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Terapia

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Primer libro de Sebastian Fitzek

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  • Ni testigos, ni pistas, ni cadver. Josy, la hija de doceaos del conocido psiquiatra Viktor Larenz, desapareceen misteriosas circunstancias de la consulta del mdicoque la trata de una inexplicable dolencia.

    Cuatro aos despus, Viktor, sumido en una profundatristeza, se ha retirado a una remota casa en una isla delMar del Norte. All lo localiza una hermosa desconocidaque padece alucinaciones: ve constantemente a una niapequea, una nia que padece una extraa enfermedady que desaparece sin dejar rastro de la consulta delmdico. Viktor inicia entonces un tratamiento con ladesconocida, pero la terapia se convierte paulatinamenteen un dramtico interrogatorio Es posible lo inconce-bible? Describen los delirios de Anna los ltimos das deJosy?

  • Sebastian Fitzek

    Terapia

  • Ttulo original: Die therapieSebastian Fitzek, 2006Traduccin: Irene Saslavsky NiedermannRetoque de portada: Accumbens

  • Guardar silencio sobre lo que, en mi consulta o fuera de ella,vea u oiga, que se refiera a la vida de los hombres y que no

    deba ser divulgado. Mantendr en secreto todo lo que pudi-era ser vergonzoso si lo supiera la gente.

    Fragmento del juramento hipocrtico

    Dime con quin andas y te dir quin eres.

    Refrn popular

  • Prlogo

    Pasada media hora, supo que jams volvera a ver a su hija. Ellaabri la puerta, se volvi a mirarlo y despus entr en la hab-itacin del anciano. Pero estaba seguro de que Josephine, su hijitade doce aos, jams volvera a salir. Nunca ms volvera a dedi-carle esa sonrisa deslumbrante cuando la llevara a la cama. Nuncams volvera a apagar su lamparita de vivos colores en cuanto ellase hubiera dormido. Y sus gritos espantosos en plena noche jamsvolveran a despertarlo.

    La certeza lo golpe con la violencia repentina de un choquefrontal.

    Intent ponerse de pie, pero su cuerpo se neg a abandonar lainestable silla de plstico. No le habra sorprendido que se le do-blaran las rodillas y cayese al suelo cuan largo era en el des-gastado parquet de la sala de espera, justo entre la robusta ama decasa con soriasis y la mesita en la que reposaban nmeros atrasa-dos de algunas revistas. Pero la gracia de desmayarse no le fueconcedida y permaneci consciente.

    LOS PACIENTES NO SERN ATENDIDOS POR TURNODE LLEGADA SINO SEGN LA URGENCIA DE SUDOLENCIA.

  • El cartel informativo de la puerta blanca tapizada de cuero quedaba a la consulta del alerglogo se volvi borroso.

    El doctor Grohlke era un amigo de la familia y el vigsimo se-gundo al cual visitaba. Viktor Larenz haba confeccionado unalista. Los veintin mdicos anteriores no haban logrado descubrirnada. Absolutamente nada.

    El primero, un mdico de urgencias, haba acudido el segundoda de las vacaciones navideas a la mansin familiar de Schwan-enwerder, haca exactamente de eso once meses. Al principiohaban credo que Josephine padeca indigestin por comer fon-due. Haba vomitado varias veces durante la noche y despus su-frido una diarrea. Isabell, su mujer, llam al servicio de urgenciasparticular y Viktor llev a Josy al saln, con su delicado camisnde batista. Al recordarlo an notaba el tacto de sus delgados bra-citos: uno rodendole el cuello como en busca de ayuda y el otroaferrado a Nepomuk, el gato azul, su peluche predilecto. Bajo lamirada severa de los familiares presentes, el mdico auscult eldelgado trax de la nia, le administr una infusin electrolticaintravenosa y le recet un remedio homeoptico.

    Es una pequea infeccin del estmago y del intestino. Hayun brote en la ciudad, pero no hay que preocuparse! Se pondrbien.

    sas haban sido las palabras de despedida del mdico de ur-gencias. Se pondr bien. Haba mentido.

    Viktor se encontraba justo delante de la consulta del doctorGrohlke. Cuando trat de abrir la pesada puerta, ni siquiera logrbajar el picaporte. Al principio crey que la tensin de las ltimashoras lo haba dejado sin fuerzas, pero despus comprendi que lapuerta estaba cerrada con llave. Alguien haba corrido el pestillo.Qu ocurre aqu?, pens.

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  • Se volvi bruscamente y fue como si viera lo que lo rodeaba enun taumatropo. Su cerebro perciba todas las imgenes de unmodo sincrnico: los paisajes irlandeses de las paredes, el polvori-ento ficus que haba junto a la ventana, la seora con soriasis sen-tada en la silla. Larenz volvi a tirar del picaporte una ltima vez ydespus sali de la sala de espera arrastrando los pies. El pasilloan estaba repleto, como si el doctor Grohlke fuera el nicomdico de Berln.

    Viktor se encamin despacio al mostrador de recepcin. Unadolescente que sufra un evidente problema de acn solicitabaque le hicieran una receta, pero Larenz lo apart rudamente parahablar con la ayudante del mdico. Ya conoca a Mara de sus an-teriores visitas. Haca media hora, a su llegada a la consulta conJosy, Mara todava no estaba. Se alegr de que su sustituto se hu-biera tomado un descanso o de que su presencia fuera necesariaen otra parte. Mara tena unos veinte aos y el aspecto corpu-lento de una portera de ftbol femenino, pero ella tambin tenauna hija pequea y le ayudara.

    He de entrar en la consulta y ver a mi hija dijo. Habaalzado la voz sin darse cuenta.

    Buenos das, doctor Larenz, me alegro de volver a verlo.Mara reconoci al psiquiatra de inmediato. Haca tiempo queno acuda a la consulta, pero en numerosas ocasiones haba vistosu rostro distinguido en televisin y en las revistas. Era un in-vitado apreciado de los programas de entrevistas, y no slo por suapostura y la sencillez con la que explicaba complejos problemasmentales de manera que resultaran comprensibles para los pro-fanos. Pero aquel da sus palabras eran enigmticas.

    Debo ver a mi hija ahora mismo!

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  • El muchacho al que haba apartado de un empelln compren-di instintivamente que algo iba mal y se apart an ms. Maratambin titube y se esforz por no perder su habitual sonrisa.

    Por desgracia no s de qu me habla, doctor Larenz dijo, yse toc la ceja izquierda, donde sola llevar un piercing del quesiempre tironeaba cuando se pona nerviosa. Pero el doctorGrohlke, su jefe, era un hombre conservador y la obligaba a quit-arse el imperdible plateado en cuanto llegaban los pacientes.

    Josephine tena cita para hoy?Larenz iba a responder de mala manera pero opt por callar.

    Claro que tena cita. Isabell la haba concertado por telfono y lhaba llevado a Josy en coche. Como siempre.

    Qu es un alerglogo, papi? le haba preguntado la niaen el trayecto. Uno que se encarga del clima?

    No, ratoncito. Eso es un meteorlogo. La haba observadopor el retrovisor y hubiera querido acariciarle el cabello rubio. Lehaba parecido tan frgil como un ngel pintado en papel deseda japons.

    El alerglogo se encarga de tratar a las personas que nodeben entrar en contacto con ciertos productos, porque de lo con-trario se ponen enfermos.

    Como yo?Tal vez haba contestado. Ojal, haba pensado. Al

    menos sera un diagnstico, un principio. Entretanto, los inexplic-ables sntomas de su enfermedad afligan a toda la familia. Hacaseis meses que Josy haba dejado de ir a la escuela. Los espasmosse producan de manera muy repentina e irregular e impedan aJosy asistir a clase. Por eso Isabell slo trabajaba media jornada yse dedicaba a las clases particulares de Josy. Y Viktor haba cer-rado su consulta de Friedrichstrasse para poder dedicarse a suhija a todas horas. O, mejor dicho, a sus mdicos. Pero pese a las

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  • maratonianas consultas mdicas de las semanas anteriores,ningn experto de los consultados haba dado con la respuesta.No lograban descubrir la causa de los recurrentes ataques febrilesde Josy, de las constantes infecciones ni de las hemorragias na-sales nocturnas. A veces los sntomas remitan e incluso desa-parecan por completo y la familia recuperaba la esperanza. Perotras una breve pausa todo volva a empezar, por lo general conataques an ms intensos. Hasta el momento, los internistas, loshematlogos y los neurlogos haban logrado descartar que setratara de cncer, sida, hepatitis o de cualquier otra enfermedadinfecciosa conocida. Incluso haban comprobado que no setrataba de malaria.

    Doctor Larenz?La voz de Mara volvi a catapultarlo a la realidad y se dio

    cuenta de que la ayudante lo haba estado mirando boquiabiertatodo el rato.

    Qu habis hecho con ella? Larenz haba recuperado lavoz y ya gritaba.

    Qu quiere decir?Con Josy. Qu habis hecho con ella?Con los gritos de Larenz las conversaciones de los pacientes

    que esperaban cesaron de golpe. Se notaba que Mara no tena niidea de cmo resolver la situacin. Claro que, dado su trabajocomo ayudante del doctor Grohlke, estaba acostumbrada a que lospacientes actuaran de un modo extrao. A fin de cuentas, no erauna consulta particular y haca tiempo que la Uhlandstrasse habadejado de ser una de las ms elegantes de Berln. Desde la cercanaLitzenburgerstrasse haba una constante afluencia de adictos yprostitutas a las salas de espera, y nadie se asombraba cuando,

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  • por ejemplo, un demacrado chapero con sndrome de abstinenciale gritaba a la enfermera porque no quera que le trataran loseczemas sino que le proporcionaran un remedio que le aliviara eldolor.

    Pero ese da se trataba de algo un tanto diferente, puesto queel doctor Viktor Larenz no llevaba un mugriento chndal ni unacamiseta agujereada. Tampoco calzaba zapatillas deportivas viejasni su rostro estaba lleno de granos purulentos y reventados. Alcontrario, su aspecto era el de un hombre al cual el trmino dis-tinguido le iba como un guante: esbelto, erguido, de hombrosanchos, frente alta y mentn pronunciado. Aunque haba nacido yse haba criado en Berln, la mayora lo tomaba por hansetico.Slo le faltaban las sienes plateadas y la nariz clsica. Incluso losrizados cabellos castaos que ltimamente llevaba un poco mslargos y la nariz torcida un doloroso recuerdo de un accidentede vela contribuan a su aspecto de hombre de mundo. ViktorLarenz era un hombre de cuarenta y tres aos cuyo aspecto trans-mita la idea de que sin duda tena pauelos de hilo con inicialesbordadas y que nunca llevaba monedas en los bolsillos. Su tez,notablemente plida, denunciaba las muchas horas extra realiza-das. Y eso era lo que pona en una situacin difcil a Mara, porqueuno no se espera que un doctor en psiquiatra enfundado en untraje a medida de dos mil doscientos euros se ponga a gritar enpblico, ni que barbote con voz de falsete palabras incomprens-ibles. Justo por eso Mara no saba qu hacer.

    Viktor?Al or la voz profunda, Larenz se volvi. El doctor Grohlke

    haba odo el barullo e interrumpido su consulta. El anciano y

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  • delgado mdico de cabello rubio arena y ojos hundidos parecamuy preocupado.

    Qu ocurre aqu?Dnde est Josy? grit Viktor como nica respuesta, y el

    doctor Grohlke retrocedi un paso, alejndose de su amigo. Hacacasi diez aos que conoca a la familia pero jams haba visto aLarenz en ese estado.

