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PRAXIS EDUCATIVA EDUCATIVA EDUCATIVA EDUCATIVA EDUCATIVA 8 (2004) Facultad de Ciencias Humanas UNLPam 64 REENCUENTRO Gabriel Rojo Fotografa Cuadernos De Cultura Juan Ricardo Nervi VOCACION Y ETICA En el ideario pedaggico de Raœl B. Daz Direccin Provincial de Cultura 1959 64-77

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PRAXISEDUCA T I V AEDUCA T I V AEDUCA T I V AEDUCA T I V AEDUCA T I V A 8 (2004)

Facultad de Ciencias Humanas

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REENCUENTRO

Gabriel RojoFotografía

Cuadernos De Cultura

Juan Ricardo Nervi

VOCACION Y ETICAEn el ideario pedagógico de

Raúl B. Díaz

Dirección Provincial de Cultura1959

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El nombre Raúl B. Díaz, a pesar de estarentrañablemente ligado a la historia de la educa-ción argentina, es poco menos que ignorado porlas nuevas generaciones. Quién, como este ilustrehijo de San Luis, dio tanto para la dignificación delmaestro en las horas difíciles de la escuela en tie-rras de pan llevar, debe ser conocido por todos losque intuyen esto tan evidente y sin embargo des-cuidado, omitido a sabiendas o simplemente olvi-dado por pueblo y gobierno: en el fondo de todacrisis político-social subyace -tal vez al amparo dela inevadible instancia económica-una problemáti-ca cultural, abierta en interrogantes que exigenperentoria respuesta.En la Educación está la clave. No erraba Sarmien-to cuando ceñía su ejecutoria de civilidad, es decir,su búsqueda de una concepción de vida nacionalafincada en la producción y el trabajo, a esa tareatitánica que llegó a ser su pasión de obseso: edu-car al soberano, educación popular. Lo expresa conclaridad el profesor Mantovani, cuando dice que �subrega -la que urgía la necesidad imperiosa de esaconcepción- era apasionada, pero no arbitraria.Estaba orientada por designios claros: veía en elprogreso � síntesis de trabajo y cultura � el destinoargentino�. Pero, por supuesto, �el progreso no po-día elaborarse con la razón, como lo querían losiluministas�, ni desde arriba, por mandato divino...o por Decreto gubernativo.�Debía ser el resultadode un proceso de elaboración histórica cuya tareaprincipal era educar y crear nuevas costumbres; enuna palabra, civilizar�. Para esa tenaz, penosa, lentatransformación, hacían falta maestros de cuñoSarmientino, capaces de �ceñir la espada del gue-rrero y conservar toda la vida el cilicio del monje�...Ycapaces también de �no aspirar a comer sino el panseco del soldado, y no recibir mendrugos del po-der, que suelen a veces contener estricnina...�. Deese cuño fue el maestrito de Renca. Nacido y cre-cido en el predio agreste donde, leguas más, le-guas menos, se enrarecía el aire de la justicia so-cial en ese subsuelo físico y moral de la explota-ción del hombre por el hombre, debió impresionar-se más de una vez ante el muestrario de dolor de-nunciado por Germán Ave Lallemant a fines del si-glo pasado y recogido por José Ingenieros en unode sus primeros libros. Vale la pena la transcrip-ción, así sea fragmentaria de este alegato, porqueella servirá para situarnos en el entorno educativofinisecular y señalar, de paso, algunas de las cons-tantes que todavía hoy desfiguran el rostro de laescuela argentina. Con referencia a los mineros

VOCACION Y ETICAEn el ideario pedagógico de Raúl B. Díaz(1)

JUAN RICARDO NERVI*

*Profesor de Filosofía y Ciencias dela Educación. Se desempeño comodocente en la Universidad Pedagó-gica de México, y en Argentina, enla Facultad de Ciencias Humanasde la Universidad Nacional de LaPampa. Ha recibido, entre otros, elpremio «Fundador de Ciencias dela Educación en Argentina» otorga-do por la Universidad de BuenosAires. Es profesor emérito de laUniversidad Nacional de La Pampay autor de numerosos libros y artí-culos relacionados con su especia-lidad. Dirección Institucional: Gil353 2º Piso. Teléfono: 02954-451666.E-mail: [email protected]

1Este título ha sido publicado en Cuadernos de Cultura (1959). Dirección Provincial de Cultura, JUsticia, Instrucción Pública,Culto, Previsión Social y Salud Pública. Año I, Nº 2, San Luis:1-17

Detalle fotografíaGabriel Rojo

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puntanos decía Lallemant : �Muchas mujeres vi-ven en cuevas formadas en las barrancas dearcilla de los arroyos, otras en las cuevas delas rocas y otras en míseros ranchos. Vivenamancebadas con peones de las estancias ve-cinas o con mineros, y tienen muchísmos hijosque desde chicos suelen dar a estancieros y otragente, para que cuiden las majadas de cabrasy ovejas�. Más adelante agregará el destacado re-lator que �da lástima ver a esas pobres mujeres,casi desnudas y muertas de hambre, paradas en elagua tan fría, lavando el llampo todo el día... y cuan-do han conseguido reunir algunos centigramos depolvos de oro, lo llevan a la pulpería, en donde elpulpero las engaña y roba con el mayor desparpa-jo, estafándolas primeramente en el peso y preciodel oro, y después en el peso y la medida de losartículos que las pobres compran...�. En la encru-cijada de ese destino aciago cuyas resonancias lle-garon en ecos de lamento y piqueta a la sensibili-dad de Lallemant, la cuestión económica, marcadaa sangre y fuego por los infatigables defensores dela clase obrera, se unió al problema educativo, comopuede verse en los siguientes parágrafos :�...Casisiempre ganan muy poco, y prefieren trabajar porun salario en el laboreo de una empresa capitalis-ta, transportándose con este fin junto con sus fa-milias a parajes lejanos donde esperan encontrarocupación, a menudo llevando el tifus, la viruela, elsarampión y otras enfermedades infecciosas... Na-turalmente, no saben leer ni escribir. Los admi-nistradores de las compañías mineras suelen ex-plotar terriblemente a estos bárbaros, cuyo trabajoles resulta tan barato que no pueden competir conellos los obreros inmigrados de Europa�. Y a modode colofón, Germán Ave Lallemant inserta esta re-velación, verdadero impacto para la prensa venal deayer, que es la de hoy y la de siempre: �Los perió-dicos rechazan todos los informes que dicen la ver-dad sobre las minas�Declaran que es antiargentinoy antipatriótico decir la verdad sobre las minas ydenuncian a los que no mienten en ese sentido, alas iras de los fanáticos patrioteros del gobierno delos especuladores de la bolsa, como opositores alengrandecimiento del país: la anarquía sostenidapor el fraude patriótico forma la base sobre la quese funda el capitalismo� ¿Era eso todo? No, toda-vía hay más, para escranio de la democracia �suigeneris� de la época, y además, para que a remol-que de la oligarquía, el nepotismo, el prevaricato,venga a cuento, junto al drama del hombre de tra-bajo, el viacrucis de la enseñanza oficial por aque-llos años: �En San Luis -dice Ave Lallemant- sonlos peones criollos los que trabajan en las estan-cias. Por toda herramienta tienen el lazo, la bola,el cuchillo y el arado de madera de quebracho. Sue-len también utilizar el hacha hábilmente. Viven alraso. Visten míseros harapos. Comen menos quelos perros. Nada poseen, ni familia. Trabajan porun salario ínfimo, mal y poco. No se les enseñanada. Repárese en este hecho: No se les enseñanada. E infiérase, entonces, en que medida seráimprescindible ¨educar al soberano¨ para superarlos males que corroen en las entrañas mismas de

la democracia, y, sobre todo porque hay algo queno debe olvidarse: ¨un pueblo ignorante votarásiempre a Rosas¨...

¿Quién era aquel Saturnino Camarero, burga-lés de origen, que a ruego del talentoso José MaríaTorres ante el Gobierno Nacional de Sarmiento, lle-gara en 1874 a Renca para encargarse de la direc-ción de la primera Escuela Graduada de San Luis?En cierto modo hemos delineado -por boca de donGermán Ave Lallemant- las condiciones económi-cas, sociales y culturales del San Luis de esosaños, sierra adentro o pampa afuera. Para la esti-mativa actual de quienes siguen de cerca el éxododel magisterio campesino y el índice de escuelasrurales que se cierran por falta de maestros, esdecir, por falta de vocaciones autenticas, la presen-cia de don Saturnino Camarero en Renca -hace casiun siglo- servirá para una valoración comparativa delo que va de ayer a hoy en la ecuación social de ladocencia.

Había nacido en 1832, en la provincia de Burgos(Castilla la Vieja), en cuya Escuela Normal obtuvoel titulo de Maestro de Instrucción Primaria Elemen-tal. En Madrid, más tarde, realizo estudios com-plementarios en la Escuela Normal Central. Allí sededicó a la enseñanza, y, además, a cultivar sunatural disposición para los estudios geográficosestudiando dibujo y arquitectura. Ese aprendizajele fue de utilidad para dedicarse a trabajos de agri-mensura, geodesia, planimetría, etc. Razones ideo-lógicas obligáronle a emigrar de su patria, y fue asícomo arribó a la Argentina, a los cuarenta y dosaños de edad, en plena efervescencia política -conmovimientos revolucionarios en ciernes- por el en-cono c ív ico desatado ent re autonomistas ymitristas. Ese encono, más tarde diluido al amparode la denominada Concil iación propuesta porAvellaneda, llegó también a San Luis y significá lainmolación inútil del General Teófilo Ivaniwski, enVilla Mercedes, el 24 de septiembre de 1874.

