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La protesta en el Sur. Conflictividad laboral y oposición sindical en Andalucía bajo la dictadura franquista, 1958-1975 Teresa María Ortega López Universidad de Granada Recibido, Junio de 2003; Versión final aceptada, Noviembre de 2004. PALABRAS CLAVE: Andalucía, Franquismo, Movimiento Obrero, Protesta Laboral, Democracia, Sindicalismo KEYWORDS: Andalucía, Francoism, Labour Movement, Labour Protest, Democracy, Tradeunionism. RESUMEN El trabajo pretende acabar con la visión tradicional creada por la historiografía reciente y que ha reducido los actos de protesta obrera contra el régimen de Franco a aquellos espacios más inten- samente industrializados de nuestro país. Pese a la existencia de múltiples “limitantes estructurales” en Andalucía, tales como los negativos efectos de las políticas franquistas de industrialización, el predominio del minifundismo empresarial o la debilidad de la clase obrera urbana, también en esta región española se produjo una tardía reconstrucción de la cultura de la protesta y la reivindicación democrática que contribuyó a la crisis final de la dictadura franquista. ABSTRACT This paper seeks to put an end to the traditional vision created by recent historiography and that it has reduced the protest acts against the Francoist regime to those intensely industrialized spaces of our country. In spite of the existence of multiple such obstacles as the negative effects of the francoist political industrialization, the prevalence of the managerial minifundism or the weakness of the urban labour class, also in this spanish region it took place a late reconstruction of the culture of the protest and democratic recovery. That it contributed to the final crisis of the Francoist dictatorship. 1. SOBRE CONFLICTOS LABORALES Y OPOSICIÓN SINDICAL EN EL FRANQUISMO. UN BALANCE NECESARIO DEL ACTUAL PANORAMA HISTORIOGRÁFICO ANDALUZ El aspecto saludable que presenta el panorama historiográfico nacional sobre temas como la oposición política-sindical y la conflictividad sociolaboral en el periodo comprendido por lo que comienza a ser conocido como “Segundo Franquismo” y REVISTA DE ESTUDIOS REGIONALES Nº 72, I.S.S.N.: 0213-7585 (2005), PP. 113-138

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  • La protesta en el Sur. Conictividad laboral y oposicin sindical en Andaluca bajo la dictadura franquista, 1958-1975

    Teresa Mara Ortega LpezUniversidad de Granada

    Recibido, Junio de 2003; Versin nal aceptada, Noviembre de 2004.

    PALABRAS CLAVE: Andaluca, Franquismo, Movimiento Obrero, Protesta Laboral, Democracia, Sindicalismo

    KEYWORDS: Andaluca, Francoism, Labour Movement, Labour Protest, Democracy, Tradeunionism.

    RESUMEN

    El trabajo pretende acabar con la visin tradicional creada por la historiografa reciente y que ha reducido los actos de protesta obrera contra el rgimen de Franco a aquellos espacios ms inten-samente industrializados de nuestro pas. Pese a la existencia de mltiples limitantes estructurales en Andaluca, tales como los negativos efectos de las polticas franquistas de industrializacin, el predominio del minifundismo empresarial o la debilidad de la clase obrera urbana, tambin en esta regin espaola se produjo una tarda reconstruccin de la cultura de la protesta y la reivindicacin democrtica que contribuy a la crisis nal de la dictadura franquista.

    ABSTRACT

    This paper seeks to put an end to the traditional vision created by recent historiography and that it has reduced the protest acts against the Francoist regime to those intensely industrialized spaces of our country. In spite of the existence of multiple such obstacles as the negative effects of the francoist political industrialization, the prevalence of the managerial minifundism or the weakness of the urban labour class, also in this spanish region it took place a late reconstruction of the culture of the protest and democratic recovery. That it contributed to the nal crisis of the Francoist dictatorship.

    1. SOBRE CONFLICTOS LABORALES Y OPOSICIN SINDICAL EN EL FRANQUISMO. UN BALANCE NECESARIO DEL ACTUAL PANORAMA HISTORIOGRFICO ANDALUZ

    El aspecto saludable que presenta el panorama historiogrco nacional sobre temas como la oposicin poltica-sindical y la conictividad sociolaboral en el periodo comprendido por lo que comienza a ser conocido como Segundo Franquismo y

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    el inicio de la Transicin Poltica Democrtica, es incuestionable. En los ltimos aos los trabajos monogrcos publicados al respecto o bien los artculos aparecidos en revistas especializadas u obras colectivas son ms que notorios.

    A pesar de la amplitud y de la madurez, en algunos casos, de muchas de las investigaciones centradas en los temas indicados, an siguen siendo insucientes y escasos los trabajos que sobre aquellas mismas cuestiones presentan algunas regiones espaolas. De esta forma, frente a Catalua, el Pas Vasco, Galicia, Asturias o Madrid que cuentan, desde hace algunos aos, con una importante produccin historiogrca en torno al anlisis de la conictividad laboral y la oposicin sindical aparecidas en la ltima etapa del rgimen franquista, otras regiones, como es el caso de Andaluca, son todava noveles en este mbito de la investigacin. En realidad, todava hoy carecemos de monografas y de estudios especializados que nos permitan una mejor y ms profunda comprensin de las circunstancias en que se desenvolvi la vida cotidiana de cientos de miles de jornaleros, humildes cam-pesinos y trabajadores urbanos de las distintas provincias andaluzas, sometidos a las psimas condiciones de trabajo, a la persecucin poltica o al desempleo sobre los que se instal el dominio indiscutido de los vencedores tras la nalizacin de la guerra civil de 1936-1939.

    Por suerte, lo que hasta hace muy poco tiempo haba sido un autntico baldo en el mbito de la historia social andaluza del periodo franquista, comienza a estar poblado de algunos excelentes trabajos de investigacin. El valor, del que daremos cuenta a continuacin, de los trabajos hasta la fecha publicados nos lleva a mirar con optimismo el futuro por cuanto las recientes investigaciones han puesto n de forma denitiva al vaco y al silencio que en este campo mostraba la historiografa andaluza al tiempo que han abierto una lnea de investigacin de enorme fertilidad.

    El valor al que aludimos de la reciente investigacin centrada en el terreno que nos ocupa es doble. En primer lugar hemos de indicar que esos trabajos han permitido matizar y enriquecer determinados paradigmas interpretativos e incluso ciertas armaciones mantenidas hasta fechas cercanas en torno a la conictividad laboral y la oposicin sindical surgidas en la recta nal de la dictadura franquista. Esas armaciones y paradigmas, venan a identicar de forma casi exclusiva, la pro-testa laboral y la lucha sindical y poltica desarrolladas bajo la dictadura franquista, con los trabajadores cualicados o semicualicados de aquellos ncleos urbanos de las regiones espaolas ms intensamente industrializadas y con una economa ms prspera. Estas regiones eran las correspondientes al Pas Vasco, Catalua, Asturias, Galicia y Madrid1.

    1 Una recopilacin de la abundante bibliografa al respecto la encontramos en Molinero e Yss (1998).

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    Pues bien, los trabajos recientemente publicados sobre Andaluca han puesto de maniesto que tambin en aquellos mbitos menos prsperos desde el punto de vista econmico y menos industrializados del pas, se dieron circunstancias propiciatorias, a pesar de los limitantes estructurales con los que contaban, para la emergencia de la protesta laboral y para la formacin de un movimiento sindical de corte democrtico opuesto a la dictadura franquista2. Precisamente la variedad de circunstancias que propiciaron el resurgimiento de la conictividad sociolaboral en Andaluca, nos lleva a destacar otro valor de las investigaciones realizadas hasta la fecha. Buena parte de esos trabajos han participado de la renovacin que ha experi-mentado la historia social y la propia historia del movimiento obrero. Combinando las propuestas temticas y metodolgicas provenientes de la historiografa y la sociologa anglosajona y francesa, los estudios mencionados vienen prestando un gran inters al conjunto de variables que de alguna manera pudieron incidir de forma directa e indirecta en la toma de conciencia del trabajador y en su participacin e integracin en la movilizacin obrera y la lucha sindical. As, temas referidos a las condiciones materiales, a la vida cotidiana y familiar, a las diferentes formas de accin colectiva o individual, a las causas del conicto social, a la subcultura de clase, a las redes de solidaridad, a la construccin de la identidad colectiva del nosotros que lo di-ferencia de los otros, se han convertido en los nuevos sujetos de la investigacin histrica. En suma, temas que superan la unidimensionalidad economista con que el pensamiento marxista crea ver la causa del conicto, y que por el contrario han enriquecido y han hecho ms compleja la realidad social y el contexto que envuelve la protesta y la conictividad obrera.

