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JORGE TRUJILLO Tres misioneros y medio Historia del testimonio de un pionero de Colombia Familia Trujillo 03/12/2012 Inicio de un testimonio y una vida dedicada al servicio del Señor.

Tres misioneros y medio

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JORGE TRUJILLO

Tres misioneros y medio Historia del testimonio de un pionero de Colombia

Familia Trujillo

03/12/2012

Inicio de un testimonio y una vida dedicada al servicio del Señor.

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Del servicio misional aprendí que la conversión de una persona muy pocas veces es el resultado

del trabajo de una sola persona, generalmente se trata del esfuerzo mancomunado (aunque no

necesariamente coordinado) de muchas personas quienes contribuyen un poco y otro poco, en mi

caso particular hay tres misioneros y medio que me ayudaron a ganar el testimonio, desde luego

que hay el trabajo y la dedicación de muchos otros, sin embargo, estos tres y medio son a los que

doy reconocimiento, pero sería injusto no mencionar que cada domingo escucho los discursos y

las clases de maestros dedicados que hacen su esfuerzo por ayudarme. Me gustaría decir que mi

proceso está completo, pero no es así, continúo aprendiendo y continúo creciendo, desde luego a

mucha menos velocidad que al empezar. Muchas veces he escuchado a hermanos que creen que

ya lo saben todo y que no hay nada más para aprender, en verdad los admiro mucho, pero no es

mi caso, me defino a mi mismo como un continuo investigador que cada día se sorprende al ver la

mano de Dios en los pequeños hechos de la vida. Me refiero a situaciones muy pequeñas que

muchos pueden llamar casualidades pero en las que puedo ver que Dios, nos manda un mensaje,

aquí estoy, eso que te parece pequeño ocupa mi atención y para que te des cuenta de esto estoy

haciendo esto o aquello.

Mi conversión es en sí un pequeño milagro nací de buenos padres que además de buenos eran

bastante religiosos y fieles a su religión, aunque no eran tan estudiosos que digamos, si eran

practicantes, desde luego el gran ejemplo de mi madre se sobrepone a todo los demás. Mis padres

no se entendieron mucho que digamos y por ello dejaron de vivir juntos cuando yo tenía como 9

años, esto significó dificultades por las que agradezco ya que templaron mi carácter y me dieron

experiencias maravillosas.

Mi madre era una artesana (modista) que trabajaba en casa y siempre estaba ocupada y este

siempre, era real, trabajaba jornadas inhumanas desde las seis de la mañana hasta las 11 o 12 de

la noche cada día, muchas veces tenía empleadas que le ayudaban pero la mayor parte del tiempo

estaba sola, por esto tuve mi primera ocupación en el área de logística ya que yo era el encargado

de los suministros o sea, las cremalleras, los botones, el forrado de los botones y por supuesto el

mercado para la casa, creo que por eso nunca aprendía jugar futbol ni ninguna otra cosa, pero no

me quejo, tampoco me metí en muchos líos o sea no me metí en ninguno, no tenía tiempo para

eso; ese es un testimonio de cómo nos cuida Dios. Al mirar en retrospectiva pareciera que fueron

tiempos difíciles, pero no es cierto, yo era feliz, feliz de ayudar a mi madre a quien admiraba

mucho y sigo admirando, ahora ella se ha ido y ha sellado su legado. Así lo sentí en ese tiempo y

así lo agradezco ahora.

Crecí con la noche de hogar, no porque nadie le hubiera enseñado a mi madre sino porque ella al

ver que no tenía mucho tiempo para dedicarnos nos hacía sentar cerca a donde ella estaba

trabajando y nos contaba historias de la familia, de cómo pasó aquello y cómo pasó lo otro, junto

con la historia de la familia viene un poco la historia de Colombia ya que por ejemplo nos contaba

que su abuela (mamá Vitalia) tenía que traer las mulas a vender la papa y tenía que ser ella porque

el abuelo (Francisco) tenía que trabajar el campo de noche puesto que de día corría el riesgo de

ser reclutado en los ejércitos que combatían la guerra de los 1000 días con la que iniciamos el siglo

XX. En esa guerra peleó el general Urías Romero, oriundo del mismo pueblo de ellos y pariente

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lejano. También nos contaba cómo la violencia (guerra civil no declarada de la mitad del siglo) lo

que empujo a la familia a vivir en Bogotá; una historia muy repetida era la de los tíos Luis Lucio y

Julio Didacio, lo que contaré en otra crónica. Luego de una de estas historias nosotros debíamos

contarle qué habíamos aprendido y debíamos cantar, recitar o bailar, pero no podíamos repetir así

que teníamos que esforzarnos (el diccionario era una buena ayuda); finalizábamos con la comida.

