndri, op.cit, pp. 84-86, 91-110.

28 José PennA, op.cit, p. 50.29 Ibídem, p. 151.30 Ibídem, pp. 236-237.

131JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

les a bordo del buque se escondieron en sus camarotes negándose a asistir a la tropa. Según Penna, la ausencia de todo auxilio médico empeoró la situa-ción de los enfermos dejados al arbitrio de la improvisación.

El héroe de esta luctuosa jornada fue el sargento farmacéutico, Sr. Carlos Imperiale que trató de aliviar los efectos de la epidemia. El tratamiento por él empleado consistía en bebidas calmantes a fin de atenuar en algo los sufrimientos y disminuir en lo posible la expoliación gastrointestinal, en el uso de baños, fricciones estimulantes y mucho abrigo para hacer entrar el cuerpo en calor. A esta terapéutica bien racional que aún en la actuali-dad se recomienda, se agregaban los remedios sugeridos por los jefes y oficiales. Es así como se practicaban sangrías que no daban hemorragia (…) porque, como se sabe, la circulación disminuye notablemente en los períodos avanzados del cólera. Otros preconizaban baños fríos, pasear a los enfermos, etc., buscando producir la reacción que no se manifestaba casi nunca, ni aun con los procedimientos más científicos aconsejados por el Sr. Imperiale31.

De modo similar, la experiencia de lo ocurrido durante la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) cuando la Argentina, Brasil y Uruguay se ha-bían enfrentado al Paraguay, había demostrado la importancia del control colérico en tiempos de guerra. La demanda de personal médico en el frente y en los hospitales de campaña había hecho imposible mantener el personal sanitario idóneo en los puertos. A la escasez de inspectores adecuadamen-te entrenado, se había unido la ignorancia e imprevisión de los comandos militares. Enterado desde un comienzo de que el cólera había aparecido en su país, el ejército brasilero había establecido un hospital de aislamiento próximo a la ciudad de Corrientes, donde estaba acantonado el grueso de sus tropas. Por el contrario, los argentinos completamente sorprendidos y sin establecimiento especial alguno, alojaron a las víctimas de la epidemia en los hospitales comunes32.

La confusión de los médicos multiplicó, asimismo, las secuelas del có-lera entre la población civil al demorar la implementación de medidas pre-caucionales. La mayoría de los profesionales insistían en que se trataba de

31 Ibídem, pp. 8-9.32 Ibídem, pp. 38-39.

132 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

colerina, una afección gastrointestinal asociada a desarreglos estacionales en la dieta alimenticia. Además expertos como el doctor Thomas Hutchkin-son, un renombrado médico y el cónsul británico en Rosario, creía que, a diferencia de la fiebre amarilla y la viruela, el cólera no era contagioso. Por ello, no se detuvo la navegación por el río Paraná. Tampoco se habían imple-mentado medidas preventivas con anterioridad ni construido la infraestruc-tura necesaria para contener una epidemia. Las condiciones higiénicas de las ciudades se hallaban muy abandonadas. En particular, en la zona del Ria-chuelo, en Buenos Aires, constituía un foco sumamente amenazador. Ante la ausencia de establecimientos especiales para coléricos los enfermos fueron internados en los hospitales generales mientras que la falta de información hizo que la gente no tomase las medidas de aislamiento necesarias33.

Con el apoyo de la prensa, los habitantes de Buenos Aires organiza-ron una campaña contra el descontrol sanitario. Liderada por un grupo de médicos entre los que se encontraba Eduardo Wilde (1844-1913), uno de los primeros higienistas argentinos, la protesta llevó al reemplazo de las autoridades sanitarias por un comité de vecinos encargado de las cuestiones de salud. Los médicos, no obstante, sostenían en que este tipo de problemas debían estar en manos de expertos. Penna alababa la acción anti-epidémica que, en ocasiones, habían tomado las ciudades pero explicaba que debido a su falta de conocimiento, los consejos vecinales no eran idóneos: “La Mu-nicipalidad y (…) comisiones populares no tenían, a pesar de todo el en-comiable empeño de que han dado pruebas inequívocas, los conocimientos técnicos ni la preparación requerida para luchar con ventaja”34.

Durante las décadas siguientes, los médicos fueron ganando el control de las políticas públicas de salud. Así, el médico y ex ministro del Interior del presidente Mitre, Guillermo Rawson (1821-1890) logró que se crease una Cátedra de Higiene en la Facultad de Medicina. Como titular de este curso Rawson no sólo formó una cohorte de discípulos sino que fomentó la idea de hacer de la salud una cuestión de política nacional bajo el control de agencias estatales específicas. Gradualmente, los egresados de la universi-dad quedaron a cargo de las políticas de prevención epidémica35.

33 Ibídem, pp. 17-25.34 Ibídem, p. 280. ricArdo González leAndri, op.cit, pp. 62-70.35 donnA Guy, Sex and Danger in Buenos Aires, Lincoln and London, University of

133JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

En general, las medidas sanitarias se proponían evitar la propagación de males importados o “exóticos” por medio de cuarentenas. Pero las autori-dades también sancionaron disposiciones de sanidad interna similares a las de policía urbana y vigilancia de productos alimenticios heredadas del siglo XVIII. En 1867 Buenos Aires organizó medidas de vigilancia domiciliaria, dividiendo a la ciudad en distritos médicos. Este tipo de controles quedaron incorporados a la reforma de 1870 del Consejo de Higiene. Si bien el nuevo reglamento era de carácter restringido, Penna se congratulaba de los avances que estas innovaciones significaban36.

(…) habíamos alcanzado [un cierto] grado de progreso en estas cuestiones y los médicos comenzaban a ejercer cierta influencia –si bien aún limita-da- sobre las autoridades para encaminarlas y dirigirlas en la adopción de medidas profilácticas, instalación de hospitales especiales y asesorándolas en todo lo concerniente a la higiene administrativa37.

Gracias a las decisiones tomadas a fines de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, las autoridades políticas pudieron intervenir de manera más efectiva frente al nuevo brote epidémico que comenzó a desa-rrollarse en Europa38. Así la Comisión de Salubridad de la Ciudad de Buenos Aires cuidó las buenas condiciones del agua y los alimentos e instruyó al público sobre la necesidad de blanquear edificios, limpiar las letrinas y eli-minar todas las basuras. Asimismo reforzó la vigilancia médica domiciliaria para identificar a aquellos que sufriesen de enfermedades sospechosas. De ser posible se alentaba el aislamiento domiciliario que, algunos médicos sostenía, era más práctico. Pero de no existir las posibilidades de estrictas medidas para ello, los enfermos debían recluirse en uno de los lazaretos disponibles. Era frecuente que, ante el terror del encierro forzoso en una institución pública, las familias ocultasen a sus enfermos. Para evitar estos engaños, la inspección de casos de gastroenteritis y de otras afecciones de índole sospechosa se hizo obligatoria. Las inspecciones se concentraron en

Nebraska Press, 1991, pp. 78-79.36 Conf. AdriAnA álvArez, “El rol de los lazaretos en el control del cólera y la fiebre

amarilla. Buenos Aires 1870-1915” en: Historia Revista Nº 9, jul.-dic. 2004. 37 José PennA, op.cit, p. 184. 38 dieGo ArMus, op.cit, p. 512.

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los sitios más pobres de la ciudad y se complementaron con la asistencia a los enfermos por parte de la municipalidad que sufragó medicamentos, ropa, alimentos y entierros39.

La creación del DNH, en 1880 constituyó - junto con la de la Dirección General de la Asistencia Pública de la Ciudad de Buenos Aires (DGAP) tres años más tarde- en un factor importante en la consolidación de la interven-ción de los médicos en cuestiones de salud pública. Entre las numerosas funciones adjudicadas al DNH se incluía el control de las actividades asis-tenciales y la vigilancia de temas relativos a la sanidad naval y a la higiene de los puertos, y en especial el evitar el estallido de brotes de enfermedades exóticas. Pero el accionar del DNH estaba significativamente condicionado por su carácter de institución colegiada, consultiva, y dependiente de la Pre-fectura General del Puerto. Las limitaciones que aquejaban a esta agencia se pusieron de manifiesto, según Penna, durante la epidemia de 1886 que, afectando a todo el continente, adquirió proporciones sanitarias y políticas desconocidas hasta entonces40.

Enteradas del nuevo estallido colérico –que desde 1884 se extendía por toda Europa- en octubre de 1886 las autoridades uruguayas impidieron la entrada de un buque genovés a Montevideo. Para evitar el contagio de la ciudad, los pasajeros y la tripulación fueron obligados a cumplir cuarentena en el lazareto de la Isla de Flores. Pero en Buenos Aires, en cambio, se dio libre entrada a un vapor de igual procedencia permitiendo así, de acuerdo con Penna, la entrada del cólera al Río de la Plata41. Errores de diagnóstico y de control de la enfermedad agravaron aun más la situación. Insistiendo en que se trataba de colerina, el director del DNH evitó tomar las estrategias preventivas indispensables permitiendo la continuación del tráfico fluvial entre los puertos de la provincia de Buenos Aires y el resto del país. Un mes más tarde el DNH admitió que se trataba de cólera morbus abriendo un lazareto e interrumpiendo el tránsito ferroviario por aquella provincia. Pero para entonces ya era demasiado tarde. El cólera pronto apareció en el litoral

39 José PennA, op.cit, pp. 28-33 y 188-192.40 donnA Guy, op.cit, pp. 810-81. Para una comparación con la apreciación de Penna

sobre el trabajo de la Asistencia Pública de la Ciudad de Buenos Aires, ver José PennA, op.cit, pp. 239-240.

41 José PennA, op.cit, pp. 197, 200-210.

135JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

del país y meses más tarde, se extendía a toda la República42.En muchos casos, las autoridades actuaron con sensatez y prudencia,

logrando que la epidemia fuese breve y sus efectos, leves. La ciudad de Cór-doba, por ejemplo, fue dividida en ocho secciones con un servicio médico numeroso y competente y la organización de tres lazaretos. La intendencia municipal, recientemente creada en Santiago –donde no existía con anterio-ridad- hizo que médicos y practicantes se turnasen en servir a la población, garantizando la provisión constante de asistencia a las víctimas de la enfer-medad. El presidente de la corporación médica de Mendoza ordenó secar las acequias evitando así la infección de la ciudad por aguas contaminadas43.

Pero el cuidado demostrado por muchos profesionales y autoridades locales no convenció a la prensa ni a muchos políticos de la necesidad de controlar el pánico. La agitación pública empujó a los gobiernos provin-ciales a tomar decisiones apresuradas que agravaron aún más la situación. Así, al ordenar abruptamente la interrupción de todas las comunicaciones ferroviarias, el gobernador de San Luis dejó a más de trescientos pasajeros aislados a mitad de camino. En Córdoba se prohibió toda importación pro-cedente de Santa Fe incluyendo la cal, con lo cual también detuvieron las obras de construcciones. La creación de cordones sanitarios también tuvo efectos contraproducentes ya que los guardias encargados de evitar el paso de gente y mercaderías huían al producirse las primeras víctimas en sus filas, esparciendo de este modo ellos mismos el cólera. Quizás la decisión más desafortunada fue la adoptada por el gobierno de Santa Fe, al impedir al convoy que transportaba al 5º Regimiento de línea avanzar por el río Paraná. Las tropas, sin embargo continuaron viaje a Salta en un tren que carecía de aislamiento efectivo. Es por ello que Penna concluía que era muy probable que estos hombres hubiesen introducido el cólera en Córdoba, Santiago del Estero, Salta y finalmente, Jujuy44.

En el ámbito internacional, el gobierno de Chile cerró los pasos de co-municación con la Argentina. Al no poder ya huir a través de la cordillera los mendocinos lo hicieron a San Juan y La Rioja, infectando a estas provincias mientras que el país vecino no previno de este modo la epidemia. Uruguay

42 Ibídem, pp. 200-210.43 Ibídem, pp. 286-288.44 Ibídem, pp. 225-228.

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y Brasil siguiendo el ejemplo chileno también interrumpieron toda comu-nicación con nuestro país, creando innumerables problemas de transporte45.

En contraste con la desorientación que, según Penna afectó al DNH, la Asistencia Pública de la Ciudad de Buenos Aires se felicitaba a sí misma por la eficacia que había desplegado durante esta epidemia. Diseñada y dirigida por José María Ramos Mejía –la figura paradigmática del higienismo y el reemplazante de Rawson en la cátedra de la Facultad de Medicina- como una oficina técnica, la Asistencia contaba con personal experimentado en materia epidemiológica y con el apoyo del Ministerio del Interior. Bajo el asesoramiento de estos expertos, en 1886 esta agencia se abocó a identificar y destruir todo foco epidémico dentro de la ciudad46. Para ello, y basándose en las experiencias de 1867 y de 1873, los médicos a su servicio se dividie-ron en ocho grupos de visitas domiciliarias para la asistencia, desinfección y aislamiento de los enfermos sospechosos. Las víctimas que habitasen en lugares donde no fuese posible implementar estos cuidados debían ser in-mediatamente recluidas en la “Casa de Aislamiento” que, dirigida por Penna tuvo “centenares de enfermos”. Este era en especial, el caso de delincuentes y alienados ya que se buscaba evitar convertir a cárceles y manicomios en otros tantos focos coléricos. La Casa también se hacía cargo de la desinfec-ción de las ropas y bienes de los infectados; asimismo contaba con un horno de incineración para la cremación de los cadáveres peligrosos47.

Gran parte de la acción de la Asistencia estaba vinculada a las transfor-maciones generadas por el afianzamiento de los conocimientos microbioló-gicos. Enterada de los últimos hallazgos científicos europeos, esta agencia comenzó a complementar los estudios clínicos de cada caso con un análisis bacteriológico. En efecto, este tipo de estudios y los exámenes de labora-torio que permitían ‘aislar al microbio antes de diagnosticar’ era ahora, “el dato a la moda”48.

Teníamos instituida la Asistencia Pública con un laboratorio de Bacteriolo-gía en formación aparte de otro adscripto a la Oficina Química Municipal en los cuales nos fue posible estudiar, desde el principio las deyecciones de

45 Ibídem, pp. 321-322.46 Ibídem, pp. 239-241.47 José PennA y horAcio MAdero, op.cit. p. 140.48 MArcos cueto, op.cit, p.27.

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los enfermos, aislando y cultivando pronto el bacilo coma que se presentó desde los primeros ensayos49.

El “advenimiento de la doctrina bacteriana que (…) ilustró sobre el verdadero valor de los microbios patógenos y sobre la importancia de la esterilización”50 y se tradujo también en que el aislamiento se complemen-tase ahora con un creciente énfasis en la desinfección de personas y objetos. Implementada desde 1888 en la ciudad de Buenos Aires la práctica se exten-dió en los noventa a los navíos, pasajeros y tripulantes y cargas provenientes de áreas infectadas51.

A pesar del entusiasmo de los higienistas, ciertos sectores de la pobla-ción percibieron al estricto plan de inspección, registro, reclusión y cre-mación como excesivamente opresivo. Esta oposición, unida a desacuerdos entre José María Ramos Mejía y el intendente Torcuato de Alvear llevó a la separación del primero del cargo en la Asistencia. Ramos Mejía, junto con sus discípulos y colegas, pasaron a desempeñarse al frente del DNH, quie-nes utilizaron la experiencia de los ochenta para luchar contra la epidemia de mediados de los noventa52.

Cuando una nueva amenaza colérica llegó en 1894 al Río de la Plata, el DNH comunicó a los gobernadores la existencia de la enfermedad en Bue-nos Aires, repartió folletos con información profiláctica y pidió que se orga-nizasen donde aún no existían, las autoridades sanitarias. También envió a la provincia de Santa Fe –uno de los principales centros de los brotes de años anteriores- guardias sanitarias así como un lazareto flotante que contaba con una estufa de desinfección. A través de un acuerdo con las empresas de ferrocarril los trenes a Rosario llevaban inspectores encargados de detectar a los pasajeros sospechosos de sufrir una enfermedad infectocontagiosa. Es-tos debían ser inmediatamente internados en la Casa de Aislamiento53.

Sin embargo, para Penna y los expertos que lo rodeaban era imposible detener la epidemia del cólera por completo debido a dos razones funda-

49 José PennA, op.cit, p. 197.50 José PennA y horAcio MAdero, op.cit. p. 154.51 Ibídem, pp. 140-145.52 norMA i. sánchez, op.cit, p. 23.53 José PennA, op.cit, p. 331-347.

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mentales. Por una parte era claro que el riguroso aislamiento necesario para contener al mal era prácticamente imposible de implementar. Por la otra, las dificultades para “seguir el camino del contagio” impedían identificar con precisión las áreas a acordonar54. Para la mayoría de los observadores el mal había sido importado desde Brasil. Por ello, y buscando controlar una expansión aún mayor asupiciaban la creación de cordones sanitarios fronterizos - en Paso de Los Libres, Alvear y Santa Teresa. Pero según Pen-na - a cargo del DNH por hallarse su titular, José M. Ramos Mejía, en gira en Santa Fe y el Rosario- el cólera había prendido en nuestro país al mismo tiempo que en el Brasil. En consecuencia, Penna concluía que el mal había sido introducido de manera completamente silenciosa no desde el país veci-no, sino desde Europa.

Los navíos de la carrera de Europa” habían traído el cólera al mismo tiem-po a Brasil y Argentina. El mal había sido introducido “ [de manera] tan silenciosa y oculta que los agentes transmisores habían recorrido libremen-te nuestro territorio, sembrando … la enfermedad … [desde] el viejo con-tinente55.

El problema de la importación europea del cólera era particularmente grave, además, porque las compañías de navegación no hacían nada para evitar esta infiltración subrepticia. Sin ningún interés en proteger nuestros puertos, recurrían incluso a engaños para evitar denunciar la existencia de enfermedades a bordo de los buques. Por ello la Argentina debía adoptar todas las providencias que juzgase necesarias. 56 Como en el resto del mun-do a fines del siglo XIX, estas medidas incluían la desinfección y el aisla-miento. La desinfección se había comenzado a aplicar en la ciudad desde 1888 y en la década siguiente se había extendido a buques, viajeros y cargas “sospechosas”57.

Penna era consciente que el país también carecía de los recursos nece-

54 Ibídem, pp. 355-357.55 Ibídem, p. 360.56 José PennA, El cólera, op.cit, pp. 200-201.57 MArcos cueto, op.cit., AdriAnA álvArez, “El rol de los lazaretos en el control del

cólera y la fiebre amarilla. Buenos Aires, 1870-1915”, op.cit, pp. 287-317.

139JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

sarios para el aislamiento efectivo de pasajeros y cargas. Las experiencias del cólera de 1867 y de la fiebre amarilla de 1871 hicieron que en 1873 se buscase detener el nuevo brote de aquella enfermedad organizando un lugar de aislamiento en el puerto de la Ensenada, al sudeste de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, este lazareto tenía libre acceso fluvial, escasa policía y una estación ferroviaria cercana; por ende, no fue posible evitar el contacto de los enfermos con la población sana que los rodeaba. Ante la dispersión del cólera se decidió trasladar a los cuarentenarios a un pontón flotante. Aunque en esta ocasión la medida fue tomada demasiado tarde, la enseñanza quedó para el futuro y en 1879 se llevó a cabo un estudio para el establecimiento de lazaretos58.

Cuando una nueva epidemia comenzó en Europa, en 1884, la II Con-vención Sanitaria Internacional de Montevideo ordenó la instalación de la-zaretos. Dos años más tarde el Congreso de la Nación sancionaba la ley para su creación en Argentina (ley nacional Nº 1.451). Ese mismo año también se estipuló la creación de un establecimiento de esta naturaleza en una isla; sería el lazareto de Martín García. Los observadores contemporáneos criti-caron la ubicación de la futura estación cuarentenaria por estar demasiado distante de la ciudad, pero a 50 kilómetros de la Capital Federal y en medio del Río de la Plata, Martín García ofrecía la posibilidad de aislamiento efec-tivo. Sin embargo los primeros lazaretos no se establecieron hasta la década del noventa, durante el período en que Ramos Mejía estuvo al frente del DNH59.

Las reformas introducidas durante los años anteriores se reflejaron en 1894 cuando Penna –en tanto presidente interino del DNH- ordenó el in-mediato aislamiento de los primeros coléricos en el lazareto flotante Dr Ro-dolfo del Viso. Para entonces también se utilizaba el de Martín García que, no obstante, mostraba muchos problemas, incluyendo la corrupción de sus autoridades, la falta de facilidades para el atraque de los buques y la estrecho de sus dimensiones60. Pero en realidad, Penna consideraba que aún quedaba mucho por hacer.

58 AdriAnA álvArez, “El rol de los lazaretos en el control del cólera y la fiebre amarilla. Buenos Aires, 1870-1915”, op.cit, pp. 287-317.

59 olGA bordi de rAGucci, Cólera e inmigración, 1880-1900. Buenos Aires, Leviatán, 1998, pp. 24 y 41-43.

60 AdriAnA álvArez, “El rol de los lazaretos en el control del cólera y la fiebre amarilla. Buenos Aires, 1870-1915”, op.cit, p. 295.

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Nuestro sistema cuarentenario era pésimo, puesto que carecía de los medios para aislar a los individuos contaminados de los sanos, o a los pasajeros de los diversos buques –aun de los infectados y no infectados- acumulando a individuos que, tras un largo viaje, estaban en las peores condiciones para resistir los asaltos del cólera y así, a morir. Y lo que es más criticable, epidemiológicamente hablando, se abultaba un foco inmenso cuando en realidad, este debía ser reducido61.

el vAPor ArAguAyA y lA AMenAzA de cólerA de 1910

Como tantas otras veces, a comienzos del siglo XX el cólera había sur-gido en la India y se había extendido a Persia y Rusia. Durante todo el año el periódico La Prensa había informado de la evolución del cólera en el Viejo Continente, reportando el lugar donde se producía cada brote, el número de víctimas y cuántas de ellas habían muerto62.El avance lento y sinuoso de esta epidemia hizo que se dudase de la inexorabilidad de una nueva invasión a Europa. Esta no era, sin embargo la opinión del profesor y miembro de la Academia de Medicinad de Paris, André Chantemesse quien sostenía que los estallidos de 1907 en Holanda y Bélgica habían mostrado que el curso de la infección sería similar a las anteriores. Junto con el Doctor Borel -presi-dente del Departamento de Salud del puerto de Havre- Chantemesse insistía en la necesidad de proteger al occidente mediante los métodos más estrictos, especialmente porque según él “para 1910 Italia estaba ya amenazada tanto desde el Adriático como el Tirreno”63.

Se insistía que el principal peligro residía en el gran número de inmi-grantes a bordo de los buques modernos. Con la esperanza de detener el có-lera, los partidarios del control absoluto, argumentaban que eran necesario detener a los pasajeros de tercera clase para su estudio y desinfección. Estas ideas eran defendidas por la Academia de Paris y en particular por André Chantemesse quien insistía en la necesidad de “la declaración obligatoria y aislamiento y desinfección, bajo pena de multa y hasta de prisión, [no sólo] de todo sospechoso de cólera sino [también] de toda persona que haya es-

61 José PennA, op.cit, p. 182.62 La Prensa, Buenos Aires, 24 de octubre de 1910, p. 6.63 Scientists Tell of Cholera Peril. New York Times, 12 se septiembre de 1910.

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tado en contacto con él”64. El DNH, que coincidía con la interpretación de Chantemesse, se había preparado de antemano. Por ello, cuando en octubre de 1910 se anunció la llegada de la enfermedad a Brasil, su personal estaba listo.

El primer caso de de la enfermedad se había producido a tres días de la partida del Araguaya del puerto francés de Cherburgo. Y por los menos otras tres personas habían muerto durante el cruce del Atlántico. Dado que se trataba de un vapor de lujo -decía Floriano de Lemos, un cronista del periódico fluminense Correio da Manha que por casualidad estaba a bor-do- este vapor no ofrecía las condiciones de hacinamiento que favorecían los brotes epidémicos. Pero su tercera clase transportaba mucha más gente de lo que permitían sus comodidades. De acuerdo con Lemos, de hecho, la enfermedad se había extendido únicamente en esta sección y entre algunos miembros de la tripulación65.

El capitán del navío, James Pope negaba que hubiese procurado ocultar la existencia de una epidemia en el navío bajo su comando. Sin embargo, las autoridades brasileras le habían permitido atracar en Pernambuco única-mente debido a que el médico de abordo determinó que las defunciones se debían a casos de gastroenteritis. Y existía la sensación generalizada de que la situación era aún más grave ya que la enfermedad ya había sido introdu-cida en aquella ciudad, el primer puerto brasilero que tocara el Araguaya. Esta era la opinión de las autoridades del DNH. En efecto, en sus declara-ciones ante la Cámara de Diputados uno de los directores de dicha agencia informó que los pasajeros del Araguaya habían infectado a los operarios de los trasbordadores que los habían conducido del buque a tierra66.

Tras el fallecimiento de una pequeña en el trayecto desde Pernambuco a Bahía hizo imposible negar la existencia de una seria amenaza. Por su par-te, las autoridades brasileras impidieron el desembarco de los pasajeros del buque en Río de Janeiro y ordenaron el análisis bacteriológico de los indivi-duos afectados por dolencias “sospechosas”. Unos pocos días más tarde, y tras que los estudios demostrasen que en efecto, se trataba de cólera morbus, las autoridades condujeron al Araguaya y a sus pasajeros y tripulación al la-

64 Ibídem, p.6.65 Correio da Manha, Río de Janeiro, 12 de octubre de 1910.66 Ibídem

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zareto de Isla Grande frente a la Bahía de Angra dos Reis. El navío, la carga y el equipaje debían ser prolijamente desinfectados mientras que la gente sería sometida a una cuarentena de observación de diez días de duración, el período reglamentario para los casos de cólera67.

Oswaldo Cruz, el reconocido científico que había presidido la Di-retoria Geral de Saúde Pública y ahora dirigía el Instituto Manguinhos, cal-maba a la población asegurando que no existía real peligro de infección epidémica68. Con el prestigio de su experiencia y posición, Cruz alentaba a sus compatriotas a enorgullecerse sobre los adelantos científicos del Brasil:

(…) pasando una mano por sus cabellos con reflejos de plata, el Doctor Cruz… sonrió. El puerto de Río, dijo, posee los recursos legítimos para la defensa sanitaria. Al navío, que se encuentra en un lugar distante, se le aplicarán todas las prácticas que manda la ciencia moderna. … El gobierno actuó bien y no veo motivos para temer una posible invasión de este mal. Podemos estar tranquilos y tranquilizar a la población69.

Aun meses después del episodio del Araguaya, la prensa brasilera uti-lizaba este caso como ejemplo de que si se tomaban las medidas adecuadas a tiempo y con el rigor necesario, las epidemias de cólera ya no tenían el carácter de las catástrofes del siglo pasado70.

La detención del buque tomó a los pasajeros por sorpresa ya que du-rante el viaje no se habían enterado del brote colérico que se desarrollaba a bordo, Algunos mantuvieron el buen humor publicando un boletín con el título “El bacilo de a bordo”; la preocupación principal de esta publicación era que se les proveyese de suficiente cerveza. Según el cronista, los pa-sajeros de tercera clase mostraban también una entereza ejemplar frente al peligro que afrontaban, entonando frecuentemente canciones que mantenía los espíritus elevados. Pero el hecho de que el Correio da Manha insistiese en que guardias armados aseguraban el estricto aislamiento de la tercera clase –la sección donde se habían producido los casos coléricos- sugiere que

67 Ibídem68 Correio da Manha. Río de Janeiro, 19 de octubre de 1910.69 Ibídem70 Correio da Manha, Río de Janeiro, 11 de Abril de 1911.

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no todos sus pasajeros aceptaban permanecer a bordo contra su voluntad sin resistencia71.

En la primera y segunda clase, siempre según el cronista, varias señoras sufrieron ataques de nervios y desmayos. Los hombres, en cambio tomaron una actitud más hostil, quejándose a viva voz acerca de lo que consideraban un atropello personal. Este fue el caso de un grupo de médicos argentinos que formó una comisión en representación de todos los pasajeros. Demos-trando sutileza y orgullo patrio, las autoridades brasileras invitaron a algu-nos de los miembros de esta comisión a adelantarse y visitar las instalacio-nes de Angra para convencerse del cuidado con que serían atendidos durante la obligada estadía cuarentenaria72.

El monumental edificio del lazareto, construido en la década de los ochenta había sido recientemente modernizado, equipándoselo con las últi-mas novedades tecnológicas para la profilaxis epidemiológica, incluida una estufa de desinfección último modelo. Su objetivo, como el de todos los lazaretos, era el aislamiento de la tripulación y pasaje de los navíos infec-tados. Para ello, además del personal médico y administrativo, contaba con también con un destacamento de guardias armados. Según las autoridades brasileras el de Isla Grande tenía peculiaridades propias ya que ofrecía a los pasajeros de primera y segunda clase la misma holgura y confort de la que disfrutaban en los vapores transatlánticos73.

Las comodidades y en especial, la extraordinaria belleza del lugar im-presionaron favorablemente a algunos de los argentinos invitados a visitar el lugar antes de que se impusiese la cuarentena. Y muchos pasajeros deben de haberse avenido a permanecer allí el tiempo reglamentario ya que el 27 de octubre las autoridades comunicaban que “desde hace cinco días no se han producido casos de cólera”. Sin embargo, el Correio da Manha también informaba que algunos individuos habían evitado el aislamiento obligatorio alojándose en viviendas cercanas al puerto de Bahía. Asimismo el cónsul argentino en Brasil también comunicaba a Penna que algunos viajeros de

71 Correio da Manha. Río de Janeiro, 24 de octubre de 1910.72 Correio da Manha. Río de Janeiro, 27 de octubre de 1910. Conf. MyriAn sePúlvedA

dos sAntos, “Ilha Grande Lazareto: Isolation, Imprisonment, and surveillance in the fields of health care and politics (1884-1942)” en: História, Ciências, Saúde-Manguinhos, oct. /dic., 2007, 5-10.

73 Correio da Manha. Río de Janeiro, 27 de octubre de 1910.

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primera clase habían abandonado subrepticiamente el Araguaya antes de que se le impusiese la cuarentena, embarcándose furtivamente en otros va-pores que se dirigían hacia Buenos Aires. En el Congreso se rumoreaba que ya se habían producido algunos casos de cólera en la ciudad, a la que habían llegado –se decía- muchos pasajeros del Araguaya. Estas noticias desperta-ron gran inquietud entre los porteños74.

Penna estaba convencido de que las políticas de defensa sanitaria na-cional contra las enfermedades exóticas debían quedar exclusivamente en manos de expertos entrenados de acuerdo a normas científicas. La expe-riencia también le decía que era importante evitar el pánico y para lograrlo ni siquiera los medios de difusión debían tener demasiada injerencia. De acuerdo con estos principios Penna buscó calmar a la opinión pública decla-rando escueta pero firmemente que “el DNH tomará las medidas para evitar que los pasajeros que han estado en contacto con coléricos puedan burlar la vigilancia sanitaria e introducirse en el país”75.

Ni el envío de un escribano por parte del periódico La Prensa había logrado que las autoridades sanitarias argentinas proveyesen mayor infor-mación o hiciesen declaraciones alarmantes. El representante del diario ha-bía sido correctamente recibido por el secretario del DNH que les habían manifestado que:

El doctor Penna ha hecho manifestaciones terminantes en el sentido de que las medidas que se tomen para con el vapor Araguaya serán las que acon-sejen las circunstancias para lo cual se dispondría una inspección especial al mencionado barco y otras diligencias que tiendan a la mayor seguridad pública76.

Gran parte de la gestión del DNH se basaba en el prestigio de su pre-sidente, José Penna, cuya carrera académica y política le daba gran ascen-diente. En efecto, no sólo era actualmente diputado nacional y profesor uni-versitario sino que se había desempeñado por largos años como jefe de la

74 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Sesión Nº. 57. 28 de octubre de 1910, tomo III, pp. 43-56.

75 “El vapor Araguaya”, La Prensa, 26 octubre 1910, p. 14. “Medidas de higiene pública”, La Prensa, 27 octubre 1910, p. 12.

76 “Medidas de higiene pública”, La Prensa, 27 octubre 1910, p. 12

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Casa de Aislamiento, responsable de la Asistencia Pública de la Ciudad de Buenos Aires y director interino del DNH77. Fundándose en la experiencia de sus miembros y directivos, el DNH desarrolló tres estrategias para en-frentar al cólera. En primer lugar, se buscó eliminar toda contaminación am-biental que favoreciese la expansión epidémica tanto en las ciudades como en la campaña. En segundo lugar, el DNH se propuso extirpar todo foco incipiente, por pequeño que fuese, mediante la vigilancia domiciliaria y el aislamiento de los enfermos sospechosos. Por último, las autoridades sani-tarias deberían evitar la introducción de nuevos casos coléricos en el país78.

Habiendo terminado el Departamento Nacional de Higiene el plan de de-fensa sanitaria para la Capital Federal y principales puertos de la República, en presencia de una posible invasión del cólera, ha solicitado el concurso de la dirección de salubridad de la provincia [de Buenos Aires] en el senti-do de extremar la vigilancia sanitaria e higiénica de los centros poblados y de tenerlo al corriente de las novedades que ocurran en la salud pública y de las medidas profilácticas que adopte con este fin79.

Gran parte de los esfuerzos del DNH se concentraron en el saneamiento de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Se reforzaron las tareas de limpieza y se comenzaron a discutir nuevas obras de ingeniería sanita-ria. Tal como lo reclamaba el periódico La Prensa era perentorio sanear el Riachuelo así como las calles del barrio de la Boca que eran “un fangal”80. También era fundamental la construcción de buenos sistemas cloacales y garantizar la provisión de agua limpia, ya que el bacilo colérico era injerido a través del agua bebida o utilizada para lavar o regar frutas y vegetales. La eliminación de insectos y moscas, finalmente, era asimismo importante ya que éstas transmitían los gérmenes desde los estercoleros a los alimentos o las personas81. En opinión de Penna y los expertos a su alrededor, este tipo

77 JuAn cArlos veronelly y MAGAlí veronelli correch, op.cit., pp. 361-370.78 José PennA, “Profilaxis del cólera”, en: La Semana Medica. Buenos Aires, Nº 49,

Año VII, 8 de diciembre de 1910, pp. 1905-1911.79 “Adopción de un plan general”, La Prensa, 11 de noviembre de 1910, p. 1480 “El barrio de Boca y Barracas”, La Prensa, 9 de noviembre de 1910, p. 15.81 José PennA, “Profilaxis del cólera”; “El cólera” y “Precauciones contra el cólera”,

La Prensa, 24 y 25 de octubre de 1910, 6 y 13.

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de trabajos eran más importantes que la sanción de reglamentos y disposi-ciones legales y si bien “no podían improvisarse de un día para el otro”, nunca era demasiado tarde para comenzar82.

La acción de las autoridades no se limitaba al área de Buenos Aires. Por el contrario el DNH hizo un esfuerzo por demostrar que se preocupaba por el resto del país. Así comunicaba a opinión pública que había adquirido material de desinfección suficiente para proveer a las necesidades de las provincias. Sin embargo, las autoridades sanitarias de la capital también re-tenían las decisiones sobre cómo distribuir los bienes: el DNH sólo remitiría lo indispensable, guardando el resto “para el caso de una alteración sanitaria grave83. Finalmente, se prometía mantener a la población mantenerla infor-mada sobre el desarrollo de la amenaza colérica.

