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    12

    13.- Otra vez Dios entra La Habana (Orlando Freire Santana)

    v o c e s v o c e s v o c e s @ g m a i l . c o m

    1.- Higher power (Jorge Enrique Lage)

    10.- Otro Papa, otra Cuba y otra Iglesia (Mario Flix Lleonart)

    15.- Un Sumo Pontfice llegando a La Habana (Camilo Ernesto Olivera)

    24.- Bochorno (Luis Cino) 26.- Santa Brbara y la Intolerancia en la Guerra del Tiempo (Armando de Armas)

    17.- Las iglesias y yo (Armando Chaguaceda)

    21.- Visita papal a Cuba. El contexto, la diferencia. (Luis Felipe Rojas)

    1 n d e x :

    29.- El centinela en el Cristo (Calvert Casey)

    32.- Manoseando a la Virgen. Teologa de la Opresin (Julio Csar Soler Bar)

    34.- El Rincn de las creencias (El Campanero)

    a.- Los retos de la amistad (Boris Gonzlez Arenas)

    4.- De Vaticano a Vaticano (Manuel Cuesta Mora)

    38.- Un sacerdote light / Las pequeas semillas (Fernando Dmaso)

    41.- Cuba y la religin en el tercer milenio: con Dios pero sin dogma (Baltasar Santiago Martn)

    46.- De cisnes negros, de mitrados y de una transicin algo diferente. (Jos Gabriel Barrenechea)

    53.- Woiti: trame un cabo...! (Carta Abierta de Chicho a Juan Pablo II)

    nmero

    XIV

    55.- La voz de Cuba (Julio de la Yncera)

    60.- Habemus Plaza (OLPL)

    1 n d e x : 1 n d e x : 4 4 4

    PORTADA.- Michel Mirabal ILUSTRACIONES.- Luis Trpaga

  • a

    a Jos Orlando T. S. Tajonera, por su inolvidable amistad.

    Amicus Plato, sed magis amica veritas1

    DESDE HACE CUATRO dcadas el proyecto Criterios, una de las em-presas culturales ms admirables de la historia de nuestro pas, lleva adelante la puesta en circulacin de una revista especializada en te-mas diversos, todos relacionados con el estudio de la teora de la li-teratura, las artes, y la cultura.

    2

    La actividad estaba citada para las tres de la tarde y ya Desiderio ha-ba anunciado la presencia de un panel que, como presentacin del nmero y en celebracin del cuarenta aniversario de Criterios, dis-cutira sobre la esfera pblica en Cuba.

    Pero ni un proyecto ni una intencin son extraordinarios si no son lle-vados adelante por hombres y mujeres especiales. El resultado del evento Criterios es extraordinario. Dentro de todos los que puedan ha-ber colaborado o trabajado para el proyecto, Desiderio Navarro es, pa-ra todos los que le conocemos, su artfice. Aunque le conozco poco, siempre ha estado dispuesto a conversar conmigo de todos los temas en los cuales es un maestro. Desiderio Navarro puede despertar mu-chos recelos y dudas, pero su obra magnfica est ah para inspirar, an en ltimo trmino, respeto y agradecimiento. Cuando el pasado 28 de febrero de 2012 fui a la presentacin del n-mero 37 de la revista, con la intencin de intervenir desde el pblico, no era una persona desentendida ni desagradecida del gran proyecto de Criterios. No lo era entonces y, por supuesto, no lo soy ahora. Lo que escribir a continuacin comparte mi admiracin por Criterios, pero tambin mi compromiso con nuestro pas y con tantos amigos que, desde la oposicin a los desmanes de un castrismo degradante, buscamos concienciar, en todos los campos y el intelectual es funda-mental, al colectivo ciudadano al que pertenecemos, el nico actor que debe construir el presente. Criterios y mi pas, dos amistades con las que quisiera contar siempre.

    3

    1 Atribuida a Aristteles, la famosa frase significa: "Soy amigo de Platn, pero ms amigo soy de la verdad". Ha sido muy usada para significar que no basta con que una opinin sea usada por una autoridad para que sea aceptada. 2 As versa en la nota que aparece escrita en el borde superior izquierdo de la portada de cada nmero. 3 Deca una de sus convocatorias: Desde el pasado domingo se encuentran en el Aeropuerto de La Habana, ocasionando ya pago de sobreestada, los ejemplares del nmero 37 de la revista Criterios, uno de los ms logrados de su trayectoria, nuevamente por la presencia de algunas de las ms grandes figuras y grandes temas del pensamiento mundial actual.

    La razn era que en el primer

    Aun si Ediciones UNIN mantuviera su negativa a firmar esta vez la solicitud de extraccin aduanal establecida "por lo que puede haber dentro de esa

    b o r i s g o n z l e z a r e n a s l o s r e t o s d e l a a m i s t a d l o s r e t o s d e l a a m i s t a d l o s r e t o s d e l a a m i s t a d l o s r e t o s d e l a a m i s t a d l o s r e t o s d e l a a m i s t a d

  • b

    artculo de la revista, cuyo autor es Bernhard Peters,4

    El primer problema fue a la llegada. A las tres de la tarde haba en los bajos del ICAIC una cola numerosa. Los custodios hacan pasar de diez en diez a los asistentes, con el argumento de que as se organizaba la subida por el elevador. La realidad era que camino al elevador haba varios sujetos para m desconocidos y yo desconocido para ellos (por suerte) que se encargaban, de algn modo, de impedir la entrada a aquellos que, por alguna razn, consideraban incmodos para la ins-titucin. El conocido procedimiento de no dejar entrar a los actos pblicos a los miembros de la oposicin, los nicos tradicionalmente ubicados como indeseables. De conciertos, actividades intelectuales, proyecciones cinematogrficas, actividades polticas, los que en Cuba disentimos somos sistemticamente apartados. Nosotros los opositores un amigo juicioso se niega a declararse tal por la certeza de que no milita en una oposicin, sino en la Posicin decimos Fidel Castro donde otros prefieren divagar; individualizamos la responsabilidad donde otros prefieren generalizarla; vamos en busca de la reunin de todos los cubanos sin condiciones donde otros prefieren leyes para fle-xibilizar; apostamos por la alegra donde otros se conforman con pa-liativos de la tristeza. Orlando Luis Pardo Lazo estaba en la cola, pero ya dos personas se-gn me enter despus haban sido privadas de la entrada. Acababa de ponerme en la cola cuando escuch a Orlando Luis decir que el ac-to no era pblico, que no se confundieran los que all asistan. Eviden-temente lo acababan de sacar. La maniobra era hbil. Abajo, los im-presentables, los agentes de la "inseguridad del estrado", depuran la asistencia. Arriba, los intelectuales, de un modo limpio y sin agentes patgenos, pueden disear el discurso de nacin que luego ser con-sumido por una poblacin vida, pero sin encontrar en l ese algo que quisieran haber escuchado y que no se pronunci. Ese algo, una vez ms, deba quedar en las vsceras de los que no entraron.

    se discute la pertinencia de lo que l llama esfera pblica. Partiendo de la lectu-ra de este artculo, un panel notable hara una evaluacin del modo en que nuestra esfera pblica se ajusta, o no, a la evaluacin de Pe-ters. Estaban en el panel: Yasmn Portales, Jorge Luis Acanda, Arturo Arango, Rafael Hernndez, Mario Castillo, Leonardo Padura y Roberto Veiga.

    Si todo el tiempo dud acerca de mi intervencin, cada nuevo evento la confirmaba. Llegado el momento entr haba dudado de lograrlo y mi paso hacia el elevador no fue cortado por persona alguna. Arriba no alcanc asiento, todo el amplio saln estaba lleno. En el piso se

    revista", y aunque se repitieran, como en das recientes, los actos de vandalismo furtivo en la sede del Centro, all celebraremos, el prximo 28 de febrero, el 40 aniversario del comienzo, en un lejano febrero, de la lucha de Criterios por la circulacin local de lo mejor del pensamiento cultural mundial y contra el autobloqueo y el monologismo antiintelectual. A todos aquellos que sientan que con estas cuatro dcadas de publicaciones y actividades Criterios los ayud en algo en su formacin o informacin o trabajo, y que desearan que lo siguiera haciendo a pesar de todos los obstculos, los invitamos a expresarlo esta nica vez con su asistencia. 4 Peters, Bernhard: El sentido de la esfera pblica. Revista Criterios No 37 2011, pp 5-54.

  • c

    sent un grupo grande de personas. El total de las intervenciones dur ms de dos horas, todo un reto para la atencin. Pocas veces se puede escuchar, en Cuba, personas inteligentes pronuncindose sobre algn tema particular. Algunas de las reservas escuchadas sobre lo que all se pronunci, no me han parecido justas y pienso que es equivocado desestimar de un plumazo la intervencin de alguien porque no se pro-nuncia como yo quisiera. Ms cuando ese alguien es veinte o treinta aos mayor que yo y ha debido navegar en aguas esquizoides desde que tiene conciencia. Estoy convencido de que el terror, el pavor, el miedo inmovilizante, legitiman las reglas de lo que lo provoca. El castrismo ha sido, por me-dio siglo, la principal fuente de miedo de este pas. Todos hemos aprendido a temer por la apariencia de legitimidad que las moviliza-ciones millonarias insuflan; por el estudio cuidadoso de un discurso mediocre, pero imprescindible para sobrevivir, articulado desde el es-trado por el comandante y traducido a un sentido comn, que no lo es tanto, por similar nmero de aterrados. Hemos temido por las crce-les; por el escarnio; por la soledad y, en ltima instancia, por el recur-so infalible del paredn, esa muerte definitiva a diferencia de todas las otras. Por otro lado, la tragedia compartida establece las reglas de una solidaridad cmplice y el cubano ha sabido irse bandeando. Pero todo ese edificio debe ser cuidado y en l el opositor no debe en-contrar espacio. Eso pas en la presentacin de la revista Criterios. Al menos eso creo. De los panelistas solo uno, Mario Castillo el ms jo-ven junto a Yasmn Portales, conden la represin en la entrada con-tra activistas del Comit Cubano por la Integracin Racial. Los dems no consideraron, o por lo menos no lo expresaron, que fuera un aten-tado contra la libertad el privar a cubanos como ellos de entrar en un evento pblico. Despus de muchas horas, con las personas cansadas y deseosas de comprar la revista, toc el turno al pblico. Fui el primero en levantar la mano y conmigo lo hicieron otros. Como estaba sentado en el fren-te, no poda adivinar la disposicin del auditorio para escuchar a al-guien ms. Bsicamente mi intervencin sera sobre cuatro puntos, to-dos centrados en parte de lo que haban dicho los panelistas por este orden: Rafael Hernndez, Jorge Luis Acanda, Roberto Veiga y Mario Castillo. Har un breve recuento pues la memoria traiciona. Rafael Hernndez haba enumerado una serie de deseos de los cuba-nos. Creo recordar que eran nueve. El cubano quiere una salud pblica de mxima calidad, no pagar impuestos, una libreta de abastecimien-tos cargada de productos, y otros enunciados cuya carga material me pareci imprecisa. Jorge Luis Acanda hizo una breve relacin de la es-fera pblica con elementos filosficos precedentes, sobre todo el mar-xismo, y el modo como podan intervenir en la discusin de la esfera pblica cubana. Roberto Veiga us en su intervencin el trmino ci-ber-chancleteo que ha sido usado contra la comunidad blogger que denuncia los desmanes cotidianos. Mario Castillo hizo un anlisis crti-co del artculo de Peters y, como ya dije, fue el nico de los panelis-tas que seal la censura a algunos de los asistentes. Para los que estbamos en el pblico haba un micrfono dispuesto en el saln. Primero deb presentarme y despus comenc mi interven-