    Por qu no me acompaas a la consulta, Viktor, y?Larenz no le prest atencin, sino que mantuvo los ojos fijos

    por encima del hombro del mdico. Viendo que la puerta de laconsulta haba quedado entreabierta, ech a correr, la abri deltodo de una patada y la hoja golpe un carrito de instrumental ymedicamentos. La mujer con soriasis estaba tendida en la camilla,desnuda de cintura para arriba, y se asust tanto que olvid cubri-rse los pechos.

    Qu diablos te ocurre, Viktor? exclam el doctor Grohlkea su espalda. Pero Larenz sali precipitadamente de la consulta.

    Josy? grit, y corri hasta el final del pasillo, abriendo to-das las puertas. Dnde ests, Josy? preguntaba, presa delpnico.

    Por amor de Dios, Viktor! El anciano alerglogo lo sigui,pero Viktor no le prest atencin. El miedo le nublaba el cerebro.

    Qu hay ah dentro? vocifer al no poder abrir la ltimapuerta situada a la izquierda de la sala de espera.

    Productos de limpieza. Slo productos de limpieza, Viktor.Es nuestro trastero.

    Abre la puerta! Viktor tir del picaporte como undemente.

    EscchameABRE LA PUERTA!

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  • El doctor Grohlke lo agarr de los antebrazos con fuerza inso-spechada y lo sujet.

    Tranquilzate, Viktor! Y escchame. Tu hija no puede estarah dentro. Esta maana la seora de la limpieza se llev la llave yno regresar hasta maana por la maana.

    Larenz respiraba entrecortadamente y escuch las palabras deGrohlke sin comprenderlas.

    As que por favor, procedamos con lgica dijo el otro,soltndole los brazos y apoyndole una mano en el hombro.Cundo has visto a tu hija por ltima vez?

    Hace media hora, aqu, en la sala de espera se oy decirViktor. Despus entr en tu consulta. El anciano mdicosacudi la cabeza con aire preocupado y le pregunt algo a Mara,que los haba seguido.

    No he visto a Josephine le dijo sta a su jefe. Y hoy notena cita.

    Tonteras, pens Larenz, y se llev las manos a la cabeza.Isabell concert la cita por telfono y Mara no ha podido ver

    a mi hija, claro, porque en recepcin haba un sustituto. Unhombre que nos ha dicho que tomramos asiento. Josy estabamuy dbil y cansada. La he dejado en la sala de espera para ir abuscar un vaso de agua. Y cuando he vuelto, ella

    No tenemos sustitutos varones lo interrumpi Grohlke.Aqu slo trabajan mujeres.

    Viktor le lanz una mirada perpleja y procur comprender loque acababa de decirle.

    Hoy no he visitado a Josy. No ha venido a la consulta.De repente, Larenz oy un sonido cada vez ms penetrante

    que apagaba las palabras del mdico a medida que se aproximaba.Qu ests diciendo? exclam desesperado. Claro que ha

    entrado en la consulta. La han llamado. Yo estaba en la habitacin

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  • contigua y he odo cmo el hombre de la recepcin la llamaba porsu nombre. Hoy quera entrar en la consulta ella sola, me lo habapedido. Acaba de cumplir doce aos, sabes? Hace poco que tam-bin cierra la puerta del bao con llave. Y por eso, cuando hevuelto a la sala de espera he credo que ya estara en la consulta.

    Viktor abri la boca; de repente se dio cuenta de que no habapronunciado una sola de aquellas palabras. No haba perdido eljuicio, pero por lo visto era incapaz de articular una sola palabra.Mir en torno como buscando ayuda y tuvo la sensacin de ver elmundo en una escena retrospectiva. El sonido penetranteaument de intensidad y ahog casi por completo el barullo que lorodeaba. Era como si todos le hablaran al mismo tiempo: Mara,el doctor Grohlke e incluso algunos pacientes.

    Hace un ao que no veo a Josy. sas fueron las ltimas pa-labras del doctor Grohlke que Viktor oy con claridad. Luego todose volvi muy ntido. Durante un instante supo lo que haba ocur-rido. La terrible realidad relampague, fugaz como un sueo en elmomento de despertar, y se desvaneci a la misma velocidad.Durante una fraccin de segundo lo comprendi todo. La enfer-medad de Josy, que la haba afectado tan profundamente durantelos ltimos meses. De repente entendi lo que haba ocurrido. Loque le haban hecho. Se qued sin respiracin cuando comprendique ahora tambin lo perseguiran a l. Lo encontraran tarde otemprano. Lo saba. Pero luego el espantoso descubrimiento se leescap. Desapareci como la ltima gota de agua por un desage.

    Viktor se golpe las sienes con ambas manos. El ruido pen-etrante, espantoso y lacerante estaba muy prximo. Se volvi in-soportable. Era como el gemido de una criatura torturada y casino pareca humano. Y desapareci cuando, al cabo de un buenrato, volvi a cerrar la boca.

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  • 1Hoy, unos aos despus

    Viktor Larenz jams hubiera credo que cambiara de punto devista. Tiempo atrs, la austera habitacin individual de la clnicaWeddinger para trastornos psicosomticos haba estado a disposi-cin de sus pacientes ms difciles. Hoy l mismo estaba tendidoen la cama elevable, con los brazos y las piernas sujetos con cintaselsticas grises.

    De momento nadie haba ido a visitarlo, ni sus amigos, ni susantiguos colegas, ni sus parientes. Al margen de clavar la vista enun empapelado amarillento de fibra vegetal y dos manchadas cor-tinas marrones, su nica distraccin era la visita del doctorMartin Roth, el joven mdico jefe que lo visitaba dos veces al da.Nadie haba solicitado un permiso de visita en la clnicapsiquitrica, ni siquiera Isabell. Se lo haba dicho el doctor Roth, yViktor no poda echrselo en cara a su mujer. Despus de todo loocurrido.

    Cunto hace que han dejado de administrarme lamedicacin?

    El mdico jefe estaba comprobando el gota a gota de suero fisi-olgico, cuya bolsa penda de un pie metlico de tres brazos juntoa la cama.

    Hace unas tres semanas, doctor Larenz.

  • Viktor agradeci que el hombre an lo llamara por su ttulo.Durante todas las conversaciones que haban mantenido en losdas pasados, el doctor Roth siempre lo haba tratado con el may-or respeto.

    Y cunto hace que he vuelto a reaccionar?Nueve das.Ya. Viktor hizo una breve pausa. Y cundo me darn el

    alta?Viktor vio que la broma haca sonrer al mdico. Ambos saban

    que jams le daran el alta. En todo caso, nunca lo dejaran salirde una institucin similar que no ofreciera las mismas medidas deseguridad.

    Viktor se mir las manos y tir ligeramente de las cintas que losujetaban. Por lo visto, haban aprendido de sus errores. Encuanto lo haban internado, le haban quitado el cinturn y loscordones de los zapatos, e incluso haban quitado el espejo delbao. Cuando lo acompaaban al servicio, dos veces al da, nisiquiera poda comprobar si su aspecto era realmente tan lament-able como supona. Antes siempre lo felicitaban por su aspecto.Llamaba la atencin por los hombros anchos, el cabello espeso ysu cuerpo atltico, perfecto para un hombre de su edad. Quedabamuy poco de todo aquello.

    Sea sincero, doctor Roth. Qu siente cuando me ve tendidoaqu?

    Mientras examinaba la tablilla colgada al pie de la cama, elmdico jefe evit el contacto visual directo con Viktor. Era evid-ente que reflexionaba. Lstima? Preocupacin?.

    Temor. El doctor Roth opt por la verdad.Porque teme que pudiera ocurrirle algo parecido?Lo considera egosta de mi parte?

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  • No. Usted es sincero, y eso me gusta. Es una idea que nodebe resultarle ajena, dado que tenemos algunas cosas en comn.

    El doctor Roth se limit a asentir con la cabeza.Aunque la situacin actual de ambos hombres era muy difer-

    ente, algunas etapas de su vida haban sido bastante similares.Ambos se haban criado siendo hijos nicos muy bien cuidados enuno de los barrios ms aristocrticos de Berln. Larenz era el hijode un abogado de renombre especializado en derecho mercantilde Wannsee; el doctor Roth era el protegido retoo de dos ciru-janos de Westend. Ambos haban estudiado medicina en laUniversidad Libre de Berln, en Dahlem, y se haban especializadoen psiquiatra. Ambos haban heredado la mansin familiar de suspadres y una fortuna bastante considerable que les hubiera per-mitido vivir sin trabajar. Sin embargo, debido a la casualidad o aldestino, ambos se encontraban en el mismo lugar.

    Bien prosigui Viktor. En ese caso, usted considera queexiste un paralelismo entre nosotros. Qu habra hecho usted enmi situacin?

    Se refiere a si yo hubiera descubierto quin le hizo eso a mipropia hija?

    El doctor Roth haba apuntado su comentario diario en la tab-lilla y mir a Viktor directamente por primera vez.

    S.Para ser sincero, no s si hubiera podido superar lo que us-

    ted tuvo que soportar.Viktor solt una carcajada nerviosa.No lo soport. He muerto. De la manera ms cruel que usted

    pueda imaginar.A lo mejor ahora est dispuesto a contarme todo lo ocurrido.

    El doctor Roth tom asiento al borde de la cama, junto a Larenz.

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  • Lo ocurrido? Viktor formul la pregunta, aunque conocala respuesta, desde luego. En das anteriores el mdico le habahecho la misma sugerencia.

    Todo. Toda la historia. Cmo descubri lo que le ocurri a suhija. Qu clase de enfermedad sufra. A contarme de que pas, ydesde el principio.

    Ya se lo he contado casi todo.S. Pero me interesan los detalles. Quiero que vuelva a con-

    trmelo todo con exactitud. Sobre todo el final.El desastre final, pens Viktor. Inspir profundamente y

    volvi a fijar la mirada en el techo lleno de manchas.Ha de saber que durante todos esos aos, tras la desapari-

    cin de Josy, consider que no exista nada ms cruel que la ig-norancia. Cuatro aos sin ninguna pista, sin dar seal de vida. Aveces dese que sonara el telfono y nos dijeran dnde yaca sucadver. Crea que no haba nada peor que flotar entre la suposi-cin y el saber, pero me equivoqu. Porque sabe lo que es anms espantoso?

    El doctor Roth lo mir inquisitivamente.La verdad dijo Viktor, casi en un susurro. La verdad!

    Creo que me top con ella en la consulta del doctor Grohlke, pocodespus de la desaparicin de Josy. Y era tan horrorosa queprefer no admitirla. Pero despus volv a toparme con ella, unavez ms. Y esta vez ya no pude hacer caso omiso de ella, porqueme persigui, literalmente. De pronto la verdad se enfrent a m yme grit a la cara.

    Qu quiere decir?Lo que acaba de or. Me encontr frente a la persona re-

    sponsable de todo este desastre y no lo pude soportar. Bien, ustedsabe lo que hice en la isla. Y, en ltima instancia, adonde me llev.

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  • La isla dijo el doctor Roth. Parkum, verdad? Por questaba all?

    Como psiquiatra, usted debera saber que sa no es la pre-gunta correcta. Viktor sonri. Sin embargo, intentar respon-derle. Aos despus de la desaparicin de Josy, la revista Buntevolvi a pedirme una entrevista en exclusiva. De entrada menegu a concedrsela, e Isabell estaba de acuerdo. Pero despusconsider que las preguntas que me enviaron por fax y por correoelectrnico podan ayudarme a ordenar mis ideas, a alcanzar lapaz. Me comprende?

    As que fue a la isla para trabajar en la entrevista?S.Solo?Mi mujer no quera ni poda acompaarme. Tena una im-

    portante cita de trabajo en Nueva York. Si he de ser sincero, mealegr de estar solo. Tena la esperanza de por fin lograr distan-ciarme lo suficiente en Parkum.

    Lo suficiente para despedirse de su hija.Viktor asinti, aunque el doctor Roth no haba planteado una

    pregunta.S, ms o menos. As que me llev al perro hasta el mar del

    Norte y tom un trasbordador hasta Sylt. No poda sospechar laserie de acontecimientos que mi viaje desencadenara.

