Trepper Leopold - El Gran Juego

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AnnotationEl Gran Juego Libro magistral, que despeja las dudas sobre el espionaje. Como se fue organizando la red que opero a nivel mundial para derrotar al fascismo.Poco antes que saliera a la luz publica esta obra, se edito la Famosa Orquesta Roja, diferencia de esta es que aca podemos ver al protagonista como su propio autor. Trepper de raz Juda, militante comunista es destacado como el gran jefe que comienza anudar a los cuadros en Europa, ya al terminar de la guerra es detenido en Francia por sus enemigos, descubren los nazis del personaje en cuestin. Treppper con una brillantez poco conocida en conspiracin, comienza por hacer el doble Juego. Logra golpearle al fascismo en sus propias narices hasta ese momento los tiene convencidos de su "quiebre",en esta hazaa salva millones de vidas. Pero la vida no es fcil, se fuga, vuelve a dar su informe a la Unin Sovitica, y Stalin no le cree, lo encarcela 10 aos, letelo interesante. Unos de los hombres que tambin derrotan a esa bestia de la humanidad.

LEOPOLD TREPPEREl Gran Juego Libro magistral, que despeja las dudas sobre el espionaje. Como se fue organizando la red que opero a nivel mundial para derrotar al fascismo.Poco antes que saliera a la luz publica esta obra, se edito la Famosa Orquesta Roja, diferencia de esta es que aca podemos ver al protagonista como su propio autor. Trepper de raz Juda, militante comunista es destacado como el gran jefe que comienza anudar a los cuadros en Europa, ya al terminar de la guerra es detenido en Francia por sus enemigos, descubren los nazis del personaje en cuestin. Treppper con una brillantez poco conocida en conspiracin, comienza por hacer el doble Juego. Logra golpearle al fascismo en sus propias narices hasta ese momento los tiene convencidos de su "quiebre",en esta hazaa salva millones de vidas. Pero la vida no es fcil, se fuga, vuelve a dar su informe a la Unin Sovitica, y Stalin no le cree, lo encarcela 10 aos, letelo interesante. Unos de los hombres que tambin derrotan a esa bestia de la humanidad.

Traductor: de Juan de Benavent Autor: El gran juego ISBN: 9788434442306 Generado con: QualityEPUB v0.30

LEOPOLD TREPPEREL GRAN JUEGO

EDITORIAL ARIEL

BARCELONA - CARACAS MXICOEl autor ha escrito directamente en francs esta obra con la colaboracin de Patrick Rotman. Se han incorporado a esta edicin castellana las numerosas enmiendas y adiciones a veces pginas enteras que el autor ha credo conveniente introducir en el texto de la edicin original de su obra, as como el prlogo de la edicin alemana que aqu se entrega a modo de eplogo. Ttulo original: LE GRAND JEU Traduccin de Juan de Benavent Cubierta:TRIANGLE 1 edicin: abril de 1977 1975: ditions Albin Michel, Pars 1977 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica: Ariel S. A., Av. J. Antonio, 134, Esplugues de Llobregat (Barcelona) Depsito legal: B. 13075 1977 ISBN: 84 344 4230 2 Impreso en Espaa 1977. - 1. G. Seix y Barral Hnos., S. A. Av. J. Antonio, 134, Esplugues de Llobregat (Barcelona)

A Luba, la esforzada compaera de mi vida

AGRADECIMIENTOS Quiero manifestar aqu m agradecimiento a cuantos se han movilizado en el mundo entero para lograr que yo pudiera salir de Polonia. A los militantes de los comits "para la liberacin de Trepper", a los partidos, sindicatos y asociaciones que han participado en este combate, as como a los simples particulares, les debo que haya podido escribir este libro. Igualmente deseo expresar mi gratitud a los organismos oficiales o privados que han facilitado mis pesquisas: el equipo de la seora Braem, del departamento de "indagaciones, documentacin y defunciones", integrado en el Ministerio belga de la Salud Pblica y la Familia; la direccin del Mmorial de Breendonk y, en particular, el profesor Paul M. C. Lvy, del Departamento de Ciencias Econmicas, Sociales y Polticas de la Universidad Catlica de Lovaina; el seor J. Vanwelkenhyzen y los seores Jean Dujardin y Jos Gotovitch, director y miembros respectivamente del Centro belga de Investigaciones y Estudios Histricos de la Segunda Guerra Mundial; y el profesor Jean-Lon Charles, de la Real Academia Militar de Blgica. Gracias a todos ellos, este libro es ms completo y ms exacto. Por ltimo, que todos los supervivientes de la Orquesta Roja y sus familias encuentren aqu mi fraternal agradecimiento por la ayuda que ine han prestado con sus testimonios.

PREFACIOSe me ocurri la idea de escribir mis recuerdos mientras aguardaba la autorizacin que me permitiera salir de Polonia, es decir, durante los tres aos que permanec en Varsovia sumido en una total soledad. En aquel estado de "preso en libertad", tan difcil de soportar en el plan moral, la nica ocupacin de mis pensamientos era la evocacin del tiempo pasado. Al llegar al trmino de su camino, todos /os hombres recuerdan en particular una poca privilegiada del mismo que los dej marcados con mayor intensidad que las dems: cuando yo contemplo los setenta aos ya transcurridos de mi vida, considero que lo ms importante de ella es lo que me sucedi entre mis treinta y mis cuarenta aos de edad: la poca de la Orquesta Roja. Cierto es que el drama me acechaba entonces en todos los recodos del camino y que el peligro era mi ms fiel compaero, pero de tener que comenzar de nuevo, gozosamente volvera a hacer lo mismo. Hoy da por fin ya nada tengo que ocultar; mi nica ambicin estriba ahora en decir la verdad acerca de los cincuenta aos de mi vida de militante. Tal verdad, hela pues aqu...

APRENDIZAJE1. DOS IMGENESEn este momento surgen en rni espritu dos imgenes, que indican con bastante precisin las etapas de mi existencia. La primera me remite de nuevoa mi primera infancia, enjulio de 1914, cuando viva en Novy-Targ, pequea localidad polaca en la que nac. Un grito resuena an en mis odos: Han apresado a un espa ruso! En pocos instantes haba corrido la voz hasta el ltimo rincn de nuestra pequea ciudad... Los rumores no faltaban en aquellos ltimos das de julio de 1914. La noticia se propag aquel da por las calles y de una a otra ventana: "Han apresado a un espa ruso en el pueblo de Poronin y ahora lo traen aqu'.". Como todos los chiquillos de mi edad, corr a la estacin de ferrocarril para presenciar la llegada del preso. El tren entr en la estacin... Custodiado por una pareja de guardias, descendi de un vagn un hombre pequeo, rechoncho, con perilla roja en el rostro y una ancha gorra inclinada sobre la frente. Mezclado con los dems muchachos, segu al inslito tro que cruz la plaza mayor antes de penetrar en el ayuntamiento, donde estaba dispuesta una nica celda para los borrachos vocingleros. Los guardias encerraron en ella al "espa". Pero al da siguiente lo trasladaron a la crcel, que se hallaba exactamente frente a la sinagoga. Aquel da era sbado. En un instante, los judos abandonaron el oficio religioso. Formaron pequeos grupos delante de la crcel, hablando interminablemente de la guerra y del "espa ruso". Algunos das ms tarde, ste fue transferido a Cracovia y los habitantes de Novy-Targ, sobre todo los judos, pudieron burlarse de un tendero de Poronin que haba fiado al espa y a su mujer durante varios meses. La credulidad del tendero judo sigui siendo motivo de chanzas hasta un da de 1918 en que aqul recibi.una carta de Suiza. Muy pronto la ciudad entera supo el contenido de la misma:

Confio que querr excusarme por haberme marchado en 1914, debido a unas difciles circunstancias, sin pagarle el dinero que le deba. Le ruego que acepte ia cantidad que le adjunto. Vladmir Ilich Lenin Lenin no haba olvidado...[1] Tal le mi primer encuentro con el "espionaje" y el comunismo. Cabra discernir en aquel suceso una llamada del destino, pero a ia sazn yo slo contaba con diez aos de edad c incluso ignoraba el sentido de estas dos palabras que luego me acompaaran a lo largo de toda mi vida.Y sin embargo... Los aos han transcurrido en medio de extraos combates, ha llegado la vejez y asimismo la soledad... Y he aqu la segunda imagen. Una cha: el 23 de lebrero de 1972. Es el da de mi cumpleaos. Tengo sesenta y ocho aos y me hallo en nii casa. Los recuerdos de las fiestas que, en aos anteriores, reunan a mi familia en esta ocasin, acuden ahora a mi mente y enconan mi tristeza. Antao ramos unas diez personas las que nos sentbamos alrededor de la mesa: mi mujer, mis hijos, sus compaeras y nuestros nietos. Hoy, en cambio, estoy solo: desde hace tres aos el gobierno polaco me retiene "preso" en mi propio domicilio, impidindome as que me rena con los mos, a quienes la campaa antisemita ha ahuyentado del pas. Durante das y das el telfono permanece silencioso. Es el aislamiento total. Pero, de pronto, su tintineo me sobresalta: mi mujer me llama para desearme un feliz cumpleaos. Luego, durante todo el da, desde Francia, Dinamarca, Suiza, Canad, Blgica y Estados Unidos, son mis hijos, mis amigos, mis conocidos e incluso algunos desconocidos, a quienes ha alertado la campaa que se desarrolla a mi favor en Europa, los que me telefonean para decirme en breves palabras su solidaridad. Ya no estoy solo. Aquel 23 de febrero y los das que le siguen, el cancro me trae por la maana numerosas cartas y telegramas procedentes de lodas las partes del mundo. Dos paquetes, remitidos desde los Pases Bajos, contienen centenares de cartas de escolares: aquellos dibujos y aquellas palabras infantiles de amistad y de consuelo me emocionan hasta las lgrimas. No, ya no estoy solo. Ante mis ojos cobran nueva vida algunas escenas de mi propia infancia: Novy-Targ...