    Teniendo en cuenta la valiosa contribucin llevada a cabo por algunos de los trabajos que quedan mencionados en este breve balance realizado sobre el estado en que se encuentra actualmente el panorama historiogrco andaluz, a continuacin realizaremos nuestra particular aportacin al estudio de los factores o limitantes estructurales que condicionaron la recuperacin de la cultura de la protesta laboral en la recta nal del franquismo, y de aquellos otros que, por el contrario, posibilitaron la confeccin de una red, ms o menos densa, de defensa de los intereses de las clases trabajadoras que termin por enfrentarse a la rgida dictadura franquista al reclamar mayores cotas de libertad y participacin.

    2 El trabajo pionero, centrado en la reconstruccin de la oposicin sindical a la dictadura en el Marco de Jerez, corresponde al de Foweraker (1990). El resto de los trabajos a los que hacemos referencia corresponden a la segunda mitad de la dcada de los noventa y a los primeros aos del nuevo siglo. Khler (1995); Garca (1999); Morales (1999); Velasco (2000); Caro (2000); Baena y Ortega (2002); Ortega (2003a); Martnez y Cruz (2003); Cobo y Ortega (2003).

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    2. EL DIFCIL Y LENTO DESPERTAR DE LA PROTESTA EN ANDALUCA: ALGUNOS LIMITANTES ESTRUCTURALES

    2. 1. La eliminacin del adversario y el desmantelamiento de las organizaciones sindicales y polticas en la posguerra civil

    La edicacin del nuevo estado franquista se instal en Andaluca sobre la implantacin del terror en extensas comarcas rurales que haban conocido, du-rante el precedente periodo republicano, una intensa conictividad huelgustica y antipatronal3. Por su naturaleza extremadamente violenta la represin franquista se present en esta regin como una de las ms brutales de todo el Estado espaol. Aunque desigualmente repartidos por las ocho provincias, el nmero total de eje-cutados, sin contar las miles de personas que fueron encarceladas en las prisiones provinciales, ascendi a 37.346. La violencia institucionalizada por el nuevo Estado se ensa fundamentalmente con la poblacin obrera del campo, protagonista en la II Repblica de una intensa actividad reivindicativa y huelgustica, en un ejercicio de terrorca venganza.

    La violencia institucional de las nuevas autoridades militares franquistas condu-jo, pues, al exterminio de la densa red de organizaciones polticas y sindicales que durante el periodo democrtico de la II Repblica defendieron los intereses de los trabajadores y los jornaleros en el mbito de las relaciones laborales y de la repre-sentacin poltica municipal o provincial. Los partidos y sindicatos de clase fueron literalmente exterminados quedando reducidos, en el mejor de los casos, a la mnima expresin. La oposicin antifranquista andaluza inici entonces su particular travesa en el desierto. Las continuas redadas policiales que se sucedieron a lo largo de los aos cuarenta en Mlaga en 1945, en Jan en 1945 y 1946, en Sevilla en 1946 y 1947, en Almera en 1944 y 1947, y en Crdoba en 1947 dejaron prcticamente sin capacidad de repuesta hasta los aos setenta al Partido Socialista Obrero Espaol (PSOE) y a la Unin General de Trabajadores (UGT)4. Del mismo modo la CNT y las Juventudes Libertarias sufrieron continuas persecuciones, lo que les dicult su reconstruccin y su reorganizacin. A comienzos de 1942 la Confederacin Nacional

    3 Un balance de la represin franquista en Andaluca, como respuesta a lo acontecido en el perodo de la Repblica, es el realizado por el profesor Cobo (2004).

    4 En 1958 con motivo de la celebracin de un pleno regional organizado por Francisco Romn Daz, las federaciones de Mlaga, Sevilla, Granada, Almera y Crdoba apenas llegaron a reunir ms de 150 a 200 aliados. Las federaciones andaluzas, socialistas y ugetistas, que consiguieron sobrevivir a la represin se convirtieron ms en crculos de solidaridad y de anidad entre antiguos aliados que en una verdadera organizacin clandestina con proyeccin externa en la sociedad. Cf. Mateos (1997, pg. 64).

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    del Trabajo (CNT) dispona de un mnimo entramado organizativo en las provincias de Mlaga, Granada, Huelva, Sevilla y Almera, e incluso en diciembre de aquel ao consigui constituir un Comit Regional en Andaluca5. Sin embargo, la cadena de detenciones que tuvo lugar en los aos siguientes en Almera en 1944, en Mlaga en 1944 y 1946-1947, en Granada en 1942-1943, en Sevilla en 1941 y 19526 impidi que el movimiento libertario volviera a hacer su aparicin en tierras andaluzas hasta los momentos iniciales de la crisis del rgimen franquista, es decir, all en los aos nales de la dcada de los sesenta y comienzos de los setenta.

    Por ltimo, el Partido Comunista de Espaa (PCE) tambin qued seriamente mermado en Andaluca. En los aos cuarenta el Comit Regional del PCE de An-daluca as como los distintos comits provinciales, locales y otros responsables de las clulas del Partido desaparecieron vctimas de la represin franquista. En julio de 1945 se produjo la primera cada del PCE en Andaluca continuando las detenciones en los aos siguientes. Las ms destacadas tuvieron lugar en 1947. En febrero de ese ao fue detenido, y posteriormente fusilado, Ricardo Beneyto Sopea, miembro del Comit Regional del PCE y organizador y jefe poltico de las agrupaciones guerrilleras que actuaban en Andaluca. Poco despus, en el mes de marzo, fueron detenidos otros cuarenta miembros del Partido en las provincias de Sevilla, Crdoba y Huelva7. En 1949 y 1950 volvieron a practicarse por parte de la polica nuevas detenciones entre los comunistas sevillanos y gaditanos8. Peor suerte corrieron las provincias orientales andaluzas. En esta parte de Andaluca las detenciones de militantes comunistas se prolongaron hasta la dcada de los sesenta, de modo que hasta la llegada de Francisco Portillo Villena a Granada en 1963, el PCE careci de entramado organizativo estable en Granada, Jan, Mlaga y Almera9.

    Las continuas redadas y detenciones policiales, las ejecuciones de los ms destacados lderes polticos y sindicales en los aos lgidos de la represin franquista dejaron, pues, a las principales fuerzas democrticas enormemente debilitadas en el interior del pas durante varias dcadas.

    5 Heine (1996).6 En el caso de la provincia de Sevilla las detenciones policiales se prolongaron en la dcada siguiente.

    En 1952 fueron detenidos 75 anarquistas todos ellos condenados por un consejo de guerra. Vase al respecto Martn (1995, p. 288).

    7 Lemus (1998, p. 502).8 Entre los detenidos se encontraban ms miembros del Comit Regional: Jos Cordero (Sevilla), y Blas

    Ban, Francisco Manzano y Juan Vergara (todos ellos de Cdiz). Vase Lemus (1998, p. 503).9 En 1961 qued desmantelado el Comit Provincial del PCE granadino y junto con sus miembros

    fueron detenidos otros integrantes de varios Comits Comarcales y Locales de la provincia. El nmero total de detenidos ascendi a 204, de los que 58 fueron procesados por el Juzgado Militar Especial Nacional de Actividades Extremistas, y los restantes sancionados gubernativamente con multas de 25.000 pesetas por aplicacin de la Ley de Orden Pblico. Vase Ortega (2003a, pgs. 306-307).

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    2. 2. Periferizacin econmica y desindustrializacin de Andaluca en los aos del milagro espaol.

