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ZAPATA UNA REVOLUCION INTELECTUAL Zucarelli, Romina Abigail “Zapata”, de Pedro Ángel Palou, propone a los lectores un modo peculiar de mirar la revolución, presentando el lugar que las letras y las armas ocuparon, su relación, su importancia y sus logros desde la perspectiva de quien lideró las campañas del sur. Se ha tomado un personaje del campo de batalla, líder de una de las grandes facciones pero no sólo asociado al universo de las balas y la sangre sino también al de las decisiones políticas, la conducción nacional, las leyes y el papeleo, dos caras diferentes dentro de un mismo proceso. En Zapata encontramos un pensamiento inculcado por la familia, un deseo verdadero, personal de cumplir un ideal que conoce y al que aspira. Al igual que Villa, representa al pueblo directamente, desde sus orígenes, pero los diferencia el modo en que llevan a cabo su accionar. En Villa hemos podido reconocer un tornado violento, que azotó por impulso, que se auto describió como inculto, que dentro de la alianza forjada para despojar a Carranza de su sitio político se consideró a sí mismo como la parte militarmente eficaz en el combate.

Zapata

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Page 1: Zapata

ZAPATA

UNA REVOLUCION INTELECTUAL

Zucarelli, Romina Abigail

“Zapata”, de Pedro Ángel Palou, propone a los lectores un modo peculiar de

mirar la revolución, presentando el lugar que las letras y las armas ocuparon,

su relación, su importancia y sus logros desde la perspectiva de quien lideró las

campañas del sur.

Se ha tomado un personaje del campo de batalla, líder de una de las grandes

facciones pero no sólo asociado al universo de las balas y la sangre sino

también al de las decisiones políticas, la conducción nacional, las leyes y el

papeleo, dos caras diferentes dentro de un mismo proceso.

En Zapata encontramos un pensamiento inculcado por la familia, un deseo

verdadero, personal de cumplir un ideal que conoce y al que aspira.

Al igual que Villa, representa al pueblo directamente, desde sus orígenes, pero

los diferencia el modo en que llevan a cabo su accionar.

En Villa hemos podido reconocer un tornado violento, que azotó por impulso,

que se auto describió como inculto, que dentro de la alianza forjada para

despojar a Carranza de su sitio político se consideró a sí mismo como la parte

militarmente eficaz en el combate.

Villa reconoce en su aliado un hombre con gran repercusión, respeto y

admiración, una herramienta poderosa para llevar a cabo sus planes, lo

imagina como un individuo de palabras, ideas, conocimientos pero incapaz

tanto él como sus revolucionarios letrados, de vencer en una guerra más

cruenta que las confrontadas anteriormente:

“Es un revolucionario pero no sabe nada de guerra”

Zapata, por su parte es presentado como el ideal revolucionario guiado por un

fuerte sentimiento hacia el pueblo, el cumplimiento de las leyes y la disminución

de la sangre derramada.

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El autor lejos de despojar a este líder de sus defectos, vicios y puntos oscuros,

nos lo presenta en su complejidad, en sus múltiples facetas, en su evolución

como persona, ciudadano y general.

La novela comenzará planteando desde sus primeros párrafos el valor de la

palabra y al mismo tiempo las dudas que se plantean a esta importancia en la

situación en la que se encuentran y en el contexto, tanto político como

revolucionario en general:

“¿Qué peso puede tener una palabra, dignidad, cuando la vida se derrumba y

nada existe?”(pág. 13)

“Toma las escrituras, los títulos de propiedad de las tierras porque sabe que allí

se encuentra cifrado el futuro, en un oscuro pasado que por ahora le es

inescrutable. Dará la vida por ellas, las guardará con recelo. No tienen nada, ni

siquiera son dueños del polvo. Casi sagradas, las escrituras. ¡Bien valen la

vida!”(pág. 13)

En esta primera parte encontramos elementos que caracterizarán al

protagonista de la novela en su accionar a lo largo de la historia:

La interrogación con la que comienza el relato se repetirá en otras ocasiones,

la palabra elegida será la que se modifique, pero se mantendrá la duda sobre el

valor de las palabras en una situación en que todo se derrumba y no quedan

valores ni seguridades

“Hay que proteger los títulos, lograr que se haga justicia.”(pág. 14)

Es la primera novela, dentro de la literatura de revolución analizada a lo largo

de este año dedicado exclusivamente a la lectura de este proceso

latinoamericano en la que se mencionan las escrituras de las tierras, porque

será la primera en la que se muestre también la idea de una lucha “digna”,

inspirada en las leyes, en devolver el poder a los pactos, las firmas, los

documentos que comenzaban a significar, para la mayoría, elementos

mencionados y respaldados sólo si implicaban una utilidad a las causas

personales.

