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Una EVALUACIÓN CATÓLICA de JOHN WIMBER Por CHARLES WHITEHEAD (Traducción: Carlos Alberto Jardón) Vino como testigo ¡Mira que es bueno y da gusto que los hermanos convivan juntos! Como ungüento fino en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla de sus vestidos. Como el rocío que baja de l Hermón sobre las cumbres de Sión; allí dispensa Yahvé bendición, la vida para siempre. Salmo 133 Tengo la absoluta certeza de que la unidad entre los cristianos es de lo más importante en la agenda de Dios ahora que entramos en el tercer milenio. El escándalo de nuestras divisiones constantemente afectan a nu estro test imonio como cristianos, en dramático contraste con la respuesta tan positiva que encontramos en aquellas ocasiones e n que trabajamos juntos para evange lizar a una sola voz. De acuerdo a mi experiencia Di os honra la proclamación del Salmo 133, y t ambién hay una especial bendición de uno a otro, que es suficiente para proclamar a Cristo de manera conjunta, y dar testimonio compartido de nuestra herencia. En este movimiento hacia una mayor unidad, Dios escoge y usa a ciertos hombres y mujeres. Algunos de aq uellos a qu ienes escoge trabajan en comisiones teológicas y pastorales, examinando las doctrinas y el lenguaje de manera que sean más fáciles de entender para los d emás. Otros tienen un perfil más público, y a tales hombres y mujeres Dios ha dado un ardiente deseo de unidad, y han sido equipados con un don especial que les permite cruzar los límites denominacionales. Es un asunto de la gracia actuando en la naturaleza - a menudo Dios toma a alguien de personalidad carismática, y le da un corazón por la unidad. Cuando tal persona además de todo es líder poderoso que tiene facilidad para comunicarse, entonces podemos esperar grandes cosas. John Wimber era un hombre así, escogido y equipado por Dios para muchas cosas, una de las cuales fue su compromiso con la oración, la predicación y su trabajo en búsqueda de la unidad del cuerpo fragmentado del Señor. Él llevaba a cabo lo que predicaba y vino como testigo, para que a través de el creyéramos en la importancia de la unida d entre los crist ianos. Para mí, John Wimber frecuentemente recreó aquel sentimient o "bueno y agradable" del salmist a cada vez q ue los cristianos de diferentes denominaciones se unían bajo su ministerio. ¡Hast a tenía el ungüento fino de a unid ad que corría por su barba! Pero permanecer en la verdad de Dios normalmente tiene un costo, y sé de aquellos que condenaron a Wimber debido a su compromiso por trabajar con todos los miembros de familia de Dios. Fue un precio que aceptó sin criticar a nadie, porque tenía bien claro a donde Dios le estaba llamando. En sus propias palabras 'Trato de no responder a las críticas personales. Nunca reacciono ni respondo. Más bien trato de hacer un balance apropiado entre la crítica y la enseñanza que esta me pueda deja r. M e he pasado días respondiendo a p reguntas que considero que fueron de buena volun tad.' Una de las cosas más interesantes acerca de John Wimber y su ministerio fue la aceptación que tenía por tanta diversidad de Cristianos. Los Pentecostales y los carismáticos lo aceptaban por su compromiso por el ejercicio d e los do nes espirituales en el ministerio de sanación. Muchos, aunque no todos los evangélicos aceptaban sus enseñanzas acerca de lo sobrenatural por el hecho de que John siempre buscó basarse en las Escrituras para todo lo que dijera e hiciera. Los cristianos de denominaciones protestantes lo aceptaban porque aunque era un nuevo líder de la Iglesia y fundador de La Viña, era profundamente respetuoso de la historia y del lugar al que pertenecían las ovejas. Los católicos lo aceptaron debido a su apertura, y porque sabíamos que estaba dispuesto a pagar e l precio por su relación con nosotros. Entonces ¿cuál fue la contribución de Wimber por la causa de la Unidad Cristiana? ¿Qué fue lo que aportó a este problemático asunto de la vida Cristiana? Es mi tarea dirigir e stas preguntas desde una p erspectiva cat ólica romana, y dejar que sean otros quienes hablen desde sus particulares puntos de vist a. En la Iglesia católica romana, la influencia de John Wimber fue casi exclusivamente entre los carismáticos. Durante los principios de los años 70s la renovación carismática se había extendido a lo largo de toda la Iglesia católica, y millones de hombres y mujeres habían experimentado una renovación de su fe como resultado de ser bautizados en el Espíritu Santo. Había una poderosa alabanza y adoración, se ejercían los carismas, se formaban nuevas comunidades, y las personas empezaban a experimentar una nueva he rmandad con sus hermanos y h ermanas pentecostales y protest antes. Hacia f inales de la década las cosas empezaron a cambiar. En América del Norte y en Europa el aumento en las cifras empezó a reducirse, la emoción del principio ya se estaba pasando, y empezaron a surgir nuevos problemas. Comenzamos a apoyarnos de nuevo en la seguridad de la estructura y del ritual, y hasta intentamos una vez más incluso reformarnos no sólo a nosotros sino también a la sociedad por nu estras f uerzas y no por el poder de Dios. Un área en la que aparecieron las dificult ades fue en las relacione s ecuménicas, al descubrir que a pesar de nuestro incipiente entusiasmo los problemas seguían allí. T ambién nos dimos cuenta de que el dar el mensaje de nueva vida en el Espíritu Santo a nuestros hermanos católicos, en el cual  juntos llamáramo s a la un idad con nuestros recién descubiertos hermanos p rotestantes y penteco stales era d emasia do difícil de lograr. Los resultados eran previsibles-los primeros pasos de regreso a la seguridad de lo ya sabido y de lo predecible. Dentro de esta situación es en la cual surge John Wimber en Inglaterra, y c ada vez que le o el principio del Evangelio de Juan, me parece que las palabras que describen a Juan, también podrían aplicarse para John Wimber: 'Hubo un hombre enviado

