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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Ñ VIII
H I S T O R I A S O C I O L O G I A Y E S P I R I T O D E L A S A L T O A L P O D E R
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 2/132
E N ESTE NUMERO D E
• /
Fascismo:
T I E M P O D E
H I S T O R I A
Rafaél sín v Eudaldo Casanova
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. . .
•
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Italia tras la
m
Ilustración
del
artista fascista
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Guerra,
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 3/132
Escaneo original: http://www.tiempodehistoriadigital.com/
Digitalización final
en .pdf:
http://thedoctorwhol967.blogspot.com.ar/
A N O
VIII
N U M . 8 9
HISTORIA SOCIOLOGIA Y ESPIRITU 0(1 ASMIO Al P00ER
EL GOLPE; Historia, so ciolo gía y espíritu
d e l asalto al poder: Análisis de las cir-
cunstancias socio-políticas q u e propicia-
ron los golpes d e Estado e n l o s últimos
decenios, tanto e n Europa como e n
América y e l mundo Afroasiático. U n e s -
tudio de la actuación d e l Ejército espa-
ñol en nuestra Edad Contemporánea y
u n a amplia reflexión sobre e l libro de Le-
guineche,
«E l
Estado
d e l
Golpe».
LA
IMPRESIONANTE TRAGEDIA
DE VI-
LLARTE DE LOS MONTES: Un nuevo h o -
rror producto
d e
nuestra guerra civil.
En
la foto , lo s restos de las víctimas de V¡-
llarte
d e l o s
Montes (Badajoz), recogidos
p o r s u s familiares, cuarenta años d e s -
pués
de la
matanza...
©
TIEMPO
D E
HISTORIA
1 9 8 2 .
Prohibida la reproducción d e textos, foto-
g ra f í a s o dibujos, n i a u n c i tando s u proce-
dencia .
TIEMPO D E HISTORIA n o devolverá los
originales q u e n o solicite previamente, y
t ampoco man tend rá co r re spondenc ia s o -
b r e l o s mismos.
:
A B R I L
1 9 8 2
I
I
1 5 0 P T A S
P á g s .
L A E R A D E L « G O L P E » , p o r E d u a r d o
H a r o T e c g l e n
4 - 7
U N L I B R O DE M A N U E L L E G U I N E C H E
E L E S P I R I T U D E L « G O L P E » , p o r
J u a n C r u z R u i z
8 - 1 5
L A A C T U A C I O N D E L E J E R C I T O E N
E S P A Ñ A ( 1 8 0 8 - 1 9 3 9 ) ,
p o r
J o s e p
M .
M o r r e r e s
i
B o i x
1 6 - 2 7
G U A T E M A L A , 2 5 A Ñ O S D E G E N O C I -
D I O , p o r
H é c t o r A n a b i t a r t e
y
R i c a r d o
L o r e n z o 2 8 - 3 7
A S I
N A C I O
E L
F A S C I S M O I T A L I A
T R A S
L A
G R A N G U E R R A ,
L A O C U -
P A C I O N D E L A S F A B R I C A S , p o r
R a f a e l A s í n
y
E u d a l d o C a s a n o v a
. . 3 8 - 5 1
E N T R E
E L
M I T O
Y L A
R E A L I D A D
W I L L Y B R A N D T ,
p o r
H e l e n o S a ñ a
.
5 2 - 6 9
T A M B I E N
E L
H O R R O R
FU E
A Q U I
L A I M P R E S I O N A N T E T R A G E D I A D E
V I L L A R T E
D E L O S
M O N T E S ,
p o r
E d u a r d o
d e
G u z m á n 7 0 - 7 5
L A M U E R T E D E D A R W I N E N L A
P R E N S A E S P A Ñ O L A
D E L A
E P O C A ,
p o r D i e g o N ú ñ e z R u i z 7 6 - 9 3
E S P A Ñ A 1 9 5 2 : S e l e c c i ó n d e t e x t o s y
g r á f i c o s ,
p o r
F e r n a n d o L a r a 9 4 - 1 0 9
L L O R E N S A R T I G A S , A R T I S T A
U N I -
V E R S A L
D E L A
C E R A M I C A ,
p o r C a r -
l o s S a m p e l a y o 1 1 0 - 1 2 3
L I B R O S « L O S A Ñ O S D E L P I S T O L E -
R I S M O » B A R C E L O N E S , p o r E . d e
G u z m á n 1 2 4 - 1 2 5
C I N E « L U D W I G » ,
p o r
A l b e r t o
G a r -
c í a
F e r r e r 1 2 6 - 1 2 9
DIRECTOR: EDUARDO HARO TECGLEN. SECRETARIO D E EDITORIAL: GUILLERMO MORENO D E GUERRA.
CONFECCION: ANGEL TROMPETA. EDITA: PRENSA PERIODICA, S . A . REDACCION: Plaza de l Conde d e l Valle d e
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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La era del
«golpe»
Eduardo Haro Tecglen
A separación de poderes en-
tr e militares y civiles es un
hecho m uy reciente en la historia
de la sociedad mundial; la supedi-
tación
del
poder militar
al
civil
es
m á s reciente todavía. Esta separa-
ción parece, sobre todo, fruto
de
u n a
idea nueva,
que no
llega casi
al
siglo
de
existencia:
la del
pacifis-
mo o la
aceptación general
de que
la guerra no es un bien y, por tan-
to, la política, la negociación, la
diplomacia, el acuerdo, el enten-
dimiento sí son bienes que hay que
cultivar y ayudar. Las ideas gene-
rales, tomadas en un contexto muy
amplio como puede
ser el
mundo
europeo y los que han derivado de
él , no
progresan
de una
sola
vez,
sino que van sufriendo alternati-
vas, retrocesos o revisiones. En es-
te mismo siglo, mientras el pacifis-
m o progresaba velozmente, algu-
n a s doctrinas la defendían. El
Kronprinz, en la Alemania de
1913. aun
hablaba
de la
guerra
«fresca y alegre», mientras el ita-
liano Marinetti, futurista y fascis-
ta, la consideraba «sola igiene del
mondo»; para von Moltke «sin la
guerra el mundo se hundiría en el
materialismo»,
y
para Mussolini
«la
guerra imprime
el
sello
de no-
bleza en todos aquellos q u e tienen
el valor de aceptarla». No son sólo
alemanes e italianos —los últimos
defensores de la guerra como ideo-
logía— los que la han defendido.
Lenin, pacifista, ensalzaba las gue-
rras revolucionarias como la Igle-
si a hablaba de las «guerras justas».
H o y
todo
el
vocabulario
ha cam-
biado. Hay un profundo giro se -
mántico, porque
la
idea
de
nega-
ción de la guerra está definitiva-
mente admitida y es dominante:
cuando los políticos que conside-
ran la posibilidad de la guerra, o la
esgrimen como «última ratio», lo
hacen como co n pena y con resig-
nación.
Los
Ministerios
de la Gue-
rra han cambiado su nombre por
el de «defensa»; asistimos a opera-
ciones
d e
guerra
que se
llaman
«despacificación» —se ha utilizado
en expediciones militares en Arge-
lia o en el
Vietnam—
y
hasta ejér-
citos enteros se ponen bajo el lema
de la paz:
«Peace
is our
task»
es el
mote del Ejército de los EE.UU.
Tenemos
una
tradición
de
mile-
nios en los cuales la guerra, las ar-
mas y la violencia forman parte in -
trínseca de la vida de las naciones,
y
esta tradición está profundamen-
te asentada en lo que llamaríamos
inconsciente colectivo
y ,
desde
luego, en numerosos residuos de
la s estructuras sociales: la idea de
pacifismo y de poder civil es tan
reciente y todavía ta n poco admiti-
da que no han tenido tiempo d e
sustituir a la anterior. Es una idea
coincidente
con la
democracia
y
puede hacerse una relación históri-
ca
perfectamente coherente:
la au-
tocracia está ligada
al
militarismo,
a la sociedad en armas, la discipli-
na y el sentido de servicio y sacrifi-
cio en la
vida, mientras
la
demo-
cracia concuerda con el pacifismo,
la
supresión
de las
violencias inte-
riores
y
exteriores.
E l
«nuevo régi-
men» —por contraposición con el
«ancien régime»— elige
un
cierto
camino, y es el de la separación d e
poderes. El antiguo está basado en
lo s reyes de espada en mano, y la
clase guerrera está ligada
a la
aris-
tocracia. La frecuencia de las gue-
rras exige
que la
dirección
de las
sociedades esté ejercida por la cla-
se guerrera: mientras hay eterna-
mente
un
pueblo renuente
a la
guerra, escapando
de las
levas
y de
la conscripción, y con una sabidu-
rí a propia de que gane quien gane
en una
guerra,
el que
pierde
es el
pueblo. Idea no siempre aceptada
por las instituciones mismas del
pueblo cuando se las pudo dar.
Puede recordarse que uno de los
grandes motivos
de
escisión entre
comunistas y socialistas fu e cuan-
do, en los albores de la primera
guerra mundial,
lo s
comunistas
trataron
d e
evitar
la
guerra
m e-
diante
un
movimiento popular
in-
ternacional (en el que participaban
codo a codo, fraternalmente, ale-
manes y franceses) y los socialistas
optaron
po r
participar
en los go-
biernos
de
guerra, colocando
los
valores patrióticos y nacionales
p or encima de lo que se llamaba
«internacionalismo obrero».
La separación entre el poder ci-
vil y el militar puede considerarse,
por el momento, como una etapa
provisional. El ideal —y en Espa-
ña tienden a ello tanto militares
como políticos, en muchas ocasio-
nes— es que no exista tal separa-
ción, sino
un
solo conjunto.
Por el
momento —y no sólo, natural-
mente,
en
España, sino
en el mun-
d o prácticamente entero, con mu-
chas diferencias de matices— esta
transformación de las antiguas so-
ciedades militares
en
sociedades
d e predominio civil no está total-
mente conseguida. Hay supervi-
vencias considerables.
Los
fueros
de los
militares,
la
peculiaridad
d e
un «sentido del honor» que pare-
cería menos desarrollado en el ci-
vil —una supervivencia de su con-
dición d e «paisano» o campesino;
una
calificación
de
«villano»,
que
en
nuestro Siglo
de Oro ya
empie-
za a
aparecer como positiva —«que
no hubiera capitán si no hubie-
ra labrador»—, el ejercicio pro-
pio de una justicia, su concentra-
ción social —desde el cuartel a las
«casas de los militares»—, su for-
mación o sus lecturas, su sistema
de
cooptación para
el
mando,
has-
ta su
endogamia
y su
tendencia
a transmitir por herencia la pro-
fesión
son
factores
que se ven
—unos m ás destacados q ue otros;
todos con más o menos fuerza—
en
prácticamente todas
las
socie-
dades q ue conviven en el planeta.
Las
sociedades aceptan
lo que aún
consideran privilegios de los mili-
tares —y en muchos casos no son
tales privilegios— como un tributo
que hay que rendir a quienes tie-
nen como profesión elegida, voca-
cional, la defensa de l todo social,
con el
riesgo
de sus
vidas.
A
medi-
da que las guerras se hacen más
raras, menos frecuentes
e n
algunas
sociedades, se tiende a reducir esta
especialización o, por lo menos, su
sacralización.
Pero caben pocas dudas de que
el estamento militar se presenta
como una ideología. Esta ideolo-
gía, a la que hay que considerar
como básicamente igual
en
todas
partes, independiente de la supe-
restructura ideológica del estado
q u e defienden, está generada por
todo el comportamiento arcaico de
las sociedades de guerra que se ex-
tienden, como queda dicho,
du-
rante milenios,
y por una
peculiar
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percepción del riesgo. E s evidente
que una clase formada y adiestra-
d a , sobre su propia vocación, para
algo
ta n
poco lógico,
ta n
poco
po-
sitivo a la luz de la filosofía de
nuestro tiempo como morir
o ma-
tar, no puede tener los mismos ba-
samentos ideológicos
que una so-
ciedad civil que considera la paz
como el valor esencial. También es
evidente
que el
militar
de hoy, en
el mundo generado por Europa,
no
considera
la
guerra como
im -
prescindible, y menos aún como
«fresca
y
alegre*
o
como «higiene
del mundo», y por lo que se sabe
del
pensamiento general
de los mi-
litares
en el
mundo
que
considera-
mos
civilizado
—y aún
aparte
de
su
dirección política—,
es" la de
preservar la paz. Pero en líneas
muy amplias puede decirse que el
militar desconfía de l político y, en
ciertas circunstancias,
que el
políti-
co desconfía de l militar. H ay algu-
nos ejemplos en nuestro tiempo.
Por
citar
un par de
ellos, puede
re -
cordarse la tesis de la «puñalada
por la
espalda»
que
proclamó
el
ejército alemán
a
raíz
de su
derro-
ta de 1918 sobre la tesis de que los
militares podrían aú n haber cam-
biado
el
sentido
de la
guerra
si los
civiles no hubieran capitulado (his-
tóricamente no parece cierta esa
idea: la postración de Alemania en
1918 era tal que de haber conti-
nuado
la
guerra
su s
males hubie-
ran sido aún peores, como sucedió
en la
segunda guerra mundial,
cuando Hitler intentó la resistencia
y el
cambio
de
sentido
de la
guerra
hasta
que los
tanques soviéticos
penetraban
ya en las
calles
de Ber-
l ín). Esa ideología produjo una
militarización de Alemania, hizo
naufragar la política de la Repúbli-
ca de Weimar, produjo el nacismo
y trajo aparejada —como queda
dicho
en las
líneas anteriores—
una derrota total de Alemania.
Existe
la
tentación
de
imaginar
có -
m o habría evolucionado Europa si
lo s
militares
—y los
civiles empa-
rentados a ellos— no hubiesen
hundido
la
República
de
Weimar
y
hubieran colaborado con las de-
mocracias, como en esta posguerra
ha
hecho Alemania Federal.
Otro ejemplo sería el del gene-
ra l MacArthur cuando, ante la im-
posibilidad
de
ganar
la
guerra
de
Corea por razones que achacaba a
lo s políticos —y que efectivamente
procedían de la seguridad de que
la extensión de aquella guerra hu-
biera podido precipitar
una
confla-
gración atómica mundial— pedía
públicamente
que se le
autorizase
a lanzar bombas atómicas sobre
Atenas
China. MacArthur
fue
destituido,
pero no hay que excluir que aque-
lla frustación, sumada a la que se
produjo con la pérdida de la gue-
rra del Vietnam. haya producido
el
tipo
de
reacción
que ha
llevado
a Reagan a la presidencia: una
presidencia
en la que
refuerza
el
poder militar, el armamentismo, al
mismo tiempo que se cortan las
negociaciones —como ha sucedido
en la Conferencia de Madrid— y se
esgrime la posibilidad de guerra
—aun de una guerra ta n insegura
para los vencedores como para los
vencidos como es la guerra nu-
clear— para restablecer la situa-
ción
de
dominio
de su
país.
Es un
clásico conflicto entre el miedo a
perderlo todo por la debilidad y la
necesidad de negociar.
A veces el estamento militar
percibe de tal modo esa sensación
de riesgo provocado —supone él—
por los políticos que trata de ac-
tuar por sí mismo, y si no tiene su-
ficiente influencia sobre el poder
civil, si no se hace temer de él con
la simple exhibición de su doctrina
y de su concepto de la situación,
toma
el
poder:
es el
golpe
de
esta-
do. Los españoles, que tenemos
una gran tendencia a suponer que
todos lo s males so n genuinos de
nuestro país, solemos creer que la
permanente amenaza
de l
golpe
de
estado es algo qu e está en el carác-
te r nacional y en la sociología de
nuestro gran grupo. Por eso hemos
dado la palabra «pronunciamien-
t o» , desde el siglo xix. a este tipo
de sucesos en cualquier parte del
mundo. No es así. Francia tuvo no
hace mucho tiempo
su
golpe
de es-
tado, y aún podría decirse que dos
golpes
de
estado casi simultáneos:
u n o d e l g en e ra l D e Gaul le
—disimulado, civilizado, culto—,
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Santiago d e Chile.
que no solamente llegó al poder
por medios irregulares en una si-
tuación
de
angustia
— la
guerra
de
Argelia—, y otro el del «putsch»
d e Argel, y la creación del «Ejérci-
to
secreto»
que
practicó desde
la
sublevación militar
el
terrorismo
directo y el intento de asesinato
del general D e Gaulle. No hay que
ir demasiado lejos: el Ejército po-
laco acaba
de dar su
golpe
de
esta-
do. La
exhibición
de
motivos,
al-
gunos de los cuales deja implícitos,
no son distintos a los que esgrimen
los generales que dan sus golpes
en otros países y bajo otro signo
— en Turquía, en Argentina, en
Chile...— y consisten en demos-
trar
que e l
país estaba hundiéndo-
se en el caos y la anarquía —
palabras favoritas
del
golpista—,
que las huelgas habían destruido la
productividad del país, que se veía
venir
una
guerra civil...
Las
razo-
nes implícitas, pero que los milita-
res polacos dejan entender como
su
máxima justificación,
son las de
q ue sólo esa salida ha podido im-
pedir la invasión soviética, que hu-
biera destrozado para siempre el
país.
No hay que dudar de lo que di-
cen
Jaruzelski, Evrem
o
Pinochet.
El
sentido
del
orden
es
siempre
un
artificio. El orden es algo que se
pacta o se conviene, que se codifi-
ca o se constitucionaliza, según
una situación determinada; ese or-
den hay que sustituirlo por otro
cuando la situación de la sociedad
ha
cambiado
y
necesita
una
nueva
codificación. Los militares, en Po-
lonia o en Guatemala, tienen el
sentido
del
orden
que Ies da su
propia ideología,
y que
está
m u-
chas veces nutrido por el sector so -
cial del que nacen y en el que vi-
ven, y de la
suma
de una
parte
de
la
sociedad civil. Puede decirse
q u e
tanto
en
Polonia como
en Ar-
gentina el ejército se forma a par-
tir de unos determinados valores
aceptados y dominantes: en Polo-
nia , por una selección a partir de
unas organizaciones comunistas
paramilitares
y por
unas academias
en las que se forma rígidamente un
determinado sentido del orden es -
tablecido; en Argentina —por ci-
tar un país al azar— nace de unas
clases sociales
de
élite,
de
unas
de-
terminadas oligarquías.
En uno u
otro lugar,
la
contemplación
d e
unas renovaciones produce un sen-
tido d e inquietud: el sentido de la
destrucción de un orden aceptado.
Y la dificultad de entrar en el nue-
vo artificio de un orden cambian-
te. Los «coroneles*» griegos, clara-
mente oligárquicos y ligados a una
aristocracia —con arreglo a la tra-
dición milenaria de identificación
de la clase guerrera con la direc-
ción política— sintieron el neutra-
lismo
que
proponía Papandreu
y el
progreso
de ese
ideario como
una
destrucción del orden y como una
penetración del comunismo, al que
habían combatido años atrás
—la
yugulación de la resistencia griega
con ayuda de Gran Bretaña y de
Estados Unidos
y con
apartamien-
to de la URSS, en cumplimiento
de los acuerdos de Yalta— y pro-
dujeron
el
golpe
de
estado.
Se hace evidente en todas las si-
tuaciones históricas, como en las
q u e están en estos momentos en el
poder en numerosos países, princi-
palmente del tercer mundo —paí-
ses que no han resuelto todavía
su s conflictos entre la oligarquía y
la sociedad civil— que el golpe de
estado tiende a convertirse en per-
manente y que no resuelve los pro-
blemas planteados al país. El pro-
ceso de progreso de la sociedad ci-
vil y la tendencia a integrar las cla-
ses militares en un sentido unáni-
me de esas sociedades ha podido
predominar en Francia, en Grecia,
y está predominando ya en Portu-
gal; es también un problema de
vasos comunicantes co n respecto
al
mundo entorno,
y un
mayor
ni-
vel de
democracia
en los
países
con los que se está en relación di-
recta influye directamente en el
país golpista, que tiende a reducir
su autocracia. Cuando eso no su-
cede, la tendencia a lo que se lla-
ma el «desorden» se multiplica
bajo
el
poder
del
golpista:
es el ca-
so de El Salvador, el caso de Gua-
temala. En esos casos se produce
una
respuesta dialéctica
que
está
en
consonancia
con la
ideología
militar y la razón final de su exis-
tencia: la agresión exterior. Polo-
nia no
tiene duda
en
acusar
—es
decir, sus golpistas— a una presión
exterior,
de
Occidente,
de los de-
sórdenes
de su
país,
y aún
realiza
el
doble juego
de
acusar también
a
la Unión Soviética d e intervencio-
nismo y, por consiguiente, de ate-
nuar
su
golpe
co n
unas razones
de
defensa frente al extranjero; como
Chile o Argentina hablan de Cu-
ba, de la
URSS
y de un
comunis-
m o extranjerizante. No hay que
creer que esa creencia es sólo un
enmascaramiento:
es la
seguridad
con que lo ven aquellos que no es-
tá n dotados de otra óptica más
amplia.
Lo que sí hay, y cada vez más
— y parece un factor positivo— es
la
necesidad
de
enmascarar
el gol-
pe como tal. Es una palabra des-
prestigiada. Los militares guate-
maltecos, que se vienen sucedien-
do en el uso y
abuso
del
poder
por
lo
menos desde
1970
—por
no acu-
mular referencias históricas ante-
riores— se fuerzan a las elecciones
y a los
períodos legislativos esta-
blecidos por una constitución que
no respetan para disfrazar el gol-
pismo. En el proceso de Madrid se
6
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ha oído a algunos procesados ex -
plicar que su acción iba destinada
a
prevenir
un
golpe
m ás
duro
y
m ás sangriento, y explicar que sus
movimientos estaban hechos
por
un respeto a la Constitución y a la
Corona,
que
creían violados
por
otros.
Hay una identificación de l «gol-
pe» con el «tercer mundo», y otra,
paralela, que lo considera fuera de
la civilización, o de la corriente
predominante de la civilización.
Muchas veces para justificar ese
golpe
se
trata
de
magnificar
la pro-
ducción de desorden. El menor
problema parlamentario, el au-
mento de índices de criminalidad o
la exposición de ideologías avanza-
das pueden convertirse, en la dia-
léctica golpista, en graves amena-
zas que
explican
su
intervención,
que la llevan al estado de máxima
necesidad. Las primeras proclamas
anuncian siempre
que de lo que se
trata es de restablecer el orden
amenazado, y que las fuerzas m o-
vilizadas volverán a sus cuarteles y
devolverán el poder a los civiles en
el
momento oportuno. Nunca
se
encuentra, después, el momento
oportuno: entre otras cosas porque
el poder de los civiles y su estruc-
tura —los partidos políticos, el sis-
tema parlamentario, la libertad de
prensa y hasta los derechos huma-
nos— so n destruidos con tal dure-
za por los golpistas que ya no en-
cuentran
más a
quien entregárselo,
y,
además, porque sólo están deci-
didos
a
entregárselo
a
quienes
si-
gan teniendo el sentido de l «orden
antiguo» en cuya defensa han sali-
do .
Estamos atravesando una época
en la que el golpismo se multiplica
al mismo tiempo que la tendencia
mayoritaria del pensamiento le
condena
y le
convierte
en
vergon-
zoso.
Son
circunstancias mundia-
les. Habría q ue hacer un examen
largo y profundo de ellas. Proba-
blemente se encontraría en la mis-
m a superficie que la crisis mundial
por la carestía y la escasez de pe-
tróleo está movilizando a las clases
perdedoras —los sin trabajo, los
que antes se llamaban proletarios—,
y que
estas clases
son las mis-
mas con una
envoltura católica
y
nacionalista como
en
Polonia,
que
con una envoltura neutralista co -
mo en
Turquía;
que esa
crisis
ha
producido personajes como Rea-
gan, como Leh Walesa, como Jo-
meini
y que con un
poco
más de
audacia
en la
interpretación podría
extenderse hasta a Wojtyla. A los
movimientos
de
revuelta
por de-
fensa de un nivel de vida —y una
vez más se puede comprender en
todo
ese
movimiento desde
los mi-
neros polacos hasta
lo s
mineros
bolivianos— corresponde un movi-
miento de presión: las democracias
tienden a hacerse «fuertes», y don-
de no lo
consiguen brota
el
golpe
militar.
No hay indicios de que esta si-
tuación vaya
a
terminar
por
ahora.
Es un
fragmento
de la
historia
de
la humanidad. Lo importante es
que la situación de «amenaza» de
«caos» o de «desorden» se a asimi-
lada
por
todos
por
igual.
El
senti-
do que debe tomar la defensa de
una
sociedad amenazada
es
preci-
samente
el de
reforzar
las
institu-
ciones de esa sociedad con sus pro-
pias premisas: en una democracia
es el
sentido mismo
de la
democra-
cia y de sus libertades lo que se
trata d e impulsar, en lugar de
coartar. Por ahí parece ir la filoso-
fí a
política
de
nuestro tiempo.
Es
un a
esperanza. Pero
hay que
repe-
t ir que
esta estructura
de las
socie-
dades
es
todavía demasiado joven,
demasiado nueva, para prevale-
cer sobre milenios de sociedad au-
tocrática y de jerarquía pirami-
dal. • E.H.T.
\
4
*7
I
l
Hb .-^1
POICA
Madrid.
7
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Un libro de Manuel Leguineche:
El espíritu del «golpe»
periodista de la ra -
d i o m e
p r eg u n tó ,
e l
d í a e n q u e s e
puso
a la
venta
e l
último libro
d e M a -
nuel Leguineche (E l estado del
golpe, Argos Verga ra, 1982,
3 1 8 páginas), si podía decirse
q u e l a
obra
d e
este periodista
vasco, d e 4 0 años, gafas d e
concha
y
humanidad conside-
rable,
e r a u n
ensayo oportunis-
t a .
Tales preguntas están
a b o -
nadas p o r l a actualidad. El li-
b r o d e Leguineche aparecía
cuando en e l Servicio Geográ-
fico d e l Ejército español (en
unos antiguos almacenes d e
papel , justamente) comenzaba
e l juicio p o r e l frustrado golpe
d e Estado de l 23 de febrero d e
1 9 8 1 . E n e l ambiente flotaba el
espíritu d e l golpe como e l espí-
ritu envolvente de la colmena
s e
advert ía
en
toda
la
atmósfe-
r a estética de la famosa pelícu-
l a de Víctor Erice.
L a
pregunta, pues, tenía
su
razón d e s e r : cualquier cosa
q u e s e refiriera a los golpes d e
Estado resultaría, en la época
d e l inicio d e e s e juicio, inme-
d ia t amen te d ig e r ib l e por la
masa lectora.
U n excelente periodista, c o -
m o Leguineche, n o puede e s -
cribir
u n
ensayo
q u e n o
parez-
c a
opor tun is ta , s implemente
p o rq u e s u trabajo siempre será
oportuno. María Moliner
a ñ a -
d e u n matiz a la peyorativa d e -
finición
d e oportunismo q u e
cuadra m u y bien c o n e l carác-
t e r d e l
t raba jo
q u e
desarrolla
Leguineche: «Opor tun ismo»,
escribe l a q u e nunca f u e acadé-
mica, e s u n a «doctrina, parti-
cularmente política
y
económi-
c a , q u e recomienda acomodar-
Juan Cruz Ruiz
se a las circunstancias, sacando
d e ellas e l mejor partido posi-
b l e , aunque s e prescinda o c a -
sionalmente
de los
principios».
Varias cosas habrá
q u e
decir
sobre
la
génesis
d e
este libro
para atribuir luego a Leguine-
c h e l o q u e d e e s a
definición
se
le adecúa d e manera m á s j u s -
ta .
Manuel Leguineche.
Manuel Leguineche
h a
vivi-
d o todos lo s acontecimientos
q u e s e
cuen tan
e n
El estado del
golpe, y aquellos q u e n o vivió
é l personalmente, como per io-
dista (como
la
reunión
d e
lord
Mo u n tb a t t en c o n militares y
civiles ingleses para derrocar e l
Go b ie rn o d e Harold Wilson e
implantar u n a dictadura militar
en la Cor te d e S a n Jaime o los
intentos golpistas italianos), s e
desarrollaron entre cuatro p a -
redes
y
fueron conocidos años
después
p o r u n a
sociedad
p e r -
pleja: lo s senderos d e l golpis-
m o s o n
inextricables.
El estado de l golpe nació c o -
m o u n
proyecto
d e
novela,
a n -
t e s d e q u e e n España se alzara
e l teniente coronel Tejero c o n
u n a
pistola amenazante
en el
palacio
de las
Cortes. Cuando
Tejero ir rumpió en el hemici-
c lo , por la
rabadilla
d e
Legui-
neche subió u n sudor frío q u e
p o r u n
mo men to
se le
asemejó
a la duermevela m á s lúcida del
sueño.
Manuel Leguineche, perio-
dista acostumbrado a convertir
e n papel , o e n palabra dictada,
todo aquello
q u e h a
ocurrido
hace u n segundo, n o escribió
u n a
sola línea sobre aquel
acontecimiento. N o desdeñó e l
t ema
n i
arr inconó
su
proyecto
d e
novela.
E l
tema
le
preocu-
paba demasiado hondamente
como para convertirlo e n p a -
p e l , o e n palabra dictada, de la
noche a la mañana.
Y entonces sufrió u n espejis-
m o real , que as í es l a naturale-
z a d e l espejismo q u e sufre el
periodista .
E n l a
moviola
q u e
todo observador tiene, Legui-
neche situó
u n a
historia,
la de
la
Grecia previa
y
posterior
a l
golpe
de los
coroneles,
y con
e s e
apara to
d e
medir
las
conse-
cuencias d e l pasado s e recorrió
la
Eu ro p a
q u e h a
sufrido
e l
golpismo. España, p o r supues-
t o , n o estaba sola en la amarga
experiencia d e v e r secuestrada
la libertad por la fuerza insóli-
ta de las
armas.
I t a l i a , Tu rq u ía , F r an c ia ,
Gran Bretaña y Polonia —ésta
m á s recientemente— h a n sufri-
d o l a
apetencia inenarrable
d e
la bota militar y todos esos p a í -
s e s
presentan paralelismos
q u e
a L e g u i n e c h e le resu l ta ron
at rac t ivos para o f recer
u n a
8
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L®on Trotsky (1879-1940).
lectura
e n
profundidad
de lo
q u e s e llamaría « e l caso espa-
ñol». Aunque
su
libro
no es
u n a hermenéut ica d e l golpe
d e l 2 3 d e febrero.
Leg u in ech e p r e su me , c o n
razón, d e tener el archivo pr i -
vado
m á s
nutrido
d e
España.
N o e s u n a
presunción vana:
y o
lo he visto, y h e observado c ó -
mo se le amontonan lo s pape-
l e s q u e ahora ordena, d e vein-
t e años d e t raba jo e n todas las
áreas conflictivas d e l mundo.
Su sed de papel — d e datos, d e
hechos, d e aventura— e s insa-
ciable;
su
aparente desorden
e s
proverbial: luego todo está, e n
real idad, ordenado
p o r l a p r o -
Las
calles
d e
Atenas durante
e l
golpe
d e
estado
d e
«Los Coroneles» (1967).
digiosa mente d e u n a hormiga
insociable, que es lo que es un
periodista apasionado por la
historia inmediata, allí donde
s e produzca.
E n n in g u n o d e l o s libros
principales d e Leguineche s e
inicia u n capítulo o se hace u n a
información s in que la opinión
d e l o s otros haya sido contras-
tada
y los
datos propicios pasa-
d o s p o r e l cedazo d e l a s c o m -
probac iones a jenas . Cuando
Leguineche
o y ó q u e l o s h o m -
bres d e Te je ro s e rendían y los
tanques d e Milans d e l Bosch
dejaban quietas la s ramas d e
lo s
naran jos
se
dirigió
a C o -
r reos e hizo u n pedido d e Fo y -
les , su librería d e Londres.
Quería todo lo que se hubiera
publicado en el mundo sobre
e l golpe d e Estado ganado p o r
lo s
coroneles griegos
el 21 de
abril d e 1 9 6 7 . H o y Manuel L e -
guineche tiene
en su
casa
m á s
documentación sobre
e s e h e -
c h o q u e
toda
la que
logró reco-
pilar
en su
casa
d e
Madraz
la
madre de la Reina Sofía d e E s -
paña , la ya fallecida Federica
d e Grecia.
Tropas d e l ejército turco tras el golpe d e estado d e Evren, e n las calles d e Ankara ( s e p -
t iembre d e 1980).
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Pinochet instaura u n a dictadura militar, tras ©I golpe militar q u e derribó al Gobierno legítimo d e Allende, e n Chile (1973).
E n e l estilo d e Manuel L e -
guineche
— e n e l
estilo perso-
nal y en el periodístico— e l da-
t o n o
basta;
la
opinión ajena,
la
brillantez
de que la
expe-
riencia dota
a los
relatos,
n o
s o n
suficientes.
A él le
importa
la metáfora , y el caso griego e s
la
gran metáfora
— la
metáfora
simpre surge de lo que nos en -
seña el pasado— de la actuali-
d a d española.
Pero
la
metáfora
no se que -
Curzio Malaparte (1898-1957).
da , en e l mundo d e Leguine-
c h e , e n e l área de lo^ apólo-
g o s , sino q u e s e apodera de su
estilo hasta convertirse en la
sustancia misma d e l relato. E s -
t e libro comienza hablando del
golpe
de los
coroneles griegos,
pero desde la primera estrofa
d e
este largo trabajo Leguine-
c h e revela cuáles son sus inten-
ciones: «Los almendros flore-
cieron e n Grecia a lo largo d e
la noche de l 20 a 21 de abril d e
1967», escribe Leguineche al
inicio d e l libro, q u e e s también
e l comienzo de un capítulo
cuyo t í tulo — U n a tragedia
griega— traduce la gran carga
literaria de su , po r otra parte,
ajustado periodismo.
E s e
primer capítulo contiene
todas
las
claves
d e l
libro
d e
Leguineche. Concebido como
u n
análisis
de lo que
ocurrió
en
Europa se nos aparece, sobre
todo, como un apólogo sobre
España , y así los almendros
surgen como
la
sombra recu-
rrente q u e gravitó sobre la ac-
tualidad
d e
nuestro país
en los
veinticuatro últimos meses, a
raíz
de la
publicación
de una
serie d e artículos pregolpistas
— y ,
finalmente, abiertamente
golpistas—
q u e s e
publicaron
en e l
diario
El Alcázar. E n
Grecia
los
almendros florecie-
r o n d e igual manera. Leguine-
che los v io crecer y consolidar-
s e . E n España los vio crecer
decrépitos y morir, como los
laureles cortados
d e
Dujardin,
el maestro d e James Joyce. E n
e s e
primer capítulo
— y , d e h e -
cho , en l a primera página—
Leguineche advierte sobre sus
intenciones: no va a hacer un
recuento d e hechos, sino q u e
v a a ofrecer un análisis profun-
do de l que l a
filosofía
no es
a jena . A s í , recurre a Linneo
para explicar
la
naturaleza físi-
ca de los
almendros,
a
Aristó-
teles para hablar
d e l
concepto
de la grandeza q u e querían im -
poner
los
coroneles griegos
y a
Kavafis para definir el carácter
bárbaro d e aquel golpe dado,
como quieren hacer aparecer
el fracasado pustch d e Te je ro y
Milans,
« e n
nombre
d e l
Rey».
Todos lo s golpistas son los
mismos golpistas, se deduce a
continuación, porque la histo-
r i a
enseña
que eso es as í . Los
golpistas griegos son grecocén-
tricos, como los falsos patrio-
t a s españoles so n hispanocén-
tricos, como si este país n o
fuera un foco en e l que se con-
centran otras culturas. Los co -
roneles griegos ven a Grecia
como u n a , grande y libre, y sus
portavoces describen
al
país
como «hermoso en sus tierras,
fecundo
en sus
gentes
y
divino
en su lengua. L a belleza de sus
islas,
el
bullicio
de sus
ciuda-
10
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des , e l
sosiego
d e su s
pueblos,
e l
sabor
d e su s
vinos
y e l
gusto
d e su s
guisos»
son los
valores
q u e
parecen defender
los t an-
ques armados para acabar
c o n
la
l ibertad. Tejero
lo
diría
e n
ABC desde su encarcelamiento
en e l
castillo
d e L a
Palma,
e n
Galicia: la España q u e é l q u e -
r ía
rescatar
de l as
manos
de la
democracia y de la libertad e r a
la habi tada p o r «Una raza b r a -
v ia cuyos machos h a n llegado a
s e r dioses y e jemplo d e heroí-
n a s su s hembras».
Leguineche h a construido su
libro con l a sabiduría de l es -
céptico. E l dice q u e e s u n e s -
cépt ico q u e h a recorr ido e l
mu n d o e n busca de la pasión
de l a historia. L o q u e s e a d -
vierte e n este ensayo es que su
pasión no es la historia por sí
misma: su norte es la libertad.
D e mo d o q u e n o e s , como
tienden a serlo los periodistas
modernos , q u e suelen ver la
vida p o r e l visor d e l vídeo, u n
simple espectador: e n Nicara-
g u a t rabajó para lo s sandinis-
t a s , cu an d o c r ey ó q u e e r a
oportuno cambiar el bolígrafo
p o r l a acción d e apoyo a l g u e -
rri l lero, y e n Portugal enarboló
algún clavel cuando creyó q u e
aquel lo n o i b a a s e r , como l u e -
g o é l
narró, «una revolución
rota». E n Teherán compartió
c a r a m e l o s y dát i les c o n u n
pueblo q u e aquellos días de la
marcha d e l sh a d e Irán apare-
c ía
co mo
la
comunidad
m á s g e -
nerosa
y
alegre
de la
t ierra.
E n
e l recorr ido p o r l o s golpes d e
Estado q u e e n Europa han s i -
d o Leguineche muestra l a mis-
m a
vocación
d e
militante
p o r
lo s hechos q u e contradicen a la
t iranía, y u sa todas la s armas
de l a ironía — l a ironía e s l a e n e -
miga
d e l
fascismo, porque
p r o -
cede
de la
cultura, dijo
d e
otra
manera José María Pemán—
para desarmar
la
razón grandio-
s a m e n t e e q u i v o c a d a — d e
l o s q u e portan las armas.
L o s golpistas ingleses tratan
d e deshancar al laborista H a -
rold Wilson para sustituir e l
caos democrático p o r e l orden
d e l a s metralletas s in tener e n
cuenta, como comenta Antho-
n y Bailey, y recoge Leguine-
c h e , q u e e s imposible u n a r e -
belión militar
en e l
Reino
U n i -
d o . « E l Ejército bri tánico», e s -
cribía Bailey, «está mandado
p o r
hombres preocupados
p o r
asuntos extramili tares. S o n a r -
queólogos, historiadores
de la
parroquia local , expertos
e n
la s corrientes d e l Canal o en
la s migraciones de l as maripo-
sa s . E l asunto militar q u e m á s
le s
preocupa está relacionado
con l a elección d e l joven o f i -
cial
q u e
haga
e l
inventar io
anual
d e l o s
cubiertos
d e
plata
en la cantina d e l o s oficiales.
Pe ro ,
p o r s i
estos argumentos
n o
c o n v e n c i e r a n
a l
lector ,
d é j en me
q u e l e s
señale
d o s b a -
rreras formidables
y
adiciona-
les a la
posibilidad
de que se
El general D e Lorenzo, cabeza visible de un intento d e golpe d e
estado
e n
Italia,
en 1964 .
El príncipe Junio Valerio Borghese, implicado en el fallido golpe
de 1964 , en
Italia.
11
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diera
c o n
éxito
un
golpe mili-
t a r e n Gran Bretaña: la s carre-
teras están estos días t a n c o n -
gestionadas d e tráfico q u e difi-
cultarían hasta hacer imposible
e l
movimiento
d e
tropas.
M á s
e n serio, la banda d e l a BBC
está t a n cubierta d e buenos
programas q u e sería imposible
ceder
al
Ejérci to
un
t iempo
d e
antena para anunciar
la
toma
d e l poder».
L a sutil ironía que usa e l e s -
critor británico para resumir la
imposibilidad de la v ía británi-
ca a l
golpe ilustra,
p o r
otra
par te , la obsesión golpista p o r
decir cuanto antes
q u e
tras
su
triunfo viene la calma, e s d e -
c i r , l a
nada.
E n
España
los
golpistas
d e
Tejero fueron
a la
radio y a la televisión para d e -
c i r cuanto antes, p o r medio d e
la música militar, q u e u n n u e -
v o
orden
se iba a
establecer.
Pero habían pasado cinco años
desde la muerte d e l dictador y
e r a m u y difícil encontrar e n
aquellos archivos d e Prado del
R e y música militar suficiente-
mente conveniente.
L a
gente
s e había acostumbrado a otros
programas y no es que la s ban-
d a s radiofónicas fueran las de
l a B B C , q u e
está nutrida
p o r
gentes q u e cuidan la progra-
Albert Camus (1913-1960).
mación como los militares e n -
tomólogos cuidan
su s
coleccio-
n e s d e mariposas, pero se ha -
b í a
conseguido
ta l
grado
de in-
dependencia informat iva q u e
e l simple sonido de la música
militar q u e s e halló espantó
tan to a la población que e l re -
chazo
de lo que se
cocía
en el
Congreso de los Diputados f u e
instantáneo. Nuestras bandas
n o podía llenarse d e nuevo d e
aquella música. E n Grecia p u -
dieron hacerlo;
e n
España
les
resultó imposible imponer otra
melodía en la radio abierta.
¿Por qué?
H a y q u e
rastrear
e n todo e l libro para hallar la
conclusión básica a la que llega
Manuel Leguineche. D e G a u -
lle convenció a los militares
golpistas
— e n d o s
ocasiones—
d e q u e l a
democracia
es el
mejor sistema para hacer q u e
u n ejército parezca respetable;
l a
ca rn av a l ad a
d e l
príncipe
Borghese e n Italia —intentó
hacerse con e l poder acompa-
ñado
p o r
unos soldados cuya
experiencia no e ra la de los
guardias forestales— fracasó
desde su inicio porque, como
decía Mussolini, «la guerra e s
bella pero incómoda;
e n
Gran
Bre taña
los
militares tienen
c o -
s a s mejores q u e hacer q u e s u b -
vertir u n orden q u e y a parece
d e granito; y e n España se d ie -
r o n
casi todas
las
circunstan-
cias
q u e
concurrían
e n
Grecia
—una democracia parlamenta-
r i a apoyada en un régimen m o -
nárquico, u n joven rey , un país
c o n u n a guerra civil d e tres
años
a las
espaldas—
c o n u n a
notable diferencia:
la
actitud
d e l monarca. Mientras e n G r e -
c ia Constant ino, que e l 21 de
abril de 1967 tenía 27 años,
acep t ab a
en un
pr imer
m o -
El
general Raoul Salan, artífice
d e l
fallido «Putsch»»
d e
Argel,
de l 2 2 de
abril
de 1 9 6 1 ,
contra
D e
Gaulle.
12
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mentó a los coroneles, bende-
cía el golpe y daba as í un re -
frendo incontrovertible
a los
hombres
d e
Papadópulos
— r e -
f r e n d o
d e l q u e ,
cuenta
L e -
guineche, ci tando
al
general
Juste, s e excluyó terminante-
mente
la
entonces princesa
S o -
fía—,
e n
España
e l R e y D o n
Juan Carlos se mantenía en su
sitio, controlaba la situación y
aseguraba
al
país
q u e l o s p e r -
sonajes
q u e
habían enarbolado
la s pistolas en e l Congreso y
habían sacado
los
tanques
e n
Valencia
n o
tenían nada
q u e
v e r c o n e l
sistema
d e
libertades
q u e
quería
la
democracia coro-
nada española.
A s í ,
aquí
se di -
fuminó
la
sombra griega. Pero
n o d e l todo.
L a
amenaza, tanto
e n G r e -
c ia
como
e n
España como
e n
tantos otros países d e Europa,
n o
cesa
con l a
vuelta
a la de-
mocracia
e n
Grecia
y con la
consolidación (¿cuándo
n o h a -
b r á q u e
decir
m á s e s a
pala-
bra?)
de la
democracia
e n E s -
paña. Leguineche t iene
t an
abundantes
— y t a n
bien traí-
das— citas en su libro q u e n i n -
guna
d e su s
afirmaciones
q u e -
da sin el
corolario ajeno.
D e -
c ía
Curzio Malaparte
e n La
técnica
de l
golpe
de
Estado
«que entre lo s peligros a los
Jaime Milans d e l Bosch, siendo Capitán
General de la III
a
Región Militar (Valencia),
participó activamente
en el
frustrado
go l -
p e d e estado de l 23 de febrero de 1981 .
cuales está expuesta la demo-
cracia
u n o d e l o s m á s
grandes
es la
vulnerabilidad
d e l o s P a r -
lamentos», resume Leguine-
c h e .
Todos
lo s
Parlamentos,
s in
excepción,
s o n m á s o m e -
n o s vulnerables. « E l error d e
l a s
democracias par lamenta-
rias», señala Malaparte, «está
e n su excesiva confianza en las
conquistas
de la
libertad cuan-
d o
nada
e s m á s
frágil
en l a Es-
paña moderna.
E s u n a
ilusión
peligrosa creer
q u e e l
Parla-
men to
es la
mejor defensa
de l
Estado contra
u n a
intentona
bonapart is ta y q u e s e puede
d e f e n d e r
la
l ibertad
con l a
Lord Mountbatten, primo de la reina de In-
glaterra, siendo jefe
de l
Estado Mayor
d e
la
Defensa,
e n 1 9 6 5 ,
pudo tener veleidades
golpistas, aunque
s u
actitud nunca quedó
esclarecida.
práctica
de la
libertad misma
mediante medidas policíacas.
Es to
e s l o q u e
pensaban
los di -
putados d e l a s Cortes españo-
l as y de l a Dieta polaca hasta
la
víspera
d e l o s
golpes
d e E s -
t ado
d e
Primo
d e
Rivera
y de
Pilsudski». Malaparte escribía
esto
e n 1 9 3 1 . H o y
parece
u n a
ironía traída
p o r
Leguineche
para hacernos temblar
d e c a n -
didez
e
ignorancia.
Secues t rado e l Parlamento
griego, cautiva la libertad, el
r e y
Constant ino
I I , q u e
creyó
ganar t e r reno acep t ando
e l
golpe
d e
Estado militar,
se vio
maniatado, despojado paulati-
Antonio d e Spinola, q u e encabezó «I golpe
d e estado portugués d e abril de 1975 .
namente de su poder y , final-
mente, abocado
al
exilio.
L a s
canciones
d e
Theodorakis
s e
prohibieron
y
fueron tortura-
d o s
miles
d e
presos
de los co-
roneles. Zorba —recuerda
L e -
guineche— dejó
d e
bailar.
Y el
R e y también. F u e e l pago d e
su
er ror
y de su
debilidad.
H a -
b ía permit ido q u e s e usara su
nombre para d a r u n golpe c o n -
t ra l a
democracia; cuando,
m e -
s e s m á s
tarde, viaja
al
norte
c o n s u familia y u sa u n a emiso-
r a d e
ondas cortas
de l as
Fuer-
z a s
Armadas para denunciar
a
quienes habían usurpado e l po-
d e r « e n nombre d e l Rey» ya es
demasiado tarde
y la
soledad
e s t a n t remenda en su propio
país
q u e
prefiere vivir
en la
misma situación, sólo, abando-
nado,
en e l
exilio inglés.
« U n
contragolpe», recuerda Legui-
neche,
« n o s e
puede
d a r p o r
onda corta». «Desde
la
radio
d e
Atenas
e n
onda media»,
si-
g u e e l
autor,
«y con
alcance
nacional,
e l R e y ,
como Juan
Carlos la noche de l 23 de fe -
brero, hubiera logrado
el
efec-
t o multiplicador, e l colapso rá -
pido d e l dispositivo de los co-
roneles
en la
capital,
la s
comu-
nicaciones, el aeropuer to , los
m i n i s t e r i o s . P e r o m i e n t r a s
Constant ino toma el té en el
hotel Astir» ( e n Kavala, donde
espera noticias) «desconoce el
f racaso de su retransmisión».
13
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 14/132
Guardias Civiles salen
de l
interior
d e l
Congreso
d e l o s
Diputados, tras
e l
fallido golpe
d e
estado de l 23 de febrero d e 1 9 8 1 .
E n España lo s golpistas de l
2 3 d e
febrero llegaron
a las
emisoras d e radio m a l dirigidos
y peor pertrechados. N o distin-
g u ían u n a zarzue la d e u n a
marcha militar, pero
s e
hicie-
r o n fuer tes en los controles
centrales
y
durante unas horas
fueron dueños de la poderosa
señal
d e
Radiotelevisión Espa-
ñ o la .
N o l a
usaron porque
mientras duraba
la
ocupación
e n
otras zonas
de l a
milicia
h a -
b ía un
desconcierto
q u e
luego
se ha
ilustrado
en e l
juicio
se -
guido contra
lo s
protagonistas
d e l pronunciamiento.
Pero
los
q u e
dirigieron
su s
carros
d e
combate hacia
lo s
medios
d e
comunicación sabían
l o q u e
había
q u e
hacer mejor
que e l
d e f e n e s t r a d o C o n s t a n t i n o .
Quizá aquellos habían leído
a
Edward Lutwak, como refiere
Leguineche: «Lutwak», escribe
e l
autor
d e El
estado
de l
golpe,
«advier te
q u e e l
control
del
f l u j o
d e
in fo rmac io n es
q u e
eman a
d e l
centro
d e
decisión
política será
e l
arma
m á s i m -
portante para restablecer nues-
t r a
autoridad después
del gol-
p e » . E l
control
de los
medios
d e
comunicación
d e
masas
se
convier te a s í en una necesidad.
Según Lutwak,
e n
lugar
de ex -
tender la voz de la autoridad,
la
declaración
d e
Constantino
to mó
la
fo rma
d e u n a
débil
p e -
tición
d e
ayuda. Nunca debe-
remos cometer
e s e
error.
E l
golpe
de los
generales
franceses
e n
Argelia
en 1961
fracasó, recuerda Leguineche,
«porque París mantuvo
e l con-
trol
de los
medios
d e
comuni-
cación
y los
transportes.
D e
Gaulle habla
p o r
televisión
y
moviliza
a
todas
la s
fuerzas
de la
resistencia civil. "Prohibo
a todos lo s soldados", dijo,
" q u e
obedezcan
a los
rebeldes.
E n e l
nombre
d e
Francia orde-
n o q u e s e utilicen todos los
medios, repito, todos l o s me -
dios para cerrar
el
paso
a
esos
hombres. ¡Francesas ¡France-
s e s ¡Ayudadme "». D o n Juan
Carlos
I f u e m á s
retórico, pero
igualmente efectivo.
E l
habla-
b a como el jefe d e Estado d e
u n a democracia coronada el 23
d e
febrero.
D e
Gaulle hablaba
desde Inglaterra durante la se-
gunda guerra mundial,
c o n P a -
r í s
ocupado. Mientras
un d i s -
curso similar s e producía e n
España e l 23 de febrero los
q u e
ocupaban
por l a
fuerza
e l
Par lamento n o sabían utilizar
la s ondas para otra cosa q u e
para transmitir
u n a
música
m i -
litar devaluada; encima
les t r i -
cionaban la s transmisiones q u e
tenían en e l propio hemiciclo y
dejaban
q u e s e
escuchase
la
q u e h a
sido mejor metáfora
d e
su pobre filosofía de l a vida:
«¡Se sie nte n, co ño ».
L o s
medios
d e
comunica-
ción.
E n
Polonia, hasta donde
llega
e l
libro
d e
Leguineche,
Jaruzelski despierta
u n
domin-
g o
—cuando todo
e l
mundo
se
dispone
a oír la
misa—
con
u n a homilía q u e
deja estupe-
factos a los polacos: el estado
d e
guerra
s e
acaba
d e
declarar
para desviar
e l
curso
de los
aco n tec imien to s p ro v o cad o s
p o r
Solidaridad.
L a
noche
de l
12 de diciembre Rakowski, e l
segundo d e Jaruzelski, n o h a -
b ía
dormido pensando
en lo
q u e i b a a
ocurrir
a l d ía
siguien-
t e — s e l o acaba d e contar—.
Desd e e l 13 de diciembre e l
14
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 15/132
Tanques e n las calles d e Varsovia, tras s e r proclamado el estado d e excepción por e l general Jarucelski ( 2 3 d e diciembre d e 1980).
sueño h a sido m á s difícil e n
Polonia. L o s analistas — y e s o
lo recoge Leguineche al final
d e
El
estado
del
golpe— h an
visto clara
u n a
cosa:
la
técnica
se va depurando , la amenaza
persiste y ya se ha demost rado
q u e l a torpeza vil de Te j e ro , e l
cinismo milimétrico d e Papa-
dópulos ,
e l
hombre
q u e n o u s a
r e l o j , l a lunát ica vis ión d e
M o u n t b a t t e n n o s o n hechos
aislados, congelados
en la h is-
toria.
S o n
e jemplos
q u e
Legui-
neche,
c o n u n a
técnica
en la
q u e l a
metáfora l i teraria
s e
conjuga
con l a
precisión
del
lenguaje, convierte e n apólo-
g o s que nos dejan atóni tos s o -
b r e l o q u e pudo haber sido y
n o f u e .
Vuelven
lo s
almendros
e n e s a zona final d e l libro: «E l
13 de
diciembre
de 1981 ,
cuan-
d o e n e l
duro, largo
y
fr ío
in -
vierno polaco florecieron los
a l m e n d r o s a quince grados
bajo cero, el golpe d e Estado
s e d i o p o r ordenador electróni-
co y v ía satélite.»
María Mol iner decía q u e
opor tunismo es la doctrina q u e
recomienda acomodarse
a las
c i r c u n s t a n c i a s , s a c a n d o d e
ellas
e l
mejor partido posible.
Legu ineche h a hecho buena
e s a
par te
de la
definición
de la
q u e nunca f u e académica. Pero
s u
libro,
p o r
supuesto,
no e s
o p o r t u n i s t a . Y a u n q u e e s
o p o r t u n o ,
el
adjetivo
que
m e j o r le va es e l de esen-
cial. • J.C.R.
15
M NUEL
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 16/132
La actuación
del ejército
en España
n e c e s i d a d d e u n
ejército para la defen-
sa de l
territorio
y la
salvaguarda
de la
independen-
c ia
nacional
n o e s
cuestionada
en la
actualidad
n i po r
partidos
d e derechas ni de izquierdas.
Parece evidente q u e toda so -
ciedad precisa
de un
cuerpo
a r -
mado para defenderse
d e
cual-
quier injerencia externa.
Desde donde abarca nuestro
conocimiento todas
la s
socie-
dades
h a n
recurrido
a l uso de
la s
armas para mantener
su vi-
sión d e l orden social, originan-
d o distintos tipos d e organiza-
ción militar.
E l
ejército nacio-
n a l , c o n
oficialidad profesiona-
lizada y servicio militar obliga-
tor io
es la
organización típica
de la
sociedad industrializada.
¿Cumple
el
ejérci to
l a mi -
sión
que l e ha
sido encomen-
dada
p o r l a
sociedad? Vamos
a
in ten tar
ve r en
este trabajo
u n a
visión global
de la
actua-
ción
d e l
ejército, desde inicios
d e l
pasado siglo hasta
l a gue -
r r a civil.
La
defensa
del territorio
E l
ejército nacional español
surge a principios d e l siglo XIX
con l a
guerra
de la
Indepen-
dencia. Este ejército n o tenía
nada
que ve r con e l
ejército
real
d e l
Antiguo Régimen
q u e
había permi t ido
la
invasión
francesa
s in
oponer resistencia,
y q u e
incluso había colaborado
con e l invasor para reprimir los
primeros brotes insurrecciona-
les .
E n e l
ejérci to
q u e s e
forja
en l a guerra contra e l francés
la of icial idad, d e extracción
noble proveniente
d e l
antiguo
ejército real, debe coexistir
c o n l o s
líderes civiles, surgidos
d e l
pueblo,
q u e
alcanzan
sus
galones p o r s u valentía y su au-
dacia.
E l
hecho
d e n o
plan-
tearse
u n a
guerra tradicional,
c o n d o s
fuertes ejércitos
e n -
f ren tados
e l uno a l
otro, sino
d e establecerse la guerra d e
guerrillas
c o n u n a
dirección
to -
ta lmente descentral izada—jun-
t a s d e
defensa—
y una t ác -
tica q u e permitía atacar a l e n e -
migo cuando éste
se
encontra-
b a e n inferioridad d e condicio-
n e s , para dispersarse acto s e -
guido, facilitó este fenómeno.
E l ejército real se desmoro-
nó con l a
invasión francesa
c o -
m o e l resto de l a s instituciones
d e l
Antiguo Régimen.
Al no
defender
el
ejérci to
la
integri-
d a d d e l
territorio
y de sus
insti-
tuciones esta defensa pasó
a
milicias voluntarias
d e
carácter
popular ,
d e
base municipal
y
regional. Sólo
u n a
minoría
d e
la oficialidad abrazó la causa
patr iota ,
y al
hacerlo, debió
r e -
nunciar ,
s i no de
forma explíci-
ta sí
tácita,
a sus
privilegios
d e
casta.
E l
nuevo ejército
se es-
16
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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t ructuró a base d e u n recluta-
miento mayoritariamente c a m -
pesino, local y voluntario, y
s u s dirigentes, salvo en el caso
de los antiguos oficiales, s u r -
gieron espontáneamente; f u e -
r o n hombres q u e asumieron la
je fa tu ra p o r s u personalidad
carismática o su acción audaz,
n o p o r s u
procedencia.