En ese clima, cuya densidad no seria extraña aquien, como él, se fogueara en lides políticas mu-cho mas duras, siempre en pos del santo y señade la democracia, se hizo cargo Camarero de laEscuelita de Renca, y en ella ejerció desde su arri-bo hasta 1878. De allí pasó a Villa Mercedes, don-de inauguró la Escuela Graduada de ese punto lle-vando su conducción por espacio de un lustro, has-ta que, en 1885, y a causa de que no se pagabacon la regularidad debida a los maestros, se tras-ladó a Villa María, en Córdoba, en cuya escuelagraduada presto servicios hasta 1895. Mala debíaser la remuneración y demasiado espaciada la per-cepción de haberes también en la escuela cordo-besa, porque a partir de ese año pasa a desempe-ñarse en escuelas del Consejo Nacional de Educa-ción, primero en la Escuela Elemental de Varonesde Viedma (Río Negro), ̈ donde sólo pudo estar pocomás de un año a causa de la implacable guerra quele hacían los salesianos¨, y luego en General Acha(La Pampa) donde permaneció por espacio de ca-

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NERVI, J. Ricardo

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torce años dirigiendo la Escuela Elemental de Va-rones, hasta que en 1909 se le concede una pen-sión acordándosele el retiro.

A don Saturnino Camarero corresponde la con-fección de la primera geografía de La Pampa Cen-tral, meritoria expresión de sus inquietudes en esecampo. Pero su mérito mayor fue, sin duda, el dehaber reparado en las excepcionales aptitudes delniño Raúl Basilio Díaz, orientándolas vocacio-nalmente hacia el por entonces semivirgen campode la docencia. Así, primero en Renca y luego enVilla Mercedes, en la formación del Inspector Ge-neral de Territorios y Colonias Nacionales, la pala-bra monitora de don Saturnino habrá abierto rum-bos luminosos a ese natural talento, despierto ya alas voces de la cultura bajo el signo de una con-ciencia militante.Esa formación, regida acaso por vivencias capacesde definir desde temprana edad una personalidadvigorosa, se dio en el trámite de toda una épocadecisiva para la subsistencia y preeminencia de unaeducación nacional, popular y progresista, regidosdichos términos por la misma tesitura intelectualque nació, creció y se multiplicó en esa pedagogíade la acción que sigue siendo la ley 1420 de Edu-cación Común.

Es esa filiación, que empalma con la tónica de-mocrático-liberal del normalismo, la que define po-siciones en la enseñanza secundaria de Tucumáncuando, a despecho del criterio de su padre, el es-tanciero Bernabé Díaz, abraza la carrera del ma-gisterio. Allá va, becado con veinticinco pesos porel gobierno de la Nación y quince por el de SanLuis, detrás de ese empeño que es ya en él pasióncivilizadora. Lo acompaña Nicolás Jofré, su amigode todas las horas, y a cuya memoria prodigiosase debe mas a un capítulo evocador de la vida desu condiscípulo. Ya se revelan en Díaz aspectossustanciales, descubrimientos íntimos que se abrenal proceso dialéctico que lo llevará a una concep-ción científica del mundo y de la vida. Pero hacefalta el hallazgo de ese hoyo orientador, capaz deanudarse a la continuidad del impulso primigenioacordado por su viejo maestro burgalés. En esaedad desdibujada entre la ambición y la angustia,cuando a cada instante el Yo es un descubrimientodoloroso, marcado a sangre y fuego por la incom-prensión o la indiferencia de los demás, el estu-diante adolescente comprende que ha de sobrelle-var ese tránsito como una responsabilidad y nocomo un castigo. De allí que se proponga -y lo lo-gre- ser el mejor entre todos.

Si conmueve la odisea pedagógica de AmadeoJacques en Tucumán, allá donde, como lo expresaAníbal Ponce, en pleno caos político-militar, �elcolegio se había convertido en un cuartel�, pero, apesar de todo, a fin de evitar el desbande de susdiscípulos, Jacques �mantuvo la enseñanza, entrela bulla de cuatrocientos soldados, sin interrumpiruno solo de sus cursos, hasta el día final, en quelas tropas le quitaron el último rincón del edificio�;

si aquella aventura del pensamiento, encarnadaheroicamente por el infatigable profesor francés, fueun fracaso -uno más- y la educación en su luchasin cuartel contra la barbarie, no todo hubo deperderse. Y así, porque es la ley que está por en-cima de la calumnia y el dicterio, el verbo fecundode Jacques significó el incentivo pragmático, el hitoinicial de esa transformación educacional contra laque nada pudo el entonces todopoderoso presbíte-ro Campo. Amadeo Jacques alzó la antorcha y mos-tró el camino. Desde 1858 hasta 1862 fue su plande estudios el que tradujo sistemáticamente el im-perativo categórico de un nuevo orden de cosas enel mundo de la cultura. El colegio fundado en 1865-precisamente el año de la muerte de Jacques- bus-caría afanosamente la huella precursora de esteinsigne maestro. Y será, por extraña coincidencia,otro francés de extraordinaria información, quienretome el testimonio del compatriota para seguirsu rumbo. Nada se pierde: todo se transforma yconserva. Cuando Paul Groussac se hace cargo -en 1878- de la Escuela Normal de Tucumán, sonpocas las experiencias recogidas sobre la base deaquellas reformas educativas propuestas por el fun-dador de �la liberte de penser� y en las que incidecategóricamente la suma de vicisitudes porque pasóel Colegio �San Miguel� hasta su organización. Suplan, el más vasto y metódico que se conocierahasta entonces, debió revalidarse, con las adapta-ciones del caso, para la formación de los nuevosmaestros normales. Seleccionados con criterioeminentemente científico, esto es liberados decoyundas dogmáticas los contenidos de la educa-ción servirán, aquí sí, de seguro puente entre maes-tro y alumno para llegar a los fines generales, en-derezados a una formación de tipo integral. Si estatónica Jacqueana hubiera subsistido, muchos erro-res de la segunda enseñanza se habrían evitadodesde que, en líneas generales, susceptibles deadecuación o mejora, se abarcaba en el todo lo in-herente a la enseñanza general y preparatoria, perono se descuidaba la especial. �Vienen después losplanes aristocráticos traídos de Europa, lo que fueun grave yerro�. Con todo, sus puntos de vista -afirmados sistemática o difusamente- se convalidanen la ejecutoria de sus continuadores en la tierrade Avellaneda. Y es ese plasma pedagógico don-de, a partir de 1882, habrá de tomar forma definitivala vocación docente de Raúl B. Díaz. De allí, dondea los nombres de Jacques y Groussac, franceses,se unen los de Mantegazza, italiano, y Burmeister,alemán, cuya gravitación en la cultura tucumana esindiscutible, extraerá el joven sanluiseno la mate-ria prima con la que habrá de elaborar, paso a pasoy acabadamente, como en el lema pestalozziano,la dimensión ética de su ideario pedagógico. Refi-riéndose a los cuatro europeos citados mós arriba,dirá Ricardo Rojas: �No puede ser indiferente a unasociedad embrionaria la presencia de un hombresuperior, como lo fue cada uno de los nombrados:muchas vocaciones de jóvenes tucumanos se ilu-minaron al contacto de aquellos altos espíritus...�.Y es que, en efecto, la influencia de uno y otrotrascendía al pueblo, llegaba a todas partes y se

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traducía en la resonancia afectiva de las clases nopudientes, para quienes la educación iba dejandode ser un lujo. Clima espiritual de esa época enque las contradicciones van afirmando esa síntesisdialéctica capaz de asegurar la vigencia de la de-mocracia integral a través de la enseñanza, y que,en ese eslabonamiento vital de lo multitudinario enpos de sus fueros, incidirá categóricamente en elpensamiento y la acción de Raúl B. Díaz.

Cuando egresa con su título de Profesor Nor-mal, ya San Luis lo reclama para ejercer en la Es-cuela Graduada de Villa Mercedes. Un año defogueo, desde 1885 hasta marzo del 86, lo afirmanen el predicamento de la superioridad puesto queen ese mismo mes se hace cargo de las cátedrasde Geometría, Trigonometría y Agrimensura en lamisma Escuela Normal de Profesores donde se gra-duara, y, además, en la Escuela Normal de Maes-tras de Tucumán. En el año 1889 -y hasta marzodel 90- desempeñará, en Salta, el cargo devicedirector de la Escuela Normal y la cátedra dePedagogía. Tiene apenas 25 años y ya su nombrese perfila como el de una de las personalidades másdestacadas de la generación docente de ese año90 en que se lleva a cabo en Buenos Aires un Con-greso Nacional de Pedagogía, para cuya presiden-cia es propuesto por Estanislao S. Zeballos en tér-minos laudatorios. �Con el tiempo, dirá su biógrafodon Jorge A. Mattiauda, pudo saberse cuan justi-ciero fue el homenaje del gran hombre público ar-gentino...�. Y puesto que el tiempo sólo es tardan-za de lo que está por llegar, ya lo tenemos a RaúlBasilio Díaz al frente de un organismo educacionalque marcará una etapa fecunda en la administra-ción de la enseñanza argentina: la Inspección Ge-neral de Escuelas de Territorios. La fecha de sudesignación es significativa : 25 de mayo de 1890.