2. NOVY-TARGNac el 23 de febrero de 1904 en Novy-Targ, pequea poblacin de Galitzia que, a la sazn, era difcil encontrar en un mapa. La familia Trepper viva en el nmero 5 de la calle Sobieski, humilde casa que mi padre haba construido con sus propias manos, acumulando ladrillos y deudas. La tienda, especie de reducido bazar que ofreca a los campesinos las mercancas y los sencillos aperos que stos necesitaban, ocupaba la planta baja. Grandes costales llenos de simiente se amontonaban directamente sobre el suelo. Eran raras las ocasiones en que ios clientes pagaban sus compras con dinero; las ms de las veces entregaban a cambio de ellas algn producto de sus tierras. Encima del almacn, el nico piso de la casa se divida en tres aposentos, humildemente amueblados, en los que vivamos. En los fragmentarios y discontinuos recuerdos de mi inancia que todava emergen en mi memoria, aquellos aos se me presentan embebidos de una tranquila felicidad, pese, a la extremada penuria en que vivan mis padres. Sin duda las imgenes sombras y los recuerdos de la miseria cotidiana se han esfumado con mayor facilidad que la visin, hoy da an ntida en mi mente, del confite que mi padre deslizaba bajo mi almohada cuando, en los albores del da, se marchaba a trabajar... Mi familia era ''tpicamente" juda, pero ese "tpicamente" constitua la caracterstica de todas las familias judas. Mi apellido, Trep- per, no conserva el menor vestigio de mis orgenes. Mis amigos, los Trauenstein, Hamerchlag, Singer, Zolman, etc., posean asimismo un apellido germanizado. Un da, preocupado por esta cuestin, ped que me la aclarara el preceptor que, una vez por semana, nos reuna para ensearnos durante una hora la historia del pueblo judo. Me explic que, a finales del siglo xix, a los judos del imperio austrohngaro les fue permitido cambiar de apellido. Las autoridades de Viena pensaban, sin duda, que unos patronmicos alemanes facilitaran una mejor integracin de los judos con la poblacin austraca. Incluso se modificaron los nombres propios. De ah que en mi par'ti- da de nacimiento tigur el nombre y apellido de Leopold Trepper. La comunidad juda de Novy-Targ, constituida por unas tres mil personas, se haba implantado all cuando se iund la ciudad en la Edad Media. La comarca de su alrededor estaba habitada por campesinos muy pobres, que procuraban arrancar a una tierra ingrata su menguado sustento. En los pueblos, slo se coma pan una vez por semana. Las galletas de patatas y la col constituan la pitanza habitual. Centenares de campesinos acudan los domingos a NovyTarg para asistir a misa; llevaban sus zapatos sobre el hombro y slo se los calzaban antes de entrar en la iglesia. Los judos que cultivaban la tierra no gozaban de una mejor situacin. Tambin a ellos un par de zapatos deba durarles toda la vida. En aquellos pueblos no existan campesinos ricos: a los especialistas de la colectivizacin sin duda les habra costado mucho trabajo descubrir en ellos algunos kulaks. Incluso en la misma ciudad de Novy-Targ eran escasos los grandes burgueses. En el centro de la ciudad nico lugar que no ha cambiado hasla hoy viva un reducido nmero de judos y polacos acomodados: comerciantes, mdicos, abogados. Pero en cuanto uno se alejaba de ese ncleo central para penetrar en las calles secundaras, quedaba sorprendido por la pobreza de las tenduchas artesanales. De ah que no dejase de aumentar cada ao el nmero de los que einigrahan a los Estados Unidos y al Canad. Esperando encontrar all el edn, se preparaban alegremente para aquel largo viaje. Todava los veo, con el cuello de la camisa ampliamente abierto sobre lo que les serva de traje. Cargados con pequeas maletas de madera, enarbolaban, no sin orgullo, un esplndido sombrero hongo. Me apresuro a aadir que el antisemitismo era desconocido en Novy-Targ. Las relaciones que sostenan ambas comunidades, la juda y la catlica, eran muy amistosas. Y eso quiz se explique por el hecho de que Novy-Targ perteneca en aquella poca al imperio aus- trohngaro y ste practicaba una poltica harto liberal por lo que se refiere a sus minoras nacionales. A este respecto, quisiera consignar aqu una ancdota. Un da se esperaba en Novy-Targ la llegada del arzobispo de Cracovia, monseor Sapieha. Los leles catlicos se aprestaban a recibirlo, lo que no dejaba de ser perleaaineine normal. Pero lo sorprendente del caso era que tambin la comunidad juda preparaba, por su parte, el recibimiento de monseor. Y as, al llegar el da de la visita, el arzobispo bendijo ante millares de catlicos al rabino, que, con gran pompa, haba salido a su encuentro desde la sinagoga. Mis padres eran creyentes, pero practicaban sin exceso. Los viernes por la noche mi madre encenda unas velas y, en la comida nos serva siempre pescado, aun en el caso de que hubisemos tenido que ayunar al medioda para compensar aquel gasto exorbitante. Los sbados acudamos a la sinagoga. Pero para nosotros, los nios, la prctica religiosa se traduca sobre todo por la observancia de las fiestas tradicionales, en las que famos numerosos los que nos sentbamos alrededor de la mesa lmiliar para saborear unos manjares muy distintos a los que constituan nuestro sustento cotidiano. Aunque por lo regular comamos kasher, esta costumbre tena sus Uiuiies. A veces mi madre ine mandaba a comprar jamn sin que dejara de recomendarme: Procura que nadie te vea entrar en la tocinera. Aquella vida tranquila, embebida de sosiego familiar, deba ser rpidamente perturbada. Y as, ya en los primeros das de la guerra, los soldados que formaban la reducida guarnicin de Novy-Tai'g se encaminaron al frente. Su marcha constituy una especie de fiesta. Se lucron, con la banda de msica al frente y una llor en el lusil, en medio del jbilo popular. Y contempl como partan aquellos hombres, que haban recibido la orden de ir a luchar por el Kaiser. Los meses pasaron, sombros y silenciosos. Luego vi como o regresaban los mutilados y como se llenaban de heridos los hospitales: el nio que yo era entonces comprendi que la guerra no guardaba ninguna semejanza con una excursin placentera. Cierto da corri como reguero de plvora por Novy-Tai g un rumor espantoso: "Llegan los cosacos!". Sabido es que, para tbs judos, la palabra cosaco evoca siempre los pogroms. Con la mayor premura se organiz la evacuacin de los judos a Viena. La familia Trepper se march, pues, como todas las dems. En general, se cree que los nios no se ocupan de poltica. Las ms de las veces eso no deja de ser cierto. Pero as se echa en olvido cjue la poltica, por el contrario, s que se ocupa de los nios. Por mi parte, fue en Viena donde comenc a leer los peridicos. En ellos segua atentamente todo cuanto ocurra en el Irente. Adems, haba ingresado en el liceo judo y la cuestin religiosa empezaba a atormentarme. Ser judo segua siendo para m una nocin conlusa. Pero cierto sbado, esta nocin deba cobrar todava una mayor y singular complicacin. Aquel dia haba entrado con mi padre en un templo. Unas muchachas cantaban en l de un modo maravilloso. A la salida, dos de ellas pasaron por mi lado. Qu sorpresa la ma cuando o que una exclamaba: ((Jess Mara, qu mal hemos cantado hoy "Escucha, Israel"!. Tales palabras me sumieron a) punto en un abismo de perplejidad. Cmo es posible, me dije, que unos no judos puedan cantar tan bien en un templo la plegaria solemne de los judosDecid- damente, la religin se me presentaba como una cuestin muy compleja. Pero an no haba llegado al final de mis sorpresas de nio. Recuerdo que ine haba acostumbrado a comprar un cucurucho de helado a un comerciante italiano cuando sala del liceo. En Viena, los italianos tenan faina de elaborar los mejores helados. Pero una tarde me encontr con que haba desaparecido mi proveedor habitual. Fui de tienda en tienda y todas las hall cerradas. La razn de ello era que Italia acababa de entrar en guerra contra los dos emperadores. A partir de aquel da, los vieneses, a su frase habitual : " i Que Dios castigue a Inglaterra!", con la que solan saludarse, aadieron: Y destruya a Italia". Qu iba a hacer el buen Dios? Escuchara a los austracos? Hara que los aliados francobritnicos perdieran la guerra? O bien actuara en sentido contrario? Cmo iba a escoger entre ambos contendientes? Todas esas cuestiones me suman asimismo en una gran perplejidad. Pero mi desazn alcanz su punto culminante un da de gran regocijo popular. Las tropas austracas haban ocupado la fortaleza de Przernysl, y Viena celebr aquella victoria con grandes manifestaciones patriticas. A lo largo de las calles engalanadas, la muchedumbre converga hacia el palacio del emperador. La alegra estallaba por todos lados. La gente se abrazaba, rea, gritaba. Todo el mundo corra. A mi lado, una anciana juda procuraba seguir el movimiento de] gento. Arrastraba por la mano a una chiquilla y gritaba con todas sus fuerzas: "Viva el Kaiser! Viva el Kaiser!". Pero muy pronto, agotada y jadeante por el esfuerzo realizado, solt en yiddish: "Que reviente! Ya no puedo ms!". Tai blasfemia, en un da como aquel, era para turbar el nimo de un muchacho. De nuevo tropezaba yo con las mismas interrogaciones: dnde est el bien?, dnde est el mal? No caba duda de que e inundo posea ms incertidunibres que certidumbres. Lo mismo que la religin, tambin la guerra perteneca a ese universo incierto. Existan ciertamente las banderas, las bandas de msica, los partes victoriosos, la alegra popular. Pero, cmo el nio que yo era a la sazn poda dejar de ver el reverso de aquellos espectculos? La guerra se-haba ensaado con nuestra familia. No slo haban sido movilizados mis dos hermanos, sino que a uno de ellos se le daba por desaparecido en el frente de Italia, mientras el otro haba cado herido en aquel mismo frente. Inmediatamente mi pobre padre parti en busca de su hijo en unas condiciones espantosas. As lleg hasta las primeras lneas. Y all lo descubri en un pequeo hospital de campaa. Supo entonces que, durante un caoneo, su hijo se haba visto precipitado en el crter abierto por un obs y la deflagracin lo haba dejado sordo y mudo. Mi padre Jo transport a un hospital de la retaguardia donde, gracias a los pacientes cuidados que se le prodigaron, mi hermano recobr parcialmente el uso del odo. Es fcil imaginarse la tristeza que reinaba en mi hogar durante aquella poca. En suma, me le dado ver en Viena exactamente lo contrario de lo que nos enseaban en el liceo. Amarga leccin, ciertamente! Dos aos despus de nuestra llegada a Viena, regresamos a Novy-Targ. Ya no recuerdo lo que fue aquel regreso. En cambio, s muy bien que, por aquella poca, mis incertidumbres religiosas se trocaron en un sentimiento de rebelda. Cuando, en el discurso del perdn, el rabino enumeraba con precisin todas las clases de muerte que nos acechaban, yo poda seguir en el rostro de los fieles el electo que les producan tales palabras. Al final, vea los rasgos de todos ellos deformados por el miedo. Aquello me pareca monstruoso y, por mi parte, no admita ya aquella sumisin, que el ritual impona, pero cuya nica razn de ser consista en hacer que aquella pobre gente olvidara su miseria. En lugar de alimentar al pueblo, se le atiborraba de opio. Esa verdad, yo no la haba ledo en Marx, de quien incluso ignoraba el nombre, pero la campia polaca era un libro abierto pata quien quisiera aprender. En 1917, mi padre, prematuramente desmejorado, muri a la edad de cuarenta y siete aos, fulminado por una crisis cardaca. Segn la tradicin juda, el mundo se detuvo durante siete das. En casa, cerramos los postigos de las ventanas, cubrimos los espejos con un velo y permanecimos una semana en la penumbra, sentados en unas sillas bajas. El gento que acudi al entierro le numeroso; en el cementerio, el rabino, al pronunciar la oracin fnebre, acept aquella voluntad de Dios "lleno de bondad". Una vez ms juzgu aquella sumisin a la fatalidad como una intolerable injusticia. All termin con la religin. Me desentend de aquel Dios ciego pat a interesarme por los seres, buenos y fraternales, que descubra sumidos en la desgracia. Al perder la fe, empec a creer en la humanidad. Pensaba que si el hombre era consciente de su condicin y estaba resuello a cambiarla, no deba esperar su salvacin ms que de s mismo y no deba remitirse para ello a un hipottico ms all. Aydate, porque el cielo no te ayudar: esta idea cobr para m la uei7.a de la evidencia y se materializaba en la proeza de aquel volatinero del circo Krone al que ini padre nos haba conducido en Viena algunas vet es, que evolucionaba en el vaco sin la