  • d

    cin. Expres que con la enumeracin de Rafael Hernndez yo no me identificaba. Los deseos del cubano, que l enunci, no son mis de-seos. Afirm que no necesariamente quiero verme en el Hospital Ci-meq la institucin hospitalaria a que se haba referido Rafael Her-nndez y que sirve, junto a otros edificios, para dar servicios de salud de excelencia a la clase poltica cubana en contraste con el gran dete-rioro de las instalaciones de salud del pas, sino que puedo confor-marme con ver a Ral Castro en la misma consulta de cualquier ancia-no, o a su nieto en un hospital peditrico como el de Centro Habana, donde no hace mucho deb ingresar a mi hijo. El ofensivo contraste entre nuestras condiciones de vida y las de la laya poltica cubana era el centro de esta observacin. Decir Fidel Castro o Ral Castro, en me-dio de una crtica al gobierno es pasarse de la raya, convertirse au-tomticamente en alguien que debe ser ignorado, a quien es mejor no haber odo y ese era mi deseo ese da, que se oyera. Considero que ya Rafael Hernndez, al sealar el hospital donde los beneficiados del poder se atienden, denunciaba a la usanza de los aos ochenta, donde bordeando la frontalidad se hacan todas las acu-saciones. Pero no son tiempos de bordear la frontalidad, si es que al-guna vez lo fueron. El cambio joven5

    Roberto Veiga introdujo un tema de particular importancia. Al usar la palabra ciber-chancleteo pona de relieve otra actitud muy cotidia-na: la desestimacin fcil de los que militamos en la oposicin. El mo-te ha sido usado para devaluar la prctica de Yoani Snchez, Claudia Cadelo, La Villares y ms blogueros cubanos. Hice especial nfasis en esto, y en que cuando los medios oficiales cubanos, tan adictos a lo mediocre e inmoral, hacen gala de ello, no se ve la misma reaccin crtica en nuestra sociedad intelectual. Us como ejemplo el artculo Para quin la muerte es til?

    y radical es imprescindible si no queremos tener que ir al fondo del mar a sacar, como a una nueva Atlntida, el cuerpo de Cuba. Sobre la intervencin de Acanda me limit a declarar mi distancia-miento de una interpretacin que establece la dependencia de los pa-radigmas ticos de los ordenamientos socio-econmicos. Especfica-mente el marxismo, al que se haba referido Acanda, cuya lgica de que el hombre primero tiene que comer para luego poder pensar, es-tablece una jerarquizacin que me parece ajena a nuestra condicin humana. Sin pretender, por supuesto, que el marxismo sea un islote disociado del pensamiento filosfico o una preocupacin ftil dentro de los estudios humanos.

    6

    Pero fue un artculo vergonzoso, que en una ciudadana sana habra ocasionado una respuesta inmediata, a la altura de la que dio el mun-do. En su rplica, Veiga afirm que el uso de la denominacin ciber-chancleteo se refera a todo lo mediocre que se mueve en Internet,

    , mandado a escribir a Enrique Ubieta por el Estado cubano para dar la noticia de la muerte de Orlando Za-pata Tamayo. No se puede decir que Ubieta sent un precedente, por-que lo que hizo lo ha estado haciendo Fidel Castro Ruz por ms de cin-cuenta aos. Denigrar seres humanos que no tienen ni los medios ni, como en este caso, la vida para responder.

    5 O sea, todo lo que sea menor de ochenta aos. 6 27 de febrero de 2010

  • e

    sin distinguir militancias humanas. Aunque est claro cul fue el ori-gen de este apelativo, la afirmacin de Veiga fue positiva. Al no de-sestimar que Enrique Ubieta pueda participar de la mediocridad, lo consider incluido por Veiga. Al no declarar quines de los que escri-bimos desde la oposicin podemos ser sealados al modo de Ubieta, podemos no sentirnos aludidos. Por ltimo, alab la conducta de Mario Castillo al denunciar las cen-suras en la entrada de la actividad y ech de menos que no hubiera si-do secundada por los dems panelistas. Suger que ningn evento in-telectual debe desarrollarse sin la condena explcita de los actos de represin que buscan filtrar los asistentes. Los panelistas escucharon mi intervencin con respeto y si las res-puestas de ellos fueron con mayor o menor molestia, ninguna la con-sider infamante. Rafael Hernndez respondi a lo que dije asegu-rando que los deseos del cubano enumerados por l no corresponden a un sujeto de cierta inmoralidad como lo haba calificado yo, sino que el cubano, por alguna razn que no comprend, se considera con especial derecho a lo mejor. No estoy de acuerdo con l y no dejo de ver, an en esta respuesta, una velada referencia al argumento ofi-cialista de que el cubano de hoy, por los derechos dados por la Revo-lucin y el socialismo, tiene unas expectativas de vida extraordinarias. Si en la dcada del cincuenta nuestras expectativas no hubieran sido elevadas, la gran Revolucin Cubana, la revolucin ciudadana que se-cuestraron astutamente Fidel Castro y sus secuaces, sin dudas no se hubiera producido. Las redes de abastecimiento de las montaas, que desde las ms distantes bodegas de la ciudad llevaban alimentos, por las vas ms dismiles, a los rebeldes; las fuentes de financiamiento que permitieron la compra de informacin, armas, medicinas y dems necesidades; y el apoyo de los mejores gobiernos extranjeros que, con una admiracin aorada hoy, favorecieron el asentamiento y la orga-nizacin de exiliados revolucionarios, nada de eso se habra produci-do. Tampoco se habra producido la entrega extraordinaria de millo-nes de seres humanos que, una vez triunfada la Revolucin y creyendo ver en Fidel su garanta, entregaron cuanto tenan despus de una vi-da de trabajo en pos de expectativas enormes. La memoria de tales eventos y la constatacin de la insania moral de sus beneficiarios, de-mudan la vergenza y confirman la situacin cubana como una de las tragedias ms grandes de la historia contempornea. La respuesta de Desiderio Navarro afirmando que la institucin se per-mite el derecho de admisin, sabiendo que su uso no es contra quie-nes vienen drogados, indebidamente vestidos o ebrios, sino contra los que militamos en la denuncia del rgimen cubano, no puede satisfa-cer. Aun viniendo de la autoridad que le cabe, la verdad es que en la prctica verificable los que han sido expulsados de la institucin son los miembros de la oposicin visible cubana. Le pedira yo, para evitar prximas embestidas a nuestro legtimo derecho, la realizacin de las presentaciones en los numerosos espacios verdaderamente pblicos de la Isla. Como quiera que decida l hacer, el proyecto cultural Criterios ha sido y es prueba de su claridad, capacidad creativa y energa sin l-mites por ms de cuarenta aos. Y felicitarlo despus de tantas prue-bas de constancia, es el menor de los homenajes posibles.

  • 1 HACE UNOS MESES la Vir-gen de la Caridad del Co-bre pas frente a mi casa. La Virgen, que estaba ha-ciendo un recorrido por toda la isla, se detuvo en esta esquina de Nuevo Ve-dado.

    Vengan, vecinos, a recibir a Nuestra Madre!, clamaba un altavoz. Una pequea multitud se con-greg alrededor del ca-rrito. Yo sub a la azotea. Desde all vi cmo alza-ban en brazos a los nios para que la mueca los bendijera (o tal vez para que los sanara). Desde all escuch las oraciones y los cnticos.

    Supongo que a unos cuan- tos los mova slo la curiosi- dad, pero en la mayora de los ros- tros que contem- plaban a la mueca

    se adivinaba una fe sincera. Eso s, una fe que haca pensar en el retorno a la tribu. Eran rostros que te hacan pre-guntarte si una sociedad llena de adoradores sera capaz de construir ya no el socialismo, sino cual-quier aproximacin a la democracia.

    Mir a la Caridad del Cobre, a la Patrona de Cuba en su flamante auto-mvil, y me acord de aquel episodio de South Park titulado Bloody Ma-ry, en el que una estatua de la Virgen de repente empieza a sangrar. Al pa-recer, la estatua sangra out its ass, por el culo. La gente acude en masa a ella en busca de cura para sus enfermedades.

    h i g h e r p o w e r

    jorge

    enrique

    lage

  • 2 Uno de estos enfer-

    mos es Randy, el padre de Stan, cuyo padecimiento es el alcoholismo. El ttu-lo del episodio tambin va por ah. En Alcohlicos Annimos, Randy a apren-dido que para curarse de-be abrazar la idea de un higher power, de un po-der greater than him-self.

    Aunque en la prcti-ca de los programas de recuperacin este poder puede ser cualquier cosa que el individuo elija una herramienta men-tal, no hay que olvidar el costado ultraespiritual de la tradicin AA ni esta cita de William James que frecuenta sus manuales de cabecera: La nica cura para la dipsomana es la religiomana. Y cla-ro, una de las estrategias de los guionistas de South Park siempre ha sido to-marse al pie de la letra trminos y discursos, ex-primirlos, histerizarlos.

    Tras sumergirse en

    la santa sangre, Randy consigue mantenerse so-brio. La Virgen ha hecho el milagro. Es entonces cuando aparece en es-cena Joseph Ratzinger, quien visita Cuba por es-tas fechas y que, cuando se estrenaba Bloody Ma-ry en diciembre de 2005, llevaba pocos meses ejer-ciendo como el Papa Be-nedicto XVI. (Era la actua-lidad: a Ratzinger haba que convertirlo de inme-diato en cartoon.)

    El Papa inspecciona la estatua y llega a la conclusin de que la san-gre no sale del culo sino de la vagina de la Virgen. Por lo tanto no hay nada milagroso. A fin de cuen-tas las mujeres bleed out their vaginas all the ti-me. Al darse cuenta de que lo que ha hecho es empaparse de sangre menstrual, Randy vuelve a la bebida. El higher power ha resultado un engao.

    Lo que sigui al es-treno de Bloody Mary en USA, en el final de la novena temporada de South Park, ya forma par-te del abultado archivo de controversias y demandas judiciales que ostentan como un currculo los creadores de esta serie de humor hardcore.

  • 3

    h i g h e r p o w e r

    La Liga Catlica exi-gi una disculpa. Y que el episodio no saliera en el DVD. Y el presidente de la Conferencia Nacional de Obispos Catlicos, en car-ta al presidente de Via-com matriz de Comedy Central, la cadena de TV por cable que emite la se-rie, acus a la compaa de mostrar extrema in-sensibilidad. Las imge-nes pertenecientes al epi-sodio fueron retiradas de comedycentral.com.