En la sesión del 18 de junio de 1915, el diputa-do Dr. Juan B. Justo se refería al incumplimientodel presupuesto de instrucción primaria. No era laprimera vez que el recinto de la Cámara de Diputa-

dos de la Nación retumbaba con el �yo acuso� dellíder socialista en relación con los casos y cosasde la educación pública. Pero esta vez se tratabade una interpelación al Ministro de InstrucciónPública, y no se aceptaban las� enmiendas honora-bles¨ del alto magistrado. Datos, cifras concretaspedía, exigía y daba a su vez el fundador del socia-lismo argentino. El número de analfabetos es alar-mante; la asistencia a clase -obligatoria por Ley-apenas si sobrepasaba el 60 por ciento hasta 1910.Justo denuncia la burocracia imperante y fustigacon energía el malgasto de los fondos destinados aabrir escuelas, fomentar la instrucción, desterrar elanalfabetismo. Allí, dicho sea de paso, aflora el casosingular de la Escuela Normal de San Franciscodel Monte, en San Luis, donde, dice el destacadotribuno, ¨so color de honrar a Sarmiento, se quisofundar a toda costa una escuela normal en una lo-calidad situada en las montañas, en una zona ári-da que no tiene acceso de ninguna clase porque lefalta conexión ferroviaria. Y una vez votado ese gasto�agrega- se lo hizo inmediatamente, aunque no seha creado la escuela...¨. El Dr. Justo transcribe lue-go algunos párrafos del diario ¨La Prensa¨: El Con-sejo Nacional de Educación, ¨antes de proveer loselementos materiales indispensables para la insta-lación regular del modesto instituto, nombró direc-tor y secretario, resultando estos dos partidarioscalificados de uno de los bandos políticos milita-res¨. De tal suerte, ¨la presencia en San Franciscode los jefes del grupo �agrega �La Prensa¨- provo-có, entre diversas manifestaciones de calurosa sim-patía, la idea de honrar a los distinguidos huéspe-des, inaugurando la escuela normal, que no conta-ba todavía ni con casa adecuada, ni con moblaje,ni con profesores, ni con alumnos. Y así se hizo,en un festival oratorio que dio pié al director en ex-pectativa para formular el programa de su futura ac-tuación en el cargo, a algún presunto estudiante,para exteriorizar las emociones de la juventud queacudiría a las aulas cuando se supiera donde esta-ban, y a los obsequiados para recomendarse a la

consideración de sus conciudadanospara los próximos comicios...¨. Nadafaltó en aquel acto oficial, nada, salvola escuela inaugurada que hasta esemomento -24 de mayo de 1915- era,como señalara ¨La Prensa¨... ¨un puroentre la razón¨, al igual que los maes-tros, los discípulos, los pupitres, lospizarrones... y el edificio.

La crítica es, como se ve, incisivay mordaz hasta la dureza. En esosaños los fiscales de la patria, a la ma-nera de Demóstenes, ponían sobre eltapete todas las cuestiones en las queentraba en juego el interés público enfunción del bienestar común. Ser fun-cionario equivalía a someterse al jui-cio moral de quienes, como el diputa-do Juan B. Justo, urgían el sanea-

Néstor SalameroEl Portal

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miento de las instituciones sobre la base de hom-bres probos, ecuánimes y capaces. En ese rumbode critica constructiva, el Dr. Justo ofrece un cua-dro exhaustivo de los gastos afectados a la ins-trucción pública hasta el 31 de marzo de 1915. Pidela creación de un millar de escuelas para conme-morar el centenario de la independencia. Y pide quesean destinadas a la educación pública partidas queimpidan el menoscabo que supone la cesión gra-ciosa de inmuebles particulares para que una es-cuela pueda funcionar mientras aumentan los gas-tos militares y se ampara económicamente a lasinstituciones clericales que propugnan la llamadaenseñanza libre o libertad de enseñanza, contrariacien por ciento a la enseñanza estatal. Más ade-lante veremos en qué medida su pensamiento co-incide con el del Inspector General de Territorios,profesor Raúl B. Díaz, cuyo testimonio apela en lasesión citada el diputado Justo.¨El señor Díaz -manifiesta el orador- dice que en La Pampa se hanestablecido todas las escuelas que el presupuestoordena. Tuve ocasión, hace unos veinte días, de di-rigirme al señor presidente del consejo nacional deeducación solicitando un maestro para una escue-la cuyo edificio han construido de su propio pe-culio los colonos de la colonia La Gloria, del ferro-carril Oeste. En esa circunstancia -agrega Justo-recibí del Consejo Nacional de Educación una tar-jetita y una copia de una nota en que dice el señorRaúl B. Díaz:¨El director de la nueva escuela deLa Gloria, creada el 5 de marzo, está ya en esepunto. Falta ahora que los vecinos formalicenla cesión gratuita del local para esa escuela, yque la oficina de suministros despache el ma-terial escolar¨. ¨Formalicen la cesión gratuita...!¨-exclama Justo- ¨No faltaba sino ésto para que laescuela funcionase, en junio 4 de 1915, fecha detal nota!¨. Era otra la escuela a que se refería el Dr.Justo. La mencionada por Díaz es la actual de unpueblito pampeano llamado ¨La Gloria¨, a pocos ki-lómetros de Santa Rosa. Se queja el implacablediputado, además, de la situación creada en Re-sistencia (Chaco), desde donde se le pide que in-terceda para que no se suprima una escuela so pre-texto �dice- de que no había local. ¨Era éste elpropósito del Inspector de Territorios que informósobre la escuela de La Pampa -señala Justo- y queinterviene también en el Chaco, y quería supri-mir la escuela por no sé qué pequeñas disidenciassurgidas, por malas razones políticas, entre elinspector local y el maestro de la escuela, que noquería prestarse para cierta propaganda...¨. No esclaro el considerando de Justo en ese punto. No seentiende si esa rencilla ¨por malas razones políti-cas¨ hace referencia al inspector seccional del Cha-co, o al inspector local como dice el texto, quesería, en tal caso, el Inspector General don Raúl B.Díaz, lo que, desde ya, nos parece inadmisible. Encuanto a la zumbona acotación de que el Inspectorde Territorios interviene también en el Chaco,convendrá ir anotando que esa intervención -siem-pre marginada de malas razones políticas- es la delfuncionario razonable y no la del burócrata apoltro-nado, la que se nutre en la vocación y la ética de un

ideario democrático, y no la del ganapán aquiescente ysumiso de las administraciones públicas. El rasero delviejo paladín del proletario argentino no pido igualar laestatura moral e intelectual del profesor Díaz con la detantos cagatintas de la docencia. De haber ahondado enla vida y la obra del discípulo de Groussac y fervorosoadmirador de Sarmiento, hubiera tropezado a cada ins-tante con las coincidencias propias entre el socialismo yel pensamiento liberal de la burguesía progresista de prin-cipios de siglo.

Sí, el Inspector General interviene también en elChaco. Y en Misiones, Formosa, Los Andes, La Pampay la Patagonia. Palmo a palmo recorre todas estas ru-tas: a pié, a lomo de mula o caballo, en sulki y en carro,en automóvil o en tren. Eduardo Thames Alderete, en sucurioso libro ¨La Escuela del Desierto¨ abona la validezde esa intervención directa en el manejo de sus fuerostécnico-docentes. Un día vio en ̈ La Prensa¨ un aviso delConsejo Nacional de Educación que decía, simplemen-te: ¨Se precisan maestros normales para las escuelasnacionales del Chubut¨. Y allá fue, a presentarse al Ins-pector Díaz como postulante:

-¿Es usted de la profesión?- le pregunto don Raúlinspeccionándolo de pies a cabeza.

-Si, señor: profesor normal.-

-Mire- le dijo Díaz mirándolo con fijeza- ya he pro-puesto al Consejo dos candidatos que llevaré alChubut si son aceptados; sin embargo haré pre-sente su solicitud; deme su nombre y domicilio...-

Esa expresión ¨que llevaré al Chubut¨, no fue unamera forma de decir. porque días después, habiéndoselodesignado para uno de los puestos en el lejano sur, cuandollegó a la dársena para embarcarse, Thames Aldereteencontró al Inspector General acompañado de otro maes-tro.

-Los acompaño al Chubut- dijo Díaz. Y agregó: ¨...Paraubicarlos convenientemente...¨

¨La palabra ¨ubicarlos¨ me intrigó -relata Thames- yme hice esta pregunta: ¨Nos importan o nos deportan?¨.El tiempo se encargó de contestarme¨.