E n m u -
chos casos se trataba d e anti-
guos bandoleros o contraban-
distas.
L a s Cortes d e Cádiz ratifica-
r o n este hecho a l abolir la obli-
gatoriedad
de las
pruebas
d e
nobleza para acceder
a la of i-
cialidad;
al
mismo tiempo
q u e
establecían el ejército perma-
nente frente a las milicias y la
dependencia d e éste d e l poder
legislativo.
Pero tampoco este ejército
nacional —tras
el
primer
p e -
ríodo absolutista d e Fernando
VII— supo defender efectiva-
mente e l territorio. En 1823 la
Santa Alianza intervenía mili-
tarmente en España
en
apoyo
a la insurrección realista q u e
había establecido la regencia
d e Urgel. N o hubo u n intento
serio p o r parte de los militares
para contener la invasión d e
l o s «Cien m il Hijos de San
Luis», tanto p o r s u debilidad
o r g á n i c a c o m o su d es id ia .
Tampoco prosperó esta
vez el
l lamamiento a la formación d e
u n
ejército voluntario.
E l resultado f u e e l triunfo d e
la
insurrección realista,
con el
restablecimiento d e l absolutis-
m o , l o q u e
llevó
a u n a
drástica
depurac ión
d e l
ejérci to ,
q u e
n o s e
había mostrado reacio
al
liberalismo.
L a s
campañas
dentro
del
país
Si el ejérci to n o supo prever
la defensa de las f ronteras, s í
q u e
colaboró
e n
resolver,
d e
forma sangrienta, las diferen-
cias políticas
de los
españoles.
E n l o s d o s últimos siglos Espa-
ña se ha visto ensangrentada
p o r seis guerras civiles: La in-
surrección realista (1821-1823);
l a s tres guerras carlistas (1833-
1 8 4 0 ,
1846-1849
y
1869-1876)
l a
insur recc ión can tonal i s ta
(1873-1874)
y la
última guerra
civil (1936-1939). A estas g u e -
rras,
q u e
tuvieron
u n
carácter
generalizado, habría
q u e s u -
m a r
multitud
d e
intentos insu-
rreccionales q u e , o n o prospe-
raron ,
o
fueron reprimidos
d e
forma drástica p o r e l ejército.
Po r s u
proximidad cabría
d e s -
tacar
lo s
intentos insurreccio-
nales anarquistas en la comar-
c a d e Berga, en 1933 , y la Re-
volución d e Asturias, junto al
conato
d e
revuelta
d e
Compa-
n y s , e n octubre de 1934.
N o puede fijarse u n a única
orientación política en la ac-
tuación d e l ejército e n estos
conflictos.
Duran te
la
insurrección
r e a -
lista,
q u e s e
inicia
en 1821, la
mayor parte
d e l
ejército
p e r -
manece fiel
a la
Constitución.
Tras e l f racaso de la r eb e ló n
de la Guardia Real e l absolu-
17
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 18/132
tismo s e desarraigó de las c iu-
dades y pasó a ser un fenóme-
n o rural . S e crearon Juntas a b -
solutistas
e n
Navarra, Aragón
y Galicia. S e retornó a la lucha
guerr i l lera y e l clero jugó u n
importante papel d e agitación.
L o s absolutistas actuaron p o r
p a r t id as d e voluntar ios q u e ,
u n a v e z
res taurado
e l rey con
e l poder absoluto e iniciada la
depurac ión d e l ejército d e e l e -
mentos liberales, se institucio-
nalizaron como milicias p r o -
vinciales, c o n e l n o mb re d e
«Voluntarios Reales». L a insu-
rrección n o hubiera tenido n i n -
guna opción d e victoria d e n o
haber sido p o r l a intervención
ex t r an je r a . Po r s u lealtad a la
Consti tución e l ejército perma-
nente estuvo a punto de se r su-
pr imido
y
reemplazado
por las
milicias. Incluso lo s militares
d e
tendencia absolutista
m o s -
t r a ron su desagrado por la ins -
titucionalización de las milicias
reales.
A la muer te d e Fernando
V I I s e inicia la primera de las
guerras car l istas. Aunque el
ejérci to como ta l defendió la
sucesión de la Infanta Isabel
algunos oficiales se sumaron a
la s milicias carlistas. Estos d o -
minaban e l País Vasco, Nava-
r ra y e l norte d e Aragón y C a -
ta luña . Su táctica guerrillera
Pablo Morillo, conde d e Cartagena (1778-
1837).
hacía difícil
la
actuación
del
ejército regular,
al que la in-
hospitalidad
de la
región
y la
carencia d e medios minaban la
moral . L o s carlistas mantenían
la hegemonía en la zona rural
y montañosa, mientras que las
ciudades constituían focos libe-
rales e n plena zona carlista. E l
peligro carlista llevó a permitir
la creación d e milicias urbanas,
d e carácter liberal, como r e s -
puesta
a las
milicias tradiciona-
listas, d e formación campesi-
n a .
L a s tropas carlistas intenta-
r o n
romper
el
localismo
de la
guerra, organizando expedicio-
Grabado q u e representa al duque d e Angul ema rindiendo pleitesía al rey Fernan-
do VII, tras la decisiva actuación d e l o s «Cien m il hijos d e S a n Luis»», e n favor de la
restauración d el absolutismo e n España e n 1823.
n e s a l resto de la península. E l
resu l tado d e estas expediciones
f u e m á s espectacular q u e efec-
tivo, pues
si
bien consiguieron
llegar hasta Andalucía y a las
mismas puertas d e Madrid, la
necesidad d e vivir sobre el te-
rreno confirmó la idea q u e d e
ellos se había formado la po-
blación: bandidos.
L a primera guerra carlista
n o pudo saldarse en e l campo
d e batalla, y p o r ello f u e nece-
sari o "llegar a u n compromiso.
E n e l acuerdo d e Vergara el
g en e ra l Esp a r t e ro p ro me t ió
respe tar
lo s
fueros vascos
y
permitir la integración de la
oficialidad carlista en e l ejérci-
t o regular. E l general Maroto,
q u e
f irmó
e l
acuerdo
p o r
parte
d e l o s carlistas, f u e considera-
d o como u n traidor por el a la
m á s radical d e tradicionalismo.
E l alcance de las guerras
carlistas escapa a l problema d e
la mera sucesión dinástica. E s -
t á conectado, p o r u n a par te , al
en f r en tamien to d e l tradiciona-
lismo rural y los avances de la
revolución burguesa, y , por
otra , a la defensa de la identi-
d a d regional frente al centralis-
m o jacobino . S e comprende
a s í p o r q u é
surge
u n a y
otra
vez la rebelión carlista en las
mismas regiones.
E n 1 8 4 6 ,
localizada esta
v e z
ú n icamen te
e n
Cata luña ,
s e
reinicia
la
guerra,
c o n u n n u e -
v o
pretendiente: Montemolín.
E l
veterano general
de la p r i -
mera guer ra , Cabrera , c o m -
p ren d ía
la
imposibilidad
de l
tr iunfo ante la negativa d e N a -
varra y e l País Vasco, pero la
fidelidad a los líderes locales se
impuso, y la guerra se convir-
t ió en la
práctica
de un
bando-
lerismo a gran escala.
A partir de la Revolución d e
1868 el carlismo volvió a r e a -
parecer
en la
política española.
E n u n principio intentó la vía
l e g a l i s t a — q u e s u p o n í a e l
ab an d o n o
d e s u s
principios—,
pero, ante e l fracaso d e ésta,
s e
decidió
p o r l a
insurrección
armada.
E l poco efecto q u e sentían
lo s
militares
por la
república
y
la desorganización militar q u e
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Rafael
d e l
Riego (1785-1823).
supuso ésta dio a las fuerzas
carlistas la s máximas facilida-
d e s . E n e l norte llegó a existir
u n a organización estatal c o m -
pleta.
L a s
facilidades termina-
ron con la República unitaria
d e
Serrano,
q u e
restableció
la
disciplina militar, y , finalmen-
t e , con la
restauración alfonsi-
n a .
L a causa carlista volvería a
surgir
el 19 de
julio secundan-
do la rebelión d e l general M o -
la en Navarra. L a s fuerzas d e
requetés, disciplinadas y adies-
tradas, jugaron
u n
importante
papel en la guerra civil.
Co n l a proclamación de la
república federal,
y
ante
la in-
de c i s ión d e l gobie rno pa ra
abordar d e forma efectiva la
desmantelación d e l centralis-
m o borbónico, se produce la
insurrección cantonal.
U n a v e z
in ic iada la insur recc ión los
objet ivos
d e
ésta
no se
limita-
ron a conseguir la autonomía
municipal, sino q u e s e inició
u n a revolución social d e carác-
t e r anarquista, como e n Alcoy
y
Cartagena. Ello
f u e
posible
v po r la acción ideológica y orga-
nizativa q u e desarrolló la I In-
ternacional desde la visita d e
Fannelli.
E l
ejército, bajo bandera
r e -
publicana, reprimió c o n igual
dureza la insurrección. Salvo
excepciones
la
oficialidad
n o
comulgaba con la s ideas fede-
ralistas,
y la
resistencia
q u e p u -
dieron ofrecer
los
cantonalistas
f u e mínima. E l general Pavía
restableció
el
orden
e n
Anda-
lucía c o n u n ejército d e 2.000
hombres
en e l
verano
de 1873,
y Martínez Campos ocupó V a -
Francisco Javier Elío (1767-1822).
lencia, tras u n a cruenta bata-
l la , e l 8 de agosto. E l último
bastión cantonalista f u e Carta-
gena, q u e f u e ocupada por e l
general López Domínguez e n
enero
de 1874.
L a represión de la insurrec-
ción cantonalista acarreó
e l
descrédito
de la
república
fe -
deral. E l gobierno se vio aban-
donado tanto por la derecha
— p o r n o haber sabido mante-
n e r e l
orden— como
por la iz-
quierda —que
le
acusaba
d e
Convenio d e Vergara, firmado e n Oñate e l 2 9 de agosto de 1 8 3 9 , y ratificado e n Vergara mediante el abrazo simbólico q u e recoge el
grabado entre
l o s
generales Espartero
(por la
Reina)
y
Maroto
(por los
carlistas),
q u e d i o
término
a la
primera guerra carlista.
19
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Baldomero Fernández Atvarez Espartero, duque de la Victoria y d e Morella, conde d e
Luchana, príncipe
d e
Vergara. Regente
de la
Nación
de 1840 a 1843
(1793-1879).
haber reprimido
a los
cantona-
listas mientras dejaba
el
campo
libre a los carlistas—. La pr i -
mera República estaba y a c o n -
denada.
L a
guerra
de 1936 se
inicia
con la
rebelión
d e
par te
de l
ejército contra
el
legítimo
g o -
bierno
de la
república.
L o q u e
debería haber sido
u n
pronun-
ciamiento,
a l
estilo decimonó-
nico,
se
convirtió
e n u n a g u e -
r r a
fraticida
q u e
arrasó España
y
causó
m á s d e u n
millón
d e
muertos.
E l
golpe militar fracasó
en la
mayor parte de la península
gracias
a la
decidida reacción
popular, dirigida principalmen-
t e por los
sindicatos obreros,
q u e d e r r o t ó a los militares
conjurados
o
impidió
que se
rebelaran.
L a
guerra
que s i -
guió
al
levantamiento adquirió
inmediatamente
la s
caracterís-
ticas
d e u n a
guerra
d e
clases.
D e l
lado franquista
se
alinea-
r o n l a
Iglesia,
lo s
terratenien-
tes y la
oligarquía financiera,
y
recibieron la ayuda de l a s po-
tencias fascistas. E n e l lado r e -
publ icano s e aglutinaron las
fuerzas obreras y de la peque-
ñ a burguesía, fueron ayudados
p o r l a
URSS
y p o r
México.
Buen número
d e
oficiales
permanecieron fieles a la Re-
pública, pero la revolución a n -
tiautoritaria
q u e s e
llevó
a ca-
b o , junto a la desconfianza d e
q u e eran objeto, les colocó e n
u n a
difícil situación.
L o s q u e
probaron
su
lealtad fueron
a d -
mitidos
en l a s
milicias como
consejeros.
En la
guerra civil intervinie-
r o n ,
junto
a los
soldados espa-
ñoles, mercenar ios moros
y
soldados italianos
y la
aviación
alemana
en e l
bando naciona-
lista, y junto a los milicianos
l a s «brigadas internacionales»
y algunos tanquistas rusos. E s -
t a
«guerra civil» tuvo, pues,
u n
marcado carácter internacio-
n a l . F u e a l
mismo tiempo esce-
nar io
de la
primera revolución
libertaria y banco d e pruebas
d e l o s ejércitos d e Hitler. E l
patr iot ismo f u e l a escusa para
arrasar
la
patria
u n a v e z m á s .
L a s guerras
coloniales
E l
imperio español
e n A m é -
rica había iniciado
su
proceso
d e emancipación durante e l va-
c ío político q u e supuso la inva-
sión francesa
y la
posterior
guerra .
A l
restaurarse
l a m o -
narquía absoluta Fernando
V I I
Juan Prim, conde
d e
Reus
y
marqués
d e
l o s Castillejos (1814-1870).
Leopo ldo O Donnell, co nde d e Lucena y
. duque d e Tetuán (1809-1867).
2 0
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se
propuso restablecer también
en e l continente americano la
anterior situación. L a primera
expedición fue l a de l general
Morillo,
q u e , c o n
10.000
h o m -
bres, ocnpó la zona d e Vene-
zuela . L a precaria situación
económica
en que se
encontra-
b a España después de l a gue -
r ra no
permitiría
la
continui-
d a d d e este esfuerzo. Victoria
tras victoria los líderes inde-
pendentistas, José d e S a n M a r -
tín y
Simón Bolívar, iban
c o n -
f igurando la imagen de la ac-
tual Sudamérica.
L a s
d e r r o t a s
e n
u l t ramar
provocaban el descontento e n
e l ejército, haciendo responsa-
ble a l
sistema absolutista
de la
poca efectividad y de la caren-
cia de
medios.
Co n l a
vuelta
al
liberalismo
de 1820 la recuperación d e
América se da prácticamente
como perdida. Salvo aisladas e
infortunadas aventuras, como
e l in tento d e ocupación d e
Santo Domingo (1861-1865) y
la intervención militar, junto a
N a p o l e ó n I I I , e n M é x i c o
(1861-1862) para proteger los
bienes españoles
de la
revolu-
ción.
D e l vasto imperio americano
sólo
le
quedaron
a
España
las
islas
d e
Cuba, Puerto Rico
y
parte
de la de
Santo Domingo.
Cuba sería e l nuevo foco insu-
rreccional, donde
s e
forjarían
generales y se perderían ejérci-
t o s .
L a
primera guerra cubana,
a
•
Ramón María Narváez, duque d e Valencia (1800-1868).
Francisco Serrano, conde d e S a n Antonio y
duque de la Torre. Regente de la Nación d e
1869 a 1870 .
(1810-1885).
l lamada Guerra
de los
Diez
Años (1868-1878), f u e provo-
cada por l a anacrónica admi-
nistración española
a q u e
esta-
b a sometida la rica isla d e l Ca -
ribe. L a s tímidas aspiraciones
reformistas de los hacendados
fueron superadas e n breve p o r
e l movimiento secesionista q u e
despertaron. Este
f u e
capita-
neado p o r Céspedes, q u e , r e -
belando a los esclavos, organi-
zó la
guerra
d e
guerrillas
en el
sector oriental
de la
isla.
E l ca -
pitán general de la isla, Dulce,
intentó
u n a
política conciliado-
r a q u e
fracasó ante
la
intransi-
gencia d e l o s s ec to res m á s
r eacc ionar ios . L a guerra d e
Cuba comprometió la promesa
d e l o s dirigentes de la Revolu-
ción
de 1868 de
abolir
la s
quin-
t a s , a l tener q u e mandar n u e -
v o s
refuerzos
a la
isla, donde
e l peor enemigo e ra l a enfer-
medad. L a p a z d e Zan jón , f i r -
mada
e n
febrero
de 1878, no
consiguió solucionar el proble-
m a .
L a guerra volvió a reapare-
cer en 1895, y en esta ocasión
.•s
Manuel Pavía y Rodríguez d e Alburquer-
q u e . Disolvió la s Cortes, en un golpe de Es-
tado,
el 3 de
enero
d e 1 8 7 4
(1827-1895).
21
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la ayuda a los secesionistas c u -
banos de los Estados Unidos
f u e
decisiva.
L a s
flotas españo-
las , la del
Pacífico
y la del
Atlánt ico , fueron des t ru idas
p o r l a
armada americana
e n
u n a lucha desigual.
E l ejérci to n o podía vencer
e n Cuba porque la solución d e -
b ía de se r política y n o militar.
Mart ínez Campos, part idario
de la reforma administrativa,
n o
qu i so emplea r med idas
drásticas contra
la s
guerrillas
y
f u e sustituido por e l general
Weiler . L a campaña d e terror
desatada
p o r
Weiler,
con la re-
clusión de la población civil e n
campos d e concentración para
impedir su ayuda a la guerrilla,
pese a restablecer u n a aparen-
t e normalidad y aislar a los in-
surrectos,
n o
consiguió vencer-
lo s . E l
hundimiento
de la
flota
obl igó a la capitaulación d e E s -
paña . L a derro ta d e Cuba m a r -
caría a toda u n a generación.
L a s
intervenciones militares
e n
Mar ruecos
n o
fueron
e n
con jun to m á s afortunadas. L a
primera intervención (1859-60)
c u l m i n ó c o n l a v ic tor ia d e
W ad-Ras , con l a que España Arsenio Martínez d e Campos. El 29 de diciembre de 1874 proclamó a Alfonso XII, al fren-
aumen tó S U territorio e n Afri- te de la brigada Dabán, en Sagunto (1831-1900).
La
voladura
d e l
acorazado «Maine»,
el 15 de
febrero
de 1898 en la
bahía
de La
Habana,
fue la
causa buscada
por los
Estados Unidos para
declarar
la
guerra
a
España.
El 9 de
junio
d e l
mismo
año la
escuadra española, mandada
por e l
almirante Cervera, siguiendo instruccio-
n e s d e l Gobierno, salió a m a r abierto, siendo destruida por la norteamericana. El 10 de diciembre d e 1 8 9 8 e l tratado d e París ponía fin a
la guerra hispano-norteamericana. Y e l 1 de enero de 1899 la bandera de los Estados Unidos sustituía a la de España e n Cuba, Puerto
Rico y Filipinas.
2 2
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Cuadro d e Muñoz Degrain, q u e representa el puesto d e Igueriben a la llegada de los
moros. El asedio duró seis días (del 15 al 21 de julio d e 1921), fecha e n q u e Fernández
Silvestre ordenó el repliegue. Sólo 2 5 d e l o s 3 0 0 hombres de la guarnición llegaron a
Annual.
c a . Entre 1893-1894 f u e nece-
saria u n a nueva intervención
militar por un conflicto fronte-
rizo. L a guerra continua contra
las
tribus rebeldes
f u e
creando
u n clima adverso a la guerra,
que en 1909 cristalizó e n B a r -
celona en «la Semana Trági-
ca» , en l a que l a población se
sublevó ante el cont inuo e m -
barque d e nuevos contingentes
para Africa. L a burguesía supo
desviar la revuelta hacia la
quema d e iglesias y conventos.
Después de la represión f u e f u -
silado, como presunto dirigen-
te de la
rebelión,
el
pedagogo
Francisco Ferrer
y
Guardia.
E n 1 9 2 1 ,
tras
e l
aventurismo
d e l general Silvestre, animado
p o r e l p r o p i o r e y Al fonso
XIII , s e p rodu jo e l desastre d e
Annual , en e l que perecieron
Juan Picasso González, teniente general
perteneciente al cuerpo d e Estado Mayor.
A raíz d e l desastre d e Annual tomó a su
cargo la instrucción de l expediente de res-
ponsabilidades q u e lleva su nombre. (El
expediente Picasso s e referia a las causas
de la derrota sufrida por e l ejército e n An-
nual y tras el golpe d e Estado d e Primo d e
Rivera, e n 1923, desapareció.)
Manuel Fernández Silvestre (1871-1921).
m á s d e 8.000 soldados. E l ge -
neral Silvestre prefirió el suici-
d i o antes q u e hacer frente a
s u s responsabilidades. E l cono-
cimiento de la derrota produjo
u n
gran escándalo
en
todo
el
país,
y e l
gobierno dimitió.
L a
negligente administración d e
M a r r u e c o s
f u e e l
t ema
d e
aper tura de las Cortes. A ini-
ciativa d e l ministro E z a f u e
creada
u n a
comisión, presidida
p o r e l
general Picasso, para
es-
tablecer la s responsabilidades.
N o
obs tante ,
l o s má s
directos
implicados n o iban a poder
responder ante esta comisión,
Silvestre
se
había suicidado,
y
Berenguer f u e confirmado e n
s u puesto d e Alto Comisario
d e l Protectorado, tras presen-
t a r su dimisión, con la promesa
d e inmunidad ante la comisión
Picasso —au nqu e m á s tarde, al
s e r
citado
por l a
comisión,
re -
nunció voluntariamente
a la in-
munidad—.
L a conflictividad siguió e n
Marruecos después de la tími-
d a contraofensiva q u e salvó la
crítica situación d e Melilla.
2 3
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LOS
JEFES
DEL M O V I M I E N T O MU I TAI
LO » ui.NLftAi.1*
l BIMU
Ük aiVfclA (l), CAVALCAX (l), « (jj * Blkk.XtA.LM lo. fUSMICO) U).
(fOTCí
uní» T WALW
W A I V R I H L Í L A
1 4 I Í F . . | ^ ^
D I A R I O Il.USTRA-
Shl'HKI . n i H2.Í \ M DÜ. AÑODhCIM^;
N I I M I
H O s i n L I O / % M
N O V E N O "
N .
¿A SI
1 0 C I N I S ' Í ' Í « J % . ' ' 1 0 C E N T S ,
MADKIU i «. *... \ , I \ S l ' l » \ INCl VS TR tS MESES. • £ XT * AN J E« 0 . S EIS MES ES . U PESETAS
k l D A l l I v N
»
AU tílH l i l MM tf»N M.MMANO.
ftS.
MAORIO. APAR TADO
N U M « 1
F u e Primo d e Rivera, d e s -
pués de su golpe d e Estado, el
q u e adop tó u n a enérgica políti-
c a
militar
en e l
Protectorado,
q u e culminó c o n u n a parcial
pacificación.
L a larga e intermitente c a m -
paña d e Marruecos n o sólo in -
fluyó en la moral de la pobla-
ción,
q u e
veía como
se
diezma-
b a n l o s reemplazos y s e dilapi-
daban los impuestos, sino q u e
p r o d u j o u n a profunda división
ent re lo s propios militares; se
produ jo
la
división entre
los
of ic ia les d e ca r re ra , que se
agruparon mayor i t a r i amen te
e n torno a las «juntas», y los
oficiales ascendidos
en
campa-
ñ a ,
«los africanistas».
Al mis -
m o t i empo, la moral militar se
veía desprestigiada, tanto p o r
s u
ineficacia
en e l
campo
d e
batalla como p o r e l a f e a m i e n -
to de los
frecuentes casos
d e
corrupción
q u e s e
dieron
en la
campaña d e Marruecos.
Apar t e de las campañas c o -
loniales mencionadas España
s e
enzarzó ,
a
mediados
del si-
g lo XIX en u na
serie
d e
aventu-
r a s militares q u e reportaron u n
nulo beneficio por l a impericia
política
de la
Corona. Tales
fueron
la
intervención
e n P o r -
tugal (1834-1847); el destaca-
mento enviado a Roma (1849),
y la expedición a la Conchin-
china , junto
a los
franceses
(1859-1863).
Salvo parciales victorias, e n
la s que e l tiempo actuaría i n e -
xorablemente en su contra, las
intervenciones militares en el
ex t ran j e ro
se
vieron siempre
sumidas
en la
impotencia
y co -
ronadas p o r e l fracaso. Ello
apar tó a la población d e l p a -
triotismo militarista
d e l q u e
gozaban o t ras nac iones ,
a l
t i empo q u e creaba en e l esta-
mento militar un sentimiento
d e marginación, q u e s e trans-
formar ía
en un
desprecio
por
lo s
políticos civiles
—a l o s q u e
hacían responsables d e s u s f r a -
casos—
y que l e s
llevaría
a
sentirse como lo s redimidores
de la patria.
Portada
d el
«ABC»
de l 14 de
septiembre
de 1923: En las
imágenes,
lo s
cuatro generales
responsables d e l golpe d e Estado: Miguel Primo d e Rivera (Capitán General d e Cataluña),
Cavalcanti, Saro y Federico Berenguer.
%
24
L a intervención
política
del ejército
L a intervención d e l ejército
en la
política
se
realiza
en la
España d e l siglo XIX de un a
forma original:
E l
pronuncia-
miento. Este se realiza con la
movilización d e u n a parte de la
t r o p a — g e n e r a l m e n t e ,
l a s
fuerzas
al
mando
d e l
militar
q u e s e pronuncia—, al tiempo
que se da a
conocer
u n a p r o -
clama o manifiesto. L a mayo-
r ía de los pronunciamientos se
dieron
e n
forma incruenta,
ya
q u e s u
éxi to depende
má s d e l
apoyo q u e obt iene que de l a s
tropas movilizadas. Julio B u s -
quets establece
d o s
épocas
h i s -
tór icas para lo s p ronunc i a -
mientos.
« L a primera abarca entre
1814 y 1874 y corresponde al
af ianzamiento d e l liberalismo,
q u e
pugna todavía
c o n e l
abso-
lutismo, y finaliza cuando, e n
1 8 7 4 , Al fonso X I I establece la
Monarquía Const i tut ional ,
y el
país entra
en un
período
d e e s -
tabilidad, caracterizado p o r el
turno pacífico
d e d o s
partidos
en e l
poder ,
o
quizás
en un
m o m e n t o en que los canovistas
incorporan e l nacionalismo a
s u ideario y hacen q u e e l mili-^
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Pintadas en los edificios públicos y monumentos d e Madrid anunciaban ya el fin de la «Dictablanda»del general Dámaso Berenguery aun
de la Monarquía.
t a r pueda sentirse cómodo e n
lo s partidos d e derechas. L a
segunda época coincide con la
agonía
de la
monarquía liberal
y e l auge de los sistemas socia-
lista y nacionalista, y d a lugar
a otra época tumultuosa q u e
comienza cuando Primo d e R i -
vera derriba el orden constitu-
cional, actualizando d e nuevo
t a n anormal sistema d e relevo
d e
poder
y
dando
p ie
para
q u e
s u s
enemigos políticos intenten
derribarlo —como luego hicie-
ron—
de la
misma forma,
c o n
lo que e l
país atraviesa, entre
1923 y 1932 , una
nueva época
d e p ronunciamien tos mi l i ta -
res»
(1) .
A
partir
de la
declaración
d e
Elio ante e l rey , en 1814 , signi-
ficándole
e l
apoyo
d e l
ejército
para e l res tab lec imien to de l
a b s o l u t i s m o ,
s e
su ced ie ro n
hasta 1 8 2 0 diversos intentos
militares para imponer al rey
la
Constitución
d e
Cádiz.
T o -
d o s
ellos fueron condenados
al
1. Julio Busquéis: E l militar de ca -
rrera
e n
España. ARIEL, Barcelona,
1967, pág. 46.
f r acaso . F u e e l comandante
Riego quien,
en 1820, con las
fuerzas concentradas e n Cabe-
z a s d e Sa n
Juan, próximas
a
s e r embarcadas para i r a c o m -
batir
a
América, levantó,
u n a
v e z m á s , l a bandera d e l libera-
lismo. E l éxito d e l pronuncia-
mien to d e Riego n o s e debió a
su fuerza militar, ya que se l i -
mitó a pasearse p o r Andalucía
c o n s u
tropa, proclamando
la
Co n s t i tu c ió n
y
r eh u y én d o se
mutuamente
con e l
ejército
e n -
viado para combatirle. E l éxito
se
debió
a la
movilización libe-
r a l q u e
desper tó
la
hazaña
d e
Riego e n distintas provincias,
y ,
sobre todo,
e n
Cataluña.
E l pronunciamiento d e R i e -
g o d i o origen al denominado
Trienio Liberal, q u e concluyó
con la intervención d e «Los
Cien M il Hijos d e Sa n Luis».
L a s posibilidades d e actuación
d e l ejérci to s e vieron merma-
d a s e l
resto
d e l
reinado
d e F e r -
nando VII por la drástica d e -
puración
q u e l e
impuso éste
al
ejército.
E s y a durante la regencia d e
M .
a
Cristina,
e n
plena
I
Gue rra
Carl ista , e n q u e p o r e l Motín
de la Gran ja , se impulsa la e la-
boración d e u n a nueva Consti-
tución, la de 1837. La indeci-
sión de la regente e n aplicar la
constitución provocó
u n
nuevo
pronunciamien to en 1839, e l
d e l
general Espartero, repre-
sentante
d e l
partido progresis-
t a , q u e asumirá é l mismo la re-
gencia.
U n nuevo pronunciamiento,
en 1844 , éste d e carácter m o -
derado, dirigido p o r Narváez,
impone
la
mayoría
d e
edad
d e
Isabel I I , q u e apenas contaría
diez años. Narváez, como jefe
d e gobierno, promovió la e la-
boración
d e
otra Constitución,
d e carácter m á s moderado , la
de 1845 .
Tras la década moderada s e
pronunciar ían, en 1854 , Espar-
te ro y O'Donnell . Ante las de-
sav en en c ia s q u e s e suscitan
O ' D o n n e l l , e n c a b e z a n d o e l
p a r t i d o
d e
Un ió n L ib e ra l ,
vuelve a pronunciarse d o s años
m á s tarde e impone u n a nueva
Constitución liberal.
Desp u és d e l «crac» econó-
mico d e 1 8 6 6 l o s generales
2 5
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El 10 de agos t o de 1932 e l general Sanjurjo s e subleva e n Sevilla contra el Gobierno de la República, fracasando s u «pronunciamiento» a
la s pocas horas. (En la foto, Sanjurjo c o n s u hijo, e l general García de la Herrón y un jefe de la Benemérita por las calles de la ciudad.)
Prim y Serrano, en 1868, se
«pronuncian»
e n
nombre
del
part ido democrát ico. S e inicia
la
revolución «Gloriosa».
L a
reina debe partir al exilio y se
e labora la Constitución demo-
c rá t i ca . E l general Serrano
o c u p a la regencia mientras
Prim s e ocupa d e buscar u n
monarca q u e s e preste a jurar
l a n u e v a C o n s t i t u c i ó n . E n
1 8 6 9 , poco después d e l asesi-
n a to d e Pr im, Amadeo d e Sa -
boya juraba la Constitución.
Pese
a su
buena voluntad,
e l
re inado d e Amad eo f u e turbu-
lento,
y con su
abdicación,
e n
1 8 7 3 , llegaría la República.
£ 1 ejérci to , a las órdenes de l
general Pavía, disolvía l a s C o r -
t e s a principios de 1874 y esta-
blecía u n directorio militar. E n
1875 un
nuevo pronunciamien-
t o ,
encabezado
p o r e l
general
Martínez Campos, restauraba
e n e l
t rono
a la
casa
d e B o r -
b ó n ,
personalizada
e n
Alfonso
X I I .
C o n l a Restauración acaba
e l primer período d e pronun-
ciamientos. E n esta época e l
ejérci to demuestra u n talante
liberal frente a los defensores
d e l Antiguo Régimen y conser-
vador ante el avance de las de-
mandas de la clase obrera. E l
papel
q u e
juega
el
ejérci to
e s
e l q u e e n otro caso habría teni-
d o q u e
jugar
la
burguesía
en su
ascendencia revolucionaria, y
q u e , e n
España ,
p o r s u
debili-
d a d y s u división, n o pudo ju -
g a r . E l pronunciamiento mili-
t a r vino a suplir la carencia d e
u n a burguesía polí t icamente
activa.
Hubo muchos m á s pronun-
ciamientos q u e l o s q u e aquí se
h a n
mencionado .
E l
criterio
d e
selección h a sido e l de haber
t r iunfado ,
e l de
haber influido
decisivamente en la política del
país.
L o s
militares
q u e
fracasa-
r o n pagaron c o n s u cargo — e n
el me jo r d e l o s casos—o con la
vida
s u
acción.
E l
segundo período
d e p r o -
nunciamientos establecido
p o r
Busquets
se
abre
c o n e l p r o -
nunciamiento d e Pr imo d e R i -
vera, capitán general d e Cata-
luña, en 1923 . Contrar iamente
a l o q u e había sucedido e n a n -
ter iores pronunciamientos. P r i -
m o d e Rivera se reaf irmó en el
poder , instaurando l o q u e h a -
b ía de se r l a primera Dictadu-
r a . Pr imo d e Rivera f u e p r e -
sen tado u n a v e z como e l Mu s -
solini español, pero lo cierto e s
q u e l a
dictadura
q u e
implantó
n o siguió las pautas fascistas.
L a
implantación
de la
Dicta-
dura militar n o f u e d e l agrado
d e gran parte d e l ejérci to , y no
sólo d e l o s oficiales m á s p r o -
gresistas. Hubo diversos inten-
t o s d e intervención militar p a -
r a
der rocar
e l
régimen, pero
ninguno
d e
ellos
f u e
coronado
p o r e l
régimen. Ante
la c re -
ciente hostilidad
e l
dictador
realizó
u n a
consulta
a los más
destacados jefes
d e l
ejército
2 6
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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sobre
la
conveniencia
d e p r o -
longar
la
dictadura,
y
ante
la
respuesta negativa partió hacia
el
exilio.
Sanjur jo ,
ya en
plena Repú-
blica, volvió a intentar e l re -
curso
d e l
pronunciamiento
e n
1932 en
Sevilla, declarando
e l
estado
d e
guerra.
L a
rápida
reacción
d e l
pueblo sevillano,
q u e declaró la huelga general
como muestra
d e
disconformi-
d a d c o n e l
movimiento, hizo
fracasar la acción. E l general
S a n j u r j o
f u e
c o n d e n a d o
a
muerte, conmutada esta pena
por l a de
cadena perpetua,
s a -
l ió a l
exilio
en 1934,
tras
e l
tr iunfo
de l a s
derechas.
E l
último golpe
d e
Estado
se
dio e l 18 de
julio
de 1936. Va -
rios generales coordinados
p o r
e l general Mola s e sublevaron
contra
e l
gobierno republica-
n o , declarando e l estado d e
guerra. L a reacción popular h i-
z o
fracasar
el
movimiento
e n
las
principales ciudades.
La in-
decisión
d e l
gobierno republi-
cano,
la
obstinación
de los su-
blevados
y el
apoyo
de l a s po-
tencias fascistas convirtieron
el
Emilio Mola (1887-1937).
levantamiento
e n u n a
guerra
civil.
Si en el primer período la
política ejercida
p o r l o s
milita-
r e s
puede considerarse predo-
minantemente d e carácter libe-
r a l , acorde con las aspiraciones
de l a s
clases progresivas
de l
país, en la segunda su inter-
vención se muestra reacciona-
r i a ,
defensora
de los
intereses
m á s
retrógrados
de la
socie-
d a d .
Alfredo Kindelan define así
la
actuación política
d e l
ejérci-
to :
« E l
militar había llegado
a
creerse solo poseedor de la
verdad entre miles
d e
compa-
triotas errados; solo justo, solo
honrado, solo patriota;
y
esta
exaltación
d e u n
particularis-
m o
egoísta
le
llevó, lógicamen-
t e , a
tra tar
d e
imponer
sus ac -
ciones a los demás, p o r todos
l o s
medios, despóticamente ,
dictatorialmente, declarando
la
guerra al Estado» ( 2 ) . • J . M .
M . B .
2. Alfredo Kindelan:
Ejército
y Po-
lítica.
Pág. 188.
Citado
po r
Busquéis,
Op. cit. pág. 139.
D o s generales, Franco y Queipo d e Llano, q u e c o n Mola s e alzarían el 18 de julio de 1936 contra el Gobierno legítimo de la Nación y, tras
una cruenta guerra civil, conseguirían alcanzar s u s propósitos golpistas.
27
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2 5
años
de
genocidio
Ricardo Lorenzo Sanz
y
Héctor nabitarte Rivas
S elecciones del 7 de marzo han sido consideradas como una
inmensa farsa
por los
partidos
de la
oposición
y
acogidas
en el
mundo con toda clase de reservas y con una sensación de ocasión
perdida. Los militares se vienen sucediendo en el poder, por cooptación
que luego hacen refrendar en una elecciones más que dudosas, y toda
posibilidad de acuerdo o de negociación para conseguir una estabilidad
real del país y una voz suficiente para todas las clases desaparece. El 7
de marzo se han cumplido una vez más esta fatalidad. Guevara, aun-
que habla del «guevarismo» como de una política propia y personal,
sigue siendo un servidor de la clase que le ha designado, y como un
hombre
de
guerra.
La
promesa
de
amnistía para quienes «acepten vivir
dentro de la ley» —o sea, la exigencia de una capitulación— carece de
sentido. El fondo de Guatemala, desgraciadamente, no cambia.
OMENTOS antes
d e s e r
asesinado,
e l
presidente
de la
Asociación
d e
Estu-
diantes
de la
Universidad
d e S a n C a r -
l o s , d e Guatemala, Oliverio Castañeda, decía
e n u n acto organizado p o r l o s obreros de l
t ranspor te , q u e desde 1962 ochenta m il guate-
maltecos habían sido asesinados. Unos días a n -
t e s e l
« E j é r c i t o S e c r e t o A n t i c o m u n i s t a »
(ESA), había entregado
a la
prensa
u n a
lista
d e personas «juzgadas y sentenciadas a muer-
t e » , en t re l a s q u e f iguraba Castañeda.
E n Guatemala se hacen responsables de l ge -
nocidio cotidiano u n a serie d e «organizacio-
nes»: E S A , e l Movimiento Anticomunista N a -
cionalista, Nueva Organización Antiterrorista,
Banda d e l R e y , Banda de los Halcones, Banda
d e l o s Buitres, e t c . , pero s o n sólo siglas, facha-
d a s , para ocultar q u e e s e l mismo gobierno el
q u e
dirige
e l
exterminio
d e
oposiciones
y
descon-
tentos. Amnistía Internacional hizo público u n
documento asegurando «que u n permanen te y
del iberado programa gubernamental d e asesi-
natos y torturas e n Guatemala e s dirigido d e s -
d e u n
edificio anexo
al
Palacio Nacional, bajo
e l
control directo
d e l
presidente, general
R o -
m e o Lucas García . . . E l gobierno d e Guatema-
la atribuye estas muertes a grupos «indepen-
dientes» fuera de su control, pero el informe
presenta evidencia pormenorizada indicando
q u e estas acciones so n realizadas p o r e l ejército
y policía...»
E l minucioso programa d e asesinatos, previa
to r tu ra , genera lmente , e s dirigido desde e l mis-
m o edificio presidencial, donde tiene s u s ofici-
n a s u n organismo creado en 1964, conocido
hasta hace poco como Centro Regional d e T e -
lecomunicaciones ,
y
anteriormente
p o r
varios
otros nombres.
E n 1 9 7 6 A . I . calculó q u e unas 20.000 perso-
n a s habían'sido asesinadas o habían «desapare-
cido» tras s e r detenidas, durante lo s diez años
anteriores a esa fecha, y estima q u e casi 5.000
guatemaltecos h a n sido detenidos y asesinados
desde q u e e l general Lucas García asumió la
presidencia en 1978. Los cuerpos de las vícti-
m a s s o n
hallados
e n
barrancos,
en las
cunetas
d e
caminos
o e n
fosas comunes,
y
casi siempre
c o n evidente señales d e tortura. L a mayoría d e
lo s asesinados s o n estrangulados, o sofocados
c o n capuchas d e goma o baleados en la cabeza.
2 8
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Grupo d e guerrilleros guatemaltecos.
1944-1954: Período
progresista
L o s gobiernos democráticos d e Juan José
Arévalo (1944-1951) y d e Jacobo Arbenz G u z -
m á n (1951-1954), n o sólo pusieron f in a la d ic-
tadura q u e imperó en e l país durante trece
años. Ambos gobiernos, progresistas, generali-
zaron
el
derecho
al
voto entre
la
población,
y
especialmente entre lo s sectores m á s pobres; s e
autorizó
la
organización
y
funcionamiento
d e
partidos políticos como d e sindicatos de t ra -
bajadores ; y se tomaron medidas para eliminar
el cáncer q u e a ú n h o y corroe la economía de l
Jacobo Arbenz
y s u
mujer. Arbenz
f u e
presidente
d e
Guatemala desde
1951 a 1954 en que un
golpe militar
dirigido por el coronel Castillo Armas e inspirado por los
Estados Unidos lo depuso. La causa fue la reforma agraria
«raptfewftd* p or Arbenz q u e lesionaba l o s intereses de la
«C/nrtetf Frurt Co.» , en Guatemala. Arbenz falleció en el exilio
en 1971 .
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La
policía guatemalteca aparece escalando
lo s
muros
de la
embajada
d e
España durante
la
toma
de la
misma,
la
cual causó
la
muerte
d e
3 9 personas. (Enero d e 1980.)
3 0
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El embajador español e n Guatemala, Máximo Cajal, haciendo unas declaraciones a la prensa tras su apurada salida de la embajada,
d e
donde pudo escapar cuando, pese
a s u
oposición, intervino
la
policía guatemalteca, tras
la
ocupación
d el
edificio
por un
grupo
d e campesinos. (Enero d e 1980.)
país: s e redistribuyeron casi u n millón d e h e c -
táreas entre lo s campesinos pobres, gran parte
d e ellas expropiadas a la United Fruit Compa-
ny , e l
famoso monopolio norteamericano
q u e
se
empeña
e n
considerar
q u e
centro América
e s algo a s í como su territorio privado.
L a respuesta de la Casa Blanca ante estas e x -
propiaciones n o f u e original. Tanto Arévalo
como Arbenz fueron acusados d e pro-co-
munistas.
D o s días antes q u e s e produjera la invasión
derechista
e n
Gua t emala ,
el
presidente Eisen-
hower ,
e n u n a
conferencia
d e
prensa, hablaba
de la
influencia
d e l
comunismo internacional
e n dicho país y en la situación delicada q u e e s -
t o provocaba en e l Canal d e Panamá, d e tanta
importancia estratégica para e l Pentágono,
aunque
la s
armas balísticas intercontinentales
y
l o s m á s
modernos bombarderos como submari-
n o s atómicos, reducen su valor militar.
% % •
3 o
* . *
...
C A CCO C .
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' R i-( WoO S. (X u
/WvÓAtÁA ^3¿la a. ¿ó. u*.
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CL
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<LaM v e a .
31
U n a víctima de la ultraderecha guatemalteca
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Escenas diarias
e n las
calles
d e
Guatemala: frente
a las
fuerzas represivas
d e l
Gobierno,
la s
reivindicaciones
d e l
pueblo
3 2
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Guerrilleros
d e l a s
F.A.R. (Fuerzas Armadas Rebeldes),
q u e
operan
en e l
noreste
d e
Guatemala.
Eisenhower insistió
q u e s e
estaba desarro-
llando u n a influencia negativa c o n arreglo al
mismo proceso observado anteriormente e n
otros países. Cuarenta
y
ocho horas después,
e l
19 de
junio
de 1954, un
verdadero ejérci to
d e
mercenarios
y d e
exiliados, bajo
el
mando
del
coronel Carlos Castillo Armas, invadía Guate-
mala. L a C I A , como años después e n Playa
Girón o cuando e l derrocamiento de la Unidad
Popular e n Chile, e ra e l padre de la conspira-
ción.
E l hecho de que e l Partido Comunista, lega-
lizado durante
e l
fobierno
d e
Arbenz
con el
nombre d e Part ido Guatemalteco d e l Trabajo
( P G T ) y q u e e n l a s elecciones obtuviera dos
escaños
de los 56 que
componían
e l
parlamento
nacional, n o modificó el criterio d e Estados
Unidos.
« H a empezado la batalla
por
Guatemala»
El 19 de
junio
a la
madrugada
e l
canciller
guatemalteco, Guillermo Toriello, declaraba
q u e « h a
empezado
la
batalla
p o r
Guatemala.
E n
este momento
m i
país
h a
sido invadido».
E l
Depar t amen to
d e
Estado rápidamente intervie-
ne en e l
conflicto diciendo
q u e s e h a n
produci-
d o
levantamientos
e n
Puerto Barrios, Quezal-
tenango
y
Zacapa, pero
lo
cierto
e s q u e
cinco
m il hombres aramados, c o n apoyo d e barcos,
aviones y artillería, h a n invadido e l país desde
Honduras .
De l a s Islas Cordo, Honduras, h a n zarpado
barcos armados
c o n
contingentes invasores.
Aviones
n o
identificados, cuyos pilotos pueden
n o s e r ciudadanos guatemaltecos, c o n base en
algún país limítrofe, efectúan bombardeos para
desarticular l a s comunicaciones d e l gobierno
constitucional, destruyendo además depósitos
d e combustibles.
Simultáneamente comienza
u n a
campaña
in-
ternacional d e descrédi to: el Comité d e Guate-
maltecos exilados
e n
México, afirma
que en e l
Palacio Nacional de la capital guatemalteca e s-
t á n detenidos m il quinientos opositores, bajo la
custodia
d e
exilados españoles
de la
República,
lo s cuales s o n ti ldados d e rojos y se afirma q u e
per tenecieron a la «Cheka en Barcelona».
E l delegado guatemalteco en las Naciones
Unidas denuncia ante
el
Consejo
d e
Seguridad
e l
«criminal intento
d e
invasión».
Por su
parte,
e l representante soviético, Semyon Tsarapkin,
asegura q u e l a invasión e s patrocinada por los
Estados Unidos
y q u e
dicha intervención
p u e -
d e desembocar e n u n a trágica guerra civil.
Su colega norteamericano, Cabot Lodge, se
limita
a
contestarle
que l a
Unión Soviética
n o
debe meterse «en los asuntos d e este hemisfe-
33
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rio», reivindicando as í la vieja Doctrina M o n -
r o e .
Finalmente
se
aprueba
la
propuesta francesa
pidiendo
u n
alto
e l
fuego
y la
abstención
en la
contienda
de los
países
q u e
integran
las
Nacio-
n e s
Unidas .
E s
decir,
lo s
invasores
n o s o n c o n -
denados
y se
de ja
a l
gobierno
d e
Arbenz libra-
d o a s u s
propias fuerzas.
E n
cuanto
a la
Organización
d e
Estados
Amer icanos (OEA) ,
la
actitud
d e
varios países
(México, Argentina, Brasil, Cuba), induce
a
lo s Estados Unidos a aceptar e l criterio d e l g o -
bierno guatemalteco: n o desea q u e dicho orga-
nismo intervenga,
y a q u e e s
considerado «saté-
lite» de la política exterior norteamericana.
Mientras tanto,
lo s
diarios europeos,
uno de
ellos
el
madri leño
A B C ,
reconocen tácticamen-
te la
intervención nortamericana. Informan
q u e y a e l 2 4 d e
mayo
e l
Depar tamento
d e
Esta-
d o detallaba e l envío d e armas a Honduras y
Nicaragua,
c o n e l
argumento
d e q u e
ambos
e s -
tados estaban amenazados, p o r u n país de la
zona q u e había recibido pertrechos militares d e
Polonia
y
Checoslovaquia.
El 23 de junio el gobierno d e Arbenz infor-
m a a través de la radio « L a v o z d e Guatemala»
q u e l a s
fuerzas
q u e l e s o n
leales
h a n
lanzado
u n
contraataque general
y
asegura haber vencido
e n cuatro encuentros: Gualan, Puerto Barrios,
Bananara
y
Chiquimula.
« S e
causaron grandes
pérdidas
a l
enemigo
y
fueron capturadas gran-
d e s cantidades d e armas, material y camiones
cargados
d e
equipo.»
A n t e el avance e n algunos lugares de los in-
vasores e l gobierno decide distribuir armamen-
t o
liviano entre
los
militantes
d e l
Partido
A c -
ción Revolucionaria,
de la
Confederación
del
T r a b a j o
y
entre
lo s
campesinos
de los
alrede-
dores
de la
capital,
q u e s e h a n
beneficiaco
de la
reforma agraria. Pero
e l
gobierno tiene
u n T a -
l ó n d e
Aquiles: toda
la
aviación
d e
guerra
se ha
sublevado.
E l
canciller envía
u n
telegrama
a su
colega
argentino, Jerónimo Remorino, informándole
sobre e l ataque aéreo sufrido por l a ciudad d e
Chiquimula ,
q u e
indefensa sufre considerables
ba jas .
L e
solicita
q u e
Buenos Aires
le
exija
al
Co n se jo
d e
Seguridad
d e l a O N U q u e
ponga
f in a l
conflicto.
L o s
par lamentos
d e
Uruguay
y
Argentina
se
pronuncian
a
favor
de l
gobierno
legal
d e
Guatemala.
L a
misma capital
e s
bombardeada .
E l G o -
bierno t ra ta desesperadamente
d e
comprar
aviones.
Co n e s e f i n
despacha
u n a
comisión
a
México, pero
a
pesar
de la
simpatía
d e l Go -
bierno azteca, Estados Unidos logra impedir
q u e l a
operación
se
concrete.
E n l a s
Naciones Unidas,
la
URSS solicita
q u e
Guatemala asista
a la
reunión
d e l
Consejo para
q u e
exponga
su s
puntos
d e
vista, pero
lo s
Esta-
d o s
Unidos
se
oponen. Llevado
el
asunto
a vo-
tación, la moción soviética e s derrotada p o r
diez votos
a u n o .
Simultáneamente,
el
Senado
nor teamer icano ,
con l a
sola oposición
d e l
sena-
d o r
William Langer,
se
pronuncia
en
contra
d e
« la
intervención
d e l
comunismo internacional
en e l continente americano».
El 26 de junio, siete días después d e iniciada
la
lucha,
el
Gobierno manifiesta
q u e n o
puede
seguir resistiendo. En l a capital e l fuer te d e
Matamoros
e s
destruido
por l a
aviación rebel-
d e ,
como
a s í
también
la
guarnición
d e
Zapata,
e n donde explota el depósito d e municiones.
Chiquimula, luego
de se r
bombardeada desde
el
aire
y por l a
artillería,
se
rinde. Alentados
p o r
estos éxitos,
lo s
sublevados constituyen
u n
Gobierno paralelo ,
lo
cual
e s
anunciado
por l a
radio « L a V o z d e l Ejército».
E n u n a
carta enviada
a los
Gobiernos miem-
bros
d e l a O N U , e l
Gobierno
d e
Arbenz
e x -
presa
q u e « e s
importante para detener
los a ta -
ques, porque
lo s
Estados Unidos boicotean
la
venta
d e
aviones».
E l
Líbano, Dinamarca
y
Nueva Zelanda apoyan u n a moción soviética;
Francia
e
Inglaterra
s e
abstienene, pero
los Es -
tados Unidos vuelven
a
imponerse
c o n
cinco
votos.
S e
resuelve
q u e e l
problema
e s u n c o n -
flicto «interno».
L a
aviación sublevada
y la
creada
con l a ayu-
d a
norteamericana siguen haciendo estragos.
U n mercante británico d e 2.000 toneladas, e l
Springford,
e s
hundido
a l ser
alcanzado
p o r
tres bombas.
L a
ciudad capital vive horas
d e
horror desconocido. S u s má s d e 700.000 habi-
tantes
n o
saben cómo ponerse
a
salvo
de los
bombardeos y ametrallamientos.
Arbenz renuncia
El 28 e l
presidente Arbenz decide renunciar
a s u
cargo, para
e l que
fuera elegido
en las
elecciones generales
de 1950. En su
dramática
despedida
se
refiere
c o n
dureza
a la
«agresión
de la
United Fruit Company
y d e
otros mono-
polios
de los
Estados Unidos». Afirma
que la
invasión
h a
sido planeada
y
financiada
p o r
ellos
y que con l a
excusa
de la
supuesta infiltra-
ción comunista
l o q u e
buscan
en
realidad
e s r e -
cuperar
s u s
privilegios.
L e
dice
al
pueblo
q u e
seguirá «combatiendo por su patria y por la de-
mocracia hasta
e l f in ;
pero
q u e n o
quiere
q u e
ello
sea a
costa
de la
destrucción
de su
patria.
Y e s o
ocurrirá
si
seguimos combatiendo».
Arbenz
le
entrega
e l
Gobierno
al
coronel
Enrique Carlos Díaz, jefe
de las
Fuerzas
A r -
madas.
E l
nuevo Gobierno promete
q u e
enca-
bezará
la
lucha «sin desmayo contra
el
inva-
sor».
E l
Gabine te
e s
reorganizado, incluyendo
a oficiales, y se dispone decretar —recién a h o -
r a — e l estado d e sitio e i todo e l país. Este
cambio n o satisface al Gobierno norteamerica-
n o , q u e a través d e l p a . : tmentario John C .
Dreier dice q u e « e n l a s circunstancias actuales
3 4
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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offi
4 5? - ;• *
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¡y' - v ' '
E L E J E R C I T O l E
G U T E M L
r .
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*
A L S E R V I C I O D E L
P U E B L O
El Ejército, fuerza represiva al servicio d e l o s grandes intereses económicos d e Estados Unidos y sostén de la oligarquía guatemalteca.
35
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Soldados d el ejército guatemalteco montando guardia ante la s urnas, depositadas ante la Oficina Electoral de la capital. Pronto comen-
zará el recuento d e vot os q u e n o traerá ninguna sorpresa a la viciada política nacional.
parece
m u y
importante
q u e p o r
ahora
n o
ceda-
m o s e n nuestros esfuerzos. . .».
El 30 de junio se imponen los derechistas. L a
Junta Militar presidida p o r Díaz, dimite y es
reemplezada p o r otra, cuyo jefe es e l coronel
Elfego Monzón. U n a d e s u s primeras medidas
es la
destitución
de la
Administración pública
d e toda persona sospechosa de se r izquierdista.
E n pocas horas cientos d e hombres, mujeres y
niños buscan asilo en las embajadas . En la de
México llegan a ser 560.
Monzón y Castil lo Armas, e l jefe de los inva-
sores, comienzan la s negociaciones. Este últi-
m o s e niega a disolver su «ejército» y exige e n -
t rar en la capital al mando de los sublevados.
Cuando llega lo hace a bordo d e u n avión de la
Embajada nor teamericana.
John Foster Duller, e l polít ico norteamerica-
n o q u e patrocina u n a política d e fuerza, expre-
sa
satisfecho
q u e
«América
se ha
librado
de un
gran peligro».
El 6 de junio el nuevo Gobierno decide r o m -
p e r todo tipo d e relaciones con las organizacio-
n e s
españolas
en e l
exilio, obligando
al
repre-
sentante
de la
República española, Antonio
d e
Sugadi, a dejar e l país. Declara personas n o
gratas
a
todos
lo s
españoles anti-franquistas.
Desde enero de 1945 , Guatemala reconocía co -
m o
representación exclusiva
d e
España
a l Go -
bierno republ icano
en e l
exilio.
36
E l
censo oficial
de 1965
demuestra
que l a s
reformas sociales d e Arévalo y d e Arbenz eran
e l
objet ivo verdadera
de la
invasión:
e l 2 por
100 de las
haciendas ocupaban
e l 63 por 100 de
la s
tierras, mientras
que e l 76 por 100 de l nú -
mero total de las fincas ocupaban e l 19 por 100
de la
extensión
d e
tierra cultivable,
c o n u n p r o -
medio inferior a d o s hectáreas p o r unidad. Y
h a y q u e
tener
e n
cuenta
que e l 75 por 100 de
lo s guatemaltecos s o n campesinos. Para impo-
n e r
esta situación
d e
explotación,
la
represión
h a sido y es la característica d e l país.
U n
e j emplo
e s p o r
demás ilustrativo:
en
mayo de 1978 e l ejército asesinó a má s d e cien
indios para arrebatarles su s tierras. L o s asesi-
nados, entre lo s cuales había mujeres y niños,
se dirigieron a la ciudad d e Panzós para recla-
m a r p o r s u s
tierras.
D o s
días antes
d e q u e l l e -
garan , lo s soldados ya habían cavado u n a fosa
común para todos ellos.
D o s millones de dólares
para Reagan
E l presidente Romeo Lucas García n o sólo
dirige personalmente e l genocidio. Cuando la
campaña electoral
d e l
Partido Republicano
d o -
n ó d o s
millones
d e
dólares para
e l
t r iunfo
d e
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Reagan. Según
e l
periodista Elias Barahona,
u n izquierdista q u e s e infiltró en e l Gobierno , y
luego huyó, «Lucas García se ha visto alentado
p o r e l
candidato republicano, quien
el 21 de
abril último le dijo q u e aprobaba su política y
le
instó
a
resistir
u n
t iempo
m á s
hasta
que l l e -
garan
lo s
republicanos
al
poder
en los
Estados
Unidos». Y agrega: «Reagan prometió a L u -
cas... apoyo militar, logístico
y
económico.»
