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TRABAJOS DE ESCRITURA 1º EVALUACIÓN GRUPO C Trabajos de Dalmacio, Laura y Arturo.

Trabajos de redacción 2

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Trabajo de redacción 1º evaluación.

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TRABAJOS DE ESCRITURA1º EVALUACIÓN

GRUPO C

Trabajos de Dalmacio, Laura y Arturo.

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Pierre Anthon dejó la escuela el día que descubrió que no merecía la pena hacer nada puesto que nada tenía sentido. Los demás nos quedamos. Y a pesar de que el profesor se apresuró a borrar toda huella de él, tanto en clase como en nuestras mentes, algo suyo permaneció en nosotros. Quizá por eso pasó lo que pasó.

Aún me acuerdo de su aspecto y de su forma de expresarse.Siempre llevaba gorros que tapabansu pelirroja cabellera y vaqueros. Le gustaba llamar la atención, siempre hablaba de la justicia y los derechos. La mayoría de nosotros le apoyaba, pero aquel día no.

Cuando Pierre descubrió a sus padres sin vida en el salón de su casa, la escena lo traumatizó. Pero ello no le prohibió investigarpara descubrir al asesino. Obtuvo pruebas suficientes para demostrar que el culpable había sido el profesor, y no se quiso quedar parado. Pero lo que de verdad le hundió hasta el fondo nofue que fueran insuficientes pruebas o que no le creyeran. Lo queacabó con él fue que no le dejaron explicarse. Le trataron como aun loco, ni siquiera le permitieron hablar. Después de tanto tiempobuscándole, la policía lo primero que hizo fue llevarlo a un internado, pero sus tíos de París lo acogieron, y Pierre pudo seguiryendo a nuestra escuela.

Fue terrible el encuentro cara a cara entre el culpable profesory Pierre. Nuestro compañero actuaba con indiferencia y frialdad, pero nuestro profesor le lanzaba puyas de vez en cuando, atento por si explotaba. Nuestro profesor era una mala persona. No tenía hijos ni estaba casado. No parecía tener amigos; ni siquiera sus compañeros de trabajo se relacionaban mucho con él. O eso pensábamos nosotros hasta donde alcanzamos a ver. Por eso, no nos sorprendió que el que explotase fuera él, y le gritase a Pierre, sin motivos.

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En los recreos, nuestro compañero Pierre se encargó de convencernos de la culpabilidad del profesor. A Jean, su mejor amigo; a Francine, su compañera de mesa; a Lullaby, su antigua novia, e incluso a mí me expuso unos argumentos imposibles derebatir. Todos acabamos convencidos de que tenía la razón, pero quizá no tan convencidos de enfrentarnos al profesor, hecho desconocido para Pierre.

Todos estábamos algo excitados, por la espera del día de la rebelión escogido por Anthon. Durante ese período, todos estábamos cada vez más cerca de nuestro líder, e incluso algunos montábamos charlas imitándole. Estábamos todos de su parte. Cuando por fin el día llegó, todos entramos en clase como habitualmente hacíamos. Esperamos los cinco minutos que tardabasiempre el profesor Collins en llegar. Ni siquiera había comenzado la clase cuando alguien se levantó arrastrando la silla y haciendo un estruendo enorme. Era Pierre.

Acto seguido, nuestro compañero se puso de pie en su silla y gritó palabras de guerra y rebelión. Era curioso que tras pasar las desgracias que había pasado, nunca abandonó su carácter algo infantil, pero luchador. Observé extrañado como una media sonrisa asomaba en la boca del profesor. Era una mueca horrible que inspiraba desconfianza. Quizá esperaba que Pierre se rebelase desde hacía tiempo.

No sabía qué, pero algo en mi interior no me permitió apoyar a nuestro líder Pierre Anthon. Y no era el único, todos nos quedamos callados mientras nuestro compañero se intentaba rebelar al mismo tiempo que nos miraba incrédulo. Una mirada deterror y desconocimiento. A mí no me extrañaba. Le habíamos abandonado en el peor momento. Aunque fuese nuestro líder, nuestro ejemplo a seguir, nuestro ídolo. Le habíamos traicionado.

Pierre Anthon dejó la escuela el día que descubrió que no

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merecía la pena hacer nada puesto que nada tenía sentido. Los demás nos quedamos. Y a pesar de que el profesor se apresuró a borrar toda huella de él, tanto en clase como en nuestras mentes, algo suyo permaneció en nosotros. Quizá por eso pasó lo que pasó.

