56
WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO 1 Wáshington Delgado HISTORIA DE ARTIDORO Colección dirigida por Jorge Eslava Correción de Alonso Rabí do Carmo SEGLUSA EDITORES & EDITORIAL COLMILLO BLANCO Av. José Leal 980, Lince. Teléfono 703098 Lima, mayo de 1994

Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)http://logriscontralogris.blogspot.com/

Citation preview

Page 1: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

1

Wáshington Delgado

HISTORIA DE ARTIDORO

Colección dirigida por Jorge Eslava

Correción de Alonso Rabí do Carmo SEGLUSA EDITORES & EDITORIAL COLMILLO BLANCO

Av. José Leal 980, Lince. Teléfono 703098

Lima, mayo de 1994

Page 2: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

2

Explicaciones acerca de Artidoro

Hace quince años, acaso veinte, Artidoro nació simplemente

como un nombre cuya sonoridad me atraía, no sé por qué. Pasado

un tiempo intuí una nebulosa historia detrás de ese nombre.

Lentamente se fue perfilando el dibujo plano, todavía sin color ni

relieve, de una persona en cierto modo viva. Entonces escribí tres

poemas que son el núcleo de su historia. Y me detuve hasta que,

gracias a mi paciente espera al pie de un nombre cuyo misterio no

alcanzaba a develar, al cabo de varios años, sentí que en algún

remoto punto de mi desvelo o mis ensueños, Artidoro empezaba a

vivir con carne y huesos propios, con recuerdos suyos, con

esperanzas suyas. Llegó un momento en el cual, como al genio

salido de una botella, no lo podía dominar. Si antes de descubrirlo

yo lo perseguía, ahora me perseguía él. Iba detrás de mí por toda

la casa y aun por la calle. Se asomaba a mis sueños cuando yo

dormía. Enderezaba mi pluma y corregía mis textos cuando me

ponía a trabajar. Poco a poco, a medida que nuestra colaboración

se acentuaba, fui percibiendo que la historia de Artidoro se

confundía con la historia peruana o la historia del mundo. Al

final, me di cuenta de que los latidos de su sangre eran solo una

parte del fragor de los tiempos, de los tiempos oscuros que nos

tocó vivir.

Una explicación más, los tres primeros poemas que escribí acerca

de Artidoro los publiqué en no recuerdo qué periódico o revista.

Después los corregí escrupulosamente para incluirlos en mi

volumen antológico Reunión elegida, cuando Artidoro aún no

había tomado definitivo cuerpo. En una nota introductoria de esa

antología, declaré que todos los poemas allí recogidos eran

versiones consumadas y que no volvería a tocarlos. Sin embargo,

para esta edición, he vuelto a corregir esos tres poemas. Tal vez

me equivoqué al hacerlo: los escritores no suelen ser críticos

Page 3: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

3

acertados de sus propias obras. En todo caso, esta vez no prometo

abstenerme de futuras enmiendas.

Lima, 26 de mayo de 1994.

Page 4: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

4

PRÓLOGO:

EL TIEMPO, EL AMOR, LAS PALABRAS

Page 5: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

5

El amor de las palabras

El tiempo, el tiempo. El tiempo donde caen

flores, frutos, imperios

y no se salvan. El oscuro tiempo

donde los nombres brillan.

Entre el tiempo y los hombres

se levanta el poema.

Los nombres de los vientos y las aguas,

los nombres de animales: la serpiente

cuyo reino es el sueño,

el amor y la muerte.

El tigre de rugido interminable.

La fría salamandra, vencedora del fuego.

El unicornio, amado de las vírgenes.

La ardilla, el gerifalte,

el murciélago, el grifo, la quimera.

Los nombres de animales irreales

o reales, fugaz soplo del aire

o esculpida memoria

de sueños, de esperanzas, de temores.

Columnas en la tierra,

mástiles en el mar,

Page 6: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

6

estrellas en el cielo,

otros nombres erguidos:

San Francisco, San Jorge,

Ulises, Abelardo, Pedro Rojas,

Sakia Muni, Epicuro,

Caupolicán, Mariátegui, Martí.

Nombres de gentes muertas

o soñadas: los mártires, los héroes,

los dulces soñadores.

Nombres labrados en terrestre barro,

nombres amados con sombrío amor

en los tiempos oscuros,

en siglos de opresión. Los amo y canto

esa materia dulce que penetra en el pecho

de un mar amargo, el mar

de la historia del mundo. Amo esos nombres,

¿alguna otra pasión podrá brillar

con semejante luz sobre la tierra?

