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Día del Prisionero de Guerra Testimonio de familiares 30 Aniversario 1985 - 2015

Testimonio de Familiares

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4 de Octubre 30 Aniversario 1985 - 2015

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Día del Prisionero de Guerra

Testimonio de familiares

30 Aniversario1985 - 2015

Testimonio familiar, sobreviviente del 85 muerto en el 86

Nos casamos muy jóvenes, terminando quinto de secundaria, asis-tíamos al mismo colegio. Él era muy tranquilo, alegre, risueño, juguetón, amiguero, en el colegio término medio, no le gustaban

mucho las fiestas, pero jugaba fútbol, tenía un equipo en Chaclacayo y yo jugaba volley. Se llevaba muy bien con su familia, conmigo, con sus suegros, la relación era muy buena. Nos gustaba salir y él bailaba en las ac-tuaciones danzas folklóricas, aunque no le gustaba bailar, lo hacía por mí.

Luego ingresa a la Universidad Técnica del Callao para estudiar Inge-niería Eléctrica, yo en esa época estaba gestando a mi primera hija. Al principio tenía conocimientos sobre boletines de Patria Roja, todavía no se interesaba tanto por la política, pero en la universidad creció su interés.

En ese tiempo teníamos que tener vara para conseguir trabajo, se tenía una necesidad ante la problemática que se estaba dando, esa era su lucha. Su meta era la igualdad, que la gente del campo no sufra, no ver niños tra-bajando, cambiar la situación, tanto para los jóvenes que estudiaban en las universidades, como para la gente que estaba en el campo y en la ciudad, porque el gobierno no hacía nada... él se va a Ayacucho, estuvo casi un año en esa ciudad, a su regreso lo meten preso...

Ese día entran a mi casa y se llevan a todos, la única que se queda es mi suegra y mis cuñadas pequeñas. Nos llevan a él, a mi suegro, a mi cuñada mayor y a mí. Nos trasladan a la DINCOTE, y yo estaba con mi niña pe-queña, tenía 5 años. No me dieron ninguna atención, por el problema de la amenaza de aborto. Ahí sufrimos mucho maltrato, humillación, había mucho odio, sobretodo hacía la familia, insultos, agresión verbal constan-te, hasta que después de comprobar que no sabíamos nada nos sueltan, estuvimos 24 horas porque no tenían pruebas. Él se queda solo, en DIN-COTE, las veces que yo lo veía parecía drogado, no ponía fija la mirada, lo deduje por su manera de hablar que no era normal, tenía la voz tembloro-sa, con constante movimiento de los ojos, como alterado. De lo poco que podíamos hablar me contaba lo que le estaban haciendo, me decía que lo estaban torturando, inclusive me dijo que le habían inyectado algo, decía

“no me siento bien, no sé que tengo”. Nosotros teníamos miedo de que lo terminen matando como muchos otros que habían sido asesinados, ahí es donde mi suegro sale a buscar un abogado, para lograr sacarlo, contacta-mos a Dr. Lizama, él nos ayuda en todo, para poder trasladarlo inclusive, luego lo llevan al Frontón, estuvo un año ahí y de ahí vuelve a la carceleta.De mis vistas al Frontón me acuerdo las largas colas, las amanecidas, y algunos marineros que al vernos se apiadaban y nos daban pan, una ga-seosa o algo para comer. También las gente de toda edad y yo estaba con mi embarazo avanzado. Nos llevaba la lancha, llegábamos al pabellón y era un murmullo, queríamos decir muchas cosas pero no podíamos hablar, estaban muy controlados, ellos tampoco podían hablar, era muy traumá-tico, en mi estado fue terrible, eso me quedó marcado, a partir de ahí mi mundo cambió, la forma de ver la vida cambió.

Las visitas no eran semanales, creo que era cada quince días, una vez iba yo y otra mi suegra, nos turnábamos, para poder verlos diez minutos, era mucho, entrabamos, llevábamos la comida, comían desesperados, no se cocinaban, salían con su plato para recibir la comida.