proteccin de una red. As vea la vida en el momento de dejar atrs mi infancia : un peligroso ejercicio de equilibrio, un riesgo permanente. Llegaba a la edad adulta en el momento en que el mundo emerga de varios aos de barbarie. En la nueva Polonia reconstruida despus de la guerra, las minoras nacionales, que antes estaban sujetas al dominio alemn, austraco o ruso, representaban una tercera parte de la poblacin. Nada se haca para lograr la asimilacin de los tres millones de judos polacos: existan todas ias condiciones requeridas para la reaparicin del antisemitismo. Varios partidos polticos se haban declarado abiertamente antisemitas y era patente la influencia que ejercan sobre el gobierno. Al grito de: "Los judos a Palestina!", se instituy el numerus clausus en las universidades. El gobierno promulg varios decretos por los que se prohiba el acceso de los judos a la administracin estatal. Se crearon numerosos comercios y cooperativas para competir con los negocios judos y se desencaden una campaa para inducir a la poblacin a que ''comprara en las tiendas polacas". Convencido de que el judaismo no se defina nicamente por la referencia a una religin, sino que viva y se perpetuaba en una minora nacional que, no satisfecha con saberse forjada por varios siglos de persecuciones y sufrimientos, posea adems una lengua, una cultura y unas tradiciones propias, ine afili a un movimiento judo do juventud, el Hashomer Hatzair. De inspiracin sionista, el Hashorner Hatzair, creado en Viena durante la guerra (en el ao 1916) por un pequeo grupo de jvenes intelectuales judos, se haba desarrollado rpidamente en toda la Europa oriental y se propona hallar en Palestina la solucin definitiva al porvenir del pueblo judo: acaso no haba anunciado la declaracin Ball'our, el 2 de noviembre de 1917, que los ingleses estaban decididos a crear un hogar nacional judo en Palestina? El Hashomer Hatzair nutra la ambicin de formar a unos hombres nuevos que, rompiendo con el estilo de vida de la pequea burguesa, sabran establecer entre s unas relaciones fraternales. La influencia marxistaera considerable en nuestra organizacin, en la que ejerca una fuerte atraccin la revolucin de octubre. El 22 de julio de 1918 se celebr en Tarnova, Galitzia, su primer congreso. En el orden del da figuraba la interrogacin fundamental: cmo hemos de resolver la cuestin nacional juda? Tres tendencias se enfrentaron entre s. Para los representantes de la primera, era preciso integrarnos en el partido comunista polaco, porque slo la revolucin social, inspirndose en el ejemplo bolchevique, aportara una solucin a los problemas de las minoras nacionales. La segunda tendencia preconizaba la marcha a Palestina y la creacin en ella de un Estado liberado del capitalismo; los militantes se veran obligados a abandonar las universidades y las fbricas para volver a la tierra e instaurar un estilo de vida igualitaria. El tercer grupo, en fin, al que yo perteneca, consideraba que, sin dejar de militar en el Hashomer Hatzair, tenamos que cooperar al misino tiempo con el movimiento comunista. No se adopt ninguna resolucin en aquel congreso, salvo la de que yo pasara a ser el dirigente de la organizacin en la ciudad de Novy-Targ. En la segunda asamblea, que tuvo lugar en la ciudad de Lvov el ao 1920, me eligieron miembro de la direccin nacional. Entonces, a los diecisis aos de edad, dej el liceo y empec a trabajar como aprendiz de relojero. Lo ms importante de mi trabajo consista en dar cuerda cada da al reloj de la iglesia, pero no mostraba ninguna disposicin particular para ejercer aquel oficio. En 1921 se produjo un hecho importante: mi familia abandon Novy-Targ para ir a vivir en Dombrova, Silesia. Aquella regin se hallaba fuertemente industrializada: toda ella se vera ennegrecida por el polvo del carbn. Las condiciones de vida de los obreros eran atroces. En verdad, all fue donde poco a poco se alirm en m la conciencia de pertenecer a la clase obrera. Tras la cuestin nacional, descubr entonces la lucha de clases. Diriga la organizacin del Hashomer Hatzair, pero al mismo tiempo militaba clandestinamente en las juventudes comunistas. Fue en aquella poca cuando escog para mi actuacin poltica el pseudnimo de "Domb", formado por las cuatro primeras letras de Dombrova, pseudnimo que luego conserv durante toda mi vida de militante. Mi familia se mora literalmente de hambre, sin que yo lograra encontrar un empleo estable. Trabaj sucesivamente en una industria metalrgica y luego en una fbrica dejabn. Para ganar algn dinero realic mi primer trabajo ilegal. Debido al juego de los impuestos locales, el alcohol era ms barato en Dombrova que en Cracovia. Resultaba, pues, fructuoso su transporte de una a otra ciudad. Corno la polica efectuaba frecuentes registros, me conleccion para eludir los un cinturn especial en el que esconda algunas botellas de forma aplanada. As era imposible que la polica sospechara su presencia bajo mi camisa. Aprovechaba mis viajes a Cracovia para asistir, siempre que podra, a algunas clases en la universidad. Mi curiosidad intelectual, diversa e insaciable, se inclinaba entonces hacia las ciencias del hombre: psicologa y sociologa. Lea a Freud con avidez, intentando comprender as los impulsos secretos que nos mueven. En nuestras discusiones con mis amigos del Hashomer Hatzair, ambicionbamos crear a un hombre nuevo, liberado de prejuicios y alienaciones. Para lograrlo, me pareca que el psicoanlisis poda prestarnos una considerable ayuda. No por ello descuidaba la vida poltica, en la que cada da era mayor mi participacin. Reuniones, manifestaciones, redaccin y distribucin de proclamas, etc., eran las tareas que ocupaban la mayor parte de mi tiempo. Y es que el movimiento obrero, en plena pujanza, se hallaba empeado en unas grandes luchas. En 1923 los trabajadores de Cracovia se insurreccionaron contra la miseria, declararon la huelga general y ocuparon la ciudad. El gobierno envi contra ellos a las unidades de lanceros. Los entontamientos cruentos se prolongaron durante varios das. Como yo participaba activamente en el movimiento, conoc por primera vez la violencia policaca. Inscrito desde aquel momento en la "lista negra", ya no me quedaba la menor posibilidad de encontrar trabajo. Tena que elegir: o "sumirme" en la clandestinidad, o marcharme a Palestina con la esperanza de construir all una sociedad socialista, en la que ni siquiera se planteara el " problema judo".