    Escribir cartas, pre-sionar e influir sobre directivos, inversores, anunciantes. Ese tipo de cosas hace la Iglesia. La irona es que Ratzinger, guest star de Bloody Mary, en el momento en que fue elegido Papa es-taba al frente de la Con-gregatio pro Doctrina Fi-dei, anteriormente lla-mada Santo Oficio, lo que en la Edad Media se cono-ca como La Inquisicin.

    Me pregunto si en la multitudinaria misa que da-r Benedicto XVI en La Ha-bana habr alguien que se acuerde de South Park. Me pregunto cuntos de los que all se renan van a te-ner presente que aquel hombre, peregrino de la Caridad, encabezaba una institucin romana cuya historia es tambin la his-toria de los grandes inquisi-dores.

    Y como la misa ten-dr lugar, por supuesto, en la Plaza de La Revolucin, estas y otras interrogantes son ms que oportunas. En ese lugar, durante muchos aos, un hombre habl a la multitud en nombre de un poder superior: una Re-volucin eterna, inmortal, ms grande que nosotros mismos.

    La Revolucin que vi-no a salvarnos, y por la cual todo sacrificio y sufrimien-to a la postre tendran sen-tido. La Revolucin con su gran masa de fieles, sus doctrinarios, sus herejes.

    Desde la visita del anterior Papa en 1998, el espacio que progresiva-mente ha ido ganando la Iglesia Catlica en la so-ciedad cubana se ha aso-ciado todo el tiempo a la libertad y la apertura. Puede ser. Pero no pode-mos perder de vista que, ms all de antagonismos evidentes, esa transicin entre un acto poltico y una misa gigantesca en la Plaza es de una notable coherencia interna.

    Ojal que esta oca-sin sirva para poner en perspectiva lo que enten-demos por fe religiosa, y para sumergirnos, un poco al menos, en la refrescan-te sangre de la irreveren-cia y la blasfemia. La Cu-ba terrenal que nos aguar-da en el futuro se benefi-ciara mucho de ello.

    jorge enrique

    lage jorge

    enrique lage jorge

    enrique lage jorge

    enrique lage jorge

    enrique lage

  • 4 DEL 26 AL 28 DE MARZO del presente se habra realizado, destino mediante, la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba. Su eventual presencia entre nosotros, ms bien por encima de nosotros, ha generado y seguir generando, durante los 25 mi-nutos posteriores a su conclusin, una viva controversia sobre el propsito, las razones, las circunstancias y la trascen-dencia de una estada vaticana en un pas que no es catlico.

    A la espera del prximo censo, la indagacin sociolgica de rigor debera incluir alguna pregunta que averige por la profesin religiosa especfica de los ciudadanos cubanos. Entonces se ver, descontando nuestro palimpsesto religio-so, que el catolicismo es minora.

    Responde en consecuencia esta visi-ta a lo que concibo como proyecto de reco-lonizacin catlica de Cuba? Esta es una pregunta que me hago desde que comenc a advertir que los templos catlicos co-menzaban a vaciarse tras un primer mo-mento, a partir de la segunda dcada de los 80s del siglo pasado, en el que empe-zaron a llenarse espontneamente.

    La visita del Papa Juan Pablo II en 1998 se produce en un tiempo de apogeo religioso del catolicismo, vigorizado, a fe-chas de 1993 con la pastoral El amor todo lo espera. La que fue, a mi modo de ver, y entre otras cosas, una respuesta dialc-tica, oportuna e inteligente al intento del rgimen de cooptar dentro de la ideologa comunista a esa corriente que creca al interior de los templos catlicos.

    Si para el poder, el Partido Comu-nista era la presa que poda contener el trasvase social de creencias que cada cierto tiempo se produce en un pueblo tan prctico y pragmtico como el cuba-no, aquella pastoral constituy una reac-cin, en la mejor tradicin retrica de la Iglesia, que intentaba deslindar los cam-pos espirituales entre dos cosmovisiones hasta entonces en guerra. La contraposi-cin de vocablos: amor versus odio, im-plcito este ltimo en la prctica poltica de Estado de la ideologa comunista, fun-cion a las mil maravillas a nivel simbli-co; si tenemos en cuenta el contexto de los primeros aos 90 del pasado siglo: el de Socialismo o Muerte.

    d e v a t i c a n o a " v a t i c a n o " m a n u e l

    c u e s t a

    m o r a

  • 5 Despus de ese proceso, todo fue

    declive. La gente sigui abandonando el comunismo, y no se contuvo por mucho tiempo al interior de los muros de la Igle-sia que inaugur San Pedro: continu via-je hacia otros mares religiosos, cultuales o esotricos que han ganado ms terreno social, espiritual e imaginario en la con-cepcin de los cubanos: digamos que han penetrado mejor en el encuadre mental y en la imaginera de nuestra sociedad.

    Ello ha producido una tensin al in-terior del catolicismo entre su influjo fun-dacional sobre la nacin y su creciente prdida de predicamento social en la grey. Si esta prdida tiene razones polti-cas o dogmticas, no lo s, pero lo que me parece evidente es que la salida a es-ta tensin coloca a la Iglesia Catlica de lleno en el campo que nunca ha abando-nado desde sus tiempos inaugurales con Constantino, el ltimo emperador del imperio romano indiviso: el campo de la poltica.

    A menos representatividad social, ms necesidad entonces de hacer poltica para una institucin como la Iglesia Cat-lica. Y por una razn: el imperativo de afianzar, negociando, una legitimidad his-tricamente cuestionada y por eso mismo precaria; casi re-fundarla, diramos. La iglesia no dice la verdad, por tanto, cuan-do afirma que la poltica no es lo suyo. S la dice cuando alega que no hace el tipo de poltica partidaria, que es la poltica combinatoria entre la lucha por el poder y la representatividad de reales o supues-tos actores sociales.

    Qu poltica hace la Iglesia cubana? La poltica principesca, la de los tiempos medievales: la que obliga a tratar con el poder real para defender intereses y ga-nar/conservar espacios. En este tipo de poltica, lo social no es un fin en s, sino la plataforma que permite avanzar en la direccin necesaria. Por eso la poltica principesca es discrecional: elige, de en-tre lo social, aquellos hechos de alto im-pacto que le posibiliten una buena carta frente al rgimen existente. Esto no equi-

    vale a decir que la Iglesia no tenga una preocupacin o una visin en torno a lo social. Solo significa que esto se subordi-na, con buena conciencia, al juego del poder. Y si este juego se da en un contex-to de por s medieval, como el cubano, es inevitable la proyeccin poltica de la nica institucin que tiene permitido en-trar en el ruedo.

    En democracia, es posible que el

    trabajo poltico de la Iglesia, que nunca cesa, sea indirecto. La separacin all en-tre mundo seglar y secular garantiza un espacio al ciudadano y a otras institucio-nes mediadoras que se proyectan en el estricto y directo lenguaje de lo cvico. Lo que no ocurre as en sociedades pol-ticamente cerradas, de algn modo teo-lgicas tambin, en las que hay que dar mil vueltas con las palabras, alambicar el lenguaje y expresarse en trminos conclu-yentemente ambiguos: toda una especia-lidad de las utopas y de las iglesias.

  • 6 Lo que se enmaraa porque desde el

    momento en el que lo social no tiene su propia representacin legtima, sea a travs de partidos, movimientos, grupos u otras instituciones legalmente reconocidas; y desde el momento en el que las institu-ciones legtimas pierden su capacidad representativa, como el PCC; o no les in-teresa asumirla porque no les correspon-de, como la Iglesia Catlica, la poltica fortalece esa naturaleza medieval read-quirida, produciendo un intercambio solo

    entre principa- dos. De Va- ticano a Vaticano. Cul es el sentido de este inter- cambio entre poder temporal-

    espiritual y poder espiritual-temporal para la sociedad cubana? Me atrevo a de-cir que muy escaso, por no decir que nin-guno. No tanto por sus propsitos o su discurso como por su capacidad repre-sentativa. El asunto es puramente socio-lgico: la Iglesia Catlica y el Estado-Par-tido cubanos constituyen dos minoras. Es importante decir que son las dos minoras ms activas y visibles de Cuba, pero nada tienen que ver estratgicamente con la sociologa profunda del pas.

    Para m, la visita del Papa Benedicto XVI se produce en este contexto. En el que dos instituciones minoritarias necesi-tan ayudarse mutuamente, independien-temente del pasado dicho de incompren-siones, para refundar, ambas, su legiti-midad y reconquistar su espacio perdido.

    La visita al santuario de la Caridad del Cobre con propsitos litrgicos por sus 400 aos es un pretexto excelente para poner en prctica esa poltica de refuer-zos mutuos entre instituciones decaden-tes. A decir verdad, el 400 no es una nu-merologa dentro del catolicismo para que asumamos el pretexto como realidad. Tampoco, Benedicto XVI es un Papa del mercado religioso como para vislumbrar con su visita la trascendencia espiritual que los idelogos del catolicismo intentan vendernos. Su visita ofrece la legitimidad poltica hacia el mundo occidental que est necesitando el rgimen cubano.

    De su parte, la iglesia gana ms es-

    pacio para su labor pastoral, aunque ne-cesite ms tarde reconstruir su grey y su cantidad teolgica, y fortalece su posi-cin como mediadora. Esto es, afianza su capacidad poltica por encima de la pol-tica. En esta capacidad poltica de una institucin que nunca ha dejado de serlo a fin de cuentas Benedicto XVI es un Je-fe de Estado, admito que peculiar radi-ca la expectativa de la visita vaticana a Cuba. No en su misin pastoral, imposible de realizar en un par de das. Recordemos a este propsito que Juan Pablo II, polti-co si los hubo entre los Papas, emple cuatro das en Cuba, del 21 al 25 de ene-ro de 1998, para pontificar a sus feligre-ses en cuatro ciudades importantes del pas: Santiago de Cuba, Camagey, Santa Clara y La Habana. Un itinerario pastoral rico, en un tiempo necesario y suficiente.

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  • 7 Aquella capacidad poltica que insu-

    fla la visita del Papa Benedicto XVI se po-ne en juego aqu en dos direcciones: la de recolonizacin catlica del pas en tc-nica religiosa se llama evangelizacin y la de basificar la eventual reconciliacin entre cubanos.

    Est la Iglesia Catlica a la altura de estas dos misiones? Tanto la misin co-mo la pregunta constituyen desafos. La recolonizacin parece imposible. Cultural y polticamente la Iglesia Catlica no insi-na estar preparada para una interaccin con la religiosidad profundamente popu-lar de Cuba. No ha desarrollado ni el ins-trumental conceptual ni la empata psico-lgica necesarios para reencontrarse con las otras races de la nacionalidad. Va en este sentido por detrs de la Iglesia Cat-lica brasilea, que encontr un modus vi-vendi con la religiosidad de origen afro y pudo erigirse como iglesia nacional.