Hasta donde puedo ver, una noche de hogar, sólo que dos o tres veces a la semana.

Un personaje fundamental en mi familia era la tía Beatriz, hermana mayor de mi madre quien era

y sigue siendo una monja católica. (en este momento más de 60 años) Ella nos visitaba casi todas

las semanas o nosotros la visitábamos a ella en el convento el domingo en la tarde. Puedo decir

que ella literalmente nos empapeló de literatura católica, no recuerdo haber querido ser un

sacerdote católico pero si quería ser un monaguillo, pero nunca me quedó tiempo. De las lecturas

del material de la tía recuerdo los cursos superior e inferior de religión del Padre Rafael Faria,

tremendos volúmenes y había que leerlos porque la tía preguntaba la lección. Un libro muy

interesante era uno que se llamaba: “Las religiones del mundo” o algo así, en ese libro encontré

descripción de muchas religiones, pero la peor era una que se llamaba: “Los Mormones”, eran los

peores y era de los que más había que cuidarse debido a que venían a llevarse a las mujeres para

sus harenes, porque eran polígamos y a parte de todo cobraban diezmos. Algunas semanas

después de haber leído ese libro me enteré que donde una familia amiga, las Restrepo, estaban

yendo los mormones, eso me llenó de preocupación y quise ir a hablar con ellos y

desenmascararlos, aunque sólo tenía 12 años me sentía grande y fuerte, en general es un

sentimiento de mi familia, por eso tenemos muchos problemas ya que nos vemos orgullosos, a

veces lo somos pero la mayor parte del tiempo es sólo la imagen que se proyecta.

Conocí a los dos misioneros, eran un poco mayores que yo, uno de ellos Blaine Porter, llevaba dos

meses en Colombia y casi no hablaba español, el otro Kevin Farnsworth, llevaba un mes en el país

y hablaba todavía menos. Se sabían las charlas de memoria pero no podían responder muchas

preguntas porque no podían entenderlas, eso me desconcertó ¿Cómo era posible que enviaran a

estafar a la gente a dos muchachos con cara de buena gente y que además no hablaban el idioma?

Cuando yo hacía preguntas o cuando yo intentaba cuestionar, los misioneros sólo sonreían y

decían: Oh si, ¿Oh si qué? Al finalizar la charla yo estaba frustrado porque no había podido discutir

nada, pero entonces Blaine en ese entonces, élder Porter, puso su mano sobre mi hombro y me

dijo: Jorge, yo no entiendo tus preguntas, pero este es el Libro de Mormón, y ahí están todas las

respuestas, me mostró Moroní 10:3-5 y entonces me dijo, léelo, reflexiona sobre lo que has leído y

pregúntale a Dios. Tomé el libro en mis manos y me fui a casa, empecé a leerlo y leí quizás unas

10 páginas y entonces reflexioné que eso era extraño pero posible, me arrodillé y le pregunté a

Dios, no vi un ángel, no sentí calor en el pecho, no escuché ninguna voz, pero tuve la certeza de

que el libro era verdadero y que lo que yo había leído sobre los mormones era una mentira. La

siguiente vez que vi a los misioneros, les dije que sabía que el libro era verdadero y que ya no los

cuestionaría más. Tres semanas después el 1 de mayo de 1971 ocurrió mi bautismo, en la casa

capilla del barrio San Antonio, calle 10 sur #14-54, aquello se llamaba la rama tres, al día siguiente

recibí mi confirmación.

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En aquel momento no lo sabía, pero la Iglesia estaba empezando en Colombia, sólo había tres

ramas en Bogotá que se reunían en casas capillas, una cerca al Hospital Militar, otra en Kennedy y

otra en San Antonio, no había más y nadie nos dijo que habría más, nadie nos habló de capillas

hermosas, ni de Templos ni de Institutos, ni almacén del obispo ni nada, Libro de Mormón puro y

sencillo.