3. PALESTINAEn abril de 1924, provisto de un pasaporte regular, me march a Palestina formando parte de un grupo de unos quince compaeros, cuya edad era, como la ma, de unos veinte aos. Carecamos de dinero y llevbamos nuestro escaso equipaje en un hatillo echado sobre el hombro. La primera etapa fue Viena. Record entonces con emocin los meses que haba vivido all con mi padre. Qu lejanos me parecieron! Alojados gratuitamente en un antiguo cuartel, recorrimos la ciudad de punta a punta, visitando monumentos y museos, con el frenes de unos provincianos que descubren la capital. Una organizacin de ayuda a ios emigrantes nos entreg la cantidad necesaria para proseguir el viaje y, tras ocho das de estancia en la capital austraca, tomamos de nuevo el tren para Trieste primero y Brindisi luego, donde embarcamos en un viejo carguero turco que emple diez das en llegar a Beirut. Nuestro barco atrac junto a un buque que estaba cargando carbn. Con el torso desnudo, centenares de rabes tiznados por el polvo del carbn avanzaban lentamente en hilera y suban a cubierta, doblados bajo el peso de Jos sacos. Aquel movimiento, lento, metdico, hormigueante, pareca surgir de la historia. As es como me imaginaba la construccin de las pirmides de Egipto... Cunto les pagan por ese trabajo de esclavos? pregunt a un marinero. Comprenda, seor me respondi, que ahora entra usted en un mundo distinto del que hasta ahora ha conocido. Aqu los hombres sustituyen a las acmilas. Cunto ganan? Ahora lo veta usted, puesto que se lo van a cotner al medioda. Unos momentos ms tarde se oy un silbido. La hilera se detuvo y se dispers. Los hombres se reunieron en pequeos grupos y, sentados sobre sus talones, comieron rpidamente un pedazo de pan y unos tomates. Haba conocido la pobreza en Polonia. Pero en mi primer contacto con el Prximo Oriente, descubra la miseria. Nuestro barco se hizo de nuevo a la mar y nosotros desembarcamos por fin en Jalla. Despus de descender por la pasarela, me qued inmvil en el muelle, contemplando el espectculo de aquel puerto que, bajo un sol abrumador, era realmente pasmoso para un joven europeo acostumbrado al cielo bajo y gris de nuestras latitudes. La luz cruda y deslumbrante me obligaba a entornar los ojos. Por entre los prpados medio cerrados observaba la extremada agitacin de (a gente, que pareca presa de un movimiento turbulento, irracional y delirante. Los hombres, envueltos en sus anchas y multicolores chilabas, con la cabeza cubierta con una khcfla, atareados, rpidos y nerviosos, se empujaban y se interpelaban con tanta violencia que daban la impresin de estar pelendose. El barrio entero pareca no ser ms que una gigantesca reyerta. Son de nuestra misma milia cuchiche al amigo que se hallaba a mi lado. Por qu? Porque hablan con las manos, lo mismo que nosotros. Penetramos en la ciudad y all nuestro extraamiento le total: callejuelas tortuosas, tiendecillas atestadas de gente ruidosa y abigarrada, rabe en su mayora, mujeres que andaban con el rostro cubierto por un velo y la mirada baja, ruido incesante, gritos estridentes, olores penetrantes de frutas que el sol abrumador acababa de madurar, calor sofocante, insoportable para los jvenes "nrdicos" de rostro plido que ramos nosotros... Me sedujo inmediatamente aquella vida de tan mltiples facetas. Tel Aviv fue nuestra segunda etapa. Por aquel entonces slo era un humilde casero. La Casa de los Inmigrantes en la que estaba previsto que permaneceramos durante algunos das se alzaba en las afueras; por la noche me despertaban sobresaltado los aullidos de los chacales que merodeaban por las cercanas. Me quedaban an muchas cosas por descubrir: la "gastronoma" no fue la menor de las sorpresas que me aguardaban. Una sorpresa que lleg aparejada con un deleite: las frutas extraas que saboreaba por primera vez (aceitunas, higos, higos chumbos que un rabe me ense a abrir sin pincharme los dedos), me hicieron olvidar las patatas y la col que constituan lo esencial de nuestras comidas en Polonia. Debamos encontrar trabajo cuanto antes y la organizacin que se encargaba de proporcionarlo a los inmigrantes nos propuso lijar nuestra residencia en el pequeo pueblo de Heder, donde algunos judos ricos posean grandes naranjales. En aquella poca se sola emplear prioritariamente a los recin inmigrados en las grandes obras de nivelacin de terrenos y construccin de carreteras; de ah que aceptsemos con alegra la perspectiva de empezar a trabajar en el cultivo de los rboles frutales. Al llegar a Heder, la vista de la magnfica mansin que se alzaba en medio de una hacienda acrecent nuestro entusiasmo juvenil. V prematuro. El patrono nos condujo al borde de una extensa zona pantanosa: Escojan ustedes un lugar donde plantar sus tiendas nos dijo; y, sealando con un amplio movimiento de brazo los aguazales insalubres que se extendan ante nosotros, aadi: Tendrn que desecar todo eso. Disponamos de cuatro tiendas; vivamos en tres de ellas, mientras la cuarta nos serva de cocina y comedor. Nos regalaron un asno, para que con l pudiramos acarrear el agua potable desde un pozo situado a varios kilmetros de distancia. Pero el animal no quiso entrar en razones. Pese a todos nuestros esfuerzos, splicas y empujones, se neg obstinadamente a dar el menor paso... hasta que un rabe, al que aquel espectculo solazaba, dio un fuerte tirn a la cola del animal, que inmediatamente ech a andar. Sera exagerado afirmar que para nosotros era un placer el trabajo que realizbamos desde el alba al crepsculo con los pies hundidos en el lodo. Por la noche, devorados por millares de mosquitos, no logrbamos descansar. Cada da la mafaria atacaba a dos o tres de nosotros. Pero ni las extensiones desrticas, ni la aridez de la tierra, ni la insalubridad del clima lograban desalentarnos. Nuestra juventud y nuestro entusiasmo diluan todas las dificultades. Habamos emigrado a un pas por construir y estbamos prestos a arremangarnos las mangas. Al atardecer, quebrantados pero felices despus de terminado el trabajo cotidiano, nos reunamos para discutir acerca de aquella forma de vida que habamos escogido y que ambamos. Estbamos persuadidos de que en aquella comunidad colectivista, en la que reinaba un igualitarismo absoluto y en la que andbamos muy lejos de sufrir las coerciones del estilo de vida burgus, iba forjndose una tica nueva y fraternal, que sera el fermento de una sociedad ms justa. Nuestras preocupaciones eran sobre todo morales, idealistas y curiosamente ajenas a las cuestiones sociales. stas, no obstante, se presentaron muy pronto. Observ que los hacendados judos, cuya vida era muy confortable, slo empleaban en sus plantaciones a los obreros agrcolas rabes, a quienes explotaban de un modo atroz. Durante una velada habl de ello a mis amigos: Por qu nuestros "patronos", que alardean de ser buenos sionistas, utilizan nicamente la mano de obra rabe Porque les resulta ms barata. Y por qu? Sencillamente, porque la Histadrut' slo admite en sus lilas a los judos y obliga a los patronos a que Ies den un salario mnimo. De ah que stos prefieran recurrir a los rabes, a quienes no defiende ningn sindicato. Este descubrimiento turb profundamente mi tranquilo idealismo. Joven emigrante, yo haba ido a Palestina para construir all un mundo nuevo y ahora caa en la cuenta de que la burguesa sionista, imbuida de sus privilegios, quera perpetuar unas relaciones sociales que nosotros desebamos abolir. A la sombra de la unidad nacional juda, yo tropezaba de nuevo con la lucha de clases. Unos meses ms tarde, a finales de 1924, me puse en camino para recorrer a pie todo el pas. En aquella poca vivan en Palestina medio milln de rabes y unos ciento cincuenta mil judos. Visit Jeru- saln, la ciudad de Haifa, ya industrializada, y la regin de Enick- lsrael o Galilea, donde en varios kibbutzim trabajaban mis amigos del Hashomer Hatzair. Tambin ellos haban emigrado a Palestina para crearen ella una sociedad nueva de la que estara excluida toda injusticia. Gracias a su retorno a la naturaleza y al cultivo de la tierra, crean adquirir los valores de coraje, abnegacin y entrega a la comunidad. Algunos de ellos comenzaban a desilusionarse, porque dudaban ya de que les fuera posible sentar las bases del socialismo en un pas que se hallaba bajo mandato britnico. Para convencerse de ello bastaba con echar una mirada a los robustos guardias de la gendarmera inglesa que, en crecido nmero, deambulaban por las calles. Era vano, ilusorio, e incluso temerario, querer construir unos islotes de socialismo en aquella regin del mundo donde el len britnico acechaba con todas sus garras prestas. Nuestra accin slo tiene sentido si constituye una parte integrante de la lucha antiimperialista me dijo un camarada en una de nuestras largas conversaciones. Mientras los ingleses estn aqu, nada podemos hacer. Pero en esta lucha le repliqu necesitarnos el apoyo de los rabes. Exacto. Slo resolveremos la cuestin nacional con la revolucin social. Pero la conclusin lgica de tu razonamiento es que debemos afiliarnos al partido comunista. En efecto, acabo de ingresar en l. Casi todos nuestros amigos hicieron lo mismo y, a principios de 1925, tambin yo me adher al partido comunista. Desde 1917 viva con la mirada fija en el inmenso resplandor que vea surgir en el Este y que me deslumhraba. La revolucin de octubre, al trastornar el curso de la historia, haba inaugurado una nueva era: la era de la revolucin mundial. Aunque desde haca aos me senta bolchevique de corazn, siempre haba desistido de afiliarme al partido debido a la cuestin juda. Pero convencido ahora de que slo el socialismo liberara a los judos de su opresin milenaria, me lanc a la lucha. De los grandes trastornos que juzgaba inminentes nacera la sociedad nueva, igualitaria y fraternal que yo anhelaba. Tena que prestar todo mi concurso a aquel parto, ciertamente difcil, pero exaltante. Abandon, pues, la moral idealista e ingenua para entrar a pie llano en la historia. Qu era la libertad individual, si no cambibamos el mundo? El partido comunista palestino, creado en 1920 por Joseph Ber- ger, haba sido oficialmente reconocido por el comit ejecutivo de la Internacional comunista en 1924. La mayor parte de los miembros del nuevo partido haban evolucionado desde el sionismo al comunismo. Uno de sus dirigentes ms notorios, Daniel Averbuch, fue durante mucho tiempo el lder del partido izquierdista PoaJei-Tsiyn.[2]Ya en el segundo congreso de la Histadrut, celebrado en 1922, defendi las tesis comunistas frente a Ben Gurin. Excelente orador,

