Una Fuente de Energía - Tratado sobre la oración de petición - José Mª de Heredia, S.J

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    UNA FUENTE DE ENERGA (Jos Mara de Heredia S.J)Tratado sobre la oracin de peticin

    UNA FUENTE DE ENERGA (Jos Mara de Heredia S.J) Tratado sobre la oracin de peticin 1

    1.-DIVERSAS CLASES DE FUERZA 4

    2.-LA FUERZA "PETICIN" 9

    3.- CUANDO X ES IGUAL AL INFINITO 13

    4 -LAS ENSEANZAS DEL MAESTRO 17

    5 -LA PALANCA Y LA POLEA 22

    6 -POR ANDAR VACILANDO 25

    7 -LA VARIABLE Y 28

    8 -DISCUSIN DE Z 30

    9 - TODO EST EN EL MODO 34

    10 - CUANDO DISMINUYE EL BRAZO DE LA PALANCA 37

    18 - CMO CRECE EL BRAZO DE LA PALANCA 40

    12 - TU LO QUISISTE, FRAILE MOSTN... 44

    13 - LOS ABOGADOS 47

    14 - EL NICO MTODO 50

    15 - LA CUARTA DIMENSIN 53

    16 - QU SE DICE, NIO...? 57

    17 - EL MAESTRO DE LOS MAESTROS 59

    18 CLAROSCURO 62

    19 - CUADROS CONOCIDOS 65

    20 - ESTUDIANDO EN LA PRIMERA GALERA 68

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    21 - DE LA ESCUELA ANTIGUA 70

    22 - UN ASUNTO MUY TRILLADO 76

    23 - LA ROCA DE CADES 79

    24 - PAISAJES DEL CARMELO 82

    25 - NNIVE Y LA MEDIA 87

    26 - UN CASO PARALELO 93

    27 - ESCUELA ESPAOLA 97

    28 - UN CUADRO ANDALUZ 100

    29 - ESCUELA ITALIANA 104

    30 - EL COTTOLENGO 107

    31 - LA PICCOLA CASA 111

    32 - UNA OBRA MAESTRA DE LA ESCUELA FRANCESA 117

    33 TERESITA 120

    34 - UN CUADRO INFANTIL 123

    35 PRANZINI 126

    36 - CUADROS DE LA MISIN 131

    37 - DE LA ESCUELA MEJICANA 135

    38 - UN AUTORRETRATO 140

    39 - RECAPITULACIN(resumen del libro en un slo captulo) 143

    40 PRLOGO 148

    41 - ENTRE NOSOTROS 151

    42 - UN CAMINO SEGURO 157

    43 ADIS 158

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    1.-DIVERSAS CLASES DE FUERZA

    El descubrimiento del petrleo ha causado en el mundo moderno una verdadera

    revolucin, porque ha puesto en manos de la industria una nueva fuente en energa.

    Sin la gasolina no tendramos automviles ni aeroplanos ni infinidad de otras mquinas

    basadas en el uso de dicha sustancia. La electricidad es otra clase de energa, de naturaleza

    muy distinta de la gasolina, aunque muy superior en sus maravillosas aplicaciones, pero

    dependiente de ella, del carbn o del agua. La energa atmica es tambin otra fuente de energa,

    terrible si se utiliza para el mal, maravillosa, empleada para el bien. Y sabe Dios que otras fuentes

    de energa descubrir el hombre en el futuro.

    Estas fuentes de energa, combinadas, son el principal fundamento de la colosal

    industria de nuestros tiempos. La fuerza animal de los siglos pasados ha cedido su lugar a la

    fuerza del vapor y de la electricidad. Los coches y carros tirados por caballos vandesapareciendo paulatinamente, y quin se acuerda ya de los tranvas tirados por mulas?

    Pero todas estas fuerzas, por grandes que parezcan, si son aplicadas de una manera tan

    maravillosa, es porque son dirigidas por una fuerza muy superior a todas ellas: la fuerza de la

    inteligencia humana, de naturaleza perfectamente distinta de la de las otras, pero todas capaces

    de producir un efecto determinado.

    Por fuerza entendemos, en general, un poder activo, y poder es la facultad de hacer o

    de llevar a cabo alguna cosa. Fuerza es un poder en accin. Las fuerzas se dividen en materiales,

    morales y espirituales, resultando otras clases secundarias de ellas derivadas.

    El poder del dinero, cuando aplicado, es una de las fuerzas ms poderosas del mundomoderno. Es verdad que la fuerza de las riquezas ha existido siempre, pero nunca ha estado tan

    esparcida como en nuestro siglo. En pocas antiguas, las riquezas eran patrimonio de unos

    cuantos, mientras que, en la actualidad, el dinero, smbolo de la riqueza, anda de mano en mano,

    repartiendo su poder innegable entre muchos millones de personas.

    Aunque al presente nos parece que la fuerza del dinero es la ms poderosa de todas las

    fuerzas, porque puede procurarnos infinidad de cosas, no siempre el dinero fue lo que es ahora.

    La Historia nos cuenta de muchos reyes que no tenan dinero para pagar el gasto de la casa real,

    reducida a su nfima expresin. Con el dinero que Byrd gast en su expedicin al Polo Sur, Coln

    hubiera podido dar la vuelta al mundo, por lo menos.

    Por otra parte, el honor en la poca de la caballera era, en ocasiones, una fuerza ms

    poderosa que el dinero, y de hecho muchsimas hazaas fueron llevadas a cabo por esta fuerza,

    casi sin dinero alguno o a pesar del dinero.

    En la actualidad, sin embargo, sin la fuerza del dinero no va uno a ninguna parte, segn

    la opinin corriente. Por eso han dado en llamar todopoderoso al dlar; y, sin embargo, por

    grande que sea el poder del dinero, esta fuerza no slo no lo puede todo, sino que, en muchas

    ocasiones, es la causa o el obstculo para no conseguir lo que deseamos.

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    Si la fuerza del dinero pudiera conseguir la salud, por ejemplo, no habra tanto millonario

    dispptico, reumtico o canceroso. El dinero puede proporcionarnos la asistencia de los mejores

    mdicos, es cierto; pero los mdicos llega un momento que no pueden hacer nada ms.

    El dinero no nos proporciona la paz en la familia. No hay cosa que divida ms a una

    familia (si exceptuamos la poltica) que el dinero. Los hijos de los ricos, es cosa sabida, no son deordinario buenos para nada. Y la vida, el don que ms se estima comnmente, no la puede

    prolongar el dinero, antes sirve muchas veces para acortarla, por los abusos a que se entregan,

    con frecuencia, los que lo tienen en abundancia. No nos detendremos en hablar de otras fuerzas

    morales, espirituales o combinadas que existen entre nosotros, como son: la fuerza de la palabra

    hablada o escrita, la de la autoridad y otras semejantes, por sernos suficiente la del dinero para

    nuestro propsito.

    Hay una fuerza moral, sin embargo, que aunque constantemente usada por todos, casi

    nadie la considera como una fuerza: LA PETICIN. La peticin es una splica que, para

    conseguir alguna cosa, hace una persona a otra. Ninguno ignora lo que significa pedir. Todos

    estamos acostumbrados a pedir desde que nacemos. El nio, con sus lloros, pide el pecho de la

    madre, y sta, al orlo no se puede negar a drselo. El nio, a pesar de su corta edad, tiene ya

    esta fuerza a su disposicin para conseguir lo que desea. Y qu hacemos todos durante

    nuestra infancia sino pedir? Si analizamos nuestra vida entera, veremos que es una serie

    continuada de peticiones, las cuales tienen, no pocas veces, fuerza suficiente para conseguir lo

    que deseamos.

    En muchas ocasiones, sin embargo, no conseguimos lo que impetramos, pero esto no

    quita que la peticin empleada de la manera debida, sea una fuerza moral de poder

    extraordinario. Cuntas cosas se consiguen por dinero, y cuntas veces conseguimos dinero

    con nuestras peticiones!

    Es bien sabido lo que pueden las lgrimas de una mujer que pide. La fuerza de las

    influencias, tan en boga en nuestros das, est basada en la peticin. La fuerza de la peticin da

    resultados mayores cuando la persona a quien se pide es rica y poderosa. No queremos decir

    que sea ms fcil obtener lo que deseamos si nos dirigimos a un rico o poderoso, sino que, de

    uno que tiene mucho, podemos obtener ms, si nuestra peticin es oda, que de otro que tiene

    muy poco que dar, por la sencilla razn de que el que tiene ms puede dar ms, si sabemos

    cmo pedirle. Un ejemplo aclarar lo que puede la peticin cuando es bien dirigida.A comienzos del siglo XX , haba en los Estados Unidos un trabajador muy hbil llamado

    Esteban Karket, inventor de una mquina muy ingeniosa para hacer medias. El modelo, aunque

    imperfecto, pues lo haba hecho l mismo sin instrumentos a propsito, daba resultados. Sin

    embargo, necesitaba otro modelo mejor para poderlo exhibir; y para esto, as como para sacar la

    patente, le hacan falta doscientos dlares. El pobre inventor lo haba empeado todo y, por ms

    que haba buscado quin le ayudara, no lo haba podido conseguir.

    Esteban era viudo y tena una hija de veintids aos llamada Agnes, la cual, teniendo

    una fe ciega en la habilidad de su padre, sufra mucho viendo que la falta de dinero lo detena en

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    una empresa de resultados seguros, con que poda, por lo menos, ganarse lo necesario para

    pasar una vejez descansada.

    En la poblacin vecina haba un industrial muy rico, el cual hubiera podido financiar la

    empresa; pero se haba negado a hacerlo cuantas veces el pobre Esteban le haba hablado de

    su asunto. Viendo esto Agnes, un da, sin decir nada a su padre, y aprovechando la ausencia deste, march a la poblacin con el cartapacio que contena los dibujos de la mquina inventada

    por su padre. Lleg al despacho del industrial y se hizo anunciar; mas aqul apenas oy el

    nombre de Karket, rehus recibirla. Agnes no se desanim por esto, sino que, pacientemente,

    esper a que el industrial saliera para tomar su almuerzo. Sali ste, en efecto, y la joven trat de

    hablarle; pero aqul no le hizo el menor caso. Al volver a su despacho por la tarde, se encontr

    con Agnes, quien pacientemente lo esperaba. Crey l que le iba a hablar, mas la joven slo lo

    mir con una mirada tan suplicante, que el viejo estuvo a punto de recibirla; pero en aquel

    momento el secretario le anunci que otra persona lo aguardaba en el despacho, y entr,

    dejando a Agnes sin decirle palabra.

    Estaba nevando, y cuando el rico industrial se retiraba a su casa muy bien arropado, se

    encontr con Agnes, que, aterida de fro, an lo esperaba. La joven no era bien parecida, y sus

    vestidos eran muy pobres; era, sin embargo, muy buena, y en sus ojos, a la escasa luz de la

    lmpara que brillaba en la puerta de la oficina se poda ver su mirada suplicante. Esta vez, el

    industrial, compadecido, la hizo entrar, para que se calentara ante la chimenea de su despacho

    an no extinguida, y con tono carioso le dijo:

    -Qu quieres?