Claro que bien pronto las ramas llegaron a ser nueve: la uno que era la del centro de ciudad; la dos

que era en Kennedy; la tres en San Antonio; la cuatro que cubría el sur aunque también se reunía

en San Antonio; la cinco que correspondía al norte y que se reunía en la calle 65 debajo de la

Caracas; La seis que tomaba el noroccidente, se reunía cerca de la Cruz Roja en la Avenida 68 con

66; la siete que tomaba una parte de Kennedy y se reunía en el mismo lugar de la dos; la ocho que

cubría el suroccidente y se reunía en la Avenida 30 con octava sur y la nueve que se reunía en

Modelia.

Y estos son mis primeros misioneros, Blaine Porter de Centerville, Utah y Kevin Farnsworth de

Rupert, Idaho. Mis hermanos a quienes estaré eternamente agradecido, porque sin ningún lugar a

dudas cambiaron mi vida. Colombia es un lugar con muchos conflictos y es muy difícil pensar que

habría podido estar protegido sin la Iglesia. Tengo la certidumbre que si estos hombres no

hubieran dejado su hogar para venir a mi país mi vida habría tomado un rumbo diferente, ¿Cuál?

No lo sé, pero tengo la convicción que no sería tan feliz como los soy, estoy seguro que no habría

tenido las maravillosas oportunidades de servicio que he tenido, destaco de mi servicio el tiempo

en que serví como Presidente de Misión en Cali (2002-2005), ni tendría la esposa que tengo ni los

hijos que tengo, ni mi hermosa nieta.

En 2001 cuando visité Utah, fui a la casa de Blaine, fue una ocasión muy feliz, y mucho más cuando

él me invitó a ver todas las fotos de su misión y descubrí que no tenía ninguna mía, quizás en su

mente un jovenzuelo de 12 años no sería un converso a largo plazo, pero ver a los miembros de mi

antigua rama fue una ocasión muy feliz. Me alegró que el pudiera saber de mí y de mis éxitos

como padre y esposo además de mi vida de servicio a la Iglesia.

En 2002, Blaine tuvo la gentileza de acompañarme en mi apartamiento como Presidente de

Misión, por el élder Nelson, me gustó mucho que pudiera ver que su trabajo como misionero

había valido la pena.

En 2007 regresé a Utah con mi familia para asistir a la conferencia de abril, mientras tanto ya había

localizado a Kevin quien vino desde Idaho y pudimos pasar una hermosa velada en casa de Blaine,

parece que nunca se habían vuelto a ver luego de sus misiones.

En 2011 fui a la graduación de mi hijita en la universidad y no podía dejar de lado ir hasta Rupert

para decir gracias una vez más a Kevin, fue una hermosa noche en su casa donde recibí una gran

lección ya que él me permitió ver su almacenamiento, donde en dos cuartos tenía todo lo que

podía necesitar para vivir más de un año, además tenía en el garaje una gran cantidad de leña. Por

muchos años habíamos hablado en la Iglesia del almacenamiento, y había visto almacenamientos,

pero el mejor almacenamiento que había visto era nada frente al almacenamiento de Kevin,

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entonces, tuve un gran sentimiento por la obediencia de este hombre ya no el jovencito que fue a

la misión sino el hombre mayor que continúa perseverando. Es una de las lecciones que han

penetrado con mayor profundidad mi mente y mi corazón luego de mi conversión.

Ahora una cosa es bautizarse y otra muy diferente quedarse en la Iglesia, el proceso lo describo en

un trabajo aparte que se llama: “Los viajes” que es un documento donde analizo la forma como los

viajes del pueblo del Señor se asemejan a la conversión de cada persona, pero eso es otra historia.

Hay que recordar que en ese tiempo no estaban unificadas las reuniones dominicales por, tanto

había que ir al sacerdocio y a la escuela dominical, temprano y en la tarde regresar a la

sacramental, una cosa es saber que el Libro de Mormón es verdadero y otra querer ir dos veces a

la Iglesia, sobre todo si se tienen cuenta que íbamos a pie y la capilla nos quedaba como a tres

kilómetros de distancia. Ir a la capilla era una ocasión feliz, ya que los García y los Sarasty, llegaban

hasta mi casa, de ahí íbamos a donde las Restrepo, luego donde otras dos familias y finalizábamos

donde los Cubillos que vivían relativamente cerca a la capilla.