    As, si en trminos sociales el catoli-cismo cubano fue visto siempre como im-popular, en trminos culturales es perci-bido como a-popular. Una religin de li-te para la lite. Lo que explica su capaci-dad para rer con la otra lite, la del rgi-men, y su ceo fruncido con los de abajo. Esto a pesar de que las religiones de ori-gen africano no dejan de mostrar su pre-sencia fsica a la entrada de los templos ni dejan de acompaar la peregrinacin de los santos.

    Desde este anlisis, la Iglesia Catli-ca cubana no ha superado sus orgenes criollos para llegar a ser autnticamente cubana. Quien pudo ver el lenguaje em-pleado por el Cardenal Jaime Ortega y Alamino en su comparecencia televisiva la noche del 13 de marzo de 2012, podr calibrar la estructura cultural de su men-saje: pareca dirigido a catlicos espao-les o italianos, o a la minora catlica cu-bana, no al mayoritario pueblo de Dios en Cuba.

    A partir de este lenguaje se entiende la nega- tiva del Vaticano para recibir a re- presentantes de las religiones de origen africano. Todava aquel, y con l el catoli- cismo cubano, se pre- gunta si en realidad nos estamos refirien- do propiamente a re- ligiones cuando se habla de frica.

    De esta descone- xin cultural se des- prende otra desconexin: la de sensibilidad social con los que ms prdidas sufren: sean sociales o de valores. Se puede ser sensible sin comprender culturalmente al otro? Ello amenaza la otra mi- sin: la reconciliadora. La re- conciliacin, que no solo es poltica sino funda- mentalmente social, exige entender y practicar los valores tanto abstracta como vivencialmente, desde las experiencias de vida de los dems. No vicariamente.

    Ello es imprescindible para que aquellas instituciones que administran y suministran valores puedan situarse en esa zona de equilibrio entre los poderes fcticos y los subordinados. En situacio-nes especialmente duras como la cubana, poner nfasis en el equilibrio viene a ser crucial para no ser mirado como aliado de aquellos poderes. De no ser as, sucedera lo que ocurre en los lugares donde el con-traste entre opulencia y miseria es parti-cularmente agudo: el resentimiento con-tra los poderosos es mayor, y los conflic-tos resultan ms difciles de resolver ape-lando a valores abstractos, casi librescos.

  • 8 El dao probable a esa otra capaci-

    dad conciliadora de la Iglesia Catlica, la que ms espera la comunidad internacio-nal, se origina all: en la incapacidad para construir una tradicin de equilibrio en el mbito social; ms necesario para ella por su escasa representatividad social. La ilusin de que en trminos polticos los catlicos pueden jugar un papel de bro-kers puede estrellarse contra su falta de tradicin como brokers sociales. En el campo poltico no hay papeles sbitos: solo hay opciones construidas tras un pro-ceso ms o menos largo que consolida una referencia para toda la sociedad, en este caso por encima de los reales y potencia-les factores de poder.

    Ha logrado esto la Iglesia Catlica? Sus acciones no sugieren sus opciones. La Iglesia ha preferido reconstruir su legiti-midad desde la conciliacin y no desde el conflicto. Los dos estilos son posibles y legtimos, pero no dan las mismas posibi-lidades de cara al futuro. La legitimidad conciliatoria nunca permite situarse en el centro, ligeramente por encima y mediar. Para hacer eso hay que reconocer a todas las partes, construir un lenguaje social propio, defender los valores en todas las situaciones lmites, es decir darle a Dios lo que es de Dios, y sacrificar determina-dos intereses. Esta es la legitimidad con-flictual, ms costosa pero ms respeta-ble. En todo caso, solo ella permite si-tuarse en el borde superior de los conflic-tos, porque supera el conflicto de elec-cin entre las partes y neutraliza la beli-gerancia contra el mediador.

    La cuestin a saber es si la Iglesia Catlica, ms all del respeto genrico que toda persona e institucin merecen fundamento por cierto de toda tica po-sible, es capaz de generar el respeto es-pecfico que nace, sin imposiciones, de la coherencia moral entre valores cantados y actitudes asumidas. Aducir el hecho, histricamente cierto, de que la Iglesia ha sobrevivido durante dos milenios con-vulsos gracias a las veleidades morales a las que obligan las circunstancias, cons-tituye una dispensa algo cnica en la ni-ca poca que ha llegado a reconocer ple-namente esa igualdad tica de todos los seres humanos de la que hablaron los es-toicos desde la antigedad. Resulta difcil admitir, a estas alturas, que quienes pre-cisamente se reivindican como poder mo-ral se conviertan en los mejores maestros de esa asignatura suicida: la Realpolitik.

    Ahora bien, y en todo caso, desde la sociedad civil y desde la condicin ciuda-dana no habra por qu quejarse de esta situacin. Que el Vaticano y el Vaticano no estn en capacidad de canalizar los conflictos del pas es, para decirlo religio-samente, una bendicin. En poca de cambios no resulta muy lcido apelar a las instituciones creadas. Lo ms que pue-de y debe hacerse es incorporarlas a las dinmicas de cambio que necesitan gene-rarse en otra parte. Por el bien del cam-bio pacfico.

    Porque como sucede en la ciencia, los paradigmas que todo cambio requiere no se construyen en las esferas constitui-das. Muy por el contrario. Es fuera de las instituciones donde se cuecen las referencias ajustables a las demandas sociales, culturales o polticas

    de la hora.

  • 9 Aquellos que claman por el cambio

    dentro de las instituciones existentes y reconocidas, o no quieren realmente cambio alguno, o no les interesa docu-mentarse sobre las experiencias histricas a flor de libro. De hecho, incluso, lo ms importante para un cambio autntico no resulta ser el lugar, sino los paradigmas que se manejan. En incontables ocasiones se han generado expectativas, luego insa-tisfechas por aquello de las referencias y los instrumentos al uso. Y en materia de paradigmas, las instituciones realmente existentes no son muy recomendables.

    Dicho con brevedad. Las institucio-nes tienden a ser, por su propia naturale-za, conservadoras. Y si la institucin insti-tucionalizada es conservadora por su pro-pia esencia, pues ah yace la esperanza: muerta.

    Quieren conocer dos instituciones conservadoras? Pues se las menciono. La Iglesia Catlica y el Partido Comunista cu-banos. Fijmonos en su lenguaje y nos en-teraremos bien de su estructura de valo-res, sus paradigmas y su mentalidad. Por eso se han mostrado profundamente inca-paces de leer los sntomas de la realidad. Y esta las sorprende. A cada paso.

    Y como no soy cnico, no me conten-to fcilmente con la idea de que dos vo-ces son mejor que una; me atrae ms la idea de saber qu nos dice este dueto. A m, por lo pronto, nada que tenga que ver con las necesidades presentes ni con las opciones de futuro. Lo que no es un moti-vo para suprimir su voz o su labor.

    Como muchos en Cuba, finalmente, creo saber que nuestros conflictos histri-cos nunca han sido bien planteados por-que han quedado atrapados por el clero o por las utopas. Dos mallas anticvicas que no hemos roto ni como nacin ni como so-ciedad. Me interesa ms vindicar el mun-do cvico, con su centralidad en el ciuda-dano; la poltica, en sus formas delibera-tivas; y la ultramodernidad, como espacio de valores horizontales. De sociedad a so-ciedad. Donde todos cabemos. ciedad. Donde todos cabemos.

    De Vaticano a Vaticano Manuel Cuesta Mora

  • 10 EL ESCENARIO ES OTRO. El visitante tambin.

    Cuando el Papa polaco, Juan Pa-blo II, Karol Wojtyla, visit Cuba en 1998, encontr a Monseor Pedro Cla-ro Meurice Estu como arzobispo en Santiago de Cuba, y en l, la voz cuba-na que ms alto se alz entre quienes tuvieron tal posibilidad. El Papa de que "Cuba se abra al mundo y el mun-do a Cuba'', al menos fue saludado por el Len de Oriente con la descripcin ms real de Cuba que se pudo hacer: la de un pueblo que ''necesita apren-der a desmitificar los falsos mesianis-mos'', la de ''un nmero creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nacin con el pro-ceso histrico que hemos vivido en las ltimas dcadas, y la cultura con una ideologa'', la que ''vive aqu y vive en la dispora'', la del cubano que ''sufre,

    vive y espera aqu y tambin sufre, vi-ve y espera all afuera''.

    Cuando aquel Papa viajero del ''No tengan miedo'' visit Cuba, se en-contr tambin con una voz proftica descollante dentro de las publica-ciones catlicas, que ya para entonces haba cultivado veintids agudas edi-toriales, la valiente Vitral, del Centro Catlico de Formacin Cvica y Reli-giosa del obispado de Pinar del Ro, di-rigida por ese otro gran cristiano que sigue siendo Dagoberto Valds. La mis-ma que declar en su tirada posterior a la peregrinacin papal que quien nos haba visitado no era cualquier Papa sino ''el Papa polaco que conoce el na-zismo, el comunismo y el capitalismo en su propia carne'', concluyendo en-tonces en que despus de la visita del Papa ''Cuba debe traspasar el umbral y seguir adelante''.

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  • 11 Pero cuando el nuevo Papa ale-

    mn, Benedicto XVI, arribe precisa-mente por Santiago de Cuba, ya no en-contrar ningn len que le reciba. La bienvenida se la darn en su mayora pastores que lo ms que hicieron hace poco fue salvar a unas pacficas muje-res de las mismas turbas frenticas que sern enviadas por el rgimen pa-ra recibir al Obispo de Roma, escondi-das bajo los mismos pullovers de los fieles. Pastores que seguramente se jactarn de haber conseguido la libe-racin en 2010 de cincuenta y dos pri-sioneros de aquel grupo de setenta y cinco de la Primavera Negra de 2003, y de otros ms, usurpando con tal arro-gancia el verdadero mrito al martiro-logio de Orlando Zapata Tamayo; al desafo de mujeres exclusivamente ar-madas con gladiolos, a quienes proba-blemente este Soberano del Vaticano no dar siquiera respuesta a su solici-tud de un encuentro; y al Ayuno del Sr. Guillermo Farias que gan por ello el Premio Sajarov 2010 del Parlamento Europeo. Pastores que realmente fue-ron usados por el rgimen para dar sa-lida de negociacin a uno de sus ms grandes atolladeros luego de la visita de Juan Pablo II. Negociacin con la que de paso el rgimen calculaba la eliminacin de la posicin comn eu-ropea ante sus desmanes, pero echada a perder por el asesinato a Juan Wil-fredo Soto Garca, que dio al traste con las gestiones que el cardenal Jai-me Ortega realizaba en esos precisos momentos en favor del rgimen, como mandadero suyo por Europa.

    Cuando Benedicto pase por La Habana para celebrar misa y se en-cuentre con quienes hicieron caso omi-so de las palabras de su predecesor, tampoco estar ya la voz proftica de Vitral, y no porque el rgimen direc-tamente haya ejecutado su saa, sino por obra y gracia de uno de los propios pastores que la Iglesia puso sobre parte de sus rebaos para distribuir el

    opio que el rgimen necesita le repar-tan para adormecer al pueblo. Como una victoria del castrismo sobre lo ms autntico del cristianismo cubano, el propio obispo de Pinar del Ro se en-carg de enturbiar para siempre el Domingo de Resurreccin del 8 de abril de 2007 al conseguir el anuncio del cese del director de la revista en su nmero 78.