    La chica sac el cartapacio con los dibujos, y respondi

    -Seor, mi padre ha inventado una mquina y...

    - A1 diablo la mquina y tu padre! -buf el rico, arrojando al suelo una moneda como

    limosna, mientras se diriga a la puerta.

    -Seor aadi Agnes, alzando la moneda y devolvindosela a su dueo-, no he venido

    a pedir limosna, sino a suplicarle que me oiga. El rico se detuvo con la mano en el picaporte; pero,

    al hacer esto, sus ojos se fijaron en un retrato de mujer que sobre el escritorio tena. Mirlo

    tristemente, y volvindose a Agnes, le pregunt abruptamente

    -Cuntos aos tienes? -

    -Veintids -respondi la joven sin vacilar.-Mientes, embustera...La joven no se dio por ofendida, sino que con toda humildad le

    dijo:

    -Si usted quiere, maana le traer mi partida de nacimiento.

    El viejo mir sorprendido a la joven y, arrepentido interiormente de su grosera, aadi

    con tono benvolo.

    -Dispnsame. Hasta maana.

    A las nueve lleg el industrial, y al apearse de su trineo, lo primero que vio fue a la joven

    esperando. La hizo pasar al momento. Agnes, sin decir palabra, le extendi un papel.

    -Otra vez la mquina?-pregunt el viejo, quitndose su abrigo de pieles.

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    -Es mi certificado de nacimiento-respondi la joven con voz insinuante.

    -Ser posible? exclam el industrial, cuando hubo ledo el papel-, tambin te llamas

    Agnes?

    -Para servir a usted.

    -As se llamaba mi hija-replic el anciano mirando el retrato que penda del muro-, ydeba, como t, tener veintids aos; me la recuerdas mucho...

    -Ella era muy guapa, y yo noaadi Agnes mirando el retrato.-Pero era como t, muy

    buena.

    Una lgrima surc las arrugadas mejillas del industrial, que, para disimular su emocin,

    aadi:

    - Cunto necesitas para el negocio de esa maquina?

    -Mi padre dice que, para construirla y para obtener la patente, bastarn doscientos

    dlares.

    Abri el viejo un cajn y sac un puado de monedas de oro que entreg a la joven.

    -Pero stos son trescientos.

    -Largo de aqu!...

    -Pero y el recibo...

    -El rediablo ; vete!..., pero no dejes de volver de cuando en cuando... Me la recuerdas

    mucho!

    El verano haba llegado, y Agnes no haba vuelto.

    "Se habr levantado ese inventor con el santo y la limosna?" -se deca para s una

    maana el industrial, cuando llamaron a la puerta de su residencia. Sali l mismo a abrir. Agnes

    estaba all con un papel en la mano.

    -Al fin -dijo el industrial por todo saludo.

    - Nos ha costado mucho tiempo sacar la patente. Acabamos de llegar de Wshington.

    Aqu la tiene.

    - Est a nombre mo- dijo sorprendido el viejo.

    - Por supuesto, pues el dinero era de usted.

    -Y ahora?-.

    - Ahora hay que formar la compaa para fabricar las medias.

    Gruendo y hablando consigo entr el viejo, y pronto volvi con un papel que entreg a lajoven. Era un cheque por mil dlares a favor de Agnes Karket.

    - Si necesitas ms, ven a pedrmelo.

    Agnes, sin embargo, no volvi hasta el da de Navidad, en que entreg al industrial una

    caja con las dos primeras medias tejidas en la nueva fbrica. El viejo se conmovi con el regalo,

    y sin oposicin alguna, a peticin de la joven, mand poner su trineo y march con ella a la

    fbrica. Era sta una casita pequea, donde figuraba al frente este letrero: Bristol and Karket,

    fbrica de medias.

    -Usted es el socio capitalista -dijo Agnes por toda explicacin-, y mi padre el socio

    industrial. Cuando termin la visita a la fbrica, Bristol, que tal era su nombre, dijo a Karket:

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    -No estoy conforme en que se haya usado mi nombre sin expreso permiso...

    -Pero...

    -No hay pero que valga. Maana, seorita, ir usted a verme. La espero sin falta- voy a

    hablar con mi abogado.

    Y, sin decir ms, gruendo, mont en su trineo y se volvi a su casa.-.Y quin es ese muchacho que la acompaa? -pregunt Bristol a Agnes al da

    siguiente.

    -Es Jack, el dependiente de mi padre..., y mi novio-respondi sta ruborizndose.

    -Y cundo piensan casarse?

    -Tan pronto como est arreglado lo de la Compaa.

    -Pues, entonces, trabajo le doy a ese mequetrefe.

    Agnes se sonri, en vez de asustarse.

    -Firme usted aqu-dijo el viejo, dndole la pluma a la joven e indicndole un documento.

    Agnes, sin leer una letra, firm.

    -Pero sin leerlo siquiera?-dijo Bristol, sorprendido- Sabes lo que has firmado,

    desgraciada?

    -,Y cree que no tengo ya ilimitada confianza para fiarme a ciegas de usted? Podr

    imaginarme que va a hacer algo que me perjudique, quien ha sido tan bueno conmigo hasta

    ahora?

    En efecto, por aquel documento, Bristol traspasaba su parte en la Compaa de medias a

    la joven, cambiando la razn social en Karket and Karket.

    Lo que no pudo conseguir el talento del padre, logrlo la peticin de la hija; y

    muchsimo ms, pues de tal manera gan la voluntad del rico industrial, que, sin que fuera ya

    necesario pedirle de nuevo, fue l sufragando todos los gastos requeridos para hacer prosperar

    el invento, que de otra suerte hubiera quedado, como otros muchos, olvidado para siempre.

    La peticin de la hija haba puesto en accin los recursos del rico. En esto consiste

    precisamente la fuerza de la peticin: en poner a nuestra disposicin las fuerzas materiales,

    espirituales o combinadas de que puede disponer la persona a quien pedimos.

    Es, pues, la peticin una fuerza moral, o sea una fuerza que mueve una voluntad, y que

    pone a nuestra disposicin la voluntad ajena y las fuerzas fsicas, intelectuales o morales de otra

    persona.

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    2.-LA FUERZA "PETICIN"

    Que la peticin es una fuerza moral, nos parece haberlo explicado ya suficientemente, y

    el que, algunas o muchas veces, la peticin no obtenga lo que pide, no quita que sea una fuerza.

    Lo nico que puede decirse en esas ocasiones es que la fuerza no es suficiente para

    vencer la dificultad; pero no por eso deja de ser fuerza. El que un nio no pueda levantar diez

    kilos, no quiere decir que el nio no tenga fuerza, sino que no la tiene suficiente para levantar ese

    peso.

    La fuerza verdadera de la peticin no est en ella misma, como dijimos, sino en las

    fuerzas que puede poner en accin o controlar indirectamente. Una semejanza aclarar nuestra

    idea. Estamos en una enorme fbrica de electricidad, donde las dnamos desarrollan dos

    millones de caballos de fuerza elctrica. Pues bien, para alumbrar toda una poblacin, basta que

    un hombre cierre el conmutador, para conseguir que la electricidad de las dnamos se precipitepor los alambres y se enciendan las luces de la ciudad. La fuerza peticin est representada,

    en este caso, por la que hace el hombre para cerrar el circuito conectando el conmutador. Fuerza,

    en s, pequesima, si se compara con los miles o millones de caballos de fuerza que ha puesto

    en accin. La fuerza de la peticin est en que, cuando es eficaz, MUEVE LA VOLUNTAD DEL

    DADOR PARA CONCEDER LO QUE SE LE PIDE.

    Y, para doblegar una voluntad, se necesita, en ocasiones, una fuerza tremenda.

    En la peticin podemos considerar tres elementos:

    1)la persona que da

    2) la persona que pide3) la peticin misma.

    Por lo que hace a LA PERSONA a la cual se pide, debemos tener presente:

    a) que tenga lo que le pedimos o que de una manera u otra nos lo pueda dar y

    b) b) que quiera drnoslo o que su voluntad sea doblegable por lo menos.

    De qu nos sirve pedir a una persona que nos d cien pesos, si dicha persona slo

    tiene o puede tener veinticinco? Y si tiene los cien pesos, de qu nos sirve pedrselos, si

    tenemos seguridad de que est perfecta e irrevocablemente decidida a no darlos?

    Entre las personas que quieren dar, podemos encontrar tres clases:

    a) unos dan cuando se les influye, pues de otra manera no dan. Para stos la peticin

    tiene la fuerza de un abrelatas

    b) otros quieren dar, pero esperan la oportunidad para hacerlo; stos son como un

    sifn de agua gaseosa slo se necesita apretar la llave para que salga el agua

    c) son aquellos que no solamente quieren dar, sino que andan buscando a quien dar, y

    son comparables a la lluvia que cae, y slo se requiere poner el vaso para recibirla.

    Para conseguir por medio de la fuerza peticin que den alguna cosa los que

    pertenecen al primer grupo, se necesita gran habilidad, pues hay que inclinarnos a dar, abrirlos

    con el abrelatas y luego volcarlos en el recipiente. A stos se necesita pedirles cuando estn de

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    buen humor, halagarles la vanidad, picarlos la filantropa, mostrarles las ventajas que de dar les

    pueden venir y otras cosas por el estilo.

    Los del segundo grupo, es decir, los que ya tienen voluntad de dar, solamente necesitan

    ser persuadidos de la conveniencia de dar en este caso particular.

    Con los que al tercer grupo pertenecen, y son escassimos, la peticin es de lo mssencillo: basta que el que pide extienda su vaso para recibir la lluvia. La cantidad que reciba

    depender, no slo de la magnitud del vaso que presente y del tiempo que lo tenga expuesto bajo

    la lluvia, sino de la amplitud de la boca, pues un botijo de gran capacidad y boca angosta tiene

    que recibir menos agua de lluvia que un plato de poca capacidad y gran superficie.

    Por lo que respecta a la persona que pide, debe ser, de un modo u otro, grata a la

    persona que da, para que la peticin sea eficaz. Mientras ms grata es al dador la persona que

    pide, con mayor facilidad consigue sta, de ordinario, su peticin. Por el contrario, si una persona

    no es grata al dador o le es positivamente ingrata, la probabilidad de que la peticin sea eficaz

    disminuye proporcionalmente. Con qu cara nos podemos presentar a pedir algo a una persona

    a quien hemos injuriado recientemente?

    Hay cosas que positivamente impiden la eficacia de la peticin, y derivan del que pide, y

    otras que la disminuyen o la retardan, mientras que otras aseguran definitivamente su eficacia.

    Podramos extendernos en este punto considerablemente; pero no lo hacemos porque el lector

    puede discurrir por s mismo sobre este tema, teniendo presente que todo aquello que nos hace

    grato a los ojos del dador ayuda a que la peticin sea eficaz, y todo aquello que nos hace ingratos

    a su persona impide naturalmente la eficacia.

    Hay veces, sin embargo, en que, aunque la persona que pide no sea enteramente grata

    al dador, obtiene a pesar de esto su peticin, porque la peticin misma es agradable al que la

    concede.

