IMAGENES Y
TROPOS
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Milagro Alado.
No tenía nombre, no lo recordaba, no quería
tener uno. Todos los días seguía la misma
rutina. Se había vuelto presa de la monotonía
y esclava de no tener sueños. Todas las
mañanas se levantaba anhelando el día de su
partida, y todos los días partía a trabajar,
partía el pan para las palomas de su balcón.
Arroces y migajas caían desde sus manos y de
forma milagrosa centenares de palomas
venían volando acechando su comida, todas
compartiendo. Lo podemos llamar milagro, el
milagro de los panes y las aves. Era de
sorprenderse como devoraban la comida,
pero cada una respetando la porción de la
otra. Era la forma mas civilizada de comer. Si
Dios nos vertiera maná del cielo de nuevo,
nadie lo compartiría de forma tan sutil como
estos animales lo hacían. Sin duda alguna el
único animal aquí es el hombre. Ella lo sabía
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muy bien, el único animal es el hombre. El
hombre que crea familias, el hombre el que
las destruye. Ella era parte de una familia
destruida, ya los años le pesaban para
recordar en los anales de su memoria, pero
siempre repetía con una sonrisa que ella
estaba feliz. Contando uno que otro chiste no
disimulaba la tristeza que le marchitaba el
corazón. Se veía en su mirada, en esos ojos
acaramelados verde opacos.
Trabajaba, era niñera de su propia familia.
Era cocinera también. Recibía un bono en
cada navidad. Era una obrera más, antes que
un familiar. Todo el mundo la recordaba
cuando no había quien cuide a los niños.
Todas las mañanas salía caminando
apresurada y volvía con un caminar lento y
detenido, arrastrando los pies en cada paso.
Arrastrando un poco del alma que le quedaba.
Subía las escaleras y se encerraba en su
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cuarto a partir el pan como todas las tardes.
Su felicidad, su esfuerzo, su trabajo, su
comunión… todo era para esas aves reunidas
en son de misa, que la celebraban en el
balcón.
Ya habían transcurrido mas de diez años con
la misma cadena de acciones diarias, no había
cambiado nada, siempre fue el mismo
proceso. Mas nunca falta el día que todo
cambia, el día que al subir las escaleras, una
pálida dama la esperaba en el octavo escalón.
Ella la vio y trato de ignorarla, pero era
imposible. La pálida dama se abalanzó contra
de ella y le hizo perder el equilibrio. Ella cayó.
Intento sujetarse de lo primero que vio, pero
sus manos ya desgastadas no encontraron
refugio en ningún lado, cayó por los escalones
que ella había subido por mas de diez años,
cada escalón, un año que ella había vivido,
poco a poco retrocediendo en un doloroso
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momento. Finalmente tocó piso. Su cuerpo
tocó piso y le siguió un brutal silencio, la vista
difuminada al escuchar pies que venían en su
socorro. La manos que tocaban su cuerpo
para levantarla. Ella había decido dejar su
alma en el suelo no quería moverla. Pero con
fuertes agarrones que dejaron huellas sobre
su piel desgastada, la elevaron y la llevaron a
donde se recurría en casos parecidos.
Pasó quince días en una cama sin moverse, su
piel lastimada se consolidaba con la sabanas.
En la ultima noche antes de cumplir la
quincena, lanzo un grito inesperado. Lo grito
con todo pulmón, quiso disimular y agonizar
en voz baja en señal de cortesía. Al día
siguiente las palomas ya no esperaban el pan,
la misa, el milagro, las aves nunca volvieron al
balcón.
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Que los muertos entierren a los muertos
Las malas noticias viajan más rápido y los
rumores no precisan transporte para llegar a
los oídos de los interesados. De esa forma
llego a mis puertas laterales el mensaje de
que el hermano de mi madre había fallecido,
ese comentario no solo entró indiscretamente
a los oídos de todos mis familiares, sino que
se dedicó a patear úvulas para sacar lágrimas
por medio de salvajes punta pies. En mi casa
ya eran comunes las lluvias saladas pero aun
así la muerte siempre es esa visita que nadie
espera y ni se quiere recibir, pero como parte
del proceso de la vida, muy a nuestro pesar le
llego la fecha de expiración a mi tío.
