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0 U A B Facultad de Filosofía y Letras Departamento de Antropología Master: “Investigación etnográfica, teoría antropológica y relaciones interculturales” 2008-2009 TRABAJO FINAL Título: Poder clientelar en redes de reclutamiento de empleadas domésticas en Barcelona. Estudiante: Gabriela Poblet Denti Director: Alexandre Coello Fecha de entrega: 20 de julio de 2009

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U A B – Facultad de Filosofía y Letras

Departamento de Antropología

Master: “Investigación etnográfica, teoría antropológica y relaciones

interculturales”

2008-2009

TRABAJO FINAL

Título: Poder clientelar en redes de reclutamiento de empleadas domésticas en

Barcelona.

Estudiante: Gabriela Poblet Denti

Director: Alexandre Coello

Fecha de entrega: 20 de julio de 2009

Page 2: U A B Facultad de Filosofía y Letras

1

Indice

Introducción 3 Capitulo 1: Estratégicas metodológicas y perspectivas

7

Hacer etnografía

7

El trabajo de campo: técnicas y estrategias 8 Posiciones y emociones 13 Diferencias y diferenciaciones 15

Capítulo 2: El servicio doméstico: género, clase e inmigración

17

Introducción

18

El servicio doméstico en España: regulación y prácticas 18 El servicio doméstico como actividad laboral femenina 21 El servicio doméstico y sus representaciones 26 El servicio doméstico en el mercado global 32 Conclusiones 38

Capítulo 3: El acceso al servicio doméstico: redes y circuitos de inserción

40 Introducción

40

Las redes de reclutamiento de empleadas domésticas en Barcelona

40

Las agencias privadas 43 La Iglesia Católica como intermediaria laboral 46 Conclusiones 54

Capítulo 4: un estilo de patronazgo en el acceso al servicio doméstico

56 Introducción

56

La organización y el espacio 56 Patronos y clientas 65 Conclusiones 78

Capítulo 5: De clientas a empleadas domésticas

80

Introducción

80

Las fronteras 80 Categorías y estereotipos 83 Ofertas y mano de obra 89 Las mujeres inmigrantes: estrategias y resistencias 93 Conclusiones 99

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2

Capítulo 6: Conclusiones, discusiones y aperturas

101

El servicio doméstico y las redes de reclutamiento en la ciudad global

101

El papel de la Iglesia Católica en las redes de reclutamiento

102

Poder clientelar en las redes de reclutamiento 104 Patronazgo, mercado de trabajo y religión 105 Prospectivas desde una perspectiva postcolonial y de género

108

Bibliografía citada

111

Fuentes

114

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3

Introducción

Esta investigación se trata de una aproximación a las redes de reclutamiento

de empleadas domésticas que operan en Barcelona gestionadas por

congregaciones de la Iglesia Católica, haciendo especial hincapié en la bolsa

de trabajo dirigida por una religiosa, conocida como la Hermana Encarnación,

cuyas usuarias son la mayoría mujeres inmigrantes procedentes de diversos

países de América Latina.

La curiosidad por este tema en concreto y por el servicio doméstico en general,

parte de mi experiencia como “mediadora intercultural” en un programa “de

acogida” en una asociación de Barcelona entre el 2005 y 2007. Durante dicho

trabajo pude mantener contacto y escuchar a mujeres inmigrantes (la mayoría

dedicadas a la limpieza y al cuidado de personas mayores en hogares de alto

status de Barcelona), a la vez que conocer la amplia red de recursos de

Barcelona dirigida a personas inmigradas, conformada por diversos servicios

gestionados por el ayuntamiento, ONG’s y la Iglesia Católica.

Al explorar la bibliografía sobre la situación de mujeres inmigrantes en el

servicio doméstico, noté que algunos aspectos quedaban sin abarcar o eran

tratados a la ligera, como ser el acceso al empleo, el papel de las asociaciones

y la influencia de la Iglesia Católica. Si bien los trabajos de investigación más

relevantes sobre mujeres inmigradas que trabajan en el servicio doméstico en

Barcelona (Escrivá, 1999; Anderson, 2000; Parella, 2003), se refieren en mayor

o menor medida a las redes sociales de acceso al empleo y a las redes de

reclutamiento tales como agencias o la Iglesia Católica, no he encontrado

ninguna investigación que se centre en este tema en concreto o que lo tratase

Page 5: U A B Facultad de Filosofía y Letras

4

más en profundidad. También eché en falta más trabajos con un enfoque

antropológico o trabajos etnográficos. Así que decidí que este podía ser mi

pequeño espacio, el granito de arena que podría aportar a los estudios

basados en temas de migración, género y trabajo, aprovechando la familiaridad

que ya tenía con la red de recursos de Barcelona. Después llegó la hora del

“recorte” y perseguida por la tiranía del tiempo en una fugaz pero decisiva fase

exploratoria, decidí centrarme en la descripción del funcionamiento de la

famosa bolsa de trabajo gestionada por la Hermana Encarnación, ya que había

observado que se organizaba en base a un entramado de relaciones de poder

desiguales, interesante para otorgarle contenido teórico a través de un trabajo

etnográfico.

Una de las primeras dificultades de este trabajo de investigación fue decidir su

enfoque. Tenía un exceso de perspectivas y marcos teóricos: desde una

perspectiva de género, desde la antropología económica, desde redes sociales,

desde una perspectiva poscolonial, desde la antropología de la religión, entre

otras. Finalmente, opté por partir desde lo que ya había explorado: el servicio

doméstico y la llamada “globalización de los cuidados” para poder insertar en

este marco lo que defino como redes de reclutamiento de personal doméstico.

Consideré apropiado utilizar el término “redes de reclutamiento”, ya que por la

forma de operar se trata de “reclutar” sirvientas o empleadas domésticas para

que trabajen en hogares de élite, y no de programas que apunten hacia una

real inserción laboral y social dirigidos a mujeres inmigrantes, a pesar de que

estén dentro de las labores de beneficencia de la Iglesia Católica.

La organización de la tesina consiste en cinco capítulos y un apartado con las

conclusiones y prospectivas del trabajo. El primer capítulo está dedicado a

Page 6: U A B Facultad de Filosofía y Letras

5

abordar las cuestiones metodológicas y las estrategias por las cuales opté para

realizar la investigación, sin obviar algunas cuestiones referentes a la relación

investigadora-sujetas de estudios. En el segundo capítulo, de contenido teórico

aunque con algunos ejemplos relevados durante el trabajo de campo, analizo el

servicio doméstico como actividad laboral de bajo status, feminizada y cubierta

por población inmigrante. Esto permite enmarcar el servicio doméstico dentro

de la “globalización de los cuidados” y a las redes de reclutamiento en lo que

se define como “ciudad global”. El capítulo 3 consiste en una introducción a las

redes de reclutamiento de personal doméstico que operan en Barcelona, con la

finalidad de contextualizar el caso de estudio que presento y de realizar un

análisis comparativo de forma aproximada con otros servicios, pasando por un

breve pero interesante análisis sobre el papel de la Iglesia Católica en la

inserción laboral de mujeres inmigrantes. El capítulo 4 se trata de una primera

parte del análisis etnográfico de la organización de la bolsa de trabajo dirigida

por la Hermana Encarnación. La observación sobre el funcionamiento y sobre

las relaciones de poder me han llevado a definir su forma de proceder como un

caso de patronazgo y a describir a los actores como patronos y clientes. El

capítulo 5 amplía las explicaciones del análisis, haciendo hincapié en el papel

de las usuarias (clientas) a través del análisis de las ofertas de trabajo y de sus

relatos. Finalmente expongo en las conclusiones generales la relación entre

este sistema, el mercado de trabajo y la religión, así como otros varios aportes

y consideraciones teóricas, frutos de esta investigación, en torno al servicio

doméstico, los intermediarios laborales y el papel de la Iglesia Católica.

Si bien este trabajo responde a obligaciones y protocolos académicos, por mi

parte lo considero también como un trabajo de denuncia que espero ayude a

Page 7: U A B Facultad de Filosofía y Letras

6

generar propuestas para mejorar los llamados “servicios de inserción laboral”.

Aunque con un compromiso profesional como antropóloga, parto igualmente de

una necesidad visceral de contar, de no dejar pasar aquellas injusticias en las

cuales podemos colaborar para hacer frente y de dejar de “tolerar lo

intolerable”.

El rigor de las fechas y mi calidad de principiante hacen que esta investigación

sea sólo una primera aproximación. He dejado cantidad de aspectos en el

campo y otros “en el tintero”, conciente de que era imposible abarcarlos todos.

Soy conciente también que quedarán lagunas, agujeros y explicaciones

pendientes pero espero que el esfuerzo haya valido la pena para contribuir en

un campo escasamente explorado, como son las redes y servicios de acceso al

empleo.

Page 8: U A B Facultad de Filosofía y Letras

7

Capítulo 1 - Estrategias metodológicas y perspectivas

“El nombre no es la cosa nombrada. El mapa no es el territorio.” (Alfred Korschipski - 1933)

Hacer etnografía

El gran legado de la antropología es, quizás, conocer las realidades que nos

resultan lejanas de primera mano. En los comienzos de la disciplina, cuando

antropólogos y antropólogas se trasladaban grandes distancias para estudiar

pueblos desconocidos, la etnografía no sólo era obligatoria, sino que era una

obviedad, puesto que no se contaba con datos estadísticos, censos u otro tipo

de informes. Siguiendo los consejos de Malinowski, los científicos trataban de

convivir con la población “objeto de estudio” e intentaban llevar la misma vida

“como uno más”, compartiendo la rutina, escuchando, observando y valiéndose

de testimonios de personas a quienes nuestra disciplina ha llamado

“informantes”. Transcurrido el Siglo XX, las metodologías cualitativas en sus

distintas variantes se han cimentado en todas las ciencias sociales, adquiriendo

especial protagonismo (a veces demasiado creo yo) los relatos de los ahora

“sujetos de estudio” relevados a través de entrevistas. No obstante, la

etnografía, a mi modo de entenderla, supera ampliamente las metodologías

cualitativas como una forma integral de relevar información y de generar

conocimiento. No es, simplemente, el complemento de técnicas de observación

y entrevistas, sino una forma de sentir, percibir y confeccionar una realidad

existente (del cual el/la etnógrafo/a también forma parte aunque le resulte

exótica) para poder transmitirla, una forma de abrir los ojos para ver el mundo.

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8

El caso de estudio que presento, aunque totalmente urbano y físicamente

cercano, es uno de estos “terrenos” inexplorados, donde la etnografía resulta

una herramienta insustituible y donde meras técnicas cualitativas hubieran

fracasado. Haciendo sólo entrevistas en profundidad a “informantes claves”,

como la Hermana y sus ayudantes y a algunas mujeres, no hubiese podido

relevar la cantidad de detalles que me proporcionó el estar allí varias mañanas

y participar en persona del entramado proceso de búsqueda de trabajo,

recogiendo en el tradicional “diario de campo” lo que Malinowski llamó “los

imponderables de la vida real”.

El trabajo de campo: técnicas y estrategias

Aunque muy lejos de la talla de los antropólogos de antaño, mi trabajo de

campo consistió básicamente en la observación participante general del

servicio y en el acompañamiento, o bien seguimiento, de las usuarias, en los

diversos pasos del proceso de búsqueda de trabajo del servicio de la Hermana

Encarnación: hacer las colas, coger los tickets, levantar la mano, coger un

trabajo, llamar a los posibles empleadores, etc. En algunas ocasiones, una vez

establecido el “rapport” necesario, tuve la oportunidad de compartir con algunas

mujeres el recorrido por otros de los diversos circuitos de “acogida”, tales como

comedores o agencias de empleo, que suelen frecuentar parte de la población

inmigrante al salir del centro de la Hermana Encarnación. Estos momentos

fueron claves en el proceso de investigación, ya que fuera del centro que

gestiona la Hermana, las mujeres conversaban relajadamente intercambiando

opiniones sobre la misma Hermana, sus ayudantes, el funcionamiento de la

bolsa de trabajo y sobre diversas experiencias trabajando en el servicio

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doméstico, revelando aspectos que dentro del centro no habían surgido, al

menos durante mi presencia, en las conversaciones. En estos lugares también

pude conocer otras personas que habían acudido alguna vez al servicio de la

Hermana Encarnación y otras que eran usuarias de agencias privadas u de

otros servicios de inserción laboral de la Iglesia y que nunca habían acudido a

la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación por diversos motivos pero que

habían oído hablar sobre ella. Estos relatos fueron un importante aporte.

Como todo proceso de investigación, ha estado desde el primer momento

plagado de tomas de decisiones, algunas de las cuales, aunque segura de mí

misma, han estado algo arriesgadas desde un punto de vista ético. Después de

realizar la fase exploratoria en el servicio de la Hermana Encarnación y una vez

familiarizada con el “terreno” y con el modo de proceder del servicio, decidí

comenzar el trabajo de campo “del lado de las usuarias”, sin desvelar mi

condición de investigadora a los dirigentes del servicio. Mi decisión se basó en

que podía correr el riesgo de no ser aceptada o de ser relegada espacialmente

a observar donde el coordinador del servicio me dijera. Al ser un servicio de

concurrencia masiva y de acceso libre, consideré que no valía la pena dar

explicaciones precisas, ya que se trataba de observar desde el patio trasero,

como si fuera un parque o cualquier cola de algún servicio, donde había más

de 200 personas. Otro de los motivos era el riesgo de “ganar status” en el caso

de que fuera presentada públicamente por el coordinador o por la Hermana

Encarnación y perder por tanto, la confianza, la empatía, los relatos, opiniones

y perspectivas de las usuarias, considerando que se trata de un complejo

entramado de relaciones de poder desiguales, donde hay “lealtades” en juego,

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como lo explico en el desarrollo de la tesina, y donde hay también un

autoritario manejo de las personas en el espacio. Preferí entonces mantener un

perfil bajo, acompañando a diversas usuarias “amigas”, desplegando todos los

sentidos para potenciar la escucha activa y la observación como técnicas

principales, y así tener un panorama en detalle a la hora de presentarme como

investigadora (cosa que hice más adelante) y hacer las preguntas pertinentes.

Esta estrategia, que no llega a ser del todo una investigación encubierta, ya

que a las usuarias con quienes conversaba sí explicaba mis intereses, fue un

éxito para el estudio, ya que me permitió seguir los distintos pasos del servicio,

estar en diferentes instancias e incluso “vivir” diferentes experiencias, desde

dentro del despacho de la Hermana, desde el patio y también desde la acera

en ocasiones que no pude entrar (al igual que le ocurre a muchas usuarias).

Consideré también que siendo “una más de ellas” en los primeros momentos,

la etnografía sería más rica y tendría un punto de vista más valioso.

Pasado aproximadamente un mes de trabajo de campo en el “terreno”,

concerté entrevistas con tres mujeres inmigrantes usuarias de diferentes

servicios de inserción laboral para corroborar algunas afirmaciones casuales

que habían hecho y para relevar de forma más precisa sus relatos y opiniones.

Paralelamente realicé entrevistas a una educadora que gestiona la bolsa de

trabajo de un hogar de “madres solteras” perteneciente a la Iglesia Católica y a

una religiosa conocida, la Hermana Dolores, cuyo contacto me permitió

entrevistar, finalmente, a la Hermana Encarnación (la cual me concedió

escasos 15 minutos de entrevista pero dado el trabajo etnográfico previo pude

hacerlos valer). Estas entrevistas fueron enfocadas para comprender el papel

de la Iglesia en las redes de reclutamiento de personal doméstico y relevar

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información concreta sobre los servicios y obras que realizan diversas

congregaciones de Barcelona. El ayudante principal de la Hermana

Encarnación, Héctor, a quien dedico buena parte de la tesina, no fue

entrevistado directamente, sino que he registrado parte de sus discursos,

actos, gestos y afirmaciones. Hacia el final del trabajo de campo he podido

entablar conversaciones informales con él y no descarto entrevistarlo en un

futuro para relevar su punto de vista. De igual manera, tampoco entrevisté a

Rosa, la secretaria de la Hermana, quien también podría ser entrevistada en un

futuro si está de acuerdo.

Otra información más concreta en torno al tema general de la investigación fue

relevada a través de llamadas telefónicas, documentos de Internet y diverso

material gráfico (folletos, circulares, etc.). Con el fin de facilitar el entendimiento

y complementar las descripciones del espacio, he tomado varias fotografías de

las instalaciones del centro, con el permiso de la Hermana Encarnación. Decidí

de antemano, no tomar fotografías en presencia de usuarias, por respeto a

ellas, ya que la mayoría son inmigrantes en situación irregular.

El trabajo de campo en el “terreno” duró aproximadamente seis semanas

durante los meses de marzo y abril de 2009.

A continuación, expongo un cuadro con información sobre las personas

usuarias de los servicios de inserción laboral que han colaborado en este

proceso de investigación, así como de las respectivas técnicas usadas. El

objetivo es facilitar algunos datos de estas personas que considero relevantes

como la edad, origen y el año de llegada, así como también apreciar la

variabilidad de procedencias y edades de todo el conjunto de “informantes

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claves”. Entre las técnicas utilizadas, he distinguido entre “seguimiento” y

“acompañamiento”. El “acompañamiento” significa que he tenido la oportunidad

de estar junto a ellas varios días y casi en todo momento mientras estuvieron

haciendo el recorrido por el servicio de la Hermana Encarnación, mientras que

el “seguimiento” significa que también he podido “seguir” el caso, pero que no

he estado con ellas en todo momento y por lo tanto, no lo he relevado de

primera mano, sino que las mismas mujeres me comentaban como había sido

el proceso. Aunque de algunas de estas personas no se incluyen relatos en la

tesina, de igual modo su contribución al proceso de investigación ha sido

pertinente y enriquecedor.

Nombre Edad Origen Año de llegada

Técnicas

US

UA

RIA

S/O

S S

ER

VIC

IO H

ER

MA

NA

EN

CA

RN

AC

IÓN

Sandra 42 Bolivia (Pocito Argentino y Santa Cruz de la Sierra)

2005 Seguimiento y acompañamiento Conversaciones Entrevista en profundidad

Bárbara 62 Argentina (Buenos Aires)

2002 Seguimiento y acompañamiento Conversaciones informales

Esther 33 Ecuador 2002 Seguimiento Conversaciones informales

Marlen 28 Honduras 2006 Conversaciones informales

Patricia 25 Bolivia (Santa Cruz)

2008 Seguimiento Conversaciones informales

Yolanda 52 Paraguay 2006 Seguimiento Conversaciones informales

Silvia 45 Perú 2008 Conversaciones informales

Gloria 43 Colombia 2005 Conversaciones informales

Aidé 38 Bolivia (La Paz)

2006 Conversaciones informales

Rosana 23 Paraguay 2008 Conversaciones informales

Miguel 48 Colombia 2005 Conversaciones informales

Francisco 42 Paraguay 2006 Conversaciones informales

Jonhy (hombre)

29 Honduras 2008 Conversaciones informales

Usuaria agencias privadas

Nieves 32 Argentina (Jujuy y La Plata)

2005 Conversaciones informales Entrevista en profundidad

Usuaria de la “llar Santa Isabel”

María 34 Argentina (Santiago del Estero y Córdoba)

2005 Conversaciones informales Entrevista en profundidad

Page 14: U A B Facultad de Filosofía y Letras

13

Posiciones y emociones

Como en todo proceso de investigación en ciencias sociales, pero quizás más

evidente en un trabajo etnográfico, las posturas, posiciones y emociones del

investigador o investigadora juegan un papel relevante. La propia antropología

como disciplina se ha interesado como campo de estudio en las emociones y la

afectividad, demostrando que la “razón” es un concepto occidental que no se

encuentra en otras culturas y que en la mayoría de las lenguas no existe un

término parecido al de “emoción”, separado de lo que llamamos “razón”. Esto

ha sido un gran aporte para la epistemología, a pesar de que aún existen

dificultades para crear una epistemología que de cuenta de los afectos

(Surrallés, 2000). Asumiendo esto desde la antropología, considero que es

importante, como antropólogos y antropólogas, tomar conciencia de los

sentimientos y emociones que se cruzan durante todo el proceso de

investigación. Sin entrar en la dimensión del Inconciente, considero también

honesto y sano comunicar al menos en parte, aquellas emociones que han

“afectado” el trabajo de campo y el proceso de investigación, así como las

posiciones personales del investigador o investigadora.

En primer lugar, se ha tener en cuenta que este trabajo de campo en concreto

fue realizado durante un momento de “crisis” económica con un alto índice de

desocupación (que aunque no se contabilice, también se nota en la población

“sin papeles”), justamente en un servicio de inserción laboral. En los discursos

tanto de los intermediarios laborales, como de las usuarias, se podía percibir un

claro pesimismo frente a la situación económica, llegando incluso a

transformarse en angustia y ansiedad en el caso de mujeres desempleadas por

varios meses y con la responsabilidad de enviar dinero a la familia en origen.

Page 15: U A B Facultad de Filosofía y Letras

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Esta situación no me fue indiferente en absoluto, sino todo lo contrario, me

producía cierta tristeza, compasión y desánimo contra el cual tenía que hacer

frente para seguir con el trabajo de campo, a la vez que influía en la relación

con las “usuarias-sujetas de estudio”. Se dio el caso de que algunas de ellas

me pidieron ayuda para conseguir trabajo, aspecto que tampoco fue fácil de

afrontar, ya que no podía hacer gran cosa al respecto y me ponía en una

posición de poder y “status” como “profesional de clase media”. No voy a negar

que como cualquier persona en mi lugar, las ayudé con lo poco que estaba a

mi alcance (y correspondiendo la valiosa ayuda que me dieron en colaborar en

el trabajo de campo): regalándoles los tickets1 que conseguía algunos días,

prestándoles el móvil para llamar a posibles trabajos o informándoles de otros

sitios donde podían ir a buscar trabajo, además de la escucha y comprensión

que podía ofrecerles. Teresa San Román, en un artículo donde hace un

llamado de atención a los científicos sociales que no van directamente al

“campo”, se refiere a que la relación entre el investigador(a) y su objeto-sujeto

de estudio no es desdeñable, sino que es la base de la comprensión y el

fundamento de la esperanza en una ciencia aplicada a los intereses de la gente

(San Román, 2000). Aunque yo no pretendía hacer un trabajo de antropología

aplicada, tengo una posición política clara como ciudadana y como inmigrante

latinoamericana, la cual se trasluce y forma parte de mi posición y compromiso

profesional como antropóloga interesada en el campo de la inmigración.

Nuevamente en palabras de San Román, “los investigadores son también lo

que son como ciudadanos y de eso depende su implicación en los problemas y

con las personas con las que realizan su tarea” (San Román, 2000). El hecho

1 Los “tickets” sirven para entrar al despacho de la Hermana a primera hora y son un bien codiciado, debido a la compleja organización de la bolsa de trabajo, lo cual está explicado con precisión en el capítulo 4 de esta tesina.

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de reconocer “emociones”, como la sensibilidad, el compromiso y la solidaridad

con la gente, así como una posición o postura ideológica del investigador/a, no

tienen por qué disminuir el rigor académico ni las discusiones teóricas, sino

todo lo contrario, las enriquecen.

Diferencias y diferenciaciones

La posición del investigador o investigadora también está determinada por su

propia identidad, construida a partir de formas de diferenciación como el

género, la clase social o el origen, las cuales producen diferencias que hacen a

la relación con las personas “sujetas de estudio”. Los significados de la

identidad están íntimamente conectados con los de la experiencia, la

subjetividad y las relaciones sociales. Las identidades se inscriben a través de

experiencias construidas culturalmente en las relaciones sociales (Brah, 1992).

