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Ponencia para las Micro-Jornadas de Composición y Música Contemporánea Praxis Compositiva en la Escuela Media: Formando Nuevos Oyentes Prof. Ana G. Yaya En el año 2004 el Colegio Maestro Diehl, institución educativa con orientación artística de nuestra ciudad, me propone participar en su naciente nivel medio en una propuesta musical diferente. La idea era iniciar una integración de las tecnologías digitales a la práctica musical y complementar así los estudios tradicionales de música como instrumento solo, conjunto instrumental, teoría, audio e historia de la música entre otros: nace así la asignatura Música NT, en la que participo desde entonces. Esta situación conlleva un gran desafío y un llamado obligado a la reflexión. Por un lado el incorporar tecnologías digitales implica una observación y análisis de la relación del alumno con el medio tecnológico. Pero esto no puede hacerse sin una constante revisión sobre la música hoy, lo que obliga a actualizar contenidos, metodologías y procedimientos. El punto de partida es la profundización en la relación del alumno con el sonido, con sus posibilidades expresivas y con su mundo sonoro. El sonido es parte constitutiva de una realidad individual y colectiva. Las distintas situaciones sonoras son omnipresentes, hablan de nosotros, nos avasallan y están en continuo cambio y replanteo. Pero, ¿somos concientes de esto? ¿En qué medida? Cuando los alumnos reflexionan sobre el entorno sonoro, están pensando en términos de sonido. Partir de un lugar conocido facilita el proceso de objetivación. Este es el primer paso en la comprensión del fenómeno sonoro y su potencial discursivo. Así se posibilita la realización de operaciones sobre el material y las combinaciones de estas en el tiempo, el sonido se vuelve “plástico” y se configura en función de una idea y una vivencia a compartir. Este trabajo sobre el material, este trabajo en el tiempo, no es distinto que lo que propone un ejercicio de composición musical. Los alumnos se posicionan ante una situación sonora creativa, pero también como oyentes en una nueva situación: ahora tienen una nueva apertura al material sonoro y a maneras de combinarlo. Entonces, el quehacer compositivo en el aula proporciona ambas instancias: la del compositor y la del oyente. Así, en distintos momentos del proceso, se genera de

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Ponencia para las Micro-Jornadas de Composición y Música Contemporánea

Praxis Compositiva en la Escuela Media: Formando Nuevos Oyentes

Prof. Ana G. Yaya

En el año 2004 el Colegio Maestro Diehl, institución educativa con orientación

artística de nuestra ciudad, me propone participar en su naciente nivel medio en una

propuesta musical diferente. La idea era iniciar una integración de las tecnologías

digitales a la práctica musical y complementar así los estudios tradicionales de música

como instrumento solo, conjunto instrumental, teoría, audio e historia de la música

entre otros: nace así la asignatura Música NT, en la que participo desde entonces.

Esta situación conlleva un gran desafío y un llamado obligado a la reflexión. Por

un lado el incorporar tecnologías digitales implica una observación y análisis de la

relación del alumno con el medio tecnológico. Pero esto no puede hacerse sin una

constante revisión sobre la música hoy, lo que obliga a actualizar contenidos,

metodologías y procedimientos.

El punto de partida es la profundización en la relación del alumno con el sonido,

con sus posibilidades expresivas y con su mundo sonoro.

El sonido es parte constitutiva de una realidad individual y colectiva. Las

distintas situaciones sonoras son omnipresentes, hablan de nosotros, nos avasallan y

están en continuo cambio y replanteo. Pero, ¿somos concientes de esto? ¿En qué

medida?

Cuando los alumnos reflexionan sobre el entorno sonoro, están pensando en

términos de sonido. Partir de un lugar conocido facilita el proceso de objetivación. Este

es el primer paso en la comprensión del fenómeno sonoro y su potencial discursivo. Así

se posibilita la realización de operaciones sobre el material y las combinaciones de estas

en el tiempo, el sonido se vuelve “plástico” y se configura en función de una idea y una

vivencia a compartir.

Este trabajo sobre el material, este trabajo en el tiempo, no es distinto que lo que

propone un ejercicio de composición musical. Los alumnos se posicionan ante una

situación sonora creativa, pero también como oyentes en una nueva situación: ahora

tienen una nueva apertura al material sonoro y a maneras de combinarlo.