Juan fue un hombre trabajador, honesto,
gritón, sin pelos en la lengua, mal hablado
pero sin duda alguna, un hombre entregado
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en lo que hacía. Fueron los comentarios que
salían de la boca de mi madre en el viaje que
emprendimos desde nuestra casa hasta al
lugar del velorio y que siguió repitiendo,
tanto así que ya las palabras perdían fuerzas
para llegar a nuestros oídos. El velorio (muy
en contra de la opinión de todos los
presentes), se realizo en la casa en donde
residió los últimos años de su vida mi tío, al
parecer fue la última voluntad de él o algo así
decía el abogado (Lo ignoramos ya que la
melancolía era muy fuerte como para
ponernos a discutir). En ese momento llego la
otra hermana de mi mama acompañada de su
hijo, un primo mío, el cual había optado por
ser mudo y solo hablar cuando tenga algo
bueno que decir (Una moción que yo apoye,
ya que en este mundo se habla sin decir
nada). Acompañado por la presencia de mi
primo me acerque a la sala donde se estaban
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sirviendo café unos señores de trajes
elegantes que hablaban de la pena que les
causaba la muerte de mi tío y la pena que les
provocaba el hecho de que ya no les podrá
pagar las deudas que había fabricado.
Comentarios similares escuchamos a lo largo
de nuestra estadía en el viejo hogar pero no
les dimos mayor importancia.
Mi madre que seguía acongojada por el
suceso, decidió quedarse a dormir ahí
“haciendo compañía a su hermano” y
nosotros con la misma intención de mi madre
decidimos quedarnos haciéndole compañía a
ella. La casa era espaciosa y llena de
habitaciones, las cuales escondían los asuntos
y negocios que mi tío llevo durante su vida.
Mi primo y yo, llenos de ilusión infantil nos
imaginábamos como investigadores
decidiendo recorrer la casa para averiguar
quién fue el culpable de la muerte de nuestro
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pariente (Ya sabíamos que fue un fallo en el
ventrículo derecho) pero aun así nos
lanzamos a la búsqueda del supuesto asesino.
Sin miedo caminamos por toda la casa detrás
de huellas y señales que no existían, -‐tal vez
ha dejado un tesoro escondido-‐ pensamos, y
entramos irrespetuosamente al dormitorio
del occiso. Caminamos muy lentamente
cargando el alma y sin zapatos por la
habitación, sin hacer el mas mínimo ruido. No
lo hicimos por miedo, tal vez lo hicimos por
respeto más que por otra cosa, pero aun así
entramos y comenzamos a revisar todo lo que
se ponía a nuestro paso. Sin necesidad de
destruir, abríamos sobres, ojeábamos
revistas, revisábamos cintas de audio y de
video que estaban guardadas en el closet.
Pero lo que claramente llamó mi atención fue
una carta, que mi tío le dirigía a un viejo
amigo de él, donde en palabras muy sencillas
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y satíricas, explicaba su idea de huir hacia
Chile, dejando en la quiebra a muchas
personas con las que trabajó, más de un
millón de dólares en deudas y sueldos que no
pensaba pagar, estaba esperando que el
banco le embargue todas sus propiedades, ya
que fruto de la deshonra y mal juicio había
comprado unos viñedos allá en el Sur de
Latinoamérica, parecía un plan perfecto que
perjudicaba a muchas personas, pero la
muerte lo alcanzo primero y los planes se
quedaron en tristes ilusiones macabras que
lamentablemente fueron las ultimas ideas en
las que pensó mi tío antes de morir.