En síntesis, a pesar de utilizar un tono muy cuidadoso Penna demostra-ba que el DNH estaba en control de la situación evitando sembrar la confu-sión y el pánico. Para ello, también evitaba ofrecer demasiada información a los medios, considerando que en ocasiones anteriores, los periódicos habían contribuido al desconcierto generalizado. La Prensa, por el contrario, pu-blicaba largos y profundos estudios sobre la naturaleza del cólera y su pre-vención. Finalmente, y buscando ganar apoyo, Penna también garantizaba la equidad en la distribución de los recursos. Las autoridades pondrían los recursos existentes se pondrían al servicio de la protección de la población toda y en particular, de los pobres e indefensos. De este modo el estado utilizaba una retórica de eficiencia y modernidad, y mientras que eludía la participación activa de la ciudadanía en la prevención de la epidemia, tam-bién prometía el uso racional y cierta justicia distributiva de los medios con que se disponía. En este sentido, coincidía con las estrategias del grupo en el gobierno que buscaba la legitimidad política mientras que procuraba rea-firmar su propio poder.

El plan del DNH describía al peligro como proveniente del exterior. Convencido de la existencia de un foco activo allende el Atlántico y de las circunstancias que favorecían su contagio en nuestro país, Penna también reforzó las medidas sanitarias para prevenir que procedencias extranjeras

82 “El vapor Araguaya”, La Prensa, 26 octubre 1910, p. 14. “Medidas de higiene pública”, La Prensa, 27 octubre 1910, p. 12.

83 “Adopción de un plan general”, La Prensa, 11 de noviembre de 1910, p. 14.

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introdujesen el cólera. En este sentido, en 1910 Penna se basaba en lo que había escrito más de diez años atrás:

Las condiciones en que pueden hallarse las procedencias europeas en tiem-pos de epidemia nos imponen la necesidad de arbitrar medios para evitar importaciones futuras. Es tiempo ya de que nos levantemos contra esas cartas de sanidad que nada dicen y contra esos certificados de los médi-cos marinos que nada explican y encubren tanto, sin embargo. La salud de nuestros pueblos, tantas veces ya cruelmente experimentada, no puede estar en manos de aquellos que ante el interés de deshacerse de sus carga-mentos, siembren el luto y la ruina entre indefensos habitantes. Es llegado el momento de reaccionar y aplaudir toda medida que tienda a organizar definitiva y científicamente la administración sanitaria de la República toda. Y en este camino está empeñosamente comprometido el DNH. Ojalá resuelva de modo completo esta gran cuestión que día a día adquiere mayor importancia y que, abandonada, aumentaría sin cesar, nuestro tributo de muerte a las epidemias exóticas84.

Pero si Penna basaba el plan de 1910 en las experiencias pasadas, el DNH también decidió innovar e implementar medidas basadas en modernos estudios bacteriológicos. Si podía esperarse con casi entera seguridad que la epidemia llegaría desde Europa, el riesgo era aún mayor ya que Italia, y has-ta cierto punto Francia, ocultaban la verdadera dimensión del azote. La poca confianza que el sistema internacional de prevención y los médicos de a bor-do inspiraban a los higienistas, hacía necesario buscar medidas de defensa nacional85. Hacía años, de hecho, que Penna insistía sobre este problema.

(…) es necesario decir que los certificados de los médicos de a bordo (…) [procuran] ocultar toda enfermedad que pueda dificultar en cualquier ma-nera el pronto desembarco, presentando con notable frecuencia la clasifi-cación de convulsiones verminosas como la causa de muerte de muchos niños. (…) estas informaciones eran en muchos casos resultados del cálcu-lo y el interés86.

84 José PennA, El cólera, op.cit, pp. 200-201.85 sAlvAdor MAzzA, op.cit, p. 162.86 José PennA, El cólera, op.cit, p. 180.

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Fundándose en el hallazgo, a comienzos del siglo XX, de la existencia de “transmisores o enfermos sanos”, el análisis bacteriológico pareció ofre-cer garantías desconocidas hasta entonces87.

[Se sabe hoy] que ciertos individuos provenientes de las regiones donde el cólera reina epidémicamente pueden albergar el vibrión por largo tiempo en sus sistemas digestivos, transportando así la enfermedad”. La observa-ción clínica no puede descubrir a los portadores sanos ya que no manifies-tan ningún signo de la infección. Las personas provenientes de regiones donde se ha extendido el cólera y que han sido levemente afectados por la enfermedad, transportan los gérmenes de manera similar88.

sAlvAdor MAzzA y el lAborAtorio bActeriolóGico de MArtín GArcíA

El DNH había comenzado las preparaciones para atender el cólera me-ses antes de que hiciese su aparición en Brasil en octubre de 1910. Las enseñanzas dejadas por las epidemias del siglo XIX permitían predecir que los primeros casos se producirían silenciosamente. En consecuencia, la me-jor estrategia era no esperar a que la epidemia fuese visible. El DNH había comenzado a organizarse ya en abril de 1910, con la compra de “útiles y enseres” para el lazareto de Martín García. La urgencia era tal que el DNH también dio orden de evitar el llamado a licitación pública, adquiriendo los colchones y almohadas directamente89. Y de hecho, esta estación cuarente-naria y en especial, su nuevo laboratorio bacteriológico se convirtieron en una pieza clave de la campaña anti-colérica de 1910.

Si hasta entonces se había supuesto que, una vez pasado el período de incubación - un ciclo calculado en seis semanas-, ninguna persona consti-tuía ya una amenaza sanitaria, ahora se teorizaba que individuos asintomá-ticos podían transmitir el cólera durante períodos que se extendían hasta los

87 ezequiel cAstillo, “Las sesiones del Comité Internacional de Higiene Pública”, en: Anales del DNH, Vol. XVIII, Nº. 1, Enero-Febrero 1911, pp. 25-55.

88 sAlvAdor MAzzA, “Laboratorio de Martín García. Su organización y trabajos”, en: Anales del Departamento Nacional de Higiene, Vol. XIX Nº 2, marzo-abril, 1912, p. 164.

89 Decretos del P.E. Buenos Aires, Abril 1º de 1910, en: Anales del Departamento Nacional de Higiene, Vol. XVIII, Nº 3, p. 144. José PennA,”Profilaxis del cólera”, pp. 1905-1913.

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seis meses. Y de hecho, las personas inmunes a la infección eran tan o más peligrosas que los enfermos, pues transmitían el mal de manera oculta90. Buscando impedir la entrada al país de todo viajero infectado, se analizó la flora intestinal de todos los individuos bajo sospecha de haber sido conta-giado. Si “la observación clínica” era incapaz de identificar la peligrosidad de las personas que habían sobrevivido a brotes coléricos o que no se habían contagiado, el análisis bacteriológico “permite señalarlos”. En consecuen-cia, para los higienistas que defendían los estudios de laboratorio como me-didas preventivas, la defensa contra el cólera requería ahora no tanto desin-fecciones generalizadas o el aislamiento de grupos proveniente de regiones contaminadas, sino el estudio de los fluidos intestinales de cada individuo.

Según Mazza, “(…) para el cólera resultaría inútil todo programa que no incluyera la exploración individual de la flora microbiana intestinal de los pasajeros sospechosos [de estar afectados de este mal]”91.

El Araguaya fue detenido y sus pasajeros conducidos a Martín García donde se había organizado una estación sanitaria. A cargo de J. Rosenbusch y H. Fernández, dos graduados recientes de la Facultad de Medicina, el ob-jetivo del laboratorio bacteriológico de Martín García era filtrar la intromi-sión del cólera92. De hecho Rosenbusch y Fernández encontraron un único vibrión. Debido a que no pudieron comparar a este microorganismo con el que Koch describiese como causante del cólera y “para evitar confusiones” lo denominaron “vibrión araguaya”93.

En 1911 el DNH decidió ampliar las instalaciones con que contaba en Martín García deteniendo en ellas a todo buque que se considerase sospe-choso. Salvador Mazza quedó a cargo de su organización. Entusiasmado ante los resultados que Martín García parecía prometer, y como un joven y aún inexperto médico, Mazza se enorgullecía de que la Argentina había construido “el primer establecimiento de esta naturaleza en Sudamérica”94.

90 chArlese e. ArMory winslow, The Conquest of Epidemic Disease. A Chapter in the History of Ideas. Princeton University Press, 1944, pp. 338-339. “El cólera”, La Prensa 24 de octubre de 1910, p. 6. GeorGe rosen , op.cit, pp. 295-296.

91 sAlvAdor MAzzA, op.cit, pp. 161-162.92 olGA bordi de rAGucci, op.cit, p.24 y 42-43.93 J. rosenbusch y h. fernández, Estudio biológico de un vibrión aislado, Buenos

Aires, pp. 17-24. Conf. sAlvAdor MAzzA, op.cit, p. 162.94 sAlvAdor MAzzA, op.cit, p. 162.

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La medida, sin embargo, no dejó de generar serias polémicas. Por una parte, parecía violar el acuerdo firmado por Argentina y Brasil en 1904, según el cual se exceptuaba de todo tipo de detención a los pasajeros de buques que contasen con un médico sanitarista y estufa de desinfección. Pero el DNH insistía en que, al no ser éste el caso del Araguaya, las autoridades argenti-nas estaban en libertad de actuar de acuerdo al mejor interés de la población local. En efecto, sostenían, este buque no sólo carecía de los medios ade-cuados de saneamiento y desinfección, sino que su médico había omitido declarar que se habían producido varias muertes por cólera.

Más profunda aún era la discusión con respecto a los derechos de los oficiales sanitarios sobre personas que no presentaban síntomas de enferme-dad. Para el diputado Luis Agote, quien hablaba respaldado por su experien-cia como secretario del DNH en 1894 y director del lazareto de Martín Gar-cía al año siguiente, debía hacerse una distinción entre individuos enfermos e individuos asintomáticos. Era legítimo someter a estudios bacteriológicos a los primeros, pero no a los segundos pues ello era simple y sencillamente, una intrusión en sus derechos como individuos95. En opinión de este dipu-tado y médico, se trataba de “una verdadera escena propia a la imaginación famosa de Moliere (…) una verdadera trouvaille, que en ninguna parte del mundo se ha presentado y que tenemos hoy como un triste privilegio que nos ofrece la sanidad argentina”96.

El DNH no se vio conmovido por los argumentos contrarios a su polí-tica y uno de sus miembros, el diputado Revilla los caracterizó a la defensa que Agote de los derechos de los individuos, como una nueva “teología” que encontraba nuevos adeptos97. Por el contrario, esta estación bacteriológica tomó un carácter permanente, quedando a cargo de Salvador Mazza. Un estudiante sumamente destacado, Mazza ya se había desempeñado como vacunador en las campañas antivariolosas del DNH, como ayudante en el

95 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Sesión Nº 57. 28 de octubre de 1910, pp. 43-56. MiGuel ánGel lucAs, “Luis Agote. Dando sangre, desde el lazareto de la isla Martín García a su primera transfusión”, en: Revista Argentina de Cirugía Cardiovascular, Vol. VII, Nº 3, pp. 146-148

96 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Sesión Nº 58. 2 de noviembre de 1910, p. 65.

97 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Sesión Nº 57. 28 de octubre de 1910, p. 49.

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laboratorio de clínica epidemiológica de la cátedra de Penna y como editor de la Revista del Centro Estudiantes de Medicina. Sus trabajos sobre el mal de Chagas en la Argentina lo harían famoso años más tarde. 98.

Según Mazza, los procedimientos de Martín García seguían las pres-cripciones de la Convención Sanitaria de París, la cual había “sistematizado las medidas contra el cólera y la peste bubónica”99. El objetivo fundamental era aislar a los individuos que, aun sin mostrar síntomas, fuesen portadores de cólera. Para ello Mazza explicaba que “[el laboratorio] debía expedirse sobre sus resultados en un plazo angustioso de manera de hacer posible el adoptar, en base a ellos, las medidas sanitarias correspondientes sobre la totalidad del grupo sospechoso”. Este desafío, el joven estudioso conti-nuaba, “nos hizo pensar en industrializar los procedimientos de laboratorio para análisis de las deposiciones, adaptándolos la amplia escala en que se aplicaban”100. Cada individuo recibía un número que coincidía con el de la letrina que se le había asignado. Para agilizar el proceso manteniendo el orden y control, todos los números estaban inscriptos en grandes chapas de bronce, fáciles de leer a la distancia. El mismo número se daba a cada uno de los cultivos y se registraba en una lista. Todas las deposiciones eran recogidas en las letrinas y transportadas a un pabellón donde se sembraban los cultivos en frascos que facilitaban la operación.

Este modelo de frascos (…), nos permitía operar con rapidez por su esta-bilidad dada su base ancha (165), la amplitud de la abertura que dejaba introducir con facilidad el ansa de platino cargada y sobre todo, el poco espacio que ocupaba. Un ayudante ejercitado sembraba cien deposiciones por hora101.

98 sAlvAdor MAzzA, op.cit, p. 162. Sobre Mazza y la enfermedad de Chagas (Tripanosomiasis Cruzi) ver Jobino sierrA iGlesiAs, Salvador Mazza, redescubridor del Chagas, San Salvador de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 1993. norMAs sánchez, federico PerGolA y MAríA r. di vietro, Salvador Mazza y el archivo ‘perdido’ de la MEPRA. Argentina, 1926-1946, Buenos Aires, El Guión Ediciones, 2010. JuAn zAbAlA, Producción y uso de conocimientos científicos vinculados a la enfermedad de Chagas. Argentina, 1915-2000, Buenos Aires, FLACOS, 2007, pp. 98-119.

99 MArcos cueto, op.cit, p. 12.100 sAlvAdor MAzzA, op.cit, p. 163.101 Ibídem, pp.162-163.

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Utilizando un lenguaje médico neutro, Mazza comparaba la efectividad de los análisis de los pasajeros con los estudios efectuados en cadáveres:

Hemos recurrido a estos procedimientos por considerar de acuerdo con las conclusiones del comité internacional de higiene pública de París que los resultados obtenidos con pequeñas cantidades extraídas del recto con son-das o ansas, tanto en individuos vivos como en cadáveres, son sumamente discutibles…En general nunca hubo dificultades para obtener las muestras. El grupo que debía analizarse era avisado por la noche y en la mañana del día siguiente, bien temprano, desfilaban por los servicios102.

El carácter científico del proyecto justificaba las estrategias adoptadas. El trabajo sobre el lazareto publicado por Mazza también daba detallada in-formación de los métodos utilizados, de modo que, de acuerdo con la prác-tica establecida, los experimentos pudiesen ser repetidos y corroborados en el futuro. Con un ojo puesto en las dificultades de implementación práctica, Mazza también abundaba sobre la falta de ciertos productos y la posibilidad de reemplazarlos por otros. De este modo explicaba:

En los últimos tiempos, como se hubieran agotado las existencias en plaza de Peptona Witte empleamos en su lugar la de Merck, de Darmsland, pu-diendo verificar, por ensayos comparativos practicados sobre más de 3000 exámenes, hechos simultáneamente con las dos marcas, que los resultados eran los mismos103.

Para Agote, sin embargo los análisis carecían de valor científico ya que la mezcla de bacilos en la flora intestinal hacía muy difícil un resultado bacteriológico seguro. Por ello no sólo defendía con gran energía a quienes sufrían este tratamiento, sino que también se conmiseraba del destino de los médicos del laboratorio a quienes se imponía una responsabilidad que, en realidad, no podían satisfacer104.

102 Ibídem, pp. 163-164.103 Ibídem, p. 168.104 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Sesión Nº 58. 2 de noviembre de

1910, p. 62.

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Estos extremos de investigación, que, como ya digo, son una verdadera novedad, que hay procedimientos mucho más positivos o por lo menos tan positivos, que no son absolutamente vejatorios y que tienen hasta la propie-dad de ser elegantes, como decimos en medicina, cuando encontramos un procedimiento fácil al alcance de todo el mundo y que no hiere a nadie105.

A pesar de que según Mazza todo el procedimiento se realizaba de ma-nera sumamente ordenada demostrando el progreso científico y administra-tivo del país. El sistema duró, sin embargo, sólo un corto tiempo. Para 1912 Mazza había abandonado su trabajo en el laboratorio de Martín García y aunque éste se utilizó aún por unos pocos años para la producción de sueros, el lazareto pronto quedó destinado únicamente para uso militar106. Mazza también nos sugiere que el DNH afrontaba un problema presupuestario en Martín García ya que, con cierto ingenuo orgullo, explica que no había sido necesario incurrir en gastos adicionales dado que para la estación bacte-riológica se habían aprovechado los materiales y el personal del antiguo lazareto.

Penna, por su parte, era aún más explícito al revelar las deficiencias contra las que luchaban:

No existe propiamente hablando el Lazareto de Martín García, aquello es una ruina… el Puerto de la Capital… dispone de los elementos e instala-ciones suficientes como para efectuar un servicio no del todo completo y de acuerdo con la magnitud del movimiento; porque la visita misma y la des-infección en la Rada están sujetas a la eventualidad del buen o mal tiempo que permita las operaciones sanitarias. Se dispone también del Lazareto de Martín García, cuyo estado no puede ser más deficiente y de tres vaporcitos auxiliares, además del pequeño hospital flotante107.

105 Ibídem, p. 63.106 luis Aquino, “El Profesor Doctor Rodolfo Kraus”, en: Revista del Círculo Médico

Argentino y Centro de Estudiantes de Medicina, Buenos Aires, Año XXI, N° 235-236, marzo-abril, 1921, p. 2.

107 José PennA, “Reorganización del Departamento Nacional de Higiene”, Anales del Departamento Nacional de Higiene, Vol. XVIII, Nº 1, enero-feb., 1911, pp. 9 y 12

154 ANA MARíA KEPELUSZ - POPPI

El tono negativo de las palabras de Penna, sin embargo, no deben lle-varnos a error. El director del DNH no hablaba con amargura sino que bus-caba ampliar las atribuciones y los fondos de la organización que presidía. Sus esfuerzos habían rendido los frutos esperados al contener no sólo a la epidemia sino al pánico popular. La eficiencia y responsabilidad de las auto-ridades sanitarias habían quedado demostradas; la ciencia argentina también había ganado un nuevo galardón. Los esfuerzos y la dedicación de funcio-narios como Penna y Mazza no sólo eran ejemplo de lo que la ciudadanía podía esperar tanto de sus líderes como de la ciencia moderna.

conclusión

Al cumplirse el primer centenario de la Revolución de Mayo, la Argen-tina contemplaba ante sí las promesas pero también los conflictos asocia-dos con la modernidad. El crecimiento económico y el avance científico y técnico sostenían la confianza de los grupos dirigentes que esperaban ver a la república embarcada en un proceso de progreso constante. Pero los bene-ficios de este desarrollo, que no se distribuían equitativamente, generaban nuevos desafíos sociales y políticos. La elite que asumió el poder en octubre de 1910 era consciente de que la superación de estos problemas requería atender a los reclamos y demandas de la oposición. Buscando afianzar la legitimidad y el poder del estado, el presidente Roque Sáenz Peña y los hombres de su entorno promovieron la reforma electoral. Al mismo tiempo procuraron mostrar a su administración como eficiente y atenta a las necesi-dades de la población. No hay duda que esta decisión no llevó a la completa transparencia y apertura política pero también es cierto que ella cambió las reglas de participación ciudadana.

La campaña contra el cólera de 1910 sugiere que las políticas de salud no sólo simbolizaron los problemas que afrontaba el país y las estrategias utilizadas para contenerlas sino que ofreció, a la vez, un vehículo para la consolidación del estado. Los estallidos de cólera de comienzos de los se-tenta, de mediados del ochenta y de 1894-1895 promovieron el desarrollo de nuevas estrategias de control epidémico. También impulsaron las medidas institucionales necesarias para hacer efectivas estas políticas.

La llegada de la enfermedad a bordo del Araguaya era, como en los casos de las epidemias anteriores, resultado del incremento en el número y velocidad de los contactos internacionales. Pero en 1910, los expertos a car-

155JOSÉ PENNA Y SALVADOR MAZZA EN TIEMPOS DEL CóLERA

go del cuidado de la salud esperaban que, esta vez, la baceriología les per-mitiese detener al mal por completo. Con absoluta fe en los descubrimientos de Roberto Koch, y en la experiencia de las generaciones de higienistas de décadas pasadas, en 1910 el DNH también disfrutó de un músculo político y administrativo comparativamente fuerte, habían instalado establecimientos adecuados de aislamiento.

Para José Penna, el director del DNH, las epidemias coléricas del siglo XIX habían demostrado además, que gran parte del éxito de las campañas sanitarias residía en impedir la introducción subrepticia del cólera desde Europa. Y por ello todos coincidían que debía ponerse la mayor atención en los inmigrantes que llegaban a nuestros puertos. A fines del siglo XIX Penna se lamentaba de no poder identificar a cada individuo que portase el cólera antes de que diseminase el mal. Los análisis bacteriológicos parecían ofrecer, en 1910, una nueva posibilidad de alcanzar este fin. Y este fue el objetivo del laboratorio de Martín García.

Jóvenes profesionales como Salvador Mazza estaban orgullosos de los logros científicos, técnicos y administrativos alcanzados por el país. Hom-bres más experimentados, sin embargo, veían las limitaciones que estas es-trategias encerraban. Para Luis Agote, que se había desempeñado en el la-zareto de Martín García con anterioridad, los métodos modernos constituían un atentado contra la integridad de personas sanas. Para Penna y Mazza, en cambio, los avances científicos no sólo constituían el camino hacia el mejo-ramiento de la salud pública, sino también para la defensa nacional. En este sentido la campaña anticolérica de 1910 también reflejó las contradicciones y límites que el sueño del progreso constante encerraba.

Discurso y praxis contra el fraude: consideraciones sobre la política reformista de

Roberto M. Ortiz (1938-1940)1

iGnAcio A. lóPez UCA

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resuMen

El objetivo de este trabajo es analizar la estrategia política del presiden-te Roberto M. Ortiz durante el período en actividad (1938-1940) para com-batir el fraude electoral y normalizar las prácticas electorales e instituciona-lidad democrática de la Argentina de fines de los años treinta. Se presume que el presidente orientó su proyecto político de una manera aperturista y de diálogo sincero con la Unión Cívica Radical (UCR). Para ello promovió dos estrategias claras: lograr el apoyo de los sectores liberales del Ejército, e intervenir las provincias con prácticas fraudulentas. Su política contra el fraude provocó una situación inédita de erosión de la coalición de partidos oficialistas, base de sustentación del Poder Ejecutivo. Sin apoyo partidario, Ortiz quedó aislado y en clara confrontación con el Senado, dominado por grupos conservadores.

PAlAbrAs clAves

Roberto M. Ortiz – Elecciones – Fraude – Democracia – Argentina

AbstrAct

This paper analyzes the political strategy of President Roberto M Ortiz when he was effectively active in office (1938-1940) to fight against elec-

1 Ponencia presentada en el X Congreso Nacional de Ciencia Política, Córdoba, 2011. Agradezco los comentarios de la Dra. Elena Piñeiro y el Lic. Ignacio Mamone.

158 IGNACIO A. LóPEZ

toral fraud and try to regularize free, competitive electoral practices in the late thirties in Argentina. I presume that the President undertook a path of political openness and dialogue with the main opposition party, the Unión Cívica Radical (UCR). To accomplish that, Ortiz promoted two distinctive strategies: won the support of the liberal sectors in the Army, and enforce federal intervention to the provinces with fraudulent practices. Those de-cisions caused an unprecedented erosion of support from inside the ruling coalition. Without party support, Ortiz became isolated and in clear confron-tation with the Senate, dominated by conservative groups.

Key words

Roberto M. Ortiz – Elections – Fraud – Democracy – Argentina.

1. introducción

Este artículo intenta analizar la estrategia política del presidente Rober-to M. Ortiz durante los años 1938 y 19402 para combatir el fraude electoral y normalizar las prácticas electorales e institucionalidad democrática de la Argentina de fines de los años treinta y principios de los cuarenta. Se presta-rá especial atención a la correlación existente entre el discurso político y las acciones gubernamentales posteriores llevadas a cabo durante el período en actividad del primer mandatario.

El presidente Ortiz fue elegido en septiembre de 1937 como sucesor de Agustín P. Justo (1932-1938) en el marco de la reinstauración constitu-cional surgida a partir del golpe militar de septiembre 1930 y que tuvo a la Concordancia como base de sustentación partidaria. Esta coalición electo-ral estuvo compuesta por el Partido Demócrata Nacional (PDN), la Unión Cívica Radical Antipersonalista (UCRA), Partido Socialista Independien-te (PSI) y partidos provinciales menores3. La normalización institucional a partir del año 1932 tuvo como resultado una configuración particular de las agrupaciones partidarias hasta mediados de la década: la oposición política

2 Se estudiará el período en cuestión ya que es cuando el presidente está en plenas facultades del ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional; a partir de julio de 1940 ingresa en licencia hasta renunciar definitivamente en junio de 1942.

3 Partido Popular (Jujuy) y Partido Liberal (Corrientes).

159DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

recayó en el Partido Demócrata Progresista (PDP) y el Partido Socialista (PS). La Unión Cívica Radical (UCR) –partido mayoritario durante todo el período analizado– tuvo una participación limitada en la arena política: pri-mero mantuvo una postura de abstención hasta 1935; luego su participación estuvo condicionada por el fraude electoral en ciertos distritos mayoritarios, entre los que se destacan la provincia de Buenos Aires y Santa Fe.

Si bien el programa de gobierno de Ortiz preveía la realización de obras públicas, asistencia social y temas de legislación obrera, entre otros, su obra gubernamental se vio interrumpida por dos motivos: la prioridad que tuvo la normalización institucional en su agenda institucional, y su enfermedad y posterior fallecimiento.

Se presume como hipótesis central de este artículo que la lucha contra el fraude electoral esgrimida por el presidente fue parte de un plan precon-cebido, no sujeto a improvisaciones, sino identificable en términos de sus discursos previos y su accionar político posterior. Su administración signifi-có un avance en el intento de reducir la brecha entre el sistema institucional imperante y el cambio económico y social de la sociedad argentina durante esos años4. Asimismo intentaremos comprobar que este plan estuvo basado en dos herramientas claves: a) las intervenciones federales; y b) el apoyo de los sectores liberales del Ejército.

2. lA cAMPAñA electorAl y su AGendA PolíticA

Roberto M. Ortiz había desarrollado una extensa actividad política. Siendo un joven estudiante había militado en el radicalismo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires a principios de siglo; accedió a su primer cargo electivo como diputado por la Capital Federal durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen y fue ministro de Obras Públicas durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, desarrollando una gestión exitosa. Durante los años 20, perteneció a aquel grupo de dirigentes que diferían con la facción “yrigoyenista” del radicalismo y pasarían luego a conformar el antipersonalismo radical junto con Vicente Gallo y Fernando

4 JuAn cArlos torre, “La crisis argentina de principios de los años cuarenta y sus alternativas. El peronismo y los otros” en: JuAn cArlos torre , La Vieja Guardia Sindical y Perón, Buenos Aires, Eduntref, 2006.

160 IGNACIO A. LóPEZ

Saguier5. Siempre crítico de lo que consideraba la utilización personalista del poder, firmó el “Manifiesto del City” en adhesión a la reunificación par-tidaria llevada a cabo por Alvear en 1931, pero sin embargo, será más tarde seducido por Agustín P. Justo aunque rechaza su propuesta de integrar su gabinete como ministro de Obras Públicas.

Hacia 1932 se retira de la vida pública, ejerciendo su profesión de abo-gado, hasta que en enero de 1936 es convocado para ocupar el ministerio de Hacienda en reemplazo de Federico Pinedo. Esa incorporación puede leerse como una primera señal de que Justo estaba dejando de lado a otros aspiran-tes a la presidencia, como Leopoldo Melo que era decidido integrante del antipersonalismo concordancista, o Vicente C. Gallo que había regresado a la UCR liderada por Alvear y que por esos años se desempeñaba como rector de la Universidad de Buenos Aires. En abril de 1937, el presidente saliente ve a su ministro de Hacienda como el mejor candidato para suce-derlo. Ya sea por el posible cálculo reeleccionista de Justo6 o por la mayor aceptación que pudiese llegar a tener la candidatura de Ortiz en el principal partido opositor7 –UCR–, la designación del antipersonalista fue completa-da con Ramón Castillo, perteneciente al Partido Demócrata Nacional, como compañero de fórmula.

Un análisis detenido de sus discursos de campaña durante el año 19378 permite observar la presencia de diversos temas económicos y sociales como

5 Véase elenA Piñeiro, Los radicales antipersonalistas: Historia de una disidencia, 1916-1943, Tesis de Doctorado, UTDT, (inédita), 2007, Capítulo 1: Origen y evolución de las disidencias radicales.

6 Véase para esta postura, luciAno di Privitellio, “La política bajo el signo de la crisis”, en: AleJAndro cAttAruzzA (Dir), Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre policía (1930-1943), Nueva Historia Argentina, tomo VII, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2001; féliX lunA, Ortiz: Reportaje a la Argentina opulenta, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1979; AlAn rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1981; rosendo frAGA, El general Justo, Buenos Aires, Emecé Editores, 1993.

7 tulio hAlPerín donGui, La República imposible (1930-1945), Buenos Aires, Ariel, 2004.

8 En el presente trabajo se analizará el contenido de 24 discursos pronunciados entre abril y septiembre de 1937. Véase Apéndice. Las alocuciones de Roberto M. Ortiz se encuentran reunidas en: roberto M. ortiz, Ideario democrático a través de la República, Buenos Aires, M. Gleizer Editor, 1937.

161DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

pilares en la construcción de su agenda de gobierno: la importancia de con-servar y aumentar las obras de infraestructura vial y productiva9; el fomen-to a la producción agropecuaria e industrial, y el desarrollo de la industria turística10; la necesidad de regulación en temas sindicales y organizaciones obreras11; y la educación pública como herramienta de desarrollo individual y social12. Su plan de gobierno en materia económica fue sintetizado en sus palabras como una serie de “medidas orientadas simultáneamente hacia el resguardo de los capitales empleados, el bienestar del agricultor, el del obrero de la fábrica y del surco y los intereses del consumidor”13; prestando especial atención a la “tutela pedagógica del Estado”14 ya que, según su opinión, sólo una intervención activa del Estado podría lograr que “la moral pública se eleve en el bienestar material” y que “la instrucción y la educa-ción sean los factores primordiales para originar, fortalecer y mantener tan preciados dones”15. Considera también que como presidente encabezaría un “gobierno organizado y progresista” centrado en “suprimir el déficit, ajus-tando los gastos a los recursos y procurando alivio de las cargas fiscales a los límites indispensables para salvar las necesidades imperiosas de la Nación”16; y concluye con la necesidad de:

9 roberto M. ortiz, discurso en la Sociedad Rural de Rafaela (Santa Fe), julio de 1937, p. 54; discurso pronunciado en la Plaza Pedernera de Villa Mercedes (San Luis), julio de 1937, p. 113; discurso pronunciado en el Teatro Opera (San Luis), julio de 1937, p. 123 y ss.

10 Ibídem, discurso pronunciado en el Teatro Real de Rosario (Santa Fe), julio de 1937, p. 39; discurso pronunciado en la plaza Belgrano de Jujuy, julio de 1937, p. 96; discurso pronunciado en la Plaza José Ramón Vidal de Corrientes, agosto de 1937, p. 183; discurso pronunciado en la Plaza 1 de Mayo en Paraná (Entre Ríos), agosto de 1937, p. 212.

11 Ibídem, discurso pronunciado en el Teatro Real de Rosario (Santa Fe), julio de 1937, p. 41; discurso pronunciado en la Plaza 1 de Mayo en Paraná (Entre Ríos), agosto de 1937, p. 213.

12 Ibídem, discurso pronunciado en el Teatro 25 de Mayo de Santiago del Estero, julio de 1937, p. 65; discurso pronunciado en el Teatro Monumental de La Rioja, agosto de 1937, p. 159.

13 Ibídem, julio de 1937, p. 74.14 Ibídem, p. 77. 15 roberto M. ortiz, op. cit, agosto de 1937, p. 199.16 roberto M. ortiz, op.cit, julio de 1937, p. 25.

162 IGNACIO A. LóPEZ

Establecer una íntima relación entre el capital que hace posible las obras constructivas y las empresas de alientos, con el interés obrero, que les da eficacia y contribuye a su explotación racional. Todo bajo el contralor del Estado, que no debe limitarse a otorgar concesiones previsoras, sino tam-bién a alentarlas y estimularlas, estableciendo un equilibro entre los que reciben sus beneficios directos e indirectos17.

Según Félix Luna los discursos del candidato son “medidos, equilibra-dos, patrióticos”. Con citas recurrentes a próceres nacionales como Juan Bautista Alberdi, Nicolás Avellaneda, Bartolomé Mitre, Justo José de Ur-quiza, Julio A. Roca, Joaquín V. González, Domingo F. Sarmiento y Lean-dro N. Alem, la mención a personalidades contemporáneas de la política argentina se reduce a un puñado de dirigentes como Miguel Ángel Cárcano, Juan Ramón Vidal, Carlos Saavedra Lamas, y al presidente Justo18. Seña-la el autor, que la estructura discursiva del candidato es casi idéntica en todas las alocuciones: en primer lugar, alude a lugares comunes y elogios de las provincias que visita; luego, realiza consideraciones políticas sobre la necesidad de concordancia entre los partidos mayoritarios, los peligros de la demagogia y la necesidad de la práctica democrática; en tercer lugar, realiza referencias sobre la problemática local y su gestión en el ministerio de Obras Públicas; y finalmente, algún tipo de elogio a la administración de Justo19. Concluye Luna que los discursos de Ortiz demuestran “una preocu-pación reiteradamente expresada sobre el nivel de vida de los trabajadores, la desnutrición de los niños, las enfermedades endémicas, la necesidad de ahorro y vivienda propia; en suma, lo que en aquellos años se llamaba la cuestión social”20.

2.1. vAlores del sisteMA Político

Desde el punto de vista político e institucional, la construcción discursi-va apunta a resaltar dos valores centrales del sistema político: democracia e

17 Ibídem, p. 26.18 féliX lunA, op. cit., p. 50 y s.19 Ibídem, p. 51.20 Ibídem, p. 55.

163DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

instituciones. La mayor cantidad de menciones se dan al primer vocablo (59 veces), mientras que le siguen las referencias al segundo (46 veces). Ligadas a ambos valores positivos, se resalta una alusión negativa a la demagogia (26 veces), cuestión que es central en la estrategia comunicacional.

Gráfico 1 Referencias a palabras claves del sistema político

(cantidad de menciones)21

fuente: Elaboración propia en base a Apéndice.

La democracia y las instituciones son dos vocablos entrelazados en sus discursos. Quizás cercano a la tradición liberal decimonónica, la democracia hace referencia más bien a un tipo de sociedad, mientras que las institucio-nes son el ordenamiento que garantiza el perfeccionamiento del sistema po-lítico. Las citas recurrentes a “grandeza institucional” o “perfeccionamiento institucional” denotan el valor del orden jurídico y político en el desarrollo del país. Por eso señala que “la función democrática no es meramente pasi-va, y que no está constreñida a la emisión del voto. La función democrática

21 Es importante señalar que la utilización de los vocablos en el discurso de Ortiz es unívoca, es decir, no admite doble sentido a las valoraciones de las palabras utilizadas.