    Como heredero del pensamiento bautista de varios siglos de existencia, profeso el sacerdocio universal de los creyentes y comulgo con quienquiera que sustente el seoro de Cristo, a quien puede acceder cualquier perso-na sin necesidad de intermediarios humanos, como corolario de las creen-cias. Ser parte de este pueblo radical en la historia de la fe me hace disentir respecto a la denominada infalibilidad del Papa, sea quien fuere quien ocupe su lugar. Por creer as centenares de miles de mis antepasados de fe deja-ron su vida en las hogueras que atiza-ba el Papa de turno. Desde este punto de vista, y en consonancia con el prin-cipio del gobierno congregacional que sustentamos las iglesias libres y aut-nomas, que influy muchsimo en el origen de las democracias actuales, la monarqua del Vaticano, que concen-tra plenos poderes legislativos, ejecu-tivos y judiciales en las manos de un solo hombre, constituye el mayor ex-ponente de los totalitarismos. Pero si me sustrajera de mis arraigados princi-pios y adoptara sencillamente la posi-cin de millares de catlicos, tampoco esperara mucho de la visita de este Papa en especfico.

    En septiembre de 2000, Joseph Ratzinger, quien todava no era Bene-dicto XVI, sino precisamente el carde-nal al frente de la Congregacin del Vaticano para la Doctrina de la Fe, versin actual de la sanguinaria Inqui-sicin, refrend la Declaracin Domi-nus Iesus, que dio vuelta atrs a casi todo lo avanzado por el tan progresista

  • 12

    Concilio Vaticano II. Considero que es-te anticipo a su pontificado ya brind los puntos cardinales que retrgra-damente sigue actualmente la San-ta Sede. En aquel momento, reac-ciones adversas que no debieran olvi-darse no se hicieron esperar, baste ci-tar, apenas en el mbito religioso, co-menzando desde el propio catolicismo, al reconocido telogo suizo Hans Kng; a Setri Nyomi, secretario general de la Alianza Reformada Mundial; a George Carey, arzobispo de Canterbury y lder de la Iglesia Anglicana; a Tom Best, miembro del Equipo de Fe y Constitu-cin del Consejo Mundial de Iglesias; a Anfred Koch, representante de los lu-teranos alemanes; y a una multitud plural de voces de lderes evanglicos pertenecientes a iglesias radicales sin jerarqua, como yo.

    Si nos atenemos tan solo a las pa-labras del famoso telogo brasileo Leonardo Boff, citado por cierto con frecuencia por los medios cubanos, pero no en estos das, el discurso de Ratzinger no solo es especfico al ro-manismo, sino a todos los totalita-rismos contemporneos. Muchas voces disidentes al gobierno poseen expecta-tivas respecto a esta visita, pero el r-gimen ha dejado claro en sus edito-riales que este Papa Benedicto XVI es invitado suyo, y claro, tambin de la Iglesia, una Iglesia paradjicamente ms comprometida con el sistema des-de la visita de Juan Pablo II, como de-muestra el vaco dejado por Meurice, y la censura a Vitral.

    Es el gobierno cubano sin duda quien ms espera de la visita de este Jefe de Estado, y no hay razones para pensar que se le decepcione. Al fin y al cabo, hasta Hitler esper tambin de Po XII y no se equivoc.

  • 13 AL MARGEN DE de lo conveniente de la visita a Cuba del Papa Benedicto XVI en el contexto de las celebraciones por los cuatrocientos aos de la aparicin en la baha de Nipe de la Virgen de la Caridad del Cobre, pienso en los dividendos que la estancia entre nosotros del Sumo Pontfice podra ofrecerles a los tres actores principales de este convite: el propio Vaticano, la Iglesia Catlica cubana, y los gobernantes de la isla.

    Es lgico que la Santa Sede desee aprove- char este momento, en que la Iglesia aumenta su presen- cia en la problem- tica social cubana, para expresarle a la institucin, y en especial a su ca- beza visible, el cardenal Jaime Ortega, el apoyo ms irrestricto. No fue casual que el Papa dene-gara la solicitud de renun-cia que, por motivo de edad, le presentara nues-tro cardenal. Adems, los jerarcas del Vaticano con-templan la posibilidad de que esta visita papal forta-lezca el espritu catlico del pueblo cubano, una fe que, a pesar de las mues-tras de devocin durante el reciente recorrido na-cional de la Virgen, en los ltimos tiempos ha cedido espacios ante el avance de las Iglesias protestantes y

    los cultos de origen africano. La Iglesia Catlica en la Is-la, por su parte, concibe la visita de Benedicto XVI co-mo un espaldarazo a sus viejas demandas de inser-tarse de un modo perma-nente y no coyuntural en la vida social de la na-cin, dejando atrs defini-tivamente los tiempos de exclusin y enfrentamiento con el Estado cubano. Sin embargo, dos de esas demandas: el pleno acceso a los medios de difusin nacionales, y la recupera-cin del papel de la Iglesia en la educacin de nues-tros nios y jvenes, pare-cen an lejanas debido al inmovilismo poltico de la clase gobernante.

    o r l a n d o f r e i r e s a n t a n a

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  • 14 La preeminencia que cobra la Iglesia Catlica es exactamente lo que necesitan las autorida-des de la Isla para reafir-marla como su nica inter-locutora, ignorando de ese modo a la oposicin polti-ca y a otros actores de la sociedad civil. Sigo pensando que esa especie de apertura de nuestros gobernantes en las esferas religiosa, la di-versidad sexual, as como la problemtica racial me refiero a la vuelta al debate pblico de las dis-paridades raciales que to-dava subsisten en la socie-dad, no son ms que una hbil maniobra para dis-traer la atencin de la opi-nin pblica, y as no im-plementar los cambios ver-daderos que reclama la na-cin, o sea, autnticas re-formas polticas y econmicas.

    Ahora bien, lo anterior no significa que debamos cen-surar el dilogo Iglesia-Es-tado escenificado en los ltimos meses, y que posi-bilit la liberacin de la mayora de los detenidos en la Primavera Negra del 2003, as como la atenua- cin de los mtines de re- pudio contra las Damas de Blanco. El dilogo siempre es plausible; lo criticable sera que la jerarqua catlica le hi- ciese el juego al poder y se considerara su nica interlocutora. Algo que personalmente no creo que se halle en la mente de nuestros obispos. Y qu significado tiene la visita de Benedicto XVI pa-ra el cubano de a pie? En este sentido, las reaccio-nes van desde la beatitud extrema, pasando por aque-llas personas que, sin ser creyentes, se aprestan a colaborar con las autori-dades en la recepcin del Pontfice tal y como lo pidi un editorial del dia-rio Granma, hasta quie-nes contemplan el aconte-cimiento con indiferencia o irona. Estos ltimos, por ejemplo, seran los autores de chistes como: No hay papas en los agromercados, pero hay un Papa que viene a bendecir a la dictadura. Lo que s resulta evidente es que esta visita no des-pierta las expectativas ni quizs tenga la resonancia del periplo de Juan Pablo II por nuestra Isla en 1998.

    En aquella ocasin, tal vez en un exceso de optimismo, algunos imaginaron ciertos cambios en el pas a raz de la visita papal, toman-do en cuenta el impulso hacia la democracia que la presencia del Obispo de Roma dej en pases como Chile y su natal Polonia. Ahora, en cambio, solo un iluso esperara que algo cambie en Cuba tras la partida de Benedicto XVI. Recuerdo que Juan Pablo II nos aport una brjula: Que Cuba se abra al mun-do, y que el mundo se abra a Cuba. A la postre incum-plida por todos, pues ni el mundo se ha abierto com-pletamente a Cuba una muestra la tenemos en la permanencia del irracional embargo de Estados Unidos; ni Cuba, debido a la ter-quedad de sus gobernan-tes, da seales de querer abrirse al mundo. Es probable que la pre-sente visita tampoco ame-rite una crnica majestuo-sa, como aquel monumen-tal texto brotado de la pluma del escritor espaol Manuel Vzquez Montal-bn, titulada Y Dios entr en La Habana. No obstan-te, si Benedicto XVI, para no ser menos que su pre-decesor, nos dejara al me-nos una sentencia con que encauzar los destinos de la nacin, ya sera algo para un sufrido pueblo que bus-ca afanosamente cmo la-brarse un futuro mejor. brarse un futuro mejor.

  • 15 LOS REHENES DE la historia contenemos una vez ms el lloro y el crujir de dientes. El humano valedor de la au-toridad divina sobre la tierra vendr recorriendo la Isla de oriente a occidente. Bene-dicto XVI llegar desde Mxi-co y aterrizar en una San-tiago de Cuba no tan hospi-talaria como ayer, pero s menos ingenua o dcil e inu-sitadamente, ms rebelde. Los muertos por la torpeza decadente y victoriana de un rgimen que gasta uno tras otro sus balones de oxgeno, gravitan sobre la ciudad. El Papa no podr verlos. Si al-guno de ellos lograra corpo-rizarse ante l, seguramente el anciano dignatario lo con-fundira con un espectro sur-gido de las mazmorras del infierno. Y no estara del to-do errado. Eso somos todos, espectros o conejos esperando en el tru-cado sombrero de un viejo mago, que sigue haciendo el mismo acto para un pblico cada vez ms hastiado y en franca retirada. Qu mensa-je de esperanza ofrecer el Santo Padre a quienes en es-ta isla han olvidado el signi-ficado de esa palabra? Aca-so podrn ir todos a sus mi-sas de Santiago y La Habana? O esta vez, para evitarse un "inesperado" tono discordan-te, sern retenidos en sus casas los que disienten? Cuba y el mundo no son los mismos que en enero de 1998. El hueco en la capa de ozono, el deshielo glacial,

    las guerras por petrleo y la crisis sistmica hacen difusos los colores futuros del anima mundi. Mientras tanto, la brecha en el corpus espiri-tual de la nacin se agranda y profundiza como la falla geolgica que origin al ma-cizo montaoso de la Sierra Maestra. El ictus acecha a la patria. En el fondo de la fa-lla los peces producen su luz y en el fondo de la historia persistimos navegando los que no tenemos otra cosa que el da a da, producien-do nuestro pedacito de pas. Sin embargo, una vez ms las plazas se llenarn porque el show debe continuar. Be-nedicto XVI seguir el curso del sol sobre el caimn. Ofi-ciar en Santiago de Cuba en la maana y luego ver al astro rey decayendo sobre las espaldas del palacio de gobierno, cuando la tarde sea casi noche. Amanecer al da siguiente en La Haba-na, pero en un lugar distante de la ciudad capital que se cae a pedazos. El Sumo Pontfice oficiar misa en la capitalina Plaza de la Ex-Revolucin y la luz maanera nos elevar a la ilusin de un nuevo da. In-tentaremos alimentar la fe de lo posible, incluso ms all de todo credo o dife-rencia. Diremos amn! o que as sea! mientras una Habana semidifunta pedir a travs de cada uno de noso-tros la extremauncin y el Papa creer que nos absolvi de nuestros pecados

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  • 16 El da despus ser seguido por la semana despus y el mes despus y el ao des-pus. La sombra de los por-tales de la calle Reina se-guir cobijando a tirios y troyanos. Tal vez Dios inten-tar otra vez el retorno en la piel de un mendigo, un nue-vo rico, una puta santa, una lesbiana dem, un gay, un travesti mujeriego, un de-monio, un polica, un friki, un reguetonero, un seguro-so, un disidente, un comu-nista, un neoliberal, un obre-ro, un ladrn, un cobarde, un valiente, un ajiaco Mientras tanto La Sagrada Biblia seguir perdiendo ho-jas en la letrina o acompa-ando el gozo casi religioso de la marihuana. Veremos entonces de qu va la cancin de cuna en forma de misa que nos ofrecer Be-nedicto XVI. Por favor, pido que no se me malinterpre-te. Es que ya andamos algo desengaados por ac de tanto discurso con buena intencin, mientras el cartel que reza "vosotros, los que aqu nacisteis, abandonad toda esperanza" parece in-corporado al entramado ge-ntico y el destino krmico de nuestra nacin. Despus del sainete partidista en for-ma de conferencia, no creo que muchos tengamos ganas de escuchar algo que, tal vez, resumido pudiera leerse como: "rueguen, persgnense y apritense el culo".