Mi posición en el campo, que a priori estaría condicionada por “ser argentina”,

no tiene el mismo significado en el contexto de este trabajo que en una

comunidad polaca, gitana, de irlandeses de clase alta o bien estudiando una

comunidad boliviana en territorio argentino. Mi origen, mis rasgos y mi posición

de clase hubieran tenido diferente “peso”. En este trabajo, teniendo en cuenta

que se trata de un espacio donde predomina población inmigrante

latinoamericana, ser argentina, porteña2, “blanca” de rasgos europeos y de

clase media, condicionaba mi relación de forma diferente con las mujeres

usuarias, con la Hermana Encarna y con los ayudantes. Es decir que mi origen,

y con él mi subjetividad – el lugar donde se desarrollan los procesos que dotan

de sentido a nuestra relación con el mundo, lo que se experimenta como

2 Gentilicio de los oriundos de la ciudad de Buenos Aires.

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16

identidad (Brah, 1992) – constituían una forma de diferenciación permanente

que influenciaba en la relación con otras mujeres de forma positiva o negativa,

o bien me posibilitaba sintonizar con algunas mujeres más que con otras. Por

ejemplo, era frecuente encontrar mujeres de Bolivia o Paraguay que habían

vivido en Buenos Aires o en otros lugares de Argentina, lo cual suscitaba un

tema de conversación y enseguida comentaban sobre sus trayectorias

migratorias sin que yo preguntase nada. Mientras frente a ellas, era significativo

ser porteña; para las mujeres de Honduras no tenía importancia mas que ser

argentina y costaba entablar confianza, aunque compartiéramos la experiencia

de ser inmigrantes “latinas” en Barcelona. Si bien mi experiencia como

inmigrante latinoamericana está adscripta a mi subjetividad (entendiendo la

experiencia como lugar de formación del sujeto siguiendo a Avtar Brah), en un

espacio donde había mayoría de población de origen latinoamericano, el hecho

de “ser blanca” de rasgos europeos era lo que me hacía sentir más

diferenciada.

Se podría teorizar mucho sobre la posición del investigador/a en base a su

subjetividad, pero lo importante de este trabajo es destacar que no es neutral y

que influye en todo momento en la relación con las personas sujetas de estudio

y por ende, en todo el proceso de investigación.

Page 18: U A B Facultad de Filosofía y Letras

17

Capitulo 2 - El servicio doméstico: género, clase e inmigración

“Gracias a la inmigración, los esclavos tenemos criados” (Graffiti escrito en la Estación de RENFE de El Masnou, Barcelona - 2002).

“El trapo ensucia la mano del que limpia” (dicho popular)

“Todos los días detrás del disfraz de los “cristianos” buenos tratos, en algunos casos, y los regalos usados, ellas sienten esa mirada que con filosa exactitud discrimina lo que está más abajo, el color del agrado, la ropa que no encaja con lo establecido. Eso puede sentirse en el aire como un hedor oscuro y sutil que penetra hasta los huesos y ahí se queda. Podría creerse que estas cosas ya no pasan por acá. Pero de hecho hay gente que todavía habla de “la negrita esa” o no lo dice, pero no se siente a la par, y esto es uno de sus secretos mejor guardados”.

“La mugre ajena”. Por Lidia Velásquez3

Introducción

Las formas de reclutamiento de empleadas domésticas de origen inmigrante

tienen una estrecha relación con las representaciones y significados del

servicio doméstico como una actividad laboral femenina y de bajo status social,

conjugándose las necesidades específicas de empleadoras/es con la

necesidad vital de trabajar y ganar dinero de las mujeres inmigrantes.

En este capítulo exploraré la situación del servicio doméstico en España en

cuánto a regulación y prácticas, para luego hacer un análisis de las

representaciones que acarrea el servicio doméstico como trabajo femenino,

precario y de bajo status social, llevado a cabo en el ámbito privado del hogar.

Por último, analizaré el servicio doméstico en el mercado global actual y en su

nueva modalidad de “globalización de los cuidados” para contextualizar las

redes de reclutamiento de empleadas domésticas que operan en Barcelona.

3 Texto extraído de un reportaje a una dirigente del Sindicato de empleadas domésticas de Neuquén, Argentina. En: http://www.8300.com.ar/spip.php?article442

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El servicio doméstico en España: regulación y prácticas

El servicio doméstico significa la mercantilización de las tareas del hogar, ya

sea la limpieza, cocina, lavado, planchado de ropa, y cuidados de personas

dependientes, entre otras tareas. Se suele decir que abarca todo lo referente a

los servicios de reproducción social, área considerada de “dominio femenino”.

Es un sector caracterizado por una alta precariedad: trabajo informal, falta de

contrato, irregularidad, excesiva carga horaria, salarios bajos y arcaica

regulación. El servicio doméstico se rige por el Real Decreto 1424/1985 que,

lejos de dar autonomía y seguridad a la trabajadora, legitima las condiciones

laborales que han caracterizado siempre al servicio doméstico: indefinición,

dependencia y convivencia (Mestre, 2000). Establece tres modalidades: interna

que vive en el lugar de trabajo, externa que no convive pero trabaja varias

horas (en este caso puede trabajar en hasta tres casas) y autónoma, que

trabaja por horas para varias familias4. El caso más delicado es el de las

empleadas con modalidad interna. Según esta ley, la jornada laboral de las

empleadas de hogar internas es de 40 horas semanales pero pueden trabajar

un máximo de hasta 9 horas diarias. De forma extra a las 40 horas se añaden

los llamados “tiempos de presencia”, periodos en que la empleada debe estar

“a disposición” del empleador/a que pueden llegar a ser, según la ley, de hasta

5 horas por día. Les corresponde igualmente el salario mínimo interprofesional,

teniendo derecho el empleador o empleadora a descontar hasta un 45% del

sueldo por vivienda y comida. Asimismo, en las tres modalidades está

4 Martinez Veiga clasifica también el servicio doméstico “pseudo-externo”. Es el caso que se da en la práctica de las empleadas que no viven en el hogar de trabajo pero igualmente trabajan de forma muy intensiva con una sola familia, desde la mañana temprano hasta casi la noche. Comenta este autor que esta modalidad suele ser peor que la interna porque la empleada tiene que pagar su propia vivienda y manutención, quedándose con escasa capacidad de ahorro y poder adquisitivo a pesar de su intensa jornada de trabajo. (Martinez Veiga, 2004).

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contemplado legalmente el contrato oral, lo que trae dificultades a la hora de

reclamos y acuerdos pre-establecidos. Con un régimen aparte del Régimen

general, el empleo doméstico tiene una de las cotizaciones más bajas, lo que

hace que las prestaciones sociales también sean más reducidas y no otorga

derecho a la prestación de desempleo5. Las empleadas domésticas tienen

igualmente derecho a dos medias pagas extras y un mes de vacaciones

(Mestre, 2002). Al ser un trabajo que se realiza en el ámbito privado del hogar y

de no injerencia del Estado, el RD que rige este sector deja en manos privadas,

es decir, en la confianza, los pactos y los acuerdos, aspectos que podrían

constituir derechos de la trabajadora en cuanto tal:

“… es precisamente el ámbito de la prestación de servicios, es decir el hogar familiar, el factor determinante de las especialidades que con respecto a la legislación laboral común se prevén en esta norma, ya que ello determina la necesidad de que esta relación se base en la mutua confianza de las partes, equilibrando el respeto a los derechos laborales básicos de los trabajadores con la necesaria flexibilidad que debe concederse a que el empleador y el trabajador determinen las condiciones de prestación de servicios por mutuo acuerdo… “ (Real Decreto nº 1424/1985).6

Haciendo un análisis del servicio doméstico desde una perspectiva jurídica y

feminista, Ruth Mestre sintetiza que el servicio doméstico es justamente eso,

servicio, y no un trabajo propiamente dicho. La diferencia entre trabajo y

servicio radica en cómo se percibe y construye la relación entre trabajador y

empleador (Mestre, 2003). Es aquí donde radica el problema del servicio

doméstico: estos pactos en el ámbito privado “de mutuo acuerdo”, en el hogar

familiar, a través de esta supuesta confianza en la cual está basado el trabajo,

se realizan en condiciones desiguales de poder, un poder que habitualmente

está reflejado en el status social de ambas partes, en las posiciones de

5 Durante la primera legislatura de gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero se impulsó un proyecto para que el Régimen de cotización de Empleados/as de hogar se incluyera en el Régimen General y así, equiparar los derechos de las trabajadoras. El proyecto no logró salir adelante, entre otras cosas, por no obtener un acuerdo acerca de quién pagaba la diferencia de cotización (si el gobierno, empleadores/as o trabajadoras). 6 El subrayado es mío.

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“pagador” y “sirvienta-extranjera”, en muchos casos “sin papeles”. Sin embargo,

a pesar de esta regulación ventajosa para la parte empleadora, que contempla

la flexibilidad y el contrato oral, el servicio doméstico es un sector que opera

fundamentalmente en la llamada economía sumergida7, (trabajo informal o

trabajo en negro), donde las condiciones pueden ser peores, ya que las

empleadas no cuentan con el apoyo sindical ni con el apoyo del Estado - más

bien se sienten amenazadas por este si son inmigrantes en situación irregular y

con posibilidad de expulsión.

Según datos oficiales, de las 286.000 personas que han cotizado en el

Régimen de Empleados/as de hogar en el 2008 en el estado español, se

contabilizan un 93% de mujeres y un 59% de personas extranjeras8. El

porcentaje de personas extranjeras es alto en comparación al 10% que

representan el total de personas extranjeras con permiso de trabajo en España,

y aún más alto si se tendrían en cuenta las personas extranjeras que trabajan

“en negro”, cantidad difícil de calcular. A partir de la década del noventa, varios

estudios de investigación realizados en Madrid, Barcelona y otras ciudades

españolas han constatado la situación de las trabajadoras domésticas de

origen inmigrante. Invisibilidad, indefensión, aislamiento y vulnerabilidad son los

conceptos más utilizados para describir la situación de estas mujeres (Colectivo

IOE, 1990 y 2001; Martinez Veiga, 2004; Parella, 2003 y 2006). La regulación,

las representaciones de este tipo de trabajo y el hecho de operar en la

economía informal a su vez que en el espacio privado, hacen que en la práctica

se constaten situaciones de extrema vulnerabilidad (tanto en ciudades

7 Según un estudio de Enric Sanchis, en todos los sectores de la economía española hay

trabajo irregular, pero el servicio doméstico supera la media con un 60% de trabajo en negro. (Sanchis, 2002). 8 Datos obtenidos del Anuario de estadísticas del Ministerio de Trabajo e Inmigración de

España. (http://extranjeros.mtas.es).

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españolas como del resto de Europa), que van desde la sobre-explotación,

incumplimientos de acuerdos, prohibiciones de salidas y vida social, falta de

privacidad, engaños y manejos; hasta amenazas, violencia física, retención del

pasaporte o papeles privados, acoso emocional e incluso abuso sexual

(Martinez Veiga, 2004; Colectivo IOÉ, 2001; Pedone, 2003; Parella, 2003 y

2006; Escrivá, 2000, Anderson, 2000). Durante el trabajo de campo en las

redes de reclutamiento también pude comprobar casos de mujeres inmigrantes

que han trabajado en condiciones de sobre-explotación y extrema precariedad.

Cabe preguntarse entonces qué papel juegan los intermediarios laborales en

las redes de reclutamiento frente a este tipo de situaciones.

El servicio doméstico como actividad laboral femenina

Como el servicio doméstico es cubierto en su mayoría por mujeres, se suele

pensar como una especie de continuación del trabajo de la mujer en el ámbito

privado del hogar. Las mujeres se emplean en él porque no tienen otra

oportunidad en tanto es un trabajo que no requiere formación ni cualificación y

“toda mujer lo sabe hacer”, ya que está en su “naturaleza” y responde a la

asociación de la mujer con la llamada “esfera doméstica”.

La antropología ha aportado argumentos teóricos y casos etnográficos tanto

para explicar, como para deconstruir la denominada domesticidad de la mujer.

Al preguntarse sobre el por qué de la desvalorización universal de la mujer,

Sherry Ortner (1972 y 1979) argumentaba que las mujeres se consideran más

próximas a la naturaleza que los hombres, ocupando una “posición intermedia”

entre naturaleza y cultura. Uno de sus argumentos es la asociación directa de

la mujer con la unidad doméstica en oposición a la esfera pública. Unos años

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más tarde a las publicaciones de Ortner, Marilyn Strathern, basada en su

trabajo etnográfico en la comunidad Hagen de las tierras altas de Nueva

Guinea, comprueba que la asociación simbólica entre la mujer y la esfera

doméstica existe pero que esto no otorga a la mujer un rango inferior y que las

tareas domésticas no implican inferioridad o desvalorización (Strathern, 1980).

En efecto, la separación entre lo “doméstico” y lo “público”, así como la

dicotomía naturaleza/cultura es una construcción de la moderna sociedad

occidental. La familia, el hogar y lo doméstico se conciben como una unidad en

oposición al trabajo y el mercado (Moore, 1999). El concepto de hogar

construido durante la industrialización, cuyo contenido simbólico supera a lo

que se entiende simplemente por vivienda o habitat, ha influido en perpetuar la

dicotomía doméstico/público. Si visitamos algún poblado rural, por ejemplo, de

aborígenes sudamericanos, no encontraremos límites físicos precisos entre las

casas, los patios, las calles y aquello que se consideraría “público”. Sin

embargo, en las ciudades todos tenemos claro los límites de nuestras viviendas

y en qué momento pisamos la propiedad pública o de algún vecino. Desde la

geografía feminista, Linda Mc. Dowell (1999) analiza diversos significados del

hogar como una representación material del orden social. Esta autora explica

que durante la industrialización se ha replanteado la división sexual del trabajo

y se ha configurado la división del espacio urbano en dos mundos, el de la casa

y el del trabajo remunerado. Algunas actividades que eran consideradas una

extensión del trabajo doméstico y realizadas por las mujeres, como por

ejemplo, la elaboración de cerveza, pasaron a ser oficios organizados9, a su

vez que las mujeres fueron excluidas de los empleos industriales y relegadas al

9 Ejemplo que cita Mc. Dowell (1999) basado en Hall (1992).

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espacio privado. Este espacio privado, llamado hogar, fue asociado a ciertas

características opuestas a la economía capitalista industrial. Mientras las

fábricas, las minas y otros ámbitos de trabajo eran lugares sucios (y no aptos

para las mujeres), el hogar debía ser un lugar limpio y ordenado donde el

hombre trabajador debía descansar. La vivienda se convierte en un refugio,

asociada a la seguridad, al placer, al recreo y al descanso de la “vida

industrial”, abarcando dimensiones emocionales y afectivas. También la casa

en sentido simbólico fue investida de un halo espiritual, adquiriendo rasgos

religiosos. El cuidado del hogar y la crianza de los hijos se convirtieron en un

deber sagrado de la mujer. Así, se construyó la figura conocida del “ángel del

hogar” como protectora, a la vez que protegida en su casa, compañera y

cuidadora del “ganador del pan” y garante de la “armonía del hogar”. El hogar

también era un símbolo de status social del hombre y de la familia, para lo cual

no solo se incentivó a la mujer a mantenerlo limpio, sino también a decorarlo y

embellecerlo (Mc.Dowell, 1999). Actualmente, la mujer de clase media - ex

“ángel del hogar” - ha salido a trabajar fuera de su casa pero las

representaciones del “hogar occidental” y su idealización como lugar espiritual,

emocional, privado e íntimo, perduran.

Aunque se infieren algunas aproximaciones, explicar el servicio doméstico y

sus representaciones sólo a través de la domesticidad de la mujer y de la figura

del “ángel del hogar” es insuficiente. El trabajo de la mujer fuera del ámbito del

hogar, es decir, sacarla de su “esfera doméstica”, revela cómo se conjugan las

intersecciones entre el “trabajo femenino” y la clase social, lo cual también está

relacionado a la división sexual del trabajo. Frente al impacto que ha tenido la

reestructuración económica impuesta por el colonialismo y el capitalismo en las

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economías domésticas y tradicionales, muchas mujeres de ámbitos rurales se

han empleado en fábricas, en la agricultura, en la industria textil o en casas de

familias ricas (Moore, 1999). La incorporación de la mujer en el mercado de

trabajo se ha combinado con postulados ideológicos sobre las funciones y

cualidades propias de la mujer, moldeando justificaciones para la contratación

de mujeres de acuerdo a las necesidades del mercado, como por ejemplo la

agilidad de los dedos, la docilidad, la prolijidad o la escasa proclividad a

sindicarse, entre otros argumentos (Moore, 1999; Stolcke, 2002). Un ejemplo

cercano y actual lo ilustra muy bien. Desde 2005, en Huelva, se contratan cada

año mujeres marroquíes para el recogido de la fresa, en reemplazo de los

hombres marroquíes o de otras nacionalidades que eran contratados antes.

Una de las condiciones indispensables para contratarlas es que tengan hijos/as

menores de 14 años, ya que este hecho garantiza el retorno a su país después

de la cosecha que dura alrededor de tres meses10. También los contratantes –

hombres - añaden argumentos de tipo cultural: “Por cultura, las mujeres no

fuman, no beben, no salen de marcha… Eso nos favorece. Ellas sólo piensan

en mandar dinero a casa”11. Queda claro que los valores socio-culturales de

género - y en este caso cruzados con el origen “étnico” - se pueden moldear

según las necesidades del mercado, en especial si se necesita mano de obra

dócil, barata y flexible. Actividades que son tipificadas como “femeninas”,

fueron alguna vez realizadas por hombres, y actividades tipificadas como

“masculinas” pudieron ser o podrán ser luego tildadas de “femeninas”. Una

prueba de ello es el mismo caso del servicio doméstico, el cual fue – y aún es

– cubierto por varones. La figura del mayordomo, convertido en un

10 Diario El país, 18 de enero de 2009. 11

Declaraciones de Antonio Luis Martin, empresario responsable de la Unión de pequeños agricultores de Huelva. (Diario El país, 18 de enero de 2009).

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estereotipado personaje de ficción tanto en el cine como en las novelas

policiales, no sólo era habitual en casas de clase alta de Europa o Estados

Unidos. Desde la antropología feminista, Henrietta Moore recoge varios casos

etnográficos donde el servicio doméstico es predominantemente masculino. En

base a un estudio de caso realizado por Karen Tranberg Hansen en Zambia,

Moore comenta que en la época colonial los varones entraban en el servicio

doméstico porque suponía oportunidades únicas de trabajo remunerado. El

servicio doméstico en Zambia no es considerado trabajo de mujer, sino que al

contrario, “no parece natural que una mujer con niños pequeños abandone su

propio hogar para ocuparse de uno ajeno.” (Hansen, 1986 citado por Moore,

1999). Conocidos también son los casos de hombres de origen chino que

trabajaban de sirvientes en California y Washington hacia 1880. Más conocidos

aún en la actualidad son los puestos masculinos de chóferes particulares y

jardineros que suelen ofrecerse en Barcelona. En esta misma ciudad, hombres

de origen peruano, además de las mujeres, se han ocupado del cuidado de

ancianos a partir de la década del noventa (Escrivá, 2000) y sigue siendo

habitual la contratación de matrimonios para realizar las tareas de

mantenimiento y servicios varios (limpieza, jardín, etc.) en casas grandes de

familias adineradas, aunque manteniendo la tradicional división sexual del

trabajo. Durante el trabajo de campo en la bolsa de empleo gestionada por la

Hermana Encarnación, pude comprobar que la emblemática figura del

mayordomo aún persiste, aunque en una variante carente del prestigio que

encarnan los personajes de Hollywood. La Hermana presentó una oferta de

trabajo dirigida a un “matrimonio joven” (menores de 40 años) para trabajar en

una casa grande de la zona alta de Barcelona a “700 euros por cabeza”. Tres

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parejas hicieron la entrevista. Uno de los chicos, de origen boliviano, que fue

entrevistado explicó por qué no aceptó el trabajo:

“Están locos. Explotación total. Mi mujer ahora gana 800 y libra los viernes. Daban 700 por cabeza, el domingo un rato y volver. Y encima dijeron, casi todos los fines de semana hacen fiestas, y el hombre tiene que servir también… Sí, de mayordomo… Uf, lo que deber ser… servir ahí, y una casa enorme, con fiestas! ”

Así, es mas que demostrable que las mujeres no están mejor dotadas para el

servicio doméstico y que su ocupación en él no se debe solamente a su

asociación con la esfera doméstica, sino que es un sector investido de un

carácter de clase social. El servicio doméstico es un sector desprestigiado por

ser asociado a “tareas femeninas” a la vez que son las mujeres quienes cubren

estos puestos por el desprestigio, la precariedad y el bajo status que denotan.

El servicio doméstico y sus representaciones

Como comentaba al inicio, habitualmente se concibe el servicio doméstico

como las tareas asociadas al “trabajo reproductivo”, necesarias para la

reproducción social. En su estudio comparativo sobre empleadas domésticas

inmigrantes en varias ciudades europeas, al definir el servicio doméstico,

Bridget Anderson (2000) señala que la reproducción social implica la

perpetuación de un modo de producción, que no se limita solamente a la

supervivencia (lavar la ropa no es indispensable para sobrevivir), sino también

al consumo y a un determinado estilo de vida establecido. La organización, las

rutinas, la limpieza, la higiene y el orden, tanto personales, como de la casa,

están establecidos por pautas culturales, abarcando incluso el “nivel de polvo

tolerable” que podría tener, por ejemplo, una biblioteca o la suciedad de una

prenda de vestir. Por lo tanto, las tareas que se han de llevar a cabo para

mantener este orden social también provienen de pautas culturales, aunque

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sean luego definidas en detalle dentro del hogar. Pagar por el “trabajo

reproductivo” no es simplemente pagar por tareas que una mujer u hombre no

puede realizar porque no tiene tiempo. Significa pagar para mantener un status

social, sea del nivel que sea, y asegurar la reproducción social. Por ello,

Anderson enfatiza que el servicio doméstico no está definido por las tareas,

sino por el rol que la empleada doméstica tiene dentro de la familia, afirmando

el status del hogar y en particular, el status de la “mujer del hogar” (Anderson,

1999, 2000 y 2004), a su vez que del hombre. Las tareas del servicio

doméstico no abarcan solamente las clásicas tareas del hogar como limpiar,

planchar, cocinar, lavar ropa, etc. sino que abarcan un esfuerzo físico, mental,

y lo más importante, emocional. Es un trabajo que está definido principalmente

por sus representaciones vinculadas a la suciedad – ajena, que no es lo mismo

que la propia - y a aspectos íntimos de otras personas. Cortar el césped del

jardín no implica lo mismo que limpiar el retrete de una familia, llevarle el

desayuno a la cama a una señora, cambiar el pañal de un anciano, fregar el

suelo o lavar bragas, por más que lo primero radique mayor esfuerzo físico. Las

tareas que se pueden encargar a una empleada doméstica (a pesar de que la

ley apele a la “confianza” y al “mutuo acuerdo”) varían según la posición social

de la familia y su estilo de vida. Para una “familia tipo” de clase media

mantener su estilo “normal” de vida implicaría tener la casa limpia, la cocina

recogida y limpiar los cristales cada dos semanas, mientras que para una

persona de alto status implicaría tener limpia una gran casa con alfombras y

adornos, el jardín prolijo y un buen stock de camisas planchadas. En las redes

de reclutamiento de empleadas domésticas se puede comprobar la variación

de detalles que dan cuenta del estilo de vida o preferencias de cada individuo.

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En la bolsa de trabajo gestionada por la Hermana Encarnación se anunció una

oferta de una señora de 52 años que requería una persona para varias tareas

pero específicamente “que sepa lavar a mano”. La Hermana envió a cinco

mujeres para realizar una entrevista, pero al día siguiente el anuncio se repitió

porque a la señora no le había convencido ninguna, y la Hermana volvió a

enviar a cinco mujeres más.

Existen variados términos en castellano para denominar a las empleadas de

hogar o empleadas domésticas. En España, aún es usual llamarla “criada”

cuando se trata de una empleada interna, pero también se utiliza la

denominación “asistenta”, “sirvienta” o “chacha” y otros términos según la

especialización: canguros, amas de llaves, casera, ayudante, etc. Es habitual

llamarla también “chica” o “muchacha”, aunque no se sepa la edad, ya que

tradicionalmente eran mujeres jóvenes. En Sudamérica existe la figura de

“mucama”, que equivale a la empleada interna o “criada” española. En especial

el término “criada” alude a una figura de chica o niña rural y pobre que es

mantenida en la casa, en algunos casos criada, es decir, educada y cuidada, y

que realiza las tareas domésticas. La figura de “criada” como tal prácticamente

ha dejado de existir en las ciudades europeas, pero se han mantenido algunas

representaciones, actitudes y estereotipos que provienen de aquella figura de

niña buena vulnerable y necesitada. Anderson establece algunos paralelismos

entre el servilismo de la era victoriana en Gran Bretaña y las trabajadoras

domésticas contemporáneas de origen inmigrante. La idealización del hogar,

que comenté a través del trabajo de Mc.Dowell, estuvo acompañada por la

idealización de la figura de la mujer blanca de clase media, pura, santa, moral y

espiritual (“ángel de hogar”), en contraposición a la figura de sirvienta: sucia

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inmoral, asociada a lo físico y no a lo espiritual. Las “ladies” de la era victoriana

pudieron afirmar su feminidad y ser “domésticas” sin ser sucias, a la vez que

garantizar el refugio y el descanso de sus hombres, gracias a sus sirvientas.

