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CIUDADANÍA Y REFLEXIÓN ÉTICA PRÁCTICA CALIFICADA 2 TEXTO 1 ACTITUDES LINGÜÍSTICAS Y FORMACIÓN DOCENTE 1. LAS ACTITUDES LINGUÍSTICAS Las actitudes lingüísticas son comportamientos de los hablantes respecto de las lenguas, sus variedades y de los usuarios de estas variedades y lenguas (García 1999). De este modo, los hablantes pueden tener una actitud positiva o negativa hacia la lengua que usan y de manera similar pueden tener actitudes positivas o negativas respecto de otras lenguas y de otras variedades de una misma lengua, habladas unas y otras en el entorno de estos hablantes. 1.1. PROBLEMA: INCOMPRENSIÓN DE NUESTRA REALIDAD MULTILINGÜE Nadie duda de la existencia del multilingüismo en el Perú. Vivir inmerso en esta realidad implica comprenderla; y parte de esta comprensión supone saber convivir con las personas que hablan lenguas amerindias. Eso quiere decir que estos últimos no deben ser vistos como sujetos a los cuales hay que asistir compasivamente o, caso contrario, segregar. Comprender dicha realidad significa también comprender cualquier manifestación de bilingüismo, puesto que ello deriva del plurilingüismo. Esto no ocurre en nuestro país, pues de manera recurrente quienes hablan alguna lengua amerindia son objeto de una consideración y trato diferentes por parte de los castellanohablantes maternos. Esta consideración distinta oscila entre la 155 discriminación abierta, en un extremo, y la compasión, en el otro. Así, por ejemplo, el bilingüe incipiente quechua- castellano o aimara-castellano es discriminado por su manera de pronunciar en la lengua meta (castellano) determinadas palabras en las que se presentan los fonemas /i/, /e/ por un lado, y /o/, /u/ por otro. Estas mismas actitudes se repiten si el bilingüe produce discordancias como las que se presentan en “tengo una grave problema” o “esa tema no está en la agenda”. 1

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CIUDADANÍA Y REFLEXIÓN ÉTICA

PRÁCTICA CALIFICADA 2

TEXTO 1ACTITUDES LINGÜÍSTICAS Y FORMACIÓN DOCENTE

1. LAS ACTITUDES LINGUÍSTICAS

Las actitudes lingüísticas son comportamientos de los hablantes respecto de las lenguas, sus variedades y de los usuarios de estas variedades y lenguas (García 1999). De este modo, los hablantes pueden tener una actitud positiva o negativa hacia la lengua que usan y de manera similar pueden tener actitudes positivas o negativas respecto de otras lenguas y de otras variedades de una misma lengua, habladas unas y otras en el entorno de estos hablantes.

1.1. PROBLEMA: INCOMPRENSIÓN DE NUESTRA REALIDAD MULTILINGÜE

Nadie duda de la existencia del multilingüismo en el Perú. Vivir inmerso en esta realidad implica comprenderla; y parte de esta comprensión supone saber convivir con las personas que hablan lenguas amerindias. Eso quiere decir que estos últimos no deben ser vistos como sujetos a los cuales hay que asistir compasivamente o, caso contrario, segregar. Comprender dicha realidad significa también comprender cualquier manifestación de bilingüismo, puesto que ello deriva del plurilingüismo. Esto no ocurre en nuestro país, pues de manera recurrente quienes hablan alguna lengua amerindia son objeto de una consideración y trato diferentes por parte de los castellanohablantes maternos. Esta consideración distinta oscila entre la 155 discriminación abierta, en un extremo, y la compasión, en el otro. Así, por ejemplo, el bilingüe incipiente quechua-castellano o aimara-castellano es discriminado por su manera de pronunciar en la lengua meta (castellano) determinadas palabras en las que se presentan los fonemas /i/, /e/ por un lado, y /o/, /u/ por otro. Estas mismas actitudes se repiten si el bilingüe produce discordancias como las que se presentan en “tengo una grave problema” o “esa tema no está en la agenda”.

Uno de los últimos casos que tuvo repercusión en nuestro país fue aquel en el que se comprometió a la congresista Hilaria Supa Huamán. El 23 de abril de 2009, en el titular de portada del diario limeño Correo se leía “¡Qué nivel!” y en el subtítulo, “Urge Coquito para Congresista Supa”. Allí mismo se presentaba la fotografía de la Congresista registrando notas en una libreta. En las páginas 12 y 13 de esa misma edición aparecían publicados los apuntes de la congresista Supa:

“Jueves De abril 16-2009 Pleno Del congreso Dela rePoBleca si discotio lasituasion de Brai ovo Muchas ParticiPasion custo (...) No Presencia Del preme menistro (...) subre Bray subre atentado (...) pindio el pleno”.