Du ran te e l Gobierno demócrata d e Cárter,
e l
Gobierno norteamericano suspendió
su ayu-
d a
militar, pero inmediatamente Israel, Argen-
tina, Chile
y
otros países acudieron
e n
ayuda
de l a
dictadura guatemalteca.
To d o
e l
equipo norteamericano
q u e s e
dejó
d e
enviar
h a
sido proporcionado
p o r
Israel.
Barahona contabilizó la entrega d e 50.000 fusi-
l e s
«Gelil»,
15
aviones
d e
transporte «Arava»,
5
helicópteros,
1 .000
ametralladoras,
u n
millón
d e
cartuchos
y 100
ametralladoras
d e
trípode,
todo ello
d e
fabricación israelí.
E n
Argentina
y
Chile docenas
d e
oficiales
d e l ejérci to y policía d e Guatemala s o n entre-
nados e n técnicas d e interrogatorio y e n tácti-
c a s d e represión.
man i f i e s t a la disconformidad. Actualmente
existen cuatro movimientos
q u e h a n
tomado
la s
armas contra
e l
Gobierno
y
tratan
d e
coor-
dinar
s u s
esfuerzos.
L a s
Fuerzas Armadas
R e -
beldes (FAR) ,
e l
Ejército Guerrillero
de los
Pobres (EGP) , la Organización d e l Pueblo e n
Armas (ORPA)
y e l
Partido Guatemalteco
del
Trab a jo ( P G T ) h a n manifestado q u e esta es su
intención.
Otra de l a s respuestas a la dictadura h a sido
la
formación
d e l
Frente Democrático contra
la
Represión, cuyo principal objetivo
e s
denun-
ciar «por
lo s
medios
a
nuestro alcance todos
los
actos represivos
q u e s e
cometan
en
contra
d e
cualquier sector popular
y
democrático.. .».
Este frente está constituido
por e l
Comité
N a -
cional
d e
Unidad Sindical,
la
Central Nacional
d e Traba jadores , la Central Nacional d e T r a -
bajadores
d e
Occidente,
la
Central Nacional
d e
la
Costa
Sur , l a
Federación Nacional
d e
Obre-
r o s d e l Transporte, diferentes movimientos e s -
tudiantiles
y d e
profesionales,
e l
Partido Socia-
lista Democrático y otras organizaciones.
L a batalla p o r Guatemala n o h a termina-
d o .
H . A . R .
y
R.L.S.
Epílogo
L a
represión
se ha
generalizado
de t a l
mane-
r a q u e e l obispo de la diócesis d e E l Quiché,
monseñor Juan Gerardi Conedera, presidente
de l a
Conferencia Episcopal
d e
Guatemala ,
d e -
cidió c o n l o s sacerdotes y religiosos de la dióce-
s is
cerrar
la s
iglesias
y
suspender
la
celebración
pública
d e l
culto
y , en
general,
d e
todas
las ac-
tividades parroquiales. Señalan
en un
docu-
men to
q u e « e l
presente
a ñ o d e 1 9 8 0 h a
sido
u n
calvario para
e l
pueblo católico
d e l
departa-
mento».
Periodistas como Irma Flaquer,
lo
paga
c o n
su
«desaparición»; dicen
q u e « l a
represión
q u e
estamos sufriendo ahora
es la
peor
en la
histo-
ria del país. Pensar es el peor crimen q u e u n o
puede cometer . . .
E l
Gobierno
h a
asesinado
e n
lo s
primeros seis meses
de 1980 a
unas 12.000
personas».
E l
genocidio
n o s e
expresa sólo
en la
tortura,
e l asesinato. D e cada cien niños nacidos en el
campo, diez mueren antes d e l primer a ñ o . E l
promedio general
d e
vida
e s d e
cuarenta
y c in-
c o
años.
El 81 por 100 de la
población infantil
sufre desnutrición
y
sólo
h a y u n
médico
p o r c a -
d a 25.000 habitantes. L a mitad de los niños n o
tienen acceso
a las
escuelas.
Más de l 70 por 100
de los adultos n o saben leer. Sólo e l 18 por 100
de la población económicamente activa tiene
ocupación estable.
S e
descubren cementerios
clandestinos,
e tc .
Pero
la
población resiste esta situación.
E n
la s
universidades, fábricas,
en los
campos
se
El general Aníbal Guevara, el candidato oficialista d e l F.D.P., q u e
parece
ser e l
candidato
c o n
mayor «ventaja»
e n las elecciones
de
marzo d e 1 9 8 2 , y a l q u e s e atribuye un 38 por 100 de los votos e n
todo e l país. S u des ignación a la presidencia h a sido ya impugna-
d a p o r i o s
restantes candidatos
a la
presidencia, acusando
d e
«amañados»
lo s
cómputos electorales...
37
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Italia tras
la
la
ocupación
de la s
fábricas
Rafael sín
Edualdo Casanova
«El». (Caricatura d e Galantara.)
Fracaso de un
triunfo
A N D O la I t a l i a d e
1 9 1 9 a ú n n o h a
cele-
brado
el
cincuenta
a n i -
versario
de su
nacimiento
c o -
m o estado unitario acaba d e
p o n e r
f i n a u n a
guerra victo-
riosa sobre Austro-Hungría. E l
viejo imperio de los Ausburgo,
e l enemigo histórico de la I ta-
l i a de l resurgimiento, se ha
hundido; pero esta victoria y el
desmoronamien to d e l enemigo
tradicional van a reportar esca-
s a s sat isfacciones a la Italia
postbélica. Ni los que desearon
la
guerra,
n i los que se
opusie-
r o n a
ella,
van a ver su
conclu-
sión como
u n
triunfo; para
unos supone la desilusión, para
o t ros la ruina.
Italia interviene en la Prime-
r a
Guerra Mundial comenzado
ya e l conflicto, y, en contra d e
todo
lo
posible,
lo
hace junto
a
la s potencias aliadas. L e arras-
t ra a esta decisión u n sector d e
su clase política conservadora,
inducida p o r e l gran capital in -
dustrial, c o n e l apoyo d e u n a
minoría nacionalista d e claros
visos imperiales
y ,
además,
con la anuencia de la corona.
E l
primer ministro, Salan-
d r a . y e l ministro d e l Exterior,
Sonnino, firman
e n
Londres,
e l 26 de abril de 1915 . un pacto
secreto en e l que se compro-
metían a declarar la guerra a
Austro-Hungr ía en el plazo d e
u n m e s . D e nada sirve que la
mayoría de la nación esté e n
contra de la intervención: las
voces
d e
pacifismo
e
interna-
cionalismo lanzadas
p o r
cató-
licos
y
socialistas
s o n
acalladas
p o r l o s gritos de los nacionalis-
tas; a la cabeza d e éstos, y en
la s
manifestaciones
q u e s e s u -
ceden a lo largo d e l m e s d e s -
mayo,
u n
hombre ambicioso,
u n t ránsfuga d e l socialismo:
Benito Mussolini.
Cu an d o la guerra concluya,
Italia, gracias al pacto d e L o n -
dres , ob tendrá
el
Trientino,
Trieste
e
Istria; además, podrá
e jercer
su
influencia sobre
A l -
bania
y
apropiarse también
d e
la
mayor parte
de las
islas
del
litoral dálmata. Asimismo s e
h a
hablado
d e
posibles
c o m -
pensaciones e n Afr ica y Asia
Menor .
E l
«irredetísmo»
se ha
c o n v e r t i d o e n imp er i a l i smo
descarado
y se
descubre
así la
oculta intención de la minoría
q u e
había precipitado
a la na-
ción a la catástrofe d e l a g u e -
r r a .
E n 1 9 1 9 , Italia se reúne e n
Versa l les
c o n l a s
otras tres
g ran d es p o ten c ia s v en ced o -
r a s : Francia, Inglaterra y E s -
tados Unidos. Pero las cosas
h a n
cambiado mucho desde
el
año 1915: los aliados y a n o n e -
cesitan
d e l
«hermano pobre»
i t a l i a n o ; l a s p r o m e s a s d e l
Pacto
d e
Londres (hecho
p ú -
blico
a
raíz
d e l
descubrimiento
llevado
a
cabo
p o r l o s
bolche-
viques
e n l o s
archivos secretos
d e l Ministerio d e Asuntos E x -
teriores zarista)
s e
someten
a
revisión. E l imper io d e l o s
Ausburgo
h a
desaparecido,
y
en su
lugar aparece
u n
mosai-
c o d e
nacionalidades
q u e l u -
chan
p o r s u
integridad territo-
rial. E n l a Conferencia d e Pa z ,
e l presidente de los Estados
Unidos, Wilson, apoya firme-
38
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Obreros
de la
fábrica
d e
automóviles «Lancia»,
e n
Turin, ocupada
por
ellos
e n
septiembre
de 1920 .
mente estas aspiraciones. Fren-
te al
nacionalismo italiano
se
alza ahora
el
nacionalismo
y u -
goslavo. Istria
y
Triestre
so n
recuperados
p o r
Italia, pero
n o
la s islas d e l litoral dálmata, ni
Fiume; además,
n o
recibe
n i n -
guna compensación colonial
ni
e n
Africa
ni en
Asia Menor.
L a delegación italiana, encabe-
zada
p o r e l
primer ministro,
Orlando, abandona airada
la
Conferencia de Paz de^ París.
D e
nada servirá; Italia, necesi-
tada de l a importación d e m a -
terias primas
d e su s
aliados,
se
verá obligada
a
firmar
e l
trata-
d o d e p a z e n junio de ese mis-
m o a ñ o .
L o s nacionalistas veían así
escatimadas buena parte
de sus
aspiraciones; l o s q u e habían
llevado
a
Italia
a la
guerra
s a -
lían d e ella defraudados, h a -
blando
d e u n a
«victoria mutíla-
la». . . ; pero toda
la
nación salía
d e
ella arruinada; cinco millo-
n e s d e
inmovilizados, setecien-
t o s m i l muer tos , u n millón d e
heridos, seiscientos
m il
prisio-
neros, ochocientas ochenta
mil
deserciones
y
tres años
d e g u e -
r ra es e l
saldo
d e e s a
aventura,
y n o s pone e n antecedentes d e
m á s profundas consecuencias.
La ruina
de la pequeña
burguesía
Italia, menos rica
q u e su s
aliados, había sufrido, pues,
hondamente lo s efectos de la
guerra.
U n
país
de 36
millones
d e
habi tantes ,
c o n u n
déficit
permanente
en su
balanza
d e
pagos , pal iado só lo p o r l a
cons t an t e hemor rag i a
de la
emigración
y por los
ingresos
d e l
turismo,
n o
estaba capaci-
tada para enfrentarse
a u n a
larga contienda.
L o s
gastos
de l
Estado habían pasado
d e
2.500
millones
d e
liras
en 1914, a ca-
si
40.000 millones
en el 18. La
emisión
d e
deuda pública,
el
recrudecimiento
de los
impues-
tos y la
inflación ayudaron
a fi-
nanciar
las
campañas.
Con l a
l legada de la paz y la supresión
d e l
control
d e
cambios,
la
lira
se
derrumba.
E n 1920 se
nece-
sitan
2 8
liras para comprar
u n
dólar, cuando e n agosto del 14
esto mismo
se
podía hacer
p o r
cinco liras.
C o n l a
deprecia-
ción viene
la
ruina
de los pe-
queños propietarios;
s u s a h o -
rros s e esfuman y los bonos d e
guerra n o valen nada. L o s f u n -
cionarios
y
aquellos
q u e
perci-
b e n
pensiones estatales
v e n
disminuir
su
capacidad adquisi-
tiva
y
degradarse
su
«status»
social.
A
esto
h a y q u e
añadir
la desmovilización d e m á s d e
160.000 oficiales
q u e ,
después
d e
haber pasado tres años
en el
f rente ,
s o n
licenciados forzo-
s o s ; d e
procedencia burguesa
y
pequeño-burguesa, pasan a u -
ténticas dificultades económi-
c a s y so n
insultados
en la
calle
p o r l o s
obreros,
q u e l o s
consi-
deran responsables
de l a gue-
r r a . D e
entre estos hombres
(pequeños propietarios arrui-
nados, funcionarios, oficiales
s in empleo), desilusionados d e
lo s
resultados
d e u n a
guerra
q u e tantos esfuerzos Jes ha cos-
t ado , e s d e donde v a n a nutrir-
se los
primeros cuadros
de l fas -
cismo.
39
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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En las e lecc iones d e noviembre de 1919 e l partido socialista italiano obtuvo casi el 30 por
ciento de los votos y consiguió 156 escaños en el Parlamento.
L a s esperanzas
del campesinado
Utal ia e s todavía en el 18 un
país fundamentalmente agríco-
l a . U n 55 po r 100 de l a pobla-
ción vive de la tierra, pero ésta
n o e s m u y fértil; sólo un 20 por
1 0 0 d e l
territorio nacional, casi
todo él localizable en el Norte,
e s
rentable. Este
es uno de los
factores a tener e n cuenta a la
hora
d e
explicar
el
desequili-
br io Norte/Sur . Esta t ierra
agreste, cult ivada durante si-
glos, casi agotada, sufre u n r e -
p a r t o de la propiedad verda-
deramente in jus to: de los 22
millones d e hectáreas cultiva-
d a s , 1 8 pertenecen a 500.000
familias, mientras q u e l a s otras
t r e s s e r e p a r t e n e n t r e
4.500.000 pequeños propieta-
rios. E l pequeño labrador y el
bracero s e confunden y forman
masa conjunta en e l mar de l
lat ifundio. E l campesinado h a
consti tuido e l grueso de la in-
fantería i tal iana,
la
cual
ha si -
d o sacrificada e n inútiles a t a -
ques frontales contra
el
enemi-
g o ; para q u e realizase este e s -
fuerzo se le ha p romet ido la
t ierra, sobre todo cuando el es-
pectro
de la
defección
e n
¡nasa
h a recorr ido la s filas d e eiérci-
t o .
A l llegar l a paz , l os campesi-
n o s s e encuentran con que l as
promesas
s e h a n
olvidado;
les
esperan , p o r e l contrario, los
salarios
d e
hambre
o el
paro.
M á s d e 200.000 desempleados
se
contabilizan
en el
agro
i t a -
l iano durante el año 19, s in
contar
l o s q u e
sólo tienen
t r a -
b a j o d e t emporada . E l proble-
m a e s
especialmente grave
e n
la zona meridional, pues e s allí
donde
el
latifundio está
m u y
ex tend ido y donde sigue preva-
leciendo la figura d e l «padro-
n e » .
S in embargo , la promesa d e
la reforma agraria no se había
hecho e n balde: los campesi-
n o s t ienen hambre d e tierras, y
as í en e l año 19 se desata u n a
oleada d e ocupaciones de t i e -
rras e n baldío.
L o s pequeños labradores y
lo s braceros, encuadrados casi
todos ellos en l as «ligas rojas»
(dirigidas p o r e l Partido Socia-
lista)
y en las
«ligas blancas»
(alentadas p o r e l Partido P o -
pular ,
d e
inspiración católica),
invaden
la s
t ierras
de los
gran-
d e s
propietar ios . . . ;
así , la
vieja
e s t r u c t u r a d e l a p ro p i ed ad
agraria
se
tambalea.
El crecimiento
y los problemas
de la gran
burguesía
L a
indust r ial ización l legó
tarde
a
Italia
y el
capitalismo
i ta l i ano suf r ió en tonces l as
con t rad icc iones inheren tes
a
este retraso. Propiciado
por la
protección estatal y dinamiza-
d o p o r l a inversión extranjera,
el «desepegue» no se efectúa
hasta la última década del s i -
g l o x i x . Concen t rac ión g e o -
gráfica en la zona Norte ( e n
to rno a l triángulo Milán-Géno-
va-Turín) , concentración de l
capital y gigantismo precoz son
algunas de l as características
d e l desarrollo industrial italia-
n o , q u e
hab iendo quemado
etapas y n o estando todavía
consol idado,
ya ha
en t rado
e n
l a e r a d e l Imperialismo.
L a burguesía, débil , pero
agresiva,
s e
t iene
q u e
enfren-
t a r a u n doble enemigo: el ca-
pitalismo agrario,
q u e
mono-
poliza e l poder político y el na-
ciente proletariado. En e l año
14, cuando la existencia de la
burguesía ya ha sido cuestiona-
d a p o r u n poderoso movimien-
t o obrero, ésta todavía no ha
4 0
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alcanzado
su
mayoría
d e
edad
y aún no ha
tenidos
s us
opor-
tunidades en el poder. Ambas
cosas
las
conseguirá durante
la
guerra
y la
postguerra. Intere-
sada
en la
intervención,
es la
única clase
que va a
salir bene-
ficiada
de la
contienda.
L o s
pedidos estatales
se
multipli-
can ; y la
producción
d e
hierro
y acero pasa d e 200.000 a un
millón
d e
toneladas
a l año .
Empresas como la FIAT d o -
blan su capital; se crean gran-
d e s
«cartels» ligados
al
capital
financiero (como ILVA,
d e -
pendiente
de la
Banca Comer-
ciale,
o
ANSALDO, unido
al
Banco Disconto).
Italia sale de la guerra con
u n
capitalismo fortalecido,
p e -
ro
preso
d e u n a
debilidad
es -
tructural. Necesidad d e finan-
ciación, reestructuración
de las
industrias bélicas, finalización
de un
período
d e
fáciles bene-
ficios, escasa participación
en
el poder, miedo a la revolu-
ción, e tc . , son los principales
p r o b l e m a s q u e amargan e l
triunfo
d e l
gran capital. Urge
encontrar
u n a
salida política
a
esta situación:
la
gran burgue-
sía la
hallará
en el
fascismo.
La crisis
política
Italia, monarquía parlamen-
taria, e n teoría, desde la Unifi-
cación, vive
las
últimas déca-
d a s d e l siglo pasado en un au-
téntico divorcio entre el país
real
y e l
país legal. Gobernada
p o r
políticos conservadores
y
empiristas ligados al capitalis-
m o agrario, apenas cuenta con
algún estadista d e talla. C o n
una ley
electoral
q u e
favorece
el
caciquismo
y
margina
la vo-
luntad popular, llega
a
princi-
pios
d e
este siglo
con un
parla-
mento dominado
p o r u n h o m-
b r e d e
gran altura política:
Giolitti, liberal, astuto
y ma-
niobrero,
q u e
logra aglutinar
e n
torno
a su
persona
a los
deslabazados grupos parlamen-
tarios.
Su
particular manera
d e
hacer
va a dar
nombre
a un
época:
«la era
Giolitti.»
A l terminar la guerra la si-
tuación política cambia: tiene
q u e
cambiar.
Y a n o
sirven
las
camarillas parlamentarias para
gobernar
un
país
en el que las
masas h a n sido movilizadas
p o r m o r d e l conflicto. Apare-
cen en
escena auténticos parti-
d o s
políticos, como
el
Popular.
Fundado
p o r u n
sacerdote sici-
liano, Luigi Sturzo, pretende
aglutinar
en sus
filas
al
podero-
s o
movimiento católico italia-
no . Co n él se interrumpe la
política
d e
boicot, seguida
por
la Santa Sede respecto a l nue-
vo
estado nacido
de la
Unifica-
ción.
En 1919 se
proclama
una
nueva
ley
electoral basada
en
la
representación proporcional
p o r listas: se rompe así con el
electoralismo personalista d e
la
época anterior.
L as
viejas
camarillas liberales entran en
crisis.
L a s
elecciones
del 19
s o n u n a
auténtica sorpresa:
172 escaños para el PSI y 101
para el Partido Popular sobre
los 509 con que
cuenta
la Cá-
mara. L o s ganadores h a n sido
los
partidos
d e
masas
q u e d es -
hancan ahora
a las
viejas
p e r -
««Guardias rojos»» empuñando l a s armas ante lo s locales d e u n a fábrica d e Milán, ocupada p o r l o s obre ros e n s ep t i em bre de 1920
41
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sonalidades políticas. E n c o n -
creto,
e l
ganador
h a
sido
el
P S I , e l partido mayoritario d e
la clase obrera.
El movimiento
obrero
y
el socialismo
italianos
L a interrelación d e d o s f ac -
tores fundamentales,
«II
Risor-
gimiento» nacional y el atraso
económico , cont r ibuyeron
a
dar le a l movimiento obrero
italiano su carácter particular.
E n lo s d o s
primeros tercios
d e l siglo x ix l a actividad de las
minorías ilustradas, q u e viven
la renovación y e l cambio p o r
influencia exterior, se centra e n
el
problema patriótico
de la
Unificación. Incluso para los
m á s radicales teóricos d e l c a m -
b i o social, como Psicane, s e
confunde
la
cuestión nacional
y la lucha d e clases.
L a s ideas de la Primera In -
ternacional entran e n Italia d e
manos
d e l
propio Bakunin.
p e -
r o n o cuajan sino como un
conglomerado d e radicalismo
populista al servicio d e l nacio-
nalismo: buen ejemplo d e ello
es la integración en los círculos
internacionalistas d e hombres
como Mazzini
y
Garibaldi.
Tampoco existen condicio-
4 2
I »
Antonio Gramsci (1891-1937).
n e s
para
q u e s ea d e
otra
m a -
nera, pues el atraso económico
en e l que se ve sumida Italia
diferencia su proceso unifica-
d o r d e l seguido p o r Alemania,
e n donde la industrialización
acelerada durante las décadas
d e l 70-80 posibilita u n a clara
delimitación ideológica entre
burguesía
y
proletariado,
y el
nac imien to d e u n poderoso
movimiento obrero. E n este
mismo período, e n Italia toda-
v ía n o
podemos hablar
de in -
dustrialización. El 80 por 100
de la
población depende
del
agro; e l desarrollo urbano e s
escaso. Aunque
lo s
fundamen-
t o s socio-jurídicos d e l antiguo
régimen
h a n
sido destruidos,
buena parte
de su
estructura
económica permanece intacta,
sobre todo, es obvio decirlo,
en e l Sur .
L a s «clases populares» están
formadas p o r d o s estratos m á s
o menos bien definidos: una
pequeña burguesía urbana
y
rural ligada a l artesanado y al
minifundio, d e filiación radical
y q u e h a sido la base d e l movi-
miento «resorgimental»,
y un
lumpemproletariado urbano e n
unión a u n campesinado sin
t ierras, q u e c o n escasa —por
n o decir nula— conciencia p o -
lítica, se encuentra constante-
mente e n lucha por la subexis-
tencia. L a suma d e este c o n -
glomerado
co n u n a
auténtico
proletariado que va a ir apare-
l*Uuto IM
La po r t ada d e «Avant i » conmemorat iva de l 1® de Mayo de 1922 . Más tarde, el fasc ismo
sus t i t uyó e l 1.® d e Mayo p o r e l «Natalicio d e Roma»...
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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ciendo poco a poco en la Italia
d e l
Norte,
van a ser la
base
del
movimiento obrero italiano e n
s u f o r m a c i ó n . M o v i m i e n t o
obrero
que va a
aparecer fuer-
temente teñido d e anarquismo
y
jacobinismo
en sus
primeras
manifestaciones, presentándo-
se como u n caso particular en
e l
co n ju n to
d e l
movimiento
obrero europeo.
L a
nueva clase
n o
alcanza
la
mayoría
d e
edad hasta
que no
aparece como u n a opción polí-
tica definida, y esto n o sucede
hasta
la s
últimas décadas
de l
siglo.
P o r
convocatoria
de los
círculos obreros milaneses se
reunió
en
Varesse
el
Primer
Congreso Nacional d e T r a -
bajadores.
E l
octavo
d e
estos
Co n g reso s , el ce l eb rad o e l
agosto de 1892 en Génova, d a
a luz al
Partido
de los
Traba ja-
dores Italianos,
que s e
adheri-
rá a la Segunda Internacional,
fundada
en el 89. En su
Tercer
Congreso,
en
Parma
en 1895,
adoptará
de un
modo definiti-
vo e l
nombre
d e
Partido Socia-
lista Italiano. Con e l Congreso
d e Génova se había operado la
teórica división entre socialis-
m o y anarquismo, si bien e s
cierto q u e también las dos ten-
dencias,
en
unión
al
radicalis-
m o , seguirán conviviendo en el
seno d e l nuevo partido, impri-
miéndole un carácter m u y c o n -
creto.
L a s d o s
primeras décadas
de l
socialismo italiano discu-
rren p o r u n a doble vertiente:
la de la consolidación e im-
plantación material
y la de la
clarificación ideológica. Coin-
cidiendo con e l arranque de la
industrialización,
el PSI se
afir-
m a
como
una de las
primeras
formaciones políticas
d e l
país,
llegando
a
tener
en el año 14,
5 3
diputados
en la
Cámara ,
a
pesar
de una ley
electoral
a d -
versa.
En e l plano ideológico sufre
en sus
filas
la
influencia
del re-
visionismo bresteiniano, defi-
niéndose en una de sus alas,
encabezadaspor Turati, clara-
mente p o r esta postura refor-
mista.
A raíz de la agresión impe-
rialista italiana contra Libia
(1910-11),
e l
partido
se
inclina
por e l internacionalismo frente
a la defensa de los «intereses
nacionales».
C o n esta postura clara el PSI
l lega
a la
Pr imera Guer ra
Mundial, sin poderla evitar. A
lo largo de todo el conflicto
mantuvo
u n a
postura evasiva
sin
participar
en los
gabinetes
d e Unidad Nacional, como los
socialistas
d e
otras naciones,
pero tampoco
se
opuso
con f i r -
meza a la contienda.
El PSI fue uno de los pro-
motores
de las
conferencias
in-
te rnac ional i s tas
d e
Z immer -
wald
y
Kienthal,
en las
cuales
lo s socialistas contrarios a la
guerra intentaron
de un
modo
simbólico mostrar
su
rechazo
a l colaboracionismo interven-
cionista de la mayoría del so-
cialismo europeo.
E l año 17 y
e l tr iunfo de la revolución d e
octubre en Rusia señalan un
p u n t o d e r e f l e x i ó n en la
trayectoria seguida
por e l so-
cialismo italiano.
L o s
ánimos
se exaltan, la oposición a la
guerra
se
intensifica
y el
parti-
d o ,
teóricamente, sino
de he-
cho , s e
divide.
El f in de la gue-
r r a llega, pues, para e l proleta-
riado envuelto en una secuela
d e
miserias, pero cargado
de
esperanzas revolucionarias.
La esperanza
de la revolución
L a situación en Italia a l t e r -
minar
la
guerra
e s
explosiva;
la
inestabilidad social y política
ofrecen
la
perspectiva
de un
cambio radical; e n este maras-
m o e l PSI se
muestra como
u n a
poderosa alternativa
de re -
cambio frente a la débil y con -
tradictoria estructura
de l
poder
burgués.
Y es en
esta sitúa-
por tada d e u n a edición musical dedicada a la «Marcha sobre Roma»», libreto y música
d e Mario Moretti.
L A
H R C I
TTAFCIO
MORETTI
43
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ción,
q u e
podríamos calificar
d e
prerrevolucionaria, donde
e l socialismo italiano va a mos-
t rar
su
grandeza
y sus
limita-
ciones.
Tras la elecciones del 19 el
P S I
cuenta
con la
mayoría
re -
lativa de la Cámara; a los 172
diputados electos
hay que aña -
d i r l o s más de 2.000 municipios
c o n alcaldes socialistas, las 36
diputaciones provinciales c o n -
t roladas
po r é l . Más de
3.000
secciones en todo e l país dan al
part ido u n a infraestructura só-
lida
y , po r
último,
el
control
de la
mayoría
d e l
movimiento
o b r e r o e n c u a d r a d o en la
CGIL, central sindical mayori-
taria
d e
influencia socialista,
q u e h a
p a s a d o
d e
321.000
m i e m b r o s en e l año 14 , a
2.150.000
en 1919.
Pero esta
fuerza real debe
s e r
relativiza-
d a
teniendo
e n
cuenta
su in-
coherencia política. El PSI es
incapaz
d e
atraerse determina-
d a s
capas
de la
población;
n o
cala entre la pequeña burgue-
s í a , que l e acusa d e antipatrio-
tismo. Tampoco llega
a
pene-
trar profundamente en e l cam-
pesinado, que lo ve como el
«partido de la ciudad», y su
anticlericalismo radical
lo
aleja
de los católicos; pero su mayor
debilidad radica en su deso-
rientación política
y en su
divi-
sión.
L a R e v o l u c i ó n r u s a h a
abierto
u n a
profunda brecha
en t re
el ala
reformista encabe-
zada p o r Turati y la mayoría
d e l partido. U n a enécdota re -
cogida
p o r
Chabod
n o s
pone
e n
antecedentes
de lo que s ig-
nifica este enfrentamiento: e n
u n a
reunión
de l
partido
en la
q u e
Turati —uno
de los
padres
d e l
PSI— hablaba
de la gra-
dual transformación de la so-
ciedad hasta alcanzar
e l
socia-
lismo,
u n a v o z d e
entre
el pú-
blico gritó:
« E
tro ppo lungo »
Turati le contestó si conocía
u n a
forma
m á s
breve
d e
acce-
de r a é l ;
toda
la
sala prorrum-
p ió en
gritos
de «la
Russia,
la
Russia, viva Lenin».
E l
grueso
de la
organiza-
ción, encabezado
p o r
Serrati,
está por la dictadura de l prole-
tar iado y el modelo d e revolu-
ción soviética;
así lo
afirma
en
e l
Congreso realizado
en
Bolo-
nia el 5 de octubre del 19. El
partido promete a las masas
exaltadas
la
revolución, pero
no la prepara. Sólo d o s peque-
ñ o s
núcleos, nacidos
en
torno
a dos
periódicos,
se
preocupa-
ban en e l
seno
de la
organiza-
ción
po r l o s
problemas
t eó -
rico-prácticos de la toma del
poder:
el
grupo
d e
Amadeo
Bordiga, creador
de «II So-
viet», q u e opera en la zona d e
Génova, manteniendo u n a p o -
lítica untraizquierdista
d e
esci-
sión en el partido y abstencio-
nismo electoral, y el mucho
m á s
comedido grupo turinés
e n c a b e z a d o p o r A n t o n i o
Gramsci, creador de l periódico
« L '
Ordine Nuovo»,
que s e
preocupa
por la
formación
d e
soviets
o
consejos
d e
fábrica,
a l margen de los sindicatos d o -
minados
por e l
reformismo.
El año 20 se
presenta como
u n a ñ o decisivo, la agitación se
extiende por e l campo y los
centros industriales, Italia
al-
canza
el
mayor índice
d e c o n -
flictividad d e toda Europa. E l
PSI va a enviar u n a nutrida re -
presentación
al
segundo
C o n -
greso
de la III
Internacional.
E n jun io , en un manifiesto
c o n j u n t o PSI y C G I L , h a n
proclamado:
« L a
crisis burguesa
se
acele-
ra y está próximo el choque
entre burguesía y proletaria-
d o . »
En e l
mismo
mes la
sedición
prendió en las filas de l ejérci-
t o ; en Ancona tropas prepara-
d a s
para
s e r
enviadas
a
Alba-
nia se
amotinan, siendo dura-
mente reprimidas. Toda esta
agitación no e s canalizada por
ninguna dirección política.
E l
PSI no
coordina
ni
prepara
la
toma d e l poder, sólo proclama
q u e debe hacerlo.
L a
burguesía temerosa,
se
El Ministerio Facta. (D e izquierda a derecha: e l p re s iden te d e l Consejo—Luigi Facta— es e l s egundo s en tado ; a s u izquierda, Amendola.)
4 4
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L o s fasc is tas en t ran e n Roma p or la v ía Nomentana .
organiza;
el 7 de
marzo tiene
lugar
la
Primera Conferencia
de los
Industriales Italianos;
se
pone
as í en
funcionamiento
la
Confindustria, frente único
d e
la
gran burguesía,
que va a in-
tentar oponerse de un modo
compacto a las aspiraciones d e
los
trabajadores. Pero
los mé-
todos seguidos por e l gran ca-
pital para conjurar la revolu-
ción pertencen
a
otra época:
radican todavía e n cambios d e
gobierno . Vuelve
a l
poder
Giolitti,
el
viejo brujo
de la
política italiana de f in de siglo;
la
burguesía cree
q u e
sabrá
h a -
c e r frente a la situación.
E l enfrentamiento entre b u r -
guesía
y
proletariado está
p e r -
fectamente def inido
e n
esta
frase pronunciada en e l Parla-
mento
por e l
diputado
de t en -
d en c ia so c ia l i s t a -mo d erad a
Treves:
«Ustedes (refiriéndose
al ala
burguesa
d e l
Parlamento)
y a
n o
pueden imponernos
su or-
d e n p o r m á s tiempo y nosotros
n o
podemos todavía imponer-
les e l
nuestro»
(1) .
1) «El
nacimiento
de l
fascismo».
A.
Tasca,
pág. 85.
L a prueba d e fuego d e esta
si tuación prerrevolucionaria
será
la
ocupación
de las
fábri-
c a s
l levada
a
cabo
por los
obreros.
La ocupación
de las fábricas
A
mediados
de l año 20 ese
equilibrio inestable entre
b u r -
guesía
y
proletariado parece
haberse inclinado
a
favor
de la
primera. L o s industriales están
unidos desde marzo; en agosto
se
constituye
la
Confederación
Nacional d e Agricultura, q u e
agrupa
a los
grandes terrate-
nientes;
se
forma
así un
bloque
compacto entre latifundistas
de l su r y
burguesía industrial
d e l
norte
e n
defensa
d e l
orden
y la
propiedad.
E n abril lo s obreros d e T u -
r í n ,
p r e t ex tan d o
u n
cambio
oficial en e l horario con e l que
n o
están
d e
acuerdo, declaran
la huelga en la FIAT, que in -
mediatamente
se
extiende
a to-
do el . Piamonte: medio milón
d e
obreros
se
declaran
e n p a -
r o . E n realidad, lo que se dilu-
cida en la huelga d e abril es el
reconocimiento
de los
«con-
sejos
d e
fábrica» frente
a las
«comisiones internas»
p o r p a r -
te de la patronal. Los con-
sejos, organismos ligados a los
«soviets» rusos, elegidos
e n
asamblea entre todos
los t ra-
bajadores, pretenden sustituir
a las
comisiones elegidas entre
lo s afiliados a los sindicatos.
Naturalmente,
ni la
CGIL
ni el
P S I
apoyan
la
huelga; tras diez
días d e paro lo s obreros vuel-
ven a l
trabajo.
E l
fracaso pesa
entre
los
trabajadores
y
permi-
te a los
patronos recuperar
al-
go de su
fuerza.
E n
este
a m -
biente se va a comenzar a e la-
borar e n julio, por l a FIOM,
rama
d e l
metal
de la
CGIL,
el
convenio q u e debía afectar a
todo
e l
sector.
L a
patronal,
tras
la
experiencia
d e
abril,
se
h a crecido: «Hasta el presen-
t e
hemos cedido siempre;
a h o -
ra la
cosa
v a a
cambiar,
y
vamos
a
empezar
p o r
voso-
tros» (2) .
A s í ,
pues,
los
orígenes
de la
ocupación
de las
fábricas
del
a ñ o 2 0 n o están en una cues-
2) Ibíd., pág. 86.
45
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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«Viva e l rey..., ¿pero cuál?»» (Caricatura italiana.)
tión política, sino salarial; e n
junio s e h a n rebajado lo s plan-
teamien tos
q u e
alentaron
la
huelga
d e
abril.
E l 18 de e se
m e s r e p r e s e n t a n t e s de la
FIOM presentan a la asocia-
ción patronal
u n a
serie
d e d e -
mandas
q u e
incluían ajustes
salariales, revisiones de las bo-
nificaciones po r e l costo de la
vida y la regulación de las es-
calas salariales de las fábricas y
p o r
zonas geográficas; reivindi-
caciones
q u e n o
tocaban
ni la
cuestión
de la
representativi-
d a d
obrera ,
ni el
control
de la
producción.
L a s demandas presentadas
p o r e l
resto
de los
sindicatos,
U S I (anarquista), C I L (católi-
c o ) , U I L (nacionalista), fueron
similares. El 22 la patronal
contesta
q u e n o
hará ninguna
concesión, y el 13 de agosto se
rompen definitivamente
las ne-
gociaciones.
En un
Congreso
extraordinario de la FION, c e -
l eb rado e l 16-17 de l mismo
m e s , s e acuerda la aplicación
d e l
obstrucionismo como medi-
d a d e
fuerza;
a
partir
del día 19
nadie hará horas extras, el t ra-
bajo seguirá
l a más
estricta
r e -
glamentación
y s e
disminuirán
lo s ritmos d e producción. La pa -
tronal define e l obstrucionismo
como u n método ilegítimo d e
lucha sindical y decide enfren-
tarse a él con «toda u n a serie
d e
medidas punitivas»
(3) . A
pesar de la amenaza la produc-
ción baja un 40 por 100 y la si-
tuación e s cada v e z m á s tensa.
3)
Quaderni
di
storia
del PCI. Da-
lla crisis de l primo dopoguerra alia fon-
dazione de l partido comunista. Roma,
71 .
páf>.
50.
E l ministro d e Trabajo , L a -
b r i o l a , quiere mediar en e l
conflicto, pero la patronal se
niega; l o que en realidad p r e -
tenden
lo s
empresarios
e s que
el
Gobierno
use de la
fuerza
para poner
fin a la
lucha.
L a
chispa
va a
saltar cuando
e l 22 de
agosto Alfa-Romeo
decía ir al «lock-out» pretex-
tando sabotaje y presencia d e
elementos extraños a la planti-
l l a en las fábr icas . As í , l a
FIOM se ve obligada a decla-
ra r la huelga general el día 29.
A l
siguiente
día la
policía toma
la s
plantas
de la
Romeo
de Mi-
l án . La
respuesta
de los t ra -
bajadores
e s
fulminante:
a las
5 de la
tarde
de l
mismo
día 280
fábricas d e Milán so n ocupadas
por l o s trabajadores; el día 1
d e septiembre la s ocupaciones
se
extienden
a
Turín, donde
lo s «bordiguistas» tienen u n a
f u e r t e i m p l a n t a c i ó n en la
FI / tT , y a Génova; los más im-
portantes centros industriales
d e l
Norte
son
ocupados
sin ge-
nerar ningún tipo
d e
violencia.
A l
frente
de las
ocupaciones
se ponen lo s consejos d e fábri-
c a , q u e deciden continuar con
la producción. Se requisan las
materias primas existentes, p e -
ro de inmediato se plantea el
problema de la financiación;
io s
consejos optan
p o r
forzar
la s
cajas fuertes
de las
empre-
sas , en las que no
encuentran
dinero, pero
sí
extensas «listas
negras» q u e exacerba e l án i -
m o d e l o s
trabajadores. Esto
n o e s óbice para que l a disci-
plina se mantenga y la produc-
ción continúe. Esto supone
un
auténtico desafío al sistema c a -
pitalista; sin técnicos q u e s u -
pervisen, sin dirección patro-
nal , l a FIAT centro produce 37
automóviles diarios,
q u e c o m -
parados
con l o s 67 que
salen
e n
condiciones normales,
e s
todo
u n
éxito para este primer
intento d e gestión obrera.
Poco
a
poco
las
huelgas
y las
ocupac iones
se
ext ienden
a
otros ramos de la producción,
q u e s e solidarizan c o n s u s c o m -
pañeros metalúrgicos. E n t o -
d o s l o s
centros ocupados
s e
respira u n aire d e optimismo y
4 6
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http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 47/132
entusiasmo; esta experiencia
es
lo más próximo a la revolución
q u e e l obrero italiano ha esta-
d o
soñando largo tiempo, pero
el entusiasmo no e s confianza
ingenua.
En las
horas libres
los
obreros fabrican armas; guar-
dias rojos patrullan entre
las
alambradas con que han ro-
deado las fábricas; se crean tri-
bunales populares q u e velan
por la disciplina interna y la se-
guridad de los centros; en la
mayoría
de las
empresas
o n -
dean banderas rojas o negras.
«Avanti», órgano socialista,
celebra la ocupación de las fá-
bricas
y las
valora
en su
justo
punto:
«Las jerarquías sociales se
h a n quebrado, los valores his-
tóricos s e han invertido: las
clases instrumentales se han
convertido en clases dirigen-
t e s» ^ )
.
Hasta lo s radicales liberales
como Gobetti la aplauden:
«Sigo con simpatía los es-
fuerzos de l o s obreros q u e
construyen realmente
u n
orden
nuevo.
N o m e
siento
con
fuer-
z a s
para seguirlos
en su
obra.
4) « Vida de Antonio Gramsci». G.
Fiori. pág. 167.
al menos p o r ahora. Pero m e
parece
q u e
poco
a
poco
se va
clar if icando y planteando la
batalla
m á s
grande
de l
siglo...
Estamos ante
un
hecho históri-
c o .
Claro,
que lo
pueden
a h o -
gar en
sangre; pero será enton-
c e s e l c o m i e n z o d e l a
decadencia.. .»
(5) .
Es , s in duda, uno de los mo-
mentos
m á s
aciagos
de la bur-
guesía italiana q u e intenta d e -
se sp e rad amen te r eacc io n a r .
E n primer lugar nombra una
nueva comisión negociadora
para
q u e
haga
u n a
nueva ofer-
ta salarial; pero ya es demasia-
d o
tarde para
es o. E l 10 de
septiembre Mussolini va al en-
cuentro
d e l
líder sindical
m o -
derado Bruno Buozzi para
ofrecerse como mediador;
sus
proposiciones no son tenidas
5) Ibíd., págs, 167-168.
47
La oficina d e Correos d e Florencia ocupada por los fascistas (dibujo d e G . Leroux).
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Mussotini rodeado d e s u guardia personal: lo s «Moschettieri».
e n
cuenta.
E l
último recurso
de la patronal es el Gobierno,
pero Giolitti no se presta con
facilidad
al
juego
de la
violen-
c i a ;
hombre
de la
vieja escue-
l a , pretende que e l Estado esté
al margen de la discusión so-
cial
y se
contenta
con
mante-
ne r e l orden público. Hace ro -
dear la s fábricas por e l ejército
y, por s i
acaso, militariza
los
ferrocarriles para poder inter-
venir de un modo rápido en un
caso d e extrema necesidad. E l
comienzo de las ocupaciones le
h a
sorprendido
en el
campo,
donde
se
entrevista
con el so-
cialdemócrata francés Mille-
r an ; n i siquiera vuelve rápida-
mente a la capital; d e paso po r
Turín
se
encuentra
c o n
Agne-
l l i , uno de los
prohombres
d e
la
Cofindustria,
que l e
esplicita
q u e emplee la fuerza para aca -
bar con la ocupación de la
FIAT,
de la que es
copropieta-
r i o ;
Giolitti
le
responde:
—Estoy
en
condiciones
d e
poder hacerlo inmediatamen-
t e . M e
basta
dar la
orden
d e
que l a F IAT s ea bombardea-
d a .
—¡No,
n o
—exclamó Agne-
lli,
espantado.
—
E n t o n c e s , ¿ q u é
hago? (6) .
E l ¿qué hacer? n o sólo e r a
problema para la burguesíasy
e l
Gobierno.
L o s
trabajadores
y sus direcciones políticas t a m -
bién se lo planteaban. Para el
PSI y la
CGIL teóricamente
la
situación
e r a
clara;
el 15 de ju-
6) «La belle epoque italiana». I.
Montanelli, pág. 259.
l io ,
apenas
d o s
meses antes
de
la ocupación ambas organiza-
c i o n e s h a b í a n f i r m a d o u n
acuerdo para combatir
con de -
nuedo por e l triunfo de la Re-
pública Universal de los So-
viets.
El 4 y 5 de
septiembre,
cuando
la
toma
de las
empre-
sas por los
trabajadores
en un
«fait accompli», la CGIL y el
PSI s e vuelven a reunir para
condenar la actitud de la pa-
tronal
y
llamar
a la
solidari-
d a d :
El día de la libertad y de la
justicia está próximo»
(7) .
Pero
ni el PSI ni la
CGIL,
ni
ninguna otra organización,
se
atreven a concretar la fecha.
L o s mejores hombres de l pa r -
tido se encuentran en Rusia
7)
«Quaderni
di
storia...»,
pág. 50.
4 8
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asistiendo
al
Segundo Congre-
so de la
Internacional;
as í ocu-
r r e q u e mientras ellos s e p r e -
paran para traer
la
revolución,
ésta ya ha llegado y e n Italia
todo el mundo duda.
El 7 de
septiembre
en Sam-
pierdarena
se
reúnen
los
anar-
quistas y barajan la posibilidad
d e ocupar el puerto d e Génova
y el
resto
de los
puertos
de la
Liguria. Luego deciden aplazar
la acción ante las seguridades
dadas por e l delegado de la
CGIL, Colombino,
de que su
central
va a
llevarla
a
cabo.
Por f in , e l 9 de
septiembre
la
ejecutiva socialista
se
reúne
con la
dirección nacional
del
sindicato; inmediatamente
se
plantea
el
problema central:
la
naturaleza de la huelga. Mien-
tras el partido habla d e situa-
ción revolucionaria,
la
CGIL
coloca
la
lucha
en un
terreno
intermedio entre
lo
reivindica-
tivo y lo político y opina que lo
q u e s e dirime es un problema
d e control obrero en las em-
presas.
El día 10 se
reúne
p o r
sepa-
rado la directiva de l sindicato,
aunque son invitados represen-
tantes
d e l
partido.
Por la
fede-
ración
d e
Turín acuden
T o -
gliatti, Benso y Tasca, h o m -
bres integrados en el círculo d e
«L" Ordine Nuovo». E l líder
sindicalista
D '
Aragona
p r e -
gunta
al
grupo turinés
si
están
e n
condiciones
en su
distrito
d e
emprender
u n a
acción insu-
rreccional; Benso contesta:
«Defender, podemos defen-
dernos: pero
si
atacamos
nos
vencerán.
H a y
fábricas bien
armadas y otras mal . ¿Ir al
asalto?
E l
parecer
de los
técni-
cos e s
negativo.
L a
FIAT,
que
parece
una de las
mejor
p r o -
vistas, n o tiene más de 50.000
balas d e ametralladora: (8) .
Togliatti precisa:
«Estábamos
m á s
dispuestos
e n
abril
q u e
ahora.. .
N o
deben
ustedes contar únicamente
con
u n a
acción empeñada desde
Tur ín , n o atacaremos solos:
para poder atacar sería necesa-
8) «Palmiro Togliatti». G. Bocea,
pág. 46.
r ia una acción simultánea en el
campo y , sobre todo, una ac-
ción nacional»
(9) .
L a
indecisión corroe
a los di-
r igentes
d e l
movimien to ;
la
discusión se prolonga d o s días;
D '
Aragona ofrece
la
dirección
de la
lucha
al
partido; Genari,
secretario
d e
éste, devuelve
la
pelota, dejasque
sea e l Con-
se jo Nacional de la CGIL
quien decida. D ' Aragona a d u -
ce :
«Vosotros creéis q u e este e s
e l momento para comenzar
u n a acc ió n r ev o lu c io n a r i a
pues bien: asumid la respon-
sabilidad» (10) .
E l
aguerrido grupo turinés,
en boca d e Togliatti, considera
q u e :
« E s
mejor
la
acción insu-
rreccional, siempre que e l e j e -
9) «Historia de l movimiento obrero
italiano». D. Horowitz, pág. 220.
10 ) Ibíd., pág. 221.
cutivo q u e tiene el control nos
lo
diga»(l l) .
Como podemos apreciar,
el
fracaso
de la
dirección
de l mo-
vimiento obrero e s patente;
desde
e s e
mismo momento
la
suerte estaba echada.
El día 11
se
somete
la
revolución
a
vota-
ción.
L a s
tesis
de la
CGIL
o b -
tuvieron 591.245 votos, frente
a los
409.567
de l
partido.
T a s -
ca
comenta
a posteriori:
«Los dirigentes
de l
partido
l a n z a r o n u n s u s p i r o d e
alivio» (12) .
A s í quedó aprobada la dis-
posición d e l sindicato, por la
cual
la
CGIL asumía
la
direc-
c ió n
d e l
m o v i m i e n t o
y lo
orientaba a conseguir de los
empresarios
un
reconocimien-
to de l control sindical en las fá-
bricas q u e abriese el paso a la
11 ) lbíd.
t
pág. 222.
12) «El nacimiento de l fascismo
pág. 90 (opus citada).
«Mussolini duda: ¿Monarquía o República?». (Dibujo d e Bruno Angoletta.)
49
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Fascistas toscanos. (Dibujo de G. Leroux. aparecido e n «L'lllustration».)
5 0
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socialización.
E r a e l
ideal
del
reformismo llevado
a sus
últi-
m a s consecuencias.
El fin de
las
ocupaciones
En la s fábricas pesa la inde-
cisión
y se
hace sentir
e l can-
sancio; bloqueado
e l
movi-
miento, éste
se
autoconsume.
Agotadas la s materias pilmas
disponibles, e l problema de la
financiación
se
torna acucian-
t e . En e l
colmo
de la
ingenui-
d a d l o s
dirigentes sindicales
pretenden recurrir
a los Ban-
c o s ;
éstos, naturalmente,
nie-
g a n todo apoyo. L a FIAT-
Soviet
d e
Turín llega
a
emitir
moneda revolucionaria, siendo
imitada
p o r
otras empresas,
pero esta moneda carece de to -
d a
validez.
No s e
puede crear
u n
estado soviético
en e l
seno
de un estado capitalista sin to-
m a r e l
poder político.
Ni los
grupos bordiguistas,
ni los de «L '
Ordine Nuovo»,
capitaneados
p o r
Gramsci,
ni
ningún otro, se atreven a r o m -
per con e l
partido
y
encabezar
el movimiento; por e l contra-
r i o ,
hacen todo
lo
posible para
evitar la ruptura cuando sus
propias bases
la
plantean;
les
hablan d e esperar a q u e pase
la
marea.
L a
única salida
q u e
queda
e s
la
negociación.
E l
momento
esperado
p o r
Giolitti
ha
llega-
do: e l d ía 15
comienzan
e n T u -
r ín los contactos entre ambas
partes. Pocos días después
se
crea p o r decreto-ley u n a comi-
sión bipartita para estudiar
y
redactar u n proyecto sobre la
participación obrera
en l a s em-
presas; e l mismo Giolitti s e
comprometió
a
presentarlo
e n
el Parlamento u n a v e z elabora-
d o . L o s
sindicatos picaron
el
anzuelo:
el
proyecto jamás
se
redactó.
S e
llegó
a u n
acuerdo sobre
lo s
salarios,
q u e
fueron ligera-
mente incrementados;
se
acor-
d ó
también
q u e n o s e
pagarían
io s
días
d e
huelga, pero
t a m -
poco se impondrían sanciones.
L a ocupación duró mientras
duraron
la s
negociaciones.
E l
resultado
d e
éstas
f u e
aproba-
do en un Congreso especial d e
la F IOM e l d ía 22, y luego, por
referéndum, entre todos
los
o b r e r o s i m p l i c a d o s . P o r
148.940 contra 42.140
se
deci-
d i ó
evacuar
la s
fábricas
el 27
d e
septiembre
y
reanudar
e l
trabajo antes del 5 de octubre.
El d ía 1 del
mismo
mes se f i r -
m ó e l
convenio definitivo.
E n
ningún punto de su articulado
s e
m e n c i o n a b a
l a
p a lab ra
«control» o «participación»; la
ocupación había concluido d e -
finitivamente.
Conclusiones
E l
movimiento obrero salía
d e
esta experiencia derrotado
y e n crisis. Muchos trabajado-
re s se preguntaban cómo e ra
posible haber sido derrotados
cuando estaban
t a n
cerca
del
tr iunfo,
y
hablan
d e
traición.
E n enero de 1921, a las pocas
semanas
d e
haber terminado
la
ocupación,
en e l
Congreso
d e
Livorno e l viejo PSI se fraccio-
n a ,
dando origen
a l PCI; e l
tardío alumbramiento sólo sir-
v e
para sembrar
más e l des -
concierto entre la clase obrera.
P o r
otra lado,
la
burguesía
está aterrada;
h a
sentido
mu y
cerca
e l
frío
de la
muerte
y se
d a cuenta q u e h a sonado la ho-
ra de
adoptar medidas
de ex-
cepción;
las
viejas soluciones
decimonónicas
ya no
sirven.
H a y q u e echar mano d e n u e -
v a s fórmulas: el fascismo está
e n
puertas,
la
ceremonia
de la
violencia y puede comenzar. •
R. A. y E. C.
U n a ñ o
d e sp u é s
d e l a
«Marcha sobre Roma». Mussolini
al
lado
d e l rey
Víctor Manuel
III.
51
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Entre el mito y la realidad:
Heleno Saña
LLY Brandt
es una de
esas figuras q u e p o r
lo s motivos que sea , se
convierten
e n
símbolos
o a r -
quetipos
de un
partido políti-
c o , d e u n a
nación,
d e u n a c o -
rriente histórica, d e u n a ideo-
logía
o d e u n a
actitud pública.
Sin que
alcance
el
rango
u n i -
versal q u e Hegel reservaba a
personalidades «cosmohistóri-
c a s » c o m o N a p o l e ó n ,
s u
trayectoria rebasa
s in
duda
e l
marco nacional
d e
Alemania
y
posee
u n a
dimensión interna-
cional superior a la de otros a l-
to s
dirigentes
d e l S P D .
Para
millones
d e
seres humanos
e n
todo
el
mundo, Brandt repre-
senta e l antifascista consecuen-
te , la tradición socialista, el
político
q u e
lucha infatigable-
mente
por e l
entendimiento
d e
los pueblos, e l hombre que se
encuentra siempre al lado d e
las
causas justas.
¿Hasta
q u é
punto corres-
ponde esta imgen
a la
reali-
dad?
Juventud, lucha
clandestina,
exilio
E l
actual presidente
d e l P a r -
tido Socialdemócrata Alemán
y de la
Internacional Socialista
nació
el 18 de
diciembre
d e
1913 en la ciudad hanseática
d e
Lübeck, como hijo natural
d e
Martha Framm,
que es su
verdadejo apellido
y que en
1933 , el
entonces joven mili-
tante antifascista, siguiendo
la
costumbre conspirativa
de los
viejos bolcheviques, cambiaría
p o r e l
seu d ó n imo
d e
Willy
Brandt, utilizando por é l para
actuar
en la
clandestinidad.
Willy Brandt creció
e n
casa
de su abuelo materno, q u e e r a
s o c i a l d e m ó c r a t a . Y e n s u s
t iempos
d e
liceísta militó
en el
movimiento socialista juvenil
y
escribió artículos para
el
perió-
d i c o
d e l S P D
« L ü b e l i s t a
Volksbote», dirigido p o r Julius
Leber , e jecu tado
m á s
tarde
p o r l o s
nazis
por su
resistencia
contra
e l I I I
Reich.
A los 16
años Brandt e s miembro del
S P D . A l producirse en 1931 la
escisión
d e e s e
partido, pasa
a
formar parte
d e l
«Sozialistis-
c h e Arbeiterpartei» (SAP), e n
e l q u e s e
aglutina
el ala iz-
quierda
de la
socialdemocra-
c i a .
Brandt
se
convierte
en e l
jefe
de l a
organización juvenil
d e l nuevo partido. En la ficha
q u e l a
Gestapo elaborará
m á s
tarde, figura como «agitador
comunista». Brandt
se
distin-
guía en esa época por su radi-
calismo,
y
aunque
n o
ingresó
e n
ninguna organización comu-
nista , asist ió a mít ines de l
K P D .
E n
abril
de 1933 ,
pocas
se -
manas después d e producirse
la
subida
d e
Hitler
al
poder,
Brandt huye
d e
Alemania
e n
u n a
lancha motora. Después
d e u n a
breve estancia
e n C o -
penhague, fija su residencia e n
Oslo, donde estudia Historia y
ejerce
e l
periodismo.
En 1936
regresa a Alemania camuflado
d e
estudiante noruego para
d i-
rigir
la
organización clandesti-
n a «Metro». E n 1937 se en -
cuentra en la España republi-
cana como corresponsal d e p e -
riódicos noruegos.
E n 1938 es
despojado
de su
nacionalidad
p o r l o s nazis. Brandt se nacio-
naliza noruego.
A l
producirse
la
invasión
alemana
e n
Noruega, Brandt
abandona Oslo y logra fugarse
a Suecia, donde permanecerá
hasta
1941 . En
Estocolmo
si-
g u e
ejerciendo
e l
periodismo
y
militando
en los
círculos social-
demócratas
d e l
exilio. Brandt
dirige
la
«Agencia
d e
prensa
sueco-noruega», encargada
d e
reunir noticias sobre la Norue-
ga ocupada y la Alemania n a -
z i . E n Estocolmo mantiene
contacto
c o n
diplomáticos
n o r -
teamericanos, hecho
q u e má s
tarde daría p ie a l rumor —
nunca confirmado— d e q u e
f u e
agente
de l a CIA. La acu-
sación
m á s
concreta
e n
este
contexto
f u e
lanzada
en 1972
p o r e l antiguo funcionario d e
la Central Intelligency Agency,
Victor Marchetti,
que en un l i -
b r o
(censurado
p o r l a C I A)
af irmó q u e Brandt había reci-
bido dinero
de e sa
organiza-
ción
en los
años cincuenta.
