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Teología desde la perspectiva de la mujer: más allá o más acá del sacerdocio femenino. Por: Lucas Silva. La disidencia de las fronteras existenciales Por: Carlos Álvarez Sj. Y también: El Disenso en la Iglesia por Nicolás Velasco / Fraterna y Subversiva Eucaristía por Hernán Rojas / Panchicosas. Diciembre 2013 ¿Se puede ser Iglesia sin disentir?

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Qué es el XCV Cristo se ve, es el boletín de la Comunidad de Vida Cristiana de Jóvenes (CVXj) de Santiago. Es un espacio de formación, encuentro y diálogo entre los miembros de la CVXj, con la Iglesia y con el mundo.

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Teología desde la perspectiva de la mujer: más allá o más acá del sacerdocio femenino.Por: Lucas Silva.

La disidencia de las fronteras existencialesPor: Carlos Álvarez Sj.

Y también:El Disenso en la Iglesia por Nicolás Velasco / Fraterna y Subversiva Eucaristía por Hernán Rojas / Panchicosas.

Diciembre2013

¿Se puede ser Iglesia sin disentir?

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Que es la CVXLa CVX es una Asociación de Fieles católicos que desean vivir plenamente sus vidas (a nivel personal, familiar, estudiantil y social) inmersos en la realidad del mundo de hoy; que quieren seguir más cerca a Jesucristo y dar testimonio de su Buena Noticia, compartiendo en la vida comunitaria, comprometidos con toda la humanidad, trabajando con fuerza en la construcción de un mundo más justo y más humano.

Te esperamos en:

Misa CVX Jóvenes todos los Domingos a las 19.30 hrs en Colegio San Ignacio El Bosque (Pocuro 2801, Providencia)

Casa CVX María Luisa Santander 0290, Providencia, Santiago, ChileTeléfono: (02) 4217630. Contacto: [email protected]

Te invitamos a participar en Ejercicios Espirituales para jóvenes (fechas, inscripciones y más información en

[email protected])

Qué es el XCVCristo se ve, es el boletín de la Comunidad de Vida Cristiana de Jóvenes (CVXj) de Santiago. Es un espacio de formación, encuentro y diálogo entre los miembros de la CVXj, con la Iglesia y con el mundo.

Recibiremos todos sus comentarios en:Pag web: cristoseve.blogspot.com/mail: [email protected]

El Disenso en la Iglesia

Jesús, el fundador de la Iglesia, fue el gran disidente frente a las leyes religiosas e injustas de las instituciones sacralizadas o no, que oprimían y esclavizaban, y ordenó a sus seguidores a denun-ciarlo así.

San Ignacio en los Ejercicios Espirituales nos habla de “sentir con la Iglesia”, pues si bien estamos llamados a estar en la fronte-ra, siempre debe ser en comunión con nuestros hermanos. Ahora bien, sentir no es asentir infabilidad e infantilmente. De hecho, formamos parte de un cuerpo conformado por miembros muy diversos y en el encuentro con el distinto, en el diálogo, constitui-mos más que la suma de las partes. En este sentido, debe enten-derse el disenso de manera constructiva, valorando la riqueza que en su diferencia aporta.

Así se entendió en el Concilio Vaticano II, dando un giro desde el disenso censurado al diálogo respetuoso; de lo contrario se anu-la la participación de los laicos al no reconocerlos como actores ac-tivos en la construcción del Reino, sino como meros espectadores.

“Quien se escandalice porque haya fieles que disientan en la Iglesia, es porque individualmente pretende que la verdad proviene exclusiva-mente del magisterio oficial, sin que acepte participación alguna de los fieles; o porque considera que el papel de los fieles se limita en todo caso a asentir obedientemente y nada más. Lo cual equivale a pretender, confundiendo la fe con la obcecación, que los creyentes son una suerte de minusválidos en la fe, incapaces de una honesta y recta inteligencia tanto de la fe como de sus consecuencias prácticas.” 1

No puede menospreciarse la experiencia de fe de las comuni-dades cristianas, que en conciencia buscan profundizar en la en-señanza de Jesús. Por otra parte, en palabras del Vaticano II, “la conciencia es el sagrario de la fe”; es decir que en nuestro querer más profundo, en la moción discernida, está el querer de Dios. Incluso en el disenso.

La misma doctrina de la Iglesia expresa que la interpretación de nuestra fe revelada no es propiedad privativa de la jerarquía, por lo cual no existe sólo el derecho sino el deber de disentir discerni-damente si así la conciencia lo dictamina.