    El mensaje final de la visita del anterior Papa Juan Pablo II, fue resumido en aquella frase: "Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo". Apenas cinco aos despus, la Primavera Negra le record a los incautos la era de hielo que por dcadas ha convertido a nuestra socie-dad civil en un ente fosilizado. Hace mucho tiempo que la paloma blanca del espritu santo abandon los hombros que algn da visit cuando todo pareca comenzar. Ca-da da estamos ms a solas con los retos de nuestro pre-sente y los enigmas de nues-tro futuro. No hay ni habr ms "enviados" y quiera dios (si es que existe) que ese fu-turo no ponga nunca ms en el camino de nuestra historia a otro maquiavlico prncipe. Demos entonces la bienveni-da a Benedicto XVI y no olvi-demos que en buena medi-da el equilibrio financiero mundial depende de las his-tricas arcas del Vaticano. Y el euro, moneda fundamental de compra y venta interna-cional para el gobierno cuba-no, deriva de ese equilibrio. Asistamos al rito litrgico e imaginemos que la gracia de Dios no se trastocar despus en excrementos y piedras lanzadas al rostro de los opositores polticos. Pedir ms sera pecar de ilusos. ms sera pecar de ilusos.

  • 17 ROQUE DALTON, en Un li-bro levemente odioso, nos presenta a tres comunistas que hablan de sus experien-cias con el Partido y la Igle-sia. El primero insiste en la ferocidad de la ortodoxia partidista: A m me expul-saron del Partido Comunista mucho antes de que me ex-comulgaran en la Iglesia Ca-tlica. El segundo aade: Eso es nada: a m me exco-mulgaron en la Iglesia Cat-lica despus que me expul-saron del Partido Comunis-ta. El tercero concluye A m me expulsaron del Parti-do Comunista porque me excomulgaron en la Iglesia Catlica. Sea o no autntica, la deli-ciosa vieta expone a la luz los dilemas que pueden es-tar atravesando ahora mis-mo el corazn y la mente de ms de un compatriota. Son de sobra conocidas las semejanzas entre Partido e Iglesia que refiere en su texto el inmortal escritor salvadoreo: ambas son en-tidades jerrquicas, vertica-listas y autoritarias, que li-mitan y marginan a sus disi-dentes; suelen presentar una cara pblica virtuosa mientras desarrollan prcti-cas que no lo son tanto. En las dos aparecen, de poca en poca, espacios y grupos (sean padres jesuitas o mar-xistas crticos) que llevan el anlisis y la accin social ms all de donde se marca la lnea de peligro, lo que provoca la vigilancia o re-primenda del Cuartel Gene-

    ral. Y ambos abrigan en su seno personas honestas y decentes, que nos regalan cada da su integridad y afecto personales, dndole sentido y legitimidad al cas-carn que los cobija. Algn buen catlico podra objetar como respuesta a mis crticas que la iglesia somos todos y no slo sus malos ejemplos, lo cual es parcialmente cierto. Sin embargo, en un orden tan rgido y meticulosamente estructurado, las decisiones y responsabilidades suelen descansar en una cpula que instaura dogmas y apli-ca la disciplina. Por lo cual, sera coherente que lderes y burocracias asumiesen las responsabilidades por aque-llos fenmenos y comporta-mientos que, estructural-mente, atraviesan corrom-piendo y afectando a su co-munidad organizada. Alguien que (por trece aos) ejerci la militancia en or-ganizaciones comunistas, sin poner por ello en duda su creencia en el marxismo como cosmovisin y en el socialismo como proyecto de sociedad, se siente con todo el derecho a expresar esta opinin sin ofender a sus amigos creyentes. Re-cuerdo que precisamente de telogos de la liberacin como Giulio Girardi aprend la nocin de compromiso crtico que he aplicado a mis reflexiones y actos, dentro y fuera de las orga-nizaciones donde participo. Y que pude conocer, en tres

    a r m a n d o c h a g u a c e d a

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    y o

  • 18 aos de acompaamiento a organizaciones progresistas cristianas de la isla, las lu-ces y sombras que acom-paan su actuar. En debate con mis nobles amigos les he expuesto las razones por las cuales no acud en 1998, siendo diri-gente estudiantil, a la bien-venida a Juan Pablo II. En-tonces desobedec las indi-caciones oficiales de recibir con cario y respeto al Sumo Pontfice, dejando a cada uno de mis compa-eros de aula la decisin de ir, previa explicacin del historial del prroco polaco. Ahora que Benedicto XVI ha-r sendos viajes a Mxico y Cuba en este mes de marzo, lamento haberlos contraria-do con mi falta de entusias-mo respecto a la tan anun-ciada visita. Wojtyla y Ratzinger signifi-caron un giro a la derecha en una Iglesia que haba avanzado mucho en lo so-cial y poltico desde Juan XXIII y su encclica Pacem in Terris (1963) y desde la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medelln (1968). Ambos fueron activos protagonistas del acoso a la Teologa de la Liberacin, de la cual he estado cerca por el estudio de sus ideas y por mi amis-tad con varios de sus segui-dores en Cuba y Latinoa-mrica. Este asedio fue sis-temtico y coordinado des-de el Vaticano, justo cuan- do las dictaduras latinoa- mericanas masacraban a

    los practicantes del cristia-nismo popular y las Comuni-dades Eclesiales de Base. Sin embargo, como sabe-mos, la realidad no es de un solo color. El ejemplo de Samuel Ruiz, en su dicesis de Chiapas, defendiendo a los indgenas y denunciando las causas que llevaron al alzamiento zapatista de 1994; la obra y legado de Ernesto Cardenal, impulsor de la cultura popular nica-ragense y luchador contra los autoritarismos de Somo-za y Ortega; o el martirolo-gio de sacerdotes, monjas y laicos salvadoreos y chile-nos, vctimas de los sicarios de Roberto d'Aubuisson y Pinochet, son parte del acervo de sacrificio y bon-dad que el catolicismo ate-sora, en bien propio y de la humanidad. Hoy el padre Alejandro Solalinde defien-de a los migrantes centroa-mericanos en su ruta de muerte hacia los EEUU y el anarquista cristiano Javier Sicila impulsa un movi-miento social (acaso el ni-co?) con potencial de reno-vacin y convocatoria reales dentro del panorama polti-co mexicano. La labor de la Iglesia Cat-lica suele tener varios ros-tros, los que tambin se re-velan en la actual coyuntura cubana. Estratgicamente y sabemos que en eso tie- ne experiencia y paciencia milenarias va en procura de incrementar su influen-cia en la sociedad, con una lgica de Realpolitik que

  • 19 sustenta cada uno de sus actos y declaraciones. Pa-radjicamente o no tanto, pues uno siempre prefiere como interlocutor a alguien semejante, el gobierno cubano le est otorgando o avalando el espacio (acceso a los medios, inauguracin de edificaciones y foros, protagonismo poltico) que no poseen otras espirituali-dades y cultos, sean afrocu-banos, ortodoxos, hebreos, musulmanes o protestan-tes. En el caso de estos lti-mos, lo irnico es que he conocido quejas de varios lderes que resienten haber sido relegados, a pesar de haber mantenido una agen-da demasiado acrtica y ple-gada a las del gobierno. Es en la dimensin de su ac-tuar cotidiano donde pesan las personas y decisiones concretas, en la cual en-cuentro las mayores (y agra-decibles) coincidencias en-tre la accin catlica y las esperanzas de millones de cubanos. Llamados a la re-conciliacin y los cambios, como la Carta Pastoral El amor todo lo espera (1993), o esfuerzos como el de me-diar y lograr la excarce-lacin (2010) de decenas de presos polticos son dignos de reconocer y acompaar, ms all de las posturas ideolgicas que cada quien profese. Tanto en los hoga-res para ancianos atendidos con amorosa devocin por monjas verdadero ejemplo para sus contrapartes esta- tales como en los espacios y revistas de formacin y

    debate auspiciadas por lai-cos catlicos, existe un te-jido social que se vincula con las ms nobles virtudes y potencialidades del pue-blo cubano y comulga con ideales de soberana, justi-cia y libertad que han soste-nido la nacin cubana por siglo y medio de agitada existencia. Con ese catoli-cismo muchos nos sentimos cercanos y en gratitud. Sin embargo, me inquieta pensar que, frente la pau-latina expansin de la ola conservadora que vive la so-ciedad cubana, la Iglesia es-t convirtiendo su proyecto en referente de orden y virtud. Hace unos meses, varios amigos me comenta-ban en La Habana sobre la oportunidad que ofrecan los espacios y actividades de la juventud religiosa (ca-tlica o protestante) para sacar a sus hijos del foco de violencia, marginalidad y consumismo en que se ha-ban convertido sus barrios. Quienes as hablaban per-sonas blancas, profesionales y de clase media no deja-ban de tener razn en su angustia, aunque enseguida uno pensaba en cmo sta-tus, raza, clase y credo pue-den configurarse para rees-tructurar las relaciones so- ciales en un contexto de crisis. Otra colega periodista me testimoni las dificultades subrepticias puestas a la realizacin de su aborto por autoridades hospitala- rias, cumpliendo le decan

  • 20 en privado instrucciones de aumentar la natalidad en el envejecido pas. Y aun-que al final logr interrum-pir su indeseado embarazo, me coment que nunca ha-ba credo que cosas as es-tuvieran pasando. Cuando conecto semejante expe- riencia con cierta prdi- ca antiabortis- ta cristiana, y recuerdo que en sociedades donde la mujer haba logrado avances Nicaragua o Polo-nia estos se han visto en retroceso por la incidencia religiosa en la vida pblica, la cosa es para alarmarse. La Iglesia es, como el Par-tido, una institucin de hombres aunque no nece-sariamente humana con objetivos pragmticos, don-de la retrica y los actos no siempre van de la mano. Su historia est llena de cap-tulos oscuros y tambin de aportes a las luchas liber-tarias de nuestros pueblos. En los primeros ha prima- do, en buena medida, la inercia de la institucin, mientras que en lo segundo ha sido decisivo el compro-miso social de sus fieles.