Yo seguía perplejo mirando la carta y dando
vueltas al pasaje de avión que se encontraba
dentro del sobre, gritando y maldiciendo la
clase de persona que era mi tío. No me había
percatado que mi primo se había quedado
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quietamente tranquilo en el baño mirando
fijamente hacia un objeto. Me acerque
rápidamente para saber que ocurría, pero el
impacto fue mayor cuando vi el cepillo de
dientes el cual no podíamos dejar de
observar. Estábamos atónitos ya que el
cepillo estaba envuelto con pelos, mi primo lo
cogió sutilmente con los dedos, le clavo la
mirada una vez más, sonrió y dijo – Ja... no
tenia pelos en la lengua-‐
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Sin sentido completo, ni autonomía
sintáctica
Al despertarse se dio cuenta del lugar en el
que estaba, poco minutos habían transcurrido
desde que sintió el aire artificialmente creado
y el dulce sabor a tabaco que deja la canción
“tell her” en sus labios. Se vio petrificado sin
entender razones, dentro de un cadáver lleno
de libros y personas. Tenía labial rojo y un
pantalón de esos que aprietan las caderas, un
pelo liso negro alquitrán que curvaba con
esas noches tenues donde los poetas se
pierden. Él se quedo admirado por su
presencia y por la autobiografía de Mick
Jagger que llevaba en sus brazos -‐claro está,
un estilo tan poco común solo proviene de
una fanática de los Rolling Stones-‐ pensó.
Pero el destino se volvió incoherente en el
momento en que con sutileza se movían los
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pasos de ella hacia él. El idiota aquí en
cuestión, persona aquel que mal entiende
todo los sucesos a su alrededor, confunde de
coqueteo el hecho de que ella se le acerque
sin intención y todo esto mientras él sostenía
“Historias de Cronopios y de Famas” en sus
manos (libro que a futuro seria de su
propiedad). Mientras discernía si responder
el supuesto coqueteo o seguir distraído con
Cortázar, una mujer con un volumen que
doblaba el de ella, se escabullo para entrar en
medio de los dos, esta tercera persona se
quedaría ahí hasta que “la del labia rojo”
retrocediera unos pasos hacia la sección de
literatura contemporánea y miraría con
discreción la espalda de nuestros idiota.
Como es común, él sintió un escalofrió que
causa una mirada fija de alguien que no está
en nuestro alcance óptico, pero lo confundió
(como la mayoría de cosas) con la sensación
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que se provoca después de leer unas buenas
líneas de un libro. Él respondió con rascar sus
dedos de la mano derecha en su nuca y ella
decidió agachar la mirada hacia el libro en sus
manos.
El reloj lleno de vida había emprendido su
viaje tres minutos hacia el futuro y el enemigo
llamado tiempo hartó y cansó las piernas de
la mujer, pero en cambio fomentó en él un
aumento de intriga hacia el libro, esto lo hizo
retroceder unos pasos para coger fuerzas y
descansar en la pared en la que ella estaba.
Estos movimientos causaron en seguida una
nueva atención y una disposición de parte del
hombre en querer comenzar una
conversación. Sospecho en decir -‐veo que te
gusta la música-‐ pero al instante cayó en
cuenta de la idiotez que pensó y pensaba
decir, así que comenzó a reformular nuevas
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frases con la cual podría crear el abre-‐boca de
una interesante tertulia. En el tiempo
cronológico en el que él tomó la decisión de
abrir los labios, ella en cambio siguió la
moción de tirar bruscamente el libro en el
estante de al frente y alejarse rápidamente. Él
perplejo la vio pasar lentamente por la puerta
y observó como ella se viraba a verlo,
mientras su pelo se movía al compás del
sonido de sus zapatos de plataforma. Triste y
lleno de una decepción única que solo se
siente cuando se pierde una gran
oportunidad, descubrió en ese instante que
una vez que se prueba las decepciones estas
tienen un ligero sabor a alcohol que quema la
boca. Rápidamente busco un lugar donde
sentarse y lo encontró a lado de un caballero,
el cual supone que estaba ahí simplemente
por el hecho de asesinar a los segundos
mientras esperaba a alguien. Él no se distrajo
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por los ruidos que hacía el señor, con el que
compartía el asiento pero si por la presencia
de dos mujeres a su frente que hablaban y
hablaban... esa actividad no lo sorprendió
pero si el hecho que no entendía nada de lo
que decían, parecían murmurar tan bajo que
solo se escuchaban susurros inentendibles.
Se comenzó a asustar porque era lo único que
escuchaba, todo el lugar se había quedado
callado y solo se oían los diminutos sonidos
que salían de la boca de estas mujeres,
enseguida sospecho de su cordura y comenzó
a mover en signo de impaciencia su pie. No se
sentiría tranquilo hasta no escuchar algo que
entendiera o hasta dejar de sentir la
indiferencia de las personas que lo rodeaban.