En efecto, con el tiempo demostró a ThamesAlderete, por la palabra y la acción de su superiorjerárquico, que el vocablo ¨ubicación¨ comprendealgo más que ¨estar en determinado espacio o lu-gar¨, en la actitud pasiva del objeto o en el acodoquietista de la espera. ¡Qué de enseñanzas reservaal lector, máxime si el lector en maestro, este pocomenos ignorado librito de don Eduardo ThamesAlderete!. Allí puede verse al Inspector Raúl BasilioDíaz en acción, rompiendo el fuego de esa batallasin tregua contra la ignorancia, midiendo el pulsode la democracia, de pizarra en pizarra, de cuader-no en cuaderno, con la única arma posible en esaslatitudes: educación. Ubicar al maestro equivalea decir, centrarlo en su órbita moral, social e intelec-tual. Robustecerle el temple con la prédica y el ejem-

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plo. Solidarizarse con él en la injusticia y fustigarsu inoperancia con el tono justo del llamado a laacción positiva. Este culto al esfuerzo se hizo estí-mulo sin renunciamientos ni flaquezas en todos losmomentos de su milicia pedagógica porque para élera la clave con que la educación alcanzaría su metade civilidad. Mattiauda ha obtenido un libro dedica-do por Díaz al Inspector Seccional de Santa Rosa(La Pampa), Sr. Juan R. Espinoza, y en cuya pági-na inicial puede leerse: El culto del esfuerzo, di-rigido siempre a una misma dirección, con-duce al éxito en la vida. ¨Claro que no hay reglasin excepción�, agrega. Pero en su trayectoriamagisteril el esfuerzo fue norma indivisa, alimenta-da por esa hondura vocacional que no requiere nideterminación cuantitativa de aptitudes ni otra eva-luación que la de esa ¨praxis¨ permanente que fuesu vigilia de pan y abecedario.

Ubicar a los maestros era ayudarlos a ubi-carse. ¿Cuál era su concepción del maestro de es-cuela? ¿Cuál, sí, la de ser heroico y anónimo de laargentinidad, medido en su propio espíritu, perfil,escenario y destino?. El 21 de octubre de 1909, aliniciarse un ciclo de conferencias regionales enSanta Rosa, La Pampa, decía el Inspector Generalde Territorios: ¨...El deseo y la necesidad de liber-tad, igualdad, amparo y bienestar económico, ori-ginan y alientan esa corriente universal que buscael equilibrio en el Globo, y nos trae, junto con gran-des beneficios, serios problemas... Menester es,pues, que el maestro de escuela tenga plena con-ciencia de estos grandes movimientos a realizarsefatalmente, para que los acompañe sin dejarsearrastrar o eliminar como resaca por ellos, en cali-dad de motor, fragua y estrella...¨. Libertad y nece-sidad, necesidad y libertad, conjugándose en elequilibrio de la humanidad, procurando la toma deconciencia que lleve a elevarse sobre el mundo dela naturaleza y alcanzar el mundo de la cultura. Sila l iber tad só lo es pos ib le en mér i to a lacomprehension de la necesidad, nada debe esca-par a la pupila zahorí del maestro, de tal modo queayude a las generaciones a tener por cierto estoque es contenido esencial del concepto del pro-greso: ¨Mientras el hombre ignora la necesidad, esesclavo de ella: sólo cuando la necesidad se haceevidente, aprende a dominarla¨.¿Qué si no eso pideRaúl B. Díaz para el maestro de escuela, ese ¨por-taestandarte que jamás deberá dormir en la reta-guardia o la rutina¨?. Así como vemos que su ur-gencia de progreso le impone la actualización cons-tante de los docentes, para que no se dejen arras-trar o eliminar como resacas por esos movimientosde avance irrefrenable de los nuevos tiempos, asítambién -siempre afirmado en premisas concretas-dirá que la ¨obra previa del maestro es formar elalma del pueblo que está llenando el patrio suelovacío; hacer la amplia, homogénea y sólida basede la Nación, por la transformación y asimilaciónde la plutocracia material y social envolventes; porla ilustración y elevación del criollo; por la comuni-dad de ideas, sentimientos , impulsos, ideales, idio-mas, tradición, espíritu cristiano y laico, veredicto

moral de la propia conciencia de todos los que res-piramos bajo la misma bandera; después, por la pre-paración para la conquista de la naturaleza, del bieny de la gloria¨. En todo eso y mucho mas consis-tió, para Raúl B. Díaz el verbo ¨ubicar¨ que sorpren-diera tanto a Thames Alderete. Ya veremos cuál es,dentro de la tipología docente, el maestro apeteci-do por Díaz. Por de pronto, digamos que ese tiponunca fue concebido marginado de la realidad so-cial y ambiental, desconectado de los problemasdel hombre próximo o remoto. Su viaje a los Esta-dos Unidos, viaje de estudio tras la huella precur-sora de Sarmiento, que costó al estado solamenteel importe de su sueldo mensual, le demostró que¨la supremacía de la escuela en la Unión America-na se debe a las cualidades y virtudes personifica-das en sus maestros, y a la opinión honda de todoel pueblo y de las autoridades por la educación co-mún, ancla de salvación de la democracia...¨. Deja,allí mismo, sentada su posición respecto del maes-tro que vive aislado de sus compañeros y de la so-ciedad, sea por orgullo intelectual, ideas preconce-bidas o absurdos prejuicios...

Este mensaje desde Santa Rosa tiene vibracio-nes que cuantifican el acento vocacional del maes-tro puntano. El culto del esfuerzo, acaso surgidode esa extraña proyección entre emocional e inte-lectual hacia la filosofía de Nietzsche, lo llevará aconsignar que la mejor docencia es la que se sos-tiene en el trabajo diario y renovado, en cuya arte-sanía se va arquitecturando el Yo hasta definir enuna categoría decisivamente humana, la exigiblepersonalidad docente. Así, el mejor tipo de maes-tro será, no sólo aquel a quien su corazón le dice¨sé maestro...¨, aquel cuya palabra infunde alegría,confianza y fe y en cuyos labios se abre en ¨sonri-sa la bendición de un mundo de bondad y sinceri-dad¨, sino, además,¨el que tenga personalidad¨, el¨que es y se sienta algo, capaz de gobernarse ybastarse a sí mismo¨, y que, ¨como Jesús, enseñacon su mirada o su presencia entre las personas,lo mismo que enseña deliberadamente con su pa-labra y sus obras...¨. Por último, el mejor tipo demaestro es ¨el que más sabe lo que va a enseñar,el que más conoce los métodos adecuados desdeel punto de vista de la naturaleza del niño y de lascondiciones que rodean la escuela; el más hábilpara hacer, el más fecundo en iniciativas, el másvirtuoso y valiente, el que más busca las dificul-tades para vencerlas...¨. Debe repararse en estaúltima frase: ¨...el que más busca las dificulta-des para vencerlas¨, porque ella sustancia esatotalidad arquetípica que asigna al ¨mejor maestro¨,acaso en una definición de corte autobiográfico enla que su personal idad de consumo, br i l la ,paradigmáticamente. Véase sino, en que medidarefrenda su poderío de la voluntad esta culminacióndel pensamiento anterior:¨...Sin esta última cuali-dad el maestro dejaría de ser hombre, porque hom-bre quiere decir virilidad, esfuerzo tenaz, triunfo. Sinesta virtud o sin los monstruos, Hercúles, ¨envueltoen su manto habría dormido...¨

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Aquí y allá su voz se ensancha para señalar el grandey noble destino del maestro. Crítica y autocrítica convi-ven al cotidiano ejercicio de la docencia, elevado el edu-cador al rango que ansiaban Pestalozzi y Sarmiento, estoes, ̈ por encima del hombre de estado, del ministro de laiglesia y de los príncipes del comercio¨. En General Acha,el 7 de noviembre de 1909, acentuará los rasgos de laescuela laica y democrática en reunión sostenida conlos maestros y el pueblo a fin de estrechar vínculos entreeducadores y vecindario. Y manifiesta una vez más aque-llo que es soporte de su estatura moral: el valor delesfuerzo.¨La escuela, por la que deben pasar todos loshijos del pueblo �dice- es la depositaria de este cuádru-ple mejoramiento (que constituye lo) económico, social,educacional y moral¨ de la sociedad. ̈ En una comunidadque no trabaja, en que los habitantes no quieren nisaben trabajar, imperan la pobreza o estrechez demedios de vida, de la cual serían dignos represen-tantes el indio araucano que, cuando no estaba demalón, yacía estirado en el suelo con la boca haciaabajo o hacia arriba; los faquires de la India quepasan la vida contemplándose las rodillas en la mássantas de las beatitudes; el árabe, que arma encualquier parte del desierto su tienda, enciende lapipa y larga los camellos sin asegurarlos, confian-do en que Alá los cuidará en una comunidad dondeimperan el egoísmo y la falta de cooperación en losintereses comunes, en que la familia no compren-de que los derechos del hombre se basan no sóloen la libertad limitada por el mal que no debe ha-cerse a los otros, sino en el deber de esforzarsepor el bien ajeno; en una comunidad donde reinanla ignorancia y la corrupción, no cabe felicidad al-guna, y la civilización, si existe en algún grado, re-trocede al bajo nivel del estado primitivo de barba-rie...¨

Si bien no llegó a indagar en las causas próxi-mas y remotas del estancamiento de los pueblosdesde el punto de vista eminentemente sociológi-co, y si, en todo caso, persuadido de que en laescuela y sólo en ella estaría la solución a todoslos males endémicos y epidémicos de la sociedad,omitió factores decisivos en la regresión y el atra-so provocado a designio por aquellos mismos inte-reses que denunciara Germán Ave Lallemant en supropio predio natal. Díaz señaló con precisión losimperativos de trabajo y cooperación tendidos atransformar la naturaleza agreste en campos culti-vados, chacras y vegetales, destacando que ¨el ori-gen y la modificación de las condiciones (ambien-tales) radican en los habitantes mismos, en susinclinaciones, hábitos, inteligencia, virtudes y tem-peramento. Según es el término medio de ellos, asíes la sociedad. Referirse a una mayoría real, incli-nada y preparada para el bien, sería caer en teoríao visión�. Y para rematar este criterio, que rubrica-rían hoy los más avanzados teóricos de las ideolo-gías progresistas, citará a Parker diciendo: ¨la fe yla esperanza, sin el esfuerzo, son la muerte¨.