    En Cuba es deseable que es-te aporte contine por le-gtimo derecho y en comu-nin con el resto de la ciu-dadana en la construccin de un pas mejor, que no puede regirse por botas y sotanas, sino mediante el concurso, laico y demo- crtico de todos sus hijos.

    a r m a n d o c h a g u a c e d a

    l a s i g l e - s i a s

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  • 21

    U

    N O

    EL PRXIMO 26 de marzo, cuando el Papa Benedicto XVI haga presencia en la Plaza de la Revolucin Antonio Maceo de Santiago de Cuba, ese pedazo de la geografa cubana ser un hervidero de pasiones encontradas, de deseos realizados para muchos, una tribuna esperada para gritar otra vez la palabra Libertad.

    Ms all de la creencia o no en el Papa como un mediador internacional, hay puntos establecidos donde podremos apreciar las voluntades manifiestas de varios actores sociales del contexto cubano de ahora mismo.

    La Iglesia Catlica cubana tiene ante s un reto enorme. Erigida en vocera de la voluntad divina, su voz, su mensaje, debe sobrevolar todas las cabezas, para que con la gracia que promociona el evangelio, el mismo circunde a todos y cada uno de los expectantes.

    Esto dicho as puede parecer una obviedad, pero desde los Consejos Parroquiales, pasando por sus similares diocesanos, hasta la Conferencia de Obispos Catlicos de Cuba, han insistido hasta la saciedad en que se trata de una visita "espiritual"; en tanto el vocero del Arzobispado de La Habana, Orlando Mrquez, afirm que fuerzas internas y externas hacen presin por hacer de la visita una cuestin poltica.

    Como otra cualquiera, supongo que se trate de una visita para apacentar las huestes cristianas de confesin catlica en este confn del mundo, pero cmo deshacer ese pilar que es La Santsima Trinidad diferenciando lo "espiritual" de lo "poltico"?

    El hombre es su medio, el contexto en que intenta salvar su alma y su cuerpo, el pedazo de tierra en que es lacerado en sus ms ntimas esencias, y difcilmente pueda ninguna autoridad eclesial soslayar una de las dos hambres que padecen los seres humanos: la fsica y la espiritual.

    l u i s f e l i p e r o j a s

    v i s i t a p a p a l

    a c u b a :

    e l c o n t e x t o , l a d i f e r e n c i a

  • 22

    D O

    S

    Cmo sabramos las diferencias entre los contextos de la visita papal anterior y sta? A la luz de 14 aos transcurridos, dnde estn las estadsticas de los adelantos o retrocesos que ha sufrido la Iglesia cubana respecto a las demandas exigidas, o los derechos adquiridos en medio de un frreo control estatal incluso de los permisos de entrada o salida del pas del personal religioso, de las casas-cultos autorizadas, o de los locales adquiridos por la citada entidad? Con qu informacin contamos a la hora de un balance? De qu medios informativos valernos para razonar sobre estos temas?

    Despus de aquella misa de Juan Pablo II en Santa Clara dirigida a los jvenes, qu incidencia tuvieron aquellas palabras, gestos y ejemplos, en las vocaciones sacerdotales? Si los medios de comunicacin de la misma Iglesia, escasos, no lo hacen pblico, no tiene por qu aparecer en el peridico Granma.

    Midiendo una etapa y otra, los indultos de presos polticos (y por otras causas por las que se les acusaba de atentar contra la seguridad nacional) ocurrieron ms o menos en el perodo de un ao antes de las dos visitas. Las declaraciones de dos obispos cubanos en el 2011 en Uruguay, acerca de las mejoras de las re- laciones entre la Iglesia y el Es- tado, fueron entendidas por los cubanos ms en un sen- tido que en otro. Acaso se referan a que ya no per- siguen a sacerdotes ca- tlicos, no hay cierre de templos, y no arden piras con textos y otros tiles de la Iglesia?

    En este sentido, no las relaciones sino la represin ms brutal, como aquella deportacin masiva de curas y religiosos en la embarcacin Covadonga, ha cesado. Los permisos para que algunos obispos al interior de la Isla ofrezcan mensajes salvficos en Semana Santa y otras celebraciones, en el sistema radial de sus provincias, pueden ser tomados como "una mejora de las relaciones", del mismo modo que el Departamento de Asuntos Religiosos ha ofrecido permisos para procesiones y actos pblicos en las distintas parroquias diseminadas por la geografa nacional, que pudieran estar siendo tomados como que Iglesia y Estado mejoran sus relaciones otrora tirantes. Pero, y la relacin entre la feligresa (pueblo de Dios) y el Estado? Reciben el mismo trato los fieles catlicos, laicos, y los llamados "hombres de iglesia" que sus pares en la curia y el purpurado?

  • 23

    T R

    E S

    Despus de publicada la "Comunicacin" de la Conferencia de Obispos Catlicos de Cuba en los murales de las parroquias y el diario oficial Granma, informando los detalles de la visita papal, apareci un artculo de opinin firmado por Armando Hart Dvalos en el tambin rotativo oficial Juventud Rebelde el da 8 de marzo de 2012.

    Veamos lo que dijo uno de los ms contumaces promotores de las ideas leninistas en la Isla:

    Un acontecimiento de esa naturaleza es la prxima visita a Cuba de Su Santidad Benedicto XVI, que nos hace rememorar a los cubanos nuestra larga historia de luchas a favor de la redencin del hombre.

    Si de rememorar se trata, recordemos que fue el joven Ministro de Educacin Hart Dvalos de los iniciadores del atesmo cientfico como disciplina dentro del sistema educativo en la Cuba de los aos sesenta del pasado siglo. No fue Hart Dvalos (hoy preterido responsable de la Oficina de Estudios Martianos) el Ministro de Cultura que impuls la gris historia de la sovietizacin de la cultura cubana? No fue bajo su gida que se enseaban las bondades del realismo socialista y el materialismo como antdotos contra lo que poda brindar una enseanza libre o laical?

    Hoy, cuando Hart Dvalos empua las ideas del Padre Varela como esencia de cubana, est usando un doble rasero y lanzando un largo olvido sobre los estragos hechos contra el catolicismo y la religin en general, vividos aqu a partir de la Cuba inicitica de 1959. de la Cuba inicitica de 1959. de la Cuba inicitica de 1959. de la Cuba inicitica de 1959. de la Cuba inicitica de 1959. de la Cuba inicitica de 1959.

    An llamando a la reconciliacin entre todos los cubanos, no aparecer una voz entre los laicos que le recuerde al defenestrado Ministro de Cultura que bajo sus impulsos se promovi la ms feroz desintegracin de la familia cubana en ese engendro inolvidable que fueron las Escuelas en el Campo?

    En el contexto actual de la visita del representante de Roma a Cuba, una minora poltica, en el cuerpo de la incipiente sociedad civil independiente, sufre por disentir, por querer integrarse en la sociedad cubana y por intentar asistir los domingos a misa. Ojo: no a mezquitas, centros espiritistas o cuartos famb de los abaku, sino a la Iglesia Catlica. Las mujeres que son ultrajadas cada domingo intentando llegar a parroquias en Holgun, el santuario de El Cobre, en Santiago de Cuba o Santa Clara, muchas de ellas, adems de asistir vestidas de blanco a misa y pedir por los presos polticos y la libertad de Cuba, han visto interrumpidas las lecciones que reciban como catecmenas, paso fundamental dentro del Dogma de la Iglesia, exigidos a los adultos que se disponen a recibir el sacramento del bautismo. No es esta pendencia fundamental de la Iglesia en la Isla?

    Al parecer, habra que resucitar al recientemente finado Monseor Meurice Esti. En un breve discurso nos habra presentado ante los bandos Iglesia-Estado, que hoy se alaban unos a otros magnifi-cando el buen curso de unas relaciones que casi nadie ve. En la definicin de pas, nacin y Partido, el denominado Len de Oriente hubiera dibujado mejor que nadie y con una valenta sin prece-dentes, a la luz de los tiempos que corren, el contexto en que nos encontra-mos todos y la diferencia entre actores vivos y observadores oportunistas.

  • 24 b o c h o r n o AUNQUE SOY UN catlico no practicante catlico a mi manera, como son casi todos los cubanos que dicen serlo, nunca negu que lo fuese en los tiem-pos de las iglesias cerradas o casi vacas y las planillas cuntame tu vida con la famosa pregunta de si uno tena creencias religiosas. Y no me arrepiento. Por eso, en estos momentos me siento con todo dere-cho a decir sin ambages que la actitud de la Iglesia Catlica cubana me abo-chorna.

    No se puede sentir otra cosa luego de la ms que autorizacininvita-cin cardenalicia para que efectivos de Seguridad del Estado penetraran en la Iglesia de Nuestra Seora de la Caridad, en Centro Habana, y desalojaran a la fuerza a los trece disiden-tes la mitad de ellos, mu-jeres y ancianos que ocu-paban el templo desde ha-ca ms de dos das.

    En realidad, no fue

    una sorpresa. Luego del comunicado del Arzobis-pado, que pareca escrito por un funcionario de or-den interior de alguna pri-sin, y expresamente des-tinado al peridico Gran-ma y el NTV, todos esper-bamos un desenlace repre-sivo.

    Pero no tena necesa-riamente que haber sido as. Haba muchas maneras de negociar. No creo que los ocupantes fuesen ms rgidos e intolerantes que los personeros el rgimen. Y miren lo bien que se las arregla ltimamente el Cardenal Ortega para tra-tar con ellos.

    Pero la jerarqua

    eclesistica no tiene mu-cha paciencia ni disposi-cin para tratar con disi-dentes. Al menos, eso fue lo que demostr hace va-rios das el obispo Emilio Aranguren al sacar a gritos y empujones a otro grupo de disidentes de la Iglesia de San Isidro, en Holgun. Les advirti que si no se iban, vendra con su gente a desalojarlos.

    Y no es que los sa-cerdotes no deban ser enrgicos a la hora de ha-cer respetar los templos. Slo que no deben exage-rar. Porque, a quin se refera el obispo Aranguren cuando advirti que utili-zara a los suyos, a su gente, para desalojar a los disidentes? Acaso ya la Iglesia dispone de su pro-pia brigada de respuesta rpida?

    l u i s c i n o

  • 25 As y todo, es prefe-

    rible un sacerdote que pa-rezca un sheriff, y la posi-bilidad de una banda para-policial de beatos y calam-bucos, antes que invitar a la polica poltica a entrar en los templos a sacar a rastras a un puado de personas pacficas que slo queran que se escucharan sus demandas. Porque de eso se trataba, por mucho que Orlando Mrquez, el vocero del cardenal Orte-ga, afirmara en el comuni-cado del Arzobispado que se trataba de una estra-tegia preparada y coordi-nada con antelacin para crear situaciones crticas durante la visita del Papa Benedicto XVI. O es que Orlando Mrquez dispone de informaciones en ese sentido suministradas a l por los compaeros del De-partamento Seguridad del Estado?

