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| TOMAS ABRAHAM 1 LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA TOMÁS ABRAHAM

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    LA ENSEANZA DE LA FILOSOFA

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    LA ENSEANZA DE LA FILOSOFA I Cuando fui nombrado en el ao 1983 profesor adjunto de Psicologa Fenomenolgica en la Universidad del Salvador, saba que ser judo no era una identidad incolora ni inodora. El decano de doble apellido uno de los cuales con frecuencia tiene que ver con el nombre de una calle al serle presentado en su despacho me pregunt si era de origen judo, y le respond que no, que no era de origen sino que era judo sin ms, ni menos. El profesor titular s era de origen judo. Se haba convertido al catolicismo para ingresar a un seminario con el fin de ordenarse cura, y luego abandonarlo al decidir finalmente no ser ni catlico ni judo y casarse. Finalmente opt ser heideggeriano. La materia se mostraba as como un verdadero crisol de razas no del todo claras. El cuerpo docente tena a un convertido dos veces y a un inconvertible que se disponan a ofrecer al alumnado una materia de filosofa existencial distribuda segn capacidades y afinidades. Mientras el titular de la ctedra haba decidido abocarse a Heidegger y sus reflexiones sobre el ser a la mano, el ser y el tiempo, el ser en el mundo y el ser para la muerte, yo eleg otro camino. Di para leer mi texto favorito de Kierkegaard Temor y temblor que trata del sacrificio de Isaac por su padre Abraham, y el libro de Sartre: Reflexin sobre la cuestin juda. Lo hice porque me parecan dos escritos fantsticos, y porque me estimulaba el hecho de hacrselos leer a los jvenes en una institucin jesutica interesada por los orgenes. Primera leccin que extraigo de la enseanza de la filosofa: el contenido debe ser estimulante, y nada hay tan estimulante como un desafo. Y el peligro que provoca el desafo no es una seal tan slo romntica ni una invitacin a la muerte, sino un efecto de adrenalina cuando se bordea un territorio prohibido. Cuando algo se arriesga. Y este riesgo est dado por la barrera que levantan las autoridades, las convenciones, los prejuicios, el sistema de rechazos y adherencias tanto intrapsquicas como las que planean por las superficies ideolgicas. Un ao despus soy nombrado profesor titular a la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Psicologa para la materia `Introduccin a la Filosofa. Me vi en el apuro de conformar una ctedra compuesta por unos treinta docentes escalonados entre ayudantes y jerrquicos en el abreviado tiempo de un mes.

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    Mis relaciones con el mundo acadmico se acotaban a tres personas. Una que me haba acompaado en mi experiencia en El Salvador: un psiclogo lacaniano simptico y alegre que haba conocido en una institucin ad hoc; un nietzscheano-heideggeriano estudiante crnico de filosofa que se negaba a dar la ltima materia de la carrera en un gesto de rebelda contra la institucin. Lo haba conocido porque merodeaba por uno de los pocos cursillos que haba impartido durante el proceso militar. Se les sumaba por recomendacin de un novelista con el que me cruc en un caf, un seor ya mayor alejado de todo y todos formado con Witoldo Gombrowicz durante su estada en la Argentina. A dos de ellos los nombr asociado y adjunto respectivamente, y al tercero slo ayudante por su rechazo a los diplomas. Me faltaban unos treinta para completar el elenco una vez integrados el especialista en Lacan, el devoto de Nietzsche, y el seducido por Gombrowicz. Record que mi primera novia tena un amigo con estudios de filosofa interrumpidos, y lo llam. Vino con su mujer. Eran de izquierda, por lo tanto desconfiados. Tambin record que mi segunda mujer tena una amiga bailarina que conoca a una escritora que tena antecedentes con la filosofa. La llam. Era pcara e inteligente. Me puse en contacto con un amigo del psicoanalista lacaniano que durante aos haba frecuentado como se hizo habitual durante la dictadura crculos filosficos en los que se combinaba rock, macrobitica y Heidegger. Se me ocurri volver a las libreras que frecuentaba durante El Proceso para ver si todava estaban los vendedores con los que hablaba en incursiones vespertinas luego de mi trabajo comercial. Hablar con libreros fue mi escape cultural durante aos. Pasar una tarde en las libreras Norte, Fausto, Blatn, la Oficina del Libro Francs, Premier, y encontrarse con vendedores, lectores, y conversar sobre libros, fue aire libre en un mundo de censura, vigilancia, persecucin y tutela. Rescat a dos libreros de aquellos tiempos. Se haban recibido en las carreras de filosofa durante la poca de la filosofa nacional. Se haban formado en ctedras tradicionales que los especializaban en la llamada filosofa moderna, es decir Kant y Hegel, para coronarla con la brocha gorda de Heidegger. Uno de ellos era aficionado a Nietzsche. Se acercaron dos jvenes de la zona Oesde del gran Buenos Aires, de Morn, que combinaban el inters por Sartre con la cosmovisin precolombina. La confluencia del existencialismo y su angustia con la madretierra de los pueblos originarios, les permita ahondar en las profundidades de la subjetividad a la vez que ser parte de la comunidad de inocentes aborgenes.

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    Un seor muy compuesto que haba sido profesor del Nacional Buenos Aires y ayudanta en la facultad de Psicologa, se present con toda la formalidad requerida. Por lo general, quienes haban sido docentes durante la intervencin militar a la universidad, no hacan gala de sus antecedentes, limitndose a manifestar su compromiso docente con la ctedra a la que aspiraban. Una seora con un peinado batido renegrido y aire provocador, expres su entusiasmo por ser parte de un proyecto fascinante fuera cual fuere. Tambin haba sido parte del personal docente de aquellos aos. Y as llegaron uno por uno hasta conformar el plantel completo para iniciarse el 24 de abril de 1984 con la primera clase terica de Introduccin a la Filosofa de la Facultad de Psicologa. II Cit a la primera reunin en mi estudio de la calle Paran y les present mi programa. Se basaba en una aproximacin a la filosofa griega a partir de tres autores: Marcel Detinne, J.P. Vernant, y Giorgio Colli. Ninguno de los tres haba sido parte de la currcula de los all presentes. Por suerte los libros de su autora no eran voluminosos. Agregu un texto de Michel Foucault, La verdad y las formas jurdicas, un filsofo francs que nadie conoca, salvo los libreros que haban vendido Las palabras y las cosas a los pocos compradores interesados. Organic dos reuniones por semana para leer el texto de Foucault. Las ideas de poder y saber, de disciplina, de panptico, de examen, eran difciles de comprender para quienes haban sido educados en la historia de la filosofa que llegaba hasta Hegel y su espritu absoluto con la mayscula que le corresponda: la historia. Pero los huesos ms duros de roer eran los marxistas que miraban de soslayo, murmuraban entre s, dejaban caer por el costado de la boca alguna sonrisita, y nada decan ni cuestionaban para asegurarse un lugar en el futuro docente. Para mi sorpresa, y para asombros futuros, los peronistas haba un par miraban con simpata a Foucault, les pareca que tena una posicin interesante, casi una tercera posicin, equidistante del liberalismo como del marxismo. El resto tomaba nota. Mi primera clase terica en la facultad de psicologa de la UBA a las 19hs de un da martes de abril me tena al medioda en la nada de no saber qu decir. No aflojaba, mis nervios estaban de punta, volvera como profesor titular a la sala a la que haba ingresado como estudiante debutante antes de la `Noche de los Bastones Largos, buscaba agua en el desierto. De qu hablara? El programa presentado a las autoridades manifestaban ms una inquietud que un ndice temtico. Deca

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    literalmente que la filosofa no tena por qu ser un supositorio que se introduce sin vaselina. Y cuando volv a leer esa frase que no iba ms all de una sana intencin de buena voluntad, atrap la palabra introducir y no la solt. Me haban nombrado profesor titular de la materia Introduccin a la filosofa, y mi deber era introducirla con todas las de la ley. Un tema de penetracin, como leera ms tarde en los textos cuasipstumos de mi maestro francs. Y me pregunt: por qu querran las autoridades acadmicas que se introdujera a la filosofa en su facultad? Por qu no introducir otra materia, otra cosa, por ejemplo, introducir a la Teologa. Al mismo Padre, introducir al padre. Seguramente que los miembros activos de una facultad de psicologa podan reflexionar con la ayuda de Freud, y del mismsimo Lacan, sobre la necesidad de ese Nombre y medir las consecuencias de tal accin, la de introducir al Padre. Pero de ah venan mis dudas las autoridades no queran que la filosofa fuera la encargada de un proyecto as, porque la filosofa tiene que ver con la razn, con la libertad, con el Ser, con el discurso, con la argumentacin, con el Bien, con la Verdad, con el Podery as al infinito. La filosofa forma, educa, hace pensar, distraede qu? de una verdad de Perogrullo: que le pidan ser una Mam, una madre protectora del fro, una seora tibia que si bien haba dado muchos polluelos en la era clsica, haca rato que era un recordatorio, no slo del pasado, sino tambin de lo que est de moda. Estaba en un problema, es decir por el camino. Ya amaneca mi clase. A la filosofa la queran introducir en nombre de la paz y el amor, ms an, en nombre de la democracia. Y yo quera introducir al Padre, sin duda, una dificultad. III En ese mes inaugural de 1984, decir democracia era jurar por lo ms sagrado. Se ola democracia, un olor raro ya que con le repeticin de las palabras `dignidad y libertad, se conformaba la nueva burocracia de estado. De la que yo tambin ahora formaba parte. An desconoca por falta de experiencia en el tema, que parte de los deberes de todo burcrata es establecer pactos de fidelidad, reforzar vnculos de pertenencia y comprometerse en el sostn de los ocupantes del poder. Con la emergencia del alfonsinismo se iniciaba un tiempo de ilustracin nacional, de pluralismo, de tolerancia, de libre expresin, y de cenculos.

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    Sin embargo, para remitirnos a la historia de la filosofa, la divisin kantiana entre uso publico y uso privado de la razn no siempre es taxativa y fcil de implementar. En su conocido artculo periodstico Kant seala que las palabras en tiempos de Ilustracin deben circular sin ningn tipo de censura, pero que al interior de instituciones las normas establecidas para el funcionamiento de las mismas, exigen el respeto a las jerarquas y el cumplimiento de los roles establecidos que limitan la libertad de expresin. Distingua la expresin escrita en la prensa y el uso irrestricto de la palabra en los clubes polticos, de la labor institucional; haca una diferencia entre el hombre de letras y el funcionario. El problema comienza a complicarse con la emergencia de un fenmeno an desconocido en tiempos kantianos y recin implementado pocos aos despus: la burocracia de Estado, que Hegel s pens una vez instalado el centralismo napolenico. Y ese armado nacional y abarcativo iba a ser conducido y ocupado por demcratas, socialdemcratas, o gente simptica y creativa, que sumaran sus anhelos al proyecto nacional: la de convertirnos a los argentinos a la democracia, empresa redundante porque demcratas ya ramos todos, casi por necesidad y urgencia de olvidar antiguas ventajas y complicidades. Decid entonces deconstruir este mito, es decir desmontarlo y rehacer sus piezas hasta que perdiera su placebo discursivo para mostrar lo que es: el resultado de una guerra y no de una conversin. IV Por otra parte, no haba que buscar las guerras siempre afuera, en batallas entre milicias y ejrcitos, sino en la misma sintaxis discursiva y en la escena por la que circulan los sujetos de la enunciacin, los actores del espacio ateniense tanto del gora como del teatro y de los orculos la guerra tambin estaba ah, en el orden del discurso. La filosofa nace con la disputa .Por eso podamos estudiar aquello que se discuta en Atenas, y lo que se vena discutiendo ms cerca en el espacio y en el tiempo. Ahora que la palabra estaba libre, que los militares ya no vigilaban, censuraban, prohiban, amenazaban, perseguan, y hasta mataban, ante ciertas palabras, ahora que podamos decir lo que quisiramos, qu decir?