    Se trataba en cierta ocasin de realizar una obra social en una ciudad populosa, y el

    ayuntamiento encarg a un grupo que recogiera fondos con ese objeto. Los miembros que

    formaban el comit, aunque poltica y socialmente amigos, eran especialmente desagradables al

    riqusimo seor X., a quien haban ido a ver con el objeto de recabar ayuda. La obra, sin embargo,

    le era en extremo agradable, y viendo que era no haba mejor modo de colaborar si no se vala de

    ese comit, les hizo un generoso donativo, que los infatuados miembros del comit atribuyeron a

    su habilidad y prestigio.En otros casos es al contrario, como recordar el lector que pas en la ancdota de

    Agnes Karket y el industrial Bristol. A ste le era desagradable el negocio de la maquinaria; y as

    Agnes tuvo que portarse hbilmente para que Bristol le concediera el dinero, no por razn del

    negocio, sino por la simpata, basada en la fecha de su nacimiento. El dinero pedido lo recibi

    Agnes no para la maquinaria, sino para ella, segn la intencin del industrial. La segunda entrega

    de dinero fue hecha teniendo tambin en cuenta el negocio, pero siendo ella todava el mvil

    principal.

    Para que la peticin sea, pues, eficaz por parte de la peticin misma, debe sta ser del

    agrado del dador o suplir este agrado que falte, en la manera o forma con que se pide. En otras

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    palabras, cuando la peticin objetivamente no es del agrado del dador, el que pide, por su

    manera de pedir, debe ganarle la voluntad de tal suerte que, en vista de la persona que pide, le

    conceda lo que, de otro modo, nunca lo hubiera concedido.

    En unos casos, la peticin directa no da resultado, habiendo necesidad de interponer

    personas de influencia que nos ayuden a pedir; y en cambio, otras veces los intercesores no danresultados, siendo necesario que el que pide se dirija directamente al donante para obtener su

    peticin.

    Haba llegado a un alto puesto un mdico notable, antiguo amigo de la seorita Z.

    Cuando el doctor lleg al poder, dicha seorita, creyendo en su influencia ilimitada, se hizo una

    especie de medianera entre los peticionarios y el doctor, llevndole frecuentemente muchas

    solicitudes, que ste reciba con gran afabilidad, pero que, sin leer siquiera, echaba al cesto de

    los papeles. Alguno, que aquello not, preguntle por qu lo haca.

    -Pues porque no quiero que la seorita Z tenga nada que ver en negocios del

    Gobierno-contest el doctor-. Si alguno quiere algo, que se dirija directamente a m, y ver si se

    lo concedo.

    Otros hay, por el contrario, que parece no despachan peticin alguna si no va por

    conducto de intermediario.

    Para que la peticin sea eficaz, hay que tener todo esto presente y no olvidarse adems

    de dos factores importantsimos: el modo y el tiempo.

    Un amigo mo me contaba, indignado todava, lo que le haba pasado.

    -Le ped a Pedro insistentemente-deca-que me diera cien pesos, pues los necesitaba

    urgentsimamente. Me dijo que s, pero se fue a su hacienda, adonde, llevado de la necesidad, le

    segu. Al llegar a la hacienda no le encontr, pero me entregaron un sobre que contena esto.

    Y me enseaba un cheque de mil dlares.

    -Y bien?-1e dije.

    -Demonios!, que todo me lo ech a perder, pues era domingo, estaban los Bancos

    cerrados, y no hubo quien me cambiara el cheque. Con esto perd la oportunidad en el negocio,

    ya que otro dio al contado los cien pesos que yo no poda dar, a pesar de tener en mis manos mil

    dlares, pero en un cheque...

    Aqu tenemos un ejemplo de cmo el factor modo puede hacer ineficaz una peticin,

    por otra parte eficacsima.El factor tiempo no es menos interesante en relacin a la fuerza peticin.El tiempo

    en que debe hacerse una peticin para que sea eficaz, debe tenerse muy en cuenta. Ya lo dice el

    antiguo refrn: Ms vale llegar a tiempo, que ser invitado. Por pedir fuera de tiempo, muchas

    veces no se consigue lo que sin dificultad hubiramos obtenido media hora antes o media hora

    despus. En otras palabras, para que la fuerza peticin d resultado, es necesario aplicarla en

    el momento oportuno.

    El factor tiempo entra de otra manera no menos importante en el xito de la peticin. El

    que pide tiene que resignarse a aguardar para no comprometer la eficacia de su peticin.

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    Estando yo de visita en una casa, lleg a pedir limosna una pobre mujer con su hijita. Las

    criadas iban a darle una limosna, pero la hija de la seora de la casa, al ver a la nia , se

    compadeci, y le dijo a su mam que quera regalarle uno de los vestidos suyos que ya le vena

    corto. La mam accedi naturalmente, pero, en ir a buscar el vestido y en que la cocinera

    preparara una canastita con un bocadito, se pas media hora. Cuando sali la nia con suvestidito buscando a la mujer y a su hijita, stas se haban ya marchado, pensando que no las

    queran socorrer, cuando era todo lo contrario. El factor tiempo no fue tenido en cuenta, y la

    peticin result ineficaz cuando habra sido muy eficaz.

    Y basten estas pocas reflexiones sobre la naturaleza de la fuerza peticin, pues

    creemos son suficientes para nuestro propsito.

    Habiendo tres variables en nuestro caso: X, la persona que da; Y, la persona que pide,

    y Z, lo que se pide, empecemos nuestra discusin por ver lo que sucede cuando X=Infinito.

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    3.- CUANDO X ES IGUAL AL INFINITO

    Hasta ahora hemos estudiado el poder de la fuerza peticin cuando el elemento X es

    limitado, esto es, cuando la persona a quien se pide es limitada: un hombre como nosotros, rico,poderoso, lo que se quiera, pero limitado y que no puede dar sino limitadamente segn sus

    recursos.

    Vamos ahora a considerar lo que pasa cuando este primer elemento es igual al Infinito,

    es decir, cuando la persona a quien se pide no es un hombre limitado como nosotros, sino el

    mismo Dios, de sabidura, bondad y poder infinitos.

    Lo primero que hacemos notar es que esta peticin, cuando se hace teniendo a Dios

    por trmino, recibe desde luego un nombre determinado Oracin.

    Bien sabemos que hay diversas clases de oracin de adoracin, alabanza, accin de

    gracias y peticin. Pero nosotros slo trataremos en este libro de la oracin de peticin y, claro,

    de la accin de gracias, que es su complemento. Por eso, dejando toda otra definicin de oracin,

    por buena que sea, nosotros solamente admitimos para nuestro estudio la que nos da el

    Catecismo: Orar es levantar a Dios el alma y pedirle mercedes.

    No tenemos necesidad de discutir si Dios puede darnos lo que pedimos, pues

    partimos del principio de que es omnipotente, como lo confesamos en el Credo: Creo en Dios

    Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

    Si nuestra peticin puede inclinarlo de algn modo a dar, y quiere darnos, tendremos a

    nuestra disposicin el poder infinito de Dios. Con razn, pues, nos asegura San Agustn que laoracin es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios.

    De que Dios puede darnos, no hay la menor duda. Lo que necesitamos averiguar es

    si quiere darnos y en qu condiciones nuestra oracin de peticin le mueve a que nos d y

    hasta dnde.

    Mucho se ha discutido la cuestin de si nuestra peticin mueve a Dios y cmo le

    mueve. Semejante disquisicin la juzgamos, en el caso presente perfectamente intil frente al

    HECHO de que Dios quiere que le pidamos para concedernos muchas cosas.

    Claro est que conociendo Dios nuestras necesidades y deseos muchsimo mejor que

    nosotros, la exposicin de estos deseos y necesidades no le puede mover, como en el caso deun hombre que no las conoce, pero que, enterado por nuestra splica, se mueve a

    complacernos o a ayudarnos en lo que le pedimos. Dios no obra as.

    Si hay alguna comparacin, aunque muy imperfecta, es la del dador que, conociendo las

    necesidades del que pide, slo espera, para darle que se le pida, porque as lo ha determinado.

    Es la lluvia que est cayendo y slo se necesita poner el vaso para recibir el agua.

    Dios quiere darnos lo que necesitamos, pero, ordinariamente hablando, no quiere

    darnos contra nuestra voluntad. La oracin en que pedimos manifiesta a Dios, aunque l ya lo

    sabe, que queremos que nos ayude, o, en otras palabras, que dependemos de l

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    voluntariamente. Pero, sea lo que fuere de esta cuestin la voluntad de Dios se expresa: en

    muchos casos PARA DARNOS, QUIERE QUE LE PIDAMOS.

    As nos lo dice claramente Clama a m, y yo te escuchar. Y otra vez por el Salmista

    Invcame en el da de la tribulacin: yo te librar y t me honrars.

    Pero donde esta voluntad est perfectamente declarada por Jesucristo N. S., es en losEvangelios Pedid, y se os dar; buscad, y hallaris: llamad, y os abrirn. Porque todo el que

    pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrir. Y por San Marcos: Por tanto os

    aseguro que todas cuantas cosas pidiereis en la oracin, tened fe de conseguirlas, y se os

    concedern. Y por San Juan : En verdad, en verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en

    Mi nombre, os lo conceder. Hasta ahora nada habis pedido en Mi nombre. Pedid y recibiris,

    para que vuestro gozo sea completo.

    Desde el momento en que Dios nos dice que acudamos a l clamando en el tiempo de

    la tribulacin y promete escucharnos, es porque tiene voluntad de darnos, si le pedimos. Esto es,

    ya est dispuesto a dar, y slo espera que acudamos a l con nuestra peticin. En este sentido

    decimos que nuestra oracin mueve a Dios.

    Esta voluntad de dar si se le pide est perfectamente clara en los textos de San Mateo

    y San Marcos: Pedid, y recibiris; y todas cuantas cosas pidiereis con fe, se os concedern.

    Slo espera Dios que le pidamos para poner a nuestra disposicin su poder y complacernos.

    Pero no solamente Dios est dispuesto a darnos si le pedimos, sino que tiene un deseo

    inmenso de dar, como se manifiesta claramente en el texto de San Juan: Hasta ahora no habis

    pedido nada en Mi nombre; lo que indica el deseo de que le pidamos, pues quiere complacernos

    y darnos gusto: Pedid y recibiris, para que vuestro gozo sea completo.

    Y nos dice el mismo San Juan: Y sta es la confianza que tenemos en l, si pedimos

    alguna cosa conforme a su voluntad, l nos oye. Y si sabemos que nos oye en cualquier cosa

    que le pidamos, sabemos que tenemos concedidas las peticiones que le hubiramos hecho.

    Queda, pues, demostrado que Dios no slo puede darnos lo que pedimos, sino que

    quiere; ms an, que est ansioso por concedrnoslo. La condicin que pone es que le

    pidamos.