164 IGNACIO A. LóPEZ

debe ser una actitud vigilante, continua, perenne, de educación política y por eso exige, muchas veces, el despliegue de fuerzas que culminen en el sacrificio”22. En su visión de la política, la democracia debería ser un siste-ma virtuoso basado en la educación como pilar central; por lo contrario, la demagogia aglutina los excesos del personalismo y la utilización perniciosa de los gobiernos surgidos del sufragio.

En el marco de la campaña electoral señaló en forma contundente esta dicotomía. Advirtió que la opción era clara y terminante: “Se está con los gobiernos de 1930, o con los de 1937. Con la demagogia disolvente y co-rruptora, o con la democracia constructiva puesta al servicio del progreso nacional”23. Y agregó:

No son simplemente dos partidos los que se enfrentarán en los próximos comicios; son dos tendencias antagónicas. Una la que representamos, está inspirada en los fundamentales sentimientos de nacionalidad; la otra, que combatiremos con toda nuestra energía cívica, se asocia íntimamente a los más innobles impulsos demagógicos24.

Por ello, su visión de la democracia engloba no sólo la necesaria le-gitimidad de origen, sin más bien la legitimidad de ejercicio, referida al quehacer cotidiano de la vida pública. Los principios cívicos de la tradición republicana, siempre presentes en el radicalismo desde Leandro N. Alem, se manifiestan reiteradamente en sus discursos. Será en este sentido, un fiel exponente del antipersonalismo radical, opuesto con firmeza a la tradición movimientista inaugurada con Yrigoyen25. Sintetiza en agosto de 1937:

Ésta es la verdadera democracia: tratar de que el pueblo sea vigoroso, traba-jador, instruido y libre. Porque no basta darle libertad al pueblo, hay que enseñarle también a usar con inteligencia de esa libertad; hay que darle la fortaleza que le impida aprovecharse de ella para caer en el vicio26.

Aunque advierte que debe existir un sustrato más profundo para la vida democrática, aquél que subyace en la cultura cívica popular,

22 roberto M. ortiz, op.cit, agosto de 1937, p. 180 y s.23 Ibídem, p. 132.24 Ibídem, p. 133.25 elenA Piñeiro, op. cit., p. 352.26 roberto M. ortiz, op.cit, agosto de 1937, p. 187.

165DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

entendida básicamente como la corrección moral y el deber ciudada-no. Sólo así la democracia es completa y perfecta. Por ello expresa:

La cultura cívica no aparece siempre vinculada a la mayor instrucción. La instrucción tiene su instrumento en la inteligencia; la cultura lo tiene en la inteligencia y en el sentimiento. Con inteligencia y sin honestidad, con la viveza y sin escrúpulos, el país ha tenido días grises en su historia. La cultura cívica significa moral, corrección, decencia (...); la cultura cívica significa crear en cada cual el sentido del deber para el cumplimiento de la función del ciudadano, el sentimiento del respeto para el derecho de los demás, la conciencia de la justicia para exigirla y defenderla27.

Podemos sintetizar pues que el candidato, en sintonía con estos valores, confiaba en “la capacidad educadora de la práctica electoral”, ya que la mi-seria y el sufragio normal se volvían incompatibles en términos concretos, alentando el surgimiento de la demagogia y el personalismo. Por ello, el paradigma reformista saénzpeñista28 “seguía conformando una parte impor-tante del pensamiento político de Ortiz”29.

2.2. sobre lAs PrácticAs electorAles

Si bien el vocablo fraude no aparece en ninguno de los discursos30, un análisis de ciertas menciones ligadas al sufragio puede arrojar luz sobre la postura previa de Ortiz en el marco de la campaña electoral con respecto a su accionar político posterior.

Las menciones positivas a la voluntad popular (10 veces) son recu-rrentes. Todas las utilizaciones del término están realizadas con el objeto de resaltar la sacralidad e indivisibilidad de su significado e incluso manifestar la presencia de quienes la burlan o la adulteran. Por ello, las menciones a

27 roberto M. ortiz, op.cit, agosto de 1937, p. 198.28 Véase AnA virGiniA Persello y luciAno di Privitellio, “La Reforma

y las reformas: la cuestión electoral en el Congreso (1912-1930)”, en liliA AnA bertoni y luciAno di Privitellio (Comp.), Conflictos en democracia. La vida política argentina entre dos siglos, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2009.

29 luciAno di Privitellio, op. cit., p. 126 y s.30 féliX lunA, op. cit., p. 55.

166 IGNACIO A. LóPEZ

“la adulteración”31, “burla”32, o “a los que pretenden torcer”33 la voluntad popular, serán notorias y constantes. En cuanto a la pureza (4 menciones), las citas están ligadas a la denominada “pureza institucional”34, la “pureza de la formas”35 y la “pureza cívica”36. Esto permite visualizar la vinculación del candidato con la tradición radical –republicana y deudora de Alem– más genuina, siempre defensora del perfeccionamiento institucional, el mejo-ramiento de la democracia y con una clara connotación moralista sobre lo político37.

Gráfico 2Referencias a vocablos ligados a la práctica electoral

(cantidad de menciones)

fuente: Elaboración propia en base a Apéndice

El vínculo comunicacional entre ambos términos es sin duda clave para entender el devenir político posterior. Como decíamos anteriormente no

31 roberto M. ortiz, op. cit., julio de 1937, p. 20.32 Ibídem, p. 36.33roberto M. ortiz, op. cit., agosto de 1937, p. 130.34roberto M. ortiz, op. cit., julio de 1937, p. 17.35 roberto M. ortiz, op. cit., julio de 1937, p. 20.36 roberto M. ortiz, op. cit., septiembre de 1937, p. 230.37 Véase, AnA virGiniA Persello, Historia del radicalismo, Buenos Aires, Edhasa,

2007, Capítulo I.

167DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

aparece mención alguna al vocablo fraude pero sí existe una alusión a las “turbias maniobras electorales”38 en el contexto de denuncias que según el candidato realizan los opositores. Luna estima que Ortiz era un demócrata sincero y que “formado en el viejo radicalismo, acariciaba secretamente el fervor de las urnas que había acunado su politizada juventud”. Por eso, el fraude era para Ortiz, además de “degradante y corruptor”, una etapa la-mentable que pudo haber sido indispensable en la etapa inmediatamente posterior a la revolución de 1930, pero que ahora era necesario superar. La democracia era un “sistema imperfecto pero perfectible” y no había que “temer de ella sino dejarla rendir sus frutos”39.

3. el PlAn PresidenciAl

Las elecciones de septiembre de 1937, otorgaron a la fórmula de la Concordancia (Ortiz-Castillo) 245 electores con casi 1.100.000 votos, fren-te a 127 electores –815.000 sufragios– que obtuvo el binomio de la UCR (Alvear-Mosca), en el marco de un proceso electoral teñido por las denun-cias de fraude en varios distritos40. Por eso, según algunos autores, estos comicios constituyeron “el perfeccionamiento del fraude electoral a favor del oficialismo, y en buena parte contribuyeron a reforzar la apatía de vastos sectores ciudadanos frente al camino de las urnas”41.

Como ha señalado Darío Macor, la Concordancia, coalición oficialista, mantuvo una situación de equilibrio dinámico durante los años treinta basa-da en tres pilares fundamentales: el Partido Demócrata, principal aportan-te de recursos electorales y sostén partidario del oficialismo en la mayoría de las provincias y en el Congreso; dos organizaciones menores como el antipersonalismo y el socialismo independiente, con sobrerrepresentación deliberada para contrarrestar a los sectores conservadores; y la conducción bifronte (militar y civil) del presidente Justo, líder indiscutido de la coali-

38 roberto M. ortiz, op. cit., julio de 1937, p. 60.39 féliX lunA, op. cit., p. 155.40 Para ampliar sobre las denuncias de la UCR sobre los comicios, véase rubén

MAcchi (ed.), “Ortiz. Del optimismo al pesimismo”, en: Historia del radicalismo. Su acción, sus hombres, sus ideas, Fascículo 26, GAM Ediciones, 1983, p. 412 y s.

41 dArío cAntón, José l. Moreno y Alberto ciriA. Argentina, La democracia constitucional y su crisis, Buenos Aires, Ed. Piados, 1980, p. 203.

168 IGNACIO A. LóPEZ

ción. En este engranaje, y a partir de la vuelta del radicalismo a la arena electoral en 1935, el Poder Ejecutivo motivó el “decidido compromiso por el fraude electoral” ya que veía en la UCR una seria amenaza para controlar la sucesión42. Será en este marco, que se extiendan las prácticas comiciales fraudulentas en las provincias, piezas claves del control electoral43.

La llegada de Ortiz a la presidencia en febrero de 1938 significaría un fuerte giro en la política heredada con respecto al fraude, aunque es de su-poner que el presidente Justo ya tuviese en mente la necesidad de dar una solución a este problema. Según relata Halperín Donghi al respecto:

En el momento de que el presidente saliente y el sucesor quedaron a solas una vez finalizado el acto de trasmisión de mando, aquél rogó a éste que tuviera en cuenta que con el fraude no se puede seguir indefinidamente sugiriéndole así tomar su cargo la segunda etapa del secreto plan político que la suspicacia de los conservadores había atribuido a Justo desde que en 1932 se habían visto forzados a aceptarlo como heredero de la revolución de septiembre: en ella Ortiz debía administrar una transición destinada a alcanzar su punto culminante en 1944 con el retorno a la presidencia de su predecesor, esta vez auténticamente ungido por el sufragio universal gracias al apoyo del radicalismo44.

La conformación del gabinete da muestras de la independencia de cri-terio de Ortiz con respecto a las posibles directivas impartidas por Justo. La elección del radical antipersonalista de San Luis, Diógenes Taboada, como ministro del Interior; de Luis A. Barberis, como secretario de la Presiden-cia; y del general Carlos Márquez como ministro de Guerra, mostrarán ser tres cargos claves en la estrategia presidencial. Integran también el gabinete nacional figuras independientes como José María Cantilo –diplomático de carrera– en el ministerio de Relaciones Exteriores, Jorge Eduardo Coll, en Instrucción Pública, y el almirante León Scasso, en Marina; y conservadores como Pedro Groppo, en Hacienda, José Padilla, en Agricultura, y Manuel

42 luciAno di Privitellio, op. cit., p. 120.43 La reconocida “ley trampa” en el marco de la provincia de Buenos Aires, y la

intervención federal a la provincia de Santa Fe (1936) fueron dos casos claves para controlar los resultados electorales del arco oficialista.

44 tulio hAlPerín donGhi, op. cit., p. 245.

169DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

Alvarado, en Obras Públicas45. El presidente ratifica en el acto de asunción (20/02/38), lo que había

repetido en varias oportunidades durante su campaña: defensa y perfeccio-namiento de la democracia. Dice durante su discurso:

Entiendo que la línea de conducta trazada por los hombres llamados a des-empeñar un alto destino político debe ser una. La profesión de ideas, con anterioridad a los comicios, es franqueza debida al pueblo, para evitarle sorpresas o decepciones. Luego, desde la presidencia de la República, co-rresponde ser fiel a lo prometido desde la tribuna (...). Como candidato afirmé, como presidente ratifico mi fe en la democracia. Ello implica una promesa solemne de respeto por la libertad y las garantías que la Constitu-ción consigna para el ciudadano46.

La tarea presidencial no es sencilla. Ortiz deberá probar en los hechos que declaraciones tímidas por cierto, aunque contundentes en la defensa de los valores cívicos durante su campaña electoral, tenían un correlato certero en su accionar político. El presidente verá en las intervenciones federales, y en la alianza estratégica con sectores liberales del Ejército sus dos herra-mientas fundamentales para articular su plan.

3.1. lAs intervenciones federAles

El art. 6 de la Constitución Nacional establece entre una de las fun-ciones elementales del Gobierno Federal con respecto a los gobiernos de las provincias, la de garantir “la forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus autoridades constituidas para sostenerlas o restablecerlas, si hubiesen sido depuestas por la sedición, o por invasión de otra provincia”. Sin embargo, los motivos de las políticas de intervención federal históricamente han sido variables. Su utilización obedeció en muchos casos a una estrategia de disciplinamiento por parte del Poder Ejecutivo Nacional para con los gobernadores díscolos, ya fueran éstos oficialistas u opositores, más que a una herramienta de excepción y

45 féliX lunA, op. cit., p. 123 y ss.46 La Nación, 21 de febrero de 1938, p. 1, bibliotecA rAúl Prebisch, Banco Central

de la República Argentina.

170 IGNACIO A. LóPEZ

emergencia ante el colapso de los poderes provinciales47.El presidente Ortiz vio en las intervenciones federales un instrumento

eficaz para llevar a cabo el objetivo central de su agenda de gobierno: com-batir el fraude electoral. Hemos observado la variedad de temas con los que asumió su presidencia; sin embargo, el calendario electoral próximo le dio la oportunidad de manifestar claramente cuál era su estrategia con respecto a la “impureza” de los comicios.

En la Tabla 1 podemos observar cómo se desarrolla la estrategia presi-dencial en el marco de los procesos electorales durante el período contem-plado (febrero de 1938 y julio de 1940). De nueve (9) elecciones nacionales y provinciales analizadas, seis (6) ameritan la intervención federal o algún tipo de acción por parte del Poder Ejecutivo; todas ellas con denuncias de prácticas fraudulentas durante el acto comicial. La única intervención por ley que se realiza durante septiembre de 1939, tiene carácter preventivo, ya que las irregularidades eran manifiestas aún antes de celebrarse las eleccio-nes ya previstas varios meses antes48. Las otras tres intervenciones (abril de 1938 a San Juan; febrero de 1940 a Catamarca; y marzo de 1940 a Buenos Aires) son mediante decreto presidencial. Por último, las elecciones a go-bernador de San Juan durante abril de 1939, serán anuladas por el Poder Ejecutivo Nacional luego de varias denuncias de fraude, aún cuando la pro-vincia estaba intervenida49.

Es también interesante observar que aquellas elecciones que no presen-tan irregularidades, casualmente otorgan el triunfo a la UCR, y no ameritan la intervención del presidente, como se observa en el caso de Tucumán (oc-tubre de 1938 y marzo de 1939) y Córdoba (marzo de 1940).

47 Véase nAtAlio botAnA, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires, Delbolsillo, 2005, segunda parte, capítulo V; y AnA MAríA MustAPic, “Conflictos institucionales durante el primer gobierno radical: 1916-1922”, Desarrollo Económico, V. 24, N. 93, 1984.

48 La Nación, 21 de septiembre, p. 12.49 El doctor Nicanor Costa Méndez, por ese entonces interventor federal, renunció

ante las irregularidades de la elección.

171DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

Tabla 1Elecciones e Intervenciones federales

(febrero de 1938- junio de 1940)50

fuente: Elaboración propia en base a Ministerio del Interior (1946) y Macchi (1983)

3.1.1. intervención A lA ProvinciA de sAn JuAn

Durante marzo de 1938, a pocos días de asumir, se celebran elecciones legislativas a nivel nacional para diputados y un senador por la Capital Fe-deral. Los comicios presentan irregularidades según las denuncias del parti-do radical en varios distritos en todo el país51. La coalición oficialista logra el triunfo en provincias claves, entre ellas, la de Buenos Aires y Santa Fe, consiguiendo una importante cantidad de diputados y recuperando la ma-

50 Extraído de Ministerio del interior, Subsecretaría de Informaciones, Las Fuerzas Armadas restituyen el imperio de la soberanía popular. Las elecciones generales de 1946, tomo I, Buenos Aires, Imprenta de la Cámara de Diputados, 1946; y rubén MAcchi (Ed.), op. cit.

51 rubén MAcchi, op. cit., 412.

172 IGNACIO A. LóPEZ

yoría en la Cámara Baja.52 Las irregularidades electorales provocan una ola de denuncias al ministerio del Interior –y la atención presidencial–, aunque no la resolución rápida. Sin embargo, días después (el 6 de abril), el Poder Ejecutivo ordena la intervención de la provincia de San Juan, uno de los distritos donde se produjeron los hechos más escandalosos53.

La provincia era gobernada por Juan Maurín representante del Partido Demócrata electo en 1934 y a punto de culminar su mandato. Sin embargo, el apaleamiento de opositores y la detención de más de 1.000 fiscales radi-cales y bloquistas produjeron una conmoción generalizada que trascendió a la opinión pública54. A las cinco de la tarde del 6 de marzo –día de las elec-ciones– el ministro del Interior, Taboada, envió un telegrama al gobernador reprochándole las circunstancias anormales de la votación en la provincia y anunciándole que el gobierno “está dispuesto a tomar las providencias necesarias si V.E. no las reprime ejemplarmente”55.

Un mes después, el Poder Ejecutivo imprimía el sello legalista a su administración decretando la intervención federal. En el considerando del decreto, se establece:

En vísperas de los comicios del 6 de marzo último y en previsión de sucesos que alteraren la tranquilidad y el orden en el desarrollo del acto electoral, el señor Ministro del Interior advirtió a los representantes de los partidos opositores al gobierno de San Juan, que no toleraría ninguna perturbación al orden de los comicios (...) al mismo tiempo se le hizo llegar al señor Gobernador los propósitos y deseos del excelentísimo señor Presidente de la Nación, en el sentido de que fueran respetados los derechos cívicos, para que la voluntad popular se manifestara sin trabas ni violencias56.

Por ello, continúa el decreto:Se impone, no sólo como medida preventiva y con carácter de urgencia,

52 La Concordancia logra 48 diputados, mientras que el radicalismo logra 33. Véase Ministerio del interior, op. cit., p. 691.

53 féliX lunA, op. cit., p. 129.54 Ibídem. 55 Ibídem, p. 130.56 Decreto del 06 de abril de 1938 en: Alfredo vítolo, Emergencias

Constitucionales III. Intervención federal, Madrid, Hispania Libros, 2007, p. 465.

173DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

sino como único medio de organizar normalmente sus instituciones, que el Gobierno federal (...) proceda a suspender el acto electoral a realizarse el 10 de abril, confeccione padrones con la mayor escrupulosidad y cons-tituya los poderes provinciales en comicios insospechables como la mejor garantía para que reine un estado de tranquilidad y orden57.

Podemos advertir que la situación en San Juan demuestra la voluntad presidencial de dar una señal clara sobre la posición adoptada con respecto a las prácticas irregulares que se celebraron durante marzo último; si bien muchos distritos recibieron denuncias, es atinado suponer que el conflic-to sanjuanino representó de alguna manera, la oportunidad de un “castigo ejemplar” hacia el resto de los actores involucrados y una señal a la opinión pública sobre la postura del Poder Ejecutivo.

3.1.2. intervención A lA ProvinciA de sAntiAGo del estero

La segunda intervención se da en la provincia de Santiago del Estero en septiembre de 1939. Es una situación particular porque dicha intervención se ejecuta por una ley del Congreso de la Nación y es de carácter preventivo frente a un contexto de alteración previo de los poderes provinciales. En agosto de 1939, el gobernador provincial, Pío Montenegro, perteneciente al Partido Radical Unificado (PRU), convocó a elecciones para gobernador y renovación de la Legislatura; sin embargo, esto derivó en un grave con-flicto institucional ya que la Legislatura estimó que dicha convocatoria era inconstitucional debido a la inexistencia de una ley electoral que reglamen-tara el proceso luego de la sanción de la nueva Constitución provincial58. El senador Adolfo Mugica consideró en el debate de la ley para la intervención, la conflictividad institucional que significaba ese llamado a elecciones:

El 31 de julio de 1929 la Legislatura de Santiago del Estero dictó la ley electoral Nº 1.116 y el 2 de junio del corriente año una convención consti-tuyente dictó una nueva constitución provincial. La Comisión de Negocios Constitucionales como el Senado de la Nación, consideraron que estos dos cuerpos de legislación son absolutamente incompatibles, que no es posible que sancionada la nueva Constitución de este año pueda convocarse a elec-

57 Ibídem, p. 468.58 Ibídem, p. 469 y s.

174 IGNACIO A. LóPEZ

ciones con el instrumento legal de 192959.Ello pone de manifiesto la gravedad institucional latente de la situación

santiagueña, aunque también la impronta legalista del gobierno del presi-dente Ortiz ya que el proyecto de ley fue una iniciativa del Poder Ejecutivo y en los debates estuvo presente el ministro del Interior. Nuevamente, Ortiz privilegiaba con carácter preventivo una posible irregularidad del mandato constitucional sobre elecciones limpias.

3.1.3. intervención de lA ProvinciA de cAtAMArcA

El tercer episodio es la intervención a la provincia Catamarca en febrero de 1940 durante la gobernación de Juan Gregorio Cerezo, dirigente conser-vador bajo la égida del vicepresidente Ramón Castillo. Durante diciembre de 1939 se celebraron elecciones para electores del gobernador. El ministro del Interior, Taboada, dirige un telegrama al Ejecutivo provincial con el ob-jeto de recordarle la necesidad de comicios limpios “conforme a los deseos del señor Presidente”60. Sin embargo, las elecciones son fraudulentas, y el Colegio Electoral provincial aprueba los resultados el 17 de febrero61. Esta situación amerita el accionar presidencial. Comenta al respecto el ministro Taboada:

Fue un episodio muy sonado porque era la provincia del vicepresidente, y el gobernador era amigo personal y político de Castillo. Tuvimos que intervenir. Yo hice llamar a Cerezo, el gobernador, por indicación del presi-dente, un tiempo antes de las elecciones que iban a realizarse allí, y le noti-fiqué claramente que el gobierno nacional no iba a permitir que se hicieran elecciones que no fueran correctas; que era el propósito del presidente hacerlo en todas partes así. De modo que Cerezo estaba perfectamente no-tificado. Realizó las elecciones, fraudulentas, y entonces se la intervino62.

En el considerando del decreto de intervención se sentencia con clari-dad:

59 La Nación, 26 de septiembre de 1939, p. 7.60 Alfredo vítolo, op. cit., p. 471.61 La Nación., 18 de febrero de 1940, p. 9.62 féliX lunA, op. cit., p. 146.

175DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

La salud política y moral del país exige reprimir los atentados al régimen democrático poniendo en acción los recursos provistos por la Constitución para afianzarlo o restablecerlo, pues es de sustancial importancia mantener la pureza del sufragio que sirve de base a la forma representativa del go-bierno sancionada por la Constitución Nacional, y reprimir todo lo que de cualquier manera pueda contribuir a alterarla63.

La intervención a Catamarca provoca un serio enfriamiento con el vi-cepresidente Castillo y sectores conservadores, aún cuando el decreto de intervención es refrendado por todos los ministros (con excepción de José María Cantilo). Nuevamente, el espíritu republicano de Ortiz, lo lleva a una ruptura personal y política con el vicepresidente de la Nación, en aras de respetar los valores cívicos que defendía con vehemencia. Sin embargo, la Concordancia, como alianza política, deberá esperar a la prueba de fuego: las elecciones de la gobernación de Buenos Aires.

3.1.4. intervención A lA ProvinciA de buenos Aires

El 25 de febrero de 1940 se celebraron elecciones en la provincia de Buenos Aires. El gobernador saliente, Manuel Fresco, era un exponente cla-ve del conservadorismo bonaerense y de la tendencia autoritaria predomi-nante en él desde los años 30.64 El gobernador y el presidente Ortiz habían mantenido siempre una fría relación desde la candidatura presidencial65 ade-más de colocarse ambos en las antípodas ideológicas. El proyecto legalista y republicano de Ortiz, era incompatible con el conservadorismo de cariz fascista del gobernador Fresco.

El gobernador bonaerense ya había demostrado su voluntad política para mantenerse en el poder, y las prácticas irregulares y violentas en los comicios fueron una constante en el principal distrito del país, sobre todo a raíz del retorno radical a las urnas a partir de 1935. Sin embargo, el candida-to conservador a la gobernación, Alberto Barceló66, claro opositor a Fresco

63 Alfredo vítolo, op. cit., p. 473.64 MAríA dolores béJAr, El régimen fraudulento. La política en la provincia de

Buenos Aires, 1930-1943, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2005, Introducción.65 féliX lunA, op. cit., p. 150 y ss.

66 Barceló había sido intendente de Avellaneda y hombre poderoso de la provincia de

176 IGNACIO A. LóPEZ

en las internas del partido, se pronunció a favor de unas elecciones limpias; de hecho, al término de una entrevista privada con Ortiz declaró ante los pe-riodistas que el Presidente le había dicho que “prefería una derrota honesta a una victoria obtenida por medios fraudulentos”67.

El acto electoral del 25 de febrero fue violento. Las denuncias de los principales partidos opositores –ante todo la UCR– abundaron en el mi-nisterio del Interior68, como lo habían hecho las advertencias de la posible tendencia del gobernador a las prácticas irregulares desde hacía semanas. La documentación ocuparía más de ocho voluminosos legajos en el Archivo Nacional69. La actitud presidencial fue de cautela. Richard Walter considera que la probable demora para la intervención se debió a la necesidad del pre-sidente de cerciorarse que contaba con un respaldo militar y civil adecuado para prevenir cualquier intento de Fresco de resistir la intervención por la fuerza. Además, el domingo siguiente, 3 de marzo, varios distritos debían concurrir nuevamente a las urnas para la elección de diputados nacionales: la intervención allí estaría doblemente justificada frente a la insistencia de Fresco por el fraude.

El 2 de marzo, en vísperas de las elecciones legislativas, el presidente se dirige al país en un discurso radiofónico. Es un discurso central en el que Ortiz sintetiza su ideario democrático y muestra, con veracidad insoslaya-ble, su plan político. Allí reiterará su compromiso con la democracia y la pureza de sufragio. Dice al respecto:

Percibo en todo el país, con la fuerza y pujanza de un ideal en marcha, la necesidad de recuperar la soberanía popular; la voluntad general de que sea respetado el resultado de sufragio para alcanzar esa soberanía que sólo corresponde al pueblo (...). Esta orientación política ha sido la que me ha inspirado cuando prometí a mis conciudadanos que velaría por la pureza y la libertad del sufragio a fin de restaurar en todo el territorio de la Nación las garantías electorales, que son la base de toda organización democrática

Buenos Aires. Tanto Luna (1969) como Walter (1987) sugieren una relación estratégica con Ortiz: ambos tenía como adversario a Fresco y veían en su derrota signos positivos.

67 Citado en richArd wAlter, La provincia de Buenos Aires en la política argentina, 1913-1943, Buenos Aires, Emecé, 1987, p. 224.

68 La Nación, 26 de febrero de 1940, p. 8.69 richArd wAlter, op. cit., p. 227.

177DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

(...) Afirmo que al presidente de la Nación no le interesa tanto la suerte de los partidos como el perfeccionamiento de las instituciones, la pureza de las formas democráticas y la elevación espiritual y material de su pueblo70.

Si bien las elecciones legislativas del día siguiente permitieron una vic-toria clara de la UCR en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Tu-cumán y Capital Federal –y una consecuente mayoría en la Cámara Baja–, los comicios en Buenos Aires vuelven a ser escandalosos. Las localidades con más desórdenes, y donde se presentaron las mayores irregularidades, fueron General Uriburu, Alem, General Villegas, Trenque Lauquen, Pehua-jó, Alsina, Puan, Tres Arroyos, y Bragado71.

El presidente Ortiz, junto con las principales figuras del gabinete presi-dencial decide decretar la intervención a la provincia el 7 de marzo. Allí se estima que “no obstante que el Gobierno y los partidos políticos de aquella provincia no pudieron dejar de comprender la categórica firmeza y la indu-dable sinceridad de los propósitos del Poder Ejecutivo Nacional al prometer comicios honorables, esos propósitos no fueron respetados como sugestión política que se inspira en una finalidad superior, y han sido malogrados por la incomprensión o por el juego de intereses subalternos”72. Y agrega que el Poder Ejecutivo Nacional:

No es insensible a las lesiones que toda intervención infiere al principio fe-deralista, pero se siente inducido por el supremo interés nacional a imponer una decisión que reclama la opinión del país, expresada con rigurosa uni-formidad, y haciéndose eco del anhelo colectivo que exterioriza la voluntad general de la Nación73.

La intervención es planteada en términos de una operación militar fren-te al temor de una reacción violenta por parte de Fresco. Sin embargo, eso no sucedió. El general de división Luis A. Cassinelli fue instruido por el ministro de Interior para que tomara la sede de gobierno, cuestión que se hace efectiva el 6 de marzo con relativa tranquilidad.

70 La Nación, 3 de marzo de 1940, p. 1.71 elenA Piñeiro, op. cit., p. 311.72 Alfredo vítolo, op. cit., p. 476.73 Ibídem.

178 IGNACIO A. LóPEZ

Dos días después, se produce una crisis en el gabinete nacional. El mi-nistro de Agricultura, Padilla, y el de Obras Públicas, Alvarado, presentan su renuncia al presidente, anunciando la muerte de la Concordancia como alianza política. Los sectores conservadores de la coalición, a partir de allí, iniciaran una campaña antipresidencial con el objeto de obstaculizar la labor del Ejecutivo y hacer naufragar su proyecto político74. La ruptura estaba abierta. El 4 de junio de ese año, el ministro del Interior acude a la interpe-lación que le realiza el Senado de la Nación ante las intervenciones a Cata-marca y Buenos Aires. El comentario del senador Matías Sánchez Sorondo en el marco del debate es revelador por la intensidad de la respuesta y el clima de ideas imperante:

El voto constituye la preocupación fundamental de este gobierno. Por él atropella la Constitución, anarquiza los partidos, agita las pasiones, siem-bra la intranquilidad general, en momentos como éstos, cuando la humani-dad sufre su más espantosa crisis, cuando se derrumban imperios, cuando se destruye la economía mundial, cuando bambolean en sus cimientos las viejas construcciones ideológicas, cuando se abre en el día nuevo y terrible que nos espera, una aurora cargada de negros y rojos horizontes. ¡El voto! cuando las vibraciones trágicas de la guerra trepidan ya en nuestro suelo, cuando los argentinos empiezan a mirarse con desconfianza, clasificados arteramente en columnas, por una propaganda insidiosa que desconoce los más claros timbres de los ex-ponentes de la nacionalidad, ¡el voto!; cuando todas las vigilias son pocas para preparar la defensa de los más caros inte-reses de la patria75.

3.2. AliAnzA con los sectores ProfesionAles del eJército.

El presidente Ortiz llegó al poder durante el año 38 con carencia de apo-yos políticos propios. Tanto la Concordancia, coalición de partidos, como el Ejército –cuya mayoría de oficialidad controlaba el ex presidente Justo y donde el embate del ala antiliberal era constante y cada vez más intenso–,

74 A partir de junio de 1940 se inicia la investigación de las ventas de tierras de El Palomar desde la comisión investigadora del Senado de la Nación. Los sectores conservadores intentarán atacar mediante esta investigación directamente al presidente Ortiz, ya entrado en licencia a partir de julio de 1940.

75 tulio hAlPerín donGhi, op. cit., p. 342.

179DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

fueron apoyos superficiales. Ortiz se vio en la necesidad de contar con una base de sustentación propia y alentó una política de acercamiento a los in-tereses del Ejército, sobre todo mediante el diálogo con sectores liberales y profesionales76. Por ello, el segundo pilar en la estrategia aperturista y de pureza del sufragio del presidente Ortiz fue este acercamiento entendiendo al Ejército como pilar de la institucionalidad democrática. En este sentido, será central en su gestión el general Carlos D. Márquez, ministro de Guerra, y fiel ejecutor, en el terreno de las armas, de la política presidencial.

Durante su presidencia se desarrolla una fuerte reorganización de las estructuras militares: se decreta la reforma orgánica (diciembre de 1938) con el objeto de dar mayor modernización a los comandos, y centralidad al Estado Mayor77; y se mejora cuestiones atenientes a la formación militar, entre ellas, al creación del Centro de Altos Estudios Militares78.

Según Potash el primer golpe fuerte contra los sectores antiliberales fue la remoción del general nacionalista Juan Bautista Molina de su cargo de Director General de Ingenieros durante 1938, pero también la de Nicolás Accame –jefe de la I División–, nacionalista y presunto conspirador.79 Esta reestructuración general paralelamente permite al presidente colocar en car-gos claves a oficiales con opiniones políticas moderadas como el coronel José María Sarobe, Juan Monferini, Juan Tonazzi y Jorge Giovanelli, todos los cuales compartían la tradicional opinión liberal.80 Pero más importante aún, logra posicionar en puestos relevantes a militares que se habían opuesto al movimiento militar que derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930, como al general Avelino Álvarez –Cuartelmaestre General del Ejército– y al coro-nel José F. Suárez –secretario privado del ministro de Guerra–, claramente

76 Se sigue las categorías presentes en robert PotAsh, El ejército y la política en la Argentina: 1928-1945. De Yrigoyen a Perón, Buenos Aires, Hyspanoamérica, 1985; y AlAn rouquié, op. cit.

77 Se crean nuevos comandos, entre ellos el Comando de Caballería del Ejército con asiento en Campo de Mayo, y las brigadas y divisiones de caballería son puestas directamente bajo órdenes sus órdenes. El Estado Mayor pasa a depender del inspector general cuyos poderes se amplían.

78 AlAn rouquié, op. cit., p. 287.79 robert PotAsh, op. cit., p. 162.80 Ibídem, p. 165.

180 IGNACIO A. LóPEZ

antiuriburistas.81 En este sentido, otorga nombramientos especiales a cuatro de los siete capitanes que rehusaron participar de la Revolución del 30 y redactaron un documento en inconformidad: los ahora tenientes generales Rafael Lascalea, Ambrosio Vago, Antonio Vieyra Spangenberg, y Germán Gutiérrez82.

Lo decisivo, sin embargo, es la elección de militares en la política de in-tervenciones federales. Como se observa en la Tabla 2, el presidente optó en tres ocasiones por interventores militares, y sólo en una oportunidad por un interventor civil. Pero en las cuatro intervenciones la presencia del Ejército serán fundamentales para articular la labor política encomendada. En todos los casos, los interventores tendrán estrictas órdenes de resguardar la pureza de sufragio según la voluntad presidencial.

Tabla 2Interventores federales por filiación política

(febrero de 38 a julio del 40)

fuente: Elaboración propia en base a Ministerio del Interior (1946)

En el caso de la intervención a la provincia de San Juan, durante abril del 38, el interventor asignado, Almte. Fliess, al asumir el gobierno de la provincia decretó la caducidad de los poderes Ejecutivo y Legislativo y dejó

81 Ibídem.82 robert PotAsh, op. cit., p. 166.

181DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

sin efecto la convocatoria a las elecciones locales previstas anteriormente. Entre las instrucciones que tiene el comunicado que le entregara el minis-tro del Interior figuran las de “adoptar las providencias necesarias a fin de preparar un prolijo empadronamiento”; dictar la convocatoria respectiva de elecciones generales y realizar los nombramientos pertinentes para dicha misión; y la de presidir el acto electoral “con todos los resguardos y garan-tías de libertad, para los electores”83.