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    Dije Marx, no lo pens, pero comprend a los peronistas proscriptos cuando les prohiban silbar la marcha y mucho menos nombrar al tirano prfugo, entend las ganas que ciment en millones de gritar Pern con todo y para siempre. Yo dije Marx, me pareca que sintetizaba lo impronunciable de esos aos. Y repet el apellido tres veces, para sealar que no se trataba de pensar sino de hablar. La filosofa deba introducirse para que comenzramos a hablar. Hablar, y trabajar. Sub al estrado del aula magna de la facultad colmada con gente en pasillos y sobre marcos de ventana, y me dieron un micrfono. Sub con mis maestros, los invit a todos. A Louis Althusser para decir que la filosofa no era una, que no hay un pensamiento filosfico, sino que era mltiple, y singular. Era mejor hablar de prctica filosfica. De Vernant hice uso de su programa de investigacin en la disciplina que denominaba Antropologa de la Grecia arcaica, en el que la filosofa es una de las manifestaciones de una experiencia cultural que tiene el nombre de Polis. Es la organizacin social que se constituye de acuerdo a un diagrama de pensamiento comn. La idea de centro, de equidistancia, medida, armona, circulacin, la esfera exotrica o pblica, las nuevas formas de la memoria y el concepto de ley, las reformas demogrficas, circunscriben a un arte de la palabra del que es parte la filosofa. El libro de Marcel Detinne Los maestros de la verdad en la Grecia Arcaica, recorre los diferentes usos de una entelequia nada evidente como la de Verdad. Desde la palabra de la Justicia ordlica, a la accin de Musas que actan como fuerzas exteriores, determinan que el valor de verdad sea puesto en funcionamiento por procedimientos agonsticos, mnsicos, de persuasin y de seduccin. El texto de Colli El nacimiento de la filosofa nos da una imagen nada apolnea del dios de la sabidura: Apolo. De inspiracin nietzscheana, el fillogo y erudito italiano, articula el conocimiento con la crueldad, y resalta el aspecto agonstico de la sabidura. El paso del orculo y sus adivinanzas, a la palabra enigmtica de los maestros de la sabidura, concluye con una dialctica que gradualmente abandona la oralidad y se plasma en el escrito. La versin melanclica de Colli que se identifica con la supuesta decepcin de Platn sobre los lmites de la escritura y la incolmable distancia que se produce entre el filsofo y el sabio, va ms all de la nostalgia, es una tesis sobre la funcin literaria y escritural de la filosofa.

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    La conferencia de Foucault sobre el Edipo Rey, me permita entrar de lleno en el arte interpretativo del filsofo francs, en un tema familiar y por todos conocido de acuerdo a la lectura tradicional del psicoanlisis. Este texto de Foucault era el nico que poda ponerse a disposicin de los alumnos por la decena de ejemplares que la editorial Gedisa an conservaba de La verdad y las formas jurdicas. Se multiplicaron como panes aquellos ejemplares gracias a los centros de estudiantes sbitamente enriquecidos. Era imposible conseguir El orden del discurso que hubiera completado la lectura de la tragedia de Sfocles. La idea de que el poder no se circunscribe a la lucha social y su resonancia en la dominacin ideolgica, sino que en el mismo texto hay una historia de las formas de poder en Grecia, y que stas tienen que ver con los modos de produccin de la verdad, desplazaba ciertas evidencias del campo de la poltica y de la teora hacia una nueva forma de anlisis. Las miradas del esclavo, de los reyes y de los dioses, se componan en una tragedia leda desde el punto de vista de una genealoga del poder y no del inconciente, de un Edipo Tirano y no Hijo. V Mi antiguo dolo Sartre me fue til para incursionar en la discusin de aquellos das entre intelectuales nacionales que se arrojaban acusaciones disfrazadas de argumentos, sobre la posicin que haban tenido durante la dictadura. Una diatriba entre los que se fueron y los que se quedaron. Pero ms me interesaba que esa discusin pendenciera por la imagen correcta de gente siempre fiel a sus principios, la nueva mitologa que se instalaba en nuestro pas sobre la victimizacin de una sociedad cuya vocacin democrtica haba sido aplastada por el gobierno militar. Ese afn por pintar el espejo con colores brillantes para que no reflejara la cara del modelo, el apuro por declararse pluralista, tolerante, y denunciar a un poder como si hubiera sido una majestad trascendente ajena a la poblacin argentina, me dispuso a seleccionar textos de autores de una poca y de un lugar que haba estudiado varios aos: la Francia de la ocupacin. Agregu al programa artculos de Sartre sobre lo que llam La repblica del silencio, y las discusiones que haba tenido con Maurice Merleau Ponty sobre lo que cada uno de ellos consideraba colaborador. Abra as un tipo de discusin que me interesaba mantener desde otro lugar, ya que por no haberme ido del pas, no por eso me haba enclaustrado en una clepsidra ignorando el funcionamiento de la sociedad argentina desde el 73 al 84,

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    esos once aos que viv todos los das en medios variados que no se restringan lejos de ello a protagonistas culturales. Finalmente, me daba un lujo personal con el texto de Kierkegaard Temor y temblor, porque la idea de que la fe es un salto al vaco, y que la creencia no reside en creer en algo sino en nada y en nadie salvo en el acto mismo de decidir la fe, me pareca sencillamente genial, y la base del atesmo religioso contemporneo, o, para decirlo de otro modo: la metafsica existencial. Esto respecto del programa que delataba el aspecto supositorio de la enseanza tradicional de la filosofa universitaria, con el deseo de que fluyera con vitalidad. VI Esto respecto del programa que delataba el aspecto supositorio de la enseanza tradicional de la filosofa universitaria, con el deseo de que fluyera con vitalidad. En lo que concierne a su aplicacin, tena un mtodo de aprendizaje. Para ensear haba que aprender, y para aprender, estudiar. No es fcil el estudio de la filosofa. Es un camino por etapas. Recuerdo como recuerdos tantas cosas de ese profesor y filsofo ejemplar y trgico el mandato de Althusser de la doble lectura: la lineal y la sintomal. Una idea tan sugerente como misteriosa. Por un lado leer los textos de corrido, y por el otro leer no palabras sino conceptos. Qu es un concepto? Que me perdone mi compositor preferido, el msico de los filsofos de hoy como lo fue Nietzsche de los de ayer, me refiero a Deleuze, pero cuando habla de conceptos no lo entiendo. Seguramente por falta de estudio y de paciencia. Cada vez que dice plano de inmanencia, diagrama o concepto, siento una falta y una incompletud en mi formacin. Por algo mis dos fracasos escolares en la secundaria fueron en dibujo y en geometra. Padezco un problema en la comprensin de la composicin de las formas. Nunca comprender el teorema de Pitgoras ni dibujar nada que no sea una recta, y an eso, mal. Deleuze se me hace oscuro cuando traslada al lenguaje el diseo de los espacios y de las cosas. Por eso me hartaba su libro sobre el cine, esa meticulosa descripcin de planos y encuadres sin figuras a la vista. Vuelvo a Althusser, mucho ms cercano a mi cultura grfica sostenida por el alfabeto y no por la lnea, quien se apoya en el psicoanlisis.

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    La lectura que hace de Marx y la ruptura que encuentra en su obra respecto de la economa poltica inglesa, se basa en una palabra: fuerza. La diferencia entre el concepto de trabajo y el concepto de fuerza de trabajo traza una lnea de demarcacin entre la funcin ideolgica de una disciplina y la revolucin cientfica de una teora. Ms all del modelo terico althusseriano de la particin binaria entre ciencia e ideologa, me interesa esta idea de concepto. Fuerza de trabajo es un concepto, y un concepto es algo ms que una definicin. Es un sistema de relaciones. Tiene que ver con la idea de valor, de tiempo, de formacin de capital, de distribucin de lo producido, de apropiacin del producto, de relaciones entre productores, de la metamorfosis de la cosa en mercanca, de formas de percepcin de los agentes sobre su actividad. Eso es un concepto, una apertura a un sistema de relaciones. Y la filosofa? Para Althusser es la operacin de demarcacin y la lectura de las ausencias como sntomas: en este caso la ausencia es la de la palabra fuerza. Hablo de Althusser al referirme a las formas de estudio de la filosofa, o sea, a los modos de lectura de los textos filosficos. VII No tena ningn mtodo sino tan slo mi experiencia de autodidacta. Propuse que nos reuniramos para estudiar, lo que no significaba leer juntos, tarea escolar lenta y torpe, sino distribuir temas y que cada uno los expusiera para luego discutirlos en grupo. Por ahora, nada nuevo bajo el sol acadmico, pero en lo que s insista era en un aspecto para mi insoslayable. No tena sentido contar lo ledo ya que se supona que todos habamos ledo lo mismo, sino de decir lo que cada uno de nosotros pensaba sobre la lectura efectuada. Decir lo que se piensa no es fcil, ms an cuando todo el esfuerzo escolar se basa en repetir y resumir lo que piensa otro. Esta vez la exigencia era mayor por ser doble. Se trataba de presentar el texto y detenerse en su potencia semntica, en su poder de interpelacin. Estas frases pretenden no ser tan slo pedantes sino operativas, prcticas. Rescato para eso a dos pensadores que han inventado dos trminos muy tiles. Uno es nuevamente Althusser, y el otro Paul Veyne.