demostr el absurdo que significaba querer crear una sociedad sin clases aunque respetando al mismo tiempo las leyes del mercado capitalista. Su discurso, de una lgica implacable, impresion al congreso, pero slo logr convencer a algunos delegados de que el sionismo conduca necesariamente a un callejn sin salida. Por mi parte, no crea entonces que fuera posible, ni siquiera deseable, la creacin de un Estado judo. No acertaba a ver la razn en cuya virtud los cinco millones de judos americanos, los tres millones de judos de la Unin Sovitica y los varios millones de judos diseminados por el ancho mundo abandonaran sus respectivos pases para emigrar a Palestina en busca de una patria hipottica. En aquella poca pensaba que lo importante era que cada judo se determinase a s mismo. Quienes tuvieran conciencia de pertenecer al pueblo judw, deban gozar en cada pas de los derechos inherentes a toda minora nacional. Era injustificable que se alzasen barreras ante aquellos que deseaban emigrara Palestina. Finalmente, por qu los judos que deseaban asimilarse totalmente a sus conciudadanos (solucin que me pareca viable nicamente para una parte de la inlelligenlsia y para la burguesa acomodada), por qu tales judos iban a dejar de hacerlo? Por el contrario, estaba convencido de que las tradiciones culturales se perpetuaran an durante mucho tiempo y, si no se impeda su pleno desarrollo, enriqueceran el patrimonio colectivo de la humanidad. Desde su nacimiento, el partido comunista tuvo que enfrentarse con un grave problema: cmo arrancar de la ideologa sionista a la masa de los trabajadores? Por mi parte, era favorable a la adopcin de un programa mnimo de reivindicaciones inmediatas que, por su realismo, fuesen susceptibles de atraer a los obreros judos. Pero muy pronto el partido se encontr ante otra dificultad considerable: los ingleses no estaban dispuestos a permitir el desarrollo de un partido comunista. Por su parte, las organizaciones sionistas y los reaccionarios rabes respaldaban a la polica en la persecucin de que sta nos haca objeto. Nosotros slo ramos unos centenares de militantes unos millares si les aadamos los simpatizantes, ciertamente abnegados y generosos, que no temamos ni la clandestinidad ni las privaciones. Pero por doquier tropezbamos con la oposicin y la hostilidad. En tal momento fue cuando la minora comunista de la Histadrut, la "fraccin obrera", le excluida del sindicato judo y se adhiri al Profintern.[3] El partido procuraba conquistar a la poblacin rabe, pero sus esfuerzos se estrellaban contra la influencia del gran muft de Jerusaln, a quien sostenan los ingleses. Entonces propuse a los dirigentes del partido, Averbuch, Berger y Birman, la creacin de un movimiento, el Ishud (la Unidad), Itashai en rabe, que englobara tanto a los judos como a los rabes. El programa de tal partido sera muy elemental: Luchar para que la Histadrut admitiera en sus filas a los trabajadores rabes y crear luego una Internacional sindical unida. Suscitar las ocasiones en que pudieran coincidir los judos y los rabes, sobre todo por medio de manifestaciones culturales. El xito del Ishud fue inmediato. A finales de 1925 existan ya algunos clubs en Jerusaln, Haifa, Tel Aviv, e incluso en los pueblos agrcolas donde trabajaban codo con codo los obreros rabes y los obreros judos. Se multiplicaron las reuniones, cuya entrada era libre. La influencia que comenzaba a ejercer el movimiento en los kib- butzim desazonaba a los dirigentes de la Histadrut, que no lograban comprender cmo podan luchar juntos los judos y los rabes. A finales de 1926 se celebr la primera conferencia general del movimiento, a la que asistieron ms de cien delegados, cuarenta de los cuales eran rabes. Por la tarde del primer da, los congresistas se sorprendieron al ver llegar a Ben Gurin, dirigente nacional de la Histadrut, y a Chartok, especialista de las cuestiones rabes: ambos contemplaron el espectculo que ofrecan los delegados judos y rabes sentados en la misma sala. Nuestra situacin material era precaria. No era empresa fcil encontrar trabajo cuando se era sospechoso de comunismo... Durante todo el ao 1925, vivimos juntos en una barraca deTel Aviv, diezca- maradas, nueve hombres y una joven, para la que habamos habilitado un rincn especial de nuestra morada. Los que trabajaban ingresaban su salario en la caja comn, pero la suma as reunida no bastaba para asegurar la subsistencia de todos. Vivamos para la revolucin y nos alimentbamos con algunos tomates. A veces bamos a comer en pequeos restaurantes yemenes y, para que nos liaran, nos ponamos nuestras ropas de trabajo, prueba "irrefutable" de que no nos hallbamos en paro forzoso. Nos cost lo nuestro acostumbrarnos a las condiciones climticas nuevas, a los cambios bruscos de temperatura al calor sofocante del verano tras el cual apareca el fro intenso del invierno. Recuerdo el modo como uno de mis amigos, originario de Cracovia,[4] resolvi la cuestin de su calefaccin durante la estacin fra... Me dijo que haba encontrado un empleo, lo que para un albail profesional, aunque en paro forzoso, ya constitua una hazaa; luego me invit a que fuera a visitarle en "su casa"... una humilde barraca... Observa cmo me las arreglo para no tener fro me dijo; duermo sobre una tabla y me cubro con otra: es la mejor frazada. Al pequeo grupo que formbamos Sophie Poznanska, Hillel Katz y yo, se unieron ms tarde Lo Grossvogel y Schreiber (a todos ellos volveremos a encontrarlos ms adelante, durante los aos de guerra y ocupacin). Las ms de las veces nos reunamos en casa de los Katz, que vivan en una choza de tablones mal ajustados. Bajo la direccin de Hillel, que era un albail consumado, nos decidimos a construir una casa de manipostera en el mismo emplazamiento que ocupaba la choza. Luego nos sentimos muy orgullosos de haber edificado con nuestras propias manos un reducido habitculo, decente y nuevo, que se convirti en nuestro hogar comn. Por fin, en 1926, alquil una habitacin encima del local social del Ishud para poder consagrarme mejor a la direccin del movimiento. All y de un modo enteramente imprevisible, es donde iba a conocer a la que luego se convertira en mi compaera: Luba Brojd. Una noche o ruido en el local del Ishud. Baj para ver lo que ocurra, pensando que se tratara de un ladrn o de algn polica que andara curioseando... Pero me encontr con una hermosa joven, que se haba instalado confortablemente y estaba leyendo los peridicos. Le pregunt: Pero, cmo ha entrado usted? Por la ventana, y no es la primera vez. Cuando al anochecer vengo a las reuniones, el alboroto que arman ustedes con sus discusiones es tan enorme, que no puedo leer con tranquilidad... Luba proceda de Lvov, Polonia, donde trabajaba en una fbrica y militaba en las juventudes comunistas. Un provocador, que haba denunciado a gran nmero de militantes a la polica, fue desenmascarado y la direccin del partido decidi suprimirlo. Un joven comunista judio, Naftali Botwin, organiz el grupo que llevara a cabo la operacin; Luba formaba parte de aquel grupo. En su casa ocultaron el revlver. El delator fue suprimido, pero detuvieron y fusilaron a Botwin y la polica persigui a quienes haban participado en la operacin. Luba tuvo que salir de Polonia. March a Palestina, donde primero trabaj en un kibbutz antes de que la contrataran como pintor de brocha gorda en Jerusaln. Militaba en el movimiento Ishud y en la Fraccin obrera, sin que por ello dejara de prestar igualmente su concurso al Mopr (organizacin de ayuda a los presos polticos), pero se neg a ingresar en el partido comunista palestino, al que reprochaba su incomprensin de la necesidad histrica de crear un Estado judo. Las autoridades inglesas se sintieron inquietas por las actividades del Ishud y prohibieron por decreto sus reuniones. El secretario de la Fraccin obrera fue detehido. Y le o sustitu. En 1927 la polica juda, controlada por los ingleses, sorprendi una de nuestras reuniones en Tel Avv. Me detuvieron y luego me encarcelaron en Jalla durante varios meses. En aquella prisin me di cuenta por primera vez de que los barrotes de la crcel no siempre son infranqueables. As me las compuse para que una camarada, muy adicta a nuestra causa, Anna Kleinmann,[5] entrara como mujer de hacer faenas al servicio del comisario de la polica juda que haba procedido a nuestra detencin. Anna Kleinmann registr regularmente los bolsillos de su nuevo patrn, descubri la lista de nuestros camaradas sospechosos y les avis antes de que los detuvieran. El comisario no fue olvidado... Ms tarde le rompieron una pierna durante una manifestacin. Luba pag asimismo con la crcel su adhesin a nuestra organizacin: en 1926 1927 fue detenida por dos veces, en Haila y en U'vu- saln. El partido comunista me nombr secretario de la seccin de Hai- fa, una de las ms poderosas de Palestina, puesto que all nos hallbamos profundamente airaigados en las fbricas y entre los ferroviarios. As me convert en un permanente del partido. Luchaba con la energa de los nefitos y me senta empujado por la fuerza de mi ideal. Como viva ya en la oscuridad de la vida clandestina, slo poda salir de noche y tomaba mil precauciones en todos mis desplazamientos para no caer en manos de la polica, que no dejaba de acosarnos. Puesto que era buen orador, apareca aqui y all arengando a los trabajadores. Organizaba el trabajo poltico, redactaba lolletos y proclamas, y presida las reuniones que seguamos celebrando a pesar de todas las prohibiciones. Durante una de ellas, en los ltimos das de 1928, me detuvieron de nuevo junto con otros veintitrs camaradas y me encerraron en la prisin de Haif. Tuvimos tiempo para destruir todos los papeles comprometedores: as la polica no pudo echar mano a la prueba formal de nuestras actividades. Seguidamente nos trasladaron a la fortaleza medieval de San Juan de Acre, donde era muy duro el rgimen penitenciario y donde incluso tuvimos que vestir el uniforme de los condenados a trabajos forzados. Las autoridades inglesas, que no posean la menor prueba de nuestra filiacin poltica, se negaban a considerarnos como presos polticos y nos imponan el rgimen de los delincuentes comunes. Todo Palestina se enter entonces de la historia de aquel panadero comunista que decidi permanecer desnudo en su celda durante varias semanas para no tener que ponerse el uniforme de los presidiarios... Nuestra detencin se prolongaba; ningn proceso apareca en el horizonte: ramos unos inclasificables y las autoridades inglesas no saban a qu jurisdiccin encomendarnos. Gracias a nuestro enlace con el comit central del partido, supimos que el gobernador, sir Herbert Samuel, se dispona a firmar un decreto por el que se autorizaba la deportacin a Chipre de todas las personas sospechosas de actividades procomunistas. Decidimos declararnos en huelga de hambre para lograr que nos pusieran en libertad o nos sometieran a un juicio. A partir del quinto da rechazamos todas las bebidas. Nuestra obstinacin triunf de la iniquidad: la noticia de nuestra huelga se difundi por todo Palestina; varios diputados laboristas del Parlamento ingls interpelaron al gobierno acerca de su poltica palestina y denunciaron los excesos cometidos. Al decimotercer da nos comunicaron que iba a celebrarse nuestro juicio. A m me designaron para que hablara en nombre de mis veintitrs camaradas. El primer da del juicio, varios de nosotros se hallaban tan extenuados que tuvieron que ser transportados en camilla a la sala del tribunal; pero ya no habra ms das de juicio... Apenas se haba iniciado la audiencia pblica cuando el juez, sentado entre sus dos asesores, se levant para declarar en un tono que pretenda ser irnico: De veras creen ustedes que inquietan al len britnico? Pues andan muy equivocados. El juicio no tendr lugar! Estn ustedes en libertad! Con un gesto dio orden a los policas de que nos expulsaran de la sala: habamos triunfado! En 1928 se presentaron graves dificultades: Palestina experimentaba los efectos de la crisis econmica que generaba el paro orzoso. Numerosos obreros judos se quedaron sin trabajo un tercio aproximadamente y abandonaron en masa el pas. Aquel ao se registraron cinco mil salidas de Israel contra dos mil setecientas entradas. Luego, en 1929, estallaron varios disturbios antijudos, acompaados de linchamientos. Tales disturbios dieron lugar a un dramtico malentendido entre el partido comunista palestino y el Komintern. En efecto, para el Komintern, aquellos pogroms sealaban el inicio de la sublevacin del proletariado rabe, sublevacin que era absolutamente preciso explotar a fondo. El partido comunista palestino reciba, pues, instrucciones en el sentido de que predicara la rebelin antiimperialista en las aldeas rabes. Invocando el argumento de que el partido comunista palestino no haba sabido implantarse en las masas autctonas, el Komintern lanzaba la consigna de "arabizacin y bolchevizacin", como si la sustitucin automtica de los judos pollos rabes en los organismos responsables pudiera asegurar una mayor implantacin del partido en la poblacin musulmana. Este anlisis de la situacin suscit una viva

oposicin por parte del partido palestino; incluso un grupo de militantes juzgaba aventurerista la decisin del Komintern. Por lo que a m se refiere, comparta esta opinin... Uno de nuestros militantes le linchado cerca de Haia, cuando trataba de aplicar literalmente las consignas recibidas, y tuvimos que adoptar unas medidas extraordinarias... para proteger al checo Smeral, delegado del Komintern, que viva clandestinamente cerca de Jerusaln. La consecuencia de esa poltica absurda le el rpido debilitamiento de la influencia que el partido ejerca sobre los obreros judos. Por su parte, el misino partido comunista palestino aport una caucin desastrosa a las medidas soviticas encaminadas a resolver la "cuestin juda" en la URSS. Cmo haba evolucionado all la situacin? Despus de la revolucin de octubre, se haba previsto que la vida de los judos en la Unin Sovitica alcanzara pleno desarrollo en las regiones donde exista una fuerte minora juda: Crimea, Ucrania y Bielorrusia; pero en 1928 la direccin stalinista cre de la nada una regin autnoma juda en el Birobidzhn, junto a las fronteras de Manchuria. Aquella decisin burocrtica instaur artificialmente un Estado en una regin siberiana de clima muy duro y en la que no exista el menor vestigio de una comunidad juda. As le como millares de hombres y mujeres tuvieron que abandonar sus hogares en Ucrania o en Crimea, donde gozaban de los derechos de una minora nacional. Se invit al partido palestino, lo mismo que a los partidos de los dems pases, a que se sirviera de aquel ejemplo para demostrar lo acertada que era la poltica comunista con respecto a las minoras naciles y para alentar a los judos a que se trasladasen al Birobidzhn. Ciento cincuenta miembros de la Gdud Avod (brigada de trabajo) se marcharon a aquella regin siberiana para fundar en ella una comunidad, Vozha Nova. Muy pocos sobrevivieron a las purgas stalinistas. Por lo que se refiere a los dirigentes palestinos, se vieron muy mal recompensados por su fidelidad. En Mosc se juzg que necesitaban ser "reeducados". Los miembros del comit central se encaminaron a la Unin Sovitica para estudiar en la Universidad Kutv (universidad comunista de Oriente). Hemos de suponer que su "reeducacin" no dio los resultados previstos, puesto que, a partir de 1935, todos ellos fueron encarcelados. Para m, en Palestina, el combate prosegua. Me hallaba constantemente acosado por la polica. Ni Tel Aviv ni Jerusaln eran ciudades seguras y la vida clandestina en un pas tan pequeo no era ya posible para los militantes ms conocidos. Expulsado por decisin del gobernador ingls, me embarqu para Francia con un equipaje muy reducido, pero siendo portador de dos documentos que tenan para m el valor del oro: una recomendacin del comit central del partido comunista palestino, que haba aprobado mi partida, y un visado francs de trnsito.