Bien se va viendo, entonces, que resultaban untanto apresuradas las expresiones un si es no espeyorativas del diputado Juan B. Justo con referen-cia al Inspector General de las Escuelas de Territo-

rios Nacionales. Acaso fuera más lo que los uníaque lo que los separaba. Los hombres -lamentable-mente- parecieran estar signados para la disensiónmas que para la unión. La posteridad lima aspere-zas y establece nexos conciliatorios cuando, porsupuesto, es demasiado tarde. Y es en los hom-bres de talento donde un cerco de espinas separaa los unos de los otros toda vez que una discrepan-cia ideológica se alza entre ellos. No entra en laíndole de este trabajo el rastreo de las ideas políti-cas de Raúl B. Díaz. Que las tuvo, es indudable. Yque las sostuvo, también. Pero en el funcionarioterminaba el político, ejemplo que bien debiera ser-vir para el presente y, sobre desgraciadas experien-cias del pasado, cubrir todas las cuotas adminis-trativas del futuro. La tremenda importancia de laescuela en un país democrático republicano se re-vistió en Díaz de un sentido misional que no lo aban-donó nunca. Escuela de todos, apuntalada por to-dos y para todos los hijos del pueblo, ¨sin distin-ción de partido, secta o clase social¨, puesto todostienen el derecho y el deber ¨de tomar parte activaen la vida pública como ciudadanos, y cooperar enel bienestar, progreso y grandeza de la Nación¨. Esaunidad entre pueblo y escuela fue la forja de la do-cencia territoriana. Por donde pasara, el ojo avizorllegaba de inmediato a la entraña misma de los pro-blemas. En su trabajo ¨La escuela, sus obstácu-los, su acción¨ centrará su objetivo en las condi-ciones económicas y sociales de cada lugar. Unapartado que lleva por escueto título el de POBRE-ZA servirá para desnudar el repetido drama de loslejanos pueblos de tierra adentro, ayer al igual quehoy olvidados por los gobernantes que sólo seacuerdan del interior en sus campañas proselitistas.¨Muchas veces hemos oído decir, comenta Díaz:¨no mando mi hijo a la escuela por estar casi des-nudo o descalzo, porque se le está lavando el úni-co trajecito que tiene, por estar el caballo murién-dose de flaco debido a la gran seca, o, lo que esmás duro, por no tener que darle de comer¨. ¨Lamás apenante miseria -sigue diciendo- se nota enlos barrios pobres de los pueblos y villas o en laschozas rurales de Misiones, ambos Chacos, LosAndes y Neuquén¨. Achacará a la ignorancia y laociosidad, a la embriaguez y el juego, la razón detanta miseria, sumado estos vicios a ¨la carestíade la vida en tan aislados lugares¨. Quien ésto es-cribe ha vivido la dura experiencia de la escuela mi-sionera altoparaneña, casi siete lustros después delinforme del Inspector General. Las condiciones nohabían variado en lo fundamental. Las escuelas se-guían siendo taperas miserables, a veces sucuchosinhabitables. La pobreza de los habitantes, la mis-ma. El tétrico fantasma del hambre rondaba comomedio siglo atrás sin que nadie hiciera nada poreliminarlo. El drama denunciado por Rafael Barretallí, donde ¨detenerse es morir¨ y a veces ¨morir escomprender¨, subsistía como antaño. Este Barret -hombre libre- ante la sangre y la miseria física ymoral del mensú ponía los puntos sobre las ies alsacudir conciencias dormidas con su alarido de pro-testa por lo que eran los yerbales. Si acaso coinci-diera con el profesor Díaz en la necesidad de mejo-

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rar las deprimentes condiciones de vida del prole-tariado misionero, no creía -iconoclasta al fin- enlas posibilidades de la educación, entendida estácomo fórmula de saneamiento social.¨El pueblo seemancipa poco a poco de la miseria en que vive, nopor la instrucción, sino por la fuerza de su sagradacólera...¨. Como Barret, en aparente contradiccióncon su ejecutoria hecha a la medida del optimis-mo, de una fe inquebrantable en las conquistassiempre supremas del hombre en pos de todos losderroteros del progreso, en su intimidad filosóficaera frecuente el diálogo con Federico Nietzsche.La escritora Rosa Blanca de Morán transcribe ensu excelente monografía sobre el maestro, el artí-culo que la ¨Revista de la Asociación de Maestros¨le dedicara al cumplir veinte años de inspector. Allí,a modo de introito, se lee estas reflexiones del au-tor de ¨humano, demasiado humano...¨: ¨...Dondequiera que paro, me encuentro solo. Por qué mehe de parar? El desierto es grande: tal es el sen-tir de estos hombres que van a la vanguardia¨.La nota que parafrasea estos conceptos abona elaspec to ob je t i vo , d i rec to de l ep ígra fe . S í ,Díaz¨marcha a la vanguardia en las lides educacio-nales del país¨. Lo ha dicho categóricamenteZeballos, y lo repetirán Juan P. Ramos, Pizzurno, ymuchos más. Pero la cita no es casual. Quien laescribió debió conocer de cerca al gran maestro.Sabía, es seguro, de su aproximación a Nietzsche.Porque en las interlineas de sus meditaciones, es-pecialmente en ¨Ideales y Esperanzas¨, asoma lainfinita, la inmensa soledad de Raúl B. Díaz. ¨Don-de quiera que paro, me encuentro solo... Por quéme he de parar?¨. Como en algún héroe de Ibsen,empinado sobre sus propias espaldas ya un pocoencorvadas, sabe por su propia voz, que ¨el hombremás grande es el que está más sólo¨. Vedlo en susoledad, que es su grandeza. El desierto es gran-

de, y allá va, a ¨ubicar¨colegas, tal vez buscándosea sí mismo mas allá del hogar que no logró formarporque su vocación de maestro no le dio tiempo paraello; quizás porque su ética de docente le impidiódesdoblar entre dos amores, su enorme, infatiga-ble, incesante capacidad de dar.

En ¨Los Detenidos¨, un capítulo de ¨La Educa-ción en los Territorios¨ que es un toque de atenciónpara que se haga justicia con el magisterio, aflora -como siempre- la nota incisiva de una ironía rebel-de, amarga, tocada de esa dosis homeopática dedecepción que lo acompañó en los últimos tramosde su solitaria y desigual cruzada. ¿Qué reclamaahora, gruñendo a lo Sarmiento, para sus colegas?¿Qué pide para los ¨redentores sociales¨, cómo lesllaman en sus discursos a los políticos, o ¨los sier-vos del poder¨, como en la realidad son? Solamen-te, sencillamente, respeto, es decir, comprensión,y, sobre todo, esa endiablada justicia que siguesiendo gárrula muletilla de oradores baratos meti-dos a políticos. Los detenidos son los maestroscapaces, al pie de la cuesta a la espera de las cir-cunstancias favorables que permitan el ascenso.¨Se hallan desilusionados de ver tanto intruso quesalta el peñón y va a colocarse en la cima que eslimite del camino profesional. Se hallan desgana-dos, heridos, envejecidos como símbolo, acaso or-gullosos de su humildad digna� ¿Por qué ha deser así? ¿Cuál es el escollo que aluden los intru-sos e impide el paso a los que valen? Por un ladola ineptitud de jefe cuyo caletre no va más allá desus narices, soporte, casi siempre, de inevitableslentes que garantizan presbicia, miopía o pedante-ría; por otro lado el tenebroso horror a las ideas, elpánico burgués, ante todo lo que trastrueque el ru-tinario orden preestablecido; por último el egoíspo,ese diablo cojuelo prendido siempre a la oreja de laignorancia como para revestirla de tanto abomina-

ble principio de autoridad comoel que ostentan los mil y un in-trusos de que nos habla Díaz.Sí es cierto que el talento hie-re a los mediocres, malheridohabrá de estar más de un orga-nismo ministerial en donde laosadía y la audacia han prevale-cido sobre la aptitud y la capa-citación, la inteligencia y el mé-rito. No era poco lo que denun-ciaba el maestro Raúl B. Díazen esos años, denuncia válida -¿por qué no?- para los que vie-nen corriendo. ¨Los siervos delpoder¨, los maestros. Para elloshan colocado ¨la política con supersonalismo un peñón en elcamino, diciendo; de aquí no pa-sarán ... Porque los políticos hanestablecido en las leyes y cos-tumbres que los cargos directi-vos en la enseñanza primaria ysecundaria, los inmediatamenteinferiores y otros bien rentados,