Amo, Artidoro, tu soñado nombre

y esa historia que de tu nombre brota:

fugaz soplo del aire o el recuerdo

de antiguas esperanzas.

Page 7: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

7

Antiguos entusiasmos

Años de juventud que uno recuerda

cuando ya se acabó la juventud.

El entusiasmo puro se deshizo en el aire,

el aire de la historia.

La garúa limeña difumina

el recuerdo del sol enamorado

en las norteñas tierras.

Sol de justicia, sol de la hermandad

con su canción de amor

para todos los hombres.

Esa canción ha muerto.

Muerta está esa esperanza.

Todos han muerto, yacen enterrados

bajo una tierra leve,

la tierra del olvido.

Page 8: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

8

Río del olvido

Se detiene Artidoro

para escuchar la voz

de los tiempos pasados.

Vocaliza el pasado con voz pura

una canción fugaz,

río que viene del profundo olvido

y regresa al olvido.

Viejas calles de terciopelo y sombra,

árboles melodiosos,

celajes incendiados del otoño

y la pesada nube

donde la vida acaba,

río cordial que viene del olvido

y parte hacia el olvido.

Mínima luz apenas ilumina

las sonrisas del tiempo

¿De qué se nutre el tiempo?

De fuentes, de muchachas,

de volutas de yeso,

Page 9: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

9

de duros azulejos.

Río tenaz que viene del olvido

y corre hacia el olvido.

En estas viejas calles silenciosas

abiertas de repente

al viento del recuerdo,

se percibe la queja

de un débil clavicordio,

un distante galope de caballos,

el rumor apagado

de unos besos furtivos.

Dulce río que viene del olvido

y se va hacia el olvido.

Page 10: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

10

IMPOSIBLES RECUERDOS

Page 11: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

11

El encanto de Lima

Así es la vieja Lima:

ciertas calles encierran un misterio,

otras tienen encanto,

quien por ellas se pierde rememora

algún rumbo secreto.

Rumbos de aquí o allá, de esta ciudad

o de un sueño oxidado en la memoria.

Por azar o por cálculo,

Artidoro se adentra en estas calles,

de este modo retorna

a la pampa infinita donde halló,

una tarde violenta

y en la cúpula misma del estruendo,

su ser resucitado.

Lo cercaban los muertos, lo cubrían

la tierra y el silencio,

sólo fue dueño de un pequeño sitio

en la comarca oscura

donde el mejor linaje nada vale.

Pero llegó la vida,

desde el profundo reino de la muerte,

Page 12: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

12

a levantar su cuerpo.

Su cuerpo que hoy pasea lentamente

por las calles de Lima,

por jirones y plazas y plazuelas

donde encuentra de nuevo

el misterioso azar por el que vive.

Así es la vieja Lima:

ella también se acaba, también muere.

Bien sabes Artidoro,

que el azar, el misterio y el encanto,

como todas las cosas,

son el pasto sabroso de la muerte.

Page 13: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

13

Calle de Mercaderes

Aprisionado por la ceniza turbia

de las seis de la tarde,

se debate Artidoro

en una vieja calle

de la ruinosa Lima.

Es domingo y no hay gente en las aceras

ni en las pistas circulan automóviles,

las jaranas del sábado acabaron

en devoción o sueño.

Artidoro camina sin premura

por la ciudad, en sus recuerdos rotos

se unen sombra y silencio.

Revolución o fiesta

todo acabó igualmente: los rebeldes

fueron ajusticiados

al pie de los palacios

o en las pampas lejanas.

Callaron las canciones,

se apagó el sol, murieron

Page 14: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

14

todos los compañeros.

Artidoro ha extraviado su destino,

una sutil neblina inunda su alma.

Calle de Mercaderes cuyas tiendas

se cierran los domingos.

No se rinde Artidoro,

su vida significa

persistencia y olvido.

Page 15: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

15

Vitrina de Baquíjano

En la muelle neblina se despliega

el engaño invernal de tiempos idos

que un aturdido dios junta al acaso

con desesperaciones del presente

mientras uno camina

sobre húmedas veredas

por la tenue garúa abrillantadas.

Uno se llama creo que Artidoro

y en lugar del espejo de la historia

con pesadumbre observa

las vistosas vitrinas

en la elegante calle de Baquíjano.

¿En qué piensa Artidoro

ante un escaparate

con vajillas de plata,

porcelana y cristal?

¿Rememora entusiasmos,

enconadas heridas?

¿Se acuerda de los muertos?