    Recordando lo que antes dijimos que el poder de la peticin no est en s misma, sino en

    las fuerzas que desata y pone a nuestra disposicin, moviendo o inclinando de algn modo en

    nuestro favor la voluntad del donante; cuando se trata de la oracin, que tiene por trmino aDios, su poder es ilimitado, pues pone en nuestras manos la omnipotencia del mismo Dios.

    Y esto es as, sin exageracin o hiprbole, pues claramente nos lo dice Cristo: Si

    tuviereis fe (en vuestra oracin) tan grande como un grano de mostaza, diris a este moral:

    arrncate de raz y trasplntate al mar, y os obedecer. La promesa formal est all: si pedimos

    sin dudar y con las condiciones debidas, tenemos a nuestra disposicin la fuerza infinita del

    poder de Dios, y el cielo y la tierra se mudarn, pero las palabras de Cristo no faltarn.

    Dios no necesita que le expongamos nuestras necesidades. Bien sabe vuestro Padre lo

    que necesitis, pero quiere que le expongamos nuestras necesidades, findonos enteramente

    de l y dejando en Sus manos la solucin, con entero abandono a Su voluntad. Que si entre

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    vosotros un hijo pide pan a su padre, acaso le dar una piedra?; o si le pide un pez, le dar una

    sierpe?; y si le pide un huevo, por ventura le dar un alacrn? Pues si vosotros, siendo malos,

    sabis dar buenas cosas a vuestros hijos, cunto ms vuestro Padre que est en los cielos dar

    el espritu bueno a los que se lo piden?

    Para Dios, todas las cosas son posibles. As se lo deca Cristo en su angustiossimaoracin en el Huerto de los Olivos: Oh! Padre, Padre mo, todas las cosas te son posibles... y

    basado en eso, le peda con lgrimas que pasase de 1 aquel Cliz....

    Basados en esto mismo, Santiago y Juan le hicieron aquella f a m o s a peticin:

    Maestro, quisiramos que nos concedieses TODO CUANTO TE PIDAMOS Y el Seor, sin

    reprenderlos en lo ms mnimo, les pregunt:

    Qu cosa deseis que os conceda? Ni poda reprenderlos, ya que les haba dicho

    sin restriccin alguna: Por tanto os aseguro QUE TODAS CUANTAS COSAS PIDIEREIS EN LA

    ORACION, TENIENDO FE DE CONSEGUIRLAS, SE OS CONCEDERN. Cristo no puso lmite

    alguno a nuestras peticiones razonables, puesto que el que tiene que concederlas es Dios, para

    el cual todas las cosas son posibles.

    Cristo N. S. no restringi en modo alguno el campo de la peticin para que fuera

    escuchada; pero, por lo que toca a pedir, no slo repetidas veces dijo todo lo que pidis, sino

    que, en dos ocasiones, puso unos ejemplos de lo ms extraos. El primero fue el del moral que

    ya citamos: Que digamos a ese moral, arrncate de raz y trasplntate al mar, y obedecer. El

    otro, de que nos habla San Mateo, es muy parecido e igualmente raro: Y viendo una higuera

    junto al camino se acerc a ellas a la cual, no hallando sino solamente hojas, le dijo: Nunca

    jams nazca de ti fruto, y la higuera qued luego seca. Lo que viendo los discpulos, se

    maravillaron, y decan Cmo se ha secado en un instante? Y respondiendo Jess, les dijo:

    En verdad os digo, que, si tenis fe y no andis dudando, no solamente haris esto de la higuera,

    sino aun cuando digis a ese monte, arrncate y arrjate al mar, as lo har, Y TODO CUANTO

    PIDIEREIS EN LA ORACIN, COMO TENGIS FE, LO ALCANZAREIS.

    No faltan autores que, inflados con mstica pedantera, pretenden poner un lmite donde

    Cristo no lo puso, dicindonos lo que hay que pedir y lo que no hay que pedir, porque a ellos as

    les parece. A estos seores les respondemos que Cristo no puso lmite alguno a nuestras

    peticiones razonables, por extraas que parezcan, y que los dos ejemplos que nos dio del moral

    y del monte no tienen nada que ver con nuestra salvacin eterna; y Cristo, sin embargo, ha dicho,no slo que lo podemos pedir, sino que, si lo pedimos sin andar vacilando, con fe, lo

    alcanzaremos.

    A Dios le toca responder o no responder a nuestra oracin y juzgar de su conveniencia, y

    no a esos autorcillos poner un lmite a la omnipotencia y prudencia divinas, cuando Cristo no lo

    puso. Dios quiere que le pidamos como a Padre, con entera confianza de hijos, y muchas veces

    los hijos hacen cndidamente peticiones rarsimas. Al padre le toca discernir si las concede o

    no. Lo que al hijo toca es hacer esta peticin, dejando la respuesta enteramente en manos de

    su padre.

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    Esto es lo que nos toca hacer a nosotros: echarnos en brazos de Dios con resignacin

    completa; pero eso no quiere decir que no le pidamos, con confianza de hijos, lo que nos parece

    oportuno. Y si esta peticin se la hacemos con entera fe y sin vacilar, Dios nos la conceder,

    aunque le pidamos una cosa tan extraa como que un monte o un rbol se desarraiguen y se

    echen al mar.Todo esto lo hemos trado a colacin para demostrar, con las mismas palabras de Cristo,

    que el poder de la oracin, cuando se dirige a Dios como Padre y con las debidas condiciones,

    tiene un poder slo limitado por la Omnipotencia Divina.

    Cuando X es igual al Infinito, el poder de la oracin es, pues, ilimitado.(Si desea regresar

    al principio, pulse aqu)

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    4 -LAS ENSEANZAS DEL MAESTRO

    Si entramos en una librera donde se vendan libros religiosos y revisamos los que de

    una manera u otra estn relacionados con la oracin, encontraremos, ante todo, una cantidad

    increble de triduos y novenas a diversos Santos que la Iglesia venera en los altares.

    Despus veremos muchos devocionarios, varios volmenes de libros de meditacin, y

    no faltar alguno que otro que trate exclusivamente de la oracin de peticin, notaremos que

    su nmero, especialmente en castellano, es muy reducido. Y, sin embargo, la oracin que Cristo

    oficialmente ense a sus discpulos fue la oracin de peticin. He aqu los hechos segn

    los encontramos en el Nuevo Testamento.

    Si leemos con cuidado los Evangelios, notaremos que, si bien Cristo N. S. nos ense

    directa o indirectamente las virtudes que practicamos, ms an insisti sobre la fe y la oracin, y

    nos dio documentos numerosos y hermossimos sobre estas virtudes, no slo de palabra, sinotambin con ejemplos.

    Muchas veces Cristo haba hablado, en su predicacin, de la oracin; y un da, estando

    Jess orando en cierto lugar, acabada la oracin, dijo uno de los discpulos: Seor, ensanos

    a orar.

    En esta ocasin solemne, preguntado oficialmente el Seor sobre este punto, de que

    tanto les haba hablado, no les dijo: Dedicaos a la meditacin y contemplacin, sino que les

    respondi de esta manera: Ved, pues, cmo habis de orar: Padre nuestro que ests en los

    cielos, santificado sea tu nombre, venga a nos tu reino, hgase tu voluntad como en el cielo, as

    tambin en la tierra. El pan nuestro de cada da dnosle hoy, perdnanos nuestras deudas, ascomo nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos dejes caer en la tentacin, mas lbranos

    del mal Amn .Y se acab. Y es lo que Cristo ense oficialmente acerca de la oracin.

    En dos ocasiones en que los circunstantes se pudieron dar cuenta de cmo oraba

    Nuestro Seor, recogieron las palabras siguientes, que encontramos en los Evangelios.

    Cuando el Seor fue adonde estaba Lzaro enterrado, hizo oracin, diciendo: Oh,

    Padre!, gracias te doy porque me has odo; bien es verdad que yo ya saba que siempre me oyes

    (cuando oro), mas lo he dicho por razn de este pueblo que est a mi alrededor.... En el Huerto

    dijo a sus discpulos: Sentaos aqu mientras yo voy ms all y hago oracin... Y adelantndose

    algunos pasos, se postr en tierra, cado sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mo, si es

    posible, no me hagas beber este cliz; pero, no obstante, no se haga lo que yo quiero, sino lo que

    T.

    Ahora bien: si analizamos la oracin del Padrenuestro, oracin oficial y solemnemente

    enseada por Cristo a sus discpulos, veremos que se compone de siete peticiones.

    La oracin ante la tumba de Lzaro fue igualmente una peticin; es ms: en ella habla

    de que siempre que ora se le concede lo que pide.

    Finalmente, la oracin del Huerto fue una continuada peticin, repetida por tres horas

    mortales. De lo que deducimos que la oracin principalmente enseada por Cristo, de palabra ycon el ejemplo, segn nos consta en los Evangelios, fue la ORACIN DE PETICIN.

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    No faltan autores que, considerando la oracin de peticin algo as como propio de la

    gente vulgar, escriben sobre la meditacin y contemplacin como si all estuviera el meollo de la

    oracin. Nosotros no discutiremos este asunto; lo nico que decimos aqu, fundados en los

    Evangelios, es que la clase de oracin que Cristo oficialmente ense y practic fue la ORACIN

    DE PETICIN. De las otras clases de oracin no nos ocuparemos; nuestro campo lo reducimos ala oracin oficial y explcitamente enseada por Cristo, segn consta en los Evangelios.

    Por otra parte, la Iglesia, fiel intrprete de la doctrina de Cristo, tiene tres libros oficiales

    en los cuales ensea a los fieles cmo deben orar. Estos tres libros son: el Breviario, el Misal y el

    Ritual. Pues bien: en estos libros la oracin de la Iglesia es siempre y constantemente la oracin

    de peticin por medio de Cristo. Todas las oraciones son una peticin, que invariablemente

    termina por Cristo Nuestro Seor. Amn. La oracin de peticin es, pues, la oracin oficial de

    la Iglesia.

    Hemos querido hacer notar esto, pues muchas gentes, oyendo eso de la meditacin y

    contemplacin, se entristecen, porque no saben orar; estn convencidas de que la oracin es

    muy difcil y slo es posible en la flor y nata mstica.

    Nosotros, sin divagar, seguiremos cuidadosamente las pisadas de Cristo y de la Iglesia;

    slo trataremos en este estudio de la oracin oficialmente enseada por l para todos, esto es, la

    oracin de peticin, dejando a otros autores el campo abierto para que escriban cuanto quieran

    sobre la oracin de unin y dems complicaciones de la mstica, que no son para todos, pues

    Dios no llama a todos por esos caminos.

    La oracin, como veremos en otro lugar, es necesaria y, por consiguiente, Cristo nos

    ense el mtodo ms sencillo; tal, que pudiera ser usado por todos sin dificultad. Todos,

    absolutamente todos, desde nuestra tierna edad, podemos orar, porque la oracin que Cristo nos

    ense no es sino UNA PETICIN DIRIGIDA A DIOS COMO PADRE; y desde el momento en

    que todos sabemos pedir, todos sabemos orar. todos sin dificultad. Todos, absolutamente todos,

    desde nuestra tierna edad, podemos orar, porque la oracin que Cristo nos ense no es sino

    UNA PETICIN DIRIGIDA A DIOS COMO PADRE; y desde el momento en que todos

    sabemos pedir, todos sabemos orar.

