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La región andina, debido a la presencia de la cor-dillera de los Andes, se caracteriza por la diversidadde su ecología: costas desérticas, bosques tropicales,altiplanos secos y fríos que a primera vista parecenuno de los ambientes menos propicios para el hom-bre. Sin embargo, los habitantes de esta región handemostrado a lo largo de muchos siglos ser capacesno sólo de sobrevivir en tales condiciones, sinotambién de dominar el medio geográfico al puntode crear una serie de civilizaciones con excedentesnecesarios para florecer y expandirse. La más famo-sa de ellas, el Tahuantinsuyo, ocupó una vasta su-perficie de su área, extendiéndose a lo largo del te-rritorio de las actuales repúblicas del Perú, Ecuador,Bolivia, Argentina, Chile y el sur de Colombia.

En el Perú es común dividir el territorio en tresregiones: costa, sierra y selva o montaña, distin-guiendo principalmente el desierto costeño, lascordilleras y la floresta amazónica. Sin embargo, enla zona llamada sierra, una observación más deteni-da permite descubrir una apreciable cantidad de di-ferentes ecosistemas, según su ubicación en las dis-tintas altitudes de la cordillera. Estas zonas puedendiferenciarse fácilmente debido a que cada una po-see, además de sus propias condiciones climáticas,

una flora y fauna típicas, distinguibles de aquellasque se presentan en otras zonas y cuya utilidad su-po aprovechar el hombre andino sin perturbar elequilibrio ecológico.

En la primera parte del siglo XVII el jesuita Ber-nabé Cobo, al describir la geografía andina, llamabala atención sobre las diferentes condiciones climáti-cas y ecológicas en espacios cortos. Señalaba ade-más, para la zona serrana, la existencia de seis varie-dades de clima, correspondientes a otros tantos ni-veles de altitud que la moderna geografía ha clasifi-cado, junto con los de la costa y los de la selva, co-mo ocho regiones naturales. Estas zonas climáticasno constituyen áreas compactas; están más bien pre-sentes en puntos diseminados a lo largo y ancho delterritorio andino (J. Pulgar Vidal).

Los diversos nichos ecológicos o ecosistemasfueron perfectamente conocidos por los antiguoshabitantes de la región quienes, inclusive, supierondiferenciar, utilizar y sacar provecho de la produc-ción agropecuaria y distribución del espacio etno-político. Los estudios de John Murra sobre la com-plementariedad ecológica en el área andina así lodemuestran. Además, con anterioridad, los trabajosdel geógrafo Javier Pulgar Vidal hacían hincapié en

la diversidad ecológica del territorio yen el perfecto conocimiento que des-de antiguo la población andina poseíadel mismo. Los nombres en lenguaquechua con que distinguían a cadauna de las regiones son una pruebafehaciente de ese conocimiento.

De acuerdo a su ordenamiento, deoccidente a oriente, los ecosistemasson los siguientes:

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Una gran franja de la región chala secaracteriza por sus costas desérticas, talcomo se aprecia en esta vista del desierto deSechura; lo que no impidió el desarrollo deuna tecnología prehispánica que logró unóptimo aprovechamiento del ambiente y delos recursos naturales disponibles.

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CHALA

Esta región se encuentra ubicada en el litoral,entre el nivel del mar y una altitud aproximada de500 m. Se caracteriza por su clima seco y la ausen-cia de lluvias, como consecuencia de la presencia dela corriente Peruana o de Humboldt, de aguas frías,que corre paralela a la costa del Pacífico en direc-ción sur-norte. Durante el invierno la humedad seconcentra permanentemente sobre el litoral en for-ma de niebla por efecto de los vientos del anticiclóndel Pacífico Sur. El enfriamiento del aire impide quela humedad se precipite en forma de lluvia, llegan-do apenas a manifestarse como una llovizna o garúamatinal.

El largo desierto es cortado de tramo en tramopor estrechos valles formados por ríos irregularesque bajan impetuosos desde las cumbres glacialesde la cadena occidental de los Andes. Pese al escasocaudal de sus ríos (algunos de los cuales, inclusive,no llegan a desaguar en el océano), los valles sonmuy fértiles y permiten una apreciable concentra-ción poblacional.

La chala tiene una peculiaridad: enclaves eleva-dos que al sobrepasar los 400 m de altitud llegan acondensar la humedad ambiental. Esto permite lapresencia de vegetación arbustiva, baja, conocidacomo vegetación de lomas. Es decir, genera oasiselevados en medio del desierto costero. Actualmen-

te constituyen excepciones porlo restringido de su extensiónen medio de los arenales, perohasta el siglo XVI y siguientes,fueron mucho más abundantesen una costa rica en recursosampliamente aprovechados entiempos prehispánicos para laexplotación ganadera. La vege-tación de lomas en la chala per-mitía la vida silvestre de unafauna menor y el pastoreo dellamas. Posteriormente, éstequedó reducido a las tierras al-tas. Asimismo, el hombre de lachala aprovechó la presenciade numerosas lagunas parapescar y criar peces. Las lagu-nas ofrecían la posibilidad deun hábitat lo suficientementeatractivo como para que en es-ta zona surgieran densos nú-cleos de población fuera de los

valles. En la actualidad muchas de esas lagunas lito-rales se encuentran desecadas.

La costa andina en su parte norte tiene otras ca-racterísticas. A partir del actual departamento perua-no de Tumbes la costa presenta el clima correspon-diente a su verdadera ubicación geográfica. Es decir,tropical. En esa zona no ejerce ya influencia la co-rriente Peruana de aguas frías y, por ende, las preci-pitaciones son abundantes. Más aún, cuando lasaguas calientes de la corriente que ahí impera reba-san sus límites meridionales habituales e invaden lazona regida por la corriente Peruana, se produce unfenómeno de calentamiento de la temperatura de lasaguas del mar provocando grandes y graves cambiosclimáticos (fuertes precipitaciones) en la costa nortedel litoral del Perú. Estos cambios son conocidos co-mo el Fenómeno del Niño por cuanto se presentanpor lo regular en tiempos de Pascua de Navidad.

YUNGA

A esta región se le conoce también con el nom-bre de quebrada y ocupa el área comprendida entrelos 500 y los 2 300 msnm. La palabra yunga desig-na a los lugares de clima insalubre, es decir cálido yhúmedo. Mayor humedad hay, empero, en la yungafluvial, que es la que da hacia la cuenca del Amazo-nas, a diferencia de la yunga marítima. Son zonas derelieve accidentado en las que se han adaptado nu-

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Santuario Nacional Manglares en Tumbes. Este territorio septentrional de la costaperuana presenta un clima tropical.

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merosas especies vegetales comestibles y, sobre to-do, la coca, objeto de cuidadoso cultivo desde lostiempos primitivos.

En aquellos lugares de la yunga donde el aguano es escasa, se producen frutales: paltas, chirimo-yas, lúcumas, granadillas, papayas, tumbos, etc. Elfrijol y el ají son permanentes. El primero integra ladieta básica de la población en tanto que el segun-do facilita la digestión. Es zona propicia para lacrianza de cuyes. Su clima se presta al cuidado y ce-ba de patos y perdices. También hay pescado seco yfresco.

QUECHUA

Conocida como la región templada, también es-tá presente a ambos lados de la cordillera, en altu-ras comprendidas entre los 2 300 y los 3 500 m enlos Andes centrales. En los Andes septentrionales,en alturas menores, puede ofrecer su clima templa-do con estaciones lluviosas regulares. Es un ecosis-tema de ambiente semiárido con precipitaciones ve-raniegas que aumentan con la altura, la que a suturno determina la disminución de las temperatu-ras. El relieve es abrupto y los valles muy estrechos.Los ríos y riachuelos son torrentosos, con mayorcaudal durante el verano.

Por su clima moderado, laquechua es la región que con-centra la mayor proporción depoblación en los Andes y estambién privilegiada desde laperspectiva agrícola por ser lamejor surtida del territorio an-dino. La población andina halogrado aclimatar en esta re-gión productos de zonas demayor y menor altitud que,unidos a los propios de la eco-logía quechua, le han permiti-do tener la mayor variedad derecursos cosechados en mesesdiversos. Esto permite a suspobladores disponer de co-mestibles frescos las tres cuar-tas partes del año mientrasque en los tres meses restantesse cuenta con recursos conser-vados en almacenes. Resaltan-do su condición de “despensa”de otras zonas menos agracia-das por la naturaleza, el padre

Cobo llamó a la quechua “tierra de pan llevar”. Enespecial, se refería al fértil valle del Cuzco, uno delos más ricos de la sierra peruana.

Aunque se cultivaron otras muchas especies, labase principal de la agricultura evolucionada y deregadío fue el maíz. De esta planta se produjeron di-versas variedades que cubrían las necesidades dealimentación de las poblaciones establecidas en laquechua. Era consumido verde como choclo o ma-duro en mote, cancha o chicha.

En estirpe e importancia le seguían distintas va-riedades de papas. De las múltiples verduras desta-can la muña, el rocoto y las hortalizas silvestres. En-tre los animales se criaba cuyes, alimentándolos conla panca del maíz y la planta silvestre denominadamagra. El pescado les llegaba seco y/o salado desdela costa.

SUNI

También conocida como jalca. Es la región natu-ral que en los Andes centrales se ubica entre los 3500 y los 4 000 msnm; en la sierra del norte corres-ponde a altitudes desde los 3 000 a 3 500 m. Debesu nombre a una gramínea que se cultiva en ella yque permitió la domesticación del cuy en grandesproporciones.

El territorio sobre el cual se desarrollaron las civilizaciones andinas se caracteriza porsu accidentada geografía y diversidad de climas, ambiente poco propicio para el hombre.

En la imagen el valle del Urubamba en el Cuzco.

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La característica de este ecosistema es que en sustierras el índice de pluviosidad es más alto y lastemperaturas más rigurosas, con grandes oscilacio-nes térmicas entre el día y la noche. Lo propio de lasuni, a más de 3 500 m, es su clima frío, húmedo ynublado. Las precipitaciones son abundantes y enocasiones se producen heladas intensas.

No obstante lo inapropiado del clima, el hombrehabitó la zona suni por sus potencialidades agríco-las. Aquí se cultivaron vegetales ricos en proteínas(con aminoácidos comparables a las proteínas ani-males) como la quinua, la cañagua y el taure, y tu-bérculos como la papa, la oca, el ulluco y la mashua.La existencia de una vegetación herbácea, utilizadacomo forraje, propició además la domesticación deauquénidos y la aparición de una ganadería quesiempre constituyó uno de sus principales recursoseconómicos.

Por otro lado, la población andina aprovechó laspeculiaridades del clima que posibilitan la congela-ción, deshidratación y asoleamiento de los produc-tos, convirtiendo a la región suni en el paraíso de laspapas y carne de llama deshidratadas, transformán-dolas en chuño y charqui, respectivamente.

PUNA

Ubicada entre los 4 000 y los 4 800 msnm, esla región de las grandes alturas. Esta circunstanciagenera el fenómeno denominado rarefacción de laatmósfera que consiste en la disminución relativadel oxígeno. Se caracteriza por sus grandes fluctua-

ciones de temperatura, pudiendo oscilar hasta 40ºC entre el día y la noche. Es igualmente caracterís-tico de esta región su relieve accidentado. En su te-rritorio se hallan elevadas mesetas (Collao, Parina-cochas, Bombón, etc.), así como escarpadas que-bradas y pisos serpenteados. Numerosos ríos y ria-chuelos recorren su territorio que cuenta con másde 12 000 lagos y lagunas (cochas), casi todos contotorales. Por estos motivos, la vida se torna muydifícil en esta región.

Su límite inferior señala el fin de la explotaciónagrícola en los Andes. En esas altitudes lo frío de suclima hace difícil cualquier cultivo, a excepción dela papa y la maca. La primera es un tubérculo quedesde hace miles de años fue adaptado a estas con-diciones extremas, cultivándose tanto en terrenosllanos como en andenes. La segunda es menos ge-neralizada pues crece sólo en algunos puntos de laspunas y se trata de una raíz turmosa, especialmenteapreciada por su gran poder fecundante asociado avirtudes mágicas y que podía ser consumida frescao seca.

Entre las papas hay varias especies amargas: lu-qui, mauna, shiri, etc., cuyo consumo requiere pre-via deshidratación hasta convertirlas en chuño: ha-rina que ha perdido su amargor. Con el chuño sepreparaba un potaje llamado otongo, rico en ami-noácidos comparables a los de la leche. Tambiénexistían variedades de papas no amargas resistentesa las bajas temperaturas. Propia de la puna es unaarcilla digerible llamada chago o pasa, que contienecal y magnesia, aconsejable para el bienestar esto-macal.

La puna, fría y carente de agricultura, es por ex-celencia la tierra de los pastos, a la que el hombreandino se adaptó desde tiempos remotos dedicán-dose a la explotación de grandes rebaños de llamas,alpacas y vicuñas. Viven también allí, alimentándo-se de los pastos, cuyes silvestres que reciben elnombre genérico de caris, así como también guana-cos y venados, objeto de cacería para beneficiarse desu exquisita carne.

JANCA

Llamada también cordillera, está ubicada encimade los 4 800 msnm. Janca en quechua significablanco y es la región de las nieves perpetuas que co-

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Un detalle de los yacimientos mineros en Cerro de Pasco. Estaciudad se alza a 4 338 msnm y se encuentra comprendidadentro de la región puna.

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ronan las cumbres de los Andes. Se caracterizapor sus pisos escarpados por donde se deslizauna multitud de arroyos que nacen en los deshielosy lagunas.

Lo difícil de su geografía impide la presenciapermanente del hombre. Pero sí se da una continuamovilización de gente hacia esa región, pues desdeantiguo los montes nevados han sido consideradoscomo el dominio sagrado de los muertos y de los es-píritus de la tierra.

RUPA RUPA

Es la selva alta o ceja de selva. Está ubicada en lavertiente oriental de los Andes entre los 400 y 1000 msnm. Su clima es caluroso y en el inviernoaustral la temperatura no baja nunca de los 15º C,disminuyendo conforme se sube a las alturas tem-pladas. Es la zona andina de mayor pluviosidad.

Su orografía es compleja. La atraviesan contra-fuertes cordilleranos que conforman valles profun-dos y numerosas gargantas o pongos. Los lagos y la-gunas son escasos, pero abundan ríos y riachuelostorrentosos. En las faldas se pueden distinguir has-ta tres subpisos ecológicos.

Se caracteriza por una variadísima producciónvegetal y animal. Las lluvias “eternas” favorecen elconstante crecimiento de plantas y flores. Entre losfrutales sobresalen la guayaba y la quinilla; abun-dan la mandioca y la yuca. Entre los condimentosdestacan ajíes de varios colores ysabores, el papillo, el achiote y lavainilla. Existen pocas hortalizaspor la abundancia de hongos einsectos. De su rica fauna debenmencionarse los monos, sajinos,venados, sachavacas, pavas, per-dices, osos, tortugas, reptiles di-versos, etc.

Su vegetación de bosque tro-pical, el calor húmedo y el relieveaccidentado de las pendientesbruscas convirtieron a esta regiónen un serio obstáculo para la ex-pansión del Tahuantinsuyo que,no obstante, consiguió extenderhacia ella el influjo de su cultura.

OMAGUA

Conocida también como wallao anti, es la región de la selva ba-

ja. Se encuentra entre los 400 a 80 msnm. Es unbosque tropical de clima muy cálido con una tem-peratura media de 24º C, alta humedad relativa yprecipitaciones concentradas en el verano. Su sueloes de relieve plano con ligeras ondulaciones. Susríos son abundantes, caudalosos y de tranquilo mo-vimiento, que permiten su utilización como víasnavegables en una tierra cubierta de vegetación es-pesa y casi infranqueable. Hay lagos, lagunas y pan-tanos por doquier formados por meandros abando-nados por los ríos al cambiar su ruta.

Su fauna es considerable y diversificada, al ex-tremo de que este ecosistema concentra el 50% delas especies peruanas. Hay más de 800 especies deaves y la ictiofauna se calcula en más de 2 000. Enproductos es parecida a la selva alta: abundancia deyucas, calabazas, sachapapas, caimito, etc.

Las regiones que se acaban de reseñar, concor-dándolas con la nomenclatura tradicional quedanencuadradas de la manera siguiente: la costa condos pisos ecológicos (chala y yunga); la sierra concuatro ecosistemas (quechua, suni, puna y janca), yla montaña o selva con dos grandes zonas (ruparupa y omagua), haciendo un total de ocho eco-rregiones.

Es oportuno indicar que hay autores que dividenel territorio peruano en un mayor número de regio-nes. L. R Holdridge, por ejemplo, identifica hasta86 formaciones ecológicas. Esto hace del territorioandino el de mayor densidad ecológica del mundo.

Paisaje natural del departamento de San Martín en la región llamada selva alta,ubicada entre los 400 y los 1 000 msnm, y cuyo clima es caluroso.

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Los incas preservaron su historia a través de latradición oral. En mitos y leyendas guardaron el re-cuerdo de sus orígenes y de su trayectoria, impo-niendo un criterio unificador que determinaba loshechos que debían ser considerados dignos de man-tenerse en la memoria de la gente. A la inversa,aquellos hechos cuyo recuerdo no se considerabaconveniente, eran borrados sistemáticamente de la“historia oficial”.

Cuando los españoles empezaron a interesarsepor el devenir de los incas tomaron contacto conlos quipucamayoc, funcionarios encargados deguardar la memoria de los acontecimientos, quie-nes en versiones míticas transmitieron la idea quese habían forjado de su pasado. Como era de espe-rarse, las versiones recogidas eran cuzqueñocen-tristas. Es decir, enfocaban la realidad histórica enfunción de las exigencias y los intereses de las eli-tes cuzqueñas, sin incluir noticias de la historia delos demás pueblos, salvo en lo que resultaba útilpara sus fines. La versión oral del pasado incaicoestá incluida principalmente en la información queproporcionan las crónicas. Sin embargo, como se-ñala Franklin Pease, a pesar del criterio unificadorimpuesto por los incas, la tradición oral recogió di-ferentes vertientes y versiones, por lo que las cróni-cas ofrecen una información dispar que dificulta suinterpretación.

EL CUZCO ANTES DE LOS INCAS

Las crónicas y fuentes de otra naturaleza traeninformación sobre la existencia, en el valle del Cuz-co, de diversos grupos étnicos antes del surgimien-to del Tahuantinsuyo. Esta información escrita hasido respaldada por los trabajos arqueológicos, quehan demostrado en el área la evidencia de una largaocupación humana.

El cronista Sarmiento de Gamboa mencionó alos guallas, los sahuasiray, los antasayas, los alcavi-zas, los copalimaytas, los culunchimas, los poques ylos lares como los grupos étnicos que habitaban enel valle del Cuzco antes del advenimiento de los in-cas. Su crónica identifica a los guallas, los sahuasi-

ray y los antasayas como los pobladores más anti-guos; en tanto que los alcavizas, copalimaytas y cu-lunchimas son considerados moradores más recien-tes en el valle.

Los guallas Aparecen en las crónicas como los pobladores

más antiguos del Cuzco. Vivían en casas agrupadasal pie del cerro en la región conocida como Huay-napata, al sur de la ciudad actual. Su aldea principaltenía el nombre de Pachatusán.

Los sahuasiray o sahuaseras Procedían de Sutijtoco en el área Masca/Paruro.

Su pacarina o lugar mítico de origen estaba en Pa-carictambo. Cuando arribaron al Cuzco encontra-ron a los guallas quienes, al parecer, no les impidie-ron asentarse también en la comarca. Se ubicaronen el lugar donde después se construiría el Corican-cha o “templo del Sol”.

Los antasayasOriginarios de las pampas de Anta, llegaron al

valle del Cuzco comandados por su jefe Quisco,ubicándose en la parte norte. Se cuenta que los gua-llas y los sahuasiray no se opusieron a que se esta-bleciesen en esa zona. Según mencionan las cróni-cas, las tierras en ese lugar estaban llenas de piedrasque ellos se encargaron de sacar. A partir de ese en-tonces, el paraje empezó a denominarse Cuzco porel nombre del jefe antasaya. Posteriormente, estenombre se extendió a todo el valle.

Los alcavizasProcedían de la región de Masca, específicamen-

te de Pacarictambo. Llegaron al valle del Cuzco almando de su jefe Ayarucho, nombre que tambiéntenía el grupo, y se establecieron en Pucamarca.Identificaban como su pacarina a Capactoco. Fue-ron los incas los que en fecha ulterior les cambiaronde apelativo, llamándoles alcahuisas. Al alcanzar elCuzco encontraron que allí estaban ya establecidoslos guallas, sahuaseras y antasayas, con los cuales sealiaron.

IILA FORMACIÓN DEL TAHUANTINSUYO

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Los poques y laresSegún informan las crónicas llegaron al valle del

Cuzco con posterioridad a los otros grupos, sin es-pecificar su lugar de origen. Se ubicaron en la parteoriental de la ciudad donde construyeron sus vi-viendas.

Los ayarmacasDe los grupos étnicos sobre los cuales las cróni-

cas traen información el de los ayarmacas ha sido elmás estudiado. A la información histórica se sumala arqueológica que ha logrado identificar la cerámi-ca hallada en el lugar, denominada Killke, como fa-bricada por ellos. Se trata de una cerámica de bajacalidad artística que predominó en la región duran-te el Intermedio Tardío, período al que correspon-den los grupos étnicos antes mencionados.

En su obra Los incas, Waldemar Espinoza refiereque los ayarmacas conformaron un gran reino queabarcó las actuales provincias de Cuzco y Anta. Es-taba dividido, según el mismo autor, en dos mita-des: ayarmaca y pinagua. El territorio de los ayarma-cas comenzaba en Quiquijana, por el sur, extendién-dose hasta Jaquijahuana, en las pampas de Anta, yOllantaytambo, en el norte. Mientras que Pinaguadominaba desde Quiquijana hasta Quispicanchi.

María Rostworowski señala que ocuparon la zo-na denominada Acamama, que según informaciónde Murúa y Guaman Poma sería luego bautizadacon el nombre de Cuzco. Los cronistas coinciden en

señalar que no tenía grandes construcciones, se tra-taba más bien de viviendas de pirca y paja. Existíaen el lugar, según Betanzos, un pantano cubierto dejuncos en el sitio donde más tarde se construiríaSacsahuaman.

De acuerdo con María Rostworowski, Acamamaestaba dividida en cuatro secciones o barrios: Quin-ti cancha, barrio del picaflor; Chumbi cancha, ba-rrio de los tejedores; Sairi cancha, barrio del tabaco;y Yarambuy cancha, barrio cuyo nombre no está enquechua sino en aymara. Rostworowski relacionaYarambuy con Yaruntatha, que según el diccionariode Bertonio significa mezclarse, y propone la posi-bilidad de que se trate de un barrio mestizo habita-do por gente de lengua aymara y quechua. Cuandolos incas conquistaron el lugar cambiaron la divi-sión por barrios de acuerdo con sus necesidades,pero mantuvieron la organización del espacio encuatro partes.

Sobre la organización política de este grupo,Guaman Poma mencionó que principiaron a gober-nar la región “unos primeros incas” llamados TocayCapac y Pinahua Capac. Y Murúa identificó a estosmismos personajes como “reyes” anteriores a los in-cas. Waldemar Espinoza sostiene que se trata de losnombres genéricos de los jefes de Ayarmaca y de Pi-nagua y que figuran siempre juntos en la documen-tación. Esto indica, según el autor, que cada uno erajefe de una mitad (hanan y urin), siendo Tocay Ca-pac –jefe de los ayarmaca– el de mayor poder.

La importancia que tuvieron los ayarmacas y elpoder que el grupo poseía a la llegada de los incasson sustentados por los estudiosos del período incai-co. María Rostworowski considera que ello se evi-dencia por el hecho de conservar un ceque propio enel sistema religioso del Cuzco. El octavo ceque deAntisuyo, que comprendía once huacas, era conoci-do como Ayarmaca, a diferencia de los otros cequescuyos nombres eran Collana, Payan o Coyao. Asi-mismo, en el cerro de Cinca, camino a Yucay, se en-contraba una piedra que era considerada por losayarmacas como su pacarina o lugar mítico de ori-gen y estaba comprendida entre las huacas que con-formaban el quinto ceque del Chinchaysuyo.

Otra prerrogativa conservada por los ayarmacasfue la celebración de los ritos de iniciación de susjóvenes en un mes diferente al del grupo inca. Ellos

Fragmento de una jarra de cerámica killke. En esta tradicióncerámica pueden identificarse tres motivos estandarizados: untocado o gorro, un motivo de cinta de cabeza y en las mejillasde la figura un conjunto de triángulos entrelazados. Tomadode Bauer 1996.

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festejaban la mayoría de edad de los varones en elmes de Oma raimi, con los omas, los quivios y lostampus.

Cuando los incas llegaron al valle del Cuzco tu-vieron que enfrentarse a los grupos étnicos que seencontraban establecidos en el lugar y que forma-ron alianzas para defender su territorio. Los incaslograron doblegar la resistencia de los grupos loca-les, a excepción de los ayarmacas, quienes se con-virtieron en sus principales rivales en el dominio dela comarca. Los ayarmacas eran, por aquel entonces,el grupo más poderoso e importante de la región.

Con el paso del tiempo la situación no mejoró.Los ayarmacas raptaron al pequeño hijo de Inca Ro-ca y Mama Micay, llamado Yahuar Huacac. Segúnseñalan las crónicas, el problema se suscitó a raíz deque un curaca vecino, padre de Mama Micay, prefi-rió la alianza con los incas a través del matrimoniode su hija con Inca Roca, haciendo a un lado laspretensiones de Tocay Capac, jefe de los ayarmacas.En venganza éstos raptaron al niño quien, según laleyenda, derramó lágrimas de sangre, siendo poste-riormente devuelto a los incas. Para tratar de dismi-nuir las luchas, ambos grupos recurrieron al inter-cambio de mujeres con el fin de poner término a susrivalidades. Sólo se consiguió una paz tensa que ter-minó al iniciarse el Tahuantinsuyo. La primera ac-ción de Pachacuti como gobernante cuzqueño, se-gún Waldemar Espinoza, fue enfrentar a los ayar-macas. Se llevaron a cabo algunas batallas hasta queen la última, en el lugar conocido como GuamanCancha, tuvo lugar el enfrentamiento que decidió

las disputas en favor delos incas.

Ante la posibilidad dereorganización de losayarmacas y el peligroque ello significaría parael naciente estado inca,Pachacuti dividió y sepa-

ró en tres grupos a los diversos ayllus ayarmacas.Estos grupos fueron reubicados y sus curacas pues-tos bajo el mando de las autoridades cuzqueñas. Deesta manera se logró doblegar a los poderosos ayar-macas y despojarlos de la supremacía que habían te-nido en el valle del Cuzco.

EL ORIGEN DE LOS INCAS: LOS MITOS

La historia del origen de los incas se encuentrarelatada en forma mítica en la mayoría de las cróni-cas. Una de las versiones más antiguas es la recogi-da por Juan de Betanzos, en su obra Suma y narra-ción de los incas. El cronista señala que el dios Wi-racocha después de “ordenar” el mundo mandó quelos hombres salieran de abajo de la tierra. De unacueva en Pacaritampu o Tambotoco salieron cuatroparejas de hermanos: Ayar Cache y Mama Guaco,Ayar Oche y Cura, Ayar Auca y Ragua Ocllo y AyarManco y Mama Ocllo, dirigiendo a un notable nú-mero de gente agrupada en diez linajes, llevando se-millas salidas de la misma cueva. Cada uno de loshermanos iba ricamente vestido y adornado con ro-pa de cumbi (ropa fina bordada en oro) y llevabanal cuello unas bolsas también de cumbi con unashondas de nervios de camélidos.

De Pacaritampu se dirigieron a un cerro nom-brado Guanacaure donde en sus faldas sembraronmaíz. Estando en la cumbre Ayar Cache tiró unaspiedras con su honda quebrando cuatro cerros y ha-ciendo cuatro quebradas en ellos. Ante esta demos-tración de fuerza sus compañeros sintieron temor y

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Una vista de Sacsahuaman.Las grandes construcciones dela arquitectura inca estánasociadas al crecimiento yexpansión del Tahuantinsuyo,proceso realizado no sólo pormedios militares sino a travésde la negociación política.

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decidieron librarse de él. Con el pretexto de recogeralgunos objetos de oro que habían dejado, decidie-ron regresar a Pacaritampu. Una vez allí, aprovecha-ron que Ayar Cache había ingresado a la cueva paraencerrarlo, siéndole imposible salir.

Los demás hermanos regresaron a Guanacauredonde permanecieron por espacio de un año. Estan-do allí, Ayar Oche voló al cielo para hablar con supadre el Sol, quien mandó decir que Ayar Mangodebía cambiar su nombre por el de Manco Capac.Después de dar el mensaje Ayar Oche se convirtióen un ídolo de piedra. Los demás decidieron mu-darse a una quebrada llamada Matagua, ubicadamás cerca del Cuzco. Desde allí descendieron Man-co Capac, Ayar Auca y las cuatro mujeres al valle delCuzco, donde vivía Alcaviza con un grupo de trein-ta indios. Despues de negociar con Alcaviza, quienaceptó su carácter de “hijos del Sol”, se establecie-ron en el Cuzco, y construyeron una casa en el lu-gar donde después se levantaría el Coricancha o“templo del Sol”. Cuando concluyeron esta tarea sededicaron al cultivo del maíz (F. Pease).

En su obra Los incas, Franklin Pease hace unainterpretación del mito de los hermanos Ayar y su-

giere que cada pareja podría ser asimilada a una delas cuatro partes en las que estaba dividido el Cuz-co y también el mundo. Asimismo, sostiene que elhecho de ser dos los hermanos varones que lleganal Cuzco –como figura en la parte final del mito–podría estar relacionado con las dos mitades en queaparece dividido el Cuzco: hanan y urin.

Algunos cronistas presentan una versión algomodificada del mismo mito. En ella señalan que lascuatro parejas de hermanos salieron de la cueva dePacaritampu, pero tres de los hermanos varones de-saparecieron antes de llegar al Cuzco. Ayar Cache,el hermano poseedor de una fuerza extraordinaria,fue encerrado con engaños en la cueva, mientrasque Ayar Ucho y Ayar Auca se convirtieron en ído-los de piedra, quedando Ayar Manco o Manco Ca-pac como único jefe encargado de dirigir al grupohasta el Cuzco y una vez allí dar inicio al Tahuan-tinsuyo.

El cronista mestizo Garcilaso de la Vega, el Inca,sin omitir la historia de los hermanos Ayar, conside-ra otras dos versiones. Una en la cual luego de undiluvio aparece en Tiahuanaco un hombre muy po-deroso que dividió el mundo en cuatro partes y las

Sector del lago Titicaca. Según el Inca Garcilaso de la Vega, quien contribuyó a difundir esta versión, Manco Capac y MamaOcllo salieron del lago Titicaca con la misión de buscar nuevos territorios y civilizar a las poblaciones andinas.

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repartió a cuatro hombres que llamó reyes: MancoCapac, Colla, Tocay y Pinahua. Desde Tiahuanacose dirigió Manco Capac al Cuzco donde se estable-ció dando inicio al Tahuantinsuyo.

La otra versión, que es la más difundida sobre elorigen de los incas, señala que Manco Capac y Ma-ma Ocllo, hermanos-esposos, salieron del lago Titi-caca por mandato de su padre el Sol. La pareja reci-bió el encargo divino de dirigirse al norte a buscaruna tierra donde asentarse. En ese lugar debían en-señar a la población los principios de una vida civi-lizada. Llevaban una vara de oro que periódicamen-te debían intentar hundir en la tierra, pues donde lavara se hundiese sería el lugar indicado para esta-blecerse. Caminando siempre hacia el norte y des-pués de una escala en Pacaritampu llegaron al valledel Cuzco. Allí, en el cerro Guanacaure, Mancohundió la vara de oro con mucha facilidad. A partirde ese momento se inicia la obra civilizadora de loshermanos, quienes convocan a los habitantes de lascomarcas vecinas para enseñarles las artes de laagricultura y el tejido, siendo reconocidos como se-ñores del valle. Según señala Garcilaso esta versiónes una elaboración tardía, preparada por la elitecuzqueña.

A pesar de las diferentes versiones sobre el origende los incas, hay algunas constantes en ellas, comoprecisa Concepción Bravo, por ejemplo: el señalar elvalle del Cuzco como el lugar donde se originó elTahuantinsuyo, el recuerdo común de un fundadormítico, el que éste sea originario de las tierras altasdel sur, el ser reconocido como líder por los pobla-dores primigenios, y el tener como función principalcivilizar a las poblaciones bárbaras.

EL CUZCO INCAICO

A partir de la llegada de los incas al valle delCuzco se va a suscitar una serie de circunstanciasrelacionadas con la necesidad de los nuevos mora-dores de consolidar su permanencia en el valle. Lapresencia de otros grupos étnicos que con anterio-ridad venían ocupando el área los obligó a desarro-llar diversos mecanismos para conseguir sus finesde dominio y control del espacio. Tanto las guerrascomo las alianzas que tuvieron lugar a lo largo delos gobiernos de los sucesores de Manco Capac gra-fican de modo claro el afán de esta etnia por impo-ner su hegemonía en el valle. La mayor parte de loscronistas españoles, como bien señala ConcepciónBravo, recogió la tradición oficial que recuerda estoshechos.

Los cronistas coinciden en señalar que SinchiRoca, “hijo” y sucesor de Manco Capac, fue un jefeguerrero como su nombre lo indica. A pesar de ellono hubo durante su gobierno grandes conquistas.Esto se debió en gran parte a las maniobras del To-cay Capac, jefe de los ayarmacas, que se opuso te-nazmente al avance de los incas, viéndose SinchiRoca limitado únicamente a conseguir la amistad dealgunos curacas de los grupos étnicos vecinos; am-pliando su área de influencia, según ConcepciónBravo, en un radio no mayor de treinta leguas.

Le sucedió su “hijo” Lloque Yupanqui, quien se-gún las noticias recogidas por todos los cronistas,tuvo que afrontar un período bastante difícil que leimpidió ampliar los límites del territorio. Durantesu gobierno tuvo lugar una serie de rebeliones in-ternas y la continua hostilización de los ayarmacas.

Mayta Capac, “hijo” y sucesor de Lloque Yupan-qui, aparece en las crónicas como un hombre dota-do de cualidades especiales. Nació, según la leyen-da, a los tres meses de gestación y con la dentaduracompleta. Desde niño llamó la atención por realizarhazañas increíbles en contra de los otros pobladoresdel valle, demostrando que contaba con protecciónsobrenatural. Waldemar Espinoza señala que du-rante su gobierno tuvo lugar la rebelión de los alca-huisa, comandados por su jefe Ayar Ucho, llevándo-se a cabo tres batallas. En la última Ayar Ucho fuetomado prisionero y su grupo fue derrotado en for-ma concluyente. Espinoza señala además que aMayta Capac lo sucedió su “hijo” Tarco Huamanque gobernó por un tiempo, pero fue depuesto porun golpe de estado que dio un “primo” suyo, CapacYupanqui.

Capac Yupanqui aparece en algunas crónicas co-mo “hijo” y sucesor de Mayta Capac, informaciónque se habría obtenido de la historia oficial inca queno reconocería el gobierno de Tarco Huaman. Losestudiosos del pasado inca coinciden en señalar quegobernó con mano dura, persiguiendo cruelmente asus enemigos. Los cronistas lo ubican como el últi-mo “soberano de la dinastía” de los Urin Cuzco.Durante su gobierno no se extendieron los estre-chos límites que controlaba el grupo cuzqueño.

Inca Roca es considerado en las crónicas comoel primer “soberano” de la “dinastía” de los HananCuzco. Señalan, asimismo, que fue hijo y sucesorde Capac Yupanqui y que decidió trasladar su resi-dencia a la parte alta de la ciudad, de donde provie-ne la denominación de Hanan Cuzco. Sin embargo,existen otras versiones de los hechos. Una de ellases la que presenta Waldemar Espinoza, quien men-

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ciona que los Hanan Cuzco proclamaron inca auno de su parcialidad. La otra es la del clérigoMontesinos, citado por Concepción Bravo, que ha-bla de una nueva dinastía de gobernantes surgidaluego de una crisis sucesoria. Inca Roca, hijo deuna mujer hanan, probablemente concubina deCapac Yupanqui, es apoyado por los miembros delos linajes de Hanan Cuzco para acceder al poder.Es el primer gobernante cuzqueño en llevar el ape-lativo de inca. Según los cronistas, se preocupó deque el río Huatanay fuera canalizado para abastecerde agua a los cuatro barrios en que estaba divididoel Cuzco y asegurar el riego para las labores agríco-las, cuyo producto permitiría contar con el exce-dente que necesitaba el estado inca. También sepreocupó de instruir a la elite en el manejo de lasarmas, la “lectura” de los quipus y en el conoci-miento de su historia.

El verdadero nombre de Yahuar Huacac, “el quelloró sangre”, fue Titu Cusi Huallpa. Al asumir elgobierno lo cambió por el de Yahuar Huacac, en re-cuerdo de las “lágrimas de sangre” que, de acuerdocon la leyenda, derramó cuando siendo niño fueraptado por los ayarmacas. A este inca se le puedeconsiderar, siguiendo a Concepción Bravo, como el

iniciador de la expansión territorial, pues aunqueésta no haya sido de grandes proporciones, sus ac-ciones fueron suficientes para sentar las bases de lapolítica expansionista de los incas. A ello sumó laobligación impuesta a la población de conformarlos ejércitos.

El sucesor de Yahuar Huacac fue Wiracocha,perteneciente también al linaje de los Hanan Cuzco.Durante su gobierno los chancas, comandados porAsto Huaraca y Tomay Huaraca, invadieron el Cuz-co. Este grupo, según la información arqueológica,habitaba la región ubicada al norte del Cuzco, másallá del río Apurímac, entre los actuales departa-mentos de Ayacucho y Huancavelica. Su pacarinaestaba situada en el lago Choclococha, a 4 950msnm. Su organización política era similar a la delos incas, es decir, dual. Además ambos, chancas eincas, codiciaban los territorios del valle del Cuzco,hecho que los obligó a enfrentarse en varias oportu-nidades. Aunque las crónicas suelen resaltar princi-palmente el enfrentamiento que tuvo lugar duranteel gobierno de Wiracocha.Los testimonios de algunos cronistas de los siglos XVI y XVII

atribuyen a Inca Roca la calidad de primer soberano de la“dinastía” de los Hanan Cuzco. Los escritores coloniales creíanque los términos hanan/urin estaban vinculados exclusivamentea dinastías políticas antes que a los principios de oposición ycomplementariedad que rigieron durante el incanato.

En la versión de los escritores coloniales, el inca Wiracochaabandonó el Cuzco ante la invasión chanca. Fue su hijo

Pachacuti quien, según esta misma versión, se enfrentó a losinvasores y terminó por derrotarlos.

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Al llegar los chancas al Cuzco, Wiracocha aban-donó la ciudad en compañía de Inca Urcon, su hijoy heredero, de sus mujeres y otros hijos, dirigiéndo-se al vecino valle de Yucay donde buscaron refugio.Las crónicas señalan la violencia de la invasiónchanca y destacan que vencieron a los ejércitos in-caicos. El Cuzco abandonado fue ocupado por loschancas victoriosos que la saquearon y destruyeron.De acuerdo con la leyenda, el otro hijo de Wiraco-cha, llamado Inca Yupanqui, que estaba “desterra-do” del Cuzco, tuvo una visión en la cual se le apa-reció el Sol y le ordenó que se dirigiera al Cuzco yexpulsara a los chancas. Según la versión de SantaCruz Pachacuti el Sol le promete ayuda: “Hijo, yo osprometo que en el nombre del Hacedor a quien ha-béis llamado en vuestras tribulaciones, yo os digoque os oyó y así será en vuestra defensa y lo seréisvictorioso, pelead sin miedo”.

Inca Yupanqui, confiado en las palabras del Sol,se dirigió al Cuzco, donde las piedras se volvieronsoldados para enfrentarse a los enemigos de los in-cas, venciéndolos. Después de derrotarlos, Yupan-qui fue en busca de su padre, quien rechazó eltriunfo por no haber sido logrado por Urcon. Esteúltimo se enfrentó a Yupanqui y fue derrotado. Re-conocido como inca y aceptado como tal por su pa-dre Wiracocha, Yupanqui cambió su nombre por elde Pachacuti (“el que renueva el mundo”) y se de-dicó a reconstruir el Cuzco y a reformular su orga-nización (F. Pease).

A pesar de la imagen negativa que algunas cró-nicas le atribuyen a Wiracocha, los estudiosos delpasado inca suelen considerarlo como el primer go-

bernante del Cuzco con aspiraciones imperialistas.Se ocupó de su reorganización y de dar nuevas leyesacordes a las necesidades de un estado que estabadejando de ser un pequeño curacazgo.

Las crónicas contienen abundantes referenciassobre el accionar de los sucesores de Manco Capac,pero su información es menor en relación a la orga-nización del Cuzco incaico en estos primeros añosiniciales. Sin embargo, como señala Franklin Pease,no hay motivo para pensar que ésta difiriera muchode la de los grupos étnicos que habitaban la sierrasur en la primera mitad del siglo XV. Debió funcio-nar allí un sistema de complementariedad ecológica–nos dice Pease– que permitiera el acceso a múlti-ples recursos agropecuarios. Basa su afirmación enla mención que hacen los mitos de origen cuzque-ño de cuatro recursos: la papa, la coca, el ají y elmaíz, de diferente origen ecológico. Los valles veci-nos al Cuzco eran ricos en maíz y papas, las cerca-nas zonas altas producían distintas variedades depapas, la coca se cultivaba en las tierras bajas, valleabajo del río Urubamba, y el ají en zonas tambiéncercanas. A esto se añadía la presencia del ganadoandino, llamas y alpacas, que aunque no era abun-dante sirvió para sustentar la economía del Cuzcoinicial.

LA GRAN EXPANSIÓN DEL CUZCO

El primer paso en la expansión del poderío incalo constituyó, sin duda, la derrota del pueblo chan-ca. La eliminación de un enemigo tan importantepermitió a los incas anexar los territorios antes con-trolados por los chancas y sobre todo les dio la po-sibilidad de expandirse a partir de los mismos. Porotro lado, significó también el control sobre la po-blación conquistada y su incorporación al ejércitoinca, como fuerzas auxiliares, que facilitaron la con-quista de tierras ricas y bien pobladas en ese rumbo.La gran expansión del Cuzco se inicia entonces apartir de este momento, en tiempos que los cronis-tas atribuyen al gobierno de Pachacuti.

La primera zona de expansión parece haber sidola región del lago Titicaca. Los cronistas relatan có-mo el inca Pachacuti se alió con los lupaca –uno delos más importantes grupos étnicos del área– parapoder vencer a los poderosos hatun colla. Esta con-quista colocó a los grupos de la región del Titicaca

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Una vez concluida su victoria militar el inca Pachacuti seencargó de reconstruir el Cuzco y fue el responsable de laexpansión política del Tahuantinsuyo. Durante su mandato,convirtió a la ciudad en una urbe con edificios de piedra.

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bajo la supremacía incaica. Los incas tuvieron espe-cial interés en controlar esta región por dos recur-sos que en aquella área eran abundantes y muyapreciados: los textiles y el ganado.

Una vez conquistada la región el estado cuzque-ño pasó a administrar directamente ambos recursos.La ropa originada de este modo sirvió para proveer,con un bien de alto aprecio, a otras regiones con-quistadas después. Es importante resaltar que el usodel tejido de lana, como señala Murra, se extendióal mismo tiempo que la expansión incaica.

En el caso de la producción agrícola, si bien nohubo una interferencia equivalente, el estado incacolocó población cuzqueña en enclaves importantescomo el de Copacabana, y grupos de mitmaqkunaen las zonas marginales del mar o de la región yun-ga situada al este del altiplano, donde tenían sus co-lonias los pueblos del área lacustre. Asimismo tu-vieron que contribuir con energía humana para larealización de tareas señaladas por el Tahuantinsu-yo, como por ejemplo la constitución de los ejérci-tos (F. Pease).

Después de conquistar el área del lago Titicaca,las crónicas señalan que Pachacuti se dirigió haciael norte, llegando hasta la sierra central, actual de-partamento de Junín. Para este momento el estadocuzqueño contaba ya con un territorio bastantegrande y con una gran cantidad de población queera necesario organizar para que cumpliera con laslabores impuestas por el Tahuantinsuyo. Según las

crónicas Pachacuti asume la tarea de reorganizar elTahuantinsuyo haciendo evidente el significado delnombre que tomó al derrotar a los chancas y asumirel cargo de inca: “el que renueva el mundo”.

Las crónicas señalan que abandonó la guerra pa-ra dedicarse a atender los problemas ligados a lareestructuración del Tahuantinsuyo. Se rodeó de losamautas y de los mejores especialistas a fin de quele aconsejaran en cada decisión que debía tomar, noescapando a su interés ninguna actividad creadora.Planificó nuevamente el Cuzco y lo reedificó, desta-cando el templo del Sol, llamado desde entoncesCoricancha. También hizo erigir el templo de Quis-huarcancha, dedicado a Wiracocha. Mandó cons-truir un santuario para congregar a los dioses de losgrupos étnicos conquistados, reteniéndolos en elCuzco en calidad de rehenes para evitar sublevacio-nes. Enriqueció y agrandó el acllahuasi. Hizo levan-tar collcas, desecar los pantanos del Cuzco, abrir ca-minos, construir tambos e importantes obras hi-dráulicas, que permitieron la ampliación de los te-rrenos de cultivo. Edificó nuevos centros adminis-trativos que sirvieron para la vigilancia política,económica y civil de las zonas anexadas. Distribuyólas tierras del Cuzco y sus alrededores entre las pa-nacas cuzqueñas (W. Espinoza). Además se dedicóa mejorar las comunicaciones, levantando fortalezasy templos para asegurar su control. Estableció lacostumbre de desterrar pueblos enteros a lugaresdistantes (mitmaqkuna) para evitar rebeliones. Fue

también un gran legisla-dor que estableció las ba-ses de la nobleza adminis-trativa y militar (M. Rost-worowski).

El retiro de Pachacutide las actividades bélicasno significó el abandonode las conquistas y la inte-rrupción de la expansióndel territorio. Eso, ade-más, era imposible debidoa la necesidad del estadode manejar cada vez ma-yores recursos y de conso-lidar las posiciones quehabía alcanzado, situaciónque demandaba la cons-trucción de fortalezas y elenvio de guarniciones pa-ra defender las zonas defrontera. Por otro lado, no

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CUSICHACA (PATALLACTA)RUNCU RACCAY

CHACHA BAMBASAYAC MARKA

MACHU PICCHUWIÑAY WAYNA

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Una vista del área alrededor del Cuzco. Tomada de Hyslop 1990.

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se podía desatender a las poblaciones conquistadasque representaban un peligro continuo por la posi-bilidad de organizar sublevaciones en contra del es-tado cuzqueño que, aunque respetó la continuidadde sus tradiciones, les impidió disponer librementede sus tierras y recursos económicos, generandoque los grupos étnicos sometidos intentaran cadavez que podían recuperar su autonomía.

Las crónicas relatan que con el fin de resolver es-tos problemas, Pachacuti asoció al gobierno a unode sus hijos, Tupac Yupanqui, quien sobresalió porsus dotes de estratega y conquistador. Añadió a lasya considerables tierras del Tahuantinsuyo, las delos chachapoyas, el reino Chimor y llegó hasta Qui-to, en el actual Ecuador; por el norte penetró en laselva amazónica sin éxito y extendió su dominiomeridional hasta la región de Charcas, el Tucumánargentino y la mitad norte de Chile, donde los arau-canos salieron a hacerle frente. Las crónicas men-cionan que fue Tupac Yupanqui quien consiguióafirmar la soberanía cuzqueña en los pueblos delnorte, entre la frontera de los quechuas y Cajamar-ca, ya ocupadas previamente, donde tuvo que sofo-car rebeliones locales que también se repetían en losreinos meridionales del Collao.

La expansión hacia el norte significaba tener op-ción a los recursos producidos en esos lugares, ob-jetivo de primer orden en las conquistas cuzqueñas.Cajamarca, importante centro administrativo y re-distributivo, era esencial también por su riqueza ga-nadera (al respecto, Cieza de León ha llamado laatención sobre esta región de buenos pastos y nu-

meroso ganado, donde además se producía abun-dante maíz).

La anexión de Cajamarca significaba la posibili-dad de extender el dominio del Cuzco hasta el rei-no de Chimor, en la costa norte del Perú actual. Allíse había desarrollado una agricultura con riego quemovía abundante agua y alimentaba una poblaciónnutrida, y se habían construido núcleos urbanoshoy célebres como Chan Chan, que alcanzó ampliaextensión y albergó una población estimada entre20 000 y 30 000 habitantes (F. Pease). Los podero-sos señores de Chan Chan habían conseguido sus-tentar su hegemonía en el desarrollo de una agricul-tura de irrigación, que dependía en gran manera delas fuentes de agua procedentes de la adyacente zo-na serrana de Cajamarca y Huamachuco.

Es sabido que el Chimor fue desde antes del es-tado cuzqueño una de las zonas de mayor desarro-llo urbano del área andina. La extensión del regadíopermitió allí un cultivo intensivo del maíz. Esta ca-racterística, según Pease, debe ser tomada en cuen-ta con el mayor interés, puesto que al momento dela dominación por el Tahuantinsuyo podía servircomo un recurso regional y formar, junto o no conCajamarca, un modelo de colonización.

Cajamarca y Chimor habían configurado, desdeantiguo, una unidad económica interdependiente.Mediante una alianza habían logrado mantener, alparecer sin conflictos, su autonomía política. Laruptura del equilibrio entre la sierra y la costa nortefue el resultado inevitable de la presencia en Caja-marca del excluyente poder incaico. Los cronistas

coinciden en señalar la vio-lencia que caracterizó laconquista cuzqueña, ha-ciendo posible que el Ta-huantinsuyo pudiera con-trolar directamente aquellosrecursos que más le intere-saban en la región. La alian-za entre los reinos de Caja-marca y el Chimor no fuesuficiente para impedir elavance del Tahuantinsuyo.El chimo capac tuvo que

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Una sala ceremonial de laciudad de Chan Chan en LaLibertad. El Chimor fue uno delos reinos antecesores de losincas con mayor desarrollourbano.

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aceptar que su territorio pasara a formar parte delincaico como única posibilidad de asegurar la su-pervivencia de su reino. La pérdida de la autonomíaeconómica supuso para él y sus descendientes lapérdida del poder político, al quedar convertidos enfuncionarios de la burocracia estatal que terminópor aniquilar la conciencia entre sus gentes de per-tenecer a una unidad política (C. Bravo).

La conquista inca convirtió a la región en un po-deroso centro administrativo desde donde se orga-nizó la anexión de nuevos territorios. Los cronistasmencionan que el Chimor se convirtió en una fuen-te de aprovisionamiento de mitmaqkuna para tras-ladarlos a otras regiones andinas. Durante el gobier-no del inca Huayna Capac, según indica Zárate, laregión se rebeló y, a consecuencia de ello, muchagente fue enviada a diversos lugares de la costa cen-tral: Collique, Maranga, Cañete, Ica, así como a Ca-jamarca y al Cuzco (F. Pease).

Pachacuti había nombrado como heredero y su-cesor a su hijo Amaro Yupanqui, con quien estable-ció un correinado. Los méritos del futuro inca esta-ban relacionados con sus conocimientos de agricul-tura, arquitectura y administración estatal. El cro-nista indígena Santa Cruz Pachacuti le atribuye po-deres taumatúrgicos, que en años de sequía y ham-bruna le permitían obtener extraordinarias cosechascon las que atendía a las necesidades del pueblo. Sinembargo, carecía de las habilidades necesarias paragobernar un estado en continua expansión, en elque la guerra tenía un rol preponderante, mientrasque Tupac Yupanqui, luego de la anexión del Chi-mor, había demostrado ampliamente poseer las do-tes de estadista y guerrero necesarias para gobernarel Tahuantinsuyo.

Así encontrándose de regreso en el Cuzco, Pa-chacuti decidió nombrar a Tupac Yupanqui como susucesor, pasando a cogobernar con él. Amaro Yu-panqui declinó voluntariamente sus derechos a lasucesión, siendo aceptada también la decisión dePachacuti por la nobleza orejona. La designaciónde Tupac Inca Yupanqui por Pachacuti, y su recono-cimiento unánime por las panacas cuzqueñas, pare-cen constituir una excepción a las alteraciones queprovocaron las sucesiones del gobierno en el inca-rio (W. Espinoza, C. Bravo).

Tupac Yupanqui continuó la expansión del Ta-huantinsuyo sometiendo a los valles de la costa sur.Parece ser que las tierras de Nazca y el pujante se-ñorío de Chincha entraron con facilidad a formarparte del Tahuantinsuyo, seducidos sus jefes por lasgenerosas promesas del inca. Su aceptación pacífica

evitó que la alianza inca les suprimiera su poder po-lítico. Además fueron considerados importantesaliados que mantuvieron sus prerrogativas y gozaronde honores semejantes a los del propio inca.

También el antiguo y prestigioso templo de Pa-chacamac –a escasos kilómetros al sur de la actualciudad de Lima– vio respetada su primacía. Estecentro religioso, famoso por su oráculo, fue embe-llecido y ampliado y su divinidad respetada y vene-rada por los incas, que no dudaron en consultar susvaticinios en situaciones difíciles. Sólo el pequeñoseñorío de Huarco, afianzado en una segura fortale-za, se atrevió a desafiar breve, aunque inútilmente,el poderío del inca.

En esta región, según Pease, no parece haberexistido ningún recurso notable ni excedente de

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Mapa del Tahuantinsuyo durante su mayor expansión.Tomado de Hyslop 1990.

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producción especializado en manos de un podercentralizado. Las relaciones geográficas insisten enla aridez de la región, si bien reconocen al mismotiempo que las posibilidades de autoabastecimientoeran buenas. Hay una excepción, en términos de laconstatación de un recurso específico para la regiónde Chincha, el mullu (Spondylus, concha marinamuy apreciada para ofrendas rituales), que era traí-do desde la península de Santa Elena, en el Ecuadoractual. Tenía una importancia particular por su ex-tendido uso ritual, por ser una de las principalesofrendas y porque, según creencia generalizada, losdioses se “alimentaban” de él.

Parece ser, además, que esta región proveyó deun alto número de mitmaqkuna para ser traslada-dos a otras zonas. Pease piensa que se trata de unmodelo de colonización que hacía posible al estadoacceder a un recurso básico en forma de mano deobra. Este modelo sería diferente al del área lacustreporque la energía humana obtenida en esta regiónserviría para ser trasladada a otras regiones en lascuales escaseaba, o en las que era imprescindiblepara aumentar la producción.

Luego de la conquista de los valles costeños, Tu-pac Yupanqui centró su atención en la consolida-ción del poder cuzqueño en la región del Collao,siempre dispuesta a liberarse de él. El inca afirmó susoberanía con la anexión de ricos valles del oriente

boliviano y la sumisión de los charcas, que pasarona convertirse en poderosos y eficaces aliados en lasfuturas campañas de conquista, como soldados pro-fesionales, y cuya lealtad fue compensada con el re-conocimiento de una superior categoría social. Alsur del altiplano boliviano se construyeron centrosadministrativos y militares como Iscanwaya, cercade La Paz, Inkallacta en Cochabamba y Pocona enSipe Sipe, con el afán de controlar las tierras altas yproteger las fronteras para evitar los ataques de losindomables chiriguanos. Las crónicas dejaron testi-monio de sus cruentas sublevaciones contra el do-minio del Tahuantinsuyo convirtiéndose en motivode inseguridad e inquietudes para el Cuzco. Las tie-rras de Chile constituyeron la última campaña ex-pansionista de Tupac Inca Yupanqui, que llevó susconquistas hasta las márgenes del río Maipó, 34º delatitud sur, señalados por la arqueología como ellímite de la irradiación cuzqueña en esta zona (C.Bravo).

Pero Tupac Inca Yupanqui no fue sólo el granguerrero que describen con alabanza todas las cróni-cas, también supo seguir las pautas marcadas porsus predecesores al imponer una rígida estructura degobierno y administración que, dirigida por los no-bles de las elites cuzqueñas, supuso la unidad polí-tica del Tahuantinsuyo. Contó para ello con la eficazcolaboración de su hermano Amaru Tupac, su “se-gunda persona” o correinante, que dedicó toda suvida a organizar la explotación agrícola del imperioy a facilitar las costosas guerras del inca (C. Bravo).

Tupac Yupanqui eligió como su sucesor a su hi-jo Titu Cusi Huallpa, que luego tomó el nombre deHuayna Capac. Las crónicas mencionan que cuan-do este inca asumió el poder resurgieron viejos en-frentamientos y diferencias entre las panacas cuz-queñas. Cieza de León habla de conjuraciones ymotines que alteraron la vida del Cuzco poniendoen peligro la continuación del poder de los incas.

El principal interés del gobierno de Huayna Ca-pac, según Waldemar Espinoza, fue mantener la tie-rra pacificada. Para lograrlo visitó varias veces susdominios y nombró funcionarios para que lo ayuda-sen en esta tarea. Sus sucesivas campañas, señalaConcepción Bravo, no obedecieron en ningún mo-mento a una improvisación fortuita o caprichosa;respondieron a lo que él programó como una per-fecta planificación de toda su actividad política ymilitar para el futuro de su reinado.

La actividad guerrera de Huayna Capac se iniciócon una expedición de castigo contra los levantis-cos chachapoyas, al norte de la ciudad de Cajamar-

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Tupac Inca Yupanqui, quien se encargó de consolidarla expansión del Tahuansintuyo hacia el este, se

preocupó también por contar con una eficiente red deadministradores al servicio del poder cuzqueño.

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ca, y tuvo como resultadono sólo la sumisión defini-tiva de estos antiguos ynunca dominados pobla-dores, sino su captación ylealtad incondicionalespara la causa del Cuzco enlos más difíciles momen-tos de las futuras crisis.No fue ajena a este éxito ladecisión de convertir a los“curacas” cañaris, de du-dosa lealtad desde quefueron anexionados porTupac Inca Yupanqui, enjefes militares encargadosde la guarda personal delinca. El traslado de la mayor parte de sus poblado-res al valle del Yucay, cerca del Cuzco, para conver-tirlos en colonos de sus fértiles tierras, dejaba librede problemas esta zona, cuyo centro político y reli-gioso más importante, Tomebamba (Tumipampa),jugaría un papel decisivo en el futuro del imperio.La construcción de un magnifico camino, a travésde la sierra, facilitó en adelante una comunicaciónregular entre todos los señoríos del Chinchaysuyo yla capital del imperio, y el cómodo abastecimientode las tropas imperiales en las campañas que tuvie-ron como escenario las lejanas fronteras, al norte delos chachapoyas y cañaris (C. Bravo).

Según Franklin Pease, en Chachapoyas se en-cuentra otro centro administrativo cuyas funciones,aparentemente marginales, deben haber estado de-dicadas a concentrar recursos de la ceja de selva.Bonavia y Ravines han señalado la presencia de gru-pos multiétnicos colonizadores asociados al cultivodel maíz y colocados ahí por el Tahuantinsuyo. Porotro lado, señala Pease, no se puede dejar de teneren cuenta la posibilidad de la utilización del centrocomo reducto militar, debido a su tardía anexión alTahuantinsuyo y a su ubicación en una región defrontera inestable.

Luego Huayna Capac realizó una rápida visita alas tierras de Chile que tuvo por objeto la reorgani-zación administrativa de ese dominio del Collasu-yo, estableciendo tres demarcaciones administrati-vas. Una, asimilada a la antigua provincia del Co-llao, extendía sus límites hasta Atacama; la segundatuvo su centro administrativo en Coquimbo; y unatercera, la de Aconcagua, cuyo centro fue el valle del

Mapocho, tuvo dentro de su jurisdicción a la futuraciudad de Santiago. La visión política de HuaynaCapac se advierte no sólo en el hecho de que estasdemarcaciones siguieran siendo válidas en tiempostan diferentes a los suyos, sino que intuyó que laaceptación de su soberanía sólo sería posible devol-viendo a los jefes locales, los “curacas” chilenos, elpoder político del que su padre les había desposeí-do (C. Bravo).

De esta manera Huayna Capac decide continuarcon la política iniciada por su padre al conquistar elreino de Chincha. Ofrece a los jefes locales la posi-bilidad de no perder su mando político anexándosepacíficamente al Tahuantinsuyo. Política que habíaseguido en Chile al reconocer a la nobleza local, res-ponsabilizándola de altos puestos de mando, y queseguirá más adelante con los jefes de los grupos ét-nicos de la región del norte.

Las crónicas dicen que antes de su regreso alCuzco, el inca se aventuró en las tierras orientales,donde los “chiriguanos” presionaban en los límitesde Charcas, e incluso se adentró en la más remotade los mojos. No se conocen los resultados de estaempresa, pero se sabe que en la tierra de los charcasy en el rico valle de Cochabamba llevó a cabouna importante labor de colonización.

En los archivos bolivianos, nos dice ConcepciónBravo, se conservan viejos legajos que contienen lasdeclaraciones de indígenas y españoles que pleitea-ron por la posesión de tierras de pastos y de cultivo,invocando aquéllos el reparto que de las mismas hi-ciera el inca al organizar la explotación de este terri-torio con fines estatales, asentando allí colonos mit-

Restos incaicos en Pisac, Cuzco.

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maqkuna, procedentes de lugares diversos y remo-tos. La población autóctona, que hubo de abando-nar sus primitivos asentamientos, fue trasladada a lafrontera para protegerla contra las incursiones delos temibles chiriguanos, y el producto obtenidocon el trabajo de los colonos se destinó al manteni-miento de las necesidades del estado y de los nutri-dos ejércitos.

Razones de índole económica se unían a las es-tratégicas en esta incesante ampliación de la fronte-ra incaica que llevaba en sí misma la necesidad deobtener nuevos recursos y que impulsó el dinamis-mo constante de la política cuzqueña, desde los glo-riosos y míticos tiempos de su victoria sobre loschancas.

De ahí que Huayna Capac tuviera como objetivoprincipal asegurar la anexión definitiva de los dis-persos y numerosos pueblos contra los que su padrehabía peleado en el norte de Chinchaysuyo. Enellos se había conseguido un riquísimo botín con-sistente en productos suntuarios, que alentaba lasexpectativas de ampliar el control efectivo del Cuz-co hasta esas tierras, que podrían proporcionar bie-nes suficientes para mantener la política de redistri-bución, política que consumía, en un volumen cadavez mayor, las reservas estatales de esta clase de pro-ductos. La elección de un lugar apropiado para es-tablecer la base de operaciones estable era la prime-ra fase que requería la empresa, y el conocimientoprevio que el propio inca tenía de la región fronte-riza del reino del Quito hizo posible que esta elec-ción fuera un acierto: Tumipampa (C. Bravo).

Desde los escritos del siglo XVI hasta los moder-nos estudios arqueológicos evidencian su importan-cia excepcional. Situada en el territorio de los caña-ris, establecida ya como seguro asentamiento incai-co, reunía condiciones óp-timas para convertirse encentro y punto de partidade futuras expediciones.Las crónicas relatan su fun-dación por el Tahuantin-suyo como algo notable

que rompía patrones establecidos. Según Pease, delos detalles de su fundación se desprende, más quede ningún otro caso entre los centros urbanos admi-nistrativos, su carácter de “nuevo Cuzco”, lo cualalcanza ribetes extraordinarios cuando Huayna Ca-pac se instala allí y organiza una fuerte burocracia,trasladada inicialmente desde el Cuzco, pero queadquirió progresivamente caracteres locales y com-petitivos.

También es probable que Huayna Capac viera eneste asentamiento las posibilidades que ofrecía susituación estratégica. Tumipampa se encontraba enun área en proceso de colonización y cercana a con-flictivas fronteras ubicables más al norte, por ello hadebido ser también un reducto militar importante,un centro desde el cual los últimos incas libraronsus campañas de conquista hacia el norte. Era tam-bién una zona que se abría como prometedora fuen-te de variados recursos. En la región se producíamaíz de alta calidad y en las zonas cercanas, al estede los Andes, se producía coca. Contaba, además,con una población numerosa, que aseguraba abun-dante mano de obra (F. Pease, C. Bravo).

Al indudable valor económico y estratégico de lazona se unía, por otra parte, el prestigio que comocentro religioso tenía Tumipampa entre las pobla-ciones autóctonas, que creían proceder de uno delos cerros cercanos. Se trató pues de la ampliaciónde un asentamiento y de la reafirmación de su ca-rácter religioso, que fue acrecentándose con la largaestancia en él de Huayna Capac.

Aunque el avance de la ocupación inca significóla fundación de nuevas ciudades importantes, sobretodo la de Quito, Tumipampa siguió siendo el pun-to de partida y regreso de las numerosas expedicio-nes que, en largas y duras campañas, llegaron hasta

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Restos de Vilcashuamán, enAyacucho. Los incasconstruyeron diversos centrosadministrativos en las regionescuyo control político asumían.Estos centros fueron destinadospara servir de morada a losadministradores estatales, parael almacenamiento de recursos ypara las tareas del culto.

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las lejanas tierras de Popayán, en el sur de la actualColombia, o a las inhóspitas costas del norte dePuerto Viejo donde, en las márgenes del río Mayo,en 1º 28’ de latitud norte, marcó el inca los límitesde su imperio (C. Bravo).

Las crónicas prefieren destacar las conquistascomo hechos militares, sin embargo también infor-man de otros mecanismos utilizados por los incaspara expandir su territorio. El establecimiento derelaciones de reciprocidad (entrega de mano deobra por parte de los grupos conquistados) y de re-distribución (entrega de determinados bienes por elCuzco) –que no eran ajenas a los grupos conquista-dos– fue uno de ellos. Las crónicas relatan que lamarcha de los ejércitos del inca era acompañada deun número considerable de cargadores que llevabanropa, generalmente de lana, y otros recursos apre-ciados como la coca y el mullu. Al realizar una nue-va conquista territorial, el inca repartía la ropa y losotros bienes entre la población. Era uno de los pri-meros actos, que incluso reemplazaba el conflictocon una “alianza” entre un grupo étnico determina-do y el Tahuantinsuyo. Este “regalo” puede ser en-tendido como una forma de iniciar una relación re-distributiva, que no excluía la compulsión, y permi-te entender la obligación de los grupos étnicos in-corporados de entregar mano de obra en forma pe-riódica y por plazos limitados (mita), lo que permi-tía al Tahuantinsuyo generar un nuevo excedenteredistribuible (F. Pease).

Otro mecanismo utilizado por el estado cuzque-ño fueron las alianzas matrimoniales. Las crónicas yotros documentos relatan los matrimonios realiza-dos entre el inca y las hijas o hermanas de los cura-cas andinos, así como entre estos últimos con mu-jeres de la familia del gobernante cuzqueño. Si los“regalos” anteriormente indicados dan fe del iniciode relaciones, los matrimonios de esta índole deja-ban claramente establecido un conjunto de lazosque estabilizaban las vinculaciones del Cuzco conlos grupos étnicos. A ello se sumó la utilización delculto solar identificado como la ideología triunfan-te, aunque lo último no supone la implantación po-pular del culto solar sino su presencia en todo nú-cleo administrativo.

En la redistribución ejercida entre los curacasvecinos y en el establecimiento con ellos de lazos deparentesco se basó la expansión del pequeño reinodel Cuzco. Los miembros de los ayllus siempre sehabían debido mutuos servicios por el mero hechode su pertenencia a la unidad de parentesco, que lesconfería el derecho de acceso a los recursos de la et-

nia así como un reclamo a las prestaciones en traba-jo de los demás miembros. La energía humana, ob-tenida de esta manera por el estado cuzqueño, fueel recurso más importante que hacía posible obte-ner la enorme cantidad de bienes que el Tahuantin-suyo redistribuía. Y disponer de soldados que fue-ron la base del poderío militar incaico (C. Bravo).

El Tahuantinsuyo fue posible gracias a una am-plia experiencia en común de la población andina,efizcamente aprovechada por los incas. Como seña-la Pease, fue probablemente poco lo que aportaronde original los incas en los Andes. Pero también escierto que llevaron a niveles quizás insospechadosantes de ellos, a muchas de las formas de organiza-ción andinas. La reciprocidad y la redistribución,por ejemplo, fueron llevadas a extremos en la orga-nización masiva y extensiva de la producción quecaracterizó al Tahuantinsuyo. Esto no pudo hacersesin conflictos, pero requirió de ciertos consensosbásicos, alcanzables a partir de la utilización de re-laciones ampliamente usadas por los grupos étnicosandinos antes de los incas. Es desde esta óptica quepuede entenderse la rápida expansión del Tahuan-tinsuyo en los Andes.

CUZCO: OMBLIGO DEL MUNDO

El inca Manco Capac, de acuerdo con el relatode las crónicas, fue el fundador de la ciudad delCuzco. Este hecho ha sido asociado a la organiza-ción de un sistema de drenaje para sanear los “pan-tanos” que ocupaban el sitio. La ciudad inicial, se-gún estos cronistas, fue construida entre los ríos Tu-lumayo y Huatanay (F. Pease). De acuerdo con lageografía, el Cuzco está ubicado a unos 3 400msnm. Los geográfos señalan que no es accidentalque se haya convertido en un centro cultural de pri-mera importancia: el valle de Vilcanota-Urubamba yla pampa de Anta forman una zona fértil, no dema-siado alta y con agua aun durante la estación seca,ya que es beneficiada por parte de las lluvias quevienen del oriente y por el escurrimiento de las nie-ves del nudo de Vilcanota (J. Murra).

La ciudad incaica, según Betanzos, tenía la for-ma de un puma cuya cabeza estaría en la fortalezade Sacsahuaman, su cuerpo entre los ríos Tulumayoy Huatanay, y su cola en la confluencia de ambos, enel lugar llamado Pumaq Chupan (M. Rostworows-ki). Los cronistas señalan que la estructura definiti-va del Cuzco fue obra de dos incas: Pachacuti,quien reconstruyó la ciudad después de la guerracon los chancas, y Huayna Capac, quien durante su

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gobierno realizó modificaciones importantes en laplanta de la ciudad.

La ciudad del Cuzco estaba dividida en dosgrandes áreas: hanan y urin, correspondientes a laparte alta y baja de la ciudad respectivamente. Suorganización giraba en torno a la plaza central, co-nocida con el nombre de Aucaypata. En su contor-no se hallaban doce barrios: Colcampata, CantutPata, Munay Senga, Rimac Pampa, Cayaocachi,Chaquilchaca, Piqchu, Quillipata, Carmenca, Hua-ca Puncu, Puma Curcu y Tococachi (M. Rostwo-rowski). Los cronistas describieron a la ciudad in-

caica como el lugar donde seoriginaban los cuatro cami-nos principales que se diri-gían a cada uno de los cuatrosuyos que en conjunto forma-ban “las cuatro partes delmundo”.

La ciudad contaba con im-portantes edificaciones comolos palacios de los incas y desus linajes o panacas, el Ya-chayhuasi o escuela para loshijos de la elite, el Acllahuasio lugar donde se educaban lasniñas y mujeres escogidas, y el

Coricancha o templo del Sol, recubierto de planchasde oro y con un jardín con plantas y figuras del mis-mo metal. Estaba también surcada por “caminos” ri-tuales que seguían a los cuatro caminos que partíandel Cuzco. En cada uno de ellos, estaban ubicadasen orden las huacas que en la región todos adoraban(R.T. Zuidema). Cobo señalaba que cada uno de loscaminos rituales (ceques) estaba a cargo de las par-cialidades y familias de la ciudad del Cuzco.

Una primera descripción del Cuzco se encuentraen la Relación de la conquista del Perú de Pedro San-cho, uno de los que acompañó a Francisco Pizarro en

su viaje de Cajamarca al Cuzco.En su relato, Sancho describe a laciudad de la siguiente manera:

“La ciudad del Cuzco por serla principal de todas donde te-nían su residencia los señores, estan grande y tan hermosa que se-ría digna de verse aun en España,y toda ella llena de palacios deseñores, porque en ella no vivegente pobre, y cada señor labraen ella su casa y asimismo todoslos caciques aunque éstos no ha-

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Los templos y palacios realesincaicos se encontraban situadosentre los ríos Huatanay y Tulumayoen la ciudad sagrada del Cuzco.Plano de la ciudad incaica tomadode Gasparini y Margolies 1977.

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CHINCHAYSUYU

HUACA PUNKU

COLCAMPATA

KANTU PATA

HURIN CUZCO

HANAN CUZCO

TOCOCACHI

tullumayo

huatanay

chunchul

CARMENCA

HAUCAYPATA

CUSIPATA

QUILLIPATA

PIICHU

CHAQUILCHACA

CAYAOCACHI

CORIPATA

CUNTISUYU

RIMAC PAMPA

MUNAY SINKA

COLLASUYU

PUMAC CHUPAN

SACSAYWAMAN

ANTISUYU

Según el cronista Juan de Betanzos elCuzco tenía la forma de un puma encuya cabeza se ubicarían las ruinas deSacsahuaman. En la imagen una vistade este complejo.

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bitaban en ella de conti-nuo. La mayor parte deestas casas son de piedra;hay muchas casas deadobe, y están hechascon muy buen orden,hechas calles en formade cruz, muy derechas,todas empedradas y poren medio de cada una vaun caño de agua revesti-do de piedra. La faltaque tienen es el de serangostas, porque de unlado del caño sólo puedeandar un hombre a caba-llo, y otro del otro lado.Está colocada esta ciu-dad en lo alto de unmonte y muchas casashay en la ladera y otrasabajo en el llano. La pla-za es cuadrada y en sumayor parte llana, y em-pedrada de guijas; alre-dedor de ella hay cuatrocasas de señores que sonlas principales de la ciu-dad, pintadas y labradasde piedra, y la mejor deellas es la casa de Guayna-cava, cacique viejo, y lapuerta de mármol blancoy encarnado y de otros colores, y tiene otros edifi-cios de azoteas, muy dignos de verse. Hay en la di-cha ciudad otros muchos aposentos y grandezas:pasan por ambos lados dos ríos que nacen una le-gua más arriba del Cuzco y desde allí hasta que lle-gan a la ciudad y dos leguas más abajo, todos vanenlosados para que el agua corra limpia y clara yaunque crezca no se desborde: tienen sus puentespor los que se entra a la ciudad. Sobre el cerro, quede la parte de la ciudad es redondo y muy áspero,hay una fortaleza de tierra y de piedra muy hermo-sa. Hay dentro de ella muchos aposentos y una to-rre principal en medio hecha a modo de cubo, concuatro o cinco cuerpos, uno encima de otro: losaposentos y estancias de adentro son pequeñas, ylas piedras de que está hecha están muy bien labra-das, y también ajustadas unas con otras que no pa-rece que tengan mezcla, y las piedras están tan lisasque parecen tablas acepilladas, con la trabazón en

orden, al uso de España, una juntura en contra deotra. Tiene tantas estancias y torres que una perso-na no la podría ver toda en un día: y muchos Espa-ñoles que la han visto y han andado en Lombardíay en otros reinos estraños, dicen que no han vistootro edificio como esta fortaleza, ni castillo másfuerte. Podrían estar dentro cinco mil Españoles: nose le puede dar batería, ni se puede minar, porqueestá colocada en una peña. De la parte de la ciudadque es un cerro muy áspero no hay más de una cer-ca: de la otra parte que es menos áspera hay tres,una más alta que la otra, y la última de más adentroes la más alta de todas. La más linda cosa que pue-de haberse de edificios de aquella tierra son estascercas, porque son de piedras tan grandes, que na-die que las vea, no dirá que hayan sido puestas allípor manos de hombre humanos, que son tan gran-des como trozos de montañas y peñascos, que lashay de altura de treinta palmos, y otros tantos de

Palacio de Tupac Inca Yupanqui en la ciudad del Cuzco. Los linajes de la elite construyeronsus viviendas en los recintos de la ciudad sagrada.

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largo, y otras de veinte y veinticinco, y otras quincepero no hay ninguna de ellas tan pequeña que lapuedan llevar tres carretas: éstas no son piedras li-sas, pero harto bien encajadas y trabadas unas conotras...” (citado en F. Pease 1992: 137-139).

Los cronistas destacaron, asimismo, el sentidosimbólico del Cuzco como centro y origen del mun-do de los incas. La ciudad era reverenciada y se lle-ga a indicar que era un símbolo de todo el Tahuan-tinsuyo. El Cuzco es considerado el modelo perfec-to de las ciudades andinas prehispánicas, que seconstruían a su imagen y semejanza en términos ri-tuales, y que requerían incluso de tierra trasladadadesde el Cuzco para certificar su identificación con

la ciudad sagrada. Ello explica la repetición simbó-lica de la estructura de la ciudad en los centros ad-ministrativos incaicos ubicados en distintos lugaresdel área andina. Los arqueólogos han precisado quelos planos de algunos de ellos no corresponden a losdel Cuzco incaico, debido a que los incas basaron lasimilitud en la reunión de ciertos elementos simbó-licos básicos que convertían a los centros adminis-trativos en “iguales” al Cuzco. Cada uno de elloscontenía un “palacio” del inca, un templo solar, unacllahuasi y un complejo de depósitos para almace-nar los bienes dedicados a la redistribución, así co-mo las habitaciones y los talleres de los mitayos queen ellos laboraban (F. Pease).

IIILA POLÍTICA Y LA ADMINISTRACIÓN

LA DIARQUÍA

El sistema de gobierno diárquico supone la exis-tencia de dos gobernantes que ostentan el mando ala vez. Estudiosos del pasado incaico, basándose enlas crónicas y en la documentación local que mues-tran la existencia de una dualidad en la autoridad,sostienen que posiblemente ésa fue la forma de go-bierno que tuvo el Tahuantinsuyo. María Rostwo-rowski, partiendo de su estudio sobre los curacaz-gos de La Paz, Capachica y Lima, donde encuentraque el poder era compartido entre los curacas de ha-nan y urin acompañado cada uno por un ayudante,plantea que uno de los curacas principales ejercía elpoder y era considerado como el jefe del grupo ét-nico. Y propone que esta estructura dual se conser-vó con la creación del estado inca.

Sabemos por las crónicas que, en el caso delCuzco, las dos mitades originarias se subdividían asu vez en cuatro grandes sectores que correspondena Chinchaysuyo, Antisuyo, Collasuyo y Cuntisuyo.Los dos primeros formaban la mitad hanan, y losdos últimos la mitad urin. Dentro de las mitades sereproducía la división, y entonces Chinchaysuyoera hanan con relación a Antisuyo (que era urin en

esa mitad) y Collasuyo era hanan con relación aCuntisuyo. De acuerdo con la propuesta de MaríaRostworowski, un inca gobernaría el Chinchaysuyoy su ayudante el Antisuyo y el otro el Collasuyo y suayudante el Cuntisuyo, es decir, el constante ele-mento dual se convertía en una cuatripartición.

Por su parte Franklin Pease indica que en la ver-sión de Betanzos, el Cuzco aparecía fundado porAyar Manco y Ayar Auca, y no hay razón específicapara suponer que la organización dual del Cuzco(hanan y urin) no requiriera de dos autoridades, co-mo ocurría con todos los grupos étnicos registradosen la documentación. Pease pone enfásis en la com-plementariedad de las mitades y en la existencia deobligaciones recíprocas entre las mismas.

El problema, sin embargo, se encuentra en lapropia documentación. Los españoles, ante la difi-cultad de asimilar una forma de gobierno diferentea la europea, desconocieron la dualidad. En el casode las etnias, presentaron a los curacas jerarquiza-dos –uno era el curaca principal y el otro su segun-da persona–, y al hablar del Tahuantinsuyo, presen-taron al inca como un rey a la europea y a las par-cialidades hanan y urin como dinastías sucesivas (F.Pease).

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Tom Zuidema,etnohistoriador ho-landés, basándoseen la forma en quePolo de Ondegardopresenta la relaciónde gobernantes o capac-cuna incaica, iniciándo-la con los nombres delos Hanan Cuzco, plan-tea la hipótesis de queambas dinastías no sesucedieron, sino quesus monarcas goberna-ron de forma sincrónicay paralela, compartien-do o repartiéndose lasresponsabilidades delmando. En apoyo de es-ta hipótesis Pierre Du-viols se refiere al títulode sapay, que siempreprecede al de inca parareferirse a la máximaautoridad del Tahuan-tinsuyo, y que según losdiccionarios del XVI setraduce como único,principal, pero refirién-dose siempre a un con-junto de dos elementos iguales.

Waldemar Espinoza señala que el sapay inca erael gobernante de la mitad hanan porque era el quemanejaba la vida cívica, política, económica, socialy militar, a diferencia del otro que tenía el máximopoder sacerdotal.

La preocupación por entender la forma de go-bierno entre los incas no es reciente. Como señalaConcepción Bravo, desde tiempo atrás se han hecho

propuestas para interpretarde un modo diferente la or-ganización política inca. Enel año 1946, el historiadorargentino José Imbelloni in-tuyó, en un magnífico estu-dio crítico de la capaccuna,la existencia de dos dinastíasparalelas y la posición simé-trica en ellas de algunos in-cas, especialmente LloqueYupanqui y Pachacuti. Estemismo autor señala tambiénque en un estudio que en1920 publicó Otto von Buch-wald, a base de observacio-nes hechas en 1870, se en-cuentran sugerencias de la

existencia de dos círculos en la historia de los incaspartiendo del estudio de las coyas o reinas.

EL INCA

Las crónicas identifican al inca como el gober-nante supremo, a semejanza de los reyes europeos.Sin embargo, como se señala líneas arriba, se pien-sa que el poder fue compartido y que el acceso a és-

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Ushnu de HuánucoPampa, Huánuco. El

ushnu era unaestructura de piedraque servía de tronopara los soberanos

cuzqueños durante larealizacion de

ceremonias y actospúblicos; se situaba en

medio de las plazasprincipales.

La elección del inca tomaba encuenta la capacidad de loscandidatos y se realizaba dentrode ceremonias rituales. Retrato deManco Capac de la colección delMuseo Pedro de Osma.

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te no tenía que ver con la herencia al hijo mayor, si-no con la elección del mejor de los candidatos alcargo. Las aptitudes físicas y morales del preten-diente eran sometidas a rigurosas pruebas, cuya su-peración se interpretaba como una designación di-vina. Tales pruebas iban acompañadas de un com-plejo ritual a través del cual el Sol nominaba a quiendebía asumir el cargo de inca. En esta selección par-ticipaba no sólo el inca saliente sino las panacas ylos sacerdotes. Aunque esto no disminuía los en-frentamientos y rivalidades entre las panacas por labúsqueda del poder.

Las crónicas señalan que el inca tenía como es-posa principal (coya) a una mujer de su propio gru-po de parentesco o panaca, considerada por ello suhermana. Pero también contraía matrimonio conmujeres de los grupos de parentesco cuzqueños ycon mujeres pertenecientes a los diversos grupos ét-nicos incorporados al Tahuantinsuyo; ésta era unamanera de emparentar con el grupo y generar enconsecuencia una relación de reciprocidad específi-ca (F. Pease).

El inca realizaba muchas de las funciones del cu-raca tales como la organización de la población pa-ra la obtención de los recursos, la celebración de losrituales, el establecimiento de alianzas y la declara-ción de guerras, sólo que a una escala mayor. Eraresponsable del bienestar del Tahuantinsuyo que seconcretaba en la utilización de la redistribución engran escala. Según las crónicas el inca, antes de ac-ceder al poder y una vez en él, debía visitar su terri-torio. A lo largo de sus expediciones, repartía bienesque tenían el más alto valor entre la población, porejemplo ropa de lana, maíz, coca y mullu.

Las aludidas visitas pueden ser mejor entendidascomo aquellos momentos en los cuales se actualiza-ban las relaciones, se definían las pautas de entregade mano de obra al nuevo inca, y se establecían –senegociaban– las normas redistributivas. Ello con-cordaría con las informaciones de las propias cróni-cas acerca de que con cada nuevo inca se estable-cían nuevas relaciones. De esta manera, como seña-la Franklin Pease, cada inca establecía su propio Ta-huantinsuyo, es decir, su propio conjunto de rela-ciones con las unidades étnicas.

El inca era un arquetipo que modelaba la con-ducta de los hombres. Iniciaba el año agrícolaabriendo un surco con una taclla de oro en la cha-cra de Sausero, ubicada al sur del Cuzco. A partir deese momento ésa y las demás parcelas del territoriorecobraban su vitalidad productiva (W. Espinoza).La transformación del mundo humano se incluyetambién entre las facultades del inca, ya que se leatribuyen los movimientos de gente (los mitimaes omitmaqkuna) destinados a equilibrar la relaciónhombre-tierra, colonizar y controlar la poblaciónsometida al Tahuantinsuyo (F. Pease).

A pesar de que las crónicas no han logrado unaversión coherente sobre la sucesión de las expedi-ciones de conquista y los gobernantes que las em-prendieron, coinciden en señalar que una de las ca-racterísticas más importantes del inca era su activi-dad conquistadora; en este sentido, los diferentessoberanos son presentados siempre como excelen-tes estrategas y guerreros. En relación con este atri-buto, las crónicas mencionan su capacidad parareunirse con las huacas y solicitar su ayuda. Lostextos reunidos por Francisco de Ávila son explíci-tos al mencionar la ayuda brindada por las huacasen las conquistas del inca (F. Pease).