L o
q u e está probado e s q u e , d e s -
d e 1 9 4 3 ,
Brandt suministró
in -
formación y documentos políti-
cos a la Embajada norteameri-
cana
e n
Estocolmo
y al
«Office
of Strategic Service» ( OS S ) s o -
b r e l a
situación
en la
Alemania
nazi. Pero estos contactos,
lejos d e s e r entonces anorma-
l e s ,
entraban
en la
lógica
de Ja
lucha común contra e l nacio-
nalsocialismo. A través del l í-
53
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d e r
obrero noruego Tranmál,
Brandt tuvo también relación
c o n
diplomáticos soviéticos.
D e 1941 a 1944,
Brandt
es -
tuvo casado
con l a
noruega
Carlotta Thorkildsen. Durante
su
estancia
e n
Estocolmo
co -
noció
a su
segunda mujer
R u t
Hansen —también noruega—,
c o n l a q u e
contrajo matrimo-
n i o e n 1 9 4 8 . E n
marzo
d e
1978, y
ante
la
sorpresa
de la
opinión pública, Brandt se se-
paró
d e
ella para vivir matri-
monialmente
c o n u n a
secreta-
r ia
suya
de 32
años.
Brandt , e n s u s t i e m p o s d e joven socialista.
Fin de la II
Guerra
Mundial. Berlín,
el trampolín.
La crisis
del muro
T e r m i n a d a la II G u e r r a
Mundial, Brandt pasa d o s años
e n Alemania como correspon-
sa l de varios periódicos escan-
dinavos.
P o r u n
tiempo ejerce
también el cargo d e agregado
d e
prensa
de la
legación diplo-
mática
d e
Noruega
e n
Berlín,
con e l
rango
d e
comandante
e n
civil.
En 1947
recobra
la
naciona-
lidad alemana.
E n
enero
d e
1 9 4 8 ,
Kur t Schumacher ,
e l
presidente
d e l S P D , l e
nombra
representante suyo e n Berlín,
-
4
« I
Desfile d e l a s t ropas a lemanas p o r l a s calles d e Oslo.
5 4
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y Brandt pasa a dirigir las rela-
ciones con las autoridades alia-
das en la antigua capital de l
Reich, convirtiéndose pronto
en e l hombre d e confianza y
protegido
de l
alcalde regente
E r n s t R e u t e r , c a r g o q u e
Brand t desempeñará desde
1957
hasta
1966. Al
mismo
tiempo
e s
varias veces miem-
b r o d e l Bundestag (Parlamen-
t o
federal )
y de l
Bundesrat
(Senado
o
Consejo Federal).
Es en
Berlín donde Brandt
deja de s e r un funcionario lo-
ca l de l SPD
para adquirir
r e -
nombre mundial.
L a
situación
especial
de la
ciudad como
p i e -
d r a d e toque de las relaciones
entre
e l
Este
y e l
Oeste,
l e pe r -
mite codearse
con
Eisenhower,
Fos te r Du l les ,
D e
Gaul le ,
Kennedy y los políticos m á s
destacados
d e
este período
h is -
tór ico.
En la
pr imavera
d e
1959
emprende
un
viaje
d e
propaganda p o r diversos pa í -
s e s , d o n d e e s acogido c o n
grandes s impatías , especial-
mente
e n
Norteamérica. Mien-
tras Brandt juega
con
gran
e f i -
cacia la baza anticomunista y
presenta a Berlín como u n a
víctima de l o s rusos, declina
d o s invitaciones d e Kruschev
para dialogar sobre
la
crisis
berlinesca, primero en 1960,
después en 1963.
El 13 de agosto de 1961 al
construirse
e l
muro
de la ciu-
d a d , Brandt, subiéndose a la
cresta de la o la , pretende q u e
los
aliados envíen inmediata-
mente
su s
patrullas
a la
zona
f r o n t e r i z a y protesten ante
Moscú. El 16 de agosto comete
la ligereza d e convocar u n a
manifestación pública d e p r o -
testa y pronuncia estas pala-
bras provocadoras: «La paz no
se ha salvado nunca p o r medio
de la debilidad». Pocas horas
antes, saltándose
a la
torera
la
competencia
de l
ministro
d e
Asuntos Exteriores
d e l a R F A ,
escribe u n a carta arrogante a
John F . Kennedy, presionando
e n tono suficiente para que é s -
t e
tome medidas duras contra
lo s rusos. E n v e z d e seguir los
consejos d e Brandt —que n a -
d i e l e ha pedido— el presiden-
t e norteamericano se limita a
e n v i a r
a l
Berlín occidental
unos dias después
a su
vicepre-
sidente Lyndon
B .
Johnson,
u n gesto meramente simbólico
q u e n o
puede provocar
n i
asus-
tar a los
rusos. Para desespera-
ción
d e l
alcalde regente, John-
son , en vez de prestar atención
a los problemas internos de la
ciudad,
se
didica
a
recorrer
los
comercios y a comprar «souve-
nirs» para su s amigos. Brandt
anotará años después en sus
Memorias :
« L a
regla funda-
mental
d e l
acuerdo implícito
en t r e Moscú
y
Washington
funcionó también a l construir-
se el muro d e Berlín y de s -
pués» (Begegnungen u n d A n -
sichten, Hamburgo 1976).
Pero
n o
sólo Kennedy
c o n -
serva
la
cabeza fría.
E l
mismo
Adenauer
no s e
deja
ver en
Berlín hasta diez días después
d e
edificado
e l
muro,
y el 16
d e
agosto, después
de una en -
trevista con e l embajador so -
viético Smirnov,
e l
canciller
declara
q u e la R F A n o
tomará
ninguna medida
q u e
pueda
turbar
l a s
relaciones
con la
THElPOREIGN SERVICE
RECEIVW fc
UNITED STATE3 O F AMERICA
K o . 3399.
AMERICAN LEGATION
atoclcholm, Swaden,
Hay 22 , 19 44.
Sut jje ct: Futura Developoants l a Gernany a nd
PoMible Sourcfl3 o f Futtrüá Germán
by Ceiead e rn h i p a s Vlev/9d
Norwsician Jo ur na l i st .
Ferraan-
I h e Honorable
Sha S ac ra t a ry o f S t a t e ,
HICHOHLM5D A T TH S
AMJfJ.CAH LGCA'iOll,
ofockHoiM.vj/paai.
0AT6
ira
r a ca ry o r
shlngton.
Sir»
l
I have th e honor t o tranaralt her««1th a copy of a •
memorándum éhloh h a s b een n r i t t en b y Willy Brandt a
natural izad HoreeEian o f Geíman bl r th . e ect in g f or th
h l s vieva about t h e varlous groups vrithln Gerraany froa
whloh revolut ionary and p o s t - r ev o l u t i o n a ry l a ad e r sh l p
mlght b e .expected t o a r i s e . The present memorándum e x -
anda b u t does n o t m a t e r l a l l y a dd t o the.views expressed
y
Byahdt
i n a
prevloue memorándum rhich
w as
t rensmi t t ed
under\coVer o f t h e L eg a t l o n ' s co n r i d en t i a l d e sp a t ch n o .
3142j -da ted Apr i l 1 1 , 1 9 4 4 , o n t h e subject "Viewe o f
GerHan-Nórwegian Journallsc
on
Factor» Involved
i n t he
CoiBiíg Germán Revolution". I t i s under j tood t h at t he
present memorándum, lllte t h e prev ious on©, wa« w r l t t eh
by Brandt So r t h e i n f o r a a t l o n and ua é of en Aáeriean
j o u r n a l i o t l n StocSthola, a n d l t h a s on ly ind l reo t ly
come into t h e Leg at i on ' s handa. Brande l o a young bu t a p~
parvmt ly thought fu l and se r ious observe* o f t h e Germán
scenB, a nd one o f t he r e p r e s e n t a t i v o s o f t he O f f i c e o f
S t ra t eg i o S e rv i ce s vho I # widely acquainted toith Cernen
r e f u g e e o l r o l e s i n Sweden considero that Br an dá is one
o í t h e a b l e s t l a t h e e n t i r é l o t a nd i s t he one nost
l i k e l y t o play soma role after t h e w a r , l n s p l t e o f h i a
Horwegian na t iona l i t y .
í • '*•' '•* V «3^-
I t i s b e l i ev ed t h a t i l t t i e n eed be (kddod l n t h e «a y
o f coateient t o t h e observa.tions ' .rhich t h e l egnt lón nade •
l n i t s despatch under, re fe re nc e. I n connecfcion with t he
remarka on page 7 of the enalo3ed ¡temorandua concernía*.
(Jerman trade unión nropoaals
i ' o r t he
. « b u i l d l n »
of
t h e l r
móvéaenfc a n d f e ? taklng over t h e appera tus o f t h e Affbeifcá-
f ron t , re fe rence raay
b e
isadp
t ó t h e
L e j e t i o n ' a co n f l d en t i a á
deepncch n o . 3023, dated 1-far oh 16 , 194 4, en t l t l ed "Bepor j r
of 'Nat ional Ccnference of the de nnarí ira da Vnion Í3ts i n
Eweden'r j held l n Stoeliholo on February 26 ánd 27 , 19A4". ~
Añ o f f i c e r o f t h e Loeat ion recent ly discusaed a t sa i»
• • X K . ' A • - v • ' •
j . i »*
1
*
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• •Xfl ' - ' x •
1
*••...» • * v .
in fo rm e de l e em be jede nor team er icana e n Estocolmo sobre Brandt (22 de mayo d e
1 9 4 4 ) .
55
w
I
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Willy Brandt durante
u n
d iscurso
en la
reunión
d e l
S.P.D.,
su
part ido,
e n
Berlín,
e l 8 de
mayo
de 1949 .
UR S S n i empeorar la situación
internacional.
E n
esta fase
de su
carrera
política, Brandt es lo suficien-
temente ingenuo para creer e n
serio q u e Norteamérica arries-
g a r á i n n e c e s a r i a m e n t e
u n a
confrontación abierta con la
Unión Soviética
p o r e l
hecho
d e q u e l a zona oriental d e A l e -
mania haya levantado
u n
muro
c o n e l ob je to d e poner fin al
éxodo masivo de su población
hacia la zona occidental. Este
acontecimiento e s interpretado
p o r Washington como u n asun-
t o interno de la Europa d e l E s -
t e y como la prueba d e l fracaso
d e l rég imen d e Wal te r U l -
bricht . Brandt , al contrario,
está convencido
d e q u e e l m u -
r o representa u n a humillación
para la «primera potencia occi-
dental». Sólo as í se explican
l o s reproches obsesivos q u e
Brandt dirigirá años m á s tarde
a Norteamérica en s u s Memo-
rias.
E l plan d e Brandt n o podía
5 6
s e r m á s
simple: utilizar
e l po-
d e r bélico y político de los Es -
tados Unidos para parar los
pies a la URSS y afianzar as í la
situación d e Berlín y l a R F A .
Brandt se agarra a esta carta
peligrosísima e irreal, a pesar
d e q u e Foster Dulles, hablan-
d o d e l futuro d e Alemania, le
había dicho
ya en 1959:
«Los
rusos y nosotros podemos estar
e n desacuerdo sobre m il cosas.
Pero h a y algo sobre lo que no
existe entre nosotros ninguna
d i f e r e n c i a : n o t o l e r a r e m o s
nunca q u e entre e l Este y el
Oeste surja e n tierra d e nadie
d e nuevo u n a Alemania reuni-
ñcada
y
armada».
E n e l f o n d o , la u l te r io r
«Ostpolitik»
d e
Brandt
no es
m á s q u e l a consecuencia del
fracaso
de su
intento
d e
utili-
zar a Norteamérica como ins -
t rumento d e presión sobre la
URSS, como é l mismo, a l u -
d iendo
a la
crisis berlinesa,
confesará e n s u s Memorias:
«Mis reflexiones políticas f u e -
r o n esencialmente influencia-
d as en lo s
años siguientes
p o r
la experiencia d e esos días. L o
q u e s e h a llamado m i Ostpoli-
t ik surgió sobre este trasfon-
d o » .
Candidato
a
la cancillería.
El congreso
de Bad Godesberg.
L a popularidad d e Brandt
crece. Aunque su pasado anti-
fascista y sus años d e emigra-
ción representan para u n a p a r -
t e considerable d e l electorado
m á s bien u n a mácula q u e u n
honor —horribile dictu—,
el
S P D aconsejado p o r Fritz E r -
l e r (u n a d e l a s eminencias g r i -
s es d e l partido), decide n o m -
brarle como candidato
a la
cancillería de la nación.
L a iniciativa d e Er l e r ( a
quien Brandt debía ya la alcal-
d ía d e Berlín), s e revelará, a la
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L o s sociald&mócratas Wehner y Ollenhauer.
larga, como oportuna.
E l l an -
zamiento d e Brandt como e l
máximo representante
de la
socialdemocracia coincide con
e l
nuevo programa
d e B a d G o -
desberg aprobado e n noviem-
bre de 1959, con e l que e l SPD
quiere superar su imagen d e
partido obrero d e clases para
transformarse
en un
«Volks-
partei» o partido popular ca-
p a z d e movilizar a las capas
medias y pequeño-burguesas
de la
población. Brandt,
con
su simpatía y su encantadora
sonrisa,
es el
hombre ideal
p a -
ra convertirse en el «sunny-
boy» publicitar io
d e l S P D .
Además de no asustar a la alta
burguesía, tiene
el
suficiente
«sex-appeal» para atraer
a las
señoras
q u e
juzgan
a los
políti-
cos por su aspecto físico.
L a nueva línea programática
adoptada
en e l
congreso
d e
B a d Godesberg f u e iniciada y
preparada
p o r u n
grupo enca-
bezado p o r Fritz Erler, a l que
pertenecían también
el
profe-
s o r
C a r i o S c h m i d , W i l l y
Brandt y Herbert Wehner. E s -
t a corriente revisionista surgió
como
u n a
reacción
a las
derro-
t a s electorales sufridas por el
SPD en 1949 y 1953, y fue un
intento d e sacar al partido d e
la resignación, el dogmatismo
y la
rutina.
E l
objetivo central
d e
Er ler
— u n
socialdemócrata
d e
derechas—
e ra e l de con-
quistas
a los
electores aceptan-
d o
puntos
d e
vista
y
posiciones
q u e hasta entonces habían sido
rechazadas
po r e l SPD: e l
rear-
me de la República Federal y
su
plena integración
en el blo-
q u e occidental. E ra l a táctica
d e l
abrazo.
L a
gran derrota
electoral sufrida po r e l SPD en
1957
favoreció
los
planes revi-
sionistas
d e
Erler,
q u e
hasta
e s e
momento habían tropeza-
do con la
cerrada oposición
d e
Erich Ollenhauer y la directiva
d e l
partido.
Pero
a
pesar
de l
montaje
p u -
blicitario montado
e n
torno
a
Brandt , su primera tentativa
d e
asaltar
la
cancillería,
e n
1961 , falla. L o s estrategas d e
la
democracia cristiana, dándo-
se cuenta d e l peligro que e l fo-
togénico alcalde
d e
Berlín
sig-
nificaba para el canciller A d e -
nauer, fabricaron panfletos so-
b re su vida privada (borracho,
mujeriego, etc.),
le
echaron
en
cara haber emigrado e n «vez
d e
haber defendido
la
patria»
y
divulgaron
q u e e r a
hijo
de pa -
d r e
desconocido.
Durante
la
campaña electo-
r a l , surgen serias diferencias
en t r e Er le r y su protegido
Brandt. Mientras el primero
quiere dar a la candidatura un
carácter d e equipo, Brandt,
aconsejado p o r Klaus Schutz y
su s
amigos
d e
Berlín,
s e p r e -
senta como
un
ídolo único.
L a
rivalidad entre ambos
i rá en
a u m e n t o y durará hasta la
muer te
d e
Erler,
en 1967.
E n diciembre de 1963 muere
e l presidente d e l S P D , Ollen-
hauer. Erler, aunque reacio al
culto personal que s e está r i n -
diendo ya a Brandt, apoya su
candidatura como sucesor
del
fallecido, y en febrero de 1964,
e l
alcalde
d e
Berlín asume
la
dirección
d e l
partido,
q u e a d e -
más l e vuelve a nombrar candi-
dato para
la s
próximas eleccio-
nes a la cancillería, en 1965.
Brandt mejora
la
posición
d e l S P D , pero n o logra vencer
a su
rival Ludwig Erhard,
s ím-
bolo de la Alemania de l mila-
g r o
económico. Cuando
el lí-
d e r socialdemócrata cree q u e
está
y a
definitivamente liqui-
Wehner en e l Congreso d e B a d Godesberg (1959).
57
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dado como futuro canciller
y
como pol í t ico , e n junio d e
1966 el
partido
le
devuelve
la
confianza
a l
reelegirle presi-
dente
p o r u n a
gran mayoría
d e
votos. Sigue su ascenso hasta
la s cumbres d e l poder.
Hallstein
(a la
izquierda
de la
foto) , padre
de la
doctrina
d e l
mismo nombre
d e
tendencia
revanchista.
Ministro y
canciller.
La
«Ostpolitik»
Después
d e l
fracaso
d e E r -
hard como canciller,
del 1 de
diciembre
de 1966 se
forma
e n
Bonn la «gran coalición» entre
e l S P D y e l
CDU-CSU, bajo
la
presidencia
del ex
funcionario
nazi Kiessinger. Brandt pasa
a
ocupar e l cargo d e ministro d e
Asuntos Exteriores.
E s ahora cuando Brandt
sienta la s bases para su «Ost-
politik», q u e es lo más positivo
q u e e l
dirigente socialdemócra-
ta
realizará
en su
vida política.
E n 1 9 6 7 ,
Bonn intercambia
embajadores
c o n
Rumania ,
y
en 1968 con Yugoslavia, as í co-
Brandt recorre Alemania como candidato a la Cancillería (1961).
58
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m o
legaciones comerciales
con
P o l o n i a , C h e c o s l o v a q u i a
y
Hungría.
H a y q u e
señalar
d e
todos modos
que l a
política
d e
reconciliación
y
acercamiento
a la
Europa
d e l
Este
n o f u e
iniciada
p o r
Brand, sino
por su
antecesor Schroeder, demócra-
ta-cristiano.
L a s
e l e c c i o n e s
d e 1 9 6 9
arrojan u n a leve mayoría d e
lo s
socialdemócratas
y
liberales
sobre la democracia cristiana.
El 21 de octubre de e se año ,
Brandt e s elegido, con los vo-
t o s d e l F D P , canciller de la
R F A . C o n ello concluía la lar-
ga hegemonía gubernamental
d e l
CDU-CSU
y se
iniciaba
la
coalición entre socialdemócra-
t as y liberales, q u e todavía d u -
r a . En su discurso d e toma d e
posesión, Brandt anunció su
propósito de ser un canciller
de las «reformas interiores».
Pero la atención d e Brandt
se centró más en la política ex-
terior q u e interior. El 28 de
noviembre de 1969, el gabinete
Brandt-Scheel firmó e l tratado
d e
no-proliferación
de las ar-
m a s atómicas, que l a democra-
c ia
cristiana
se
había negado
a
suscribir con la esperanza d e
poder convertirse e n u n a p o -
tencia nuclear y seguir así su
política revanchista y d e chan-
taje contra la Europa d e l Este.
Brandt lleva adelante su po -
lítica d e acercamiento a los
países comunistas. E n marzo
d e 1970 se entrevista e n Erfurt
con e l primer ministro de la
A l e m a n i a o r i e n t a l , W i 11 i
Stoph,
l o q u e
constituye
una
sensación en la historia de la
Alemania dividida. Para c o m -
p r e n d e r e l alcance d e este
acontecimiento, h a y q u e tener
e n cuenta q u e Adenauer y sus
sucesores se habían negado a
reconocer la existencia de la
Alemania comunista
y
practi-
cado
la
política chantajista
d e
la «doctrina Hallstein», consis-
tente e n romper la s relaciones
diplomáticas con los países que
reconocían
a l a R D A d e W a l -
t e r
Ulbricht.
Pero la Ostpolitik d e Brandt
n o difería sólo de lá que había
practicado el CDU-CSU (con
e x c e p c i o n e s c o m o l a de
Schroeder), sino de la de sus
propios correligionarios . E l
primer presidente de l SPD tras
la II Guerra Mundial, Kurt
Schumacher, rechazó siempre
sistemáticamente todo contac-
t o con e l Partido Socialista
Unificado
( S E D ) d e l a
Alema-
n ia de l Este. L a misma política
d e avestruz practicó Erich
Ollenhauer tras la muerte d e
Schumacher, en 1952. El «Ost-
buró» d e l S P D —con el que
Brandt había colaborado
t a m -
bién—
f u e u n
instrumento
de
Brandt y el vicepres idente norteamericano Johnson, e n Berlín, e n agos to d e 1 9 6 1 , t ra s la edificación d e l Muro d e Berlín
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la guerra fría y e l anticomunis-
m o . D e a h í q u e Herbert W e h -
ne r l o
calificara
d e
«nido
de es -
pionaje americano». Wehner
f u e e l único alto dirigente so -
c ia ldemócra ta
q u e
buscó
e l
diálogo
con la
Alemania
del
Este .
Po r su
procedencia
c o -
munista, esta política
le
valió
muchos sinsabores. E n febrero
de 1966 , Wehner logró con su
autoridad
y
prestigio personal
q u e e l S P D
respondiera
po r
primera vez a una carta abierta
d e l S E D . A l formarse la gran
coalición
con e l
CDU-CSU,
Wehner pasó a se r ministro p a -
ra los problemas panalemanes
y se
convirtió
en el
verdadero
impulsor
d e l
diálogo entre
las
d o s
Alemanias.
En l a
Ostpolitik
d e l
canciller
jugó también u n papel impor-
tante
su
consejero Egon Bahr,
cuya divisa «Wandel durch
Annáhrung» (Cambio
a
través
de la aproximación) f u e asumi-
d a p o r Brandt, de la misma
manera
q u e
Wehner
le
había
suministrado
ya
antes
la fór-
mula
de la
«política
de los pe-
queños pasos».
El 12 de agosto de 1970,
Brandt firma
e n
Moscú
con
Bresnef
u n
t r a t a d o
d e n o -
agresión
con la
Unión Soviéti-
c a , denominado oficialmente
«Acuerdo para la renuncia al
empleo
de la
fuerza» (Gewalt-
verzichtsabkommen).
U n t r a -
tado análogo firma
e l
gobierno
d e Bonn el 7 de diciembre con
la República Popular d e Polo-
n i a .
Brandt utiliza
un
viaje
a l
país vecino para arrodillarse
ante e l monumento a las vícti-
m a s judías erigido en el anti-
g u o «ghetto» d e Varsovia. M á s
de la mitad de la población
alemana juzga este acto
de hu -
mildad como exagerado o im-
procedente , l o que denota el
revanchismo latente
y la
poca
Erler y Brandt en 1966 .
Adenaue r y Brandt en 1966
6 0
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Brand y el canciller Kiesinger en 1968 .
cristiana y los sectores antico-
munistas
de la
nación, Brandt
víctima una vez más de su na-
turaleza dual
y
contradictoria,
cometió e l error d e promulgar
en 1972 el
decreto contra
los
radicales (Radikalener lass ) ,
con e l que se legalizaba e l con-
trol ideológico
y la
discrimina-
ción profesional
de los
funcio-
narios
y
empleados
de l
Estado
d e
ideas consideradas como
ant icons t i tucionales .
La ley ,
aunque afectaba también
a la
extrema derecha, estaba dirigi-
d a sobre todo contra la iz-
quierda militante,
d e
composi-
c ión fundamentalmente
m a r -
xista y comunista. A pesar d e
q u e
Brandt reconocería
m á s
inclinación
a
reconocer
los crí-
menes nazis.
El 3 de
septiembre
de 1971,
lo s
embajadores
de los
Estados
Unidos, Francia, Inglaterra
y
la
Unión Soviética
e n
Bonn,
firman
un
tratado conjunto
so-
b r e e l
«status»
d e
Berlín, toda-
vía
vigente,
y que a
grandes
rasgos estabilizaría
la
situación
de la
ciudad
y
superará
la ten-
sión de los años anteriores. A
este acuerdo seguirá,
en los
meses siguientes, la firma, e n -
t r e l a s d o s
Alemanias,
de los
«tratados interalemanes», q u e
regulan todavía hoy las relacio-
n e s
siempre conflictivas entre
Bonn y el Berlín oriental. Este
proceso
d e
acercamiento
cu l -
minará
en la
firma
de l
Tratado
F u n d a m e n t a l o « G r u n d v e r -
trag».
E n
s e p t i e m b r e
d e 1 9 7 1 ,
Brand
se
traslada
a
Crimea
p a -
r a
entrevistarse
c o n
Bresnef.
A l m e s
siguiente
se le
concede
el
premio Nobel
de la Paz.
El decreto contra
lo s
radiales.
L as «reformas»
de Brandt.
S u actitud con los
trabajadores
extranjeros
Para hacerse perdonar
su
Ostpolitik
por la
democracia Brandt e s ac lam ado p o r l a población d e Erfurt (Alemania d e l Este) en 1970 .
61
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á
Brandt s e arrodilla ante e l m o n u m e n t o a los judíos exterminados p o r l o s nazis e n Varsovia. . . Era el 7 de dic iembre d e 1 9 7 0 .
tarde la s consecuencias desas-
trosas de su decisión, quedará
ante la historia como e l res -
ponsable
d e
haber puesto
e n
marcha
u n a
praxis policíaca
—única en los países democrá-
ticos europeos— q u e en cierto
modo recuerda la s «leyes anti-
socialistas»
d e
Bismarck
y la
ley hitleriana sobre la depura-
ción ideológica de los funcio-
narios.
E l
objeto
de la
disposi-
ción era e l de asegurar q u e to -
d o ciudadano q u e aspirase a
entrar en el servicio público,
n o fuese miembro d e partidos
o grupos radicales. Entre 1972
y 1977, el
número
d e
aspiran-
t e s
sometidos
a un
chequeo
ideológico f u e d e unos dos mi-
llones.
En la práctica, e l decreto
contra
lo s
radicales —que
si-
g u e vigente— funciona de la
siguiente manera: u n estudian-
t e o licenciado cualquiera soli-
cita u n a plaza vacante en un
centro d e enseñanza. E l esta-
blecimiento e n cuestión se diri-
g e
automáticamente
a la
Ofici-
n a Federal para la Defensa d e
la
Constitución para averiguar
si el
solicitante figura como
«radical» en los ficheros de es -
t a organización. Si en el infor-
m e env iado p o r l a Oficina
consta
q u e e l
aspirante
a f u n -
cionario t iene antecedentes
considerados como anticonsti-
tucionales, le es negada la pla-
z a . Este mismo procedimiento
e s aplicado a todas las esferas
6 2
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Firma d e l Tra tada d e Amistad con l a Unión Soviética, en e l Kremlin (1970)
de los
servicios públicos: Justi-
c i a ,
Policía, Fuerzas Armadas,
C o r r e o s
y
Telecomunicacio-
n e s ,
servicios municipales,
e tc .
C o n
este decreto nefasto
Brandt hizo e l juego a la reac-
ción y consolidó las tradiciones
autoritarias y policíacas de su
país, criminalizando
las
ideas
y
actividades
de los
sectores
d e
población opuestos
al
sistema
capitalista d e l a R F A . Brandt
puso e n funcionamiento e l de-
creto en contra de l criterio d e
Wehner, Egon Bahr y otros lí-
deres socialdemócratas. Este
último lo calificaría m á s tarde
d e
«escandaloso
y
repugnan-
t e» .
Mientras Brandt realizó
en
el
ámbito exterior
u n a
política
positiva
y
consecuente
(si nos
olvidamos
de su
vasallaje
a la
política imperialista de l a USA
e n Vietnam y otras zonas), n o
cumplió su promesa de ser el
canciller de las reformas inte-
riores.
L a s
reformas anunciadas
po r
Brandt con gran énfasis eran
ya en s í , más que
metas socia-
listas
y
verdaderamente antica-
pitalistas, variantes socialde-
mócratas d e l capitalismo popu-
l a r , como p o r ejemplo la parti-
cipación
d e
beneficios (Vermó-
gensbildung)
a
través
de un
mecanismo redistributivo
c e n -
tral.
L a
palabra «Volksvermó-
gen» (fortuna popular)
es se-
mánticamente casi idéntica
a la
d e l capitalismo popular postu-
lado desde antes de la I I Gue-
r r a
Mundial
p o r
ciertos secto-
res de l
catolicismo para frenar
precisamente
el
proceso
de so-
cialización. Con e l «Mitbesitz»
(coprop iedad
o
coposesión),
Brandt p re tend ía c rear
u n
co mp lemen to ma te r i a l
a la
«MitBestimmung»
o
cogestión
en las
empresas.
N o s e
trataba
pues d e desmontar las estruc-
turas de l alto capitalismo vi-
gente en l a R F A n i de rozar la
hegemonía
de l
capital sobre
e l
trabajo, sino d e integrar mejor
a las clases asalariadas dándo-
les la ilusión d e q u e participa-
b a n d e alguna manera en la re-
producción y acumulación del
capital. E ra a l alternativa p e -
queño-burguesa al capitalismo
boyante d e l a R F A . E s o expli-
c a q u e Brandt, como sus de-
m á s
colegas
d e l S P D ,
haya
b o -
r rado
de su
vocabulario
el con-
cepto
d e
«lucha
d e
clases».
E x-
plica también
q u e
hace años
Brandt dijera
ya :
«Nosotros
n o
queremos hacer otra cosa que
lo que ha hecho e l C D U , pero
mejor».
L a cogestión f u e introducida
y a ba jo la cancillería d e A d e -
nauer
en e l
sector
de l
carbón
y
d e l
acero, pero Brandt, presio-
nado
por los
sindicatos, quiso
ampliarla a todas las empresas
c o n u n a plantilla superior á los
dos mi l
empleados.
E l
proyec-
t o
elaborado
por e l
gabinete
Brandt — y aprobado más t a r -
d e
b a j o
l a
c a n c i l l e r í a
d e
Schmidt— n o introducía de to-
d o s modos la cogestión parita-
r ia
exigida
po r l o s
sindicatos
r
sino u n modelo q u e aseguraba
la
hegemonía decisoria
del ca-
pital sobre
el
trabajo. Digamos
63
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cía ha
logrado
que s e
conceda
por l o
menos
el
derecho elec-
toral municipal a los trabaja-
dores extranjeros, Brandt y sus
correligionarios no han hecho
nada
e n
este sentido. Basta
leer
e l
capítulo
q u e
Brandt
d e -
dica en su libro «Über d e n T a g
hinaus» (1974) al tema de la
inmigración para darse cuenta
de su escasa simpatía por los
t r aba jadores ex t ran jeros .
N o
olvidaremos nunca
e l
triste
p a -
p e l jugado p o r Brandt en o to -
ño de 1973 ,
cuando
en las Fac-
torías Ford
d e
Colonia, varios
miles d e turcos se rebelaron
contra
la
disciplina cuartelada
imperante allí y contra la dis-
criminación
p o r
parte
de los
alemanes.
E l
canciller,
en vez
d e
reconocer este hecho
y el
derecho de los emigrantes t u r -
cos a
defenderse, apareció
en
la s pantallas de la televisión
af i rmando
q u e s e
trataba
de un
conflicto organizado po r una
minoría d e agitadores profesio-
nales.
Entrevis ta e n Erfurt c o n e l Primer Ministro de la Alemania Oriental, Willy Stoph.
L a crisis.
Dimisión.
E l
papel
de
Wehner
L a s elecciones al Bundestag
(anticipadas) d e noviembre d e
q u e este compromiso a favor
de l o s
empresar ios
le fue
dicta-
d o a Brandt po r l o s liberales.
Si las reformas sociales d e
Brandt fueron magras
y, en el
fondo, nulas,
e n
otros campos
s u
labor
n o f u e
menos decep-
cionante.
E l
canciller
n o
hizo
nada para mejorar la situación
jurídica
y
moral
de los
trabaja-
dores extranjeros, expuestos
s iempre e n mayor o menor
grado
a
toda clase
d e
discrimi-
naciones
p o r
parte
de un pue -
b lo que no ha
logrado todavía
superar su pasado racista. A l
contrario: Brandt aprovechó la
crisis
d e l
petróleo
en 1973
para
hacer todavía
m á s
insegura
la
estancia
de los
inmigrantes
en
l a R F A . Mientras en los países
escandinavos
la
socialdemocra-
Brandt y Wehner e n 1 9 7 2 : Primero, amigos; después, enemigos
6 4
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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1 9 7 2
significaron
u n
tr iunfo
personal d e Brandt y u n a co n -
solidación
de la
coalición
con
los liberales, lo q u e permitió a
ambos partidos proseguir
su la-
b o r co n u n a
amplia cobertura
p a r l a m e n t a r i a .
E n
abril
d e
1 9 7 3 ,
B r a n d t
f u e
reelegido
pres iden te d e l S P D c o n e l
mayor número
d e
votos obte-
nido jamás
p o r
otros presiden-
t e s d e l
partido.
Pero a partir d e esas mismas
fechas y coincidiendo con la
crisis energética mundial,
sur-
ge de
pronto
u n a
poderosa
co -
rriente crítica contra
é l . La d i -
misión
d e s u
ministro
de F i -
nanzas, Karl Schiller,
fue ya
u n a señal de su pérdida d e au -
toridad y prestigio. L a infla-
ción merma rápidamente
su
popularidad y despierta e l des -
contento
d e
todos
lo s
sectores
d e población. L a democracia
cristiana
le
acusa
de ser un
hombre débil
e
incompetente,
s in
dotes
d e
mando
ni
capaci-
d a d para enfrentarse a situa-
ciones difíciles.
E n
estos repro-
ches
h ay u n
fondo indudable
d e verdad. Infinidad d e veces
hemos visto
en el
Parlamento
d e Bonn a Brandt ponerse p á -
lido ante
los
ataques
de los de-
mócrata-cristianos,
o
quedarse
s in
respuesta. Cuando Helmut
Schmidt, encolerizado
por la
pasividad
d e l
canciller, daba
puñetazos sobre
la
mesa
en las
reuniones d e l Consejo d e Mi -
nistros, Brandt abandonaba
la
sala lívido y contrariado.
El 7 de
m a y o
d e 1 9 7 4 .
Brandt presentó su dimisión
como canciller
de la
República
Federa l .
E l
pretexto formal
para esta decisión
fue la
deten-
ción, el 24 de abril, d e l espía
comunista Guillaume —uno d e
s u s
principales colaboradores
dentro
de la
cancillería—. pero
el
motivo verdadero
f u e
políti-
co.
E n e l
momento
d e
presentar
su dimisión, Brandt se hallaba
e n u n a situación precaria. S e
estaba convirtiendo
en u n n áu -
f r a g o .
E r a y a
—digámos lo
abiertamente—
un
cadáver
f lo -
tante. Desde hacía tiempo,
las
encuestas demoscópicas seña-
Herbert Wehner e n Mosco, en 1973
laban
u n
vertiginoso descenso
de la
popularidad
del
canciller.
D e noviembre de 1972 a no-
viembre
de 1973, el
índice
d e
electores dispuestos a dar su
voto
a l S P D ,
bajó
del 55 al 35
p o r
ciento.
L a s
elecciones
al
Senado
d e
Hamburgo celebra-
d a s e n
marzo
de 1974
consti-
tuyeron
u n
gran fracaso para
la
socialdemocracia
y u n
especta-
cular triunfo para
la
democra-
c ia cristiana. La última consul-
ta
demoscópica realizada antes
de la
dimisión
d e
Brandt indi-
caba
q u e
sólo
un 27 por
ciento
d e l
electorado quería
dar su
voto
a l S P D .
E l
canciller
se
sentía cada
v e z m á s
solo, abrumado
por
las
depresiones
y la
angustia.
L a s
ratas habían empezado
a
abandonar
el
barco.
E l
prime-
ro en
desertar
f u e
precisamen-
t e
Walter Scheel,
e l
jefe liberal
y
ministro
d e
Asuntos Exterio-
res , a l
anunciar
q u e
pensaba
presentarse como candidato a
la presidencia de la República,
e n sustitución d e l doctor G u s -
t a v
H e i n e m a n n .
A l
hacerse
público
e l
«affaire» Guillaume,
Brandt y e l espía Guillaume e n 1 9 7 3
65
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Willy Brandt y s u consejero Egon Bahr.
Brandt
s e
enteró
de que e l mi-
nistro d e l Interior Genscher —
liberal— había estado acumu-
lando material sobre
su
vida
privada,
a
espaldas suyas.
S e
trataba
d e
diversas visitas
f e -
meninas q u e e l canciller había
recibido en la intimidad duran-
t e s u s viajes.
L a
actitud
d e l F D P
desmo-
ralizó
s in
duda
a
Brandt, pero
n o f u e
tampoco
lo que le mo-
v ió a
presentar
su
dimisión.
Walter Scheel intentó incluso
en e l
último momento
q u e p e r -
m a n e c i e r a e n s u p u e s t o .
Brandt
se
decidió
a
abandonar
la
cancillería
a l ver que las dos
personal idades clave
de su par-
t i d o — W e h n e r
y
H e l m u t
Schmidt— deseaban q u e s e
marchase. Schmidt
n o f u e n u n -
c a u n
g r a n a d m i r a d o r
d e
Brandt ,
y a
menudo expresó
su
disconformidad
co n é l ,
criti-
cando su falta d e autoridad, su
tendencia
al
centr ismo
v su
*
blandura frente
a la
oposición.
H e r b e r t W e h n e r p r o t e g i ó
siempre a Brandt y le cubrió
c o n t i n u a m e n t e
l a s
espaldas
dentro d e l partido, pero a p a r -
tir de 1973 le
atacó pública-
mente .
E n
privado dijo:
«Al
canciller
le
gustan
los
baños
ti-
bios,
e n u n a
bañera llena
d e
espuma». Creo
que es la
defi-
nición
m á s
justa
que se ha he-
c h o d e l líder socialdemócrata.
Brandt confió
a su
biógrafo
David Binder: «Wehner quería
desde
1972 que yo me
fuera ,
y
yo fu i lo
suficientemente idiota
para n o darme cuenta». El dis-
tanciamiento entre ambos e m -
pezó
e n
diciembre
de 1972 , po-
c o
después
de l
triunfo electoral
d e
Brandt. Mejor dicho:
e m -
pezó a surgir ya durante la
campaña electoral,
en la que
Brandt, sintiéndose
en la
cima
de su
popularidad, prescindió
de su consejero y protector.
Wehner comentaría: «Mientras
él era
aclamado,
yo fu i
humi-
llado como nunca». Wehner,
en fe rmo d e diabetes y cansado
d e
luchar
con el ala
izquierda
d e l S P D , l e
dijo
a
Brandt tras
la s
elecciones
q u e n o
quería
seguir s iendo vicepresidente
d e l
partido. Para sustituirle,
Brandt eligió
a
Heinz Kühn,
u n
h o m b r e
a l q u e
Wehner
abominaba .
E l
canciller,
ro -
deado
d e
aduladores
y co n -
sejeros d e segunda categoría,
no se d io
cuenta
de lo que s ig-
66
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Brandt
en 1974 , e l año de l a
dimisión.
nificaba la pérdida de un cola-
borador como Wehner,
la per -
sonalidad
d e m á s
quilates
que
h a dado la socialdemocracia d e
posguerra.
En e l curso de 1973, Wehner
realizó
d o s
viajes
a la
Europa
c o m u n i s t a
s i n
c o n s u l t a r
a
Brandt:
u n o a l
Berlín oriental
(30 de mayo) y otro a Moscú y
Leningrado ,
e n
sept iembre .
Wehner n o ocultó en sus de-
claraciones
q u e
estaba insatis-
fecho con la política d e l gabi-
nete Brandt, afirmando
que en
Bonn faltaba
u n a
cabeza.
A su
regreso d e Rusia, Wehner y
Brandt
se
reunieron
d o s
veces
para intentar reconciliarse,
p e -
ro sin resultado.
L a r u p t u r a e s def in i t iva
cuando tras
la
detención
del
espía Guillaume, Wehner
se
entera de las aventuras galan-
t e s de Brandt en los hoteles y
en su tren especial. L a entre-
vista final entre ambos tiene
lugar
el 4 de
mayo
de 1974 en
Munstereifel . Solos ambos,
Brandt dice: « H e fracasado.
Pienso dimitir».
A
continua-
ción el canciller comenta q u e
lo s
servicios secretos reúnen
material sobre su s amoríos.
Wehner responde: « M e alegro
q u e
toques este tema, porque
a s í m e facil i tas la s cosas.»
Brandt habla
d e
suicidarse
y
espera en vano un gesto d e
apoyo
p o r
parte
d e
Wehner.
Después d e media hora d e
conversación, ambos
se
sepa-
r a n . D o s días después, Brandt
decide dimitir.
El prestigio
de
Brandt.
Actividades
internacionales
Curiosamente, el fracaso f i -
na l de
Brandt como canciller,
n o quebró su prestigio dentro
d e l partido, cuya presidencia
sigue detentando.
N o
mermó
tampoco
su
prestigio interna-
cional. A l contrario: Brandt,
liberado de sus deberes de can-
ciller, pasó a jugar u n papel
cada vez más importante d e n -
t ro de la socialdemocracia in -
ternacional. Citemos e n este
contexto la asistencia moral
q u e
prestó
a l
PSOE
y a su ami-
g o Felipe González, así como
al
jefe
de los
socialistas portu-
gueses Mario Soares.
Guil laume, detenido ya .
67
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Flores para
el
Canciller caído.
El 7 de
m a y o
d e 1 9 7 4 l a
fracción parlamentaria
d e l
S.P.O.
s e
despide
d e l
Canciller. Junto
a
Brandt, Wehner.
E n
n o v i e m b r e
d e 1 9 7 5 ,
Brandt f u e reelegido presiden-
t e d e l S P D p o r 4 0 7
votos
c o n -
t ra 29 , lo que
demuestra
el
concepto nibelungo
que los
alemanes tienen de la fideli-
d a d . A
finales
d e
noviembre
de 1976 fu e
elegido
e n
Ginebra
Willy Brandt est re chand o la m a n o d e l filósofo Ernst Bloch, durante l o s a c to s c o n m e m o ra -
t ivos d e l 1 5 0 aniversa r io d e l nac imiento d e Carlos Marx, celebrado en la ciudad d e Tréve-
r i s , su lugar d e nacimiento.
presidente
de la
Internacional
Socialista, cargo q u e todavía
sigue desempeñando. Brandt
e s también desde marzo d e
1977 presidente de la Comisión
Norte-S ur, cargo
que l e
ofreció
el presidente d e l Banco M u n -
dial, Robert McNamara.
E n
este contexto h a declarado:
« L a solución de las relaciones
Norte-Sur
es el
problema
so -
cial para
el
resto
d e
este siglo».
Entre la s medidas propuestas
p o r
Brandt para ayudar
a los
países pobres figura
u n « i m-
puesto internacional». Pero e l
e x canciller se encuentra aquí,
como otras veces, e n u n a situa-
ción contradictoria; mientras
d e u n
lado pide
m á s
dinero
p a -
ra los
países hambrientos
y
atrasados, apoya (también
e n
contradicción
con su
concien-
c ia
pacifista),
la
política arma-
mentista de su país y de la
O T A N , en vez de exigir, d e
acuerdo
con la
ética socialista
y humanista, q u e l a s cifras as-
tronómicas destinadas
a
produ-
cir
armas
y a
fomentar
la gue-
r r a fría, sean destinadas a a y u -
d a r a l
Tercer Mundo.
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Reflexiones
finales:
Brandt
y la
socialdemocracia
alemana
No se puede entender la fi-
gura
de
Brandt separándola
d e
su
país
y de la
tradición
del
partido a l que pertenece. E l
S P D n o f u e nunca un partido
revolucionario.
L a
influencia
d e
Lasalle neutralizó
a
menu-
do la de
Marx
y
Engels. Tras
la s
leyes antisocialistas
de Bis -
marck, e l S P D , deslumhrado
por sus crecientes éxitos elec-
torales,
se
aburguesó
y
pactó
en e l fondo con la alta burgue-
s í a , hasta el extremo d e apoyar
la
guerra imperialista desenca-
denada en 1914 po r Guiller-
m o I I .
Después
de la
muerte
d e
Engels,
e l
partido cayó cada
v e z m á s ba jo la influencia de
Kautsky y su marxismo vulgar-
mecanicista,
con su
tendencia
a l
oportunismo
y a las
fórmu-
la s
hueras. Luego vino
e l pro-
grama revisionista d e Berns-
tein, que en última instancia se
revelaría como el elemento d o -
minante
en e l SPD.
Cuando
se
produjo
el
hundimiento
de la
monarquía y la revolución de
1918, e l SPD, en vez de apro-
vechar
e sa
ocasión histórica
única, dijo
que no a la vía del
socialismo
y
prefirió pactar
d e
nuevo con la burguesía. Al l le-
gar la hora amarga y dura del
nacionalsocial ismo, capituló
s in
apenas luchar ante
e l ene-
migo.
En las
décadas
que han s e -
guido a la terminación de la II
Guerra Mundial,
e l SPD ha
vuelto
a
cometer
el
error
d e
pactar
con e l
capitalismo
y de
renunciar a los planteamientos
v e rd ad e ramen te so c ia l i s t a s .
Ob ses io n ad o p o r demostrar
q u e e s capaz d e gobernar y
ejercer el poder con eficacia,
h a llegado a la autonegación
máxima. Willy Brandt es el
producto
de
esta tradición
y de
esta táctica. • H. S.
Mitterrand y Brandt
Caricatura d e Willy Brandt, p o r David.
6 9
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La
«Joya
d e
Fernando», lugar
d e l a s
e jecuciones
y ,
ante ella,
u n o d e l o s
familiares
d e l o s
asesinados, Felipe Fernández.
d e
revanchas, odios
o
venganzas, sino como
simple constancia
d e
unas locuras
q u e n o p u e -
d e n volver a repetirse.
C o n e l mismo ánimo e iguales deseos de que
la s viejas heridas cicatricen de una vez para
siempre
sin
dejar rastro, hablamos
hoy de
otra
gran tragedia vivida p o r distinto pueblo espa-
ñol . S i
Lardero está
en La
Rioja, Villarte
d e
lo s
Montes
se
halla
en
Extremadura;
en la
parte
m á s
dura
e
inhóspita
de la
región
q u e p o r
algo
recibe e l expresivo nombre de la siberia extre-
meña. Aquí
n o
opinamos
p o r
cuenta propia.
N o s limitamos a recoger, quitándoles crispa-
ción y poniendo dolorida sinceridad, al relato
q u e n o s
hacen unos testigos presenciales
de los
hechos q u e narran. D e d o s hombres que ya en
la
madurez
de la
existencia
no han
podido
b o -
rrar de su imaginación las dantescas escenas
q u e
hubieron
d e
presenciar
en su
lejana
a d o -
lescencia y q ue les dejaron para siempre m a r -
cados y obsesionados.
—Más q u e e n partidos políticos —dice M a -
nuel Cervantes Acedo, nacido
en
1925—
los
vecinos d e Villarte se dividían automáticamen-
t e en dos
grupos:
lo s
propietarios,
sus
familia-
r e s ,
criados
y
favorecidos, pertenecían
a la de-
recha;
el
resto, todos
los
trabajadores, figurá-
bamos en la izquierda. Aunque como en todas
partes había injusticias y desigualdades, en Vi-
llarte
de los
Montes
n o
existían odios
ni
renco-
r e s .
Desde
e l
primer momento
y sin
lucha
d e
ninguna clase, el pueblo quedó en la zona r e -
publicana. M u y lejos de los frentes, al princi-
p i o ; próximo a ellos, posteriormente, cuando
luego d e tomar Mérida y Badajoz, lo s franquis-
t as se
apoderaron
d e D o n
Benito
y
Villanueva
de la Serena.
Paulino Fernández, u n a d e l a s victimas de la represión, muerto a
lo s veintiún años.
71
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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La Iglesia d e Villarte d e l o s Monte s^ donde inic ialmente fueron encerrad as l a s víc t imas de l a matanza.
Félix Fernández Reinaldo, u n a ñ o mayor
q u e s u compañero, también natural d e Villarte
de los
Montes, asiente
a
cuanto dice Cervantes
y puntualiza, po r su parte algunos extremos de l
máximo interés. «En l a s primeras semanas d e
la guerra en el pueblo no se perpetró el menor
crimen
ni se
cometió
el
menor desmán.
Si se
detuvo
a u n a
serie
d e
personas
d e
derechas
f u e
p o r librarles d e cualquier venganza personal y
especialmente para protegerles de los milicia-
nos de l o s pueblos vecinos que de vez en cuan-
d o
aparecían
po r e l
lugar, queriendo llevarse
a
lo s
elementos contrarios
a la
causa republica-
n a » .
—Cuando vimos que su defensa contra las
pretensiones de las columnas milicianas e ra d i -
fícil decidimos ponerlos en libertad d e común
acuerdo con todos ellos, incluso facilitándoles
lugares donde esconderse
y
caminos
m á s
segu-
ro s
para alcanzar
la
llamada zona nacional.
As í
se
salvaron todos excepto
u n o q u e ,
contra
el
parecer d e todos, se empeñó e n continuar libre
en el
pueblo
y q u e
meses
m á s
tarde pereció
po r
motivos
u n
tanto oscuros,
d e
índole personal
y
familiar, según todos
lo s
síntomas.
Como
e n
todos
los
pueblos
de la
zona repu-
blicana hubo muchos mozos que se incorpora-
r o n
voluntarios
a los
frentes
y
otros
m á s
nume-
rosos q u e hubieron d e hacerlo al ser moviliza-
alentín, otro
d e l o s
t e s t igos
d e l a
m a tanza
e n la q u e
perdió
a
s u padre.
7 2
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La coche ra q u e l e s sirvió d e «capilla», allí fueron trasladados l o s veint iocho «rehenes» q u e inicialmente habían sido encerrados en la
Iglesia y p o r esta puerta salieron para s e r fusilados.
d as s u s
quintas. Pero nada
d e
esto alteró
m u -
cho la
vida local donde
n o
existían rencores.
L a
mejor prueba
es que e l
sacerdote
d e l p u e-
b l o
estuvo durante toda
la
contienda actuando
como secretario
d e l
ayuntamiento
s in que na-
die se
metiese
con él .
A l
finalizar
la
guerra
y ser
ocupado Villarte
d e lo s
Montes
p o r
fuerzas llegadas
de los
fren-
t e s
cercanos
n o
ocurrió
el
menor incidente
ni
en los primeros días se produjeron detenciones
d e
ninguna clase.
L a s
prisiones comenzaron
unas semanas después al volver al pueblo los
soldados q u e habían luchado e n diferentes lí-
neas
y q u e
regresaban
a su
lugar
d e
origen
lue-
g o d e s e r
puestos
e n
libertad
en los
campos
d e
concentración por los que habían pasado. Todos
regresaban al pueblo tranquilos y contentos,
seguros
d e q u e
nada había
d e
pasarles,
ya que
nada malo habían hecho.
Se les fue
encerrando
pr imero en la propia iglesia y luego en una
gran nave industrial llamada la Cochera.
Todo transcurrió c o n relativa tranquilidad
hasta
el 15 de
mayo. Entonces,
p o r
instigación
y a petición d e algunos de los derechistas q u e
habían estado detenidos
al
comienzo
de la gue-
r r a y q u e
fueron puestos
en
libertad
sin
sufrir
e l
menor daño, decidieron hacer
u n
escarmiento
sangriento. Dicho
día y con el
pretexto
de l le-
var los
detenidos
a
Herrera
de l
Duque, cabeza
d e l partido judicial a l q u e pertenece Villarte,
sacaron doce detenidos
en un
camión
y los con-
dujeron a la Joya d e Fernando (joya se llama
en la Siberia extremeña a cualquier hoya o ba-
rrancada) donde fusilaron
a
once
de los
presos,
mientras e l otr o —Jul ián Molina, q u e había
sido alcalde
d e l
pueblo durante parte
de la gue-
rra—
le
cortaron
los
testículos
y se los
metie-
ron en la
boca antes
d e
asesinarle para
que el
resto de los presos presenciaran e l horripilante
espectáculo.
E l
mismo
16 de
mayo
de 1939
otro camión
recogió once presos m á s afirmando también
q u e lo s trasladaban a Herra d el Duque para ser
juzgados, pero a l llegar a una «joya», distante
u n
centenar
d e
metros
d e
Fernando,
los
obliga-
ron a apearse disparando contra ellos apenas lo
hubieran hecho. Todos los muertos fueron
hombres ,
e l més
joven
d e
todos, Paulino
F e r -
7 3
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L o s
re s tos
d e l a s
víc t imas cubiertos
d e
flores, tras cuarenta años
d e obligado silencio.
nández Reinaldo, apenas pasaba
de s e r un mu-
chacho.
H a y u n
dato trégico: entre
lo s
fusila-
d o s estaba u n hombre joven q u e llevaba pocas
semanas casado
con una
mujer extraordinaria-
mente bella;
su
muerte según todo
e l
pueblo
n o tuvo otra causa n i motivo q u e e l capricho d e
uno de l o s caciques, q u e pensaba que una vez
muer to e l marido la viuda caería fácilmente en
s u s brazos.
—Ent re lo s muertos —afirma Valentín C e r -
vantes Acedo— estaba mi padre. L e detuvie-
ron en su casa el día 10 de mayo y lo tuvieron
seis días encerrado antes d e matarle. Como to -
das l a s
demás víctimas
de la
matanza
no fue
interrogado p o r ninguna autoridad competen-
t e , procesado legalmente y menos a ú n juzgado
p o r ningún tribunal civil o militar. El día de su
inmolación, cuando
m i
madre estaba llorando
c o n
todo
el
natural desconsuelo, unos falangis-
t as se
presentaron
e n
casa para decirle
que se
callase porque e n caso d e continuar alborotan-
do le pasaría lo mismo que a su marido.
—Por si no fuera bastante co n esta barbarie
—añade Reinaldo—
uno de l o s
caciques, cuyo
nombre conoce
e l
pueblo entero comentado
a
voces, viendo pasar por la plaza a varios hijos
de l o s fusilados, dijo a gritos: «¡Vamos a tener
q u e hacer otra corta y pronto, porque l o s nue -
v o s
tallos
v a n y a m u y
altos »
Impresiona
o í r a
estos
d o s
hombres;
n o
sólo
por l a tragedia q u e narran, sino por e l profun-
d o acento d e sinceridad q u e vibra en sus pala-
bras. N o e s posible poner e n tela d e juicio n in -
guna
de sus
afirmaciones. Aparte
d e q u e
ratifi-
cando su relato está la mayoría de un pueblo
extremeño,
lo s
detalles
de los
hechos,
l o s n o m -
bres
y
apellidos
d e
víctimas
y
victimarios
n o
pueden
s e r
inventados. Basta mirarles
a los
ojos para comprender
q u e n o
cuentan
m á s q u e
la verdad y a ú n callan parte d e esta desoladora
verdad.
—Los veintitrés muertos de las dos «joyas»
—afirman— quedaron sin enterrar semanas y
semanas, dejando que l o s devorasen lo s perros
y las alimañas. A mediados d e junio un tenien-
t e q u e
llegó
al
pueblo, horrorizado
al ver en
Villarte a u n perro c o n u n a pierna humana, o r -
denó q u e s e sepultasen lo s restos de las vícti-
m a s . Fuimos familiares quienes tuvimos q u e
hacerlo. Pero no s e nos permitió trasladarles al
cementerio
d e l
pueblo
ni
colocar
u n a
lápida
o
u n a
cruz sobre
sus
tumbas. Durante siete
la r -
g o s lustros persistió esta prohibición, llegando
lo s
caciques
d e l
lugar, responsables
de las
muertes ,
a
amenazar incluso
c o n
fusilar
a
quien
denunciase donde estaban
los
muertos.»
Apar te de l o s asesinados de las «joyas», d o -
ce o catorce m á s fueron fusilados en Mérida y
otros lugares en que se les juzgó, acusándose-
l es de delitos m á s o menos fantásticos. E n total
en un pueblo d e poco m á s d e 2.000 habitantes,
unos
4 0
fueron pasados
por las
armas después
de la guerra, mientras en los treinta y d o s m e -
s e s q u e
duró ésta
n o
pereció
en el
lugar
más
q u e u n a
sola persona.
— A l o s d e
izquierda
q u e
quedamos
con vi-
d a , generalmente p o r s e r menores d e quince
años
o
mayores
d e
cincuenta,
n o
haberse meti-
d o e n
nada
o
encontrarse enfermos,
s e nos t r a -
t ó m u y m a l . Apar te d e mirarnos como apesta-
d o s ,
negarnos
el
saludo, forzándonos
a l h a m -
b r e porque sólo n o s pagaban jornales irrisorios
se nos obligó a realizar tareas penosas y arries-
gadas
sin
retribución alguna.
A
Valentín
C e r -
vantes
y a mí
—cuenta Félix Fernández—
nos
tuvieron m á s d e d o s años sin pagarnos un solo
céntimo.
Y
cuando algunos guerrilleros apare-
cieron po r l o s montes cercanos, teníamos q u e
ir incluso d e noche de un pueblo a otro para
mandar recados d e unos caciques d e l pueblo a
otros de l o s vecinos, seguramente con la espe-
ranza q u e cualquier noche n o s mataran en el
camino.
7 4
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N o todas las muertes ocurrieron en 1939 ó
1940 . Ya avanzado e l mes de octubre de 1941
s e perpetró la última de las ejecuciones.
«Ese
d ía
fusilaron
a uno de los
hombres
má s
infelices d e l pueblo, llamado Manolo Chaves,
cuyo único delito, según decían, e r a q u e u n o
d e s u s
hermanos andaba huido
por l a
sierra.