    Con la llegada del rgimen dictatorial franquista, las provincias andaluzas acentuaron su carcter perifrico dentro del ordenamiento capitalista espaol. Los trabajos ms recientes que han analizado la evolucin econmica de Andaluca en un espacio cronolgico amplio, el correspondiente a los siglos XIX y XX o simple-mente a las dcadas centrales del siglo pasado10, son concluyentes al respecto. Como nos indican Antonio Parejo y Andrs Snchez Picn, la denitiva desindus-trializacin de Andaluca se produjo entre 1930 y 1958. Durante esos aos, el dcit industrial generado en un primer momento por la Gran Depresin, y ms tarde por la guerra civil y la poltica autrquica del primer franquismo, impidi que Andaluca consiguiera, cuando se avanz en la senda de la liberalizacin y del crecimiento econmico, recuperar el camino perdido entre 1930 y 195811. Adems, la ausencia de una autntica poltica industrial regional no hizo sino agravar el deteriorado pa-norama industrial de Andaluca. Dos consecuencias de importante impacto social se derivaron de tal situacin.

    En primer lugar, al iniciar a partir de los sesenta la industria andaluza una nueva especializacin en otras actividades industriales y sectores (la minera, la industria del papel y sus derivados, el reno de petrleo, la industria qumica, la produccin y primera transformacin de metales) que nada tenan que ver con su especializa-cin secular la industria agroalimentaria, termin por sancionar sus desventajas comparativas respecto a otras regiones espaolas. Tal circunstancia explica que al trmino de la dictadura la industria en Andaluca viera reducido su nivel de espe-cializacin y diversicacin con respecto a Espaa, y que aqulla presentara una menor productividad que el conjunto nacional12.

    En segundo lugar, la inexistencia de una autntica poltica industrial regional elaborada por el rgimen franquista explicara a su vez el escaso efecto que sobre la economa andaluza tuvieron las polticas de Promocin Industrial y Desarrollo puestas en marcha por la dictadura a comienzos de los aos sesenta. Para hacer frente a los desequilibrios regionales y favorecer la elevacin del nivel de vida de las regiones o zonas econmicamente de baja renta por habitante (objetivos que haban sido expuestos en 1953 en el Plan Jan, y especicados ms concreta-mente en el artculo 6 del I Plan de Desarrollo Econmico y Social), el gobierno de la nacin aprob para Andaluca los Polos de Desarrollo de Sevilla y Huelva en un primer momento (decretos del 30 de enero de 1964), y ms tarde los de Granada

    10 Delgado (1989 y 1992) y Plaza (1984).11 Parejo y Snchez (1999).12 Rus y Rastrollo (2001, p. 239).

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    y Crdoba (decretos del 21 de febrero de 1969). Con el n de completar la accin regional prevista por el Plan de Desarrollo a travs de los polos, se aprobaron las medidas de promocin econmica y social del Campo de Gibraltar (decreto 28 de mayo de 1966). Sin embargo, y como sealaba Cuadrado Roura, el Estado no consigui desarrollar un plan coherente a largo plazo, sectorial o regional, para la economa andaluza. Si atendemos a las lneas de actuacin seguidas por el Instituto Nacional de Industria (INI), hemos de decir que el ente pblico nunca se marc entre sus objetivos la reduccin de las diferencias econmicas existentes en el interior del pas. Es ms, los datos con los que disponemos nos permiten armar que el INI hizo poco o muy poco para potenciar seriamente la actividad industrial en Andaluca. El balance que podemos hacer, en consecuencia, sobre la actuacin del INI en el conjunto del territorio andaluz al trmino de la dictadura franquista no puede ser ms negativo. Las inversiones del INI en Andaluca no respondieron a ningn plan previo de actuacin regional o sectorial. Adems, las 14 empresas creadas por el INI en Andaluca, no aparecan vinculadas entre s, lo que reduca los posibles efectos de complementariedad. Desde el punto de vista regional no existi conexin entre las actividades desarrolladas por las empresas del INI y las actuaciones de la Adminis-tracin en Andaluca. Por otro lado, ni el Polo de desarrollo de Granada ni el Polo de Crdoba, recibieron la instalacin o creacin de alguna nueva empresa del INI. Finalmente resta indicar, por lo que respecta a las inversiones del INI en Andaluca, que stas carecieron de suciente peso especco para que pueda pensarse en una autntica contribucin del ente pblico en la dinamizacin del desarrollo regional. A mediados de los aos setenta, Andaluca segua siendo una de las regiones es-paolas con un menor ndice de inversin pblica, y ello a pesar de concentrar en 1975 la mayor parte de la poblacin del Estado espaol el 17,12 por ciento. Las inversiones estatales en materia de industrializacin representaban en Andaluca, hacia el ao 1972, un exiguo 8,95 por ciento de las inversiones globales promovi-das por el INI en el conjunto del territorio nacional, frente al 40,73 por ciento de las destinadas a la regin AsturianoLeonesa, el 12,93 por ciento de las de la regin Centro con Madrid como ncleo principal, o el 10,55 de las de Catalua. Adems, la direccin tomada por las inversiones discurri paralelamente a los acentuados desequilibrios intrarregionales que por entonces comenzaban a reproducirse. Como prueba el hecho de que del total de inversiones del ente pblico destinadas a la regin andaluza, un despreciable 9,11 por ciento correspondiese a las provincias orientales Almera, Granada, Jan y Mlaga, al tiempo que las occidentales se vean beneciadas con el 90,89 por ciento restante13.

    13 Cuadrado (1979).

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    Las polticas franquistas de planicacin indicativa y de industrializacin del territorio, iniciadas al comienzo de la dcada de los sesenta, fomentaron pues las disparidades territoriales en el reparto de las inversiones industriales. La regin andaluza result en buena medida marginada por la poltica de incentivacin de las inversiones industriales tanto pblicas como privadas. Esto ltimo acentu an ms el carcter perifrico, dependiente y sumamente ruralizado de las economas de la mayor parte de las provincias andaluzas.

    La traduccin social de la trayectoria econmica seguida por Andaluca en los aos del milagro espaol tuvo nefastas consecuencias que lgicamente hemos de tener en cuenta a la hora de tratar de explicar la debilidad o el retraso en la aparicin y surgimiento en Andaluca de la protesta obrera y la organizacin de la oposicin sindical. La poltica desarrollista franquista impidi una autntica difusin de efectos sobre el crecimiento gradual de la renta por habitante disponible14. Andaluca con-tinu mostrando niveles de renta por habitante sensiblemente inferiores a la media nacional, lo que en cierto modo demuestra el relativo fracaso de las experiencias industrializadoras, y si la renta per cpita andaluza convergi en la recta nal de la dictadura respecto a la media nacional en buena medida fue fruto de la sangra demogrca que sufri la regin en aquellas mismas fechas. La ausencia de al-ternativas de empleo generadas por un raqutico sector industrial, y por un sector agrcola que comenzaba a disminuir sus requerimientos de mano de obra jornalera ante la progresiva mecanizacin de determinadas labores labores de arado y bina, preparacin de suelos, realizacin de ruedos, etc., oblig a un importante nmero de andaluces al recurso masivo a la emigracin.

    CUADRO 1RENTA POR HABITANTE Y SALDO MIGRATORIO EN ANDALUCA

    En % sobre la media nacional Saldo Migratorio DecenalAo Andaluca Andaluca Andaluca Aos Andaluca Andaluca Andaluca Oriental Occidental Oriental Occidental1955 56,9 88,6 77,5 1940-1950 -181.958 -22.737 -204.6951960 62,5 80,5 72,4 1950-1960 -426.892 -156.505 -583.3971969 65,2 80,2 73,6 1960-1970 -408.747 -434.176 -842.9231971 62,0 77,7 70,8 Total -1.017.597 -613.418 -1.631.015

    Fuente: Banco de Bilbao (1978) y Senz Lorite (1979). Elaboracin Propia.

    14 Rus y Rastrollo (2001, pgs. 73-84).

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    Pero la sangra demogrca no fue la nica consecuencia social de la poltica econmica del franquismo. La abortada industrializacin impidi una autntica trans-formacin cualitativa de sus colectivos obreros. En 1965, segn se desprenda del Informe sobre la dinmica del empleo publicado por el Ministerio de Trabajo, el 40,4% de la poblacin activa andaluza careca de cualicacin alguna, y el 20,3% se consideraba semicualicada15. Por otro lado, la poblacin que resisti el embiste de la emigracin termin por ocuparse en una industria de escasa signicacin. Un rasgo denitorio de la industria andaluza de comienzos de los setenta era su minifundismo empresarial. En 1971 el reducido tamao de las empresas andaluzas era maniesto en las ocho provincias. Ms del 90 por 100 de los efectivos indus-triales andaluces se hallaban dispersos en unidades empresariales de menos de cinco trabajadores.