Los símbolos que distinguían al inca eran lamascapaycha, el yauri (especie de cetro), el suntur-pauca (especie de pica emplumada) y el ushno otrono de oro. En ciertas ceremonias religiosas lo

La esposa principaldel inca (coya)pertenecía a su

propio grupo deparentesco, de allí

que fueraconsiderada como su

hermana. Paraestablecer relaciones

de parentesco con lasunidades étnicas

sometidas al poderdel Tahuantinsuyo el

inca solía contraermatrimonio con

mujeres vinculadas aestos grupos.

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acompañaba la napa: una llamablanca vestida con telas rojas yadornada con cintas de colores.Estas insignias, según la tradi-ción, habían sido entregadasal primer inca por el Sol paraque fuera reconocido comohijo suyo y ejerciera el poderen su representación (W. Es-pinoza).

Las crónicas mencionanque el inca era objeto de cul-to y adoración. Consideradoun ser sagrado que sacraliza-ba a su vez todo aquello queentraba en contacto con él, alestablecerse en una ciu-dad la transformabade hecho en un centrosagrado. Como hijo de la divini-dad, Intichuri, entre sus atributos se encontraba elde ser mediador entre el mundo de los hombres y elde los dioses. Por lo general no se dejaba ver por lagente y debía ser conducido siempre en andas, puessi su poder entraba en contacto con la tierra podíaproducir catástrofes, dada la fuerza divina que de élemanaba. Si a alguien se le permitía acercarse a él,tenía que hacerlo descalzo y con una carga simbóli-ca en la espalda como signo de humildad, no podíamirarlo de frente ni hablarle sino a través de un fun-cionario. De este modo su poder sobrepasaba el ám-bito del poder político.

Se consideraba que al fallecer el inca no moría si-no que pasaba a reunirse con su padre el Sol. La pa-naca que él había formado al asumir el cargo de in-ca, debía responsabilizarse del cuidado y culto de sumomia, así como de la administración de sus bienes.

LOS CURACAS

Los curacas eran los jefes étnicos tradicionalesentre cuyas funciones se encontraba la administra-ción de los bienes comunales (sapsi) y el control dela energía humana empleada con finalidad redistri-butiva. Fueron mantenidos en sus posiciones deresponsabilidad por el Tahuantinsuyo, con la inten-ción de utilizarlos en una especie de “gobierno in-directo”.

El poder del curaca se sustentaba en su capaci-dad para organizar a la población en una serie de ta-reas que iban desde la obtención de recursos enáreas lejanas o ecologías diferentes, hasta la cons-

trucción de caminos y limpie-za de las acequias. La pobla-ción no entregaba de lo queproducía para su uso; lo queel curaca recibía era energíahumana para hacer cosas es-pecíficas. Los miembros de lacomunidad destinados a tra-bajar en las colonias propor-cionaban al grupo los recur-sos necesarios para el consu-

mo ritual, así como un exce-dente destinado a la redistribu-

ción ejercida por el curaca en-tre sus sujetos o con los

señores vecinos. El mantenimiento de relaciones fa-vorables entre las mitades y con los grupos étnicosvecinos era también responsabilidad del curaca. Ensu capacidad para realizar alianzas, constituir confe-deraciones, en fin, aprovechar los recursos del terri-torio sin entrar en disputas con los otros grupos,descansaba la tranquilidad de su población, lo quegarantizaba el prestigio y la autoridad del curaca.

El reparto de la tierra entre los miembros de sucomunidad era una de sus obligaciones más impor-tantes. Debía evitar las disputas por el acceso a lastierras así como resolver los problemas que por esemotivo pudieran suscitarse. Asimismo interveníacomo mediador para zanjar cualquier diferencia ori-ginada a raíz de las prestaciones recíprocas que rea-lizaban los miembros del grupo étnico.

Aparte de sus obligaciones en los ámbitos políti-co, social y económico el curaca debía cumplir unaimportante función religiosa, donde descansabagran parte de su autoridad. Como “especialista en losagrado” debía presidir las fiestas y ceremonias, en-cabezaba los rituales agrarios y los demás que con-figuraban el calendario sagrado de la población. Eraconsiderado una huaca pues tenía la facultad de co-municarse con el mundo sagrado (F. Pease). Podíainterrogar a las divinidades acerca del comporta-miento a seguir, de la actividad de la naturaleza y delas condiciones óptimas para las actividades huma-nas y productivas.

Al ser el curaca un ser sagrado debía, como el in-ca, ser llevado en andas para evitar que el contactocon su poder pudiera generar alguna catástrofe (J.

El inca Huayna Capac en un retrato del sigloXVIII, donde se puede apreciar la

mascapaycha, insignia del soberanoreinante, y el yauri, especie de cetro.

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L. Martínez). En documentos referentes al Chimor,se señala que el número de cargadores simbolizabael status y la categoría de un señor. En la costa nor-te las trompetas formaban parte del aparato de unseñor junto con los “tabernas”, nombre con el quelos españoles designaban a los portadores de tinajascon bebidas que acompañaban a un jefe cuando sa-lía de su morada. Cada vez que se detenía el anda elpúblico se acercaba a beber a expensas del curaca.Cuanto más importante era un señor, mayor era elnúmero de vasijas con bebidas a repartir entre lagente (M. Rostworowski).

La vestimenta del curaca correspondía a su cate-goría social, y sus trajes y adornos variaban segúnlas regiones. Entre los señores de la costa norte ellujo de sus vestimentas debió ser impresionante.No solamente usaron ricas prendas para las cos-tumbres funerarias sino también para las grandesceremonias, lo que es patente por la cantidad de jo-

yas y prendas como narigueras, tiaras, collares, pa-tenas, orejeras de oro y plata, los exquisitos textilesde los uncu, los mantos, las pelucas y las plumeríasque hoy se pueden ver en los museos (M. Rostwo-rowski).

El curaca como jefe étnico tenía una serie de de-rechos, entre los que destacaban la prestación deservicios de parte de sus sujetos y el usufructo detierras de la comunidad para su sustento y el de sufamilia; aunque parece ser que en la costa la tierrapertenecía al curaca, que la cedía a sus súbditos conla condición de partir las cosechas (M. Rostworows-ki). Tanto en la sierra como en la costa las tierrasdel curaca eran cultivadas por los miembros de lacomunidad, los que también se encargaban de laconstrucción de su vivienda. Esta obligación no seextendía a todos los jefes étnicos, los de menor je-rarquía trabajaban sus chacras mientras que los de-más lo hacían sólo a título ceremonial.

Los curacas parecen haber tenido dere-cho, además, a cierto número de servidoresdomésticos también proporcionados por laetnia. Se dice que ese personal se reclutabaentre los miembros más viejos de la comu-nidad, exonerados de otro tipo de servicio.No es posible determinar si se trataba de ta-reas permanentes asignadas a algunos an-cianos o si también en este caso se aplicabael principio de rotación, ayllu por ayllu (J.Murra).

La reciprocidad, que funcionó siempreentre los miembros del ayllu, tenía con rela-ción al curaca un carácter asimétrico (entre-ga de energía humana a cambio de serviciosderivados del ejercicio de la autoridad). Sinembargo, los miembros de la comunidadconsideraron los servicios entregados al cu-raca como justos, pues se hacían a cambiode una serie de funciones que sólo el curacapodía realizar. Sin embargo, estos serviciosno eran entregados de forma automática, elcuraca debía solicitarlos ritualmente paraobtenerlos y, al igual que todos, tenía laobligación de proporcionar alimento a suscolaboradores durante el tiempo que traba-jaban para él y suministrar las semillas ne-cesarias en las faenas de la siembra. Esto lle-va a pensar que los miembros de una uni-dad étnica podían dejar de prestar serviciosal curaca si éste no cumplía con el inicio orestablecimiento de la reciprocidad estable-cida por las normas tradicionales (F. Pease).

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ARTESANOSESPECIALISTAS

COMUNEROS:

productosregionales

trabajo en formade bienes de lujo

y servicios

trabajo en laforma de

materias primas

hospitalidad,regalos, honorespremios, uso de

recursos naturales,ceremonias

agricultorespescadores

materias primasde subsistencia

bienes de lujodel gobierno

La organización socioeconómica indígena de la costa norte durante elTahuantinsuyo. Tomado de Ramírez 1987.

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Durante el Tahuantinsuyo los curacazgos conti-nuaron funcionando de acuerdo con su organiza-ción tradicional. La capacidad que tenía el curacapara obtener la fuerza de trabajo de sus sujetos fueespecialmente reconocida por el Tahuantinsuyo,que convirtió al curaca en un nexo entre el estadoinca y la comunidad. Hallamos entonces a los jefesétnicos actuando en dos niveles: en el primero go-bernando a sus súbditos y ocupándose de sus asun-tos locales, y en el segundo haciendo frente a lasexigencias de prestaciones de servicios ordenadasdesde el Cuzco. De ahí el interés del estado inca porestablecer mecánicas precisas para incorporar a loscuracas dentro de una serie variada de relacionescon el inca. Así pueden entenderse los matrimoniosde éste con mujeres de las familias de los curacas,como una manera de generar una vinculación recí-proca entre ellos.

El curaca no accedía al cargo por herencia sinoque era nombrado a través de un procedimiento ri-tual en su propio grupo étnico. Durante el Tahuan-tinsuyo, la mayor parte de los curacas fueron elegi-dos en su grupo y ratificadospor el poder cuzqueño.Sin embargo hubo al-gunos curacasnombrados porel estado inca.Tal es el caso deaquéllos que re-gían a los mitmaq-kunas incaicos, losque tenían autoridadsobre los grupos de ya-

nas, y es evidente asimismoque las guarniciones defrontera disponían de auto-ridades nombradas por elgobierno del Cuzco (F. Pea-se). Otro de los casos en queel curaca se designaba desdeel Cuzco era cuando el jefeétnico de un territorio con-quistado no quería aceptarsu anexión al Tahuantinsu-yo. Por lo general, el curacavencido era llevado al Cuz-co para las ceremonias deltriunfo y luego ajusticiado.

En su lugar el inca designaba a otro personaje leal aél: en ciertas ocasiones nombraba un curaca de lacategoría yana (M. Rostworowski).

La jurisdicción del curaca se extendía sobre ungrupo étnico, aunque las autoridades eran dos, uncuraca de hanan y otro de urin. De acuerdo con lamayoría de las crónicas, el inca Tupac Yupanquireordenó el ámbito andino creando divisiones po-blacionales organizadas decimalmente:

Los jefes de hasta diez familias eran simplesmandones, los de hasta cien familias erancuracas menores y los demás comprendían

a señores de mayor categoría (M. Rostwo-rowski).

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Nichos trapezoidales enVilcashuamán, Ayacucho.

Pisca Camayoc 5 familias

Chunca Camayoc 10 familias

Pisca Chunca Camayoc 50 familias

Pachaca Camayoc 100 familias

Pisca Pachaca Camayoc 500 familias

Guaranca Camayoc 1000 familias

Pisca Guaranca Camayoc 5000 familias

Hunu Camayoc 10000 familias

Decoración geométrica en un plato incaico. Lostestimonios de las crónicas señalan que la organización

decimal fue impulsada por Tupac Inca Yupanqui.

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Los que ocupaban los niveles inferiores de la je-rarquía de los curacas eran equiparados a los hatunruna en relación con su participación en el trabajo.Garcilaso y Cobo concuerdan en que los curacas acargo de cincuenta o menos unidades domésticascultivaban en las chacras como “pecheros”. Garcila-so les atribuye un papel de supervisión tanto en lasobras locales como en las estatales, y los coloca enlas chacras, taclla en mano. De modo que los cura-cas más importantes, a cargo de 100 o más unidadesdomésticas, habrían estado exentos de prestacionespersonales, aunque al igual que el inca y los miem-bros de las panacas tenían alguna participación ce-remonial en la siembra y la cosecha. Polo de Onde-gardo y Guaman Poma contradicen esta informa-ción y señalan que sólo quienes estaban a cargo de1 000 familias se hallaban exonerados de los traba-jos (J. Murra).

La máxima jerarquía la ocupaba el hatun curaca,el jefe étnico de mayor riqueza y prestigio, debido alos bienes acumulados gracias al trabajo de sus su-jetos, los cuales redistribuía entre su grupo de pa-rentesco y entre los curacas vecinos quienes, a cam-bio, lo reconocían como una autoridad superior (M.Rostworowski).

Curacas yanaEn aquellas regiones donde el inca consideraba

que los jefes étnicos no se mostraban leales con elestado cuzqueño podía sustituirlos por un servidorsuyo fiel a su persona y de su confianza. Era unaforma de recompensar a un criado (yana) y tambiénuna amenaza para un jefe díscolo y poco confiable.Esta política fomentaba el temor entre los curacas,quienes para evitar la posibilidad de ser reemplaza-dos por un yana debían mostrarse sumisos a los de-

seos del soberano. La ventaja de nombrar un cura-ca yana consistía en que por su misma condición sehallaba desligado de sus orígenes y no conservabalos lazos de parentesco y de reciprocidad con supueblo de procedencia. Con el curaca yana, el incano necesitaba recurrir al engranaje de la reciproci-dad y podía ordenar directamente se cumpliese tal ocual indicación suya, sin aplicar la fórmula de “rue-go” y de solicitud inherente al sistema.

La creación de curacas de la categoría social ya-na parece que fue uno de los préstamos que los in-cas recibieron del reino Chimor. Aunque es posibleque sólo con los últimos incas haya funcionado es-te sistema, es decir, una vez que los incas hubieronafianzado su poder (M. Rostworowski).

FUNCIONARIOS

A la par que crecía el Tahuantinsuyo se fue ha-ciendo cada vez mayor el número de funcionariosencargados de la administración del territorio. Co-mo es de suponer, los cargos de mayor responsabi-lidad y jerarquía estuvieron en manos de los parien-tes del inca y de aquellos asimilados a la elite (incasde privilegio). Estos funcionarios realizaron múlti-ples tareas como controlar los ingresos del estado,velar por el correcto almacenamiento de los bienesacumulados, organizar la fuerza de trabajo exigida alos curacas, además de saber cuánta gente podía serlevada en cada región para la formación de los ejér-citos. Los administradores debían ordenar la cons-trucción de rutas, puentes, tambos y centros admi-nistrativos. Estos funcionarios, al ser reconocidoscomo representantes del inca, gozaban de inmensaautoridad y prestigio. Betanzos menciona que algu-nos recibían concesiones de tierras.

La designación de los funcio-narios para tareas especiales sehacía desde el Cuzco, donde sereunían las futuras autoridades,tanto parientes del inca comolos curacas más importantes. Lareunión era a la vez administra-tiva y ceremonial y, según Betan-zos, duraba cinco días, tiempoen el que se realizaban festivida-

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Conforme el Tahuantinsuyo fueexpandiéndose, los soberanoscuzqueños colocaron en sus centrosadministrativos –como Vilcashuamánen Ayacucho– una extensa ydisciplinada burocracia.

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des y el inca les ofrecía chicha, coca y otros bienes.Terminada la reunión se encaminaban hacia sus ju-risdicciones a cumplir con las tareas asignadas (J.Murra).

Algunos cronistas mencionan que así como ha-bía funcionarios a dedicación exclusiva –casi siem-pre los que desempeñaban altos cargos– también es-taban los que se dedicaban a tareas menores, y apa-rentemente procedían de las etnias locales, sirvien-do “por sus turnos”, como parte de su mita al esta-do. Guaman Poma sugiere que muchos de estos ser-vidores y hasta los quipucamayoc locales eran an-cianos, tullidos, jorobados y otros incapacitados pa-ra cumplir plenamente sus prestaciones personales(J. Murra).

Las autoridades más importantes fueron los cua-tro suyuyoc apo, quienes representaban el poderpolítico del inca. Eran enviados desde el Cuzco pa-ra hacerse cargo del gobierno de las cuatro “provin-cias” en que se dividía el Tahuantinsuyo. No teníanel mismo poder, sino que su autoridad dependía delrango jerárquico del suyo que gobernaban: I. Chin-chaysuyo (mitad principal de Hanan); II. Collasuyo(mitad principal de Urin); III. Antisuyo (mitad infe-rior de Hanan); IV. Cuntisuyo (mitad inferior deUrin).

Todos los parientes cercanos del inca tenían de-recho a ser elegidos para este cargo, previa selecciónen la que se tenía en cuenta, aparte de su experien-cia y capacidad, la fidelidad demostrada al sobera-no. Por sus servicios al estado se hacían acreeedoresa los bienes de redistribución: ropa, mujeres, gana-do, joyas, etc. y a ostensibles honores y prerrogati-vas como desplazarse en andas. Sin embargo, el car-go no era permanente porque el estado trató en loposible de evitar la acumulación de poder en manosde los funcionarios.

El suyuyoc apo se encargaba de velar por el buenfuncionamiento de cada uno de los suyos. Para ellotrataba con toda una serie de curacas locales a quie-nes supervisaba y señalaba los requerimientos delCuzco que el grupo étnico debía satisfacer (J. Mu-rra). Tenía bajo su dependencia a habilidosos qui-pucamayoc, para guardar en los nudos de sus qui-pus el registro de todo. Estaba dentro de sus prerro-gativas ver las causas de desacatos cometidos porcuracas y ttocricucs (gobernadores), siendo el incala única instancia superior a estos funcionarios (W.Espinoza).

Según una relación que data de la época del vi-rrey Toledo, un “secretario” recibía de los suyuyocapo los informes del estado de sus respectivas de-

marcaciones, para transmitírselos al inca. Las deci-siones del soberano eran asimismo comunicadas aestas “segundas personas” del inca por dicho fun-cionario. Los cronistas equipararon a estas autori-dades con el consejo real español y presentaron suorganización de acuerdo a pautas europeas. De estamanera los suyuyoc apo fueron presentados comovirreyes a la usanza española (F. Pease).

Las fuentes concuerdan en que cada suyo se en-contraba organizado en demarcaciones básicamenteadministrativas llamadas huamani, al frente de lascuales estaba el ttocricuc (el que todo lo ve). Estealto funcionario, que los cronistas identificaron co-mo gobernador, tenía amplios poderes en todocuanto se refería a la administración económica,aunque también ostentaba la representación políti-ca e incluso judicial. Sin embargo, su condición deadministrador del huamani era la que le confería susuperior categoría en la escala burocrática. Todosestos funcionarios tenían, en principio, el mismorango y autoridad, ya que la territorialidad de lasdemarcaciones venía impuesta por la demografía:un huamani era el territorio donde vivían cuarentamil familias, sobre las que el ttocricuc ejercía su au-toridad e imponía su control.

El ttocricuc era el responsable de la coordina-ción laboral de todos los grupos humanos que con-formaban el huamani, para lo cual contaba con lacolaboración de todos los camayos de los cuatro hu-nus. Asimismo, para ejercer sus funciones de carác-ter militar, político y judicial, disponía de una am-plia red de funcionarios subalternos, cuya gestiónestaba al margen de la organización decimal.

Entre sus obligaciones estuvo también la de rea-lizar viajes periódicos para ver el estado en que seencontraba su territorio. Según una relación tem-prana de Huamanga, esa región era visitada por es-te funcionario cada tres años. En tales ocasiones secombinaba la verificación de las entregas en trabajocon un censo de los habitantes, que incluía la con-firmación de los matrimonios, estableciendo así lasnuevas unidades “tributarias”. Se examinaban ade-más los informes presentados por los curacas, y esde suponer que el funcionario podía cotejarlos conlas entregas a los depósitos estatales hechas en lostres años anteriores (J. Murra). Cieza afirma quemuchos aprovechaban estas visitas para presentarsus quejas ante el ttocricuc, quien castigaba a aque-llos que lo merecían, pues tenía autoridad para re-solver problemas y conflictos locales.

Estos administradores gozaban de bastante po-der, en parte debido a sus funciones, pero también

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por su parentesco o su afiliación posterior con la fa-milia del inca. En reconocimiento de su importan-cia estaba dentro de sus prerrogativas el ser llevadosen andas. Cieza de León menciona que la mayoríatenía a sus parientes y bienes en el Cuzco. Una vezal año viajaban hacia esa ciudad, en el mes de Capa-craimi (diciembre) a dar cuenta de sus gestiones(W. Espinoza).

El subalterno del ttocricuc era el michiq, consi-derado por los cronistas como teniente gobernador.Este funcionario se encargaba de dirimir las quere-llas que surgían a raíz del acceso al agua y del lími-te de los territorios. Hubo no obstante otros funcio-narios especialmente designados para solucionarestos problemas. Garcilaso menciona que las dispu-tas sobre tierras eran zanjadas por “jueces de sangrereal” que se pronunciaban con la autoridad del in-ca. A su vez, Guaman Poma señala que los sayuachecta suyuyoc eran quienes se encargaban de esta-blecer los límites entre las tierras del estado y las dela comunidad, aunque éste era en realidad el últimopaso. El proceso se iniciaba cuando un curacazgoquedaba anexado al Tahuantinsuyo y eran enviadosadministradores para estudiar el lugar y fabricarmaquetas de los valles. Sarmiento de Gamboa men-ciona que dichos modelos eran presentados al inca,quien delante de los enviados realizaba las modifi-caciones que le parecía conveniente introducir, yluego despachaba a los personajes para que ejecuta-sen sus indicaciones.

Se procedía entonces al amojonamien-to de las tierras que serían del inca y delgobernante a cargo de los sayua chectasuyuyoc y se continuaba con la aplica-ción de todo el engranaje organizativocuzqueño (M. Rostworowski). Los mojo-nes no sólo separaban las zonas de culti-vo sino que también indicaban aquellasdonde no se podía ingresar para cazar,pescar, cortar madera, buscar tinturas,metales, sal o recoger pasto (J. Murra).

La necesidad de conocer lo más certe-ramente posible el número de habitantesque tenía cada región llevó al estado cuz-queño a enviar un miembro de la elite acada una de las regiones para que se en-cargase de censar a la población. Estefuncionario, denominado runaypacha-cac, debía separar a la población por eda-des o ciclos biológicos y dividirla en pa-chacas (cien unidades domésticas) y hua-rancas (mil unidades domésticas). Ligada

a esta preocupación se encontraba la de velar por lareproducción del grupo, de manera de asegurar elacceso de fuerza de trabajo al estado. Es así que unvisitador especial recorría los pueblos y ordenaba lareunión en una plaza de los jóvenes de ambos se-xos, y en presencia del enviado del inca se efectua-ban los matrimonios (M. Rostworowski).

Entre los funcionarios subalternos, el quipuca-mayoc era el que desempeñaba el papel más desta-cado en la administración. El cronista Bernabé Co-bo menciona que se llevaba quipus diferentes segúnlos distintos asuntos: para personas, para las tierras,para los soldados o para ceremonias. La categoría delos quipucamayoc variaba, desde los que desempe-ñaban sus cargos a nivel local hasta los expertos enestadística y contabilidad. Estos últimos, a partir dela información proporcionada por los quipucama-yoc locales, elaboraban los censos generales de po-blación o el registro de los recursos económicos delestado.

Los registros de población se hacían a todos losniveles de la sociedad. Santillán señala que el cura-ca de una pachaca debía conocer el número de losnacidos y fallecidos dentro de su jurisdicción y darcuenta de ello a la autoridad superior. Por su parteGuaman Poma afirma que en la inspección que sehacía en noviembre, estos datos eran entregados alos quipucamayoc de la unidad decimal más ampliay eventualmente pasaban al administrador regional(J. Murra).

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Valle del río Pampas, Ayacucho. Esta región era visitada por losfuncionarios del Tahuantinsuyo cada tres años.

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La tradición oral recogida por Betanzos señalaque el primer censo se realizó durante el gobiernodel inca Pachacuti, lo cual es muy probable pues,como sostiene Murra, un censo de alcance nacionalsólo llega a desarrollarse cuando se expanden y sehacen más complejos el estado y la burocracia. Sinembargo ello no descarta que el quipu como recur-so mnemotécnico haya sido conocido desde antesde los incas.

Es muy probable que todos los depósitos estata-les hayan tenido sus quipucamayoc para que lleva-ran la cuenta de los ingresos y egresos de los ali-mentos y de los objetos manufacturados. Los regis-tros anudados en los quipus eran llevados al Cuzco,junto con grandes cantidades de bienes de los depó-sitos regionales. Por su parte cada hatun curacaconservaba sus quipus contables, como lo demostróel curaca de Hatun Huanca al presentar su quipucon las anotaciones de lo entregado a las tropas dePizarro (M. Rostworowski).

Aunque a los quipucamayoc se les identificaprincipalmente como contadores, también se ocu-paron de mantener el registro de los acontecimien-tos y de preparar cantares históricos para ocasionesceremoniales y momentos especiales como la inicia-cion de los jóvenes de la elite. A cambio de sus ser-vicios se les abastecía de comida y vestido y hasta seles daba “mujeres y criados” (J. Murra).

Tenían la obligación de transmitir sus conoci-mientos a los que hubieransido seleccionados, asegu-rando de esta manera sucontinuidad. Los cronistasconcuerdan en que el pe-ríodo de aprendizaje de losquipucamayoc era largo ylaborioso, pues debíanaprender el sistema de co-lores, cuerdas y nudos em-pleados en su actividad,además de familiarizarsecon los registros pasados.La pericia y las hazañasmnemotécnicas que men-cionan los primeros obser-vadores europeos se fun-daban en una larga prácti-ca y una dedicación com-pleta a su tarea.

En los depósitos másimportantes y en las ciuda-des es posible que los qui-

pucamayoc hayan sido funcionarios con dedicaciónexclusiva, probablemente emparentados con el in-ca. Mientras que en el nivel local y en el de la etnia,Guaman Poma señala que los encargados de llevarlos registros fueron los ancianos, los tullidos, los jo-robados y los incapacitados.

Los españoles quedaron maravillados de la capa-cidad de los quipucamayoc para brindar informa-ción sobre la población y los recursos que poseía elTahuantinsuyo. Podían señalar la cantidad de ciu-dadanos obligados a prestaciones rotativas en cual-quier región dada, el número de camélidos pastan-do en las dehesas estatales, el maíz, la lana o las te-las acumuladas en determinado depósito e informarde cualquier otro asunto de interés para los planifi-cadores. Cieza de León menciona que había tanta“razón” en el cómputo de las rentas públicas que sedisponía de datos “a cabo de un año o de diez o deveinte...”, mientras que Polo observa que “no se ye-rra en la cuenta ni de una gallina ni de una carga deleña que cierto es cosa que no se puede creer perotienen destos grandes oficiales” (J. Murra).

Las crónicas mencionan a otros funcionarios co-mo los capac ñam ttocricuc, encargados de la admi-nistración de los caminos y probablemente tambiénde su construcción y mantenimiento. Los collca ca-mayoc fueron los encargados de la administraciónde los depósitos y hubo también responsables delcuidado de los puentes existentes a lo largo de los

La casa del inca o de su representante en Huánuco Pampa, Huánuco. Las necesidades de unconocimiento riguroso sobre su población determinaron que el inca enviase al runaypachacac

para la realización de tareas censales.

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caminos incaicos. Los apu pa-naca o guarmi cococ eran losencargados de reunir a las mu-jeres para los acllahuasi. Unfuncionario local, el llacta ca-mayoc, se ocupaba de supervi-sar que las tierras de los ancia-nos, las viudas, los huérfanosy los lisiados fueran trabaja-das. Blas Valera llega a soste-ner que este funcionario visi-taba los hogares para verificarla diligencia de los adultos y laobediencia de los niños (J.Murra, M. Rostworowski).Franklin Pease señala que es-tos cargos podrían haber esta-do organizados conforme alrégimen de la mita.

De otro lado, existían men-sajeros o chasquis que trans-mitían noticias corriendo a lolargo de los caminos, en jorna-das calculadas y bajo un régi-men de postas. Paraban en lostampu (tambos), probable-mente diferentes a aquellosque incluían depósitos e instalaciones para el hos-pedaje de viajeros y avituallamiento de tropas. Enlos aposentos para chasquis había dotaciones enpermanente alerta. Las crónicas señalan que habíaun tipo de chasquis que llevaban pescado fresco algobernante cuzqueño, desde la orilla del mar, masno se sabe si eran los mismos que llevaban las noti-cias u órdenes. Los chasquis conformaron un siste-ma tan efectivo que mantuvieron sus funciones has-ta mucho tiempo después de la invasión española.

En un nivel inferior al de los anteriores persona-jes se situaba el ttocricamayoc, supervisor de los ar-tesanos de cualquier oficio que eran trasladados deuna región a otra con el fin de cumplir ciertas labo-res. Los artífices tenían la condición de mitmaq o deyana y realizaban trabajos para el estado dentro desus especialidades. Eran fiscalizados por el gobiernoy enviados a distintos lugares, allí donde se necesi-taba de producción manufacturera (M. Rostwo-rowski).

Algo similar menciona el licenciado Falcón acer-ca de la existencia de especialistas dedicados a la su-pervisión del crecimiento del maíz y de la michca(maíz temprano), y de otros dedicados en forma ex-clusiva al cuidado de los rebaños estatales; los llama

camayoc, reclutados en tiem-pos posteriores a Pachacuti.Los cronistas Polo de Onde-gardo y Cieza de León coinci-den en afirmar que se trata demitimaes, presumiblementecolonos collas transplantadospor el estado a regiones ca-rentes de llamas (J. Murra).

Por último, un cargo im-portante lo cumplía el señorenviado a juzgar o castigardelitos particulares, cuyas vi-sitas según algunas crónicasse realizaban cada dos años.Eran los funcionarios más te-midos y se les denominabaocha camayoc, que quiere de-cir “el que castiga los peca-dos”. Las penas impuestasvariaban de acuerdo a la mag-nitud del crimen cometido.Por ejemplo, merecía un se-vero castigo la violación delos mojones fijados por el es-tado, pero cuando el delitoera contra el inca, el culpable

perdía todos sus bienes y hasta la vida pudiendo elcastigo afectar a todo su grupo étnico, como mues-tra un documento recogido por María Rostworows-ki en el Archivo General de Indias (AGI, Justicia413 Probanza Canteña, año 1559).

El curaca yunga de Quivi, en el valle del río Chi-llón, fue acusado de conspirar contra la salud delinca por intermedio de una huaca del pueblo deAcupayllata. Estos hechos llegaron a oídos del sobe-rano, quien envió a un orejón llamado Apar Yupan-qui a realizar una pesquisa y a informarle de lo ocu-rrido. El curaca de Chaumecaxa fue conducido pre-so al Cuzco, junto con varios otros acusados, y eje-cutado por traición. El castigo en Quivi fue san-griento y la mayor parte de la población masculinadel lugar fue asesinada, quedando sólo las mujeresy los niños.

EJÉRCITO

El ejército fue una institución muy importantecuya principal tarea fue la conquista de nuevos te-rritorios para anexarlos al Tahuantinsuyo, aunquetambién tuvo un rol destacado en mantener bajo eldominio del Cuzco a los grupos étnicos reciente-

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Vista de un camino incaico en Huánuco.

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mente conquistados y enevitar cualquier tipo de in-cursión de pueblos fronte-rizos.

En los documentos ycrónicas se encuentran re-ferencias a que el mandodel ejército inca era dual,es decir, a la cabeza estabandos jefes representantes delas mitades hanan y urin.Asimismo los cronistasmencionan que siempreeran tres los ejércitos quetomaban parte en una bata-lla. María Rostworowskiseñala la posibilidad de quela formación de tres ejérci-tos se refiera a la divisiónpanandina de collana, pa-yan y collao, que corres-pondía a una ideología reli-giosa y social. No sólo losincas tuvieron esta formade organizar a sus efecti-vos, pues los chancas habían utilizado el mismo sis-tema para repartir sus tropas.

Los altos mandos del ejército conformaron cua-dros permanentes que estuvieron en manos demiembros de los linajes incas, incluyendo al inca ysus parientes más cercanos, quienes se ubicaban enlos puestos de comando. La formación de los miem-bros de la elite tenía un fuerte componente militar,sus ceremonias de iniciación concedían muchaatención a las aptitudes militares y resistencia físi-ca, así como a su capacidad para fabricar sus pro-pias armas, ojotas y otros pertrechos. Sólo aquellosque mostraban tener condiciones para la guerra seconvertían en auca camayoc, en guerreros.

Las crónicas y otros documentos señalan que apartir de Tupac Yupanqui se empezó a formar mili-tares profesionales, desligados por completo de lastareas productivas. Es el caso de la guardia personaldel inca, integrada por cañaris, chachas y en otrasépocas por carengues y huancas. Pero la figura me-jor documentada y en verdad impresionante es la delos charcas, caracaras, chuyes y chichas (en el Co-llasuyo) que fueron convertidos en una casta gue-rrera y hereditaria, desvinculados absolutamente deotro tipo de trabajo (W. Espinoza).

En el nivel inmediatamente inferior estaban lashuestes organizadas por etnias, cuyos miembros

servían como soldados de acuerdo con la mita gue-rrera. Los grupos étnicos que tenían mayor antigüe-dad en el Tahuantinsuyo se ubicaban más cerca delinca. Los cuerpos del ejército se organizaban si-guiendo la división decimal, en los niveles inferio-res los soldados tenían al frente como jefe militar asu propio curaca. Las mujeres cumplían también unrol muy importante: Pedro Pizarro menciona quemarchaban acompañando a los soldados y se dedi-caban a la preparación de sus comidas, mientrasque otros llegan a señalar que tomaban parte activa-mente en la guerra (J. Murra).

Cada uno de los escuadrones llevaba un solo ti-po de arma, que eran las suyas tradicionales. Habíahonderos, flecheros, portadores de macanas, porraso estólicas y otros. No faltaban los instrumentos mu-sicales como tambores, flautas y las trompetas he-chas de grandes caracoles marinos. En las guerras deimportancia llevaban consigo la representación o lapropia huaca Huanacaure y en algunas oportunida-des la imagen de Manco Capac (M. Rostworowski).

Los cronistas cuentan que los soldados iban a laguerra con sus mejores vestimentas, de acuerdo conlas costumbres y usos de sus lugares de origen. Lu-cían penachos y plumas y sobre las espaldas y pe-chos llevaban patenas de cobre, plata u oro segúnsus jerarquías en el ejército. En algunas regiones se

Una representación moderna del Inti Raymi que recrea la ceremonia incaica, en la que seaprecia a un grupo de guerreros. Debe indicarse que dentro de sus obligaciones las unidadesétnicas contribuían obligatoriamente con un contingente de hombres para el ejército del inca.

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pintaban el rostro antes de las batallas, probable-mente para infundir temor al enemigo. El cronistaFernández de Oviedo narra el orden seguido cuan-do se iniciaba una batalla: primero atacaban loshombres con sus huaracas u hondas con piedras deltamaño de huevos, portaban rodelas y un vestido dealgodón acolchado para protegerse de los proyecti-les. Tras ellos marchaban soldados armados con po-rras y hachas, avanzando luego los portadores delanzas pequeñas que eran arrojadas como dardos.En la retaguardia iban los piqueros con largas lanzasque apoyaban sobre el brazo izquierdo, cubierto asu vez con una gruesa manta sobre la cual ajustabanel arma (M. Rostworowski).

El ejército inca era alimentado y provisto por losdepósitos del estado, además los soldados llevabanconsigo una buena cantidad de provisiones. Las re-ferencias sobre lo que se halló en Cajamarca des-pués de la captura de Atahualpa pueden dar unaidea de lo que contenían esos depósitos. Habíaenormes cantidades de tejidos, incluyendo ropanueva que sería entregada al ejército victorioso enuna futura celebración, charqui de camélido y otrosalimentos, llamas e innumerables armas.

Las expediciones se efectuaban cuando no se ne-cesitaba de la fuerza de trabajo en los campos, o seaque las tropas eran convocadas durante un tiempomás bien corto. Se puede sostener que cuando lasdistancias no eran mayores los ejércitos no teníancaracter de permanentes y se disolvían cuando lle-

gaba el momento de realizar las faenas agrícolas.Los datos relativos al sitio del Cuzco por los incas,en 1536, sugieren inclusive la posibilidad de quelas guerras hayan sido libradas entre las estacionesde la cosecha y el barbecho.

Con la expansión y las grandes distancias se hi-zo cada vez más difícil el retorno de los soldados asus pueblos a tiempo para asistir a los trabajos agrí-colas. Para dar solución a este problema los incasrecurrieron a la mita guerrera, que permitió condu-cir sus ejércitos a las zonas más alejadas por variosaños consecutivos (M. Rostworowski, J. Murra).

Por la información que proporcionan las cróni-cas parece ser que la obligación de prestar serviciomilitar era la primera que caducaba. Las diversasenumeraciones de deberes asociados con las distin-tas edades indican que “pasados los cincuenta” lospobladores indígenas continuaban trabajando en laschacras, “sirviendo” a los curacas y asumiendo tur-nos en la atención de los depósitos de los tambos,pero entre las obligaciones que debían cumplir yano se mencionan las guerras ni otras tareas que im-plicaran alejamiento de la comunidad (J. Murra).

ArmamentoWaldemar Espinoza en su libro Los incas hace

una relación de las armas empleadas por el ejércitoinca, las que eran proporcionadas por el estado.Menciona en primer lugar a las armas ofensivas:

1. Estólicas, que exhibían hasta cuatro modelos,y estos mismos otras variantesmuy sencillas, por la simplicidadde sus mecanismos y facilidad demanejo. También se les da elnombre de tiraderas.2. Hondas o huaracas, compues-tas por un lazo de longitud y an-cho ponderable. El proyectil secolocaba en la zona media.3. Lihuis o ayllus, que no sonotra cosa que las boleadoras: doso tres cuerdas sueltas, calculada-mente de 1 o 2 m, unidas en losextremos para formar una solacuerda trenzada que podía tenerde 6 a 8 metros de longitud, unomuy largo unicorde al principio

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Algunos tipos de armas empleadas porlos ejércitos del Tahuantinsuyo.

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y tricorde al fin. En las puntas de las tres cuerdassueltas se ataban tres piedras redondeadas y acintu-radas. Para accionarlas se las batía alrededor del crá-neo, igual que las hondas, pero el lihui se lanzabacon cuerdas y todo para enredar las piernas del ene-migo y las patas de los camélidos, evitando su fuga.

4. Clavas o mazas de chonta, guacayán, lloque ymutoy, maderas bastante duras. Son una especie demangos de 60 a 80 cm de largo y de distinto grosor,entre 5 y 8 cm. Con el mango se descargaban golpessobre el cuerpo y cabeza del contrincante, produ-ciendo gravísimas heridas.

5. Arcos y flechas ampliamente generalizadosentre los batallones conformados por guerreros pro-venientes de la selva alta, y principalmente entre losantisuyos (amarumayo). Los arcos se fabricabancon listones de chonta y mutuy: leños fibrosos; lasflechas con varillas livianas, por lo general con ca-ñas y carrizos; las puntas se confeccionaban de hue-

so, o trozos de guayacán tostados, y las había tam-bién de sílex; pocas veces las hacían de metal. Sulongitud variaba de 120 a 150 cm.

6. Hachas o champis, temible arma ofensiva depiedra y de metal.

7. Lanzas de madera dura, llamadas chuquis. Lasadornaban con borlas y haces de plumas.

Entre las armas defensivas Waldemar Espinozamenciona las siguientes:

1. Los cascos de madera, en figura de conos, aveces protegidos con anillos de metal. Usados por laoficialidad.

2. Las pecheras de cobre, también propias de laoficialidad, eran más bien adornos que objetos deresguardo personal.

3. Escudos de madera forrados con cuero y exor-nados con planchetas de cobre y plata.

4. Petos usados para guarecerse de dardos y hon-dazos.

EL AYLLU

El ayllu era la base de la organiza-ción social andina. Estaba estructurado apartir de familias nucleares que permanecíanunidas por lazos de parentesco, fundados enla creencia de descender de un antepasa-do común. Éste podía ser mítico oreal, pero en todos los casos su mo-mia (mallqui) era objeto de un cul-to que, junto con el tributado a latierra y a sus divinidades tutela-res, daban sentido a las diversasrelaciones establecidas entrelos miembros del ayllu.

El ayllu como grupo era elposeedor de las tierras, elagua y el ganado, a los cualestodos los miembros tenían dere-cho siempre que cumplieran con lasobligaciones establecidas desde antiguo.

El tamaño de las parcelas asignadas a losmiembros del ayllu variaba de acuerdo al

tamaño y al sexo de los integrantes delgrupo familiar.

Las parcelas entregadas en usufructo debíanser trabajadas para no perder el derecho sobre

ellas. En esta actividad los miembros delayllu solían ayudarse mutuamente,

pues el hecho de pertenecer al grupode parentesco les daba derecho acontar con la ayuda de los demáspara realizar aquellas tareas que lafamilia nuclear no alcanzaba a sa-tisfacer. En los períodos de siem-bra, de cosecha, o cuando los re-cién casados construían sus casas,las prestaciones recíprocas entra-

IVLA SOCIEDAD

Cántaro incaico conocido popularmentecomo aríbalo, una de las principales expresiones

de la cerámica inca.

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ban en juego, quedando obligado el que pedía ayu-da a devolverla en la misma forma, cuando se le so-licitara.

De la misma manera, el curaca debía solicitarayuda para trabajar sus campos o pastar su ganadoproporcionando, al igual que todos, comida y chi-cha a los que acudieran a su llamado. Aunque en sucaso, la reciprocidad era asimétrica, pues no estabaobligado a devolver la ayuda que había recibido.

El trabajo de las tierras comunales lo realizabantodos los miembros del ayllu y era organizado porel curaca junto con el llacta camayoc. Los bienesproducidos en estas tierras eran almacenados y re-partidos por el curaca a quienes los necesitasen (re-distribución). El trabajo colectivo o minca se orga-nizaba también para la construcción de depósitos ycanales de riego o andenes de cultivo, así como pa-ra su mantenimiento y limpieza periódica.

La asignación de las tareas se establecía deacuerdo con la edad y el sexo de los miembros delayllu. Los ancianos, las viudas, los huérfanos y losinválidos recibían la ayuda de los demás para el tra-bajo de sus parcelas, pero no estaban exoneradosdel trabajo colectivo. A los ancianos y a los inváli-dos, por ejemplo, de acuerdo con su condición físi-ca, se les señalaban tareas de supervisión. GuamanPoma menciona que a tales personas se las ponía acargo de la distribución de las aguas de regadío.

El ideal de los miembros del ayllu era conse-guir la autosuficiencia económica, para lo cual orga-nizaron sus comunidades sobrela base de la complementariedadecológica. Por tal motivo el terri-torio del ayllu no abarcó necesa-riamente una zona compacta,homogénea y bien diferenciada.

La diversificación ecológicade la geografía andina imponía alos ayllus la exigencia de buscarlos recursos necesarios para lasubsistencia en lugares más omenos alejados de su área nu-clear, lo que dio como resultadouna territorialidad discontinua.

En esta forma de acceder a los recursos jugaba unrol preponderante el tamaño de la población queconformaba el grupo, pues un grupo con una pobla-ción numerosa tenía la posibilidad de acceder a tie-rras distantes y a una mayor variedad de recursos (J.Murra). Un buen ejemplo son los reinos collas quellegaron a controlar territorios en la costa.

En los casos en que la distancia de las colonias alnúcleo era demasiado grande fue necesaria la cons-trucción de viviendas para albergar a los miembrosdel ayllu que por turno tenían que trabajar esas tie-rras y que, a pesar de residir fuera del asentamientoprincipal, seguían manteniendo sus derechos den-tro del ayllu, sustentados en los lazos de parentes-co. Asimismo, cuando los miembros del ayllu de-bían dejar temporalmente sus comunidades paracumplir con las obligaciones impuestas por el esta-do cuzqueño, mantenían sus derechos dentro de sugrupo étnico.

Los ayllus serranos en su mayor parte estuvieronconformados por agricultores que compartían di-versos pisos ecológicos, pero hubo otros integradostanto por agricultores como por ganaderos. En talsituación los pastizales de forraje corto ubicados enlas punas eran usufructuados por todos los miem-bros de la comunidad. Pero en ciertas regiones co-mo el Collao y Chinchaycocha (Junín), los aylluseran eminentemente ganaderos, dedicados a la do-mesticación de llamas y alpacas de las que utiliza-ban su espesa pelambre, sus carnes cecinadas y se-

El ayllu estaba organizado a partir defamilias nucleares y era la base de la

sociedad andina. Su asignación serealizaba en atención al volumen de la

unidad familiar. En la imagen,espacios dedicados al cultivo en

Machu Picchu.

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cadas al sol (charqui), sus pellejos para prepa-rar sandalias (ojotas), correas, bolsas y sogas,sus huesos para fabricar agujas, antaras uotros instrumentos empleados en la textilería,y hasta su excremento (taquia) como combus-tible en las cocinas. Los ayllus costeños, porsu parte, contaban con una población especia-lizada en diversas actividades económicas:agricultura, pesca, comercio, artesanía.

LA DUALIDAD

La dualidad es un principio organizativode la sociedad andina basado en las relacionesde parentesco. La organización dual funcionaa diversos niveles, aunque todavía no se co-noce con exactitud el alcance máximo quepuede tener. En distintos lugares de los Andeslos ayllus aparecen agrupados en parcialida-des hanan o urin, alaasa o massaa, uma o ur-co, allauca o ichoc, términos que pueden serentendidos como alto-bajo, derecha-izquier-da, masculino-femenino, dentro-fuera e in-cluso cerca-lejos y delante-detrás (F. Pease).

La dualidad en la organización política delos curacazgos es, por el momento, sobre loque se tiene un mejor conocimiento. Las cró-nicas suelen presentar a los curacas en parejas,sin especificar datos sobre la dualidad. Pero en

la información que pro-porcionan otros docu-mentos coloniales ladualidad queda plena-mente demostrada. Es elcaso de los lupacas y lavisita de Acarí de 1593,del señorío de Lima y lainformación que proce-de de las noticias conte-nidas en las dos proban-zas de su curaca donGonzalo.

En ambas informacio-nes los curacazgos esta-ban divididos en dos mi-tades, teniendo cada unaal frente a un curaca.

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Calzada incaica enOllantaytambo, Cuzco.

Un hato de camélidos en una calle del Cuzco a finales del siglo XIX; se puede apreciar laarquitectura incaica.

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Otros documentos mencionan que en algunas re-giones el poder político estaba en manos femeninas,funcionando también allí la dualidad en el mando.Como sucedió en Colán en el siglo XVI, donde go-bernaba doña Luisa, quien tenía como “su segundapersona” a doña Latacina (M. Rostworowski).

En el caso del Cuzco, la organización social sebasa en el mismo principio dual que rige en otraszonas de los Andes. Los cronistas informan sobredos “dinastías” cuzqueñas: Hanan Cuzco y UrinCuzco, identificándolas con las dos secciones enque estaba dividida la ciudad. La incapacidad delos españoles para entender un gobierno dual losllevó a colocar una “dinastía” como antecedente dela otra.

Las informaciones de fuera del Cuzco privile-gian otros términos, como alaasa-masaa en las re-giones de habla aymara. En esa misma región figu-ra uma-urco en relación directa con la cercanía oalejamiento del agua, como ocurre en la región del

lago Titicaca y sus ríos veci-nos. Mientras que allauca-ichoc, derecha-izquierda res-pectivamente, es más fre-cuente en las zonas ubicadasal norte de los Andes (F.Pease).

Desgraciadamente, lasfuentes no describen conclaridad cuáles fueron lasfunciones que cada uno delos jefes étnicos desempeña-ba en su respectiva mitad,como tampoco el nivel derelaciones establecidas entreellos. Lo que se aprecia esque uno de los curacas delas dos mitades se hallabasiempre subordinado al otro,aunque esta dependenciapodía variar: en unos casospodía ser más importante lamitad de arriba (como en elCuzco) y en otros la de aba-jo (tal era el caso de Ica) (M.Rostworowski).

Como señala FranklinPease, es difícil concretar lasmuchas funciones que la or-ganización dual tenía en losAndes; lo más visible es quese integraba en torno a la re-

ciprocidad. Hanan y urin son opuestos y comple-mentarios, es decir, yanantin, como las manos, yello se aprecia claramente en el funcionamiento delas mitades de las unidades étnicas y sus respectivassubdivisiones. Menos visible resulta la configura-ción territorial de las mitades, cuya delimitación esarqueológicamente difícil. Finalmente, lo único quequeda en claro es la complementariedad de las mi-tades y la existencia de obligaciones recíprocas en-tre las mismas. (F. Pease).

LA ELITE CUZQUEÑA

Los cronistas presentaron a todos los miembrosde las panacas cuzqueñas como nobles al estilo eu-ropeo. Cada inca era elegido entre los miembros delas panacas y daba lugar a la formación de una nue-va. Los ayllus de los últimos incas conservaban elmayor prestigio. Según Franklin Pease, las panacaseran las siguientes:

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Efigie de los incas, galería de retratos de los soberanos incas en una pintura cuzqueña definales del siglo XVIII e inicios del XIX.

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1. Chima panaca Manco Capac2. Raura panaca Sinchi Roca3. Hauayñin panaca Lloque Yupanqui4. Usca Mayta panaca Mayta Capac5. Apu Mayta panaca Capac Yupanqui6. Vicaquirao panaca Inca Roca7. Aucaylli panaca Yahuar Huaca8. Sucsu panaca Viracocha9. Iñaca panaca Pachacuti

10. Capac ayllo Tupac Inca Yupanqui11. Tumipampa Huayna Capac

Pero la elite cuzqueña no sólo estaba compuestapor los familiares de los gobernantes incas, sinotambién por aquellas personas que habían sido en-noblecidas por el inca en premio por sus servicios.Dentro de este grupo se ubicaban los pobladores delas regiones vecinas al Cuzco, que formaban parte

de los ayllus cuzqueños, a los que la necesitada bu-rocracia inca en expansión consideró leales y fami-liarizados con los procedimientos estatales y, por lotanto, dignos de formar parte de la elite cuzqueña.A los primeros los cronistas los identificaron como“nobles de sangre” y a los últimos como “incas deprivilegio”. Sin embargo a ambos los llamaron “ore-jones”, debido a las orejeras de oro que llevabanpuestas como señal de su mayor jerarquía.

Al igual que los “nobles de sangre”, los “incas deprivilegio” eran iniciados en la adolescencia, se lesperforaba las orejas y recibían la instrucción apro-piada. Al llegar a la etapa adulta eran empleados enmuchos centros de la maquinaria estatal. Los pa-rientes del inca eran asignados a los puestos admi-nistrativos más importantes y los demás ocupabanlos niveles medios, pero ambos grupos estaban exi-midos de las prestaciones rotativas. Con la expan-

sión del Tahuantinsuyo debió crecer la in-fluencia de las elites locales no cuzqueñas yaumentar las formas de incorporación a la me-cánica administrativa de los incas (J. Murra, F.Pease).

Una vista del sector este de Machu Picchu.

La elección del inca era realizada entre los miembros de laspanacas reales; la elite estaba integrada además por los ayllus

próximos al Cuzco y por quienes habían sido reconocidos comotales por el soberano cuzqueño. Los incas en una ilustración

de la Historia general de los hechos de los castellanos deAntonio de Herrera.

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Por último, formaban parte de la elite los cura-cas de los territorios conquistados que habían sidoanexados pacíficamente. Se les reconocía como jefesétnicos y se les otorgaba una serie de derechos en sucalidad de autoridades del Tahuantinsuyo. Sus hijosdebían residir en el Cuzco para ser educados en latradición incaica y servir de rehenes en caso de unasublevación en sus pueblos de origen.

María Rostworowski señala también que uno delos jefes del grupo étnico debía residir en el Cuzcocomo una manera de asegurar la fidelidad del cura-cazgo. Pone el ejemplo de Caxapaxa, jefe de una delas dos mitades del señorío de Lima, que habitabaen el Cuzco, mientras que Taulichusco, segundocuraca del sistema dual, residía en el curacazgo. Loscuracas con mayor tiempo de anexión al Tahuantin-suyo tenían la particularidad de vivir más cerca delcentro. Ellos reproducían en sus personas las diver-sas zonas del espacio inca ocupando el suyo o re-gión que les correspondía geográficamente.

LOS SACERDOTES

El sacerdocio durante el Tahuantinsuyo distin-guió entre los encargados del culto estatal y los sa-cerdotes de los grupos étnicos. Los primeros forma-ban parte de la elite cuzqueña, mientras que los se-gundos eran elegidos en sus comunidades siguien-do las normas tradicionales, pero en ambos gruposlas responsabilidades giraban en torno a la organi-zación de los rituales, las fiestas, los sacrificios y lasofrendas. Según Bernabé Cobo, en el Tahuantinsu-yo hubo más de mil personajes atendiendo asuntosreligiosos, tarea para la cual se les instruía desde lainfancia.

Los principales sacerdotes estaban dedicados alculto estatal y eran miembros de las panacas cuz-queñas. El sacerdote más importante era el huillachumu, pariente cercano del inca. Era la figura prin-cipal en las ceremonias religiosas dedicadas al Sol ytenía un rol relevante en lo político como consejerodel soberano. Algunos cronistas lo han identificadocomo la segunda persona del inca y le llamabansiervo o esclavo del Sol. El hecho de que el sistemapolítico del Tahuantinsuyo fuera diárquico y quelos gobernantes de Urin Cuzco habitaran en el tem-plo del Sol lleva a María Rostworowski a plantear laposibilidad de que el sumo sacerdote perteneciera auna de las panacas de esta mitad.

En cuanto a los cultos de los grupos étnicos, elTahuantinsuyo permitió la permanencia de las anti-guas divinidades asimilándolas en muchos casos co-mo propias, aunque siempre dejando clara la obli-gación de los grupos conquistados de reconocer alSol como la divinidad más importante. Sin embar-go, algunos cronistas mencionan que el estado cuz-queño nombró a personajes ligados a las panacaspara que actuaran como “visitadores” religiosos enlas regiones recién anexadas al Tahuantinsuyo. De-bían supervisar todo lo relacionado con el culto ytenían poder suficiente para poner y quitar huacas,así como para designar nuevos sacerdotes. Sarmien-to de Gamboa menciona a Amaru Yupanqui y aGuayna Auqui como los encargados de cumplir conesta función (J. Murra).

Las crónicas y, sobre todo, la documentación so-bre la extirpación de idolatrías en el área andina in-forman acerca de las creencias, los cultos y los espe-cialistas religiosos de los grupos étnicos andinos.En algunos casos se trataba de hombres y mujeres

viejos, eximidos de las prestacionesrotativas, que se encargaban del cui-dado de la huaca y de la organizaciónde los sacrificios y ofrendas en su ho-nor, para asegurar la abundante pro-ducción de los campos, la multiplica-ción del ganado, la llegada de las llu-vias en el momento preciso y la pro-tección contra la sequía. Había otrosespecializados en interpretar los sue-ños y en el sacrificio de llamas y cu-yes a fin de leer en sus entrañas el fu-turo. Los pacharicuc utilizaban lasarañas para predecir lo que iba a su-ceder: el número de patas que éstasposeían al momento de ser captura-das o la posición en la que caían al ser

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Templo incaico en la zona de El Salitre, Lima.

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lanzadas al suelo tenía un significado.La mayoría tenía un profundo conoci-miento sobre las hierbas y las propie-dades medicinales de las mismas.

El cargo de sacerdote podía ser ob-tenido por herencia –caso en el quedebía demostrarse capacidad– o me-diante la elección entre los miembrosdel grupo por algún motivo especialque indicara su designación por inter-vención de la divinidad. En algunoscasos se trataba de gente que había si-do herida por un rayo, que había na-cido de pie, como también por ser me-llizos. Todos ellos, a partir del mo-mento que eran designados para dedi-carse al culto, recibían instrucción enlos ritos y ceremonias por los sacerdo-tes más antiguos, haciendo ayunos yabsteniéndose de tener relaciones se-xuales mientras duraba su preparación. La comuni-dad reconocía la importancia de los conocimientosreligiosos de los sacerdotes andinos para el mante-nimiento del bienestar del grupo, eximiéndolos delas prestaciones rotativas y ocupándose del trabajode sus parcelas.

María Rostworowski señala que en la región delos yauyos había dos tipos de sacerdotes, los yañcay los huacsa, de diferente jerarquía y dedicados a ac-tividades distintas. Los yañca pertenecían al ayllude Cacasica y su principal ocupación consistía enmirar los desplazamientos de la sombra del sol pro-yectada en un muro. Según los movimientos del as-tro determinaban el momento propicio para cele-brar ciertas fiestas. Por otra parte, por cada aylluexistía un huacsa o huacasa, a cuyo cargo estaba laejecución, tres veces al año, de los bailes rituales.

El padre José de Arriaga en La extirpación de laidolatría en el Perú (1621) hizo una relación de losespecialistas religiosos existentes en el área andina,mencionando que el sacerdote de mayor jerarquíaera el huacapvillac, especializado en la comunica-ción con las huacas. El malquipvillac, a su vez, erael encargado de la comunicación con los muertos;mientras que el libiapvillac estaba dedicado al cultodel rayo y el punchaopvillac al del sol.

En el ámbito andino existía una gran afición porlos oráculos y se predecía el futuro de muy distintasmaneras. Los sacerdotes conocidos como caviacocbebían pócimas que ellos mismos preparaban y queles facultaban para formular oráculos. Los socyacpredecían el futuro a través de los granos de maíz.

La Relación Anónima (1968) nombra como adivi-nos a los huatuc, quienes despues de beber un bre-baje se transtornaban y emitían entonces sus profe-cías. Otros sacerdotes especiales llamados guacari-machic hablaban con las huacas, mientras que losayatapuc se comunicaban con los muertos (M.Rostworowski).

En los momentos especiales o cuando había pe-ligro de que ocurriese alguna desgracia la poblaciónandina solía realizar una serie de actos entre los quedestacan las confesiones y los ayunos. La confesiónera una práctica panandina que se realizaba, por logeneral, al mismo tiempo que se efectuaban los ayu-nos consistentes en no probar ají, sal ni tener acce-so a mujeres. Las confesiones podían ser privadas,es decir, la persona sola en un lugar especial –unacueva, por ejemplo– decía sus faltas o era asistidapor los aucachic, llamados ichuri en el Cuzco. Enesos momentos solían consumirse grandes cantida-des de chicha para ofrendar a las divinidades y parael consumo de la población. Los azuac o accac eranlos encargados de la preparación, dedicados espe-cialmente a este trabajo. En la costa estaba a cargode los hombres, mientras que en la sierra lo hacíanlas mujeres. Para las festividades ligadas con el cul-to estatal, las encargadas de preparar la chicha eranlas mamaconas (M. Rostworowski).

LOS HATUN RUNA

Los hatun runa eran los pobladores comunes yconstituían el grupo mayoritario en el Tahuantinsu-

Recinto dedicado al culto en La Centinela en Chincha, Ica. En una sociedadsacralizada como la incaica, el rol jugado por los sacerdotes era trascendentaltanto para el mantenimiento de los rituales como para conservar los favores de

los dioses.

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yo. Estaban dedicados a las actividades básicas co-mo la agricultura, la ganadería, la pesca y la artesa-nía. De los hatun runa obtenía el estado cuzqueñola fuerza de trabajo para realizar las diversas obrasque emprendía. Servían en el ejército, trabajaban lastierras del estado y las del culto, construían lasgrandes edificaciones y eran designados mitmaqku-na y también yanas. Sus obligaciones con el estadoy con sus grupos étnicos se iniciaban con la mayo-ría de edad, de ahí que hatun runa signifique hom-bre mayor. Esta situación se establecía a través delmatrimonio, cuando el hombre se convertía en ca-beza de familia y adquiría derechos y responsabili-dades con su ayllu y con el estado. Hasta el momen-to de casarse eran los padres quienes asignaban sutrabajo a los jóvenes, pues en tanto cabezas de fami-lia eran los únicos responsables para los fines delcenso y la prestación rotativa.

La población andina debía prestaciones de traba-jo a lo largo de toda su vida. En la infancia las tareaseran fáciles, pero en cuanto los niños tenían másedad se les encomendaba el cuidado de los rebañosy la cacería de los pájaros, y a partir de la adolescen-cia acarreaban cargas para el estado y el ejército. En

la adultez, después del matrimonio, debían cumplircon los deberes fundamentales: la producción de losingresos estatales y el servicio militar. En la edadavanzada volvían a desempeñar tareas auxiliares,pero las que requerían menos esfuerzo y más crite-rio: cuidado y supervisión de los almacenes, mante-nimiento de registros y cosas por el estilo.

A los enfermos crónicos, los inválidos y los inca-pacitados por cualquier razón se les asignaba obli-gaciones parecidas a las de los ancianos. Tambiénellos trabajaban en torno a los depósitos y en tareascontables si podían hacerlo. Otros hilaban y tejían.Los jorobados, o por lo menos algunos de ellos, pa-recen haber ocupado una posición comparable a ladel bufón en las cortes medievales. Si esta versiónde las prestaciones es correcta, las mujeres cum-plían con sus obligaciones como parte de la cuadri-lla del marido, acompañándolo a trabajar las tierrasdel estado y según Pedro Pizarro también a la gue-rra y a las minas (J. Murra).

En el Tahuantinsuyo, la gran demanda de manode obra hizo que se clasificara a la población deacuerdo con el ciclo biológico. Al estado le interesa-ba conocer la capacidad física de la población quegobernaba, por eso los quipucamayoc o contadoresregistraron a la población de acuerdo con sus con-diciones físicas y su capacidad para el trabajo y nopor su edad cronológica. Fue de esta manera justa-mente como Guaman Poma dividió a la población,ubicándola por calles de acuerdo con su capacidadpara realizar cierto tipo de labores.

La primera calle es la de los auca camayoc, es de-cir la edad de mayor rendimiento físico. Se ubica-ban en este grupo los hombres entre los 25 y los 50años, que estaban obligados a entregar la mayorcantidad de fuerza de trabajo para el estado. Comosu nombre lo indica, auca significa guerrero, es de-cir, se trata de los hombres capacitados para ir a laguerra. Algunas fuentes lo denominan puric: cami-nante. A esta primera edad masculina correspondíala femenina: auca camayoc uarmi, las mujeres de losguerreros, obligadas a colaborar con sus esposos enel cumplimiento de las tareas.

La segunda calle es la de los puric macho, queabarcaba a los hombres de 60 a 78 años, quienescumplían trabajos leves como recolectar leña y pa-ja. Se desempeñaban también como porteros o qui-pucamayoc. Las mujeres eran las payacona, mayo-

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Los guerreros llamados auca camayoc estaban agrupados enla “primera calle”, según lo consigna Felipe Guaman Pomade Ayala. Los hatun runa integraban los ejércitos del inca.

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res de 50 años, dedicadas afabricar ropa, costales, sogas,etc. y podían ser tambiéndespenseras o cocineras.

La tercera calle corres-pondía a la gente muy vieja,mayores de 80 años, a quie-nes llamaban rocto macho,viejos sordos. Algunos fabri-caban sogas o frazadas, cria-ban conejos o patos. Lasmujeres de 80 eran las pu-ñoc paya, las que duermen,y al igual que los hombrespodían tejer costales, sogaso criar animales.

En la cuarta calle se ubi-caban los incapacitados: li-siados, cojos, mancos, con-trahechos, tontos y enanosde ambos sexos. GuamanPoma señala que se casabanentre ellos de acuerdo a sudeformidad, para el aumen-to de la población. Se obser-va que las mujeres mante-nían una actividad laboralmayor que la de los hombres. Según sus posibilida-des confeccionaban ropa de cumbi, y solía haber en-tre ellas expertas tejedoras o cocineras.

La quinta calle es la de los sayac payac, jóvenesde 18 a 20 años, dedicados a vigilar las cosechas cu-briendo sus hombros y cabeza con una piel de zo-rro, período durante el cual vivían en los campos,ayunando y sin tener relaciones sexuales. Entre losmás ágiles se elegía a los mensajeros o chachacona,los cuales eran llamados chasqui en el Cuzco. Otrosguardaban el ganado de la comunidad o del estado.A las muchachas les decían zumac cipa, y de estegrupo se escogía a las jóvenes destinadas para el ser-vicio del Sol, de los templos, y también del inca.

La sexta calle era de los mactacona, adolescentesentre 12 y 18 años, que servían a la comunidad ca-zando pajarillos para la confección de un charquiespecial. Su equivalencia femenina eran las corotas-que, que ayudaban a sus padres en diversas activi-dades, en faenas ligeras, aprendían a hilar y tejer,guardaban el ganado y vigilaban los cultivos.

La séptima calle comprendía a los muchachos de9 a 12 años que también ayudaban a sus mayores ycazaban aves. Las niñas cogían flores para fabricartintes y diversas plantas silvestres comestibles. De

este grupo se elegía a lasdestinadas para ser sacrifi-cadas en la capacocha, unode los sacrificios más im-portantes del Tahuantinsu-yo que se realizaba cuandola persona del inca estabaen peligro.

La octava calle corres-pondía a los puellacoc, losque jugaban, ubicándoseaquí a niños y niñas entre 5y 9 años. Sin embargo, a es-ta edad se iniciaban ya en eltrabajo que consistía enayudar a sus padres en fae-nas ligeras como el cuidadodel ganado, recolectar leña,cuidar de los hermanos me-nores. Las niñas aprendíana hilar.

En las dos últimas calles se ubicaban los infan-tes, recién nacidos, niños de pecho, los que gatea-ban, que necesitaban del cuidado de otra persona.Guaman Poma los definió como los que no propor-cionaban ningún provecho y que más bien necesita-ban de otra persona.

LOS MITMAQKUNA

Los mitmaqkuna eran los pobladores que juntocon sus familias y al mando de sus jefes étnicoseran trasladados por un tiempo determinado a otrasregiones para cumplir con tareas asignadas por sugrupo étnico o por el estado. A pesar de permane-cer alejados de sus pueblos no perdían sus derechoscomunales y mantenían sus vínculos de reciproci-dad y de parentesco. Los cronistas mencionan quese trasladaban llevando sus bienes y que tenían pro-hibido cambiar sus vestidos y tocados, debiendomantener los que usaban en sus pueblos.

La institución de los mitmaq existía con ante-rioridad a la expansión inca, constituyendo la res-puesta a la necesidad de acceder a los recursos ubi-cados en otros pisos ecológicos. Parte de la pobla-ción se trasladaba a las colonias que controlaba la

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Los sayac payac conformaban la“quinta calle”. Eran jóvenes de18 a 20 años y su principal tareaconsistía en el cuidado de lascosechas.

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etnia, donde permanecían por un tiempo determi-nado explotando los recursos de la zona, sin perdersus derechos en el núcleo. A partir de los últimosincas la institución sufrió una transformación, losmovimientos poblacionales se hicieron masivos ylas distancias demasiado grandes como para man-tener una comunicación continua con sus pueblosde origen. Como señala Liliana Regalado, los mit-maqkuna del inca fueron poblaciones transplanta-das por largo tiempo fuera de sus áreas originariasen función de producir bienes destinados a la re-distribución.

Las fuentes documentales informan acerca de lavariedad de mitmaq incaicos existentes y sobre lospropósitos de su creación. En ciertos casos se trata-ba de población que era trasladada a otras zonas co-mo premio o muestra de confianza de parte del in-ca, mientras que en otros casos el traslado se reali-zaba como castigo. Las diferencias entre estos mit-maq se hacían evidentes una vez instalados en sudestino, debido a que las condiciones de vida deuno y otro serían muy distintas.

El cronista Cieza de León señala que los mitmaqelegidos por el inca como muestra de confianzaeran miembros de la elite cuzqueña trasladados consus familias para enseñar el idioma y tradiciones delos incas. Se les otorgaba chacras y casas y recibíanhonores, dádivas, objetos de lujo y mujeres en señalde aprecio y como recompensa por su alejamientodel Cuzco.

Según Cieza,otro grupo similarfueron los mitmaq-kuna establecidoscomo guarnicionesen las zonas fronte-rizas con la selva,cuyos habitantes el

estado inca no había podido someter y hacían con-tinuas incursiones. Las guarniciones estaban bajo elmando de miembros de los linajes cuzqueños y eranalimentadas por los depósitos regionales. El visita-dor de Huánuco, Ortiz de Zuñiga, menciona quepor orden de Tupac Yupanqui un grupo de orejones(miembros de la elite cuzqueña) se estableció en laregión de los chupaychos para defender las fronte-ras del ataque de los panataguas, grupo étnico de laselva. La misma finalidad tuvieron los mitmaq en-viados durante el gobierno de Tupac Yupanqui aCochabamba, donde al parecer asumieron funcio-nes militares en resguardo de las fronteras ante lasincursiones de los chiriguanos (N. Wachtel).

En otras ocasiones, la institución de los mitmaq-kuna tuvo un objetivo netamente político, sirvien-do para consolidar una conquista cuzqueña, siendosu colaboración recompensada por el inca. Éste fueel caso de los chincha y de los coayllo, quienes porsu colaboración en la conquista de los guarco (Ca-ñete) recibieron tierras. Las de la margen izquierdadel río fueron entregadas a mitmaq de origen chin-chano, quienes por ser vecinos deseaban expandirsu propio curacazgo, mientras los coayllos, enemi-gos de los guarcos, se instalaron como mitmaq enbuena parte de los campos de la margen derecha delrío. La práctica de despojar a los naturales rebeldesde sus tierras y bienes debía servir para frenar aaquellos que quisieran oponerse a las tropas del so-berano (M. Rostworowski).

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Santa Rosa de Quives(Lima). En esta zona

del valle del Chillón elinca movilizó

mitmaqkuna para elcultivo de la coca.

Durante la expansióndel Tahuantinsuyo seempezó a desplazar

mayores volúmenes depoblación hacia lejanas

y remotas regiones delimperio.

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La situación de los convertidos en mitmaq comoseñal de castigo era bastante difícil, pues al sertransplantados de sus tierras de origen hacia otrasregiones perdían sus derechos. Fue el caso del reinodel Chimor, gran parte de cuya población fue tras-ladada a diversos lugares en castigo por haberse en-frentado a las tropas del inca.

Existe mayor información sobre lo sucedido conlos mitmaqkuna trasladados para el trabajo de latierra con fines estatales. En lugares escasamentepoblados se necesitaba de un mayor número de ma-no de obra para intensificar la producción agrícolay se procedió a enviar contingentes de mitmaq paracultivar las tierras baldías. Se sabe que gozaban deciertos privilegios durante un período inicial: esta-ban exentos de la prestación rotativa y recibían al-gunos bienes, por ejemplo llamas; además, la pobla-ción local debía edificarles sus casas y ayudarlos du-rante dos años en el trabajo de sus chacras, tras locual se esperaba que los mitmaq trabajaran sus tie-rras por sí mismos. Durante esos dos años los colo-nos podían recibir provisiones de los depósitos es-

tatales, lo que implica que una vez pa-sado ese período debían ofrecerletiempo al estado trabajando comocualquier campesino.

Eso ocurrió en el valle de La Con-vención, cerca del Cuzco, adonde fueenviada gente desde Chachapoyas. Laadjudicación de tierras y viviendas enla zona de asentamiento está confir-

mada en varias fuentes. Cieza de León mencionaque éste fue el caso de los numerosos mitmaq de La-tacunga (actual Ecuador). También existieron mit-maq dedicados a la extracción de minerales en lasminas del inca, que no deben confundirse con lapoblación que cumplía una mita minera, o sea untrabajo temporal en las minas de las macroetnias oen las de los ayllus (M. Rostworowski, J. Murra).

María Rostworowski menciona también la exis-tencia de mitmaq con fines religiosos, cuyo númeroen algunos casos era bastante elevado. Se les creócon el propósito de servir de camayoc en diversossantuarios importantes como el de Copacabana. Po-siblemente estaban obligados también a cultivar lastierras pertenecientes a las huacas, a quienes el incaquería agradecer por algún servicio prestado.

LOS ARTESANOS

En la costa fueron un sector especialmente im-portante y se hallaban agrupados de acuerdo con lasactividades que realizaban. María Rostworowski se-

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Ocupación incaica enTopará. Los masivos

movimientos depoblación ordenadospor el inca no fueronsólo impulsados pormotivos económicos,

sino políticos ymilitares.

Restos de un caminoincaico entre Chincha yAsia.

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ñala que la especialización la-boral formaba parte del mo-delo organizativo costeño.Mientras que en la sierra, aun-que también se fabricaba artesa-nías, no constituía ocupación ex-clusiva como en la costa.

En la visita de León de Huánucohay noticias sobre la presencia dediversos artesanos serranos comocumbicamayoc, salineros, olleros,personas dedicadas a la confecciónde andas para el inca o fabricantesde soga para la caza de venados. Sinembargo, no formaban ayllus de unasola especialización, sino que se inte-graban junto con los agricultores enun todo. Además era un número redu-cido en comparación con los artesanoscosteños que estaban agrupados por sus oficios, ca-si como gremios (M. Rostworowski).

Los artesanos costeños antes de la conquista in-ca habían gozado de una situación especial, puesaunque trabajaban para sus jefes étnicos podían in-tercambiar parte de su producción y su beneficioera personal. Entre las muchas profesiones de arte-sanos costeños estaban los pintores de mantos,quienes tenían por tarea pintar ropa, e iban por losvalles usando de su arte. Con el establecimiento delpoder inca se mantuvo su categoría, pero teníanque obedecer las órdenes del estado y no se sabe siles era permitido usufructuar del excedentede su producción. Sin embargo su situa-ción seguía siendo privilegiada, puessólo tenían que trabajar en su oficio y noestaban obligados a realizar ninguna otra la-bor, ni siquiera tenían que cumplir con lamita guerrera.

Con el crecimiento del Tahuantinsu-yo el gobierno necesitó tener accesoa un mayor número de objetossuntuarios y de manufacturasque requerían de una dedicaciónexclusiva. Fue entonces que seprocedió a enviar al Cuzco y alos principales centros adminis-trativos a grupos de ayllus deartífices con el objeto de satisfa-cer las demandas estatales.

Los artesanos más solicitadosfueron los plateros u orfebres coste-ños y existen documentos que indican la

procedencia de los ayllus que vivían enel Cuzco: entre ellos hallamos a gente

de Ica, Chincha, Pachacamac, Chi-mú, Huancavelica y del lejano

Ecuador. Los huancavilcas, porejemplo, fueron traídos delnorte por Huayna Capac pa-ra confeccionar objetos demetales preciosos para elinca. Otro ejemplo de ar-tesanos trasladados paracumplir su arte fue el delos ceramistas costeños deXultin, enviados a Caja-

marca con el fin de fabricarvajillas para el centro admi-

nistrativo de la región (M.Rostworowski).

Los tejedores jugaron unpapel muy importante, ya que los textiles consti-tuían uno de los recursos más preciados para la po-blación andina. Durante el Tahuantinsuyo, los teje-dores estatales fueron el grupo artesanal más for-malmente organizado: las acllas, tejedoras reclui-das, eran seleccionadas en las etnias de muchaspartes del reino. Al igual que los cumbi camayoceran especialistas que cumplían sus deberes de porvida. La expansión del estado inca y la necesidad decontar con grandes cantidades de tejidos para redis-tribuir determinó el crecimiento en el número delos artesanos dedicados exclusivamente a las labo-

res textiles.Después de la conquista cuzqueña, llegóun momento en que la producción de teji-

dos por prestaciones rotativas y los esfuerzosde los artesanos independientes resultaron insu-ficientes para los fines estatales, especialmente

en lo tocante a tejidos ceremoniales y delujo. De manera que se establecieronnuevos grupos de artesanos y fueron

absorbidos por los ya existentes. Se-gún el cronista Betanzos, esto su-cedió en tiempos de Pachacuti,aunque un cronista posterior,Santa Cruz Pachacuti, atribuyeel hecho a Tupac Yupanqui (J.Murra).

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Cántaro incaico de asa cintada.

Los artesanos costeños conformaban ungrupo socialmente reconocido y dedicado

exclusivamente a sus labores; en oposición alos artesanos procedentes de la sierra, menos

especializados. En la ilustración, un aríbalo incaico.

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LOS “MERCADERES”

Los españoles llamaron merca-deres a los habitantes costeños de-dicados al intercambio de produc-tos –agrupados en varias categoríasde acuerdo con lo que intercambia-ban– pero, como señala MaríaRostworowski, es necesario enten-der la palabra en su contexto indí-gena, es decir, dentro de una eco-nomía ajena al empleo de la mone-da y en la cual sólo existía el inter-cambio.

Los tratantes chinchanosEstos “comerciantes” se ocupa-

ban del intercambio de productos através de dos rutas. Una marítima,enrumbada al norte, con balsashasta Puerto Viejo y Mantas, en elactual Ecuador –a donde llevabancobre y traían mullu (M. Rostwo-rowski)–, y otra terrestre con recuas de camélidosacompañadas de cargadores hacia el altiplano pe-ruano-boliviano y el Cuzco.

Los tratantes norteñosEn el norte había dos niveles de personas dedi-

cadas al intercambio de productos. Los del primernivel se encargaban del abastecimiento diario y ade-más eran pescadores especializados encargados desecar y salar el pescado para el trueque a largas dis-tancias, intercambiando productos en sus propiosvalles y con la sierra colindante. El segundo nivelcorrespondía a “señores” que no poseían tierras niagua –así lo afirmaban– y que se ocupaban de reali-zar un trueque que consistía en “ropa de lana, cha-quira, algodón, frijoles, pescado y otras cosas,mientras otros más modestos trocaban sal” (M.Rostworowski). Frank Salomon señala que en elEcuador existieron especialistas en el intercambiollamados mindalaes.

LOS PESCADORES

A lo largo de la costa peruana, la población de-dicada a la pesca estaba organizada en ayllus dife-rentes a los de los agricultores. Los pescadores vi-vían en poblados cercanos al mar y en la vecindadde las lagunas. Tenían sus propios jefes étnicos pe-ro todos, pescadores y agricultores, dependían de

un curaca principal. Las relaciones con los agricul-tores eran muy estrechas, pues les permitían teneracceso a la producción del valle.

María Rostworowski señala que es posible quecon la propiedad de las playas sucediera lo mismoque con la tierra, es decir, una tenencia discontinuaque obedecía a conceptos indígenas especiales. Basasu hipótesis en la información contenida en la visi-ta al curacazgo de Maranga, en el valle de Lima, rea-lizada en 1549: “los españoles encontraron que allítambién pescaba gente de los vecinos señoríos deLima y Pachacamac, a pesar de que ambos poseíansus propias caletas. Quizá se trató de enclaves hori-zontales y no verticales motivados por el tipo de li-toral, pues unas playas eran de arena y otras de gui-jarros o de rocas. Naturalmente la pesca debió serdiferente en cada una, y para que todos tuviesen ac-ceso a diferentes productos ictiológicos habría cier-tos acuerdos entre los pescadores”.

Al ser pescadores especializados no poseían tie-rras de cultivo. Se dedicaban a secar y salar el pes-cado que era materia de trueque con los habitantesde la sierra. Tenían, además, lagunas propias dondeno sólo pescaban lisas sino cazaban aves. Y de lasmárgenes extraían la totora que utilizaban paraconfeccionar sus embarcaciones y edificar sus vi-viendas.

Los pescadores eran un grupo cerrado y se casa-ban entre ellos. María Rostworowski señala que tu-

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Los pescadores de la costa peruana tenían sus propios jefes y se comunicaban ensu propio idioma conocido como “la pescadora”. En la imagen, un pescador sobre

un caballo de totora en Huanchaco, La Libertad.

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vieron su propio dialecto, llamado por los españo-les “la pescadora”, mencionando que es posible quefuera una lengua franca cuya misión era facilitar eltrueque y la navegación a lo largo de la costa.

LOS YANAS

Los yanakuna fueron poblaciones extraídas desus grupos étnicos para realizar una serie de tareasproductivas a tiempo completo. Los cañari, porejemplo, fueron trasladados desde el actual Ecuadoral valle de Yucay, para cultivar las tierras producto-ras de maíz. Este valle cuzqueño era un área espe-cialmente importante porque su producción se des-tinaba a la alimentación de las panacas cuzqueñas,y es probable que una parte de las cosechas haya es-tado dedicada a la redistribución que el inca ejercía.

Otras poblaciones fueron separadas de sus gru-pos étnicos por el tipo de actividad especializadaque realizaban. Es el caso de los plateros, que al seruna población altamente calificada, fueron llevadosal Cuzco desde Chan Chan y otros lugares de la cos-ta para trabajar en la ornamentación de los templos(F. Pease, J. Murra).

El origen de este grupo es difícil de precisar.Cronistas como Sarmiento de Gamboa y Cabello deBalboa se ocupan del tema pero sus versiones difie-ren en algunos puntos. Concuerdan, sin embargo,en que se trataba de población rebelde a la que lefue perdonada la vida a cambio de que sirviera aperpetuidad al inca. La rebelión tuvo lugar en Yana-yaco, de donde según Cabello de Balboa provendría

el nombre del grupo. Según ambas versiones, cuan-do los prisioneros iban a ser ejecutados intervino asu favor Mama Ocllo, quien sugirió que le fueranentregados para su servicio particular. María Rost-worowski menciona que el día en que el inca reci-

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Escalera en un tramo delqhapaq ñam (camino delseñor), conocido a partir del siglo XVI como “camino del inca”.

Una vista de Ukira, centroadministrativo incaico.

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bía la borla y se casaba otorgaba a la coya poblaciónyana para su servicio.

Las tareas que cumplían les eran asignadas porla autoridad de la que dependían, habiendo porejemplo información sobre yanas entregados a loscuracas para dedicarse a las labores de pastoreo ode yanas encargados de cuidar las momias de losincas. Damián de la Bandera menciona que cuandovisitó el valle del Yucay encontró a cincuenta yanasdedicados al cuidado de la momia de Huayna Ca-pac. Por su parte Cieza de León señala que el Sol ylas principales huacas –como la de Huanacaure–tenían yanas a su servicio. El ídolo Pariacacca, divi-nidad que residía en Huarochirí, también tenía ya-nas a su servicio, otorgados por el inca en recono-cimiento de su prestigio (M. Rostworowski).

Los cronistas pensaron que los yanakuna eranpobladores a los que se les había privado de susderechos, atribuyéndoles las características que te-nían los esclavos en Europa. Pero otras fuentes co-mo la visita de Sonqo, publicada por John Murra,han brindado información que descarta esta posibi-lidad. La fuente muestra que los yanas que traba-jaban en los cocales ubicados en las yungas de LaPaz, vivían con sus familias al mando de un jefeétnico y tenían derecho a recibir tierras para susustento.

Waldemar Espinoza señala que los yanas exis-tían desde antes de la conquista inca, y que trans-mitían su estatus hereditariamente. Es posible quese tratara de poblaciones cuyas características fue-ron cambiando conforme iba en aumento su núme-ro y los requerimientos del estado cuzqueño. Se sa-be que durante los años finales del Tahuantinsuyocreció su número, y que los incas acostumbraban aentregar un número reducido de yanas a los cura-cas para su servicio personal (J. Murra). Como se-ñala María Rostworowski, es posible que el incaentregara yanas a los curacas a quienes quería re-compensar por sus servicios.

En realidad se trata de una población especialdifícil de definir, porque no sólo desempeñabantrabajos especializados sino que podían llegar a serfuncionarios y hasta curacas. Al respecto los cro-nistas mencionan que algunos yanas poseían acllasotorgadas por el inca. La posibilidad de disfrutar deuna situación similar debió haber movido a aque-llos curacas que entregaban a sus hijos como yana-kunas al inca (S. Falk Moore). Como señala Fran-klin Pease, los yanas del inca podían ser considera-dos privilegiados dentro del sistema, puesto que es-taban excluidos de cualquier otra obligación y eran

mantenidos por el aparato cuzqueño en forma di-recta (F. Pease).

Curacas yanaComo se señaló al hablar de los curacas, parece

que durante el gobierno de los últimos incas algu-nos yanas fueron convertidos en jefes étnicos. La si-tuación de estos personajes, desvinculados de susgrupos de parentesco y en estrecha relación de de-pendencia con el inca, los convertía en pieza clavepara el control de sitios de difícil dominio donde serequería de una persona de confianza con la que elinca no estaba obligado a efectuar los intercambiosrecíprocos que sí debía mantener con los otros jefesétnicos.

María Rostworowski señala que Tupac Yupanquinombró a un yana como curaca de los colli, grupoétnico ubicado en el valle del río Chillón (cerca deLima). El Colli Capac se había opuesto a la conquis-ta inca pero fue vencido y muerto por el ejército in-ca. El inca lo sustituyó por un yana de su servicio.Waldemar Espinoza también menciona que HuaynaCapac otorgó el curacazgo de Leimebamba y Co-chabamba, que se encontraba vacante, a un yana desu servicio.

LAS ACLLAS

Las acllas fueron mujeres que tuvieron una con-dición especial en el Tahuantinsuyo. Entre los 8 y10 años eran reclutadas en sus grupos étnicos paraenseñarles a tejer cumbi y a preparar platos especia-les y chicha. Desde ese momento vivían en los aclla-huasi o casa de las escogidas, al cuidado de las ma-maconas que se dedicaban a enseñarles las distintaslabores. Algunos estudiosos han comparado su con-dición con la de los yanas, porque en ambos casosse trataba de población extraída de sus grupos deorigen para realizar trabajos especializados para elestado. Los cronistas mencionan que tenían señala-das tierras para su usufructo, algunas trabajadas porellas mismas y otras con ayuda de los mitayos en-viados por los ayllus.