    Cunteme algo ms al respecto. Qu ocurri en Parkum, ex-actamente? Cundo fue la primera vez que comprendi que todoestaba relacionado?

    La inexplicable enfermedad de Josephine. Su desaparicin.La entrevista.

    Bien. Viktor volvi a un lado la cabeza y oy crujir susvrtebras cervicales. Debido a las cintas que lo sujetaban, se erael nico movimiento de relajacin que poda realizar. Tom

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  • aliento y cerr los ojos. Como siempre, slo tard unos segundosen regresar mentalmente a Parkum, a la casa de la playa de techode caas, al lugar donde se haba propuesto volver a poner ordenen su vida cuatro aos despus de la tragedia. Donde esperabadistanciarse lo suficiente como para volver a empezar. Y donde encambio lo perdi todo.

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  • 2Parkum, cinco das antes de la verdad

    BUNTE: Cmo se sinti inmediatamente despus de latragedia?

    LARENZ: Estaba muerto. Segua respirando, inclusocoma y beba de vez en cuando y hasta dorma un par dehoras al da. Pero ya no exista. Mor el da que desapareciJosephine.

    Viktor clav la mirada en el cursor que parpadeaba detrs delltimo prrafo. Haca siete das que haba llegado a la isla. Hacauna semana que se pasaba el da ante el viejo escritorio de caoba,intentando responder a la primera pregunta de la entrevista.Hasta aquella maana no haba logrado teclear cinco oracionescoherentes en su ordenador porttil.

    Muerto, en efecto: era la palabra ms adecuada para de-scribir el estado en el que se encontraba en los das y las semanasinmediatamente posteriores. Posteriores.

    Viktor cerr los ojos.No recordaba las primeras horas despus de sufrir el choque.

    No saba con quin haba hablado ni dnde haba estado cuandoel caos destrua a su familia. En aquel entonces, Isabell haba car-gado con todo. Fue ella quien revis el armario con el fin de

  • informar a la polica acerca de las prendas que llevaba Josy, quienquit la foto del lbum familiar para que hubiera una til para labsqueda de la pequea. Y tambin fue ella quien inform a losparientes mientras l vagaba sin rumbo por las calles de Berln. Elpsiquiatra, tan clebre y supuestamente tan profesional, habafracasado en la situacin ms trascendente de su vida.

    Y durante los aos siguientes, Isabell tambin haba de-mostrado ms fortaleza que l. Al cabo de tres meses ella volva atrabajar como asesora de empresas, pero en cambio Viktor vendisu consulta y a partir de entonces no volvi a tratar a ningnpaciente.

    De pronto el porttil emiti un pitido de alarma y Viktor se diocuenta de que tena que volver a cargar la batera. El da de sullegada, cuando haba colocado el escritorio en la sala con chime-nea, delante de la gran ventana con vistas al mar, haba com-probado que all no tena enchufe. As que poda contemplar elmaravilloso panorama invernal del mar del Norte mientras traba-jaba, pero cada seis horas tena que transportar el ordenadorhasta el cargador, que estaba encima de una mesita, delante de lachimenea. Viktor guard el documento con rapidez antes de quese perdieran los datos.

    Como se perdi Josy.Ech un rpido vistazo al mar del Norte, pero enseguida des-

    vi la mirada porque el aspecto del ocano era un reflejo de sualma. El viento que silbaba por encima del techo de caas e im-pulsaba las olas transmita un mensaje inequvoco. A finales denoviembre el invierno se apresuraba a llegar a la isla acompaadode sus amigos, la nieve y el fro.

    Como la muerte, pens Viktor ponindose de pie y llevandoel porttil hasta la mesa de la chimenea, donde reposaba labatera.

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  • La casita de dos plantas de la playa haba sido construida aprincipios de los aos veinte del siglo anterior y, desde la muertede los padres de Viktor, nadie se haba encargado de hacer las re-paraciones necesarias. Por suerte, Halberstaedt, el burgomaestrede la isla, se haba encargado de la instalacin elctrica y del gen-erador que haba delante de la casa, as que al menos haba luz yla casa estaba caliente. Pero la vieja construccin de madera, queningn miembro de la familia haba visitado durante muchotiempo, haba sufrido bastante. Las paredes, tanto por fuera comopor dentro, necesitaban imperiosamente una mano de pintura,haca aos que el parquet estaba desgastado y en el vestbulohaban tenido que reemplazarlo parcialmente. Y las ventanasdobles de madera se haban deformado y dejaban pasar el fro y lahumedad. Puede que el mobiliario resultara lujoso en los aosochenta e incluso siguiera evidenciando la prosperidad de la fa-milia Larenz. Pero en las lmparas Tiffany, el sof y los sillones depiel y las estanteras de teca se haba acumulado un exceso de pt-ina debido al descuido. Haca mucho tiempo que nadie haba quit-ado el polvo.

    Cuatro aos, un mes y dos das.A Viktor no le hizo falta echar un vistazo al viejo calendario de

    la cocina. Lo saba. Ese era el tiempo transcurrido desde la ltimavez que haba pisado Parkum. Haca mucho que nadie daba unamano de pintura al techo ni tampoco a la chimenea tiznada deholln. Pero en aquel entonces otra cosa s que se encontraba enbuen estado: su vida.

    Porque Josy lo haba acompaado hasta all, pese a que en losltimos das de octubre la enfermedad ya la haba debilitadomuchsimo.

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  • Viktor se sent en el sof de cuero, conect el porttil al car-gador y procur no pensar en el fin de semana anterior a aquelfatdico da. Pero fue intil.

    Cuatro aos.Cuarenta y ocho meses transcurridos sin que Josy diera

    seales de vida. Pese a las numerosas pesquisas y las llamadas a lapoblacin de todo el pas a travs de los medios de comunicacin.Ni siquiera un programa especial doble de televisin aportningn indicio confiable. Pese a ello, Isabell se neg a que dieranpor muerta a su nica hija y por ese motivo tambin se haba op-uesto a la entrevista.

    No hay nada que debas concluir le haba dicho Isabell pocoantes de la partida.

    Se encontraban en el camino de gravilla delante de su casa yViktor ya haba cargado el equipaje en la Volvo. Tres maletas. Unacon su ropa, las otras dos repletas de toda la documentacin quehaba reunido tras la desaparicin de su hija: recortes de diarios,documentos y, por supuesto, los informes de Kai Strathmann, eldetective privado que haba contratado.

    No hay nada que asimilar ni concluir, Viktor haba in-sistido. Nada. Porque nuestra hija sigue viva. Que lo dejarasolo en Parkum se deba nicamente a que era consecuente y tam-bin a que ahora ella tal vez estuviera en algn rascacielos de ParkAvenue, en Nueva York, participando en una reunin de trabajo.Era su manera de distraerse. El trabajo.

    Viktor, sentado en el sof negro, se sobresalt cuando un leose desplom en la chimenea, al igual que Sindbad, que dorma de-bajo del escritorio y que bostez indignado. Haca dos aos, el

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  • golden retriever se haba acercado a Isabell en el parking de laplaya del lago Wannsee.

    Qu ocurrencia es sa? Acaso pretendes reemplazar a Josycon un chucho? le haba gritado a su mujer en el vestbulo de lamansin cuando ella haba vuelto a casa con el perro. El griterohizo que el ama de llaves, que estaba en la primera planta, desa-pareciera rpidamente en la habitacin de planchar.

    Qu nombre pretendes que le pongamos a ese animal,Joseph?

    Como siempre, Isabell tampoco se dej provocar en esa situa-cin, haciendo honor a su origen hansetico y al de una de las msantiguas familias de banqueros del norte de Alemania. Slo lamirada de sus ojos de color azul acero le revelaron lo que pensen aquel instante: Si hubieras tenido ms cuidado, ahora Josyestara aqu con nosotros y podra jugar con este perro.

    Viktor lo comprendi sin que ella tuviera que pronunciar pa-labra y la irona del destino quiso que, desde el primer da, el an-imal demostrara su preferencia por Viktor.

    Fue a la cocina para preparar ms t seguido de Sindbad, quealbergaba la esperanza de disfrutar de otro almuerzo.

    Olvdalo, compaero. Viktor se dispona darle unapalmada amistosa cuando not que el perro ergua las orejas.Qu te pasa? Se inclin hacia l y entonces tambin lo oy: unruido metlico, un tintineo que le despert un viejo recuerdo.Qu era?. Viktor se acerc sigilosamente a la puerta.

    Volvi a orlo, un sonido como de una moneda rascando unapiedra. Otra vez.

    Viktor contuvo el aliento cuando lo record: era el ruido quesola or cuando su padre regresaba de una excursin en velero, elruido metlico y tintineante de una llave contra un tiesto dearcilla. El ruido que su padre haca cuando haba olvidado la llave

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  • de casa y sacaba la de repuesto, oculta bajo un tiesto de flores dela entrada.

    O quiz fuera otra persona?.Viktor se envar. Alguien estaba en la puerta, alguien que

    conoca el lugar donde sus padres escondan la llave y, al parecer,ese alguien pretenda entrar en la casa.

    Con el corazn en un puo, recorri el vestbulo y espi por lamirilla de la pesada puerta de roble. Nadie. Iba ya a correr la am-arillenta cortina para mirar por la ventanita de la derecha de laentrada, pero cambi de idea y volvi a espiar por la mirilla. En-tonces dio un paso atrs, presa del espanto. Realmente habavisto lo que le haba parecido ver?

    Viktor sinti un escalofro, los odos le zumbaban. Estabacompletamente seguro, no caba duda. Durante una fraccin desegundo haba visto un ojo humano que pretenda examinar el in-terior de la casa de la playa. Un ojo que le resultaba conocido,aunque no hubiera podido determinar a quin perteneca.Venga, Viktor, contrlate!, pens. Inspir profundamente yabri la puerta de golpe.

    Qu desea? Viktor se interrumpi y no termin la fraseque pretenda gritar a la cara del desconocido en el umbral, paradarle un buen susto. Porque all no haba nadie. Ni en la terrazade madera ni en el sendero que conduca a la puerta del jardn,situada a unos seis metros de distancia. Viktor baj los cincopeldaos que daban al jardn para examinar la parte inferior de laterraza. De nio siempre se esconda all cuando jugaba con loschicos del vecindario. Pero slo haba algunas hojas marchitas ar-rastradas por el viento e iluminadas por la tenue luz del atardecer,sin nadie que perturbara su tranquilidad.

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  • Viktor se estremeci y se frot las manos. Despus volvi asubir los peldaos. El viento haba entrecerrado la pesada puertade roble y tuvo que hacer un esfuerzo para abrirla contra la corri-ente. Cuando casi lo haba logrado, se detuvo.

    El ruido. Volvi a orlo, un poco menos metlico y ms agudo,pero se repiti. Y esta vez no provena del exterior sino del saln.

    Quienquiera que pretenda llamar su atencin no se encontra-ba delante de la puerta. Ya estaba dentro de la casa.

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  • 3Viktor recorri lentamente el pasillo que daba al saln, buscandoun objeto que le sirviera de arma.

    Sindbad no sera de gran ayuda. El retriever senta tantapasin por los humanos que hubiera invitado a un ladrn a jugarcon l en vez de atacarlo. Y adems el perro era demasiadoperezoso para tomar nota de la presencia de un extrao y por lovisto haba regresado al saln mientras su amo comprobaba quetodo estuviera en orden.

    Quin anda ah?No hubo respuesta.Viktor record que desde 1964 no se haba cometido ningn

    delito en la isla, y que aquel acontecimiento no haba pasado deser una inofensiva pelea en una hostera. Pero eso no lo tranquil-iz demasiado.