    CUADRO 2DISTRIBUCIN EN PORCENTAJES DE LAS EMPRESAS EN LAS

    OCHO PROVINCIAS ANDALUZAS SEGN EL NMERO DE TRABAJADORES, 1971

    Provincias Empresas por nmero de trabajadores

    De 1 a 5 De 6 a 25 De 26 a 50 De 51 a 100 De 101 a 500 Ms de 500Andaluca Oriental 9629 299 041 018 010 001Almera 9319 542 081 038 017 -Granada 9724 212 034 014 012 -Jan 9674 286 022 010 004 -Mlaga 9576 328 056 023 013 001Andaluca Occidental 8891 834 171 060 035 006Cdiz 8719 967 190 076 039 006Crdoba 8887 923 116 045 022 004Huelva 9143 685 101 036 028 004Sevilla 8901 770 210 067 041 008Andaluca 9347 503 091 034 019 003Espaa 8748 950 178 074 040 006

    Fuente: Porcentajes obtenidos a partir de los datos ofrecidos por Nicols SALAS (1972, p. 128), y elaboracin propia.

    En consecuencia de lo apuntado, en las provincias andaluzas result muy difcil el desarrollo de modernas y complejas relaciones industriales entre empresarios y trabajadores, similares a las que aoraron en otras reas econmicas del pas, y que a la postre se convirtieron en la base sustentadora del nuevo movimiento

    15 Nicols Salas (1972, p. 87).

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    sindical que emergi en los aos sesenta. La hegemona en estas provincias de las empresas pequeas con un escassimo nmero de empleados, hizo poco ren-table la introduccin de los nuevos sistemas de racionalizacin y organizacin del trabajo, tales como el sistema Bedeaux o el mtodo CREA, dirigidos a incrementar la produccin y la productividad en los centros de trabajo, y que fueron objeto de mltiples disputas laborales en otras regiones econmicas peninsulares.

    Es por lo que estamos absolutamente convencidos de que la debilidad de la protesta obrera y jornalera en Andaluca, durante la etapa nal del rgimen del ge-neral Franco, no se debi a una supuesta y absolutamente infundada incapacidad de los colectivos integrantes de la nueva clase obrera andaluza para organizarse colectivamente en defensa de sus intereses, de las libertades colectivas e individuales y de la democracia. Sino que ms bien, la debilidad de la oposicin democrtica al franquismo sindical, poltica o social, y la tarda aparicin de expresiones de resis-tencia a la continuidad de la dictadura, registradas en la mayor parte de la Andaluca, fueron fenmenos debidos a la inexistencia de una organizacin de la produccin que fortaleciese una conciencia colectiva de rechazo al rgimen dictatorial, o al grado de extremada periferizacin de su estructura econmica.

    3. NOVEDADES INSTITUCIONALES, CONVENIOS COLECTIVOS Y PROTESTA OBRERA EN ANDALUCA

    Teniendo en cuenta los limitantes estructurales expuestos en el epgrafe ante-rior, a continuacin pondremos de maniesto cmo a pesar de su pesada carga, en el Sur peninsular tambin se fue forjando, lentamente, entre los trabajadores andaluces un sentimiento de malestar hacia la dictadura y especialmente hacia el Sindicato Vertical, sentimiento que facilit el desarrollo de una red sindical que cristalizara, en los aos precedentes a la crisis nal de la dictadura franquista, en la aparicin de los primeros grupos embrionarios de las Comisiones Obreras (CCOO). As pues, y pese a la precariedad de los instrumentos de oposicin sindical y poltica a la dictadura de que adolecieron las manifestaciones de la conictividad laboral desde los aos sesenta en adelante, tambin en Andaluca asistimos a la reconstruccin, por otros cauces, de la cultura obrera de la protesta y la reivindicacin democrtica.

    3.1. Nuevos cauces para la participacin obrera.

    La reorientacin de la economa espaola a partir de la aprobacin en 1959 del Plan de Estabilizacin y Liberalizacin Econmica, obligaba a reducir la rigidez que hasta ese momento presentaban las relaciones laborales en el pas. Fue en este nuevo contexto econmico cuando la dictadura, sin abandonar su naturaleza

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    originaria, aprob una nueva legislacin en materia laboral que conceda un signi-cativo protagonismo a los trabajadores.

    1) La Ley de Convenios Colectivos de 1958:

    Hasta 1958 la dictadura franquista haba mantenido el principio de interven-cin del Estado en las relaciones de trabajo, obligando a trabajadores y empresa-rios a ceder su autonoma laboral y sindical en benecio de la autoridad estatal. Tanto el Fuero del Trabajo de 9 de marzo de 1938, como ms adelante la Ley de Reglamentaciones de Trabajo de 16 de octubre de 1942, fueron los instrumentos legislativos encargados de sancionar, tras la conclusin de la guerra civil, las nuevas competencias asumidas por el Estado franquista en materia de regulacin de las relaciones laborales entre empresarios y asalariados.

    La ley de 24 de abril de 1958 sobre Convenios Colectivos de Trabajo incorpor de nuevo en el ordenamiento jurdico espaol la negociacin de las condiciones de trabajo entre obreros y empresarios despus de haber renunciado expresamente a ella. A pesar de tratarse de una negociacin sui generis, la ley de abril de 1958 rompa con la rigidez de las reglamentaciones de trabajo. A partir de este preciso instante, cualquier aspecto relacionado con las particularidades de la contratacin laboral, o con las desavenencias entre empleadores y empleados salarios, produccin, pluses, participacin en benecios o en rendimientos, ascensos, cambio en los mtodos de trabajo, reduccin de la jornada, etc., poda ser objeto de negociacin conjunta entre la direccin de las empresas y sus trabajadores, lo que dara lugar a un convenio colectivo de aplicacin local, comarcal, provincial, interprovincial o de empresa.

    2) La representacin sindical:

    Junto a la ley de Convenios Colectivos, la dictadura franquista tambin elabor una profusa reglamentacin para que los trabajadores procedieran a la eleccin de sus representantes en los centros de trabajo y en el seno del Sindicato Vertical. Dos Reglamentos, el correspondiente a la eleccin de los Jurados de Empresa decreto de 11 de septiembre de 195316, y el Reglamento de Elecciones Sindicales Orden de 19 de julio de 196017 contribuyeron en este sentido al desarrollo de una accin sindical semiclandestina, situada en los connes de la Organizacin Sindical Espa-ola (OSE), no sin antes superar un importante handicap que implicaba la propia legislacin para Andaluca.

    16 Cf. BOE de 3 de octubre de 1953.17 Cf. BOE de 1 de septiembre de 1960.

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    Esos reglamentos excluan del derecho de representacin sindical a los tra-bajadores empleados en las empresas de pequeo tamao. Segn el decreto de 11 de septiembre de 1953, los centros de trabajo que deban constituir su propio Jurado de Empresa eran aqullos que contasen con, al menos, 1.000 empleados. Tras varias rdenes aprobadas por el Ministerio de Trabajo modicando el decreto anterior, en 1971 se determin la constitucin de Jurados de Empresa en aquellos centros de trabajo que posean 50 o ms trabajadores jos18, medida que slo afect a 1.452 empresas, es decir, tan slo al 0,56 % del total de las empresas andaluzas. Lo mismo cabe decir del decreto que aprobaba el Reglamento General de Elecciones Sindicales de 28 de marzo de 196319, y que a su vez modicaba al de 19 de julio de 1960. El Reglamento del ao 1963 determinaba que los emplea-dos de las empresas que tuvieran ms de 6 trabajadores podran elegir enlaces sindicales (artculo 30), mientras que los de aquellas otras que superasen los 100 empleados elegiran, adems, vocales jurados de empresa (artculo 38). Una vez ms el nmero de empresas que quedaban fuera de la representacin sindical alcanzaba una importante proporcin en las provincias andaluzas. Utilizando nuevamente el censo empresarial del ao 1971, comprobamos que solamente el 6,53 y el 0,22% de las empresas ubicadas en Andaluca tenan posibilidad de celebrar elecciones sindicales, para elegir enlaces y vocales jurados, al disponer de una plantilla que superaba los seis y cien empleados respectivamente.

