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-UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL-
Facultad de Humanidades y Ciencias
Literatura Española I
Trabajo Práctico 1:
Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo
El Conde Lucanor de Don Juan Manuel
Profesora: Daniela Fumis
Estudiante: Sofía Storani
Entrega: 16-5-2013
1. Preguntas operativas
U.N.L-FHuCLiteratura Española I
¿Qué función cumple el procedimiento de la inscripción del autor, o sujeto de la
enunciación, en el texto?
¿Cómo se relaciona con la intención enunciativa del texto, en función de un público
determinado?
¿Por qué podemos decir que existe conciencia de escritura en la construcción
discursiva?
¿Por qué es importante la escritura según la concepción de cada texto?
¿En función de qué se construye la estructura formal de cada texto?
2. Desarrollo
A los fines de analizar algunos aspectos relacionados con el fragmentarismo
didáctico propio de los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo y de El Conde
Lucanor, de Don Juan Manuel nos valdremos de los aportes de distintos autores propuestos
por la cátedra además de las observaciones propias sobre los textos literarios.
En principio, se hace necesario contextualizarnos en referencia a la posición del
autor en la estructura social medieval.
Gonzalo de Berceo vivió durante el siglo XIII, en el monasterio benedictino de San
Millán de la Cogolla, ámbito religioso y cultural, donde se guardaba una gran cantidad de
códices y se trabajaba en un “activo scriptorium” (Uría:1997,XIII). Conocemos, así, la
posición de Berceo como clérigo letrado, que escribía en romance para hacer entendible al
pueblo, que no entendía latín, el dogma de la religión cristiana.
Don Juan Manuel, “fijo del muy noble infante don Manuel,” fue sobrino del rey
Alfonso X, el sabio, quien comenzó una empresa de traducción de textos clásicos a lengua
romance, y con quien DJM comparte “un mismo destino político, un mismo lugar” y “una
misma virtud intelectual: ‘fazer libros’”. Es importante, además, que es en la obra alfonsí
donde DJM lee “una determinada forma de incidencia de la función- autor en los discursos
del saber” (Funes:1998), que le permite, luego, ser “el primer autor español que tiene
conciencia de serlo” (Fradejas Rueda:1984,35).
La inclusión del nombre propio del autor del texto, tanto en Los Milagros de Nuestra
Señora, de Gonzalo de Berceo, como en El Conde Lucanor, de Don Juan Manuel, da cuenta
de un quiebre en la concepción medieval de la escritura en cuanto a la identificación del
enunciador. Mientras que anteriormente la mayoría de los escritos eran anónimos, es decir,
no se le daba importancia al creador del texto, en estos textos, el autor cobra cierta
importancia, aunque diferente en cada caso.
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U.N.L-FHuCLiteratura Española I
Para Isabel Uría, Berceo se erige como protagonista del prólogo para individualizar
la primera persona y que así el público se sienta más cercano, y, además, para ganar
credibilidad al identificar al narrador con el nombre del autor histórico. Es, entonces, un
procedimiento en función de la proximidad y la credibilidad del relato por el cual Berceo se
propone como protagonista, y no ya como testigo, de los milagros de María (1997,LVIII).
Este protagonismo inicial de un yo responde, además, a “ese ir de lo particular a lo general”
que utiliza Berceo en otras ocasiones (Ibíd.), ya que, como sostiene García Montero, el yo
es el punto de partida hacia la verdad del mundo, un móvil simbólico que se diluye en el
todos en un ciclo de verdades y pensamientos que conforman una ley por encima de la
experiencia individual. El yo de Berceo es en realidad el todos, la humanidad, una
subjetividad compartida o generalizada, íntimamente ligada a los demás hombres, al mundo
y a Dios. (2000,37)
A propósito de Don Juan Manuel, Funes propone que “la emergencia de un sujeto en
la textualidad medieval, la voluntad de escribir en la escritura el nombre propio, su persona,
tiene que ver, por un lado, con “la preocupación por la pureza de sus textos”, como
demuestra en el prólogo:
“Et porque don Johan vio et sabe que en los libros contesçe muchos yerros en los trasladar, porque las letras semejan unas a otras, cuidando por la una letra que es otra, en escriviéndolo, múdasse toda la razón et por aventura confóndesse, et los que después fallan aquello escripto ponen la culpa al que fizo el libro; et porque don Johan se reçeló desto, ruega a los que leyeren cualquier libro que fuere trasladado del que él compuso, o de los libros que él fizo, que si fallaren alguna palabra mal puesta, que non pongan la culpa a él, fasta que bean el libro mismo que don Johan fizo, que es emendado,en muchos logares, de su letra”
Y, por otro, es un “juego estratégico que supone el simulacro de historicidad” que
sostiene su discurso, una “autobiografía literaria”, fruto de una sutil estrategia político-
literaria.