    Hola? Hay alguien ah? pregunt, conteniendo el alientomientras cruzaba sigilosamente el vestbulo hacia la sala de la chi-menea. Aunque procuraba no hacer ruido, el viejo parquet crujaa cada paso que daba, y tambin rechinaban las suelas de suszapatos.

    Por qu avanzo sigilosamente si al mismo tiempo hablo envoz alta?, se pregunt. Cuando estaba a punto de accionar el pi-caporte de la puerta del saln, sta se abri y el susto lo dejmudo.

  • Cuando la vio no supo si sentirse aliviado o enfadarse. Aliviadoporque la intrusa era una mujer bonita y delicada y no un rudoasaltante. O enfadado porque haba osado irrumpir en su casa aplena luz del da.

    Cmo ha logrado entrar? pregunt. La mujer rubia, depie en el umbral entre el pasillo y el saln, no pareca avergonzadani insegura.

    La puerta que da a la playa estaba abierta cuando he lla-mado. Lamento haberlo molestado.

    Molestado? El miedo haba dejado de paralizarlo y Vikt-or, tratando de recuperar el control, le grit: No me ha mo-lestado, me ha dado un susto de muerte!

    Pues lo siento muY adems est mintiendo. La interrumpi, apartndola y

    entrando al saln. No he abierto la puerta trasera desde mi lleg-ada a la isla. Aunque tampoco comprob si estaba cerrada conllave, pero no tengo por qu decrtelo, pens Viktor, acercndoseal escritorio y contemplando a su no invitada. Aunque estaba se-guro de no haberla visto nunca, algo en su aspecto le resultaba fa-miliar. Meda alrededor de un metro sesenta y cinco, con el ca-bello rubio en una trenza sobre el hombro, y era muy delgada.Pero pese a su delgadez no pareca andrgina: lo impedan lasgenerosas caderas y los pechos turgentes que se destacaban de-bajo de su ropa. Con aquel cutis plido y aristocrtico y los dientesblanqusimos ms bien pareca una modelo. Sin embargo, no eralo bastante alta para serlo. De lo contrario, Viktor hubiese so-spechado que se haba perdido en la isla y que a continuacin lepreguntara cmo llegar a la playa, donde tena que actuar en lafilmacin de un anuncio televisivo.

    No miento, doctor Larenz. Jams he dicho una mentira y noempezar a hacerlo aqu, en su casa.

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  • Viktor se pas la mano por el pelo, tratando de poner orden ensus ideas. Era real lo que estaba ocurriendo? Que una mujer ir-rumpiera en su casa, le diera un susto de muerte y encima preten-diera iniciar una discusin con l?

    Oiga, quienquiera que sea usted, vyase de mi casa, ahoramismo! Quiero decir Viktor volvi a contemplarla. Quines usted?

    Not que le resultaba imposible juzgar su edad. Pareca joveny sus rasgos perfectos correspondan a alguien de veintitantosaos, pero iba vestida como una mujer mayor.

    Llevaba un abrigo negro de cachemira hasta las rodillas y untraje Chanel rosa, guantes negros de cabritilla, bolso de diseoPero, sobre todo, el perfume era propio de una mujer de la edadde Isabell. Y tambin su manera elegante de expresarse con-firmaba que ya haba cumplido los treinta.

    Adems, debe de ser sorda, pens Viktor, porque sus palab-ras no parecan afectarla y segua en el umbral, muda y observn-dolo atentamente.

    Vale, da igual. Me ha dado un susto de muerte y ahora leruego que salga por la puerta principal y no vuelva a pisar micasa, nunca. Estoy trabajando y no quiero que me molesten.

    Cuando la mujer se acerc a l, Viktor se sobresalt.De verdad no quiere saber a qu he venido, doctor Larenz?

    Pretende echarme sin averiguar el motivo de mi visita?S.Acaso no quiere saber qu hace una mujer como yo en esta

    isla dejada de la mano de Dios?No.O tal vez s?.Viktor not que recuperaba la curiosidad tanto tiempo

    perdida.

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  • As que le resulta indiferente cmo he sabido que usted seencontraba aqu?

    S.No le creo, doctor Larenz. Confe en m. Lo que quiero de-

    cirle le resultar muy interesante.Que confe en usted? Que confe en alguien que irrumpe

    en mi casa?No. Lo que quiero es que me escuche. Mi caso esSu caso me da igual la interrumpi Viktor en tono

    grosero. Si usted sabe lo que me ha ocurrido, molestarme aques una desvergenza.

    No tengo ni idea de lo que le ha ocurrido, doctor Larenz.Cmo dice? Viktor no saba qu le produca mayor asom-

    bro, si estar discutiendo con una perfecta desconocida o que suspalabras sonaran tan sinceras. En ese caso, hace cuatro aosque no lee los peridicos.

    Pues s respondi ella.El desconcierto de Viktor aumentaba con cada minuto que

    pasaba, al igual que su inters por la hermosa desconocida.En fin, sea como sea, yo ya no trabajo. Hace dos aos que

    vend mi consultaAl profesor Van Druisen. Lo s. He ido a verlo. l me envi

    aqu.Que l hizo qu? pregunt Viktor; estaba perplejo y su in-

    ters aument an ms.Bien, no me envi directamente. El profesor Van Druisen

    slo dijo que sera mejor que usted se encargara de mi caso per-sonalmente. Y si he de ser sincera, eso es tambin lo que yo deseo.

    Viktor sacudi la cabeza. Pretenda hacerle creer que su anti-guo mentor le haba dado su direccin, la de la isla? No lo creaposible, sobre todo porque Van Druisen saba que su estado de

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  • nimo le impeda tratar a una paciente. Menos todava all, enParkum. Pero eso lo aclarara ms adelante.

    De momento tena que ingenirselas para deshacerse deaquella mujer y recuperar la tranquilidad.

    Debo rogarle una vez ms que se marche. Slo estperdiendo el tiempo.

    No hubo ninguna reaccin.Poco a poco, su temor inicial se convirti en cansancio y bar-

    runt que acababa de ocurrir lo que ms temor le infunda: queall tampoco lograra encontrarse a s mismo. Los fantasmas no lodejaban en paz, ni siquiera en Parkum, tanto los de los muertoscomo los de los vivos.

    Doctor Larenz. S que en ningn caso desea ser molestado.Esta maana un tal Patrick Halberstroem me ha trado hasta aque incluso antes de que pudiera bajar de su barco de pesca me hainformado acerca de usted.

    Se llama Halberstaedt la corrigi Viktor. Es elburgomaestre.

    S, el hombre ms importante de la isla. Despus de usted.Eso tambin lo ha dejado claro. Y seguir su consejo y alejar mibonito culo lo antes posible de Parkum en cuanto haya habladocon usted.

    Eso dijo?S. Pero slo lo har si usted me concede cinco minutos y

    despus me lo dice a la cara.Qu?Que usted no desea tratarme.No dispongo de tiempo para tratarla dijo l en tono es-

    casamente convincente. Mrchese, por favor.

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  • S, lo har. Se lo prometo. Pero primero quiero contarle unahistoria. Mi historia. Crame, slo sern cinco minutos y no se ar-repentir de habrmelos concedido.

    Viktor titube. La curiosidad superaba cualquier otro sentimi-ento. Adems, su tranquilidad ya se haba visto interrumpida y nole quedaban fuerzas para seguir discutiendo.

    No muerdo, doctor Larenz dijo ella con una sonrisa.Cuando dio otro paso hacia l, el parquet volvi a crujir bajo

    sus pies y oli su caro perfume: Opium.Slo cinco minutos?Se lo prometo!l se encogi de hombros. Tras la interrupcin, tanto daban

    un par de minutos, y si la echaba quiz se pasara todo el da cam-inando arriba y abajo delante de su casa y l ya no podra volver aconcentrarse.

    Vale, de acuerdo dijo, echando un vistazo al reloj. Cincominutos.

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  • 4Viktor se acerc a la chimenea, en cuya repisa reposaba una viejatetera de porcelana de Meissen encima de un calientaplatos. Alnotar que ella lo observaba con mucha atencin, hizo un esfuerzoy se oblig a recordar sus buenos modales.

    Le apetece una taza de t? Estaba a punto de prepararlo.La mujer neg con la cabeza, sonriendo.No, gracias. No quiero que me lo descuente del tiempo del

    que dispongo.Bien, entonces al menos qutese el abrigo y tome asiento

    dijo. Apart un montn de viejos peridicos de uno de los sil-lones de cuero que formaba parte del anticuado tresillo. Hacaaos que su padre los haba dispuesto de modo que uno disfrutaratanto de la chimenea como del panorama del mar en cuanto se in-stalaba cmodamente con un buen libro.

    Viktor quit algunas cosas del escritorio y contempl a la bellaforastera, que tom asiento sin quitarse el abrigo de cachemira.

    Durante unos instantes rein el silencio y se oan las olas querompan en la orilla y despus volvan a retirarse.

    Viktor ech otro vistazo al reloj.Bien, seora esto cmo se llama usted?Me llamo Anna Spiegel. Soy escritora.Deberla conocerla?

    Spiegel[1], curioso apellido para una escritora, pens.

  • Slo si tuviera entre seis y trece aos y le gustaran los librospara nios. Tiene hijos?

    S. Es decir El dolor fue breve e intenso, al igual que surespuesta. Vio que ella diriga la mirada a la repisa de la chimeneabuscando fotos de familia y le hizo otra pregunta para no tenerque darle una explicacin.

    Hace aos que no lee los peridicos.Habla alemn sin acento. De dnde es oriunda?De Berln. Berlinesa de pura cepa, por as decir. Aunque mis

    libros tienen xito sobre todo en el extranjero, principalmente enJapn. Pero hace tiempo que ya no.

    Por qu?Porque hace aos que no publico ninguno.Viktor no se haba dado cuenta de que la conversacin haba

    adoptado la tpica forma de pregunta y respuesta, siguiendo eljuego que antes se desarrollaba entre l y sus pacientes.

    Cunto hace que no publica nada?Unos cinco aos. Mi ltima obra volva a ser un libro infant-

    il. Cre que sera el mejor que he escrito, lo senta con cada lneaque escriba, pero nunca logr llegar ms all de los dos primeroscaptulos.

    Por qu?Porque mi estado de salud empeor de manera repentina.

    Tuve que ir al hospital.Por qu?Me parece que hasta el da de hoy siguen sin saberlo en la

    clnica Park.Estuvo en la clnica Park? En Dahlem? Viktor la mir,

    asombrado. No haba contado con que la conversacin diera esegiro. Por una parte, ahora saba que ella deba de ser una autoramuy prspera, puesto que poda permitirse la estancia en una

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  • clnica tan cara como sa. Por otra, que deba de padecer una en-fermedad realmente grave, puesto que la exclusiva clnica privadano se especializaba en tratar las dolencias habituales, como el al-coholismo o la drogodependencia, sino los trastornos psquicosseveros. Antes de su colapso, l mismo haba sido consultado nu-merosas veces como destacado experto y poda confirmar la ex-celente fama de esa institucin. Gracias a la colaboracin de losprofesionales ms importantes del pas y de los mtodos detratamiento ms modernos, en muchos casos la clnica privadaberlinesa haba logrado resultados espectaculares. Cierto quehasta el momento jams se haba topado personalmente con unpaciente que abandonara la clnica en un estado mental tan pre-claro como el de Anna Spiegel, ahora sentada en su casa de laplaya.

    Cunto tiempo permaneci all?Cuarenta y siete meses.Viktor se qued sin habla. Tanto tiempo? O menta ms que

    hablaba o bien estaba realmente enferma. A lo mejor se trataba deambas cosas.

    Me encerraron durante casi cuatro aos en una habitacin yme atiborraron de pldoras hasta tal punto que no saba quin erani dnde estaba.

