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Terezinha Azerêdo Rios Ética y competencia Traducción: Bertran Romero

Terezinha Azerêdo Rios - octaedro.com · Profesión y ciudadanía ... hablamos de contribuir a la mejora del trabajo y de ... este libro: no realizará un trabajo completamente sola)

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Terezinha Azerêdo Rios

Ética y competencia

Traducción: Bertran Romero

Colección Recursos

Título original: Ética e competencia

Autora: Terezinha Azerêdo Rios

Traducción al castellano: Bertran Romero Sala

Primera edición: febrero de 2014

© 2013 Cortez Editora e Livraria LTDA, São Paulo, Brasil

© De esta edición:Ediciones Octaedro, S.L.Bailén, 5 – 08010 BarcelonaTel.: 93 246 40 02 – Fax: 93 231 18 68www.octaedro.com – [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-9921-496-2Depósito legal: B. 1.717-2014

Diseño y realización: Editorial Octaedro

Impresión: Press Line

Impreso en España – Printed in Spain

Obra publicada com o apoio do Ministério da Cultura do Brasil / Fundação Biblioteca Nacional.

Obra publicada con el apoyo del Ministerio de Cultura de Brasil / Fundación Biblioteca Nacional.

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Índice

Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

Capítulo 1. La filosofía y la comprensión de la realidad: ética, política y filosofía de la educación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

Capítulo 2. Educación y sociedad: perspectiva política de la práctica educativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

Cultura, sociedad, trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38Sociedad, educación, escuela . . . . . . . . . . . . . . . . . . .42Educación y política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47

Capítulo 3. Las dimensiones de la competencia del educador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53

Competencia = saber hacer bien. . . . . . . . . . . . . . . . .54La presencia de la ética como dimensión

de la competencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59La dimensión estética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61Ética y política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .64

Capítulo 4. Ética y competencia en el contexto de las organizaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .79

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Trabajo en el mundo contemporáneo: tecnología y globalización . . . . . . . . . . . . . . . . . . .82

Profesión y ciudadanía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .86«La gente no solo quiere dinero»:

ética del trabajo, más allá de los códigos . . . . . . .91

Capítulo 5. Competencia y utopía: práctica profesional y proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .99

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

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Prefacio

Me siento extremadamente gratificada al volver a presen-tar este trabajo, pasados 18 años de la publicación de su primera edición.

En su forma original, este texto tenía como destinata-rios a los profesionales del área de educación, puesto que era el resultado de una tesis de máster realizada en esta área. Siendo profesora y estando interesada por la forma-ción y la práctica de los educadores, procuré desarrollar una reflexión sobre los desafíos que encontramos en el día a día de nuestro trabajo. En las sucesivas reimpre-siones del libro, tuve la posibilidad de ampliar el diálo-go con los colegas educadores, una vez que el trabajo fue propuesto como parte de la bibliografía de diversos con-cursos públicos, de procesos selectivos de programas de posgraduación y de materias de diversos cursos de gra-duación y especialización.

Este diálogo se extendió a profesionales de muchas otras áreas. Han recurrido al libro colegas que desarro-llan su trabajo en las áreas de la salud, del servicio so-cial, de la administración y muchas otras. La lectura del libro me comportó invitaciones para discutir cuestiones específicas de cada espacio profesional, siempre relacio-nadas con la ética. Se confirmaba de este modo la idea de que la dimensión ética de la competencia no solo está

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presente en la competencia del educador. Forma parte de la competencia profesional, sea cual sea el espacio en el que los individuos actúen.

Continuando la investigación, procuré ampliar el es-tudio sobre la noción de competencia. Mi tesis doctoral se centró en el problema de la articulación entre los con-ceptos de competencia y de calidad. También ahí intenté desarrollar la reflexión centrada en el campo de la edu-cación, más particularmente en el trabajo del profesor. Publicado en 2001, este trabajo llevó como título: Com-preender e ensinar. Por uma docência da melhor quali-dade (Comprender y enseñar. Por una docencia de mejor calidad).

A las dimensiones de competencia desarrolladas en trabajos anteriores, añadí la referencia a la dimensión estética, cuyas características se encontraban, en cierto modo, anunciadas en la dimensión ética. Por esta razón, intento aportar en el capítulo 3 de esta edición algunos matices en la caracterización de las dimensiones de la competencia. Aprovecho para revisar y mejorar algunas ideas que se han ido modificando en el modo en que en-foco esta cuestión.

