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1 ROLES DEL DOCENTE Y EL ALUMNO SEGÚN LOS PARADIGMAS POSITIVISTA Y POSMODERNO Por María Teresa Lourdes Cáceres. Resumen - Antes de profundizar en los diferentes paradigmas educativos, es necesario definir qué es la educación. Según el sitio de internet Wikipedia: “La educación, proviene del latín educere "sacar, extraer" o educare "formar, instruir" y puede definirse como: El proceso multidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, va lores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra, pues está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes. El proceso de vinculación y concienciación cultural, m oral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos. Proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad. La educación se comparte entre las personas por medio de nuestras ideas, cultura, conocimientos, etc. respetando siempre a los demás. Ésta no siempre se da en el aula”. Teniendo en cuenta estas definiciones podemos afirmar, sin miedo a estar errados, que la educación en su esencia es un hecho social, que mediante diferentes fines construidos y consensuados en un momento específico persigue la concreción de objetivos específicos útiles a la sociedad. Distintas sociedades, en distintos momentos históricos, han construido y acordado “formas de ver y entender la educación”. Éstas formas de entender la educación están englobadas en lo que llamamos diferentes paradigmas. Estos paradigmas y su concepción de la educación cambian según la

Trabajo final - Sociología de las instituciones educativas: comparación del rol docente

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Paper que compara el rol docente según Durkheim y Zygmut Bauman

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ROLES DEL DOCENTE Y EL ALUMNO SEGÚN LOS PARADIGMAS POSITIVISTA Y POSMODERNO

Por María Teresa Lourdes Cáceres.

Resumen -

Antes de profundizar en los diferentes paradigmas educativos, es necesario definir qué es la educación. Según el sitio de internet Wikipedia: “La educación, proviene del latín educere "sacar, extraer" o educare "formar, instruir" y puede definirse como:

El proceso multidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra, pues está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes.

El proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos.

Proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad.

La educación se comparte entre las personas por medio de nuestras ideas, cultura, conocimientos, etc. respetando siempre a los demás. Ésta no siempre se da en el aula”.

Teniendo en cuenta estas definiciones podemos afirmar, sin miedo a estar errados, que la educación en su esencia es un hecho social, que mediante diferentes fines construidos y consensuados en un momento

específico persigue la concreción de objetivos específicos útiles a la sociedad.Distintas sociedades, en distintos momentos históricos, han construido y acordado “formas de ver y entender la educación”. Éstas formas de entender la educación están englobadas en lo que llamamos diferentes paradigmas. Estos paradigmas y su concepción de la educación cambian según la época y sus principales autores. Éste trabajo, pretende adentrarse en el análisis de los paradigmas positivista y posmoderno, teniendo en cuenta los roles del alumno y del docente en cada uno de ellos, en la esperanza de esbozar una síntesis integradora para ambos.

En la visión positivista tradicional y de acuerdo a lo esbozado por Emile Durkheim, se institucionaliza la educación como una manera de socializar al hombre y traspasar conocimientos y modos de comportarse (homogeneizar) a las generaciones siguientes, y así acercarlos al ideal de hombre planteado por la misma sociedad. La Argentina de la época, no fue ajena a este paradigma. Fue Domingo Faustino Sarmiento quien se preocupo por el tema de la homogeneización a través de la educación primaria ya que en aquel momento el país tenía una gran afluencia de inmigrantes a los que se debía integrar con un sentido de pertenencia a la patria. Tanto Durkheim como Sarmiento en la Argentina, ven en el educador un enorme poder para formar a las generaciones venideras y que ese trabajo debe ser llevado a cabo haciendo un buen uso de la autoridad que la misma sociedad le confiere. Siguiendo esta línea de pensamiento, las características de un buen educador eran las siguientes:

Debe tener carácter, utilizar una voz de mando que le haga sentir al

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alumno que la negativa a obedecerle no es concebible.

Debe sentir internamente la autoridad que posee.

Debe creer y respetar profundamente la tarea que realiza, ya que de esa creencia resulta su autoridad.

El rol del educador entonces, era el de traspasar conocimientos válidos y empíricos (técnico) a las generaciones venideras para cumplir con el objetivo de homogeneización nacional, y sus clases eran más que nada de tipo magistral.En concordancia con lo dicho, el rol del alumno era meramente pasivo y su comportamiento debía ser receptivo. El éxito en la escuela, se debía más que nada al aprendizaje memorístico.

En contraposición con lo esbozado por los representantes del positivismo, en la actualidad se considera que nos encontramos frente al paradigma posmoderno, al que Zygmunt Bauman llama Modernidad líquida. Ésta realidad abrumadora, se caracteriza por la incertidumbre, la inmediatez e impredecibilidad de las cosas. Incertidumbre con respecto a los cambios constantes en el estado de las cosas y relaciones entre sujetos. Según Bauman “En el mundo de la modernidad líquida la solidez de las cosas, como ocurre con la solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza. Cualquier juramento de lealtad, cualquier compromiso a largo plazo (y mucho más un compromiso eterno) auguran un futuro cargado de obligaciones que (inevitablemente) restringiría la libertad de movimiento y reduciría la capacidad de aprovechar las nuevas y todavía desconocidas oportunidades en el momento en que (inevitablemente) se presenten”. Esto junto con una desvalorización del conocimiento como un proceso que dura toda la vida y la consideración del mismo como “un producto terminado” al cual es mejor llegar a través de atajos1, hacen que la educación y por ende el rol del educador se vean afectados. Se produce entonces un