El doctor Manuel Bonastre, interventor asignado en Santiago del Este-ro, hizo lo propio durante septiembre de 1939 con respaldo de la Guarnición local del Ejército Nacional. De hecho, previa asignación de Bonastre, el Poder Ejecutivo comisionó al teniente coronel Jesús Navarro con el objeto de asegurar la llegada del interventor designado y controlar los resortes del gobierno provincial84. Algo similar ocurrió en la intervención a Catamarca (febrero de 1940) con la elección del general Rodolfo Martínez Pita como comisionado federal. Allí se lo comisionó para que preparase a la provincia para celebrar nuevas elecciones y resguardar, nuevamente, todas las “garan-tías de libertad” para el sufragio.

Quizás la intervención a la provincia de Buenos Aires (marzo de 1940) fue la que contó con mayor despliegue operativo por parte del Ejército. Se-gún Potash, el 19 de febrero, una semana antes de la elección a gobernador, los coroneles Eduardo López y Diego Mason, comandantes de la segunda división de infantería y la segunda región militar, respectivamente, confe-renciaron con el presidente: una semana después observaban desde La Plata el desarrollo de los acontecimientos en todos los distritos electorales de la provincia85. El 6 de marzo, el general de división Luis Cassinelli, coman-dante del Primer Ejército –uno de los jefes militares de más elevada gradua-ción en servicio activo86– fue enviado a la sede de gobierno provincial para inspeccionar la Segunda División. El día después, el presidente decretó la intervención y el general Cassinelli tomó a su cargo el gobierno durante una semana a fin de regularizar los poderes locales, hasta que es reemplazado por el doctor Octavio Amadeo, de clara posición liberal.

En todos los casos, el Ejército y un núcleo de oficiales afines al presi-

83 La Nación, 8 de abril de 1938, p. 1.84 La Nación, 27 de septiembre de 1939, p. 7.85 robert PotAsh, op. cit., p. 168 y ss.86 Ibídem

182 IGNACIO A. LóPEZ

dente, fueron fundamentales para gestar la política presidencial y garantizar la pureza de los comicios y el orden en la institucionalidad de las provincias intervenidas.

4. conclusiones

El presidente Ortiz hizo uso de licencia por enfermedad el 3 de julio de 1940 y delegó el mando en el vicepresidente Ramón Castillo, quien go-bernó hasta junio de 1943, cuando el golpe militar comandado por sectores nacionalistas del Ejército lo despojó del poder. Ortiz no volvió más a la presidencia: presentó su renuncia indeclinable el 24 de junio de 1942, pocos días antes de morir.

Hemos intentado demostrar cómo el período de actividad del presidente desde su asunción (febrero de 1938) hasta el momento de su licencia (julio de 1940) estuvo signado por un proyecto político orientado a la normaliza-ción de la práctica electoral y el respeto de la institucionalidad democráti-ca. También procuramos explicitar la existencia de una correlación estrecha entre sus discursos –desde el momento de la campaña presidencial– y su accionar político posterior, con el objeto de demostrar que existió una cohe-rencia política entre lo que el presidente dijo y lo que hizo desde la primera magistratura.

La pureza del sufragio y el respeto por la voluntad popular en el marco de un ordenamiento institucional perfectible de un Estado comprometido con la cuestión social fue el ideario del presidente Ortiz. Nos hemos fo-calizado en la lucha contra el fraude electoral, cuestión que se volvió la prioridad de su gobierno, aún cuando esto significase la erosión de la Con-cordancia como base de sustentación propia por la ruptura con los sectores conservadores.

La conflictividad ideológica en el marco de la Segunda Guerra Mundial no fue un dato menor en la vida nacional: en el momento en que las demo-cracias occidentales parecían desmoronarse por el avance de los autorita-rismos, el debate sobre el sistema político se intensificaba cada vez más. El vicepresidente Castillo abandonó rápidamente los objetivos legalistas de su predecesor y orientó su acción gubernativa en aras de consolidar el poder del Partido Demócrata Nacional y generar una alternativa propia volviendo a utilizar el fraude. Finalmente el 4 de junio de 1943, los sectores neutra-listas del Ejército opuestos a la política fraudulenta de Castillo, decidieron realizar un nuevo golpe de Estado, inaugurando otra etapa de la historia nacional.

183DISCURSO Y PRAXIS CONTRA EL FRAUDE

ApéndiceCuadro con discursos y cantidad de menciones

Los oficiales del almirante Brown: Estudio sobre el origen y reclutamiento de

la oficialidad naval de las Guerras de la independencia y del Brasil 1810 -1830

Julio M. luqui – lAGleyze

UCA – DEHN – Fundación [email protected]

resuMen

La Guerra de Independencia originó nuevas problemáticas en la organi-zación militar de los primeros gobiernos patrios. Debido a eso la oficialidad naval tuvo que conformarse con el apoyo de tripulaciones extranjeras de di-versos orígenes geográficos y sociales que lograron conformar las primeras escuadras. Su estructura organizativa habría de configurarse a partir de la gestión del almirante Guillermo Brown.

PAlAbrAs clAves

Guerra de Independencia – Guillermo Brown – Oficialidad Naval

AbstrAct

The War of Independence led to new problems in the military orga-nization of the first governments. Because of that, naval officers had to settle with the support of foreign crews of diverse geographic and social status, that succeeded in forming the first teams. Its organizational structu-re should be set from the management of Admiral William Brown.

Key words

Naval officers – War of Independence – William Brown

186 JULIO M. LUQUI – LAGLEYZE

Para seguir la línea de un trabajo anterior sobre el aporte extranjero a la conformación de las primeras escuadras navales argentinas en las guerras de la Independencia y del Brasil (1810-1830), que estaba centrado en las tripulaciones, este artículo analiza la forma de reclutamiento y el origen geográfico y social de los oficiales que ejercieron el mando en las citadas escuadras1.

los eXtrAnJeros coMo oficiAles nAvAles

El porqué nuestras primitivas escuadras fueron tripuladas y comandadas con mayoría de marinos extranjeros ha sido motivo de análisis y discusiones historiográficas desde el primer intento de formarlas en 1810 y más aún entre 1814 y 1830. Aquellos oficiales fueron desde el almirante Guillermo Brown –irlandés de origen- que lo hizo en forma permanente adoptando a la Argentina como su segunda Patria, hasta aquellos que por su escaso tiempo de servicios y su paso fugaz se hacen sospechosos de haber estado movidos por propósitos poco más que mercenarios.

Varios historiadores navales han tratado de dilucidar una explicación de esa causa, entre ellos Alfredo G. Villegas2 y el capitán de navío González Lonzieme3. El primero de ellos afirma que los gobiernos patrios desde 1810 hasta 1814, contaron con oficiales navales “nativos” de los que disponer; a los que se sumaron no pocos españoles plegados a la revolución, afincados en estas tierras, como los pilotos José de la Peña y Zasueta, Juan Francisco Díaz, Joaquín Gundín, Antonio Toll y Benito Aizpurúa; el capitán de fragata Bernardo de Bonavía y el quizás más sobresaliente de todos, por su historia y alto rango, el teniente general -vicealmirante- de la Real Armada don Pascual Ruiz Huidobro4. Entre los nativos de ambas bandas del Río de la Plata, se

1 Para el marco histórico y otras referencias conf. Julio M. luqui lAGleyze, “El aporte extranjero a la conformación de las tripulaciones de las escuadras argentinas en las guerras de Independencia y del Brasil, 1814 -1830”, en: Temas de historia argentina y americana, Nº 10, enero- junio de 2007, pp. 89-130.

2 Alfredo G. villeGAs, “Por qué los extranjeros mandaban nuestras escuadra”, en: Boletín del Centro Naval (en adelante BCN), Nº 552, año LX, tomo LX, enero-febrero 1942, pp. 50-57.

3 enrique González lonzieMe, “Antecedentes de la Campaña Naval de 1814” en: Historia Marítima Argentina, tomo V., Buenos Aires, DEHN, 1987, p. 199.

4 Ruíz de Huidobro se hallaba en el Plata desde los tiempos del virrey Cevallos y

187LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

contaban el coronel Francisco Javier de Viana (ex capitán de fragata de la Real Armada), Francisco de Gurruchaga, Benito Lynch, Matías de Irigoyen (alfé-reces de navío); Martín Jacobo Thompson (alférez de fragata); los hermanos Aldao (alféreces), Francisco José Seguí, Benito José de Goyena, Lorenzo So-tomayor (guardiamarinas), el tercer piloto Antonio del Pino y el segundo cirujano Francisco de Paula Rivero y muchos más, sumados a los pilotos y egresados de la Escuela de Náutica formada por Belgrano en 1799 y dirigida por Pedro Cerviño.

Pero no se recurrió a ninguno de ellos, ni en 1810, ni en 1814 ni des-pués, sea para dirigir la preparación de una escuadra, o para la posterior conducción de las operaciones. Villegas opina que con “tan elevado número de oficiales” pudo haberse montado una armada decente en el año 1810 pero, según él, la imprevisión de la Junta y la actitud leal y ortodoxa de la mayoría de los marinos de rango de la Real Armada, quienes se negaron a reconocerla, levaron anclas y se marcharon a Montevideo con sus naves. Esta situación dejó a la Revolución sin buques ni tripulaciones, lo que originó tres años de zozobras y casi le cuesta la vida a la naciente Patria, hasta que la caída de Montevideo en 1814 puso fin a la amenaza naval realista en el Plata. Muchos podrían haber sostenido que la falta de buques podía reemplazarse, como se hizo, con el artillado de naves mercantes; después de todo unos y otros eran de similar construcción, pero era imposible navegar sin hombres de profesión marinera como se comprobó con el fracaso de la primera escuadrilla.

Por otro lado, como opina González Lonzieme, los pocos ofíciales de la Real Armada española que optaron por apoyar la Revolución de Mayo, su-frieron un problema de conciencia, ya que en su oportunidad, habían jurado lealtad a España y, por el otro, a los marinos criollos que habían aprendido su profesión en la Armada Española, que habían luchado hombro con hom-bro contra el invasor inglés junto a los hombres que ahora se hallaban en el bando contrario, debía disgustarles tener que combatir contra sus camaradas y amigos de ayer.

Sin duda todo ello debió ser una cuestión de conciencia difícil de re-solver, aún para las rigurosas autoridades revolucionarias, que debían dudar del ardor con que los marinos “españoles” de Buenos Aires emprenderían

había tenido amplia participación en la Reconquista de Buenos Aires en 1806, en la Defensa de Montevideo en 1807 y hasta en el Cabildo abierto del 22 de Mayo, en el que había sido una de las voces y votos por la renuncia del Virrey. Conf. Alfredo G. villeGAs, op.cit.

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la lucha contra los “españoles” de Montevideo. Similar conclusión saca el capitán de fragata Héctor R. Ratto, acerca del coronel Viana, al decir que:

No es posible descartar que su condición de hijo de Montevideo al par que prenda de unión con la gente de la otra orilla del Plata y su vinculación afectiva hacia antiguos camaradas de armas que militaban en la escuadra realista -entre los cuales tenía parientes debieron robustecer esa conducta prudente y discreta de que dio pruebas cuando el apresto de la fuerza naval (de 1814)5.

Ésta podría ser una respuesta a la pregunta que se hace González Lon-zieme, de por qué en 1814 fue el ministro de Hacienda (el comerciante Juan Larrea) y no el de Guerra (el marino Javier de Viana)6 quien se ocupara de la adquisición y alistamiento de la escuadra que se pretendía organizar, e incluso fue el mismo ministro Larrea quien intervino en las órdenes de operaciones que se le darían al jefe de aquella fuerza naval. Aunque para este caso no debería descartarse el trasfondo político y tener en cuenta que Larrea era miembro destacado de la dominante Logia Lautaro, en la cual se había debatido y aprobado la creación de la escuadra, y por su parte el coro-nel Viana no era aún del grupo7.

Según Julio A Benencia, en sus apuntes inéditos8, los marinos de lí-nea recibieron muchas ingratitudes por parte de los dirigentes de la Revolu-ción y de la Independencia, ya que desde la época de la primera escuadrilla (1811), cualquier variación en la suerte de la guerra, significaba para ellos la licencia absoluta y la baja del servicio, ya que eran considerados como

5 héctor r. rAtto, Historia del Almirante Brown, tomo I, Buenos Aires, Instituto de publicaciones navales, 1939, p 44.

6 El nombramiento de F.J. de Viana con el grado de brigadier y en la Secretaría de Guerra, esta fechado 4 de abril de 1814. Conf. AGN IX.8.8.1

7 Destefani por su parte señala que en realidad Viana no estaba en Buenos Aires cuando se proyectó y organizó la escuadra, ya que de junio de 1813 a febrero del 1814, fue gobernador intendente de Córdoba, relevado a finales de marzo por Ortiz de Ocampo. Cuando llegó a hacerse cargo del Ministerio de Guerra la campaña naval ya estaba en marcha. Conf. lAurio destefAni, “Aspectos militares de la campaña naval de 1814”, Historia Marítima Argentina, tomo V, Buenos Aires DEHN, 1986, p. 286.

8 Julio A. benenciA: prologo a su investigación inédita sobre la Guerra del Brasil, DEHN, fondo Benencia “Guerra con el Imperio del Brasil”, caja II, carpeta I.

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un factor militar de segundo orden, pese a haber servido con igual desinte-rés que los de tierra. De esa manera, debían acomodarse a este servicio o pasar al cabotaje mercante. La más seria de esas resoluciones fue la del 14 de septiembre de 1815, en que se dispuso que todos los oficiales de marina desembarcados no gozarían de sueldo hasta que no obtuviesen un destino en los buques. Los que dejaban el servicio activo, debían pasar a los que-haceres del río, con embarcaciones pequeñas y medianas, dedicadas al alije de buques mayores en las balizas exteriores de Buenos Aires, o hacer el cabotaje a la Colonia, Maldonado, Santa Fe o la bajada del Paraná. Los que eran extranjeros se quedaban de esa manera en el país en espera de que sus servicios fueran nuevamente reclamados por la necesidad, justificando cada tanto sus ocupaciones en informes a las autoridades, para que se excusara su calidad de “extranjeros”. A veces, la superioridad los reconocía y expresa-ba: “(…) hay ciertos extranjeros que por sus servicios al país y los nuevos sacrificios que ofrecen gustosos hacer, son acreedores a las distinciones de un gobierno liberal”9.

Por otro lado, la inserción de los oficiales de guerra en ese cabotaje nacional, ya fuera el mayor de altamar o el menor, el fluvial, contribuía a formar las reservas navales activas, necesarias en caso de nuevos conflictos, en que serían llamados y sacados de la actividad mercante, al menos en forma temporal.

lAs PriMerAs escuAdrillAs PAtriotAs 1810-1813

La escasez de oficiales en todos los cuerpos militares, no solo los na-vales, se hizo evidente a poco de iniciada la guerra de independencia. Esto se paliaba en parte con el entusiasmo de los jóvenes por tomar la carrera de las armas para la defensa de la Patria, pero se hacía necesario encausar ese fervor, y entrenar a los hombres jóvenes para llegar a tener oficiales profe-sionales. Así, en agosto de 1810, la junta envió una circular a todos los jefes de los cuerpos militares, fijando la edad para que los jóvenes fuesen admi-tidos como oficiales, señalando que no se admitiría ninguno que no tuviese los veinte años cumplidos y ningún cadete que no tuviera catorce10.

9 Nota del gobierno sobre la solicitud de Nicolás Jorge, 17 de diciembre de 1816, AGN X. 4.10.6, copia en DEHN, Archivo Benencia, caja II, libro I –personal.

10 ercilio doMínGuez, Colección de Leyes y Decretos Militares, tomo I, Buenos Aires, 1897, p. 10.

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Cuando en 1810 se hizo visible la necesidad de formar una escuadrilla fluvial para apoyar la marcha del general Belgrano en su campaña al Para-guay y, a la vez, tratar de tomar el control de los ríos interiores, se nece-sitaron oficiales para comandarla y personal para marinarla. Fue entonces cuando se hizo evidente la grave escasez de oficiales navales. Al no poder tomar, como se ha visto, a los oficiales de origen o formación española y que en el puerto de Buenos Aires había pocos hombres de mar, se debió acudir a los extranjeros. Los más numerosos de entre ellos eran los antiguos corsarios al servicio de Francia, que se hallaban en el Río de la Plata desde la época posterior a Trafalgar, sorprendidos por la derrota francesa y luego por la invasión británica, contra la que prestaron valiosos servicios, tanto en la Reconquista como en la Defensa. Estos corsarios fueron los que se reclu-taron para oficiales de la primera escuadrilla patriota, secundados por otros pocos de origen español o criollo.

De esa manera, el comandante del buque insignia de la primera escua-drilla, la Invencible, fue Juan Bautista Azopardo11, nacido en la isla de Mal-ta en 1772, secundado por Javier Díaz Edroza, español nacido en 1786 en Galicia, que había servido en el Tercio de Gallegos en la invasión inglesa12.

En la 25 de Mayo el comandante fue Hipólito Bouchard, un francés nacido en 1780, que había participado como segundo oficial del famoso cor-sario Hipólito Mordeille antes de la invasión y que con sus hombres formó parte de las tropas traídas por Liniers en la Reconquista. Mordeille cayó en la defensa de Montevideo, en febrero de 1807 y sus hombres quedaron a la

11 Con despacho de la Junta Provisional Gubernativa del 1º de febrero de 1811 en el empleo de primer capitán de la goleta de guerra Invencible, con la asignación de 120 $ mensuales por único sueldo mientras se encuentre en servicio efectivo. Conf. Tomas de Razón, año 1811, AGN IX 8.8.3, tomo I, libro 67, foja 158.

12 Díaz Edroza había recibido despacho el 1º de febrero de 1811, como segundo capitán de la goleta de guerra Invencible, con la asignación de 90 $ mensuales de sueldo. Conf. Tomás de Razón, año 1811, AGN sala IX 8.8.3, tomo I, libro 67, foja 156. Pero el comportamiento de Díaz Edroza en San Nicolás dejó bastante que desear y en el juicio que siguió a la derrota, los oficiales de la escuadrilla, Bouchard y Hubac, lo acusaron de ser el culpable de las malas decisiones de Azopardo, por la oposición que hizo a los pedidos de atacar a los españoles cuando habían quedado varados en la isla. Fue condenado a no poder nunca tener empleo en el servicio. Quizás su condición de español fue lo que hizo que procediera de esa manera, con lo que confirmaría lo dicho más arriba sobre la lealtad.

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deriva. Finalmente Bouchard fue dado de alta, al igual que varios otros, el 15 de agosto de 1810 y luego confirmado a cargo de la nave13.

Tras la derrota en el combate naval de San Nicolás, Bouchard se pasó al ejército y en 1812 ingresó como subteniente al regimiento de Granaderos a Caballo que formó el teniente coronel San Martín. En esta unidad, participó del combate de San Lorenzo y del sitio y toma de Montevideo en 1814. Lue-go de la caída de la plaza y tras ser comandante del puerto de Montevideo, pidió la baja del ejército y volvió a la marina, como oficial corsario para llevar adelante nuevas campañas. En San Nicolás, Bouchard estuvo secun-dado por Manuel Suarez14, un marino español de nacimiento, que fue dado de alta en 15 de septiembre de 1810 y que prestó servicios en los siguientes años siempre como segundo del francés.

En la Americana, como comandante sirvió Angel Hubac, también fran-cés nacido en 1780, ex oficial de Mordeille y veterano de las invasiones inglesas; dado de alta el 15 de agosto de 181015. Prestó servicios durante la guerra de Independencia y moriría en combate, con el grado de coronel de marina, en 1820. En la primera escuadrilla de 1810, estuvo secundado por Juan Francisco Díaz, también español nacido en 1786, pero criado en Amé-rica (en Cartagena de Indias) y que era piloto de la Real Armada; sirvió en las fuerzas reconquistadoras de Liniers, como piloto en el buque del capitán Juan Ángel de Michelena. En 1807, Díaz fue nombrado subteniente de milicias urbanas de artillería y peleó con un batallón de marina al mando de Cándido de Lasala. Fue dado de alta el 18 de octubre de 1810 como segundo de Hubac16 y luego de la campaña pasó al comando de uno de los lanchones armados en guerra, con fecha 8 de agosto de 181117. Posteriormente, dejó

13 Su despacho esta fechado el 1º de febrero de 1811, en que se dispone que a don Hipólito Buchart se le otorgue empleo de primer capitán del bergantín de guerra 25 de Mayo, con la asignación de 120 $ mensuales de sueldo mientras se encuentre en servicio efectivo. Conf. Tomás de Razón, año 1811, AGN IX 8.8.3, tomo I, libro 67, foja 155.

14 Con despacho del 1º de febrero de 1811, como segundo capitán del bergantín de guerra 25 de Mayo, con 90$ mensuales. Conf. Ibídem, foja 157.

15 Su despacho es como los otros de fecha 1º de febrero de 1811, con 90 $ de sueldo. Conf. Ibídem, foja 154.

16 Despacho del 1º de febrero de 1811, como segundo capitán de la balandra de guerra San Felipe y Santiago, con 70 $ de sueldo. Conf. Ibídem, foja 153.

17 Despacho de la junta de fecha 8 de agosto de 1811, con sueldo de 50$. Conf.

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el servicio naval y a partir de 1812 se empleó en el Regimiento de Artillería, luego en varios otros destinos, incluso como capitán de puerto de Ensenada. Díaz falleció con el grado de coronel de artillería, en Bahía Blanca en 1850.

Todos estos oficiales, tanto los franceses como los españoles acriolla-dos, fueron reclutados y se les entregaron despachos por parte de la Junta entre agosto y septiembre de 1810 y finalmente dados de baja a partir de la fecha de la derrota de San Nicolás, 2 de marzo de 1811, hasta el 11 del mismo mes. Luego del sumario y juicio seguidos por el descalabro, algunos fueron sobreseídos y volvieron al servicio naval, luego de haber pasado tem-poralmente por el ejército, como Bouchard. Otros se quedarían sirviendo en tierra. Tras la derrota de San Nicolás, solo quedó en actividad en la rada de Buenos Aires el queche Hiena que fue puesto por un tiempo al mando de Bouchard, secundado en el mando por Suarez, para “defender” el puerto de los bombardeos realistas.

Desde 1810, figuraba prestando servicios el capitán mercante norteame-ricano Thomas Taylor18, como encargado de alistar buques para la primera escuadrilla, además de la contratación o decomiso de unas fragatas inglesas en el puerto, para aumentar la fuerza naval. Pero a raíz del fracaso de San Nicolás, todo quedó sin efecto por la decisión del gobierno de no continuar con aprestos navales.

Sin embargo, poco después se optó por formar una segunda escuadri-lla, lo que se encomendó al mismo Taylor y se lo nombró comandante del queche Hiena, teniendo como segundo a otro norteamericano, Tomás Ro-binson. Por su parte, Bouchard con grado de teniente19 pasó a comandar la sumaca Santo Domingo, secundado por Manuel Suarez20, mientras que la goleta Nuestra Señora del Carmen, fue puesta al mando del teniente Ángel

Tomás de Razón, año 1811, AGN IX 8.8.4, tomo II, parte I, libro 68, foja 187.18 Taylor había nacido en Wilmington en 1779 y llegó al país en un buque mercante

de su propiedad, el Molly, entre 1805 y 1808. Fue enjuiciado por las autoridades realistas que lo acusaron de corsario inglés. En 1810 ofreció sus servicios a la revolución ya que se hallaba afincado en Buenos Aires por haber contraído matrimonio con la dueña de la posada inglesa, Mary Claire Higgins. Falleció en Buenos Aires en 1823.

19 Despachó el 8 de agosto de 1811, como capitán de la sumaca Santo Domingo, con 120$. Conf. Tomás de Razón, año 1811, AGN IX 8.8.4, tomo II, parte I, libro 68, foja 194.

20 Con despacho del 8 de agosto de 1811, como segundo capitán de la zumaca de guerra Santo Domingo, con 90$ mensuales. Conf. Ibídem, foja 189.

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Hubac21, junto al oficial del mismo grado José María González Echandía22, un criollo nacido en Montevideo en 1790, pero que tras el desarme de la segunda escuadrilla se había pasado al ejército. Los otros oficiales, los que mandaban los lanchones artillados, eran tenientes de distintos orígenes: To-más Jones, norteamericano, Augusto Favier, francés que había sido dado de alta en 1810 y llegó al grado de capitán23, Lorenzo Morlote, italiano nacido en 1788, que sería segundo capitán de puerto en 181224, y luego pasaría al ejército donde murió en combate en Sipe-sipe el 29 de noviembre de 1815, el piloto Antonio Orta25 que luego serviría en el ejército llegando a teniente coronel de caballería; y el ya citado español acriollado Juan Francisco Díaz. Como jefe de la incipiente Infantería de Marina, revistaba el teniente nor-teamericano Tomás Wilson. Luego del 18 de octubre de 1811, todos cesaron en sus funciones, porque tras la firma del armisticio con los realistas de Montevideo, la escuadrilla se dispersó.

Durante el segundo bloqueo de Buenos Aires en 1812, los oficiales na-vales que comandaban buques conforman un grupo que se lo podía llamar el “grupo de los Thomas”. Todos anglosajones conformado por el ya men-cionado Tomás Taylor, que fue nombrado Comandante de las fuerzas ma-rítimas de Buenos Aires; secundado por Tomás Jones, el subteniente Tomás Jaime Robinson26 y Tomás Wilson 27. Éstos dos últimos murieron el 23 de

21 Despacho de igual fecha de los anteriores, con 110 pesos, como capitán 1º de la goleta de guerra, Conf. Ibídem, foja 191.

22 Con despacho de 8 de agosto como segundo capitán de la goleta de guerra NS del Carmen. Conf. Ibídem, foja 190.

23 Con fecha 8 de agosto de 1811 a Favier le había sido otorgado el despacho de capitán del champán de guerra con la asignación de 90 $ mensuales en el tiempo de su servicio efectivo. Conf. Tomás de Razón, año 1811, AGN IX 8.8.4, tomo II, parte I, libro 68, foja 188.

24 Con despacho del triunvirato del 25 de enero de 1812, como segundo capitán del puerto, con grado de subteniente de ejército y 35 $ por mes. Conf. Tomás de Razón, año 1812, AGN IX. 8.8.7, 1812, tomo II, libro 70, foja 52.

25 Con despacho de capitán de la falúa armada en guerra, con 50 $ mensuales en servicio activo. Conf. Ibídem, foja 192.

26 Con despacho del 3 de febrero de 1812, como segundo teniente del bergantín Venus con 90 $ por mes de servicio activo. Conf. Ibídem, foja 49.

27 Con despacho de igual fecha como tercer teniente del bergantín de guerra Queche, con 80 $ al mes. Conf. Ibídem, foja 50.

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mayo de 1812 cuando los realistas tomaron el queche Hiena en San Blas, en el Río Negro. En esa oportunidad el comandante Taylor fue tomado prisionero y llevado a Montevideo y quedó preso hasta la caída de la plaza en 1814. Luego de su liberación, fue comandante de la Zephyr e hizo corso con ella entre 1815 y 1816, Además fue armador corsario en Baltimore (EE. UU.) y se retiró del corso en 1822, para regresar a Buenos Aires. El segundo de Taylor, Tomás F. Jones, norteamericano, empezó a prestar servicios en 1812, como segundo del Hiena; en 1815 fue comandante corsario y luego capitán del puerto de la Ensenada en 1819 y del arsenal de marina de Barra-cas, hasta su muerte natural en marzo de 1820.

Los demás oficiales de esta segunda escuadrilla figuran nombrados con despachos del Triunvirato, fechados el 3 de febrero de 1812. Eran, como segundo teniente del queche José Vicente Barba, con 90$ de sueldo; como piloto del Bergantín Venus José Fitt con 80 $; como subteniente de la com-pañía de Granaderos de Fernando VII embarcados como Infantería de Ma-rina, a José María Píriz28.

A principios de 1813 y tras la captura del queche Hiena y de su coman-dante, solo quedaron unos pocos lanchones armados que fueron puestos al mando del norteamericano Benjamín Franklin Seaver, nacido en 1776, nom-brado como teniente coronel de marina ese mismo año y que fue acompaña-do por varios oficiales de origen griego que además eran hermanos entre sí; como Miguel Teodoro Spiro, Samuel Pedro Spiro, Miguel Ferraris y Nicolás Jorge. Los hermanos Spiro, naturales de la isla griega de Hydra, habían sido dados de alta por vez primera en septiembre de 1810, como subalternos29 para integrar los lanchones o botes que estaban en servicio. En tanto, Ni-colás Jorge había sido aceptado en marzo de 1811, luego de la derrota de San Nicolás. Todos prestaron sus servicios como contramaestres o patrones hasta la campaña de 1814 en la que ascendieron a oficiales. En la operación murió Samuel Spiro en el combate de Arroyo de la China; en tanto que los otros, Teodoro y Jorge continuaron sus servicios de Marina hasta la época de Rosas. Nicolás Jorge fue uno de los oficiales más longevos de la Armada,

28 Despacho del 6 de febrero de 1812, Conf. Tomas de razón, año 1812, AGN IX.8.8.7, tomo I, libro 69, foja 422.

29 Estos eran grados intermedios entre oficiales y suboficiales, luego se conocerían como oficiales de mar, en tanto que los británicos los clasificaban como oficiales no comisionados o garantidos (non commissioned officers o warrant officers).

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incorporado en 1811 como contramaestre hasta la campaña de 1814, luego ascendió a subteniente, llegaría a ser coronel de la Marina de la Confedera-ción en época de Rosas y moriría muy anciano, tiempo después de Caseros.

el reclutAMiento de oficiAles PArA lA escuAdrA 1814, necesidAdes y Métodos.

Llegamos así a la época de la Campaña Naval de 1814, en que el nú-mero de oficiales reclutados será mucho mayor en virtud que el proyecto de armado de una escuadra era más ambicioso. Tomada la decisión de go-bierno de poner fin a la dominación realista del Río de la Plata y hacer caer la plaza fuerte de Montevideo, levantando una escuadra lo suficientemente poderosa para bloquear el puerto y derrotar la flota española allí apostada, era necesario montarla con mayor cantidad y porte de buques. La necesi-dad más imperiosa fue, además de barcos y armas, obtener las tripulaciones para marinarlas y los marinos capaces de comandarlas, habida cuenta de la carencia de oficiales criollos. Ello hizo necesario contratar marinos de ori-gen extranjero, pero tampoco bastaba para ello los corsarios franceses y los marinos griegos de los años anteriores que seguían prestando servicios. Era necesario buscar un comandante en jefe con experiencia y conocimientos sobre el Río de la Plata, sumado a los oficiales de bandera para todos los buques, a los segundos comandantes, a los tenientes y hasta los guardia-marinas. Ni siquiera con la cantidad de oficiales mercantes a bordo de los buques anclados en el puerto de Buenos Aires parecía ser suficiente.

Por las contingencias y la premura de las operaciones, no se podían seguir puntualmente todos los artículos de las ordenanzas navales españolas que eran las vigentes, ni tampoco borrarlas y tomar al pié de la letra los usos británicos, por más que fueran más adaptables a los marinos reclutados, en su mayoría anglosajones foráneos al medio político rioplatense. Por ello, como ocurrió con las tripulaciones y los cuadros, la solución sería interme-dia, entre la ordenanza española y el sistema británico, y lo mismo ocurriría en lo referente a carreras, grados, funciones, disciplina y demás usos y cos-tumbres de la vida naval en campaña. Esta característica era válida tanto para ese momento como para el siguiente conflicto con el Brasil, en que la presencia angloparlante fue importante.

La ordenanza española no preveía, en primera instancia, tomar oficiales navales de la marina mercante o de la actividad civil, sino que todos debían ser oficiales egresados de las Academias de Guardiamarinas y escuelas de ofi-

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ciales de España. Por otro lado no existían academias en América, por lo que no había posibilidad de formar oficiales locales. Sólo en casos extremos de guerra en el exterior, los españoles reclutaban oficiales de origen mercante o civil, pero como máximo en el rol de oficiales corsarios los que, por la tradi-ción anti corsaria española, eran escasos. Los oficiales de guerra españoles procedían de las clases aristocráticas o hidalgas, “por los cuatro costados” (los cuatro abuelos), tenían que cumplir una serie de requisitos físicos de aptitud para la carrera de las armas, además de las de suficiencia científica, que se daban en las Compañía de Guardias Marinas; requisitos semejantes, pero menos rigurosos, de conocimientos previos tenían los que destinados a oficiales mayores (administrativos), llamados en España Oficiales de pluma, o los Pilotos. El ingreso se hacía por varias vías: los cursantes daban exá-menes, con exigencias técnicas, mientras que los oficiales mayores, rendían evaluaciones sobre conocimientos previos. Todos ingresaban entre 12 los y 20 años, que se redujo a inicios del siglo XIX a 16 mínimo y 18 máximo. Luego de estudiar en las academias para ser oficiales de guerra, debían po-ner en práctica sus conocimientos embarcados, donde se ejercitaban con sus superiores, que hacían de tutores. La única forma de ascender a oficial era pasando una prueba y si era eliminado reiteradamente, el candidato era expulsado de la Armada. Había nombramientos reales de marinos “no no-bles” con ascenso por méritos de campaña y grados en premio a servicios y éxitos en el combate, en especial como corsario, a partir de lo cual se abría carrera en la Armada.

Todo este sistema académico y de méritos era imposible de instrumen-tar y mantener en las contingencias de la guerra en el Río de la Plata, por lo que se tomaron otras opciones que figuraban en las ordenanzas como la úni-ca forma de tener jóvenes aspirantes a oficiales de guerra sin tener escuelas de formación. Esto tuvo la figura de los Aventureros, que iniciaban su ca-rrera como meritorios, sin pago y embarcando sin graduación, para adquirir experiencia marinera. Cuando se los consideraba preparados, se presentaban a examen para ascender a subteniente de marina, en el caso rioplatense; el que también se podía conseguir por méritos en campaña (el caso más común en la guerra de independencia). Los Aventureros no portaban uniforme de guardiamarinas, pero a bordo podían alternar con ellos30.

30 Este fue el caso de Santiago de Liniers, oficial francés que se alistó como

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El sistema inglés fue en apariencia un poco más abierto, en especial durante las guerras napoleónicas, por lo que se adaptaba mejor a las nece-sidades rioplatenses de reclutamiento de marinos anglosajones. Si bien la mayoría de la oficialidad pasaba por escuelas de oficiales, también se los tomaba de la actividad mercante civil si fuese necesario, aunque con limi-taciones de funciones. Para los ingleses, a diferencia de los españoles, los oficiales debían tener la mayoría de su entrenamiento a bordo de los buques y no en clases teóricas; sólo los Warrant officers, los profesionales, hacían su carrera entera antes de entrar al servicio de la marina. Para ser oficial, un hombre debía servir al menos tres años como guardiamarina embarcado, o como master mate, (segundo del piloto) en el caso de la Royal Navy, an-tes de siquiera intentar calificar para teniente, y haber estado en total unos seis años en el mar, preferentemente sin interrupción. El entrenamiento de los oficiales ingleses no era sistemático y sólo una pequeña parte de los candidatos pasaba por el colegio naval (Naval College) en Portsmouth31. La mayoría de los jóvenes caballeros servían en varios buques antes de ser tenientes y su entrenamiento era errático, dejado en manos de los capitanes de cada buque, y asistido o no, por un School master.

