EL COLEGIO DE MICHOACAN, A.C.Centro de Estudios Antropológicos
Seminario de investigación I.Profs: Dra. Dominique Raby y Dra. Laura Roush.
Germán Leyva Valdez
El sinuoso camino de la investigación. Ensayo final
Cuando me pidieron que escribiera un ensayo a manera de reflexión sobre el proceso de
vincular preguntas de la investigación con estrategias y técnicas, un trabajo que resumiera
todas mis percepciones y aprendizajes en el Seminario de investigación del primer trimestre
de la maestría en antropología social, el rostro se me hizo de muchos colores y un sudor
helado me recorrió la frente.
Sentí que no podría sentarme a escribir, pues pensé en algún trabajo demasiado abstracto
cuyo nivel de comprensión fuera elevado y demostrara un manejo de la temática abordada
en el curso, asimismo, estaba lleno de dudas que no permitían que mis ideas fluyeran
rápidamente; me había planteado expectativas demasiado altas para ser un primer curso
básico de investigación, o en todo caso, me estaba formando una opinión falsa acerca de lo
que es el quehacer del investigador.
Después de borrar muchísimas páginas y no quedar conforme con ninguna, la frustración
me invadió y siguió obnubilando mis sentidos, principalmente mis pensamientos; empezaba
a creer que no podría elaborar el trabajo. Tras muchos minutos de desesperación opté por
tirar la toalla y darme por vencido, la conclusión que a la que llegué fue rotunda: yo no
sabía nada sobre técnicas de investigación, ¿acaso era posible que el curso me hubiese
pasado de noche? ¿Era posible que tanto tiempo invertido en asistir a las sesiones, los
ejercicios y la presentación de los anteproyectos de investigación no hayan generado algún
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tipo de reflexión, fomentado alguna inquietud o ampliado mi criterio en torno a la
investigación?
Salí a caminar, no me sentía satisfecho, pero entendía que tenía demasiadas cosas en la
cabeza y debía empezar a ordenarlas; sin embargo, en ese proceso estaba dejando de lado la
simplicidad de observar detalladamente mi entorno por creer que la clave de todo estaba en
un nivel de profundidad amplísima que me transportaba a una dimensión desconocida.
Mi problema se estaba resolviendo, tenía que comprender que fue lo que me llevó en
primer lugar a estudiar antropología, y en segundo, a elegir el tema de investigación que me
interesa trabajar, encontrar correlaciones entre ambas cosas y poco a poco ir dilucidando
como podía llegar a un planteamiento más sólido del mismo, comprendí que todo ello
implicaría un camino largo cuyo trayecto me iría abriendo otras vertientes y veredas, que
dependería de mi si decidía tomarlas y desviarme o bien, caminar por la ruta trazada y
llegar a la meta.
¡Eureka! Ya podía escribir tranquilamente, pues mis pies se encontraban sobre la tierra.
Considero que una de las grandes dificultades que se nos presentan a quienes nos iniciamos
en la investigación y sobre todo en las ciencias sociales, es que concebimos la investigación
como algo que debe surgir más allá de nuestra realidad concreta, como si nuestros objetos
de estudio se encontrasen ahí y no formaran parte de una cotidianidad envuelta en vaivenes
que cambian constantemente.
En esa concepción uno podría perder el piso y hasta creer que el oficio de la investigación
requiere capacidades suprahumanas que sólo unos cuantos poseen, cuando en realidad
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también es una actividad que al igual que la carpintería o la mecánica, con mucha
dedicación y un poco de paciencia también se aprende y se logra llegar a un buen grado de
dominio, acorde a las experiencias que vayamos teniendo.
Si somos capaces de detectar cierto problema o anomalía en nuestro microcosmos de
acción, o en dado caso, algún hecho particular que se diferencie de los demás ¿Cómo
empezar a hacernos preguntas en torno a lo que percibimos? ¿Cómo saber la manera
correcta con la cual podemos empezar a redactar y presentar nuestro problema de
investigación?
