10
UN IMPULSO DEL VATICANO II: LA LECTURA DE LA BIBLIA 1.- Un capítulo de importancia histórica El capítulo VI de la Constitución Dei Verbum puede parecer a primera vista de importancia secundaria. Después de los capítulos anteriores en que se afrontan los grandes temas –revelación, tradición, inspiración, hermenéutica–, este último da la impresión de contener unas simples indicaciones prácticas sin mayor trascendencia. Y esta impresión parece reforzarse cuando al leerlo encontramos repeticiones innecesarias y un cierto desorden que ya hicieron notar algunos padres conciliares antes de la votación del documento 1 . Sin embargo, si miramos las cosas con más detenimiento, constatamos que no es así. Desde luego que no contiene afirmaciones de alcance dogmático, acerca de las que los restantes capítulos han aportado matices notables, incluso con repercusión ecuménica. Pero tampoco es esa su intención: se trata de un capítulo de índole pastoral, como lo indica su tono exhortativo. De hecho, algunos padres conciliares llegaron a afirmar que “desde el punto de vista pastoral, ecuménico y teológico, el c. VI es la mejor parte de todo el esquema” 2 . También en campo protestante este capítulo fue acogido con especial aceptación; el pastor Lukas Vischer, observador en el concilio, lo consideraba “la parte más importante del texto”, y Max Thurian llegó a afirmar que era “una clave para la comprensión de toda la constitución” 3 . Pero es una voz más autorizada la que nos permite asumir esta valoración. En su carta apostólica Tertio millennio 1 L. ALONSO SCHÖKEL, «La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Unidad y composición», en AA.VV., Comentarios a la Constitución Dei Verbum sobre la divina revelación, Madrid 1969, 668. 2 Citado en R. BOADA, «La lectura de la Biblia», en AA.VV., Comentarios a la Constitución Dei Verbum, 779. 3 Citados en S. LYONNET, «La elaboración de los capítulos IV y VI de la “Dei Verbum”», en R. LATOURELLE (ed.), Vaticano II: Balance y perspectivas, Salamanca 1989, 129.

Un Impulso Del Vaticano II

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Doctrina del concilio vaticano II

Citation preview

UN IMPULSO DEL VATICANO II:

UN IMPULSO DEL VATICANO II:

LA LECTURA DE LA BIBLIA

1.- Un captulo de importancia histrica

El captulo VI de la Constitucin Dei Verbum puede parecer a primera vista de importancia secundaria. Despus de los captulos anteriores en que se afrontan los grandes temas revelacin, tradicin, inspiracin, hermenutica, este ltimo da la impresin de contener unas simples indicaciones prcticas sin mayor trascendencia. Y esta impresin parece reforzarse cuando al leerlo encontramos repeticiones innecesarias y un cierto desorden que ya hicieron notar algunos padres conciliares antes de la votacin del documento.

Sin embargo, si miramos las cosas con ms detenimiento, constatamos que no es as. Desde luego que no contiene afirmaciones de alcance dogmtico, acerca de las que los restantes captulos han aportado matices notables, incluso con repercusin ecumnica. Pero tampoco es esa su intencin: se trata de un captulo de ndole pastoral, como lo indica su tono exhortativo.

De hecho, algunos padres conciliares llegaron a afirmar que desde el punto de vista pastoral, ecumnico y teolgico, el c. VI es la mejor parte de todo el esquema. Tambin en campo protestante este captulo fue acogido con especial aceptacin; el pastor Lukas Vischer, observador en el concilio, lo consideraba la parte ms importante del texto, y Max Thurian lleg a afirmar que era una clave para la comprensin de toda la constitucin.

Pero es una voz ms autorizada la que nos permite asumir esta valoracin. En su carta apostlica Tertio millennio adveniente, invitando a toda la Iglesia a realizar un serio examen de conciencia acerca de la recepcin del concilio, Juan Pablo II lanza esta pregunta desafiante: En qu medida la palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teologa y la inspiradora de toda la existencia cristiana, como peda la Dei Verbum? Por tanto, para el Papa, intrprete autorizado del Concilio, la intencin de la constitucin sobre la divina revelacin era doble: que la Sagrada Escritura sea el alma de la teologa (DV 24) y que su lectura asidua impregne e inspire toda la existencia de las personas y las comunidades (DV 25). Lo dems est en funcin de esto.

Este es el deseo del concilio, expresado en el ltimo nmero de la constitucin: As, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados la palabra de Dios se difunda y resplandezca (2Tes 3,1), y el tesoro de la revelacin, confiado a la Iglesia, llene ms y ms los corazones de los hombres (DV 26).