Quisieron hacer u n escarmiento con él y dieron
u n bando obligando a todos los vecinos, sin la
menor excusa ni pretexto, a presenciar su
muerte. Todos
le
vimos como
con las
manos
atadas a la espalda uno de los caciques le orde-
naba a gritos:
—¡Echa a andar que te vas a Rusia »
« L e dispararon por l a espalda apenas movió
u n p i e ,
cayó
al
suelo acribillado
a
balazos
y
allí
le dejaron desangrarse e n presencia de todo u n
pueblo.
L o s muertos de l a s "joyas" estuvieron más
d e cuarenta años sepultados e n mitad de l mon-
t e . Sólo el 8 de marzo de 1981 se permitió que
los familiares desenterrasen lo que quedaba d e
los
restos
de sus
deudos
y los
trasladasen
al ce-
menterio de la localidad extremeña.
E l acto constituyó u n a impresionante mani-
festación d e duelo. L o s d o s kilómetros del re-
corrido estaban llenos d e gente q u e lloraba al
paso de la fúnebre comitiva. Ahora, lo s veinti-
trés fusilados reposan en una fosa d e l cemente-
r io
municipal cubierta totalmente
d e
flores
to -
dos los días d e l a ñ o como expresión sincera del
dolor d e todo u n pueblo.» • E . G .
La lápida q u e
lo s restos
mezc lados
d e l a s
víctimas d e aquel
asesinato.
v \ l
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O /
r f
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J T l E R R t /
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A S
<. . ACIANO LUCAS.
NiJÜLAS MARTIN.
kURH
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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La
muerte
de
Darwin
en la
Prensa Española
de la
época
pesar de la manifiesta in -
comodidad
o
clara
d e -
sazón q u e para ciertos
grupos d e opinión suponía ha -
blar d e l tema darwinista, la
muerte d e Darwin tuvo u n a m-
plio eco en la prensa española
de la época. L o s comentarios
sobre
e l
hecho reflejan,
a d e -
m á s , d e modo significativo, e l
estado de la cuestión darwinis-
ta en e l contexto cultural espa-
ño l de l momento. N o cabe d u -
d a , asimismo, q u e , desde un
punto d e vista sociológico-re-
ceptivo
d e l
fenómeno científi-
co , e l
periódico,
por su
propia
naturaleza
e n
cuanto medio
d e
comunicación social, n o s ofre-
c e u n a
atalaya excelente para
contemplar
la s
diversas actitu-
des de l a sociedad española a n -
te la
teoría
d e
Darwin.
L a me -
ra
filiación ideológica
d e
cada
publicación
n o s
explica
ya por
sí -misma el modo d e abordar
la tan espinosa y c ontrovertida
cuestión p o r parte de los dis-
tintos sectores
d e
nuestra
o p i -
nión pública.
D e l a s e l e c c i ó n d e t e s -
t imonios que se incluyen en es-
t e artículo referentes al abani-
c o básico d e posiciones socio-
políticas pensamos q u e s e p u e -
d e n extraer un pa r de aprecia-
ciones generales q u e afectan al
sustrato mismo
d e
nuestra vida
intelectual decimonónica. D e
u n lado, resulta evidente u n a
cierta debilidad gnoseológica
Diego Núñez Ruiz
en e l tratamiento de l problema
e v o l u c i o n i s t a .
E n
r i g o r ,
semejante endeblez cognosciti-
va nos
remitiría, como telón
d e
fondo,
al
conjunto
d e
insufi-
ciencias radicales de l proceso
de la modernidad e n España,
sobre todo, e n este caso, en lo
q u e
concierne
a l
desarrol lo
científico-natural y a la ausen-
c ia de una
tradición vigorosa
d e
tipo epistemológico.
L o q u e
acontece ahora e s q u e esta fa l -
t a de salud científica se va a
patentizar d e manera casi estri-
dente a propósito de un tema
c o m o e l d a r w i n i s t a en la
medida e n q u e estamos ante
u n a d e esas ocasiones en las
q u e u n a cuestión d e raigambre
escuetamente científica salta
a
la
palestra
de la
discusión
p ú -
blica. L a polémica darwinista
evidenciará, d e modo descara-
d o , l o s hábitos anémicos y los
vicios usuales q u e aquejaban a
nuestra cultura. Existía aquí
u n a
especie
d e
impudor
g n o -
seológico general izado. P o r
u n a parte, apenas h a y verda-
dera comunidad científica
en
sentido moderno, y las escasas
minorías
q u e
sobreviven
lo ha -
cen en condiciones harto p r e -
carias; d e otra, todo e l mundo
s e lanza a hablar d e todo, in -
cluidos los asuntos m á s espe-
cializados,
sin
demasiada preo-
cupación p o r e l rigor y la exi-
gencia científica. E n España se
discutirá mucho sobre
e l da r -
winismo, pero pocas veces se
t ratará
el
tema
en su
terreno
específico, tanto a favor como
e n
contra.
Cánovas,
q u e
solía
s e r má s
perspicaz que l a mayoría d e
s u s
correligionarios conserva-
dores, sentenciará
en e l Ate -
n e o d e
Madrid,
m á s p o r
razo-
n e s d e
part ido
q u e p o r
propio
convencimiento personal:
« D i -
ríase
q u e
Darwin
no se
propo-
n e otra cosa sino hacer inútil la
idea
d e
Dios
p o r
medio
de sus
obras científicas»
(1 ) . Po r su
parte, e l influyente periodista
E m i l i o H u e l i n , a u t o r d e l
famoso Cronicón científico-po-
pular, dirá ent re otra s cosas:
«Si fuera cierta la progenie in -
telectual
q u e l o s
darwinistas
atribuyen al hombre, y si nues-
t r o sentido moral resultase lo
mismo que e l instinto desarro-
llado d e u n a hormiga o abeja,
sobrevendría, probablemente,
con e l transcurso de l tiempo,
t a n
gran revuelta
en las
ideas
h o y reinantes, que n i religión,
ni amor puro, ni benevolencia,
n i car idad , ni otros altos y
grandes sentimientos, ni nada
g e n e r o s o , d e s i n t e r e s a d o
n i
magnánimo, ni fundamento al-
1 . A . Cánovas d e l Castillo: Dtscur
so pronunciado el día 26 de noviembr,
de
¡872
en el
Ateneo Científico
y
Litera
rio de
Madrid
co n
motivo
de la
apertura
de slis cátedras. Madrid. Imp. de la Bi
bliotcca d e Instrucción y Recreo, 1872
p ág . 4 7 .
76
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'..//y/////,,.
.: /w//y////T;v
«HW2
Carlos Darwin. Naturalista inglés, autor
d e l
t ra tado sobre
el
«Origen
d e l a s
espec ies
p o r l a
selección natural». Nació
e n
Shrews
6ury, e n 1809; murió e n Londres, e l 1 9 d e l p re se n te m e s . ( D e « L a Ilustración Española», d e l 3 0 d e abril d e 1882.)
77
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guno d e l o s actuales podría
subsistir, reemplazando
a
todo
esto e l desorden, la anarquía y
la fuerza, acompañadas de la
astucia
y de las
pasiones
m á s
a b y e c t a s , r u i n e s , b a j a s y
bastardas»(2). L a Pardo Bazán
despachará
s in más la
cuestión
—tan «palpitante», p o r cierto,
como
la
otra— diciendo:
«El
darwinismo será todo lo que se
quiera, menos sencillo
y
acce-
sible al entendimiento» (3) . Y
el poeta oficial de la época,
Gaspar Núñez
d e
Arce,
ex -
clamará e n tonos apocalípticos:
«Caerá
de sus
altares
el
Dere-
cho
por el turbión deshecho;
la Libertad sucumbirá arrolla-
da.
Que cuando el alma humana se
oscurece,
sólo prospera y crece
la fuerza audaz, de crímenes
cargada.
¡Ay, si al
romper
su
religioso
yugo,
gusta el pueblo de l jugo
que en esa ciencia pérfida se es-
conde
¡Ay, si olvidando la celeste es -
fera,
el hijo de la fiera
sólo a su instinto natural res-
ponde
¡Ay, si recuerda que en la selva
umbría
la bestia no tenía
ni Dios, ni ley, ni patria ni he-
redades
Entonces la revuelta
muchedumbre
quizás, Europa, alumbre
con el voraz incendio tus
ciudades.» 4)
Tras la lectura d e parejos
comentarios sobre la teoría d e
Darwin aparece bastante claro
2 . Emilio Huelin: «Los bruto s, su -
puestos engendradores de l hombre».
Revista
de
España,
X X V , 1872 , pá g . 7 .
3 . Emilia Pardo Bazán: «Reflexio-
n e s científicas contra el darwinismo».
La Ciencia Cristiana, IV, 1877, pá g.
488 .
4 . Gaspa r Núñez d e Arce: « A D a r -
win»,
e n
Gritos
de l
combate, Madrid,
L i b . d e Fernando Fe , 1891, 10 .
a
e d . ,
pá g . 93 .
cómo
la s
mentes directoras
de l
país seguían desconociendo
uno de l o s supuestos básicos
de la modernidad, la idea d e
secularización,
y
cuán lejos
a n -
dábamos de un planteamiento
moderno d e l problema moral y
religioso.
Si
hubiese
q u e
apli-
c a r aquí la conocida teoría
comt iana de l o s «tres esta-
dios»,
n o
habría
m á s
remedio
q u e
decir
q u e
nuestras clases
dominantes —más q u e e n rigor
dirigentes—
n o
sólo
n o
habían
arribado a ú n , a esas alturas
d e l
siglo
X I X , a l
llamado
e s -
t a d o p o s i t i v o , n i s iqu ie ra
a l
m e t a f í s i c o
e n
s e n t i d o
moderno, sino
q u e
continua-
b a n
campando, como
en
plena
Edad Media, en e l más puro
teocratismo. Y lo más grave
todavía
e s que no
sólo serán
políticos, literatos o periodistas
l o s que
hablen
d e l
tema
e n
e s o s t é r m i n o s : t a m b i é n
compartirán semejante terreno
d e despropósitos numerosos y
r espe tab les ca ted rá t i cos
d e
U n i v e r s i d a d . A s í , p o r
ejemplo ,
a
Flores Arenas,
ca -
tedrá t ico
de la
Facultad
d e
Medicina
d e
Cádiz,
no se le
ocurre decir otra cosa sobre la
teoría transformista
q u e
«ese
ídolo d e l filosofismo es un de-
forme y asqueroso mono, q u e
es el
orangután. Esto
e s
lógico;
e l
héroe
d e
semejante doctrina
n o podía dejar de ser tan re -
p u g n a n t e c o m o e l l a » ( 5 ) .
Tampoco queda atrás
en la
agudeza d e l juicio Federico
Ben jumeda
y
Fernández,
D e -
cano de la misma Facultad g a -
ditana: «Enciéndase
d e
nuevo
la apagada hoguera de la escla-
vitud —dirá
en el
discurso
d e
apertura
d e l
Curso 1878/79—,
traten
lo s
blancos
d e
vender
la
raza negra en sus mercados, y
cuando e l fiero capataz descar-
g u e rudamente su látigo sobre
e l
africano,
al
hendir
su
piel
y
brotar
su
sangre gocemos
to -
d o s , pues se está cumpliendo
5 . Francisco Flores Arena s: Discur-
so leído el día 1 de octubre de 1866 en la
solemne apertura de l Curso de la Uni-
versidad Literaria de Sevilla. Sevilla,
T i p . d e José M .
a
Geof r in , 1867, pág. 8 .
la lucha por la existencia»(6).
Polo
y
Peyroion, catedrático
d e Metafísica de la Universi-
d a d d e
Santiago, afirmará
e n
u n
tono
t a n
pretendidamente
j o c o s o c o m o i g n o r a n t e :
«Mujer, tití, lobo, puerco-es-
p í n ,
mastodonte, dasyuro,
p e -
r r o pachón, gerifalte y asno,
venerables
y
antiquísimos
a n -
t e p a s a d o s d e D a r w i n ,
permit idme
q u e o s
salude
y
abrace fraternalmente. Caye-
r o n
para siempre
las
barreras
fanáticas q u e n o s separaban:
h a sonado la hora de que ha -
gamos vida cariñosa
y
común,
como a miembros de la misma
familia corresponde»(7). Y así
podíamos seguir
con un
sinfín
d e testimonios m á s .
E r a u n hecho q u e nuestra
crítica cultural, salvo honrosas
excepciones —como Revilla,
P e r o j o , E s t a s é n , T u b i n o ,
etc..., críticos todos ellos
d e
ascendencia positivista
o n e o -
kantiana—, se movía preferen-
temen te
en
unos niveles
d e
cor te es te t ic is ta , moral is ta ,
cuando
n o
puramente retórico.
Como se puede comprobar e n
lo s
textos seleccionados,
e r a
frecuente tildar a los darvinis-
t a s d e
«seudocientíficos»,
o et i -
quetar su teoría d e «absurda»,
«atrevida alucinación», «inven-
tiva ingeniosa», etc..., senci-
llamente porque e n muchos ca -
s o s , sobre todo en e l ámbito
tradicionalista,
se
partía
de un
m o d e l o
d e
c i e n c i a
p r e -
moderno y teocrático. S e llega
incluso
a
descalificar
la
teoría
d e Darwin apelando al viejo
a r g u m e n t o e s c o l á s t i c o
ad
hominem,
ta l como hace e l pa-
d r e
jesuita Miguel Sánchez,
quien sostiene
que su
obra
e s
e l
f ru to
d e u n a
sola ambición:
la de
hacerse célebre
al
precio
q u e
fuera.
Junto a tal debilidad gnoseo-
6 . Federico Benju meda y Fernán-
d e z :
Discurso leído
en la
Universidad
Literaria
de
Sevilla
en el
solemne acto
de
apertura de I Curso Académico de J878 a
1879. Cádiz, Imp. de l a Revista Médica,
1878, pág. 9 .
7 . Manuel Polo y Peyroion: Paren-
tesco entre
el
hombre
y el
mono.
M a -
dr id, I m p . d e F . Maroto, 1878, pág. 150.
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E L O R I G E N D E L H O M B R E
L A
SELECCION NATURAL
Y
L A SEXUAL
P O R
C A R L O S
R .
D A R W I N
(primera versión española.)
B A R C E L O N A
Imprenta de la Renaixensa, Puertaferrisa, 110, bájos.
1 8 7 6 .
Portada de la primera versión española de la obra clave d e Darwin: «E l origen d e l h o m -
bre», edición barcelonesa d e 1 8 7 6 .
lógica hay que destacar en se-
gundo lugar un alto índice d e
ideologización
en el
enfoque
de la
cuestión darwinista. Esta
proclividad
d e
nuestra cultura
a ideologizar cualquier tema y
a
tomarlo como pretexto para
ventilar diferencias políticas n o
es sino u n a manifestación más ,
en e l
plano intelectual,
de la
fuerte polarización social
y de
los graves desajustes estructu-
rales
de l
país desde
un
punto
d e vista moderno. E n este as-
pecto,
la
polémica darwinista
se va a
c o n v e r t i r , d e s d e
primera hora, dada la abun-
dante literatura q u e suscitó, en
u n a clave d e primer orden p a -
ra detectar el grado d e escisión
de la conciencia nacional. E n
el
momento
de la
muerte
d e
Darwin n o s encontramos ya
c o n d o s frentes d e discusión
ideológica. Continuaba en p le -
n a
virulencia,
p o r u n a
parte,
e l
enfrentamiento q u e , desde su
publ icación
e n 1 8 5 9 ,
había
provocado
e n
toda Europa
El
origen
de las
especies
entre las
a c t i t u d e s t e o c r á t i c a s
y las
modernas.
En e l
contexto
es -
pañol, la controversia darwi-
nista cobra incluso unos perfi-
l e s más
rígidos
y
agresivos
d e -
bido
a las
propias peculiarida-
d e s nacionales: desde la tardía
introducción de l darwinismo
—sólo a partir de la libertad d e
expresión
de la
Septembrina
e n
sentido amplio— hasta
la
e s p e c i a l i n t r a n s i g e n c i a d e
nuestro catolicismo oficial y la
distinta correlación
d e
fuerzas
entre tradicionalistas
y
libera-
l es en relación con los países
europeos
m á s
avanzados.
L a
mayoría d e nuestros escritores
teocráticos parecen empeñados
e n
asociar indisolublemente
darwinismo
y
materialismo,
c o n l o q u e , según este hilo
conductor, la figura d e Darwin
acaba siendo inspiradora
de la
Internacional
y
promotora
de
la
Comuna
d e
París.
E n
suma,
l o que s e condenaba en bloque
e r a
t o d a
l a
c i v i l i z a c i ó n
moderna, desde Bacon
y
Gali-
l eo a Spencer o Marx. Sin
embargo , e s preciso anotar,
como puede verse
en los tex-
tos , que en los años ochenta
comienzan a surgir posturas
m á s matizadas ante el tema
darwinista,
q u e
posibilitan
una
compatibil idad entre darwi-
nismo
y
creencia católica,
tal
como ins inúa, aunque c o n
enorme timidez
y n o
pocos
ti -
tubeos,
e l
editorial
de l
periódi-
c o La Unión. M á s tarde, este
intento
d e
conciliación será
ya
claro
y
sistemático
en
autores
como Fray Ceferino González
o González d e Arintero.
P o r último, la posición del
movimiento obrero,
en
este
ca-
so
anarquista, ante
la
cuestión
darwinista v a a establecer un
segundo frente polémico, a l
criticar tanto
la s
actitudes
t eo -
c r á t i c a s c o m o
l a i n s -
t rumental ización ideológica
q u e
estaba haciendo
el
libera-
l ismo
— e l
llamado «darwi-
nismo social»—
de la
teoría
de
Darwin. A l mismo tiempo e s
curioso observar en el artículo
de la Revista Social
cómo
se
esboza
u n
enfoque solidarista
o mutualista d e l concepto d e
«lucha
por la
vida» —que
lue-
g o
desarrollará ampliamente
Kropotkin— frente al crecien-
t e y
generalizado
u so
burgués
de la teoría darwinista en sen-
t i d o l i b e r a l - c a p i t a l i s -
ta(8).
• D . N .
8 . Sobre la posición general de l
anarquismo español ante la cuestión
darwinista, véase José Alvarez Junco,
La ideología política de l anarquismo es -
pañol (1868-1910), Madrid, E d . Siglo
X X I , 1 8 7 6 , págs. 139-46. Asimismo,
u n a c r í t i c a a e s t e p l a n t e a m i e n t o
mutualista o solidarista de l problema,
q u e viene a s e r una especie d e «darwi-*
nismo social d e izquierdas», puede ve r -
s e e n m i libro Ef darwinismo en Espa-
ña , Madrid, E d . Castalia, 1977 , págs.
53-58.
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Darwin
c o n s u
hijo William,
en 1852 .
1.
Prensa católico-
tradicional
El Correo Catalán
(carlista),
Barcelona,
26 de
abril
d e
1 8 8 2 : « C o r r e s p o n d e n c i a s
particulares. Londres», po r
E . K .
H a
muerto esta semana
e l
célebre naturalista Charles R o -
bert Darwin,
a la
edad
de se-
tenta y tres años, después d e
haber prestado
con sus t r a -
ba jos g randes s e rv ic ios
a l
materialismo. En 1831 hizo un
viaje d e circunnavegación, e n
1839 se casó con la hija de l ce-
ramista Wedgwood, y deja es -
critas muchas obras.
La Fe
(periódico simpatizante
de la Unión Católica), 25 de
abril
de 1882:
«Darwin
y el
darwinismo».
Darwin (Carlos Roberto) ,
t a n conocido o m á s conocido
acaso q u e Littré en e l mundo
científico,
h a
muerto
a los se-
t en ta
y
tres años
d e
edad,
dejando u n a familia numerosa,
u n gran hombre entre e l vulgo
materialista
y la
estimación
d e
algunos sabios de ley que han
es tud iado
a
Darwin
en sus
obras y no en las glosas de sus
discípulos. Cierto, n o puede
n e g a r s e
q u e
D a r w i n
h a
formulado
la
doctrina
d e l
tras-
formismo, y grande responsa-
bilidad
le
cabe
p o r
ello, toda
vez que , s i n aceptar las conclu-
siones
que l o s
darwinistas
han
sacado
d e l
transformismo,
n o
h a
protestado contra ellas ,
dejándose considerar como j e -
f e de e sa
escuela,
o m á s
bien
como patriarca
de e sa
ciencia.
Y Darwin n o h a tenido la di-
c h a d e
Littré: habiendo nacido
protestante,
h a
muerto como
mueren todos lo s protestantes
instruidos,
sin
llamar
a su
lado
a los tristes pastores de esa
secta d e negaciones. Darwin
h a muerto como murió Disrae-
8 0
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d e s polémicas q u e h a suscita-
d o , sino también p o r méritos
propios,
lo
cual
no ha
sucedido
c o n
Draper , en tend imien to
vulgar a quien h a n hecho céle-
bre sus adversarios. L o s estu-
d i o s d e D a r w i n , e l cono-
cimiento q u e adquirió de los
reinos de la naturaleza, princi-
palmente
en lo que se
refiere
al Nuevo Mundo, y de los que
t a n t o p a r t i d o h a n logrado
A g a s s i z y o t r o s , le hacen
merecedor
a que no se le pon-
ga al
nivel
de un
Draper.
Pero
u n o y
otro, ¡cuánto
d a -
ñ o h a n
hecho ¡Cómo
h a n c o n -
tribuido
a
extraviar
a los
jóve-
n e s q u e entraban en e l camino
de la sabiduría dando a l olvido
e l
temor
d e
Dios ¡Cuán car o
paga e l género humano, a cos-
ta de sus creencias, lo poco o
mucho
q u e
deba
a
Darwin
en
e l orden científico
Miguel Sánchez, S. I . : «Dar-
win y su
sistema», La Ilus-
t r a c ¿ó n
Española
y
Americana, a ñ o X X V I ,
núm . 17 , 8 de
mayo
de 1882.
Darwin, el naturalista inglés
d e
quien tanto
se ha
estado
h a -
blando durante seis lustros, h a
muer to . S u s amigos, que ha
q u e r i d o c e l e b r a r
c o n
gran
pompa
su s
funerales,
han de -
positado su cadáver al lado d e
e l de l célebre Newton. V e -
remos
si el
tiempo sanciona
e s-
t a t an entusiasta como poco
meditada resolución.
Aunque Darwin
n o
puede
compararse co n genios, como
Leibniz,
q u e
dominan todas
las
ciencias, tenía, n o obstante, u n
entendimiento m u y claro. N o
e r a u n gran filósofo, n i conocía
siquiera e l derecho, la eco-
nomía política,
la
historia,
la
crítica, e tc . Era lo que los es-
colásticos llamaban hombre de
un solo libro o de una sola
ciencia, y , por lo tanto, casi
enteramente profano en todas
la s demás.
Darwin, d e carácter bastante
pacífico, huía p o r sistema d e
toda clase
d e
luchas,
y ñ o
tenía
m á s q u e u n a ambición: la de
hacerse célebre, a la cual lo ha
sacrificado todo. Se complacía
e n saber que su nombre e ra
conocido e n todas partes, y no
aspiraba sino
a que se
hablase
de é l , en bueno o mal sentido,
fuese como fuese.
Su fanatismo e ra espíritu d e
sistema, todo efecto de l cálcu-
l o , que
nacía
y se
alimentaba
en su inteligencia, no en su co-
razón. Esto,
que e ra e l
rasgo
m á s notable de su carácter,
quizá fuese también la fuente
d e toda su doctrina y la razón
o
causa
d e
todo
su
método.
Darwin
e n
Inglaterra,
aun
por l os mismos protestantes,
e r a
mirado como impío;
e n
Alemania, cual un visionario,
y en la propia Francia, como
autor
de un
sistema ridículo
y
degradante.
. . . El mismo Haeckel, quizás
e l m ás exaltado entre todos los
transformistas, en su Antropo-
genia, publicada
en 1875,
dice:
« E l
nombre
d e
Carlos Darwin
e s
conocido
en el
mundo ente-
r o ;
pero, ¿cuántas
son las per-
sonas q u e , p o r decirlo así, se
h a n as imilado realmente la
teoría de la descendencia? E l
número
d e
estas personas
e s
absolutamente insignif icante.
Pudiera añadirse que ni los
m á s célebres biologistas cono-
cen a
fondo
la
teoría
de la evo-
lución.»
Después d e esto nada t e -
nemos
q u e
decir nosotros.
Si
ni los más célebres biologistas,
esto es, si los naturalistas m ás
competentes n o conocen a f o n -
do la
teoría
de la
evolución,
ni
a u n s e comprende quién puede
conocerla como necesita ser
conocida, ¡desgraciado
el sis-
tema
que se ve
obligado
a de -
fenderse protestando que son
m u y
pocos
los que
tienen
la in-
teligencia indispensable para
poder comprenderlo
2 . Prensa liberal
La América. Crónica Hispa-
no-americana, a ñ o XXIII,
núm . 8 , 28 de
abril
de 1882:
« R e v i s t a G e n e r a l » ,
p o r
H o e .
D o s hombres d e fama un i -
versal h a n muerto en la última
quincena, obedeciendo a esas
leyes fatales
de la
vida, cuya
inf luencia s ienten d e igual
manera los grandes que los pe -
q u e ñ o s , los sabios q u e l o s
imbéciles. Estos hombres se
llamaban Longfellow
y D a r -
w in .
Naturalista famoso
el
segun-
d o , s u s teorías , q u e pronto
tomaron
e l
nombre
de su au-
t o r , haciendo u n a verdadera
revolución en la ciencia, reco-
rrieron e n poco tiempo todo el
mundo
y se
extendieron
lle-
vando sus atrevidas hipótesis a
la eterna cuestión de los oríge-
n e s d e l a
h u m a n i d a d .
S u
mirada curiosa trató d e pene-
trar a través de las sombras
primitivas
q u e
envuelven
la
aparición
d e l
hombre
en e l p la-
neta, y allí donde otros ven , en
su soberbia, u n a figura hecha a
imagen
y
semejanza
de l su-
premo autor d e todas las co-
sas, él , en su humildad, no vio
m á s q u e u n
mono gigantesco
deslizándose
sin
ruido
por los
bosques vírgenes de las edades
prehistóricas. S us trabajos son
harto conocidos para
q u e n o s
detengamos en su enumera-
ción;
su s
opiniones harto
dis-
cutidas para q u e n o s creamos
dispensados d e exponerlas.
A
estas horas,
si las
ideas
d e l hombre sobre la inmor-
talidad no son un vano engen-
dro de l a fantasía, u n a creación
d e l espíritu q u e responde a la
neces idad d e v e r algo m á s
allá de la muerte, el proble-
ma de la
existencia
n o
será
un
misterio para él .
D e l a duda habrá pasado a
la fe; de la hipótesis a la nega-
ción. Y allí, donde se sabe to -
da la
verdad
y
donde
se
conoce
toda
la
ciencia, habrá visto
si
son un pa r de
alas
o una
cola
l o s a d o r n o s n a t u r a l e s d e l
primer hombre. ¡Lástima q u e
Reproducción facs imi lar
de l a
pr imera
pág i na
d e l
«Boletín
d e l a
Inst i tución
Libre
d e
E nseñanza» ,
d e l 3 0 d e
abril
d e
1882 . E l
art iculo,
e n
r ecuadr o ,
e s d e
Joaqu í n C os t a
y
s u p o n e
u n
h o m e n a j e
a l
e m i n e n t e h o m b r e
d e
ciencia fal lecido.
8 2
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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BOLETIN
D E L A I N S T I T U C I O N L I B R E D E E N S E Ñ A N Z A
L t
Jniiiiucion
U\v$ dt
Enjtfiénxm
e s
r o m p i d a m e n t e a j r n a
á <
t i empo , revi s t a c i ent í f i ca , l i t e r a r i a , pe dagó gica
y d e
c a l l a r a p e n e -
todo espí r i tu
c
í n t e r e s
d e
c om un ion rel igio sa, escue ia filosófica
ó ' ra l . Es Ja
roa/ba;ata
d e l a s
revi s t as españo las ,
y
aspi ra
á se r la
p a r t i d o p o l í ti c o ; p i o c l a m a u d o
t a n
solo
e l
p r i n c i p i o
d e l a
l ibe r t ad
c > m á s
v a r i a d a
y q u e e n
m e n o s e s p a c i o s u m i n i s t r e m a y o r s u m a
d e
i n v i o l a b i l i d a d d é l a c i e n c i a , y
d e l a
c o n s i g u i e n t e i n d e p e n d e n c i a
d e <
conoc imientos .
»u
i n d a g a c i ó n
y
e a p o s i c i o n r e s p e c t o
d e
c u a l q u i e r a o t r a a u t o r i d a d » P r e c i o
d e
s u s c r i c i o n . P a r a
e l
p ú b l i c o ,
p o r u n a ñ o :
7 , 5 0 pese -
q u e l a d e a
propia conc ienc ia
d e l
P r o f e s o r , ú n i c o r e s p o n s a b l e
d e t a s .
P a t a
lo s
acc ionia t as
d e l a ImhSuntn: 4
pese tas ,
• u s
d o c t r i n a s . — ( A r t .
r $
oc
Etiatum.J
) L a
c o r r e s p o n d e n c i a ,
á l a
S e c r e t a r i a
d e l a
lnstitutitn, Infa r . -
Es te B O L E T Í N
e s
ó r g a n o o f i c i a l
d e l a Jmtituti»*, y a l
p r o p i o
t a s ,
4 1 .
A N O V I
M A D R I D 3 0 D E A B R I L D E 1 8 8 2 .
N U M . 1 2 5
D A R W I N
El d i a 2 0 d e l actual li a fa l lec ido e n I ng l a t e r r a , su pá t r i a , e l Pr o f e so r honor a r i o d e l a INSTITUCIÓN
( J A R L O S R O B E R T O D A R W I N , u n o d e l o s natura l i s tas y fisiólogos m á s emi nen t e s q u e h a n h o n r a -
d o c o n s u ta lento á nues t ro s iglo, y á cuya i mper ecede r a memor i a pagamo s aqu í e l h o m e n a j e d e nues t ra
admiración y d e nues t ro respeto.
Nació Darwin el 12 de F e b r e r o d e 1 8 0 9 e n l a c iudad d e S h r e w s b u r y . S u s incl inaciones hácia el e s t u -
d i o d e l a His tor ia natura l di r íanse heredi tar ias . S u i lus t re abuelo, e l D r . E r a s i n o D a r w i n , f u é au t o r d e
u n a
Zoonomia
}
y d e u n
poema
d e
fácil vers licacion
y d e
mucha fantas ía ,
q u e
hizo furor
e n su
t i empo,
t i tulado Jardín Botánico, don de canta l o s .-imores d e l a s p l an t a s . S u padr e , e l D r . R obe r t o Dar wi n , fu é
m i e m b r o
d e l a
Sociedad Real de Londres, f undada
p o r
Cár los
I I . P o r
p a r t e
d e
madr e ,
e r a
nie to
d e l c é -
l ebre Jos iah Wedgwood, int roductor d e l a s fabricas ar'.lsticas d o loza e n I ng l a t e r r a , f undador d e l a t a n
famosa conocida c o n e l n o m b r e d e Etruria.
Recibió Darwin s e pr imera educación en la escuela d e Shr e wsbu r y , d i r i gi da p o r e l D r . B u t l e r , d e s -
pués obispo
d e
L ichf te ld.
E n e l
i nv i e r no
d e 1 8 2 5
ingresó
e n l a
Uni ve r s i dad
«le
E d i mbur go , donde
p e r -
maneció d o s años , dedicado á l a Zoología marina. All í leyó ante l a Sociedad Pliniuna. á f ines de 1826 ,
d o s
notas breves ,
u n a d e l a s
cuales versaba sobre
el
movi mi en t o
d e l o s
huevos
d e
Fluttra.
D e
E d i m b u r -
g o so t ras ladó á CristCollege, e n l a Uni ve r s i dad d e C ambr i dge , donde f u é recibido d e bach i l l e r e n 1 8 3 1 .
E n e l otoño d e l propio a ñ o , hab í a o f r ec i do el capitan Fitz I ioy, jefe d e u n a expedic ión exploradora ,
o r gan i zada ba j o lo s auspic ios d e l Gobie rno inglés , par t i r su c a m a r o t e d e l Besqle c o n a lgún natura l i s ta
deseoso d e acompaña r l e e n su v i a j e a l r ededor d e l mundo. Darwin of reció s u s servic ios s in sueldo,
á condic ion d e q u e se l e pe rmi t ies e di sponer e n absoluto d e l a s colecciones q u e r e u n i e r a . E l Deagle
za r pó d e I ng l a t e r r a e l 27 de D i c i embr e de 1831 , y es tuvo d e regreso e l 22 de O c t u b r e d e 1 8 3 6 , después
d e
haber recorr ido
el
B t a s i l ,
e l
Est recho
d e
Maga l l anes ,
la
cos ta occidenta l
d e l a
A m é r i c a
d e l S u r y l a s
islas d e l Paci f ico.
Después
d e
a lgunos años
d e
medi tación
y
recogimiento,
e n q u e
f u e r o n a p u n t a n d o
y
t omando cue r po
l a s ideas q u e habia d e desenvo l ve r m á s tarde, hizo públ icos lo s datos recogidos durante l a memor ab l e
expedición d e 1831-36, e n d o s l ibros t i tulados Zoología de l Viaje de l Beagle, buque de l Estado ( e n co l a -
boración
c o n
O w e n
y
otros),
y
Diario
de las
investigaciones sobre Historia natural
y
gtologia,
etc.
D a r w i n e r a e n filosofía natural e l jefe y f u n d a d o r d e l a escuela t rasformis ta , cuyo cuerpo d e doct r ina
lleva su nombr e ( da r v i n i smo) . E n s u s largos vinj^s habia tenido ocasion d e obse r va r l a s imperfecciones
d e q u e adolecian l a s ant iguas c las i f icaciones zoológicas , todavía re inan tes e n s u t i empo , y s e propuso
rect i f icar las .
D e
es te t rabajo surgieron
l a s
bases
d e u n a
nueva doct r ina biológica ,
q u e
causó
u n a p r o -
funda revolución e n l a 3 c iencias natura les , y f jue h o y puede deci rse l l ena e l i nundo . Según é l , cuantas
especies animales
y
vegetales existen
ó h a n
exis t ido
en la
T i e r r a ,
h a n
procedido
d e
cua t r o
ó
c inco formas
ó t ipos primitivos, p o r v i r t ud d e l a se lección natura l , l a acumul ac i ón p r ogr es i va y l a t rasmis ión heredi -
tar ia : l a especie , como forma inmutable y c e r r a d a , n o exis te , e s u n a abs t r acc i ón d e l o s natura l i s tas . L o s
f undament os
d e
es ta doct r ina fueron expuestos
p o r v e z
p r i mer a ,
c o n
carácter bi s temát ico,
e n u n a
obra
que. causó ext raordinar ia sensación e n E u r o p a y f u é t r aduc i da á todas l a s l e n g u a s : On the origin of
the species by vneans of natural selection ( «Sobr e
el
or igen
d e l a s
especies
p o r
m e d i o
d e l a
selección-
natu ral , » 1859). Este l ibro h a formado época en la hi s tor ia d e l a filosofía natural, p .r la novedad y el
at revimiento d e l a doct r ina , p o r l a sencil lez d e l a s leyes d e q u e hace depende r la génes i s y progreso
de la vida epitelúrica, p o r l a r i queza d e hechos y d e obse r vac i ones e n q u e f u n d a ó d e donde der iva
s u s
conclus iones ,
p o r l a
c l a r i dad
y
viveza
d e l
est i lo
y e l
n ú m e r o
d e
ed i c i ones
y d e
t r aducc i ones
q u e
h a a lcanzado y d e i m p u g n a d o r e s q u e h a tenido. L a selección art if icial d e B a k e w e l l , l a t rasformacion
progres iva d e L a m a r k y l a l ucha p o r l á exis tencia d e Mal thus encuent ran su p u n t o d e conve r genc i a
en Ta teor ía ú a-winis ta .
Ademas d e u n a inf inidad d e notas y ar t ículos publ icado s e n periódicos y r ev i s t a s , l a p r i v i l eg i ada i n -
tel igencia d e D a r w i n h a p r oduc i do numer osas monogr a f í a s y l ibros : sobre l o s c t r r ópodos ped un cu la dos;
sobre I0 9 erm vendos fósiles; sobre las causas qu e contribuyen á la propagación de las orquídeas en
Inglaterra
y en el
extranjero
; sobre la
dencendencia
de l
hombre
y la
selección sexual;
sobre ias
plantas
insectívoras: soi re los movimientos y las costumbres de las plantas trepadoras; s o b r e la facultad motriz
de las
plantas;
sobre lo s
efectos
de la
fecúndicion cruzada
y
directa
en el
mundo vejetal;
e t c . , e t c .
N o e s fáci l augurar l a suer te q u e c a b r á en lo ven i de r o á l a doc t r i na d e D a r w i n , n i e s es te momento
opor tuno para di scut i r lo; pero cualquiera
q u e
el la
s e a , y á u n
c u a n d o
u n d i a
l l egue
á s e r
convenc i da
d e
er ror , esas monogr af ías qued arán corno modelo d e observación sér ia y de l i cada , y l a h u m a n i d a d les
habrá debido l a ex i genc i a d o u n n u e v o y m á s racional sent ido e n e l
modo
d e conceb i r l a v i d a
d e l
cosmos
y sus
séres.
Darwin habia casado en 1839 con su p r i ma Mi s s E mma Wedgwood , y es tablecídose e n D o w n , B e c k e n -
h a m ,
Ken t ,
d e
cuyo condado
e r a
úl t imame nte dignís imo magi s t ra do.
L a Sociedad Real d e L óndr es conced i ó á D a r w i n e n 1 8 5 3 l a medal la Re al , y en 1864 la meda l l a
Copley: e n 1 8 5 9 , l a Sociedad Geológica l e conf i r ió l a meda l l a Wol l a s t on . E r a soc i o honor a r i o d e var ias
sociedades c ient í f icas ext ranjeras y caba l l e r o d e l a orden d e Mér i to p r us i ana . L a Institución Libre de
Enseñanza l e nomb ró Profes or honorar io e n 1 8 7 8 .
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 84/132
n o pueda transmitirnos el re-
sultado de sus observaciones
d e ultratumba
. . . ¡Longfellow ¡Darwin
¡Froebel Si la poesía, la cien-
cia y la
enseñanza tuvieran
santos, como
los
tiene
la
reli-
gión, estos tres hombres esta-
rían
y a
canonizados.
Boletín de la Institución Libre
de
Enseñanza,
nú m . 125, 30
d e
abril
de 1882:
«Darwin»
(nota necrológica
en
primera
página).(1)
El día 20 del actual h a falle-
cido
e n
Inglaterra,
su
patria,
el
profesor honorario de la Insti-
tución Carlos Roberto Darwin,
uno de los
naturalistas
y
fisió-
logos m á s eminentes q u e h a n
honrado
con su
talento
a
nues-
t r o
siglo,
y a
cuya imperece-
dera memoria pagamos aquí
el
homena je
d e
nuestra admi-
ración y d e nuestro respeto.
. . . Darwin e ra en filosofía
natural
e l
jefe
y
fundador
de la
escuela t ransformis ta , cuyo
cuerpo d e doctrina lleva su
nombre (darwinismo).
En sus
largos viajes había tenido oca -
sión
d e
observar
la s
imper-
f ecc iones
d e q u e
adolecían
la s antiguas clasificaciones z o o -
lógicas, todavía reinantes
e n
sutiempo, y se propuso rec-
tificarlas.
D e
este trabajo
su r -
g ie ron la s bases d e u n a nueva
doctrina biológica, q u e causó
u n a profunda revolución en las
ciencias naturales,
y que hoy
puede decirse llena
el
mundo.
. . . N o e s
fácil augurar
la
suerte q u e cabrá en lo venide-
ro a la doctrina d e Darwin, n i
e s
este momento oportuno
p a -
r a
discutirlo; pero cualquiera
q u e ella sea , y aun cuando u n
d í a
llegue
a ser
convencida
d e
error, esas monografías queda-
r á n
como modelo
d e
observa-
ción seria y del icada, y la
humanidad le s habrá debido la
exigencia de un nuevo y m ás
racional sentido en e l modo d e
concebir la vida d e l cosmos y
s u s seres.
(1) Su autor e s Joaquín «Costa ( C f r .
BI L E , VI , 1882, p . VI) .
El
Correo
(órgano de l Partido
L i b e r a l ) ,
2 1 d e
abr i l
d e
1882: «El naturalista D a r -
win».
En la madrugada de hoy nos
h a comunicado el telégrafo la
noticia de la muerte d e este
hombre célebre.
. . . No es tarea propia de l
momento ocuparnos en dar a
conocer
la s
obras escritas
por
este eminente naturalista, ni si-
quiera su s títulos, pues apenas
h a y género determinado del
q u e n o s e
h a y a o c u p a d o
minuciosamente.
Para formarse
u n a
idea
de la
importancia q u e M r . Darwin
h a adquirido entre lo s natura-
listas baste decir q u e todas sus
obras h a n sido traducidas a di-
f e r e n t e s l e n g u a s ,
y
e s p e -
c i a l m e n t e
a l
f r a n c é s
y al
alemán.
M u c h o s e h a h a b l a d o
también de la exageración d e
su s teorías, pero, haya o no en
ellas algo d e verdad, sólo d e -
bemos ahora elogiar a l hombre
q u e h a pasado su vida entrega-
do a l estudio y que ha prestado
grandes servicios
a las
ciencias
naturales.
El Día (diario liberal indepen-
diente) , 21 de abril de 1882:
«Carlos Roberto Darwin».
U n
telegrama
d e
Londres
anuncia q u e ayer falleció el
famoso naturalista
y
fisiólogo
inglés Carlos Darwin.
. . . C o n s e r D a r w i n u n
simple naturalista h a ejercido
poderosa influencia
en
todas
las
ramas
de l
saber.
L a
filoso-
f ía y las ciencias morales se
h a n transformado aplicando
la s tres famosas leyes d e la lu-
cha por la
existencia,
la
heren-
cia y la influencia de l medio al
desarrollo de las sociedades.
S e a
cualquiera
el
juicio
q u e
s e forme de la doctrina evolu-
cionista tendrán todos que r e -
conocer
en
Carlos Darwin
u n a
altísima inteligencia,
u n a
acti-
vidad incansable y un celo sin
l í m i t e s p a r a
e l
d e s e n v o l -
vimiento de la ciencia.
E l D i l u v i o ( d i a r i o
democrático), Barcelona, 23
d e abril de 1882: «Darwin»,
por L. S .
Darwin acaba d e morir e n
Londres a la edad d e setenta y
tres años.
Es un
nombre para siempre
ilustre
e l de l
filósofo
y del sa-
b io cuya inmortal obra sobre e l
origen
de las
especies
por v ía
d e
selección natural
h a
levan-
tado tantas cóleras, provocado
tantas controversias
y
entrega-
do una vez e l mundo a las dis-
cusiones de los hombres en un
siglo d e duda y examen.
N o s falta tiempo para anali-
za r o
exponer detalladamente
e l
sistema
d e
Darwin.
. . . Ese admirable sistema,
e s a grandiosa concepción de la
vida universal, Darwin la ha
desarrollado en sus obras con
los recursos de su inagotable
ciencia y de su maravilloso in -
genio, aduciendo en apoyo d e
cada
una de sus
hipótesis todo
un haz de
argumentos
y ob-
servaciones que les daban e n
cierto modo
el
peso
d e
verda-
deras demostraciones.
Puédese critricar el sistema
d e Darwin, pero imposible e s
d e j a r l o
d e
a d m i r a r
en su
conjunto. Cuan lejos n o s lleva
de los
filósofos alemanes,
d e
los ensueños d e Shelling o de
la s
oscuridades
d e
Hegel
to -
cante
a la
formación
de los
mundos.
N o e s sólo la exposición d e
u n s is tema, s ino e n cier to
modo
u n a
epopeya,
e l
gran
poema
d e l
Génesis,
uno de los
m á s bellos q u e haya salido d e
cerebro humano;
t a n
grandio-
so es de proporciones, lógico
en sus rigurosas deducciones y
soberbio en la forma.
Ciertamente, el darwinismo
e s materia controvertible, m a s
s i es c i e r t o q u e s e g ú n la
etimología griega poeta quiere
decir creador, ¿cómo negar
el
d o n d e poesía a aquel q u e inte-
lectualmente creó un mundo y
q u e t a n admirablemente expli-
có su
desarrollo
y
orígenes?
P o r
estos títulos Darwin
n o
merece sólo tomar asiento
a l
8 4
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 85/132
lado d e Leibriftz (sic), Bacon
o Descartes en el cielo de los
filósofos, sino q u e e s digno d e
s e n t a r s e c o n V i r g i l i o y
Homero en el de los poetas.
La
Epoca (diario conser va-
d o r ) , 2 2 d e
abril
de 1882:
«Darwin».
E l
telégrafo
nos ha
comu-
nicado
la
noticia
de su
muer-
t e . Sean cuales fueran sus t eo -
rías
y
opiniones,
su
pérdida
lo es
grande para
la s
ciencias
naturales
y
filosóficas.
Era e l
inglés Darwin
de los
pocos
hombres
a
quienes
e s
dado
formar escuela
y
hasta darle
u n
nombre;
e l que
tanto consigue
e s siempre un talento original
y superior.
Nació Carlos Darwin e n
Shrewabury,
en 1809. Su
abue-
lo ,
Erasmo Darwin,
se
distin-
guió mucho como fisiólogo
y
literato. S us poesías son m uy
celebradas e n Inglaterra.
Carlos estudió la primera
enseñanza
en su
pueblo natal,
y las
ciencias naturales,
en las
Universidades
d e
Edimburgo
y
Cambridge. Graduóse
de doc -
tor en 1831.
Aquel mismo
a ñ o
alcanzó
la
suerte
d e
emprender
un
gran
viaje científico como agregado
naturalista
a la
expedición
del
capitán Fiti
B oy , con e l
cual
vi-
sitó
e l
Brasil,
el
estrecho
d e
Magallanes,
la
costa occidental
d e
Sudamérica
y las
islas
del
Pacífico.
Cinco años duró
el
viaje;
d u -
rante ellos
v io
mucho
y
apren-
d ió no
poco Darwin;
al
regre-
sar a su
patria llevaba
ya en sí
e l
germen
de las
teorías
que se
proponía
dar a luz y que ha-
bían
d e
dejar profunda huella
en el mundo científico.
C o n e l
concurso
d e
otros
sa-
bios naturalistas publicó
D a r -
win el
resumen
de las
observa-
ciones de su viaje, primero e n
u n libro y después en un
Dia-
rio de
investigaciones sobre
la
historia natural
y la
geología,
q u e
dirigía Darwin solo.
C o n t i n u ó i m p r i m i e n d o
monografías y estudios espe-
ciales
d e
historia natural hasta
que en 1859
hizo conocer
el li-
b r o p o r
antonomasia darwinia-
n o y q u e h a
dado universal
r e -
nombre
a su
autor.
Ta l e s El
origen
de las
especies
a
todos
lo s
idiomas, incluso
al
español.
Además,
y por l o que
toca
a
E s p a ñ a , r e c o r d a m o s e n t r e
otros trabajos
el
examen
y ju i -
c io de las
doctrinas
d e
Darwin
expuestas
en e l
citado libro,
u n
t raba jo exce len te
d e l
señor
Reus
y
B a h a m o n d e ,
en su
obra sobre la Filosofía
de la
creación.
E l
ilustre filósofo inglés
h a
publicado otros libros
a m ás
d e l
citado
y de no
menos valor
científico, pero ninguno
ha lo-
grado
la
fama
del
primero.
Según
la
teoría
d e
Darwin,
todas
la s
especies,
a s í an i -
madas como inanimadas
p r o -
ceden de un solo y único tipo
originario. D e aquí h a naci-
do la idea, comentada tantas
veces en burla, d e q u e , según
Darwin, e l hombre desciende
d e l mono.
L a doctrina de la selección,
como
su
mismo nombre
lo in-
dica, viene
a
significar
que las
espec ies ,
p o r
evoluciones
y
combinaciones, pueden
y de-
b e n
perfeccionarse
y
robuste-
cerse.
L a s
doctrinas científicas
d e
Darwin
n o s o n
enteramente
originales, pero
a él le
cabe
la
gloria
d e
haberlas difundido
y
aclarado.
H a n
sufrido,
por lo
demás,
rudos ataques
y
deben
ser es-
tudiadas c o n precaución y p ru -
dencia, porque su fundamento
es contrario a muchas y m uy
respetables creencias.
Darwin h a fallecido ayer 20,
e n Londres, a los setenta y un
años
d e
edad.
El
Globo (diario republica no
posibilista),
2 1 d e
abril
d e
1882:
«Carlos Darwin».
Ayer h a fallecido e n L o n -
dres, según
e l
telégrafo
n o s
comunica,
e l
célebre naturalis-
ta y fisiologista inglés Carlos
Roberto Darwin,
uno de los
grandes pensadores
d e
nuestro
siglo,
uno de los
grandes obre-
ros de los
progresos científicos.
L a
célebre escuela fisiológi-
ca a que ha
dado nombre,
so -
b r e e l
origen
de las
especies
d e l
reino orgánico,
las Me-
morias
de sus
viajes
y
buen
número
d e
obras escritas sobre
p u n t o s
d e
historia natural,
const i tuyen
e l
noble legado
q u e e l
buen Darwin deja
al
mundo
de las
inteligencias.
Nacido
e n
Shaewsbury
el
a ñ o 1 8 0 9 ,
realizó largas expe-
diciones científicas
p o r
Europa
y p o r
América,
y
consagró
su
vida entera
a l
estudio.
N o
hemos
d e
reproducir
su
b i o g r a f í a ; a p u n t á r n o s l a ,
acompañada
de su
retrato,
en
nuestro número del 12 de sep-
t iembre, al cual remitimos al
lector.
Pero consignar la triste noti-
c i a que motiva estos renglones,
saludamos respetuosamente
al
ilustre Darwin,
q u e ,
sean
c u a -
le s fueren su s doctrinas y su es-
cuela, al emprender e l eterno
viaje deja
en la
historia
su
nombre
y su
personalidad
dig-
nificados
y
ennoblecidos
por el
prestigio
de su
talento
y |3or su
perseverancia
en el
cultivo
del
saber.
La Ilustración Española y
Americana, a ñ o
XXVI,
n ú m
16 , 30 de
abril
de 1882:
«Crónica general»,
p o r
José
Fernández Bremón.
L a
muerte
d e
Carlos Darwin
es un
acontecimiento
q u e
figu-
rará
en las
efemérides notables
d e
nuestra época.
L a
estatua
d e l
sabio
se
alzará algún
d ía en
su
pueblo natal, Shewsbury,
y
en su
pedestal figurarán,
con la
lista
de sus
obras,
las dos fe-
chas en que se encierra su vi-
da: 1809 y 1882. Las
universi-
d a d e s d e E d i m b u r g o y
Cambridge, donde hizo
sus es-
tudios, mostrarán
c o n
orgullo
su s
libros
d e
matrícula; pero
su
libro principal
fue l a
Naturale-
za .
Darwin e s para unos e l sabio
extravagante y sistemático q u e
dirige toda
su
ciencia,
que fue
mucha,
por e l
cauce
de una
doctrina.
E l
naturalista inglés
8 5
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 86/132
A Ñ O X X V I .
M A D R I D , 8 D E M A Y O D E 1 8 8 2 .
N U M .
XVII.
Ca b e c e ra d e « L a Ilustración Española», d e l 8 d e m a y o d e 1 8 8 2 , e n cuya publicación s e hizo u n c u m p l id o h o m e n a je a Darwin , p o r p a r t e d e
r e p r e s e n t a n t e s
de l a
Ciencia española.
e s para otros e l Moisés de la
historia natural,
y su
doctrina,
u n a especie d e religión indiscu-
tible. Pero todos
le
reconocen
p o r sabio y le colocan entre las
inteligencias superiores d e este
siglo.
Quince volúmenes y otros
t an tos fo l l e tos fo rman
s u s
obras, de las cuales es la más
notable El origen de las espe-
cies po r medio de la selección
natural,
q u e
causó asombro
y
escándalo
a la vez.
Puede
c o n -
siderarse como complemento
d e l libro de la selección El des-
cendiente
del
hombre
y
selec-
ción relacionada con el sexo,
obra atrevidísima.
. . .
Darwin
es un
sabio sospe-
choso d e alucinación científica,
q u e aplicó quizás a las obras
de la Naturaleza la simetría
q u e ,
para nuestra inteligencia
y
comprens ión , acos tumbra
usar en sus teorías y sistemas
la ciencia incompleta de los
hombres. N o negaremos q u e
su concepción e s gigantesca y
le coloca entre lo s grandes
pensadores
y
naturalistas;
p e -
r o , antes d e aceptar su s obras
como expresión
de la
verdad,
e s
preciso
q u e s e
sometan
a
comprobaciones rigurosas,
q u e
n o s e h a n
hecho todavía.
D e
todos modos, merece
u n
respe-
tuoso saludo por su ciencia,
p o r s u
talento,
por su
trabajo
y
observaciones,
y por su
eleva-
d a
categoría intelectual.
El Imparcial (diario liberal),
2 1 d e
abril
de 1882:
«Carlos
Darwin».
" A n o c h e
n o s
comunicó
la
Agencia Fabra
el
siguiente
te -
legrama:
«Londres, 20.—Hoy ha fa -
llecido, a la edad d e setenta y
u n años, el célebre naturalista
y fisiólogo inglés Carlos D a r -
win.»
E l
telégrafo,
con su
lenguaje
t a n
lacónico como expresivo,
escribe d e este modo la última
página
en la
historia
de un
hombre cuya vida se ha con-
sumido
e n
porfiada lucha
por
arrancar a la naturaleza e l se-
cre to
d e s u s
leyes,
y
cuyo
nombre va unido al concepto
nuevo d e u n a nueva escuela,
h o y e n gran boga entre los sa-
bios.
S u o b r a On the origin of
species by means of natural
selection, publicada e n L o n -
dres en 1859 y traducida lue -
g o a todos lo s idiomas con el
título Origen de las especies,
encerraba
en sí la
base
de la
nueva teoría q u e podrá haber
sido iniciada p o r Lamarck, q u e
seguramente h a llevado a la
exageración Haeckel
en los úl-
timos tiempos, pero
de la
cual
será siempre Darwin
e l
repre-
sentante y e l maestro.
Nada m á s curioso q u e estu-
d ia r
en la
vida
d e l
sabio cuya
muerte
hoy la
ciencia llora,
e l
proceso e n virtud de l que la
idea evolucionista se inicia, se
modela, adquiere desarrollo y
se muestra a l f in con brío y
franco descaro
e n
obras doctri-
nales y e n trabajos d e discu-
sión y propaganda.
Nac ido e n Shrewsbury e l
a ñ o d e 1 8 0 9 ,
hijo
d e l
célebre
médico y poeta Erasmo D a r -
w i n , estudió las ciencias natu-
rales
en las
universidades
d e
Edimburgo
y
Cambridge
y o b -
tuvo e l grado d e doctor e n
1 8 3 1 . Entonces su suerte l e d e -
paró la for tuna d e s e r destina-
d o a acompañar e n calidad d e
naturalista a la expedición de l
capitán Fitz-Roy
y
visitar
con
ella sucesivamente e l Brasil, el
estrecho
d e
Magallanes,
la cos -
t a
occidental
d e
América
y las
islas d e l Pacífico.
Allí, a la vista d e mares sin
límites, praderas inacabables
como e l m a r , selvas vírgenes
d e frondosidad jamás soñada,
y
montañas gigantes elevando
a l cielo s u s cimas vestidas p o r
la
nieve para fundirla
a l
calor
de los besos que e l so l envía, a
espaldas
d e
Europa,
su
vieja
y
antigua consorte,
a
América,
su virgen y nueva desposada,
Darwin, sintiendo palpitar
e n
sí la esencia de la vida, disuelta
en el ambiente caldeado de las
tierras americanas y trib utando
culto
a la
naturaleza
e n
aquella
su manifestación m á s hermosa,
soñó
u n
sistema nuevo, conci-
b i ó u n a idea: e l sistema q u e
lleva
su
nombre,
la
idea evolu-
cionista.
D e vuelta a su patria e n
1 8 3 6 , bajo aquel cielo nebulo-
s o y
oscuro
q u e
convida
a la
meditación, al recogimiento y
a l e s t u d i o , s e f i j a r o n y
tomaron forma, hasta consti-
tuir materia científica, las ideas
nacidas en un cerebro caldea-
d o p o r lo s
ardientes besos
d e
la s brisas tropicales. Co mo otra s
grandes ideas,
la de la evo-
lución h a tenido e n América su
cuna, y su desarrollo y engran-
decimiento e n Europa, falta d e
8 6
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 87/132
originalidad pero rica
e n
cien-
cia para estudiarlas.
Imposible seguir paso a paso
lo s
t rabajos
y
estudios
d e D a r -
w i n ; imposible d a r idea de sus
obras; imposible también
se -
guir
las
vicisitudes, triunfos
y
caídas
de sus
doctrinas.
N o es hoy ocasión d e discu-
t i r sus
atrevidas teorías;
ni si-
quiera
d e
recordar
co n
enojo
el origen simiano q u e asigna a
los
hombres.