4. FRANCIADesembarqu en Marsella a finales de 1929. La travesa haba durado casi una semana. Tendido sobre el puente de un carguero asmtico, con la cabeza recostada sobre un cordaje, haba dispuesto de tiempo sobrado para meditar. Sin haber cumplido an mis veinticinco aos, conoca el exilio por segunda vez. No es que me desagradara. A los revolucionarios bien nacidos la represin no es tiene en cuenta la edad. El desarraigo slo resulta doloroso para quien ha arraigado, y los pedruscos de Palestina no constituan el terreno.ms frtil para cultivar el propio jardn. Cuando vi surgir en el horizonte la costa francesa, Ja alegra de realizar por fin un viejo sueo se sobrepuso a mis ltimas aoranzas. Francia! Difcilmente puede imaginarse el lector la carga emocional que entraaba esta palabra para el joven aptrida que yo era. En los aos veinte, un emigrante del Este de Europa sola expatriarse con el designio de llegar a convertirse en el to de Amrica de quienes se quedaban en su pas de origen, en las inmediaciones de Varsovia o de Bu- carest. El pequeo limpiabotas de Broadway convertido en business- man ha fomentado numerosas vocaciones... Pero la duda no le est permitida a un joven comunista que, en 1930, cuenta con veinticinco aos de edad, que ha sido proscrito de su pas natal por la vindicta policaca, que se ha visto impulsado por la fuerza de las cosas y los azares de la lucha de clases y que se ha convertido en una especie de comisionista de la revolucin. Su mirada se vuelve siempre hacia la plaza Roja o hacia la plaza de la Bastilla. Entrar en la Unin Sovitica, donde la esperanza milenaria se (rueca en realidad gracias al trabajo de los hombres, es aigo a lo que uno tiene que hacerse acreedor. Para ello es preciso poseer una limpia ejecutoria. En cambio, el joven Domb slo est dando sus primeros pasos por esos difciles caminos en los que se progresa a fuerza de tenacidad, paciencia y abnegacin. Para los emigrados polticos, Francia rima casi con revolucin. En el pas donde los revolucionarios de la Comuna treparon al asalto del cielo y donde los "soldados del distrito XVII" fraternizaron con los airados viadores, la bandera de la rebelin siempre ha tremolado a gran altura- Se la ve desde lejos y siempre ha congregado a su alrededor a aquellos que la persecucin haba proscrito. Cierto es que la Francia de la tercera Repblica, tierra de eleccin para los revolucionarios en busca de una patria de recambio, no era en verdad una tierra de asilo; la polica, corno es natural en un Estado democrtico, se mostraba harto quisquillosa y, por lo que se refiere al trabajo, la Repblica de notables ofreca generosamente los empleos ms ingratos a ios extranjeros. Pero, en ese pas, la legalidad, para quien sabe esquivarla, siempre ha sido de lmites indecisos, fciles de transgredir. Ms concretamente, un comunista sabe que, en Francia, podr contar con sus camaradas del partido. Un judo no ignora que, en las organizaciones popular es de la comunidad juda, encontrar algunos amigos. Por eso me propona ser militante comunista en el mundo de los obreros judos, donde saba que el partido se desarrollaba y tena necesidad de cuadros dirigentes. Supremo argumento: posea un visado de trnsito que me abra las puertas de Francia. Aunque ahora de lo que se trataba era de quedarse en ella. Como careca de suficiente dinero para proseguir mi viaje, me detuve dos semanas en Marsella. El aire de la Canebire no era desagradable, pero yo permaneca encerrado durante todo el da en la cocina de un pequeo restaurante, donde haba encontrado trabajo. Como all me daban de comer, pude destinar m salario a comprarme un traje. En la actualidad este detalle- puede parecer ridculo. Pero, a mis veinticinco aos, todava no me haba echado nunca sobre los hombros un traje completo. En Palestina, el short y la camisa constituan todo nuestro vestuario. Ni por un momento pens en la posibilidad de llegar a Pars mal vestido. Tras ponerme mi nuevo traje, no cesaba de contemplar al hombre nuevo que vea relejado en el espejo y recordaba los preparativos indumentarios de los judos tic Novy-Targ cuando se disponan a emigrar a los Estados Unidos. No sin cierto orgullo pis las calles de Pars al descender del tren. Incluso llevaba en la mano una pequea maleta; estaba medio vaca, pero qu ms daba? Saba a donde tena que encaminarme. Mi amigo de la infancia, Alter Strom, haba salido de Palestina un ano antes que yo para instalarse en la capital Irancesa. Especialista en la colocacin de pavimentos de madera, haba encontrado trabajo con facilidad. La direccin que me haba dado: Hotel de Francia, calle de Arras, 9, Pars-V, me impresionaba. El distrito quinto era el barrio latino, el barrio de los estudiantes. Hotel de Francia! Con tal nombre, slo poda ser un palacio. Acaso se haba convenido Alter Strom en un "capitalista"? Pero, no me haba dicho, en una carta, que podra vivir con l durante los primeros das? Llegu a una calle, estrecha y oscura. En el nmero 9, sobre la lachada gris de un pequeo edificio, la intemperie haba borrado a medias la inscripcin: Hotel de Francia. Pregunt por la habitacin del seor Strom: se hallaba en el ltimo piso, debajo del tejado. Empuj la puerta y descubr toda la riqueza de mi amigo. Una inmensa cama ocupaba la casi totalidad del aposento. En un rincn vease un pequeo lavabo; junto a la ventana, una mesa desvencijada; a guisa de percha, unos clavos hincados en la puerta. se era todo el mobiliario. Rpidamente comprend la opcin por la que se haba decidido Alter Strom. El Hotel de Francia era uno de los menos caros y menos vigilados por la polica. La habitacin de Alter Strom se hallaba siempre abierta para acoger a sus amigos. La cama era tan grande que permita acostarnos en el sentido de su anchura. No era raro que por la maana nos encontrramos en ella cuatro o cinco camaradas. Quienes no saban donde dormir, sobornaban con algunas monedas al vigilante nocturno y venan a ocupar el espacio an vaco de la cama. Slo una cosa nos fastidiaba: las chinches, que todo lo invadan. Un da compramos dos botellas de vino y bautizamos de nuevo el Hotel de Francia con el nombre "de Vanee" (porque, en yiddish, vanee significa chinche). Decid matricularme como oyente libre en la Universidad de Pars. Si poda demostrar en la prefectura que dispona de suficientes recursos econmicos para vivir, nada impedira que me dieran un permiso de residencia. Haca tiempo que mis amigos haban resuelto este problema: enviaban a su ciudad natal la suma que la polica francesa juzgaba necesaria para vivir durante un mes. Inmediatamente, los padres o los amigos de all remitan de nuevo a Pars aquel mismo dinero, que a continuacin volva a servir para otro camara- da. As, mostrando en la prefectura los resguardos de correos, podamos demostrar que recibamos regularmente de Polonia unos subsidios Familiares. Pocas semanas despus de mi llegada, obtuve mi primer permiso semestral de residencia. Pero, ya desde el primer da, me haba puesto en contacto con el partido comunista. El mensaje de recomendacin del comit central del partido palestino, escrito en un trozo de tela, lo llevaba oculto en el forro de mi vestido desde que sal de Palestina. Entonces lo entregu al camarada que me recibi y que era el responsable de la mano de obra extranjera.Ambos estuvimos de

I. La mano de obra extranjera (MOE) reagrupaba en distintas secciones nacionales a los co- munisijs extranjeros que vivan en Francia y estaba dirigida por una seccin especial del comit central.acuerdo en que comenzara a militar en cuanto tuviera un empleo. Pero hallar una ocupacin estable no era ms que un sueo; los trabajadores extranjeros no podan esperar ms que algn trabajo subalterno e intermitente. En el ramo de la construccin, solan contratar temporalmente a algunos peones de albail. Los capataces, que cobraban cierto porcentaje por cada pen contratado, se mostraban ms indulgentes que los de otros oficios en lo que se refera a nuestros permisos de trabajo. Durante algunas semanas estuve trabajando, primero, en la construccin del edificio Hachette y, luego, en Pantin, donde transportaba rales durante todo el da, hasta que una enorme barra de hierro me aplast el pulgar del pie. Todava en la actualidad es visible la cicatriz de aquella herida. En aquella poca, los grandes almacenes reclutaban cada noche la mano de obra necesaria para que les limpiara el suelo. Con algunas decenas de estudiantes, yo "bailaba" hasta la madrugada, con un cepillo en un pie y un trapo en el otro, sobre los pavimentos de madera de la Samaritaine o del Bon March. El trabajo era duro, pero bien retribuido. Con el salario de una noche viva dos o tres das. Ms agotador era todava el trabajo nocturno en las estaciones de mercancas. Me pasaba noches enteras cargando vagones en la estacin de la Chapelle. Por la maana, me arrastraba hasta mi cama con los rones quebrantados de cansancio. Tales faenas no constituan un empleo estable. Pero no por ello militaba menos, sino ms todava. Desarrollaba todas mis actividades polticas en el mundo constituido por lo judos inmigrados, sobre los que el partido comunista procuraba extender su influencia. Tratndose de los judos residentes en Francia en aquella poca ya eran unos doscientos mil los que vivan en Pars, sera mucho ms exacto hablar de varias "comunidades" que de una sola comunidad. Sobre las capas ms antiguas (alsacianos, loreneses, bordele- ses, etc., que al precio de difciles combates haban conquistado su emancipacin, pero que luego haban ido ascendiendo poco a poco los peldaos del xito social), se haban superpuesto las sucesivas oleadas de los inmigrantes recientes. Estos judos de la Europa central, que haban comenzado a refluir hacia el oeste a principios del siglo xx y, en particular, despus de los grandes pogroms zaristas, eran sobre todo de origen proletario. No pocos de ellos ya haban militado en los partidos de izquierda de sus pases nativos y luego se haban mantenido fieles a sus convicciones. No era, pues, sorprendente que, al llegar a Francia, continuasen militando. Los partidos polticos re- clutaban fcilmente sus huestes en aquellos ambientes: el partido comunista, el Bund, el partido de coalicin, las agrupaciones sionistas y el Hashomer Hatzair, del que ya he hablado extensamente. Por lo que a m se reliere, militaba en la seccin juda de la MOE, junto con otros camaradas a quienes la represin haba ahuyentado de sus pases. Todas las noches celebrbamos reuniones, que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada. En aquel entonces era muy tuerte la influencia trotskista sobre los judos comunistas, y habamos recibido orden de "limpiar la comunidad juda" de todos los militantes rivales. A menudo nuestros debates eran muy animados. El ascendiente que posean Jos trotskistas sobre los judos inmigrados se vio progresiva y considerablemente debilitado, aunque siguieron manifestndose algunos pequeos ncleos muy activos. Nosotros, judos y comunistas, no slo participbamos en la vida del partido sino tambin en la batalla poltica en general. Nos hallbamos ntimamente asociados a las luchas de la clase obrera. Siempre era arriesgado que tomsemos parte en las manifestaciones "duras" porque, en caso de ser detenidos, los inmigrados no naturalizados solan ser expulsados de Francia. De todos modos y pese a todos los riesgos, asistamos a las grandes demostraciones populares, como las del primero de mayo y las que se organizaban para conmemorar el aniversario de la Comuna. Adems de sus actividades puramente polticas, numerosos judos inmigrados eran miembros de ciertas asociaciones culturales. La Culture Ligua, por ejemplo, se haba desarrollado bajo la gida del partido comunista. Sus reuniones congregaban todos los domingos en la sala Lancry a varios centenares de personas. Algunos dirigentes del partido comunista francs, como Pierre Smard y el siempre sonriente Jacques Duelos, asistan regularmente a ellas para pronunciar alguna conferencia. Por mi parte, me iba de vez en cuando a Estrasburgo y a Amberes para celebrar algunas reuniones pblicas con las comunidades judas locales. Finalmente, nuestra presencia se mostraba muy activa en los sindicatos y eran numerosos los militantes judos que actuaban en las secciones de peletera y de confeccin. Lozovski, que en 1912 haba sido secretario del sindicato de sombrereros, se haba convertido en uno de los dirigentes de la Internacional sindical roja.

