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UNA DEFINICIÓN DE LAS HUMANIDADES Introducción Hace aproximadamente un año que un grupo de profesores de las Facultades de Ciencias Sociales, Humanidades, Pedagogía y Estudios Generales iniciamos un diálogo en torno a la relación del conocimiento humanístico con las transformaciones que experimenta la sociedad puertorriqueña, en especial dentro de áreas como la educación, las prácticas profesionales, los medios de comunicación y la cultura en general. El grupo elaboró una propuesta para un proyecto de investigación y discusión que habría de plantearse temas tales como los siguientes: 1. Las humanidades como quehacer, más urgente y difícil que nunca, encaminado a la producción de interpretaciones y conocimiento crítico que se compromete con la responsabilidad social. 2. Las humanidades como quehacer de crítica y de reformulación educativa y sociocultural que puede superar la dicotomía entre ciencia y responsabilidad social. 3. Las humanidades como quehacer valorativo que promueve un sentido de dignidad y solidaridad humana y de sensibilidad estética. Específicamente definimos los siguientes objetivos: 1. Llevar a cabo un diálogo interdisciplinario sobre la naturaleza de las humanidades y su relación con la responsabilidad, las prácticas y las ciencias sociales. 2. Investigar el rol y la importancia que tiene el quehacer humanístico en diversas instituciones culturales y educativas puertorriqueñas.

Una Definición de Las Humanidades

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Análisis sobre la naturaleza de las Humanidades.

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Introducción

Hace aproximadamente un año que un grupo de profesores de las Facultades de Ciencias Sociales, Humanidades, Pedagogía y Estudios Generales iniciamos un diálogo en torno a la relación del conocimiento humanístico con las transformaciones que experimenta la sociedad puertorriqueña, en especial dentro de áreas como la educación, las prácticas profesionales, los medios de comunicación y la cultura en general. El grupo elaboró una propuesta para un proyecto de investigación y discusión que habría de plantearse temas tales como los siguientes:

1. Las humanidades como quehacer, más urgente y difícil que nunca, encaminado a la producción de interpretaciones y conocimiento crítico que se compromete con la responsabilidad social.

2. Las humanidades como quehacer de crítica y de reformulación educativa y sociocultural que puede superar la dicotomía entre ciencia y responsabilidad social.

3. Las humanidades como quehacer valorativo que promueve un sentido de dignidad y solidaridad humana y de sensibilidad estética.

Específicamente definimos los siguientes objetivos:

1. Llevar a cabo un diálogo interdisciplinario sobre la naturaleza de las humanidades y su relación con la responsabilidad, las prácticas y las ciencias sociales.

2. Investigar el rol y la importancia que tiene el quehacer humanístico en diversas instituciones culturales y educativas puertorriqueñas.

3. Identificar y dar a conocer prácticas innovadoras actuales que se llevan a cobo en el país para la promoción de la perspectiva y los estudios humanísticos.

4. Producir recomendaciones específicas y prácticas para una mayor efectividad y presencia de las humanidades en la vida puertorriqueña.

Los logros y limitaciones respecto de los temas y los objetivos planteados tendremos oportunidad de discutir en los próximos días a través de las presentaciones y talleres que celebraremos. Es conveniente, sin embargo, admitir desde ahora que nos embarcamos en un proyecto tal vez demasiadote seminarios, coloquios, investigaciones y talleres en el que han paricipado en una forma u otra unas 400 personas, más que conclusiones definitivas, lo que hemos logrado es una orientación firme sobre una dirección en la que hay que seguir trabajando.

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A mi modo de ver, hay tres logros fundamentales de carácter general producto de esta jornada de un año.

En primer lugar, el haber llevado a cabo un diálogo interdisciplinario en el que personas de las más diferentes orientaciones académicas hemos podido llegar a unos puntos de consenso sobre la naturaleza de las humanidades y su relación con la sociedad. Este diálogo, que nos ha permitido comunicarnos con profesores de diversas instituciones educativas del país, nos lleva a pensar que existe en nuestra isla un amplio sector educativo y cultural que, de darse una expresión unitaria, podría tener un efecto importante sobre la formulación de política educativa y cultural. Este sector o bloque de interés humanista se caracteriza por la conciencia de la necesidad de: trascender las barreras y encajonamientos disciplinarios para poder elaborar una concepción más adecuada del conocimiento, la naturaleza de la investigación y la educación; reconceptualizar las humanidades a la luz de las transformaciones sociales y los desarrollos en las ciencias sociales y la investigación educativa; basar la práctica educativa y la educación en general y especializada en la orientación que proveen la unidad de las humanidades y las ciencias sociales y que simultáneamente éstas encuentren en la educación general y la pedagogía un terreno de aplicaciones investigativas y prácticas; lograr que las humanidades se conviertan en un instrumento de conocimiento, crítica y transformación social.