    3. 2. Oposicin sindical y protesta obrera en Andaluca:

    A pesar de este handicap as como de las limitaciones estructurales relatadas en los epgrafes anteriores tambin aqu, al igual que en otras regiones espaolas, las oportunidades polticas que creaba la nueva legislacin laboral facilit la eclosin del malestar contenido de algunos grupos de obreros por sus nefastas condiciones de vida y trabajo. En muchas ocasiones, las propuestas de mejora laboral y salarial planteadas por los trabajadores en la negociacin de un convenio de trabajo, al chocar habitualmente con la cerrazn de su interlocutor laboral, la patronal, en connivencia con el Vertical, devinieron a veces en protesta y conicto como sucedi espectacularmente en la oleada huelgustica de 1962.

    18 La constitucin de los Jurados de Empresa se realiz de manera paulatina. El Decreto de 1953 (BOE de 30 de octubre) dispuso la implantacin de esa institucin laboral en empresas de 1.000 o ms trabajadores. Asimismo, la Orden de 13 de enero de 1956 (BOE de 20 de enero), la extendi a todas aquellas empresas de ms de 500 productores, la Orden de 11 de junio de 1969 (BOE de 16 de junio) lo hizo en las de ms de 250, y la Orden de 12 de diciembre de 1960 (BOE de 20 de diciembre) en las de ms de 100. Finalmente, la Orden de 2 de abril de 1971 (BOE de 12 de abril) estableci su constitucin en las de 50 o ms trabajadores.

    19 Cf. BOE de 6 de abril de 1963.

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    La envergadura de semejante estallido de conictividad laboral alcanz una dimensin poltica al desestabilizar el orden social que la dictadura preservaba. En efecto, en mayo de este ao, al aliento de la oleada de huelgas que haba estalla-do a primeros de abril en la minera asturiana, la conictividad laboral se extendi como la plvora por los centros fabriles y mineros del pas. En torno al nal de ese mes y los primeros das de mayo de 1962 se extendieron por Andaluca multitud de huelgas, paros, manifestaciones y concentraciones en contra del bloqueo de las negociaciones de los distintos convenios colectivos de trabajo decretado por el gobierno y a favor del aumento de sus salarios. Acciones protagonizadas por los trabajadores sevillanos del Depsito de Santa Justa de Mquinas Diesel de RENFE, y de las empresas Industrias Subsidiarias de Aviacin, Loscertales, y Sociedad Annima Construcciones Agrcolas; por los mineros de Rotinto (Huelva), de la Compaa Andaluza de Minas S. A., y The Alquife Mines and Railway Company Limited (Granada), as como por los obreros del enclave minero-metalrgico de Linares (Jan); y por los obreros de la construccin de Jerez de la Frontera (Cdiz) y de Crdoba. En el campo las acciones reivindicativas y de protesta tambin se sucedieron. Tanto hombres como mujeres, jornaleros y jornaleras de la Campia sevillana y cordobesa, de los viedos del Marco de Jerez (Sanlcar, Trebujena, Puerto de Santa Mara, Jerez de la Frontera) y del municipio granadinos de Pinos Puente, abandonaron los tajos reclamando una mejora de sus jornales20.

    La ley de Convenios Colectivos constituy, por consiguiente, un factor importan-te para el desencadenamiento de la conictividad en un contexto econmico y social claramente adverso como era el mostrado por Andaluca a comienzos de los sesenta. Pero no fue el nico. Hemos de indicar que la gestacin del brote conictivo que acontece en la primavera de 1962 no fue posible sin la identicacin y concienciacin que, en torno al profundo malestar acumulado por unos salarios que no garantizaba su poder adquisitivo, fue adquiriendo la nueva generacin de trabajadores llegados desde la segunda mitad de la dcada de los cincuenta al mercado laboral.

    La conuencia de experiencias comunes, generalmente relacionadas con las dicultades econmicas (bajos salarios que difcilmente permitan hacer frente a una forma de vida ms mercantilizada) y con las duras condiciones de trabajo (insegu-ridad, falta de higiene de los centros de trabajo, escasa cobertura asistencial), y la incapacidad cada vez ms evidente del sindicato ocial del rgimen para satisfacer las demandas de mejora laboral y salarial planteadas por los representantes de los obreros, contribuyeron a generar determinadas actitudes, comportamientos y ex-pectativas por parte de los trabajadores21. Destacamos as mismo en este contexto

    20 Baena y Ortega, (2002, pgs. 143-160).21 La experiencia vital es destacada como un factor importante para el impulso sindical de los sesenta

    por Velasco (2000, pgs. 265-290).

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    la labor desarrollada por grupos reducidos de obreros, pertenecientes o prximos al Partido Comunista, y por las organizaciones cristianas de Accin Catlica (HOAC y JOC), as como de las Vanguardias Obreras promovidas por los jesuitas. Unos y otros, a pesar de su dbil posicin, se mostraron como un valioso activo para el nuevo rearme obrero. Militantes comunistas y cristianos comenzaron a utilizar sus centros de trabajo as como otros espacios de sociabilidad propiamente obreros como ncleos de relacin social, de amistad, de solidaridad y de transmisin de experiencias polticas y sociales comunes (por ejemplo, las dicultades econmicas y la dureza de las condiciones de vida). Los descansos para el bocadillo, la taberna, las comidas organizadas por algunos de aquellos trabajadores los domingos en el campo, se convirtieron en redes informales de comunicacin para de este modo conectar con otros trabajadores con inquietudes sociales que habran de ser incor-porados ms adelante a la lucha laboral. Surgieron de esta manera los nuevos lderes obreros, quienes, asumiendo aquellas reivindicaciones laborales que los trabajadores estimaban justas, obtuvieron de sus compaeros la consideracin de represen-tantes legtimos ante la direccin de la empresa. Bastantes de los enlaces y jurados de empresa elegidos a travs de los procesos electorales acontecidos en los aos sesenta y setenta eran trabajadores concienciados y reconocidos por sus compae-ros, que procuraron ciertamente plantear las reivindicaciones de sus compaeros en los marcos de negociacin de los convenios colectivos o en otras instancias.

    Fue de este modo como surgieron y se extendieron, en un contexto hostil, sin cobertura organizativa, las ms de las veces aisladas y sufriendo la coercin de la patronal y del Vertical, as como de las medidas gubernamentales, las CCOO por la geografa andaluza. Joe Foweraker sita el nacimiento de CCOO en el Marco de Jerez a nes de los aos cincuenta, de modo que a principios de la dcada siguiente, coincidiendo con el nuevo auge del movimiento obrero, exista una red de militantes formada entre otros por Antonio lvarez, Jos Manuel Revuelta, Pepe Serrano, Jos Arroyo, Jos Marroqun Gmez, Jos Marroqun Travieso y Santiago Torres. As mismo, y tras la experiencia de Asturias, el Comit Central del PCE de Sevilla, a travs de Juan Menor, se plante la necesidad de ir construyendo en los centros fabriles sevillanos aquellas nuevas plataformas de oposicin sindical. La cobertura brindada al PCE por los sectores ms progresista de la Iglesia Catlica, y los compromisos sindicales e incluso polticos contrados por jvenes jocistas, hoacistas y vanguardistas, permitieron que el nuevo movimiento sindical que co-menzaba a forjarse en aquella ciudad contabilizara un rotundo xito al ao siguiente. Con motivo de las elecciones sindicales de 1963, las candidaturas ociales a enlaces propuestas por los directivos de algunas empresas Almacenes Vzquez, HYTASA, Talleres RENFE, Hispano Aviacin, Sociedad Annima Construcciones Agrcolas (SACA), Balbotn, Elcano, Industrias Subsidiarias de Aviacin (ISA), Los-

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    certales fueron barridas por los representantes de las CCOO, entre ellos Fernando Soto, Eduardo Saborido, Benjamn Rueda o Manuel Fernndez Montes. Prueba del xito alcanzado, ese mismo ao los metalrgicos sevillanos constituyeron la Comisin Obrera del Metal.