Lo anterior tiene asidero también en que la misma doctrina dic-tamina que la posibilidad del disenso se debe a que la mayor parte de las enseñanzas de la Iglesia no son doctrinas infalibles e irre-formables (Dogmas de fe). Si bien sería una gran equivocación acercarse a las enseñanzas del magisterio siempre con sospecha, sólo lo que ha sido revelado, o ha sido definido infaliblemente, puede reclamar asentimiento incondicional. De hecho, desde la proclamación de la inefabilidad pontificia en 1870, sólo ha habido una definición “ex cathedra”, la asunción de María.

Por otra parte, el mismo Jesús vino a plenificar la ley antigua, derribando los preceptos que esclavizaban al hombre quitándole la posibilidad de actuar guiados por la libertad del amor y a de-

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Equipo responsable para este número del XCV:

“El número de esta revista es el producto final de nuestro proyecto comunitario como miembros de la CVX Jóvenes de Santiago. Esta iniciativa surge a partir de la inquietud de cómo participar en la Iglesia con fidelidad y espíritu de renovación. Ofrecemos a la comunidad mayor las reflexiones surgidas en sucesivos encuentros compartidos en torno a la fe”.

rribar viejos preceptos, a acoger a los humildes y denunciar a los falsos profetas y fariseos, que justamente ponían toda su atención en el cumplimiento irrestricto de la ley. Ejemplo de esto es su respuesta ante la pregunta de cuál era el mandamiento más im-portante y al que todo principio doctrinal debiera apuntar: amar a Dios y al prójimo. Su preocupación por los enfermos, los sufrien-tes, los alejados de “la religión oficial”, los pecadores públicos y los indeseables lo deja en claro; la religión no podía ser un instru-mento de opresión, sino de liberación.

En este sentido, para Jesús, la Buena Noticia (Evangelio) no consiste en defender una serie de principios doctrinales y mo-rales (a los que aquí no se pretende negar relevancia, por cierto), sino en manifestar el amor de Dios hacia sus hijos e hijas. Para Jesús, el amor a Dios y el amor al prójimo están unidos y son el mandamiento más importante, cualquier norma que se busque establecer debe ser teniendo esto como horizonte.

Referencia:1 Velasco, R. (2011, abril). El disenso en la Iglesia Católica. Redes Cristianas. El disenso en la Iglesia Católica. Recupe-rado Diciembre 3, 2013, desde http://www.redescristianas.net/2011/04/07/el-disenso-en-la-iglesia-catolicarafael-velasco-sj/

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El rol de la mujer en la Iglesia ha sufrido varia-ciones en sus más de dos mil años de existencia. Se puede pensar en el rol, en el Evangelio, de María Magdalena, las discípulas de Jesús y Ma-ría, su madre. Así, las mujeres tuvieron un rol relevante en la vida de las primeras comunida-des eclesiales hasta llegar a la actualidad, donde existe hace décadas una lucha por la reivindica-ción, en la sociedad y en la Iglesia, respecto a los derechos de las mujeres. Son de conocimiento público las brechas salariales entre hombres y mujeres, los acosos laborales y el machismo instalado en el imaginario de muchos chilenos. Pues bien, la Iglesia como parte del mundo no está ajena a esta realidad y también vive episo-dios de discriminación y exclusión hacia ellas. En la encíclica Mulieris dignitatem (1988), Juan Pablo II afirma que la mujer es por vocación virgen y madre, definición que no expresa la to-talidad ni diversidad de la vida de las mujeres, estableciendo rótulos de difícil aceptación para ellas en el presente.

Sobre este tema quisimos conversar con la teóloga argentina Virginia Azcuy, profesora de la Facultad de Teología de la UC, quien destaca que la responsabilidad en este asunto no es sólo de la jerarquía de la Iglesia (que por cierto la tie-ne), sino también de todos quienes conforman la comunidad eclesiástica eclesial. “Me molesta cuando la crítica se centra sobre la jerarquía de la Iglesia”, afirma la teóloga. Y es que finalmente, la tarea de validar los diferentes modos de ser-vir en la Iglesia es una misión que nos incumbe a todos. “En Cristo ya no existe judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer” (Gál 3,28). Lo que prevalece es la dignidad fundamental donde somos todos iguales y las diferencias esgrimidas corresponden a situaciones humanas y no a la Palabra de Dios. Juan Pablo II en su encíclica Mulieris dignitatem cita a Pablo VI afirmando que “es evidente que la mujer está llamada a formar parte de la estructura viva y operante del

Teología desde la perspectiva de la mujer: más allá o más acá del sacerdocio femenino.Por: Lucas Silva.

cristianismo de un modo tan prominente que acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades”.