Un segundo logro de carácter general es el haber identificado prácticas innovadoras que responden a la concepción que hemos esbozado en nuestra definición de las humanidades y que actualmente se llevan a cabo en nuestra Isla en el campo de la educación, las prácticas profesionales y la investigación. En los talleres concurrentes podremos familiarizarnos con algunas de estas prácticas.

En tercer lugar, uno de los logros más significativos de nuestro Proyecto es el haber elaborado una definición de las humanidades que ha orientado nuestro proceso de investigación y discusión. Al significado, importancia e implicaciones educativas de esta definición quiero referirme en el resto de mi ponencia.

Resulta conveniente para entender el significado de nuestra definición repasar el proceso de pensamiento que nos llevó a ella. Desde un principio el grupo de trabajo que elaboró la propuesta planteó que era indispensable entrar en una discusión en torno al significado que habríamos de dar a la expresión “humanidades”. Debido a que ésta resulta ambigua, el tenerla clara era indispensable para que todo el proceso subsiguiente de investigación y discusión estuviera debidamente orientado. Con este propósito en mente se llevó a cabo un seminario-taller que celebró ocho sesiones y en el que participaron profesores de diversas facultades del Recinto de Río Piedras y de otros recintos y universidades.

Corrientes de Interpretación sobre las Humanidades

La definición elaborada por nuestro Proyecto es el resultado del proceso de estudio y discusión llevado a cabo en este seminario. En la primera parta del

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seminario los participantes discutieron, a modo de entender con mayor claridad la tarea de examinar el estado actual de las humanidades en el Puerto Rico de hoy, dos informes producidos en los Estados Unidos: To Reclain a Legacy, de William Bennet y The Humanities in American Life de una comisión auspiciada por la Fundación Rockefeller. El análisis crítico de estos documentos nos permitió hacernos de una idea más clara de la tarea que teníamos por delante y reafirmó nuestra tesis sobre la importancia de elaborar una definición programática que orientara nuestros trabajos. Esta definición debería superar ciertas limitaciones que a nuestro entender estaban presenta es en uno u otro de estos informes y que afectaban el diagnóstico y recomendaciones que en ellos se hacían para entender y mejorar el rol de las humanidades en la cultura y la educación.

En primer lugar, se habla de lo que las humanidades han llegado a ser y lo que deben ser en el futuro sin tomar en cuenta cómo esto se ve afectado por el contexto social. Uno de los informes contiene un énfasis exagerado en la orientación que deben proveer la tradición y los c’lasícos, descuidando con ello importantes asuntos como las necesidades actuales de conocimiento y destrezas de los estudiantes, el carácter conflictivo y dinámico de la sociedad actual y el efecto que tienen sobre las humanidades las transformaciones de la economía de mercado y el poder de la ciencia y la tecnología. Por otro lado este informe plantea importantes asuntos como la necesidad de un currículo integrado frente a la experiencia fragmentada del actual y la importancia de que los estudiantes desarrollen una perspectiva histórica, un conocimiento del pasado y la tradición, que les permita entender el presente.

El seminario consideró más adecuado a su tarea el informe de a Fundación Rockefeller, cuya lectura recomendamos a todos aquellos interesados en esta problemática. El informe plantea que ninguna materia de conocimiento es ajena a las humanidades ya que éstas, más que un conjunto de disciplinas académicas, designan un punto de vista en el estudios de las cosas en el que se quiere destacar lo humano. Este punto de vista busca dos resultados: el enriquecimiento espiritual del individuo y el desarrollo de un sentido de responsabilidad social.

La discusión provocada, en parte, por el análisis de los informes, pero más que nada debido a las diferencias en formación intelectual y práctica profesional de los participantes en el seminario, nos llevó a pensar que pueden reconocerse tres corrientes de interpretación sobre el significado de las humanidades. La segunda parte del seminario estuvo dedicada al análisis crítico de estas tres corrientes a través de obras representativas.