En fechas especiales, unos funcionarios denomi-nados apo panacas se encargaban de seleccionarlasen sus grupos étnicos, por eso se les llamaba acllaso sea escogidas. Permanecían en los acllahuasi has-ta llegar a la adolescencia, momento a partir delcual el inca podía disponer de ellas, tomando a unascomo sus esposas y obsequiando otras a los guerre-ros, curacas etc.; es decir, a personas a quienes que-ría compensar por sus servicios.

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Las acllas pertenecientes a la elite desem-peñaban las labores más importantes, y sólolas mujeres pertenecientes a este grupo podíanocupar, luego de cumplir los 30 años, el cargode mamaconas. Los cronistas mencionan va-rias clases de acllas, hasta seis según Martín deMurúa, cuya posición dependía de la situa-ción social de sus padres.

Las yurac acllas eran las mujeres escogidasen el linaje del inca. Estaban consagradas depor vida al servicio ritual del Sol, por lo quedebían permanecer vírgenes. Según SantaCruz Pachacuti una de ellas era consideradasu esposa. Las yurac acllas tenían una situa-ción de privilegio y sus obligaciones consis-tían en la preparación de bebidas para las ce-remonias religiosas y en la vigilancia de lasotras acllas.

Las huayrur acllas destacaban por su belle-za. Eran escogidas en los linajes cuzqueños yentre las hijas y hermanas de los curacas. Deeste grupo procedían las esposas secundariasdel inca.

Las paco acllas eran escogidas entre las hijas delos curacas locales. Entre ellas el inca elegía las queiban a ser obsequiadas como esposas a los curacas ya los jefes guerreros que desempeñaban un papeldestacado.

Las yana acllas se encargaban de servir a las de-más. Eran seleccionadas en los ayllus del común ypodían ser entregadas como esposas a los runas.

Las taqui acllas eran escogidas por sus aptitudespara la música. Se encargaban de tocar instrumen-tos como el tambor y el pincullo, acompañándosecon cantos. Esta actividad la realizaban diariamenteen el acllahuasi así como en las fiestas que organi-zaba el inca.

Los cronistas coinciden en que las yurac acllaseran las únicas que por estar dedicadas al Sol per-manecían vírgenes, pero Pedro Pizarro agrega que,además, sólo ellas tenían prohibido salir de los ac-

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La calle lateral de la casa de lasescogidas en el santuario dePachacamac, Lima.

El templo dedicado al servicio ritualdel Sol en el santuario de Pachacamac,

Lima. Los cronistas mencionan quehabía diversos

tipos de acllas y que las yurac acllasestaban dedicadas

exclusivamente al culto.

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llahuasi, mientras que las demás tenían libertad pa-ra salir durante el día (W. Espinoza, J. Murra, M.Rostworowski).

LOS PIÑAS

Las crónicas no proporcionan información sobreeste grupo, que algunos estudiosos identifican co-mo esclavos. Se conoce de su existencia porque apa-recen en los diccionarios quechuas, donde se men-ciona que los pinakuna eran los prisioneros de gue-rra y, como tales, ocupaban el nivel inferior en la es-cala social del Tahuantinsuyo (M. Rostworowski).

Waldemar Espinoza señala que la instituciónaparece en los últimos tiempos del Tahuantinsuyo,

a partir del gobierno de Huayna Capac, y que que-daban sometidos a ella los prisioneros de guerra quea pesar de su situación no admitían la derrota, co-mo sucedió con algunos centenares de pastos, ca-rangues, cayambes, quitos, cañaris y chachas. Su si-tuación se hacía extensiva a sus mujeres e hijos, apesar de lo cual el número de piñas nunca fue ele-vado.

Eran propiedad del estado inca, que los enviabaa trabajar en regiones difíciles, preferentemente enel cultivo de la coca en la selva alta o ceja de selva.Se distribuían el trabajo de acuerdo con su sexo yedad. Un documento de 1563, trabajado por Espi-noza, informa que el estado les proporcionaba tie-rras para su subsistencia.

VLA ECONOMÍA

Uno de los aspectos que más destacaron los cro-nistas en sus escritos fue el éxito conseguido por losincas en el aspecto económico. La gran cantidad deproductos que hallaron en los depósitos los llevó aalabar la abundancia de laprodución agrícola y gana-dera, y a sostener su equi-tativo reparto entre la po-blación. La base del éxito,para los cronistas, estuvoen una correcta adminis-tración de los recursos queen forma de tributo eranentregados por los pobla-dores al estado inca. Desta-caron por ello la existenciade los depósitos y de losquipus, sistema de conta-bilidad sobre el que Polode Ondegardo señalabaque permitía “se entendie-

se lo que entraba en los depósitos y pagaba a lossúbditos, de tal manera, que no fuesen agraviados”.

Las investigaciones actuales muestran que la ri-queza del Tahuantinsuyo no se basó en la entrega

Una vista de depósitos incaicoscerca a la laguna de Paca, Junín.

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de un tributo, como lo entendían los cronistas, sinoen la administración de la mano de obra que permi-tía al estado contar con los productos necesarios pa-ra la redistribución (F. Pease). El inca obtenía estaproducción a través de las prestaciones rotativas detrabajo (mita) que la población de los ayllus le en-tregaba periódicamente. Este sistema no fue crea-ción inca, estaba basado en la forma tradicional co-mo los curacas obtenían fuerza de trabajo. Los incasllevaron el sistema a su máxima expresión, almace-nando la producción obtenida en depósitos paraluego distribuirla entre la población de acuerdo consus necesidades y los intereses estatales. La abun-dancia y diversidad de los recursos era fundamentalpara el mantenimiento de la “generosidad” del so-berano, característica clave de la política incaica.

John Murra, partiendo del estudio de las visitashechas a los lupaca, ubicados en las riberas del Titi-caca, y a los chupaychu de la región de Huánuco,llegó a la conclusión de que los grupos étnicos delárea andina, de acuerdo con el tamaño de su pobla-ción, trataban de controlar la mayor cantidad de pi-sos ecológicos para conseguir recursos variados. Lamanera de hacerlo era colocando parte de su pobla-ción –los llamados mitmaqkunas– en diferentesecologías, para que por turnos se dedicaran a la pro-ducción en el lugar sin perder sus derechos en suscentros de origen. Murra llamó a esta forma de or-ganización económica “control vertical de pisosecológicos”, modelo que los incas siguieron y am-pliaron a la par que se expandía el estado inca.

María Rostworowski considera que el modelopropuesto por Murra era característico de las po-

blaciones de la sierra sur.En la sierra central, espe-cíficamente en la regiónde Canta, la poblacióntenía una organizacióneconómica diferente. Alcontar esa área con dis-tintas ecologías a distan-cias relativamente cortas,la población se abastecíade recursos variadosefectuando un trabajo ro-tativo y por temporada,no precisando de encla-

ves multiétnicos que sólo fueron introducidos lue-go de la conquista inca.

En el caso de la costa, sostiene Rostworowski, eldiferente tipo de geografía existente propició unmodelo económico también distinto. El modelocosteño se caracterizó por la especialización laboral(pescadores, agricultores y artesanos) y el intercam-bio, el cual se realizó a dos niveles: el de trueque lo-cal se efectuaba entre los productores para su sub-sistencia, y el segundo entre los miembros de la eli-te. Menciona también la existencia de un intercam-bio a larga distancia (más bien esporádico), realiza-do por mercaderes chinchanos que se dirigían alnorte a aprovisionarse de mullu a cambio de cobre.La necesidad de la elite de poseer ciertos recursosde tipo suntuario habría motivado la existencia deeste último tipo de intercambio.

La mayoría de los investigadores está de acuerdoen que en la costa existía una organización econó-mica distinta a la serrana, basada en la especializa-ción de la población. El problema se presenta por-que algunos estudiosos sostienen la existencia demercado, moneda y especialistas en el intercambio.A favor de esta tesis Frank Salomon señala quehabía mercaderes en la zona de Quito, llamadosmindalaes, encargados del intercambio de produc-tos suntuarios a larga distancia. Menciona que el in-tercambio se realizaba en sitios especiales comoQuito y Jatun Quijos a donde acudían todos a per-mutar sus productos.

A su vez Waldemar Espinoza sostiene que en lacosta existió un activo comercio basado en la espe-cialización de la población, señalando además que

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Habitación en el centroadministrativo de TamboColorado, Ica.

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en época tardía en la costa nor-central y en la sierra de los An-des septentrionales se habríanutilizado monedas-signo enforma de hachitas de cobre.

Franklin Pease expresa unaposición opuesta, manifestan-do sus dudas acerca de la exis-tencia de un extenso mercadode mullu en la zona de Chin-cha, como sostiene María Rost-worowski. Pease aduce que laspoblaciones ubicadas inmedia-tamente al sur, en Atico y Ca-ravelí, también enviaban sugente hasta Santa Elena paraobtener el mullu. Sobre losmindalaes señala la posibilidadde que se trate de transportis-tas encargados de los intercam-bios, los que no tendrían queestar necesariamente regidospor reglas de mercado.

¿Qué pasó en la costa luego de la conquista in-ca? Hay acuerdo en que el Tahuantinsuyo impusósu sistema redistribuidor, lo que no está muy claroes cuáles fueron las consecuencias de esta imposi-ción, señalándose por lo general que el intercambiode productos no pudo ser suprimido, aunque dismi-nuyó considerablemente.

LA MANO DE OBRA

Como se señaló líneas arriba, lamanera como el estado inca seabastecía de estos bienes era através de la mita (turno en que-chua) que le permitía contar conel trabajo de los grupos étnicos.La base del sistema estaba en loque los investigadores han lla-mado reciprocidad asimétrica,en contraposición a la reciproci-dad simétrica que era la queexistía entre los miembros del

ayllu y que consistía en la ayuda que mutuamente sebrindaban para lograr el autoabastecimiento. El de-recho a reclamar esta ayuda tenía lugar dentro delmarco de las relaciones de parentesco que regían alos ayllus.

La reciprocidad asimétrica era la que tenía la po-blación con sus autoridades, sea el curaca o el inca,

a los que entrega-ban fuerza de tra-bajo que les era de-vuelta, por ejem-plo, a través de laredistribución delos bienes a la po-blación en los mo-mentos necesarios,como la pérdida decosechas o en tiem-po de guerra (G.Alberti y E. Mayer,F. Pease).

El Tahuantinsu-yo utilizó la manode obra obtenida através de la mitapara lograr bienessociales importan-tes. El tipo de re-curso que cada re-

Para la realización de las obraspúblicas el inca reclutó altoscontingentes de mano de obraobtenidos a través del sistema demitas. Posteriormente debíaredistribuir una serie de bienes a lasunidades étnicas que habían brindadoestos operarios. En la ilustración unnicho trapezoidal en Ukira.

Una serie de tambos puede encontrarse a lo largo del sistema vial incaico. En la imagen, tramo delcamino incaico asociado a un tambo en San Damián, Lima.

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gión producía y el número de habitantes con quecontaba condicionó el traslado de los mitmaqkuna.Los pobladores de Huánuco, por ejemplo, entrega-ban un número considerable de mano de obra adul-ta para realizar distintas labores a favor del estado.Algunos debían dedicarse a la producción agraria, asu almacenamiento y transporte y otros a la cons-trucción de obras públicas. Estas poblaciones man-tenían sus derechos en sus pueblos de origen, adonde volvían luego de terminado su turno. Losmitmaq se encargaban también de la fabricación deobjetos como ropa y cerámica, y algunas poblacio-nes, como las de la costa, entregaban mano de obraespecializada que se distribuía en los centros urba-nos para la fabricación de objetos suntuarios para elestado y el culto.

Hubo también otras poblaciones transplantadas,cuya finalidad fue más bien política. Se trató de unamodificación del sistema de los mitmaqkuna hechapor los incas para lograr controlar a las poblacionesconflictivas o recién incorporadas. Estos “coloniza-dores” eran escogidos entre las poblaciones fieles alTahuantinsuyo. A diferencia de los demás, estosmitmaq sí perdían sus derechos en sus grupos deparentesco (F. Pease). Los cronistas señalan que acambio recibían presentes de parte del inca y eran

considerados personas im-portantes en los sitios adonde habían sido trasla-dados.

A la par que se expandíael Tahuantinsuyo, era ma-yor su necesidad de con-trolar recursos andinos va-liosos y, por lo tanto, decontar con mano de obra.Una forma de conseguirlafue valiéndose de otra delas instituciones ya exis-tentes, la de los yanakuna.Estas poblaciones, cuyonúmero era reducido, fue-ron ampliadas por el esta-do inca para dedicarlas atiempo completo a serviral estado en sus chacras demaíz y en las zonas pro-ductoras de coca.

LA TENENCIA DE LATIERRA

El usufructo de la tierra era uno de los derechosque la población tenía por pertenecer a un grupo deparentesco. El curaca, como representante del gru-po, repartía a cada miembro la cantidad de tierra quenecesitaba para su subsistencia y la de su familia. Launidad de medida era el tupu, cuyas dimensionesvariaban de acuerdo con la calidad de la tierra.

Una unidad doméstica que recién se iniciaba re-cibía un tupu y medio. Al nacer el primer hijo reci-bía un tupu adicional si era niño, y si era niña me-dio tupu. Cuando los hijos se casaban los tupus adi-cionales que les habían sido asignados les eran reti-rados. Algunos cronistas mencionan que la tierra serepartía anualmente pero, como señala John Murra,debió tratarse más bien de una reafirmación cere-monial de las tierras a las que una familia tenía ac-ceso y que debió llevarse a cabo anualmente, lo quellevaría a pensar que existió una continuidad en latenencia de la tierra de parte de las familias.

Guaman Poma señala que el “reparto” de las tie-rras tenía lugar después de la cosecha, en el octavomes del calendario inca, llamado chacraconacuy.Correspondía a los meses de julio y agosto, y era elperíodo en el que se fertilizaba los suelos, se limpia-ba y reparaba las acequias, y se organizaban sacrifi-cios para “purificar la tierra”.

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Al producirse la conquista de una región, recursos como la tierra, el agua y el ganadopasaban a ser propiedad del estado incaico. Los incas reordenaban a las poblaciones y

reasignaban estos recursos.

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Los cronistas mencionan que después de con-quistar una región, los recursos como la tierra, elagua y el ganado eran declarados “propiedad delestado”, aunque inmediatamente eran “generosa-mente” cedidos a las poblaciones conquistadas. Enrealidad se utilizaron modalidades distintas deacuerdo con la riqueza de los recursos y la energíahumana con que cada grupo contaba. Por lo gene-ral, los grupos étnicos continuaban controlando lastierras productoras de tubérculos. Los cambios sedaban más bien en relación con las tierras produc-toras de coca y de maíz. Al ser esta producción es-pecialmente importante para el estado, muchas ve-ces parte de estas tierras eran expropiadas paraconvertirlas en tierras dedicadas al estado y al cultosolar.

En Chincha, por ejemplo –según informan Cas-tro y Ortega–, cada huaranca (mil unidades domés-ticas) “cedía” una chacra de 10 fanegadas, sin espe-cificar si la chacra se tomaba de los recursos del cu-raca o de los del grupo étnico (J. Murra). En otroscasos, se procedía más bien a ampliar la fronteraagraria construyendo andenes y obras de regadío.Otra modalidad que utilizaron fue la de colocarmitmaqkuna junto a los que los grupos étnicos te-nían en otras ecologías, como lo hicieron en las“colonias” lupaca, por ejemplo.

Las tierras dedicadas al estado y al culto se cul-tivaban y administraban en forma independiente, ysu producción era almacenada por separado. El es-tado también otorgaba tierras a algunas divinidadesde los pueblos conquistados. En todos los casos,estas tierras estaban dedicadas preferentemente a laproducción de maíz y de coca, destinada para lossacrificios y para alimentar a los sacerdotes. Sobretodo se tiene información de que el Rayo (deidadidentificada con el envío de las lluvias), la Luna, laPachamama y los santuarios de los antepasados mí-ticos como Huanacaure tenían sus propias tierras,sacerdotes y criados. La mano de obra para el tra-bajo de las tierras estatales y del culto se obtenía através de la mita (J. Murra).

LA AGRICULTURA

Junto con la ganadería, la agricultura representóla base de la economía inca, aunque la domestica-ción de las plantas en el territorio andino se habíainiciado mucho tiempo antes de la aparición de losincas. Las poblaciones que habitaron el área andinalograron domesticar y aclimatar una variedad deproductos a diversas condiciones, sacando prove-

cho de un territorio considerado más bien difícilpara la producción agrícola.

En los Andes, el cultivo más importante fueronlos tubérculos, entre los cuales destacó la papa co-mo base de la alimentación. En la actualidad, sóloen el área del Collao se han encontrado 220 varie-dades, algunas de las cuales se conservan siete, diezy hasta doce meses en la puna. En esta región fue-ron ideados varios procedimientos para mejorar laconservación de la papa, aprovechando la oscila-ción de la temperatura entre la noche y el día, loque permite la deshidratación de la mayoría de laspapas para convertirlas en chuñu, sustancia que seobtiene helando, exprimiendo y secando los tubér-culos a la intemperie. Las variedades de gran altura–amargas y de lenta maduración– son cultivadas ex-clusivamente para chuñu, que puede ser conserva-do durante un tiempo mucho mayor que las mismaspapas (J. Murra).

El siguiente cuadro muestra los diferentes tiposde chuñu que se elaboran hasta la actualidad em-pleando diferentes variedades de papas:

TIPO DE VARIEDADES DE TIEMPO DECHUÑU PAPAS ELABORACIÓN

Lajota K’aisalla 2 - 3 díasNazári

Khachu-chuñu Nazári 2 - 3 díasK’aisallaOtras variedades

Tunta Siempre de papas 30 días bajoamargas torrente de agua

Muraya De preferencia papas 20 - 30 días bajoamargas, a veces torrente de aguapapas dulces

Chuñu de De preferencia De acuerdo con primera papas amargas, a veces la intensidad de

papas dulces la helada

Chuñu de Idem. Idem.segunda

Chuñu de Idem. Idem.tercera

Kholunku Cualquier variedad Variablede papas

Fuente: Ravines 1978.

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Las papas, en sus centenares de variedades, eranla principal cosecha de altura, pero también se cul-tivaban y se siguen cultivando otros tubérculos co-mo la mashua, el ulluco y la oca, que también pue-den conservarse en formas parecidas al chuñu, con-gelándolos y secándolos. Sólo un grano, la quinua,está asociado con los tubérculos de puna. Sus semi-llas y hojas eran utilizadas como alimento y paraelaborar una bebida (J. Murra).

El maíz era considerado un recurso de tipo sun-tuario que otorgaba prestigio y era cultivado con fi-nes burocráticos, militares y ceremoniales. Era uti-lizado para “alimentar” a los dioses y a las momiasde los incas difuntos, y el ejército lo prefería a otrosalimentos. No se usó por lo tanto en la misma pro-porción que los tubérculos para la alimentación dia-ria del hombre andino (F. Pease).

Los incas se atribuyeron la introducción de estecereal en el valle del Cuzco. Según refiere la leyen-da, Manco Capac y Mama Ocllo salieron de Pacari-tampu llevando consigo la semilla del maíz, encar-gándose Mama Ocllo de enseñar a la gente cómocultivarlo. Desde entonces una chacra cerca delCuzco, llamada Sausero, fue consagrada a la pro-ducción del maíz con que se alimentaba a la momiade la coya y a las de sus servidores. Era también eneste lugar donde el inca inauguraba la temporadaanual de la siembra, labrando la chacra con la ayu-da de sus parientes.

El maíz es un producto de clima cálido que ne-cesita de bastante humedad y calor, condiciones queobligaron a la construcción de andenes y obras deregadío. El riego ha sido considerado no sólo desea-ble sino indispensable dondequiera que se cultivemaíz, aun donde no hay escasez de lluvias. Además,los campos regados no necesitaban de rotación nide descanso. Hay indicaciones de que los andenesconstruidos en las laderas de la región quechua es-taban destinados a la producción de maíz, cuyo cul-tivo requiere, además, de mano de obra especializa-da y en mayor cantidad de la necesaria para el cul-tivo de los tubérculos (F. Pease, J. Murra).

La importancia del maíz como recurso ceremo-nial llevó a los incas a disponer de tierras producto-ras de este cereal en cantidades que asegurasen laredistribución. Es importante recordar que los incasinician su expansión luego de obtener el control so-bre las tierras del valle de Urubamba, productorasde maíz de alta calidad. El Sol, como divinidad prin-cipal, tenía señaladas tierras productoras de maíz enlos alrededores del Cuzco y, en el interior del Cori-cancha (templo del Sol), los sacerdotes cultivaban

una chacra que regaban a mano con agua traída enhombros.

Según señalan los cronistas, tres veces al año sesembraba –entre las plantas vivas– reproduccionesde oro, de tamaño natural, con hojas y mazorcas. Enlas fiestas más importantes, las acllas utilizaban laproducción de esa chacra para elaborar unos bollosque obtenían al mezclar la harina con sangre de lla-ma, los que luego eran ofrecidos a los forasteros yenviados como presentes a las huacas y a los cura-cas que vivían fuera del Cuzco (J. Murra).

Entre la población de los ayllus, el maíz jugabaun rol de primer orden. Al final de la cosecha seerigía un altar a Mama Sara (progenitora del maíz)y se le rogaba que hiciera durar la provisión delaño. La producción de maíz se destinaba preferen-temente para ofrenda de las huacas, por lo que eraconsiderado un bien preciado que otorgaba presti-gio. De allí que en los momentos más importantesde la vida de una persona sus parientes solían obse-quiarle mazorcas de maíz: en la ceremonia que te-nía lugar cuando por primera vez se les cortaba elpelo a los niños y se les cambiaba el nombre (rutu-

Esta ilustración de Guaman Poma de Ayala muestra elmomento en que se aporcaba el maiz en el Tahuantinsuyo.

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chicuy), entre los regalos ofrecidos por los parien-tes figuraban el maíz, las llamas y los tejidos; enlos matrimonios los familiares de los novios inter-cambiaban semillas junto con tejidos, husos, ollasy adornos. El cronista Murúa menciona la presen-cia de choclos entre los regalos de la novia. En elmomento posterior a la muerte solía también em-plearse el maíz convertido en harina, espolvoreán-dolo alrededor del muerto (J. Murra).

El maíz se usaba también para otros fines: eladivino utilizaba sus granos para averiguar si la co-secha siguiente sería de buena calidad, los enfer-mos se cubrían el cuerpo con harina de maíz queluego lavaban en el río, quedando de esta manerapurificados.

El cultivo del maíz, por lo tanto, tenía una granimportancia. Se plantaba en el noveno mes del ca-lendario inca, chacra yapui quilla, período corres-pondiente a los meses de agosto-setiembre, aunqueel momento preciso de la siembra variaba según laaltura y otros factores climáticos y ecológicos. Enla costa, por ejemplo, se solía iniciar el trabajo enlas chacras de maíz alrededor del mes de diciem-bre, pero en el valle del Cuzco la siembra del maízse realizaba indefectiblemente entre agosto y se-tiembre.

Una vez que los sacerdotes señalaban el día pro-picio, el inca se dirigía a los andenes de maíz delSol y, provisto de una taclla con punta de oro, pro-cedía a roturar la tierra en la que se sembraría elgrano para los sacrificios. De esta manera quedabainaugurada la temporada de la siembra a lo largode todo el Tahuantinsuyo.

Los cronistas mencionan que en las otras regio-nes del Tahuantinsuyo el representante administra-tivo del inca o el curaca local se encargaba de darinicio a las actividades agrícolas del año, que serealizaban en un ambiente de fiesta, y la poblaciónacudía a las parcelas entonando canciones y dan-zas. Durante este período –señala el cronista Mu-rúa– se realizaban ayunos y sacrificios para el éxi-to de la actividad. Polo de Ondegardo mencionaque en la época de siembra, a las cien llamas que sesacrificaban mensualmente se añadían mil cuyes,para evitar los daños que las heladas pudieran pro-ducir.

Luego de terminadas las lluvias se iniciaba elperíodo de la cosecha y se llevaban a cabo ceremo-nias similares, aunque de acuerdo con las condicio-nes locales las fechas podían variar. En algunos lu-gares la cosecha se realizaba en el quinto mes delcalendario inca, llamado ayriway quilla, que co-rrespondía a los meses de abril y mayo, pero en lamayoría de los sembradíos de la sierra las cosechasmaduraban más tarde, en el mes llamado aymurayquilla, ubicado alrededor de mayo y junio.

Las ceremonias se iniciaban un mes antes delinicio de la cosecha, tiempo que se dedicaba a agra-decer los frutos obtenidos. Comenzaba luego la co-secha, y al igual que en el momento de la siembralas actividades se iniciaban cuando el inca recogíalos primeros frutos.

Luego de inaugurar la actividad en la chacra deSausero, el inca y sus parientes iban a los campos delos cultos, como los andenes del Sol en Collcampa-ta, y eventualmente a las chacras del inca y la coya.La cosecha era acompañada por muchos sacrificiosde llamas, ayunos, ofrendas para agradecer por lascosechas pasadas y peticiones de futuros favores alSol (J. Murra).

En las diversas regiones del Tahuantinsuyo lacosecha se realizaba en medio de grandes festejos.Los hombres y las mujeres ataviados con sus mejo-

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Los incas se atribuyeron la introducción del maíz en el valledel Cuzco. Se dice que Mama Ocllo enseñó a plantarlo y queuna chacra llamada Sausero fue destinada al cultivo de estecereal con el que se alimentaba la momia de la coya.

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res ropas se encaminaban hacia las parcelas cantán-dole al maíz y pidiéndole que durara mucho. Las fa-milias seleccionaban las mejores mazorcas para unaceremonia que realizaban en las tres noches si-guientes al inicio de la cosecha. En sus casas levan-taban un altar en el que colocaban las mazorcas se-leccionadas envueltas en las mejores mantas queposeían. Estas mazorcas, como cualquier otro vege-tal o tubérculo de tamaño o forma desusados, no sedestinaban al consumo sino que se conservaban co-mo objetos valiosos. Las crónicas mencionan que elambiente durante este tiempo era totalmente festi-vo: la población comía, bebía, cantaba y bailaba a lolargo de todos los días que durara el trabajo.

Tradicionalmente los trabajos pesados como losde la agricultura o la construcción de casas eran rea-lizados mediante el esfuerzo colectivo. Según Garci-laso, los hombres agrupados en “cuadrillas” se mo-vían en filas barbechando o cosechando y las muje-res venían detrás plantando o recogiendo.

Como en otros casos de trabajos colectivos sellamaba a la mita para cultivar la tierra del curaca yeventualmente las del estado. El beneficiario de lamita debía proporcionar en cada caso las semillas,así como alimento y chicha para los trabajadores.Esta obligación se aplicaba a todos, sea que se trata-ra de tierras del estado, del culto o del curaca.Cuando la población trabajaba las tierras del estadoel Cuzco les proporcionaba alimentos y chicha. To-do lo producido por esta cosecha se guardaba en losalmacenes estatales. Los trabajadores no tenían nin-guna responsabilidad por la suerte que pudiera co-rrer la cosecha, todo lo que debían aportar era su es-fuerzo para la realización de la tarea (J. Murra).

Era especialmente importante determinar el mo-mento propicio para dar inicio a las labores agríco-las. Se creía que si se dejaba pasar el momento opor-tuno, la cosecha de maíz peligraba. Por eso habíasacerdotes encargados de observar la progresión delas sombras y de informar a los campesinos de laproximidad del momento de la siembra. La infor-mación que podían proporcionar era bastante com-pleta, pues en sus quipus mantenían registrados losciclos anteriores, indicando la sucesión de años deagua y años secos.

Con toda esta información los sacerdotes se en-cargaban de determinar las fechas apropiadas paralas ceremonias religiosas y de supervisar los ayunosy sacrificios realizados todos los meses en Susanca,colina situada cerca al canal de regadío de Chinche-ro, donde se encontraba una de las chacras persona-les del inca. Este lugar era especialmente importan-te porque allí se encontraba el principal observato-rio solar. Uno de los pilares, Chiroa Susanca, indi-caba el solsticio de verano, mientras que Pucuy Su-sanca anunciaba la llegada del año nuevo en di-ciembre. Estos observatorios determinaban el co-mienzo de las labores agrícolas, especialmente elbarbecho, el riego y la siembra.

Los cronistas le atribuyen al inca Pachacuti laerección, en las afueras del Cuzco, de varios de es-tos pilares de piedra que servían como indicadoressolares de las estaciones. Mediante las sombras queproyectaban, algunos indicaban los solsticios,mientras que otros señalaban el comienzo de cadames. Debido a la diversidad de los climas andinos,el tiempo correcto en la región del Cuzco no lo eranecesariamente en otras latitudes y alturas. Por lotanto, es de suponer que hayan existido observato-rios en muchas partes del territorio. Sin embargo,las fuentes sólo mencionan los ubicados en los al-rededores del Cuzco (J. Murra).

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La cosecha del maiz era realizada en medio de grandesfestejos y regocijo. En este ambiente de fiesta se dice que lasmejores mazorcas eran conservadas como objetos valiosos.Por eso, para garantizar su cosecha se realizaban grandes

esfuerzos tecnológicos y religiosos.

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El etnohistoriador John Murra ha postulado laexistencia en el período inca de dos sistemas agríco-las, cada uno correspondiente a una zona climáticadiferente. El sistema más antiguo y autóctono seríael utilizado por los habitantes de las sierras, quecultivaban plantas domesticadas en esa zona. La ca-racterística principal habría sido la utilización detierras de temporal (tierras de secano que se culti-van en época de lluvias) que habrían permitido latrabajosa adaptación de los tubérculos a condicio-nes andinas. Se trataba, según Murra, de una econo-mía de ayllu cuyos pobladores fueron convertidosen campesinos después de la conquista inca. Murrase refiere al cultivo de plantas domesticadas a par-tir de la ayuda mutua entre los miembros del grupode parentesco.

El otro sistema habría estado basado en la pro-ducción de maíz y de acuerdo con el autor sería másreciente e importado. El maíz es una especie que co-rresponde esencialmente a climas templados, prote-gido en las zonas más bajas y que necesita regadío,andenes y abono para sobrevivir en las circunstan-cias andinas. Murra sostiene que es posible que losmiembros del ayllu lo hayan conocido, pero su cul-tivo en gran escala sólo se habría hecho factiblecuando el estado se encargó de su producción.

Esto mostraría la importancia del cultivo de lostubérculos para la población indígena. Por eso Mu-rra se sorprende de las contadas referencias que loscronistas presentan sobre las ceremonias ligadas alcultivo de la papa y otros tubérculos andinos. Loscalendarios ceremoniales se refieren casi exclusiva-

mente al maíz dando la impresión de que los cronis-tas del siglo XVI no vieron ninguna ceremonia des-tinada a proteger los cultivos de la papa, aunque enla actualidad se continúen realizando complejos ri-tuales en torno a su cultivo.

El cronista Cieza de León menciona una cere-monia ligada al cultivo de la papa efectuada en la re-gión del Collao quince años después de la invasiónespañola. La ceremonia le fue relatada por un sacer-dote de uno de los pueblitos de la región y muestrajustamente la semejanza entre los rituales antiguosy los contemporáneos. Hubo, como era habitual,música y danzas con instrumentos de labranza y al-guna competencia entre las dos mitades. Luego seseleccionó una llama para el sacrificio y en su san-gre se sumergieron grandes “semillas” de papa esco-gidas entre las mejores. En este momento el sacer-dote interrumpió el ritual. Poco después llegó a laregión el cronista Cieza de León y el sacerdote le re-lató la ceremonia (J. Murra).

TECNOLOGÍA ANDINA

Los hombres andinos tuvieron una especialpreocupación por encontrar formas para mejorarlas condiciones del suelo para la agricultura. La va-riedad del clima y del territorio conllevaba igual-mente soluciones diversas, de ahí que fueron mu-chas las formas que encontraron para hacer frente alproblema. Entre las medidas más conocidas se en-cuentra la construcción de andenes, empleados co-mo solución con anterioridad a la conquista inca.

Pero fue durante el go-bierno incaico que se diouna especial importanciaa su construcción. La ra-zón era que la construc-ción de andenes deman-daba movilizar grandescantidades de mano deobra, tarea que sólo podíarealizar con facilidad elestado inca.

Los andenes son terra-zas agrícolas artificialesque sirven para obtenertierra útil para la siembraen las escarpadas laderasandinas. Permitían tam-bién aprovechar mejor elagua, tanto de lluvia co-mo de regadío, haciéndola

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Una vista de la andenería incaica en Pisac, Cuzco.

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circular a través de los canales que comunicabansus diversos niveles. Con esta medida evitaban almismo tiempo la erosión hidráulica del suelo.

Aunque por lo general se les asocia con el culti-vo del maíz, los andenes servían para el cultivo dediferentes productos. Pease señala que es muy posi-ble que hubiera andenes destinados para usos dis-tintos: sembríos, evitar la erosión, lavado de la salmineral, etc.

Los camellones son otra de las antiguas formasde uso del suelo. Se trata de montículos artificialesde tierra, destinados a elevar ámbitos cultivables li-mitados por encima de la superficie natural del te-rreno. La idea es que permitan un mejor drenaje enlugares donde la tierra es poco permeable y está su-jeta a frecuentes inundaciones, como en la regióndel lago Titicaca. Los camellones hacen posibleaprovechar mejor el agua, evitando su rápida circu-lación, algo especialmente importante en las zonasaltiplánicas (F. Pease).

En esta misma región, tierras altas cercanas al Ti-ticaca, se utiliza hasta nuestros días otro sistema deaprovechamiento y mejoramiento del suelo llamadoqocha (charco), para sembrar distintas variedadesde papas.

Se trata de hoyos cónicos en los cuales se depo-sita el agua de las lluvias. El agua almacenada seconcentra en cantidad suficiente para hacer frente alas necesidades del sembrío, que se realiza dentrode la misma qocha. Pero el sistema permite que sepueda trasladar agua mediante canales de una qo-cha a otra y a los terrenos circundantes. La qochacumple además otra función especialmente impor-

tante: durante el día elagua almacenada absorbeel calor que luego irradiadurante la noche y, de estamanera, contribuye a evi-tar las heladas de la puna.Franklin Pease señala que

no debe sorprender la ausencia de referencias a lasqochas en las crónicas y otros documentos del sigloXVI, por dos razones importantes: el encontrarseubicadas lejos de los caminos más usados y el quesu producción no estuviera destinada al mercadoespañol sino a la subsistencia diaria.

En el caso de la costa, los cronistas han dejadoinformación donde se hace patente su admiraciónpor las formas de cultivo realizadas por sus habitan-tes en diferentes zonas. En la costa norte hubo so-ciedades como Moche y Chimor que desarrollarongrandes sistemas de regadío. En otras zonas tam-bién se realizaron canalizaciones, entre las que des-tacan los puquios de agua subterránea empleadosen Nazca. Los incas dieron especial importancia a laconstrucción de canales sobre todo cuando ibanasociados a andenes. Se ha mencionado con fre-cuencia la relación entre el riego y el poder ejercidoen gran escala, como ocurrió en los Andes en el pe-ríodo de predominio Huari y durante la vigencia delChimor en la costa norteña; siendo indudable, co-mo señala Pease, que la expansión del área bajo rie-go formó parte de la política económica de los incas.

Al hablar de las técnicas agrícolas utilizadas enla costa, los cronistas mencionaron también el em-pleo de hoyos en la tierra y de excavaciones en zo-nas arenosas, para aprovechar el agua subterránea,técnicas que siguen vigentes en la actualidad. Losestudios contemporáneos sobre la agricultura dehoyas han permitido comprobar su importancia enlas zonas desérticas y calientes, como las existentesen el departamento de Ica. También hacen referen-cia al cultivo en las lomas costeras, otra de las for-

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La tecnología andina tuvo quehacer frente a un territoriohostil y en apariencia poco

favorable a la agricultura. Loscamellones permitieron unmejor aprovechamiento del

agua, como éstos, ubicados enAyacucho.

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mas de sacar ventaja de lasespeciales característicasde la costa peruana. Suempleo, como en los casosanteriores, antecedió a lallegada de los incas a la re-gión y se mantuvo durantesu gobierno. Las lomasson un ecosistema especialque se crea en determina-dos momentos del añogracias a la fuerte hume-dad, haciendo posible lasiembra. La cantidad dehumedad almacenada es lobastante significativa parapermitir igualmente laconstrucción de canales de riego internos.

Los pobladores andinos no emplearon energíaanimal en la agricultura, sirviéndose únicamentede herramientas manuales, algunas de las cuales,como la chaquitaclla (arado de pie), no han podidoser superadas cuando se trata de trabajar en las la-deras andinas o en ámbitos limitados como los an-denes. El conocimiento y fabricación de estas he-rramientas parecen ser muy antiguos. No se hanencontrado evidencias de que las herramientas bá-sicas hayan sido perfeccionadas en tiempos de losincas (F. Pease).

Una de las preocupaciones más importantes quetenía la población consistía en mantener la fertili-dad de la tierra. Los sacerdotes realizaban una seriede rituales encaminados a conseguir ese fin perotambién se emplearon otras soluciones. En la regiónserrana se utilizó mayormente como abono el es-tiércol de llama o alpaca. Los rebaños de camélidoseran trasladados a los terrenos de cultivo cuando seencontraban en descanso para que abonasen las tie-rras. Las parcelas eran cultivadas de acuerdo a uncomplicado proceso de rotación todavía en estudioen nuestros días.

En las tierras de la costa, el abono principal erael guano de las aves. La población recolectaba elabono en la misma costa o se trasladaba hasta lascercanas islas del litoral. El guano era empleado

también en las zonas altas hasta donde se le trans-portaba a lomo de llama. Existía en la costa otra for-ma de fertilización que consistía en enterrar las ca-bezas de pescado junto con las semillas que se ibansembrando, para que aquéllas sirvieran como abono(F. Pease).

LA GANADERÍA

Desde tiempos anteriores a la conquista inca laganadería fue una de las actividades económicasmás importantes. Las especies que la conformanson la llama (Lama glama), la alpaca (Lama pa-cos), la vicuña (Lama vicugna) y el guanaco (Lamaguanicoe). El camélido más difundido en términosgeográficos es el guanaco, pues se le encuentra des-de los ámbitos sudecuatoriales hasta la Tierra delFuego.

Los camélidos andinos prestaban diversos ser-vicios al hombre. La llama y la alpaca, variedadesdomesticadas, eran especialmente importantes enla economía andina. La llama era utilizada prefe-rentemente como animal de carga. Las caravanasestaban conformadas principalmente por machos.Para los viajes más largos, como entre el Collao y lacosta, se prefería a machos “nuevos” de más o me-nos dos años de edad. La recua viajaba desde el al-ba hasta el mediodía, deteniéndose en lugares con

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Canales incaicos enTambomachay, Cuzco. La

construcción de canales deregadío fue una de las

prioridades de la tecnologíaagrícola incaica.

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agua y pastos. El mantenimiento de los animalesno era difícil, dado que no se les proporcionabaotro forraje que los pastos encontrados en la ruta.Los animales se alimentaban durante la tarde y ru-miaban por la noche, atados a una cuerda común(J. Murra).

Las llamas jóvenes cumplían funciones más biensecundarias y en algunas ocasiones se solía aprove-char también su carne y su lana. Las llamas viejasproporcionaban el charqui, carne desecada al solque de esta manera se conservaba por más tiempo.El charqui podía ser almacenado o trasladado haciaotros lugares facilitando su consumo.

El animal destinado para la alimentación era laalpaca. Este camélido proporcionaba además su la-na, que era la más utilizada en la elaboración de te-jidos, probablemente porque se podía obtener lanade varios colores naturales. Estos camélidos ademásde proporcionar lana y carne proveían de cuero, ma-terial al que se le daba variados usos. El cuero seablandaba con grasa de llama para la fabricación delas ojotas y de las correas que servirían para sujetarla taclla.

El cronista Zárate menciona otro uso de la piel:cuando una caravana tenía que cruzar largas exten-siones de desierto, se llevaba agua en odres hechoscon cuero de llama. La población no desperdiciabanada de lo que estos animales pudieran proporcio-

nar. Los tendones les ser-vían para confeccionar sushondas, usaban el sebo dellama como lubricante yhasta el estiércol de esteanimal era aprovechadocomo combustible y abo-no. Garcilaso afirma queen el Collao era el abonoutilizado para fertilizar losterrenos para la siembrade papas (J. Murra).

La vicuña y el guanacono habían sido domestica-dos. Los cronistas afirmanque a las vicuñas, quesiempre han sido escasas,

nunca se les daba muerte a menos que fuesen vie-jas. De ellas se buscaba obtener su lana que era al-tamente apreciada, como lo sigue siendo en la ac-tualidad. La ropa del inca y la que sería destinada alas ofrendas se confeccionaba de esta lana. Sobre losguanacos, Cieza de León señala que se cazaban pa-ra hacer charqui, que era almacenado en los depósi-tos estatales “para alimentar al ejército”(J. Murra, F.Pease).

Los cronistas señalan que se comía la carne detodos los camélidos, pero debido a las restriccionesque existían para su matanza su consumo debió ha-ber sido un lujo. Probablemente la población teníaacceso a carne fresca sólo en el ejército o en ocasio-nes ceremoniales, cuando se hacía una amplia dis-tribución de los animales sacrificados. No obstante,habría que tener en cuenta que en algunos lugares,como el altiplano, los camélidos eran numerosos ysu distribución entre la población era mucho másamplia, por lo que es posible que en aquellas regio-nes la prohibición no haya sido tan severa.

Pedro Pizarro, cronista que tuvo inmejorablesoportunidades para observar el sistema antes de suderrumbe, afirma al respecto: “Se cría carne: pocosla comían si no eran señores y a quien ellos la man-daban dar y a las hijas de los señores reyes desta tie-rra y de sus deudos que eran muchos...Tenían estosseñores una casa donde mataban ganado cada día y

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En la historia de la sociedadandina, los camélidos hanjugado un importante rol, puesbrindan lana para el vestido,transportan los bienes y sirventambién para su dieta.

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de allí repartían a las señoras y orejones principa-les”. Entre los privilegiados se encontraban tambiénlos sacerdotes y las acllas que comían carne de losrebaños del Sol (J. Murra).

Los camélidos desempeñaban, además, un papeldestacado en la vida ceremonial de los pobladoresandinos. Los pobladores del altiplano considerabanque la abundancia de estos animales en su tierra eraun signo de preferencia por parte de la primera lla-ma a quien consideraban su antepasado. Ellos seña-laban que esta llama había sido blanca y por esopreferían a los animales de ese color.

Los linajes del Cuzco compartían la importanciaotorgada a las llamas de color blanco, a las que de-nominaban napa y utilizaban como distintivo de sucalidad de señores. Sarmiento de Vivero explica queel napa “es un carnero de los desta tierra blanco quellevaba una guardaropa colorada y encima unas ore-jeras de oro y en el pecho un petral de veneras co-loradas...”. El cronista agrega que siempre que el in-ca salía de su casa era precedido por el napa.

El estado solía sacrificar cantidades considera-bles de camélidos en las ceremonias realizadas a lolargo del año. Los incas y los curacas difuntos te-nían asignado ganado que era empleado en las cere-monias en honor a sus momias. Bernabé Cobo seña-la que durante el período de iniciación de los jóve-nes parientes del inca se hacían representacionesdel pastoreo y la caza de camélidos. En los ritualesdel matrimonio y en las ofrendas y sacrificios priva-dos se empleaba el sebo de llama que tenía, como elanimal mismo, una con-notación ceremonial. Elvirapirico (adivino) solíaquemar el sebo y la cocajuntos para ver el futuro(J. Murra).

Al tiempo de iniciarsela conquista inca la gana-dería era indudablementeuna de las actividades eco-nómicas más importantesdel área andina. No fue ca-sual que el primer lugarocupado por los incascuando iniciaron su ex-pansión haya sido el alti-plano del lago Titicaca,una de las zonas más ricasproductoras de camélidos.Los grupos étnicos resi-dentes en el área basaban

su economía en la actividad ganadera. Los lupaca,por ejemplo, contaban con grandes rebaños de lla-mas que utilizaban principalmente para transportarlos productos que obtenían en sus colonias. La dis-tancia que debían recorrer era bastante considera-ble, pues tenían colonias en la costa y también enlas tierras bajas del este del altiplano peruano-boli-viano (F. Pease).

El pastoreo y la utilización de los recursos pe-cuarios se convirtieron en rubros preponderantesde la economía incaica. Las crónicas relatan quecuando el inca llegaba a un lugar, fuera en tiempode paz o de guerra, solía repartir grandes cantidadesde ropa. Esta actividad la realizaba en el marco deun intercambio ritual que sellaba las relaciones en-tabladas entre el Cuzco y sus provincias.

El inca tomaba la ropa de los dépositos estatalesconstruidos a lo largo del Tahuantinsuyo, los cuales–al decir de los cronistas– parecían contener canti-dades inagotables de tejidos de lana. Pease piensaque es probable que durante el gobierno de los in-cas se haya expandido y generalizado la produccióny el uso de los tejidos de lana. Señala que inclusopodría pensarse que la ropa de lana, al ser uno delos principales productos empleados en la redistri-bución, haya contribuido eficazmente a financiar laexpansión del Tahuantinsuyo.

Después de la conquista inca los rebaños pasa-ron a ser administrados tanto por el Tahuantinsuyocomo por los grupos étnicos. Los rebaños del inca yde las divinidades parecen haber sido reservados

Un hato de camélidos en la estación de San Mateo hacia finales del siglo XIX. Al llegar losespañoles al Perú se impresionaron por el número de los rebaños. Ellos llamaron a los

auquénidos “ovejas y carneros de la tierra”.

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prioritariamente para la redistribución. Especial im-portancia se le otorgaba al ganado del culto, pues erael destinado a los sacrificios que asegurarían la pros-peridad del grupo. El cronista Murúa afirma que losincas otorgaban los mejores pastos a este ganado,que estaba cuidadosamente separado por colores deacuerdo con la divinidad a la que pertenecía.

A través de la mita la población entregaba canti-dades de trabajo para el cuidado y mantenimientode los rebaños del estado y del culto, aunque es po-sible que tal como ocurría con los sembríos, se asig-naran mitmaqkunas o incluso yanas para cumplirfunciones más permanentes en el cuidado de los re-baños. El cronista Murúa va más allá cuando afirmaque entre las acllas había “pastoras de toda manerade ganado que el Inca tenía para sus sacrificios y lascuales duermen de noche en esta dicha casa de re-cogimiento y de día pacen con mucha cuenta y ra-zón..”. John Murra señala que aunque no hay con-firmación de tal especialización en otras fuentes, lainformación de Murúa debe ser tomada en cuentapor el especial interés que puso en investigar sobrelas mujeres.

La lana de los rebaños estatales se acumulaba endepósitos y se distribuía entre la población que de-bía hilarla y tejerla en cumplimiento de su mita. Elestado repartía la lana entre toda la población, in-clusive entre aquellos que tenían sus propios hatos.La obligación de hilar y tejer era asimismo para to-dos (J. Murra).

Los rebaños comunales se encontra-ban al cuidado de los jóvenes, cuyas eda-des fluctuaban entre los doce y dieciséisaños, aunque Bernabé Cobo menciona elempleo de niños para la realización deesta tarea. En zonas donde los rebañoscomunales eran grandes, como la regióndel altiplano, o donde los pastos estabanlejos, es probable que su cuidado hayaestado en manos de un especialista a de-dicación exclusiva. Los cronistas men-cionan dos nombres quechuas para lospastores: llama michi –que Garcilasoasocia con una baja condición social– yllama camayoc (cuidador de llamas oempleado responsable de los hatos).Murra piensa que el término michi po-dría haberse utilizado para denominar alos pastores de la comunidad, mientrasque camayoc pudo ser empleado para re-ferirse a los pastores de un nivel más ele-vado. Guaman Poma afirma que los pas-

tores tenían sus propias canciones y divinidades:“...los ouejeros hazian veneración y sacrificio a vnaestrella que ellos llaman Vrcuchillay que dizen es vncarnero de muchos colores el qual entiende en laconseruación del ganado...” (J. Murra).

Los pastores estatales respondían por los anima-les que se encontraban a su cargo, cuya contabili-dad y supervisión eran hechas por funcionarios de-signados por el estado. Los cronistas mencionanque si los registros indicaban un aumento del gana-do los pastores eran recompensados con comida ytejidos. El interés por el color de los pellejos con-dujo al establecimiento de los quipus por colores,en los que el cordel era del mismo tono que losanimales registrados.

En el mes de noviembre se llevaba a cabo lacontabilidad e inspección de los rebaños del estadoy del culto, coincidiendo con un período de cere-monias y sacrificios a lo largo del Tahuantinsuyo.Una de estas ceremonias era la de iniciación de losjóvenes, en la que los camélidos desempeñaban unpapel muy importante. Los ritos que se efectuabantenían como próposito acrecentar los rebaños. Enlas ceremonias se derramaban libaciones y se inte-rrogaba a las momias incas acerca del bienestar delos rebaños en el próximo año. Era en esta épocaque los pastores destacados recibían sus premios (J.Murra).

Los cronistas informan que una práctica muy di-fundida eran las cacerías de animales. Mencionan

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La lana de los camélidos del imperio incaico era distribuida a los pobladorespara que éstos la hilaran y tejieran en cumplimiento de su mita.

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que existían cotos de caza, perteneciendo los de lastierras altas al estado o al culto. Polo de Ondegardoafirma que nadie podía cazar en estas tierras sin li-cencia del inca o de sus gobernadores. Afirma, ade-más, que las licencias otorgadas en una región noeran válidas en otra. En esta actividad participabanel inca y los señores étnicos. La población tambiénintervenía pero bajo la forma de mita. La cacería,llamada chaku en quechua, incluía desde la recolec-ción de vicuñas hasta pumas, osos, venados (taru-ka), etc.

Es evidente que el término chaku designaba ac-tividades diferentes, pues es difícil pensar que sejuntara la cacería indiscriminada con la de los ca-mélidos. Por lo tanto habría que distinguir entre elchaku organizado para recoger rebaños domestica-dos, y el destinado a agrupar animales silvestres. Alos camélidos cautivos se los esquilaba, dejando enlibertad a las hembras. Cieza explica que la prohibi-ción de matar hembras se basaba en la necesidad decontar con una provisión amplia de lana (J. Murra,F. Pease).

Garcilaso de la Vega, en sus Comentarios realesde los incas, hizo una descripción del chaku:“...cierto tiempo del año, pasada la cría, salía el In-ca a la provincia que le parecía conforme a su gustoy según que las cosas de la paz o de la guerra dabanlugar. Mandaba que saliesen veinte o treinta mil in-dios, más o menos, los que eran menester para elespacio de tierra que habían de atajar. Los indios sedividían en dos partes, los unos iban hacia la mano

derecha y los otros a la iz-quierda, a la fila, haciendoun gran cerco de veinte otreinta leguas de tierras,más o menos, según eldistrito que habían de cer-car, tomaban los ríos,arroyos y quebradas queestaban señaladas por tér-minos o padrones de latierra que cazaban aquelaño, y no entraban en eldistrito que estaba señala-do para el año siguiente.Iban dando voces y ojean-do cuantos animales topa-ban por delante, y ya sa-bían donde habían de ir aparar y juntarse las dosmangas de gente paraabrazar el cerco que lleva-

ban hecho y acorralar el ganado que habían recogi-do; y sabían también donde debían de ir a pararcon el ojeo, que fuese tierra limpia de montes, ris-cos y peñas, porque no estorbasen la cacería; llega-dos allí, apretaban la caza con tres o cuatro paredesde indios, hasta llegar a tomar el ganado a manos.

Con la caza traían antecogidos leones y osos ymuchas zorras, gatos cervales, que llaman ozcollo,que los hay de dos o tres especies, jinetas y otras sa-bandijas semejantes, que hacen daño en la caza. To-das las mataban luego, por limpiar el campo deaquella mala canalla. De tigres no hacemos menciónporque no los hay sino en las montañas de los An-tis. El número de los venados, corzos y gamos, y delganado mayor, que llaman vicuña, que es menor decuerpo y de lana finísima, era muy grande; que mu-chas veces, y según que las tierras eran unas de máscaza que otras, pasaban de veinte, treinta y cuaren-ta mil cabezas, cosa hermosa de ver y de mucho re-gocijo. Esto había entonces, ahora, digan los pre-sentes el número de las que se han escapado del es-trago y desperdicio de los arcabuces, pues apenas sehallan ya huanacos y vicuñas, sino donde ellos nohan podido llegar” (citado en F. Pease 1992).

LA ADMINISTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN

Los cronistas han coincidido en señalar el éxitoconseguido por los incas en la administración de laproducción. Para lograrlo se valieron de estructuras

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Patio ceremonial inca en La Centinela en el valle de Chincha.

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preexistentes y de la creación de otras nue-vas. En este proceso jugó un rol preponde-rante el establecimiento de normas que regu-laban las contribuciones de las diferentes re-giones y etnias. Los grupos étnicos debíanaportar mano de obra, que permitía la cons-trucción de la infraestructura necesaria, yproductos. Estas obligaciones se encontra-ban enmarcadas dentro del servicio que “porturnos” debía realizar la población a favor delestado. En el caso de los tambos, por ejem-plo, Cobo afirma que eran construidos por elgrupo étnico en cuya región se encontrabanubicados. También menciona que a esta obli-gación se sumaba el tener que proporcionarel personal para su mantenimiento.

La distribución de la producción era unode los aspectos más importantes de la orga-nización inca. En su correcta ejecución des-cansaba el éxito del estado como proveedorde bienes, función enmarcada dentro de lasrelaciones de reciprocidad y redistribución.Las fuentes mencionan la existencia de unaburocracia dedicada en forma exclusiva a ladistribución de la producción. Hablan decontadores locales, de inspectores-visitado-res y distinguen funcionarios de un nivel je-rárquico menor a los identificados como ma-yordomos, capataces y guardianes. Es proba-ble que estos últimos procediesen de las et-nias locales y cumplieran tales funciones co-mo parte de su mita al estado. Al respectoBernabé Cobo señala que en los centros ad-ministrativos había un gran número de gente,procedente de los pueblos vecinos, que se ha-llaba cumpliendo con su turno de trabajo. Y Ciezade León habla de 40 000 personas sirviendo en Vil-cas, donde había un gran templo, casas del Inca y700 collcas con maíz y armas (J. Murra).

Los excedentes estatales eran ampliamente dis-tribuidos. Servían para mantener a los linajes incai-cos, a los encargados del culto, a la burocracia y alejército. Los cronistas afirman que era obligacióndel inca cuidar de los doce linajes que residían en elCuzco. Juan de Betanzos, casado con una hija deHuayna Capac, afirma que cada cuatro días se depo-sitaban en la plaza del Cuzco grandes pilas de todaclase de comida y los doce linajes tomaban de allí loque les correspondía, de todo lo cual se llevaba unacontabilidad detallada. Como señala Murra, la in-formación que proporciona Betanzos, aunque muyimportante, es limitada porque no aclara si eran es-

peciales los depósitos de donde se tomaban esasprovisiones.

Según las crónicas, cualquier persona que traba-jara para el estado, fuera como agricultor en las cha-cras estatales, como chasqui (mensajero) o en laconstrucción de obras públicas tenía derecho a sermantenido durante su turno de trabajo. En el casode los mitmaqkuna que eran transferidos de unaprovincia a otra, tenían derecho a recibir bienes delos depósitos del estado durante los dos primerosaños de residencia en la nueva localidad. Los fun-cionarios estatales que tenían a su cargo la adminis-tración de una región, así como los que sólo cum-plían una función temporal se aprovisionaban enlos tambos y depósitos del estado. De la misma ma-nera procedían los soldados cuando se encontrabanen campaña.

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Detalle de vía incaica en San Damián, Lima.

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Los depósitos del culto, donde se almacenabanlas cosechas de sus tierras y otros productos, esta-ban destinados sobre todo a los sacrificios. En lasceremonias se empleaban grandes cantidades demaíz para la elaboración de la chicha y de los bo-llos. En ocasiones especiales se quemaban ritual-mente muchos tejidos y se sacrificaban llamas. Noexiste sin embargo la seguridad de que todos losbienes utilizados en las ceremonias provinieran delos depósitos del culto, dado que la información alrespecto es muy escasa, Polo de Ondegardo es unode los pocos cronistas que incluye referencias sobrela forma en que el culto se abastecía de productos.

El abastecimiento de los grupos étnicos estaba acargo de las personas que los conformaban. El esta-do no tenía la posibilidad de encargarse de esa ta-rea. La sociedad local continuó organizando los es-fuerzos de sus miembros de un modo que asegura-ra el acceso de todos a los bienes estratégicos delgrupo, tal como lo había hecho antes de la con-quista inca. El estado inca no intervino mucho enla organización interna de los grupos étnicos. Notomó parte, por ejemplo, en las formas locales detenencia de la tierra, en su distribución, ni en lasmedidas tradicionales tomadas por los grupos paraasegurar su bienestar. Mientras la población cum-pliera con las obligaciones asignadas por el estado,no existía el peligro de una intervención en la for-ma tradicional de organización de las sociedadesconquistadas.

Al respecto puede argumentarse –según Murra–que a la larga tal sistema no podría durar. En rela-ción con ello se ha llamado la atención sobre los

mitmaqkuna, la crecientepoblación de acllas y ya-nas, las concesiones detierras en propiedad pri-vada efectuadas por el in-ca, todo lo cual a largoplazo amenazaba la auto-suficiencia de las etnias.

Es evidente que esta situación podía llegar a darse.Sin embargo para 1532, cuando fue detenido el de-sarrollo del Tahuantinsuyo, la mayoría de las etniaseran todavía económicamente autosuficientes (J.Murra).

LOS CAMINOS

El primero de una extensa red de caminos era elqhapaq ñam (camino del señor). A partir del sigloXVI se le denominó “camino del inca”, aunque enrealidad muchos de sus trazos procedían de la épo-ca Huari. Los cronistas abundaron en descripcionesde los caminos a los que con frecuencia compararoncon las grandes vías romanas. Cieza de León afirmaque los curacas de la costa, por orden de los incas,hicieron un camino de quince pies de ancho, conárboles que proporcionaban sombra, y que se man-tenía siempre limpio (F. Pease).

En la sierra había también un camino longitudi-nal equivalente al costero, con una serie de caminostransversales. Varios cronistas destacaron que el ca-mino serrano iba preferentemente siguiendo la pu-na, es decir, por las zonas más altas, existiendo in-gresos a los valles cuando así convenía. Los caminosserranos estaban construidos con piedra en lajas ycon frecuencia se hacían escaleras para poder fran-quear las alturas (F. Pease).

LOS PUENTES

Los incas, como los demás hombres andinos,pusieron un interés especial en la construcción de

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Los excedentes del estado eranconservados en depósitos yredistribuidos por el inca a lasunidades étnicas con las quehabía establecido relaciones deparentesco. En la imagen,recinto administrativo deTambo Colorado, Ica.

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puentes, algunos de los cuales continúan en funcio-namiento en la actualidad. Los puentes tuvieron di-versas formas y fueron fabricados de diferentes ma-teriales. Los más famosos son los fabricados con so-gas de fibras de maguey o de totora, para lo cual seutilizaban tres sogas longitudinales, la inferior pa-ra el camino y las otras dos para las barandas. Otrotipo de puente se fabricaba colocando dos sogas enla base, unidas por ramas dispuestas sobre ellas (F.Pease).

Por los materiales utilizados los puentes reque-rían de reconstrucciones periódicas. Tanto esta ta-rea como su mantenimiento estaban a cargo de tra-bajadores por turno (mitani).

LOS TAMBOS

Los tambos, construidos a lo largo de loscaminos, fueron denominados “posadas” porlos españoles del siglo XVI. Pease señala quees posible que efectivamente los tambos ha-yan funcionado como alojamiento de los via-jeros, pero la estructura de sus depósitos hacepensar en varios usos distintos. Los cronistasmencionan con mayor frecuencia su utiliza-ción como alojamiento para los ejércitos delinca, y para los numerosos cargadores que

conformaban su cortejo ritual. El in-formante de Pedro Pizarro, que antesde 1532 había transportado en dosocasiones maíz estatal desde Caja-marca, le dijo que por las noches pa-raban a pernoctar en los tambos. ASancho de la Hoz le informaron quelos tambos eran hosterías para losfuncionarios encargados de inspec-cionar los cultivos y obras estatales.Otras fuentes señalan la existencia detambos destinados de forma especialpara servir de alojamiento al gober-nante cuzqueño cuando se encontra-ba recorriendo el territorio del Ta-huantinsuyo.

Las crónicas, los documentos delsiglo XVI y la moderna arqueologíacoinciden en señalar que los tambosno servían únicamente para aprovi-

sionar a los viajantes, sino que se hallaban integra-dos a la red redistributiva del poder incaico. En lostambos se guardaba todo género de vituallas, ropade lana y de algodón, así como armas. Es muy posi-ble, como sugiere Pease, que los repartos de ropa yalimentos que solía hacer el inca durante sus viajesse hiciesen en buena parte con los bienes almacena-dos en los tambos diseminados a lo largo de las ru-tas que el inca transitaba.

La distribución de productos, según se ha podi-do ver, jugaba un rol preponderante en la organiza-ción incaica. El estado inca basaba su éxito en el ac-ceso rápido y eficiente a los recursos que necesitabapara cumplir con sus distintas obligaciones. De ahíla construcción de amplias instalaciones de almace-

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Los tambos cumplieron funciones de alojamiento yalmacenamiento en el Tahuantinsuyo. Fueron

construidos a lo largo del camino incaico y la calidadde sus depósitos asombró a los primeros europeos que

llegaron a los Andes.

Puente de bejucos en el Perú del siglo XVIII. Los incas pusieron especialatención en la construcción y mantenimiento de los puentes a lo largo del

Tahuantinsuyo.

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namiento en el Cuzco y en los centros administrati-vos. Pero como estas instalaciones no eran suficien-tes para que el sistema funcionara de forma óptima,se construyeron depósitos a lo largo de los caminosprincipales.

Es conocido que la política de almacenamientode recursos alcanzó notorio desarrollo en los Andes,especialmente durante el Tahuantinsuyo. La ideaera que en corto tiempo y con poco gasto de ener-gía el estado pudiera proveerse de lo que necesita-ba. Los tambos construidos a lo largo de los cami-nos cumplieron por lo tanto también la función dedepósitos. Los primeros cronistas del siglo XVI lla-maban ya la atención sobre las collcas (depósitos)que hallaron en sus primeras andanzas por las tie-rras andinas, con variados productos (alimentos, te-jidos y armas).

La construcción de los tambos estaba a cargo delos grupos étnicos locales, los cuales –dentro delservicio de la mita– estaban obligados, de acuerdocon el turno que a cada quien le correspondía, nosólo a abastecer al tambo con productos sino tam-

bién a atender a los usua-rios y a distribuir oportu-

namente los bienes almace-nados en sus depósitos

(F. Pease).El espacio interior de

los tambos se dividía entrehabitaciones y almacenes,y su tamaño era variado.Algunos cronistas, como

Pedro Pizarro y Cieza de León,afirman que había algunos lo bastante

grandes como para que en ellos pudiera descansar yser equipado “todo un ejército”. Bernabé Cobomenciona haber visto tambos cuyas dimensionesfluctuaban entre 35 y 100 m por entre 10 y 17 m.Estos tambos servían especialmente para quienesviajaban por asuntos de estado, para los peregrinos,para el ejército y algunas veces el inca y su séquitose detenían en ellos para alimentarse y pernoctar.Murra sugiere que la construcción de tambos en loscaminos secundarios, lejos de las aldeas, tenía comofin reducir la tentación de asolar las chacras. Loscronistas afirman que la rapiña y el despojo que losmiembros del ejército cometían a su paso por lospueblos eran castigados con azotes y a veces con lamuerte (J. Murra).

LOS DEPÓSITOS

Las collcas (depósitos) se encontraban distri-buidas a lo largo de todo el territorio del Tahuan-tinsuyo. Consistían en hileras de edificios de pie-

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Ushnu de Tambo Colorado,Ica.

Depósitos en Cotopachi(Bolivia), según el dibujo deGeraldine Byrne de Caballero.Tomado de Huaycochea 1994.

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dra techados con paja, algunos de ellos ubicados enlos cerros. Estos depósitos fueron construidos conla finalidad de almacenar en ellos una considerablevariedad de productos. En unos se guardaba ali-mentos, en otros armas, adornos y herramientas,pero los más numerosos eran los que contenían la-na, algodón y ropa. Los depósitos de alimentos fue-ron los que más sorprendieron a los cronistas. Ber-nabé Cobo menciona que cuando las tropas de LaGasca pasaron por Jauja y su valle encontraron tan-tos alimentos en los depósitos allí existentes que

durante más de siete meses notuvieron que preocuparse porlas provisiones. Quince añosdespués de la entrada de losespañoles a Cajamarca, el siste-ma de depósitos todavía seguíafuncionando. Polo de Ondegar-do, por ejemplo, pudo obteneren los almacenes de Xauxa pro-visiones para alimentar a cercade 2 000 hombres durante sietesemanas. Según los cálculos delcronista, a pesar de los años depillaje y desarticulación del sis-tema, había más de 15 000 fa-negas de comestibles.

La tradición oral le atribuyea Pachacuti la organización delos depósitos. Su función en unprimer momento habría sidoalmacenar comida para los sol-

dados que extendieron losdominios del Tahuantinsu-yo y para los pobladoresque se encargaron de la re-construcción del Cuzco.Para 1532, cuando lleganlos españoles, ya había entodas partes grandes depó-sitos. Pedro Pizarro consig-na en su crónica el testimo-nio de un hombre, origina-rio de Cajamarca, que ha-bía participado en dos oca-siones en el transporte decargas de maíz desde Caja-marca hasta el Cuzco. Elhombre le contó que cuan-do llegaban a su destino losenviaban a un lugar dondese encontraba guardado to-

do lo proveniente de Cajamarca.Esos traslados desde las provincias se hacían en

los meses de abril y mayo coincidiendo con la fies-ta del Raymi, el festival estatal de la cosecha, aun-que es probable que ante la necesidad del estado eltransporte de productos podía ser ordenado encualquier momento. Bernabé Cobo señala que loque se enviaba al Cuzco desde las provincias no eraun monto fijo: “Esa cantidad que al Cuzco llevaba,así la de la hacienda del rey como de la religión noera siempre una sino conforme habían sido las co-

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Las collcas eran depósitosde almacenamiento en los

que se conservaba diversostipos de productos y bienes:armas, vestidos, alimentos,

entre otros. En lailustración, depósitos enIncawasi, Cañete, Lima.

Conjunto de depósitos enInkaracay, Cuzco. Loscronistas distinguían variostipos de depósitos: así,había algunos destinadospara el maíz, como el deVilcas, otros para lostejidos y algunos paradiversas variedades dealimentos.

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sechas y la abundancia o escasez que había en losdepósitos...teniéndose consideración a que siemprequedasen...bastantemente proveídos para los gastosordinarios y necesidades ocurrentes...” (Cobo cita-do en J. Murra 1978).

Todas las fuentes han dado muestras de asombrorespecto del número y tamaño de los depósitos.Francisco de Jerez, uno de los testigos presencialesde la invasión, dice que en Cajamarca había “casasllenas de ropa liada en fardos arrimados hasta los te-chos...Los cristianos tomaron lo que quisieron y to-davía quedaron las casas llenas que parecía no ha-ber hecho falta la que fue tomada...”. El Cuzco, co-mo capital del Tahuantinsuyo, contaba con un nú-mero “increíble” de depósitos de diferente tipo re-pletos de lana, cuerdas, telas finas y bastas, trajes demuchas clases, plumas y sandalias (J. Murra).

El cronista Pedro Pizarro al describir los depósi-tos cuzqueños señala lo siguiente: “Contaré agorade lo que en este Cuzco había cuando en él entra-mos, que era tantos depósitos que había de ropasmuy delicadas y de otras más bastas...había depósi-tos de unas plumas de tornasol verde dorado; era lapluma muy menudita que criaban unos pajaritosque son poco mayor que cigarras, que por ser chi-quititos los llaman pájaros comines; crían estos pa-jaritos solamente en el pecho esta pluma...de estapluma hacían vestidos que ponía espanto donde sepodía haber tanta cantidad de este tornasol” (Cita-do en F. Pease 1978).

La estratégica distribución de los depósitos fueotro de los puntos que llamó la atención de los es-pañoles. Por lo general, estaban construidos en laszonas más altas y secas. La edificación de las coll-cas, así como el proceso de almacenamiento de losproductos, se hacían dentro del sistema de mita(trabajo por turnos). Los depósitos construidos porlos grupos étnicos, donde se almacenaba la produc-ción destinada al consumo cotidiano, estaban a car-go de los curacas. Pero las crónicas indican que losdepósitos construidos por el poder central, dondese almacenaban los bienes que debían servir paraalimentar las mecánicas de la redistribución cuz-queña, estaban a cargo de funcionarios especializa-dos, llamados collca camayoc (F. Pease).

Los cronistas distinguen varias clases de depósi-tos. Los construidos en cada centro administrativo“provincial” tenían instalaciones para el almacena-miento de los productos de las actividades estatales.Es difícil estimar con precisión el volumen de estosdepósitos. Cieza de León dice que había más de 700“casas” llenas de maíz y pertrechos bélicos en Vil-

cas, un importante nudo de transportes en la sierra.Francisco de Jerez menciona que en Coaque, ubica-do en la costa ecuatoriana, encontraron tal cantidadde tejidos y alimentos como para que los españolespudieran mantenerse por tres o cuatro años, a pesarde que en esta región la dominación inca no habíallegado nunca a ser muy firme. Sobre los depósitosde Huacabamba, un pequeño asentamiento en eldesierto más al sur, señala que vio “dos casas llenasde calzado y panes de sal y un manjar que parecíaalbondigas y depósitos de otras cosas para la huestede Atabalipa”.

La función más celebrada de los depósitos esta-tales fue la acumulación de excedentes con fines debeneficencia. Esta información proviene de los cro-nistas mestizos Blas Valera y Garcilaso, quienes hi-cieron hincapié en el bienestar que el Tahuantinsu-yo se preocupó de proporcionar a la población. Conrespecto a los depósitos afirman que fueron creadospor el estado para la provisión de reservas que po-

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Restos de Incawasi, en Cañete. Para el culto se destinarondepósitos específicos; Polo de Ondegardo, el influyente jurista

del siglo XVI, señalaba que las cosechas de los dioses seguardaban en almacenes separados de las del Estado.

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dían ser usadas para abastecer a la población enépocas de carestía. Los dos sintieron que sus ante-pasados maternos eran mal comprendidos y subes-timados y se propusieron dirigirse al público euro-peo para enmendar la situación. Con frecuenciaofrecen informaciones excepcionales y muy valio-sas, gracias a su conocimiento del quechua y de lacultura andina, pero hay que manejarlos con muchacautela cuando tocan temas que, a su modo de ver,los europeos no lograrían entender.

Con respecto a los depósitos parece ser que lascosas fueron diferentes a como ellos las mostraron.Los depósitos estatales tuvieron diversas finalida-des, aunque numerosas fuentes destacan que laprincipal fue proveer de bienes al ejército y al esta-do. Autores como Cieza de León y Polo de Onde-gardo indican que los depósitos eran consideradosobjetivos militares. Los españoles al avanzar desdeCajamarca hacia el Cuzco encontraron con frecuen-cia que los ejércitos de Quisquis, al retirarse, habíanquemado los depósitos ubicados a lo largo de la ru-ta. Los cronistas a menudo describen los depósitosprovinciales en términos puramente militares (J.Murra).

El culto también poseía sus propios depósitos.Polo de Ondegardo dice que las cosechas de las cha-cras de las divinidades se almacenaban separadas delas del estado. Los bienes guardados en estos depó-sitos servían para los sacrificios que se realizaban enhonor de las divinidades. En todos los casos los mi-tayos que trabajaban en el aprovisionamiento de es-tos depósitos eran alimentados con los productosprocedentes de ellos.

Algunos cronistas señalan que los grupos étni-cos tenían depósitos comunales, lla-mados sapsi, que servían paraalimentar y proveerde lo necesario a“las viudas y loshuérfanos”. Al respecto Guaman Pomadice que llevaban comida para “mete-llos en los depocitos y despensas delos yndios pobres y de las comuni-dades y de los caciques principa-les en todo el reyno”.

Un uso adicional de los de-pósitos era el almacenamientode objetos preciosos, particu-larmente tejidos, para dádivaspor parte del inca y sus gober-nadores. En un sistema redis-tributivo, los signos exteriores

del favor estatal son particularmente estimados, yalgunas fuentes mencionan tales dádivas como unode los principales objetivos de la red de almacenes(J. Murra).

LOS QUIPUS

Los quipus eran cuerdas anudadas de uno o va-rios colores que servían para guardar información.Se les identifica mayormente como un sistema decontabilidad, aunque servían también como un re-curso mnemotécnico que permitía recordar hechosacontecidos. Los quipus fueron conocidos por loscronistas, quienes hablaron detenidamente de ellosy emplearon la información que contenían, inter-pretada y proporcionada por los quipucamayoc, es-pecializados en su manejo.

El quipu consta de una cuerda principal –sin nu-dos– de la cual se desprenden otras generalmenteanudadas y de diversos colores, formas y tamaños.Puede haber cuerdas sin nudos, como tambiéncuerdas que no se desprenden de la principal sinode la secundaria. Los especialistas contemporáneospiensan que los colores y quizás la forma de trenza-do de las cuerdas indican los objetos, mientras quelos nudos harían referencia a las cantidades, inclu-yendo el número cero. Entre los quipus conocidoshay una gran variedad de tamaño y complejidad,pues van desde los muy simples hasta los que tienenmás de mil cuerdas (F. Pease).

Los quipus fueron utilizados por el estado incapara una mejor organización de la producción, lle-vando el registro de los pobladores de cada uno de

los grupos étnicos queentregaban su fuerza de

trabajo a través de la mita.También se usaron para registrar

lo almacenado en las collcas,para lo cual todo depósito te-

nía su quipucamayoc resi-dente. Cieza señala queen cada capital de pro-vincia había un quipu-camayoc encargado detodas las cuentas, inclu-so las relativas a los tex-tiles. De acuerdo con laimportancia del depósi-to algunos de estos con-tadores pudieron haberpertenecido al linaje delinca (J. Murra).

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El quipu brindaba información estadística y servía pararecordar determinados hechos históricos. Los

especialistas consideran que los colores y la forma deltrenzado proporcionan información sobre los objetos, en

tanto que los nudos aluden a las cantidades.

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Una de las principales preocupaciones de los es-pañoles, desde su llegada al área andina, fue cono-cer las características de la religión de los hombresque allí habitaban para lograr éxito en su laborevangelizadora. Sin embargo, a pesar de su interéstuvieron muchas dificultades para proporcionar unaevidencia relativamente imparcial. Esta situación,como señala Franklin Pease, hace que sea uno delos temas más controvertidos de la historia andina.

El problema surge porque los autores de los si-glos XVI y XVII buscaron entender la religión andi-na desde el punto de vista del catolicismo. Por esarazón, identificaron a la religión incaica como obradel demonio, manifestando que se trataba de idola-tría. Al recoger los relatos míticos hicieron una se-lección favoreciendo a aquellas divinidades que po-dían identificarse con el dios cristiano y a las quepodían ser fácilmente concebidas como “vencidas”por la invasión. Otras divinidades o cosas sagradas–a las que los españoles dieron el nombre genéricode huacas– fueron consideradas divinidades meno-res y aparecen en las crónicas como manifestacioneslocales de la actividad del demonio e identificadascon frecuencia con los dioses familiares romanos.En las crónicas y en los documentos referentes a laextirpación de idolatrías son presentadas bajo lascategorías romanas de los dioses lares y penates (F.Pease).

LA COSMOVISIÓN ANDINA

Los mitos andinos hablan sobre el ordenamien-to del mundo, el origen de los hombres y de los ani-males, la aparición de las enfermedades y sus res-pectivos remedios, etc. Su estudio y el de las tradi-ciones orales permiten entender la cosmovisión y eluniverso ritual andino. Las crónicas presentan di-versas versiones del ordenamiento del mundo, dise-ñado y puesto en marcha por las divinidades. El es-pacio y el tiempo son ordenados al mismo tiempoque los hombres. En resumen, los dioses andinos seencargan de convertir el caos en cosmos.

A través de los mitos de ordenación del mundola población andina explica su origen y el de las

plantas y de los animales que posee. El lugar dedonde proceden, al que llaman pacarina, puede serun cerro, un puquio, una laguna, un volcán, unacueva y hasta los huecos existentes en los troncosde árboles viejos. Las pacarinas pueden estar ubica-das fuera del territorio del grupo étnico, a veces enparajes muy lejanos. Estos lugares son consideradosen los Andes como “lugar de producción” de hom-bres y de animales.

Esta explicación sigue vigente en las tradicionesorales contemporáneas. Los pobladores andinossuelen depositar ofrendas en estos lugares pidiendola perpetuidad del grupo étnico en la tierra y la re-producción de sus animales. El tinkuy, lugar de

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Pared lateral del templo del Sol, Cuzco.

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confluencia de dos ríos, era particularmente sagra-do. Después de terminada la siembra, cuando se es-peraba el crecimiento natural de las aguas, era usualque se realizaran allí sacrificios pidiendo a los ríosque no dejaran de fluir y regaran las chacras.

La población creía que cada planta alimenticiatenía un espíritu protector al que llamaban conopa.Las conopas eran los mejores frutos, separados en lacosecha para realizar luego con ellos una ceremoniade agradecimiento. Se pensaba que de esta manerael espíritu del fruto haría que la cosecha rindiera almáximo. La conopa de maíz recibía el nombre desaramama (madre del maíz), la de la papa papama-ma, la del ají uchumama, la de la coca cocamama,etc.

Los animales domésticos también tenían susprotectores que recibían el nombre de illas. Lasillas, confeccionadas de piedra y representando enminiatura al respectivo animal, eran enterradas enlos corrales y lugares sagrados, como los cerros, pa-ra conseguir la reproducción continua de los hatos.

Se solía guardar las piedras que poseían formas es-peciales, semejantes a hombres, animales y plantas,porque se pensaba que tenían un poder mágico. Seles llamaba también conopas o illas, y eran asimis-mo objeto de ceremonias. Por ejemplo, la conopaque protegía el hogar –denominada huasicamac–era colocada cerca al fogón, lugar principal de la ca-sa, donde periódicamente se le brindaba ofrendas.La población creía que estas piedras tenían la facul-tad de proteger a quien las poseía y, si tenían la for-ma de algún animal o planta, de asegurar su repro-ducción.

Para la población andina el espacio y el tiempoeran sagrados, por lo tanto tenían una explicaciónmítica y una representación ritual. Las crónicascontienen una gran cantidad de mitos en los cualesse presenta una concepción dualista del espacio. Deacuerdo con la región, éste aparece dividido en ha-nan y urin, allauca e ichoc, alaasa y massaa, etc. Elespacio era concebido como una suma de los ámbi-tos diseñados en la ordenación del mundo que Wi-racocha efectuó en Tiahuanaco. El espacio era en-tendido también como mundo, tierra, lugar.

En la cosmovisión andina el mundo estaba divi-dido en tres planos: Hanan pacha (el mundo de arri-ba), Kay pacha (el mundo de aquí) y Ucu pacha oUrin pacha (el mundo de abajo). Al respecto Fran-klin Pease señala que cabe la posibilidad de que setrate de un traslado de la imagen ternaria europea ycristiana. Señala que posiblemente los mundos eran

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Detalle de un felino en Huánuco Pampa, Huánuco. Los mitosandinos hacen alusión a las divinidades y cómo ellas han

creado el universo y a los hombres.

Llama en miniatura hecha en lámina de plata. Este tipo deobjetos eran utilizados como ofrendas a los dioses andinos;

representaban a los animales que estaban estrechamentevinculados a la vida rural en los Andes.

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Hanan pacha y Urin (Ucu) pacha y que el Kay pa-cha podría haber sido un lugar de unión o encuen-tro (tinkuy).

El tiempo era representado en forma cíclica. Loscronistas presentan diversas versiones de las eda-des del mundo. Los mitos de Huarochirí, recogidospor Francisco de Ávila, mencionan la existencia decuatro edades. La característica principal de la divi-sión del tiempo en esa región está dada porque eltriunfo de una divinidad da inicio a una nuevaedad. La primera edad corresponde a YanañamcaTutañamca, la segunda a Guallallo Carhuincho, latercera a Pariacaca y la cuarta a Cuniraya, tambiénllamado Cuniraya Uiracocha.

La versión más compleja sobre las edades delmundo es la que presenta Guaman Poma, quienmenciona cuatro edades anteriores a los incas: UariUiracocha runa, Uari runa, Purun runa y Auca pa-cha runa, que se inician con la aparición del hom-bre en los Andes. A lo largo de estas edades loshombres habrían pasado por diversas etapas carac-terizadas por el perfeccionamiento de la agricultu-ra, el crecimiento de la población y la aparición delas guerras. La cuarta edad aparece como una co-yuntura especial donde los señoríos étnicos ha-brían alcanzado su perfección. Al llegar a su fin, seda inicio a la quinta edad (Inca pacha runa) queGuaman Poma identifica con el tiempo de los in-cas. Según el cronista esta edad se caracteriza porser el tiempo en que los incas se impusieron a loshombres andinos e inauguraron la “idolatría”. Gua-man Poma afirmaba que en Uari Uiracocha (prime-ra edad) los hombres habían conocido al dios ver-dadero, pero que este conocimiento se había idoperdiendo hasta desaparecer en el tiempo de los in-cas (F. Pease).

La población andina creía en la posibilidad depredecir el futuro. De acuerdo con la región utili-zaban diversas modalidades, aunque la callpa, porejemplo, se practicaba en todo el Tawantinsuyo.Esta ceremonia de adivinación se efectuaba previaa todo acto importante y consistía en extraer elcorazón de un camélido para “leer” en él los au-gurios.

Los oráculos eran visitados con frecuencia porpersonas de todos los grupos sociales e incluso elinca muchas veces tomaba decisiones importantesde acuerdo a sus predicciones. Los más famososfueron el de Pachacamac, el de Apurímac, el deChinchaycamac en Chincha, el de Mullipampa enQuito y el de Catequil en Huamachuco (M. Rost-worowski).

LAS DIVINIDADES

El número de divinidades en el área andina erainmenso. Estos dioses habitaban el cielo y la tierra,cumpliendo una diversidad de funciones de acuer-do a las cuales se establecía una jerarquía. La po-blación andina creía que los dioses, sobre todo losantropomorfos, tenían los mismos patrones de con-ducta que los seres humanos. Las divinidades andi-nas manifestaban el mismo tipo de afectos, odios,sentimientos y pensamientos que los hombres. Losdioses por lo tanto tenían esposas, hijos, peleabanentre ellos y podían tomar partido en las disputasde los seres humanos.

La mayor parte de sus dioses eran inmortales,pero otros fallecían como Tunupa. Según el mito, eldios murió cuando se encontraba navegando enuna balsa por el sur del lago Titicaca. La embarca-ción al ser llevada por el viento chocó en las orillasde Chacamarca, abriendo con su proa el río Desa-guadero.

La población creía que los dioses podían comu-nicarse con los hombres a través de los oráculos.Las representaciones que hacían de sus divinidadesen arcilla, madera, metal o piedra tenían, de acuer-do con sus creencias, la facultad de cobrar vida yexpresar sus deseos o responder preguntas. El sa-cerdote del templo se encargaba de interpretar lomanifestado por la divinidad. Los dioses, por sertales, no podían equivocarse en sus predicciones,Pero cuando esto sucedía la población renegaba deellos. El inca Atahualpa fue todavía más drástico:destruyó el oráculo de Catequil en Porcón por ha-berle dado una información falsa (W. Espinoza).

Los dioses exigían a los hombres que no se olvi-daran de ellos. La población andina sentía que esta-ba obligada a entregarles períodicamente ofrendaspara poder contar con su protección. En el caso delos sacrificios asociados al agua las ofrendas máscomunes eran las conchas marinas (mullu) enteras,partidas y también en polvo, de acuerdo con lo quela población consideraba más del gusto de la divi-nidad. En Huarochirí, por ejemplo, se creía que alos dioses les gustaba el sonido que hacía el mullual masticarlo. Las crónicas y los documentos sobrela extirpación de idolatrías mencionan que el mu-llu era depositado en las fuentes, los pozos, losríos, las lagunas y el mar para pedir un clima pro-picio y salud (J. Murra).

Las más importantes divinidades femeninas fue-ron la Luna, la Mamacocha (madre mar) y la Pa-chamama (madre tierra). La Luna era venerada so-

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bre todo por las ñustas,las pallas y las coyas de laetnia inca. A Mamacochay Pachamama se les creíaencargadas de velar por elmantenimiento humano.Los pobladores andinossostenían que gracias aellas el mar y la tierra, lasdos fuentes más grandesy pródigas de recursosalimenticios, eran de fe-cundidad inagotable. Es-tas diosas estaban muyvinculadas a la produc-ción agraria y a la pesca.

PachamamaEs claramente recono-

cida como la divinidad dela tierra e identificada co-mo diosa de la fertilidad, cuya función principal esla producción de los alimentos. En la informaciónde las crónicas como en la contemporánea esta divi-nidad es personificada como una niña pequeña quevive en el interior de la tierra o de las montañas,siendo por ende una divinidad ctónica (F. Pease1992).