    Este libro ha sido escrito precisamente para que el que lo lea se encuentre con que la

    oracin, de que tanto se nos habla, no es una prctica difcil, sino antes muy fcil, tan fcil como

    lo es el pedir, y aun menos bochornoso, desde el momento en que, al orar, esto es, al pedir, nosdirigimos a Dios como a Padre. Esta oracin hecha a Dios como a Padre es la fuerza ms

    grande de que puede disponer el hombre, puesto caso que, cuando es eficaz, pone en sus

    manos toda la fuerza de la Omnipotencia Divina.

    Los Evangelios estn llenos de ejemplos en que se ve la eficacia de esta fuerza

    extraordinaria, que no slo mueve a Dios a darnos las cosas comunes de la vida que

    necesitamos, sino que lo nueve aun a suspender las leyes de la naturaleza por l establecidas,

    para obrar el milagro. Esto no quiere decir que, para que nuestra oracin sea eficaz, necesite

    Dios siempre hacer milagros; no, le basta ordinariamente dirigir las causas segundas segn los

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    planes de Su Providencia. Pero cuando lo que se pide, de modo debido, requiere un verdadero

    milagro, Dios, en cumplimiento de su palabra, lo hace.

    Y para que se vea que el Maestro no slo ense esta doctrina con sus palabras y su

    ejemplo, sino que, dado el caso, cumpli sus promesas, pondremos algunos de los ejemplos ms

    hermosos que hallamos en los Evangelios.San Mateo nos cuenta de un leproso que le adoraba diciendo: Seor, si T quieres,

    puedes limpiarme. He aqu la oracin de peticin sencillsima; el leproso cubierto de llagas

    cree firmemente que Cristo puede curarle, si quiere. Para hacer esa curacin instantnea no

    bastan los medios naturales; es necesario que Dios use de un poder especial. Jess no duda un

    momento en concederle lo que pide, en vista de su fe. Y Jess, extendiendo la mano, le toc,

    diciendo: Quiero, queda limpio. Y al instante qued curada su lepra. Dios haba cumplido su

    promesa. Cualquiera cosa que pidiereis con fe, sin vacilar, os ser concedida. Todo fue cosa

    de unos momentos. La fe del leproso era grande y, naturalmente, la respuesta de su oracin fue

    igualmente rpida. La oracin del leproso puso en accin la Omnipotencia Divina, y el resultado

    fue un milagro.

    Se trata ahora de un pagano, de un centurin romano. Tiene a un criado paraltico, va al

    encuentro de Cristo, y le manifiesta su necesidad, con fe segura, esto es, confiando en que l le

    ayudar. Cristo oye su peticin, y el criado queda curado instantneamente. Y al entrar en

    Cafarnaum, le sali al encuentro un centurin, y le rogaba diciendo: Seor, un criado mo est

    postrado en mi casa, paraltico, y padece muchsimo. Dcele Jess: Yo ir y le curar. Y le

    replic el centurin: Seor, yo no soy digno de que entres T en mi casa, pero mndalo T con

    tu palabra, y quedar curado mi criado; pues aun yo, que no soy ms que un hombre sujeto a

    otros, como tengo soldados a mi mando, digo a uno: marcha, y l marcha; y al otro digo: ven, y

    viene; y a mi criado digo: haz esto, y lo hace. Al or esto Jess mostr gran admiracin, y dijo a

    los que le seguan: En verdad os digo que ni aun en medio de Israel he hallado fe tan grande...

    Despus dijo Jess al centurin: Vete, y suceda conforme has credo; y en aquella misma hora

    qued sano el criado.

    Una vez ms se haba cumplido aquello de: Cualquiera cosa que pidis con fe, sin

    dudar, la conseguiris.

    Ahora es una mujer sirofenicia, pagana, cuya oracin llena de fe no es por ella misma,

    como en el caso del leproso, sino por su hija: Cuando he aqu que una mujer cananea empeza dar voces diciendo: Seor, Hijo de David, ten lstima de m; mi hija es cruelmente

    atormentada del demonio. Jess no le respondi palabra, y sus discpulos, intercedan

    dicindole: Concdele lo que pide, a fin de que se vaya, porque viene gritando tras de

    nosotros. A lo que Jess respondiendo dijo: Yo no soy enviado sino a las ovejas perdidas de la

    casa de Israel. No obstante, ella se lleg, y le ador diciendo: Seor, socrreme. El cual le dio

    por respuesta: No es justo tomar el pan de los hijos y echarlo a los perros. Mas ella dijo: Es

    verdad, Seor, pero los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.

    Entonces Jess, respondiendo le dijo: Oh mujer, grande es tu fe, hgase conforme t lo

    deseas. Y en esa misma hora, su hija qued curada.

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    Cuando Jess dijo: Todo aquel que pide, recibe, y el que busca, halla, y al que llama, se

    le abrir , no hizo exclusin de ninguno, fuera israelita, romano o cananeo ; y as Cristo,

    admirando la fe de esta mujer, le concedi inmediatamente lo que peda, obrando un portento en

    favor, no de ella, que era la que crea, sino en favor de la hija (creyera o no), por la cual la madre,

    llena de fe, suplicaba.Y esto nos lleva a otro caso en que Jess concedi al demonio lo que le peda:

    Estaba paciendo en la falda de un monte vecino una gran piara de cerdos, y los espritus le

    rogaban diciendo: Envanos a los cerdos, para que vayamos y estemos dentro de ellos. Y

    Jess se lo permiti al instante, y, saliendo los espritus inmundos, entraron en los cerdos, con

    gran furia, y toda la piara, en que se contaban al pie de dos mil, corri a despearse en la mar...

    Lo cual nos prueba que todo el que pide, recibe; si bien en el caso presente no se debe

    la eficacia a las cualidades de los orantes, sino a la bondad de Cristo, quien por razones

    especiales despach esta peticin, bastante descabellada, de los demonios.

    Las enseanzas del Maestro sobre la oracin quedaran incompletas si no citsemos

    aqu dos hermossimos pasajes en que Jess expresamente expone lo que piensa sobre el

    poder de la oracin.

    Cuenta San Lucas que, despus que les ense Jess el Padrenuestro, continu

    diciendo: Si alguno de vosotros tuviese un amigo, y fuese a l a medianoche a decirle: Amigo,

    prstame tres panes, porque otro amigo mo acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada

    que darle; aunque aqul desde dentro le responda: No me molestes, la puerta est ya cerrada,

    y mis criados estn como yo acostados, no puedo levantarme y drtelos, si el otro porfa en

    llamar, yo os aseguro que, cuando no se levantara a drselos por razn de su amistad, a lo

    menos por librarse de su impertinencia se levantar al fin y le dar cuantos hubiere menester. As

    os digo yo: pedid y recibiris, llamad y se os abrir, porque todo aquel que pide, recibe, y quien

    busca, halla, y al que llama, se le abrir.

    Para ensear a sus discpulos cmo es conveniente orar con perseverancia y no

    desfallecer les propuso la siguiente parbola, que confirma la anterior: En cierta ciudad haba un

    juez que ni tena temor de Dios ni respeto a hombre alguno. Viva en la misma ciudad una viuda,

    la cual sola ir a l diciendo Hazme justicia de mi contrario. Mas en mucho tiempo no quiso el

    juez hacrsela. Pero despus dijo para consigo : yo no temo a Dios, ni respeto a hombre alguno,

    con todo, para que me deje en paz esta viuda, le har justicia, a fin de que no venga de continuoa romperme la cabeza. Ved-aadi el Seor--1o que dijo ese juez inicuo. Y creis que Dios

    dejar de hacer justicia a los que claman a l de da y de noche, y que ha de sufrir siempre que se

    les oprima?

    En lo cual vemos lo necesario que es contar con el factor tiempo cuando se trata de la

    eficacia de la oracin, como en su lugar explicaremos.

    Y aqu damos fina este captulo, en el que hemos acumulado las principales enseanzas

    del Maestro sobre la oracin, segn las encontramos en los Evangelios, con el objeto de

    analizarlas, para as penetrar el secreto de la oracin eficaz, la mayor de todas las fuerzas de que

    puede disponer el hombre.

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    5 -LA PALANCA Y LA POLEA

    Arqumedes sola decir: Dadme un punto de apoyo y mover el mundo. Y no hay duda

    en la verdad de este aserto; es prodigiosa la fuerza de la palanca.

    Consiste sta, segn nos ensea la mecnica fsica, en una barra rgida que se coloca

    sobre un punto de apoyo llamado fulcro. De un lado se encuentra la resistencia, o lo que se

    desea mover, y del otro la fuerza. Llmase brazo de palanca la distancia que hay entre el punto

    de apoyo y la fuerza, o entre aqul y la resistencia. Estos brazos pueden ser iguales o desiguales.

    Cuando son iguales, tenemos el instrumento llamado balanza. En este caso, para levantar un

    peso A se requiere una fuerza A, igual a la resistencia. Pero si crece el brazo que corresponde a

    la fuerza, sta, para mover la resistencia, ir disminuyendo conforme crezca el brazo. En este

    principio est basada la romana, uno de cuyos brazos, el del peso, es muy corto, siendo muy

    largo el de la fuerza. De esta suerte, se pueden pesar toneladas con gramos. El pesopequesimo de un gramo es capaz de contrapesar muchas toneladas, si el brazo de la palanca

    donde aqul se aplica es suficientemente largo. Con una palanca conveniente, un nio,

    aplicando su pequesima fuerza, puede muy bien levantar miles de toneladas.

    No te recuerda esto, querido lector, aquella proposicin de Cristo: Si tenis fe como un

    grano de mostaza, diris a este monte: desarrigate y arrjate al mar, y lo har? La fuerza de la

    oracin, basada en la fe, es colosal, es una verdadera palanca moral.

    Considerando la fe como el fulcro o punto de apoyo, nos resulta que la esperanza es la

    barra rgida, en uno de cuyos extremos est lo que se desea conseguir, mientras que en el

    opuesto se aplica la fuerza de la oracin. Es la esperanza, por parte del que ora, la confianzade conseguir lo que se pide: es el brazo de palanca. Mientras mayor sea la confianza, mayor

    ser el poder de la palanca, necesitndose una fuerza pequesima para levantar el peso

    deseado, esto es, para conseguir lo que se pide.

    Sin fe, esto es, si no creemos que Dios puede darnos lo que pedimos, no hay oracin

    posible. Si no creemos que Dios existe, o si creyndolo, pensamos que no puede darnos lo que le

    pedimos, la oracin es intil. Por eso los mahometanos, que creen en el fatalismo, esto es, que lo

    que est determinado ha de pasar infaliblemente, no tienen oracin de peticin. No creen que

    Dios nos d algo si se lo pedimos; y as, su oracin es de adoracin, la cual hacen con gran

    devocin tres veces al da; pero no piden nada a Dios, por creerlo perfectamente intil.