“Ladies” need servants. (Anderson, 2000). Similares estereotipos antagónicos

se comprueban hoy en día entre las mujeres españolas, blancas de clase

media y las mujeres inmigrantes latinoamericanas12.

Las condiciones inherentes al servilismo se mantienen hoy en día y se

manifiestan en las relaciones desiguales de poder entre la empleada y

empleadores/as. En cualquier trabajo, en una oficina o en una fábrica, hay

relaciones desiguales de poder, ya sea por jerarquía, status o incluso por

diferencias de género o de procedencia. En el servicio doméstico, estas

relaciones de poder están vinculadas a las características del sector de forma

concluyente y combinada: feminización, precariedad, servicios personales,

marca de status, “trabajo sucio”, irregularidad laboral y ámbito privado, con todo

lo cual se cruza también la “extranjería”. Estas relaciones de poder se

manifiestan en algunos casos a través de maltratos y explotación, como ya he

señalado; pero en otros casos a través del paternalismo o maternalismo,

expresado, por ejemplo, en la costumbre por parte de empleadoras/es de

regalar la ropa vieja u objetos en desuso. La antropología ya ha debatido y

teorizado mucho acerca de los regalos, el “don” y el deber de aceptarlos. En

este caso, el significado de los regalos revela la superioridad social de quien lo

da y la inevitable obligación de aceptarlos por parte de quien lo recibe, aunque

no los necesite o no le gusten, como si fuera un pacto tácito de paz y

convivencia. Las empleadoras le suelen regalar a su empleada especialmente

12 Ver por ejemplo el trabajo de Vanessa Saiz Echazarreta (2008).

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ropa usada, lo cual revela también el sentido de propiedad que se tiene de la

empleada y de su cuerpo como fuerza de trabajo y como personalidad

(Anderson, 2000). Al regalar ropa usada se reconoce a la otra persona como

“necesitada” y se subestima su poder adquisitivo (cosa que se supone que un

trabajo debe darlo de por sí) y su posibilidad de elegir su propia ropa,

quitándole personalidad, parte de la cual todas las personas reflejamos y

transmitimos en la forma de vestir. Por otro lado, vestir ropa usada implica

socialmente conformismo y escasa autoestima, además de los estigmas

sociales de pobreza o necesidad. A su vez, estos “regalos” que formaron parte

de la vida y del pasado de la empleadora - incluso de su cuerpo - son

traspasados a la empleada simbolizando una supuesta sintonía entre las dos,

como si la “chica” fuese una hija o heredera, una continuación o su “otro yo”13.

En efecto, la “criada” forma parte de la propiedad y de la vida íntima, por eso es

común oír también que “forma parte de la familia”, en alusión a compartir el

espacio privado y a la (supuesta) buena relación que tienen entre sí la familia

con la empleada. Pero esta expresión no significa exactamente un vínculo

afectivo, sino que, como sugiere Anderson, es una especie de negociación a

raíz de las contradicciones producidas por la mercantilización del trabajo

doméstico, donde se mezclan las relaciones instrumentales de empleo y las

relaciones afectivas de lo privado (Anderson, 2000). En otras palabras, las

relaciones serviles se neutralizan simulando que la empleada es “como de la

familia”. Este tipo de relación de “ser parte de la familia” suele ser más habitual

cuando la empleada se dedica a tareas de cuidados, en especial de niños/as o

personas mayores. En los últimos años, se ha ampliado la cantidad de estudios

13 Anderson sintetiza la relación entre empleadora y empleada con una metáfora que alude a los personajes de Mr. Hyde y Dr. Jeckyll y cita a una empleadora que se refería a su empleada como su “otro yo” (“other self”). (Anderson, 2000).

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e investigaciones acerca de los cuidados en España. La discusión suele girar

en torno a la conciliación, la profesionalización del sector y al “valor” del afecto

y el cuidado en cuanto a si se puede comprar o no.

La última representación que me gustaría señalar sobre el servicio doméstico

que también se refiere a la relación paternalista entre empleadora y empleada

es la concepción del trabajo doméstico remunerado como un favor (Anderson,

1999 y 2000), por reconocer en la persona empleada una fehaciente necesidad

de trabajar, ya que es un empleo desprestigiado y “sucio”, y las mujeres, ya

sean rurales o inmigrantes transnacionales, se supone que se emplean en él

“para escapar de la pobreza”. Se trata de una perspectiva totalmente

eurocentrista. Muchas personas autóctonas que emplean a mujeres

inmigrantes piensan que están haciendo un favor, una obra de caridad, como si

se tratara de un proyecto de “cooperación” de la Europa postcolonial para con

algún país “sub-desarrollado”, cuando en realidad están contratando un servicio

y pagan a cambio de fuerza de trabajo. Algunas incluso eligen el país de origen

y luego seleccionan mujeres de estos países pobres. Esto genera sentimientos

confusos. Las empleadoras no entienden y se enfadan cuando la empleada

abandona el trabajo y esperan un sentimiento de gratitud hacia ellas, que no

suele darse (Anderson, 1999), además de que se vincula permanentemente a

la empleada con un colectivo pobre y necesitado, omitiendo su capacidad de

agencia, de superación y de capitalización. La idea del trabajo visto con un

favor o caridad se percibe constantemente en las redes de reclutamiento de

empleadas domésticas, en especial en las bolsas de trabajo gestionadas por la

Iglesia Católica, ya que la inspiración de estos servicios radica en “ayudar a

mujeres pobres”, como lo explicaré en el capítulo 3.

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32

El servicio doméstico en el mercado global

En las grandes ciudades del mundo, la mano de obra para el servicio

doméstico remunerado fue provista tradicionalmente por mujeres de clase

trabajadora y por mujeres de ámbitos rurales que migraban a la ciudad y

España no fue una excepción. Durante la industrialización, en Madrid y

Barcelona el servicio doméstico interno era cubierto por mujeres jóvenes

rurales, generalmente solteras, que solían abandonar el sector cuando se

casaban, siendo el servicio doméstico una práctica distintiva de familias

adineradas y un indicador de prestigio (Parella, 2003; Martinez Veiga, 2004).

Sonia Parella explica que en las sociedades occidentales, el servicio doméstico

y la figura de la “criada” fueron cuestionados a lo largo del Siglo XX, debido a la

progresiva mecanización de las actividades domésticas y a la ideología de la

privacidad del hogar, desapareciendo esta actividad como ocupación proletaria

(Parella, 2003). Cabe aclarar que esta afirmación, que sí concuerda con la

realidad española donde “la mujer de clase media” realiza las tareas del hogar

casi en su totalidad, es cuestionable para las ciudades de América Latina,

donde el servicio doméstico con su figura de mucama “cama adentro” nunca

desapareció y sigue siendo una actividad cubierta por mujeres rurales pobres,

indígenas e inmigrantes transnacionales.

En España, en los últimos años, los cambios sociales, económicos y

demográficos, entre ellos el envejecimiento de la población, la inserción de la

mujer de clase media en el mercado de trabajo y una revalorización del ocio,

han fomentado la expansión del sector servicios, generando puestos de trabajo

de bajos salarios. Herranz (1997) señala que este tipo de empleos son

rechazados por la sociedad autóctona por encontrarse esta mejor formada que

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en otras generaciones y tener nuevas expectativas.14 No obstante, el abandono

del sector por parte de mujeres autóctonas se fue produciendo paulatinamente,

a la vez que personas de países empobrecidos, expulsadas por crisis y

estallidos sociales, encontraron en este sector una oportunidad de ganar

dinero, especialmente mujeres que han asumido la responsabilidad de llevar

adelante su hogar o bien de contribuir de forma fuerte en la economía familiar.

Laura Oso y Christine Caterino (2000) se han referido a una progresiva

etnización de los servicios de reproducción. La inserción laboral de mujeres

inmigrantes en el servicio doméstico interno también fue favorecida por la

política de extranjería en base a cupos y contingentes puesta en marcha en

1993 (Catarino y Oso, 2000). En Barcelona, a partir de la década del noventa,

esta demanda fue cubierta mayormente por mujeres dominicanas, peruanas,

marroquíes y filipinas (Anderson, 2000; Escrivá 1999; Ribas Mateo, 2004;

Parella, 2003). Más tarde, se incorporaron al sector, en un volumen importante,

mujeres colombianas y ecuatorianas (Escrivá, 2006; Pedone, 2003). A partir del

2005 han llegado a España de forma masiva mujeres de Bolivia y de países de

América Central que también se han insertado y continúan trabajando en el

sector doméstico, aunque sólo recientemente están saliendo a la luz estudios al

respecto. Actualmente, en las redes sociales de reclutamiento para el servicio

doméstico y en los programas de acogida dirigidos a la población inmigrante,

se percibe la llegada de un importante flujo de mujeres bolivianas seguidas por

paraguayas y hondureñas que, en parte por llegar al país sin permiso de

trabajo, se insertan en el sector doméstico.

14 En el caso del servicio doméstico, además de la precariedad, es de suponer que han influido también el tipo de representaciones que conlleva este tipo de trabajo.

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Se ha escrito mucho desde una perspectiva feminista sobre el significado del

servicio doméstico en torno a las relaciones entre hombres y mujeres. La

mercantilización de las tareas del hogar y dejar a cargo de ellas a otras

mujeres, generalmente pobres, legitima el “mito de la igualdad” y enmascara el

“patriarcado”15 que sigue siendo vigente, produciéndose un “trasvase de

desigualdades de clase y etnia” entre las propias mujeres (Parella, 2000). Las

mujeres de clase media han salido a trabajar fuera de la casa pero siguen

“conduciendo” el hogar, mientras los hombres continúan manteniendo el statu

quo expresado en su rol de “bread-winner”.

Pero es fundamentalmente en un contexto de mercado global, desde donde se

debe entender esta nueva modalidad del mercado de trabajo: la transferencia

transnacional del trabajo reproductivo o bien, como algunas autoras lo

denominan, la “globalización de los cuidados” (Hochschild, 2001 y 2004). En

todo el globo se repite el mismo fenómeno: mujeres de países empobrecidos

trabajando en el servicio doméstico de los países ricos (además del mercado

sexual). El ejemplo más emblemático es el de las mujeres filipinas, empleadas

de hogar en Medio Oriente, Japón, Hong Kong, Singapur, Estados Unidos,

Canadá, Reino Unido, Italia, Grecia y España, a quienes Rhacel Salazar

Parreñas denominó “sirvientas de la globalización”, reconociendo sus

dimensiones transnacionales (Parreñas, 2002), así como numerosas mujeres

de Sri Lanka en varios de estos países. Mujeres tailandesas migran hacia Hong

Kong y Arabia Saudí, mujeres caboverdianas y de otras colonias portuguesas

trabajan en Portugal, mujeres argelinas en Francia y mujeres de Somalia y

Etiopía trabajan también en el sector doméstico en Grecia e Italia (Hochschild,

15 Desde el punto de vista antropológico, este término es cuestionable. En estas reflexiones he decidido utilizarlo para seguir la línea y las expresiones de la literatura predominante en el tema y especialmente de quien cito, cuya perspectiva es sociológica y “de género”.

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2004; Momsen, 1999). Los flujos de mujeres procedentes de América Latina y

el Caribe son de importante presencia en el sur de Europa y en América del

Norte: mejicanas en California, dominicanas en Nueva York y en Canadá,

ecuatorianas en España… y la lista continúa. Estas mujeres realizan el trabajo

reproductivo que las mujeres y los hombres del “Primer Mundo” no asumen o

asumen parcialmente, el cual, como ya he señalado, involucra trabajo afectivo.

Arlie Hochschild (2001) hace un análisis de este fenómeno tomando el afecto y

el amor como producto y valor de cambio. Así como en la época colonial, los

países colonizadores se enriquecían a costa de la extracción primero, e

importación después, de materias primas de los países colonizados;

actualmente se aprovecha otro gran valor brindado por las mujeres de los

países empobrecidos: el amor y cuidado.

Sin embargo, la migración de mujeres desde países empobrecidos no puede

explicarse solamente por la demanda del servicio doméstico y de las tareas de

cuidados en los países ricos. Desde una sociología crítica, Saskia Sassen lo

explica a través de una mirada global y rompiendo con las tradicionales

explicaciones de los factores “push” y “pull”. La inserción de mujeres

inmigrantes en el servicio doméstico, así como en la industria sexual, están

relacionados con la feminización de la pobreza, de la fuerza de trabajo y de la

supervivencia. Los movimientos de población involucran una compleja red de

relaciones entre los estado-nación y el capital donde influyen las inversiones y

los vínculos generados por estas en los países empobrecidos, la destrucción

de las formas tradicionales y los circuitos globales alternativos como el tráfico

ilegal de mujeres para servicios sexuales, la “exportación” organizada de

mujeres para tareas de cuidado y las remesas enviadas a los países de origen

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(Sassen, 1993, 2003). Las explicaciones de Sassen se reflejan en los relatos

de las mujeres inmigrantes que han participado en esta investigación. Sandra

comenta que vivía en Pocito Argentino, un pueblo en la frontera entre Bolivia y

Argentina con su marido e hijos. El marido tenía un trabajo y ella era

comerciante, vendiendo pizzas en la frontera, negocio con el cuál le iba muy

bien. Con la crisis del “corralito” argentino de 2001, pasó “de vender 100 pizzas

a vender media en un día”. Volvieron a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), pero el

trabajo igualmente escaseaba. El hijo mayor quería estudiar odontología en la

universidad, así que Sandra migró para poder pagarle los estudios:

“Mi marido es paleta, pero con su trabajo solo da para comer. Mi hijo me decía por favor mamá, vete, así puedo estudiar, por favor… Yo sabía, yo intuía que esto iba a ser así, no quería venirme, pero él insistía…”

Con el dinero que envía, Sandra también está pagando el terreno que

compraron para construir la casa. Además de la destrucción de las economías

locales a raíz de la especulación financiera, la historia de Sandra también

refleja la lucha de la clase media latinoamericana por mantener su “status”

aunque sea a través de la migración.

En este sentido, el servicio doméstico en el marco del mercado global también

se puede interpretar como un medio, una herramienta, que tienen mujeres de

países empobrecidos para poder ganar dinero y generar otras expectativas de

vida. Así, en las redes de reclutamiento, las mujeres plasman sus estrategias

para buscar un trabajo que sea acorde a sus respectivos proyectos. Aidé,

originaria de La Paz, Bolivia, se ocupa de su hijo adolescente sólo con la ayuda

de su madre. Comenta que vino con él a Barcelona en 2006 “justo antes de la

visa” pero “tenía 15 años y no podía hacer nada”. Volvió y se quedó con su

abuela, pero “no le hacía caso y ahora está con mi tía, pero tampoco le hace

mucho caso”. Aidé está intentando arreglar los “papeles” para poder ir a Bolivia

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37

“a solucionar el tema de mi hijo, sino lo mando de intercambio”. El “intercambio”

implica que el chico vaya a estudiar a una ciudad europea a casa de familia, lo

que cuesta alrededor de 5000 dólares que obviamente ahorrará y pagará Aidé

con el empleo que buscaba en el servicio de la Hermana Encarnación.

Pero la “supervivencia” a la que se refiere Sassen no sólo alude a expectativas

netamente económicas. La migración deja entrever aspectos y motivaciones

personales que se combinan con las económicas. Para Nieves, la

“globalización de los cuidados” fue una oportunidad para alejarse de su ex

marido que la maltrataba y de la presión de su familia para volver con él. En la

entrevista en profundidad, Nieves revela el trasfondo de su migración con cierto

aire de paz: “Ya estaba roto [el matrimonio] y viniéndome lo destrocé

totalmente”. Nieves se ocupa de mantener a sus hijos de 6 y 11 años, quienes

están a cargo de una señora amiga que recibe también una remuneración. A su

vez, Nieves envía dinero a su hermano para pagar un terreno “para sus hijos”

que compró en Jujuy (Argentina), donde viven sus padres, y planea ahorrar

para poner una tienda cuando vuelva dentro de unos años.

La sociología de Sassen en torno a la globalización remite a un concepto

fundamental para entender mejor el contexto de la llamada “globalización de

los cuidados” como nueva modalidad del servicio doméstico. Se trata de la

noción de ciudad global (Sassen, 2001) como un nuevo escenario donde situar

las etnografías. La ciudad Global es un espacio estratégico y desnacionalizado,

donde se concentran los recursos, se instalan los sectores líderes del capital y

se manejan las claves que hacen funcionar la economía global. Se visualiza a

través de sus altos y ostentosos edificios emblema, de arquitectura moderna e

infraestructura sofisticada que alojan a grandes empresas y corporaciones, con

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servicios con tecnología de punta, lo cual constituye un reflejo del poder real

que ejercen. Es en las ciudades globales, modelo tanto de ciudades

occidentales como asiáticas, donde se materializan las contradicciones de la

globalización económica con sus desigualdades mas extremas. Sassen se

refiere a la emergencia de dos actores estratégicos o bien, en términos

marxistas, de dos fuerzas sociales protagonistas de la ciudad global: una clase

privilegiada con un alto poder de renta y un estilo de vida exclusivo de una

economía de alto consumo. Junto a ésta se concentran los sectores más

vulnerables, desventajados y desprotegidos: un nuevo plantel de trabajadores,

que no son los antiguos sindicados, y que incluye empleados muy vulnerables,

generalmente inmigrantes y mujeres. El estilo de vida de la clase privilegiada

genera nuevas necesidades y sectores de trabajo en crecimiento cuya mano de

obra ha de ser cubierta. Una de ellas es la ya mencionada del cuidado y

atenciones a personas dependientes. Sassen se pregunta entonces por qué

hay todavía trabajadores/as con bajos salarios y escasos beneficios aunque

sus trabajos pertenezcan a sectores en crecimiento. La respuesta parece estar

en esta nueva fuerza de trabajo: mujeres e inmigrantes, quienes rompen el

viejo concepto de “aristocracia obrera” y representan una fuerza laboral

desvalorizada que facilita la imposición de salarios bajos (Sassen, 2001 y

2007).

Conclusiones

Visto puertas adentro, la mercantilización del trabajo doméstico desmiente el

concepto socialmente establecido del hogar y de su vinculación exclusiva con

el mundo privado y familiar (Mac.Dowell, 1999), a su vez que revela las

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complejas relaciones de poder entre hombres y mujeres, y entre mujeres de

diferentes clases sociales y orígenes que se producen dentro del hogar. La

posición de clase, la desigualdad de poder y las representaciones como

“trabajo sucio” es lo que distingue fundamentalmente al servicio doméstico.

Visto puertas hacia fuera, el servicio doméstico en su modalidad actual, da

cuenta de una realidad mundial que también se expresa en las relaciones

sociales entre personas de diversos orígenes y de diferentes estratos sociales.

Desde una perspectiva global, el servicio doméstico es un medio – como todo

trabajo – para cumplir las expectativas del proyecto migratorio, y las redes de

reclutamiento son (o deberían ser) un espacio donde se ha de pasar para

alcanzar este medio. La denominada “globalización de los cuidados” es

fundamental como un marco para entender cómo operan estas redes de

reclutamiento y por qué. En tanto estamos inmersos en un mercado global, la

necesidad de mano de obra en el servicio doméstico se cubre con “sirvientas

globales” venidas de otras partes del mundo, expulsadas por las escasas

posibilidades de trabajo y expectativas que tienen en sus países de origen.

Estas “sirvientas” trabajan en la ciudad global, un escenario de contrastes,

constituyendo uno de los últimos estratos de un mercado de trabajo

etnoestratificado y facilitando que una clase enriquecida con poder de consumo

mantenga su status y nivel de vida.

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40

Capítulo 3 – El acceso al servicio doméstico: redes y circuitos de

inserción

Introducción

Este capítulo es una introducción a las formas de acceso al servicio doméstico

que utilizan mujeres inmigrantes en Barcelona en el marco de la “globalización

de los cuidados”, haciendo especial hincapié en las agencias privadas y en los

circuitos de reclutamiento pertenecientes a la Iglesia Católica. Asimismo,

pretendo dar una aproximación al papel social que juegan estos agentes como

intermediarios laborales, explorando su forma de actuar, su organización,

orígenes y fundamentos. Comentaré el funcionamiento de las agencias

privadas para poner en perspectiva la labor de la iglesia Católica como

intermediario laboral, un rol revitalizado que ejerce dentro de sus acciones de

caridad, lo que servirá para abrir camino para interpretar más a fondo la forma

de organización de la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación.

Las Redes de reclutamiento de empleadas domésticas en Barcelona

Las investigaciones realizadas sobre el servicio doméstico en Barcelona y en

Madrid han destacado el papel de las redes de relaciones sociales de los

colectivos inmigrantes como un “método” para acceder al empleo (Parella,

2003) y como la explicación de la concentración de un colectivo en un sector

laboral en una determinada zona (Martinez Veiga, 2004). A través de estas

redes circula la información importante para acceder a empleos (salarios,

puestos disponibles, derechos laborales, etc.) y para diseñar estrategias de

movilidad laboral. Algunos autores interpretan que las redes de relaciones

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sociales adquieren mayor importancia debido al desconocimiento que los

inmigrantes tienen de los métodos formales o institucionalizados, y del idioma

(Parella, 2003). Pero lo cierto es que, los conozcan o no, no pueden acceder a

estos “métodos formales” cuando están en situación irregular, aunque hablen

perfectamente el castellano. Es evidente que las relaciones, recomendaciones

y contactos son más eficaces y seguras para obtener un empleo, evitando

colas, esperas, pagos, llamados telefónicos, etc. En el sector del servicio

doméstico, considerado un “nicho laboral” de personas inmigradas dadas las

condiciones ya señaladas, la red de relaciones sociales juega un papel muy

importante por la misma precariedad, flexibilidad e inestabilidad del sector. Las

mujeres que trabajan en él suelen cambiar a menudo de trabajo aprovechando

ofertas con mejores condiciones. A su vez, en el “subsector” del cuidado de

personas mayores, a pesar de ser un área con cada vez mayor demanda, los

empleos suelen ser de corta duración, ya que es habitual que los/as

ancianos/as fallezcan o se los lleven a una residencia y la cuidadora se quede

sin trabajo, lo cual se detecta enseguida en las redes de reclutamiento:

“Yo ya cuidé 8 iaios en España [Llegó en 2005]. Se murió el último en marzo [de 2009] y sigo sin trabajo” (Sandra).

“Conseguí un trabajo pero antes de ir a la entrevista, me avisaron que el viejito se murió” (María).

“Trabajé cinco meses pero se la llevaron a la residencia y enseguida se murió” (Bárbara).

“Últimamente sólo consigo trabajo para ir y cerrarle los ojos en el hospital” (Francisco).

Esta inestabilidad del sector es uno de los factores que hace que la gente

recurra a las redes de reclutamiento cuando el “método” de las redes de

relaciones sociales se agota. Las redes y circuitos de reclutamiento del servicio

doméstico incluyen instituciones públicas, asociaciones, agencias privadas,

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centros religiosos, anuncios en la prensa (tanto de ofertas como demandas),

portales de internet y carteles en lugares públicos. No dividiré la gran red de

reclutamiento entre circuitos formales e informales o entre “usuarios con

papeles” o “sin papeles”, ya que no hay límites precisos. Debido a que las

instituciones públicas y entidades sin ánimo de lucro financiadas con fondos

públicos, no pueden aceptar personas sin permiso de trabajo (“sin papeles”),

estas suelen recurrir a las bolsas de empleo de centros religiosos y agencias

privadas, aunque estos canales también son utilizados por personas “con

papeles” debido a su eficacia y cantidad de ofertas en el servicio doméstico. No

obstante, algunas asociaciones o fundaciones reciben a personas “sin

papeles”, ya que no cuentan con fondos públicos – son privadas o pertenecen

a la Iglesia – como por ejemplo Cáritas o la Fundación Prahu. Los portales de

Internet y los clasificados en los periódicos pueden ser utilizados

indistintamente por personas en situación regular o irregular (aunque con

precaución al tratarse de “servicios personales”), pero tienen más éxito entre

personas con permiso de trabajo. Los “cartelitos” de anuncios propios pegados

en la vía pública o en locutorios son un recurso más utilizado por personas “sin

papeles”, aunque también lo utiliza gente “con papeles” e incluso autóctona, ya

que es un medio que funciona para conseguir trabajos “extras” y/o esporádicos,

por horas en limpieza o canguros. Una exploración sobre las redes y circuitos

de reclutamiento de personal doméstico permite inferir que no existe una

relación directa entre “canales formales/informales” y “con papeles/sin

papeles”.