Page 16: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

16

Tal vez si, nada más, piensa en mujeres.

Después de una jornada tormentosa,

naufragadas las grandes esperanzas,

nos queda todavía

un turbio afán de femeninos besos.

Así nos defendemos y olvidamos

penurias y trajines.

Olvidamos los muertos

que yacen enterrados

allá, en los arenales.

Olvidamos las calles

de una Lima marchita y tan lejana

de todo gran amor.

Page 17: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

17

Matavilela y San Francisco

Entre Matavilela y San Francisco,

bajo borroso escudo

de carcomida piedra,

se abre un negro tenducho

sobado, polvoriento,

con moscas y vituallas económicas

y unos embrutecidos parroquianos

sin más norte y amparo que un licor

áspero y ponzoñoso.

Entra Artidoro en pos de cigarrillos.

No los encuentra. Solamente encuentra

la ruina de los tiempos,

el agusanamiento de la historia,

el temblor de su sombra, entreverada

con suciedades y papeles rotos,

a la luz de una vela centenaria.

Page 18: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

18

Fosa Común

En la fosa común yacen los muertos.

Más allá de las pampas y arenales,

su canción, su esperanza, sus amores

¿dónde yacerán?

El alma de Artidoro está cercada

por eterno crepúsculo.

Esos muertos murieron

para sólo morir.

¡Cómo pudo diluirse

tanta luz cenital!

Ancho Perú de muerte

y de melancolía,

muertos todos están

bajo la tierra cálida.

Page 19: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

19

CANCIÓN Y ELEGÍAS

Page 20: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

20

Canción para Artidoro

Mi querido Artidoro,

los rosales de la Avenida Grau

nunca existieron. Todo lo ha teñido

el humo de los viejos autobuses

y no hay jardín para el amor que ronda

tus esperanzas, ronda tu memoria

y tu melancolía.

¡Qué lejana, qué triste, qué nonata

rosa primaveral! ¿Dónde su aroma,

su llovizna de pétalos, la verde

dureza de su espina?

Hay quien ama la rosa que es así

y no se ve o la rosa

que se huele y se toca

o sólo el nombre de mentales rosas.

En el aire viciado

de esta calle inhumana se hace humana

la rosa inexistente, enajenada

por el humo y la bulla

de un río interminable de tristeza.

Page 21: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

21

Y tiembla la canción, acaso en vano,

breve, lizne, Artidoro, sobre tu alma

que no será salvada

por recuerdos de amor

ni por género alguno de ventura

o desventura humana.

Como humo o desamor

u olvido, sin memoria ni desdén,

ni rabia ni ternura cae el tiempo,

quiebra la luz, las piedras, los periódicos,

las promesas de buen comportamiento,

los inocentes vicios (pobre Alberto,

dijo que dejaría el cigarrillo

y lo dejó, como también la vida).

Cae el tiempo, desgarra tus corbatas,

viejo Artidoro, y no hay en tu solapa

ni rosal ni clavel.

Definitivamente,

el hollín es un asco, la ciudad

es un asco y también

tu oficina y tu casa son un asco,

la tierra y hasta el cielo son un asco.

Page 22: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

22

Así pasa la vida y así dejo

que caiga esta canción

junto a tu sueño, lejos

de tus ojos abiertos.

De esta canción no quedará enseñanza:

mi canto no es verdad

ni engaño sino apenas

un temblor en el aire y allí queda.

Page 23: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

23

Artidoro camina hacia la muerte (Elegía Limeña)

Sobre la blanda brea

del jirón de la Unión,

a la muerte camina y ni siquiera

se le ha mojado la corbata. En vano

lo circundan los ángeles. La cruda

luz estival del mediodía aleja

silenciosos amores. A la vera

del callejero coro de automóviles

y el pregón quejumbroso

del suertero que grita la de a mil,

Artidoro camina hacia la muerte,

serio, formal, bien arreglado, hijo único.

Y se oye una guitarra: última flor

de un amargo verano

que antes de marchitarse clama y pide,

yo te pido, guardián, que cuando muera

borres los rastros de mi humilde fosa.

Inútil ángel del estío, mosca

perdida en el calor de la deshecha

tarde. Canción abandonada en una

mecánica memoria. Viejo aliento

Page 24: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

24

de una historia extraviada,

Artidoro camina hacia la muerte

como todos los días

y ni siquiera esconde en los bolsillos

las afiebradas manos

porque su madre le pidió hace tiempo

que guardara adecuada compostura

en la casa y en la calle y en la iglesia,

en cualquier sitio donde

asentara sus pies o su desdicha:

no permitas que crezca enredadera

ni que coloquen funeraria losa.