Por su parte, los tenientes tenían varias responsabilidades: encargados

Aventurero en la Real Armada española; tras su actuación en el ataque a Argel en 1775 en el navío “San José” y entró en la academia de guardiamarinas. En las academias españolas sólo podían formarse españoles, pero hubo excepciones. Por RO de 8 de abril de 1794, 22 guardiamarinas franceses de las dotaciones del navío de 74 cañones La Ferme, la fragata Calipse, y la corbeta Marechal de Castries que se habían entregado a la Armada española, por ser desafectos a la revolución, fueron agregados a las Academias. También se formaron oficiales rusos, gracias a la amistad de los zares con los reyes españoles, y hasta italianos de origen aristocrático. Tal el prestigio mundial que tenía la enseñanza naval española.

31 Al Royal Naval College creado en 1729 se entraba entre 13 a 16 años y no había más de 40 alumnos, con tres años de estudio, todo concentrado en un “Plan of training book” un manual que tenía todo. Se prefería a los hijos de oficiales o de gente con experiencia y a ellos mismos con experiencia previa, grumetes o captain´s servant embarcados con sus padres. La mayoría de los alumnos eran hijos de oficiales, pero nunca fue popular por la aversión -dice Lavery- que en la Royal Navy tenían a los estudios “por libros”. Las materias eran marinería Navegación, Matemáticas, Física, Astronomía, Artillería y fortificación. Había una escuela privada en Gosport, y la Compañía de las Indias también llegó a poseer una suya propia.

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de guardia, comandantes de buques pequeños, comandar los piquetes de desembarco o abordaje y como oficiales de presas. El servicio inglés, dice Lavery, estaba lleno de abusos y del arbitrio de tenientes incompetentes, pero la mayoría eran capaces, hábiles y bien entrenados. La forma más directa de los jóvenes para entrar en el servicio, era como sirvientes del ca-pitán (Captain`s Servant), diríamos hoy grumetes en nuestra jerga marinera. Cada capitán inglés estaba autorizado a tener hasta cuatro de esos jóvenes por cada 100 hombres de tripulación. En otros casos figuraban como ma-rineros hábiles (Able Seaman) o como voluntarios de primera clase (Vo-lunteer 1st Class). En cuanto se revisan y analizan las listas de revista y los papeles de los armadores conservados en los archivos, se percibe que todo este sistema británico de opciones se vería instrumentado en nuestras prime-ras escuadrillas. En todos los casos, esos jóvenes se ponían al cuidado del condestable artillero (Gunner) y vivían en el Gunroom (el pañol o cuarto de cañones, o de repuestos de artillería) si se trataba de navíos, mientras que en las fragatas, más pequeñas, estaban a cargo de los guardiamarinas más antiguos.

Los oficiales ingleses, a diferencia de los españoles, eran del más am-plio espectro social -característica que también se verá en nuestros mandos-, desde la aristocracia británica hasta los grandes mayorazgos, había fami-lias de marinos con varias generaciones de servicios, un 25% eran hijos de oficiales, hasta un 50% del total que provenía de las clases medias de las familias de profesionales y comerciantes y aún de la media trabajadora. Los historiadores navales británicos manifiestan con orgullo que la Royal Navy no era un arma aristocrática y tan cerrada como la “royale” francesa o la Real Armada Española. Algunos oficiales, incluso, podían llegar desde la clase de marineros - algo imposible en las otras marinas nombradas-, un 3% de todos los oficiales provenían de allí y habían pasado de marinero a marinero hábil y luego a guardiamarina, sin haber sido sirviente del capitán, o voluntario de 1ª clase. Otros podían provenir de ser mates en el servicio mercante.

Habida cuenta de los usos navales en boga y los que estaban vigentes en el Río de la Plata, en donde por muchos años se trataría de seguir la Real Ordenanza española, y fundirla con la practicidad de los usos ingleses, el sistema de captación, reclutamiento y formación de oficiales usado por las Provincias Unidas en la guerra de Independencia desde 1814, que luego se repitió en los siguientes conflictos internacionales, hasta la creación de

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una marina moderna y una escuela naval bajo la presidencia de Sarmiento (1868-1874); fue una solución mixta. Esto fue debido, como se intuye, a la heterogeneidad de los hombres que servían en las escuadras y sus com-ponentes, entre la usanza española y los estilos a la inglesa, como en casi todo lo atinente a la administración y la disciplina naval. Es obvio que las características nobiliarias y aristocráticas de las ordenanzas españolas fue-ron lo primero que se dejó de lado en la nueva administración naval de las Provincias Unidas.

Al no existir academias de oficiales, ni de tierra ni de mar, pues los po-cos proyectos presentados en esos años no prosperaron; se hizo necesario re-clutar marinos mercantes civiles, con actividad y conocimientos marineros comprobados, mayoritarios o preferentemente extranjeros, con experiencia en comandar buques. A la vez, estos mismos debían ser los encargados de empezar a formar a los jóvenes criollos desde los grados más bajos, aventu-reros, grumetes, sirvientes y guardiamarinas como aparecen en los listados-, directamente en las cubiertas de los buques, a fin de que estos hiciesen su carrera naval y con el tiempo fueran los oficiales navales y los comandantes de la Armada de las Provincias Unidas que irían gradualmente reemplazan-do a los “gringos”.

Para enganchar a los oficiales mercantes, así como las tripulaciones, se utilizaron varios “reclutadores”, con grados de oficiales, o no, y de origen extranjero, que se hallaban en el Río de la Plata y que prestaron valiosos ser-vicios en esa tarea. Los más destacados de ellos, en el caso de la Guerra de Independencia, fueron el ya mencionado Tomás Taylor en los años iniciales hasta 1814, el comerciante anglo norteamericano William Pío White, encar-gado por Larrea para el reclutamiento y el armado de la escuadra de 1814. White se había asociado con otros comerciantes ingleses, como Brittain, o el comodoro británico Robert Ramsay, quien había estado en 1810 con los buques de la primera estación naval británica al mando del comodoro Mon-tague Fabian en la Mistletoe. Ramsay fue luego contratado por Rivadavia y encargado de montar y organizar la escuadra en 1825.

El lugar y la forma de reclutamiento fueron concretos, ya que no hubo convocatorias ni “publicidad” –ni podía haberlas por la necesidad de mante-ner el “secreto” de la formación de las escuadras-, sino contactos personales entre los “candidatos” y los “agentes”, por conocimiento directo previo o por delegación a los nombrados primero para que, a su vez, convocasen a sus conocidos con experiencia marinera.

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El lugar de reunión de los oficiales mercantes y navales eran las posadas y los hoteles cercanos al puerto de Buenos Aires. Los marinos de origen británi-co, que fueron la mayoría como veremos, lo hacían en la fonda de Mary Claire de Taylor, conocida criollamente como la Fonda de Doña Clara, la Fonda Inglesa o lo de María Telar, en alusión al apellido de su esposo, el marino mercante norteamericano Thomas Taylor, quien prestaba servicios en la Ar-mada en esos años, como oficial y como agente armador y reclutador. Sería en esta fonda, con características particulares que la hacían más que un simple hospedaje, donde se tomaban contactos con los candidatos a ingresar como oficiales y como tripulaciones de los buques de la Escuadra, tanto en 1814 como en las siguientes oportunidades32.

La zona del puerto, es decir las actuales Av. Leandro Alem -entonces la Alameda-, y la calle 25 de Mayo, estaba llena de fondas, bodegones, hoteles y cafés de propiedad de extranjeros desde 1810, ingleses, algunos franceses, italianos –como el de Los Tres Reyes-, españoles, portugueses y hasta ale-manes. Este era el llamado cuartel tercero de la ciudad, que iba desde La Alameda hasta Florida y desde la Plaza Mayor (o de Mayo) hasta la actual Av. Corrientes y era el cuartel más habitado por extranjeros. Las dos fondas más famosas estaban a una cuadra y media del Fuerte hacia el norte, la de Los Tres Reyes sobre la vereda de números pares y la de Doña Clara en-frente, números impares. Construida en el borde de la barranca, sus fondos daban al paseo de la Alameda (hoy Av. Leandro Alem) y directo a la zona del puerto de embarco de pasajeros. Era una de las pocas casas de “altos”, lo que facilitaba la visión al río para observar las naves ancladas en la rada, lo que la hacía inmejorable para los marinos y los comerciantes ingleses en una

32 Es a menudo confundida con la Fonda de los Tres Reyes, propiedad del genovés Juan Bonfillo, porque ambas estaban en la misma actual calle 25 de Mayo entre las actuales Bartolomé Mitre y Juan Domingo Perón una enfrente de la otra. Quien primero las menciona a ambas –y las confunde- es el inglés Alejandro Gillespie en sus memorias de las invasiones inglesas y señala a la fonda de Mary Clarke como punto de reunión de los oficiales ingleses y a ella como su protectora y enfermera de los heridos. La de Mary Taylor funcionó hasta octubre de 1822 en que fallece el capitán Taylor y doña Clara decide cerrar su casa de pensión, pero recién en 1829 Clara dejará de residir en esa fonda y se mudará a las cercanías en la misma actual calle 25 de Mayo pero más cerca del Retiro. Sobre su vida y la fonda ver MAXine hAnon, Diccionario de Británicos en Buenos Aires, Buenos Aires, GuttenPress Ediciones, 2005 y JuAn MAríA Méndez AvellAnedA, “El Motín de la Lady Shore”, en Todo es Historia, Nº 265-julio de 1989.

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época en que las comunicaciones con los buques se hacían con “semáforos” de luces y banderas de señales. La Capitanía de Puerto del gobierno patrio, al mando de un oficial naval desde 1810, se encontraba en la misma man-zana y calle 25 de Mayo entre las hoy Sarmiento y Perón y también daba a Alem con el semáforo de comunicaciones en su azotea.

En el piso alto de la fonda de doña Clara se instaló, desde 1811, la lla-mada Sala Comercial Británica (British Commercial Room), fundada por los comerciantes Alex Mackinnon, Robert Staples y Thomas G. Love, que funcionó hasta 1822 en que se mudaron a una casa cercana, propiedad de Cornelio Saavedra, siempre en compañía de doña Clara como administrado-ra de la casa. Esta Sala, bajo la forma de un club y centro de reunión de los comerciantes británicos, era en verdad a la vez bolsa, sociedad de corretaje y cámara de comercio. A ella concurrían todas las personas vinculadas a las actividades mercantiles y de navegación, ya fueran ingleses o sus socios criollos, para realizar sus negocios e informarse de la llegada o partida de los barcos. Llegó a tener una biblioteca, con los diarios llegados periódi-camente desde Europa y fue incluso estafeta postal británica. En la misma fonda tenían hospedaje y ocuparon habitación junto a los comerciantes, los comodoros y capitanes de la Estación Naval Británica en el Río de la Plata, desde 1810 en adelante, así como los cónsules británicos nombrados desde 1812. El primero fue el famoso Mr. Staples, el cofundador de las Rooms quien, para muestra de la importancia de la posada como local o ente “reclu-tador”, en 1816 y con disgusto de las autoridades criollas, colocó un aviso advirtiendo a los marinos ingleses que debido a que Inglaterra mantenía relaciones diplomáticas con Fernando VII, les estaba prohibido servir en la marina nacional. Pero el aviso fue rápidamente retirado para calmar al gobierno patriota.

Las características de la fonda de Mary Clark, con su conjunción de hotel de marinos ingleses, Café, Club de Residentes y Cámara de Comer-cio británica, sumado a oficinas de la estación naval británica, la hicieron el lugar ideal para captar a los candidatos a oficiales de la escuadra que se montaba. Hecho el contacto y aceptado la incorporación por ambas partes, los grados que ostentarían se otorgaban al momento del ingreso y a discreción, tomando en cuenta las necesidades del servicio, así como los antecedentes per-sonales, conocimientos y las edades de cada uno y los ascensos se darían sólo por méritos en el servicio, las campañas efectuadas y las vacantes que fuera necesario cubrir y no sólo por el simple paso de los años.

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relevAMiento del oriGen de los oficiAles entre 1810 y 1830.

Desde 1810 y hasta la Ley de 1881 hubo un escalafón militar único con una misma denominación o jerarquía para todos los oficiales de tierra y mar, por lo cual en los despachos y listas, como las Tomas de Razón, están todos juntos y mezclados sin discriminar a los marinos salvo en la trascripción del decreto. Por otro lado, recién en 1834 se dispuso en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires la confección de las fojas de servicio de los jefes y oficiales, siguiendo la usanza española33. Pero para entonces muchos de los oficiales navales de las guerras de independencia y del Brasil ya no pres-taban servicios, por lo que no han quedado antecedentes de ellos y se hace sumamente difícil el estudio de sus carreras y sus características personales.

Según están de acuerdo la mayoría de nuestros historiadores navales, los capitanes de Brown en 1814, habrían sido elegidos de entre los marinos extranjeros que estaban en la rada de Buenos Aires, y eran en su mayoría capitanes y oficiales de marina mercante; la mayoría eran angloparlantes, prevaleciendo entre ellos -según los citados historiadores-, los norteameri-canos, a los que se seguían en orden los griegos y de otras nacionalidades, quedando muy detrás en la escala cuantitativa, unos muy pocos criollos. Según otros, de los veinte capitanes que mandaron las naves de 1814, las nacionalidades estaban divididas de la siguiente forma: un irlandés, un es-cocés, nueve anglosajones, tres griegos, un francés, un austriaco, un italiano y tres criollos. Con los oficiales jóvenes, los tenientes, pasaba lo mismo, predominaban entre ellos los anglosajones34.

Por nuestra parte hemos relevado los datos de 517 oficiales navales que ingresaron a las escuadras y prestaron servicios dispares entre 1810 y 1830. De esta cifra, 255 fueron oficiales de línea de las escuadras y 296 prestaron servicios como corsarios en los dos períodos en que hubo esta actividad, 111 sólo en el período 1815-1821 y 109 exclusivamente en el de 1825 a 1830. Entre esos años, los oficiales que hemos podido obtener datos y prestaron servicios reales, ya fuesen largos o cortos, ordenados por sus grados y cargos fueron: 8 coroneles, 57 sargentos mayores, 101 capitanes,

33 Conf. PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, Nomina de oficiales navales argentinos 1810 -1900, Buenos Aires, Instituto Nacional Browniano, 1998.

34 lAurio destéfAni, “Aspectos militares de la campaña naval de 1814”, en: HMA, tomo V, pp. 286/7.

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201 tenientes, 69 subtenientes, 13 guardiamarinas, 12 oficiales aventureros, 2 médicos, 2 contadores y 1 comisario de marina. Este componente repre-senta la casi totalidad de los marinos que prestaron servicios en las guerras de la Independencia y del Brasil y en las campañas corsarias que fueron complemento o consecuencia de ellas35.

Si dividimos a los relevados por el origen geográfico o la nacionalidad, el resultado es el siguiente, para todo el período 1810 - 1830 y sin discrimi-nar entre oficiales de línea o corsarios: un componente con sólo un 23% de criollos sudamericanos y un 77 % de extranjeros de los más variados oríge-nes. Si por otro lado los dividimos por grupos étnicos o lingüísticos, la ma-yoría de los oficiales que prestaron servicios en esos años, fueron de origen anglosajón, sumando un total del 57 % entre ingleses, escoceses, irlandeses y norteamericanos. El grupo siguiente es el de los europeos latinos y los criollos los que suman un 36 %, y el resto un 7% es de otras nacionalidades.

Si los tomamos por los orígenes nacionales puntuales, el grupo ma-yoritario de todo el período es el de los oficiales de origen norteamericano que suman un 25% del total, seguido por los criollos sudamericanos que alcanzaron a ser durante esos veinte años el 23% de los oficiales, seguidos de cerca por los ingleses que alcanzaron un 22%. Los de otras nacionalida-des fueron los franceses con un 6% del total, igual cifra para los escoceses, un 4% para los irlandeses, en igualdad porcentual con los italianos; sólo un 3% de hispanoportugueses y un 7% de otras variadas nacionalidades, como griegos, alemanes y hasta rusos, suecos y daneses.

35 Para el relevamiento se han utilizado en primer lugar el trabajo de PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, op. cit, de donde se han extraído los datos de los allí relevados. Esta información se ha complementado con las listas de revista guardadas en el Archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales y otra documentación varia como nóminas de personal superior, hasta completar el mayor número posible de oficiales para hacer un estudio sociológico adecuado.

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Gráfico 1 Nacionalidad de los oficiales navales 1810 -1830

fuente: Elaboración propia en base al trabajo de PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, op.cit, y las listas de revista guardadas en el Archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales sumado otra documenta-ción varia como nóminas de personal superior.

los oficiAles nAvAles o de líneA

Tomando solamente a los oficiales “de línea” navales, es decir los que formaron en las diferentes escuadras que el Estado Argentino organizó en esos años, tuvieron despachos o nombramientos del gobierno nacional e hi-cieron carrera en sus cubiertas, esta cifra representa unos 254 oficiales de to-das graduaciones, que incluyen, tomándolos por el grado máximo alcanzado

205LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

en el período: 8 coroneles36, 7 tenientes coroneles 37, 45 sargentos mayores, 49 capitanes, 72 tenientes, 53 subtenientes, 6 guardiamarinas, 9 aventureros, 1 médico, 2 contadores y 1 comisario de marina (equiparado a coronel).

De esos oficiales entre 89 y 126 sólo prestaron servicios durante la gue-rra de independencia y sólo 110 en la del Brasil, tomando en cuenta que del resto de ellos se repitieron o prestaron servicios en ambas guerras; así como fueron unos 63 los que pasaron a actuar como oficiales corsarios en algún momento de sus carreras (hasta el propio almirante Brown lo fue). Como dato de importancia, los oficiales de línea de ambas guerras prestaron servi-cios un promedio de tres años y medio, tomando desde los que tuvieron una larga carrera (de actividad en todo el periodo de más de veinte años, como Brown, Espora, Rosales y muchos otros), hasta los que sólo estuvieron en servicio por una campaña, como la mayoría de los de 1814.

En punto a las nacionalidades de los oficiales de línea de todo el pe-ríodo, la mayoría, el 31% (84) fueron criollos, seguidos por los ingleses en un 23% (63 oficiales); luego un 11% (31) norteamericanos, seguidos de las otras nacionalidades, un 4% (12 oficiales) fueron franceses, los primeros en prestar servicios desde 1810 en la primera escuadrilla; el 6% (16) irlandeses; el 7% (20) escoceses; el 5% (13) españoles; el 4% (10) italianos; el 9% (26) de otras nacionalidades. Pero si los reunimos por grupo étnico, la mayoría sigue siendo de anglosajones, que suman un 47% del total, seguido de los criollos que son el 31%, los latinos 13% y los de otras nacionalidades un 9%.

los oficiAles de lA cAMPAñA nAvAl de 1814 y de lA GuerrA de indePendenciA

Si nos concentramos en la campaña naval de Montevideo del año 1814, origen de la Armada Argentina, el total aproximado de oficiales que pres-taron servicios en ella, de teniente coronel a aventurero, fue de unos 80, de

36 Juan Bautista Azopardo, Guillermo Brown, Hipólito Bouchard, Matías Irigoyen, Angel Hubac, Leonardo Rosales, Tomás Espora, Leonardo Donati. Brown e Irigoyen alcanzarían los grados de brigadier de marina, pero a posteriori de la guerra del Brasil, a finales del período estudiado.

37 T. Scailet, Guillermo Mason, Nicolás Jorge, S. Granville, Santiago Jorge Bynon, César Fournier y Juan Brown.

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los cuales al menos 11 volverían a prestar servicios también en la guerra del Brasil, en tanto que otros 19 pasaron a ser oficiales corsarios, 15 en los años 1815 a 1821 y 5 volverían a serlo durante la guerra del Brasil. Los grados máximos otorgados durante la campaña fueron, 2 tenientes corone-les (Brown y Seaver); 19 sargentos mayores, 15 capitanes, 27 tenientes, 11 subtenientes, 3 guardiamarinas, 2 aventureros y 1 contador38.

Las altas y los despachos de los oficiales de la campaña naval de Montevideo se firmaron a partir del 1º de marzo de 1814, en inminencia de la zarpada. Con esa fecha se dio de alta como tenientes coroneles a Wi-lliam Brown y Benjamín F. Seaver, y con grados de capitanes y tenientes a Ricardo Baxter, Guillermo Shapley, Jacobo Sandquist, Juan Hassdel, Eli-jah Smith, Guillermo Mac Dougal, Enrique James, Carlos Mackey, James Smith, Roberto Innes, John Gibson, John Robinson, Santiago Harding y Roberto Stacey. El 7 fueron dados de alta, el criollo Luis Perichón como te-niente de infantería y Juan Cantuar y el 28 del mismo mes, luego de Martín García, lo fueron Oliverio Russell, Guillermo Brand, Juan Broson y Diego Wilder39. Otras altas de oficiales se produjeron en abril de 1814, luego de la toma de Martín García, con fecha 14, John Filestone Fiacker, Antonio Lamarca; el 21 a Jorge Brown Arnold; el 27 a Lázaro Roncayo, Jorge Ha-lliburton y Nicolás Picón. Aún a principios de mayo hubo altas de oficiales como Esteban Razety. Finalizada la campaña naval de Montevideo, todos, oficiales y tripulaciones, recibieron, además de los derechos de presa corres-pondientes, un ascenso al grado inmediato superior con fecha 28 de junio, excepto Guillermo Brown que había sido ascendido a coronel efectivo de ejército “al servicio de la marina” con fecha 24 de mayo, en medio de la campaña naval de Montevideo40.

38 Según los papeles de W. P. White hubieron hasta 9 contadores en la escuadra de 1814 que estaban integrados al estilo británico y aparecen en las listas, redactadas en inglés, como pursers y en las en castellano como contadores, primeros o segundos. Cabe señalar que todos estos fueron de origen anglosajón, pero comparados sus nombres con la lista de todos los contadores de la Royal Navy List de esos años, sólo coinciden dos nombres, los que al ser de los más comunes, no se puede inferir que sean las mismas personas, por lo que nuestros contadores debieron salir del servicio mercante o de la Sala Comercial Británica.

39 Conf. Tomas de Razón, año 1814, AGN IX.8.8.11, tomo II, libro 74, fojas 17 a 61. 40 Conf. Ibídem, foja 43.

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Gráfico 2 Nacionalidad de los oficiales de la campaña naval de 1814

fuente: Elaboración propia en base al trabajo de PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, op.cit, y las listas de revista guardadas en el Archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales sumado otra documenta-ción varia como nóminas de personal superior.

La nacionalidad de los oficiales de la escuadra de 1814 es más que significativa, ya que 34 de ellos fueron de origen inglés, lo que represen-ta un 40% del total; además entre ellos había unos 9 probables irlandeses, (10%); otros tantos escoceses (10%); 8 norteamericanos (9%), con lo que los angloparlantes llegan al 69%; a lo que se suman sólo 16 oficiales criollos (19%); 1 español, 2 italianos, 1 francés y 7 de otras nacionalidades, los que hacían un 12% de los oficiales.

Si estudiamos la totalidad de los oficiales de línea que prestaron servi-cios durante la Guerra de Independencia (1810-1820), con la campaña de 1814 incluida, el número se eleva a 126 oficiales, muchos de los cuales se repetirán en la guerra del Brasil y varios (unos 26), serán además corsarios con un promedio general de tres (3) años y medio de servicios reales. Las cantidades teniendo en cuenta las graduaciones máximas alcanzadas en el período 1810-1820 eran: 6 coroneles (Guillermo Brown, Matías Irigoyen, Juan Bautista Azopardo, Ángel Hubac, Hipólito Bouchard y Tomás Espo-

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ra41), le siguen 3 tenientes coroneles (B.F. Seaver, Nicolás Jorge y Matías Aldao); 29 sargentos mayores, 21 capitanes, 41 tenientes, 17 subtenientes, 5 guardiamarinas, 2 aventureros y un contador. La nacionalidad de los ofi-ciales de toda la guerra de independencia es similar en sus parámetros a los de 1814, con algún agregado puntual: se suman 5 ingleses más (39 en total, pero su promedio baja a 29%); los irlandeses siguen siendo 9 y hacen un 7%; aumentan los escoceses a 11, (8% ahora), los norteamericanos son 13 en total (9%); los oficiales criollos aumentan al doble llegando a ser 35 individuos, que hacen un 25% del total de oficiales; los europeos de otras nacionalidades son 6 españoles, 4 italianos, 7 franceses y 13 de otras nacio-nes, todas estas cifras las que casi se duplican con respecto a 1814, pero sólo llegan a un 22% de los oficiales.

Gráfico 3 Nacionalidad de los oficiales de línea de la guerra de

independencia entre 1810-1820

fuente: Elaboración propia en base al trabajo de PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, op.cit, y las listas de revista guardadas en el Archivo

41 Tomás Espora alcanzará el grado de capitán de navío (coronel) en la marina del Perú a fines de la Guerra de Independencia, volviendo al país con ese grado en 1826.

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del Departamento de Estudios Históricos Navales sumado otra documenta-ción varia como nóminas de personal superior.

los oficiAles corsArios de 1815 A 1828, su oriGen y estAtus.

Sin duda será entre los oficiales corsarios donde hallamos la mayor cantidad de extranjeros al servicio de la Nación Argentina. Se han relevado los datos de 295 oficiales corsarios del período 1810 a 182842, de los cuales al menos 62 fueron oficiales de línea de las escuadras, pasados a la actividad corsaria, o viceversa. De la cifra total corresponden unos 160 a los corsarios de las campañas de la independencia (1815-1821) y 139 a los de las de 1825 a 1830, teniendo en cuenta que varios se repiten. Los oficiales corsarios eran de graduación menor que en los de línea, porque casi ningún capitán corsario extranjero ostentaba grado más alto que el de sargento mayor, ex-cepción hecha de los que siendo de línea se hicieran corsarios, así todos los relevados son: 4 coroneles (Brown, Bouchard, Húbac y Donati,); 12 te-nientes coroneles (Mason, De Kay, Jewett, Greenoldz, Guiraldez, Granville, Fournier, Dieter, Chayter, Bynon, Miguel Brown y Barnes), 32 sargentos mayores, 66 capitanes, 141 tenientes, 19 subtenientes, 7 guardiamarinas y 3 aventureros. Si los clasificamos por nacionalidades la mayoría va a co-rresponder a los norteamericanos, siendo 112 los ex oficiales corsarios o mercantes de ese país que sirvieron como corsarios argentinos, lo que llega a ser el 37% del total. A ellos les siguen los ingleses en número de 68, un 22%, y los oficiales corsarios criollos que fueron 44 y alcanzan a un 14%. Las otras nacionalidades siguen presentes, 13 irlandeses (4%); 18 escoceses (6%), 20 franceses (6%), 12 italianos (4%), 19 de otras nacionalidades (6%) y sólo 3 españoles.

42 Debe recordarse que la actividad corsaria se inicia oficialmente por el Director Supremo Álvarez Thomas en 1815, y duró hasta 1821 en que se considera finalizada la guerra contra España y el gobierno de la Provincia de Buenos Aires la cesa. Se reinicia en 1825, al declararse la guerra por el Imperio del Brasil, para finalizar por orden de Dorrego en 1828. Todo el marco de las guerra de corso puede verse en: PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, El Corso Rioplatense, Buenos Aires, Instituto Nacional Browniano, 1999.

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Gráfico 4 Nacionalidades de los oficiales corsario 1815 – 1828

fuente: Elaboración propia en base al trabajo de PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, op.cit, y las listas de revista guardadas en el Archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales sumado otra documenta-ción varia como nóminas de personal superior.

Acerca de cuantos hicieron campañas efectivas o cuantos años sirvie-ron, si calculamos el promedio por campaña realizada o año contado, nos da un 1,6, es decir poco más de campaña/año y medio cada uno, pero este nú-mero se puede explicar mejor con casos puntuales. Un 50% de los corsarios registrados, de todos los grados y de todo el período, apenas figura con una sola campaña corsaria o año de servicio; del resto un 30% consignan entre dos y a lo sumo tres campañas/años y muy pocos quedan con cuatro o más campañas. El guarismo más alto corresponde al norteamericano teniente co-ronel de marina Guillermo R. Mason con nueve campañas o años de servicio registrados durante el período. Detrás de él lo siguen, el inglés Roberto Jo-nes con cinco campañas/años, el escocés esteban Baxter con igual número y varios otros con cuatro como Hugo Dallas Campbell y Juan F. Fonrouge de Lesseps.

Por lo general los oficiales corsarios cumplieron su cometido y envia-

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ron las presas capturadas a destino, en Buenos Aires o a los puertos nor-teamericanos como Baltimore, donde había tribunales de presas. Pero otros violaron la confianza que se les había otorgado y se convirtieron en corsa-rios múltiples, llevando varias patentes y banderas, usadas según conve-niencia; o directamente usaron los buques y la enseña argentina para atacar indiscriminadamente y convertirse en piratas. Un punto interesante pero que escapa al espacio de este trabajo, sería determinar cuantos de ellos termina-ron siendo declarados piratas por las autoridades argentinas y norteamerica-nas. No debe considerarse la calificación dada en la guerra de independencia por España, ni el la de 1826 por el Imperio del Brasil, ya que por políticas de guerra ambas naciones declararon a todos los marinos rioplatenses como piratas.

los oficiAles durAnte lA GuerrA del brAsil, reclutAMiento necesidAdes y nAcionAlidAdes.

Cuando en septiembre de 1825 se hicieron las propuestas para nom-brar oficiales de marina, el expediente fue devuelto por el general Ramón Balcarce, Ministro de Guerra y Marina de la Provincia de Buenos Aires, pidiendo que se le agregaran los antecedentes de los propuestos, vale decir cuáles ya estaban al servicio de la provincia, cuáles retirados o reformados y los que eran simples paisanos, para determinar el grado que se les iba a otorgar en la escala naval y no otorgarlos indiscriminadamente como había sucedido anteriormente, en especial con los corsarios43, Al respecto de esto último, durante la segunda etapa del corso (1825-1828), en el año 1826 va-rios oficiales de línea de origen extranjero, fueron dados de baja a su pedido y casi todos pasaron inmediatamente a ser oficiales corsarios44.

Para la formación de la escuadra, Rivadavia había traído de Europa al Capitán de navío inglés Robert Ramsay, quien como señalamos ya había es-tado en el Plata en 1810. En 1825 fue contratado en Londres y se trasladó a Buenos Aires con el futuro presidente. El Congreso Nacional le concedió el despacho de coronel mayor y el 4 de noviembre suscribía un documento con

43 Nota de Balcarce, 10 de septiembre de 1825, AGN III 27.5.6, foja 152.44 La lista de ellos que comprendía 2 capitanes, 6 tenientes, 12 subtenientes y

1 aventurero está en archivo Benencia, AGN III 27.6.1, Caja del volumen II, personal.

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el gobierno por sus servicios. Entre las funciones que le competían estaba la de la formación de un “establecimiento de marina”, y quedó establecido que por falta de elementos propios el gobierno se veía en la necesidad de buscarlos en el extranjero, no sólo el material flotante, sino también las tri-pulaciones, tanto oficiales como marineros. Por ello y por sus antecedentes, el capitán Ramsay era la persona indicada para formar una marina eficiente, por lo que se lo contrataba temporalmente para el servicio naval, teniendo en cuenta que tenía ciudadanía argentina.

Las funciones que se le asignaron eran las de organizar el servicio, ins-peccionar el apresto de los buques que se compraran, contratar a los oficia-les y establecer una escuela práctica de oficiales de marina –al estilo inglés- para que los hijos del país se instruyeran. Ramsay estuvo al servicio del país hasta 1828 destinado en Gran Bretaña para la compra de pertrechos navales y contrato de oficiales. No aceptó el mando de la escuadra, resignándolo en el almirante Brown a quien apreciaba y al cual le obsequió un sable naval de combate de su propiedad45.

De la época de la guerra del Brasil se han relevado un total de 135 oficiales de línea, de los cuales 34 hicieron además la guerra de corso antes o después de prestar servicios en los buques del Estado. Según los grados máximos alcanzados en el periodo, los relevados son: 5 coroneles, 4 tenien-tes coroneles, 23 sargentos mayores, 26 capitanes, 31 tenientes, 1 guardia-marina y 6 aventureros. Por su origen geográfico fueron un 33% de criollos (45 oficiales); 16% (23) ingleses; 5% (7) irlandeses; 7% (10) escoceses; 13% (18) norteamericanos; 7% (10) españoles; 6% (8) italianos; 4% (6) franceses; 9% (13) de otras nacionalidades. Si se suman todos los anglo-parlantes hacen un total de 58 oficiales y un porcentaje del 41% con lo cual vuelven a ser mayoría; superando a los criollos los que no obstante habían crecido considerablemente en proporción a los de la guerra de independen-cia, aunque continuaban en minoría frente a los extranjeros. El aumento de españoles, que no es mucho, se debe principalmente a que ya no se está en guerra con España. Por el mismo motivo la presencia portuguesa y brasilera casi había desaparecido.

45 huMberto burzio, Historia de la Escuela Naval Militar, tomo I, Buenos Aires, ENM-DEHN, p. 101.

213LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

lAs GrAduAciones y lA cArrerA de los oficiAles en lAs GuerrAs de indePendenciA y del brAsil.

Hecho el estudio de las nacionalidades u orígenes geográficos, es dable hacer el análisis de las graduaciones, la carrera y las funciones de los dis-tintos grados de la oficialidad. Ya se ha visto la forma como se reclutó a los oficiales en el período y como se llenaron las vacantes, dándoseles los gra-dos según las necesidades del servicio y acorde las edades y capacidades de cada uno. Por el corto tiempo de duración de algunas campañas -unos pocos meses-, y la falta de continuidad de la escuadra, que fue desarmada inme-diatamente después de la campaña de 1814 y no vuelta a armar hasta 1825, no se puede hablar de una carrera naval para los oficiales y menos buscar pautas para los ascensos. Téngase en cuenta que los grados se concedían al momento de contratar a los oficiales y se mantenían igual todo el tiempo que durase la guerra; en tanto que los ascensos eran un premio a-posteriori. Como ejemplo de ello, al finalizar la campaña de Montevideo, entre Julio y agosto de 1814, se ascendió a todos, oficiales y tripulación, al grado inme-diato superior poco antes de darles la baja.

No obstante, los pocos que esperaban un ascenso en campaña podían ser los de los grados menores, es decir los más jóvenes, los que se anotaban como aventureros o meritorios, o los pocos aspirantes. Para el caso de los oficiales aventureros, luego de un tiempo a bordo y en campaña pasaban a ser alféreces de marina, a veces llamados subtenientes, y desde este grado, no antes de unos dos a tres años, o por mérito sobresaliente de guerra, podía pasar a teniente; o bien, siguiendo el estilo de la ordenanza naval española, llegar a alférez, “graduado” de teniente. Esto era, el grado efectivo de al-férez, y el grado honorario de premio, teniente, cubierto en propiedad a la aparición de una vacante.