    No nos agrada el m-todo de ocupar templos a aquellos que consideramos que esos son sitios slo pa-ra orar al Seor y que por sagrados, hay que respe-tar. Pero mucho ms insul-tante que la presencia en el templo de los que con-funden el escenario para sus protestas, es la irrup-cin de una fuerza poli-cial, por muy desarmada que digan haya ido. Que la haya invitado el cardenal Ortega es todava peor.

    La jerarqua catlica cubana, y particularmente el cardenal Jaime Ortega, es culpable del foso que se crea entre la iglesia y no slo los opositores, sino la mayora de los cubanos que aspiran a vivir en li-bertad y no disponen de espacios institucionales donde expresar sus de-mandas. Es culpable, por-que al asumir hipcrita y unilateralmente una me-diacin con el rgimen sin definir qu se propone y con qu fin, cre expecta-tivas que ahora no sabe llenar y mucho menos tie-ne coraje para hacerlo.

    Se contentar la Iglesia con que le permitan abrir seminarios, le de-vuelvan algunas propieda-des confiscadas, autoricen algn feriado religioso y le concedan al cardenal de vez en cuando unos minu-tos en la radio y la televi-sin?

    Acaso no debemos esperar que la Iglesia pro-teja a los que no tienen pan, a los dbiles y los perseguidos? O es que en Cuba su funcin social se va a limitar a hacer un po-co de caridad, dar cursos para cuentapropistas, ben-decir los Lineamientos Econmicos y Sociales del Partido Comunista y hacer misas por la salud de Hugo Chvez?

    Preferir la Iglesia cultivar las buenas rela-ciones con el rgimen an-tes que con sus sufridos fieles?

    Antes que se repita la ocupacin de otro templo o algo peor, ser mejor que la jerarqua catlica deje la hipocresa y defina claramente hacia dnde va y qu quiere. Y que deje de hacer (mala) poltica. O al menos diga a favor de quin la hace. Para saber de una vez sin que haya confusiones que no se puede contar con ella para la causa de la libertad. la causa de la libertad. la causa de la libertad. la causa de la libertad. la causa de la libertad. la causa de la libertad.

  • 26

    A R M A N D O D E A R M A S SA

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    O HOY, un da como hoy!, oramos a Santa

    Brbara, la impber muchacha que se neg al casamiento para consagrarse a Cristo Rey y

    fue encerrada en una torre y entregada a los tribunales por su padre Discoro, oficial de legionarios al servicio del Imperio Romano

    bajo la gida del camarada Stalin, por lo que fue decapitada y devino Santa, y que

    extraamente extraamente para los que se empean en ver la Ilgica en trminos de la

    Lgica, para los abanderados de filosofas que demasiado bien o demasiado mal quieren

    explicarlo todo, sin margen para el lezamiano Azar Concurrente que no es ms que Causalidad Concurrente en las cuatro

    esquinas del Seor Eleggu se sincretiz siglos despus con el Orisha Mayor, Dios del fuego y el rayo, de la guerra y el baile, de la

    msica y la belleza viril, pendenciero, revoltoso y mujeriego, que se presenta con el hacha bipene en alto y se agarra los testculos y danza y alardea de sus poderes pripicos y

    se conoce por Shang.

    La cabeza de Santa Brbara, que ensangrentada rueda por el polvo, Shang caballero andante rescatador de la Virgen,

    Santa Brbara que esgrime la pavorosa espada, Shang que prende fuego a la torre, Santa Brbara patrona de artilleros, Mximo Gmez y tierra arrasada en la Campaa de la Reforma Reformas de qu?, dice Discoro

    con un gesto matonesco, Hatuey en la hoguera y los campesinos de Yara susurrando en las sobremesas que anteceden al sueo, y

    bajo el sortilegio de los juegos fantasmagricos de la luz de la lmpara

    chismosa batida por el viento que viene de la serrana, que el Cacique Hatuey y el

    Generalsimo Mximo Gmez son el mismo ser, que el ro Yara es el Puran, que todo lo

    arrastra, siempre confundido, carece de anlogos y aproximaciones, siempre olvidado, tan pobre y desvalido, tan a la buena de Dios, tan corderito del Seor, no importa si Yara o

    Puran, simples nombres, lo realmente importante es el Ro, un ro todos los ros que nace y muere y renace, serpientes acuosas, y la luz de Yara?, es todas las luces, y el alma de Hatuey?, es la de Giordano Bruno y la de

  • 27

    A R M A N D O D E A R M A S SA

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    todos los que murieron en la Hoguera; cadena de hogueras encendidas en el tiempo; y la de Cristo y todos los que murieron en la Cruz, incluyendo a los dos malhechores que lo acompaaban aquel dichoso-fatal-intil-

    grotesco-da en que Poncio Pilatos se lav las manos, y la de Pedro Luis Boitel y todos los que murieron en huelgas de hambre, y los

    fusilados que mordieron el polvo al grito de Viva Yo, que es lo mismo que Cristo Rey, Hijo

    de Dios, Hijo del Hombre.

    Santa Brbara y una Gran Idea que, plasmada en la Declaracin Universal de los Derechos

    del Hombre, surgida en 1789, transformara al mundo; un mundo que pese a Discoro ira, ir, cada vez ms del espritu gregario al

    espritu de la responsabilidad individual, de la colectivizacin al estilo Guerra de Todo el Pueblo y Guerra de los Gorriones (versiones

    cubano-chinescas) hasta el Yo Soy el que Soy, Yo Soy de Jehov en el Antiguo Testamento, que no es ms que evidente parbola a los obtusos hombres para que buscasen hacia

    dentro y no hacia afuera, para que supiesen que lo ms importante en el Universo, o los universos, es la Primera Persona, el Libre

    Albedro de la Primera Persona pensando, que es actuando, en sintona con la Primera

    Persona que es Jehov; un mundo que ira, que ir, cada vez ms de la proletarizacin a la propietarizacin, de la dignidad del bombo

    y los platillos a la Dignidad, del Hecho al Derecho, de la Demagogia a la Fe.

    Mundo que cada vez se asume ms como

    entidad Masculino-Femenina, evolucionando, no revolucionando, hacia el estado del Huevo

    Primigenio, hacia la suave curvatura desdeadora de la chocante, violenta

    angulosidad; mundo que se asimila a la entidad Santa Brbara-Shang, que es Macho

    y Hembra y subvierte la Intolerancia y es Dialogante (que no dialoguera, por Dios!) con las Fuerzas ureas, Positivas, no con Discoro

    que le cercen la cabeza; Santa Brbara excomulgada por dudosa moralidad a manos del Clero, Santa Brbara sacada en procesin un 4 de diciembre de 1989 el parecido con 1789 no es Azar Concurrente es Causalidad

  • 28

    AAA RRR MMM AAA NNN DDD OOO DDD EEE AAA RRR MMM AAA SSS SA

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    Concurrente por la negrada del barrio El Cristo en el municipio de Palmira, Cienfuegos,

    Cuba, erigida como bofetn al rostro de la Santa Inquisicin Monikonga que arremete enfurecida contra la Virgen; y los negros, y

    los blancos, contestan en alardes de balstica pedrucosa a las huestes de monikongos al

    acecho; Santa Brbara-Shang dialogante en una Palmira, Cuba, post-Discoro, post-

    monikongos al acecho, que deja a un lado la pavorosa espada y el hacha bipene y se va a una frentica danza al son de tambores y el olor del arroz congr y el lechn asado en parrillada (no parrillada de herejes en la

    Europa Medieval Renacentista), a la bsqueda del Pequeo Gran Pas que fuimos, que

    siempre debimos ser, ajeno a la guapera barriotera, y envidiosa, de enano cabezn con

    pies de barro y vozarrn napolenico.

    Que ocurra, pues, la Revolucin Absoluta, la que se contine ms all del eco de los

    disparos, el regusto por la sangre y el olor de la plvora, la que sea un perenne no dejar

    piedra sobre piedra, idea sobre idea, la que no devore a sus padres-hijos, la que devore a Discoro homicida-rey-guardin-del-bosque-de-la-Ciguaraya, de mirada torva, usurpador

    del rol de David cuando todos saben es Goliat, la que quite a Mart el estigma de la

    imponderable culpa de haber asaltado un cuartel en maana de Santa Ana, la que borre

    para siempre el recuerdo del Guerrillero Heroico creador de uno, dos, tres muchos

    Vietnam; una revolucin sin Hroes, o al menos sin Hroes instalados sobre pedestales,

    o que baje a los Hroes de los pedestales y los ponga a beber cerveza en cantidades

    industriales y a comer papas fritas en bares a cielo abierto; una revolucin que se haga y

    deshaga a un tiempo, que viva en un presente-de-pasada-futuridad, una revolucin

    que se inserte en lo que podra llamarse El Eterno Ciclo de la Sacralizacin-

    Desacralizacin-Sacralizacin por los siglos de los siglos, Amn, Santa Brbara, eso te

    pedimos, Hoy, un da como Hoy!

  • 29

    MEDIABA JUNIO cuando un amigo ex- tranjero y yo decidimos hacer el as- censo obligado al Cristo de Casa- blanca (de Regla, le llama- ba mi amigo con esa impunidad deliciosa que permite a los ex- tranjeros situar a Isla de Pinos en plena Cinaga con la mayor tranquilidad.) Sin percatarnos de lo tardo de la hora, con el desdn por los horarios que sbitamente experimenta- mos al mostrar la ciudad a los extraos, alquilamos una fala cubierta, de remos, de las dos o tres que quedan en el puerto y que dan al Muelle de Caballera un aire remoto a como imaginamos que ha de ser el Cuerno de Oro, en una Estambul improbable. El obligado patrn gallego, parlanchn adems, deleit a mi amigo con relatos de ma-reas, arribazones y huracanes, dichos con una fuerte melancola cantbri-ca. El silencio a esa hora era tan ab- soluto que los relatos del patrn po- dan orse en la otra orilla. En silencio atravesamos la alta pla- zuela dormida de Casablanca, con su escenario pequeito pa- ra representaciones imagina- rias, donde tres chivos descan- saban de rumiar ante un pblico de espectros que nosotros vinimos perturbar.

    Atravesamos el barrio empinado, donde el ancho brazo de mar, sepa-rndolo de La Habana, ha conservado con increble pureza las costumbres provincianas. Era muy tarde; los por-tales estaban apagados y los sillones vacos. Todos los novios del pueblo se haban despedido y las pobres viejas al fin dorman. Lentamente iniciamos el ascenso su-doroso por la escalera del Observa-torio. Muy abajo, sobre el muro de la carretera que sube serpenteando desde la carbonera, dormitaba un soldado rebelde. A cada paso nos de-tenamos, buscando en la noche so-focante el alivio del terral. La pla-zuela, el escenario minsculo, el ca-sero, iban quedando muy abajo, y al llegar arriba quedaron ocultos por el b