Quiso minimizar esa absurda “tontera” (como
él catalogo) leyendo el libro que tenia, pero
cayó en cuenta que lo había dejado en el
aparador, pensó en levantarse pero supo en
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seguida que si lo hacía perdería su asiento ya
que habían muchos buitres a su alredor con
ganas de descansar las piernas, así que se
quedo ahí intentando descifrar lo que decían
las mujeres. Seguía perplejo hasta que logro
escuchar la siguiente frase “L’amour est
aveugle.” La cual reconoció en seguida “el
amor es ciego” dijo en voz alta lo cual
inevitablemente causo una sonrisa en las
mujeres que estaban al frente, se contento y
pensó – francés, era tan obvio... Francés... el
lenguaje del amor... ¿Amor?-‐ y las neuronas al
acentar en su cabeza esa tan pequeña palabra
comenzó a mandar choques eléctricos por
todo su cerebro para hacer memoria de todos
sus amores pasados, presentes y mientras
pensaba en futuros... Su mirada se enfoco en
una pareja mayor que bordeaban los 60 años.
La mujer estaba leyendo un libro de Mario
Vargas Llosa y el hombre no podía dejar de
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ocultar su desprecio hacia la situación de
perder su domingo acompañando a su esposa
y peor aun de estar solo viéndola leer.
Al momento él comenzó a girar la cabeza de
lado a lado formando un arco de ciento
ochenta grados para prestar la mayor
atención de lo que sucedía en todo el espacio
en el que estaba. Él había transformado ese
lugar, ese asiento, ese momento en su
propiedad, era de él y de nadie más, todos
quienes estaban ahí eran ahora parte de él y
él ahora era parte de todo. Pero mientras
sentía ese éxtasis tan Budista de sentirse uno
solo con el espacio y con todo lo demás que lo
conforma, sintió también el dedo de uno de
los trabajadores del lugar en su hombro, se
viró y rápidamente confirmo que esa acción
que alteraba su sentido del tacto lo
acompañaba la frase – si no piensa comprar
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nada, le pediría por favor que se retire-‐
enseguida se levanto maldiciendo el lugar y
todo aquel que estaba adentro y juro nunca
regresar ni pisar de nuevo ese maldito piso de
madera rojiza que golpeaba con odio
mientras se iba.
Dos días después volvió de nuevo al lugar, era
obvio... Sentía un vacío muy grande dentro de
él, se le había olvidado la razón por la cual
entró la anterior vez, esa razón que lo hizo
vivir todo eso que nunca había sentido antes
y que a muy temprana edad nunca pensó en
sentir... Se la había olvidado comprar
“Historias de Cronopios y de Famas”
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Los cuentos que las nubes relatan.
Nació en el campo y creció normalmente,
nunca llamó la atención, ni intento brillar mas
de lo normal. Creció como tenia que crecer y
fue cultivado con los valores que todo ser
como él, debe tener. Le enseñaron a nunca
pedir mas de lo que debía recibir, también a
sentir el aire fresco del viento cuando se
balanceaba en una rama suelta… Aprendió el
valor del agua, la tristeza de las sequías, el
poder del sol y las delicias de comer. Era un
ser común y normal, dentro de un mundo
verde opaco y azul marino.
Nunca quiso huir de casa, ni saber que había
mas allá de lo que él conocía, aunque por las
noches recordaba los cuentos que en algún
momento escuchó, esas historias que las
nubes relatan… esos que hablaban de
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cantidades de agua mas allá de lo que alguien
se puede imaginar, que golpeaban
brutalmente contra un piso de apariencia
macizo pero suave, como pequeñas rocas que
no raspan y donde el viento tiene sabor a sal.
Entre sus planes no estaba ir a ese lugar, pero
era inevitable fantasear con escapar y rodar
por ese suelo, sabia que nadie creía en las
historias pero que algún día él las haría
realidad. Se las contaría a sus hijos o nietos y
quedarían atónitos porque por primera vez
uno de ellos había tocado el imaginario
mundo “Playa”.