Por otro lado, si consideramos las cosas con perspectiva histrica, nos percataremos ms de la importancia del captulo que estamos estudiando. Las indicaciones de Dei Verbum vuelven a colocar la Sagrada Escritura en el centro de la vida de la Iglesia, impulsando con energa lo que empezaron a apuntar Benedicto XV en 1920 (encclica Spiritus Paraclitus) y Po XII en 1943 (encclica Divino afflante Spiritu), y contribuyen a llenar un vaco que duraba siglos. De ello cabe esperar un nuevo impulso de la vida espiritual (DV 26) en la Iglesia entera y en cada uno de sus miembros.

Ms an, este hecho poner la Sagrada Escritura en el centro de la vida de la Iglesia reviste una enorme importancia ecumnica, particularmente en relacin con las iglesias surgidas de la Reforma. Es como establecerse en una situacin anterior a la ruptura, poniendo la Sagrada Escritura como principal base y comn norma de fe y de vida. En todo ello muestra el Concilio su carcter renovador.

2.- Un fruto que est madurando: la lectio divina

Parece claro que todas las indicaciones de este captulo VI apuntan en la misma direccin: una asimilacin vital de la Sagrada Escritura por parte de todo el pueblo de Dios.

He aqu algunas de las afirmaciones principales que encontramos a lo largo del captulo:

- es necesario oportet- que toda la predicacin eclesistica, como la misma religin cristiana se nutra nutriatur- de la Sagrada Escritura y se rija por ella (n. 21).

- radica tanta fuerza y poder en la palabra de Dios, que permanece como sustento y vigor de la Iglesia sustentaculum ac vigor-, fortaleza de fe robur- para los hijos de la Iglesia, alimento del alma cibus-, fuente pura y perenne de vida espiritual (n. 21).

- a los exegetas se exhorta a que de tal manera investiguen y propongan los textos sagrados que puedan suministrar fructuosamente al pueblo de Dios el alimento pabulum- de las Escrituras, que ilumine la mente, fortalezca las voluntades, encienda los corazones de los hombres en el amor de Dios (n. 23).

- tambin el ministerio de la palabra en todas sus formas se nutre nutritur saludablemente y florece virescit- santamente con la misma palabra de la Escritura (n. 24).

Llaman la atencin las repetidas metforas de tipo alimentario (sustento, nutrirse, alimento...) que indican la intencin de los padres conciliares: no se trata de una formacin bblica que ayude nicamente en el aspecto intelectual, sino que es preciso encontrar los medios para que la Sagrada Escritura sea asimilada vitalmente y se transforme en alimento de la fe y de la vida espiritual del pueblo de Dios. Slo as podr ser inspiradora de toda la existencia cristiana, segn la expresin de TMA.

De hecho, el Concilio precisa ms en esta misma direccin. Exhortando a los ministros de la palabra, afirma que es necesario que se detengan haerere- en las Escrituras con una lectura espiritual lectione sacra- asidua y con un estudio diligente; slo as podrn transmitir las inmensas riquezas de la palabra divina a los fieles que se les han confiado (n. 25a).

De igual forma pariter- el Santo Snodo exhorta con vehemencia y de modo especial vehementer peculiariterque- a todos los fieles [...] a que con la frecuente lectura de las divinas Escrituras aprendan el sublime conocimiento de Jesucristo (Fil 3,8). Pues el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo. Llguense, pues, gustosamente al sagrado texto... (n. 25a).

Esta lectura es calificada a continuacin de piadosa (piam lectionem), lo cual significa que a la oracin debe acompaar concomitari- la lectura de la Sagrada Escritura (n. 25a). En efecto, dado que en los Libros sagrados el Padre que est en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos (n. 21), la lectura de la Biblia slo cabe hacerla en clima de fe, de oracin y de escucha; slo as se realiza el dilogo colloquium- entre Dios y el hombre (n. 25a) y slo as se cumple el fin por el que Dios se ha revelado: conducirnos a la comunin de vida con l (n. 2).

Desde el Concilio hasta el da de hoy se han hecho muchos esfuerzos en la difusin de la Biblia y en la formacin bblica del pueblo de Dios, unos ms acertados que otros, unos con ms xito que otros. Podemos decir que en los cinco continentes se han tomado en serio las indicaciones conciliares en el sentido de trabajar en la pastoral bblica.

Sin embargo, en los ltimos aos va afianzndose por todas partes aun con modalidades y matices diversos la opcin por la lectio divina, entendida como una lectura, individual o comunitaria, de un pasaje ms o menos largo de la Escritura, acogida como Palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la mocin del Espritu en meditacin, oracin y contemplacin.