Dalmacio C. P.

Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardina me siguió desde el despacho hasta mi casa: Desde la ventana del comedor, pude ver que el extraño aún seguía abajo, vigilándome.

Fui a la cocina, cogí una tetera y la puse al fuego. Me senté en la mesa cuadrada de mi acogedora cocina y comencé a pensar ¿quién podía ser ese hombre y por qué estaba allí? En un principio podía ser un detective enviado por mi marido, aunque no veía la razón, o, simplemente podría ser un hombre que no se había atrevido a hablar conmigo. El ruido de la tetera me sacó de mis pensamientos. Me levanté, cogí una taza y me serví un poco de té y fui al salón a mirar por la ventana…El hombre ya no estaba allí, eso me tranquilizó. De repente, sonó el timbre. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Algo me dijo que no debía abrir la puerta y, aún así, lo hice sin saber que más tarde me iba a arrepentir.

Al abrir la puerta, aquel hombre estaba allí, mirándome. Su mirada fría y distante me recorrió de arriba abajo, mientras me preguntaba:

-¿Es usted la señora Gervasi?-Sí… Y usted ¿Qué desea?

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-Soy Roberto. Conozco a su marido. Tengo algo muy interesante que contarle ¿Puedo pasar? Es confidencial. Es muy tarde y tengo todavía mucho trabajo por hacer. ¿Podríamos quedar mañana a la hora de la comida?

Él, con voz grave, me dijo:-No señora, es muy importante.-¿Pero qué es? ¿No puede esperar a mañana?-No, le repito que es muy importante.-Bien, pase- dije nerviosa.

El hombre era alto, de unos cuarenta años, robusto y con barba de unos días. Se quitó su gabardina sin dejar de mirarme. Sus manos eran grandes y peludas.

-¿Puedo sentarme?-Sí, por supuesto, pasemos al salón. ¿Quiere una taza de té?-No, gracias.-¿Puedo ofrecerle otra cosa?-Sí, escúcheme con atención.

Esa expresión me dejó fría, sorbí un poco de té aunque la taza no paraba de temblar, intenté disimular, pero creo que lo notó.

-Bien, soy todo oídos, dígame.-Yo, en realidad, no conozco a su marido, lo he visto en un

par de fotografías-sacó de su bolsillo un sobre que contenía un par de fotografías y, con mano temblorosa, me las entregó.

Abrí el sobre y pude comprobar que efectivamente era mi marido y una mujer morena, alta, de unos 30 años de edad y bastante guapa. Estaban abrazos, ella tenía la cabeza apoyada en el hombro de mi marido.

-¿Y bien?-dije mientras una lágrima recorría mi mejilla.

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-¿Es su marido?- dijo él con voz suave al ver mi cara.-Sí, dije yo sollozando, y me imagino que esta es su mujer.-Sí señora-dijo él mientras cogía su gabardina y se iba.

Oí sus pasos alejarse y después como se cerraba la puerta. Era incapaz de moverme, la taza se me cayó al suelo y no dejaba de llorar.

En ese momento, oí como un coche se aproximaba a la casa. Era mi marido, que, desde hacía unos días llegaba más tarde de lo normal. Recogí la taza y fui al baño a lavarme la cara ya que no quería que notase nada. De repente, al mirarme al espejo, me di cuenta de que me había dejado las fotografías en la mesa. Ya era tarde, mi marido había entrado y lo vi dirigirse al salón. Con paso firme me dirigí a él.

-Hola, llegas tarde- dije disimulando e intentando buscar las fotografías con mi mirada.

Él, con las fotografías en la mano, me miró con frialdad y dijo:-¿De dónde has sacado esto?-Un hombre me las entregó-dije yo aguantando su mirada-

¿Eres tú, no?-Sí, pero no es lo que parece- dejó las fotografías en la mesa

y se fue a la cocina.

Yo le seguí sin decir nada, esperaba una explicación, pero él no estaba dispuesto a darla. Cogió una cerveza y dijo:

-¿Qué hay hoy para cenar?

Yo, cada vez más enfadada, empecé a gritar:-¿Qué has hecho? ¿Quién es esa mujer? ¿Vas a dejarme? ¿Por

qué lo hiciste?...Anda, dime, contéstame.