Además del libro resultante de la tesis, escribí algu-nos artículos sobre este tema; entre los cuales destaco: «A presença da filosofia e da ética no contexto profis-sional» («La presencia de la filosofía y de la ética en el contexto profesional») (Rios, 2008) y «A construção per-manente da competência» («La construcción permanente de la competencia») (Rios, 2010b). En cada uno de ellos intento interpelar trabajos que se han ido produciendo y divulgando en diferentes eventos y publicaciones. Busco, también, extender la discusión a los espacios profesiona-les más allá de la educación, teniendo en cuenta la expe-riencia que he vivido.

Trabajar en la formación continua de profesionales del área empresarial me ha generado el desafío de cuestionar

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constantemente el significado de mi intervención, inda-gando sobre los riesgos a los que estoy expuesta cuando me propongo ampliar la competencia de estos profesio-nales, cuyo trabajo –así como el mío, no está de más re-cordarlo– tiene lugar en un contexto de explotación y de desigualdades.

Sin embargo, esta experiencia ha reforzado mi con-vicción de que, a pesar de las contradicciones –o preci-samente porque existen–, en este espacio de explotación y de desigualdad existe la posibilidad para instalar la igualdad y la solidaridad necesarias para la construcción de una vida humana justa y feliz. Es importante exami-nar cómo la reflexión crítica contribuye a nuevos puntos de vista sobre la realidad del trabajo de los trabajadores y los cambios en sus prácticas cotidianas. A quien afirme que esto solo es una forma de contribuir a la mejora del sistema capitalista, podemos responderle, valientemente y basándonos en la práctica, que esto es una forma de contribuir a ampliar la conciencia de profesionales y las posibilidades de intervención colectiva y crítica; y por lo tanto, hablamos de contribuir a la mejora del trabajo y de las relaciones sociales (Rios, 2010b, p. 158).

Empecé esta experiencia hace más de 20 años. Cuando se trata de grupos compuestos por profesionales de dife-rentes empresas, se interesan por mi trabajo y me invitan a llevarlo a cabo con sus equipos. He trabajado con geren-tes, supervisores, equipos de recursos humanos, secreta-rias, becarios. En los cursos y en las conferencias se es-tablece una viva discusión en torno a las cuestiones que se proponen. En las intervenciones de los participantes siempre se saca a colación la importancia de estos temas y la necesidad de profundizar y ampliar la discusión ex-tendiéndola a todos los profesionales de las empresas.

Está claro que las transformaciones respecto al modo en que los profesionales ven el mundo no comportan in-mediata y directamente transformaciones en el contexto

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concreto del trabajo. Sin embargo, la idea de que el tra-bajo competente no se identifica con la competencia des-leal, con la afirmación del individualismo, y que efecti-vamente, se realiza desde una perspectiva colectiva pasa a ocupar un espacio –a pesar de ser pequeño respecto a lo que sería deseable– en el mundo de las empresas, in-cluso con las dificultades impuestas por el mercado.

Esta es una de las razones que me llevaron a revisar y ampliar este libro. Creí necesario contemplar, articula-das con las cuestiones se discuten en relación con el tra-bajo del educador, las que han ido emergiendo a partir de las discusiones con los profesionales de otras áreas. Esta revisión no considera, es cierto, todos los aspectos que podrían profundizarse, pero intenta ampliar el espectro de la reflexión, teniendo en cuenta todo el camino reco-rrido desde la primera publicación del texto.

A causa de las alteraciones que se han producido, mo-difico la estructura del trabajo, que se organiza ahora en cinco capítulos.

El primero se dedica a caracterizar mi «instrumento de trabajo». En la medida en que propongo una reflexión de carácter filosófico a profesionales que no tienen con-tacto próximo con la filosofía o que tienen ideas muy diferentes sobre ella, he creído conveniente apuntar las características de este tipo de reflexión, revelando su di-mensión de ética y de filosofía política y destacando las características que la distinguen de otros tipos de saber humano y la especificidad de su contribución.

El segundo capítulo explora las relaciones entre edu-cación, cultura y sociedad poniendo el foco en la pers-pectiva política de la práctica educativa e intentando discutir algunos aspectos de la escuela en nuestra so-ciedad. Los profesionales que desarrollan su trabajo en otras instituciones constatarán que lo que se dice de la institución escolar se aplica, teniendo en cuenta cada es-pecifidad, a otros campos de trabajo.