Una evaluación católica de John Wimber

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Una EVALUACIÓN CATÓLICA de JOHN WIMBERPor CHARLES WHITEHEAD(Traducción: Carlos Alberto Jardón)

Vino como testigo

¡Mira que es bueno y da gusto que los hermanos convivan juntos!Como ungüento fino en la cabeza,que va bajando por la barba,que baja por la barba de Aarón,hasta la orla de sus vestidos.Como el rocío que baja del Hermón sobre las cumbres de Sión;allí dispensa Yahvé bendición, la vida para siempre.Salmo 133

Tengo la absoluta certeza de que la unidad entre los cristianos es de lo más importante en la agenda de Dios ahora queentramos en el tercer milenio.

El escándalo de nuestras divisiones constantemente afectan a nuestro testimonio como cristianos, en dramático contraste conla respuesta tan positiva que encontramos en aquellas ocasiones en que trabajamos juntos para evangelizar a una sola voz.De acuerdo a mi experiencia Dios honra la proclamación del Salmo 133, y también hay una especial bendición de uno a otro,que es suficiente para proclamar a Cristo de manera conjunta, y dar testimonio compartido de nuestra herencia.

En este movimiento hacia una mayor unidad, Dios escoge y usa a ciertos hombres y mujeres. Algunos de aquellos a quienesescoge trabajan en comisiones teológicas y pastorales, examinando las doctrinas y el lenguaje de manera que sean másfáciles de entender para los demás. Otros tienen un perfil más público, y a tales hombres y mujeres Dios ha dado un ardientedeseo de unidad, y han sido equipados con un don especial que les permite cruzar los límites denominacionales. Es unasunto de la gracia actuando en la naturaleza - a menudo Dios toma a alguien de personalidad carismática, y le da uncorazón por la unidad. Cuando tal persona además de todo es líder poderoso que tiene facilidad para comunicarse, entoncespodemos esperar grandes cosas.

John Wimber era un hombre así, escogido y equipado por Dios para muchas cosas, una de las cuales fue su compromiso conla oración, la predicación y su trabajo en búsqueda de la unidad del cuerpo fragmentado del Señor. Él llevaba a cabo lo quepredicaba y vino como testigo, para que a través de el creyéramos en la importancia de la unidad entre los cristianos.