Una primera correinte, que llamamos la del humanismo clásico-literario, considera que la expresión “humanidades” se refiere a una formación o educación en unas artes y disciplinas que humanizan, es decir que confieren dignidad al ser humano al desarrollar en él unas virtudes y conocimientos que lo separan radicalmente de la animalidad que comparte con otras criaturas. Según esta concepción, las humanidades cultivan lo propiamente humano, la racionalidad que se expresa en nuestras formas de pensar, sentir, hablar y actuar, tanto individual como

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colectivamente. El instrumento por excelencia para este cultivo es el estudio de grandes obras y textos ejemplares en los cuales se manifiesta esta dignidad o racionalidad humana.

En su expresión original—la que le dieron los griegos y romanos en la antigüedad y humanistas como Bruni, Moro, Maquiavelo, etc., en la Renacimiento—la dignidad humana e inseparable de la actividad cívica. EL ser humano humanizado es el que participa activamente en los asuntos públicos. Desde La República de Platón hasta la Utopía de Tomás Moro encontramos una línea de pensamiento humanístico según la cual la dignidad humana requiere para su realización de la crítica de aquellas formas de organización social que la niegan y la búsqueda de formas que la afirmen y desde la perspectiva de las cuales las primeras pueden ser criticadas. Es en este sentido que puede afirmarse que para esta corriente la dignidad es inseparable de la solidaridad.

Salvo contadas excepciones, los humanistas renacentistas identificaron el estudios dignificante de las grandes obras humanas con el estudios literario de los clásicos greco-romanos. Otto Bird destaca, en su ensayo Sobre la filosofía de las humanices, la relación estrecha que existe entre nuestra concepción actual de las humanidades y el ideal literario de la antigüedad. A través del estudio de la palabra expresada en las grandes obras clásicas se consiguen las diversas finalidades humanísticas: la conciencia de la dignidad humana, pues la palabra distingue radicalmente al ser humano de todo otro animal; la capacidad para trascender el presente y entrar en comunicación con otras épocas; el desarrollo de la capacidad para la belleza presente en las letras; la capacidad para el pensamiento lógico y analítico expresado en la palabra; la conciencia de hasta qué punte nuestra manera de ver el mundo depende de nuestros hábitos lingüísticos; y la capacidad para medir la calidad de vida y de sociedad expresadas en le lenguaje.

Ahora bien, es importante tener en cuenta que ya en la antigüedad clásica las humanidades entendidas como una experiencia en unas artes y disciplinas que desarrollan nuestra dignidad y solidaridad hicieron frente a otras dos tendencias “educativas”que se valen también de estas artes y disciplinas. La sofística transforma estas artes y disciplinas en instrumentos al servicio de la dominación. El estudios y la práctica de la política destinado a crear una organización social racional y justa se convierte en una técnica para imponer los intereses de unos sobre los de otros. La lógica y la retórica dejan de ser instrumentos para la búsqueda de la verdad y la persuasión social para convertirse en instrumentos de manipulación mental demagógica. Por otro lado, se desarrolló la tradición que reduce las artes y disciplinas a una actividad privada desvinculada de lo social y dirigida al cultivo del ser humano individual en oposición a su existencia civil. Este cultivo individual abarca desde la vida dedicada a la especulación o investigación, a la que se entrega el filósofo, hasta el estudio superficial que sirve a los momentos íntimos del hombre cortesano o “culto”que busca su desarrollo personal. El conflicto y dominio de una u otra tendencia es visible en diferentes épocas históricas y está íntimamente ligado a los conflictos sociales que se dan en ellas.

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Una segunda corriente de interpretación, que podemos llamar epistemológica, concibe las humanidades como un modo de interpretar la realidad. En el sentido más fuerte de esta corriente, las humanidades constituyen un conjunto de disciplinas que poseen características comunes que las distinguen de otros conjuntos de disciplinas como las ciencias naturales y ciertas formas de las ciencias sociales.

Para esta corriente las humanidades se distinguen por lo siguiente:

1. Sus conceptos y lenguaje; ellas son el discurso sobre la individualidad singular y concreta frente a la generalidad abstracta de paciencia empírica.

2. Su método de estudios de la realidad combina el discurso racional con la comprensión intuitiva; más que la realidad objetiva depurada del elemento humano, busca aprehender la realidad mediada, transformada por el hacer humano que llamamos cultura.

3. Su objetivo no es meramente producir explicaciones sino reconocer en la realidad la presencia de lo humano en su desarrollo, el devenir del ser humano y de sus valores lógicos, estéticos y éticos.