En las ceremonias ligadas sobre todo a la siem-bra y a la cosecha la población ofrendaba a la tierrachicha, coca, sebo y mullu, para pedirle buenosfrutos, que alejara las heladas y protegiera los sem-bríos. La chicha, bebida ritual por excelencia, de-

sempeñaba un rol especialmente importante en lasceremonias en honor de la Pachamama. El brindisritual, llamado tinca, se hacía con chicha preparadaespecialmente. En el tiempo de la cosecha, porejemplo, antes de colocar las semillas en los surcosse ofrecía de beber a la tierra. Asimismo, toda per-sona que bebía chicha estaba obligada a darle debeber a la tierra para que no se resintiera ni la cas-tigara.

El olvido voluntario o involuntario de los cita-dos rituales disgustaba y ofendía a la Pachamama,divinidad por la que la población sentía un gran

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El panteón andino estabaintegrado por numerosasdivinidades que habitaban tantoel cielo, como la tierra y elsubsuelo. En la imagen untemplo incaico en El Salitre,valle de Mala, Lima.

La Pachamama es la madretierra cuyos frutos permiten la

sobrevivencia del grupo. Cultivode papas en el valle de

Moquegua.

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respeto. Una persona antes de echarse o sentarse enla tierra debía hacerle una ofrenda. En caso contra-rio la divinidad podía mostrar su enojo provocán-dole enfermedades mágicas como el huari, el cha-cho o la chapla. Para recuperar la salud había querealizar una serie de rituales en los que jugaba unrol principal la entrega de ofrendas (W. Espinoza).

WiracochaEra la divinidad del mundo de arriba. En los mi-

tos cuzqueños Wiracocha sale del fondo del lago Ti-ticaca para ordenar el mundo donde vivían loshombres en completa oscuridad y en muchos deellos aparece formando pareja con Pachamama. Loscronistas que recogieron su información en el áreasur del Perú, entre el Cuzco y el lago Titicaca, iden-tificaron a Wiracocha como la divinidad más im-portante. Sin embargo, en algunas crónicas se seña-la que su culto era menor que el del Sol. Al respec-to Franklin Pease sostiene que es probable que setrate de una divinidad muy antigua que habría per-dido importancia al expandirse los incas.

Waldemar Espinoza señala la posibilidad de queel culto a Wiracocha se haya difundido desde el Ho-rizonte Medio, cuando huaris y puquinas configu-raban un estado de gran extensión territorial en elperímetro andino. Esta divinidad era conocida tam-bién con el nombre de Imaimana Wiracocha y des-crita con siete ojos alrededor de la cabeza, que lepermitían ver todo lo que ocurría en el mundo.

En los mitos cuzqueños Wiracocha realiza la pri-mera ordenación del mundo. Hizo subir al cielo alSol y a la Luna, originando así la luz. Luego proce-dió a dividir el mundo en cuatro partes: Chinchay-suyo (al oeste), Collasuyo(al este), Antisuyo (al nor-te) y Contisuyo (al sur), yordenó a los hombres salirde las cuevas, de las fuen-tes, de los precipicios (esdecir del subsuelo) en lasregiones del Chinchaysu-

yo y Collasuyo. Sus “ayudantes” hacían lo propio enAntisuyo y Contisuyo. Una vez realizada su laborWiracocha sigue el camino del Sol, perdiéndose enel oceáno (F. Pease).

PachacamacFue una divinidad muy importante cuyo adora-

torio quedaba al sur de Lima. Sin embargo, no se lepuede considerar una divinidad costeña porque eraadorada en distintas regiones. Los cronistas lo iden-tificaron como el equivalente de Wiracocha, es de-cir que compartía los atributos de ordenador delmundo, y también como un dios subterráneo, pro-ductor de terremotos y a la vez de alimentos. En al-gunos mitos Pachacamac aparece como dios del cie-lo y esposo de Pachamama (F. Pease).

TunupaEra una divinidad originaria del área del altipla-

no y del Collasuyo (Arequipa-Moquegua). Siguien-do el mito, Waldemar Espinoza sostiene que es an-terior a Ticsi Wiracocha, divinidad de huaris y pu-quinas, lo que lo lleva a pensar que su origen pue-de remontarse a la época pre-Puquina ypre-Tiahuanaco. La función que debía de cumplirTunupa de acuerdo con el mito era la de poner or-den en el mundo, por lo que los hechos que se leatribuyen se confunden con los de Ticsi Wiraco-cha. Se indica que estaba acompañado por Tarapa-cá y Taguapaca, quienes debían ayudarlo en elcumplimiento de su misión. A esta divinidad se leidentifica con el rayo y con los volcanes, a los cua-les gobernaba. También tenía poder sobre lasaguas, controlando los aluviones.

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Una vista del santuario dePachacamac, en Lima. Esta

divinidad de la costa centraldel Perú era una de los más

importantes en el panteónandino y su santuario uno de

los centros religiosos conmayor prestigio en el Perú

antiguo.

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El culto solarEn las crónicas el Sol, también conocido

como Inti o Punchao, aparece como la divi-nidad más importante del Tahuantinsuyo.Era considerado el dios fertilizador de la tie-rra, por lo que en algunos mitos aparece for-mando pareja con Pachamama. Entre sus fa-cultades estaba la de proporcionar salud, vi-da y paz. Asimismo era adorado por sereterno. El inca como hijo del Sol (Intichuri)cumplía la función de representarlo en latierra y compartía con él su sacralidad.

El culto solar es descrito en las crónicascon las características de la organización dela iglesia católica. Así, se señala la existenciade una jerarquía de sacerdotes dedicados asu culto, vinculados a la dirigencia del Cuz-co. La máxima autoridad entre ellos era elhuillac umu, elegido entre los miembros delas panacas cuzqueñas. Algunas crónicasmencionan que este cargo recaía en uno de los her-manos del inca.

Los cronistas señalaron la existencia de un cultooficial incaico, llegando algunos a sugerir que exis-tió una suerte de “evangelización”, mediante la cualse impuso y expandió el culto solar sobre las pobla-ciones conquistadas. Al respecto otras fuentes hanpermitido conocer que no existió un único culto enel Tahuantinsuyo. Los incas permitieron que lospueblos conquistados mantuvieran sus divinidadesy en muchos casos éstas fueron asimiladas a su pro-pio panteón de dioses (F. Pease).

La mayoría de los cronistas plantea que los incaseran hijos del Sol, por lo cual durante su gobiernoel culto solar adquirió importancia y se transformóen el culto oficial. Las evidencias en las crónicas in-dican que se trató de un culto elitista, en buena par-te restringido a la clase dirigente cuzqueña. La po-blación común, por su parte, identificaba al Sol co-mo el gran padre de la etnia inca quienes eran sushijos favoritos.

Los incas construyeron templos solares en loscentros administrativos que organizaron en distin-tos lugares del Tahuantinsuyo, el más importante de

los cuales fue el Corican-cha, ubicado en la ciudaddel Cuzco, y a donde sólopodían ingresar los miem-bros de la elite cuzqueña,habiendo incluso determi-nadas áreas del templo deingreso exclusivo del inca.

Existían otros templosvinculados al culto solarconocidos como ushnu.Eran construcciones deforma piramidal coloca-das en explanadas, en lasque se realizaban determi-

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Los ushnu eran utilizados parael culto solar. Ushnu deHuánuco Pampa, Huánuco.

Los incas difundieron el culto solar en los territorios del Tahuantinsuyo.Restos del Coricancha, el templo del Sol, en el Cuzco hacia finales delsiglo XIX. Sobre este templo se construyó la iglesia de Santo Domingo.

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nados rituales aparentemente solares.El principal de ellos se encontraba enAucaypata, una de las partes de la granplaza central de la ciudad del Cuzco (F.Pease).

Las crónicas mencionan que en laplaza grande del Cuzco se realizabanceremonias masivas en honor al Sol, alas cuales asistían curacas provenientesde las distintas regiones del Tahuantin-suyo. La participación del resto de lapoblación en estas festividades estaba res-tringida a determinadas ceremonias en losushnu. En las fuentes no hay evidencia deque hubiera algún tipo de participación di-recta. Tampoco se ha encontrado una pro-liferación de templos solares que hicierapensar en una presencia generalizada de lapoblación en los cultos incaicos (F. Pease).

El Sol, como otras divinidades, era re-presentado en forma de imagen o estatuaconfeccionada de oro procedente de los la-vaderos, es decir del oro más puro. El ído-lo tenía figura humana del tamaño de unniño de ocho a diez años de edad. Estabavestido y adornado como el inca, sus ore-jas lucían horadadas y largas con sus res-pectivos discos encajados en los lóbulos,llevaba una patena pectoral con facetas yen la cabeza la mascapaycha con su llauto.A ambos lados de la imagen se encontra-ban dos serpientes bicéfalas y dos pumaspara protegerlo y defenderlo. La efigie aparecía sen-tada sobre una tiana también fabricada de oro, enci-ma de los hombros tenía colocada una aureola y de-trás de la cabeza un rolde que representaba al sol (W.Espinoza).

El TruenoEl Trueno (chuquiilla) era la divinidad bajo cuyo

control estaban las lluvias, granizos y relámpagos.Era una deidad importante que estaba estrechamen-te vinculada al Sol, razón por la cual su representa-ción o bulto en tejido habitaba en el templo del Solen el Cuzco. Como las demás divinidades tenía asig-

nadas tierras propiasy una jerarquía desacerdotes que seencargaban del ma-nejo de sus bienes yde la organizaciónde su culto. La po-blación creía que losniños nacidos mien-tras tronaba habíansido elegidos por elTrueno para ser susservidores; eran,pues, consagrados a

su culto y cuando se hacían mayores asumían el deberde organizar los sacrificios en su honor. Los lagos, losriachuelos y las fuentes contaban con uno de estos ser-vidores que actuaban como mediadores entre la gentey la deidad.

La LunaEra la señora del mar y de los vientos. La pobla-

ción consideraba a la diosa hermana y esposa delSol, y madre de los incas. Pensaban que la Lunaotorgaba especialmente su protección a las coyas y alas ñustas, mientras que el resto de las mujeres sóloacudía a ella en el momento del parto.

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El Coricancha, literalmente “recinto dorado”,fue llamado Templo del Sol desde el periodocolonial. Para Pedro Cieza de León éste era

uno de los templos más antiguos del Cuzco yel de mayor riqueza y prestancia. En la

ilustración, una calle lateral del recinto.

Imagen de MamaOcllo y a su lado laLuna. Como divinidadla Luna eraconsiderada la esposadel Sol, celebrándoseen su honor el CoyaRaymi.

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Era adorada junto con el Sol en el Coricancha,donde existían cuatro capillas menores consagradasa su culto. Tenía además infinidad de templos en elterritorio incaico, pero los más importantes se en-contraban en el Cuzco y en la isla de Coatí. En suhonor los incas celebraban una gran fiesta llamadaCoya Raymi.

LAS HUACAS

El término huaca aparece en las crónicas y en ladocumentación de idolatrías designando al mismotiempo a los dioses que los españoles consideraronsecundarios, a los lugares de culto, así como a cier-tas personas y cargos específicos. El inca y los cu-racas, por ejemplo, eran considerados huacas,pues poseían la facultad de comunicarse con eluniverso de lo sagrado, lo que a su vez los sacrali-zaba. Por ello eran reverenciados y “mochados”(un saludo ritual que consistía en una especie debeso y en la ofrenda de pestañas y cejas). Aquellosque aspiraban a algún cargo sagrado debían pasarpor rituales de inicia-ción. Franklin Pease se-ñala que es muy posibleque huaca designara entérminos genéricos a to-do lo que era sagrado.

Las huacas, deacuerdo con su impor-tancia, contaban conpersonal dedicado a laorganización de su cul-to. Los sacerdotes, en-cargados de interpretarlas decisiones divinas,conformaban una parteimportante de los servi-dores de las huacas.

El personal del cultotenía la responsabilidadde organizar las fiestas,los rituales y la entregade ofrendas a la huaca.Pasos previos y muy im-portantes que asegura-ban el éxito de la cose-cha, la abundancia deagua y pastos, la repro-ducción del ganado y engeneral el bienestar delgrupo.

LOS SACRIFICIOS

La población consideraba que una forma deagradar a sus divinidades era a través del sacrificiode ciertos animales considerados sagrados. Los sa-crificios al Sol, por ejemplo, se realizaban habitual-mente con llamas blancas, llamadas pillco llamas. Elcronista Murúa señala que la llama era vestida conespecial cuidado: le colocaban una camiseta colora-da, confeccionada para esa ocasión, y la adornabancon plumas de colores. Los animales sacrificadoseran ofrendados junto con textiles, coca, flores ychicha, elementos considerados indispensables entodo ritual.

Los animales empleados en los sacrificios eranespecialmente seleccionados. La población pensabaque se acrecentaba la eficacia de la ofrenda cuandose sacrificaban animales sin ninguna tacha. Los en-cargados del ceremonial tenían en cuenta la edad,el color y el sexo del animal, sacrificando de prefe-rencia a los machos. Las hembras sólo se destina-ban al sacrificio cuando eran estériles. Los tejidos

empleados también eranespecialmente selecciona-dos entre los más finosproducidos por las acllas.La coca procedía de loscampos de las divinida-des y la chicha era espe-cialmente preparada parala ocasión.

Los sacrificios se reali-zaban pidiendo bienestara la divinidad. En diferen-tes momentos del año,marcados por actividadesespeciales, se realizabanceremonias en las que lossacrificios tenían el rolprincipal. En septiembretenía lugar la citua, famo-sa fiesta que se realizabaen el Cuzco para expulsarlas enfermedades, “echán-dolas” al río al mismotiempo que los sacerdotesechaban al agua caméli-dos degollados, textiles detodos los colores, coca yflores. Además se elegíacuatro llamas impecablescon cuya sangre se prepa-

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Los hombres del Chinchaysuyo ofrecen a sus dioses un niño, fruta y chicha.

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raban los bollos de maíz que se repartían durante lafiesta en signo de lealtad y ciudadanía a todos losque se encontraban en la ciudad.

Según información de Molina el Cuzqueño, enel mismo mes se efectuaba otra ceremonia impor-tante que consistía en echar al río tejidos de diver-sas clases y colores, junto con sandalias, tocados,plumas, camélidos y las cenizas de los sacrificios detodo el año. Las aguas eran contenidas hasta el mo-mento en que se echaban las ofrendas, dejándoseluego que se precipitaran monte abajo arrastrandotodo hacia la selva.

La época de la siembra era otra ocasion impor-tante. Mientras se llevaba a cabo, en la ciudad delCuzco se sacrificaban cien llamas pardas en honorde las divinidades para que protegieran los maiza-les recién plantados y los defendieran de la sequíay las heladas. Guaman Poma menciona que paraasegurar las lluvias durante el mes de octubre sesacrificaban cien llamas blancas y se dejaba morirde hambre a cien llamas negras. En el período de lacosecha, que tenía lugar en el mes de mayo, se sa-crificaban en el Cuzco cien llamas machos de todoslos colores. Este sacrificio debía asegurar que la co-secha de maíz, actividad precaria en la sierra, fueraun éxito.

El matrimonio del inca era otro de los momen-tos que ameritaba el sacrificio de camélidos. Estaceremonia tenía lugar el mismo día que el sobera-no asumía el poder. Se sacrificaban dos alpacasblancas a las que se les extraía el corazón, que eraofrendado a los dioses mientras se incineraban suscuerpos, para asegurar una larga vida al inca y a sucoya. La salud del inca era motivo de constantepreocupación, pues su existencia aseguraba elmantenimiento del orden en el mundo. Para ga-rantizar la salud del soberano se sacrificaba diezllamas y cada panaca contribuía con diez vestidu-ras de tela muy fina de colores rojo y blanco (J.Murra).

En el Tahuantinsuyo también se realizaron sa-crificios humanos aunque sólo en situaciones muyespeciales, relacionadas mayormente con la perso-na del inca. Su asunción al poder o un quebranta-miento en su salud eran ocasiones que ameritabaneste tipo de sacrificios.

También hubo una ceremonia denominada ca-pac ucha que se realizaba en situaciones especiales,como por ejemplo ante una sequía persistente, yconsistía en la ofrenda de niños, camélidos y teji-dos, a la que toda la población debía contribuir. Losniños eran cuidadosamente seleccionados pues no

debían tener ningún defecto y se sacrificaban tantoniños del pueblo como de la elite. Bernabé Cobocuenta que cuando Huáscar cayó prisionero duran-te la guerra de sucesión que siguió a la muerte deHuayna Capac, los sacerdotes celebraron una capacucha en la que sacrificaron una gran cantidad de ni-ños, camélidos y textiles.

El cronista Murúa señala que si a pesar de todoslos esfuerzos se producía una sequía, era señal deque alguien había cometido un pecado. La ausenciade agua era interpretada como un castigo impuestopor las divinidades debido a las faltas cometidas,particularmente por delitos sexuales tales como elincesto. Para remediar la situación se consultaba alos adivinos, quienes se encargaban de señalar a losresponsables. A menudo algunos individuos confe-saban después de haber sido identificados como losculpables por los adivinos (J. Murra).

LAS FIESTAS

En el Tahuantinsuyo los meses se regían por lasfases de la luna y en cada uno de ellos se llevaba acabo una fiesta. Las celebraciones se realizaban enhonor de las divinidades, del inca y de la coya y so-lían durar varios días, aunque el cuarto se dedicabasiempre a honrar a la tierra y la luna. Las fiestascumplían roles esenciales: la iniciación de los jóve-nes en la edad madura, el bienestar del Tahuantin-suyo, la salud del soberano y del pueblo, la purifi-cación general y las tareas agrícolas. Algunas fiestasse celebraban en todo el territorio, como las del Sol,y otras a nivel regional, en las que cada pueblo ren-día culto a sus divinidades. El inca presidía las fies-tas en el Cuzco y sus representantes lo hacían en lasdiversas regiones.

Las doce festividades mensuales eran solemnes ymultitudinarias, aunque había dos, el Inti Raymi(junio) y el Capac Raymi (diciembre), que por estardedicadas al dios Sol y al inca, respectivamente,eran las más importantes. Durante los festejos cadapanaca sacaba la momia de su inca fundador en li-tera y la paseaban por la ciudad entonando cancio-nes, al mismo tiempo que tocaban instrumentosmusicales y danzaban. Una vez terminados los can-tos y los bailes procedían a escenificar mediantecantares la historia de sus respectivos fundadores.

El Capac Raymi era la fiesta que daba inicio alcalendario inca. Se celebraba en el mes de diciem-bre en honor del inca y era, por lo tanto, una de lasmás importantes. En esta oportunidad se realizabael rito de iniciación de los adolescentes.

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El Inti Raymi era la fiesta del Sol y tenía lugaren el solsticio de invierno. Era una de las festivida-des más notables que se realizaban en el Tahuan-tinsuyo, preparada y presidida por el propio inca,para agradecer al Sol por las cosechas recibidas.Durante el período propiciatorio la población engeneral debía abstenerse de comer sal, ají, beberchicha y tener relaciones sexuales. Los curacas delas distintas regiones asistían para demostrar fideli-dad y a la vez dar cuenta de las mitas cumplidaspor la gente de sus pueblos.

Otras festividades notables fueron el Coya Ray-mi y el Oma Raymi. El Coya Raymi era en honor dela Luna y de la esposa del inca, la coya, quien juntocon las mujeres de la elite cuzqueña se encargaba de

la realización de la festivi-dad. Por lo general, los ri-tos y ceremonias en honorde la Luna y de Pachama-ma estaban en manos deestas mujeres. La fiesta serealizaba durante el mesde septiembre cuando em-pezaban a caer las prime-ras lluvias, sobre las cualesse creía que la Luna ejercíaalgún control. Por eso du-rante esta festividad el es-tado organizaba varias ce-remonias vinculadas conel agua, como la citua, queconsistía en actos purifica-torios para alejar todos losmales de la ciudad. Du-rante la mencionada citua,la enfermedad era expul-sada arrojando al río losobjetos asociados con laenfermedad, como la ropadel enfermo. La fiesta delOma Raymi tenía lugar enel mes de octubre y estabarelacionada con el culto alagua.

LA MUERTE

La muerte para la población andina consistió enel pasaje de ésta a otra vida, un viaje lleno de difi-cultades que el espíritu del difunto (camaquen)emprendía para llegar al mundo de los muertos. Elcamino que debía seguir era obscuro, por eso teníacomo ayudante a un perro negro que podía ver enla oscuridad y se encargaba de guiarlo. Para algu-nos ese mundo, que imaginaban idéntico al de losvivos, se encontraba en los campos floridos y paraotros en las cumbres nevadas. De acuerdo con suscreencias, los muertos habitaban en viviendas y seencontraban agrupados en ayllus. Pensaban que

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El Inti Raymi, la fiesta del Sol,era considerada una de lasfechas centrales en elcalendario incaico. En lailustración se aprecia unarepresentación moderna de esta festividad.

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por ser tan grande el número de personas difuntashabría cada vez menos espacio para los que ibanllegando y les preocupaba que no hubiera suficien-tes tierras y viviendas para todos. Por eso los muer-tos necesitaban de la ayuda de los vivos para satis-facer sus necesidades.

Los cadáveres eran enterrados en una tumba co-mún (machay). Allí recibían culto y cuidado de par-te de los miembros vivos del ayllu. Los parientes deldifunto tenían la obligación de llevarle ofrendas queconsistían en comida, bebida y ropajes. La presta-ción de estos servicios se hacía dentro del marco dela reciprocidad: atendían a los muertos para que losque vinieran luego los atendieran a ellos. En reali-dad el único temor que tenían relacionado con lamuerte era la posibilidad de morir quemados.Creían que la fuerza vital (camaquen) desaparecíacuando una persona moría quemada o se incinera-ba su cadáver.

Las tumbas eran consideradas lugares sagrados ylas momias de los antepasados (mallquis) seres sa-cralizados. La población tenía una estrecha relacióncon sus muertos, acudiendo a ellos para solicitarlesbienestar. Los paseaban procesionalmente por suschacras para obtener buenas cosechas y los llevabana las campañas guerreras para conseguir victorias.Pensaban que una estrecha relación con los antepa-sados podría asegurarles, además de buenas cose-chas, el envio de lluvias y su detención cuando és-tas eran excesivas.

Pensaban también que los muertos seguían sin-tiendo casi todos los problemas y necesidades de losseres vivos, incluso que podían padecer hambre ysed, por eso las ofrendas tenían una importancia deprimer orden. Cerca del muerto eran colocadas va-sijas con alimentos y bebidas que se cambiaban enfechas establecidas. El cuidado de los difuntos in-cluía la entrega de coca y el cambio de los vestidoscuando era necesario. Los cadáveres recibían cuida-dos especiales. Los hatun runa envolvían a sus di-funtos con telas, dejándoles el rostro libre, mientrasque a los miembros de las panacas se les colocabauna máscara de oro delgado.

El cuidado puesto en la momificación debía ase-gurar que los cuerpos se secaran y pudieran conser-varse centenares de años. En el caso del inca, sumomia era guardada en su vivienda, rodeada de susesposas y yanas, algunos de los cuales eran sacrifi-cados en sus funerales y otros continuaban sirvien-do a la momia para asegurar su bienestar.

En la sierra, los pobladores de habla quechuapor lo común no acostumbraban enterrar a sus

muertos en el subsuelo. Los acomodaban sentadoscon los codos puestos entre las rodillas y las manossujetando el mentón, envolviéndolos luego con losmejores textiles que poseían y depositándolos enlos machays ubicados en cañones y laderas de loscerros. Alrededor del cuerpo momificado (mallqui)se colocaba objetos familiares: vajilla, herramientas,comida y bebida. En las fechas establecidas acudíanlos parientes a llevarles alimentos, derramar chichay ponerles hojas de coca en la boca. En estas ocasio-nes se solía sacrificar cuyes y llamas.

En la costa, en cambio, los muertos se sepulta-ban bajo tierra y arena, colocando los cuerpos enposición decúbito dorsal o fetal. Se les acondiciona-ba un tubo de caña para conectar la boca del cadá-ver con la superficie y facilitar el darle de beber chi-cha en las fechas establecidas. Los pueblos aymarahablantes conservaban a sus muertos ilustres sobreel suelo, construyendo a su alrededor unos mauso-leos de piedra o tierra dura que recibían la denomi-nación de chullpas.

El entierro del inca en una ilustración de Guaman Poma deAyala. En el mundo andino prehispánico los restos físicos

eran conservados, cuidados y honrados con ofrendas.

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Los incas hicieron suyas las distin-tas manifestaciones artísticas de lospueblos que dominaron. Durante elTahuantinsuyo la cultura alcanzó ni-veles insospechables en cuanto a la di-fusión de sus criterios. Esta situaciónse hace evidente, por ejemplo, en lamasificación de los criterios cerámicosasí como en la uniformización en lafabricación de los textiles. Para Fran-klin Pease ello respondía al hecho deque el Tahuantinsuyo había organiza-do un “circuito estatal” o superétnicode circulación de bienes que se expre-saba en la redistribución que el incaejercía (F. Pease).

ARQUITECTURA

En las crónicas de los siglos XVI yXVII se encuentran con frecuencia ex-presiones de admiración al referirse ala arquitectura andina. Los cronistascoincidieron al destacar la forma como los hombresandinos habían trabajado la piedra, fabricado las pa-redes y en general construido tan imponentes edifi-caciones. También hicieron referencia a las ciudadesy a las pirámides de adobe, aunque por lo generaldieron mayor importancia a las edificaciones en pie-dra. Dedicaron párrafos enteros a describir las terra-zas agrícolas (andenes), los canales de regadío y loscaminos, comparando a estos últimos con las gran-des vías romanas. En la actualidad los andenes, loscanales y los caminos están considerados entre lasmayores conquistas tecnológicas de la civilizaciónandina.

Los cronistas no pudieron distinguir entre loque había sido construido por los incas y lo que ha-bían hecho sus predecesores en los Andes. Los estu-dios arqueológicos han permitido saber que los in-cas reprodujeron y reactualizaron muchos de loscriterios urbanos previos. En sus edificaciones reto-maron elementos desarrollados por civilizacionesanteriores, especialmente del Horizonte Medio. En

los lugares conquistados el estado inca construyócentros administrativos valiéndose de las edificacio-nes preexistentes, como en el caso de Cajamarca,añadiendoles a veces elementos nuevos, como hi-cieron en el santuario de Pachacamac, ubicado en elbajo Lurín al sur de Lima.

Las construcciones en el Tahuantinsuyo se lleva-ban a cabo luego de haber examinado la maqueta depiedra elaborada previamente y que servía de guíapara los constructores. En lo que toca al plano, sustemplos y aposentos eran de base rectangular y deun solo piso. Las ventanas eran de forma trapezoi-dal, es decir, anchas en la base y estrechas en el din-tel, ya sea que fuesen ciegas o abiertas. En los mar-cos y en las puertas los adornos eran escasos, seña-lando algunos autores que se trata de una arquitec-tura severa. Los materiales empleados diferían deacuerdo con la región: en la costa emplearon gran-des adobes rectangulares mientras que en la sierratrabajaron la piedra en diversas formas, mayormen-te con herramientas de cobre y bronce, arrancándo-

VIIARTE Y CULTURA

La arquitectura incaica deslumbró a los primeros europeos durante su recorrido por el Tahuantinsuyo. Aunque un buen contingente de edificios

conservados son de piedra, los incas también hicieron uso del adobe. En la vista, mirillas en Ukira.

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les pedazos que luego fro-taban con arena húmeda.Muchas piedras exhibíanel modelo almohadillado,es decir, con la cara ligera-mente abultada.

La arquitectura inca secaracterizó también porsu afán generalizador. Esposible notar que en susedificaciones siguieronuna política de expansiónde los elementos asimila-dos. En la costa sur cons-truyeron edificios con elmismo patrón cuzqueño,siendo un buen ejemploel centro administrativo de Tambo Colorado, ubi-cado en el valle de Pisco. En la sierra los más im-portantes son los de Cajamarca, Jauja, Huánucoviejo y Tumibamba en Ecuador. De la arquitecturamilitar quedan algunas muestras como Ollantay-tambo y Sacsayhuaman. Ambas edificaciones se en-cuentran protegidas por murallas, la primera pordos y la segunda por tres. En el caso de Ollantay-tambo no existen dudas de que se trata de una for-taleza, pero sí las hay para Sacsayhuaman, pues lafuente escrita señala que cumplió funciones másbien religiosas.

Los establecimientos incas fueron creados confines de colonización y defensa, especialmente enlas zonas marginales a los Andes centrales. Exten-dieron sus rutas y sus construcciones hasta ámbitosmuy alejados del núcleo, como el noroeste argenti-no y las tierras del actual Ecuador. Graziano Gaz-parini habla de una “arquitectura del poder” parareferirse al estilo inca, que privilegiaría las cons-trucciones destinadas a usos colectivos. El autor di-ferencia este tipo de construcciones de las que iden-tifica como de uso restringido, como ciertos tem-plos destinados básicamente a la elite. El Corican-

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El templo de las Tres Ventanas enMachu Picchu.

La técnica del almohadillado enuna construcción incaica en

Cerro Azul, Lima.

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cha es un buen ejemplo de este tipo de edificación,aunque también son mencionados los incahuasi(palacio del inca) y a los acllahuasi.

El Coricancha se encontraba ubicado frente a laplaza de Intipampa en la ciudad del Cuzco. Era eltemplo dedicado al culto del Sol (Inti), sin duda elcentro religioso más importante del Tahuantinsuyo.Los cronistas, conscientes de su importancia, seocuparon de él en detalle. Las versiones coincidenen señalar que el templo fue construido por el incaManco Capac después de tomar posesión del Cuz-co. Informan también que el plano fue modificado

en dos ocasiones: la primeradurante el go-

bierno de Pachacuti y la segunda en el de Huay-na Capac.

Era un templo de enormes dimensiones, conuna arquitectura consistente en voluminosas pie-dras pulidas. Las crónicas señalan que las pare-des del templo se encontraban cubiertas con lá-minas de oro y que sus muros de piedra estabanhermosamente labrados. Pedro Cieza de León, aldescribir el interior del templo, señala que enuna de las habitaciones se encontraba la figuradel Sol “muy grande, hecha de oro, obrada muyprimorosamente, engastonada con muchas pie-dras ricas” (citado en F. Pease). Esta habitacióndebió ser la principal del templo pues en ella seencontraban también las momias de los incas di-funtos, rodeadas de una gran cantidad de objetospreciosos.

Existían además otras habitaciones menoresconsagradas a la luna, a la estrella de Venus, al ra-yo, al arco iris y las destinadas a los aposentos delsumo sacerdote. Los otros aposentos con los quecontaba fueron probablemente utilizados para al-bergar a los sacerdotes menores y al personal de

servicio. Por último las crónicas mencionan que eltemplo tenía en su interior un jardín donde se ha-llaban fabricadas en oro y plata las plantas más im-portantes del área andina, animales y hasta estatuasde hombres, mujeres y niños (J. Murra).

Un tipo de construcción que aparece a lo lar-go de todo el Tahuantinsuyo son los “galpones”, lla-mados así por los españoles. Los arqueólogos seña-lan su presencia en casi todos los centros urbanosincas. Se trata de grandes construcciones con ci-mientos de piedras talladas y labradas, con paredesde adobes y techo a dos aguas, cuyas funciones fue-ron diversas. Algunas veces han sido identificadoscomo templos. Los cronistas mencionaron la exis-tencia de varias de estas construcciones en la plaza

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El Coricancha en la actualidad, en el Cuzco. Lasuntuosidad de este edificio despertó la admiración de losconquistadores cuando llegaron a la ciudad. En 1950 unterremoto ocasionó serios daños al conjunto monumental yen su reconstrucción, iniciada en 1956, los arquitectosprivilegiaron los aspectos incaicos del conjunto sobre losaportes hispánicos.

La kallanka incaica, llamada galpón por losespañoles. Este espacio de planta rectangular teníapilares de madera que sostenían el techo de dosaguas. Ilustración que reconstruye la kallanka nortede Huánuco Pampa, tomada de Gasparini yMargolies 1977.

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central del Cuzco, la ma-yor de las cuales era eltemplo Cassana, que a de-cir de los cronistas habíasido construido por Pa-chacuti y tenía capacidadpara albergar a tres milpersonas.

El estado inca dio par-ticular importancia a laconstrucción de andenes yde obras de regadío. Enrealidad la construcciónde estas obras se remontaal período preincaico, pe-ro los cronistas no se per-cataron de su antigüedad.El tamaño de los andenesvariaba según el terreno,teniendo algunos entre 15y 60 m de ancho y podíanllegar hasta los 1 500 m delargo. Mientras se ascen-día hacia la cima de lamontaña los andenes seiban reduciendo, cerca dela cumbre medían uno odos metros y contabancon unos pocos surcos. Elárea ganada para el cultivoera considerable, llegandoalgunos andenes a teneruna superficie de 240 hec-táreas (J. Murra).

El tamaño de las cons-trucciones incas evidenciaque el número de trabaja-dores debió de ser bastan-te considerable. Al respecto Cieza de León señalaque, según le informaron, en las grandes construc-ciones se solía emplear alrededor de veinte milhombres originarios de diferentes regiones del Ta-huantinsuyo. La mano de obra utilizada provenía delas prestaciones rotativas (mitas) a las que estabanobligados los grupos étnicos. Los trabajadores per-manecían en la obra un tiempo limitado, luego delcual regresaban a sus pueblos y eran reemplazadospor otros. Quienes debían cumplir con su turno detrabajo se presentaban al servicio dirigidos por suscuracas y eran organizados para realizar diversas ta-reas en la construcción: picapedreros, carpinteros,albañiles, etc. El estado se encargaba de alimentar-

los y vestirlos mientras duraba su trabajo. Los seño-res étnicos se ocupaban de supervisar el trabajo,aunque probablemente la dirección superior estabaen manos de los especialistas. Las obras públicas,como la burocracia, eran supervisadas por parientesdel inca, algunos de ellos expertos ingenieros civi-les (J. Murra).

METALURGIA

Los impresionantes objetos de oro y plata quelos españoles encontraron en los centros más im-portantes del Tahuantinsuyo llevaron a que los cro-nistas del siglo XVI divulgaran la versión de que los

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Vista general de Machu Picchu.

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incas habían desarrollado una importante orfebre-ría. Sin embargo, hoy sabemos que la metalurgia erauna vieja práctica anterior a los incas. Mucho antesdel ascenso del Tahuantinsuyo, las etnias extraían ytrabajaban el cobre, el oro, el estaño, el mercurio, laplata, el bronce (aleación de cobre y estaño), y has-ta el platino y la tumbaga (aleación de cobre y oro).

El oro era obtenido en los Andes en lavaderosfluviales y también en minas. Los otros metales másusados: plata, cobre, estaño, etc. se obtenían tam-bién en las minas, tanto en socavones como en ya-cimientos superficiales. El bronce era conocido des-de antiguo, aunque alcanzó una gran difusión entiempo de los incas. Después de que éstos conquis-taron la región del Chimor, en la costa norte del Pe-rú, difundieron especialmente el bronce estañífero(aleación de cobre y estaño), en reemplazo delbronce arsenical (F. Pease).

Las actividades mineras y metalúrgicas conti-nuaron y fueron apoyadas por el estado cuzqueñoaunque con algunas variaciones. La extracción de laplata y el oro pasó a ser monopolio estatal, desti-nándose la producción sobre todo a la elaboraciónde objetos para el culto, mientras que el mercurio yel cobre parece que continuaron siendo extraídospor los grupos étnicos.

El siguiente paso luego de la extracción de losmetales consistía en fundirlos en las guayras, unaespecie de hornillos de barro cuyasparedes tenían agujeros por dondeingresaba el aire que avivaba el fue-go, usando como combustible car-bón o estiercol de llama. Después dela invasión española las guayrascontinuaron empleándose, inclusoen gran escala, como ocurrió en lacélebre ciudad minera de Potosí (F.Pease).

La etnia inca no era experta en or-febrería, lo eran más bien muchosde los pueblos a los que había con-quistado. Los incas reconocieron elvalor de sus trabajos y trasladaron alos mejores orfebres al Cuzco y aotros lugares importantes, donde losobligaban a trabajar elaborando lasobras de arte que precisaban. Así losichmas y los chimús, por ejemplo,producían en el Cuzco aretes,brazaletes, orejeras, colla-res, sortijas, prendedores,tumis rituales, efigies de

plantas, animales y seres humanos para adornar lostemplos solares y aposentos del inca en el Cuzco ylas “provincias”.

Cieza de León, el cronista que ofrece los mejoresdetalles acerca de los metalúrgicos estatales, diceque en toda capital regional el estado había instala-do talleres donde trabajaban artesanos altamentecalificados para proveer a la elite y a los tambos. Al-gunos de estos artesanos habrían sido llevados alCuzco desde la costa, probablemente de la regiónchimú. El cronista Santillán agrega que los orfebreseran muy reconocidos, por lo que estaban exonera-dos de realizar otro servicio y recibían tierras en re-compensa. El logro más importante de los incas fuela difusión que alcanzó la producción del bronce,tan abundante que se convirtió en objeto desecha-ble (F. Pease, J. Murra).

Las minas tenían una profundidad de 10 a 40brazas y estaban unidas al exterior por un túnel es-trecho. Los grupos étnicos entregaban mano deobra para el laboreo de las minas, de la misma for-ma como la proporcionaban para otras actividadesestatales. En 1549 los chupaychu, de la región deHuánuco, afirmaron que en tiempos de los incas “...de cada cien indios echaban a las minas de oro tresindios y tres indias y que lo sacaban todo el año yque el oro que sacaban lo llevaban al Cuzco y asi-mismo dijeron que todas cuatro parcialidades daban

asimismo sesenta indios y sesenta indiaspara que sacasen plata todo el año y losacaban de los güaros y la llevaban alCuzco” (citado en F. Pease).

En algunas minas los mineros erande ambos sexos, como los que el cro-

nista Sancho vio en las minas de LaPaz. Allí le informaron que los mineros

rotaban cada cuatro meses, al cabo delos cuales regresaban a sus pueblos.

Hay cronistas que señalan que cada pa-chaca (100 unidades domésticas) pro-porcionaba un minero, mientras que

Polo de Ondegardo señala que el núme-ro variaba de acuerdo con las necesida-

des del estado. Éstas eran particularmen-te grandes en momentos en que un nuevo

inca tomaba el poder y en otras situacio-nes definidas como religiosas.Es posible que ciertas etnias ubicadas en

zonas mineras dedicaran una parte priori-

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Guayra de origen prehispánico, utilizada para lafundición de metales. Dibujo tomado de Ravines 1980.

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taria de su tiempo a la minería. Se ha sugerido quealgunos de los mineros pueden haber sido mitmas,a quienes el estado trasladaba y consagraba a la mi-nería con dedicación total. El paso a una condiciónde profesional exclusivo se estaba produciendo enotros sectores de la sociedad inca y es posible quehaya ocurrido también en la minería. Algunos cro-nistas señalan también que las minas eran usadascomo lugares de exilio y castigo (J. Murra).

En la fabricación de objetos de metal se utiliza-ron diversos procedimientos. Uno de los más usa-dos era el conocido como el de la cera perdida, queconsistía en modelar en cera el objeto que se queríaobtener, al que se revestía de arcilla. Luego de ha-berse secado, se lo calentaba metiéndolo en un fo-gón, lo que originaba que la cera se derritiese y fue-ra expulsada por un orificio que se dejaba libre. Enseguida, por el mismo hueco, se vertía en fusión elmetal elegido y finalmente se rompía el revestimien-to de arcilla, quedando libre el artefacto modelado.En algunos casos, procedían luego a pintarlo paradarle mayor belleza. Otra técnica empleada era ladel martilleo, mediante la cual se repujaba sobre to-do al oro. Al estar la orfebrería mayormente dedica-da a fines ornamentales, las figurillas de oro, plata ytumbaga eran decoradas con incrustaciones de pie-dras preciosas y semipreciosas.

TEXTILERÍA

En los Andes el tejido desempeñó un papel espe-cial que iba mucho más allá de su uso meramenteutilitario y ornamental. La importancia que se leotorgó a los textiles no fue únicamente económicasino también ritual. En las diversas ocasiones im-portantes jugaron un rol especial. Ningún aconteci-miento, fuera político, militar, social o religioso es-taba completo sin la presencia de los tejidos, desdeaquellos que involucraban al inca y al estado, hastalos que tenían que ver con la vida cotidiana de lapoblación. De acuerdo con el acontecimiento lostextiles podían ser intercambiados, integrar el ajuarde la novia o aparecer quemados formando parte delos sacrificios.

Los pueblos anteriores a los incas habían logra-do una extraordinaria calidad artística en sus teji-dos, que no llegó a ser igualada durante el períodoincaico, cuando se dio más bien una masificaciónde la producción, que no llegó a significar una bajaen los estándares tecnológicos. Asimismo, la calidady el valor simbólico de los tejidos se mantuvo. Enlos ajuares funerarios y en las ofrendas hechas a las

divinidades los textiles continuaron siendo espe-cialmente importantes.

Los incas emplearon los textiles para la redistri-bución, especialmente los tejidos de lana, aunqueen algunos casos también usaron textiles de algo-dón. En el siglo XVI los textiles andinos eran bási-camente de dos tipos: de abasca y de cumbi, aunqueantes había existido una inmensa variedad.

Los tejidos de cumbi eran los más apreciados ypor ello de mayor uso ritual. Los fabricaban con lalana más fina, a la que teñían dándole los mismoscolores que al algodón. Muchos cronistas señalanel buen gusto que tenían para las combinaciones ylos contrastes. Elaboraban los textiles en telares es-peciales que les permitían conseguir una trama uni-forme y tupida que llamó la atención de los españo-les, llevándolos a afirmar: “cosa de espanto ver suhechura sin parecer hilo alguno...”.

Después procedían a bordarlos con gran delica-deza. A veces utilizaban hebras de oro y plata, y enotros casos les colocaban adornos como plumas ycuentas de concha, en un afán por darles mayorrealce. Los tejidos con adornos de plumas parecenhaber estado especialmente asociados con las activi-dades militares.

La ropa del inca, de los curacas y en general dela elite era fabricada con tela de cumbi, mientrasque la gente del común estaba impedida de confec-cionar con ella sus vestidos. Los encargados de fa-bricar este tipo de textiles eran los cumbicamayoc,especialistas que se dedicaban a esta labor a tiempocompleto, por lo que se encontraban exoneradosde cumplir con otras obligaciones. Eran por lo ge-neral hombres, aunque también las mamaconas so-

Un ejemplo de la metalurgia prehispánica que antecedió a losincas: cabeza de oro de Sipán.

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lían tejer cumbi. Los cronistas relievaron su suavi-dad e incluso lo comparaban con los textiles euro-peos más finos, tomando partido a veces por elproducto andino. Es muy posible que la fabrica-ción del cumbi estuviera acompañada de un con-texto ritual específico.

La ropa de abasca era tejida de la lana más co-rriente procedente de las llamas y con ella se vestíala gente plebeya. Por lo general no la teñían sinoque la dejaban del mismo color de la lana. Era másbien un producto hogareño y por lo tanto menos es-pecializado y de menor difusión (J. Murra).

Bernabé Cobo menciona la existencia de hastacinco tipos de textiles en el Tahuantinsuyo. Hablaen primer lugar de los textiles de abasca a los quedefine como “ropa y tejidos de lana: basta y grose-ra”; menciona luego los tejidos de cumbi de los quedice son los más finos y delicados; en tercer lugaralude a los textiles que llevaban plumas de coloresentretejidas y asentadas sobre cumbi; en cuarto lu-gar habla de una especie de tela de plata bordadacon chaquiras; y por último, menciona una tela muybasta y gruesa que servía de alfombra y frazada.

Las principales fibras que se hilaban y tejíaneran el algodón en las tierras bajas y la lana delos camélidos en la sierra. En algunas ocasio-nes el inca y la elite utilizaron también el pelode la vizcacha y el vello del murciélago para lafabricación de sus mantas. Las fibras de algo-dón, además de servir para el vestido, se utili-zaban para telas y colchones. La principal pro-veedora de lana era la alpaca, cuyo vellón eslargo y rico. En algunas ocasiones se esquila-ba también a los otros tres camélidos, pero sulana no tenía importancia en la producción to-tal. La lana de la llama es áspera y rala, por loque era empleada sobre todo en la confecciónde cuerdas. El guanaco era propiedad del cul-to y su lana aunque ordinaria era tejida por lasacllas. Según Garcilaso los tejidos de “la gentecomún” eran confeccionados con esta lana.

La lana más fina provenía de la vicuña, es-pecie que fue siempre escasa, por lo que se su-pone que su lana sólo se utilizaba para las ves-tiduras de los incas y de aquellos a quienes seconcedía tal privilegio como una muestra delfavor del soberano. Al respecto Garcilaso se-ñala que vestirse con tela de vicuña sin auto-rización era considerado un delito capital. Du-rante la expansión incaica hubo una gran di-fusión de los tejidos de lana pero aparente-mente no llegaron a penetrar en todas partes. Los hermosos colores de los textiles fueron

también motivo de admiración para los españoles.Según Cieza de León los escarlatas, azules, amari-llos y negros eran mejores que los que habían enEuropa. Los cronistas hablan de maestros tintorerosdedicados al proceso de elaboración de los tintes,que requería de un conocimiento especial. La mayo-ría de los tintes eran de origen vegetal, extraídos deflores y hierbas. El tinte negro para el algodón seobtenía de la savia de un árbol. Los tintes rojos erantambién en su mayor parte de origen vegetal, peroalgunos como el famoso ychima (llimpi) era sub-producto del beneficio del azogue. La cochinillatambién fue utilizada, sobre todo para el teñido delas mantas. Los textiles de lana absorbían los tintescon mayor fuerza, por lo que sus colores eran másfirmes que los de los textiles de algodón.

En cuanto a los vestidos, los hombres usaban untaparrabo (huara) que empezaban a llevar desde co-mienzos de la pubertad, luego de pasar por el ritode iniciación. Vestían también una camiseta largasin mangas (uncu) que les llegaba casi hasta las ro-dillas. Sobre los hombros llevaban una especie de

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Los textiles fueron utilizados por los incas para el cumplimiento delas tareas redistributivas. En la imagen un uncu de lana y algodón

adornado con tocapus. Tomado de Arte textil del Perú, 1988.

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capa (yacolla) y, a la altura de la cintura, colgadauna bolsa (chuspa). El vestido de las mujeres cons-taba de dos piezas rectangulares de tela. Una, queles llegaba hasta los pies, la pasaban por debajo delos brazos y con un cinturón de cuentas o fibra se lasujetaban en la cintura. La otra pieza de tela se lacolocaban sobre los hombros cubriendo los brazos,y sobre ésta una pequeña capa (lliclla) sujeta al cue-llo por un alfiler de plata (tupu), la que se quitabanpara trabajar en la casa. Las fuentes no mencionandiferencias de vestuario entre las solteras y las casa-das como sucede en laactualidad.

La vestimenta de lapoblación no difería sus-tancialmente en relacióncon la posición social. Loque cambiaba era el tipode tela, abasca o cumbi, ylos adornos. La ropa delinca, como ya se ha di-cho, era totalmente con-feccionada de cumbi ysus camisas estaban bor-dadas con hilos de oro yplata, y adornadas conplumas. La principal in-signia de su cargo era elfleco de lana roja (masca-paycha) que llevaba cosi-do a su tocado y que lecaía sobre la frente.

Entre los grupos étni-cos tampoco existió unagran diferencia en el ves-tido. Las diferencias lasestablecía el tipo de ma-terial empleado, algodón o lana, pero lo que identi-ficaba a una etnia era el tocado (llautu), el peinadoy el tipo de deformación craneana.

Los grandes volúmenes de textiles fueron fabri-cados bajo el régimen de la mita. Según Cieza losgrupos étnicos tenían que entregar anualmente unacamisa por persona y una manta por unidad do-méstica. El estado se encargaba de proporcionar lamateria prima necesaria. Ningún grupo étnico fueexonerado de esta prestación rotativa, ni siquieraaquellos cuya población era reconocida por otrashabilidades. El hilado y el tejido eran actividadesque se aprendían en la infancia, realizadas indistin-tamente por hombres y mujeres, aunque la confec-ción de los textiles utilizados por la unidad domés-

tica como los que se debían entregar al estado eraresponsabilidad de las mujeres. Los ancianos, los li-siados y los niños, de acuerdo con su fuerza y des-treza, ayudaban hilando, fabricando costales y telasburdas o haciendo cuerdas. Estos bienes en grandescantidades solían ser utilizados en el ejército.

En algún momento de la historia del Tahuantin-suyo, la prestación rotativa textil resultó insuficien-te para atender las crecientes necesidades del esta-do. Betanzos señala que esto sucedió durante el go-bierno de Pachacuti, quien ordenó que los lisiados,

los enanos y los joroba-dos de ambos sexos sededicaran a la produc-ción textil, convirtién-dose en tejedores muydiestros. Asimismo, hizoque los mejores tejedo-res de cumbi que había alo largo del territoriofueran incorporados a laproducción estatal. Estasituación dio lugar a laexistencia de dos catego-rías de tejedores:1. Los cumbicamayoc oespecialistas a dedica-ción exclusiva. Se encar-gaban de la confecciónde textiles de alta cali-dad para atender a lasnecesidades del estado.Los telares que emplea-ban eran grandes, fabri-cados de cuatro paloscomo bastidores que co-locaban en posición ver-

tical arrimándolos contra una pared.2. Las acllas, mujeres que residían en casas espe-

ciales distribuidas a lo largo de todo el territorio, al-gunas de las cuales tenían como ocupación princi-pal la confección de la ropa del inca y de los texti-les empleados en el culto (J. Murra).

Los cronistas mencionan que existían lugares re-conocidos por la fama de sus tejedores. Capachica,en el lago Titicaca, era un sitio famoso por ser resi-dencia de grandes maestros en tejer cumbi, por elmismo motivo eran conocidas Jauja y Cajamarca,mientras que Chucuito, en territorio colla, producíauna abasca de renombre. En tapicería destacaba Po-matambo, de cuyos tapices se menciona que eran decolores perfectos.

El inca Yahuar Huaca en un retrato del siglo XVIII; se puedeapreciar la magnificencia de su traje.

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Los más importantes consumidores de tejidoseran el ejército y la guerra. La tropa debía encon-trar en el camino ropa, mantas y equipos para hacertiendas. Los soldados que se distinguían en campa-ña recibían piezas de ropa como premio. El inter-cambio de tejidos era parte importante de las nego-ciaciones diplomáticas y militares. El inca ordenabarepartir piezas de ropa entre la población que acaba-ba de incorporar al Tahuantinsuyo, mientras que élmismo entregaba a los jefes étnicos vasijas de oro yropa de cumbi que con esa finalidad había hechotraer desde el Cuzco. Las divinidades locales tam-bién eran beneficiadas recibiendo diversos tipos detextiles. A su vez, la población conquistada ofrecíadonativos a los generales del Cuzco, entre los queestaban incluidos los textiles. El chimo capac, porejemplo, envió al inca textiles muy finos, conchasdel mar y mujeres.

Los textiles jugaron un rol muy especial en to-dos los momentos del ciclo vital. Cuando un niñonacía recibía de regalo tejidos y si el grupo étnicoestaba ubicado en una zona productora de caméli-dos era común que recibiera un animal como obse-quio. Alrededor de los dos años de edad tenía lugarla primera ceremonia importante (rutuchicuy), enla cual se le cortaba por primera vez el pelo y se lecolocaba el nombre por el que sería conocido. Acu-dían a la casa muchos parientes y quien actuaba co-mo padrino le cortaba el primer mechón, entregán-dole un presente. Luego los demás parientes hacíanlo mismo. Los obsequios iban desde plata y textileshasta maíz y llamas.

Al llegar los niños a la pubertad tenía lugar unaceremonia de iniciación denominada huarachicuy.En ella los adoles-centes vestían porprimera vez la huara(taparrabo). La in-formación de loscronistas se refiere ala celebración entrelos miembros de laelite, para quienes laceremonia durabacasi todo el mes denoviembre, aunquelos preparativos co-menzaban muchoantes. A partir delmes de setiembre elcandidato iniciabael ayuno y las muje-

res de su familia junto con otros parientes comen-zaban a hilar y a tejer las ropas que usaría en la ce-lebración. El color y los adornos de cada vestido es-taban relacionados con acontecimientos de la tradi-ción oral de las panacas. Las mujeres recibían lananegra para los adornos de las camisas ceremonialesque usaría el joven durante la primera semana de lainiciación.

Cada etapa de la ceremonia estaba señalada porun cambio de ropa y al cumplirse casi un mes de suinicio, el joven y sus parientes se reunían en la pla-za del Cuzco, donde el pariente más importante leentregaba las armas que desde ese momento porta-ría; sus otros parientes le obsequiaban textiles. Seencontraban también en la plaza curacas venidos dedistintas regiones que les regalaban llamas. Medioaño después, durante las celebraciones de la cose-cha, los jóvenes terminaban el ayuno, hacían sacri-ficios a las divinidades y podían vestir las camisetastejidas con hilos de oro y plata y adornos de plumasque los señalaban como miembros del grupo de eli-te (J. Murra).

En los matrimonios, antes de realizarse la cere-monia, los novios recibían presentes de comida, cu-yes y ropa. En las zonas cercanas al Cuzco, el incaen algunas ocasiones asistía a las bodas y ordenabaque de los depósitos se entregara a los novios dostrajes para cada uno.

La muerte era otro de los momentos importan-tes. Se acostumbraba vestir a los difuntos con ropanueva y ponerles otras dobladas dentro de la mor-taja. La ceremonia duraba ocho días en los cualeslos parientes del difunto daban de comer y beber atodos los presentes. Una parte importante de la ce-

remonia consistíaen llevar la ropa deldifunto en proce-sión por los lugaresdonde había transi-tado. Luego la viu-da, acompañada deotros parientes, la-vaba toda la ropadel difunto en unlugar especial delrío. El entierro delcuraca era muy si-milar, difiriendoúnicamente en el ti-po de ofrendas quereflejaban su posi-ción social. Pero en

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Escena de un matrimonio incaico procedente de un grabado europeo. Losnovios recibían presentes, como comida y ropa, antes de la ceremonia.

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todos los casos la principal ofrenda seguía siendo laropa.

Los tejidos como los camélidos desempeñabanun papel muy importante en la vida religiosa de lapoblación. Las estatuas de las divinidades estabanataviadas con mantas de lana con trama de oro ysentadas detrás de una cortina de cumbi. Habíaimágenes hechas con mantas gruesas, tan firme-mente enfardeladas que se paraban solas. Para lasfestividades importantes, se les cambiaba sus vesti-dos por unos muy finos y se les arropaba con man-tas de plumas; así eran sacadas de los templos enhombros de los sacerdotes y colocadas en la plaza.Las divinidades recibían ofrendas de comida, mulluy de manera especial textiles.

La ofrenda de textiles y de camélidos era consi-derada muy valiosa. Los oráculos, por ejemplo,eran premiados con ropa y rebaños cuando sus pre-dicciones resultaban exactas. Asimismo, los ante-pasados (mallqui) eran vestidos con camisetas deplumas o cumbi. La etnia se preocupaba de que lostextiles que protegían sus huesos se encontraran enbuen estado. En la costa cuando una persona searrepentía de algún acto que hubiera cometido encontra de las divinidades o del grupo quemaba laropa que había llevado puesta al cometer la acción,en señal de su arrepentimiento. Igualmente mu-chas de las enfermedades eran consideradas conse-cuencia de haber cometido un pecado. Una manerade librarse de la enfermedad era dejar la ropa en elcamino para que se purificara con el aire o se la lle-vara un transeúnte.

CERÁMICA

La cerámica inca no llegó a igualara la producida por sociedades andinasanteriores como los nazca y los mo-chica. Sin embargo, se caracterizópor estar bien trabajada y ser so-bria en cuanto al color. El negro, el

blanco, el rojo, el amarillo y el naranja fueron loscolores más utilizados. Los motivos que con mayorfrecuencia se observan son pequeñas abejas, mari-posas y animales estilizados, teniendo preferenciapor los diseños geométricos como rombos, cruces,dameros, círculos, puntos y triángulos, que también

eran usados en la decora-ción textil.

Probablemente unade las características

más importantes de laproducción cerámica de

los incas haya sido su noto-ria masificación. Los ceramis-tas incas se distinguieron poralcanzar la uniformidad tantoen sus motivos y estilos deco-rativos como en la organiza-ción de su producción en granescala. Es conocido que la ex-

pansión del estilo inca marchóparalela a sus conquistas.

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La iniciación de Cora como virgen del Sol en unailustración procedente de Les Incas (París, 1777) de

Marmontel. Esta ilustración puede citarse como un ejemplode la imagen de la Europa del siglo XVIII sobre los Andes.

En la decoración de las vasijas los incassolían usar diversos colores como el negro,blanco, rojo y anaranjado, aunque conpredominio de los tonos obscuros.

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La forma cerámica más claramenteidentificada como incaica es el aríbalo, lla-mado así en recuerdo de las ánforas griegascuya forma era bastante parecida. Consiste enun cántaro con dos asas verticales en elcuerpo, el cuello angosto y largo quetermina en una boca de labios expan-didos, a manera de bocina y conunas asitas a los costados. El ta-maño de estos ceramios varía,llegando algunos a alcanzarhasta 1,50 m de alto. La de-coración es simbólica, sien-do los motivos principal-mente geométricos. Eran uti-lizados para llevar chicha oagua. Sus asas laterales y una protu-berancia que presentan en la parte supe-rior, generalmente una cabezade animal, facilitaban sutransporte al ser colocado so-bre las espaldas, anudando enellas una soga. La base cónicadel ceramio permitía vaciarcon comodidad el líquido sintener que voltearlo, así como incrustarlo en la tierradonde permanecía en equilibrio.

Las formas empleadas en la cerámica incaica nose reducían al aríbalo. Los platos son también co-munes en la alfarería inca. Se caracterizan por serpoco profundos y presentar un asa-mango que ter-mina generalmente en una cabeza de ave. En su in-terior se encontraban decorados con los caracterís-ticos diseños geométricos mezclados a veces conelementos naturalistas. Este estilo típicamente incase difundió por todo el imperio.

Los queros fueron también unamuestra de la expresión cerámica delos incas. Eran vasos ceremonialesfabricados a imitación de los querostallados tiahuanaco fabricados enmadera, material que los artesanos in-cas también utilizaron, sobre todo laproveniente del chachacomo y del ce-dro, este último considerado un árbolcon características mágicas. Aunque es-tos vasos ceremoniales tienen una largatradición en los Andes, es un hecho quelos incas en su decoración les impusie-ron características propias. Los elabora-ban por parejas tratando de que guarda-sen similitud en su silueta y decoración.

Los queros incas adquirieron formas diver-sas, siendo la más común la campanulada:abiertos en la boca, angostos en la base y

constreñidos en la cintura. Llevaban talladasen ellos cabezas humanas y de animales, así

como escenas de la vida cotidiana. Pinta-dos en varios colores muestran ritos re-

ligiosos, batallas, fiestas y al inca rea-lizando diversas actividades. La de-

coración pintada la hacían me-diante el sistema llamado en-cáustico, lo que motivaba elcraquelado de sus superficiescoloreadas. Después de la con-

quista española estos vasos ce-remoniales no desaparecieron. Por

el contrario, en algunos lugares de laregión puneña se continuaron fabricando

hasta entrada la república.

ESCULTURA

El arte de la escultura tuvoentre los incas un desarrollomenor si se le compara con

otras manifestaciones como la arquitectura, porejemplo. Los escultores incas destacaron en el tra-bajo de piedras de gran dureza, como el granito y ladiorita, a las que conseguían dar una superficie muylisa. Los artefactos de piedra que fabricaron son bas-tante numerosos, siendo los más característicos losmorteros con asas esculpidas en forma de cabezasde felino o serpientes. Las pequeñas representacio-nes de seres humanos y animales tanto en piedracomo en metal fueron muy abundantes. Las figurasmás representadas fueron los felinos y las llamas,estas últimas esculpidas en tamaño pequeño y de-

nominadas ullti. Eran representa-ciones para uso ritual, elaboradascon la finalidad de servir comoofrendas para los antepasados y

las divinidades. La escultura monumental tam-

bién fue practicada. La mayor partede los cronistas menciona la exis-tencia de estatuas de los incas, aun-

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El aríbalo es la forma cerámica más conocida dela alfarería incaica. Estos jarrones eran decorados

con motivos geométricos; dado su tamaño erancolocados en la espalda y sujetos con amarras

para poder ser transportados.

Los queros fueron elaborados en cerámica omadera. Su superficie era ornamentada conmotivos geométricos aunque en ocasioneslos artesanos los decoraban con escenas

realistas del Tahuantinsuyo.

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que ninguno presenta una descripción detalla-da de ellas. Señalan que se trata de representa-ciones de tamaño natural, llamadas guaoquis(hermanos) por representar el otro yo del in-ca. Las fuentes mencionan que estas estatuastenían también un fin práctico: preservar laimagen del inca en caso de que algo pudierasucederle a su momia.

En la actualidad quedan muy escasasmuestras, una de las cuales es la llamada “ca-beza de Wiracocha”, que se conserva en elMuseo de América de Madrid. Se caracterizapor presentar una talla perfecta en su parteposterior y un trabajo más tosco en las faccio-nes. En realidad se trata de una figura de cuer-po entero, cuya parte inferior se encuentra enla Municipalidad del Cuzco. Esta esculturaprocede del conjunto arquitectónico de Ca-cha, ubicado en el antiguo camino del Colla-suyo (C. Bravo).

La escultura tuvo mayormente una finali-dad religiosa que llevó a los escultores incas amostrar predilección por el uso del oro, la pla-ta y las piedras preciosas, aunque también seutilizó la madera. Las crónicas mencionan laexistencia de representaciones tanto de divi-nidades como de seres humanos y ani-males, que solían tener en los ojos in-crustaciones de turquesas y esmeraldas.La representación más famosa es la delSol en el Coricancha, escultura con apa-riencia humana, totalmente hecha deoro.

PINTURA

La pintura fue un arte amplia-mente practicado durante el pe-ríodo incaico, aunque sin llegar aalcanzar el esplendor que logra-ron los nazca. En la cerámica ylos textiles es posible apreciar lascaracterísticas de la pintura incai-ca, cuyos motivos están relacio-nados con los mitos, las leyendasy los acontecimientos importan-tes de la vida del incario.

Estos motivos tambiénfueron pintados en grandestablones con el fin de que sir-vieran para guardar memoriade los hechos destacados. Di-

chos tablones eran depositados en un edificioespecial llamado Puquicancha, ubicado cer-ca al templo solar en la ciudad del Cuzco.Tuvieron también pintura mural con la que

decoraron las paredes de sus edificaciones debarro, tradición que recogieron de la de-

coración de la arquitectura en la costa.Existen importantes muestras de estosmurales en Tambo Colorado, Pacha-camac, Paramonga, etc.

MÚSICA, CANTO Y DANZA

En los Andes la música, el canto yla danza recibían el nombre genérico detaqui, palabra que estrictamente signi-fica canto. La música era pentafónica,basada en la combinación de las notas

musicales re, fa, sol, la y do. En basea esta escala fueron compuestas va-riadas piezas musicales relacionadascon aspectos profanos, religiosos yguerreros. La música y la danza estu-

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El pórtico de los felinos en Huánuco Pampa, Huánuco.

Este ceramio muestra a un músicomoche. En los Andes la música era

pentafónica; conjuntamente con la danzasu práctica estaba bastante extendida

entre diversos sectores sociales.

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vieron bastante extendidasen todos los sectores socia-les, y presentes en cual-quier tipo de actividad.

El canto siempre seacompañaba con instrumentos, siendo los más co-munes los pomatinyas, tamborcitos fabricados depiel de puma; las guayllaquepas, trompetas hechasde caracola; las trompetas de calabaza; el pincullo,especie de flauta traversa; y las antaras o flautas depan.

Los tambores se fabricaban de dos tamaños:grandes (huáncar), usados por los hombres, y pe-queños (tinya), usados por las mujeres. Por lo gene-ral los hacían con cuero de llama, aunque en algu-nas ocasiones utilizaban también piel humana, em-pleando la de los caudillos rebeldes y de enemigosderrotados en las batallas. Las trompetas las hacíande oro, plata y cobre. Hubo instrumentos fabricadoscon los cráneos de los venados y de los perros. Tan-to éstos como las trompetas servían para las danzasrituales y para convocar a las fiestas en homenaje asus huacas.

Había infinidad de danzas, pues casi todas las ac-tividades humanas tenían dedicada una que repre-sentaba simbólicamente, con figuras y gestos, las es-cenas más importantes de una actividad determina-da. En los documentos más antiguos se mencionanel uaricsa arahui (danza del inca), la llamaya (dan-za de los pastores), el harahuayo (danza de los agri-cultores), la cashua (danza del galanteo), la aranya-ni (danza de enmascarados), el haylli arahui (danzade la victoria guerrera) y la puruc aya (procesión fu-neraria). El puruc aya era el llanto general por lamuerte del inca (W. Espinoza).

Las danzas estaban siempre relacionadas con lasfiestas rituales y agropecuarias. Había danzas paraatraer las lluvias, así como para ahuyentar los agua-ceros, las heladas y las granizadas. También hubodanzas para representar la vida de las aves y de losanimales domésticos y salvajes. Las danzas y los

cantos sirvieron también para relatar los hechos his-tóricos, míticos y legendarios del pueblo inca.

Las danzas agrícolas, ganaderas y guerreras te-nían como principal objetivo mantener buenas rela-ciones con las divinidades y los mallquis, con el finde conseguir su apoyo en la obtención de buenascosechas, protección del ganado doméstico y silves-tre y el triunfo en las batallas.

El inca y la coya tenían músicos y danzantes pa-ra su entretenimento. Las crónicas no presentanuna información uniforme sobre la condición socialde los músicos. En algunas fuentes los mencionancomo gente de alto rango mientras que en otras apa-recen como de baja condición. Garcilaso, al referir-se a los músicos del inca, los presenta como especia-listas a dedicación exclusiva, señalando que su si-tuación era una especie de premio por el tiempo yesfuerzo que habían invertido para llegar tal condi-ción. Murúa menciona que algunas de las cantorasy tamborileras eran taqui acllas, es decir pertene-cían al grupo de mujeres que vivía en los acllahua-sis. Lo que el cronista no aclara es si se dedicaban ala música a tiempo completo (J. Murra).

LITERATURA

Es posible hablar de una rica literatura inca a pe-sar de que son muy pocas las piezas que se han con-servado. Los incas, por carecer de escritura, confia-ron su producción literaria a la memoria para quefuera transmitida por tradición oral, lo que ha im-pedido que se conozca la verdadera dimensión desu obra literaria. Las piezas que han permanecidofueron recogidas por Cristóbal de Molina, Juan San-ta Cruz Pachacuti y Guaman Poma de Ayala, la ma-yor parte de las cuales son himnos o rezos destina-

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Los cantos recogidos por loscronistas del siglo XVI han sido

las piezas literarias incaicasque han podido sobrevivir hasta

nosotros. Principalmenterendían culto a los dioses y

exaltaban los triunfos militares.En la imagen la casa del inca

en Huánuco Pampa.

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dos a alabar a lasdivinidades. Estasfuentes mencionantambién que fueronlos amautas, losquipucamayoc ylos haravec los en-cargados de prepa-rar estas composi-ciones, por lo quegozaban de granprestigio. En diver-sas festividades yceremonias las reci-taban cantándolas,igual como se hacíacon las epopeyas.La música y la dan-za fueron un im-portante comple-mento de la expre-sión oral.

La obra literariade los incas reflejó distintos aspectos de la vida enel Tahuantinsuyo. Los varios géneros de canto quetuvieron así lo demuestran: el haylli o canto de vic-toria, estaba dedicado a alabar a las divinidades, ala tierra y a resaltar los triunfos en las guerras y alos héroes; el harahui o canción amatoria exaltabaal amor y a la amada; el huacaylli o canto plañiderose hacía para solicitar las lluvias.

En poesía se tiene mayor información sobre elmotivo amoroso, que se caracteriza por ser muytierno y expresivo. Los temas recurrentes fueron lanostalgia por la amada ausente, así como el lamen-to del que ama sin esperanzas. Estas piezas erantambién cantadas con notas pentafónicas y eranmuy apreciadas entre la población. En cambio seconoce mucho menos sobre sus poemas épicos.

HISTORIA. LA NARRACIÓN ORAL

En el Tahuantinsuyo, la memoria de los aconte-cimientos se conservó a través de la tradición oral,cuya custodia estuvo a cargo de los pacariscap villa,una especie de historiadores oficiales. Eran especia-listas a tiempo completo, pertenecientes al grupo delos amautas, cuyo oficio se transmitía de padres ahijos en el seno de determinadas familias.

Su ocupación consistía en confeccionar cantareshistóricos sobre la vida de cada inca, en los que de-bían resaltar sus hazañas guerreras y sus bondades

para con el pueblo. Para guardar su información,los pacariscap villa se valieron de los quipus y enmenor medida de la pintura. La historia inca sóloguardaba memoria de los hechos gloriosos, por esosi algún gobernante había tenido una vida repudia-ble era de inmediato borrado de los cantares, pasan-do al olvido.

La memoria de los hechos fue conservada me-diante dos géneros: el hucaripuni y el hahuari cuy-cuna, creados ambos para ser recitados. El hucari-puni se utilizaba para mantener la memoria de loshechos oficiales, con composiciones dedicadas aexaltar las hazañas del inca que se encontraba en elpoder. Cuando un nuevo inca asumía el poder eracostumbre recitarle las hazañas realizadas por suantecesor.

El hahuari fue, más bien, el relato maravillosoque servía para narrar cosas extraordinarias de losantepasados. Se contaba igualmente en voz alta an-te el público pero a modo de pasatiempo. Los cro-nistas compararon los primeros con los cantares degesta y a los segundos con las fábulas (WaldemarEspinoza).

EDUCACIÓN

En el Tahuantisuyo la educación se impartió enforma diferenciada, una destinada a la elite y otra alpueblo. La elite recibía una educación especial en el

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Un detalle del conjunto de Ollantaytambo, Cuzco. Este conjunto es una concepción urbana de finalesdel Tahuantinsuyo; se encontraba en construcción al momento de la conquista.

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yachayhuasi, institución creada por el estado incacuya sede estaba en el Cuzco, mientras que la gen-te del pueblo recibía una educación eminentementepráctica en sus hogares.

El yachayhuasi (casa del saber) se encontraba acargo de los amautas, identificados como sabios enlas crónicas, pero enseñaban también allí los paca-riscap villa. Los estudios estaban destinados a ins-truir a los miembros de la elite sobre el modo de go-bernar.

La educación duraba cuatro años. En el primerose enseñaba el quechua cuzqueño que era el idiomaestatal, debido a que los alumnos provenían de di-versos puntos del territorio. Durante el segundoaño se les enseñaba todo lo relacionado con las di-vinidades y el culto. En tercer y cuarto año apren-dían el manejo de los quipus, las leyes incas y unconjunto de asuntos relacionados con la adminis-tración del estado. A lo largo de toda su formaciónlos alumnos recibían enseñanzas sobre la historiainca, pero sobre todo en el último año se hacía hin-capié en el aprendizaje de los mitos y leyendas queconformaban la historia oficial. Al finalizar su for-mación el amauta expedía un informe en el que cer-tificaba que los estudiantes estaban aptos para asu-mir funciones en el gobierno. Luego el inca proce-día a ubicarlos en la administración estatal deacuerdo con su jerarquía. Los hijos de los curacasprovinciales regresaban a sus pueblos para ayudar asus padres en el gobierno.

DERECHO

Garcilaso de la Vega señalaque los incas impusieron so-bre los pueblos conquistadossu propio derecho sintetizadoen tres frases: “No seas la-drón, no seas mentiroso, noseas ocioso”. El derecho incaestuvo basado en la memoriade los hechos precedentes, esdecir en la costumbre. Lasnormas eran establecidas porel inca o por sus representan-tes. Los funcionarios asigna-dos en las diversas regionespor el estado tenían entre susatribuciones el poder decidiren cuestiones judiciales. Elderecho local que no se opo-nía a la legislación inca con-

tinuó vigente. Sin embargo, los curacas perdieron lafacultad de juzgar en asuntos importantes en loscuales las penas fueran la mutilación o la muerte.

Las leyes incas se caracterizaron por su extremaseveridad. Las disposiciones no podían dejar decumplirse. Cualquier forma de transgresión de laley se consideraba como una falta contra las divini-dades. Los infractores debían de ser castigados demanera tal que la lección fuera ejemplificadora, tan-to para el inculpado como para el resto de la pobla-ción. Las penas podían ser personales o colectivasde acuerdo con el delito cometido e iban desde lassimples represiones hasta el asolamiento de pueblosenteros. Al tener el derecho inca un fin alecciona-dor, la pena de muerte fue aplicada con mucha fre-cuencia, sobre todo para los delitos de rebeldía, ho-micidio, adulterio y reincidencia en casos de holga-zanería y embriaguez (W. Espinoza).

ASTRONOMÍA

La observación de los astros fue una práctica co-mún en los Andes desde los tiempos de Chavín. Losincas aprovecharon estos conocimientos y los am-pliaron. Las fuentes escritas y etnográficas señalanque conocieron la Vía Láctea, a la que denominaronmayu, que significa río.

Distinguieron dos tipos de constelaciones: las deestrella a estrella y las constelaciones negras. Entre

las primeras están las Pléya-des a las que denominaroncollca (almacén); a la cons-telación de la Cruz del Surla denominaron chacana y ala de Orión la llamaron or-corara; la constelación deEscorpio fue comparadacon una serpiente, por loque la llamaron amaro.

Como constelaciones ne-gras identificaron a la Lla-ma, una raya negra entre laCruz del Sur y Escorpio; aYuto (saco de carbón) quees la constelación contigua

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En los Andes ciertos delitos eranseveramente reprimidos; enocasiones su expiación causabala muerte de los presuntosresponsables. En este dibujo deGuaman Poma de Ayala unasmujeres son castigadas, acusadasde envenenar a sus víctimas.

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a la Cruz del Sur; a Ampatu (sapo), una mancha ne-gra también cercana a la Cruz del Sur; a Atoc (zo-rro), otra mancha negra ubicada entre la cola de Es-corpio y Sagitario; a Machacuay (serpiente), una ra-ya negra entre Adhara y la Cruz del Sur, etc.

Conocieron perfectamente los solsticios y losequinoccios. Observaban los primeros desde elCuzco mediante unas torres, de las cuales ocho da-ban al oriente y ocho al poniente. Estas torres esta-ban colocadas de cuatro en cuatro, de modo que dospequeñas quedaran entre dos grandes. Los días desolsticio se averiguaban muy fácilmente midiendolas distancias de las sombras que proyectaban las to-rres. Para los equinoccios se valían de unas colum-nas de piedra labrada que colocaban en las plazasfrente a los intihuasi (A. Capdevilla).

La población creía que los astros ejercían in-fluencia en la vida de los seres humanos. La apari-ción de las Pléyades, por ejemplo, anunciaba el ini-cio del año agrícola. El paso de los cometas presa-giaba guerras, desastres, epidemias y muertes depersonajes importantes. Las fases de la luna teníandistintas interpretaciones: la luna llena era propiciapara la siembra, la cosecha y la elaboración de obrasque requerían el empleo de la madera (si el techadode la casa se hacía en ese momento se evitaría suapolillamiento); la luna llena también era propiciapara acciones militares, debiendo realizarse enton-ces los ataques; la luna nueva era más bien el mo-mento en el que las tropas debían retirarse a descan-sar y a realizar determinados sacrificios.

Los observadores más prestigiosos eran los tar-puntaes, quienes como sacerdotes del sol tuvieronen sus templos los mejo-res observatorios astronó-micos, estudiando con es-pecial cuidado los eclip-ses de luna y de sol, puesles atribuían influenciasobre la vida de los hom-bres y la naturaleza. Susconocimientos les permi-tían indicar la inminenciade estos fenómenos, orga-nizando en esas ocasionesceremonias que incluían

la entrega de ofrendas de oro y de plata, el sacrificiode camélidos y la inmolación de muchachos de am-bos sexos, mientras que en los acllahuasis, las acllasdebían ayunar y ofrecer sacrificios.

El eclipse solar tenía varias interpretaciones,siendo la más significativa el anuncio de la muertedel inca o de algún jefe importante. El oscureci-miento era interpretado como que el Sol se poníaluto para mostrar su pena. Durante varios días el in-ca se trasladaba a un lugar secreto, apartado de to-dos para ayunar y llevar a cabo ritos. En ese lapsonadie prendía fuego en el Cuzco. El eclipse solartambién era interpretado como el enojo del Sol poralgún pecado cometido contra él. En tal situación,el eclipse mostraba el rostro turbado y molesto queanunciaba un castigo.

El eclipse de luna provocaba un gran pánico en-tre la población. Temían que la luna acabara de os-curecerse porque si eso llegaba a suceder significa-ría que había muerto y caería sobre la tierra matan-do a sus habitantes y destruyendo el mundo. Paraevitar esta catástrofe pensaban que debían hacermucho ruido, por eso desde que se iniciaba uneclipse de luna tocaban trompetas, tambores y todoinstrumento que pudiera servir para ese propósito.

El calendarioEl calendario inca se elaboró a partir de la obser-

vación del movimiento del sol y las fases de la lu-na. El año (huato) era solar, pero los meses (quilla)eran lunares. En cada mes se realizaba una serie deactividades de carácter económico, social y religio-so, acompañadas de festejos y sacrificios.

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En el calendario defestividades incaicas el mes dejunio estaba reservado al Sol.

En la imagen, la fiesta del IntiRaymi tal como se escenifica

en la actualidad.

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Las fiestas más importantes estaban relacionadascon los solsticios. El Inti Raymi, fiesta realizada enel mes de junio, coincidía con el solsticio de invier-no, y el Capac Raymi, realizada en el mes de diciem-bre, con el solsticio de verano.

Los cronistas ubicaron el inicio del año en dis-tintos momentos, pero lo más probable es que em-pezara en el mes de diciembre, correspondiente alsolsticio de verano. Las fuentes atribuyen a MaytaCapac la división del año en doce meses y coincidenen señalar a Pachacuti como el que ordenó la cons-trucción de los observatorios más importantes co-mo, por ejemplo, los intihuatanas. Se trata de unospequeños espigones colocados sobre superficiesplanas que servían para definir los meses del año eincluso las horas del día.

Guaman Poma en su crónica presenta el año in-caico dividido en los siguientes meses:

1. Capac Inti Raymi Quilla (diciembre). Co-mienzan a caer las grandes lluvias y en las chacrasse inicia la siembra de papas, ocas y quinua. Duran-te este mes tenía lugar la fiesta del Huarachicuy.

2. Capac Raymi Camay Quilla (enero). Era elmes de lluvia abundante, cuando los campos de cul-tivo se limpiaban. Durante este tiempo abundabanlas enfermedades, por lo que se realizaba la fiestallamada Camay.

3. Paucar Huarey Hatun Pocoy Quilla (febrero).Se protegen los maizales y se empiezan a barbecharlos campos. En este mes se realizaba la fiesta del Ha-tun Pocoy.

4. Pacha Pocoy Quilla (mar-zo). Disminuyen las lluvias y lossembríos empiezan a madurar.Se realizaba la fiesta del PachaPucoy.

5. Inca Raymi Camay Quilla(abril). Época en la que los cam-pos se cubren de flores y los cul-tivos han madurado. En estemes se realizaba la fiesta del Ati-huaquis.

6. Hatun Cusqui AymorayQuilla (mayo). En este mes teníalugar la cosecha del maíz y serealizaba la fiesta del Aymoray.

7. Huacay Cusqui Quilla (ju-nio). Período de la cosecha y dela limpieza de las acequias. Eneste mes se realizaba el Inti Ray-mi, fiesta principal en homenajeal Sol.

8. Chajra Conapuy Quilla (julio). Era el mo-mento del reparto de las tierras y del abono de laschacras.

9. Chajra Yapuy Quilla (agosto). En este mes seiniciaba la siembra del maíz en un ambiente defiesta.

10. Coya Raymi Quilla (setiembre). Termina lasiembra del maíz y se trillan los granos. Durante es-te mes se realizaba el Coya Raymi, fiesta en honorde la Luna y la coya. También la Citua, ceremoniapara espantar a los malos espíritus y a las enferme-dades.

11. Uma Raymi (octubre). Se protegía las se-menteras de las aves y se recolectaba paja y leña.Se realizaban ceremonias para invocar las lluvias.

12. Ayamarcay Quilla (noviembre). El últimomes del año, cuando se empezaban a regar los cam-pos. Se rendía culto a los muertos. Los ruegos y sa-crificios pidiendo lluvias eran mayores.

ARITMÉTICA. LOS QUIPUS

Los incas utilizaron el sistema decimal, aunqueno llegaron a conocer el cero. Las operaciones arit-méticas las realizaban valiéndose de los ábacos y losquipus. La geometría era más bien puramente prác-tica, marchando al margen de toda argumentaciónteórica. Sin embargo, con asombrosa exactitudabrieron canales, construyeron caminos y puentes,y edificaron centros urbanos con calles, plazas y ba-rrios bien distribuidos. Entre sus conocimientos es-

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El intihuatana de Machu Picchu. Los incas elaboraron su calendario en base a laobservación del Sol y la Luna.

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tuvo la plomada que les permitió nivelar las paredesde sus edificios.

El quipu, sistema de contabilidad y mnemotéc-nico, fue ampliamente utilizado por los incas, perono fueron ellos sus creadores. Las investigacionesarqueológicas han demostrado que era conocidodesde el Horizonte Medio, aunque con los incas tu-vo un amplísimo desarrollo, debido a la necesidadestatal de conocer el crecimiento demográfico ycontable en el territorio. El estado requería estar in-formado sobre la cantidad de personas y de produc-tos que entraban y salían de sus almacenes, talleresy chacras estatales y del culto (W. Espinoza).

El quipu constaba de un cordel horizontal delcual pendían varias pitas trenzadas. Éstas eran dediferente tamaño y en ellas se hacían nudos situa-dos a intervalos distintos. En cada nudo figurabaun número y conforme aumentaban los bultitostambién crecían las cifras. La ubicación de los nu-dos precisaba la equivalencia a unidades, decenas,centenas y millares. Los quipus sólo podían ser leí-dos en sus respectivas sedes y por sus propios qui-pucamayoc.

Entre ellos los había especializados en asuntoscontables, encargados de registrar lo mínimo queentraba y salía de los almacenes del estado. Otrosapuntaban con exactitud encomiable los nacimien-tos, los matrimonios, las muertes, el número deefectivos militares, el de los exceptuados de la mita,siempre de acuerdo a los grupos de edad, lo que lespermitía elaborar estadísticas demográficas cada vezque el estado lo requería, siendo los quipus infali-bles para este tipo de operaciones. Estaban tambiénlos encargados de conservar la memoria de hechos

importantes, relatos literarios, cuestiones jurídicas,etc.; en esos casos los quipus servían como instru-mentos mnemotécnicos.

La formación de quipucamayoc ocupaba un lu-gar importante, pero la mayoría de ellos integrabalos cuadros subalternos. Los que tenían alto rangoprovenían de los ayllus cuzqueños y entre ellos seseleccionaba a los que serían enviados a los centrosurbanos para supervisar los ingresos y egresos delos almacenes estatales. El grupo de menor rangocorrespondía a los quipucamayoc que los grupos ét-nicos tenían para guardar sus propios registros.

El llamado contador del inca sujeta con sus manos un quipu.La creciente expansión del Tahuantinsuyo obligó a un mayor

conocimiento de las autoridades sobre las poblaciones a sumando y los recursos disponibles; una burocracia

especializada se hizo cargo de estas tareas.

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EL ESPACIO GEOGRÁFICO: La geografía andina ha sidomotivo de estudio desde la llegada de los españoles y el in-terés por ella se mantiene hasta nuestros días. Los cronistasy viajeros coloniales y republicanos se ocuparon extensa-mente de la descripción del territorio andino. Sin embargo,fue recién en las primeras décadas de este siglo que se ini-ciaron los estudios más científicos sobre el medio geográficoandino. Así, dos artículos del estudioso alemán Carl Troll,“Los fundamentos geográficos de las civilizaciones andinas yel imperio incaico” y “Las culturas superiores andinas y elmedio geográfico”, fueron publicados en castellano por sen-das revistas de las universidades de Arequipa y San Marcosen 1935 y 1958, respectivamente. Asimismo, el propio Trollcoordinó la edición de Geo-ecología de las regiones monta-ñosas de las Américas tropicales (Berlín 1968). Son tambiénimportantes para el conocimiento de las características geo-gráficas del mundo andino los libros de Javier Pulgar Vidal(Lima 1976) y de Joseph A. Tosi (Lima 1960).

Un texto básico para este tema es el de John Murra (Li-ma 1975), donde el autor plantea lo que denominó el “controlvertical de pisos ecológicos”, como una propuesta funda-mental para la comprensión de la relación del hombre andi-no con su medio ambiente. Tal propuesta ha sido objeto deamplios debates enriquecedores de nuestro conocimientodel tema. Entre otros pueden mencionarse el que editaron L.Millones y H. Tomoeda, El hombre y su ambiente en los An-des centrales (Osaka 1982); el publicado por S. Masuda, I.Shimada y C. Morris, Andean Ecology and Civilization. An In-terdisciplinary Perspective on Andean Ecological Comple-mentarity (Tokio 1985); y los del geógrafo francés OlivierDollfus (Lima 1981 y 1991).