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    Fue Althusser quien habl de interpelacin. Desde mi punto de vista, interpelar es circunscribir y puntualizar aquello que llama la atencin, que fija un punto de inters, que apela a nuestro entendimiento y provoca una interrogacin. Si no lo hace, si las palabras pasan como aguas opacas bajo un puente, si tan slo produce tecnicismos ruidosos por la friccin de lxicos elevados, no pasa nada. No nos interesa, lo dejamos, no nos sirve. Lo que no quiere decir que todo esfuerzo sea vano, sino que puede no valer la pena. Y es bueno detenerse en eso ya que hay un hbito propio del negocio de la enseanza que habilita a dueos de la interpretacin revolear durante aos textos plenos de un sentido oculto que slo descifran los iniciados en la glosolalia correspondiente. El lacanismo fue lder en el tema, como en otra poca lo fueron los arrebatados por los giros heideggerianos y ms tarde por el puntillismo de la filosofa analtica. Quera que los docentes de la ctedra no se sintieran en falta, que penetraran al padre, que dispararan contra el superyo en jefe y su poltica de la servidumbre voluntaria. Esta idea de que el trabajo nos hace libres es una consigna siniestra desde que los nazis la confiscaron y la instalaron en el frontispicio de Auschwitz, pero borrando su legitimacin asesina y volcndola hacia el lado de la vida, cre que no haba mejor camino de estudio que un trabajo de lectura desde una posicin interpretativa. Esta posicin es la que resulta una vez que la palabra de otro nos interpela. La escuchamos y respondemos. Decidimos desde un Yo lector. El Otro que habla se hace Yo que analiza y responde. Por otro lado Veyne que dijo que lo destacable cuando se est en disposicin de leer a un autor, no es si se est o no de acuerdo con l, sino si es o no es interesante, si nos es interesante. Ese `inters no se define. Se mide por su potencia, por los efectos que produce en el pensamiento, por las imgenes e ideas que suscita, los obstculos, las resistencias y los dilemas que encontramos en nuestra tarea filosfica. El inters emerge cuando se presenta algo inesperado, en el momento en que la invencin y la construccin de una idea cambia el panorama de lo que ya sabemos. Deleuze en su esquizoanlisis nos habla del deseo pero a la vez lo hace de los caminos del pensamiento, de lo que llama imgenes del pensar. Conexin, disyuncin, obturaciones, encuentros, las mquinas productivas, las inscripciones

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    y los registros, tienen la finalidad de desmantelar la imposicin binaria originada en la moral y en los aparatos de censura. No resulta entonces extrao que el trabajo filosfico tenga que ver con el deseo, no con el querer o con la voluntad, sino con el aspecto rizomtico y las lneas de fuga que borran el crculo de tiza que exige cumplir con el mandato teleolgico: repetir el origen y recordar el fin. VIII Mi trabajo para la formacin docente apelaba a la subjetividad del profesor basada en el trabajo y en la conexin con los pensamientos propios que se generaban. Era algo bien concreto. Se aplicaba en las reuniones en las que a una disertacin le seguan las discusiones. Es muy posible que en la disputa se juegue algo ms que la bsqueda de la verdad. Es una prueba de fuerzas, la adrenalina desencadenada por el desafo, la voluntad de poder, la fecundidad, el goce por estar en un umbral, en un lmite inquietante sin saber el prximo paso. Quera trasladar los modos en que se genera una escritura a la actividad filosfica, materializar la frase de Deleuze: se escribe sobre lo que no se sabe. De esa manera el profesor no le trasmite al alumno lo que puede leer en el libro, sino su propia manera de estudiar, de buscar, perderse y volver al camino, de insistir, de saber esperar, de investigar. De darle forma a su no saber. No es una irona afirmar que para decir lo que se piensa hay que pensar. No se trata de pensar antes, no se trata de un libreto escrito en nuestra mente que hay que leer en voz alta. Se piensa mientras se habla como se piensa cuando se escribe. La divisin atomstica del tiempo no nos sirve para entender que no nos referimos a la simultaneidad sino a una inmanencia. Hay un momento de registro y otro de conexin, pero la conexin no est limitada por el paso previo. La conexin al ser rizomtica abre surcos y recorre senderos insospechados. Uno de los bienes heredados por la tradicin filosfica que ms que bienes son males, es el de la distincin platnica entre doxa y episteme. La degradacin de la opinin como fuente de engao, efecto de las apariencias, recurso caprichoso y arbitrario de un sujeto, ha modelado el saber sobre una matriz cognitiva esencialista, universal y objetiva. De ella deriva el valor de verdad. Sin embargo, la filosofa no produce conocimientos como la ciencia, no hace bisagra con el mundo de la tcnica, no hace ms ni menos que expresar puntos de vista. El criterio de validez de las mismas que tanto inquieta a la burocracia

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    universitaria y a los espritus teolgicos, se mide en la contienda pblica y su mentado valor depende del inters que despierta. Esto no es marketing sino sensatez sobre los lmites de un saber conjetural que ya desde tiempos del mismo Platn se distingua del saber trascendente al aplicarse a artes como la navegacin, la medicina o el gobierno, diferentes de la geometra o la astronoma. La llamaba la recta opinin, intermedio entre la doxa y la episteme. Saber riguroso, s, pero anexacto, como sostena Husserl. Nosotros en nuestras reuniones de estudio debamos opinar, lo que no quiere decir comenzar una intervencin con un a mi me parece, y mucho menos: yo siento que, y ni hablar de un yo siento de que. Lo que damos no es un parecer ni un sentir sino un punto de vista. Y en lugar de perifrasear el lenguaje del autor, enumerar consignas y aires eruditos para mostrar que hemos asimilado el salvoconducto lingstico por el que nos graduamos en ontologa, psicoanlisis o semitica, dar una opinin es digerir la palabra de otro, su estilo propio, pasarlo por nuestro estmago y contarlo. Dar una opinin es contar lo que pensamos del pensamiento de otro. Y cuando empleo la palabra contar, evoco el gnero del cuento como el ms afn a la filosofa en su trasmisin oral y escrita. Lo practic Nietzsche, lo hizo Montaigne, hasta el mismo Foucault nos cuenta en sus cursos el estado en que se encuentra de acuerdo a sus lecturas. El hecho de buscar nuestras palabras y contarlas, nos obliga a entender lo que leemos, ya que de haber sido hecho prisioneros del vocabulario de Hegel, Marx, Habermas, o de quien fuere, en la forma del resumen de lectura o en la repeticin textual, nos fuerza a adaptarnos a la tarea infinita de dar cuenta de la obra completa de siglos pasados, a la tarea infinita de la exhaustividad bibliogrfica, o al hallazgo novedoso de un documento ignorado. Esta tarea siempre renovada del especialista, a pesar de sus aportes, no es ms que el pretexto y la demora de no haber podido apropiarse del pensamiento de otro y pasarlo por el tamiz del nuestro para contarlo. El cuento es la tierra del filsofo. IX El trabajo filosfico debe huir de dos frecuentes ofertas de banalizacin. Una es el caf filosfico, el otro es el grupo de estudio. Reunirse para hablar del amor o de la amistad, o de la alteridad y el semejante, de la verdad y la fidelidad, decir lo que

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    uno piensa, no est ni bien ni mal, pero nada tiene que ver con la prctica filosfica. Filosofar es trabajar textos e interrogarlos, no es compartir pensamientos. No es estar juntos. No somos poseedores de un alma que encierra ideas. Nuestra metempsicosis est domesticada por el mercado de opiniones y sus voceros. No se hace filosofa si no se trabaja sobre un texto. De no haberse escrito, la filosofa no existira. El libro es el ancla de la filosofa, es la que nos permite volar sin ser por eso barriletes. Reunirse para hablar y decir lo que se nos viene a la mente, es deprimente. Mejor ir a un solos y solas. Lo nico divertido y estimulante es estudiar. Estar solo con un libro, seguirlo en silencio, subrayar las palabras que destacamos, crear nuestro estilo de lector, y luego, s, si queremos, juntarnos con otros solitarios que hacen la misma tarea para confrontar posiciones. Si el cuento es la tierra del filsofo, lo decimos desde el punto de vista formal. El cuento es breve, econmico, y no tiene final aunque termine. No cierra, o, si se quiere, cuanto menos cierre y sin preaviso corte el relato, ms logrado est. El cuento huye de la fbula y de la alegora. El estilo caf filosfico fabula a la filosofa, la hace moralina, sano consejo de vida, actividad pastoral. El grupo de estudio es una actividad perversa. Simula una actividad y se vuelve una prctica fantasmal. Se le paga a un coordinador para que se tome el trabajo de lectura y nos permita continuar con la sana costumbre de no estudiar. Rodeamos al sujeto supuesto saber, nos acercamos para beber sus secreciones eruditas. Lo vampirizamos. Queremos todo de l. Le exigimos que nos seduzca. Ambas prcticas, la del caf o la del vino filosfico como la del grupo de estudio parten de la resignacin o del temor al saber. Por eso son demaggicas. Pretenden llegar a la meta sin recorrer el camino, pensar sin trabajar. La diferencia entre ambas, que no modifica el efecto comn que las agrupa, es que los recintos bolicheros invocan una cierta nostalgia y un calorcito de hogar, su lado maternal. Como si la filosofa fuera una madre ya no del saber sino de la soledad mal padecida. El ambiente tiene olor a nata, a lactancia. El grupo de estudio, en especial su prototipo lacaniano, aspira a consagrar al debutante en descifrador de los mensajes del maestro, en futuro poseedor de su propio grupo de estudio para otros que tampoco quieran estudiar. Es la antifilosofa en el sentido de la consentida disposicin de dejarse introducir por el padre. Lo llaman Nombre. Por supuesto que abundarn quienes replicarn estas severas afirmaciones con excepciones y relatos que confirman que grupos de estudio y cafs de filosofa, los

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    han despertado del sueo dogmtico, que han sido verdaderos caminos de Damasco en sus vidas, y que se han hecho de amigos y amigas. La excepcin por todos conocida es la de la llamada universidad de las catacumbas constituda en refugio acadmico en tiempos de dictadura. Fue una salida y resistencia a la tutela militar durante las dictaduras de Ongana y de Videla. Por otra parte es comprensible que haya quienes encuentran en grupos de estudio un ambiente sin exigencias mayores del que extraen lo que les conviene sin compromisos de rendimiento. De todo hay en la via del Seor. X Propongo coger la azada y proclamar: di tu palabra y rmpete!, Tened el coraje de pensar!, condensaciones de un ejercicio que no tiende a la acumulacin de informacin, ni a la pretensin de entender el mundo. Elegir el pensamiento, elegir la filosofa, implica muchas cosas. Un afn de discutir, de decir que No, de levantarse gracias a los obstculos, de crear una forma. El pintor crea formas en el lienzo, todos los artistas lo hacen, y el filsofo tambin. Cul es la necesidad de crear una forma? Para qu se hace? Sin forma hay nada, un agujero, un remolino centrpeto que nos chupa en el aburrimiento, en el vaco sin sonido de la repeticin y en la angustia. Crear una forma no es llenar, sino dar forma al vaco, que ya no es un sin borde sino la traza de un lmite, un acto de multiplicacin, de fecundidad, de sublimacin. Prometeico. John Cassavettes, otro de los artistas pensadores que hay que seguir como no hay que perderse nada de las palabras de Daniel Baremboin, Glenn Gould, Billie Holliday o Fernando Fader, dice que hacer cine para l no derivaba de la presencia de una musa sino de su apremiante necesidad de expresarse. Hacer filosofa para expresarse, con la misma necesidad que nace con otras vocaciones. No se elije la prctica filosfica sin que est motivada por una pulsin especfica. Nada de solemne ni de extremadamente serio tiene que haber en esa eleccin. Puede ser un deseo heroico de ser como alguien, como Sartre, por ejemplo. O el fruto de un libro que nos ha encandilado, una frase de Nietzsche, un dilogo de Platn. Querer saber no descifra el deseo de filosofa. Develar secretos o misterios, buscar la verdad con maysculas, ninguna de las motivaciones tradicionales del despertar