En su editorial, Aldo Mariátegui, director de este diario, escribía:

“Pongo el parche... No nos anima ningún ánimo peyorativo, excluyente, racista, clasista, costeñista, anti-indigenista, etc. contra la congresista humalista Hilaria Supa. Esto que quede claro, pues lo políticamente correcto se está volviendo asfixiante en nuestro país. Y que quede claro también que más bien nos provoca pena que esta humilde mujer tenga esas carencias y no queremos hacer ninguna befa con ello.

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Pero no se puede pagar más de S/. 20 mil al mes y darle tanto poder y responsabilidades a quienes no están mínimamente iluminados por las luces de la cultura. Pues aquí lo que se pone realmente en debate es si es sano para el país que pueda acceder al Congreso alguien con un nivel cultural tan bajo, cuya ortografía y gramática revelan serias carencias y sin aparente ánimo de enmienda, porque no me digan que no es evidente que Supa rara vez agarra un libro, ya que está probado que la gente que lee poco es la que peor escribe al estar menos familiarizada con las reglas más elementales de redacción. 156

Nadie pide que cada congresista sea una Martha Hildebrandt, pero, por Dios, tampoco pueden escribir peor que un niño de ocho años. Y es indiscutible que una persona con una instrucción tan, digamos, elemental -siendo generosos- poco puede aportar en la elaboración de leyes, en la fiscalización de casos complejos, en la reflexión diaria de hacia dónde debe ir la nave del Estado... 

Una persona así posiblemente sólo se va a limitar a repetir lugares comunes, a oponerse a todo sólo por oponerse, a estar a la defensiva ante cualquier idea nueva, a ser prejuiciosa, a buscar llamar la atención mediante el escándalo antes que por la excelencia de sus iniciativas, a descalificar al adversario con el eterno recurso de victimizarse, a ser agresiva... Lamentablemente, todo lo anterior ha caracterizado a la congresista Supa y estoy seguro de que su respuesta consistirá en acusarnos de ser nazis y hacerse la víctima. 

No estamos en contra de que las personas elijan a congresistas con quienes se identifiquen, pero tampoco se puede ir a extremos y menos dejar de lado el mérito académico y la preparación. Por eso el voto debe ser voluntario y además debe haber requisitos extras para ser congresista, como grado universitario (aunque... ¿cómo escribirá la congresista humalista y abogada María Sumire?). Si no, vamos a acabar en una oclocracia, como los griegos denominaban a la degeneración de la democracia”. 

[Lic. Luis Alberto Mamani Quispe, Universidad Nacional Mayor de San Marcos [email protected]]

TEXTO 2

El poder de la escrituraLa mirada europea

Cuando llegaron los españoles, llegó con ellos una manera de ver el mundo; está claro, una mirada europea. A la palta la llamaron “pera”; a la llama, “carnero”; al puma, “león”; al ayllu, “familia”. En 1492, luego de la reconquista de la península, la mentalidad española estaba dominada, fundamentalmente, por la supremacía de la religión cristiana frente a la musulmana, por la seguridad otorgada por el poderío de sus armas, pero, también, por el prestigio de su lengua castellana como triunfadora en el proceso de reconquista sobre la lengua árabe y sobre las otras lenguas peninsulares, prestigio representado en la Gramática castellana de Antonio de Nebrija. Con esta mentalidad, las culturas americanas encontradas, o conquistadas, tenían que ser consideradas como civilizaciones inferiores, puesto que tenían dioses paganos, sus armas eran rudimentarias y, sobre todo, no tenían escritura.

El poder sobre las culturas americanas estuvo fundamentado, entonces, en estos tres mecanismos: la religión, las armas y la escritura. Pero estos tres mecanismos no hubieran funcionado automáticamente si los españoles no hubieran estado convencidos de su superioridad y no se hubieran tomado el trabajo de convencer a los indios de ello. Hoy en día, seguimos absolutamente convencidos de ello.

El poder de la escritura

500 años después de la Conquista española, desde las escuelas se nos sigue enseñando que unos fueron superiores a otros y que, por esa misma condición, los inferiores fueron conquistados. Se

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nos sigue enseñando que, a pesar de que la cultura inca fue “superior” a todas las culturas de la región, era “inferior” a la española. Con estas ideas, nuestros escolares infieren, fácilmente, que, aún en la actualidad, cualquier persona que profese una religión diferente a la “oficial” pertenece a una secta; que cualquier persona que no sabe leer ni escribir es una persona ignorante y sin cultura, y sin ninguna posibilidad de ser un profesional de éxito. Además, estas ideas no quedan en el pensamiento, sino que, comúnmente, se llevan a la acción con lo cual se pasa directamente a la discriminación.