Esta opcin tiene la ventaja de ir a lo esencial, ayudando a conseguir los objetivos de las directrices conciliares en el sentido de la asimilacin vital de la Escritura, a la vez que empalma de lleno con el estilo de acercamiento a la Biblia propio de la tradicin patrstica y monstica.

Por lo dems, la opcin por la lectio divina no excluye el asumir las aportaciones de la exgesis moderna y contempornea, sino que las integra en una lectura creyente y existencial de la Escritura. Ni tampoco est en contra de ulteriores profundizaciones en lnea de estudio bblico, segn la vocacin y posibilidades de cada uno.

3.- Causas de una insuficiente recepcin

El Snodo extraordinario de los obispos celebrado en 1985 con motivo de los 20 aos de la clausura del Concilio Vaticano II recordaba la importancia de la constitucin dogmtica Dei Verbum, que quiz se descuid demasiado.

Este descuido tiene que ver sin duda con las incoherencias y lentitudes de que hemos de arrepentirnos los hijos de la Iglesia (TMA, 33). Pero tambin tiene sus causas especficas.

Uno de los telogos del Concilio afirmaba:

Esta Constitucin ha sido parcialmente comprendida y aplicada demasiado parcialmente. Teniendo en cuenta que incluso en Roma, durante el primer ao del Concilio, se haban producido violentos ataques contra algunos exegetas considerados crticos, esta Constitucin fue celebrada justamente, pero en un sentido demasiado exclusivo, como la instauracin oficial en la Iglesia de una exgesis plenamente cientfica.

Pero, en qu consiste exactamente esta comprensin parcial? Ya hace bastantes aos F. Dreyfus puso el dedo en llaga con un clebre artculo aparecido en la Revue Biblique. Y despus no han dejado de escucharse voces que advertan de la necesidad de superar una exgesis reductiva y empobrecedora.

Lo que est en juego, en definitiva, es una cuestin hermenutica. La parcialidad consiste en haber privilegiado unilateralmente en la tarea exegtica los criterios histrico-literarios, dejando de lado los criterios teolgicos, que tambin se encuentran claramente expuestos en Dei Verbum 12; ms an, en llegar a considerar estos como no vlidos o no relevantes en la exgesis por no cientficos.

Lgicamente, estos planteamientos han tenido un influjo directo en la pastoral bblica, pues muchas veces se han proyectado en ella de manera directa e inmediata. Y las consecuencias han sido claras: una pastoral bblica igualmente reductiva y empobrecedora que no ha ayudado a la fe de los fieles, los cuales o bien han acabado huyendo de la Biblia y de los biblistas que nos quitan la fe, se oye decir con frecuencia, o bien se han refugiado en una lectura fundamentalista de la Biblia o cercana al fundamentalismo.

Urge, por tanto, recuperar una hermenutica integral y equilibrada, que asuma entero el n. 12 de Dei Verbum y las dems orientaciones de la Constitucin (recordemos las preciosas indicaciones sobre la Tradicin y el Magisterio, sobre la relacin entre el Antiguo y Nuevo Testamento, sobre el carcter personal de la revelacin en Jesucristo, etc.).

Una hermenutica as es la nica capaz de fecundar profundamente la exgesis, la cual, para ser verdaderamente cientfica, debe servirse no menos que del recurso a las ciencias histricas y literarias del recurso a la Tradicin (expresada en los Padres de la Iglesia, en la Liturgia y en la praxis de la Iglesia DV 8, singularmente en los santos, que son quienes ms genuina y profundamente han entendido la Escritura al empatizar con ella) y al Magisterio, que no es obstculo o freno en la tarea exegtica, sino carisma iluminador y orientador dado a la Iglesia para la interpretacin de las Escrituras (DV 10).

Es necesario que la exgesis asuma plenamente la lectura en el Espritu, que lleva directamente a valorizar el criterio de la unidad de la Escritura y la analoga de la fe (DV 12c). Ms an, el carcter inspirado de la Biblia hace que el recurso a la oracin humilde y suplicante, a la ayuda de la gracia, a la accin del Espritu y de sus dones, no sea slo una actitud piadosa aceptable, sino una actitud rigurosamente cientfica, en cuanto que adecua la metodologa a la naturaleza del objeto estudiado. Con otras palabras: la exgesis bblica es una ciencia de la fe; parte de la fe y conduce a la fe; y eso no resta un pice a su cientifidad, sino que la restituye a su mbito epistemolgico propio y natural.