En este trabajo expondré mis puntos de vista en torno a lo aprendido en el curso del
Seminario de investigación I, que nos impartieron la Dra. Dominique Raby y la Dra. Laura
Roush en el primer trimestre de la maestría en antropología social, trataré de hacer un breve
recorrido por cada clase y al final presentaré una conclusión referente a mi anteproyecto de
investigación.
Las últimas preguntas que presenté en párrafos anteriores, me remiten a la primera sesión
del curso en la que analizamos y discutimos la importancia y la naturaleza de la formación
doctoral. Esta sesión me pareció sumamente interesante porque nos situó más precisamente
dentro del contexto donde vamos a trabajar y pienso que al estudiar un doctorado tenemos
un compromiso muy estrecho con la investigación científica como el “deber ser” de nuestra
formación.
Aunque obtener un doctorado no implica que necesariamente persigamos por motivo
dedicarnos a la investigación, si hay un amplio énfasis en dirigir la obtención de este grado
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académico hacia un dominio de las técnicas y herramientas que nos permitirán producir
nuevos conocimientos. Siguiendo a Estelle Phyllips (2001: 39) “hoy en día resulta más útil
pensar que un doctor es un investigador profesional experto en su campo”.
Entiendo al respecto que ser investigador implica un gran compromiso con la actualización
de los últimos conocimientos y adelantos de nuestra disciplina, conocer la ética de la
profesión y sus limitaciones, ser capaces de comunicar nuestras inquietudes y descubrir
donde correspondería hacer una contribución útil, partiendo de que no existen preguntas
tontas o sin sentidos (parafraseando al Dr. Víctor Ortiz), es más ignorante quien piensa que
todo está dicho y que no existe nada que investigar.
Eso es lo que debiera caracterizar a un investigador, siempre cuestionar la realidad y nunca
perder su capacidad de asombro ante nuevas situaciones y sobre todo, abierto a las
opiniones de otros investigadores y aún de aquellas personas que no forman parte de la
academia y aportan cosas interesantes. Yo lo entiendo en el sentido de que dedicarse a la
investigación es una especie de magia y encanto que a uno lo seduce, que puede ser fuente
de sus mayores satisfacciones y alegrías, pero también el origen de muchos malos ratos y
sinsabores; pues aunque queramos desprendernos de nuestra etiqueta de científicos sociales
o antropólogos cuando estamos en otras circunstancias o fuera del ámbito académico,
pareciera que un demiurgo nos persigue y a donde quiera que vamos llevamos alertas
nuestros sentidos, siendo inevitable no encontrar algo que nos genere curiosidad y
preguntas críticas.
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Ahí ya vamos aprendiendo a preguntar, a establecer un diálogo con nosotros mismos y
pensar en un cambio.
Para todo científico social, plantearse un problema de investigación lo lleva a preguntarse
sobre la manera en que abordará ese fragmento de la realidad que le inquieta y le genera
interrogantes. Es decir, hay que entender lo que se estudia y cómo se estudia, pues si bien
existen diversas miradas a un mismo problema es precisamente por los diversos modos en
que nos acercamos a éste y nuestro mismo bagaje conceptual lo que nos hace concebir
nuestra propia visión y sentido de las cosas que como investigadores aprehendemos.
Cuando hablo de la “diversidad de miradas” hacia la realidad, me estoy refiriendo a los
paradigmas y metodologías de investigación que han surgido en las ciencias sociales, los
cuales le sirven de herramientas al investigador a la hora de realizar su trabajo. Si bien
existen diferencias entre una y otra metodología, es porque ambos constituyen una forma
opuesta de abordar el objeto de la investigación. Esto no implica que cierta metodología sea
mejor que otra, cada una nos provee de métodos y técnicas que de acuerdo a los fines y
objetivos de la investigación nos arrojará un resultado particular.
Sin embargo, desde mi punto de vista, todo trabajo científico de las ciencias sociales
aunque se empeñe en buscar la mayor objetividad posible, termina sucumbiendo en alguna
medida a una carga de subjetividad por parte del investigador que también es juez y parte
de la realidad que estudia y que ante las pretensiones de escapar de ella, no logra evitar que
sus juicios se empapen de todo el conjunto de cosas que observa y trata de describir.