“Es tiempo de descifrar, de leer, de apoderarse de las cosas por los papeles que

las nombran” (pág. 15)

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Desde sus primeros pasos en el mundo político, pese a ser elegido por

considerárselo un “bravucón” con fuerte participación en protestas y seguido

por la juventud del lugar, no se rodea de guerrilleros, sino de letrados, pues su

lucha comienza no con la imposición de ideales y derechos por medio de la

fuerza sino con el descubrimiento de claves legales en las escrituras de las

tierras disputadas.

En su entorno encontramos curas, traductores, abogados, maestros,

ingenieros.

“Curiosa manera de poseer ésta, vicaria forma de estar sin estar nunca, de no

tener sino un montón de palabras. Pero, en esos días no piensa así, las palabras

son sinónimo de esperanza de futuro”. (pág. 16)

En la cita anterior se da al lector un indicio clave del cambio que surgirá en el

ánimo y en la estrategia de este general.

Su confianza en las palabras no es constante, pues lejos de ser un héroe de

mármol en el imaginario de Pedro Ángel Palou, Zapata se dibuja como un ser

humano con temores, desconfianzas, flaquezas, que se distinguirá sólo por las

fuertes convicciones que lo sostienen hasta las últimas consecuencias.

Este es uno de los momentos del relato en que adquiere mayor fuerza su fe en

los escritos, sin embargo, al enfrentarse con la corrupción, con palabras que

lejos de contribuir a su causa se ven alteradas, entregadas a mecanismos que

atentan contra el bienestar nacional y que, sin embargo, son bien recibidas por

la opinión pública, con una guerra armada que se instaura como la medida más

eficaz la duda, la practica militar, sangrienta, el “sabor a hierro en las encías”

intentarán ocupar el lugar que estos poseen en su lucha.

“Otra guerra, una de verdad. Ya han terminado de nuevo las palabras” (pag.145)

Su esperanza en las palabras decae en muchas ocasiones, siempre

reapareciendo de diversas maneras, al emitir una carta, un telegrama, dictar un

Acta, defender la legitimidad de un plan, trazar mapas para repartir terrenos en

lugar de simplemente apropiarse, combatir o imponer decisiones arbitrarias.

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“Con esos papeles han ido los importantes, presidentes y gobernadores y todos

han prometido hacerles justicia. Feroces soldados que han combatido a todos

los enemigos de afuera” (pág. 16)

El gran peligro de apelar a la defensa de los papeles para presentarse ante el

pueblo son los antecedentes históricos.

Los papeles no son ajenos al resto de los gobernantes, los conocen, los

emplearon como estrategia de campaña, hayan o no sido leídos, descifrados o

investigados.

Avanzada la historia esta idea de la construcción de Zapata como un ser de

palabras y promesas, una mitad inconclusa, terminará de cerrar la afirmación

citada, el temor de caer en este círculo, pero en su caso, no por propia

voluntad.

Zapata, sin embargo, junto con Palafox y el resto de sus hombres son la

imagen utópica, ya que lograron trasladar las palabras a la acción, volvieron

reales promesas que parecían imposibles y resultaron no serlo, que parecían

exigir grandes cantidades de sangre para alcanzarse y bastaron muchos

menos al recurrirse a las leyes, a las palabras y contratos, a la organización

eficaz y equilibrada de fuerzas e ingenios:

“En tres meses de revolución del sur ha cumplido un reclamo de siglos” (pág.

163)

“Le harán falta hombres, ingenieros, pero no fuerzas” (pág. 159)

Pero frente a estas imágenes utópicas nos encontramos con otras más

generalizas y comunes. Tal como se plantea a lo largo de la literatura de

revolución, en esta obra también se ilustran individuos con ideales, propuestas

que se extinguen al ascender, Carranza, Madero serán ejemplos cercanos al

protagonista, de discursos que se desdoblan y no llegan a convertirse en

realidad:

“He notado que todos los que en ella se han sentado, no sé por qué extraño

maleficio que posee se olvidan de las promesas que hicieron y su único sueño

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dorado es el de permanecer por el tiempo que les fuera posible sentados en esa

silla” (pág. 149)

“En todas las ocasiones la cosa ha acabado mal, con las armas.

Eso no lo dicen los papeles, pero ellos lo saben. Sin embargo están dispuestos a

jugársela de nuevo” (pág. 18)

En todos los enunciados citados hasta el momento se contruye un perfil de

Zapata que lo posiciona por encima de los otros mediante este juego constante

de oposiciones.