Al respecto de estos jóvenes y como debían iniciar su carrera naval y ascender, el coronel mayor José Matías Zapiola, Comandante General de Marina, escribió en el expediente de un joven porteño que pedía ser admiti-do como aspirante en la marina, en el año 1825 que:

La comandancia general de marina se ha visto en la precisión de echar mano de extranjeros para el ramo, por no haber hijos del país que se hayan dedicado a él, hay a más del suplicante otros tres jóvenes que han venido a pedir lo mismo; yo creo que colocándolos en clase de aspirantes con el sueldo de 17 pesos y la ración de armada en los buques del Estado, encar-gando a su comandante respectivos los hagan trabajar y estudiar, se lograría

214 JULIO M. LUQUI – LAGLEYZE

que se fuesen instruyendo, y tener el estado en adelante oficiales del país de quienes confiarse 46.

Finalmente estos jóvenes fueron aceptados y se los nombró con el cu-rioso título de “meritorios agregados al pilotaje”, es decir que estarían a cargo del contramaestre o patrón del buque donde embarcaran, pero acla-rando que deberían salir como oficiales del cuerpo de marina, y mientras eso sucedía tendrían una asignación de los artilleros de preferencia, de 15 pesos mensuales de sueldo, dos menos de lo propuesto originalmente –el sempiterno “ahorro al Erario”-.

lAs dos cAteGoríAs o GruPos de oficiAles

Los oficiales de Marina según la ordenanza española que imperaba aquí, estaban divididos en dos categorías principales: los oficiales de guerra, los propiamente navales, y los oficiales mayores. Los primeros comprendían a todos los que tenían mando militar, el cuerpo general de la escuadra, la comandancia general de marina, la capitanía del puerto, los arsenales y las subdelegaciones de marina, cuando las había. Por otro lado, estaban los ofi-ciales mayores, que a bordo eran los contadores y los cirujanos y en tierra el Comisario General de Marina y su personal, además de los “civiles” de la comandancia general de marina y los de igual clase en la capitanía del Puer-to. La designación de los oficiales de guerra, desde coronel de marina hasta la de oficial aventurero, era prerrogativa exclusiva del comandante general de marina, a propuesta del general comandante de la escuadra; mientras que los oficiales mayores podían serlo por el ministerio respectivo –de Guerra y Marina-, o por el propio Gobierno. Esta división era similar en el fondo a la de todas las armadas de la época, como la británica que separaba a sus oficiales en Commissioned Officers, los navales y de comando, nombrados por “Comisión Real” y los Warrant Officers que eran los garantidos o habi-litados como oficiales, tales eran los profesionales al servicio de la Armada, pero sin mando naval o de mar alguno.

En las Provincias Unidas, desde que se abandonaron el sistema de gra-dos y las insignias a la española (1813), el escalafón militar quedó unificado y la denominación de los grados de marina era similar a la del ejército, con

46 Nota José Matías Zapiola, 27 de septiembre de 1825, AGN III 27.5.6, foja 123.

215LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

sólo el agregado de “al servicio de la Marina” y, con sus más y sus menos, así quedó hasta la ley de grados militares de 1881. Los grados de oficiales usados en el período que estudiamos eran los de: brigadier (almirante), coro-nel mayor (comodoro o contraalmirante), coronel (capitán de navío), tenien-te coronel (capitán de fragata), sargento mayor (capitán de corbeta), capitán (teniente de navío), teniente (teniente de fragata), subteniente (teniente de corbeta), alférez, (a veces mencionado como guardiamarina), oficial aventu-rero, aspirante (no cadete todavía), piloto y pilotín (los salidos de la escuela de náutica mientras existió). Los capellanes cuando los había a bordo, no tenían ningún grado militar ni prerrogativas de oficial o uso de grado y uni-formes en aquella época.

Por su parte, los llamados oficiales mayores, básicamente contadores y auditores, tenían denominaciones y una escala jerárquica que les era propia o particular, en especial los de las Comisarias de Guerra y Marina. Había un Comisario General de Marina, oficiales primeros, oficiales segundos, terce-ros y oficiales cuartos o escribientes; guarda almacenes y maestres de víve-res. En determinado momento de la guerra de Independencia se les otorgó a los de la Comisaría de Guerra un grado de asimilación a los oficiales del ejército, el que luego se trasladó a los de marina cuando se creó la Comisaría del ramo en 1827. Correspondía al Comisario General la equiparación a co-ronel, los oficiales primeros y segundos como capitanes, los terceros como tenientes y los oficiales cuartos como subtenientes47.

En octubre de 1826, debido al estado de inactividad de la escuadra, se determinó suprimir el cargo de contadores embarcados y que las funciones de estos fueran asumidas por los maestres de víveres que existían en cada buque48. La disposición acarreó malestar entre los contadores designados a bordo, pues se había determinado que sólo quedaría uno de ellos como contador de la escuadra. Entre ellos, el contador Tomás Weible se quejó al gobierno de la resolución, señalando entre otras cosas que en uniformarse se había gastado 200 pesos y solicitaba que se le dejase como contador de la escuadra49.

47 doMínGuez, ercilio, Colección de leyes y decretos militares concernientes al ejército y armada de la República Argentina, tomo I, Buenos Aires, 1897, pp. 451-452.

48 Orden de Francisco de la Cruz, 3 de octubre de 1826, AGN III 27.5.6.49 Nota del contador Weible al gobierno, AGN X 14.3.2.

216 JULIO M. LUQUI – LAGLEYZE

En lo referente a los médicos y a los cirujanos de a bordo, que también fueron escasos, en los primeros años no tuvieron grado alguno y menos un uniforme, pero a partir de 1814 –luego de la campaña naval- con la crea-ción del llamado Cuerpo Médico Militar, tuvieron un perfil de carrera y una escala de grados y uniforme particular.

El rasgo del oficial de marina de la época era el de un hombre galante en sociedad, pero brusco y severo a bordo; conocedor de las reglas y exigencias del honor; aplicado a la maniobra de las velas y a la adquisición del golpe de vista necesario para apreciar al instante el espacio necesario para la virada y la maniobra. En tanto que los oficiales mayores debían caracterizarse por un recto proceder y conducta y tener el suficiente espíritu de camaradería para compartir las penalidades de la vida a bordo con los de guerra.

el sisteMA de GrAduAción y lAs funciones de los GrAdos A bordo y en cAMPAñA

El sistema de tomar oficiales de distintas nacionalidades y con distinta tradición marinera y habituados a distintas reglamentaciones causó sus pro-blemas no sólo en lo disciplinario –que se solucionó implementando los dos códigos de disciplina, el español y el inglés, según se tratase de la naciona-lidad del sancionado-, en lo contable y lo administrativo, sino también en lo referente a grados, antigüedades, asimilaciones y funciones. El sistema inglés o norteamericano, al que estaban habituados la mayoría de los oficia-les extranjeros, solo preveía los “grados” de Guardiamarina (midshipmen), tenientes (lieutenants), comandantes (comanders) y Capitanes (Captains), para finalmente tener una gran variedad de almirantes con distintas funcio-nes. Dentro de cada uno de esos grados intermedios, había puestos y anti-güedades que eran referidos a los empleos que tenía cada uno y en especial al tiempo en que se hallaban en el grado (seniority). Por su parte, el sistema español era una escala más completa y cerrada de grados/cargos, con más escalones de grados, y un sistema de ascensos directos. Los grados a la espa-ñola eran: capitán general (almirante), teniente general (vicealmirante), jefe de escuadra (contraalmirante), capitán de navío, capitán de fragata, sargento mayor, teniente de navío, teniente de fragata, alférez de navío, alférez de fragata y guardiamarina.

Desde 1810 la revolución adoptó, y trató de mantener, el sistema de graduaciones militares de la ordenanza española y le realizó a lo largo de la guerra de independencia algunas modificaciones propias que distinguirían

217LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

a los oficiales argentinos claramente de los españoles, no sólo a la vista en los distintivos o insignias de grado, sino también en la escala, los nombres y las funciones. Una de las primeras disposiciones fue la de suprimir todos los grados del generalato que había en la ordenanza española, por considerarlos aristocráticos y poco republicanos, y dejar solamente como el máximo gra-do de la milicia revolucionaria al de brigadier, que en España ni siquiera era un grado de general, sino un híbrido intermedio. De allí que nuestros pró-ceres militares ostenten todos el título de brigadier o de brigadier general (el mismo para el caso), hasta bien entrado el siglo XIX. Otra innovación fue la creación en 1813 del grado de coronel mayor, creado para poner mayor distancia y otro grado entre los coroneles “vivos” (efectivos) y los brigadie-res. De hecho, también todos nuestros próceres lo ostentaron y algunos se retiraron con él. Al crearse el escalafón naval, no se le dieron oficialmente grados especiales, ni nombres propios hasta 1881. Por el contrario, en la papelería oficial y en los despachos, se siguieron usando los grados y títulos de los oficiales de ejército, con las mismas insignias de grado y sistema de ascensos, que ya hemos señalado que en el caso de la marina fueron limita-dos y escasos en campaña.

Lo que resulta interesante es que en los primeros años de la guerra de la independencia y en especial en la campaña de 1814, se observa que en la documentación interna de los buques de la escuadra, que casi en su totalidad está escrita en inglés y donde las graduaciones y la colocación de los oficiales en los roles de los buques sigue el sistema británico, tanto en nombres como en escalas; en tanto que a la hora de extender los despa-chos se utilizaban las graduaciones a la criolla. Así en la lista de roles de la Hércules, figura Elías Smith como Captain, siendo que su despacho era de teniente coronel de marina, y sus oficiales como 1º, 2º, 3º y 4º tenientes, mientras que en los despachos las graduaciones variaban entre unos y otros. Al estilo británico, la lista corrida de roles, sigue con el Surgeon (cirujano), Clergy, (capellán), Purser (contador) y de allí en más los suboficiales, todos ordenados y nombrados como en el sistema inglés, siendo el más antiguo el condestable artillero (Gunner). Toda la lista hasta el final y como ésta la de los otros buques, está redactada y ordenada a la inglesa y escrita íntegra-mente en inglés50.

50 “List of mens names & serving on board the Buenos Ayres Ship of War Hercules”, en AGN, Archivo Guillermo Pio White, copia en Archivo DEHN, Fondo Listas de Revista,

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Al respecto de la carrera y el sistema de ascensos en el período el es-quema que adjuntamos da una idea de la forma de acceder a la oficialidad, los caminos seguidos para los ascensos y la posición relativa de los oficiales.

Gráfico 5 Ascensos 1810 - 1830

Nº1 carpeta escuadra de 1814. Otra lista similar está datada como “List during the engagement with the enemy at Montevideo” y presenta el sólo agregado de figurar el commander in Chief como “Captain William Brown Esqr.”, cuya traducción es: el caballero Guillermo Brown.

219LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

fuente: Elaboración propia en base al trabajo de PAblo ArGuindeGuy y horAcio rodríGuez, op.cit, y las listas de revista guardadas en el Archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales sumado otra documenta-ción varia como nóminas de personal superior.

Jefes y oficiAles suPeriores, coroneles y briGAdieres de MArinA.

En cuanto a la posición relativa y las funciones de los grados navales de entonces, podemos señalar que el grado de almirante no existió como tal, ya que la clase más alta hacia fines de la guerra del Brasil fue la de coronel mayor de marina que ostentó Guillermo Brown, el que en algunos papeles oficiales era llamado Almirante pero en relación a su cargo o empleo del comandante de la escuadra. Esto se verifica en la correspondencia y referen-cias en que se lo menciona como “Coronel Mayor Brown, almirante de la escuadra” haciendo alusión a su cargo y al grado del despacho. Este grado de coronel mayor era ostentado también por el Comandante General de Ma-rina, Matías Zapiola, pero este jamás fue tratado como almirante, sino como coronel mayor y a su ascenso tardío al generalato efectivo, pues lo fue en su ancianidad y porque simplemente en 1828 se lo habían “olvidado”. Su gra-do de brigadier general nunca hizo alusión a su función naval y aún hoy es recordado como el “general” Zapiola, nunca como almirante, simplemente porque esa no fue su función en la actividad naval, sólo fue la de Brown.

En alguna documentación del período se observa el uso del grado de Comodoro, pero esta denominación se entiende como que se usa siguiendo el mismo estilo británico, es decir un “ascenso protocolar”, por simple se-ñorío o antigüedad (seniority) y meramente temporario de quien se hallaba comandando una escuadra. Recién sería un grado naval propiamente dicho a partir de la Ley de 1881 y hasta no más allá del 1900.

El grado de coronel de marina equivalía por ubicación, al actual ca-pitán de navío, pero sus funciones como vimos abarcaban más, ya que era quien tenía el mando y control, hasta de una escuadra. En el período que nos toca el propio almirante Brown hasta 1826 no fue sino Coronel de Marina, ascendiendo a coronel mayor el 12 de enero de 1826, y a brigadier al final de la guerra del Brasil, 15 de octubre de 1828.

En los buques de mayor porte, los coroneles se rodeaban de una can-tidad de oficiales de guerra subalternos para la tarea (siempre muchísimos menos que en los buques de las primeras potencias navales). El grado in-

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mediato inferior, era el de teniente coronel (que equivaldría a capitán de fragata) como el segundo en el escalafón, pero este tenía funciones idénticas a las del coronel en lo respectivo a comando de buques. Recuérdese que en 1814 fue el grado máximo de la escuadra, ostentado por Brown, ascendido a coronel al final de la campaña el 24 de mayo de 1814 y compartido por Ben-jamín F. Seaver. Estos dos primeros grados del escalafón argentino eran asi-milables, como de hecho se ve en los papeles internos señalados, al Captain del sistema y reglamentación británicos. Al ser nombrado comandante de un buque, el oficial designado debía presentarse en el Arsenal de Marina y tomar posesión del buque bajo inventario y con todas las formalidades de ordenanza. Los comandantes no podían dormir fuera de sus buques ni abandonarlos salvo en algunos horarios prefijados y por causas de importancia51.

Seguían en el escalafón argentino, los sargentos mayores de marina (equivalentes a los actuales capitanes de corbeta y tenientes de navío anti-guos). Este grado fue el más detentado por los oficiales del período, y era el más común entre los comandantes de buques, especialmente los corsarios extranjeros al servicio de las Provincias Unidas; son muy raros los casos de corsarios con grado superior a este durante sus campañas. Eran equivalen-tes en funciones a los Commanders del sistema británico. No se ascendía de simples tenientes a capitanes de línea (tenientes coroneles y coroneles en nuestro sistema), sin haber sido antes commanders de buques menores. Después, el grado pasó a ser el de los segundos al mando de los capitanes, en navíos y fragatas. A los Captains les estaba reservado el mando de los buques mayores, -en el sistema inglés del 6º rango para arriba- y una vez llegados a ese grado su ascenso era por simple señorío (seniority), es decir antigüedad en el comando y por tipo de buque. En el caso de nuestros bata-llones o brigadas de Artilleros e Infantería de Mar, cuando los hubo, estos estaban al mando de tenientes coroneles o sargentos mayores del ejército pero puestos al servicio, a veces temporal, de la Marina.

los tenientes

Los oficiales subalternos (capitanes de marina equivalentes a tenientes de navío modernos), podían tener el mando de un buque menor o el coman-

51 Orden de Ramón Balcarce, 6 de octubre de 1825, AGN III 27.5.6.

221LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

do temporal en el caso de las embarcaciones apresadas, como cabos de presa para su conducción a puerto y así ir demostrando sus dotes de marino y de mando. Eran equivalentes a los lieutenants del sistema anglosajón. Cuando se ascendía a teniente -desde guardiamarina-, aquí y en todas las marinas de la época, se ingresaba en la carrera de oficial, lo que los británicos llamaban commisioned officers, los oficiales combatientes que ganaban su prestigio en el mar y en los combates navales, ascendidos y comisionados por el al-mirantazgo (de allí su nombre). Los tenientes debían tener al menos 19 años, pero no había edad tope para su servicio como tales y no había obligación de ascenderlos o retirarlos a causa de la edad –ni en la Royal Navy ni en nin-guna marina-. El número variaba según los buques y las armadas. Entre los ingleses eran 8 en un navío, 5 en un buque de 74 cañones, 3 en una fragata y sólo 1 en las corbetas. Podían ser comandantes de buques pequeños. El teniente más antiguo era el primer teniente –sistema que se copió aquí, por lo menos en 1814-, responsable de la tripulación, no hacía guardias sino que distribuía las de los otros, debiendo él estar en la cubierta y vigilante siem-pre. Los demás tenientes tenían la obligación de encargarse de las divisiones de la tripulación, cuidar a los hombres, y los más jóvenes debían instruir a la tripulación bisoña en el manejo de las armas de fuego portátiles, ayudado por el armero y los oficiales de infantería. Un teniente estaba a cargo del cuarto de banderas y otro era responsable de la mesa y guardarropas de los oficiales. En acción, el primer teniente debía estar con el capitán y los otros -2º y 3º-, a cargo de las divisiones o secciones de los cañones, a razón de una media cubierta cada uno. Cuando no había suficientes tenientes se usaba a los guardiamarinas por antigüedad o a los masters o patrones para las guardias.

los GuArdiAMArinAs, Alféreces y subtenientes.

Con este grado, en el sistema argentino de la época se producen con-fusiones, ya que varios nombres son usados alternativamente en la docu-mentación, sumado que a veces se hace referencia al guardiamarina al estilo español, es decir no como un oficial propiamente dicho sino como un cadete embarcado. En el sistema inglés el guardiamarina (midshipman) es el primer grado de la oficialidad y había mucha cantidad de ellos, a la vez que podían serlo durante muchos años. En un navío de gran porte podía haber hasta 20 de ellos, en las fragatas 6 y en los buques menores 2, a los que se sumaban

222 JULIO M. LUQUI – LAGLEYZE

siempre los llamados voluntarios (“aventureros” en el sistema argentino.) Por ello no todos lo guardiamarinas eran jóvenes, ya que los que fracasaban en la promoción podían seguir sirviendo en su grado. Así había casos de unos de 40 años en casi todas las marinas de la época aunque la edad normal era la de 15 a 22 años.

Tomaban parte en todas las guardias del buque, divididos en tres guar-dias y estacionados en distintas partes de la cubierta. Tenían que hacer de se-gundos de guardia y avisar a los oficiales de la siguiente guardia con tiempo suficiente, llevaban el libro de bitácora y la mesa de bitácora; otros podían ser encargados de señales y custodios del cuarto de banderas. A veces man-daban botes o si eran veteranos hacían de capitanes de presa y navegaban en el puerto. En el combate, eran los edecanes de los capitanes, o los delegados de los tenientes que comandaban las divisiones de la artillería. Algunos ca-pitanes hacían esquemas especiales de entrenamiento para los guardiamari-nas. Recibían castigos corporales con el fin de hacerlos fuertes, pero estos eran dados en privado por los capitanes.

El guardiamarina en el sistema anglosajón debía suplirse él mismo en todo su equipo, uniforme, ropa de cama, libros e instrumentos de navega-ción; lo pagaban sus padres o sus mentores. Tenían todos los privilegios sociales de los oficiales y podían divertirse y descansar en sus propios cuar-teles de los que había 1 o 2 por buque, con sus sirvientes. El examen para ascender a tenientes no se podía dar antes de los 3 a 6 años de servir como guardiamarina y con servicios continuados en el mar y por lo menos 19 años, y estar debidamente certificados sus servicios. En la Royal Navy de-bían ir a Londres para ser examinados por una mesa de 3 capitanes.

conclusiones

Del estudio sobre origen, reclutamiento y funciones de la oficialidad naval en el período 1810 -1830, surge claramente que la mayoría de los ofi-ciales fue de origen extranjero, predominando entre ellos los británicos y/o anglosajones, como se hace patente al ver los gráficos hechos en base a las cifras obtenidas. Esta conclusión es por tanto similar y complementaria de la que se obtuvo en el trabajo publicado anteriormente en Temas, donde se analizaron las tripulaciones.

Se observa, en el caso puntual de la campaña de 1814, por las fechas de alta y baja de los oficiales, que éstos prestaron un servicio meramente tem-porario y de necesidad. No había intención por parte del gobierno, de formar

223LOS OFICIALES DEL ALMIRANTE BROWN

aún una fuerza naval permanente, la que se iría gestando gradualmente en los siguientes años y conflictos internacionales.

Se confirma el hecho que el Río de la Plata no tenía entonces la ca-pacidad suficiente para generar la cantidad necesaria de tripulaciones y de oficiales navales, imprescindibles para poder montar una escuadra capaz de derrotar a la Real Armada española. Por esa razón, se debió reclutar mari-nería, cuadros y oficialidad extranjeros, tomando lo que había en la rada de Buenos Aires y/o las estaciones navales cercanas.

Dado que los anglosajones eran los más avezados para la tarea, y para 1814 eran mayoría entre los hombres de mar de la región rioplatense; fue a ellos a quienes se reclutó en primer lugar. Algunos autores señalan que la elección de oficiales estuvo condicionada por el origen de la marinería, ya que por ser las tripulaciones de mayoría anglosajona, cayó de suyo la ne-cesidad de reclutar oficiales que hablaran su lengua para conducirlos. Esto parece haber sido similar en 1810 pero en este caso se dio con los franceses.

Por otro lado queda pendiente el análisis que aclare de si los oficiales convocados y contratados entre enero y mayo de 1814, fueron todos toma-dos de los buques mercantes surtos en la rada de Buenos Aires, o alguno fue proveniente de los buques de guerra británicos de la estación sudamericana de la Royal Navy. Al respecto, cabe recordar las quejas - que mencionamos en el artículo anterior-, de los comodoros de la estación naval británica, sobre que la marina patriota albergaba “desertores” de la Royal Navy; así como las advertencias escritas del representante consular británico en las fondas del puerto, previniendo a los marinos de Su Majestad Británica sobre la prohibición de prestar servicios en la marina patriota.

Con respecto a los siguientes períodos hasta la guerra del Brasil, la ofi-cialidad está claramente diferenciada en dos momentos y dos componentes. El primero, las campañas corsarias, donde la casi totalidad de oficiales y tripulaciones fueron extranjeros, fundamentalmente norteamericanos; debi-do sin duda a las características propias de esa forma de guerrear y por los lugares desde donde se armaban y operaban los corsarios, la costa Este de los Estados Unidos. El segundo, en la época de la guerra del Brasil, donde sigue la presencia extranjera al grado tal que algún historiador naval britá-nico la ha llamado una “guerra entre ingleses”. Sin embargo, aquí se ve que la mayoría extranjera, que es indudable, empieza a disminuir en favor de la aparición de oficiales criollos que se irá incrementando gradualmente en los años posteriores de las guerras civiles y los bloqueos extranjeros.

Aspectos simbólicos prehispánicos en la Quebrada de la Cueva:

Una mirada arqueológica

PAolA silviA rAMundo

CONICET - Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti” - UBA Programa de Estudios Arqueológico - UCA

[email protected] / [email protected]

resuMen

El trabajo presenta una aproximación al estudio de algunos aspectos simbólicos arqueológicos en la quebrada de La Cueva, Humahuaca, Jujuy. En primer término se estudian y discuten los contextos funerarios recupe-rados en el pasado y presente en el Pukara de La Cueva, en el marco de la denominada Arqueología de la Muerte. En segunda instancia, se analiza el hallazgo de un molusco fósil dentro de un contexto habitacional del mismo sitio, para el cual se postulan y discuten posibles connotaciones simbólicas. Con esta investigación buscamos trascender la presentación de datos pura-mente materiales, para penetrar en la esfera de la ideología, el simbolismo y las relaciones sociales de los grupos prehispánicos que habitaron la que-brada de La Cueva.

PAlAbrAs clAves

Arqueología – Simbolismo – Quebrada de la Cueva – Noroeste argen-tino

AbstrAct

This paper introduces some insights into the archaeological symbolic aspects found in La Cueva gorge, Humahuaca, Jujuy province. First, the funerary contexts recovered in previous and recent fieldwork in the Pukara de La Cueva will be discussed, following the guidelines of the so-called Ar-

226 PAOLA SILVIA RAMUNDO

chaeology of Death. Second, the finding of a fossil mollusk in a habitation context in the site will be introduced to analyze its possible symbolic con-notations. In this way, this research aims at transcending the presentation of the mere material record to deal with the ideological, symbolic and social-relation aspects of pre-Columbian societies in La Cueva gorge.

Key words

Archaeology – Symbolism – La Cueva Gorge- Northwestern argentine

1. introducción

Los aspectos simbólicos del mundo prehispánico pueden ser abordados a través de múltiples variables. Porque muchas son las aristas para tratar este tema, variados son los ítems que involucran connotaciones de esta natura-leza, y porque un amplio panorama de corrientes teórico-metodológicas se pueden aplicar para su análisis.

En nuestra área de estudio, la quebrada de La Cueva, los aspectos sim-bólicos que trataremos en el presente artículo, serán analizados a través del estudio de los contextos funerarios recuperados en el Pukara de La Cueva, y del posible carácter simbólico de un objeto arqueológico del mismo sitio. Y aunque sabemos que otras cuestiones podrían ser abarcadas bajo esta te-mática (como por ejemplo, los análisis simbólicos del material cerámico, del arte rupestre, del paisaje, entre otros), por una cuestión de espacio, sólo estudiaremos y presentaremos los dos aspectos recién mencionados.

Como antesala de dicha discusión es necesario realizar una breve sín-tesis espacial, temporal e historiográfica de la zona bajo análisis. En este sentido, la quebrada de La Cueva se encuentra ubicada en el Departamento de Humahuaca, Provincia de Jujuy. Conforma una cuenca tributaria de la Quebrada de Humahuaca y nace en la sierra de Santa Victoria a S22°35’, desembocando en el río Grande a S22°57’1. Recorre en dirección general norte-sur unos 46 km desde los 4.500 msnm en sus nacientes hasta los 3.300 msnm en su confluencia con el río Grande. Entre los sitios más represen-tativos localizados se encuentran de norte a sur: Antiguito, Pueblo Viejo de La Cueva, Chayamayoc, Pukara Morado (y al pie del mismo, Pueblo Viejo

1 Hoja La Quiaca 2366-2166, Instituto Geográfico Militar.

227ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

del Morado), Pukara de La Cueva y el Angosto de La Cueva (ver Figura 1).En cuanto a la historia de la investigación, la quebrada fue mencionada

a principios del siglo XX por Boman2 y von Rosen3. En los años treinta Casanova4 realizó excavaciones en el Pukara de La Cueva, Pukara Morado, Pueblo Viejo del Morado y Pueblo Viejo de La Cueva. A finales del siglo XX otros investigadores estudiaron las manifestaciones rupestres presentes de Chayamayoc y el Angosto de La Cueva5. Durante los años noventa se excavó en Pueblo Viejo de La Cueva, donde fue estudiada detalladamente la cerámica6, y luego se realizó un relevamiento planimétrico del Pukara de La Cueva7. Posteriormente, bajo la dirección de Basílico, efectuamos8 sondeos y excavaciones entre 2006 y 2007 en Antiguito y Pukara de La

2 eric boMAn, Antigüedades de la región andina de la República Argentina y del desierto de Atacama, San Salvador de Jujuy, UNJU, [1908] 1997.

3 eric von rosen, Popular Account of Archaeological Research During the Swedish Chacocordillera Expedition, Stockholm, Bonier, 1924.

4 eduArdo cAsAnovA, “Tres ruinas indígenas en la Quebrada de La Cueva”, en: Anales del Museo Nacional de Historia Natural Bernardino Rivadavia, t. XXXVII, 1933, Bs. As., pp. 255-319; eduArdo cAsAnovA, “Los Pucaras de la Quebrada de La Cueva”, en: Revista Geográfica Americana I (5), 1934, Buenos Aires, pp. 315-320.

5 AliciA fernández distel, “Un nuevo exponente del arte pictórico de la región Humahuaca: las pictografías del Angosto de La Cueva, provincia de Jujuy, Argentina”, en: Cuadernos Prehispánicos, 1978, pp. 41-53; AliciA fernández distel, “Continuación de las investigaciones en la Quebrada de La Cueva: Chayamayoc (Pcia. de Jujuy) República Argentina”, en: Scripta Ethnologica Suplementa 2, 1983a, pp. 43-52; MArGAritA Gentile, “Análisis de algunos nombres de lugares del Noroeste Argentino a partir de la ubicación y de la historia regional prehispánica y colonial”, en: Tawantinsuyu 1, 1995, pp. 46-54.

6 susAnA bAsílico, “Pueblo Viejo de La Cueva (Dpto. de Humahuaca, Jujuy). Resultado de las excavaciones en un sector del asentamiento”, en: Cuadernos 3, Jujuy, UNJU, 1992, pp. 108-127; susAnA bAsílico, “Análisis de las pastas de fragmentos de Pueblo Viejo de La Cueva y su correlación con la morfología y diseño pintado”, en: Actas del Taller De Costa a Selva. Producción e Intercambio entre los Pueblos Agroalfareros de los Andes Centro Sur, UNJU, Jujuy, 1994, pp. 153-176.

7 susAnA bAsílico, “Relevamiento planimétrico del Pucara de La Cueva (Humahuaca, Jujuy)”., en: Los desarrollos locales y sus territorios, M.B. Cremonte (comp.), UNJU, Jujuy, 1998, pp. 245-255.

8 La autora de este trabajo recién se incorpora al equipo de investigación en septiembre del 2006.

228 PAOLA SILVIA RAMUNDO

Cueva9. Y desde el 2009 las investigaciones en la quebrada continúan bajo la dirección de Ramundo10.

Sin embargo, hasta hace poco tiempo los datos cronológicos sobre esta área arqueológica eran escasos. Así por ejemplo, se destacó que sus ocupa-ciones se podrían encuadrar dentro del Período de los Desarrollos Regiona-les y posiblemente en el Momento Inka11. Por ello Nielsen12 ubicó Pueblo Viejo de La Cueva con Pueblo Viejo del Morado y el Pukara de La Cueva en los Desarrollos Regionales I (entre AD 900 y 1.200), mientras destacó que el Pukara Morado pertenecería al Período Incaico (entre AD 1430 y 1536). Nielsen también mencionó que Pueblo Viejo de La Cueva podría

9 susAnA bAsílico y PAolA rAMundo, “Identidad, Patrimonio y Arqueología. Las dificultades de su interrelación en la Quebrada de La Cueva, Provincia de Jujuy, NOA”, en: Revista Maguaré 20, Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2006, pp. 153-176; susAnA bAsílico y PAolA rAMundo, “Pasado y presente en la Quebrada de La Cueva, Depto de Humahuaca, Provincia de Jujuy. Resultados arqueológico-antropológicos del trabajo de campo”, en: Pacarina 6, Jujuy, UNJU, 2007, En prensa; PAolA rAMundo y susAnA bAsílico, “El camino hacia la protección, conservación y puesta en valor del Patrimonio Arqueológico del Pukara de La Cueva, Departamento de Humahuaca, Pcia de Jujuy”. en: Patrimonio cultural: la gestión, el arte, la arqueología y las ciencias exactas aplicadas, CNEA, Bs. As, CNEA, 2007, pp. 211-219.

10 PAolA rAMundo, “Los complejos caminos de la relación entre comunidades, arqueología e identidad en la quebrada de La Cueva, Jujuy, Argentina”, en: Anales de Arqueología y Etnología 65, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, 2010a, en prensa; PAolA rAMundo, “Pasos hacia la puesta en valor turístico-patrimonial del Pukara de La Cueva, Humahuaca, Jujuy, Argentina”, en: Universidad de la Patagonia Austral, 2010b, http://168.226.35.7/secyt/ict/files/ICT-UNPA-17-2010.pdf, Último acceso: 27/12/2011; PAolA rAMundo, “Preguntas arqueológicas y respuestas desde la cerámica en la quebrada de La Cueva, Humahuaca, Jujuy”, en: Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Bárcena, E. y H. Chiavazza Eds., 2010c, pp.1599-1604; PAolA rAMundo y susAnA dAMboreneA, “Interaction and circulation of symbolic goods in Quebrada de La Cueva, Jujuy, Argentina: the fossil Weyla alata (von Buch)”, en: Comptes Rendus de l´Academie des Sciences, Palevol, tome 10 (8), Francia, 2011, pp. 679-689.

11 AXel nielsen, “Evolución Social en la Quebrada de Humahuaca (AD 700-1536)”, en: Historia Argentina Prehispánica, e. berberián. y A. nielsen (Eds.), t. I, Córdoba, Brujas, 2001, pp. 190-197.

12 AXel nielsen, “Demografía y cambio social en Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina) 700-1535 d.C.”, en: Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXI, Buenos Aires, 1999, pp. 336-339.

229ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

haber estado habitado desde finales del Formativo Final por la datación de Basílico en 1180±50 AP (770 + 50 d.C. [LP-142]). El Angosto de La Cueva fue asignado temporalmente entre los “700 y 800 años D.C.”, mientras Cha-yamayoc fue considerado entre “el 700 y el 1.000 D.C.”, dentro de lo que llama “Cultura Humahuaca”. En otra publicación, la misma investigadora especifica que los Pukaras de la Cueva y el Morado, junto con Pueblo Vie-jo de la Cueva pertenecerían al Período Medio o Tardío13. Sin embargo, el único sitio fechado era Pueblo Viejo de La Cueva. Con lo cual el estableci-miento de un marco cronológico constituía y constituye un tema importante. Esto provocó que en las excavaciones que realizamos en Antiguito (durante el 2006), y en el Pukara de La Cueva (entre 2006 y el presente) intentáramos localizar vestigios que nos permitieran fechar ambos sitios, siendo la bús-queda infructuosa para el primero de ellos, y para el segundo fructífera du-rante el 2010, cuando obtuvimos varios fechados radiocarbónicos que se su-man al de Pueblo Viejo de La Cueva (ver Tabla 1). Los cuales nos permiten decir que la cronología actual de la quebrada se abre en varios sentidos. Por la cantidad de nuevos fechados, porque se logran las primeras ubicaciones cronológicas absolutas del Pukara de La Cueva, y debido a que el espectro a nivel ocupacional se amplía con respecto a las cronologías relativas previas. Dado que el Pukara de La Cueva había sido ubicado por Nielsen dentro de los Desarrollos Regionales I. Pero, por el momento, dicha cronología se podría extender hasta los Desarrollos Regionales II y la instancia Inca. Sin embargo, no se descarta la existencia de alguna ocupación (en otro sector del sitio) que pudiera ser más temprana y que aún no hemos encontrado.

2. AsPectos sobre el estudio de los conteXtos funerArios en lA quebrAdA de lA cuevA

El análisis de los contextos funerarios podría enmarcarse en lo que se conoce -desde hace varias décadas-, como Arqueología de la Muerte. Es-pecialidad que se encarga “de tratar e interpretar los restos vinculados al mundo funerario”14, y que ha experimentado una evolución gradual a lo largo de la historia disciplinar tanto internacional como local. Dado que tra-

13 AliciA fernández distel, “Mapa arqueológico de Humahuaca”, en: Supplementa Scripta Ethnológica, Buenos Aires, 1983b, pp.1-70.

14 teresA chAPA brunet, “Arqueología de la Muerte: Aspectos metodológicos”, en: Anales de Arqueología Cordobesa 17, Córdobam España, 2006, pp. 25-46.