Un día nada particular, las urracas volaron
con miedo sobre el tenue cielo gris de las
madrugadas, y el silencio advertía con ansias
que algo fuera de lo normal iba a suceder.
Aunque no muy común, en el momento más
pensado… Una luz blanca intensa proveniente
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del cielo se abrió paso para buscarlo, se
escondió lo mejor que pudo, pero era
inevitable, la fecha estaba marcada y sabia
que venían por él. Nada pudo evitar su
secuestro, se fue flotando escuchando a lo
lejos los llantos adoloridos de seres que jamás
volvería a ver y el se iba despidiendo en
silencio.
Despertó dentro de un espacio grande y
vacío, silencioso pero perturbador. A su
alrededor cientos de objetos que nunca había
visto. Sintió que lo bañaban, lo medían, lo
analizaban… se sintió como un objeto mas de
todos los que estaban ahí. Después de
experimentar con él, lo depositaron en otro
cuarto aparentemente vacío, pero cuando
enfoco bien la mirada, se encontró rodeados
de supuestos “cadáveres”, pero no estaban
muertos… parecían, pero no lo estaban.
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(Como si algo les había robado las razones
porque vivir). Nunca había sentido un miedo
parecido, aunque se sintió aliviado cuando un
ser omnipotente lo elevo y lo puso sobre una
superficie circular, parecía tranquilo y fresco.
Pero el aire no era igual que el del campo…
era mas helado y menos saludable.
Para tranquilizarse comenzó a fantasear,
pensaba en ese lugar “Playa” y en lo que
habría pasado, si hubiera podido ir… pero en
medio de su imaginario mundo, de repente y
de forma abrupta, atraviesa dentro de su
cabeza un metálico objeto que terminaba con
una punta afilada. Se introdujo muy
lentamente causándole un gran dolor. Pero no
sabia que lo que venia después iba a ser mas
insoportable, el objeto comenzó a girar en
espiral, arrancándole la piel a pedazos en
salvajes cortadas. Al terminar, ahí estaba
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completamente desnuda, la naranja… en
medio de todos los comensales… pensando en
lo mucho que le hubiera gustado ir a la
“Playa”
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Todo comienza con la duda. Y luego la certeza
de que estas en el lugar equivocado, en el
momento incorrecto. Después, hay un silencio
y no oyes nada mas que tu propia respiración,
y el temblar escalofriante de tus piernas
contra el suelo. No piensas en nada. Estas
completamente en blanco. Corres el peligro
de que te descubran y sientes las ganas de
querer ser descubierto. Te encuentras en una
vorágine circunstancial girando al relativismo
de los hechos que sucedieron. No sabes que
pasó. Sinceramente no sabes… Sólo corres en
los recuerdos de tu imaginación y te cubres
con las sabana de la memoria dejando tus
pies descalzos, presos del frío, presos del
miedo. No quieres recordar porqué estas ahí.
Simplemente estas. Crees que puedes
manejar la situación, que el dialogo y la
confianza que le depositas a tu carisma, podrá
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evitar lo que puede llegar a suceder. Te
carcomes muy lentamente. Tu cabeza en
blanco se va llenando de pensamientos
negros, tantos que ya no tienes espacio. La
hoja se volverá tan negra que ya no habrá
lugar para manchar y una vez que pase esto,
vuelve la dolorosa sensación de vacío, de no
pensar, de no sentir.
La sangre juega una intrépida carrera entre
tus venas, corre desesperadamente y golpea
brutalmente en el pecho creando dos
diminutos sonidos. nadie los oye. Sólo tu
puedes oírlos. En ese momento, descubres
que el palpitar es tuyo y aun así no lo puedes
controlar. No hay nadie quien te tranquilice y
el momento se intensifica. Podrás engañarte,
pero el sonido de tu pecho te delata. Sabes lo
que vendrá; no lo quieres aceptar, pero lo
sabes y en ese momento, en el momento mas
pensado, sucede. Te levantas y tienes paz por
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unos segundos. Siempre hay un silencio que
ensordece antes de que explote el cauteloso
sonido del miedo. Entonces intentas
explicarte. Intentas demostrar que todo es un
tremendo error. Nadie te entiende.