Beatriz GarcíaVenecia

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son para sus partidarios políticos, exclusivamen-te...¨, y lógicamente, ¨de tal sistema resultan re-particiones singulares, con cabeza de político y pier-nas de maestro, es decir, con extremidades anta-gónicas que no andan bien, privadas de intenso en-tusiasmo, de irresistible espontaneidad...¨

Y aquí está otra vez Nietzsche. Porque su ale-gato en defensa del maestro, es su propia defensa.Lo ha dicho ya, sin falsa modestia -que es vanidad-de los que no saben decir su palabra ni romperse.Oigámosle: ¨Soy, pues, uno de los muchos casostípicos de la detención gremial...¿Qué explicacióntiene el hecho de que los mejores maestros prima-rios no pasan del radio de Inspectores de Escue-las? El haber estado veinte años en el cargo deInspector tampoco tiene explicación favorable. Sino fui bueno o si fui mediocre, mal hicieron en sus-tituirme por otro mejor. Si fui capaz, debieron lle-varme a posiciones ascendentes para estímulo ybien común ...¨ Estas palabras, de tono autocrítico,traen el aval del único ofrecimiento que tuviera através de dos décadas de proficua labor y de cuyorechazo se hace eco el diario ¨El País¨ destacandoen términos encomiásticos la proyección ética desu gesto, ¨en esta tierra donde todos se creen ca-paces de desempeñar cualquier tarea, por difícil quesea, y donde el afán general es el de escalar losmás elevados puestos , se tenga o no la necesariapreparación...¨

El cargo que se le ofrece es el de InspectorGeneral de Escuelas de la Capital Federal, queacaba de dejar vacante el Sr. Pablo A. Pizzurno.Su rechazo obedece al deseo de seguir al frente dela Inspección de Territorios. El Presidente del Con-sejo, reconoce que sería difícil hallar quien lo sus-tituyera en la complicada repartición; y es intere-sante consignar que la divulgación del rechazo deeste ofrecimiento se debe precisamente al titulardel organismo, Dr. José María Ramos Mejía ya queDíaz no le había dado mayor trascendencia. Actitu-des como ésta no son pocas en el itinerario docen-te de quien, como él, sufre en carne propia la pos-tergación injusta de sus colegas, y pasa por enci-ma de las suyas con el desinterés que tipifica a loshombres de su estirpe. ¿Qué hacer, qué hacer porlos demás? ¿qué hacer para sanear de una vez portodas ese cuerpo de raquítico erario succionado portantas larvas? ¨No sé, -dirá- pero, envuelta en laespléndida irradiación del cerebro de Nietzsche, lapluma escribe: ̈ Los detenidos pasarán, llevados poracontecimientos que producirán ellos mismos y porotros de origen desconocido; ayudados por los ex-cesos interminables del poder político; enriqueci-dos de luz, calor y alientos por el porvenir...¨ Afir-mará después, en páginas memorables, la necesi-dad de formar el carácter para evitar el extravío devidas en flor, de esas inteligencias malogradas que¨apenas dejan las aulas... entran a la vida pública,se precipitan al pie de la dorada escalera política,experimentan extraña alucinación, y trepan por ella,gozosas, para hundirse en el lodazal y perderse enese ocaso inmediato que se llama legislatura, mi-

nisterio, gobernación, congreso, etc....¨. Fustigarácon furia apostólica a esas ¨inteligencias surgentesque prefieren las falsas alturas políticas, llenas deimpurezas, en vez de las verdaderas alturas de lavida, ásperas, heladas y silenciosas, pero sanas,útiles y eternas¨, porque,¨sólo es inteligente el quehace el bien...¨

Bien se ve hasta qué punto los males insitos dela política llegaron a convulsionar hasta la amargu-ra a él, que debió soportarlos más de una vez enaras de su vocación y en amparo de su EscuelaTerritoriana. Por distintos conductos llega, para ra-tificar su desapego a las influencias de los políti-cos y su fobia a las recomendaciones, esta anéc-dota aleccionadora: ¨El Senador M. llegó un díahasta el despacho de Raúl B. Díaz en Buenos Ai-res preguntando a gritos: -¿Dónde está el Inspec-tor?- y ordenando:¨¡A ver si anuncian que aquí estael senador por su provincia....!¨ Como ya dijimos,Díaz detestaba a los políticos, y mucho más sí es-tos eran fanfarrones. Contra su costumbre, pues, yex � profeso, le hizo hacer antesala. Cuando deci-dió hacerse presente, el legislador, amoscado, leespetó, siempre a gritos: ¨¡pero, amigo... Yo soy elSenador M...!¨ a lo que contestó don Raúl ¨Catego-ría por categoría , entonces... yo soy el InspectorNacional de Escuelas ¨-, y lo dejó con la mano ten-dida, sin invitarle siquiera a tomar asiento, y siem-pre él de pie. ¨Es que ...somos comprovincianos,sabe?¨-dijo el senador ya confundido frente a laadustez del maestro¨. ¨Sí señor..., contestó Díaz,y parece que esa fuera la gloria de los dos... ¿De-sea pedirme algún nombramiento? Mi tiempo es muycaro, y le ruego abreviar...

-Sí... tres recomendados míos...--Escríbame los nombres, y me ocuparé de ellossiempre que sean capaces de ir lejos... La Argenti-na necesita maestros decididos...--Aquí están ya los nombres, en esta tarjetita... yoquisiera que mis recomendados...--Buenos días, señor senador...- Y habiéndole to-mado la tarjeta abandonó Díaz el lugar.Más tarde, según versión del Dr. Nicolás Jofré di-fundida por Rosa Blanca de Morán, el senadorpuntano se quejaba en los corrillos habituales... -¡Pero había sido ¨guaso¨ el Inspector, che...!- Y esoque es maestro... Y somos comprovincianos... ¡yono sé lo que hubiera pasado sí yo no fuera senador,porque, siéndolo... ni por cortesía me dijo: siénte-se! ¡un desatento, che... un desatento!¨

Qué decir, qué agregar a modo de definicióncaracterológica?. Raúl B. Díaz era así. Por eso cabeen el periplo de su personalidad este empaque desoberbia con que a veces recubría su modestia. Biensabía el rotundo Inspector General que muchas delas lacras de la sociedad se integraban en el des-doro y la molicie de los políticos y que en un pue-blo hambriento la educación y la cultura sonaban asarcasmo. En su folleto titulado �Como cobran losmaestros¨ decía sin rodeos eso que era trémolo de

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rebeldía en sus labios: ¨Si reflexionáis bien, veréisque las oligarquías han fomentado el analfabetismo� aparte de otros medios- pagando poco y con me-ses, cuando no años de atraso a los maestros deescuela...¨. Ese entreguiones- aparte de otrosmedios- equivalía a la vía crucis del pueblo traba-jador, sumido en la ignorancia y la barbarie, sumer-gido a designio por terratenientes, latifundistas ylas divers i f icadas especies de explotadoresacunados en el regazo del capitalismo. ¨No haysueldo demasiado alto, ni nunca está pagado condemasiada puntualidad para el maestro de escue-la: la nación que hace esto más acabadamente, es,sin duda, una de las más civilizadas y justas¨.

¿Qué acusación sería la de aquel Gobernador Mili-tar a quien pusiera en vereda a poco de iniciarsecomo Inspector, en 1891?

El expediente reservado Nº 89 de ese año des-taca esta contestación enérgica y contundente: Laacusación ¨es una calumnia, y la rechazo en estedocumento como empleado que siempre ha tenidopor guía de sus actos el juramento de Manzoni:nunca he hecho trato con los viles; nunca hetraicionado la verdad¨. Hay un tránsito de serenagran-deza en esta respuesta tajante. Tránsito defranco cuño moral que apareja uno de los pensa-mientos cardinales de Beethoven que sirven de epí-grafe a Romain Rolland cuando, en su biografía delgenial músico, inscribe esta profesión de fe senci-llamente humana: ¨Hacer todo el bien que sea po-sible; amar la libertad por sobre todas las cosas yaunque sea por un trono no traicionar nunca a laverdad¨. Esa calibración ética del ideario pedagógi-co de Díaz, se pone de manifiesto cada vez que unhálito de injusticia se filtra por el quicio de su agu-zada sensibilidad. Es en esas instancias cuandopodrá decir, a calzón quitado, verdades como es-tas: ¨...A partir de 1895, se renovó el Consejo y apa-reció, excediéndose, el jefe perfilado por Taine, ̈ quese sufre pero no se acepta¨. Miró con extrañezaolímpica la tendencia, la actividad, los ideales, elhorror a la morfina, el amor a la verdad, la franque-za, la viril dependencia y el desprecio a las influen-cias políticas por parte de la Inspección; vio queesta no seguía, que estorbaba, que no era de suhechura y semejanza... y la condenó al aislamien-to, la desautorizó y deprimió en lo que pudo...¨. Esel inevitable, el eterno choque de caracteres, de es-cuelas, de ideas e ideales. Lo dirá con palabrasllenas de esa rebelde sonoridad que enfilan su im-pacto a la mediocracia administrativa: ¨es un largoduelo entre el mediodía y el ocaso...¨ Entre lo viejo,caduco, remoto y muerto, y lo que surge, vivo ycandente en el constante devenir que subviene alas necesidades del cambio. El jefe que se excedees, todavía hoy, el mismo ¨enorme pulpo de mar¨que se devora a sí mismo, de que nos habla Díaz.¿Qué extraño, entonces, que sus conceptos man-tengan vigencia y se lean como una página de ple-na actualidad en esta pobre cosa que es la educa-ción argentina, aquí y ahora? Si ya el clamor asu-me la tonalidad de lo multitudinario cuando exige la