    En el resto de Andaluca el nuevo movimiento sindical experiment una evolucin y un arraigo muy dispar, segn la realidad social y econmica de cada provincia, no conociendo aqul una plena consolidacin hasta la segunda mitad de los sesenta y los primeros aos de los setenta22. En las provincias de Granada, Mlaga y Crdoba las CCOO se constituyeron a partir de las elecciones sindicales de 1966. En la primera provincia alrededor de la Construccin, mientras que en Mlaga y Crdoba las CCOO se organizaron adems de en ese mismo subsector, en actividades que haban incrementado el nmero de sus efectivos en los aos inmediatos. Este era el caso de la Qumica y el Textil en Mlaga, y la Banca y el Metal en Crdoba. Por su parte, las provincias de Huelva, Almera y Jan fueron las provincias ms rezagadas en la constitucin y desarrollo de la nueva oposicin sindical. No fue hasta nales de los aos sesenta cuando los trabajadores onubenses contaron con las primeras plataformas de las CCOO, localizndose stas en los sectores ms punteros, desde el punto de vista econmico y social, de la provincia (Qumica, Metal y Minera). Ms adelante, a mediados de la dcada de los setenta, las provincias de Almera y Jan consiguieron organizar, en torno a las empresas de mayor signicacin, Celulosa Almeriense y Metalrgica de Santa Ana de Linares respectivamente, las CCOO.

    La oleada de protestas desencadenada en la primavera de 1962 y la progresiva extensin y consolidacin de las CCOO, desde su fase constitutiva en el Marco de Jerez y en Sevilla al trmino de la dcada de los cincuenta y primeros aos de la siguiente, marcaron el inicio en la regin andaluza de una etapa de sostenida con-ictividad, tanto individual como colectiva, en el terreno de las relaciones laborales. Los distintos trabajos publicados hasta el momento ponen de maniesto que los dos ltimos lustros de la dictadura franquista se saldaron con una frecuente alteracin de la pax social entre los trabajadores andaluces. Las causas de los conictos generados desde entonces hemos de rastrearlas en escenarios diversos. Muchos de ellos se gestaron como resultado de la accin conjunta de una joven generacin de trabajadores que, pese a no haber participado de la cultura de la protesta obrera de sus antecesores, supo encontrar el camino para hacer frente a la intransigencia y al despotismo de la patronal, al control salarial y a la poltica de rentas dictada por los gobiernos franquistas de la segunda mitad de los aos sesenta y los primeros aos de la dcada siguiente.

    22 Morales y Bernal (1993, pgs. 215-258).

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    De este modo, el constante incumplimiento por parte de un amplio sector de la patronal de la legislacin sociolaboral aprobada por el propio rgimen franquista desde su instauracin, pronto se convirti en un factor generador de tensiones y malestar latentes entre el colectivo obrero. Tal circunstancia qued expresada a tra-vs de las denuncias individuales y en algunas ocasiones colectivas presentadas por los obreros ante las Magistraturas de Trabajo de las provincias respectivas. Las demandas por despido y cantidad, relacionadas estas ltimas con el salario o con alguno de sus aspectos recogidos en los convenios colectivos de trabajo (pluses, primas, premios), fueron las reclamaciones ms frecuentes que los trabajadores granadinos presentaron ante la Magistratura de Trabajo23. En la provincia de Jan la apelacin de los trabajadores a la Magistratura del Trabajo para exigir el cumpli-miento de la legislacin laboral, de los acuerdos de trabajo, o bien para denunciar el comportamiento delictivo de algn empresario, fue tambin frecuente24. Esta conictividad latente se torn maniesta en varias ocasiones, dando lugar a los primeros conictos de trabajo que surgieron en algunas provincias andaluzas.

    En Jan, en el ao 1963, trescientos cincuenta trabajadores de la Compaa Minero-Metalrgica Los Guindos asentada en la poblacin de La Carolina (Jan), renunciaron a percibir el jornal de la semana como protesta ante la actitud injusticada de la direccin de la empresa, que se negaba a abonarles la prima de treinta y cinco pesetas aprobada por la Delegacin Provincial de Trabajo. En febrero de ese mismo ao, y ahora en Linares, varios trabajadores y algunos miembros de los jurados de empresa de Enira S. A., de la Compaa La Cruz, Minas y Fundiciones de Plomo, de la Sociedad La Constancia, de la Mina de Arrayanes y de la Empresa Nacional Adaro, en solidaridad con las trabajadoras de la fbrica envasadora Oleometalgr-ca del Sur de aquella misma localidad, enviaron una serie de escritos al delegado provincial de sindicatos de Jan, denunciando las psimas condiciones de trabajo padecidas por las mujeres que trabajaban en la ltima empresa mencionada25. El ao 1966 fueron los empleados de la fbrica de papel Pastalfa, situada en Benala de Guadix (Granada), quienes efectuaron un paro laboral ante el incumplimiento por parte de la direccin de la empresa de los preceptos establecidos en las vigentes Leyes Laborales sobre retribuciones econmicas. Esta misma circunstancia provoc otros tres paros en distintas empresas granadinas del sector de la construccin. El primero de ellos, en la empresa Jos Prez Daz, tuvo lugar en 1970, mientras los dos ltimos se llevaron a cabo en 1972 en las empresas Francisco Labrador Jan y Huarte y Cia. Unos aos antes, la negativa mostrada por la patronal para dar cumplimiento a las disposiciones laborales sobre horas extraordinarias, des-

    23 Ortega (2002, pgs. 441-449).24 Martnez y Cruz (2003, pgs. 118-119).25 dem, pgs. 82-89.

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    cansos, subsidio familiar, etc., propici el estallido de las huelgas de los hiladores de esparto del Patronato del Sagrado Corazn de Jess en la ciudad de Guadix el 25 de abril de 1958, y de los empleados de la Empresa Nacional de Celulosa de Motril en septiembre de 1967, as como varios plantes de trabajo en otros puntos de la geografa granadina. Entre otros, el llevado a cabo por parte de los obreros de la Compaa ARGOS S.L. en el trmino municipal de Huneja el ao 1960, el registrado en la empresa Cementos Centauro S.A. de Atarfe en 1961, que termin con la intervencin de la guardia civil y el despido inicial de todos los trabajadores, o el efectuado en 1970 por los asalariados de la empresa Azulejera Granadina26.

    La regresin sufrida por el poder adquisitivo de los trabajadores, como con-secuencia directa de las imperceptibles subidas salariales, fue, asimismo, el origen de los plantes de trabajo y otras protestas que se registraron entre los trabajadores granadinos y jiennenses ocupados en el sector primario. Este fue el caso de los cortadores y monderos de caa de azcar de la costa de Granada en abril de 1958 y en noviembre de 1963, y de los jornaleros y campesinos ocupados en los cultivos del olivar y del algodn de los trminos municipales de beda y Andujar. La madu-rez alcanzada en la negociacin colectiva por parte de los trabajadores andaluces y los lmites impuestos al crecimiento salarial por la poltica de rentas franquista, hicieron cada vez ms difcil la negociacin colectiva de las condiciones de trabajo entre la patronal y los trabajadores. Tal circunstancia se tradujo en un aumento en la frecuencia de las intervenciones de la autoridad laboral para el dictado de las denominadas Normas de Obligado Cumplimiento (NOC), y a frecuentes interrupcio-nes en el normal desenvolvimiento de la jornada laboral. Ejemplo del malestar cada vez ms acentuado en el proceso de la negociacin de los convenios de trabajo lo encontramos en Sevilla y Mlaga. En ambas provincias, en donde las CCOO y la propia oposicin poltica representada por el PCE y la nueva izquierda contaban con una implantacin notable al trmino de los aos sesenta, se registraron en los perodos de negociacin de los convenios, mltiples conictos y asiduas manifesta-ciones por parte de los trabajadores empleados en los principales centros fabriles27. As las empresas sevillanas Hispano Aviacin, Sociedad Annima Construcciones Agrcolas (SACA), HYTASA, CASA y Transportes Urbanos de Sevilla; y las empresas malagueas del textil, Intelhorce y Citesa, fueron testigos de la contundencia que iba adquiriendo el nuevo movimiento obrero, cada vez ms y mejor organizado. Lo mismo cabe decir para la provincia de Granada en lo tocante a la tensin adquirida por la negociacin colectiva. Hasta el ao 1967, slo se contabilizaron un total de 15 interrupciones en las negociaciones de los convenios. Pero a partir de 1970 las

    26 Ortega (2003b, pgs. 235-254).27 Barranquero (1995, pgs. 423-435), Garca (1999, pgs. 164-178), y Baena (2000, pgs. 310-316).