LA FORMACIÓN DEL TAHUANTINSUYO: En los escritosde los cronistas como en los textos que se publican en la ac-tualidad está presente el interés por explicar cómo surgió elTahuantinsuyo. En este afán los cronistas recopilaron las tra-diciones orales guardadas por los amautas y quipucamayoc,pero asumiéndolas como historias reales y no como lo queen realidad eran, mitos. De ahí las distintas versiones y apa-rentes contradicciones cuando se coteja a los cronistas. Losestudios recientes han tratado de superar esas dificultadestomando con cuidado la información proporcionada por lascrónicas y complementándola con los trabajos provenientesdel campo de la arqueología y antropología. En esta líneason de consulta obligada los trabajos de Franklin Pease (Li-ma 1978 y 1992a), donde el autor propone modelos de colo-nización empleados por los incas en la expansión del Ta-huantinsuyo. Los libros de Concepción Bravo (Madrid 1986)y de María Rostworowski (Lima 1988) presentan propuestasinteresantes sobre el surgimiento del Tahuantinsuyo. Walde-mar Espinoza Soriano (Lima 1990) presenta información so-bre los grupos étnicos del valle del Cuzco antes del arribo delos incas. Sobre los ayarmaca es interesante el estudio delmismo nombre que María Rostworowski publicó en la Revis-ta del Museo Nacional (Lima 1969-1970, incluido en la com-pilación Ensayos de historia andina, Lima 1993). Dos artícu-los de R. Tom Zuidema: “El origen del imperio inca” (publica-do originalmente en Universidad, órgano de extensión cultu-ral de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga,año III, Nº 9, Ayacucho, 1967) y “El león en la ciudad. Sím-bolos reales de transición en el Cuzco” (publicado orginal-mente en inglés en el Journal of Latin American Lore, UCLALatin American Center, University of California, 9: 1 California1983), aparecen compilados en Reyes y guerreros (Lima,1989), interpretando desde la perspectiva del análisis estruc-tural el surgimiento del Tahuantinsuyo y el significado de sucapital.

LA POLÍTICA Y LA ADMINISTRACIÓN: La organizaciónpolítica del Tahuantinsuyo es uno de los temas sobre el quese continúa debatiendo. Los cronistas identificaron al incacon el rey español y asumieron que la forma de gobierno enlos Andes era similar a la europea. Sin embargo, algunoscronistas como Polo de Ondegardo presentan una informa-ción que hace dudar de que los incas hayan tenido una for-ma de organización política similar a la occidental. Basándo-se en la información de este cronista, R. Tom Zuidema publi-có The Ceque System of Cuzco (Leiden 1964) –con versiónen español del Fondo Editorial de la Pontificia UniversidadCatólica del Perú en 1995–, donde propuso que el ejerciciodel poder entre los incas no descansaba en una sola perso-na sino que se trataba de una forma de gobierno dual. Al res-pecto, ver también Pierre Duviols (París 1979 y Lima 1980a).María Rostworowski propuso la figura del correinado por pri-mera vez en su libro Pachacutec Inca Yupanqui (Lima 1953),tesis que retoma a la luz de nuevas fuentes en Lima 1983 y1988. Waldemar Espinoza en Los incas (Lima 1990) señala

la posibilidad de que cada uno de los gobernantes haya teni-do responsabilidades diferentes. El identificado como gober-nante por los españoles habría tenido a su cargo las tareasde orden político y el otro – el huillac umo- las relacionadascon lo religioso.

Las dificultades para establecer la organización del poderen el Tahuantinsuyo se extienden a la figura del inca y de loscuracas. Un buen número de textos se ha publicado enfocan-do este problema, entre los que destacan los de FranklinPease (Lima 1978, 1992a y 1992b); los de María Rostwo-rowski: Curacas y sucesiones: Costa norte (Lima 1961), “Es-tratificación social y el hatun curaca en el mundo andino”(Histórica, I, 2, Lima 1977), también publicado en la compila-ción Ensayos de historia andina (Lima 1993), Lima 1977 y1988; el trabajo de José Luis Martínez (Lima 1995) es espe-cialmente importante por el análisis que realiza sobre lossímbolos del poder. El aspecto administrativo ha sido amplia-mente tratado por John Murra en Lima 1975 y México 1983a.R. Tom Zuidema también se ocupa de este punto en un inte-resante artículo, “Burocracia y conocimiento sistemático enla sociedad andina”, compilado en Reyes y guerreros (Lima1989). Los textos citados en el párrafo anterior también sonútiles para el estudio de este tema.

La organización del ejército durante el período incaico esun tema ampliamente tratado por Waldemar Espinoza en Losincas (Lima 1990) y por María Rostworowski en Historia delTawantinsuyu (Lima 1988). John Murra en La organizacióneconómica del estado inca (México 1983a) trata el tema re-lacionándolo con el aspecto económico.

LA SOCIEDAD: La organización social del Tahuantinsuyoha sido tema de importantes estudios desde fines del siglopasado. De ese entonces datan las obras de Heinrich Cu-now, El sistema de parentesco peruano y las comunidadesgentilicias de los incas ([1891], Paris 1929) y La organizaciónsocial del imperio de los incas ([1890], Lima 1933), deveni-das en clásicas. En la primera mitad de este siglo Louis Bau-din publicó El imperio socialista de los incas (Paris 1929) yLos incas del Perú (Paris 1942); y de Luis E. Valcárcel, dosobras especialmente importantes: Historia de la cultura anti-gua del Perú (Lima 1943-1949) y Etnohistoria del Perú anti-guo (Lima 1959); todas ellas consideradas, asimismo, obrasclásicas sobre el tema.

Estudios importantes sobre la sociedad en general sonlos de Sally Falk Moore (New York 1958); María Rostworows-ki, Etnía y sociedad (Lima 1977, se publicó una versión co-rregida y aumentada de la misma obra en 1989) e Historiadel Tawantinsuyu (Lima 1988); Concepción Bravo (Madrid1986); Waldemar Espinoza (Lima 1990) y Franklin Pease (Li-ma 1992a).

Los grupos sociales también han merecido la atención delos investigadores. En los últimos años se ha visto ampliadala bibliografía sobre los mitmaqkunas con los trabajos de Ma-ría Rostworowski: “Dos manuscritos inéditos con datos sobreManco II, tierras personales de los incas y mitimaes” (NuevaCoronica Nº 1, órgano del Departamento de Historia de SanMarcos, Lima 1963) y “Guarco y Lunahuaná: dos señoríosprehispánicos, costa sur-central del Perú” (Revista del Mu-seo Nacional XLIV, Lima 1978-1980); los de Waldemar Espi-noza, “Los mitmas yungas de Collique en Cajamarca, siglosXV, XVI y XVII” (Revista del Museo Nacional XXXVI, Lima1970) y “Los huayacuntus en Quito o guarniciones para la re-presión armada, siglos XV y XVI” (Revista del Museo Nacio-nal XLI, Lima 1975); de Liliana Regalado de Hurtado, “Mit-maqkuna y controles ecológicos”, compilado en Etnohistoriay antropología andina. Primera Jornada del Museo Nacionalde Historia (Lima 1978), así como sus artículos de 1983 y1984; y de Nathan Wachtel, “Los mitimas del valle de Cocha-bamba: la política de colonización de Wayna Capac” (Histo-ria Boliviana, I, 1, Cochabamba 1981). Sobre los yanas, verlos estudios de John Murra en Formaciones económicas ypolíticas del mundo andino (Lima 1975) y Las visitas de Son-qo (México 1992).

LA ECONOMÍA: Desde la llegada de los españoles, la orga-nización económica en los Andes ha sido objeto de importan-tes investigaciones que han dado lugar a diversas interpreta-ciones sobre la naturaleza del Tahuantinsuyo. Destacan laobra de Louis Baudin, El imperio socialista de los incas (Pa-ris 1928), y los libros de Luis E. Valcárcel, Historia de la cul-tura antigua del Perú (Lima 1943-1949) y Etnohistoria del Pe-rú antiguo (Lima 1959). En 1955 John Murra presentó en eldepartamento de Antropología de la Universidad de Chicagola tesis “La organización económica del Estado inca”, textoque desde ese momento circuló ampliamente, siendo publi-cado recién en 1978. Tres años antes el autor había publica-do otro libro Formaciones económicas y políticas del mundo

andino (Lima 1975), recogiendo diversos estudios efectua-dos con posterioridad a la presentación de la tesis, en losque discute algunas de sus propuestas iniciales. Este libroprobablemente es uno de los trabajos que más ha aportadoa la comprensión de la organización económica en los An-des.

Estudios importantes sobre el tema son asimismo los deJohn Rowe, “Inca culture at the time of the Spanish Con-quest” (Handbook of South American Indians, II, SmithsonianInstitution, Washington 1946), Sally Falk Moore (New York1958), Roswith Hartmann (Quito 1971), Nathan Wachtel, So-ciedad e ideología. Ensayos de historia y antropología andi-nas (Lima 1973), María Rostworowski (Lima 1977), FranklinPease (Lima 1978 y 1992a) y Jürgen Golte (Lima 1980).

Sobre las actividades económicas de la población andi-na, revísese: María Rostworowski, “Mercaderes del valle deChincha en la época prehispánica: Un documento y unos co-mentarios” (Revista Española de Antropología Americana,Vol. 5, Madrid 1970), Recursos naturales renovables y pes-ca. Siglos XVI y XVII (Lima 1981); Waldemar Espinoza (Lima1987); Frank Salomon, Los señores étnicos de Quito en laépoca de los incas (Quito 1980); Susan Ramírez-Horton, “Laorganización económica de la costa norte: Un análisis preli-minar del período prehispánico tardío”, compilado en Etno-historia y antropología andina. Segunda Jornada del MuseoNacional de Historia (Lima 1981); John Murra, “¿Existieron eltributo y los mercados antes de la invasión europea?”, com-pilado en La participación indígena en los mercados surandi-nos. Estrategias y reproducción social, siglos XVI a XX (LaPaz 1987). Sobre el acceso a mano de obra en el Tahuan-tinsuyo véase John Murra (Arica 1983).

Para el estudio de la reciprocidad andina, revísese: Gior-gio Alberti y Enrique Mayer (Lima 1974) y Franklin Pease (Li-ma 1992b). Sobre tecnologías en los Andes, véase: RoggerRavines (Lima 1978); Heather Lechtman y Ana María Soldi(México 1981). Para entender el rol jugado por los centros ur-banos y la administración de la producción, révisese: CraigMorris y Donald Thompson, Huánuco Pampa. An Inca Cityand its hinterland (New York 1985). Sobre los caminos, véa-se John Hyslop (Orlando 1984).

LA RELIGIÓN INCAICA: La religión andina es un tema po-lémico. Las crónicas, principales fuentes que la investigan,se encuentran contaminadas por la visión parcializada con laque fueron escritas. Contamos, por ende, con diferentesaproximaciones al tema, entre las que destacan: Luis E. Val-cárcel, Etnohistoria del Perú antiguo (Lima 1959); John H.Rowe, “The Origins of the Creator Worship among the Incas”,compilado en Culture in History. Essays in honor of Paul Ra-din (New York 1960) y “Religión e imperio en el Perú antiguo”(Antropología Andina, 1-2, Cuzco 1977); Franklin Pease (Li-ma 1973). Sobre el culto solar revísese: Franklin Pease, “Entorno al culto solar incaico” (Humanidades, 1, Lima 1967); R.Tom Zuidema, “La imagen del sol y la huaca Susurpuquio enel sistema astrónomico de los incas del Cuzco” (Journal de laSocieté des Américanistes, LXIII, 63, París 1976); GuillermoCock y Mary E. Doyle, “Del culto solar a la clandestinidad deInti y Punchao” (Historia y Cultura, 12, Lima 1979); MaríaRostworowski (Lima 1983). Sobre el culto a la tierra y elagua, véase Rebeca Carrión Cachot, El culto al agua en elantiguo Perú. La paccha, elemento cultural panandino (Lima1959) y Peter Gose (Cambridge 1993). Sobre el sacerdocioandino, véase Guillermo Cock, “Sacerdotes o chamanes enel mundo andino” (Historia y Cultura, 16, Lima 1983). En lashistorias de los incas publicadas por Franklin Pease (Lima1991 y 1992a), Concepción Bravo (Madrid 1986) y WaldemarEspinoza (Lima 1990) se pueden encontrar útiles aproxima-ciones al tema religioso.

Antologías de mitos andinos se han publicado desde ladécada del 70, veáse Henrique Urbano (Cuzco 1981) y Fran-klin Pease (Lima 1982), textos importantes por sus estudiosintroductorios.

ARTE Y CULTURA: El arte y la cultura son temas que los es-tudiosos del pasado incaico han trabajado con distinta inten-sidad. La arquitectura ha sido un tema privilegiado, revíseseGraziano Gazparini (Caracas 1977), Santiago Agurto Calvo(Lima 1987) y E. Kendall (London 1974). El libro Arqueologíaperuana (Lima 1971) de Federico Kauffmann contiene infor-mación sobre arquitectura, cerámica, textilería, música y as-tronomía. Sobre textilería los trabajos de John Murra (Lima1970 y 1975, y México 1983a) son especialmente importan-tes. Sobre educación puede verse el trabajo de Roberto MacLean (Lima 1952). En las historias generales sobre los incaspublicadas por Concepción Bravo (Madrid 1986), WaldemarEspinoza (Lima 1990) y Franklin Pease (1991 y 1992a) hayreferencias sobre los temas tratados.

BIBLIOGRAFÍA

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Hampe

Las primeras informaciones sobre una tierra ricaen oro, ubicada al sur de Panamá, llegaron a noticiadel capitán extremeño Vasco Núñez de Balboacuando estaba realizando su expedición descubri-dora del mar del Sur. En esta jornada sirvió comolugarteniente del capitán el trujillano Francisco Pi-zarro, un hombre poco adiestrado en las letras perobaquiano en la colonización del territorio america-no; había llegado a Santo Domingo en 1502 comopaje del gobernador de la isla Española, después in-tervino en diferentes empresas de conquista en laregión del Caribe y hacia los años 20 del siglo XVIera uno de los más prominentes vecinos de Panamá.Pero le correspondió al regidor panameño Pascualde Andagoya, nombrado visitador general de los in-dios de Castilla del Oro (1523), la fortuna de ser elprimero en dominar a los nativos del señorío del Bi-rú y de llegar con sus barcos hasta la desembocadu-ra del río de San Juan, en la actual costa de Colom-bia, donde recogió noticias confirmatorias de aquelpaís abundante en metales preciosos.

Animado por la inquietud de hacerse rico y po-deroso, Pizarro se dedicó a preparar la denominada“empresa del Levante”, que debería culminar en laincorporación del Perúal dominio español. Condicho propósito, formóuna compañía junto a suviejo socio Diego de Al-magro, manchego pro-pietario de tierras y ga-nado en Panamá, y alclérigo Hernando de Lu-que, que era maestres-cuela de la catedral pa-nameña. Según lo acor-dado entonces, Pizarrodebería encargarse de di-rigir las tropas, Almagrosería el proveedor de sol-dados, víveres y pertre-chos, y el clérigo tendría

a su cargo la representación de la empresa ante lasautoridades de Tierra Firme. De tales planes se en-teró pronto el gobernador Pedrarias Dávila, quiense asoció al negocio entregando una cuota de dine-ro y suscribió la licencia necesaria para la partida.

Fue el 13 de setiembre de 1524 la fecha en quePizarro salió para su primer viaje perulero, hacién-dose a la vela en una pequeña embarcación nombra-da “Santiago”. Marchaba al frente de 112 soldados yalgunos indios nicaraguas de servicio, con variosperros de guerra y unos cuantos caballos. Tras rea-lizar escala en el archipiélago de las Perlas, los ex-pedicionarios avanzaron bordeando las orillas delmar del Sur, hasta que –ya escasos de medios desubsistencia– saltaron a tierra en Puerto del Hambrepara esperar aquí la llegada de más alimentos; lahueste andaba descontenta por la insalubridad deese territorio y la falta de perspectivas halagüeñas.Como el propio término de Puerto del Hambre lodeja sospechar, en este sitio fallecieron más de trein-ta individuos a causa de desnutrición, pues sólocontaban con palmitos y mariscos para llenar susestómagos.

Prosiguiendo la ruta costera, Francisco Pizarro ysus compañeros arriba-ron en febrero de 1525 aun lugar amurallado co-nocido como el fortíndel cacique de las pie-dras. Ingrato recuerdoles iría a producir estaetapa del camino: en unamadrugada fueron recia-mente atacados por lospobladores lugareños,armados de lanzas y fle-chas, haciendo retroce-der a los extranjeros.Muchos integrantes dela tropa ibérica acabaronheridos de consideraciónen el combate (entre

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ILA EMPRESA CONQUISTADORA DE

PIZARRO Y ALMAGRO

Mapamundi elaborado en 1544 por Gemma Frisius, médico y astrónomo neerlandés, tomado de la Cosmografía (1581)

de Pedro Apiano.

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ellos, el mismo capitán), y en vista del desalientogeneral y de la débil protección que tenían para en-frentar los obstáculos de aquella región, resolvieronabordar nuevamente el “Santiago” y hacer la trave-sía de vuelta con rumbo a Panamá.

Por su parte, Almagro salió posteriormente de lacapital de Castilla del Oro, secundado por 64 hom-bres de guerra, y navegó con dirección meridionalsiguiendo las trazas de sus compatriotas. Llegó asíal mismo asiento del cacique de las piedras (rebau-tizado después como Pueblo Quemado), donde letocó igualmente librar un encuentro con los bravosnativos; en esta batalla el capitán manchego tuvo ladesgracia de perder un ojo, a consecuencia de uncertero flechazo de los enemigos, y hubo de ser au-xiliado por su gente para poder huir embarcándoseen un barquichuelo, el “San Cristóbal”. Con todo, lahueste determinó avanzar más hacia el sur, de talmanera que llegó por mayo de 1525 al río de SanJuan, el cual anteriormente había explorado Anda-goya. En vista de que no hallaron ulteriores eviden-cias del paso de gente peninsular por aquella zona,Almagro ordenó emprender el retorno a su punto departida, a fin de reunirse con los otros participantesen la empresa del Levante.

En la playa de Chochama, no lejos de las islas delas Perlas, se encontraron nuevamente los viejos so-cios. Aunque habían fracasado en su primer intentode aproximación a las ricas tierras del Perú, no sedejaron vencer por esta adversidad y comenzaron aalistar con mucho empeño una segunda expedicióndescubridora. Parece que el gobernador Pedrarias,contrariado por la pobreza del botín obtenido, man-dó brindar el reconocimiento de capitán adjunto aDiego de Almagro, quien gozaría en adelante de lamisma dignidad que Pizarro. Además, se afirma queel 10 de marzo de 1526 ambos jefes, juntamentecon el maestrescuela Hernando de Luque, firmaronen Panamá un contrato para desarrollar la ansiadaconquista del “reyno del Pirú”, obligándose a efec-tuar una distribución tripartita de las ganancias; pe-ro la autenticidad de este documento, que refiereuna aportación de 20 000 pesos donada por Luque,no ha sido plenamente certificada (Maticorena1966).

Hechos los arreglos pertinentes, el segundo via-je empezó con una avanzada veloz hasta el conoci-do río de San Juan. Al observar que la tierra queexistía más adelante era pantanosa y mal dotada demantenimientos, se resolvió que la hueste permane-ciera en dicho punto mientras Almagro iba a conse-guir refuerzos en Panamá. Entretanto, el piloto mo-

guereño Bartolomé Ruiz recibió la comisión de na-vegar e inspeccionar hacia adelante en el mar delSur; así fue que descubrió la isla del Gallo, la bahíade San Mateo, la ensenada de Coaque y la isla de Sa-lango, habiendo traspasado la línea ecuatorial. Peroel hecho más importante de su exploración es quetopó con una balsa de mercaderes indígenas, de lacual tomó lana de auquénidos, tejidos de algodón,piedras preciosas, piezas de cerámica y unos cuan-tos muchachos, a quienes se entrenó para servir co-mo intérpretes (Szászdi 1978). ¡Eran las primerasmanifestaciones directas que adquirían del imperiogobernado por Huayna Capac!

Luego de regresar Almagro con provisiones,continuó la marcha de la tropa a través de la regióncosteña llena de manglares, cuyas incomodidadesmortificaban naturalmente a los soldados. Dejándo-se guiar por la inspección que había desarrollado elpiloto Ruiz, los expedicionarios marcharon hasta elrío de Tempula o Santiago, adonde llegaron en juliode 1527, y ante los inconvenientes que ofrecía eseterritorio acordaron hacer un establecimiento pro-visorio en la isla del Gallo, mientras se aguardaba lavenida de nueva ayuda material. A estas alturas pre-dominaban en la hueste –compuesta de unosochenta soldados– el desaliento y las ganas de evi-tar más penurias yendo de regreso al istmo; pero elcapitán extremeño se mantenía resuelto en su con-vicción de no detenerse hasta llegar a la famosa tie-

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Carta universal de la Tierra Firme y de las IndiasOccidentales, autor anónimo (Venecia, ca. 1534).

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rra rica en oro. Como es bien sabido, los soldadostramaron su liberación remitiendo un mensaje dequeja al gobernador de Tierra Firme, Pedro de losRíos, y en un papel metido dentro de un mazo de al-godón le escribieron:

Pues, señor gobernador,mírelo bien por entero,que allá va el recogedor [Almagro]y acá queda el carnicero [Pizarro].

Atendiendo las reclamaciones de los desconten-tos, el gobernador nombró a un emisario con la ta-rea de que obligase a Pizarro a retornar con todossus compañeros a Panamá. Fue entonces, en se-tiembre de 1527, que tuvo lugar el célebre episodiode la isla del Gallo, un acontecimiento decisivo enla historia de la conquista del Perú y que cubrió degloria a sus protagonistas. El capitán de la huestellamó a los hombres más valientes a secundarlo ensu empresa, negándose a obedecer lo mandado porla autoridad del istmo. Los trece que cruzaron la ra-ya de la fama fueron: Nicolás de Ribera el Viejo,Cristóbal de Peralta, Antón de Carrión, Domingo deSoraluce, Francisco de Cuéllar, Juan de la Torre, Pe-dro de Halcón, García de Jarén, Alonso de Briceño,Alonso de Molina, Gonzalo Martín de Trujillo, Mar-tín de Paz y Pedro de Candia, este último de origencretense.

Los arrojados guerreros se instalaron en la Gor-gona (isla vecina a la del Gallo) para esperar el arri-bo de Bartolomé Ruiz, en cuya nave deberían hacer-se a la vela con rumbo al sur. Y cuando por fin lle-

gó dicha embarcación, salieron para unafeliz jornada de descubrimiento. Luego depasar frente a la isla de Puná, un sitio degran importancia estratégica y comercial,siguieron navegando hasta detenerse enTumbes. Para visitar esta ciudad fortifica-da –tan llena de edificaciones militares ycercana al mar que sugirió el apelativo deNueva Valencia– se mandó, entre otros, aMolina y a Candia, quien era un sujetocon larga experiencia del mundo; todosellos quedaron impresionados de la orde-nada arquitectura y de las muestras amis-tosas de la población, pero causaron a lavez extrañeza entre los nativos debido a

sus armas de fuego, sus armaduras de metal, sus pa-labras raras...

Imbuidos de lógico entusiasmo, Pizarro y susfieles seguidores continuaron la travesía con rumbomeridional. Viajando a orillas de pueblos antigua-mente sujetos al reino de Chimú, se detuvieron enel puerto de Malabrigo (donde saltó a tierra un ma-rinero) y llegaron hasta la desembocadura del ríoSanta, cerca del actual Chimbote; seguramente oye-ron comentarios sobre el rico valle de Chincha, cu-ya hegemonía político-económica se dejaba percibiren la costa central del Tahuantinsuyo. Pero a co-mienzos de mayo de 1528, sin animarse a proseguirmás allá del Santa, resolvieron que lo más prudenteera iniciar el retorno a Tierra Firme; descubierto yapor los castellanos el imperio de los incas, hacía fal-ta un sustento bélico más poderoso para tratar desojuzgar a este país.

Ahora tocaba preparar convenientemente la jor-nada definitiva de conquista del territorio peruano.Como Pedro de los Ríos, el gobernador panameñoque se había opuesto a Pizarro, no cesaba de ofre-cerles tropiezos, los socios de la empresa del Levan-te acordaron que un representante viajara a la me-trópoli con el objeto de gestionar a nombre de ellosla autorización oficial para emprender su ambiciosoproyecto. El personaje elegido fue el mismo Fran-cisco Pizarro, a quien se instruyó que debía solicitarante el monarca las siguientes mercedes: el título degobernador para sí mismo, el de adelantado para Al-magro, el de obispo para Luque, el de alguacil ma-yor para Bartolomé Ruiz y otras prestantes dignida-des para los Trece del Gallo.

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Los indios americanos son vistos como caníbalesen un grabado de Theodor de Bry, siglo XVI.

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En setiembre de 1528 abandonó dicho jefe el ist-mo centroamericano, dirigiéndose a España encompañía de Domingo de Soraluce y Pedro de Can-dia, junto con algunos muchachos indígenas de lacosta peruana y media docena de auquénidos; tam-bién llevaba productos de metalurgia, cerámica ytextilería incaicas. Después de registrarse en Sevillahubo de enfrentar complicaciones a causa de ciertolitigio que tenía pendiente, pero finalmente logrórecuperar la libertad y presentarse en Toledo –sedetemporaria de la corte– ante los magistrados delConsejo de Indias. No le resultó difícil exponer lautilidad de la empresa que llevaba entre manos, he-cho que allanó el camino para redactar la famosa ca-pitulación, que signó en la mencionada ciudad el 26de julio de 1529, al lado de la emperatriz Isabel,mujer de Carlos V. En virtud de este documento, Pi-zarro salió favorecido con los cargos de gobernador,capitán general, adelantado y alguacil mayor deNueva Castilla, mientras que su socio Almagro sólorecibió la designación de alcaide de la fortaleza deTumbes, Luque fue nombrado obispo de la mismaciudad y Ruiz mereció el título de piloto mayor delmar del Sur. El territorio de Nueva Castilla, dondese llevaría a cabo la conquista y población encarga-da a Pizarro, comprendía 200 leguas de longitud,desde el río Santiago hasta el valle de Chincha.

Culminadas con tal éxito las negociaciones cor-tesanas, el flamante gobernador se encaminó a supoblación natal de Trujillo, en Extremadura, dondetuvo un emotivo reencuentro con viejas amistades ymereció el reconocimiento de sus familiares y paisa-nos. Atrajo para la empresa conquistadoraa sus hermanos Hernando, Juan y GonzaloPizarro, además de muchos otros hombresde guerra, con los cuales marchó hacia lacosta andaluza a fin de aprestar su embar-que a las Indias. Parece que tuvo enfrenta-mientos con los funcionarios de la Casa deContratación y con los oficiales designa-dos para administrar la real hacienda en lanueva provincia, motivo por el cual debióhacerse a la mar precipitadamente, en ene-ro de 1530.

Según es dable suponer, Almagro que-dó bastante dolido al enterarse de la repar-tición de oficios públicos acordada en lametrópoli. Además, su jerarquía dentro dela hueste perulera quedó bastante dismi-nuida por la presencia del numeroso clande los Pizarro: eran cuatro hermanos po-derosos, rodeados de un buen cortejo de

soldados extremeños, llenos de arrogancia y nadadispuestos a admitir contemplaciones u opinionesdiscordantes. Pero los ánimos encendidos fueroncautamente disueltos por obra del clérigo Luque–obispo electo que nunca llegó a pisar la tierra pe-rulera–, un individuo cuya figura aparece medioborrosa pero absolutamente decisiva en la trama delos sucesos que nos ocupan.

Aquellos soldados que se enrolaron en la “em-presa perulera” provenían de distintas regiones dela península Ibérica, eran por lo general jóvenes yde espíritu guerrero, aunque escasos de ilustración.Algunos contaban con experiencia en la lucha con-tra los indios, pues habían hecho sus primeras ar-mas en Nicaragua o Panamá; pero casi todos teníanpor común denominador a la pobreza. En la huestese mezclaban hidalgos segundones con villanos ygente marinera, lo mismo que moriscos y judíosconversos, y había unos cuantos extranjeros, comoel artillero Pedro de Candia, natural de la isla deCreta. No faltaban incluso personajes de la talla dePedro Cataño, quien era un sevillano pobre peroemparentado directamente con un linaje genovés dericos comerciantes, entre cuyos miembros se conta-ban cardenales, arzobispos y el propio dux de Gé-nova (Busto Duthurburu 1981).

Guiados por su impulso hacia lo desconocido ylo nuevo, partían los conquistadores con la ambi-ción de adquirir oro y, sobre todo honra, a fin deperpetuar la buena fama de su persona y su descen-dencia. Antes de conseguir esto, sin embargo, ha-brían de padecer mucho miedo, penurias de hambre

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Hernando de Luque, Francisco Pizarro y Diego de Almagro forman lacompañía para la conquista del Perú; ilustración de Theodor de Bry, 1597.

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y enfermedades, y aun lamuerte. El hecho es que losconquistadores que perma-necieron luego en las Indiasserían recompensados conjugosas mercedes. Unos re-cibieron repartimientos deindios, cargos en los cabil-dos y solares en las ciudadesrecién fundadas a la usanzaespañola; otros obtuvieronademás título de hidalguía yfueron incorporados a lasórdenes caballerescas. Losconquistadores formaron enAmérica –como es sabido–una nueva aristocracia,adoptando el modo de vidaseñorial que ellos habían co-nocido como el ideal en elViejo Mundo.

Al efectuarse un alardegeneral previo a la salida dePanamá, se comprobó que latropa destinada a la con-quista de Nueva Castilla es-taba formada de 180 hom-bres y 37 cabalgaduras. La partida ocurrió en enerode 1531. Navegaron los expedicionarios directa-mente hasta la bahía de San Mateo (ya dentro de losconfines del imperio incaico), con el propósito decontinuar luego la ruta por tierra. Caminaron a lolargo del litoral hasta Coaque, un sitio que resultóabundante en esmeraldas; la fundición de las pie-dras y metales preciosos hallados en este paraje ori-gina –dicho sea de paso– los más antiguos registrosde cuentas fiscales que existen respecto al Perú.Además, es importante señalar que allí fueron ata-cados los soldados por una molesta epidemia de ve-rrugas, que desfiguraba los rostros y minaba lasfuerzas de la gente. En el curso de la estadía de cin-co meses en Coaque, sucedió la llegada de Sebastiánde Benalcázar, jefe militar procedente de Nicaragua,quien se incorporó con su compañía a las filas piza-rristas, y lo mismo hicieron por entonces los agen-tes de la real hacienda, que habían permanecido re-zagados en la península.

Portoviejo, Manta y la punta de Santa Elena sonalgunos de los lugares que tocaron los conquistado-res al proseguir su recorrido por el litoral ecuatoria-no. Invitados –con no muy benignos propósitos–por el reyezuelo Tumbalá, arribaron alrededor de la

Navidad de 1531 a nuestraconocida isla de Puná. Aquímantuvieron una lucha conlos nativos, de la cual salie-ron eventualmente victorio-sos, gracias a la llegada delcapitán Hernando de Sotocon refuerzos traídos desdeNicaragua.

La hostilidad frente a losguerreros castellanos, estavez ordenada por el caciqueChilimasa, se repitió al hacerellos su traslado a las playasde Tumbes. Cuando desem-barcaron en esta población,se dieron con la decepcio-nante sorpresa de que laamurallada ciudad (cuyosedificios pétreos fueron ala-bados inclusive en la corte)estaba semiderruida, incen-diada, saqueada; apenas sepudo rescatar unos cuantosobjetos de oro entre los es-combros de las casas destrui-das. A fin de ejecutar un cas-

tigo ejemplarizador y averiguar la verdad en torno alos sucesos que habían ocurrido, el capitán generalencargó a Soto internarse en la comarca tumbesina,donde debía procurar la captura del cacique hostil.

Esa desoladora visión de la ciudad, que tantasexpectativas había creado, motivó una ola de des-contento entre los seguidores de Pizarro, pues idea-ban que los había engañado con falsas noticias so-bre la grandeza del imperio de Huayna Capac. ¿Pe-ro qué había acontecido realmente en el lapso inter-medio entre el segundo y tercer viaje de la conquis-ta? La belicosidad y el ruinoso estado de las pobla-ciones norteñas se debían, evidentemente, a la gue-rra civil que libraban los descendientes de HuaynaCapac por imponer su predominio en el territorioincaico. Más aún, Hernando de Soto sacó en claroque Atahualpa, el pretendiente que representaba ala facción asentada en la zona de Quito-Tumipam-pa, se hallaba relativamente cerca del lugar dondeestaban los peninsulares (tal vez en Huamachuco) yse mantenía al corriente de los movimientos de es-tos invasores, a quienes algunos ministros religiososquerían ver como viracochas o hijos del Sol.

Dejando instalada en Tumbes una pequeña guar-nición, el ejército de Pizarro atravesó extensas zo-

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Imagen idealizada de un señor indígena en laportada del texto de Jerónimo Benzoni, Der

Historien Hiero. Benzo. von Menlandt(Frankfurt am Main, 1597).

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nas desérticas antes de levantar un nuevo campa-mento junto al pueblo de Poechos, en mayo de1532. El jefe de la comunidad, nombrado Maizavil-ca, atendió regaladamente a los viajeros e inclusiveles ofreció un mozo de su familia para que sirviesede intérprete. Al dirigente autóctono de esta comar-ca le parecía atinado impulsar a los españoles a en-caminarse hacia la cordillera andina, pensando queen algún escenario serrano habrían de enfrentarsecon las huestes de Atahualpa, el inca victorioso que,aparentemente, no disfrutaba del afecto de los talla-nes. Pero este mismo soberano, por cierto, tambiénsentía curiosidad por conocer las virtudes y defectosde los extraños visitantes, debido a lo cual mandóun espía al campamento de Poechos; anótase que di-cho orejón –miembro de la nobleza incaica– quedóespecialmente deslumbrado por las habilidades delherrero, del domador de caballos y del barbero, “quehacía mozos a los viejos”... Al llegar a este punto desu acción colonizadora, el gobernador de NuevaCastilla entendió que era conveniente asentar unpueblo hispánico, donde deberían establecerse losfuncionarios regios y los expedicionarios impedidosde participar en sucesos riesgosos, pues ciertamentese aproximaban circunstancias duras y resolutorias.

Tras caminar algunas leguas avistó el valle de Tanga-rará, un agradable emplazamiento bañado por el ríoChira, y aquí fundó el dignatario la ciudad de SanMiguel, tal vez el 15 de julio de 1532. Además deltesorero, contador y veedor de la real hacienda, per-manecieron en la nueva población unos cincuentavecinos, hombres enfermos o pusilánimes, mientrasque el resto de la tropa efectuaba los aprestos nece-sarios para comenzar el ascenso a la serranía, mar-chando con todo vigor en pos del inca.

Durante el tercer viaje de los socios perulerosquedó prácticamente borrada la personalidad deDiego de Almagro. Todo el poder se hallaba con-centrado en el capitán general, Pizarro, apoyado ensus hermanos y los integrantes de la facción extre-meña de la hueste. Este predominio era viabilizadono sólo por su mayor número, sino también por lainclinación de Francisco y Hernando Pizarro alejercicio de autoridad, lo cual determinó que goza-ran de una capacidad casi ilimitada para asignarcastigos o recompensas; el único obstáculo lo cons-tituían el tesorero Riquelme y los demás agentes fi-nancieros, pero el caudillo se empeñó en mante-nerlos alejados de la toma de decisiones importan-tes (Lockhart 1972).

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IISOMETIMIENTO DE LOS INCAS Y FUNDACIÓN

DE CIUDADES

En el valle de Piura, por los primeros días deoctubre de 1532, se detuvo el ejército pizarrista pa-ra realizar los últimos ajustes en su composición ymedios de defensa; estaba integrado por 62 jinetesy 106 peones, que eran los destinados a interveniren los célebres episodios que determinarían la suje-ción del imperio incaico. La marcha empezó conun recorrido a lo largo de la costa, atravesandopueblos como Tambo Grande, Chulucanas, Serrán,Motupe, Jayanca y Cinto. Una vez más, se encargóa Hernando de Soto la misión de explorar los terri-torios adyacentes, donde este capitán verificó losestragos ocasionados por la guerra entre los bandos

aborígenes y luego retornó ante su jefe acompaña-do de un embajador de Atahualpa, quien traía co-mo obsequio unas fortalecillas de piedra y ciertospatos desollados; su mensaje, presumiblemente,era que los foráneos tenían la muerte segura... Noobstante ello, Pizarro ordenó que siguiera el avancepor los arenales costeños hasta que el 6 de noviem-bre se determinó escalar desde Saña hacia la cordi-llera andina.

Había conocimiento de que el inca, rodeado deun numeroso conjunto de soldados, estaba a la sa-zón reposando en Cajamarca. A este lugar se enca-minaron los valientes españoles, enfrentando al frío

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temple de las montañas andinas. Tras una semanade caminata, aparecieron ante sus ojos los edificiosde piedra de Cajamarca, ciudad que encontrarondeshabitada. No muy lejos de ésta descubrieron elcampamento incaico, y de inmediato se despachóuna comitiva encabezada por Soto y Hernando Pi-zarro, quienes portaban la consigna de invitar alsoberano autóctono para entrevistarse con el caudi-llo de la hueste. Fue entonces que ellos pudieronadmirar la rigidez y compostura de su ilustre inter-locutor, el cual no se dejó sorprender –o fingió noestar sorprendido– por la fisonomía, trajes y otroselementos peculiares de los extranjeros.

Quedó acordado que Atahualpa se presentaríaen la plaza de Cajamarca el día siguiente, 16 de no-viembre de 1532 (un sá-bado, para más señas).Cargado sobre los hom-bros de sus vasallos enuna litera de oro, el mo-narca llegó ahí pasado elmediodía y sostuvo enseguida un diálogo –me-diante el intérprete Feli-pillo– con el dominicofray Vicente de Valverde,quien debía cumplir conla formalidad de expo-nerle el requerimiento.Tal como sabemos, estetexto intentaba persua-dir a los nativos paraque se sometieran pací-ficamente a la obedien-

cia de la corona, por cuanto el vicario de Cristo ha-bía donado las tierras americanas al rey de Castilla.Pero el gobernante vernáculo no comprendió, des-de luego, el mensaje que procuraba transmitirle elfraile y, más aún, arrojó al suelo un libro sagradoque puso en sus manos Valverde.

Lo que sucedió a continuación es un hecho tanfamoso como incapaz de explicarse con certeza. Losencabalgados ibéricos, que habían permanecido es-condidos en los alrededores de la plaza, salieron im-petuosamente de sus guaridas, lanzándose sobre losmiles de súbditos atahualpistas que llenaban el re-cinto, mientras que la artillería dirigida por Pedrode Candia hacía tronar sus cañones. Aturdidos,anonadados, faltos de recursos defensivos, los abo-rígenes retrocedieron con la intención de escaparfuera de la plaza, y en su desesperación varios mi-llares de ellos terminaron muertos por asfixia oaplastamiento. En otro lugar del escenario, el incaera sacado de su opulenta litera y conducido comoprisionero ante la presencia de Pizarro.

La prisión de Atahualpa, recluido desde aquellafecha en el Amaru Huasi o “casa de la serpiente”,significaba para el estado incaico la incapacidad demovimiento de su dignatario supremo y, conse-cuentemente, dejaba en relativa libertad a muchosgrupos étnicos sometidos por la fuerza al linaje im-perial quechua. Mas el príncipe regnícola, que eraun hombre de despejada inteligencia, comenzó aurdir la trama que debería permitirle recobrar su so-beranía. Sabiendo de la codicia de los peninsularespor los metales preciosos, ofreció al gobernador deNueva Castilla llenar un cuarto de oro y dos de pla-

ta, a cambio de que fue-ra eximido del cautive-rio. La propuesta fueaceptada por el militarextremeño y entoncesse remitieron dos expe-diciones a sendos focosde peregrinación reli-giosa, con el fin de apu-rar la recaudación deltesoro; así, HernandoPizarro, partió con ungrupo de jinetes al san-tuario costeño de Pa-chacamac, en tanto queotros soldados se diri-gieron a recoger las pie-zas metálicas guardadasen el Cuzco.

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La marcha del inca Atahualpa a Cajamarca para su encuentrocon la hueste perulera. Atahualpa sería capturado en esta plaza

el 16 de noviembre de 1532.

Fray Vicente deValverde leyó elrequerimientoal incaAtahualpa enla plaza deCajamarca, fueel primerobispo del Perúy murió en laisla de la Punáa manos de losindígenas en1541.

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A todo esto, hay que indicar que aún se hallabalatente la guerra civil entre las facciones incaicas.Huáscar, mantenido en reclusión por los partidariosatahualpistas, perdió la vida al ser victimado y arro-jado al río Andamarca, en virtud de una orden dic-tada por su oponente. Y es que el inca, pese a en-contrarse cautivo en Cajamarca, todavía gozaba deextraordinario prestigio y conservaba sus facultadesde mando sobre los vasallos nativos. Además, lascondiciones de su carcelería eran relativamenteconfortables, pues le dejaban amplio margen decontacto con españoles e indios; una carta del licen-ciado Gaspar de Espinosa escrita por este tiempo re-vela lo siguiente: “la persona del cacique es la másentendida e de más capacidad que se a visto, e muyamigo de saber e entender nuestras cosas; es tanta,que xuega al ajedrez harto bien...” (Porras Barrene-chea 1959: 66).

Al cabo de pocas semanas venció el plazo que elrecluso había señalado para llenar dos cuartos del“rescate” con oro y plata, sin que hubiera logrado–al parecer– el cumplimiento de su oferta. El 10 demayo de 1533 Pizarro y los principales dirigentes dela expedición dictaminaron la necesidad de em-prender inmediatamente la fusión de metales pre-ciosos, pues convenía apartar la cuota del botín per-teneciente a la corona y remitirla a la metrópoli, conel objeto de exhibir los frutos de la empresa con-quistadora ante el soberano. Al hacerse la distribu-ción del tesoro, el capitán general recibió 57 220 pe-sos de oro y 2 350 marcos de plata, cada jinete ob-tuvo en promedio 8 880 pesos y 326 marcos, cadapeón 4 440 pesos y 181 marcos; el quinto real mon-tó nada menos que 100 000 pesos y 5 000 marcos.El único de los 168 sujetos participantes de la cap-tura del inca que no obtuvo recompensa pecuniariafue el dominico Valverde, puesto que sus votos depobreza se lo impedían.

Más de cien plebeyos y alrededor de cuarentaanalfabetos había en el grupo de soldados que in-tervinieron en la celebérrima acción de Cajamarca.Acerca de estos personajes, de su enorme valentía ysu afán de honra, de su superioridad bélica y de sucrueldad en el trato con los aborígenes, se han ex-puesto virtualmente todas las opiniones posibles.Uno de los investigadores que ha analizado conmayor profundidad ese conjunto humano, el nor-teamericano James Lockhart (1972), señala cómoes que Francisco Pizarro reunía los atributos nece-sarios para dirigir la empresa de conquista: influyósin duda la experiencia que había adquirido en lacolonización del Caribe y la zona del Darién, así

como los rasgos plebeyos de su educación, que lohacían proclive a juntarse con gente sencilla, amigade los juegos y ajena a los libros. También pesó de-cisivamente el prestigio de su familia y de su patriaextremeña.

Los hermanos Pizarro –Francisco, Hernando,Juan y Gonzalo–, rodeados estrechamente de deu-dos y paisanos suyos, fueron así capaces de ejercerun neto dominio entre la hueste. Esta preeminenciase apoyaba jurídicamente en el título de gobernadorde Nueva Castilla otorgado a Francisco, mientrasque su socio Almagro debió satisfacerse con el rolsecundario de proveer dinero, pertrechos y solda-dos y de comunicar a los expedicionarios peruleroscon el istmo de Panamá. En cuanto al destino de los168 “hombres de Cajamarca”, hay que considerarque una mitad de ellos regresó a vivir en España,disfrutando la riqueza que habían ganado merced asu actuación en el continente americano. Y la otramitad permaneció en el Perú, donde los otroraaventureros tomaron posesión de lucrativas enco-miendas, pasaron a desarrollar un régimen de vidaseñorial y se convirtieron en el grupo dirigente de lacolonia.

La suerte que debía correr Atahualpa fue materiade serias discusiones entre los españoles. Después

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El inca Atahualpa en un detalle de una galería de retratos delsiglo XVIII. Al llegar los españoles al Perú se encontraron conuna guerra ritual entre éste y Huáscar; fueron además testigosdel descontento entre los grupos étnicos respecto a los incas.

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de la toma de Cajamarca, habían llegado a esta ciu-dad los oficiales de la real hacienda y unos doscien-tos hombres bajo el mando de Almagro; ellos mali-ciaban que si el príncipe permanecía vivo, se man-tendría en los sucesivos repartos de botines el privi-legio de antigüedad ganado por los compañeros dePizarro, y debido a esto reclamaban su ejecución. Yaque había faltado a la promesa de brindar un deter-minado caudal de metales preciosos y puesto queera culpable de numerosos delitos y, además, con-servaba la jefatura de unas tropas enemigas –ar-güían los opositores a la supervivencia del inca –,era forzoso liquidar su existencia, con miras a per-petuar el dominio adquirido por Castilla sobre esteterritorio.

Ciertas noticias en torno a la proximidad de gue-rreros atahualpistas generaron finalmente la realiza-ción de un sumario proceso, en el que el desdicha-do monarca fue acusado de rebelde, traidor, homi-cida, adúltero, hereje... (su comportamiento, pues,no correspondía a las normas aprobadas en la socie-dad europea). En dicho juicio sirvió de intérprete eljoven Felipillo, un ladino indio tallán, a quien le to-có expresar en quechua la sentencia determinandoque Atahualpa había de morir en la hoguera, portratarse de un infiel a Dios. Sacado para la ejecuciónde tal condena a la plaza de Cajamarca, el 26 de ju-lio de 1533, el inca optó por recibir a último mo-mento el bautizo, lo cual dio lugar a que su pena demuerte en la hoguera fuera cambiada por la del ga-rrote, según tocaba a los cristianos delincuentes(Lohmann Villena 1983). De esta suerte expiró el

último gobernante del Tahuantinsuyo, siendo su ca-dáver enterrado en la primitiva iglesia que erigieronlos ibéricos en aquella ciudad.

El siguiente objetivo de los colonizadores fueapoderarse del Cuzco, el “ombligo del mundo” ocapital de los incas, cuya toma afirmaría la domina-ción de este imperio. Al salir de Cajamarca forma-ban parte del séquito pizarrista el general Calcuchí-mac, importante militar del ejército quiteño –en ca-lidad de prisionero–, y un hijo de Huayna Capac, elpríncipe Tupac Hualpa, a quien se proclamó comonuevo soberano incaico. La hueste tomó el caminolongitudinal de los Andes, que le permitió visitarHuamachuco, atravesar el callejón de Huaylas, bor-dear el lago Junín y contemplar en octubre de 1533el fértil valle del Mantaro, cuya verde floresta causóadmiración; los huancas, moradores de esta zona, seplegaron de inmediato a la causa de Pizarro, puestoque veían en la gente extranjera un medio propiciopara liberarse del sojuzgamiento de los quechuas.Al llegar a Jauja, se difundió la alarma de que unnutrido contingente de soldados atahualpistas esta-ba en las inmediaciones, amenazando detener lamarcha hacia el sur.

En Huaripampa tuvo lugar una batalla con esosviejos partidarios del inca ejecutado, donde Alma-gro, Soto, Juan Pizarro y otros jinetes consiguierondesbaratar la hostilidad de los aborígenes. Durantela permanencia del ejército en Jauja ocurrió lamuerte del joven Tupac Hualpa, causada por enve-nenamiento, y no resultó difícil sospechar que elpromotor de su desaparición había sido Calcuchí-

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Este apunte del siglo XIX muestra al inca Atahualpaofreciendo la entrega de metales preciosos para conseguir sulibertad. El inca sería juzgado por los españoles y condenado

a muerte por haber ejecutado a Huáscar.

Grabado de Theodor de Bry que muestra la ejecución del incaAtahualpa en 1533.

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mac. Pero como no existían pruebas suficientes deello, se resolvió soltar al jefe quiteño las cadenasque lo mantenían atado, con el propósito de que sa-liera a gestionar una rendición de los belicososcompañeros de su bando.

Captando la importancia económica y geopolíti-ca que tenía la comarca jaujina, Pizarro decidió ins-talar aquí una población cristiana; en efecto, dejóasentada una plaza militar con cabildo y ochentavecinos, bajo la responsabilidad de Alonso de Ri-quelme como teniente de gobernador. Estos habi-tantes fundacionales de Jauja española confiaban enutilizar, por cierto, la valiosa colaboración de losaliados huancas. Arreglados los elementos necesa-rios, la tropa prosiguió su ruta por Huancayo, lacuesta de Parcos y el pueblo de Vilcas. Importa ano-tar que el jefe de la vanguardia, Hernando de Soto,tuvo en Vilcaconga (8 de noviembre de 1533) undesafortunado encuentro con los guerreros atahual-pistas, en el cual cayeron cinco de sus subordina-dos, y al comprobarse que el taimado Calcuchímachabía sido el instigador de toda la mencionada seriede refriegas, se procedió a liquidarlo, echándolo enJaquijahuana a la hoguera.

Hallándose el campamento levantado en la pam-pa de Jaquijahuana, virtualmente a las puertas de lacapital incaica, se presentó otro hijo de Huayna Ca-pac, llamado Manco Inca; éste ofrecía su ayuda mi-litar para expulsar del Cuzco a los soldados norte-ños comandados por Quisquis y a las demás fuerzasque ocupaban dicha ciudad. Pizarro aceptó de bue-na gana su cooperación y dispuso las medidas nece-sarias para enfrentar la resistencia de esos oponen-tes. Mas luego de una violenta arremetida de la ca-ballería española y tras la deserción de soldadoschachapoyas y cañaris, los batallones oriundos deQuito prefirieron abandonar sus puestos en la oscu-ridad de la noche. De esta suerte el viernes 14 denoviembre de 1533, bajando por el cerro de Car-menca, Francisco Pizarro pudo hacer una victorio-sa y pacífica entrada a la ciudad imperial, escoltadopor sus subalternos e indios auxiliares.

Aunque la urbe estaba casi deshabitada, pues nohabía más que unos cuantos sacerdotes y viejos ore-jones de los linajes incaicos, quedaban en pie los

Calcuchímac,guerreroincaico, quienfueraejecutadobajo el cargode haberasesinado aTupacHualpa.

Francisco Pizarro, el principal inversionista en la empresa dela conquista del Perú y el hombre más poderoso en losprimeros años del Perú colonial. Fue asesinado por losdescontentos almagristas el 26 de junio de 1541, en Lima.

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impresionantes edificios de piedra, muchos de ellosrepletos de objetos metálicos y piedras preciosas,que tanta atracción ejercían en la mente de los sol-dados quinientistas. En la distribución de lugares deresidencia, el gobernador de Nueva Castilla tomópara sí el palacio de Casana, que había pertenecidootrora a Huayna Capac; Almagro se adueñó de unamansión vecina, ubicada frente a la plaza mayor;Gonzalo Pizarro escogió como vivienda el palacetede Cora-Cora. Y los conquistadores de rango infe-rior se dedicaron a saquear los edificios públicos,recogiendo joyas y objetos diversos que estaban enlos depósitos destinados a albergar los productosmás finos del imperio, sin retraerse de penetrar enel Coricancha o templo del Sol, ni en la casa de lasvírgenes escogidas...

Dos integrantes de la hueste designados por Pi-zarro, el capitán Diego de Agüero y el marinero Pe-dro de Moguer, salieron del Cuzco con la tarea deexplorar el famoso lago de Chucuito o Titicaca, quese reputaba legendariamente como el sitio de naci-miento de los incas. Tales comisionados arribaron allago de la meseta del Collao en diciembre de 1533 ytomaron posesión de sus aguas en nombre del reyde Castilla. Posteriormente, el 14 de marzo siguien-te, comenzó la fundición de los metales preciososrecogidos en el área cuzqueña; a diferencia del mon-to recaudado en Cajamarca, esta vez fue más impor-tante el caudal argénteo, ya que se registraron en to-tal 588 000 pesos de oro y 228 000 marcos de plata(equivalentes, poco más o menos, a 1 050 000 pe-sos). Con la repartición de este pingüe botín –másvalioso, en términos monetarios, que el pertene-ciente al “rescate” del inca– acabó de consolidarsela sujeción del Tahuantinsuyo, y de aquí en adelan-te observamos que el mayor interés del gobernadorde Nueva Castilla se hallará en el establecimiento deciudades hispánicas, destinadas a albergar a los ca-da vez más numerosos colonos (cf. Loredo 1958).

La ceremonia fundacional de la ciudad del Cuz-co, según usanza castellana, se llevó a cabo el 23 demarzo de 1534. En este acto Pizarro, rodeado porochenta de sus soldados, proclamó a la ciudad co-mo “cabecera de toda la tierra y señora de la genteque en ella abita” y le señaló sus primeros términos

jurisdiccionales (Busto Duthurburu 1978: 136);después fue constituido el cabildo, que tuvo comoalcaldes primigenios a Beltrán de Castro y Pedro deCandia. No fue posible que los líderes de la empre-sa colonizadora se quedaran a morar tranquilamen-te en esta sede, pues por el mismo tiempo llegaronnoticias acerca de la peligrosa expedición del gober-nador de Guatemala, adelantado Pedro de Alvarado,quien se aproximaba al Perú con la intención de to-mar para sí alguna parte de este rico país.

Mientras Almagro viajaba presurosamente a lacosta con el fin de detener al gobernador intruso, elcaudillo de la hueste se puso en marcha hacia el va-lle del Mantaro, donde había permanecido la guar-nición comandada por el tesorero Riquelme. Con-forme lo precisan documentos antiguos, 53 españo-les fueron los primeros vecinos de Jauja, ciudad quese fundó oficialmente el 25 de abril de 1534. Luegoempezaron a levantarse nuevos edificios en la po-blación ideada como la capital de Nueva Castilla,gracias a la mano de obra suministrada por los caci-ques huancas. El hecho de ser creada como urbe ca-pitalina y la abundancia de metales preciosos quedio fama al territorio recién conquistado, son losmotivos que originaron la difundida frase que hablade Jauja como sinónimo de opulencia o lugar afro-disíaco.

Sin embargo, no tardaron en evidenciarse una se-rie de factores negativos respecto de la vida en esaregión serrana. Se comprobó que los caballos, cerdosy aves de corral tenían dificultades para multiplicar-

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El lago Titicaca luce como un canal veneciano en este apuntede la Parte primera de la chrónica del Perú (Sevilla, 1533)de Pedro de Cieza de León. En la temprana produccióngráfica europea sobre América las ciudades y lugares delNuevo Mundo fueron recreados como urbes y espacios delviejo continente.

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se; los indios del litoral que venían a ofrecer su tri-buto enfermaban o morían debido a la alteración delclima; era un sitio mal comunicado con el extranje-ro por hallarse lejos del mar y rodeado de montañasnevadas; la colaboración de los indios lugareños, porañadidura, no era razón de peso suficiente paramantener allí el núcleo administrativo de la colonia.Por todo ello, mediante una democrática consultaentre los vecinos, se resolvió mudar la población a lacosta, cerca de un puerto y en un valle fructífero.Luego se comisionó a diversos emisarios con la mi-sión de examinar el terreno que sería más a propósi-to para establecer la nueva capital.

Antes de relatar las búsquedas que precedieron ala fundación de la Ciudad de los Reyes, conviene in-dicar el destino que corrió la expedición del ambi-cioso Pedro de Alvarado. Desembarcó con sus hom-bres a las orillas de Portoviejo y se internó en la se-rranía quiteña, mas pronto se dio con la ingrata sor-presa de que Almagro lo esperaba ya en las inmedia-ciones, secundado por el capitán Benalcázar y unnutrido ejército perulero. Hubo entonces negocia-ciones entre ambos jefes, las cuales condujeron a unacuerdo suscrito en Riobamba (agosto de 1534), porel que el caudillo Manchego se comprometía a de-sembolsar 100 000 pesos por la renuncia de Alvara-do a sus derechos de conquista en el mar del Sur ypor la adquisición de sus buques, armas y caballos,neutralizando de esta manera las beligerantes aspira-ciones del adelantado. Después de ello ambos perso-najes hicieron juntos un extenso recorrido costeño,llegando hasta el santuario de Pachacámac; aquí fue-ron recibidos, el primer día del año 1535, por el go-bernador de Nueva Castilla, quien hizo efectivo elpago que se había concertado meses atrás para impe-dir una guerra entre conquistadores españoles.

En cuanto a los prolegómenos del estableci-miento de una nueva capital debe señalarse el pro-yecto de asentarla en el lugar de Sangallán, vecinoal puerto de Pisco, cuyas bondades fueron elogiadaspor Nicolás de Ribera el Viejo; sin embargo, Pizarroopinaba que sería mejor instalar la nueva poblaciónen un punto ubicado algo más al norte. Después definiquitar la cuestión de Alvarado, eligió una comi-sión de tres jinetes (Ruy Días, Juan Tello y Alonso

Martín de Don Benito) para que recorriesen la cos-ta central en busca del emplazamiento apropiado.Los jinetes quedaron muy bien impresionados delvalle de Lima, surcado por el Rímac o “río habla-dor” y sujeto políticamente al curaca Taulichusco,notaron que era un sitio de óptimo clima –al menosen ese veraniego mes de enero–, de abundantes tie-rras de sembrío, bien provisto de agua y leña, situa-do a dos leguas de una bahía favorable al acodera-miento de barcos. Sea porque los tres comisionadospartieron en la festividad de los Reyes Magos o por-que el gobernador era gran devoto de estos persona-jes bíblicos, lo cierto es que se acordó denominarCiudad de los Reyes a la que debía erigirse en el va-lle, tan bien descrito por aquellos emisarios.

La fundación española de Lima y la consecuentedistribución de solares se realizaron el lunes 18 deenero de 1535; de acuerdo con las pautas urbanísti-cas dictadas para las colonias de América, se aplicóa esta ciudad una planta en forma de tablero de aje-drez, con calles rectas y solares cuadrados. En la ce-remonia de la juramentación de los primeros regi-dores de su cabildo, obtuvieron las varas de alcaldíaRibera el Viejo y Juan Tello, dos veteranos de la co-lonización indiana. Con extraordinaria rapidez fuecreciendo en magnitud dicha población, que desdeentonces ha servido ininterrumpidamente comocentro gubernativo del Perú.

Tal dedicación pobladora se mantuvo en losaños siguientes del régimen pizarrista (cf. DuránMontero 1978). Luego de haber instalado la urbe aorillas del Rímac, el capitán general se desplazó alvalle de Chimo, asiento de la ciudadela de ChanChan, con el propósito de levantar un núcleo urba-no que estuviera a mitad del camino entre Lima ySan Miguel. Fue así que el 5 de marzo de 1535, ofre-ciendo un homenaje a su patria extremeña, presidióla fundación de Trujillo; en el lapso de pocos díasarregló la distribución de encomiendas de indios,supervisó la traza de la ciudad, ordenó el reparto desolares entre sus primeros treinta vecinos, y al mar-charse dejó instalado como teniente de gobernadora Martín de Estete. De esta forma se cimentaba la vi-da hispánica en el floreciente territorio de NuevaCastilla.

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En vista de las desavenencias surgidas por la ini-quidad en el reparto de honores y metales, no resul-ta extraño que la disputa entre los viejos sociosFrancisco Pizarro y Diego de Almagro desembocaraen una violenta conflagración: ambos jefes estabanrodeados de importantes tropas, que se distinguíanbásicamente por su mayor o menor antigüedad enla colonización del Perú. Cuando Almagro estabadirigiéndose hacia el Cuzco para asumir el puesto

de teniente de gobernador (dentro del plan de con-solidación del dominio hispánico), llegó a su noti-cia que el monarca le había concedido la goberna-ción de Nueva Toledo –cuyos límites septentriona-les correspondían al lugar donde acababa la juris-dicción de Pizarro– determinándose entonces a re-clamar para sí la ciudad imperial. De no producirsela astuta intervención del conquistador extremeño,allí mismo, en 1535, se habría iniciado la guerra ci-

vil. Pero el gobernador de Nueva Toledoaceptó la propuesta de realizar la con-quista y población de Chile, una tierraque se dijo era abundante en metalespreciosos.

La expedición almagrista a Chile re-sultó un gran fracaso, pues se descubrióque el territorio era en su mayor partedesértico, poblado de indios rebeldes yescaso de riquezas. Ya decidido a pose-sionarse del “ombligo” del mundo incai-co, a su regreso el tuerto manchego en-tró por fuerza de armas al Cuzco, enabril de 1537. Dicha maniobra le permi-tió capturar a los hermanos Hernando yGonzalo Pizarro, junto con los principa-les seguidores de su bandera, y luegoemprender una campaña hostigadoracontra el reducto de Manco Inca en Vil-cabamba. Posteriormente se encaminó ala sierra central, obteniendo una victoriasobre los pizarristas comandados porAlonso de Alvarado en el sitio de Cocha-cajas, a la vera del río Abancay; estos pi-zarristas eran gente reclutada con el pro-pósito de socorrer a sus compañeros queestaban en la urbe cuzqueña.

Entabláronse negociaciones entre re-presentantes de ambos gobernadores afin de resolver dónde se ubicaban los lí-mites de Nueva Castilla, y, por ende, aquién pertenecía la codiciada población(cf. Hemming 1970, cap. 11). Como pa-reció que estas gestiones serían de pocoefecto, se prefirió encargar la solución

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Panamá

Quito

LimaCuzco

Chuquisaca

Arequipa

Tempula

Santiago

NUEVA CASTILLA

NUEVA TOLEDOO. PACÍFICO

O. ATLÁNTICO

GOBERNACIONES

División política del Perú en la época de la conquista. Tomado de Hampe Martínez 1988.

IIILAS GUERRAS CIVILES DE LOS CONQUISTADORES

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del diferendo a un árbitro: elprovincial de los merceda-rios fray Francisco de Boba-dilla. Al mismo tiempo Al-magro bajó con sus tropas ysus importantes rehenes a lacosta, erigiendo la denomi-nada villa de Almagro enChincha. Después se concer-tó una entrevista de ambosjefes rivales, la cual tuvo lu-gar en Mala en medio de unturbio ambiente (noviembrede 1537), y al fin se dio a co-nocer el veredicto de Bobadi-lla, que asignaba el Cuzco alos pizarristas. Nada conten-to con este dictamen, el ma-riscal don Diego retiróse consus soldados nuevamente ala sierra, aunque cometió latorpeza de soltar al orgullosoHernando Pizarro, quien lehizo una fraudulenta prome-sa de paz.

Tan pronto como se hallólibre, Hernando alistó alejército de su partido paramarchar a la vieja urbe incai-ca. Encontró que, dirigidapor el teniente general Rodrigo Orgóñez, la huestede sus adversarios se había instalado en el campo delas Salinas, distante media legua del Cuzco; debidoa su precaria salud, el anciano mariscal estaba reti-rado del mando directo de las tropas. El ejército pi-zarrista, que tenía como maestre de campo al famo-so Pedro de Valdivia, contaba con unos mil efecti-vos, mientras que los almagristas eran cerca de sete-cientos hombres, entre los que sobresalían los brio-sos jinetes. La acción bélica de las Salinas ocurrió el6 de abril de 1538; tras una sangrienta lucha fue de-capitado Orgóñez y sus fuerzas acabaron vencidas.

Aunque Diego de Almagro trató de refugiarseen la fortaleza de Sacsahuamán, no fue difícil to-marlo prisionero. Luego de haber entrado con re-doble triunfal al Cuzco, Hernando Pizarro mandóabrir un litigio contra el valetudinario caudillo; sele acusaba de haber muerto a numerosos españoles,desconocido autoridades legítimamente constitui-das, alborotado al país, abandonado la conquista deChile, etc. Estando todavía en curso el juicio, co-rrieron rumores de que un grupo de almagristas

tramaba una conjura para li-berar al reo. Fue entoncesque Hernando se apresuró afiniquitar el proceso hacien-do que Almagro fuera es-trangulado en su propia cel-da, luego mandó exponer sucadáver en la plaza mayor,donde se le cortó vilmente lacabeza; así terminó, de for-ma tan denigrante, la célebreempresa del Levante.

“Los de Chile”, como so-lía apellidarse a los fieles delejecutado gobernador, que-daron sumidos en una lasti-mosa miseria. Pero luego delviaje de Hernando Pizarro ala metrópoli –donde el hidal-go trujillano sería recluidoen prisión por mandato delConsejo de Indias– empeza-ron a congregarse en Lima,con la intención de tomar

venganza. Encabezados por Juan de Rada se reunie-ron en torno al hijo mestizo del difunto mariscal,llamado Diego de Almagro el Mozo, a quien planea-ban instalar en la gobernación del país.

Por entonces llegó la noticia de que la coronahabía despachado a un juez visitador, el licenciadoCristóbal Vaca de Castro, para averiguar el origende las revueltas sucedidas en el Perú y castigar a losculpables. Sin embargo, desconfiando de la rectitudcon que pudiera actuar el comisionado, los alma-gristas decidieron hacerse justicia por sus propiasmanos. Como es sabido, el domingo 26 de junio de1541 una docena de exaltados penetró en la resi-dencia del gobernador; cogido por sorpresa, el mili-tar apenas tuvo tiempo para ceñirse las armas y pre-parar la defensa, acompañado de algunos cortesa-nos y criados. En medio del forcejeo de los espade-ros, una estocada en la garganta lo hizo caer al sue-lo y determinó la sangrienta ultimación de donFrancisco Pizarro, el bravo extremeño que terminósu vida honrado con el título de marqués (Munda1985).

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Licenciado Cristóbal Vaca deCastro, gobernadordel Perú entre 1541 y 1544.

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Varios dirigentes piza-rristas, temerosos de unarepresalia de los magnici-das, se dirigieron a la re-gión de Quito con el objetode unirse al licenciado Vacade Castro. Por otra parte, eljoven Almagro fue procla-mado gobernador del Perú,y ante la formación de unejército realista en el norte,optó por evacuar la Ciudadde los Reyes junto con sustropas; primero se estacio-naron los rebeldes en el va-lle del Mantaro –lugar enque falleció Rada, el diri-gente de este golpe de esta-do– y luego continuaron surecorrido por Huamangahasta entrar en el Cuzco.Dicho nombramiento de gobernador representabaun desacato a las disposiciones del soberano, dadoque en la corte se había señalado que el juez visita-dor tendría la facultad de reunir en su persona lasgobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo,en caso de la muerte de Pizarro. Paulatinamentefueron creciendo las tropas leales al rey, las cualesavanzaron hasta Huaraz y des-pués a Jauja, donde asumió laposición de maestre de campoPerálvarez Holguín.

Fue en las lomas de Chu-pas, cerca de Huamanga, don-de el 16 de setiembre de 1542ocurrió el enfrentamiento deambos conjuntos militares: secalifica a esta batalla como lamás sangrienta de las que hu-bo durante las guerras civilesde los conquistadores. Aun-que el maestre de campo Hol-guín cayó en el encuentro, elataque de los realistas fue sa-

biamente dirigido por el sar-gento mayor Francisco deCarbajal, un veterano de lasguerras de Italia. En cambio,el mestizo Almagro se vioperjudicado por la traicióndel jefe de su artillería, el co-nocido Pedro de Candia,quien pagó con la muerte sudeslealtad y precipitó, a lavez, la derrota de los rebel-des. El gobernante usurpa-dor fugó con rumbo al Cuz-co, ideando guarecerse en elrefugio de los incas de Vilca-

bamba, pero no logró su objetivo.Vaca de Castro se trasladó con sus principales

colaboradores a la antigua capital del Tahuantinsu-yo, donde hizo procesar y degollar a Almagro elMozo. Respetando la voluntad del condenado, man-dó sepultar su cadáver en la iglesia de la Merced, allado de los restos de su padre. Posteriormente, el

comisionado regio –tachadopor muchos de codicioso e ilí-cito recaudador de tributos–se dedicó a administrar losdestinos de Nueva Castilla yNueva Toledo, concediendoespecial atención al buen tra-tamiento de la masa indígena:reorganizó la distribución deencomiendas, normó el traba-jo en las minas y promulgóunas ordenanzas sobre el fun-cionamiento de los tambos,entre otras medidas (cf. García1957).

En una serie de valiosascontribuciones al debate sobrela formación social andina enel proceso de tránsito del Ta-huantinsuyo al ordenamientocolonial, Carlos Sempat Assa-dourian (1994) ha estudiadodiversas visitas de indios ypleitos en torno a derechos de

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Una escena de la batalla deChupas en la que fuera derrotadoDiego de Almagro el Mozo, porCristóbal Vaca de Castro el 16 desetiembre de 1542.

La gesta de la conquista del Perúgeneró desde temprano una

abundante y variada literatura. Enla imagen, el frontispicio de la

Historia del descubrimiento yconquista de las provincias del

Perú (Sevilla, 1577) de Agustín deZárate.

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tierras que se gestaron precisamen-te a partir de la década de 1540. Deeste modo se han puesto a la luz lasreclamaciones de las autoridadesétnicas, junto con las violentascontradicciones al interior del gru-po colonizador, durante un perío-do que se consideraba –por lospropios protagonistas– como “ab-solutamente revuelto”. Procesos,prácticas e instituciones como lamita, los intercambios entre comu-nidades andinas y la caída demográfica indígenahan sido examinados, pues, desde la perspectiva dela economía política y de la ética del poder hispano.Assadourian ha puesto de relieve, en última instan-cia, la apasionante tensión desatada entre los prin-cipios de la utilidad económica y la justicia cristia-na, entre la piedad y la “desconstrucción” del mun-do aborigen.

Mientras eso acontecía en territorio peruano, enlos salones de la corte repercutían con fuerza las vo-ces de protesta del benemérito fray Bartolomé de lasCasas, el “apóstol de los indios”, y de otros teólogosy juristas que abogaban por un cambio en la admi-nistración de las colonias indianas. Ellos reclamabanel establecimiento de un nuevo orden político quecolocara el poder en manos de representantes de lacorona y velara por la conservación de los vasallosnativos, pues existía el convencimiento de que sumano de obra era indispensable para explotar los re-cursos de la naturaleza americana. Respondiendo atales demandas, Carlos V promulgó las controverti-das Leyes Nuevas (20 de noviembre de 1542), cuer-po de ordenanzas que –en el aspecto económico-la-boral– prohibía la esclavitud y el trabajo pesado delos aborígenes, determinaba la supresión a corto pla-zo del régimen de encomiendas, ordenaba despojarde sus repartimientos de indios a todos los oficialespúblicos y a las congregaciones religiosas, y ademásmandaba quitar sus encomiendas a los que habíanintervenido en la guerra de pizarristas y almagris-

tas... Por añadidura, disponía la instauración de laaudiencia de Lima como máximo órgano judicial yadministrativo del Perú, que estaría presidido porun virrey, revestido del mando militar.

La primera persona encargada de desempeñar elvirreinato fue el abulense Blasco Núñez Vela, quiensalió de la península Ibérica a fines de 1543, llevan-do la misión de imponer el nuevo cuerpo de orde-nanzas. Teniendo en cuenta las medidas contempla-das en las Leyes Nuevas, es fácil comprender lareacción adversa que estalló entre los vecinos peru-leros contra esas disposiciones y contra el individuoque debía ponerlas en vigor; conforme a lo prescri-to, virtualmente ningún habitante de este país ten-dría derecho a gozar del tributo aborigen, sobre elcual justamente se apoyaba la subsistencia de loshispanos. Junto con ello, el carácter arrebatado e in-transigente que mostró el virrey en su camino por lacosta del Pacífico contribuyó también a ganarle laodiosidad de los colonizadores. Hubo inclusive undebate sobre si debía admitirse su entrada en la ca-pital, pero a fin de cuentas primó el argumento deque se trataba del representante del propio monarca(“rey y señor natural”), con lo que Núñez Vela fuesolemnemente recibido en Lima el 15 de mayo de1544.

Por el mismo tiempo estaba brotando en el Cuz-co un magno levantamiento contra la autoridad re-gia que tenía por caudillo a Gonzalo Pizarro, el me-nor de los hermanos del finado marqués, quien en

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La crueldad de los colonizadores contralos indígenas americanos en una

ilustración procedente de la NarratioRegionum Indicarum (Frankfurt am

Main, 1598) de Bartolomé de Las Casas.Los escritos de este sacerdote

contribuyeron a la instauración depolíticas jurídicas de protección a los

nativos americanos.

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razón de su apellido era el sujeto más indicado pa-ra representar los intereses y la exaltación de losconquistadores. Apoyado en un grupo de poderososvecinos, Gonzalo asumió los cargos de capitán ge-neral y procurador general de la tierra, negándose areconocer la investidura de Núñez Vela. Se pusoluego en marcha con su ejército a través de los An-des, dando como justificación la necesidad de com-batir a las huestes del rebelde Manco Inca, así comosu propósito de demandar ante la audiencia la sus-pensión de las nuevas ordenanzas y la salida del in-temperante emisario regio.

El ambiente se hizo aun más tenso por las desa-venencias que oponían al vicesoberano con los ma-gistrados de la audiencia limeña, los cuales trataronde aprovechar aquella conflictiva situación para sa-tisfacer su ambición de mando. Tras el asesinato delfactor Suárez de Carbajal –cometido por el propio

virrey– llegó a tal extremo el descrédito de este per-sonaje, que los oidores resolvieron tomarlo prisio-nero y desterrarlo en un navío con rumbo a España.Fue el 18 de setiembre de 1544 cuando tuvo lugareste inusitado suceso, que llevó al licenciado DiegoVásquez de Cepeda (como oidor más antiguo) aasumir la dirección política del virreinato, en tantoque su colega el oidor Álvarez se hacía a la mar po-cos días después, llevando bajo su custodia al desti-tuido Núñez Vela.

A fin de contener el avance de las tropas gonza-listas, la audiencia decretó la ansiada suspensión delas Leyes Nuevas y expidió una provisión, ordenan-do a Pizarro deshacer su ejército y autorizándolo apresentarse en la Ciudad de los Reyes acompañadode no más de veinte jinetes. Pero el afán de revuel-ta estaba ya demasiado arraigado en el espíritu delos colonos. Hallándose en las cercanías de Lima,éstos manifestaron a los oidores su exigencia deque se entregase la gobernación del país al caudillorebelde, so amenaza de cometer saqueos y matan-zas, y para demostrar la firmeza de su ánimo el te-rrible maestre de campo Francisco de Carbajal efec-tuó una incursión en la ciudad, donde ahorcó a tresy capturó a una treintena de sus más enconadosopositores. En vista de la superioridad bélica de losalzados, los magistrados no tuvieron otro remedioque conceder el título de gobernador y capitán ge-neral del Perú a Gonzalo Pizarro, dándole facultadpara administrar la colonia hasta tanto que el mo-narca no dispusiese cosa en contrario (23 de octu-bre de 1544).

Instalado en el mando supremo, Pizarro nombróa fieles partidarios de su causa para ostentar la au-toridad en las principales ciudades del país; envió aHernando Bachicao hacia Panamá con la tarea deapoderarse del istmo –verdadera puerta de entradaal mar del Sur– y remitió procuradores para que hi-cieran gestiones a su favor en la corte. No contaba,empero, con que el virrey Núñez Vela lograría libe-rarse de su cautiverio e iría a formar un ejército deresistencia en los términos de San Miguel. Elemen-tos “realistas” de Popayán, Quito, Bracamoros yotras provincias se unieron alrededor del militarabulense, constituyendo una agrupación de respeta-ble poderío. Es por este motivo que el tiránico go-bernador determinó abandonar las orillas del Rímacy dirigirse con sus tropas a la costa septentrional, enseguimiento de los enemigos; al salir de Lima (jun-to con dichos hombres) el licenciado Cepeda, que-dó desintegrada la audiencia, pues sólo permanecióen la capital el enfermizo oidor Zárate.

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Blasco Núñez Vela, primer virrey del Perú entre1544 y 1546. Su propósito de aplicar las Leyes

Nuevas generó descontento entre los encomenderosespañoles, quienes liderados por Gonzalo Pizarro lo

derrotaron en la batalla de Añaquito en 1546.

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Algún tiempo se mantuvo el ejército rebelde de-tenido en la ciudad de Quito, mientras el virrey y sugente estaban acantonados en Popayán. Decidido aromper batalla, Gonzalo Pizarro inventó una estra-tagema –falsas noticias sobre su paradero– que mo-vió a Núñez Vela a salir de su reducto. Así devinoinevitable que ambos conjuntos se enfrentaran el 18de enero de 1546 en Añaquito; eran superiores ennúmero los secuaces del líder extremeño, que in-cluían a 200 arcabuceros y 150 jinetes. Y estando yadecidida la victoria a favor de ellos, un negro escla-vo degolló cobardemente al mandatario regio, conlo cual el licenciado Benito Suárez de Carbajal secobró la venganza por el asesinato de su hermano,el factor. Luego hicieron los triunfadores una ruido-sa entrada en la actual capital del Ecuador.

Durante la estancia de los gonzalistas en la co-marca quiteña vino la noticia de que Diego Centenose había levantado en La Plata contra los delegadosdel nuevo régimen y había constituido un escua-drón con el que pretendía ocupar el Cuzco, tenien-do como maestre de campo a Lope de Mendoza.Mas sus planes no lograron el fin deseado, en vistade que Francisco de Carbajal –conocido tambiénpor el sobrenombre de “Demonio de los Andes”– ylos insurrectos gonzalistas asentados en la ciudadimperial unieron sus fuerzas para imponer orden enla meseta del Collao y en Charcas. Rehuyendo com-bate, el realista Centeno se escabulló por entre lasmontañas hasta encontrar refugio en una cueva deCondesuyos; bajo el comando de Mendoza, el es-cuadrón rebelde fue desbaratado por los adversariosen Pocona (agosto de 1546), y sus jefes terminaronejecutados por orden del cruel Carbajal.

Gracias al éxito de tales acciones bélicas, Pizarrologró enseñorearse plenamente en el virreinato pe-ruano. Trasladó entonces su residencia a Lima, de-dicándose a extraer fondos de las arcas fiscales y adisponer órdenes según su antojo; lo rodeaba un sé-quito de militares y letrados, entre los que destaca-ba el inteligente Cepeda, a quien se ha calificado co-mo la “eminencia gris” del movimiento. Esos indi-viduos llegaron a concebir el proyecto de casar aGonzalo con una sobrina suya, doña Francisca Pi-zarro, ya que por ser ella nieta de Huayna Capac po-dría atraer para su bando el apoyo de la poblaciónregnícola. Más aún, los ideólogos de aquel “estadomayor” acordaron despachar embajadores ante elrey, con el objeto de solicitar el goce perpetuo de lasencomiendas de indios y la gobernación vitaliciapara Pizarro y un sucesor, con el requisito de quedurante ese lapso no funcionara la audiencia. Y has-

ta consideraron la eventualidad de ofrecer la enfeu-dación del Perú al sumo pontífice, con el objeto deque los colonos pudieran eximirse de la soberaníacastellana (Lohmann Villena 1977: 73-76).

El conocimiento de las revueltas que habíanocurrido en el Perú causó lógicamente un serio ma-lestar en la corte. Se reunió entonces a los principa-les consejeros de gobierno para que resolvieran ladisyuntiva sobre si debía mandarse a esta colonia aun letrado con habilidad negociadora o a un caba-llero con experiencia militar, y el acuerdo mayorita-rio señaló que debía encargarse la pacificación a unhombre de letras. El escogido por Carlos V fue elclérigo Pedro de la Gasca, antiguo rector de Sala-manca y miembro del Consejo de la Inquisición,quien en mayo de 1546 se embarcó rumbo a ultra-mar, investido como presidente de la audiencia deLima y dotado de extensas facultades gubernativas.El talento diplomático de Gasca se patentizó ya enel istmo de Panamá, al conseguir el cambio de ban-dera del general Pedro de Hinojosa y los demás je-fes de la armada pizarrista, otorgándoles en recom-pensa el perdón de los delitos cometidos, así comola promesa de concederles luego suculentas enco-miendas de indios.

La rendición de la armada que dirigía Hinojosa,llevada a cabo silenciosamente en noviembre de1546, significa la verdadera clave de éxito para lacausa realista. Sintiéndose dueño del mar, el clérigopacificador remitió mensajes a las poblaciones cos-teñas y al propio Gonzalo Pizarro, ofreciendo el per-dón a cambio de someterse a la autoridad del mo-narca; pero el arrogante caudillo respondió de ma-nera negativa, insinuándose aun a Gasca que no de-bía entrar en territorio peruano. En vista de tal obs-tinación y contando con el apoyo de súbditos deotras provincias indianas, se alistó en Panamá unapoderosa escuadra, con cerca de un millar de solda-dos. A la vanguardia salió una flotilla comandadapor el capitán Lorenzo de Aldama, el cual logró ad-herir en favor del rey a las ciudades norteñas del vi-rreinato y llegó hasta el puerto del Callao, hechoque determinó que la hueste pizarrista abandonasela capital.

Yendo hacia la meseta del Collao, los fieles al ti-ránico gobernador recibieron noticia de que el “rea-lista” Diego Centeno se hallaba en las inmediacio-nes, encabezando un apreciable conjunto militar.Tras salir de su escondite en una cueva, dicho jefehabía ocupado la ciudad del Cuzco y posteriormen-te se había juntado con las fuerzas adictas al rey queestaban en Charcas. Al chocar ambos ejércitos en la

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llanura de Huarina (cerca del lago Titicaca), el 20 deoctubre de 1547, eran superiores en número losportadores del estandarte regio. Sin embargo, la for-midable astucia del maestre de campo Francisco deCarbajal hizo sacar conveniente provecho de la ar-cabucería rebelde, con lo que se decidió la victoriaa su favor; seguramente influyó también en la de-rrota la débil salud de Centeno, quien asistió a esecombate tendido en una litera, pero logró escaparcon vida.

Por otra parte, el licenciado Gasca salió de Tie-rra Firme con los dieciocho navíos de su armada y

luego de una complicada travesía, desembarcó en elpuerto de Manta. Prosiguió su ruta a lo largo de lacosta hasta la desembocadura del río Santa, dondeempezó a internarse en la cordillera andina; hallán-dose asentado el campamento realista en Jauja pri-mero y después en Andahuaylas, no cesó de formu-lar ofrecimientos de paz al líder de los alzados peru-leros, pero el ánimo soberbio de Pizarro se mante-nía incólume. Durante la estancia del pacificador enla cálida quebrada de Andahuaylas, se unieron a susfilas refuerzos provenientes de Guatemala, Popayány Chile, junto con el capitán Centeno y los sobrevi-

vientes de su esforzadacampaña (cf. López Martí-nez 1970).

En aquellas circunstan-cias integraban la tropagasquiana 700 arcabuce-ros, 500 piqueros y 400 ji-netes, que tenían como ca-pitán general al extremeñoPedro de Hinojosa. Cuan-do dichos hombres logra-ron finalmente cruzar elrío Apurímac –elementogeográfico que marcaba ala sazón los límites de am-bos partidos en disputa–,la suerte de la confronta-ción quedó poco menosque definida: escasa resis-tencia podrían intentar lossecuaces del tirano ante elpoderío avasallador de susenemigos, que se benefi-ciaban además con el in-menso prestigio de la ban-dera del rey. Más que bata-lla, el aguardado encuen-tro en el valle de Jaquija-huana (9 de abril de 1548)representó una desbanda-da de la hueste pizarrista,pues en el campo de la lu-cha quedaron escasamenteuna veintena de muertos.Así se desintegró el levan-tamiento que había retadoen el Nuevo Mundo a lasupremacía del César.

Los principales dirigen-tes del bando sedicioso

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Gonzalo Pizarro fue el líder de la revuelta contra la aplicación de las Leyes Nuevas; sumovimiento agrupó no sólo a los encomenderos descontentos sino a los hombres más

poderosos del Perú. En esta imagen es capturado y sentenciado a muerte luego de que suejército decidiera plegarse al bando real en Jaquijahuana el 9 de abril de 1548.

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La alianza que Manco Inca estableció con los ex-pedicionarios castellanos puede comprenderse, deun lado, por su intención de buscar refuerzos paraexpulsar a los militares quiteños que habían ocupa-do el Cuzco y, de otra parte, por su desconocimien-to del verdadero alcance de las miras políticas de Pi-zarro. Ya hemos visto cómo ofreció su colaboraciónpara realizar la toma de la capital incaica, en no-viembre de 1533. Después tuvo una importante ac-tuación en la campaña persecutoria de Quisquis, elgeneral atahualpista que comandaba las tropas esta-cionadas en la región surcentral; la retirada definiti-va de estos enemigos se decidió a través de victoriaslogradas en las batallas de Cupi y Maraycalla. Ha-llándose de vuelta en la ciudad imperial, el príncipe–acatado en casi todo el Perú como heredero de laantigua monarquía– empezó a desencantarse res-pecto de las virtudes de la presencia ibérica, que lorelegaba a un plano secundario, prácticamente de-corativo.