transformación de la enseñanza a partir de sus raí-ces, será porque en su triple problemática, ¨hom-bre- medios- fines¨, no se ha dado con solucionescapaces de asegurar en plenitud esos principiosque, como los de comunidad vital y formación inte-gral, se han desdibujado en manos de jefes y di-rectores faltos de sensibilidad, cultura, vuelo crea-dor y pasión docente. El mal que aqueja nuestraenseñanza viene, como lo denuncia Raúl B. Díaz,desde hace largos años. ¿Qué decir de esta sumade anacronismos que se vienen soportando comopeso muerto en nombre de absurdas tradiciones ra-dicadas en textos y pretextos dogmáticamentemedioevales? La enseñanza media, sobre todo, des-cubre a diario las contradicciones y desnivelas desu añejo trazado. De educación para vida del hom-bre en sociedad, como debería ser, su ejecutoriase ha resuelto didácticamente en esquemas y for-mulas que la constituyen en centros de servilismoy obsecuencia parasitaria. ¿La causa? Buscadla allídonde la rastreara la insistencia de quien la sufrie-ra con la dura serenidad de los estoicos. Y segura-mente, la encontrareis, entre expedientes, rostrosavinagrados, y papeles; entre reglamentos y dispo-siciones, normas disciplinarias y rígidas formalida-des. ¿que no es allí, solamente, donde medra?Buscadla entonces en los pasillos y antesalas don-de la intriga palaciega se nutre de embustes, y losmás capaces, esto es, los que no reptan, dejan sulibra de carne en la picota para saciar la gula de loscuervos...

Escuelas, escuelas, escuelas: cientos de ellasfueron creadas por la infatigable labor de la Inspec-ción de Territorios. Era imprescindible hacerlo enaras de la afirmación categórica de una escuela Na-cional gratuita, gradual, obligatoria y esencialmen-te laica. Por otra parte, el ojo turbio de la burocra-cia metropolitana no alcanzaba a ver, ¿o no queríaver?, los peligros certeramente señalados año trasaño por el vigilante Inspector Díaz. Es, en ese as-pecto, de riguroso alcance actual el capítulo de sutercer tomo de ¨La Educación en los Territoriosy Colonias Nacionales¨. En el mismo advierte alas autoridades en qué medida se despreocupa elEstado de sus escuelas en tanto que presta su in-condicional apoyo a la enseñanza impartida por lossalesianos. Y dice, entre otros valientes concep-tos: ¨porque ella va mas allá que la clerical; porquedesamparar a ésta seria descuidar la asimilaciónal organismo de la Nación, de las generaciones quese levantan...¨.

No se discute la posible validez informativa dela enseñanza que imparte esta congregación en lasescuelas territorianas. ̈ Que... pueden enseñar a leer,escribir, contar y religión, yo no lo discuto¨, expre-sa. Pero repara en que la enseñanza ha de tenerpor base preparar a las generaciones para estavida, aquende la dudosa futuridad perseguida porlos fines de la escolástica, corriente que ¨se quedóya muy atrás de la época presente¨. Partidario comoes de las medidas radicales, ¨aunque murmurasenlos campesinos y protestasen los ¨religiosos¨, man-

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daría cerrar las escuelas salesianas y trabajaría in-cesantemente para mejorar la escuela nacional, se-guro de serv i r mejor, as í , a la Republ ica¨ .Vivisecciona el sistema salesiano de enseñanza y,de paso, transcribe los informes de los maestroslaicos, uno de los cuales dice textualmente: ¨Vien-do una escuela salesiana, se ve a todas. El mismofin las guía, y el mismo ideal las inspira: son co-merciales en sus propósitos y sectarias en su pro-paganda...¨. Destacan sus biógrafos Pereyra Cabraly Argerich que su labor fue la del sembrador de es-cuelas. Era esta siembra una carrera, no sólo con-tra el ¨peligro de congregación o Salesiano¨, comolo llamó, sino también contra la expansión de aque-llas escuelas de las colonias galesas de la zonade Chubut, en las que, entre los Jones, Hunt,Roberts, y otros apellidos sin duda familiares envarias leguas a la redonda, se diluía otra vocaciónde argentinidad proscrita por la mentalidad típica-mente inglesa de las escuelas que allí funcionan. Aellas se refiere extensamente en su libro¨La Escueladel Desierto¨ al maestro Thames Alderete, no sindestacar que entre estos nombres de colegas gale-ses, el de don Tomas Alberto Puw constituía unaexcepción en mérito a su muy docente capacidadde comprensión.

En todas partes se hace presente la proyec-ción ética del profesor Díaz. Si no vacila en descu-brir la escoria que subyace en el fondo del artificialproblema educativo, tampoco le tiembla el pulsocuando refuta cargos, invita a la polémica construc-tiva, informa o, simplemente, dice sin cortapisas loque otros callan por temor a la sanciones de quie-nes constituyen el gobierno de turno. Cuando, en1913, publica su libro ̈ Ideales y Esperanzas en Edu-cación Común¨, libro denso y maduro, un hálito deposteridad se hace vibrato en esos pensamientosque ya prevén el signo de lostiempos nuevos. Afloran allísintéticamente, muchos delos enfoques desarrolladosanalíticamente por Azevedo yElizondo en sus respectivasSociologías de la Educación.Y se afirma en considerandosde fundamentada profundidadfilosófica su profesión de felaicista. Allí dirán que son dosgrandes corrientes que cho-can: ¨el clericalismo y el li-beralismo, el dogma y la cien-cia, lo viejo y lo nuevo¨; y que¨un concepto más elevado yjusto debe venir desde lo altodel gobierno, o levantarse dela soc iedad con fuerzaavasalladora, para que la es-cuela laica no sea relegada alos peores lotes, detrás delos conventos y lascomisarias...¨. Todo ello por-que, ¨así como no hay demo-cracia verdadera sin la sepa-

ración de la Iglesia del Estado, tampoco la haycuando el pueblo, desalojado o detenido por eloficialismo, no moldea ni alienta a la escuela co-mún...¨. Nadie podrá sentirse herido ni ofendidocuando voces tan honestas renuevan el mensaje deTácito que el insobornable Mariano Moreno hicierasuyo en La Gaceta: ¨Tiempos de felicidad aquellosen que se puede sentir lo que se quiere y decir loque se siente...¨

Bien se ve que para el discípulo de Groussac,la verdad era su ariete. Con la verdad no ofendoni temo, podrá decir cuando se le pide cuenta deciertas expresiones, acaso duras en exceso, refe-ridas a las tendencias políticas en la Educación Co-mún y en relación con el problema del analfabetis-mo en todo el país, cuyas causas próximas y re-motas señalan por entonces con penetración y agu-deza el diputado Juan B. Justo, el sociólogo JoséIngenieros y el ilustre educador don Pablo Pizzurno,cuya trayectoria docente no ha sido todavía lo sufi-cientemente esclarecida a la luz de la pedagogía.Díaz, en esa huella precursora, destaca lo estérilde ese centralismo absorbente que debilita el cuer-po demográfico del país y que va provocando lamacrocefal ia que más tarde denunciara donEzequiel Martínez Estrada en ¨ la cabeza deGoliath¨. Es ese centralismo el que va desquician-do paso a paso la progresión cultural-educativa delinterior del país. Y que ¨amenaza con demoler porsus fundamentos el régimen de la Constitución Fe-deral¨. En tal sentido arremeterá una vez más con-tra la administración nacional, diciendo que ¨no hasabido aminorar el analfabetismo en los territoriosque de ella dependen y que, por lo tanto, ¨carecede títulos para presentarse como salvadora de lacultura popular de las provincias¨. Rematan su ale-gato, publicado en ¨La Prensa¨ del 9 de febrero de

Beatriz GarcíaPerspectiva arcadas

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1911, estos puntos de vista, plenos de vigencia paraquienes luchan por la concreción de esos idealesfederalistas que el defendiera en todo momento:¨Las energías del país no están en un solo punto nien determinados hombres: están en todos los hom-bres y en todas partes, desde el presidente de laRepública al humilde trabajador, desde Buenos Ai-res hasta la última aldea o lugar. En dirigir, facilitary estimular el libre juego de esas energías, paraque los hombres y estados se levanten a un nivelmáximo, aunque diferente, está el secreto de lagrandeza y felicidad. De otra manera no se crearálo que nos hace falta y abate: capacidad, inventiva,aptitud para el trabajo, las industrias, la cultura, laindependencia y la libertad en la vida democrática¨.