Algunos familiares nos organizamos para poder estar más tiempo, nos pa-rábamos días, por ejemplo cuando el mar estaba picado no podíamos salir y perdíamos esa quincena, ya no se podía viajar, no había otra opción y reclamábamos para que nos lleven. Ellos también reclamaban para poder vernos más tiempo, no era justo que estemos de un día para otro haciendo cola para ir y verlos diez minutos, no podíamos conversar, no podíamos tocarlos, adentro estaban los marinos que vigilaban y controlaban todo. Me acuerdo que había una mesa larga, nos sentábamos frente a frente si tenías contacto con ellos te llamaban la atención, si querías abrazarlo o agarrarlo. Me decía “no me digas nada tranquilízate”, porque luego les castigaban, no podíamos conversar con ellos abiertamente, mucha res-tricción de derechos, muchas humillaciones. Inclusive a veces juntábamos para la gasolina, nos decían “no hay gasolina para la lancha”, y nosotros lo pagábamos porque sabíamos que si perdíamos ese día ya no podíamos ir hasta la otra quincena, ya no los veíamos hasta el próximo mes. Por eso se lucha para poder tener una visita digna.

Estaban sin condena pero detenidos, simplemente nosotros como fami-liares pedíamos justicia, teníamos derecho de estar con ellos a pesar de la

detención que tengan. Él estuvo un año ahí, y ese año pudieron lograr que la “paila” pase, o sea se podía introducir en el pabellón, llevar la comida y que ellos se sirvan entre ellos, ese es el primer logro que se hace, y poco a poco se va implementando todo, llevándoles platos, tazones; no dejaban llevar nada de metal, ahí es donde se logra eso.

Nos recibían siempre cantando, por ejemplo Bandera Roja, inclusive mis hijos cuando se juntan comienzan a cantar, es su recuerdo que tienen ellos y nosotros también, íbamos cantando, muchas veces en alta mar nos hemos perdido, salíamos temprano y cuando regresábamos nos tenían en alta mar, en el camotal, algunas veces hasta las 8 o 9 de la noche per-didos, una vez aparecimos detrás del Frontón, el señor decía cálmense, y nosotros cantábamos las canciones, Avanza el Pueblo, Bandera Roja, entre otras, muchas que ellos nos enseñaban cuando íbamos, con eso nos dábamos fuerza. El día que ellos no cantaban era que algo sucedía, eso era para nosotros los familiares como esperanzador mientras cantaban y siempre fue así nos recibían cantando sus himnos siempre, hasta la última lucha, la último masacre y eso queda grabado en uno.

Luego lo trasladan a Palacio, recibe como un castigo, porque en el Fron-tón lo habían sindicado como cabecilla de todos, entonces lo castigan mandándoles 6 meses a la carceleta, no podía verlo, solamente el abogado lo podía ver, le llevaban comida en toda la humedad, lo tienen 6 meses, yo doy a luz y en el hospital pide para que me vean y no lo dejan salir, ni siquiera yo puedo entrar con mi hijo, quien entra con mi bebe a demos-trarle que su hijo ha nacido es el abogado. Después lo pasan a Lurigancho, porque no había nada que lo retuviera ahí, era solo un castigo. Lo habían vinculado, simplemente porque reclamaba, lo mandaron ahí junto con dos compañeros.

A Lurigancho llega mucho antes de octubre, íbamos a verlo y el control era el mismo, salíamos al patio un rato, luego nos dieron permiso para entrar al pabellón, donde ellos nos daban su ropa y nosotros le llevábamos ropa para que se cambien y sólo podíamos llevar un taper de comida, no nos dejaban llevar más nada.