    Cul era el diagnstico?Su especialidad, doctor Larenz. Por eso he acudido a usted.

    Sufro esquizofrenia.Viktor se haba repantigado en su silln y la escuchaba con

    atencin. Era un experto en esquizofrenia. Al menos lo haba sido.Por qu la internaron?Llam por telfono al doctor Malzius.As que usted le solicit al director de la institucin que la

    internara?

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  • S, claro. La clnica goza de una fama excelente. Y no conocaa nadie ms que pudiera ayudarme. Hace slo unos das que ustedme fue recomendado.

    Quin le habl de m?Un joven mdico de la clnica. Fue quien se encarg de que

    dejaran de administrarme medicamentos para que pudiera volvera pensar con claridad. Tambin fue l quien me dijo que usted erael ms indicado para tratar mi caso.

    Qu remedios le administraron?De todo. Truxal, Fluspi. Sobre todo Flupentixol.Neurolpticos clsicos. En todo caso, un tratamiento ad-

    ecuado, pens Viktor.Y no le fueron de ayuda?No. A partir del da de mi ingreso los sntomas fueron de mal

    en peor. Cuando por fin dejaron de administrarme los medica-mentos tard semanas en recuperarme. Considero que es pruebasuficiente para demostrar que, dado el tipo especial de esquizo-frenia que sufro, un tratamiento farmacolgico queda descartado.

    Qu hace que su tipo de esquizofrenia sea tan especial,seora Spiegel?

    Soy escritora.S, ya me lo ha dicho.Intentar explicrselo lo mejor posible mediante un ejemplo.Por primera vez, Anna no lo mir directamente sino que clav

    la vista en un punto imaginario detrs de su espalda. En su con-sulta de la Friedrichstrasse de Berln, Viktor haba renunciado aldivn freudiano, optando por hablar con sus pacientes cara a cara.Por eso no era la primera vez que observaba dicha actitud. Los pa-cientes desviaban la mirada de la suya en cuanto se ponan tensosy queran describir un acontecimiento importante con la mayorprecisin. O cuando mentan.

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  • Mi primer intento como escritora fue escribir un relatocorto. Lo escrib a los trece aos, para un concurso escolar organ-izado por el Senado de Berln. El tema era el sentido de la viday mi cuento versaba sobre varios jvenes que ponen en marcha unexperimento cientfico. Acababa de entregar el manuscritocuando algo ocurri, al da siguiente.

    Qu?Mi mejor amiga celebraba su decimocuarto cumpleaos en

    la sala de fiestas del hotel Vier Jahreszeiten, en Grunewald. Yo,para ir al bao, tuve que cruzar el vestbulo del hotel. De repente,ella estaba all, justo delante de la recepcin.

    Quin?Julia.Quin es Julia?Ella. Julia. Una de las mujeres de mi relato corto, el persona-

    je principal de la primera secuencia.Se refiere a que vio una mujer parecida a la de su redaccin

    escolar?No. Anna sacudi la cabeza. No una mujer parecida a

    ella. Era exactamente ella.Cmo se dio cuenta?Porque esa mujer dijo literalmente lo que yo le haba hecho

    decir en la primera escena del cuento.Qu?Anna baj la voz y volvi a mirarlo a los ojos.Julia se inclin por encima del mostrador y le dijo al recep-

    cionista: Oye, monada, me dars una habitacin bonita si soymuy amable contigo?.

    Viktor sostuvo su mirada.Alguna vez se ha preguntado si no pudo tratarse de una

    casualidad?

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  • S, me lo pregunt durante mucho tiempo. Slo que me cost-aba creer que se tratara de una casualidad, puesto que despusJulia hizo exactamente lo que escrib en mi relato.

    Qu hizo?Se meti una pistola en la boca y apret el gatillo.Viktor la contemplaba horrorizado.Eso esUna broma? No, por desgracia. La mujer de la recepcin

    fue el principio de una pesadilla en la que estoy atrapada desdehace casi veinte aos. A veces ms, a veces menos, doctor Larenz.Soy escritora, y sa es mi maldicin.

    Viktor casi podra haber imitado el movimiento de sus labios,tan seguro estaba de cules seran sus prximas palabras.

    A partir de esa historia, todos los personajes que imagino sevuelven reales. Puedo verlos, observarlos y a veces incluso hablarcon ellos. Me los imagino e inmediatamente despus aparecen enmi vida. sa es mi enfermedad, doctor Larenz. se es mi prob-lema. sa es la peculiaridad de mi supuesta esquizofrenia dijoAnna, inclinndose hacia delante. Por eso estoy aqu, con usted.As que

    Viktor la mir, y al principio no dijo nada. Sus pensamientosse arremolinaban. Sus emociones luchaban entre s.

    Y bien, doctor Larenz?Y bien, qu?Est interesado? Me tratar, ahora que ya estoy aqu?Viktor ech un vistazo a su reloj. Los cinco minutos haban

    transcurrido.

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  • 5Al repasar lo ocurrido, Viktor decidi que estaba en lo cierto. Sihubiera prestado ms atencin durante el primer encuentro e in-terpretado los indicios de un modo correcto, se habra dadocuenta mucho antes de que algo no encajaba. En absoluto. Peroen ese caso, quizs el desastre hubiera ocurrido an msrpidamente.

    En todo caso, Anna haba logrado su objetivo. Haba irrump-ido en su casa y a todas luces haba logrado sorprenderlo. Su his-toria le resultaba interesante. Era tan extraordinaria que durantecinco minutos dej de pensar en s mismo y en sus propios prob-lemas. Sin embargo, aunque disfrut de ese estado casi despre-ocupado, no quera tratarla. Despus de una discusin breve perointensa, ella accedi a embarcarse en el transbordador que za-rpaba al da siguiente por la maana, a abandonar la isla y volvera consultar al profesor Van Druisen.

    Tengo mis motivos dijo en tono seco, cuando ella le pre-gunt por qu no poda quedarse, y uno de ellos es que hacecuatro aos que no practico mi profesin.

    No habr olvidado su oficio.No se trata de esoAs que se niegaS, pens Viktor, pero algo impidi que le hablara de Josy a

    esa mujer. Si era verdad que mientras haba permanecido en la

  • clnica Anna no haba odo hablar de la tragedia, no sera precis-amente l quien la pusiera al corriente.

    Considero que sera una gran negligencia iniciar un tratami-ento de un caso tan complejo como el suyo sin la necesaria pre-paracin y fuera de una consulta.

    Preparacin? Venga ya. Se trata de su especialidad, no? Sime hubieran enviado a su consulta de la Friedrichstrasse, quhabra sido lo primero que me hubiera preguntado?

    El torpe intento de engaarlo le hizo sonrer.Le hubiera preguntado cundo fue la primera vez que tuvo

    una alucinacin, peroMucho antes de lo del hotel lo interrumpi. En el Vier

    Jahreszeiten el ataque de esquizofrenia fue tan Intent encon-trar la palabra adecuada. Real. Tan ntido. Nunca haba tenidouna percepcin sensorial tan viva como sa. Vi a la mujer, o eldisparo y vi cmo sus sesos se desparramaban por encima delmostrador. Y fue la primera vez que se trataba de un personaje deuna historia creada por m. Claro que tambin hubo algunos pres-agios, al igual que en el caso de la mayora de los esquizofrnicos.

    Cules? Viktor decidi concederle cinco minutos msantes de que se marchara. Para siempre.

    Bien, por dnde empiezo? Creo que la historia de mi enfer-medad se remonta a mi ms temprana infancia.

    El aguard a que prosiguiera y bebi otro sorbo de t, que en-tretanto se haba enfriado y estaba amargo.

    Mi padre era un militar estadounidense. Se qued en Berlncon los aliados y en aquel entonces trabajaba como moderador ra-diofnico en la American Forces NetWork. Era una especie decelebridad berlinesa y un donjun de primera. Por fin, una de las

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  • rubias a las que haba seducido en la habitacin de atrs delcasino militar, se qued embarazada. Se llamaba Laura, era unaberlinesa de pura cepa y era mi madre.

    Ya. Por qu habla de su padre en pasado?Muri en un trgico accidente cuando yo tena ocho aos.

    Por cierto, el profesor Malzius consideraba que se fue el primeracontecimiento traumtico de mi vida.

    Cmo fue ese accidente?Lo operaron de apendicitis en un hospital militar y olvidaron

    ponerle las medias elsticas antes de la operacin. La trombosisresult mortal.

    Lo siento. Las desgracias de los pacientes y sus familiares acausa de la negligencia de los mdicos ineptos siempre le in-dignaban. Cul fue su reaccin al enterarse de la muerte de supadre?

    No muy buena. Vivamos en una casa adosada, cerca deAndrew Barracks, en el sector estadounidense de Steglitz.Tenamos un perrito mestizo llamado Terry que encontramos enla calle. Mi padre lo detestaba, y por eso casi siempre estaba atadoen la parte de atrs de la casa, a la que nunca poda entrar.Cuando mi madre me dijo que mi padre haba muerto, sal aljardn y empec a golpear al perro con uno de los bates de bisbolde mi padre, uno de esos pesados con ncleo de hierro. Como lacorrea que lo sujetaba era muy corta, Terry no pudo esquivar losgolpes, por no hablar de huir. Primero se le doblaron las patas yse agach, pero yo segu golpendolo. Era una nia pequea deocho aos, pero invadida por la clera tena la fuerza de unaposesa. En algn momento, tras asestarle el dcimo golpe, leromp el espinazo y ya no se movi. Aullaba espantosamente, perosegu golpendolo hasta que la sangre brot de su boca y ya sloera un guiapo inerte.

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  • Viktor procur no contemplarla con repugnancia y pregunt:Por qu lo hizo?Porque, a excepcin de mi padre, Terry era lo que ms haba

    amado en esta vida. Mi enajenacin infantil me hizo creer que, sime haban quitado lo que ms amaba, entonces lo que amaba ensegundo lugar tampoco tena derecho a seguir viviendo. Estabafuriosa porque Terry todava estaba vivo y mi padre no.

    Una experiencia terrible.S, lo es. Pero an ignora el porqu.Qu quiere decir?Todava no sabe toda la historia, doctor Larenz. Lo real-

    mente horroroso de este acontecimiento no es la muerte de mipadre ni que torturara a un perrito inocente hasta la muerte.

    Entonces qu?Lo realmente espantoso es que ese perro jams existi.

    Terry no existi. En cierta ocasin recogimos un gato, peroningn perro. Y aunque el pequeo cuerpo destrozado de Terryme sigue persiguiendo en sueos, s perfectamente que eseacontecimiento slo es producto de mi fantasa enfermiza.

    Cundo se dio cuenta?Oh, eso me llev bastante tiempo. No habl de ello hasta que

    inici mi primer tratamiento teraputico. En aquel entonces tenadieciocho o diecinueve aos. Antes no haba podido confiar ennadie. A quin le gusta confesar que es una torturadora de ani-males, por no hablar de una loca?

    Cielos, pens Viktor, y acarici distradamente a Sindbad,que segua dormitando a sus pies y no participaba de la extraaconversacin. La pobre chica haba cargado con terribles sentimi-entos de culpa durante diez aos. Tal vez se fuera el azote mscruel de la esquizofrenia. Casi siempre, el nico objetivo de lasalucinaciones era sugerirle a la persona enferma que era una

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  • intil, una malvada y que no mereca vivir. Con cierta frecuencia,una voz mental impulsaba a los esquizofrnicos a quitarse la vida.Y bastante a menudo los desgraciados obedecan a sus imaginari-os torturadores. Viktor mir el reloj y se asombr de que fuera tantarde. Ya no podra seguir trabajando en la entrevista.