Para mí, John Wimber frecuentemente recreó aquel sentimiento "bueno y agradable" del salmista cada vez que los cristianosde diferentes denominaciones se unían bajo su ministerio. ¡Hasta tenía el ungüento fino de a unidad que corría por su barba!

Pero permanecer en la verdad de Dios normalmente tiene un costo, y sé de aquellos que condenaron a Wimber debido a sucompromiso por trabajar con todos los miembros de familia de Dios. Fue un precio que aceptó sin criticar a nadie, porquetenía bien claro a donde Dios le estaba llamando. En sus propias palabras 'Trato de no responder a las críticas personales.Nunca reacciono ni respondo. Más bien trato de hacer un balance apropiado entre la crítica y la enseñanza que esta mepueda dejar. Me he pasado días respondiendo a preguntas que considero que fueron de buena voluntad.'

Una de las cosas más interesantes acerca de John Wimber y su ministerio fue la aceptación que tenía por tanta diversidad deCristianos. Los Pentecostales y los carismáticos lo aceptaban por su compromiso por el ejercicio de los dones espirituales enel ministerio de sanación. Muchos, aunque no todos los evangélicos aceptaban sus enseñanzas acerca de lo sobrenaturalpor el hecho de que John siempre buscó basarse en las Escrituras para todo lo que dijera e hiciera. Los cristianos dedenominaciones protestantes lo aceptaban porque aunque era un nuevo líder de la Iglesia y fundador de La Viña, eraprofundamente respetuoso de la historia y del lugar al que pertenecían las ovejas. Los católicos lo aceptaron debido a suapertura, y porque sabíamos que estaba dispuesto a pagar el precio por su relación con nosotros.

Entonces ¿cuál fue la contribución de Wimber por la causa de la Unidad Cristiana? ¿Qué fue lo que aportó a esteproblemático asunto de la vida Cristiana? Es mi tarea dirigir estas preguntas desde una perspectiva católica romana, y dejar que sean otros quienes hablen desde sus particulares puntos de vista.

En la Iglesia católica romana, la influencia de John Wimber fue casi exclusivamente entre los carismáticos. Durante losprincipios de los años 70s la renovación carismática se había extendido a lo largo de toda la Iglesia católica, y millones dehombres y mujeres habían experimentado una renovación de su fe como resultado de ser bautizados en el Espíritu Santo.Había una poderosa alabanza y adoración, se ejercían los carismas, se formaban nuevas comunidades, y las personasempezaban a experimentar una nueva hermandad con sus hermanos y hermanas pentecostales y protestantes. Hacia finalesde la década las cosas empezaron a cambiar. En América del Norte y en Europa el aumento en las cifras empezó a reducirse,la emoción del principio ya se estaba pasando, y empezaron a surgir nuevos problemas. Comenzamos a apoyarnos denuevo en la seguridad de la estructura y del ritual, y hasta intentamos una vez más incluso reformarnos no sólo a nosotrossino también a la sociedad por nuestras fuerzas y no por el poder de Dios. Un área en la que aparecieron las dificultades fueen las relaciones ecuménicas, al descubrir que a pesar de nuestro incipiente entusiasmo los problemas seguían allí. Tambiénnos dimos cuenta de que el dar el mensaje de nueva vida en el Espíritu Santo a nuestros hermanos católicos, en el cual

 juntos llamáramos a la unidad con nuestros recién descubiertos hermanos protestantes y pentecostales era demasiado difícilde lograr. Los resultados eran previsibles-los primeros pasos de regreso a la seguridad de lo ya sabido y de lo predecible.