Vemos aquí un rasgo estrechamente vinculado con las intenciones del texto respecto
a un público determinado. Sabemos que la intención didáctica de Don Juan Manuel estaba
orientada a un sector social determinado: la nobleza, de la cual él formaba parte, es así que
en el prólogo de El Conde Lucanor expresa que escribe
“…deseando que los omnes fiziessen en este mundo tales obras que les fuesen aprovechosas de las onras et de las faziendas et de sus estados, et fuesen más allegados a la carrera porque pudiessen salvar las almas.”
A diferencia de Berceo, cuya intención didáctica tiene que ver con la enseñanza de un dogma, un culto y una devoción a la Virgen María, y por lo tanto, se relaciona sólo con
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“salvar las almas”; Don Juan Manuel se preocupa también por la honra, las haciendas y el estado, es decir, por bienes terrenos.
Es en este pasaje es donde además empezamos a advertir una selección particular
del público. De manera visible, los lectores destinatarios de esta didáctica tienen honra y
haciendas. En una sociedad medieval, sin movilidad social, es claro que se está hablando
de un grupo determinado y privilegiado: la nobleza.
Esta posible determinación dentro del texto de un público específico podemos leerla
en Berceo en tanto que Los Milagros… están pensados para los “Amigos e vassallos de
Dios omnipotent”, excluyendo a moros y también a judíos, como puede apreciarse en
milagros como “El niño judío” y como apunta Wilkins en “El judío y el diablo como otro en los
Milagros de Nuestra Señora de Berceo”. Además, si pensamos que se trata de un texto
escrito, podemos inferir que las posibilidades de acceso al mismo eran escasas para un
público realmente amplio, ya que las bibliotecas que guardaban los códices existían en el
interior de conventos, donde eran accesibles para los monjes y los clérigos letrados pero no
para los campesinos y los servidores. Entonces, existe también en Berceo una orientación
del texto hacia un público que podríamos llamar “privilegiado”, debido a la tecnología de la
época que no permitía la recepción de los textos por parte de la mayor parte de la sociedad.
La escritura, el texto escrito, es en la concepción de la época, y por lo tanto, de
ambos autores, fuente de verdad y sabiduría. Es en función de esto que Berceo alude
reiteradamente a las fuentes escritas de sus milagros. Por el contrario, don Juan Manuel
borra cualquier rastro de fuentes escritas anteriores a sus exiemplos -aunque nos resulten
recuperables- aludiendo a una fuente principal de carácter oral: la voz de Patronio, el
servidor sabio.
En cualquier caso, la inclusión del propio nombre dentro del texto podría leerse como
la incipiente voluntad de ambos de erigirse como autoridad, mediadora de un saber superior
o divino que se quiere/debe transmitir. Es en Berceo donde más se advierte la concepción
de un “orgullo prestado”, tal como explica García Montero, ya que en don Juan Manuel este
papel de simple intercesor se ve matizado por la recurrencia de alusiones –directas o
indirectas- a su nobleza y erudición; tal es el caso de la enumeración de las obras escritas y
la mención de su procedencia noble, en las que podemos leer no ya un “orgullo prestado”
sino indicios de lo que podríamos llamar una “falsa modestia” En cualquier caso, esta
concepción de mediador-portador de un conocimiento, conlleva, como consecuencia, la
intención didáctica de los textos, al tratarse de un saber que debe ser transmitido.