En efecto, en el mundo actual y en nuestro país, a pesar de que aún existen culturas ágrafas que muestran sofisticadas relaciones sociales y, como producto de ellas, diversidad productiva, creencias secularmente establecidas que brindan noción de unidad, costumbres arraigadas en su relación con el mundo que los rodea y maneras distintas de hacer justicia, se mantiene la idea de que los que saben escribir son seres superiores a los que no lo saben.

Es imposible no reconocer la importancia de la escritura en el curso histórico de las ciencias y de la civilización, pero tampoco se puede desconocer que no es el único medio de transmisión de conocimientos. La oralidad es el medio fundamental de las culturas ágrafas para transmitir sus conocimientos y es tan efectivo como la escritura. Sin embargo, a través de la historia, se ha privilegiado a una y subordinado a la otra. Se tratan solo de formas de comunicar el conocimiento, de herramientas. El conocimiento lo produce el pensamiento y cualquier persona o cultura que pueda pensar, independientemente de las herramientas que utilice, puede desarrollar conocimiento. La naturaleza de estas herramientas impide, desde unos criterios lógicos, una comparación y, menos aún, una jerarquización que deviene útil, únicamente, justamente para ejercer poder y dominio de los letrados sobre los iletrados.

El quechua y el castellano

El aprendizaje de una segunda lengua trae, como es natural en todo proceso de aprendizaje, la interferencia de las estructuras (fonéticas, morfológicas, sintácticas y semánticas) de la lengua materna en la lengua meta. Esta se produce tanto a nivel oral como a nivel escrito. Además, la observamos en la forma de hablar de cualquier persona que quiere dominar una segunda lengua, sea esta de la nacionalidad que sea: un francés, un alemán, un norteamericano, un africano, un chino o un quechua-hablante que quiere aprender el castellano pasa por una serie de etapas en las que se muestra con claridad cómo la lengua materna se entromete en la producción de la segunda lengua.

Además, se tiene que anotar que la convivencia de las lenguas andinas y amazónicas y el castellano en este espacio geográfico llamado Perú fue poco armoniosa por decir lo menos. Es decir, el castellano se instituyó como la lengua oficial de la Colonia y así fue también durante la República. Por su lado, las lenguas autóctonas se vieron relegadas a ser utilizadas, básicamente, en los ámbitos domésticos y ya nunca más públicos. Se instauró, pues, en el país, una situación diglósica. Muchos bilingües quechua-castellano, en la actualidad, tienen vergüenza de decir que hablan quechua.

Debido al alto centralismo que ha imperado en el Perú, país multilingüe, en los distintos gobiernos desde la independencia, se ha obligado a los pobladores andinos o amazónicos a aprender el castellano. El castellano producido por este aprendizaje no ha estado exento de emisiones de juicios de valor por los hablantes maternos de castellano. Estos juicios de valor están destinados, justamente, a mantener las relaciones de poder que nos dejó la colonia. En una sociedad clasista como la nuestra, es necesario encontrar maneras de decirle al otro que es inferior a uno y una de estas maneras es atacar su forma de hablar y de escribir. Así, no nos daremos cuenta de que, desde el punto de vista científico, la interferencia de la lengua materna en la segunda lengua es parte de un proceso absolutamente natural de aprendizaje y no de una ignorancia atribuida al nivel cultural.

Una mirada colonialista

Si al razonamiento anterior añadimos que las lenguas andinas y amazónicas han sido consideradas, sin razón lingüística, como inferiores al castellano, comprenderemos entonces que el

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artículo de Aldo Mariátegui intenta preservar una forma de poder y de dominio cultural. El que una persona no domine la escritura de una segunda lengua no tiene nada que ver con su cultura (entiendo una noción extendida de cultura que he tratado de expresar en este texto y no aquella restringida que tiene ver con los conocimientos enciclopédicos), con su capacidad de representar a una población (como congresista, por ejemplo), ni con su capacidad para aportar con ideas claras. Un artículo como el de Aldo Mariátegui no hace sino confirmar que buena parte de nuestra sociedad está gobernada por un pensamiento sumamente endeudado con nuestro colonial pasado histórico, que buena parte de nuestra sociedad está anclada en ese pasado y que esas cómodas cadenas que lo atan al poder (político, económico y social) son más duras y duraderas que el reconocimiento de los derechos de las personas de no tener el castellano como lengua materna o de hablar un castellano andino. O también puede ser que un artículo como ese se deba a una ignorancia supina y a la tozudez de su autor por no querer aprender cómo está conformada nuestra sociedad con la utilización de un mínimo sentido común.

[Mauricio Aguirre, 2009]

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