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    filosfico se acercan a la iniciacin filosfica, al menos desde el punto de vista aqu desplegado. Se trata de una necesidad de expresin que busca en la palabra una liberacin, una victoria, una expansin, una presencia, un placer. Y este placer no es el de la fantasa, pero s de una imaginacin creadora. Imaginacin y fantasa no son lo mismo, como tampoco lo es una novela y una filosofa. En ambos casos se inventa, pero la invencin filosfica genera un cuerpo de lenguaje hbrido, compuesto por varios cdigos. Si bien es cierto que en otras pocas la filosofa se reconoca por su lxico, por sus matrices platnico-aristotlicas, o por la lengua cartesiana, y luego por los modismos del idealismo alemn, hasta el programa del positivismo lgico, hoy la filosofa no se reconoce por un lenguaje. Sus juegos de lenguaje son diversos. Por eso cuando Foucault dice que no sabe si la filosofa existe pero que puede afirmar que hay filsofos, se refiere al nuevo modismo por el cual cada filsofo ya no hace escuela ni pertenece a una de ellas. Es un habla singular que se hace filosfica por la forma en que cada filsofo piensa los pensamientos de otros, y porque inserta el no saber en las autoridades que lo implementan, interroga a los investidos por el poder, y produce increencias. XI Escribimos en la era del nihilismo, la del cuestionamiento de los valores, nuestra era, la anticipada por Nietzsche, la de la muerte de dios y la de la proliferacin de las sectas, y el fin de la Iglesia. Dos palabras se acercan a estos tiempos: aburrimiento y entusiasmo. Son estados subrayados por maestros de filosofa como Kant y Schopenhauer. Creo que entusiasmo y aburrimiento son temas de mayor inters para el pensamiento filosfico que el del bien y el mal, o el de la libertad y la necesidad, el de comrselos a los animales o enamorarse de ellos, o el del cerebro y la mente. Para Spinoza el entusiasmo es una manifestacin de la alegra, y la alegra es una expansin de nuestro ser. Es el allegro musical de la tica con sus ciento cincuenta negras por minuto. Para Kant el entusiasmo tiene que ver con el Bien, con una idea del bien, el entusiasmo por una idea. Al menos como lo comprende el talentoso Franois Lyotard, que combina este entusiasmo con una idea con un placer esttico emparentado con lo sublime. Esta idea de entusiasmo que Kant rescata de la percepcin que tienen los pueblos ante el espectculo de la revolucin francesa, tal como lo describe Lyotard, no est

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    lejos de aquella espiritualidad que crea descubrir Foucault en el movimiento de masas iran durante la revolucin islmica de Khomeini. El aburrimiento es el deseo de deseo, es el dolor por la falta del deseo, y es una vivencia singular del tiempo en estado bruto. Es el paso del tiempo, cada pisada del dios Cronos resuena en nuestros odos como el tic tac de un reloj y el comps monnoto de un metrnomo. Un adagio indefinido que tanto los personajes de Becket como lo de Moravia y Gombrowicz han sabido retratar con sus cincuenta y cuatro negras por minuto. Vuelvo a la enseanza de la filosofa, a mis primeros intentos de conformar una ctedra de filosofa a mediados de los aos ochenta. La mencin de que la filosofa no deba ser introducida como un supositorio era una referencia al aburrimiento, y el darle vitalidad, a la trasmisin de un entusiasmo y del allegro filosfico. Quera compartir el estudio riguroso en un ambiente de banquete, de vodka, whisky, maconia. Lejos del puritanismo y de los pudores de las secretaras acadmicas. No era motivo de ningn pundonor alterado ni de escndalo. Basta leer a Platn y El banquete para presenciar la escena en la que naci la filosofa. Para los que aceptan que los pintores tomen ajenjo y los poetas padezcan cirrosis, artistas dignos de apasionamientos de sus respectivas audiencias, as como se disfrutan las vivencias de antroplogos con sus peyotes y ayahuascas, deberan aceptar que la filosofa no es incompatible con el estado high como dicen los yanquis, ni con formas extticas. Giorgio Colli destaca que hay locuras, hybris, que son saludables de acuerdo a lo que escribe el severo Platn. La visita de Eros nos es favorable, sin eros no hay Sophia, sin eros no hay Aletheia, sin eros no hay bios. Se me ocurre recordar a Michel de Certeau, el jesuita lacaniano que se dedic a recuperar. XII Estudio y alegra. No olvidar el instante aunque no sea ms que mtico del da en que elegimos un camino, una novela familiar que nos retrotrae al momento inaugural de la decisin que hizo que comenzramos la carrera de filosofa; mi insistencia en no perder el sabor de aquel acto era el eje de la enseanza de la filosofa y de nuestra formacin. A esto le sumaba otra condicin para constituir el colectivo filosfico: la tensin y la diversidad. Unas cuarenta personas en un crisol de ideologas, creencias, trayectorias, formas de vida, modos de expresin. Un aquelarre docente.

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    Parte de la alegra filosfica era esta diversidad multicolor. As como el caf filosfico o el grupo de estudio son simuladores de prctica filosfica, efectos nefastos an mayores lo constituyen los conjuntos de afinidades ideolgicas. No hay mayor esterilizador mental que las semejanzas ideolgicas. Los sujetos que se renen para reforzar creencias, para inflar utopas, para congraciarse en el reconocimiento, no slo secan el cerebro, sino que tambin son fabricantes de odios. Necesitan de la exclusin, viven de chivos emisarios, buscan vctimas para justificar su rencor, parasitan recuerdos, levantan dolos, repiten consignas, son de lo peor en cuanto a todo proyecto filosfico vital. Son adormecedores de pensamiento y cazadores de brujas. Odian la risa. El sentido del humor nada tiene que ver con la diversin sino con la inteligencia, y la inteligencia es indisociable de la curiosidad, y la curiosidad no slo tiene que ver con la atraccin por lo desconocido, sino por la necesidad de desconocerse. En el colectivo de filosofa que se reuna en la dcada del ochenta para estudiar y dictar clases en la Facultad de Psicologa, en la Facultad de Arquitectura, en el CBC, en la materia Introduccin al Pensamiento Cientfico, en los cursos y seminarios del Colegio Argentino de Filosofa, haba un clima de fiesta. Nos divertamos. Dos veces por ao, al menos, hacamos una megafiesta al comps de la mejor msica popular, teniendo como himno Timidez de Emanuel Ortega. Tuvimos elogios apreciados por nuestro nivel discogrfico de Federico Moura, solista de Virus el grupo musical pop ms talentoso de la poca- . Cada lunes despus de la reunin de ctedra, irrumpamos como un maln de al menos veinte comensales, a comer a Cuchillo y Tenedor, de la calle Montevideo entre Corrientes y Sarmiento. Este clima aceitaba el desparpajo con el que acometamos nuestras reuniones en las que discutamos con volumen creciente los libros de Foucault, Deleuze, Detinne, Colli, a los sofistas atenienses, la retrica segn Perelman, las ideas de verdad, poder y simulacro, etc. Fue la poca en que profesor de filosofa en la crcel de Devoto, incorpor las monografas de los presos a nuestra bibliografa en medio de reacciones negativas de algunos que nada queran saber con esas avanzadas alfonsinistas. Comparbamos la defensa en el juicio a los comandantes del Almirante Massera con las posiciones de Protgoras y de Nietzsche respecto de las relaciones entre victoria y verdad, y mantenamos la tensin entre nosotros.

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    No compartamos ideologas ni posiciones polticas, pero la fecundidad y la intensidad del espacio que construamos barra con todo tipo de mecanismos de defensa y de mezquindades doctrinarias. Ms la picaresca increble de varios de nosotros. Creo que eso es lo que se llama talento. Lo derrochaban Alejandro Rssovich con su Gombrowicz, del que fue amigo y discpulo. Gustavo Mallea con Nietzsche y Heidegger. Edgardo Chibn con sus conocimientos de la esttica en Deleuze y Foucault. Alicia Pez y su rigor en los anlisis de filosofa del lenguaje. Hebe Uhart y sus intervenciones breves y audaces inspiradas en el estilo de Hume. Carlos Correas y su formacin dark a partir de Kierkegaard, Kafka, Sartre, Roberto Arlt. Y cada uno ocupaba el espacio que quera para expresar sus opiniones y preferencias filosficas, de Ricardo Foster a Enrique Mar, Oscar Tern. Horacio Gonzlez, Jorge Telerman, Samuel Cabanchik, Miguel Wiaski, Nstor Perlongher y muchos otros no tan publicitados que participaron de un espacio exigente y celebratorio a la vez. El joven Christian Ferrer asomaba con su impronta anarquista y Zaffaroni, Moreno Ocampo, Savater, Laiseca, eran algunos de los que venan a discutir con nosotros. XIII Me permito esos recuerdos que son parte de la enseanza de la filosofa impartida del nico modo en que la vea productiva y merecedora de nuestras energas intelectuales. Si mis imgenes de la secundaria ni siquiera reciben la piedad sepia que el tiempo regala gratuitamente, si esos pocos das del mayo 68 en Pars fueron bien movidos y curiosos, nada se compara con el mpetu de una universidad que recin rompa los candados de la dictadura, y a la que ingres como si hubiera sido una bestia atada durante aos que le sueltan la soga y arremete hasta el ltimo aliento. Muchos de mis colegas se rean con aire sobrador cuando ante citas y referencias de la historia de la filosofa, yo deca con soltura y buen humor que no saban de qu hablaban. No era del todo un snobismo sorboniano pedante, sino una confesin de partes. Jams haba estudiado la historia de la filosofa de Platn a Heidegger. Yo haba estudiado Sartre, Althusser, Foucault y Deleuze. Adems de Gombrowicz. Y ellos me haban enseando en pocos cursos y muchos libros a entender a la filosofa. Fueron ellos que me presentaron a Platn, Sneca, san Agustn, Descartes, Spinoza, Hume, Russeau, Kant, Hegel, Marx y Nietzsche. A estos clsicos los haba ledo a travs de ellos, con el complemento de los autores que me presentaban en sus libros por los que conoc a Vernant, Veyne, Peter Brown o Philippe Aris.