Reclamaban para poder cocinarse ellos mismo y que la visita sea más lar-ga, como los comunes; reclamaban los mismos derechos, la igualdad, ahí

también cantaban, nos recibían con alegría, todos éramos una sola familia.El 4 de octubre estaba de viaje, y veo por televisión lo que había ocurrido, habían tomado rehenes y los habían quemado, entonces mi esposo estaba gravemente herido, ahí es donde regreso a Lima y me voy a verlo, él estaba con la boca rota, los labios cortados, la mano quemada, cuando yo entro y le pregunto qué pasó dice que los habían encerrado, habían encadenado las puertas, no podían salir, sus colchones los habían prendido fuego y les habían lanzado bombas lacrimógenas. Antes de eso habían sacado a los rehenes, porque les dieron la palabra de que iban a cumplir con sus recla-mos, pero no fue así, mueren muchos personas calcinadas y me esposo se salva con tres o cuatro compañeros, lo llevan al tópico hasta recuperarse, yo logró entrar, y me dice que vea que pasó con sus compañeros, todo era un caos y él no sabía nada.

Fuimos a ver a la morgue pero no se podían identificar los cuerpos por-que estaban totalmente quemados, no se explica como un simple colchón podía provocar eso, ellos estaban calcinados, para eso tendrían que haber estado a más de cien grados de temperatura para que se calcine así un ser humano. Después de eso se enteran de la situación, es donde se vuelve a pedir por lo que se estaba luchando, para que tengan las mismas condi-ciones que los presos comunes. Luego de lo ocurrido se logra conquistar lo de la cocina y la visita.

Los familiares estábamos afuera reclamando preocupados, muchos por-que no los podían ver, fue como un castigo, estuvimos como una semana sin visita, pedíamos a los presos comunes les pagábamos para que nos den información, entregábamos papelitos y recibíamos, antes habíamos aprendido con mi esposo la clave Morse, nos comunicábamos con Morse. Muchos familiares fueron detenidos ese día 4 de octubre, no recuerdo sus nombres. A mi suegro lo agarran ahí, porque lo sindicaban como por estar reclamando, por un derecho legal, lo llevan preso y perjudican su trabajo. Estaban afuera de Lurigancho reclamando, queriendo saber lo que sucedió, quienes habían fallecido, que había pasado, pero el INPE y la policía no nos notificaban, y nos decían que estaban bien, solo castigados y que esperemos la visita, la próxima semana, no podíamos hacer nada, no dejaban ni pasar a los abogados. Ellos tenían una palabra clave para

decirnos que estaba pasando, entonces cuando la mencionaban sabíamos que ocurría algo.

Entonces buscamos información, fuimos al INPE, al ministerio de jus-ticia, lo tomamos, nos metimos a reclamar, no nos quedamos con los brazos cruzados. Para que no salga en los diarios nos decían algo, porque llamábamos a los diarios pero estaban comprados por ellos, a los canales de televisión para que nos apoyen, pero no nos apoyo nadie, sólo una radio, una periodista cubría nuestra información y lo publicaba. Fuimos también a la Cruz Roja que nos apoyó bastante.

El 4 de octubre se recuerda como el día del prisionero de guerra, por-que se pauta esa diferencia, de presos especiales, antes se decía que eran narcoterroristas, eso era falso, mayormente eran estudiantes, trabajadores, dirigentes, que luchaban por algo justo, un salario mejor, una educación mejor, era lo justo lo que se pedía, un reclamo justo y reconocido, que no los traten como comunes, porque no habían cometido delito, solo querían que los reconozcan como presos políticos.

El 31 de octubre les dan la calidad de prisioneros de guerra, presos espe-ciales, esa lucha fue después del masacre, por eso se logra ese petitorio, que se vuelve a solicitar apoyados por la Cruz Roja. También porque nos íba-mos a la oficina del INPE casi diario a reclamar, ahí se logra ese permiso para estar más tiempo con ellos y su reclamo reconocido.