desfasaje entre los objetivos que tiene la educación actual y las necesidades que emanan de la sociedad para con la educación. El educador en su rol, se encuentra cuando menos avasallado por la rapidez con que cambian las reglas, estrategias y tecnologías que utilizan las personas para “surfear”2 la realidad, y a la vez, se siente desvalorizado ya que no es considerado un referente en su comunidad, ni es considerado una autoridad por sus alumnos. De ésta manera y de acuerdo con la realidad imperante, no se puede sino hablar de los roles del educador y el alumno en forma de suposición o en el orden del “deber ser”.Según lo expuesto por Julio César Labaké en el 6º Congreso Internacional de Educación “El Oficio de Enseñar Competencias y Rol Docente en la Actualidad” realizado en el 2009 por la editorial Santillana, “El futuro del rol docente pasa por una nueva formación que lo haga a la vez:

a) Especialista en uno o varios contenidos científicos y en la habilidad de los procedimientos didácticos;

b) Especialista en la formación de la personalidad armónica de los alumnos (…);

c) Que posea (…) una formación diferente, que parta de la comprensión profunda y crítica de la realidad cultural, de sus riquezas y de sus debilidades y peligros, para alcanzar la capacidad de percibir la realidad de cada día y poder resolverla (…);

d) (…) tendrá que formarse en el conocimiento y comprensión operativa de la personalidad humana, que deberá ayudar a desarrollarse y madurar, sin que esto signifique, de ninguna manera, invadir encuadres propios de la psicopedagogía, de la psicología y de la psiquiatría. (…).

El alumno, situado en el medio mismo de ésta dicotomía entre lo que la escuela enseña y lo que debería enseñar, se muestra abúlico y no le

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encuentra sentido ni utilidad a una escuela que no lo forma ni para insertarlo en el mundo laboral, ni para alfabetizarlo en el uso de las nuevas y cambiantes tecnologías. Por lo tanto, sólo nos queda tomar el concepto de Thomas Khun3 y afirmar que la única forma de que el alumno cumpla un rol en su propia educación es que esté involucrado y que participe en la construcción y significación del conocimiento.

Si bien es cierto que los cambios experimentados en sendas épocas son casi incomparables, si es rescatable la adaptación que, tanto en el siglo XX como en el momento actual, debió realizar la escuela como institución y la sociedad misma a través de la educación al plantearse conscientemente “para qué” necesita formar a los individuos. En el caso del positivismo y debido a las certezas de la época, se resolvió que la necesidad imperante era homogeneizar a las masas provenientes de distintos orígenes (inmigraciones). Actualmente, ya no se puede hablar de masas inmigrantes sino de ciudadanos de aldeas globales, conectados en redes compartiendo información al instante. En esta época de incertidumbre y rapidez, creo que es aún más necesario que antes decidir y construir consensos acerca del objetivo de la escuela y la educación. Deberemos dejar de hablar en función del “deber ser” y comenzar a preguntarnos: Dadas las características de los individuos que pueblan las aulas ¿De qué manera y con qué herramientas he de dotarlo para su inserción en la realidad imperante? Los pocos educadores que todavía no pusimos la bandera blanca en el mástil de nuestros corazones sabemos cómo son los alumnos, sabemos cómo está la sociedad en la que viven, sabemos con qué realidad se encuentran cuando llegan a sus casas… Sólo falta que los pensadores de políticas educativas empiecen a preguntarse esas cosas que nosotros ya sabemos.

BIBLIOGRAFÍA[1] ZYGMUNT BAUMAN: “Retos de la Educación en la Modernidad Líquida”. Pág. 19

[2] ZYGMUNT BAUMAN: “Retos de la Educación en la Modernidad Líquida”. Pág. 34.

[3] THOMAS KHUN:”La Estructura de las Revoluciones Científicas” México, Fondo de Cultura Económica, 1971, pág.34

JULIO CÉSAR LABAKÉ: “El Futuro del Rol Docente”. 6º Congreso Internacional de Educación El Oficio de Enseñar Competencias y Rol Docente En La Actualidad. Santillana. 2009

ELVIRA TEIJIDO DE SUÑER Y JAIA BARYLKO: “La formación del Rol Docente”. 6º Congreso Internacional de Educación El Oficio de Enseñar Competencias y Rol Docente En La Actualidad. Santillana.

ZYGMUNT BAUMAN: “Retos de la Educación en la Modernidad Líquida”.

ALFONZO HERNÁNDEZ GUERRERO Y JOSÉ GÓMEZ VILLANUEVA (compiladores): “Antología: El Debate Social en Torno a la Educación. Enfoques Predominantes” Págs. 27-55.

EMILIO TENTI FANFANI: “Sociología de la Educación”. Unidad 4: Sociología de los Maestros”. Págs. 84-101.

GREGORIO WEINBERG: “Modelos Educativos en el desarrollo histórico de América Latina”.

JULIA LEYMONIÉ: Artículo: “Nativos e Inmigrantes Digitales: ¿Cómo aprendemos y enseñamos? Revista Dixit Online.

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WEBGRAFÍA

Revistadixit.ucu.edu.uy/?table=articles&ID=bb137cbb29a859fdacf5dca8c1261e05&action=detail (visited 19/8/2012)

www.wikipedia.org

http://www.cepal.org/publicaciones/ xml/2/25682/27Educacion%20y%20sociedadparte2.pdf (visited 19/8/2012)