Ante la noticia infausta de la
muerte d e l sabio sólo hay un
proceder hidalgo: olvidar
sus
errores si los tuvo, descubrirse
c o n
respeto
y
tributar
a su
memoria
e l
homenaje
q u e d e -
b e
merecer
a u n
pueblo culto
el
genio empleado
c o n
laborio-
sidad
y
honradez
sin
tasa
en
cultivar
la
ciencia.
El Motín (sem anari o satírico
d e carácter librepensador),
año I I , núm . 17 , 23 de abril
de 1882.
H a muerto Darwin, e l que
averiguó
q u e e l
hombre viene
d e l
mono.
Y o ,
siguiendo
su
sistema,
e s-
to y terminando u n libro q u e
demuestro
q u e e l
ne o
(se
refie-
re a los «neocatólicos») d e s -
ciende
de un
animal
q u e
habló
u n a v e z ,
según
la
Biblia.
El Porvenir (diario democr áti-
co-progresista), 2 5 d e abril
de 1882:
«Muerte
d e D a r -
win».
E l telégrafo ha anunciado la
muerte de l profesor Darwin,
e n Londres, a la edad de se -
tenta
y
tres años.
Nie to
d e l
célebre médico
Erasmo Darwin, Carlos
D a r -
w in
nació
el 12 de
febrero
d e
1809 en
Shrewsbury.
Después
d e
haber seguido
lo s
estudios elementales
en su
ciudad natal siguió
los
cursos
de la Universidad d e Edim-
burgo,
y
acabó
lo s
estudios
e n
Cambridge, donde
se g ra -
duó en 1831 .
E l
mismo
a ñ o
aprovechó
la
ocasión d e acompañar, en cali-
d a d d e
naturalista,
la
expedi-
ción
d e l
capitán Titzroy; visitó
el
Brasil,
e l
estrecho
d e
Maga-
llanes,
la s
costas Oeste
de la
América
de l Sur , las
islas
del
océano Pacífico, y volvió a In-
glaterra después
d e u n a
nave-
gación
d e
cinco años.
En 1839 se
casó
con una n i e -
t a de Zarich Wedgwood, inven-
tor de la
navegación
q u e
lleva
este nombre.
En su
viaje recogió Darwin
u n a
porción
d e
preciosas
o b -
servaciones, cuya mayor parte
consignó en una obra d e histo-
r ia
natural,
q u e
publicó
en co -
laboración con Owen, y que le
hizo notar, desde luego,
en el
mundo sabio.
An imado
p o r
este primer
éxito,
e l
joven naturalista
e s-
cribió muchas memorias perso-
nales, cuya originalidad
le va-
l i ó una
posición excepcional.
S u
camino quedó trazado
desde entonces. Abandonando
el estudio árido de los seres vi-
v o s ,
Darwin trató
d e
deducir
principios filosóficos
de l a s ob -
servaciones
y de las
investiga-
ciones
a q u e
había consagra-
d o y a
muchos años.
Sin
entrar
e n
explicaciones
demasiado especiales diremos
só lo
q u e s e
apl icó princi-
palmente
a
determinar
e l
prin-
cipio de l a s diferencias entre
la s
especies
d e
seres vivos.
Sus
observaciones sobre
los ani -
males
de la
América
de l Sur
le habían ya demostrado la in-
suficiencia
de l a s
clasificacio-
n e s
admitidas hasta ahora,
l le-
gando hasta la idea de que los
animales y las plantas se deri-
v a n t o d o s d e u n pequeño
número
d e
formas primitivas,
t a l vez de una
forma única,
y
d e q u e
t o d a s
s u s
m o d i f i -
caciones sucesivas dependen
de una l ey constante d e trans-
fo rmac ión ;
d e u n a
elección
regular d e razas y d e indivi-
duos,
los m ás
adaptados
a las
circunstancias d e tiempo y lu-
g a r . Llama a esta elección la
«selección natural».
Esta
ley , que dio a su
autor
u n a reputación universal, está
expuesta c o n todas sus conse-
cuencias
en un
libro célebre,
titulado Del origen de las espe-
cies por vía de selección natu-
ral; obra
que se ha
traducido
a
muchas lenguas,
y que ha
dado
motivo a numerosos artículos
d e
revistas científicas
y a
largas
discusiones sobre esta nueva f i-
losofía
de la
historia natural.
Esta polémica
se
reanimó
cuando la candidatura de D ar -
w in
para socio correspondiente
de la Academia d e Ciencias.
D o s
veces,
en 1872 y en 1873,
después
d e
vivas discusiones
e n comité secreto, f u e rechaza-
da en e l escrutinio su candida-
tura por l a sección d e zoología.
P o r último, f u e elegido el 5
d e
agosto
de 1878 en la
sección
d e
bo tán ica ,
y su
nombra-
miento provocó las fulminan-
t e s cóleras de la prensa cató-
lica contra
la
Academia
d e
Ciencias.
E l
darwinismo
h a
estado
re -
presentado
e n
Francia
por L i t -
t r é . Cuando la elección d e este
último en la Academia france-
s a , M .
Dupanloup abandonó
el
sillón q u e j e estaba reservado
entre
los
cuarenta. Esto quiere
decir
q u e
Darwin,
en la
perso-
n a d e
Li t t ré ,
n o e r a
preci-
samente simpático
al
obispo
d e
Orleans.
El Progreso ( d i a r i o
democrático), 22 de abril d e
1882:
«Carlos Roberto
D a r -
win».
E l célebre naturalista y fisió-
logo inglés Darwin,
q u e
acaba
d e
morir
e n
Londres
a la
edad
d e
setenta
y un
años, había
n a -
cido
e n
Shrerwsbury
y era n ie-
t o d e Erasmo Darwin, célebre
médico
y
poeta inglés.
. . . Su
teoría llevó
u n a
verda-
dera revolución
a los
círculos
científicos,
y d io
ocasión
a una
polémica vivísima, co n motivo
de la cual la personalidad de l
audaz naturalista
h a
sufrido
y
sufre violentos ataques.
L a
novedad
de l
sistema
n o
consiste
en la
teoría
de la
t r ans fo rmac ión , s i no
en la
manera
d e
establecer
e sa t eo -
ría y en la
naturaleza
de las
pruebas aducidas e n p r o .
S u s
libros
se
distinguen
por
su
claridad
y
precisión
de len-
87
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 88/132
guaje , as í como por la solidez
de las
bases sobre
q u e
levanta
s u s atrevidas teorías.
. . . La muerte h a sorprendi-
d o a Darwin en su casa d e
Lo n d r e s , d o n d e d i v i d í a e l
tiempo entre
su s
estudios cien-
tíficos y e l amor de su esposa,
q u e , p o r cierto, es la nieta d e
otro sabio, Wedgwood, autor
d e l p i r ó m e t r o q u e lleva su
nombre.
La
Renaixensa («Diari
d e C a -
talunya»), Barcelona, 24 de
abril d e 1 8 8 2 : «Crónica g e -
neral».
A Londres morí, lo dia 20
d e l co r r en t , á l 'edat de 73
anys,
lo
célebre naturalista
y
fisiólech inglés Caries Darwin.
Prescindint
d e
Texageració
y
fins de la major o menor suma
d e veritat q u e s a s teorías p u -
g a n contenir y q u e n o podem
noso l t r es ap rec ia r ,
n i
fora,
aquest, lloch apropósit pera
ferho, sígans lícit deplorar la
mort d'aquell gran home
y e lo-
giar a l q u í passá tota sa vida
entregat a b amor y fe al estudi
do las lleys naturals y tants se r -
veys h a prestat á la ciencia.
La
Vanguardia (diari o republi-
cano federal), 22 de abril d e
1 8 8 2 : «Extranjero. Inglate-
rra».
El 2 0 falleció e n Londres e l
insigne naturalista Carlos R o -
berto Darwin, q u e d io nombre
al
sistema
de la
evolución
m á s
racional acerca d e l origen d e
la s especies.
Nac ido
e n
Shrewsbury
e l
a ñ o d e 1 8 0 9 , hijo d e l célebre
médico
y
poeta Erasmo
D a r -
w i n ,
estudió
las
ciencias natu-
rales
en las
Universidades
d e
Edimburgo
y
Cambridge
y o b -
tuvo
e l
grado
d e
doctor
e n
1 8 3 1 . Entonces su suerte le de -
paró
la
for tuna
de se r
destina-
d o a
acompañar ,
e n
calidad
d e
naturalista,
a la
expedición
del
capitán Fitz-Roy
y
visitar
con
elia sucesivamente el Brasil, e l
estrecho
d e
Magallanes,
la cos-
t a occidental d e América y las
islas d e l Pacífico.
Allí, a la vista d e mares sin
límites, praderas inacabables
como e l m a r , selvas vírgenes
d e frondosidad jamás soñada,
y montañas gigantes elevando
a l
cielo
s u s
cimas. Darwin,
s in -
tiendo palpitar
en sí la
esencia
d e l a v ida , d isuel ta en e l
ambiente caldeado de las t ie-
rras americanas,
y
tributando
culto
a la
naturaleza
e n
aquella
su manifestación m á s hermosa,
soñó
u n
sistema nuevo, conci-
b i ó u n a idea: el sistema q u e
lleva su nombre: la idea evolu-
cionista.
D e vuelta a su patr ia e n
1 8 3 6 ,
bajo aquel cielo nebulo-
s o y oscuro q u e convida a la
meditación, al recogimiento y
a l
e s t u d i o ,
s e
f i j a r o n
y
tomaron forma, hasta consti-
tuir materia científica,
la s
ideas
nacidas en un cerebro caldea-
d o p o r lo s ardientes besos d e
la s
br isas tropicales. Como
otras grandes ideas, la de la
e v o l u c i ó n
h a
t e n i d o
e n
América
su
cuna,
y su
desarro-
llo y engrandecimiento e n E u -
ropa, falta
d e
originalidad,
p e -
r o rica e n ciencia para estu-
diarlas.
Imposible seguir paso a paso
lo s trabajos y estudios d e D a r -
w i n ; imposible d a r idea a sus
obras; imposible también
s e -
guir las vicisitudes, triunfos y
caídas d e s u s doctrinas.
L o s resultados científicos d e
este viaje,
d e
alta importancia
bajo
e l
punto
d e
vista
de las
ciencias naturales, publicáron-
se con e l concurso d e Owen y
otros sabios en un libro espe-
cial primero,
y m á s
minucio-
samente en el Diario de inves-
tigaciones sobre la historia
natural
y la
geología,
q u e di-
rigió Darwin exclusivamente.
Luego publicó d o s mono-
grafías excelentes sobre los
cirrópodos, y d e observación
e n observación —tarea e m -
pezada e n s u s largos viajes—
llegó Darwin a formular sus
ideas, laboriosa y concienzu-
d a m e n t e a d q u i r i d a s ,
en su
famoso libro titulado On the
origin of species by means of
natural selection
(Del
origen
de
las especies po r medio de la se-
lección natural). Publicóse este
libro
en 1859, y
bien pronto
se
t r adu jo a l alemán y a l francés.
H o y está vertido a todas las
lenguas cultas,
y las
ediciones
s o n
innumerables.
Otros l ibros , también d e
importancia, también dotados
d e e s a claridad d e estilo, y , so-
b r e
todo,
d e e s a
solidez
en las
bases
de las
teorías,
q u e s o n
caracteres dist int ivos
de las
obras darwinianas, produjo
desde entonces el sabio fisiólo-
g o . No lo s enumeramos p o r -
q u e carecemos d e espacio, y el
poco
d e q u e
disponemos
lo
solicita la obra principal d e
Darwin.
E l conjunto d e soluciones,
q u e e n
virtud
d e
hechos
y o b -
servaciones positivas, sienta
Darwin,
y que se
conoce
con el
nombre
d e
darwinismo,
se re -
sume e n u n a noción clara y
perfecta, q u e s e puede formu-
la r de esta manera:
Todas la s especies animales
y vegetales, pasadas y presen-
t e s ,
descienden,
p o r
medio
d e
sucesivas transformaciones, d e
tres o cuatro tipos originales, y
probablemente d e u n primitivo
y
único arquetipo.
H e
aquí
la
conclusión capital d e Darwin.
L a s
teorías darwinistas
o c u -
parán en la historia d e l saber
humano amplísimo lugar. E l
talento d e este varón ilustre h a
causado u n a evolución de s in
igual importancia
en las
cien-
cias naturales. A despecho d e
ciertas vulgaridades ridiculas
conque
se ha
tratado
d e
oscu-
recer su fama, e l nombre d e
Darwin puede contarse
y a e n -
t r e lo s q u e respetuosamente se
repiten d e generación e n gene-
ración.
Prensa liberal
Gumersindo de Azcárate
D A R W I N J U Z G A D O P O R
U N C A N O N I G O *
Hace pocos días
e l
canónigo
Liddon predicaba en la Cate-
d r a l d e L o n d r e s , a n t e u n
* Boletín de la Institución Libre de
Enseñanza, V I , 1882, pág . 101.
88
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 89/132
i
é t t M M C 1 0 H mMtU < t j
>
CERVANTES.
i P O C A
a . * — A $ 0 v i . —
T O M O
v .
NUMKRO 40. — Madrid, 17 de Abril de 1882.
HÚMERO SUELTO, REAL Y MEDIO.
PRECIOS
DE
SUSCRICION.
maoiio
r
r»ovi*ciA.i
Tr*>
U. •
S e a
Un
> « • «
cuba r ru i iTonco .
i< r*.
6 0 •
«
D I R E C T O R
DON MANUEL PEREZ VILLAMIL
ADMINISTRACION
P E L I G R O S . 2 0 . S E G C N D O
PRECIOS DE SUSCRJCION
BXTVAMKJK
S«U
mctei.
U« 4A0 ...
11 ir.
ai •
nuriMAS v
m*íico.
Seii mcfcs. ' 4 (*•
Un nAo ..
•
Cabecera d e « L a Ilustrac ión Catól ica», d e l 2 7 d e abril de 1882 . En dicha publicación s e hicieron e c o d e l a polémica teoría d e Darwin
s o b r e
el
origen
d e l a s
espec ies ,
e n u n a
serie
d e
artículos necrológicos
e n q u e s e
n e g a b a
la
su s t e n t a c ió n
d e
dicha teoría
«a la luz de la fe».
numeroso concurso, tomando
como tema las palabras de Je -
sús a propósito de las dudas
d e l
apóstol Santo Tomás sobre
el hecho de la resurrección.
Como él estuviera ausente la
primera
v e z q u e
Cristo
s e a p a -
reció a los apóstoles, cuando
éstos
le
informaron
de lo
suce-
dido, diciendo q u e habían vis-
to a l Maestro, le s contestó en
unos términos q u e n o hubieran
sonado m a l e n labios de un
p a r t i d a r i o a v a n z a d o
de la
m o d e r n a f i l o s o f í a e x p e -
rimental. «Si no viese en sus
manos
la
hendidura
de los c la-
vos , y no metiese m i dedo e n
e l l u g a r d e l o s c l a v o s , y
metiese m i mano en su costa-
do , no lo
creeré.»
U n a
semana
m á s tarde estaban reunidos los
discípulos, encontrándose
con
ellos esta v ez Santo Tomás.
Entonces «vino Jesús, cerradas
las
puertas,
y se
puso
e n
medio
y dijo: paz a vosotros; y des -
pués dijo a Tomás: Mete aquí
tu dedo y mira m is manos, y
da acá tu
mano, métela
en mi
costado, y n o seas incrédulo,
sino fiel.»
E l
primer objeto,
decía
el
predicador,
de las pa-
labras d e Nuestro Señor era
quitar toda duda, sobre la ver-
d a d d e s u resurrección, de l es-
pír i tu
d e
Santo Tomás ,
e n
quien veía
el
típico represen-
tante d e u n a clase d e enten-
dimientos
c|pe se
encontrará
entre lo s hombres hasta la con-
sumación
de los
siglos.
L a segunda enseñanza q u e
debe sacarse d e estas palabras,
añadía ,
es el
verdadero valor
q u e tienen los sentidos corpo-
rales
en la
investigación
de la
verdad. Santo Tomás exigió la
satisfacción de dos de ellos, la
vista y e l tacto, como condi-
ción preliminar para creer q u e
el Señor había realmente resu-
citado. Jesucristo accedió cari-
tat ivamente a esta petición, r e -
conociendo d e este modo los
derechos
y los
deberes
de los
sentidos. H a y ciertas verdades,
decía
e l
canónigo Liddon,
q u e
éstos y sólo éstos pueden a se -
gurar , pudiendo
y
debiendo
merecernos, respecto d e ellas,
confianza. Unicamente a un
falso esplritualismo puede o c u -
rrir desacreditar
los
sentidos
y
penetrar en su propia jurisdic-
ción, obrando e n contra de la
constitución, de la naturaleza y
de los intereses de la verdad.
Porque si los sentidos corpora-
l e s no merecieran f e , ¿cómo
podríamos admitir
la de los
sentidos
d e l
espíritu?
Si el oí-
d o , l a vista, el olfato, el gusto
y e l tacto n o n o s d a n cuenta
exacta
de los
objetos externos,
¿podríamos estar seguros d e
q u e l a s percepciones morales
n o n o s suministran u n a serie
d e
sublimes ilusiones? Suscitar
dudas sobre la fidelidad de un
s e n t i d o c o r p o r a l p a r e c e
a
primera vista que e s realzar e l
precioso valor de lo suprasen-
sible
y d e
nuestros métodos
para conocerlo, pero
lo
parece
sólo a primera vista. L a reli-
g i ó n t o c a c o n e l m u n d o
material e n ciertos puntos, y la
realidad d e este contacto preci-
so es decidirla, como cuando
s e
t r a t a
d e
o t r o s h e c h o s
materiales , por la experiencia
de los sentidos corporales. S a -
be r s i
Nuestro Señor había
realmente salido d e l sepulcro
con su
cuerpo herido,
o no,
e r a u n a cuestión q u e sólo p o -
dían resolver
lo s
sentidos
de l
cuerpo; y Nuestro Señor por lo
mismo se sometió a lo que
Santo Tomás puso como c o n -
dición para creer.
Pero los sentidos n o pueden
atestiguar la realidad d e aque-
l l o que propiamente está fuera
de su alcance. Ellos obran e n
la esfera de la materia, pero n o
pueden penetrar en la de l espí-
ritu; y si de su limitadísima c a -
pacidad s e pretende deducir a l-
guna consecuencia contra la
realidad
d e l
vasto mundo
d e
la s
existencias espirituales,
q u e
están fuera de su alcance, se
89
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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deduce u n a consecuencia sin
valor alguno.
H e
aquí
la
gran
equivocación d e l materialismo.
Este s e mantiene en un terreno
firme, d e l cual n o e s posible
desalojarlo, mientras sostiene
q u e l o s sentidos, e n aquello a
q u e l e s e s dado llegar, son f ie -
les reveladores de la verdad;
s u
error consiste
e n
afirmar
q u e
ellos
son los
únicos,
y que
sólo debe tenerse p o r cierto lo
q u e p o r
ellos conocemos;
q u e
el mundo todo de los hechos
mentales y espirituales, con el
cual n o tienen los sentidos re -
lación alguna, e s p o r tanto u n
mundo imaginario y sin exis-
tencia; e n suma, q u e lo único
real es la materia. Pero este
grandísimo y fatal error no se
desvanece desacreditando
los
sentidos y negando su capaci-
d a d e n lo q u e
constituye
su
propia esfera. Hacer esto e s
provocar la aparición d e otro
excepticismo m á s hondo que e l
d e l o s mater ial istas, puesto
q u e niega la realidad a la par
de la materia y de l espíritu, y
e s manifiestamente opuesto a
la elevada sanción dada p o r
Cristo a la evidencia de los
sentidos cuando dijo a Tomás:
«Mete aquí
tu
dedo.»
Estas reflexiones, decía el
predicador, pueden llevarnos
d e u n modo natural a formar
juicio d e l hombre eminente
cuya muerte
h a
sido
u n
suceso
d e i m p o r t a n c i a e u r o p e a , y
cuyas obras, además d e produ-
cir algo parecido a u n a revolu-
ción en e l modo moderno d e
considerar u n a importante es-
fera
d e l
pensamiento,
h a n c o n -
quistado
u n a
gran distinción
p a r a l a ciencia inglesa. N o
puede negarse
q u e
cuando
los
libros d e l profesor Darwin so -
bre e l
Origen
de las
especies
y
la Descendencia de l hombre
aparecieron p o r primera vez
la s personas piadosas creye-
r o n , desde luego, q u e conte-
nían u n a teoría necesariamente
hos t i l
a l a s
v e r d a d e s
f u n -
damentales de la religión. U n
e s t u d i o m á s d e t e n i d o h a
m o d i f i c a d o g r a n d e m e n t e
semejantes impresiones. E s
visto q u e , y a s e manifieste la
actividad creadora d e Dios p o r
medio d e catástrofes, como se
dice, o en una evolución p r o -
gresiva, siempre queda
esa ac -
tividad creadora, y las cuestio-
n e s
ve rdaderamente g raves
q u e ocurren continúan e n p ie .
E l proceso evolucionista, supo-
niendo q u e exista, p o r fuerza
h a
t e n i d o
u n
p r i n c i p i o
o
comienzo; ¿quién
se lo
dio?
P o r necesidad h a sido preciso
u n material sobre el cual obra-
r a ; ¿ q u i é n l o su m i n i s t r ó ?
Además, é l mismo es una ley o
u n sistema d e leyes; ¿quién las
dictó? A u n suponiendo q u e e s -
t a teoría s e a absolutamente
cierta, t a n difícil e s , sobre p o -
c o má s o menos, que la ciencia
física resuelva h o y esas graves
cuestiones, como
lo f u e
cuan-
d o Moisés escribió e l Pentateu-
c o ;
pero
h a y
manifiestamente
en la serie doctrinal evolucio-
nista tres importantes vacíos,
q u e importa tener presentes.
H a y u n gran salto o laguna e n -
t re e l grado m á s elevado del
instinto animal y e l reflexivo y
conscio
d e l
hombre,
h a y
otro
m a y o r e n t r e la v ida y la
materia; y hay otro, el mayor
d e todos, entre la materia y la
nada.
E n
estos tres puntos
p a -
rece q u e l a voluntad creadora
h a
debido intervenir
d e
otro
m o d o q u e p o r e l p r o c e -
dimiento
de la
evolución: para
crear la materia.
Pero aparte d e estas cuestio-
n e s , e s
preciso respetar,
as í en
la
ciencia como
en lo
demás,
la s declaraciones claras y cier-
t a s d e l o s
sentidos, porque
ellas
d a n
testimonio
d e u n h e -
c h o , y e l hecho e s sagrado e n
cuanto t iene
su
sitio
en el
templo de la verdad universal.
L a grandeza d e l profesor D a r -
win se muestra tanto en la pa-
ciencia y e l cuidado c o n q u e
observó y registró numerosos
hechos concretos
y
singulares,
como en sus trabajos sobre los
grupos
d e
hechos. ¿Quién
q u e
haya leído su libro sobre las
lombrices d e tierra puede olvi-
d a r l o s experimentos que le
permitieron descubrir
si
aqué-
llas tienen o no la facultad d e
oír? Pero
u n
hecho
es una co-
sa , y otra m u y distinta l a s t e o -
rías, las hipótesis, las doctri-
n a s , como la misma evolucio-
nista, construidas
p o r
hombres
d e genio para explicar los he -
chos. Estas teorías pueden
ser
ciertas o n o serlo, aunque sean
brillantes y seductoras; p u e -
d e n , durante u n a generación o
u n
siglo, llevarlo todo
p o r d e -
lante
en el
mundo
d e l p e n -
samiento, pero la ciencia n o
tiene
f in , y
mientras
q u e l a s
teorías pasan y caen en e l olvi-
d o , lo s
hechos —como
el de la
revelación d e l mismo Dios p o r
Cristo— quedan. L o s sentidos
corporales d a n cuenta d e h e -
chos;
de las
teorías sobre
é s -
t o s ,
nada saben.
Prensa liberal
Estanislao Sánchez Calvo
D A R W I N Y L O S CA N O N I -
G O S D E L O N D R E S *
Habrán sabido nuestros
lec -
tores como todo
el
mundo
la
muerte d e Darwin estos días
atrás, pero es posible q u e n o
tengan noticia de las honras f ú -
n e b r e s q u e l e hicieron s u s
compatriotas al darle sepultura
en la Abadía d e Westminster,
al lado de la tumba d e N e w -
t o n , lugar reservado sólo a los
grandes hombres d e Inglate-
r r a . N o e s nuestro ánimo, sin
embargo, describir aquí la so-
l e m n i d a d
d e
a q u e l l a s
c e -
remonias, c o n cuya narración
ocupan sendas columnas
los
p e r i ó d i c o s i n g l e s e s ; ú n i -
camente n o s limitaremos a ha -
c e r
notar
a
nuestros lectores
la s ideas m á s culminantes q u e
s e h a n vertido con ta l motivo
en los
sermones pronunciados
e n Westminster y en la cate-
dral d e Sa n Pablo. L o s trozos
q u e traducimos pueden verse
originales
en e l
último número
d e The llustrated London
News, don de aparece también
Revista de Asturias, V I , n ú m . 9 ,
15 de mayo 1882, págs. 137-138.
9 0
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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u n fiel retrato d e Darwin. N o -
sotros llamamos la atención so -
b r e
estos sermones porque,
a
juzgar
p o r l o q u e d e
ellos
h a
llegado hasta nosotros, deben
s e r m u y
trascendentales
y cu-
riosos. E s p o r l o menos una
cosa inesperada y chocante oír
a grandes y acreditados teólo-
g o s ,
siquiera sean representan-
t e s de un
culto nacional, tribu-
t a r elogios y manifestar respe-
tos a un innovador ta n atrevi-
d o como Darwin.
E l
canónigo Prothero
ha d i -
cho de é l :
«Que
e r a e l m á s
grande
h o m b r e
d e
c i e n c i a
d e s u
tiempo, pero
t a n
enteramente
ajeno
al
orgullo
y a la
arrogan-
cia de la
ciencia
q u e
exponía
con la
mayor modestia
las ver -
dades
d e q u e é l
mismo estaba
convencido, siendo
m u y
cauto,
sin
embargo, mientras
n o f u e -
s e n universalmente aceptadas
o admitidas. Ciertamente resi-
día en
este hombre aquella
ca -
ridad
que es la
verdadera esen-
cia del
espíritu
d e
Cristo.»
E l
canónigo
d e
Barry,
p r o -
nunciando
su
oración fúnebre
en la
Abadía
d e
Westminster,
le
llama leader, guía, jefe
o di-
rector
d e l
pensamiento científi-
co , y
observa, «que
la
fructífe-
ra
doctrina
de la
evolución,
a
la
cual
el
nombre
d e l
difunto
profesor quedará para siempre
unido,
se
presta,
por lo
menos,
t a m b i é n ,
a l a s
a n t i g u a s
promesas
d e
Dios como
las
m o d e r n a s p e r o m e n o s
completas explanaciones del
universo».
E l
canónigo Liddon,
en su
sermón
en la
catedral
de San
Pablo, dijo: «que cuando
a p a -
recieron
las
obras
d e l
profesor
Darwin sobre
e l
Origen de las
especies
y la
Descendencia del
hombre
fuero n consideradas
al
principio ligeramente por los
hombres religiosos, como
si
contuviesen teorías necesa-
riamente hostiles
a la
religión.
U n
estudio detenido modificó
p o r
c o m p l e t o s e m e j a n t e
impresión.
Se vio que así la ac-
tividad creadora d e Dios s e
mani fes tase
p o r
catás t rofes
(valga
la
frase)
lo
mismo
q u e
e n progresiva evolución, q u e -
daba s iempre t a l actividad
creadora ,
y e n
realidad
las
grandes cuestiones metafísicas
permanecían intactas».
Pero
p o r
encima
d e
todas
las
cuestiones,
y
ésta
e s
nuestra
incumbencia respecto
de la
ciencia,
lo
mismo
q u e d e
otras
cosas, cada u n o afirma c la -
ramente
la s
relaciones
de los
sentidos, pues cada relación
d e
éstas representan
u n
hecho
y
un
hecho
es
sagrado como
que
tiene su puesto en el templo de
la verdad universal.
Pero e n medio de las eleva-
d a s ideas y de los profundos
razonamientos
q u e
encierran,
nosotros echamos
d e
menos
u n a
cosa esencial:
e l
espíritu
cristiano tradicional
y
creyente
q u e
hasta ahora habían conser-
vado casi también
lo s
protes-
tantes como
lo s
católicos.
¿ Se -
r á q u e l a
Iglesia Anglicana
prepara su evolución en un
sentido latitudinario para p o -
nerse e n armonía c o n l o s n u e -
v o s descubrimientos científi-
c o s , esos hechos sagrados,
como
lo s
llaman,
de la
natura-
leza?
C u a n d o
s e
h a c e n
a un
hombre tales honras fúnebres,
se le acuesta al lado d e N e w -
t o n y d e l o s m á s
grandes
hombres
d e l
país,
se
acogen
s u s
restos mortales
con tan
grandes elogios y respetos y se
o y e decir a los representantes
de la
religión oficial
que sus
pensamientos
y
opiniones
son
inofensivas, y que los hechos
observados por él en la natura-
leza, que es e l templo de la
verdad universal, so n hechos
sagrados, e s e hombre debe a d -
quirir mucho crédito y autori-
d a d .
3 . Prensa obre ra
Revista Social ( s e m a n a r i o
anarco-colectivista), Madrid ,
a ñ o I I ,
número
50, 18 de
mayo
de 1882 , y núm. 51 , 25
d e
mayo
de 1882:
«Arte
y
ciencias: Carlos Darwin».
C o n l a muer te d e Carlos
Darwin
la
humanidad acaba
d e
perder un sabio q u e n o s o -
lamente
h a
dado
u n a
dirección
verdaderamente científica
y ra-
cional
a las
investigaciones
so-
b r e l a s
leyes
d e l
desenvol-
vimiento
de los
seres organiza-
d o s ,
sino
q u e
también
h a c o n -
tribuido poderosamente,
a u n -
q u e s i n
quererlo,
a
destruir
las
preocupaciones religiosas,
y ha
ejercido
u n a
vasta influencia
sobre
el
desarrollo
d e l
espíritu
d e
análisis
y
destrucciones
e n
nuestro siglo.
E n s u
obra Sobre el origen
de las especies, y p o r toda u n a
serie d e trabajos posteriores a
ella, Darwin
h a
establecido
y
probado, d e u n a manera cien-
tífica, q u e l a inmensa variedad
d e
formas animales
y
vegetales
q u e
observamos
e n
nuestro
globo terrestre no es la obra d e
u n
Creador, divertido
e n
crear
h o y u n
pólipo, mañana
un pez ,
d e s p u é s
u n
m o n o
o u n
hombre.
E l h a
demostrado
q u e
toda e s a variedad d e formas h a
sido
el
resultado natural
de la
acción d e fuerzas físicas agitán-
dose durante miles d e millones
d e siglos al principio sobre las
células simples, después sobre
aglomeraciones d e ellas y, fi-
nalmente, sobre los vegetales
y animales —simples prime-
ramente , y m á s y m á s compli-
cados durante el transcurso d e
lo s
siglos— diferenciándose
se-
gún los
diversos climas
y los
distintos medios
en el
seno
d e
l o s q u e vivían y se propagaban.
H a
probado
que e l
hombre,
q u e siempre h a tratado de co-
locarse fuera d e l reino animal,
h a
tenido
e n
absoluto
el
mismo
origen
q u e l o s
demás animales.
L a
especie humana
no es más
q u e u n género d e animales
p e r f e c c i o n a d o s
d e l
mismo
modo
q u e e l
mono,
e l
caballo
o e l perro, q u e s o n también es-
pecies perfeccionadas
c o n
rela-
ción
a sus
antecesores;
n o c o n -
s i s t i e n d o e s t e p e r f e c c i o -
n a m i e n t o m á s q u e e n u n a
adap tac ión m á s per fecta al
medio ambiente
y u n
desarro-
l lo de
facultades
y d e
estructu-
r a
favorables
en su
lucha
por la
vida.
E n u n a
época
que se
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remonta a muchos cientos d e
siglos,
e l
hombre
y e l
mono
h a n
t en ido
p o r
antecesores
comunes
u n a
misma especies
d e
animales
q u e ,
desarrollán-
dose
e n d o s
direcciones distin-
t a s , h a terminado formando
p o r u n a parte el mono, por la
otra
el
hombre.
E l
hombre
y el
mono
s o n ,
pues,
d o s
primos
hermanos como
e l
perro
d e
aguas
y e l
perro
d e
Terranova
d e s c i e n d e n
d e
a n t e c e s o r e s
comunes;
lo que e l
arte
h a h e -
c h o
para producir estas
d o s r a -
z a s d e
perros,
el
desarrollo
n a -
tural
lo ha
hecho para producir
estas d o s especies, e l hombre y
e l
mono.
Hace veinte años, cuando
l o s
ateos discutían
c o n l o s
creyentes, éstos
les
presenta-
b a n u n
problema,
al que era
bastante difícil contestar cien-
fíficamente.
Se
tratan
de ex-
plicar cómo
e s q u e l o s
anima-
l e s y l a s
p l a n t a s
s o n t a n
admirablemente adaptados
al
clima
q u e
habitan. ¿Cómo
es
q u e l a
ga rza r ea l
e s t a n
admirablemente conformada
para habitar lo s pantanos; el
á g u i l a , p a r a
la
c a z a ;
e l
camello, para
e l
desierto;
el
p e z ,
para
el
agua; etc.?
D a r -
win ha
enseñado
q u e
esta
o r -
ganización, apropiada
a l
clima,
e s u n a
consecuencia
de la solu-
ción natural, secundada por la
lucha,
p o r l a
existencia.
L a
misma influencia
d e l
medio
produce
a l
principio ciertos
cambios
en la
organización,
los
q u e
después
se
transmiten
a
l o s sucesores acentuándose
m á s . L a gacela, q u e e s m á s
ágil q u e otros; el águila, q u e
t i e n e
e l o j o m á s
v ivo;
e l
camello, q u e e s m á s capaz d e
sopor tar
l a s e d ,
tienen
m á s
probabi l idades d e sobrevivir
en su lucha por la existencia y
dejar u n a generación que , a l
heredar
s u s
cualidades,
las per -
feccionará.
Si al
camello
hoy
su conformación le hace apto
para
e l
desierto,
y a la
garza
real para
el
pantano,
e s
porque
todos l o s q u e nacían m al adap-
tados
a su
medio ambiente
p e -
recían o n o tenían la suerte d e
dejar progeni tura , mientras
9 2
q u e l o s mejor adaptados s o -
brevivían
y
dejaban hijos
q u e
les
parecían.
E l
espíritu
de un
Creador
n o
obra
e n
esto para
nada.
E s u n
sencillo resultado
d e causas naturales.
L a burguesía ha tratado d e
hacer
de la
lucha
por la
exis-
tencia
u n
argumento contra
el
s o c i a l i s m o . E s t o
s e
comprende; ella echa mano
d e
todo género
d e
armas. Pero
—
sin
entrar
e n
consideraciones
q u e e l
tamaño
de la
revista
n o
permite— basta
co n
decir
q u e
lo s
hechos establecidos
p o r
Darwin
so n
contrarios
d e
todo
punto
a las
teorías
q u e
quiere
s o s t e n e r
la
burgues ía .
L o s
mejor adaptados
al
medio
son
l o s q u e m á s
sobreviven
en la
lucha
por la
existencia, dice
la
ciencia . Pero ¿quién es tá
mejo r adap tado al medio?,
¿aquel q u e produce todo, q u e
inventa, q u e e s capaz d e t r a -
b a j a r i n t e l e c t u a l
y
m a t e -
rialmente,
d e
proveer
e l mis -
m o a s u
subsistencia
y
desen-
volvimiento; el obrero, en una
palabra,
o
bien
e s e
otro
ser
abyecto q u e n o sabe produ-
c ir
nada,
q u e
desprecia
e l t ra -
bajo
y q u e n o
sabe
m á s q u e
derrochar
l o q u e
otros
h a n
producido? Este está condena-
do por la
naturaleza
a
perecer,
y él perecerá. He ah í lo que la
ciencia dice.
P o r
otra parte,
si
Darwin
n o
lo ha
dicho, otros, aplicando
s u s
métodos
y
desenvolviendo
s u s
ideas,
h a n
demostrado
q u e
las especies sociables, en las
q u e todos los individuos son
solidarios los unos de los otros,
son las que prosperan, se de-
senvue lven
y s e
p ropagan ;
mientras
que las
especies
q u e
viven d e l robo, como el hal-
c ó n , p o r ejemplo, están e n d e -
cadencia p o r toda la superficie
d e
nuestro globo.
L a
solidari-
dad y e l
trabajo solidario
— h e
aquí l o q u e consolida las espe-
cies
en la
lucha
q u e
sostienen
contra
las
fuerzas hostiles
de la
naturaleza para mantener
su
vida—, esto es lo que nos dice
la
ciencia. Lejos
d e
rechazar
la
explotación (cosa
que no es
posible), las investigaciones d £
Darwin y de sus sucesores s o n ,
p o r e l contrario, u n excelente
argumento para probar que la
mejor organización d e u n a s o -
ciedad animal
es la
organiza-
ción colectiva anarquista.
Como sabio, Darwin no ha
llegado hasta
las
últimas conse-
cuencias
de sus
investigadores.
Pero otros
h a n
desenvuelto
sus
ideas
y
explicado
su
verdadera
significación,
y sus
ideas
h a n
d a d o
u n
n u e v o v u e l o
a l
movimiento ateo. E n Rusia
h a n
c o n t r i b u i d o p o d e r o -
samente (tanto como u n a idea
científica puede contribuir) al
d e s e n v o l v i m i e n t o
d e l m o -
vimiento revolucionario
y al
espíritu d e análisis d e l nihi-
lismo.
Ana l iza r la influencia d e
Darwin sobre
el
desarrollo
d e
la s ciencias naturales no es de
n u e s t r a i n c u m b e n c i a . S i n
embargo, tenemos
d o s
hechos
q u e
revelar
e n
nuestro corto
artículo.
E l u n o
atañe
a la
influencia
deletérea sobre la ciencia d e
l o s
sabios oficiales. Cuando
Darwin publicó su libro e n
1859
todos
los
sabios
(con es -
casas excepciones) estuvieron
e n
contra suya;
el
público,
las
masas, estuvieron
de su
parte.
Durante diez, quince años,
los
sabios n o h a n cesado d e decir:
«Las hipótesis
d e M .
Darwin
s o n
bellísimas, pero carecen
d e
base c ien t í f i ca .»
L a s A c a -
demias rehusaban abrirle
sus
puertas; pero el número, e l p ú -
blico, la juventud, h a n obliga-
do a los
sabios
a
aceptar
las
ideas
d e
Darwin.
H o y
sería
d i-
fícil encontrar diez sabios q u e
duden
de la
exactitud
de sus
ideas.
Darwin h a sido u n infatiga-
b l e t r a b a j a d o r . V i e n d o la
inmensidad
d e
investigaciones
q u e h a
hecho
se
comprende
q u e h a
debido trabajar ince-
santemente toda su vida para
recoger
e s e
montón inmenso
d e
hechos sobre
los que ha ba-
s a d o
s u s
t e o r í a s .
Y , s i n
embargo,
h a
empleado treinta
años
e n
recogerlos antes
d e
publicar
su
obra.
En la
socie-
d a d futura, q u e todo el mundo
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 93/132
tendrá
la
educación
que ha t e -
nido Darwin al principio de sus
estudios y e l tiempo bastante
para dedicarse a la ciencia,
desde el momento e n q u e cual-
quiera conciba u n a idea y re-
coja
e l
número
d e
hechos
n e -
cesario para demostrarla,
e l
mismo trabajo
se
hará
en
algu-
n o s
años, todo
lo más , por los
esfuerzos colectivos. E n u n a
sociedad colectivista n o hubie-
r a n transcurrido treinta años
entre e l anuncio d e u n a idea y
su consagración científica por
lo s
hechos necesarios
en su
apoyo.
L a
idea lanzada
en el
mundo encontraría muchos
ce -
rebros dispuestos
a
estudiarlas,
a
extenderlas,
a
hacerlas
da r
fruto.
U n a
observación
a ú n . E s
u n a
antigua costumbre
la que
tenemos
d e
decir «teoría
d e
Darwin».
E l
designar
las teo-
rías
por e l
nombre
de su
autor
e s
siempre
u n
lenguaje nacido
d e l
régimen
de la
propiedad
particular.
Y , en
efecto,
ha si-
d o u n
gran error
el
creer
q u e
e l
cerebro
d e
Darwin
h a
sido
e l que ha
descubierto
la
bella
teoría
de la
selección natural.
Como todo grande descu-
brimiento, esta teoría ya se ha-
b ía previsto en el transcurso d e
nuestro siglo. L o s sabios de la
Francia revolucionaria del si-
g l o
p a s a d o
la
h a b í a n
v i s -
l u m b r a d o ;
y en e l
mismo
momento
e n q u e
Darwin
p u -
blicaba
su
libro, otro sabio,
Walace, publicaba
u n a
obra
sobre
e l
mismo tema, mientras
q u e
Spender llegaba
p o r
otro
camino
a
análogas conclusio-
n e s . L o q u e
pertenece
a D a r -
win es e l
haber elaborado esta
teoría e n todos su s aspectos,
haber discutido
los
hechos
q u e
parecen contradictorios
y ha -
b e r
acumulado
en su
apoyo
u n
número inmenso
d e
observa-
ciones. Pero
la
teoría sobre
el
origen
de las
especies
no es
obra
d e u n
solo individuo;
e s
obra
d e l
décimonoveno siglo.
NOTA FINAL
O t r o s r e l e v a n t e s d i a r i o s
madrileños, como
lo s
liberales La
Iberia (21-IV-1882, El Liberal (21-IV)
y La Correspondencia de España (21-
I V ) ; e l
conservador El Tiempo
(21-
IV) ; e l matutino democrático La Dis-
cusión (21-IV) o el tradicionalista El
Siglo Futuro (21-IV),
se
limitan
so-
lamente a incluir la noticia de l servi-
c i o telegráfico: «Hoy ha fallecido, a la
edad d e setenta y u n años, e l célebre
naturalista
y
fisiólogo inglés Carlos
Darwin.»
H a y
incluso quienes, como
e l
conservador
El
Estandarte,
no r e -
cogen
ta l
noticia.
El e s t ud i o d e Darwin e n su ca sa d e Downe , e n Kent.
9 3
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/ / D e / e n s j ¿ e / j P e s e
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/ / ' A f a r j f o m i e n t o e f e fo/ / d a / /
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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U N A P E S E T A P A R A
T R A N V I A
(Cuento)
Por MIGUEL DELIBES
L
LOVIA fuerte y en un se-
gundo la calle principal se
quedó vacía.
Lo s
anun-
cios luminosos parecían algo deste-
ñidos,
v el
altavoz hiriente
de un
establecimiento
de
gramófonos
era
un
insulto
en el
silencio
y la
intem-
perie de la calle. Pero seguía so -
nando mientras seguía lloviendo.
Y él pensó: «L a dije qu e iría
pronto y llueve y he olvidado la
cartera y no dispongo de un cénti-
mo para el tranvía, y si pesco a co-
rrer voy a ponerme como una so-
pa, y si me
meto
en un
portal llegaré tarde
y
ella se morirá de tedio
esperando; si pasase al -
gú n conocido le pediría
un a cochina peseta, pe -
ro a un desconocido no
me atrevo, y si me ase-
gurasen que el revisor
de l tranvía era ese de los
granos y el pelo rojo su -
biría sin dinero porque
es
simpático
y
sabe
que
le pagaría mañana y me
fiaría el viaje; claro que
esperando y dando vuel-
tas al asunto no adelan-
to
nada
y
ella estará
aguardándome impa-
ciente y se enfadará si
me retraso, y si se enfa-
da me estropea la noche
y me estropea el humor
y me estropea el nego-
cio. »
Pasó veloz un taxi y
el murmullo de los neu-
máticos en el asfalto
mojado le puso fuera de
sí. Fye otro insulto. En -
tonces él miró a lo alto y pensó en
Luis. Vio el rótulo de l periódico y
pensó
en
Luis,
qu e
trabajaba
en
aquel periódico. Y estaría hacién-
dolo ahora,
y
todo
er a
bien senci-
llo. No había más que cruzar la ca-
lle. «Oh —pensó—, hace mucho
tiempo que no veo a Luis y que no
hablo co n Luis, pero eso no es obs-
táculo para pedirle que me deje una
peseta. No tiene nada de particular
que le pida un a peseta a Luis. Fui-
mos
buenos amigos. Además,
es
necesario: ella está esperando.»
L : , •
J+ + * 4 « v . « . ' % 0
Se remangó levemente los panta-
lones y cruzó la calzada, subió me-
dia docena de escalones, se sacudió
el sombrero y la gabardina y lla-
mó. No
tuvo necesidad
de
pregun-
tar por
Luis; atravesaba
el
vestíbu-
lo en ese momento. Y había dos or-
denanzas allí, también. Y dos chi-
ca s
jóvenes, aporreando
su s
máqui-
nas.
Luis
no
debió conocerle
v él le
llamó tímidamente: «Luis, Luis.»
Luis
no
debió oírle
y él no se
atre-
W
vió a levantar la voz por no llamar
la
atención
de las
muchachas
y los
ordenanzas. Pensó: «Sea lo que
Dios quiera. Pero ella está esperan-
co.» «¿Eh », dijo, mas Luis tampo-
co oyó y
entonces
uno de los
orde-
nanzas dijo «¡Don Luis,
le
llaman
aquí » «Aquí»
era él, y
cuando
se
volvió intentó poner
el
rostro fami-
liar, ya pasado, de cuando iban
juntos a la escuela. Luis vino hacia
él con el ceño fruncido y, de pron-
to, le distendió. Dijo:
—¡Caracoles ¡Mira quién es?
¿Qué idea te dio de subir po r aquí?
¡Caracoles, ya no eres el mismo —
le
palmeó sonoramente
la
espalda-
-. ¿Qué años hace que
no nos vemos, querido?
A él le dolió el estri-
dente entusiasmo de
Luis, que le convirtió en
un instante en centro de
atención de mecanógra-
fas y
ordenanzas.
Pen-
só : «¿Cómo le pido yo
un a
peseta
a
este
hom-
bre? ¿Qué miran estos
tontos? Aquella chatüla
es guepa. Pero, bien,
ella me está esperando.»
Dijo:
—Llovía
y
pasaba
po r
aquí
y me
dije:
«Voy a ver qué hace este
hombre. Hace ocho
años que no nos ve-
mos.»
Luis le abrazó de
nuevo. Revivía acaso en
él la infancia ida y le ga-
naba
un
instinto salvaje
de
efusividad.
—Querido —dijo—.
Pasa, querido.
El pensó: «Ella me
está esperando. Pero
__ L"J" íT* - C7j 1\ ?J " CTJ ? C?J ' CJ -CTJ ?C?>TCP.* *;\
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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ESPAÑA 1952 3
%
¿cómo pido yo una peseta a este
hombre? Veinte duros sería distin-
to.»
Pero pasó
y le
agradó dejar
atrás los ojos escrutadores de las
muchachas y los ordenanzas. Pen-
só :
«Ahora
es el
momento.
Aho-
ra.»
Dijo:
— El caso es...
Luis le interrumpió:
—Ya veo que no me has olvida-
do ,
querido. Dime,
¿no te has ca-
sado? Precisamente hablaba ayer
de ti con el «Pulga». El «Pulga»
tiene novia. ¡Eh, querido , ¿qué te
parece? El «Pulga». Aquel chiqui-
rritín qu e cada vez que el profesor
le preguntaba decía con voz chillo-
na :
«¿No
me la sé »
¿Recuerdas?
Con novia, ¿qué te parece?
El dijo:
— El tiempo pasa sin sentirlo —y
pensó: «U n minuto sólo y se lo pi-
do. A ella le molesta esperar. Ade-
más la dije qu e iría pronto; si me
retraso lo echo todo a perder. Pero
Luis pensará
que si he
subido
ha
sido sólo
por la
peseta.
Sin esa pe-
seta, se dirá, hubiera éste pasado
otros ocho años sin acordarse de
mí. No pensaría muí Luis, al fin y
al
cabo.
He
subido
por la
peseta
de l tranvía. De otro modo no esta-
ría aquí—«. Dijo él:
—¿No
es
molestia
esa
chicharra
de los
gramófonos plañiehdo todo
el día de Dios?
Luis
rio y le dio un
espaldarazo:
—¡Oh —dijo—,
oh , ya no mo-
lesta. Todo es cuestión de acostum-
brarse.
¿ T e
acuerdas
de
Tomás
Yá -
G R A N V I A
E M P R E S A H I S P A M E X
HOY,
SENSACIONAL
E S T R E N O I
3 O S C A R
8 P R E M I O S
(Publicidad
de l
12-IV-1952.)
ñez? Es lo mismo, querido. ¿Re-
cuerdas qu e estudiaba en voa alta y
murmuraba como un moscardón?
Cada vez que entraba un extraño
en nuestra clase decía: «¿Cómo po -
déis estudiar
con ese
moscardón?»
Pero nosotros ya no oíamos el
zumbido de Yáñez, porque Yáñez
llevaba cinco años a nuestro lado
zumbando como
un
moscardón.
¿Recuerdas a Yáñez, querido?
Luis abrió un a nueva puerta y él
pensó: «Ahora
es el
momento.»
Mas
Luis dijo: «Esta
es la
redac-
ción.» Y entonces él vio a un vieje-
cito qu e trabajaba sobre un a mesa
con un fleje alumbrando de plano
las
cuartillas
y
observó
que, al en-
trar él , levantaba la vista >• lo mira-
ba con curiosidad a través de los
cristales de sus gafas. Más allá, en
otra mesa, había otros dos hom-
bres. «No es oportuno ahora. Pen-
sarán estos señores que soy un
muerto
de
hambre.»
Y
Luis
le se-
ñalaba un a diminuta cabina a su
lado:
—Mira —dijo—. Estos son los
teletipos. Como verás son unas má-
quinas qu e escriben solas. No me
digas que te lo explique, querido,
porque esto para mí es un gran mi-
lagro. No comprendo cómo hay
quien tiene cabeza para inventar
es -
tas
cosas
y la
mayoría
no
tenemos
cabeza para comprenderlas
aún
después de inventadas...
—El caso es... —dijo él.
Pero Luis interrumpió:
—Veras; vamos a seguir el pro-
ceso de una noticia hasta el fin. Es
un proceso interesante —hizo un
inciso y le palmoteo la espalda cor-
dial mente. Bueno, hombre, ¿Quién
iba a decirme que iba a encontrarle
hoy de nuevo?
El pensó: «Este Luis es un car-
gante. Ya en el colegio era un car-
gante. ¿Es que no puede imaginar
que uno tenga prisa?» Dijo Luis:
—Bien, aquí tenemos
la
noticia.
Se recorta, se pega en una cuartilla
y...
El pateaba el suelo levemente,
co n
impaciencia.
Se
dijo: «¿Será
largo el proceso de una noticia?»
Luis dijo:
«S e
trata
de una
nueva
subida de precios en los Países
Bajos, ¿qué te parece? ¿Cómo titu-
larías tú esto, querido?» El dijo:
«Ejem». Luis añadió: «E n reali-
dad, los
maestros dicen
qu e
debe
Í V¿ r »»«T j f r Í « t » f »¿C*»€*»€ 96 U ' H H / i « » i í < m i í f » « í
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 97/132
ESPAÑA 1952 3
' r a *
destacarse lo que rompe la norma-
lidad,
el
ritmo
de las
cosas corrien-
tes.
Pero todo esto
de las
subidas-
de precios es algo normal y casi di -
ría que cotidiano. ¿Qué dices?
¿Qué
ta l
iría «Precios altos
en los
Países Bajos». Rio Luis y alzó la
mirada buscando
su
aprobación.
El dijo de mala gana: «Muy intere-
sante, Luis. ¡Ja, ja Verdaderamen-
te
ingenioso.» Luis añadió:
«Si lo
insólito no existe debemos acudir a
lo
pintoresco.
El
caso
es
atrapar
al
lector y llevarle a interesarse por la
noticia.»
Luis garrapateó
el
título
y se le-
vantó:
—Bien —dijo—. Ahora vamos
con la
música
a
otra parte. ¿Quie-
res
seguirme, querido?
Abandonaron la redacción, do -
blaron
a
mano derecha
y
abocaron
a una escalerilla húmeda y estre-
cha, con pasamanos de hierro. Es -
taba oscura
y
Luis advirtió: «Cui-
dadoY él pensó: «¿Cómo dia-
blos interrumpo
yo
ahora
el
proce-
so de una noticia? ¿Qué pensaría
Luis?» Mas, enseguida, le asaltó
esta reflexión: «¿Qué estará pen-
sando ella? ¿S e habrá marchado o
habrá puesto música?» Abajo
de la
escalera detuvo
a
Luis
por un bra-
zo . Tartamudeó:
—Di... dime, Luis: ¿e s largo el
proceso
de una
noticia?
Le miró Luis, decepcionado:
—Es un
momento —dijo—.
Un
momento, querido. ¡Claro , pero
no he pensado que a lo mejor tie-
ne s prisa. A lo mejor está diciéndo-
te por dentro: «Este Luis sigue tan
pelmazo como siempre.»
Se
aturrulló
él al oír en
otros
la -
bios
sus
propios pensamientos.
Sin-
tió un extraño pudor de su intimi-
dad.
—¡Oh, no , Luis En modo algu-
no .
Sigue, sigue. Tengo toda
la tar-
de por
delante.
Dijo Luis:
—Uno, en su entusiasmo, nunca
cuenta
con la
voluntad
de l
prójimo.
El insistió:
— Te digo que no tengo nada que
hacer. No te preocupes.
Mas, inmediatamente, pensó:
«¿Es que soy un muñeco? ¿Es que
no sé decir: Tengo prisa, Luis, vol-
veré otro día? Ella me espera desde
hace más de una hora. ¿Puedes
dejarme un a peseta para el tran-
vía?»
Pasaron a un ¡ocal alto de techo
y diez hombres tecleaban en unas
máquinas extrañas, como si fueran
motores
con las
entrañas
al
descu-
bierto. Luis explicó:
—Estas son las linotipias. El plo-
mo funde aquí, resbala po r aquí, el
linotipista golpea la tecla aquí y el
tipo imprime
en el
plomo reblade-
cido aquí. La linea, impresa es plo-
mo, cae por aquí... Dijo él:
—Es
curioso:
Y las manos, en los bolsos de la
gabardina, se crispaban de impa-
ciencia. Esperaron diez minutos
a
que el linotipista concluyera. Luis
preguntó:
—¡Has sabido algo de Juan Lo -
bato? Er a todo un atleta. ¿Le re-
cuerdas en las paralelas, querido?
Yo no he
vuelto
a
saber
de él. La
verdad es que era un muchacho un
poco introspectivo.
—In... ¿qué? —dijo él.
—Introspectivo —aclaró Luis—.
Vuelto hacia dentro.
«Este hombre se ha vuelto muy
complicado —pensó
él—. No era
I I P O L l
^ TRA3ECITOS
NI NO. .
- d ^ a / n t e s 77tac£e£^s%
o f y t o p í c b c t o s p a J i r
f
, - í M
i
4
1 1 ; : A & - .
(Publicidad
de l
30-1II-1952.)
"¿1 1
.
i./*-l'1.1
*
« a »
9 7
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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ESPAÑA 1952
tan complicado entonces. «Intros-
pectivo». ¡Qué cosas se aprenden
en un periódico »
Luis recogió las líneas de plomo
y dijo:
—Ven po r aquí. Vamos a en-
cajar esto en una plana. El tipógra-
fo confeccionará los titulares. Los
tipos
de l
título
son
también cosa
importante.
A mi
juicio debes
po -
nerte en el lugar de l lector más ele-
mental y obtuso. Hay que buscar
algo qu e llame su atención y le
atraiga. ¿Qué te parece, querido,
destacar las palabras «Altos» y
«Bajos» con caracteres más grue-
sos?
El pensó: «¡Oh, Dios, Dios, qué
hombre tan cargante ¿E s éste un
momento a propósito para una
conferencia?» Dijo:
—Muy ingenioso. Ya lo creo.
Me
parece
un
recurso
muy
ingenio-
so.
—«Altos y Bajos» —insistió
Luis—. De este modo el irónico
contrasentido
le
entrará
al
lector
por los ojos. Y la posible gracia del
título, si es que la tiene.
El
corroboró:
—Ya lo creo que la tiene. Y no
poca.
Es muy
ingenioso, Luis.
Ya
lo
creo.
Y
cuando Luis
le
explicaba
la
confección
de la
plana
él
pensaba:
«Aún es tiempo. Ella aceptaría aún
un a explicación.» Y cuando Luis le
habló, ante la estereotipia, él pen-
só: «Si no ha puesto música estoy
perdido.»
Y
Luis dijo:
«Y, por fin
la rotativa. ¿Sabes las vueltas que
da este trasto diariamente?» El se
decía: «M e trae sin cuidado las
vueltas que dé este trasto diaria-
mente. Ella estará
qu e
echa
las
muelas. ¿Qué otra cosa puede ha -
be r
hecho, ¡Dios ,
si no ha
puesto
música?» Luis dijo: «Pon diez mil,
y conste que no exagero.» El dijo:
«Ya son
vueltas.» Consultó
el
reloj
y añadió: «¡Oh, se me ha hecho un
poco tarde, Luis; tendrás
que per-
donarme.» Luis dijo: «Contaba
con que no tenías nada qu e hacer
en
toda
la
noche.»