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Debido a esto, muchos de los trabajos que se presentan en la academia son sometidos a una
dura (y por momentos ruda) crítica, y en ocasiones son descalificados por considerarse que
carecen de rigor metodológico.
Trascender el sentido común ha sido el objetivo de todas las disciplinas científicas y en el
caso específico de las ciencias sociales para encontrar cierta dosis de objetividad, según el
enfoque y las teorías que el científico maneje siempre tiene que existir una voz que describa
los hechos sin manifestar alguna carga ideológica, sin embargo, en una opinión particular,
para poder lograr eso se necesita que el ser humano deje de ser un animal simbólico y deje
de crear su propia historia, lo que resulta absolutamente imposible.
Por lo tanto, sea quien sea el que realice cualquier trabajo de investigación que tenga que
ver con una colectividad de personas difícilmente podrá decir que todos los hechos que
identifica no aplican para él.
Volviendo a Phyllips (2001: 40) “la distinción esencial estriba entre ‘saber qué´ y ‘saber
cómo’. No basta que alguien le diga al doctorando cuál es el área más fructífera, cuál la
técnica más acertada ni con cuanta claridad debe redactar el informe. El doctorando
encontrará por sí mismo un tema ‘investigable’, usará adecuadamente las técnicas
requeridas y comunicará con coherencia sus hallazgos”.
Debido a la precisión con la que deben ser usadas las técnicas es que existen parámetros
con los que todo trabajo de investigación debe cumplir y que son establecidos por las
diferentes academias de ciencias con el fin de que los trabajos de investigación tengan
coherencia y se eviten ambigüedades a la hora de su presentación.
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Al principio, creía que las normas instituidas para elaborar los anteproyectos de
investigación, eran producto de un acuerdo entre la comunidad académica y que no tenían
ningún fundamento puesto que cada tema de investigación y las técnicas utilizadas son
distintas. Empero, en las primeras sesiones fui entendiendo paulatinamente que es preciso
definir criterios que justifiquen la realización de la investigación y describan la pertinencia
del proyecto, ya que también están implicadas las cuestiones de su funcionalidad, impacto
ético, social, científico y su viabilidad económica en términos de condiciones materiales.
Esta es otra de las habilidades que como investigador debemos ir adquiriendo, saber
argumentar la elaboración de nuestras investigaciones.
Al principio me sentía nervioso e incapaz de explicar el tema con el que voy a investigar
para mi trabajo de grado de la maestría, pero en las primeras sesiones del seminario resultó
hasta gracioso observarme como lograba hilar las ideas, hablar sobre el tema y al mismo
tiempo entender los comentarios y sugerencias que los compañeros me hicieron como parte
del proceso de retroalimentación.
En ese proceso, encontré que tenía poca claridad sobre lo que quiero hacer y mucho
“apasionamiento”, y en ese estado me era casi imposible leer críticamente las lecturas que
posiblemente me sirvan como bibliografía y hacer una deconstrucción profunda sobre su
contenido, contrastando mi criterio y conocimiento con los puntos de vista vertidos por el
autor o los autores.
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Si bien es importante que el tema que vamos a trabajar nos guste, es fundamental que
sepamos ser claros a la hora de exponerlo y evitar ser “rolleros”, resumiéndolo lo más
sucintamente posible sin omitir los puntos importantes.
Posteriormente, en la clase de la profesora Gail Mummert descubriría que a veces en
nuestro afán de plantear correctamente el problema de investigación, dejamos de lado otros
aspectos que también forman parte de la naturaleza humana y nuestros sujetos de estudios.
Discurro que las teorías de largo alcance son incompletas al tomar como referencia sólo lo
macrosocial, que si es cierto que está compuesto de relaciones sociales, las relaciones
sociales tienen un sustrato que escapa a nuestros ojos y que en ocasiones los antropólogos
le atribuyen a otras disciplinas este objeto de estudio.