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La cuestión de la presencia de la dimensión ética vin-culada a las otras dimensiones de la competencia pro-fesional es el objeto central de la reflexión en el tercer capítulo. La idea de la articulación entre el deber, el sa-ber, el poder y el querer, y la necesidad de recuperar un consenso como base de la política orientan el análisis de este capítulo. Como he afirmado, se añade en este punto la referencia a la dimensión estética de la competencia.

El cuarto capítulo se ha escrito especialmente para esta edición. Es aquí donde procuro desarrollar el tema de la competencia profesional y sus dimensiones en el ámbito del trabajo en las empresas y otras organizacio-nes. Teniendo en cuenta las características de la socie-dad tecnológica contemporánea, intento identificar los desafíos propuestos para un trabajo que tenga en la ética su elemento fundamental.

Finalmente, en el quinto capítulo, articulando los ele-mentos discutidos en los capítulos anteriores, procuro relacionar las nociones de ética y de utopía, y defiendo la idea de que la perspectiva utópica debe integrar una acción competente en todos los ámbitos de trabajo. Re-tomo, pues, lo que ya había afirmado antes: el deseo de que la utopía se manifieste en la elaboración de proyec-tos donde se exploren las posibilidades de las situaciones del presente y se recupere el significado de la esperanza, indicando alternativas para una vida más plena en el fu-turo, que empieza aquí, en este mismo instante.

Para evitar repeticiones, remito al lector a la introduc-ción que viene a continuación, escrita durante el verano de 1993. Allí, me refería a la renuncia del presidente de Brasil, resultado de un movimiento de la sociedad que exigía ética en la política. Todavía lo continuamos exi-giendo (la necesidad es la misma, pero el verano es otro. Y son otras las circunstancias políticas. Acaba de tomar posesión una presidenta que llega al poder con las ex-pectativas esperanzadas de gran parte de los brasileños.

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Es momento de reiterar la idea que procuro defender en este libro: no realizará un trabajo completamente sola). Es el esfuerzo consciente y responsable de cada ciudada-no y profesional que contribuirá a la construcción colec-tiva del país que necesitamos y que merecemos.

Por último, deseo expresar mi agradecimiento a todos los que han acogido el libro en sus sucesivas ediciones. Sus observaciones y sugerencias han representado una valiosa contribución al esfuerzo de mejorar la discusión sobre los temas aquí tratados. Destaco, para esta revisión, la disponibilidad de Fernando Rios, compañero/lector y mi revisor predilecto, y Branca Jurema Ponce, amiga y lectora crítica de todos mis escritos. Doy las gracias, de manera especial, a Oscar Motomura y a su equipo de Amana-Key, que han presentado esta publicación a los profesionales que participan en sus programas de ges-tión y que han creado el espacio para que la filosofía y la ética «entre en la conversación» que ahí tiene lugar. Fue en Amana donde oí de uno de sus colaboradores más an-tiguos, José Domingos Ferreira da Cruz, que trabaja como camarero y portero y que participó en uno de los encuen-tros en los que presenté mi trabajo, la afirmación de que «un día importante es un día en el que hay filosofía». No hay nada como esto para que tenga fe en que vale la pena continuar caminando.

Terezinha azerêdo rios

São Paulo, verano de 2011

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Introducción

Este trabajo fue presentado como trabajo de final de más-ter en el Programa de estudios posgraduados en Filosofía de la Educación de la PUC-SP y defendido en junio de 1988. Además de la profesora Mirian Jorge Warde, mi di-rectora, formaban parte del tribunal los profesores Carlos Roberto Jamil Cury y Selma Garrido Pimenta, quienes, atenta y cuidadosamente, me hicieron valiosas observa-ciones. Compañeros, alumnos y amigos que leyeron mi trabajo posteriormente también aportaron preciosas su-gerencias con sus comentarios. La discusión con pro-fesionales a los que tuve la oportunidad de presentarlo creó la posibilidad de una revisión constante de los te-mas que trataba. En vista de todas estas contribuciones, se han hecho algunas alteraciones para revisar y ampliar ciertos aspectos, pero este libro todavía mantiene buena parte del texto original. No lo considero un texto defini-tivo; al contrario, espero que, al presentarlo a un público más amplio, tenga la oportunidad de continuar pulién-dolo e investigar algunas cuestiones que desafían nues-tra práctica cotidiana de profesionales de la educación.