Desde la perspectiva de esta corriente, lo que define a un modo de interpretar la realidad como humanidades es el lugar central que en la indagación y la explicación ocupa la categoría de lo humano tanto como objeto de estudio que como elemento del método de estudio. En el estudio de la realidad interesa sobre todo su aspecto humano, la actividad humana, sus fines, sus valores. Por otro lado, la manera cómo es estudiada esa realidad incluye los valores humano en cuanto es desde ellos que esa realidad se vuelve significativa. En este sentido, como señala Panofsky, el humanista que trata con acciones y creaciones humanas tiene que envolverse en un proceso mental de carácter sintético y subjetivo: tiene que mentalmente rehacer las acciones y recrear las obras. De hecho, añade, es por este proceso que los verdaderos objetivos de las humanidades no deben identificarse con unas disciplinas académicas, aunque algunas de éstas le sean más cercana. Toda disciplina puede ser aliada de las humanidades en tanto y en cuanto pueda ser estudiada y desarrollada por medio de su referencia a la humano.

La tercera corriente de interpretación sobre el significado de las humanidades que fue objeto de análisis en nuestro seminario es la que podemos llamar sociocrítica. Según esta corriente, las humanidades representan la perspectiva del examen y la reconstrucción de las prácticas, relaciones e instituciones humanas en conformidad con el imperativo de la dignidad y la solidaridad humana.

Cada una de estas corrientes de interpretación sobre el significado de las humanidades sirve de marco teórico para la elaboración de una concepción de una educación humanista liberal o liberadora.

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Los elementos básicos de la concepción educativa del humanismo clásico-literario son: 1. La finalidad del proceso educativo es la formación del ser humano como sujeto capaz del pensamiento y del lenguaje, cuyo desarrollo posibilitan su autonomía y espíritu cívico; 2. Los medios para alcanzar esta finalidad son unas artes y disciplinas cuyo estudios y ejercicio tiene un efecto humanizador; 3. El material u objeto de estudio lo constituyen unos modelos de excelencia en estas artes y disciplinas, las grandes obras o clásicos. Estos constituyen ejemplos de humanización, lo mejor de lo que ha pensado y escrito y a la vez realizaciones máximas de autonomía y civismo.

Para la concepción educativa fundada en la corriente epistemológica, la finalidad de la enseñanza humanista es familiarizar al estudiante con los lenguajes y métodos de las disciplinas humanísticas y la aplicación que estos tienen en el desarrollo de la capacidad para el pensamiento crítico, la solución de problemas y la toma de decisiones como condiciones que posibilitan la autonomía intelectual y moral y la capacidad para la vida democrática.

Finalmente, para la corriente de interpretación sociocrítica de las humanidades, la educación se concibe como un proceso de desarrollo de una conciencia crítica. La conciencia crítica es el conocimiento de l humano, de lo que lo posibilita y lo niega en cada situación social, en cada práctica o relación humana. Es simultáneamente el compromiso por combatir toda forma de negociación de lo humano y defender toda forma de afirmación de la dignidad y solidaridad humana. Para esta concepción educativa, la humanización del individuo es inseparable de su inserción en su contexto social. Su transformación coincide por ello con la transformación social. La educación humanista no es pues meramente un proceso que le ocurre al individuo sino la constante crítica y reconstrucción de prácticas y relaciones sociales en la dirección de la libertad.

El intento de síntesis que siguió al análisis crítico de estas corrientes nos llevó a considerar que a pesar de sus diferencias de perspectiva hay unos puntos de coincidencia entre estas tres corrientes, en tanto que concepciones educativas. Estos puntos de coincidencia son el enfoque de todas ellas con la tradición humanista iniciada por los griegos y revivida por el humanismo cívico renacentista.

En las tres corrientes, las experiencias educativas tienen como finalidad el desarrollo de la capacidad para el pensamiento y el lenguaje como lo característicamente humano, como lo que humaniza, en la medida en que posibilita la autonomía del individuo y su capacidad cívica o solidaridad.

En las tres corrientes de interpretación se piensa que el medio más efectivo para alcanzar esta finalidad es el estudio y práctica de ciertas artes y disciplinas que constituyen las manifestaciones más altas de esa capacidad humana para el lenguaje y el pensamiento. Las disciplinas valen como formas de pensamiento y lenguaje que generan y expresan lo humano, la autonomía y la solidaridad.