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    No tena cultura universitaria, no haba hecho las ramas de la filosofa, ni tica, ni metafsica, ni lgica no hablar; los nicos que me ensearon algo de historia de la filosofa haban sido Chatlet, Macherey y Badiou, y en mnimas dosis. Pero tena mi modo, mi tono, mis palabras, que fui recogiendo durante quince aos de encuentros y extravos. Por eso vuelvo a la enseanza. Pensar es buscar un obstculo. No se lo encuentra sino se lo busca. No es slo una dificultad o un malestar sino una gradual construccin. Dar un ejemplo actual. En estos momentos y hace ya un tiempo, me interesa un problema. Lo llamo problema porque segn los eruditos es una palabra griega. Signfica obstculo, o, roca, la que los navegantes griegos deban rodear para acercarse a puertos seguros. Por eso, adems, la materia inaugural del CBC se llamaba Problemas Filosficos, dejando de lado todos los apelativos referidos a las Introducciones. Mi problema filosfico en estos das tiene que ver con la entidad Occidente. Existe la civilizacin occidental? Qu caractersticas tiene? Puede convertirse en un problema filosfico? Quines son los que se ocupan del tema y cmo? Antecedentes de esta inquietud. La presencia China en el mundo. El desplazamiento del eje del poder hacia el Oriente. La revolucin capitalista china que lidera el proceso de globalizacin. El estancamiento poltico y econmico de la Unin Europea. La crisis de la democracia representativa y de los valores ilustrados que la sostenan. La sorpresa de un presidente negro en los EE.UU, y la nueva clientela latina en este pas. Su mestizaje. Por primera vez en cinco siglos de la historia del capitalismo, la raza blanca est en retroceso despus de haber colonizado Asia, Amrica latina, frica y Oceana. La presencia asitica remite a otras tradiciones. Pensadores de esta orilla ponen en crisis evidencias muy antiguas. Eugenio Tras, lector devoto de Nietzsche, se pregunta por qu los griegos han sido considerados el fundamento de nuestra civilizacin. Pretende cuestionar esta evidencia. La remite a una imposicin del idealismo alemn que ha sellado con lacre un cmulo de preguntas que hay que volver a plantear. Se inclina por la espiritualidad islmica y la cultura suf, por el lenguaje de los smbolos. Filsofos formados en las instituciones ms prestigiosas, de cuna marxista althusseriana, rigurosos en el orden de los conceptos, han virado su enfoque hacia espiritualismos religiosos. Christian Jambet recupera las enseanzas de Henry Corbin sobre la imaginacin creadora. Benny Lvy, maosta confidente de Sartre, y

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    tambin formado en las ms duras de las epistemologas de los setenta, se instala en Jerusalem, y se especializa va Levinas, en la cultura rabnica. Franois Julien, otro egresado de la cole Normale Suprieure, es hoy uno de los sinlogos ms reconocidos en lengua francesa. Lleva a cabo estudios comparativos sobre la filosofa griega y la sabidura china. Leo que en los cursos de Foucault desde fines de los setenta, la reiteracin de la palabra Occidente, y me pregunto, si encuentra en el cristianismo un rasgo que distinga esa rea civilizatoria. En Peter Sloterdijk encontrar textos en los que el filsofo alemn incorpora a sus centros de inters temas de la filosofa hind como las enseanzas de Osho. XIV Son muchas las preguntas que me hago sobre lo que se me ocurre llamar la diferencia occidental,o la diferencia griega, o la diferencia europea. Y ciertas ideas murmuran bajito, son las fuentes inspiradoras de una posicin de base que motivan este inters. No intento iniciarme en la sabidura china o en la mitologa hind, proyectos como esos como el de recuperar tiempo perdido y estudiar alemn, ya me son inabordables, ni hablar de aprender griego antiguo. Lo que s me interesa es el modo en que filsofos occidentales interpretan ese Oriente misterioso que con el tiempo renueva sus caras. Montesquieu o Schopenhauer son antecedentes a la labor actual desde Las cartas persanas del primero a las elucubraciones sobre el Nirvana del segundo. Tampoco descarto la invectiva contra el nihilismo pasivo y aletargado que Nietzsche lleva a cabo en su El antiCristo. Este murmullo me dice que cada vez que el pensamiento filosfico diagrama un espacio interpretativo infinito se renueva. La filosofa al contrario de las ciencias y de las artes no slo se nutre de sus hallazgos sino tambin de sus imposibilidades. Cada vez que se propone un objeto encuentra una nube. Y esa vaporosidad la fortalece. La filosofa es un sistema de signos de puntuacin. Entre los principales encontramos el punto de admiracin o exclamacin, el de interrogacin y los puntos suspensivos. No hay punto y aparte. A veces abundan signos ortogrficos que son un simil de los de puntuacin como los parntesis que acaban, por lo

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    general, con la paciencia del lector. Los rodeos y las repeticiones pueden ser excesivas. El obstculo se construye de a poco a partir de una inquietud que nos interpela pero que est cubierta por las brumas. Hay algo que nos interesa pero cuyos nombres van y vienen. Es una inquietud que insiste pero que carece de forma. Estudiar es iniciar un proceso de creacin de formas a partir de una inquietud que se desplegar por caminos insospechados. Crear una forma no es encontrar una solucin sino establecer un orden, una composicin, trazar un lmite. Cuando Foucault dice que escribe sobre un problema para no pensar ms en l, describe un modo en que se efecta el trabajo filosfico. No es el de comprender el mundo, el de abarcar con una mirada holstica el conjunto del universo, sino el de marcar un punto de vista y dejarlo asentado. Nada decepcionante debera producir este modo de practicar la filosofa. Cuando Foucault selecciona de las obras de Raymond Roussel su pequeo texto Cmo escrib alguno de mis libros, y pone en actas los pasos de su procedimiento, o cuando en su conferencia sobre Edouard Manet el mismo Foucault resalta la textura y los relieves del lienzo como gua del pincel del pintor para la emergencia de la figura, nos habla de un ejercicio, de una de las ascesis que son parte de las labores creativas, y la filosofa tambin lo es. Y este proceder es formal y material. La `magia o la `profundidad que extraen los lectores de los textos literarios o filosficos resulta de una tarea labrada en aquella forja del taller en el que se plasman los valores, como sostena Nietzsche. XV La lengua filosfica debe tener un paladar amplio. Ms hoy en da en que la tradicin no la protege de otros lenguajes. Sartre deca que un intelectual es alguien que se mete adonde no lo llaman. Un filsofo es un intelectual. Foucault defina su quehacer como intervenciones en reas ajenas a la herencia filosfica. Intervenir, meterse, desterritorializar, deconstruir, son imgenes del pensar filosfico de hoy. No se trata de sistemas, sino de cuerpos sin rganos, de rizomas estocsticos. La estocstica designa el conocimiento conjetural, del que ya hablamos, definido por el azar y la probabilidad. Aquel fin de la metafsica que anunciaba Heidegger, y su mencin del pliegue de Nietzsche que la da vuelta pero sin cortar el pao, creaba el espacio para que el pensamiento filosfico se concentrara en el lenguaje. Cuando ya no hay Cosa, queda la palabra.

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    La palabra es la morada del Ser, dice el filsofo alemn. Wittgenstein le da una nueva vuelta a esta concentracin problemtica con su nocin abarcativa de juegos de lenguaje. Y Foucault define su horizonte filosfico como el del nominalismo histrico. Esto no quiere decir que todo sea palabra, sino que nada es sin palabras. Unos dirn que queda la msica, o el cuerpo, las energas, puede ser, no tiene sentido discutir sobre primacas ontolgicas. En todo caso, la filosofa se dedica al aspecto palabra del orden del Ser. Para unos ser la palabra-disputa, para otros la palabra-escucha, y la palabra-juego. Foucault, Heidegger y Wittgenstein, se referencian para cada una de estas perspectivas. Gilles Deleuze nuevamente me evoca la msica del pensamiento, su lado conectivo, sus enlaces, sus mquinas, sus dispositivos, sus montajes y desniveles. Superficie, profundidad, simulacro y copia, conexin, disyuncin, reconciliacin, paseo, grito. Las formas plsticas a la vez que musicales del lenguaje. Pero hay usos de la palabra, uno de ellos se relaciona directamente con su propiedad. Ser propietario de la palabra con fines de poder es lo que caracteriza uno de sus usos: la jerga. Los aficionados a la filosofa se sienten cmodos cuando comparten una jerga. No les hace falta aclarar nada cuando intercambian salvoconductos conceptuales. Les basta con una sonrisa sobradora para recordar a esos ilusos que an creen en el sujeto, o en el objeto, o en la realidad, o en cualesquiera de los supuestos fetiches aptos para ingenuos. Estar entre nosotros, ser parte de un batalln, guardar en las alforjas un par de sobreentendidos, es un golpe al corazn de la filosofa. Degrada lo ms valioso de su labor. Quien est en estado filosfico, no sabe nada, ni nadie es nada. Pero si alguien cree entender algo debe saber usarlo. Palabras como Ser, Pensar, Ontolgico, Verdad, Sujeto, Hermenutica, no deben pasar sin pagar peaje. Siempre hay que decir: Y esto con qu se come? No hay que dejar pasar a vocablos investidos por el prestigio de supuestas autoridades competentes. Son dos mil quinientos aos en los que en la historia de la filosofa nadie se pone de acuerdo sobre nada. Ni sobre la relacin entre filosofa e historia, ni sobre la categora de sistema, ni sobre las relaciones entre las palabras y las cosas. Por algo es. Hablamos de la nada y el algo. No por eso deja de haber respeto entre filsofos, lo hay, como hay admiracin. Pero no es slo inclinacin ante el erudito, sino ms bien gratitud ante alguien que nos

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    despierta, que sabe cmo conmover nuestro pensamiento, que emplea un tono y un modo de acercamiento a la vida que detiene nuestra rueda mental en los momentos en que cruje. Es lo que dice Schopenhauer al otorgarle a lo que llama arte el poder de detener el dolor de vivir, al darle a la belleza el poder de vislumbrar por un momento fugaz el estado de Nirvana. Es el resplandor del que habla Platn, son esas luces intermitentes en medio de la oscuridad el que ofrece la filosofa. Por eso no es revelacin, ni iluminacin, ni sabidura. La filosofa es una de las artes que logra instantes de belleza evanescente por medio del juego de ideas y valores. A ese instante inolvidable slo por su intensidad y no por su contenido, se lo llama Verdad. Nuevamente aparece el flautista de la filosofa, Gilles Deleuze, quien no cesa de hablar de intensidades. XVI Cuando se repite el dicho de que la filosofa es una caja de herramientas a disposicin de todos si es que les sirve para algo, no es una banalidad. Es una invitacin a la irreverencia, a decir la palabra y romperse, o a hablar en nombre propio, como deca Antonin Artaud. Tantas genuflexiones al inconciente convertido en Superyo, tanta muerte de autor, tanto ocano de lenguaje, tanto Otro ofrecido en subasta, que nos olvidamos de quien habla, y ese punto de inicio no es ms que ese Yo grande y pequeo, fuerte como roca e inhallable. Porque es un desde s, pero ese desde no es origen sino partida, no es origen sino procedencia. Foucault lo dijo varias veces. Cuando inicia sus cursos en el College de France, lo primero que dice es que siente que no hace ms que continuar la palabra de su mentor Jean Hyppolite; anuncia que prolonga la palabra de otro, como lo hace todo filsofo que sabe que va a discontinuar el pensamiento de un maestro. Lo hace tambin cuando en su breve ensayo Nietzsche, la genealoga y la historia, distingue origen y procedencia, origen y emergencia. Se habla desde s para todos y para nadie. Contra el mundo. Qu relaciones hay entre la filosofa y el lenguaje ordinario? Habr que leer a Wittgenstein, al menos el tiempo en que el filsofo viens nos permita hacerlo. Y