Si ha de venir la muerte por sus pasos,

no hay por qué apresurarse ni seguirla

aunque hoy sonría con sensuales labios,

desordene su rubia cabellera

y se muestre incitante entre las ruinas

del Jirón de la Unión, clavel marchito

de un Perú de metal y de melancolía.

Inútil amor, cielo abandonado

en una tarde inexistente. Inútiles

besos perdidos. Soledad tan inútil

como flor sobre el polvo

de un camino. Camina hacia la muerte,

Artidoro camina hacia la muerte:

Page 25: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

25

Y si viene a llorar la amada mía,

hazla salir del cementerio y cierra.

Page 26: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

26

Vuelve Artidoro a contemplar la muerte

Los estudiantes jóvenes discuten

acerca del país,

en los problemas del país meditan

los viejos profesores,

las nubes pertinaces

de la ciudad de Lima

no regarán jamás

un árbol de monedas.

Las palabras y el tiempo se deslizan

sobre la tierra estéril, las hermosas

muchachas de pasadas primaveras

han muerto. No dejaron

ni lágrimas ni amores:

en el país de las mercaderías

no es necesario amar, absurdo fuera

repetir el sermón de la montaña.

Así Artidoro recordó amoríos,

su prisión, sus andanzas, sus penurias

y estaba entretenido

una abrileña tarde

en admirar las llamas

Page 27: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

27

de un ocaso otoñal,

cuando de nuevo contempló la muerte.

No la suya, esta vez,

ni la de sus amigos o parientes

ni la muerte del mundo

en el incendio verde

de la tarde otoñal.

Sencillamente, contempló la muerte,

su antiguo y frío rostro,

ni odioso ni terrible.

La gente caminaba por las calles,

iban los automóviles

a citas imprevistas,

Artidoro seguía contemplando

el rostro de la muerte.

¿Qué fin tiene la vida?

¿Para qué pelear? ¿Por qué morir?

Desdeñoso semejante a los dioses

yo seguiré luchando con mi suerte.

Artidoro ingresó sin pesadumbre

en las enmarañadas callejuelas

de la vieja ciudad de los negocios,

caminó a la deriva

con grave continente

y engrameó la testa

Page 28: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

28

sin escuchar las espantadas voces

de los envenenados por la muerte.

Page 29: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

29

LA VIDA ÍNTIMA

Page 30: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

30

Dulce desvelo

Con un oscuro aroma húmedo, intenso,

las gotas de café caen en el poema

mientras lee Artidoro

hasta que llega el alba.

El gato ronronea, gruñe el fuego

en el hogar, se desvanece el agua,

Artidoro de nada se da cuenta

absorbido por sustancias más hondas.

Intangible sendero lo ha llevado

hasta un plato de setas,

Artidoro se embarca en el sabor

que sus dientes trituran.

Por otras rutas, un paisaje se abre:

Artidoro respira el aire puro

de las anchas praderas.

Inacabable viaje, en otros ámbitos

Artidoro se dobla

al empuje del viento en alta mar.

Pasa el tiempo, también la vida pasa,

las palabras persisten a la espera

de que puedan los ojos de Artidoro

Page 31: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

31

hacer brotar una secreta historia

de sus tenues entrañas,

una historia que ha de pasar lo mismo

que todo lo terrestre y el aroma

del café con su insomnio

húmedo, oscuro, intenso.

Page 32: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

32

Tarde de copas

Los recuerdos se posan en la mesa

como aturdidas moscas

en torno a un cuerpo muerto,

tropiezan con los vasos

de oro líquido y frío, con los platos

de lacias aceitunas y comprueban

que en la mesa no hay sitio

para ese cuerpo intruso.

A media voz lo discute Artidoro

con la obstinada sombra de su padre:

muertos son los que tienen muerta el alma

y viven todavía.

¿Para qué discutir con quien nos ama

y está muerto? ¿Con quién amó en nosotros

no unos ojos, ni un alma, ni unos gestos

sino su propio amor?

En el ápice gris del infortunio

y de la tarde, cuando

las sombras aparentan levantarse

del aire polvoriento del pasado,

Artidoro se yergue

Page 33: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

33

con difícil destreza,

ignora buenamente

que se enredan sus pies mientras enfila

hacia el lugar privado

donde ante el chorro de oro ha de sentir

el placer puro y libre

de no ser otra cosa

que una paciente obstinación sagrada

en el húmedo encierro donde mueren

los amores perdidos.