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En las tres corrientes de concibe el proceso de la educación como lectura; es decir, aprecio e interpretación de un texto o símbolo que expresa o encarna lo humano y cuya lectura tiene un efecto humanizador. El ser humano se humaniza, desarrolla su dignidad y solidaridad al reconocerse, en sus limitaciones y grandeza, en los productos de la especie, en su cultura.

Crítica de la Tradición y Elementos de la Definición

La definición de las humanidades que elaboró nuestro seminario en sus sesiones finales es en buena parte un resultado del estudios crítico y síntesis de estas tres corrientes de interpretación. Pero la definición es igualmente el resultado de un distanciamiento crítico frente a elementos de esta tradición y corrientes. Algunos de los señalamientos hechos en el proceso de discusión en el seminario y coloquios de verano son los siguientes:

1. No puede aceptarse aquel aspecto de la tradición humanística que identifica las expresiones de excelencia humana con las actividades y productos de una determinada cultura, como la occidental o la europea; de una determinada clase, como la aristocracia o la burguesía, o con las de un sexo. Cuando esto ocurre se puede estar contribuyendo a reforzar prácticas o ideologías de dominación existentes en la sociedad; lo cual es una negación del espíritu liberador que anima a las humanidades.

2. El valor humanizante indiscutible que tiene el estudio de los textos clásicos y el conocimiento histórico del pasado no puede hacernos perder de vista que no constituyen fetiches o vacas sagradas; que su estudio no es el fin de la experiencia humanística, sino un medio para ella. Lo importante es el efecto humanizador, el que se produzca la experiencia humanista. En algunos casos el educando puede requerir de otros medios que produzcan esa experiencia humanística con el lenguaje el pensamiento humanística con el lenguaje como forjadores de la dignidad y la solidaridad. En este sentido decimos que el punto de partida para esa formación humana es siempre la experiencia del educando y de su contorno social. Que incluso los textos clásicos y el pasado histórico se comprenden desde las necesidades e intereses de conocimiento del presente.

3. Debe quedar claro que cuando hablamos del pensamiento y el lenguaje como actividades cuyo estudio y ejercicio humaniza no nos limitamos al pensamiento o lenguaje discursivo y verbal. El pensamiento y lenguaje como expresiones de lo humano cuyo estudio y práctica humaniza incluye dimensiones como la intuitiva, afectiva y visual. La experiencia humanística debe ser un encuentro con y un desarrollo de todas estas dimensiones. Eso es particularmente importante en una época en que la comunicación y la interacción social tienen lugar a través de medios en donde lo visual y afectivo se sobrepone a lo discursivo.

4. Hay que evitar identificar las artes y disciplinas humanísticas con las disciplinas o carreras académicas que hoy en día se agrupan bajo una división o facultad de humanidades. La división de las humanidades en formas básicas de conocieminto y

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de disciplinas académicas corre el riesgo de dejar fuera experiencias cognoscitivas que aún no han logrado el estatuto de disciplinas académicas. La enseñanza de las humanidades bajo el modelo de disciplinas académicas puede sugerir una cuestionable continuidad sin ruptura a cómo conocemos la realidad.

Además, el modelo de disciplinas académicas puede sugerir falsamente que en un determinado campo del saber existe pleno consenso sobre cómo interpretamos la realidad. Por todas estas razones las disciplinas y artes que llamamos humanidades no deben entenderse en el sentido académico o de los especialistas, sino como una perspectiva o una forma de experimentar la realidad; es decir, de estructurarla en una unidad de sentido conforme a determinados conceptos y valores como los de pensamiento, lenguaje, relación social, trabajo, divinidad, solidaridad, etc.

5. Si como hemos establecido las humanidades son una experiencia y una perspectiva que nos transforma y nos permite dar sentido a nuestras relaciones con el mundo, entonces lo que hace que un arte o disciplina pueda ser llamada humanística no es tanto su contenido u objeto sino el enfoque desde el cual se le trata o experimenta. Es decir, lo que la convierte en una experiencia humanística es el objeto para el cual se lleva a cabo la actividad, la manera cómo se lleva a cabo la actividad y el efecto humanizador de la actividad. En este sentido puede hablarse de una investigación, educación o práctica científica humanista o de una tecnología humanista. Del mismo modo puede hablarse de una disciplina académica “humanística” deshumanizada, cuando ésta se convierte en un mero cálculo, explicación, o técnica que hace abstracción del referente humano, como ocurre con ciertas variantes de la filosofía, la lingüística, la historia y el arte.