En conclusión yo no iba a la sacramental, por tanto el presidente de la rama decidió darme un

discurso y me asignó sólo 20 minutos. Yo preparé mi discurso lo mejor que pude, sólo, así nos

tocaba en ese tiempo, el sábado antes del discurso le pedí a mi hermanita que me tomara el

tiempo ya que yo no quería pasarme del tiempo asignado. ¿Qué creen? Que no había material

sino para dos minutos y yo ya había dicho todo lo que sabía, y había opinado todo lo que podía

opinar. Eso me acobardó, y entonces decidí no ir a la Escuela Dominical, de esa forma no me

recordaban que tenía que ir en la tarde, por supuesto en la tarde tampoco fui, a la semana no

quería que me preguntaran por qué no había ido el domingo anterior, y así llegue a 54 domingos

en los cuales no iba a la Iglesia, pero sentía que debía ir pero no podía enfrentar que me hicieran

preguntas sobre mi famoso discurso. Estaba en un problema porque sabía que la Iglesia era

verdadera y que debía ir, pero no podía. Yo llevaba la cuenta de cuántas semanas no había ido,

desde luego en ese tiempo aun no se habían organizado los maestros orientadores y nadie me

visitó aunque seguíamos amigos de Hernán Sarasty, las Restrepo se mudaron al norte y perdimos

el contacto, también ocurrió que cambiamos de casa así que ni porque hubieran ido.

En la semana 54 iba caminando por la calle cerca a la casa cuando vi a dos misioneros fue un

momento muy feliz, entonces me acerqué y les dije: “hola élderes ¿cómo están?” el misionero se

volteó, me miró y me dijo: ¿Y tú cómo sabes que somos élderes? Pues porque yo soy miembro de

la Iglesia. Pero nunca te he visto. Entonces le conté al élder Paul Hiken lo que me pasaba y los

temores que padecía, él me dijo ven el domingo y yo te voy a ayudar, por eso es mi tercer

misionero ya que tuvo la amabilidad de ayudarme a regresar, desde luego que él tenía un

compañero pero mi amigo fue Paul. Lo busqué y finalmente lo encontré, pero parece que él pensó

que le quería pedir algún favor ya que fue muy fría su aceptación y no volvió a escribirme, bueno

eso no quita nada del gran bien que me hizo, sin su intervención el trabajo de Blaine y Kevin se

habría ido a la basura, por ello le estaré eternamente agradecido, desde luego que me gustaría ser

su amigo como de Blaine y Kevin, pero si no de todas formas tengo mucha gratitud en mi corazón.

Al final nadie preguntó nada y todo volvió a la normalidad.

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Con Paul completo los tres misioneros, hombres que tuvieron en valor de aceptar el llamamiento

del Señor, sacerdotes que vinieron al rescate de sus hermanos y que me consideraron su hermano,

hombres con los que tendré una gratitud eterna, por lo que significan para mi vida y para la vida

de mis hijos y nietos. Es imposible que me canse de decirles gracias.

Al cuarto misionero le asigno medio por dos razones, la primera sólo recuerdo su nombre,

Eduardo y la segunda no es miembro de nuestra Iglesia, así que no salió de su casa y cruzó el

continente para encontrarme, de hecho no vivía tan lejos de mi casa.

Un día golpeó nuestra puerta, un misionero de otra iglesia experto en esgrima doctrinal, mi madre

le dijo, hable con mi hijo a él es al que le gustan esas sinvergüencerías1 éste hombre al enterarse

de mi membresía religiosa, me atacó diciendo que estábamos equivocados ya que creíamos en

profetas, repliqué diciendo que en Amos 3:72 se prometía que siempre habría un profeta,

entonces me dijo, sí, pero eso está en el Antiguo Testamente, fíjate en lo que dice el nuevo