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43

Las agencias privadas

En su trabajo de investigación sobre mujeres inmigrantes en el servicio

doméstico en diferentes ciudades de Europa, Bridget Anderson (2000) destaca

que la utilización de agencias se da en Barcelona en mayor medida que en

Paris, Londres, Berlin y Atenas. Durante la exploración y el trabajo de campo

sobre algunos circuitos de reclutamiento dependientes de la Iglesia Católica,

pude constatar la importancia de las agencias privadas. La agencia más

conocida y utilizada por las personas que han participado en esta investigación

es la agencia Casanovas, ubicada en Sarriá y dirigida por Pura Ortega

Monasterio16. Muchas personas que frecuentan estos circuitos se refieren a

esta agencia como “lo de Pura”, “Doña Pura”, “la agencia de Pura” e incluso

una chica comentó que le decía “Hermana Pura” creyendo que se trataba

también de una monja. La confusión de esta chica no es casual. Esta agencia

se dedica exclusivamente al personal doméstico y, al igual que otras que

16 http://www.agenciacasanovas.com

Redes y circuitos de reclutamiento para el servicio doméstico: Instituciones públicas Asociaciones y fundaciones Personas Bolsas de trabajo de centros religiosos “con papeles” Agencias privadas Personas Anuncios en periódicos “sin papeles” Portales de Internet “Cartelitos” en la vía pública

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- “Se trabaja uniformada o con una bata (motivos de higiene) y unas zapatillas. - Cabello recogido. - Uñas cortas. - Ducha diaria. - No se harán llamadas desde los teléfonos de la casa sólo en caso de

emergencia o con permiso de los Sres. - Los móviles de uso personal se cogerán únicamente en horarios de descanso. - A los jefes se les habla de Usted, Sr. y Sra.”

operan en Barcelona y en Madrid, funciona como una agencia de colocación

donde predomina la necesidad y la satisfacción del cliente como si sólo fuera la

parte empleadora, manteniendo y reproduciendo las representaciones de clase

y género que conlleva el sector del servicio doméstico. En su página web se

pueden leer las reglas para las “chicas fijas”17:

La agencia Casanovas cobra 5 euros de inscripción a la gente que desee

apuntarse en la bolsa de trabajo y realizan una entrevista para hacer la ficha. El

empleador que solicite “una chica” debe pagarle a la agencia el 75% del sueldo

que haya “acordado” pagarle a la empleada. Según el estudio de Anderson, las

trabajadoras se presentan hostiles frente a las agencias y para que sea efectivo

las mujeres inmigrantes se deben apuntar en 3 o 4 agencias (Anderson, 2000).

En general en las asociaciones de acogida se considera impropio el hecho de

pagar por un trabajo y se intenta evitar que las personas inmigradas concurran

a estos lugares. Sin embargo, entre las mujeres inmigrantes de América Latina

con las que hablé, existen varias posturas a favor o en contra de acudir a una

agencia, basadas especialmente en la experiencia sobre la “Agencia de la

Pura”:

“Yo prefiero pagar y que me consigan algo seguro” (Nieves).

17

Http://www.agenciacasanovas.com

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45

“Te saca los 5 euros, después pagas los 30 euros si consigues trabajo pero la señora paga un sueldo adelantado, pero es porque entonces si pasa algo, si tu robas, la Pura responde por ti” (Sandra).

“… dicen que las jefas que van a agencias privadas es porque son un atajo de mañosas, te acusan, de que le has robado, de que no te comportaste, cualquier cosa. (…) Las señoras que se han portado mal y ya no encuentran una chica, entonces tienen que ir a pagar a agencias” (Marlen).

“A mi Karina [la secretaria de Pura] me ha conseguido buenos trabajos, tres trabajos me consiguió, lo que pasa es que los iaios no me han durado” (Sandra).

“También han dicho que las jefas que han pagado dinero dicen yo he pagado tanto dinero en agencia por ti, y así se la pasan a uno humillando. Yo por eso no he querido pagar en agencias, una es que me cogen dinero, me cuesta encontrar el trabajo y la otra es que las jefas son muy malas (…) le están reclamando a las trabajadoras y a mi que me interesa si ellas le han pagado a la agencia” (Marlen).

“vas 15 días y después no estas a gusto (…), pues le dices renuncias, la de la agencia te hace pagar esos 15 días, pero si vas por esta iglesia dice que no te hace pagar, no te paga y ya está. No interfiere, en cambio en la agencia sí porque yo pagué.” (Nieves)

Este debate de “pagar o no pagar” es lo que pone en perspectiva las agencias

privadas frente a las labores de la Iglesia (incluso es mencionado por la

Hermana Encarnación) y será retomado más adelante.

Otros comentarios sobre “la agencia de la Pura” giran en torno a prejuicios y

actitudes de Pura seleccionando chicas. Algunas mujeres cuentan que al

realizar las entrevistas conjuntamente ella con la parte contratante, influye en la

selección. “A la jefa le gustó mi amiga pero la Pura le hizo coger a la otra”

(Marlen). Sandra, que fue varias veces y en efecto consiguió tres trabajos,

cuenta que le ha pasado lo mismo y que una vez se sintió muy mal porque “me

dijo que estaba mal peinada y me mandó a ducharme. Te mira de arriba abajo,

la Pura mierda que le digo yo… Después fui y le dije, oiga doña Pura, ¿por qué

nos trata así? ” (Sandra).

Los relatos de Marlen acerca de “las mañas” de las jefas que acuden a

agencias concuerdan con el hecho de que las agencias ponen el énfasis en la

profesionalización del sector, ofreciendo cursos sobre las actividades del sector

doméstico e incluso tomando pruebas controlando los tiempos para seleccionar

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a las mas rápidas. Nieves cuenta que consiguió trabajo en una agencia de Sant

Cugat que cobran 50 euros por un curso preparatorio y otros 50 euros al

comenzar el trabajo. Pasó el curso y enseguida la ubicaron en una casa de

Barcelona como interina por la tarde, y después en otra casa por la mañana en

Sant Cugat. A pesar de que ganaba bien con los dos trabajos, acabó dejando

el de la tarde en Barcelona porque estaba agotada y agobiada. “Eran siete

niños, la jefa era una bruja, estaba todo el tiempo encima controlando, no salía

ni de compras!” Con respecto al curso, Nieves comenta que lo hizo para

conseguir trabajo rápido y que le fueron tomando pruebas de limpieza, cocina y

plancha.

“… que te van a enseñar, son las mismas cosas que ya has hecho. Solo que ellos te pasan, te dicen, mira tienes que hacer así, esto así, uno ya lo sabe, yo ya lo sabía, (…) solo que me vean mas o menos cómo sé hacer para que me arreglen más rápido, porque ellos te hacen una prueba y te dicen, vas a la plancha, vale, y te está viendo ahí una de las secretarias cómo haces la plancha, en cuántos minutos haces una camisa, por lo menos ya saben que eres ágil para trabajar (…) y cómo eres para la cocina?, y a mi me hizo hacer lentejas, pues lo hice las lentejas, y me dijo que estaba muy bien, que tenía gusto. Entonces me dijo tu ya estás para arreglar una casa. Y así me arreglaron en las dos casas…” (Nieves).

La Iglesia Católica como intermediaria laboral

Así como han florecido este tipo de agencias privadas que se ocupan de la

colocación de personal doméstico, el incremento de la demanda del servicio

doméstico bajo esta nueva modalidad de “globalización de los cuidados” ha

revitalizado algunas viejas estructuras pertenecientes a la Iglesia Católica que

se ocupaban de los sectores necesitados. Martinez Veiga (2004) menciona que

en los países católicos es frecuente la canalización del trabajo doméstico a

través de entidades religiosas, y que “incluso antiguamente en Madrid se

ponían listas en las iglesias con nombres de “sirvientas” disponibles para

trabajar” (Martinez Veiga, 2004). En efecto, esta práctica de la Iglesia como

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intermediario laboral se remonta a varios siglos atrás y tiene varias

explicaciones: su “labor social”, la confianza entre “parroquianos” y la función

de la Iglesia como espacio de socialización y encuentro donde acuden

personas de diferentes clases sociales y donde se podía “dar razón”. Carmen

Sarasúa ha realizado un trabajo historiográfico sobre el servicio doméstico en

Madrid entre 1758 y 1868 donde explica los mecanismos de inserción en el

mercado de trabajo a través de recomendaciones personales, “la calle”

(comerciantes, clérigos y vendedores ambulantes), la prensa, agencias e

“intermediarios profesionales”. Si bien no destaca el papel de la Iglesia en

comparación con otros intermediarios, explica la importancia de la institución

por ser allegada tanto a la nobleza y las clases medias que la financiaban,

como a trabajadores y mendigos. A través de los conventos y parroquias,

criados y amos podían contactar. Su actividad fue muy beneficiosa para ambas

partes: los “señores” se aseguraban el buen comportamiento de los criados y

éstos encontraban empleo y techo. Los eclesiásticos actuaban además como

intermediarios en los robos de objetos domésticos, que les eran devueltos en

secreto de confesión (Sarasúa, 1994). Esto explica el papel de intermediario

laboral de la Iglesia en cuánto a nexo, papel que aún persiste al ser esta una

importante referencia tanto en la sociedad autóctona católica como en mujeres

inmigrantes latinoamericanas y de otros orígenes, e incluso en mujeres de

otras religiones (Anderson, 2000). Pero la labor de intermediación y

reclutamiento con especial dedicación hacia el servicio doméstico se explica

también a través del florecimiento y expansión de congregaciones femeninas

durante el Siglo XIX, las cuáles se han dedicado a necesidades puntuales del

momento como ser por ejemplo la inserción social de mujeres rurales

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marginadas. La incorporación al servicio doméstico, y su formación para ello,

era una “salida digna” para mujeres marginadas que podrían caer en la

prostitución o ser víctimas de abusos sexuales. Con ese objetivo se fundaron

en Madrid las Religiosas de María Inmaculada (RMI) en 1876,

“tradicionalmente llamadas “del servicio doméstico”, a favor de la dignificación y

prevención de la mujer joven en este campo”18, quienes más tarde se

expandieron hacia Barcelona y Valencia, y hacia otras ciudades del mundo.

“Dª Eulalia pensó en que la CASITA empezada, que así se llamaba con toda propiedad, sirviera para recibir en sus convalecencias las sirvientas honradas que salían del hospital general y no tenían donde ir y de las que decía Dª Eulalia: “que empeñaban la ropa y luego el alma. Así se hizo”. (Apuntes de Sta. Vicenta María19).

La expansión de las congregaciones religiosas femeninas dirigidas hacia

colectivos marginados de mujeres se produjo al mismo tiempo que se configura

una nueva división sexual del mercado de trabajo y se reorganiza el núcleo

doméstico, una de cuyas consecuencias es la feminización casi total del

servicio doméstico. Las mujeres trabajaban en el servicio doméstico porque se

las preparaba para servir y hacer funcionar las casas, siendo la opinión social y

familiar favorable a ello. Aunque muchas mujeres de clase trabajadora tenían la

opción y preferencia de emplearse en fábricas, el sector industrial20 estaba mal

visto y el servicio doméstico era considerado mas adecuado para las mujeres

que no podían subsistir trabajando como esposas. Mientras la industrialización

abría más oportunidades de empleo, se reforzaba aún más el discurso sobre

los deberes domésticos de las mujeres, lo que fue constituyendo una de las

bases del sistema educativo (Sarasúa, 1994). Sin duda, el discurso y las

18 Extracto de la presentación de su página web: www.religiosasdemariainmaculada.org 19 Fundadora de RMI. Extracto del apartado Orígenes, Historia de la Congregación. (Se han respetado negritas y mayúsculas). En http://www.religiosasdemariainmaculada.org 20 Cabe aclarar que la división sexual del trabajo también se estructuró en este sector. Las mujeres trabajaban en mayor medida en la industria textil.

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acciones de las congregaciones de la Iglesia Católica se dirigían en este

sentido, reproduciendo, naturalizando y perpetuando la domesticidad de la

mujer. En la actualidad, estas congregaciones siguen funcionando. Aunque

algunos discursos, ideas y formas de proceder de las diversas congregaciones

han cambiado, la idea de ayudar a las jóvenes frente a la marginación

permanece en el marco actual de las migraciones internacionales y de la

“globalización de los cuidados”. Un documento actual de las RMI relaciona esta

situación con sus orígenes, al referirse a uno de sus objetivos frente de la

inmigración actual, que es vista como un problema:

“Poner a la joven frente a un proyecto de vida, ayudándola a descubrir su dignidad de hija de Dios, de mujer, de trabajadora con unos derechos y deberes, con una perspectiva de superación humana…”

(María Eugenia Vicenti - RMI21).

Este pensamiento, que no es solamente de la Iglesia, despoja a la mujer

inmigrante de planes, proyectos, de su propia capacidad de resolver problemas

y de generar estrategias, e incluso de dignidad. La migración es vista como una

actitud desesperada que la puede “llevar por mal camino” y no como una

estrategia en sí misma para esta “superación” de la que hablan.

No obstante, más allá de su pensamiento, en casi todas las ciudades de

España, varios centros y parroquias de la Iglesia Católica son fundamentales

como parte de las redes de acogida de personas inmigradas recién llegadas. Al

igual que en sus orígenes, las distintas congregaciones cubren necesidades

básicas que el Estado no puede cubrir por un motivo u otro. Dar ropa, comida,

techo, trabajo y asistencia social generalizada a inmigrantes en cuanto nuevo

colectivo necesitado son tareas que algunas congregaciones tienen asimiladas

21 “La emigración y la pluriculturalidad, un desafío para las RMI”. Documento extraído de la web: http://www.religiosasmariainmaculada.org. Se han respetado negritas y subrayado.

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dentro de sus acciones de beneficencia y caridad, a la vez que centros

religiosos y parroquias siguen funcionando como espacio de socialización y

encuentro. Ruth Mestre, quien años atrás ha trabajado como abogada en un

centro de las Religiosas de María Inmaculada de Valencia, destaca el papel de

este tipo de centros en Valencia para las mujeres recién llegadas: “abrir ficha

en las monjas es muchas veces el primer paso de las mujeres cuando llegan a

Valencia y el primer paso en el itinerario de inserción.” (Mestre, 2002).

En base a mi experiencia en programas “de acogida”, durante el trabajo de

campo he realizado una exploración de los servicios pertenecientes a la Iglesia

Católica, que funcionan en Barcelona y que se dedican a la inserción de

mujeres en el servicio doméstico. Por su mayor concurrencia y popularidad, se

distinguen las Religiosas de María Inmaculada ya mencionadas, ubicadas en el

barrio Exaimple Dreta, y la Hermana Encarnación, ubicada en un centro en el

barrio de Sarriá. Las otras bolsas de trabajo son de menor concurrencia por

menor volumen de ofertas de trabajo o bien tienen limitadas las usuarias. Los

orígenes y funcionamiento de la bolsa de trabajo dirigida por la Hermana

Encarnación difieren de las RMI. Si bien la Hermana Encarnación también

pertenece a una congregación femenina fundada en el Siglo XIX22, su labor

especialmente dirigida hacia la inserción laboral de mujeres inmigrantes, en un

principio de origen peruano, comenzó de forma espontánea en 1990. Así lo

cuenta la misma Hermana:

“Empezó que necesitábamos aquí una chica, entonces yo no sabía donde ir a buscarla, y entonces pasaba por aquí todos los días un peruano y le pregunté si no conocía alguna chica. (…) Entonces vino y me mandó como 20 y yo cuando me vi toda aquella gente, 20 chicas, digo por qué, si solamente necesitamos una… (…) qué haría con las otras, entonces ellas empezaron a llorar, que por favor, que las ayudara, que las ayudara… Entonces cogimos a esa chica, las otras fui preguntando por aquí a los

22 Congregación de la Inmaculada Concepción de Castres fundada por la marquesa francesa Emilie de Villeneuve en 1836.

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vecinos, a ver quien necesitaba una chica, como esto es una zona un poco alta, entonces sí, y luego yo también miraba la vanguardia… (…) Y si, así las fui colocando a todas, así empezó… hasta llegar a 300 ahora…”23

Si bien la Hermana Encarnación comenzó sola atendiendo a las chicas, ahora

cuenta con ayudantes debido al volumen actual de usuarias: Rosa, quien se

ocupa de atender el teléfono y gestionar las ofertas; y Héctor, quien ordena las

colas en la entrada en una compleja organización que describiré con más

detalle en el capítulo 4. A su vez, complementan la labor social otras hermanas,

quienes se ocupan de la ropa y la comida, que el centro reparte algunos días

de semana - que nunca son fijos - a las mismas usuarias que van a buscar

trabajo. En concordancia con el análisis del papel de la iglesia basado en el

estudio de Sarasúa, la Hermana Encarnación también destaca la labor de la

iglesia como intermediario porque “la gente se fía mucho de las religiosas”. Es

interesante notar también cómo la Hermana se refiere en sus relatos a un

colectivo sumamente necesitado, casi desesperado, reflejado en su expresión

“comenzaron a llorar”, que implica suplicar o pedir y no exactamente la acción

fisiológica de llorar. Esto le permite a la Hermana como miembro de la Iglesia

legitimar un campo de acción que considera propio y revitalizar la vieja labor

eclesiástica de caridad e intervención en grupos marginados.

Según la información relevada en el trabajo de campo, a pesar de pertenecer a

la Iglesia Católica, estos centros actúan con bastante autonomía en la forma de

organización y en la toma de decisiones. Algunos de los servicios de inserción

laboral funcionan en red con otros, derivando usuarias según las necesidades

puntuales, pero otros no tienen vinculación entre sí, incluso entre los de la

Iglesia Católica, ya sea por desconocimiento de las labores de otras

congregaciones de Barcelona o bien por decisión propia de una persona o del

23 Entrevista realizada a la Hermana durante el trabajo de campo.

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equipo. El servicio que ofrecen las Religiosas de María Inmaculada ha decidido

no derivar mujeres a la Hermana Encarnación porque “no nos gusta cómo

trabaja, por el trato que reciben las chicas y porque no interfieren en las

condiciones de empleo” (asistente social del centro RMI), decisión tomada en

base a relatos de usuarias. No obstante, información de unos u otros servicios

circulan en estos espacios, ya sea de “boca a boca” entre las mujeres o a

veces a través de algún folleto o tarjeta.

Tanto la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación, así como las RMI y otras

del listado recopilado, operan de manera un tanto informal en cuanto a la

búsqueda de ofertas de trabajo. Ninguna cuenta con una forma metódica de

buscar y/o ampliar el campo de las ofertas de trabajo, sino que diferentes

“señores” van llamando y solicitando chicas, porque “ya son conocidas”. Los

sistemas de selección de chicas para cada trabajo sí varían de un sitio a otro.

Las Religiosas de María Inmaculada cuentan con la labor de una asistente

social contratada que realiza entrevistas personales (con cita previa) y hace

una ficha de cada chica incluyendo el perfil, antecedentes y competencias.

Cuando recibe una oferta, selecciona una chica de la base de datos. El

funcionamiento de la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación es aún

mucho más complejo, lo que me ha llevado, como expliqué en la introducción,

a trabajarlo de manera etnográfica y dedicarle una amplia explicación e

interpretación plasmada en el capítulo 4.

Muchos de estos servicios de la Iglesia también cuentan o bien se dirigen hacia

la formación para mujeres en el servicio doméstico. No sólo ponen el acento en

la formación en cuanto a rapidez y calidad del trabajo, como las agencias

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privadas, sino que también enfatizan la formación en “cómo se hace aquí”

(Mestre, 2002) a través de un entrenamiento que combina la domesticidad de

la mujer con directrices de “la forma de trabajar en España”, entendiendo como

tal una forma responsable, óptima y eficiente: la mejor forma de hacerlo.

“Fomentamos mucho el tema de la responsabilidad, el tema de la puntualidad y el tema de cómo se trabaja en Barcelona… Bue, en Barcelona, aquí en España. (…) Claro, todo el mundo sabemos limpiar, pero no todo el mundo sabe limpiar, por ejemplo, tu en tu país la forma de limpiar es de arriba para abajo, y aquí de abajo para arriba, por ejemplo, no? (…) porque recibíamos muchas quejas de que la gente de fuera no sabe limpiar, que no sabe organizar, que usa mucho tiempo, que son muy lentas… Y eso no es cierto. (Carmen, educadora, gestiona la bolsa de trabajo del “llar Santa Teresa”).

La Hermana Encarna también comenta que recibe algunas quejas de que las

chicas “no son cumplidoras, que a veces llegan tarde, que otras veces son un

poco lentas…” Si bien este servicio no cuenta con un entrenamiento específico

(solo se ofrece un curso de geriatría), la Hermana manifiesta que “intentan

corregirlo”. En este tipo de discursos entran en juego los diversos estereotipos

que encarnan las mujeres usuarias del servicio, tema al cual me referiré en los

siguientes capítulos.

El régimen implícito, la forma de organización y la autonomía en el

funcionamiento de cada servicio tienen relevancia, ya que, a pesar de estar

enmarcados dentro de “labores de beneficencia”, cumplen la función de

intermediarios laborales. El intermediario laboral no es un mero contacto entre

la parte empleadora y la empleada, sino que participa activamente en el

mercado laboral, dirigiendo la persona hacia un determinado sector,

seleccionando a una persona y no a otra o influenciando, o no, en las

condiciones del empleo. Tal como afirma Mestre (2002) refiriéndose al centro

RMI de Valencia, “interfieren en la relación laboral, la definen, la posibilitan y la

limitan”. En este sentido es donde se debe advertir en primer lugar del modo de

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funcionamiento de estos servicios que, al pertenecer a la Iglesia Católica y

funcionar como una más de sus tantas obras de caridad, no están regulados

por el Estado y sin embargo influyen de manera directa en la vida laboral de

muchas personas y en sus derechos.

Conclusiones

En las redes y circuitos de reclutamiento de empleadas domésticas en

Barcelona se destaca el papel de las agencias privadas y de congregaciones

de la Iglesia Católica. Ambas opciones funcionan ajenas a la regulación,

subvención y control estatal, por lo que, por un lado, pueden facilitar la

inserción laboral de personas “sin papeles”, pero por otro lado, su modo de

proceder, vinculado a su pensamiento, no concuerda con los valores

democráticos e igualitarios en cuanto a derechos, orígenes y género que

intenta promover el Estado. El colectivo inmigrante recién llegado – personas

que en su mayoría no tienen permiso de trabajo – acude a estos circuitos para

buscar empleo porque no tienen más opciones, resultando estos servicios una

necesidad básica para su inserción social. Las agencias privadas y las bolsas

de trabajo de la Iglesia se convierten entonces en intermediarios laborales,

ofreciendo trabajos de determinadas condiciones y colocando trabajadoras

según sus propios criterios, potencialmente reguladoras de un mercado de

trabajo que, como comenté en el capítulo 2, opera mayormente en la llamada

“economía sumergida”. La cuestión es cuál es el alcance, regulación o

influencia, tanto en el mercado como en la vida de trabajadoras inmigrantes.

Esta investigación no podrá contestar estas preguntas (ni tampoco es el

objetivo), pero sí podrá arrojar alguna luz a través del análisis del

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55

funcionamiento de las bolsas de trabajo y de las relaciones de poder entre

intermediarios, la parte empleadora y trabajadoras.