    Bien, seora Spiegel dijo, ponindose de pie para indicarque la conversacin haba acabado definitivamente. Cuando seacerc a Anna se desconcert al notar que estaba un pocomareado. Como le he explicado repetidas veces, me resulta im-posible tratarla en este lugar prosigui, con la esperanza de notambalearse en el vestbulo.

    Anna lo contempl con expresin indiferente y tambin sepuso de pie.

    Desde luego dijo en tono sorprendentemente animado.Sin embargo, me alegro de que me haya escuchado y seguir suconsejo.

    Sus andares cuando iba hacia la puerta principal despertaronun recuerdo fugaz en Viktor, que se desvaneci con la misma rap-idez con que haba surgido.

    Se encuentra bien, doctor?Que ella notara la ligera prdida de equilibrio lo irrit.Me encuentro perfectamente.Qu raro. Viktor se senta como alguien que vuelve a pisar

    tierra firme tras una larga navegacin.Dnde se aloja? le pregunt para cambiar de tema, mien-

    tras ambos recorran el pasillo y Viktor abra la puerta que daba ala terraza.

    En la Ankerhof.Claro. Fuera de temporada, la Ankerhof era la nica hostera

    donde aceptaban huspedes. Trudi, la propietaria, cuyo marido

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  • haba sufrido un accidente mortal en su barca de pesca haca tresaos, era considerada el alma caritativa de la isla.

    De verdad se encuentra bien? insisti Anna.S, s. A veces me mareo cuando me pongo de pie demasiado

    rpido minti, con la esperanza de que no fuera el sntoma deuna gripe.

    Bien dijo ella, dndose por conforme. Entonces re-gresar al pueblo. Todava he de hacer las maletas si quiero em-barcarme maana por la maana temprano en el transbordador.

    Viktor se alegr. Cuanto antes desapareciera de la isla, tantoantes recuperara la tranquilidad. Lo dejara en paz.

    Volvi a estrecharle la mano y ella se despidi brevemente.Tras acabar algo, se sabe cmo se hubiera podido hacer mejor.

    Si Viktor hubiera estado ms atento durante la primera conversa-cin, habra ledo entre lneas y notado las seales de advertencia.Pero su ingenuidad hizo que la dejara marchar y no se volvierapara mirarla. Anna seguramente contaba con ello porque, encuanto la puerta se cerr, ni siquiera se tom la molestia de disim-ular sus autnticas intenciones; se dirigi al norte, en direccinopuesta a la Ankerhof.

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  • 6En cuanto Anna se march, volvieron a llamar a la puerta: eraHalberstaedt, el burgomaestre de la isla.

    Le agradezco que se haya ocupado del generador lo saludViktor y estrech la mano del anciano. La casa estaba calientecuando llegu.

    Me alegro, doctor contest Halberstaedt, apartando lamano con curiosa rapidez.

    Hace mal tiempo, qu lo trae por aqu? Crea que el correono llegaba hasta maana.

    S, tiene razn. Halberstaedt sostena un trozo de maderaen la mano izquierda con la que se quitaba la arena de las botasnegras de goma. No he venido por eso.

    Vale. Larenz seal la puerta. Quiere pasar? Parece quellover pronto.

    No, gracias. No quiero molestarlo, slo he venido a hacerleuna pregunta.

    Cul es?Esa mujer que acaba de visitarlo, quin es?El tono directo desconcert a Larenz, porque Halberstaedt

    tenda a ser amable y reservado, y respetaba la vida privada de loshabitantes de la isla.

  • No es asunto mo, pero en su lugar yo tendra cuidado. Elburgomaestre hizo una pausa y aprovech para escupir tabaco demascar por encima de la barandilla. Mucho cuidado!

    Viktor entorn los prpados como si el sol le diera en la cara yobserv a Halberstaedt, disgustado tanto por lo que le deca comopor cmo se lo deca.

    A qu se refiere?A nada. Se lo digo con toda sinceridad: esa mujer no es trigo

    limpio. Algo le pasa.Viktor saba que los enfermos psquicos despiertan las so-

    spechas de la gente y se asombr de la rapidez con la que Halber-staedt haba notado que Anna no era una persona sana.

    Pero yo tampoco lo soy. Ya no.Bien, no debe preocuparse por esa seoraNo es ella la que me preocupa, es usted. Temo que algo

    pueda ocurrirle.La pausa mental que la irrupcin de Anna y su escalofriante

    historia le haban proporcionado termin como por arte de ens-almo. Josy. Los impulsos que hacan que recordara instintiva-mente a su hija se contaban por millones. Y una voz amenazadoracomo la del burgomaestre era uno de ellos.

    Qu quiere decir?Lo dicho. Creo que usted corre peligro. Hace cuarenta y dos

    aos que vivo en la isla y durante ellos he visto llegar y marcharsea muchos. Algunos eran bienvenidos. Buenas personas que unodeseaba que permanecieran ms tiempo aqu, como usted, doctor.Y en el caso de otros, supe desde el primer instante que daranproblemas. No puedo explicarlo. Debe de ser algo parecido a unsexto sentido, y se me dispar en cuanto vi a esa mujer en elpueblo.

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  • Explquese mejor. Qu le dijo, por amor de Dios, para in-tranquilizarlo tanto?

    No dijo nada. No habl con ella. Me limit a observarladesde lejos y a seguirla hasta su casa.

    Qu curioso! pens Viktor. Anna me ha contado unacosa muy distinta. Pero por qu habra de mentirme acerca deuna conversacin con Halberstaedt?.

    Tambin Hinnerk dijo que su conducta fue condenadamenteextraa hace dos horas, cuando acudi a su tienda deultramarinos.

    Extraa en qu sentido? quiso saber Viktor.Pregunt por un arma.Qu?S. Primero quiso comprar un arpn o una pistola de

    seales. Por fin acab comprando un cuchillo de trinchar y variosmetros de sedal. As que uno se pregunta qu se propone esamujer.

    No tengo ni idea dijo Viktor, ensimismado. Realmente nolo saba. Qu pretenda hacer una enferma psquica con un armaen esa pacfica isla?

    En fin. Halberstaedt se cubri la cabeza con la capucha desu chubasquero negro. He de irme. Perdone la molestia.

    No se preocupe.Halberstaedt baj los escalones de la terraza y, en la pequea

    puerta de la verja, se volvi.Una cosa ms, doctor. Hace tiempo que quera decrselo. Lo

    lamento mucho.Viktor asinti, mudo. Despus de cuatro aos ya no era ne-

    cesario que nadie explicara por qu le daba el psame, porque res-ultaba evidente.

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  • Pero la estancia aqu debera ser beneficiosa para usted. Ypor eso he venido.

    Qu quiere decir?Me alegr cuando se traslad a la isla Lo vi bajar del trans-

    bordador y albergu la esperanza de que lograra pensar en otracosa, de que pronto tuviera mejor aspecto. Pero

    Pero qu?Est an ms plido que hace una semana. Hay algn

    motivo?S. Una pesadilla. Y se llama mi vida. Y tu presencia aqu

    slo la empeora, pens Viktor. Pero en vez de expresarlo en vozalta sacudi la cabeza tratando de calmar al burgomaestre. Sloconsigui volver a marearse. Halberstaedt cerr la puerta de laverja desde el exterior y le lanz una mirada severa.

    Da igual. Tal vez me equivoque. Quiz la sangre no llegue alro. Pero insisto: no olvide lo que le he dicho acerca de esa mujer.

    Viktor se limit a asentir con la cabeza.Hablo en serio, doctor. Cudese en los prximos das. Tengo

    la sensacin de que algo no va bien.Lo har. Gracias.Viktor cerr la puerta de entrada y observ a Halberstaedt a

    travs de la mirilla hasta que desapareci.Qu ocurre aqu? pens. Qu significa todo esto?.Averiguar la respuesta le llevara cuatro das ms, por desgra-

    cia cuando ya fuera demasiado tarde para l.

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  • 7Parkum, cuatro das antes de la verdad

    BUNTE: An alberga esperanzas?

    Para Viktor, la segunda pregunta de la entrevista era la peor.Despus de pasar una noche inquieta y haber desayunado cu-alquier cosa, Viktor llevaba sentado ante su porttil desde las diezde la maana, pero haca media hora que la pantalla estaba enblanco y ese da no tena una buena excusa. Ya no caba duda deque haba pillado una gripe. El mareo del da anterior casi habadesaparecido, pero desde que se haba despertado le costabatragar y moqueaba. Sin embargo, quera recuperar el tiempoperdido.

    Esperanzas?Preferira contestar con otra pregunta: Esperanzas de

    qu? De que Josy siga con vida o de que encuentren sucadver?.

    Un golpe de aire hizo temblar las hojas de la ventana. Viktorrecord vagamente que el informe meteorolgico pronosticaba unempeoramiento del tiempo. Se supona que la avanzadilla del hur-acn Antn alcanzara la isla por la tarde. La lluvia formaba una

  • pared gris y amenazadora por encima del mar y violentas rfagasde viento azotaban la isla. La temperatura haba bajado de man-era considerable durante la noche y el fuego de la chimenea no ar-da slo por motivos estticos sino porque el calor que irradiabaera necesario para apoyar la calefaccin central, que funcionabagracias al generador. Por lo visto, los pescadores y los barquerostambin se haban tomado en serio los informes de la guardiacostera. Al mirar por la ventana, Viktor vio que ni una sola embar-cacin se agitaba en las olas cada vez ms altas, y su mirada re-gres a la pantalla.

    Esperanzas.

    Viktor apret los puos y luego abri los dedos, pero no tocninguna tecla. La primera vez que haba ledo la pregunta stahaba roto un dique mental y el primer recuerdo que haba co-brado forma lentamente haba sido el de los ltimos das de vidade su padre. Gustav Larenz haba muerto de un linfoma a lossetenta y cuatro aos. Slo poda soportar el dolor tomandomorfina. Pero en las etapas finales de la enfermedad, ni siquieralas pldoras ms fuertes lograban calmar los dolores. Como bajouna campana llena de niebla, haba dicho su padre para de-scribir la palpitante migraa, que slo se le calmaba tomandomorfina cada dos horas.

    Como debajo de una campana llena de niebla. Exactamentedebajo de algo as enterr mis esperanzas. Es como si los sntomasde mi padre tambin me hubieran afectado a m, como una enfer-medad contagiosa. Slo que el cncer no afecta mi sistema lin-ftico sino mi juicio, y la metstasis invade mi psique.

    Viktor inspir profundamente y por fin empez a escribir.

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  • S, tena esperanza. De que un da su ama de llaves le anun-ciara una visita que aguardaba en el vestbulo y que se negaba apasar al saln. Esperaba que el hombre, que sostena la gorra deluniforme en las manos, lo mirara a los ojos sin decir palabra. En-tonces por fin lo sabra con seguridad, mucho antes de que las pa-labras ms definitivas de todas surgieran de la boca del funcion-ario: Lo siento. Esa era su esperanza.

    En cambio Isabell rezaba todas las noches para que ocurrieralo contrario. De eso estaba seguro, ignoraba de dnde sacabafuerzas, pero en lo ms profundo de su ser Isabell albergaba unaesperanza: un da regresara a casa y encontrara la bicicleta deJosy tirada en el suelo, ante la entrada. Antes de que la enderez-ara, Josy se acercara riendo desde el lago, sin aliento y agarradade la mano de su padre. Sana y feliz. Qu hay para comer?,gritara, y todo volvera a ser como antes. Isabell no se asombraray tampoco le preguntara a Josy dnde haba estado durante losltimos aos. Le acariciara la melena pelirroja, ms larga queantes, y se limitara a aceptar que hubiera vuelto, que por fin la fa-milia volviera a estar unida. Al igual que haba aceptado la separa-cin, durante aos. sa era su esperanza inexpresada.