Su cara inexpresiva desató mis nervios y comencé a golpearlo

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repitiendo las mismas preguntas. Él intentó apartarme empujándome, pero sin decir nada. Subió las escaleras hasta el dormitorio mientras decía:

-Tranquilízate, no es lo que tú piensas, tranquilízate…

Yo le seguí, cada vez mas enfadada. En mitad de las escaleras le cogí por un brazo y le dije:

-Por lo menos ten la decencia de mirarme cuando te hablo.

Él, con un movimiento brusco, se soltó de mi mano para seguir subiendo. Yo perdí el equilibrio y caí. Pasados unos segundos, mi cuerpo era incapaz de moverse. En ese momento me acordé de que no debía haber abierto la puerta. Me desmayé.

Laura I. R.

El Hombre Misterioso

Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardina me siguió desde el despacho hasta mi casa: Desde la ventana del comedor, pude ver que el extraño seguía abajo, vigilándome.

Me quité el abrigo, guardé el paraguas y preparé una taza de chocolate caliente; me senté con el chocolate y cogí el periódico. Pasada ya una hora y media miré de nuevo por la ventana y el misterioso hombre seguía allí, observando el edificio y, en concreto, mi ventana.

Se aproximaba una tormenta y el cielo se oscureció; parecía

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que estaba en plena noche. Apagué la luz del salón para fingir que me había acostado y esperé a ver si el señor se iba pronto. El hombre misterioso desapareció, pero antes me dio tiempo a ver desde mi ventana los rasgos difuminados de su cara, gracias a una farola. Esta persona, para mÍ anónima, llevaba gafas, una bufanda negra y una gabardina beige que me recordó a un famoso detective. Aunque era un día lluvioso este caballero no llevaba paraguas, lo que sí tenía en sus manos era un elegante bastón de marfil, por lo que me hizo pensar que tenía que ser una persona entrada en años.

Mientras me acostaba, pensé que este hombre para mí misterioso, me conocía de algo, o ¿por qué me seguía?...

Una semana más tarde, fui a trabajar; para ello, cogí el autobús como todas las mañanas y me senté en un asiento junto a la ventana, alcé la vista al exterior y vi al hombre sentado en la parada; la bufanda le tapaba medio rostro y yo seguía sin saber quién era.

Me estaba empezando a asustar, puesto que últimamente, al finalizar mi horario laboral, siempre me seguía a una distancia considerable. Un sábado, ya que no trabajaba, llamé a un amigo por la mañana, para quedar en el café de la esquina de mi mirador. Una vez en la cafetería, le comenté lo ocurrido en las últimas tressemanas, aprovechando que era abogado. Me dijo que estuviera tranquilo y que me iba a llamar una vez al día para que le informara, ya que mientras el misterioso caballero no actuara en mi contra, él no podía hacer nada. Por la noche me llamó y le dije que aún no sabía como era físicamente, pero siempre llevaba unabufanda y esa gabardina tan peculiar.

El domingo fui a comer a casa de mis tíos, ya que mi tía iba a celebrar su cumpleaños. Mientras comíamos, comenté lo del hombre misterioso y me dijeron lo mismo que mi amigo, que no

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me preocupara y si me intentaba hacer algo, que pusiera una denuncia en la comisaría. Después del café, llamaron al timbre, eran unos amigos de la infancia de mi madre y de mi tía que venían a saludar a la familia. Al poco rato volvieron a llamar al timbre de la puerta y entró un señor que saludó a mi abuelo; yo aún no le había visto la cara, pero cuando se sentó, lo reconocí alinstante. Era el misterioso hombre que me estuvo atormentando las últimas semanas con su extraña forma de actuar y su manera tan diferente de vestir. Me quedé de piedra al verlo, pero permanecí en silencio y no le dije a nadie que ese era el individuo.

Estuvo mucho tiempo con mi abuelo hablando de diversos temas y yo no podía dejar de escucharlos disimuladamente y mirando de vez en cuando de refilón. Yo me preguntaba de qué conocía a mi abuelo, por qué había acudido al cumpleaños de mi tía y quién era ese siniestro personaje.