230 PAOLA SILVIA RAMUNDO

dicionalmente los hallazgos funerarios han despertado interés no sólo entre los arqueólogos sino también en el público en general (usualmente atraídos por la espectacularidad de algunas construcciones y la riqueza de los ajua-res). Baste recordar los pasos iniciales de la arqueología del Noroeste Ar-gentino (NOA) con los trabajos de finales del siglo XIX, donde a Liberani y Hernández15 el gobierno nacional les encarga entre otras cosas y para poder continuar con sus exploraciones, la separación entre objetos de la vida or-dinaria de los que constituyen construcciones, monumentos o necrópolis16. Progresivamente esta área de estudio adquiere mayor impulso, especialmen-te gracias a la creación de los primeros museos que requerían cada vez más y mejores objetos para exhibir. Y por lo tanto, las tumbas o cementerios resultaron un espacio ideal para obtener con rapidez y menor inversión, ma-yor cantidad de elementos considerados museables. Las expediciones de Moreno (1890-1891)17, financiadas por el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, y las realizadas a principios del siglo XX por Ambrosetti18 y Debe-nedetti19, patrocinadas por la Universidad de Buenos Aires, fueron una clara muestra de que el objetivo principal de las mismas era la excavación de este tipo de sitios y la exhibición de los objetos encontrados. No está demás men-cionar el accionar simultáneo de coleccionistas y huaqueros como Zavaleta, que aunque con un objetivo comercial, también buscaban piezas enteras y para ser mostradas.

Pero a mediados del siglo XX, las investigaciones se apoyaron en las

15 inocencio liberAni y rAfAel hernández, “Excursión arqueológica en los valles de Santa María, Catamarca, 1877”, en: Publicación de la Universidad de Tucumán, Instituto de Antropología 536, Tucumán, 1950, p. 145.

16 PAolA rAMundo, Estudio historiográfico de las investigaciones sobre cerámica arqueológica en el Noroeste Argentino, Archaeopress, Oxford, Bar Internacional Series (British Archaeological Research), BAR S1840, 2008, p. 365.

17 frAncisco P. Moreno, “Exploración arqueológica de la Provincia de Catamarca”, en: Revista del Museo de La Plata, I, La Plata, 1890-1891, pp. 203-236.

18 JuAn b. AMbrosetti, “Resultados de las exploraciones arqueológicas en el Pukará de Tilcara (provincia de Jujuy)”, en: Actas del XVIIº Congreso Internacional de Americanistas, 1912, pp. 497-498

19 sAlvAdor debenedetti, “Exploración arqueológica en los cementerios prehistóricos de la Isla de Tilcara (Quebrada de Humahuaca, Provincia de Jujuy). Campaña 1908”, en: Publicaciones de la Sección Antropológica de la Facultad de Filosofía y Letras, 6, Buenos Aires, 6, 1910, p. 263.

231ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

diferentes sepulturas como medio para solucionar los problemas de seria-ción cronológica que desde hace tiempo desvelaban a la arqueología nacio-nal. En este caso hay que destacar la labor revolucionaria de Alberto Rex González con su trabajo sobre los contextos y secuencias culturales en el NOA20. El cual marcó una bisagra en la disciplina, realizando una crono-logía relativa para gran parte del Noroeste, que luego corrobora cuando el mismo investigador introduce la datación radiocarbónica en nuestro país. Para la misma época debemos destacar, pero más cercanos a nuestra área de estudio, el trabajo de Lafón (1967)21 donde se propone un esquema crono-lógico para la Quebrada de Humahuaca, tomando como indicador principal el estudio de la funebria.

En la década del sesenta la aparición de la Arqueología Procesual, im-plicó otro auténtico cambio, aunque en Argentina su influencia se recibió a mediados y/o finales de los años setenta, y con mayor énfasis en los ochen-ta. Especialmente, y para el desarrollo de este artículo, su llegada implicó la aparición de la Arqueología de la Muerte como una de sus más exitosas variantes. Y una de las grandes innovaciones de este movimiento “fue con-siderar por primera vez el registro funerario como una fuente de informa-ción privilegiada sobre la estructura social [...]. Bajo esta percepción intenta descubrir los nexos de unión o rangos dentro de una sociedad”.22 O como expresa uno de los textos argentinos más completos sobre arquitectura ar-queológica en general y funeraria en particular, “los depósitos funerarios, sus repertorios arquitectónicos y contenido tecnológico y artesanal nos en-tregan información muy valiosa sobre las diferencias sociales de los indivi-duos inhumados”23.

Por otra parte, y también desde lo metodológico, el procesualismo abrió las puertas a otras disciplinas procedentes de la antropología física, como la

20 Alberto reX González, “Contextos y secuencias culturales en el noroeste argentino. Nota preliminar”, en: XXXI Congreso Internacional de Americanistas, Sao Paulo, 1955, pp. 699-725.

21 ciro rené lAfón, “Un estudio sobre la funeraria de la Quebrada de Humahuaca”, en: Runa X, 1967, pp. 195-255.

22 MAríA JuliA lecuonA vierA, “Arqueología de la Muerte: la investigación bioarqueológica en las Islas Canarias”, en: VEGUETA 5, 2000, p. 61.

23 rodolfo rAffino, Poblaciones indígenas en Argentina, Buenos Aires, Emecé, 2007, p. 426.

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paleopatología, estudios nutricionales y/o de paleodieta, genéticos, estadís-ticos, entre otros. Así como los análisis paleobotánicos, las cronologías ab-solutas, y los estudios tecnológicos y económicos de los restos recuperados, superando -gracias a esto último- las clasificaciones tecno-morfológicas (y es por ello que abundan en la literatura de dicha corriente los estudios de construcciones de tumbas, cuantificación de metales en ajuares, proceden-cia de objetos líticos, etc.). Sin embargo, más allá de las críticas que recibió este enfoque desde la Arqueología Postprocesual, y que ya mencionaremos, muchos de estos aportes metodológicos siguen siendo útiles para cualquier estudio sobre contextos mortuorios, independientemente del encuadre teóri-co con el que se los aborde.

Como expresamos, el post-procesualismo critica a la corriente anterior “por su interpretación aislada y por etapas de la cultura arqueológica [...], ya que esta posee unas propiedades simbólicas dinámicas”24. Y porque con-sidera que las ideas, las creencias y los significados se interponen entre la gente y las cosas, y que el enterratorio adopta formas que son reflejo de la sociedad. Por lo tanto, dichas formas dependen de las actitudes de esa sociedad hacia la muerte25. En síntesis, el excesivo funcionalismo que se le atribuye a la Nueva Arqueología y el cuestionamiento sobre la existencia de una relación tan directa entre la cultura material y los aspectos constitutivos de la organización social26, busca ser superado desde una mirada que intenta atender al mundo de las ideas y creencias. Al mismo tiempo que se parte de la necesidad de realizar una “reflexión autoconciente del bagaje ideológico del propio investigador, que condiciona los planteamientos y métodos del trabajo arqueológico”27 y donde la investigación pretende “trascender los datos puramente materiales para penetrar en la esfera de la ideología, el simbolismo o las relaciones sociales”28.

En la actualidad, y a nivel mundial, la práctica de la Arqueología de la

24 MAríA JuliA lecuonA vierA, op.cit., pp. 63.25 iAn hodder, Interpretación en arqueología. Corrientes actuales, Barcelona,

Crítica, 1988, p. 236.26 MAríA s. GheGGi, “Epitafios: Enfoques teóricos en Arqueología de la

Muerte”, en: Avá 15, Posadas, http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S185116942009000200019&lng=es&nrm=iso>. Accedido en 28 dic. 2011.

27 teresA chAPA brunet, op.cit, p. 35.28 Ibídem

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Muerte es cuestionada por factores de tipo étnico y religioso que reclaman respeto para determinadas comunidades. Puntualmente, en el caso argenti-no, se trata de algunas comunidades aborígenes, las cuales y tal como es-tablece la Ley N° 25.51729, poseen las siguientes atribuciones: a) todo em-prendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contar con el expreso consentimiento de las comunidades interesadas, y b) se establece que debe-rán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen, los restos mortales de aborígenes, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas.

Estos aspectos deben llevar a la reflexión a la comunidad científica ar-queológica, para que a través de la interacción con las comunidades, y de un trabajo basado en la multivocalidad30, logremos una mirada integral, plural y respetuosa respecto del pasado que estudiamos.

Como ya destacamos, uno de los aspectos que ha desvelado a muchos especialistas, en el pasado y presente, es el cuidado que las sociedades pre-hispánicas han brindado a sus muertos. La localización de los enterrato-rios, los ajuares que acompañan, la forma de enterrar y el tratamiento de los cuerpos, han sido algunos de los temas principales de investigación. Y en el caso de la quebrada de La Cueva, el estudio sobre este tema se remonta a las primeras excavaciones realizadas en el área de la mano de Casanova, llegando hasta las actuales investigaciones sobre contextos mortuorios que realizamos en el presente.

Casanova, acorde con una arqueología de principios del siglo XX, cen-trada (en muchos casos) en recuperar y describir objetos museables para ser exhibidos, sólo se limita a una descripción del Pukara de La Cueva. Donde además destaca que los enterratorios se encontraban en el interior de las vi-viendas, unas veces en construcciones sepulcrales y otras en simples sepul-turas. En todos los casos, los individuos habían sido enterrados con un ajuar fúnebre de pocos objetos, y dice no lograr encontrar “ricas sepulturas”, que (como menciona el autor) no son raras en la quebrada de Humahuaca (ha-

29 ley nAcionAl Nº 25.517/2001 de Restitución de restos aborígenes y disposición sobre restos mortales de aborígenes que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas. Decreto Reglamentario N° 701/2010.

30 Para una discusión sobre el tema de multivocalidad ver PAolA rAMundo, “Los complejos caminos… op.cit.

234 PAOLA SILVIA RAMUNDO

ciendo referencia a los hallazgos del Pukara de Tilcara y la Isla de Tilcara). En el Pukara de La Cueva excavó tres “viviendas”, donde recuperó

restos “con éxito”, es decir objetos para mostrar. En la primera vivienda (ver Figura 2) describe que aparecieron unas construcciones que formaban dos cuadrados y/o sepulcros. Uno de ellos contenía un adulto enterrado en posición sedente hiperflexionado. Y en el segundo sepulcro halló otro esqueleto de adulto colocado en el ángulo sudoeste. Junto con los restos humanos se recuperaron varios fragmentos de tejidos, una conana/mortero (generalmente usado para molienda), y parte de un puco (cuenco cerámico) sin decoración. El segundo hallazgo (ver Figura 3) no presenta construccio-nes sepulcrales y el individuo había sido depositado cerca de la pared norte en posición sedente hiperflexionado, tumbado y mirando al norte. Su ajuar presentaba dos vasos cerámicos ornitormorfos con decoración pintada, una pala lítica, varios fragmentos de alfarería decorada, un tortero de piedra (ge-neralmente empleado para el tejido), y un trozo o pan de ocre. Finalmente el tercer hallazgo (ver Figura 4) se trata de una vivienda semi-destruida, donde se encontró otro entierro dentro de una construcción cuadrangular en la pared norte. En la cual se descubrió un esqueleto de adulto sedente hiperflexionado, pero echado de espaldas, con un ajuar compuesto sólo de dos instrumentos de piedra.

A pesar de esta sucinta descripción (propia de los momentos iniciales de la disciplina donde primaba el aspecto descriptivo sobre el interpretativo, donde se destacan los objetos recuperados y se valora la riqueza o pobreza de una tumba por la abundancia de piezas, y donde no se atiende a cuestio-nes como el estudio de las técnicas constructivas o el de los restos bioar-queológicos encontrados y su conservación), debemos destacar algunos factores que podrían ayudan a comprender parte del cuidado que los grupos que habitaron el Pukara de La Cueva, dieron a sus muertos. Entre dichos factores destacamos en primer lugar, que tanto dentro de una cámara sepul-cral como fuera de ella, los antepasados formaban parte de la vida cotidiana, dado que todos ellos se encontraron en “viviendas”. Esto implicaría dos aspectos con fuerte carga simbólica: a) que sólo considerando los resultados preliminares, no habría por el momento un espacio destinado exclusivamen-te para contextos funerarios como un cementerio. El cual “como unidad ur-banística independizada, significa el desarrollo de una estrategia urbana por planeamiento, con todas las implicancias sociopolíticas y religiosas que ello supone”. Aunque no podemos descartar la existencia de tal espacio, debido a

235ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

lo inicial de las investigaciones, y considerando especialmente su frecuente presencia en sitios tardíos, como el que estamos estudiando; b) nos habla de una sociedad donde la vida y la muerte pudieron estar íntimamente entrela-zadas o en estrecha convivencia dentro del mundo doméstico31.

En segundo lugar, es importante mencionar otros dos aspectos. Prime-ramente, la posición de los cuerpos. La cual siempre ha sido en los casos estudiados, sedente hiperflexionada. Factor que puede responder a determi-nados patrones culturales que aún debemos determinar y, fundamentalmen-te, contextualizar dentro del área mayor en la que se inserta la quebrada de La Cueva (hacemos referencia a la Quebrada de Humahuaca). Por otro lado, la orientación de los cuerpos no cumple siempre un mismo esquema, ya que los mismos se orientan hacia distintos puntos cardinales y por lo tanto ha-cia diferentes sectores del Pukara. Evidencia que necesita ser profundizada con más hallazgos, dado que, en muchos casos este hecho es indicativo de aspectos simbólicos que brindan rica información sobre la cosmovisión de las sociedades. Por ejemplo, si las tumbas están orientadas en sentido Este-Oeste, siguiendo la alineación de los dos puntos cardinales que definen la salida y puesta del sol, se podría tratar de hechos que poseen una gran carga simbólica como reflejo de la vida y la muerte, y que son altamente signifi-cativos en muchas culturas. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que muchas sepulturas pudieron no ser construidas tomando en cuenta los puntos cardinales reales, sino los de salida y puesta del sol en el momento del año en que se produjo la muerte del individuo enterrado. De mismo modo además podría influir la topografía del terreno, así como el rango social de la persona y otros factores aleatorios32. Elementos que tendrían que ser considerados en cualquier análisis contextual, como el que debemos realizar a futuro frente a más hallazgos de esta naturaleza.

En tercer y último lugar destacaremos que los ajuares recuperados posi-blemente nos hablan de actividades realizadas o valorizadas por la sociedad bajo estudio (tejido, molienda, prácticas agrícolas, etc.). Y que más entie-rros podrían eventualmente dar cuenta de diferentes roles desempeñados por quienes habitaron este sitio arqueológico.

31 AXel nielsen y lucio boschi, Celebrando con los antepasados. Arqueología del espacio público en Los Amarillos, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina, Buenos Aires, Mallku, 2007, p. 132.

32 MAriAno torres ortiz, Sociedad y Mundo Funerario en Tartessos, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999, p. 209.

236 PAOLA SILVIA RAMUNDO

Pero antes de dejar el análisis de estos primeros hallazgos, sobre lo que poco podemos decir por la escueta narración de Casanova, debemos aclarar que ya fueron realizados los estudios de los materiales cerámicos (desde lo estilístico, morfológico, tecnológico, etc.) que acompañaban los tres ajua-res, y que hoy forman parte de las colecciones del Museo Etnográfico de Bs. As y del Instituto Interdisciplinario de Tilcara (UBA - FFyL). Investigación que será objeto de otra publicación que se encuentra en elaboración, para comparar estos datos con los materiales fragmentarios actualmente recu-perados. Sin embargo, en este trabajo que realizamos con las colecciones, jamás encontramos los restos bioarqueológicos que menciona Casanova en su trabajo, y que tanta información nos brindarían para comparar con los estudios recientes. En este sentido, los interrogantes que surgen al respecto son varios: ¿los restos que menciona el investigador fueron dejados in situ?, ¿los restos humanos se traspapelaron en los fondos museográficos luego de varias décadas y distintas gestiones, y a pesar de la actual y exhaustiva bús-queda no fueron encontrados? Sea cual sea la respuesta, todas las preguntas apuntan a una posible y no excluyente explicación, el interés en aquella pri-mera mitad del siglo XX por el estudio de los ajuares era desmedido y muy valorado, en detrimento del análisis de los restos humanos.

Como mencionamos, las investigaciones en el Pukara de La Cueva, se retomaron a mediados de los años noventa a través de un relevamiento planimétrico. Sin embargo, durante aquel trabajo de campo se produjo el rescate de una vasija que contenía restos humanos33 en el sector norte del sitio, en un área escarpada de la muralla natural de la cual se había caído el hallazgo. Pero lamentablemente, un confuso episodio entre los miembros de la comunidad local, la autoridad de patrimonio de la Provincia de Jujuy de aquel momento, y la responsable de las excavaciones (quien contaba con permisos oficiales para trabajar), provocó que dichos restos fueran incau-tados y jamás estudiados in situ o en laboratorio (ni siquiera pudieron ser fotografiados, factor que nos permitiría hoy una aproximación indirecta al contexto mortuorio). Posteriormente se procedió al re-entierro de los mis-mos, en un sector no identificado del Pukara. Actividad de la que participa-ron sólo miembros de la comunidad y la autoridad responsable del área de

33 No se trataría de un infante, pero no sabemos si era un adulto o subadulto.

237ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

patrimonio de Jujuy. Más allá de esta situación sobre la que no ahondaremos por lo delicado del tema para cada una de las partes involucradas, debemos destacar que los entierros en urnas también estaban presentes en el sitio, más allá de las inhumaciones directas o en sepulturas como las que Casanova había identificado varias décadas atrás. Esto nos alienta sobre la posibilidad de recuperar más evidencia de este tipo, pero también nos alerta sobre pro-cesos post-depositacionales (un re-entierro contemporáneo), que debemos contemplar a la hora de realizar interpretaciones futuras.

Casi una década después, durante la excavación del año 2008 (también bajo la dirección de Basílico), se recuperó un contexto funerario diferen-te a los mencionados. El mismo se encuentra conformado por abundante material bioarqueológico que ha sido objeto de conservación preventiva34 y estudio35, y por otros materiales que se recuperaron dentro de un recinto posiblemente habitacional.

Este nuevo contexto funerario se encontró completamente mezclado -aunque en sectores acotados del recinto (ver Figura 5)-, donde los cuerpos no presentaban ninguna clase de articulación o asociación anatómica, a di-ferencia de los casos analizados por Casanova. Por lo tanto, la ubicación en un sector circunscripto del recinto y la disposición y mezcla de los mismos hace pensar que probablemente se trate de un entierro secundario múltiple.

De acuerdo a los estudios efectuados,

(... )algunos elementos, principalmente huesos largos y coxales, no fueron identificados apoyados en el terreno sino formando ángulos de diferen-tes amplitudes, lo que indicaría que el conjunto habría sufrido algún tipo de remoción, mezclado con sedimento, antes de la inhumación final. Por otra parte, en una primera inspección se identificaron muy bajos casos de meteorización, por lo que podría afirmarse que los restos no han estado expuestos a la intemperie por largos períodos de tiempo36.

34 clAudiA ArAndA y PAolA rAMundo, “Conservación preventiva y protección patrimonial del material bioarqueológico del Pukara de La Cueva”, en: XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Mendoza, Bárcena y Chiavazza Eds, 2010, pp. 221-226.

35 clAudiA ArAndA, leAndro lunA y PAolA rAMundo, “Primeros análisis y conservación preventiva del registro biarqueológico del Pukara de La Cueva (Humahuaca, Jujuy)”, en: Revista Argentina de Antropología Biológica, 2011, en prensa.

36 Ibídem, p. 222.

238 PAOLA SILVIA RAMUNDO

Y si bien los análisis no han concluido, puede afirmarse que la muestra está compuesta por elementos óseos y dentales pertenecientes a un mínimo de seis individuos entre adultos, juveniles y subadultos.

Los materiales asociados a los restos bioarqueológicos fueron lítico (un vaso tallado y una pala, generalmente vinculada a tareas agrícolas), fau-na (camélidos mayormente), ocre, cuentas de collar, un peine tallado sobre óseo, y cerámica decorada37 y sin decorar muy fragmentada. La cual, por los trabajos de remontaje realizados, da cuenta de vasijas pequeñas y otras de gran porte que quizás pudieron ser contenedores para usos muy variados, in-cluso funerarios. Por lo tanto, la cerámica de estas nuevas excavaciones pre-senta desde lo morfológico y el tratamiento de la superficie, mayor variabi-lidad que la encontrada por Casanova, así como también es más abundante.

De modo preliminar, con respecto a las cuestiones de funebria, debe-mos considerar que por el momento hemos encontrado un contexto funera-rio diferente a los recuperados tanto a principios del siglo XX en el mismo Pukara, como respecto al caso del entierro en urna rescatado en los noventa (del que lamentablemente no tenemos más información). Dado que el ha-llazgo reciente, por el alto nivel de remoción de los materiales, sería un en-tierro secundario múltiple. Mientras que los de Casanova son tres contextos funerarios primarios. Consecuentemente, existen diferencias notables entre los antiguos hallazgos y el reciente. Los contextos funerarios de Casanova se encontraban completos, pero por su descripción los restos humanos no pudieron ser recuperados en su mayoría, y los que dice recuperar no pudie-ron localizarse en los depósitos museográficos correspondientes. Y si bien el contexto mortuorio reciente se presenta menos claro (por causas que esta-mos estudiando), los restos humanos de al menos seis individuos pudieron ser recuperados y están siendo analizados en lo que respecta a su edad, sexo, patologías, etc. Estos resultados nos llevan a pensar que en el Pukara de La Cueva pudieron existir diferentes contextos o prácticas mortuorias, que podrían remitir a muy variados aspectos simbólicos de las sociedades que lo habitaron.

37 La misma presenta tratamientos de la superficie diferentes, tales como: decoración propia de momentos tardíos de la Quebrada de Humahuaca (pintada de tipo geométrica tricolor Negro y Blanco sobre Rojo, y bicolor Negro sobre Rojo, tanto lineal como reticulada). Encontramos además fragmentos Interior Negro Pulido y tiestos con pinceladas moradas sobre fondo rojo (muy abundantes en la quebrada de La Cueva).

239ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

Por otra parte, no concordamos con Casanova que los enterratorios que encontró no sean “ricas sepulturas”. Porque si bien es cierto que quizás no se parezcan a los ajuares de otras tumbas de Humahuaca y/o sectores del NOA, lo cierto es que para la realidad que estamos encontrando, tanto comparando con el contexto funerario recuperado en 2008, como con los otros materiales que se encontraron en diferentes contextos (posiblemente domésticos) que excavamos en el Pukara, nada se compara con los vasos ornitomorfos y la presencia de tejidos que él recuperó. Pensamos que sería necesario relativizar cuestiones sobre “la riqueza o pobreza” de una tumba en función del contexto general del sitio, que es lo que buscamos en nuestras investigaciones. Finalmente queremos destacar que hablar a esta altura de la investigación sobre diferencias sociales o cuestiones de rango entre los contextos sería apresurado y carente de sustento.

3. el cArácter siMbólico de un obJeto del PuKArA de lA cuevA

Otro de los tópicos con los que se pueden abordar cuestiones simbóli-cas, tiene que ver con el estudio de objetos arqueológicos que eventualmen-te tendrían una connotación de esta naturaleza. En el caso de la quebrada de La Cueva, haremos mención al hallazgo de un bivalvo fósil del Jurásico Inferior correspondiente a un pectinoideo del género Weyla (ver Figura 6), encontrado dentro de los niveles de ocupación inferiores de una estructura del Pukara de La Cueva, y determinado por la paleontóloga S. Dambore-nea. La particularidad del mismo es que dicho molusco no pertenece a la formación geológica del lugar, y su procedencia podría remontarse a alguna localidad de la Cordillera Principal del norte de Chile o sur de Perú a más de 400 km. de distancia de nuestro sitio arqueológico38.

Las determinaciones sobre el ejemplar han servido como factor para estudiar: a) cuestiones vinculadas con el intercambio y/o interacción a larga distancia, y b) algunos aspectos simbólicos que dicho elemento pudo impli-car.

Para enmarcar la discusión, debemos destacar que cierta función sim-bólica es generalmente atribuida en Europa a las cuentas de moluscos fosi-lizados o sin fosilizar.

38 Para un análisis paleontológico-contextual del fósil ver PAolA rAMundo y susAnA dAMboreneA,, op.cit. p. 685.

240 PAOLA SILVIA RAMUNDO

De la misma forma en Mesoamérica a la presencia de determinados moluscos en contextos religiosos o funerarios también se le atribuye una función simbólica de poder ideológico o político. Mientras en los Andes Centrales variadas especies de moluscos se transformaron en elementos fundamentales de rituales, y constituyeron objetos para ornamentación y prestigio de elites. Por ejemplo, es ampliamente conocido que el Spondylus jugó un rol principal, siendo muy valorado y objeto de intenso tráfico hasta momentos incaicos39.

Por otra parte, el uso de ciertas especies de moluscos también se ha vin-culado a rituales propiciatorios del agua. Ya que para algunos investigado-res, el carácter fetichista de la diada “Mullu” (bivalvo Spondylus princeps) - “Pututo” (caracolas de Strombus peruvianus y S. galeatus), surge como emblema de un rito agrícola de la cultura Valdivia (3200 d.C.), que luego de 2000 años se incorpora en los Andes Centrales como símbolo de control del agua, del clima, y elemento propiciador del regadío de las siembras y cosechas40.

Como hemos determinado previamente, otros investigadores han re-flexionado sobre el rol del tráfico interregional en la construcción de las re-laciones sociales entre los pueblos prehispánicos tardíos (ca. 900-1600 d.C.) de los Andes Circumpuneños, tratando de pensar en algunos de los bienes alóctonos que circulan restringidamente como emblemas corporativos de autoridad. En este sentido se destaca que algunos de estos bienes pudieron ser importantes para la construcción de las identidades de género o sociales, sin implicar necesariamente distinciones de rango. Además se menciona, justamente que, entre los ejemplos etnográficos se encuentran las conchas de Pecten sp. que las tejedoras altiplánicas utilizan en sus labores41. Por otra parte, se ha dicho que es esperable que, dado su gran valor, los emblemas tuvieran patrones de descarte singulares, presentándose en el registro ar-

39 Anne hocquenGheM, “Rutas de entrada del Mullu en el extremo norte del Perú”, en: Bulletin Institut Francais d’ Études 22 (3), 1993, pp. 701-719.

40 JuAn MArcos, “Mullo y Pututo para el Gran Caimán: Un modelo para el intercambio entre Mesoamérica y Andinoamérica”, en: Gaceta Arqueológica Andina 26, Lima, 2002, pp. 13-36.

41 AXel nielsen, “Bajo el hechizo de los emblemas: políticas corporativas y tráfico interregional en los Andes circumpuneños”, en: Producción y circulación prehispánica de bienes en el sur andino. Nielsen et al (comp), Córdoba, Brujas, Córdoba, 2007, pp. 393-411.

241ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

queológico sólo en contextos excepcionales. A lo que se suma el hecho de que la baja frecuencia de algunos bienes –locales o no- podría reflejar las normas que restringían su uso legítimo a ciertas personas o circunstancias, más que una limitación de la oferta. Considerando lo anterior, para el caso del molusco fósil analizado, podemos pensar que:

La procedencia pudo ser crucial para la constitución del valor, no por la distancia recorrida, sino por convertir a los emblemas en “índices referen-ciales” de otras fuerzas o entidades espacialmente situadas por compartir el mismo lugar de origen. Este pudo ser el caso de las conchas marinas y las cuentas con ellas confeccionadas como significantes del agua, cuya correcta manipulación tal vez fuera capaz de predecir o convocar la lluvia. Su uso quizás denotaría el poder de propiciar la fertilidad y el bienestar de la comunidad como facultad de las autoridades étnicas o de las agencias míticas que encarnaban durante el desempeño de su cargo 42.

Por otra parte, los moluscos también pueden encerrar otros sentidos o significados rituales/simbólicos dentro del tráfico caravanero entre diversas regiones (por ejemplo, para invocar o agradecer protección en sus viajes)43.

Por todo lo anterior destacamos que el posible carácter simbólico del bivalvo podría estar vinculado a varios factores no excluyentes. Como por ejemplo a elementos simbólicos de poder ideológico, a diversos rituales, a elementos de prestigio entre la elite para reforzar su poder, a ritos propicia-torios de agua, como producto de rituales en largos viajes de caravanas, y/o a su posible función como “emblemas corporativos” de autoridad para la construcción de identidad de género o sociales. Esto permite pensar que en el Pukara de La Cueva este elemento podría eventualmente estar avalando el rol desempeñado por ciertos grupos de la sociedad en las articulaciones de su posición social y las necesidades de un emplazamiento que se en-cuentra rodeado de espacios dedicados a la agricultura. Es por ello que, si destacamos que el mencionado sitio se localiza en un espacio con múltiples cuadros, campos y terrazas de cultivo, sería posible postular que la presencia

42 AXel nielsen, Reseñas y comentarios bibliográficos de: Caravanas, Interacción y Cambio en el Desierto de Atacama, Sirawi Ediciones, 2004, p. 604.

43 cArlos AnGiorAMA, “¿Un ofrenda “caravanera” en Los Amarillos?. Minerales y tráfico de bienes en tiempos prehispánicos”, en: Producción y circulación prehispánicas de bienes en el sur andino, Compilado por Nielsen et al., Córdoba, Brujas, 2007, pp. 383-391.

242 PAOLA SILVIA RAMUNDO

de elementos vinculados a rituales propiciatorios de agua cobra sentido, y/o podría ser poseedor de otros valores simbólicos asociados para las socieda-des bajo análisis44.

4. refleXiones finAles

Nuestra mirada con respecto al estudio de los contextos funerarios y los objetos que podrían implicar connotaciones simbólicas ha intentado superar la mera enumeración de datos, registros y el establecimiento de tipologías, etc.

Lo que hemos buscado y seguimos persiguiendo es un adecuado aná-lisis interpretativo, que intente profundizar en el significado de estos ma-teriales, porque este tipo de estudios debería tener como finalidad el acer-carnos al modo de vida de las poblaciones prehispánicas, a la cultura de los antepasados. En este sentido, la conservación, la investigación y la difusión deben ser y son los objetivos a perseguir, y sobre los que hemos trabajado y trabajaremos.

Por otra parte, producto de una herencia procesual que no negamos y valoramos (aunque nuestras investigaciones están más cercanas a corrientes posteriores a la mencionada), los estudios que realizamos al último contexto funerario abrieron las puertas a otras disciplinas procedentes de la antro-pología física dentro de la historia de las investigaciones sobre funebria en la quebrada de La Cueva. Tal es el caso de la paleopatología, paleodieta, y los estudios estadísticos (abordados por los análisis bioarqueológicos que han comenzado Aranda y Luna). Así como también la apertura a la deter-minación de cronologías absolutas (por los fechados radiocarbónicos que realizamos al mencionado contexto funerario), y los estudios tecnológicos y económicos de los restos recuperados.

Nuestro enfoque, en lo que respecta al trabajo con contextos funerarios, entiende que las ideas, las creencias y los significados se interponen entre la gente y las cosas, y que el enterratorio adopta formas que son reflejo de la sociedad. Por lo tanto, nuestra meta es buscar esas formas que dependen de las actitudes de esa sociedad hacia la muerte.

Con respecto al caso puntal de las críticas que la Arqueología de la

44 Conf. PAolA rAMundo y susAnA dAMboreneA, op.cit.

243ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

Muerte tiene desde los reclamos de los restos humanos que los Pueblos Ori-ginarios, queremos destacar que no sólo estamos de acuerdo con los mis-mos, sino que en ese marco de respeto que debe existir entre arqueología y comunidades aborígenes, hemos investigado en el área con el permiso comunitario aborigen para estudiar todos los restos materiales recupera-dos. Así como trabajamos y seguimos trabajando bajo estrictas normas de conservación preventiva con los restos humanos que formaban parte de las colecciones recuperadas por la directora anterior del proyecto. Además, la restitución futura de los restos está prevista en un marco de acuerdos y bús-queda de consensos entre las autoridades aborígenes locales y las autorida-des patrimoniales provinciales.

Por otro lado, nuestro estudio del bivalvo fósil intentó cuestionar la existencia de una relación tan directa entre la cultura material y los aspectos constitutivos de la organización social, apelando a una mirada que intenta atender al mundo de las ideas y creencias. Trascendiendo los datos pura-mente materiales, para penetrar en la esfera de la ideología, el simbolismo y las relaciones sociales de las sociedades prehispánicas de la quebrada de La Cueva.

5. AGrAdeciMientos

Agradezco a la Lic. C. Aranda y el Dr. L. Luna por su valiosa y des-interesada colaboración en el estudio de los restos bioarqueológicos. A la Dra. S. Damborenea por el análisis del molusco fósil y por su afecto since-ro. A todos los miembros del PROEA (Programa de Estudios Arqueológi-cos), porque sin su colaboración nada sería posible. A la Lic. A. Vidal por la traducción del resumen, y a Fernando Cabrera por la lectura crítica del manuscrito. Sin embargo, todo lo expresado es responsabilidad de la autora. Dedico este trabajo a los habitantes de la quebrada de La Cueva, herederos del pasado que intento comprender, y a la memoria de la Dra. Susana Ba-sílico, porque gracias a ella la quebrada hoy es parte sustancial de mi vida.

244 PAOLA SILVIA RAMUNDO

Figura 1 Mapa de la quebrada de La Cueva

245ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

Tabla 1Cuadro cronológico de la quebrada de La Cueva

Período Fechado Calibración Código Sitio Mat.

Formativo Final

1180 ± 50 AP

Años cal d.C.:68.2% de probabilidad

874 (68.2%) 98895.4% de probabilidad

778 (94.2%) 9951007 (1.2%) 1015

LP-142

Pueblo Viejo de La Cueva

(HUM.08)

Basílico (1992)

Carbón

Desarrollos Regionales

II

540 ± 60 AP

Años cal d.C.:68.2% de probabilidad

1395 (68.2%) 145595.4% de probabilidad

1312 (11.3%) 13601379 (82.9%) 15001597 (1.2%) 1611

LP-2268

Pukara de La Cueva

(HUM. 06) Re-cinto N° 45

óseo

Desarrollos Regionales

II

670± 25 AP

Años cal d.C.:68.2% de probabilidad

1308 (24.2%) 13281338 (28.7%) 13611379 (15.4%) 1391

95.4% de probabilidad1298 (95.4%) 1395

UGAMS # 8561

Pukara de La Cueva

(HUM. 06)Recinto N° 25

Carbón por AMS

Inka460 ± 40 AP

Años cal d.C.:68.2% de probabilidad

1436 (68.2%) 149795.4% de probabilidad

1416 (79.5%) 15111552 ( 0.5%) 15571574 (15.4%) 1622

LP- 2420

Pukara de La Cueva

(HUM. 06)Recinto N° 116

Carbón

Inka450±40 AP

Años cal d.C.:68.2% de probabilidad

1441 (61.1%) 14991599 ( 7.1%) 1610

95.4% de probabilidad1425 (72.5%) 15131547 (22.9%) 1623

LP- 2531

Pukara de La Cueva

(HUM. 06)Recinto N° 25

Carbón

fuente: Fechados calibrados por Catriel Greco.

246 PAOLA SILVIA RAMUNDO

Figuras 2, 3 y 4

fuente: eduArdo cAsAnovA, “Tres ruinas indígenas… op.cit, pp. 265-266.