    Bien, da por contestada su pregunta?.Sin inmutarse, Viktor comprendi que volva a hablar solo. En

    esta ocasin su interlocutora imaginaria era Ida von Strachwitz, laredactora jefa de la revista Bunte, a la que deba enviar lasprimeras respuestas por correo electrnico al cabo de dos das.

    El porttil de Viktor produjo un sonido que le record el deuna vieja cafetera que escupe el resto del agua en el filtro. Decidiborrar las ltimas lneas, pero se irrit al comprobar que no habanada que borrar. Durante el transcurso de la ltima media horaslo haba escrito una frase, que ni siquiera tena mucha relacincon la pregunta.

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  • Entre la sospecha y la certeza se encuentran la vida y lamuerte.

    Viktor no llegara a terminar esa nica lnea porque de repenteson el telfono; era la primera vez que sonaba desde su llegada aParkum y el inesperado sonido que desgarr el silencio que rein-aba en la pequea casa le sobresalt. Dej que sonara cuatro vecesantes de levantar el pesado auricular del anticuado telfono dedisco. Como casi todos los dems objetos de la casa, el monstruonegro era una herencia de su padre. Estaba en una mesita, junto ala estantera.

    Lo molesto?Viktor suspir mentalmente. Casi haba contado con que ocur-

    riera. De pronto volvi a sentir el mareo del da anterior y losconocidos sntomas de la gripe.

    Acaso no llegamos a un acuerdo, seora Spiegel?S respondi ella en tono apocado.Se supona que usted se iba esta maana, verdad? Cundo

    zarpa el transbordador?Por eso lo llamo. No puedo marcharme.Oiga. Viktor mir nervioso al techo y descubri unas tel-

    araas en un rincn. Ya hemos comentado todo esto de maneraexhaustiva. De momento usted atraviesa una fase de calma y, enese estado, puede regresar a Berln sin ningn inconveniente. Encuanto llegue, se encuentra con el profesor Van Druisen al queyo

    No puedo lo interrumpi Anna sin alzar la voz. Y antes deque dijera nada Viktor saba qu dira. El transbordador. No za-rpa debido a la tormenta. Estoy atrapada aqu, en la isla.

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  • 8Lo supo incluso antes de colgar el auricular. Su tono de voz la de-lat: insinuaba que ella se haba encargado personalmente de latormenta, slo para mantenerlo alejado de su trabajo y de la in-vestigacin del pasado, y tambin insinuaba que tena algo quecontarle, algo tan importante que haba estado dispuesta a en-frentarse al agobio y al coste del viaje de Berln hasta la isla. Yque, por algn motivo, el da antes no le haba contado. Viktor ig-noraba qu era, pero saba que ella no abandonara la isla antes dedesembarazarse de su historia. Por eso se presentara, y por eso lse haba duchado y cambiado de ropa, por si acaso. Haba tomadouna aspirina disuelta en agua con el estmago vaco. Perciba lapresin en los ojos, un indicio claro de que estaba a punto de su-frir un dolor de cabeza, quizs acompaado de fiebre. Para estossntomas Viktor prefera tomar dos Katolodon, pero lo adorme-ceran y algo le deca que era mejor enfrentarse a su inoportunahusped con la cabeza despejada. As que se senta mal pero almenos no con sueo cuando, a primera hora de la tarde, Sindbadanunci la presencia de Anna con un gruido.

    He salido a dar un paseo y he visto luz en su saln le dijocon una sonrisa cuando Viktor le abri la puerta.

    Viktor frunci el ceo. Un paseo?. Dado el estado deltiempo, incluso los amos de un perro salan a disgusto. Cierto quean no llova a mares, pero la ligera llovizna era bastante

  • desagradable. Y el traje de fina lana y los zapatos de tacn no eranlo indicado para dar un paseo bajo la lluvia. Se tardaban quinceminutos como mnimo para llegar desde el pueblo a la casa de laplaya y el sendero ya estaba encharcado. Sin embargo, sus eleg-antes zapatos de verano estaban impolutos y su cabello seco pesea que no llevaba paraguas ni pauelo en la cabeza.

    Soy inoportuna?Viktor se dio cuenta de que no haba pronunciado palabra, de

    que slo se haba limitado a mirarla estupefacto.Pues s. Es decir, yo Perdn, estoy un poco confuso,

    supongo que he pillado una gripe. Y lo que Halberstaedt me con-t de ti tampoco me anima a abrirte la puerta as sin ms.

    Oh. La sonrisa se borr del rostro de Anna. Lo siento.Un relmpago cay en el mar detrs de la casa y durante un

    instante ilumin los alrededores, seguido poco despus por el cor-respondiente trueno. La tormenta se aproximaba. Viktor se en-fad: ahora no podra echar a la indeseada visita; se vera obli-gado a ser amable y soportar su presencia, al menos hasta quepasara el aguacero.

    Bien, puesto que se ha tomado la molestia de venir hastaaqu, le propongo que tomemos una taza de t dijo, de muymala gana. Anna acept la invitacin sin titubear. Haba recuper-ado la sonrisa y Viktor incluso crey adivinar una ligera expresintriunfal en sus rasgos, como la de un nio que, tras lloriquear unbuen rato en el supermercado, por fin consigue que su madre lecompre un dulce.

    Ella lo sigui hasta el saln de la chimenea y ambos volvierona sentarse como la tarde anterior: ella con las piernas cruzadas enel sof, l de espaldas a la ventana delante del escritorio.

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  • Srvase, por favor dijo Viktor, alzando su taza e indicandola repisa de la chimenea donde reposaba la tetera encima delcalientaplatos.

    Tal vez ms tarde, gracias.El dolor de garganta haba aumentado y Viktor bebi un largo

    sorbo de t, que saba an ms amargo que antes.Se encuentra bien?Otra vez la misma pregunta. Que ella notara que no se encon-

    traba bien irrit a Viktor. All el mdico era l.Gracias. Me encuentro perfectamente.Por qu tiene esa expresin furibunda desde que he lleg-

    ado, doctor? Acaso est enfadado conmigo? Le ruego que mecrea cuando le digo que esta maana realmente tena la intencinde tomar el transbordador, pero por desgracia las salidas se hansuspendido.

    Le han dicho cundo est previsto que vuelva a salir?No. Slo que no ser hasta dentro de dos das como mnimo.

    Con mucha suerte, veinticuatro horas.Y con mala suerte, una semana. Eso haban tenido que es-

    perar Viktor y su padre en cierta ocasin.Tal vez podramos aprovechar el tiempo para proseguir con

    la terapia, no? pregunt Anna en tono ingenuo y sin dejar desonrer.

    Quiere desembarazarse de algo, pens Viktor.Si cree que lo de ayer fue terapia, se equivoca. Slo fue una

    charla. Usted no es mi paciente y eso no lo modifica la tormenta.Estupendo. Entonces prosigamos con la charla de ayer. Me

    hizo bien.Quiere desembarazarse de algo y no cejar hasta haberlo

    soltado.

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  • Viktor le sostuvo la mirada y, al comprender que ella tampocodesviara la suya, acab por asentir con la cabeza.

    Bien, pues Acabemos con lo que empezamos ayer,complet la frase mentalmente mientras Anna se reclinaba en elsof con expresin satisfecha.

    Y entonces procedi a narrarle la historia ms espeluznantejams oda por Viktor.

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  • 9Lo primero que Viktor le pregunt fue:Qu libro est escribiendo en la actualidad? Era la pre-

    gunta que se le haba ocurrido esa maana, al despertar: Culesson los siguientes personajes que cobrarn vida en suspesadillas?.

    Ya no escribo. En todo caso, no en el sentido habitual.Qu quiere decir?Ahora slo escribo sobre m misma. Mi biografa, por decirlo

    de alguna manera. As mato tres pjaros de un tiro. En primerlugar, me permite continuar con mi aficin artstica. En segundolugar, me sirve para elaborar mi pasado y, en tercer lugar, impidoque personajes novelescos entren en mi vida y me vuelvan loca.

    Comprendo. Entonces cunteme algo de su ltimo grancolapso. El que al final provoc su hospitalizacin.

    Anna solt un profundo suspiro y entrelaz los dedos como sirezara.

    Bien. El ltimo personaje que se independiz fue la heronade un moderno cuento de hadas infantil.

    De qu trataba?De una nia pequea. Charlotte. Era un ngel rubio y delic-

    ado, como las imgenes publicitarias del pan de canela y loschocolates.

  • No es el peor personaje que uno podra imaginar comoacompaante imaginario.

    S, es verdad. Charlotte era un tesoro. Todos cuantos la veanle tomaban cario. Era hija nica de un rey y viva en un pequeocastillo en una isla.

    De qu trataba la historia, exactamente?De una bsqueda. Porque resulta que un buen da Charlotte

    cay enferma. Muy enferma.Viktor, a punto de beber otro sorbo de t, dej la taza. Ahora

    Anna acaparaba toda su atencin.Sufra inexplicables ataques de fiebre y cada vez estaba ms

    dbil y ms delgada. Todos los mdicos del pas acudieron y la ex-aminaron, pero ninguno saba qu le ocurra. Con cada da quepasaba, sus padres se desesperaban un poco ms. Y el estado de lapequea empeoraba un da tras otro.

    Viktor contuvo el aliento y se concentr en cada una de sussiguientes palabras.

    Un da, la pequea Charlotte decidi tomar las riendas de sudestino y se escap de casa.

    Josy.Viktor intent reprimir esa idea, pero no lo logr.Cmo dice? Anna lo contemplaba con expresin irritada.

    Viktor no haba notado que era obvio que haba dicho algo, y sepas nerviosamente la mano por el pelo.

    Nada. No quera interrumpirla. Por favor, prosiga.Bien, lo dicho: emprendi la bsqueda del origen de su en-

    fermedad. Si se quiere, esta historia es una parbola. Un cuentode hadas acerca de una nia enferma que no se rinde sino que de-cide actuar por cuenta propia.

    No puede ser. Es imposible. Viktor era incapaz de pensarcon claridad. Conoca esa sensacin; la primera vez que se haba

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  • sentido de aquel modo haba sido en la consulta del doctorGrohlke. Y a partir de entonces todos los das de su vida hasta elmomento en el que haba decidido acabar definitivamente con labsqueda de su pequea hija.

    De verdad se encuentra bien, doctor Larenz?Qu? Oh Viktor vio que estaba tamborileando en el es-

    critorio con los dedos de la mano izquierda. Disclpeme, habrtomado demasiado t. Pero siga hablndome de Charlotte. Cmoacaba la historia? Qu ocurri? Qu le ocurri a Josy?.

    No lo s.Qu? No sabe cmo acaba su propia historia? exclam,

    pero Anna no pareci asombrada por el arrebato.Ya le he dicho que jams acab el cuento. Se qued en un

    fragmento. Por eso Charlotte nunca volvi a soltarme y me arroja esta pesadilla.

    Pesadilla?.Qu quiere decir con eso?Lo dicho, Charlotte fue el ltimo personaje de ficcin que

    penetr en mi vida. Y lo que experiment con ella fue tan horror-oso que me provoc el colapso.

    Una vez ms. Dgame qu ocurri exactamente.Viktor saba que su conducta no era la correcta. La paciente

    an no era capaz de hablar del trauma. Pero l tena que saber dequ se trataba. Al ver que Anna mantena la vista clavada en elsuelo y no responda, habl con mayor precaucin.

    Cundo sufri la primera alucinacin con Charlotte?Hace cuatro aos, en Berln. En invierno.El 26 de noviembre. Viktor complet mentalmente la

    informacin.Me dispona a ir a la compra cuando o un estruendo en la

    calle. El chirrido de unos neumticos, un ruido metlico, cristales

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  • que se rompen, los sonidos habituales de un choque frontal.Recuerdo que pens: Espero que nadie haya resultado herido, yme di la vuelta. Entonces vi a la nia. Estaba en medio de la calle,paralizada. Por lo visto ella era la culpable del accidente.