Dirigindose a los miembros de la Pontificia Comisin Bblica y a los profesores del Pontificio Instituto Bblico, Juan Pablo II hace afirmaciones como las siguientes: Que el exegeta capte la Palabra de Dios en los textos

slo es posible si su trabajo intelectual est sostenido por un impulso de vida espiritual.

Y contina:

S, para llegar a una interpretacin plenamente vlida de las palabras inspiradas por el Espritu Santo, es necesario que el Espritu Santo nos gue; y para esto es necesario orar, orar mucho, pedir en la oracin la luz interior del Espritu y aceptar dcilmente esta luz, pedir el amor, nica realidad que nos hace capaces de comprender el lenguaje de Dios, que es amor (1Jn 4,8.16). Incluso durante el trabajo de interpretacin es imprescindible que nos mantengamos, lo ms posible, en presencia de Dios.

Una exgesis que respete estos presupuestos es, a su vez, capaz de fecundar amplia y profundamente la pastoral bblica. Pues se encuentra en condiciones de ofrecer orientaciones objetivas de tipo histrico-literario que impidan una interpretacin subjetiva y arbitraria de los textos, y a la vez est abierta a una lectura creyente, ofreciendo la posibilidad de la actualizacin de esos mismos textos en la vida personal o eclesial.

4.- Un reto que permanece

Hoy nadie puede poner en duda que la lectura de la Sagrada Escritura es un signo de los tiempos. Con todo lo que esta expresin encierra: un don de Dios a la Iglesia de hoy es indudable que tenemos ms medios que nunca: traducciones, comentarios, subsidios de ndole diversa..., y tambin una llamada, con la consecuente exigencia de respuesta.

Juan Pablo II lo ha vuelto a recordar en las directrices que ha ofrecido a toda la Iglesia al comenzar el nuevo milenio, en las que insiste en una renovada escucha de la palabra de Dios y afirma que alimentarnos de la Palabra para ser servidores de la Palabra en el compromiso de la evangelizacin es indudablemente una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio.

Es un reto y una responsabilidad para nosotros el llevar a cumplimiento el impulso conciliar, precisamente en la perspectiva de la Nueva Evangelizacin. Pues esta no tendr lugar si la comunidad de los creyentes no se deja evangelizar cotidianamente por la Palabra de Dios, que al hacerse vida en nosotros nos impulsa tambin a anunciarla.

El Concilio ha recordado la conocida frase de San Jernimo: El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo. Y San Juan Crisstomo califica de satnica la excusa de quien deja de leer las Escrituras, alegando que eso es cosa de monjes, y las ignora mientras conoce al dedillo todo tipo de melodas deshonestas; y asegura que precisamente el que est en medio del mundo necesita ms la medicina de la Escritura, pues recibe ms heridas.

La Iglesia sabe por experiencia que la participacin frecuente en la Eucarista acrecienta su vitalidad y de manera semejante la lectura asidua de la Sagrada Escritura la robustece (DV 26), pues la Iglesia vive de la Eucarista y de la Palabra de Dios. Un pueblo una comunidad, un individuo que prescinde de este pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del cuerpo de Cristo (DV 21), es un pueblo una comunidad, un individuo insuficientemente alimentado, con salud deficiente y con riesgo de morir.

Slo un pueblo que se acerca a la Palabra de Dios con hambre y se sacia de ella cada da podr tener vitalidad para afrontar las dificultades y anunciar a los hombres de hoy la Buena Nueva de la Salvacin. Un pueblo que tenga avidez de la Palabra, hasta el punto de entrar en comunin con Cristo a travs de ella sin despreciar una sola de sus partculas:

Vosotros que tenis la costumbre de asistir a los divinos misterios, sabis bien que es necesario conservar con sumo cuidado y respeto el Cuerpo de Nuestro Seor que recibs, para no perder de l ninguna partcula, a fin de que nada de lo que ha sido consagrado caiga en tierra. Pensis vosotros acaso que sea un delito menor tratar con negligencia la palabra de Dios que es su Cuerpo?

L. ALONSO SCHKEL, La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Unidad y composicin, en AA.VV., Comentarios a la Constitucin Dei Verbum sobre la divina revelacin, Madrid 1969, 668.

Citado en R. BOADA, La lectura de la Biblia, en AA.VV., Comentarios a la Constitucin Dei Verbum, 779.

Citados en S. LYONNET, La elaboracin de los captulos IV y VI de la Dei Verbum, en R. LATOURELLE (ed.), Vaticano II: Balance y perspectivas, Salamanca 1989, 129.

TMA, 36

Cf. A.M. ARTOLA J.M. SNCHEZ CARO, Biblia y Palabra de Dios, Estella 1989, 422-426; J. M. SNCHEZ CARO, La aventura de leer la Biblia en Espaa, Salamanca 2000.