6. Para entender la deshumanización que puede estar presente en el trabajo, la técnica o la ciencia, no es en su estructura o lógica o en su carácter de actividad práctica transformadora de la naturaleza que debe buscarse una explicación. La deshumanización de éstas tiene que explicarse en relación al contexto social en el que se ejercen como actividades y que hoy día se caracteriza por la hegemonía del mercado y las luchas de poder que en torno a él se organizan. Lo que decía Juan Luis Vives en su tratado sobre las disciplinas acerca de la corrupción de la medicina apuntaba en esta misma dirección.

“Cada cual, dice Vives, se tiene a sí mismo por muy recomendada la salud…. Ello hace que no haya hombre alguno que anuncie que va a hacer algo efectivo par a nuestra salud, que no le prestemos muy despierta atención tanto más cuando la enfermedad aprieta y nos aflige… todos dan crédito a todo el que promete curaciones, y en él depositan su confianza; por eso esta profesión se hizo ganan-ciosísima … Esta ganancia tan obvia y disponible alucinó a muchos que … se acogieron a esta profesión … como a la segura arena en el naufragio. Estudiaban, pues, a vista del lucro, y de ese arte y esos estudios reunieron lo que era más indicado y seguro para hacer dinero, a saber: la historia de los tratamientos curativos, con muy ligero y nulo conocimiento de la filosofía y de aquel juicio que en la aplicación de los remedios era obligado le gobernara.”

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7. La cultura en cuanto objeto de estudio de las humanidades no puede reducirse a la producción intelectual, pues ésta es sólo un aspecto del proceso de humanización que se caracteriza por proteger la vida humana, apaciguar la lucha por la existencia, estabilizar una organización productiva, desarrollar las facultades intelectuales y por reducir y sublimar las agresiones, la violencia y la miseria (Marcase). Desde esta perspectiva no sólo la producción intelectual expresada en grandes obras de teoría, literatura o arte es objeto de estudios humanístico sino también los productos del trabajo, la técnica, las relaciones humanas, etc.

Como objetos de estudios, resultan tan importantes las afirmaciones de lo humano como aquellas prácticas y relaciones deshumanizante en cuanto se estudian como negación de lo humano. El estudio inhumanidad como negación de la dignidad y la solidaridad humana expresada en formas de dominación como la opresión, la violencia, la guerra, la esclavitud, la explotación, el discrimen, la manipulación, etc., pueden constituirse en auténticas experiencias humanísticas.

8. al elaborar una definición de las humanidades es importante tener presente la diferencia entre una definición de carácter más abstracto, que tiene el propósito de proveer un marco conceptual general para la investigación, la creación, el desarrollo de prácticas educativas y profesionales y las concreciones que dicha definición debe adquirir para que pueda efectivamente orientar dichas actividades en el contexto de una realidad social particular concreta. Con esto queremos decir que los conceptos más abstractos de la definición como lo son pensamiento, lenguaje cultura, dignidad, solidaridad, etc., beben ser elaborados de forma más concreta de modo que puedan orientar de manera más adecuada las actividades investigativas, creativas, educativas, o profesionales que tienen lugar en un determinado contexto social y cultural. Así, por ejemplo, el concepto de pensamiento se concretiza en el de “ideologías” o “paradigmas” desde los cuales un pueblo orienta su visión de la realidad y sus acciones. Las humanidades son entonces una reflexión crítica no del pensamiento en general meramente, sino de los paradigmas o ideologías desde los cuales un pueblo vive. Del mismo modo, no basta estudiar la dignidad y la solidaridad como ideas y valores generales, sino que es necesario estudiarlas en las formas concretas que se presentan en un determinado pueblo. Esto es absolutamente necesario, si se quiere que las humanidades realmente humanicen, pues el ser humano que se humaniza no es nunca el ser humano abstracto sino el que pertenece a a un determinado pueblo o cultura y que tiene una determinada biografía.

Todas estas consideraciones, críticas de la tradición humanista, sirven de base a la definición programática elaborada por nuestro Proyecto. Sería un error pensar que la definición es meramente el resultado del proceso de discusión en el Seminario-Taller. Cuando se analiza la definición resulta claro el peso que en ella tiene la tradición que llamamos humanidades y su expresión ene l humanismo. Esto se debe no sólo a que fue elaborada partiendo del estudio de materiales que están dentro de esa tradición, sino que nosotros en nuestras ideas, valores y prácticas seguimos siendo hijos de esa tradición, hijos rebeldes si se quiere, pero no menos hijos. Esa tradición, en la versión de

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superación que le hemos dado, es el paradigma desde el cual hemos compartido esta jornada educativa que ha sido nuestro Proyecto.