No tardó mucho en desarrollarse un sentimien-to de rebeldía en el ánimo de Manco Inca. Se diceque mandó congregar a los principales señores na-tivos y en vigorosa arenga los incitó contra los inva-sores blancos, diciendo entre otras cosas: “no tienentemor a Dios ni vergüenza, trátannos como a perros,no nos llaman nuestros nombres; su codicia ha sidotanta que no han dejado tenplo ni palacio que nohayan robado, mas no le hartaran aunque todas lasnieves se vuelvan oro y plata…” (Busto Duthurbu-ru 1978: 167). Con el propósito de armar una gran

rebelión, dirigida a la reconquista del Tahuantinsu-yo, Manco intentó salir un par de veces fuera delCuzco, pero fue descubierto y obligado a retornar.Juan Pizarro, encargado del gobierno de esa juris-dicción, lo hizo recluir en una habitación oscuracon una cadena al cuello, debido al incumplimien-to de su promesa de alianza.

Así encontró al príncipe incaico Hernando Piza-rro cuando entró por segunda ocasión en el Cuzco,a comienzos de 1536. Hacia ese tiempo llegó tam-bién allí el Víllac Umu o supremo sacerdote, jefe dela organización eclesiástica dedicada al culto del

fueron capturados en Jaquijahuana, donde se apli-có enseguida un juicio sumario contra ellos. Ofi-ciaron de magistrados a este propósito el mariscalAlonso de Alvarado, maestre de campo del ejércitotriunfador, y el oidor Andrés de Cianca, quien ve-nía con Gasca desde la metrópoli. Primeramente seejecutó la pena de muerte en Gonzalo Pizarro, alque por su calidad de hidalgo cortaron la cabeza, ya continuación fueron ajusticiados sus seguidores

más importantes: el sanguinario Carbajal, de quiendícese que segó la vida de trescientas personas; elbachiller Vélez de Guevara, asesor en materias jurí-dicas; el capitán Juan de Acosta; el procurador cor-tesano Francisco Maldonado, etc. En total, suma-ron 48 los culpados en el alzamiento que recibie-ron la pena capital, amén de los que merecieronazotes, destierro, trabajo en las galeras o confisca-ción de bienes.

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El cerco indígena a la ciudad del Cuzco ordenado por Manco Inca, siglo XVI.

IVEL PROCESO DE LA RESISTENCIA INCAICA

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Sol, quien estaba firmemente persuadido de la nece-sidad de arrojar a los conquistadores, acción defuerza que –advertía– debería llevarse a cabo lo máspronto posible. Entonces, viendo la ambición deHernando por recaudar oro, el inca tramó la formaapropiada para huir de su cautiverio: pidió al hidal-go extremeño que lo dejara marchar al pueblo deCalca con el fin de traerle las estatuas doradas de losantiguos soberanos del imperio, y Pizarro le exten-dió el respectivo permiso, sin imaginarse que ellodaría origen a un magno levantamiento de los vasa-llos autóctonos.

Lo cierto es que Manco, aprovechando la tretamencionada, se dedicó a ultimar los preparativosde su rebelión. Cuando salió a la luz la verdad, yaera demasiado tarde para ensayar una acción puni-tiva en el valle de Yucay, reducto del ejército incai-co, por lo cual los hermanos Pizarro –Hernando,Juan y Gonzalo– decidieron organizar la resisten-cia en la gran ciudad. El 3 de mayo de 1536 elCuzco amaneció rodeado de un enorme gentío:eran unos cien mil hombres de guerra, encabeza-dos por el venerable Víllac Umu, que pretendíanapoderarse de la metrópoli. Planteóse a continua-ción una feroz lucha, sobre la cual refieren leyen-das coetáneas que más de una vez se observó a laVirgen y al apóstol Santiago favoreciendo en loscombates a los ibéricos...

El mayor peso de la defensa recayó sobre la ca-ballería, que pugnó por impedir que los aborígenesganaran terreno dentro del perímetro urbano. Unade las tácticas ofensivas de los seguidores del VíllacUmu consistía en prender fuego a las casas, lo cual

no resultaba muy difícil, habida cuenta de que lostechos eran en su mayoría de paja. Las animosasembestidas de los naturales condujeron a la toma dela fortaleza de Sacsahuamán, situada en lo alto de lapoblación, un logro de notable relevancia estratégi-ca que pareció definir el triunfo a favor de los incas.Pero en una actitud casi temeraria, cuando las pro-visiones de subsistencia comenzaban a escasear pa-ra los doscientos españoles y sus indios auxiliares(bastante más numerosos), una compañía dirigidapor Juan Pizarro alcanzó a escalar hasta la cima dela fortaleza y retomar este importante edificio. En lalucha por la posesión de Sacsahuamán se distinguióun valeroso militar cuzqueño, el orejón Titu CusiHualpa, falazmente renombrado Cahuide, quienprefirió morir antes que ser capturado por sus opo-nentes, lanzándose al vacío desde una torre (cf. Ve-ga 1992).

Al recibir noticias sobre el cerco impuesto a sushermanos y demás compatriotas en los Andes, elgobernador Pizarro se apresuró a formar varias ex-pediciones de socorro. La primera fue conducidapor el capitán extremeño Gonzalo de Tapia y termi-nó deshecha en las cercanías de Huaytará; la segun-da estuvo a cargo de un pariente del gobernador lla-mado Diego Pizarro de Carbajal, y quedó aniquila-da en la cuesta de Parcos; dirigió la tercera compa-ñía el alcalde de la Ciudad de los Reyes, Juan Mo-grovejo de Quiñones, quien junto con la mayoría desus soldados halló la muerte cerca de Vilcas; la cuar-ta fue puesta bajo el mando de Alonso de Gaete yacabó liquidada en el valle de Jauja. En estos desas-trosos intentos de ayuda habían perecido unos 200expedicionarios, según tuvo oportunidad de com-probar el burgomaestre limeño Francisco de Godoy,quien llegó a salir en cabeza de una quinta y últimacompañía. El artífice de todas esas derrotas fue elastuto Quizu Yupanqui, comandante del ejército in-caico estacionado en la cuenca del Mantaro.

Sintiéndose poderoso, aguijado por sus victoriassucesivas, Quizu Yupanqui marchó con sus guerre-ros a imponer cerco a la propia capital de NuevaCastilla. Hacia agosto de 1536 cerca de 25 000 abo-rígenes se colocaron en el cerro San Cristóbal y enlos alrededores de la urbe, llamando a moverse desus posiciones a los vecinos castellanos. Luego deseis días de continuo asedio en la banda de “abajo elpuente”, el jefe resolvió que era llegado el momen-to de vadear el Rímac y penetrar decididamente enel corazón de la capital. Pese a su avanzada edad fueFrancisco Pizarro quien dirigió personalmente lasmaniobras de defensa por las que acabó muerto el

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La Virgen deSunturhuasidurante el cercoal Cuzco por lastropas de MancoInca. Según laleyenda, la Virgense apareció a losindios cuandoéstos iban aprender fuego a lafortaleza deSacsahuamánocupada por losespañoles; suintervenciónimpidió larealización deesta acción.

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bravo Yupanqui y fueron controladas las iras de sussubordinados.

De tal modo culminó, un poco abruptamente, lacampaña ofensiva de los incas en Lima. El descon-cierto originado por la muerte de su jefe ejerció de-cisiva influencia en el abatimiento de esas tropasoriundas principalmente de la sierra y que, por estamisma circunstancia, tal vez no estaban bien prepa-radas para luchar en terreno costeño. Además, nofue de poca monta la colaboración brindada por losgrupos étnicos opuestos al poder cuzqueño y alia-dos de la hueste pizarrista: los defensores de la Ciu-dad de los Reyes contaron con la ayuda de los huan-cas y huaylas y de las comunidades yungas asenta-das en Surco, Lurigancho, Pachacamac, Chilca yotros lugares.

En cuanto a la situación en que permaneció lametrópoli cuzqueña después de que la fortaleza deSacsahuamán fuese recobrada por los cristianos,hay que indicar que los vasallos de Manco Inca se

retiraron durante algunos días, con el objeto depracticar un sacrificio ritual. Mas luego volvieron alas puertas del Cuzco para reiniciar el cerco, y semantuvieron en actitud ofensiva –con ciertos inter-valos– a lo largo de casi todo el año 1536. Los her-manos Pizarro lograron conservar sus posiciones al-rededor de la plaza mayor y dominio sobre la forta-leza; ya resuelto el conflicto con ventaja para ellos,salieron a efectuar rondas de castigo contra los nú-cleos de resistencia incaica, aunque no pudieron to-mar en sus manos al caudillo de los alzados. Juntoa la atinada estrategia que desarrollaron los hispa-nos y sus auxiliares vernáculos, hay que mencionarla escasez de víveres y la necesidad de atender suslabranzas como razones que determinaron el levan-tamiento de este famoso sitio por parte de los indios(cf. Flickema 1981).

Sin amilanarse por el fracaso de su empresa,Manco decidió que lo más oportuno sería abando-nar su cuartel general de Ollantaytambo y adentrar-

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Las ruinas de Sacsahuamán, fortaleza que fuera tomada por los españoles luego de estar en manos indígenas. En la vista seaprecia la multitudinaria concurrencia a la representación contemporánea de la fiesta del Sol (Inti Raymi) en el mes de junio.

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se en la región monta-ñosa de Vilcabamba,en la vertiente orientalde los Andes. En eselugar se hallaría bienprotegido por las con-diciones de la naturale-za, podría valerse de lalealtad de los habitantescomarcanos y tendría oca-sión de entrenar a sus tropaspara un ataque más vigoroso.Con todo, a poco de su llegada a Vil-cabamba hubo de repeler la expedición comandadapor Rodrigo Orgóñez, lugarteniente de Almagro,quien consiguió apresar a varias hermanas y otrosparientes del inca, así como recoger un jugoso bo-tín áureo.

Salió luego el príncipe de su fortificada residen-cia, en el pueblo de Vitcos, para desarrollar unaoperación de castigo en la tierra de los huancas,aliados de la colonización española. Aunque no es-tá suficientemente claro el curso que tuvieron susacciones, parece cierto que logró penetrar en el san-tuario de Huarivilca, donde cogió en sus manos alreverenciado ídolo y lo echó con toda vehemenciaal Mantaro; un suceso de notable repercusión espi-ritual para los nativos de dicha región. Hecho estovolvió a su reducto montañés, debiendo alistar deinmediato la defensa contra una agresiva compañíadirigida por Gonzalo Pizarro, al que secundaban va-rios miembros del linaje incaico. Estos atacantes nopudieron apoderarse de Manco, pero llegaron a eje-cutar a su mujer favorita, la coya Curi Ocllo, alprestigioso Víllac Umu y a varios cabecillas de subando.

Establecido en Vilcabamba, el líder de los rebel-des indígenas organizó durante los años sucesivosdiversas empresas hostigadoras en la sierra. Es sig-nificativo el hecho de que Pizarro mandase fundarla ciudad de San Juan de la Frontera en Huamanga,

no lejos de aquella zona, con elpropósito de frenar el avance de

los incas. Sin embargo, laexistencia de Manco Incaterminó inesperadamentehacia 1545, al ser muertopor un grupo de soldadosalmagristas que estabanhospedados en su residen-cia de Vitcos. Parece que di-chos castellanos pretendíanreclamar un premio de lacorona por cometer talmuerte antes de emprenderla fuga al Cuzco.

Tras la desaparición deManco Inca, el espíritu dela resistencia quechua fuemantenido por sus hijos; és-

tos, conscientes de la nuevarealidad política de su patria,

emprendieron negociacionescon las autoridades virreinales (cf.

Guillén Guillén 1979: 105 y ss.). Sayri Tu-pac inició una serie de gestiones –mediante inter-mediarios– con el pacificador Gasca, tan pronto co-mo se logró aniquilar la rebelión de Gonzalo Piza-rro. Respondiendo a las exigencias del joven prínci-pe para someterse al yugo de Castilla, el pacificadoracordó entregarle una dilatada porción de terreno aorillas del Apurímac, un par de casas en la ciudaddel Cuzco y una heredad en el valle de Jaquijahua-na. Pero, no obstante ello, el receloso muchachoprefirió mantenerse guarnecido en su reducto deVilcabamba.

Años más tarde Sayri Tupac entró en contactocon el virrey marqués de Cañete, el cual repitió losofrecimientos que le había formulado Gasca, aña-diendo una renta de 17 000 pesos anuales en bene-ficio de los descendientes de los incas. Esta vez elsoberano autóctono aceptó la propuesta y salió in-clusive de las montañas andinas para dirigirse a Li-ma, ciudad adonde ingresó en enero de 1558. Aquíse pactó solemnemente la referida entrega de casas,tierras y dinero, a cambio de lo cual Sayri dijo cedersus derechos al trono imperial, reconociéndose des-de entonces vasallo de la corona española. Su retor-no al Cuzco significó un festivo acontecimiento,que culminó con el bautizo tanto del príncipe comode su esposa, la coya Cusi Huarcay.

Al fallecer súbitamente dicho personaje (tal vezasesinado por un indio cañari), fue su hermano Ti-

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Sayri Tupac, sucesor de MancoInca. Luego de variasnegociaciones decidió dejar surefugio en Vilcabamba y sedirigió a Lima, donde seentrevistó con el virreyAndrés Hurtado deMendoza en enero de 1558.Las autoridades españolasle confiaron la importanteencomienda de Yucay.

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tu Cusi Yupanqui quien asumió la guía del movi-miento quechua, declarándose opuesto al dominiode los ibéricos. Dirigió varias expediciones hostilesen la zona serrana circundante a Vilcabamba, almismo tiempo que fingía la intención de convertir-se a la fe católica, despachando con este pretextomensajeros al gobernador Lope García de Castro.De tal modo se originó la capitulación de Acobam-ba (24 de agosto de 1566), que suscribieron el prín-cipe regnícola y delegados del gobierno limeño, do-cumento por el cual se establecía la paz y se perdo-naban los delitos cometidos por los indios rebeldes,bajo la condición de permitir el asentamiento de uncorregidor y de frailes doctrineros en el territorioque administraba Titu Cusi.

No es meramente casual que aquella revitalizadaofensiva de las tropas vilcabambinas coincidiesecon un par de movimientos contrarios a la adminis-tración virreinal, que gozaron de bastante arraigo enla región andina del centro. De una parte hallamosal Taqui Onqoy, corriente religiosa originada entrelas comunidades de Soras, Lucanas y Chocorbos,que ideaba una resurrección de las huacas o divini-dades nativas, con el convencimiento de que suspoderes sobrenaturales podrían erradicar a los blan-cos invasores de su tierra. Y, de otro lado, hay quemencionar la revuelta maquinada por Pedro delBarco, Juan Arias Maldonado y otros mestizos cuz-queños, que tramaron un levantamiento armadocon la mira de eliminar el poder hispánico del Perú.Sin embargo, ambas rebeliones fueroncontroladas a tiempo por las auto-ridades coloniales, cuyos agen-tes eclesiásticos y civiles seencargaron de castigar a lossubversores del orden.

En 1568 tuvo lugar elbautismo de Titu Cusi Yu-panqui y de varios allegadossuyos. Parece que este he-cho, así como la aperturabrindada a los sacerdotesagustinos en Vilcabamba,fueron causa de malestarentre diversos jefes de lahueste incaica, que prefe-

rían mantener la posición “dura” de resistencia. Enmedio de tal ambiente ocurrió el deceso –no bienesclarecido– del hijo de Manco Inca, suceso por elque fueron ejecutados enseguida fray Diego RuizOrtiz (martirizado con crueles tormentos) y unmestizo que también se encontraba en aquella po-blación, llamado Martín de Pando. Como testimo-nio de sus vivencias y de su memoria sobre la con-quista del Tahuantinsuyo, el inca Titu Cusi dictóuna crónica o Relación, que ha merecido diversosestudios y ediciones a lo largo de la última centuria,luego de su descubrimiento por el erudito Gonzálezde la Rosa (Guillén Guillén 1981).

Al príncipe Tupac Amaru, otro de los vástagosde Manco Inca, le tocó empuñar el cetro imperialdesde comienzos de 1571. Rodeado del generalHualpa Yupanqui y de otros dirigentes militaresque se habían opuesto a la política aperturista desu antecesor, esta dinastía resolvió cerrar nueva-mente las fronteras de Vilcabamba; a tal efecto,mandó deshacer el puente de Chuquichaca e hizofortificar sus alrededores. Dichas medidas estabanllevándose a cabo por el tiempo en que el virreyFrancisco de Toledo envió como negociador diplo-mático al comerciante Atiliano de Anaya, el cualfue muerto por los rebeldes. Ello precipitó la decla-ración de guerra contra la resistencia incaica, en laSemana Santa de 1572, dando lugar a la formaciónde un ejército en que Martín Hurtado de Arbietoserviría como capitán general, Juan Álvarez Maldo-

nado como maestre de campo y elilustre Pedro Sarmiento de

Gamboa como alférez mayor.El plan de la ofensiva cas-

tellana se diseñó conformea las indicaciones de algu-nos veteranos conquista-dores y de señores indíge-nas que favorecían la causade Toledo. Fue determina-do que lo más prudente se-ría cruzar el río Vilcamayopor tres sitios distintos,con el objeto de descuadrarel sistema defensivo de losincas, y hacer luego unareunión de fuerzas en elpueblo de Pampacona. Sin-

gular éxito alcanzaron loshombres de Hurtado de Ar-

bieto en la recia batalla libradaen Cuyaochaca, lo cual obligó a

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Tupac Amaru I en un retratotomado de Recuerdos de la

monarquía peruana (París, 1850)de Justo Sahuaraura. El inca fue

ejecutado en el Cuzco por orden deFrancisco de Toledo, en 1572.

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Obtenida la victoria sobre los rebeldes pizarris-tas en Jaquijahuana, la expectativa de los colonos secentró alrededor de la distribución de premios quedebía efectuar el licenciado Gasca, en que los bienesmás codiciados eran las encomiendas de indios. El

pacificador se retiró al lugarejo de Guaynarima–hoy en el departamento de Apurímac– para fijar elreparto de mercedes, dejándose guiar en esta tareapor los consejos del dominico Jerónimo de Loayza,primer arzobispo de Lima (cf. Pérez Fernández

VEL ORDENAMIENTO GENERAL DE GASCA

los naturales a replegarse hacia el interior del valle,mientras sus opositores avanzaban resueltamentehasta los muros de la fortaleza de Huayna Pucara.De no mediar la traición de un jefe de los vilcabam-binos, hubiera sido prácticamente imposible la cap-tura de esta estratégica plaza, que los jefes de la re-sistencia quechua habían levantado para garantizarsu protección. Sobrevino en seguida la ocupacióndel cercado fortín de Machu Pucara, hecho queobligó al inca a huir fuera de sus aposentos de Vil-cabamba.

La entrada de los hispanos en Vilcabamba, la fa-mosa aldea-refugio de piedra, tuvo lugar el 24 dejunio de 1572. Hallaron sus templos abandonados,sus palacios quemados, sus depósitos de víveres

destruidos, y como tuvieron noticia de que el cau-dillo rebelde había fugado con dirección a la selva,se alistó de inmediato una compañía para salir ensu búsqueda. Fue el capitán Martín García de Lo-yola quien desempeñó el mando de ese grupo devalientes militares, los cuales efectuaron una nave-gación por el río Picha, en la comarca de los mana-ríes. Finalmente lograron tomar en su poder alpríncipe Tupac Amaru, que estaba junto con susmujeres e hijos.

Preso el inca, fue conducido por los españoles ala vieja capital del Tahuantinsuyo. Durante el trayec-to, el general Hurtado de Arbieto realizó la funda-ción de San Francisco de la Victoria de Vilcabamba,ciudad que fue poblada originalmente por nueve ve-cinos. En setiembre de 1572 llegó la triunfante hues-te de regreso al Cuzco, trayendo a Tupac Amaru y avarios de sus secuaces; luego de disponer su encerra-miento, el virrey Toledo mandó incoar un sumarioproceso, en virtud del cual resultó el príncipe conde-nado a la decapitación y sus más cercanos colabora-dores a la horca. Cuentan los relatos de testigos queuna abigarrada y quejumbrosa multitud se congregóen la plaza mayor de la ciudad el día señalado paraejecutar esas penas, y que respondiendo a una señaldel inca (cristianizado a último momento), todo elgentío se calló. Entonces puso aquél su cabeza en eldegolladero y un verdugo cañari –siempre aparecenlos cañaris como traidores a la causa quechua– dejócaer sobre su nuca el alfanje mortal. La resistenciaincaica del siglo XVI perdió allí su cabeza más im-portante, al mismo tiempo que empezaba a corrercon fuerza el mito de Inkarri y se difundía toda lasimbología utópica –evocación de un Tahuantinsu-yo armonioso, ubérrimo, ideal–concerniente al re-torno de los incas (Burga 1988: 117-120).

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La danza de laejecución delinca en unaacuarela deMartínezCompañón delsiglo XVIII. Elinca aparecesentado en untrono y sostieneel bastón demando con elSol en la manoizquierda. Estadanza se siguerealizando enalgunas partesdel Perú, comoen Otuzco(Cajamarca).

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1988: 190-194). En agosto de 1548 quedó acordadoel conjunto de recompensas: a) como aspecto pri-mordial, unas 215 encomiendas cedidas a los prin-cipales beneméritos, con una renta global de más deun millón de pesos anuales; b) como aspecto subsi-diario, una bolsa de “pensiones” por valor de 135000 pesos, impuesta sobre las rentas de los enco-menderos para beneficiar a individuos cuyos méri-tos no les otorgaban derecho a gozar de repartimien-to; c) como aspecto complementario, una distribu-ción de yanaconas destinados a explotar las minasde Potosí, estimándose que podrían ofrecer a sus se-ñores un ingreso de 50 000 pesos anuales.

Los términos del reparto de Guaynarima de-muestran que Gasca, imbuido de una mentalidadnetamente señorial, pensaba establecer en el Perúuna aristocracia de encomenderos, en torno a lacual debería formarse una clientela de colonizado-res de segundo rango, y todos ellos tendrían comosustento la mano de obra indígena. Calcúlese queunos dos tercios de los soldados realistas quedaronentonces excluidos de premio. Tan pronto como sepublicó la lista de beneficiarios, los sujetos ignora-dos en el reparto empezaron a tramar una serie demotines, reclamando contra la injusticia de haberse

dado preferencia a quienes se pasaron a la banderamonárquica en el transcurso de la rebelión. Uno delos pretendientes más exaltados, Alonso de Medina,cuestiona en una misiva: “¿Es posible que la justiciaande al revés el mundo y la tierra? ¿Es posible quela justicia ande tan baja que no se dé a nadie, sino alos que tienen dinero y favor?” (Pérez de Tudela1964, I: 10).

Pese a tales quejas, después de su entrada a Lima(17 de setiembre de 1548), el presidente de la au-diencia se empeñó en dictar normas generales parael “sosiego” de la república. El ordenamiento delsistema fiscal fue uno de los aspectos en que pusomayor énfasis, dado que la recaudación de fondosde la corona no se había atendido debidamente acausa de las revueltas civiles. Mandó distribuir nue-vas marcas para la acuñación de metales en las ca-sas de fundición de Charcas, Cuzco, Arequipa, Li-ma, Trujillo y Quito. Hizo averiguar la rectitud en elmanejo pecuniario de los burócratas responsablesde las cajas reales, por donde resultó notable el al-cance impuesto a los herederos de Alonso Riquel-me, ladino andaluz que sirviera como tesorero deNueva Castilla.

Su principal cuidado en materia económica con-sistió en juntar la mayor cantidad posible de meta-les preciosos para el fisco, y en esto se vio favoreci-do por la explotación de los ricos yacimientos ar-gentíferos de Potosí, descubiertos poco tiempoatrás. En más de una oportunidad, el presidente semuestra entusiasmado con el hecho de que pudiera

El licenciado Pedro de laGasca, pacificador delPerú. Llegó a estas tierrascon las precisasinstrucciones de acabarcon la revuelta de losencomenderos. Luego deltriunfo de Jaquijahuanaprocedió a realizar unnuevo reparto deencomiendas que produjodescontento entre lapoblación hispánica.

Los trabajadores indígenasen el interior de las minas

de Potosí.

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reunir un inmenso caudal, más cuantioso aun quetoda la suma de oro y plata que se había remitido ala metrópoli desde el Perú luego de su conquista.Fue el propio general Pedro de Hinojosa quien to-mó la responsabilidad de transportar la plata deCharcas hasta la capital del virreinato, en julio de1549, llevando en esta ocasión 3 771 barras. Dichacantidad se incrementó con aportaciones prove-nientes de Arequipa, Cuzco y otros lugares, hastaconstituir un monto valuado en más de un millónde pesos.

Además, el clérigo pacificador entendió que unade las bases fundamentales para el gobierno del paísera la administración de justicia. Por esta razón, de-cidió implantar el sistema de corregimientos comoprimera instancia judicial, con unos oficiales encar-gados de desempeñar la jurisdicción en los distritospertenecientes a cada una de las ciudades españolas;puesto que no había fondos presupuestarios paraabonar salarios a los corregidores, debió confiarsedicho ministerio judicial a vecinos (poseedores derepartimientos), lo que evidentemente no significa-ba una medida óptima. De otro lado, el régimengasquiano tiene la virtud de haber establecido defi-nitivamente la audiencia de Lima, máximo cuerpoadministrativo-judicial del virreinato, cuya existen-cia había sido efímera y azarosa por causa del levan-tamiento gonzalista. En una ceremonia realizada el29 de abril de 1549 se instaló este tribunal, ocupan-do las plazas de oidores el licenciado Cianca y eldoctor Bravo de Saravia.

Indicaremos al respecto que cuando las LeyesNuevas de 1542 derogaron la experimental audien-cia de Panamá para instituir en su lugar tribunalesde justicia en Guatemala y Lima, terminaron de fi-jarse los contornos del virreinato peruano en la épo-ca que aquí nos interesa. Era una jurisdicción queenglobaba estas seis provincias fundacionales: la go-bernación de Nueva Castilla, asignada primigenia-mente a Francisco Pizarro; la gobernación de Nue-va Toledo, otorgada a Diego de Almagro; la gober-nación de Quito, entregada (aunque sin confirma-ción regia) a Gonzalo Pizarro; la gobernación delRío de San Juan, perteneciente a Pascual de Anda-goya; la gobernación de Popayán, correspondiente aSebastián de Benalcázar; y la gobernación del Río dela Plata, otorgada a don Pedro de Mendoza. Tal con-figuración ratifica por cierto la importancia de lasprimitivas gobernaciones –a cargo de descubridoresy conquistadores–, que se mantuvieron en la basedel esquema administrativo de las Indias (cf. Ham-pe Martínez 1988).

En el cuerpo de disposiciones que promulgó conrespecto a los súbditos aborígenes, don Pedro de laGasca se manifiesta como un intérprete del espíritude las Leyes Nuevas. La supresión de la esclavitud yel trabajo pesado de los nativos, su tratamiento co-mo personas libres, la obligación de moderar los tri-butos y el pago de toda labor con justo salario fue-ron, entre otras, las directivas que respetó fielmenteel licenciado. Impidió la abominable costumbre deutilizar a los indios como vehículos de carga, en laque solía cometerse toda suerte de crueldades, y re-probó los abusos que existían en el trabajo minerodel Alto Perú, adonde eran enviados los operariosdesde 500 o más kilómetros de distancia, muchasveces contra su voluntad y sin percibir remunera-ción alguna (Bakewell 1984: 36-40). Por añadidura,se ocupó de normar el adoctrinamiento de los súb-ditos regnícolas, procurando que asimilasen verda-deramente el mensaje cristiano antes de su bautizo.

Con todo, su más importante realización desdeel punto de vista andino es la primera visita y tasageneral de encomiendas, hecha con el objeto decortar la ilimitada extracción de riquezas de quegozaban los poseedores de grupos aborígenes; me-dida que “ha de ser la llave de la conservación ydonde se ha de poner en justicia y razón la tierra”,según opinaba el presidente (Pérez de Tudela 1964,II: 374). Para desarrollar la inspección de los repar-timientos en todo el país se designó un conjuntode 72 vecinos, que comenzaron su tarea a princi-pios de 1549, y se confió la responsabilidad de fijarla tasa tributaria a una comisión de tres frailes do-minicos, presidida por el arzobispo Loayza. Debidoa los naturales problemas que planteaba la agrestetopografía, no fue posible avanzar en esta labor conla presteza deseada; al salir Gasca hacia la metrópo-li, sólo estaban resueltas las cuotas –de metalespreciosos, productos diversos y mano de obra– per-tenecientes a los distritos de Lima, Huánuco, Truji-llo y Arequipa.

Aunque no logró efectuar todos los planes queideó para beneficio de la sociedad autóctona, el sa-gaz clérigo sugirió por escrito al nuevo virrey losproyectos que debería llevar a cabo. Señaló la nece-sidad de imponer tasas sobre los tributos que los in-dios comunes brindaban a sus caciques, con el pro-pósito de impedir el desmedido enriquecimiento delos jefes étnicos y consolidar, de paso, la autoridadestatal. Hizo notar la conveniencia de que los mora-dores nativos, especialmente los de la costa, fuesencongregados o reducidos en pueblos, hecho que fa-cilitaría su evangelización y el aprovechamiento de

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su fuerza de trabajo. Y advirtió la utilidad de que losyanaconas tuviesen un régimen laboral más estable,proponiendo la suscripción de contratos que losmantuvieran ligados durante mediano plazo a de-terminados colonos.

Entre las resoluciones gubernativas de Gasca,cabe mencionar asimismo sus ordenanzas sobre ellaboreo de las minas, la captura y reducción de es-clavos cimarrones, la visita y despacho de navíos enel puerto de Lima. Con el doble objetivo de afianzarel dominio hispánico y alejar a los soldados descon-tentos que reclamaban mercedes, el pacificador im-pulsó varias “entradas” hacia los confines del terri-torio peruano. De esta suerte se fundaron nuevasciudades como La Paz, Jaén de Bracamoros y Moyo-bamba; partieron expediciones de conquista a zonasubicadas alrededor de Quito; salieron las huestespobladoras dirigidas por Pedro de Valdivia y JuanNúñez de Prado con rumbo a Chile y Tucumán, res-pectivamente, y se frustró la jornada del Paraguayasignada a Diego Centeno. Se fomentó en general lautilización del camino del río de la Plata, pensandoque sería un eficaz remedio para las dificultades queofrecía el viaje al Perú a través del istmo centroame-ricano (cf. Busto Duthurburu 1978: 321 y ss.).

Destaca en la personalidad del vencedor de Ja-quijahuana su honradez en el manejo económico,pues debe señalarse que al regresar a la metrópolidemostró que no había hecho ningún embolso frau-dulento, pese a hallarse en una tierra sumamente ri-ca. Debido a su condición clerical, fue necesariogestionar una dispensa extraordinaria de la SantaSede, autorizándolo a tratar negocios normalmentevedados a la gente de su hábito. Su profesión sacer-dotal contribuyó a prestigiar la figura de Gasca, yjunto a ello resultaron decisivas las virtudes de supropio carácter: laborioso, tenaz, astuto negociador,supo ganarse el apoyo de los elementos poderososen el momento oportuno e incentivar la coopera-ción de variados grupos humanos.

Meta fundamental del régimen gasquiano fueasentar el dominio de la corona en el Perú, acaban-do con el poderío de los conquistadores. Para reali-zar este objetivo empleó el concurso de prelados ymiembros del clero regular, de ministros de la au-diencia, de jefes militares, de jurisconsultos, de co-merciantes, de subalternos con experiencia en asun-tos contables y escribaniles. Así logró implantar unambiente medianamente sosegado, en cuya cabezase encontraba una aristocracia de encomenderos(ahora limitados en su capacidad de enriquecimien-to), a la vez que los aparatos del estado tomaban el

control de la marcha económica y política del virrei-nato. En cuanto a la república de indios, establecióuna vía de gobierno intermedia, ni tan propensa a laexplotación como lo sugerían los colonizadores, nitan idealista en su defensa de los aborígenes comolo propugnaba el grupo lascasiano. Tal era la víamejor adecuada a los intereses de la metrópoli.

Considerando que el ordenamiento general delPerú estaba bien encauzado, el pacificador entendióque había llegado el momento de retornar a la cor-te. Dispuso en el Callao un reparto complementariode encomiendas y salió del puerto el 27 de enero de1550, haciéndose a la vela con rumbo a Tierra Fir-me. Durante su permanencia en el istmo, sin em-bargo, le tocó enfrentar el alzamiento de una fac-ción de colonos nicaragüenses encabezada por Her-nando de Contreras, que pretendía sustraer la ha-cienda real que estaba lista para embarcarse a la pe-nínsula. Pero la eficaz intervención de los vecinospanameños, ayudados por sus esclavos negros, per-mitió aniquilar la revuelta y dio lugar a que el pre-sidente hiciera el cruce del océano Atlántico con suvalioso cargamento, formado por nada menos que 5819 barras de plata. Inmensa cuantía, resultado delboom de Potosí (Hampe Martínez 1989: 189-193).

Tras la salida de Gasca, se hicieron responsablesdel mando virreinal los jueces de la audiencia de Li-ma, quienes llevaron adelante la tasación general derepartimientos indígenas y procuraron mantener elorden impuesto por su antecesor. Pese al clima dedescontento social, conservaron de alguna forma laestabilidad hasta la llegada del nuevo virrey. Esti-mando que la dilatada experiencia de don Antoniode Mendoza en el gobierno de México sería apropia-da para refrenar los ímpetus sediciosos y dirigir sa-gazmente la vida peruana, la corte le asignó ese car-go; ya achacoso, el noble castellano hizo su entradasolemne a la Ciudad de los Reyes el 12 de setiembrede 1551.

La supresión del servicio personal de los indioshabía sido ordenada por la corona hacía un par deaños atrás, pero se dejó sin efecto en el Perú por te-mor al estallido de revueltas. El empleo –impago–de la mano de obra aborigen fue un privilegio queaprovecharon los encomenderos para beneficiar susminas y haciendas y tener servicio doméstico en susgrandes “casas pobladas”. No obstante ello, el oidordecano Andrés de Cianca y los demás magistradosde la audiencia resolvieron que no debía posponer-se más la aplicación de dicha medida, y el 23 de ju-nio de 1552 expidieron una provisión mandandoabolir el trabajo remunerado de los vasallos nativos

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(Zavala 1978: 20). Apenas cuatro semanas despuésocurrió el fallecimiento del anciano virrey Mendo-za, lo cual dejó nuevamente a los oidores encarga-dos del gobierno.

Tal como era presumible, furiosas protestas segeneraron entre los vecinos peruleros debido a esaorden abolicionista. En las reclamaciones se unió eldescontento de los encomenderos privados del ser-vicio personal, con la indignación de los soldadosque pretendían recompensa por sus méritos en laconquista y pacificación de la tierra. A la etapa degobierno de la audiencia corresponde un levanta-miento organizado por Francisco Hernández Girón,en 1550, cuando alistaba su jornada colonizadorade los chunchos. Poco después se planeó en el Cuz-co un motín, instigado por los hidalgos Miranda,Barrionuevo y Hernández Melgarejo, que terminócon su ejecución; igualmente parece que el generalPedro de Hinojosa tramó una insurrección en Lima,mas este caudillo supo congraciarse a tiempo conlos oidores y quien murió ajusticiado fue su humil-de prosélito Luis de Vargas.

De mayores consecuencias fue la sedición quedirigió en Charcas el vecino Sebastián de Castilla,en marzo de 1553. Comenzó dando muerte al co-rregidor de esa provincia y apresando a varios se-guidores de la autoridad regia. Pero luego se alzó elregio soldado Vasco de Godínez, quien hizo asesi-nar a Castilla y asumió la conducción del movi-miento, hasta que la llegada de las tropas sujetas almariscal Alonso de Alvarado determinó la liquida-ción de la rebelde empresa. El cabecilla fue ejecuta-do en tanto que sus secuaces recibieron penas dedestierro o trabajo en las galeras.

Sin embargo, el ánimo insurrecto permaneció la-tente en la mayoría de los colonos. Por ello, el mo-tín impulsado por el encomendero cuzqueño Her-nández Girón, desde noviembre de 1553, logró unaimpresionante acogida; este individuo se levantó enarmas contra la derogación del servicio personal,prometiendo mejorar la situación de los colonosdesfavorecidos y librar de la esclavitud a los africa-nos que integrasen su ejército. Al igual que el recor-dado Gonzalo Pizarro, obtuvo la investidura de ca-pitán general y procurador de los vecinos peruleros,tras lo cual salió con sus tropas hacia la metrópolidel Rímac. Noticiados de la sublevación que habíabrotado en la sierra, los oidores decidieron revocarla aborrecida supresión de trabajo indígena (5 dediciembre) y, en vista de que ello no bastó paraamenguar el ímpetu de los gironistas, armaron pres-tamente un ejército, dando el puesto de maestre decampo a Pablo de Meneses.

Hernández Girón llegó con setecientos hombreshasta el asiento de Pachacamac, bastante cerca de lacapital, y tuvo algunas escaramuzas con sus adver-sarios. Pero como se observaron en el firmamentociertos signos funestos –y el caudillo era en extremosupersticioso–, además de que era clara la ventajamilitar de los leales al rey, las tropas sediciosas em-prendieron la retirada por los arenales costeños ha-cia el sur. En las hoyas de Villacurí, camino de Ica,tuvieron la fortuna de aniquilar a una compañía dejinetes que acompañaba a Meneses y que venía per-siguiéndolos.

Por otra parte, el mariscal Alvarado reunió enCharcas un poderoso conjunto de soldados y per-trechos, auxiliado por miles de nativos, con loscuales se dirigió al encuentro de los gironistas. Ha-biendo salido con sus subordinados fuera de Pari-nacochas, el mariscal vino a toparse con FranciscoHernández Girón en el lugar de Chuquinga, juntoal río Pachachaca, el 21 de mayo de 1554. Aunquelos realistas contaban con amplia superioridad nu-

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Francisco Hernández Girón lideró una rebelión deencomenderos descontentos en 1553, siendo derrotado

al año siguiente.

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El gobierno del tercer virrey del Perú marca ladefinitiva culminación del período de conquista yguerras civiles, caracterizado por continuas revuel-tas y modificaciones en el escenario del poder.Miembro de un distinguido linaje alcarreño era elmarqués de Cañete, don Andrés Hurtado de Men-doza, que recibió la designación virreinal el 10 demarzo de 1555. Reunió un nutrido séquito de pa-rientes y criados, entre los cuales figuraba su hijodon García (que más tarde ocuparía esa misma dig-nidad política), y con todos ellos se trasladó a lacosta andaluza para alistar su viaje hacia las Indias.Todavía antes de la partida escribió una carta alemperador, manifestándole tener noticia de que enel Perú habitaban entonces cerca de ocho mil espa-ñoles, de los cuales no más de quinientos poseíanrepartimientos de indios, un millar tenía algún ne-gocio u oficio conocido y el resto carecía de mediospara subsistir; era necesario, pues, descongestio-nar la tierra de tantos elementos ociosos, que ha-

bían llegado ahí con la vana ilusión de conquistartesoros e indios (cf. Sánchez Bella 1960).

Para evitar un inútil aumento de la poblaciónblanca en este virreinato, se dio orden de restringirla licencia de embarque solamente a favor de quie-nes eran casados o mercaderes o habían demostra-do ser personas calificadas. En las instrucciones degobierno extendidas al marqués de Cañete se con-templan varias de las recomendaciones que formu-lara Gasca al final de su labor en América. Se en-cargó al virrey que nombrase corregidores para laadministración de justicia en los términos pertene-cientes a ciudades; se le ordenó instaurar alcaldesindígenas, con la facultad de resolver pleitos entrenativos y protegerlos de eventuales abusos; se lecomisionó designar oidores que saliesen a visitarlos pueblos de indios, vigilando la ordenada supre-sión del servicio personal; se le advirtió la conve-niencia de construir caminos, puentes, y edificarobras pías, etc.

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mérica, sus enemigos resultaron beneficiados poruna excelente posición en el campo de batalla, quepermitió el lucimiento de los arcabuceros. Decidi-do el triunfo a favor del encomendero cuzqueño, lahueste vencedora prosiguió su marcha a lo largo dela cordillera andina pasando cerca del Cuzco y diri-giéndose posteriormente a la región del Collao.

Los “fidelistas” que consiguieron huir tras la de-rrota de Chuquinga se juntaron a las filas del ejér-cito de la audiencia, puesto bajo el comando gene-ral de Pablo de Meneses. Resueltos a extinguir elambiente de intranquilidad reinante en la colonia,avanzaron por la ruta de Jauja, Huamanga, Anda-huaylas, Cuzco; cerca de Ayaviri, parapetados en lafortaleza incaica de Pucará, encontraron a los le-vantiscos. La estrategia de los realistas fue bien di-señada y complementada por su poderío material,y los ofrecimientos de perdón generaron la deser-ción de numerosos gironistas, todo lo cual determi-nó la astuta ocultación del caudillo del “ejército de

la libertad” detrás de las murallas de dicha fortaleza(8 de octubre de 1554). Y enseguida inició una sor-prendente huida, que lo condujo hasta la costa deAcarí y el valle del Mantaro.

Junto al tambo de Hatun-Jauja pudo finalmentecapturarse a Hernández Girón, ufano militar quehasta el último instante trató de oponer resistencia.Una vez remitido a Lima, fue juzgado en sumarioproceso, por el que el maestre de campo don PedroPortocarrero lo sentenció a morir decapitado. Enmedio de la expectativa que tales actos suelen pro-vocar en el pueblo, el líder de los vecinos malcon-tentos fue arrastrado públicamente y ejecutado enla plaza mayor de la Ciudad de los Reyes el 7 de di-ciembre de 1554.

De esta manera acabó la última de las grandesrevueltas civiles del siglo XVI, cediendo lugar a unorden político-social menos agitado, propicio paradiscusiones en torno al sistema administrativo quedebía funcionar en el virreinato.

VILOS AÑOS 1560: ETAPA DE POLÉMICAS Y ENSAYOS

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Después de su recibimiento en la ciudad de Li-ma (mediados de 1556), el nuevo gobernante seocupó de acomodar a los integrantes de su cortejo.Comprobó que los ministros de la audiencia, enso-berbecidos por su dilatado ejercicio del poder, noestaban francamente dispuestos a colaborar con él,y, más aun, estaban coligados con la oligarquía deencomenderos. Desde el comienzo tuvo malenten-didos con el doctor Melchor Bravo de Saravia y ellicenciado Hernando de Santillán, que eran los dosjueces más antiguos de dicho tribunal. Igualmente,observó que el arzobispo fray Jerónimo de Loayzagozaba de enorme influencia en la toma de decisio-nes gubernativas, aunque se esforzaba por imponerlos preceptos cristianos a la sociedad perulera.

Con insospechada estrictez, el marqués de Cañe-te dictó la orden de ajusticiar a los rebeldes que per-manecían impunes luego de las sediciones pasadasy a los soldados que insistían en reclamar mercedes.Asimismo, mandó desterrar a varios vecinos promi-nentes de la capital que se dedicaban a esparcir ma-ledicencias en torno a su demora en proveer las en-comiendas vacantes, y también hizo confiscacionesde armas, con el propósito de evitar nuevos broteslevantiscos. Al cabo de menos de un año de gestión–informaba con orgullo al célebre y sanguinario du-que de Alba– había hecho degollar, ahorcar o deste-rrar a más de ochocientos sujetos, lo cual contribuíaa “desaguar” el país de elementos nocivos (VargasUgarte 1971, II: 65).

Con miras al objetivo de instaurar un estado pa-cífico, dicho virrey puso en práctica otras normasde importante repercusión. Creó la compañía degentilhombres lanzas, con 1 000 pesos anuales derenta para cada uno de sus cien oficiales, y la subal-terna compañía de arcabuceros (con cincuenta indi-viduos dotados de 500 pesos al año), que debíanformar la guardia cortesana; otorgó la capitanía delos gentilhombres a su sobrino don Pedro de Cór-doba. De otro lado, promovió la fundación de nue-vas ciudades, adonde habían de trasladarse los pe-ninsulares faltos de tierras e indios. Así se levantó lapoblación de Cañete, en el valle del Huarco, la deSanta María de la Parrilla, junto a la desembocadu-ra del río Santa, y la de Cuenca, a mitad del caminoserrano entre Quito y Loja. No fue menos significa-tiva la entrada de colonización dirigida a la regiónselvática de Yahuarzongo –que estuvo a cargo deladelantado Juan de Salinas Loyola–, ni las jornadascon rumbo a la presuntamente fértil comarca de Ru-pa-Rupa y a los confines orientales de Jaén de Bra-camoros.

Otra medida importante para descargar al paísde gente inactiva fue la expedición pacificadora deChile, encabezada por el joven don García de Men-doza –vástago del vicesoberano limeño–, la cual sa-lió del Callao en febrero de 1557 con un buen con-tingente de hombres de guerra. El gobernador lleva-ba la doble intención de apaciguar la hostilidad delos indios araucanos y zanjar las diferencias queoponían a los caudillos españoles Francisco deAguirre y Francisco de Villagra; doctamente aseso-rado por el oidor Santillán, don García logró desa-rrollar allí una exitosa tarea, si bien la rebeldía delos nativos persistió durante el resto de la centuria.También corresponde a este período la famosa jor-nada de los “marañones” a la tierra de Omagua, ba-

Andrés Hurtado de Mendoza, virrey del Perú entre 1556 y 1560.

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jo la conducción del generalPedro de Ursúa. La figura so-bresaliente de esta hueste fue,por cierto, el guipuzcoanoLope de Aguirre, prototipo delos soldados malcontentos dela etapa siguiente a las gue-rras civiles: asesinó a su jefe ya más de medio centenar dehombres, planeó coronarserey independiente del Perú yse burló abiertamente del mo-narca español, pero terminófulminado por sus propios ar-cabuceros...

Aparte de ello, la adminis-tración virreinal de Cañete sedistingue por su preocupa-ción de construir puentes yedificios públicos. Señalada-mente indicaremos el puenteque mandó tender sobre elrío Rímac, en la capital pe-ruana, y los que se hicieronpara facilitar el cruce delAbancay y del Mantaro en laquebrada de Anguyaco. Du-rante este régimen se levantóel hospital de San Andrés, de Lima, hecho paraatender a los españoles enfermos o menesterosos, yen la misma ciudad se alzó el cenobio de San Juande la Penitencia, para el recogimiento de doncellasmestizas, quienes sufrían a menudo el abandono desus progenitores. Respecto a lo festivo, son impor-tantes las ceremonias alusivas a la coronación denuevos monarcas en España, jura por el adveni-miento al trono de Felipe II y exequias por la muer-te de Carlos V.

Pese a su meritorio empeño, don Andrés Hurta-do de Mendoza debió soportar la antipatía de losfuncionarios de la audiencia, que formalmente te-nían la obligación de secundarlo. El noble alcarreñotuvo el buen tino de alejar al licenciado Santillán,enviándolo a la expedición pacificadora de Chile,pero se quedó en Lima su desaprensivo colega Bra-vo de Saravia. Cierta vez ocurrió un violento inter-cambio de palabras entre este oidor y Hurtado deMendoza, incidente que dio lugar a un mandato dearresto contra el insolente magistrado; para librarsede la prisión éste resolvió entonces tomar asilo en elconvento dominico de la capital... Los demás buró-cratas hicieron causa común con el togado en esa

disputa, formulando inclusi-ve quejas que recibieron ecoen la metrópoli.

Las acusaciones de nepo-tismo y malversación de cau-dales públicos emitidas porlos funcionarios limeños secombinaron con apasionadasquejas de los vecinos deste-rrados y de parientes de losrebeldes ajusticiados, todo locual vino a desacreditar la fi-gura de Cañete en los medioscortesanos. En vista de sumala imagen, resolviósenombrar un sustituto. Al ob-tener los despachos corres-pondientes a la investidurade virrey del Perú, don Diegode Acebedo empezó a arre-

glar lo necesario para su salida a ultramar, mas tuvoel infortunio de morir antes de que hubiese abando-nado la península Ibérica. Luego se traspasó dichonombramiento a don Diego López de Zúñiga y Ve-lasco, cuarto conde de Nieva, cuyos títulos de vi-rrey, capitán general y presidente de la audiencia es-tán fechados a 15 de diciembre de 1558; segúnusanza habitual, se rodeó de un numeroso grupo deoficiales, deudos y paniaguados para efectuar la tra-vesía atlántica. Mientras tanto, debilitado por elreuma y afectado seguramente por la noticia de sudestitución, el marqués de Cañete finaba en la me-trópoli del Rímac en setiembre de 1560 (Busto Du-thurburu 1963).

A causa de enfermedades e inclemencias deltiempo, la llegada de Nieva a su destino tardó másde lo planeado. No fue antes de marzo de 1561 queel dispendioso aristócrata se instaló en el palaciovirreinal, acompañado de los comisarios designa-dos para examinar el problema de la perpetuidadde las encomiendas. Lima pasó a constituir escena-rio de una suntuosa vida cortesana, con ceremoniasde espléndido boato y lucimiento de trajes aparato-sos; dícese que el conde trajo consigo una capilla

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Diego López de Zúñiga, conde deNieva, llegó a Lima en 1561. Entresus instrucciones estaba laencuesta sobre la perpetuidad delas encomiendas, para lo cual fueenviado con los comisarios queevaluarían la conveniencia de estamedida.

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musical pensando en amenizar las festividades pa-laciegas.

Por otra parte, no dejaron de hacerse arreglosurbanísticos en la Ciudad de los Reyes. Hubo mejo-ras en el sistema de alcantarillado y distribución deagua potable, se plantaron los primeros olivos y seerigió el hospital de San Lázaro, destinado a la cu-ración de los enfermos de lepra, mal que atacabaprincipalmente a los esclavos negros. Continuó ex-tendiéndose, por añadidura, la empresa colonizado-ra de los ibéricos: se fundaron entonces en el litorallas poblaciones de Santiago de Miraflores, en el va-lle de Saña; la de Arnedo, en el valle de Chancay; yla de Valverde de Ica (donde moraron al principiounos cuarenta vecinos). Además, se impulsó el cre-cimiento de Santa Cruz de la Sierra, en el extremosudoriental de la comarca charqueña.

Es relevante la atención que generó el usufruc-to de minas en la jurisdicción de Huamanga. Variosyacimientos de plata fueron objeto de explotaciónen ese tiempo, aunque tuvieron por lo común muybreve existencia, y el laboreo de los mineros se ade-cuó a las ordenanzas dictadas por el corregidor Po-lo de Ondegardo –sagaz hombre de leyes– en mar-zo de 1562. Más importante es el afortunado descu-brimiento hecho por unos tributarios del encomen-dero Amador de Cabrera, que ubicaron vetas deazogue en las montañas de Huancavelica (1563); esbien conocida la significación económica de dichohallazgo, pues sirvió para dar un empleo más pro-vechoso, mediante el procedimiento de la amalga-ma, a la riqueza argéntea que se extraía de Potosí yotros lugares cordilleranos.

Pero el marco social en que se desenvolvió la ad-ministración de Nieva está signado por la incerti-dumbre y la polémica, que son elementos caracte-rísticos de los años 60 del siglo XVI peruano. Hayuna conmoción en las bases políticas, ideológicas,éticas, que promueve la inquietud de transformar laestructura actual y buscar una mejor armonía de lascolectividades española e indígena; priman en esteperíodo la autocrítica severa, la preocupación mora-lista, la ruptura de una precaria estabilidad. Y es quetras el aniquilamiento de las revueltas civiles de losconquistadores nos encontramos ante la circunstan-cia de decidir el rumbo que tenía que adoptar el go-bierno del virreinato, un rumbo que debería conser-varse durante las décadas restantes de la monarquíade los Austrias. Las resonancias de tal incertidum-bre llegaron hasta Madrid, determinando el envíode visitadores civiles y eclesiásticos al antiguo terri-torio incaico.

Desde el punto de vista historiográfico, resaltadicha etapa por la calidad de los textos que produ-jeron burócratas, letrados, religiosos o habitantescomunes, obras muy apreciables por la densidad desu información, su rigor analítico y la hondura desu pensamiento. Guillermo Lohmann Villena(1966: 13-14), quien ha examinado las aportacio-nes intelectuales de esta coyuntura, clasifica los es-critos en tres categorías o tendencias. Existe la ten-dencia retrospectiva, que se dedica a estudiar las co-munidades andinas prehispánicas, recogiendo latradición oral de los hombres mayores; la tendenciarevisionista, que analiza la situación del país en esemomento, discutiendo la cuestión del goce perpe-tuo de los tributos indígenas y tratando de justificarlegalmente el dominio de Castilla en la tierra de losincas; y la tendencia proyectista, que lanza propues-tas de reforma en el esquema político-social.

Briviesca de Muñatones, Vargas de Carbajal yOrtega de Melgosa fueron los comisarios nombra-dos en la corte para hacer averiguaciones respectode la perpetuidad, un asunto que preocupó seria-mente a las autoridades del imperio debido a lasconsecuencias que tendría sobre el control de lasprovincias americanas. Una vez instalados en el Pe-rú, los tres delegados comenzaron a recoger opinio-nes de funcionarios expertos en la colonización delos propios interesados en la materia. Por una par-te, los vecinos de las principales ciudades solicita-ron la concesión perpetua de sus encomiendas, conatribución de dictar justicia civil y criminal en se-gunda instancia, a cambio de lo cual ofrecían de-sembolsar para el tesoro público más de tres millo-nes de pesos, en un plazo de ocho años. Sus antago-nistas, los curacas –representados por una comisiónde frailes y jueces–, demandaron al contrario la in-corporación de todos los grupos aborígenes a la co-rona, comprometiéndose a pagar una suma mayorque la de los encomenderos.

El 4 de mayo de 1562 escribieron el conde deNieva y los comisarios una larga relación al rey, dan-do su propuesta acerca de la controvertida perpetui-dad. Situados en una postura intermedia entre am-bas causas en juego, aconsejaban hacer una triparti-ción del conjunto de encomiendas peruleras: untercio se entregaría perpetuamente a los beneméri-tos, aunque sin goce de jurisdicción; otro tercio seconcedería por una sola vida, a fin de recompensarlos servicios de vasallos leales a la monarquía; y elúltimo tercio quedaría en poder de la corona. Sinembargo, los dirigentes metropolitanos nunca seanimaron a otorgar el disfrute perpetuo de esas ren-

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tas tributarias, pues temían la formación de unaaristocracia indiana bien consolidada, capaz de so-cavar su dominio (Goldwert 1955-1958).

No están bien dilucidadas las circunstancias dela muerte del virrey López de Zúñiga, sujeto frívoloy aficionado a las conquistas femeninas. Lo cierto esque falleció en la madrugada del 19 de febrero de1564, sin haber dejado testamento, y que tuvo “unamuerte arrebatada y trabajosa”, según la expresióndel arzobispo Loayza (Lissón Chaves 1943-1956, II:269). Sería incorrecto afirmar que este personajefue un dechado de virtudes, dado que menudean lasacusaciones acerca de livianas diversiones, excesivacodicia, propensión a sobornos y favorecimiento deallegados, hechas contra él; por ello fue severamen-te censurado en la metrópoli y se determinó relevar-lo del cargo.

La designación del presidente de la audiencia li-meña hecha a favor del licenciado Lope García deCastro, jurisconsulto formado en la universidad sal-mantina, debe interpretarse como un ensayo enbusca de perfeccionar el sis-tema administrativo del te-rritorio peruano. Este mi-nistro del Consejo de Indiasse embarcó hacia el NuevoMundo sin título de virrey,pero investido de ampliasfacultades gubernativas,con la tarea de poner ordenen el inestable Perú, inves-tigar los delitos cometidosdurante los regímenes pasa-dos y castigar a los culpa-bles. Hizo su ingreso –calla-do y nocturno– en Lima afinales de octubre de 1564.

El carácter provisional yensayístico otorgado a laadministración de García deCastro guarda íntima vincu-lación con el establecimien-to de las nuevas audienciasde Charcas, Quito y Chile,mediante el cual se preten-día descentralizar el minis-terio judicial y descargar detrabajo a los gobernantesasentados en la metrópolidel Rímac. Propuesta yauna década atrás por el li-cenciado Gasca, en vista de

la riqueza demográfica y económica de las provin-cias del Alto Perú, la instalación de la audiencia deCharcas se verificó en setiembre de 1561, siendo re-gente de ella el licenciado Ramírez de Quiñones.Aunque al comienzo hubo dubitaciones en torno alos límites que debía poseer esta flamante jurisdic-ción, se resolvió finalmente que el Cuzco siguieraperteneciendo al distrito limeño y que la meseta delCollao se integrara a la circunscripción de La Plata(cf. Barnadas 1973: 518-525). La creación de tribu-nales semejantes en Quito y Chile es un aconteci-miento posterior, decretado en 1563, y para ejercerla presidencia de una y otra corporación se resolviónombrar a dos veteranos oidores que ya conoce-mos, Santillán y Bravo de Saravia, respectivamente.De todos modos, empero, fue establecido que la res-ponsabilidad política del área sujeta a los magistra-dos de Lima, Charcas y Quito –pues el organismochileno tuvo efímera vigencia– pertenecería exclu-sivamente al gobernador del Perú (en este caso,García de Castro).

Además, la orientaciónreformista del gobierno queexaminamos se distingue enla apertura de una nueva sa-la en la audiencia de Lima,dando lugar a la tramitaciónseparada de los pleitos civi-les y criminales, que erancada vez más numerosos.En el plano económico, seintrodujo de manera defini-tiva el almojarifazgo, gabe-la que afectaba los produc-tos importados –ya fuesende la península Ibérica o deotras partes de América–para la circulación mercan-til en el espacio peruano.También se trató de regula-rizar el uso de piezas acuña-das de metal en todas lasoperaciones de compraven-ta o locación, ordenándoseal efecto el funcionamientode una casa de moneda enLima, la misma que empezóa fabricar reales de plata en1568; pero es sabido que laefectiva utilización de talesmedios de cambio fue de ve-ras mínima.

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El licenciado Lope García de Castro arribó a Limacomo gobernador del Perú en 1564. Durante su gestión

se instituyeron los corregimientos de indios.

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La ola de intranquilidad social continuó sacu-diendo por ese tiempo al país, dando origen a pro-testas de la primera generación de criollos, conatosde rebelión de mestizos, alzamientos indígenas vin-culados con la resistencia de Vilcabamba, etc. Laconjunción de esos factores desestabilizadores mo-tivó que el licenciado García de Castro apresurase lainstauración de los corregidores de indios comonuevas autoridades en todas las provincias del vi-rreinato. Dichos funcionarios –cuyo nombre acabóhaciéndose odioso para los vasallos nativos– fueronimplantados, en 1565, con la responsabilidad dedictar justicia en litigios de cualquier índole (pu-diendo apelarse de sus resoluciones ante la audien-cia) y ejercer la protección de los indios y la reco-lección de sus tributos. No fue acogida con beneplá-cito la creación de estos corregimientos porque seobligó a los tributarios a brindar una contribuciónextra para cubrir los salarios de aquellos oficiales, y,a la vez, porque los curas doctrineros perdieron elcontrol exclusivo que antes detentaban sobre lospueblos andinos (Lohmann Villena 1957: 55-68).

A esta fase de incertidumbre pertenece tambiénuna renovación de la vida religiosa, consecuencia delos dictámenes contrarreformistas acordados en lafamosa asamblea de Trento. El arzobispo Loayzainauguró en 1567 el segundo concilio limense, en elque participaron el ilustre fray Domingo de SantoTomás, obispo de Charcas, y otros prelados conbuen conocimiento de la sociedad vernácula. Desta-can las constituciones conciliares por su intenciónde establecer un nuevo orden en la república de in-dios: proponen la extinción del uso de la coca, la re-ducción en pueblos de traza hispánica, la elimina-ción de costumbres “abominables” (como el defor-mar cráneos), el fomento de la evangelización enquechua y aimara, entre otros puntos. Y también esimportante el establecimiento de la congregaciónjesuítica, que se produjo en 1568 con la llegada delprovincial P. Jerónimo Ruiz del Portillo y un peque-ño grupo de sacerdotes; tan pronto como recibieronhospedaje en el convento dominico de Lima, empe-zaron a desarrollar su valiosa labor de adoctrina-miento e instrucción moral en el virreinato.

Bajo la prudente observación de Felipe II, abrió-se en la corte una polémica sobre el modo de refor-mar la administración indiana. Cabe señalar la visi-ta del Consejo de Indias que practicó el licenciadoJuan de Ovando, con miras a determinar la rectituden el manejo de los altos funcionarios que dirigíanel aparato colonial. Después se efectuó la célebreJunta Magna (1568), que reunió a consejeros, juris-tas, obispos, frailes y otros personajes cortesanos,para discutir acerca del nuevo rumbo que deberíabrindarse a la política de los virreinatos de Méxicoy Perú. El objetivo fundamental de los allí congre-gados era, desde luego, afianzar el poderío del esta-do castellano en ultramar.

Así, durante la década de 1560 fue cambiandopaulatinamente el paisaje político de las colonias,en virtud de la apropiación que realizó el Estado deuna serie de negocios e intereses que beneficiaban acuracas, encomenderos, doctrineros y otros gruposparticulares. En consecuencia, la administración vi-rreinal se halló en capacidad para alargar sus tentá-culos hasta los ámbitos más recónditos de las comu-nidades rurales. Gracias a esto, sugiere Peter Bake-well, el virrey Toledo contó con buenos instrumen-tos para echar a rodar su famoso aparato adminis-trativo en los Andes, desde su propia instalación enel mando, en noviembre de 1569; dicho con otraspalabras, “tuvo la ventaja de poder aprovechar y afi-lar herramientas que otros habían construido” (Ba-kewell 1989: 67).

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Domingo de Santo Tomás, sacerdote dominico, autor de laGramática o Arte de la lengua general de los indios de

los reinos del Perú y uno de los principales voceros de lastesis lascasianas en el Perú colonial del siglo XVI.

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El elegido por Felipe II para llevar a cabo el or-denamiento definitivo del Perú fue don Franciscode Toledo, un austero solterón, miembro del linajede los condes de Oropesa, que era caballero de laorden de Alcántara y mayordomo de la casa real.Don Francisco participó en las deliberaciones de laJunta Magna de 1568, donde se decidieron las me-didas que debían implantarse en el Nuevo Mundo afin de asegurar el dominio de la corona. Su partidade Sanlúcar de Barrameda tuvo lugar en marzo de1569, en la armada que conducía el general DiegoFlores de Valdés, y fue seguida de un viaje sin con-tratiempos hasta el puerto antillano de Cartagena;aquí se detuvo unos días, dictando órdenes relati-vas a la fortificación de dicha plaza.

La estadía de Toledo en la provincia de TierraFirme duró un par de meses. Se ocupó en este lap-so de regular la adquisición de fondos para el man-tenimiento del hospital de Nombre de Dios, dondeeran atendidos los marineros que intervenían en lacarrera de Indias. Además, trató de imponer –pese ala resistencia de los vecinos y comerciantes– la co-branza del almojarifazgo en Panamá, instruyó medi-das para reunir a los aborígenes en centros pobladose hizo capturar a los negros cimarrones, que al eva-dirse de sus amos causaban alborotos y crímenes.No descuidó el examen de las cuentas fiscales,asunto que se había manejado hasta entonces insa-tisfactoriamente, y dejó el control de la circulaciónde libros en manos de los funcionarios del SantoOficio.

El virrey navegó por el océano Pacífico hastaPaita, puerto en que desembarcó para continuar surecorrido por tierra. Hallándose cercano a la ciudadde Lima, vino a darle la bienvenida el licenciadoGarcía de Castro, gobernador saliente, junto con oi-dores, vecinos notables y dirigentes del clero. Su en-trada solemne en Lima se realizó el 30 de noviem-bre de 1569; conforme a su preeminente investidu-ra, fue recibido bajo palio en la catedral por el an-ciano fray Jerónimo de Loayza, arzobispo limense.La ciudad contaba entonces con unos 2 500 habi-

tantes españoles, los cuales gozaban del bienestarque les permitía la riqueza de tierras y minas, así co-mo el trabajo de los vasallos regnícolas.

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VIIEL VIRREY TOLEDO O EL AFIANZAMIENTO

DEL PODER ESTATAL

Francisco de Toledo, virrey del Perú entre 1569 y 1581. Bajosu gestión se establecieron las bases del Estado colonial. Fue

promotor de una copiosa legislación y principal responsable dela “visita general” del virreinato peruano entre 1570 y 1575.

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Pero no ha de pensarse que la administracióndel país en general estaba exenta de problemas. Deacuerdo con el esquema que usaba don Franciscode Toledo en sus relaciones dirigidas a la corte, sepueden clasificar los asuntos públicos de la épocaen las secciones de gobierno secular, gobierno ecle-siástico, hacienda y guerra. En cuanto a lo primero,señalaremos que no tardó mucho el dignatario encomprobar la lentitud con que actuaban los minis-tros de la audiencia, permitiendo que se acumula-ran centenares de expedientes, y también advirtióla inconveniencia de que aquellos estuvieran liga-dos con la elite limeña. Observó la nociva conges-tión de vagabundos, gente incapaz que ni siquieraservía para formar nuevas huestes colonizadoras.Además, criticó el descuido que existía en el adoc-trinamiento de los nativos, causado tanto por la es-casez como por la mala preparación de los sacerdo-tes (ignorantes en lenguas aborígenes); se propusoreordenar la extracción de rentas fiscales; manifes-tó la necesidad de atraer mayor fuerza de trabajopara la explotación de los yacimientos mineros; di-señó una estrategia con miras a liquidar la persis-tente guerra de los chiriguanos y araucanos contrael dominio ibérico.

Luego de haberse formado una noción sobre losproblemas esenciales que afectaban al virreinato, di-cho personaje salió a emprender una visita general,con la intención de examinar directamente la reali-dad económica y social de las provincias sujetas asu mando. Abandonó Lima en octubre de 1570, encompañía de su secretario Álvaro Ruiz de Navamuely de un grupo de asesores jurídicos, científicos y es-pirituales, con los que tomó el rumbo de la sierracentral; para efectuar la inspección de las diferentesjurisdicciones del Perú, nombró a una veintena devisitadores, dándoles instrucciones muy precisasrespecto de su tarea. Relatan los documentos anti-guos que al llegar a Jauja, Toledo y sus colaborado-res notaron con asombro que los lugareños guarda-ban una verdadera montaña de expedientes judicia-les, pues era conocida su afición a los pleitos, quelos obligaba a desembolsar –muchas veces infruc-tuosamente– elevadas sumas. Ante esta circunstan-cia, el gobernante mandó echar al fuego todos lospapeles impertinentes, apartando a los naturales deinterminables e inútiles pendencias...

A lo largo de su camino por los Andes, el mayor-domo de Felipe II recogió informaciones sobre lasociedad vernácula y emitió dispositivos de cumpli-

miento inmediato. Detúvose algunos días en laciudad de Huamanga, de donde envió al doctorGabriel de Loarte a visitar las minas azogueras deHuancavelica. En seguida marchó con el gruesode su comitiva a la vieja capital de los incas; elCuzco, que lo recibió festivamente en febrero de1571, impresionó mucho a don Francisco por lariqueza de sus edificios y por ser uno de los cen-tros más poblados del Perú en aquel tiempo. Ta-les razones, junto con el factor de su cercanía albolsón metalífero de Charcas, determinaron quepropusiera el traslado de los virreyes a esa ciu-dad. Ahí permaneció más de un año y medio, pe-ríodo en que ocurrieron muchos acontecimien-tos significativos dentro de la historia colonialquinientista (cf. Levillier 1935-1942, vol. 1).

Una de las medidas que tentó fue la concerta-ción pacífica con los descendientes de la estirpeincaica. Como quiera que las negociaciones co-rrespondientes no alcanzaron éxito, determinóremitir una expedición de castigo a la zona deVilcabamba, la misma que –según hemos vistoanteriormente– terminó en la ejecución del incaTupac Amaru. Para impedir que perdurase la re-beldía de los nobles cuzqueños, ordenó confiscarlos bienes de los orejones y, acusándolos de tra-mar una conspiración, hizo que fueran sometidos

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La ciudad del Cuzco, cabeza de los reinos del Perú, en un grabado del siglo XVI.

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a juicio en Lima; no consiguió, empero, que prospe-rase su intención de mandarlos al exilio. En cuantoa los nativos residentes en la ciudad imperial, es-tructuró una división de los ayllus en seis barrios oparroquias: Belén, Santiago, San Pedro, Santa Ana,San Cristóbal y San Blas, a lo cual hay que agregarla exención de tributos que confirmó para los miti-maes cañaris y chancas, que se distinguieron comoaliados de la conquista española.

Durante su trayecto desde Jauja hasta el Cuzco,Toledo se dedicó a recabar informaciones sobre laépoca de gobierno de los incas, buscando averiguarel sistema de propiedad de la tierra, el modo de su-cesión en los curacazgos y el carácter del dominiode los emperadores quechuas. Animaba esta tarea lafinalidad de aplacar las críticas que Las Casas y susprosélitos (incluyendo a los europeos simpatizantesde la “leyenda negra”) habían formulado en torno ala iniquidad de la presencia castellana en América.Luego de confrontar las declaraciones de quipuca-mayos y hombres ancianos, arribó a la conclusiónde que Tupac Yupanqui había sometido tiránica-mente a las unidades étnicas del incario, rompiendosu tranquila existencia e imponiéndoles nuevos je-fes de acuerdo a su personal voluntad. Estos testi-monios, decía, demostraban la ilegitimidad del go-bierno cuzqueño y brindaban a los invasores euro-peos una aureola de redentores de la civilizaciónaborigen.

A esa misma preocupación obedece la Historiade los incas que compuso el cosmógrafo y marinoPedro Sarmiento de Gamboa, cumpliendo un encar-go del virrey. Esta crónica, basada en las informacio-nes que se recogieron sobre el pasado incaico, trazaun cuadro poco halagador de la evolución del Ta-huantinsuyo, con énfasis en “la pésima y más queinhumana tiranía de estos ingas y de los curacasparticulares”, que nunca fueron auténticos señoresde la tierra, según leemos en la dedicatoria de laobra (Vargas Ugarte 1971, II: 229). Pertenece igual-mente al mandato toledano la confección de lienzosque mostraban el rostro de los antiguos incas y losprincipales hechos de sus reinados; pinturas queconsta que se despacharon a la corte, aunque hoy endía no quedan desgraciadamente restos de ellas.

La visita del máximo ordenador del virreinatotuvo como siguiente objeto de examen al distrito dela audiencia de Charcas, sitio adonde llegó en losmeses finales del año 72. El núcleo más poblado eimportante de esta circunscripción era el famosoasiento de Potosí, cuyo “cerro rico” abundante enplata concitaba el interés de miles de españoles e in-

dios. Toledo desarrolló aquí los primeros ensayos deamalgamación del mineral argénteo, empleando elazogue extraído de Huancavelica, y dio cuenta delresultado halagüeño de las pruebas al soberano.Además inspeccionó personalmente el interior delas minas, recorrió las viviendas de los trabajadores,mandó construir un hospital, investigó el manejode las arcas fiscales y puso en funcionamiento unacasa de moneda, procurando atajar los engaños quesufría el fisco con la circulación de los pesos co-rrientes (o sea, sin acuñar).

Después se trasladó a la ciudad de La Plata, cu-ya audiencia había visitado recientemente el ex go-bernador García de Castro. En vista del desasosiegoque producían los rebeldes chiriguanos en la bandaoriental de los Andes, resolvió en 1574 formar unejército para conseguir su reducción; confió el pues-to de capitán general a Gabriel Paniagua, colocandobajo su mando alrededor de quinientos hombres deguerra. Sin embargo, la jornada resultó un fracaso,pues la insalubridad y escasez de recursos de lacuenca del Pilcomayo originaron la enfermedad delvirrey –que había salido junto con las tropas – ymotivaron el regreso de los combatientes a su pun-to de partida, dejando a los chiriguanos más enva-lentonados que nunca. A pesar de tales inconve-nientes en la sierra el noble castellano no cesó su la-bor reglamentadora de la vida colonial, pues expi-dió muchas normas fundamentales, apoyado en elconsejo de los licenciados Matienzo y Ondegardo yde otros jurisperitos.

Son apreciables las ordenanzas que promulgórespecto de la vida en las poblaciones españolas, locual efectuó tanto en la serranía altoperuana comodurante su estancia en Arequipa, en 1575. Con to-do, revisten mayor atractivo las disposiciones quecreó a fin de asegurar el sometimiento de la masaaborigen. Redactó ordenanzas sobre el cultivo de lacoca, la estimada planta que se extraía de la “ceja demontaña”; replanteó el trabajo de los indios en lasminas, adaptando al efecto el sistema andino de lamita; dictó pautas con relación a la labor en tambosy obrajes; instituyó un nuevo esquema jurídico paralos yanaconas, obligándolos a pagar tributo. Tam-bién se ocupó de los pleitos entre nativos y diseñóprovisiones para su buen tratamiento en general.

Debido a la urgencia de salvar los apuros finan-cieros que padecía el imperio en la segunda mitaddel XVI, Toledo decidió establecer el sistema de lamita, no obstante que contravenía el principio derespeto al libre albedrío de todos los súbditos ame-ricanos, por el que nadie podía forzarlos a trabajar

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contra su voluntad. Pero era obvio que las minas–fuente por excelencia de la riqueza del NuevoMundo– sólo podían ser convenientemente aprove-chadas si existía una fuerza laboral abundante ypermanente. De modo abreviado, cabe decir que lamita consistía en un reclutamiento compulsivo demano de obra de las comunidades nativas, queobligaba a salir de sus pueblos a los tributarios, porturnos rotativos, con el objeto de dar funciona-miento a industrias o servicios considerados de in-terés público. No se empleaba a los mitayos sólo enel laboreo de las minas, sino también en haciendas,estancias, obrajes, construcción de caminos, puen-tes y otros edificios, servicio de tambos, correos,carga, etc.

Si la mita satisfacía el requisito de poner en mar-cha la economía colonial, era correlativamente ne-cesario facilitar el reclutamiento de la mano de obray éste fue uno de los motivos que impulsó la cons-titución de las reducciones de los indios. La viejacostumbre autóctona de habitar en sitios dispersos,formando núcleos poblados de unas cuantas fami-lias, no favorecía la divulgación del mensaje cristia-no ni tampoco la recolección de la codiciada fuerzade trabajo; asimismo, la diseminación de los gruposétnicos amparaba el poderío de los curacas, dadoque las autoridades hispanas no eran capaces de ve-rificar sus informes sobre volumen demográfico orecursos económicos de los tributarios. Por todoello, el enérgico don Francisco mandó implantar lanuevas poblaciones (de traza cuadricular) con oca-sión de la visita general, haciendo juntar no menosde 400 tributarios en cada una de ellas, con la indi-cación de que deberían estar rodeadas de tierrasagrícolas y tener curas evangelizadores (Málaga Me-dina 1974).

En cuanto al orden espiritual, hay que anotarque el 29 de enero de 1570 se abrió solemnementeen Lima el tribunal del Santo Oficio. Aunque que-daron fuera de su jurisdicción los pobladores autóc-tonos, los magistrados de este organismo se encar-garon de penar las malas costumbres y las faltascontra la disciplina eclesiástica en la colectividadblanca, así como las creencias ajenas al dogma cató-lico. Varios fueron los reos confinados en la cárcelde la Inquisición durante el régimen toledano, y elauto de fe primigenio tuvo lugar en noviembre de1573, oportunidad en la que se aplicó la pena capi-tal a un blasfemo francés, Mateo Salado, que solíapracticar ritos esotéricos en la huaca de Maranga.Bastante sonada fue la ejecución que sufrió en 1578el fraile dominico Francisco de la Cruz, quien diri-

gía al parecer una conjura de religiosos opuestos algobierno de la época.

En una importante contribución, basada esen-cialmente en los fondos documentales del Consejode la Suprema Inquisición, Castañeda Delgado yHernández Aparicio (1989) han estudiado la estruc-tura administrativa y el régimen financiero del San-to Oficio limeño durante sus primeras seis décadasde funcionamiento. Dichos autores compruebanque la gran mayoría de los ministros asalariados deltribunal eran españoles oriundos de la península yque entre los funcionarios más importantes –inqui-sidores, fiscales, secretarios– hubo la tendencia adesempeñar el cargo por largo tiempo. Buena partede ellos, además, venían con la experiencia de haberlaborado previamente en otras dependencias delSanto Oficio.

Debido a lo complejo del fuero inquisitorial, en-clavado en el seno mismo de la cotidianidad y de lasrelaciones humanas, sus responsables se vieron confrecuencia envueltos en conflictos de jurisdicción,ya sea con las autoridades civiles o con los dirigen-tes eclesiásticos. Al comienzo sufrió el tribunal deLima graves penurias de carácter financiero, porquelos ingresos de la corporación se limitaban apenas amultas, penas pecuniarias y confiscaciones de bie-nes. Pero luego mejoró la situación al añadirse losdenominados “bienes adventicios”, como donacio-nes o penas de juego, y fue a partir de 1596 cuandoempezaron a realizarse inversiones en censos inmo-biliarios, que con el tiempo se harían las rentas máscuantiosas de la Inquisición. Hay que tener encuenta que los gastos del tribunal no eran reducidosy que la corona acordó eliminar la subvención eco-nómica que brindaba al Santo Oficio para cambiar-la por el sistema de canonjías supresas; por esto losfuncionarios se quejaban a menudo de cobrar sussalarios con retraso.

En cuanto a la actividad procesal de la Inquisi-ción, debemos considerar la diversidad de litigios ycondenas que se aplicaron por expresiones malso-nantes a la Iglesia, por delitos contra el Sexto Man-damiento (“no pretenderás a la mujer de tu próji-mo”), por desviaciones en materias de fe, por prác-ticas supersticiosas, por desacato a las reglas clerica-les, y otros. De aquí se desprende que la actividadinquisitorial fue mucho más intensa en los añosinaugurales del tribunal, que coinciden con el mo-vimiento de la Contrarreforma y la encarnizada per-secución de herejes que impulsó Felipe II. En losaños siguientes disminuyeron los procesos por he-rejía, ya que hubo una vigilancia menos acentuada

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en las cuestiones de fe y un cierto espíritu de tole-rancia, debido a los propios intereses económico-políticos de la monarquía.

Por otra parte, don Francisco de Toledo dio unmagnífico impulso al sistema educativo, revitali-zando la universidad de San Marcos, creada un parde décadas atrás. La desligó del control de los do-minicos, le asignó un nuevo local, le cedió rentaspara el pago de catedráticos y emitió unas constitu-ciones para normar su funcionamiento. En su afánde proteger a dicho plantel, decretó inclusive laclausura del colegio de la Compañía de Jesús, por-que representaba un foco alternativo de notable ca-lidad intelectual. También procuró difundir las le-tras entre los habitantes regnícolas, ideando laerección de colegios para hijos de caciques en Limay Cuzco, aparte de lo cual recalcó la necesidad deenseñar a leer y rezar a todos los niños en las doc-trinas. En esta tarea resultó fundamental la colabo-ración de los jesuitas.

El paquete de medidas que se establecieron en laJunta Magna contemplaba la reducción de la inje-rencia de los institutos religiosos en la marcha polí-tica del virreinato, ya que los sacerdotes solían in-miscuirse en asuntos de justicia y de gobierno, bajoel pretexto de proteger a los fieles indígenas. Másconcretamente, Toledo estimaba que los dominicoshabían alcanzado una excesiva autonomía en el te-rritorio peruano, y denunciaba la perniciosa influen-cia ejercida en ellos por fray Bartolomé de las Casas.El virrey opinaba que la ideología lascasiana, surgi-da de un autor que nunca vio ni estuvo en el Perú,fomentaba dañinas concepciones respecto al gobier-no colonial. Por ello proponía que la lectura de lasobras de fray Bartolomé fuese oficialmente prohibi-da, pues de otra manera –anota en una carta para Fe-lipe II de 1574– “nunca faltará con esta semillaquien desasosiegue la tierra” (Hehrlein 1992: 42).

El investigador alemán Yacin Hehrlein ha dedi-cado una valiosa monografía (1992) a analizar lospuntos esenciales de la confrontación entre donFrancisco de Toledo y los sacerdotes lascasianos.Fueron tres los principales frentes de batalla: la rea-signación de las doctrinas indígenas de la provinciade Chucuito, de donde fueron expulsados los predi-cadores dominicos; la secularización de la Universi-dad de Lima, que –como hemos dicho– estuvo al-bergada originalmente en el convento de Santo Do-mingo; y el proceso inquisitorial contra la herejía defray Francisco de la Cruz y sus secuaces. Hubo dis-crepancia de opiniones entre el virrey y los religio-sos, sobre todo en lo que concernía a la explotación

de las riquezas naturales y el aprovechamiento de lafuerza laboral de los indios. En este contexto, pue-de hablarse de un procedimiento sistemático contrala congregación dominica, guiado por el objetivo dedebilitar su posición de poder en el Perú y eliminarel ala lascasista dentro de la orden.

Esa campaña de descrédito fue desarrollada tan-to por el virrey Toledo, personalmente, como pordiversos agentes en las altas esferas de gobierno.Sirvieron de aliados en esta operación la Universi-dad, la Inquisición y la Audiencia limeñas, juntocon algunos personajes cercanos al virrey, como suprimo García de Toledo y los visitadores GutiérrezFlores y Ramírez Zegarra. Todo el procedimientofue rodeado de una imagen de legitimidad, con plei-tos, visitas y disposiciones judiciales, apariencia ba-jo la cual se ocultaban las resueltas miras políticasdel representante de la corona.

Por lo demás, en la década de 1570 continuó lafundación de nuevas ciudades en el territorio virrei-nal. Una de las poblaciones que surgieron por en-tonces fue la Villa Rica de Oropesa o Huancavelica;así como sucedió en otros importantes centros mi-neros de Hispanoamérica colonial, el desarrollo deeste núcleo urbano dependió casi exclusivamentede sus minas de mercurio o azogue, elemento bási-

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Los indígenas americanos hacen entrega de sus tesoros a los españoles.

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co para la amalgamación de la plata. Descubiertosen 1563 los yacimientos azogueros del cerro de San-ta Bárbara, fue Amador de Cabrera –encomendero yvecino de Huamanga– quien realizó el denuncio deellos, e inmediatamente después comenzó su explo-tación. Con los hombres empleados en el trabajo delas minas empezó a surgir entonces, en una quebra-da ubicada a media legua de dicho cerro (y a 3 680metros de altitud), un pequeño poblado o campa-mento minero, el cual por disposición de Toledo sefundó oficialmente el 4 de agosto de 1571 con elnombre de Villa Rica de Oropesa.

En muy corto tiempo, gracias a la riqueza de suproducción de mercurio, Huancavelica ganó impor-tancia; en 1578 se estableció ahí una caja real, y tresaños más tarde fue declarada sede de corregimien-to. El corregidor de la villa (que era normalmenteun oidor de la audiencia de Lima) se desempeñabaa la vez como gobernador de las minas y superin-tendente de la caja real. Tal concentración de poderrespondería, según sugiere Carlos Contreras(1982), al propósito de la metrópoli de asegurar labuena marcha de la actividad productiva e impedirla formación de una oligarquía regional capaz dedesafiar a la autoridad del Estado.

Poco más tarde apareció la ciudad de Cocha-bamba, en una fértil campiña del oriente charque-ño, y en las comarcas meridionales de la sierra se le-

vantaron Córdoba y Salta.Fueron importantes lasobras de mejoramiento ur-banístico que se desarrolla-ron en varios lugares, bene-ficiando a las ciudades conla edificación o restaura-ción de sus principales ca-sas y medios de abasteci-miento. En cambio, el vi-rrey Toledo no fomentó larealización de entradas co-lonizadoras, pues ya se te-nía experiencia de los noci-vos efectos que originaba elasentamiento de gente im-

preparada en tierras de escasos recursos, donde nohacían más que promover levantamientos y abusarde los indios (cf. Cornejo 1983).

A poco de arribar a la metrópoli del Rímac, eldignatario debió atender la petición de los colonosde Chile, que le demandaban auxilio militar parahacer frente a la hostilidad de los mapuches. Seconstituyó por tanto un ejército de 250 soldados,que salió del Callao en abril de 1572 y tuvo por ca-beza al general Rodrigo de Quiroga, personaje ba-quiano en la lucha contra esos indios; casi está de-más anotar que no pudo lograr ninguna victoria de-cisiva. Debe señalarse, por añadidura, la vigorosaexpedición del corsario inglés Francis Drake, quienen 1579 se presentó sorpresivamente en la rada cha-laca. Por lo súbito de su llegada, apenas hubo tiem-po de armar una defensa decorosa, mas –para fortu-na de los peruleros– el extranjero sólo se limitó acortar las amarras de los barcos que estaban surtosen el puerto y saquear una nave cargada de mercan-cías que venía de Panamá. Luego siguió Drake sutravesía con dirección a California.

Pese a la firme autoridad del gobierno que anali-zamos, no faltaron diversos brotes de insurrección.Los hermanos Aguado, que se rebelaron contra laincorporación de las minas de azogue a la corona,finaron ajusticiados en el Cuzco. Destacó por su es-píritu inquieto un vecino de La Paz llamado Gonza-

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La iglesia de San Sebastián enHuancavelica. El mercurio delas minas huancavelicanas fueutilizado para el beneficio de laplata, de allí que fueraconsiderado clave en laproducción argentífera del Perúcolonial.