El punto de partida fue mi preocupación por una cuestión que me parece extremadamente relevante: la formación del educador. Como profesora de filosofía y de filosofía de la educación, tenía la intención de contribuir

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a esta formación, que, a mi entender, se ha ido hacien-do entre nosotros de forma precaria, y que me impelía a buscar maneras diferentes de actuar. Esta preocupación aumentaba a medida que desarrollaba mi trabajo docente y entraba en contacto con la bibliografía publicada, con las discusiones realizadas en encuentros, semanas de pe-dagogía, conferencias de educación…

En la reflexión sobre la formación y la dedicación del educador destaqué un núcleo específico, relacionado con la calidad del trabajo educativo: la cuestión de la compe-tencia del educador, más específicamente la de la presen-cia de una dimensión ética en esta competencia.

Cuando se habla de la formación del educador, de cara a una profesionalización donde encontremos la compe-tencia, se menciona el doble carácter de esta competen-cia: su dimensión técnica y su dimensión política. Son dos dimensiones de un único elemento; distintas, pero profundamente articuladas: no puedo referirme a una sin la otra. Y no solo se trata de una constelación de las categorías a nivel teórico, sino de algo presente, de he-cho, en la práctica concreta de los educadores. Sin em-bargo, a partir de la explicitación de los componentes de la competencia, puede surgir una dicotomía entre ellos que genera discusión entre algunos educadores. Por un lado, se intenta destacar la dimensión técnica (y la idea de neutralidad en el campo de la educación); por otro, se destaca la dimensión política (y la idea de la militancia como elemento imprescindible para el trabajo educativo).

Creo que esta dicotomía es fruto de un viejo vicio en nuestra formación cultural: «pensar la contradicción» y no «pensar por contradicción», como afirma Saviani (1980, pág. 128), citando a A. V. Pinto. Nos hemos acos-tumbrado a razonar utilizando alternativas exclusivas (o…/o…), cuando la realidad nos obliga a tomar concien-cia de que la conjunción correcta es aditiva. La realidad no es un sí o un no; es sí y no. En el caso de la compe-

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introducción

tencia, en realidad, ni siquiera estamos frente a elemen-tos contradictorios; por el contrario, se interpenetran y complementan con el sentido de la competencia. No obs-tante, incluso teniendo en cuenta los valiosos esfuerzos para evitar dicha dicotomía, este tipo discusión todavía persiste y genera reflexiones.

Considero que la dicotomía puede ser evitada, y supe-rada, si tomamos conciencia de que hay una dimensión ética articulada a la dimensión política y a la dimensión técnica. No se trata de añadir otro elemento a los que ya existen (lo que ciertamente no haría avanzar la discu-sión y solo contribuiría a complicarla), sino de apuntar un elemento que existe como mediación entre las dos di-mensiones –inseparables– de la competencia.1

El hecho de que se establezca una polémica en rela-ción con la competencia ya revela una preocupación con el deber ser de la dedicación del educador. Si analizamos la expresión saber hacer bien, entendiéndose como aque-llo que necesita el educador para «ocupar el lugar que le compete» en la organización social, verificaremos que el adverbio bien indica algo que concierne tanto a la ver-dad, desde el punto de vista del conocimiento, como al valor, desde el punto de vista de la actitud que se le exige al educador. Ser competente es saber hacer bien el deber. Al deber se le articulan –además del saber– el querer y el poder. Pues es fundamental un saber y el dominio de los contenidos que se transmiten y de las técnicas para arti-cular este contenido con las características de los alum-nos y el contexto; pero este saber pierde su significado si no está relacionado con una voluntad política, con un

1. «El concepto de mediación indica que nada está aislado. Implica, pues, un alejamiento de posiciones irreductibles y sin síntesis superadora. Por otro lado, implica una conexión dialéctica de todo lo que existe, una búsqueda de aspectos afines, manifiestos en el proceso en curso. La distinción existente entre estos aspectos oculta una relación más profunda, que es la fundamenta-ción en las condiciones generales de la realidad». (Cury, 1985, p. 43)

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querer que determina la intencionalidad del gesto educa-tivo. Este gesto no se ejerce en su sentido real de praxis, de trabajo, si no cuenta con libertad, en tanto que poder que direcciona el proceso.

La dimensión ética de la competencia no está tan solo presente en la competencia del educador. Forma parte de la competencia profesional, sea cual sea el espacio en el que actúen los individuos. En este libro destaco la com-petencia del educador en la medida en que reflexiono so-bre una práctica que es la mía, y de la cual he estado más próxima, incluso por «deber profesional».

¿En qué medida el «descubrimiento» de la perspecti-va ética que existe en la competencia profesional puede contribuir a una mejora en la calidad del trabajo que ha-cemos?