Nada escapa a los dictados de su vocación.Sabe que la clave de nuestro progreso ha de bus-carse en la emancipación económica y que,coetáneamente, habrá que trabajar duro y parejoen el campo educacional para contrarrestar el po-derío de las oligarquías, productoras a designio delanalfabetismo. Para ello serán necesarios esosrecaudos que sirvan a la transformación de la en-señanza y al consecuente mejoramiento de la es-cuela sobre las bases científicas. Años más tardeAníbal Ponce insistirá con argumentos más acaba-dos, en el mismo tópico, cargando el acento en lanecesidad de superar los mismos vicios denuncia-dos por Díaz, aportando, a la vez, los remedios in-dispensables. Para la concepción de Inspector Ge-neral de Territorios ¨a la escuela mejor sólo se lle-ga por el buen maestro y la ilustrada opinión públi-ca¨. A ese arribo tienden sus apreciaciones acercade la preparación profesional y contínua del maes-tro normal, y, consecuentemente, la del profesor.¨Lo que hoy producen nuestras escuelas normales�dice- es, salvo excepciones, secundario. Y valepoco... se asombraría don Raúl si asomara, hoy, acincuenta años de sus aseveraciones, a nuestra fá-brica de maestros, cuyos productos -salvo las mis-mas excepciones- siguen valiendo tan poco comoantes. La crisis de método sigue siendo la misma.Y si los congresos de enseñanza no logran zafarsede ese punto muerto que supone la mera ¨expre-sión de anhelos¨, tenemos por cierto que seguirápor muchos años más.

Sobre esa instancia cardinal que Raúl B. Díazllama, fervorosamente, la ̈ religión del esfuerzo¨, ha-brán de elevarse sobre sí mismos los maestros. LaEscuela Normal dará de sí solamente esa dádivapobretona de conocimientos rutinarios, verdaderosclisés que repiten el rostro de la fatiga a cada paso,si no se la reestructura integral y científicamente.Mientras tanto llegue esa sustanciación, será im-perativo categórico de conciencia docente el de bus-car por sí la suma de valores que convengan a laformación de la personalidad. Si ésta es la tónicadel presente, piénsese cuánto más sería dirimir,hace medio siglo, el pleito entre la teoría de la es-cuela de corte eminentemente informativo, y la prác-t ica docente en ejercic io act ivo, imprescr ip-tiblemente formativa. Ese divorcio entre la Escuela

Normal y la realidad vivencial del país, subsistenteen sus lineamientos fundamentales, llevó al profe-sor Díaz a reflexiones de corte axiológico en rela-ción con las auténticas personalidades que exigeel magisterio, no sólo para llevar a buen puerto sucometido de transformación social sino, además,para hacer de la escuela el taller de cultura demo-crática, crisol de hombres libres, que debe ser. Enesa coordenada espiritual destacará característicasarquetípicas en figuras consulares de nuestra his-toria oficial, iniciadas con Moreno, San Martín,Alberdi y Sarmiento, entre otros, pero culminadacon un pionero del agro argentino, acaso símbolode ese pueblo trabajador que la susodicha historiaoficial ha perdido de vista entre tanto dato de cortehagiográfico o estrategia bélica como el que llenasus anales. Ese pionero es Aarón Castellanos, elcolono esperancino al que uno de nuestros gran-des poetas, José Pedroni, cantara con la mismaunción con que el maestro Díaz lo señala como¨ideal de trabajo y creación de aptitudes propias¨,cuando desarrolla analíticamente el axioma: ¨Losideales determinan todos los esfuerzos de la volun-tad¨. La personalidad del maestro habrá de afian-zarse en una ¨praxis¨ apuntalada por el contactodel pueblo y puesta al servicio de su soberana gran-deza a través de ¨su majestad, el niño¨. Muchas desus consignas pueden asimilarse a las de la deno-minada ¨Pedagogía de la personalidad¨, a cu-yos teóricos Eucken, Budde, Gauding y Kesseler,ha dedicado ese excepcional maestro de Américaque es el Dr. Juan José Arevalo un convincente en-sayo exegético. Indudablemente, es lícito pregun-tarse, como el pedagogo guatemalteco ¨si la es-cuela no sirve mejor a la cultura vigorizando las per-sonalidades que nivelándolas en un término me-dio...¨. Y no otro era el criterio de Díaz cuando ha-blaba de la función social, cultural y docente de laescuela en su relación con su cometido esencial:la formación del individuo para la vida y de acuerdocon su potencial de aptitudes. La misma capaci-dad de vivir los valores, la misma idea generatriz depatria y nacionalidad, el mismo fuego revoluciona-rio que urge a la vocación íntima la lucha sin treguapor la dignificación del pueblo, de modo que la es-cuela sea una comunidad de vida y de trabajo, sir-ven a la visión global del problema de la personali-dad docente desde la perspectiva experiencial dela Inspección de Territorios, tanto como desde elp r isma teór ico de au tores que, comoKerchensteiner, son más conocidos en nuestra re-pública que la mayoría de los argentinos que añosy leguas atrás libraron la batalla de la instrucciónpública con iguales o mejores títulos. De ahí que,no sin cierta tristeza, se piense a veces que, dehaber sido extranjero y tener, por añadidura, un nom-bre menos criollo que el de Díaz este hijo de SanLuis, sería mucho más conocido en su propia tie-rra...

Si, como bien lo apuntara Díaz en sus medita-ciones, ¨la escuela está llena de cosas contrariasa la personalidad¨; cosas que se llaman ¨regla-mentaciones, órdenes y prohibiciones copiosas¨,

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NERVI, J. Ricardo

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que llenan los anales de la Instrucción Publica, y¨atan como a prisioneros¨ a los alumnos, maestrosy profesores, ahogando sus impulsos vitales... ¨Heaquí su ideario pedagógico, en largas e intensasvigilias de sacrificios y esperanzas, mantiene la lo-zanía de ayer, y es mensaje que deberán recogertanto los maestros como quienes tienen a su cargoel manejo de la educación publica. ¿Que, aquí, yallá, acaso por excesivo celo docente llegó a per-der de vista el valor de lo político en función de cul-tura? ¿Qué de trecho en trecho, sometido como es-tuvo, a presiones de tipo administrativo, se dan enel contradicciones y afloran notas de escepticismomoral y filosófico? Y qué!. Al ciudadano Raúl B. Díazhay que comprenderlo en relación con su circuns-tancia. Desprenderlo de ella será considerarlo enabstracto, perderlo irremisiblemente como hombrede su tiempo, y, lo que es más, desarraigarlo deeso que le dio razón de subsistencia: su magiste-rio. Podrá disentirse con sus puntos de vista; po-drán discutirse sus ideas con mayor o menor vehe-mencia. Pero en todos los casos habrá que reco-nocer algo que ni sus más obcecados detractoresdejaron de tener en cuenta: su entrañable sentidode la justicia, su amor a la patria y su inexpugna-ble vocación . Fué uno de esos grandes solitariosque, como el árbol providencial, crecen para darsombra, flor y fruto a los viandantes. Murió solo...!escribe, su hermano ¨luego de referir los pormeno-res del deceso¨, hace cuarenta años. ¨Murió solo¨.Lo dice con dolor... y es un elogio, señala acer-tadamente Edmundo Pereyra Cabral. La soledad

como vínculo consigo mismo en ese paradójico ̈ via-je¨ que él preludia, del brazo otra vez con Nietzsche,en palabras que suenan a réquiem y por las quetransitan, como siempre, la escuela, el maestro,los niños, y también él, él mismo diciendo su pro-pio, póstumo mensaje: ¨En su torno, soledad ysilencio...¨ Pero ¡escuchad! ¨él grita, llevado porun águila que vuela con el pico hacia el sol!¡loa al trabajo! ¡loa a ese desconocido, a eseraro que pasa por el oasis solitario, tendiendodelgados hilos de conocimiento entre las ca-becitas y las almas de los niños...¨. en la paágina251 del tercer tomo de sus ¨Veinte años de Inspec-tor¨, se lee la palabra FIN consignada como títulodel último capitulo del libro. Aquí esta limado en suartesanía de la soledad, el oro íntimo de su grande-za moral, en ese grito, pecho adentro y cielo arri-ba, que lo inviste de posteridad:¨... Y ahora, tiem-pos, circunstancias y envolturas personales,dejádme libre...¡Qué bien se está de este lado delo tangible, en lo invisible, después de haber sido yhecho algo...!¨. Todo lo demás ¨queda allá, lejos yabajo, como la forma del gusano que la mariposade luz deja en el zarzal¨ cuando vuela hacia el sol.En él ya no late otra cosa que un solo corazón in-mensurable en el que se unen todos los latidos dequienes fueron la razón de ser, de su existencia:los maestros, el pueblo, los niños ¨que aprenden,ríen, juegan y lloran, en renovación infinita...¨ esdecir ¨la patria y la humanidad, grandes, próspe-ras, felices, eternas...¨.

Néstor SalameroMédanos

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