De ahí posteriormente hubo varias luchas, para tener la cocina, se logró un ingreso especial para los que llevábamos los víveres, para el comité de familiares, todos los jueves, con una hora de visita, que ellos reciban a los médicos, para que los chequeen, la visita que sea la misma de los comunes de 8 a 4 de la tarde, es donde se logra eso. Su lucha fue constante para conseguir los logros. Permanece ahí hasta el masacre del 86, donde muere, me acuerdo que por medio de un amigo me entero que iba a haber un masacre, y que iba a ser consecutivo en Frontón Lurigancho y Santa Bárbara, en los tres, es ahí donde permanecemos desde la mañana, pero no podemos comunicarnos con ellos, vemos entrar a los boinas roja, la guardia republicana, en la

noche empieza la matanza. Los familiares estaban afuera porque ya sabía-mos lo que iba a suceder, pedimos por favor que nos alojen a las personas que habían invadido que tenían sus pequeñas viviendas de estera, ahí nos quedamos, donde hemos escuchado las detonaciones las balas los gritos el llanto, el canto de los compañeros y después el silencio eterno, un silencio como nunca.

Los comunes gritaban “no los maten”, “paren”,” los están matando”, pa-ren, no y gritaban, las balas, las ráfagas, los cánticos de los compañeros, todo simultáneo. Todo en mi cabeza era desesperación, era una impoten-cia grande, queríamos tener alas, volar, es algo que no quiero recordar, un silencio que te deja vacía, son muchas familias en esta situación. Nosotros cuando los veíamos nos sentíamos muy bien con ellos, compartíamos, yo iba todos los jueves, esa era mi obligación llevar los víveres, y eso me daba mucha fuerza, ayudarlos, no quedarme con los brazos cruzados, salir ade-lante con ellos acompañarlos en su lucha.

La última vez recuerdo que fuimos a la parada y me dieron un zapallo de 50 kilos, sale un compañero a ayudarme, y le doy él zapallo y le pesa y to-dos se matan de risa le dicen, “pero la compañera lo está cargando como si nada” y se rieron. Esa fue la última vez, fue un jueves antes de la matanza, un recuerdo que tengo guardado, conversaban, se hacía chacota. Fue muy bonito compartir con ellos. Ellos sabían que iba a haber una masacre, nos dijeron que no los dejemos solos, que luchemos, pero no se pudo lograr porque muchos familiares los dejaron solos, a sus hijos, a sus hermanos, a sus esposos y eso aprovechó el gobierno para masacrarlos porque fue eso una masacre. Después de eso vinieron los camiones con bolsas, re-cuerdo esas bolsas negras para ver qué es lo que llevaban los camiones nos subimos a las columnas con otro compañero, para ver qué era lo que había, eran las bolsas con los cuerpos, bolsas negras como de basura, eran los cuerpos, muchos de ellos en bolsas y luego a buscarlos porque no sabíamos en donde los habían enterrado. Estaban en diferentes lugares, fuimos a Puente Piedra, Huaral, Imperial Cañete, Callao, Chosica, hemos ido a muchos cementerios, teníamos que pagar a los guardianes para que nos dieran información, muchos de ellos decían que no estaban ahí, no querían darnos información, nos cerraban las puertas. Íbamos a ver y de