De modo preliminar, en base a lo abordado en este capitulo, quedan claras las

diferencias y semejanzas en la forma de operar entre agencias privadas y

bolsas de trabajo de la iglesia. Las agencias como intermediarias tienen un

perfil comercial, operando en beneficio y complacencia del cliente, que es la

parte empleadora; mientras que la Iglesia opera dentro de sus acciones de

beneficencia, convirtiendo el trabajo en “un favor”, una obra de caridad, lo cual

también puede llevar a una forma clientelar como se verá en el próximo

capítulo.

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56

Capítulo 4 - Un estilo de patronazgo en el acceso al servicio doméstico

Introducción

La bolsa de trabajo dirigida por la Hermana Encarnación es, como ella misma

se refiere “la agencia mayor de Barcelona” dado su gran volumen de usuarias y

de ofertas de trabajo en el sector del servicio doméstico. Su rol como

intermediaria laboral y la complejidad de la organización del servicio, así como

la gran afluencia de personas inmigradas, me han llevado a tomar este servicio

como un caso de estudio etnográfico, más que como un mero ejemplo dentro

de las redes de reclutamiento de personal doméstico. Analizar las relaciones de

poder junto con los discursos y representaciones que circulan en este espacio,

permite alcanzar un nivel de interpretación que va más allá del papel de la

Iglesia como intermediario laboral, convirtiéndose esta, encarnada en la figura

de la Hermana, en un “agente patrón” dispensador de trabajo y las mujeres en

“usuarias-clientas” como parte de un colectivo necesitado. El objetivo de este

capítulo es, por lo tanto, describir y demostrar la forma de operar de este

servicio, así como la interpretación de los diversos actores que se conjugan en

él.

La organización y el espacio

Tal como afirma la Hermana, casi veinte años después de atender a aquellas

chicas peruanas de forma espontánea, acuden al centro a buscar trabajo

alrededor de 200/250 mujeres y de 20/30 hombres. El espacio con el que

cuenta la Hermana está dentro del edificio de la residencia universitaria

femenina “Emilie de Villeneuve” en la calle Marquesa de Vilallonga del barrio de

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57

Sarriá, frente a la prestigiosa clínica Teknon, una referencia que tienen las

chicas para encontrar el sitio que, además constituye un factor influyente en la

organización. El edificio pertenece a la congregación “Inmaculada de la

Concepción de Castres,” de la cual forma parte la Hermana Encarnación.

Parte de la fachada de la Residencia “Emilie de Villeneuve”. Entrada para las usuarias de la bolsa de trabajo. La puerta lateral es la entrada al despacho.

Los espacios que se utilizan para la bolsa de trabajo son: un despacho donde

trabaja la Hermana en el cual entran alrededor de 80 mujeres y donde también

se realizan los cursos de geriatría, un gran patio trasero donde las mujeres se

colocan en las diferentes colas esperando entrar al despacho y un patio

delantero pequeño con un portón de rejas que funciona de “recepción” y

organización de la entrada. En el patio trasero - que también funciona de

parking de algunos coches - hay un espacio techado, tipo pérgola, con mesa y

bancos para sentarse.

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Parte del patio trasero. Lugar donde se colocan las colas de chicas “con papeles” y “con tickets”. Por la puerta del fondo a menudo se reparten alimentos.

Patio trasero. Pérgola acondicionada con mesas y sillas para esperar los turnos.

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Hasta hace algunos años antes, la Hermana misma abría el portón y recibía a

las chicas haciéndolas pasar al despacho, donde ella leía las ofertas de trabajo.

Pero como el volumen de gente creció, en 2007 la Hermana contrató un

ayudante, llamado Héctor y de origen boliviano. Este hombre, quien cuenta con

destacables cualidades a las que me referiré más adelante, organiza las colas

afuera, reparte los tickets y hace pasar a las chicas en grupos al despacho:

“Si, antes salía yo… porque claro, no tenía a nadie. Pero la verdad, yo estoy así mucho mejor porque mira la una quiere entrar, y la otra, y la otra, y la otra… Y si le dices que no, se enfadan. Pues mira, este señor les da un ticket para que entren mañana.” (Hermana Encarna).

A su vez, suele haber un grupo de 4 o 5 hombres que ayudan afuera

coordinados por Héctor. Algunos se quedan adelante para abrir y cerrar el

portón, otros ayudan transportando cajas de alimentos, o repartiéndolos,

“acomodan” las colas, etc. Esto ha creado una estructura jerárquica “bajo las

órdenes de la Hermana”, que complejiza aún más la llegada a ella. Para

conseguir una oferta de trabajo, las mujeres deben “lograr” dos pasos

importantes: 1- Lograr entrar al despacho con la Hermana. 2- Conseguir que la

Hermana, o su ayudante Rosa, las vea y les asigne una oferta de trabajo.

Paso 1: Lograr entrar al despacho de la Hermana

Este paso, que la Hermana simplifica como “el señor les da un ticket” puede

depender de muchos factores: suerte, persistencia, paciencia, aspecto o

empatía con Héctor, entre otros. Contrariamente a lo que se podría suponer,

entrar al despacho no depende del orden de llegada, a pesar de lo cual aún

muchas mujeres comienzan a hacer la cola entre las 6 o 7 de la mañana24.

24

El motivo de no respetar el orden de llegada se fundamenta en que “la Hermana no quiere que hagan bullicio” desde temprano. Si esperan afuera se queja la gente de la clínica y si esperan en el patio (anteriormente se dejaba abierto) “molestan” a la gente que vive en la residencia que son estudiantes y personas mayores. No obstante, sigue corriendo el rumor acerca de llegar temprano para coger tickets.

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Anteriormente, solían hacer la cola a lo largo de la acera del centro, frente a la

clínica Tecknon, pero debido a las quejas del personal de la clínica25, se ha

llegado al acuerdo de que comiencen a hacer la cola unos metros más abajo, al

lado de un muro de piedra que separa el jardín de la entrada de la clínica con la

acera. Durante el tiempo del trabajo de campo, sin importar el clima, hacia las 8

de la mañana constaté entre 70 y 100 personas haciendo la cola “al lado de la

muralla”, como llaman a aquel espacio los ayudantes de Héctor. Hacia las 8:30,

uno de los ayudantes, Francisco, que es de origen paraguayo, se acerca a la

cola y la separa en dos: “Del lado de la muralla” se colocan las chicas que

tienen “papeles” y al lado, la otra cola de chicas “sin papeles”, que siempre es

la mas numerosa. Francisco conduce las colas hacia la puerta del centro.

Primero avanza la cola de chicas “con papeles”, a quienes se les ha dado cita

tiempo antes, y luego la otra. Al avanzar unos metros y cruzar la calle, el orden

de la fila inicial de ambos grupos se desarma (a veces entre leves discusiones

o conflictos) y se vuelve a armar la cola en la acera junto a la entrada del centro

religioso. Junto a la reja, siempre suele estar Héctor recibiendo a las chicas e

indicando los lugares precisos donde deben acomodarse las diferentes colas

en el patio trasero. Las chicas “con papeles” y con cita deben acomodarse en

una fila junto a la pared del despacho. Entre el grupo de chicas “sin papeles”,

algunas tendrán tickets obtenidos el día anterior, quienes se habrán de ubicar

en la cola “con tickets” junto a la cola de “con papeles”. El resto se debe ubicar

en una gran fila a lo largo del patio, mientras continúan llegando mujeres y

algunos hombres. Las mujeres que ya conocen el sistema entran y se

acomodan en las respectivas colas, sino los ayudantes de la puerta preguntan

25 Esta información suele circular en la cola y la he constatado través de personal de la clínica.

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la situación y las orientan. A las mujeres que tienen “papeles” siempre se les da

cita para otro día, tarea de la cual se encarga Héctor, así como también de

controlar a las chicas que ya están apuntadas. A las 9 de la mañana cierran el

portón con candado y no se deja entrar a nadie más aunque tengan cita o

ticket, aunque hay algunas excepciones que solamente puede autorizar Héctor.

A lo largo de la mañana es habitual ver mujeres en la acera, preguntando por la

Hermana, esperando o insistiendo entrar de alguna forma. En el caso de que

tengan “papeles” Héctor les puede dar cita, apuntando sus nombres en una

agenda, operación que se realiza a través de la reja cerrada.

Según el propio Héctor, en el despacho de la Hermana caben hasta 80

personas, pero generalmente hay menos. Primero, siempre dirigidas por él,

entran las chicas “con papeles”. A continuación, antes de las 9:30, entran las

chicas que tienen tickets. Héctor recoge los tickets en la puerta del despacho,

lo cual impide rotundamente que entren mujeres sin ticket. Cuando acaba de

organizar la gente del despacho, Héctor se va hacia el patio a “organizar” la

gran cola que queda, que se transforma en un semi-círculo para mirar y

escuchar a Héctor, quien suele explicar diversa información sobre la entrega

de alimentos o ropa, o enunciar algún discurso intercalando chistes o

comentarios sobre trabajos, la crisis u otros temas, actitud sobre la cual me

referiré más adelante. Después procede a la selección de “chicas fijas”, para

que puedan entran con la Hermana durante la misma mañana, después de las

11:30, cuando acaba de leer los trabajos de interinas. Primero selecciona 15

chicas “para trabajar con niños” y luego 15 más “para iaios”. Cuando él lo

anuncia, las chicas interesadas en el “sub-sector” (y entrar con la Hermana el

mismo día), deben levantar la mano, él va señalando las que escoge – siempre

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preguntando si tiene referencias, a lo que todas, obviamente, responden que sí.

Las chicas seleccionadas se van apartando del grupo y formando otra cola del

lado de la pared del despacho, donde estaban las otras colas al principio. A

continuación reparte 30 tickets por algún lado de la cola elegido “al azar” o por

“donde diga la Hermana”, con los cuales las chicas podrán entrar al despacho

de la Hermana al día siguiente26. Es relevante destacar el momento del reparto

de tickets, ya que la gran incógnita es por dónde los repartirá. Héctor suele

hacer un recorrido de la fila con la mirada, al tiempo que dice “que nadie se

mueva” y se acerca hacia una parte de la fila. Las chicas simplemente estiran

la mano y Héctor les da el famoso ticket. Si observa o descubre a algunas

chicas que se han cambiado de lugar, les llama la atención y no les reparte

tickets.

Finalmente, del original grupo grande “sin papeles”, alrededor de 30 chicas

seleccionadas se quedan a esperar la ocasión de entrar al despacho y otras 30

tienen tickets para volver al día siguiente y entrar con seguridad al despacho de

la Hermana. El resto del grupo que no fue seleccionado (suelen ser entre 30 y

40 personas) se puede quedar o no, según la ocasión. La primera vez que fui a

observar el sistema, un grupo considerable de mujeres se quedó y el mismo

Héctor, de buen modo, poco a poco invitó a entrar al despacho de la Hermana

a todas las mujeres, a última hora de la mañana (entre las 12 y las 13 hs.). El

resto de los días, y al parecer pasó a ser lo habitual, no dejó quedarse a las

personas que no hayan sido seleccionadas, ocupándose de conducirlas hacia

la puerta con cierto mal humor, debido, según él mismo, a la gran cantidad de

26 Estos “tickets”, que en este trabajo etnográfico parecen representar un objeto sumamente codiciado, son simplemente un trozo de cartón recortado de 5x2 cm. que llevan escrito en bolígrafo azul el día de la semana correspondiente al día siguiente. (Por ejemplo, los lunes se reparten los tickets que dicen “martes” y así sucesivamente).

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personas y escasas ofertas. Esto quiere decir que puede haber chicas que,

llegando a las 6, 7 u 8 de la mañana, se van sin ser seleccionadas o sin tener

tickets y deberán “probar suerte” en otra ocasión. El grupo de hombres suele

quedarse bajo la pérgola esperando que salga algún trabajo. En el caso de que

no se presenten ofertas dirigidas a hombres, Héctor se los comunica y estos se

retiran.

El mecanismo de los tickets y de separar entre “con papeles” y “sin papeles”

tiene un sentido coherente. Las chicas que tienen papeles suelen estar más

interesadas en trabajos para interinas o por horas, los cuales se leen a primera

hora de la mañana. Las chicas que no tienen “papeles” suelen ubicarse a

trabajar como “fijas” (con modalidad interna), por lo que entran al despacho

más tarde, después de las 11:30 cuando la hermana comienza a leer los

trabajos para “fijas”. No obstante, chicas “sin papeles” que desean optar por un

trabajo de “interinas”, con el sistema del ticket tienen la posibilidad de entrar en

el primer grupo y pujar por una oferta de “interina”. Las que tienen “papeles”

también pueden quedarse más tiempo en el despacho en el caso de que

quieran optar por una oferta para “fija”. Esto no suele ser habitual, aunque se

presentan casos, posiblemente a raíz de la crisis, como comentó la misma

Hermana Encarna.

Grupos (colas)

Tipo de trabajo

“sistema”

A partir de las 9 hs.

Con papeles

Interinas

Con cita previa

Pueden quedarse

el resto de la mañana

Sin papeles

Interinas/fijas

Con ticket

Después

de las 11:30 hs.

Sin papeles

Fijas

Selección el mismo día

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Paso 2: Conseguir un trabajo

“El que no llora, no mama” 27

El despacho de la Hermana Encarnación mide aproximadamente 6x4 metros,

tiene varias ventanas y un lavabo al fondo. De un lado, hay un escritorio, donde

trabaja la Hermana y su ayudante/secretaria Rosa, originaria de Perú, quien

responde el teléfono y anota las ofertas de trabajo en una libreta. Al costado del

escritorio hay una mesa redonda pequeña con unas sillas. En algunas

ocasiones, gente interesada en contratar alguna empleada acude

personalmente al centro para realizar entrevistas y escoger una chica (para lo

cual suelen utilizar la mesa redonda o bien van al patio según la ocasión).

Todo el resto del despacho es cubierto por las usuarias, que se distribuyen en

bancos y banquetas de frente hacia la Hermana, o bien, de pie contra las

paredes de la sala. La Hermana lee las ofertas de trabajo apuntadas en un

cuaderno, de forma breve, que generalmente incluyen: la ubicación del lugar de

trabajo, perfil de la chica buscada (edad, origen, entre otros requisitos), las

tareas para las cuales se requiere la chica (cuidado de ancianos, tareas de la

casa, limpieza, cocina sencilla), horarios o días libres y el sueldo. Al terminar la

última frase, las chicas interesadas en la oferta levantan la mano, la Hermana

las mira y escoge, señalando a una o dos chicas. Este tipo de arbitrariedad en

la selección, que implica que la Hermana escoja a una entre 50 o 70 chicas

aparentemente sólo mirando, provoca que las mujeres interesadas intenten

destacar de algún modo. Algunas se ponen de pie para que la Hermana las

vea, al tiempo que dicen “yo! yo!” en tono de súplica, llamando a la Hermana o

anunciando en voz alta algún aspecto importante sobre ellas (“yo vivo en Sant

27 Expresión popular y parte de la letra del tango “Cambalache”. Fue usada por una chica dentro del despacho de la Hermana Encarna dirigiéndose a otra, a quien la Hermana no escuchaba y no la miraba.

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Cugat”, “Yo tengo experiencia en bebés”, “Yo tengo 35 años”, “Yo soy de

Paraguay”). Al señalar a alguna chica, esta debe acercarse al escritorio (meta

no siempre fácil y que lleva tiempo debido a la gran cantidad de gente). La

Hermana le apunta en un papel pequeño con membrete de la Hermana

Encarnación, los datos de la oferta con el nombre y el teléfono de la persona

potencial empleadora. La chica debe llamar “de parte de la Hermana Encarna”

para que la entrevisten. Al obtener el posible trabajo, la chica debe retirarse del

despacho. Según la Hermana Encarna, suele enviar dos o tres chicas a una

misma oferta “porque la señora es la que escoge”, lo cual en ocasiones genera

frustración y recelo en las mujeres, ya que sino las escogen, deben volver a

empezar el camino, haciendo colas, consiguiendo tickets, etc. Algunas mujeres

han manifestado con enfado el hecho de que la Hermana envíe varias chicas.

También circula la sospecha de que repite ofertas. La Hermana acaba su

trabajo y se retira entre las 13 y las 14 hs.

Este sistema de organización y de obtención de un posible trabajo, gestionado

a través de una estructura jerárquica que se ha consolidado en los últimos

años, ha “evolucionado” - intencionalmente o no - hacia una forma de operar

que se podría definir como clientelar o de patronazgo teniendo en cuenta y

analizando el papel de los diversos actores y las relaciones de poder.

Patronos y clientas

Si bien el clientelismo o patronazgo se asocia a sistemas políticos de

sociedades Mediterráneas o de América Latina, el concepto puede utilizarse

como modelo para definir simplemente “un sistema” o “un estilo” donde

predominan relaciones desiguales de poder entre dos partes, una de las cuales

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está en una posición superior más favorable que la otra. Varios autores han

caracterizado el patronazgo. Según Gellner (1985), “no siempre tiene que ser

un sistema ilegal y corrompido, sino que se maneja con su propia moral”,

cualidad que se adecua a este esquema organizativo. Siguiendo a este autor,

el patronazgo se puede definir como una forma de poder distribuido de forma

asimétrica que funciona con un clima moral propio. Según varios estudios, una

de sus características es que suele darse donde hay ausencia de Estado o

donde el Estado no puede intervenir. En su lugar, aparecen determinados

agentes-patronos que controlarán beneficios que no pueden ser distribuidos

según las reglas oficiales (Gellner, 1985). Tal como me he referido en los

capítulos anteriores, la falta de regulación o intervención del Estado se da,

tanto en las redes de reclutamiento de empleadas domésticas, por ser estas en

su mayoría personas inmigradas en situación irregular; como en el servicio

doméstico en sí, por operar en la economía sumergida, pero también, aunque

sea de forma legal, por ser este un sector de la esfera privada donde la

regulación del Estado es acotada a la “confianza” y “mutuo acuerdo” entre las

partes. No es de extrañar, por lo tanto, que aparezca la figura de un patrono

dispensario de un puesto de trabajo y a su vez mediador en la relación laboral

entre la parte empleadora y la empleada, proceso en el cual el Estado no

interviene. Las empleadas domésticas en situación irregular no son

reconocidas por el Estado, por lo que se ven desprotegidas como trabajadoras

e ignoradas como personas con necesidades. El patrono se convierte en

“benefactor” o “padrino” proveedor también de bienes, servicios, medios o

necesidades varias. Figuras de la Iglesia Católica como la Hermana Encarna

pueden cumplir esta función, ya que cuentan con la requerida autoridad,

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recursos, espacio físico y el respaldo de una institución milenaria de gran

influencia, consolidada con anterioridad al Estado tal como lo conocemos hoy,

que según su propia doctrina y tradición, tiene como una de sus misiones cubrir

necesidades que el Estado no abarca.

Tanto la personalidad de la Hermana Encarna como la estructura jerárquica

que se fue consolidando “bajo sus órdenes” reproducen constantemente su

figura como patrono28. Uno de los indicios más evidentes es el alcance y la

fama de su nombre. Esta bolsa de trabajo no es conocida por el nombre de su

congregación (como lo es la del RMI), sino por el nombre de pila de quien la

gestiona. Todas las referencias que circulan e incluso el mismo papel con

membrete donde ella apunta los trabajos asignados a las chicas, llevan

únicamente su nombre y la dirección. Un ejemplo ilustrativo es una hoja

informativa confeccionada por el Padre Juan Manuel29, que circula desde hace

varios años entre personas inmigradas y donde se incluyen las referencias del

servicio de la Hermana Encarnación, entre otros servicios:

_________________________________________________________________________________

Hermana Encarnación: Trabajo para chicas de fija o por

horas. C. Marqués de Villalonga 19 (frente Clínica Teknon,

cerca paseo Bonanova). Mañanas a las 9 (recoger tíquet para

dia siguiente). Bus 123,14,22,64,75. Ferrocarrils Generalitat,

Avda. Tibidabo o Sarriá.).

Otra prueba que constata su figura de patrono, es que la Hermana Encarna no

sólo gestiona la bolsa de trabajo, sino que ejerce de “protectora” de la forma

más completa posible o al menos es su intención, ya que ella misma lo cuenta

en la entrevista:

28 El concepto de patrono se define en masculino. En este modelo, quien ejerce el rol de patrono es una mujer. Considero que la palabra patrona (femenino de patrón) tiene otra connotación, por lo que decidí continuar utilizando patrono como si fuera una palabra de género neutro. 29 El padre Joan Manuel Serra dirige y promueve una asociación en contra del aborto (PROVIDA) y ayuda a mujeres embarazadas. (http: // www.avortament.com).

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HE: - “Yo aquí no les cobro nada, aquí las señoras a veces me ponen algo, a voluntad, aquí en la cajita. [Señala la cajita]. Y con ello yo puedo ayudar a las chicas, a pagar una habitación…” GP: - “Las señoras contratantes…” HE: - “Si, a voluntad me dan algo, otras no me dan nada, pero con este dinero yo les ayudo, a veces a pagarse una habitación que están en la calle, o no sé, cualquier cosa, o que las van a echar del piso, les doy un poco, para que no las echen, o algo así… con el poco dinero que tengo…”

Además de demostrar su caridad como benefactora y protectora de las chicas,

la Hermana aclara que personalmente no gana dinero. El “no recibir dinero” a

priori indicaría bondad, confianza, amistad, benevolencia, pero también indica

favores, y el favor suele ser a cambio de algo, aunque no sea dinero. Al igual

que en el caso de las agencias privadas, el dinero – aún sin estar - vuelve a

aparecer como una cuestión central, en torno a la controversia de pagar o no

pagar en este tipo de servicios. En el patronazgo el dinero no necesariamente

debe salir de los clientes, ya que el patrono tiene medios económicos y poder

(lo que justamente le otorga su posición), sino que el patrono recibe otro tipo de

compensaciones, que no son de tipo material, como ser apoyo, fidelidad y

sumisión, e incluso, usando la expresión de Gellner, se le rinde culto (Gellner,

1985). Para obtener un trabajo de la Hermana Encarna, las mujeres no deben

entregar dinero pero sí deben entregar lealtad, respeto, culto y adhesión.

En este esquema organizativo, de lealtad y culto, la figura de Héctor juega un

papel crucial, no sólo como ayudante, sino también como legitimador constante

de la patrono y como portavoz del mismo. Es una figura intermedia por la cual

es necesario pasar previamente para llegar a la patrono, a quien demuestra

una lealtad tenaz rindiendo culto y sumisión. Al ser su ayudante también ejerce

poder sobre los y las cliente/as y sobre el resto de los ayudantes, que también

son clientes (como lo demostraré más adelante). Este poder lo convierte en

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una figura definida como patrono-cliente. La Hermana Encarna justifica la

presencia de Héctor argumentando que las chicas se enfadaban cuando no

podían entrar. De esta manera, al haber un intermediario, se enfadan con él y

no con ella, lo que mantiene su compostura y alimenta más la distancia hacia

ella. En otras palabras, Héctor “hace el trabajo sucio”, “dando la cara” frente al

caos que puede presentar la organización de la entrada. Asimismo, Héctor

incita la figura de la patrono haciendo alusión constantemente a la autoridad

superior de la Hermana como jefa, jerarca, a quien se debe respetar y

obedecer, a la vez que recalca su figura de subordinado, con expresiones

como “ahora espero órdenes de la Hermana”, “la Hermana me ha dicho que…”,

“la Hermana me dirá por dónde empezaré a repartir tickets”, “son órdenes de la

Hermana”, “la Hermana se enfadará”, “Todo depende de la hermana, la

hermana es la que ordena, la hermana es la que hace todo…”, entre otras. En

algunos discursos, el culto y la lealtad hacia la Hermana como patrono son tan

evidentes que la convierte casi en un mito viviente:

[La Hermana apareció en el patio trasero para acompañar a una posible empleadora para realizar entrevistas y luego volvió al despacho]. “Esta es la Hermana Encarna, por si algunas no la conocen. Es chiquita, mide 99 cm [tono jocoso] pero tiene un corazón tan grande, más grande que su tamaño… Si ella se va, ninguna otra Hermana puede hacer su labor, sólo ella. La labor que hace por todos ustedes es muy grande…” (Héctor)

La figura de Héctor es aún mucho más compleja. Su autoridad no sólo radica

en el poder que le ha traspasado la Hermana, sino en su condición de hombre

frente a un colectivo mayormente femenino. Ser varón es lo que le marca la

diferencia y “superioridad” frente a las mujeres usuarias del servicio, a la vez

que ser boliviano, es lo que le marca la igualdad, como perteneciente al mismo

colectivo inmigrante latinoamericano, cliente de la Hermana. Estas condiciones

resultan óptimas para ser intermediario de la patrono. No es casual que la

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Hermana disponga de un “señor para poner orden” (en palabras de la

Hermana) y de un pequeño grupo de varones como ayudantes para “trabajos

masculinos”, como trasladar cajas, porteros o poner orden en las colas de las

usuarias. Profundizar sobre las relaciones de género en este esquema

organizativo resultaría inabarcable en esta investigación y no es uno de los

objetivos, pero sí es oportuno dejarlo planteado para un posterior análisis, así

como dejar planteado el enfoque de interseccionalidad entre género, etnia y

clase social, no solo entre las empleadas domésticas sino también entre

hombres inmigrantes que ejercen de “lacayos”.