Mujeres y teología

La reflexión teológica en relación con la mujer ha tenido distintas etapas y aproximaciones. La “Teología de la mujer” en un principio, la crean los hombres respecto de “la” mujer. Son ellos quienes reflexionan acerca de su condición en el mundo y por lo tanto, sobre cuáles serían los ro-les que les corresponden en la comunidad. Pos-teriormente, surge la “Teología desde la perspec-tiva de la mujer”, es decir, una teología llevada a cabo por teólogas. La aparición de esta nueva forma de reflexionar acerca de lo de Dios es una crítica a la óptica anterior, porque “ellos (teólo-gos) hablan de una mujer muy ideal, se inspiran en María y también en la cultura de cada tiem-po; ahora, en cambio, queremos hablar nosotras desde nosotras mismas”, afirma Virginia. Al mismo tiempo, existe otro modo de hacer teolo-gía, llamada “Teología Feminista”, la cual es una crítica al sistema patriarcal y sugiere que no co-rresponde que el varón domine a la mujer y que la Iglesia en sus estructuras reproduzca aquella relación de poder. La postura más radical de la Teología feminista (feminismo post-cristiano) considera incluso que la Iglesia actual está tan marcada por la cultura patriarcal que ya no tiene remedio; también existe el feminismo reformis-ta, que cree que los cambios son posibles dentro de la Iglesia y se compromete con ellos.

Frente a la pregunta del por qué existen tantas teologías, Virginia afirma que “deben hacerse todas las teologías que se requieran de acuerdo a la diversidad de contextos y sujetos concretos: lo político, la liberación, el pobre, la mujer, el in-dígena o el afrodescendiente”. Tradicionalmente los teólogos han sido hombres blancos, célibes,

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europeos y de clases acomodadas. Esto comien-za a romperse con la teología latinoamericana, feminista y negra (entre otras), personas que son movidas a hacer sentir sus propios puntos de vista de acuerdo a lo que ha marcado su his-toria.

¿Sacerdocio femenino?

Ahora bien, comúnmente a la Teología desde la perspectiva de la mujer se la asocia rápida-mente con la discusión acerca del sacerdocio fe-menino. ¿Por qué las mujeres no pueden ser sa-cerdotes como los hombres? ¿Hay argumentos convincentes para pensar que no pueda ser así? Al mismo tiempo, hay otra representación insta-lada socialmente, esta es, que todas las mujeres están de acuerdo con una ordenación sacerdotal con los mismos roles y funciones de los hom-bres. Virginia se apresura en aclarar que “si bien es una bandera de lucha de algunas, no todas somos parte de ella”. Este último grupo (de cató-

licas que no reclaman la ordenación ministerial de las mujeres) arguye que adherir a esa causa favorece la promoción hacia la jerarquía de la Iglesia y en realidad lo que se quiere buscar, más que criticarla, es fortalecer el laicado y todas las formas de ministerio diseñadas para el servicio del Reino. Así, si bien el sacerdocio es uno de los temas de los cuales se ocupan algunas teólogas, la discusión en ningún caso se detiene ahí, sino que incursiona en las más variadas temáticas y experiencias.

Parte de la jerarquía está llena de diversos an-helos de poder que muchas mujeres no desean. Esto no se soluciona desde la modificación de la jerarquía solamente, sino desde una eclesio-logía (comprensión de la Iglesia como comuni-dad) más inclusiva donde “los diversos servicios (misioneros/as, teólogas/as, padres/madres de familia, etc.)” tengan cabida. De este modo, no se trata tanto de la mera jerarquía, sino de cons-tituir una Iglesia más comunitaria y más frater-na, en la cual se valoren las distintas vocaciones.

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Referencia:1 Este artículo ha sido elabora-do a partir de una reunión de comunidad de CVX jóvenes a la cual fue invitada Virgi-nia Azcuy, consagrada en la Iglesia de Buenos Aires y teóloga que trabaja desde la perspectiva de la mujer. Ob-tuvo el doctorado en teología y escribió en diversos libros y artículos en revistas científicas acerca del tema tratado en el presente trabajo.