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    hablo de su permiso porque no es nada fcil leerlo. Abro el volumen bilinge castellano- alemn de sus Investigaciones y reconozco las llaves, los corchetes, y comentarios el margen de renglones subrayados por mi, hasta la pgina 305. Me es difcil recordar el momento en que acomet la tarea. Por lo visto nada retuve de aquella lectura. Y no lo hice porque no escrib ningn ensayo sobre el tema, o porque simplemente leer no significa usar. Lo digo al modo wittgenstaniano, leer y usar la lectura no es lo mismo. Estudiar y usar la filosofa no es lo mismo. Usar es estudiar ms un plus. Har una operacin trifsica: leer-estudiar-usar. Se usa cuando se aplica el material para algo. Escribir, dar una clase, darle forma a la materia prima elaborada que confiscamos. No lo hice con Wittgenstein, salvo en estas pequeas cosas llamadas juegos de lenguaje, formas de vida, usos. Siempre vuelvo a nombrarlas porque me dicen mucho, me orientan en la bsqueda, me sitan en un lugar, marcan un territorio, economizan ideas. Foucault habla de uso de los placeres, por qu emplea la palabra uso? Usage. No es una palabra habitual en el lenguaje filosfico. Vendr de Wittgenstein? De otro filsofo que no nombra pero usa? El libro de Foucault que lleva ese ttulo, se refiere a la filosofa griega. Platn, Jenofonte, aquellos que nombra, no tanto Aristteles a quien nombra poco creo que eso es lo que le reprocha Pierre Hadot son los filsofos que nos hablan de las aphrodysia, los placeres. Y estos placeres tienen que ver con el uso de las cosas, con nuestros vnculos con los seres animados e inanimados, con los cuerpos y las cosas, y, finalmente, con el alma, pero en este caso se llama amor, el nico afecto que tiene que ver con la verdad. Los placeres no son buenos ni malos, son objetos de administracin. Se los puede administrar mal o bien. Si se los sabe administrar, son buenos, si se lo hace mal, malos. Foucault con sagacidad divide el mundo de los placeres griegos de acuerdo a estos usos referidos a lo que hay en el mundo. Es un modo particular de resignificar las ideas heideggerianas de ser en el mundo y de ser a la mano, pero totalmente alejados de todo principio de autenticidad y de la problemtica de la existencia del ser ah. De todos modos, vale preguntarse por los nombres que elige Foucault para encabezar sus trabajos, me refiero al uso wittgenstaniano, y al cuidado heideggeriano, con el que titula sus dos ltimas obras.

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    Para entender la nueva direccin que le da Foucault a estas palabras de quizs los dos filsofos ms innovadores del siglo XX, habra que hacer una lectura ms lenta de la obra de ambos, tanto de las Investigaciones como la de Ser y tiempo. Por ahora aventuramos decir que el filsofo francs no le teme a la tierra ni a los pedestre, ni se horroriza con el mundo de la tcnica ni con la fatalidad inautntica a la que nos somete el universo de los utensilios, como decan las maestras de castellano en tiempos de la Libertadora. Por el contrario, estos placeres ni buenos ni malos, neutros en cuanto a su valoracin moral, tienen que ver con el cuerpo de los otros, con las cosas, y con nuestro propio cuerpo. Una de las cosas de la que nos salva Foucault no es slo de la lengua pastoral sino de una de sus manifestaciones ms sombras: el puritanismo, del que se nutra el maestro de la ontologa. La ertica, la diettica y la economa, son las tres caras de la tica, y con esto Foucault da un paso inmenso en el universo moral. Y si se quiere volar con el alma, ah s, Eros apunta hacia lo alto, y se hace verdadero amor, es decir Platn, o, si se quiere, Scrates, o para precisar ms an: filosofa o voluntad de saber. XVII Volvamos a la palabra uso por el que hemos comenzado este rodeo por estos dos Virgilios innominados en los textos de Foucault. Hay quienes dicen que la jerga es un muro de proteccin en disciplinas jvenes ante la amenaza de saberes ms armados que las quieren capturar. Cuando se habla de jerga nos referimos a un lenguaje privado que no es individual sino grupal e institucional. Este espacio regulado por normas y jerarquas, en el que cuentan ms los mayordomos que el jerarca como en las novelas de Kafka es el que opera en el modo en que cada individuo se liga a la palabra maestra. El iniciado en estas lides se deja penetrar por una lengua circular que lo envuelve como un mundo boa. Nos dejamos abrazar y cada vez que pedimos una seal que nos oriente o preguntamos por el sentido y la direccin de la cadena semntica, la respuesta es siempre la misma. Esperar, como el candidato a la Ley del cuento de Kafka. Esperar qu? Esperar acostumbrarnos a la palabra para no preguntar ms por otro sentido que el que nos da.

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    Nada explica lo dado porque no hay metalenguaje. No es posible traducir a un imaginado lenguaje ordinario lo que la jerga dice. La lengua lacaniana y la lengua heideggeriana son jergas. Esto no quiere decir que no digan nada o que estn vacas de contenido, porque lo tienen al menos en los textos maestros y en comentaristas de jerarqua como pueden ser Baufret, Leclaire, Milner, pero su peso en los circuitos de divulgacin es el de una pluma de ganso si desechamos la forma, el envase. La jerga es envase y el paquete es todo. Si lo abrimos habr otro paquete, matrioskas. No toda la historia de la filosofa revela una serie milenaria de jergas. La lengua erudita de la filosofa no es una jerga por el hecho de que se componga de conceptos. La glosolalia es una modo de hablar como si. Todo aquel que canta una cancin de los Beatles haciendo como si conociera la letra, y masculla un ingls que ignora, la practica. En las jergas el fenmeno de glosolalia es inevitable. La proliferacin de hegelianos durante el siglo XIX, como de heideggerianos y lacanianos en el XX, muestra que hay lenguas eruditas que tienen la tendencia de convertirse en jergas, y pululan en efectos glosollicos. Hay quienes asocian a la glosolalia con fenmenos de xtasis. Y no es tan sorprendente que brote una especie de entusiasmo, o goce, por el mero contacto con una lengua sacra, una lengua padre. Sentimos una especie de mareo cuando nos nutrimos de jerga. Deleuze nos recomienda no desesperar cuando no entendemos el texto de un filsofo, que nos dejemos llevar por su ritmo, por el odo musical. Hermoso consejo que no hay que tomar al pi de la letra. Es recomendable no seguir los consejos de los filsofos como si fueran profetas. No lo son, dicen ciertas cosas de acuerdo a la circunstancias. Sigo a Deleuze en el hecho de bajar la presin obsesiva que nos impele a descular una frase, en dejar de patalear en el charco, o golpearse la cabeza contra un muro. Mejor seguir, pero esto no quiere decir que un texto sea un pentagrama que deleita al msico que sabe escuchar el sonido mudo alejado de toda ejecucin como haca Gould en sus paseos o Beethoven en su mundo de sordera. Si no comprendemos un pensamiento despus de un esfuerzo que no llegue a ser sobrehumano, mejor buscar a un especialista, a un comentarista, a un lector devoto, o cambiar de tema. No tiene sentido rasgarnos las vestiduras y tratar de levantar un aplazo infinito. Usar el saber y preguntar y esto con qu se come? es un acto de resistencia a no ser devorados por la jerga y a no convertirnos en glosollicos.

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    XVIII No hay recetas, y menos metodologas de la investigacin, taller de escritura ensaystica o propeduticas a la buena lectura, que eviten el trabajo personal. Estar solo durante horas y todos los das es la vida del eremita filsofo. Leyendo, siempre leyendo. La lucha contra el fantasma de la jerga y contra los mayordomos a cargo de implementarla, no debe hacernos creer que el lenguaje ordinario es el recuento de los lugares comunes. No me refiero slo al recurso del sentido comn de doa Rosa y don Ramn, sino el que intenta elevarse con la mencin de figuras consagradas del panten cultural. El snobismo acadmico es letal, no menos que la burocracia y el papeleo administrativo. Ambos conforman el lenguaje universitario. Estudiar un texto de filosofa es una tarea de desciframiento. Los filsofos no escriben como hablan. Elaboran su propio lenguaje. Piensan de un modo sistemtico. Es cierto que los estilos en filosofa son mltiples y su escritura tiene variantes. Pero hay un intento de ordenamiento del pensamiento, se exige la exposicin de cadenas argumentativas, un esfuerzo de coherencia o de caoerrancia los modos de inteligibilidad son ms de uno y la presentacin de un mundo ideativo a contracorriente del mundo habitual. Una de las formas de resistir a la jerga es justamente leer a los filsofos y descifrarlos. Ponderar casi de manera tactil la fuerza de su pensamiento. Llegar hasta su vitamina. No dejo de recomendar que cada maana antes de ir a trabajar, una dosis de veinte minutos de una lectura de prrafos de La crtica de la razn prctica y de La genealoga de la moral. Vale tanto como un `workout o unas grageas de aloe vera con total magnesiano. Templa la mente, agiliza las sinapsis. Todos los filsofos clsicos que han conformado la mdula espinal de la historia del pensamiento son originales. Todos dicen algo nuevo. Han debido atravesar la angustia de la influencia, como dice de los poetas Harold Bloom, y debieron soportar la presin del pensamiento conforme y de los mecanismos de censura. Sobre ellos, de Platn a Nietzsche, se apoyan los filsofos del siglo XX y XXI. Quizs sea cierto, finalmente, la afirmacin de Heidegger de que con Nietzsche la metafsica ha realizado su ltimo pliegue. Con el anuncio de la era del nihilismo no slo la tica pierde su absoluto para hacerse poltica, es decir, descender al gora y someterse al escrutinio pblico, siempre contingente, sino tambin la metafsica. Nietzsche heredero de Kant: de las ilusiones de la razn, a una razn sin ilusiones. En lugar de mimar la lengua terica con jergas, el fortalecimiento que proporcionan nutrientes filosficos templa la mente. Le escuch decir una vez a