Entonces, el quehacer compositivo en el aula proporciona ambas instancias: la

del compositor y la del oyente. Así, en distintos momentos del proceso, se genera de

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forma interactiva, algo muy valioso: expresarse por medio del material sonoro y a través

de un ordenamiento lógico del mismo en el tiempo. Se construye de este modo un

discurso.

Es necesario formar nuevos oyentes. Las nuevas expresiones musicales están en

desigualdad de condiciones en relación al cine, a las artes visuales, a las performáticas o

a la literatura contemporánea en lo que a público se refiere. Espectadores no expertos

concurren asiduamente a distintos eventos de estas variadas formas de expresión,

mientras que a los conciertos de música contemporánea asiste una minoría. En

contraposición a esto, hasta la más “avanzada” intelectualidad se identifica con

exponentes de música de corte más tradicional y de fácil recepción.

Otra cuestión muy importante está ligada a que las nuevas propuestas exigen la

comprensión de nuevos paradigmas. Citando a Dalhaus:

A grandes rasgos se puede afirmar que la teoría del arte de los

siglos XVI y XVII partió de la relación entre funciones sociales y técnicas

de composición; la de los siglos XVII y XVIII se basó en los objetos de la

exposición musical: las emociones; la del siglo XVIII al XIX, en la persona

del compositor, y la del siglo XIX al XX, en la estructura de las obras por

separado” (Dalhaus 1997: pág 31).

Es decir, el arte anterior al nuestro se construía a partir de principios comunes,

mientras que a partir del siglo XX la tendencia del arte en general y de la música en

particular, se orienta hacia la relativa autonomía de la obra de arte. Cada obra es un

entramado de relaciones que el oyente debe descubrir, “una obra como relación

funcional cerrada. (Dalhaus 1997: pág 31).

Por supuesto esta nueva concepción artística requiere de nuevas formas de

escucha que deben ser aprendidas, o al menos conocidas, por un oyente que debe contar

con herramientas de relativa abstracción que permitan desentrañar las relaciones que se

trazan en cada obra: un nuevo acercamiento a la obra de arte.

La música no posee una cualidad misteriosa e inalcanzable. “Es el escuchar

contemporáneo el que ha retrocedido, el que se ha fijado a una instancia infantil. Los

sujetos que escuchan no solo pierden, junto con la libertad de elección y la

responsabilidad, la capacidad del conocimiento conciente de la música (…), sino que

niega obstinadamente toda posibilidad de tal conocimiento.” (Adorno 2004: pág 34).

Para contrarrestar esta situación, encontramos en el ámbito educativo, un espacio

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privilegiado: se debe proveer a los estudiantes la posibilidad de optar críticamente y

para esto necesita comprender lo que se oye. Es una operación crítica contra el sentido

común hegemónico.

La música contemporánea tiene una lógica y una materialidad compleja, pero no

inaccesible. Para su inteligibilidad debe hacerse un ejercicio de escucha que posibilita al

mismo tiempo una operación crítica sobre productos culturales estandarizados,

homogéneos y rutinizados en el sentido común. Debido a la extensión de la cultura de

masas y la mercantilización progresiva de los productos culturales, la escucha de la

música contemporánea se limita a élites, lo cual vuelve irrelevante el trabajo crítico que

subyace potencialmente en esta práctica artística. Se produce una progresiva extradición

de la música contemporánea de la esfera pública, conformando un círculo vicioso en

donde esta expresión tiene cada vez tiene menos público, cada vez se comprende

menos, cada vez se escucha menos. De este modo no sólo no son inteligibles sus

discursos, sino que los materiales que la componen resultan irritantes, denostables.

Este es el marco desde donde se construye entonces una asignatura que intenta la

reflexión y experiencia de lenguajes musicales contemporáneos.

El recorrido propone varias experiencias en el aula: composición con técnicas

que provienen de la música concreta, música mixta, taller de radio, cine ciego,

proyectos interactivos, interdisciplinarios, instalaciones e intervenciones sonoras entre

otras.