“Las diferencias no son motivo de desigual-dades” sostiene la teóloga, depende de cómo las entendamos y las atribuciones de poder que realicemos. Esto en el Evangelio se ilustra en la convivencia de grupos con diferentes idiomas, orígenes e historias. A pesar de ello, están todos reunidos por un mismo bautismo y creen en un mismo Dios. De este modo, la diversidad debe comprenderse como necesaria para un Cuerpo de Cristo universal antes que un obstáculo para su misión.

Respecto al disentir dentro de la Iglesia, “se debe ser cuidadoso con criticar injustamente a la Iglesia, lo cual es un desafío tanto para la so-ciedad como para los miembros de ella” afirma Virginia Azcuy. La Iglesia no está exenta de las influencias socio-históricas inherentes a la vida humana, aunque la teóloga reconoce que “me gustaría que la Iglesia fuera a la vanguardia, que fuera más profética”.

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6La disidencia de las fronteras existenciales.Por: Carlos Álvarez Sj.

La elección del Papa Francisco, inesperada para muchos de nosotros, ha abierto ventanas de es-peranza y de renovación para nuestra Iglesia. Sus signos contundentes de sencillez -dejar el palacio pontifical para ir a vivir a la casa Santa Marta, desembarazarse de ropajes exagerados de la tradición, nos han ido cautivando. Su invi-tación insistente ha sido salir con nuevo impulso misionero al encuentro del presente. Francisco nos ha ido confrontando con los clamores y de-safíos al que nos enfrentan las fronteras existen-ciales del hombre de hoy. La encuesta lanzada en el mes de octubre, cuyo objetivo es preparar el Sínodo para la familia, coloca sobre la mesa problemáticas que no podemos obviar en nues-tra acogida pastoral y en la reflexión de la Igle-sia: las familias mono-parentales, los separados que intentan una nueva oportunidad, las parejas homosexuales y la adopción, por nombrar algu-nas vivencias de nuestro presente. Todas estas realidades comportan dolor y exclusión. Y hay

que decir que los cristianos estamos llamados a estar allí, buscando acoger, humanizar y dar luz a aquellos hermanos que sufren por la cerrazón de puertas, producto del miedo a la diferencia y de la violencia de los prejuicios.

Pareciera que estas fronteras existenciales se muestran disidentes con la misma tradición. Un presente que se muestra siempre un poco heré-tico con la tradición y con aquellas mentalidades que creíamos fijas. “En su constante discernimien-to, la Iglesia también puede llegar a reconocer cos-tumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser per-cibido adecuadamente […] No tengamos miedo de revisarlas.” 1

La experiencia de fe, siempre audaz, com-promete el presente del cristiano e invita a un constante discernimiento. Este compromiso

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Referencia:1 (Papa Fransisco, Exhortación La ale-gría del evangelio, n° 43).2 (Papa Francisco, Exhortación La ale-gría del Evangelio, n° 36)

7suele confrontarnos a una experiencia de vacío y a ratos de decepción con ciertas enseñanzas y costumbres de la Iglesia. ¿Quién de nosotros no ha experimentado esa decepción?

Probablemente esa decepción -traducción afectiva del disenso- tiene que ver con que la vida corre mucho más rápido que la misma enseñanza manifestada por la tradición de la Iglesia. Y es natural que así sea. La tradición, como el decantado de las ricas experiencias de Dios vividas por la comunidad en el pasado, no dice -necesariamente- todo aquello que el pre-sente necesita escuchar. Esta es la experiencia de disenso que vivió el mismo Jesús con las tra-diciones religiosas de su época, agotadas por el imperio de la ley. Esta decepción que lleva a la renovación la experimentaron los grandes san-tos y los grandes revolucionarios que han hecho historia. Distancia frente a una mentalidad ecle-sial traducida en un cierto lenguaje de la fe, que no logra capturar al Señor y sus caminos, que es siempre más de lo ya dicho y declarado.

La fronteras existenciales de nuestro presen-te plantean una ruptura con la tradición. “Es el signo mismo de una fe que comienza a hacer de una nueva mentalidad su propio símbolo” (Michel de Certeau, La debilidad de creer, Ed. Katz Buenos Aires, p. 60). En la experiencia de fe del cristiano hay una ruptura instauradora de novedad que cuenta con la tradición, pero que la supera en la vida vivida. En esa “vida vivida” que clama en los márgenes y en las fronteras, el Espíritu del Señor está soplando, llevándonos a la misericordia y a la apertura. El desafío no es romper definitivamente con la tradición, ten-tación un tanto adolescente, sino interpretarla desde el presente, sabiendo que lo nuclear de esa tradición es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado 2. En-tonces preguntémonos sin temor: ¿qué mensaje de salvación tiene el Señor para cada una de esas fronteras existenciales? ¿Qué de estas fronteras hacen revisar nuestras prácticas y costumbres eclesiales? ¿Cuáles son las tradiciones -como la restitución del cargo del limosnero o la aplica-ción de la universalidad en la Iglesia- que hay que rescatar para manifestar la belleza del amor salvífico de Dios? Ahí tiene que apuntar nuestro discernimiento, siempre audaz y comprometido con la vida.