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    Alejandro Rozitchner otro miembro del colectivo filosfico de los ochenta que la filosofa era el heavy metal del pensamiento, definicin que ahorra mayores explicaciones. O quizs no las ahorre, en especial para los desconfiados o para los no interesados en estos problemas. Para quienes s conservan un inters por estas tribulaciones tratar de decir algo al respecto. En Grecia, con la filosofa nace la escritura filosfica. El dilogo y el tratado han sido sus dos modos de composicin iniciales. Las sentencias y los poemarios de los presocrticos corresponden a un estado desde mi punto de vista no slo presocrtico sino prefilosfico. La filosofa nace con la preocupacin por constituir un lenguaje verdadero para que la ciudad sea justa y el hombre sea sabio. Este propsito tiene algo de ridculo por su aire anacrnico y por su idealismo infantil. Pero sucede que si alteramos un poco los trminos y decimos que la meta de la filosofa es contribuir a la democratizacin de las sociedades, a que haya mayor justicia y a que los hombres tengan una mejor calidad de vida, la audiencia recibe la buena nueva con satisfaccin, aplaude, y compra la entrada. El conferencista puede seguir peregrinando tranquilo al ritmo de nuevas invitaciones. Por lo que aquella antiqusima idea no deja de tener su valor de uso y hasta valor de cambio, a pesar de los veinticinco siglos transcurridos. El dilogo, el tratado, las sumas, los sistemas, son el hardware de la filosofa, y los aforismos, las escenas dramticas ( Amo y esclavo, las esclavos en la caverna, el paseo de Zaratustra, el Banquete, los dilogos), los fabularios y los poemas, son el software del genero. XIX La escritura filosfica es una meditacin sobre el acontecer. La palabra acontecer dista del Ser como del Hablar, es un mediador. No dije acontecimiento porque de inmediato remite a un vocablo ultrafilosfico que ha sido rumiado o, para decirlo en ingls, chewed, hasta la ltima saliva. Esta meditacin se escribe. Y se lo hace as para que alguien la lea. Los modos de lectura varan con el tiempo. Segn cuenta la leyenda, Aristteles caminaba junto a sus discpulos y les hablaba. Suponemos que en ocasiones se sentaban y escuchaban al maestro. Anotaban. Era habitual en aquellos tiempos guardar las palabras del filsofo mediante la fijacin alfabtica. As se constituyeron los corpus cuya autora es annima a la vez que atribuible a un creador. Hasta que no reciba bibliografa especializada slo puedo imaginarme el destino que tenan aquellas obras escritas en el mundo griego, cmo circulaban, cmo se

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    costeaban, cmo se producan, quienes las lea, qu cantidad se editaban, con que materiales se fabricaban pergamino, papiro, cera, piedra , qu tipos de tintas o resinas haba, qu instrumental se usaba adems del camo afilado , en qu mbitos se escriba, quienes y de qu modo las lean. Espero un par de libros de Jesper Svenbro y Roger Chartier para obtener ms y mejor informacin sobre los modos de leer en Grecia y datos de la historia de la lectura. Pero es indudable que se fijaba el pensamiento en la escritura y que aquel pensamiento se rega por el tercero excluido. De la dialctica a la silogstica se intenta convencer a otro. No hay filosofa sin un otro, en el desierto slo valen los profetas que hablan con Dios y deambulan en procura de un pueblo. El filsofo a veces busca el desierto para que su pensamiento parta de una nada, para desbrozar la maleza de palabras autorizadas. Blanchot y Deleuze han escrito bellas pginas sobre el tema. Se escribe para mostrar y convencer. Se escribe para no estar solo. Y para convencerlo al prjimo annimo es necesario vencerlo con su acuerdo. As era las justas verbales en cuerpo presente. Con el escrito, tal como lo seala con genialidad Colli al hablar de los dilogos de Platn, se trata de discusiones imaginarias con personajes de ficcin para un pblico indiferenciado. Ya con el formato Tratado, desaparecen las discusiones y sus escenas, y tambin los personajes para slo quedar el pblico indiferenciado, al que Nietzsche se dirige como el que representa a todos y a nadie. La victoria argumentativa se logra cuando el interlocutor contrincante admite que cay en su propia trampa. La trampa radica en desdecir aquello que dijo. El saber es una lidia, un juego, una batalla. Por eso se le agrega el principio de no contradiccin y el de identidad. A esto se lo llama lgica, y hoy en da casi medio mundo quiere zafar de la misma en nombre de lgicas polivalentes, esquizias varias, espritus poticos, o el pensamiento diagonal, oblicuo, sesgado, tangencial, torcido, difuso, emotivo. No entro en ese debate, a ese club no ingreso, cada vez que lo hice, sal mojado como en da de lluvia sin paraguas, despus me tengo que sacar la ropa y secarme. Es un cuarto oscuro con trampas. Hay quienes saben sortearlas, mejor para ellos, good for you, hasta la prxima. XX Para mi hay dos cosas que son significativas: que un texto se entienda o que no se entienda, y sin agregar se: que las entienda o que no las entienda. Si no las entiendo, que alguien me las explique, y si no entiendo lo que me explica, me voy al

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    cine. Y si s entiendo lo que me explica pero cuando el explicador se va ya no entiendo nada y debo volver a llamarlo para que vuelva a explicrmelo, me he declarado un discapacitado intelectual que slo funciona con personal trainer. Pero el tercero excluido y el principio de no contradiccin an persisten, no habra inteligibilidad alguna si no rigieran, salvo en la poesa, un lenguaje privado para privados. Imaginemos un periodismo el lenguaje de la actualidad diaria y masiva basado en equvocos, contradicciones, aporas, dilemas, insensateces. No s cmo sera recibida una informacin verdadera y falsa a la veza vera vercompro un peridico y leodespus de todo no parece ser una hiptesis tan descabelladafalsa y verdadera a la vezda para pensar, finalmente es el modo en que me he habituado a leer los diarios cada da. Si una informacin fuera totalmente verdadera no dara mucho para pensar. Basta creer y aceptar. Sentimiento militante y servidumbre voluntaria alcanzaran. Estaramos en condiciones de extraer consecuencias para otros menesteres sin que volvamos a sopesar el punto de partida. Nos tiran la letra y actuamos. Para pensar hay que dudar. El fundador de la filosofa moderna confeccion su mtodo a partir de la duda, una vez que se disip, el camino del conocimiento estaba abierto. El conocimiento comienza en el momento en que el pensamiento se ha detenido. La certeza calma. La evidencia es transparente. La representacin se hace presencia. Pensar es buscar, y se busca cuando no se encuentra el camino. Para qu todo este rumiar? Para tratar de entender a la voluntad de saber que se hizo llamar filosofa, distinta de la sabidura y de la revelacin; distinta de la ciencia y de la religin. Con la intuicin de que la filosofa es tal desde el momento en que jug su destino y su valer en la escritura, desde el momento en que se hizo literatura. Y ah apost todo su caudal, en la gramtica: en la sintaxis, en la semntica, en la morfologa en la retrica. El filsofo Giorgio Colli tuvo la lucidez de rescatar el momento en que Platn en el Fedro, lamentaba el hecho de que el saber se escriba, que ya no se diga, que no reciba la inspiracin del ms all, que haya perdido la presencia y la majestad sacerdotal vigente en la era de los sabios. No slo lo lamenta Platn, sino es el mismo Colli quien parece acompaarlo en su Filosofa de la expresin, en la que evoca una fuerza primigenia de la que los antiguos testificaban y que gradualmente la modernidad sepult con sus necedades.

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    Es probable que con Aristteles este arrepentimiento y nostalgia por la era de los sabios, haya perdido toda pertinencia. Para el Estagirita, el hombre es un animal poltico, y el pensamiento tiene objetivo de poder, y su discpulo es Alejandro que no era hijo de ricos como los jvenes de Scrates, sino el heredero de un jefe militar. El pensamiento es imperial y ya no duda de su vigencia y regencia escritural. Cuando el poder manda se hace escritura, cuando la Ley se anuncia, lo hace con la tabla, el pergamino, el papiro o la piedra. Da testimonio. La idea aristotlica de motor inmvil y del hombre teortico impasible ante todo, es una estrategia de disimulacin para ocultar el vnculo estrecho entre la escritura filosfica y el poder. Aristoteles ya no necesita de la alegora de la caverna, ni del alma migratoria. La lgica es sublunar. XXI Pero la filosofa no slo es terrestre sino nacional. Sabemos que filosofas hay varias. La variedad no slo se mide por la inventiva del autor sino por la tradicin. La filosofa se escribi en lengua griega durante ms de un milenio. Luego en latn otro milenio. Desde el siglo XVII se escribe en las lenguas nacionales. El profesor Franois Chtelet en la entrevista que le hice en 1983 sobre el tema de las filosofas nacionales, respondi que haba filosofa en lengua francesa sin por eso sostener que haba una filosofa francesa. La relacin entre filosofa y nacin ha tenido una vigencia altamente polmica en nuestro pas. Har un poco de historia personal y no slo personal. Corra el ao 1983. El gobierno militar haba anunciado que se retiraba. La derrota de Malvinas fue la lpida de cientos de conscriptos pero tambin de la dictadura. El pueblo entusiasta en su acompaamiento a la decisin militar, convirti su fervor en ira. Habamos sido engaados, al menos aquellos que tienen vocacin de plegarse a los relatos del poder. Comenzaba una era de deshielo. Se anunciaban elecciones. Se cre el diario Tiempo Argentino, y la censura levantaba paulatinamente sus barreras. Un docente que me acompaaba en mis clases en la universidad de El Salvador, me invita a escribir una nota para el suplemento cultural del diario sobre el tema de Existe la filosofa nacional? Escriban varios colegas. Fue mi primera columna en un peridico, la reproduje en Pensadores bajos. Es un texto irnico. Deca que la filosofa no es un producto nacional como la vaca o las lminas de acero de Techint. Que no haba una filosofa paraguaya ni polaca ni australiana, ni siquiera holandesa. La filosofa de Spinoza no es holandesa ni portuguesa. Por lo que una filosofa argentina era otro absurdo.

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    Despus de treinta aos pienso lo mismo. Muchos no hablan de filosofa argentina pero s de pensamiento nacional. Y en este pensamiento nacional puede haber alguna dosis de filosofa en el sentido estricto de la palabra pero se nutre de otros aportes. Scalabrini y Jauretche hacen punta, dejo de lado al revisionismo histrico tradicional y sus variantes mediticas. En los comienzos del gobierno de Alfonsn surgieron dos corrientes de pensamiento que se disputaban la hegemona de la voz filosfica en la universidad como en la plaza pblica. Una era la filosofa analtica que se haba desarrollado con salud durante el Proceso de la que yo ignoraba todo y este pensamiento nacional en su vertiente filosfica al que era difcil ignorar porque era parte atemporal de la liturgia verncula. En un costado, y sin ruido, languidecan heideggerianos varios que congeniaban gracias a un comn espiritualismo y por el compartido desdn al marxismo con el sector nacional. Por mi lado, inici la vocinglera foucaultiana gracias a mis arremetidas en la UBA y en espacio impreso que se me permitiera abordar. Admito que mi posicin no se imparta con calma sino con cierta furia ante el fascismo edulcorado, y no tanto, de los nacionales, y la mediocridad hipcrita de esos nuevos demcratas llamados analticos. Con los primeros la batalla se dirima en mesas redondas y en peridicos, la otra en la universidad. La primera era episdica mientras la segunda era permanente. La primera se daba en igualdad de condiciones, la segunda era una trampa ya que la facultad de filosofa era manejada por un grupo de abogados que manipulaban los concursos a la vez que se hacan simpticos al gobierno ofrecindose para secretaras de derechos humanos. Los nacionales sostenan sus argumentos filosficos en la reinvindicacin de la idea de mito contra la ilustracin racionalista y liberal, y citaban como maestro a un tenebroso Nietzsche ms parecido a su hermana que a s mismo, empapado de tercera posicin. Los analticos decan partir de Wittgenstein combinado con Hans Kelsen y empleaban un lenguaje jurdico en el que el puntillismo y la analtica de casos hacan de pensamiento. XXII Qu relaciones tiene la filosofa con el Estado nacin? Tres. Para comenzar la filosofa nace en las pequeas ciudades griegas, la polis, municipios autnomos en el que la palabra es pblica y el ordenamiento poltico se establece por medio de leyes.