Al día siguiente, después del trabajo, lo vi por la calle y lo paré. Le pregunté por qué me perseguía, cuándo había conocido a mi abuelo y por qué motivo había ido al cumpleaños de mi tía. Él sonrió y me explicó que me seguía, no para asustarme, sino porque vio una foto de mi abuelo conmigo de pequeño cuando vino de una guerra en Irak y la familia le fue a recoger; él me reconoció de verme por la calle. Esa foto, me dijo que la había visto en el periódico el primer día que me empezó a seguir, el díade la tormenta. También me contó que había coincidido con mi abuelo en la mili. Eran compañeros de cuarto y fueron juntos a la guerra, mencionada anteriormente. Él no conocía a mi tía, pero sabía donde vivía, me vio con ella entrando y saliendo de su casa. Quería saber cómo encontrar a mi abuelo y un día fue a hablar con mi tía y ésta le dijo que podía ir el domingo a su casa, iba a celebrar allí su cumpleaños y mi abuelo acudiría a la fiesta. Pensó que para mi abuelo le haría mucha ilusión encontrarse con este compañero.

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Yo seguía sin saber para qué se mojó en la lluvia y por qué quería ver a mi abuelo después de tantos años; el continúo diciendo que se mojaba en la lluvia pues le traía recuerdos de su niñez. Don Manuel, que así se llamaba, era de pueblo y a menudo iba de noche a pasear, lloviera o nevara. Se me quedó mirando y me dijo que vino desde su aldea hasta aquí para devolverle un medallón que le había prestado un día un viejo amigo, mi abuelo.

Desde ese día mi abuelo y él quedaban a menudo, a veces en el pueblo y otras en un parque cerca de la cafetería.

Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue mirar si aún tenía el periódico que no pude leer por completo el día de la tormenta. Lo encontré dentro de un cajón y vi la foto. El hombre decía la verdad; mi abuelo lo había conocido en la mili y éste tenía guardada una foto en blanco y negro en la que estaban los dos juntos de jóvenes. El periódico se lo tenía que dar a mi abuelo.

Antes de irme para la cama, llamé a mi amigo para que no se preocupara por mí; le comenté que ya estaba todo arreglado y que por fin se había solucionado el misterio.

Arturo C. L.

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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA

INTRUCCIONES PARA LA ESCRITURA DE UN TEXTO NARRATIVO (3º E.S.O.)

• Elige unos de estos principios y escribe un texto que lo continúe:

TEXTO A

“Habíamos salido a ganar, podíamos hacerlo. La, valga la inmodestia, táctica por mí concebida, el duro entrenamiento a que había sometido a los muchachos, la ilusión que con amenazas les había inculcado eran otros elementos a nuestro favor. Todo iba bien; estábamos a punto de marcar; el enemigo se derrumbaba.”

Eduardo MENDOZA, El misterio de la cripta embrujada.

TEXTO B

“Alexander Cold despertó al amanecer sobresaltado por una pesadilla. Soñaba que un enorme pájaro negro se estrellaba contra la ventana con un fragor de vidrios destrozados, se introducía a la casa y se llevaba a su madre. En el sueño él observaba impotente cómo el gigantesco buitre cogía a Lisa Cold por la ropa con sus garras amarillas, salía por la misma ventana rota y se perdía en un cielo cargado de densos nubarrones.”

Isabel ALLENDE, La Ciudad de las Bestias.

TEXTO C

“Pierre Anthon dejó la escuela el día que descubrió que no merecía la pena hacer nada puesto que nada tenía sentido.

Los demás nos quedamos.Y a pesar de que el profesor se apresuró a borrar toda huella de él, tanto en clase como en nuestras

mentes, algo suyo permaneció en nosotros. Quizá por eso pasó lo que pasó.”

Janne TELLER, Nada.

TEXTO D

“Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardina me siguió desde el despacho hasta mi casa: Desde la ventana del comedor, pude ver que el extraño seguía abajo, vigilándome.”

Carlos RUIZ ZAFÓN, El príncipe de la niebla.

TEXTO E

“Una vez, rebuscando entre los mil objetos inservibles del desván de mi casa, me encontré un catalejo. Debía de tener muchos años porque el latón d eque estaba hecho se había vuelto mate y sin brillo. Pero al desplegarlo y mirar por sus lentes, podía hacerme la ilusión de que era un corsario o un pirata de los que aparecían en las películas”.

Javier ALFAYA, Una luz en la marisma.