El se
atarantó:
«Sí, dijo, eso dije. No recordaba.
Ahora recuerdo.»
Subieron
las
angostas escaleras
y
Luis le acompañó a la puerta. De
nuevo
se vio él en el
círculo
de
atención de mecanógrafas y orde-
nanzas.
«No hay
mucho
qu e
hacer
en este periódico, qu e digamos,
pensó él , malhumorado. Luis dijo:
«Volveremos
a
vernos,
¿eh,
queri-
do?» El notaba la prisa en la desa-
costumbrada compresión
de sus
D E
S I X i m
A I L A t O U T i v r
mooocTOr
D A t t Y L
f .
ZANUCK
OtK'Ot
J O S I P M L.
MANKIEW
(Publicidad
d e l
12-IV-1952.)
visceras. «Y de la peseta, ¿qué?»,
pensó. Pero
ya
estaba
en la
calle
y
advirtió que el pavimento estaba se -
co y que el
altavoz
de l
estableci-
miento de gramófonos le incrusta-
ba despiadadamente la música en
las entrañas. Se dijo: «Oh, como si
no hubiera llovido. Lo mismo que
si no
hubiera llovido.» Perdió
el
control de los nervios y sujetó por
el brazo al primer transeúnte que
cruzaba
a su
lado. «¡Eh —dijo—,
po r
favor, dígame,
¿n o
llovió esta
tarde?» Llover, llover —dijo
el
otro—. ¡Qué
más
queremos todos
que ver llover » Preguntó él:
«¿Llovió
o no
llovió?» Respondió
elotro: «Mire usted, yo no sé a qué
llamará usted llover.»
El
dijo:
«¡Oh » y se largó, y el hombre le
miró perplejo y él se metió en la
tienda de gramófonos y preguntó:
—¿Tienen «Anoche hablé con la
luna»?
—Sí —respondió un chico joven,
con el pelo rubio.
—Póngamelo —dijo él—, y pen-
só : «Será lo único qu e pueda cal-
marla.» Añadió: «Pasen la factura
a casa.»
Dijo
el
chico
de l
pelo rubio.
—Sabe leer?
El contestó.
—Sí.
—Lea —dijo
el
chico
de l
pelo
rubio.
El
prosiguió:
—Dice «Precio fijo»,
y el
otro
«Pago
al
contado».
—¿Lo entiende o se lo explico?
—preguntó el del pelo rubio.
—Ya —murmuró él—. y luego
chilló indignado: «Pero ustedes
pueden volver loco
a
todo
el mun-
do con ese
altavoz
sin que
nadie
les
diga: "Más bajito, amigo, que me
molesta", ¿no es eso?»
—Eso —dijo
el
chico
de
pelo
rubio.
El salió de nuevo a la calle y
pensó: «Ese Luis es un cargante.
Ya en la escuela era un cargante.
Yo pensé que con los años habría
cambiado, pero sigue siendo
un
cargante.»
(«Ateneo»,
n." 3, del
1-III-1952)
vntí'í" itj - c? j tv?jt c?j * c? j - c v - c?j ? w t _ _ ¿
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ESPAÑA
1952 3
EXCLUYENTES Y COMPRENSIVOS
P o r
Dionisio Ridruejo
la hora d e luchar y morir
la s
afinidades
q u e
cuentan
son las últimas y radicales:
una la
religiosa,
u n
gusto
d e
civili-
zadión, u n orgullo d e Patria. E l
modo d e entender la historia pasa
a ser puesto secundario. Pero ello
n o impide que a la hora siguiente
— l a d e vivir, construir y esperar
temporalmente— vuelven
a
hacer-
se distintos parecidos e incompati-
bilidades. E l cómo se defiende, se
sirve y se proyecta en e l porvenir
u n a f e , u n a civilización o una pa -
tria, tienen otra v ez importancia
decisiva. Porque ahora
no se
trata
ya de l qué , sino de l cómo — e l q u é
se
supone dilucidado
y a
salvo—.
Sin perjuicio de que e l cómo in -
fluya decisivamente e n nuestra in -
teligencia de l qué .
Está claro que e l problema del
crecimiento d e España o el de su
resurgimiento —que es el mismo
e n dos
fases distintas—
h a
sido
c la -
ramente distinto para unos y para
otros —para unos pocos
y
para
los
más—
de los un día
coincidentes
e n q u e «por d e pronto» había q u e
lubhar
p o r
España
sin
pararse
e n
distingos. Digamos m á s bien q u e
p a r a u n o s n o h a y p r o b l e m a
—tengamos presente e l título de un
conocido ensayo restauracionista—
y todo lo pasado se reduce a una
intrusión regresiva o perturbadora
e n u n a tradición serena p o r parte
de un pensamiento y d e unas fuer-
zas de l
todo ajenas
a
ella.
Y ha y ,
naturalmente,
u n a
diferencia
sus -
tancial entre quienes creen que los
adversarios comunes
h a n
intenta-
d o o t ratado d e resolver u n proble-
m a real y verdadero.
L a
visión
de l
adversario
y su po-
sición frente
a él e
incluso
su
elec-
ción
y
reconocimiento,
la
valora-
ción de la propia lucha y de la pro-
p ia
victoria, resultan, necesaria-
mente, afectados p o r u n o u otro
de los puntos de vista.
Para suponer q u e Unamuno
—que además no f ue un adversa-
rio— es un mero perturbador de la
unanimidad religiosa d e España,
e s
preciso creer
que en los
años
ac-
tivos d e Unamuno n o había p r o -
blema
o
crisis
d e
religiosidad
e n
España.
Para quien estima q u e Miguel
Hernández — u otro revoluciona-
r io socialista cualquiera— no es
m á s q u e u n agente ruso q u e p e r -
turba u n orden social satisfactorio,
e s preciso q u e n o exista problema
social
e n e l que
aquel extravío
se
inserte.
Si estos hombres y todos los de-
m á s
—disidentes
e n
poco
o en mu-
c ho de l a tradición ortodoxa— son
C A P I T O L
ESTRENO DE LA OBRA MAESTRA
YITTORIO DE SICA •
H O Y ,
S A B A D O
de
GLORIA
(Publicidad d e l 12-IV-1952.)
¿ ' V
r % r j r
^ ^ - k' Ll - . ü .' i *• IT A - CT j ? vTVT c? j ? CT j T C*j ~ C?j ? c7>? íTZ»* • '
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meros intrusos, meras incidencias
per turbadoras c o n cuya elimina-
ción —como
con l a
quema
de un
here je
en ls
España
d e l
xvi—
q u e -
d a
zanjada
la
cuestión, toda
c o m -
prensión es un vicio d e debilidad.
Pero para quienes existen
e l
problema
y los
problemas
— e l r e -
ligioso,,
e l
social,
e l
histórico—,
la
cosa e s diferente. L a razón de l ad -
versario resulta importante
y la
comprensión d e l adversario —si ya
s u
conversión
n o
fuera
u n
deber
d e
caridad— resulta obligatoria.
Porque de lo que se trata es de re -
solver
y
superar
lo s
problemas
y el
hecho mismo
d e
tener ,
e n
ellos,
adversar ios
es
parte sustancial
de l
problema mismo.
A la
ocasión
del 18 de
Julio
— d e -
c ía en un
oportunísimo
y
recien-
t e
discurso polémico Raimundo
Fernández Cuesta— concurren dos
mental idades:
u n a
partidista
y ex-
cluyeme, otra comprensiva e inte-
gradora. Certísimo.
Y
esto porque
quienes concurren
s o n , p o r u n a
par te ,
lo s
hombres
de la
«España
s in problema», reaccionarios y res -
t auradores
y , p o r
otra ,
l o s h o m-
bres
de la
«evolución pendiente»,
herederos d e todos lo s problemas
y
e n d e r e z a d o r e s — p o r q u e
l as
com pr enden—
d e
todas
las
subver-
siones. Estos últimos no han lu -
chado para excluir, sino para
c o n -
vertir , convencer, integrar
y
salvar
españoles.
Dicho
d e
otro modo: Para
el
reaccionario toda acción encami-
nada
a
definir
u n
problema espa-
ñ o l e s u n a traición. Para e l español
abier to
a la
historia —sea cual
sea
e l último matiz de su ideología—.
toda tentativa para resolver
ese
problema
— e n
cuanto tentativa—
es un
precedente
de la
propia
in -
tención.
S e
siente heredero
de to -
d o s
esos precedentes
—d e l a s t e n -
tativas
y no de l as
soluciones—,
a u n d e
aquellos
q u e e n e l
orden
ideológico o posi tovo s o n m á s
opuestos a sus creencias. Por eso ¡
s e
siente inclunado
a
salvar todo
lo
salvable,
a
incorporar todo
lo
posi-
tivo
y
valioso;
a
asumir todo frag-
mento d e verdad. Su tradición e s
la de intentar devolver a España a
u n a
plenitud histórica:
a la del si-
g l o e n q u e vivimos c o n todas sus
consecuencias. S u método es el de
absorber, asimilar
y
«convertir»
a
todo
lo
español
y a
todo expañol
q u e tenga conciencia d e serio y
haya hecho
u n
poco
m á s
grande
a
España ,
a la de
ahora.
P o r
añadidura,
e s
indudable
q u e
e l modo único d e quitar al adver-
sario
la
parte
d e
razón
q u e
tiene
o
tuvo,
es el de
hacerla propia cuan-
do se l e ha
vencido. Asumir
e in-
corporar lo s valores d e l adversario
—absolu to
o
relativo, grando
o p e -
queño— es , en todo caso, menos
peligroso
q u e
aplastarlo
o
echarlo
al
fuego
c o n s u
razón entera.
E l
hecho
d e
peligros latentes
que los
reaccionarios e n cuestión descu-
bren ahora bajo
el
sueño
de la vic-
toria nacional n o está constituido
p o r u n
mayor
o
menor número
d e
enemigos convertidos, aceptados,
devuel tos
c o n
generosidad
y
justi-
c i a . Todo esto e s fuerza y justifica-
ción
d e l o s
vencedores.
E l
hecho
quebradizo y peligroso será, s i aca-
s o , e l q u e
constituyen
lo s
proble-
m a s
irresueltos
e n q u e
ayer
s e
apoyaron
lo s
enemigos.
Y
ésos
son
l o s q u e t a n celosos delatores ocul-
t an con e l
humo
de su
denuncia
contra
la s
«ideologías corruptoras
q u e
vuelven».
E n último extremo lo único q u e
interesa poner
e n
claro
h o y e s q u e
la
actitud antipartidista, compren-
siva
y
superadora
q u e
hemos visto
concurrir
el 18 de
Julio, codo
c o n
codo junto
a la
reaccionería,
fue l a
prevalente e n aquel trance y lo es
h o y p o r
for tuna.
E s a
actitud
n o -
b l e ,
clara
y
ventajosa lleva
e l n o m -
b r e d e
Francisco FRANCO
y s o s -
t iene e l nombre q u e l a sostiene a
ella
— e l d e
F R A N C O —
c o n h o -
n o r y ejemplaridad crecientes ante
e l
mezquino mundo
d e
nuestros
días.
E l
vencedor redentor hereda
l o s
problemas
d e s u s
enemigos
p a -
r a resolverlos y n o para escamo-
tearlos.
(«Revista»,
n ." 1 , de
17-IV-1952.)
T E O R I A S
Desde
que e l
Hombre pisó este cochino
mundo—cochino precisamente desde
que él lo
pisó—,
l a
única
ley
económica
q u e
rige
en la
Humanidad
es la de la
ofer ta
y la
demanda.
Todas
l a s
otras teorías económicas
son
za ran -
d a j a s
;
algo
a s i
como,
en lo
urbano,
l a
calle
d e D o n Pepe s e podrá l lamar mañana d e D o n
Luis,
y
luego, otra
vez de Don
Pepe; pero
l a
única invariable será, siempre, l a calle. B u e -
no ,
siemprfe, siempre... Hasta
q u e
empiecen
a
rodar
p o r
ella
lo s
autobuses, claro.
L a verdadera revolución económica n o o c u -
rrirá. hasta
que ,
invirtiendo
lo s
términos,
s e
haga
en lo
mercantil .
P o r
ejemplo,
e l día en
q e e nosotros anunciáramos:
V e a e n
nuestra planta baia
y e n
nuestra
planta primera
la
gran variedad
d e
niños,
s e -
ñoras, caballeros
y
matr imonios
q u e
ofrece-
m o s para camas y dormitorios de todas clases."
E l
P a l a c i o
d e l a s
C a m a s .
P l . d e l
Ange l ,
6 .
v n u / i - r j - C ? J i t - j r C ? J r C T J - C V - L 7 J ? W T £ 2
« i * i • m .
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ESPAÑA 1952
¡VIVA CARTAGENA
L
LEGA
a
hacerse angus-
tioso
el
espectáculo
de la
resistencia qu e oponen al -
gunas gentes
a
salir
de l
confusionis-
mo en que
están gozosamente
in -
mersas.
Y, sin
embargo,
la
claridad
está haciéndose,
más que
apeteci-
ble,
necesaria.
Declararse herederos de todos
lo s
precedentes, «aun
de
aquellos
que en el orden ideológico o positi-
vo son más
opuestos
a sus
creen-
cias», pudiera parecer
un
admira-
ble
gesto
de
generosidad intelec-
tual. Pero
la
realidad
de l
caso
es
qu e
estos herederos,
con el
pretexto
de
salvar lodo
lo
salvable
del
acer-
vo de
ciertos españoles
— de
cuyo
perfil dice
ya
bastante
el
empeño—,
de
«incorporar todo
lo
positivo
y
valioso»,
de
«asumir todo fragmen-
to de verdad»m se impusieron la ta-
rea de
difundir obras
que por más
de un
concepto —que
no voy
ahora
a
repetir— estaban bien
en un dis-
creto olvido,
y
nombres
que se
tole-
ran mal como maestros de la Espa-
ña de hoy, _v no se sufren como ar -
quetipo
de
españoles.
Estos
son los
términos exactos
en
que se
planteó
la
cuestión.
La cau-
tela con que se soslayan los hechos
concretos señalados,
y la
trasposi-
ción
de l
tema
a un
plano
en el que,
de momento, no estaba planteado,
no
hace
más que
confirmar
la ra-
zón de la
alarma
con que
aquellos
se
señalaban.
Es una
bella figura retórica esta
de que
todos estábamos coinciden-
tes en que
«por
de
pronto» había
qu e luchar po r España sin pasarse
en
distingos.
También
el
lego
de l
cuento esta-
ba
coincidente
con los
demás frai-
les en lo de
bajas
al
huerto;
la con-
signa, en este caso nuestro, hubiera
podido
se r
también
la del
lego: q u e
n o n o s paremos e n distingos y que
luchéis.
Es muy
cierto
que «a la
hora
de
luchar
y
morir,
las
afinidades
que
cuentan
son las
últimas
y
radica-
les»;
por eso
precisamente, para
ta -
les
menesteres suelen reunirse sólo
los afines, aquellos que saben muy
bien
que no les
puede separar
de -
masiado
el
cómo, porque
los
liga
muy
estrechamente
el q u é .
Pero
ocurre, generalmente,
qu e
mientras
unos
se
están batiendo
por el q u é ,
ha y
gentes avisadas
que en la
reta-
guardia están meditando gravemen-
te en el
cómo.
Sólo
qu e
este
q u é que se
ventila-
ba en
nuestra guerra, lejos
de
estar
«dilucidado y a salvo», está aún
—como puede verse—
en
litigio.
Porque los problemas «religio-
sos, sociales e históricos» no son
accidentales
ni de
forma, sino
muy
esenciales. Pero ¿qué
fue la
guerra
sino la exteriorización ruidosa y
contundente de la diversa manera
de
apreciar
el
problema
de
España
— el
religioso,
el
social,
el
históri-
co— que teníamos do s especies de
españoles?
Hay una
tremenda falta
de mo-
destia
en el
supuesto
de que se
está
estrenando ahora el propósito de
comprender al adversario, de con-
vertirlo.
Fue
precisamente
del fra-
caso
de
este empeño —fracaso
de
lodos: de los viejos y de los jóve-
nes—
del que
vino
la
guerra.
Ahora bien,
el
vendedor —Fran-
co — lleva trece años atareado en
la
resolución
de
aquellos proble-
mas. Si
esta tarea
no es «la
revolu-
ción pendiente» será bueno
que los
que se declaran defensores de ella
lo
digan explícitamente.
Los que
creemos
que lo es —y el
plural sirve aquí
de
recurso
a la
cortedad, porque
en
ningún
mo-
mento
he
escrito
en
nombre
de na-
die,
sino
en el mío
propio— hemos
estado modestamente
al
lado
del
Generalísimo —sirviendo
y no sir-
viéndonos— durante la tarea, y se-
guiremos, mientras ella dure,
tan
«restauradores» o tan poco «restau-
radores» como el propio Generalí-
simo juzgue necesario.
De
este otro intento
de
lapida-
ción
—el de
apedrear
a los
«restau-
radores» tiene
un a
intención dema-
siado evidente—
me
complace
ha -
cerme cargo personalmente. Me
quita unos cuantos años
de
encima
esta palabra, cuyo us o —siempre
un poco arbitrario— caracterizó a
las
viejas izquierdas españolas,
adolecidas
de
indigencia mental.
Faltaba desde hace tiempo en el vo-
cabulario actual y ha saltado ya al
papel: «reaccionario».
Bien.
La
reacción supone
una
acción previa;
y
efectivamente,
aquí se ha producido un a gruesa
acción: la guerra. Reacción no po-
dría
ser
ahora otra cosa
que un
movimiento espiritual
de
signo
con-
trario
a la
guerra.
En las
guerras
el
primer síntoma
de
reacción suele
darse en las retaguardias de los
ejércitos.
Ya
eran
en tal
sentido
reaccionarios
los que
mientras,
ori-
lla del Ebro, morían soldados, fa -
langistas
y
requetés,
se
agitaban
en
el
medroso intento
de
construir
una
tercera España.
Ahora
yo no
diré, porque sería
estúpido, qu e «definir un problema
español» sea una traición. Lo que
sí
digo
es que
situarse ente
un pro-
blema español, con la disposición
mental de aquellos hombres con los
qu e
—por
no
poder coincidir
ni ha-
be r
logrado convertir— combati-
mos, es actitud reaccionaria. Tratar
de
imponer
con el
estrépito
de la
propaganda
y con
pretextos
más o
menos poéticos
a
tales sujetos
y sus
obras, es retrotraer los problemas
al al
momento
en que
ellos
los
plantearon.
Es
declarar inútil
la
muerte
de un
millón
de
españoles.
Es una
traición.
Dicho
sea sin que el
humo
de es-
ta grave denuncia trate de ocultar
ningún problema irresuelto,
que en
cualquier caso
no
sería
de mi com-
petencia.
Por eso debo añadir que si —con
propósitos
más o
menos semejantes
a los de
aquel
mal
cómico
que des-
cubrió
el
truco
de
arrancar aplau-
sos a los cartageneros— se dice que
la
actitud
qu e
lleva
el
nombre
de
Francisco Franco es una actitud
«antipartidista, comprensiva y su-
peradora», nadie discrepará
sin
grave injusticia.
Pero afirmar
que esa
actitud
es la
de
quienes
se
empeñan
en
mantener
el
equívoco intelectual
de que
esta-
mos
padeciendo,
no
puede hacerse,
ciertamente, sin injuria.
( « L a
Vanguardia Española»,
del
27-IV-1952.)
•J - C n - ctj R T ? j T c? j
r
ctj T C V - c? j T C V T
„ : •. y *"-» " VT J - v r a r *
I R A rxrjt
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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w •
ESPAÑA 1952 3
FR A N C O
Y
O L1 V E1 R A SA LA ZA R
H A N E X A -
M I N A D O
E N
C I U D A D R O D R I G O
L A
P O S I -
CION D E L A P E N I N S U L A I B E R I C A F R E N T E
Á L O S P E L I G R O S O U E A M E N A Z A N A L A
C I V I L I Z A C I O N C R I S T I A N A
i # .
P w f a e t * ftOMrdo para la adopción de providencias adecuadas a una
• cc t fn común , e n e l
cuadro general
de la
defensa
de
Occidente
L O S
CIRCULOS DIPLOMATICOS
Y LA
PRENSA
D E
FRANCIA
REFIEREN
L A
ENTREVISTA
A L A S
RELACIONES
D E
AMBOS
PAISES IBERICOS C O N L O S ESTADOS UNIDOS
S e p i a
" L e
Monde ' ' ,
s e
h a b r á e s t u d i a d o t a m b i é n
e l
Pac t o h i spano l usoamer i cano
y l a posible par t ic ipación d e P o r t u g a l e n u n Acue r do Medi t e r r áneo
L a Of ic ina d e Información Diplomát ica d e l ministerio d e Asuntos Exteriores h a
faci l i t ado
l a
siguiente nota:
" S . E . e l
Jefe
d e l
Estado
y e l
jefe
de l
Gobierno portugués, doctor Oliveira Salazar,
s e h a n
reunido
e n
Ciudad Rodrigo, durante
lo s
días
14 y 15, a fin de
exami na r
c o n -
j u n t a m e n t e
lo s
problemas actuales
q u e
afectan
a la
Península Ibérica.
E n l a s
entrevistas,
q u e s e
'desarrollaron dentro
de l a
habitual comprensión
y c o r -
dialidad,
f u é
considerado como relevante hecho posit ivo
la
posición común
q u e
desde
hace mocho t iempo tomaron
lo s dos
pueblos
y s u s
Gobiernos
en la
consti tución
d e
u n sólido frente contra lo s peligros q u e amenazan la civilización cristiana.
E l General í s imo y e l presidente d e l Consejo portugués, como continuación d e a n -
teriores conversaciones, estuvieron
d e
perfecto acuerdo
e n
orden
a la
unidad estra.
teclea
de l a
Península , determinante
de lo s
compromisos existentes,
lo que
implica
l a adopción d e providencias adecuadas a u n a acción defensiva común, en el cuadro
general de l a defensa d e Occidente.
Tomaron par te
en l a s
conferencias
lo s
ministros portugueses
d e
Negocios Extran-
jeros y
d e
Defensa,
el
ministro subsecretario
de la
Presidencia encargado
d e l a c a r -
t e r a
d e
Asuntos Exteriores,
el
general Jefe
d e l
Alto Estado Mayor
y los
embajadores
por tugués
e n
Madr id
y
español
e n
Lisboa."
E l Gobierno portugués facil i tó, p o r s u par te , a la Prensa d e Lisboa u n a nota
análoga
a l a
anterior.
(Nota
de la
Oficina
d e
Información Diplomática emitida
e l
15-1V-1952.)
L o q u e
signif ica
Tánger para España
H H>l \ I I MI l)K 1915 PODI\ \D>IIT1RSK
XII(HOMO I NV MISA PROUSIOML
A
propuesta española
d e
asumir
la
responsabilidad
d e l
orden público
e n T á n -
g e r — u n
hecho consumado desde
q u e e l
comité
d e
control solicitó
la
cooperación
de las
fuerzas españo-
las— h a cogido fuera d e guardia,
como aquí
se
dice
y
hasta
se
admi-
t e , a l Departamento d e Estado. P a -
rece como
s i hoy
alguna gente estu-
viera preguntándose
q u é e s T á n -
g e r ,
dónde está Tánger
y
cuál
es la
situación legal
d e
Tánger.
Por lo
pronto, quizá
p o r n o
saber
lo que
es la
Prensa americana
con una s o -
la excepción —«New York Times»—
h a ignorado la noticia, a u n cuando
d o
estaba
en e l
servicio
de l a s
gran-
d e s
agencias,
y se
dice
que l a s
esfe-
r a s
diplomáticas están afanosas
buscando
lo s
antecedentes
de qué
es e l
Estatuto
de la
comisión
d e
cont rol ,
el
acuerdo
d e
París
d e
agosto
de 1945 y
cómo España
p r e -
servó
el
orden, abasteció
y
mantu-
v o
intacta
e s a
zona internacional
en
lo s
días
m á s
negros
de la
pasada
guerra.
As í e s posible q u e descubran q u e
en 1945 , en
plena luna
d e
miel
e n -
t r e Rusia y Occidente, se dio a
Tánger , a espaldas d e España, el
Estatuto actual
e n u n a
conferencia
e n
París entre
lo s
«cuatro gran-
des», q u e España nunca admitió
m á s q u e como u n «modus vivendi»
provisional.
Desde luego, aquí nadie
ha co-
menzado p o r reconocer q u e Tánger
e s u n a espina clavada en la zona
de l
protectorado español
e n M a -
rruecos. U n centro internacional d e
maquinaciones d e todas clases. E l
foco
q u e m á s
disgustos
h a
dado
a
España
en su
misión
d e
protectora-
d o .
Legalmente, aunque haya
h e -
c h o
poco
u s o en
presencia física,
u n a
avanzada soviética
s e ha a s o -
mado
al
Atlántico.
Y
Tánger
e s pa -
r a España, sobre todo, u n a preocu-
pación d e orden público d e prime-
r a
categoría.
Y ya que lo es
España
pretende asumir
la
responsabilidad
d e mantenerlo para evitar nuevos
desmanes como el de hace d o s d o -
mingos.
S in
embargo,
en lo
poco
que s e
h a publicado aquí, y en lo menos
q u e s e h a
especulado
en los
centros
oficiales,
s e han
querido atr ibuir
a
España
l a s m á s
variadas especies.
E l
«New York Times» publica
dos
informaciones fechadas
e n
Madrid
y
Tánger. Pero ninguno
de los dos
corresponsales
h a
querido recono-
c e r q u e
España tiene derecho
a de -
nunciar
el
régimen actual fabrica-
do a s u s
espaldas
y ,
desde luego,
u n
interés vital
en
mantener
e l o r -
d e n
público.
M . CASARES SANCHEZ REJAN O
( « E l Correo Catalán», 9 - I V - 1 9 5 2 . )
FUERZAS ESPAÑOLAS
Y
FRANCESAS
EN
TANGER
\ f in de g a r a n t i i a r r | o r d e n r n i » r l u d a d d e T á n g e r , c o n v u l s i o n a d a p o r l o i u l t imo* d is tu rb io* ,
h a n p - n r I r a d o r n l a i o n a I n t e r n a c i o n a l f u e r z a s e s p a ñ o l a s y f r a n c e s a s . U n l a s f o t o g r a f í a * : el
e s c u a d r ó n d e R e c u l a r e s d e T r t u á n e s p e r a n d o e n l a e s p l a n a d a dr l a e s t a c i ó n T á n g e r - F r i la
l l e g a d a d e l a s e c ci ó n m o t o r i t a d a d e l a G u a r d i a M ó v i l f r a n c e s a v u n o d r l o s a u t o s b l i n d a d o s d e
e s t a d u r a n t e e i d e s t i l e d e l a s f u m a s p o r l a s calles.
(Agencia «Cifra Gráfica»,
d e l
7 - I V - 1 9 5 2 . )
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 103/132
> #»:< ¥:< v<tv<
LA
VICTORIA
Y EL
HEROISMO
DE LA
COMPRENSION
L 4m
I. V H"
L 4m da la
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naraIroa grande* idralr*.
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abraia rnlraiUblr rnlrr lodo*
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y
romo uu imprrallio
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unidad mire todo* lo* rapaAolr*. baja rl r-iudilla» dr lian
Frai
( « E l Correo Catalán», l-IV-1952.)
E L
MINISTRO
D E
EDUCACION NACIONAL
PRESIDIO
E N E L
CASTILLO
D E L A
MOTA
Y
E N L A
U N I V E R S I D A D
D E
V ALL A DOLI
D L O S
ACTOS CONMEMORATIVOS D F . L V C E N T E -
NARIO
D E L O S REYES CATOLICOS
Quien dirige hoy los destino» d e
España está, como
lo
estuvo
don
Fernando, firme y, vigilante , dijo e l S r . Ruiz-Giménez
N O N O S
MUEVE OTRO AF AN —A ÑA DI O— QU E SALVAR TODO
LO AUTENTICAMENTE VALIOSO E N E L SERVICIO
D E U N A PATRIA GRANDE Y TOTAL
G n L r u f a
Los
CAsriLLos
G R A N H O T E L L A S S I R E N A S
SEGOVIA
PROXIMA INAUGURACION
OBSEQUIO AL SHAH
D E A F G A N I S T A N
(Publicidad d e l 27-IV-1952.)
(Agencia «Cifra», 31-111-1952.)
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 104/132
EL
REAL MADRID
MEMORADO CON TODA
LLANTEZ SUS BODAS DE ORO
Por VICENTE LOREN
ESPAÑA 1952
E
L
Real Madrid
ha
finaliza-
do el magnífico programa
de
actos
con los que, en
forma
tan
brillante,
ha
conmemora-
do sus
Bodas
de Oro. En un am-
biente simpático,
de
adhesión
y jer-
mandad
co n
todos
los
clubs españo-
les, el
histórico club madridista
ha
cerrado su s actos con los que ha ce-
lebrado
su
fundación
y
cuya fecha,
1 de abril de 1902, tenía que ser his-
tórica
no tan
sólo para
el
Madrid,
sino también para
el
fútbol español.
Porque el esfuerzo realizado por su
fundador, do n Carlos Padrós, no re-
sultó vano
y ahí
queda, como prue-
ba
irrefutable
de
ello,
el
historial
brillantísimo alcanzado
por el
Real
Madrid, al correr de los años, para
llegar a esas Bodas de Oro, que han
señalado,
sin
duda, otra página
más
para añadir
a su
dilatado
y
brillante
historial.
Con
todo
el
rango
qu e
merece
su
actual posición, por su categoría de
auténtico histórico
y por lo que es,
en el
deporte español,
el
Real
Ma-
Y
•
Y
E L A V I O N D E L A V I C T O R I A
GRAN
LICOR
ESPAÑOL
Triunfo f ina l d e l " B a r ^ a " e n T e t u á n
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IKÍH I.WHINI
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PEON
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BARCELONA
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BAMPEOY
EL
ATLETICO
DE
BILBAO
DESCIENDEN L A S l ' AL MAS * ATLETICO D E T E T l ' A N . V ASCIENDEN OVIEDO Y MALAGA
...Y EL
MEJOR
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( « E l Correo Catalán», 15-IV-1952.)
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 105/132
ESPAÑA 1952
ro s
eran toros», Wcenle Pastor.
To -
do ello muy simpático, muy emotivo
y que
tanto
ha n
honrado
a los ac-
tuales dirigentes
de
este gran club,
el
Real Madrid.
El club madridista, durante estos
días,
se ha
visto acompañado
por to-
dos los
clubs españoles
que han que-
rido sumarse,
po r
afecto
y por
cari-
ño, a los actos organizados con mo-
tivo de las Bodas de Oro del Real
Madrid.
Han
sido unos días
de au-
téntica hermandad deportiva espa-
ñola,
que no
otra cosa buscaban
y
deseaban
los
dirigentes
de l
club
me-
rengue.
Y
bien podemos decir
que
su s deseos los han conseguido ple-
namente.
Y
este
es
otro
de los mu-
chos éxitos que ha logrado el Real
Madrid
en
estas fechas conmemora-
tivas de su cincuentenario.
Con verdadera satisfacción, pues,
destacamos estos éxitos
de l
club
ma-
dridista,
a
quien sinceramente felici-
tamos y, como final, porque sabe-
mos de su
amor
y
cariño hacia «su»
club,
de su
entusiasmo inacabable,
puesto
a
prueba
en mil
ocasiones,
le
decimos
a
nuestro querido
y
viejo
amigo, joven
en
energía
y
siempre
animoso,
don
Santiago Bernabeu:
¡¡Adelante con el Real Madrid
( « E l
Correo Catalán», 5-IV-1952.)
A Q U E L M A D R I D
D E
A N T A Ñ (
C o n a a t e a t u e n d o , ti d i a g d e m a x a o d e > 9 0 1 h u
p r i m e n a p a r i c i ó n e n u n c a m p o d a fooe-ball e ito*.
a e f i o r e * . c o m p o n e n * * d e d o » b a n d o * , r o j o * y aiu¡>
d e f o r m a r a p r i m e r t e a m d e l M a d r i d P o o t - B a l l C l u
p u e d e a p r e c i a r t e , p o r a q u c l l a a f e c h a * a ú n n o a r a l a
CREMA
DE
AFEITAR
RAPI) E
la c r e m a q
u e
.
5
,
n b r o c h
, , « i „ . .
y » i n l a bon. a f r i t
Y L O S M E R E N G U E S D E H O G A Ñ O
(Publicidad
de l
2-IV-1952.)
drid
ha
celebrado
su
cincuentenario
bajo
el
signo
del más
grande esplen-
dor, y al que
únicamente
el
tiempo
se opuso; pero sin que pudiera evitar
que los
aficionados respondieran
al
enorme y extraordinario esfuerzo
que los directivos madridistas ha -
bían realizado para conseguir que
estas Bodas
de Oro
alcanzaran toda
la
brillantez deseada.
Durante estos días en que se ha
celebrado
su
fundación todos
los de-
portes que se practican en el club
madridista
ha n
estado presentes.
Y
en todos ellos el éxito ha respondido
co n creces. Porque no podía ser de
otra manera. Y, por ello, les cabe a
los
directivos
de l
Real Madrid, apre-
tados fuertemente, junto
a su
figura
señera
que les
preside,
do n
Santiago
Bernabeu,
la
satisfacción
de
haber
dado
a sus
socios,
y al
deporte
en
general, auténticas galas deportivas.
Muchos han sido los gestos y he-
chos efectuados por el Real Madrid
en
estas
su s
Bodas
de Oro. Y
entre
éstos hemos
de
señalar
el
homenaje
rendido a dos de nuestras más glo-
riosas figuras que ha tenido el fútbol
español: Ricardo Zamora
y
René
Petit;
a
Luis Olosa
e
Ignacio
Mén-
de z
Vigo;
y,
apartándose
de l
terreno
deportivo,
el que
rindieron
a
figuras
tan señeras como el actor Ricardo
Calvo,
y el que fue as de la
torería
de
aquellos tiempos
en que los «to-
VENDO PISO SUNTUOSO
primera planta, propio representaciones
d i -
plomáticas.
4
grandes salones exteriores,
"hal l " . 8 dormitorios. 3 baños, servicios, e tc .
1 1 E R M O S 1 L L A .
1 9
« m Lf " i r I - C TJ t C?J r C?J - C?J ? c v t O. «« j • m t*?•> * - t- o ~ vTa • era r - r j ' i ' ü i
s í
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1 0 5
Í - i r
(Publicidad d e l 27-IV-1952.)
\
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-089-ano-viii-abril-1982-ocr 106/132
ESPAÑA
1952
Según encuesta
del Instituto de la
Opinión Pública
existe
una
crisis teatral
NTERROGANDO a per-
sonas calificadas
por su
iprofesionalidad
o por re-
conocida afición al arte escénico,
el Instituto de la Opinión Pública
h a
llegado,
en un
informe dirigido
a los
periódicos,
a las
siguientes
conclusiones: El 76 por 100 de los
consultados cree
q ue
existe crisis
teatral;
el 24 por 100
estima
lo
contrario. E se porcentaje primero
atribuye la crisis a la escasa cali-
dad de las
obras,
a
deficiencias
interpretativas,
a
razones econó-
micas y al anacronismo en la es-
cenografía. Los temas preferidos
por los
consultados
son, por
este
orden: sentimentales, frivolos,
so-
ciales y psicológicos. Los autores
predilectos s on : Primero, Bena-
vente; segundo, Antonio Buero
Vallejo; tercero, José María Pe-
m á n ; cuarto, Víctor Ruiz Iriarte;
quinto, José López Rubio,
y
sexto,
Joaquín Calvo Sotelo.
En
cuanto
a
lo s actores, lo s consultados fijan
el orden de la siguiente manera:
,
Rafa el Rivelles, Carlos Lemos,
Guillermo Marín y Antonio Vico
estos dos últimos con igual nú-
mero d e votos. La actriz que ha
obtenido
m á s
sufragios
es
Elvira
Noriega, seguida
por
María Jesús
Valdés, María Fernanda Ladrón
d e Guevara, María de l Carmen
Prendes, Lola Membrives, Mary
Carrillo y Ana María Méndez.
C o n respecto a los críticos, el
orden
es
como sigue: Primero,
Luis Calvo; segundo, Jorge de la
Cueva; tercero, Alfredo Marqueríe;
cuarto, Eduardo Haro Tecgien,
Gonzalo Torrente Ballester, Ruiz
Albéniz, Antonio Díaz Cañabate,
Morales Acebedo
y
Luis Marsi-
llach (de Barcelona).
E n cuanto a los directores artís-
ticos, lo s clasifican por este orden:
Cayetano Luca de Tena, Luis Es-
cobar, José Tamayo, Ernesto Vil-
ches, Huberto Pérez de la Osa,
Edgard Neville, Arturo Rigel, Soler
Mari
y
Ordóñez.
(«ABC», 24-IV-1952.)
Los artistas de los teatros nacionales,
Español
y
María Guerrero, descan-
sarán un día a la semana
Con objeto de que tengan un día
de
descanso completo
tos
actores
de los
teatros nacionales
se ha
acor-
dado por las direcciones de dichos
organismos
que, los
lunes,
no
haya
funciones
en el
teatro Español,
y
los
martes
en el
María Guerrero.
Lo s demás días de la semana las
funciones se darán normalmente
tarde
y
noche.
«HACIA U N "CINE" MEJOR»
Organizado por e l Círculo d e
Formación
d e
Propagandistas,
hoy
domingo,
a las
once
de la
mañana,
s e
celebrará
u n
acto
en e l
teatro
Español, d e acuerdo c on e l lema
q u e l o
inspira: «Hacia
u n
"cine"
mejor». Constará
d e d o s
partes
e n
l a s que , c on l a
Tuna hispanoameri-
cana
y los
Coros
y
Danzas
de l
S.E.U. , además
de las
intervencio-
ne s de l os
señores Muñoz Cabezón
y Rodríguez Román, actuarán c e -
lebrados intérpretes de l séptimo
arte.
PREMIOS
CINEMATOGRAFICOS
En el
Sindicato
de l
Espectáculo
se ha
verificado
la
entrega
de los
diplomas qu e concede la revista
«Espectáculo», de dicha entidad, a
las
películas consideradas como
las
más
comerciales
del año.
Lo s
premios
de 1951 los
obtuvie-
ron la
cinta norteamericana «Los
inconquistables»
y la
española
«La
Señora
de
Palma».
La
entrega
la
hicieron
do n
Manuel Casanova,
je-
fe del Sindicato, y don Antonio
Cuevas, director
de la
publicación.
(«ABC», 20-1V-1952.)
(Publicidad
d e l
12-IV-1952.)
1 1 0 Y , S A B A D O D K ( . L O R I A
Sensacionalísimo estreno
cauwufl w PRODUCCIONES HORUECHEA
¡,VS LATIGAZO
DE
OPROBIO
A LA FAZ DE LA
BESTIA
SOVIETICA ?
j;EL
OLORIOSO MARTIRIO
DE
FRAY ANSELMO POLAN-
CO.
OBISPO
DE
TERUEL :
;;LA
PRIMERA CONSlGN*.
QIE
DETVVO
AL
COMUNISMO
I N T E R N A C I O N A L : :
O P I N I O N E S D E L A C R I T I C A D E M A D R I D :
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nmorrada* <Sr jabado
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c.-n*
fbórt Vtranao
MARCOS
falrtpo
MORAN
Guttofo
•
CtNFS
A
SEMANA
P1EK ANGELI
(Publicidad
de l
27-IV-1952.)
V \J~ CTA - C7J
t i • J T C? J
* C ? C ? J
T . C T i T
C Í V ¿ M J P iT \ > V J ? KVJ TsVl • C ? } " k ' l á l
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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ESPAÑA 1952
1
F" 'C
RREO CATALAN
K m M i
Contado ent re
lo s
malhechores
p o r M i g u e l M « l e o d r e s
L o
m i s i ó n e s p a ñ o l a
h a
J
a J e r u s a l é n
L 4 V W T 4 4 L 4 ( J I D 4 D S A N T A T 1 L N E
C 4 R A O W P W V A D O
BrillMtñ«u mrprió»
¿e
4nprtli4a
oírrrxlj por Mtrtil ArUjo i ln MARAÑA
N O S E P U B U C A P A
a C O R R E O
C A T A L A N -
Milagro impresionante d e l amor
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«tfcHiaiii'ni iiy y t a l l f t i
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rr i r r t n o
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CATALA» ti rtülmo
S»tx
ico dr airtH. ZXo
media* tf rmoiformoi
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muiMdrarfAit co*
•«fiffo» Wlorn.
Bnllaaliii
La peticiéo espalóla sobre Tánger ha
caasado completa sorpresa
e o
Londres
( « E l
Correo Cata lán» , 10- IV-1952. )
v n i i ' i " C j
- c t j t
tSiT
c? i r
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«:•.
r v r a r
ir a r ir a kVi -
I ~ J -V»ÍÍ
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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ESPAÑA 1952 3
Of/ÍO
» i e K T R A N j e f t O t
m
. . . o l o f r e c e r l o tu amor , t ienes
l o s e n s o c i ó n d e q u e t e e n t r e -
g o s d e l l e n o o u n a oventuro
mis te r io s a y a t r a y e n t e . S e
a b r e n a n t e
ti
e s c e n a r i o s
y
a mb ie n te s d i s t in to s , c o mo l a s
p á g i n a s c o l o r i s t a s d e u n libro
d e Julio Verne.
* *
C U A N D O " H K EXTRANJE-
l O . . . v ie n e S o c io ti c o m o e l
P r ín c ip e d e f u i s u e ñ o s d e n i -
ñ a . C o m o e s e h é r o e m a r a v i -
l lo s o , q u e a l d e s e n v a i n a r l a
e s p a d o a l e j o de t i e l d o lo r ,
l a
t r i s t e z a
y e l
mie d o .
5
. . . cuentos
c o n l a
i n m e n s a
v e n -
t a j o d e q u e t o d a s e s o s « c o -
sos» t o n c o r r i e n t e s en tu pa ís ,
p a r o E l y lo s suyos cons t i tu -
y e n n u e v o s e n c a n t o s a tu
favor .
mirón c o n .
d i o . | E s o d e q u e
p u e d a s vI o i a r
l i b r e m e n t e , c o -
n o c e r n u e vo s
p a í s e s ,
y . . P r e -
sumir d e u n m a -
r id o e * t r o n ie r o l
* >
> *-
. . .y v ives e n e l p o l s d e E l , y s i tienes
b u e n h u mo r , t e n d r á s u n éxito locc
e n c u a lq u ie r r e u n ió n q u e s e o r g o -
n i c e c o n so lo ba i la r unos a leg
r
« «
s e v i l l a n a s . j N o t e d i g o n o d o si 'e
p o n e s a imi ta r a l o l o Flo
r
es
(«Chicas», n.
w
92 , de 30-111-1952.)
Hü'j-ri -CTJTCTJTCTJ ?C?>CTJ
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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PXTOO^jE
¿ 1 C 5 3 v í j C ESPAÑA
1952 3
r
CUANDO EL ES ESPAÑOL . feneis
como bose de vuestro coriflo una
perfecta comunidad
de
Ideas.
n o -
cionaüdod y religión, Qu e OS harón
má s
fuerte
s por o ofrontor lo vida
I I L U S TR A C I O N E S : Z A R A O Ü E T A
iesPAfioi?
...sientes
el
orgullo
y la
«moción
d e
librar con EL por los mismos senti-
mientos
y
motivos
lo
mismo
oI
paso
de nuestra bandera, qu e cuando
leáis
El
Quitóte
jSi os
otreveisj
iUiU
...tienes la enorme tranquil idad de
q u e cualquier cotóstrofe d® guerra
ocurra, o s encontroró unidos.
defendiendo los mismos ideas
la garantió de que en
vuestros
hijos pod éis Hacer crecer
u n sólo ideal sin complicaciones d e
Patrios ni costumbres distintos
...y tienes p o r último, lo
seguridad de que los po-
dres tuyos
y los de EL no
se posorón h vida discu-
tiendo sobre
lo
venta/o
d e
sus diversos países, y c o n -
9#mar ón
e n el
fondo,
por
mucho qu e refunfuñen
y
SELECCION D E TEXTOS Y GRAFICOS: FERNANDO LARA |
c*-C?JC?Jr"CJ-ctjTWTt'*¿"VTJ-vrjr4.73rts»*w*\>--v"ji
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Llorens Artigas,
Carlos Sampelayo
Llorens Ar t igas decorando
u n a d e s u s
piezas
" y ~YACE unos meses
el
Ayuntamiento
de
Barcelona
ha
dedicado
r—w un celebrado homenaje a Josep Llorens Artigas al año de su
A. A
muerte.
Una
exposición
en el
Palacio
de la
Virreina
y
álbum
con
grabados
de sus
piezas
más
importantes
y
artículos
de los más
ilus-
tres especialistas
en
arte.
Es,
pues,
de
actualidad histórica dedicar
un
breve reportaje a su vida y a su obra.
El pasado
En los años veinte tenía su
taller, su horno d e artífice, e n
Charenton-le Pont, cercano a
París, apartado d e Montmar-
t r e , q u e frecuentaba poco, ya
q u e todo su esfuerzo consistía
e n consolidar su prestigio en la
ciudad albergue
d e l
artistas
d e
todos
los
puntos cardinales.
E r a u n
hombre
d e
palabra
interesante, q u e vivía de l arte,
plegado
a é l
como única condi-
ción
de su
vida
y su
respira-
ción.
S us
manos moldeaban
las
producciones, decoraban sus
pinturas, cocían los hornos. Y
afín
con la
vida parisién,
se re-
lacionaba con las reuniones d e
artistas y las razones d e m u -
chos triunfos y planteamientos
de los mismos. L o s comentaba
intencionadamente, c o n ironía
o
benevolencia.
E l taller se anunciaba a la
110
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salida
d e
París, bordeando
e l
Sena,
y a
pocos tramos
de la
puer ta
d e
Bercey,
c o n u n a
alta
e
inusitada chimenea
d e
unos
treinta metros, contrastando
con las
casas
d e
alrededor
c o -
m o d e l
propio taller, bajo
d e
techo, David ante Goliath,
q u e
vomitaba humo
d e l
horno,
ascendiendo cual la carrera del
ceramista.
Había días e n q u e n o salía
humo, cuando
lo s
fuegos esta-
b a n
apagados, porque
el
artis-
t a
daba
los
últimos toques
a
s u s
obras esperando
e l
calor
q u e l e s
diera
e l
supremo alien-
to .
A los
visitantes, Llorens
A r -
tigas
le s
enseñaba
e l
taller
con
entusiasmo, seguro de su triun-
f o . Poseía d o s hornos que los
elogiaba devoto, como un clé-
rigo q u e pone su fe en Dios.
L o s palpaba incluso emociona-
damente. Eran los colaborado-
res de su obra, su amor de a l -
quimista q u e espera arrancar
el secreto d e s u s pócimas.
Llorens había sido alumno
y
secretario
de la
«Ecola Supe-
rior
d e
Bells Oficis»
d e
Barce-
lona,
y al ser
disuelta
por la
depredadora dictadura primo-
rriverista
se fue a
París, donde
e n
menos
d e d o s
años,
s in más
medios
q u e s u
arte,
se
instaló
e n e s e taller d e Charenton con
hornos suyos
y ya
estimado
e n
e l
mercado. Había colaborado
ya
incluso
con e l
pintor
e n b o -
g a
Raoul Dufy,
m á s e n
posición
d e
prestigio expuso
en la
colec-
tiva
d e l
Museo Galiere
con
o b r a s t o t a l m e n t e p r o p i a s .
Creía
q u e e n
París
se
hallaban
lo s
mejores ceramistas
de la
modernidad d e entonces, a d -
mirador
d e
Desseur
y
Lenoble
y de l
vidrista Maricot, pero
so-
b r e
todo
de los
japoneses.
Artigas, crítico. Picasso
en su
concepto
i
N o l e gustaba hablar de sí
mismo y caminaba en la con-
versación
p o r
otras ramas
del
arte
y de los
artistas catalanes.
N o
creía
en el
arte catalán
d e
p o r s í ,
pero afirmaba
la
exis-
tencia
d e
grandes personalida-
des en su
esfera. Conocía
la
obra
d e
todos
y
para cada
u n o
poseía
u n
comentario atinado,
intencionado unas veces pero
benevolente s iempre. Decía
d e l
pintor Humbert
que su ca-
rácter le impedía entrar entre
e l
marchanteo
d e la
época,
aunque tenía
u n
gran espíritu
a
pesar
de su
escasa cotización.
A Togores le contaba entre los
desplazados
d e
París,
q u e v e n -
d í a mejor s u s obras e n Alema-
n i a , impulsado p o r u n m a r -
chante judío alemán q u e hizo
q u e e n s u
país fuera
m u y e s -
timado. Pruna vendía
m á s e n -
tonces
e n
Norteamérica, pero
Artigas tenía
f e e n q u e c o n -
quistaría París,
a
pesar
de su
fobia
a la
nación francesa,
q u e
le
hacía
n o
codearse
c o n
escri-
tores
d e
vanguardia
q u e i n -
fluían
en la
corriente pictórica
d e
Francia.
D e Picasso, a quien conside-
raba «catalán» y el maestro y a
de la pintura moderna, decía
entonces Artigas q u e l e entor-
pecía e l camino de la marchan-
dería
el
lastre
de su
juventud
c o n M a x
Jacob, Apollinaire
y
Salmón, aunque
él se
había
a p a r t a d o
p o r
aquellos días
—1926—
de las
«liasons dange-
reuses». S in embargo, e ra v íc -
tima de su pasado, como e l cu-
r a q u e hubiera sido antes libre-
pensador.
P o r e s o ,
para
m a n -
tener «la forma» d e admira-
ción, tenía q u e recurrir a ge-
nialidades
q u e n o
tenían nada
q u e v e r c o n e l
arte. Mante-
niendo
su
«esprit»,
le
valía
q u e
lo s
franceses
le
consideraran
suyo, s in tener e n cuenta su
pintura magistral.
— N o l e llaman español — e x -
plicaba Artigas— como
le lla-
m a n a
Sert,
p o r
ejemplo,
p i n -
t o r a l cual ú l t imamente se
h a pretendido descubrir, y a
quien acompañan s u s éxitos
mundanos,
su
riqueza
y
unos
méritos d e virtuoso para deco-
r a r catedrales modernas y pa-
lacios burgueses...
Asimismo comentaba sobre
los
escultores. Gargallo estaba
y a
indiscutiblemente dentro
d e
la corriente francesa, envuelto
en el halo d e l triunfo, como
Manolo Hugué, otro aceptado.
Llorens Artigas
e ra un to -
rrente inacabable
d e
opiniones
certeras y temas artísticos y so-
ciológicos. L e molestaban los
«bombos»
q u e s e
daban
e n E s -
paña, e n Cataluña sobre todo,
a medianías si n atención, sólo
p o r
patriotismo.
L o s
verdade-
r o s triunfadores eran pocos y
desperd igados , confund idos
a r r o n e s e n gres , d e Llorens Artigas.
112
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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M H
Llorens Artigas e n s u s egundo e s t ud i o d e Vi t rY-sur-Seine , todavía juveni l , entus iasmado d e s u oficio
además
en la
corriente univer-
sal .
Asi la
personalidad
de L lo -
rens Artigas
se
manifestaba
siempre desde la s primeras
épocas
de su
vida
d e
artista,
en
la
sociedad
que l e
rodeaba.
E r a contradictorio , s incero,
natural.
Síntesis
biográfica
Hijo
de un
cerrajero
de la
calle de S an Rafael d e Barce-
lona, tuvo
u n a
infancia
sin ins-
trucción académica.
F u e
curti-
d o r d e
pieles
en su
adolescen-
c i a y m ás
tarde estudiante
d e
comercio. Ambiente humilde,
pero espíritu alegre
y
empren-
dedor.
U n o d e s u s
primeros
compañeros
d e
juegos
f u e M a -
nolo Hugué, q u e había vivido
en e l
mismo barrio
y q u e h a -
bría
d e
compartir luego
su fa-
m a e n Paris, u n a fama de e s -
cultor original tanto
en
obra
artística como
e n
carácter
d e
conversador ingenioso
y s im-
pático.
Llorens llegó a se r de hom -
b r e hecho y derecho u n espíri-
tu tan humilde como un niño,
atento
c o n
todos
y
conforme
con su
sino.
E n
política
f u e
afecto
a la
Unió Catalanista, organización
clandestina q u e s e ubicaba en
la calle de la Canuda, 14, prin-
cipal. Cofundó, con su amigo
Manuel Alcántara, el semana-
r io La Nació en el año 1914,
periódico
en e l que
colabora-
b a n socialistas y liberales, e n -
t r e l o s
primeros Serra
y
Mont
J a r r ó n e n g r e s , e sma l t ado c o n óxido d e
cobre .
113
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Llorens Ar t igas , Joan Miró
y
Joa n Gardy Ar t igas , t rab ajan do
e n e l
mural
d e l a
Fundación
Maeght .
y entre los segundos Martí y
Juliá. En 1917 la trayectoria
espiritual d e Llorens Artigas
deriva hacia e l anarquismo y se
hace amigo d e hombres que lo
rozan, como Folguera, Eróles,
Josep M . d e Sucre, Poal A r a -
gall
y e l
mismo gran poeta
Sal -
vat -Papasse i t ,
q u e
sostenían
u n a
revista
d e
vanguardia titu-
lada
Un
Enemic
de l
Poblé.
S in
embargo,
su
sentimiento
artístico le llevaba a frecuentar
e l
Cercle
de
Sant Lluc, donde
acudía Gaudí
y los
entonces
jóvenes Rafols, Prats
y el in-
conmensurable Miró.
C o n
éste
amistó principalmente Llorens
y
perfeccionó
su
afición
al di-
bujo
y la
pintura,
por l a que
había asistido anteriormente
a
la s clases d e Gelabert , en la
casa Serrahima,
de la
románti-
c a
calle Petritxol. Asimismo
estudió dibujo c o n Gali.
E l
interés
d e
Llorens Artigas
p o r l a
cerámica
se
despierta
al
contacto
co n
Quer,
q u e
dirigía
l o s h o r n o s de la empresa
Pujol , en Esplugas d e l Llobre-
ga t , y con José Aragay, profe-
so r de
decoración cerámica
e n
la
Escuela
d e
Bellos Oficios,
en 1919 .
Aragay llegó
a
cola-
borar
c o n é l , q u e
destacó
e n
seguida
e n
aquel centro hasta
su
disolución
por la
ominosa
dictadura primorriverista,
d e s -
perdigándose aquel plantel
d e
profesores
y
funcionarios.
E n París, y una vez instala-
d o ,
tiene éxito
en las
exposi-
ciones como ceramista, espe-
cializado
e n
gres,
sin
innovar
nada, sólo con la perfección de
la
obra bien hecha.
L a
vuelta
a
Barcelona
y
colaboración con Miró
L a
simpatía personal
d e L l o -
rens Artigas
le
proporcionaba
muchos amigos artistas
que le
admiraban .
Si en
Barcelona
había tomado parte
d e l
grupo
C o m b a t ,
c o n
D o m i n g o ,
Obiols, Togores, Ricard,
R a -
fols, Benet
y el
célebre Mano-
lo
(Manolo Hugué),
en los sa-
lones artísticos
d e
París había
amistado
c o n
Marquet, Dufy,
Matisse
y
Braque.
En 1940, a l
entrar
lo s
alema-
nes en
París,
se
trasladó
a C e -
r e t ,
donde
se
hizo amigo
d e
Arístides Maillol,
el
escultor
m á s
destacado
d e l
noucentisme
catalán. Pero Ceret también
f u e invadido por l o s alemanes.
Y a se había casado con la fran-
cesa Violette Gardy y había t e -
nido d o s hijos, Juan y Mariet-
t e , y
decide volver
a
Barcelona
a buscar trabajo. Alquila u n
piso para vivienda en la calle
d e Carolins y un taller en la ca-
l le de Julio Verne. E l trabajo
lo encuentra en la casa Sangrá
y m u y
bien pagado.
Pero
la
actividad
d e
Llorens
necesita lugares
m á s
amplios
en los que
desarrollar
u n a
obra
d e
mayores proporciones,
y es
cuando descubre
e l
pueblo
d e
Gallifa, aprovechando
la es-
tancia allí
de su
hijo enfermo.
S e
instala
e n u n a
preciosa
m a -
s ía de
altos techos,
y e s
allí
donde comienza s u s grandes
obras y su colaboración con
Miró desde 1955. Primero d e -
corando jarrones y en 1957
realizando
los
famosos murales
del Sol y la
Luna para
la
UNE S C O, la Escuela d e Sant
Gallen
y la
Universidad
d e
Harvard. Aime Maeght le cede
u n
taller,
u n
gran taller
e n
1968 , de l que han
salido,
e n
colaboración siempre
con M i -
ró , l o s dos m ás grandes mura-
les de ambos: el de la Exposi-
ción
d e
Osaka,
en e l
Japón,
y
e l q u e
figura
en e l
aeropuerto
d e B a r c e l o n a , q u e t i e n e
10 x 50
metros.