Page 34: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

34

Defensa del tabaco y la lectura

Lee y sueña Artidoro en su sillón de cuero.

Una pipa de brezo el ambiente perfuma.

Sin dejar de leer, Artidoro la fuma.

El humo impregna el aire de un tinte milagrero.

La lectura le infunde gozos de fumadero:

el humo lo rodea, más leve que una pluma

parece deshacerse en pétalos de bruma

y a su alma llueven letras en un dulce aguacero.

Que su tiempo ha pasado, bien lo sabe Artidoro:

las batallas perdidas, el implacable asedio

de ambición y egoísmo, el mundo sin remedio.

Su pipa y la lectura son todo su tesoro:

un poema y el humo le muestran que está vivo,

restaura su esperanza un párrafo furtivo...

Page 35: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

35

Sobre un poema perdido de Artidoro

Ciertos versos se perdieron en viajes y carcelerías,

muchos fueron desechados con demasiada prisa,

algunos se corrompieron antes de ser escritos,

otros sufrieron implacables correcciones

y perdieron su juvenil frescura,

único encanto que en la oquedad de la memoria

pudo sostenerlos. La mayor parte

no logró subir al aire de la armonía

y así su verdad se marchitó.

Tal vez, Artidoro comenzó el poema

en sus años de infancia, a escondidas

de un padre adusto y una madre

vencida, cuando la injusticia

entró en su casa y nadie

pudo desterrarla, ni el domingo

ni los días de fiesta.

¿Qué relación secreta, qué puente nebuloso

se tiende entre belleza e injusticia?

Naufraga la niñez de los domingos muertos

Page 36: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

36

en el mar de la belleza, más profundo

que cualquier otro mar sobre la tierra.

Artidoro retorna a la luz de su infancia

cuya virtud se esfumó con los años.

Su magia es ilusión: unas palabras

demasiado delgadas, apenas si se escuchan

en el nivel del sueño,

de un sueño que ha de durar toda la vida,

aunque los versos se pierdan.

Page 37: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

37

Prado de la amargura

Artidoro se encuentra despistado

en solitario prado de amargura

y su viejo reloj

se detiene vencido por estólido,

impenetrable sueño.

No quisiera Artidoro lamentarse

por tanto desamparo,

ni acrecentar los llantos

derramados ya en prados semejantes,

en soledades tales y tamañas.

Le apetece más bien aproximarse

a la azorada y joven prostituta

que lo provoca con insistentes mieles,

con resplandores mortecinos, mientras,

suelta sus perfumados cigarrillos

sobre la verde hierba

y al aire sus cabellos de esparcida dulzura.

Pero esta prostituta no es tan joven

sino una avejentada cantonera

de ruinosos arreos,

afeites y sonrisas.

Page 38: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

38

No se atreve Artidoro

tampoco a lamentarlo

ni a llorar la miseria

de tantas mujerzuelas olvidadas

en prados de amargura cuyo encanto

no apreciaron jamás, aprisionadas

por el opaco tedio

de una noche infinita.

Joven o vieja o pasadera, ha sido

invención de un instante esta buscona

limpiamente esfumada

en el aire ni dulce

ni amargo o melancólico.

De nada valen máquinas de tiempo

entrecortado, ni empedrados sueños

subcelestes, florales, extraviados

en prados de amargura,

ni antiguas y rugosas

bocas por el amor desbaratadas

y que la noche en vano

engalana con apagadas luces

de aventura secreta.

A tanta soledad

no le opone Artidoro

sino el brillo ensoñado de las aguas

Page 39: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

39

en el cercano estanque.

El deseable brillo de las aguas

en el estanque seco.

Page 40: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

40

Un Caballo en casa

Guardo un caballo en mi casa.

De día patea el suelo

Junto a la cocina.

De noche duerme al pie de mi cama.

Con su boñiga y sus relinchos

hace incómoda la vida

en una casa pequeña.

¿Pero qué otra cosa puedo hacer

mientras camino hacia la muerte

en un mundo al borde del abismo?

¿Qué otra cosa sino guardar este caballo

como pálida sombra de los prados abiertos

bajo el aire libre?

En la ciudad muerta y anónima,

entre los muertos sin nombre, yo camino

como un muerto más.

Las gentes me miran o no me miran,

tropiezan conmigo y se disculpan

o me maldicen y no saben

que guardo un caballo en mi casa.

En la noche, acaricio sus crines

Page 41: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

41

y le doy un trozo de azúcar,

como en las películas.