El hecho de que Héctor sea de Bolivia, concretamente de Cochabamba, influye

en la posición de poder que ocupa, ya que se supone que ser compatriotas

representa cierta complicidad entre inmigrantes, lo cual hace que corran

discursos acerca de su favoritismo para con usuarias/os de Bolivia. Esto

genera controversias entre las usuarias que acuden al centro:

“Ese Héctor sólo favorece a sus paisanos” (mujer anónima, originaria de Honduras).

“Que va! Ese ayuda a quien quiere nomás…” (Patricia, originaria de Sta.Cruz, Bolivia).

“Es de tu país, pídele…” (mujer que se dirigía a otra de Bolivia).

“Dijo que quería paraguayas, pero el Héctor metió de Bolivia también” (mujer anónima de Paraguay, en referencia a un grupo de chicas que entrevistó una posible empleadora).

“Sí, es nuestro paisano, pero no lo parece por cómo nos trata” (mujer anónima de Bolivia, conversando con otra).

El favoritismo hacia gente de Bolivia queda en duda. Según mi propia

percepción en la observación de campo, Héctor hace constantes esfuerzos por

neutralizar su nacionalidad. Si bien en ocasiones, para algunas mujeres puede

resultar evidente que favorece a compatriotas, él no lo deja tan claro. En la

selección que hace de las chicas para que entren en el segundo grupo, tiende

a señalar mujeres de diversos orígenes. Si hay mujeres con aspecto fuera del

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patrón más típico que constituyen las latinoamericanas, las selecciona (por

ejemplo, mujeres rusas, negras o árabes con pañuelo). Incluso a veces

pregunta las nacionalidades para intentar equilibrar el grupo: “¿Hay alguien

mas de Honduras?” “¿De Paraguay?” Este aparente equilibrio podría bien

intentar disimular su posible favoritismo, o responder a órdenes de la Hermana,

siendo otro de sus mecanismos para legitimarse a sí mismo como patrono-

cliente. Aunque su mecanismo principal y capacidad más brillante es su gran

memoria visual y el ejercicio que hace de ella. La memoria que tiene para

recordar el rostro de las mujeres usuarias constituye su principal instrumento

para ejercer control. Como he relatado en referencia al reparto de tickets, del

mismo modo ha llamado la atención en numerosas ocasiones a mujeres que

no estaban cumpliendo con las “reglas”, porque se habían cambiado de cola,

habían pedido cita y luego estaban en la cola de las “sin papeles” o no se

habían marchado cuando él lo dijo. Al hacerlo notar, las mujeres tienen clara

esta capacidad de Héctor, lo cual refuerza su mecanismo de control

funcionando de forma permanente, aún cuando no está presente. En una

ocasión, una chica llamada Patricia no fue seleccionada y su amiga sí. Cuando

Héctor no estaba en el patio, su amiga la llamaba para que se acerque a la cola

(se “cuele”), pero Patricia no fue tras su insistente amiga y me explicó: “Se

acuerda y después te hace pasar vergüenza… para qué”. Otra usuaria

aconsejaba a una amiga que no había podido entrar y protestaba junto al

portón: “No insistas, que después se acuerda, te toma la bronca, te reconoce…

Vete nomás, hoy está malo”.

Al igual que ella, es común que las usuarias también aludan al humor de Héctor

como un factor influyente para poder entrar al despacho y conseguir un trabajo.

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72

En general, debido a su rol descrito, a sus responsabilidades y a su forma de

ser y actuar, no detenta buena fama entre las usuarias, quienes pueden

aparentar buen trato con él pero por detrás insultarlo o hablar mal. Aunque

muchas usuarias, especialmente señoras mayores de Bolivia, lo llaman “Don

Héctor”, lo que implica un trato respetuoso y cordial; entre hombres y mujeres

de variados orígenes que han acudido al servicio, he podido relevar una serie

de expresiones peyorativas utilizadas, de diversas connotaciones, para

referirse a Héctor: “Viejo malo”, “Indio”, “Colla” 30, “Gordo feo”, “Brujo” y “el

Guardia”. En principio, resulta coherente en este esquema organizativo que

Héctor no se haga querer porque no es su rol, lo cual también legitima el

patronazgo que ejerce la Hermana. Sin embargo, según mi percepción, Héctor

no lleva hasta el extremo su exigencia con “las reglas” y juega con su propia

personalidad entre “malo enfadado” y “chistoso amable”, con comentarios del

tipo “no podemos atenderlas bien, me gustaría que entren todas pero no

podemos” y permitiendo excepciones a “las reglas” según el caso. Esto

representa otra de las cualidades del patronazgo: la irregularidad e

informalidad, o bien tal como se refería Gellner, el propio clima moral. Varias

anécdotas prueban ello, así como también la personalidad, influencia, el rol y el

poder de Héctor: Bárbara tenía un ticket para entrar el día miércoles, pero llegó

a las 9 y cuarto cuando ya habían cerrado el portón. Después de esperar casi

una hora y preguntar, Bárbara le vuelve a mostrar el ticket y se dio el siguiente

diálogo:

H: - No, con esto ya no, con esto no. B: - ¿Podría pasar a hablar con la Hermana? H: - No, con esto no, usted tiene que estar 8 y media.

30 Entre la gente de la provincia de Santa Cruz de la Sierra, de Bolivia (considerada étnicamente como “cambas”), es habitual que se refieran a la gente de la Bolivia andina como “collas” (por la etnia) pero de forma despectiva.

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B: - Vengo de lejos… H: - ¿De dónde viene? B: - De Granollers. H: - En Granollers habían dos agencias, no hay nada en las agencias, no hay nada, las dos agencias están cerradas… (…) No, ven con esto mañana, mañana ven, yo te voy a dejar entrar. Ya? Pero 8 y media? Ya? Ahora mañana un poquito temprano y entonces para que lleguen aquí, si están a las 8 mejor. [Bárbara le señala y remarca que el ticket dice miércoles.] Te voy a dejar pasar con esto, ya?

En otra ocasión, cuando aún no me había presentado como investigadora, yo

misma le solicité a Héctor si podía pasar al lavabo, que está adentro del

despacho. A pesar de que no tenía ticket ni había sido seleccionada, me hizo

entrar muy amablemente al despacho (todavía leían trabajos de “interinas”) y

me dijo: “Quédate nomás, no importa”.

Para contrarrestar su “lado malo”, Héctor también suele intercalar chistes o

comentarios jocosos cuando se dirige a todo el grupo de mujeres para

seleccionar chicas:

H: - Con niños, para fija.. Otra. ¿Tu no? ¿Por qué? ¿No te gustan los niños? A: - Ya bastante tengo los míos… H: - Tienes que aprender. Irás como las patitas que andan uno detrás del otro, bonito las patitas que andan así… [Imitando el movimiento].

A menudo, los discursos de Héctor en estos mismos momentos de la mañana

tienen un tinte religioso, como si fuera predicador. En apariencia, podrían estar

dirigidos a equilibrar el pesimismo de la situación con el optimismo y la fe que

pretende transmitir la religión católica, sobre todo los días que se presentan

pocas ofertas de trabajo. Pero en algunas ocasiones, la cuestión religiosa

adquiere más importancia en los discursos y Héctor deja claro el lugar dónde

está como “lacayo” de una religiosa, convirtiendo a “las chicas” en “clientas-

feligresas”.

“(…) Estamos pasando todo este calvario de sufrimiento… En un cerrar de ojos, dice el señor, en un cerrar de ojos estaré delante de ustedes y cuidado que les encuentre a ustedes sin tener al señor en el corazón. Si no lo tienes en el corazón, si no lo tienes… te vas a ir detrás de Satanás, al abismo… Pero todos aquellos que están con el señor que tienen fe en el señor, los vamos a conocer a nuestros grandes hombres, célebres, de la historia de la Biblia, Tomàs, Juan, a Jesús en persona, a Jehová en persona, a la

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virgen María, a Moisés, a Noé, vamos a tener compañía… En ese entonces ya no sufriremos por buscar trabajo, yo ya no le estaré ayudando a la Hermana, trabajo tendremos por demás, pero acá mientras, hay que tenerlo en las buenas y en las malas al señor… Voy a sacar poquita gente, no quiero mucha gente…” (Héctor, 16/3/2009).

Este discurso en concreto deja entrever cómo opera la religión dentro de este

sistema de patronazgo para reclutar empleadas domésticas. Las palabras de

Héctor suenan como una Providencia divina. Es decir, la culpa de todo lo que

pasa, de la crisis, de no encontrar trabajo es un designio divino. A través de su

doctrina, la religión católica avala el sufrimiento terrenal (ese calvario del cual

habla Héctor) para conseguir la salvación, con la condición de creer en Dios y

teniendo por consuelo un paraíso, un “cielo” donde ir y donde todo será mejor.

El hecho de que la crisis, la desocupación y la situación general por la que

pasan la mayoría de las personas migradas que acuden a este servicio, suene

como algo providencial, justifica el orden social jerarquizado en sectores pobres

y ricos. Se aceptan y reconocen las jerarquías sociales como algo dado por

Dios contra lo que no se puede luchar.

Las cualidades, actitudes, los discursos, la forma de ser, decir y hacer, e

incluso los cambios de humor de Héctor, convergen en el sostenimiento de

este peculiar sistema patronal dirigido por una religiosa y avalado por la

doctrina católica. También la afluencia masiva de clientes y su complacencia se

han convertido en una necesidad para que perdure el sistema. Si al cliente no

se lo puede complacer con el trabajo que busca, recibe “consuelo” religioso,

adoctrinamiento u otros bienes materiales como ropa y comida. En el

patronazgo, el cliente se define como un colectivo necesitado, reconocido como

tal públicamente. Dar comida y ropa es una ayuda más que supuestamente

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necesitan las clientas, aunque específicamente busquen un trabajo. A cualquier

persona de clase media, ya sea administrativo, profesional, maestro o

peluquera, no se le da ropa usada o comida cuando se dirigen al INEM, a una

ETT o a una agencia a buscar empleo. No son reconocidos como un colectivo

necesitado, sino simplemente como “desocupados” o “personas en paro”. Dar

ropa usada y comida de forma sistemática a un grupo de personas – sin ni

siquiera preguntar si la necesitan - implica reconocer a este colectivo como

necesitado. A la vez, al aceptar la ropa usada o la comida de caridad, las

clientas se reafirman como parte de este colectivo. El procedimiento de la

entrega de alimentos también es bastante peculiar y se produce cualquier día

de la semana sin anunciarlo. Héctor suele decir a las chicas que “traigan una

bolsita para cuando repartimos víveres”. Si se reparte algo de verduras, suele

ser a primera hora, mientras van entrando, debajo de la pérgola. Si son

alimentos en grandes cantidades se organiza una gran cola junto a una puerta

pequeña que da al patio y entre Héctor y los/las ayudantes van poniendo

diversos alimentos (tetra-briks de leche o postres, pan, dátiles, chocolates,

sopas, arroz, azúcar, entre otros alimentos) en las bolsas que presentan las

chicas, sin hacer ninguna clase de preguntas, como podría ser lo que

necesitan, si tienen hijos, etc. La ropa usada y la comida, son además regalos

típicos al perfil de “criadas” y empleadas domésticas, como lo expliqué en el

segundo capítulo.

Ya me he referido a la lealtad como uno de los principios del patronazgo.

Algunas mujeres, al asumir su posición de clientas deben encontrar estrategias

para poder demostrar esta lealtad y hacerla valer. En una ocasión, mientras la

Hermana leía ofertas de trabajo en el despacho, una chica que estaba sentada

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al fondo, descubrió restos de una manzana en el suelo y murmurando la

expresión “que guarras”, la recogió. Se puso de pié y mostrando la manzana,

comenzó a llamar a la Hermana. Como había mucho bullicio, la Hermana no la

escuchó y al momento otra chica le frenó la acción, diciéndole que no le diga

nada porque la haría enfadar y se pondría de mal humor con todas: “no, no,

que va a renegar…” Un tanto presionada, la chica aparentemente lo repensó y

volvió a dejar la manzana en el suelo. Había encontrado (y la perdió) la

oportunidad de demostrar su lealtad y distinguirse de las otras clientas, lo que

casi origina conflictos entre las chicas. Esta pequeña anécdota ilustra varios

aspectos del patronazgo y de esta forma de poder concreta que ejerce la

Hermana Encarna. El grupo de clientas debe competir por llegar y obtener el

beneficio de la patrono, lo que en todo momento puede generar rivalidades o

traiciones (como la que estaba a punto de cometer la chica). Las clientas deben

esforzarse también para cumplir con las expectativas de la Hermana, en tanto

religiosa católica, e incluso con su idea de la feminidad, es decir, ser una

muchacha ordenada, prolija, limpia, bien peinada y educada. Por otro lado, la

chica se quiso diferenciar de un estigma que comparten todas las “usuarias-

clientas” por acudir a un servicio multitudinario: la falta de civismo. Es frecuente

ver llamar a Héctor la atención cuando hay basura fuera de lugar porque “la

Hermana se enfada”, e incluso no deja a las chicas entrar con periódicos por

“órdenes de la Hermana porque después los dejan tirados”. En efecto, en

ocasiones en que la Hermana ha visto basura que ha quedado en algún sitio,

se ha enfadado, culpabilizando a todo el grupo. El grupo de clientas siempre es

visto como un todo homogéneo, que además de colectivo necesitado, se le

suman otros estereotipos como “guarras”, “sucias”, “bulliciosas”. Varias

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expresiones de boca de la Hermana confirman su tendencia a generalizar a

todo el grupo de chicas: En una ocasión hablaba por teléfono con una persona

que, al parecer, le comunicaba que la chica que había recomendado no la

había llamado: “ah, ¿ni siquiera llamó?”. Al colgar el teléfono se dirigió en tono

enfadado a todo el grupo de chicas que estaba en el despacho: “¿Pero por qué

cogeís un trabajo y luego no llamáis?”.

El colectivo de clientes de la Hermana Encarna no es sólo mujeres. Cada vez

acuden más hombres al servicio con el objetivo de buscar trabajo o bien de

acompañar a sus mujeres, ya que a veces surgen ofertas “para hombres” como

jardineros o chóferes. Algunos hombres que frecuentaban el centro pasaron a

formar parte del “equipo” de Héctor, ayudando en las ya mencionadas “tareas

masculinas”. Este grupo de hombres no recibe ninguna remuneración, pero de

salir algún empleo, ellos “tendrían prioridad”, como lo explicó Francisco, quien

también comentó que tiempo atrás había pintado la residencia y que suele

encargarse de hacer arreglos cada tanto cuando la Hermana lo llama. En una

ocasión, a media mañana, mientras un grupo de gente esperaba bajo la

pérgola, se corrió la voz de que buscaban a hombres. Como podía ser un

posible trabajo, rápidamente todos los hombres del grupo corrieron hacia

dentro del edificio, entrando por la puerta pequeña y desaparecieron durante

alrededor de una hora y media. Cuando volví a ver a uno de ellos que había

venido a acompañar a su mujer con su bebé de tres meses, ambos de

Honduras, le pregunté cómo le había ido y si había conseguido algún trabajo:

A: - Qué va! Era para ayudar nomás. Tenían que correr muebles y eso… GP: - Bueno, ¿pero te pagaron algo porque estuviste más de una hora, no? A: - No! Acá nadie paga, todo gratis nomás… Mano de obra gratis… [Con tono de resignación y un poco de mal humor].

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La cuestión de los favores, de la lealtad y del dar-recibir está presente en todo

momento en la relación patrono-cliente. Los hombres que acuden al centro en

cuánto figuras de clientes, al igual que las chicas, no pueden negarse a ayudar

si la Hermana Encarna o las Hermanas de la residencia requieren algún favor.

Por el contrario, dado la escasez de trabajos para hombres “sin papeles” deben

luchar aún más por demostrar esta lealtad imprescindible que requiere el

sistema.

Conclusiones

El papel de la Iglesia y de agentes religiosos como intermediarios laborales ha

sido superado. En el caso etnográfico que presento, la Hermana Encarna,

responsable de una bolsa de trabajo de personal doméstico, ejerce el rol de

patrono, dispensador de un medio, y las personas que acuden allí ejercen el

papel de clientes, definido como un colectivo necesitado que depende del

patrono para obtener sus objetivos. Los fundamentos para definirlo como un

estilo de patronazgo se basan en la forma de poder que ejerce la Hermana

Encarna, en la lealtad y culto que deben rendirle y en el clima moral propio de

la organización, o bien en su informalidad. Para sostener este sistema destaca

la figura de Héctor, definida como un eslabón en esta relación patrón-cliente, y

la religión católica, que funciona como legitimadora ideológica del patronazgo a

través de su poder institucional, sus recursos, espacios y agentes religiosos a

quienes se debe respetar.

Este esquema organizativo se forma a raíz de la incapacidad del Estado para

proteger y dispensar recursos a un colectivo que no reconoce. El intento de

monopolización de recursos – comida, ropa, trabajo – en manos de los agentes

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religiosos se convierte en una obra de caridad, en un favor que es otorgado por

el patrono, a cambio de lealtad y sumisión por parte del cliente. Siendo el grupo

de clientes/as definido como un colectivo homogéneo, el patronazgo reproduce

y perpetúa la desigualdad, a la vez que genera disidencias y rivalidades dentro

del mismo colectivo.

No obstante, algunas cuestiones quedan todavía pendientes: Si los

intermediarios religiosos actúan de esta forma poco ventajosa para las

“usuarias-clientas”, ¿cómo explicar que se trata de un lugar adonde acuden

diariamente multitud de población inmigrante extracomunitaria para conseguir

un trabajo? ¿Cuáles son las ventajas para las clientas?

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Capítulo 5: De clientas a empleadas domésticas

“Es preferible venir a los comedores que aceptar esos trabajos” (Marlen)

Introducción

El objetivo de este capítulo será analizar a las usuarias-clientas del servicio de

la Hermana Encarna como mujeres inmigrantes con estrategias y capacidad de

tomar decisiones. Partiendo de su papel de clientas y de colectivo

estereotipado como personas carenciales y sumisas, exploraré sobre los

discursos y representaciones que circulan sobre ellas en las redes de

reclutamiento. ¿Qué hay detrás de estas imágenes y estereotipos? ¿Por qué

acuden estas mujeres inmigrantes al servicio de la Hermana Encarna y cuáles

son sus beneficios, estrategias y resistencias? Los relatos de estas mujeres,

además de otorgarles voz y capacidad de agencia, también contribuirán a

desvelar cómo funciona este sistema de relaciones clientelares de poder y en

función de qué intereses.

Las fronteras

Las repercusiones de la gran afluencia de usuarias a esta bolsa de trabajo no

sólo se perciben en el interior del recinto, sino que constituyen una controversia

en el entorno, en especial entre el personal de la clínica Teknon. Una empleada

de la clínica – secretaria de un consultorio con ventanas hacia la calle que da al

centro religioso – me ha comentado en tono escandaloso que varios años atrás

“las chicas” hacían cola en el teléfono público de la clínica y usaban el lavabo.

Incluso una vez encontraron a una chica “lavándose el pelo en el lavabo!”.

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Personal directivo de la clínica se ha quejado con la Hermana por ese motivo,

así como también por las colas en la acera, y desde aquel entonces no dejan a

las usuarias del servicio entrar a la clínica y las han relegado a hacer la cola “al

lado de la muralla”, como ya he comentado. No es de extrañar que frente al

sistema que ofrece la Hermana Encarna, las personas que acuden al centro

necesiten usar un lavabo durante el transcurso de la mañana (el lavabo está

dentro del despacho al cual no pueden entrar hasta que sea su turno indicado

por Héctor) y que necesiten el teléfono con urgencia, ya que la Hermana les

suele recalcar que llamen enseguida a los posibles empleadores, a la vez que

también recalca la importancia de la higiene personal. Su rol de clientas hace

que prioricen las indicaciones de la Hermana frente a todo, incluso decidir

lavarse en un lavabo público si es necesario.

La pertenencia al colectivo necesitado que constituyen las clientas de este

servicio está delimitada por el uso de un espacio cuya frontera es tanto

simbólica como real. Las mujeres (y hombres) que acuden al servicio de la

Hermana Encarna tienen impedido el acceso al otro espacio, el cual

“pertenece” a una élite de altos ingresos que necesita esta fuerza de trabajo,

con el cual coexisten – pero no conviven - en la ciudad global descripta por

Sassen. Es decir, el servicio de la Hermana Encarna constituye un espacio

periférico dentro de la ciudad global. El territorio de la ciudad global de uno y

otros actores está bien definido y delimitado, aunque las distancias físicas entre

un espacio y otro sean de menos de un metro, ya que la verdadera distancia

que los separa está basada en formas de diferenciación como la clase social, el

origen, el aspecto físico y el sector laboral. Además de los acuerdos por la

utilización del espacio y los horarios, las prácticas cotidianas lo reproducen. En

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una ocasión, poco antes de las 9 de la mañana, se acercaba una chica

caminando. Del lado del centro religioso había un coche estacionado, en cuyo

interior había un hombre sentado en el asiento del conductor con la ventanilla

abierta. En cuánto la chica atinó a cruzar la calle hacia el lado de la clínica, el

hombre rápidamente le dijo “es ahí” señalando el portón del centro religioso. La

chica se volvió, miró hacia el centro y se dirigió hacia la puerta. Apenas unos

rasgos muy poco evidentes y quizás, la forma de vestir, distinguían a esta chica

que acudía por primera vez al servicio de la Hermana Encarna, como

perteneciente a un mundo y no a otro, dejando anulada su posibilidad de por

ejemplo, ir al médico o visitar a alguien en la clínica. El hombre no dudó en

señalarle el sitio de la Hermana Encarna apresuradamente, sin preguntarle

nada y sin que ella alcance a preguntar. Las fronteras sociales, simbólicas y

reales del territorio de ambos son inconfundibles, incluyendo el “límite de

usurpación” de cada sector social. El hombre puede estacionar del otro lado

pero ella apenas puede cruzar a la acera de la clínica. El espacio de “al lado de

la muralla” tiene el mismo significado. “Las chicas” no pueden ocupar un

espacio público de la ciudad global por ser la entrada de una clínica privada de

prestigio, por lo que intentan hacerlas invisibles – no verlas - al ser relegadas

detrás de “la muralla”. Algunas de ellas lo tienen claro. En una ocasión,

haciendo la cola “al lado de la muralla”, al preguntar cuándo abrirían la puerta,

una chica me contestó: “Depende, si somos muchas y a la Teknon le molesta,

nos vienen a buscar antes”.

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En primer plano, “la muralla” donde las mujeres hacen la cola por la mañana (a partir del buzón verde). Al lateral, se ve una de las entradas de la clínica. En la acera de enfrente, se pueden ver personas que se acercan al servicio de la Hermana Encarna, así como un hombre en la puerta.