Creo que una visión clara, inclusiva y profunda del papel que desempeña y debe desempeñar en la sociedad permite al educador una acción más competente. No quie-ro decir con esto que ver las cosas claras ya sea suficiente para actuar bien una vez que consciencia y voluntad no son sinónimos, sino que la actitud crítica (filosófica) del educador sobre los medios y los fines de su acción lo ayu-dará a avanzar hacia sus objetivos de forma más segura.

«Quiero la utopía, lo quiero todo y más», dice el verso de Fernando Brant. Yo deseo destacar aquí mi confianza en la posibilidad de que se produzcan cambios significa-tivos en la sociedad a partir de una acción más compe-tente en cada espacio profesional. En lo que respecta es-pecíficamente al trabajo de los educadores, creo que los cambios acontecerán, si los hay, en el contexto escolar, un estilo de trabajo que avance hacia una visión críti-ca sobre las experiencias y hacia el hecho de compartir para que el pensar y la práctica mejoren su calidad.

Al hacer referencia a una reflexión de carácter filosó-fico, no podemos dejar de entender su carácter de etici-dad. Eso significa que la filosofía, cuando se ocupa de

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introducción

la educación como práctica humana, lo hace desde una perspectiva ética, de problematización de los valores que fundamentan esta práctica. Y he aquí otro núcleo de mi trabajo; la filosofía de la educación es ética, y al decir esto no estoy adjetivando la reflexión filosófica. Solo quiero afirmar que, al ser una reflexión sobre la educación, al problematizar sus fundamentos, la filosofía se reviste de un carácter peculiar: se está considerando la educación desde el punto de vista de la ética, de la reflexión críti-ca sobre determinados valores presentes en el comporta-miento de los humanos en sociedad.

Escribo esta introducción durante el verano de 1993. La ética se ha convertido en un tema privilegiado entre nosotros, en virtud de acontecimientos que han movili-zado a los brasileños y que han culminado en la renun-cia del Presidente de la República. El Movimiento por la Ética en la Política y los análisis sobre la presencia de la corrupción en la sociedad y la violencia en las relaciones sociales han sacado a colación cuestiones tan antiguas como el ser humano, pero que han adquirido un nuevo perfil en función del momento histórico en que están siendo reclamadas y formuladas.

Este libro no quiere responder a una moda, pero pre-tende añadirse a otros para entrar en la discusión y con-tribuir a una reflexión crítica de los profesionales de la educación, participantes de esta sociedad y a quienes se les reclama una actitud específica frente a las situaciones que todos estamos viviendo.

Creo que la especificidad de esta contribución puede encontrarse en la tentativa de superar el sentido común, que, en general, no distingue entre los conceptos de ética y de moral, al banalizar, en cierta forma, las discusiones, favorecer con frecuencia actitudes moralistas tan graves como la actitud cínica que hoy nos desafía y amenaza, y descartar la perspectiva de un proyecto más consistente de sociedad y de trabajo.

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Este libro está organizado en cuatro capítulos. El primero se centra en caracterizar mi «instrumento

de trabajo». Dice Umberto Eco (1983, pág. 133): «En una tesis de filosofía no será necesario empezar explicando lo que es la filosofía…»; en cambio, he creído conveniente hablar al respecto de la reflexión filosófica sobre la edu-cación, revelando su dimensión de ética y de filosofía política, apuntando las características que la distinguen de otros tipos de saber humano y la especificidad de su contribución.

El segundo capítulo intenta indicar las relaciones en-tre educación, cultura y sociedad llamando la atención sobre la perspectiva política de la práctica educativa e intentando discutir algunos aspectos de la escuela en nuestra sociedad.

En el tercer capítulo, el objeto central es la cuestión de la presencia de la dimensión ética vinculada a la dimen-sión técnica y a la dimensión política de la competencia. La idea de la articulación entre el deber, el saber, el poder y el querer, la necesidad de recuperar un consenso como base de la política orientan el análisis de este capítulo.

Finalmente, en el cuarto capítulo, articulando los ele-mentos discutidos en los capítulos anteriores, procuro relacionar las nociones de ética y de utopía. Reflexiono sobre la perspectiva utópica que debe integrar una ac-tuación competente que se manifieste en la elaboración de proyectos, donde se exploren las posibilidades de las situaciones del presente y se recupere el significado de la esperanza, y propongo alternativas para una vida más plena en el futuro, que empieza aquí, en este mismo ins-tante.