El me mira blandamente, unas lágrimas

parecen a punto de caer de sus ojos redondos.

Es el humo de la cocina o tal vez

le desespera vivir en un patio

de veinte metros cuadrados

o dormir en una alcoba

con piso de madera.

A veces pienso

que debería dejarlo irse libremente

en busca de su propia muerte.

¿Y los prados lejanos

sin los cuales yo no podría vivir?

Guardo un caballo en mi casa

desesperadamente encadenado

a mi sueño de libertad.

Page 42: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

42

EPÍLOGO:

ENTRADA EN LA NOCHE

Page 43: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

43

Última conversación sobre Artidoro

Dúctil melancolía se disuelve en la tarde

y suavemente cae en la fresca cerveza,

el viejo se remoja la garganta y el alma:

"Es verdad, hubo mucha confusión, muchos muertos,

las balas que silbaban en las calles abiertas,

la angustia que oprimía las casas, es verdad.

Y los muertos".

El viejo entrecierra los párpados,

su mirada se pierde en el mar del pasado,

sus palabras apenas pueden salir a flote:

"A ese Artidoro nunca lo conocí, por cierto,

pero no sé, algún relumbre suyo se me trasluce,

alguien me habló de un hombre muerto y resucitado,

o lo leí en un libro, periódico o revista.

Se me van los espíritus, acaso fuera un cuento

oído en mi niñez, un relato o novela

que más tarde leí. O también, usted sabe,

ocurre alguna cosa no del todo corriente

y un escriba avisado juzga el caso hazañoso

y digno de memoria o comento. Otras veces,

puras fabulaciones, ciegamente esparcidas

en papeles o el aire, resulta que a la larga

Page 44: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

44

suceden".

Por antiguos caminos literarios

se desorienta el viejo, su boca desparrama

unas flores ajadas como para llenar

el café melancólico, en este turbio instante

desolado, con una romántica hojarasca.

"Sí - le dije-, sí. Ocurre algunas raras veces

de una manera u otra. Sin embargo, Artidoro...

Yo lo traté, tuvimos alguna intimidad

y algo me dijo y algo dejó también escrito

en papeles perdidos que por dónde andarán

y acaba de morir, de morir nuevamente,

si así puede decirse, y yo sólo quisiera..."

Lo que tan sólo quise se quedó sin palabras,

detenido en el aire, sobre el polvo clorado

por un rayo de sol. ¿Para qué decir más?

Mi pregunta callada, como un leve velero

navegaba en la luz horizontal y muerta.

Con el rostro azorado de un viajero sin rumbo

a orilla de las aguas, el viejo soslayó

mi barca interrogante, la apartó con la mano

y habló como si nada se hubiera deslizado

por el aire dormido y él volviera de pronto

a sus propias palabras, después de contemplar,

Page 45: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

45

sólo por un momento, el paisaje marino:

"Es verdad, hubo muchos muertos. Muchas historias,

además, y el desorden. Los desaparecidos

eran innumerables. Por siempre se perdieron

tantos, muertos en calles, pampas, o prisiones,

según juicio marcial o en abierto combate

o a traición, por la espalda, según la ley de fuga

o así no más, sin causa ni registro ni informe.

Años corridos, otros volvieron al terruño,

cuando llegó el olvido de las persecuciones.

No faltaban las viejas asombradas: "¿Pero éste

no es Guarniz? ¿El muchacho de la camisa roja

que a empellones llevaron al cuartel y decían

que murió fusilado y la madre lloraba

interminablemente y se murió también?"

Era Guarniz a veces, a veces algún otro

sin ningún parecido con aquel fusilado".

Como para empujar otro velero náufrago,

esbocé un ademán y solté tres palabras:

"Sí, pero Artidoro..."

Sin bajar de sus propias

nostalgias melodiosas, mi viejo confidente,

salvado de penurias y de revoluciones

por azar del destino o para mi tormento,

Page 46: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

46

sacudió la cabeza y mi respiración se detuvo un instante:

"De algún mozo avispado

supe que aprovechó esas horas confusas

y se marchó a la inglesa con ajena mujer

o una arruga tremenda y que durante mucho,

mucho tiempo pasó por abnegado mártir

de la revolución. En ciertas ocasiones

se descubrió el pastel y en ocasiones, nó.

Así se hace la historia. En cuanto a ese Artidoro..."

Se oscurece la tarde lo mismo que el relato

de vidas hazañosas y de granujerías.