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lo Gironda, quien rompió el sosiego de varias ciuda-des andinas y evadió más de una vez las prisionesque se le impusieron. Las disputas al interior de lahueste colonizadora de Santa Cruz de la Sierra fue-ron aplacadas, según orden de Toledo, con el estran-gulamiento del caudillo Diego de Mendoza. Y tam-bién menudearon las pendencias en provincias sel-váticas subordinadas a la jurisdicción de Quito.

Achacoso, enfermo de gota y débil del hígado,don Francisco pasó el último lustro de su accióngubernativa en la Ciudad de los Reyes. Todavía ha-lló fuerzas para liquidar las insolencias de los oido-res y enviar desterrado a uno de ellos, el licenciadoMonzón, pero luego se dedicó a solicitar a la metró-poli su relevación del puesto, pues tenía el propósi-to de vivir su ancianidad en Castilla. Sus pedidos re-cibieron finalmente aceptación, de manera que elfamoso gobernante se hizo a la vela en mayo de1581 para retornar a su patria, quedando como su-cesor el virrey don Martín Enríquez. Escasas sema-nas después de volver a pisar suelo español, murióen la villa de Escalona, cuando contaba unos 65años de edad.

Los historiadores han juzgado de muy diversasformas la intervención política de Toledo, pudiendohacerse una distinción entre los que siguen la co-rriente indigenista o la hispanista. Para unos, estesujeto representa el “gran tirano” del mundo abori-gen, al haber ordenado sin ningún miramiento laejecución del inca de Vilcabamba, impuesto eloprobioso régimen de la mita, desarraigado los tri-butarios de sus pueblos ancestrales y dictado otrasmedidas violentas (Luis E. Valcárcel). Según la con-cepción intelectual de otros, el mismo personaje re-presenta el “supremo organizador” del virreinato,pues desarrolló una eficiente labor ordenancista,aplacó los brotes subversivos, encauzó la vida eco-nómica y social peruana (Roberto Levillier). Ambasópticas son parcialmente certeras en su examen delproblema, pero lo que no debe perderse de vista esque la administración toledana siguió fielmente lasindicaciones emitidas en Madrid, que apuntaban aimplantar un firme dominio del Estado castellanosobre las pretensiones de los grupos de poder colo-niales, y en esto resultó sumamente exitosa la tareadel caballero de Alcántara.

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VIIIEL VIRREINATO A FINES DE LA CENTURIA

Los dos últimos decenios de la centuria qui-nientista forman el período de consolidación de laobra administrativa desarrollada por Toledo. Enmayo de 1580 se nombró como responsable del go-bierno perulero a don Martín Enríquez, hijo de losmarqueses de Alcañices, que siendo virrey de laNueva España había dirigido con acierto el plan re-formista estatuido en la Junta Magna; fue el segun-do gobernante mexicano que vino a continuar sucarrera política a orillas del Rímac, y esta usanzafue repetida luego muchas veces hasta devenir enhábito, pues se consideraba que el complicado ma-nejo de los negocios del virreinato meridional re-quería de una persona con buena experiencia en elámbito indiano. En las cartas escritas por Enríqueztras su llegada a Lima, puede descubrirse algunatraza de enfado o envidia por el sello demasiado

personalista que su antecesor había impreso a laresponsabilidad gubernativa.

Una de las primeras medidas que acordó donMartín, contradiciendo el parecer de Toledo, fue lareapertura del colegio de la Compañía. Junto conesto, permitió a los jesuitas instituir el colegio deSan Martín, creado con el objeto de albergar a mu-chachos pobres originarios de diversas provinciasdel virreinato que llegaban a la capital para estudiaren la universidad, y a la larga resultó este plantel unexcelente semillero de hombres ilustres. De otro la-do, la instalación de dicho vicesoberano coincidiócon la llegada del segundo arzobispo de Lima, San-to Toribio Alfonso de Mogrovejo, leonés graduadode jurista en Salamanca, que entró a su sede en ma-yo de 1582. Poco después empezó a organizar el IIIConcilio de esta arquidiócesis –que tanto renombre

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le brindaría–, en el cual intervinieron los obispossufragáneos de Quito, Cuzco, Charcas, Paraguay,Tucumán, Santiago de Chile y La Imperial, al ladode algunos notables teólogos como el padre José deAcosta.

Entre las disposiciones más importantes que lle-vó a cabo el virrey Enríquez está el asentamiento delsistema de chasquis, hecho con el fin de regularizarla comunicación postal entre Lima y el pobladoasiento de Potosí; intervenían en esta labor numero-sos corredores indios, y se fijó como tarifa primige-nia cuatro reales por cada onza despachada de unaciudad a la otra. Durante su mandato llegó una realcédula que ordenaba prohibir el beneficio en tierraperuana del vino, aceite, paños, seda y papel, entreotros artículos. Como se deja suponer, era una or-den enderezada a fomentar la producción agroin-dustrial de la metrópoli, obligando a los coloniza-dores a importar esa clase de bienes.

Don Martín Enríquez no estaba en la plenitud desus facultades orgánicas cuando arribó a la Ciudadde los Reyes. Por esto no causó sorpresa su falleci-miento, ocurrido el 12 de marzo de 1583, a conse-cuencia de una apoplejía y parálisis muscular; su

cadáver, de acuerdo a la voluntad de este noble cas-tellano, recibió sepultura en el limeño convento deSan Francisco. Los ministros de la audiencia –enca-bezados por el oidor decano Ramírez de Cartagena–asumieron de inmediato la gobernación del país,haciendo notar su régimen interino por ciertos abu-sos de poder. No faltó en estas circunstancias la ne-pótica intervención del licenciado Juan Bautista deMonzón, funcionario escandaloso que había regre-sado de Madrid a ocupar su plaza de oidor.

Todavía se hallaba en funciones el III Conciliode la provincia eclesiástica limeña, en el que seplantearon agrias diferencias entre los obispos delCuzco y Tucumán y el metropolitano Toribio deMogrovejo. Llevado un pleito sobre la sustracciónde papeles ante la audiencia, los jueces de este tri-bunal resolvieron emitir un dictamen favorable alos mitrados rebeldes, lo cual enojó vivamente al ar-zobispo, hasta el punto de que llegó a formular al-gunas excomuniones. Pero después se calmaron losánimos y los magistrados brindaron su apoyo a lainiciativa de publicar el catecismo trilingüe (en cas-tellano, quechua y aimara) elaborado en ese famosoconcilio. Fue así que en 1584 salió de la imprentadel turinés Antonio Ricardo, acomodada en el cole-gio jesuítico de San Pablo, la Doctrina cristiana y ca-tecismo, primer libro editado en Lima y en todaAmérica del sur (Durán 1982).

Mientras tanto, al llegar a Madrid la noticia deldeceso de Enríquez, se iniciaron consultas con elpropósito de elegir al sucesor idóneo. Primeramen-te se expidieron los despachos respectivos a favordel conde de Coruña, sujeto que había mostrado uncuerdo desempeño como administrador del virrei-nato de México, pero pronto vino a saberse que elconde era ya fallecido. En consecuencia, Felipe IIcedió el gobierno perulero a su candidato preferido:el andaluz don Fernando de Torres y Portugal,creado conde del Villar-don-Pardo, que había servi-do el oficio de asistente (equivalente a corregidor)en Sevilla. Con la mayor presteza que pudo, donFernando reunió un nutrido séquito, se embarcó enSanlúcar de Barrameda a finales de 1584 e hizo supomposa entrada en Lima el 21 de noviembre delaño siguiente. Puso bastante empeño en averiguarla situación del virreinato, preocupándose sobre to-do por el aumento de los ingresos públicos y laconstitución de una fuerte defensa marítima.

No eran infundadas las prevenciones del condedel Villar en materia defensiva, puesto que duranteel mes de mayo de 1587 estuvieron recorriendo lacosta del Perú unos corsarios ingleses, encabezados

La evangelización de la población indígena fue materia dediscusiones entre las autoridades eclesiásticas respecto a la

mejor manera de llevarla a cabo. En la ilustración,frontispicio del Tercero cathecismo y exposición de la

doctrina cristiana (Lima, 1585).

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por Thomas Cavendish.Dieron caza y metieron fue-go a varias embarcaciones,asaltaron el puerto de Paitay sufrieron después, empe-ro, considerables bajas fren-te a la isla de Puná, pero lo-graron seguir su travesía ha-cia el norte. Alrededor de es-te tiempo experimentó lapoblación del virreinato, es-pecialmente los indígenas(que no contaban con resis-tencias biológicas suficien-tes), una memorable pestede viruelas, que causó milla-res de pérdidas humanasdesde Quito hasta Arequipa.Tal desaparición de fuerzade trabajo hubo de repercu-tir, naturalmente, en la mar-cha económica del país.

Con miras a remitir unabuena cantidad de dinero ala metrópoli, envuelta poresos años en un serio con-flicto con Inglaterra, el vi-rrey Torres y Portugal fijósu atención en el ramo de laminería, que a la sazón dis-frutaba de auge. Trató dehacer más provechoso el beneficio de la plata, me-jorando el sistema de amalgamación, y dictó refor-mas sobre la labor de los mitayos en Charcas. Man-dó extraer fondos de las cajas de comunidades in-dígenas, depósitos que había creado Toledo, endonde se guardaba todo el metálico recaudado porlos naturales gracias a la venta de sus tierras y pro-ductos y que servía para costear los salarios de lasautoridades provinciales; los fondos adquiridos dedichas cajas se canjearon por censos, es decir, rédi-tos que el Estado se obligaba a abonar a las comu-nidades. En total, durante el período gubernativodel conde del Villar se remitió a Castilla 4 905 000pesos del tesoro público.

Sería insensato pasar por alto el terremoto de 9de julio de 1586, que originó graves destrozos en lasurbes del litoral. El propio dignatario, que estabamorando circunstancialmente en el Callao, se salvópor poco de morir bajo escombros; la casa de go-bierno limeña quedó derruida, de suerte que el vi-cesoberano y los togados de las audiencias hubieron

de acogerse al hospedajeque les ofrecieron los padresfranciscanos en su conven-to. Aparte de las necesariasobras de reconstrucción, laempresa forjadora de ciuda-des se limitó al estableci-miento de San Miguel delVillar, en el valle de Cata-caos, y a la fundación oficialde Riobamba, en la actualsierra ecuatoriana. Amaina-do el oleaje de súbditos pe-ninsulares, que en las déca-das anteriores habían veni-do en masa con el ideal deganar riqueza, se consiguióuna relativa pacificación dela colonia, cuyos pueblos deespañoles e indios tendierona crecer y robustecerse pro-gresivamente.

Con todo, las sanas inten-ciones del virrey no hallaronun ambiente favorable en

los círculos sociales que existían a su alrededor. Hu-bo inmoralidad comprobada en su hijo don Jeróni-mo, que se dejó sobornar por más de un vecino po-deroso, y no permaneció atrás a este respecto el in-quisidor Gutiérrez de Ulloa, quien desarrolló ade-más una sonada vida mujeriega. Esa mala fama pre-cipitó la sustitución de Villar, decidida en 1588, y elnombramiento del licenciado Alonso de Fernándezde Bonilla como visitador general de la audiencia li-meña, con el encargo de investigar el desempeñodel presidente y demás funcionarios de ella. Si bienes conocida la morosidad con que actuó el visitador,sabemos que en marzo de 1593 –ya muerto donFernando de Torres y Portugal– formuló en su jui-cio de residencia un cargo de nada menos que 108capítulos contra el virrey, acusándolo de diversasmuestras de negligencia; pero se ignora la condenaque debió de expresarse acerca del manejo del fina-do burócrata (Hanke 1975).

El “rey prudente” y sus asesores decidieron con-fiar el mando virreinal a un militar experimentado,

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Fernando de Torres y Portugal,conde del Villar-don-Pardo,sétimo virrey del Perú. Una de laspreocupaciones de su gobierno fuereforzar la defensa marítima de lacosta.

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don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañe-te, que ya había estado en el Perú con ocasión delgobierno de su padre y aquella vez –como hemosseñalado– tuvo a su cargo la gobernación de Chile.Estaba unido en matrimonio con una dama de no-ble alcurnia, doña Teresa de Castro, con la que efec-tuó su traslado al continente americano, de maneraque ella resultó la primera virreina habitante en lacapital fundada por Pizarro. El octavo vicesoberanoperulero fue recibido en Lima el 6 de enero de 1590,habiéndose encontrado ahí con su predecesor, elconde del Villar. Vale la pena recordar que la perso-nalidad del esforzado don García ha inspirado mu-chas creaciones en prosa y en verso, que alaban es-pecialmente sus hazañas de guerra, realizadas tantoen el nuevo como en el viejo continente.

Dicho caballero halló que aún permanecían enpie los dos frentes bélicos que conoció durante suprimera estancia en el país de los incas. Gracias alreciente establecimiento de varias ciudades, se ha-bía aquietado un poco la beligerancia de los chiri-guanos; pero en Chile habían ganado fuerza loshostiles araucanos, y para tratar de contrarrestar suofensiva se envió allí al almirante Hernando Lame-ro de Andrade con 250 soldados de refuerzo. Porotra parte, era necesario constituir una sólida defen-sa frente a la amenaza de barcos extranjeros que seaproximaban al litoral. Le pareció impotente al vi-rrey la armada de cuatro navíos y dos galeras quehabía formado Villar, a la vez que entendió que laprimitiva fortificación del Callao era “de tan malatraza, que no puede servir de cosa alguna” (VargasUgarte 1971, II: 317).

La persistente flaqueza del erario y los conflictosinternacionales en que tomaba parte Felipe II origi-naron el despacho de una real cédula, suscrita en1589, que pedía un donativo gracioso a todos lossúbditos residentes en el Perú: era perentorio aco-piar fondos para seguir la guerra contra Inglaterra,Francia y los demás enemigos de la monarquía.Aunque tanto los colonizadores ibéricos como losjefes regnícolas alegaron que estaban cortos de me-dios económicos, se enviaron delegados a las dife-rentes comarcas del virreinato para recoger la mayorsuma que fuese posible. Destacó sobre todo el apor-te de los empresarios mineros de Huancavelica yPotosí, con lo cual logró juntarse más de un millóny medio de ducados como “servicio” a la corona.

No fue ése el único recurso empleado para incre-mentar las rentas fiscales. El gobierno del marquésdon García se distingue por la introducción de va-rias gabelas nuevas y tributos extraordinarios. Fue

entonces que se implantaron los derechos de alca-bala, que entraron en vigencia al comenzar el año1592, gravando al 2 por ciento de su valor todas lastransacciones comerciales, salvo aquellas que com-prendían libros, pan y otros artículos de primera ne-cesidad. Bien puede entenderse la reacción adversaque surgió en seguida, no sólo en Lima, sino enprácticamente todo el país: abundaron las suplica-ciones, las murmuraciones, los pasquines... El pro-blema alcanzó especial virulencia en Quito, dondehacia setiembre de 1592 estalló una sangrienta re-vuelta tratando de hacer derogar el nuevo sistemaimpositivo. El pueblo se levantó contra la audienciadespués de que fuera encarcelado su procurador;entonces mandó el virrey unas tropas de castigo aórdenes del general Pedro de Arana y el amotina-miento feneció con la ejecución de los cabecillas,terminando por establecerse las odiadas alcabalas(Lavallé 1984).

Para regularizar la propiedad de tierras y la resi-dencia de extranjeros en el Perú se instituyeron lasdenominadas “composiciones”, que eran aportacio-nes pecuniarias efectuadas con el objeto de cubrir labrecha que frecuentemente separaba a la realidad dela legislación. Merced a este procedimiento, Hurta-do de Mendoza logró cobrar 767 000 ducados porel tesoro público. En cuanto a la terratenencia, ha-bía órdenes de no tocar las áreas urbanas ni las par-celas agrícolas y ganaderas de los indios, y por lo re-ferente a la presencia de forasteros, sabido es que lasleyes vedaban en principio el traslado a América detodos cuantos no fueran vasallos de la corona deCastilla. También prosperó en esta época la costum-bre de vender los oficios públicos, empezándose porla subastación de cargos tales como escribanías, re-gimientos y receptorías; una práctica de resultadosno siempre benéficos para la administración colo-nial, pero que permitió a dicho gobernante embol-sar 855 000 ducados.

Esa bonanza se aprecia también en el ramo mi-nero, favorecido en especial por el descubrimientode las vetas de plata de Castrovirreyna (nombre deuna nueva villa, dado en homenaje a la esposa dedon García). A fin de explotar la riqueza argentíferade dichos yacimientos, se verificó un reparto de mi-tayos. Igualmente, creció de manera notable el ren-dimiento de las cercanas minas de Huancavelica, locual permitió exportar azogue a México y almace-nar miles de quintales de este producto dentro delpaís. Y, de otro lado, fueron varias las fuentes demetal amarillo que comenzaron a beneficiarse poraquel tiempo.

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El usufructo del cerro aurífero deZaruma, en el corregimiento de Loja,dio lugar a la constitución de un pue-blo llamado de San Antonio, que sefundó en las faldas de dicho cerro endiciembre de 1595. Por esa fecha salióde Guayaquil una embajada que enta-bló conversaciones de paz con los in-dios hostiles de la bahía de San Mateo y,en el otro extremo del virreinato, desta-có la tarea pobladora del gobernadordon Lorenzo Suárez de Figueroa, quientuvo a su cargo la erección de San Lo-renzo de la Barranca, en los llanos delChaco boreal. No hay que obviar laalarma que cundió en toda la franjacosteña al esparcirse la noticia de queotro corsario inglés, Richard Hawkins,había girado por el estrecho de Maga-llanes y se acercaba con la intención deatacar a los habitantes peruleros; masen esta ocasión –ya dispuesta una de-fensa conveniente– se logró evitar queinfligiese cualquier daño y el vicesobe-rano mandó en su persecución a donBeltrán de Castro, el cual consiguióapresar al malhechor extranjero tras uncombate librado en Atacames, cerca dela línea ecuatorial, trayéndole en segui-da a Lima.

Bastante resonancia alcanzó el en-frentamiento que opuso a Cañete elMozo (como suele apellidarse a estedignatario para diferenciarlo de su pa-dre) con el santo arzobispo limeño, To-ribio de Mogrovejo. El virrey criticó aéste por su constante ausencia de lametrópoli, por su empeño en cobrardiezmos a los indios y por su arbitrarie-dad en el nombramiento de funciona-rios eclesiásticos, llegando a manifestar en una car-ta al rey que “todos le tienen por incapaz para estearzobispado” (Levillier 1921-26, XII: 154). Dichaanimadversión se hizo patente en la polémica entorno a la constitución del nuevo seminario de San-to Toribio y en el pleito sobre los términos de ladoctrina del Cercado.

En medio de tal ambiente el prelado logró aúnllevar a cabo, en 1590, el IV Concilio de su arqui-diócesis, que se ocupó fundamentalmente de asun-tos litúrgicos y de la organización de la Iglesia vi-rreinal. Veamos los problemas religiosos de una re-

gión en concreto para entender las preocupacionesque agobiaban entonces a los eclesiásticos.

La densa población del antiguo reino lupaqa enla meseta del Collao, así como su riqueza en gana-do auquénido y productos alimenticios, hicieronque dicha zona muy pronto captase el interés de loscolonizadores ibéricos. El núcleo principal de aque-lla colectividad, Chucuito, mereció la categoría deencomienda de la corona, sede de gobernación yasiento de una caja real. Frailes dominicos fueronlos primeros que, desde 1547, se encargaron oficial-mente de cristianizar a los indios lupaqas, hacién-

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Santo Toribio de Mogrovejo dando la confirmación a Santa Rosa de Lima en una ilustración del siglo XVII.

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dolo bajo la atenta vigilancia de los virreyes residen-tes en Lima; pero su negligencia en aprender losidiomas vernáculos –en este caso el aimara y el pu-quina– hizo que su labor de predicación rindiese es-caso provecho. Y esto motivó que el virrey Toledoapartase a la orden de Santo Domingo de la zona,reemplazando su tarea con sacerdotes diocesanos.

Cristianización o evangelización es el dilemaque se ha planteado Norman Meiklejohn en una in-vestigación prolija (1988) sobre la actuación de losemisarios de la Iglesia en la provincia de Chucuitodurante el período colonial. En otras palabras, hatratado de averiguar si entre los naturales del Collaose dio una asimilación profunda del significado yvalores del cristianismo o si hubo, en cambio, latendencia a recibir sólo el bautismo y un adoctrina-miento meramente superficial. Algunos factorespropios de la civilización andina debieron de favo-recer, al menos en teoría, la misión evangelizadora:es un hecho que los indiosestaban ancestralmente acos-tumbrados a la existencia depersonas representantes dela deidad, la ofrenda de sa-crificios, la confesión de lospecados, la veneración de fi-guras sagradas mediante ce-remonias y procesiones, lasmanifestaciones públicascon gran despliegue de mú-sica, canto, danzas, etc.

Pero al mismo tiempo, ycon mayor fuerza, actuaronen dicho proceso diversosfactores negativos. Así la res-tricción de ordenamiento sa-cerdotal para indios y mesti-zos contribuyó a un distan-ciamiento entre los poblado-res andinos y los miembros(blancos) de la Iglesia; tam-bién influyeron negativa-mente el escaso aprendizajede lenguas nativas por partede los doctrineros, su ten-dencia a infravalorar la capa-cidad mental de los neófitosy su empleo de métodoscompulsivos. Quizá el peorobstáculo para una verdade-ra asimilación cristiana en lazona lupaqa, pues, haya sido

el comportamiento de los propios sacerdotes, quie-nes habitualmente se unían a burócratas, hacenda-dos y caciques para esquilmar –en toda suerte deposibilidades– a los empobrecidos tributarios y fie-les católicos.

Favorecido por la prosperidad que hubo en elPerú a finales del siglo XVI, el mandato de donGarcía Hurtado de Mendoza vino a consolidar defi-nitivamente la estructura administrativa diseñadapor Toledo. Promulgó unas ordenanzas sobre el de-sempeño de los corregidores de indios, otras sobreel gobierno de la Ciudad de los Reyes y otras mássobre el sistema de chasquis, aparte de varias reso-luciones menores. En general, su acción gubernati-va se caracteriza por una encomiable probidad, quemereció el reconocimiento de las autoridades cor-tesanas.

En razón de los achaques propios de su avanza-da edad, el marqués solicitó la designación de un

nuevo responsable de la ad-ministración virreinal. Susruegos fueron atendidos aldarse el nombramiento enfavor de don Luis de Velas-co, ilustre caballero, hijo delsegundo virrey mexicano,quien en esos momentos es-taba regentando el gobiernode la Nueva España y mástarde culminaría su carrerapolítica siendo presidentedel Consejo de Indias. Am-bos individuos –el saliente yel entrante en el oficio– tu-vieron una cordial entrevistaen el puerto de Paita, enabril de 1596; después conti-nuó Velasco su viaje por tie-rra y fue acogido en la me-trópoli del Rímac, con lamagnificencia acostumbra-da, el 23 de junio siguiente.

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Luis de Velasco (1539-1617),virrey del Perú entre 1596 y 1604.Estaba familiarizado con losasuntos indígenas puesto que habíavivido desde muy joven en laNueva España, de la cual llegó aser virrey. Inauguró en 1603 eljuzgado de naturales del Cercadode Lima.

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ISTAUna visita emprendida por el inquisidor Gutié-rrez de Ulloa a la audiencia de Charcas engendródesórdenes públicos, a causa de la destitución devarios oficiales de justicia y el descubrimiento deuna trama sediciosa, cuyos organizadores fueronsentenciados a muerte. En la jurisdicción de Hua-manga cobraron fama los abusos del corregidorGarcía de Solís, a quien se degolló al revelarse queplaneaba un levantamiento contra el poder estable-cido, actuando en complicidad con indios principa-les del Cuzco. Mayor preocupación supuso para elnuevo virrey la feroz rebelión indígena de finales de1598 en Chile, pues determinó la muerte del gober-nador Martín García de Loyola y el cerco a las po-blaciones de La Imperial, Chillán y Valdivia. Con elfin de remediar esta peligrosa circunstancia, entre-góse la gobernación a don Francisco de Quiñones(quien partió hacia el sur en abril de 1599) y se jun-taron hombres de guerra para luchar con los arau-canos. El diestro planteamiento táctico de los espa-ñoles permitió contener, para dicha suya, la arreme-tida de los naturales.

En las postrimerías de la centuria continuó, apesar de existir una prohibición oficial, el ingresode mercaderías originarias de la China y se intensi-ficó además el consumo de bienes traídos desdeBuenos Aires. Una disposición regia había consenti-

do que anualmente entrase un envío car-gado de artículos a dicho puerto, pero es-ta licencia dio pábulo a que fluyesen porla ruta del Plata muchos bienes extranje-ros o vedados. En lo tocante a obras pú-blicas, cabe mencionar dos puentes quese levantaron entonces, uno sobre el ríoPativilca, a la altura de Barranca, y otrosobre el Apurímac. También es remarca-

ble la inauguración del hospicio de niños expósitosde Lima, que recogía y criaba a numerosos infantesque se hallaban abandonados en las calles, dandoun espectáculo deprimente.

Por último debemos anotar que en marzo de1599 llegó a la capital peruana la noticia del falleci-miento de Felipe II, el católico monarca que habíapasado los últimos años de su vida en el austero re-tiro de San Lorenzo de El Escorial, junto a los frai-les jerónimos. Había heredado de Carlos V un in-menso territorio, con la responsabilidad de mante-ner la hegemonía de Castilla en el concierto inter-nacional, pese a la enemistad de franceses,ingleses, turcos, herejes o protestantes. De suspreocupaciones gubernativas no quedaron ausenteslos dominios del Nuevo Mundo, en los cuales tratóde imponer la supremacía de la corona, y, además,se empeñó en conservar a la masa aborigen, tantoporque su mano de obra era vital para el desarrolloeconómico del imperio como porque sentía hones-tamente la obligación de respetar su dignidad hu-mana y difundir entre ellos los preceptos del evan-gelio. Tres meses después de las sentidas exequiaspor dicho personaje, se celebró en el virreinato lajura de fidelidad al nuevo monarca: Felipe III, quesimboliza el advenimiento de un siglo distinto y dela decadencia hispana bajo los Austrias.

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en ungrabado del siglo XVII. Este monasterio fuefundado por Felipe II en 1563 en recuerdo de labatalla de San Quintín.

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Varios son los factores que contribuyen a expli-car la conquista del vasto imperio de los incas porun reducido grupo de soldados ibéricos. Está enprimer lugar la división intestina del Tahuantinsu-yo, con bandos opuestos al interior de la propia eli-te gobernante y con la animosidad de las etniascontra el dominio cuzqueño, que debilitó grande-mente la eventual resistencia autóctona; tambiéninciden de modo notable las epidemias, que causa-ron estragos en el país desde antes de la llegada dePizarro; y no hay que desestimar, por cierto, la su-perioridad bélica de los invasores, que contaban

con armas de fuego, corazas metálicas, caballos yotros elementos desconocidos en el mundo preco-lombino. Igualmente es relevante el aspecto espiri-tual, religioso, pues la configuración mítica de lasociedad aborigen engendró dudas sobre si aque-llos forasteros eran dioses u hombres, con lo quemuchos individuos se retrajeron de combatir con-tra ellos.

La derrota sufrida en la conquista dio a los in-dios la sensación de que su mundo tradicional esta-ba liquidado, de que el esquema vital heredado desus ancestros carecía de sentido y vigor. Al estable-cerse el régimen pizarrista se vieron inmersos den-tro de una sociedad distinta, injusta, sumamenteagresiva: fueron obligados a entregar a manos aje-nas el excedente de su producción, a trabajar bajodurísimas condiciones, a desplazarse de sus hogareshacia sitios lejanos y de clima diverso, a aprenderotra lengua, otra religión, otras costumbres, etc. Talconjunto de adversidades originó en numerososaborígenes un desgano vital, o sea un desapego alquehacer comunitario, que se evidencia en reaccio-nes como la huida, la merma de reproducción, elaborto inducido o el infanticidio (Sánchez Albornoz1973: 76-77). Con el fin de evitar la despoblaciónde las Indias, empero, los gobernantes metropolita-nos dictaron una larga serie de medidas de carácterproteccionista.

Antes de consumarse el derrocamiento de Ata-hualpa, una real pragmática de 1530 ya había fijadoque ningún habitante oriundo del Nuevo Mundopodría ser esclavo, pues existía la convicción de quelos indios eran hombres libres y vasallos de la coro-na castellana. Con todo, un par de despachos libe-rados en marzo de 1533 autorizaron al gobernadorPizarro y sus compañeros a someter a esclavitud alos moradores rebeldes, así como a comprar aque-llos sujetos que los curacas tenían esclavizados. Maslo cierto es que la servidumbre de este tipo alcanzómuy poca difusión entre los regnícolas del Perú.Fueron determinantes al respecto otras disposicio-nes emanadas de la metrópoli, como las famosas Le-

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Santiago Apóstol, a quien los españoles atribuyeron susvictorias militares durante la expulsión de la poblaciónmusulmana en el siglo XV y la conquista de América

en el XVI.

IXDESESTRUCTURACIÓN DE LA

SOCIEDAD ABORIGEN

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yes Nuevas, que ordenaron que “por ninguna causade guerra ni otra alguna, aunque sea so título de re-belión, ni por rescate ni de otra manera” se deberíasujetar a esclavismo a los cobrizos (Muro Orejón1961: 12).

Gracias a su estatus de vasallos de la corona, losindígenas gozaban de los mismos derechos que loshombres del estado llano en la península Ibérica;así, por ejemplo, se encontraban facultados paradesplazarse libremente de un sitio a otro. Pero tam-bién debían cumplir las obligaciones correspon-dientes, tales como la entrega de tributos y la dona-ción de “servicios” extraordinarios en muestra de fi-delidad a la monarquía. Siendo plenamente cons-cientes de la necesidad que había de preservar a losnaturales, sostenedores de la vida económica india-na, los ministros cortesanos elaboraron numerososdispositivos encaminados a garantizar el buen trata-miento de dicha gente.

Trascurridos unos lustros iniciales en que prove-yeron cédulas para regular ciertas anomalías muyconcretas, paulatinamente fue desarrollándose en lalegislación colonial un cuerpo de normas legales debuen tratamiento de los indígenas. Entre las postu-ras de índole proteccionista, cabe destacar las si-guientes: a) se condenaba al hábito de emplear a losnativos como bestias de carga; b) se mandaba cuidarque no fueran sacados de sus tierras para instalarlosen lugares de clima diferente, pues los cambios detemple afectaban seriamente su organismo; c) se es-tablecía que las tasas de tributo debían ser modera-das, incluyendo únicamente especies que los vasa-llos pudieran producir en sus tierras; d) igualmen-te, debía moderarse la dureza de los servicios perso-nales; e) se ordenaba retribuir con justo precio tan-to la mano de obra como los bienes ofrecidos en elmercado por esos súbditos (cf. Hampe Martínez1985). Conforme podemos apreciar, existía en bue-na parte la intención de otorgar un trato igualitarioa españoles e indios, por disfrutar ambos de la con-dición de vasallos de la corona.

No obstante ello, es sabido que la realidad expe-rimentada en América discurrió por cauce diferentedel trazado en la legislación protectora. Hubo unaevidente discordia entre la ley y la sociedad, de ma-nera que los habitantes autóctonos hubieron de su-frir una pesada opresión. Existió una desintegraciónde los elementos que componían su marco vital pre-hispánico, una desestructuración que –según ha ob-servado atinadamente Nathan Wachtel (1976)–comprende los aspectos demográfico, económico,social y religioso.

Una catastrófica baja demográfica ocurrió en elterritorio incaico durante las décadas siguientes a laentrada de las tropas de Pizarro, caída que fue par-ticularmente grave en las provincias del litoral. Es-tímase que en el lapso de los primeros treinta añosde coloniaje descendió el número de habitantes encerca del 80 por ciento, siendo afectado sobre todoel sector masculino; derrumbe que alarmó cierta-mente a los responsables del gobierno, quienes tra-taron de controlar la declinante situación tomandoa su cargo el manejo de la fuerza laboral indígena.Hoy en día está comprobado que el factor más influ-yente en la masiva desaparición de dichos indivi-duos fue el sanitario: las epidemias diezmaron ince-santemente a los naturales, que carecían de defensasbiológicas para resistir a muchas de las infeccionestrasmitidas por los extranjeros. También repercutie-ron las acciones militares de los conquistadores y elnuevo orden impuesto en la explotación de rique-zas, que conllevaron el desarraigo de las comunida-des étnicas, la pérdida de sus métodos tradicionalesde cultivo y los maltratos cometidos por los enco-menderos. Adicionalmente, hay que considerar fe-nómenos orgánicos o psicológicos, como la baja na-talidad, el aumento de la mortalidad infantil, losabortos, las huidas a zonas no colonizadas.

Con el nuevo orden de terratenientes se forma-ron extensos latifundios en manos de hacendadosibéricos, mientras que los humildes comuneroseran arrinconados en parcelas pequeñas y de rendi-miento exiguo. A la expropiación de sus tierras sesumó la exigencia de brindar renta en productos alos encomenderos, hecho que determinó la contrac-ción de la dieta de los labradores, con su inevitabledebilitamiento físico. La necesidad de contar conbraceros indios para llevar a cabo las diversas cam-pañas militares influyó, por añadidura, en la reduc-ción de la fuerza de trabajo empleada en el agro. Ta-les son las causas principales que motivaron unaconstante disminución de los tributarios hasta másallá de la mitad del siglo XVII (Cook 1981).

Tenían obligación de rendir tributo todos los va-rones útiles, o sea sin impedimento físico, desde los18 hasta los 50 años de edad; legalmente estabanexentos de esta carga los curacas y sus hijos mayo-res, así como (sólo temporariamente) los que de-sempeñaban el cargo de alcalde. Durante los iniciosdel régimen de encomienda, el tributo se abonabatanto en la prestación de fuerza de trabajo como enla entrega de productos variados al encomendero.Dado que no existía ninguna medida que fijara lími-tes a este aprovechamiento económico, solían co-

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meterse serios abusos. Posteriormente, al realizarsela primera tasación general de tributos y ponerse enejecución la cédula que suprimía los servicios per-sonales, disminuyó considerablemente –sin desapa-recer del todo– la renta en trabajo, lo cual dio ori-gen a una multiplicación de las partidas en especies:animales, vegetales, minerales, manufacturas. En ladécada de 1570 la administración virreinal de Tole-do generalizó el tributo en metálico, disposiciónacordada con el objeto de “monetizar” directamen-te la energía laboral de los grupos étnicos, fomen-tando un mayor suministro de mano de obra paralas minas, haciendas y otras empresas.

Aunque formalmente las mujeres, los mucha-chos y los viejos quedaban al margen del padrón detributarios, en realidad todos los miembros de la co-munidad participaban, de una u otra forma, en laobtención de los productos que componían el tribu-to. Haciendo una comparación de la carga tributariaentre el tiempo prehispánico y el de la dominaciónespañola, puede afirmarse que la obligación colo-nial resultaba más pesada para los aborígenes. Conel gobierno de Pizarro dejó de tener vigencia el clá-sico esquema andino de reciprocidad y redistribu-ción, dándose lugar a un sistema desequilibrado, de

peso unilateral, en el que la prestación laboral indí-gena muchas veces no obtenía retribución de partede sus beneficiarios. Asimismo, fue suprimida la en-trega de materias primas y de herramientas necesa-rias para desarrollar el trabajo, práctica que era ha-bitual durante el incario.

Otro elemento que contribuyó a hacer onerosa laexistencia de los indios bajo el yugo hispánico fuela constante expropiación de sus tierras de cultivo,que se transfirieron a manos de los nuevos vecinos.Conocidas son las dificultades que plantea la natu-raleza en el Perú para la tarea agrícola, sea en la cos-ta, debido a la escasez de agua, o bien en la sierra,por lo abrupto y desigual del terreno y por extremoscambios atmosféricos. En consecuencia, al apode-rarse los invasores de los valles más fértiles y levan-tar ahí sus poblaciones, los naturales se vieron obli-gados a roturar las parcelas menos ricas, a emigrarhacia los asientos mineros o huir a zonas apartadas.

Según puede comprenderse, las colectividadesautóctonas (ayllus) quedaron seriamente diezmadaspor el alejamiento de muchos de sus integrantes ypor la ruptura de sus tradicionales esquemas de vi-da. Los curacas asumieron entonces un rol trascen-dental, actuando a manera de “bisagra” entre las re-

públicas de españoles e in-dios; estos jefes cumplíanlas tareas de recolectar lasaportaciones de los tribu-tarios, asignar las laborescorrespondientes a los mi-tayos, negociar sobre laposesión de las tierras co-munales, etc. Debido a supapel de representantesdel poder colonial, se que-braron los vínculos de re-ciprocidad que antigua-mente los unían con sussúbditos, y así perdieronel prestigio del que habíangozado en la era preco-lombina. Al hacerse tanfrágil la autoridad curacal,solo cabía para los señoresnativos el recurso de go-bernar despóticamente; enefecto, muchos documen-tos quinientistas denun-cian que ellos cometíantoda suerte de abusos conlos indios del común y

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La catedral de Huancavelica, la ciudad del mercurio. Esta villa fue fundada en 1571 yprontamente se convirtió en la principal abastecedora de mercurio en el virreinato peruano.Para las actividades extractivas los empresarios mineros apelaron al reclutamiento masivo

de la mano de obra indígena a través del sistema de mitas.

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proponen la introducciónde tasas para limitar susingresos (Díaz Rementería1977: 91-95).

Muchos de los indivi-duos que abandonaronsus ayllus se constituye-ron en yanaconas, vale de-cir en servidores persona-les de los españoles, loscuales –al menos durantelos principios del colonia-je– estuvieron exceptua-dos del tributo y de la mi-ta. El crecido número detales sujetos, apartados desus núcleos de parentela,favoreció la desestructura-ción de la sociedad abori-gen. Era una especie de“proletariado errante”,que mudaba frecuente-mente de empleador y po-seía además derecho a lapropiedad y a las activida-des mercantiles, en razónde lo cual no fue raro quellegara a crearse una fu-sión de intereses o alianzade los yanas con los colo-nizadores.

Al respecto, es digna detomarse en cuenta la in-vestigación de Ann Wightman (1990) sobre la pro-blemática específica de las migraciones indígenasen la región del Cuzco, que se abre con la visita ge-neral del virrey Toledo en la década de 1570, cuan-do se impusieron definitivamente las “reduccio-nes”. Una de las tesis centrales de Wightman es queel grupo social de los forasteros –habitantes queabandonaron sus pueblos para integrarse a nuevascomunidades andinas después de la conquista– re-presenta un agente fundamental en el largo procesode transformación de casta a clase en nuestra serra-nía. Debemos considerar que el establecimiento delas reducciones llegó a desencadenar un masivo fe-nómeno de dispersión y migración, a través del cualse redefinieron las estructuras del ayllu, se transfor-maron las relaciones de producción y se alteraronlas normas de autoridad tradicionales.

En el ámbito rural, donde estaba ubicada la ma-yoría de los forasteros, la presencia de estos indivi-

duos vino a causar un pro-fundo efecto principal-mente a través del factorritual-espiritual. Aunquelos advenedizos lograban–mediante una prestaciónen metálico o en servicios–hacerse con tierras de lacomunidad, sobre todo enpueblos donde los varonesoriginarios habían muertoo huido en masa, muy ra-ramente se les admitía alos cultos ancestrales de lacolectividad adonde seasentaban. Al cabo de cier-tas generaciones esta situa-ción contribuyó a socavarlos vínculos rituales y fa-miliares de los pueblos an-dinos, a debilitar los habi-tuales nexos de reciproci-dad y a poner en cuestióninclusive la autoridad delos jefes étnicos. De estemodo se allanará el caminopara la reconversión de losayllus, que abandonan sucondición de cerrados gru-pos de parentesco paratransformarse en agrupa-ciones sociales definidasante todo por la propiedad

territorial, vale decir, por el acceso a los recursosproductivos.

Otro sector importante de los forasteros rompiódefinitivamente con las estructuras comunales delcampo para radicarse en núcleos urbanos (como laciudad del Cuzco). Los contratos de trabajo de laépoca revelan el tipo de ocupación de los inmi-grantes urbanos: casi la mitad eran arrieros o de-sempeñaban oficios relacionados con el transporte;el resto eran servidores domésticos, obreros deconstrucción, artesanos y labradores de chacras. Lointeresante de estos habitantes de la ciudad consis-te en que desarrollaron vinculaciones sociales de-terminadas sobre todo por la ocupación laboral, su-perando los tradicionales lazos comunitarios y nu-triendo desde muy temprano un mercado de traba-jo asalariado.

La desintegración del mundo prehispánico, quehemos observado ya en los aspectos demográfico,

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Felipe Guaman Poma de Ayala, testigo de su época yautor de la Nueva corónica y buen gobierno (ca. 1615).

En su obra se destila, con ironía y amargura, un severocuestionamiento a la empresa colonizadora.

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económico y social, se percibe también en el nivelreligioso. La presencia de los curas doctrineros enlos pueblos indígenas trae consigo el aniquilamien-to del culto al Sol, que era la creencia impuesta porlos sacerdotes quechuas, y su reemplazo mediantela introducción del mensaje de Cristo, de la figurade la Divina Trinidad y del conjunto de dogmas dela fe católica. Debido a la insuficiente cantidad deevangelizadores, a su escasa preparación lingüísticay a su flaco espíritu misionero (sobre todo en el ca-so de los clérigos seculares), su labor no caló converdadera profundidad en el alma de los pobladoresandinos; si bien hubo una sustitución del culto es-tatal incaico por el dogma católico, permanecieronen la base espiritual de los ayllus las inveteradascreencias heredadas de sus ancestros, que adorabana sus pacarinas o divinidades de origen. Es por elloque, no habiendo una verdadera asimilación cristia-na en los Andes, a principios del siglo XVII debie-

ron emprenderse las agresivas campañas de “extir-pación de las idolatrías” (Duviols 1977).

Parece que fue más efectiva la introducción deelementos hispánicos en la vida material. Por ejem-plo diremos que, sin perder su dieta tradicional, losindígenas añadieron a su régimen alimenticio va-rios productos importados de la península o deotras comarcas del Nuevo Mundo, aunque no logróextenderse entre ellos el consumo de huevos, trigoni uva. Es muy interesante señalar de paso la difu-sión generalizada que adquirieron la coca y la car-ne de auquénido, comestibles de gran valor ritual,que antiguamente estaban reservados sólo a la no-bleza. Asimismo, hubo una incorporación de pren-das de vestir españolas y de caballos, armas de fue-go y espadas, instrumentos con cuya posesión setrataba de igualar simbólicamente el poderío de losjefes foráneos.

De modo genérico, cabe sostener que el grado deaculturación en el Perú varía conforme el rango so-cial de los nativos, al aspecto de que se trata y al lu-gar donde se produce el fenómeno. Sabemos quefueron los curacas, por su cercanía al grupo domi-nante, quienes adoptaron con mayor facilidad –ymerced a permisión oficial– los rasgos de la civiliza-ción ibérica; en cuanto a los diversos aspectos, esevidente que la aculturación prendió con más fuer-za en lo material que en lo espiritual (materia siem-pre compleja y poco abierta al cambio); y, regional-mente hablando, existe la impresión de que los ca-racteres de vida foráneos recibieron acogida prefe-rente en la zona norteña del virreinato. No fue,pues, bien lograda la divulgación de la cultura occi-dental, dado que los naturales se aferraron a la con-servación de su ambiente tradicional como una for-ma de resistencia pasiva y de esperanza en la instau-ración de un mundo más justo.

Una valiosa muestra de la aculturación de los ca-ciques andinos está dada por don Felipe GuamanPoma de Ayala, autor de la célebre Nueva corónica ybuen gobierno, donde expone la revuelta situaciónpolítico-social del país a comienzos del siglo XVII yformula sugerencias para la “buena justicia y policíay ley del mundo”. Redactada con tosca prosa caste-llana, esta obra traza la evolución de la civilizaciónindígena del Perú, procurando insertarla dentro dela historia universal de la cristiandad; pese a la asi-milación de nociones occidentales, se observa quepriman todavía en la mente del cacique las catego-rías de pensamiento andino. Guaman Poma se que-ja del desorden social producido luego de la con-quista, que determinó la promoción de individuos

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Los Comentarios reales del Inca Garcilaso fueron traducidosa otros idiomas. En la imagen frontispicio de la versión

francesa, Histoire des Yncas Roys du Pérou (Paris, 1633).

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que en España eransimples pecheros y tam-bién de humildes nati-vos, premiados por sufidelidad a la corona.Razona que en tiempode los incas y hasta elgobierno del virrey To-ledo “no auía dones nidoñas ni mundo alrreués; [ahora] pulpe-ros, sapateros, xastres,olleros se llaman donesy doñas y lessenciados,dotores y todas las co-sas”, y anota que deberemediarse esa anarquíainmediatamente, perosin cuestionar el siste-ma colonial en sí (Gua-man Poma 1936: 448).

A causa de esta hí-brida condición al com-partir sangre de los do-minadores españoles yde los dominados in-dios, no fue de ningunamanera fácil la subsistencia de los mestizos. Vivíanen una sociedad estructurada a base de dos repúbli-cas bien diferenciadas y sufrieron por lo general elrechazo tanto de uno como del otro sector; los mes-tizos debieron resignarse a ocupar una posiciónmarginal, sin más oportunidad que la revuelta parahacer sentir su presencia. Es ciertamente atípico elcaso del Inca Garcilaso de la Vega, hijo de conquis-tador y descendiente de los incas, que disfrutó elprivilegio de poder instruirse en España. Sus Co-mentarios reales sobre la época prehispánica signifi-can una reconstrucción nostálgica del ambiente–presuntamente ideal– que se vivió en el Tahuan-tinsuyo.

¿Sería posible restaurar el bienestar gozado du-rante el incanato? En diversas manifestaciones fol-clóricas y en relatos míticos –como el de Inkarri–que se han divulgado en la zona andina tras la vic-toria de Pizarro, se aprecia la esperanza mesiánicade que algún día retornará el orden establecido porlos incas. Señalan tales versiones que el dios fun-dador del universo, creador de los soberanos cuz-queños, ha sido derrotado por los invasores, debi-do a lo cual la sociedad se ha vuelto un caos(“mundo al revés”); mas la divinidad está actual-

mente en proceso de re-constitución, dicen, yalguna vez aparecerá denuevo en la tierra pararehacer el sistema incai-co, expulsando a loshombres blancos.

Una ideología similaranimaba al movimientodel Taqui Onqoy (alre-dedor de 1565), que res-pondía a la concepcióncíclica de la historia vi-gente en la sociedadaborigen. Se ideaba quehabía llegado el momen-to de una revolución, enque los dioses tradicio-nales actuarían para de-rrotar a los extranjeros;no presidía al movi-miento la intención deestablecer nuevamenteel incario, sino de crearun mundo orientadopor dos lugares sacros,Pachacamac y el lago Ti-

ticaca. Existía el propósito de revigorizar las huacasancestrales, pero no hubo una acción concreta deíndole beligerante, sino simplemente una reitera-ción de plegarias y bailes cubiertos de ensueño oconfianza en un acontecimiento sobrenatural: eltriunfo de los dioses autóctonos (cf. Stern 1982;Millones 1990).

En suma, después de 1532 tiene lugar una des-composición de la sociedad nativa, que se disgregaen multitud de fragmentos al perder vitalidad elsistema político administrado por los soberanoscuzqueños, que le otorgaba sentido unitario. Obli-gados por la expropiación de tierras que realizanlos colonizadores y por sus diversos mecanismosde aprovechamiento de los recursos económicos,los habitantes andinos quedan arrinconados en tie-rras escasamente productivas, huyen a lugares dis-tantes de la autoridad virreinal o se someten al du-ro trato de los peninsulares en ciudades, minas, ha-ciendas, obrajes, etc. A pesar de tales condicionesadversas, los grupos indígenas procuraron mante-nerse fieles a su cultura, realizando algunos levan-tamientos esporádicos contra el dominio foráneo, yde modo constante, una resistencia callada y plenade confianza en el porvenir.

El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), descendiente deuna familia de la elite incaica, partió muy joven hacia España,familiarizándose con los autores clásicos y del Renacimiento

europeo. Sus Comentarios reales forjaron una imagenidealizada del Tahuantinsuyo.

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Al colonizar el territorio americano, los hombresibéricos transplantaron al Nuevo Mundo los princi-pios económicos y sociales del feudalismo, que eratodavía el modo de producción prevaleciente en supatria. Por tanto, se desarrolló una economía derenta, con tendencia a poseer bienes de aprovecha-miento duradero, y cobraron validez normas provi-dencialistas respecto al sentido de la marcha pro-ductiva (Dios como rector de la vida económica).Las unidades empresariales fueron constituidasmediante relaciones de índole familiar entre sus in-tegrantes, distinguiéndose en ellas claramente dossectores: el de subsistencia, destinado a cubrir lasnecesidades elementales de alimentación, vestido,vivienda, etc., y el de granjería, orientado a acumu-lar ganancias suplementarias, que inclusive permi-tieron a los empresarios más poderosos gozar de unnivel de vida semejante al de los grandes aristócra-tas de España.

Durante las dos o tres décadas iniciales de supresencia en el Perú, los colonizadores se limitarona enriquecerse gracias al sistema productivo tradi-cional de los aborígenes, sin desarrollar inversionesni fuentes de ingresos novedosas. Colocándose en ellugar de los antiguos funcionarios del estado incai-co, exigieron a los jefes de comunidades étnicas laentrega de fuerza de trabajo y especies diversas. Losingentes caudales de oro y plata que se recaudaronentonces provenían simplemente de botines de gue-rra, de desatesoramiento forzado –robos en huacasy sepulturas– y de rudimentarios métodos de explo-tación minera (cf. Tord y Lazo 1980).

En esta etapa temprana predominó el sistema dela encomienda de indios, oficialmente introducidoen las Antillas a principios del siglo XVI, que eraconcedido como un premio de la corona a los solda-dos beneméritos. Consistía en ceder (encomendar)grupos de trabajadores nativos a los flamantes veci-nos, los cuales adquirían el privilegio de aprovecharlos recursos económicos de aquellos y, en retribu-ción, se comprometían a proteger a sus tributarios,brindarles adoctrinamiento católico, acudir con susarmas en defensa del estandarte regio y habitar en eldistrito al que perteneciese su encomienda. Según

puede entenderse, este régimen no pasaba de signi-ficar un mecanismo legal de aprovechamiento de lariqueza indígena, que implicó en sus comienzosmuchísimos abusos, pues no existían medidas quelimitasen la renta de los encomenderos.

Una institución de tales características era idó-nea para efectuar el tránsito del desordenado am-biente de la conquista hacia un mundo colonial máso menos sosegado, pero no era conveniente para elEstado que existiera de modo perdurable: el desme-dido enriquecimiento de los encomenderos podríahacerlos tan poderosos que devinieran renuentes aobedecer los mandatos de su soberano. Fue así quepronto arrancó el proceso de consolidación de lallamada “encomienda domada”, que recortaba mu-chas prerrogativas a los dueños de repartimientosindígenas. Sabemos que el licenciado Gasca estable-ció en 1548 la tasación de tributos en el virreinatoperuano y que cuatro años más tarde se dictó laabolición de los servicios personales; al mismotiempo fue aumentando el número de unidades ét-nicas puestas directamente bajo la administracióndel Estado, en tanto que la contratación demográfi-ca hacía disminuir las aportaciones tributarias. Notuvo éxito, por lo demás, la propuesta de concederlas encomiendas a goce perpetuo.

Las tasaciones de tributos se ajustaban a los da-tos recogidos en las visitas de los repartimientos,cuando agentes burocráticos censaban a los habi-tantes en aptitud de laborar y examinaban sus tie-rras de cultivo, ganados, pastos, oficios artesanales,etc. Claro está que dichas inspecciones no arrojabansiempre datos fidedignos, puesto que sufrían mu-chas veces la interesada intromisión de los enco-menderos o caciques, y así hubo necesidad de prac-ticar constantes retasas en el Perú quinientista. Eltributo fijado para el conjunto del repartimiento, node manera individualizada, originó las quejas de losnaturales, que reclamaban contra su obligación desatisfacer la parte correspondiente a los impedidos,ausentes o difuntos. De todas formas, el monto delas cargas tributarias siguió un curso descendente alo largo del siglo que examinamos, componiéndosebásicamente de tres géneros de bienes: fuerza labo-

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XEXTRACCIÓN DE RIQUEZAS Y CRECIMIENTO PRODUCTIVO

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ral, especies cultivadas o manufacturadas y piezasmetálicas (Escobedo Mansilla 1979).

En vista de que la ley de sucesión de 1536 auto-rizó únicamente por dos vidas el disfrute de las en-comiendas, los beneficiarios de renta tributaria de-bieron adoptar medidas para garantizar la estabili-dad de su ventajosa situación económica. De talsuerte observamos que alrededor de la mitad de lacenturia los encomenderos diversifican sus áreas deinterés, promoviendo empresas mineras, agrícolas,ganaderas, textiles o comerciales. A partir de estemomento puede hablarse de un incipiente desarrollode tipo capitalista, con inversiones que poseen comosustento la riqueza generada por el sistema de enco-mienda durante los años tempranos del coloniaje.

Ya estaban trabajándose los minerales argentífe-ros de Porco y los auríferos de Carabaya, en la cor-dillera andina, cuando en 1545 se descubrió el afa-mado cerro rico de Potosí. Relatan las crónicas quefueron unos indios servidores de Juan Villarroel, ve-cino charqueño, quienes tuvieron la fortuna de ha-llar las vetas de plata en esa montaña rojiza ubicada18 leguas al sudoeste de Chuquisaca. Estaba en fun-ciones el gobierno tiránico de Gonzalo Pizarro alhacerse la distribución primigenia de “estacas” oporciones de mina entre los vecinos de dicha ciudady la presencia circunstancial del impetuoso maestrede campo Carbajal en el Alto Perú determinó queuna gran parte de los productos metálicos pasase aengrosar las arcas de los rebeldes pizarristas.

Para beneficiar la plata del cerro de Potosí se em-pleó originariamente el procedimiento indígena delas guairas; éstas eran unos hornillos pequeños, quese encendían con carbón o estiércol de auquénidosy funcionaban simplemente con la fuer-za del viento. Muy pronto creció la can-tidad de trabajadores nativos empleadosen la saca del mineral. Se trataba de ya-naconas que eran mandados allí –com-pulsivamente – por sus encomenderos,a los cuales debían entregar una cuotatributaria en metálico y, además, unacantidad fija de plata que extraían (esta-blecida al comienzo en dos marcos porsemana). Adicionalmente, al efectuar elreparto de mercedes en Guaynarima, el

licenciado Gasca ordenó una distribución de yana-conas entre individuos que no habían obtenido en-comienda, a fin de que ellos también pudieran go-zar de la riqueza argéntea del cerro. Con el trans-curso de los años fue incrementándose la participa-ción de empresarios mineros que no eran encomen-deros, hasta terminar siendo mayoritarios en laspostrimerías del XVI.

La codicia de los peninsulares hizo que se abu-sara execrablemente de los indios: muchos enco-menderos mandaban a sus tributarios a laborar enPotosí desde remotísimas comarcas (distantes 500kilómetros o más), sin tener en cuenta que la mayo-ría de los hombres perecían en el camino de ida yque los sobrevivientes no tenían más remedio quepermanecer en el asiento charqueño, alejados de pa-rientes y llenos de deudas. En vista de los inconve-nientes que este duro laboreo ofrecía para la conser-vación de los naturales, la corona determinó prohi-bir a los dueños de repartimientos la facultad deobligar a sus vasallos a trabajar en las minas. Así,encontramos normas prohibitivas que datan de ju-lio de 1541 y noviembre de 1568, disposiciones ani-madas por el criterio de respetar el libre albedrío detodos los súbditos de la monarquía. Pero con todo,pues el Estado poseía gran interés en la recaudaciónde metales preciosos, se promulgaron cédulas quefomentaban el trabajo libre de los aborígenes en loscentros mineros, conforme estaban habituados a ha-cerlo desde antiguo.

Finalmente influyeron de modo determinantelas necesidades financieras del imperio para legali-zar el trabajo compulsivo de esos pobres vasallos.Los primeros en sujetarse obligatoriamente a labo-

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El cerro de Potosí y sus yacimientos en unaimagen del siglo XVI procedente de la Parteprimera de la chrónica del Perú (Sevilla,1553) de Pedro de Cieza de León. El “cerrorico” produjo ingentes cantidades de plata ydinamizó la economía de la región.

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res señaladas por la autoridad virreinal fueron los“holgazanes”, vale decir, los hombres que carecíande oficio conocido. Después realizó un paso decisi-vo don Francisco de Toledo al reimplantar el tradi-cional sistema andino de la mita o prestación labo-ral por turnos, que permitía el suministro de manode obra a los yacimientos mineros y a diferentes in-dustrias consideradas de utilidad pública. Desde elpunto de vista legislativo, interesa mencionar unreal despacho de 10 de octubre de 1575 que facul-taba a emplear los nativos peruanos en la explota-ción de las minas, aunque bajo determinados requi-sitos: trabajo moderado, clima semejante al de sustierras de origen, salario justo, evangelización... Ycatorce años más tarde se aprobó oficialmente el re-parto forzoso de su mano de obra, según lo habíadispuesto Toledo.

El mencionado virrey ordenó que dieciséis pro-vincias circundantes a Potosí brindaran mitayos pa-ra el asiento minero. Dispuso que anualmente servi-ría en la mita una sétima parte de su población tri-butaria (calculada entonces en 95 000 indios), seña-lando que su trabajo duraría cuatro meses cada año,

con prudenciales descansos intermedios. Esta intro-ducción de los llamados “indios de cédula” fuecomplementada con la generalización del tributo endinero, que obligaba a los hombres autóctonos a sa-lir de sus chacras para alquilar su fuerza de trabajo;aunque subsistió la entrega de ciertas cantidades dediferentes objetos.

Asimismo, es fundamental el hecho de que Pe-dro Fernández de Velasco, por orden del mismo To-ledo, estableciera en 1572 el método de amalgama-ción con mercurio; frente a la antigua técnica de laguaira, este procedimiento ofrecía la ventaja de eco-nomizar tiempo y combustible, pero sobre todo laposibilidad de aprovechar filones menos ricos enplata. Gracias al nuevo método y al incremento dela reserva laboral, se consiguió una notable mejoraen el rendimiento productivo de Potosí, que logródurante los años siguientes los picos más elevadosdel siglo XVI. Al finalizar esta centuria, la mayoríade obreros enrolados en la explotación del cerro ri-co eran ”mingados”, o sea indígenas que voluntaria-mente cumplían ese trabajo a cambio de remunera-ción. En cuanto a los operarios provenientes de lamita, apreciamos que había una notable abundanciade “indios de plata”, que eran aquellos que conmu-taban su aportación laboral por una cuota pecunia-ria, y también de “indios de faltriquera”, esto es, losremisos a obedecer las disposiciones de la mita, quevivían refugiados en quebradas o punas (Bakewell1984; Cole 1985).

Nos interesa, por supuesto, considerar la explo-tación del mercurio, elemento complementario dela producción argéntea. Fue el primer día del año1564 cuando el encomendero Amador de Cabrerase presentó ante la justicia ordinaria de Huamangapara hacer el denuncio de los yacimientos de azo-gue del cerro de Santa Bárbara, ubicado en dichaprovincia. De igual modo que en el Alto Perú, huboyanaconas enviados a laborar en las minas, los cua-les formaron alrededor de ellas la población deHuancavelica o, por denominación oficial, Villa Ri-ca de Oropesa; era un sitio extremadamente frío ydesabrido, cubierto de nieve durante los meses deinvierno.

El virrey Toledo, celoso protector de los intere-ses estatales, ordenó ejecutar una disposición acor-dada en la Junta Magna, mandando que todas las re-servas de azogue debían incorporarse al patrimoniode la corona. Tal medida se cumplió estrictamente,cediendo sus respectivas “estacas” en arriendo a losempresarios mineros, con la obligación de que en-tregaran una porción (regularmente el quinto) de

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La mina de Santa Ana, siglo XVIII. La minería fue una de lasprincipales actividades en el Perú colonial.

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los frutos a la hacienda real, y sólo constituyó ex-cepción el caso particular de la mina Descubridora,perteneciente a Amador de Cabrera, que merced aun privilegio de Felipe II fue conservada en poderde dicho vecino y de sus herederos. Además, el ré-gimen toledano instauró la mita en Huancavelica,señalándose las provincias que debían aportar sumano de obra, hasta reunir un conjunto de 2 500operarios forzados cada año (Lohmann Villena1949).

Basado en los registros de contabilidad fiscal, elinvestigador chileno Álvaro Jara (1967: 604-607) hadiseñado un valioso cuadro de la producción totalde oro y plata en el Perú durante el quinientos. Seaprecia que el metal amarillo encuentra su puntomás elevado en 1533, gracias a la distribución delrescate del inca, alcanzando ese año un monto cer-cano a 1 360 000 pesos. En cambio, la plata mantie-ne una posición subordinada hasta que el boom ini-cial de Potosí le permite a Gasca, pacificado ya el al-zamiento gonzalista, fomentar una recaudación ex-traordinaria en 1549, año en que se llega a un cau-dal argénteo valorado en 5 400 000 pesos. Luegoviene su decaimiento en la curva de producción,que no vuelve a alzarse sino a partir de 1575, porobra del mejoramiento de la técnica de amalgama-ción y la afluencia de mitayos. La cima absoluta denuestro siglo se halla en 1586, con más de 11 995000 pesos en plata.

Al realizarse la erección de ciudades en el terri-torio virreinal, fue común que las nuevas autorida-des urbanas hicieran distribución de tierras entrelos vecinos, con el objeto de que cultivasen produc-tos necesarios para sus sustento y mantuviesen unintercambio de bienes agrícolas con otras regiones.Como quiera que los dueños de repartimientos in-dígenas eran figuras dominantes en los cabildos, re-sultó que los encomenderos y sus allegados obtu-vieron las parcelas de mejor rendimiento, apoderán-dose muchas veces de predios correspondientes agrupos nativos. Con el gobierno del virrey don Gar-cía Hurtado de Mendoza (según hemos insinuadopáginas atrás), la monarquía trató de regularizar elsistema de terratenencia, señalando que únicamen-te el vicesoberano y los gobernadores podrían enadelante repartir tierra y ordenando, además, que seefectuara una “composición” general para legalizartodas las propiedades rústicas.

La expansión de haciendas o negocios agrícolaspuede ser explicada fundamentalmente por dosmotivos: el decrecimiento de la masa aborigen, quedejó baldías grandes superficies de terreno, y el au-

mento de la población española, que conllevó lanecesidad de ampliar el mercado interno. Si bienno hay en el aparato jurídico ningún vínculo decontinuidad entre la encomienda y la hacienda, esevidente que los latifundistas primigenios fueron ala vez beneficiarios de renta tributaria. Pero, másallá de este rasgo de identidad, debemos advertirque el régimen hacendístico supone la instauraciónde nuevas condiciones económicas; en efecto, im-plica una quiebra de la estructura productiva tradi-cional, fomenta la inversión de capitales para ad-quirir rudimentarias máquinas y exige, sobre todo,la importación de braceros esclavos del África, conel fin de remediar la mengua de la fuerza laboralautóctona. Puede decirse que las haciendas marcanel tránsito de una simple extracción de recursosnaturales hacia un florecimiento de complejas uni-dades de producción.

El virreinato peruano muestra diversas clases depropiedad agrícola. Distinguimos (a) las chacras,que eran pequeñas parcelas en las áreas circundan-tes a las ciudades; (b) las denominadas “plantacio-nes”, grandes fundos existentes en la franja costeña,donde se cosechaba algodón, arroz, azúcar o vid,con la participación de mano de obra esclava; (c) lashaciendas de carácter señorial, más reducidas, queprosperaron especialmente en las quebradas andi-nas. Aparte, debe mencionarse a los terrenos de cul-tivo de coca, en las cálidas faldas orientales de losAndes, que hicieron sumamente ricos a sus propie-tarios en razón del alto valor que merecía ese vege-tal entre los indios (cf. Keith 1976; Davies 1985).

Por otra parte, subsistió el mecanismo prehispá-nico de control vertical o longitudinal de pisos eco-lógicos, que se aplicaba con la finalidad de diversi-ficar el consumo de los grupos étnicos. Funcionabaa base de mitimaes enviados a servir en tierras–que asumían la forma de enclaves– más o menoslejanas a su núcleo de parentesco. A guisa de ejem-plo, cabe anotar que el poderoso señorío altipláni-co de Chucuito tenía súbditos establecidos en losvalles costeños de Moquegua, Sama e Inchura,donde se abastecían de algodón, maíz, trigo y ají, ytambién había colonos de este señorío asentados enlas yungas de Capinota y Larecaja, al este de la re-gión charqueña, donde cultivaban productos comococa o maíz. Dicho sistema económico fue materiade varias disposiciones de la corona, indicando quelos habitantes del núcleo étnico y sus mitimaes de-berían permanecer integrados en una sola enco-mienda, pues era conveniente mantener tal fluidezde bienes.

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Hay que conside-rar asimismo dentrode las empresas rústi-cas a las estancias,que se dedicaban par-ticularmente a lacrianza de ganado.Pervivieron de la faseprecolombina los re-baños de camélidos–llamas, alpacas y vi-cuñas–, que abunda-ban en la meseta delCollao. Por su lado,los colonizadores ibé-ricos trajeron consigootras especies anima-les, tales como caba-llos, vacas, ovejas, ca-bras, puercos y avesde corral; apreciados por su carne, lana o medio detransporte, esos animales dieron origen a estanciascada vez más importantes. Al igual que en el sectoragrícola, los estancieros más antiguos solían ser a lavez poseedores de repartimientos indígenas, quie-nes emplearon al comienzo la mano de obra gratui-ta de sus tributarios para desarrollar el pastoreo desus hatos.

Fibras animales y vegetales eran utilizadas pa-ra confeccionar vestidos, destinados a cubrir las ne-cesidades primarias de los vasallos indígenas y delos individuos menos pudientes de la sociedad his-pana, que no contaban con dinero suficiente paraadquirir prendas importadas de Europa. Así fue co-mo surgieron los talleres de manufactura textil uobrajes, que funcionaban a base de primitivos ins-trumentos y con la fuerza de trabajo de los nativos.Junto a los productos extraídos de las minas, ha-ciendas y estancias, las burdas piezas –de lana o al-godón– fabricadas en los obrajes integraban el cir-cuito económico regentado por los encomenderos(y luego por otras clases de empresarios), que gene-raron un incipiente desarrollo productivo de natu-raleza capitalista en el Perú del siglo XVI, aunquefundado sobre una estructura social e ideológica deraigambre feudal (Silva Santisteban 1964).

Ahora bien, es lícito inquirir sobre el modo enque se realizaba la circulación de mercancías en elpaís. Los encomenderos y los altos funcionariosejercían el comercio sólo de manera solapada, al pe-sar todavía fuertemente los prejuicios contra el tra-to pecuniario, los mismos que impidieron a los

mercaderes profesio-nales obtener reparti-mientos de indios odesempeñar cargosmunicipales en el vi-rreinato. Entre lascompañías que efec-tuaban el tráfico mer-cantil cabe distinguirdos grupos: aquellasempresas de gran vo-lumen, que tenían subase en Sevilla y desa-rrollaban sus activi-dades por intermediode sucursales estable-cidas en Panamá y Li-ma, y aquellas otrascorporaciones de me-nor capital, que labo-

raban únicamente al interior del territorio peruano,con sede principal en Lima y agentes esparcidos a lolargo de los caminos hacia Quito, Cuzco o Potosí.Además de tales categorías de mercaderes, propia-mente dichos, hallamos a los humildes tratantesque compraban y vendían efectos en el ámbito deuna sola provincia o región.

Las grandes firmas comerciales solían importarcaballos, esclavos, alhajas, telas, vajilla y otros bie-nes suntuarios del Viejo Mundo, y exportaban enretribución los metales preciosos de las Indias. Don-de se percibe con más nitidez las consecuencias deesta actividad es en las ciudades mineras –como Po-tosí, Huancavelica o Castrovirreyna–, que engen-draron unos mercados poderosos (por su volumendemográfico y su capacidad económica), enclava-dos en zonas de escasa fertilidad. Por lo tanto, se hi-zo indispensable la intervención de los mercaderespara cubrir las demandas de alimento, vestimenta,mobiliario, materiales de trabajo y albañilería, e in-clusive libros, que requerían los habitantes de aque-llas urbes singulares, escenarios de vigorosa circula-ción monetaria (cf. Assadourian 1979).

De otro lado, aunque desde 1579 se reiteraronlas disposiciones que prohibían el tráfico directoentre el Perú y el Lejano Oriente, las noticias de ladocumentación comprueban que durante el sigloXVI tuvo lugar un comercio transpacífico de escalanada despreciable. Las actividades de contrabandofueron estimuladas por la buena acogida que teníanen el mercado peruano las manufacturas y objetossuntuarios procedentes de la China, que se vendían

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Los europeos introdujeron sus animales y plantas con lo quemodificaron la actividad agropecuaria en los Andes. En la vista una

pelea de toros en Characato, Arequipa.

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a precios más baratos que las mercaderías importa-das de España (por la vía oficialmente establecidaen las leyes). Los productos orientales de salida másfrecuente en Lima fueron la porcelana, la loza, la se-da, las mantas, las telas, los abanicos, la cera, el azú-car, el hierro y las especias, como pimienta, canelay clavo de olor.

La corona se opuso al contacto mercantil conlos países asiáticos porque deseaba proteger los in-tereses de los comerciantes españoles radicados enla metrópoli y procuraba impedir que la plata ame-ricana terminase engrosando los tesoros de manda-rines y samurais al otro lado del océano. Pero lospropios virreyes del Nuevo Mundo realizaron in-versiones en el mercadeo de contrabando, el cualfomentaron bajo falaces argumentos (cf. IwasakiCauti 1992). Mientras don Luis de Velasco reclamódesde México la importación de azogue de la Chi-na, el virrey peruano Cañete el Mozo dio un pasomás adelante al organizar en 1590 una costosa ex-pedición al Oriente, encargándola formalmente detraer 1 500 quintales de cobre para la fabricación deartillería. A fin de cuentas, sin embargo, el negocio

terminó en fracaso porque los traficantes peruleros–entre los cuales se incluían burócratas, comercian-tes, nobles, estafadores y sacerdotes– fueron deteni-dos en Macao y su navío y dinero confiscados porlas autoridades portuguesas del virreinato de la In-dia oriental.

La exposición de Iwasaki Cauti, a la que hemosaludido, insiste machaconamente en la inercia de lalegislación colonial y la venalidad y corrupción delos funcionarios de la corona. Los casos documen-tados abundan: está por ejemplo el del gobernadorde Filipinas don Gonzalo Ronquillo, quien bajo elpretexto de enviar artillería (1581) destinó un car-gamento de 300 toneladas de loza, seda y especeríaal Perú. También pertenece a esta galería de “hé-roes” el sevillano don Juan de Mendoza, pasajeroclandestino a la China, que dejó una interesante re-lación (1584) de los ornamentos, ropas, armas, cos-tumbres sexuales y diversiones mundanas de lospueblos chinos del litoral; y asimismo el mercaderJuan de Solís, quien arribó por esquivos caminos aNagasaki y se unió a la corte del regente japonés To-yotomi Hideyoshi (1591).

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XILA EVOLUCIÓN INTELECTUAL Y ARTÍSTICA

Durante el siglo XVI conviven curiosamente enAmérica dos tipos de literatura: uno ligero, conarraigo popular, de relatos ficticios, y otro más se-rio, de carácter teológico-filosófico. El género senci-llo está constituido por las novelas de caballerías,fabulosas narraciones de las hazañas de héroes mi-litares en países exóticos; relatos que impresiona-ban profundamente a los lectores, quienes en sumayoría aceptaban la veracidad de esos textos y seidentificaban con la conducta y la mentalidad de lospersonajes. Se estableció, pues, una interacción en-tre lo imaginario y lo real. En virtud de dicha situa-ción, el filólogo Irving A. Leonard (1953) ha trata-do de demostrar cómo el espíritu creado por esas“historias mentirosas” sirvió para activar la con-quista del Nuevo Mundo, estimulando a miles deaventureros a embarcarse hacia tierras lejanas, guia-

dos por la curiosidad de experimentar las maravillasque habían conocido a través de las novelas...

Pero no todo el público letrado gustaba de lasextravagantes ficciones de los libros de caballerías.Hubo una minoría selecta –eran sobre todo cléri-gos y gente de formación universitaria– que prefi-rió las lecciones del humanismo cristiano, vale de-cir, el ideal de sabiduría y piedad fomentado porErasmo. El ilustre teólogo de Rotterdam propugna-ba una renovación espiritual, con reforma de lascostumbres y desprecio hacia lo exterior, a fin deque el cristiano pudiera alcanzar una comunica-ción directa con Dios. Tal corriente de pensamien-to no tardó en ser frenada por los dirigentes de lacontrarreforma, para quienes el erasmismo resulta-ba demasiado audaz; en consecuencia, varias obrasdel “príncipe de los humanistas” terminaron in-

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cluidas en el Índice de libros prohibidos (Bataillon1966).

A propósito de ello, la abundante documenta-ción que felizmente se ha conservado permite se-guir con detalle las incidencias del proceso inquisi-torial contra Francisco de la Cruz (1571 a 1578),que simboliza en buena medida el ocaso y la muer-te del espíritu lascasiano en el Perú, bajo el influjode la represión contrarreformista dirigida desde Es-paña. Se comprueba que el desarrollo del litigio es-tuvo acompañado del paulatino desequilibrio psí-quico de fray Francisco, quien terminó diseñandoun extravagante plan de reforma religiosa, una con-cepción utópica que ha sido calificada de “profetis-mo casi delirante”. Su planteamiento contemplabala inminente destrucción de la cristiandad europeaa manos de los turcos y el surgimiento en Hispanoa-mérica de una nueva Iglesia, en la que Francisco dela Cruz se hallaría a la cabeza, con los títulos de Pa-pa y rey de Israel.

Su autoproclamación como judío por los cuatrocostados se combina con la idea de que los aboríge-

nes del Nuevo Mundo eran descendientes de las tri-bus perdidas de Israel. En el fondo, curiosamente,su utopía guarda relación con las metas derivadasdel humanismo cristiano de impronta erasmista: ur-gencia de enmendar los hábitos corruptos de la so-ciedad tradicional y viabilidad de implantar una re-novada, genuina cristiandad en el territorio “edéni-co” de las Indias. Vidal Abril Castelló (1992), quienha emprendido la importante tarea de publicar lasactas de ese proceso, establece su convicción de quefray Francisco se nutrió principalmente de las ense-ñanzas del heterodoxo arzobispo Carranza, y añadeque fue utilizado como “chivo expiatorio” de laconjuración virreinal-inquisitorial organizada en elPerú en el último tercio del siglo XVI para erradicarlos focos de disidencia moral y oposición política,sobre todo de dominicos lascasianos.

En general hubo tres clases de publicaciones im-pedidas legalmente de pasar a territorio americano:a) textos de pura imaginación, como novelas de ca-ballerías; b) materiales considerados heréticos ycomprendidos en el Índice expurgatorio del SantoOficio; c) libros de tinte político opuesto a los inte-

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Uno de los primeros textos referidos a la Conquista es laVerdadera relación de la conquista del Perú

(Sevilla, 1534) de Francisco de Xerez.

La literatura sobre la Iglesia colonial fue uno de los temaspredilectos en la producción impresa de la América española.Las órdenes religiosas auspiciaron su impresión y difusión.

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reses de la monarquía castellana. Sin embargo, lapropia reiteración de medidas prohibitivas patenti-za que muchas de esas obras llegaron a nuestro con-tinente, donde inclusive se reimprimían en la clan-destinidad. Un examen minucioso de los registrosaduaneros de la época colonial pone en evidenciaque los ministros de la Inquisición, encargados devigilar la entrada y salida de todo impreso, dejabanllanamente circular a los libros que no estaban con-templados en el Índice, obviando la circunstancia deque estuviesen vedados por otras disposiciones ofi-ciales (Torre Revello 1940).

Así, sucesivos hallazgos documentales realiza-dos en las últimas décadas han destruido la falsaidea de que los siglos de la dominación españolasignificaron para el Perú un período de oscurantis-mo y atraso cultural. Se ha comprobado, por el con-trario, que hubo libros en abundancia, inclusivedesde el tiempo de la conquista. A este propósitoson bastante ilustrativos los inventarios de bibliote-cas particulares, que muestran –con evidentes limi-taciones– las aficiones intelectuales que poseían lossujetos de entonces. Sabemos, por ejemplo, que elfamoso obispo fray Vicente de Valverde (muerto en1541) tenía en su residencia limeña una colecciónbibliográfica de 178 volúmenes, entre los cuales fi-guraban comedias de Terencio, una gramática deNebrija y el Enchiridion militis christiani de Erasmo(Hampe Martínez 1996, cap. 4).

Muy pronto surgió entre los religiosos y los ve-cinos principales la convicción de que era necesarioestablecer en el Perú una universidad, donde los jó-venes nacidos en esta tierra pudieran cursar estu-dios superiores. A comienzos de 1550, cuando el li-cenciado Gasca preparaba su retorno a la metrópo-li, el cabildo limeño dictó instrucciones a sus pro-curadores fray Tomás de San Martín y Jerónimo deAliaga, con el encargo de que solicitasen personal-mente al emperador la creación de un plantel uni-versitario. En la ciudad bávara de Augsburgo, el sa-cerdote dominico logró entrevistarse con Carlos V,manifestándole el deseo de los peruleros de contarcon un establecimiento semejante a la renombradauniversidad de Salamanca.

La respuesta del soberano fue enteramente favo-rable, tal como se desprende de la real cédula libra-da el 12 de mayo de 1551, que ordena instalar en elconvento de Santo Domingo de la Ciudad de los Re-yes un “estudio general” o centro de instrucción su-perior. No está del todo aclarada su existencia du-rante los años siguientes, mas parece que las tareasdocentes empezaron en 1553 y que la carencia de

recursos económicos determinó que el plantel re-gentado por los dominicos llevara una vida lángui-da, sin mayor trascendencia fuera de los muros deese convento. De todas formas, los monjes de la or-den de Predicadores gestionaron la expedición deuna bula papal que confirmase la mencionada fun-dación, y así fue que San Pío V promulgó en julio de1571 unas letras apostólicas que instituyen canóni-camente a la universidad de Lima, decana de las deAmérica meridional.

Fue necesario que entrase en vigor la adminis-tración del virrey Toledo para que dicho estableci-miento se asentara de modo definitivo. El máximodirigente de la colonia decidió quitar la responsabi-lidad conductiva a los padres dominicos y nombróen 1571 como rector al licenciado Fernández de Va-lenzuela, alcalde del crimen de la audiencia; tam-bién mandó cambiar de local a la universidad, ha-ciendo mudarla primero a un terreno contiguo a laiglesia de San Marcelo y después al edificio que ha-bía ocupado la casa de recogimiento de San Juan dePenitencia, frente a la plaza de la Inquisición; ade-más, con el beneplácito de la corona otorgó a la en-tidad una renta de 13 000 pesos anuales. Por fin, el25 de abril de 1577, en la festividad de San Marcos

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Tomás de San Martín (1482-1555), gestor en la creación dela Universidad de San Marcos.

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(patrono de la universidad), reanudó solemnemen-te sus actividades el estudio general de Lima, dota-do de 27 cátedras pertenecientes a las facultades deartes, teología, leyes, cánones y medicina.

El propio Toledo fomentó la dación de otrasmedidas importantes para la colectividad sanmar-quina. Durante su mandato se redactaron las prime-ras constituciones sobre el funcionamiento de dichoorganismo (1571) y se autorizó el privilegio del fue-ro escolástico, por el que el rector obtenía el dere-cho de administrar justicia en todos los pleitos don-de estuvieran involucrados miembros –estudiantes,graduados, catedráticos, funcionarios– de la univer-sidad. Asimismo, en 1588 se brindó la exención detributos a todos los graduados en sus facultades,una prerrogativa similar a la que gozaban en Casti-lla los titulados por la universidad de Salamanca,verdadera alma mater de la cultura en Hispanoamé-rica colonial (Eguiguren 1951).

El florecimiento de la vida universitaria exigióque hubiese locales capaces de hospedar a los estu-diantes de pocos recursos, o a los que venían deprovincias lejanas para completar su formación enla capital del virreinato. Tales establecimientos eranlos colegios mayores, que se distinguen por su com-binación de actividades intelectuales con la contem-plación divina y que representan un semillero de losprincipales dignatarios de aquella época. El prime-ro que funcionó en Lima fue el colegio de San Mar-tín, regentado por la congrega-ción jesuítica, que se inauguróen 1582; empezó con un redu-cido conjunto de becarios ypensionistas, los cuales au-mentaron progresivamente alo largo de las décadas siguien-tes, haciendo de dicho plantelel más importante núcleo deconvivencia de alumnos san-marquinos. Después, en 1592,abrió sus puertas el colegio deSan Felipe y San Marcos (lla-mado vulgarmente ColegioReal), que estuvo a cargo declérigos dependientes del arzo-bispado.

Formaban la base del sistema educativo las es-cuelas de primeras letras que había en las ciudadesespañolas, dirigidas generalmente por miembros dealguna corporación religiosa. Aquí los muchachoscriollos y mestizos eran capacitados para leer y es-cribir, aprendían las oraciones de la liturgia católica,adquirían rudimentos de matemáticas y profundiza-ban en nociones de gramática. De otro lado, la ins-trucción de las niñas era bastante superficial, solo seles enseñaba tejido, costura, bordado, cocina, etc.,con escaso cultivo de las letras.

No se descuidó, al menos oficialmente, la educa-ción de los súbditos nativos. Hubo orden de que entodas las reducciones existiese un centro de adoctri-namiento e instrucción elemental, que debería estarbajo la responsabilidad de los propios curas evange-lizadores. Parece –conforme se desprende de testi-monios quinientistas– que no siempre cumplieronlos sacerdotes con esa obligación, debido a lo cualbrotó la sugerencia de contratar a maestros especia-les. Más aún, don Francisco de Toledo formuló lapropuesta de asentar colegios para hijos de caciquesen Lima y Cuzco, objeto para el cual separó una ren-ta de 1 800 pesos anuales, pero ello no alcanzó a rea-lizarse antes de comenzar la decimosétima centuria.

Según podemos apreciar, es decisiva la tarea quedesarrolló la iglesia como agente de progreso cultu-ral en el virreinato. Fueron los integrantes del cleroquienes, en virtud de su sólida preparación huma-

nística y del relativo descansoque les brindaba su misiónevangelizadora, orientaron elrumbo de la instrucción pú-blica durante esa época (Ba-rreda Laos 1964). Para el en-cauzamiento de vocacionessacerdotales, en concreto, sefundó en 1591 el seminario deSanto Toribio de Lima, im-pulsado por el célebre arzobis-po del mismo nombre.

Las autoridades eclesiásticastampoco permanecieron aje-nas a la campaña tendiente aestablecer en el medio limeñola imprenta, utilísimo inventoque desde hacía varias déca-das existía ya en México. En lacapital azteca, precisamente,fue donde el turinés AntonioRicardo instaló primero susequipos tipográficos, antes de

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Las Constituciones y ordenançasde la universidad (Lima, 1602),

regulaciones destinadas a laUniversidad de San Marcos

en Lima.

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que en 1580 pudiera (salvan-do no pocos escollos burocrá-ticos) trasladar su taller a lametrópoli del Rímac. Al llegara esta ciudad recibió una fa-vorable acogida de parte delcabildo, de la universidad, y,sobre todo, de los padres de laCompañía de Jesús, quienespermitieron a Ricardo instalarsus prensas en el colegio deSan Pablo. Las reuniones deltercer concilio limense, enque se acordó publicar el ca-tecismo trilingüe elaboradopara los doctrineros de in-dios, dieron origen al primi-genio trabajo de dicho impre-sor, a pesar de que no habíaautorización de la corona pa-ra editar libros en el país.

Lo cierto es que, acogién-dose a una real cédula envia-da desde la corte, la audienciagobernadora mandó el 14 dejulio de 1584 que se imprimiera en Lima, por Anto-nio Ricardo, la Pragmática sobre los diez días del año,que dispone la observación del nuevo calendariogregoriano. Esta pragmática, el más antiguo textoimpreso en América del Sur, apareció en un simplefolleto de cuatro páginas en folio. Pero en seguidacontinuó Ricardo elaborando las planchas de laDoctrina christiana y catecismo para instrucción delos indios, en castellano, quechua y aimara, que sig-nifica el primer libro editado en esta parte del he-misferio. La provisión respectiva, ordenando publi-car dicha obra, fue dictada por la audiencia el 13 deagosto del mismo año 84 (Miró Quesada 1976).

Quienes merecen ser considerados los primerosescritores del Perú colonial son los cronistas, hom-bres originarios de la península, de muy disímil for-mación cultural, que describieron los principalesacontecimientos de la jornada conquistadora, exa-minaron la naturaleza americana y recogieron testi-monio sobre la derruida civilización prehispánica.Su valioso aporte ha sido bien analizado por RaúlPorras Barrenechea (1986), quien establece una cla-sificación en tres grupos fundamentales: los cronis-tas tempranos, que vivieron el descubrimiento y laconquista; los de las guerras civiles del siglo XVI ylos que estudian el incario, que son –de acuerdo asu ubicación cronológica– pretoledanos, toledanos

o postoledanos. A ellos pue-den sumarse los grandes cro-nistas de Indias, que escribie-ron en torno a la realidad pe-ruana sin haber estado nuncaen esta tierra, y los narrado-res autóctonos.