noche sacar los cuerpos, para saber si realmente estaban enterrados ahí o no, muchos estaban con otros nombres, eran listas falsas, en un cajón en-contrábamos dos cuerpos, partes del cuerpo, hemos encontrado muchos así, no estaban completos, la mayoría con bala en la cabeza y los compa-ñeros del frontón dinamitados y fondeados porque tenían sal en el cuerpo, hemos reconocido algunos de los cuerpos en ese instante otros no, de los que reconocimos pusimos los nombres y pintábamos de rojo con la hoz y el martillo, y hemos sido perseguido por la policía, muchas veces hemos dormido en tumbas para poder escapar de ellos para que no nos atrapen.Lo que pido hoy en día es que nos entreguen los cuerpos, son seres hu-manos que necesitan ser sepultados, ellos ya han destruido familias, para que quieren los cuerpos?, que nos entreguen!. En la última exhumación que ha habido yo buscaba a mi esposo vivo o muerto, me he quedado en medicina forense viendo todos los cuerpos, el personal me dejó verlos y ninguno era él, recuerdo a otro compañero uno de lentes que sí estaba ahí, que los familiares lo reconocieron, que se encargaba del botiquín, pero sí reconocimos sus pertenencias, unos tocaban la zampoña, la quena, otros se colgaba la toalla en el cuello, otros por el color del polo, al ver los ca-dáveres, también se han encontrado escrito, hojas, los escritos de la lucha, los documentos, los tenían escondidos, en su cuerpo, ahí vimos las balas en el cuerpo, en el cráneo, he visto como sacaban todas sus prendas, los fotografían, los marcan tres días seguidos, me dieron esa facilidad para poder reconocer. Lo sacan del Callao, donde dicen que está, pero yo me di cuenta que no es mi esposo, por cómo estaba vestido el cuerpo, mi esposo nunca vestía de esa forma. Fui con mi suegro enfermo, y él no era, había otro que sí se parecía, pero al momento de ver las prendas tampoco era mi esposo, probablemente sea un campesino, ahí veo los demás cuerpos, también se recuperó una honda verde que portaba un compañero que lo conocía, pero no sé su nombre, se los ha reconocido por sus pertenencias, su peine, su reloj, y otros por la dentadura. Ahora nos han dicho que van a hacer el ADN y que bueno ellos ya cumplieron con hacer la exhuma-ción y lo otro ya depende de fiscalía, que manden la orden para hacer el ADN, mientras eso no pase los cuerpos se quedan ahí. Solamente esta-mos esperando que nos entreguen los cuerpos y se haga justicia. Muchos familiares han muerto esperando tener el cadáver de sus familiares para poder enterrarlos.

Lo que me queda de él me decía es que “nunca te quedes callada, si tienes algo que decir dilo, lucha por lo que quieres porque no lo vas a conseguir si no hablas, grítalo no te escucho” me decía.

Yo me enamoré de una persona así que luchaba por una causa justa, y por eso para qué callarnos, y me dejo muchas experiencia buenas y tristes, pero en la lucha se aprende, como él decía para qué callarnos, los otros que vengan atrás que aprendan que no tropiecen con lo mismo que nosotros hemos tropezado, que tengan un camino más lindo para recorrer.

Testimonio de familiar, esposa.

Conocí a Andrés cuando tenía 14 años, estaba en segundo de secundaria y él asistía al colegio que quedaba al lado, cursaba quinto, era muy buen alumno. Yo era de Chosica y él era de Huaycán; tenía varios amigos, que no llegué a conocer. Llevaba una vida normal como cualquiera de su edad y era muy alegre. Las chicas andaban todas enamoradas de él; pero se ena-moró de mí, me escribía poemas y me dedicaba discos, era muy romántico. Cuando terminó el colegio postuló a la Universidad Cantuta y también a San Martin, pudo ingresar a Filosofía, era un gran lector. Mientras seguía con mis estudios secundarios y él ya estaba en la universidad, salíamos y me aconsejaba que termine el colegio; pero nos casamos cuando tenía 17 años y dejé de asistir, era el 10 de junio del 82, convivimos un par de meses a partir de eso; pero no pudimos hacer una vida matrimonial.

El 25 de agosto del mismo año a las 2 de la mañana llegó la policía, rodeó toda mi calle y se lo llevaron, había sido acusado por una mujer, yo no sabía que pertenecía a ese partido; él me dijo después que apoyaba. Lo llevaron primero a la DININCRI luego fue a parar al Frontón. Yo estaba embarazada cuando lo agarraron, él no conocía a su hija todavía, la pudo conocer estando interno, cuando la conoció se impresionó mucho, le gus-taban los niños, era su única hija. La entrada al Frontón era muy difícil, teníamos que madrugar, esperar a que llegue la lancha que algunas veces no llegaba. Les llevábamos cosas, ropa y comida, me pedía libros, le lleva-ba los de la universidad, tenían una rutina. Me acuerdo de algunos amigos de él que estaban detenidos que también eran del barrio. Los muchachos estaban bien o al menos eso era lo que mostraban a los familiares, su ánimo nunca decaía, nos hablaban como si estuvieran libres, siempre nos recibían cantando, bailaban, hacían reuniones, eran muy alegres a pesar de todo, tengo buenos recuerdos. Andrés estuvo ahí como un año y medio. Mi hija se acuerda cuando iba al Frontón, a pesar de que tenía tres años, cuando su papá le traía los pingüinos, cuando jugaba, él era un padre muy amoroso.