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    intromisiones de la mxima autoridad laboral experimentaron un alza ininterrumpida, hasta contabilizarse entre 1970 y 1975 un total de 46 laudos en la provincia28.

    La emergente conictividad laboral que se sucedi en Andaluca tras la oleada de 1962 evidenciaba la paulatina prdida del miedo a reivindicar o a manifestarse por parte de los trabajadores y obreros andaluces, tal y como se pudo comprobar en los aos siguientes. La escassima tolerancia del rgimen y la patronal a la organizacin de la clase obrera plasmada en la ilegalizacin de las CCOO en 1967 aviv a partir de 1970 la tensin social en Andaluca. Un suceso de consecuencias trgicas proyect a la mayor parte de las ciudades andaluzas en el caldeado clima que la conictividad laboral y el activismo obrero haban alcanzado en Espaa por aquellas fechas. La contundente y brutal respuesta policial a los obreros granadinos del sector de la Construccin, protagonistas de la conocida huelga de julio de 1970 que se sald con la muerte de tres obreros, lejos de contener y amedrentar la movilizacin obrera y poltica de los andaluces, gener una respuesta no menos rme y de enorme solidaridad por parte de los trabajadores y la ciudadana en general.

    Desde el da 23 de julio se localizaron en distintos puntos de Espaa varios paros en seal de solidaridad y protesta por lo sucedido en Granada. Los trabaja-dores de las empresas Isodel-Sprengel, Standard, El guila y Schneider, Penicilina, situadas todas ellas en Madrid, a la hora del bocadillo manifestaron su repulsa gritando libertad, asesinos. Del mismo modo en varios barrios de Madrid, y principalmente en los de Carabanchel y Moratalaz, aparecieron numerosos car-teles pintados en paredes y tapias en los que tambin podan leerse libertad y asesinos. En Crdoba, la empresa CENEMESA par su Seccin de Aparallaje, que contaba con unos 200 obreros, y en esta misma ciudad se celebr un funeral en la Iglesia de la Compaa de Jess por las vctimas de Granada. En Sevilla, en las empresas Landi S.A., Entrecanales y Tvora (Fbrica de tubos y Mercasevilla), Dragados y Construcciones (Dos Hermanas) y Uralita, sus trabajadores pararon en seal de protesta por lo sucedido en Granada. En Barcelona se produjeron paros en las empresas Pirelli-Moltex y Siemens (ambas en Cornell) y Motor Ibrica. En Navarra los paros afectaron principalmente a las empresas Bendibrica, Inquinasa y Superser. Y nalmente un centenar de trabajadores de San Sebastin se concen-traron en la Plaza de Rentera en solidaridad con los trabajadores de la construccin de Granada29.

    Los aos que siguieron a los sucesos de Granada fueron enormemente convul-sos en Andaluca. Algunas provincias, como la de Jan, abandonaron denitivamente

    28 Ortega (2003a, pgs. 283-286). 29 Cf. Archivo General de la Administracin. Seccin Sindicatos. La Huelga de la Construccin en

    Granada (1970). Informe sobre los sucesos ocurridos en Granada el da 21 de julio de 1970, sus orgenes y efectos.

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    el carcter idlico otorgado por las autoridades provinciales30. La reorganizacin alcanzada en los aos previos a la muerte de Franco por las principales fuerzas polticas y sindicales, y ahora tambin los efectos negativos de la crisis econmica de los setenta, auguraban un perodo tenso y complicado. En la provincia de Mlaga la recta nal de la dictadura coincidi con la irrupcin de grupos polticos situados a la izquierda del PCE (Partido Comunista Maosta de Andaluca, Organizacin Revo-lucionaria de Trabajadores, Movimiento Comunista de Espaa, Partido Comunista Internacional, y Organizacin Comunista de Espaa-Bandera Roja, entre otros), y con las acciones de protesta organizadas en el curso 1975-1976 por los PNN31. La Construccin se convirti en Crdoba en el sector ms conictivo y mejor or-ganizado para la lucha contra el Vertical y las psimas condiciones de trabajo. La huelga provincial de la Construccin de 1976 estuvo precedida por un largo proceso de asambleas y acciones conjuntas entre los obreros y los parados (por ejemplo, huelgas de las empresas Edisol y La Asturiana), favorecidas desde 1975 por la penetracin en las Uniones de Trabajadores y Tcnicos de miembros militantes de las CCOO32. En Sevilla las protestas laborales se generalizaron tras el estado de ex-cepcin de 1969, ms an cuando, a comienzos del ao siguiente y tras un proceso de reconstruccin, la UGT inici el gran salto a las fbricas33. Algunas de aquellas acciones respondan a actos de solidaridad con trabajadores de otras provincias espaolas (por ejemplo, la muerte de dos obreros en El Ferrol provoc una serie de paros, asambleas, concentraciones, boicots a horas extras y minutos de silencio en diversas empresas), a la propia actuacin poltica del rgimen (el proceso de Burgos deriv en numerosos paros en la ciudad como en las empresas Entrecanales y Tavora), o a las condiciones de trabajo (la lucha por 44 horas semanales en 1974 moviliz a los asalariados de las grandes empresas metalrgicas FASA e ISA). En otras ocasiones la crisis econmica y su negativa repercusin para generar empleo fue el motor de nuevas protestas (como las luchas obreras de 1973 en la empresa Andaluza de Cementos, que termin con un encierro en la Iglesia y el despido de 72 trabajadores)34. En la provincia de Granada la represin ejercida sobre el movimiento obrero tras la huelga de la construccin de 1970, no impidi que la negociacin colectiva estuviera exenta de conictos colectivos. En 1973 se registraron en la provincia tres conictos que afectaron a un total de 515 trabajadores. Esta cifra se repiti al ao siguiente, en 1974, afectando entonces los conictos colectivos a un total de 452 trabajadores. En 1975 los conictos contabilizados por la Delegacin

    30 Martnez y Cruz (2003, p. 231). 31 Garca (1999, p. 160).32 Morales (1999, p. 323).33 Carrillo (2000, p. 395).34 Martn (1995, p. 310).

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    Provincial de Trabajo fueron cuatro, los correspondientes a las empresas Strateurop, Serconsa y Metalrgica Portal, as como a los Mdicos Internos y Residentes de la Ciudad Sanitaria. Si bien el total de trabajadores implicados en esos conictos fue de 292, el nmero de horas de trabajo perdidas super la barrera de las 7.500 (en concreto fueron 7.787 las denitivamente contabilizadas)35.

    Estaba claro que aquel amplio grado de movilizacin obrera que eclosion en los aos agnicos del rgimen, nicamente fue posible por el alto nivel de concien-ciacin logrado por los obreros, bien en las reuniones y asambleas clandestinas o semiclandestinas, bien a travs de sus propias experiencias personales. Tal circuns-tancia tambin pudo repercutir favorablemente en el aanzamiento de la oposicin sindical. Un claro ejemplo en este sentido lo encontramos en el resultado de las ltimas elecciones sindicales celebradas por la dictadura franquista.