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• “La experiencia de este encuentro no puede quedar en-

cerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia,

del movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el

oxígeno a una llama que arde.”

• “¡No balconeen la vida!...no la miren pasar desde el bal-

cón, tienen que meterse en la vida. Los jóvenes en las calles

quieren ser protagonistas del cambio. Por favor no dejen que

otros sean protagonistas del cambio”

• “Lo que espero aquí es lío…quiero agitación en las dióce-

sis, quiero que salgan afuera, que salgan a la calle, que nos

defendamos de todo lo que es clericalismo, de lo que es

comodidad.”

• “Ningún esfuerzo de pacificación será duradero, ni habrá

armonía y felicidad para una sociedad que ignora, margina y

abandona en la periferia una parte de sí misma.”

• “Hemos creado nuevos ídolos. Ha tomado una nueva y

desalmada forma en el culto al dinero y la dictadura de la

economía, que no tiene rostro y carece de una verdadera

meta humana.”

• “Como muchos no son creyentes, les bendigo en silencio

respetando su conciencia.”

“Panchicosas”

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Mi cuerpo es comida (Pedro Casaldáliga )

Mis manos, esas manos y Tus manoshacemos este Gesto, compartida

la mesa y el destino, como hermanos.Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,iremos aprendiendo a ser la unida

Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.Comiéndote sabremos ser comida.

EI vino de sus venas nos provoca.El pan que ellos no tienen nos convoca

a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,marchamos hacia el Reino haciendo Historia,

fraterna y subversiva Eucaristía.Bertolt Brecht

Fraterna y Subversiva EucaristíaPor: Hernán Rojas Sj.

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Gracia:

Te pido, Señor, para mí y para tu Iglesia que en la Eucaristía nos en-señes a ser hermanos y hermanas de todos, especialmente de los po-bres y los que sufren.

Motivación:Los primeros cristianos se reunían en casas a celebrar la fracción del pan; conducía la celebra-ción el Obispo del lugar. No importaba que fuera la Iglesia de un pequeño pueblo; estaba presente la Iglesia total (=católica), porque era el Cuerpo de Cristo. Se sabían “de los mismos” que los que se reunían en tantos otros lugares.

La fracción del pan –la Eucaristía– era la re-unión de los diversos, en la cual los muchos se hacían uno: “el pan que partimos ¿no es comu-nión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1 Co 10,16-17). Llegaban a la Eucaristía todo tipo de personas: hombres y mujeres, esclavos y libres, niños y viejos, hombres del lugar y extranjeros. En la Eucaristía, en la Iglesia, eran todos iguales. Les dice Pablo: “todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos uste-des, los bautizados en Cristo, se han revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Ga 3,27-28).

¡Qué fuerza igualadora! Qué potencia tenía esta reunión sin fronteras en la que todos eran hermanos. El emperador y el pobre eran iguales en la celebración eucarística. Casi. En realidad, el pobre era rostro de Cristo (Mt 25).

¿Qué fuerza podrá tener hoy nuestra Iglesia? Volver a repetir que Dios es Padre de todos, que Jesús se hizo hermano de todos, que el Espíritu Santo sopla donde quiere y no se deja circuns-cribir a un lugar particular. “La Eucaristía está incompleta mientras haya alguien que pase hambre” (Arrupe). Hoy también podríamos de-cir: ya no hay hombre ni mujer, pobre ni rico, encapuchado ni paco, sano ni enfermo, homo-sexual ni heterosexual, conservador ni progre… ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús. A cada uno de ellos y ellas, Dios Padre me lo ha regalado como hermano o hermana.

Para rezar:

- En la sociedad y en la Iglesia, ¿en quiénes reconozco hoy a los excluidos/as?

- Y en mi diario vivir, ¿quiénes son mis “iguales”, mis hermanos y hermanas? ¿Quiénes no “alcan-zan” esta categoría?

- En nuestra Iglesia, ¿qué frutos de fraternidad y de defensa de los excluidos veo en ella? ¿qué me enseña?

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