Testamento y me leyó 1 Corintios 13:83. Debo decir que en ese momento su argumentación me

pareció coherente y me sacó de la comodidad y llegué a la duda, fue un tiempo de lucha interna

debido a que no podía aceptar que hubiera algún versículo que contradijera lo que se enseñaba,

pero por otro lado estaba la poderosa experiencia que había tenido el día que leí el Libro de

Mormón por primera vez, y allí ese testimonio se enfrentó a la duda ya que cada vez que vacilaba

volvía a mí como aquella noche, pero las dudas me llenaron de angustia y no encontraba el

camino. Al siguiente día, Eduardo volvió y yo le pedí a mis hermanas que dijeran que no estaba, ya

que no sabía cómo enfrentarme a esa situación, al día siguiente ocurrió lo mismo. Con gran

incertidumbre quise entender bien qué es lo que decía 1 Corintios 13 y empecé desde el versículo

1, entonces descubrí que hablaba del amor puro de Cristo, y que establecía su supremacía sobre

todo aquello que era valorado y apreciado como importante, la ventaja fue que llegué al versículo

9 donde dice: Porque en parte conocemos y en parte profetizamos, mas cuando venga lo que es

perfecto, lo que es en parte será quitado. Las sombras se apartaron de mí y la luz iluminó mi vida,

ese es uno de los días que recuerdo haber sentido más gozo en mi juventud. Claro es fácil

imaginarse lo que ocurrió: la siguiente vez que Eduardo se presentó en mi casa le dije que él tenía

razón pero que tenía una duda y era si ya teníamos conocimiento perfecto? Desde luego que no,

fue su respuesta. Entonces le dije, si no tenemos conocimiento perfecto necesitamos los profetas,

no, respondió y me volvió a leer el versículo 8, entonces le dije, ya que tienes abierta la Biblia lee

el versículo siguiente, al leer el nueve, su faz cambió, ahora las dudas le pertenecían, me miró y

dijo, yo voy a averiguar qué es lo que esto significa, vuelvo mañana. Pero ese mañana no llegó

nunca, jamás lo volví a ver.

Hasta esta parte sólo es cómo el testimonio puede protegernos así nos falte conocimiento, pero la

historia va más allá, me molestó haber dudado, me sentí mal por haberlo hecho, yo no debía ser

tan ignorante para que le permitiera a alguien venir y llenarme de dudas, entonces me prometí

1 Aunque la palabra suena dura, mi madre la usaba para referirse a cosas sin mucha importancia, en especial

sin importancia laboral. 2 Porque no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.

3 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.

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que estudiaría y memorizaría escrituras de modo que me hiciera experto, en principio quise ser

como Eduardo, experto en esgrima doctrinal, pero luego me di cuenta que eso no servía para

nada, quise saber por el placer de saber y para poder ayudar a la gente con dudas ya que yo nunca

tendría más dudas y así ha sido, he vivido tiempos difíciles pero nunca he vuelto a tener dudas. Mi

estudio me llevó a inscribirme en Seminarios y luego en Institutos y a memorizar escrituras y

aprendí a deleitarme con ellas. Aprendí que si hay algo que no entiendo el problema está en mí y

no en la escritura, al enfrentarlo así poco a poco encuentro las respuestas.

El deleite en las escrituras y en la verdad es algo que amo del Evangelio, observo sin embargo que

ocurre así con todas las personas, al servir en el campo misional me encontré con muchos que

luego de unirse a la Iglesia, la habían abandonado, entonces les preguntaba, ¿qué recuerda de los

misioneros? Y por lo general los que estaban inactivos o menos activos no tenían clara ni la

Primera Visión ni el Libro de Mormón. Por ello la doctrina de conversión duradera es que las

personas puedan llegar a leer, reflexionar y orar con sinceridad sobre estos dos temas, si estos

temas están claros, lo demás estará claro y resistirá los embates de Satanás.

Aprecio a Eduardo porque me ayudó espero que Blaine, Kevin y Paul no se molesten porque lo

ponga junto a ellos, ellos (Blaine, Kevin y Paul) son gigantes a los que amo y a los que agradezco

todos los días de mi vida.

Haber entrado a la Iglesia en ese tiempo me dio la oportunidad de ser un testigo presencial de la

historia de la Iglesia en Colombia, me siento un pionero, que conoce a muchos miembros y que ha

visto el desarrollo de muchos testimonios, pero eso será en otra crónica.