Me refiero a las emociones, que en párrafos anteriores expuse un ejemplo al mencionar un
“apasionamiento” por el tema de investigación, reacción muy natural y normal de un
investigador que también siente y recibe los estímulos que le proporciona su propio medio
familiar y social.
Es decir, al elegir o desechar algún tema de investigación estamos poniendo en juego los
sentimientos y las emociones, al hablar o expresarnos sobre algo que nos gusta o disgusta.
Incluso cuando buscamos un acercamiento o entrevistar a alguno de nuestros informantes,
lo estamos retando a que ponga en juego sus emociones, quizá al hacerlo recordar algún
suceso importante de su vida o de la comunidad, donde él estuvo implicado.
Hay que tomar en cuenta el análisis de las emociones, analizando la reflexividad del
investigador respecto a sus propias emociones, la emotividad del entrevistado, así como los
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métodos y condiciones sociales de atribución de emociones a otros o incluso ver como
ciertas imágenes modifican el sentir de una persona. Nunca hay que olvidar que en nuestro
campo de estudio están presentes sujetos multifacéticos, que ríen, lloran y constantemente
sostienen una dialogicidad entre las imágenes que se presentan a sus ojos y las reacciones
que ellas le provocan.
Las emociones desencarnadas no son vivencias subjetivas, deberíamos verlas como algo
que está más allá de lo que podremos olvidar, hasta que por desgracia o por fortuna
pasamos por una vivencia que nos sacude los sentidos; antes que vivencias subjetivas,
debemos concebirlas como categorías ordinarias que son simultáneamente datos de la
acción o acciones y/o objetos del discurso.
Contemplar el asunto de las emociones nos sitúa en el acercamiento con “el otro” (o con los
otros) pero, ¿qué es la otredad? Esta interrogante se me hace muy difícil de responder y no
me deja satisfecho en tanto si es algo que realmente existe o una categoría construida por
los antropólogos, me parece como si nos refiriéramos a seres completamente desconocidos.
¿Sí somos iguales cuales son nuestras diferencias? y viceversa ¿si somos diferentes donde
reside nuestra igualdad? Esas preguntas representan tanto a la alteridad como a lo que
consideramos propio.
Reconocer a un ser humano como otro, no sólo es diferenciarlo en su esencia de individuo,
sino reconocerlo y entenderlo como parte de una colectividad y portador de una cultura con
un universo simbólico propio y constructor de una historia particular que a su vez está
entrelazada con otras culturas.
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Ahora paso al estudio de las posibles fases entre investigador e investigado, las perspectivas
emic y etic ¿son visiones complementarias e incompatibles?
El punto de vista emic es la posición que remite al tipo de ethos cultural de los miembros de
la cultura que se estudia, y que a su vez hacen ver al investigador lo que ellos consideran
significativo, y así los observadores emplean conceptos y categorías que han emergido
desde el contexto y la perspectiva de los participantes, el antropólogo trata de llevar a cabo
los esquemas socioculturales tal y como los miembros del grupo que estudia los llevan a la
práctica y desde su propia cosmovisión. Los antropólogos necesitan de la empatía de sus
sujetos de estudio para acceder a una parte del universo simbólico que ellos quieran
mostrarle, no soy todavía el indicado para decir esto puesto que no he hecho trabajo de
campo, pero creo que a veces asumir el papel de nativo y tratar de actual como él no
significa que dicho proceso pudiera ser la clave de la interpretación o explicación del
fenómeno o la cultura estudiada. La relación entre los aspectos mental y conductual de la
cultura es muy compleja, además del problema de que a veces el investigador y el nativo
hablan en códigos comunicativos diferentes, eso impide un entendimiento mutuo de la
cultura de ambos.
El punto de vista etic, se refiere a la técnica de hacer generalizaciones sobre los
acontecimientos culturales, conductas, pensamientos e ideologías que pretenden ser
verificables objetivamente y válidos intraculturalmente, pero desde la posición del
antropólogo y no propiamente del nativo; puede generar teorías fructíferas desde un punto
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de vista científico sobre las causas de las diferencias y semejanzas socioculturales, pero
resultar inadecuados o carentes de significado para los nativos.