Frente a la corrupción, a hombres políticos, el es un hombre puramente

revolucionario, dispuesto a comenzar su participación en esta lucha de la

manera correcta, con una base legal, un verdadero conocimiento de los ideales

que la revolución debe defender, sin tomar las armas como primera medida,

intentado convertir este combate sin sentido, sin organización, en un organismo

planificado y encaminado a resolver el problema de manera que se obtenga

finalmente la paz.

No interesa ascender, no se plantea este deseo, tampoco imponer intereses

personales, simplemente velar por el pueblo, no como se ha hecho

anteriormente, por vías incorrectas desconociendo o desviándose del camino,

sino planificando, estudiando, leyendo la nación.

“Yo no peleé para esto. Peleé para obtener las tierras de regreso, las que nos

pertenecen por derecho. No me importa la política. Dejemos que otros se sienten

en ella, o mejor habría que quemarla para poner fin a tantas ambiciones” (pág.

155)

Es en esta contestación a Villa donde Zapata, si en alguna ocasión fue

considerado como otro de los líderes que esgrimían la bandera de la lucha

popular para acceder a una silla presidencial queda expiado de acusación

alguna.

Desde una lectura personal, este enunciado permite afirmar que nos

encontramos quizás ante la única revolución verdadera, o por decirlo de otro

modo, la única que mantuvo hasta el final las causas que le dieron origen, que

luchó por las razones correctas y merece ser apreciada como la “verdadera

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revolución por el pueblo y para el pueblo”, liberada de intereses políticos y

personales, encabezada por un hombre cuyo nombre no lo representó a él sino

a las masas, a las voces acalladas por el poder, por el temor.

Esta batalla no fue realizada por un sólo hombre, participaron activamente, en

el campo de batalla e influyeron en el pensamiento e ideología personajes con

múltiples capacidades y conocimientos.

dentro de los letrados con quienes entabló relación Zapata encontramos a

Magaña, estudioso que se unió a la revolución y Pablo Torres Burgos,

vendedor de libros que organizaba reuniones y discusiones con otros

intelectuales

Con ellos aparecerá por primera vez la segunda cara de la escritura, en los

medios de comunicación.

“El zapatismo amenaza con destruir lo que en más alto llevamos, nuestra

nacionalidad, escribía un periodista de El País, aquel diario de guacamayos al

que vanamente había querido convencer el general de la seriedad de sus miras”

(pág. 88)

Mientras Zapata considera los papeles, los documentos escritos como la

salvación del pueblo, de los sectores desprotegidos, el resto de los políticos y

poderosos los manejarán desde las sombras, van a valerse de publicaciones

para fomentar sus verdades, para satisfacer intereses particulares, sin embargo

existen periódicos, a los que acude el personaje, que dan a conocer estas

injusticias, estos son parte de la idea esperanzadora de un cambio que no se

vale de las armas.

“Allí en Regeneración muchos de sus pensamientos tuvieron palabras para

decirse” (pág. 25)

La lectura y escritura adquieren un poder trascendental: la cultura, las letras

son sinónimos de luz, claridad, valor y poder.

Cuando Zapata queda en silencio se debe al temor, cuando comienza a

introducirse en el mundo de las armas se habla de un ingreso a la oscuridad y

al silencio.

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Es cuando no sabe que decir que las armas se empuñan, pues implican el

modo de poder de quienes no pueden adquirirlo de otra manera.

Antes de iniciar el capítulo III comienza el segundo momento en la actitud de

Zapata:

“Ya era hora de empezar a hacer algo serio, algo de verdad por el pueblo”

Las palabras dejan de significar para Zapata si no implican el comienzo de una

acción efectiva, sin embargo serán el fundamento de la revolución que

encabezará.

“¿Y si después de tanta palabra no sobrevive la palabra?

Nadie puede expresarse en trozos de paloma” (pág. 74)

El Plan de Ayala es un nuevo documento que representa la necesidad de un

testimonio legal que asegure la legitimidad de su lucha, que otorgue confianza,

que organice este proceso.

Zapata representa en cada una de sus actitudes y expresiones al ideal letrado,

son sus conocimientos, su esencia intelectual entrelazada al sentimiento de

pertenencia al pueblo que defiende lo que lo constituye como el modelo que el

país necesita para cambiar, para convertir las promesas en hechos y la guerra

armada en una herramienta empleada adecuadamente y no en el medio

principal de reclamo y .acceso al poder.

En esta obra el autor devuelve a través de su personaje central, la existencia

de una esperanza, de un atisbo de legalidad en este conflicto presentado

siempre como un todo corrompido.