Tambin quisiera aportar aqu mi testimonio acerca de la conducta poltica observada por los militantes judos en general e insistir en el hecho de que se caracterizaba por una asencia casi total de sectarismo. Todos nosotros experimentbamos una apremiante necesidad de informacin y, contrariamente al militante comunista tradicional que le/a exclusivamente L'Humanit, nuestras fuentes de informacin eran muy eclcticas, puesto que iban desde el socialista Le Po- pulaire hasta el muy conservador Temps, pasando por Le Canard En- c/imW.Todava en la actualidad sigue siendo muy viva mi aficin juvenil al Canard. Paralelamente se haba organizado asimismo mi vida personal. Tuve la alegra de recobrar a Luba, que vino a reunirse conmigo en 1930. Como la polica inglesa andaba buscndola, para salir de Palestina Luba tuvo que adoptar la identidad de su hermana Sara y contraer un matrimonio blanco con un amigo que posea la ciudadana palestina. Ese estatuto legal le confera los mismos derechos que a los subditos britnicos y le permiti obtener un visado de entrada en Francia. Ahora, en que ambos ramos inmigrados, volveramos a estar a malas una vez ms con la polica... Unas semanas despus de la llegada de Luba, a primeras horas de la madrugada llamaron a la puerta de la habitacin que ocupbamos en el hotel de Vanee. Abr y me encontr con un hombre cuyo aspecto no engaaba... Me enva la polica de este barrio. Hace un mes que lleg su mujer y todava no ha regularizado su situacin... Lo siento respond, e inclinndome hacia adelante, le murmur al odo, como si quisiera evitar que alguien nie oyera: No es mi mujer, sino m amante. Dentro de cuarenta y ocho horas ya no estar aqu. Oh, en ese caso... admiti el funcionario subrayando sus palabras con un guio malicioso. En la patria de Courteline, las historias galantes siempre son bien recibidas, sobre todo por parte de Ja polica. Nuestra situacin material era difcil. Al aproximarse el nacimiento de nuestro primer hijo, lleg a ser inquietante. Por fortuna, un modesto mercader de pinturas, que era judo y quera complacerme, me dio trabajo. Pero el pincel no hace al pintor, yo careca de la suficiente habilidad y no dej de ser un mediocre pintamonas. El mercader, por el contrario, hizo carrera despus y ha llegado a ser un gran marchante. Mi mujer trabajaba de costurera para un peletero. Dos veces por semana iba a buscar unos enormes fardos de pieles y luego su jornada de trabajo en casa era de diez a doce horas diarias. Militaba en las filas del partido comunista e incluso fue delegada para la seccin juda en la primera conferencia antifascista que se celebr en Pars el ao 1931. Por lo que a m se refiere, me haban nombrado representante de la seccin juda de la MOE en el comit central del partido. Ms adelante, se me invit un da a que me presentara, con otro camarada de la MOE, en la sede del comit central para entrevistar me con Marcel Cachin 2. Todava en la actualidad se atribuye algunas veces a mi mujer ese nombre postizo de Sara Oivhizir. (Sara, la hermana de Luba. muri en las cmaras de gas de Auschwitz.) el director de LHumani me acogi con cordialidad : Buenos das me dijo; cmo sigue vuestro trabajo con los judos? V prosigui, sin darme tiempo para responderle: El peligro nazi se agrava; hemos de incrementar nuestra propaganda en los ambientes judos. Necesitamos un peridico en lengua yiddish para Francia y Blgica. Por eso quera veros. De acuerdo; pero quin va a financiar este peridico? Cmo? me interrumpi Cachin. No has ledo a Lenin? Ignoras cmo se financia un peridico comunista? Organizad suscripciones entre los obreros... Estamos dispuestos a lanzar una gra*n campaa de suscripcin; pero, participar usted en los mtines que organicemos para apoyar esta campaa? Desde luego, de mil amores, siempre que est disponible. Poco despus celebramos una reunin pblica en Montreuil, donde era muy numerosa la colonia juda. La nica sala libre era la de la sinagoga. El rabino se avino a prestrnosla. En el da sealado, una muchedumbre de humildes artesanos y comerciantes judos llenaba la sinagoga. Tom asiento en la tribuna,'al lado de Cachin. El antiguo dirigente se levant y dio comienzo a su discurso con voz fuerte y vigorosa: Para mi constituye un gran honor, amigos mos, hallarme aqu, junto a los representantes de un pueblo que ha dado al mundo unos revolucionarios tan colosales como Jesucristo, Spinoza y Marx. Una tempestad de aplausos interrumpi al orador. Sorprendido y embarazado por estas palabras que denotaban un nacionalismo de pequeo burgus, agach la cabeza sin atreverme a mirar a la sala. Pero Marcel Cachin prosegua en el mismo tono: No ignoris, amigos mos, que el abuelo de Karl Marx era rabino. Me tiene absolutamente sin cuidado, pensaba yo para mis adentros; pero el auditorio, galvanizado, pareca creer que aquel detalle era mucho ms decisivo que la redaccin de El.capital por parte del nielo del mencionado rabino. Cachin dio fin a su alocucin con un nuevo arrebato lrico, que la sala aclam con entusiasmo. La colecta para financiar el peridico que organizamos a la salida, dio excelentes resultados. Cachin, rebosante de alegra, me dijo al marcharse: Ya lo ves, Domb, todo va bien. Tendremos el peridico! Unas semanas ms tarde apareca el primer nmero de Der Margen (La Maana). El peridico, que era semanal e impreso sobre cuatro pginas, alcanz rpidamente una gran difusin. A menudo yo escriba algunos de sus artculos, a veces incluso el editorial, pero el equilibrio financiero no dejaba de ser precario. Uno de los redactores propuso destinar una pgina a la publicidad, que hasta entonces haba estado proscrita de la prensa comunista por razones morales. Debamos o no debamos admitir en nuestras columnas unos anuncios capitalistas? Sometimos la cuestin al comit central y ste nos autoriz a que intentsemos una prueba en nuestro peridico, pero con la condicin de que aceptsemos tan slo la publicidad de pequeos comercios, restaurantes y artesanos. El camarada a quien se confi aquella pgina, actu con tanto ahnco y acierto, que luego le propusieron el mismo trabajo en L'Humanil... Nuestro hijo naci el 3 de abril de 1931. Aquel da Andr Many sali de la prisin y por la noche tuvo lugar, en la Grange-aux-Belles, un mitin de los obreros judos en el que aqul deba tomar pane. Para sealar con una piedra blanca este triple suceso, Luba y yo decidimos dar el nombre de "Anmarty" a nuestro hijo... No se me oculta que, en la actualidad, puede parecer sorprendente nuestra iniciativa, pero, situada en el contexto de su poca, revela la veneracin de que se hallaban rodeados los dirigentes comunistas algunos aos antes de que se denunciara el famoso culto de la personalidad. Todava me veo en la alcalda del distrito XIX, muy prxima al reducido apartamento en el que nos hallbamos instalados... Me present al encargado del registro civil para la declaracin formal del nacimiento de nuestro hijo. Cuando le indiqu el nombre que desebamos imponerle, el pobre funcionario se sobresalt (pese a estar empleado en un sector comunista)... Anmarty, Anmarty, ese nombre no existe! No, pero es que as queremos celebrar la liberacin de Andr Many. Va me lo supongo, pero si quieren evitarse molestias, en fin, de hallarme yo en su lugar, le impondra otro nombre. Me fui a consultar a Luba... En recuerdo del primer distrito de Pars que nos haba acogido, nos decidimos por el nombre de Mi- chel... Como Luba militaba tanto como yo, muy pronto surgi el problema de hallar la persona a quien encomendar la vigilancia y el cuidado de Michel por la noche. Solicitamos la ayuda de algunos amigos para que se turnaran junto a la cuna del nio... No nos lo agradezcis nos respondieron. No tiene nada de particular. Adems, es una manera como otra cualquiera de ser tiles al partido. Slo hubo un inconveniente: muy pronto ciertos camaradas prefirieron consagrarse a la custodia de Michel... y con ello se excusaron de asistir a las reuniones del partido. Ms bien que mal nos fuimos instalando en nuestra vida: ganbamos lo suficiente para subsistir y militbamos con harta intensidad para tener ocupado el espritu... Sin duda, es propio de los revolucionarios que puedan contar tan slo con el presente. El camino de las revoluciones est cuajado de asechanzas y quien desea seguirlo debe esperarlo todo, incluso y sobre todo lo inesperado. Cierta maana de junio de 1932 vino a verme Alter Strom con semblante preocupado: su aventura iba a ejemplificar esta verdad. Me pregunt si haba recibido una carta para l. Una carta particular? le pregunt. No, no, una carta importante. Me sorprendi su explicacin: No es muy prudente hacerse enviar a las seas de un responsable de la MOE una carta que hable de un trabajo ilegal. Strom haba militado conmigo en la Culture Ligua. En 1931 sus padres le enviaron dinero y se matricul en el Instituto de Artes y Oficios, donde asista a unos cursos de dibujo. Al mismo tiempo, haba dejado de aparecer en pblico. No le haba pedido explicaciones, pero sospechaba que participaba en la actividad ilegal del partido comunista polaco. Dos das ms tarde, Alter Strom, ya muy preocupado, vino de nuevo para preguntarme si todava no haba recibido ninguna carta para l. Al marcharse me dijo: De todas formas, ten cuidado. Y andaba muy lejos de imaginarme de dnde poda venir el peligro; pero, pocos das despus, los peridicos me dieron la respuesta. Alter Strom acababa de ser detenido por o espionaje en favor de la Unin Sovitica, Era de creer que Bir, jefe de aquella red de espionaje, estaba bien dotado para realizar su trabajo, puesto que la polica lo apod "Fantomas". Un periodista de LHumanil, Riquier, se hallaba comprometido en aquella historia, que luego pasara a ser "el asunto Fantomas". Numerosos peridicos parisienses se cebaron malignamente en aquel asunto: la ocasin era demasiado propicia para que no se lanzaran a una campaa de descrdito contra el partido comunista, al que acusaban de estar "a sueldo del extranjero". Como siempre ocurre en Francia, echaron mano de los juegos de palabras y desorbitaron el complot "FantoMarx". Mi nica relacin con el grupo de Fantomas era mi amistad con Strom; pero, siendo militante activo del partido comunista, pens que mi deber era someter mi caso a la direccin del'mismo. Despus de concienzudo examen, se me acn- sej que saliera de Pars, pues era de temer que la polica explotara mi amistad con Strom para organizar una campaa contra los inmigrados judos. Tal aprensin no estaba desprovista de fundamento en una poca en que la prensa reaccionaria denunciaba ya la "inmigracin salvaje" y