Comienzas hablar otro lenguaje, ajeno al que
te escucha, y viene el golpe de la indiferencia.
Uno, dos, tres, cuatro… Cuatro golpes bastan
para que a tu piernas les de por correr.
Comienzas a caminar despacio, pensando que
todo puede razonarse pero te das cuenta que
hay cosas en las que los sentimientos
predominan. Abres la puerta del lugar y
corres. Corres como nunca pensaste hacerlo,
sin mirar atrás. No te harás de sal si lo haces,
pero sabes que no debes hacerlo y entonces,
continuas hasta que tu cuerpo te pida lo
contrario. La hoja negra de tu cabeza vuelve a
ser blanca y otra vez vuelves a pensar en
nada. Te lanzas al suelo y lloras sin consuelo.
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En ese momento, te das cuenta que las cosas
están a punto de empeorar.
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Destinados a ser lo que nunca fuimos
Siempre te gusto ser de esos amores no
correspondidos, te gustaba llevarle la contra a
la sociedad. Llevabas dentro tuyo un
anarquismo feroz que ladraba pero no
mordía. Ese pelo alborotado donde se
enredaban tus sueños al salir, y ese caminar
de tus pies descalzos que hacía preguntar
¿por que lo hacías? A lo que siempre se
escuchaba tu respuesta de que te gustaba
sentir el peso de las dudas en cada paso que
dabas. Enamorada de la vida y de tus
creencias en el transcurrir de los años me
conociste por error, aunque siempre he
creído que a Dios le gusta equivocarse para
sentir ese misterio de no saber que podrá
pasar. De esa forma bautice a nuestro
encuentro repentino (que de repentino no
tiene nada, ya que fue voluntad mía
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conocerte) como una equivocación de Dios.
Antes de saber de tu existencia, yo tenía un
nombre, un numero de cédula, una identidad,
una ideología, etc... Todas esas cosas ridículas
que yo valoraba y que no te costó nada borrar
de mi cabeza. Después de conocerte fui y seré
algo que no sabe que es. Pero que no siente
miedo de serlo cuando esta junto a ti,
correspondiste a esta moción y siempre
sentiste gran gusto en salir conmigo...
Salíamos... Salíamos mucho... y de tanto salir
algo entro en mí, golpeo fatalmente cerca del
esternón y entró irrespetuosamente en el
mismo lugar donde guardaba recuerdos de
meses pasados. Me hice de oídos sordos a tus
amenazas, esas que repetías con una sencillez
única proveniente de ti -‐No te vayas a
enamorar-‐ Me lo dijiste hasta el cansancio,
tanto que en mi psicología inversa vi
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necesario caer profundamente enamorado de
algo que no tenia piernas para caminar a un
futuro.
A tu buena suerte pasó el tiempo y fui
cobarde, nunca hable de mas, ni busque la
forma de decírtelo. Pero sentía no muy dentro
mío algo muy incomodo, sentía que ya
estabas enterada de todo, no sospechaba que
no sabias sino que no te importaba. Pero a
este sentimiento mío sobre tu
quemeimportismo le atacaba brutalmente tu
cariño inesperado hacia mí, parecíamos algo
que nunca fuimos y fuimos algo que nunca
debió ser. La sociedad nos vio con ojos de
amor y yo bailaba contigo en mis sueños,
mientras escuchaba "si tu atreves" de Luis
Miguel en el fondo de mi cabeza hueca.
Confieso haberte escrito unos poemas y
haberte dedicado unas canciones que nunca
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salieron de mi boca. Me prometí de la forma
mas cursi hacerte feliz sin esperar nada a
cambio y de misma forma para alcanzar tu
felicidad decidí dejarte libre de algo a lo que
nunca estuviste presa.
Abrir un viejo álbum de fotos y verte de
nuevo hace sentir sobre este cuerpo
avejentado, el palpitar de un corazón al cual
le pesa los años. -‐Ya no estoy para esto-‐ me
repetí una vez mas y decidí cerrarte
lentamente. Te vi dentro del cuerpo de mi
esposa, sonreí y me prometí ser feliz por unos
años mas sin extrañarte.
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