L. ALONSO SCHKEL, en o.c., 669

Cf. la interesante relacin recogida por la Federacin Bblica Catlica con ocasin de su 25 aniversario en el volumen Audiens et proclamans. Serving the Biblical-Pastoral Ministry, Stuttgart 1994; cf tambin J. SWETNAM, La palabra de Dios y la teologa pastoral en la Iglesia contempornea, en R. LATOURELLE (ed) o.c., 247-258.

PONTIFICIA COMISIN BBLICA, La interpretacin de la Biblia en la Iglesia, Madrid 1994, 119.

Sobre la lectio divina abundan ltimamente las publicaciones. Podemos destacar la amplia monografa de M. MASINI, La lectio divina. Teologa, espiritualidad, mtodo, Madrid 2001; acerca del espritu, G.M. COLOMBAS, La lectura de Dios. Aproximacin a la lectio divina, Zamora 1992; en cuanto al mtodo, A. SOMOZA RAMOS, Qu es la lectio divina, Madrid 1996; cf. tambin A. S. PANIMOLLE (ed.), Ascolto della Parola e preghiena. La lectio divina, Ciudad del Vaticano 1987. El tema ha entrado tambin en el Magisterio: cf. por ejemplo, el precioso texto de JUAN PABLO II en Pastores dabo vobis, 47. En cuanto a la tradicin patrstica, cf. el elenco de textos recopilado en A.G. HAMMAN, Leer la Biblia en la escuela de los Padres. De Justino Mrtir a San Buenaventura, Bilbao 1999.

Documentos del Snodo 1985, Madrid 1986, 11-12. Es significativo que el Snodo hable de DV en contexto de evangelizacin.

H. DE LUBAC, Dilogo sobre el Vaticano II, Madrid 1985, 94. El mismo documento del Snodo extraordinario afirma que tambin para esta Constitucin es necesario evitar una lectura parcial. (Ibid. 12).

F. DREYFUS, Exgse en Sorbonne, exgse en glise, Revue Biblique 82 (1975) 321-359.

Destacamos el preciso anlisis de J. RATZINGER en la conferencia pronunciada en Nueva York en 1988 con el ttulo Biblical interpretation in crisis: on the question of the foundations and approaches of exegesis today, publicada en traduccin italiana en AA.VV., Lesegesi cristiana oggi, Casale Monferrato 1991, 93-125.

Cf. F. J. SANCHO FERMN, La Biblia con ojos de mujer. Edith Stein y sus claves para escuchar la Palabra, Burgos 2001, 59-99.

Para profundizar en el sentido de este principio, tan poco tenido en cuenta en la exgesis contempornea, cf. M. A. MOLINA PALMA, La interpretacin de la Escritura en el Espritu. Estudio histrico y teolgico de un principio hermenutico de la Constitucin Dei Verbum 12, Burgos 1987; cf. tambin las interesantes reflexiones de D. BARSOTTI, La Parola e lo Spirito. Saggi sullesegesi spirituale, Milano 1971. Me parece significativo aunque a primera vista sorprenda que el Catecismo de la Iglesia Catlica recoja los nmeros dedicados a la interpretacin de la Sagrada Escritura (109-119) bajo el epgrafe El Espritu Santo, intrprete de la Escritura; a mi juicio, pretende ser un correctivo que equilibre los planteamientos parciales y reductivos de los ltimos tiempos, reasumiendo un dato esencial de la Tradicin acerca de la interpretacin bblica.

Cf. I. DE LA POTTERIE, Lesegesi biblica, scienza della fede, en AA.VV. Lesegesi cristiana oggi, 127-165; A. VANHOYE, Lesegesi biblica e la fede, Seminarium 37 (1997), 48-55.

Es sabido que varios de estos criterios hermenuticos son hoy corroborados notablemente desde instancias filosficas; cf. V. MANNUCCI, Bibbia come parola di Dio. Introduzione generale alla Sacra Scrittura, Brescia 41983, 289-318. 333-555.

Discurso sobre la interpretacin de la Biblia en la Iglesia, LOsservatore Romano (ed. en lengua espaola), 30 de abril de 1993, 6

Cf. U. VANNI, Exgesis y actualizacin a la luz de la Dei Verbum, en R. LATOURELLE (ed.), o.c., 235-246.

JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 39 y 40. Subrayado nuestro.

SAN JERNIMO, Com. in Is., prol.

SAN JUAN CRISSTOMO, In Math. hom. 2,5

SAN GREGORIO MAGNO, Hom. in Ez. 13,3.