    El punto de apoyo de la oracin es la fe. Pero, para que la oracin sea eficaz, es

    adems indispensable que actualmente esperemos que nos lo va a dar, lo que no es otra cosa

    que la confianza, y esta confianza nace no slo de la fe, que nos dice que Dios puede, sino de

    la promesa divina de escucharnos. En otras palabras: nace esta confianza, basada en la fe, de

    que ha de concedernos lo que le pedimos, porque lo ha prometido.

    As lo vernos claramente expresado en las palabras de Cristo: Por tanto os aseguro que

    todas cuantas cosas pidiereis en la oracin, TENED FE DE CONSEGUIRLAS (esto es,

    confianza), y se os concedern. Esta fe de conseguirlas es la confianza, la cual se basa en lapromesa misma de Cristo; todo lo cual creemos por la fe. Y por San Mateo : En verdad os digo

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    que, si tenis fe, En verdad os digo que, si tenis fe, Y NO ANDIS VACILANDO, no solamente

    haris esto de la higuera, sino que, aun cuando digis a ese monte: arrncate y arrjate al mar,

    as lo har, y todo cuanto pidiereis en la oracin, SI TENIS FE lo alcanzaris. La fe y la

    confianza se completan la una a la otra, hacen la oracin eficaz. Por esto los Apstoles, que

    crean ciertamente en el poder de Cristo, pero que andaban vacilando, es decir, que estabanfaltos de confianza, le pidieron humildemente que les aumentara la fe, esto es, la confianza.

    Entonces los Apstoles dijeron al Seor aumntanos la fe .Esta diferencia entre la fe y la

    confianza se ve muy clara en el caso del padre del poseso, con el que no haban podido los

    Apstoles, y nos ofrece San Marcos : Jess pregunt a su padre (del poseso): Cunto tiempo

    hace que esto sucede? Desde la niez-respondi-, pero muchas veces le ha precipitado en el

    agua y el fuego, a fin de acabar con l. PERO SI PUEDES ALGO, socrrenos, compadecido de

    nosotros. A lo que Jess le dijo: Si t puedes creer, todo es posible para el que cree. Y luego

    el padre del muchacho, baado en lgrimas, exclam diciendo: Oh Seor! YO CREO, ayuda T

    MI INCREDULIDAD, esto es, dame, fortalece MI CONFIANZA. Aquel padre crea, pero no lo

    bastante para tener confianza ilimitada en Cristo.

    Esta oracin, cuando la confianza es ilimitada, cuando el brazo de palanca es muy

    grande, es la oracin que obra milagros. Pero, desgraciadamente, este brazo de palanca tan

    colosal se encuentra muy pocas veces; por esto los milagros no son frecuentes.

    Qu haremos, pues, para conseguir algo no teniendo sino una confianza limitada? La

    respuesta es sencilla: usar de UNA POLEA.

    La polea es una verdadera palanca, slo que la barra no es rgida, sino una cuerda

    flexible que se desliza alrededor de una rueda suspendida por su centro. En un extremo de la

    cuerda est el peso, y del otro lado la fuerza que, tirando, hace subir, poco a poco, la resistencia.

    El peso sube por una serie de tirones, poco a poco; pero si dejamos de tirar y soltamos la cuerda,

    el peso, que ya haba subido a cierta altura, cae precipitadamente. Este aparato nos explicar

    cmo funciona nuestra oracin, cuando nuestra confianza es limitada...Nuestra oracin

    ordinaria puede muy bien compararse a esta polea. Deseamos obtener de Dios una cosa (lo

    que equivale a querer levantar un peso), pero no tenemos la confianza suficiente para poder

    alcanzarla de una vez (no tenemos fuerza bastante para levantarla hasta una altura determinada

    de un solo tirn). Entonces empezamos a pedir repetidas veces a Dios lo que deseamos, como si

    dijramos: a pedacitos de confianza. Es el mismo efecto de la polea; subimos el peso contirones sucesivos hasta que llegue a la altura requerida, esto es, hasta que consigamos lo que

    pedimos.

    Si nuestra confianza fuera muy grande, como la del centurin, por ejemplo, no

    necesitaramos sino orar una vez para obtener lo que pedimos; pero no teniendo esta

    confianza, necesitamos dar tirones sucesivos para que el peso suba, esto es, para obtener lo

    que pedimos. Por esto es necesario repetir y repetir nuestra oracin, porque nuestra confianza

    es muy pequea. Pero si nuestros pedazos de confianza son ms grandes, necesitaremos

    repetir nuestra oracin menor nmero de veces. Lo mismo que pasa en la polea cuando cada

    tirn es ms largo.

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    Pero si nuestra confianza es nula, por ms que repitamos mil veces nuestra oracin no

    lograremos nada. Si para levantar un peso por medio de la polea slo hacemos que tiramos,

    sin tirar de veras, el peso se quedar donde est.

    Pasa a veces en nuestras oraciones que, cansados de pedir, dejamos de hacerlo,

    desconfiando de ser odos, y, claro, nuestra peticin no es despachada. El caso es semejanteal del que, habiendo tratado de subir un peso por medio de la polea, se cansa y suelta la cuerda;

    el peso cae, y sus trabajos han sido intiles. Los mecnicos, previendo este caso, inventaron la

    polea compuesta, formada de dos o tres poleas simples, de suerte que, aunque dejemos de tirar,

    el peso no caiga. Este smil nos representa, por analoga, la oracin hecha por dos o ms

    personas. Mientras una deja de pedir, las otras siguen pidiendo por lo mismo, y finalmente se

    consigue lo que se pide.

    Esta es la fuerza de la oracin en familia. En este principio est basado el Apostolado de

    la Oracin. Miles y miles de personas piden a Dios por lo mismo continuamente, como si cada

    una tuviera un cabo de diversas cuerdas que se unieran en una, la que sostiene el peso que se

    quiere levantar.

    Alguno dir: la comparacin es ingeniosa, pero prcticamente vemos con frecuencia que

    no da resultado la tal oracin. Cada mes se pide a Dios por una cosa distinta, y pocas veces

    vemos que sea eficaz. Por qu? Pues, entre otras razones, porque no hallan parejo, no tiran

    de veras; la oracin de los que piden es de fongrafo, les falta la confianza. Si los millones de

    socios del Apostolado pidieran por la Intencin Mensual, cada uno con un poquito de confianza,

    muy probablemente (si lo que se pide no depende de la libre voluntad del hombre, por ejemplo)

    Dios concediera nuestra peticin.

    Pero cada uno, generalmente, reza la oracin mecnicamente, sin verdadero empeo; y

    claro, Dios no ha prometido darnos sin ms ni ms todo lo que le pidamos, aunque se lo pidamos

    millares de veces, o sean millones los que se lo piden. Su promesa es clara: Todo lo que

    pidiereis con .fe, sin andar vacilando, se os conceder, segn lo tenga determinado en su

    Providencia amorossima, pero de ningn modo en virtud de su promesa. Por otra parte, en

    muchas ocasiones Dios concede lo que se le pide, aunque nosotros no lo veamos. Miles de

    almas alcanzan, por ejemplo, su salvacin eterna, sin que nosotros nos demos cuenta de que por

    nuestras oraciones la consiguieron.

    Hacemos notar que todo esto de la palanca y la polea es UNA COMPARACIN paraexplicar de algn modo el funcionamiento de la oracin. Creemos que la comparacin es clara

    y nueva, y nos mostrar el fundamento de lo que vamos a tratar en el captulo siguiente.

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    Un chino protestante dice que la culpa es nuestra, pues le hacemos a Dios peticiones tan

    diversas, que nos da lo que mejor le parece.

    Entre los catlicos, unos dicen que no somos odos porque no oramos con la debida

    humildad; otros, porque nos falta la perseverancia; otros, porque no nos resignamos a la voluntad

    de Dios; y la verdadera razn, si no la nica de que nuestra oracin deje de ser eficaz, es pura yllanamente PORQUE ANDAMOS VACILANDO... Y sta no es opinin nuestra, es sentencia de

    Cristo: En verdad os digo que, si tenis fe Y NO ANDIS VACILANDO, no solamente haris lo

    de la higuera, sino que, aun cuando digis a ese monte, arrncate y arrjate al mar, as lo har, y

    todo cuanto pidiereis en la oracin, si tenis fe, lo alcanzaris. Luego si pedimos alguna cosa en

    la oracin y no la alcanzamos es porque NUESTRA FE ANDA VACILANDO, esto es, no tenemos

    la confianza requerida.

    Muy pocas personas hay en este mundo que, de una manera constante y ordinaria,

    sepan lo que ellas mismas quieren en las diversas ocasiones de la vida. El andar vacilando de

    una a otra cosa es lo ms comn, y aunque en ocasiones tomemos una resolucin que aun a

    nosotros mismos nos parezca definitiva, todava pasa, con demasiada frecuencia, que llevamos

    la procesin por dentro, temiendo que hayamos hecho un disparate. En otras palabras,

    vacilamos en nuestro corazn.

    Como en la inmensa mayora de las veces, cuando pedimos a Dios alguna cosa, no

    sabemos ciertamente si nos conviene o no (aunque la queramos ardientemente), naturalmente

    vacilamos, por lo menos en el corazn, y por consiguiente, no teniendo absoluta confianza,

    nos exponemos a no alcanzar lo mismo que tan insistentemente pedimos.

    Hay que tener presente que son dos cuestiones bien distintas en sus causas el que

    Dios nos conceda lo que le pedimos. Nosotros estamos discutiendo ahora solamente la causa de

    LA ORACIN NO RESPONDIDA, o, en otras palabras, por qu causa Dios no nos concede en

    tal caso lo que le pedimos? .

    Dios puede muy bien concedernos muchas cosas, se las pidamos o no se las pidamos;

    esto es, independientemente de nuestra oracin, y de hecho as lo hace constantemente. Dios no

    depende de nosotros en los planes de su Providencia, si bien tiene en cuenta el libre albedro que

    l mismo nos ha dado. Sin embargo, en el plan amoroso de su Providencia entra el darnos

    ciertas cosas si se las pedimos, y de ah la insistencia con que Cristo N. S. nos exhorta a orar,

    a pedir para recibir, pues, de otra suerte, muchas cosas que Dios quiere darnos, no nos las darporque no se las pedimos.

    Dios N. S. nos da constantemente muchas cosas porque se las pedimos; pero eso no

    quiere decir que 1 est obligado a darnos siempre lo que le pedimos. Hay un caso, sin

    embargo, en que ha prometido escucharnos. Este es cuando le pedimos algo, PERO CON FE Y

    SIN VACILAR. En este caso. l ha hecho la promesa de despachar favorablemente nuestra

    oracin; y as vemos que lo hizo Cristo durante su vida mortal, en los ejemplos antes citados, y en

    otros muchos que leemos en los Evangelios.