En función de esta intención es que se concibe la estructura de los géneros: El
milagro y el Exiemplo. Ambos tienen en común una característica que podemos denominar
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“fragmentarismo” y presentan rasgos estructurales notoriamente parecidos. Uno de ellos es
la independencia de las unidades dentro del libro. Como puede apreciarse, tanto Los
Milagros… como El Conde… presentan un compendio de pequeñas historias que pueden
funcionar por separado, es decir, cada milagro y cada exiemplo funciona como una unidad
con una introducción y un cierre propios, de manera independiente con respecto a los
demás milagros y ejemplos.
En relación con esta independencia, es posible identificar una estructura fija en cada
ejemplo y en cada milagro, aunque no sea la misma en cada género.
Fradejas Rueda es quien sistematiza en su “Introducción” a El Conde Lucanor la
estructura formal de los Exiemplos de Don Juan Manuel dividiéndola en cinco partes:
1. “Planteamiento del problema del Conde Lucanor que según Patronio se
asemeja a…”. Esta primera parte, introductoria del ejemplo, funciona como
marco del relato.
2. “CUENTO”. Se trata del relato enmarcado del ejemplo, que, a su vez, puede
tener vida autónoma, ya que su contenido no varía fuera del marco narrativo
del diálogo entre el Conde y Patronio; de la misma manera en que cada
Exiemplo, con el diálogo incluido, puede funcionar de manera autónoma al
resto de libro.
3. “Aplicación al conde por semejanza”. Es el cierre del diálogo entre el conde y
Patronio, que vendría a completar el relato-marco del punto 1. Aquí, en la
segunda parte del diálogo, Patronio explicita las semejanzas entre el cuento y
la situación conflictiva del conde, para finalmente dar un consejo adecuado
que responda de la misma manera a ambas situaciones (la del conde y la del
cuento).
4. “Intervención de don Juan Manuel- VIESSOS”. Es interesante la inclusión del
nombre de Don Johan en el final de cada ejemplo, además de lo ya dicho
sobre el prólogo. En este caso, el nombre en tanto autor de los viessos, que
“encierran, a manera de moraleja, la enseñanza del exiemplo”.
5. “E la historia deste enxiemplo…” Esta oración final en los exiemplos no es
clara, y no hay acuerdo sobre el sentido que pretende introducir, si se refiere
al ejemplo ya expuesto o al siguiente. En el caso de adscribir a la segunda
hipótesis, podemos entender que esta marca introduce la idea de continuidad
entre un exiemplo y otro, nscesaria para la constitución formal del libro como
todo y no como un simple conjunto de ideas separadas. De todas maneras,
en una forma fija que cierra cada exiemplo.
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Los Milagros también presentan una estructura reconocible, aunque no del todo fija
como los exiemplos, ya que casi todos presentan alguna irregularidad o desvío de esa
estructura general, por lo que podríamos considerarla compartida como orden pero no
acatada como regla. Tal estructura es presentada por Cacho Blecua, y podemos dividirla
también en cinco partes, a saber:
1. “Presentación de las circunstancias narrativas previas”. Da cuenta de
aspectos como el espacio, el tiempo (impreciso), el estereotipo del
protagonista, sus cualidades morales y su relación con la Virgen.
2. “Nudo”. Conflicto, núcleo generativo de la acción. Generalmente el
protagonista comete una transgresión aunque también puede estar en peligro
o morir. En cualquier caso, se trata de un quiebre del orden que tiene sus
consecuencias.
3. “Intervención milagrosa.” Generalmente esta se desarrolla en un cuadro
escénico, donde se introducen las palabras de la Virgen en estilo directo, lo
cual enfatiza estratégicamente el poder de la palabra. Este punto coincide
con el desenlace del nudo, ya que el orden es restablecido por medio del
milagro o lo maravilloso cristiano.