Presentar la interpretación del antropólogo desde la perspectiva etic, podría ser un tanto
complicado pues a veces, durante el trabajo de campo no se logran captar algunos aspectos
de la cultura del grupo que se estudia y resultaría muy peligroso emitir juicios y
generalizaciones que muchas veces no corresponden a lo que realmente los individuos
perciben. Sin embargo, me parece que una de las mayores ventajas de la antropología como
ciencia, es que te ofrece la posibilidad de pensar las cosas desde dos posiciones distintas.
Generar preguntas siendo aparentemente un nativo y preguntarnos realmente como
investigadores, nos ayudaría a vincular nuestros cuestionamientos y dudas con el trabajo de
campo etnográfico, partiendo de lo que estamos observando.
Concuerdo con Malinowski (1922: 21) cuando dice que:
El etnógrafo es, a un tiempo, su propio cronista e historiador; sus fuentes son, pues, sin duda, de fácil accesibilidad pero también resultan sumamente evasivas y complejas, ya que no radican tanto en documentos de tipo estable, materiales, como en el comportamiento y los recuerdos de seres vivientes. En etnografía hay, a menudo una enorme distancia entre el material bruto de la información –tal y como se le presenta al estudioso en sus observaciones, en las declaraciones de los indígenas, en el calidoscopio de la vida tribal- y la exposición final y teorizada de los resultados.
Somos seres humanos que estudian a otros seres humanos, los cuales nos caracterizamos
por pensar diferente, vivir en diversas circunstancias y darle sentido a nuestras acciones
(esto me hace recordar la noción de animal simbólico de Cassirer, aunque no viene al tema)
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¿pero en qué medida les otorgamos significados? ¿Con base a lo que pensamos o lo que
está ajeno a nosotros y nos supera?
Si tratamos de interpretar la cultura cabría preguntarse si únicamente puede haber una
interpretación válida y correcta para cualquier fenómeno observado, o si en dado caso al
interpretar nada más nos quedamos con aquello que está visible a nuestros ojos, obviamos
las cosas, como si estuviesen dadas por hecho y no creadas materialmente en un tiempo y
un espacio social determinados. Creo que como antropólogo siempre será fundamental
situar a nuestros sujetos de estudio dentro de estas dos categorías y considerar que nunca se
ha dicho y quizá nunca se podrá decirlo todo de “alguien” o de “algo”, si esto llegase a
pasar nuestra disciplina no tendría razón de ser.
Es precisamente esa capacidad de crear historia lo que hace que cada obra social pueda ser
interpretada de varios modos y le dé pluralidad a la existencia, y una gran acción se
convierta en un mínimo paso y viceversa.
No me adscribo dentro de los que conciben a la cultura como algo esencializado y
objetualizado, fijo en el tiempo y anclado a un territorio especifico, donde se piensa que si
un elemento cultural se modifica, ese individuo ya no existirá en su originalidad.
Reflexiono que un análisis cultural nunca debe dejar de lado las interrelaciones que como
seres humanos establecemos con los demás y con lo que nos rodea.
En este tenor, una interpretación nunca sería completa, únicamente sería el primer paso
para acercarte a cierto fenómeno. A veces interpretar podría reducirse sólo a lo que
ansiedad por decirlo y abarcarlo todo nos consume.
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No es posible “puramente” el acercamiento etic, pues cierta dosis de imposición de
categorías es inevitable.
Hago hincapié también en este trabajo, en otro punto insoslayable como lo es el registro de
notas en el diario de campo y la importancia de saber utilizar correctamente esta
herramienta en el trabajo de campo, donde vamos a registrar nuestras observaciones e
impresiones personales, logrando un mejor ángulo de nuestra investigación.
El estudio de la subjetividad ejerció mucho impacto en mi persona, explorar como se forma
la representación/interpretación tanto por el sujeto de estudio como por el investigador, por
eso es que me incliné a leer la definición de lo que son las historias de vida como técnicas
de investigación que nos dan varias descripciones sobre los asuntos estudiados, el
significado afectivo que tienen las cosas, situaciones y experiencias.