soplaba sobre el rescoldo siempre ardiente del antisemitismo ms manido. Mi situacin estaba perfectamente en regla y habra podido ir a esperar, en Bruselas por ejemplo, a que se calmara la agitacin. Pero cre que deba aprovechar aquella oportunidad para marcharme a la Unin Sovitica a donde ya haba solicitado ir en 1931. Por qu? Pues porque, desde mi salida de Polonia, no haba gozado de un solo momento de descanso y, si bien haba adquirido sobre el terreno una experiencia de inestimable valor, mis conocimientos tericos seguan siendo deficientes. Ya era hora de que colmara aquella laguna. Sin duda mi expediente estuvo bien encaminado, puesto que mi candidatura, transmitida por la direccin del partido comunista francs, fue aceptada en Mosc por la seccin de mandos del Komin- tern, de cuya parte francesa se ocupaba la seora Lebiedewa, esposa de Manulski. Mi mujer se reunira ms tarde conmigo. Me march, pues, a la capital de la.URSS a principios del verano de J932. 5. POR FIN EN MOSC! En mi viaje hacia Mosc me detuve algunos das en Berln. Los militantes de izquierda con los que habl en la capital alemana subestimaban el peligro nazi. Comunistas y socialistas, razonando nicamente en trminos electorales y parlamentarios, afirmaban que el partido de Hitler jams lograra ocupar la mayora de escaos en el Reichstag. Cuando les objetaba que exista el peligro de que los nazis tomaran el poder por la fuerza y que se hallaban mucho mejor preparados para esa eventualidad que todos los partidos obreros, mis interlocutores no se atenan a razones. Sin embargo, cada vez con mayor insistencia los SA atronaban las calles con el ruido de sus botas. Las refriegas callejeras eran diarias, puesto que los grupos de choque hitlerianos no vacilaban en atacar a los militantes de izquierda. Mientras tanto, el partido socialista y el partido comunista, que sumaban en total ms de catorce millones de electores, se negaban a formar un frente nico. "El rbol nazi segn las clebres palabras de Thaelmann, secretario general del partido comunista alemn no deba ocultar el bosque social-demcrata." Seis meses ms tarde, el rbol nazi cubra con su sombra la totalidad de Alemania... Tuvimos que esperar hasta 1935 para que la Internacional comunista, en su sptimo congreso, sacara las consecuencias de aquella terrible derrota y preconizara el frente nico que, desde haca algn tiempo, los militantes socialistas y comunistas haban puesto en prctica... tras las alambradas de los campos de concentracin. Sal de Berln plenamente convencido de la inminencia de la catstrofe. Eran escasos los viajeros en el tren que me conduca a Mosc. Al acercarnos a la frontera rusa, me qued solo, no nicamente en mi compartimiento, sino en todo el vagn. Para el resto del mun do, la Unin Sovitica segua siendo un enigma. Pesadilla de la gente acaudalada de todos los continentes, representaba para m la patria de los trabajadores. Cuando divis el inmenso carteln que sealaba la entrada en el territorio sovitico, con la famosa consigna de Marx: "Proletarios de todos los pases, unios!" rne sent embargado por la emocin. Mi corazn estaba rebosante de orgullo porque participaba en la construccin de aquel mundo nuevo en el que los hombres, tras romper sus cadenas, hacan tabla rasa del pasado. Haba soado con la patria del socialismo. Ahora ine encontraba en ella. Era esperada mi llegada en la estacin fronteriza. Prosegu el viaje en un vagn dispuesto en compartimientos para dos personas. Dos o tres horas ms tarde entr en e mo un oficial del ejrcito rojo. Le complaca sobre manera aquel encuentro con un comunista extranjero y, mezclando el ruso, el polaco y el alemn, nos pusimos a charlar. Al acercarnos a Mosc, puso en orden su equipaje. Que estupefaccin la ma cuando vi que sus dos inmensas maletas estaban llenas de mendrugos de pan seco...! Mientras las cerraba, me dijo: ,*Ya lo ve usted.' Voy cargado de regalos para mi familia que vive en el campo. En Mosc me qued pasmado ante un espectculo sorprendente. En la estacin y sus alrededores se hacinaban millares y millares de campesinos que, postrados y arrimados a los fardos que componan su equipaje, aguardaban con sus familias la llegada de su tren. Me pregunt: "Pero, a dnde irn?". Arrojados de su aldea, se iban muy lejos hacia el Este, hacia Siberia, donde no faltaba la tierra virgen a la que roturar y cultivar. Al salir de la estacin, busqu con la mirada a un miliciano para preguntarle el camino que deba seguir. Dejando la maleta en el suelo, me acerqu a l. Es usted extranjero? me pregunt. Mov la cabeza en sentido afirmativo. En tal caso, voy a darle un buen consejo. No suelte nunca su maleta, porque aqu no faltan los ladrones. Ladrones en Mosc, quince aos despus de la revolucin de octubre! Me sent aturdido. Tom un taxi y me hice conducir a rasa de mi viejo amigo Elenbogen, a quien haba conocido en Palestina. Muy inteligente y buen organizador, militaba activamente en el grupo Unidad,, pero, en 1927, hallndose enfermo y casi paraltico, recibi la autorizacin de trasladarse a la Unin Sovitica. Desde Berln le haba anunciado mi llegada y rne esperaba. Sobre la mesa haba preparado pan, mantequilla, salchichn y vodka. Tena fresca an en la memoria la visin de las dos maletas, llenas de pan seco, del oficial del ejrcito rojo. Elenbogen ley sin duda la sorpresa en mi rostro: Seguramente te extraa encontrar todos esos producios en mi tasa me dijo. Proceden del mercado negro. Un hombre como yo, que se gana bien la vida (era ingeniero y daba clases en dos insiiiu- tos), puede comprar lo que quiera. Estuvimos hablando toda ia noche. Aunque no perteneciera al partido, Elenbogen andaba muy lejos de ser opuesto al rgimen sovitico, pero lo que me cont acerca de la colectivizacin, la vida en Mosc y los procesos polticos era absolutamente distinto de iodo cuanto yo haba ledo y odo. Desde el primer da se abri a mis pies el loso que separaba la propaganda de la vida real. Era inmenso. Al da siguiente me dirig a Voronzove-Pole, donde se alojaban los emigrados polticos. Era una gran mansin, casi en el centro de la ciudad, llena de ruido y agitacin. All vivan algunos antiguos militantes de todos los pases, polacos, hngaros, lituanos, yugoslavos, incluso japoneses, que se haban visto obligados a abandonar su pas de origen. Como transcurran varias semanas, e incluso varios meses, antes de que se les diera un empleo, pasaban la mayor parte del tiempo discutiendo. Unos aprobaban la colectivizacin, mientras otros replicaban diciendo que haba provocado el hambre en Ucrania as me enter de que la gente se mora de hambre en aquella regin. La libertad de expresin y la contundencia de las rplicas me recordaban aquellas reuniones de Pars en las que discutamos con los militantes socialistas y trotskistas a lo largo de incontables horas y aduciendo infinidad de argumentos. Me dieron una habitacin, que compart con dos camaradas. Segua descubriendo la ciudad de Mosc... En el centro de la misma, en la plaza del Picadero, se alzaba el inmueble del Komintern, enorme edificio eficazmente protegido por numerosos guardias. Antes de poder entrar, era necesario ponerse en contacto (ciclnico con la persona a la que se iba a visitar. Las diversas secciones de la Internacional comunista ocupaban los distintos pisos del inmueble: el mundo entero caba en aquella casa. Me recibi el secretario de la seccin francesa, que ya tena aviso de mi llegada. Haba efectuado las diligencias precisas para que yo pudiera ingresar en la universidad comunista. A la sazn existan en Mosc cuatro universidades comunistas. La primera, la Escuela Lenin, estaba destinada a los militantes que haban adquirido una gran experiencia revolucionaria, pero que nunca tuvieron la posibilidad de cursar estudios superiores. Pasaban por aquella universidad los futuros dirigentes de los partidos comunistas. Tito estudiaba entonces en ella. La segunda universidad, aquella en la que yo estaba matriculado, era la Universidad Marshlevski, nombre del que fue su primer rector. Estaba reservada a las minoras nacionales, pero en realidad constaba de casi veinte secciones: polaca, alemana, hngara, blgara, etc. A cada una de ellas se hallaba adscrito un grupo especializado de militantes que pertenecan a la minora nacional de aquel pas. La seccin yugoslava, por ejemplo, inclua un grupo servio y un grupo croata. En cuanto a la seccin judia, reagrupaba a un mismo tiempo tamo a los militantes comunistas judos de todas las naciones como a los militantes judos de la Unin Sovitica. As sabamos lo que ocurra en todos aquellos pases, puesto que parte de los estudiantes de nuestra seccin regresaban a su casa durante el verano. La tercera universidad era la Universidad Kutv, a la que slo asistan los estudiantes del Prximo Oriente. Finalmente, la Universidad Sun-Yat-Sen estaba reservada a los chinos. Eran de dos a tres mil los militantes seleccionados que cursaban estudios en el conjunto de esas cuatro universidades. En 1932 la vida estudiantil no era fcil. La mayor parte de nosotros vivamos muy lejos y para acudir a clase tenamos que andar ms de una hora. Hasta 1934 no se inici la construccin, junto a nuestra universidad, de un gran edificio capaz de albergar a mil doscientos estudiantes. En cuanto a la alimentacin, careca por lo menos de variedad. Suceda a menudo que, durante una semana entera, nuestro rgimen alimenticio era exclusivamente el de la col, para pasar luego, durante toda la semana siguiente, al rgimen exclusivo del arroz. Esta minuta semanal daba lugar a un chiste, que repetamos con tanta frecuencia como los platos que comamos. De tener que operar a uno de nosotros, el cirujano encontrara en el abdomen los alimentos ingeridos dispuestos en forma de estratos: una capa de arroz, una capa de col, una capa de patatas, etc. La universidad cuidaba asimismo de vestir a los estudiantes. El encargado del vestuario en nuestra universidad compr setecientos pantalones idnticos. Los moscovitas, con los que nos cruzbamos en la calle, decan: Toma! All va un estudiante de la Universidad Marshlevski. La discrecin, pues, quedaba asegurada... He conservado de aquella poca mi ltimo carnet universitario.[6]Ya en aquel entonces, en su primera pgina interior aparecan las fotografas de Lenin y de Stalin y, en la pgina siguiente, la del rector Marshlevski. Debajo de las fotografas haba unas citas. La de Lenin deca: "Ante vosotros se yergue el problema de la construccin de) socialismo, pero slo lograris resolverlo si estis en posesin de todos los conocimientos contemporneos". Y la de Stalin rezaba: "La teora puede transformarse en una gran fuerza del movimiento obrero, si siempre permanece ntimamente unida a la poltica revolucionaria". Esta hermosa mxima se le escap sin duda en un momento de distraccin. El programa se divida en tres ciclos de estudios. Las ciencias sociales y econmicas, que formaban el primer ciclo, incluan la historia de los pueblos de la Unin Sovitica, la historia del partido bolchevique, la historia del Komintern y el estudio del leninismo. El segundo ciclo estaba consagrado a estudiar el pas de origen de los estudiantes, su movimiento obrero, su partido comunista y sus particularidades nacionales. El estudio de diversas lenguas formaba el tercer ciclo. Quienes no haban cursado estudio,s superiores en otros lugares tenan la posibilidad de aprender matemticas, fsica, qumica y biologa. El trabajo era intenso y tenamos que dedicarle de doce a catorce horas diarias como trmino medio. En nuestra seccin, yo me interesaba sobre todo por el estudio de la cuestin juda. Nuestro profesor, Dimenstein, haba sido el primer judo que ingres en el partido bolchevique a principios de siglo. Vi- cecomisario para las Nacionalidades bajo la autoridad de Stalin despus de la revolucin, haba conocido ntimamente a Lenin, de quien sola citar esta frase: "El antisemitismo es la contrarrevolucin". Las numerosas discusiones que sostuvo con l le convencieron de que Lenin era partidario de la creacin en la Unin Sovitica de una nacin juda, que gozara de los mismos derechos que las dems repblicas. Los estudiantes de la universidad comunista adquiran asimismo algunos conocimientos militares: se ejercitaban en el manejo de las armas, realizaban ejercicio