En la sombra que cubre las edades heroicas,

el nombre de Artidoro prende una lucecita

distante que persigo con tenaz esperanza,

con placer, con ahínco:

"¿Decía usted? ¿Recuerda

la historia de Artidoro?"

Se apaga la distante

lucecita anhelada bajo la húmeda voz

del viejo catador de cervezas dormidas:

"Nó, en verdad, nó. Pero hubo muchos casos de muertos

y de resucitados, de presos que fugaron,

de aparecidos súbitos y desaparecidos.

Page 47: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

47

Déjeme recordar. ¡He visto tantas cosas!

¡Hubo cada suceso! Ahora rememoro

al que pudo escapar de una muerte segura

disfrazado de muerto".

Se encienden y se apagan

las luces, yo no sé si en el café nostálgico

o en mis íntimos sueños:

"¿Habla usted de Artidoro?"

Con la palabra niega el viejo y con la mano:

"Nó, de él yo no sé nada. A este otro lo conozco

de tiempos y aún vive. Vea usted, no sé cómo

convenció a la familia de un recién fallecido

para ocupar el sitio del muerto en el cajón.

Era el finado un hombre de bien, adinerado,

sin trastienda política, oriundo de Motupe

y en Motupe debía ocurrir el entierro.

El joven perseguido pagó crecida suma

o era tal vez pariente, buen amigo o el novio

de una hija del difunto o qué vainas haría,

lo cierto es que partió de Trujillo a Motupe

como el joven cadáver de un viejo caballero

y escapó en el camino. Nadie llegó a saberlo

hasta que a su retorno, años y años corridos,

él mismo hizo el relato de los muertos cambiados

y de su salvación. Al muerto de verdad

Page 48: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

48

debieron sepultarlo en terreno baldío

o en la huerta trasera de su casa, abonada

por asnos y caballos. Lo que puede el dinero,

el amor o la pura misericordia humana"

Por extraños caminos discurría la tarde

y la conversación se iba descarrilando

de los heroicos tiempos. Esos tiempos heroicos

se prestan buenamente a viejas arterías

y a travesuras nuevas. Quise, a pesar de todo,

enderezar el rumbo:

"Es un cuento asombroso,

una comedia fúnebre o danza de los muertos.

Sin embargo, yo vine por algo más bien trágico,

la historia de Artidoro, fusilado una vez

en solitaria pampa, muerto ahora de veras,

sin familia llorosa ni antiguos compañeros,

ni himno o canción alguna con las manos alzadas.

La tarde estaba a punto de morir y el buen viejo

se moría también. Barrió el aire cansino

con la mano siniestra, como para espantar

las moscas, los fantasmas o solamente el polvo

o para recobrar el aliento perdido y luego murmuró:

Page 49: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

49

"¿Qué podría decirle?

Simplemente que nunca la vi, que no recuerdo

ni siquiera su nombre. Además, son tan frágiles

las memorias humanas... En fin, yo buscaré

en mi casa papeles viejos, cartas, periódicos.

Si hay algo de Artidoro, yo se lo he de mostrar".

El viejo se recobra como si le encendiera

la fatigada sangre, el último fulgor

de la tarde en derrota. Con fingido entusiasmo

quiero avivar sus llamas sabiendo que es inútil,

que su recuerdo esquivo no habrá de retornar,

lo que nunca existió no retorna jamás:

"¡Ojalá! No se olvide del caso, un fusilado

junto a cien compañeros, maravillosamente

salvado de las balas, enterrado en la zanja

con otros fusilados y que logró salir

de la tumba común, huyó del arenal,

se refugió en la sierra, vivió a salto de mata,

en un pueblo y en otro, y cuando cesó todo

el odio y el terror, pudo llevar en Lima

una vida apacible sin nocturnos temores,

una oscura existencia levemente alumbrada

por una extraña luz que a veces irisaba

sus gestos, sus palabras breves como relámpagos,

Page 50: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

50

palabras que escuché, que él acaso escribiera

en papeles perdidos. No se le olvide el nombre:

Artidoro, Artidoro".

Lo repetí en voz baja,

dos o tres veces más. Me contemplaba el viejo

desconsoladamente, sólo atinó a decirme:

"¿Y dice usted que ha muerto? ¡Qué verdadera lástima,

salvarse de la muerte para morir después!"

Enronqueció su voz, sus ojos parecían

a punto de volar, con el borde afilado

de una débil sonrisa, cogió el último cabo

de tan sabio exabrupto:

"Quiero decir, morirse

solo y en una cama de hospital. Es muy triste".