Grabar sonidos permite una primera y gran operación compositiva: la elección y

generación de materia prima. Es otro procedimiento que implica el pensar y decidir que

sonidos grabar, obliga a la búsqueda e indagación de objetos, acciones, operaciones

especiales a la hora de producir un sonido (diferentes formas de toque, de situaciones

espaciales, etc.).

Luego la composición propiamente dicha exige trabajar con operativas sobre la

materia sonora en el tiempo. Éstas operativas se hacen hacia dentro de cada sonido,

desde transformaciones muy leves, aquellas permiten remitir a un “original” hasta las

más extremas donde la materia de origen pierde todo rastro de una identidad original.

Las formas de operatividad se extienden de forma similar al campo de lo formal.

Esta formalización puede estar dada por variables diversas: desde la misma materia

sonora y sus combinaciones en un campo importante de abstracción, hasta ordenadas

por factores extramusicales como un relato, imágenes, acciones, espacios, etc.

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Una ventaja en esa situación es que muchos de los niños de estos tiempos tienen

una relación muy familiar con los entornos informáticos, por lo que el reto está, en no

hacer una apología a esas tecnologías, sino reflexionar sobre su uso. Se promueve un

estudio y repaso por todos los objetos tecnológicos que ha dado al quehacer musical un

sinnúmero de obras y entender cual la relación de éstos con dichos discursos sonoros.

Esta experiencia comienza, paradójicamente fuera de la computadora. La idea es

abstraer conductas y conceptos propios de las nuevas tecnologías y combinarlos con las

técnicas básicas compositivas. Es decir, se aprovecha la familiaridad que tienen estos

“nativos digitales” con las nuevas tecnologías, y se toma como un punto de partida para

desarrollar diferentes experiencias.

Una vez en marcha, el trabajo continúa clase a clase, de forma individual y/o

grupal, ahora sí en la computadora. Así, semana a semana el proyecto avanza

paulatinamente hasta la composición se completa.

El concierto final es la tercera escala de este recorrido. La vieja forma de

evaluación donde todo se reducía al pequeño espacio compartido entre la maestra de

música, el alumno y el papel, se expande para llevar todo lo aprendido y vivido fuera de

los auriculares personales.

Se realiza un concierto para toda la comunidad escolar con una modalidad

especial: los mismos alumnos relatan su propia experiencia, siendo esta la forma en que

un oyente desprevenido puede tener otra apertura a la nueva propuesta se ecuchan los

trabajos realizados.

Un recorrido similar sucede en los diferentes cursos, proponiendo en cada uno

de ellos un nuevo desafío que desarrolla las habilidades adquiridas y las reformula para

cada propuesta.

Una de estas es la experiencia de la música mixta, que plantea la convivencia

sonora de altoparlantes y fuentes sonoras concretas. También producimos un programa

de radio y un proyecto interactivo que requiera de un estímulo sonoro en su cadena de

realización. Ambos proyectos reformulan el uso de estas tecnologías en con un nuevo

fin.

El cine ciego obliga a reflexionar sobre el uso del sonido en relación a un relato

literario, la comprensión de las diferencias entre musicalizar, sonorizar y el uso de la

voz. Estas mismas herramientas sirven para sonorizar cortos en tiempo real, a la manera

de las antiguas películas mudas.

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Experimentar de esta forma diversa y llegar hasta importantes niveles de

abstracción proporciona por un lado, una experiencia enriquecedora, y por otro, el

desarrollo de habilidades y destrezas únicas.

La composición musical permite descubrir nuevas y enriquecedoras formas de

aprendizaje, expresiones y manifestaciones personales y colectivas; se desarrollan

habilidades y destrezas únicas y puede favorecer la formación de nuevos actores

culturales, sensibles, concientes, responsables y abiertos a cuanto hecho artístico ocurra.

Tanto en Córdoba, donde la agenda cultural musical es de lo más interesante y

variada, como en el resto del mundo, las nuevas propuestas sonoras necesitan de “los

nuevos oyentes”, aquellos que de una manera crítica entran en diálogo con las músicas

más recientes de los compositores y para que surjan manifestaciones futuras

enriquecidas por un público atento y comprometido en sus opiniones y sensibles en su

recepción.

Prof. Ana Gabriela Yaya Aguilar

Octubre 2011