    CUADRO 3RESULTADOS DE LAS ELECCIONES SINDICALES DE 1975

    EN ALGUNAS PROVINCIAS ANDALUZAS

    PROVINCIA SECTOR Y/O EMPRESA REPRESENTACIN OBTENIDA POR LAS CUDAlmera METAL: Cabezuelo 100 por 100 de las candidaturasAlmera TEXTIL: Morales Confeccin 100 por 100 de las candidaturasAlmera QUMICA: Celulosa Almeriense 100 por 100 de las candidaturasAlmera SANIDAD: Residencia-Soc. 100 por 100 de las candidaturasCdiz METAL: Aesa-Cdiz 90 por 100 de las candidaturasCdiz METAL: Aesa-Matagorda y Puerto Real 100 por 100 de las candidaturasCdiz METAL: Contratas Bazn 100 por 100 de las candidaturasCdiz METAL: Contratas Matagorda 100 por 100 de las candidaturasCdiz CONSTRUCCIN: Jerez de la Frontera 8 enlacesCdiz VID: Terebujena 100 por 100 de las candidaturasCdiz VID: Sanlcar 80 por 100 de las candidaturasCdiz VID: Puerto de Santa Mara y Jerez de la Frontera 100 por 100 de las candidaturasCrdoba METAL: Secem 42 enlaces (80 por 100 de las candidaturas)Crdoba METAL: Westinhause 43 enlaces (86 por 100 de las candidaturas)Crdoba METAL: Resto del sector 10 enlaces (60 por 100 de las candidaturas)Crdoba TEXTIL-COMERCIO 60 por 100 de las candidaturas*Crdoba TRANSPORTES: AUCORSA 80 por 100 de las candidaturasCrdoba TRANSPORTES: RENFE 40 por 100 de las candidaturasCrdoba COMUNICACIONES: Telefnica 40 por 100 de las candidaturas

    Contina

    35 Resumen Anual de Actividades de la Delegacin Provincial de Trabajo de Granada, aos 1973, 1974 y 1975.

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    CUADRO 3RESULTADOS DE LAS ELECCIONES SINDICALES DE 1975

    EN ALGUNAS PROVINCIAS ANDALUZAS(Conclusin)

    PROVINCIA SECTOR Y/O EMPRESA REPRESENTACIN OBTENIDA POR LAS CUDCrdoba SANIDAD: Residencia-Soc., Hospital General y Ciudad Sanitaria 40 por 100 de las candidaturasCrdoba BEBIDAS: Cervezas guila, Coca-Cola, Colecor 20 por 100 de las candidaturasCrdoba BANCA 80 por 100 de las candidaturasCrdoba SEGUROS 50 por 100 de las candidaturasCrdoba CONSTRUCCIN 75 por 100 de las candidaturasGranada CONSTRUCCIN 5 enlacesGranada SANIDAD 12 enlacesGranada ALIMENTACIN 10 enlacesHuelva QUMICA 100 por 100 de las candidaturasHuelva METAL 100 por 100 de las candidaturasHuelva MINAS 100 por 100 de las candidaturasHuelva CARBURANTES 100 por 100 de las candidaturasHuelva ASTILLEROS 14 enlaces (70 por 100 de las candidaturas)Huelva RIOTINTO-PATIO (Huelva) 9 enlaces (23 por 100 de las candidaturas)Huelva RIOTINTO-PATIO (Cerro Colorado) 100 por 100 de las candidaturasHuelva CONSTRUCCIN: Cementos Sur 100 por 100 de las candidaturasHuelva BANCA 2 enlacesHuelva SANIDAD: Hospital Psiquitrico 100 por 100 de las candidaturasHuelva AGRICULTURA: San Juan 50 por 100 de las candidaturasHuelva AGRICULTURA: Bollullos del Condado 100 por 100 de los cargos elegidosMlaga TEXTIL (Citesa e Intelhorce) 100 por 100 de las candidaturasMlaga HOSTELERA 4 enlaces

    (*) Representacin en los siguientes centros de trabajo: Galeras Preciados, Zafra, Rodrguez y Espejo, Antonio Molina; Almacenes Snchez, Philips, Teira, Forsen, Curtidos, Garca Plaza, Villa-nueva, La Industrial.

    Fuente: Archivo Histrico de las CCOO de Andaluca. Unin Provincial de Sevilla. Comunicados e Informes de las Uniones Provinciales.

    Esas elecciones, convocadas para la primavera de 1975, se saldaron en Andaluca con un importante avance de las propuestas rupturistas contenidas en las Candidaturas Unitarias y Democrticas (CUD)36, integradas por miembros de

    36 El programa electoral de aquellas candidaturas inclua no slo reivindicaciones econmicas y labo-rales en sentido estricto (solucin del agudizante paro, aumento del sueldo a todas las categoras profesionales de 750 pesetas diarias como sueldo interprofesional, 100 por 100 del sueldo real en

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    las CCOO y de la Unin Sindical Obrera (USO). Aunque las Uniones Provinciales de CCOO no informaron de los resultados globales obtenidos en toda Andaluca, valga como muestra lo conseguido por aquellas candidaturas en varias provincias andalu-zas. En Almera y Huelva, provincias en las que apenas se haban contabilizado con anterioridad conictos de trabajo de envergadura y que contaban con un escaso bagaje organizativo en la lucha sindical, las elecciones sindicales de 1975 arrojaron un avance inesperado de las candidaturas no ociales en sectores que a la postre se convirtieron en potentes bastiones de resistencia obrera. En las provincias de Cdiz y Crdoba las candidaturas democrticas consiguieron abrirse paso en las actividades de mayor pujanza en su tejido econmico, es decir, en el Metal y la Vid, en el caso de Cdiz, y en el Metal y la Construccin, en el de Crdoba. Lo mismo ocurri en Granada y Mlaga. Las CUD obtuvieron en Granada un total de 27 enlaces repartidos entre los sectores de la Construccin (5 enlaces), la Sanidad (12 enlaces) y la Alimentacin (10 enlaces). Y en Mlaga CCOO y USO consiguieron sacar adelante el 100% de sus candidaturas en la Construccin y en las principales empresas del Textil (Citesa e Intelhorce), mientras que en la Hostelera, un sector en alza desde el punto de vista socioeconmico desde los sesenta, obtuvieron cuatro enlaces. Por su parte, en Sevilla las CCOO lograron el control de las Uniones Provinciales de Tcnicos y Trabajadores del Metal, Agua, Gas y Electricidad, Banca, Sanidad y Cereales, y la representacin en grandes empresas alcanzando la cifra emblemtica de 203 enlaces sindicales37.

    En suma pues, la tensin social que sacuda al pas, provocada por la radica-lizacin y extensin de la conictividad obrera y por la creciente reorganizacin de la oposicin democrtica al inicio de los setenta, concit un ambiente propicio para la revitalizacin de la cultura obrera de la protesta en Andaluca a pesar del carcter disperso de los trabajadores agrcolas y de la atomizacin de sus centros fabriles. El incremento paulatino de las expresiones colectivas de malestar laboral y vital de los trabajadores andaluces durante el tardofranquismo anunciaba el inicio de lo que se he venido a denominar la transicin en la calle.

    4. ALGUNAS CONCLUSIONES

    Treinta aos despus de la muerte de Franco, la produccin historiogrca centrada en la oposicin sindical y la conictividad laboral durante el franquismo,

    caso de accidente, enfermedad o desempleo, jornada laboral de 40 horas semanales, jubilacin a los 60 aos), sino tambin reivindicaciones a favor de las libertades democrticas (amnista, libertad de reunin y asociacin, cauces legales para la libre expresin, derecho de huelga, derechos de los parados a elegir y ser elegidos en las elecciones sindicales, reapertura de las asociaciones clausuradas).

    37 Chinarro (1987, pgs. 91 y 96).

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    no ha dejado de crecer. Este artculo pretende ser un botn de muestra de lo acontecido al respecto en tierras andaluzas, al tiempo que quiere ofrecer unas cla-ves interpretativas sobre las vicisitudes por las que atraves el movimiento obrero andaluz en el perodo comprendido entre 1958 y 1975. Andaluca, a diferencias de otras regiones espaolas en las que los trabajadores articularon tempranamente una respuesta tenaz y combativa, por medio de acciones individuales y colectivas, contra las condiciones laborales impuestas por la dictadura, tuvo que superar importantes limitantes estructurales de tipo econmico, social y poltico, que surgieron o se acentuaron tras el nal de la Guerra Civil, lo que dicult, e incluso retras, la recuperacin en las provincias andaluzas de la cultura de la protesta laboral y la constitucin de organizaciones dirigidas a la defensa de los intereses de las clases trabajadoras.

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