Se derrumbó la tarde sobre este agrio lamento

por una invalidada muerte heroica. A la calle

salimos y era noche. Era noche y silencio.

Una apacible noche muda para Artidoro.

Una noche de donde no saldría jamás.

Page 51: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

51

LA HISTORIA SE REPITE

Page 52: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

52

Elegía en 1965

Después de tanta sangre, no derramada

en vano, sólo quedó la nieve teñida de carmín.

(Chocano)

Después de la batalla, los combatientes muertos

parecen esperar, con el oído en tierra,

una última llamada o la mano benévola

y amiga de la historia, no el silencio tenaz

que los cubre y oculta sobre un cálido suelo

vanamente poblado de hierbas y guijarros,

árboles y alimañas.

Se diluyó el escándalo de la fusilería,

cesaron los fragores de obuses y metralla,

el sol brilla en la paz de un cielo irreprochable.

Los boquetes abiertos en la tierra parecen

tan naturales como las aguas del riachuelo,

el vuelo del halcón o esa nube sin sueño,

sin prisa, sin memoria.

Sobre la tierra esperan muy tranquilos los muertos.

La historia indiferente los dejó abandonados

bajo un cielo vacío. Pobres muertos inermes,

Page 53: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

53

no los abriga el sol ni molesta la lluvia.

Sobre sus cuerpos rígidos discurren las hormigas

en callado desfile.

Los muertos apacibles yacen de cara al cielo

con los ojos abiertos. Parece que quisieran

llenar de sol sus almas tempranamente muertas.

La tierra los acoge, los escuda la sombra

de los árboles quietos y las cambiantes nubes,

en tanto huye la historia. ¿Qué les dicen la inmóvil

tierra, el distante cielo? Solamente les dicen

que ya no hay esperanza.

Los muertos extraviados en el mar de la historia

encuentran en la tierra una morada estable

mientras la primavera pasa con sus amores,

pasa el brillante estío, pasa el otoño lánguido

de las guerras perdidas y, al final, el invierno

llega pausadamente para cubrirlo todo

con desamor y olvido.

Page 54: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

54

ÍNDICE

Explicaciones de Artidoro / 2

PRÓLOGO:

EL TIEMPO, EL AMOR, LAS PALABRAS / 4

El amor de las palabras / 5

Antiguos entusiasmos / 7

Ríos del olvido / 8

IMPOSIBLES RECUERDOS / 10

El encanto de Lima / 11

Calle de Mercaderes / 13

Vitrina de Baquíjano / 15

Matavilela y San Francisco / 17

Fosa Común / 18

CANCIÓN Y ELEGÍAS / 19

Canción para Artidoro / 20

Artidoro camina hacia la muerte / 23

Vuelve Artidoro a contemplar la muerte / 26

LA VIDA ÍNTIMA / 29

Dulce desvelo / 30

Tarde de copas / 32

Defensa del tabaco y la lectura / 34

Page 55: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

55

Sobre un poema perdido de Artidoro / 35

Prado de la amargura / 37

Un caballo en casa / 40

EPÍLOGO:

ENTRADA EN LA NOCHE / 42

Última conversación sobre Artidoro / 43

LA HISTORIA SE REPITE / 51

Elegía en 1965 / 52

Page 56: Wáshington Delgado / Historia de Artidoro (1994)

WÁSHINGTON DELGADO / HISTORIA DE ARTIDORO

56

En el pórtico del libro, el autor escribe: "Hace quince años,

acaso veinte, Artidoro nació simplemente como un

nombre cuya sonoridad me atraía, no sé por qué. Pasado

un tiempo intuí una nebulosa historia detrás de ese

nombre..."

Los dones de esa vida -y de sus muertes- están de manera

admirable en la gris balanza de estas páginas que se leen

como a los grandes trágicos: estremecidos por un gesto,

una palabra que condensan una plenitud de razones y

belleza.

Un libro desgarrado y deliberadamente prosaico donde

tiemblan las sombras de una flor sobre el polvo.

Wáshington Delgado (Cusco 1927), ha desarrollado una

fecunda labor docente e intelectual, y es autor de los

siguientes libros de poesía: Formas de la ausencia (1955),

Días del corazón (1957), Para vivir mañana (1969), Parque

(1965), Tierra extranjera (1968), Destierro por vida (1969)

y Un mundo dividido (1970). En 1988 apareció Reunión

elegida, una antología poética personal que honró esta

misma colección.1

http://malebolge8.blogspot.com/

1 Contratapa del libro.