    Nosotros no nos quejamos cuando Dios nos concede lo que le hemos pedido, si bien nos

    olvidamos fcilmente de agradecrselo. Pero s nos quejamos cuando NO NOS CONCEDE LO

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    QUE LE PEDIMOS. Y entonces, en nuestra insensatez, llegamos hasta a tacharlo de que ha

    faltado a su palabra, ya que ha dicho tantas veces: Pedid y recibiris, y nosotros pedimos y no

    recibimos. Y estas negativas a nuestra oracin descorazonan a muchos que, habiendo pedido

    con insistencia, con verdadero ahnco, sin embargo no consiguieron lo que pedan. Por qu

    Dios, dicen, no ha escuchado mi oracin? Esto es lo que se llama el problema de la oracin norespondida. Nuestra respuesta es la de Santiago: Pedimos y no recibimos, porque pedimos

    mal ; y pedimos anal, porque pedimos, entre otras cosas, sin la debida fe .y andamos vacilando.

    No tenemos, pues, derecho a quejarnos porque Dios no responda a nuestra oracin;

    hemos acaso orado con fe firmsima y sin vacilar? Muy difcil es probar que as lo hemos hecho,

    aunque tal nos parezca.

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    Rey, pblicamente le dijo: Seor, acurdate de m cuando hayas llegado a tu reino, a lo cual

    Jess le respondi: En verdad te digo, que hoy estars conmigo en el Paraso. Quin,

    despus de esto, no puede exclamar confiado: Ya que a Mara (Magdalena) absolviste y DISTE,

    AL LADRN, a m tambin me has dado esperanza de ser odo..., y perdonado?

    Todos, chicos y grandes, hombres y mujeres, jvenes y viejos, ricos y pobres, justos ypecadores, catlicos, protestantes o judos, todos, sin excepcin, estn incluidos en aquellas

    palabras: Todo el que pide, recibe.

    La variable Y comprende a todo el que pide, sea quien fuere; ya veremos lo que se

    requiere para ser odo y bien despachado.

    Hasta ahora hemos considerado el valor personal de Y ; fltanos algo muy importante:

    el valor de Y colectivo, es decir, cuando no es uno solo el que ora, sino cuando son varios los que

    piden lo mismo.

    Os digo ms: que si dos de vosotros se unieren entre s, sobre la tierra, para pedir algo,

    SEA LO QUE FUERE, les ser otorgado por mi Padre que est en los cielos . Lo que exige esta

    nueva promesa es que, por lo menos dos, se unan ENTRE SI, sobre la tierra, para orar. Y esto

    basta para que el Padre celestial les escuche.

    Cualquiera dir que esto es algo bien extrao. A lo que respondemos que, siendo sta

    UNA PROMESA, y dependiendo la condicin de la voluntad del dador, nada tiene de extrao. El

    Padre celestial es el que da, y su Hijo en su nombre lo promete as. As es, porque as lo ha

    prometido Cristo, y basta; no nos toca a nosotros andar ponindole cortapisas ni admirndonos

    de lo que El dispone.

    Pero Cristo N. S. no quiso dejarnos con la curiosidad picada; y, en su bondad infinita, nos

    dio la razn, el porqu de una promesa tan estupenda, que pone la omnipotencia de Dios en las

    manos de dos o ms hombres... Y la razn es que ME HALLO YO EN MEDIO DE ELLOS. Para

    DONDE DOS O TRES SE HALLAN CONGREGADOS EN MI NOMBRE, ALL ME HALLO YO EN

    MEDIO DE ELLOS. Para qu queremos ms?... CRISTO ESTA ALL PARA ALCANZARNOS

    DE SU PADRE CUANTO LE PIDAMOS... All nosotros somos nadie, Cristo lo es todo; nosotros

    somos los peticionarios, EL ABOGADO ES EL. Esto no necesita comentario alguno.

    Hacemos notar, para evitar malas interpretaciones, que en este captulo slo hemos

    considerado la persona que pide, sin declarar las condiciones que debe tener para que su

    oracin sea eficaz. Una cosa es que todos sin excepcin tengamos derecho a orar, a pedir a Diosalgo, y otra que sea eficaz nuestra oracin, o que consigamos lo que pedimos. De las

    condiciones requeridas trataremos ms adelante.

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    Mr. Thomson haca pocos aos que se haba hecho catlico, habiendo sido

    anteriormente un gran agnstico. Su conversin haba sido verdaderamente sincera, y era, en la

    poca a que nos referimos, un fervoroso creyente. Tena, sin embargo, una pena muy honda

    porque, en el tiempo de su infidelidad, se haba opuesto tenazmente a dejar bautizar a sus hijos,

    y una hijita, a quien l quera entraablemente, haba muerto sin recibir el bautismo. Ahora quecrea, esta falta del tiempo de su incredulidad le persegua como una pesadilla. Vino un da a

    vernos y a contarnos su afliccin inconsolable.

    -Qu podr hacer, padre-nos dijo-, qu podr hacer por mi hija?

    -Pues puede usted orar a Dios por ella-le respondimos.

    -Pero de qu puede servirle mi oracin si muri sin bautismo?

    Usted pida a Dios por ella y djela en sus manos.

    -Pero qu puede hacer Dios por ella, si esto ya pas y no tiene remedio?

    -:Pero no ve usted-respondimos-que para Dios no hay pasado ni futuro?

    -.De suerte que, si pido ahora por mi hijita, se salvar?

    -Yo no le pongo as el caso-respondimos sonriendo-, sino que Dios, para quien todas las

    cosas son presentes, viendo la oracin que usted hace ahora por su hijita, la puede, a nuestro

    modo de decir, haber tomado en cuenta ANTES de que usted la haya hecho y, en un modo u otro,

    haber salvado a su hijita; pues a Dios no le faltan caminos para ello, aunque a nosotros nos estn

    ocultos.

    Muy consolado con esta explicacin se fue nuestro amigo, resuelto a bombardear el cielo

    con oraciones en favor de su hijita, con el mismo fervor que el primer da, decidido a continuar as

    hasta el fin de su vida.

    Ya nos habamos olvidado de aquel asunto, cuando un da vino nuestro amigo,

    demudado por el gozo, dicindonos

    -Padre, Dios oy al fin mi oracin. Mi hijita se ha salvado y est en el cielo...

    Creamos que el pobre hombre haba perdido el juicio, pero pronto nos enteramos de lo

    ocurrido.

    -Figrese, padre, que Betsy lleg ayer y luego fue a verme.

    -Y quin es Betsy?

    -Una antigua criada irlandesa que tuvimos durante muchos aos, hasta poco antes de la

    muerte de mi hijita.-Y bien?

    -Pues me fue a ver, y cuando supo que me haba hecho catlico, me abraz y me dio de

    besos de pura alegra. Qu bueno es Dios!-me dijo-. He estado pidiendo muchos aos por que

    se convirtiera, y al fin me ha dado el gustazo de poder verlo. Seguimos hablando de varias

    cosas, y, naturalmente, le cont mi afliccin porque mi hijita haba muerto sin haber sido

    bautizada. Qu hijita?, me pregunt. Pues Mythle, la que usted tanto quera. Que Mythle

    muri sin haber sido bautizada!, quin dice eso? Pues yo, que lo imped hasta el ltimo

    momento. Ja , ja, ja!-respondi la buena irlandesa-. Y usted cree que sirvieron de algo sus

    prohibiciones? Cree usted que yo le haba de haber hecho caso? No faltaba ms. Sin que usted

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    lo supiera, yo la llev a bautizar a la Parroquia. Entonces me toc a m abrazarla. Cmo!

    Ser posible? Tan posible como que yo estoy aqu, y si quiere la prueba, vamos a la

    Parroquia, y all podr ver la fe de bautismo de Mara Mythle.

    Y sacando un papel mi buen amigo, me lo entreg. Era la partida de bautismo de su hijita.

    Su oracin haba tenido efecto retroactivo.Cristo no puso restriccin alguna en lo que le podamos pedir, si pedimos racionalmente,

    y, como Padre, parece que oye con especial cario nuestras peticiones sencillas e ingenuas.

    Quiere que dependamos de l, y as despacha gustoso nuestras oraciones, aunque le pidamos

    verdaderas nieras. Quiere darnos gusto y mostrar que nos oye en cosas aun balades, para

    que, confiando ms, DEPENDAMOS ENTERAMENTE DE L.

    He aqu uno de los innumerables casos de oracin despachada, sin que para eso

    hubiera sido necesario que Dios obrara un milagro.

    Haba en una escuela catlica una nia, Helena, sumamente pobre, pero cuya fe

    confiadsima era la admiracin y el consuelo de las Hermanas que la dirigan. La madre de

    Helena era una viuda con seis hijos, sumamente pobre, tanto que no poda darse el lujo

    (baratsimo) de comprar mantequilla para su familia. Helena senta grandsimos deseos de tener

    mantequilla para comer su pan, y haca tiempo que no tena ese gusto.

    Estando junto a Helena, empezaron a rer varias nias, con disgusto de la Hermana,

    quien se acerc a ver qu pasaba, y una nia le dijo:

    -Figrese, Hermana, que Helena reza un Padrenuestro muy chistoso.

    La buena Hermana abri tamaos ojos, sorprendida. La chiquilla continu:

    -Cuando rezamos el Padrenuestro, Helena dice El pan nuestro CON MANTEQUILLA

    dnosle hoy...

    La Hermana, que saba lo pobre que era Helena y, por otra parte, conoca su profunda

    piedad, sonriendo le dijo:

    -Helena, bien est que le pidas al Nio Dios MANTEQUILLA, pero no lo digas en voz alta,

    pues las otras nias se ren.

    Helena prometi no decirlo otra vez en voz alta, pero en privado sigui con gran fe

    repitiendo su peticin de el pan nuestro con mantequilla dnosle hoy.

    Pocos das despus de esto, la madre de Helena se qued sorprendida de encontrar a la

    puerta de su pobre casa, junto con la botella de leche que llevaba el lechero por las maanas, unpaquete dirigido a su hijita Helena. Llam a sta y le pregunt lo que era. Helena tom el paquete,

    lo puls, lo oli y dijo contentsima

    -.La mantequilla que le he pedido al Nio Dios. En efecto, eran dos libras de muy buena

    mantequilla. Y desde aquel da, cada semana apareca un paquete igual, que Helena llamaba

    MANTEQUILLA DEL NIO DIOS. Su oracin haba sido escuchada, sin que Dios hubiera tenido

    que hacer ningn milagro... Una de las compaeritas de Helena cont a su mam la historia de

    el pan nuestro con mantequilla dnosle hoy, y la buena mam se propuso hacer con la

    pobrecita nia el papel de Providencia. Se inform del nombre y de la direccin de la chiquita, y

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    dio orden a su lechero que cada semana, por la maana temprano, entregara en aquella casa el

    paquete de mantequilla, encargando que fuera de la mejor calidad.

    Dios oye nuestras oraciones, aunque le pidamos golosinas o cualquier otra niera...

    El es nuestro Padre.

    Ya vimos un caso de oracin retroactiva. Ahora aadiremos que tambin podemospedirle a Dios cosas para la eternidad... S, para despus de nuestra muerte, para cuando

    estemos en el cielo. Ejemplo de esto es el de Teresita, de la cual hablaremos detenidamente

    en otro lugar. Durante su vida pidi a Dios pasar su eternidad haciendo bien a los que vivimos

    en este valle de lgrimas. Le pidi le dejara derramar una lluvia de rosas cuando se fuera al

    cielo. Quera ser MISIONERO en la otra vida, ya que no lo haba podido ser en sta. Dios

    escuch su peticin, y la despach mientras ella viva para cuando ella muriera. La lluvia de

    rosas que tan famosa ha hecho a Teresita, no es otra cosa que una peticin hecha en esta vida

    y acogida por Dios para la eternidad.