En cuanto a las crónicasmás tempranas, anotaremosque ellas se distinguen por sulenguaje parco y rudo, por laimpresión de sus noticias,por su escasa atención al me-dio geográfico. Responden atales características las obrasde soldados como el capitán

Cristóbal de Mena y el secretario pizarrista Francis-co de Jerez, quien escribió la Verdadera relación de laconquista de Nueva Castilla. Por su parte, el pícarocaballero don Alonso Enríquez de Guzmán, mili-tante del bando almagrista, dio a publicidad las me-morias de su actuación en el Perú –que bien puedenincluirse dentro del género cronístico– y, ya en ladécada de 1570, acabaron sus relatos sobre la con-quista los veteranos encomenderos Pedro Pizarro yDiego de Trujillo, que habían presenciado la captu-ra del inca.

Crece la riqueza informativa de las crónicas alpromediar la centuria quinientista, cuando apare-cen escritores que, al mismo tiempo que narran losepisodios de las guerras civiles de los conquistado-res, indagan respecto a la evolución de la sociedadaborigen y aspiran a realizar obras de mayor fideli-dad histórica. En esta fase ubicamos al vallisoletanoAgustín de Zárate, burócrata de la cultura humanís-tica, que redactó una compendiosa Historia, tradu-cida a varios idiomas (Pease 1995). También hayque mencionar los textos del soldado Alonso Borre-gán, del palentino Diego Fernández (que sufrió enCastilla la censura reprobatoria) y de Gutiérrez deSanta Clara, minucioso narrador de origen mexica-no. Con todo, destaca aquí en primerísimo planoPedro de Cieza de León, extremeño, con justicia lla-

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Página interior del Tercerocathecismo y exposición de ladoctrina cristiana (Lima, 1585).Éste fue uno de los primeros textosimpresos por Antonio Ricardo,natural de Turín. En 1584 lanzó laPragmática sobre los diez días delaño que es considerado el primerlibro impreso en América del Sur.

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mado “el príncipe de los cronistas”, que compuso lavasta Crónica del Perú en cuatro partes: marco geo-gráfico, vida incaica, historia del descubrimiento yconquista e historia de las guerras civiles (León1973).

En siguiente término vienen los autores dedica-dos al estudio del incario, el cual observaron no só-lo bajo el enfoque político, sino también en sus as-pectos económicos, sociales y religiosos. Suelenadoptar frente a ese fenómeno una posición extre-mista, ya sea alabando el bienestar ciudadano quehubo en el Tahuantinsuyo o bien demostrando elrégimen tiránico e inicuo de los soberanos cuzque-ños... Hemos de incluir dentro de este conjunto aJuan de Betanzos y al padre cuzqueño Cristóbal deMolina, buenos dominadores del quechua; a Polode Ondegardo y Sarmiento de Gamboa, que respe-tan la versión toledana sobre los incas; al jesuita Jo-sé de Acosta, apodado “el Plinio del Nuevo Mun-do”, excelente investigador de la naturaleza ameri-cana; a los tardíos historiadores del gobierno incai-co que son Cabello Balboa y el mercedario Martínde Murúa.

Otra manera de aproximación a la realidad pe-ruana está constituida por los análisis de lenguas in-dígenas, tarea en la que se ocuparon especialmenteministros de la religión católica, que estaban empe-ñados en desarrollar una profi-cua evangelización entre los nati-vos. Sobresale nítidamente el es-fuerzo de fray Domingo de SantoTomás, dominico ya antes men-cionado, quien en 1560 dio a luzen Valladolid una Gramática oarte y un Lexicón o vocabulariodel quechua, llamado “lengua ge-neral” del país. Aunque con cier-tas deficiencias, ambos trabajosinician realmente los estudiosquechuistas. Después fue conti-nuada esta labor por los sacerdo-tes (en su mayoría jesuitas) queprepararon el catecismo, confe-sionario y sermonario del IIIConcilio y por los maestros queregentaron las cátedras de idio-mas vernáculos en la universidady catedral de Lima.

La poesía, manifestación espi-ritual de larga trayectoria en lacivilización hispana, se encuen-tra desde los inicios del período

colonial. Hay soldados de la conquista que en ver-sos burdos, anónimos, recitan las hazañas de Piza-rro y Almagro. Posteriormente se halla una primerageneración de poetas cortesanos, que podemosidentificar con los vates elogiados por Cervantes ensu Canto de Calíope (1585); si bien sus produccio-nes no son enteramente conocidas, no hay que pa-sar por alto las figuras de Enrique Garcés –lusitano,traductor de Petrarca–, Pedro de Montesdoca, San-cho de Ribera, Juan Dávalos de Ribera, Alonso deEstrada, etc. En las postrimerías del quinientos apa-rece una segunda generación de versificadores cor-tesanos, los cuales se reúnen en la misteriosa Aca-demia Antártica de Lima y son celebrados en el“Discurso en loor de la poesía” (anónimo, 1608).Varios de ellos poseen relevantes obras, tanto enprosa como en verso: Diego de Aguilar y Córdova,autor de El Marañón; Miguel Cabello Balboa, el dela Miscelánea antártica; Pedro de Oña, el del Araucodomado; Diego Dávalos y Figueroa, el de la Miscelá-nea austral; Diego Mexía de Fernangil, el del Parna-so antártico y fray Diego de la Hojeda, el de La Cris-tiada, entre los más importantes (cf. Sánchez 1974;Tauro 1948).

Además, consta que se representaron piezas dra-máticas durante el siglo XVI. La afición al arte deTalía está confirmada mediante papeles que regis-

tran los acuerdos suscritos pordirigentes municipales con di-versas compañías de teatro, queexponían creaciones de Rueda,Lope y otros dramaturgos (Loh-mann Villena 1945).

Un nuevo tipo de pintura,animado por la escuela renacen-tista tardía, se genera en el vi-rreinato desde 1575 con la suce-siva llegada de artistas oriundosde la península itálica; primeroarriba el hermano BernardoBitti, de la Compañía de Jesús,luego el romano Mateo Pérez deAlesio, y, finalmente, casi a laentrada del seiscientos, el napo-litano Angelino Medoro. Puedeconsiderarse a Bitti como el fun-dador del género pictórico occi-dental en nuestro país. Ha deja-do cuadros de la Virgen de laCandelaria, de la Virgen de la Oy un par de coronaciones de laVirgen, que todavía pueden ad-

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Portada de la Primera y segunda partede la historia del Perú (Sevilla, 1571)

por Diego Fernández.

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mirarse en la iglesia limeña de San Pedro y en LaMerced del Cuzco. Conforme es sabido, los histo-riadores del arte distinguen en el Perú dos focos deactividad pictórica: la escuela limeña, de sabor aca-démico, cercano al gusto europeo, y la escuela cuz-queña, influida originalmente por moldes flamen-cos, pero emancipada después en virtud de la ins-piración de artistas nativos.

La escultura, igual que las demás artes, giró pre-ferentemente alrededor de motivos religiosos, utili-zando casi siempre la madera. Pocos escultores so-bresalientes pueden indicarse con respecto al XVI.De todas formas, mencionaremos al indio FranciscoTitu Yupanqui, quien en 1582 esculpió la Virgen deCopacabana, existente en el santuario de este nom-bre (a orillas del lago Titicaca), y añadiremos la se-mianónima labor de artífices reunidos en talleres,que dieron forma a grandes retablos, estatuas enbulto, sillerías de coro, cajonerías, púlpitos y otraspiezas destinadas a adornar las numerosas iglesiasque se construían entonces.

Al tratar sobre la vida en las ciudades españolas,ya hemos anotado los rasgos que tipifican la evolu-ción arquitectónica quinientista, debido a lo cualaquí sólo resta ofrecer los nombres de algunos dise-ñadores notables. Alonso Beltrán, por ejemplo, tra-zó los planos de una gran catedral para la metrópo-li del Rímac, pero su fabuloso proyecto fue abando-

nado por la escasez de recursos; Esteban de Amayaideó el primer templo de San Agustín de esta capi-tal; Gaspar Báez construyó el hospital limense deSanta Ana. Y destaca sobre todo el extremeño Fran-cisco Becerra, maestro llegado en 1582 al territorioperuano, donde creó la forma definitiva –en sobrioestilo renacentista– de la catedral de Lima (Wethey1949).

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Retrato deGarcía Hurtadode Mendoza,virrey del Perú,quienpreviamente sedesempeñó comogobernador deChile; tomadode la Históricarelación delreyno de Chile(Roma, 1646)de Alonso deOvalle.

XIILOS VIAJES DE EXPANSIÓN GEOGRÁFICA Y POLÍTICA

El gobierno virreinal de Lima tuvo la responsa-bilidad de ampliar, en los contornos del Perú, el te-rritorio sujeto al dominio castellano. Los viajes deexpansión política realizados durante el siglo XVIsiguen básicamente tres orientaciones geográficasque detallaremos en seguida. La ciudad de Quito yla cuenca del Amazonas representan un eje de pene-tración; Cuzco, el Alto Perú y la cuenca del Plataconstituyen otro foco importante; el puerto del Ca-llao y la inmensa superficie del océano Pacífico for-man, por añadidura, la tercera dirección de empre-sas colonizadoras.

Ya doblegada la soberanía de los incas, el capitánSebastián de Benalcázar marchó hacia la región qui-teña en los primeros meses de 1534, acompañadode 230 hombres de guerra. Al internarse en esta co-marca topó con la resistencia de Rumiñahui, gene-ral atahualpista que se había congregado allí con va-rios miles de guerreros, pero la alianza de los indioscañaris con los peninsulares resultó providencialpara que éstos lograsen vencer en la batalla de Tio-cajas. Entonces pudo avanzar el capitán Benalcázarcon dirección norteña, fundando provisionalmenteun pueblo en Riobamba (Santiago de Quito), en

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agosto de 1534, y después de reunirse con las tropasencabezadas por Diego de Almagro decidió hacer lafundación definitiva de una ciudad –nombrada SanFrancisco de Quito– sobre las ruinas de una viejaurbe incaica, poblada inicialmente de más de dos-cientos vecinos. Su autoridad se consolidó en la re-gión al efectuar la captura y ahorcamiento del cau-dillo Rumiñahui.

De Quito partió una expedición, comandada porPedro de Puelles, con la tarea de explorar el litoraldel Pacífico a la altura de la línea ecuatorial. Así fueque se levantó, tal vez en noviembre de 1534, la po-blación de San Gregorio de Puerto Viejo, en la zonade la Culata. Pero ocurrió que Puelles tuvo rocescon otro explorador, Francisco Pacheco, el cual sa-lió de la jurisdicción piurana con el objetivo de re-correr ese mismo tramo de la costa. A fin de resol-ver la disputa, el marqués Pizarro libró comisión enfavor del capitán Gonzalo de Olmos para que reali-zase el asentamiento definitivo del pueblo, hoy lla-mado Portoviejo.

En la propia región de la Culata, aunque bastan-tes kilómetros más al sur, se erigió el núcleo urbanode Santiago de Guayaquil. Debido a la hostilidad delos indios huancavilcas y de los naturales de la islaPuná (caracterizados desde antiguo por su espíritubelicoso), no resultó tarea sencilla emplazar dichocentro. Benalcázar fue el primero, en 1535, que or-ganizó en la desembocadura del Daule una ceremo-nia fundacional; posteriormente (1536), tras un fe-roz ataque de los nativos, cumplió allí Hernando de

Zaera otro acto similar. Sin embargo, le tocaría al hi-dalgo extremeño Francisco de Orellana ser el autén-tico establecedor del gobierno hispano en Guaya-quil (1537), sitio donde asumió el cargo de tenien-te de gobernador.

Reza una difundida leyenda que al oriente deQuito existían unas tierras riquísimas en oro yabundantes de canela: ellas eran, por cierto, el Do-rado y la Canela. Uno de los intentos más firmespor conquistar ese lugar tan promisorio fue el queorganizó el capitán Gonzalo Díaz de Pineda, vecinoquiteño, quien juntó al efecto 75 peones, 45 jinetesy 10 arcabuceros. En compañía de éstos salió a fina-les de 1538 con rumbo a su fantástico destino, peroluego de varios meses de andanzas sólo consiguie-ron hallar unos cuantos árboles canelos (ishpingos)y, en consecuencia, regresaron a su punto de origendefraudados, con las manos prácticamente vacías.

Con todo, no decayó entre los peruleros la in-quietud por conocer el afamado país de la Canela.En su anhelo de reunir un cuantioso patrimonio,tanto para su beneficio personal como para incre-mentar las rentas de la corona, Francisco Pizarrootorgó la investidura de gobernador de Quito –quenunca fue reconocida por la metrópoli– a su herma-no menor Gonzalo y, junto con esto, financió la em-presa en el Perú y le confió la misión de colonizar laparte selvática del actual Ecuador. Gonzalo Pizarrogastó una considerable suma de pesos en alistar lajornada y arribó a la capital de su presunta goberna-ción en diciembre de 1540; nombró como lugarte-niente suyo a Francisco de Orellana, encargándolerecoger soldados y pertrechos en la provincia deGuayaquil. Secundado por 230 españoles, más nu-merosos caballos y perros de guerra, el caudilloprincipió su aventura internándose en la comarcade Quijos.

Los soldados marcharon a través de montes y es-pesa vegetación hasta llegar al río Coca, que ellosdenominaron de Santa Ana. Para facilitar su avancea lo largo de esta corriente construyeron el bergan-tín “San Pedro”, que se puso bajo el mando de Ore-llana. En medio de condiciones extremadamenteadversas prosiguieron la ruta fluvial, tratando devencer el hambre y la exuberancia arbórea. Cuandoel descontento de la tropa pareció que iba a estallaren motín, el arrojado lugarteniente expuso una fór-mula conciliadora al capitán general: solicitó tomarel bergantín, durante doce días, para navegar ríoabajo en busca de comida, mientras el grueso de lahueste permanecería aguardando el fruto de su la-bor. Abandonó el campamento en la Navidad de

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El descubrimientode nuevos lugaresricos en metalesatrajo a losespañoles, quienesse lanzaron en subúsqueda pordistintasdirecciones.Frontispicio de laSuma deGeographía(Sevilla, 1519) deMartín Fernándezde Enciso.

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1541, y como el plazo fijado trascurrió lar-gamente sin que hubiese noticia sobre eldestino de Orellana, el resto de los expedi-cionarios –los pocos que sobrevivieron a ladureza del viaje– decidió regresar con Gon-zalo Pizarro a la ciudad de Quito.

Sucedió en el ínterin que Orellana y sus58 acompañantes gozaron la fortuna de ex-perimentar un acontecimiento harto ventu-roso. De éste ha quedado testimonio mer-ced a la crónica de uno de los participantesen el viaje, el dominico fray Gaspar de Car-vajal. Así podemos enterarnos de que losnavegantes bajaron todo el Coca y todo elNapo hasta desembocar en 12 de febrero de1542 en el gran río llamado (a continua-ción veremos por qué) de las Amazonas.Hecho tan notable descubrimiento, fabrica-ron un segundo bergantín y tomaron elacuerdo de brindar a su jefe el título de ca-pitán general, dándole independencia res-pecto de cualquier autoridad perulera (cf.Chaumeil y Frasse-Chaumeil 1981).

Continuando la travesía por el río gran-de, los emancipados hubieron de repeler elhostigamiento de los omaguas primero y,más tarde, el de las amazonas. Éstas eranunas bravas mujeres –altas, de tez blanca yde larga cabellera, según refieren las cróni-cas– que vivían en comunidades exclusiva-mente femeninas, dominando un impor-tante sector del centro de la Amazoníabrasileña. Por fin, en agosto del año 42salió Orellana a las aguas del océanoAtlántico y, sin pérdida de tiempo, seencaminó a la metrópoli para entrevis-tarse con los supremos consejeros deIndias, a quienes solicitó permiso paraformar una armada y volver a la coloni-zación de esta atrayente región selváti-ca. Obtuvo en efecto la investidura degobernador de Nueva Andalucía, perofalleció a poco de pisar nuevamentesuelo americano.

Entre las jornadas de conquista queimpulsó el presidente Gasca cabe men-cionar la encomendada al capitán Alon-so de Mercadillo, que se dirigió tierraadentro de Loja. Durante su trayectoencontró a Hernando de Benavente ysus subordinados, que regresaban des-baratados de la expedición de Macas.

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Francisco de Orellana, descubridor del río Amazonas en 1542, en unapunte de Germán Suárez Vértiz.

Una vista del río Amazonas, Loreto.

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Ambas huestes juntas arribaron sin muchas compli-caciones al valle de Yaquiraca, donde en 1549 sefundó la ciudad de Zamora; alrededor suyo habíauna comarca rica en miel y tabaco, poblada por in-dios pacíficos.

Años después, en julio de 1557, partieron igual-mente de Loja las tropas del vallisoletano Juan deSalinas Loyola, quien había obtenido del marquésde Cañete el nombramiento de gobernador de Ya-huarzongo. El conjunto de 250 soldados marchócon rumbo sudoriental, traspasando así la cordille-ra del Cóndor, y luego se internó en los nacimien-tos de la cuenca amazónica, donde moraban los be-licosos paltas. Salinas Loyola desarrolló en esta re-gión una meritoria tarea civilizadora, levantandosucesivamente los pueblos de Valladolid, Loyola,Santiago de las Montañas y Santa María de Nieva,en los cuales instaló guarniciones (de unos treintaindividuos cada una de ellas) a fin de proteger suavance. Escogió como centro de operaciones elmencionado pueblo de Santiago, erigido a orillasdel río de idéntico nombre. Aquí se apresuró en for-mar una escuadrilla de canoas para realizar una na-vegación fluvial de largo aliento.

Llevando consigo a 54 hombres, los más robus-tos de su hueste, el jefe militar dejó aquel reductoen agosto de 1558. Descendió por el río Santiagohasta entrar en el caudaloso Marañón y siguió elcurso de esta corriente, salvando obstáculos tangraves como el pongo de Manseriche, que nuncaantes habían vadeado otros exploradores ibéricos.Tuvo la dicha de ubicar el Ucayali el 29 de setiem-bre del año referido. Con extraordinaria valentíaemprendió el remonte de este inmenso río, aleján-dose quizá hasta trescientas leguas de su punto deorigen, y en vista de no haber encontrado recursoscodiciables, los viajeros optaron por tomar el cami-no de regreso. Como retribución a su obra, SalinasLoyola fue premiado en la corte con el título de ade-lantado y el oficio perpetuo de gobernador de Ya-huarzongo (Busto Duthurburu 1978).

Si en la parte ecuatorial hubo muchas jornadascolonizadoras estimuladas por la imagen de un ma-ravilloso Dorado, tampoco escasearon los viajes deexpansión en torno al Alto Perú motivados por elideal de gozar una tierra ubérrima. Hacia comienzosde 1538 el griego Pedro de Candia, uno de los Tre-ce del Gallo, armó en el Cuzco un grupo de tres-cientos soldados con la mira de llegar al presunta-mente rico país de Ambaya. Penetró más de treintaleguas al este de la ciudad imperial, dejando atrás elvalle de Avisca y otros lugares de plantación coque-

ra, pero no logró ubicar cosas más atractivas que in-dios flecheros, vegetación tupida y escasez de ali-mentos, por lo cual determinó junto con sus capita-nes volver a través de la meseta del Collao. Se ano-ta como hecho remarcable que en esta acción no pe-reció ni un solo hombre.

En junio del mismo año 38, Pizarro ordenó alcapitán leonés Peranzúrez de Camporredondo en-trar en el territorio de los chunchos; aunque su ob-jetivo era similar al de Candia, diremos que esta en-trada no resultó más agraciada que la precedente.Los expedicionarios partieron de la zona de Caraba-ya, dotados de buen número de caballos e indios au-xiliares, con los que se dirigieron a la ceja de mon-taña. Refiérese, desde el punto de vista geográfico,que su mayor éxito fue el descubrimiento del ríoBeni, que surca el actual territorio boliviano. Locierto es que tuvieron muchas refriegas con aboríge-nes enemigos, y cuando finalmente aparecieron deregreso en la provincia cuzqueña, el saldo negativode la empresa se contabilizó en más de 140 españo-les y 4 000 aliados muertos.

Tras su victoria en la batalla de Salinas, Hernan-do Pizarro salió a recorrer la planicie collavina.Avanzando continuamente en dirección sudeste,llegó al fértil valle de Cochabamba. Los soldadospeninsulares que dejó aquí bajo la conducción de suhermano Gonzalo sufrieron un cerco impuesto pormillares de guerreros comarcanos, pero la situaciónlogró decidirse ulteriormente a favor de los Pizarrogracias al arribo de refuerzos encabalgados. En unainspección somera del territorio de Charcas se ob-servó que era rico en yacimientos argentíferos, mo-tivo por el cual el gobernador de Nueva Castilla co-misionó a Peranzúrez de Camporredondo (quienvolvía de su frustrada expedición de los chunchos)a que erigiese un centro poblado en dicha región;así surgió, en 1539, la villa de La Plata en la quebra-da de Chuquisaca (Barnadas 1973).

La antigua capital del Tahuantinsuyo significóasimismo punto de arranque para la definitiva en-trada de conquista de Chile. Por determinación delmarqués Pizarro, se mancomunó la jefatura de lahueste entre Pedro de Valdivia y el escribano PedroSancho de la Hoz, que había recibido autorizaciónen la metrópoli para colonizar el extremo austral delcontinente americano. En la disputa que surgió en-tre ambos jefes llevó la victoria el famoso caudilloextremeño, y de esta manera consiguió posesionar-se sucesivamente de los valles de Copiapó, Aconca-gua y Mapocho. En esta última localidad asentó, el12 de febrero de 1541, la ciudad de Santiago de Chi-

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le, donde dio riendasuelta a su afán de li-brarse de la dependen-cia del Perú; contandocon el apoyo de los ve-cinos fundadores, to-mó el cargo de gober-nador de Nueva Extre-madura, que años mástarde le sería confir-mado por Gasca.

Una de las fabula-ciones que circuló conmayor intensidad enaquella época hablabadel formidable reinode los Césares, tierrade hombres blancosque se ubicaría entreChile y la cuenca delPlata. En mayo de1543, habiendo reca-bado permiso del li-cenciado Vaca de Cas-tro, salió el capitánburgalés Diego de Ro-jas con la intención deexplotar ese idílicoparaje; alistó su viajeen el Cuzco, forman-do para ello una sociedad de bienes con Felipe Gu-tiérrez y Nicolás de Heredia. Los aventureros pasa-ron de largo la jurisdicción de Charcas, inspeccio-naron la provincia de Tucumán y se internaron encomarcas habitadas por los diaguitas y juríes, tribusque solían emplear flechas envenenadas para com-batir. En cierta guasábara uno de tales proyectileshirió precisamente a Diego de Rojas en la pierna,causando al cabo de breve tiempo su muerte.

Francisco de Mendoza fue quien asumió en se-guida el mando de las tropas, con las que avanzóhacia la banda oriental, cruzando pueblos de los co-mechingones. A estas alturas el ejército constituíaun hervidero de pasiones, pues cundía el desalientodebido a la pobreza del botín obtenido. En medio detal ambiente decidió Mendoza marchar con sus fie-les hasta las orillas del río de La Plata, en 1545,mientras el resto de la hueste permanecía en un si-tio llamado Malaventura. Habiendo serias discre-pancias con relación al futuro de la jornada, los se-guidores de Nicolás de Heredia optaron por la víamás expeditiva, asesinar al jefe que entonces man-

daba. A continuaciónregresaron por el mis-mo camino que ha-bían andado, de for-ma que ingresaron aCharcas cuando esta-ba en su mayor augeel levantamiento deGonzalo Pizarro y lu-charon en la batallade Pocona, en la queHeredia fue derrotadoy luego decapitadopor orden del maestrede campo Carbajal.

Posteriormente,dentro de la serie deviajes que Gasca fo-

mentó para “desaguar” el virreinato, se llevó a cabola entrada de Juan Núñez de Prado al Tucumán. Di-cho sujeto partió del asiento de Potosí, donde eraalcalde de Minas, con setenta soldados y llegó a fun-dar en el sur la ciudad del Barco (1550). Sin embar-go, su obra se frustró por el ataque de los militaresprovenientes de Chile –dirigidos por Francisco deVillagra– que trataron de sujetar esa comarca a sugobierno, dando así origen a constantes fricciones(cf. Zorraquín Becú 1984).

Además, inquietó el ánimo de los peruleros lapresunta existencia de un país riquísimo en el cen-tro de la selva, que era nombrado el Gran Paititi. Unvecino prominente del Cuzco, el salmantino JuanÁlvarez Maldonado, se dejó seducir a tal punto poresta ilusión que montó en 1567 una expedición di-rigida al levante de los Andes, contando con el be-neplácito del gobernador García de Castro. Internó-se en la comarca de Opatari hasta descubrir el to-rrentoso río Tono (llamado ahora Madre de Dios),en cuyas riberas levantó inclusive una población.Aquí encargó a su lugarteniente Manuel Martín de

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Mapa de Sudamérica porPaolo Forlani, titulado LaDescrittione di Tutto ilPerv (Venecia, ca. 1564-1572). Éste es el primermapa en el que se puedeapreciar con gran detalleel interior de Sudamérica.

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Escobar que hiciera una inspección a lo largo de lacorriente fluvial, pero tanto dicho comisionado co-mo la mayoría de sus compañeros perdieron la vidaen la navegación a causa de la belicosidad de los na-tivos. Al fin, decepcionados por la miseria de esatierra, Álvarez Maldonado volvió a su lugar de par-tida, habiéndose satisfecho con extender el horizon-te geográfico de los ibéricos.

En una importante contribución, José MaríaGarcía Recio (1988) ha analizado el desarrollo delas colectividades urbanas de la gobernación de San-ta Cruz de la Sierra, emplazadas en los llanos orien-tales de los Andes, a partir de 1561 (año de la fun-dación de la ciudad de Santa Cruz, cerca del ríonombrado de San Miguel). En primera instancia, elnúcleo cruceño fue concebido como un lugar de pa-so en el camino a esas tierras colmadas de míticas ri-quezas, identificadas con el Dorado o el Paititi. Mástarde, en la etapa de “madurez” del virreinato, pri-mó en Santa Cruz el rol de enclave militar, destina-do a asegurar la paz necesaria para el funcionamien-to del sistema productivo –minero y agropecuario–del Alto Perú. Las amenazas que debía repeler esteenclave militar eran dobles: los ataques de las insu-misas comunidades de chiriguanos y yuracarés, porun lado, y las incursiones de los bandeirantes paulis-tas, por el otro.

Tal condición de “frontera” motivó que en eseterritorio las actividades bélicas fueran revestidas deuna importancia excepcional, válida para la forma-ción y consolidación de los estamentos sociales. Lahistoria cruceña puede componerse en gran medidaasí con las entradas descubridoras de nuevas tierras,las expediciones guerreras contra los enemigos delrégimen español y las violentas malocas o correríashechas para reclutar trabajadores indígenas. En San-ta Cruz de la Sierra (zona marginal y pobre) la ins-titución de la encomienda perpetuó sus caracteresprimitivos de la fase de la conquista, vale decir, conprimacía del servicio personal y ausencia de tasa ysalario para los indios. A fin de obtener ingresos su-plementarios, muchos de los encomenderos opta-ron por “vender” los tributarios de sus repartimien-tos a dueños de haciendas o minas de la rica provin-cia de Charcas.

Así, pues, tanto su ubicación geográfica relativa-mente periférica como su insignificante participa-ción en los circuitos comerciales de Hispanoaméri-ca determinaron que los colonos de la región cru-ceña permaneciesen en una situación de marginali-dad y aislamiento a lo largo del período virreinal.Sin embargo, esta misma situación se tradujo en al-

gunas ventajas para los colonizadores del orienteboliviano, ya que la metrópoli se mostró dispuestaa claudicar en el control de ciertos aspectos de lavida social a cambio de que la población de SantaCruz ejerciera efectivamente su papel de conten-ción frente a los ataques de chiriguanos y de inva-sores brasileños. Es por dicha razón que puedenobservarse allí algunos rasgos de acentuada relaja-ción ética, como la profusión de amancebamientosy adulterios, la supervivencia de la esclavitud indí-gena y el ejercicio de una violencia casi sin límites.

Las inmediaciones de Santa Cruz de la Sierra,por cierto, representaron materia de preocupaciónpara las autoridades virreinales debido al continuoacoso de los indios rebeldes. Tratando de poblar es-ta zona fronteriza, Francisco de Hinojosa realizó en1582 la entrada de Mojos. En virtud de las noticiasrecogidas por él se facilitó grandemente la expedi-ción que dirigiera más tarde Lorenzo Suárez de Fi-gueroa; notable fue su acción civilizadora en las tie-rras de los chiquitos, pues alzó varias poblacionesde trazo hispánico. Destaca especialmente San Lo-renzo de la Barranca, fundada en 1590, que gozó delarga pervivencia (Renard de Casevitz 1981).

Otro eje geográfico que interesó en aquel tiempofue el enorme mar del Sur, cuya exploración sirviópara redondear la imagen científica de nuestro orbe.La más importante empresa oceánica que surgió enel XVI del puerto del Callao fue la que García deCastro confió a un sobrino suyo, Álvaro de Menda-ña, quien llegó hasta el remoto archipiélago de Salo-món, vecino de Nueva Guinea. Componían la tripu-lación unos 120 hombres, embarcados en dos naves,que se hicieron a la vela en noviembre de 1567; po-demos distinguir entre ellos al capitán Pedro Sar-miento de Gamboa y el piloto Hernán Gallego, porser buenos conocedores del Pacífico. Al cabo de unpar de meses de navegación, hallándose a 6Þ de la-titud sur, descubrieron el mencionado conjunto deislas, a las que bautizaron con los nombres de Jesús,Isabela, Ramos y Guadalcanal, entre otros. No en-contraron en Melanesia ni oro ni plata ni bienes pre-ciosos, salvo productos sencillos como pimienta onuez moscada, y cuando se percataron de que susprovisiones eran demasiado exiguas determinaronefectuar el tornaviaje a las costas de América.

Luego de descubierto el estrecho de Magallanes,la metrópoli promovió varios ensayos de coloniza-ción en ese lugar estratégico, los cuales deberíanservir para impedir la entrada de enemigos a las co-lonias del Nuevo Mundo. Cabe señalar la expedi-ción que condujo, entre 1557 y 1558, el experto

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marino Juan Ladrillero (salido de Chile) y, sobre to-do, la breve subsistencia de que gozaron el fuerte deSan Felipe y el pueblo de Nombre de Jesús, que en1548 instaló a orillas del estrecho nuestro conocidoSarmiento de Gamboa. La mayoría de sus habitan-tes, sin embargo, se extinguió a causa del hambre,los rigores del clima o la enemistad de los indios.

El conjunto de viajes expansionistas –importan-tes tanto para la geografía como para la política–

que hemos reseñado aquí podría muy bien comple-mentarse con una extensa lista de jornadas de colo-nización fallidas, vale decir, con intentos que, aunmereciendo la mayoría de veces el reconocimientooficial, quedaron truncos por falta de espíritu aven-turero o carencia de incentivos materiales. De todasformas, es ciertamente notable el progreso que dis-frutó el conocimiento humano gracias a la bonanzaespañola del siglo de oro.

XIIIEL PERÚ DENTRO DEL IMPERIO ESPAÑOL

En 1532, cuando se produce el encuentro deci-sivo en la plaza de Cajamarca, los dominios espa-ñoles eran parte del vasto imperio gobernado porCarlos V. A este príncipe de la dinastía de Habsbur-go, ciertamente el más importante monarca euro-peo del quinientos, le tocó en suerte heredar diver-sos señoríos: de su padre Feli-pe el Hermoso obtuvo los Paí-ses Bajos y de su madre Juanala Loca, nacida en el matri-monio de los Reyes Católicos,recibió las coronas de Castillay Aragón. Hay que tener encuenta que la monarquía ara-gonesa comprendía los terri-torios de Nápoles, Sicilia yCerdeña; mientras que el ám-bito castellano se había am-pliado recientemente con laincorporación del reino deNavarra y de las inmensas tie-rras descubiertas en Indias.Además, luego de la muertede su abuelo Maximiliano I,el joven soberano fue elegido

para sucederlo en el sacro imperio romano-germá-nico, que englobaba una variedad de pueblos dehabla alemana e italiana.

Para administrar un conjunto territorial tangrande y disperso, Carlos V debió respetar las leyesy prerrogativas tradicionales de cada unidad políti-

ca, de manera que no aplicóun criterio uniforme para elgobierno de todos sus domi-nios. A causa de su propia ex-tensión, el imperio carolinohubo de soportar en el ViejoMundo el constante hostiga-miento de potencias adversa-rias. Francia ejerció la hostili-dad como un virtual mecanis-mo de defensa, a fin de sobre-vivir bajo la forma de estadoautónomo, pues estaba rodea-da de países sujetos al empera-dor; en los confines meridio-nales y orientales de Europaexistió la permanente amena-za del sultán turco Solimán elMagnífico; muchos príncipesgermanos, deseosos de romperla hegemonía de la casa deAustria, le volvieron las espal-das adoptando el luteranismo;y también hubo oposición devarias dinastías italianas.

Las ciudades americanas queconformaban el imperio español en

el frontispicio del GazophilativmRegivm Perubicvm

(Madrid, 1647) de Gaspar deEscalona.

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De otro lado, los años de reinado del César sig-nificaban una etapa fundamental dentro de la em-presa colonizadora del Nuevo Mundo, pues enton-ces se sojuzgaron las civilizaciones indígenas másdesarrolladas, como la azteca, la maya, la chibcha yla inca. Estos logros supusieron una formidable am-pliación del territorio subordinado a Castilla y unanotable entrada de metales preciosos, amén de unconocimiento geográfico más profundo. Los carga-mentos de oro y plata de la real hacienda –valoriza-dos en unos 62 700 000 pesos hasta el final del si-glo XVI, conforme a las estimaciones clásicas de Ha-milton (1975: 47)– nutrieron con gran vigor las ar-cas fiscales, pero bastante cantidad de ese tesoro sedestinó a operaciones financieras allende los Piri-neos, sin generar en la economía ibérica la repercu-sión favorable que cabría presumir.

Tal inyección de dinero produjo la expansión dela demanda en el mercado castellano. Como res-puesta a este fenómeno, tuvo lugar un inusitado de-sarrollo productivo dentro del país, orientado a sa-tisfacer los requerimientos de la población. Mas no

tardaron en manifestarse signos desfavorables a di-cho crecimiento, dado que la organización produc-tiva interna no estaba capacitada para mantener unritmo intenso de trabajo ni para competir en precioscon los artículos manufacturados en otras nacioneseuropeas; por consiguiente, hubo necesidad de im-portar casi toda clase de bienes, lo que suscitó unainevitable traslación de capitales ibéricos al extran-jero. De ahí se originó una vertiginosa inflación –ladenominada “revolución de los precios”– que afec-tó especialmente a quienes vivían de ingresos fijos yrentas pequeñas (cf. Pieper 1987).

A pesar de la magnífica situación alcanzada porCastilla en el esquema de las potencias mundiales,en su base estructural se mantuvieron prácticamen-te inalterados los viejos órdenes económicos y so-ciales heredados de la reconquista. En la centuriaque estudiamos, las actividades mercantiles e indus-triales apenas estaban desarrolladas en la península:la gran mayoría de los habitantes vivía en el campo,bien fuese como dueños, arrendatarios o trabajado-res de parcelas, puesto que la tierra constituía lafuente de riquezas por excelencia. Aún permanecíavigente el prejuicio contra los que ejercían el co-mercio o trabajos manuales, debido a lo cual era co-rriente que los mercaderes que lograban hacer for-tuna se dedicasen a invertir dinero en la tierra, con-ducta que representaba el primer paso para ascen-der el estamento aristocrático. Los hidalgos disfru-taban de exención de impuestos, y todo el peso delas cargas tributarias recaía sobre los humildes ple-beyos (pecheros), que se desempeñaban como la-bradores, artesanos u obreros.

Desde la perspectiva intelectual, esa sociedad secaracteriza por la primacía de los enfoques jurídicoy teológico, en los que destacaron especialmentereligiosos vinculados a la escuela de Salamanca. Ba-jo tales condiciones, gracias al impulso de fray Bar-tolomé de las Casas se llevó a cabo un magno deba-te sobre la legalidad de la presencia española enAmérica, y, en segunda instancia, sobre el modo enque debía efectuarse la colonización. Los defenso-res de la conquista esgrimían como fundamento desu postura la donación hecha por el Papa, que en-tregó a los monarcas castellanos el dominio de lasIndias, con el requisito de propagar allí el mensajeevangélico.

En el Perú, concretamente, quien puso mayorénfasis sobre la justificación del dominio colonialfue don Francisco de Toledo, el sagaz gobernante(supremo organizador) de la segunda mitad de lacenturia. Con miras a ese objetivo, recogió testimo-

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Retrato de Carlos V a caballo por Tiziano, Museo del Prado,Madrid. Este lienzo representa al emperador en el campo de

batalla de Mühlberg, el 24 de abril de 1547. Durante sugobierno se produjo la conquista de México y el Perú.

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nios de viejos sobrevivientes de la época incaica,mandó a Sarmiento de Gamboa redactar la Historiaíndica y ordenó a un individuo de confianza –tal vezel jesuita García de Toledo– que escribiera el famo-so dictamen llamado el Anónimo de Yucay. Respectode este dictamen, suscrito el 16 de marzo de 1571,se ha afirmado que significa la expresión más cabalde la ideología toledana: procura justificar la sobe-ranía del rey de Castilla, señalando que los incas noeran señores legítimos del Tahuantinsuyo, debido asus conquistas recientes y a sus procedimientos ti-ránicos. Además, sostiene que la voluntad divina semuestra claramente a través de la abundancia deminas existentes en el suelo peruano, riquezas quehan atraído el interés de los colonizadores hispanosy de las cuales ha resultado, en fin de cuentas, que“sin llevar la Iglesia ventaja a los reyes de España,queden señores deste mundo de los unos y losotros” (Pérez Fernández 1995: 119).

No hay que perder de vista la forma de adminis-trar los negocios públicos que se usaba en el impe-rio español. Desde las postrimerías del siglo XV es-taba en funcionamiento el sistema de los consejos,organismos residentes en la corte que ejercían la do-ble misión de proveer justicia y brindar asesoría gu-bernativa al monarca. Unode estos cuerpos poseía lasuprema jurisdicción en lamonarquía entera sobre al-gún ramo o asunto concre-to, tal como los consejosde Inquisición, Órdenesmilitares, Cruzada, Guerray Hacienda; otras de di-chas entidades se ocupa-ban de los problemas rela-tivos al gobierno de un de-terminado territorio, comolos consejos de Castilla,Aragón, Indias, Italia, Por-tugal y Flandes. Tambiénexistía un consejo de Esta-do, cuya tarea era asesorardirectamente al soberano

en la resolución de materias políticas que se con-sideraban de vital importancia.

Apreciamos, pues, que el esquema de la admi-nistración imperial se destinaba a satisfacer las ne-cesidades fiscalizadoras de un estado muy vasto,geográficamente disperso y legalmente diversifica-do. Los consejos servían para suministrar orienta-ción básica respecto de la política que debía seguir-se en cada una de las provincias o ramos que esta-ban a su cargo. Había un permanente control entrelos mismos funcionarios y una fuerte centralizaciónburocrática, que obligaba a resolver todos los pro-blemas importantes en la corte. Este modelo garan-tizaba que los consejeros reales estuvieran plena-mente informados de las cuestiones públicas, pero ala vez entorpecía la eficacia administrativa, estimu-laba discusiones prolongadas y conducía a la moro-sidad (Elliott 1963).

El órgano encargado de dirigir la marcha políti-ca de las colonias hispanoamericanas era el Real ySupremo Consejo de las Indias, creado en 1542. Susmiembros eran burócratas de formación jurídica,que a través de sus consultas –instrumentos de co-municación con el monarca– evidencian ser unosprofesionales de razonamiento lúcido, equilibrado,

de índole eminentementeconservadora. Es raro quelos consejeros propusieraninnovaciones sustancialesen la estructura legal; porlo general, las ideas nove-dosas en el campo admi-nistrativo provenían de losvirreyes, gobernadores yoidores del Nuevo Mundo,que utilizaban como inter-mediario al Consejo paraobtener la necesaria san-ción regia.

Las audiencias eran cor-poraciones que desarrolla-ban en ultramar una laborsemejante a la de los men-cionados entes cortesanos,pues se integraban porhombres de leyes que te-nían a su cargo la adminis-tración de justicia y esta-ban además revestidos depoder político. Sabemosbien que en el virreinatodel Perú funcionaron las

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Mapa de América aparecido enLa Prima Parte dell’istorie delPerú (Venecia, 1557) de Pedrode Cieza de León. El texto deCieza fue desde su apariciónuna de las principales fuentespara los historiadores del Perúcolonial temprano.

Page 180: Vergara EL ESPACIO GEOGRÁFICO - Unubiblioteca.unu.edu.pe/pmb/opac_css/repositorio/2Tahantinsuyo.pdf · sa de ellas, el Tahuantinsuyo, ocupó una vasta su-perficie de su área, extendiéndose

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audiencias de Lima, Charcas y Quito, y que al virreyle tocaba de jure presidir el tribunal limeño. Las au-toridades de los tres organismos debían actuar enarmonía con los magistrados supremos residentesen Madrid, dado que éstos tenían la misión deorientar el régimen indiano en conjunto, de otorgarpremios a individuos beneméritos, de seleccionar alos virreyes, oidores, fiscales, oficial de hacienda,obispos, etc. (Schäfer 1935-1947; Parry 1970).

Puede ser interesante revisar las consultas que elConsejo de Indias formuló durante el siglo XVI, loque nos ayudará a precisar el interés que concitabael Perú en los altos círculos palaciegos. A este pro-pósito, emplearemos el utilísimo catálogo de dichasfuentes que ha publicado la archivera española An-tonia Heredia Herrera. Las referencias más tempra-nas sobre el territorio peruano aparecen en unaconsulta del 21 de abril de 1529, que viene a cons-tituir el origen inmediato de la capitulación de To-ledo, pues las respuestas dadas por el monarca a losconsejeros marcan la pauta de los nombramientos,salarios y prerrogativas concernientes a la expedi-ción definitiva de conquista de la Nueva Castilla. Escurioso mencionar el dato allí contenido de que “se-gund la información que ay de aquella tierra, los na-turales della son de razón y capacidad para venir enconoscimiento de nuestra sancta fee cathólica y noavrá necesidad de conquistarlos y sojudgarlos conarmas, sino de tratarlos con amor y buenas obras”,por lo cual se autorizó el viaje de sólo 250 hombresde guerra (Heredia Herrera 1972, I: 17).

Luego arriban las noticias primigenias sobre elbuen suceso de la empresa pizarrista y, con ello, da-tos sobre la extraordinaria riqueza del país de los in-cas. En los documentos lacrados en el Consejo deIndias se reflejan las más antiguas cartas y memoria-les de soldados que participaron en la toma de Ca-jamarca, así como las primeras relaciones impresasen torno a la conquista del Tahuantinsuyo. Por cier-to, en seguida aparecerá el reclamo de los gobernan-

tes de diversas provincias indianas, quejosos debidoa la masiva movilización de sus colonos hacia el le-gendario Perú, tierra abundante de oro y plata.

En razón del ideal económico de atesorar la ma-yor cantidad posible de metales preciosos, notamosque –ya asentado el régimen colonial– la atenciónde los funcionarios metropolitanos se orienta a des-cubrir la manera más provechosa de explotar lasminas de Nueva Castilla. Una consulta de 1541, porejemplo, anota que el gobernador de este territorioha de señalar lo que debería proveerse para benefi-cio de la Real Hacienda en cuanto al usufructo mi-nero, y una década más tarde los ministros cortesa-nos observaron la posibilidad de estatuir una au-diencia en la región de Charcas, a fin de controlarmás rigurosamente la producción argéntea de Poto-sí. En otro momento se resuelve que las minas pe-ruanas no sean aprovechadas directamente por lacorona, sino mediante la intervención de concesio-narios particulares.

En relación con lo anterior, también preocupóen la metrópoli la oportuna llegada de las remesasde metales preciosos originarios de la cordillera an-dina. Ya hemos indicado el destino que solían teneresos cargamentos, que favorecieron mayormente acapitalistas no españoles. Hacia la mitad del siglo,en una coyuntura crítica para el gobierno de CarlosV, se percibe extrema inquietud en torno a la venidade los caudales reunidos por el presidente Gasca,que acabaron con la solución de continuidad queimpusiera el levantamiento de Gonzalo Pizarro y,además, recogieron las primeras entregas del asien-to potosino.

La explotación de las vetas cordilleranas y deotros recursos naturales del país incaico, efectuadainicialmente bajo el régimen de encomienda, dio lu-gar a una serie de abusos contra la dignidad huma-na de los vasallos nativos. En virtud de las denun-cias formuladas en este sentido por misioneros cari-tativos, Carlos V y sus asesores tomaron conciencia

Una vistageneral (eidealizada)de la ciudaddel Cuzco.

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de las injusticias que se cometían, por lo cual expi-dieron un nutrido conjunto de disposiciones a favordel buen tratamiento de los moradores americanos.Estas normas figuran resumidas en las célebres Le-yes Nuevas, de 1542, que –entre otras cosas–prohi-bían la esclavitud y el trabajo pesado de los aboríge-nes, prenunciaban la derogación del sistema de en-comienda, ordenaban despojar de sus repartimien-tos de indios a los funcionarios y congregaciones re-ligiosas. Y por añadidura, en cuanto al Perú en par-ticular, se mandaba privar inmediatamente de sustributarios a los que habían intervenido en la con-frontación de pizarristas y almagristas.

Dichas ordenanzas merecieron, desde luego, laencendida repulsa de los colonizadores, originandola sublevación armada de los gonzalistas contra laautoridad regia; en vista de las protestas, los buró-cratas castellanos debieron retroceder en su proyec-to de imponer sin contemplaciones el dominio esta-tal. Tanto en los escritos emanados del consejo co-mo en la correspondencia de los máximos dignata-rios del imperio, se observa resquemor por los mo-vimientos rebeldes nacidos en el Cuzco (entiénda-se, el de Gonzalo Pizarro y el de Hernández Girón),que sólo pudieron aplacarse tras una sangrientacampaña. Aparte de esas sediciones, también causa-ron inquietud las repetidas incursiones de corsariosen el litoral peruano. Una consulta elevada al rey endiciembre de 1580, verbigracia, sugiere las gestio-nes que deberían llevarse a cabo en Inglaterra pararecuperar los bienes que hurtó Francis Drake du-rante su navegación por el Pacífico.

En cuanto a la administración del virreinato, ca-be mencionar las reiteradas observaciones de los to-gados cortesanos sobre la bondad de erigir una au-diencia en la rica zona de Charcas, con el objeto derecaudar más eficien-temente la plata y evi-tar el brote de insu-rrecciones. Años mástarde, hacia la termi-nación del gobiernode Toledo, aparecenreclamos en el sentidode que se haga un mi-nucioso examen sobrela labor de dichomandatario y de susprincipales allegados.Cierta consulta del 18de agosto de 1580 ha-ce referencia al envío

de una persona al Perú para “que visite al virrey donFrancisco de Toledo y a las personas que por su or-den entendieron en la visita general de aquel reyno,antes de que allí salgan”, pero Felipe II, prudentesoberano, se contentó con mandar hacer un sondeopreliminar (Heredia Herrera 1972, I: 293).

A lo largo de la décimosexta centuria, el asuntode la perpetuidad de las encomiendas fue materiade persistentes debates dentro del Consejo de In-dias. No obstante que el rey llegó a pronunciarse endeterminada circunstancia a favor del disfrute per-petuo de los tributos indígenas, los ministros semantuvieron reacios a admitir esa concesión (moti-vada por la flaqueza del tesoro público), pues ar-güían que ella haría olvidar a los colonos sus debe-res respecto del Estado y los haría poco dispuestosa obedecer los mandamientos de los virreyes. Ni si-quiera las proposiciones formuladas por los comisa-rios especiales que vinieron a inspeccionar la reali-dad peruana, hicieron cambiar de opinión a los con-sejeros en el tema de la perpetuidad, y así quedóreafirmado el dominio de la metrópoli castellana ennuestro país durante el resto del coloniaje.

Ahora bien, y porotra parte, ¿en quémedida significó laaventura del trasladoa América un éxitopara los súbditos es-pañoles del sigloXVI? ¿Lograron estosinmigrantes satisfa-cer sus expectativasmateriales de bienes-tar y riqueza? Contales preguntas detrasfondo, Carlos Al-berto González Sán-chez (1995) ha reali-

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La ciudad de Valladolid en un grabado del siglo XVII.

La villa y corte de Madrid, siglo XVII.

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zado una prolija investi-gación en los autos debienes de difuntos de laCasa de la Contrataciónde Sevilla, estudiandosistemáticamente los ex-pedientes relativos a per-sonas que vivieron y fa-llecieron en el virreinatodel Perú entre 1540 y1680. La indagación delreferido autor –basada enlos casos de 444 indivi-duos, entre mercaderes,clérigos, artesanos, hom-bres de armas, funciona-rios, hacendados y profesionales libres– busca re-construir el perfil socioeconómico de los inmigran-tes y los avatares de su existencia en América.

A fin de cuentas, González Sánchez (1995, cap.7) propone una diferenciación de aquellos persona-jes en tres niveles, de acuerdo con el monto de suscapitales. Así surge un llamativo panorama en elcual se comprenden: (a) los peruleros ricos, conuna fortuna de 16 000 pesos o más, provenientes delas filas del alto clero, la burocracia regia, el gran co-mercio y la terratenencia; (b) los peruleros medios,con un capital de 4 000 a 16 000 pesos, que eran so-bre todo artesanos, chacareros, clérigos y comer-ciantes de rango modesto; y (c) los peruleros po-bres, con activos inferiores a 4 000 pesos, quienes

carecían mayormente deoficio conocido y forma-ban parte de la legión devagabundos, transeún-tes y “soldados”. Un de-talle interesante es queen todos estos grupospredomina, conforme a

sus respectivas posibilidades, el atesoramiento demetálico, en detrimento de los negocios financieroso de la inversión en bienes productivos.

En definitiva, ello nos invita a mirar con relati-vismo los frutos de la “empresa perulera” para lamayoría de quienes participaron en ésta. No todoslos colonizadores estuvieron en capacidad de acce-der a riquezas, tierras y mano de obra, porque lashallaron repartidas dentro de una poderosa oligar-quía, basada en la antigüedad en la conquista y enlos rangos sociales de origen. Así, pues, los humil-des labradores que huían de la vida campesina en lapenínsula ibérica debieron conformarse con ocuparestratos subalternos de mayordomos, artesanos omercachifles en Indias.

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XIVREFLEXIONES GENERALES EN TORNO A LA

CONQUISTA Y LA COLONIZACIÓN

Mapa de España aparecidoen Parte del Atlas Mayor ode la geographia blavianaque contiene las cartas ydescripciones de Españas(Amsterdam, 1672).

Para comprender el sentido de la colonizacióndel territorio incaico, es necesario ubicarla dentrode la evolución general de los tiempos modernos.Durante el siglo XVI ocurre el inusitado fenómenode una amplia expansión geográfica y política, quellevan a cabo simultáneamente las mayores poten-cias europeas –España, Portugal, Inglaterra, Fran-

cia, Holanda–, extendiendo su dominio hasta leja-nos confines de ultramar. Surgió entonces el reque-rimiento de formar una estructura de gobierno es-pecial para asegurar la subordinación de esas colo-nias, promoviendo en ellas un desarrollo que fueraacorde con los intereses políticos y económicos dela respectiva metrópoli. Hemos visto que, en el ca-

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so particular de la monarquía castellana, la supervi-gilancia del orden ultramarino estuvo a cargo delConsejo de Indias.

Con notable lucidez, Pablo Macera ha observadolos caracteres político-económicos que rigieron enel Perú a lo largo del coloniaje. Anota que el esta-mento burocrático gozó de relativa autonomía, aun-que los funcionarios debían acatar las reglas dicta-das por la corona para su propio beneficio, y agregaque hubo un crecimiento mediatizado de la produc-ción, hecho con el fin de preservar la dependenciade este territorio. Por lo tanto, el Perú se incorporóal concierto internacional siguiendo pautas de sub-desarrollo y dependencia, en virtud de las cuales nose trasfirieron aquí las relaciones sociales ni la tec-nología que eran a la sazón vigentes en Europa. “Lahistoria de la colonia peruana, como la historia delos demás países del continente, fue una historiarearcaizada en que podían encontrarse situaciones ynormas que correspondían a épocas ya superadas enel occidente europeo”, subraya el referido autor(Macera 1978: 116-117).

Tales caracteres podrán entenderse mejor si ha-cemos un breve recuento de cómo llegó a imponer-se el predominio del Estado en el país. Hay que te-ner en mente que la conquista, auspiciada oficial-mente por la capitulación de Toledo, significó antetodo una empresa de iniciativa particular, financia-da y dirigida por Pizarro y sus socios. El derrumba-miento del imperio incaico –bas-tante veloz– resultó facilitadopor los conflictos internos entrelos pueblos aborígenes, por lamentalidad que erigió a los ibéri-cos en semidioses, por la inferio-ridad de recursos bélicos de lastropas de Atahualpa, y tambiénpor la osada valentía de los pe-ninsulares.

En general, los hombres quese animaron a viajar a las Indias,durante los años primigenios,no eran aristócratas ni gradua-dos universitarios, sino jóvenessoldados (algunos de ellos decasta hidalga) que carecían demedios económicos y pasaban alNuevo Mundo con la ilusión dehallar grandes riquezas y viviraventuras exóticas. En el paísde los incas, tierra de algún mo-do semejante a las que pintaban

las fabulosas novelas de caballerías, estos hombresdisfrutaron de suculentos botines de oro y plata.Merced a su intervención en los decisivos episodiosde la conquista, los compañeros de Pizarro se bene-ficiaron con encomiendas de indios, que les permi-tieron aprovechar los recursos naturales autócto-nos y constituir sólidas fortunas: así nació la trans-formación espiritual y social de los conquistadores,quienes alcanzaron a disfrutar en América de unnivel de vida similar al de los grandes señores de supatria.

La formación de grupos de poder sumamentefuertes, la exacción de riquezas en favor de las arcasprivadas, la merma de la población aborigen a cau-sa de abusos y trabajos excesivos, son elementosque no favorecían los intereses de la corona. Pararemediar esta situación, los dirigentes metropolita-nos –influidos en buena medida por las denunciasde Las Casas– resolvieron emprender un proceso de“desmontaje”, orientado a evitar la consolidaciónde una especie de burguesía indiana, que fuera ca-paz de emanciparse de su rey (Araníbar 1979). Ca-be afirmar que la misión pacificadora de Gasca ini-cia la corriente política en dicho sentido. Entreotras normas, corresponden a esta tendencia la tasa-ción de los tributos de las encomiendas, la supre-sión del servicio personal de los nativos, el estable-cimiento de los corregidores de indios, el controlestatal sobre la mita, etc.

Una vista de las ruinas incaicas en Huaytará, Huancavelica; sobre éstas se construyóla iglesia de San Juan Bautista.

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Viene al caso referir un excelente libro, el de Jo-sé de la Puente Brunke (1992), donde se ofrece unavisión panorámica de las encomiendas peruanas yde los problemas que existieron en el curso de sularga evolución, desde su establecimiento en la fasemás temprana de la conquista hasta su ocaso defini-tivo en el siglo XVIII. Dicha obra presta atención alos aspectos institucionales y políticos de la materia,examinando además la magnitud demográfica delos repartimientos, su rendimiento económico y sunúmero y distribución en la geografía peruana. Tan-to por lo que toca a la regulación de los tributos co-mo al reparto de los grupos indígenas, puede afir-marse que el punto de “madurez” del sistema de en-comienda se alcanzó durante los años de 1570, enel período de gobierno de Toledo.

¿Pero cómo se explica el declive tan abrupto deesta institución, que había sido uno de los instru-mentos básicos en la fundación del Estado colo-nial? Hay que tener en cuenta la catastrófica mer-ma demográfica de los indios, junto con la políticaaplicada por el gobierno metropolitano, que tendióa recortar los privilegios de los encomenderos,aprovechar crecientes porciones de la renta tributa-ria y asumir finalmente el manejo de todos los re-partimientos indígenas. Se puede afirmar que la en-comienda siguió una trayectoria de breve apogeo yprolongada declinación en el virreinato peruano.La caída en importancia de los repartimientos ha

sido expuesta sugerentemente en el estudio dePuente Brunke –ya citado– a través del llamado“índice de residencia”, que representa la variablecorrelación entre el conjunto de encomenderos re-sidentes en su debida jurisdicción en el Perú y elconjunto de encomenderos residentes en España(los cuales para finales del siglo XVII formaban in-clusive la mayoría).

Don Francisco de Toledo fue el mandatario queasentó definitivamente la prevalencia de los crite-rios estatales y colocó en marcha el aparato guber-nativo que funcionaría en el virreinato del Perú du-rante más de un siglo. Como es sabido, la principalatención económica de la burocracia se centró enla explotación minera, puesto que los yacimientosde metales preciosos representaban las fuentes demayores ingresos para el tesoro público. Pero tam-bién revistió gran importancia el sector agropecua-rio, pues inclusive era mayor el número de trabaja-dores ocupados en la agricultura y la ganadería, y,además, la propiedad de haciendas y estancias sig-nificaba un referente básico para determinar la ca-tegoría social de los individuos. Respecto a la ina-gotable polémica sobre la preponderancia de una uotra rama productiva, es pertinente observar queambas evolucionaron de manera complementaria,condicionando mutuamente su desarrollo; los cen-tros mineros representaban mercados de consumopara la cosecha y eran frecuentes, por otra parte,

La evangelizaciónincorporó a laVirgen María y aJesucristo en elpanteón andino.En primer planola Virgen y elCristo yacente.

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las inversiones de mineros o hacendados en el sec-tor opuesto al suyo (cf. Choy 1957).

Uno de los aspectos más curiosos de la econo-mía colonial es la coexistencia de diversos modosde producción, todos ellos sujetos al esquema dedesarrollo diseñado en la corte. Jorge Basadre(1979: 282-285) ha enfocado los rasgos semifeuda-les que existían en aquella época; esta clase de reza-go, sostiene, se patentiza a través del predominio delo agrario, con detrimento de la industria y el co-mercio. La tierra desempeñaba un rol primordial enlas relaciones sociales, pues servía no sólo comofuente de riqueza, sino a la vez como instrumentode dominación. El terrateniente cedía a los campe-sinos el uso de sus parcelas a cambio de recibir unaparte del producto y, más aún, les exigía común-mente la prestación de servicios personales.

Con todo, no faltaron ciertos rasgos semicapita-listas en esa sociedad. Hubo dueños de encomien-das que, alrededor de la mitad del siglo, emprendie-ron una diversificación en sus negocios, realizandoinversiones en la minería, agricultura, ganadería,manufactura textil, comercio, y más tarde se lanza-ron a la compra de oficios públicos, que representa-ban sin duda otro importante medio de enriqueci-miento... También es posible descubrir una menta-lidad de tipo “moderno” en los comerciantes afinca-dos en Lima, que gracias a sus continuas transaccio-nes lograron efectuar una gran acumulación de ca-pital, el cual utilizaron para ampliar sus operacionesmercantiles o extenderse aotras actividades.

Además, la insuficiencia debrazos para explotar los recur-sos del suelo peruano motivó laintroducción de otro modo deproducción o sistema laboral,el de la esclavitud, que usó ma-yormente negros oriundos delAfrica; su presencia contribuyóa enriquecer la mezcla de razasy costumbres en nuestro país.Tales individuos, empleadostanto en las haciendas costeñascomo en labores domésticas abeneficio de vecinos ibéricos,cumplieron asimismo el objetode reducir el desequilibrio de-mográfico entre blancos e in-dios. Lejanos de su ambientenativo y separados entre sí pordiferencias idiomáticas, los

africanos no tuvieron otra alternativa que plegarse ala cultura hispánica. Resulta virtualmente ociosomencionar a la esclavitud indígena, porque ella seaplicó a manera de castigo sólo durante los lustrosprimigenios de la colonización, y si bien mantuvie-ron vigencia algunas formas de trabajo compulsivo(con la mita en primer lugar), es indudable que nocorresponden en realidad al sistema esclavista.

Por lo tocante a los núcleos donde residían laspersonas implicadas en esa variedad de circuitoseconómicos, debemos referir que fue política de lacorona el aglutinar a los súbditos en centros urbanosrelativamente grandes, con el propósito de facilitarsu control, aprovechamiento y evangelización y,también, con el fin de distanciar ambas “repúblicas”:la de españoles y la de indios. Los hombres de ori-gen europeo se reunieron en poblaciones de trazarectangular (conforme a las ordenanzas dictadas pa-ra las Indias), las mismas que, según su importancia,recibían el nombre de ciudades o villas. En la épocatemprana se permitió que los aborígenes permane-cieran diseminados en sus aldeas tradicionales, peroluego surgió la convicción de que era más provecho-so juntarlos en las denominadas “reducciones”, quefueron urbes de diseño similar al de aquellas. Otrossitios funcionaron como terrenos habitables, dondese mezclaba gente de diversa procedencia étnica.

Teniendo en cuenta que las reducciones no per-duraron mucho tiempo en el área andina, se hacesensato simplificar el esquema social y económico

del coloniaje a través de la bi-polaridad ciudad-campo. Enefecto, la ciudad hispánica sir-vió como eje de administra-ción, mientras el campo indí-gena se constituyó en ámbitode producción, y así, el pobla-dor rural estuvo al servicio delmorador urbano. La ciudadhispanoamericana, inspiradaoriginalmente en razones geo-políticas y militares, evolucio-nó pronto hasta devenir en fo-co de poder y de control sobrela masa campesina, en eslabónimportantísimo de la cadenaeconómica que transportaba

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Lima en el siglo XVII segúnGuaman Poma de Ayala. Fundadaen 1535, la ciudad era un crisolétnico y albergaba a las principalesautoridades del virreinato peruano.

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los recursos naturales hacia la metrópoli. Medianteavances graduales, las repúblicas de españoles e in-dios vinieron a formar dos comunidades paralelas,aisladas físicamente pero vinculadas por la relaciónde dominantes-dominados, en la que actuaron co-mo nexo fundamental de articulación los curacas,dirigentes que posibilitaron la explotación de lafuerza de trabajo nativa.

No se puede entender cabalmente ni la conquis-ta ni la tarea colonizadora de los años siguientessin pensar en el impacto que esta agresión extran-jera generó en los vasallos del Tahuantinsuyo. Depronto sintieron ellos que la cosmovisión heredadade sus antepasados carecía de significación y con-templaron que sus elementos defensivos resultabanimpotentes para resistir al violento ataque de losinvasores. Como si esto no fuera suficiente, los na-

turales padecieron en seguida la mortífera propaga-ción de virus extraños, a los cuales no podían repe-ler por carencia de defensas biológicas; hoy estácomprobado que la difusión de enfermedades fuela causa primordial de la abrupta caída demográficaque experimentó el territorio incaico durante el si-glo XVI. Por supuesto, influyeron también los abu-sos cometidos por los encomenderos y las huestesque participaron en las guerras civiles, a la par quelos mismos aborígenes redujeron intencionada-mente su fecundidad, y es que el desmoronamientode su civilización (la “desestructuración”, que haexplicado con acierto Wachtel) originó en ellos undesgano vital.

La primera institución destinada a extender lasriquezas del país conquistado fue la encomienda,que dejó subsistente la organización productivaprehispánica. Después sucede la intervención delEstado, mediante el proceso de “domadura” de losencomenderos, en virtud del cual son los agentesburocráticos quienes asumen el manejo de la tribu-tación y la mano de obra. Estas modificaciones en elrégimen económico trajeron consigo cambios en laestructura social regnícola. Mantuvieron firmes susprerrogativas los componentes de la nobleza incai-ca, que formaban el estrato superior; los curacas,debido a su papel de representantes de la autoridadhispánica, vieron socavado mucho de su antiguoprestigio; en torno a estos jefes y a los empresariospeninsulares, aumentó notablemente la cantidad deyanaconas, vale decir, indios apartados de sus nú-cleos de parentela.

En cambio, pervivieron en los ayllus –verdaderabase de la pirámide social– los sufridos tributarios ohatunrunas, que se conservaron fieles a su culturatradicional, pese a las alteraciones introducidas des-de 1532. Venciendo las dificultades que suponían lacarga tributaria, la mita o las reducciones, persistie-ron en el cultivo de sus lenguas (quechua y aimara),sus costumbres, sus ideas, nutridos por la esperan-za mesiánica en el retorno del inca. Así se forjó pós-tumamente, y en buena medida gracias a la obra delos doctrineros, una vigorosa “nación inca”, tal co-mo sugiere Rowe (1957).

Es un hecho cierto que el ánimo de los españo-les quinientistas se integraba de dos lados antitéti-cos, pero inseparablemente unidos: la faz materia-lista, o sea el afán de obtener honores y riquezas, yla faz espiritualista, manifestada en el sincero anhe-lo por difundir el mensaje evangélico (Hanke1967). Por consiguiente, la Iglesia católica desem-peñó un rol esencial en todos los aspectos de la em-

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La empresa colonizadora no puede restringirse exclusivamentea la dimensión material, aunque ésta haya impulsado a

numerosos europeos a la conquista de América. También debesubrayarse una dimensión espiritual que perseguía la

conversión y cristianización de los pobladores americanos. Enla imagen, cúpula de la iglesia de San Pedro de la Compañía

de Jesús, en Lima.

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presa colonizadora. Miembros del estamentoclerical sirvieron en funciones públicas comovisitadores, magistrados o consejeros de virre-yes, y ayudaron a garantizar un determinadoorden social mediante la persecución y castigo deelementos indeseables que llevó a cabo la Inquisi-ción. Las órdenes religiosas tuvieron a su cargo lamayoría de establecimientos dedicados a brindarenseñanza y trasmitir la cultura ibérica, al mismotiempo que desarrollaban la compleja tarea de evan-gelizar a los infieles.

No parece que se haya logrado una profunda asi-milación religiosa entre los nativos. El catolicismo,por su liturgia suntuosa, por su culto patético, cau-tivó a una población que no era capaz de aprehen-der cabalmente una religiosidad interior, abstracta;la catequización nunca llegó a consumarse de veras,puesto que los aborígenes se limitaron a moldearsus ritos inveterados según las pautas de la liturgiaforánea. Se ha escrito, con razón, que tal comporta-miento de los indios “enflaqueció espiritualmenteal catolicismo en el Perú. El misionero no tuvo quevelar por la pureza del dogma; su misión se redujoa servir de guía moral, de pastor eclesiástico a unagrey rústica y sencilla...” (Mariátegui 1968: 139). Elpaganismo autóctono subsistió bajo el culto católi-co, del mismo modo que sobrevivieron tantos otrosrasgos tradicionales del mundo andino.

Si la penetración espiritual no resultó plenamen-te exitosa, está claro en cambio que hubo una efec-tiva incorporación de elementos materiales traídospor los hombres blancos. El progreso cultural queimplica la colonización se patentiza en la adopción

de nuevos medios de enseñanza, nuevas herramien-tas técnicas, nuevas especies animales y vegetales,nuevos recursos defensivos, etc. Todo ello suponela integración del Perú dentro de la civilización oc-cidental y cristiana, una integración que –por des-gracia– ha conllevado el rango de país dependienteo periférico para la tierra de los incas.

De otro lado, la dominación española origina elsurgimiento de una ideología y un modo de ser quepodemos calificar de típicamente peruanos. Muypronto se creó una identidad peculiar entre los con-quistadores del Tahuantinsuyo y sus descendientesinmediatos –los llamados “beneméritos”–, quienessentían ser diferentes de los peninsulares (chapeto-nes) que se instalaron en la tierra con posterioridad,ya fuese para ejercer funciones burocráticas o paraaprovechar los medios de riqueza existentes. Cons-cientes de la trascendencia que poseían las accionesde la conquista, esos sujetos reclamaron con insis-tencia su derecho a ocupar un sitio preeminente enla sociedad perulera, quejándose de las medidas quetrataba de imponer la metrópoli para recortar susprivilegios o de las ventajas que gozaban los adve-nedizos influyentes. El movimiento reivindicatoriode los criollos procuró infructuosamente conseguir,entre otras cosas, el disfrute perpetuo de sus enco-miendas, gracia que les habría permitido sostenersu posición de estamento patricio durante todo elcoloniaje.

La colonización nosólo produjotransformacionespolíticas yeconómicas, sinoque diseñó un nuevotipo de sociedad enla que coexistierondiversos gruposhumanos. En laimagen, una señoracriolla acompañadade su criada, sigloXVIII.

Portada del Synododiocesana quecelebró el (...)

obispo de Santiagode Chile (Lima,

1764) por ManuelAlday Aspe.

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BIBLIOGRAFÍA

En la sociedad colonial peruana se pasó, casi sinsolución de continuidad, de las primigenias recla-maciones de los conquistadores y encomenderos alos planteamientos reivindicatorios de las primerasgeneraciones de criollos. Pronto adquirió el criollis-mo notable fuerza y rango en la dinámica interna deaquella sociedad, hasta desembocar a partir de losaños 1620 –época de madurez del virreinato– enuna serie de manifestaciones literarias, crónicas re-ligiosas y tratados jurídicos, donde se recogieron or-ganizada y argumentalmente los ejes principales delalegato de dicho sector. El criollismo colonial debeser entendido como un vasto, profundo y polifacé-tico movimiento de toma de conciencia, un procesotanto social como intelectual, que involucró a todaslas capas de la población de origen europeo y susci-tó una multiplicidad de cuestionamientos, tirante-ces y rivalidades.

Según ha postulado en una serie de trabajos Ber-nard Lavallé (1993), el desarrollo del criollismo enlos Andes estuvo signado desde sus inicios por lascontradicciones internas y la ambigüedad. El proto-nacionalismo subyacente en las formulaciones deeste grupo social excluía a los indígenas, nutriéndo-se al mismo tiempo (y a pesar de sus críticas a lametrópoli) del sistema que la corona garantizaba.

Por otra parte, con el fin de repeler el desdén quemostraban los peninsulares hacia lo americano, losautores criollos optaron por exaltar deliberadamen-te la parte más europea de su “civilización”, vale de-cir, el marco urbano y la vida intelectual. Y tambiénexistió ambigüedad en el ámbito del vocabulario, yaque el término criollo se tomó prestado de la trataesclavista de los negros y propendió a equiparar alos españoles nativos de la tierra con los estratosmás bajos de la población.

Como un complemento de aquel espíritu rei-vindicatorio se puede interpretar la tendencia delos criollos a investigar y divulgar las virtudes de loperuano, tanto en el aspecto sociológico cuanto enel geográfico. En este contexto, uno de los elemen-tos humanos propios de la época será el mestizaje,fenómeno indeseado para las autoridades virreina-les, pero que surgió inevitablemente del contactode los hombres ibéricos y andinos (con la partici-pación adicional de los negros); de esta suerte to-ma origen una fusión de razas, costumbres, pensa-mientos. El mestizaje es una de las herencias másimportantes que nos ha transmitido el régimen co-lonial, un objeto que puede servir indudablementede base para la edificación de una auténtica nacio-nalidad peruana.

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Un cuerpo de estudios bien conocidos, que se dierona luz en las décadas y lustros anteriores a 1970, forman unaespecie de sustrato clásico para interpretar el siglo XVI pe-ruano. A veces el enfoque producido en tales obras resultahoy un tanto anticuado, o ha sido parcialmente superadocon el aporte de nuevas evidencias y nuevos métodos de in-vestigación, pero se trata de un conjunto de “doctrina” en ge-neral no deleznable. Aquí incluimos, por ejemplo, la contri-bución de Felipe Barreda Laos (1964) sobre la actividad in-telectual en el virreinato; la de Marcel Bataillon (1966) sobreel erasmismo y sus repercusiones en la vida espiritual deAmérica; la de Luis Antonio Eguiguren (1951) sobre las cá-tedras y el ambiente universitario de San Marcos; la del ma-gistral hispanista Irving A. Leonard (1953) sobre los libros ylas lecturas de los conquistadores; la de Guillermo LohmannVillena (1945) sobre la evolución del arte dramático en Lima;la de Raúl Porras Barrenechea (1986) sobre la producciónhistórico-etnográfica de los cronistas; la de Luis Alberto Sán-chez (1974) sobre los poetas del coloniaje; la de AlbertoTauro (1948) sobre el círculo de escritores de la AcademiaAntártica; la de José Torre Revello (1940) sobre los orígenesdel libro, la imprenta y el periodismo en el continente ameri-cano.

Por otra parte, el núcleo de obras clásicas abarca tam-bién indagaciones de materia económica y política. Es el ca-so del ensayo de Marvin Goldwert (1955-1958) en torno a lapretendida perpetuación de las encomiendas; del libro deLewis Hanke (1967) dedicado a la “lucha por la justicia” delos teólogos y juristas defensores de los indios; de los suce-sivos estudios de Guillermo Lohmann Villena –el infatigableerudito limeño– sobre las minas de Huancavelica (1949) y elsistema de los corregimientos (1957); de los apuntes de Ra-fael Loredo (1958) acerca de botines y repartos de los con-quistadores; de la edición crítica hecha por Antonio MuroOrejón (1961) de las célebres Leyes Nuevas; de los comen-

tarios de Ismael Sánchez Bella (1960) en torno al gobiernode los virreyes Nieva y Cañete; de la excelente contribuciónde Ernesto Schäfer (1935-1947) sobre la labor administrati-va del Consejo de Indias; y de la investigación de FernandoSilva Santisteban (1964) acerca del funcionamiento y pro-ducción de los obrajes.

A manera de complemento, otras piezas de cuño anti-guo merecen ser igualmente citadas en este recuento biblio-gráfico. El profesor norteamericano Harold E. Wethey apor-tó, hace muchos años (1949), una obra difícilmente mejora-ble sobre la arquitectura y la escultura del Perú virreinal. Yen el género de las vidas de personajes históricos, conta-mos con la biografía del licencioso conde de Nieva por JoséAntonio del Busto Duthurburu (1963); con la biografía delgobernador Vaca de Castro por el P. Casiano García (1957);con la documentada y apologética imagen de don Franciscode Toledo, el “supremo organizador del virreinato”, por el di-plomático argentino Roberto Levillier (1935-1942); y con labiografía del licenciado Juan de Matienzo por GuillermoLohmann Villena (1966).

Para seguir la trayectoria política y la “historia externa”del siglo XVI –tal como se presenta básicamente en los pri-meros nueve capítulos de nuestro ensayo– existe una serieimportante de obras de factura más reciente. Así, JohnHemming (1970) y José Antonio del Busto Duthurburu(1978) han trazado un panorama amplio y certero del des-cubrimiento europeo del Perú y la conquista del imperio delos incas. Respecto a las guerras civiles de los conquistado-res, Héctor López Martínez (1970) ha enfocado la actuacióndel caudillo “realista” Diego Centeno; Guillermo Lohmann Vi-llena (1977) ha analizado las ideas jurídico-políticas de la re-belión pizarrista; y nosotros mismos (Hampe Martínez 1989)hemos trazado, con abundante documentación de primeramano, la labor administrativa del pacificador Gasca. Encuanto a la segunda mitad de aquella centuria, hay que

mencionar el innovador ensayo de Peter Bakewell (1989)sobre la maduración del gobierno virreinal en los años de1560; la edición y estudio crítico por el P. Isacio Pérez Fer-nández (1995) del parecer antilascasiano de Yucay; y el ex-tenso artículo de Lewis Hanke (1975) en torno a la visita ge-neral del licenciado Fernández de Bonilla.

Estudiar los episodios violentos del sometimiento deAtahualpa, el proceso de la resistencia incaica y el fenóme-no general de la “desestructuración” en el mundo andino(caps. II, IV y IX de nuestro texto) conlleva penetrar en la se-rie de aportaciones que, desde la etnohistoria y otras disci-plinas afines, se han producido en las últimas dos o tres dé-cadas. Vienen al caso, por tanto, las publicaciones de Ed-mundo Guillén Guillén (1979) y Juan José Vega (1992) so-bre la temprana oposición de Manco Inca y sus descendien-tes al gobierno español; los estudios y documentos que Ste-ve J. Stern (1982) y Luis Millones (1990) han publicado entorno al Taki Onqoy en la región de Huamanga; la investiga-ción demográfica de Noble David Cook (1981) acerca delderrumbe de la población andina antes y después de la con-quista; y el sugerente libro de Manuel Burga (1988) sobre elnacimiento de la utopía de los incas. En una vertiente com-plementaria, Alejandro Málaga Medina (1974) ha observadola evolución del sistema de reducciones o pueblos de indios,Carlos J. Díaz Rementería (1977) ha brindado un enfoquejurídico sobre la institución del cacicazgo; Ronald EscobedoMansilla (1979) se ha ocupado de la organización y cobran-za de los tributos indígenas, y un artículo nuestro (HampeMartínez 1985) ha tratado la posición de los súbditos nativosfrente a la legislación colonial.

Dentro de la línea de observación de las comunidadesandinas, conserva su valor fundamental el libro de NathanWachtel (1976), ahora profesor del Collège de France, queaborda la multifacética “desestructuración” de la sociedadindígena hasta el régimen virreinal de Toledo. Además, el

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erudito mexicano Silvio Zavala (1978) ha recopilado noticiasy documentos sobre el servicio personal de los indios, y lainvestigadora norteamericana Ann M. Wightman (1990) haexaminado el proceso migratorio de los “forasteros” en la re-gión del Cuzco.

De la extracción de riquezas y el crecimiento producti-vo (cap. X), y de sus consecuencias sobre la mano de obray la supervivencia de las poblaciones aborígenes, se hanocupado sólidos aportes de historiadores peruanos y extran-jeros. Entre los primeros, cabe destacar a los profesoresTord Nicolini y Lazo García (1980), con su enfoque sobre ladominación económica y el movimiento social en el virreina-to; a Carlos Contreras (1982), con su investigación sobre eldesarrollo socioeconómico de Huancavelica, el centro pro-ductor de mercurio; a Efraín Trelles Aréstegui (1982), con suestudio sobre la administración económica de la encomien-da de Martínez Vegazo; y a José de la Puente Brunke(1992), con su excelente aproximación socio-política a la en-comienda y los encomenderos de indios. Entre las contribu-ciones de extranjeros se halla la de Robert G. Keith (1976),sobre la emergencia del sistema de haciendas en la costacentral; Peter Bakewell (1984), sobre las modalidades detrabajo indígena en el “cerro rico” de Potosí; Jeffrey A. Cole(1985), sobre el funcionamiento de la mita o labor compulsi-va en Potosí; Keith A. Davies (1985), sobre los propietariosde tierras residentes en Arequipa; y Susan E. Ramírez(1986), sobre los fenómenos de terratenencia y oligarquíaprovincial en Lambayeque. Además, están las jugosas con-tribuciones de Carlos Sempat Assadourian, profesor del Co-legio de México, reunidas en un libro (1994) acerca de la for-mación del mercado interno colonial.

En el plano de la evolución intelectual y artística –cap.XI– debemos comenzar refiriendo los estudios que tanto elfilólogo Pedro R. León como la historiadora Francesca Can-tù (1973 y 1979, respectivamente) han dedicado a la cróni-ca de Cieza de León, fuente de información sustancial sobreel primer contacto hispano-andino. Más adelante en el tiem-po tendría lugar el establecimiento de la imprenta en Lima,gracias a la intervención del piamontés Antonio Ricardo, elmismo que ha sido últimamente rescatado mediante losapuntes biográficos de Carlos Radicati di Primeglio (1984).De la conformación de las bibliotecas privadas y la difusiónde libros e ideas en el virreinato peruano nos hemos ocupa-do nosotros en un libro muy reciente (Hampe Martínez1996). Por su parte, la investigadora andaluza María Anto-nia Durán Montero (1978) brinda un enfoque urbanístico so-bre las fundaciones de ciudades en el siglo XVI.

En lo que se refiere a viajes de expansión geográficay política (cap. XII) y a relaciones de la gente de Lima conlas poblaciones situadas en los confines del virreinato, hayque mencionar señaladamente el libro de Josep M. Barna-das (1973), sobre la evolución social de la región de Char-cas hasta el gobierno de García de Castro, y el de Fernan-do Iwasaki Cauti (1992), sobre las relaciones comercialescon el Lejano Oriente. También cabe en este rubro el ensa-yo de Bernard Lavallé (1984) acerca de la “rebelión de lasalcabalas” en Quito y el nuestro propio (Hampe Martínez1988) en torno a la división gubernativa, hacendística y judi-cial del Perú durante los siglos XVI y XVII.

Los estudios orientados a reconstruir con ingredientesbiográficos el ambiente social del temprano virreinato nohan sido últimamente abundantes, pero sí de óptima cali-dad. Aquí comprendemos los dos libros de James Lockhart,profesor de la Universidad de California, Los Angeles: unodedicado a analizar corporativamente la sociedad colonialhispano-peruana (1968) y el otro a enfocar prosopográfica eindividualmente al grupo de los primeros conquistadores(1972). Además, José Antonio del Busto Duthurburu ha pro-ducido un compendio de biografías de soldados de la hues-te pizarrista (1981), Atilio Cornejo ha contribuido a estudiarla obra del virrey Toledo desde la óptica del Derecho india-no y la fundación de ciudades (1983), y el profesor Salvato-re Munda ha realizado una investigación esgrimística delasesinato de Pizarro (1985).

No es de poca monta lo que se ha avanzado en el co-nocimiento de la actividad inquisitorial, de las “extirpacionesde idolatrías”, de los instrumentos de evangelización y desus correspondientes relaciones con la vida social peruana.Los investigadores españoles Castañeda Delgado y Her-nández Aparicio (1989) han estudiado el funcionamiento deltribunal de la Inquisición hasta los años 30 del siglo XVII, entanto que Vidal Abril Castelló (1992) y Jean-Pierre Tardieu(1992) han observado –desde ángulos bastante diferentespor cierto– el proceso del Santo Oficio contra fray Franciscode la Cruz y su “diabólica consorte”, doña María Pizarro. Deotro lado, Pierre Duviols posee una obra ya clásica (1977)sobre las campañas de represión contra las “idolatrías” o re-ligiones andinas. Los famosos instrumentos pastorales delIII Concilio limense han sido contemplados por Juan Guiller-mo Durán (1982); el proceso cristianizador de los lupaqasde Chucuito ha sido materia de investigación para NormanMeiklejohn (1988); y el “espíritu lascasiano” de la primeraevangelización ha ocupado al P. Isacio Pérez Fernández(1988).

Varias colecciones de documentos, publicadas a lo lar-go del siglo XX, sirven de indispensable complemento a esaserie de estudios sobre la historia quinientista peruana. En or-den de aparición, mencionaremos sucesivamente la recopila-ción de Roberto Levillier (1921-1926) sobre cartas y papelesde los virreyes y ministros de audiencias; la colección dirigidapor monseñor Emilio Lissón Chaves (1943-1956), con testi-monios referidos al desarrollo de la Iglesia colonial; la compi-lación hecha por Raúl Porras Barrenechea (1959) de cartasoficiales y privadas hasta la época de Vaca de Castro; y la edi-ción a cargo de Juan Pérez de Tudela Bueso, académico es-pañol (1964), que reproduce el fondo documental de Gonza-lo Pizarro y el pacificador Gasca conservado en la bibliotecaHuntington de California. Por su parte, la archivera AntoniaHeredia Herrera (1972) ha catalogado y publicado sistemáti-camente las consultas del Consejo de Indias. Guillermo Loh-mann Villena (1986) ha recopilado documentos oficiales, car-tas y escritos varios del marqués Pizarro, mientras que la pro-fesora sevillana María Justina Sarabia Viejo (1986-1989) hadado a luz las fundamentales disposiciones gubernativas delvirrey Toledo.

A falta de quien se anime a trazar una visión de con-junto de aquella época, la mejor síntesis de las centurias delvirreinato continúa siendo la Historia general del Perú del P.Rubén Vargas Ugarte (1971), obra meritoria, aunque limita-da al ordenamiento cronológico y la narración lineal de loshechos. Por lo demás, es factible echar mano de las inter-pretaciones o reflexiones generales que ofrecen algunospensadores de reconocida solvencia.

Sobre todo en la elaboración de nuestras ideas con-clusivas (cap. XIV), hemos utilizado los Siete ensayos de in-terpretación de la realidad peruana del amauta José CarlosMariátegui (1968) y las medulares líneas de Jorge Basadre–el más completo historiógrafo nacional del presente siglo–en su Perú, problema y posibilidad (1979): dos piezas que,pese a superar los sesenta años de antigüedad, mantienenla frescura en sus sugestiones e ideas. También en esta lí-nea hay que mencionar los enjuiciamientos y notas interpre-tativas de Pablo Macera en su Visión histórica del Perú(1978).

Esperamos que el lector pueda sacar provecho de es-tas orientaciones bibliográficas, concebidas más bien comouna invitación a la lectura profundizada y minuciosa del pe-ríodo en cuestión. El registro de publicaciones que se expo-ne en las páginas siguientes responderá los interrogantesespecíficos sobre títulos y procedencia editorial de todas lasobras citadas o referidas dentro del texto.

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