Asimismo, Llorens obtuvo
u n
gran éxito
en 1970, con una
exposición
de 62
magníficos
ja -
rrones en la Galería Maeght.
Aprovechando
el
contacto
c o n
Japón —donde existe
el
mural
d e
Osaka,
en
colabora-
ción
c o n
Miró,
y
donde
ha vi-
vido
su
hijo Joan, casado
con
u n a
japonesa—, Llorens Arti-
114
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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g as
consigue
la
técnica simple
d el gres e n aquel país, elabo-
rando formas s in más ayuda
que la de l torno.
Frases
de
Llorens Artigas
«Soy materialista, quiero
d e -
c i r que acepto la vida ta l como
es . A pesar de los disgustos,
las
dificultades,
las
enfermeda-
d e s , e t c . , e l balance, p o r a h o -
r a , h a estado siempre a mi fa-
v o r , y
espero
q u e
continúe
siendo así hasta e l último alien-
to .»
«En e l curso de la vida h e
pasado momentos buenos y
otros
m u y
malos.
L o s
momen-
to s
malos
son los que
hacen
apreciar lo s buenos, de la mis-
m a manera que la poesía o la
cerámica adocenada hacen
apreciar la poesía o la cerámi-
ca buena. ¿ S e podrá decir n a -
d a más?»
« H e trabajado casi exclusi-
vamente
co n
pastas, libros
y
colores, haciendo q u e ellos
fueran m is medios d e expre-
sión
y
procurando
q u e
pueda
existir en Europa, como existe
e n Oriente, un arte de la cerá-
mica
que sea un
gran arte.»
« Y o h e tomado siempre m u y
e n serio m i t rabajo. A quien
no he
podido tomar nunca
se -
riamente es a mí mismo. E l
trabajo queda; el hombre d e -
saparece. L o s q u e sobrevivan
pueden decir lo que les pare-
ce .»
«Vivimos
en
Gallifa
u n
poco
p o r
casualidad, porque
a mi
hijo Joanet le convienen aires
puros p o r u n a enfermedad .
Er a p o r lo s
años cincuenta.
E n
Gallifa n o había teléfono, ni
electricidad, ni auto d e línea,
ni nada d e todo eso que la gen-
t e llama la vida actual. A mí
m e e r a
absolutamente igual,
n o m e producía ninguna preo-
cupación.
M e
preocupaba
tan
poco q u e compramos esta ca-
s a , E l
Racó,
y
aquí instalé
m i
hornito, porque
en el
barrio
barcelonés
de San
Gervasio
los
vecinos comenzaban a quejar-
se de l humo q u e hacía la chi-
menea.»
«In ilio tempore escribí, so -
b r e todo pensando en los artis-
t a s q u e me
rodeaban
y
para
elogiarlos. También escribí p o r
chismorreo artístico. Y o sabía,
sin
embargo,
que no lo
publi-
caría. E r a u n a manera d e d e -
sahogarme.»
« H e publicado algún libro
con las fórmulas de la nueva
cerámica. Estos libros
h a n t e -
nido mucha difusión y se han
dispersado. Los que los han
leído
en una y
otra parte
del
mundo, dicen que son mis d is -
cípulos. Mé'he encontrado con
personas d e esta creencia. Mis
fórmulas so n buenas, pero f o r -
m a n parte de lo que podríamos
llamar la matemática de la ce-
rámica. Después hay la reali-
d a d , l a práctica, y esta es la ac-
tividad eficaz. Difícil
y
eficaz.
Depende de la tierra, del aire,
d e l
fuego
y de la
experiencia
personal.
E l
ceramista debe
te -
n e r u n a gran experiencia y
buen gusto. L a experiencia n o
e s casi nunca corriente; e l
buen gusto es escaso.»
« L a fórmula de un esmalte
consiste
en su
constitución,
en
su composición. E l resultado
—positivo
o
negativo— depen-
de de la manera d e emplear el
fuego. Es e l mismo problema
d e u n
plato guisado
en la
coci-
n a , q u e e l fuego puede salvar o
estropear. Exactamente igual.
Es e l fuego a l que hay que v i -
gilar. U n panadero hará u n
p a n bueno o malo, según el
fuego q u e tiene delante. E s
exactamente igual.»
Acceso a la calle d e S a n Rafael , donde nació Llorens.
ti
ssL
>»
115
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Retazos
de
opiniones
sobre Llorens
«(. . . ) Dentro
d e l
mundo
del
arte es un catalán universal, d e
u n universalismo concentrado,
sobre todo en el área de la ci-
vilización occidental. H a llega-
d o a esta situación sin haber
hecho l a má s leve concesión al
exhib ic ion ismo, a l pintores-
quismo, a la propaganda o a la
política.» José Pía.
«Sin duda Artigas
h a
obser-
vado q u e e n e l gesto d e l mode-
lador
hay un
recuerdo latente
d e l inconsciente colectivo, al
cual se refería Cari Gustav
Jung.
E l
hombre
q u e
modela
barro repite e l gesto instintivo
d e l
niño
q u e ,
para intentar
m a -
nifestarse, se sirve de la mate-
r i a má s
trivial.
As í se
siente
t r a n s p o r t a d o c o n e l pensa-
miento a los primeros días d e
la creación (...).» Pierre Court-
hion.
«(. . . ) Y exactamente este e s
el secreto d e Llorens Artigas:
redescubrir u n a riqueza perdi-
d a ,
volver
a los
orígenes, rein-
ventar sin invenciones, defen-
J a r r ó n c o n e s m a l t e d e óxido d e cobr e y d e
plomo.
d e r d e manera impecable todo
aquello
q u e s e
considera esen-
cial
en un
arte tantas veces
perdido e n decorativismos d e -
masiado fáciles.
L a jugada m á s íntima c o -
mienza después. Cuando e l
fuego provoca sobre la pulida
superficie la iridiscente fulgen-
cia de los colores: blanco, n e -
g r o ,
azules claros, verdes
m o r -
tecinos, ocres mórbidos,
a m a -
rillos pálidos. Como
s i no fue-
ra otra cosa que la luz sobre el
mundo.» Joan Teixidor.
« L a
principal aportación
d e
Josep Llorens Artigas al desa-
rrollo de la cerámica europea,
juntamente con la alta calidad
de sus obras, ha sido eliminar
p o r
completo
la
decoración.»
José Corredor-Matheos.
« L a
maestría
d e
Pepitu,
L lo -
rens Artigas, e s reconocida e n
todo e l mundo. L a suavidad d e
la s
formas,
la
gama fina
y
rica
de sus colores, e l arte de es -
maltar c o n brillantes y mates,
el misterio u n tanto mágico, un
tanto exorcista d e hermanar
la s tierras, e l agua, e l aire y el
fuego
e n u n a
sola pieza,
e s
precisamente lo q u e domina
como pocos
en el
mundo este
ceramista universal.» Daniel
Giralt-Miracle.
«Artigas, como
lo s
grandes
ceramistas d e l pasado, conoce
todas
las
jugadas
q u e
propor-
cionan la arcilla y e l fuego;
también sabe, s in embargo,
q u e estos elementos n o s e ma -
nejan fácilmente: s o n t a n inde-
pendientes q u e contadas veces
J a r r o n e s d e diversa factura , obra d e l ceramista Llorens Artigas
116
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Llorens d e Art igas y Violette Gardy, saliendo de l a iglesia e l d i a de su b o d a e n Ginebra.
se
adaptan
a su
gusto.» Josep
Pijoan.
Testimonios de una
personalidad
Empecemos
p o r e l
propio
Artigas, q u e cuenta:
« P o r d i c i e m b r e d e l a ñ o
1921, Ramón Xuriguera vino a
verme a m i taller d e Charen-
ton-le-Pont, en el muelle de las
Carriéres, 22.
E n aquel tiempo tenía u n
ayudante, Roger Prunet, q u e
recibió a Xuriguera y le dijo
q u e esperase porque y o estaba
vistiéndome para ir a París.
Desde arriba le conocí por la
voz y le dije q u e subiera.
Por la escalera d e caracol su-
b ió a mi habitación y me e n -
contró gateando por e l suelo
e n busca de un botón que se
m e
había caído
de la
mano
y
rodando f u e a parar debajo d e
m i cama y no lo encontraba.
N o s é cómo f u e q u e s e me o c u -
rrió disociar m is apellidos y le
pregunté a quién venía a ver ,
si a
Llorens
o
bien
a
Artigas.
Xuriguera r ió y seguí la b ro-
m a , y entre lo s d o s criticamos
e l u n o a Llorens y el otro a Ar -
tigas.
D e esta visita Xuriguera h i-
zo un artículo q u e envió a Mi-
rador, revista
q u e e n
aquellos
tiempos dirigía el inolvidable
Justo Cabot, pero Víctor
H u r -
tado
(propietario
de l
periódi-
co), q u e l o leyó, dijo que no se
publicara s in mi consentimien-
t o , q u e f u e afirmativo, y ahora
les voy a explicar cómo había
nacido
el
artículo:
Esta separación d e persona-
lidad hacía d e Llorens un t r a -
bajador inquieto, austero, so -
brio y tímido a la vez ; en cam-
b i o , Artigas resultaba u n reta-
z o d e padre q u e todo se lo
echaba a la espalda; charlatán
pero espiritual, q u e todo lo ha-
cía a
medias.
De la vida íntima d e Llorens
se sabe bien poca cosa y lo
mismo pasa
con e l
Artigas.
Per fectamente adaptados a l
ambiente y la vida artística d e
París, conservan
m á s q u e n u n -
ca el acento catalán y presen-
t a n unos ligamentos m u y estre-
chos debidos a su barcelonis-
m o purísimo.
H e aquí resumido el artículo
q u e
entre
los dos
hicimos rien-
d o
mientras
m e
vestía.»
Pierre Courthion cuenta por
su parte:
«Era en la época d e Un pe-
rro
andaluz,
la película surrea-
lista
d e
Buñuel,
e n q u e
apare-
cía un
minúsculo Artigas
m i-
rando
la
altura
d e
torre
de una
interminable Valentine Hugo.
Cuando llegamos
a su
taller,
Artigas m e dijo:
—Fíjate e n esto.
Cogió u n jarrón defectuoso
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Estudio en i a calle d e Julio Verne, e n Barcelona, d e Llorens.
(resistente a todas las horna-
d a s ) , l o colocó a l pie de un ár-
b o l , cerró la puerta , la abrió
nuevamente poco después,
y el
j a r rón hab ía desapa rec ido .
C o n u n a sonrisa maliciosa A r -
tigas m e explicó:
— T o d o
e l
barrio está lleno
d e m i s piezas defectuosas. Po r
la
calle
las veo a
través
de las
ventanas.»
Y
asegura Lluis Permanyer:
«Llorens Art igas, aunque
e r a baj i to , se hizo cortar e l pe -
lo a l cero para eludir el servi-
c io militar p o r corto d e talla.
L a verdad e s q u e d e poco le
s i rv ió : f u e declarado inút i l
por... estrecho d e pecho.»
Complemento biográfico
De 1909 a 1910 , cuando e ra
aprendiz d e curtidor d e pieles,
p o r l a tarde iba a la escuela d e
Llot ja
a
aprender
a
dibujar.
En 1 9 1 2 ,
después
d e
cursar
es -
tudios
d e
Bachiller
y d e
Profe-
s o r Mercantil, entró en la Es-
cuela Libre d e Arte d e Fran-
cesc Gali, donde conoció a
Joan Miró. Cursó estudios d e
dibujo, como queda dicho,
e n
la
Escuela Superior
d e
Bellas
Artes d e Sant Jordi (Llotja).
Comenzó a hacer cerámica.
De 1914 a 1918
cursó
los es-
tudios
d e
cerámica
en la Es -
cuela Superior
d e
Bellos
O f i -
cios
y las de
dibujo
y
pintura
en e l Círculo Artístico d e Sant
Lluc. En e l verano de 1917 fue
p o r primera vez a París y a
Golfe-Juan para trabajar en ta-
lleres d e cerámica. Había ido
c o n u n a beca de la Mancomu-
nidad d e Cataluña. Colaboró
e n
diversas publicaciones,
d e
la s q u e
cabe citar
« M á
trenca-
d a » , « L a V e u d e
Catalunya»,
e tc . En 1918 volvió a Barcelo-
n a ,
donde tuvo
un
papel deci-
sivo
en la
Agrupación Cour-
b e t . En 1 9 2 0 e s secretario y
asistente
d e l
director
de la Es -
cuela Técnica
d e
Oficios
d e
Arte (sección nocturna de la
Escuela Super ior d e Bellos
Oficios).
En 1921 consigue otra beca
de la Mancomunidad para vo l-
ver a París. Instala su primer
ta l le r
e n
Charen ton- le -Pont
(Seine) mientras continúa
en la
Escuela d e l Louvre lo s cursos
d e
arqueología cerámica, diri-
gidos por e l profesor E . Pa t -
t ier. A l a ñ o siguiente publica
como trabajo de f in de carrera
«Las pastas cerámicas y los es-
maltes azules d e l antiguo Egip-
to » .
En 1 9 2 3 , después d e haber
trabajado durante algún tiem-
p o c o n
Durrio
y
Picasso,
se ins-
tala definitivamente en París.
C o l a b o r a c o n Raoul Dufy.
C o n éste y Nicolau Rubio T u -
duri (arquitecto d e jardines)
trazan u n a serie d e jardines d e
salón, entonces novedad abso-
luta, q u e exponen e n julio d e
1 9 2 7 e n l a G a l e r í a B e r n -
heim-Jeune
d e
París
y
poste-
riormente
e n
Londres, Bruse-
las y
Nueva York.
En 1925 había obtenido la
Medalla
d e Or o e n l a
Exposi-
ción Internacional d e Artes
Decorativas celebrada
e n Pa -
rís. En el mismo a ñ o expuso
p o r
p r imera
v e z
individual-
mente en la Exposición d e C e -
rámicas de la Galería Bern-
heim-Jeune.
Y la
sección espa-
ñola de la Exposición Interna-
cional
d e
Artes Decorativas
le
nombró miembro d e l Jurado
Internacional
d e
Recompen-
sas .
Asimismo, en 1926 , abría
u n a exposición de las cerámi-
c a s hechas e n colaboración con
Raoul Dufy , en las mismas
Galerías Bernheim-Jeune. A
partir de l año 1927 , y después
de la
Exposición
d e
«Jardines
d e
Salón», Artigas inicia
su
real ización
d e
cerámicas
d e
gres,
la s
cuales expone
en la
Galería
« L e
Centaure»
d e B r u -
selas y en las «Claridge Galle-
r y » d e
Londres
en 1928.
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sobre
las
colaboraciones.
Conquista d e Madrid
Artigas
e s
incansable.
En los
años treinta expone e n diver-
sas galeríaá y salones de París,
Nueva York, Barcelona,
M a -
drid, Estocolmo, Berna,
G u a -
dalajara (México) y Santand er.
Y
colabora también
con A l -
bert Marquet, Miró (la colabo-
ración con éste es la más per-
sistente y numerosa), Georges
Braque,
el
escultor Eudaldo
Serra.
E n Madrid se le descubre e n
1944 ,
donde efectúa
u n a
expo-
sición en las galerías «Estilo»,
y el mismo a ñ o , también en la
capital d e España, figura en el
«Salón de los Once», organiza-
do por l a «Academia Breve d e
Crítica d e Arte». En e l año
1946 expone nuevamente en
la s galerías «Estilo» y vuelve a
s e r
invitado
por e l
«Salón
d e
lo s Once», q u e s e celebra e n
la s
galerías «Biosca».
En 1947 figura, una vez m ás ,
en e l «Salón de los Once», que
esta
v e z
tiene lugar
en e l Mu-
s e o
Nacional
d e
Arte Moderno
y e s miembro d e l jurado de la
I Exposición d e Artes Decora-
tivas madrileña. En 1950 expo-
ne en la Academia Breve y en
1955 realiza u n a exposición d e
cerámica utilitaria
con e l
escul-
t o r Serra, en la mencionada
galería «Biosca». Cinco años
después,
en 1960,
expone
en el
Club Urbis d e Madrid con su
hijo Juan y su hija Mariette, la
cual
h a
expuesto asimismo
en
diversas exposiciones indivi-
duales
su s
primeros esmaltes
sobre metal.
En 1932, y exponiendo sus
cerámicas
en la
«Brummer's
G a -
llery»
d e
Nueva York,
e l «Me-
tropoli tan Musseum» le ad-
quiere
u n a
obra.
Era l a
prime-
r a vez que este importante m u -
s e o adquiría u n a pieza de cerá-
mica.
A l a ñ o
siguiente,
y
para
no se r menos, el Museo d e A r -
t e Moderno d e Barcelona le
adquiere
la
obra
q u e
había
ex-
puesto en el Salón d e Primave-
ra .
En 1937 consigue Diploma
d e
Honor
en la
Trienal
de Mi-
lán y Medalla de Oro en la Ex-
posición Internacional de la
Villa
d e
París.
E l t ándem Ar t igas -Miró
conlleva e l trabajo conjunto
propuesto por e l pintor y am -
b o s
ejecutan grandes jarrones
Cerámica Miró-Artigas,
con l a
casa
d e
é s t e
e n
Gallifa,
a l
fondo.
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y
placas decorativas
q u e f u e -
r o n
expuestos
e n
Barcelona
y
Nueva York.
Otros premios,
colaboraciones y
honores
E n 1 9 5 0 consigue también
D i p l o m a
d e
H o n o r
en la
I X
Trienal
d e
Milán
y en 1954
e l Gran Premio de la III Bienal
Hispano-Americana
d e
Arte
d e
L a Habana, mismo a ñ o e n q u e
es
nombrado oficial
d e
Acade-
m i a p o r e l
Gobierno francés.
E n 1 9 5 5 , Miró, a quien la
UNESCO pide
q u e
participe
en la
decoración
de los
nuevos
locales
de la
plaza Fontenoy
( d o s muros, u n o d e ellos d e
tres metros
d e
alto
y 15 de lar-
g o )
decide hacer los
e n c e -
rámica con la colaboración d e
Artigas. Como preámbulo
d e
s u t rabajo , y a manera d e d o -
cumentación, visitaron las p in-
turas rupestres
d e
Altamira.
En 1956 e l ceramista genial
obtiene
e l
Gran Premio Inter-
nacional Guggemheinm.
Otras d o s exposiciones d e
homena je se le hicieron en los
últimos años
de su
vida:
e n
1977 en la
Galería Maeght
d e
Barcelona
y u n a
grande
a l año
siguiente en e l edificio de la
plaza
d e S a n
Jaime, sede
c e n -
tral de la Caja d e Ahorros y
Monte
d e
Piedad
de su mis -
m a
ciudad natal.
L a
última,
«post-morten»,
en el
palacio
de la Virreina, clausurada el 10
d e
enero pasado,
h a
colmado
la expectación y curiosidad p o r
e l
encuentro
d e u n
arte casi
siempre mediatizado, pero
e n
él lleno d e u n a personalidad
irrepetible.
S e
abrió justamente
a l año
de su
muerte, patrocinada
por
e l
Ayuntamiento. Narcis
S e-
r r a , e l
alcalde,
lo ha
titulado
como «uno
d e l o s m á s
grandes
artistas d e nuestro tiempo».
H a
sido
u n a
exposición
a n -
tológica
q u e h a
coincidido
con'
la
inauguración,
en e l
Museo
d e
Cerámica,
d e u n a
nueva
s a -
la dedicada a la cerámica c o n -
t e m p o r á n e a
y q u e
lleva
e l
nombre d e l gran maestro d e
l o s
ceramistas catalanes.
A
dicho Museo donó
M a -
riette,
la
hija
d e
Llorens,
en el
año 1979 , los
cuadernos
de l t a -
ller de su padre y últimamente
once valiosas piezas, once
j a -
rrones, q u e unidos a los que ya
poseía e l Museo, y otros q u e
s e
adquirieron luego, dieron
a
la
institución
l a m á s
amplia
co -
lección d e obras d e l gran artis-
t a , q u e realizó toda su obra e n
silencio,
s in
alharacas,
con la
sola presencia
de su
trabajo
bien hecho, reduciendo
la ce-
rámica a s u s orígenes, a su
condición utilitaria. Aprendió
d e l o s grandes ceramistas del
Extremo Oriente,
los
maestros
de las dinastías Song y Ming
d e l
Japón.
Llorens Artigas c o n J . L . Sert , Joan Miró y J . V . Foix
120
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El pintor Raoul Dufy, decorando u n jarrón d e Llorens Artigas.
De sus
críticas.
L a
amistad
de
Picasso
Como hemos reflejado, uno
de los
aspectos
d e
Llorens
A r -
tigas era su carácter d e crítico
d e arte y de ensayista. Sus artí-
culos e n «La Ve u de Catalu-
nya» desde
1917
fueron publi-
cados y celebrados hasta 1919,
provocando varias polémicas
c o n artistas y otros críticos.
Esos artículos y algunos libros
componen su obra didáctica.
También publicó e n «Vell i
Nou», « L a Revista», «Gaceta
de les
Arts»,
« L a m á
trencada»
—antes mencionada—, «Cera-
mica Industrial i Artística»,
«Mirador», «Art»
y ya
maduro
e n
«Destino»
y en las
publica-
ciones francesas «Derriere le
Miroir», «L'Effort Moderne» y
«Rythme e t Synthese» de Pa -
r ís .
En 1947 publicó el libro For-
mularios
y
prácticas
de
cerámi-
ca de l que se hicieron varias
ediciones,
y en 1950
Tratado
de
esmaltes
y
colores sobre
vi -
drio porcelana y metales.
Son
la s dos obras m á s explicativas
d e cuantas escribió. Decía que
había hecho
m á s d e
tres
mil
fórmulas
d e
cerámica
y que
nunca había repetido ninguna.
Formularios... constituye
un li-
b r o d e
consulta
c o n
recetas
im -
prescindibles para todos
los
q u e
comienzan
a
intentar
ese
arte.
Su
criticismo
le
lleva
a po-
nerse
al
lado
de los
vanguar-
distas, aunque
n o
t raba jara
c o n ellos, si exceptuamos a Mi-
r ó , y entabla polémicas en de-
fensa d e ellos. Destaca Pía en
su libro
Homenots
la crítica de
Artigas e n «La Ve u de Catalu-
nya», a una exposición de Fe -
liú Elias, y la diatriba del pin-
t o r
contra
el
ceramista
y la
contestación d e éste, que d io
lugar a u n a controversia d e
opiniones en las que resaltaba
ironía
y
gracia
e n
Llorens.
Artigas conoce a Picasso e n
1921. «Yo iba a verle continua-
mente. Además de la amistad
q u e n o s unía, yo le interesaba
porque hacía crítica d e arte e n
diversas publicaciones de Ba r -
celona y también d e París. A
su mujer casi no la traté, m e
daba
el
bonjour y desaparecía
e n
seguida:
era e t ama de ta
casa, pero
n o
contaba
ni se la
veía. N o recuerdo haber salido
121
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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J a r r ó n d e A r t iga s de c o ra do p o r Dufy
nunca junto c o n Picasso; o él
visitaba la calle de la Boétie o
bien
n o s
encontrábamos
en al-
g u n a r e u n i ó n c o n amigos .
Cuando estábamos solos h a -
blábamos e n catalán...»
Debe
ser en 1925
cuando
Pi-
casso le propone hacer cosas
juntos. D o s veces quedaron ci -
tados
e n e l
estudio
del
cera-
mista, pero Picasso n o acudió.
«Ahora m e alegro de que no
viniese, pues Picasso, con su
genial personalidad, puede
que
m e hubiera anulado y yo ha-
bría pasado como u n ayudante
suyo. N o habría podido tr a -
bajar después c o n Dufy o con
Miró d e igual a igual.»
Picasso colaboró m á s tarde
c o n otros ceramistas, con los
q u e n o
llegó
a
cristalizar
la
obra que en ta l oficio hubiera
conseguido
con
Artigas,
q u e
e n cambio se puso a colaborar
c o n Dufy , m á s viejo que é l ,
durante cuatro años, de 1924 a
1 9 2 8 , e n q u e soldaron u n a
gran amistad.
De la colaboración con
Miró
Destaca sobre
las
demás
por
lo constante y lo cualitativa.
F u e t a n
fraternal
q u e
hasta
se
h a publicado u n a monografía
titulada
Cerámicas de Miró y
Artigas.
H a y además tres artí-
culos d e Llorens q u e podían ti-
tularse e n castellano M i
cola-
boración co n Miró Ruta pare-
cida
y
Joan Miró ceramista
y
u n o d e Miró, M i última obra es
un muro.
Miró y Llorens Artigas se
habían conocido en su juven-
tud y es posible q u e coincidie-
r a n e n e l Círculo Artístico d e
Sant Lluc, ya que participaron
en la Agrupación Courbet. P o -
siblemente también coincidie-
ron en las
clases
d e
Francesc
A . Gali. Y cuando Miró expu-
s o p o r
primera
ve z , e n
febrero
de 1918 , quizá la primera críti-
ca de su obra fue la de Llorens
Artigas.
Después,
cuando Miró
esta-
ba e n París, le de jó el estudio
q u e
tenía
en la rué
Blomet.
E n
París, pues, se relacionaron,
aunque n o c o n frecuencia. D i-
c e Miró que en 1938 le entra-
r o n ganas d e hacer cerámica, y
cuando
vio la
exposición
d e
Llorens Artigas en la Galería
Argos d e Barcelona, le propu-
s o trabajar juntos. Antes de un
a ñ o f u e a l taller d e l ceramista
e incidió en su deseo, hasta
que en 1944 hicieron una p r i -
mera tentativa q u e n o salió a
gusto
d e
ambos. Miró
no se
desanimó. Corredor Matheos
describe esta etapa de la famo-
sa
colaboración: «Después
d e
hacer lo s primeros jarrones
—uno d e ellos actualmente e n
el Museo d e Arte Moderno d e
París— a fines de 1945 hicie-
r o n u n a serie d e placas d e arci-
l l a ,
cerca
de las
doscientas.
Posteriormente Miró decoró
unos treinta fragmentos refrac-
tarios q u e había en algún rin-
c ón de l
estudio, restos
de un
viejo horno. Esta rusticidad e
irregularidad
se
acercaban
—si
bien
d e
manera
a ú n
lejana—
a
lo s deseos d e Miró. También
hicieron e n esta época unas
veinte pequeñas esculturas d e
tierra cocida, estilísticamente
cercana a las esculturas primi-
t ivas, representando figuras
humanas. C o n todo este mate-
rial organizaron u n a exposi-
ción en la Galería Pierre M a -
tisse
d e
Nueva York
en 1945 y
en la
Galería Maeght
d e
París
e n
1948.»
L a
conjunción total
s e p r o -
duce en 1953, en Montroig, to -
mando como ayudante a Joan
Gardy-Art igas, el hijo del ce -
ramista,
q u e
tenía quince años
y ya antepone el primer apelli-
do de su
madre, suprimiendo
e l primero de su padre, quizá
p o r
afirmar
u n a
personalidad
independiente de la arrebata-
dora
d e
éste.
E n mayo de 1956 habían sa -
lido de lo s hornos 2 3 2 piezas a
satisfacción de los colaborado-
r e s , q u e
expusieron
en la
Gale-
ría Maeght d e París con e l títu-
lo de
«Terres
d e
grand feu».
Joan Teixidor dice q u e aquella
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exposición
es el
hecho artístico
m á s
importante
«de los
últimos
años
e n
nuestro país».
Ya en 1955 le pidieron a Mi-
r ó participar en la nueva sede
de la
UNESCO
en
París reali-
zando
d o s
murales exteriores.
F u e
cuando
el
pintor propuso
q u e l o s d o s murales fueran e n
cerámica
y e n
colaboración
c o n Llorens Artigas, y f u e
aprobada
la
idea.
Recuerdos del hijo
«Llorens Ar t igas e r a u n
hombre
d e
ciudad.
D e
Barce-
lona
a
París,
su
juventud
y fo r -
mación so n ciudadanas. De la
calle
de San
Rafael
al
distrito
5.° de
Barcelona —donde
se
sentía m u y orgulloso d e haber
nacido el 16 de junio d e 1892—,
a l
tal ler
d e
C h a r e n t o n ,
e n
París, donde frecuentaba
el
Do me y la Coupole d e Mont-
parnasse, su vida transcurría
e n medio d el bullicio ciudada-
n o .
Cuando
en 1954
decide tras-
ladarse a Gallifa no es por e s -
píritu ecológico, como
se po-
dría pensar ahora,
ni por n in-
guna necesidad
d e
retorno
a la
naturaleza, sino simplemente
p o r
problemas
d e d e
orden
práctico: su horno hacía humo
y
molestaba
al
vecindario.
Duran te
lo s
días
q u e
vivió
e n Gallifa n o hizo otra conce-
sión
a la
naturaleza
q u e
poner-
se unos pantalones d e tercio-
pelo para trabajar. P o r otra
par te , la vestimenta d e
Pepitu
siempre
fue e l
tr aje , nunca
demasiado elegante
y
siempre
u n poco viejo y arrugado; n u n -
ca
supo
la
diferencia entre
las
coles
y las
patatas hasta
que ya
estaban
en su
plato.
Estas palabras
son
para
si -
tuar bien la personalidad d e
Pepitu q u e vivía en un mundo
m u y
personal, cerrado
y c o m-
plejo; t a n sólo él tenía la llave
y m u y
pocas personas podían
entrar
en su
intimidad.»
José Llorens Artigas,
Pepi-
tu
murió silenciosamente
en la
profunda sima mental
de la
arteriosclerosis. B C . S .
Llorens Art igas, y a vie jo , r e tocando u n a d e s u s piezas con la misma dedicac ión y e n t u s i a s m o q u e e n s u s años juveni les
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Libros
Los
años
del
Pistolerismo barcelonés
Eduardo
d e
Guzmán
RA nadie constituye u n
secreto
q u e
nada ignora
tanto
el
español medio
como s u m á s reciente historia
laboral
y
política.
E l
hecho
n o
puede sorprendernos sabiendo
q u e
hasta fecha
m u y
reciente
nuestros textos escolares
c o n -
cedían u n máximo espacio a
todo
lo
acontecido
e n
España
d u r a n t e
l o s
s ig lo s
X V I y
XVII, mientras resumían
en
pocas líneas, cuando
no lo si-
lenciaban
p o r
completo, todo
lo sucedido durante la centuria
pasada
y m u y
especialmente
la
actual. Dentro
de la
ignorancia
general de los aspectos esen-
ciales d e nuestro vivir ciudada-
n o sobresalen algunos períodos
sobre
los que se han
tenido
tan tos ve los desf iguradores
q u e
incluso
los
interesados
e n
el tema tropiezan co n enormes
dificultades para dar con la
verdad pura
y
simple.
Entre esos períodos d e silen-
ciamiento
y
ocultación sistemá-
tica figuran
e n
primer término,
naturalmente,
las
repetidas
y
prolongadas etapas
d e
dura,
d e
inhumana represión contra
las
clases trabajadoras
a lo
largo
d e l o s
últimos cien años.
H a -
blando
d e
ello precisamente,
u n
historiador nada sospecho-
so de
extremismos revolucio-
narios, Miguel Martínez C u a -
drado, expresa claramente
su
opinión
al
respecto escribiendo
en la
obra
« L a
burguesía
c o n -
servadora»:
« U n
punto negro
para la historia de la restaura-
ción: el abuso e n recurrir a es-
tados
d e
excepción
y d e
guerra
para contener
la s
reivindicacio-
nes de l a s clases sociales dis-
crepantes d e l orden burgués.»
« E l examen de las medidas d e
e s e
carácter
y la
contundencia
c o n q u e f u e aplicado resulta
a b r u m a d o r .
L a s
fuerzas
d e
Guardia Civil, Policía
y
Seguri-
d a d , junto con el ejército, in -
tervienen
en la
defensa
del o r -
d e n público, recibiendo órde-
n e s
generalmente radicales
y
excepcionalmente moderadas.
Ello explica la serie inacabable
d e muertes violentas, las seve-
r a s
instrucciones
a la
Guardia
Civil
por l a s que los
máuseres
oficiales disparan
c o n
sorpren-
dente ligereza,
la s
fuertes
c o n -
denas y las frecuentes ejecu-
ciones capitales:
la
represión
sobre
lo s
discrepantes obreros.
Desde
la
Mano negra ,
e n
1882 , hasta la s bárbaras luchas
de 1917 a 1923, la
historia
g u -
bernativa d e l Estado liberal n o
e s
precisamente
u n a
historia
rosa. Represión agraria
en los
años ochenta en Andalucía; re -
presión anarquista
e n
Cataluña
y
Andalucía
en los
noventa;
f reno
al
sindicalismo socialista
y
an a rq u i s t a en t r e
1907 y
1923.»
D e l período q u e transcurre
entre
el
final
de la
primera
guerra mundial y la implanta-
ción de la dictadura d e Primo
d e Rivera, e l má s espeluznante
y desconocido de la historia
d e l
proletariado español trata
a
fondo
un
excelente libro
re -
cientemente aparecido, obra
d e
investigación, trabajo
y sín-
tesis
de un
periodista catalán:
León-Ignacio. «Los años
del
pistolerismo»
es
obra capital
n o sólo porque aclara muchos
puntos oscuros de una de las
etapas
m á s
tristes
d e
nuestra
vida nacional, sino porque
d e -
muestra
la
catadura moral
d e
unas clases capitalistas capaces
d e hundir a todo u n pueblo e n
u n
baño
d e
sangre antes
de ac-
ceder a los legítimos derechos
y
aspiraciones
d e
quienes
con
su
esfuerzo contribuyen
a sus
exorbitantes beneficios
en una
etapa singular
de la
vida euro-
p e a .
Sabido
es que l a s
luchas
so-
ciales h a n sido ásperas y en
ocasiones sangrientas en no
importa
q u é
país
y que l a s im-
p le
conquista
de la
jornada
le -
ga l de
ocho horas exigió cerca
d e u n
siglo
d e
esfuerzos
y sa-
crificios. L a s clases capitalistas
d o m i n a n t e s
h a n
d e f e n d i d o
siempre
c o n
uñas
y
dientes
la
integridad
d e s u s
beneficios,
a u n sabiendo que con su acti-
t u d
causaban
la
miseria
y de-
pauperación de las masa labo-
rales, muchas veces constitui-
d a s p o r
mujeres
y
niños meno-
r e s d e diez años. N o ignora-
mos n i l a s
injusticias
ni las t ro-
pelías padecidas por los t r a -
bajadores ingleses en los co-
mienzos
de su
revolución
in-
dustrial
ni
tampoco
la
suerte
q u e
corrieron
e n
épocas
se-
mejantes los proletarios alema-
n e s , austríacos, belgas y fran-
ceses. Nadie ignora
lo s
proce-
dimientos
d e l
capitalismo
a m e -
ricano utilizando grupos
d e
matones para romper la s huel-
gas u
organizando siniestros
complots
de los que los
márti-
r e s d e
Chicago
o los
casos
d e
Sacco
y
Vanzetti constituyen
la
m á s
elocuente muestra.
Pero a u n teniendo e n cuenta
todos esos dolorosos antece-
dentes, preciso
es
reconocer
q u e e n ningún tiempo ni país
la s
organizaciones patronales,
con la
colaboración
y
complici-
dad de l a s
autoridades guber-
nativas, llegan
a
extremos
tan
increíbles y vergonzosos como
lo s que se suceden e n Barcelo-
n a
entre
1915 y 1924. Que las
clases dirigentes,
con la
ayuda
de la
propia Policía, organicen
unos llamados sindicatos libres
1 2 4
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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integrados
p o r
maleantes
y es-
quiroles para enfrentarlos a las
organizaciones proletarias, a r -
mándoles co n pistolas y p r o -
veyéndoles d e patentes de in-
munidad para asesinar a los
trabajadores organizados, re -
sulta ta n increíble como las de-
p o r t ac io n es
e n
march a ,
las
conducciones
p o r
carreteras
d e
u n extremo a otro de la geo-
grafía peninsular
con la
muerte
d e u n a mayoría de los forzados
camin an te s y m u y especial-
mente
q u e
sean
la s
propias
a u -
toridades quienes ideen, p r e -
paren y pongan en práctica la
siniestra ley de fugas, supera
nuestra capacidad
d e
compren-
sión y caemos fácilmente en la
tentación d e creerlo simple-
mente fruto
d e u n a
dantesca
pesadilla. Basta y sobra con re -
cordar q u e víctimas d e este te -
rrorismo, iniciado p o r e l p r o -
p i o Estado, perecen má s d e
quin ien tas personas , cuyos
nombres y apellidos aparecie-
ron en la prensa de la época
para convencerse d e q u e este
horror
f u e ,
aunque hayan
d e -
s a p a r e c i d o
ya la
in men sa
mayoría de sus contemporá-
neos.
E n lo s má s d e sesenta a ñ o
transcurridos desde q u e esta
barbarie tuvo lugar se ha pro-
curado echar sobre lo s hechos
toneladas y toneladas d e olvi-
d o . D e v e z e n cuando se re -
c u e r d a y m e n c i o n a l o s
nombres
d e
algunos
q u e
caye-
r o n
víctimas
de la
reacción
d e -
sesperada de los trabajadores;
d e estos, q u e constituyen m á s
d e l a s
tres cuartas partes
de los
muertos, se procura pasar e n
silencio aunque sean figuras
t a n
capitales
en el
movimiento
obrero español, como Salvador
Seguí
y
Evelio Boal,
o
políti-
cos de la talla d e l desgraciado
Francisco Layret. Aunque sólo
fuera p o r recordar esta etapa y
hacer
u n
ligero balance
de sus
víctimas
y a
merecería
la
pena
leer c o n detenimiento y aten-
ción «Los años d e l pistole-
rismo».
C o n
admirable tesón
y b u e -
n a
voluntad, León-Ignacio
h a
dedicado años enteros a re-
construir esta etapa.
Se ha va-
l i d o , f u n d amen ta lmen te , d e
u n a labor escrutadora de la
prensa q u e s e publica durante
este tiempo, esencialmente e n
Barcelona, recurriendo, cuan-
do le es posible, al recuerdo y
testimonio de los pocos super-
vivientes. Su labor n o puede,
e n
modo alguno, tacharse
d e
parcial e n favor de las organi-
zaciones obreras, l a C N T esen-
cialmente, q u e e s quien lleva
e l peso de la contienda y la
q u e
cuenta
c o n u n a
mayoría
ab ru mad o ra
d e
muertes.
Sí,
acaso, podría ponerle
la
tacha,
dentro de su indudable deseo
d e objet ivar , d e inclinarse lige-
ramente d e l lado contrario y
e l lo p o r razones fácilmente
c o m p r e n s i b l e s . L a p ren sa
obrera d e esta época, como e n
todas,
e s mu y
inferior
e n p u -
blicación y difusión de la que
defiende lo s intereses de las
clases privilegiadas; p o r otro
lado, sometidos todos los pe-
riódicos a la previa censura d u -
rante gran parte d e l período,
las
informaciones
q u e s e
publi-
c a n tienen casi siempre un ca-
riz
gubernamental, cuando
las
autor idades son tan calificadas
como los tristemente famosos
generales Martínez Anido
y
Arlegui. P o r muchas q u e sean
l a s reservas c o n q u e u n i n -
formador. moderno
se
enfrenta
c o n aquella prensa, fatalmente
se sentirá influido p o r e l tono y
la
abundancia
de las
noticias
y
comentarios contrarios a los
elementos trabajadores.
Pese a estos ligeros reparos,
n o p o r
completo imputables
al
au to r , r ep i t amo s
q u e
«Los
años d e l pistolerismo» es una
obra valiosa merecedora de ser
ampliamente conocida y divul-
gada.
E n
ella señala
c o n
preci-
sión lo s orígenes de la gran tr a -
gedia: lo s fabulosos beneficios
de la
industria catalana duran-
te la primera guerra mundial y
su brutal negativa a que los
trabajadores pudieran mejorar
s u s miserables condiciones d e
vida. Hace especial hincapié
en la
huelga
de la
Canadiense
—hecho d e capital importancia
en las
luchas sociales barcelo-
nesas— y de l recurso de la pa-
t r o n a l a l a s b a n d a s d e
maleantes —utilizados durante
la guerra por las embajadas d e
lo s
países beligerantes para
sa-
botear lo s envíos al adversa-
r i o — , c o n v i r t i é n d o l e s
e n
rompehuelgas y asesinos d e
trabajadores. Luego, cuando
lo s obreros no se doblegan y
continúan su lucha, utilizando
a veces procedimientos iguales
a los empleados por las bandas
d e
Bravo Portillo
y el
falso
b a-
r ó n d e Koening, se solicita y
encuentra
el
auxilio
de las au-
tor idades gubernativas para
q u e
participen activamente
e n
la
contienda entablada.
En ese
aspecto adquieren pronto la
m á s
triste celebridad
un
gober-
nador civil
d e
Barcelona
—
Severiano Martínez Anido— y
u n jefe d e policía—el general
Ar legu i—. L o q u e entonces
sucede e n Barcelona a lo largo
d e unos años supera c o n creces
todo
lo que en esa
misma
é p o -
c a p o n í a n e n p rác t i ca lo s
gangsters
d e
Chicago,
o ,
poste-
r iormente, lo s escuadristas del
f a s c i s m o i t a l i a n o o l o s
«camisas pardas»
d e l
nazismo
alemán.
«Los años d el pistolerismo»
e s u n a historia p o r igual increí-
b le y espeluznante. Pero es
u n a historia veraz, q u e antece-
d e y explica muchos de los ho-
rrores d e nuestra guerra civil y
debe servir a todos d e lección y
esca rmien to p a r a
q u e
tales
barbar ies
n o
puedan volver
a
repetirse en la vida pública es-
pañola. • E . G .
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7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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Cine
Alberto García Ferrer
~W~ ~T N día de
marzo
de 1976
hace ahora seis años,
la
muerte
—úl-
I / tima y detestable improvisación— llegó como un sorpresivo
L /
final
de
acto
y la
memoria,
esa
vieja cortesana, perdió
a uno de
sus
pocos
y
privilegiados huéspedes: Luchino Visconti,
un
realizador
cuya implacable memoria histórica nos devolvió algunas entrañables
imágenes
del
siglo
XIX
murió cuando
la
primavera despuntaba
en las
calles
de
Roma.
Su
obra,
a
caballo entre
dos
siglos, quedó encerrada
en
latas
de
aluminio, degradándose
sin
pausa hacia
una
rosa violáceo,
co-
mo el
viejo retrato pintado
por un
fotógrafo
de
plazas. Aquellos cuida-
dosos colores
se
disuelven como
las
estatuas milenarias
se
escurren
en
pusilánime arenisca por la enfermedad de la piedra. Sulfatos y bromu-
ros pequeños cristales inmemoriales, inquietos y cambiantes, son depo-
sitarios de la obra del artista.
ISTO desde esta perspectiva, «Ludwig»
es una amarga reflexión sobre la muerte.
Pero
no la
muerte
de los
epitafios,
los
sepulcros y los monumentos d e piedra, ni la
muerte resignada q u e convive en el lecho del
anciano. N o e s ninguno de los mil rostros vio-
lentos de la muerte. E s aquella sigilosa, ince-
sante destrucción
q u e v a
haciendo
de la
vida
u n a
pura agonía.
E s e
irreversible movimiento
q u e trazo a trazo va transformando el rostro d e
u n hombre en el retrato de su propia muerte.
U n d í a d e marzo de 1976 , hace ahora seis
años, la muerte —última y detestable improvi-
sación— llegó como u n sorpresivo final d e acto
y la memoria, esa vieja cortesana, perdió a uno
d e s u s pocos y privilegi ados hué spede s: Luchi-
n o Visconti, u n realizador cuya implacable m e-
moria histórica n o s devolvió algunas entraña-
bles imágenes d e l siglo X I X , murió cuando la
primavera despuntaba en las calles d e Roma.
S u obra , a caballo entre d o s siglos, quedó en -
cerrada
e n
latas
d e
aluminio, degradándose
sin
pausa hacia u n a rosa violáceo, como el viejo
retrato pintado p o r u n fotógrafo d e plazas.
Aquellos, cuida dosos colores
s e
disuelven como
la s estatuas milenarias se escurren e n pusiláni-
m e arenisca por la enfermedad de la piedra.
Sulfatos
y
bromuros, pequeños cristales inme-
moriales, inquietos
y
cambiantes,
so n
deposita-
rios de la obra d e l artista.
Visto desde esta perspectiva, «Ludwig»
e s
u n a amarga reflexión sobre la muerte. Pero n o
la muerte de los epitafios, los sepulcros y los
monumentos d e piedra, ni la muerte resignada
q u e
convive
en el
lecho
d el
anciano.
N o es n in -
guno de los mil rostros violentos de la muerte.
E s aquella sigilosa, incesante destrucción q u e
va
haciendo
de la
vida
u n a
pura agonía.
E se
irreversible movimiento
q u e
trazo
a
trazo
va
t ransformando el rostro de un hombre en el re-
trato
de su
propia muerte.
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Luchino Viscont i , duque
d e
Modrone (Milán, 1906-Roma, 1976).
El cristal m ás frágil
L a s
traiciones,
la s
impotencias,
la s
desilusio-
nes , lo s miedos, el autodesprecio físico, la sole-
d a d , v a n tejiendo sobre Luis II de Baviera una
implacable
r e d d e
cicatrices. Prisionero
de su
condición d e hombre, d e hi jo, d e hermano, d e
primo, d e gobernante; heredero de un país so-
bre e l que no ejerce su poder, d e u n a vida ce-
remoniosamente planificada,
d e
unas leyes
y
unas normas
q u e s o n
anteriores
a él y
superio-
res a su
voluntad,
de un
estado
d e
cosas
q u e
debe
administrar pero
n o
puede cambiar, Luis
II
elige crear
u n a
relidad
a la
medida
de sus
sueños, q u e ofrezca u n a imagen de su grande-
z a . Acosado por un mundo que le disgusta, d e -
cide negarlo y cerrar lo s ojos ante él. Cons-
truye su s propias, inmensas prisiones: mitológi-
c a s
grutas
e n
Linderhof, extrañas
y
sombrías
salas e n Neuschwanstein, implacables galerías
d e espejos e n Herrendiemsee. Salta de una a
otra, huyendo como un rey prófugo d e mezquin-
dades, codicias e intrigas. Pero la piedra, el
mármol, el vidrio, la madera, los tapices, el es-
tuco
o la
oscuridad
no son
suficientes para
crearle
u n
mundo nuevo, diferente
al que se
ext iende amenazador m á s allá de los bosques
q u e rodean los castillos. Por e l contrario, como
sórdidas cajas d e resonancias le devuelven a m -
plificados su s propios temores. Finalmente, la
realidad —esa conspiración perpetua— lo ase-
d ia , lo asalta y lo arrincona, porque ni aun el
monarca puede
se r
libre
en un
mundo
d e
escla-
v o s d e l hambre y de la guerra, de las normas y
de la s
convenciones. Sólo
le
queda
la
posibili-
d a d d e consumar, contra la voluntad d e todos,
el último acto de la tragedia: acabar con su
propia vida.
Visconti construye el filme en dos tiempos:
e n u n o
desarrolla
u n a
encuesta
q u e
enjuicia
el comportamiento y la capacidad mental d e
Luis II , según el testimonio de sus ministros y
hombres d e confianza; e n otro narra el período
de su vida q u e arranca con la fastuosa corona-
ción (estupenda puesta
e n
escena, donde
los
espacios, los movimientos y las entradas e n
cuadro constituyen u n análisis de las relaciones
d e
poder)
y
culmina
con su
suicidio (sombrío
desfile d e antorchas e n medio de la lluvia y de
la noche). L o s sucesos históricos permanecen
ajenos
a la
narración
y
sólo penetran
en
ella
p o r medio d e mensajeros, portavoces y diplo-
máticos. L a historia, como fruto de las luchas y
las tensiones sociales, como fuerza transforma-
da por l a
vida
de los
hombres, transcurre leja-
n a , como u n a acción fuera del cuadro, u n a t e n -
sión externa
y
paralela
q u e
descarga
su
peso
sobre
el rey
ausente.
L o s
acontecimientos
se
imponen sobre Luis II: no quiere la guerra,
pero ésta consume la s vidas de su pueblo y el
tenue equilibrio de su hermano Otto; n o quiere
ver a
Baviera sujeta
a la
voluntad
d e
Prusia,
pero Bismarck
ya lo ha
decidido
en
Berlín.
L a
consolidación de la «Gran Alemania», bajo la
autoridad d e l Kaiser, e s mostrada p o r Visconti
al
trasluz
del
cristal
m á s
frágil.
L a
pieza
que ya
n o
encaja
en el
rompecabezas
q u e
emerge
d e
la
reorganización europea.
El
viaje
a la
semilla
«Ludwig» es la última parte de un sombrío
«viaje
a la
semilla»,
q u e
Visconti realiza
a lo
largo
d e
tres filmes, agrupados posteriormente
bajo la denominación d e «trilogía germánica».
Esta reflexión despiadada y amarga la inicia en
1968 con «La caída de los dioses», cuya acción
127
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F o t o g r a ma d e «Luis II de Baviera», película realizada p o r Viscont i en 1972 .
transcurre en la Alemania nazi. En 1971 se re-
monta
a
principios
d e
siglo, adaptando
la
nove-
la de
Thomas Mann «Muerte
e n
Venecia»,
p a -
r a
finalizar
su
recorrido
de la
mano
d e
Luis
II
d e
Baviera
en el
momento
e n q u e
finaliza
u n a
época y s e inicia la inevitable carrera hacia la
primera guerra mundial.
Atormentado
por sus
instintos
que la
socie-
d a d
condena doblemente como hombre
y
como
r e y , Luis II encuentra en la persecución d e
u n a
belleza inalcanzable
u n
modo
d e
sublimar
su sexualidad. E l arte, e s a forma d e belleza in -
tangible, q u e a veces habita en los sonidos, las
palabras,
los
trazos
o en los
colores,
es
para
él
u n
refugio
a
cuya sombra puede realizarse
el
ideal humano, alejado
de la
despreciable inme-
diatez
de la
carne.
L a
ópera, concebida
por
Wagner como
el
arte total: unión
de la
poesía,
la s
artes escénicas,
el
drama
y la
música,
es pa -
r a
Luis
II el
amparo
que la
vida
le
niega.
En e l
barón Martín
v o n
Essenbeck
(«La ca í -
da de los
dioses»),
la
sublimación
de la
sexuali-
d a d s e
expresa
d e u n a
forma
m á s
brutal:
el
ideal de la raza y el culto a la muerte.
Para Visconti
el
drama europeo inicia
su ac-
t o m á s
sangriento
con e l
sueño imperial
de la
Gran Alemania. Luis I I y Martín v o n Essen-
beck son los dos extremos d e este drama. E n -
t r e u n o y otro la búsqueda de la belleza inma-
terial, despojada
d e
carnalidad,
se
metamorfo-
sea en la belleza mitológica de la raza. Luis II
se
niega
a
pactar
c o n
«los conspiradores»;
von
Essenbeck se entrega a ellos. E l primero elige el
suicidio,
el
segundo
el
asesinato.
Visconti realiza «Ludwig»
en 1973, un año
después d el ataque d e hemiplejia q u e marcará
profundamente
los
cuatro años finales
de su vi-
d a .
Mientras rueda «Ludwig», Visconti mantie-
n e u n a dura lucha interior. L e pesa profunda-
mente encontrarse recluido
en un
cuerpo cuyos
mecanismos
n o
puede controlar totalmente.
Quiere disponer de su tiempo, imponer su vo-
luntad sobre
su
propio cuerpo. Padece
el
abis-
m o q u e
comienza
a
abrirse entre
su
capacidad
física
y su
lucidez mental.
E n
diciembre
d e
1975 ,
unos meses antes
d e
morir, expresaba
e n
u n
reportaje ,
d e u n a
manera directa,
el
corazón
de esa
sombra
q u e l o
perseguía:
« N o
quiero
es-
ta r a
merced
d e
algo
q u e n o
controlo. Quiero
decidir
y o
cuándo
se
acabará. Cuando
n o p u e -
d a m á s ,
acabaré
y o
mismo conmigo...
Soy yo
quien
he de
decidir cuándo
m e
toca pararme.
Ni los
demás
ni la
enfermedad.»
E n
«Ludwig»,
finalmente, la muerte física es un acto libera-
d o r , u n
ejercicio
de la
voluntad,
d e
reafirma-
ción individual.
Es, s in
embargo, también
el fin
d e l
particular «viaje
a la
semilla»
d e
Luis
II de
Baviera: el regreso al seno materno. Se lo dice
128
7/25/2019 Tiempo de Historia 089 Año VIII Abril 1982 OCR
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al profesor Gudden al iniciar su última camina-
t a nocturna: «Siempre h e preferido la noche al
día . La noche y la Luna son e l símbolo de lo
femenino, de lo maternal, como la luz y el día
son e l
símbolo
de lo
masculino,
d e l
padre.»
Cierra el último acto de su vida con un rechazo
al rol paterno, autoritario, guerrero, q u e nunca
quiso asumir.
En e l
otro extremo
de la
«trilogía
germánica», Martín
v o n
Essenbeck,
por e l con-
trario, aspira
a
asumir
el
sitial
de su
abuelo
y
ejercer lo s atributos d e l poder.
U n cine de dimensiones
humanas
Helmut Berger, como Luis
II , no
logra
so -
portar
el
peso
de un
filme
q u e s e
articula sobre
su trabajo. A u n a s í , Visconti, u n exigente y ri-
guroso director d e actores, logra arrancarle los
mejores momentos de su mediocre carrera d e
actor. E l meticuloso y frecuentemente despia-
dado trabajo
d e
Visconti
con los
actores consis-
t ía en desnudarlos de sus tics, de sus vicios, d e
s u s recursos fáciles, para salvar las situaciones
a que se enfrentaban. Débiles y desprovistos
d e corazas los sumergía en el mundo que él les
creaba.
L o s
sometía
a u n
entorno donde colga-
duras, tapizados, texturas
y
volúmenes tenían
u n a
existencia
ta n
real como
su s
propios cuer-
p o s . Como contrapartida, una vez logrado ese
estado d e fragilidad y d e tensión necesarios p a -
ra que, a la manera de un diapasón, el actor
ofreciera el número d e vibraciones necesarias
para cada nota, Visconti ponía
la
cámara
a su
servicio. La cámara, como instrumento de es-
critura visual, se movía y deslizaba según el
«tiempo» de los personajes y nunca a la inver-
s a . Contemplaba a sus criaturas sin romper las
proporciones humanas
en el
cuadro.
E l
mismo
Visconti decía: « E l m á s humilde gesto del
hombre, su s pasos, su s dudas y sus impulsos,
d a n p o r s í solos poesía y vibración a las cosas
q u e l o rodean y en las que se encuentra encua-
drado.
E l
peso
del se r
humano,
su
presencia,
es la única cosa q u e verdaderamente llena el
fotograma, el ambiente se crea por é l , por su
viva presencia, y es por la pasión que lo agita
por lo que adquiere verdadero relieve; mien-
tras
q u e s u
momentánea ausencia
d el
rectángu-
lo luminoso devolverá a todas la s cosas su as-
pecto d e naturaleza inanimada.»
Visconti e r a , ciertamente, un realizador o b -
sesionado por la veracidad y la fidelidad a sus
recreaciones. Más de un crítico veía e n esta ac-
titud rigurosa poco
má s q u e e l
amaneramiento
de un
cineasta envejecido.
Sin
embargo, para
•
aquel Visconti
q u e
repasaba
una y
otra
vez la
inmensa biblioteca del príncipe Salina, expur-
gando
los
volúmenes
q u e p o r s u
fecha
de im-
presión
no se
correspondían
con la
época
e n
q u e transcurría la historia, esta actitud severa
e r a n o
solamente
u n
acto
d e
fidelidad
con su
obra
y su
concepción
del
realismo, sino princi-
palmente u n gesto d e respeto hacia el trabajo
d e s u s actores. Al f in y al cabo hasta el último
obje to
de sus
decorados,
e l má s
olvidado,
a u n -
q u e permaneciera fuera d e l cuadro, «vibraba»
e n algún gesto o e n alguna expresión de sus
criaturas.
Visconti despreciaba la improvisación como
método d e trabajo por lo que en ella hay de
azar: la improvisación es desorden y también
búsqueda
de lo
desconocido.
El, a
modo
de un
filme interior, poseía las imágenes de sus pelí-
culas antes
q u e e l
celuloide fuera impresiona-
d o . A diferencia d e aquellos artistas cuyo
aliento creador estriba e n desconocer el resul-
tado final
de su
esfuerzo, Visconti encontraba
e l
placer
y e l
desafío
en e l
hecho
d e
crear
imá -
genes a la medida de sus imágenes.
Sólo resta decir
q u e
esta versión reconstrui-
d a d e «Ludwig», en la que se ha echado mano
a
algunos planos
— e n l a
segunda parte—
q u e
seguramente él no los hubiera incluido, pese a
la
arbitraria fragmentación
e n d o s
partes, viene
a
arrojar
lu z
sobre
el
verdadero sentido
de una
d e s u s
obras
m á s
ambiciosas —aunque cierta-
mente n o l a má s lograda— q u e , e n s u momen-
t o , productores y dist ribuidores cercenaron m i-
serablemente, t ransformándola en un filme
confuso y balbuciente.HA.G.F.
F o t o g r a m a
d e
««Luis
II d e
Baviera».
(En la
imagen, ««Ludwig»
y su
hermano «Ot to».)
129
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