Por ello, esta técnica de investigación demanda un trabajo más laborioso, ya que como
investigadores necesitamos primero adentrarnos e identificarnos con el modo de pensar de
nuestros narradores, así como encontrar la forma en la que vamos a redactar la información;
si la narración será en la propia voz del sujeto y con su lenguaje tácito o bien, el científico
social se convertirá en el autor y contará la historia del otro a través de su narrativa.
Viéndolo desde un ángulo más histórico, la historia de vida también nos ayuda a guardar
historias y experiencias significativas de individuos y comunidades que no están registrados
por escrito y podrían perderse, contribuyendo a preservar una memoria cultural y
significativa.
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Y vuelvo a lo que ya advertí en líneas anteriores cuando hablé sobre los enfoques emic y
etic, debemos ser muy cuidadosos con la información que recabamos a la hora de trabajar
con cualquiera de los dos enfoques, sobre todo cuando nos encontramos con poblaciones
“vulnerables”. ¿En qué sentido entendemos la vulnerabilidad?
Es preciso discutir esta categoría, pues podría convertirse en un arma de doble filo, que al
mismo tiempo despierte la sensibilidad y conciencia social de los investigadores, y al
mismo tiempo reproducir el discurso dominante al momento de hacer trabajo de campo;
discurso dominante que encierra toda una serie de promesas incumplidas por parte de los
detentadores del poder político, hacia ciertos grupos de la sociedad y omite también ciertas
situaciones que si salieran a la luz ponían en entredicho la legitimidad de tal poder.
Por ello, sería un gran error si no menciono el trabajo de autores como Charles Briggs
(1986), Diane L. Wolf (1996) y Linda Smith (1999) que nos aportan algunas
consideraciones para tomar en cuenta al trabajar con poblaciones llamadas “vulnerables”.
Estas aportaciones se refieren a la necesidad de tomar en cuenta el repertorio
metacomunicativo de nuestros sujetos de estudios, contemplando las emociones del sujeto.
Esto es más productivo si aprendemos a preguntar y ser lo más éticos posible; así como
evitar cuestiones de violencia en el trabajo de campo, procurar no ser agentes de violencia,
sobre todo cuando trabajamos en comunidades donde impera fuertemente el machismo y
las mujeres ocupan un lugar subordinado.
Lo anterior acarrea la pregunta acerca de la pertinencia y el valor de una antropología
comprometida, y a debatir la importancia del activismo social en la investigación científica
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y las cuestiones éticas en las que nos involucramos durante el trabajo de campo. No se
pueden violar los códigos de derecho de los pueblos indígenas al momento que decidimos
trabajar con ello.
Es muy vital descolonizar nuestras metodologías y técnicas de investigación, poniendo en
tela de juicio sus límites y bondades dentro del contexto donde vamos a trabajar y la cultura
tanto de nosotros mismos como de nuestros sujetos de estudio.
Conclusiones.
La socialización de mi tema de investigación y los comentarios de mis compañeros me
sembraron dudas, que se incrementaron cuando consulté la bibliografía relacionada con el
tema de investigación que pretendo trabajar, pues las preguntas iniciales que uno elabora
nunca son definitivas y van cambiando durante la elaboración del proyecto, surgiendo
además de nuestras preguntas planteadas otras interrogantes.
Por ello es importante aprender a redactar con propiedad nuestros planteamientos de los
problemas y argumentar convincentemente la justificación de lo que queremos investigar
Entendí que el proceso de investigar se vuelve más enriquecedor cuando otras personas te
aportan datos y cosas interesantes, porque es cuando el marco teórico y las preguntas con
las que iniciamos se deshacen o en dado caso se replantean, como fue mi caso. Mis
preguntas de investigación iniciales han desaparecido porque he descubierto que a pesar de
que las haya redactado estéticamente muy bellas, no he logrado formularlas más
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concretamente, pues al tratar de abstraer la realidad algunas veces sólo conseguimos
malinterpretarla.