4. “Afirmación admirativa”. Luego de cada intervención, el milagro se confirma
de dos maneras posibles y/o complementarias: una marca material y la
presencia de testigos, los cuales se presentan como modelo de acción
análogo a lo que se espera de los lectores- oyentes del texto.
5. “Conclusión narrativa- Enseñanza didáctica” En este punto se interpela a los
lectores de manera explícita a fines de que tomen el episodio milagroso como
modelo de comportamiento, actuando como los protagonistas beneficiados
para alcanzar la gracia de María como protectora.
Como dijimos, este orden puede no ser estricto en todos los milagros, en tanto que
existen variaciones en la inclusión u omisión de algunos elementos. Sin embargo, lo que
caracteriza de manera unívoca a todos los milagros es el punto 3: La intervención milagrosa.
Este punto corresponde al momento milagroso propiamente dicho, o, como lo llama Cacho
Blecua, lo “maravilloso cristiano”, que consta de dos características distintivas: “a) su
procedencia divina; b) excepcionalidad.”
Con respecto a los ejemplos, Fradejas Rueda aclara que “estos libros abundaban
porque era más fácil enseñar con pequeñas ‘historietas’ que con pesados y aburridos
discursos” (1984,31). La misma observación vale para los milagros, en tanto fragmentos,
pequeñas historias completas en sí mismas que ilustran el poder, la bondad y la misericordia
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de Nuestra Señora. Sin embargo, como ya adelantamos en el punto 5 de la estructura de El
Conde…, existen marcas textuales de continuidad entre los exiemplos además de la
aparición repetitiva de Patronio y el conde en diálogo y de los Prólogos iniciales que
introducen la coherencia general. También entre los milagros existen marcas de continuidad,
por ejemplo, en el milagro II leemos:
“Amigos, si quisiéssedes un poco esperar
aún otro miráculo vos querría contar”
Esta clara referencia a milagro/s anteriores nos demuestra cierta continuidad
entre ellos a pesar de la independencia de cada uno. Además de la coherencia general que
aporta la Introducción de la misma manera que los Prólogos de El conde Lucanor.
Otra característica compartida por ambos textos tiene que ver con la repetición
constante de los temas o ideas que se quieren transmitir didácticamente o enseñar a los
lectores. En El Conde Lucanor esta recurrencia tiene que ver con los temas sobre los cuales
se quiere enseñar, como la amistad, la traición, la pérdida de riqueza, entre otros. En el caso
de Los Milagros de Nuestra Señora advertimos claramente la recurrencia de la devoción a
María, y, por supuesto, la alusión a su poder, misericordia y bondad. El esquema estructural
fijo y repetitivo que comparten tanto los ejemplos como los milagros viene a reforzar esta
idea de repetición; es decir, que ésta no es sólo temática sino también –y sobre todo- formal.
Fradejas Rueda alude en su “Introducción” al fragmento en el que DJM compara su
escritura con la tarea de los “fisicos” que ponen dulce en la “melizina” para que el hígado la
aproveche atrayendo lo dulce; de la misma manera que los hombres lean por deleite los
ejemplos llevando con ello la enseñanza. Este rasgo de su escritura, junto con la búsqueda
del una suerte de “justo medio” entre “fablar” poco y oscuro y “fablar” extenso y claro, se
corresponden con la preocupación de Berceo por la retórica –siendo la alegoría el
procedimiento privilegiado por el autor- y la construcción formalmente perfecta de la
cuaderna vía a lo largo de todo el texto, como transducción de la perfección divina.
Estos dos últimos rasgos, aunque construidos de manera diferente en cada caso,
responden originalmente a la misma especificidad: el didactismo, al igual que todos los
rasgos analizados anteriormente. Es en función de esta intención didáctica, de esta
enseñanza final, que se estructura la forma y se tratan los temas e incluso se introduce el
nombre del autor, como legitimación autorizada de la validez de la enseñanza.
Bibliografía
7Sofía Storani
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Cacho Blecua, Juan Manuel (1986) “Género y composición de los Milagros de
Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo” en
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