Nos encontramos frente a la mirada de la historia desde una perspectiva

distinta, si bien las batallas aparecen relatadas, se encuentran en segundo

plano, aquí se muestra una revolución escrita.

“Con esa declaración Zapata empieza a librar otra guerra, una de palabras” (pág.

68)

Por medio de actas, cartas, periódicos, los bandos de esta contienda se

rebatirán, y si bien Zapata luego de las primeras reuniones y discusiones

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relatadas abandona esta lucha pacífica según menciona el autor, jamás se

dará por vencido, intentará continuamente legalizar su lucha por medio de la

escritura.

“Desde este día huirá siempre de las discusiones, del castigo por la traición de

los otros, del enfrentamiento con las palabras. Las palabras que no arreglan

nada, se necesita la carabina”

“Pone en duda la disposición de los federales a respetar un gobierno

revolucionario desarmado”

Quizás en esta afirmación no sólo se refleje su pensamiento sino el de muchos

individuos anteriores a él, intelectuales que pese a sus conocimientos, a la

posibilidad de realizar un cambio empleando la pluma, se sumaron a los frentes

de combate, viendo inútiles sus recursos y capacidades en una ciudad de gran

nivel de analfabetismo, donde no era necesario saber sino combatir para

ascender, y donde una vez que se asimilaba esto resultaba difícil no abandonar

las raíces que los guiaban, no corromperse, primero para sobrevivir en esta

maquinaria y luego para asegurarse la permanencia y el bienestar dentro de

ella.

Entonces no solo nos enfrentamos a la dicotomía: revolución armada-

desarmada (letrada) sino también revolución desarmada- revolución política

(como sinónimo de armada, ilegitima y des-idealizada)

“La ley no estaba más que escrita y sobre ella el capricho brutal de la turba de

sátrapas de Porfirio Díaz, siendo la justicia un aparato gangrenado, dúctil,

elástico que tomaba la forma que se le daba en las manos de jueces venales y

sujeto al molde morboso de los señores de horca y cuchillo

Él pueblo mexicano pidió, como piden los pueblos cultos, en la prensa y en la

tribuna, el derrocamiento de la dictadura, pero no se le escuchó; se le contestó a

balazos, a culetazos y caballazos, y sólo cuando repelió la fuerza con la fuerza

fue cuando se oyeron sus quejas (…)” (pág. 76)

Lo que se presenta es una justificación a la revolución, al levantamiento del

pueblo. Ante las constantes sentencias a esta decisión de insertar al país en un

conflicto cruento, largo y sin resultados claros, se brindan los argumentos que

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limpian de culpa a los campesinos, a los verdaderos revolucionarios y señalan

a los poderosos como únicos causantes del curso que tomó la nación.

Muchos conceptos son reelaborados en el transcurso de la historia, uno de

ellos será, en esta ocasión el de “pueblo culto”

Se sabe que no abundaban los letrados, los estudiosos, dado que era un país

que se dedicó a la tierra, al cuidado de los campos o a las industrias, pero no

es a este aspecto al que se alude al hablar de cultura, sino a algo mucho más

esencial.

Hay dos conceptos que resultan útiles para explicar mejor esto: “civilización y

barbarie”

No son civilizados o cultos aquellos que dominan las letras, que asumen cargos

políticos o viajan alrededor del mundo vinculándose con el resto de las culturas

del mundo, sino los que saben comportarse adecuadamente, actuar según la

ocasión lo amerite, que acatan las leyes, las respetan y buscan una mejora

acudiendo a las herramientas apropiadas y legales que conocen, sabiendo que

de este modo contribuyen a la nación, al bienestar propio sin afectar al resto de

los individuos.

Es culto quien encuentra el camino correcto al gobernar, al dirigir, quien lleva al

progreso, a la evolución y desarrollo general, quien fomenta la educación, el

comercio, el trabajo logrando un crecimiento que perdure, que no sea fugaz y

limitado.

Barbarie: Si se desconocen las normas de convivencia, de organización, de

planificación y desenvolvimiento político y público es posible ingresar en el

caos, llevar aquello que se maneja a una situación de barbarie, descontrol que

no aporta soluciones sino que por el contrario empeora aún más la situación

del país.

Recurrir a las armas y no a las leyes, dominar la fuerza por desconocer o ser

incapaz de emplear las vías legítimas es ingresar en una barbarie de la que

difícilmente se puede salir sin una guía que restablezca los valores y los

medios adecuados.