    La oracin no est restringida al presente. Dios despacha nuestras peticiones PARA LO

    PASADO Y PARA LO FUTURO.

    De la segunda parte de la discusin de Z, esto es, sobre el modo como debemos orar

    para que nuestra oracin sea eficaz, hablaremos en el siguiente captulo.

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    9 - TODO EST EN EL MODO

    Si Agnes Karket se hubiera portado con Bristol, no de una manera insinuante, como lo

    hizo, sino insistiendo tercamente en su peticin, lo que probablemente hubiera sacado es que el

    grun industrial le diera con la puerta en las narices. Su modo humilde y suplicante movi al rico ,

    y el recuerdo de su hija, a quien Agnes se pareca, abland su corazn. Pero lo que vino a

    remachar el clavo fue la confianza ilimitada que Agnes mostr en l, firmando el documento que

    le extenda, sin mirarlo. Agnes pidi de un modo inteligente.

    As pasa con Dios. Mientras ms nos asemejamos a su Hijo, su corazn de Padre se

    inclinar ms a nosotros; pero lo que vendr a darnos el triunfo decisivo en nuestra peticin es

    que confiemos enteramente en El; que le pidamos de un modo inteligente; lo que en trminos

    profanos viene a decir: que le demos a Dios por su lado dbil. Y quin lo haba de decir! Dios,

    hablando a nuestro modo, tambin tiene su lado dbil, y tan dbil lo tuvo que, por el amor que nosprofesa, no dud en darnos a su Hijo Unignito, a fin de que todos los que crean en El no

    perezcan, sino que vivan vida eterna.

    Dios, as como resiste a los soberbios, no puede negar nada al humilde. Y si escogi

    a la Virgen Santsima por Madre, fue precisamente por su humildad: Porque mir la humildad de

    su esclava . Y es lo natural. Si va uno a solicitar un favor, lo lgico es pedir humildemente, sobre

    todo cuando uno no tiene derecho alguno para ser odo. Si a esto se aade que hemos

    ofendido a Dios muchas veces, ahora que necesitamos de su auxilio debemos pedrselo con toda

    humildad.

    Un ejemplo aclarar la parte que corresponde a la humildad en nuestra oracin.Cuando un jefe de estado, por ejemplo, recibe oficialmente, hay que guardar toda la

    etiqueta del ceremonial empezando por el vestido, que debe ser de un corte determinado; luego

    hay que hacer lo que indica el maestro de ceremonias, y hay que esperar a que el presidente de

    licencia para hablar. Entonces es cuando comienza nuestra peticin. Es decir, entonces es

    cuando exponemos nuestro asunto y damos las razones que hay para apoyar nuestra demanda.

    Pues bien: a la humildad corresponde toda la parte del ceremonial, sin que deje

    tambin de tomar alguna parte durante la exposicin de nuestras razones, esto es, en la misma

    oracin. Debemos presentarnos a Dios con humildad, no slo manifestada exteriormente en

    nuestra postura reverente, sino con humildad interna; pues: Yo soy el Seor que escudrio los

    corazones, y el que examino los afectos, y doy a cada uno la paga segn su proceder y conforme

    al mrito de sus obras. Con Dios tenemos que obrar honradamente y sin farsas. De Dios no

    nos podemos burlar. Dijimos asimismo a ciertos hombres, que se preciaban de justos y

    despreciaban a los dems, esta parbola: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo

    y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba en su interior diciendo: Oh Dios!, yo te doy

    gracias porque no soy como los dems hombres, que son ladrones, injustos, adlteros, ni

    tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, pago los diezmos de todo lo que

    poseo. El publicano, al contrario, puesto all lejos, ni aun los ojos osaba levantar al cielo, sinoque se daba golpes de pecho diciendo: Dios mo!, ten misericordia de m, pecador. Os declaro,

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    pues, que ste volvi a su casa justificado, mas no el otro; porque todo aquel que se ensalza ser

    humillado, y el que se humilla, ser enaltecido.

    Si el fariseo hubiera dicho con verdadera humildad de corazn: Seor, te doy las

    gracias por tantos beneficios como me has dado. Te doy gracias porque me das salud para poder

    ayunar, en cumplimiento de la ley. Te doy gracias porque me das lo necesario para pagar losdiezmos. Ten compasin de m, y no me abandones para que no caiga y me haga adltero o

    ladrn. Sin tu ayuda, Seor, sera muchsimo peor que los publicanos, que tienen fama de

    malvados. Pero T, Seor, sin duda te apiadars de m, como te habrs apiadado de este

    hombre que, aunque publicano, no osa levantar los ojos al cielo y te pide perdn golpendose el

    pecho, si hubiera orado as, su corazn hubiera sido agradable, pero fue al contrario. Su modo

    de orar desagrad al Seor.

    Hay, pues, que comenzar por el principio: orar humildemente, pero de corazn.

    Despus hay que exponer a Dios nuestras razones. Seor-dice una madre-, T me

    diste a mi hijo, y me mandas que yo cuide de l. Mralo que va por malos pasos y no hace caso de

    mis consejos. Qu puedo hacer yo si T no me ayudas? Aydame, Seor, mueve su corazn y

    que vuelva al buen camino.

    Un mdico dice: Seor, T has puesto estos enfermos bajo mi cuidado. T bien sabes

    lo que puede la medicina. T eres la salud y la vida. Aydame, Seor, para que acierte en lo que

    debo recetarles para que curen. En tus manos pongo a mis pacientes.

    Un padre de familia ora as: Seor, T me has dado tantos hijos y me mandas que los

    mantenga y eduque. Cmo podr cumplir con esta obligacin que T me has impuesto, cuando

    no tengo trabajo? A Ti te toca ayudarme. Yo no rehuyo trabajar. Dame trabajo, Seor, dame pan

    para mis hijos.

    Una hija ora as: Seor, T has mandado a los hijos que honremos a nuestros padres,

    que los amemos y los cuidemos. Mi papato est enfermo y sufre mucho, no slo a causa de la

    enfermedad, sino porque no puede sostener a la familia. Mira cuntos somos. Mira a mis

    hermanitos, mira a mi pobre madre, y compadcete de nosotros, sana a mi papato.

    Y as, por el estilo, otras muchas peticiones se pueden hacer a Dios, basndonos en

    CIERTOS TTULOS, por no llamarlos derechos, que tenemos para ser odos. Cree el lector que

    oraciones como stas hechas con humildad de corazn, no movern a Dios? Pues... no lo

    mueven... por la sencillsima razn de que El conoce mucho mejor que nosotros todas nuestrasnecesidades, ANTES QUE SE LAS EXPONGAMOS alegando los justos ttulos que tenemos

    para ser escuchados.

    Pues entonces, dir alguno, para qu sirven estas oraciones, si de algo sirven? Sirven

    de mucho. Sirven para movernos a nosotros mismos, para darnos ms confianza de obtener

    nuestra peticin. Y si pedimos con confianza, o en otras palabras, si movemos a Dios, El nos

    conceder lo que le pedimos, pues as lo ha prometido, si oramos confiadamente. Por esto dice

    San Agustn que la oracin es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios.

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    Todo lo que tiende a aumentar nuestra confianza tiende a hacer nuestra oracin eficaz;

    as como todo lo que tiende a disminuir nuestra confianza, necesariamente disminuye la eficacia

    de nuestra oracin.

    La confianza en 1, mientras mayor, hace nuestra oracin ms eficaz. Este es el secreto

    de la oracin eficaz. Si oramos de este modo, esto es, con verdadera confianza, obtendremosde Dios todo cuanto le pidamos. Mas si confiamos en l enteramente, l se encargar, como

    Padre cariossimo, de darnos lo que deseamos, aunque actualmente no se lo hayamos pedido.

    Se lee en la vida de Santa Gertrudis que muchas personas venan a ella pidindole que

    orara por ellas, para que Dios les concediera tal o cual cosa. La Santa prometa hacerlo, pero

    muchas veces se olvidaba de orar especialmente por lo que le haban encomendado. Venan, sin

    embargo, muchos a darle las gracias porque Dios les haba concedido lo que Gertrudis haba

    pedido por ellos, lo cual avergonzaba a la Santa.

    Un da manifest a Nuestro Seor su pena por esto. El Seor le respondi

    -Hija ma, no te has puesto enteramente en mis manos, confindome todos tus

    asuntos?

    -As es, Seor-respondi la Santa.

    -Pues si t te fas enteramente de M, crees que Yo no tengo cuidado de cumplir tus

    deseos, aunque t te olvides de hacerme explcitamente tu peticin? Yo concedo las peticiones

    que se me hacen por tu conducto, aunque t te olvides de manifestrmelas.

    La entera confianza de la Santa en Dios haca su oracin eficaz, aun cuando ella se

    olvidaba de pedirle lo que deseaba. Dios tiene cuidado especialsimo de todos los que confan

    enteramente en E1. T eres el protector de los que ponen su confianza en Ti; y el que tiene

    puesta su confianza en Ti, Seor, descansa inmvil en la misericordia del Altsimo .

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    10 - CUANDO DISMINUYE EL BRAZO DE LA PALANCA

    No hay que darle vueltas. La mayor o menor eficacia de la oracin est basada en la

    mayor o menor longitud del brazo de palanca, es decir, en nuestra mayor o menor confianza.

    Por esto dejamos indicado que todo aquello que contribuye a disminuir nuestra confianza,

    disminuye la eficacia de ella. Lo que en trminos matemticos viene a formularse as La eficacia

    de la oracin est EN RAZN DIRECTA de nuestra confianza.

    Estudiaremos en este captulo las causas que contribuyen a disminuir esta confianza.

    Hacemos notar, ante todo, que se trata aqu, no de la confianza en la oracin misma, sino de

    nuestra confianza en Dios.

    Todo lo que de un modo o de otro nos aleje de Dios, contribuir a disminuir nuestra

    confianza. El pecado, pues, que de Dios no slo nos aleja, sino que nos hace enemigos, es el

    primer obstculo para que nuestra confianza no sea lo que debe ser, para que nuestra oracinsea eficaz.

    Aunque seamos los mayores pecadores, ciertamente podemos y debemos orar. No se

    trata aqu de eso. Pero si somos pecadores y lo sabemos, naturalmente no podemos tener, al

    pedirle a Dios algo, la misma confianza que si estuviramos en gracia, siendo amigos de Dios.

    Hay que distinguir, desde luego, dos cosas: a) una es si Dios oye o no a los pecadores

    cuando stos le piden algo, y b) si el pecador, como tal, puede tener la confianza para que su

    oracin sea eficaz.

    El ciego de nacimiento de quien nos habla San Juan us del argumento de que Dios no

    oye a los pecadores, en favor de Cri