Luego lo trasladan a Lurigancho, también siempre iba a verlo con mi hija. Había requisas, ellos hacían sus reclamos y tenían éxito, como el derecho

a visita dos veces por semana, y la visita con niños. En ocasiones teníamos problemas con los guardias que no nos dejaban entrar, pero con la lucha de ellos se pudo hacer las visitas incluso los feriados que al principio no estaban habilitados. Cuando no nos dejaban pasar también nosotros re-clamábamos y lográbamos entrar. Entrabamos todos juntos, comunes y políticos. En el Frontón no, casi todos eran políticos, había más seguri-dad, algunos días no había lanchas y cuando la marea estaba alta era más complicado todo, íbamos arriesgando nuestras vidas, las lanchas siempre llenas, mucha gente.

Los reclamos eran por la comida, porque les daban muy mala comida, más adelante lograron cocinarse ellos mismos. Nosotros les llevábamos lo víveres, habían muchas compañeras que iban a los mercados, también les hacían donaciones, el pueblo apoyaba.

Ese día que pasó todo, era día de visita, escuché en la televisión que había habido una matanza en Lurigancho, en ese momento vino su madre y nos fuimos a ver qué había pasado. Al principio no nos daban ninguna infor-mación luego nos dijeron que estaban todos en la morgue, que identifi-quemos a nuestros familiares, fuimos a ver y todos estaban calcinados, no se podía distinguir quién era quién, entré como cinco veces a ver, él tenía un platino en la clavícula, pensé que así podía reconocerlo, pedí también un ADN pero no nos quisieron dar nada, no atendieron nuestro reclamo, no pudimos reconocerlo nunca, sólo me quedó rezar por su alma. Al Dr. Febres, su abogado, lo mataron un mes después, y no sabíamos a donde ir, no teníamos documentos.

Como familiares tratamos de organizarnos, pero me desvinculé y quedó así, tenía 19 años y una niña, y tenía que ver por ella, trabajar, me vi sola con eso. Y así ha pasado el tiempo, siempre lo he recordado, pero ya no pude hacer nada. Nadie me dio o me dijo nada de lo sucedido y era difícil hacer algo en esa época, no había donde reclamemos, no nos dieron nada, no los identificaron. No nos daban información alguna. Alguien dijo que uno había escapado, y que podía ser mi esposo, pero no creo porque él hubiera venido a buscarme, pero nunca llegó. Estaba entre esos muertos quemados y nunca tuve información sobre lo que pasó.

Actualmente mi hija radica en Italia, se fue hace años, estudia economía y yo me casé nuevamente y tuve familia. Yo tuve que explicarle todo, su abuela le había dicho cosas distintas, pero yo le dije la verdad. Ella se pa-rece a su padre, sacó el gusto por la lectura. A pesar de que ya pasaron 30 años, yo siempre lo recuerdo, y lo veo siempre en ella, es su mismo retrato.Una vez vinieron a ofrecerme una indemnización pero a mi no me inte-resa nada de eso, ha pasado tantos años desde el primer gobierno de Alán García y no se ha hecho justicia. Andrés nunca tuvo un juicio, esperába-mos y nunca llegaba porque no le encontraban culpabilidad así pasaron 3 años hasta la matanza, estaba porque una persona equis lo acusó. A él lo amenazaban, le decían que si no hablaba iban a llevar a su esposa también, pero él nunca habló…