Categorías y estereotipos

Las redes y circuitos de reclutamiento de personal doméstico son espacios

donde circulan constantemente discursos que construyen y reproducen

estereotipos. En los últimos años se han publicado diversos estudios sobre las

imágenes y representaciones sobre las mujeres del Tercer Mundo inmigradas

en España. Vanessa Saiz Echezarrieta y María José Sanchez Leyva han

realizado una investigación sobre las dinámicas del discurso social y su

interacción con el discurso mediático, analizando varios medios de prensa

escrita haciendo hincapié en las representaciones de las mujeres

latinoamericanas. Como punto de partida las autoras deducen que estas

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mujeres se invisibilizan en los medios porque se subsumen en la categoría

genérica de inmigrantes (presentada como mano de obra masculina) tomando

forma en torno a una serie de significantes como pobre, subdesarrollado, ilegal

y “sin papeles”, entre otros. (Saiz Echezarrieta y Sanchez Leyva, 2008). En su

trabajo, las autoras desglosan una serie de atributos que configuran un modelo

de identificación construido por oposición a la propia imagen de las mujeres

españolas: visibles, blancas, occidentales, desarrolladas, agentes liberadas,

independientes, autónomas, modernas, con identidad profesional, de vida

sexual normalizada y maternidad tardía planificada. Así, las mujeres inmigradas

de América Latina son percibidas con rasgos indigenizados, subdesarrolladas,

pobres, pacientes, sometidas, dependientes, sumisas, religiosas, tradicionales,

con una hipersexualización, de maternidad joven no planificada y con una

“identidad profesional” de empleadas domésticas (Saiz Echezarrieta y Sanchez

Leyva, 2008). Estas representaciones condicionan la forma en la que son

miradas y tratadas las mujeres inmigrantes por la sociedad, incluyendo posibles

empleadores/as que las quieran contratar. Belen Agrela Romero también ha

realizado un estudio sobre las imágenes y representaciones de las mujeres

inmigrantes, pero basándose en documentos, prácticas y discursos de las

políticas públicas de los servicios sociales de Andalucía. Si bien ha

desarrollado varios modelos que se construyen sobre ellas, también destaca

principalmente la imagen de mujeres carenciales, ignorantes, frágiles, víctimas,

tradicionales y subdesarrolladas, atributos que producen y reproducen

continuamente posiciones de subordinación (Agrela Romero, 2008). Este tipo

de trabajos, de reciente publicación en España, están basados en un

feminismo crítico al “feminismo occidental” que viene haciendo eco desde la

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década del 80. En una exhaustiva crítica a varios trabajos académicos

“occidentales”, Chandra Talpade Mohanty explicaba hace más dos décadas

que se asume una noción homogénea de la opresión de las mujeres como

grupo, lo que a su vez, produce la imagen de una mujer promedio del Tercer

Mundo, en contraste con la autorrepresentación implícita de la mujer occidental

(Mohanty, 1988).

Las imágenes y representaciones en torno a las mujeres inmigrantes o bien a

las mujeres del Tercer Mundo, se combinan con las representaciones que

señalé sobre el perfil de “criada” o empleada doméstica en torno a la suciedad,

la pobreza, el servilismo y la ignorancia (ya que este sector no requiere

formación y anteriormente lo cubrían mujeres rurales). Se construye así una

sujeta inferior, carencial y sometida que por su origen y condición no tiene más

expectativa que trabajar en el servicio doméstico y por lo tanto acude a estos

servicios. Los adjetivos que se asocian a este perfil de empleada doméstica

tienen estrecha vinculación a la información y percepción que se tiene de sus

países de origen: subdesarrollados, pobres y atrasados, y que a su vez van

acompañados por la compasión y el paternalismo por parte de la sociedad

europea “no racista”, actitud que también suelen ostentar empleadoras y

empleadores.

En los servicios de reclutamiento de empleadas domésticas se reproducen

continuamente estos estereotipos, a la vez que se construyen otros sobre las

“mujeres sudamericanas”31, dado que el colectivo latinoamericano es el que

más cubre el sector actualmente. Estos pueden ser tanto negativos como

positivos: “las sudamericanas no saben limpiar”, “son irresponsables e

31 Es común que se utilice popularmente el término “sudamericanas” para referirse indistintamente al colectivo latinoamericano, aunque las procedencias no sean específicamente de América del sur.

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impuntuales”, “incumplidoras”, “dulces para cuidar abuelos”, “cariñosas”, etc.

Algunos se pueden demostrar en base a los discursos de los intermediarios,

como en el discurso de Carmen, de la “llar Santa Teresa”, quien a pesar de

intentar hacer esfuerzos para “desmontar” algunos estereotipos, también los

reproduce:

Carmen: …“porque recibíamos muchas quejas de que la gente de fuera no sabe limpiar, que no sabe organizar, que usa mucho tiempo, que son muy lentas… Y eso no es cierto.”

GP: Ah, ¿Las mismas señoras se quejan? ¿Se te quejan a ti?

Carmen: “Normalmente, o sea, se quejan, no a mí concretamente, pero la calle lo dice… La opinión generalizada, es decir, hay gente que es muy buena cuidando gente mayor porque es muy dulce. Hay gente de Latinoamérica, de determinados países que cuidando gente mayor es un encanto porque es muy dulce y es su forma de actuar y tal… sin embargo, a la hora de trabajar y de llevar una casa, pues, ja ho farem, no?”

En la bolsa de trabajo de la Hermana Encarnación los estereotipos y estigmas

sobre el colectivo femenino latinoamericano se reafirman aún más. Además de

generalizar a todo el colectivo bajo su rol de clientas, la Hermana Encarna

reproduce estos estereotipos en sus discursos para con ellas y al parecer, para

con la parte empleadora:

GP: ¿Qué tipo de problemas más frecuentes les dice la gente sobre las chicas?

HE: Pues que no son cumplidoras, que a veces llegan tarde, que otras veces son un poco lentas… cosas así.

GA: ¿y pueden hacer alguna intervención, para mejorar condiciones o para que no tengan problemas?

HE: Pues se lo decimos, que sean despabiladas y que se saquen el trabajo de encima, nosotros les decimos lo que las señoras nos dicen.

También en base a los países de origen, dentro del colectivo latinoamericano,

se configuran estereotipos, estableciendo casi un “ranking” o “castas”. La

Hermana Encarna no tiene ni un mínimo pudor en reproducirlos:

“Ah, ¿Era Dominicana? ¡qué raro! Porque las dominicanas son listas...” (Conversación por teléfono con una empleadora).

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“A ver esta tiene que ser lista, porque dice si es filipina, mejor, y las filipinas son listas…” (Dirigiéndose a las chicas, leyendo un anuncio).

“Son un poco… las sudamericanas… las argentinas, no, la verdad es que sois ligeritas… os parecéis mucho a los españoles… mira, viene del paraguay que han trabajado en argentina y ya estoy segura que trabajan bien. O del Perú, también a veces han trabajado en argentina… Me parece que los argentinos sois un poco exigentes para el servicio domestico… (…) Las [de Bolivia] que han trabajado en Argentina, pero las que vienen de Bolivia directamente son mas paraditas… Son mas… Se nota que no han trabajado… Depende también, depende…(…)Las paraguayas suelen ser buenas trabajadoras…” (Entrevista realizada durante el trabajo de campo32).

Intercalado a la nacionalidad, aparece también la etnicidad o el color de la piel

entre los discursos y representaciones, por parte de las religiosas, las

empleadoras o empleadores y por parte de las mujeres y hombres que acuden

al servicio. Mujeres de varios orígenes comentan el hecho de que “si eres

blanca es más fácil” y que por eso “ahora buscan paraguayas”. Yolanda, de

origen paraguayo, rubia y de 52 años, quien acababa de conseguir su segundo

trabajo, me comentó cómo consiguió su primer trabajo en 2006 cuando recién

llegó a Barcelona:

“Conseguí trabajo a los tres días, tuve suerte… bue, sí y la gente es un poco racista. Eran 25 para la entrevista y yo pasé primera. (…) Escuché que la señora dijo no entrevistaré mas, me quedo con esta nomás, con la que pasó primero, porque es rubia y mi suegra es muy racista. Claro, las de la cola eran bolivianas.”

El tema del racismo y la discriminación en relación a las mujeres negras de

África también está presente en las redes de reclutamiento de empleadas

domésticas. En la bolsa de trabajo de la “llar Santa Teresa”, Carmen se refiere

a las dificultades de las chicas negras para conseguir trabajo y a cómo aborda

ella el tema:

“A ver, la mujer de Africa y de color cuesta mas, eeh… sobre todo gente…bue.. no podemos generalizar, no? Pero quiero decir cuesta bastante, el tema del racismo está muy presente… (…) Lo intuyes, entonces es tu trabajo el desmontarle la historia, no? Por eso, no se, yo, la gente que tenemos de color que está trabajando alguna ha

32 Como ya expliqué en el capítulo metodológico, es evidente que el origen y posición de la investigadora ha influenciado en el relato de la Hermana.

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costado… Pasa que, claro, es que a la gente no le puedes decir que es por su color pero ha sido básicamente por eso…”

Por su parte, la Hermana Encarna también reconoce el racismo, al cual se ha

referido en la entrevista al preguntarle si venían chicas de África: “(…) Algunas,

sí, pero son un poco racistas la gente todavía, que no las quieren negras,

hija...” Esta temática merece una investigación más exhaustiva y en

profundidad, partiendo de las mujeres inmigrantes que no van al servicio de la

Hermana Encarna de forma masiva, como son las mujeres africanas

subsaharianas, cuyo estereotipo está relacionado a la prostitución y constituyen

lo más bajo de los estratos o “castas” entre las mujeres inmigrantes.

Otro tipo de representaciones se perciben a través del perfil de chicas que se

pide en las ofertas. En los anuncios leídos por la Hermana Encarnación, es

frecuente escuchar “que sea limpia”, “que sea espabilada”, “que sea

responsable”. Llama la atención en particular, la cantidad de veces que se

refieren a la higiene personal (“que sea limpia”). Lo que es obvio para cualquier

trabajo (¿quién pediría alguien sucio?), se convierte en un requisito explícito, el

cual incluso lo encontramos en las “reglas para chicas fijas” de la agencia

Casanovas como si fuera una cualidad a destacar entre una mayoría de

mujeres sucias o sin hábitos higiénicos. Ya que en ofertas de trabajo de

cualquier sector no se suelen añadir al perfil cualidades relacionadas a la

higiene personal, se ha de suponer que es una característica propia del servicio

doméstico en tanto sector que opera en el ámbito privado del hogar,

considerado pulcro, puro y sagrado. Este tipo de requisitos también reafirma el

sentido de propiedad y dominio hacia la persona empleada y su cuerpo, como

fuerza de trabajo y como personalidad, al que se refiere Anderson. Todos los

estereotipos, ya sea en relación a la etnicidad, a aspectos físicos o cualidades

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personales, apuntan a moldear de forma combinada el tipo de mano de obra

específica que se requiere para el servicio doméstico en el actual contexto

español de “globalización de los cuidados”.

El ilustrador reproduce el estereotipo de empleada doméstica, con un fenotipo de tipo “andino”: pelo moreno, algo robusta y de baja estatura, en oposición al modelo de mujer “europea”: Alta, rubia y esbelta. Su posición un tanto encorvada y mirando al suelo expresan sumisión. La sombra en el rostro podría simbolizar la invisibilidad. Esta limpiadora también trabaja para la misma ciudad global que la relega y discrimina.

Ofertas y mano de obra

Las ofertas de trabajo que se presentan en el servicio de la Hermana Encarna

dan cuenta del perfil de las mujeres inmigradas para cubrir el servicio

doméstico en cuanto a sector desprestigiado, infravalorado, feminizado y

precario. Como en el caso de la higiene, otros requisitos explícitos en los

anuncios de la Hermana también se refieren a aspectos personales de la

empleada. Lo que en cualquier otro medio oficial no sería aceptado o bien sería

objeto de denuncias, en el servicio de la Hermana puede ser frecuente: un

anuncio requería una chica “sin marido y sin hijos… aquí”, donde también se

aclaraba que la familia (donde sí había una niña) “se llevaría” a la chica dos

meses a Marbella. Además de la carga inherente al servilismo de antaño, los

derechos de la empleada en cuanto a persona son olvidados por completo en

función y disposición total de la familia proveedora del trabajo y necesitada del

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90

servicio, por lo que se infiere que en el caso de que se enamore o quede

embarazada, pierde el trabajo (lo cual suele ocurrir). El anuncio bien podría

decir: “sin derecho a enamorarse y a ser madre”. Pero el otro aspecto relevante

a tener en cuenta es el “aquí”. A través de este tipo de requisitos, se refleja una

sociedad europea condescendiente con los Estados-nación cuyas leyes

restringen cada vez más el derecho a la reagrupación familiar impidiendo a

madres pobres – por ser pobres y por provenir de países empobrecidos - a

estar, cuidar y vivir con sus hijos/as.

La preferencia por un determinado país de origen es otro requisito que puede

esconder algún beneficio exclusivo de la parte empleadora, como lo es contar

con la mano de obra barata, como lo demuestra este caso: La Hermana

Encarna salió al patio acompañando a una mujer que buscaba “una paraguaya

joven”. La oferta consistía en “llevar la casa” con dos hijos/as de 4 años y un

año y medio, de 8 de la mañana a 9 de la noche, y algunos días se quedaría a

dormir, con un sueldo de 800 euros33. Entre Héctor y la Hermana señalaron

algunas pocas chicas para que la mujer las entreviste allí mismo. Al terminar,

dos de ellas comentaron que lo primero que les preguntó la mujer era el tiempo

que llevaban en España y explicaron que no tenía intención de “hacerles los

papeles”. Como las que llevan más de tres años tienen posibilidad de

regularizar su situación por arraigo social34; la mujer, que al parecer lo tenía

claro, prefería escoger chicas que llevaran poco tiempo en el país para no

pagar la seguridad social – y las mujeres paraguayas constituyen el colectivo

33 Una oferta de trabajo sumamente ilustrativa de lo que Martinez Veiga (2004) llama modalidad “pseudo-externa” en el servicio doméstico, con peores condiciones que la modalidad interna: totalmente al servicio de la familia, pero sin habitación propia. 34

El reglamento de la Ley de Extranjería 4/2000 permite conceder el permiso de trabajo y

residencia acreditando permanencia continuada en España durante al menos tres años y contar con una oferta de trabajo, entre otros requisitos.

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que ha llegado mas recientemente. Finalmente, la mujer escogió,

efectivamente, a una chica joven de origen paraguayo que llevaba pocos

meses en España.

El hecho de que el servicio de la Hermana Encarna sea el más masivo de

Barcelona no es fruto de la casualidad ni de ningún orden divino, sino que se

relaciona con este tipo de condiciones de las ofertas que se presentan. Tal

como lo afirmaba la asistenta social de las RMI, la Hermana no interfiere en las

condiciones de los puestos de trabajo ofrecidos, aunque sean de sueldos bajos

u horarios super intensivos con poco tiempo de descanso. En la entrevista

realizada, la Hermana aclaró que el sueldo estipulado que ella suele decir es

de 850 euros, “pero algunas no pueden y dicen yo pago tanto…” En efecto,

varias mujeres me han comentado que han trabajado por menos dinero (700 o

600 euros en algunos casos) y que cuando hicieron un reclamo a través de la

Hermana, esta “no pudo hacer nada”. Pero al preguntarles por qué no acudían

a buscar trabajo al centro RMI por ejemplo, si no estaban conformes con el

servicio de la Hermana, la mayoría contestaba que allí casi “no salía trabajo”,

“nunca te llaman” y había que esperar mucho. Aceptando cualquier tipo de

oferta sin interferir en las remuneraciones (aunque simule tener voluntad para

ello), la Hermana Encarna mantiene un volumen importante de ofertas de

trabajo para mantener su servicio y su volumen de clientas.

Cuando las ofertas de trabajo escasean, la Hermana y su equipo recurren a

otras estrategias como el reparto de alimentos o ropa ya mencionados. El envío

de varias chicas a un mismo puesto de trabajo, así como la probabilidad de que

la Hermana repite algunas ofertas también podrían ser parte de estas

estrategias. Conforme transcurría mi trabajo de campo, cada vez más mujeres

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comentaban que al llamar al empleador/a, le contestaron que ya habían

seleccionado a otra chica o que “la Hermana ya ha enviado otra”. Algunas

mujeres confirman el hecho de que se leen las mismas ofertas: “Ayer sólo leyó

5 ofertas en toda la mañana… Después se fue, se quedó Rosa y leyó las

mismas ofertas…” (Patricia).

Como comentaba en el capítulo anterior, Héctor también habla en sus

discursos dirigidos al grupo sobre la mala situación del mercado de trabajo:

“Hoy voy a sacar no mucha gente, voy a hacerlos quedar para que… para que no se aburran… Dos días seguidos que no sale trabajo de nada. No sale trabajo de nada, nada. Ya la hermana me lo ha dicho esta mañana... nada. (…) Si algún trabajo se te presenta en cualquier momento, no lo repeles, no lo eches a perder si la señora quiere trabajar contigo. Cuidado que hay mucha gente que ya no sabe qué es lo que va a hacer. Mucha gente. 6, 7 meses, 8 meses sin trabajo, y tanto el marido como la mujer, ya por favor. Los trabajos están empezando a decrecer… Bastante. Mucho, mucho. Yo ya les digo ayer no ha salido nada, como se ha dicho. Los que quieren irse, pueden irse, a buscar por otros lados. Pueden ir por otras agencias, pueden irse. (…) Bueno, pero no todos los días es así, no? No todos los días es así. (…) Todo depende la fe que le tengas al señor. La fe hacia el señor es la que mueve montañas. Si tu te has apegado al señor y le has pedido trabajo, te dará trabajo. Ahora hay que estar mas apegados al señor. La situación se está poniendo… muy mal, ya…” (Hector, 13/03/2009) Aunque tengan un tinte religioso, las palabras de Héctor aluden a una

desesperación y a tomar decisiones con urgencia, lo que lo lleva a actuar en

beneficio del mercado de trabajo – aunque no sea su intención directa – ya que

justifican y legitiman el aceptar cualquier empleo, sea cuales sean las

condiciones. Héctor intenta amortiguar esta frustración por la falta de trabajo a

través de su rol de pseudo-predicador, convirtiendo la situación “de crisis” en

una maldad divina que sólo la fe - o la providencia divina - puede solucionar. El

trasfondo de este tipo de mensajes ambivalentes e incluso contradictorios –

“las dejo quedarse pero no hay trabajo”, “todo está muy mal pero puede

mejorar con la fe”, “vayan a otros lados pero pueden quedarse” - radica en el

mantenimiento de la afluencia masiva de clientas que sostienen el patronazgo

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(del cual también depende el empleo de Héctor). El volumen de clientas hace

que la rivalidad por destacarse y por la lealtad hacia la Hermana aumente, a la

vez que la desesperación ante tanta competencia de clientas fuerza a algunas

chicas a resignarse a aceptar un trabajo en condiciones de explotación total,

favoreciendo a empleadores/as abusivos/as. Hacia el final del trabajo de

campo, escuché de voz de la Hermana la siguiente oferta: “De 12 a 20 hs.,

sábados de 9 a 13 hs. 500 euros” [45 horas semanales]. Varias chicas se

miraron entre sí, pero una sola levantó la mano por lo que la Hermana la llamó

y le asignó la oferta. Por algún lado de la sala, se sintió una voz: “Irás tu sola”.

Los circuitos de reclutamiento de empleadas domésticas que filtran este tipo de

ofertas sin ningún reparo se convierten en cómplices de empleadores/as

usureros/as que forman parte de un mercado laboral que necesita mano de

obra barata y dócil. Pero “las chicas” inmigradas lo perciben e intentan resistir.

Las mujeres inmigrantes: estrategias y resistencias

Los circuitos de reclutamiento, así como los servicios de acogida en general,

son un medidor de los flujos migratorios aún antes que estos figuren en las

estadísticas oficiales, ya que acuden a ellos personas extranjeras recién

llegadas en situación irregular. La misma Hermana Encarna conoce la

evolución de los flujos, sobre los cuales me he referido en el capítulo dos. Tal

como ella comenta, desde hace varios años acuden al servicio de forma

masiva mujeres de Bolivia, tanto de la provincia de Santa Cruz como de la

parte andina, de ciudades como Cochabamba, La Paz y Sucre. Actualmente se

observa un volumen importante de mujeres de Paraguay y de Honduras.

Mujeres de Perú, Ecuador y Colombia también acuden al servicio, aunque su

afluencia dejó de ser masiva. Algunas de ellas llevan tiempo en España y ya

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tienen “papeles”, otras han acudido al servicio tiempo atrás y han vuelto de

forma esporádica porque se han quedado sin trabajo recientemente a raíz de la

crisis u otros problemas, y muy pocas, son recién llegadas. Asimismo, he

podido observar la presencia de mujeres de Argentina, Uruguay, Nicaragua,

República Dominicana y de otros países de América Latina. Se ha de destacar

también, la cada vez más frecuente afluencia de mujeres de Rusia o países de

la ex URSS como Bielorrusia, Georgia o Armenia, lo que también comentó la

Hermana durante la entrevista. En algunas ocasiones, se observa la presencia

de mujeres del Magreb o de África subsahariana pero en una proporción de

aproximadamente de una o dos personas entre cien. En cuánto a los hombres,

de modo general, se puede decir que proceden en su mayoría de Bolivia,

Honduras y Paraguay.

Como es un servicio donde acuden en su mayoría personas recientemente

inmigradas y requiere largas colas y esperas, para muchas mujeres y hombres

constituye un importante espacio de socialización, donde circula diversa

información y donde la gente se relaciona, al igual que en otros servicios de la

amplia “red de acogida” de Barcelona. Una joven de Honduras, recientemente

llegada, no había conseguido trabajo pero estaba muy contenta por haber

acudido al servicio de la Hermana Encarnación. Tenía un bebé de 40 días y su

marido había sido deportado. Conversando en el patio, conoció a una chica de

Bolivia que le ofreció una habitación y poder empadronarla35. Historias

similares suceden a menudo en este tipo de redes de reclutamiento, en tanto

35 El empadronamiento es un requisito sumamente útil e importante para toda persona inmigrada recién llegada aunque no tenga “papeles”, ya que garantiza la sanidad y la educación, entre otras cosas, además de probar la permanencia en el país.

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son también redes sociales. Si bien se detecta un claro componente de

necesidad, es un espacio donde se generan soluciones y estrategias.

Cuando acaba el protocolo de primera hora de la mañana del servicio, las

mujeres que se quedan en el patio trasero, se muestran distendidas. Entre los

grupos surgen conversaciones amenas en un clima amistoso y cordial. Los

temas de conversación más recurrentes son los relacionados con el servicio

doméstico como sector laboral (experiencias buenas y malas, sueldos, lugares

de trabajo, especialidades, etc.) y temas relacionados al proceso migratorio en

general, lo que permite a las mujeres que acuden al servicio, intercambiar

opiniones y recibir o dar consejos y sugerencias, con lo cual se van diseñando

las tomas de decisiones y las estrategias personales más favorables. La

precariedad y la explotación siempre acaban aflorando en las conversaciones y

las mujeres demuestran su resistencia a ser explotadas. Una mujer joven de

Paraguay que intercambiaba consejos entre un grupo de compatriotas,

comentaba acerca de la oferta que le habían hecho, la cual pensaba “que era

un trabajo normal”: llevar una casa con 4 habitaciones y cuidar los niños. Pero

también “la señora” tenía tres tiendas, las cuales tendría que limpiar, así que

dijo que no: “la señora muy buena, muy sencilla… pero además de la casa, tres

tiendas!!”, a lo cual una compatriota acotó, entre risas y tono escandaloso: “Así

te matan más rápido”.

El servicio de la Hermana Encarna ha de entenderse también dentro de la red

de “acogida” de Barcelona, que incluye todo tipo de servicios asistenciales:

laborales, a los cuales ya me he referido, y comedores, la mayoría también

gestionados por la Iglesia Católica. Es frecuente que la gente que se marcha

del centro de la Hermana Encarna, a media mañana o al mediodía, acuda en

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pequeños grupos a este tipo de servicios, especialmente a la “agencia de la

Pura”, a otras iglesias o a comedores en la zona de El Putxet. Tal como

comenté en alusión a las estrategias metodológicas, en algunas ocasiones

durante el trabajo de campo, tuve la oportunidad de recorrer en grupo estos

circuitos, comprobando también como actuaban como lugares de encuentro y

socialización, así como espacios de intercambio de opiniones y estrategias. En

los comedores de beneficencia de la zona de El Putxet, las mujeres

inmigrantes latinoamericanas que conocí, aunque mantengan el estigma de

colectivo necesitado, se despojan del rol de clientas de Encarna y aprovechan

para comentar lo mal que se sienten o son tratadas en el servicio (así como en

la “agencia de la Pura”), intercambiando diversas anécdotas y opiniones sobre

el papel de los intermediarios laborales. En relación a varias experiencias

laborales, además de la explotación y precariedad, afloran también los miedos

e inseguridades, ya que los empleos son en hogares privados sin garantía “de

caer en buenas manos”. Sandra fue una de las que mas manifestó esta

preocupación, con la aprobación de todo el grupo sobre su comentario: “Así

como nosotras les mostramos la garantía [referencias], ellos también deberían

dárnosla, porque después si te pasa algo, ¿quien reclama?” Al preguntarle si

confiaba en la Hermana, ya que se supone que conoce a la gente empleadora

como religiosa e intermediaria, Sandra contesta: “¿Tu crees? La Hermana

levanta el teléfono, quiero una chica, y allí vamos todas corriendo36, ¿Qué sabe

dónde nos manda?”