Definición Programática de las Humanidades

A la luz de las consideraciones anteriores, quisiera llamar la atención sobre ciertos aspectos de nuestra definición. Antes queremos advertir que como señala Israel Scheffler, el interés de las definiciones programáticas es de orden moral; esto es, se les elabora para dar expresión a programas de acción, para orientar las prácticas sociales que se quieren sugerir. En este sentido, nuestra definición intenta proveer un marco normativo, tanto en el sentido lógico como en el sentido ético, que oriente las prácticas y relaciones en el campo de la educación, la investigación, la creación y las prácticas profesionales.

La expresión “humanidades” se refiere a toda aquella experiencia transformadora del hacer humano. Llamamos humanidades a aquella experiencia que tiene el efecto de desarrollar la humanidad de los individuos; es decir, su capacidad para el sentimiento, el pensamiento y el lenguaje en cuanto condiciones de posibilidad de la dignidad y la solidaridad humana.

La experiencia humanística se cumple tanto en el proceso de al creación cultural misma como en la recreación que tiene lugar cuando apreciamos o interpretamos el hacer expresado en sus formas de vida o cultura.

La experiencia humanística es una manera de crear y de interpretar la realidad, de juzgarla y criticarla, de tomar decisiones y actuar. Implica una reconstrucción o reorganización continua de la experiencia orientada por un interés en la emancipación; es decir, por el conocimiento y la crítica de lo que afirma y de lo que niega lo humano. Implica, además, la conciencia o imperativo ético de defender aquellas prácticas y relaciones que propician la dignidad y solidaridad humana y el rechazo de las que las niega. Y recreación de lo humano, de la dignidad y solidaridad, a través del sentimiento, el pensamiento, el lenguaje y el trabajo, tiene sus raíces en la vida y la cultura de los individuos en cuanto pertenecen a un pueblo. La cultura universal, acopio a aportes de interpenetración de los diversos pueblos a lo largo de la historia, sólo es significativa a partir de la propia experiencia del individuo particular y la cultura del pueblo que la sustenta.

Implicaciones e Importancia de Nuestra Definición

Podemos retonar ahora a algunos de los temas que, como señalé al inicio de esta presentación, orientan a nuestro Proyecto. ¿En qué sentido son las humanidades, com las hemos definido, hoy un quehacer másurgente y difícil que nunca? ¿Qué relación y pertinencia tienen las humanidades para el estado actual de la sociedad puertorriqueña? No vamos a tratar aquí de manera completa estos temas, a los cuales se hará referencia a lo largo de este Simposio, pero al menos queremos traer unas consideraciones que apuntan en esa dirección.

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La sociedad puertorriqueña atraviesa hoy por un momento de grave crisis, de profundo conflictos internos a los cuales la educación no escapa. Ha llegado un momento donde resulta absolutamente necesario un proceso de recuperación y reconstrucción de nuestras formas de convivencias social. Si bien hay graves abstáculos que dificultan esta tarea, hay también condiciones y fuerzas que la posibilitan. Particularmente importante en este sentido es la presencia de dos estrategias sociales conflictivas frente a esta crisis. Por un lado la que se plantea el problema y busca soluciones inmediatas en políticas autoritarias y representativas; por otro lado la qaue intenta que reexaminemos nuestras formas de vida y las reorientemos en la dirección de una mayor libertad. La posibilidad de que los planteamientos que vamos a discutirdurante los próximos días próximos días puedan tornarse en un programa de acción que tenga significado social depende de que no ignoremos este contexto. El rol y la importancia que puedan tener las humanidades en el Puerto Rico de hoy, más que de buenas definiciones y exhortaciones morales, dependerá de nuestra capacidad para identificarlas de modo crítico con necesidades e intereses de la estrategia social que busca superar nuestra actual crisis en el sentido que busca superar y la solidaridad de nuestro pueblo. Nuestra tarea es reconocer y hacer la crítica de los obstáculos a esta tarea e identificar los espacios de acción para nuestra perspectiva humanística. Vamos a referirnos brevemente a uno de estos espacios, el de la educación.