Figura 5Vista de la disposición de los restos humanos

en la excavación del 2008

247ASPECTOS SIMBóLICOS PREHISPÁNICOS EN LA QUEBRADA DE LA CUEVA

Figura 6Imagen del bivalvo fósil del Pukara de La Cueva,

(las dos líneas verticales en la imagen representan 1cm)

fuente: PAolA rAMundo y susAnA dAMboreneA, op.cit.

estudios yreseñAs biblioGráficAs

251ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Un riguroso estudio sobre la Constituciónde Cádiz de 18121

MAríA victoriA cArsen

Universidad Católica Argentina [email protected]

Con ocasión del Bicentenario de las Cortes y la Constitución de Cádiz, la Fundación Rafael del Pino promovió la realización de una obra colectiva bajo la dirección de José Antonio Escudero y con la colaboración de más de un centenar de investigadores de Europa y América que desde diversas disciplinas contribuyeron con artículos escritos en español o portugués.

La obra constituye un estudio global, riguroso, pormenorizado y actua-lizado sobre la Carta Magna española de 1812 que ha sido a lo largo de dos siglos mito y modelo, y que ha sabido adquirir protagonismo en diferentes escenarios europeos y americanos, a veces por su contenido efectivo y otras, debido al modo en el que fue percibida, tal como señala Andrea Romano, Decano de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Mesina, colaborador en esta compilación.

El objetivo de la obra es doble, por un lado poner en valor los conteni-dos de la Constitución de Cádiz y por otro lado lograr la divulgación de los mismos. Se trata de una compilación en tres tomos que aborda los grandes ejes que constituyen los hilos conductores de esta historia así como cuestio-nes específicas.

El primer tomo estudia los antecedentes políticos e institucionales de las Cortes, su composición y perfil. El segundo, ofrece la continuación de la temática de las Cortes en su contexto ideológico y social, vinculándolas a la política exterior, la Iglesia, los derechos humanos, la salud pública, el teatro, las corridas de toros, el periodismo y el continente americano. Di-ferentes colaboradores ahondan en los contenidos de la Carta Magna tanto

1 José Antonio escudero (director), Cortes y Constitución de Cádiz. 200 años, Madrid, Espasa, 2011, p. 2118.

252 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

en el segundo tomo como en el tercero, repasando en detalle cada uno de los temas que en ella se trataron. Debido a que no es posible en esta reseña hacer un análisis exhaustivo de los tres volúmenes, elegimos enfocarnos en el último eje que trata sobre la proyección internacional de la constitución, para relacionarla con los espacios geográficos privilegiados en esta revista.

Variados son los escenarios recorridos; sobre su impacto en Europa se presentan los casos de los estados italianos, Portugal, Francia, Inglaterra, Rusia y Noruega, donde se registra la influencia gaditana con diferentes intensidades. Es posible que, como se argumenta en la obra, la preferencia por la solución constitucional española en los estados italianos haya estado determinada por la decisión de garantizar una monarquía constitucional en la que se conjugara el principio de la libertad con el respeto al catolicismo.

Otros autores llaman la atención del lector sobre el impacto que tuvo la constitución española en Francia e Inglaterra. En el primer caso se destaca su marcada influencia durante el llamado Trienio Liberal cuando de acuerdo a Bruno Aguilera la constitución francesa de 1791 ya se había olvidado y por ende el “joven liberalismo europeo ya no buscaba su programa constitu-cional en los textos franceses”, modelo al que se retornará recién a partir de los levantamientos de 1830. Para el caso de Inglaterra se eligió el aporte del pensador y periodista español José María Blanco White quien asistió desde las islas británicas al proceso constitucional ibérico.

El movimiento de los decembristas rusos, por su parte, contribuyó a la elaboración de proyectos constitucionales en los que la influencia de los hechos políticos que se desarrollaron en España entre 1808 y 1814 y entre 1820 y 1823, no se puede negar. Otro de los autores, va aún más allá, y arriesga una posible vinculación entre el texto de Cádiz y Noruega, seña-lando que dos años después de la promulgación del primero, empezaron las discusiones en el país escandinavo sobre el fundamento jurídico de un estado que en muy breve tiempo y de forma muy eficaz dio como resultado la Constitución de Eidsvoll, de mayo de 1814. Y si bien no da una respuesta definitiva sobre el reflejo de la Carta Magna gaditana en la de Edisvoll, se rescata que los mismos principios están presentes en ambas: la búsqueda de la libertad y el estado de derecho.

Cuando la obra vuelca su mirada a los territorios ubicados más allá del Océano Atlántico lo hace para analizar el impacto político y jurídico de la constitución en México, Centroamérica, Cuba, Venezuela, el Virreinato de Nueva Granada, Perú, Chile, Brasil y el Río de la Plata.

253ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Nos interesa particularmente hacer notar el estudio dedicado a lo suce-dido en nuestra región, ya que contrariamente a lo ocurrido en otras partes de América, en Buenos Aires el pensamiento de Cádiz no llegó de la mano de los diputados que al retornar a América del Sur difundían este ideario, porque el Virreinato del Río de la Plata solo contó con una representación de “suplentes” nombrados en la ciudad gaditana. (Más tarde la constitución argentina de 1853 reflejará cierta influencia).

El autor señala entonces, que el verdadero centro difusor de las ideas de Cádiz en el Plata fue la ciudad de Montevideo, donde sí fue jurada y ob-servada la constitución y donde claramente echó frutos, como se ve en las instrucciones de José Gervasio de Artigas a los diputados de la Asamblea de 1813.

Para concluir, podemos afirmar que los alzamientos que se desarro-llaron en Europa en la década de 1820 elevaron a un primer plano al texto gaditano, hecho que la obra dirigida por Escudero demuestra en forma muy clara. Todos los autores aquí congregados permiten que el lector valore la importancia del documento en torno al cual se reunieron los simpatizantes del liberalismo y que se alzó como bandera de revolucionarios.

Por otro lado, más allá del Atlántico muchos de los “arquitectos na-cionales americanos” tomaron el armazón constitucional y jurídico de esta experiencia española y por eso la historiografía actual coincide en conside-rar que la concepción revolucionaria del liberalismo que se había configu-rado en Cádiz dejó su impronta en la redacción de las nuevas constituciones americanas y por lo tanto en las primeras etapas de formación de las nuevas repúblicas.

Tradicionalmente, al proceso de elaboración de esta Ley Fundamental se le atribuyó el logro de la soberanía nacional y la inauguración de un ré-gimen parlamentario que vino a reemplazar el absolutismo del pasado, de ahí su fuerte marca en la historia política y social española. Pero incluso fuera de la península ibérica, y a pesar de su efímera existencia en términos cuantitativos, recibe este tributo por su capacidad para abrir el camino al liberalismo en ambos continentes.

254 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

edberto oscAr Acevedo, Ilustración y liberalismo en Hispanoamérica, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2010, pp. 185.

El presente trabajo constituye un ensayo histórico realizado por el Dr. Edberto Oscar Acevedo, miembro de la Academia Nacional de la Historia, del Instituto de Historia del Derecho, de la Real Academia de Historia de Madrid y de las Academias de Chile, Paraguay, Perú, Guatemala, del Insti-tuto Histórico y Geográfico de Brasil y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay.

La obra se encuentra orientada al análisis del cómo se ha ido producien-do en América las repercusiones de las ideas ilustradas europeas hasta llegar a la conformación del liberalismo clásico de mediados del siglo XIX.

Para ello, se inicia con una abarcativa presentación de las característi-cas filosóficas de las ideas de la Ilustración sustentándose en un amplio y variado apoyo bibliográfico. Sobre dichos elementos, el autor realiza el aná-lisis del pensamiento ecléctico predominante en Hispanoamérica durante el siglo XVIII. Se estudia la influencia ejercida por el pensamiento jesuita y la denominada “Ilustración cristiana” en particular las ideas de Benito Feijoo, Jovellanos, Floridablanca y Campomanes.

A partir de este análisis, se individualiza y estudia a la “primera gene-ración” de ilustrados americanos que desarrolló su pensamiento a partir del eclecticismo predominante y de la influencia directa que ejerció sobre ellos la Ilustración. Dichos pensadores estaban constituidos por: Francisco Javier de Santa Cruz y Espejo, José Campos y Julián (apodado San Alberto), José Baquíjano y Carrillo, Manuel de Salas y Antonio Nariño.

Posteriormente, el autor destaca la ruptura que ocasionó en el pensa-miento y en la sociedad hispanoamericana la crisis política de la monarquía española, al igual que su repercusión en el inicio del proceso emancipador. A partir de allí, se sostiene el desarrollo de una “segunda generación” de ilustrados americanos influidos directamente por el constitucionalismo, por Jean Jacques Rousseau y las manifestaciones derivadas de la Revolución Francesa. Entre dichos ilustrados americanos se analiza individualmente el pensamiento de: Fray Blas Cabello Mayoral, Juan Germán Roscio, Fray Servando Teresa de Mier y Juan Ignacio Gorriti. Así mismo, se destaca y analiza el rol ejercido por la masonería en la divulgación del pensamiento ilustrado-constitucionalista durante la “segunda generación”.

Tras dilucidar la influencia del pensamiento ilustrado durante el pro-

255ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

ceso emancipador, se desarrolla un estudio abarcativo sobre la forma en que dichas ideas lograron difundirse a partir de la crisis política, con una creciente injerencia del Romanticismo. De esa manera, se realiza el análisis del periodismo, los libros y las sociedades que permitieron el avance de la ilustración al conformar lo que el autor denomina “protomodernidad” por haber sido el sustento del posterior desarrollo de la filosofía liberal en His-panoamérica.

Los pensadores y difusores de la “protomodernidad” constituyen una “tercera generación” de ilustrados americanos quienes recibieron la influen-cia del liberalismo a partir de las revoluciones europeas, en particular las Revoluciones de 1848. En lo que respecta a esta generación el autor, estudia individualmente el pensamiento de: José Joaquín de Mora, José María Luis Mora, Andrés Bello, Esteban Echeverría y José Victorino Lastarria.

Tras las Revoluciones de 1848, se concretiza y estructura de manera definitiva el pensamiento liberal. Debido a eso, se realiza un análisis es-pecífico de los componentes de la ideología liberal para luego observar su difusión en el Río de la Plata, en Chile, en Colombia y en Perú.

De esa manera, la obra queda estructurada en dos partes: la primera de ellas centrada en la ilustración abarcando los dos primeros capítulos y una segunda parte constituida por la filosofía del liberalismo (incluyendo la protomodernidad) que se encuentra conformada por los cuatro capítulos restantes.

Con un amplio y profundo sustento bibliográfico, el trabajo constituye una obra de gran relevancia para el estudio del pensamiento hispanoameri-cano de los siglos XVIII y XIX, al igual, que de sus influencias ideológicas recibidas desde Europa. En el análisis se destacan las particularidades de dicha recepción a través del desarrollo de un estudio íntegro, concreto y original de gran enriquecimiento para la investigación histórica y para el público lector en general.

Ariel Alberto eiris

256 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

MArio cAlifAno; eduArdo crivelli y JuAn A. GonzAlo (eds.), Las Re-ligiones de la Argentina Aborigen, Buenos Aires, CIAFIC Ediciones, 2011, pp. 327.

Quienes llevan adelante la edición de este libro son Mario Califano, doctor en Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, quien reali-zó investigaciones etnográficas en la Amazonia peruana, ecuatoriana y boli-viana, en el Gran Chaco y en la región andina. Junto con Eduardo Crivelli, también doctor de la Universidad de Buenos Aires en el área de las Ciencias Antropológicas, y especialista en temas de arqueología y etnohistoria de Pampa y Norpatagonia sumado a Juan A. Gonzalo, licenciado en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires.

El objetivo de la obra es brindarle al lector, por medio del aporte de varios especialistas en ésta temática, un panorama sobre las religiones in-dígenas del territorio argentino y zonas aledañas. Esto se debe la presencia grupos indígenas que traspasan los límites del país.

En la introducción, los editores explican su consideran acerca del con-cepto de religión y el criterio que se seguirá a lo largo de la obra, así como también comentan que se tendrá en consideración información tanto arqueo-lógica como histórica, principalmente a través de los testimonios orales con-temporáneos. El uso de estas distintas fuentes depende de la zona, ya que en algunos casos no se tiene la posibilidad de contar con información y relatos actuales. Así sucede esencialmente con la Región Chaquense, a diferencia de la Región Cuyana o Bonaerense, en donde si se cuentan con la disposi-ción de dichas fuentes.

El libro está conformado por once capítulos, en donde se puede obser-var que para explicar las creencias religiosas de las distintas parcialidades indígenas, es necesario la división del territorio por zonas geográficas. Di-chas zonas son: Puna, Región Chaquense (a su vez subdividida en Región Chaquense Occidental y Región Chaquense Central y Oriental), Misiones, Cuyo y Sierras Centrales, Pampa y Norpatagonia, Patagonia Meridional y Tierra del Fuego. Utilizando esta división del territorio se logra una mayor comprensión y se brinda, de una forma más detallada, los rasgos principales del fenómeno religioso indígena. Además, los distintos especialistas incor-poran mapas, imágenes y dibujos, así como también al final de cada capítulo proveen la lista bibliográfica utilizada para que el lector pueda ampliar su conocimiento, si así lo desea. Esta obra es un buen acercamiento para quie-

257ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

nes estén interesados en el estudio de este fenómeno, ya que conjuga en un mismo espacio las distintas y variadas creencias y perspectivas que confor-man el territorio argentino.

dAnielA sAnz

258 ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

GuillerMo lehMAnn, Aarón Castellanos: La Colonia Esperanza y el Ferrocarril del Rosario a Córdoba, Santa Fe, Cámara de diputados de la provincia de Santa Fe, 2011, pp. 406.

La presente obra del doctor Guillermo Lehmnann constituye una minu-ciosa investigación sobre la labor del empresario salteño Aarón Castellanos, en su propósito de fundar cinco colonias agrícolas en la provincia de Santa Fe y construir un ferrocarril con el objeto de unir el puerto de Rosario con la ciudad de Córdoba.

El tema, hasta el momento poco estudiado, es sin dudas de gran trascen-dencia para la historia provincial y nacional. Tal como especifica el prólogo, el período histórico que abarca el ejemplar se extiende desde fines de 1852 -luego de la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros y la decisión de Aarón Castellanos de regresar al país- hasta 1880 -año del falle-cimiento del colonizador salteño-.

Editada por la Cámara de Diputados de Santa Fe, la obra se divide en dos partes. La primera consta de veinticuatro capítulos y se centra en la figu-ra de Castellanos y sus planes para fundar Colonia Esperanza. La segunda parte se compone de tres capítulos donde el autor analiza detalladamente la construcción del Ferrocarril de Rosario a Córdoba.

Finalmente, en el apéndice documental, Lehmann resalta que para es-cribir el libro consultó más de dos mil documentos históricos, aunque por razones de espacio, en el apéndice se consignaron unos pocos, tales como el contrato de colonización entre el Dr. Manuel Leiva y Aarón Castellanos, los contratos firmados en Europa con las familias emigrantes, el Decreto del Poder Ejecutivo autorizando la construcción del Ferrocarril del Rosario a Córdoba, entre otros. Las notas al pie de página que presenta el trabajo, permite al lector informarse sobre los diversos archivos históricos a los que el autor accedió para obtener esta importante base documental.

De esta forma, podemos afirmar que la obra de Guillermo Lehmann constituye un estudio sólido, profundo y bien documentado sobre la vida de un hombre que logró introducir dos conceptos que claves en nuestra historia nacional: “colonización” y “ferrocarriles”.

MilAGros MAríA criquet

259ESTUDIOS Y RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

dieGo A. MAuro, De los templos a las calles: catolicismo, sociedad y política. Santa Fe, 1900 - 1937, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2010, pp. 208.

El Dr. Diego Mauro es becario posdoctoral del CONICET y docente de Historia Argentina II en la Facultad de Humanidades y Artes de la Uni-versidad de Rosario. El autor presenta a través de diversas publicaciones en prestigiosas revistas nacionales y extranjeras un marcado interés por la historia del catolicismo argentino en el período de entreguerras. La obra que nos ocupa recibió el Premio Provincial de Ensayo “Juan Álvarez”, tras los concursos trienales de poesía, narrativa y ensayo, que son coeditados por la Universidad Nacional del Litoral y el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe.

A través de una reelaboración de su tesis de licenciatura en Historia, el académico Diego Mauro invita a observar desde una nueva perspectiva la historia social santafecina de las primeras décadas del siglo XX, particular-mente vinculada a las multitudes católicas. De esta manera, el autor no sólo analiza la relación entre catolicismo y política –que tiene su punto inicial en la denominada “aparición política” del catolicismo santafecino -, sino que centra su interés en temas no tan recurrentes en la historiografía como lo son los de las agencias e historias de dichas multitudes católicas.

Con ese propósito, el autor divide el libro en tres partes. En la primera de ellas, realiza un panorama de los conflictos que se presentaron en los templos santafecinos a comienzos de siglo - a nivel infraestructural y eco-nómico - y aquellos relacionados a la formación sacerdotal. De este modo, desarrolla en forma minuciosa los procesos de mejora que conllevó la crea-ción de la diócesis en la ciudad de Santa Fe. Asimismo, el autor menciona los conflictos en la enseñanza del catecismo, a la vez que describe su desta-cado papel en la sociedad de entreguerras, manifestado a través de formas de atracción popular que se le añadieron.

En la segunda parte del libro, el autor se ocupa directamente de los roces entre el catolicismo y el laicismo reformista liberal. De esta forma, describe el accionar político del laicado católico que se concentró en un pri-mer momento en los Círculos de Obreros y que en 1921 se oficializó en los comités de Acción Católica. Además, Mauro ofrece un bosquejo sobre las diferencias entre la curia diocesana y el laicado católico militante, al igual que las propias divergencias en el interior de los mismos.

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En la tercera y última parte, Mauro se dedica a la descripción de la devoción social a la Virgen de Guadalupe que se inició a través de simples peregrinaciones de comienzos del siglo XX, pero que sin duda se expandió por las mejoras de infraestructura. Dichas mejoras se debieron particular-mente a la inauguración de un nuevo templo y la proliferación de los medios de transporte. También el autor destaca los atractivos del lugar que llamaron la atención de las personas y así acrecentaron el movimiento de masas que rápidamente se asoció a la devoción guadalupana. La coronación de la Vir-gen de Guadalupe en 1928, el Congreso Eucarístico Diocesano en Rosario en 1933, y la coronación de la Virgen de los Milagros en 1936 son las oca-siones que utiliza el autor para fundamentar los movimientos en masa de las multitudes católicas.

El ensayo dispone además de un apartado donde el autor expresa sus conclusiones, que consta de un epílogo y un apéndice de imágenes. En el epílogo el autor sintetiza las ideas principales de su análisis y enfatiza su conclusión coherentemente fundamentada.

Cabría destacar que a lo largo de su obra el autor demuestra una clara objetividad científica, evidenciando tanto los aspectos positivos del catolicismo en general como los negativos, y denota una variada lectura de fuentes documentales – boletines, diarios, cartas, etc. - que son citadas a pie de página. El libro resulta ser de lectura amena, adaptable para un público lector no especializado, aunque en algunas ocasiones obliga al mismo a con-frontar con la bibliografía citada, principalmente porque añade vocabulario técnico de otras disciplinas.

Debemos recalcar que la obra resulta ser un gran aporte a la historia provincial, ya que ayuda a comprender, en el contexto santafecino, la impor-tancia del catolicismo de masas a inicio del siglo XX.

bárbArA bArbieri

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rAnAAn rein, ¿Judíos argentinos o argentinos judíos?, Buenos Aires, Lumiere, 2011, pp. 287.

Si bien son abundantes los trabajos académicos que intentaron desde diversas ciencias —como la historia, la sociología, la ciencia política, la antropología, la filosofía, entre otras— desentrañar aspectos claves del de-sarrollo del judaísmo en la Argentina, existe un vacío historiográfico a pro-pósito del concepto histórico del judío. De ahí, que sea necesario reorientar la mirada hacia una definición de la identidad judía que abarque a personas cuyas identidades incluyen algún componente judío, sin considerar necesa-riamente la distinción entre religiosos o laicos, askenazis o sefarditas, afilia-dos a instituciones de la colectividad o no. A partir de la reflexión sobre los tópicos mencionados, el historiador Raanan Rein se aboca a la ardua tarea de comprender y analizar la vivencia judía en la Argentina para dar respues-ta, no solo al tema de la integración de la comunidad judía a la sociedad circundante sino también a diversas preguntas que permanecieron abiertas durante años en la historiografía nacional y extranjera: ¿Qué papel asume la sociedad circundante en la construcción del concepto de sionismo?¿Cuál fue la imagen de Juan Domingo Perón que transmitió la prensa hebrea du-rante su la tercera presidencia? ¿Fue igual a la de las décadas del 40 y 50? ¿De qué manera intentó la Junta Militar instaurada en la Argentina en 1976 legitimizarse frente a la sociedad argentina y al mundo, con el Mundial de Fútbol de 1978? ¿Cuál fue la reacción de la opinión pública mundial frente a este suceso? ¿Cuáles fueron los hechos que llevaron al gobierno israelí a declarar persona non grata al periodista Jacobo Timerman, a quien primero habían dado asilo político? ¿Cuál fue el derrotero intelectual que lo llevó de ser considerado primero un héroe y luego un traidor?

En ¿Judíos argentinos o argentinos judíos? el autor responde a estas preguntas. La obra recopila diversos ensayos cuyo denominador común es la búsqueda, sin dar definiciones categóricas sobre la polifonía de identida-des que caracteriza no solo a los argentinos-judíos que viven en la Argentina sino también a aquellos que eligieron el camino de la aliá y migraron a Is-rael. A lo largo de siete capítulos, retoma varios elementos que nos conducen a las claves para comprender y conocer los aspectos generales del judaísmo, así como también los de la colectividad judía argentina, en particular. En contraposición con los prejuicios y categorizaciones que definieron los estu-dios y textos sobre el tema, Rein dilucida cómo la diversidad puede ser una

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parte esencial en la construcción de la identidad de los argentino-judíos. De tal manera, temas como la victimización, la relación con otras comunidades judías latinoamericanas, la inserción en la sociedad argentina son analizados bajo una mirada integradora que será el eje de la obra.

En sus primeros ensayos, Rein pone énfasis en la identidad nacional sin negar la identidad de la diáspora, por lo que se refiere a latinoamericano-judíos y argentino-judíos dentro en un contexto historiográfico donde los estudios culturales se encaminan a suprimir las identidades nacionales en función de lo transnacional. De este modo, contradice la postura historiográ-fica que durante décadas afirmó que los judíos debían elegir entre diluir sus propias tradiciones para asimilarse a la cultura de la sociedad receptora o no integrase, a fin de resguardarlas. A su juicio, debe romperse con la tensión existente entre identidad judía y nación; ambas realidades pueden y deben convivir, pues para la mayoría de los judíos la adaptación a la sociedad cir-cundante fue tan importante como no perder su propia identidad.

En el segundo capítulo, el autor aborda la construcción de identidades en la diáspora, a partir de la exploración de la integración de los judíos en la sociedad y en la cultura argentina, que en la mayoría de casos tuvo lugar sin renegar su propia identidad individual y colectiva. El autor analiza el tema desde el estudio del periódico sefaradí Israel, editado de manera regular entre 1917 y la década del setenta, puesto que dicha publicación fue con-siderada portavoz del movimiento sionista y aglutinó a un grupo formado por sefaradíes y askenazíes, que buscaron a través de sus páginas recrear un pasado común. De esta manera, este órgano cumplió el rol articulador de una identidad colectiva, que ofició como base para crear el imaginario de una colectividad; al mismo tiempo que se erigió en un marco que generó, al decir de Raanan Rein, una identidad-con-guión dentro de un continuo con un tipo ideal de identidad judía en un extremo y un tipo ideal de identi-dad argentina en el otro. Asimismo, de su lectura se desprende que para el argentino-judío el sionismo no estaba vinculado exclusivamente a Palestina sino que era su vida en Argentina.

El tercer capítulo se centra en la Argentina de los años de 1940 y 1950. Frente a una tradición historiográfica que sostuvo durante décadas la hos-tilidad entre los judíos y el régimen peronista, el autor demuestra que los integrantes de la colectividad judía no actuaron de manera homogénea. Aun-que la mayoría tuvo sus reservas hacia el surgimiento de esta nueva fuerza política, hubo quienes no solo simpatizaron con la primera presidencia de

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Juan Domingo Perón y con su esposa Eva Duarte, sino también participa-ron activamente, ya sea como militantes ya sea detentando cargos públicos. Paralelamente, demuestra que el peronismo contó con el apoyo de intelec-tuales judíos, como por ejemplo los integrantes del suplemento del diario La Prensa, que ofició de mediador entre las autoridades nacionales y la colectividad en la Organización Israelita Argentina.

Rein observa determinadas variables utilizadas por el régimen peronis-ta, entre 1946 y 1955, para generar tácticas y esfuerzos con el fin de cooptar miembros de la colectividad judía, luchar contra el antisemitismo y mante-ner buenas relaciones con el Estado de Israel. Estas medidas tendieron por un lado, a mejorar la imagen del peronismo en el escenario internacional y por otro, en un claro intento por reescribir la historia nacional con un fuerte componente popular y folklórico, se buscó la inclusión de minorías étnicas que hasta el momento habían estado fuera de escenario político. Sin embar-go, luego de la caída de Perón y frente a la posibilidad de una identificación del judaísmo con el peronismo, los líderes de la comunidad borraron las huellas de aquellos que lo habían apoyado. Como consecuencia, se expulsó de puestos claves a los simpatizantes del partido derrocado y se buscó resta-blecer los vínculos con el nuevo gobierno totalitario.

En el capítulo cuarto, se retoma la relación entre el judaísmo y el jus-ticialismo cuando décadas más tarde, en 1973, Perón regresa al poder en la Argentina. Es interesante el abordaje que el autor realiza de la recons-trucción de estos vínculos, pues rastrea la imagen del peronismo y de su líder que transmitió la prensa hebrea hasta su muerte, en 1974. Su tercera presidencia coincidió con la victoria israelí en la guerra de los Seis Días, la conquista de Cisjordania y Franja de Gaza, y la guerra de Yon Kipur, por lo que la cobertura hacia los temas argentinos fue menos extensa que entre las décadas de 1940 y 1950, pero no dejó de estar presente. Por otra parte, otros dos factores influyeron en la gradual pérdida de interés en los asuntos argentinos: primero, mientras que en la década del setenta Argentina era ya claramente considerado un país del tercer mundo, Israel había entrado a formar parte del mundo occidental desarrollado y segundo, a nivel interna-cional, el Estado argentino comenzó una política favorable hacia los países árabes en general y hacia Palestina en particular.

Rein analiza cinco periódicos, a partir de los cuales demuestra que la imagen que se tenía del tercer gobierno de Perón no fue unidimensional. Los periódicos Maariv, Haaretz y Iediot Ajronot transmitían una imagen

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negativa del líder peronista; por su parte, Davar y Al Hamishmar, ambos identificados con el laborismo, si bien en un primer momento mostraron su simpatía por el retorno de Perón y destacaron su actitud pro israelí, decre-cieron en su entusiasmo paralelamente al viraje hacia la derecha que tomó el gobierno argentino. El amplio abanico de posturas e impresiones que trans-mitió la prensa israelí hacia la figura del líder justicialista es estudiado mi-nuciosamente por el autor a través de hechos claves de la tercera presidencia de Perón: su retorno a la Argentina, la masacre de Ezeiza, su elección a la presidencia, la figura de López Rega, su muerte, la asunción de Isabel Mar-tínez de Perón y el golpe de Estado de 1974.

Con la misma rigurosidad, el autor se aboca en otro capítulo a las pro-testas realizadas en Israel con motivo del IX campeonato por la Copa Mun-dial de Fútbol realizado en la Argentina en el año 1978, un evento deportivo con el que se pretendió legitimizar el régimen dictatorial instalado en el país dos años antes y responsable de la muerte, desaparición y exilio de miles de ciudadanos, muchos de ellos de origen judío. Las protestas israelíes se en-cuadraron dentro de un marco histórico general marcado por la realización de actos de reprobación y duras críticas en todo el mundo. Uno en particular merece destacarse, tanto por el gran número de argentinos que residían en Israel —y que aumentó cuando llegaron los exiliados que huían de un estado que violaba masivamente los derechos humanos— como por la denuncia que recibían los organismos israelíes por la desaparición de miembros de la colectividad. Por otra parte, las estrechas relaciones que existían entre los miembros de la Junta militar argentina y el gobierno israelí, cuyo primer ministro era Menajen Begim, pusieron de manifiesto un secreto a voces: la venta de armamentos y la capacitación recibida de militares argentinos por sus pares israelíes.

Fue el Comité Israelí de Solidaridad con el Pueblo Argentino, formado en su mayoría por activistas argentinos, quien llamó a comienzos de 1978 a boicotear el Mundial de Fútbol. No obstante, el autor advierte que estas protestas fueron menores comparadas con las realizadas en otros países eu-ropeos como Francia u Holanda. Asimismo, su influencia en la sociedad is-raelí y en la política gubernamental fue prácticamente nula. Hace referencia al silencio en la mayoría de los medios de comunicación israelíes con res-pecto a los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Argentina; destaca algunas voces que se alzaron para denunciar la violación de los derechos humanos en la Argentina, entre ellas la de Arie Palgi, el reportaje publicado

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por el periódico Maariv al intelectual Ismael Viñas y la denuncia del cineas-ta Jorge Weller con su film Ernesto.

Rein finaliza su obra con el análisis de la actuación del periodista Jaco-bo Timerman en Israel, adonde arribó en 1979 ayudado por las autoridades israelíes, luego de que el gobierno argentino lo hubiera secuestrado y man-tenido bajo arresto, para finalmente deportarlo en 1977. El autor recorre un interesante abanico a través del que reflexiona la causa por que Timerman pasó de ser recibido como un héroe, por su lucha por los derechos humanos y su sionismo ferviente, a ser persona non-grata debido a su férrea crítica a las acciones llevadas a cabo por Israel en el Líbano, en 1982. El análisis va más allá del caso Timerman. Por un lado, busca desentrañar las claves de las relaciones del estado judío con las comunidades de la diáspora en general, y el triángulo Israel/Argentina/judíos-argentinos, en particular. Por otro lado, explora las circunstancias que llevan a quitarle el apoyo brindado inicialmente, cuando sus posturas ideológicas se transforman en un punto de fricción con la imagen que la clase dirigente israelí buscaba construir del estado judío, dado que hasta su regreso a la Argentina, en 1984, su presencia provocó incomodidad al establishment gobernante y a varios medios loca-les. Asimismo, Rein analiza cómo este tema reflejó la incomprensión sobre lo que significaba el sionismo para con los judíos diaspóricos.

En esta obra, el historiador Raanan Rein incursiona en un tema que abre infinidad de debates, que, lejos de cerrarlos o encontrar una respuesta definitiva, contribuye con su exhaustivo análisis a profundizarlos. Su estu-dio, de gran rigor académico, tiene doble mérito. Por un lado, incorporar nuevas claves para la lectura y comprensión de la historia de la Argentina. Por otro lado, contribuye a llenar un vacío historiográfico por medio de aportes inéditos de gran valía, que nos obligan a pensar no sólo que los pro-cesos históricos son más complejos de lo que parecen a primera vista sino también que es necesario revisar las contradicciones de la Argentina.

Asimismo, quien desee establecer comparaciones con el resto del mun-do, encontrará en sus páginas una interpretación útil y desafiante para los estudios sobre el judaísmo y sobre el concepto de identidad desde una mi-rada integradora. Raanan Rein logra el objetivo que se propone en la intro-ducción: “Mi ambiciosa esperanza es que esta recopilación de artículos sea relevante no sólo para aquellos interesados en la Argentina y su comunidad judía, sino también para quienes se interesan en la experiencia judía del pa-sado y del presente en otras partes del mundo”.

MAríA fernAndA de lA rosA

PolíticA editoriAl

Temas de Historia Argentina y Americana es la publicación periódica del Instituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se consi-derarán para su edición trabajos originales relacionados con la historia ar-gentina y americana. Esta revista se publica con una frecuencia semestral. Las colaboraciones se reciben para el primer número (Enero–Junio) hasta el 15 de Marzo, y para el segundo número (Julio-Diciembre) hasta el 30 de Agosto de cada año.

Los autores de los artículos publicados en el presente número ceden sus derechos a la editorial, en forma no exclusiva, para que incor-pore la versión digital de los mismos al Repositorio Institucional de la Universidad Católica Argentina como así también a otras bases de datos que considere de relevancia académica.

norMAs sobre lA PresentAción de oriGinAles PArA lAs

PublicAciones del instituto de historiA ArGentinA y AMericAnA

fAcultAd de filosofíA y letrAs

PontificiA universidAd cAtólicA ArGentinA

1- eXtensión

La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de alrededor de 96.000 caracteres con espacios incluidos. El artículo debe ser presentado con la tipografía Times New Roman, tamaño 12, con interlinea-do de 1,5. El margen superior e inferior debe medir 2,5 cm. y el derecho e izquierdo debe ser de 3 cm.

2- subtítulos y citAs en el teXto

Los subtítulos serán en versAlitA.Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres

líneas, se las separa del cuerpo del texto (en Times New Roman, tamaño 10,

interlineado 1,5) y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin poner comillas.

3. APArAto erudito

3.1 citAs biblioGráficAs

a. De libros

Autor (en versalita); título (en bastardilla); edición, desde la segunda en adelante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página o de las páginas extremas.

ricArdo levene, Investigaciones acerca de la historia económica del Virreinato del Plata, 2º edición, t.2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp.114-116.

b. De artículos

Autor (versAlitA); título del artículo (entrecomillado); título de la revis-ta o diario (o en bastardilla); número del volumen, año y otras subdivisiones si las hubiese; lugar, editor y año efectivo de edición, número de página (s).

Julio césAr González, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravig-nani”, 2º serie, t.13, año 13, nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1971, p. 10.

c. Cita segunda y sucesivas de una misma obra

Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido de op.cit. y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consigna Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen, se consigna también el número de éste.

cArbiA, op.cit., p. 41.

levene, op.cit., t.23, p.120.Ibidem, p. 124.

Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabras del título para individualizarla.

levene, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24. levene, Historia del Derecho, cit, t. 1, p.99.

Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila.

ricArdo levene, op.cit, p. 29.GustAvo GAbriel levene, op.cit, p.66.

En el caso de los artículos, se procede de la misma manera.

González, op.cit., p.11.

Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título.

González, “La misión Guido” cit., p. 11.

3.2 citAs de docuMentos

a. InéditosTipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y

signatura topográfica.

Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788, Archivo General de la Nación IX-45-6-6.

b. Editados

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (en ver-

sAlitA); título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página.

El deán Funes a Daniel Florencio O`Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, en bibliotecA nAcionAl, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires, 1949, pp. 304-305.

b. Cita segunda y sucesivas de un mismo documento

Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra la fecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página.

Sanz a Loreto, 23-VIII-1788 cit.Funes a O`Leary, 16-X-1824 cit., p.304.

4.1 AbstrAct y PAlAbrAs clAve

Todos los trabajos deberán hallarse acompañados de un resumen en castellano y de un abstract en inglés, de no más de diez líneas cada uno, en que se formule con precisión la síntesis del artículo, y de cinco “palabras claves” en ambos idiomas, que permitan su utilización informática.

Nota: el no cumplimiento de las normas arriba expresadas implicará la devolución del artículo remitido para su publicación.

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