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Describiendo al personaje de esta historia en base a esta dicotomía planteada

podemos afirmar que si bien Zapata fue un hombre de caballos, mujeres y

conflictos, al asumir el liderazgo supo asumir el lugar que le correspondía, y en

el ascenso, si bien por necesidad empleó estrategias a las que hubiese

deseado no recurrir, no se dejó cegar por el poder y regresó a los valores y

planes con los cuales inició su carrera.

Esto adquiere un peso aún mayor debido a que no queda relegado a un

segundo lugar en su construcción sino que es reconocido por los sectores

populares, donde no sólo se estima su rol frente a tropas armadas, sino detrás

de los escritorios y los papeles:

“Fue en la Villa de Ayala

que el ejército del sur

puso en letras y en papeles

lo que en pólvora escribió”

En este corrido, vemos como este héroe revolucionario asumirá el manejo de

las palabras como armas, y de estas como pluma con las que dejará su huella

en la historia, empleando cada una cuando resulte conveniente y no cuando el

impulso, como ocurre en el caso de su aliado, Villa, lo lleve a hacerlo sin

considerar las consecuencias, los saldos de victimas y la ineficacia de tal

atropello.

Frente a este equilibrio encontramos a personajes que si bien dominan del

mismo modo el manejo de estos instrumentos son perjudicados por el uso

inadecuado o las lecturas incorrectas.

Otros también emplearon sus múltiples lecturas como armas de combate, sin

embargo fue consecuencia de gustos, lecturas particulares que el resultado de

su aplicación fuera diferente:

“Embriaguez de la bola, sobriedad etílica de los oradores, borrachos de citas,

embrutecidos de historia y de retorica” (pág. 143)

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Del lado de los federales Juvencio Robles se basó, para sus estrategias de

diversos libros sobre las guerras africanas, el incendio de pueblos y las

recolonizaciones o exilios masivos y forzados.

Por parte de los zapatistas, en la reunión a la cual el líder no asistió sino que

fue representado por intelectuales de su facción considerados aptos para

hablar en su nombre, podemos percatarnos de que no es la lectura en sí lo que

capacita.

Pese a su amplia cultura, Soto y Gama no fue útil a la tarea encomendada, no

expresó los verdaderos ideales, se desvirtuó al sentirse poseedor de la palabra,

de la autoridad.

Es en estas situaciones donde se enaltece la figura de Zapata, donde se

demuestra que su carácter no es superior por contener instrumentos que a

otros les fueron negados sino por poseer el equilibrio, el dominio de los

diversos componentes que conforman su persona, y saber manejarlos

correctamente, sin dejarse afectar por factores externos, por opciones y

propuestas negativas.

Llegarán los momentos finales, cuando la cantidad de hombres en su ejército y

armas a su alcance resulten insuficientes pero este personaje no se rendirá, se

enaltecerá al continuar con su lucha escrita, con sus actas, sus cartas, su

búsqueda pacifica de reinsertarse en la batalla.

Muchos habrán considerado vanas las palabras, incluso el mismo Zapata que

nos presenta esta historia, pero es el pueblo al recibir con brazos abiertos,

proteger a estos perseguidos “hijos letrados de la revolución”, y los enemigos

imperiosos de acabar con una vida que es símbolo de la causa original, que

deja a la luz las oscuridades de sus gobiernos frente al mundo, donde podemos

comprobar que las palabras fueron quizás el arma más efectiva, pues

reduciendo el número de victimas lograron importantes cambios y se insertaron

en la historia como modelo de lucha que lejos de morir continuó haciéndose

escuchar.

Es importante el mensaje y el homenaje que esta novela hace a la historia, no

sólo al reivindicar la imagen de Zapata frente a las acusaciones que se puedan

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haber hecho, sino a México en su totalidad, al pueblo rescatado de la acusante

pintura que lo inscribió como inculto y desorientado.

Zapata y su pueblo serán las víctimas, los grandes mártires, se los recordará

en esta obra como aquellos que lucharon primero por medio de los reclamos,

de las palabras y escritos, cada uno de acuerdo a las posibilidades culturales

de las que disponían y que tomaron las armas o siguieron facciones guiados no

por la sed de conflicto, sino por la desesperación y la esperanza, por la

confianza en las buenas ideas, en las propuestas y en los sueños de una

nación digna y justa.

Zapata es relatado hasta su muerte, se conserva incluso esta imagen de una

derrota que no fue tal, pues cayó el hombre, pero gracias a su perseverancia e

influencia se conservó el ideal y la lucha.

“No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la

nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la

tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder”

(Manifiesto zapatista en náhuatl)

Zucarelli, Romina Abigail