Desde hace algunos años se plantea con insistencia la urgente necesidad de una reforma educativa. La razón fundamental para ello es clara: el sistema educativo puertorriqueño ha dejado de ser pertinente tanto para las necesidades e intereses de conocimiento de una sociedad de mercado, como para las de la convivencia social y el desarrollo personal. En este sentido la exigencia de pertinencia social y personal seráel tema común de todo intento de reforma. Ahora bien, ¿Cómo vamos a definir esta pertinencia? ¿En el sentido de lo que las necesidades de una economía de mercado demanda, o en el que exigen los intereses de la convivencia democrática y el desarrollo pleno del ser humano? No se trata de que ignoremos las demandas de la economía de mercado; por el contrario, la reforma educativa deberá atender a estas demandas, pero no someterse a ellas. Para que esto pueda ocurrir es importante señalar que buena parte de estas demandas se refieren hoy día a conocimientos, destrezas y actitudes tradicionalmente asociadas con la educación liberal y las humanidades: el aprehender a aprehender, la flexibilidad para tolerar la ambigüedad y adaptarse al cambio, la capacidad de investigación procesamiento de información, la habilidad para solucionar problemas y tomar decisiones, destrezas y actitudes para el trabajo en equipo, autonomía y creatividad intelectual, etc. No debe, pues, sorprendernos que grandes corporaciones apoyen los esfuerzos por revivir el currículo liberal y renovar la perspectiva humanista.

Desde la perspectiva de la convicencia social en Puerto Rico, fenómenos recientes como la ola de violencia, criminalidad y corrupción que nos azota; el cumento del sentido de dependencia externa; la inseguridad colectiva que permite que el resultado de unas elecciones pueda depender de un rumor que se echa a correr, plantean la necesidad de una educación que simultáneamente desarrolle la autonomía o independencia de criterio de las personas, al tiempo que las capacita y sensibiliza para tolerar las diferencias de criterio en una sociedad que ha dejado de ser monolítica, y para el establecimiento de

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relaciones de cooperación que nos permitan hacer frente colectivamente a nuestros problemas. Desde el punto de vista de las necesidades personales, nuestros niños y jóvenes se enfrentan a un mundo terriblemente complejo y conflictivo. La desintegración de las instituciones sociales primarias, la ausencia de un sistema de ideas y valores que defina de un modo claro las expectativas sociales de unos roles crea simultáneamente un espacio tanto para una educación autoritaria como para una libertaaria.

La reforma educativa en cuanto tiene que ser pertinente se debatirá pues entre las exigencias económicas, sociales y personales autoritarias y las humanistas.

Como señalamos en nuestra ponencia en el Primer Congreso de Educación Superior en Puerto Rico, celebrado la semana del 16 al 18 de octubre de 1986 en San Juan, la tarea de los educadores humanistas es plantear una estrategia o concepción de la reforma educativa en la que se establezca un efectivo balance entre las exigencias que brotan de la economía de mercado y el proceso político-social y las auténticas necesidades humanas de desarrollo personal y vida comunitaria. No puede permitirse que, por ejemplo, la reconceptualización de la educación liberal se reduzca al sentido de destrezas requeridas por el mundo de la economía de mercado. Cuando esto ocurre, el desarrollo del pensamiento crítico se reduce a la inteligencia y astucia para los negocios; la ética a la conciencia legal para prevenir riesgos de mala práctica; la comunicación pública en interacción retórica y sofística al servicio de la manipulación y control mental. Para que la reforma educativa se oriente en el sentido de la educación, del desarrollo y formación humana, deberá ser sobre todo una reforma en el sentido de las humanidades.

Hay pues serios obstáculos, pero también condiciones objetivas para que las humanidades desempeñen un importante rol en nuestra educación y a la postre en nuestra vida colectiva. El proceso de integración y revisión curricular que llevamos a cabo en el Departamento de Instrucción Pública y en el que, hasta donde sabemos, por primera vez en la historia reciente miles y miles de maestros en toda la Isla discuten y participan en la elaboraci’on de un documento de filosofía educativa orientada por las ideas y valores humanistas de la pertinencia de la educación, el pensamiento crítico y el desarrollo de los valores de la dignidad y la solidaridad, es una muestra de que existen importantes espacios y posibilidades para el quehacer humanístico. Para conquistar estos espacios los educadores con auténticos intereses humanistas debemos unirnos por encima de diferencias disciplinarias e ideológicas y con sentido crítico y voluntad firme asumir el reto que lacoyntura actual nos plantea. A esta tarea se encaminan los esfuerzos de nuestro Simposio. 19 de octubre de 1986.

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