Descubrí que en realidad sabía muy poco sobre la investigación, aunque poseyera un título
de sociólogo por una universidad, mis conocimientos en este rubro eran casi nulos y mis
habilidades todavía ignotas ¿cómo era posible que permaneciera en una torre de marfil? No
basta únicamente con haber leído las teorías sociológicas y haber adquirido cierto margen
de comprensión y discernimiento, es vital adquirir las cualidades que nos permitan generar
nuevos conocimientos a partir de los trabajos que otros científicos ya han elaborado
anteriormente.
El escribir y reescribir una y otra vez los objetivos y los supuestos desde donde parto, si
bien pudiese convertirse en un ejercicio tedioso, no deja de ser fructífero ya que nos ayuda
a evaluar la calidad de nuestra argumentación, a no hacer discusiones conceptuales sin
vincularlas a los datos que ya tenemos (si es que tenemos) o relacionarlas con los
fenómenos o hechos sociales que estamos observando.
Sigo sin definir claramente mis preguntas de investigación, me encuentro revisando la
bibliografía del tema más detenidamente, pero rescato que en las últimas sesiones ya fui
capaz de ser conciso con la exposición de las ideas y para ser un primer curso de
investigación es buen resultado, usar un lenguaje simple no le quita calidad a lo que quiero
decir y me doy a entender más fácilmente sin necesitar de una jerga académica tan
rebuscada.
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Eso también me ayuda a la hora de acercarme con las personas durante el trabajo de campo
y lo vuelvo a repetir. El curso me hizo ver que la(s) realidad(es) también se construye de lo
subjetivo y no está compuesta únicamente por lo objetivo. Esto alude a que el contexto, la
función y el significado de los actos humanos no se pueden encuadrar en una sola
explicación sin antes buscar las circunstancias externas que los producen, por lo que lo
micro y lo macro van interrelacionados y ambos no se contraponen sino que son distintos
niveles de realidad y cuando se separan únicamente es de acuerdo a los objetivos que se
persigan.
Nuestras acciones, nuestro obrar, no es independiente del pensar, del valorar, del imaginar, en suma, no es ajeno a un conjunto de procesos ligados a la conciencia. Por eso, creemos que este giro y desafío que enfrentan actualmente las ciencias sociales se asocia con la preocupación metodológica de constituir en objeto de estudio el vínculo entre “el hacer” banal y cotidiano y “el pensar” del individuo común (Lindon, 1999: 196)
Y asimismo, hay que tener cuidado cuando categorizamos a nuestros sujetos de estudio
como individuos o comunidades vulnerables, pues a veces la sensibilidad se convierte en
vanidad y podemos invisibilizar prácticas racistas que están disfrazadas de ciencia.
Bibliografía
Briggs, Charles L. (1986), “Interview techniques vis-à-vis native metacommunicative
repertoires; or, on the analysis of communicative blunders” en Learning How to Ask. A
Sociolinguistic Appraisal of the Role of the Interview in Social Science Research.
Cambridge: Cambridge University Press.
Lindon, Alicia (1999), “Narrativas autobiográficas, memoria y mitos: una aproximación a
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la acción social”. Economía, sociedad y territorio, julio-diciembre, Vol. II, no. 6.
Malinowski, B. (1922), Argonautas del Pacífico occidental. Barcelona: Ediciones
Península.
Phillips, Estelle M. y Derek S. Pugh (2001), Cómo obtener un doctorado. Manual para
estudiantes y tutores, Barcelona, Editorial Gedisa (1era ed. en inglés 2000). Capítulo 3,
“La naturaleza de la formación doctoral”
Smith, Linda Tuhiwai (1999), “The Indigenous Peoples’ Project: Setting a New Agenda” y
“Articulating an Indigenous Research Agenda” en Decolonizing Methodologies. Research
and Indigenous Peoples, London: Zed Books.
Wolf, Diane L. (1996), "Situating Feminist Dilemmas in Fieldwork", en Feminist
Dilemmas in Fieldwork. Ed., Boulder: Westview Press.
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