Dentro de esta situación es en la cual surge John Wimber en Inglaterra, y cada vez que leo el principio del Evangelio de Juan,me parece que las palabras que describen a Juan, también podrían aplicarse para John Wimber: 'Hubo un hombre enviado

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por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él' (Juan 1,6-7)

Asombroso acuerdo de líderes Cristianos

La enseñanza de John Wimber a principios de los 80s en Inglaterra en relación con los dones del Espíritu Santo y su uso enla evangel ización. El mayor mérito de su ministerio fue el de enseñar, animar, planear y equipar. Pero junto con esta visión desu trabajo entre nosotros iba siempre su compromiso en búsqueda de la unidad. Él se encargó de hacer un ambiente propicioen el cual todos se sintieran bienvenidos, en el que todos permanecieron en un nivel de igualdad, mientras nos enseñaba.

Cuando asistí a la primera conferencia de Wimber me sentí sumamente sorprendido al ver la diversidad de líderes cristianosque estaban allí presentes de diferentes Iglesias y Congregaciones. Nadie conocía las canciones de la Viña, pero hicimos unesfuerzo por aprenderlas juntos; nadie había escuchado tales enseñanzas acerca de los dones del Espíritu Santo; nadie denosotros estaba esperando ver modelos de ministración desde la plataforma, así como no lo esperábamos nosotros, tampocolo esperaba el joven equipo de jóvenes cristianos que orarían por nosotros. Permanecíamos unidos mientras recibíamos deeste hombre y de su equipo. En sentido real, las reuniones de Wimber eran terreno neutral para todos nosotros, nunca ningúngrupo se sintió hecho más ni menos. John Wimber nos proveyó de una atmósfera en la cual todos los cristianos pudiéramossentir y vivir en la unidad, sin necesidad de estar a la defensiva de sus enseñanzas. Él nos desafió a todos con lo que decía ycon lo que hacía, pero nunca se metió con aquello que nos identificaba, ya fuera como Anglicanos, Bautistas, Metodistas,Católicos, Pentecostales o Nuevos líderes de la Iglesia. Nos ofreció un 'ambiente de seguridad' en el que todos pudiéramosaprender. Para mí éste fue el mayor regalo de Wimber para nosotros, y fue de particular importancia para los líderescarismáticos católicos.

Mientras aprendíamos juntos fue que empezamos a formar verdaderas amistades. De la amistad creció la confianza y elreconocimiento, y aunque no estábamos de acuerdo sobre algunas cosas, aprendimos a aceptarnos y a respetarnos unos aotros. Sobre tales cimientos se construyeron muchas amistades cristianas, y se fortaleció nuestra hermandad. Lo que loscatólicos aprendieron principalmente de John Wimber fue acerca de los dones del Espíritu Santo y de cómo ejercerlos, ¡peroaunque menos espectacular, lo que principalmente aprendimos fue que -por lo menos a los ojos de uno de los líderescarismáticos evangélico-protestantes- ser católico estaba bien!.

Su enseñanza acerca de los dones del Espíritu vino en un momento vital -cuando estábamos en peligro de dejar dedepender del poder de Dios- y Wimber resaltó y demostró la importancia de los carismas en todo lo que hacemos. Él tambiénelevó el perfil del verdadero ecumenismo, y demostró la importancia del compromiso por la unidad de la iglesia. Sin saberlo,fortaleció mi convicción de que pagar por el precio de la unidad bien merece la pena.

 

Tengo la seguridad de que el impacto que causó John Wimber en la renovación carismática fue justo en el tiempoestablecido por Dios y que causó el efecto deseado, alcanzó mucho más que al pequeño número de personas que acudían asus reuniones y a sus enseñanzas. Debido a su fidelidad al responder al llamado de Dios por medio de su ministerio enInglaterra, ha sido que nueva vida ha fluido a nuestros grupos, congregaciones e iglesias. Por todo ello le tenemos unenorme agradecimiento, lo cual me satisface mucho reconocer. Pero por sobre todo, él fue un gran hombre de Dios, quesiempre estuvo comprometido, que fue valiente, alegre y lleno de dones espirituales. Le he admirado enormemente, yaunque sólo nos veíamos de vez en cuando, le extraño mucho y siempre le estaré agradecido. Para mí y para muchos otrosél fue un hombre verdaderamente enviado por Dios a nuestras vidas, y por medio de su testimonio fue que nos hicimosmejores personas.