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    El imperio macedonio hace del griego y de su filosofa, una civilizacin. El latn imperial domina occidente durante el medioevo hasta los umbrales de la modernidad. Son dos las relaciones mencionadas, las otras tres se escriben en alemn, en francs y en ingls. Leibniz escriba en alemn, Descartes en francs, Locke en ingls. Cada uno de nosotros tiene derecho a nombrar italianos, espaoles, suecos, etc, o daneses, pero sin estas tres ramas mayores de la filosofa nada seran. Qu sera de Agamben y Negri sin Deleuze o Foucault? De Tras y Savater sin alemanes o franceses? De Kierkegaard sin Hegel? De nosotros sin esos otros europeos? Lo que no quiere decir que Ortega, Unamuno y Zambrano sean slo escribas, ni que Kusch se resuma en la ontologa alemana ni Fatone en la que fuera. Hablo del peso de lenguas filosficas en otras lenguas. La potencia de la traduccin. Hay que hacer un recuento estadisticos de la cantidad de libros de filosofa alemanes se tradujeron al castellano y cuntos de autora espaola al alemn; cuntos textos franceses al italiano y cuntos italianos al francs, etc, y calibrar el peso de culturas filosficas fuera de las fronteras. Pero adems, ms all de los nmeros, cumbres de la filosofa moderna son Descartes, Locke, Kant, Hegel, y sin ellos no existiran las filosofas llamadas nacionales. El pensamiento nacional se define por ser antibritnico. El imperio britnico agoniz hace cien aos. Gracias a Malvinas todava hoy conservamos vestigios de aquel pleito. Figuras como la de Carlos Astrada es inspiradora de esta corriente. En Historias de la Argentina deseada consult las actas del Congreso Internacional de Filosofa de 1949 en la ciudad de Mendoza. Le el discurso inaugural de Pern quien deca que el existencialismo le daba nuseas. Y estaba en boga hablar de una filosofa pampeana fundamentada en las elegas de Astrada sobre la tierra madre criolla, a la vez emparentada con su mentor Heidegger que le cantaba a la Selva Negra. Los alemanes son alpinistas, los nacionales son baqueanos, los ingleses toman el t, y los franceses hacen el amor mientras fuman un atado de cigarrillos negros en un cuarto de hotel barato (versin Camus). Cada uno tiene su estampita y recrean imgenes a partir de estos mandalas originarios. Recuerdo unas jornadas sobre filosofa organizadas por el Municipio del Puerto San Martn de Santa Fe. El tema era la modernidad. El Intendente era peronista en vertiente arrepentido por lo que pas en el 75 y no somos Herminio Iglesias. La Renovacin recin se armaba, Grosso y Manzano crecan cada da bajo la sombra legitimante de Cafiero.

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    Estaba el comit de redaccin de la revista Unidos con Chacho lvarez, y acompaaban Horacio Gonzlez, Oscar Tern, Carlos Cullen, creo que Forster que lloraba por Weimar, etc. Carlos Cullen provena del pensamiento nacional y reinvindic el mito frente a la utopa, o, para ser concretos, al peronismo frente al alfonsinismo. Jorge Dotti habl de Aristteles y de la buena vida, y se congratul con su colega Cullen por el nivel de sus recprocas exposiciones. Chacho lvarez encarn a Castelli y Monteagudo y se lanz en una filpica militante que me hizo desternillar de risa. Dej mi asiento y me par para aplaudirlo como si fuera la Callas en el Coln. Otros le guiaban el ojo a Tern para ver si se pasaba de bando, y yo habl de la idea de modernidad en el Ferdydurke de Gombrowicz. Cen solo y volv en micro por anticipado. No tena lugar, la sensacin de cepo que me daba estar en un lugar de cofrades y ser parte de la carne congresal, me produca deseos de fuga inmediata. Todos se tomaban tan en serio que no podan dejar de representar al profesor Pimko, entelequia gombrowiciana del hombre de cultura que representa a los valores nacionales. XXIII Hoy el pensamiento nacional al fin tiene su secretara, y la regentea quien se presenta como un discpulo de Walter Benjamin a la vez que admirador de Karl Krauss. No dir que se revuelcan en sus tumbas porque ni siquiera se enteraron del nombramiento. Pero la divisin pensamiento nacional no nacional es propio de servicios de inteligencia no culturales sino policiales. Es la misma secretara repetida en todos los pases en los que gobern y gobiernan burocracias totalitarias que inspeccionaban si la obra artstica, filosfica o lo que fuere, corresponda a la ciencia proletaria o la ideologa de la burguesa, si era aria o mereca ser quemada por juda, si es subversiva o defensora de los valores de Occidente. El hecho de que a una secretara con el nombre de protectora del pensamiento nacional se le agregue la palabra estratgica conforma su finalidad de vigilancia, tutela, marginacin y persecusin. Claro que nada de esto suceder porque el rgimen que lo sostiene es una caricatura de dictadura, porque los personajes que se prestan a este servicio tambin son una caricatura de los que ocupaban las oficinas de propaganda de nazismos y stalinismos, porque Parodi canta fiero, y porque a nadie le importa lo que este despacho haga. Con la idea de filosofa nacional se pretende que los pueblos tengan un espritu, y que se espritu sea la identidad del pueblo. Al espritu nacional le corresponde el mito del hroe, cumbre de la nacionalidad. Si las naciones se constituyen sobre la base de migraciones, de mestizajes, de conquistas y genocidios, el espiritualismo nacional no cejar en su vindicacin del origen y de la raz del pueblo. Y si falta

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    claridad en el agrupamiento de los hombres para construir su nacionalidad, se har hijo de la tierra. Habr una ruralidad metafsica. Resabios del romanticismo alemn de fines del siglo XVIII que buscar en la lengua, en la tierra o en el folklore, la respuesta al universalismo de la Ilustracin. Por qu no encontrar en el paisaje o en el silencio de las inmensidades, o en los pueblos originarios, la metafsica ausente del discurso racionalista? Por qu no elaborar una filosofa de la patria madre, del padre-madre que permita el retorno de los dioses luego de su alejamiento en la era del nihilismo? Volver a creer. La ilusin de un porvenir. Una filosofa nacional es vecina de una religin nacional, y toda religin consiste en iglesias. Y las iglesias en sacerdotes. Fieles, eso necesita el pensamiento nacional: fieles. Por eso se combina tan bien la consigna de lealtad al jefe supremo con la fidelidad al valor nacional. Pero la filosofa es bastarda, naci contra la iglesia. Expuls de sus territorios natales a Descartes y Leibniz, oblig a vivir en la clandestinidad a Spinoza, y mat a Giordano Bruno. XXIV En aquel extenso artculo de 1983 sobre el tema de la existencia de la filosofa nacional, preguntaba si no era mejor ponerse de acuerdo acerca de los menesteres del filsofo antes de sostener si es o no es nacional. Y si bien es cierto que la filosofa conserv su identidad de origen por sus pretensiones de ofrecer un orden del mundo, meditar sobre la justicia y el buen gobierno, sobre las caractersticas de la vida filosfica; si una vez que de Pablo a Agustn, se sientan las bases del cristianismo que diagrama su dogma a partir de la filosofa griega; si el Renacimiento es el tiempo de la alquimia y de una filosofa que pretende atravesar el universo discursivo para incursionar en lo oculto, ser con la revolucin cientfica de Coprnico y Galileo, que se instituya un nuevo modelo de conocimiento. Una vez que la ciencia galileana se convierte en el nuevo paradigma del saber, qu sentido tena continuar con esa tradicin que se llamaba desde la Antigedad filosofa? Desde el momento en que el platonismo y el aristotelismo dejan de ser las filosofas dominantes y el discurso teolgico cae a pedazos como explicacin del mundo, despus de que la escolstica en lugar de ser la va regia hacia el

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    conocimiento divino, deviene ejercicio retrico, no alcanzaba la ciencia para ser la va del conocimiento? Qu sentido tena filosofar? Cul ha sido la funcin de la filosofa moderna, una vez que el universo teocrtico pierde su centro y el infinito carece de monarca? El estado? El Leviathn? El Prncipe? La tica en more geomtrico? El tratado de las pasiones? El cuerpo y sus sentidos? La nueva sociabilidad, la buena conversacin y una antropologa pragmtica? Cmo es el mundo una vez que nada significa su creacin ex nihilo ? Cmo es si el milagro de la luz ya no tiene valor de verdad? Una naturaleza? Si es un universo regulado, armonioso, ordenado, pero ya no vertical porque es tangencial, que se va por los bordes, quin manda en un mundo as? Lo hace por consenso? Parlamento? Rey Absoluto? El nuevo absoluto palaciego recrear la masa de sbditos que se dispersaron luego del cisma religioso. Pero para los filsofos del sistema Descartes, Spinoza, Leibniz este absoluto se licua en sus manifestaciones. Para Spinoza el orden es un sistema autosustenable. Crnico, repetitivo, pero no circular ni central. No vuelve, se expande. Para Descartes, dudar es la fase primera del conocimiento. l, un verdadero escptico. Leibniz, no s, siempre se me hace una imagen del universo de clepsidras de Ieronymus Bosch. Un espacio con naves transparentes individuales que se cruzan y flotan un poco al azar. Sin embargo, Leibniz dice que todo est perfecto, armnico, de acuerdo a un orden en el que cada punto de vista se compone con los otros. Por eso: armona, un orden musical. Los filsofos del siglo de la revolucin cientfica trabajan y mucho. Son hombres de ciencia, pero no slo de ciencia, sino de saber, y el saber no es la ciencia, la incluye. De qu tipo de saber se trata? Sin religin y con la ciencia, cul es el intersticio por el que la filosofa an puede penetrar para no desaparecer de la historia del saber y descansar en los anaqueles de las bibliotecas no visitadas? Cmo se las arregl para estar presente una vez efectuada la doble acefala perpetrada por la modernidad? XXV La filosofa insiste en no perder vigencia una vez que se decapit al rey, y ya anunciada la muerte de Dios un siglo despus, esta doble acefala la impulsa por

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    nuevos caminos. Pierre Klossowski, un maestro de filsofos al que jvenes como Foucault y Deleuze, acudan para escucharlo, traductor de Heidegger y Wittgenstein, era lector ferviente de la obra del Marqus de Sade, a quien introdujo