Al conversar sobre los sueldos que reciben y el tipo de trabajo, estas mujeres

tienen claro cómo funciona el mercado laboral y cuáles deberían ser sus

36 Sandra también percibe este rol de clientas desesperadas que confían y obedecen a la Hermana ciegamente.

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reivindicaciones y resistencias frente a la explotación, como lo demuestra esta

significativa conversación en la cola del comedor sobre la calle Ganduxer entre

mujeres de diversas procedencias: Sandra (de Bolivia, Provincia de Santa

Cruz), Marlen (de Honduras), Cati (de Ecuador), Silvia (de Perú)37 y Nieves (de

Argentina).

Sandra: - Nos van a querer pagar 500, 400. Eso va a ser nuestros sueldos de aquí a unos meses mas, acuérdense, no van a querer pagar, nos vamos a ir a trabajar por 500, acuérdense lo que les estoy diciendo, ahora, porque ya… Es como dice ella, si nos pusiéramos de acuerdo, bueno, pues, si ahora a casi nadie 800, 900 euros no alcanza, no alcanza…

Marlen: - Se empiezan a acostumbrar y ya, cuando vas a decir señora auménteme…

Sandra: - Ya. No, claro, no.

Marlen: - Y aunque a ellas les hayan aumentado, ellas no van a gastar en eso porque…

Sandra: - Si, es verdad. Hay mucha gente. Por ejemplo yo, viene una mujer ahora, una jefa digamos, a ver necesito una chica. Yo, yo, yo, decimos las tres. Nos entrevista, digamos, supongamos, y hay una de nosotras que lo necesita a ese trabajo. Yo voy a vos pagarte 800… Si, si, pago 800. Yo me voy por 600 y lléveme a mi… Y ahí ya se va acostumbrando la gente, ahí ya. Ya esa mujer comenta, ándate a tal Iglesia, que hasta por 600 euros, allá traes empleada… Yo escuchaba mi misma jefa que yo trabajaba hará unos tres meses atrás, me decía a mi, si estás acobardada vos, hay muchísima gente donde no se donde me cuenta mi nieto que se van hasta por 400, y tu ganas 900… (…) Sabe qué señora Pilar, le decía yo, ellas tienen… y se ganan su trabajo, pero si usted está descontenta conmigo, vaya búsquese una por 300, 400, vaya a hacer cola allá donde la hermana Encarnación… Le decía yo y no me dejaba, pero cada vez era lo mismo y lo mismo.(…)

Nieves: - le vamos a decir sos tonta o qué por regalar tu lomo, no ves que cuesta. Les llevamos, le secuestramos por ahí… [risas]

Marlen: - No, solo porque tienen miedo de quedarse en la calle pero para eso… Lo que pasa es que ellas le van regando la onda, de ahí dice yo pago tanto… (…)

Cati: - Yo me encontré el otro día en el metro con una de Bolivia y me dice yo estoy trabajando en una casa, hace doce horas y le pagan 400. [voces de fondo de tipo abucheo]

Nieves: - Pues le hubiéramos agarrado a esa…

Cati: - Le digo y cómo duermes, como comes, cómo te vistes… Yo no se que me dijo, a mi sí me alcanza me dijo, será que le hacen dormir en el suelo.

Marlen: - Hombre, le ha de alcanzar o ha de tener alguna otra ayuda también. Pero cuando uno depende de eso para pagar habitación, pagar comida, los viajes…mmm… Los viajes, cada enero suben los viajes y estas señoras pagando 400 quieren pagarlos toda la vida… Y después que?

37

No figura en el extracto del diálogo pero estaba participando, escuchando y asintiendo.

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Estas mujeres, de distintos orígenes y que recién se conocían entre sí, rompen

con los estereotipos de mujer carencial, sumisa, sometida y dócil, reivindicando

sus derechos como trabajadoras. Sandra no se equivocaba. En efecto, un mes

después, la Hermana Encarna leyó la oferta de 500 euros por 45 horas

semanales a la que me referí en el apartado anterior. Tal como insinúan estas

mujeres, los intermediarios laborales son también cómplices de esta situación

de precariedad y explotación - nótese que no involucran al Estado en su

diálogo, la desvinculación mutua es total - , dejando a la Hermana Encarna (y a

la Iglesia) como un servicio de reclutamiento de mano de obra barata y dócil.

Pero también aparecen otros actores “culpables”: las empleadoras usureras, a

las que siempre se refieren en femenino, quienes aparentemente no quieren

aumentar los sueldos; y “las otras”, las mujeres sometidas que sí aceptan estos

trabajos “porque tienen miedo de quedarse en la calle”, representadas por las

mujeres de la Bolivia andina. Sandra, la única originaria de Bolivia (pero de la

provincia de Santa Cruz, región no andina) en este diálogo, me explicaba al

oído mientras transcurría la conversación: “son las collas…” Al igual que

ocurre con las mujeres negras de Africa “que lo tienen más difícil”, las mujeres

“andinas” también representan uno de los últimos estratos entre las mujeres

inmigrantes por su estereotipo (basado en un factor étnico-racial) de sometidas.

Este tipo de imágenes y representaciones permite estratificar y precarizar cada

vez más el mercado de trabajo, en tanto siempre habrá otro grupo de mujeres

mas necesitadas y desesperadas que acepten empleos de menos dinero. No

obstante, en el diálogo se puede entrever cierta comprensión hacia estas

mujeres: “tienen miedo”, “lo necesitan mas”. Más allá de las culpables38, la

38 Las culpables son mujeres: la Hermana, las jefas y “las otras”, mientras los grandes ausentes son los hombres y el Estado, aspecto que dejaré para ser analizado en otra investigación más

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convicción de resistir, las ganas y la necesidad de comenzar a organizarse

fueron expresadas. Marlen acaba la conversación con una frase contundente:

“Es preferible venir a comedores que aceptar esos trabajos”.

En este tipo de resistencias a la precariedad, a través de los mismos relatos de

las mujeres, también se refleja cómo se relaciona el patronazgo con el mercado

de trabajo. ¿Por qué existe esta forma tan peculiar de reclutamiento de

trabajadoras? ¿Y por qué especialmente la dirigen agentes de la Iglesia

Católica? Estas últimas pistas cierran el circuito conformado por el triángulo

entre el patronazgo, la religión y el mercado de trabajo.

Conclusiones

La afluencia masiva de usuarias-clientas al servicio de la Hermana Encarna

como “colectivo necesitado”, los estereotipos y representaciones que circulan,

la relación de dependencia y la rivalidad por la lealtad que genera el

patronazgo, sumado a la escasez de ofertas y a la situación de crisis general

apuntan en la misma dirección: la explotación de una mano de obra dócil,

sometida y vulnerable en un mercado de trabajo global basado en la

precariedad. El papel de clientas otorgado por intermediarios patronos hace

que se moldee y reafirme un perfil de empleada doméstica en función

exclusivamente de las necesidades de las empleadoras y los empleadores, y

que va en concordancia con los estereotipos asignados y reproducidos desde

los medios de prensa y desde las políticas públicas.

Sin embargo, estas mujeres se desenmascaran de esos atributos para

destacar sus resistencias a ser empleadas precarias en una sociedad que las

exhaustiva desde una perspectiva de género.

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maltrata ignorando sus derechos como trabajadoras y como personas. Es

necesario otorgarles voz y visibilizarlas para deconstruir sus estereotipos y sus

figuras de víctimas. Además de desenmascararlas, sus relatos ayudan a

pensar cómo se conjuga el patronazgo a favor del mercado de trabajo y

amparado por la religión.

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Capítulo 6 - Conclusiones, discusiones y aperturas

Servicio doméstico y redes de reclutamiento en la ciudad global: El servicio doméstico es un sector indefinido entre el espacio público y privado

encarnado por la figura de la “criada”. Las empleadas domésticas se mueven

en el ámbito privado e íntimo del hogar y, aunque su trabajo está regulado, no

acaba de asimilarse totalmente como un trabajo, sino que es considerado un

servicio personal. A través de las redes de reclutamiento del personal

doméstico se percibe la precariedad, informalidad, invisibilidad y el desprestigio

que aún mantiene el servicio doméstico como sector laboral, dadas sus

representaciones asociadas a la suciedad, al servilismo, la pobreza y la marca

de status. El hecho de que el servicio doméstico siga siendo un sector

feminizado se debe a la “domesticidad” de la mujer y a la actual división sexual

de trabajo que aún persiste a nivel global. Si bien desde Europa se han

comenzado a construir las llamadas “políticas de igualdad”, la división sexual

del trabajo se traspasa y reproduce a nivel de mercado global, a través de lo

que algunas autoras denominan “globalización de los cuidados”. Mujeres de

países empobrecidos migran para realizar trabajos domésticos y de cuidados,

lo cual vincula directamente al servicio doméstico con la feminización de la

pobreza y la feminización de la supervivencia ya que estas mujeres encuentran

una oportunidad para ganar dinero y llevar adelante sus hogares. En las redes

de reclutamiento afloran las estrategias de las mujeres para buscar trabajo, que

van en función de sus necesidades y objetivos del proceso migratorio.

Los servicios existentes dentro de la gran red de “acogida” de personas

inmigradas, como es el servicio de la Hermana Encarnación se pueden también

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interpretar como un espacio “periférico” dentro de la ciudad global definida por

Sassen. Los actores sociales de la ciudad global, diferenciados por pertenecer

a diferentes clases sociales y orígenes, también se distinguen en la utilización

del espacio asignado a ambos sectores sociales. Las mujeres usuarias del

servicio de la Hermana Encarnación, personificadas y estigmatizadas como

empleadas domésticas inmigrantes, son relegadas e invisibilizadas socialmente

en el espacio público aunque su fuerza de trabajo es necesitada en el espacio

privado. Es decir, que ambos sectores sociales son definidos por fronteras

simbólicas pero también por fronteras reales y precisas. En este sentido, las

redes de reclutamiento o bien los servicio de inserción laboral de población

inmigrante, conforman un espacio donde se podría hipotetizar sobre la

construcción de la subalternización social de ciertos grupos.

El estudio en y sobre las redes de reclutamiento ofrece la posibilidad de

indagar más a fondo en cómo se produce el acceso al empleo, lo cual puede

generar y resolver algunos planteos como: ¿Es la actividad laboral lo que

define la posición social del colectivo inmigrante? como lo afirman estudios

sociológicos, ¿o es la posición social la que define la actividad laboral?

El papel de la Iglesia Católica en las redes de reclutamiento:

La nueva modalidad de la “globalización de los cuidados” es una oportunidad

para la Iglesia Católica de revitalizar un campo de acción que considera propio:

la inserción laboral de mujeres pobres y marginadas, quienes actualmente son

inmigrantes procedentes de países empobrecidos.

Como el Estado no reconoce a las personas inmigradas que vienen de forma

“irregular” a buscar trabajo en España, algunas congregaciones incluyen esta

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103

labor en sus tareas de beneficencia y caridad. Por otro lado, a pesar del

proceso de secularización, la Iglesia Católica continúa siendo un importante

referente tanto entre la población inmigrada – especialmente entre el

contingente latinoamericano – como entre la población española, a la vez que

sigue siendo referente de sectores sociales de clase alta y baja. El papel de la

Iglesia Católica en el reclutamiento de mujeres para tareas domésticas podría

interpretarse dentro de la “globalización de los cuidados” como un agente

dispensador de trabajo o bien como otro actor social presente tanto en la

ciudad global como en la periferia, que hace de enlace.

La intervención de agentes eclesiásticos en la inserción laboral de mujeres (y

de hombres) inmigrantes trae a colación diversos planteos: ¿Cómo influyen en

el mercado laboral y en la “inclusión social” de estas personas? ¿Se produce

algún tipo de filtro o selección según los criterios de estos agentes? ¿Las

intervenciones (o no intervenciones) de los agentes eclesiásticos se

materializan o traen consecuencias en el ámbito laboral?

En contraste con las agencias de empleo que tienen un perfil claramente

comercial, el trabajo canalizado a través de labores de beneficencia se

convierte en una obra de caridad y es interpretado como un favor, abriendo el

debate sobre las ventajas y desventajas de pagar dinero, o no, para obtener un

empleo.

El rol de los intermediarios laborales, ya sean agentes eclesiásticos, agencias

privadas, ONG’s o el propio Estado, debería ser analizado más

exhaustivamente valorando su importancia, dada su influencia en el mercado

laboral y en la vida de las personas trabajadoras. Algunos aspectos de esta

labor deberían ser mejor regulados, especialmente los requisitos de las ofertas

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de trabajo, teniendo en cuenta los derechos laborales, sueldos, horarios o las

reivindicaciones de las mujeres que trabajan de empleadas de hogar.

Poder clientelar en las redes de reclutamiento:

En el caso de estudio del servicio de la Hermana Encarnación, analizado de

forma etnográfica, se comprueba una forma de organización que concuerda

con la definición de patronazgo (Gellner, 1985). Las evidencias que explican el

patronazgo se fundamentan en el rol de la Hermana Encarnación y su

ayudante Héctor, y en las relaciones asimétricas de poder entre estos dos

agentes-patronos y las usuarias y usuarios del servicio, personificados como

clientes. Esta forma de operar también se corresponde con la irregularidad o

bien con el propio clima moral de la organización, en palabras de Gellner

(1985), conjuntamente con la ausencia del Estado. A través de este caso de

estudio se ha comprobado que la no intervención del Estado puede dar pie a la

emergencia de sistemas patronales, los cuales a la vez que solucionan cosas

pueden generar conflictos como ser las disidencias y rivalidades entre usuarias

del servicio.

Este sistema patronal también se corresponde con las representaciones del

servicio doméstico en cuanto sector desprestigiado y de bajo status. Las

usuarias del servicio que encarnan diversos estereotipos como mujeres

inmigrantes, latinoamericanas y además como empleadas domésticas, también

acarrean un estigma formando parte del colectivo de clientas, entendiendo

como tal un colectivo necesitado reconocido públicamente. Al ser las usuarias

de origen inmigrante, este sistema patronal no atenúa, sino que reproduce y

perpetúa la profunda desigualdad global a nivel local. Las mujeres inmigrantes

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convertidas en clientas de Encarna y en empleadas domésticas son vistas

como seres marginales, desgraciados, sin capacidad de agencia y de tomar

decisiones, atributos que a la vez le convienen a un mercado que requiere

mano de obra dócil y barata.

Patronazgo, mercado de trabajo y religión:

Esta primera aproximación de la investigación conduce a analizar a

interrelación entre el patronazgo, la religión católica y el mercado de trabajo, la

cual se podría representar como un triángulo o bien en forma de círculo vicioso

con flechas en ambos sentidos, señalando que todos los campos están

relacionados entre sí.

Si bien la Iglesia católica se ocupa de un campo de acción que considera

propio como es la inserción laboral de mujeres “marginadas” en el servicio

doméstico; por medio de su predicamento también puede legitimar un sistema

patronal. Bajo sus programas de caridad, su autoridad y la de sus agentes, se

justifica y se enmascara el patronazgo otorgándole legitimación institucional, el

cual a su vez favorece al mercado de trabajo. Las trabajadoras, en su papel de

clientas, compiten por la rivalidad y la lealtad de la patrono, teniendo que

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obedecer, seguir sus consejos y “rendirle culto” para obtener un trabajo. Esta

rivalidad también hace que las trabajadoras sean más dóciles, a la vez que les

quita margen para organizarse o reclamar algo en conjunto con lo que no están

de acuerdo en relación a las ofertas de empleo o al modo de organizar la bolsa

de trabajo. La afluencia masiva de clientas junto al poder de la patrono otorgan

debilidad al colectivo de clientas, lo que da pié a que se filtren ofertas de

trabajo que no cumplen con derechos laborales básicos o donde se someten a

las empleadas domésticas a una sobre-explotación por sueldos bajos.

El mercado también “colabora” con la religión. Las situaciones de crisis y de

desempleo hacen que la gente busque ayuda emocional y espiritual

recurriendo a la Iglesia Católica, institución que da apoyo, respaldo y consuelo.

Dado que la doctrina de la religión católica está basada en un sufrimiento

terrenal y una compensación celestial, se aprovechan las situaciones de

“calvario” para ganar feligreses (que en este caso también son clientes) y

legitimar su mensaje, su posición social y sus espacios de poder. A la inversa,

la religión también favorece al mercado como amortiguador de posibles

conflictos sociales, explicando las situaciones de crisis como designios divinos

contra lo que no se puede luchar. La religión también controla la moral

permitiendo que se moldeen seres dóciles, adecuados para el modelo de

mercado de trabajo.

El mercado de trabajo, bajo un modelo excluyente, cuyo pilar es la precariedad

laboral y el mantenimiento de un sector desocupado (“ejército industrial de

reserva” en términos marxistas) favorece al patronazgo, contribuyendo con

población parada, y por ende, necesitada. Pero también el mercado de trabajo

ofrece un sector laboral en expansión, como son los cuidados, especialmente

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de personas mayores. Sin embargo, contar con una nueva fuerza de trabajo,

como las mujeres inmigrantes, permite continuar con una política de salarios

bajos, precariedad y escasos beneficios. Las ofertas de empleo con estas

características son canalizadas a través de este sistema en el servicio de la

Hermana Encarnación (y no en otras bolsas de trabajo), ya que tener mas

ofertas, sin importar las condiciones, incrementa la afluencia de clientas,

necesidad fundamental para que se de el patronazgo.

Tanto el patronazgo como la religión necesitan de la afluencia masiva de

clientas, ya que este sistema patronal está inmerso dentro del poder

eclesiástico y las clientas se convierten en clientas-feligresas. La Hermana

Encarna es conocida dentro de la red de congregaciones de Barcelona por

“atender” a casi 300 chicas (clientas), lo que le otorga fama y poder dentro de

su congregación y dentro de su institución, la Iglesia Católica. Es decir que al

tener muchas “clientas-usuarias-feligresas”, su congregación obtiene prestigio y

popularidad, lo que a su vez sostiene mejor el sistema de patronazgo (a través

del poder institucional de la religión)39. Las formas clientelares también

permiten a ambas partes, clientas-usuarias y monjas, seguir manteniéndose y

reproduciéndose tal cual.

En esta interrelación, no debe olvidarse que hablamos de un mercado global

donde las soluciones son globales. Ante la escasez de mano de obra barata y

dócil se recurre a la mano de obra global, que actualmente son mujeres

inmigradas de determinados países empobrecidos, expulsadas por diversos

tipos de crisis, baja calidad de vida y desempleo, y atraídas por el creciente

sector del servicio doméstico y los cuidados. Como la inmigración de forma

39 Al acabar la entrevista con la Hermana y preguntarle si podía sacar fotos al patio (fuera del horario de atención del servicio), esta contestó: “Sí, así dices que esto se llena todo”.

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masiva aun no está legitimada socialmente40 y buena parte de ella trabaja en

situación irregular, aumenta la docilidad, la precariedad y la vulnerabilidad de

los y las trabajadoras (sumado a las discriminaciones por origen, raciales, de

clase social y de género). La gente que no tiene amparo ni protección del

Estado, no cuenta con más opciones que recurrir a este tipo de agentes-

patronos eclesiásticos. Volvemos entonces al tema de partida: la ausencia del

Estado.

Prospectivas desde una perspectiva postcolonial y de género:

Tal como había aclarado en la introducción, considero que esta es una primera

aproximación y aún queda mucho por analizar, indagar, comprobar, investigar e

interpretar. Una perspectiva que le daría un perfil más completo a la

investigación podría plantearse desde el feminismo poscolonial. Se trata de una

perspectiva feminista que a la vez abarca una visión que deje entrever el

eurocentrismo de las políticas públicas y del Tercer Sector, incluyendo las

políticas de la Iglesia Católica, para analizar cómo se reproducen las relaciones

de poder coloniales entre la Iglesia como institución y los sujetos (o las sujetas)

coloniales (actuales inmigrantes).

Desde la perspectiva postcolonial, el colonialismo no es considerado como un

período histórico, sino como una semilla que aún da sus frutos, reproduciendo

un pensamiento y sustentando un sistema de extracción de la mayoría de la

población del planeta (Suarez Navas, 2008). La lógica del gobierno colonial

hispano fue la inferioridad del “otro” colonizado y sus técnicas fueron la

40 Más allá de que sea legalizada o no, me refiero al hecho de que un ciudadano/a español/a considere legítimo que una persona inmigrante tenga las mismas oportunidades de trabajo que una persona “autóctona” en el actual modelo predominante de Estado-nación.

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occidentalización41 e invisibilización de la población aborigen de las colonias a

la vez que los marcadores de la diferencia fueron de tipo religiosos y culturales,

igualmente efectivos que los raciales para el área indo-británica en la creación

de sociedades etnoestratificadas (Suarez Navas, 2008). Estas lógicas, técnicas

y marcadores diferenciadores se mantienen vigentes en la estructura del

mercado de trabajo actual donde la población migrante de las ex colonias

ocupa los estratos inferiores. Nuevamente tomando las palabras de Suárez

Navas, el capitalismo tardío ha instrumentalizado las diferencias producidas en

el poder colonial.

Siguiendo a autoras como Mohanty, el feminismo postcolonial logra cuestionar

y deconstruir la homogeneización de las “mujeres del Tercer Mundo” en tanto

categoría de análisis. Ya sea en Europa con “las inmigrantes” o en sus

respectivos países en “estudios locales”, las mujeres como sujetas de estudio

son abordadas desde la premisa que las considera seres dependientes,

sometidas al poder masculino, víctimas, y domésticas. Contrarrestando esta

visión, el feminismo postcolonial destaca la importancia de conocer y tener en

cuanta los diversos contextos sociohistóricos donde se desenvuelven las

relaciones de poder y las divisiones sexuales del trabajo, así como las

capacidades de agencia, estrategias, resistencias y diferencias entre el grupo

de mujeres.

El servicio doméstico y las redes de reclutamiento de empleadas domésticas

inmigrantes constituyen un campo de investigación idóneo para abordarlo

desde lo que se denomina interseccionalidad, es decir, el vértice o el

41 Término acuñado en América Latina por autores “poscoloniales” (Coronil, 2000) para aludir a la técnica de integración que anula o invisibiliza las diferencias, la cual ha coexistido con la “orientalización” o “exotización” en otros contextos, las cuales formuló Said. (Suarez Navas, 2008).

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cruzamiento entre el género, la clase social y la “etnia”, aspecto en el cual ya

se ha centrado la antropología feminista. Henrietta Moore ya nos advertía de

“esta capacidad transversal que tiene el género para diferenciar las

experiencias vividas entre hombres y mujeres, pero también entre mujeres

situadas en diferentes posiciones y en distintas sociedades, y de que el género

es una realidad social que siempre debe enmarcarse en un contexto

determinado” (Moore, 1999).

A su vez, el servicio doméstico como actividad laboral femenina y de bajo

status, analizado desde una perspectiva antropológica, feminista y postcolonial,

es un tema pertinente para continuar explorando sobre las relaciones entre la

“domesticidad” de la mujer y su “inferioridad” pasando por la noción de persona

a la que se refirió Strathern. Uno de los grandes desafíos pendientes de la

antropología es plantear con rotundidad y eco que la domesticidad no tiene por

qué ser inferior. Por ello, el apoyo y la contribución del feminismo poscolonial

son fundamentales, para poder “desfeminizar” lo doméstico a la vez que acabar

con el eurocentrismo.

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