    Viktor se envar.De repente, como impulsada por una seal invisible, gir la

    cabeza y me sonri. Entonces la reconoc: era Charlotte. La niaenferma de mi novela. Corri hacia m y me agarr de la mano.

    Sus delgados bracitos. Tan frgiles.Me qued tiesa, catatnica. Por una parte, saba que Char-

    lotte no exista, no poda existir. Por la otra era muy real. No mequed ms remedio que aceptar su presencia. As que la segu.

    Adnde? Dnde ocurri aquello?Cmo dice? Por qu es importante? Anna parpade,

    pareca desconcertada y de pronto pareci no tener ganas deseguir hablando.

    Tiene razn, no es importante. Perdneme. Prosiga.Anna carraspe y se puso de pie.Si no le importa, doctor Larenz, quisiera hacer una pausa. S

    que no dej de insistir en mantener esta conversacin, pero ahoracomprendo que quizs an no pueda contrselo todo. Esas alu-cinaciones fueron terribles para m y hablar de ellas me resultams difcil de lo que crea.

    Por supuesto dijo Viktor. Aunque estaba ansioso por ob-tener ms informacin tambin se puso de pie.

    Ya no volver a molestarlo. A lo mejor maana podr re-gresar a casa.

    No!.Viktor se esforz por encontrar una solucin. No poda per-

    mitir que Anna regresara, aunque eso era precisamente lo que lehaba exigido haca unos minutos.

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  • Una pregunta ms dijo, de pie en el centro del saln.Cmo se titulaba el libro?

    Todava no tena ttulo. Slo uno provisional: Nueve.Por qu Nueve?Porque cuando Charlotte se escap de casa tena nueve aos.Oh.Demasiado joven!.Con asombro, Viktor se dio cuenta del efecto que le haban

    causado las escasas palabras de Anna. De hasta qu punto habadeseado que las visiones enfermizas y esquizofrnicas de la pa-ciente tuvieran una base real.

    Al aproximarse a ella con lentitud, Viktor not que le habasubido la fiebre y que tena ms dolor de cabeza a pesar de la pl-dora que haba tomado despus de ducharse. Las sienes le palpit-aban dolorosamente y los ojos le lloraban. De repente la figura deAnna se volvi borrosa y vio su contorno como a travs de un vasolleno de agua. Parpade y, cuando pudo ver con mayor claridad,ley algo en la mirada de Anna que al principio le result inexplic-able. Y entonces supo qu era: la conoca. En algn momento,haca mucho tiempo, ya se haba encontrado con ella, aunque eraincapaz de adjudicarle un nombre o de identificarla, como sucedea veces con un actor: uno no sabe cmo se llama ni en qu pelculalo ha visto.

    La ayud a ponerse el abrigo con cierta torpeza y la acompaa la puerta. Anna ya haba dado un paso al exterior cuando se giry, un segundo despus, su boca estaba a milmetros del rostro deViktor.

    Hay algo ms y se lo dir slo porque usted me lo acaba depreguntar.

    Viktor retrocedi y de pronto se not tan envarado como alprincipio de la conversacin.

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  • No s si es importante, pero el libro tena un subttulo. Es unsubttulo muy extrao, porque en realidad no tiene ninguna rela-cin con la historia. Se me ocurri en la baera y lo encontrbonito.

    Cul era?Momentneamente, Viktor se pregunt si de verdad quera

    saberlo. Pero ya era demasiado tarde.El gato azul contest Anna. No me pregunte por qu.

    Pens que un gato azul en la portada quedara bonito.

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  • 10

    Slo para asegurarme de que te he comprendidocorrectamente

    Viktor casi poda ver al gordo detective al otro extremo de lalnea, cabeceando incrdulo mientras le haca preguntas. Lo haballamado en cuanto Anna se haba marchado.

    Me ests diciendo que en Parkum has recibido la visita in-esperada de una perturbada mental?

    S.Y que la mujer afirma que la persiguen unos personajes de

    novela que ella misma ide?Algo por el estilo.Y ahora quieres que compruebe si las alucinaciones de

    esto?Lo siento, Kai, pero slo te dir su nombre cuando sea ne-

    cesario. Aunque ya no ejerzo, en sentido estricto es una paciente,y debo guardar el secreto profesional.

    Por lo menos, mientras pueda.Como quieras, pero de verdad crees que los ataques de es-

    quizofrenia de esta nueva paciente pueden estar relacionados conla desaparicin de tu hija?

    As es.Supongo que sabrs lo que opino al respecto, verdad?

  • Desde luego contest Viktor. Crees que he perdido defin-itivamente el juicio.

    Por decirlo con suavidad.Lo comprendo, Kai. Pero reflexiona un instante: eso que me

    ha contado no puede ser casualidad.Querrs decir que t no quieres que lo sea.Viktor hizo caso omiso de la objecin.Una nia pequea gravemente afectada por una enfermedad

    inexplicable que un buen da desaparece. En Berln.Bien dijo Kai. Pero y si te ha mentido? Y si en realidad

    sabe algo acerca del paradero de Josy?Olvidas que jams dimos a conocer que estuviera enferma.

    No puede saber nada al respecto.Fue lo que les haba aconsejado la polica. Los misteriosos sn-

    tomas de la enfermedad que sufra Josy no deban servir para quela prensa sensacionalista alimentara la voracidad de las masas.Adems, de este modo disponemos de informacin que slo nospodra proporcionar el autntico secuestrador le haba dicho eljoven jefe de la investigacin. As sabremos quin la tiene en supoder y quin slo est interesado en su dinero.

    Y, en efecto, tras la publicacin del parte de desaparicin sehaban recibido llamadas de varios individuos, todos los cualeshaban respondido que se encuentra perfectamente o muy bi-en, dadas las circunstancias a la pregunta: Cmo se encuentraJosephine?. Y esa respuesta era incorrecta si uno tena en cuentaque la nia sufra un desvanecimiento al menos una vez al da, in-cluso si no se encontraba en manos de unos criminales.

    Vale, doctor prosigui el detective privado, nia enfermase escapa de casa. En Berln. Hasta ah los hechos encajan, deacuerdo. Pero y despus? A qu viene esa chchara sobre la hijade un rey que vive en un castillo de una isla?

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  • Olvidas que Schwanenwerder es de hecho una isla que secomunica con Berln-Zehlendorf slo por un puente. Y t mismote referiste en broma a nuestra residencia de Shinkel junto al lagoGrossen Wannsee como un castillo. Y en cuanto a la hija delrey, Isabell sola llamar suele llamar a Josy princesa, otroparalelismo.

    No te lo tomes a mal, Viktor. Hace cuatro aos que trabajopara ti y nos hemos hecho amigos. Y como amigo te digo que esoque la seora te ha contado me suena a horscopo del Kurier. Estan inconcreto que todos pueden entender lo que ms lesconvenga.

    Da igual. Jams podra perdonarme si no hiciera todo lo hu-manamente posible por Josy.

    Vale. T mandas. Pero quiero dejar claro otro punto: el l-timo testimonio verosmil fue el de una pareja de ancianos que vi-eron a una nia pequea que sala de la consulta acompaada deun hombre. No sospecharon nada porque supusieron que elhombre era el padre. La declaracin fue confirmada por el propi-etario del quiosco de la esquina. Un hombre de mediana edadsecuestr a tu hija. No una mujer. Adems, Josy tena doce aos,no nueve.

    Y el gato azul? Sabes que el peluche preferido de Josy eraNepomuk, el gato azul.

    De acuerdo, pero eso no significa que esta historia tenga piesni cabeza. Suponiendo que exista una relacin, qu quiere esamujer de ti? Cules son sus motivos? Si ella secuestr a Josy,por qu no sigue ocultndose y en vez de eso va a buscarte aParkum?

    No he dicho que mi paciente est relacionada con elsecuestro. Slo digo que sabe algo. Algo que intentar sonsacarledurante las prximas sesiones de terapia.

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  • As que volvers a verla.S, le he dicho que viniera maana por la maana. Espero

    que venga, pese a que hoy no he sido muy amable con ella.Y por qu maana no se lo preguntas directamente?Qu crees que debera hacer?Ensale una foto de Josy. Averigua si la reconoce.Y si la respuesta es afirmativa, ser mejor que llames a la

    polica de inmediato.Aqu no tengo ninguna buena foto de ella. Slo una copia de

    la foto de un diario.Puedo enviarte una foto por fax.De acuerdo. Pero de todos modos an no podr utilizarla.Por qu?Porque hay un punto en el que la mujer dice la verdad: est

    enferma. Y si es verdad que sufre de esquizofrenia, necesito queconfe en m como mdico. No quiere seguir hablando del asunto,ya me lo ha dicho. Si maana le doy a entender de manera indir-ecta que la considero cmplice de un delito se cerrar en banda yno podr sonsacarle ms informacin. No quiero correr ese riesgomientras albergue una mnima esperanza de que Josy est viva.

    Esperanza.Te dir algo, Viktor. La esperanza es como una astilla de vid-

    rio clavada en el pie. Mientras permanece clavada en la carne si-entes dolor a cada paso que das, pero una vez que te la han ex-trado la herida sangra un poco y tarda un tiempo en cicatrizar,pero al final uno puede seguir caminando. Ese proceso se denom-ina duelo y considero que es hora de que inicies el proceso. SantoCielo! Han pasado casi cuatro aos y hemos tenido indicios me-jores que los proporcionados por esa mujer que se hizo internaren un manicomio.

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  • Sin saberlo, Kai Strathmann acababa de proporcionarle larespuesta a la segunda pregunta de la entrevista.

    Bien, Kai. Te prometo que pondr fin a la bsqueda de mihija si me haces un ltimo favor.

    Cul es?Te ruego que compruebes si el 26 de noviembre hubo un

    choque frontal cerca de la consulta del doctor Grohlke. Entre lastres y media y las cuatro y cuarto de la tarde. Podrs hacerlo?

    Vale. Pero a condicin de que hasta entonces no hagas msque dedicarte a esa entrevista sin pies ni cabeza, entendido?

    Viktor le dio las gracias pero evit darle una respuesta directa.Slo quera mentir si era imprescindible.

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  • 11

    Parkum, tres das antes de la verdad

    BUNTE: Durante ese perodo, quin, aparte de su fa-milia, le ayud ms?

    Viktor solt una carcajada. Faltaban pocos minutos para queAnna acudiera a la siguiente sesin. No estaba seguro de que lohiciera. El da anterior no se lo haba asegurado al despedirse yahora Viktor procuraba distraerse trabajando en la entrevista.Para pensar en algo que no fuera Charlotte, o Josy, eligi la pre-gunta ms sencilla.

    Quin le ayud ms?.No tuvo que pensrselo mucho. La respuesta era escuela: el

    alcohol.Cuanto ms tiempo transcurra desde la desaparicin de Josy,

    tanto ms tena que beber para mantener el dolor a raya. Si dur-ante el primer ao le bastaba con un trago, ltimamente nisiquiera un vaso entero bastaba para ahuyentar las ideas tenebro-sas. Y el alcohol no slo serva para reprimir: ofreca respuestas.Mejor an: era la respuesta.

    Si hubiera estado ms atento, seguira viva? Respuesta:vodka. Por qu me qued en la sala de espera sin hacer nada

  • tanto tiempo? Respuesta: la marca da igual, lo importante es quela cantidad sea abundante.

    Viktor inclin la cabeza hacia atrs, ansioso por retomar laconversacin del da anterior. Kai an no haba vuelto a llamarpara decirle si haba averiguado algo acerca del accidente, peroViktor no quera seguir esperando. Quera saber cmo proseguala historia de Anna, necesitaba nuevos indicios que le sirvieranpara establecer un vnculo, por ms fantstico que fuera. Y neces-itaba un trago.

    Volvi a rer.